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El corazón tiene razones que la razón no entiende.
LO QUE MUEVE O PARALIZA A LOS VOTANTES
▲ Photo by engin akyurt on Unsplash
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Por Darío Mendoza @DarioMendoza
Una de las razones por las cuales las ideologías tienen éxito, a pesar de que no son ni científicas ni racionales, es porque sus seguidores conservan una emoción profunda que los lleva a justificar su conducta.
Las ideologías buscan que la realidad se acomode a la idea, y no la idea a la realidad. La razón por la cual las ideologías populistas tienen tantos seguidores es porque aglutinan una emoción muy humana: la envidia, el resentimiento, el deseo de venganza.
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Por eso una parte de los votantes, no se dejan guiar por promesas de más crecimiento económico o mas salud para las personas. La oferta populista en el fondo es “me voy a fregar a los que te han hecho daño”. Y para la mente de muchos seres humanos, es más fácil echar la culpa a otros de su situación actual, que reconocer que tal vez han tomado malas decisiones.
Y entonces le tenemos envidia al que es un “matado” en la escuela, le tenemos envidia al que ha sabido ahorrar y mantener su economía estable, al que salió del rancho y ahora triunfa en otras fronteras. La ideología populista justificara con bandera de justicia que les ha ido bien por transas, y que por eso hay que tomar medidas para vengarse.
En algunos focus group, me ha llamado la atención la justificación que dicen los que apoyan a la ideología populista: “Pues a lo mejor los de ahora también me roban, pero ya son otros, ya no son los mismos”. Eso no es nada racional, sólo es un deseo de venganza que nace de la envidia. Claro que, con esa idea disfrazada de ideología o causa justa, no se construye un país, ni se logra el crecimiento de nadie.
También la ideología de la revancha y la venganza se encuentra en otros ismos, el socialismo, el populismo o incluso un tipo de feminismo, que proclama que la única forma de sacar la herida de una mujer es hiriendo a otros o incluso a otras, como se ve en la rabia y el deseo de venganza de algunas feministas que lastiman a las mujeres policías en algunas manifestaciones.
Es el deseo de venganza, es la creencia absurda de que una herida se sana, hiriendo a la sociedad. Irracional, sí, entendible, sí. La herida es profunda, pero destructiva. Y estas ideologías, que en realidad son conductas, encuentran otras conductas como respuesta de otros segmentos de la población que cultivan el ego y la indiferencia. En la película La Ciudad de la Alegría, de Dominique Lapierr, que se desarrolla en una ciudad extremadamente pobre como Calcuta. Una de los protagonistas encara aun doctor fracasado y aterrado y le dice: “usted tiene tres opciones, largarse, ser espectador o comprometerse”.
En Venezuela un amplio grupo de este sector decidió huir; otro decidió no meterse en problemas y sólo ser espectador; y otros, los menos, decidieron comprometerse.
El no compromiso de un sector de mexicanos se ve reflejado en que no acuden a votar, aunque se quejen. De acuerdo con un estudio de Big Data México, cuando se explora quienes se abstienen de participar y se cruza con indicadores como la capacidad de compra de los ciudadanos: “Los que tiene mayores ingresos son los que más se abstuvieron... Así, los municipios que acumulan el mayor número de ciudadanos que compraron bienes duraderos, el grado de abstención, estuvo a los niveles del 39 por ciento”.
La indiferencia y la falta de compromiso, también es muy humano, es tan humano como la envidia y el deseo de venganza. Cuando se juntan, las naciones se colapsan. Lo resume muy bien la frase de Mafalda: “Vivimos en un país donde la clase trabajadora no tiene trabajo. La clase media no tiene medios. La clase alta no tiene clase”. Y se nota en los videos muy “troleables” de Ricardo Anaya o Samuel García, simplemente hablan desde su muy particular burbuja, la clase política que se ha extraviado, sin conectar con la humanidad entera. Y es que el mensaje de un líder constructor tiene como elementos la empatía, la unidad, la simpleza y que sea lo más universal posible. La polarización, la división, no conviene a nadie, ni siquiera a los que la promueven. Dirigirse a los ciudadanos como chairos o fifis, no le sirve a nadie sólo al ego muy personal o al deseo de venganza de las emociones descontroladas. Ambas conductas destruyen.
Ante la crisis que vivimos y el clima de polarización, necesitamos actitudes más humanas y universales, entender que lo que le pasa a uno le afecta al otro y llamar a la unidad.
¿Existen liderazgos así? Claro porque la humanidad también tiene grandeza, porque hay luz en un entorno oscuro. Transcribo el spot de Angela Merkel de 2013.
«Existen momentos en los que hay mucho en juego, en la crisis del euro, por ejemplo muchas veces llegamos a territorio inexplorado. Como Canciller tomo decisiones para nuestro país, para las personas ... Tengo que estar segura de que hacemos lo correcto; lo correcto no siempre es, lo que pide el que grita más fuerte, lo correcto es, lo que al final, ayuda a las personas.
No podemos poner en riesgo esto ahora, subiendo los impuestos, con más cargas porque no sería bueno para Alemania. Quiero que sigamos teniendo éxito juntos en el futuro con buen trabajo y nuevas ideas.
Quiero un país en el que los más fuertes ayu-
dan a los más débiles. Quiero un país donde
se vean recompensados los que trabajan duro, un país con las mejores oportunidades
para nuestros hijos. Ese es mi objetivo como Canciller y les pido su apoyo…”
México tiene muchas heridas, pero no saldrá adelante si seguimos hiriéndonos los unos a los otros o huyendo de la situación para mantener nuestra zona de confort. Ese es el reto de la elección de junio y de la elección del 2024. Encontrar el mensaje adecuado, y el vocero adecuado, puede marcar el marcador, como lo ha mostrado la historia humana. C&E