La historia
del Sombrerón Cuando el reloj marcó la Hora de las ánimas, ocho de la noche, de lo profundo de la calle de la Corona de la recién fundada Jutiapa, se empezó a escuchar el pausado caminar de un patacho de mulas. Detrás de eso apareció la pequeñísima figura de un carbonero, intimidante, que parecía procedente del interior del país. Portaba un cinturón brillante y botines de charol con espuelas plateadas que brillaban en la obscuridad. Al hombro, su amada guitarra española sobre su hombro y sobre su cabeza, un enorme sombrero de ala ancha que casi lo ocultaba por completo. A su paso, el ladrar de los perros se convertía en llanto. En la esquina del Callejón del Brillante, se orientó y tiró de sus mulas rombo al barrio de Candelaria. Dobló por la oscura Calle de la Amargura, luego se detuvo frente a un viejo palomar y, bajo una puerta, cantó con emoción toda la noche, tocando a su amada guitarra, ofreciendo una serenata a toda la cuadra.
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El pequeño hombre con sombrero enorme
Los sonidos de su hermosa guitarra Al amanecer se retiró, los perros dejaron de gemir, los gallos cantaron y las personas despertaron con el recuerdo hermoso de una Guitarra española y una voz hermosa. Las serenatas eran para sus guitarras pasadas, a las que les tenía mucho cariño y que desde siempre recordaba. Su amor por el tocar era impresionante. Con el pasar de las noches, los vecinos salían a sus balcones y aplaudían toda la noche a esa increíble función. Su Guitarra era tan especial, que hacía que las personas imaginaran sus recuerdos más hermosos, sus días más soleados, creaba
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Los sonidos de su hermosa guitarra
trenzas en las mujeres y en las crines de los caballos por arte magia a través de los sonidos de su guitarra, y les suavizaba el corazón a los hombres. Cuando el Sombrerón notó que con sus sonidos traía felicidad al mundo decidió recorrer todo el país con su voz y música. A través de cada casa de cada barrio, de cada ciudad, los vecinos podían deleitarse de su música, se asustaban al principio de escuchar a alguien cantar tan noche, pero se regocijaban de alegría por ello. Pero la verdad que nadie conocía de El Sombrerón, como lo conocían por las calles,
Los sonidos de su hermosa guitarra
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Las Guitarras pasadas era de que el cantaba con el espíritu de sus guitarras pasadas, aquellas que por la inclemencia del tiempo, la inseguridad de las calles y de sus penas de hambre, perdía, eran robadas, destruidas o intercambiadas por un aguardiente. Al día siguiente por donde pasaba el Sombrerón apareció un rastro de carbón, unas botellas de aguardiente rotas y un guitarra quebrada, con veladoras y flores, como un altar. Desde entonces, cada noche por donde se escuchan las bellas notas de El Sombrerón, los vecinos salen a cantar, aplaudir y bailar con las notas de él. Le llevan pan y aguardiente, y unas y bonitas palmadas cuando salía el sol. Y él se dirigía a su siguiente destino.
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Las Guitarras pasadas