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Posiblemente por temor a nuevos saqueos, los lugareños señalan no conocer nada de «las tumbas», como ellos llaman a la zona arqueológica de Otero en Jiquilpan
J OSÉ LUIS C EJA Después de su descubrimiento y su inexplicable olvido durante décadas, la zona arqueológica de Otero, al poniente de la cabecera municipal, es un espacio en el que no se han dado las condiciones necesarias para su explotación, ni turística ni académica. Pese a su relativa cercanía con el centro de la ciudad, apenas 1.9 kilómetros, la condición física de la brecha de acceso y la actitud de los habitantes del caserío cercano convierten al predio rústico de Otero en un sitio prácticamente inaccesible. De acuerdo con Álvaro Ochoa Serrano, investigador de El Colegio de Michoacán, ya en el Bosquejo Histórico y Estadístico del Distrito de Jiquilpan, de Ramón Sánchez, en el siglo XIX se daban noticias de la existencia de vestigios prehispánicos en la región merced a que durante algunas excavaciones practicadas se encontraron utensilios de barro, hueso, cobre, ónix y conchas en algunas pequeñas pirámides o yácatas. En 1890 lo encontrado fue remitido al Museo Michoacano: «En cambio, las construcciones piramidales les parecieron de poca importancia en comparación con los grandes monumentos de Teotihuacán y Cholula». (Desde el Otero, Ochoa Serrano Álvaro en Nadie sabe lo que tiene, Morevallado Editores 2009). En lo que hace a la zona de Otero, se trata de un predio rústico que recibe este nombre por su entonces propietario Vicente Otero Salcedo, quien al estar preparando su terreno para la siembra encontró una yácata en la que hizo algunas excavaciones sin que éstas llegaran a terminarse. Fue Jorge Martínez Guerrero, bajo el patrocinio de la familia Cárdenas, quien continuó los trabajos iniciados por Otero Salcedo; derivado de los descubrimientos realizados en este lugar se decre-
FOTO: JOSË LUIS CEJA GUERRA
Estado actual de la zona arqueológica de Otero, en Jiquilpan.
Otero, ZONA ARQUEOLÓGICA ENTRE EL ABANDONO Y EL TEMOR tó la creación del Museo Regional de Jiquilpan en noviembre de 1940 puesto que, cita Ochoa Serrano, el general consideró que las riquezas arqueológicas puestas en un museo representaban: «El antecedente histórico más preciado para el estudio de la región», y se planteaba ya desde 1940 que esta
zona podría constituirse como un atractivo para el turismo nacional y extranjero. Los trabajos oficiales en este predio fueron encargados a Eduardo Noguera, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, quien escribió en los Anales del Museo Michoacano: «Al
llegar al ‘Otero’ se encuentra en las faldas de la elevación un edificio compuesto de escalinata con vista al oriente que sirve de acceso a una amplia plataforma sobre la que hay un pequeño compartimiento en el lado sur». Describía un edificio rectangular con esquinas bien definidas:
«Y siendo ligeramente mayor su eje norte-sur». La exploración de reconocimiento, de acuerdo al texto de Eduardo Noguera, sirvió para descubrir algunos esqueletos que se encontraban inhumados en el lado poniente y en la esquina NE de la estructura en profun-
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FOTOS: JOSË LUIS CEJA GUERRA
Eduardo Noguera, arqueólogo del INAH, documentó la zona en 1940, denominando las partes que conforman el sitio arqueológico.
Crónica de la llegada a Otero J OSÉ L UIS C EJA G UERRA | J IQUILPAN
«Ahí hay unos tepalcates», dijo el profesor Luis Bautista, apenas llegar a la cima de Otero; los tepalcates son pequeñas partes de vasijas color rojo con decorados de otros colores.
Luego del intento fallido para acceder a la zona arqueológica de Otero por el caserío del mismo nombre, tanto por la inaccesibilidad del terreno como la del propietario de este predio, el pasado 16 de enero, mi compañero Carlos Flores Herrera y este servidor hubimos de conformarnos con tomar algunas fotografías que no decían nada al ojo no entrenado. Ese mismo día por la tarde y picada hasta lo más hondo nuestra curiosidad, decidimos buscar una ruta alterna a través del antiguo Camino Real de Colima, pasado cerca de un kilómetro y medio después de la ermita de La Virgencita, frente a nosotros se presentaba la boca del arroyo de la Cañada de El Salto y a nuestra izquierda un camino por el que era imposible seguir en el automóvil; decidimos recular, replantear nuestra aventura y contactamos con el investigador Álvaro Ochoa Se-
rrano, de El Colegio de Michoacán, y con el profesor Luis Bautista Rodríguez, integrante del Consejo de la Crónica Municipal y nativo de la comunidad de los Tres Ríos, muy cercana a la zona de Otero y experto conocedor de aquellos parajes. Originalmente habíamos pactado la visita para el martes 21 de enero por la tarde, sin embargo y debido a que los cuatro integrantes del equipo teníamos interés de ver el encuentro de los danzantes de las comunidades indígenas de Jiquilpan y Totolán, en la ermita de La Virgencita, decidimos adelantar el viaje para el domingo 19 de enero, el tercer domingo del primer mes del año. Cerca de las 11:00 de la mañana al exterior de la Biblioteca Pública Licenciado Gabino Ortiz, de Jiquilpan, me reuní con el doctor Álvaro Ochoa, quien recién llegaba de la ciudad de Zamora, pocos minutos después llegaba el profesor Bautista y finalmente Carlos Flores, provistos de aguas, panes y refrescos a más de una mesa y tres sillas nos
montamos en la camioneta del profesor Bautista ya casi a las 12:00 del mediodía para emprender el camino. La primera complicación fue atravesar el paraje de La Virgencita, donde ya algunos parroquianos acondicionaban lugares y tendidos para ver las danzas, el tránsito era lento y la mayor preocupación del profesor Bautista era que a nuestro regreso, el angosto camino estuviera bloqueado por los danzantes o los comerciantes. Llegamos al camino ya referido párrafos atrás, recorrimos angostas brechas, quitamos y repusimos falsetes de troncos y alambres, subimos una empinada cuesta que, vista desde la carretera Jiquilpan-Colima no parece tan intimidante pero que a ras de tierra me pareció una enorme montaña y finalmente llegamos a la cima. «Ahí hay unos tepalcates»dijo Luis Bautista, apenas llegar a la cima de Otero, en efecto a menos de cinco metros de distancia de la camioneta pudimos encontrar al menos una veinte-
na de estas pequeñas piezas que consistían principalmente en partes de vasijas color rojo con decorados de otros colores. Recolectadas estas evidencias, Luis Bautista y Carlos Flores decidieron brincar una cerca de poco más de un metro y 60 centímetros al lugar donde Eduardo Noguera, arqueólogo del INAH que en 1940 documentó el levantamiento de esta zona, llamó «Edificio A». Tras un par de intentos, Luis Bautista y Carlos Flores lograron hacer volar, literalmente, la cerca y ahí estaba a apenas unos metros la yácata de este asentamiento humano que recorrimos a profundidad atendiendo a las explicaciones de Álvaro Ochoa y tratando de despejar dudas. Por la tarde ya emprendimos el regreso de aquella región, desandamos el camino, quitamos y repusimos falsetes de palo y alambre, transitamos por el lugar donde danzaban los negros ahí, tan cerca y tan lejos de la Loma de Otero.
didades que variaban entre los 2.30 y los 2.60 metros. «En la cúspide del cerro se descubrieron también vestigios muy interesantes pues gran parte de ella está nivelada artificialmente y en donde se construyeron anchas plataformas que limitan un gran espacio formando
una plazoleta. Todas las apariencias son de que se trata de un juego de pelota». En ese sentido, Ochoa Serrano señala que estas construcciones reflejaban la existencia de una sociedad económica y socialmente organizada capaz de realizarla en contraste con los descubri-
mientos arqueológicos realizados en febrero de 1942 en un predio que se acondicionaba como campo de aviación para las operaciones militares del Pacífico. Los restos encontrados se trataban de tres montículos que guardaban restos humanos, algunas estructuras toscas y ob-
jetos muy rudimentarios: «Consta de un asinamiento de piedras sin forma determinadas; en el centro del montículo se practicó un pozo hasta la profundidad de metros 2.90 sin encontrar nada digno de mención», escribió entonces Eduardo Noguera. Sobre lo encontrado en las ex-
cavaciones coordinadas por el enviado del INAH, según su propia descripción, se trata de figurillas humanas caracterizadas por cara larga y desarrollada nariz, así como un sartal de plaquitas de pirita a más de un taburete de piedra cubierto de decoración al fresco y vasijas antropomorfas de barro y molcajetes de piedra. Entre las piezas encontradas se describen dos grandes vasijas «de magnífico acabado artístico hechas con la técnica al fresco y ‘cloisonné’ cuya forma y decoración la asemejan muchísimo a otras obras semejantes de los teotihuacanos y las aparta de la cultura antigua de Michoacán». De todo lo encontrado en Otero poco queda en los lugares donde fuera originalmente resguardado, algunas piezas en la sala dedicada al General Cárdenas en las instalaciones de la UAER-UNAM al sur de la ciudad y otras cuyo paradero se ha vuelto leyenda, al grado de que se señaló en algún momento que uno de los collares encontrados se había utilizado en una película americana de aquella época. Quizá lo más lamentable es que, posiblemente por temor a nuevos saqueos, los lugareños señalan no conocer nada de «las tumbas» como ellos lo llaman y aseguran que desde niños han recorrido esos parajes sin encontrar nada digno de llamar la atención, de hecho durante la visita realizada para la toma de fotografías de este lugar al tuvimos que localizar al propietario del predio. De acuerdo a la descripción de mi compañero de viaje, Carlos Flores Herrera, el ascenso a lo que Eduardo Noguera describió como un juego de pelota es complicado toda vez que las únicas rutas trazadas son las huellas dejadas por los equinos que pastan en esa planicie artificial. No existe, evidentemente, infraestructura para dar cabida al turismo en esta parte de la ciudad máxime que, como pudimos constatar, a la gente del caserío cercano a Otero, no les complacen mucho las visitas y menos si se llega preguntando por las excavaciones. Si lograse entrar, el visitante encontrará solamente una planicie pues luego de tantos y tantos años abandonada, la zona pareciera no tener interés alguno. Me es necesario externar mi agradecimiento a mi amigo Carlos Flores Herrera, quien al saber de este encargo se sumó de manera decidida para proporcionar transporte, guías y fotografías para este trabajo.
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José Clemente Orozco, muralista y litógrafo mexicano nacido en Zapotlán, Jalisco, su trabajo se distinguió por plasmar la realidad social y era parte del movimiento de los muralistas.
Jiquilpan Biblioteca pública Gabino Ortiz
RESGUARDO DE UN
TESORO INVALUABLE
FOTO: ARCHIVO
FOTO: JOSÉ LUIS CEJA GUERRA
Exterior de la Biblioteca Pública Gabino Ortiz.
Para Orozco, el muralismo es la forma más desinteresada de hacer arte, ya que no se le puede dar un uso particular, sino que tiene una trascendencia social pues está dedicado para que el pueblo lo vea. FOTOS: JOSÉ LUIS CEJA GUERRA
JOSÉ L UIS CEJA GUERRA | J IQUILPAN Planteada en origen como el primer Santuario Guadalupano, la actual Biblioteca Pública Gabino Ortiz resguarda en su interior uno de los tesoros del muralismo mexicano y conserva tras su labrada puerta de bronce un trozo vital de la vida nacional. El edificio se ubica sobre la avenida principal de Jiquilpan, justo frente a la terminal de autobuses de este lugar, y es todavía común que algunos lugareños realicen sobre sus rostros el signo de la cruz cuando pasan frente a sus puertas, y es que, a simple vista, sin detenerse a observar los detalles de bronce que obran en las puertas de madera, la Biblioteca Pública Gabino Ortiz bien podría pasar por una de tantas iglesias que existen en la localidad. Fue el sacerdote francés Pascual Bayllac quien arribó a estas tierras en 1864, durante la segunda intervención francesa llamada también la Guerra Franco-Mexicana, quien pensó en la necesidad de erigir un centro de culto; sin embargo, la idea del clérigo galo se cristalizó hasta 1874, cuando se colocó la primera piedra. Los trabajos fueron lentos y fue hasta el 12 de diciembre de 1920 que se dio su inauguración formal, según señala Jorge Martínez Villaseñor en su libro Jiquilpan, histórico y tradicional, editado en 2002.
Los murales plasman la visión cruda del sufrimiento que la Revolución acarreó al pueblo mexicano.
En enero de 1940 Orozco comenzó la tarea de pintar los muros de la Biblioteca Pública Gabino Ortiz, de Jiquilpan. En los murales dentro de la biblioteca se representan dramáticas alegorías revolucionarias realizadas por el muralista José Clemente Orozco.
Sin embargo, la Guerra Cristera de 1926 obligó a que el Santuario de la Virgen de Guadalupe fuera cerrado al público y luego reabierto por un breve periodo. Ya en 1934, el presidente de la República convirtió este inmueble en lo que se pretendía fuera la biblioteca pública más grande del estado. Si bien durante la Guerra de Independencia y la Revolución el San-
tuario Guadalupano no existía, la ordenanza de Lázaro Cárdenas del Río, investido ya como primer mandatario, cambió el culto de este lugar de lo divino a lo mexicano, y las bancas de iglesia fueron cambiadas por mesas de estudio, sus muros cubiertos por enormes libros y las imágenes religiosas sustituidas por las dramáticas alegorías revolucionarias realizadas por el muralista José Clemente
Orozco. La decisión de dejar de lado el aspecto religioso en este edificio no fue del agrado de la población: «Nada más porque era el Tata, pero si hubiera sido otro, la gente quema la biblioteca», señalaba Alicia Cárdenas, auxiliar de este espacio durante una de tantas charlas. Ya sea a través del culto religioso o al movimiento armado, este recinto
ha sido un espacio de vital importancia para los habitantes de este municipio; como ejemplo basta señalar que los existentes en esta biblioteca fueron los únicos murales que realizara José Clemente Orozco en la geografía michoacana. «El edificio, hoy día, gracias a las pinturas de Orozco pasará a la historia como uno de los monumentos excepcionales de América», dice en
Los murales de José Clemente Orozco en la Biblioteca Pública Gabino Ortiz, de Jesús Ernesto López Argüelles, editado por la Universidad Veracruzana y Secretaría de Cultura de Michoacán, en 2009. En lo que respecta a los murales, se trata de diez frescos y ocho paneles realizados con tonalidades grises y toques en rojo, además de dos policromos, uno en la entrada
principal y otro en el ábside, donde anteriormente se encontraba la imagen de la Virgen de Guadalupe. De acuerdo con una carta enviada por el muralista José Clemente Orozco a Lázaro Cárdenas, durante la realización de estos murales los vecinos del lugar entraban al recinto a ver el desarrollo de su trabajo: «Me es muy satisfactorio haber visto que la obra ha sido muy bien comprendida y gus-
tada por muchos de los vecinos humildes de la población, a quienes su curiosidad los lleva al interior para ver las pinturas mientras se hacía el trabajo» (AGN, expediente 609/435, fojas 4 y 5, citado en Los murales de José Clemente Orozco en la Biblioteca Pública Gabino Ortiz. Los trazos de José Clemente Orozco, así como los nombres de sus obras, reflejan la intención de los ar-
tistas mexicanos por crear una pintura profundamente nacional y abordan temas como combates, peones arrestados por la Policía Rural, fusilamientos individuales y colectivos, todo enmarcado dentro de la lucha revolucionaria. De esta suerte, la Biblioteca Pública Gabino Ortiz, después de su fallido intento como centro de culto guadalupano, se convirtió casi por
decreto presidencial en el recinto donde se mezclan dos visiones de la Revolución Mexicana, la que tenía Lázaro Cárdenas grabada en sus recuerdos y la que imaginaba con toda su crudeza el muralista jalisciense. Los caballos que avanzan impetuosos sobre los cadáveres de los campesinos, la caída del general Alvírez durante su fusilamiento, la patria representada cono una mujer con la cabeza cubierta con un rebozo rojo montada sobre un tigre que avanza entre los nopales, los peones llevados a cuerda por la Policía Rural, los campesinos cayendo abatidos por las balas de la milicia sobre fosas profundas, las masas obreras en pelea empuñando rojas banderas y los campos de batalla donde la Muerte se da el lujo de escoger los cuerpos, forman parte de esta casi película de la Revolución Mexicana que a manera de permanencia voluntaria se proyecta en los amplios y altos muros de este edificio, cuya entrada está resguardada por los rostros de bronce de literatos, políticos, libertadores y librepensadores de América. Actualmente el recinto cuenta con cerca de trece mil volúmenes para consulta, y conserva el mobiliario original con que fue inaugurada el 18 de marzo de 1941; de acuerdo con el personal de este centro de consulta, las visitas durante la temporada baja (periodos vacacionales de verano e invierno) se contabilizan hasta las 600 por mes, cifra que se duplica durante los periodos escolares. Para la atención de los visitantes, este centro cuenta con cinco elementos de los cuales tres son empleados estatales y dos a cargo de la nómina del municipio de Jiquilpan. La biblioteca se ubica apenas a una cuadra al norte de la Escuela Primaria Francisco I. Madero, donde se resguardan también los murales de Roberto Cueva del Río referentes a la industrialización del campo y la voracidad extranjera sobre los recursos naturales de los países en vías de desarrollo.
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ERNESTO LÓPEZ SERVÍN A 30 kilómetros de La Piedad se encuentra esta ciudad, que se distingue por la prosperidad en la agricultura, comercio, ganadería, este sitio posee una plaza muy pintoresca, rodeada por comercios, un jardín con su kiosco, y la iglesia, así como por el Palacio Municipal, su gente es muy amistosa y atenta. El recinto del Ayuntamiento ostenta murales muy bellos referentes a los capítulos de la historia de México, de Hidalgo, Morelos, Lázaro Cárdenas, de la época prehispánica, de la Colonia, de la Revolución, entre otros. Fue un pueblo conquistado por guerreros de Tariácuri, en las excursiones realizadas por los tarascos para conformar su imperio, lo fundó el virrey don Luis de Velasco y durante mucho tiempo sólo fue una pequeña congregación, integrada como pueblo perteneciente al curato de La Piedad y contaba con 60 familias de indios, cinco de españoles y doce de mulatos. En 1821, el ex realista don Agustín de Iturbide tuvo una audiencia con don Pedro Celestino Negrete, en la que este último se adhirió a la causa de la Independencia, en este periodo, este sitio fue incendiado por los seguidores de José Antonio Torres (el padre Torres). La Hacienda de Santa Ana Pacueco servía de lindero entre el estado y las entonces provincias de Guanajuato y Jalisco, aisladas también por el Río Lerma. A inicios del siglo XIX contaba con Ayuntamiento, el 12 de mayo de 1810, se le otorgó categoría de villa y el 10 de diciembre de 1831, se le constituyó en municipio, perteneciente al partido de La Piedad. Sus pobladores, durante un largo periodo se dedicaron a la agricultura, pesca y producción de petates. Su importancia económica se originó por el ramal de ferrocarril, que al entroncar en Yurécuaro lo vinculó con Ecuandureo, Zamora, Chavinda, Los Reyes y otros estados. Entre los principales atractivos arquitectónicos se encuentran la parroquia de la Inmaculada Concepción y templo de Cristo Rey, de los sitios arqueológicos: zona cerca de la cabecera municipal, existen las condiciones para la práctica del campismo y ecoturismo. Entre las fiestas más importantes se encuentran 21 de marzo, acto cívico, Natalicio de don Benito Juárez, esta fiesta va a iniciar esta fecha, así como los festejos de la ciudad, los cuales terminan el 29 de marzo.
CÓMO LLEGAR
Yurécuaro FOTO: ERNESTO LÓPEZ SERVÍN
CIUDAD EN
PROGRESO Otras fechas memorables son el 5 de mayo, acto cívico, Aniversario de la Batalla de Puebla; 13 de septiembre, acto cívico en honor a los Niños Héroes; 15 y 16 de septiembre, celebración de las Fiestas Patrias. También se festeja el 20 de noviembre, acto cívico, Aniversario de la Revolución Mexicana; el 8 de diciembre, celebración en honor a la Virgen de la Concepción.
LOS SABORES El municipio se distingue por la música de mariachi y bandas de viento, las artesanías son la fabricación de candiles de cristal cortado, lámparas y figurillas. La comida típica es: birria de becerro, carnitas de cerdo, caldo michoacano, chicharrones, diferentes guisos con bistec de res y los chongos caseros.
A consecuencia de la cercanía de La Piedad y Guadalajara con este municipio, este sitio presenta un progreso financiero más creciente que cualquier otro de este distrito, también su progreso comercial es gracias a que cuenta con grandes extensiones de tierras fértiles. El municipio posee aproximadamente seis mil 41 viviendas edificadas, de las cuales predomina la construcción de tabique, seguida
El municipio se comunica a la capital del estado por las carreteras federales 15, 35 y 110, en sus tramos MoreliaZamora, Zamora-La Barca y Vista Hermosa-La Piedad, respectivamente, tiene comunicación a sus comunidades por caminos revestidos por el orden de 17.8 y 1.5 kilómetros pavimentados, estación de ferrocarril México-Guadalajara. Además cuenta con servicio de correo,paquetería,teléfono, telégrafo y cobertura de telefonía celular.
en menor proporción por la de adobe, teja y otros materiales. En entrevista, el ex regidor de este lugar Jorge Luis Martínez, menciona que en relación a lo anterior se creó la Dirección de Desarrollo Agropecuario, siendo una de las principales fuentes de la riqueza local, y ha tenido gran aceptación por las personas, y para el incremento del capital de esta región.
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FOTO: BULL ORTIZ GALVÁN,JAIMERAMOSMENDEZ.BLOGSPOT.MX
Algunos hablantes no saben escribir su lengua madre correctamente, porque en sus orígenes no hay expresiones escritas de ésta, sólo orales.
E RNESTO L ÓPEZ S ERVÍN Cuando un turista llega a La Cañada de los Once Pueblos pareciera que llega a otro país, donde se habla otra lengua. El purépecha es una lengua que en esta región tiene supremacía sobre el español; y aunque hay comerciantes purépechas, ciudadanos y funcionarios públicos que hablan perfectamente el castellano, fuera de este sector la mayoría de la población en este municipio, especialmente en las comunidades, se comunica en lengua purépecha. Aunque se dialoga en purépecha, toda la población habla con fluidez el castellano, pese a que algunos no saben escribirlo correctamente, porque en sus orígenes no había comunicación escrita en purépecha, sólo de manera oral. En tiempos recientes, la población de Chilchota, a través de la Dirección Municipal de Lingüística, decidió implementar medidas para conservar su lengua madre utilizando los signos gramaticales del
Mantienen
VIVA SU LENGUA español, Esta modernización lingüística va a lograr mantener vivo el idioma purépecha por muchos años, logrando con ello preservar su cultura e identidad; sobre todo, conservar expresiones musicales y de la tradición oral en la len-
gua original. De acuerdo al profesor Héctor Álvarez Álvarez, de la Dirección de Lingüística en esta municipalidad, el purépecha es uno de los idiomas más completos, ya que una palabra puede significar muchas cosas. Cabe destacar que
los signos que más se usan en las palabras purépechas son los diptongos, y para dar significado a los vocablos, los purépechas usan más los morfemas de espacio, las raíces de las palabras, que ya con las terminaciones adquieren otro
La población de Chilchota ha decidido conservar su lengua madre utilizando signos lingüísticos. significado. Por ejemplo, en este idioma para decir «cara» se requiere pronunciar la palabra en purépecha pa; para decir «estoy tocando una pared», basta la palabra anaretan; en cambio, en español se tiene que construir una oración con todos sus componentes. Las palabras más comunes son ataka, que significa «hombre»; anaka, que es «mujer». Para concluir, el profesor Héctor Álvarez reconoció que para los hispanohablantes es muy difícil pronunciar las palabras en purépecha, ya que sólo con la práctica continua se logra el dominio de esta lengua ancestral.
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FOTOS: ENRIQUE VILCHIS ROMERO
Presentación del trabajo de la artista Olga García Velázquez.
ENRIQUE VILCHIS ROMERO | Un municipio enclavado en el Oriente del estado, a sólo quince minutos de Ciudad Hidalgo y 50 minutos de la ciudad de Zitácuaro, vecino del Pueblo Mágico de Angangueo. Áporo, municipio poseedor de talentos, entre los que destacan historiadores, artesanos y deportistas. Un ejemplo de ellos es una mujer artesana que ha pasado su vida pintando cuadros al óleo, tratando de sobresalir en su pueblo, se trata de Olga García Velázquez, nacida en la ciudad de Zitácuaro, pero quien radica en el municipio de Áporo, Michoacán, desde hace más de 20 años, ama de casa y madre de cinco hijos, quien manifestó que desde muy niña se inclinó por la pintura, y desde entonces ha pintado un sin número de cuadros. Sus inicios fueron con dibujo a lápiz y acuarela, para posteriormente hacer pintura al óleo, plasmando diferentes temas y paisajes recopilados de los pueblos del Oriente del estado, mismos que ha vendido con sus familiares y vecinos del poblado; mencionó Olga
Áporo
Olga García Velázquez, mujer artesana que ha pasado su vida pintando cuadros al óleo, pero radica en el municipio de Áporo, Michoacán desde hace más de 20 años, inició con la práctica de dibujo a lápiz y acuarela.
MUNICIPIO POSEEDOR DE TALENTOS que el precio de sus pinturas es muy accesible, que oscilan entre los 20 y hasta los mil 500 pesos. Es de destacar que García Velázquez también pinta sobre tejas y cascarones de huevo, dejando volar su imaginación. Además de realizar todo tipo de trabajos de pinturas que los mismos clientes le encargan, como son paisajes, retratos e imágenes religiosas, entre otras. Asimismo, puntualizó la artis-
ta, sus pinturas han sido ofrecidas sólo en exposiciones en su municipio y pueblos aledaños, dijo que Áporo es un poblado lleno de talentos escondidos que no han tenido la oportunidad de sacar a la luz sus productos artesanales por falta de apoyo. Por su parte el edil de Áporo, Pedro Guzmán González, manifestó que en el municipio se encuentran un sin número de personas destacadas y con talentos natos en las
ramas del deporte y artesanal, reconociendo también a los historiadores del municipio que han puesto en alto al pueblo de Áporo. Dijo el munícipe que algunos de ellos no han tenido la oportunidad de destacar por falta de apoyo, agregó que el recurso que llega al municipio no alcanza para brindar apoyos y llevar a cabo beneficios para el poblado, pero dijo, «se apoya a estos talentos en lo que se puede», un ejemplo de ello es el
apoyo que se ha estado brindado a los deportistas del municipio, aunque reconoció que aún falta mucho por hacer, manifestó Pedro Guzmán que seguirá gestionando apoyo para sus talentos ante las instancias correspondientes. Asimismo invitó a los artesanos del poblado para que dialoguen y lleguen a un acuerdo, para ver la manera de exponer en el municipio sus productos en esta temporada de turismo.