[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 22DEMARZODE2014 |
100 años del mito
Festejo a Charlot ROBERTOPONCE PONCE||PAG. PAG.22 ROBERTO
¿En verdad necesitamos del ajedrez? MANUELLÓPEZMICHELONE|PAG.3
Contemporáneos: La insoportable soledad y el vacío GASPARAGUILERADÍAZ|PAG.4
Ates. El auténtico postre ALASAZÓNNETZAHUALCÓYOTLÁVALOS ROSAS | PAG. 5
El regreso de Phillip Marlowe FORMASBREVESJAIMEMARTÍNEZOCHOA| PAG. 6
Resnais, moderno hasta la muerte ELTERCEROJOSYLVAINPROVILLARD| PAG. 7
Intravesía CREACIÓNEDUARDOSAAVEDRO|PAG.8
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Charlot, el mito Se cumplen 100 años del personaje de Charles Chaplin PORROBERTOPONCE
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ue hace una centuria cuando surgió el sensacional personaje de vagabundo bautizado como Charlot, creado en 1914 por el célebre cómico judeoinglés Charles Spencer Chaplin (Londres, 16 de abril de 1889-Vevey, 25 de diciembre de 1977) para la película Ganándose el pan. Charlot fue presentado durante esa época del cine mudo en una comedia de la productora Keystone intitulada Carreras sofocantes, el 7 de febrero de 1914. Sin embargo, Chaplin había diseñado el atuendo del personaje para otra película producida días antes, aunque estrenada poco después de la ya citada Ganándose el pan, el 9 de febrero de 1914: Extraños dilemas de Mabel. Chaplin recordó en My Autobiography, escrita en 1967 (Historia de mi vida, dos tomos. Instituto Cubano de Artes y Ciencias Cinematográficas, La Habana, 1974): “No tenía idea qué maquillaje ponerme. Me disgustaba mi personaje como reportero (en Charlot periodista). Sin embargo en el camino al guardarropa pensé en usar pantalones bombachos, zapatotes, bastón y un sombrero de hongo. Quería que todo fuera contradictorio: los pantalones holgados, el saco estrecho, el sombrero pequeño y los zapatos anchos. Estaba indeciso entre parecer joven o mayor, pero recordando que (el productor Mark) Sennett quería que pareciera una persona de mucha más edad, agregué un pequeño bigote que, pensé, aumentaría más edad sin ocultar mi expresión. No tenía ninguna idea del personaje, pero tan pronto estuve preparado, el maquillaje y las ropas me hicieron sentir el personaje, comencé a conocerlo y cuando subí al escenario Charlot ya había nacido por completo.” En su autobiografía, Chaplin (quien solía escribir sus propias tonadas para sus cintas, como la famosa Candilejas) recordaría muchos encuentros con notables artistas, acuñando pensamientos peculiares como: “Me gustan los amigos como me gusta la música, cuando estoy de humor para ello.”
La pasión de Chaplin y Stravinski En el capítulo XXV del segundo tomo, Chaplin relata una experiencia particular durante los años de la filmación de El gran dictador (1940), de donde hemos extraído algunos fragmentos recordando el lado humano del inolvidable Charlot: “Los escritores son personas gratas, pero no muy generosas. Rara vez comparten con los demás lo que saben; la mayoría de ellos guardan su sabiduría entre las tapas de sus libros. Los sabios pueden ser una compañía excelente, pero su simple presencia en un convivio nos paraliza mentalmente a los demás. Los pintores son molestos, porque la mayoría de ellos pretenden hacernos creer que somos filósofos, más que pintores.
No hay nada tan cálido y conmovedor como la contemplación de una orquesta sinfónica. Las luces románticas de sus atriles, la afinación y el repentino silencio cuando el director hace su entrada, dan una impresión de armonía social y colaboración.
“Los poetas pertenecen indudablemente a una clase superior e incidentalmente son agradables, tolerantes y excelentes compañeros. Pero creo que en su conjunto los músicos son más gratos de tratar. No hay nada tan cálido y conmovedor como la contemplación de una orquesta sinfónica. Las luces románticas de sus atriles, la afinación y el repentino silencio cuando el director hace su entrada, dan una impresión de armonía social y colaboración.” Evocó entonces cuando durante una cena en su casa, los comensales discutían acerca de la terrible situación del mundo y sobre cómo las guerras provocarían un renacer espiritual, y el pianista ucraniano Vladimir Horowitz (Kiev, 1903-Nueva York, 1989) se puso de pie, diciendo: “–Esta conversación me ha despertado el deseo de tocar piano. “Naturalmente, nadie puso ninguna objeción y él interpretó la Sonata número 2 de Schumann. Dudo que se haya vuelto a ejecutar tan bien. Justamente antes de la guerra cené en su casa con su mujer, que era la hija de Arturo Toscanini (director italiano). Serguéi Rachmaninov y (Sir John) Barbirolli estaban también presentes… Alguien sacó el tema de la religión y yo confesé que no era creyente. Rachmaninov interrumpió enseguida: “–Pero ¿cómo puede usted tener arte sin religión? “Por un momento me quedé apabullado. “–No creo que estemos hablando de la misma cosa –repliqué—. Mi concepto de la religión es la creencia en un dogma, y el arte es un sentimiento, más que una creencia. “–También la religión –contestó. “Después de aquello preferí callarme. “Mientras estábamos cenando, Igor Stravinski sugirió que deberíamos hacer
una película juntos. Yo inventé un argumento. Debía ser surrealista, dije; un night club decadente, con mesas alrededor de la pista de baile, y en cada mesa grupos y parejas representando los placeres del mundo: en una mesa la avaricia, en otra la hipocresía, en otra la crueldad. En la pista se representa La pasión de Jesús, y mientras se lleva a cabo la crucifixión del Salvador, los grupos de las diferentes mesas la miran con indiferencia: unos encargan la cena, otros hablan de negocios, y tampoco se preocupan gran cosa de los demás. El gentío, los sumos pontífices y los fariseos alzan los puños ante la cruz, gritando: “‘¡Si eres el hijo de Dios, desciende y sálvate a ti mismo!’. “En una mesa cercana, un grupo de hombres de negocios está hablando con animación de una transacción importante. Uno chupa nerviosamente su cigarrillo, mirando hacia el Salvador y echándole el humo, sin darse cuenta, hacia su dirección. En otra mesa, un hombre de negocios y su mujer están sentados estudiando el menú. Ella levanta la vista; luego, nerviosamente, pone su silla de espaldas adonde se está representando el espectáculo. “–No puedo comprender por qué viene la gente aquí –dice, molesta—, resulta deprimente. “–Es una buena distracción –dice el hombre de negocios—. El local estaba en quiebra, hasta que montaron este espectáculo. Ahora ya no tiene pérdidas. “–Esto me parece sacrílego –dice su mujer. “–Hace mucho bien –afirma el hombre— . La gente que no ha estado nunca en una iglesia viene aquí y aprende la historia del cristianismo. “A medida que el espectáculo avanza, un borracho, que está bajo la influencia
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del alcohol, se encuentra en un plano diferente: está sentado solo y empieza a llorar, gritando: “–¡Mirad! Lo están crucificando… ¡y a nadie le importa! “Se tambalea sobre sus pies y alarga sus brazos, suplicante, hacia la cruz. La mujer de un sacerdote, que está sentada cerca, se queja del maître, y sacan de allí al borracho que sigue llorando y profiriendo reproches: “–¡Mirad! ¡A nadie le importa! ¡Bonita pandilla de cristianos sois todos vosotros! “–¿Comprende usted? –le dije a Stravinski—. Lo echan porque está echando a perder el espectáculo. “Expliqué que de representar La Pasión de Jesús en la pista de baile de un night club era para demostrar lo cínico y superficial en que se ha convertido el mundo, al tiempo que profesa el cristianismo. La cara del maestro adquirió un aspecto muy serio: “–¡Pero si eso es un sacrilegio…! –exclamó. Me quedé bastante asombrado y un tanto confuso. “–¿Sí? –dije–. No tenía intención de que lo fuera. Creí que era una crítica eficaz de la actitud del mundo hacia el cristianismo. Quizá como he ido contando la historia según se me iba ocurriendo, no me he expresado en una forma lo suficientemente clara.” Charles Chaplin concluyó aquella anécdota con el siguiente comentario en Historia de mi vida (páginas 252-255): “Y así fue desechado el tema. Pero varias semanas después, Stravinski me escribió; deseaba saber si seguía yo considerando la idea de hacer juntos una película. Sin embargo, mi entusiasmo se había enfriado y yo ya estaba entusiasmado en hacer otra película por mi propia cuenta…” El compositor y conductor de orquesta ruso Igor Fiodorovich Stravinski falleció el 6 de abril de 1971 en Nueva York, a la edad de 89 años (ver también: http:// shirtofflame.blogspot.mx/2011/03/passion-play-chaplin-and-stravinsky.html).
¿En verdad necesitamos del ajedrez? ARTÍCULO :: MANUEL LÓPEZ MICHELONE
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ace tiempo salió una nota que decía que Manuel León Hoyos y Luis Ibarra Chami dejaban su participación en el ajedrez competitivo y dedicarían ahora su tiempo a una carrera universitaria. Por suerte, ambos decidieron continuar con el ajedrez, como parte importante en sus vidas, pero esto da a una reflexión: Algunos le echan la culpa al sistema lamentable de la Federación Mexicana de Ajedrez (Fenamac), que no promueve que surjan nuevas promesas. No hay entrenador nacional siquiera. Esa figura —si existe— ya la desapareció Raúl Hernández, el presidente de ese organismo. Y ojo, que ser el entrenador nacional implicaría cierto nivel el cual —considerando que ya tenemos media docena de grandes maestros— requeriría al menos un nivel similar. Pero independientemente de esto, no existe la mínima planeación para que la Fenamac otorgue becas -vía el CDOM o el COM o la institución que sea la responsable- para que jugadores con talento puedan dedicarse exclusivamente al juego ciencia. Si hubiese becas decorosas, digamos 10 mil pesos por mes, amén de viáticos a ciertos torneos y acceso a jugadores de alto nivel para poder ser entrenados, estas promesas podrían de pronto estar en el ámbito internacional con éxito. Quienes diesen esas becas bien podrían poner sus condiciones, las cuales deberían estar adecuadas al nivel de esfuerzo que se hace para dotar de recursos a los jugadores prometedores. Así, sería ridículo pedirles que llegasen a campeones mundiales, pero quizás podría exigírseles que lograsen un rating determinado en un tiempo razonable. Yo entiendo que la competencia en ajedrez cada día es más difícil, pero evidentemente si se trazan metas, si se planea, si se trabaja con inteligencia, se pueden tener resultados. De hecho, León e Ibarra son la muestra de que la idea original de la Escuela de Alto Rendimiento de Yucatán fue una medida que promovió el ajedrez en la península y, de Yucatán, tenemos una buena cantidad de jugadores que de alguna manera fueron incitados a participar en el ajedrez gracias al Torneo Carlos Torre y a otras competencias locales en esa zona del país. Llevó tiempo, pero es claro que dos de nuestras mejores cartas en el ajedrez internacional son yucatecas y no creo que sea coincidencia. Así pues, no se trata de que a los jugadores prometedores se le den recursos y después
que “le hagan como puedan o quieran”. No funcionan así las cosas. Se necesita repito, planeación, trabajo y organización. Eso no se ve en la federación mexicana. Ahora bien, el hecho de que decidan dedicar sus esfuerzos ahora a la escuela, en lugar del ajedrez, no es algo que deba ni reprochárseles o aplaudírseles. En mi opinión el ajedrez merece todo el tiempo y dedicación del mundo. Como Botvinnik decía, “tenemos muchos violinistas profesionales y el ajedrez no es menos importante que la música” (palabras más, palabras menos). El problema con el juego ciencia es la percepción que se tiene de él. Mucha gente cree que quienes juegan ajedrez son unos vagos y por ello no se le da el valor que realmente merece nuestro juego. Lo mismo puede decirse de quienes escriben o pintan. ¿A poco necesitamos escritores que escriban novelas? Finalmente en una novela se tratan temas que salen muchas veces de la imaginación de los escritores. ¿Los necesitamos? O los pintores, ¿de verdad lo que plasman en sus obras pictóricas es necesario en nuestras sociedades? En ambos casos yo creo que sí. Los novelistas, los pintores, los ajedrecistas, los artistas todos son importantes en las sociedades. El ajedrez es algo más que un juego, una recreación. Es una actividad lúdica sin duda, pero para poderla ejercitar en su máximo nivel se tienen que dedicar muchos años e incluso, nacer con un talento especial que es lo que hace destacar a algunos pocos de la mayoría, además de trabajar y estudiar mucho, muchísimo tiempo. Quizás por su gran complejidad el ajedrez es sin duda una actividad que puede obsesionar. Y en ese sentido, qué mejor que obsesionarse por un arte tan fantástico en lugar de caer en las trivialidades del mundo moderno, en la superficialidad en la que estamos -valga la curiosa expresión- sumergidos. Como alguna vez escribió Stefan Zweig en El jugador de ajedrez: “Es un pensamiento que no conduce a ninguna parte, una matemática que no establece nada, un arte que no deja tras sí obra alguna, una arquitectura sin materia, y a pesar de ello el ajedrez ha demostrado ser más duradero, a su manera, que los libros o cualquier otra clase de monumento. Este juego único pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y nadie puede saber de él, qué divinidad la regaló a la tierra para matar el tedio, aguzar el espíritu y estimular el alma.”
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La insoportable soledad y el vacío RESEÑA ::PORGASPARAGUILERADÍAZ Vendrá la muerte Y tendrá tus ojos… Cesare Pavese
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os nueve poetas que formaron parte del célebre grupo Contemporáneos dan su versión propia y única de la muerte en cada uno de sus textos. Esta antología, preparada con dedicación y entusias-mo por Gisela Barajas, le permite al lector aproximarse a uno de los temas clásicos de la literatura universal y que siempre aparece en las grandes obras de la poesía y la narrativa. Los poemas seleccionados de Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Carlos Pellicer, Enrique González Rojo, Gilberto Owen y Jaime Torres Bodet le han ayudado a Gisela Barajas de manera personal a remontar la dura cuesta de la ausencia, pero, sobre todo, a hacer una selección minuciosa y muy representativa de los textos de este grupo de escritores e intelectuales cuyas obras y actitudes fueron tan polémicas, pero al mismo tiempo trascendentes en la poesía contemporánea. Poetas que abrevaron en la obra de autores como Novalis, Blake, Rimbaud, Baudelaire e ingleses como D.H. Lawrence y otros poetas románticos alemanes, o bien españoles y latinoamericanos como Cernuda, García Lorca, Rafael Alberti, Pablo Neruda, y como lo afirmó el propio Paz, “gracias a los poetas de Contemporáneos penetra en nuestra poesía el mundo de los sueños, las misteriosas correspondencias de Baudelaire, las analogías de Nerval, la inmensa libertad de espíritu de Blake.” Como bien lo señaló José Joaquín Blanco en Crónica de la poesía mexicana (1982): La poesía mexicana no ha tenido su siglo de oro, pero sí su década: los años 30 de este siglo con autores como Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Salvador Novo, Gilberto Owen, por señalar sólo algunos, que publicaron durante esta década muchas de sus mejores obras. Esta etapa dominada por Contemporáneos, asistió también a momentos claves de otros autores ajenos a este grupo como José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Nellie Campobello, Martín Luis Guzmán, Rodolfo Usigli, Juan José Tablada, Julio Torri y Juan de la Cabada. El movimiento musical con Silvestre Revueltas, Carlos Chávez, Manuel M. Ponce; el pictórico con José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo. En esa década, además, se dieron a conocer poetas como Octavio Paz, Efraín Huerta y, poco después, Alí Chumacero.
La sensación de vacío, de lejanía y de esa especie de estremecimiento ante este hecho inevitable que es la desaparición física de los seres cercanos nos da muestra, por otra parte, de la fragilidad del ser humano y de ese terrible desorden que es la muerte. Se inicia esta antología con uno de los poemas más sorprendentes por su misterio e intensidad: “Nocturno en que nada se oye”, de
Xavier Villaurrutia (1903-1950). (…) Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro cae mi voz y mi voz que madura y mi voz quemadura y mi bosque madura y mi voz quema dura como el hielo de vidrio como el grito de hielo aquí en el caracol de la oreja el latido de un mar en el que no sé nada en el que no sé nada porque he dejado pies y brazos en la orilla siento caer fuera de mí la red de mis nervios mas huye todo como el pez que se da cuenta hasta siento en el pulso de mis sienes muda telegrafía a la que nadie responde porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.
Del poeta tabasqueño José Gorostiza (19011973) se incluye un fragmento de su célebre “Muerte sin fin”, donde el poeta logra una intensa y profunda reflexión filosófica, sobre la muerte: Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por una cita inasible que me ahoga, mentido acaso por su radiante atmósfera de luces que oculta mi conciencia derramada, mis alas rotas en esquirlas de aire, mi torpe andar a tientas por el lodo; lleno de mí –ahíto- me descubro en la imagen atónita del agua, que tan sólo es un tumbo inmarcesible, un desplome de ángeles caídos a la delicia intacta de su peso, que nada tiene sino la cara en blanco hundida a medias, ya, como una risa agónica, en las tenues holandas de la nube y en los funestos cánticos del mar –más resabio de sal o albor de cúmulo que sola prisa de acosada espuma. No obstante –oh paradoja– constreñida por el rigor del vaso que la aclara, el agua toma forma.
De Jorge Cuesta, originario de Veracruz (1903-1942) su poema más conocido fue “Canto a un Dios mineral”, que manifiesta su actitud y su obsesión por los temas relacionados con la ciencia, la muerte, el paso del tiempo, y cierto pesimismo, sobresalió en el grupo de los Contemporáneos también por sus interesantes ensayos que fueron publica-
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ATES Xavier Villaurrutia.
dos en 1964 por la UNAM : Fundido me soñé al placer que aflora, pero vive sin mí, pues brilla y pasa: su prisa de quemarse me retrasa y me substrae a lo que en mí devora. Desprendido de mí quien se enamora y en su fuego absorbió la vida escasa, soy el residuo estéril de su brasa y me gana la muerte desde ahora. Lo que me pasa por mí no es igualado y repuesto después de que aparece; su ausencia sólo soy que permanece. Oh, muerte, ociosa para lo pasado tu sombra es vasta y la ocasión y el nido del defecto que soy de lo que he sido.
Cierran esta antología textos de Jaime Torres Bodet (1903-1974), quien publicó poesía, novela, cuento, ensayos, estudios de crítica literaria, discursos y memorias. En el poema “Continuidad” se entrelazan el sentimiento de la muerte en un contraste impresionante, donde la vida es el mejor escudo contra el desapego de la muerte. No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra -donde una parte de tu ser reposaSepultaron los hombres, no te encierra; Porque yo soy tu verdadera fosa. Dentro de esta inquietud del alma ansiosa que me diste al nacer, sigues en guerra contra la insaciedad del alma ansiosa y que desde la cuna nos destierra. Vives en lo que pienso, en lo que digo, y con vida tan honda que no hay centro, hora y lugar en que no estés conmigo; pues te clavó la muerte tan adentro del corazón filial con que te abrigo Que, mientras más me busco, más te encuentro.
El diseño del artista visual Ramón Merino acompaña este material que será de gran utilidad para los estudiosos de la literatura, la filosofía, la tanatología y la cultura mexicana. Esta compilación de Gisela Barajas López concluye un ciclo importante y fértil en el quehacer académico y de gestora cultural y literaria que se inicia desde hace más de treinta años como profesora del área de literatura y que seguramente continuará aportando más materiales como éste.
El auténtico postre A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
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a cultura novohispana es dada a la arrogancia. Desde México hasta Argentina es costumbre colarse milagritos; andar presumiendo supremacías a la menor provocación. Tal osadía se prodiga en cada pueblo, provincia o ciudad, según sea el caso o, para el caso es lo mismo. Así encontramos, por doquier, el callejón más romántico, los inventores de la paleta de chicharrón, o la cuna internacional de la corunda. Me refiero a una sarta de estupideces que generalmente no sirven para nada, descontando la guía especializada del turista ñoño. Cuando todos presumen ser especiales, entonces todos dejan de serlo. Y, cuando hay necesidad de etiquetar una tradición seguramente se escurre por la coladera. Los ates ha sido un hábito en Morelia, aunque no sólo aquí: en Oaxaca existe el guayabate de panela; en Guanajuato, hace años se cocina el membrillate; con dátiles, se prepara en Baja California Sur. En Durango y Sonora se deleitan con la cajeta. Es exactamente lo mismo. Y, allende nuestras fronteras: Argentina, Colombia y Cuba son algunos países donde hacen lo propio. El caso es que ahora se decretó al ate moreliano como “marca de origen”. El anuncio se hizo con bombo y platillo. En tiempos en que las marcas, denominaciones y dimes y diretes están a pedir de boca, nada impide que los japoneses produzcan tequila con otro nombre ni que el queso “tipo manchego” se elabore más en la Región Lagunera antes que en algún lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, como quién dice -¿qué hace la diferencia?Todo se produce industrialmente y sin valores agregados, bueno, excepto: harinas y azúcar refinadas, aditivos y colorantes artificiales para sustituir productos auténticos. En fin, ya podemos vanagloriarnos de ser la ciudad más productora de ates del “mundo mundial”. El prestigio se gana. Nadie cuestiona a los chocolates ni a los chocolateros suizos. Según me contó la abuela, el ate es originario del medio oriente. Su nombre proviene del Catalán condoyat que derivó en el castellano condoñate, que de cualquier forma significa pasta de membrillo. Este postre se popularizó en una época en que se integraron armoniosamente: judíos, árabes y católicos; lenguas, literatura, tradiciones, alquimia y cocina; frutos y frutas. Era la Edad Media. Así que el ate nos viene de España, primero de los franciscanos, domésticamente, y luego de las mon-
jas dominicas que lo vendían para hacerse de recursos para caridad. El refinamiento que alcanzaron en su confección, las hermanas del Convento de Las Rosas en Morelia, lo convirtió en un manjar de alta demanda entre los Nobles de cualquier comarca. Su autenticidad radica en la concentración de sabor, lo que le vale el apodo de carne de membrillo. Al degustarse parece se hubiera magnificado una fruta altamente mineral y vitamínica, pero que al natural resulta de un gusto amargo y áspero. La también llamada cydonia es propicia. Contiene, en mayor cantidad, el gel que da consistencia al producto. Se llama pectina. Su beneficio es relevante. Limpia el tracto digestivo al absorber y empujar toxinas. Ya entrada en gastos, trapea el exceso de colesterol. Finalmente, hace que todo salga bien. El ingrediente complementario es el endulzante. Desafortunadamente, ahora se utiliza azúcar refinada; antaño, eran piloncillos los que aportaban carbohidratos sin tanto bombardeo químico para el consumidor. Es por eso que la composición auténtica del ate (pectina y otros sacáridos) lo hacen un dulce ideal, porque el postre, estimados lectores y lectoras, tiene la función de brindar energía extra al templo humano, justo cuando procesa alimentos. De esta forma, el ate no sólo nos mantiene alertas después de comer, también hace que fluya suavemente la digestión mientras proporciona un gusto de textura tersa, permanencia afrutada y evocaciones orientales.
LANOTA,LARECETA,OELREMEDIO
Se hierven los membrillos hasta una textura suave que permita pasarlos por un cedazo y obtener solo la pulpa. Se incluye la misma cantidad de piloncillo o endulzante alternativo que de pasta de fruta. Se cocina a fuego lento, en un cazo de cobre, sin dejar de batir con una pala de madera. Queda listo cuando la masa se uniforma y despega fácilmente de las superficies. El contenido (cuidado: es altamente ardiente) se vuelca en un molde y se deja reposar tres días antes de separar, lateralmente, con ayuda de un cuchillo. Nota: aunque sean de otras frutas, los ates deben llevar una base de al menos 70% de pulpa de membrillo o de su alternativa mexicana, el tejocote; en caso contrario, es necesario incluir ácidos y pectinas industrializadas para que cuajen. El diablo está en los detalles.
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El regreso de Phillip Marlow FORMASBREVES ::ReseñaaLarubiadelosojosnegros negros,deBenjaminBlack,editadaporAlfaguara.PORJAIMEMARTÍNEZOCHOAjmochoa4@hotmail.com
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Los herederos de Raymond Chandler deciden contratar a un escritor para que escriba una novela en la que reaparezca el melancólico y sombrío detective Philip Marlow, tan dado a enamorarse de rubias fatales poco dadas a las buenas maneras. La idea no es novedosa: varios herederos de escritores lo han hecho, casi siempre por razones más pecuniarias que artísticas. En el caso Chandler hay una diferencia: el escritor elegido es un peso pesado de las letras: John Banville, transmutado en Benjamín Black.
2 El irlandés John Banville se ha labrado un buen prestigio gracias a afortunadas novelas en las que el estilo es su principal atributo. Las suyas son novelas lentas, con poca trama, donde la belleza de la escritura brilla con fuerza propia, más allá de las incidencias de los personajes. Eclipe, El mar, Luz antigua, son obras brillantes, surgidas de la pluma de un gran estilista, en las que se cuentan tristes historias sobre el arte de enamorarse o el miedo a la locura y la muerte. Pero a este Banville que también ejerce de crítico literario un día el New York Times le pide que escriba una novela policiaca por entregas. Banville acepta el reto. El resultado es El secreto de Christine, escrita bajo el seudónimo de Benjamin Black. A esta novela le siguen otras novelas y ahora es normal que en un mismo año aparezcan obras tanto de Banville como Black.
3 Las razones por las que los herederos de Chandler eligieron a Banville parecen evidentes. Banville, transmutado en Black, es un narrador eficiente de historias detectivescas, quizá uno de los más importantes en la actualidad. No es que en sus novelas brille la pluma de Banville; por el contrario, Black es ágil, eficiente y trabaja la trama con la misma fidelidad que el otro trabaja el estilo. ¿Se trata de un simple pasatiempo?, ¿de un desdoble artístico? Banville lo ha dicho: Como Banville soy un escritor tortuoso e insatisfecho; con Black, soy feliz. Y se nota: las novelas de Banville son piezas de orfebrería, lentas, serenas, maduras. Las de Black triunfan por su apego a las reglas de la novela negra, tan estrictas como poemas o cifras matemáticas.
de ironía y humor negro.
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¿Y cuál es el resultado de Black-Banville transmutado en Chandler? Es una novela, llamada La rubia de ojos negros, en circulación en librerías hace unas semanas. De entrada, se trata de algo fantástico, cuyos alcances todavía no podemos medir. La rubia no es una novela al uso, en la que un seguidor de Chandler imita el estilo del maestro para contar, casi de manera fiel, una historia que habría escrito el mismo estadounidense. No es, pues, que Black se haya querido poner en los zapatos de Chandler. Es, por el contrario, un Chandler en su plenitud creativa, el mismo que nos deslumbró con la serie sobre Marlow, que incluye siete novelas y dos cuentos. Mismos trucos, misma delicadeza, mismas expresiones. Y Marlow, el grandioso detective chandleriano, mantiene intactos sus tics y sus manías, esa manera de ir por la vida con pies de plomo, dejando entrever una ternura salpicada de altas dosis
John Banville, transmutado en Benjamín Black.
Pero la novela no sería nada si se limitara a imitar el estilo de Chandler y los tics de Marlow. En este caso, se podría haber contratado a un escritor menos dado al estilo y más afecto a la trama. Pero La Rubia... es un artefacto poderoso y de gran calidad, que mantiene la tensión del lector desde el inicio hasta el fin. También aquí encontramos a un rubia bella y misteriosa que tiene un encargo para el melancólico detective; encontramos sospechas, alcohol a raudales, asesinos desalmados, policías antipáticos, familias riquísima y, sobre todo, una ciudad, Los Ángeles, descrita con todo el amor y odio de que es capaz uno de sus habitantes. Encontramos también viejos personajes chandlerianos, entre ellos quizá uno de los más perfectos, Terry Lennox.
6 Sin duda, Banville-Black sale bien librado del
reto. Su Marlow es convincente al grado de parecerse a su antecesor, pero lo suficientemente autónomo como para que el ejercicio no sea una vil parodia. Sentimental y triste, tierno y enamorado en otros, furioso y escéptico. En sus cinco sentidos y alcoholizado o crudo; apaleado o con sus fuerzas intactas, volvemos a encontrar aquí al Marlow irónico, duro con los duros y distante con los irónicos y más enamorado que nunca, pero con un amor que sabe fracasado. Aparece también más humano y frágil, con la soledad mellando sus días de hombre soltero, eternamente fascinado por mujeres que sólo le utilizarán, y tan afecto a la ley como a la bebida.
7 Lo chandlerianos podemos estar de plácemes. La rubia de ojos negros es una gran novela y, sospechamos, el inicio de una saga marlowiana que auguramos igual de exitosa que la de Chandler, en un juego de espejos y dobles que habría admirado el mismo Borges.
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Resnais, moderno hasta la muerte ELTERCEROJO::Alolargodesus70añosdecarreracinematográfica,AlainResnaissiemprefueundirectorcuriosoyvanguardista.EldirectorfrancésdeNocheyniebla, HiroshimamiamoryElañopasadoenMarienbadmurióelprimerodemarzoalos91años.PORSYLVAINPROVILLARDsprovillard@hotmail.com
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os semanas antes de fallecer, Alain Resnais ganó el premio Alfred Bauer con su última obra, Amar, beber y cantar. Este galardón del Festival de Berlín recompensa a una película que abre nuevas perspectivas en el arte cinematográfico o brinda una visión estética novedosa y singular. Parece sorprendente otorgar tal honor a un director nonagenario, sin embargo se entiende perfectamente al observar la modernidad de su filmografía. Así era Resnais: un explorador del arte, un pionero inagotable, siempre buscando formas de renovar su cine, inspirándose en las demás artes, entre ellas la literatura, el teatro, la música, la pintura e, incluso, las historietas. Después de Smoking/No Smoking y Asuntos privados en lugares públicos, su último largometraje es la tercera adaptación que Resnais hace de una obra de teatro del inglés Alan Ayckbourne, la cual describe la vida de actores que se enteran que uno de sus amigos está a punto de morir. Amar, beber y cantar se desarrolla en escenarios de cartón dibujado, que son a la vez realistas y teatralizados. A Resnais siempre le gustaba deconstruir el medio cinematográfico, usar y mostrar al espectador el lado artificial de este arte. “Me gusta, en el cine, aun en un documental, sentir que estoy en el cine, que la actuación y los escenarios sean visibles, que no se parezca a la vida. [...] Estoy satisfecho si los espectadores entienden que no están viendo cinéma vérité (cine de realidad), sino que están frente a actores maquillados que han aprendido su texto”. Tal era la visión que tenía el realizador del cine desde que empezó a dirigir sus primeros cortometrajes en los años 1940. En 1961, François Truffaut lo explicaba así: ”Creo que hay dos tipos de cine: la rama Lumière y la rama Delluc. Lumière inventó el cine para filmar la naturaleza de las acciones. Delluc, que era un novelista, pensó que podíamos utilizar esta invención para filmar ideas, o acciones que tienen un significado diferente al que es evidente, para finalmente echar el ojo a las demás artes. La rama Lumière: Griffith, Chaplin, Stroheim, Flaherty, Gance, Vigo, Renoir, Rossellini, Godard. La rama Delluc: Epstein, L’Herbier, Feyder, Grémillon, Huston, Astruc, Antonioni, Resnais. Para los primeros, el cine es un espectáculo, para los segundos es un lenguaje”.
Gérard Depardieu en Mi tîo de América y Smoking-No smoking. Resnais con su esposa, la actriz Sabine Azéma.
El lenguaje de Alain Resnais, junto a la artificialidad de su puesta en escena, provee a sus actores nuevas formas de trabajo y perspectivas actorales anticonformistas. “Lo que siempre busco en mis filmes, es un lenguaje de teatro, un diálogo musical que invita a los actores a alejarse de un realismo cotidiano y acercarse a una actuación desfasada”, explicaba el francés, considerado como un excelente director de actores. Resnais solía entregar a cada uno la biografía de su personaje, esperando luego que ellos lo sorprendieran al momento de rodar. Tres de sus actores predilectos, con los cuales trabajó durante más de tres décadas, ganaron un César al interpretar uno de sus personajes: André Dussolier, Pierre Arditi y Sabine Azéma, su esposa en la vida real. En cuanto a recompensas, el realizador galo no se queda atrás. Su vanguardismo le llevó a ganar un Oscar, un BAFTA, un León de Oro y otro de Plata en Venecia, un Oso de Plata en Berlín, un Gran Premio del Jurado y un Premio Excepcional en Cannes. Los primeros cortos de Resnais en los años 40 fueron documentales con temas heterogéneos: el arte de Van Gogh, la guerra civil española con Guernica, y Noche y niebla, primer filme de referencia sobre los campos de exterminio nazis. Rodado en 1955, este cortometraje presenta imágenes de archivo en blanco y negro intercaladas con tomas en color de los vestigios de los campos. El título hace referencia a la política de exterminación de todos los oponentes reales o sospechosos del Tercer Reich, que debían desaparecer en la discreción más absoluta, en la noche y en la niebla. Este es el primer filme que enseña la monstruosidad de las imágenes rodadas por los propios nazis y pretende así luchar contra el negacionismo y un posible regreso
Escena de El año pasado en Marienbad. A la derecha, Hiroshima mi amor.
del antisemitismo, el racismo y cualquier forma de totalitarismo en Europa. En muchos de sus aspectos, la muerte ha sido uno de los temas predilectos del incansable director. El filósofo Gilles Deleuze había perfectamente entendido la obsesión del cineasta: “Resnais solamente tiene una temática: el hombre que vuelve de los muertos”. La mayoría de sus cintas presentan la refundación de un mundo después de una catástrofe, como en Hiroshima mi amor. Incluso fantasmas se vuelven personajes, como en el desconocido filme de ciencia-ficción Te amo, te amo. Incluso Muerte al amor asocia la noción del amor absoluto con la desaparición del ser querido. ¿Cómo vivir con una impactante experiencia en la memoria, sino volviéndose un fantasma? Para contestar esta pregunta, Resnais prefirió, en sus últimas obras, jugar con la muerte y ofrecer filmes con tonos aparentemente más ligeros. Al lado de Chris Marker y Agnès Varda, Alain Resnais fue una de las figuras importantes del Nouveau cinéma, así llamado por analogía al Nouveau roman, corriente que buscaba crear una nueva forma de narrar en cada novela. Resnais adaptó dos de éstas: Hiroshima mi amor de Marguerite Duras y El año pasado en Marienbad de Alain Robbe-Grillet. El Nouveau cinéma, movimiento contemporáneo a la Nueva Ola y también parisino, reivindica la naturaleza artificial y formal del séptimo arte. Se consideraba como un artesano, un experimentador que prefiere el campo del imaginario al de la realidad. Alain Resnais declaró: “No trato de imitar la realidad. Si imito algo, es el imaginario. Estaría contento si se dijera de mis películas que son documentales sobre el imaginario”. En todo caso, sus obras han quedado grabadas en el nuestro.
8|LETRAS~CAMBIODEMICHOACAN
SÁBADO22DEMARZODE2014
CREACIÓN
Intravesía Eduardo Saavedra