[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 18DEENERODE2014 |
Juan Gelman
y su militancia amorosa GASPAR AGUILERA DÍAZ | PAG. 2
El estallido dulce de México ARMANDOPONCE|PAG.3
Una historia argentina LEILAGUERRIERO|PAG.4 CREACIÓNJUANGELMAN|PAG.5-8
Narrar lo que no tiene nombre
El declive del imperio americano según Scorsese
FORMASBREVESJAIMEMARTÍNEZOCHOA|PAG.6
ELTERCEROJOSYLVAINPROVILLARD|PAG.7
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Juan Gelman y su militancia amorosa POR GASPAR AGUILERA DÍAZ La poesía es un oficio ardiente en el cual uno trabaja mientras espera que se produzca el milagro del maridaje feliz de la vivencia, la imaginación y la palabra. Juan Gelman
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Este poeta nacido en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930 y desaparecido el pasado 14 de enero del año en curso, que desempeñó diversos oficios como empleado de comercio, camionero, metalúrgico, periodista, traductor, entre otros, a la pregunta sobre cuáles son los temas que obsesionan al poeta, afirmó: Yo no sé si en realidad se escriben muchos libros. Yo supongo que a lo largo de la vida se escribe uno solo. O más bien, se habla de dos o tres cosas: los temas que nos preocupan toda la vida. Y digamos que las tres cosas son: la poesía, el amor y la revolución. Son obsesiones que se repiten a lo largo de todo el tiempo. Son como una espiral: son las mismas cosas pero es como si cada vez se ampliaran, se enriquecieran
Juan Gelman, poeta, fallecido recientemente en México.
(Entrevista inédita de Juan Gelman con Víctor Casaus en enero de 1981).
a Mario Benedetti en Los poetas comunicantes, Biblioteca de Marcha, en 1972:
Desde su primer libro, Violín y otras cuestiones (1956), se observan algunos de sus rasgos esenciales: la poesía gozosa, violenta y sufriente, su apego amoroso y dramático a la realidad de la que se nutre, como bien lo afirmó el poeta cubano Víctor Casaus. Un claro ejemplo de lo anterior lo encontramos en el poema Epitafio:
A mí me parece que la realidad se da a través de la cotidianeidad; también lo maravilloso se da a través de lo cotidiano.
Un pájaro vivía en mí. / Una flor viajaba en mi sangre. / Mi corazón era un violín. / / Quise o no quise. Pero a veces/ me quisieron. También a mí/ me alegraban: la primavera. Las manos juntas, lo feliz. // ¡Digo que el hombre debe serlo! / (aquí yace un pájaro. / Una flor./ Un violín.)
Los elementos de lo cotidiano que se respiran en su poesía van surgiendo de todo lo real maravilloso que se encuentra en la relación de hechos que se viven día con día, como el propio Gelman lo explicó
En su segundo libro, El juego en que andamos (1959), a sus temas comunes se agrega el de la inocencia, la infancia y la esperanza. Y en el poema “Los niños” pareciera un retrato fiel premonitorio de lo que posteriormente le ocurriera en una situación dramática a su nieta que nace bajo el régimen despiadado y brutal de la dictadura militar argentina durante la Guerra Fría: Les agradezco estar, amanecer. / Puros, azules, limpios, asomándose detrás de/ la camisa, con la sonrisa puesta, el pájaro en/ su sitio, el asombro en su lugar. / (…) / ¡Vivan! ¡Vivan los niños y su gran campana, / tocando a muerto, a hombre, cuando crecen!
Poeta particularmente intenso y sabio en
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el retrato del amor, del encuentro y del alma femenina como bien lo refleja en el poema “Ofelia” –de la sección El amante mundial, de su Cólera Buey (1965) uno de sus libros más celebrados: esta ofelia no es la prisionera de su propia voluntad ella sigue a su cuerpo espléndido como un golpe de vino en medio de los hombres su cuerpo estilo renacimiento lleno de sol de Italia pasa por buenos aires ofelia yo en tus pechos fundaría ciudades y ciudades de besos hermosas libres con su sombra a repartir con los amantes mundiales ofelia por tus pechos pasa como un temblor de caballadas a media noche por Florencia tus pechos altos duros come il palazzo vecchio una tarde del verano de 1957 iba yo por Florencia rodeado de tus pechos sin saberlo otra era igual la delicia la turbación el miedo
Fue uno de los fundadores del grupo de poetas “El pan duro”, secretario de redacción de la importante revista Crisis y director, además, del suplemento cultural de La Opinión y jefe de redacción del diario Noticias. Por su congruencia ideológica y política tuvo que vivir en el exilio a partir 1975, peregrinando entre Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México, donde decidió radicar definitivamente desde 1988. De su amplia bibliografía destacan Gotán (1962), Los poemas de Sidney West (1969) y Citas y comentarios (1982), Valer la pena (2001), País que fue será (2004) y Hoy (2013). Asimismo, incursionó en el ámbito musical, con la composición de dos óperas: La trampera general y La bicicleta de la muerte, dos cantatas: El gallo cantor y Suertes, y la grabación de varios discos. Recibió a lo largo de su vida numerosos reconocimientos, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía en 1997, el premio “José Lezama Lima” que concede la Casa de las Américas en Cuba, por su antología Pesar todo; el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005 y el Premio de Poesía Iberoamericano “Pablo Neruda”, además de tener el título de ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires. En 2007 obtuvo el Premio Cervantes, considerado el galardón más importante de las letras hispánicas, y dos años después la Asociación de Poetas Chinos le otorgó el Premio Antílope Tibetano. En 2002 tuve la suerte de conversar y convivir con él en el marco del Encuentro Internacional de Poetas en Oaxaca, y posteriormente, en el 2005, año en que publicó una nueva antología: Oficio ardiente -que reúne poemas escritos en el transcurso de casi cincuenta años y algunos otros inéditos-, el Encuentro de Poetas del Mundo Latino en Morelia estuvo dedicado a su obra, lo que le permitió al público moreliano tener el privilegio de disfrutar de viva voz – como si se escuchara el eco de un bandoneón- al entrañable poeta bonaerense. Invierno, 2014 / Morelia, Mich.
Gelman y el estallido dulce de México RESEÑA::Sobreelpoetaargentino.PORARMANDOPONCE
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esidente en México por más de dos décadas, luego de varios exilios en el mundo, el poeta de origen argentino Juan Gelman murió a los 83 años de edad. Había estado hospitalizado pero falleció en su casa de esta ciudad a las 16:30 horas de lo que médicamente se describió como síndrome mielodisplásico. Nacido el 3 de mayo de 1930 en Buenos Aires, fue el poeta más sobresaliente de su generación, y alcanzó con su obra los más importantes certámenes en lengua española, como los premios hispanos Cervantes de Literatura y Reina Sofía de Poesía, así como el Nacional de Literatura de Argentina, el Pablo Neruda de Chile y, en México, el de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; además, el Ramón López Velarde de Zacatecas y, el año pasado, la Medalla Bellas Artes, así como el Premio Mondello de Italia. Abrió su prolífica labor poética con el libro Violín y otras cuestiones en 1956, y su producción alcanzaría más de 30 volúmenes, entre los que sobresalen Velorio del solo, Hacia el sur, Oficio ardiente y, en 2011, El emperrado corazón amora. Su colega el poeta Marco Antonio Campos (México, 1949), durante la presentación de la antología de Gelman En el hoy y mañana y ayer en mayo de 2013 en Bellas Artes, dividió
su tarea poética en tres partes. “La primera de él y su obra se inscribe en un campo lúdico, lleno de gracia y dulzura. Se desarrolló, poco más o menos, en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. La segunda en su habitual tono relajado y ameno, es un periodo más bien doloroso y sombrío, y lo podemos ubicar aproximadamente desde el año 1976 hasta finales de los noventa. La tercera época, que es la presente, descansa en los años en que Juan Gelman ha buscado la serenidad, la paz y la tranquilidad.” El mismo Campos narró un paseo con Gelman en el que recordó la aciaga experiencia que lo hizo perder a su hijo, a su nuera, embarazada de siete meses, y descubrir que había tenido una nieta que fue robada por el asesino policía en Uruguay: “No me satisface ni me alegra, dice Juan, haber perdido con Mara muchos años en la búsqueda de la justicia, y que los militares, que segaron la espiga de mi hijo y de mi nuera estén en la cárcel, pero mentiría si dijera que eso no me alivia de alguna manera. En los países nuestros la justicia nunca llega o llega tarde, y en la Argentina y en el Uruguay tardó tres décadas. Después del ’83 no acabó el tiempo de los asesinos: no sólo no perdieron sus trabajos, sino ganaron ascensos y se gloriaban de haber pasado por encima el tren y triturado y molido el cuerpo de un enemigo
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en fuerza cincuenta veces más débil. En el país de los desaparecidos los únicos aparecidos en las calles de las ciudades argentinas y uruguayas en los últimos treinta años fueron los genocidas”, dice con una voz que apenas se oye en el amarillo apagado de la tarde. El 13 de enero de 1978, en vísperas de la Copa del Mundo de Futbol a celebrarse en Argentina, dijo como vocero de los Montoneros en Europa, en una conferencia de prensa en París, que la justa “podría transformarse en una gigantesca conferencia de prensa que permita informar a la opinión pública internacional sobre la tragedia que vive nuestro pueblo”. Afirmó que los Montoneros no impedirían el desarrollo normal de los juegos y que excluyen toda forma de acción violenta contra jugadores y periodistas. “El peligro para los extranjeros no vendrá de las fuerzas de la resistencia, pero puede resultar de las provocaciones de la junta militar. Sabemos de fuente cierta que se fabricarán falsos terroristas, para mezclar nuestro movimiento con esas provocaciones y hacer caer sobre nuestra espalda secuestros y cadáveres. La junta ha presionado a la organización europea de radio y televisión, indicando que los periodistas que den cuenta de otros sucesos que no sean de la Copa serán expulsados del país. Se ha puesto extremo cuidado en el examen de los periodistas acreditados y se han tomado medidas extraordinarias de control”. El poeta, al recibir el Premio López Velarde en Zacatecas, según reportó Roberto Ponce para Proceso el 16 de diciembre de 2001, “tenía lágrimas en los ojos. Pero animó la palabra”: “En el DF hace muchos años tratan de convertirme en lo que llaman chilango y yo me resisto como puedo, con bastante éxito. He recorrido afortunadamente ciudades extraordinarias de México y siempre he sido recibido con bastante cariño, pero nunca con tanto amor como en Zacatecas y Jerez. Aquí nació don Ramón López Velarde, cuyos primeros versos aprendí a los 10 años de edad, porque en Argentina entonces había maestros que lo apreciaban muchísimo y lograban que sus alumnos también lo hiciéramos. No sé cómo retribuir tanto cariño, pero voy a leer algo que no acepta devolución, sino que simplemente es la prueba de que escribo versos. Mi destino.” Las instituciones culturales emitieron diversos comunicados lamentando el deceso del poeta. Mientras que el presidente del Conaculta Rafael Tovar y de Teresa calificó en su cuenta de Twitter que Gelman fue “poeta de alma mexicana”, el Instituto Nacional de Bellas Artes reprodujo sus palabras cuando recibió la Medalla Bellas Artes 2012: “El primer día que pisé este país en 1961, hace medio siglo y un año, me quedé absolutamente fascinado. Fue como un estallido dulce. Y hace 24 años decidí establecerme en México, sostenido por este gran amor al país, y sostenido por el amor a una mujer, mi mujer.” Entre sus distinciones se encuentran el Premio Nacional de Poesía (Argentina, 1997) y el Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), hoy Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que al recibirlo el poeta expresó refiriéndose a México: “No estoy exiliado aquí: ésta es la tierra que elegí para vivir y morir, la tierra que abrió sus puertas generosas a los perseguidos por las dictaduras del Sur”.
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Juan Gelman, una historia argentina RESEÑA::Elexilio,elasesinatodesuhijoenladictadurayladesaparicióndesunietamarcaronsuvida.POR LEILAGUERRIERO
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l martes, cuando vi el rostro de Juan Gelman en el noticiero, me pregunté qué nuevo premio le habrían dado porque, en verdad, ya se los habían dado todos. Sólo en los últimos años, y sin ser exhaustivos, había ganado el Juan Rulfo (2000), el Reina Sofía (2005), el Cervantes (2007). Pero, pocos minutos después, supe que su rostro estaba ahí porque había muerto. Recuerdo vagamente —y vanamente— mi único encuentro con él, después de la entrega del premio Cervantes a José Emilio Pacheco en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares. Era un día azul, muy tieso. Alguien nos presentó, diciendo que yo vivía en Buenos Aires, y él, entonces, me preguntó en qué barrio. Aún a riesgo de que pareciera invento tuve que decirle la verdad: en Villa Crespo, donde él había nacido, y, para más ay, a tres cuadras de la cancha de Atlanta, el equipo del que era fanático, que lo nombró socio ilustre en 2006 y que, en el mismo acto, le regaló un trozo de su antigua tribuna. Me preguntó, escueto, lejano, cómo estaba la cancha, mientras fumaba hasta el carozo un cigarrillo y me miraba con unos ojos que parecían, a la vez, alertas, cansados y burlones. Hijo de un matrimonio de inmigrantes judíos ucranianos, empezó a escribir poemas de amor a los nueve, para conquistar a una vecina: “Al principio le mandaba versos de un argentino del siglo XIX, Almafuerte, pero no me hizo caso. Así que decidí probar yo mismo. Tampoco me hizo caso. Ella siguió su camino y yo me quedé con la poesía”. Con la poesía y con la militancia: en 1945, con apenas 15, ingresó a la Federación Juvenil Comunista. En 1975 la organización Montoneros, a la que pertenecía desde 1973, lo envió al exterior para, entre otras cosas, denunciar los delitos contra los derechos humanos que se cometían durante el gobierno de Isabel Perón. Allí estaba cuando, en la Argentina, se produjo el golpe militar que dio comienzo a la dictadura. Y allí seguía cuando, el 24 de agosto de 1976, los militares secuestraron a su hijo, Marcelo, y su mujer embarazada. Gel-
man permaneció en el exilio —entre Roma, Madrid, París, Nueva York y México, donde falleció— escribiendo poesía, periodismo y buscando a su nieta (o a su nieto: no tenía forma de saberlo). En 1989, el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró los restos de su hijo. Once años después, apareció su nieta, Macarena, criada por la familia de un policía uruguayo. Hace unos años, Luis Fondebrider, presidente del Equipo de Antropología Forense, me dijo que, cuando encontraron los restos de Marcelo Gelman, le dieron la noticia a su padre en persona, en Nueva York, donde estaban por otros asuntos. “Me resultó una figura muy intimidante, serio, parco. Nos quedamos a dormir en su casa. Él se quedó toda la noche despierto, leyendo el expediente, y al otro día nos hizo millones de preguntas”. Pensé muchas veces en aquel hombre insomne, hospedando bajo su techo a esos muchachos jóvenes que iban a darle una noticia que era, a la vez, buena y mala. Pensé muchas veces, también, en ese mismo hombre, ya mayor, recibiendo la noticia de que su nieta había aparecido. Y me pregunté, muchas veces, qué sería, para ese hombre, esa patria que producía exilios, ausencias, desapariciones, apariciones a destiempo. Cuando le dieron el premio Cervantes, dijo, en su discurso: “Las heridas no están aún cerradas, su único tratamiento es la verdad y luego la justicia; sólo así es posible el olvido verdadero”. Ahora, mientras escribo, abro la nota del diario La Nación, de Buenos Aires, que anuncia su muerte, y veo, al pie, una leyenda: los comentarios están cerrados debido a la sensibilidad del tema. Se ha muerto un poeta, me digo: ¿cuál puede ser la sensibilidad del tema? Entonces, recuerdo que el 17 de mayo de 2013, cuando murió el dictador Jorge Rafael Videla, la nota que anunciaba su muerte tenía, al pie, la misma frase. Es probable que esa espeluznante repetición, inversa y en espejo, diga más que cien párrafos como estos. © El País (España)
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CREACIÓN
Poemas Juan Gelman El juego en que andamos
no conseguirá tabaco o vino por ellos
Si me dieran a elegir, yo elegiría esta salud de saber que estamos muy enfermos,
ni papagayos ni bufandas ni barcos
esta dicha de andar tan infelices.
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
Si me dieran a elegir, yo elegiría
si por ellos fuera la lluvia lo mojara
esta inocencia de no ser un inocente,
no alcanzara perdón o gracia por ellos
esta pureza en que ando por impuro. Si me dieran a elegir, yo elegiría
«con este poema no tomaras el poder » dice
este amor con que odio,
«con estos versos no harás la Revolución » dice
esta esperanza que come panes desesperados.
«ni con miles de versos harás la Revolución » dice
Aquí pasa, señores,
se sienta a la mesa y escribe
que me juego la muerte. Del libro Relaciones (Buenos Aires, 1971-1973) Del libro El juego en que andamos (Buenos Aires, 1956-1958)
El expulsado
Gotán
me echaron del palacio/
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
no me importó/
desde la nuca le subía un encanto particular,
me desterraron de mi tierra/
una especie de olvido donde guardar los ojos,
caminé por la tierra/
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
me deportaron de mi lengua/
Atención atención yo gritaba atención
ella me acompañó/
pero ella invadía como el amor, como la noche,
me apartaste de vos/
las últimas señales que hice para el otoño
y se me pegan los huesos/
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
me abrasan llamas vivas/
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
estoy expulsado de mí.
caían a pedazos la furia, la tristeza,
yehuda al-harizi (1170-1237/toledo-provenza-palestina
la señora llovía dulcemente sobre mis huesos parados en la soledad.
Del libro Com/posiciones (Paris, 1984-1985)
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado, con un cuchillo brusco me maté voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre, él moverá mi boca por la última vez. Del libro Gotán (Buenos Aires, 1962)
Regresos La palabra que cruzó el horro, ¿qué hace? ¿Pasa los campos del delirio sin protección? ¿Se amansa? ¿Se pudre?
Confianzas
¿No quiere tener alma?
se sienta a la mesa y escribe
¿Amora todavía, torturada y violada,
«con este poema no tomaras el poder » dice
tiene figuras remotas
«con estos versos no harás la Revolución » dice
donde un niño de espanto calla?
«ni con miles de versos harás la Revolución » dice
La palabra que vuelve del horror, ¿lo nombra
y más: esos versos no han de servirle para
en el infierno de su inocencia?
que peones maestros hacheros vivan mejor coman mejor o el mismo coma viva mejor
Del libro Valer la pena (México, 1996-2000)
ni para enamorar a una le servirán no ganara plata con ellos no entrara al cine gratis con ellos no le darán ropa por ellos
Poemas tomados de Poesía reunida, publicada en noviembre de 2012 por Seix Barral, con prólogos de Julio Cortázar y Pere Gimferrer.
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Narrar lo que no tiene nombre FORMASBREVES ::ReseñaaLoquenotienenombre nombre,dePiedadBonett,libropublicadoporAlfaguara.PORJAIMEMARTÍNEZOCHOAjmochoa4@hotmail.com
H
ay experiencias que parecen inenarrables. No hay palabras que respalden determinados sentimientos y acciones. Pareciera entonces que uno debiera detenerse. Es como el pensamien-to: más allá de cierto límite humano, no existe nada, salvo muros infranqueables. La mente no lo puede todo. La evolución humana aún es imperfecta, faltan tornillos que ajusten las piezas sueltas. Por eso no se ha descubierto el remedio en contra del sida o del cáncer. Si los límites del lenguaje son los límites del mundo, como perfilaba Ludwig Wittgenstein, entonces hay hechos atroces que no pueden abordarse, pues no hay lenguaje posible. Lo dijo Adorno: Después de Auschwitz no se puede escribir poesía. Pero es un hecho que, por más inenarrable que resulte una experiencia, siempre habrá maneras de acercarse a ella, de bordearla como al descuido, de la misma manera que un cazador se acerca a una víctima esquiva. Después de todos, sabemos que sí se puede escribir poesía y ahí está Celan para desmentirlo. En Lo que no tiene nombre, la poeta y narradora colombiana Piedad Bonnett cuenta el suicidio de su hijo Daniel, ocurrido cuando este tenía 23 años y estudiaba un posgrado en artes en Nueva York. Se trata, a todos luces, de una narración imposible, de ahí el título del libro, pues el suicidio es aquello que no tiene nombre, sobre todo cuando la víctima es tu propio hijo. Aun así, Piedad decide narrar esta experiencia inenarrable y lo hace desde el lenguaje de los hechos primarios, que no escarba en el fondo del ser por incapacidad humana y, por lo mismo, revela sus límites. Ante el drama, sólo se puede describir y sugerir, no comprender ni, mucho menos, explicar. Dani, el hijo, es un chico normal hasta los 20 años, cuando se le revela un comienzo de esquizofrenia que, alimentada por la paranoia, irá creciendo hasta devorar cada uno de los minutos de su vida. Entonces dejará de ser la promesa artística que era para revelarse como un fracaso personal y profesional, que siempre estará en suspenso y nunca será un proyecto concluido. A partir de entonces deberá medicarse y entender que nunca será una persona normal. De repente, ante sus ojos se instalará un muro, el de la locura: todo lo verá transformado por la insania que lo persigue y lo violenta. Pese a todo esto, trata de hacer una vida normal. Asiste a la escuela, sale con sus amigos, maneja un auto, tiene novia, se entusiasma con la pintura y con la música. Sin embargo, vivir una vida normal implica no prestarle atención a la enfermedad y, por lo mismo, no medicarse. Y es este factor el que detona las crisis recurrentes que va a sufrir el muchacho: cada vez que deja de medicarse, para vivir una vida normal, sucumbe a periodos de locura que lo conducen a diferentes clínicas. Dani es un personaje sufriente porque tiene una enfermedad estigmatizada e incontrolable y esta excepcionalidad lo convierte en un ser inestable, aquejado de depresión, pero con un instinto de supervivencia que, por su enfermedad, lo vuelve más vulnerable, pues tanta energía no tiene sentido. Su amorosa y adolorida madre se pregunta cómo es posible que un muchacho alto, fuerte, inteligente, guapo, deba padecer esta enfermedad y esto es, justamente, lo que no pue-
La poeta y narradora colombiana Piedad Bonnett.
de nombrarse, lo que no se sabe qué es. Todo hombre es un misterio, cierto, pero aquellos que padecen problemas mentales lo son más, pues el desajuste cerebral carece de una explicación científica hasta la fecha. Sencillamente, se nace con cierta propensión a la depresión de la misma manera que se nace con cierta propensión a la euforia. ¿Por qué unos son así y otro de diferente manera? Porque el libro genético de cada quien es una suma de azares sin explicación racional alguna. Es así que Dani, hijo de la burguesía colombiana, con todo para ser exitoso, cae precisamente hasta el fondo del vacío mental porque no tiene la suficiente salud para salir adelante. Lo que no tiene nombre es, pues, el misterio
de que a uno en un millón le toque una enfermedad como esta. Ya podrá rebelarse la madre contrita, ya podrá desesperarse; su dolor será en vano: la enfermedad es un hecho. Lo único que queda es amortiguar sus efectos, hacer que la víctima tenga una vida llevadera. Piedad sabía que en cualquier momento podría desencadenarse un hecho fatal. Las crisis periódicas, los intentos de suicido previos, indicaban que tarde o temprano algo irreversible podría ocurrir. Por eso no se sorprende cuando le dicen que su hijo ha saltado por la ventana de su habitación en el sexto piso de un edificio neoyorquino. Pero esta certeza o intuición no consigue explicar la opción por el suicidio. No hay nada, de hecho, que pueda explicarlo y Piedad sabe que todo intento de comprensión será en vano y que, por lo tanto, es mejor no querer saber más. ¿Por qué se mató? No lo sabe. ¿Por qué nació con esa enfermedad? Tampoco lo sabe. De hecho, tampoco lo saben los numerosos médicos que debió consultar (médicos a los que, de manera implícita, cuestiona, aunque no condena, por su falta de humanidad y su aparente ineptitud). Existe, sí, la constancia de que su hijo cometió este último acto porque ya no había otra salida y, en este caso, acepta su mortal decisión. Lo que no tiene nombre es un libro hermoso, triste, elegante, pero no hay en sus páginas ninguna gota de melodrama ni sentimentalismo. Es, por el contrario, un libro escrito con lentitud, ceremonioso, cauto en sus reflexiones, de una sabiduría melancólica, más un ajuste de cuentas con el misterio del ser que una catarsis una terapia de duelo. Esta escrito, además, con mucha valentía. No le tiene miedo a la palabra suicidio, a la palabra esquizofrenia. Cuando alguien intenta escamotear el asunto aludiendo a un accidente, Bonett se enoja: No, su hijo no sufrió un accidente, se mató porque así lo decidió, optando por el derecho legítimo que tiene cada ser humano a hacer con su vida lo que le apetezca.
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Diversas escenas de El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese, con Leonardo DiCaprio.
El declive del imperio americano según Socorsese ELTERCEROJO :: Asus71años,MartinScorsesemantienefirmesuestilocinematográficoypintaenEllobodeWallStreetunretratocruelyvirtuosodelmundode lasfinanzasydesurepresentantemáscodicioso,frenéticoyadicto:elcorredordebolsaJordanBelfort.PORSYLVAINPROVILLARDsprovillard@hotmail.com
D
esde sus primeras cintas, al principio de los años setenta, Scorsese ha tomado la costumbre de enseñarnos el lado oscuro del sueño americano. En numerosas ocasiones, el director neoyor-quino nos compartió su visión desilusionada de los Estados Unidos, poniendo en escena a la mafia y en particular a la de su ciudad natal, Nueva York. Desde Calles peligrosas en 1973 –en la cual dos jóvenes de Little Italy (Harvey Keitel y Robert De Niro) intentan entrar al mundo de la delincuencia organizada- hasta Pandillas de Nueva York en 2002 – que cuenta la génesis de grupos mafiosos antagónicos en la mitad del siglo XIX-, Marty ha estado obsesionado con este tema; seguramente marcado por la infancia que pasó en un barrio bravo siciliano de la Gran Manzana. Junto con la trilogía del Padrino, dirigida por su amigo Francis Ford Coppola –también punta de lanza del Nuevo Hollywood-, las mejores cintas sobre la mafia han sido realizadas por Scorsese: con Los infiltrados logró ganar el Óscar, sin embargo sus filmes más memorables son sin duda Buenos muchachos (1990) y Casino (1995). Existe un paralelismo indiscutible entre El lobo de Wall Street y Casino. Esta última es la historia de un ambicioso corredor de apuestas quien, empleado por la mafia, llega a dirigir uno de los más importantes casinos de Las Vegas; por su parte, El lobo de Wall Street es la historia de un corredor de bolsas que crea y dirige una firma que maneja mil millones de dólares al año, vendiendo acciones muchas veces de manera ilegal. “Lo que me interesaba era la idea del exceso, la carencia de límites. La gente triunfa más que en cualquier otra ciudad”, Scorsese confiaba a la revista Sight and Sound hace dieciocho años acerca de Casino, y esta cita no podría ser más acertada hablando de su más reciente obra. Jordan Belfort no tiene mesura: hombre de deseos insaciables, es adicto al sexo, a todo tipo de drogas y evidentemente al po-
der que le otorga su dinero y carisma. Su hibris es impresionante: su orgullo y confianza en sí mismo lo llevan a creerse intocable y casi inmortal. Wall Street reemplazó a Las Vegas, las finanzas a la mafia, pero la historia es la misma: narra el auge y declive de un sistema, de una ciudad y de un mundo, a través de uno de sus más extravagantes representantes. Incluso el trío de personajes de El lobo de Wall Street (Jordan, su mejor amigo y socio Donnie, y su escultural esposa Naomi) parecen un calco de los papeles interpretados por Robert De Niro, Joe Pesci y Sharon Stone. Sin embargo, mientras Scorsese mostraba empatía, e incluso cariño y ternura por sus personajes en Casino, ahora solamente exhibe desprecio y cinismo hacia estos yuppies sin ley ni moral. El personaje de Belfort, narrador de su propia historia, ofrece monólogos hilarantes en los discursos motivacionales a sus empleados y al espectador, cuando rompe la cuarta pared, viéndolo a los ojos y compartiéndole su egocéntrica y megalómana visión del mundo: “El año que cumplí 26 años, como jefe de mi propia agencia de corredores, gané 49 millones de dólares, lo que realmente me hizo emputar, porque me quedé a tres millones de ganar un millón por semana”, Belfort aparece manejando un Ferrari rojo…. “No, no, no. Mi Ferrari era blanco, como Don Johnson en Miami Vice, no rojo”, el coche cambia de color. Con su impecable interpretación del desenfrenado Jordan Belfort, DiCaprio, quien supo brillantemente deshacerse de la imagen de joven galán que tenía desde Titanic, tiene este año su mejor oportunidad de ganar el Óscar que le hace falta. Un buen augurio es su recién victoria en los Globos de Oro. Hace 18 años, Casino fue la última de las ocho colaboraciones entre De Niro y Scorsese. Desde 2002 y Pandillas de Nueva York, Leonardo DiCaprio sustituyó a Bobby D. como actor predilecto de Scorsese, quien le ofreció per-
sonajes complejos y fuera de lo común, tales como los de Billy Costigan en Los infiltrados, Howard Hughes en El aviador y Teddy Daniels en La isla siniestra. El guión de El lobo de Wall Street está basado en las memorias del verdadero Jordan Belfort, las cuales escribió mientras estaba encarcelado y cuyos derechos se pelearon Brad Pitt y Leonardo DiCaprio. Este último ganó la batalla, pagando un millón de dólares a Belfort. La adaptación fue confiada a Terence Winter, productor y guionista de las excelentes series Los Soprano y Boardwalk empire. El resultado es una de las cintas más disfrutables de Martin Scorsese, quizá la mejor desde Casino, justamente. Lo más impresionante es que un realizador setentagenario logre filmar esta historia con la audacia, la irreverencia y la provocación de un joven director rebelde: a los diez minutos de esta obra que dura tres horas, vemos a Belfort esnifar cocaína colocada entre las nalgas de una prostituta; la película establece un nuevo record en el uso de la palabra fuck, que se escucha más de 500 veces a lo largo del filme. Considerando el abuso en el consumo de drogas, secuencias de fuerte contenido sexual, desnudez grafica, lenguaje grosero y violencia, la película tiene todo para hacer enojar a la censura bienpensante estadounidense, que prohibió la cinta a los menores de 17 años no acompañados. Uniendo esta irreverencia con su virtuosismo y su habilidad para contar historias, Martin Scorsese sustituye en esta película su tradicional tragedia por una farsa satírica y depravada. La risa que provoca es acida, cínica y cruel. El director nos enseña la vulgaridad y obscenidad del personaje de manera burlesca, pero no hay que confundirse: Marty se ríe de su personaje, no con él. No le tiene misericordia, no le otorga ninguna redención. Su crueldad hacia Belmont es enorme. Para él, no cabe duda: nuestro mundo está claramente perdido.
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CREACIÓN
El último poema Juan Gelman
Verdad es Cada día me acerco más a mi esqueleto. Se está asomando con razón. Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada, él siempre preguntándome, sin ver cómo era la dicha o la desdicha, sin quejarse, sin distancias efímeras de mí. Ahora que otea casi el aire alrededor, qué pensará la clavícula rota, joya espléndida, rodillas que arrastré sobre piedras entre perdones falsos, etcétera. Esqueleto saqueado, pronto no estorbará tu vista ninguna veleidad. Aguantarás el universo desnudo. La Condesa, D.F., 28 de octubre de 2013.
Poema publicado por El País de España: “Juan Gelman le entregó en México a Joaquín Sabina en secreto, como dice el cantante y poeta, este poema último sobre los últimos tiempos de su vida, sobre la que se avecinaba. Es un inédito testamento conmovedor en el que no falta el hondo humor, cabal, del poeta que acaba de morir. Se lo dedicó a Sabina, escrito a mano”.