Zona literatura 17 cuentos en blogs

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CUENTOS 17 CUENTOS SELECCIONADOS POR VOTACIÒN DE LOS LECTORES DE ZONALITERATURA.COM EN EL CONCURSO “UN CUENTO EN MI BLOG” 2010


Edición

ZONA LITERATURA http://zonaliteratura.com Edición literaria y prólogo

GUSTAVO H. MAYARES Diseño y maquetación

HURLINGHAM DIFUSIÓN http://www.hurlinghamdifusion.com.ar

Hurlingham, Argentina | Diciembre de 2010


Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada

3.0

Unported

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17 17 cuentos y 17 autores de seis países diferentes de América Latina y Europa que participaron del concurso «Un cuento en mi blog», organizado por ZonaLiteratura.com. Miles de lectores de todo el mundo que votaron a sus relatos preferidos entre octubre y noviembre de este año, los que ahora son publicados en este libro tal y como participaron, sin cambiar una sola coma. Incluso en el orden que quedaron tras la votación. 17 cuentos entre los más votados tras los tres ganadores del concurso (quienes se hicieron acreedores a un e-book personal cada uno, a publicarse entre enero y febrero de 2011). Son 17 cuentos en castellano que exhiben nuevamente, por si hiciera falta, la vitalidad de nuestro idioma común, el que nos une. 17 pequeñas obras literarias que reflejan también la calidad –a veces extraordinaria, otras tal vez menos– de los «nuevos» autores en nuestra lengua, hombres y mujeres, jóvenes y no tanto; pero siempre con imaginación, sensibilidad, voluntad de tratar bien nuestro idioma y algunas veces de quebrarlo, romperlo. Lo que también hace a su construcción. 17 cuentos de 17 autores de orígenes culturales comunes pero también diversos, eclécticos: de Argentina, de Bolivia, de Colombia, de España, de México y de Perú. Son 17 relatos que, al mismo tiempo, pasan revista a las realidades de cada país, de cada región, de cada ciudad, de sus características, glorias y miserias. Tal y como debe hacer la literatura. http://zonaliteratura.com.ar | 5 | Un cuento en mi blog


17 autores en su gran mayoría inéditos pero que, por esto mismo, desnudan las falencias de una «industria editorial» que da más cabida al marketing importado que a nuestra literatura. Una «industria» hace rato colonizada por las grandes compañías que se dedican, más que nada, a imprimir, distribuir y vender éxitos, best-sellers prefabricados. 17 cuentos que reclaman ser leídos, como otras decenas de relatos que participaron del concurso pero que no tuvieron la votación –siempre subjetiva– requerida para participar de este libro y, sin embargo, lo merecen. 17 autores como otros miles que cotidianamente escriben la nueva literatura en cada rincón del planeta por el sólo placer de crear.

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índice

Violetas Violetas, de Víctor de la Hoz > 8 La necesidad tiene cara de bruja bruja, de Ruth Rojas Brenes > 11 La Calamidad de una discusión Idio ta Idiota ta, de Juan Gabriel Tormo > 19 Antes de que el sol salga salga, de Zaraceno > 22 Plaza Constitución Constitución, cuento de Roberto Rowies > 26 El velorio velorio, de Ana Rosa López Villegas > 31 El rostro de Lima Lima, de Leonardo Ledesma Watson > 35 Negociando con un Niño en Montjuic Montjuic, de Giovanni Garinian > 40 La historia de mi amigo Máximo Máximo, de Audonsalomon > 42 El Parque Parque, de Juan Muriel > 52 Vida de película película, de Camila Bordamalo > 55 Tostada ostada, de Lautaro García > 56 After office, office de Giselle Aronson > 59 En llamas llamas, de Rafael F. Aguirre > 61 Mi papá no era Fogwill Fogwill, de Laura > 68 Baños árabes árabes, de Eva Gutierrez Pardina > 70 El Rostro Rostro, cuento de Emilio Durán > 78

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Violetas Víctor de la Hoz 1985, Barranquilla, Colombia. Desde muy joven despertó una inclinación hacia las letras y la historia, y leyó sus primeros textos a los 17 años en distintas casas de cultura de Bogotá. Inicia sus estudios en Antropología y posteriormente en Historia. Ha participado en diversos concursos literarios. Actualmente, se encuentra terminando su Licenciatura de Historia en la Universidad del Atlántico (Barranquilla).

Especial para quien quiere volar!!!

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ntre violetas y sueños, vivía un ser encantado de miedo y sonrojo. Era un hada, que no tenía alas, solo ilusiones colgadas cual listón de seda que cae de su cabello. Los colores adornaban la palidez de su rostro, pues muchas lunas habían pasado en desvelo, buscando la manera de emprender su travesía por el cielo. En el centro de su pecho, habitaba el hueco, el péndulo de su magia, que podía llenar a su antojo: Un hueco que era naranja, que era azul… Que Era… lo que quería ser, en cualquier momento, pero la magia no funcionaba tan espléndida cuando amar quería soñar. Por las noches salía a recoger migajas de luna y las acomodaba en las puntas de sus cabellos, luego comía pétalos de violetas, y en sus ojos se acomodaba el cielo. Caminaba, no podía hacer más que caminar, entre noches con eco de búho, y árboles de sueños rotos, paraísos de “un día será”. Más “ese día” se escondía de todos los soles, y nunca veía despertar. Cierta vez, cansada de lunas, y violetas, transitaba en línea Un cuento en mi blog | 8 | http://zonaliteratura.com.ar


recta hacia la nada, cortaba arbustos, ramas de la vida, que se decía “ya nunca será”. Caminaba, y era naranja, y era azul, y era, todo aquello que el duende vio en ella. Parado como quien custodia un tesoro, escondido entre ramas estaba El, no tenia color, ni se preocupaba por tenerlo. Era un duende, motivado en descubrir el secreto del aire, que pasaba la entereza de los días, investigando cuanta ala se encontraba el misterio de volar. Por eso cuando vio aquella hada sin alas, sintió por ella compasión, pero al verla ensimismada y enigmática, sin llamarla se acercó; Le extendió una sonrisa y le dio a beber de su mano. La invito a vagar por el bosque, y juntos, sin hablar caminaban y bailaban… Ella buscaba, el también, pero ninguno sabía lo que el otro añoraba, y sin hablarse bailaban… Y cada uno en su interior imaginaba que volaba. El se detuvo cuando en su hombro sintió el rocío del llanto disimulado de la hada. No dijo mas… volvió a extender su mano, y sin alardes la miró y el hilo de su voz creció entre las notas de su canción imaginaria: aprieta fuerte mi mano y encontrarás tu mayor ilusión. Ella, le tomó, apretó con todas la ganas de ser, y su rubor se extendió por todo el cuerpo cuando en su mano se posó un corazón. El duende, se dio cuenta de aquello y temió. De su mano transparente brotaron dudas, temores y adquirió color… Ahora podrían verlo. Y, sería nulificada la posibilidad de encontrar su misión. De inmediato, rogando disimulo, le advirtió, debes cuidarlo muy bien, y que nadie lo vea, no te acerques a mi, cuando en el bosque estruende la fiesta. Vete. Ella, no tuvo tiempo de saber si comprendía aquella petición, simplemente corrió y al irse olvidó el corazón. El duende, consiente de aquel despiste, lo tomó y entre las copas de un árbol lo guardó. Y a casa se fue sin remordimientos ni complicahttp://zonaliteratura.com.ar | 9 | Un cuento en mi blog


ción. Ella… se dedicó a buscar al duende, entre las malezas de su imaginación, añoraba tener, de nuevo, ese corazón, de ver sus mil colores, y sentir el vértigo de la ilusión. No la tumbó tristeza, ni melancolía, segura y con costales de esperanzas transitaba la ventura de los días. El duende después de muchas lunas, al fin comprendió que solo en la multiplicidad del color podría accionar su misión. Sabía que la única manera de volver a ser, aquello, era devolviéndole a la hada lo que de ella poseía. Corrió por el bosque, ocultado de soles y lunas. Llegar al lugar donde le había ocultado, era ya su única misión. Pero, buscó y buscó y solo nadas tomaba de entre las capos de árboles, donde buscó… arrancaba flores, desesperado y daba suspiros, indagando, y su naturaleza de investigador lo sumió entre el remolino y la desesperación… y solo nadas descubrió. Tan bien lo había ocultado para que nadie lo descubriera que cuando quiso tenerlo de nuevo ya no lo encontró, Sin embargo, en aquella noche de estrepitosa luz, el alma de los árboles milenarios, testigos de aquel mágico hecho, se compadecieron ante la misión del duende y le mostraron de nuevo el camino, hacia su misión, hacia su destino, encontrar el corazón de su Hada. La felicidad en su rostro fue tan infinita, que toda la magia que yacía en su espíritu brotó del tal forma, que fue capaz por fin de manejar la verdadera alquimia de su espíritu, Cuando al fin ambos estuvieron frente a frente con el corazón en el centro de sus manos, solamente el amor se apodero del entorno, y la verdadera magia esencial vibro sus cuerpos, al hada le salieron sus alas, y el duende fue feliz de su vuelo •

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La necesidad tiene cara de bruja Ruth Rojas Brenes 1974, San José, Costa Rica. Acuariana, en el maya Estrella Solar Amarilla y en el chino Tigre. Hizo las escuelas primaria y secundaria en instituciones del Estado y finalmente se graduó en la Universidad Nacional de Costa Rica en Administración de Empresas. Estudió Arte. Comenzó a escribir por casualidad: cuando escuchaba una buena historia sencillamente la transcribia con unas cuantas mentirillas y salia un lindo cuento.

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o había qué comer, ni siquiera había sal para hacer sopa con una tortilla dura para engañar a los cuatro chiquillos que tenía.

Ellos, muy inteligentes, decían: -Vámonos a dormir temprano para no sentir el hambre, ya que muchas veces llegaba a doler. Ella se sentía deprimida. Su esposo se había ido a la guerrilla, muriendo en batalla y ella no sabía hacer ningún oficio que le diera dinero para comprar comida, porque en aquella época las mujeres solo servían para los oficios de la casa y así se casó ella, con esa ilusión de juntos para siempre… Comían cuando alguien se acordaba de ella o cuando, por lavar una ropilla ajena que muy pocas veces le traía una vecina, esta mujer bondadosa, decía que para ayudarla y para que no se sintiera ofendida, le pagaba una platilla, además le regalaba alguna cosa, porque la conciencia no la dejaba entrar a esa casa toda destartalada y ver a esos chiquitos muertos de hambre. No es que esta vecina tuviera dinero, no, pero era una señora generosa y cuanto podía ahorrar se lo pagaba a ella para que comiera, http://zonaliteratura.com.ar | 11 | Un cuento en mi blog


por eso no era tan frecuente la lavada de ropa. Pero un día de desesperación que no tenía ni frijoles viejos con gorgojos, (eso animalitos repugnantes que se meten a los granos sin piedad), que, aunque parezca mentira, ni el árbol de mango ubicado frente de la casa y que muchas veces daba tantos frutos maduros no tenía uno solo, su piel comenzó a ponerse amarilla. Ese árbol bendito que hasta miel le había dado una vez… no tenía nada, pero ni la flor para darle a los chiquillos, y entre pensamientos de demencia, tuvo una idea: – “O me hago bruja o prostituta” -. Estaba desesperada y, como dicen que en las crisis el hombre siempre toma la decisión más adecuada, hizo un rótulo de cartón viejo que decía: “Se adivina el futuro, se quitan maldiciones, se hacen limpias de terrenos, casas y personas”. Lo puso en la ventana rota que daba a la calle y pensó: – “Si no viene nadie por lo menos me tapa el hueco” – . El día trascurrió como siempre, lavando alguna cosita ajena, engañando la tripa con agua de arroz que alguien le había dado tempranito por la mañana. En la tarde, como a las cuatro y media, tocaron la puerta: - ¡Upé! Señora, ¿Está la bruja? Y por primera vez se dio cuenta de lo que hacía. Al principio no dijo nada, hasta estuvo a punto de responder que estaba equivocada, que aquí no habían brujas, pero dio una mirada rápida a su casa y como un rayo su mente comenzó a formular respuestas, pero lo que le ayudó a decidirse fue que se topó con los ojos salidos de hambre de uno de los niños y respondió con un grito tembloroso: – Sí, sí señora… soy yo, ¿en qué le puedo servir? Era una señora de dinero, puesto que andaba en carro y tenía muy linda ropa. La alzó a ver de pies a cabeza y dudó un poco de su capacidad como bruja, porque andaba con una ropilla vieja y Un cuento en mi blog | 12 | http://zonaliteratura.com.ar


unas sandalias que tenían como treinta años de estar con ella. La señora, sin mucho saludo, se fue directo al grano: - ¿Usted hace limpias de terrenos? – preguntó - ¡Claro!- respondió la otra un poco asustada, con miedo que le preguntara el procedimiento. - ¡Qué bueno!- dijo la señora encopetada, - ¿Cuánto cobra usted? – añadió como pregunta Sin saber qué contestar y sin tener idea de cuánto cobrar, se dejo llevar por el instinto que parecía responder por ella y finalmente conteniendo la respiración hasta casi ponerse morada muy tímidamente dijo: - ¡Depende del lugar y de lo que haya que hacer! – - Está bien. ¿Usted puede venir conmigo para que vea el lugar? – respondió y preguntó la señora - Sí, pero tenemos que llevar a los chiquillos porque no los puedo dejar solos- respondió la bruja. La señora de zapatos finos dijo que no había problema y todos se subieron al carro. En él estaba el esposo, callado pero muy crédulo de la maldición que le habían echado al terreno. Saludó y no dijo nada más en todo el trayecto. Los chiquillos estaban tan felices de su primer paseo en carro, que ni preguntaron a dónde iban. Solo pensaron que esa señora nada más vino a llevarlos a pasear. Mis niños, se decía, ¡qué inocentes!, sentada en el carro con sus manos inquietas hechas un nudo, las apretaba contra su regazo y la mente perdida en sus pensamiento trataba de convencerse que era lo mejor, que no estaba engañando a nadie, que sus hijos tenían hambre y que por eso Dios la iba a perdonar, http://zonaliteratura.com.ar | 13 | Un cuento en mi blog


porque él sabía lo que ella había sufrido de impotencia de no poder alimentar a sus pequeños, que tal vez Dios mismo había mandado a esa señora para que los chiquillos comieran. Sí, sí se repetía y movía su cabeza inconscientemente en forma afirmativa. Si la señora que estaba sentada en el asiento del frente la hubiera visto creo que iba a dudar seriamente del tratamiento anti maleficios, pero gracias a Dios la señora que también estaba convencida del asunto absolutamente demoniaco, sólo se limitó a mirar hacia el frente deseando llegar lo más pronto posible. Uno de los niños la saco de su transe al pegar un grito, por ver un árbol de guayaba que tanto le gustaba, y a partir de ese momento, esa media hora pareció como cinco horas de viaje incomodo y tenso, cuando finalmente llegaron, hasta el cuerpo le dolía de lo tensa que estaba. Se bajaron del carro y le dijo a los niños que fueran a jugar por allí, mientras ella convencía a la gente de que sí había un maleficio. Caminaron un poco para que ella buscara donde sentía más las maléficas vibraciones, caminaron despacio y tensos, los señores por la expectativa y ella porque no sabía qué hacer, siguió su instinto y finalmente muy seria, actuando muy bien su papel y utilizando la inteligencia y astucia que Dios le había dado dijo: -Sí, aquí hay una brujería y muy mala, al mismo tiempo que abría sus ojos y moviendo sus cejas y para darle mayor veracidad en su cara y su boca se veía la preocupación por tan mala fe de las personas que pusieron allí ese maquiavélico instrumento perturbador de almas. – Luego, sin más reparo, haciendo halarte de su maestría en brujería agregó: -Pero tenemos que venir mañana para hacer la limpia porque ahorita no traigo nada, además tengo que dejar a los chiquillos con una vecina. Un cuento en mi blog | 14 | http://zonaliteratura.com.ar


Los señores contestaron que claro que sí, que a las 10:00 de la mañana pasarían por ella. Recogieron a los chiquillos, que andaban regados por toda la propiedad comiendo cuanta fruta pudieron y también echando en sus bolsillos llenos de huecos de todo lo que podían acarrear. Cuando vio a sus hijos con la boca llena de fruta, sus ojos chispeantes de emoción y una carita tan feliz, supo en ese momento que estaba haciendo lo correcto. En la noche, cuando todo el mundo dormía, estaba muy preocupada, inventado cosas. Trató de buscar en el patio las matas secas y más raras que había, se fue al frente a robarle al vecino un poco de hojas de pino para quemar algo que oliera rico y estudió toda la noche un salmo para hacer más sagrada la limpia y, de paso, para que Dios la perdonara. Durmió como dos horas. A las 4:00 de la madrugada se levantó asustada y su corazón no dejaba de latir, sintió que se le salía por la garganta porque se acordó que no había hecho nada para enterrar… ¡No había hecho el maleficio! Cortó un poco de pelo de la cola del pulgoso perro y lo colocó en un envase de vidrio, que llenó de agujas, pensando que ellas le harían falta si esto no funcionaba. Pero le faltaba algo al maleficio… No estaba tan terrorífico. Agarró entonces un cuchillo y se cortó un dedo, puso un poco de sangre en el frasco y lo tapó. Todos estaban durmiendo cuando salió de la casa. El primer autobús salía a las 4:30 de la mañana, para trasladar a los trabajadores del café. Ese bus era gratis, gracias a Dios, porque era de los cafetaleros. Llegó al lugar como a las cinco pasadas. Buscó un lugar aislado para hacer todavía más creíble la aparición del maleficio, lo http://zonaliteratura.com.ar | 15 | Un cuento en mi blog


enterró y puso una piedra sobre él, para que no se le olvidara dónde estaba. Luego se marchó. Duró dos horas caminando de vuelta, porque no había plata para pagar el bus de regreso. Cansada, con los pies hinchados, los chiquillos ya despiertos y molestando, se sentó un ratito para que le volviera el aliento. Pasó un poco de agua por un poquito de café que le quedaba, pues solo lo usaba en ocasiones especiales, y lo bebió lento, pensando si esto estaba bien. No le dio tiempo al arrepentimiento cuando, de pronto, se acordó que tenía que dejar a los chiquillos con alguien. Se fue donde la vecina, le dijo una mentirilla blanca y todo estaba listo para las 10:00 en punto de la mañana. Se buscó un trapo para taparse la cabeza, alistó su maleta con hierbas secas del patio y se sentó a esperar, con el café frío en la mano y esa ansiedad de locura que la estaba matando. A la hora esperada en punto, la señora se bajó del carro y dijo de forma brusca: -Buenos días, ¿cómo le va?- ¡Muy bien!- respondió la otra, con el susto que siente alguien que no está seguro de lo que hace. -Nos vamos- agregó con una voz delgada como la seda y bajita como si fuera un pajarito moribundo. Sus piernas temblaban tanto que casi no podía caminar. Se montó al carro y suspiró profundo pidiendo perdón a Dios. El trayecto se le hizo interminable hasta que por fin llegaron al lugar. Caminaron como veinticinco minutos para darle más credibilidad al asunto y de pronto ella se posesionó de un lugar previamente visto, alzó sus manos al cielo, respiró profundo porque sentía que el aire le faltaba y comenzó el exorcismo. Repetía el salmo de la noche anterior con algunas alteraciones deUn cuento en mi blog | 16 | http://zonaliteratura.com.ar


bido al susto pero nadie lo notó. Lo repitió tantas veces y tan rápido que parecía que hablaba en lenguas, no se entendía nada, caminaba en círculos y los señores atrás, parecían una gallina y sus pollitos cuando esta tronando; todos muy apretaditos unos contra otros. De pronto y como si ya lo hubiera hecho mil veces, paró en seco y de un grito dijo: - ¡Aquí!… Aquí está el maleficio, yo lo puedo sentir. El señor no sabía qué hacer… si llorar o reír; estaba paralizado de pies a cabeza. Ella se dio cuenta que él tenía más miedo, entonces tomó el control de la situación y le dijo: -Sáquelo usted, que es el dueño. El señor se puso a excavar con las manos, más temblorosas que gelatina y como pudo lo hizo. Al cabo de unos segundos observó el frasco medio hundido en la tierra y, con un miedo que nunca había sentido y un asco increíble, lo sacó. Al ver que tenía sangre, pelos y estaba lleno de agujas, casi le da un infarto; su rostro cambió de color pálido a casi verde; su esposa igual. Ella, viendo todo aquello, tomó las riendas como una verdadera bruja y dijo unas cuantas palabras que recordó de alguna novela que había leído, mientras tiraba el frasco al suelo y quemaba los pelos. El maleficio quedó totalmente anulado y el terreno limpio de malos espíritus y protegido para toda la vida. Los señores quedaron muy agradecidos. Sus rostros tomaron color y una sonrisa apareció en ellos. -Bueno… ahora sí… la cuenta. Ella no sabía cuánto cobrar. Se sentía un poco culpable pero los chiquillos tenían que comer. El señor dijo: - ¡Bueno, la verdad es que yo le doy lo que creo que es más que justo. Entonces sacó un rollo de billetes y se los entregó. Ella, sin más que decir http://zonaliteratura.com.ar | 17 | Un cuento en mi blog


dio las gracias… Y partieron rumbo a la casa. De camino ella les pidió que por favor la dejaran en el mercado y así lo hicieron. Tenía una felicidad de esas como cuando uno tiene algo verdaderamente bueno, ese algo que está metido en el cuerpo y quiere salir pero no puede. Sí… eso. Además la irradiaba a todo el mundo, caminaba realizada, pensando en su plata y cómo se la había ganado. Sacó el dinero y, con mucho orgullo, compró tortillas, arroz, frijoles, pan, leche, queso y mucho más. Al llegar a la casa preparó una sopa de pollo, arroz, frijoles y tortillas. Llamó a los chiquillos que hacía mucho no veían un pollo en sopa. Ellos no sabían qué hacer… si comer o qué. Se les iluminó la cara, sus ojos no cabían es sus cavidades, no sabían donde ver o que hacer, eso era mejor que navidad. Se reían, se abrazaban, inquietos como pajaritos. ¡Nunca habían visto tanta comida junta! Ella les decía: -Coman, coman… sin miedo, que no se va a acabar. Coman… mis pequeños, hasta enfermarse, que su mamá ya tiene trabajo. Y así siguió con sus consultas, pues el incidente la hizo famosa y su clientela crecía día a día. Pero algo raro le pasó… Ya no necesitaba esconder sus propios maleficios, ya no era necesario aprenderse salmos, porque algo se despertó en ella. Ya podía ver a la gente a los ojos y decirle su problema, curaba males sin remedios raros, solo con unas hierbas que comenzó a sembrar en el patio, compró libros y estudió las magias… Ya no era una bruja falsa sino una Curandera verdadera •

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La Calamidad de una discusión Idiota Juan Gabriel Tormo

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n torno a la hoguera, las grandes calamidades del mundo discutían entre sí.

-Yo soy la más terrible, y mi nombre es La Guerra. Mi presencia siembra el terror en los corazones. Las madres velan por sus hijos y los hombres derraman lágrimas al despedirse de su amada a quien ya nunca verán. El más grande de los azotes del mundo soy yo. -¡Sueñas, hermana Guerra! Soy yo, La Pena, a quien los hombres más temen. Nada les importa si ellos no sufren. Ni siquiera el dolor de sus pares. Soy yo la más temida y de todas la más odiada. De eso no cabe duda alguna. -Pobre de ustedes, ingenuas. Es a mí, La Muerte, a quien todos temen. Los hombres del mundo sacrifican a padres e hijos a fin de esconderse de mí. Mi presencia los paraliza, llenando sus almas del más profundo temor. Me usan como retrato de todos los males. Soy yo, más allá de toda duda, la más horrenda y detestada. Los otros males del mundo hablaban y defendían todas sus desvirtudes y defectos. La voz de la Miseria y de La Envidia se http://zonaliteratura.com.ar | 19 | Un cuento en mi blog


alzaban en contra de La Codicia y de Las Iras. La Violencia desataba sus horrores en contra de La Malicia, bajo la mirada aprobatoria de La Crueldad. No era posible llegar a un acuerdo. Todas se creían superiores, La Envidia y La Peste, La Avaricia y La Tristeza. La única que observaba en silencio con desdén, pues se sabía superior, era, por supuesto, La Soberbia. -¡Busquemos a un hombre! Que sea uno de ellos quien nos diga a quien teme más. Sólo así saldremos de esta duda y zanjaremos la disputa. Era la voz de La Locura la que hablaba y los demás azotes del mundo respiraron aliviados de ver que, al menos de vez en cuando, su hermana aún demostraba lucidez. -¡Veamos al sabio ermitaño que habita en la montaña! -sugirió La Soledad- Nadie nos interrumpirá y obtendremos una opinión imparcial. Así pues los azotes se encaminaron a la cueva donde pondrían punto final a su polémica. El anciano ermitaño no mostró ni sorpresa ni temor cuando los azotes, uno a uno, se presentaron ante sí y le plantearon su dilema. -Como verás, necesitamos un juez. Terminemos de una vez con esta charada y dile a mis hermanas que yo, La Guerra, soy la peor. -Terrible eres en verdad, señora Guerra. Sin embargo, cuando el tirano oprime a débil, cuando la injusticia acosa al pueblo, eres también la libertadora y la justiciera. Cruel eres, pero no me gustaría vivir en un mundo donde no tuviera la opción de hacer la guerra para mitigar nuestro sufrimiento y nuestras penas. Un cuento en mi blog | 20 | http://zonaliteratura.com.ar


-¡Lo sabía y se los he dicho! Soy yo, La Pena, la más temida. -Temida en efecto eres, señora Pena. Haces sufrir a los hombres con el dolor de nuestros cuerpos y nuestro corazón. Pero el dolor físico es una advertencia que nos protege de peligros más grandes. La pena del alma nos cura de nuestras pérdidas y con el tiempo, se convierte en dulce melancolía. Eres una gran carga, sin duda, pero no me gustaría vivir en un mundo sin penas. Uno a uno los azotes desfilaron frente al sabio ermitaño y uno a uno los probó equivocados, enseñándoles sus bondades. Por último fue el turno de La Muerte. -Eres horrenda en verdad tú, La Parca, pero de todas la más útil, sin ti… Con un rápido movimiento de su mano, La Muerte tocó con su descarnado índice la frente del ermitaño, y la luz de la vida por siempre lo abandonó. Los azotes con reproche miraron la huesuda indiferencia de la muerte, de pie junto al cuerpo inerte. -No os hagáis a las santas inocentes, que no os queda y a nadie engañan. ¡Esto es lo que todas deseaban! Los azotes se dirigieron en procesión a la boca de la cueva entre murmullos de disgusto y comentarios de frustración. -Esto nos pasa por seguir las ideas de La Locura… La última voz que se escuchó en la cueva fue la de La Idiotez. -Deberíamos repetirlo… •

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Antes de que el sol salga Rafael Torres 1961, México DF, México. Médico Veterinario y Zootecnista. Escribe desde hace 8 años aproximadamente, primero poesía (tiene dos poemarios sin publicar). Realizò cursos de poesía, escritura creativa y corrección de estilo en emagister.com, y participa en talleres en línea como “Taller Milenio” y “Al abordaje de las letras”. Publica habitualmente en dos blogs: “La Villa Strangiato” y “En el lado oscuro de la página”.

O

swaldo veía como aquel hombre regordete sorbía de un recipiente despostillado, un humeante brebaje negruz co con olor a café rancio. Después de cada sorbo emitía un ruidoso sonido de satisfacción. Pensaba en las nubes espesas y oscuras de aquel día, por lo que supuso que debería ser una noche profundamente sombría. Sentado y con las manos atadas al respaldo de la silla observaba las absurdas formas que un foco de cien watts generaba, a pesar de que oscilaba en su cara y lo deslumbraba. Podía ver como la sombra de aspecto porcino del hombre regordete, se movía en sentido contrario a la luz. Iba de la puerta de lámina, hasta la pequeña ventana y se bamboleaba con la silueta del otro tipo. Un viejo de facciones escabrosas que de pie lo miraba fijamente, esbozando una sonrisa retorcida por las profundas huellas que había dejado el acné en su cara. Con dos dedos asía un cigarro que se llevaba a los labios. Aspiraba hasta formar dos huecos en los carrillos que hacían resaltar sus pómulos, para luego echar un humo espeso y penetrante. Oswaldo pasó la lengua por sus labios dromedarios y agrietados y miró hacia el techo mohoso por la humedad. A pesar de su Un cuento en mi blog | 22 | http://zonaliteratura.com.ar


situación, no pudo evitar imaginar en esas manchas nuevos continentes, nuevas geografías, nuevos lugares para vivir y amar en libertad, un lugar donde él pudiera estar a salvo. Sintió un fuerte golpe en la boca y por acto reflejo desafiante y temerario, escupió saliva y sangre, quería gritar que lo dejaran en paz. Decirles que se habían equivocado de persona, pero lo acallaban las maldiciones proferidas por un fétido aliento alcoholizado que lo cuestionaba. El tipo gordo le amenazaba con administrarle agua mineral por la nariz si no hablaba o aplicarle toques eléctricos en los testículos o sumergir su cabeza en el retrete lleno de mierda, hasta que dijera dónde chingaos estaba el paquete. Después de otro golpe seco en la cara y uno más en la boca del estómago comenzó a escuchar un sonido sordo dentro de su cabeza. A lo lejos, oía decir a los sicarios con placa de policías, que de una vez lo iban a chingar y lo iban a madrear hasta que confesara incluso ser de la liga comunista. Luego carcajadas o los berridos de un cerdo y los aullidos de un perro famélico le erizaban la piel magullada y mordía los labios apretando los puños, no quería abrir los ojos o ¿acaso la inflamación se lo impedía? Cierto que se arrepentía de aquella tarde del 10 de septiembre de 1971. Apenas la semana pasada, cuando recogió un paquete olvidado en un puesto de comida entre Copilco y Av. Universidad. Una tarde cargada de grandes nubes y truenos que advertían de una fuerte tormenta, la humedad entraba por todos los diámetros de la ciudad. También es cierto que ahí quedó de verse con sus amigos para dirigirse a Avándaro, lugar en donde se llevaría a cabo el primer festival de rock en el país, una fecha inolvidable. Se sabía popular, por eso compartió con los demás lo de aquel paquete. Rollos de yerba comprimida frescos y olorosos que aquehttp://zonaliteratura.com.ar | 23 | Un cuento en mi blog


llos guardaban como algo valiosísimo y lo felicitaban por la generosidad mostrada. De ahí se fueron para aquel lugar, donde conoció el sublime sopor de una noche inolvidable, cuando en unión con Alma Rosa (una chavita que había llegado de Monterrey) totalmente drogados (peyote y marihuana) se entregaron mutuamente en una copula liberadora traspasando el tiempo, el lugar, los sentidos, un retorno al dilatado bing-bang bajo el indulto de algunos dioses mesozoicos. O al menos eso era lo que él había sentido aquel día. El cielo gris les ofrecía una manta de agua que bañaba el acto junto a un pirul bajito, a un lado de un maguey. Cada gota cósmica de transparencia inigualable producía un efecto aséptico en sus cuerpos sintiéndose inmortales. Las plantas y hasta las raíces les hablaban entre palabras y destellos fugaces: “No se vayan. Fúndanse donde quieran, incluso entre nosotras. No es la hora de irse a morir porque aún tienen un trabajo en esta tierra. Y nosotras solíamos tener el pasado, La palabra inicial de la existencia pero también tenemos el presente y el futuro. No se vayan, aquí tienen esta vida y la otra que nos sobra, no se vayan de nuestra patria, de nuestra lluvia, de nuestro maíz, de nuestra yerba, de nuestras heridas, de nuestro ombligo todo”… y reían catatónicos escuchando a lo lejos las notas conocidas de “La Tierra De Que Te Hablé” del grupo Ritual. Mientras terminaban a chupetes el último resabio del cigarrillo. La muchedumbre gritaba a coro con una sola voz, un solo grito: ¡Avándaro, Avándaro! Y al conjuro de estas palabras las gotas que caían en el suelo bailaban con frenesí, en un fantástico ballet y el lodo brincaba alegre y la tierra levantaba sus naguas al compás de un rock fresco, incitándolos a seguir con su rito erótico comulgando en posiciones que los bautizaban como seres tribales del infinito, hasta Un cuento en mi blog | 24 | http://zonaliteratura.com.ar


quedar completamente exhaustos. Ella forjó otro cigarrillo y siguieron fumando entre risas y lluvia. Antes de que pudiera entender su inequívoca pero sencilla decisión, se puso de pie y corrió desnuda hacia el concierto, bailando con los pechos al aire perdiéndose entre la multitud. El desaparecería en la húmeda noche montado sobre un dragón verde de alas negras. Sintió un golpe seco en la cabeza que lo sacó de su ensimismamiento y quiso maldecir, patalear y levantarse, pero una gran plomada colgaba de sus párpados. Logró escuchar aún, entre un torbellino de imágenes y recuerdos, entre sucesiones de memorias y lentas palpitaciones, el dialogo de sus verdugos mezclado con los ecos milenarios de voces ancestrales que lo llamaban. Comprendía aún las recriminaciones que se hacían entre ellos, frases que iban perdiendo sentido y se evaporaban en el aire; frases entrecortadas como el de haber olvidado un paquete en un puesto de comida o antes de que el sol salga, aventar el cuerpo al canal de aguas negras… y algo acerca de que los superiores nunca entenderían. Oswaldo comenzaba a incorporarse. Miró sus palmas, su pelo largo y su barba, brillantes e inmaculados, ya no sentía miedo. Fue cuando dentro de aquel torbellino, escuchó perfectamente el batir de alas negras de su dragón y corrió a montarlo para irse volando •

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Plaza Constitución Roberto Rowies 1983, Buenos Aires, Argentina. Cursó Filosofía y Letras y Dirección Orquestal. Ha participado en diversos concursos: finalista en el organizado por De los cuatro vientos; finalista del "II Certamen Nacional de Poesía y Cuento Breve de Ediciones Ruinas Circulares". Dos libros de relatos publicados: Política Sudaka (Eureka, 2009) y Esquiso, en colaboración (Eureka, 2010). Trabaja en un libro de ensayos sobre música clásica.

“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, Pablo Neruda

E

s una frase que poco tiene que ver con los sucesos que voy a narrar, tampoco tienen éstos algo más de irrelevancia que lo dicho por Neruda. Sin embargo, los encuentro necesarios y, acaso, imprescindibles para la vida de todo individuo. Sentado aquí les escribo, o les describo, todo lo que está a mi alrededor, todo lo que funciona. (Hace más de una hora que espero, aunque sé que sólo la veré caminar hacia mi por el camino, uno de los dos que hay, sin contar con algunas bifurcaciones para los dos lados de la plaza, recién en la hora entrante). A la derecha del sendero de árboles (que divide los dos caminos principales que cruzan la plaza) se despliega con toda su gracia un arenero con varios juegos para chicos y por qué no para algún mayor con alma de niño; se encuentra a mi derecha también. Yo lo considero como el alma de la plaza, el símbolo. Sin arenero con juegos y chicos no existiría lo que se denomina “plaza”. Aquí no hay chicos. Un cuento en mi blog | 26 | http://zonaliteratura.com.ar


El banco es demasiado bajo para mi estatura, sin embargo hace una hora y cuarto que estoy y no he sentido incomodidad. Es de esos que poseen maderas finas ubicadas de tal forma que se arquean en las piernas y en la espalda; ¡son los clásicos bancos de plaza!. Están baqueteados por el maltrato y solo dos, de los ocho que alcancé a contar, conservan intactas todas sus piezas, a excepción de la pintura. Una paloma agita sus alas aterrizando exitósamente a mis pies; me recuerda que ya debe ser la hora y miro el reloj: pasaron ocho minutos desde que observé el arenero. Ahora las palomas son muchas y picotean el suelo que está minado de florecillas amarillas que caen de los árboles. Varios palomos muestran su envergadura empujando a las más jóvenes, ¡que delicadas que son!, no he visto ave doméstica más elegante y sutil. Inspiran (creo) a la parte más bella de la plaza, ¡que importantes que son!, sin ellas tampoco habría lo que se llama “plaza”. Se mezclan (justo cuando observo a tres cartoneros en uno de los bancos a seis metros), unos gorriones entre las palomas y los palomos. Intentan jugar. Bostezo por primera vez (acaso un amigo mio sabe a causa de que) y sigo con la mirada la labor de los tres hombres. Doblan forzadamente los cartones, los apilan y luego los atan con una cinta difícil de cortar. Mientras tanto ríen (no sé qué los motiva), ríen felices de algo (y recuerdo ahora la frase del poeta). Pienso preguntarles algo importante para mi cuando tenga que irme, dudo que no sepan la respuesta. Miro nuevamente el reloj, faltan quince minutos. No sé por qué llegué tan temprano (seguro que usted se lo preguntó también), pero no me niegue que nunca sintió ansiedad en las vísperas de una cita, o estando en ella. No me niegue que no hizo locuras y hasta no dio unas vueltas antes de verla ahí sentada, http://zonaliteratura.com.ar | 27 | Un cuento en mi blog


con las piernas cruzadas, sobre el vestido floreado, esperando. No me diga que no se quedó un momento observando esa postal universal, ese amor primerizo, esa sensación vaga, intensa e indescifrable llamada amor, vaya a saber uno por qué. No me lo niegue. Yo no le miento. Llegué temprano, me anticipé a su ronda, sin duda. No sé bien con cuántas horas o minutos, pero le aseguro que me siento cómodo, distendido, a la espera. (No le voy a mentir, cuando la vea caminar por el sendero de flores amarillas, de árboles, ella y su dulce rostro me van a confundir. El tiempo no va a ser tiempo, la duda va a ser desestimada, la ansiedad será ahogo, la cosquilla, hormigueo persistente y casi molesto). Yo la espero hace más de una hora y cuarenta cinco minutos, pero ¿importa el tiempo?. Importa que llegue y se siente junto a mi, eso sería muy importante. Denotaría que estuvo buscándome por toda la plaza (aunque yo no le indiqué exactamente el lugar) y, acaso, exprese cierta alegría al verme. La busco entre la gente que camina por ambos senderos a mi izquierda, ya está por ser la hora y quizá llegue antes de lo previsto (no acostumbraba a hacerlo). Las personas pasan y no miran; estoy sólo sentado en un banco con muchas palomas, palomos y gorriones que me dividen de los tres cartoneros; ¿no es una digna postal para observar? ¿acaso es una imagen frecuente?. Un señor cruza entre las palomas (éstas se elevan pero caen a los pocos metros) y me pide fuego. Con mis manos le hago gestos de que no poseo (ubico ambas manos en los bolsillos y con la cabeza niego poseer algo). Los gestos los interpreta a la perfección y se sienta a unos metros, en un paredoncito. Intenta prender el cigarrillo con su encendedor y lo consigue (aunque con esfuerzo), luego lo fuma y se retira. Me hubiese gustado pedirle uno. Un cuento en mi blog | 28 | http://zonaliteratura.com.ar


Las agujas llegan al momento pactado; ni la sombra de ella aparece por el lugar.Trato de disuadir mi enojo (en realidad la ansiedad) escuchando el tránsito pesado que circula por Avenida San Juan. Sin los autos que se agolpan, producen ruido e intoxican el ambiente la plaza sería mejor, pero en realidad ¿sería mejor?. ¿Acaso a falta de una cosa la otra sería necesariamente mejor? ¿No es posible que algo fuera ese “algo” por sí mismo?. Pasaron quince minutos (porque cinco los utilicé para cerrar los ojos y dejar mi rostro merced del sol que apenas entraba entre los árboles). No llegó. ¿Estará buscándome? ¿O sentada, observando las vicisitudes de la realidad espera que yo llegue por uno de los senderos hace dos horas y cuarto?. No me levanto del banco y pienso qué situación es la más correcta: “que yo esté esperando o que ella lo esté haciendo”. Sin duda lo segundo. Lo primero resultaba tedioso, pero cómodo al fin; lo segundo era de una responsabilidad mayor; había que encontrar algo al momento pactado. La primera no poseía esa responsabilidad (pero era fundamental llegar antes para esperar). Entonces, aunque pequeña, había una regla: llegar antes. Suena la alarma del reloj (indica que no debo esperar más, pasó el tiempo tolerable), y me levanto. Pero, ¿es imposible esperar más? ¿Y si llega cuando yo no estoy?. ¿Me esperaría ella a mi entonces?. (Me siento y espero quince minutos más). No llega. ¡Ahora si me voy!. Ha pasado el tiempo tolerable. ¿Tolerable?, ¡Si eso es lo más cómodo! ¡Esperar!. ¿Es cómodo al fin esperar? ¿Es fácil?. Me levanto y camino unos metros en la dirección en la que ella tendría que haber aparecido con su vestido liviano y floreado. He decidido irme. Si la cruzo en el camino me quedo, y acaso hablo de todo lo que sucedió a la espera de su llegada. http://zonaliteratura.com.ar | 29 | Un cuento en mi blog


¿La cruzaré?. ¿El azar puede determinar el encuentro entre lo que deseo y lo ya determinado?. ¿Entre el futuro y mi destino?. Los cartoneros me observan (de seguro que no es la primera vez que lo hacen), mientras yo me acerco a preguntar mi inquietud (la que tuve desde que llegué). Sólo uno de ellos gira para ser el alocutario. - Disculpe señor –le dije-, ¿sabe usted cómo se llama esta plaza? •

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El velorio Ana Rosa López Villegas 1975, Oruro, Bolivia. Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad Católica Boliviana. Se dedica al periodismo y a la literatura de manera independiente. Ha vivido y estudiado en Madrid (España) y en Karlsruhe (Alemania). Su trabajo ha sido publicado en la revista internacional de creación literaria Boreales. Es autora de los blogs: http:// laletralate.blogspot.com/ y http://mivozmipalabra.blogspot.com/.

C

omenzaron a llegar. La puerta entreabierta y el pasillo angosto se llenaron de murmullos, de suspiros y risitas apagadas.

Las viejas con tacones, negras de la cabeza a los pies rezaban avemarías y padrenuestros sin agotar la saliva. El silencio se incomodaba ante la letanía. Dios te salve María, llena eres de gracia… Los cirios y las flores se disputaban el ya pesado aire que flotaba en aquella pieza. Los claveles en especial, yacían tibios entre la humareda de las velas que esparcía el olor de los inciensos. Las moscas revoloteaban sobre el ataúd como buitres carniceros; posaban su estiércol sobre la oscura madera y emprendían vuelo hasta el cristal de la cabecera, debajo de aquél la cara del muerto parecía protegida. Entraban y salían las primas y sobrinas, todas de luto como hormigas; entraban y salían las tazas del café y los caramelos de anís. http://zonaliteratura.com.ar | 31 | Un cuento en mi blog


La viuda cogió un tabaco, acercó una de las velas a su rostro y lo encendió sin reparo. La dolorosa suegra la miraba vigilante y rompió en llanto cuando la vio fumar. –¡Pobre! –dijo uno de los curiosos. –¿Pobre quién? –respondió otro diligente– ¿La suegra o el muerto? –continuó con malicia. Las caderas de la viuda se erizaron sobre la silla que la sostenía. Su falda comenzó a bailar camino a la cocina. La huella de su perfume se tejió con la del cigarro y los ojos de muchos voltearon sin disimulo, las miradas que la deseaban. –¡Por Dios que es bella! –soltó uno mientras le chorreaba la baba sobre la corbata. –Y ahora viuda –señaló otro.La suegra parecía escuchar todo el cuchicheo y a cada punto final le seguía un grito desgarrador. –¿Y qué le pasó pues?–Se murió… –Dicen que estaba enfermo… –¡Qué enfermo ni que nada! –¿Entons? –Mucha hembra para el condenado… ja ja ja ja. En la cocina las parientas vieron entrar a la viuda y giraron sus narices y caras por sobre el hombro. A ella parecía no importarle, se acercó hasta el fogón y se sirvió una taza de café. Su rostro revelaba serenidad y una hermosura que todas envidiaban. Con el mismo aire de reina con el que había entrado dejó la cocina entre los comentarios de las dolientes. Volvió al lugar en el que estaba, casi al frente de la cabecera del ataúd, miraba en silencio a los presentes y parecía estudiar sus actitudes, adivinar Un cuento en mi blog | 32 | http://zonaliteratura.com.ar


sus pensamientos. De rato en rato vigilaba su reloj, apostada en la silla de madera, apoyó el mentón sobre la palma de su mano izquierda y al mismo tiempo cruzó la pierna. Su redonda rodilla despertó aún más las inquietudes ya alborotadas. Así pasó algún tiempo, la sangre del muerto se coagulaba con cada segundo y su faz tomaba de a poco un color amarillento y desagradable; sonidos extraños provenían del interior de su cuerpo. Como avisada por instinto, la viuda se sobresaltó de pronto y se puso de pie, sus ojos negros coquetearon con la puerta. Al poco tiempo entró un hombre bien parecido y moreno. De negro como la mayoría de los dolientes, se acercó hasta ella y la abrazó. –María… –le susurró al oído con un jadeo mientras le frotaba la espalda sensualmente y continuó. –Hemos esperado tanto por este momento. Con cada palabra que pronunciaba sus manos se deslizaban desde los hombros hasta la cintura y así la presionaba contra su cuerpo, sintiendo sobre el suyo las formas carnosas de la reciente viuda. No pudiendo aguantar más el deseo la besó ardientemente y ella le correspondió acariciando su cuello, cerrando los ojos, humedeciendo sus labios, derramándole pasión. Un nuevo alarido de la madre del difunto la despertó del sueño. María, la viuda abrió los ojos y se sonrió en silencio. Tomó asiento de nuevo y continuó la espera. Más tarde, cuando ya la noche comenzó a cansar a los acompañantes, apareció aquel hombre bien parecido y moreno que María había visto en su fugaz sueño. Se puso de pie y un suspiro profundo le llenó la boca. El hombre se acercó hasta ella y sus miradas se tejieron despidiendo chispas y corrientes eléctricas que iluminaban aquel rincón.

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De nuevo sobresaltada se reclinó en la cama y se secó la frente, sus senos yacían húmedos bajo su tibio camisón. Volvió a reposar sobre la almohada y sintió un frío intenso que la penetraba desde el lado contrario del lecho. Volteó lentamente como presagiando el suceso. El hombre que la acompañaba permanecía inmóvil y helado entre las sábanas, muerto como lo había deseado hacía tanto tiempo. Enseguida tomó las ropas negras que tenía reservadas en el cajón del ropero. Saltaron de entre los pliegues las bolitas de naftalina blancas y se perdieron rodando, rodando debajo de aquel mueble.Vistió las prendas como quien estrena algo nuevo y se miraba de un lado y del otro en el espejo. Soy viuda, pensó y sonreía sin parar. Bendita tú eres entre todas las mujeres...•

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El rostro de Lima Leonardo Ledesma Watson 22 años. Lima, Perú. Dice ser el futbolista que nunca fue y el escritor que aún no es. Es periodista y trabaja en una productora (CSI). Lector compulsivo, pero que a veces se distrae. Su padre es blanco y su madre negra, familias que provienen de mundos opuestos (culturalmente hablando). Le dicen "negro" y nunca ha tenido problema con ello. Afirma ser ecléctico hasta la muerte. Vive con mi abuela. Fumador empedernido y amante del fútbol.

E

ntre las seis y las siete de la mañana se puede ver el ver dadero rostro de la ciudad y de aquellas personas que se arrastran con la ventisca de otoño, de los perros que hurgan en los barriles de basura y de algunos canillitas que ya no son niños. Entre esas horas, Lima sale de la práctica que ha durado toda la noche y enrumba a casa. Hacía un par de semana que Lima llevaba este ritmo de vida, el mismo tiempo desde que su novio se había ido y casi un mes desde que su abuela, con quien vivía, había muerto. Lima caminaba cada día al alba para llegar a casa después de una madrugada de prácticas en un viejo teatro. Al llegar al portón verde, Lima sacaba las llaves y era recibida por un lamido húmedo del can que ahora era su única compañía. Lima se metía a la bañera con el agua hasta el límite y se quedaba ahí por una hora, contemplando sus vellos y sus pezones perfectamente redondos y sonrosados. Salía de la tina, se peinaba y se colocaba una vincha y un vestido, cogía un libro de la estantería y leía hasta quedarse dormida. Casi nunca salía de casa durante el día, por eso muy poca gente de la cuadra la había visto alguna vez. Muchos especulaban que se trataba de una vieja http://zonaliteratura.com.ar | 35 | Un cuento en mi blog


loca. Los niños se acercaban pocas veces a las grandes rejas y las personas que desfilaban delante de la casa, la veían de reojo. Una noche, casi a las diez, cuando los ómnibus dejan de pasar y quienes transitan las calles lo hacen solo con la obligación de llegar a algún lugar, Lima salió como siempre hacia el teatro, dejó al perro en la cocina y aseguró la puerta. Un momento después, cuando ya nadie se percataba de la transformación de la calle ante la presencia de Lima, unos jóvenes se detuvieron delante de la casa, treparon las rejas cuales gatos monteses y, al ver la puerta de la casa imposible de abrir, rodearon el jardín, sigilosos, con las rodillas dobladas y las bufandas bien justas. Al darse cuenta que la puerta de servicio estaba entreabierta no chistaron e ingresaron. Del otro lado, en la puerta principal, con los lentes húmedos, el pequeño sombrero que cubría su cabello atado y el gran abrigo que caía hasta sus botas, Lima abría la puerta para recoger algo que había olvidado. Adentro, los tres jóvenes se habían detenido a ver los libros de la estantería, los muebles viejos y con olor a ceniza, y los cuadros que colgaban entre las grietas de las paredes. El silencio era tal que las pisadas se confundían con el segundero del reloj y se mezclaban en una melódica tonada. De pronto los jóvenes oyeron unos ladridos poderosos, al igual que Lima quien se apuró para abrir la puerta. Corrieron para salir por donde habían ingresado. Jordi, uno de los muchachos, dudó un momento, pero también se echó a correr. Tres pasos más allá, tropezó en la oscuridad y cayó. Sus amigos no se detuvieron y completaron la huida. Lima encendió la luz y vio a Jordi en el suelo, golpeado y cogiéndose la cabeza. Los ojos azules de ella se estrellaron con la mirada de un Jordi avergonzado, inmóvil por haber conocido a la vieja loca de la casa de rejas verdes y ella solo atinó a decir. Un cuento en mi blog | 36 | http://zonaliteratura.com.ar


-Lo lamento, no era mi intención, no quiero robar nada, no quiero nada, solamente entré con unos amigos…fue una estupidez, lo sé, perdón, me iré, por favor no llame a nadie, me iré sin decir nada y no la volveré a molestar. De pie, Lima observó a Jordi como una estrella de rock observa a su fanático: de arriba hacia abajo. -¿Qué quieres? – preguntó Lima. -Nada, solo quiero irme, no quiero hacerle daño. En serio, lamento haber irrumpido así, le pido disculpas. -¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? –dijo Lima con un tono que se sumergía entre la curiosidad de una chica de veinte años y el interrogatorio de un policía experimentado. -Mi nombre es Jordi, Jordi Soler- del bolsillo interior de su campera Jordi sustrajo una billetera y de ella un documento – Mire, este soy yo. No estoy mintiendo –dejó el carnet en el brazo de un mueble que estaba en medio de ambos (que seguramente fue con lo que el pobre Jordi tropezó), y Lima lo cogió con suavidad mirándolo con desconfianza. Luego de ello le lanzó el documento hacia los pies y le preguntó que qué hacía ahí, sin despegarle la mirada ni por un instante. -Pensábamos que acá vivía una vieja, nunca habíamos visto a alguien salir o entrar de aquí, solo nos guiamos por lo que se decía en la cuadra. Usted no es vieja, no tiene la voz al menosdijo Jordi. Al escuchar esto, Lima esbozó una pequeña sonrisa y con la mano derecha se quitó lentamente el sombrero. Con la otra manito se soltó el cabello y lo alisó hasta que tocara su cuello. Jordi quedó atónito por la belleza de la muchacha y recién, un instante después, recogió el documento y lo guardó en la casaca.

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-Perdón, debo irme-dijo Jordi. -No te irás- dijo Lima, mientras que con un gesto le señaló el sillón. Lima y Jordi se sentaron delante de una alfombra polvorienta. A Lima parecía haberle dejado de molestar la intrusión de Jordi y su mirada se perdía en un una reunión de puntos en la pared, como recordando su estado de misantropía o anticuaría. El alma de los pobres corazones viajaba lento entre las bocanadas de humo que expulsaba Lima luego de convidarle un cigarrillo a Jordi que, con miedo, dejó caer sus manos sobre el estuche marrón. Los dos pasaron la noche hablando y fumando delante de una chimenea apagada. Así transcurrió el tiempo, corrieron los días, los meses y los años. No se habían detenido más que para ir al baño o beber algo de agua o café. Y es que cuando te quedas por mucho tiempo en un lugar, dicen que terminas por convertirte en parte de él. Jordi encendió un cigarrillo y Lima lo observó esbozando una pequeña sonrisa. De pronto ella se levantó y caminó hacia el baño. En ese momento Jordi escuchó unos sonidos muy familiares detrás de la puerta de la entrada, entonces apagó las luces de la sala y se sentó de nuevo, cauteloso. Cuando Lima volvió del baño oyó el golpe del hueso contra la madera. Encendió la luz y vio a un joven que no pasaba ni los veinte años, tendido en el suelo, y a Jordi con un tarugo en la mano. -¿Hay espacio para uno más?- preguntó Jordi. Dicen quienes cruzan delante de la casa, que las luces se encienden cada cierto tiempo y que, a diferencia de hace varios

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años, se oyen risas, el ladrido ahogado de un perro y se puede oler el humo de los cigarrillos que se escapa por las ventanas. Algunos viejos de la cuadra anterior cuentan que no volvieron a ver a su amigo Jordi luego de una intrusión de cuando jóvenes jugaban a los palomillas •

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Negociando con un Niño en Montjuic Giovanni Garinian 1985, Cancún, México. Vive en Mérida, donde está a punto de titularse como Licenciado en Mercadotecnia y Negocios Internacionales. Se dedica al ajedrez, leer, escribir poemas, asistir a tocadas, a eventos culturales y a conducir con la música a todo volumen y quemando llantas. Planea dedicarse al rubro gastronómico, ya sea abriendo un restaurante, un café, un bar o como fabricante de salsas y botanas.

E

stoy en Barcelona por tercera vez. No recuerdo como llegué pero estoy parado frente al módulo de cobro del Teleférico de Montjuic. Me encuentro indeciso porqué no estoy seguro de abordarlo, quizá por costoso o quizá por la angustía, la excitación y el vértigo que provocan la espectacular vista que promete. En términos reales, el precio es accesible pero no estoy seguro si para mí. Llegan más personas dispuestas a pagar. No quiero enfadarlas haciéndoles esperar por lo que me decido de una buena vez. Meto la mano derecha en la bolsa de mi pantalón y saco un buen puño de monedas de 10 y 20 céntimos, en su mayoría, que coloco en mi mano izquierda. Reunir y contar la cantidad requerida no es tarea sencilla cuando de súbito, los hilos mágicos del destino hacen que aparezcas tú, mi morena del caribe venezolano. Eres ella, la que sólo habita en mis pensamientos. Eres tú, quién intensifica mis sueños. Te acercas susurrándome algo al oído, mientras colocas otro puño de monedas plateadas de 5 centavos mexicanos sobre mi mano que de por sí ya se encontraba llena, ahora rebosante. Al Un cuento en mi blog | 40 | http://zonaliteratura.com.ar


notar mi torpeza tratando de manipular dichos metales, coges mis manos al tiempo que percibo que sustraes dos euros discretamente. Ahora me siento asaltado y engañado por ti, la mujer que gobierna mis sueños, que con tus encantos has logrado distraerme, eludirme. Una maraña de sensaciones me ataca y la única respuesta posible en este momento es atraerte a mi cintura con la misma mano izquierda que pretendía atesorar las monedas. Puedo sentir tu aliento, que con tus labios me tienta y me coquetea. Contenerse ya es inevitable. Te robo el aliento, pruebo tus labios, me pierdo en ellos y las monedas caen componiendo una melodía que se funde con el momento. Reacciono. Busco las monedas en el suelo, ya no quedan muchas. En tal momento veo que entre el montón había una moneda de 5 euros (a pesar de que no existan monedas con esa denominación) que justo un niño acaba de tomar junto con las demás. Siento un poco de frío y se la pido. Se niega como es de esperarse, argumentando que la moneda no estaba atada a un llavero. Tratando de negociar con él, le digo algo como: “Los llaveros son para las llaves, las monedas no necesitan. Te la regalaría, pero si fuera una ocasión diferente. Te la pido, no porque te hayas portado mal, sino porque ahora 5 euros es mucho para mí. De verdad, los necesito.” Pongo cara de súplica. El niño lo medita al tiempo que me pregunto yo mismo cómo haré para volver a mi hogar si me he quedado sin fondos. Instintivamente volteo para atrás buscando una respuesta y mi morena ya no está. La busco con los ojos y no la encuentro. Quizás nunca estuvo y sólo soñaba despierto. Regresan mis ojos y mis pensamientos a donde el niño. Él también ya se ha ido. Cierro los ojos •

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La historia de mi amigo Máximo Audonsalomon 1966, Buenos Aires, Argentina. Seudónimo de Patricia Mónica Loyola. Estudió arte escénico (método Stanislasky) con Alma Vélez y Juan Carlos Thorry, comenzando a escribir pequeñas obras de teatro y monólogos. En 2008 el portal español Latínpedia.net publica cuentos y poesías de su autoria. Participa y cursa en trece grupos de estudio del portal Emagister.com. Actualmente escribo minicuentos para el diario online La Nación.

CAPITULO 1 MAXIMO - Soy Máximo Bongiorno el mejor vendedor de seguros de vivienda, el único, el más grande. - Hoy va hacer un gran día – se alentaba Máximo, como si fuera a jugar un mundial de futbol mientras se miraba en el espejo. - Haber genio si te apuras que con Mama necesitamos el bañole dijo Mary la esposa , mientras golpeaba la puerta del baño – - La verdad nena, si tu marido es el gran vendedor, podría traer un poco de plata – comento Pocha la suegra. Máximo (con cara de odio) - Cuando no estas dos brujas arruinando mi autoestima, no importa que no decaiga ¡ Sos un campeón Máximo!- y le dio un beso al espejo. Salio del baño acomodándose un libro bajo el brazo “Manual para vendedores exitosos “de Isaac Rabinovich. Pocha la suegra al entrar al baño se choca con Máximo y a Un cuento en mi blog | 42 | http://zonaliteratura.com.ar


este se le cae el libro. Pocha (con una sonrisa irónica) - ¡Ahh! Lo único que me faltaba , poner una biblioteca en el toilette – - Máximo furioso, levanta el libro – y lo dejo sobre la mesa de la cocina y encontró a Mary riéndose de el, furioso tomo la escoba y la miro fijo a los ojos. Mary lentamente se apodero de un plumero, ambos se miraron como si fueran a batirse a duelo. Máximo rompió el silencio y dijo: - Voy a barrer las migas (rápidamente limpio todo, dejo la escoba y salio rumbo al trabajo repitiendo en voz alta). - ¡Soy Máximo Bongiorno el más grande vendedor de seguros de vivienda! CAPITULO 2 PORQUE MAXIMO QUERIA SER UN VENDEDOR DE SEGUROS DE VIVVIENDAS Máximo desde pequeño admiraba a los vendedores de seguros de vivienda, Los veía pasar con sus maletines por la vereda. En la esquina de su casa se encontraba la aseguradora. Los vecinos solidan preguntarle – ¿Qué te gustaría ser cuando seas grande? Y Máximo orgulloso respondía – Vendedor de seguros de viviendas – Se paraba en el portón de su casa, cuando los veía pasar los

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saludaba a todos, hasta que un día se hizo amigo de un vendedor. - Si queres ser como nosotros empeza a vender cualquier producto y de a poco, vas adquiriendo experiencia, y cuando crezcas vas a ser el mejor.Así empezó su carrera. Primero vendió limones, en su casa tenia tres plantas, ponías unos cuantos limones en una bolsa y salía a vender por el barrio .Las vecinas que siempre lo pellizcaban los cachetes de la cara , le decían – que buen chico Máximo, seguro que cuando seas más grande vas a ser un vendedor.-Si.- contestaba el – pero de seguros de vivienda – CAPITULO 3 LA TRANSFORMACION DE MARY Y POCHA.. Un día que Máximo salio a vender perfumes , vio a una chica que lo deslumbro , sus cabellos largos al viento , su boca parecía fuego a punto de quemar cualquier labio que se atreviera a darle un beso , por un instante sintió que todo a su alrededor se paralizaba y su corazón comenzó a latir tan pero tan fuerte , como el galope de miles de caballos corriendo desbocados en una carrera alocada sin fin . Suavemente y como en cámara lenta se acerco hasta donde estaba el y con una dulce sonrisa le pregunto ¿Perdón la calle Vacca? - Es esta –le contesto Máximo embobado ¿Que dirección buscas? - Busco la empresa que vende seguros de vivienda.- Ah es ahí… en la esquinaUn cuento en mi blog | 44 | http://zonaliteratura.com.ar


- Gracias- le contesto. Máximo esperaba verla pasar para espiarla por la ventana se imaginaba invitándola a salir en una cena romántica, en un paseo en mateo por Palermo a la luz de la luna o tomando sol en el patio de su casa. Un día se animo y le pregunto a un vendedor amigo, quien era la joven y este le contesto que era la recepcionista. - ¿Si queres te la presento?- le dijo. Así fue como Máximo conoció a María de los Ángeles Pérez López y a su madre María de los Milagros Peralta de los Pérez López. Dos seres encantadores, que luego se transformarían en esposa y suegra, lo que serian hoy: La Mary y la Pocha. CAPITULO 4 VENDEDOR DE SEGUROS DE VIVIENDAS Mientras fueron novios; Máximo le pedía a Mary que le consiguiera trabajo en la empresa. Pero esta se negaba por que decía que si trabajaban juntos, quizá no fuera bueno para la relación de pareja. Máximo se decidió a vender autos, libros, parcelas de cementerios, muebles de cocina etc. Hasta que un día se caso con María de los Ángeles Pérez López (alias la Mary) y ella decidió renunciar, para ser ama de casa y cuidar de su amado esposo. Feliz, muy feliz de estar tan enamorado, y de llevar a su casa a una esposa tan bella y una suegra tan dulce y poder al fin de

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entrar a trabajar en la empresa que el tanto había soñado. Pero todo el mundo se le vino abajo cuando el gerente le dijo - Lo siento Máximo, por ahora no necesitamos vendedores.Máximo cayo en una profunda depresión, su sueño se había desvanecido como la niebla cuando sale el sol. Su personalidad había cambiado mucho como también cambiaron su esposa y su suegra .Comenzaron a tratarlo mal, y Máximo ya no volveriá a ser el mismo. Sus amigos preocupados le regalaron un libro “Manual para vendedores exitosos” de Isaac Rabinovich. Poco a poco comenzó a sentirse mejor y todas las mañanas Máximo realizaba los ejercicios del libro. Una mañana ocurrió el milagro, el gerente de la empresa fue a pedirle por favor que fuera trabajar como vendedor. Máximo casi se desmaya de la alegría. Al otro día se levanto muy temprano leyó algunos capítulos del libro de Isaac Rabinovich, realizo los ejercicios y dijo.- Por fin se ha cumplido mi deseo.-. CAPITULO 5 LA CASA DE LA CALLE 13 Luis el gerente lo recibió muy contento, le dio todas las indicaciones, también el maletín, la dirección de donde debería ir. Luis dijo (muy solemne) – les presento a Máximo Bongiorno, el nuevo vendedor de seguros de vivienda –todos lo saludaron amablemente.

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Máximo coloco en la pizarra la dirección que le había tocado “CASA DE LA CALLE 13” - La casa de la calle 13 – decían todos asustados. A Máximo no le importo y se fue feliz en su primer día de trabajo. La calle 13 era una calle cortada sin salida con una sola casa enorme y viejísima. Máximo se acomodo las corbata y toco el timbre. La puerta se abrió lentamente, haciendo un chirrido espantoso. Una anciana asomo y le pregunto- ¿Qué desea joven?-Soy Máximo Bongiorno vendedor de seguros de vivienda – -Pase, pase, lo estaba esperando.-(Esto va hacer muy fácil pensó Máximo mientras miraba toda la casa llena de muebles y relojes antiguos.-¿Y Vladimir? Pregunto la anciana. -Renuncio pero no se los motivos-contesto Máximo -Que pena era muy buen sentate,sentate,ponete cómodo.-

chico

ese

Vladimir,

-¿Cómo dijiste que te llamabas ?. -Máximo abuela, me llamo Máximo. -Ah lo conoces a mi nieto.- No, no abuela.-Como me decís abuela, pensé que conocías a mi nieto: ¿Cómo me dijiste que te llamabas?. No escucho bien tengo cataratas.http://zonaliteratura.com.ar | 47 | Un cuento en mi blog


-Me llamo Máximo abuela, perdón señora, las cataratas son de los ojos. -Ah sos vendedor de viajes a mi las cataratas no me gustan, mucho agua me da miedo, no se nadar. -No, soy vendedor de seguros de vivienda.-Bueno Mínimo ¿Tomas te?. -No abuela, soy Máximo.-Bueno, bueno Máximo o Mínimo es parecido, mi nieto viene mas tarde. Disculpe señora, pero vine porque usted solicito un vendedor de seguros de vivienda. -¡La vivienda es tan grande!-dijo la abuela triste,-que una se siente tan sola, nadie me visita ni mi nieto;¿ Conoces a mi nieto? -No señora – contesto Máximo ofuscado y a punto de perder la paciencia, le dejo los folletos, los ve, y me llama otro día. -¡Otro día! Dijo la anciana con lágrimas en los ojos -, otro día-eso dicen todos y no vuelven más – y comenzó a llorar.-perdone señora, solo le dije que le dejaba unos fo…… no termino de decir la frase, que unos ruidos espantosos asustaron a Máximo y se les cayeron todos los papeles al piso -Te asústate-tengo muchos relojes porque yo no escucho tengo cataratas ¿Tomas un te Mínimo? -¡Máximo¡ ¡Abuela! ¡Máximo¡ -Ah conoces a mi nieto:Máximo trato de calmarse y le dejo los folletos. La anciana le dijo que lo iba a volver a llamar Un cuento en mi blog | 48 | http://zonaliteratura.com.ar


Máximo agotado regreso a su casa, se encerró en su cuarto y se quedo dormido leyendo a Isaac Rabinovich. CAPITULO 6 EL COMPLOT Al otro día Máximo se levanto temprano, hizo su rutina de ejercicios frente al espejo. -Soy el mejor vendedor -Y se marcho contento al trabajoEn la oficina pregunto a sus compañeros por que había renunciado Vladimir. Todos los vendedores se miraron entre si, sin contestar, hasta que uno dijo. -Creo que cuando fue a vender, a la casa de la calle 13, tuvo un ataque de pánico al igual que Guillermo, Daniel , Eduardo…………………….. -No me hagan esas bromas-dijo Máximo algo asustado. -¡No es un chiste! Es verdad están internados en una clínica psiquiatrita por estrés. -El gerente llamo a Máximo y le dijo muy amablemente que debía regresar a la casa de la calle 13.-Máximo salio esta vez un poco preocupado, mientras sus compañeros le deseaban suerte. Cuando llego a la casa estaba a punto de tocar el timbre, un señor abrió la puerta y le dijo -¿Usted es Máximo ?mi abuela enseguida lo atiende. http://zonaliteratura.com.ar | 49 | Un cuento en mi blog


El hombre saludo a unas personas que iban dentro de un colectivo que pasaba por la calle, cuando Máximo se do vuelta, vio con asombro que saludaba a su esposa Mary y su suegra Pocha . -Entonces le pregunto al señor -¿Usted conoce a mi esposa y a mi suegra? El hombre se quedo callado, pensó un momento y luego respondió ¿Se refiera a las dos señoras que iban en el colectivo? Máximo leyó la placa que estaba en la puerta y decía –Isaac Rabinovich doctor psiquiatra- de pronto se puso pálido y comenzó a gritar -¡Todo es un complot!¡Es un complot ¡ esas dos brujas me quieren hacer pasar por loco ¡ Para internarme y deshacerse de mi ¡! Como a mis compañeros ¡ y se desplomo en el piso . Cuando se despertó estaba en una cama y dentro del cuarto estaba el doctor, el gerente y todos sus compañeros, su esposa y su suegra. -¿Se siente mejor? le pregunto el doctor Isaac Rabinovich -¡Ella es la culpable! dijo señalando a Pocha, la culpable de este complot, me quieren hacer pasar por loco . -Tranquilo Máximo, esta un poco estresado dijo el gerente – estamos todos acá porque queremos felicitarlo, a logrado vender el seguro de vivienda y se ha ganado un aumento y un viaje para dos personas al Caribe. -Logro convencer a la abuela –dijo Isaac Rabinovich , mientras lo abrazaba a Máximo y saltaba de alegría.. -¡Un aplauso para Máximo! Grito un compañero. -Ese es mí –dijo Mary emocionada. Un cuento en mi blog | 50 | http://zonaliteratura.com.ar


-Ese es mi yerno,- siempre fue como un hijo para mi –dijo Pocha Máximo no lo podía creer, pensó que estaba soñando -¡Que diga unas palabras! Se oyó. Máximo con lágrimas en los ojos ¡SOY MAXIMO BONGIORNO, EL MEJOR VENDEDOR DE SEGUROS DE VIVIENDAS! •

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El Parque Juan Muriel 1976, Córdoba, España. A los 18 años marchó a Madrid para cursar estudios de Comunicación Audivisual en la Universidad Complutense y posteriormente de Periodismo en la Universidad Carlos III. Apasionado del cine, la fotografía y la literatura, trabaja en televisión y desarrolla su interés por la escritura en el blog juanmuriel.blogspot.com, en el que se analiza a si mismo y todo lo que le rodea.

El chico que se sentaba en el parque… …todos los días, al salir de trabajar a las 3 de la tarde en una editorial como corrector, caminaba lentamente hasta El Retiro. Siempre se sentaba en el mismo sitio, en una amplia zona plana con pequeños árboles y césped frondoso. Debía rondar los 34, empezaba a perder el pelo aunque se empeñaba en disimularlo, tenía cierta intuición para vestir a la última, con aire clásico sin parecer amanerado y nunca se quitaba unas enormes gafas de pasta. El chico que se sentaba en el parque, se apoyaba en un tronco que siempre estaba a la sombra, abría un libro y empezaba a leer a buen ritmo, ese había sido siempre su propósito hasta que se dió cuenta de que todos los días sobre las 4, coincidía con el chico que montaba en bicicleta. La primera vez que le vió fue a contraluz, viniendo hacia él, con gafas de sol y el iPod puesto, pensó en lo ridículo que se vería a si mismo con aquella equipación completa compuesta de casco, mallas, coderas y rodilleras. Desde aquel día esperaba con su libro abierto la hora en que aparecía el chico que montaba en bicicleta y lo miraba de reojo, intentando no ser descubierto, fingiéndose concentrado en sus textos aunque no era capaz de hilar dos palabras seguiUn cuento en mi blog | 52 | http://zonaliteratura.com.ar


das. Se sentía solo desde hacía mucho tiempo pero se autoconvencía a sí mismo de que el amor no estaba hecho para él, a cada pedalada que daba el otro, su cabeza no dejaba de pensar en lo hermoso que era, pero a continuación se censuraba a sí mismo, creyéndose realista, un chico con un cuerpo atlético como aquel, aparentemente más joven, con esa inquietud deportista como se iba a fijar en alguien con aspecto de no mover un músculo, enclenque, con incipiente barriga y de poco firmeza. Así que un día… El chico que montaba en bicicleta… … a sus 26 años aún estudiaba para ser maestro de educación física y por las noches trabajaba de camarero en un bar para sobrevivir. Era rubio, tenía los ojos azules y porte de príncipe de cuento. Se levantaba a las 12 del mediodía y antes de ir a clase agarraba su bicicleta y volando en ella iba hasta El Retiro, al llegar allí conectaba su iPod, en el que no destacaba precisamente su gusto musical, ponía un pie en el pedal y daba vueltas sin ton ni son, sin repetir nunca la misma ruta y sin fijarse en nadie a menos que estuviese a punto de atropellarlo. Se veía a si mismo mayor para seguir estudiando y pensaba que probablemente nunca iba a llegar a nada, estaba cansado del continuo coqueteo de sus clientes, a los que no les interesaba nada más que por su bragueta, pero no aspiraba a más. Aquel día no tenía ganas de subir cuestas, la noche anterior había sido especialmente dura y estaba algo cansado, así que se dirigió a la zona más llana del Retiro y de repente vió al chico que se sentaba en el parque, leyendo, con sus gafas de pasta y su inminente alopecia y no pudo evitar pedalear hacia él atrapado por el imán de la curiosidad. A partir de aquel momento, a diario repetía la misma ruta, desde detrás de sus gafas de sol lo observaba sin ser visto y se dió cuenta de que el chico que se sentaba en el parque le http://zonaliteratura.com.ar | 53 | Un cuento en mi blog


miraba de reojo, muy serio, como con aire de desprecio. Porque cómo se iba a fijar en él alguien con pinta de haber viajado, de saber siempre de qué hablar, con esa seguridad en si mismo. Qué podría contarle él que sólo leía por obligación, que sólo veía películas de acción y que siempre callaba por no meter la pata. Aún así, no podía dejar de pasar a su lado, quería saber como olía y quería oir su voz. Así que un día… …el chico que se sentaba en el parque decidió cambiar de parque, no podía soportar la inseguridad que le provocaba aquella atracción por alguien más bello que él, que le hacía sentir tan pequeño, su orgullo no se podía permitir aquella debilidad y prefirió irse con el cuento a otra parte, en donde no hubiese ningún chico que montase en bicicleta que le hiciera pensar que siempre iba a estar solo. …el chico que montaba en bicicleta además de enfundarse las mallas se infundió de valor y decidió saludar al chico que se sentaba en el parque aún a riesgo de quedarse mudo y sufrir el desprecio del otro. Pedaleó con fuerza pero cuando llegó a aquel tronco no había nadie. Miró a un lado y a otro y decidió sentarse en el mismo sitio, pero el chico que se sentaba en el parque no apareció, de hecho ningún día apareció y a partir de aquel momento el chico que montaba en bicicleta pasó a ser el chico que esperaba en el parque •

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Vida de película Camila Bordamalo Bogotá, Colombia. Publicó su primer libro ilustrado de cuento corto "Perros en el cielo" en 2009. Estudió filología alemana y se dedica a la traducción y a la ilustración. Escribe cuentos desde que era una niña y le gustan Paul Bowles, Haruki Murakami, Julio Cortázar, Heinrich Böll y Kafka, entre otros. En este blog publica algunas de sus ilustraciones y los fragmentos de una novela inexistente: www.cuentosalbordedelalocura.blogspot.com.

M

i vida es como una de esas películas largas que cuando uno cree que ya se van a acabar siguen por un buen rato más. Al final uno ya no sabe para dónde va la película. Cuando uno cree que algo importante está por pasar no pasa nada, todo se congela en un eterno preludio que lo mantiene a uno mirando, si, a pesar de todo uno sigue ahí viendo esa película porque de algún extraño modo promete. Hay tensión, uno sospecha algún denso conflicto camuflado que puede estallar en cualquier momento.La protagonista tiene la rara costumbre de irse de todo antes de tiempo, siempre se está yendo y al final sólo queda un espacio vacío. Es de esas películas que terminan con escenas de habitaciones vacías, de casas abandonadas o de jardines solitarios •

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Tostada Lautaro García Según el autor: “Identificación. Lo que te pasó, lo que no. Puercoespín. Robot. Niño grande, bigotes. Casettes, mi viejo skate. Tiene sentimientos y escribe sobre eso… sobre el sol, sobre el fin del mundo, sobre sentirse mal en un día domingo. Todos los días son domingos cuando se tiene el cuerpo entumecido y la vida te pasa por al lado, como autos en una autopista. Es complejo y duda en mostrarse tal cual es, probablemente esta biografía sea mentira”.

A

ndy camina por la Av principal, son las 6 pm. Esta comiendo unos caramelos que saca de una bolsa de papel de color marrón. Sonríe, mira vidrieras, en la esquina la espera Lee su novio. Al verse se besan y se abrazan. Se dicen cosas que se dicen los novios y caminan de la mano. Andy y Lee trabajan en la misma cuadra, viven juntos y comparten todo o casi todo. Mas tarde están tirados en el sillón viendo una película de zombies, Lee es el mas interesado en la película, ella juega con el pelo de él, molestándolo un poco. Él se queja y la aleja. Andy se levanta y saca de la heladera una lata de coca cola y se sienta en una de las banquetas de la cocina, lo observa, lo ve como un niño viendo su película favorita, piensa en que ella de zombies no entiende nada y que no le importa tal cosa. -Lee tengo que hablarte -¿ahora? - Me tengo que ir una semana a Corea, viaje de negocios Lee deja de hacer lo que esta haciendo, apaga la película y la mira sorprendido

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- Andy: ¿ No es buenísimo? La empresa paga todo - Lee: No, no lo es. Lee enojado, se va al cuarto, ella corre detrás de él lo abraza, lo besa, lo provoca. Entran al cuarto y tienen sexo. Ella duerme, Lee no puede pegar un ojo. Esa mañana Andy se va a trabajar, Lee tiene franco. Agarra su video cámara y empieza a montar un estudio casero de TV. Solo le faltan algunas cosas, así que va a la librería y compra: Papel glasé, cartulinas, plasticota y algunas cosas mas. Llega y empieza a prepara su propio canal del tiempo. Pronostica lluvia para las próximas dos semanas, sobre todo en Corea. Prepara el vhs y lo pone en la video casetera. Cuando ella llega a la noche, el simula ver el noticiero y pone su propia película. Andy se ríe, pero no reconoce que se nota que es él haciendo eso. Se ríe lo abraza y le dice que lo ama. Salen hace 2 años, 4 meses y 5 horas, según el calculo que Lee lleva en su agenda, pero se conocen desde chicos, cuando Lee vino desde Corea con su familia. Crecieron juntos y desde el momento que se dieron el primer beso, solo se separaron para ir a trabajar. Al otro día Lee continua con el plan para retenerla, va hasta el videoclub y alquila algunos documentales sobre accidentes aéreos, a la noche le avisa a su novia que tiene una sorpresa, alquilo un documental que parece esta bueno. Con esto intenta generar un miedo a volar en ella, la psicologia no es su fuerte, pero al parecer lo logra y ella parece convencida en no viajar, pero al rato se le pasa tal cosa. Lee esta desconsolado. - Se que te vas a ir y no vas a volver, seguro vas conocer a un coreano multimillonario y te compra o algo así - La gente no se compra Lee, eso sucede en los países Árabes, capaz. Y voy a trabajar, vuelvo en una semana, no lo vas a nohttp://zonaliteratura.com.ar | 57 | Un cuento en mi blog


tar. - Yo se como son en Corea, ¿te olvidas de donde vengo? Andy no presta atención y empieza a armar una lista de cosas que necesita para el viaje, camina por toda la casa, buscando su valija. Lee enojado, se sienta en el living, pone un disco y sus auriculares. Andy intentando que se calme, se acerca, le corre los auriculares y le dice: - Aun que sea hacérmela mas fácil, a mi también me duele esto. Andy se va a dormir, Lee sigue así un rato mas. A la mañana siguiente, se viste. Tiene un frasco lleno de tostadas que le deja a Lee en el lado de la cama que ella ocupa. Sin que este se despierte. En el frasco tenía un cartel pegado: Cuando termines de comer la última voy a estar pasando esa puerta. Te amo. Andy •

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After office Giselle Aronson Gálvez, Argentina. Licenciada en Fonoaudiología. Terapeuta del Lenguaje. Forma parte del grupo literario Heliconia, coordinado por el escritor Sergio Gaut vel Hartman. Participa del taller literario del Municipio de Morón (Bs. As) coordinado por el escritor Alberto Ramponelli. Cuenta con publicaciones en blogs y revistas literarias. Algunos de sus cuentos forman parte de varias antologías. Su blog: www.nocheluz.blogspot.com

C

ruzó la puerta, su mujer se abalanzó sobre él y lo neutralizó con el efecto de su verborrea. Sin permitirle la palabra, lo empujó al dormitorio, avisándole que lo esperaría abajo. Victoriosa, la resignación se apoderó del hombre que, pronosticando su noche, se vistió de fajina para luego asomarse a la puerta de la cocina. Apenas hubo entrado, divisó sobre la mesa la lista que guiaría su tarea en las próximas horas y que plasmaba el deseo de la esposa. En vano intentó prepararse una merienda, un aperitivo, cualquier cosa que lo aliviara de todo el día laboral en la oficina; el poder de un par de ojos, tras las correspondientes pestañas femeninas, taladraba su voluntad en retirada. Cuatro horas transcurrió el señor entre ropa lavada, fuegos y cacerolas, escoba y detergente; guardando, ordenando, doblando, desempolvando, revolviendo, cumpliendo con el mandato de su compañera de hogar que oficiaba de testigo. A las 01:23 horas, mientras el marido se derrumbaba en la cama, sin haberse quitado la ropa, ella, exhausta de haber presenciado todo aquel trabajo, se desplomó en el gran sillón del http://zonaliteratura.com.ar | 59 | Un cuento en mi blog


living. Por fortuna, él alcanzaría el sueño sin advertir que, ya relajada en el sofá, su mujer comenzaba su tradicional mutación nocturna, esa que la convertía en una alimaña alargada cubierta de escamas que se arrastraba, lánguida y amenazante por la casa, hasta el amanecer •

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En llamas Rafael F. Aguirre 1979, Guadalajara, México. En 1998 conoce a Miguel Sevilla, artista que lo alienta a escribir y publicar sus primeras participaciones en el semanario «El Pregonero». En 1999 publica un poemario bajo la edición de Héctor Canales: «Negro Sol, Corazón podrido» editado por Signos-Edithec, y comienza su carrera como reportero en el diario «Z de Zamora». Administra el blog «La vela Amarilla»: http://lavelamarilla.blogspot.com.

L

legamos a la ciudad donde nací, con la sensación que genera encontrar a los viejos amigos y buscando revivir aquellas fiestas.

La carretera como siempre, benévola, le había servido de diversión al V8 del Charger 79 que conducía. Me acompañaba Eduardo, quien por entonces se mantenía cerca de mí debido a varias operaciones de negocios que habíamos decidido llevar a cabo, además, sabía cómo festejar, en realidad era por eso que venía conmigo. Cerca del centro de la ciudad, recogimos a David, mi primo, en el local donde ensayaba con su entonces banda de rock, él era indispensable para esa noche, de igual manera. Luego, a buscar a Rommel en un centro comercial, cerca de donde estaba David. Nos vimos en las escaleras eléctricas, yo descendía mientras él hacía lo contrario… Ver su rostro fue reconfortable, un amigo entre la hostil multitud, la sonrisa no se pudo ocultar y nos saludamos con palmada en la espalda y todo. http://zonaliteratura.com.ar | 61 | Un cuento en mi blog


En el carro, -tras haber adquirido lo necesario para comenzar una pequeña fiesta móvil-, comenzamos a circular por las calles destartaladas que se encuentran hacia el sur de la ciudad, más allá de la Calzada Independencia. El ambiente de siempre, desolado… Me hizo recordar mis andanzas como explorador urbano de a pie, un muro conocido aquí, otro allá. Buenas imágenes de antaño que se reconstituían en mi mente como recuerdos… Luego, unas cuadras más arriba, siempre hacia arriba y así las cosas… Los diálogos que emitían mis acompañantes no dejaban de activar mi sonrisa… Esas peleas amistosas era reconfortante escucharlas, eran buenos tiempos, despreocupados tiempos. Cuando de pronto vi aquella estructura… Recuerdo que se trataba de un mercado con varias plantas de altura en donde siempre reinó un clima de anarquía. Y, precisamente, esa sensación de pueblo sin ley me atraía desde la infancia… Ahora, tal mercado era muy diferente, abarcaba varias cuadras de extensión en su base, aquello era un verdadero rascacielos a punto de caerse. Un apilo de construcciones improvisadas de diversos materiales. Una ciudad vertical propensa a derrumbarse en cualquier momento. -Otro brandy Rommel y más cargado…- Solicité a mi copiloto. Mientras tanto, en el asiento trasero, David y Eduardo no paraban de insultarse. Se extrañaban… -¿Qué sucedió aquí? ¿Hay calles dentro de esa estructura? ¿Hay gente ahí dentro, movimiento?- No daba tiempo a responder a Rommel. Su risa me dio a entender que en realidad había Un cuento en mi blog | 62 | http://zonaliteratura.com.ar


estado fuera de la ciudad por mucho tiempo, y además, había estado… -¿Cómo decirlo..? Distraído. -Lo que sucedió ahí –en el mercado- era lo lógico, iba a evolucionar en eso si no se controlaba, y no se hizo. Se dejó crecer hasta que no se pudo hacer nada… Eso es refugio de ladrones y dealers, de cualquiera que pueda entrar y establecerse, lo más bajo de la ciudad se encuentra amontonado ahí. Y se ha expandido. Hasta eso, tienen una buena ubicación en la ciudad ¿no?Rió mientras sorbía de a poco su trago. -Deseo verlo de cerca.- Manejé, con el descontento de todos, hacia aquellas calles un tanto tétricas. Eran alrededor de las siete de la tarde y el cielo de verano tenía matices rojos y amarillos contrastados con un tenue azul, lo cual contribuía a que la escena fuera más dramática. La enorme silueta de “rascacielos” y las seis cuadras de extensión que tenía la base de “el mercado” era por sí misma impresionante, de alguna manera morbosa. La piel de aquella construcción era un mosaico de materiales varios, como láminas, ladrillo rojo, concreto, vigas de madera y metal, varillas… Dentro de este amasijo, se distinguían vialidades y habitaciones… Vehículos que se movían dentro de esa mole… Acerqué el carro hasta una calle que estaba frente a una de las caras de la base de “el mercado” y sin pensarlo me bajé del auto para observar. Eché un vistazo a la primera planta y pude ver que una habitación estaba en llamas. Lo que comprometía al edificio entero y sin más, me encontré corriendo a la entrada de ese lado, el acceso era una vieja rampa de estacionamiento. Noté, de reojo, que Eduardo y David se habían callado al verme correr, mientras que la cara de Rommel era de sorpresa. No me siguieron y lo entendí, ahora, iba por mi cuenta. http://zonaliteratura.com.ar | 63 | Un cuento en mi blog


Al ascender a medio nivel doblé a la izquierda, luego, alcancé la primera planta doblando hacia la misma dirección. Dar con el apartamento no fue difícil ya que el humo lo señalaba. Y si, era impresionante ver dentro de “el mercado”; era un estacionamiento modificado. Los cajones en donde debían ir los carros, eran ahora divididos por estructuras que formaban apartamentos. Pero necesitaba llegar a donde estaba el fuego, podría observar después. Una patada hizo que la puerta se abriera y si bien, el fuego no me costó apagarlo, el clima de tranquilidad que se sentía dentro era engañoso Me cuestioné el por qué había corrido de esa manera hacia el interior… De nuevo una risa en mi cara hizo que sintiera calma. Noté que en la habitación del fondo había alguien acostado en boxer y camisa de tirantes blancos, el hombre había despertado ante mi intrusión… Luego, una puerta se abrió. En ese pequeño apartamento había otra habitación y, fuera quien fuere, se alistaba para encontrarme. La reacción del sujeto, acostado en aquella cama cerca del fuego, no era la de alguien alarmado, al parecer esperaba algo. Mientras tanto, la persona que salió de la otra recámara era una mujer y cruzó unas palabras conmigo. -¿Qué estás haciendo?- Preguntó. -Apagar la fogatita que tenían aquí dentro, algo riesgoso considerando el lugar, ¿no lo cree?- Dije. -Ese asunto es entre “nosotros”.- Refiriéndose a ellos mismos como pareja. Un cuento en mi blog | 64 | http://zonaliteratura.com.ar


-Necesitaba fuego para relajarse… Continuó en tono nervioso. La falta de coherencia en sus palabras me confirmó que, haber entrado había sido un error y las expresiones de mis amigos allá abajo no habían sido exageradas. -Ahora se va a levantar enojado, y será mejor que salgas de aquí.- Advirtió la mujer. Yo no hice caso, y me asomé a la planta baja. Mis amigos mencionaban, a personal municipal encargado de la seguridad, lo que yo había hecho; apagar el fuego, también, que descendería de inmediato. Saludé de una manera idiota, como si hubiera conquistado algo. Pero, al alzar mi mano para informar que iba en camino, sentí cómo era jalado al interior del apartamento. Hacia el centro de la habitación del hombre que se encontraba en la cama. Él se había incorporado y estaba enojado. Luchaba por retenerme. Las llamas habían regresado y habían alcanzado pilas de papel periódico que estaban en un rincón de la habitación. Hacía calor y el humo era asfixiante. Tenía que salir. Con un cabezazo aturdí al tipo, y de la misma manera que entré, salí de la habitación y el apartamento. El tipo se puso a buscar algo. Yo buscaba alas en mis pies. Dos pasos y aviento a la mujer de la habitación central, el tipo encontró un arma; yo la puerta de salida. Otros dos pasos y mis botas sienten el asfalto. Detrás de mí, a una corta distancia, el tipo armado trata de alcanzar la puerta. Mis sentidos me informan de eso, más no lo corroboro.

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No alcanzo a comprender cómo me muevo tan rápido, se que tengo qué corregir mi marcha porque mis botas vaqueras derrapan a cada paso; es un derroche de energía que debo controlar y que, lejos de darme ventaja, me retrasa. Reconfiguro mis zancadas, más firmes y menos desesperadas. Más rígidos mis pasos proporcionan el agarre necesario… Alcancé la rampa, y escucho desde la puerta: -¡Me despertaste! Chasquidos metálicos, esos chasquidos metálicos no son alentadores. Ahora escucho sus pasos, viene por mí. Decido acortar el camino hacia mi derecha y saltar por la rampa de medio nivel hacia la planta baja, eso me podría dar algo de ventaja. Un disparo, y las alas en mis pies por fin reaccionan. Tengo que concentrarme en mis pasos. Caer usando los músculos del muslo sin comprometer las articulaciones de mis tobillos ni los de mis rodillas, rodar sobre mi espalda, ¡rodar sobre mi espalda! Me incorporo habiendo logrado la maniobra, nuevamente uno a uno los pasos, no se dónde pegan los disparos. Un disparo más, pero este me silva al oído. El tipo afina la puntería… Tengo que seguir. La salida está a unos pasos. Alcanzo a ver los códigos de las patrullas, tengo algo de ventaja. Hermes me acompaña. Otro disparo y doblo abruptamente a la derecha, para alcanUn cuento en mi blog | 66 | http://zonaliteratura.com.ar


zar la protección del muro de la puerta de salida. Mientras tanto, los oficiales ya se encontraban esperando algo. Que saliera muerto o corriendo. Por suerte fue lo segundo. Se cercioraron de que yo no llevara armas. Pero, como eran pocos elementos, tuvieron que dejarme ir con mis amigos y encargarse del tipo que seguía disparando. Aprovechamos para largarnos de ahí. Pude ver el fuego crecer y escuché cómo amagaron al hombre que me perseguía. A mis amigos y a mi, nadie nos siguió. El incendio se esparció por completo. La seguridad de la ciudad se concentró en “el mercado”. Las calles fueron nuestras por esa noche. Las patrullas se escucharon hasta el amanecer… •

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Mi papá no era Fogwill Laura

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i papá no era Fogwill y yo no soy ninguna Vera. Mi papá murió sin grandes estridencias y entristeció a po cas almas. Mi papá escribía y no tomaba merca, tomaba whisky, siempre whisky. Solo. O con un hielito. Cuando llegaba de trabajar iba directo a su escritorio y nosotros lo íbamos a saludar ahí, mientras dejaba moneditas y el saco colgado en su perchero valet. Y billetes, cambio, nada mucho nunca, y la traba de la corbata. En algún momento nos acercaba un vaso vacío que guardaba en un aparato que había sido indispensable en alguna barbería, algo que se había usado alguna vez para calentar toallas, una especie de robot modificado que convirtió en ye old beilin´s pub. Ahí guardaba vasos de whisky. Y varias botellas. Par de hielitos no es la antesala de un pedo brutal, ni de un pedo triste. Poneme un par de hielitos es una frase inocente, casi infantil. Mientras, él se seguía cambiando, y esperaba a que vuelva el que había sido mandado a la misión del hielo, que no era fácil. En los setenta parece que era cool tener en el congelador unos portahielos de goma con un palito en el medio de cada hielto para que salgan con la forma de los rolitos de las estaciones de servicio, y la misión no era sencilla. Sobre todo para manos peUn cuento en mi blog | 68 | http://zonaliteratura.com.ar


queñas que en vez de meter con lógica manitos y portahielo todo abajo del agua tibia, se empeñaba en tironear hielos atrapados por palitos de goma. Mi papá no era Fogwill y yo no soy ninguna Vera, él no tuvo una gran agencia de publicidad pero sí muchos amigos del palo. Se habrán conocido? Nunca me contó. O no lo escuché. No lo escuchaba mucho hasta que supe que se estaba muriendo. Lo escuchaban otros, eso de en casa de herrero. Mi papá cantaba algo de alguna ópera si estaba de buen humor o se sentaba envuelto en nubes oscuras que lo oscurecían siempre que estaba así, en su sillón chester con respaldo alto, creo que marrón, pero que alguna vez fue de cuero verde oscuro: en una mano un libro, en la otra el whiskicito. En medio de la niebla. Yo, igual que cuenta Vera, también lo vi morir, igual que a ella mi papá me mostró la muerte, me enseñó lo que es morirse. Y yo también abrí al azar el libro que él tenía en su mesa de luz: una biblia que este judío tenía siempre cerca. Me encontré leyendo algo sobre la culpa de no haber sido buena persona, o algo así. Me espanté. Él creía que podría haber sido mucho mejor. No pudo. Y no se iba a morir hasta que no le digamos que estaba todo bien, que había sido un buen padre, el mejor que pudo ser. Y que íbamos a ocuparnos de mi mamá, que, él no era ningún Fogwill y tuvo una sola mujer. Se lo dije yo. Me costó decirle que se quede tranquilo, que estaba todo bien, que íbamos a estar todos bien. Me costó porque yo sabía que le estaba mintiendo, y él respiraba fuerte, con ronquidos espesos, en su cama, con un gotero que le juraba no pain at all. Le dije que íbamos a estar bien. Le mentí. Pero él me creyó, porque escuchó lo que necesitaba y sin el menor espamento, de repente, dejó de respirar. No soy ninguna Vera, ella tiene sus recuerdos, yo los míos. Su papá fue tan audaz, el mío se animaba poco. Su papá fue conocido, el mío no. Su papá dejó un vacío enorme. El mío también • http://zonaliteratura.com.ar | 69 | Un cuento en mi blog


Baños árabes Eva Gutiérrez Pardina 1972, Tarragona, España. Doctora en Filología Hispánica por la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Es Máster en Tendencias actuales en el estudio de la literatura. Ha publicado en la revista Versátil el artículo "Viaje de amor y muerte. Querida Nélida, de Flavia Company", así como una reseña de la recopilacion de cuentos Género de punto de Company en la revista Lateral (número 106). Es autora del blog http://lapomadaurada.blogspot.com/.

Aunque sólo son las nueve de la mañana, un sol de justicia castiga el asfalto en el barrio de Gracia de Barcelona. Es un calor húmedo y pesado, tan característico de las ciudades cercanas al mar, que inevitablemente seguirá in crescendo hasta alcanzar a mediodía, según advierte el telediario, temperaturas superiores a los 35 grados. Muchos de los residentes de Gracia abandonan sus casas en agosto para huir del calor, de los turistas y de los barceloneses que acuden masivamente a la Fiesta Mayor. Pero en esto, como en tantas otras cosas, Paola y Lorena actúan de espaldas a la mayoría. Aunque se ausentan del barrio durante el mes de julio – las puestas de sol desde el apartamento en Mallorca son espectaculares en esta época del año- , regresan cada 16 de agosto al piso que comparten en la calle Gran de Gracia. Desde el primer momento les encantó este edificio de inspiración modernista, con su fachada en blanco y amarillo claro, y sobre todo los grandes ventanales de cristal ondulante en la parte central, decorados arriba y a los lados con elegantes vidrieras de flores, pétalos de rosa pálido y hojas verde claro. El doble cristal amortigua el sonido de los pocos vehículos que circulan, seis pisos más abaUn cuento en mi blog | 70 | http://zonaliteratura.com.ar


jo, en esta mañana de 16 de agosto: el aniversario de su quinto año de relación. Silenciosamente Gora, la gata persa de Paola, camina sobre el pulido parquet del comedor. Se detiene ante las cortinas blancas y las observa un rato, muy concentrada; quizá en su imaginación gatuna espera que aparezca entre sus pliegues, de un momento a otro, un gorrioncillo que le sirva de desayuno. Nueve y media. Suena un despertador al final del pasillo. Clac. Ya no. Lo primero que intuye Paola en la semipenumbra de la habitación son los ojos verdes de Lorena. Tiene la cabeza apoyada en el codo derecho, y sobre la almohada descansan las puntas de su melena rizada, morena, salvaje. Parece llevar despierta un rato, observándola como lo haría Gora: concentrada, y esperando al gorrioncillo. Se sonríen, como cada mañana, y Paola se dice que la felicidad es abrir los ojos y encontrarse, tanto en verano como en invierno, sean las nueve o las seis de la mañana, con la sonrisa de Lorena. A veces le pregunta por qué está tan de buen humor por las mañanas, y Lorena le responde, invariablemente: porque despierto a tu lado, amor. -Es 11 de agosto, amor. Feliz quinto aniversario. -Mmmmmm…. Feliz quinto aniversario, cuca (se despereza, sonríe). -¿Qué? ¿Preparada para nuestro ritual privado? -Claro que sí… Me muero de ganas de estrenar la moto. Falsamente enfadada, con la mano libre, Lorena coge a Paola por la cintura, la arrastra hacia ella, acerca sus labios a los de Paola y, sin dejar que la bese, le reprocha: “Ah, estrenar la moto sí. Meterme mano en la piscina de sal, no. Vale, muy bonito… “ http://zonaliteratura.com.ar | 71 | Un cuento en mi blog


Gora avanza por el pasillo, atraída por la voz de su ama. Ladea la cabeza en el dintel de la puerta, curiosa; está a punto de maullar, pero se detiene. Primero oye risas; después, sólo el roce de las sábanas. Ahora otro sonido, también familiar: es su ama. Ronronea. Otra vez, como casi cada mañana este verano. Tendrá que esperar de nuevo para degustar las sardinas en lata del desayuno, pero no le importa demasiado: cenó abundantemente, y se siente solidaria con una ama que, como ella, consigue lo que quiere con un solo ronroneo. Diez y veinte. Mientras Paola se pone en pie, Lorena prepara el desayuno: zumo de naranja, café y dos bocadillos de pan con tomate y jamón. Querría preparar para ella un desayuno eterno, como el de las protagonistas de Una habitación en Roma. Un desayuno que las mantuviera para siempre juntas, entre los muros de su piso, haciendo el amor constantemente, encerradas en la habitación. A las once treinta, Paola y Lorena se ponen el casco para dirigirse al paseo Lluis Companys. La moto va como una seda, y la velocidad atempera ligeramente el calor que, en media hora, será ya insoportable. El Arco de Triunfo les indica que se encuentran próximas a los baños y, oh milagro, esta vez sólo necesitan cinco minutos para encontrar aparcamiento. Sobre unas imponentes puertas de madera, un elegante arco de herradura les da la bienvenida a una sala amplia, con paredes de piedra caliza. Hay dos fuentes de luz: a la izquierda, una ventana rectangular, y a la derecha lámparas árabes de diversos colores y tamaños (verde, naranja, rojo y azul), rodeando la mesa de madera en la que trabajan las chicas de recepción. Reposo, exotismo, elegancia… Dos chicas jóvenes y hermosas, camiseta y pantalón negros, les invitan a esperar a la entrada mientras toman un té de menta. Comprueban su reserva – un ritual Al Un cuento en mi blog | 72 | http://zonaliteratura.com.ar


Andalus para dos- y les confirman que podrán iniciar el circuito elegido en un momento. Otras diez, doce personas esperan junto a ellas, algunas sentadas, algunas de pie. Ningún turista. -¿Me siguen, por favor? Una joven simpática y morena acompaña a su grupo hasta la zona de vestuarios. Aquí ya empieza a notarse el calor, la humedad y una tenue esencia de azahar, el perfume característico de los baños, que las acompañarán durante todo el recorrido. Es un calor agradable, sin embargo. Más aún teniendo en cuenta que no es la primera vez que visitan los baños, y presienten los placeres que les esperan después. La joven da la bienvenida al grupo, recita unas breves explicaciones sobre el funcionamiento del centro y separa a hombres y mujeres. Todos volverán a encontrarse a la salida de los vestuarios. Amplios y confortables, los vestuarios permiten diversas posibilidades: cambiarse discretamente en una pequeña sala, o bien hacerlo sin reservas, junto al resto de mujeres, sentadas en unos bancos de madera ubicados en el centro de la sala. Paola y Lorena eligen siempre esta última opción; sinten cierto morbo al desvestirse juntas, en público y frentre otras mujeres. Una vez puesto el bañador, la encargada da indicaciones a las usuarias sobre el funcionamiento de las taquillas, para la seguridad de sus objetos personales: cerrar la puerta, pulsar cuatro números y después el icono con la llave. Hecho. A continuación les proporciona unas zapatillas muy cómodas, blancas, de tela suave y suela muy flexible y fina, que no podrán quitarse en todo el recorrido, ni siquiera dentro de las piscinas, por motivos de higiene. A la vuelta les proporcionarán jabón, secadores, laca, espuma para el cabello, toallas, y una bolsa de plástico para los biquinis mojados. Perfecto. A medida que descienden la escalera que conduce a los bahttp://zonaliteratura.com.ar | 73 | Un cuento en mi blog


ños, aumentan a partes iguales la oscuridad y el calor. A pie de escalera y repartidas por todo el subterráneo, grandes lámparas de cera naranja y otras de metal, de inspiración marroquí, descansan sobre el suelo de mármol blanco. Suena una relajante música árabe. Los trabajadores de los baños recogen a los clientes por parejas: si son dos amigas, serán atendidas por dos chicas. Si fueran dos chicos, les atenderían dos hombres. Una pareja de hombre y mujer será atendida por una pareja de profesionales mixta. Así pues el heterosexismo normativo, según el cual es impensable que sean amantes, proporciona a Paola y Lorena el placer de ser atendidas por dos mujeres atractivas. Qué gusto. Les recuerdan que a partir de ahora no se permite hablar en voz alta y que el primer paso es la ducha –de nuevo, obligatoriedad por motivos de higiene-. Una vez cumplido este trámite pasan a la sauna, muy pequeña, de tres metros por tres. Les recuerdan que vendrán a buscarlas en dos minutos. Si quisieran permanecer más tiempo, pueden hacerlo hasta un máximo de doce; más allá podría ser peligroso. Sentadas en bancos de clara piedra pulida, cerrada la puerta de cristal, ambas se entregan a un calor casi insoportable, e inhalan con fuerza para llenar los pulmones del olor a menta que llena el reducido espacio. Se intuye, en un rincón a su derecha, una fuente. Compueban que es imposible ver más allá del brazo extendido, así que aprovechan para besarse y acariciarse discretamente, mientras notan las gotas de sudor resbalando por su cuello y desllizándose entre sus pechos. El vapor se condensa en el techo de la sauna y cae sobre sus cabezas, hombros y muslos en forma de gotas que ahora sí, ahora no, les recuerdan que el tiempo corre y vendrán a buscarlas pronto. Carpe diem. Al cabo de un momento, vienen a recogerlas y las acompañan al que será su primer masaje, el exfoliante con crema de semillas Un cuento en mi blog | 74 | http://zonaliteratura.com.ar


de albaricoque. Les invitan a estirarse sobre una especie de altares con planchas de mármol caliente. La sensación es deliciosa, pero esto –lo saben- es sólo el principio. Entregadas por completo, cierran los ojos para concentrar toda su atención en las sensaciones de la piel. Primero, desde los pies hasta los hombros, mediante una tetera las chicas vierten sobre sus cuerpos unos suaves chorros de agua caliente. Durante quince minutos tiene lugar el proceso de exfoliación que las dejará como nuevas. Después, una ducha para limpiar los restos de semillas y, a partir de este momento, pueden circular libremente por las piscinas: el tepidarium (piscina de agua templada), el caldarium (a 40 grados; se recomienda entrar poco a poco) y, para reactivar la circulación, el frigidarium o piscina de agua helada. Esta última es pequeña, porque el contraste de temperatura no invita a quedarse. Paola sólo puede llegar hasta media rodilla; se le entumecen las piernas, y vuelve corriendo a la piscina de agua caliente. Lorena, en cambio, es capaz de sumergirse en el frigidarium hasta la cintura. Con los brazos en jarras y el mentón alzado, sonríe desafiante a Paola. Verla así le hace recordar su primer amor televisivo: Xena, la princesa guerrera, satisfecha tras vencer a algún macho indeseable en el campo de batalla. Paola está a punto de decírselo, pero las interrumpen para llevarlas a la zona donde se ofrece a los clientes té de jazmín. Sentada Lorena, estirada Paola sobre el mármol, tapadas ambas con grandes toallas blancas para no enfriarse, degustan un té delicioso y a la termperatura justa. Las chicas sostienen grandes teteras plateadas, y sirven el té en vasitos de colores, como los que pueden comprarse en el zoco de Marrakesh. Paola y Lorena contemplan en silencio los reflejos naranjas de las velas sobre la pulida superficie de las teteras. Aún no tienen ganas de hablar. Es el momento del cuerpo. Saben que aún tienen tiempo para algún chapuzón, el masaje completo, la piscina de sal y, http://zonaliteratura.com.ar | 75 | Un cuento en mi blog


finalmente, la llamada piscina de los mil chorros o, dicho de otro modo, un gran jacuzzi. Cuando quede un cuarto de hora, sonarán unas campanillas. Al finalizar el tiempo, sonarán de nuevo. Todo está calculado. Sólo aquí, en el espacio reservado para el té, son conscientes de que hay más personas con ellas. En el trayecto han tenido la sensación de estar solas, aunque saben que han entrado junto a diez o doce personas. Las instalaciones son suficientemente grandes para albergar a todos los clientes, y en consecuencia todos tienen la sensación de estar viviendo una experiencia exclusiva. -Qué maravilla, ¿verdad, cariño? -Oh, este lugar es estupendo. Vale cada euro que invertimos, cuca. -Sí… Necesitábamos este descanso, después del año que hemos tenido. -Mmmmmm… Nada de alumnos ni de escritores hasta septiembre. Qué gussssssto… -Buenísimo el te, ¿eh? -Delicioso. Y la música… Mejor que estar en Fez. -Buf, hacía más calor que aquí. Y además, aquí nos ahorramos indigestiones y el asedio de los vendedores ambulantes. -Sí, siempre intentando tocarnos el culo. ¡Pesados! -¡Ja, ja, sí! Pero reconoce que las vistas desde el hotel eran preciosas… y los cantos de los muecines desde varios minaretes, repitiéndose y amplificándose como un eco… -Lo que era precioso era morder tus hombros mientras sonaban de fondo esos cantos…

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-¡Ssshhh! ¡Ja, ja! -Shhh tú, que aquí no se puede reír ni hablar en alto… Preciosa. Que eres preciosa. Se contienen para no besarse en público – Barcelona es gayfriendly, pero no quieren comprobar hasta qué punto -, y se dedican una mirada que no deja espacio para la duda. Lorena se dice, una vez más, que Paola es el amor de su vida. Mataría por esa italiana. Sin dudarlo, sí; mataría por ella. Vienen a buscarlas, si les parece bien, para el masaje de cuerpo entero con esencia de flor de azahar. Se miran, asienten, y se encierran de nuevo en el silencio para entregarse, una vez más, a una pequeña infidelidad: la del placer que experimentarán sus cuerpos gracias a otras manos de mujer. Volverán a reencontrarse en la piscina de sal –deliciosa ingravidez- y en el jacuzzi. Después de los baños, tienen previsto pasear tranquilamente hasta un restaurante en la Barceloneta, donde pedirán, como hace cinco años, una paella de bogavante acompañada de vino blanco y, después, cuando el sol haya perdido buena parte de su fuerza, permitirán que les acaricie la piel en la dorada playa de esta gran ciudad abierta al Mediterráneo •

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El Rostro Emilio Durán 1971, Madrid, España. A los 9 años compuso su primer poema: «El caballo alazán». Conoció a los integrantes de un grupo de teatro amateur para los que escribió alguna obra teatral y en los últimos tiempos ha escrito guiones de spots publicitarios, así como capítulos pilotos de series y largometrajes de dibujos animados. Teniendo actualmente en preparación la escritura de varios guiones de cortometrajes y la elaboración de su primera novela.

E

l joven Lucas salió de su despacho como cada día y, también como cada día, se fue fijando en las piernas de las chicas. Miraba el contoneo de los cuerpos de las mujeres con que se cruzaba con el rostro contraído por el deseo. Detenía su mirada en las caderas y las nalgas de las mujeres, le daba igual su edad; miraba a todas. Era lo mismo que fueran madres, jóvenes, colegialas, señoras bien vestidas… Le gustaba mirarlas a todas. Salió del edificio mirando a las secretarias y continuó mirando sin descanso a cuantas mujeres se cruzasen en su camino. No dejaba de mirar a cuantas mujeres se cruzasen en su camino. Su despacho estaba en la parte empresarial de la ciudad, un lugar céntrico y atestado de coches, el trafico era infernal. Vivía en un piso céntrico de la ciudad por lo que nunca cogía el coche para llegar a su trabajo. Tenía un gran éxito en su trabajo. Era un abogado de prestigio, guapo e interesante para la mayoría de las mujeres que le conocían. Pero no por eso iba a dejar de mirar a las mujeres puesto que no tenía novia. Razón por la que pensaba que sus miradas no podían hacer daño a nadie. A pesar de su juventud, apenas rebasaba la treintena, se había granjeado una gran reputación en su despacho y no pocas envidias. Pues al ser Un cuento en mi blog | 78 | http://zonaliteratura.com.ar


uno de los más apasionados y vehementes abogados de todos los que participaban en los juicios tuvo una extensa racha de victorias en el terreno judicial que hacía que fuera la envidia de muchos otros compañeros puesto que los jefes lo veían como un ejemplo a seguir para cualquiera que quisiera dedicarse a la abogacía. Era un chico joven, de éxito y con gran talento para parecer simpático a cualquiera que cruzase con él unas palabras. Pero ahora se estaba perdiendo, estaba pensando en sus cosas mientras miraba a las chicas pasar. A veces le pasaba que, al ir mirando a las chicas, no sabía donde se encontraba. Ese día fue igual excepto en que se fue alejando de una ruta trazada en su cerebro desde hacía varios años. Pues ya llevaba un tiempo trabajando para el mismo bufete. Sin saber muy bien porqué se alejó más de la cuenta del camino habitual de vuelta a casa. Lo único que recordaba al llegar a aquél lugar oscuro y deshabitado es que se había quedado mirando a una mujer que le sonreía y se contoneaba más de la cuenta al percatarse de las calenturientas miradas del chico. Esa mujer le estaba provocando y sonreía al ver que el chico la seguía hipnotizado por el serpentear de sus curvas. Era una mujer madura, de unos cuarenta años, alta y extremadamente delgada que, tal como vino, desapareció. Dejando a Lucas con sus sueños lujuriosos. Notó el bulto en su bragueta y se ruborizó porque nunca había tenido una erección tan salvaje tras mirar a una mujer que caminaba por la calle. Cuando volvió a la realidad sonrió y, haciendo una extraña mueca de sorpresa – pues no sabía donde se encontraba- , miró a su alrededor y vio que se encontraba en un solar en obras vallado y que se encontraba rodeado por escombros. De hecho, estaba sobre un montículo de escombros y no sabía como había ido a parar allí. Al mirar al frente detuvo su vista en un hombre extraño. Vestía, aquél hombre, todo de negro y con un aspecto algo pasado de moda. Llevaba unos pantalones de pinzas negros de estilo italiahttp://zonaliteratura.com.ar | 79 | Un cuento en mi blog


no, unos relucientes zapatos de charol negro, una chaqueta oscura, la corbata negra y una levita del mismo color. Iba tocado con un sombrero de ala ancha negro bien calado que mantenía sus ojos alejados de la luz, en una triste penumbra, dándole un cierto aspecto de misterio y tinieblas al extraño caballero del traje oscuro. Era un hombre delgado y bastante alto pues, aunque Lucas no era pequeño, le sacaba unos veinte centímetros de estatura al menos. Pero lo que más le llamó la atención al joven Lucas, cuando lo tuvo lo suficientemente cerca para observarlo detenidamente, fue su rostro. El rostro del hombre era alargado y ligeramente triangular, haciendo la barbilla las veces de vértice coronado por un gracioso hoyuelo. Estaba perfectamente afeitado, con el cutis brillante y el mentón muy marcado como si estuviera haciendo presión con los dientes. Los músculos de la mandíbula se marcaban fuertemente a intervalos como si estuviese masticando algo. Sus labios, curvados en una sonrisa, estaban aún apretados en un rictus de duda o hambre, eran gruesos y sonrosados perfectamente perfilados a pesar de no llevar ningún tipo de maquillaje. La nariz ancha, de proporciones ligeramente exageradas para la cara alargada del hombre, tenía las ventanas abiertas, dando la impresión de olisquear algo de un modo tal como hiciera un sabueso. Tenía los pómulos marcados y en penumbra por el sombrero que se ajustaba hasta casi las cejas. Unas cejas pobladas aunque escrupulosamente colocadas. Las orejas eran ligeramente puntiagudas y con los lóbulos minúsculos, tan pequeños que parecía carecer de ellos. Las ojeras, hinchadas y amoratadas, parecían más oscuras debido a la sombra que se cernía sobre su mirada proyectada por el ala del negro sombrero. Era una mirada tranquila, apacible, serena y profunda que salía de unos ojos huidizos y pequeños que, más que mirar, escrutaban al que observaba. La frente era ancha y despejada, aunque surcada por Un cuento en mi blog | 80 | http://zonaliteratura.com.ar


alguna que otra arruga que la atravesaba. Debajo del oscuro sombrero se dejaban caer algunos mechones de pelo lacio y grisáceo que no tenían nada que ver con el rostro juvenil que veía Lucas. El extraño tono de esos mechones le daban al hombre un aspecto intemporal. Cualquiera que le viese no sería capaz de discernir cuál era la edad que tenía, por mucha que esta fuese. Lucas se había quedado paralizado sin saber porqué al ver a ese extraño hombre vestido de negro que se acercaba con movimientos lentos, suaves, sinuosos, hipnóticos como si de una serpiente se tratase. Sin darse cuenta ese hombre de movimientos pausados y tranquilos se había acercado hasta él. Estaba muy cerca, peligrosamente cerca. Lucas no fue capaz de contestar al saludo silbante del hombre que, al sonreír, dejó ver unos dientes pequeños, puntiagudos y amarillos, así como la afilada lengua de movimientos rápidos e intermitentes, pues salía y entraba de la boca, que era de un color rojo vivo. La silbante voz del caballero de negro era suave y pausada como si estuviera intentando hipnotizar al, de por sí ya, ensimismado chico. Lucas no se dio cuenta de que se le resbaló de las manos el maletín cayendo a un lado y desparramando su contenido. Estaba repleto de la documentación de los casos que tenía entre manos pero ninguno de los dos se inmutó al escuchar el estruendo del maletín al caer. Lucas se mantenía mirando al vacío, como si no pudiese ver nada más que al oscuro señor, y sus manos se aflojaron dejando caer el maletín. En un movimiento vertiginoso, antes de que el maletín cayese al suelo dejando ver lo que había en su interior, el hombre del traje oscuro, pues Lucas ya no estaba tan seguro de que fuese negro, volteó al chico poniéndose a su espalda y de un salvaje empujón fue a dar con los huesos de Lucas en el suelo, justo sobre el desolado paisaje en obras donde se encontraban. Aún estaba Lucas asimilando los matices del rostro del hombre cuando éste, con una fuerza y velocidad sobrehumanas le arranhttp://zonaliteratura.com.ar | 81 | Un cuento en mi blog


có la ropa y le dejó desnudo de espaldas a él. Estaba el joven tirado en el montón de escombros que tenía ante sí, lo que le produjo heridas en el vientre y el pecho de cierta consideración. No le produjeron ningún daño los cristales y cascotes que cortaron su piel y le hicieron sangrar abundantemente, tal era el ensimismamiento de Lucas. No fue consciente de que le violaban hasta que algo extraño y caliente golpeó violenta y repetidamente sus nalgas. A la par de esos empellones salvajes, rítmicos y violentos, notó una respiración entrecortada y jadeante en la nuca que le hizo paralizarse aún más de terror. Encogió las manos aferrándose al suelo ignorando los cortes que le proporcionaban los cascotes en su desnudo torso, cerró los ojos y puso un gesto de asco, angustia y pánico. La saliva le resbalaba por el cuello abrasando la piel de Lucas a su paso. Era una saliva espesa, tibia y con espuma. Los jadeos del hombre se fueron haciendo más roncos y salvajes, más sonoros. Hasta que se convirtieron en unos extraños gritos mezclados con una risa inhumana. Sus ojos se desorbitaron al observar como las manos del extraño hombre que le estaba violando se cubrían de un bello negro y áspero como la hierba de los campos de Escocia. Las uñas de esas manos cubiertas de pelo negro y salvaje se fueron afilando y convirtiendo en unas garras que amarilleaban, o eso le pareció a Lucas. Los gritos y risas salvajes fueron enronqueciéndose más aún y los golpes en su espalda cada vez más violentos le hacían sentirse más y más dolido, indignado y humillado. Un frenético rugido semejante al de algún animal salvaje dio paso a unos golpes más salvajes en la espalda, que se le amorataba por segundos. Sentía esos inmensos golpes en su espalda y seguía ignorando los cortes y las profundas heridas que le hacían los escombros en su torso. Los violentos empellones en sus nalgas se hicieron más y más inhumanos sintiendo como si su cuerpo se estuviera desgajando por completo. Lucas cerró los ojos, pues Un cuento en mi blog | 82 | http://zonaliteratura.com.ar


las lágrimas le escocían y una imagen se introdujo en su cerebro. Sabía que no iba a poder borrar esa imagen de su cabeza. Los matices de ese rostro le vinieron, con cada empellón, una y otra vez a la cabeza. Una imagen que le estaba martilleando el cerebro, como si de una tortura se tratase. Sabía que jamás iba a poder olvidarse de esa oscura cara. Todo acabó tan rápido como había empezado. Estaba tirado sobre cascotes y un charco de sangre y todavía sentía los empujones frenéticos. Pero ya no sentía el peso del hombre de negro a su espalda, ni escuchaba los gruñidos, ni sentía su aliento en la nuca, así que todo debía haber acabado. Cuando fue consciente de que todo había terminado miró hacía atrás y no vio nada. Sólo una luna redonda y plateada coronando el oscuro cielo. Un llanto profundo y sereno le sobrecogió. Cuando los hipidos y el llanto cesaron, miró el reloj y se dio cuenta que habían pasado más de tres horas. Hacía más de seis que no probaba bocado, pero le dio igual. No tenía hambre en absoluto. No le apetecía ingerir ningún tipo de alimento. El vacío de su estómago le soliviantaba con ardores frenéticos que le encogían el corazón. Sentía náuseas pero no tenía alimento alguno en su cuerpo. Agachó su cabeza y miró hacia donde había estado tumbado unos momentos antes. Estaba totalmente encharcado de sangre. Las lágrimas le volvieron a escocer en el rostro cayendo imperturbables. Abrió la boca y dejó salir un espeso hilo de saliva que sabía terriblemente amarga. Vomitó absolutamente todo lo que tenía en su interior. Llegó a asustarse al ver sangre en su vómito. Pero las lágrimas que habían regresado no le permitieron ver nada más. Se recostó y golpeó con los puños los cascotes de piedra que tenía bajo su cuerpo ensangrentado y dolorido. Un pezón había sido arrancado por un cristal que había en el suelo. Estaba herido con suaves y profundos cortes por todo su torso. Incluso en la cara tenía algún corte y numerosos golpes. La espalda entehttp://zonaliteratura.com.ar | 83 | Un cuento en mi blog


ra era un hematoma. Siguió llorando desesperado e intentó gritar, pero no pudo. La voz no le salía de su cuerpo roto. Así, destruido y acabado, se puso la ropa como pudo. Víctima, como era, de un ataque de pánico y miedo, tardó más de media hora en vestirse. Cuando sintió que sus piernas dejaban de temblar y pudo hacer acopio del valor suficiente para levantarse, decidió salir a alguna calle cercana y así poder saber dónde demonios se encontraba y hacia donde tenía que partir. Sólo quería volver a casa. Las sombras que le acechaban en la noche parecían haberse aliado con los extraños ruidos que le llegaban nítidamente para burlarse de su desgracia. Lucas se tapaba los oídos pero las oscuras risotadas y los temibles gemidos del ser que le había humillado le venían una y otra vez martilleando su razón. Llegó a una gran avenida que sólo estaba iluminada por alguna farola y los semáforos en rojo y miró hacia todos lados. Pero no había nadie. Absolutamente nadie, ni siquiera un coche para hacer auto-stop, un taxi que coger o una persona a quien pedir ayuda. Decidió caminar hacia la izquierda, porque hacia la derecha no le sonaba en absoluto, y en algún cruce podría ver el cartel con el nombre de la calle para saber donde estaba. Estaba totalmente perdido. Las lágrimas volvieron a aflorar en sus ojos enrojecidos y dolidos, al recordar ese rostro maldito. Esa imagen le iba y le venía intermitentemente junto con los terribles sonidos de su desgracia. Nuevas náuseas le sorprendieron aunque nada pudo vomitar. Un bulto extraño en la lejanía salió de una bocacalle y se alejaba tambaleándose. Pensó que si se acercaba a esa persona podría preguntarle cómo ir a su casa desde ese maldito lugar. Debía ser algún borracho así que, al fin y al cabo, no estaba solo en esa maldita calle. Aunque estuviese borracho, por lo menos era otra persona. Fue acercándose desde atrás, lentamente y con miedo, pues no sabía el efecto que podía causar en el borracho al verle con ese aspecto tan patético. La Un cuento en mi blog | 84 | http://zonaliteratura.com.ar


camisa chorreaba sangre, caminaba afectadamente, tenía el rostro golpeado y la mirada perdida y hundida como su moral. Qué pensaría el borracho al encontrarse con alguien así. Le dio igual pues corrió hasta que se dio cuenta de que era un chico joven que no parecía tener nada que ver con el perverso ser que lo había humillado. Se puso a la altura del joven, que se tambaleaba producto de una borrachera considerable y, jadeando, le habló con una voz tan profunda, ronca y sofocada que le dio miedo. ¡Era su propia voz y la temía! Al darse la vuelta el chico borracho puso cara de asco y asombro al ver a Lucas así, y le dijo: -¿Qué te ha pasado? ¿te han pegado una paliza, tío? –deslizaba las sílabas, como si estuviera intentando hablar normalmente o intentara disimular su borrachera. -¿Eh? Ah, no… Pe… Perdona, ¿sabrías decirme dónde estoy? –Miraba a todas partes y procuraba no mirar la cara del joven, pues estaba avergonzado y se sentía asqueado y dolido. -Joder tío, estás peor que yo. Ja, ja. ¡Uy perdón! No es que me ría de ti… ¿O sí? Ja, ja, ja. –Ya le dio igual parecer o no un borracho y hablaba sin disimulo- Estamos en la calle Granada. ¡Joder, sí que estás mal, tío! Ha, ha, ha. -¿Perdón? –pero al reparar en la cara del chico, se dio cuenta de los ojos huidizos que tenía, de sus pómulos marcados, de sus puntiagudas orejas carentes de lóbulos… Se sobresaltó y su mirada se endureció. Una idea le pasó por el cerebro. La voz del joven también era silbante. -¿No conoces esta calle? Je. Te han pegado ¿Eh, chavalín? ¡Venga, no tengas miedo! Díselo a papá. Ja, ja, ja, ja. No hizo caso de sus burlas, ni de sus gracias. Una idea se había alojado en su cerebro. No contestó nada sólo se quedó http://zonaliteratura.com.ar | 85 | Un cuento en mi blog


mirando con ojos carentes de emoción al aterrado chico que estaba viendo cómo el chico al que habían pegado y que le había preguntado, estaba totalmente fuera de sí. Respiraba pesadamente, le miraba con una extraña expresión y movía los dedos como si llevara un revólver en el bolsillo. El borracho miró detrás suyo y volvió su vista de nuevo hacia Lucas que estaba mirando alrededor como si acabara de caer de algún platillo volante y no pudiera terminar de creérselo. Estaba realmente asustado el joven borracho al ver al perplejo Lucas con una sonrisa extraña que repentinamente asomó a los labios mientras miraba a los ojos del chico que, cada vez más presa del pánico, tiritaba inmóvil. Lucas cogió del brazo al joven y lo llevó arrastras por toda la calle hasta que llegaron a una casa oscura y deshabitada. Al cruzar la siguiente calle se dieron cuenta de que la entrada a la casa estaba allí. Así que Lucas le levanto cogiéndole fuertemente del brazo y, en volandas, sin que el chico pudiera decir una palabra, le arrastró hasta el interior. Los ojos del chico se llenaron de miedo. Un miedo que no le dejó gritar, aunque tenía la boca abierta exageradamente. Allí, en la oscuridad de la casa abandonada, solo brillaban dos ojos. Los ojos de Lucas, que estaba totalmente fuera de sí, con un brillo relampagueante y salvaje. Era como si el hombre de negro hubiera adoptado otra forma distinta, o eso le pareció a Lucas. En este caso había adoptado la de un jovencito borracho para atormentarlo. Aunque ahora no le pillaba desprevenido, no. Quizá se hubiera equivocado… Pero esa sonrisa… Esas orejas… Esa mirada… No, no era posible que se hubiera equivocado. El rostro de ese chico era el mismo del que tenía el hombre de negro que le había violado. Sin darle tiempo a reaccionar, y cuando el joven estaba calmándose, la emprendió a golpes. Al primer puñetazo de Lucas el chico cayó al suelo hecho un ovillo y gimiendo lastimosamente. Lucas no Un cuento en mi blog | 86 | http://zonaliteratura.com.ar


se detuvo a pesar de los apagados gritos del joven pidiendo clemencia. Ni a pesar de que esos gritos, que iban subiendo de volumen, pudieran alertar a algún vecino curioso. Lucas siguió golpeando sin detenerse. Le dio patadas en todo su cuerpo. Una patada le rompió la nariz haciéndole sangrar abundantemente por una herida que dejaba el hueso al descubierto. Los dos ojos estaban morados y con derrames. Los pómulos y las cejas le sangraban. Tenía rotos tres dedos de la mano izquierda y retorcidos en un gesto casi ridículo. El chico estaba magullado, no tenía dos dientes y, probablemente también había sufrido la fractura de alguna costilla, pues un hilillo de sangre manaba de su boca y se convertía en un borbotón a cada sacudida provocada por un nuevo golpe. Tenía el rostro completamente hinchado y magullado. Estaba llorando y con una brecha en la cabeza. A Lucas esto le producía un extraño placer y una gran risa. Una nueva patada le rompió la tráquea, abriendo un agujero en el lugar donde debía estar la nuez que sangraba abundantemente. Una extraña espuma roja se formó en torno a su cuello, producto del aire que salía de sus pulmones al intentar infructuosamente respirar. El joven estiró los brazos como intentando agarrarse a algo mientras iba cayéndose hacia atrás y dejó de respirar entre las extrañas y enajenadas risotadas de su asesino que no le quitaba la vista de encima. No contento con eso, Lucas siguió golpeándolo hasta que con una piedra, tras arrodillarse sobre el joven, le golpeó repetidas veces en la cabeza. Aplastándosela literalmente contra el suelo. La habitación de la casa abandonada estaba totalmente salpicada de la sangre del chico. El cadáver destrozado se quedó en la habitación de esa casa abandonada, abrazando el suelo de terrazo solo surcado, de vez en cuando por alguna que otra asustada rata. Las ratas, cuando Lucas se marchó, aparecieron lentamente para alimentarse ávidamente del cadáver que yacía en el centro de la habitación. Hubo un momento en que http://zonaliteratura.com.ar | 87 | Un cuento en mi blog


era imposible ver el cuerpo del joven muerto por la ingente cantidad de ratas que se agolpaban sobre su cadáver para alimentarse. Cuando, unos días después encontraron sus restos, sólo pudieron encontrar unos cuantos huesos, no muy grandes, raídos por las ratas. Ni siquiera dejaron su ropa. Lo devoraron absolutamente todo. Lucas estaba pletórico, alegre y bañado de pies a cabeza por la sangre del chico. Caminaba con el herido pecho hinchado por la emoción de la venganza consumada. Pero ese rostro, perteneciente al hombre vestido de oscuro, lo seguía asaltando en cada esquina. Las sombras y los r uidos de la noche seguían acechándole provocando que tiritase del miedo que le provocaban esos ruidos y la sensación de la inminente cercanía de su violador. Comenzó a esconderse del rostro tapándose la cara con las manos. Huyendo de las sombras. Pero la imagen del rostro le seguía martilleando la cabeza. La extraña sonrisa del hombre de negro le recordaba algo, una hiena quizás, pero no podía borrársela fácilmente de la cabeza. Así fue, poco a poco, entrando de nuevo en una extraña tristeza que se iba apoderando de él. A medida que el miedo se iba abriendo un hueco en su corazón. Una punzada de angustia le corrió por el pecho ¡Había matado a una persona! Pero lo peor de todo es que se había sentido muy feliz al pensar en el cadáver del pobre chico. Su pragmatismo judicial le asaltaba una y otra vez dañando su conciencia, mientras que su instinto enajenado le decía que había hecho bien. Pero era feliz por una venganza consumada. ¿Qué venganza? El que le violó era un hombre mayor, o eso parecía, y éste era un pobre chico borracho que había tenido la mala fortuna de parecerse al violador. ¿Se parecía realmente al violador? ¿Estaría volviéndose loco? No debía haberlo matado, le decía una voz interna. Pero, poco después, otra le felicitaba por lo que había hecho. Reía y lloraba, lloraba y reía. Todo dependía de si le haUn cuento en mi blog | 88 | http://zonaliteratura.com.ar


blaba su conciencia o su instinto. Recordó un juicio que tuvo lugar hacía algún tiempo. Una joven había sido violada por un hombre y pedía una y otra vez que lo mataran. En aquél entonces no lo entendió, pero ahora estaba seguro que él quería que le pasara lo mismo al extraño ser de negro que le había violado a él. No, no podía ser, tenía que ser juzgado y condenado justamente. Su conciencia y su instinto le estaban volviendo loco. Lloraba y reía. No sabía porqué pero la chica aquella a la que había defendido hacía ya tres años le dijo algo que se le quedó grabado cuando él le recomendó que se tranquilizara porque había ganado el juicio. “Ya está, hemos ganado” Le dijo Lucas con una sonrisa de satisfacción. Ella, sin cambiar su gesto serio y mirando con cara de odio al hombre que la había violado, le replicó: “Sólo estaré contenta cuando sepa que ese cerdo está muerto y enterrado” Antes no podía entenderlo, pero ahora era totalmente consciente de los sentimientos que abordaban a la chica. ¿También ella sentía lo que él? ¿Una parte le pedía su muerte y otra estaba contenta? Ese recuerdo le atormentó aún más. Pues le hizo crecer las dudas. Era un hombre de leyes y no concebía la muerte de un ser humano y tampoco la venganza. Había que confiar en la justicia, a pesar de lo que dictara el instinto. Debía ser juzgado y sentenciado, pero él era consciente de los entresijos y trampas legales existentes para evitar una sentencia de más de treinta años por violación. De hecho, si hubiera tenido que defender al violador, los habría utilizado. Al pensar en ello, le dio aún más asco. Sentía mil dudas que le bombardeaban la cabeza. Una tormenta de dudas, pero de todos modos, cada vez que le entraban ganas de reír se repetía: “¡por Dios, he matado a un chico!” Reía y lloraba. Su camino ya le era totalmente conocido porque se encontraba en la calle donde vivía. Tenía los ojos enrojecidos por el llanto. Se encaminó hacia su casa y se detuvo en su portal. Intentó http://zonaliteratura.com.ar | 89 | Un cuento en mi blog


calmarse antes de meter la llave en la puerta del portal pues su pulso no le dejaba introducirla en la cerradura. Tras varios intentos abrió la puerta con una tremenda dificultad. Cuando entró en el ascensor no quiso mirarse al espejo, debía tener un aspecto horrible. Luchó con un extraño impulso que le llamaba para que se mirase en el espejo, luchó y venció porque hasta que el ascensor no se detuvo en la séptima planta mantuvo sus manos pegadas a sus ojos de los que, de nuevo, brotaban las lágrimas. Seguía teniendo la sensación de que esa sonrisa le estaba acechando. Los chirridos del ascensor y los ruidos de la puerta del portal le recordaban los gritos y gemidos de su violador. Las lágrimas le volvían a abrasar el rostro. Sus hombros subían y bajaban y lloraba pesadamente. Unas lágrimas gruesas y espesas de abatimiento y angustia le surcaron el rostro, limpiando en regueros de su cara la sangre seca del muchacho al que había asesinado y que le había salpicado el rostro hacía escasamente una media hora. Abrió la puerta de su casa y, sin encender la luz, se quitó el traje y lo tiró a la basura sin contemplaciones y con un gesto de rabia en la cara. Se quedó completamente desnudo. No reparó en nada, lo tiró absolutamente todo, no dejó en su cuerpo ningún recuerdo de lo que había pasado esa noche. Estaba asqueado por la violación y por el asesinato. Se sentía abatido y no tenía fuerzas para nada. La cadena que le regaló su madre el año pasado por su cumpleaños acabó en la basura, igual que el reloj del que estaba tan orgulloso, pues lo compró con su primer sueldo. Al mirar el reloj de la cocina se dio cuenta de que eran las tres y cuarto de la madrugada. No estaba cansado, sólo se sentía sucio. Abatido, angustiado y sucio. Así que se fue directamente al cuarto de baño y se metió en la bañera. La llenó hasta arriba de un agua caliente y humeante y se sumergió una y otra vez. El agua se tiñó de rojo. Frotó su cuerpo con tanta fuerza que la esponja le hizo heridas a lo largo de todo el cuerpo. Las Un cuento en mi blog | 90 | http://zonaliteratura.com.ar


heridas que le había producido el violador se volvieron a abrir, provocando una gran hemorragia. Cuando creyó estar lo suficientemente limpio salió de la bañera y se enrolló en una toalla. Poco a poco la toalla se empapó de la sangre que manaba de las heridas. El impulso que lo abordó en el ascensor para que mirase al espejo volvió con más fuerza y esta vez no pudo hacer nada por detenerlo. Esta vez le venció. Miró al espejo… Ahí estaba la maldita cara de nuevo. Era un rostro que conocía muy bien. ¡Era su cara! El terror y el odio le transfiguraron el semblante y, sin pensarlo dos veces, le dio un puñetazo al espejo que, riéndose de él le devolvía la cara del hombre que lo había violado. Su propio rostro. Estaba huyendo de su propio rostro. El hombre que le había violado era el poseedor de su cara. Le estaba acechando su propia imagen. Al golpear el espejo con su puño se cortó en la muñeca y el antebrazo. El espejo saltó haciéndose añicos y, al mirar los trozos esparcidos en el suelo vio que la cara se había multiplicado, repitiéndose en cada uno de los pequeños trozos rotos esparcidos por el suelo devolviéndole una sonrisa. Una cara, la suya, que le sonreía hirientemente. No reparó en el profundo corte que se había hecho en la mano al asestar el golpe al espejo. La sangre cayó sobre el espejo tiñendo la cara de rojo. Cogió con su temblorosa mano un trozo triangular del cristal que se había quedado sobre el lavabo y, sonriendo, se hizo un profundo corte en el rostro. Parte de la mejilla le colgaba mientras un gran chorro de sangre le caía por el torso desnudo. La imagen sangraba y Lucas se reía. El rostro del hombre que le había violado estaba herido. Siguió asestando golpes a su rostro, el rostro de quien le había violado. Se produjo cortes en los labios, se cortó una oreja y la contempló caer divertido sobre un charco de sangre espesa. Se reía de las heridas que se producía en la cara. Trozos de carne de su cara cayeron al suelo y por las heridas que se producía http://zonaliteratura.com.ar | 91 | Un cuento en mi blog


podía verse el hueso del pómulo. Un ojo le explotó al ser atravesado por el espejo que le devolvía aquel maldito rostro. Dejándole un reguero de sangre por toda la cara que chorreaba por la barbilla abundantemente. Lucas se reía y cuánto más se reía más se moría. Se estaba matando. Las risas eran escandalosas y salvajes, una risa sobrehumana que le invadió de repente. Los jirones de carne caían esparciéndose sangrantes sobre el suelo del cuarto de baño que estaba moteado por la sangre que había saltado por las paredes y el techo del cuarto de baño. Se atacó con tanta violencia que se arrancó varios dientes de raíz. Por la pérdida de sangre y por los profundos cortes en el cuello que se produjo, empezó a sentirse cansado y soñoliento. Cuando miró el espejo por última vez, Lucas se reía, hasta que el rostro del hombre vestido de negro se le presentó tal y como lo recordaba, con esa sonrisa extraña y macabra e intacto. Lucas borró su sonrisa y murió sobre un charco de sangre con un rictus de angustia y terror en su cara. Mientras el hombre de negro se reía en el espejo. La risa era cada vez más a un volumen mayor hasta que el cuarto de baño de Lucas se sumergió en un concierto de escandalosas risotadas mientras la sangre de Lucas recorría todo el cuarto de baño. Las risas se detuvieron de improviso y en la ventana se podía ver una luna plateada y redonda que lo dominaba todo. No muy lejos de allí un hombre vestido de negro se acercaba con movimientos pausados y tranquilos, parecidos a la danza macabra de una serpiente al divisar una presa, a un mendigo borracho que lo miraba estupefacto mientras intentaba infructuosamente levantarse de los cartones que él denominaba su hogar. El mendigo se caía una y otra vez al intentar incorporarse producto de la borrachera que tenía. Este no podía apartar la vista del extraño caballero vestido de negro que se estaba acercando a él pausada y serenamente. El anciano borracho estaba Un cuento en mi blog | 92 | http://zonaliteratura.com.ar


absorto mirando al ser que había aparecido no sabía muy bien de donde. Estaba bailando o algo parecido. Se quedó impresionado del impecable traje negro que llevaba y del brillo de los zapatos. Los movimientos eran raros e hipnóticos, y no podía apartar la vista de ese hombre, pero lo que más le llamó la atención fue el rostro •

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Diciembre 2010 | ZONA LITERATURA http://zonaliteratura.com.ar

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