[ Letras ] DE CAMBIO
SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 23 DE ENERO DE 2016 |
Cherán El pueblo que espantó al miedo / 1 POR THELMA GÓMEZ DURÁN | PAG. 2
La increíble vida de Hedy Lamarr
Literatura light y hábitos de lectura
POR NICHOLAS BERBER | PAG. 5
POR CARLOS HIGUERA | PAG. 6
La rueda POR AMPARO DÁVILA | PAG. 7
Anturios POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS | PAG. 8
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Cherán El pueblo que espantó al miedo / 1 POR THELMA GÓMEZ DURÁN
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se viernes aún no amanecía. Rosario se envolvió con su rebozo, se reunió con otras mujeres y plantó su cuerpo pequeño, robusto, en medio del camino que lleva al bosque, un bosque que se convertía en desierto por culpa de los hombres que a diario pasaban frente a sus casas con camiones llenos de árboles masacrados. Rosario y sus compañeras esperaron el primer camión. El hombre que conducía ni siquiera pisó el freno al mirarlas. Ellas lo detuvieron a pedradas, con las piedras que encontraron al lado del camino. Un muchacho tocó las campanas de la iglesia centenaria conocida como El Calvario. Lo que se escuchó no era el sonido fúnebre que anuncia la muerte de un vecino, tampoco el repiqueteo lento que llama a misa. Esa mañana, los habitantes de la comunidad indígena de Cherán oyeron el toque desesperado que alerta cuando existe un peligro. Era el mismo que una semana antes escucharon cuando se quemó una casa y muchos salieron para apagar el fuego que se les adelantó y mató a dos niños. También se escuchó el estruendo de
uno, dos, tres cohetones. La gente despertó y comprendió que algo andaba mal en su pueblo. Ese día, decidieron recuperar el sentido de la palabra Cherán, que en purépecha es un verbo y significa “asustar”. El viernes 15 de abril de 2011, esta comunidad comenzó a espantar al miedo. *** En un cuarto habitado por una mesa, un Jesucristo y la Biblia, Rosario recuerda lo que vivió el día en que Cherán empezó su lucha por recuperar la paz robada por quienes, sin disimulo, saqueaban sus bosques, extorsionaban, asesinaban y desaparecían a su gente desde, por lo menos, tres años atrás. —Éramos como quince señoras. Faltaba poco para las cinco de la mañana. Nosotras, nerviosas, empezamos a atajar los carros que bajaban. Quién sabe de dónde salieron, pero llegaron puros jovencitos a apoyarnos. Cuando se escucharon las campanadas se juntó más y más gente. Unos tiraban piedras y otros las arrimaban. Lo
bueno fue que el pueblo respondió. No nos dejaron solas. Rosario habla quedito. Como muchos de sus vecinos, recibe al visitante con una invitación que, en ocasiones, suena como orden: “¡siéntese a comer!” La miro y me pregunto qué fue lo que ella y sus vecinas vivieron para que ese viernes de abril explotaran, para que su voz de arrullo se convirtiera en un grito de exigencia, para que decidieran “levantarse”. ¿Qué vivieron para aventurarse a enfrentar a los talamontes, a expulsar a la policía, al presidente municipal y a los partidos políticos? ¿Qué los llevó a prender el fuego y fraguar una nueva forma de gobierno? ¿Qué fue lo que pasó para que se rebelaran en una tierra controlada por narcotraficantes? *** En el mapa de México, el municipio indígena de Cherán está en la meseta purépecha de Michoacán, el estado donde nació y se extendió como hiedra La Familia, grupo dedicado al tráfico de drogas, la extorsión y otros delitos. El estado donde Felipe
JUAN JOSÉ ESTRADA SERAFÍN / CUARTOSCURO
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Calderón —días después de llegar a la presidencia el 1 de diciembre de 2006— empezó su “guerra contra el narcotráfico” que en menos de seis años dejó más de 60 mil muertos. A Cherán se le encuentra entre las ciudades de Uruapan y Morelia. La primera inauguró en septiembre de 2006 —con cinco cabezas humanas arrojadas a una pista de baile— las escenas de horror y violencia que, desde entonces, golpearon a México. La segunda, capital del estado, se estremeció en septiembre de 2008 con el estallido de dos granadas en su centro histórico, justo el día de la Independencia. Para llegar a Cherán es preciso adentrarse a una región de bosques y lagos, cruzar pequeños pueblos indígenas habitados por campesinos y carpinteros. Desde el 15 de abril de 2011, el visitante sabe que está en Cherán cuando se topa con una barricada construida con costales de arena, vigilada por hombres armados. Un letrero da la bienvenida: “Prohibido introducir bebidas embriagantes, portar o difundir propaganda de partidos políticos, utilizar vehículos con cristales polarizados…” Es un pueblo grande, con calles angostas y casas de dos pisos. Sus 13 mil habitantes viven del campo, la albañilería, la fabricación de muebles y juguetes de madera, la venta de blusas bordadas, pero sobre todo, del dinero que envían los 7 mil migrantes que viven en Estados Unidos. Aquí, las mujeres son quienes conservan la vestimenta purépecha: rebozo de franjas azules y negras, blusas bordadas y arracadas de oro, un símbolo de linaje indígena. En esta comunidad, el miedo comenzó a crecer a finales del 2007, cuando el priista Roberto Bautista Chapina —nacido aquí, pero criado en Uruapan— ganó las elecciones para presidente municipal. En este lugar cuentan que llegó a la alcaldía porque hizo tratos con los líderes de la tala ilegal que también controlan la siembra, producción y venta de drogas en la región. El pago por su triunfo político, dicen, fueron los árboles del cerro San Miguel: 20 mil hectáreas de bosque que desaparecieron en dos años; casi el 70% de los bosques del pueblo. A Roberto Bautista también le achacan la muerte del maestro Leopoldo Juárez, su principal crítico y líder local del PRD. Juárez inauguró la lista de 15 asesinados y cinco desaparecidos que Cherán sumó entre 2008 y julio del 2011. Años en los que el país multiplicó el número de muertos, desaparecidos, masacres, fosas clandestinas y desplazados. Es cierto que la llegada de Bautista aceleró la tala ilegal y desató la violencia en Cherán, pero las cosas no marchaban bien desde años atrás. Antes de Bautista ya existían diferencias por la tala clandestina y porque aquellos que dirigían los bienes comunales se afiliaron a partidos políticos, no rendían cuentas sobre el aserradero y la resinera comunal. Para muchos ya no era un secreto que en las zonas altas de los montes existían cultivos de marihuana y laboratorios de drogas sintéticas. *** La preocupación por lo que pasaba en Cherán creció en 2008. En las esquinas se veía a jóvenes consumiendo drogas, “y eso antes no se miraba aquí”, dice María, mujer a la que le faltan dientes, pero le sobra energía cuando hace tortillas. Cuando anochecía, sólo algunos cuantos se atrevían a caminar por el pueblo. Sólo en el interior
JUAN JOSÉ ESTRADA SERAFÍN / CUARTOSCURO
José recuerda que antes de que dieran las diez de la mañana, desde una azotea, los jóvenes miraron cómo entraban al pueblo varias camionetas con hombres encapuchados y armados
de las casas, se comentaban las noticias: al dueño de los abarrotes Estrada, lo secuestraron. Al comunero Tirzo Madrigal, lo desaparecieron. A las mujeres que venden en el tianguis ya les pidieron “la cuota”, dizque para darles seguridad. A la par, la gente preguntaba: ¿quiénes son esos que se pasean, con música a todo volumen, en camionetas y autos de lujo? —Cuando reclamábamos al presidente municipal, nos decía: “déjenlos, no se metan en problemas. Ellos andan bien armados”. Varias veces fuimos a denunciar a Morelia, pero nadie nos hacía caso —cuenta María. Los pobladores añoraban los tiempos en que no se robaban nada, que no se oía de asesinatos ni desapariciones. Tiempos en los que subían al bosque a recolectar leña, resina, hongos y plantas para curarse o hacer té. —Las mujeres decíamos: “¿cómo le vamos a hacer? No podemos seguir así” — recuerda Rosario. A ellas se les ocurrió escribir un mensaje. Con ayuda de sus hijos, hicieron unos 300 volantes. El 13 de abril, las esquinas de Cherán amanecieron con papelitos regados. Her” Al pueblo de Cherán se hace una invitación para que reflexiones de las cosas que están sucediendo, y que las autoridades no hacen nada, no se preocupan por defender los bosques, por lo que se te pide: organízate en tu calle, colonia o barrio, para defender el ojo de agua de la ‘cofradía’ ya que es uno de los manantiales que abastece una parte de Cherán. Este escrito no pertenece a ningún partido político, se hace porque da tristeza de cómo están quedando los cerros, sabemos que los árboles son los que retienen el agua de las lluvias. Ya Basta”. Meses antes, algunos hombres intentaron detener a los talamontes: hicieron zanjas para cerrar el paso al bosque y convocaron a organizarse para enfrentarlos. Pocos respondieron. El desánimo creció cuando hombres armados entraron al pueblo y se llevaron a Rafael García y Armando Jerónimo, integrantes del comisariado de bienes comunales.
Las mujeres decidieron que ellas lo intentarían. “Pensamos que por ser mujeres, no nos harían nada”, dice Rosario. Por las dudas, compraron cohetones. Acordaron que el domingo subirían al monte. Los planes se adelantaron cuando vieron que ya no existían los árboles centenarios que rodeaban el manantial de La Cofradía. —Los manantiales son sagrados, porque representan vida. Nosotros los cuidábamos, los protegíamos. Y esos hombres que bajaban noche y día con sus carros bien cargados de troncos, que no respetaban nada, destruyeron esa parte sagrada. Dijimos eso sí ya no —recuerda Rosario. *** A José le gustan los pantalones pegados y las camisetas negras. Tiene 21 años. Cuando ese viernes de abril escuchó el repiqueteo desesperado de las campanas corrió hacia El Calvario; pensó que se quemaba una casa. —Miré a las señoras y a puros chavalos enfrentando a los talamontes. No lo pensé dos veces, me uní. Agarramos a uno, después a otros dos. En total agarramos a cinco y quemamos sus camionetas… Yo les había agarrado coraje, porque ahí donde vivo los veía pasar diario con los carros llenos de madera. Si te les ponías, te amenazaban. José recuerda que antes de que dieran las diez de la mañana, desde una azotea, los jóvenes miraron cómo entraban al pueblo varias camionetas con hombres encapuchados y armados, escoltados por los policías municipales. —Venían a rescatar a los talamontes. Traían sus cuernotes de chivo. Con piedras y cohetes los atajamos antes de que avanzaran. No lograron subir porque aventamos un cohete y le dio a uno de ellos. Nosotros pensamos que murió. Antes de irse volvieron a disparar y le dieron a uno de los nuestros —recuerda José. Ernesto, de 28 años, perdió la vista del ojo derecho y la movilidad de su brazo. *** En la plaza de El Calvario, los habitantes
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se reunieron alrededor de los cinco talamontes. —¡Mátenlos, mátenlos! —No. En Cherán no somos asesinos — gritó una mujer. —¿Quién los manda? ¿Quién es su jefe? Los detenidos hablaron. Sus palabras confirmaron algunas sospechas. Dijeron que por cada carro de madera pagaban “una cuota” de mil pesos. Que el líder era Cuitláhuac Hernández, El Güero, hombre originario de Rancho Morelos. El mismo que comenzó su historia negra robando ganado, que se ganó la simpatía de varios porque asaltaba camiones y repartía el botín entre los habitantes de los empobrecidos ranchos de la meseta purépecha. En unos cuantos años, la fama de Cuitláhuac Hernández creció al adherirse a La Familia. Al dividirse este grupo y formarse la organización Los Caballeros Templarios, él se unió a ellos y tomó más fuerza. Los talamontes detenidos aseguraron que con El Güero trabajaban hombres de San Lorenzo, Santa Cruz Tanaco, Capácuaro, Rancho Casimiro, Rancho Cerecito y Rancho Morelos. También algunos habitantes de Cherán. Explicaron la ruta del tráfico ilegal de madera en la región: los árboles llegan a los aserraderos de Tanaco y San Lorenzo. Ahí se convierten en tablones y salen para ser vendidos en Guadalajara o San Luis Potosí. La confesión de los talamontes llevó a la gente a desconocer al alcalde, a correr a los policías y llamar al Ejército. Los soldados les respondieron que no tenían una orden para ir y cuando la tuvieron se instalaron a las afueras del pueblo. No duraron ni una semana. Se fueron después de que los cheranenses entregaron a los cinco hombres que tuvieron retenidos en El Calvario. La gente los entregó a funcionarios estatales porque un grupo armado secuestró a cinco nativos de Cherán que viajaban a Zamora. Amenazaron con matarlos si el pueblo no entregaba a los talamontes. *** “¿Qué hacemos? Aquellos van a regresar”, decían las mujeres la tarde del viernes 15. Algunos propusieron desempolvar el método de defensa que hace décadas utilizaron sus abuelos: atrincherarse. Construyeron barricadas en las entradas del pueblo. Los hombres montaron guardia. Las mujeres prepararon comida, café y té. Los jóvenes juntaron piedras, llenaron botellas con gasolina y vigilaron desde las azoteas más altas. Por la noche, se prendió la primera fogata en El Calvario. A la siguiente noche, en esquinas cercanas, se prendieron dos más y luego otras y otras. En los cuatro barrios, en todos los cruces de dos calles, se prendió el fuego. Ciento noventa y cuatro fogatas iluminaron las noches de Cherán durante nueve meses. En cuanto se metía el sol, la gente prendía la madera, preparaba comida y se sentaba alrededor de los leños ardientes para compartir tortillas, pan, plática y anhelos. Para los purépechas reunirse alrededor del fuego es parte de la vida misma. En sus casas, la fogata ocupa el centro de la cocina. Es alrededor de ella que la familia comparte alegrías y tristezas. Es frente al dios fuego, el Tata Juriata, que se discuten los problemas y se buscan soluciones. En Cherán, los leños se sacaron de la cocina para prenderse en las calles. Entre cenizas y humo se reencontró la comuni-
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Al calor de la fogata, la gente de Cherán desempolvó formas de organización comunitaria que fueron arrinconadas cuando los partidos políticos aumentaron su presencia. Se revivió el “rondín comunitario” que dejó de existir a finales de los años ochenta dad. Las fogatas se convirtieron en símbolo de resistencia, de unión y en la base de organización de la comunidad. —Las fogatas sirvieron para cuidarnos y conocernos. Ya hasta parecíamos una sola familia de tanto que estábamos ahí — recuerda Rosario. Al calor de la fogata, la gente de Cherán desempolvó formas de organización comunitaria que fueron arrinconadas cuando los partidos políticos aumentaron su presencia. Se revivió el “rondín comunitario” que dejó de existir a finales de los años ochenta, cuenta David, un abogado veinteañero. Para formar el rondín, cada barrio eligió a 25 hombres nacidos en Cherán y mayores de 16 años. Desde abril de 2011 se les mira trepados, cargando su R-15 o AK-47 —que pertenecían a la Policía Municipal o que la gente donó— en la parte trasera de las camionetas que también eran de la Policía Municipal. Son los encargados de la seguridad del pueblo, de recorrer las calles y hacer guardias en las barricadas. *** La primera vez que visité Cherán fue un domingo de junio de 2011. Llegué en la caravana que organizó el Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad para llevar víveres al pueblo que, para entonces, llevaba dos meses atrincherado. No entraban camiones repartidores de productos. Las escuelas estaban cerradas y sólo unos cuantos pobladores se atrevían a ir más allá de los límites del pueblo. Tenían razones para no salir. A las pocas semanas de haberse atrincherado, encontraron volantes en los que se ofrecían 10 mil pesos a quien entregara a un cheranense a La Familia. Después
recibieron una amenaza parecida, pero firmada por Los Zetas. Aquel domingo que Cherán recibió a la caravana, llovía con discreción. Las mujeres prepararon la comida que sirven cuando hay fiesta: corundas y churipo. Los niños, con la mitad de la cara cubierta con un paliacate, recibieron a los fuereños con carteles que decían: “Justicia para los bosques”, “Justicia para los asesinados y desaparecidos”, “Queremos vivir sin angustias y temores”. Ese día conocí a Antonia, historiadora de 33 años, pantalones de mezclilla, tenis y rebozo. La encontré haciendo tortillas en la fogata donde todas las noches se reunía con sus vecinos. “Desde el 15 de abril estamos rescatando la Jarojpikua”, me dijo. En purépecha, Jarojpikua significa “ayudarse unos a otros”. Gracias a una beca para estudiantes indígenas, Antonia estudió la maestría en España y Estados Unidos. Conocer otras tierras no la alejó de Cherán. —Mi familia me enseñó a tener un fuerte sentido de comunidad, un compromiso con mi pueblo. Mi pueblo es mi casa. Y uno siempre cuida su casa. Lo mismo le inculcaron a Salvador, a David, a Guadalupe, a Pedro, a Ignacio, a Clara… Son abogados, biólogos, arquitectos, ingenieros, maestros. Como Antonia, se sentaron alrededor de las fogatas para fraguar el futuro de su pueblo con padres, abuelos, hermanos y vecinos. Los nombres de algunas personas que aparecen en esta historia fueron cambiados a petición de ellas mismas. Del libro Entre las cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte. Este libro puede ser descargado gratuitamente en www.surplusediciones.org y www.periodistasdeapie.org.mx/libros/ ©2012, de la coordinación de este libro Marcela Turati, Daniela Rea. © 2012, de los textos Alberto Nájar, Daniela Pastrana, Daniela Rea Gómez, Elia Baltazar, John Gibler, Luis Guillermo Hernández, Lydiette Carrión, Marcela Turati, Thelma Gómez Durán, Vanessa Job. ©2012, del prólogo Cristina Rivera Garza. ©2012, de la edición, sur+ ediciones.
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La increíble vida de Hedy Lamarr ARTÍCULO :: Del primer orgasmo en cine a pionera de la telefonía celular. POR NICHOLAS BARBER*
L
a vida de Hedy Lamarr fue verdaderamente digna de una película de Hollywood. Es una historia bastante común. Un editor publica un libro escabroso sobre la vida amorosa de una estrella de Hollywood. Y luego la estrella lo lleva a los tribunales. Pero en un aspecto clave, el caso de Hedy Lamarr contra Macfadden-Bartell fue maravillosamente inusual: el libro que la llevó a demandarlo fue su propia autobiografía. Habiendo sido calificada como “la mujer más bella del mundo” en las décadas de 1930 y 1940, Lamarr esperaba que sus memorias, escritas por otro, revivirían su carrera en 1966, pero cuando leyó el texto acabado de Ecstasy and me (Éxtasis y yo), lo calificó de “ficticio, falso, vulgar, escandaloso, difamatorio y obsceno”. Pero el juez sentenció en su contra, la publicación siguió su curso, y Lamarr recibió un tipo de publicidad que no quería. Los lectores se enteraron de cómo ella y su tercer marido, John Loder, intentaron superar el récord que les había contado un conocido de hacer el amor 19 veces durante un fin de semana. Se enteraron también de cómo otra de las parejas de Lamarr contrató a un equipo de escultores y artistas de maquillaje para hacer una muñeca sexual de goma idéntica a ella en todo detalle. También se enteraron de cómo cuando Lamarr era adolescente apareció en un drama romántico checo-austriaco, titulado Ecstasy (Éxtasis), en 1933, y se convirtió en la primera actriz de la historia en fingir un orgasmo en una película. Pero lo que las memorias no decían sobre Lamarr fue aún más llamativo.
Genio de la tecnología En el libro no se menciona, pero durante la Segunda Guerra Mundial, Lamarr desarrolló un sistema de torpedos guiado por radio, y la tecnología de espectro ensanchado que potenció se utilizaría un día en teléfonos celulares y conexiones wi-fi. Incluso sin material ficticio, falso ni difamatorio, la biografía de la actriz austriaca es más llamativa que la de casi cualquier otra estrella de Hollywood. Nacida en 1914, Hedwig Kiesler pasó una infancia cómoda en Viena. Su institutriz le enseñó alemán, francés e italiano y su padre, un hombre de negocios suizo, le enseñó ingeniería, pero Kiesler estaba demasiado convencida de ser actriz para seguir esa línea educativa. Con 15 años empezó a faltar a la escuela, y consiguió un trabajo como secretaria de guiones de estudio de cine. Esto la llevó a trabajar de extra, y con 18 años interpretó el papel controversial en la película Ecstasy, de Gustav Machaty. Kiesler interpretó a una joven novia llamada Eva. Tras darse un bañó liberador desnuda, se encuentra con un robusto ingeniero (llamado Adam, por supuesto) y experimenta todos los placeres que su marido, impotente, no puede darle. En un plano de cerca,
Hedy Lamarr y su provocativa escena.
Eva jadea, echa la cabeza hacia atrás y se agarra del pelo. Queda claro lo que se está mostrando, algo que nunca se había mostrado en la gran pantalla antes. La película fue denunciada por el Papa Pío XI, y Kiesler fue etiquetada de The Ecstasy Girl (“La chica del éxtasis”).
De Mussolini a las películas Uno de sus muchos fans fue Friedrich Mandl, un fabricante de armas y el tercer hombre más rico de Austria. Tras un compromiso de ocho semanas, él y Kiesler se casaron y ella, que todavía era una adolescente, fue escoltada hacia una vida de opulencia. Pero Kiesler se sintió “ahogada hasta la muerte por el lujo”. Obsesivamente celoso, Mandl intentó comprar y destrozar todas las impresiones de Ecstasy, y se negó a dejarla visitar a sus amigos, o ir al teatro. El único papel que le permitió tener fue el de mujer trofeo, sentada decorativamente en la mesa mientras él hablaba de armas con sus poderosos invitados, entre ellos Mussolini. Hay varios relatos contradictorios sobre
el final del matrimonio: el más dramático sitúa a Kiesler drogando a su sirvienta con pastillas para dormir, poniéndose su uniforme y largándose a París disfrazada. Lo que no está en discusión es que dejó a Mandl en 1937, y que en 1938, con el nuevo nombre de Hedy Lamarr, apareció en una película de Hollywood, Algiers. El público y los críticos se quedaron estupefactos. “Es joven, vital y segura de que va a ser una sensación”, escribió un crítico. “Uno no se da cuenta de si sabe actuar, ¡es tan bella!”.
Una diosa de porcelana Nunca hubo ninguna duda sobre esto. No solo era Lamarr una diosa de piel de porcelana y pelo rojo, sino que también tenía un acento exótico, un pasado titilante y, pronto, también una cola de apuestos maridos y prometidos. Para las audiencias de la Gran Depresión, era una fantasía hecha carne, y para los columnistas de chismes, era un sueño. Pero las películas nunca estuvieron muy
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a la altura del mito. Los éxitos de Lamarr incluyeron Boom Town, con Clark Gable y Spencer Tray, My favourite spy con Bob Hope, y Samson y Delilah, de Cecil B DeMille, la película más taquillera de 1949. Sin embargo, hubo más desaciertos que éxitos, y la actuación de Lamarr podía ser poco natural y distante, como si su mente estuviera en otras cosas. Y quizás lo estaba. Su afición era inventar, y mientras otras estrellas de Hollywood estaban en fiestas, Lamarr se quedaba en casa, jugueteando con un diseño para un semáforo, o experimentando con una pastilla soluble. Su idea más revolucionaria fue una que, ella esperaba, ayudaría a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial. Con la información valiosa sobre armas que había obtenido en las cenas organizadas por Mandl, inventó un concepto de sistema de “cambio de frecuencias”: para evitar que los enemigos interfirieran con las señales de radio entre un avión y un torpedo guiado, sus comunicaciones saltarían simultáneamente a nuevas frecuencias.
Su idea más revolucionaria fue una que, ella esperaba, ayudaría a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial Trabajando con George Antheil, el compositor vanguardista, Lamarr registró una patente en 1942, pero su invento fue rechazado por la Armada de Estados Unidos. Simplemente era algo muy adelantado a su tiempo.
Reconocimiento tardío Décadas después, ella y el mundo aprendieron que sus inventos habían sido incorporados en la tecnología de los celulares, y en 1966, cuatro años antes de su muerte a los 85 años, la Electronic Frontier Foundation (una organización que defiende los derechos en el mundo digital) la honró a ella y a Antheil con su Premio a los pioneros. Pero no fue un consuelo para alguien que había pasado a ser conocida como solitaria amargada. Después de que su estrella se extinguiera en Hollywood, se retiró a Florida, y llegó a los titulares por cosas como robar en las tiendas, o cuando se hizo una cirugía plástica ruinosa, o cuando publicó, y luego repudió, su propia autobiografía. Algunos fans la ven como una víctima de los prejuicios sexistas: una mujer demasiado atractiva como para ser tomada en serio como actriz o como inventora. Ella misma potenció esta interpretación. Su cara, escribió, “me causó tragedias y dolor de corazón durante cinco décadas. Mi cara es una máscara que no puedo quitarme: siempre tendré que vivir con ella. La maldigo”. Pero esta narrativa la sitúa como alguien débil y pasivo, mientras que ella en realidad tomó control de su destino una y otra vez, ya fuese escapando de una escuela suiza o de un marido tirano. En Hollywood, peleó por los papeles que quería, instruyendo a su agente para que llamase a DeMille, o empujando a Orson Welles a contratarla como Lady Macbeth. No solo tenía el genio de la invención, sino en el de la reinvención. * © BBC
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Literatura light y hábitos de lectura ARTÍCULO :: POR CARLOS HIGUERA
H
ace unos años era impensable que los destinos que regían las sociedades estuvieran disueltos y tipificados como trending topic, el simulacro descrito por Boudrillard como “la simulación corresponde al cortocircuito de la realidad y su reduplicación a través de signos” (palabra abusada, malversada y gastada por nuestros políticos mexicanos y miopes de la doxa de los noticieros) va de la mano con la sabiduría Facebook que a través de frases resaltan cualquier autor, filósofo y pensador que abundan en la tan nutrida red. La literatura no es un caso aparte de la era del hiperconsumidor que queda enganchado a la literatura “light”, consulta foros y blogs, asistiendo sin darse cuenta al recorte del fenómeno de ventas. Por ejemplo Cincuenta sombras de Grey sigue viviendo sus momentos de éxito en la cultura de lo efímero en el top best sellers en Latinoamérica publicados por los grandes sellos que cada día le apuestan a bloggeros y farándula de la cultura del espectáculo, productos que ya tienen seguidores y buscan extender otro minuto más la fama. After, novela de Anna Todd (1989), publicada por entregas y gratuita en línea para una plataforma llamada wattpad, escrita como si estuviera conversando en línea sin revisión previa, se convierte en un fenómeno de superventas. El brasileño Paulo Coelho reporta más de 150 millones de copias vendidas en Latinoamérica, en México aún se vende
como pan caliente y las ideas new age acompañan su “filosofía de vida”. Según los últimos censos de lectura, nuestro país sigue ocupando el primer lugar en el consumo de libros de autoayuda. La educación sentimental de nuestro país está trazada por los tantos años de hegemonía Televisa y su espectacular derroche de “romanticismo”. Por otra parte y según los índices de lectura en México suben a 2.8 libros anuales por persona (según cifras de Conaculta en 2015 es de 5.3, cifra no sabemos si está maquillada para la foto de los funcionarios); en Finlandia (como dato curioso mencionado en el suplemento español Babelia, cada finlandés lee una media de 47 libros al año (en España son 10). Es evidente que estos hábitos de lectura en nuestro país, nos dejan pensando –y se reflejan- en gran parte de las desigualdades económicas, simbólicas, educativas o en los Cien años de soledad como metáfora de nuestro abandono, se traducen a cada momento en opiniones repetidas en contra de manifestaciones, hartazgo de diversos grupos encajados en la vida de una felicidad paradójica reconfortante (otra vez Lipovestky), no sólo se hace evidente una destartalada cultura del hiperconsumo : literatura light y propedéutica de ética; reafirma un destino que también se convierte en juicio de valor -sobre la política, la cultura, y a final de cuentas: nuestro contexto- sea prematuro, vago, oscuro y desproporcionado acerca de nuestra propia realidad.
La literatura no es un caso aparte de la era del hiperconsumidor que queda enganchado a la literatura “light”, consulta foros y blogs
MOISÉS PABLO / CUARTOSCURO
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CREACIÓN
La rueda Amparo Dávila
A
l salir de Sanborns 1 de Niza, después de haber desayunado con una amiga mi acostumbrado jugo de naranja, café y tostadas con mantequilla, un sol tibio inundaba las calles. En mi reloj eran cerca de las nueve, y contaba aún con media hora antes de asistir a la cita con el señor Fernández. Decidí hacer un poco de tiempo mirando los aparadores. Me detuve frente a uno de la calle de Hamburgo que atrajo especialmente mi atención por unas preciosas bolsas de cocodrilo de excelente calidad y de modelos originales y novedosos, así carteras, cinturones, billeteras y otros muchos objetos de piel. En un espejo que se encontraba en interior de la tienda me vi reflejada, lo que aproveché para arreglarme un poco el cabello. Cuando me estaba retocando el peinado, llegó un joven y lo colocó a mi lado. Al sentir su mirada me di vuelta y lo contemplé frente a frente. Era un hombre joven, moreno. Un fuerte escalofrío me recorrió de pies a cabeza. No podía ser otra persona, nadie más, sino él. “¿E...res Mar...cos?” “Sí”, escuché; pero sus labios no se movieron al hablar. Presa de una indecible angustia y de un terror indescriptible, de ese terror que entra en la vida por las puertas del alma, comencé a caminar rumbo al despacho del señor Fernández. Hubiera querido correr, emprender una loca y desenfrenada carrera y perderlo de vista; pero un fuerte temblor se había apoderado de todo mi cuerpo, y mis piernas apenas lograban sostenerme. Mi corazón daba tumbos golpeando sordamente. De reojo, porque no me atrevía a verlo abiertamente, lo miraba caminar junto a mí, casi pegando su cuerpo al mío. De pronto, al atravesar la calle, el pavimento se agrietó y caímos los dos en un negro abismo, pero no nos precipitamos de golpe hacia las profundidades sino que descendíamos como dentro de un remolino o de una fuerza centrífuga que nos envolvía y nos jalaba hacia sus entrañas. Allí, juntos, atraídos por aquella fuerza arrolladora e irresistible, alcanzaba a ver a Marcos a través de la escasísima claridad que aún se filtraba de la superficie. A veces veía su cuerpo completo, desnudo, esbelto y hermoso como había sido; otras, la cabeza sola, o el cuerpo mutilado; después, sólo miembros sueltos, un brazo, una pierna, una mano, dedos crispados, los ojos, la boca distorsionada por una sonrisa sarcástica. “No, por Dios”, grité desesperada; es decir, grité dentro de mí, porque ya la voz no salía de la garganta y sólo el pensamiento nos comunicaba. “No, no quiero morir aún, déjame, tengo innumerables cosas por hacer, mi familia, mis amigos, todo lo que amo, tengo mucho, mucho que terminar en la vida, todo lo que me fue encomendado y debo cumplir antes de irme, no, no deseo, no quiero morir ahora, no estoy dispuesta todavía, déjame salir, volver a la superficie, a la luz, al sol que amo, a esas pequeñas cosas que se nos dan sin tributo, tú estás muerto desde hace tiempo ya no puedes hacer ni exigir nada, ya no tienes qué hacer aquí en la tierra, debes entenderlo, aléjate, aléjate de mí, vete al sitio que te corresponde, en donde debes estar, en donde descansarás con los que te precedieron, yo quiero vivir, vivir, hay sangre caliente corriendo por mis venas, hay tanto deseo, tantos deseos insatisfechos y dañando, exigiendo su realización, déjame seguir viviendo, por piedad, he salido hace tan poco tiempo del infierno, estoy aún en pleno purgatorio, tú lo sabes bien, no he sabido sino de torturas y dolores, angustia y soledad, antes de morir quiero conocer muchas cosas en las que he soñado siempre, países, mares, ruinas, sitios hermosos, todo lo que alimenta al
CUARTOSCURO
Y entre aquella negrura, porque la luz ya sólo era un recuerdo, yo sentía aquellos miembros fríos, desarticulados y como gelatinosos que se adherían a mi cuerpo como si fueran ventosas o sanguijuelas enloquecidas... espíritu, conocer también antes de morir un hombre verdadero, total, íntegro, un hombre en toda la extensión y sentido de la palabra, y no sólo fragmentos y despojos de seres humanos, aproximaciones o dolorosas caricaturas de un hombre con imágenes desleídas o terribles que desgarran el alma y las entrañas, conocer un hombre auténtico, sentir tú amor y gozarlo, comprobar que existe la ternura verdadera y sencilla, la tranquilidad, la paz del alma, la dicha burguesa y limitada de la mayoría de las gentes que van los sábados al cine y los domingos a comer al campo, quiero vivir, quiero ver otra vez el mar, el cielo, los ojos de mis niñas, no quiero, no quiero morir aún, déjame por Dios, déjame vivir...”. Y entre aquella negrura, porque la luz ya sólo era un recuerdo, yo sentía aquellos miembros fríos, desarticulados y como gelatinosos que se adherían a mi cuerpo como si fueran ventosas o sanguijuelas enloquecidas que trataban furiosamente de chuparme la vida, absorber mi ser, arrastrándome más abajo, más abajo, cada vez más abajo, sin apiadarse de mi desesperación, ni de los gritos que se transformaban en sordos ronquidos, o estertores, dentro de mi garganta. Entonces, sí, entonces, llegó desde muy lejos un largo timbre que cada vez iba aumentando en intensidad. Abrí los ojos y respiré honda, profundamente. Estaba empapada en sudor frío, mi corazón latía descompasado y la respiración era tan agitada como si hubiera corrido a través de la larga noche. “Las siete de la mañana, gracias a Dios son las siete de la mañana”, me oí decir de
manera casi automática, al tiempo en que experimentaba una gran alegría, la alegría de estar viva aún y no muerta, o camino hacia la muerte como en el terrible sueño recién terminado. Sí, era maravilloso el estar con vida a las siete de la mañana de un lunes de agosto y haber salido de aquel desquiciante sueño. —Buenos días, señora, aquí está su té —dijo Juana y me acercó la taza que tomaba siempre al despertar—; pero, ¿qué le pasa? Está muy pálida, ¿se siente mal? —No, estoy bien, sólo que tuve una pesadilla, una horrible pesadilla, pero gracias a Dios terminó. ¿Ha llamado alguien por teléfono? —La señorita Teresa llamó anoche, antes de que usted llegara, para recordarle que van a desayunar juntas. Tomé el té y me metí a la regadera. Con el agua aliente cedió la tensión de los músculos y, después de frotarme el cuerpo con mi colonia favorita, me sentí tan bien como si hubiera tenido un buen descanso. Me vestí y arreglé cuidadosamente pues tenía que ver a varias personas después de desayunar con mi amiga Teresa. El cielo estaba limpio, con un azul increíble cuando salí de casa, cerca de las ocho. Con gran desencanto, al sacar el automóvil me di cuenta que éste tenía una llanta completamente baja, “siempre tienen que suceder estas cosas cuando uno lleva prisa”, y me dispuse a buscar un taxi, bastante contrariada, sabiendo que a esa hora es casi un milagro encontrar uno. Teresa ya habría llegado, sin duda alguna, porque las dos gustábamos de la puntualidad. Como lo temía no logré conseguir ningún taxi y tuve que tomar dos camiones para llegar hasta Sanborns de Niza donde me esperaba mi amiga. Cuando por fin logré llegar ella ya había empezado a desayunar. Entraba a su trabajo a las nueve y sólo faltaba media hora. Me tranquilizó encontrarla comiendo tranquilamente, y comencé a contarle mis contratiempos. —Pero, ¿qué vas a desayunar ahora? —preguntó interrumpiendo mi relato y sonriéndose porque
8 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN
SÁBADO 23 DE ENERO DE 2016
de sobra sabía que nunca varío mi desayuno. —Lo mismo de siempre. —No cabe duda de que comes como un pajarito. Yo no me explico cómo puedes vivir y trabajar con esa alimentación — decía mientras devoraba sus huevos con tocino y frijoles refritos, y yo bebía lentamente mi café, después de haber tomado el jugo de naranja y untaba una tostada con mantequilla. —No me vas a creer si te cuento que Elvira ya se va a casar. —¿Es en serio, o estás bromeando? —le pregunté. —No, no, te lo digo en serio, ya avisó que trabaja sólo hasta el día último. —¿Y cómo le hizo? —Todo el mundo dice que es un milagro patentado, con esa cara y ese cuerpo —y se sirvió otra taza de café. —Además, es una tremenda enredosa. Yo siempre le saco la vuelta. —Y como tú todo el mundo. La que está que se muere de rabia es la Güera. ¿Te acuerdas de las apuestas que hizo con todo el mundo?
Me detuve frente a uno de la calle de Hamburgo que atrajo especialmente mi atención por unas preciosas bolsas de cocodrilo, de excelente calidad y modelos originales y muy novedosos, así como carteras, cinturones, billeteras y otros muchos objetos de piel Y así, entre comentarios de la última película, de la barata del Palacio de Hierro, de la carta de Luis Mario, de los zapatos de Pertegaz que son un verdadero primor y tan cómodos, y quedando en vernos el sábado a las siete de la noche para ir a la exposición de pintura francesa, Teresa se fue corriendo a los cinco para las nueve y yo todavía me fumé otro cigarrillo, con toda calma. Al salir de Sanborns, un sol tibio bañaba las calles. En mi reloj eran las nueve, y yo contaba aún con media hora antes de asistir a la cita con don Manuel Fernández. Decidí hacer un poco de tiempo mirando los aparadores. Me detuve frente a uno de la calle de Hamburgo que atrajo especialmente mi atención por unas preciosas bolsas de cocodrilo, de excelente calidad y modelos originales y muy novedosos, así como carteras, cinturones, billeteras y otros muchos objetos de piel. En un espejo, que se encontraba en el interior de la tienda, me vi reflejada, lo cual aproveché para arreglarme un poco el cabello. Cuando estaba retocando mi peinado llegó un joven y se colocó a mi lado. Al sentir su mirada me di vuelta y lo contemplé frente a frente. Era un hombre joven, moreno. Un fuerte escalofrío me recorrió de pies a cabeza. No podía ser otra persona, nadie más, sino él. “Pero, ¿usted no es Marcos, verdad...?”.
Nota 1 Sanborns: Tiendas en México que incluyen restaurant, cafetería y bar. Nota Edición Digital.
Anturios A LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS
A
nturio: Planta. Anthurium es un término griego para decir flor de rabo. Se trata de una especie originaria de Malasia. Se reproduce próvidamente en el trópico húmedo. El tipo más conocido en América es el Anthurium andreanu, de grandes y lustrosas variantes de hoja llamadas espatas, palmas adornadas por el universo en colores: rojo, blanco, anaranjado o rosa. Estos lóbulos parecen un estilizado corazón del cual se despliega un prominente falo apodado espádice, el cual sostiene a las verdaderas flores. Se trata de un ejemplar que se presta a la insinuación. Las primeras plantas de anturio en México arribaron a través de Hawai e Inglaterra. Inmigrantes empleados en ingenios y haciendas cafetaleras introdujeron las matas por la exótica y lujosa belleza de las supuestas flores. La especie se acomodó plácidamente al clima de la zona central de Veracruz… Los carga al hombro, mecate y huacal de madera por contenedor. Le calan pero le sostienen. La vida se sostiene de instantes de entrega. Vende anturios para mantener a su papá y a su mamá y, para vender más anturios. Le encanta caminar por las calles, sonreírle a las marchantas de las oficinas. Es pequeño, moreno, delgado, correoso, sencillo, cordial. Él mismo es como un huacal, de los buenos, de los de antes; armados de varas gruesas no de láminas. En esas cajas podías sentarte y en ellas también se acomodaban, hasta hace más de medio siglo, los frutos sinceros del mercado nacional. Él es originario de Fortín de las Flores. Tiene 18 años. Comparado con otros muchachos urbanos del siglo XXI parece de 15, máximo 16; no obstante, su naturalidad, su garbo y la franqueza de su mirada, le infieren un aire de
extraña masculinidad. Su actitud, su verbo to be, provoca una mezcla de emociones: ternura, lascivia, confianza y pasión primigenia. Por convicción ha decidido vender estas flores y no dedicarse a nada más. Anturio: bonobo y espontáneo. El paciente marinero afiliado a calmas y tempestades marinas y marianas. El amigo solidario que escucha y sabe hacer el amor. El Principito del jardín de niños. El Ulises cuya sola ambición es alegrar a Elena. Un día, el joven de los anturios desapareció. Todos los padres y madres del mundo fenecieron, las mujeres dejaron de admirar las cosas sencillas, aunque se hicieron exitosas. Abandonaron a sus maridos. Ellos mismos se abandonaron. Perdieron el apetito. Las flores se secaron. Ellas también.
LA NOTA, LA RECETA, EL REMEDIO Científicos de la Universidad de Boston han comprobado que el comer con una mesa adornada, principalmente con flores, no sólo favorece la digestión sino también reduce los niveles de estrés e hipertensión. El experimento, realizado en el 2015 con 120 familias estadunidenses de diferentes orígenes étnicos, forma parte de un estudio en proceso sobre hábitos alimenticios y convivencia humana. Los investigadores creen que generar un ambiente colorido y de armonía propiciado por elementos naturales, también genera calma y estimula las ganas de comer adecuadamente, lo que a la postre genera conductas relacionadas a: la sensibilidad, la empatía, la colaboración y el apareamiento. Precisamente, los anturios fueron una de las especies que más generaron resultados positivos con relación a la hipótesis.