S U P L E M E N T O S O B R E T E M A S D E L A M U J E R | C A M B I O D E M I C H O A C Á N | N Ú M E R O 204 | J U E V E S 29 DE AGOSTO D E 2 0 13
POR DINORAH AMBRIZ
Amor romántico, ¿acaso hay más?
El amor romántico se ha consolidado como la principal manera de amarnos en la mayoría de las sociedades occidentales. Amar románticamente es algo aprendido desde pequeños y casi nunca cuestionado; pero reflexionar sobre ello puede ayudar a comprender nuestras penas y dolores amorosos. El amor de occidente En esta parte del mundo solemos aprender a amar bajo los valores del amor romántico, es decir, la idea del matrimonio, la monogamia, la exclusividad, y relaciones de parejas estables. Esas son las características de lo que consideramos un ‘buen amor’. «Yo aprendí que el amor siempre se da entre un hombre y una mujer que se quieren y desean estar juntos y compartir sus vidas», dice Sadot, estudiante de Ingeniería Ambiental, sobre los valores aprendidos por él desde pequeño y que suelen ser los enseñados en el seno familiar. Denisse, estudiante de Ciencias de la Comunicación, explica el concepto de amor que la mayoría internalizamos desde pequeños: el amor llega a su punto cumbre con el matrimonio, pues éste es «sinónimo de estabilidad, y, en algunas ocasiones, el único fin de las parejas; (pero) al mismo tiempo nos dicen que el amor es peligroso, pues es difícil alcanzar el ideal de matrimonio perfecto». En nuestra tradición cultural también aprendemos que cuando el amor es verdadero debe durar para siempre, y que lo que se tiene que hacer es encontrar a esa otra mitad, o media naranja, con la que se vivirá el amor eterno. «En occidente ha prevalecido una concepción irracional sobre el amor. Curiosamente éste fue uno de los aportes más significativos de los antiguos griegos (…) A diferencia de los hindúes, de los chinos o de los japoneses, los griegos no entendieron al amor como una virtud a ser cultivada sino como una enfermedad, como una forma de locura», explica Roxana Kreimer en su libro Falacias del amor, publicado por Editorial Paidós, donde escribe sobre los mitos que rodean al amor y propone nuevas pautas para la reconstrucción cultural de este sentimiento «siempre problemático». «El amor no fue considerado un arte, una práctica que se enseña, se aprende y se perfecciona, sino un mecanismo irracional, esPASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
Jueves 29 de agosto de 2013
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DESCÚBRETE
Cuando no se siente deseo POR DINORAH AMBRIZ El deseo sexual de la muje puede ser tan fuerte y animal como el de los hombres; y tras su ausencia suele haber razones emocionales. La disminución de la libido en las mujeres ha sido difícil de explicar, pues la sexualidad femenina suele ser más compleja que la masculina. Algunos sexólogos comparan la sexualidad masculina con un interruptor, mientras que la femenina con un cuadro eléctrico de avión, es decir, con muchas funciones pero mucho más complejo. El deseo sexual hipoactivo, o inhibido, conocido medicamente como DSH, es un problema que aqueja al 80 por ciento de las mujeres que asisten a consulta sexológica; este problema es común en las mujeres con parejas estables.
sexual y el deseo tienen lugar en nuestros cuerpos gracias a la dopamina. Recientemente un doctor holandés, Adriaan Tuiten, ha trabajado en una píldora para aumentar temporalmente los niveles de testosterona, y por consiguiente de dopamina, y así estimular la excitación en las mujeres. Sin embargo, la viagra femenina podría ser sólo un parche. El sexólogo Frago afirma: «Tenemos que poder permitirnos no tener deseo. Es perfectamente normal pasar por épocas en las que la libido esté más baja. Mi experiencia en la consulta es que el 90 por ciento de las mujeres que tienen DSH muestran niveles de testosterona perfectamente normales y, si se les administra más, pueden aparecer efectos secundarios muy poco deseables».
Hay factores físicos que pueden disminuir el deseo sexual, como la menopausia y algunas enfermedades uroginecológicas, como la vulvo-vaginitis. Sin embargo, en la mayoría de los casos la falta de deseo responde a una baja excitación de la mente. «El deseo en la mujer es muy complejo y depende del ambiente amoroso, de la relación de pareja, de la situación en la que está inmersa. La libido femenina es más vulnerable que la del hombre», explica el médico sexólogo Santiago Frago, codirector de una agencia que da asesoría de sexo a adultos en España. En el desarrollo del deseo sexual intervienen dos neurotransmisores importantes: la testosterona, que hace que aumente la dopamina, y la serotonina, que inhibe la dopamina; la excitación
Suplemento Mujer.es de Cambio de Michoacán. Director: Vicente Godínez Zapién. Coordinador: Arved Alcántara Betancourt Editora: Dinorah Ambriz Contacto: suplementomujer.es@gmail.
Amor romántico, ¿acaso hay más? VIENE DE LA PORTADA
Las consecuencias del amor romántico
pontáneo, no intencional», dice Kreimer, quien es filosofa y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Este tipo de amor tiene muchas implicaciones sociales, por ejemplo, tiene una relación directa con la desigualdad laboral, pues como para las mujeres el amor romántico también significa sacrificio, es común que se haga a un lado la vida profesional en aras del amor a la pareja y la familia.
Este tipo de amor tiende a idealizar, tanto al amor mismo como a la pareja, y es por esta razón que hay altas probabilidades de crear falsas expectativas o sentimientos de frustración. Se confunde el apego, que es un estado afectivo duradero, con el enamoramiento, que es un proceso previo al apego con duración finita. A veces las parejas se enfrentan a la idea de que su amor por el otro ha terminado cuando se deja de sentir enamoramiento, pues no hemos aprendido a cultivar el apego, sino a asustarnos cuando este sentimiento más sereno y complejo comienza a aparecer. «Entender el amor como un sentimiento espontáneo y repentino -tal es la concepción del flechazo-, y no como una relación que se construye a lo largo del tiempo, supone el desarrollo de altas dosis de idealización, en particular por parte de las mujeres, que aún son más educadas para el amor que los hombres», explica Kreimer. «Se espera que la pasión se afiance en la pareja, pero cuando el hechizo se ha roto -y la pasión es finita por definición-, sólo resta el desengaño, la desilusión o el omnipotente deseo femenino de cambiar al otro».
La sexualidad romántica La vida sexual de las personas también es definida por los valores del amor romántico. Para los occidentales la sexualidad pertenece al reino de lo oculto, lo privado y, en muchas ocasiones, lo pecaminoso. La filósofa Kreimer explica que en otras maneras de amar, como por ejemplo en India y China, «la iluminación espiritual está asociada con el sexo y es una forma de trascender la mortalidad». En las sociedades occidentalizadas, las etiquetas de prohibición en la sexualidad y de normalización de la monogamia, han sido en parte responsables de la fascinación y recurrencia de los «amores prohibidos» o los «triángulos amorosos».
Aparte, el amor romántico parece haber tomado un matiz más interesante en la época de consumismo en la que vivimos. Empapados como estamos de individualismo, novedad y cambio, no resulta extraño que «el zapping amoroso se convierta entonces en el juego generaliza-
do de la sociedad de consumo (…), con frecuencia el amor adquiere la vida útil de un electrodoméstico». Un constructor cultural menos destinado al fracaso El sentimiento del amor está mol-
deado por las personas, y la manera de amar es una construcción cultural. Hay quienes, de palabra, afirman no creer en la media naranja, pero la realidad es que la construcción cultural es muy profunda, y es posible que, aún sin ser completamente consciente de ello, el corazón busque durante toda la vida a la otra mitad inexistente. «Creo que el amor siempre será irracional porque uno no elige a quién amar. Pero también creo que es una virtud que debe estar bien cimentada, sobre todo con mucha paciencia y fluidez, para que las dos personas pertenecientes a la relación puedan ser libres tal y como son, y al mismo tiempo tener un espacio para compartir actividades, gustos y placeres mutuos», comparte Denisse sobre el amor. Por su parte, Sadot opina que «el amor es mucho más que irracionalidad. Las relaciones deben tratarse y cultivarse, para aprender y mejorar en ellas». Kreimer concluye que el amor es digno de nuestro esfuerzo por reflexionarlo y reconstruirlo, pues «la pareja sigue siendo el ámbito donde es posible aunar una ética de la ternura con el sexo, cultivando el amor como un arte, es decir, aprendiendo del error para barajar nuevamente las cartas de uno de los juegos más bellos y antiguos del mundo».
Jueves 29 de agosto de 2013
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DEL DICHO AL HECHO
EN REFLECTORES
La femme fatale, otra romántica
¿Qué se siente ser mujer?
POR DINORAH AMBRIZ La mujer fatal, o femme fatale en francés, se usa para referirse a aquellas mujeres que representan el ataque más directo a la feminidad tradicional, pues a pesar de también perseguir el amor romántico, consideran que éste nunca se encontrará en el matrimonio ni en otros valores tradicionales del tipo. «Es placentero. ¿Nunca te has cogido a nadie más estando casado Nick?», pregunta Catherine Tramell, un personaje icónico de femme fatale en el cine, interpretado por Sharon Stone en la película Bajos instintos. Tramell era una mujer de carácter narcisista y sicótico, con personalidad fuerte y potencia erótica inimaginable; en pocas palabras, toda una femme fatale. La figura de la mujer fatal, des-
tructiva y fascinante, ya era común durante la Edad Media europea, y a menudo retrataba los peligros a los que se enfrentaban las mujeres que ejercían desenfrenadamente su sexualidad. Durante la época romántica también fue una figura importante, pero su imagen se consolidó y popularizó en la cultura occidental gracias al cine negro durante los años 40; gracias a este cine, tuvo una época de fuerte protagonismo en el imaginario erótico masculino. Una mujer fatal «era fuerza de la naturaleza, hermosa y salvaje, era un paradigma del poder destructivo de la sexualidad femenina que tantos hombres temían y en la que se perdían», dice la profesora catalana de historia del arte, Erika Bornay, sobre la mujer fatal. El arquetipo de esta mujer se rehúsa a cumplir el rol de esposa
devota y madre cariñosa, que es lo que sigue siendo socialmente prescrito a muchas mujeres. Para la mujer fatal el matrimonio es sinónimo de confinamiento, y ausencia de amor, sexo y alegría; la vivencia libre de su sexualidad es su manera de ganar la independencia y de conseguir el deseado amor romántico. Para estas mujeres, su independencia es defendida aun cuando se enfrentan a la propia destrucción. Prefieren morir antes de perder su independencia y libertad. Hay quienes afirman que las femme fatal han existido siempre, pues a lo largo de la historia hay numerosos ejemplos de mujeres misteriosas y seductoras cuya principal fuerza recae en sus encantos físicos. La famosa espía Mata Hari, quien también era bailarina exótica, fue un sinónimo de mujer fatal durante la Primera Guerra Mundial. En la antigüedad, también lo fue Cleopatra, para muchos la mujer fatal por excelencia, gracias a su ser astuta, ambiciosa, malvada, y muy seductora. Marilyn Monroe también es un icono; muchos de los personajes que interpretó eran mujeres fatales, como en las películas Don’t bother to knock, o en Niagara. Pero ella también lo era en su vida diaria; por ejemplo, posó para la revista Playboy en una época donde las actrices decentes no lo hacían, y no se apenó en tener varios matrimonios públicos. La figura de la femme fatale no es lo opuesto a la dama en apuros, aunque suele estar en contra de ella. Sin duda, la mujer fatal es una manifestación en contra de algunos valores tradicionales románticos, como el matrimonio, pero en esencia no abandona el camino que lleva a alcanzar el amor romántico. La mujer fatal, aunque no es devota al hombre, sigue siendo un personaje y forma de comportamiento que abona a relaciones entre géneros poco sanas, pues su conducta apunta y desea la cosificación última de la mujer. Las femme fatale «son presentadas como premios y objetos de deseo para los hombres, quienes tratan a la mujer únicamente como posesiones», dice la escritora Sylvia Harvey, quien ha trabajado sobre los personajes femeninos en el cine negro.
POR DINORAH AMBRIZ «Al andar esos diez metros, me siento como una gacela paseando entre leones. Soy mirada por todos, medida, analizada. Mi cuerpo, mis nalgas, mis senos, mi cabello, mis zapatos, mi barriga. Todos están mirando», dice Claudia Regina, fotógrafa brasileña, para explicar cómo se sintió al salir del aeropuerto y caminar para tomar un taxi. «¿Cómo se siente una mujer?» fue redactado para la revista virtual para hombres Papo de Homens; en menos de dos días fue leído por más de 600 mil personas y los comentarios tuvieron que eliminarse por sobrecargar el servidor. «Practicaba un deporte todos los días, salía del centro de entrenamiento y caminaba alrededor de dos cuadras hasta la parada del autobús a las seis de la tarde (…) De esas caminatas recuerdo dos momentos memorables de esta violencia urbana. Carros que pasaban más lento a mi lado y adentro se oía una voz masculina: «¡Estás buena!». Hombres solos que cruzaban el corredor, miraban para atrás y decían «qué delicia». Yo tenía trece años, usaba pantalones largos, tenis y camiseta. «Ahora multiplique eso por todos los días de mi vida. Sé que para los hombres es difícil entender cómo eso puede ser violencia. Nosotras mismas,
mujeres, nos acostumbramos y dejamos eso así. Nosotras nos acostumbramos a esto para poder vivir el día a día», escribe la fotógrafa. Con deseo de que los hombres atisben lo que siente una mujer, Claudia Regina escribe: «Intente imaginar un mundo donde, por cinco mil años, todos los hombres fueran subyugados, violentados, asesinados, limitados, controlados. Intente imaginar un mundo donde, por cinco mil años, sólo mujeres fueran científicas, físicas, jefas de Policía, matemáticas, astronautas, médicos, abogadas, actrices, generales». «Es cierto: hoy la vida es mucho mejor, principalmente para la mujer occidental como yo, pero aunque soy una mujer libre y exitosa viviendo en una metrópolis cultural, todavía siento en la piel las consecuencias de estos cinco mil años de opresión. Y si usted quiere ver esa opresión, no necesita ir a los libros de historia, sólo tiene que prender la televisión», dice Regina en el texto que se puede encontrar completo en Internet. Claudia habla sobre la educación que se da a las mujeres cuando son niñas, la dificultad de asumirse como seres sexuales y tener sexo con la luz prendida, y a las constantes «bromas» y «chistes» como la frase que se ha vuelto lugar común: «Tenía que ser mujer». «Y (vivo) todo eso, ¡carajo!, para después escuchar que estoy exagerando, que ya no existe el machismo», escribe indignada la fotógrafa brasileña.
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Hombres comprendiendo el problema que es de todos EN FOCO
POR DINORAH AMBRIZ En la mayoría de los países, por no decir que en todos, las mujeres continúan enfrentándose a distintos tipos de violencia por el solo hecho de haber nacido mujeres. Cada vez más el asunto deja de ser únicamente de interés femenino y es abordado por hombres, fomentando la comprensión hacia el hecho de que este tipo de violencia es un problema que nos atañe a todos. En ropa de mujer para experimentar sexismo cotidiano Un actor se vistió de mujer y salió a caminar por la calle, el resultado fue la cotidianidad de muchas mujeres. El proyecto fue llevado a cabo en Egipto por periodistas y Belail, un grupo de activistas y pro-
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ductores de cine, ante lo que ellos llaman una «epidemia de acoso sexual» que agrede a las mujeres egipcias. Aunque la búsqueda de un actor duró más de dos meses, pues nadie quería hacerlo, Waleed Hammad aceptó pues dijo en una entrevista que él apoya cualquier cosa que haga que la gente esté más consciente de estos problemas. Con una falda suelta y larga color beige, una blusa turquesa, un suéter blanco holgado, una bolsa colgada al hombro y un par de tenis, Waleed caminó por las calles de El Cairo. En pocos minutos comenzó lo que es un día común para muchas mujeres, lleno de miradas incómodas, frases murmuradas al pasar y abiertas proposiciones sexuales. «Es como estar bajo un microscopio. Comenzaron a decirme ‘hey, bonita cara’, o en pocas palabras me decían ‘vamos a divertirnos un poco. Quiero acostarme
contigo’», comenta el actor. Un rato después, Waleed comenzó a ser perseguido por un hombre; sin importar que lo ignorara o que parara en algunos locales para que el hombre se fuera, el acoso siguió por 45 minutos hasta que le pidió una cita. Ante la negativa, el hombre lo tomó por el brazo insistentemente. «Sí, sí tenía miedo, no sabía lo que él iba a hacer. Al final se me quedó viendo a los ojos como queriéndome obligar a que le diera mi número», dice el actor. «Yo, como hombre, no me imagino tener que vivir así todos los días, es algo que no le deseo a nadie». Pin up boys El estilo pin up es para muchos el inicio de la cultura visual contemporánea que busca explotar al máximo la belleza de las mujeres bajo ciertos lineamientos de estereotipo de género. Durante los 40,
Las mujeres siguen siendo vistas y fotografiadas de manera distinta que los hombres. Incluso voy más lejos para decir que ambos sexos han sido objetivados, afectados y mostrados de maneras muy irreales»
la figura femenina comenzó a ser tratada como objeto sexual pues era necesario dar estímulos eróticos y vitales a los soldados estadounidenses que peleaban en la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces y de diversas maneras, el rol de la mujer en la publicidad y todo tipo de anuncios no deja de reproducir estereotipos de género. Este tipo violencia hacia la mujer suele pasar desapercibido por ser tan común, ya no se tiene sensibilidad para notar lo ridículas u ofensivas que pueden resultar algunas fotografías. Rion Sabean, fotógrafo estadounidense, llevó a cabo el proyecto Men-Ups para denunciar de una manera graciosa, desenfadada y llena de humor burlón, lo ridículas que resultan las poses adoptadas por las mujeres en la publicidad. El estilo elegido fue el icónico, sexual y ultra «femenino» pin-up. Un hombre con short y playera pegada, tirando un beso, sacando las nalgas y los pechos mientras los ojos están bien abiertos. Esta pose, común en las ilustraciones y fotografías de mujeres pin-up, resulta sumamente graciosa y grotesca en un hombre. En otra, el modelo aparece con
un overol azul y el típico pañuelo rojo en la cabeza de las chicas pinup. Luce burlón y ridículo. «Las mujeres siguen siendo vistas y fotografiadas de manera distinta que los hombres. Incluso voy más lejos para decir que ambos sexos han sido objetivados, afectados y mostrados de maneras muy irreales», afirma el fotógrafo Sabean. Un asunto de hombres Jackson Katz es escritor, profesor, cineasta y teórico cultural; actualmente es una figura importante en la prevención de violencia de género, afirmando que es un asunto que concierne a todos. «Las cuestiones de violencia de género han sido vistas como asuntos de mujeres en los que algunos hombres buenos ayudan, pero tengo un problema con ese marco y no lo acepto. Estos son asuntos de hombres, primero y ante todo», afirma Katz en la plática TED «La violencia contra las mujeres: un asunto de hombres». Por supuesto, la violencia de género es un asunto que concierne a mujeres, dice el autor, «pero llamar a la violencia de género un asunto de mujeres es parte fundamental del problema por muchas razones. La primera es que nos da a los hombres una excusa para no prestar atención». El cofundador de Mentors in Violence Prevention (Mentores en Prevención de la Violencia), una organización que promueve que los hombres se involucren en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, muestra en su plática cómo las conductas violentas están vinculadas con las definiciones de la hombría masculina. Hay una gran confusión con la palabra «género». «Mucha gente oye la palabra ‘género’ y piensan que significa ‘mujeres’. Así que piensan que las cuestiones de género son sinónimo de asuntos de mujeres. Como si los hombres no tuvieran un género», dice Katz, quien hace una llamada clara para que todos, hombres y mujeres, desafiemos conductas inaceptables producto de una discriminación sexual. «Ésta es una de las maneras en que se mantienen los sistemas dominantes y se reproducen, pues rara vez se ponen a pensar sobre su dominio porque esa es una de las características clave del poder y el privilegio, la habilidad de no examinarse», apunta Katz en su plática, la cual se puede encontrar en el portal www.ted.com.