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La Polarización y el Camino de Trump al 2024
AEugene V. Debs, secretario general del Partido Socialista de Estados Unidos, le conocían como el candidato perenne, ya que se presentó cinco veces a las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Lo hizo en 1900, 1904, 1908, 1912 y 1920. Precisamente este último año fue cuando consiguió su mayor número de votos, 915.000, un 6% (récord histórico de apoyo a un partido socialista en el país). Lo curioso es que Debs se presentó a las elecciones desde su celda en la prisión de Atlanta, donde estuvo encarcelado -desde 1918 hasta su indulto en 1921- por sedición, al criticar la participación estadounidense en la Primera Guerra Mundial. Estar en la cárcel no es óbice para poder ser candidato a presidente. No hay nada en la constitución norteamericana que lo impida.
Por esa misma razón, la discusión sobre si es legal o no el asalto policial a la casa de Donald Trump no tiene que ver tanto con que una posible condena pueda privarle de ser nuevamente un candidato presidencial, sino con si generara o no un castigo social que repercuta en sus potenciales resultados electorales. Hace unos meses, agentes armados del FBI irrumpieron en la residencia del ex presidente en Palm Beach, Florida, el complejo Mar-a-Lago. Se ha desvelado ya también la orden de registro que muestra que el FBI se llevó numerosos documentos calificados como «alto secreto». El ex presidente está siendo investigado por destrucción de pruebas, obstrucción a la justicia y violación de la ley de espionaje, según esta orden.
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No es su única investigación en marcha. Además, Donald Trump también rechazó responder a las preguntas de la Fiscalía General de Nueva York, que le está investigando por prácticas empresariales fraudulentas de su compañía. Y por supuesto está el nada menor asunto del asalto al Capitolio en enero de 2021.
Trump sabía las razones de entrada en su casa y no se opuso a que se revelara el contenido de la orden, solicitada por el Departamento de Justicia, que coincidía en líneas generales con la información filtrada en los medios estadounidenses. Previamente, su única respuesta fue decir que era un tema político, y que «tal asalto solo podría tener lugar en países destruidos del Tercer Mundo porque, lamentablemente, Estados Unidos ahora se ha convertido en uno de esos países corruptos a un nivel nunca antes visto».
A partir de ahí, comentarios parecidos -o incluso más duros- de altos cargos republicanos, que atacan al Gobierno de Joe Biden (lo llaman el «Estado profundo») y a las fuerzas de seguridad por usar la Justicia para hacer política. De hecho, no van del todo desencaminados. No porque todo sea falso y usen a la Justicia para lograr rédito electoral, cosa que obviamente desconocemos, sino porque para registrar la caja fuerte de la residencia personal de un ex presidente hay que llamar a muchas puertas para que den su aprobación y conseguir el visto-bueno de los más altos cargos del Gobierno. Saber que ocurriría, tenían que saberlo.
Para Trump y muchos republicanos, este acoso legal al ex presidente, que incluso podría ser inhabilitado, no es sino una artimaña para conseguir que no se presente, para que vea tan complicada su nominación que el Partido Republicano deba optar por otra candidatura. Sin embargo, esta misma situación no hará sino aumentar el victimismo del ex presidente, y quien sabe si le dé la excusa final para presentarse. Porque esta tesitura, para los más creyentes de Trump, tan solo puede incrementar su fidelidad hacia él. En un país donde en 2020 únicamente un 5,6% del electorado (el porcentaje más bajo de la historia) dudaba sobre su voto, significa que se ha reducido la confianza en el otro, que la polarización es enorme.
▲ Photo by Library of Congress on Unsplash
Y la polarización significa que debemos decidirnos y tomar partido entre dos extremos (aunque no estemos situados en esos extremos)... Separar entre rojos y azules, entre demócratas y republicanos. No se trata ya de quién hizo bien o mal, sino de qué ideología tiene.
Donald Trump
Y la polarización significa que debemos decidirnos y tomar partido entre dos extremos (aunque no estemos situados en esos extremos). O blanco o negro. Porque decir que nos persigue el Gobierno y fuerzas de seguridad corruptas es un modo más de polarizar y separar entre rojos y azules, entre demócratas y republicanos. No se trata ya de quién hizo bien o mal, sino de qué ideología tiene.
Polarizar consigue reforzar el voto duro, a quien ya nos vota, y acercar a otro público que siente que debe elegir entre las dos orillas, alejándose de la grieta que está en el centro y que nadie tiene interés ya en ocupar. Y ello es fantástico electoralmente para quien lo hace, a corto plazo, aunque a medio o largo plazo pervierta la propia democracia y nos preguntemos cómo hemos llegado ahí. Una cifra de 5,6% de indecisos indica que la gente ya ha tomado partido, que ya ha decidido. Y que será muy complicado volver atrás. Esa es una oportunidad para Donald Trump de aprovechar el momento y presentarse a las elecciones de 2024. Falta ver si lo hace o no, y desde dónde. Puede ser desde su casa en Mar-a-Lago o incluso desde una celda, como hizo Eugene V. Debs, pero ahora tiene una oportunidad. C&E