[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014 |
ESPECIAL
Ramón Martínez Ocaranza En la víspera del primer centenario
Ramón en blanco y negro SERGIO J. MONREAL | PAG. 2
La poesía entre la vida y la muerte MARCOS EDGARDO DÍAZ BÉJAR | PAG. 4
A propósito de «Otoño encarcelado» GASPAR AGUILERA DÍAZ | PAG. 5
Ocaranza y su travesía por los triángulos ROSARIO HERRERA GUIDO | PAG. 6 CREACIÓN RAMÓN MARTÍNEZ OCARANZA | PAG. 3
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SÁBADO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014
PRESENTACIÓN
ESPECIAL | RAMÓN MARTÍNEZ OCARANZA
En la víspera del primer centenario
Ramón en blanco y negro
H
acia el centenario en 2015 del nacimiento del poeta Ramón Martínez Ocaranza [Jiquilpan, 5 de abril de 1915], y en la conmemoración, el presente año, del XXXII aniversario de su fallecimiento [Morelia, 21 de septiembre de 1982], iniciamos la edición de diversas obras que nuestro poeta dejó preparadas y han permanecido inéditas, junto con múltiples escritos testimoniales y estudios literarios. La tarea, emprendida por la Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza, A.C., que resguarda el patrimonio literario del poeta, el Seminario Permanente de Autores Michoacanos (Asociación Red Utopía) y jitanjáfora, permitirá, además de lecturas innovadoras, la recuperación de la poesía y el pensamiento de un autor de enorme vigencia en su siglo pero de una receptividad parcial, fragmentaria y fracturada, que nuestra generación insiste en resarcir en su integridad y plenitud: Una demostración más de la permanente actualidad de un autor y su obra, cuyas expresiones, interrogantes y respuestas dotan de contenido y forma lo pretérito, el presente y el futuro. *** En cuanto a la trayectoria del poeta y profesor, además de una docena de libros que publicó en vida, de diversas antologías y recopilaciones posteriores, obras en las que son patentes los signos de su evolución poética, don Ramón asumió y enarboló un carisma único y paradigmático que constituye hoy elementos óptimos, implícitos y elocuentes de las generaciones de nicolaitas y michoacanos de la segunda mitad del siglo XX. Postuló con sus prácticas humanas y cívicas, en la docencia y en la labor intelectual, con su inherencia puntual en los movimientos sociales y universitarios de su época, principios democráticopopulares esenciales, conceptos humanísticos y de las ciencias sociales, asumidos del devenir histórico y cultural de Michoacán y su Universidad nicolaita. Valores de acendrada identidad indígena, comunal, nacional y latinoamericana, con clarificados idearios libertarios y de justicia social, con elementos universales de la filosofía materialista crítica, de las tradiciones insurgentes de México y las energías transformativas acrisoladas en 450 años de experiencia nicolaita... El patente vigor de la presencia del poeta-profesor –ahora, ante la vergonzante e indignante postración que se busca imponer en Michoacán y a su Universidad, por parte de los intereses aviesos de un sistema corrupto hasta la ignominia, depredador y dilapidador del patrimonio de la nación y de sus pueblos–, se demuestra en la obra ramoniana que aquí y ahora reasume las cualidades de imprescindible, inocultable e insofocable. La lecciones del profesor instruyen el presente, son las asignaturas que nos preparan para el porvenir. También, a 32 años del fallecimiento de don Ramón, en la víspera de las celebraciones del primer centenario de su nacimiento, procedemos a retomar los altos estudios sobre sus contribuciones: su estilística específica ocaranciana, el desentrañamiento de los signos de su obra, la hermenéutica (diría el profesor) de su biografía humana y ontológica, su pensamiento y su mística poética nucleares... Los sistemas complejos de la poesía en Michoacán, en México, en nuestra América, en lengua castellana y en la poesía universal, habrán de reconceptuarse y volverse a configurar con la ponderación de la obra originalísima de nuestro poeta nicolaita. El Consejo Universitario (UMSNH), las comunas municipales de Morelia y de Jiquilpan, el Congreso de Michoacán de Ocampo, si tuvieran la básica noción de la valía de la obra ocaranciana, y un mínimo de valentía para reconocer la soberana identidad de nuestros pueblos, comunidades y de nuestras letras, no dudarían en determinar que el año 2015 sea dignificado con el nombre del ‘Poeta y Profesor Ramón Martínez Ocaranza’. Es nuestra exigencia. Es un parámetro más para corroborar, aún más a fondo, de qué están compuestas (o más que descompuestas) las substancias de las instituciones nicolaitas, morelianas y michoacanas. FCRMOAC Jitanjáfora Morelia Editorial
SPAM/REDUTAC Silla Vacía Editorial
POR SERGIO J. MONREAL
S
i, de cara al canon de la lírica nacional, la obra de Ramón Martínez Ocaranza sigue condenada sin perspectiva de cambio visible a la marginalidad excéntrica, podría decirse que en Michoacán, por encima de preferencias, modas y generaciones, el poeta jiquilpense ha pasado a convertirse en clásico por clamorosa unanimidad. Lo leen y se entusiasman con él desde miembros de la vieja guardia que tuvo la fortuna de conocerlo y asistir a sus clases, hasta jóvenes preparatorianos todavía a medio desembarcar en las letras y la vida, pasando por una amplísima y variopinta gama de etcéteras a la vez convergentes, divergentes y paralelos. Los pocos que consiguen mantener cierta reticencia frente a dicho fervor, rara vez objetan al personaje o su obra, y más bien manifiestan un abierto rechazo a encontrárselo impuesto como referente obligatorio, lugar común, petrificada institución y santo de todas las capillas. Los gustosos adeptos del culto ocaranziano debemos agradecer ese saludable derecho al disenso, muy útil para recordar que bajo todo clamor grandilocuente suelen acechar el asfixiante silencio y la corrosiva insustancialidad, y que los principales perjudicados por semejantes ritos suelen ser los propios sujetos de homenaje. En Michoacán todos parecemos de acuerdo en que la obra de Ramón Martínez Ocaranza es importante y única. Otro asunto es ya aventurarse a tratar de razonar por qué. Arriesgo una hipótesis de trabajo: la obra de Ramón Martínez Ocaranza es importante y única, entre otros motivos, por el hecho mismo de ser
eso, una obra. Artífices de versos y poemas hay muchos; artífices de una obra hecha de versos y poemas, ya no tantos. Pero para ser un gran poeta no basta ni con hacer buenos poemas ni con articularlos obra. Un gran poeta es aquel que, de manera inequívoca –aunque no necesariamente premeditada– consigue organizar las piezas individuales de su corpus como componentes necesarios de un universo cuyas resonancias alcanzan de manera tan esencial como impredecible y secreta a los otros. Hablar de la poesía de Ramón Martínez Ocaranza es hablar de una totalidad articulada, un microcosmos individual cuyas lúcidas interrogantes consiguen compartirse eco humano con una amplitud de registros sólo equiparable por estos lares a la que alcanzara en su momento Concha Urquiza. Si algún defecto tiene el vasto y desordenado abordaje (reseñístico y autoconfesional las más de las veces, analítico y crítico las menos) que múltiples voces han venido realizando desde hace décadas, es la tendencia a invisibilizar la condición de la obra poética de Martí-
Ramón será siempre para nosotros ese, en blanco y negro, de las fotografías que acompañan a la obra. Sólo ese detalle bastaría para volverla imprescindible.
José Revueltas, Citlali, Aixchel, Emma, Ramón Martínez Ocaranza y Ofelia en una reunión familiar. Las imágenes que ilustran este especial dedicado al poeta michoacano son cortesía de la Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza A.C.
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nez Ocaranza como un todo rigurosamente organizado. Por supuesto, no nos referimos a un rigor meramente intelectual impostado desde fuera de la obra; nos referimos al implacable rigor que la propia obra, trágica transparencia, por sí misma iba consumando con cada nueva imagen, cada nueva palabra, cada nueva visión, cada nuevo canto reconociéndose camino a la blasfemia. Sobre la obra de Ramón Martínez Ocaranza se ha opinado mucho, pero se ha criticado poco, entendiendo la crítica no como denuesto sino como ponderación reflexiva con perspectiva de validez. Y dentro de ese poco, hay un significativo porcentaje que se decanta por enfoques particularistas en los que la captación de la identidad estilística global del poeta no suele salir bien librada; tentativas de dictaminación del todo a partir de la captación fragmentaria de la parte. De ahí el valor y la importancia de empresas exegéticas de enfoque amplio, como las intentadas por Enrique González Rojo o Marcos Edgardo Díaz Béjar. De ahí también la invaluable magnitud del aporte legado por María Teresa Perdomo, cuyos trabajos de ordenamiento, clasificación y comentario analítico representan sin duda la base a que todo abordaje con aspiraciones de efectiva pertinencia debe remitirse. En semejante marco contextual, varias son las razones que vuelven relevante el ensayo Aproximación a los triángulos de Alejandro Delgado,1 insólita y lamentablemente sin reedición hasta la fecha. Primero que nada, se trata de un trabajo que consigue plantarse con una visión panorámica frente al conjunto de la obra ocaranziana, a partir de dialogar con un poemario específico: Elegía de los triángulos (1974). Además, tiene la lucidez y la valentía de arrostrar dicha tarea con un material para entonces sin coordenadas críticas que lo situaran; a cuatro años de su publicación, vivo y en activo su artífice, puede considerarse que se trataba de un material en cierto sentido todavía como recién salido del horno. Pero sobre todo, sorprenden el tino, la amplitud y la vigencia de varios nortes reflexivos ahí planteados, si tomamos cuenta que el corpus del poeta estaba por incorporar aún nada menos que su pieza culminante: Patología del ser (1981). Algunos tramos de Aproximación a los triángulos, pueden acaso dar por momentos la sensación de extraviarse. Como si su autor hubiese tomado Elegía de los triángulos a manera de mero pretexto para desarrollar algunas muy personales reflexiones en torno al decir poético en general. Yo estimo que esa búsqueda de amplitudes referenciales está determinada por la transparente intuición de que meditar con algún margen de legitimidad el devenir lírico y espiritual de Ramón Martínez Ocaranza exige obligatoriamente asumir un compromiso crítico con el ser mismo de la poesía. Quizá lo más agradecible de esas apasionadas aproximaciones, sea que, sin hacer una sola alusión directa a la circunstancialidad anecdótica del poeta (misma que tanto daño ha hecho, colocada con tan buena voluntad como grosero desaliño a modo de habitual filtro de acceso hacia el universo ocaranziano), logra perfilar con plena nitidez la magnitud del hombre y el entrañable afecto que le profesa quien escribiendo lo homenajea. Sin contar que, visualmente hablando, Ramón será siempre para nosotros ese, en blanco y negro, de las fotografías que acompañan a la obra. Sólo ese detalle bastaría para volverla imprescindible.
Nota Alejandro Delgado. Aproximación a los triángulos. Morelia, Doble día ediciones, 1978.
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CREACIÓN
El misterio del origen Ramón Martínez Ocaranza Buscando los enigmas de mi identidad, traté de restaurar mi inocencia perdida, me encontré con el misterio de mi origen. Y el encontrar el misterio del origen, me dio mi salvación. Porque el encuentro del origen, por más terrible que éste sea, es una salvación cuando tomamos conciencia de lo terrible de ese origen y de la fortaleza que nos ayuda a superarlo. Luchar contra el Destino tomando conciencia del Destino, es una forma de dominar nuestro Destino. No hay signos que les valgan a los oráculos ocultos. Al encontrar el hombre el misterio de su origen buscando los enigmas de su identidad y tratando de restaurar su inocencia perdida, domina el laberinto que lo envuelve a lo hondo de toda su existencia. Estas son las señales de mi signo poético. Señales que se forman con las desgarraduras de la superación del origen terrible. Porque no hay nada tan terrible como venir al mundo bajo el misterio de un oráculo que nos condena a la tortura hasta la muerte. Oráculo vencido con la conciencia del vencimiento de la muerte. Yo no creo en la dictadura de las estrellas. Ni creo en las pitonisas. Ni creo en los sacerdotes de los oráculos del mundo. Yo creo mucho en mí, en cuanto busco
los
enigmas
de
mi
identidad, tratando de restaurar mi
inocencia
perdida,
encontrándome con el misterio de mi origen. De mi origen terrible. Morelia. Enero 16 de 1981.
Las Jornadas Ramonianas de este año se realizarán en homenaje al poeta michoacano Ramón Martínez Ocaranza y al escritor duranguense José Revueltas, del 21 al 27 de septiembre en Morelia. Ver programa completo en http://www.slideshare.net/ miguelagarcia1000/jornadasramonianasprograma
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ESPECIAL | RAMÓN MARTÍNEZ OCARANZA
La poesía entre la vida y la muerte POR MARCOS EDGARDO DÍAZ BÉJAR Porque no hay nada tan terrible como vivir vacíos. Ramón Martínez Ocaranza, Autobiografía
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e dónde venimos? ¿A dónde vamos? Para Ramón Martínez Ocaranza, venimos del «misterio del nacer» y vamos a la «propia muerte». Al movemos de aquí para allá y de allá para acá creamos —por nuestro propio «automovimiento»— un «espacio de juego» sin fin. Sobre el vano espacio de juego sin fin, sin embargo, nos damos una orientación, nos sobreponemos compositivamente al vértigo del abismo; nos movemos como si nuestros movimientos tuviesen un sentido, un fin. Porque si no nos damos fines a nosotros mismos ¿qué sentido tiene movernos de aquí para allá? ¿Qué sentido tiene nuestro automovimiento de vaivén? ¿Qué sentido tiene jugarnos en el predispuesto espacio de juego del mundo? R. M. O. escribe en su Autobiografía: “Jugué mi vida al azar y me la ganó la poesía. La trágica poesía. La poesía trágica que es la conciencia del Ser y del Destino”. Si «todo lo que camina» huye de sí —de aquí para allá; del «misterio del nacer» impulsado a la «propia muerte»— sin lograrlo; es porque aún es, vive, existe. La dinámica de su esencia existente se resuelve en una «órbita abierta» que nunca sale ni se libra de sí; en una «oscilación pendular» sólo pendiente del vacío siempre por colmarse de sí mismo. Sin embargo, el ser existente puede resolver su inquietud mortal de muchos modos. A la mayoría de nosotros, nos gana la irresolución, la vacilación y el extravío. La mayoría de nosotros andamos siempre «pendientes de ajenos pareceres», siempre fluctuando, en continuas mudanzas y, asiéndonos de cosas heterogéneas vamos —por el camino trillado— haciéndonos odiosos a nosotros mismos y a los demás por nuestra «abstención dolorosa». R. M. O. escribe en su Autobiografía: Cuando se está vacío, se sufre en todas partes. […] Porque no hay nada tan terrible como vivir vacíos. Los seres vacíos viven el vacío de su muerte. La muerte de su vacío […] La muerte vive eternamente en los hombres vacíos […] La muerte es el vacío del Ser que no alimenta su alma con ideas inmortales.
De la vida vacía de la muerte, del vano padecimiento que «sufren las almas tristes de aquellos que torpemente vivieron sin vituperio ni alabanza» (Dante Alighieri), de los «hombres vacíos» (T. S. Eliot), de su irresolución autocompositiva y «abstención dolorosa» ante su inevitable descomposición; R. M. O. escribe en La edad del tiempo: “[…] no quedó noticia de su paso por la existencia”. La aventura de la investigación poética de R. M. O. se distancia de ese camino “[…] por donde los mortales / de nada sabidores […] yerran perdidos […] y son de acá para allá llevados” —como dice Parménides. Sin embargo,
R.M.O. escribe en su Autobiografía: “Jugué mi vida al azar y me la ganó la poesía. La trágica poesía. La poesía trágica que es la conciencia del Ser y del Destino”.
su distanciamiento no es indolente, es críticocomprensivo. Su distanciamiento es un modo de agenciarse, un modo de apropiarse condoliente, resuelta y compositivamente la irresolución y la descomposición tan sin nombre como anónima de la presumible mayoría de los mortales que «viven el vacío de su muerte». Sabe, como Revueltas, que el huir sin fin de sí no sólo corresponde a los «hombres vacíos» sino que es el «sino de los que mueren» y, R. M. O., se asume como un poeta mortal. En su «poesía trágica», en su «trágica poesía» hay, pues, una apropiación consciente «del Ser y del Destino» metafórico de la mortalidad humana que forma y da imagen “[…] a todas las cosas terribles, malvadas, enigmáticas, aniquiladoras, funestas que hay en el fondo de la existencia” —como dice Nietzsche. Hay muchos modos de resolvernos compositivamente entre los extremos del «misterio del nacer» y la «propia muerte»; hay muchos modos de resolvernos la propia vida, la propia existencia; hay, en fin, un sinfín de modos de encarar libremente el vacío de que estamos «rellenos». Sin embargo, la libertad de automovimiento de vaivén que consciente y resueltamente se da a sí misma sus propios fines puede encontrarse estrechada aún más por la experiencia del encarcelamiento donde —como escribe R. M. O. en Muros de soledad: […] a cada paso el eco de nuestras desoladas rebeldías tropieza con un muro; los ojos con un muro; la santidad del llanto con un muro; como si todo fuera con un muro
Para R. M. O., cada paso que da intramuros del angosto espacio de juego carcelario es un tropiezo del eco que importa, comporta y so-
porta colectivamente innúmeras rebeldías que revelan «lo que hay que defender siempre en el hombre»: la libertad. Tanto para R. M. O. como para Cervantes —en boca del Quijote— es por la libertad de movimiento y automovimiento y, correlativamente, de composición y autocomposición que se puede y debe aventurar la vida. Apartado del «camino ancho y fácil»; por el «camino angosto y difícil» del quebrantamiento del «mapa construido para entender la vida» (De la vida encantada); por el «camino angosto y difícil» del quebrantamiento que implica el destino metafórico de interpretarse cotidianamente —en que cada quien, cada vez, al buscarse o al perderse, corre el riesgo de encontrarse reiteradamente más perdido; por el «camino angosto y difícil» del quebrantamiento del movimiento y del automovimiento de vaivén estrechado aún más por la consignación al espacio de juego carcelario, R. M. O. recompone libremente el sentido de su fuga fugaz: «seguí los signos de tus huellas puras». A cada paso que-damos. A cada paso, dejamos el don de una huella, de la huella que somos, de la huella que dejamos al dejar de ser. ¿Qué significa seguir los signos de las huellas puras del consorcio de la poesía y de la muerte? Investigar es, ad pedem litterae, seguir las huellas. R. M. O. a sus 51 años evidentemente ya había leído, i. e., seguido las huellas del Quijote. ¿A esa edad quién no? Empero, lo importante es el modo como asumimos su lectura: ¿Cómo lo leemos leyéndonos? Rubén Romero nos da una reveladora reseña: riendo como niños, soñando como jóvenes, pensando y llorando como viejos: “Cuando llegamos a la edad madura leemos el ‘Quijote’ […] Nos atrae la filosofía de la obra, como producto de una existencia atormentada, que se canalizó en la mente de un genio y se derramó a través de su pluma”. Lo importante para el quincuagenario y maduro R. M. O. es el autor ínsito en el héroe y éste en aquél, el modo vital de asumir la propia muerte en la poesía. El autor presente en el héroe y éste en aquél. R. M. O., asumiéndose líricamente como Don Quijote, investiga, sigue las «huellas puras» de la poesía y de la muerte; lee —pensando y llorando— leyéndose en esa existencia atormentada por la injusticia del encarcelamiento del autor en el héroe y viceversa. La experiencia del encarcelamiento seguramente deja una huella indeleble en quien lo padece. Empero, esa huella de la experiencia del cautiverio es metaforizada como encantamiento —rebelión latente. La pureza de la huella radica en que, en el Don Quijote, no es el encarcelamiento lo que se canta, ni el recuerdo de las condiciones aciagas del sometimiento sufrido por su autor, lo que se canta y encanta es la existencia atormentada del hombre por el cautiverio a que se encuentra sometido. El Quijote para R. M. O. es un «libro terrible» en el sentido en que le impulsa a seguir sus «huellas puras», le empuja a cumplir, con mucho encantamiento y rebeldía, su destino metafórico «sin mención de la cárcel» subjeti-
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ESPECIAL | RAMÓN MARTÍNEZ OCARANZA
vamente padecida en Otoño encarcelado. Porque lo importante, poética y mortalmente hablando, es la composición metafórica de una vida justa y activa en lucha frontal contra la realidad sórdida y vana de un mundo. R. M. O. no sólo contempló —como la presumible mayoría de nosotros que: “Vemos la podredumbre de la vida / y no decimos nada” (Elegías en la muerte de Pablo Neruda)— la hechura o compostura injusta y dura de la vida a través de las novelas y sus autores presentes metafóricamente en sus héroes y heroínas; sino que, asumió libre y activamente una postura rebelde, polémica y, sobre todo, pedestrecompositiva1: ¿Hacia dónde dirigió sus pasos? Hacia el seguimiento de las innumerables huellas puras del consorcio de la poesía y de la muerte que no se detiene en la mera acumulación de caminos recorridos. Hacia los «libros terribles», hacia los «libros prohibidos»2, hacia la composición corresponsable de su propia obra que, como todo lo que camina, no se agota en la estela de su recorrido aunque a través de ella nos sea reconocible el que camina. Toda obra poética es una huella pura del consorcio de la poesía y de la muerte. Si hemos hablado de consorcio es porque, para R. M. O., poesía y muerte —en una vida de obrero bibliográficamente impulsada— corren una misma suerte. La poesía es la consorte de la muerte y la muerte es la consorte de la poesía. Tales son los signos vitales de la poesía que sigue libre en su fuga fugaz: “Cuando se toma la literatura como una expresión de la existencia, la existencia un día se hace literatura. Y se penetra en el secreto de la creación. Ser y existencia expresadas por la potencia de la creación” (Autobiografía).
Notas El carácter pedestre-compositivo de la poesía nos habla de una vida bibliográficamente asumida. R. M. O. escribe en su Autobiografía: “En 1934, ingresé a la Juventud Comunista. Pero mi ingreso al comunismo, no fue obra ni del resentimiento ni del conocimiento. Fue mi afán literario — eternamente literario— de ver la vida a través de las novelas, y no de ver las novelas a través de la vida. Máximo Gorky [sic] me reclutó al comunismo con su novela La madre“. Al pan pan y al vino vino es el primer seguimiento expedito de las «huellas puras» de esta novela. 2 Máximo Gorki, presente metafóricamente en su héroe Pavel le dice a su madre: “Estoy leyendo libros prohibidos. Los prohíben leer porque dicen la verdad sobre nuestra vida […] si me los encontraran, me llevarían a la cárcel; me encarcelarían porque quiero saber la verdad”: La madre (trad. Bela Martinova). Cátedra, Madrid, 2005, p. 78; I, iv. Para Pavel no es que la vida sea por sí misma injusta sino que: “Está hecha de un modo injusto y duro para nosotros, y de este modo nos va abriendo los ojos para entender su amargo sentido, indicando al hombre hacia dónde ha de dirigir sus pasos”: Ibid. p. 119; I, xi. El traer a colación esta interposición de la poesía, en la expedición vital del joven R. M. O., no sólo es para resaltar el carácter críticopolémico y militante de su poesía temprana. Es, sobre todo, para subrayar su naturaleza pedestre-compositiva: “Somos obreros, gente con cuyo esfuerzo se crea todo, desde las máquinas gigantes hasta los juguetes infantiles; somos personas privadas del derecho a luchar por su dignidad humana; cualquiera intenta y puede convertirnos en instrumento para la consecución de sus fines; ahora deseamos tener libertad”. Ibid., p. 397; II, xxv. 1
A propósito de Otoño encarcelado POR GASPAR AGUILERA DÍAZ
P En las dos fotos que ilustran este artículo, Ramón Martínez Ocaranza en la tumba de José Revueltas. Entre los asistentes, la filósofa Fernanda Navarro.
oeta telúrico, de posición muy clara frente a su propia búsqueda, siempre fue más allá de lo que cómodamente le pudo ofrecer el prestigio de un quehacer comprometido con su propia verdad y un respeto académico que –qué bueno– le ahorró caravanas y homenajes de cierta burocracia siempre atenta al festejo superficial y manipulador y, en cambio, le ganó la admiración y respeto hacia su exigencia y rigurosidad por todo lo que no fuera sofisma y engaño. El poeta nacido, como el mismo lo relata: “ en medio de un ambiente de pánico, de angustia y de muerte” el 5 de abril de 1915 en Jiquilpan, Michoacán, lector de Nervo, Darío, Díaz Mirón y González Martínez en sus primeras etapas de lector voraz y posteriormente de los clásicos griegos, de la poesía europea más representativa: Mallarmé, Rilke, Machado, Lorca, Dante, Elliot, Pound, entre muchos otros, de latinoamericanos como Huidobro, Parra, Vallejo, Neruda, con quien trabó una fértil e intensa amistad cuando el poeta chileno conoció Morelia, así como de otro escritor que tanto lo conmocionó desde sus primeras lecturas: Fedor Dostoievsky; reconocido y admirado por sus amigos y colegas mexicanos como José Revueltas, Efraín Huerta, González Rojo, José Emilio Pacheco, Emmanuel Carvallo, rodeado siempre por sus jóvenes alumnos escritores principiantes.
Humanista y poeta de profundas dudas y obsesiones lacerantes en cuanto al incierto destino del hombre, en sus hallazgos supo hacer preguntas sencillas y universales: ¿ Y qué son las tinieblas Qué la furia del ser que las propaga Por los causes del mundo? ¿…? Y entonces, ¿Qué es el hombre? Es un gran campo de batalla obscura En medio de relámpagos y sombras Donde la angustia un día llega a ser verbo De pura convicción y de domino
Otoño encarcelado escrito y publicado en 1966, representa una de las obras más emotivas y conmovedoras en la obra de Martínez Ocaranza. En sonetos rigurosamente medidos van apareciendo sus acercamientos a la muerte, al amor y a la existencia, y son tal vez, por otra parte, la crónica poética de una especie de seducción por la fugacidad, el abismo y la consciencia taladrante por asumir como en la sentencia bíblica: nuestro ser efímero de polvo. La soledad, también aparece ligada a la imagen de la luna, la caída, la palabra y de la pérdida; como bien lo ejemplifica el poema II: Todas las soledades de mi vida me vinieron a ver una por una: las blancas soledades de la luna; la soledad de la inocencia herida. (…)
Permítanme repetir un párrafo sobre otro de los contemporáneos fraternos: Efraín Huerta, cuando en 1971, ambos dejaron su huella imborrable en el Aula Mater del Colegio de San Nicolás y que apareció en la revista de la Universidad Michoacana en esa época: 1983 : “Nunca dejará de ser el mejor homenaje para hombres como él, la lectura entusiasta, el conocimiento a fondo de su obra, el descubrimiento compartido y antisolemne –sin moñito de luto en el brazo, el corazón y los ojos– que a él y al Maestro Martínez Ocaranza les hubiera gustado constatar rebosantes de anatemas, de auto-ironías, abiertos (como dos cocodrilos fraternos inundados, ebrios al sol), e identificados por la cachondez y el júbilo por la vida, como ese día memorable de 1971 en que el Aula Mater retumbó con el epígrafe apocalíptico del Maestro Ocaranza y los versos estremecedores y tibios como los cuerpos de los jóvenes que abarrotaban cadera con cadera, el antiguo auditorio de madera y en la tribuna, esos dos militantes congruentes con la poesía y la vida que no se deberían ir nunca…, y uno salir de San Nicolás después de esa lectura apoteósica, con una hoja amarilla el poema Che comandante, autografiado, cuidándolo, releyéndolo cálidamente como si fuera un beso o un apretón de manos.” Morelia, Michoacán / Verano 2014.
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Ocaranza y su travesía por los triángulos POR ROSARIO HERRERA GUIDO
Porque lo más sagrado está en los ríos. Ramón Martínez Ocaranza, Elegía de los triángulos Los mitos, tal como se presentan en su ficción, siempre apuntan más o menos, no al origen individual del hombre, sino a su origen específico, la creación del hombre, la génesis de sus relaciones nutricias fundamentales, la invención de los grandes recursos humanos, el fuego, la agricultura, la domesticación de los animales. Vemos también cómo se plantean constantemente la relación del hombre con una fuerza secreta,
maléfica o benéfica, pero esencialmente caracterizada por lo que tiene de sagrado. Jacques Lacan, La relation d’objet
S
ostengo sobre mi mano izquierda el verde y triangulado poemario Elegía de los triángulos, del poeta Ramón Martínez Ocaranza (Diógenes, México, octubre de 1974), que conserva una dedicatoria ramoniana: “A la bella Sor Chayo, con un beso en una sacristía”. Trato de recordar y escribir en el procesador con la derecha, los versos y las notas más valiosos, para poder compartir una sospecha: la influencia de la mitología egipcia en su Elegía de los triángulos. “Un poemario mitológico —como advierte el poeta— que va de la realidad a la mitología, para poder hacer una mitología de la realidad”. Donde colaboran la mitología hebrea, griega, náhua y tarasca y afirma que su poesía es ante todo una mitología viva, que deviene en las contra-
Ramón Martínez Ocaranza y José Revueltas en su casa de México.
dicciones de nuestro tiempo. Una poética mitológica que procede de Sor Juana, pero a la que agrega la mitología náhua y tarasca, dotada de un metafórico sentido político. A propósito de las mitologías, como me recomendó leer El libro de los muertos de los egipcios, una tarde le confesé que en su Elegía de los triángulos navegaban símbolos, jeroglíficos y dioses egipcios. Una travesía por las pirámides y las aguas sagradas con la que estuvo de acuerdo y que sólo puedo trazar aquí. Si el tiempo anochece, los triángulos se encargan de purificar nuestra frágil geometría. Todos agua, desembocamos en los ríos. Somos acuáticos desde el nacimiento hasta el líquido final, cuando perdemos el timón en el desierto y Anubis, el dios perro, como en la mitología tarasca, nos ayudan a cruzar el río de la muerte. Lo cantan los ríos, las piedras ancestrales y el poeta Ramón: “Los cánticos del Ser / de puras nubes; / y / de / ríos”.
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SÁBADO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Cuando los cocodrilos acechan, los corazones flotan en el plumoso fiel de Thot, y penetran en el disco amaranto de una losa funeraria. Y los sarcófagos suplican y confiesan en la heliópolis: que no naufragaron barcas, ni comieron arrebatos o empañaron el agua. En sus pensamientos sobre lo bello y sus formas, Hegel reconoció a los egipcios como los inventores de la inmortalidad. Por la muerte y sus ríos, Ramón descubre que la poesía imposible infla sus velas y cruza el estanque incandescente del submundo, más frágil que la música de arpas entonada por el aire. Como Osiris, escribano y poeta, Ramón hace de la muerte, una acuática: “Los ríos reconocen / que la nostalgia / tiene / morados cementerios”. Cuando las almas arañan las paredes del tiempo, Hathar les da a las barcas a probar el sabor de la muerte, antes de que se incendie su sed. Ramón y José Revueltas nos enseñan que el luto humano boga sobre un ataúd, a través de aguas mortuorias. Y Ramón rasga el firmamento con sus triángulos y nos viste con linos radiantes para que no seamos devorados por la nada, hasta que las apátzikuas prometan el infinito en cada río. Hay un libro de los muertos en cada laberinto, una Esfinge en cada triángulo, una Estatua de Memnón en cada sol, para que los gritos de la muerte no inunden los pasadizos, para que el horror no se congele sobre las losas enlamadas, para que los muertos tengan tiempo de lavar sus manchas en el Nilo. Acompañado de Anubis, el perro sacerdote y juez, Ramón entrega las serpientes al fuego incinerado, y embalsama a la muerte en los templos. Porque la muerte tiene sus lunas y sus ríos, porque... “Nadie mejor que el mar sabe los nombres / de nuestros / muertos / cuando campanas y puñales; o como cuando gritan las espumas”. Y Pátzcuaro y el Nilo son pedazos de cielo que han caído, y que KurikuaAueri y Osiris interrumpieron el curso de las estrellas con su aliento y se hicieron amos del cosmos, el día que... “Quinientas lunas negras / murieron / en / el / agua”. Cuando la muerte nos guiña detrás de las cicatrices de nuestro escritorio, o nos volvemos sombra y la piel resbala por el cuerpo, Ramón saca todos los jeroglíficos de su cerebro y de su corazón, para llevarnos a navegar hasta el ocaso, donde Nut amamanta al universo y Ra brilla, cual escarabajo de Jaspera: “Del cempoalxóchitl / salen / crepúsculos dormidos”. Por su travesía de los triángulos, Ramón recoge con Thait las lágrimas de los pantanos de Nubia, cuando la necrópolis esconde las canalladas de las noches insomnes, cuando las pirámides se bañan de sangre y en una sola lágrima de sistro puede ahogarse el mundo: “... cuando Tzinapécuaro / se / llena / de espejos / y / de tumbas”. En su travesía por los triángulos, Ramón rasga papiros, hasta que los jeroglíficos lloren por el sacrificio del otoño de 1968: “Porque en la noche de los Códices / tocan los muertos sus caracoles amarillos / para que dancen todas las tumbas de la tierra”. Ramón es el escriba que empuña un rayo por cuchillo, para partir guaruras, para escindir dolores y abismar penumbras. No quiere que nos perdamos en la noche de los sacrificios, en el laberinto de los Halcones, sino guiarnos hasta el firmamento, rodeados de apátzicuas y salmos: “Oremos por el tiempo de los itzcuintlis amarillos / y de los triángulos negros de los cascabeles; / para que los millones de otoños que han pasado / se llenen de amapolas”. Y aunque “Las casas de los profetas / fueron derribadas / para que sus versículos / no resonaran en los muros”, Ramón nos invita a salvarnos en el paraíso de la poesía.
Bodegón Limas, caja de dulce y recipientes, de Luis Meléndez.
LA LIMA
Cirios y pezones A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
F
ue el único habitante de ese paraje que cada verano yo concebía como un santuario distemporáneo. Don Gregorio, el anciano que cuidaba la finca que mi padre había adquirido para vacacionar, nos dijo que al menos gozaba de dos siglos de vida. Nunca le creí. Me parecía que antes que el cielo fuera azul, ya había retoñado entre los claroscuros de alguna Edad Media. Era un árbol de limas. Muchos jóvenes morirán sin probar sus frutos. Imponente en su soledad y en sus cimientes. Se erigía perturbador de entre el tepetate y un montón de canteras de una antigua casona de Santa María de los Altos. Parecía la revancha del Barroco sobre el Neoclásico. Su naturaleza arquitectónica era como el grito de un Inmortal de Borges. De un tronco prieto, de apariencia ahumada, con sutiles vetas verticales trasparentadas en castaño, el limonero se extendía en ramales abigarrados hasta construir una frondosa catedral. De sus ansiosas cepas se desprendían las ovales hojas que entreveradas con el cielo, y el vértigo de mi entelequia, se configuraron como vitrales de un sueño gótico. Bajo esas bóvedas, mi juventud fue ungida espontáneamente por los influjos de la kundalini, la energía sexual que se trasmuta en ardor creativo. Y extasiado en el aroma de sus flores blancas, que se acopiaban como cirios, recé plegarias para convertirme en un hombre del Renacimiento. A sus vírgenes invoqué y se me revelaron en dulces pezones que desafortunadamente no supe saborear. Así fue que a sus pies dejé poesías inmaduras y esculturas nonatas. El árbol tropical, con ascendencia asiática, no sólo sobrevivió a las frías alturas de una villa veraniega en Valladolid, la antigua Morelia. Se regodeó por crecer de entre las ruinas, por florecer celestialmente, por fructificar voluptuosamente. En cambio, mi juventud se quedó enterrada a sus pies, infértil, inmadura… infructuosa. Es así que vidas amparadas bajo un buen árbol
no siempre llegan a florecer. Y es que no se trata, precisamente, de estar a la sombra sino de aprehender a comer y beber apropiadamente del fruto apropiado. Los árboles de lima, a través de las centurias, se han adaptado a muchos climas y terrenos del mundo, desde el Himalaya hasta Iberia. Son especies que florecen y fructifican casi todo el año a partir del invierno. Pueden progresar con mucha o poco agua, extrayendo gran cantidad de nutrientes para luego ofrendar frutos con propiedades rejuvenecedoras y tranquilizantes. Muchos árboles de lima llegan a ser los más generosos huertos de traspatio. Suelen tener un carácter abnegado e íntimo. Al mismo tiempo viven con lo mínimo y entregan una cantidad prodigiosa de frutos. Una lima que se aclimata a una morada nunca deja de entregarse con su fragante e icónica sensualidad. La lima dulce o lima chichona, también conocida como limón de Roma, se distingue por su extremo en forma de pezón, por ser un cítrico de poca astringencia, suma frescura y reconfortante dulzura. Eso depende…
LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO ¿Comer una lima? puede ser… así como el arte puede ser para todos pero no todos son para el arte. Puede ser dulce o agria, según que parte de ella se prefiera. Para extraerle placer hay que abrirla con tacto, suavidad, paciencia. Sin encajar las uñas. Primero se presiona lentamente el pezón hasta que se desprende revelando su perfume. El resto de la piel se retira comedida y extensamente. Al desnudarla, la lima se abre por la mitad para dejar expuestos sus gajos. Se desprenden cada uno de ellos, para luego estirar y romper meridionalmente la malla que los contiene. Al final, las medias se retiran totalmente y se dejan solos los pequeños lóbulos interiores. Listos para disfrutarse absolutamente.
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Sherlock reloaded EL TERCER OJO :: El célebre detective inglés creado por sir Arthur Conan Doyle hace 127 años regresa en una miniserie de la BBC trasladada a nuestra época. Benedict Cumberbatch encarna al detective más famoso de la literatura en una divertida adaptación llena de humor intrínsecamente británico. POR SYLVAIN PROVILLARD sprovillard@hotmail.com
E
l libro The Universal Sherlock Holmes, publicado en 1995, compila una lista de 25 mil obras y productos relacionados con el famoso personaje. Éstos incluyen juegos de mesa y videojuegos, comics, canciones, obras radiofónicas y teatrales, películas y series: se acuerdan seguramente de las dos recientes películas sherlockianas de Guy Ritchie, estrenadas en 2009 y 2011, con Robert Downey Jr. y Jude Law. En 2012, o sea dos años después de la primera temporada de Sherlock, CBS estrenó una serie titulada Elementary, ambientada en Nueva York en nuestros días; la BBC puso una demanda al canal estadounidense por plagio, la cual no resultó, ya que los personajes creados por Doyle pertenecen al dominio público. Después de tantas versiones, la pregunta sigue siendo la misma al momento del estreno de una enésima adaptación: ¿por qué otra? Parece que la sobredosis no existe cuando se trata de seguir las aventuras del detective domiciliado en el número 221B de Baker Street. Sin duda, el inagotable éxito de Sherlock Holmes se debe a la sutileza de la trama de las cuatro novelas y 56 relatos de Doyle, y también a las numerosas facetas de este fascinante personaje: detective asesor, violinista emérito, excelente apicultor, temible boxeador, experto en química y medicina forense, y especialista en el arte del disfraz y disimulo. Sin duda Sherlock hará reaccionar a los puristas de las novelas del escritor escocés: este detective del siglo XXI no fuma la pipa -ya que se prohíbe toda imagen de personajes fumando en producciones televisivas- sino que cubre su cuerpo de parches de nicotina, una forma moderna e irónica de burlarse de la censura. Al igual que el Holmes original, su alter ego moderno recurre a todas las herramientas tecnológicas que tiene a su disposición: GPS, mensajes de texto e Internet. Lo más apasionante y divertido de este nuevo Sherlock es su personalidad: es el más flemático
de todos los ingleses, es frío y arrogante como pocos, y su inteligencia es fuera de lo común. Básicamente, es una mezcla entre el Mentalista, el doctor House (ambos personajes de influencia sherlockiana) y Sheldon de The big bang theory. Holmes comparte con este último la imposibilidad de relacionarse con la gente de forma natural: el personaje, con síntomas de síndrome de Asperger, se describe a él mismo como “un sociópata altamente funcional”. Este Sherlock moderno suscita en el espectador una sensación que oscila entre fascinación y rechazo, entre amor y odio. El actor que lo protagoniza declaró: “Hay una gran carga que recibo por interpretarlo, por el volumen de las palabras en su cabeza y la velocidad de su pensamiento... Realmente tienes que hacer las conexiones increíblemente rápido. Él va un paso por delante de la audiencia, y de los que están a su alrededor con inteligencia normal. Ellos no pueden entender muy bien a dónde lo lleva su mente”. Sherlock dio a conocer a Benedict Cumberbatch al mundo entero. Antes de la serie, este actor de teatro solo había actuado en papeles secundarios (Expiación, deseo y pecado, Amazing grace), y después pudo lucirse con los directores más destacados: con Spielberg en Caballo de guerra, con McQueen en 12 años esclavo y con Peter Jackson en El hobbit, donde presta su voz al Nigromante. Para completar el dueto más famoso de la literatura policiaca, los productores eligieron a Martin Freeman en el papel del doctor Watson. El amigo, cronista y compañero de departamento de Sherlock es alguien de confianza, que, si bien no tiene su inteligencia, está lejos de ser tonto. El original regresaba de la Segunda Guerra Angloafgana, mientras que el moderno vuelve del actual conflicto en ese mismo país. Como Sherlock, Watson es adicto a las aventuras y al peligro; por lo tanto, por muy mal que lo trate, sigue siendo su
fiel acompañante. Martin Freeman, que se hizo famoso en Inglaterra con su papel en The office y en el mundo entero gracias a su interpretación del hobbit Bilbo Bolsón, ganó los premios BAFTA y Emmy de mejor actor de reparto por su impecable interpretación de John Watson. Sherlock cuenta con tres temporadas de tres capítulos de hora y media, que se pueden ver de forma independiente, ya que cada una retoma, de manera libre, una historia original de Arthur Conan Doyle. El piloto Estudio en rosa se inspira en el Estudio en escarlata, y el episodio Escándalo en Belgravia, en el Escándalo en Bohemia. La cuarta temporada se encuentra actualmente en producción. Los creadores Steven Moffat y Mark Gatiss, también guionistas de la serie Doctor Who, mezclan a la perfección misterio, thriller y acción para ofrecer tramas fluidas, con un ritmo ameno y una estética visual elaborada. No sorprende entonces el presupuesto del primer episodio de 800 mil libras esterlinas, o sea 17 millones de nuestros pesos. En lo particular no soy fanático de las investigaciones policiacas ni del cine de aventuras, sin embargo, lo que me hizo disfrutar plenamente de la serie fueron sus sutiles e ingeniosos diálogos, llenos de wit, ese tipo de humor típicamente británico que designa una aptitud natural para usar palabras e ideas en una forma concisa e inventiva para crear humor. Sherlock: “¡Dios mío! ¿Cómo es dentro de sus pequeños cerebros raros? Debe ser tan aburrido”. Watson: “¿Por qué no lo he pensado antes?”. Sherlock: “Porque es un idiota… (Watson se ofende) No se ponga así. Prácticamente todo el mundo lo es”. Sherlock a Anderson: “No hable en voz alta. Está rebajando el cociente intelectual de toda la calle”. Estas réplicas nos muestran lo divertido que puede ser un personaje tan despreciable. Ver Sherlock es elemental, mis queridos lectores.
Diversas escenas de la serie protagonizada por Martin Freeman y Benedict Cumberbatch como Watson y Holmes.