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S U P L E M E N T O S O B R E T E M A S D E L A M U J E R | C A M B I O D E M I C H O A C Á N | N Ú M E R O 313 | JUEVES 26 DE NOVIEMBRE D E 2 0 15

La violencia de género aún se ve patriarcalmente POR DINORAH AMBRIZ Los actos de violencia contra la mujer, los cuales no se reducen únicamente a la violencia física directa sino que contemplan numerosos mecanismos de agresión hacia los cuerpos de las mujeres, han sido vistos y aún lo son -aunque a veces ya no se declare abiertamente- como actos inherentes a la diferencia entre sexos. Es decir, el fenómeno de la violencia de género sigue siendo visto desde una mirada patriarcal que ha sido culturalmente consolidada y que es «sutil pero efectiva»; es desde esta mirada que se interpreta a la violencia como algo normal que se desencadena de la naturaleza diferente de cada sexo.

Ante ello, organizaciones feministas se han abocado a plantear y consolidar desde la teoría y el movimiento social una nueva mirada hacia la violencia que enfrentan las mujeres. «Comprender la vigencia del fenómeno de la violencia contra las mujeres exige volver la mirada hacia nuestra historia para estudiar y tomarse en serio el hecho de que durante siglos nuestra cultura, tanto popular como académica, ha legitimado esta violencia», señala Ana de Miguel Álvarez, una de las filósofas iberoamericanas más activas en la construcción de nuevos marcos teóricos para interpretar la violencia de género. Como muestra de cómo la ideología que defiende la subordina-

ción de la mujer hacia el hombre se encuentra a la fecha interiorizada en todos los individuos, Ana de Miguel señala en su texto «La violencia de género: la construcción de un marco feminista de interpretación» publicado en Mujeres en Red, que numerosos códigos penales consideraban, hasta hace apenas un par de décadas, que el matrimonio era un atenuante a la hora de juzgar las agresiones de los hombres hacia las mujeres. Las sociedades occidentales, profundiza Ana de Miguel, tienen un conjunto de orientaciones mentales para organizar la percepción y la interpretación, las cuales se muestran reticentes al cambio a pesar de que éste pudiera parecer «natural o evidente». Se-

ñala, por ejemplo, que la lucha por permitir el voto a las mujeres -una demanda que pudiera parecer de lo más natural-, en su época fue considerada como anti-natural por la mayor parte de la sociedad, incluidas feministas que exigían otros derechos para la mujer. En el caso de la violencia hacia la mujer, ésta todavía se encuentra legitimada a partir de una visión de la realidad que se ha considerado válida durante siglos y que entiende a la mujer no como una persona más sino como un ser inferior y subordinado a sus pares varones. La perspectiva, afirma Ana de Miguel, se ha mantenido desde todos los lados del abanico ideológico; así no sólo está presente en discursos conservadores como el de la Iglesia

sino incluso en los transgresores y críticos, entre ellos los de filósofos como Locke, Rousseau, Kant y Nietzsche, quienes llegaron a coincidir en la «bondad o la necesidad de pegar a las mujeres». Esta particular forma de acercarse a la realidad ha ocasionado que las manifestaciones de violencia de género se consideren normales o al menos inmutables, lo cual se expresa con frases como «los hombres siempre serán más fuertes, más violentos y más promiscuos. Son hombres y eso no hay quien lo cambie», las cuales, siguen siendo defendidas como

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¿Atracones de azúcar en invierno? DESCÚBRETE

POR DINORAH AMBRIZ Consumir alimentos dulces, por ejemplo un chocolate caliente con una pieza de pan dulce, suele sentirse como una necesidad apremiante durante la época de frio. Sin embargo, el cuerpo, aunque no necesita un particular aumento de azúcares durante esta época, recibe una descarga de glúcidos en el torrente sanguíneo que afecta la salud en general y menoscaba la capacidad del sistema inmunológico para prevenir gripes y otras enfermedades asociadas a la estación. Las comidas ricas en azúcares provocan picos en los niveles de insulina y permiten que el aminoácido triptófano viaje al cerebro, el cual es indispensable para la producción de la serotonina –neurotransmisor que induce sentimientos de relajación, seguridad y confianza. Es por lo anterior que comer chocolates y pasteles generen esa sensación de bienestar que muchas personas persiguen

en invierno. Sin embargo la satisfacción desencadenada por el consumo de azúcar es de corto plazo, mientras que a largo plazo se pueden originar problemas de salud como obesidad. A la fecha, según lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), nuestro consumo diario de azúcar es exorbitado; mientras que la organización indica que un adulto promedio con una dieta de dos mil calorías debería consumir alrededor de 50 gramos o doce cucharaditas de azúcar –y únicamente 25 gramos si se buscan beneficios adicionales a la salud–, la realidad es que la ingesta promedio en la dieta occidental es de 100 gramos, pues por ejemplo, sólo en una lata de refresco hay alrededor de nueve cucharaditas de azúcar y la mayoría de los alimentos procesados tienen azúcares añadidas. Para mantener un cuerpo sano, especialmente necesario durante tiempos de frío, la OMS recomienda consumir sólo la cantidad indi-

cada de azúcar y crear hábitos de vida que mantengan en niveles sanos los glúcidos, por ejemplo preferir comer frutas en lugar de beber jugos procesados, disminuir la cantidad de endulzante en bebidas calientes, evitar la comida manufacturada y buscar productos magros con poca o nula azúcar agregada, por ejemplo caramelos sin azúcar o chocolates con al menos 70 por ciento de cacao. La sensación de dependencia a los alimentos dulces también puede ser disminuida con el ejercicio. Sesiones periódicas de ejercicio aeróbico de larga duración e intensidad media o baja favorecen la activación de las grasas y ayudan a mantener estables los niveles de azúcar en la sangre. Además, mantener a raya el consumo de azúcar no sólo permitirá que el cuerpo esté más fuerte para enfrentar y prevenir enfermedades, sino que también logra estados anímicos más estables y garantiza niveles más sanos de colesterol y presión sanguínea.

Suplemento Mujer.es de Cambio de Michoacán. Director: Vicente Godínez Zapién. Coordinador: Arved Alcántara Betancourt Editora: Dinorah Ambriz Contacto: suplementomujer.es@gmail.

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verdades por amplios sectores de la población. Del mismo modo hay quienes continúan juzgando como normal el hecho de que millones de mujeres eviten salir de noche por lugares solitarios, volver tarde del trabajo o entrar con un varón a un ascensor. La posibilidad de una nueva forma de ver El feminismo, desde su teoría y como movimiento social, afirma la filósofa, permite tener «unas gafas que muestran a menudo una realidad ciertamente distinta de la que percibe la mayor parte de la gente». Los nuevos lentes para interpretar la forma en que son tratadas las mujeres comenzaron a construirse durante las luchas feministas de los años 60, amparadas por la frase «lo personal es político». «Fue el feminismo radical el que elaboró un marco estructural desde el que explicar el sentido y el alcance de la violencia contra las mujeres», afirma la filósofa Ana de Miguel, quien explica que gracias al desarrollo del concepto de patriarcado se pudo hacer explícita la existencia de un sistema de

La violencia de género aún se ve patriarcalmente dominación independiente basado en el sexo-género. Las formas de opresión del sistema patriarcal, añade, no están sólo relacionadas con la desigualdad en la esfera de lo público «sino muy fundamentalmente con las prácticas que tiene lugar en la esfera de lo privado. Las feministas radicales ampliaron el concepto de lo político al extenderlo a todo tipo de relaciones estructuradas por el poder, como las que se dan entre varones y mujeres». En suma, el feminismo conceptualizó bajo el nombre de patriarcado toda una estructura que es violenta hacia la mujer, por lo que, por ejemplo, en el caso de una violación no sólo se ha de atender la figura del violador, sino aspectos como las respuestas judiciales -que llegan a culpar a las víctimas- y de la opinión pública -que puede trivializar la agresión o señalar consentimiento de la mujer-. La nueva mirada hacia la vio-

lencia de género ha permitido, desde los años sesenta, la reconceptualización del fenómeno como un problema social. A partir de entonces, la producción académica, desde los estudios de género, se ha dedicado a demostrar que no hay nada natural ni patológico en la violencia contra las mujeres, que el uso de la violencia se aprende, y que también se aprende a aceptarlo, en tanto «es un valor en la construcción de la mística de la masculinidad». Paulatinamente, y aunque con reticencias y descalificativos como los que enfrentaran las sufragistas en su época, la construcción de una nueva mirada permite que «el sentido común patriarcal caracterizado por la norma de la inferioridad, la subordinación de las mujeres y la aceptación implícita de la violencia, esté siendo sustituido por una nueva visión en que la violencia patriarcal se hace visible e intolerable para la mayor parte de la sociedad».


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DEL DICHO AL HECHO

EN REFLECTORES

¿Y la discriminación contra el hombre?

Las mujeres de la Revolución que no fueron adelitas

POR DINORAH AMBRIZ Las fechas internacionales que buscan dirigir los reflectores hacia problemáticas específicas de la mujer, entre ellas el Día Internacional de la Mujer, celebrado el 8 de marzo, y el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conmemorado ayer, 25 de noviembre, cuentan con mucho más reconocimiento público y mediatización que el Día Internacional del Hombre, pasado por alto por gran parte de la población el reciente 19 de noviembre. Las posturas en torno a esta fecha no reconocida por la Organización de las Naciones Unidas –como sí la tienen las dedicadas a mujeres– son diversas, pues mientras hay quienes señalan que esta fecha es innecesaria, otros sectores afirman que los hombres también tienen luchas que necesitan atención de la comunidad internacional. El Día Internacional del Hombre fue instituido en 1999 en las islas caribeñas de Trinidad y Tobago, y aunque no ha sido acogido por la ONU, sí cuenta con su respaldo. El día fue elegido por Jerome Teelucksingh, de la Universidad de las Indias Occidentales en Puerto España, quien escogió el 19 de noviembre por ser la fecha de cumpleaños de su padre, a quien considera un modelo de hombre a seguir. A la fecha el día es celebrado

en diversos países alrededor del globo y busca, entre otras cosas, promover conciencia sobre las discriminaciones que afectan a los hombres, atender la salud de hombres y niños, promover mejores relaciones entre los géneros y resaltar modelos masculinos positivos. Además busca reconocimiento para los que sobresalen por sus contribuciones a sus comunidades y entornos sociales. Hombres no necesitan una fecha, señalan críticas Los días dedicados a la mujer señalan posturas críticas al establecimiento de un Día del Hombre, han surgido para atender discriminaciones estructurales a la mujer; por ejemplo, el hecho de que el 70 por ciento de la población que vive en absoluta pobreza está conformada por mujeres o que la mayoría de las mujeres recibe un salario menor que hombres en puestos gerenciales o de autoridad. Por otro lado, quienes defienden la fecha señalan que los hombres también enfrentan discriminaciones, algunas de ellas surgidas también del mismo sistema patriarcal que afecta a las mujeres. Por ejemplo, organizaciones pro derechos de los hombres señalan que estos enfrentan trabas para la crianza de sus hijos, situación que se deriva de roles de género que señalan a la mujer como la que debe criar y a los hombres únicamente como proveedores;

los niños, por su parte, también son perjudicados en tanto culturalmente se les obliga desde pequeños a no mostrar debilidad ni ser personas emocionales. Sobre el día, cabe señalar además que para algunos hombres, como el periodista inglés Ally Fogg, de The Guardian, el Día del Hombre puede generar un sector masculino unificado que no sólo podría coexistir pacíficamente con las luchas de las mujeres, sino que podría llegar a complementarlas y hacer un frente común a un sistema que oprime, de diversas formas, a ambos sexos. A pesar de que los hombres pueden no enfrentar discriminaciones sistemáticas y estructurales tan extendidas y/o graves como las mujeres, sus opresiones y discriminaciones no han de ser menospreciadas, pues la violencia hacia cualquier sector ha de ser atendida y combatida. El reto para la comunidad de hombres se mantiene en posicionar con claridad en el debate público cuáles son sus luchas y problemáticas, pues no hay un consenso global en torno a los temas que los hombres consideran deberían recibir atención internacional pues, por ejemplo, mientras que en Australia, con motivo de la fecha realizan actividades para reforzar las cualidades de fuerza y coraje entre los hombres, en otros países la atención se dirige a sus problemas de salud y en China atienden la moda para hombres.

En diversos experimentos sociales captados en video se ha constatado que cuando personas atestiguan una agresión que viene de parte de una mujer hacia un hombre, nunca intervienen. Los testigos mencionan como principal para no intervenir que «la mujer debe tener alguna razón» para golpear o insultar a un hombre.

POR NOTIMEX El papel de las mujeres durante la Revolución Mexicana se ha mantenido en el desconocimiento y su desempeño, más allá de las adelitas, ha sido un objeto de estudio relativamente nuevo. Las aportaciones de las mujeres durante el proceso revolucionario cada vez pueden ser mejor conocidas y abordadas, recientemente gracias al trabajo de la escritora María Teresa Fernández Aceves, quien en su libro Mujeres en el cambio social del siglo XX mexicano estudia a cinco mujeres que lograron avances en el respeto de los derechos civiles y políticos y brindaron un mayor empoderamiento del género femenino. Belén de Sárraga, Atala Apodaca, María Arcelia Díaz, Guadalupe Martínez Villanueva y Guadalupe Urzúa Flores desafiaron durante este periodo de la historia el orden patriarcal de la época y se hicieron un lugar para participar en la construcción de un nuevo Estado, en la consolidación de instituciones corporativas estatales y en la política contestataria y disidente a finales de 1940. El libro coeditado por Siglo Veintiuno Editores y el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) presenta biografías políticas que muestran cómo estas

mujeres se organizaron para hacer frente a las condiciones de desigualdad social y violencia con luchas por la educación laica, los derechos agrarios, civiles, laborales y políticos. Además muestra cómo con su vida aportaron a la transformación de las concepciones sociales de la feminidad y lo masculino. Belén Sárraga, de origen español, fue una anticlericalista que señalaba cómo la Iglesia católica esclavizaba a las mujeres. La también feminista, masona, obrerista y antifascista fue una libre pensadora cuya postura central siempre fue «la emancipación de la mujer y la humanidad hacia la libertad del pensamiento inteligente». Por su parte, Atala Apodaca, quien tenía dotes de oradora, fue una profesora que promovió una nueva identidad para las mujeres de la época que incluía su participación en los temas de la Revolución y la política. Arcelia Díaz se integró al proceso revolucionario e intervino en los conflictos entre la Iglesia y el Estado, así como al movimiento obrero y al incipiente movimiento feminista que se gestaba en México. Finalmente, de Guadalupe Martínez la autora aborda el cacicazgo sindical que ejerció junto a su esposo Heliodoro Hernández, mientras que de Guadalupe Urzúa destaca su hábil uso del derecho para votar y participar en la política después de 1953, lo que ayudó a poner en marcha la política social que beneficiaba a los sectores más desprotegidos de la década de los 40 hasta los 50.


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Indígenas luchan contra el machismo en sus comunidades EN FOCO

POR CIMACNOTICIAS Para Guadalupe García Álvarez, mazahua que lleva seis años apoyando a las mujeres víctimas de violencia familiar, en las comunidades indígenas es necesario seguir hablando de derechos sexuales y reproductivos pues todavía «no es un tema resuelto». Originaria de San Felipe del Progreso, municipio mexiquense ubicado a tres horas de la capital del país, Guadalupe fundó la organización Mujeres, Lucha y Derechos para Todas (Mulyd) ante la realidad social de su pueblo, donde la norma es que las mujeres abandonen la escuela para casarse, tienen hijos y mantener una vida doméstica que suele estar marcada por la violencia propia de los pueblos, ligada a las costumbres y tradiciones. «A través de mi propia historia de vida –una historia de violencia–, a partir de mi formación profesional y de la reflexión y preguntas que me hacía sobre la si-

n Reconocimientos El trabajo comunitario de Mulyd ha sido reconocido con la nominación este año al Global Prize 2015 Transformative Justice, que otorga el área de Liderazgo y Justicia Social del Kalamazoo College, universidad en el estado de Michigan, Estados Unidos. Mulyd fue uno de los diez proyectos finalistas, y aunque no obtuvieron el premio del jurado, ganaron el que otorga la audiencia. tuación de las mujeres, decido fundar una organización», señala la activista de 35 años de edad. A sabiendas de que no podría seguir estudiando, a los 16 años decidió abandonar a su madre, su padre alcohólico y sus hermanos para viajar a la Ciudad de México y conseguir trabajo. Guadalupe laboró durante varios meses como trabajadora del hogar. En una casa encontró una biblioteca de la que cada noche tomaba un libro para leerlo y al otro día regresarlo. Se convirtió en asidua lectora y admiradora de la obra del colombiano Gabriel García Márquez, hasta que sus empleadores se dieron cuenta y

la despidieron y ella decidió regresar a su pueblo para estudiar y concluir la educación superior. Ingresó a la Universidad Intercultural del Estado de México, que apenas en 2004 abrió sus puertas para estudiantes de raíces mazahua, náhuatl, otomí, matlatzinca, y ocuilteco-tlahuica. Para obtener el título de licenciada en Comunicación Intercultural Guadalupe realizó su tesis sobre violencia contra las mujeres, recopilando historias de vida de su comunidad, entre ellas la de su madre. «Esa tesis me permitió conocer a mi madre; fue una de las entrevistadas, yo no la conocía, para

mí fue muy impactante», asegura, y es que ese testimonio le permitió acercarse a la violencia que se vivía en casa. A partir de este trabajo académico y de la reflexión sobre la vida de sus vecinas entrevistadas, Guadalupe, quien hoy es madre de dos hijos, construyó la única organización civil en la región norte del Estado de México que promueve los derechos de las mujeres en los municipios de San Felipe del Progreso, Atlacomulco, Jocotitlán y Temascalcingo. Mulyd y el difícil trabajo de la concientización Mulyd, que se constituyó legalmente en septiembre de 2009, tiene a Guadalupe como directora y se mantiene también gracias al trabajo de una abogada, una psicóloga, dos comunicadores y un puñado de personas voluntarias, así como 36 enlaces comunitarios, que son mujeres con la encomienda de promover los derechos sexuales y reproductivos en sus pueblos. Sin embargo la tarea no es fácil porque, afirma, «concientizar va más allá de una charla». En diversas ocasiones los talleres impartidos en escuelas preparatorias no son suficientes para modificar una realidad donde la norma es que las responsables de la casa sean mujeres jóvenes desde los trece años, con sólo primaria o secundaria, algunas a cargo de tres o hasta seis hijos, y vidas que transcurren entre condiciones de pobreza, episodios de violencia y poco o nulo poder de decisión sobre sus vidas.

«Eso da cuenta de que las mujeres siguen sin tener las condiciones para acceder a otro tipo de espacios como la educación formal», cuenta Guadalupe. A la organización, que se define como un equipo multidisciplinario que trabaja por el fortalecimiento de mujeres indígenas a través de talleres, charlas y campañas con voluntarios jóvenes, le interesa que las indígenas se den cuenta de que tienen capacidades y derechos. «El trabajo comienza ubicando liderazgos comunitarios con mujeres que ya tengan antecedentes de trabajo en la comunidad, como mujeres que tengan un cargo público, presidentas de asociaciones de Padres de Familia que tengan esta espinita de aprender y de organizarse, las invitamos y las formamos; les hablamos sobre diferentes temas, les hablamos sobre derechos sexuales y reproductivos, violencia, derechos humanos. «Al final lo que buscamos es que ellas regresen a su comunidad ya formadas, ya un poco empoderadas en cuanto a los temas que manejamos y que sean ellas mismas las que compartan información con otras mujeres, que se conviertan en promotoras comunitarias», destaca Guadalupe. Sobre los planes a futuro, Guadalupe señala que la primera meta es organizar una feria sobre derechos sexuales y reproductivos, la segunda es consolidarse como organización, pero la más ambiciosa es que dentro de cuatro años abran el primer refugio para mujeres víctimas de violencia para apoyar a las indígenas de la región.


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