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La partenidad,

lejana de las hijas

CAMBIO | HÉCTOR SÁNCHEZ

POR DINORAH AMBRIZ

les es exigido llenar. Relaciones abandonadas

Los padres suelen pasar más tiempo con sus hijos durante la infancia y juventud que el que pasan con sus hijas, y aunque el fenómeno es global, se ve acentuado en sitios donde el entorno sociocultural, como sucede en Latinoamérica, determina que el cuidado de los hijos, y en especial de las hijas, es una labor de las madres, al tiempo que merma la libertad de los hombres para ser seres emocionales debido a los moldes de masculinidad que

Durante la infancia de las hijas los padres tienden a alejarse y durante la adolescencia la lejanía se incrementa, a pesar de que es en esta etapa cuando para ellas, y en realidad para todo adolescente, hay una mayor necesidad de atención y afecto. «Cuando un padre abandona una relación con su hija, ella puede llegar a, con el tiempo, tener problemas para relacionarse con el sexo opuesto. Una mujer de 50

años de edad puede verse como una adulta en el exterior, pero en el interior puede que aún esté trabajando en asuntos que deberían haber sido atendidos en una relación saludable y comprometida con la figura del padre», afirma Ken Canfield, autor considerado por la opinión pública estadounidense como una autoridad en la investigación sobre la paternidad y fundador del Centro Nacional de la Paternidad. Con formación de filósofo y pedagogo, Canfield afirma que una hija que ha tenido una relación poco sana con su padre, en

la adultez buscará que sus relaciones con hombres, en caso de ser una persona heterosexual, tengan la contribución a su desarrollo individual que no tuvo en su relación con el padre. Ello, afirma, suele ser dañino, pues la hija adulta busca relaciones de pareja que parten de la necesidad y no de una posición de igualdad donde se tenga por objetivo una relación emocionalmente íntima. En este sentido, las hijas que tienen una relación con el padre basada en la comunicación y apoyo, tienen menos probabilidades de tener un embarazo adolescen-

te y una iniciación en la vida sexual a temprana edad. Impacto en su vida académica y laboral La relación padre e hija tiene además un fuerte peso en el desarrollo de la vida académica y profesional de una mujer; estudios han demostrado que aquellas con un padre que durante su infancia y juventud tuvo una participación

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Controversia en torno al viagra femenino DESCÚBRETE

POR DINORAH AMBRIZ Cerca de 25 años después de que comenzaran a hacerse pruebas con el viagra masculino, llega la hora de un medicamento para tratar la ausencia de deseo sexual en las mujeres. Por más de dos décadas se ha empleado el citrato de sildenafil para tratar la disfunción eréctil en hombres; en su momento, durante el auge de este medicamento, se afirmó que la píldora azul liberaría la «libido masculina estadounidense» de las acciones «castrantes del feminismo», y a la fecha continúa siendo el medicamento más usado –en un 45 por ciento– para tratar problemas de deseo sexual en los hombres, junto a otros más recientes como el tadalafil, comercializado bajo la marca Cialis, o el vardenafil, bajo el nombre comercial de Levitra. Actualmente, y en medio de debates y controversias, llega la droga flibanserín para tratar los

problemas de deseo sexual en las mujeres, entre ellos el TDSH, trastorno de deseo sexual hipoactivo, que es sufrido por una de cada diez mujeres según estima la Society for Women’s Health Research, y que suele llevar a estados depresivos en quienes la padecen por sentir que su libido ha desaparecido o que su relación de pareja tiene problemas. El flibanserín ha sido rechazado en dos ocasiones por la agencia de drogas y alimentos en Estados Unidos, FDA por sus siglas en inglés; así, por tercera vez el laboratorio Sprout Pharmaceuticals Inc. realizo pruebas experimentales y desde el 17 de febrero de este año el medicamento está siendo revaluado por la mencionada agencia, que ya ha emitido su voto en favor de la comercialización, aunque el veredicto final será dado en agosto. Ante las pasadas determinaciones negativas de la FDA, mujeres, políticos, doctores y organizaciones feministas han afirma-

do que es momento de que la agencia dé la aprobación definitiva para que el medicamento pueda comercializarse; señalan que en torno al rechazo hay un prejuicio de género, y como muestra de ello está la existencia de 26 diferentes drogas para tratar disfunción eréctil en hombres, en tanto que no hay ninguna para abordar el mismo problema en las mujeres, así lo afirma la campaña Even the

Score (iguala el marcador), que promueve la igualdad de género en el acceso a tratamientos para padecimientos de la vida sexual. Por su parte, la FDA señala que no existe suficiente evidencia sobre su efectividad y la opinión pública en favor del medicamento afirma que éste simplifica y medica la sexualidad femenina. Sobre el flibanserín y a diferencia de los fármacos para hom-

bres, éste actúa sobre el cerebro y no sobre el aumento del flujo sanguíneo al área genital. La que comienza a conocerse como la píldora rosada, regula la producción de los químicos que funcionan como neurotransmisores para estimular la excitación sexual –dopamina y norepinefrina– al tiempo que inhiben la de la serotonina, que disminuye el deseo. «La pastilla es para aquellas mujeres diagnosticadas con TDSH. De ser aprobado, el tratamiento puede convertirse en una opción para aquellas mujeres que no puedan tomar hormonas (…). Espero que algunos de los viejos mitos y tácticas de miedo basadas en opiniones y prejuicios sean sustituidos por ciencia y datos, así como por las voces de aquellas mujeres que viven con trastorno de deseo sexual hipoactivo», señala la doctora Anita Clayton, especialista en ese tipo de disfunción sexual que trabaja como asesora de la campaña Even the Score.

Suplemento Mujer.es de Cambio de Michoacán. Director: Vicente Godínez Zapién. Coordinador: Arved Alcántara Betancourt Editora: Dinorah Ambriz Contacto: suplementomujer.es@gmail.

Paternidad, lejana de las hijas VIENE DE LA PORTADA

activa en la promoción de sus logros al tiempo que fomentó su autosuficiencia y asertividad, tienen una relación más sana con las figuras de autoridad, así como más probabilidades de terminar una carrera universitaria y conseguir un puesto laboral mejor pagado; en este sentido, la mayoría de las líderes políticas a nivel internacional son hijas sin hermanos, pues en este tipo de familias, las mujeres tienden a recibir más apoyo de sus padres para ser personas de alto rendimiento. Una de las líneas más recientes de investigación en el tema se enfoca en la forma en que esta relación moldea la salud mental de las hijas y la capacidad para lidiar con el estrés durante la adultez; un estudio realizado por el Instituto de Estudios Familiares, IFS por sus siglas en inglés, encontró

que las jóvenes con malas relaciones tenían niveles de cortisol por debajo del promedio, lo que ocasiona una hipersensibilidad e hiper reacción ante situaciones de estrés.

Padres e hijas en la adultez Una presencia activa y positiva de los padres desde el nacimiento hasta la adultez es vital para el

bienestar de una hija, afirma un estudio realizado por la Universidad de Canterbury y la de Vanderbilt, en Estados Unidos; sin embargo, en sociedades latinoamericanas no es poco frecuente

que, en las familias donde existe la figura paterna, ésta haya sido medianamente ausente por diversos motivos, entre ellos la existencia de una sociedad patriarcal que otorga el cuidado de los hijos a las mujeres. A pesar de ello, la relación es susceptible de convertirse en una más estrecha y sana durante la adultez, afirma el estudio. «Muchos hombres que son padres parten de la premisa de que si ellos no estuvieron involucrados en la vida de su hija mientras ella estaba creciendo, entonces es demasiado tarde para hacer una diferencia. Pensar que la suerte está echada o que ya no hay nada qué hacer porque los hijos han crecido es algo que debemos volver a examinar, ya que simplemente no es verdad», afirma Ken Canfield, autor estadounidense enfocado en la relación padre e hija. Por su parte, para las hijas suele también ser difícil explorar la relación que tienen con sus padres, sea por el alejamiento o incomodidad, y en cambio pasan mucho más tiempo examinando el vínculo que tienen con su madre, lo cual también se relaciona a las normas sociales que indican que la estabilidad y autonomía emocional depende principalmente del lazo con la madre.


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DEL DICHO AL HECHO

EN REFLECTORES

La nueva paternidad

Rigoberta Menchú, de lideresa indígena a «terrorista marxista»

POR DINORAH AMBRIZ Cada vez más hombres buscan romper los estereotipos vigentes sobre la paternidad y buscan relaciones con sus hijas más estrechas y positivas, donde haya una base de confianza y comunicación, y se compartan actividades juntos. Así, se derriba poco a poco el estereotipo de que los hombres son ignorantes para la crianza de hijos, y en especial de hijas, en tanto esta actividad, indica la sociedad, pertenece a las mujeres. Una construcción cultural Ni la paternidad ni la maternidad están determinadas biológicamente, sino que son construcciones socioculturales, afirma Luis Bonino, del Centro de Estudios de la Condición Masculina, quien se cuestiona sobre las funciones que en la actualidad distinguen al padre y cuál es el lugar que la cultura y modelos familiares le asignan. Bonino parte del concepto de una «paternidad multiforme», donde son reconocidas las múltiples formas de ser padre: padres biológicos, de apellido, en pareja o separados, heterosexuales y homosexuales, por deseo propio o no; hay, afirma, «padres ausentes, presentes, abdicantes, huidizos, irresponsables, desinteresa-

dos, reaparecidos, tradicionales, ambivalentes frente a nuevos modelos, o igualitarios». Sin embargo, pone el énfasis en cómo se ha vivido tradicionalmente la paternidad hasta la fecha y los nuevos modelos que surgen para ella. Lo común ha sido que «la movilidad laboral permite a los varones posponer su cercanía frente a los hijos sin sentirse dolidos ni acusados por ello», afirma Bonino y explica que también ha sido común que, al ser las figuras proveedoras, los padres asumen una posición en la que es válido no estar moral ni físicamente en la vida diaria de los hijos. Nuevas paternidades Ante «la paternidad abdicante, vacía o periférica» que ha prevalecido y que se evidencia en decadencia, aparecen dos posibilidades, afirma Bonino: un olvido de la figura paterna y validación de la familia monoparental -usualmente formada por madres e hijos-, o el fenómeno que suele llamarse el «renacimiento del padre» o la aparición de nuevas formas de asumir la paternidad. Las nuevas paternidades buscan cambiar el rumbo; ya no son la figura que en el núcleo familiar detenta todo el poder y saber, ni el que otorga un lugar social a los hijos, tampoco son ya los dueños y amos del hogar con un poder

arbitrario que «depende de su propia ley». Así, la relación padre e hija ya no se fundamenta de manera esencial en un modelo donde el padre es la autoridad, el proveedor de los recursos económicos, ni el transmisor del patrimonio. «Comienzan a surgir nuevos ideales de paternidad que son correlativos a nuevas formas de ejercicio de la maternidad, al ideal social de la igualdad de derechos y deberes entre mujeres y varones, y al de la jerarquización de la autonomía individual», afirma Bonino, quien añade que las nuevas formas de ser padre son producto de un cambio en el sistema de valores, donde ahora se jerarquiza el vínculo entre personas y cobra importancia que en la relación padre-hija haya una interacción frecuente y temprana que brinde crecimiento en el día a día. «Este tipo de vínculo propuesto dota de nuevos contenidos a la vacía figura del padre actual y permite reformular la paternidad» como una donde lo esencial ya no es ser distante ni autoritario; el nuevo padre es «presente, carnal, cotidiano; transmite ternura, cuidados y enseñanza. Ya no es la sangre ni el linaje, el espermatozoide o el apellido, ni tampoco el amor a la madre, lo que da sentido a la paternidad, sino que ésta es una opción subjetiva y una relación vivida», afirma Bonino.

POR DINORAH AMBRIZ Rigoberta Menchú, quien recientemente adquiriera atención mediática por un controvertido recurso de diez mil pesos que diera el INE a su fundación homónima y por sus acciones para promover el voto, es una de las figuras femeninas latinoamericanas referentes en el activismo por los derechos humanos, así como de indignación y rabia ante injusticias sociales. Sus recientes actividades se suman a una historia de vida controvertida de quien se convirtió en la primera mujer indígena candidata a la Presidencia de Guatemala. Menchú, indígena maya-quiché nacida en enero de 1959, afirma haber conocido desde su infancia, a la par que el carácter sagrado de la naturaleza y la vida colectiva de las comunidades indígenas, las injusticias, discriminación, racismo y explotación, todas ellas a causas, afirma, de la pobreza extrema en la que viven miles de indígenas en Guatemala. Su infancia la pasó en las fincas de la costa sur de su país, zona que es conocida por recibir cada año a miles de indígenas para trabajar a cambio de bajos salarios. Sus padres fueron personas respetadas en la comunidad por su lucha por la tierra y su defensa de los derechos de los indígenas. Ante las condiciones de miseria, Menchú se mudó a la capital, años después sufrió su primera pérdida en la lucha social, la de su hermano Patrocinio, secuestrado y presuntamente asesinado por el

Ejército en 1979. Cuatro meses después su padre murió calcinado junto a 36 personas en la masacre de la Embajada de España; el mismo año su madre desapareció y fue asesinado otro de sus hermanos. Antes de autoexiliarse en Chiapas, en 1981, Menchú se dedicó a la organización popular ante la política de terror imperante de la dictadura militar existente en Guatemala. Una vez en este país se dedicó a continuar denunciando el genocidio en su país natal y exigiendo el reconocimiento y respeto de los pueblos indígenas. Su trayectoria en la lucha social la hizo merecedora del Premio Nobel de la Paz en 1992, y gran parte de su popularidad se desencadenó tras su autobiografía Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Para muchos Menchú es líder moral de la lucha social. «Su valor esencial es alinearse con los más débiles, la gente que está sufriendo la miseria, de manera activista. No sólo es que se alinee en el pensamiento, sino que también lo hace en obra y eso es muy importante», ha señalado Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, ONG internacional asentada en Madrid, España, que tiene por una de sus luchas la discriminación racial y étnica. Sin embargo, para otros su figura y actuar es cuestionable; su libro ha sido valorado como falso o distorsionado, y David Horowitz, escritor estadounidense, ha cuestionado la legitimidad del Nobel, exigiendo de forma pública su revocación, llegando a calificarla de «terrorista marxista». El periodista estadounidense Larry Rohter y el arqueólogo David Stoll han sido otras de las voces públicas contra la activista.


EN FOCO POR DINORAH AMBRIZ Género y corrupción son, de manera individual, dos de los temas que mayor atención atraen en sistemas democráticos alrededor del globo. En la región encabezan la agenda de gobernabilidad democrática. Así no es sorprendente que recientemente se hayan comenzado a abordar como temas que mantienen una relación entre sí. Las mujeres incorruptibles En América Latina, la corrupción ha sido en gran medida la causa de que la población no tenga acceso a mejores condiciones de desarrollo humano, al tiempo que mantiene y promueve condiciones de profunda desigualdad. Respecto a la relación entre género y corrupción, hay ideas y mitos generalizados; por ejemplo, existe la afirmación en el imaginario colectivo de que las mujeres por naturaleza son seres menos corruptibles que los hombres, lo que llevaría a la afirmación de que a mayor presencia de mujeres en los puestos de toma de decisión, menores índices de corrupción. Este tipo de enfoques «esen-

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Mujeres y corrupción cialistas», afirma el PNUD de la ONU en su estudio «Género y corrupción en América Latina, ¿hay alguna conexión?», deben ser revisados en tanto son susceptibles de convertirse en políticas públicas; un ejemplo de ello serían políticas de anticorrupción basadas en el incremento de mujeres en las instituciones. «Aunque beneficioso en el corto plazo en términos de democracia paritaria, a la larga puede tener efectos contraproducentes si se ponen las expectativas de frenar la corrupción con las mujeres (y en ‘su naturaleza incorruptible’), sin poner el foco en los factores que actúan como promotores y desencadenantes de la corrupción», afirma Jessica Faieta, directora de la Dirección Regional para América Latina y el Caribe del PNUD. El carácter incorruptible de las mujeres se pone aún más en duda con hechos como el que actualmente las mujeres que ocupan presidencias en América Latina encabezan problemas de corrupción. Mientras que Michelle Bachelet, presidenta de Chile, enfrenta denuncias de tráfico de influencias, Dilma Rouseff, en Brasil, está envuelta en un caso de corrupción dentro de la estatal

Petrobras, y Cristina Fernández, mandataria en Argentina, está acusada de supuesto encubrimiento de los autores de un atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, que dejó 85 muertos. Entre otras de las ideas gene-

ralizadas sobre la relación entre género y corrupción está el que las mujeres tiendan a percibir más altos niveles de corrupción que los hombres. Corrupción, ¿Influenciada por el género? El estudio de la relación entre corrupción y género es relativamente nuevo, los intentos previos por analizar un vínculo han puesto la atención en las características psicológicas e incluso morales que diferencian a hombres y mujeres, sugiriendo que las mujeres son más honestas y con una menor tolerancia a la corrupción. «El problema de este enfoque era la falta de control de otras variables que podían, en realidad, ser las determinantes no sólo de la menor percepción de corrupción, sino también de la mayor presencia de mujeres en el gobierno, tal es el caso de la plena vigencia del estado de derecho, el reconocimiento de los derechos civiles y políticos y el grado de inclusión garantizado por el sistema democrático», afirma el documento de la PNUD en una búsqueda de complejizar la posible conexión entre género y corrupción. Estudios contemporáneos de psicología social han demostrado que ni la honestidad ni la integridad son condiciones intrínsecas al hecho de ser hombre o mujer; en este sentido, «es llamativo que aún en la actualidad algunos gobiernos sigan adoptando políticas públicas con base en el supuesto de que las mujeres por naturaleza son menos propensas a la corrupción que los varones». Para ejemplificar lo anterior, el organismo internacional toma el caso del Estado de México, don-

de las autoridades conformaron equipos de Policía de Tránsito femeninos para poner multas por infracciones, argumentando que las mujeres son más honestas y que ayudarían a prevenir y evitar la corrupción. Casos similares han ocurrido El Salvador y Colombia. En América Latina, afirma el estudio, no se puede avalar una relación entre mayor presencia de mujeres en la política con menores índices de corrupción. Así lo obtiene de una comparación entre el sitio en el que se encuentran los países latinoamericanos en el Índice de Percepción de Corrupción y el porcentaje de mujeres que cada país tiene en los cuerpos legislativos. No hay una relación, afirma el organismo: «Los dos países percibidos como menos corruptos de la región, Uruguay y Chile, tienen bajos porcentajes de mujeres en sus congresos. A la inversa, Nicaragua que a partir de la reforma de 2012, tiene un alto porcentaje de legisladoras, es un país que está considerado entre los más corruptos de la región. Argentina y México también tienen un alto porcentaje de mujeres en sus respectivas cámaras bajas del Congreso pero son percibidos con altos niveles de corrupción».

n CORRUPTIBLES Estudios contemporáneos de psicología social han demostrado que ni la honestidad ni la integridad son condiciones intrínsecas al hecho de ser hombre o mujer.


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