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VESTIGIOS PREHISPÁNICOS Tangancícuaro,Michoacán
Estas piezas antiguas fueron halladas donde se habían encontrado Las Yácatas de la cultura purépecha, actualmente ahí se encuentra la secundaria de la ciudad.
FOTO:ERNESTO LÓPEZ SERVÍN
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E RNESTO L ÓPEZ S ERVÍN La principal estancia del Museo Real del Tajo es la dedicada a las figuras arqueológicas de la cultura purépecha que poseen incluso petrograbados, estos vestigios prehispánicos se encontraron hace muchos años donde actualmente se encuentra la secundaria de la ciudad, ahí mismo se hallaban Las Yácatas de la cultura purépecha, donde se localizaban edificaciones para el juego de la pelota y otras construcciones indígenas. No obstante, Miguel Fernández Fernández explica que además hay figuras y cerámicas de otras culturas, como la teotihuacana, la olmeca, de los tecos y de otras civilizaciones mesoamericanas, ya que esta zona era un paso obligado para el comercio de estas culturas. Este mestizaje entre civilizaciones prehispánicas se debe a que estos grupos mesoamericanos intercambiaron mercancías como cerámica, utensilios de cocina, figuras y otros accesorios. Los petrograbados son un rasgo en común con Las Yáca-
Figuras arqueológicas de la cultura purépecha.
tas de Zaragoza, La Piedad, en los vestigios de Acuitzéramo, Tlazazalca y Las Plazuelas. Sobre rocas ígneas se tallaron en alto y bajorrelieve miles de símbolos que aluden a la concepción del Universo que tenían los indígenas. Esta mezcla de razas, igual que en el Bajío michoacano y el guanjuatense (Pénjamo), provocó que una mezcla entre los rasgos de estas culturas; no obstante, tuvieron en común ideogramas representados en las piedras que significaban el cie-
lo, el agua, el fuego, la vida y la naturaleza. Estos mismos jeroglíficos se encontraron en las ruinas de Pénjamo y La Piedad, lo cual significa que este territorio lo compartían con Tlazazalca, además son únicos pues no han sido hallados restos similares en ninguna otra región. El presidente de la Organización Especial de Investigación, Fernando Tejeda Alvarado, sostiene la teoría de que los sitios de Zaragoza, Plazuelas y Peralta, que se hallan en los muni-
cipios de Pénjamo, Penjamillo, Churintzio, Zináparo, Pastor Ortiz, Puruándiro, Tlazazalca, Numarán, Tangancícuaro, la cuenca del Lerma y de la Mesa de los Laureles, fueron el origen prehispánico, según el arqueólogo Julio Celis Polanco. Entre estas ruinas arqueológicas se hallan similitudes de construcción de pirámides, conjuntos arquitectónicos y habitacionales, tumbas, canchas de juego de pelota, temascal y petrograbados, entre otros, que poseen grandes se-
mejanzas con la cultura de Tenochtitlán en sus técnicas de construcción, sus dioses, sus ritos religiosos, políticos y culturales. Las pirámides que se hallaron en las comunidades del Cuitzillos, en territorio piedadense, y en Tlazazalca, se encuentran planeadas en la misma forma y con iguales cerámicas y petrograbados que las construcciones de Las Plazuelas, en Pénjamo, Guanajuato, a sólo 20 kilómetros de la localidad de Cavadas
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El Real del Tajo, propiedad de Miguel Fernández Fernández, se localiza en el centro de la ciudad, en la calle Carlos Salazar.
FOTO: ARCHIVO
FOTO: ARCHIVO FOTO: RICARDO CRUZ
El Real del Tajo
Debido a que el propietario del museo asistía mucho al Río El Tajo, canal que se construyó desde tiempos de la Colonia,se hallaron algunas piezas arqueológicas que ahora se exponen en dicho museo.
E RNESTO L ÓPEZ S ERVÍN En Tangancícuaro existe un museo privado desde el 2003 al que se le denomina El Real del Tajo, propiedad de Miguel Fernández Fernández, se localiza en el centro de la ciudad en la calle Carlos Salazar. Se le denomina El Real del Tajo, debido a que el propietario del establecimiento asistía mucho al Río El Tajo, canal que se construyó desde tiempos de la Colonia para regar las tierras de este municipio y donde se hallaron algunas piezas arqueológicas que ahora se exponen en dicho museo. El inmueble cuenta con salas que poseen fotografías antiguas de la localidad; en la primera hay vestigios de instrumentos y documentos históri-
cos de la primera mina que hubo en este municipio, así como reproducciones visuales de la minería desde 1808-1931, además reliquias desde la Colonia, hasta principios del siglo pasado, que demuestran cómo se formó la historia de esta actividad económica. En otras salas se encuentran
las primeras máquinas de coser, las iniciales fotocopiadoras, tocadiscos, sumadoras, instrumentos musicales, básculas, registradoras y computadoras, imágenes de los primeros vehículos, de las carretas, entre otras fotografías. Hay reproducciones desde hace más de 121 años del muni-
cipio, de las familias fundadoras, los cambios arquitectónicos de la plaza, de las calles principales, las fachadas de los templos, los libros de ingresos y egresos de las primeras haciendas que conformaron el municipio. La principal estancia de este museo es la que está dedicada
a las figuras arqueológicas de la cultura purépecha, que posee incluso petrograbados, estos vestigios prehispánicos se encontraron hace muchos años en donde está actualmente se encuentra la secundaria de la ciudad, ahí mismo se hallaban las yácatas de la cultura purépecha, donde se localizaban edificaciones para el juego de la pelota y otras construcciones indígenas. No obstante, Miguel Fernández Fernández explica que además hay figuras y cerámicas de otras culturas, como la teotihuacana, olmeca, de los tecos y de otras civilizaciones mesoamericanas, ya que esta zona era un paso obligado para el comercio de estas culturas.
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Las plazuelas y las ruinas de Zaragosa
UN PASADO
EN COMÚN
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Igual que las pirámides que se hallaron en las comunidades del Cuitzillos, en territorio piedadense, y en Tlazazalca, se encuentran planeadas en la misma forma y con iguales cerámicas y petrograbados en las construcciones de Las Plazuelas, en Pénjamo, Guanajuato, a sólo 20 kilómetros de la localidad de Cavadas.
E RNESTO L ÓPEZ S ERVÍN El estudio del sitio arqueológico de Las Plazuelas, en Pénjamo, Guanajuato, por estar más trabajada la zona desde un punto de vista arqueológico, permite poseer una idea de la forma de vivir de los indígenas que habitaron la zona de Zaragoza, en este municipio, y en los vestigios encontrados en Acuitzéramo, en Talzazalca. Los grupos indígenas que existieron en estas áreas fueron principalmente chichimecas, purépechas y aztecas, prueba de ello es la adoración al dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, que es una divinidad azteca; no obstante, no se descarta el mestizaje con otras tribus prehispánicas, esto por el continuo comercio que tenían estas ciudades con otras culturas mesoamericanas. La diversión, la música y los juegos también hicieron parte de la vida social, pues en Plazuelas se hallaron instrumentos como flautas, ocarinas y silbatos, además de los grandes caracoles.
Este sitio arqueológico esta formado por varios conjuntos de edificios en los que se aprecia la influencia de varias culturas, estas edificaciones fueron construidas de manera dispersa en el transcurso de tres siglos, entre 600 y 900 después de Cristo. Los atavíos de hombres y mujeres tenían profundo sentido religioso, el uso de joyas, adornos, vestidos y peinados, o bien las prácticas como mutilación dentaria o tatuajes eran signos de los atributos de los dioses y conver-
tían al cuerpo humano en receptáculo de su poder. La turquesa para la elaboración de joyas fue altamente apreciada por su asociación con el agua y con el cielo diurno, y se han encontrado cuentas con va-
rios diseños entre los que destacan miniaturas en forma de gota de agua, de rayo y de perro, animal vinculado con el agua. Esta piedra preciosa ha sido muy difícil de hallar en el terreno de las ruinas de Zaragoza, probable-
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mente debido al alto aprecio de que goza entre la gente. A demás de la alimentación y el cuidado infantil, hilar y tejer fueron de las actividades más importantes entre las mujeres, ya que en territorio piedadense aún
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La zona de Zaragoza es territorio de 28 hectáreas que es una tierra de oportunidades económicas para los habitantes que están asentados en los alrededores de esta área arqueológica. En el mundo prehispánico la figura del caracol se asocia con el viento, las nubes, la lluvia y otros fenómenos como remolinos de aire y huracanes, como símbolo sagrado se encuentra en la indumentaria de varios dioses y como emblema del poder terrenal fue usado por sacerdotes y gobernantes.
La forma de sus edificios imita la silueta de los cerros, considerados sagrados por sus habitantes, quienes creían que los dioses de la fertilidad habitaban en su interior, de donde salían las aguas que irrigaban la tierra. se encuentran regadas en el sitio arqueológico las agujas para los hilados. Telas, mantas y vestidos tuvieron gran valor, no sólo utilitario y económico, sino también porque evocaban el poder divino de crear y organizar la trama del Universo. En cuanto al sexo en la entrada principal de Casas Tapadas, en Pénjamo, se encontró una escultura fálica rota en cuatro partes, que originalmente debió de estar en posición vertical. Este marcador aporta un atributo masculino al sitio, representado también en varias culturas de Mesoamérica, como símbolo de fecundidad y principio de vida. En el mundo prehispánico la figura del caracol se asocia con el viento, las nubes, la lluvia y
otros fenómenos como remolinos de aire y huracanes, como símbolo sagrado se encuentra en la indumentaria de varios dioses y como emblema del poder terrenal fue usado por sacerdotes y gobernantes. Los petrograbados son un rasgo en común con Las Yácatas de Zaragoza, La Piedad, en los vestigios de Acuitzéramo, en Talzazalca, y Las Plazuelas, en Pénjamo. Sobre rocas ígneas se tallaron en alto y bajorrelieve miles de símbolos que aluden a la concepción del Universo que tenían los indígenas. Entre los diversos motivos se encuentran oquedades, círculos, caracoles, espirales, líneas punteadas y continuas, serpientes y medias lunas, varias rocas muestran planos y maquetas de edificios con elementos arquitectóni-
cos en miniatura, como pirámides, casas, canchas de juego de pelota, escaleras y calzadas, sobresalen entre ellas la detallada representación del conjunto Casas Tapadas. Igual que las pirámides que se hallaron en las comunidades del Cuitzillos, en territorio piedadense, y en Tlazazalca, se encuentran planeadas en la misma forma y con iguales cerámicas y petrograbados en las construcciones de Las Plazuelas, en Pénjamo, Guanajuato, a sólo 20 kilómetros de la localidad de Cavadas. San Juan el Alto se originó en los años 30 a partir del reparto de las tierras de la Finca Plazuelas. Al llegar, los vecinos de El Cobre, su antiguo asentamiento, iniciaron la colonización de un monte en la ladera de un cerro, escogiendo para ello los terrenos pla-
nos que habían habitado los indígenas, dando origen de manera inconsciente a una superposición cultural que determinaría el futuro de la comunidad. Gran parte de la colección arqueológica fue donada por los habitantes de San Juan, ya que al residir sobre un antiguo pueblo fue común que al cimentar sus casas se hallasen diversos vestigios que fueron guardando con la finalidad de exponerlos en un museo. Las esculturas y diversas miniaturas fueron encontradas durante el proceso de excavación en Casas Tapadas. Este sitio arqueológico esta formado por varios conjuntos de edificios en los que se aprecia la influencia de varias culturas, estas edificaciones fueron construidas de manera dispersa en el transcurso de tres siglos, entre 600 y 900 después de Cristo, y se hallan comunicadas entre sí por amplias calzadas y largas veredas. Sus pobladores eran migrantes de diferentes etnias, con distintas costumbres que dejaron huella de su riqueza cultural, eligiendo este lugar por sus tierras fértiles, los manantiales, los bosques, los bancos de material y el clima favorable. La guerra fue una actividad central en Mesoamérica pues con ella se buscaba la conquista de nuevos territorios y el tributo de sus poblaciones, fue también una manera de complacer a los dioses para conseguir el equilibrio entre sus diferentes ámbitos de poder, por eso, instrumentos de guerra como cuchillos y puntas de flecha fueron usados como ofrendas. La diversión, la música y los juegos también formaron parte de la vida social, en estas ruinas se hallaron flautas, ocarinas y silbatos, además de los grandes caracoles, los tejos fueron usados en juegos de azar y en las canchas para el juego de pelota se apostaba la propia libertad.
La forma de sus edificios imita la silueta de los cerros, considerados sagrados por sus habitantes, quienes crían que los dioses de la fertilidad habitaban en su interior, de donde salían las aguas que irrigaban la tierra. En la meseta central explorada en su totalidad se edificó el principal conjunto cívico-ceremonial llamado Las Casas Tapadas. Este recinto está integrado por cuatro pirámides, un palacio y un pequeño adoratorio, delimitados por un grueso muro con una banca al interior; a este sitio se accede por diversas escaleras, siendo la principal la del poniente, vinculados a través de una avenida con una explanada para el juego de la pelota. Aún sin excavar, en la ladera occidental se halla otro juego de pelota entre terrazas y habitaciones, mientras que en la oriental se descubre un complejo de cuatro edificios. En la decoración de los basamentos destaca el motivo estilizado de la atadura de años, un diseño que fue modificado en varias ocasiones para conmemorar el final de un ciclo; éste se aprecia también en las esculturas en forma de rayo que adornaban la pirámide oriental. La pirámide central constituye un lugar sagrado que unifica los rumbos del Universo, mientras que la del oriente y la del poniente sugieren una conexión con el inframundo por su forma arquitectónica y su ornamentación. Como marcadores se encuentran aquí esculturas de dioses asociados con la fertilidad, además de otras depositadas como ofrenda bajo el piso de la cancha, enfatizando el carácter del juego de la pelota. Pero después de 300 años de habitar este sitio arqueológico, sus edificios fueron destruidos y la ciudad quemada y abandonada.
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Juego de pelota
Uarhukua Chanakua ERNESTO L ÓPEZ S ERVÍN | C HILCHOTA El juego de la pelota se practicaba en las antiguas ceremonias religiosas de los purépechas de la Cañada de los Once Pueblos, incluso existían canchas extensas en estas comunidades para realizar esta práctica. La práctica de esta ceremonia aún no se ha perdido, en los festejos del Año Nuevo Purépecha y del Día de Muertos en Patamban, Chilchota y Tangancícuaro aún se representa este rito religioso con toda la solemnidad de un acto místico purépecha más que un juego deportivo. Sin embargo, la urbanización acabó con los terrenos en la co-
marca que había para efectuar esta práctica; no obstante, aún se pueden observar directamente en La Piedad y en Pénjamo, Guanajuato, canchas de este rito prehispánico que significa la lucha del día contra la noche, del mal contra el bien, y que dominaba aquel que ganara. El juego de pelota de origen prehispánico, Uarhukua chanakua, que significa «los bastones que suenan», no es propiamente un juego, sino una ceremonia, así lo aclaró Fernando Tejeda Alvarado, historiador. Esta ceremonia era dedicada a la diosa Xharatanga (deidad de la Luna), de acuerdo con las investigaciones efectuadas por la vari purépecha Yadira Rodríguez
Osorio, es una ceremonia que se juega con una pelota incendiada y que es dirigida con bastones de madera. La pelota va encendida y en este caso, el Sol y el fuego están representados por el dios curicaveri; estamos hablando de una ceremonia de alto nivel y sabemos de la importancia de este juego porque se practicaba en todas las culturas de Mesoamérica. En la cultura maya, esta ceremonia se realizaba con pelota de caucho, en las zonas arqueológicas importantes de la región se pueden apreciar los campos para la ceremonia del juego de pelota, y en Michoacán, los purépechas no fueron la excepción. En el sitio arqueológico de Zaragoza existe un territorio para el
juego de pelota, y en la zona arqueológica de Las Plazuelas también existe campo; esto, refiere Fernando Tejeda, es una prueba histórica de la práctica en esta región. En La Piedad se realizó el rescate de esta ceremonia gracias a la labor del maestro Luis Gerardo Arias García, quien fue pre-
parado en esta ceremonia y ahora enseña a jóvenes hombres y mujeres a practicar este rito. El historiador menciona que esto reviste una importancia histórica, ya que se recupera esta experiencia que tenía más de 500 años que no se jugaba y hoy en día ya se cuenta incluso con un equipo que representa a La Piedad.
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Esta actividad, que es el máximo evento deportivo de la Federación Mexicana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales, se realiza desde hace 16 años de manera itinerante.
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Para preparar la pelota, se remoja en petróleo o gasolina durante 2 o 3 días para ser encendida en el momento del juego.
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EL Juego Se realizó un video documental sobre el juego de la pelota purépecha por el cineasta michoacano Geovanni Ocampo Villanueva, la propuesta del video documental es llamar la atención hacia este deporte prehispánico. La Uarhukua Chanakua (Pelota Purhépecha) se practica entre dos equipos que se componen de cinco jugadores titulares y hasta tres reservas y se pueden realizar cambios ilimitados durante el juego que son definidos además de la formación y estrategia por el capitán del equipo. Los capitanes son los representantes de los jugadores ante las autoridades, ellos dirigen y controlan la estrategia de su equipo en el juego, sólo ellos podrán dirigirse al Juez para cualquier aclaración y deberán informarle de cada cambio; en caso necesario, designarán a su suplente. Los Jueces son quienes conocen los pormenores y las reglas del juego; ellos son la máxima autoridad La superficie del terreno podrá ser de tierra, pasto o cemento; procurando una superficie llana, aunque lo accidentado del terreno hace más difícil el control de la pelota. Se juega regularmente en espacios abiertos de 160 a 200 mts. de largo por 6 u 8 de ancho. Se traza una línea al centro denominada saque y una línea en cada extremo llamada meta. Para iniciar, dos jugadores se colocan de frente en la línea de saque; dan tres toques con la parte baja de sus bastones sobre la línea, y por encima de la pelota, el más hábil gana la pelota. La uarhukua o bastón está elaborado con madera de tejocote, encino, cerezo o cualquier otra madera que sea resistente y ligera. Se utiliza para golpear y detener la pelota,la altura y peso del bastón varía, queda a criterio del jugador. La pelota o zapandukua se confecciona con una pelota de hule espuma mediana como centro, en esta se envuelven tiras de tela de algodón u otro material similar, ceñidas finalmente a manera de remate con cable o lazo de henequén. El diámetro de la pelota es de 12 a 14 cm, y un peso aproximado de 250 gramos para categoría Infantil, 350 a 500 gramos, Juveniles y Abierta. Todo equipo debe llevar 2 pelotas, una para el juego y otra de repuesto. Para preparar la pelota se remoja en petróleo o gasolina durante 2 ó 3 días para ser encendida en el momento del juego. El Uniforme generalmente es manta blanca con una faja y un número distintivo, la faja se ciñe a la cintura del jugador y el color lo determinará cada equipo. El logotipo distintivo del equipo, puede ir en la parte posterior de la camisa y el calzado lo determinará el jugador. En cuanto a protección se recomienda el uso de espinilleras, muñequeras y cualquier tipo de protección; siempre y cuando ésta, no cubra el uniforme. Entre las reglas del juego es importante saber que el bastón no debe levantarse arriba de la cintura y los golpes deben ser por la derecha, para evitar accidentes; se puede tocar, parar y conducir por la izquierda o derecha, sin cambio de mano y golpear únicamente por el lado derecho. Se considera falta cuando un jugador muestra intenciones de golpear o hacer caer a otro. Levantar el bastón arriba de la cintura al golpear la pelota y después del golpe. Tocar con la mano la pelota o golpearla con los pies intencionalmente, se declara «bola muerta» y la pone en juego nuevamente el equipo contrario
Federación Mexicana de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales, A.C.
El llamado juego de pelota purépecha o uárhukua estaba a punto de extinguirse, y gracias a la Asociación de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales de Michoacán AC, ha logrado que este deporte se practique en todo el país y que sus demostraciones deslumbren en Europa.
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Leyenda del
RELOJ DE LA COMPAÑIA A RMANDO M ARTÍNEZ En el Templo de la Compañía de esta ciudad, considerada como la primera Catedral de Michoacán y tal vez de América Latina, en lo más alto de la única torre con que cuenta, se encuentra un antiguo reloj, que no sólo marcaba la hora hasta hace algunos años, sino que tiene toda una historia y leyenda que viene desde el otro lado del mundo. Según la leyenda y de acuerdo a lo manifestado en su libro de Leyendas de Pátzcuaro, por Enrique Soto González, cronista de la ciudad, da a conocer que allá en una rica región de cierta provincia de España, en una lujosa y señorial mansión, vivía el duque don Manuel de Ávila, uno de los grandes de España, a quien su majestad Felipe II había enaltecido añadiendo a sus feudos, de por sí crecidos, otras muchas tierras, alegres y risueñas que hacían de aquellos contornos uno de los más deleitosos rincones de la provincia de Castilla. Dice Soto González en su libro, que el duque de Ávila, era uno de los más leales a don Felipe II, quien como a él, favoreció con títulos y tierras a otros protegidos, provocando en el duque de Ávila las primeras envidias que fueron haciendo presa de su corazón y de su lealtad, primero secretamente y después murmurando en contra de todas las disposiciones reales. De esta manera la tempestad se convirtió en furiosa envidia y recelo por dejar de recibir tanta riqueza y poder. No faltó quien comunicara lo anterior al rey, que su antes muy leal siervo había traicionado la confianza puesta en él, por lo que Felipe II mandó encarcelar al duque de Ávila y fuera confinado en un calabozo y se le formó causa, resultando culpable de alta traición y fue condenado a la pena máxima, sentencia que debería consumarse en la plaza del lugar y su cabeza sería colocada en algún balcón de la casa del otrora dilecto amigo, para escarmiento de otros posibles traicioneros súbditos, todo ello al dar las doce campanadas del día siguiente por la noche. Y al otro día, ya estaban preparados todos para la ejecución del duque de Ávila y al llegar la hora señalada únicamente sonaron once campanadas, por lo que el reo fue devuelto a
prisión. Al día siguiente repitieron los preparativos, pero como el obstinado reloj también tocó en once ocasiones la campana y se pospuso nuevamente la ejecución; pero la noche siguiente sucedió lo mismo y la gente consternada se preguntaba el significado de aquella señal y el final de tan inesperado suceso. Al llegar la noticia al rey, quiso cerciorarse personalmente y escuchó la noche del siguiente día que el reloj sólo tocaba once veces la campana en lugar de doce y ante esto, decidió el monarca otorgar el indulto al envidioso duque de Ávila, conmutando la pena capital por el destierro y pensando que había algo que escapaba del poder humano para que el reo no muriese, el reloj fue víctima del oído del rey de España, quien también fue desterrado perpetuamente a la Nueva España para que el virrey a su vez lo entregara en alguna nueva ciudad. Y de esta manera dicho reloj llegó a Pátzcuaro, colocándose en la torre de la Iglesia Catedral (Compañía), quedando bajo la custodia de los jesuitas y después a cargo del Ayuntamiento. Tiempo después, el duque de Ávila llegó a México y como había visto de tan cerca la muerte, prometió revestir al reloj de oro y plata y colocarlo en un digno marco de cantera. Pero quiso el destino que pasara tiempo antes de que supiera el duque el destino de aquella máquina del tiempo y cuando lo supo y se dirigió a Pátzcuaro, fue asaltado y encadenado para robarle sus bienes, pero en un momento de distracción de sus captores, el duque de Ávila trató de huir y fue a caer en un río que pasaba por el lugar, muriendo ahogado al sonar precisamente las doce campanadas de la medianoche y así quedó incumplida la promesa que le hiciera al reloj que le salvó la vida. Juraban los moradores de nuestra ciudad que al dar las doce campanadas, aparecía un hombre sujeto con cadenas que recorría las calles y se precipitaba luego al río subterráneo de esos que abundan en esta pródiga tierra, perdido en el tiempo y en el espacio. Cabe señalar, que este reloj hace apenas unos pocos años aún marcaba la hora a los habitantes de Pátzcuaro, pero dejó de hacerlo y ahora sin explicación alguna, ninguna autoridad hace algo por regresarle su bello sonido a las campanas que cada quince minutos sonaban.
FOTO:ARMANDO MARTÍNEZ
En el Templo de la Compañía se ubica el reloj que nunca sonó la doceaba campanada y por ello se salvó de morir el duque de Ávila.
FOTO:ARMANDO MARTÍNEZ
En «castigo», reloj y condenado fueron expulsados de España.