Letras 15 de marzo

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[ Letras ] DE CAMBIO

SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 15DEMARZODE2014 |

Pete Seeger

Joan Baez lo recuerda ROBERTO PONCE | PAG. 2

Hobsbawm y el futuro de las artes PATRICIOTAPIA|PAG.4

Aceite de oliva. Oro líquido

Vikingos. Leyendas del Norte

ALASAZÓNNETZAHUALCÓYOTLÁVALOSROSAS|PAG.5

ELTERCEROJOSYLVAINPROVILLARD|PAG.7

Cristo levantado en armas

El despertar y el café

FORMASBREVESJAIMEMARTÍNEZOCHOA|PAG.6

CREACIÓNOMARARRIAGAGARCÉS|PAG.8


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Pete Seeger (1919-2014) Joan Baez recuerda al mítico cantautor norteamericano PORROBERTOPONCE

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la edad de 94 años, el pasado 27 de enero falleció Pete Seeger, considerado por la vocalista Joan Baez “el patriarca del folklore norteamericano” y uno de los pilares de la canción de protesta estudiantil en los años sesenta. Su cántico social “Venceremos” (We shall overcome) fue himno emblemático de los derechos humanos durante aquella década de oposición juvenil a la Guerra de Vietnam, y a la vez fue interpretado por Joan Baez para cerrar sus recitales. Hacia 1963, Pete Seeger dio a conocer en su patria la cubanísima “Guantanamera” con los versos sencillos de José Martí en español. Con los pobres de la Tierra yo quiero mi suete echar. El arrullo de la sierra me complace más que el mar.

Nacido el 3 de mayo de 1919 en Nueva York, este viajero inquebrantable plasmó su obra en un sinnúmero de álbumes fonográficos, conquistando a públicos de generaciones diversas. Supo convocar la espiritualidad y la armonía humanista pregonada por el ideal hippie de paz y amor, a través de su bonita rola “Turn! Turn! Turn! (To everything there is a season)” en el disco que escaló las cumbres radiofónicas, en octubre de 1965, gracias al conjunto The Byrds. Seeger había imaginado aquel tema casi diez años atrás, inspirado por lecturas del Eclesiastés bíblico: A todas las cosas les llega su temporada y hay un momento para cada proyecto bajo el cielo. Un tiempo de nacimiento, un tiempo para morir, Un tiempo de siembra, un tiempo para cosechar... Un tiempo de amor, un tiempo para odiar... Un tiempo para la paz, que juro no tardará mucho.

En Sudamérica, Víctor Jara le tradujo su jit de 1963, “Little boxes”, al castellano: “Las casitas del barrio alto”, grabada por el inolvidable juglar chileno para el LP El derecho de vivir en paz, de 1971: Las casitas del barrio alto con rejas y antejardín; una preciosa entrada de autos esperando un Peugeot. Hay rosadas, verdecitas, blanquitas y celestitas, las casitas del barrio alto, todas hechas con recipol.

(Jara la interpretó en México durante su visita de 1970, como puede oirse en: h t t p : / / w w w . y o u t u b e . c o m / watch?v=sF7OrVZdPfU, atribuyendo su autoría a Pete Seeger; en realidad, “Little boxes” la había escrito en 1962 Melvina Reynolds, cuatacha de Seeger.)

Pete Seeger en los días de sus inicios.

Vetado por comunista Los tesoros de su rico repertorio contienen curiosidades como el bucólico valsecito mexicano “De colores”, o una dedicada a la mariguana; sin embargo, la canción que lo lanzó a la fama en todo el planeta en los años sesenta fue muy pegajosa: “El martillito”. Ya por 1949, Seeger había dado vida a ese tema de fraternidad que por 1962 se convertiría en éxito mundial: “If I had a hammer” (“Si tuviera un martillo”) popularizada por el trío de Peter, Paul & Mary, y un año después, por el tejano Trini López en su álbum Live at PJ’s: (…) Yo tengo un martillo y tengo una campana. Tengo una canción para cantar por todo este país. Es el martillo de la justicia, es la campana de la libertad. Es la canción de amor entre mis hermanos y hermanas de toda esta tierra… ( h t t p : / / w w w . y o u t u b e . c o m / watch?v=bMOPQZ_JlsM)

En México hubo montones de versiones (Johnny Laboriel, Los Xochimilcas, Manolo Muñoz, Los Mabbers), aunque “pervirtiendo” la filosofía de Seeger, quien posteriormente justificó: “Muy poca gente interpreta mi canción como originalmente la escribí. Yo llamo a esto el del folklore, y me siento muy halagado de que dicho continúe.” Había nacido como una melodía que Seeger inventó cierta tarde al piano con su colega Lee Hays, del grupo The Weavers (o Los Tejedores, en el que tocaba Woody Guthrie, otro gran poeta del folk gringo e influencia notoria para el joven Bob

Dylan). Bart Barnes del periódico The Washington Post (al informar que Seeger murió en un hospital de Nueva York donde llevaba seis días internado), destacó: “Se le conocía como ‘La canción del martillo’ en su primera grabación, y no logró popularidad. No obstante, la lírica llamó la atención de los jueces de la Oficina Federal de Actividades Anti Norteamericanas, en el pensamiento de que palabras como ‘justicia’ y ‘libertad’ portaban ‘códigos subversivos de izquierda y comunistas’. Durante la llamada ‘Cacería de Brujas Rojillas’ en los cincuenta, Mr. Seeger fue citado a declarar y manifestó: “—‘Yo he cantado en selvas de vagos o para los Rockefeller, y estoy orgulloso de que nunca me he negado a tocar para nadie. Jamás he cometido ningún acto de naturaleza conspirativa, amo profundamente a mi país.’ “Guthrie y Mr. Seeger habían sido camaradas en el grupo de los Almanac Singers desde 1940, componiendo cantos obreros y sindicales. A mediados de siglo, Mr. Seeger transformó el enfoque de sus canciones de protesta, y se puso al día para llevar los ritmos en pro de la justicia social, los derechos humanos, la paz y el desarme, y la preservación del medio ambiente.” Uno tras otro, los contratos de The Weavers en centros nocturnos, conciertos, radio, TV y grabaciones, se evaporaron. “La carrera de Mr. Seeger abruptamente decayó… Por voluntad propia acudió a rendir testimonio en 1955 ante los investigadores del Comité, aceptando discutir ampliamente su música y ofreciendo cantarles sus canciones. Pero se negó a responder en torno a sus filiaciones partidistas, o por haber cantado en reuniones de simpatizantes al comunismo, y declinó cobijarse en su derecho constiticional que lo protegería si reconocía su culpabilidad.


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“—‘Creo que tales preguntas resultan bastante impropias para ser contestadas por cualquier ciudadano estadunidense, especialmente cuando uno está siendo sometido a presiones como las que aquí prevalecen’, dijo. “Lo sentenciaron a un año de cárcel por desacato al Congreso. Luego de un extenso de apelación, la condena fue sobreseída en 1962, debido tecnicismos de las imputaciones en su contra. El gobierno jamás reanudó el juicio.” Su retorno en los sesenta molestó a sectores conservadores del sistema, según relata Joan Baez en el libro And a voice to sing with (Summit, N.Y. 1987), cuando la cadena televisiva ABC lo vetó en su programa Hotenanny Show de 1962. “A diferencia de lo que a mí me caracterizaba, tanto la música y el modo de vida de Pete, así como sus preocupaciones sociales, estaban integradas a la perfección. Consideré absurdo haber prohibido al padre de la música folk y me negué a presentarme en público si a él no se le convocaba también. Cantamos en las manifestaciones de Hartford para los veteranos de Guerra, pero siempre me sentí bastante infeliz porque yo iba en limusina y apenas llegué, aquellos ancianos iracundos se pegaron a los cristales, y con el puño amenazante, insultaban…” La activista Joan Baez lució su talento en el Festival de Woodstock. Su exquisita fortaleza tonal de soprano puede sentirse en la película y álbum triple del evento. Ya para 1969 Joean Baez era toda una celebridad que escuchaban mandatarios de Europa, Japón y América Latina, donde había realizado giras; en Estados Unidos se le respetaba por su pacifismo político y conciertos con Bob Dylan y Pete Seeger. Como acostumbraba, en Woodstock cerró con “Venceremos” (convertida en himno de los derechos civiles en EU, y la Asociación de Derechos Civiles de Irlanda del Norte). Nosotros venceremos, venceremos, hemos de vencer algún día. En lo profundo de mi corazón yo tengo fe, habremos de vencer algún día.

“Había sido compuesta por un clérigo de la iglesia bautista C.A. Tindley, de Filadelfia, en 1903. El título original era ‘I’ll overcome’ (“Venceré”). Para 1945, uno de los primeros en dar la batalla por los derechos civiles, Zilphia Horton, quien escuchó cantarla a los trabajadores tabacaleros en huelga de Charleston. Horton se la enseñó a Mr. Seeger, quien le hizo cambios y agregó la parte del banjo”, refiere The Washington Post. “A su vez, él la mostró al cantante folk Guy Carawan. Después de una nueva revisión, Carawan la estrenó durante una convención del Comité Estudiantil Cordinador de la No Violencia, en los años sesenta.” La autobiografía de Joan Baez Una voz para cantar menciona varias veces a Seeger, recordando ella sus pininos: “Descubrí la maravillosa voz de Harry Belafonte. Tía Pauline me habló acerca de un trovero llamado Pete Seeger a quien se consideraba el padre de la música folk; yo había asistido a uno de los conciertos que ofreció en mi ciudad y descubrí al poco tiempo a Odetta (Holmes, de Alabama) la reina del folk. Paulatinamente fui dejando ‘Annita tuvo un bebé’ (jit de The Midnighters de 1954) y ‘Sangre joven’ (The Coasters, 1957) por ‘Los listones de Scarlett’, de Belafonte; ‘Ya no voy a estudiar

El cantautor Pete Seeger.

más de la guerra ’, de Pete Seeger, y ‘Bajas llanuras’ de Odetta, tres canciones que interpretaba con la mayor seriedad…” Debutó en el Festival Folk en Newport de 1958, con Odetta: “Los jóvenes del público se vestían correctamente y llevaban el pelo corto… Pete Seeger es mi segundo ídolo vivo (el primero era Martin Lither King) y se encontraba allí, al igual que cantantes negros de blues con sus guitarras, haciendo parecer ridículos a los chavos blancos que los imitaban… Me sentí una estrella diminuta entre una pléyade de constelaciones entre un firmamento aun desconocido para mí...” Manny Grenhill, su representante desde 1959, le concretó una actuación con Seeger en la Universidad de Massachussets. Aquel encuentro resultó demasiado emotivo para Joan Baez: “Llegué tarde a tocar… y Pete ya estaba por terminar su primera ronda. La sala me

Joan Baez.

pareció extraordinariamente pequeña y él cantaba con su banjo; por lo visto, las cosas iban muy bien. Apenas bajó del foro, me fue a saludar. Subí a hacer mi número y al contemplar a unos 200 estudiantes sentados ante mis pies, estuve a un paso de perder el equilibrio. “Pete había cantado su última pieza para ir a saludarme a mí, una mujer bárbara, yo, detrás del escenario, y cuando me paré en el foro mi corazón retumbó con energía, rompiendo casi la tela de mi poncho. Quise emitir la primera nota y una ráfaga de viento me penetró el pecho, y seguí tocando la guitarra para refrescar con saliva mi garganta deshecha. “Se me ocurrió decir cualquier cosa rara, sólo para verificar si podía cantar o si mi voz se había ido por el torrente de aire, y las primeras palabras que emití fueron: ‘¡Qué bárbara soy!’ Me repuse y pude proseguir con la canción.”


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Hobsbawn y el futuro de las artes CRÍTICA ::UntiempoderupturasesunlibroquereúneensayosdelhistoriadorquevandelosmanifiestosartísticosdelsigloXXalosfestivalesmusicales.POR PATRICIOTAPIA

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ric Hobsbawm, historiador original, de extraordinaria lucidez y amplitud de referencias, ayudó a inspirar una nueva clase de historia social “desde abajo”. Fue, además, autor de una serie de es-tudios imprescindibles sobre los siglos XIX y XX. Un tiempo de rupturas no es un libro trabajado como una unidad, sino una colección de ensayos, reseñas y conferencias -escritos entre 1964 y 2012 (poco tiempo antes de morir); algunos de ellos inéditos- que abordan una variedad de asuntos: desde los manifiestos artísticos del siglo XX o los festivales musicales hasta la ciencia (o más bien científicos) de izquierda, las vanguardias o los cowboys. Las preocupaciones de muchos de ellos, en todo caso, son las mismas (con el costo de alguna repetición): la relación entre cultura y sociedad tras el colapso de la alta cultura burguesa en el siglo XIX y lo que queda de ella en el siglo XX. Su punto de partida es que la cultura en su sentido críticamente evaluativo está convirtiéndose en el sentido antropológico puramente descriptivo. En el trasfondo parece haber cierta melancolía por ese tiempo evanescente, la belle époque, la civilización burguesa europea de la que Hobsbawm fue tanto un producto como un crítico

Futuro y presente No todos los ensayos, por cierto, se enfocan

El historiador británico Eric Hobsbawm.

en el “mundo perdido” de la civilización burguesa europea. Hay varios sobre el estado de las artes en el siglo XXI. ¿Sus pronósticos?: sobrevivirán la literatura, la arquitectura –”la humanidad no pude vivir sin edificios: la pintura es un lujo, pero las casas son una necesidad”-, quizás la música. La escultura, según él, “vive una existencia triste en las fronteras de lo cultural”, y la pintura “se halla, a mi juicio, en lo que podemos llamar una crisis desesperada”. ¿Qué hacen los artistas, entonces?: “Hacen ‘instalaciones’ y videos, aunque estas propuestas revisten menos interés que la obra de los escenógrafos y los especialistas en publicidad. Trabajan con objets trouvés que a menudo son escandalosos. Tienen sus ideas, a veces malas. Las artes visuales de la última década del siglo están retrocediendo del arte a la idea”. En sus mejores momentos, Hobsbawm tiene gran vigor aforístico para la desacreditación. Y es notoria su exasperación ante el arte conceptual idiota o el entretenimiento de masas. “Desde el punto de vista intelectual, los conceptos del arte conceptual suelen carecer de interés, a menos que puedan leerse como bromas, al estilo del urinario de Duchamp”. En otro ensayo, sobre la noción de patrimonio, anota al pasar: “Damien Hirst demostró con qué rapidez exhibir tiburones diseccionados en formaldehido podía dar origen a la mayor fortuna del arte británico”. (Lo cierto es que el tiburón de Hirst no está diseccionado; otros animales, sí).

Entre sus reflexiones gruñonas sobre las consecuencias de los progresos tecnológicos y la democratización del consumo estético, dedica un texto a la simbiosis cultural por medio de una “transnacionalidad” (el movimiento de personas para quienes cruzar fronteras no reviste casi ninguna importancia). Señala que la globalización no arrasa simplemente con la cultura regional, nacional o de otros tipos, sino que las combina de una forma peculiar. Ejemplifica, entre otras cosas, con la cocina, en la cual -dice- se sientan las bases de “una lucha darwinista por la supervivencia gastronómica”, y en la que parece haber dos vencedores: la cocina italiana y una forma globalizada de la cocina china. Como de costumbre, usa frases y cifras como un puñetazo. Si argumenta que la música clásica es un museo, señala que ella vive, en lo esencial, de un repertorio muerto: de las cerca de sesenta óperas que se representaron en la Ópera Estatal de Viena durante la temporada 1996-1997, sólo una era de un compositor nacido en el siglo XX.

Mirando hacia atrás Aunque agudo y documentado, sobre el presente los mejores ensayos son los que miran el pasado. Su amigo Perry Anderson dijo alguna vez que el Hobsbawm militante comunista y el Hobsbawm historiador permanecían co-mo


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identidades separadas. Además de su indiferencia frente a los problemas principales de la historiografía marxista, como historiador, su método era más bien a la antigua usanza, invocando una época por medio de detalles decisivos y la descripción convincente. El libro tiene un ensayo excelente sobre la idea de la Mitteleuropa como construcción política y cultural. Otros sobre los científicos J. D. Bernal y Joseph Needham. Hay una reflexión sobre el escritor vienés Karl Kraus (1874-1936), quien vio los horrores del siglo XX y la guerra antes que nadie, y satirizó sobre el desfalleciente Imperio Habsbúrgico con deslumbrante ferocidad. Comenta Hobsbawm que se puede hacer sátira de la Austria de entonces e incluso de la Rusia de Brezhnev. Pero del nacionalsocialismo el locuaz Kraus no pudo hablar: “Sobre el tema de Hitler, no se me ocurre nada”. En el libro hay ensayos sobre las mujeres entre 1870 y 1914, la vanguardia rusa (Chagall, Kandinsky), un recuento del art nouveau y una explicación de la línea que une el movimiento Arts y Crafts de Morris con la Bauhaus. También hay textos sobre el arte en la época de los dictadores europeos y sobre el auge y caída de la intelligentsia.

Los conceptos del arte conceptual suelen carecer de interés, a menos que puedan leerse como bromas La era de los intelectuales como rostros de la oposición política ha terminado: “En una sociedad que dispone a todas horas del entretenimiento de masas, los activistas han pasado a considerar que los intelectuales resultan menos útiles, a la hora de inspirar buenas causas, que los músicos de rock o las estrellas de cine de fama mundial”. “Los filósofos ya no podían competir con Bono o Eno”.

Cowboys Uno de los artículos más estimulantes, y hasta ahora inédito, es sobre los orígenes del mito cultural del “vaquero” o cowboy estadounidense, orígenes que son, en un primer momento, europeos, por escritores que no habían pisado Estados Unidos. Contra la mitología del Salvaje Oeste el total de muertos en tiroteos en la principales ciudades ganaderas entre 1870 y 1885 fue de 45, apunta Hobsbawm. Por otra parte, su figuración como fenómeno de masas es tardía, hacia la década de 1960, transformándose en una auténtica tradición inventada. Hay un ensayo sobre las contribuciones de los judíos a la Europa de preguerra y otro -emotivo en un autor tan poco sentimental- sobre los judíos en Alemania, quienes abandonaron esa pertenencia por la guerra. Es el propio caso de Hobsbawm (varios de los ensayos del libro fueron originalmente escritos en alemán). Señala: “Sólo aquellos que han experimentado la fuerza, magnificencia y belleza de aquella cultura -que hizo escribir al judío búlgaro Elías Canetti, mediada la Segunda Guerra Mundial, que ‘mi intelecto seguirá expresándose en alemán’- pueden comprender plenamente qué significó perderla”. © El Mercurio/GDA| El Universal

ACEITE DE OLIVA

Oro líquido A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

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a producción de aceite de oliva en el antiguo territorio mexicano alcanzó un éxito inaceptable para los roñosos intereses de la Corona Española. La joya de la cocina mediterránea provocó, en América, arrebatos reveladores acerca de la posible pérdida de Las Colonias y, con ello, de un soberbio Imperio. En 1774, Carlos III prohibió el cultivo de olivares en todo el Virreinato. Tres años después, decretó la destrucción de cada árbol. Los sobrevivientes son testigos milenarios de las glorias del país de nunca jamás. El oro líquido se fue como agua entre las manos, se derramó angustiosamente como esa ilusión nacional llamada cuerno de la abundancia. Seguramente el monarca veía moros con tranchetes o soñaba con el bicornio de Napoleón, porque con todo y las Reformas Borbónicas que pretendían que España tomara mayor ventaja económica de sus Colonias, él vio mayor amenaza en el avance de las tropas verde olivo en las zonas que hoy ocupan: Sonora, Chihuahua, Jalisco, Hidalgo, Michoacán y la Península de Baja California. –Ni para dios ni para el diablo- habrá refunfuñado el rey al dar carpetazo a la cédula que provocó el olivocausto. La Nueva España nunca se recuperó. Dejó de ser Colonia y se convirtió en un país del llamado Tercer Mundo; sin infraestructuras: económica, agrícola e industrial… y sigue en el aire la polémica acerca de la conveniencia o no de haber expulsado a los españoles al triunfo de La Independencia. El caso es que los olivos de aquella época, los que se mantienen en pie, tienen el sino trágico de la perpetuidad novohispana. No son productivos. Que dios me perdone por mis reflexiones y que su inmensa misericordia nos libre de la posible certeza de estas profanas palabras: al parecer, las únicas semillas españolas que germinaron exitosamente en México fueron las del resentimiento, la arrogancia y la apatía. Así han pasado siglos y los olivos supervivientes son ejemplo del abandono de nuestra fortuna. Curiosamente, la corteza otrora tersa de aquellos árboles hoy luce fruncida y resquebrajada. Por supuesto que por su propia naturaleza paradójica: es un ejemplar que madura, arrugándose, para entonces ofrecer los mejores frutos regenerativos para la belleza de la piel de quién los consume. El caso es que hay pocos árboles jóvenes en lontananza.

Dos mil años es la edad promedio de tales prodigios botánicos originarios de la antigua Mesopotamia; laboratorios vivientes que extraen minerales y sustancias esenciales hasta de terrenos semidesérticos y los transforman en frutos de alto valor nutritivo. Ahora, en este suelo, están perdidos; abandonados a su suerte como monumentos de la negligencia nacional. Al parecer les espera una larga agonía sin ver descendencia o mejores frutos. Hace dos mil años el Nazareno fue arrestado en el Monte de los Olivos… y los mexicanos vivimos aún con el alma sedienta y con el Jesús en la boca. Indígenas, criollos y españoles, en la Nueva España, compartieron condiciones para ser potencia mundial en el cultivo, industrialización y comercialización del aceite de oliva, y eso solo como una parte de la posibilidad histórica que tuvieron en sus manos. La ambición, el abuso, el rencor y la desigualdad dieron pie al movimiento libertario, lo que llevo a la Independencia ¿Y luego? ¿Los centenarios olivos de la Parroquia de San Bernardino de Siena, en Xochimilco o los del Atrio Conventual de Tzintzuntzan, en Michoacán; alguna vez se reproducirán? ¿Retoñaremos? Quizá haya esperanzas. El cultivo del olivo se ha retomado en Sonora, Baja California y Tamaulipas, donde se genera aceite extravirgen como un extraordinario alivio al comercio, al medio ambiente y a la salud: baja el colesterol, previene la osteoporosis, frena la ateroesclerosis, regula la presión sanguínea, la insulina y la azúcar; provoca la muerte de las células del cáncer de mama, evita el Alzheimer. En fin, sus cualidades más apreciadas son sus efectos antioxidantes y rejuvenecedores. Estos viejos inyectan lozanía a quienes los cultivan e ingieren. Quizá sea momento de exorcizar, liberarnos del óxido, de humectar un poco la piel de nuestro país y reconciliarnos con lo que los europeos nos trajeron.

NOTA,RECETA,OREMEDIOCASERO

Prueba rasurarte la barba usando aceite de oliva combinado con la pulpa de la sábila (aloe vera). Después de lavarte el rostro con agua y jabón neutro, frota aceite de oliva en tu rostro y a continuación desliza la sábila hasta forma una capa uniforme. Pasa el rastrillo, remoja y vuelve a utilizar toda la mezcla que sea necesaria. La navaja correrá bien lubricada. Finalmente enjuaga y deja húmeda tu cara. Tu piel proyectará suavidad y pulcritud.


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Cristo levantado en armas FORMASBREVES::ReseñaaCristoconunfusilalhombro,deRyszardKapuscinski.PORJAIMEMARTÍNEZOCHOAjmochoa4@hotmail.com

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ubo un tiempo en el que la única manera de pelear en contra de los tiranos era la lucha armada. Abolida la democracia, sin partidos políticos ni nada que se le pareciera, los jóvenes inconformes sólo tenían el recurso del fusil para hacerse escuchar. No había ni redes sociales ni cacerolazos y toda forma de disidencia, así fuera mínima, era castigada con el presidio, la tortura y la muerte. Hubo un tiempo, también, en el que los periodistas creían en el compromiso social y escribían sus reportajes y crónicas sin descreer de la primera persona, aborreciendo esa entelequia impulsada por las agencias de noticias (que todo lo quieren pulcro, frío e insensible) llamada neutralidad. En Cristo con un fusil al hombro Ryszard Kapuscinski ha reunido sus mejores crónicas sobre movimientos guerrilleros en diferentes partes del mundo, un libro corto que nos permite asomarnos a diversos movimientos armados, algunos exitosos, otros fracasados. La lucha de los fedayines en contra del ejército israelí, de los guerrilleros bolivianos en contra de todo presidente que tuvo su país, de los mozambiqueños contra el imperio portugués y del movimiento de liberación nacional en Guatemala en contra de todos los dictadorzuelos impuestos por EU, aparecen en este libro emotivo y sincero, donde también hay una aproximación a las figuras de Salvador Allende y Ernesto Che Guevara, quienes encabezaron dos maneras de entender la izquierda. Llama la atención, en primer lugar, la ferocidad de las dictaduras latinoamericanas, esa manera de gobernar como si las naciones y todo lo que tienen adentro le pertenecieran a un solo hombre, quien podía disponer lo mismo de las vidas de las personas que de lo que albergaban en sus casas. Protegidos por los gobiernos de EU, que prácticamente ordenaban lo que debía hacerse, estos sátrapas se rodeaban de cortes militares y sucedáneos de representantes populares que no hacían otra cosa que atender los reclamos del poderoso. No era raro, en ese sentido, que esas cortes militares dieran golpes de estado y que el círculo vicioso del poder se repitiera hasta la náusea, cargando sobre las espaldas de los humillados nativos toda suerte de miserias y vejaciones. En este caso, Guatemala es el ejemplo clásico de la república bananera, una extensión de las empresas de EU, que evadían impuestos y ponían sus propias leyes y donde los presidentes, intercambiables como muñecos, eran títeres de la embajada gringa. Pero a la par con las dictaduras latinoamericanas están los poderes coloniales, en un caso el portugués, ya desaparecido y en el otro el israelí, vigente hasta la fecha. Uno y otro se apropiaron de territorios que no eran suyos y sembraron largas discordias armadas en contra de poblaciones miserables, en una guerra sin cuartel y sin equidad cuyos alcances siguen hasta nuestros días, al menos en el segundo caso. Ante estos gobiernos monolíticos, codiciosos de la riqueza ajena, no había otra manera de luchar que optar por la vía clandestina. Cientos de hombres indignados por las trapacerías de los tiranos e inflamados por proclamas de izquierda revolucionaria, subieron a los montes y desde ahí lanzaron las únicas

Kapuscinski con guerrilleros de un país africano.

ofensivas que podían permitirse, las guerras de guerrillas. Perdidos en la selva, hambrientos, perseguidos por batallones de soldados comandados por marines gringos, estos ejércitos de menesterosos intentaban mantener una dignidad que a veces rallaba en la locura. Los guerrilleros se sabían frágiles ante las la persecución militar pero no por ello cejaban en su empeño revolucionario y si bien toda batalla estaba destinada al fracaso, no por ello dejaban de darla. Cierto, a menudo los guerrilleros eran sus propios enemigos y las proclamas que les llenaban el pecho eran tan fanáticas que les costaba trabajo distinguir la realidad. Salvo en Mozambique, en ningún otro país tuvo éxito algún movimiento guerrillero relata por K, pero este ocurrió por una concatenación de hechos históricos y no tanto por la fuerza de la revolución. RK refiere todo esto sin negar su aprecio

Ryszard Kapuscinski.

por los guerrilleros, pero no hay en sus textos ni partidismo ni una falsa nostalgia. Es el puro recuento de los hechos contados desde la perspectiva del vencido, quien mira al poderoso y sus trapacerías con esa condescendencia que provocan los seres que se creen destinados para algo grande y duran mientras el brazo gringo quiera sostenerlos. Es difícil, por ello, no sentir admiración por todos esos jóvenes un tanto demenciales que, olvidando familias y terruños, decidieron alzarse en armas contra asesinos con galones que se creían la encarnación de una voluntad divina y no eran más que títeres vulgares de las grandes empresas norteamericanas. ¿Allende o el Che?, le preguntan a RK en un encuentro con estudiantes y él opta por los dos, más allá de que a uno se le considera un político y a otro un guerrillero. A ambos los unía el mismo afán, el de liberar a sus pueblos de la opresión capitalista y los dos murieron sin claudicar en sus sueños, uno prefiriendo luchar en su oficina antes que negociar con los asesinos, otro falleciendo en la selva antes que aceptar el interrogatorio de un gobierno inescrupuloso. Me quedo con los dos, dice K, y uno entiende la tesitura de este libro, donde los sátrapas, los tiranos, los dictadores, duermen un sueño frágil alterado por las voces de quienes quieren un mundo distinto. RK es, para rematar, un periodista que escribe sobre la marcha, no sobre un escritorio y las suyas son crónicas en las que la primera persona no está reñida con el compromiso con la verdad. Es una periodista que camina por las calles, que recorre las ciudades y habla e interroga a sus fascinantes criaturas, pero sin ceder a esa fascinación. También tiene tiempo de escribir muy bien, con los alcances de quien considera que el buen periodismo no tiene por qué estar reñido con la buena literatura.


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Leyendas del Norte ELTERCEROJO::LasegundatemporadadeVikingosacabadeserestrenadaenelcanalHistorydeEstadosUnidos.Laserieirlando-canadienserevivelahistoriaylas leyendasdelexploradorRagnarLodbrok,héroedelaculturanórdica.PORSYLVAINPROVILLARDsprovillard@hotmail.com

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a primera impresión que tenemos cuando vemos el piloto de una nueva serie reside en sus créditos iniciales. Los de Vikingos representan una sucesión de mares oscuros, fuego, rocas, máscaras, drakares, sangre, cuervos y cuerpos hundiéndose. Estas imágenes llenas de misticismo desfilan ante nuestros ojos mientras escuchamos If I had a heart (Si tuviera un corazón), canción dark ambiental del sueco Fever Ray, que ha sido parte de la banda sonora de numerosas series, como Misfits, The following, The walking dead y Breaking Bad. En 45 segundos, un ambiente y una estética nacen. A pesar de un presupuesto limitado comparado con otras ficciones históricas, la primera serie producida por The History Channel es un éxito en muchos aspectos, sobre todo en su ritmo narrativo, el perfil de sus personajes y su ambientación. El mundo de los pueblos nórdicos siempre ha sido fuente de fascinación, seguramente también porque sabemos poco sobre éstos que, entre los siglos VIII y XI, llegaron a pillar, conquistar y asentarse en las Islas Británicas, Islandia, Groenlandia, Francia, Rusia, la península ibérica, el sur de Italia, el Norte de África, y las orillas de los mares Negro y Caspio. Tenemos en mente la imagen de hábiles navegantes y guerreros sin piedad que mataban, violaban y saqueaban todo lo que encontraban en su camino. La serie nos muestra que el lado sanguinario de los Vikingos fue una realidad, sin embargo su cultura y sus mitos van más allá de la violencia. Michael Hirst, el creador de la serie, se esforzó en mantener una fidelidad histórica en muchos aspectos. Después de todo, se trata de una serie programada en un canal de historia. El inglés es un especialista en este tipo de ficciones, ya que fue también guionista de la película Elizabeth, creador de la serie Los Tudor y productor de Los Borgia. Apoyado por un historiador, Hirst nos permite descubrir muchos rasgos que ignorábamos sobre la cultura normanda. A pesar de las muchas dudas que persisten, gran parte de lo que se ve en pantalla está basado en estudios y escritos históricos, incluyendo a documentos de la Edad media. “La cultura vikinga es sobre todo conocida a través de relatos populares de tradición oral y sagas redactadas siglos después por personas hostiles a estos guerreros, principalmente monjes católicos, que muchas veces son las fuentes más confiables”, explica Hirst. La Gesta Danorum de Saxo Grammaticus, un historiador danés del siglo XII, la Saga de Ragnar Calzas Peludas y el Relato de los hijos de Ragnar, ambas del siglo XIII, son los documentos más importantes que nos cuentan la historia del protagonista de la serie. Ragnar Lodbrok fue uno de los héroes vikingos más populares de todos los tiempos, su destino es semi-legendario. A veces descrito como hijo del dios Odín, fue supuestamente el que unificó a las tribus vikingas en un sólo reino y el primero en explorar las tierras cristianas, sajonas, francas y celtas. La serie retrata a Lodbrok como un granjero rebelde, guerrero curioso, y navegante innovador y ambicioso. Por tradición, los vikingos iban siempre al este para reclamar tributo a los paganos

Fotogramas de la serie Vikingos.

eslavos y a otros pueblos del mar Báltico. Lodbrok cree que muchas riquezas los esperan si se atreven a navegar hacia el oeste. Es por eso que el joven agricultor decide construir un barco para lanzarse a explorar los territorios al oeste de Escandinavia, desobedeciendo al jefe tribal, el conde Haraldson (interpretado por el actor irlandés Gabriel Byrne, protagonista de Los sospechosos de siempre, El hombre de la máscara de hierro y de la serie HBO En terapia). Lodbrok está convencido que Inglaterra existe y que tiene los instrumentos adecuados para llegar a estas tierras, después de encontrar un vagabundo que le regala una solarsteinn, piedra solar polarizada que sirve de brújula y que puede funcionar aún en la niebla.

La tecnología no es el único elemento cultural retratado con exactitud. La parte más fascinante es sin duda la descripción de la organización social vikinga, a la vez individualista y democrática. La influencia de los mitos, la intensa y compleja religiosidad, la libertad sexual (el famoso matrimonio polígamo more danico) y el importante papel de la mujer, son rasgos que la serie logra plantear de manera realista. Lagertha, la esposa de Ragnar, representa justamente a estas mujeres, a la vez trabajadoras, madres y guerreras. Su personaje está basado en la skjaldmö (doncella escudera) Ladgerda, figura legendaria que decidió pelear al lado de los hombres. En Vikingos, Lagertha es justamente la única mujer que acompaña al puñado de hombres valientes que deciden explorar el oeste. La trama de la primera temporada se centra en esta primera expedición que lleva a los vikingos hacia las costas del noroeste de Gran Bretaña, en el Reino de Northumbria. En un episodio memorable, la serie representa el saqueo y la profanación del monasterio de Lindisfarne, hecho histórico que ocurrió el ocho de junio de 793, considerado como el inicio de la Era Vikinga. Esta manera de mezclar la macro y la microhistoria, como se había hecho antes en series como Roma, permite ofrecer una trama apasionante, aunque bastante lineal y totalmente cronológica. La principal ambición de Vikingos, que no puede rivalizar en términos de presupuesto con series como Juego de tronos y Boardwalk Empire, es de ser una serie bien escrita, que sabe alternar escenas de batallas y duelos con otras introspectivas y contemplativas. Explota juiciosamente las pocas cosas que sabemos de los Vikingos para atraer al espectador en un mundo fascinante, a la vez realista y fantasioso. Dado la rica y larga historia de conquista de los normandos, esperemos que Vikingos tenga una larga y tumultuosa vida.


8|LETRAS~CAMBIODEMICHOACAN

SÁBADO15DEMARZODE2014

CREACIÓN

El despertar y el café Omar Arriaga Garcés

E

l Nirvana, la verdad, el reino del cielo, es, como se sabe, un estado “en que desaparecen la conciencia, el espacio, el vacío. En que ni éste ni el otro mundo existen, ni hay luna ni sol. No es una entrada ni una salida, no es una muerte, no es una vida ni una reencarnación”, expresa el Mandukya Upanishad. Es cesación del dolor, paz, soledad colmada: despertar. “El iluminado”, participio de “iluminación”, sustantivo por el que los más tímidos traducen el término Buddha, apunta Roberto Calasso en su libro Ka, en realidad es un verbo: despertar. Buddha, quien ha alcanzado el Nirvana, es literalmente aquél que ha despertado, el que está despierto. En su introducción al Dhammapada, “el Camino de la Verdad” (libro que es la propia palabra de Buddha, tal como se dice que Alcorán es la palabra de Alá, y la Biblia la de Yahvé), Joan Mascaró escribe que Buddha proviene de la raíz BUDH, “estar despierto o consciente, conocer”, siendo su acción en el fondo un imperativo: “¡despierta!”. Ucas, la diosa de la aurora, es en la antigua mitología védica la emisaria misma de tal acción: ese despertar que el amanecer trae consigo y que un día, ya en el siglo VI a. C., el Buddha histórico, Sakyamuni, Siddharta Gautama, por una perse-

Es asombroso que una relevancia semejante le sea concedida al café: aquí, sinónimo de estar consciente, de despertar y abrir los ojos

verancia suprema habría de incorporar a su conocimiento. Es la claridad de la mañana, la transparencia del aire cuando el día apenas comienza, más que la luz o la violenta iluminación solar, el sentido del despertar búdico (recordemos que María Zambrano expresa que el sol no deja ver las cosas y oculta la realidad, porque a final de cuentas su luz es la sombra de un cuerpo, celeste si quiere, pero un cuerpo al fin). Bajo el nombre Eos, también en la mitología griega encontramos a la aurora, precediendo al cortejo formado por un mensajero que lleva la estrella de la mañana y esas diosas que son las Horas, tras los que (en su carruaje guiado por dos corceles) aparece Apolo arrastrando el sol por el cielo, siendo el dios que simboliza la claridad del aire. Lo que en las antiguas culturas hindú y griega se representaba por medio de Ucas y Apolo, el estado al que el camino de Buddha conduce, lo halla en nuestro mundo profano el sueco Tomas Tranströmer, premio Nobel de Literatura de 2011, en las sabias potencias del café, tal como consigna en su poema “Espresso”: El café negro en la terraza/ con sillas y mesas pequeñas como insectos./ Son costosas gotas atrapa-

das,/ llenas de la misma energía del Sí y del No./ Son servidas en obscuras cafeterías/ y miran al sol sin pestañar./ A la luz del día, un punto de benigno negro/ que fluye rápidamente en un pálido parroquiano./ Parecen las gotas de negra profundidad / que a veces es captada por el alma,/ que dan un benigno empujón: ¡anda!/ La inspiración de abrir los ojos.

Son maravillosamente sutiles los sentidos velados que, como este rodeo mitológico indica, puede contener un poema, en particular un texto tan breve como “Espresso”; y es asombroso que una relevancia semejante le sea concedida al café: aquí, sinónimo de estar consciente, de despertar y abrir los ojos, no sólo del cuerpo sino del espíritu; bebida revolucionaria por naturaleza. ¿Es raro entonces que de los templos de los dioses del despertar y de la suprema acción de Buddha pasemos al que George Steiner considera uno de los cinco distintivos del humanismo moderno, es decir, los cafés? Si actualmente para este escritor la actividad del espíritu se desarrolla en los cafés, como veremos la siguiente semana, no es por supuesto algo casual, tal como hemos visto.


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