Me llamo amanda, y desde chica me gusta dibujar. Y los gatos. Siempre me gustaron mucho los gatos. Cuando se me ocurrió hacer este fanzine, me puse a pensar por qué los gatos eran importantes en mi vida, y me di cuenta de que mi vieja fue rescatista mucho antes de que el proteccionismo fuera mainstream. La chabona adoptaba a todos los gatos que aparecían en su patio, los curaba en la cocina de su casa con lo que tenía, y cuando no había plata les daba de comer fideos con paté. Siempre le gustaron los gatos. Y lo que se hereda no se roba. Este fanzine habla de los gatos que pasaron por mi vida. Algunos estuvieron conmigo poco tiempo, o ni siquiera fueron mios, y de algunos me acuerdo más que de otros. Pero todos fueron, de alguna manera, importantes para mí.
q u i n t a a l B
Blanquita fue mi primera mascota, cuando yo tenía 4 o 5 años. El único recuerdo que tengo de ella es de su muerte. Ese único recuerdo es, además, uno de los primeros recuerdos de mi infancia. Claro que en ese momento yo era muy chica, y no entendía lo que era la muerte. Unos años más tarde me di cuenta de que en ese único recuerdo que tengo, Blanquita está muerta. No me acuerdo cuando ni cómo llegó a casa. No me acuerdo de qué color tenía los ojos ni cómo maullaba. Lo único que recuerdo es que un día llegué a mi casa, la vi acostada en las baldosas del patio, y entré corriendo a buscarla. La abracé y le hice upa, y al toque alguien (mi mamá o mi papá) me dijo que la dejara. Entonces la bajé, y me di cuenta que mi remera estaba manchada con sangre que le salía a blanquita de la boca. (Pero tampoco estoy del todo segura, porque en mi recuerdo yo tenía una remera blanca, y mi mamá nunca me vestía de blanco, porque yo siempre jugaba con barro.) No volví a ver a Blanquita. Muchos años después, le pregunté a mi papá por ella, y me dijo que la había enterrado en un terreno baldío a la vuelta de mi casa. Calculo que quiso ahorrarme la secuencia porque hubiera sido imposible enterrarla en mi casa de canuto. yo era muy curiosa.
Chascomús, 1989 1990.
Tengo un vago recuerdo de haber querido acompañar a mi papá el día que la enterró, pero tampoco estoy segura. Capaz es un recuerdo inventado. Mis papás ya no están para preguntarles por Blanquita, así que lo único que tengo de ella son recuerdos de dudosa veracidad objetiva.
01
02
o r l o C e estábamos muy jugados. No era un buen momento para tener una gata y una banda de gatitos.
A colore me parece que la trajo a casa un novio de mi hermana, pero no estoy segura. Aunque ahí yo ya tenía 8 años, tengo muy pocos recuerdos de ella, porque estuvo en casa poco tiempo.
Un día, creo que a la madrugada, desperté a mi papá. Colore dormía conmigo, y le estaba pasando algo, porque había sangre en la cama. En ese momento yo ya no era tan chica, pero no sabía que Colore estaba embarazada. Tampoco sabía como era el parto de una gata.
Recién nos habíamos mudado a otro barrio, y yo había dejado a todos mis amigos de la infancia. me estaba costando mucho adaptarme a ese cambio, y tener una mascota me ayudó. Colore era naranja y blanca, y me parece que el nombre se me ocurrió a mí, porque en esa época me gustaba Reina en Colores. Estoy casi segura de que el nombre lo terminó de definir mi mamá, que le puso “Colore” así, sin S. Ella siempre elegía nombres raros (eso se va a hacer más evidente en los próximos gatos). Chascomús, 1993.
03
Mi papá, otra vez, se ocupó del asunto. A mi me dijeron que Colore Se había ido de casa. Y así lo creí hasta que, unos años después, contándoselo a una amiga, me di cuenta de que lo que me habían dicho era mentira. Mi papá nunca me contó cuantos gatitos había tenido, ni a dónde llevó a Colore. Pero sé que si él hubiese podido elegir, no la habría dado en adopción.
Creo que Colore llegó a casa estando embarazada, y en un mal momento. Mi papá estaba sin trabajo, la mudanza se había llevado todos los ahorros, y
04
o l c e P ia Pecolia apareció en casa una tarde de febrero. yo estaba con unas amigas jugando en el patio cuando la vi caminando por la medianera. Era verano, y estábamos por ir a pasar la tarde a la laguna. Yo quise bajarla y darle algo de comer, pero mi mamá no me dejó. Le insistí un rato, hasta que llegamos a un acuerdo: si la gata seguía estando ahí cuando volviéramos de la laguna, le dábamos algo de comer. Acepté, porque tenía 9 años y no había mucho que negociar, pero me fui a la laguna triste, pensando que la gata no se iba a quedar ahí toda la tarde. Pero cuando volví, Pecolia seguía ahí. Las cosas estaban un poco mejor en mi casa. No nos sobraba nada, pero mi papá tenía trabajo, y a mi mamá le gustaban los gatos, así que cuando la bajamos de la medianera y le dimos un poco de leche, ella supo tan bien como yo que la gata se iba a quedar. En esa época yo escuchaba unos cassettes de cuentos y canciones, y en uno había una canción de un vaquero que se llamaba Pecos Bill. No se por qué, mi mamá empezó a llamar a la gata “Pecos”. Eventualmente, "Pecos" devino en "Pecolia". Tampoco sé por qué. A mi mamá le gustaba inventar palabras. Pecolia era muy buena, tranquila y compañera. Cada vez que yo me estaba triste, ella venía a hacerme companía. No importaba si yo estaba n la habitación y ella en el patio. De alguna manera ella sabía. Chascomús, 1994.
05
Un tiempo más tarde, invité a una vecina que vivía a la vuelta a jugar a casa. Cuando vio a Pecolia, me dijo “esa gata era mía”. Yo le expliqué que no se la había robado, que Pecolia había elegido quedarse a vivir conmigo. Y nunca más la invité a jugar.
05
Los herederos de Una tarde de Octubre, volvimos del colegio con mi mamá y yo salí al patio a buscar a Pecolia. Después de un rato, la encontré acostada adentro de la parrilla. Se venía una re-tormenta, y Pecolia se había resguardado ahí para tener cría. En casa sabíamos que estaba embara zada, pero no sabíamos de cuanto tiempo. Aunque Pecolia estaba en pleno trabajo de parto, estaba muy serena. Había lavado a todos los gatitos, y tenía las patitas blancas impecables. Al principio contamos 4 gatitos. Un rato después, encontramos al quinto aplastado abajo de ella. Pensamos que el quinto no iba a vivir: Pecolia no lo estaba aplastan do, sino que le estaba dando calor, porque estaba frío y débil. Pero al final sobrevivió, y terminó siendo el que más tiempo vivió de todos los hermanitos.
Chascomús, 1996.
06
07
u r t r A o
Arturo era igualito a Pecolia. El nombre lo elegmos, por el progra ma de tele, “grande pá”. El papá de las chancles se llamaba Arturo. En la ficción y en la reali dad. Arturo Puig.
Lo adoptó mi madrina, que además de ser mi madrina, era amiga de mi mamá, y vivía a unas cuadras de casa. Y como a veces la visitábamos, yo pensé que ibamos a seguir viéndolo. Pero no. Al poco tiempo de adoptarlo, salió un día y no volvió nunca más. Como mi mejor amiga vivía a la vuelta de lo de mi madrina, yo a veces cuando iba lo llamaba, por si volvía.
Al principio ibamos a dar en adopción a todos los hijos de Pecolia. Arturo fue el primero. Yo no quería darlo en adopción, pero todavía tenía 9 o 10 años, y a nadie le importaba lo que yo opinaba.
Pero con el tiempo me fui olvidando, hasta que lo dejé de buscar.
08
Greta
A ella también le puse Greta por “grande pa”. Igual, por algún misterioso motivo, le decíamos “Quiqui”. (Probablemente el motivo haya sido mi vieja y su afán por inventar nombres).
Cuando los hijos de Pecolia fueron creciendo, empezaron a subirse a la medianera y a pasear por los techos. Siempre salían un rato y volvían a la tardecita.
Quiqui era la favorita de Julia, mi mejor amiga. Era chiquita y ágil, y bastante distinta al resto de los hermanitos. Quiqui también fue la primera en desaparecer.
Al principio pensamos que capaz podía estar en la casa de algún vecino, así que empezamos a buscarla por el barrio y preguntar a los vecinos. Pero nunca más volvió.
Pero un día Quiqui no volvió.
09
Angie
Adivinen por qué le puse el nombre Sí, por grande pa. Qué original. Ni siquiera entiendo por qué, si Grande Pá terminó a fines de 1994. Y además tampoco es que lo miraba todos los días. No sé que onda.
No me acuerdo qué tenía, pero sí me acuerdo que se le inflamaban como unas pelotas en el cuello o la garganta, y supuraban. Después se cerraba la lastimadura, y después se volvía a abrir.
Angie era gordita y muy tranquila. Era súper buena y cariñosa.
El veterinario vino varias veces a revisarla y curarla, hasta que se al final se le pasó.
Una vez descubrimos que tenía los cachetes inflamados y llamamos al veterinario para que fuera a verla.
Angie fue la segunda en desaparecer, dos días después que Quiqui.
11
b i r o T io
Cuando quiso anestesiar a Toribio, a mitad de la inyección, el gato lo mordió y salió corriendo con la jeringa en la nuca. Le tuvo que dar una dosis bastante más fuerte de la que había calculado, porque el chabón se la re bancaba.
A él le pusimos el nombre por el dibujito. Se ve que yo miraba mucha tele en esa época. Toribio era igualito a un gato que mi mamá había tenido de joven. Lo descubrí viendo una foto: tenía la misma cara, las mismas manchas en los mismos lugares.
Toribio fue el último en desapare cer. Nunca supimos qué pasó, si alguien lés habrá hecho algo, o si los habrán envenenado. Yo prefiero creer que como eran tan lindos, alguien se los robó.
Era grande y fuerte, el macho alfa de la familia. Como no teníamos auto, un día el veterinario vino a castrar a los machos a casa.
10
Nungo
d s e los é u p s e d herederos Una vez, cerca del 2001, yo me estaba preparando para salir a bailar y Pecolia quiso treparse a una ventana. No pudo, y se cayó. Yo me angustié y me largué a llorar. No le había pasado nada, pero yo pensé que capaz no había podido trepar porque ya estaba vieja. Capaz le costaba ver o le pasaba algo. Mi papá ya había tenido el segundo infarto, y yo pensaba en la muerte mucho más que cualquier chica de mi edad. Le dije a mi hermana que no iba a salir. Me quería quedar con Pecolia porque se me ocurrió que se podía morir pronto. Pero me equivocaba. Igual, al final sí salí a bailar.
Este nombre no lo elegí yo: lo inventó mi mamá. Aunque el nombre completo era “Nungo Tungo Relungo Chungo”, le decíamos “Nungo”. él era el gatito que había quedado aplastado abajo de Pecolia durante el parto. Siempre fue diferente al resto. Era más débil, lento y manso. tenía un sólo huevo. Al principio no maullaba. Un día mi mamá estaba cocinando, y él se puso en dos patas sobre el horno para olfatear (porque legustaba mucho comer). Cuando mi mamá cerró la puerta del horno, le agarró la patita sin querer, y ahí maulló por primera vez. No le salió “miau” sino “meu”. Nunca maulló igual que los demás. Cuando desaparecieron sus hermanos, él fue el único que quedó, porque todavía no sabía trepar a la medianera. Hasta que un día aprendió, y una vez volvió lastimado. No sabíamos qué le había pasado, pero tenía lesiones internas y El veterinario vino varias veces a casa a drenarle sangre de la vejiga. Un día a la siesta fui a buscarlo y lo encontré muerto. Nungo fue el primer gato que enterramos en el patio de esa casa.
12
En el 2010, descubrí que Pecolia tenía una lastimadura en la panza. La tratamos durante un tiempo con una crema, pero no se curaba, y al poco tiempo el veterinario nos dijo que tenía cáncer de mama. Pasaron unos meses, y un día mi papá la encontró escondida en un placard. Estaba sufriendo y no había mucho por hacer. Pecolia ya tenía 16 años. Mi papá la llevó al veterinario y la durmieron. Debe haber sido muy difícil para él tomar la decisión y hacerlo. no se animó a contarme nada hasta el día siguiente. Me dijo que la gente de la veterinaria tenía un espacio donde enterraban animales, y ahí llevaron a Pecolia. No sé si será verdad. Calculo que sí. Nunca me animé a preguntar mucho más.
13
p i n m a o P Una tarde estábamos en casa y vino Julia con una amiga. Habían salido a andar en bici por la laguna, y encontraron unos gatitos abandonados. Le empecé a pedir a mi mamá que los adoptáramos, y me dijo que no, que ya teníamos a Pecolia. Le insistimos un par de veces más. Mi mamá empezó a mirar a los gatitos de reojo. Pompina era un gremlin de pelo corto, pero mi vieja la hizo upa y dijo: ésta va a tener lindo pelo. Y la adoptamos. Al principio no tenía nombre, y mi mamá le iba diciendo el nombre que se le ocurría cada semana. Pero un día vimos una publicidad de kleenex, en la que una señora que no veía nada se confundía a su conejo con un rollo de papel higiénico. El conejo se llamaba pompón, y como mi mamá tampoco veía nada, le empezamos a decir “Pompón” a la gata. “Pompón” derivó en “Pompis”, y “Pompis” en “Pompina”. Pompina era medio mala onda. A veces cuando le estabas haciendo caricias te mordía y se iba corriendo. Mi mamá la adoraba, y siempre la llevaba a los pies de su cama. Pero Pompina se bajaba y se iba. Tenía un carácter de mierda. No tengo tantos recuerdos con Pompina porque a ella no le gustaba mucho la gente. A veces se acercaba a que le hiciera caricias, pero tenían que ser caricias en la cara y el cuello. Y cuando ella quería.
Chascomus, 1998.
En el 2006 falleció mi mamá, y pompina se quedó con mi papá. En el 2015 falleció mi papá, y no sabíamos qué hacer con Pompina. Ya tenía 17 años, había vivido toda su vida en esa casa, y no le gustaba la gente ni otros animales. Así que lo hablamos con el veterinario, y nos recomendó que Pompina quedara en casa. Piña, que empezó a trabajar limpiando en mi casa el mismo año que llegó Pompina, iba 3 o 4 veces por día a verla y a darle de comer. El 13 de Agosto del 2017, Piña me avisó que Pompina había muerto. Tenía casi 20 años. Se murió de viejita, parecía dormida. Ese día viajamos a chascomús y la enterramos en el patio de casa.
14
15
Lulú Llamamos al veterinario, y cuando llegó me hizo soltarla en la cocina para verla caminar. Al toque me dijo: “esta gata se quedó ciega”. Nos dijo que podía ser un ACV, o un tumor que presionara el nervio óptico, y Le dio un antiinflamatorio. Al día siguiente, Lulú amaneció mejor, y pensamos que ya se había recupera do. Pero no. Cada tanto empeoraba, y yo me iba a Chascomús a cuidarla. La sacaba al patio a upa para que hiciera pis y le daba de comer en la boca. Hasta que un día de Julio, mi papá me llamó para avisarme que Lulú no estaba bien. Viajé a verla, y esta vez era peor que las anteriores. Lulú estaba sufriendo. Llamé al veterinario y arreglé para ir esa tarde a que la durmieran.
Una mañana de diciembre, yo estaba jugando al family en mi casa y golpea ron la puerta. Cuando abrí estaba Norma, una amiga de mi mamá, con una gatita a upa. La gatita tenía una cinta en el cuello con un moño rojo. Norma me saludó y me la dio. Me dijo que ya había hablado con mi mamá para que la adoptáramos, y se fue. Pero mi mamá no sabía nada. Cuando mi vieja llegó de trabajar se enojó, pero la gatita se quedó. Lulú tenía las orejas muy grandes y un color de pelo raro. Mi mamá decía que era verde y le decía “el sapo”. Yo la amé desde el primer momento. Era muy cariñosa, y siempre dormía hecha una bolita encima de mi pecho.
Chascomus, 2002.
Una vez, cuando me fui a acostar, la llevé a la cama conmigo, pero ella se bajó y se fue. Yo me ofendí y le dije que no podía creer que mi propia hija me hiciera eso, así que durante un tiempo la gata se llamó “Propia hija”. Hasta que al final le puse Lulú.
Cuando mi papá volvió del trabajo me llevó a la veterinaria. Fue difícil. Lulú tenía 12 años, pero para mí seguía siendo mi gatita. Bajé del auto con ella a upa, y volví a subirme con una caja de cartón. Cuando llegamos a casa, ya era de noche y llovía, pero con Julián hicimos un pozo en el patio, y entre luces de linterna enterramos a Lulú.
Una noche del 2014, noté algo raro. Empezó a maullar diferente, y a caminar raro.
16
17
Luca En el 2009 me mudé sola por primera vez. No tenía muebles, pero lo que yo más quería era tener un gato. Un día vi unos gatitos en adopción. Quedaban dos hermanitos, y al toque supe a cual quería adoptar, pero me llevé a los dos. Uno era naranja, y se lo quedó la hermana de Julián. Se llamaba Pipo. El otro tenía un color raro, como un ocre lavado. Ese me lo quedé yo, y le puse Luca.
La Plata, 2009.
El a veces salía de noche, pero cuando me levantaba, siempre estaba conmi go en la cama. Pero una noche salió, y a la mañana siguiente no apareció. Lo busqué hasta que me tuve que ir a trabajar, pero no lo encontré. Al otro día mi vecina Sara me dijo que me el día anterior habían encon trado un gato muerto en la puerta de un negocio, y les parecía que era el mío. Sara conocía a mi gato. Yo no tenía mucha confianza con ella, pero cuando me puse a llorar a los gritos en el pasillo, la chabona me dijo que si volvía a tener un gato tuviera mucho cuidado con los vecinos.
Luca y yo pasábamos mucho tiempo juntos. Dormía conmigo, y cuando sonaba el timbre ibamos juntos a recibir a las visitas. Le gustaba dormir panza arriba, y le decíamos “gordo comepanza”. En esa época yo ponía la casa para todo. Cualquier día había gente. Por eso Luca creció rodeado de gente, y era muy tranquilo y confiado. La gente que venía a casa le hacía upa, y el se dormía en la falda de cualquiera.
Los días siguientes me los pasé llorando, interrogando a los empleados de limpieza para ver si alguien había levantado al gato. Fui a averiguar en la ferretería si algún vecino había comprado veneno, pero claro que en las ferreterías compra veneno una banda de gente. Así que al final me resigné y dejé de preguntar. Nuca supe lo que pasó con Luca, pero a partir de ese día le hice la guerra a la novia del vecino. Por las dudas.
La novia de mi vecino medio que lo odiaba. El se acercaba a todo el mundo, incluida ella, y a la mina no le gusta ban los gatos o no le gustaba yo. Un par de veces la oi quejarse del gato.
18
19
Lupe La muerte de Luca me puso muy triste, y unas semanas después me pareció una buena idea volver a adoptar un gato.
La Plata, 2011.
20
A la madrugada me desperté y el colchón estaba mojado. La gata era tan chiquita que se meaba encima. La crié a mamadera, y de a poco fue creciendo, pero no terminábamos de pegar onda. Tenía una personalidad muy intensa, y a medida que empezó a crecer se fue volviendo agresiva. Corría sola por toda la casa, se trepaba a las paredes, y cuando la retaba me hacía frente y me gruñía. Llamé a mi veterinario de Chascomús y le conté lo que pasaba. El me ofreció ponerla en adopción, y unos días después me llamó diciendo que había una familia interesada.
Así que busqué, y en facebook encon tré un refugio con gatitos en adopción. Los gatitos eran recién nacidos, y el refugio era de perros, así que necesitaban darlos en adopción urgente. Elegí un machito color negro. Otra vez, me quedaba en la loma del culo y yo no tenía plata, así que me fui a la parada del 273. Pero estaba ansiosa y me tomé un taxi. En el refugio un señor me dio un gatito negro súper chiquito, y me explicó que tenía que darle una mamadera cada 3 horas. Ni bien llegué a casa, llevé al gatito a la veterinaria para que lo revisa� ran, y me enteré que era una gata, no un gato. Le puse Lupe, y me gasté la plata que me quedaba en una mamade ra, leche maternizada y piedritas. La primera noche durmió conmigo en un colchón en el suelo, porque me daba miedo que se pudiera caer de la cama. No se me ocurrió que la gata podía dormir sola en una mantita.
Entonces le di unas gotitas para sedarla y viajé con ella en un remis para Chascomús. Me bajé en la Veteri naria, la dejé y me fui llorando. Me dio mucha culpa, pero no se me ocurría otra solución. Un tiempo después, el veterinario me contó que Lupe se había adaptado bien, y que estaba más tranquila. La familia que la adoptó tenía un patio grande y otro gato. Capaz era lo que ella necesitaba.
21
t i m i D ri y
dio mocho, nte me rich o Dientrichi. e i d Dient e un tien decimos Micho o Il michi. i r l e l it sI Dim veces decimo a e l eso ién por Tamb
Dimitri apareció en casa en Julio del 2014. En esa época mi vecina tenía una gata blanca y un gato negro que siempre venían a casa, así que yo dejaba las ventanas abiertas para que ellos entraran cuando quisieran.
su hija. Cuando la nena entró a los gritos, Dimitri huyó despavorido y se la dio contra la ventana cerrada para escaparse. No era Simba, niña horrenda. La semana siguiente lo llevé a castrar, y cuando volvimos agarré la computadora. Tenía abierto un archivo, porque estaba armando un flyer para publi� car al gato en adopción. Lo cerré. Desea guardar los cambios? no. El gato se queda acá.
Un domingo volvimos a casa, y encon� tramos a la gata de la vecina durmiendo en la cama con un gato negro. Cuando me acerqué a saludar los, me di cuenta que el gato negro no era el de la vecina. La gata siguió durmiendo. El gato salió corriendo. El viernes 25 a la noche, salí al patio a fumar y apareció el gato negro. Le di alimento y se puso a comer al toque. Estaba cagado de hambre. Le hice una caricia en el lomo, y se tiró al piso ronroneando. A los 5 minutos estaba durmiendo en mi cama.
Al principio Dimitri era un gato común, como cualquier gato. En el 2015 murió mi papá, y cuando volvimos del velorio me acosté en la cama. Hasta ese momento Dimitri dormía en los pies de la cama, pero esa noche se subió arriba mío y se durmió hecho una bolita en mi pecho. Ese día, Dimitri se convirtió en mi gato para siempre.
La Plata, 2014. Los primeros días lo publiqué en Facebook, buscando a sus dueños. Primero vino a verlo una chica, que le apretó los huevos y me dijo que el gato de ella estaba castrado y éste no. Después vino una señora diciendo que el gato era Simba, la mascota de
22
Con el paso del tiempo, nos fuimos volviendo inseparables, y cuando decidimos irnos a España, mi única condición fue que él también viniera. Ya no imagino mi vida sin él.
23
d n é p A ice En mi vida conocí a muchos gatitos. Algunos fueron más importantes que otros para mí. Pero no todos los que fueron importantes eran mi mascota. El apéndice va dedicado a los gatitos que no fueron míos, pero fueron parte de mi vida.
25
a t t a B a Batata era el gato de un vecino. Creo que en realidad se llamaba Firulais, pero como le encantaba la comida, yo decía que era un gordo Batata, y lo empezamos a llamar así. También le decíamos Batatuille. Tenía un maullido re finito. Batata apareció un día por el patio, y yo por supuesto lo fui a acariciar. Era un poco mala onda, pero si uno aprendía cuando y donde acariciarlo, estaba todo bien. Igual para acariciarlo había que tener buenos reflejos. Por las dudas. Después de un tiempo, Batata empezó a entrar a casa. A veces venía y se quedaba un rato en la cocina, o se dormía una siesta en el patio. Así que un día fui al pet shop y le compré alimento. Desde ese día, cada vez que Batata venía a casa tenía su platito con alimento. El chabón era re dominante, y hacía lo que quería. Se subía a la mesada y no quería bajar, nos meaba las cosas, y se escabullía cuando lo queríamos sacar al patio. Pero igual lo queríamos.
La Plata, 2013.
Una vez apareció con el lomo lastimado, así que lo llevamos al veterinario. Nos dieron una crema para ponerle, pero claro, el gato no era nuestro, así que fuimos a hablar con el dueño y le explicamos cómo ponerle la crema. El chabón era medio colgado, y el gato no mejoraba, así que compramos otra crema y le empezamos a poner nosotros. Durante un tiempo mejoró, pero siempre caía con lastimaduras por pelearse con otros gatos, así que durante un tiempo, el pobre Batata recibió de nosotros la bola que no le daban en su casa. Después de un tiempo, empezamos a verlo cada vez menos, hasta que un día nos enteramos que el dueño se había mudado. Nunca más volvimos a ver a Batata. A veces me acuerdo de él y me pregunto donde se habrán mudado, o qué estará haciendo.
26
27
m a i M ia
n a r B ca
La Plata, 2012.
La Plata, 2012.
Miamia era una gatita muy blanca, que desde luego no se llamaba Miamia. Se llamaba Gemma. Un día apareció en el patio, y empezó a venir siempre de visita. Una noche se quedó a dormir, y a la mañana siguiente golpearon la puerta. Era Gisel, la dueña de miamia, que además de miamia tenía otro gato. El gato era todo negro y se llamaba Branca. Cuando Gisel trabajaba y cuando miamia se iba, Branca se quedaba solo.
Branca era un poco tímido y miedoso, pero un día apareció por casa él también. Desde ahí empezaron a venir los dos de visita más seguido. Al principio yo iba a avisarle a Gisel que los gatos estaban en casa, pero después de un tiempo ya medio que se dio por sentado que si no estaban con ella, estaban conmigo. Un tiempo después, Gisel se mudó al lado de casa. Gisel era muy copada, y los gatos eran hermosos, así que
28
pasó a ser todo una gran casa para Branca y Miamia. Tenían platos de agua y comida en los dos departamen tos, andaban por el patio, y dormían en la casa que querían. Un día Gisel se fue de vacaciones, y yo quedé al cuidado de los gatos. Miamia estaba embarazada, y ese mismo día tuvo 6 miamiacitos. Miamia era chiquita y delicada. Maullaba suavecito, y cuando veía una mosca o un pajarito hacía: mia-mia.
Por eso la empezamos a llamar así. Branca era tímido y exageradamente mimoso. Me encantaba dormir la siesta con él. Tiempo después, Gisel se mudó, y con ella Miamia y Branca. No los volví a ver. En Marzo de 2016, Gisel me escribió. Miamia había muerto. A mí me gusta pensar hay un cielo de gatitos, y ahí se reunen todos los gatos a los que quise alguna vez.
29
n a j r ú a N estaba cayendo para atrás lo atajé con la mano. Me atacó el brazo con un movimiento ninja y terminé en la guardia a las 2 de la mañana. Desde ese día le empecé a tener un poco de miedo.
Naranjuchi apareció una noche en los techos, peleándose con otros gatos. Venía, armaba bardo y se iba.
La Plata, 2015.
Después desapareció y no lo vimos por unos meses, hasta que una noche de invierno volvimos lo encontramos en el patio. Estaba rengo, así que lo entré a casa para llevarlo al veteri� nario, que lo revisó y nos mandó a hacerle placas. El lugar donde le hacían las placas era muy informal, y tenían una metodología de manipulación de los animales bastante cuestionable. El tipo nos dijo: agarrenle las patas y que no se mueva. Clack. Rayos X para todes. El veterinario nos recetó un reme dio para darle. Fueron días difíciles para todos. Darle medicación a un gato es muy difícil. Darle medicación a Naranjuchi es como nadar en cemento. Después lo llevé a castrar en remis. A las 2 cuadras se puso a gritar. A las 10 cuadras había roto la transporta dora a mordiscos.
Mientras tanto, Dimitri estaba del orto. No se llebaba bien con Cuchi, y pasaba mucho tiempo afuera de casa. Cuchi era dominante, y medio que lo estaba echando de su propia casa. Un día Dimitri no vino a dormir, y ahí decidí que si no hacíamos algo Dimitri se iba a terminar yendo de casa. Mi amigo Edwin y mi amiga Julia estaban viviendo en un departamento al lado del nuestro, así que Cuchi se fue a vivir con ellos. Lo pusieron a dieta y lo domesticaron bastante. Después Julia se mudó, y Naranjuchi se quedó viviendo con Edwin. Pegaron mucha onda, y Edwin logró cambios en Cuchi que nunca me hubie ra imaginado. de alguna forma estaban destinados a estar juntos. Hoy Cuchi es la mascota de mi amigo Edwin, y sigue siendo tan lindo como el día que lo conocí.
Un día, Cuchi se me acostó en la panza. Se quedó dormido y como se
32
31