Letras 12 de abril

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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 12DEABRILDE2014 |

Miguel Carmona El sueño de la crisálida GASPAR AGUILERA DÍAZ | PAG. 2

Cartas apócrifas: Ejercicio de recuerdos ESTEBANMARTÍNEZ|PAG.7

Roma: la resurrección

La canela. Sabor

El ruido de fondo del

del péplum

de mujer

miedo a la muerte

ELTERCEROJOSYLVAINPROVILLARD|

ALASAZÓNNETZAHUALCÓYOTL

FORMASBREVESJAIMEMARTÍNEZOCHOA|

PAG. 4

ÁVALOSROSAS|PAG.5

PAG. 6

CREACIÓN PATTISMITH|PAG.8


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Miguel Carmona El sueño de la crisálida POR GASPAR AGUILERA DÍAZ

M

iguel Carmona Virgen, reconocido dibujante, diseñador, editor, escritor, comparte su pasión, audacias y hallazgos con ese destacado grupo generacional de artistas visuales michoacanos como Enrique Ortega, J. César Zamarripa, Derli Romero, Marco A. López Prado, Alejandro Delgado, Esteban Silva, Guillermo Castellanos, Rafael Sosa , Mizraím Cárdenas, Soledad Tafolla, Juan Guerrero, Fernando García, Juan Pablo Luna, Rosa Angélica Gómez, entre otros, y cuyos valiosos antecedentes se encuentran en pintores como Manuel Ocaranza, Luis Sahagún, Alfredo Zalce, Martín de la Torre, Francisco Rodríguez Oñate, Efraín Vargas, Gilberto Ramírez, para señalar a algunos. Misterio, enigma, transparencia y humedad, parecieran ser los términos más adecuados para intentar definir esta parte de la obra plástica de Miguel Carmona – muy próxima al abstraccionismo-, creada durante los años 2012 al 2014. Como entrevistos a través de una escena marina el color, la línea y el volumen en una especie de ósmosis palpable se van transformando en esa oruga cuyo centro en algunos de ellos es la caracola, como la figura mítica y simbólica de todo aquello que se concentra en su interior: intensidad, textura luminosa, resonancia de plie-

gues y resquicios del cuerpo femenino, bajo el destello luminoso que el talentoso y sensible pintor va imprimiendo en cada cuadro. Es muy interesante observar cómo esta parte de la obra de Miguel Carmona guarda resonancias y ecos de la etapa de los años 80 que provenían de esa permanente búsqueda estética de elementos arraigados en la naturaleza y en las características que la definen junto con el ser humano: la vida marina, terrestre, cósmica, y que llega hasta los orígenes de nuestra historia ancestral, que desde luego, nunca serán suficientemente agotados. En estos cuadros cercanos al figurativismo, nos sorprende y atrae no sólo la yuxtaposición de tonos, texturas y colores sino esas reconstrucciones de las crisálidas que parecieran tener un origen onírico sostenidas tan sólo por los hilos invisibles de una seda que los sostiene precariamente y que por otra parte nos acerca y nos recuerda la fragilidad de la que estamos hechos. El pincel diestro y maduro de Miguel Carmona nos permite atisbar al interior de la crisálida: ese cuerpo multiforme y colorido en el que siempre están presentes fragmentos de la figura femenina que respiran una profunda sensualidad y un erotismo espontáneo y natural.

Caparazón, membrana, molusco amoroso que se va transformando hasta condensarse de manera polimorfa en esta serie de lienzos al óleo incluyendo el mural Meditación de la crisálida. Se cierra este ciclo con el mural Meditación de la crisálida (óleo en lienzo sobre madera) con una dimensión de tres por dos metros, elaborado en el año 2012 y en el que se despliegan diversos elementos de una mitología que parecieran venir de los cuatro elementos originarios: tierra, aire, agua y fuego. Cuya figura central es de nuevo una caracola marina verde casi transparente rodeada de símbolos que nos hacen recordar la evolución de la vida desde la sensual fertilidad femenina, hasta la muerte, en una llameante comunión del ser humano con el universo, como deslumbrante alquimia de su propia divinidad, y el espectador absorto evoca el célebre Aleph de Jorge Luis Borges, ese espacio mágico en el que parecieran confluir todas las cosas trascendentes del Universo. Sobresale la figura del hombre sabio que viene transitando sin apegos llevando a cuestas la imagen terrible del vacío y la muerte, una vez que se libera de ataduras mundanas, exponiendo su vulnerabilidad bajo el resguardo de la mística femenina en la que se gestó y con la única certeza de su propia finitud fatal a cuestas.


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En la página anterior y en la presente, siete muestras de la serie sobre el sueño de la crisálida, del artista gráfico Miguel Carmona. En la portada de este suplemento, el cuadro Meditación de la crisálida.


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Roma: la resurrección del péplum ELTERCEROJO::Romafuecreadaen2004,aprovechandoelregresodelospéplumsalapantallagrande.LaserieesunfascinanteviajealosúltimosañosdelaRepública romana,yunretratorealistadelavidacotidianadelosplebeyosydelosjuegosdepoderdelospatricios.PORSYLVAINPROVILLARDsprovillard@hotmail.com

E

s el año 52 antes de Cristo. El general romano Cayo Julio César derrota en la batalla de Alesia a Vercingetórix, el caudillo de las tribus galas. Llega el fin de su mandato como procónsul y se niega a liberar sus legiones, tal como se lo ha pedido el Senado. Está a punto de cruzar el río Rubicón. Alea jacta est: la suerte está echada. Ahora el general y sus fieles soldados van a dirigirse hacia Roma para tomar el poder. El pueblo respalda a César y los patricios apoyan a Pompeyo el Grande. La lucha de poderes, en la que César quiere transformar la República en Imperio, apenas empieza. Las instituciones están en crisis, la guerra civil entre populistas y conservadores estalla, hombres y mujeres con ambición quieren tomar el mando. La primera temporada de Roma cuenta estos apasionantes hechos ocurridos entre la Guerra de las Galias y los notorios Idus de marzo, fecha del asesinato de César en 44 a. C. Sin embargo, los próceres romanos no son los principales protagonistas de la serie. Seguimos las vidas de los ricos y poderosos, pero los verdaderos héroes son dos hombres comunes, atrapados en el torbellino de los eventos políticos, dos soldados de la Treceava Legión que acompañaron a César en Galia: Lucio Voreno y Tito Pullo. Estos hombres realmente existieron, ya que sus nombres fueron mencionados por César en sus Comentarios sobre la Guerra de las Galias, pero sus vidas fueron totalmente noveladas para nutrir la intriga de la serie. El primero de ellos es un centurión que aprovecha sus hazañas militares y sus relaciones con César y Marco Antonio para subir poco a poco en la escala social. Pullo es un simple infante que no sabe hacer mucho más que pelear con heroísmo y que tiene todas las dificultades del mundo para reintegrarse a la vida civil. Ambos hombres sirven de testigos privilegiados de la historia romana e incluso, a veces, influyen en su desarrollo. Lucio y Tito permiten también al espectador adentrarse en la vida cotidiana de la Roma de hace dos milenios. Las películas de este género suelen mostrar la abundancia y las

Dos fotogramas de la teleserie Roma.

Cartel promocional de la serie Roma.

orgías de los patricios. Roma lo hace de igual forma pero se enfoca al mismo tiempo en los bajos fondos de la metrópoli que contaba con un millón de habitantes. El retrato del Aventino es sorprendente en verosimilitud. La colina más meridional de la ciudad es un barrio popular, sucio y poblado de malandrines que roban, asesinan y fornican en cada esquina. Los creadores de la serie adoptaron un

tono naturalista que incluye el uso de un lenguaje crudo y escenas de violencia y sexo explicitas. Querían mostrar ambos lados de una ciudad en la cual el lujo cohabitaba con la pobreza. La serie Espartaco, menos realista pero más brutal todavía, debe mucho a Roma en la representación de estos aspectos salvajes de la vida en la República romana. Para lograr una descripción realista de la Roma antigua, los productores tuvieron ac-


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ceso a un presupuesto nunca antes visto para una serie de televisión. El canal HBO, nuevamente pionero en la producción de series, puso el 85 por ciento de los 100 millones de dólares para realizar la primera temporada de Roma, y la BBC, el 15 por ciento restante. El resultado es visualmente impecable y muy cercano a lo que los historiadores describen, gracias a una ambientación, decorados y vestuarios espectaculares. Es la primera serie con un presupuesto colosal, trazando la ruta para series como Juegos de trono y Boardwalk empire. Para lograr más realismo, Roma fue rodada en Italia, en locaciones reales y en la famosa Cinecittà, que básicamente resucitó con el rodaje de la serie. En estos estudios fueron justamente rodados los más célebres péplums, en su época de oro, entre 1958 y 1965: Helena de Troya, Ben-Hur y Cleopatra, entre muchos otros. El nombre de este género, que en inglés se conoce como sword and sandal (espada y sandalia), fue creado por críticos franceses que se burlaban de las túnicas (péplum en latín) que llevan los protagonistas. Este tipo de filmes cayó en desgracia durante 35 años. Fue hasta el año 2000, que el filme Gladiador de Ridley Scott puso otra vez de moda estas películas históricas de aventuras situadas en la antigüedad greco-romana. Siguieron cintas como Ágora, Troya y Alejandro Magno, y más recientemente cintas más fantásticas que realistas basadas en leyendas antiguas: 300, Furia de titanes y Aníbal el conquistador. Y la moda no ha muerto. Este año se estrenará Hércules y nueve péplums más están actualmente rodándose en Hollywood: remakes de Ben-Hur y Spartacus, un biopic sobre la juventud de Julio César y una nueva versión de Cleopatra con Angelina Jolie. Roma podría ser considerada como la última parte de una trilogía histórica de HBO, después de Carnivàle, ambientada durante la Gran Depresión de 1929, y Deadwood, serie que se desarrolla en el Oeste Americano en 1870 con personajes reales, como los marshalls Wyatt Earp y Wild Bill Hickok, y Calamity Jane. Desgraciadamente, estas tres series de gran calidad tuvieron el mismo destino trágico: fueron canceladas después de dos o tres temporadas, básicamente por ser notoriamente caras. De Roma nos queda un sabor a demasiado poco, dado todas las historias que quedaban por contar: la segunda temporada iba a terminar con la muerte de Brutus, la tercera y cuarta se iban a desarrollar en Egipto, eventos que se tuvieron que narrar rápidamente en la segunda mitad de la segunda temporada. La quinta temporada prevista iba a enfocarse sobre el ascenso del Mesías en Palestina. A pesar de la decepción de los fans, las dos temporadas existentes de Roma son una delicia para los ojos y, sin duda, un parte aguas en la historia de las series.

LA CANELA

Sabor de mujer A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

N

o solo es dulce y amarga. También es caliente. Si fuera un planeta, seguramente le llamarían Venus. Su personificación es sensual, picara y apasionada. Sus atributos en formas, sabor, aroma, historia, experiencia y derroches le infunden un carácter de mundana realeza. Podría referirme a ella citando a Oscar Wilde: “Me gustan los hombres con futuro y las mujeres con pasado”. Y es que esta chica ha sido tan deseada que en China se pagó su peso en oro; tan mística y audaz, que participó en rituales de sacrificio y placer en Arabia, India, Egipto, Grecia y el Imperio Romano. El viajero y comerciante veneciano, Marco Polo, la secuestró para alejarla de otros pretendientes. Fue invitada exclusiva de la mítica flota: British East India Company. Portugal invadió su tierra natal, precisamente, para intentar hacerla suya. Más tarde, Holanda la lució por toda Europa. Mitológicamente se cree que fue de las primeras bellezas que arribaron proveniente del Paraíso, a través del Río Éufrates, a la cuenca del Mediterráneo. Herodoto se refirió a su crianza aludiendo un exuberante bosque custodiado por dragones alados que impedían, a sangre y fuego, cualquier tipo de contacto humano. También se le vislumbró ardiendo eternamente, junto a nardos y mirra, en el nido de renacimiento del Ave Fénix. Su nombre original es Cinnamomum Verum. Proviene del griego Kinnamomon, que significa madera dulce, al igual que la palabra hebrea Quinamom; a su vez, derivada del término Kayu Manis, proveniente de Malasia e Indonesia, donde también indica: palo caramelo. El epíteto Verum, refiere su lugar de nacimiento: Ceilán (actual Sri Lanka). Los franceses la bautizaron cariñosamente como Cannelle, diminutivo de Canne, como se le dice también a la “caña” de azúcar. La canela es la corteza extraída (cortada y enrollada para su mercado) de un árbol que crece principalmente en auténticos paraísos tropicales de la India y el Sudeste Asiático. Al mismo tiempo, suave y astringente, es entre las especias una reina erótica que explota en formas atrevidas en bebidas alcohólicas, postres europeos y guisados orientales. En fin, es una pelirroja, sabrosa y picante, de tierra caliente. Pero, no hay que pensar que por dispuesta es una cualquiera. Se trata de una diosa de sol capaz de prodigar los más rela-

jantes placeres y los más auténticos beneficios para el bien vivir. La medicina tradicional china, e india (ayurveda), validan a la canela como un componente que genera temperaturas propicias para el adecuado funcionamiento del organismo. Este tipo de disciplinas, prodigiosamente preventivas, proclaman al calor como una fuerza ordenadora. De hecho, en China actual, la ingesta de bebidas heladas es inconcebible en un contexto de salud pública tradicional e institucional. Además de intensificar el sabor de vinos, carnes y manjares, y ser versátil elemento cosmético (su té, por ejemplo, hace brillar el cabello), la canela facilita el sueño, la digestión, y reduce los niveles de azúcar por optimizar el metabolismo de la insulina. Hoy, que la salud se vende cara, embazada y en píldoras es oportuno reconocer que si adquirimos canela de Ceilán (la más roja y sustanciosa) nos hacemos de un vitamínico que incluye: manganeso, hierro, calcio; además, de una poción que alivia fiebres y dolencias, fortalece el sistema inmunológico y es tan efectiva como antioxidante que era utilizada para embalsamar faraones. Lo más estimulante de nuestra protagonista es que sus efectos aluden a las deidades del amor. Si le somos afectos, nos mantiene con buen aliento, delgados, calientes y con un propicio flujo circulatorio, cordial a los encuentros frontales y a la dinámica y potencia sexuales.

LANOTA,LARECETA,OELREMEDIO

La combinación miel y canela, en té, resulta en una bebida de cualidades: antioxidantes, digestivas, diuréticas, antibacteriales, sinergéticas, regenerativas; vasodilatadoras, y por ende, afrodisiacas. Para obtener una porción hierve taza y media de agua con una caña completa de canela. Deja reposar 10 minutos y vuelve a hervir (obtendrás mayor sustancia). Agrega una cucharada sopera de miel. Deja tibiar. Hazla tuya placenteramente. Nota 1: no tires el bagazo. Es una generosa fuente de fibra: agrégalo a tu licuado o mastícalo (mantiene una sutil dulzura). Nota 2: de acuerdo a las medicinas orientales, miel y canela expulsan el frío del cuerpo y revitalizan páncreas, vejiga y riñones; órganos muy sensibles a bajas temperaturas y cuyo colapso se relaciona a patologías en el sistema auditivo.


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El ruido de fondo del miedo a la muerte FORMASBREVES ::ReseñaaRuidodefondo fondo,deDonDeLillo.PORJAIMEMARTÍNEZOCHOAjmochoa4@hotmail.com

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l profesor Jack Glady, su esposa Babette y sus hijos (más los que han procreado en otros matrimonios), viven en un suburbio universitario de EU. Todo parece tranquilo en esa bella y apacible región norteamericana: las calles lucen limpias, las casas son cómodas y hay un centro comercial inmenso, donde todas las familias pueden ir a surtirse de mercancías que quizá no necesiten. Glady da un curso sobre Hitler en una pequeña universidad para ricos en la que no faltaban tampoco estudios sobre Elvis Presley o el cine sobre accidentes automovilísticos. Hay algo, sin embargo, que rompe esta idea de paz en el matrimonio Glady: un ruido de fondo que se escucha a todas horas. En principio, es un ruido que proviene de las televisiones y las estaciones de radio. En un universo en el que el consumismo es lo más importante, sólo la televisión puede ofrecer una cierta rivalidad. Las televisiones y las estaciones de radio están encendidas a toda hora, creando de esa manera la ilusión de fraternidad. Pero hay otro ruido, escondido en ese ruido superficial: es el ruido del miedo a la muerte, un ruido que no se sabe de dónde viene, qué sonido tiene, cuál es su verdadero significado. Este ruido no pueden escucharlo todos, en parte porque no les apetece, en parte porque no tienen las capacidades auditivas para percibirlo. Jack Glady y su esposa Babette son la excepción. Desde siempre se saben en posesión de ese extraño poder. Pero este miedo no es, como en muchos, algo natural, propio de la raza humana. Es un miedo físico, que puede

El escritor Don DeLillo.

palparse como una enfermedad. Para ellos no existe ninguna clase de distracción: el ruido de fondo siempre está ahí, presente en las conversaciones, en el sonido de la televisión, en las tertulias de la radio. En este contexto, un día ocurre un hecho dramático: un camión cisterna choca contra un tren y una nube tóxica se desprende del contenedor y se alza hacia la atmósfera. Toda la población debe ser recluida y de repente aquella gente de clase media alta, consumidora y feliz, se ve atrapada en unas escenas de país tercermundista, con refugios llenos de víctimas y multitudes que deambulan por los bosques en busca de un refugio. Al final no ocurre nada de peligro, pero en su afán por escapar Jack Glady ha quedado expuesto a las ondas de la radiación. Este hecho desafortunado introduce en Glady el veneno de la muerte, lo que le da a su miedo una dimensión física, alejada de las ensoñaciones nocturnas sobre el miedo a morir. Glady sabe que va a morir como lo sabemos todos, pero ahora tiene dentro de su cuerpo un veneno que se desarrollará y, al cabo de diez o treinta años, acabará con su vida. Junto con este hecho, Glady descubre que su esposa ha estado asistiendo en secreto a un laboratorio donde un grupo de médicos elaboran una píldora para desterrar el miedo a la muerte. Aunque al final la medicina se revela como inútil, los afanes de su mujer hacen pensar a Glady que nada basta para borrar el sonido atroz que significa el temor a la desaparición física. Ruido de fondo, de Don DeLillo es una nove-

la mayor de las letras norteamericanas y un intento por comprender el hecho de que la vida algún día se va a terminar. Novela pop y de vanguardia, DeLillo utiliza todos los clichés de la vida norteamericana para abordar una temática inusual. Encontramos aquí las referencias a un posible apocalipsis tóxico, el consumismo, los abusos de la televisión, los científicos que bordean la locura, la extravagancia de ciertas universidades gringas en las que no son inusuales los cursos sobre Hitler o Elvis Presley. Pero, ¿qué es ese ruido de fondo del miedo a la muerte? En las últimas páginas Gladney y un amigo catedrático, Murrary, intenta explicarlo, en un largo diálogo no exento de humor y teorías disparatadas. Pero la novela, amén de su seriedad, es también una comedia. En sus diálogos con su familia, en las reacciones de sus hijas ante cualquier hecho, se asoma una cierta ironía preñada de buen humor que no deja de resultar reconfortante. Ruido de fondo no es, sin embargo, una novela de ideas. Se trata de una obra en la que se reflexiona mucho, en la que se tocan temas esenciales de la vida y la muerte, pero todo abordado desde una óptica irónica en la que la recreación de las atmósferas es tan eficaz como las reflexiones de las pobres criaturas que la habitan. Novela sorprendente, genial, Ruido de fondo es la prueba fehaciente de que Don Delillo es uno de los más grandes novelistas vivos de la actualidad y sin duda un escritor que merece el reconocimiento público.


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Ejercicio de recuerdos CARTASAPÓCRIFAS::PORESTEBANMARTÍNEZ

E

n estos días de tantas celebraciones, estimados lectores, me voy a tomar la libertad de traer a su memoria la importancia de servidor en la ida de ustedes, los humanos. En un principio…pues sucedió que por milenios les tenía sin cuidado la existencia de servidor…bueno, tal vez exagero, puede que me tomaron en cuanta cuando les iluminaba el sol, pues por la noche dormían… o la pasaban aterrorizados por verdaderos o supuestos peligros. Ah!, pero esas parciales y mínimas diferencias, fueron haciéndome cada vez más y más importante en su existir. En la medida en que fue evolucionando su especie, con eso de la invención de la agricultura y el pastoreo, más y más le fue necesario y le urgió al hombre el saber y precisar mi paso para obtener buenas cosechas o bien saber cuando había que trasladar a los rebaños de unos pastos a otros, por ejemplo, por lo que comenzaron a dividir a servidor en días, los días a convertirlos en semanas, las semanas en meses, los meses en años y los años los dividieron en estaciones: primavera, verano, otoño e invierno, divisiones todas de servidor a las que fueron acomodando, y a veces sujetando férreamente, las actividades de sus vidas. Igualmente, sus deseos y necesidad de recordar hechos, supuestas divinidades, personas, que les fueron benéficos, para celebrarlos y nefastos por perjudiciales, para conjurarlos con sacrificios purificaciones, se les hizo imprescindible y, por lo tanto más y más importante en y para sus vidas. En los inicios de ese proceso civilizatorio, los más viejos, los brujos, los sacerdotes de las primitivas religiones de las primeras sociedades humanas se encargaron de transmitir esos saberes y hechos a las generaciones siguientes, saberes y hechos que al convertirse en usos y costumbres, fueron dándoles a los humanos el sentido de pertenecer a una comunidad, de una identidad tanto en lo personal como en lo social. La relación entre ustedes, los humanos y servidor no estuvo libre de dificultades, debido a errores de cálculo en los días, semanas, meses y años concebidos por los hombres, errores que hicieron que no coincidiesen con el giro, con la vuelta completa de la Tierra alrededor del Sol. En los trabajos de ajuste para reparar esos errores de cálculo, fueron notables los llevados a cabo en la denominada Civilización Occidental y Cristiana, y el resultado de los mismos se ha impuesto en la globalidad en la que respiran, al punto de que países que poco o nada tienen que ver con el cristianismo o tiene en poco a servidor, como la India, se mueven y se rigen y hasta celebran fechas consagradas por el Occidente cristiano, como las de principio y final de año y Santa Claus, por ejemplo. Por lo expuesto hasta aquí, servidor se limitará a traer a su memoria, estimados lectores, el por que de mis nombres en la actualidad. Provienen del latín. Calendario, calendarización, por ejemplo, derivan del latín calenda, que designaba el primer día de cada mes; enero, que actualmente es el primero del año, viene de Janus, que era el dios que abría las puertas y tenia el don de ver el pasado y el futuro y cuyo festival se celebraba en esa época; hay que recordar que es el primero del año por las reformas llevadas a cabo en el año

451 antes de Cristo por un grupo de magistrados, que reacomodaron a enero como el primero del año, en vez de marzo que hasta ese año se iniciaban en marzo, con lo que quedaron los meses y el año casi como los conocemos en la actualidad. En inglés, enero es January, que se parece mucho más al original. Febrero proviene de februa un festival de purificaciones religiosas que tenían lugar en días de dicho mes. Marzo tiene su origen en Marte, el dios de la guerra. Abril procede de la palabra latina aprire, que significa abrir, ya que en esa pepota, en la primavera, se abren los retoños y los botones de las flores. Mayo tiene su origen en Maia o Maya, diosa de la fertilidad, pues en esa temporada se recogían las cosechas. Junio proviene de Juno, hermana y esposa de Jupite, el dios supremo de los romanos. Los nombres de julio y agosto se derivan de Julio Cesar y Cesar Augusto, que pusieron sus nombres a los meses quintilis y sextilis, al llevar a cabo di-

chos personajes reajustes al calendario. Septiembre, octubre, noviembre y diciembre se deben a los números de septem, siete; octo, ocho; novel, nueve y decem, diez, pues ese era el lugar que ocupaban esos meses en el calendario de la antigua Roma, que comenzaba en el mes de marzo. Para cerrar estos recuerdos, dos datos curiosos más: alrededor del 900 después de Cristo, todos los pueblos cristianos de ese tiempo adoptaron el concepto de Era Cristiana, creado en el 525 por el monje Dionisio el Exiguo y a contar los años hacia atrás y hacia delante partiendo del nacimiento de Cristo. Hay que recordar que los mayas tenían un calendario mucho más exacto que el de los europeos al tropezar Colón con el continente Americano en sus proyectados de viaje a la India y China. Sin más, deseándoles un feliz y prospero año de 2014. EL TIEMPO


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CREACIÓN

Tejiendo sueños Patti Smith Una llamada

S

iempre imaginé que escribiría un libro, aunque fuera pequeño, que transportara a un reino imposible de medir, incluso de recordar. Imaginaba muchas cosas. Que brillaba. Que era buena. Que vivía sin sombrero en la cima de una montaña haciendo girar una rueda que a su vez hacía girar la Tierra, y que, invisible entre las nubes, yo tenía alguna influencia, era de alguna utilidad. Deseos curiosos que, como plumas en el aire, volvían ligeros los miembros de una niña espigada y taciturna que apenas era capaz de impedir que sus calcetines cortos desaparecieran dentro de sus zapatones. Todos mis calcetines estaban deformados, tal vez porque a menudo los llenaba de canicas. Los cargaba de ágata y de acero, y me iba. Aquello se me daba bien, y podía derrotar a cualquiera que tuviera alrededor. Por la noche vaciaba el botín encima de la cama y frotaba las canicas con una gamuza. Las ordenaba por colores, según sus cualidades, y ellas solas se reordenaban de nuevo..., pequeños planetas brillantes, cada uno con su historia, sus ansias de oro. Nunca tuve la sensación de que esa facilidad para ganar a las canicas viniera de mí. Más bien pensaba que estaba en el objeto en sí. Un talismán que cobraba vida cuando yo lo tocaba. Así, encontraba magia en todo, como si todas las cosas, toda la naturaleza llevara la impronta de un genio. Había que ir con cuidado, había que ser sagaz. Porque los sagaces pueden capturar algo lejano y hacerlo suyo. Y el viento levantaba los bordes de la tela que cubría mi ventana. Allí hacía yo guardia, alerta a lo pequeño, que bajo la mirada atenta fácilmente se volvía monstruoso y bello. Observaba, calculaba y, de pronto, ya no estaba allí: era un caprichoso planeador revoloteando de campo en campo, inconsciente de mis torpes brazos o de mis calcetines rebeldes. Me iba y no se enteraba nadie. Porque para todos yo seguía entre ellos, en mi pequeña cama, ensimismada en algún juego de niños.

Los recolectores de lana Había un campo. Había un seto de grandes matorrales que enmarcaba mi visión. El seto era sagrado para mí: la fortaleza del espíritu. El campo también era objeto de mi reverencia, con su hierba alta, incitante, y su poderosa pendiente. Más allá, a la derecha, había un huerto, y a la izquierda, un cobertizo encalado sobre cuyas puertas dobles habían escrito las palabras Hoedown Hall. Allí, los domingos por la tarde, nos encontrábamos y bailábamos al son del violinista y su llamada. Más tarde, después del baño, mi madre me peinaba, y yo rezaba mis oraciones y ella me arropaba. Yo esperaba hasta que todo estaba en silencio. Entonces me levantaba, me subía a una silla, apartaba la tela que cubría la ventana y continuaba mis rezos, vagando al encuentro de mi Dios. A veces, en las extrañas noches de claridad percibía movimiento entre la hierba. Al principio pensaba que eran las sacudidas de la lechuza blanca o las alas grandes y pálidas de una mariposa luna desplegándose y recogiéndose como un hábito medieval. Pero una noche se me ocurrió que

La cantante, compositora y escritora Patti Smith.

eran personas como nunca había visto, con extraños y arcaicos tocados y atavíos. Me parecía ver el blanco de sus gorros, y de vez en cuando una mano en el acto de asir, iluminada por la luna y las estrellas o por el faro de un coche que pasaba. Amanecía sobre el campo radiante, inundado de mil flores silvestres que a menudo cogíamos para entretejer coronas. Pero la principal atracción era el viejo cobertizo negro habitado por los murciélagos. Hace mucho que se incendió, pero entonces se alzaba como una chistera maltrecha que solo llevan los valientes o los desesperados. En nuestras andanzas, mi hermano, mi hermana y yo pasábamos por delante de él. Yo era la mayor, la pequeña aún no había nacido. Íbamos caminando al centro del pueblo y escalábamos el muro de piedra que protegía, como unos brazos maternales, el cementerio de los cuáqueros. Sus almas buscaban reposo debajo de los grandes castaños y, aun de día, aquel nos parecía el lugar más discreto y silencioso de la tierra. Allí, envueltos los tres en un aire solemne y plácido a la vez, soplábamos las cañas de los juncos que cortábamos en el pantano; horas en comunión sin decir

una palabra. Esos momentos nos llenaban de alegría. Volúmenes de alegría que aún me place leer. Al volver brincando a casa saludábamos todo aquello que nos cautivaba. El anciano que vendía pececillos. El riachuelo, que parecía tan ancho que bien podría haber sido la desembocadura del Delaware. La armería, el salón de baile y finalmente el campo de Thomas nos saludaban, parecía que nos llamaran por nuestro nombre. Corríamos a través de la hierba encontrándonos con nuestros amigos. A veces me tumbaba sobre ella y miraba el cielo. Toda la creación parecía trazada en lo alto y las risas de los otros niños me empujaban hacia una movilidad que aspiraba a dominar. Allí alcanzabas a oír cómo se formaba una semilla o cómo se doblaba el alma como un pañuelo. Yo creía que estaban allí. De vez en cuando los oía murmurar y silbar como si estuvieran al otro lado de un muro de algodón. Los oía pero sin poder descifrar el idioma que hablaban ni las melodías que entretejían. Cuando volvía todo estaba igual, corría a reunirme con los demás y jugábamos a las estatuas y a romper la cadena, o, si nos sentíamos valientes, nos aventurábamos a entrar en el cobertizo y lanzar palos a los murciélagos. Cuando más tarde cruzábamos la carretera, nunca olvidaba inclinar la cabeza al pasar por delante del matorral. Una tarde me mandaron sola a la ciudad. Estaba nerviosa porque había decidido preguntar al anciano que vendía pececillos por aquella gente del campo. Los niños tenían miedo al anciano, pero a cierta luz parecía casi un santo, eterno. El hombre más viejo en la casa más vieja, una choza que se tambaleaba, pintada de negro y algo apartada en un terreno cubierto de malas hierbas. En el tejado inclinado estaba escrita la palabra CEBO. Ahí se le veía siempre sentado, hiciera el tiempo que hiciese, con pantalones de peto, melena y barba blancas, vigilando el mundo y la tumba de su mujer, enterrada a la sombra de la casa. Me detuve a su lado. Me pareció que no llegué a preguntárselo, porque mi mente, que salía disparada en todas direcciones, no cooperaba con mi lengua. Pero tal vez se me escaparan una frase o dos. Porque, mientras daba vueltas a la cazoleta de su pipa con los ojos cerrados, sin apenas mover los labios, respondió: Son los recolectores de lana... No hice más preguntas. La respuesta me pareció demasiado frágil, demasiado importante. Simplemente me fui, casi en volandas, sin apenas acordarme de despedirme. Pero mientras corría me volví para decir adiós con la mano, y sus ojos abiertos se encontraron con los míos y parecieron contener lo que solo cabría llamar esplendor. Yo no estaba muy segura de qué era un recolector de lana, pero sonaba a profesión digna y me pareció un buen trabajo. De modo que seguí vigilando. Hiciera el tiempo que hiciese. Luego corría la tela y, tumbada en la cama, incapaz de dormir, me entretenía poniéndoles nombres y diseñándoles, bajo el haz de mi linterna, los mantos, las botas y las nubes que llamaban hogar. Y la imagen de los recolectores de lana en ese campo somnoliento me daba sueño también. Y deambulaba entre ellos, a través de abrojos y espinos, sin otra tarea más extraordinaria que rescatar un pensamiento fugaz del peine del viento, como un penacho de algodón. Fragmento de Tejiendo sueños (Lumen) de Patti Smith.


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