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DIRECCIÓN GENERAL Y EDITORIAL
Mauro Barea ASISTENTE EDITORIAL
Daniel Mejía Flores
COORDINADOR DE TALLERES
Prof. Rolando Jiménez Aguilar CONSEJO
Prof. Tito Couoh Chan Prof.ª Geidy Cauich Pech Prof.ª Yuly Herrera Castillo CONSEJO CULTURAL
Alan Vázquez Léon Alva Indra Rojo Chapman Francisco Aguilar Mac
PORTADA
Caracol Azul, Obra Pictórica de Alan Vázquez
JÓVENES ESCRITORES EN ESTE NÚMERO POESÍA
REFLEXIÓN
NARRATIVA
Zaire Gamboa Sac Nicte Aguilar Paula Gómez Angela Hernández Sandra Reyes Alexis Canepa Daniel Mejia José Adrian
Julieta Teáhulos Priscila Vázquez Fernanda Muñoz de Cote
Luis Alexis Canepa Daniela Hellig Luis Andres Mora Miguel A. Islas Alejandro Vásquez
POETA INVITADO
Alí Bénitez
ILUSTRAN EN ESTE NÚMERO
Alan Vázquez - alanecologistartist.com Michelle Bordon - facebook.com/michellebordon Impreso en los talleres de Caracol Azul. Registros en trámite.
CONTÁCTANOS EN: editorial.revistacaracolazul@gmail.com Caracol Azul Cancún @Caracolazul3
Editorial
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Alan Vázquez Pablo Neruda 9 Jóvenes poetas
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Eres infinito Instinto El tiempo Alma menguante Algo para ti
Tu perfecta desnudez Algo para ti Cadáver Mahana Por causa y consecuencia de ti
Cancún, mi hermosa ciudad Valdrá la pena Nocturno
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Reflexiones
Instrucciones para sacar un recuerdo El amor Naturaleza muerta
Querido Gabo
Los años divididos
Momentos
Un te amo, un te quiero
44 Jóvenes narradores Luna roja
Soledad La tragedia
Papá es un ramero
El monstruo debajo de mi cama El revólver del ángel Cuando el corazón se detiene
Como experiencia personal, mientras estudiaba esos niveles escolares, buscaba de una forma inquieta plasmar las ideas que ya bullían como palabras e historias, y como ya dije, en Cancún, antes de Caracol Azul, no había forma de canalizarlas y entonces venía la frustración silenciosa e inevitable: podía escribir, pero no había dónde me leyeran; a lo máximo se organizaba un periódico mural por alumnos afanosos y que se exhibía en los pasillos de la escuela con contribuciones de la minoría, pero nunca una revista. Por eso entiendo muy bien ese sentimiento, y soy de los primeros convencidos en el alcance que puede lograr este proyecto. Todos fuimos jóvenes estudiantes alguna vez, y en esa etapa tan sensible de formación, suceden cosas interesantes que nos definen como persona y lo que seremos en un futuro. Muchos escriben, pero no todos llegan a ser escritores en forma, eso es cierto. Pero hoy, entre los jóvenes, al acercarnos a ellos a través de esta revista, el acto de escribir es algo mucho más frecuente de lo que se piensa. Poemas a la madre, a la novia, al odio o al gato que se posa en los tejados. Historias de nuestro tiempo, cancunenses y regionales que sorprenden por su frescura y por el potencial que tienen para trascender y empiezan a marcar su generación. Es obvio que habrá detalles, tachaduras, enmendaduras y descalabros; como mencioné antes, es un proceso formativo: habrá muchas áreas de oportunidad a desarrollar en cada joven que se acerque a mostrarnos sus trabajos, y qué mejor que esta etapa para definirse como poeta, novelista o cuentista. El proyecto comenzó de una forma que nunca concebimos: ha llegado a la redacción una cantidad considerable de material, y al cierre de este número contamos con más de 150 textos. La participación de los jóvenes se incrementó abruptamente desde la salida del número 1, algunos tienen una manufactura especial y que su formación y convicción se da a notar mientras las leemos y nos sorprendemos. El futuro nos rodea, está en las aulas, en los patios, siempre buscando, inquieto, en las miradas de los chavos, en sus libretas y en sus teclados. No es que estuviera dormido, siempre estuvo ahí, esperando para ser leído y escuchado. Caracol Azul llegó para darles voz en sus páginas, y encauzar esos bríos para algo que nos beneficiará a todos: formar un mejor Cancún, un mejor Quintana Roo y un México que nos dé más satisfacciones en las letras. Extiendo un profundo agradecimiento a los artistas que se han unido y creído. Asimismo, queda abierta la invitación a los jóvenes escritores a acercarse a esta su revista, que es de ustedes y para ustedes . Esto no ha hecho más que comenzar. Mauro Barea Diireccion Editorial
Alan Vázquez
Un artista con calidez humana
Alan Vázquez ha trabajado en eventos de conciencia ecológica y social junto con artistas reconocidos internacionalmente, como los grupos de rock Jag uares, Molotov y La Gusana Ciega. Por su labor ecológica y altruista en las fundaciones e instituciones, como Grupo Desafío, Amigos de Sian Ka’an, Dirección de Ecología De Benito Juárez, Profepa, Tec M i l e n i o , Un i v e r s i d a d L a S a l l e , DIF, Club Rotarios, WWF, Save e Children, Programa Nacional en contra de la Tuberculosis, End Polio Now, Laúd Planet, por mencionar algunas. En cada una de sus exposiciones dona el 100 % de
la venta de las obras para destinarlo a causas ambientales o sociales. Alan Vázquez ha pintado murales en gran parte del territorio mexicano: Sonora, Veracruz, Chiapas, Quintana Roo y la Ciudad de México han sido testigos de su obra. Gracias a su dinamismo y preocupación por la naturaleza, actualmente es miembro del Comité Estatal de Protección a las tortugas marinas en el estado de Quintana Roo y colaborador de La Reserva Del Edén, desarrollando programas educativos para preservar al jaguar en la península de Yucatán.
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Arte
Alan Vázquez
Cuando invitamos a Alan Vázquez a participar como artista plástico en nuestra revista, nunca imaginamos que tuviera un lado poético, y aunque sabemos de su gran sensibilidad en las artes, nos sorprendió con sus letras; además lo hace muy bien. Con gran beneplácito compartimos dos poemas de su autoría:
Caracol Azul Bajo el manto azul del tráfico citadino, se dejó hundir enterrando sus memorias, olvidado y retorcido con espirales tallados por la huella del olvido. El silencio es su único aliado, las mareas sus verdugos, y los escasos rayos de sol sus flagelos de nostalgia. Corazón de caracol, frío y siniestro, amorfo y moribundo, bajo el concreto de agua salada, sus plegarias son inútiles, la virgen no escucha ni se desnuda ante su deseo. Ni las mismas perlas brindan luz y consuelo a tan deforme amor, corazón de caracol paralizado de movimiento, sublime encanto con mediocridad condimentado. Laberinto celular, infinito camino que teje pasiones y sepulta a los amantes, el contacto más cercano a la vida, son estas manos putrefactas y congeladas.
Alan Vázquez
Arte
Solo somos sombras en tiempos perdidos vagando en terrenos arenosos y turbios. Rostros difusos y anestesiados por la falta del encanto de una risa. Corazón de caracol olvidado y perdido, carente de verdad, sobrado de mentiras. Siento frío, ese frío que duele y marca la piel. Un inesperado eco retumba por todo mi cuerpo cuando el corazón de caracol late y golpea mis sentidos, haciéndome recordar que estoy vivo y en mi pecho cargo un agonizante caracol azul.
Delirio de Rosa Delirio por tu piel y por el eco de tu nombre que retumba en mis pensamientos, delirio por tu risa vulnerable y por tus besos tóxicos que me envenenan dulcemente sin poner resistencia alguna, delirio por proteger tu frágil belleza de sirena, delirio por el ensordecedor sonido de tus mares, delirio por no saber adónde te llevaré en mis sueños ni que rumbo tomará mi barco destruido por batallas pasadas, delirio por estar a tu lado y contemplar la bendita luz que sale de tu mirada.
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Arte
Alan Vázquez
Delirio de un fragmento de tiempo carente de textura y de recuerdos, delirio por volver a ver la luna reflejada en tu espalda de amazona, delirio rosa por el entorno que perturba mi calma y desborda tormentas de colores que al final se plasman sobre lienzos que en tu nombre cobran vida.
¿Sabías qué...? Las obras de Alan Vázquez han adquirido un renombre nacional e internacional. Por mencionar algunos de los coleccionistas distinguidos de su obra están el Lic. Roberto Borge Angulo, Gobernador del estado de Quintana Roo, Lic. Ludivina Menchaca, senadora de la República por Quintana Roo, los artistas Cristian Castro, Franco de Vita, Lupita Jones, Oscar Cadena, Aleks Syntek, Saúl Hernández de Caifanes, Tony Flores, Esteban Arce, Alma Saint Martín, Sergio Corona, Mark King de Level 42, Maya Hanssen y Javier López Chabelo. Desde 2005 Alan Vázquez reside en la ciudad de Cancún y apoya por medio de la venta de sus obras a instituciones o fundaciones como Grupo Desafío, APAFHDEM, Love Cancún, Reserva del Edén y CRIT Teletón. Él es nuestro incansable amigo Alan , un gran artista que desde la gestación de Caracol Azul nos ha demostrado su apoyo incondicional al proyecto. Como reconocimiento, es un honor para nosotros enmarcar nuestro número 2 con su obra Caracol Azul, pintada especialmente para la revista. Esperamos contar con muchas más de sus aportaciones culturales.
Pablo Neruda
Poetas inmortales
Nealí Ricardo Reyes Basoalto, quien e s c r i b i r í a p o s t er i o rm ent e c o n e l seudónimo de Pablo Neruda, nació en Parral el año 1904, hijo de don José del Carmen Reyes Morales, obrero ferroviario y doña Rosa Basoalto Opazo, maestra de escuela, fallecida poco años después del nacimiento del poeta. En 1906 la familia se traslada a Temuco, donde su padre se casa con Trinidad Candia Marverde. En 1919 obtiene el tercer premio en los Juegos Florales de Maule con su poema Nocturno ideal. En 1921 se radica en Santiago y estudia pedag og ía en francés en la Universidad de Chile donde obtiene el primer premio de la fiesta de la primavera con el poema La canción de fiesta, en 1924 aparece en la Editorial Nacimento sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. En 1945 obtiene el premio Nacional de Literatura. En octubre de 1971 recibe el Premio Nobel de Literatura. Muere en Santiago el 23 de septiembre de 1973. Le había afectado mucho el golpe de estado contra Salvador Allende. Póstumamente se publicaron sus memorias en 1974, con el título Confieso que he vivido.
Poesía
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Amo el amor de los marineros Para que nada nos amarre, que no nos una nada. Ni la palabra que aromó tu boca, ni lo que no dijeron las palabras. Ni la fiesta de amor que no tuvimos, ni tus sollozos junto a la ventana. Para que nada nos amarre, que no nos una nada. Amo el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa, no vuelven nunca más. En cada puerto una mujer espera; los marineros besan y se van. Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar. Desde el fondo de ti y arrodillado, un niño triste como yo nos mira. Por esa vida que arderá en sus venas tendrían que amarrarse nuestras vidas. Por esas manos, hijas de tus manos, tendrían que matar las manos mías. Por sus ojos abiertos en la tierra, veré en los tuyos lágrimas un día. Amo el amor de los marineros que besan y se van. Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz. En cada puerto una mujer espera; los marineros besan y se van.
Poesía Jóvenes Poetas
Daniel Mejía
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Nací en Agosto de 1995 en Toluca, Estado de México. Radico en Cancún desde los tres años. Fui estudiante del CECYTE III Cancún; ahí me dediqué a escribir los inicios de mi primer poemario. Actualmente colaboro para la revista literaria Caracol Azul, donde mis poemas han encontrado lugar para ser leídos.
El 12 abril del 2014, presenté mi libro 37 maneras de guardar silencio en la biblioteca Dr. Enrique Barocio Barrios, en Cancún Q Roo. Actualmente estoy escribiendo mi segundo poemario.
Eres infinito De su poemario 37 maneras de guardar silencio
Eres ajena cuando te recoges el pelo; ajena a mi olfato, ajena al viento, eres indulto cuando te desnudas; indultas mis palmas, mis palmas tan puras. Eres templo cuando duermes, templo que reposa en el regazo de una cama, eres sortilegio cuando lloras; vuelves tan humilde cada cosa que te ama. Eres primavera cuando me odias, eres instante con el que maduro, eres un triste otoño que no retorna. Eres ausencia en mi nostalgia cuando no es poca; eres infinito cuando te derramas en mi boca.
Jóvenes Poetas
Poesía
Daniel Mejía
Instinto Nunca digas “te amo” si le temes a la muerte, si andas buscando la verdad como una fuente de alegría y redención. Amar conlleva no saber nada, ignorar demasiado como para no sentirte inválido, desvalido por cada pregunta no contestada que te rompe una pierna o te deja sediento. -Uno no sabe absolutamente nada de la vida; esa ignorancia, esa incertidumbre, es lo que nos hace sentir que morimos día con día-. En cada brizna del amor no hay cavidad para el desaliento, la introversión, el desacato, pero son bacterias que uno no puede dejar de lado. Por eso, uno no puede amar en juicio, uno tiene que estar enfermo de amor. Lo mejor que sabe hacer el amor es arder, cuando nos aferramos, irremediablemente, arderemos con él. Amar es sostenerle la mirada aunque no lo merezca. Nunca digas “te amo” si no estás al tanto de la sed que te rodea, no la convencional, sino aquella que está ahí como la debilidad eterna que siempre será.
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Poesía
Jóvenes Poetas Daniel Mejía
Nunca digas “te amo” sino estás dispuesto a perder el amor como quien pierde una guerra; nadie muere de amor, pero todos quieren matar. Amar es aferrarse a algo que antes no nos pertenecía, es creer poseer algo, es indultar por instinto, es tenerle fe al destino. La tiranía del amor siempre nos hará perfeccionar el error hasta llamarle acierto. Nunca digas “te amo” con las manos extendidas, sedientas o exhaustas de la soledad, porque a menudo, el amor es un fantasma de todo lo que huimos, vanamente vertido en un ser humano que huye con el mismo miedo.
Jóvenes Poetas
Poesía
Daniel Mejía Alma ausente Cuando amo, cuando escucho, cuando beso, cuando escribo, cuando enfermo, cuando lucho, cuando muero, cuando vivo, Cuando lloro, cuando río, cuando entrego, cuando atribuyo, cuando leo, cuando soy mío, cuando me niego, cuando soy tuyo, Cuando de verdad te quiero, y te llego a mirar de frente, y así de frente te hiero, cuando me purgo de gente, y me quito el sombrero soy un alma ausente.
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Poesía
Alí Benítez
Poeta Invitado Alí Ahmed Benítez Juárez. Nací el 10 de noviembre de 1986. Mis etapas literarias se pueden definir en: Primer poema (hipercursi) Arcoiris… a los 12 años de edad, vienen etapas “criticas”. De los 23 a los 26 prácticamente estuve sin escribir…
A los 26 me lo planteo como necesidad propia, meramente personal… a los 27 conozco Caracol Azul. En abril del 2014, me incorporé al movimiento literario Caracol Azul y en el mes de mayo presento mi primer libro Decrepitudes ( Poemas y otras agonías).
Alma menguante No es que esté triste, simplemente desciendo a mis complejos. Veo entrañables laberintos donde huyo solo y de mí mismo. No soy yo quien canta cuando la noche se sumerge en mi garganta; los miedos se sublevan y reforman cotidianamente mi método de amar; mi alma se esconde como la luna y no sé qué es el sol. Alma menguante, tus pies flotan y retroceden… Alma menguante (quién sabe si alguien más ha pensado que su alma también se vuelva menguante) y es que me parece lógico que esto suceda. Porque a veces tengo eclipses mentales, o prefiero decir tuve eclipses, pero los eclipses mundiales también me duelen más, y eso que como cualquiera, tengo la tendencia innata al egoísmo. Alma menguante, podrás no ser de miel pero nunca podrás no ser de tinta ni quedarte sin voz… Y cuando estás completa eres más que redonda. Por eso hoy te perdono que parte de ti se haya salido un rato a pasear. No me gustan las sospechas, prefiero las calumnias. No me gustan las calumnias, prefiero las acusaciones. No me gustan las acusaciones, prefiero la condenación errónea. Pero en todo caso prefiero más directa la injusticia: la fusilación o como mejor dijera ya agitado: la fulminación.
Poeta Invitado
Poesía
Alí Benítez Una noche como cualquiera De su libro Decrepitudes
Vendría rasgada de la nostalgia mirando con un lado desorientado. Vendría mísera de ilusiones, carente de aquellas novedosas emociones. Vendría callada, discreta, recatada. Sabría en su propio dolor lo que se siente, sabría en mi propio olvido lo que ella sabe lo que se calla, y no somos parte de nada. No me involucro en cualquier cosa, no me atrevo a decir ni la mitad de lo que pienso. Vendría la noche como excusa, vendría la soledad como garantía. Vendría la tristeza como un frecuente proceso tolerable que no sorprende su visita. Vendría la alegría, Vendrían los puntos suspensivos y los ojos cerrados por horas.
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Poesía
Poeta Invitado
Alí Benítez Ultimátum de tu turno De su libro Decrepitudes
Cuando giran tus farsas por mi habitación prefiero salir huyendo, y entonces cualquier lugar es un pozo, y me caigo y veo un futuro arrugado. Algo dentro tuyo se murió de mí y al revés no es mejor la situación si cierro las ventanas puede que explote la ilusión Algo dentro mío se murió de ti y al revés no es mejor la situación si cierras tus ventanas puede que explote tu razón Cuando giran mis lamentos por tu habitación prefieres quedarte huyendo, y luego cualquier lugar es un hoyo perpetuo y caes encima y ves todo el futuro arrugado.
Poeta Invitado
Poesía
Alí Benítez Callejón De su libro Decrepitudes
Andando baldío en el alma, me esparzo por los jardines soy un fugitivo invisible me va siguiendo una estela de recuerdos entre ellos tu nombre amarra mi sombra si yo pudiera aventarme en un abismo si yo supiera que en realidad no existo si mi invisibilidad fuera real si no tuviera que recordar a nadie y no he dejado de estar brincando muros de las pesadillas si alguna vez no me hubieran mentido y ahora soy un loco fugitivo pero sigo buscando la tierna mirada la dulce sonrisa la amorosa palabra y no he dejado de estar brincando muros de las pesadillas ando baldío en el alma, me vuelvo niebla en los laberintos y hay un callejón en mi garganta y no puedo decir lo que siento, y no podre aún porque hasta tú no deberías de ser nostalgia
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Jóvenes Poetas
Poesía
Sandra Reyez
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Nací en Cancún Quintana Roo, tengo 18 años de edad. La cultura y arte siempre han estado en mi vida desde que tengo memoria; mis padres son profesores de escuelas primarias y ellos me inspiraron a leer y escribir. Actualmente estudio en el Colegio de Bachilleres plantel Cancún uno.
Quiero estudiar psicología. Mi inspiración en escribir no radica en una sola persona, sino en varias que me han apoyado en el transcurso de mi vida y por las cuales estoy ahora aquí. En Marzo del 2014 comencé a escribir en Caracol Azul.
El sol y la luna Como inicios son aquellos, que definen el día y la noche, que nos muestran luz y penumbra pero siempre son los mismos. En el universo se encuentran el sol y la luna, contemplándose cada momento, alejado uno de otro a miles de kilómetros. La luna amaba al sol, le impactaban sus colores, su euforia, la creía entusiasta, siembre brillante y feliz, no le encontraba defecto alguno, solo su lejanía. El sol presenciaba a la luna, amaba su frialdad, sus lados obscuros, ella lo creía misterioso e infeliz, y para el sol era ideal. El sol, siempre irradiaba alegría, su entusiasmo y valor hicieron de ella valiente para hablar con la luna. Ella se acercó lo más que pudo para no herirlo con el calor que de ella brotaba y asir una conversación. La plática se tornó dulce, cada uno de los astros expresó sus sentimientos uno del otro, se enamoraron sin más, y prometieron amarse siempre. El sol como promesa de estar juntos a pesar de la distancia, le otorgó su reflejo, ella creía que la luna era opaca, no le veía feliz, pero al estar junto al sol también irradiaba luz, la luna no tenía brillo propio como el sol, pero el sol, con todo su amor le regaló parte de su ser, su luz. El sol naciente esperaba pasar las horas para ver en el alba la sola sombra de su amado, no le importaba cuanto tiempo lo veía por que una sola de las sombras de la luna le bastaba para poder sonreír todo el día y esperar a otro día para verlo nuevamente.
Jóvenes Poetas
Poesía
Sandra Reyez
El tiempo El tiempo que pasa anhelante, sin piedad, beneficio a la vida nueva, mortal para la antigua; siempre corriendo, nunca paciente siempre te alcanza, el tiempo. Tan relativo que es aquel, siempre pasa rápido para quien ama y lento para el que espera venganza, y yo espero mi hora. El tiempo es fugitivo, las horas son anhelos. Todos quieren poseerlo, todos quieren controlarlo pero el tiempo es tan libre, como quiere. Siempre pasa, nunca se detiene, esperando sanar heridas, esperando dar lugar al olvido esperando contribuir al destino. El tiempo es solo tiempo yo soy mi reloj y mi destino yo soy horas y soy minutos, el tiempo es mi compañía.
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Jóvenes Poetas
Poesía
Tengo 17 años, nací en la ciudad de Cancún, y actualmente estudio en CECYTE 1. Mi amor por las letras comenzó en la secundaria cuando tenía muchas ganas de expresarme y gritarle al mundo lo que sentía y no podía . Comencé a leer y me encantaba
Paula Gómez
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imaginarme historias y escapar un rato del mundo y del cambio nuevo que sentía en la secundaria, todos hacían cosas y tenían talento, yo aún no sabía en qué era buena hasta ahora que el proyecto Caracol Azul me dio la oportunidad.
Algo para ti Me encantan tus ojos cuando los veo adormitados Me encanta la manera en la que bostezas al amanecer Me encanta ser lo primero en lo que piensas al despertar Me encantan tus preguntas acerca del porqué te escribo tanto. Me gustan tus cambios de humor tan repentinos Me gustan tus gritos de desesperación que das cuando hago algo mal Me gusta tu sonrisa infinita porque en ella me pierdo Me gustan tus labios que dan los besos más dulces. Me fascina tu cabello alborotado Me fascina tu andar tan gracioso Me fascinan tus manos que acarician mi cara Me fascinas TÚ.
Ángela Hernández
Jóvenes Poetas
Poesía
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Nací el 1 de octubre de 1995 en Cancún, Quintana Roo. Actualmente estudio el sexto semestre en el Colegio de Bachilleres plantel Cancún Uno. Empecé a escribir hace un año, por un concurso interno en la escuela, y me llamó la atención y decidí participar.
Es solo el comienzo
Tuve reconocimiento del segundo lugar gracias al asesoramiento de mi profesor de literatura Arturo Rodríguez y de ahí se formó el gusto por escribir. Una esperanza surgió al enterarme de la primera convocatoria y ser aceptada en el movimiento Caracol Azul.
Pensar que el destino fue malo, el pasado de cada uno duele, sin piedad alguna atraviesa, como espinas en el alma. Una realidad que negaba, esa sonrisa, esa mirada, ese momento cautivo, la primera de muchas de estas. Algo dentro de mí giraba, como carrusel de feria, emociones encontradas. El tiempo pasó, las hojas cayeron, silencio, solo silencio. Madrugada de finales de julio, ¡paz!, ¡solo eso necesitaba!, gracias por estar ahí, mi alma empezaba a ser tuya, era justo lo que necesitaba.
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Poesía
Jóvenes Poetas Ángela Hernández
Agosto, la verdad ha sido revelada, todo era cristalino como los corazones, ¿corazones?, sí, el tuyo y el mío. Cuatro paredes silenciosas, testigos inevitables, un amor diferente, sublime, hermoso, un lazo eterno. Miedos, complejos, inseguridades, ¿cómo es que estás aquí? ¡¿Aún aquí?! ¡Es sorprendente! Futuros planeados, sueños por alcanzar, solo quédate así, así a mi lado. Tu aroma dulce, de esos que embriagan, besos de cielo, abrazos eternos, un regalo especial para mí. No te vayas, escuchemos una canción, abrázame y escuchemos su susurro. Te prometo realidades, todo es cierto, es más, esto, es solo el comienzo.
Jóvenes Poetas
Poesía
Ángela Hernández
Perderme en ti Mujer de mirada traviesa, por favor, sígueme mirando así, el deseo que arde en tus ojos castaños, a veces presos de cristal líquido. Ropa que se desliza lentamente, ¿quién fuera ropa para estar cerca de tu cuerpo? Que cae delicada por tu clara piel, tu silueta de bailarina, tus piernas hechas de mármol, delgadas, blancas y fuertes. Quisiera ser escultor, para poder trabajar sobre ti, piel de segura perdición, aroma sublime y natural, ¿pero qué me has hecho? Hechicera de mi alma. Cuerpo cautivo, alma cautiva, permíteme liberarte mi musa, sé libre conmigo, hagamos locuras, y por favor no te arrepientas. Ilumíname con tu sonrisa, despiértame con tu dulce sabor, besos embriagantes de canela. Hagamos un pacto por lo que más quieras, escuchemos nuestros silencios, ¿qué es lo que esperamos?, a escuchar una preciosa canción. Una noche larga es lo que deseo, perderme en ti, vida mía.
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Poesía
Jóvenes Poetas
Tu perfecta desnudez
Ángela Hernández Delinear el contorno de tu cuerpo, con una mirada perdida, no es verte con morbo, es verte como el artista con su Venus. Silueta perdida en la inmensidad, tu noche hoy es mi aliada, con tus ojos llenos de ilusiones, y tu cabello suelto y alebrestado, tu cuerpo aun aniñado, ¿y qué?, simplemente serás mi niña. Te cuidaré como aquel que cultiva una flor, el olor de una rosa, la belleza de un clavel, la elegancia de una orquídea, tu belleza al borde de la grandeza. Tu cintura delgada, una piel blanca y tibia, como de porcelana que hace estruendo al caerse, ¿por qué?, ¿por qué la humanidad te mira con morbo?, Mi pequeña musa, mi inspiración, la perdición natural, la gente te mira y mira, no lo entiende. Si tan solo pudiera hacer que estemos así siempre, tú y yo, iluminados por la luna, eres tú la que ilumina esta alma oscura, una salvación para mi corazón, un té de hierbas para mi resfriada vida. Quisiera mantenerte cautiva, solo lo lograré en mi mente, un recuerdo imborrable, de tu perfecta desnudez.
Zaire Gamboa
Jóvenes Poetas
Poesía
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Nací en Cancún, Quintana Roo, México en octubre de 1995 en plena noche de huracán. Actualmente estudio el sexto semestre en el Colegio de Bachilleres Plantel Cancún Uno. Mis planes a futuro son ingresar a la universidad en la carrera de Psicología.
Al finalizar mi carrera considero abrir un consultorio en la especialidad de psiquiatría, y cursar la Facultad de Derecho en alguna otra universidad. Empecé a escribir en Caracol Azul en marzo del 2014.
Siete rosas rojas
Siete rosas blancas
Siete rosas rojas me regalaste, un treintaiuno de marzo, con las cuales borraste, las heridas de mi brazo. Una por cada beso, otra por cada día, una más por el exceso de tu amor a mi simpatía. De la mano me tomaste y juntos caminamos, las rosas me entregaste y besos nos cedimos. Del color de mis labios eran aquellas rosas. Escuchamos cantar canarios sentados sobre frías losas. Siete rosas rojas me regalaste andaba decaída, a mis ojos miraste y me sentí bienquerida.
Siete rosas blancas me obsequiaste, una por cada día de la semana. Siete rosas blancas me obsequiaste, una por cada beso que me robaste. Siete rosas blancas tengo en mi casa, dentro de un jarrón. Siete rosas blancas tengo en mi casa, en un jarrón marrón. Siete rosas blancas ya marchitas, me recuerdan a ti. Siete rosas blancas ya marchitas, del día en que te vi.
Jóvenes Poetas
Poesía Angel A. Uicab Couoh
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Tengo 25 años, nací el 16 de agosto de 1988. Soy originario de Yaxcopoil, El lugar de los álamos verdes, municipio de Umán, Yucatán. Resido en Playa del Carmen desde hace un año. Escribo desde la secundaria, principalmente coplas.
Tengo el título de Contador Privado y actualmente estudio en línea en la Red de Educación Artística en Línea (REDALICY) de la Escuela de Escritores Leopoldo Peniche Vallado de Mérida Yucatán, y ahora colaboro con el movimiento Caracol Azul.
Cadáver Yo soy el cadáver costúrame los ojos costúrame la boca Soy carne podrida el festín de los gusanos hay buitres en el cielo rondando
El agua de lluvia Se coló en mi fosa ¿y tus lágrimas? Me enterraste con la tierra de tus uñas ¿Metiste en mi ataúd la flor marchita? ¿Y la fotografía juntos? ¿Y la primera carta?
Un día me mataste ¿recuerdas? Cuando dejaste de mirarme ¿No te duelen los ojos? Me vomitaste insultos ¿A qué te supo la boca? Descargaste furia en mis mejillas ¿Y el cardenal en tu mano? Mis ojos siguen mirando soy la sombra en el espejo el escalofrío a medianoche pero no temas no tengas miedo tu miedo me convierte en verso.
Jóvenes Poetas
Poesía
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Angel A. Uicab Couoh
Nocturno
Mahana
Cuento las hojas de los árboles leo entre sus líneas antes que se meta el sol.
Mariposa negra tus alas son el viento eres la noche
El verde pinta mis manos se mete por mis ojos el café cruje bajo mis pies se deshace se convierte en polvo.
¿Sobre qué amantes derramaste tus colores? Mariposa nocturna mariposa errante.
El alma del monte se cuelga por las ramas la oscuridad de la noche devora mi sombra una lluvia de luz de luna se cuela entre las frondas La cigarra canta. Frío siento mis manos frías, tiemblo al escuchar el grito de la noche.
Jóvenes Poetas
Poesía
Luis A. Canepa
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Nací el 21 de enero de 1996 en Cancún, Quintana Roo. Siempre he sido imaginativo y desde los cinco años he intentado crear historias No es sino hasta los doce que mi padre me introduce de lleno a la lectura al regalarme mi primera novela.
Actualmente curso el sexto semestre de preparatoria en el Colegio de Bachilleres plantel Uno. Empecé a escribir en el movimiento literario Caracol Azul en marzo del 2014.
Por causa y consecuencia de ti Cuando el cielo deje de ser inspirador, cuando el sol no tenga manera de dar calor aún si las flores perdieran su color, aún si la vida pareciera no tener sabor, estaré ahí, por causa y consecuencia de ti. No hay cabida a la preocupación. No amor, no debes tener temor, porque aunque no puedas verme ahí, yo estoy, por causa y consecuencia de ti. Será difícil bien lo sé, pero lo superaremos confío en ti muy probablemente sufriré, sin embargo lo vale, confío en mí. Solamente seamos fuertes, "lo que vale cuesta" dicen por ahí. Recuerda que la luna podrá dejar de existir, y así seguiré de pie, por causa y consecuencia de ti. No necesito más que la presencia de tu alma para vivir, tu simple sonrisa causa esa magia que cuidaré hasta el fin. Si la consecuencia de ti es ser mucho más que feliz, y por tu causa siento el amor que jamás creí existir.
Julieta Teáhulos
Jóvenes Poetas
Poesía
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Nací el 20 de enero de 1991 en la Ciudad de Cancún. Hice mis estudios de secundaria en el Colegio de las Américas, donde a los 15 años de edad comencé a jug ar con las palabras. Estudié la preparatoria en el CUAM.
Te extraño
Actualmente curso el último semestre de la Licenciatura en Psicología en la Universidad La Salle Cancún, donde comienzo a escribir los primeros pensamientos que formarían parte mi primer escrito titulado Reflejos del alma. Colaboro con el movimiento literario Caracol Azul desde marzo de 2014.
En esta noche llena de estrellas donde el recuerdo más nítido aparece donde los momentos son huellas el pasado se olvida y el presente florece. En esta noche llena de estrellas donde anhelo tu voz y tu sonrisa donde tus labios en mí dejan huellas y tu cuerpo me envuelve como brisa. En esta noche llena de estrellas donde anhelo tu presencia donde los latidos son huellas y tu piel es el perfume de la fragancia. En esta noche llena de estrellas donde tu presencia es solo un olvido donde tus recuerdos solo son huellas y tu existencia no tiene sentido. En esta noche llena de estrellas donde los amores se acaban donde tus caminos dejan huellas y nuestras miradas se extraviaban.
Jóvenes Poetas
Poesía
Jose D. Cauich
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Nací en Cancún Quintana Roo el 20 de octubre de 1995, desde entonces vivo en este bello municipio. Mis primeros estudios fueron en la primaria Guadalupe Victoria y la secundaria Federal 9 Lic. Jesús Reyes Heroles y ahora curso mi último semestre de la preparatoria en el Colegio de Bachilleres Cancún Uno.
Inicio a escribir en el primer año de la secundaria cuando fui invitado a participar en un concurso de oratoria. En abril del 2014 me integro al grupo de jóvenes escritores de Caracol Azul.
Cancún, mi hermosa ciudad Bellos son los momentos que he pasado contigo, bellos son los momentos que he de pasar, grandes son tus bellezas mi Cancún que hoy he de disfrutar. Hermosas playas te atribuyen esto, hermosas olas del mar lo hacen reflejar tu belleza hoy quiero demostrar al mundo como nada igual. Los cancunenses disfrutan de tu hermosura los extranjeros mucho más pero para los de Cancún no hay nada como su ciudad natal.
Sac Nicté
Aguilar
Jóvenes Poetas
Poesía
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Nací el 28 de Diciembre de 1996 en Cancún, Quintana Roo. La escritura llega a mi vida al mismo tiempo que descubro que la música son mis mayores pasiones, mis grandes talentos; esto fue cuando me encontraba cursando la secundaria, tomando una libreta en un receso escribo
mi primer poema. Inicio mis estudios de preparatoria en el Colegio de Bachilleres pero no logro concluir. Actualmente estudio computación e inglés. En el año 2014 formo parte del Proyecto Caracol Azul.
Valdrá la pena Sé que la espera valdrá la pena, sé muy bien que aunque duela, la agonía no es vana. Pronto aquí estarás y volveré a oír la melodía de tu voz, volverás y ya no te alejarás, no te marcharás lo sé. Cada noche, cada lágrima; sé que recompensarás, con unos besos, tal vez un abrazo o tan solo una sonrisa; sé que las heridas hoy abiertas, a tu regreso curarás, porque tu presencia me hace tanto bien; me llena de vida. Por eso mi cielo, no me duele tener que llorar a diario; por eso amor mío, no me importa sentir que muero por tu ausencia, no me importa sentir que me asfixia esta soledad, no me importa; porque volverás; porque creo en ti, en este amor. Caminaré pronto de tu mano sin miedo alguno; sin temor a ser descubiertos, podré besarte sobre la acera, iremos a ver películas y a los parques sin escondernos; podré abrazarte muy fuerte y sentir tu cuerpo junto al mío. Me duele, pero no me interesa, este dolor tiene su recompensa, tu amor realmente vale la pena, por eso, no me preocupo; por eso tú no te culpes por mi llanto, es solo que te extraño, puedo sentir que de igual manera tú me necesitas. Pero sé mi vida, que esta lucha la ganaremos, que a todos demostraremos que nos amamos realmente; que no importa la distancia, ni el tiempo sin mirarnos, que al final de toda esta desgracia, nos amaremos sinceramente. Por eso, no sufras si te enteras que estoy llorando; mis lágrimas solo son por los bellos recuerdos que en mí dejaste; esos hermosos momentos que juntos hemos vivido, que aún no acaban, mira que mis lágrimas acaban en una sonrisa. Esta joven que no te olvida, que aún te espera y así pasaran meses, años o siglos, aquí aguardará sin protestar, sin reclamar, pacientemente en silencio tú volverás yo lo sé, eres sincero, eres real…. Tan solo mío.
Poesía
Jóvenes Poetas Sac Nicté Aguilar
Tu muerte contemplé
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Te vi bajar el rostro, lleno de temor tu piel tan blanca se tornó rosada, tus ojos avellana inundados de llanto tu respiración era agitada y ahogada. Ese ser despiadado, te gritaba te mataban frente a mis ojos; sin poder yo hacer nada, te miraba tanta impotencia y odio tenía en mí. Deseaba salvarte, protegerte pero esa barrera me lo impedía no podía tocarte no podía hablarte. Morías lentamente frente a mis ojos en manos de aquel hombre pedante; destruía poco a poco al amor de mi vida, arrancaba cada parte de tu alma. Yo gritaba que parara, que te dejara, solo que se apartara de tu cuerpo; tu rostro desencajado suplicaba piedad tu cuerpo ya no podía estar en pie. Te había matado sin piedad alguna, destrozó a mi niño en mi presencia; pude mirar como agonizabas no oía mis sollozos, mis gritos de dolor. Eras mi vida, mi niño de porcelana, con ojos color de avellana; solía cantarte cada noche a luna para arrullarte con mi canción de cuna.
Jóvenes Poetas
Poesía
Sac Nicté Aguilar
Aquí sigo esperando fielmente, al amor de mi vida, el caballero de porcelana, dueño de mi alma; esperando volver a ver esos ojos cafés que me encantan y me hacen creer que tú volverás. Y sé bien, que volverás; porque es amor de verdad, porque el latido de tu corazón una promesa me hizo; que pasara lo que pasara, nada nos iba a separar; que fui creada y enviada aquí solo para ti y tú para mí. Porque tu mirada traviesa me confesó un secreto: que desde el cielo fuimos moldeados para ser uno solo que eres la pieza faltante de mi rompecabezas de amor que eres el ángel de carne y hueso que Dios me envió. Por eso aquí yace tu eterna enamorada, sentada donde siempre, sentada en nuestra banca; donde solemos amarnos, escondiéndonos de los demonios, de los ángeles caídos que hoy nos separan. Aquí siga tu fiel amante, esperando tu regreso; para darte la bienvenida con un tierno beso, con un fuerte abrazo que nos llene de embeleso, y nos haga recordar que no somos como el resto Eras mi cielo, mi único amor tuve que contemplar tu muerte; miré todo, hasta tu última agonía el mal que había triunfado de mí te arrebató.
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Poesía
Jóvenes Poetas Sac Nicté Aguilar
Tu eterna enamorada Amarte duele tanto, tanto como una herida sangrante; amarte me está matando, como mata el no tener aire. Tu recuerdo me envuelve, me ahoga en el mar de tus encantos; aún siento la humedad de tus labios, de tus labios sobre los labios míos. Sigue aquí la frescura de tu piel blanca, sigue aquí la mirada de tus ojos claros, aún está aquí en mi ser, en mi cuerpo el aroma del sudor que de ti emana. Es una noche oscura, una noche desolada, mis ojos se cierran y una lágrima derramo; al saber que eres tan mío y estás tan lejos, aprisiono la almohada y pienso que es tu cuerpo. Yace aquí aún tu amada, esperando tu regreso, estoy aquí sentada imaginando que escapas, mirando hacia la ventana imaginando que ahí estas, recordando cómo era ver tu cuerpo en la entrada.
Prisila Vázquez
Jóvenes Narradores
Reflexión
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Nací y crecí en la ciudad de Cancún, Actualmente estudio el último año de preparatoria en el colegio UNID. Tengo dieciocho años, y uno de mis objetivos es estudiar Turismo. Empecé a escribir porque quiero que el mundo conozca, más que una perspectiva, un panorama
diferente de lo aterciopelado y crudo que son los sentimientos. Comencé a escribir en Caracol Azul en abril del 2014.
Instrucciones para tratar de sacar un recuerdo Podríamos empezar preguntándonos: ¿qué es un recuerdo?
Un recuerdo pueden ser sábanas, pueden ser cabellos, pueden hasta ser palabras, unas caricias, o bien si uno tiene suerte, un sueño. Usualmente se confunde con la esencia de una persona. Usted suele confundirse. Cuando se busca a un recuerdo siempre se rompe algo, y por mera coincidencia puede ser uno mismo. Ojalá sacar a un recuerdo tuviera un manual, pero no estamos hablando de juguetes o electrónicos, sino de un recuerdo. Algo tangible y al mismo tiempo ilegible. Para intentar sacar un recuerdo, se necesita el uso de la luz, y la luz se puede conseguir en el centro del nombre de aquel recuerdo. Entonces usted va presenciar el aroma del recuerdo y su textura, usted se puede aferrar a aquello. Sentirá el tiempo recorrer, y quizás volverá un poco de fe a usted, pero ese es el efecto de la luz del recuerdo. No debe dejar engañarse, ya que lo que queremos conseguir es: intentar sacar un recuerdo. Cuando se sienta casi sin fuerzas y lleno de la esencia del recuerdo, podrá ver la historia de su recuerdo, podrá verlo todo. En ese momento usted
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Reflexión
Jóvenes Narradores
Priscila Vázquez
debe ser fuerte e intentar no desistir y negar lo que el recuerdo le seduzca (este tipo de recuerdos son los más poderosos en su especie. Sea fuerte) También es posible que si su recuerdo sabe hablar la intente seducir con palabras, pero usted debe ser firme y aspirar el recuerdo con su fuerza. Busque la salida aunque esté perdido. Si su recuerdo le toca una canción, usted lea libros, para que tenga un arma voraz y pueda vencer a las canciones. Si su recuerdo le toma una fotografía, usted pinte cuadros para demostrarle que la pintura es más pacífica y rebelde. Si su recuerdo quiere charlar con usted, escúchelo pero no le diga nada, eso solo le dará más cuerda. Si su recuerdo le escribe cartas, no las abra. Si su recuerdo llora, llore con él del otro lado de la habitación. Si su recuerdo lo ama, dele las gracias. Usted debe ignorar totalmente a su recuerdo y todo lo que le concierne, porque lo que concierne creará más recuerdos, y no queremos que exista una plaga. Cuando vea que su recuerdo esté triste, sin luz, en un rincón y sin hablarle, entonces puede despedirse, darle un beso y las gracias por enseñarle como sacar a un recuerdo. Y el recuerdo se irá. Podrá enderezarse, podrá escribir un libro, podrá pintar, puede ir al cine, y el recuerdo no molestará más. ¡Felicidades! Usted aprendió a sacar a un recuerdo. Si usted no logró sacar al recuerdo, puede empezar leyendo las instrucciones otra vez. Si usted lo intentó pero tanto usted como el recuerdo aprendieron a convivir, usted puede que aprenda a ser feliz.En caso de querer evocar a su recuerdo, llámelo y dígale que lo ama.
Jóvenes Narradores
Reflexión
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Priscila Vázquez
El amor El amor debe ser frío y caliente al mismo tiempo, es delicioso, sublime, celestial, espiritual, es silencioso, escandaloso. Es la mejor pesadilla, una buena malicia, el libro más interesante y esa canción triste y feliz. Suave y áspero, así es el amor. La gente cree conocerlo, inclusive miente diciendo esas palabras tan poderosas. Creo en que las personas se quieren, incluso se enamoran, pero… ¿el amor? Somos seres humanos, frágiles, bruscos y brutos. En cambio, el amor es puro. No estoy segura de que realmente podamos encontrar el amor en esta tierra, no estoy segura de que podamos ser capaces de amar. Amar lleva a muchas cosas, lleva a sacrificar, es sufrido y golpea recio. Amar es romperte y rehacerte, también es ser biodegradable, amar puede ser causa de alguna nueva enfermedad. Y qué es amar si no es un vicio. Como la nicotina o todas esas drogas naturales, que a muchos le parecen ricas, eso de amar puede ser así, culminando en una mezcladera de sentimientos e instintos que generalmente provocan más problemas que beneficios. Que si me quieres, que si no me quieres, que si terminas y te vas… el cuento de nunca acabar de las relaciones humanas, en el que generalmente el corazón es como esa voz en silencio que solo arruina las cosas. Ya que el amor es algo fuera de este mundo, puede ser la pregunta de todo y puede ser la respuesta a todo. Se puede buscar una salida, cuando el amor es la entrada y la salida. Se puede negar y al mismo tiempo afirmar. En casos especiales, y raros, se puede encontrar a una persona que se quiera autodestruir con uno. Y eso se confunde tremendamente con amor. Y así parece que estaremos siempre en busca de… Y tal vez el día que dejemos de buscarlo llegue a la (mi) vida, o tal vez siempre ha estado ahí, dentro de nosotros, esperando ser liberado, porque finalmente amar y amor es ser libertad, pero no hemos sabido mostrarle el camino, no hemos tenido el valor de ponerle una cara o plasmarlo en una acción, no hemos podido convertirlo en palabras, ni darle forma. Por eso la simetría de los sentimientos lo pone quien los manipula.
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Reflexión
Jóvenes Narradores Priscila Vázquez
Naturaleza muerta Florecer es parte de uno mismo. Sin importar las circunstancias, uno aprende a elegir la tierra donde quiere crecer, prepara su campo, pide alguien que lo riegue, que le dé fertilizantes, etc. Sin embargo, pienso que a lo largo del proceso de florecer, pueden presentarse anomalías como muertes prematuras, tallos podridos, ramas petrificadas, una terrible plaga de hormigas, o simplemente falta de cuidados. La naturaleza de las flores es así. Viven, nos brindan su belleza, su cálido amor y luego como si ningún ser vivo hubiera habitado, mueren. Se van, dejan vacíos en la tierra, dejan marcas de sus raíces que no se pueden arrancar, dejan semillas. Las flores son así, primero viven y después mueren, y muriendo matan al mismo tiempo. Nunca sabes cuando puede pasar, porque la flor puede estar complacida en su hábitat, se siente segura, amada, fuerte. Se siente capaz de regresar ese amor que uno le brinda, y de pronto un día soleado y fresco nos puede dejar una nota de despedida o suicida. Tal vez te puedes sentir triste por eso, yo lo haría. Te preguntarías: ¿en qué momento cambió la suerte? ¿Acaso mi florecilla se sentía seca? ¿No fui suficiente? Yo lo haría. Al cabo de un tiempo quizás puedes plantar pasto, para que el campo no se vea tan vacío. Tal vez se puede hacer un funeral en nombre de la flor, y la entierras justo en el centro de tu campo. Al paso de los días, aunque sigues llorando su muerte, intentas no pensar en ello, para que no te pudras tú también, cuando pasan los meses, empiezas a preguntarte por qué la flor se habrá muerto. Quizá antes de llegar al año o cumpliendo el año, empiezas a limpiar el desastre en tu campo. Al fin, después de mucho tiempo, riegas semillas. Entonces te das cuenta, que una flor como aquella, nunca jamás volverá a florecer en tu campo. Nunca.
Fernanda Muñoz de cote
Jóvenes Narradores
Reflexión
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Nací en Veracruz, Veracruz, el 2 de septiembre de 1993. Llegué a radicar a Cancún a los 5 años de edad, donde vivo desde hace 14 años. Estudié en la escuela primaria Ciudades Hermanas Wichita Cancún; ahí comencé a leer mis primeros libros.
Cursé la preparatoria en el Colegio de Bachilleres plantel Uno y empecé a escribir mi novela Corazonadas, que publiqué en abril del 2014 con la editorial Caracol Azul, donde escribo actualmente.
Los años divididos
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ugamos sin tener miedo a lastimarnos, caminamos sin temer a que alguien nos siguiera, hablamos sin necesidad de mentir, confiamos sin tener miedo de que nos engañaran. Los años pasaron y dejamos de jugar para comenzar a pensar en cómo comportarnos, caminábamos con miedo de que un extraño nos estuviera siguiendo, comenzamos a hablarnos con unas mentiras blancas, dejamos de confiar pensando que todos nos lastimarían. Luego nos alejamos para olvidar nuestros errores como nuestro pasado para nunca mirarlo atrás, sin preocuparnos de la gente que dejamos atrás de ello. Los años siguieron avanzando mientras nosotros solo crecíamos sin esperar a que la vida nos volviera a cruzar. Crecimos con miedos que decidimos no contar para solo guardárnoslos a nosotros mismos, criamos a unos seres que pudieron ser fantásticos independientemente pero decidimos criarlos con nuestros objetivos, como con nuestros miedos. Ellos crecieron sin esperar nada de nadie para seguir nuestros mismos caminos. Nos miramos en un espejo para darnos cuenta que nos quedamos esperando cuando alguien nos iba a destrozar las alas que nosotros mismos fuimos rompiendo con nuestros miedos, decimos regresar a aquel pequeño momento de nuestras vidas para crear lo que ambos rompimos. Hoy que somos seres que ya no tienen mucho camino más que la espera del final, lloramos porque descubrimos que dejamos algo que pudo funcionar por los miedos que día tras día nosotros fuimos creando, dejamos que nuestros miedos fueran más grandes que nuestras vidas.
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Reflexión
Jóvenes Narradores Fernanda Muñoz de cote
Nunca pudimos volver a jugar para ser nosotros mismos, dejamos de caminar hacia adelante por miedo de que un extraño viniera y nos lastimara cuando todos somos unos extraños en la vida ajena de los demás, comenzamos a mentir por necesidad de no lastimar cuando teníamos la sinceridad de nuestro lado, dejamos de confiar en los demás porque dejamos de creer en nosotros mismos. Ahora al vernos lloramos porque estamos esperando nuestro dulce final pero rezamos porque la vida nos vuelva a unir para que los años que estuvimos divididos sean los años que pudimos ser unidos y sin tener miedo. El miedo es el peor defecto del ser humano porque el miedo no existe, el miedo es algo que el ser humano crea por no querer avanzar.
Querido GABO Creciste en un mundo lleno de pobrezas pero tu imaginación pudo más que las tristezas que veías día tras día. Creaste en tu cabeza historias tan fantásticas que nadie las creía cuando las contabas, llenaste de cosas buenas cosas que realmente nadie veía como algo hermoso. Enseñaste que para el amor solo hay dos cosas importantes que durante los años se han perdido. La belleza y la crueldad. Dejaste a la imaginación todo aquello que nosotros no podíamos pensar por el tabú de los pensamientos. Creaste a putas tan bellas que se volvieron respetables, creaste a una niña enferma, a una mujer que podía amar a un ser prohibido pero que logró amarla sin rodeos. Imaginaste cien años de soledad viviendo tu vida para que nosotros viviéramos cien años recordándola. Nuestros amores en tiempos de cólera se volvieron tan clandestinos como maravillosos para nuestra alma. Hiciste de una noticia periodística historias verdaderas como crudas. Mostraste la fantasía tan real como cruda. No podré olvidar la historia de Macondo cuando realmente él es inmortal porque todos somos Macondo. Preferiste una rosa amarilla que una rosa roja por ser más sencilla que bella. No hablaste de tu vida privada porque tu vida eran tus historias que serán inmortales. Mi querido Gabo, ganaste un premio tan importante que no dejaste que aquello tan importante se volviera tu centro. Dejaste historias en tantas páginas que la vida misma te agradece por haber existido y haber dejado cosas reales como fantásticas. Gracias… Gabriel García Márquez.
Jóvenes Narradores
Reflexión
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Julieta Teáhulos
Un te amo, un te quiero
M
uchas veces no podemos ocultar lo que sentimos por ese amor, no podemos negar que en nuestros pensamientos siempre está… en cada segundo, en cada minuto, en cada hora, en cada momento; en todo el día y en toda la noche. Y a veces resulta increíble cómo nuestra vida cambia desde aquel día en que lo vemos por primera vez, y cómo algunas letras de canciones reflejan nuestra realidad y aquello termina siendo un amor grande e inmenso, en donde a veces no encontramos las palabras para describirlo. Y queremos gritarlo, pero nos sentimos tontas al pensar que algún día él leerá nuestras palabras; quizás sí o quizás no, pero al final es lo que llevamos dentro. Y nos sentimos raras cuando hablamos de él, cuando pronunciamos su nombre y la gente nos mira de una forma extraña. Muchas veces nos llegamos a preguntar… ¿por qué él y no alguien más? Quizás por esa forma de ser, por esos ojos o esa sonrisa. Y cada vez que por nuestros pensamientos aparece la palabra prohibido sentimos cómo nuestro corazón se deshace en pedazos pequeños, como el dolor se apodera lentamente de nosotros. A veces imaginamos que él siente lo mismo, que aquellas palabras que salen de nuestra boca, también salen de la suya… un te amo, un te quiero, lo que necesitamos, lo que deseamos, y que muchas veces solo en sueños estarán. Tan solo sentimientos, emociones, que se quedan en el viento y se esfuman con el aire y aunque muchas veces nos repitamos a nosotros mismos ''olvídate de él… él nunca'' todo termina siendo un sentimiento que no se detiene.
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Reflexión
Jóvenes Narradores Julieta Teáhulos
Momentos
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ay momentos de nuestras vidas en las que nos despertamos con una tristeza en el rostro y con un vacío en el alma; sin saber quiénes somos en realidad, en dónde estamos ni hacia dónde vamos; añorando recuerdos pasados que se quedaron en el olvido. Y nos damos cuenta que nuestra vida está envuelta de esos pequeños recuerdos; recuerdos que aunque pase el tiempo llevamos siempre en nuestro corazón. Días difíciles, tristes, felices, que embargan nuestros sentimientos de emociones. Pero al voltear la vista atrás nos damos cuenta que hay momentos en nuestras vidas en que las sonrisas se convierten en lágrimas, en tristeza y en dolor; en donde las horas ya no pasan y solamente se detienen. Y sentimos que nuestra alma se aleja lentamente de nuestra esencia… de nosotros mismos; en donde ya no existe el tiempo ni el espacio; en donde cada momento y experiencia vivida se acaba lentamente. Y es que cada vez nuestro camino es más difícil continuar. Y miramos adelante intentando comenzar de nuevo; pero al llegar a ese punto exacto nos encontramos a nosotros mismos… a nuestra propia esencia. Y es que en nuestra vida encontramos momentos difíciles, tristes, que terminan en un punto, en donde cada hora se convierten en felicidad; en donde cada momento vivido se vuelve algo pasajero; algo más allá de lo que deseamos y queremos. Amanecemos con la mirada perdida, con nuestros ojos en otra dirección y nuestros pensamientos y sentimientos en otro mundo; y no hay nada, ya no hay lágrimas, tristeza, dolor; solo el vacío de nuestra soledad, el silencio que ha dejado a su paso. Aquellas situaciones que hacen de nuestra vida un instante, que la convierten en algo pasajero. Y es que tan solo un momento vivido nos recuerda el pasado; ese pasado que deseamos dejar atrás, en algo muy lejano que día y noche vive en nuestros pensamientos. A veces cerramos nuestros ojos y en nuestros sueños volvemos a encontrarlo a él… a su sombra, a su reflejo; y deseamos que aquello se vuelva realidad, que el tiempo regrese al momento exacto en el que nuestra mirada se cruzó con la suya, y esa sensación comenzó a recorrer cada parte de nuestra piel y ser. Y volteamos nuestra vista y esa ausencia de él se convierte en presencia, la soledad ya no existe más, el sentimiento.
Jóvenes Poetas
Poesía
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Julieta Teáhulos
Tu ausencia Aún mantengo el recuerdo de aquellos días, cuando tus labios ya no besaron mi boca, cuando tu mirada se apartó de mi vista, cuando tus manos soltaron las mías. Y solo deseos, solo sueños, solo ilusiones, solo ese momento de estar a tu lado, de pronunciar un te amo… un te quiero, de sentir tu alma junto a la mía.
Y aquel día en que tus pupilas se dilataron, en el que cruzamos las primeras líneas, en el que las lágrimas se secaron, en el que las palabras ya no eran necesarias. Tan solo un segundo, un minuto, un instante y continuabas ahí… en mis pensamientos, en donde de mi mente no te podía apartar y de mi corazón no te podía olvidar. Y espero de nuevo aquel momento, en el que tu mirada se cruce con la mía, en el que tu boca pronuncie un te amo en el que tus manos se junten con las mías. Y quizás no pueda detener el tiempo, el momento en el que consumimos, el instante en el que desapareciste, el momento en el que mi amor te entregue.
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Narrativa Zaire Gamboa
El monstruo debajo de mi cama
él. Una vez la maestra nos pidió que dibujáramos a las personas que más amábamos y dibujé a mis papás agarrados de la mano sentados en mi cama, y debajo dibuje a Alexander con sus enormes ojos rojos, al día siguiente mis papás fueron conmigo a la escuela y se quedaron
Jóvenes Narradores
Narrativa
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Zaire Gamboa dentro del salón junto con la maestra platicando mientras yo amasaba plastilina de color púrpura. Después de unos días la maestra me pidió que escribiera el nombre de mi mejor amiga o amigo en una hoja blanca y yo puse el nombre de Alexander, al día siguiente mis papás llegaron conmigo hasta mi salón y hablaron con la maestra. Después de unos días me llevaron a un lugar muy extraño y frío; había un señor vestido de blanco y era muy alto y delgado, me dijo que él era el doctor Roberto y que quería conocer a Alexander. Esa misma noche le dije a Alexander que el doctor Roberto lo quería conocer y él dijo que aquel señor era malo y que solo quería separarnos, me pidió que le dijera que Alexander se había ido. Cuando volví a ver al doctor le dije que Alexander ya no vivía debajo de mi cama, estaba mintiendo, pero él era un extraño así que no valía. El doctor no me creyó y me hizo más preguntas acerca de Alexander ''¿Cómo es? ¿Cuántos años tiene? ¿Desde cuándo vive debajo de tu cama? ¿Te ha pedido que hagas cosas que no quieres?...'' y muchísimas más, yo le respondía todo pero siempre le decía “Alexander ya se fue''. Mañana debo ir con el doctor otra vez, mis papás han encontrado la comida que Alexander deja debajo de mi cama y me han prohibido meter comida a mi habitación, debo pensar en la manera de alimentar a Alexander. Probablemente esta noche nos comamos a mi oso Ed. Cada día que paso con Alexander es mejor; me hace reír mucho con sus dedos huesudos y me cuenta historias de donde vive. Cuando estoy con él lo quiero abrazar mucho pero él me lo ha prohibido. Si mañana se descuida pienso robarle un beso. Sus amigos me quieren conocer, pero para eso debo morir.
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Narrativa
Jóvenes Narradores Zaire Gamboa
Papá es un ramero
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o escucho llegar por la madrugada. Siempre viste tan elegante e impecable. Papá es muy atractivo; tiene ojos color aceituna, cabello negro, es fuerte y tiene la piel blanca. Las vecinas siempre que lo ven salir conmigo de casa le sonríen; qué alegres son. La otra noche me mandó a dormir antes de mi hora, ni siquiera había terminado la tarea, pero como estaba muy exhausto no me negué ni chillé. Mis amigos me envidian porque siempre tengo los mejores juguetes. Papá me regala todo lo que quiero. Ayer cuando regresaba de la escuela, la señora Lupe estaba saliendo de la casa; le digo abuelita aunque no sea mi abuela porque es muy anciana, ella viste a la ''vanguardia'', eso dice papá. De noche papá sale mucho y yo me quedo al cuidado de la hija de doña Juana, María. María es hermosa, es la niña más hermosa que he conocido. Tiene dieciocho años, once más que yo pero eso no impide que no me pueda amar como lo hago yo. El otro día la vi con un chico agarrada de la mano, me enfurecí porque a mí no me agarra la mano de esa manera. Esta noche se lo voy a reclamar, no puede amar a nadie más que no sea a mí. Papá siempre va de la mano de muchas mujeres, él dice que son sus amigas y que debo acostumbrarme a aceptar que mamá no va a regresar. Por las mañanas, antes de entrar al colegio voy a la tienda de don Santiago a sentarme en la banqueta a esperar a mamá; ella me dijo un día que iría por cigarrillos y que no iba a tardar, que llevaba una maleta para guardar ahí todos los chocolates que compraría para mí. A veces la extraño, quizá sigue comprando chocolates para mí. Papá a veces me lleva en su auto hasta el mar. Cuando estamos ahí, él se sienta a llorar a la orilla de la playa. Le conmueve la hermosura del océano y por eso llora. A mí no me gusta verlo llorar y por eso finjo que no lo veo mientras hago castillos con la arena y recolecto conchas de mar. Papá tiene mucho dinero porque muchas veces las vecinas me entregan dinero cuando voy regresando del parque donde juego con Poncho y Paco y me dicen ''dile a tu papá que aquí está lo que acordamos la otra vez y que gracias''. Siempre lo digo exactamente y papá me sonríe y se le llenan los ojos de lágrimas. Mi papá es muy trabajador y por eso lo amo, cuando sea grande quiero ser como papá.
Jóvenes Narradores
Narrativa
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Luis A. Canepa
La tragedia
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ías después de la tragedia las personas sobrevivientes no sabían ni cómo catalogar el suceso: coincidencia, destino o error; humano o de los otros. Nadie sabía. Solamente se podía decir que esa pobre gente estuvo en el lugar equivocado el día y la hora incorrecta. Pedro se conservaba en su auto, silencioso, siendo solamente interrumpido por el ruido del motor de fondo, mientras miraba con sorpresa disimulada la larga fila de automóviles delante. Los rastros del día se perdían a la vista y los primeros avisos de la luna se anunciaban, inevitables. Y sin embargo el hombre por alguna razón, tenía miedo; quizá era la vergüenza misma de temer, tal vez sentía incorrecto el hecho de que estuvieran ahí o posiblemente eran sus niños, sus pequeños. Ellos estaban en el asiento trasero; un par de gemelos mirando el paisaje que desde hacía quince minutos se había vuelto estático; no se quejaban ni hablaban pues ya habían probado las consecuencias del desasosiego de su padre con un duro regaño. Su madre miraba al frente, como muerta, del miedo o por el regaño de papá. Ni idea. —Esos idiotas no avanzan —refunfuñó Pedro. Al instante Martha, (mejor conocida por los niños como mami) volteó severamente asombrada y, en seguida, disgustada. Nunca en sus casi nueve años de casados se habían permitido el decir un solo insulto frente a sus hijos; y aunque parecía ser leve, su sola mención era preocupante: así se inicia, decía su madre.
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Narrativa
Jóvenes Narradores Luis A. Canepa
Pensaban que si lo hacían, diferiría cuando pidieran respeto. Era algo que ni siquiera tuvieron que conversar, era un código de sangre que debían y deseaban acatar. Sin embargo, ese día la promesa parecía estar en segundo plano. Quiso quejarse por ese insensato acto pero se detuvo al verlo pegado al volante, con los dedos tensados al mismo. Temía, podía sentirlo, pero parecía querer sacarlo sin que nadie supiera. —Quizá debas averiguar qué pasa. La miró de reojo y volvió a lo suyo, pensó un momento y trató de decidir la mejor opción; de pronto desabrochó el cinturón de seguridad y apagó el motor, sacando las llaves para dárselas a su mujer. Esta, confusa, le miró. —Por si acaso, es mejor que tú las tengas. Sin entender mucho las guardó en su bolso y le observó salir del coche en búsqueda de respuestas. —Disculpen a papá —refirió ella a los niños —está nervioso porque todos estemos bien. — ¿Y por qué le preocupa tanto? —interrogó Ángel, dubitativo. —Porque hay problemas, hijo. Son cosas de adultos amor. El niño logró entender y silenció, mientras la madre caviló sobre su respuesta. Nunca les había mencionado de ellos: los medusa, como algunos los llamaban. Eran demasiado pequeños e inocentes para entender una plaga de tal clase. Nunca había visto uno y, a su parecer, no deseaba hacerlo. Pero sí sabía de su alta agresividad, que muchos referían como asesinos silenciosos, pues nunca se había reportado que hicieran algún grito extraño. Sobre esos ya habían surgido varios mitos; desde relatos sobre su origen y misión, hasta hablar mil y un cosas de qué estaban hechos y cómo funcionaban. Los medusa era un término que la sociedad le había dado a los infectados y que poco a poco, la ciencia había adoptado. Sin embargo no había una descripción exacta, por lo que Martha, sin ser diferente del resto de la población, se guiaba de lo entredicho y los rumores; doña Andrea, vecina cercana, le había contado sobre cómo eran, decía que se lo había escuchado a un fortachón aventurero antes del toque de queda. Dijo que eran fuertes, pero silenciosos, que al inicio caminaban, pero que por alguna razón dejaban de hacerlo para avanzar con los tentáculos que les salían de todas partes.
Jóvenes Narradores
Narrativa
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Luis A. Canepa Ese relato le había dado a la señora de Canul muchas noches de pesadillas y otras sin poder dormir. El miedo por su familia no le dejaba tranquila, por sus hijos y su esposo, peor aún, tener que ver a uno de ellos convertido en los malos. Sería mejor la muerte. Ya habían pasado poco más de treinta minutos, la noche ya estaba ahí, reinante; sin embargo, aquel hombre que había salido para resolver sus dudas y encontrar una solución no aparecía. Varias personas estaban fuera de sus vehículos, entre pláticas y alguna pequeña risa tratando de distraerse de las miles de dudas y preocupaciones que la situación confería. Se montaban sobre el capó y se sentaban en las banquetas, mientras que algunos aprovechados observaban disimuladamente las propiedades de otros en busca de algún recuerdo gratuito. Cristo, uno de los gemelos, estaba recostado en todo el asiento trasero, mientras Ángel se acurrucaba en el asiento del conductor. Los chicos tenían siete, próximos a sus ocho años. Un ruido extraño se escuchó, lo suficientemente fuerte para despertar al pequeño en el asiento delantero, logrando también captar la atención de los demás; todos miraban hacia adelante en la carretera, preguntándose también lo que ocurría. Nuevamente se escuchó, esta vez más cercano, un retumbo penetrante y estorboso, seguido de lo más parecido de un golpe ahogado. Como un disparo. Sin darse cuenta, Ángel se posó bajo su regazo, temeroso, mientras Cristo, confuso, levantaba la mirada, sin tener una sola idea de lo que pasaba. —Mami ¿qué es ese ruido? —preguntó uno de ellos, severamente aterrado. La gente comenzaba a movilizarse al incrementar los pausados sonidos, unos corrían en pleno acto de pánico mientras algunos otros se refugiaban en sus coches; algunos otros se tiraban en las cajuelas de las camionetas, pero todos se cubrían la cabeza y se agachaban, sin duda, fuera el pánico o una verdad, sabían que acontecía una balacera. Seguramente algunos de esos narcotraficantes vienen a asaltarnos, pensó la mujer preocupándose por su marido y por sus hijos.
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Narrativa
Jóvenes Narradores Luis A. Canepa
— ¡Papá no está! —gritó desesperado Cristo, al borde del llanto. Un nuevo balazo, seguido de un golpe a la ventana. Temiendo lo peor, alzó la mirada y se sintió aliviada al ver el reflejo de su marido y en seguida alzó el seguro de la puerta, permitiendo la entrada a su cónyuge. —Las llaves… —pidió sin descanso, con la respiración agitada, ahogado en adrenalina. —Pedro ¿qué pasa? — ¡LAS LLAVES DIJE! — ¡NO! —Respondió desesperada —NO HASTA QUE ME DIGAS QUÉ SUCEDE. — ¡No hay tiempo para esto Martha! —suplicó, mirándola a los ojos, con una combinación de sudor y, entre sus ojos, lágrimas de desesperación. Nunca había visto llorar a un hombre tan sorpresivamente, sobre todo a su marido. Estaba consciente de que algo muy grave debía pasar para provocar esa reacción. Cada vez más la idea de narcotraficantes robando se desvanecía y su pesadilla se confeccionaba en una realidad. Se las dio sin chistar, pero visiblemente confusa. —Dios —escuchó la mujer decir a su marido. — ¿Qué? —preguntó automáticamente. Giró lentamente la mirada siendo guiada por la de él, frente a ellos una escena digna de cine de terror se llevaba a cabo; un hombre estaba siendo tomado por otro, sin embargo este último tenía algo que lo hacía diferente al resto: parecían salir de él cables, que se movían de un lado a otro, aparentemente, a punto de envolver al tipo. — ¡Son ellos! ¡Pulpos! —gritaban alrededor. No quiso ver más, sabía que lo que seguiría de eso no sería agradable y sobre todo, pensó en los niños; exponerlos a semejante trauma sería perverso y terrible. Juntó a ambos entre sus brazos y los envolvió, mirando hacia los automóviles traseros, de pronto su vehículo arrancó abruptamente y aceleró hacia atrás, chocando al instante y sacudiendo violentamente a los tres.
Jóvenes Narradores
Narrativa
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Luis A. Canepa — ¡PEDRO! Retornó la mirada al hombre y le observó; estaba quitándose el cinturón de seguridad, por un momento temió su huida para no pagar daños, pero pronto deshizo esa teoría: nunca los dejaría. —Vámonos de aquí, rápido. — ¿Y el auto? — ¡No importa el auto! ¿No lo ves Martha? Esto es más que un auto. Miró hacia adelante en contra de su propia voluntad, obteniendo una imagen más grotesca de lo que imaginaba. — ¡NO NO! ¡DEJAME, DÉJ…! El individuo que gritaba estaba encima de un auto, tirado en él, por cómo se movía parecía dolerle el cuerpo; uno de esos hombres-pulpo estaba frente a él y con sus largos tentáculos tomaba y parecía jugar con su rostro. El hombre de donde los cables provenían solamente miraba, muy psicópatamente a su atacado; parecía no interesarse, o haberse muerto. Esa terrible circunstancia le bastó para entender: aquello no era una simple enfermedad como la gripe aviar o la influenza; posiblemente frente a sus ojos ocurría el inicio del fin de la humanidad. Observó que su marido abría la puerta trasera y sacaba a uno de los pequeños, por mero instinto hizo lo mismo, llevándose a Cristo. Lo cargó desde el carro hasta una parte donde estuviera segura de que no habría vidrios ni nada peligroso, al encontrarlo puso los pies del niño sobre el suelo. — ¿Qué pasa mamá? —No lo sé amor, pero hay que irnos. —Viendo al señor Canul, que no estaba ni a dos metros con el pequeño Ángel en brazos, exclamó: — ¡Hay que correr! El ruido de gritos, golpes y autos acelerando o estampándose contra otros hacia necesario el gritar. Avanzaron cada vez más rápido, mientras Martha vencía la tentación de voltear atrás y cargaba a su pequeño. Corrió a la velocidad que sus piernas le permitían, tratando de no tropezarse con el terreno adornado con plantas pequeñas y piedras; dejó por pocos metros atrás a su marido y por fin pisaron carretera limpia. — ¡SE LO ESTÁ COMIENDO! —se escuchaba en la lejanía, una mujer
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que a todo pulmón exclamaba su miedo. — ¡No hagas caso a nad…! La voz fue interrumpida abruptamente, en seguida el grito de su marido se escuchó claramente y después un golpe horrible, como si lo hubiesen aventado. —¡CORRE MARTHA! La mujer miró atrás y observó a su marido tratando de protegerse con los brazos, mientras delante de él uno de esos infectados se acercaba, los cónyuges alcanzaron a cruzar miradas, por última vez. —¡LLÉVATELOS! —gritó nuevamente, al mismo tiempo que el monstruo extendía uno de los grandes tentáculos, dispuesto a atacar. Todo fue tan rápido que no supo contar el tiempo, pero a la vez tan lento, que podría recordar cada segundo del suceso. El golpe fue un latigazo a su marido, tan fuerte que dejó de escuchar sus gritos, de ahí solamente fueron exclamaciones ahogadas como si algo le interrumpiera en la garganta. — ¡Papá! —exclamó Ángel. Fue cuando ella se dio cuenta de lo que pasaba y de que debía reaccionar. El niño retornó la mirada a su madre y asustado empezó a huir hacia a ella. Lo que más quería era un abrazo. Pero como una sombra en el viento, desapareció. Martha cerró y abrió los ojos, creyó que estaba siendo engañada por su mente, pero era verdad; el niño no estaba. No lo alcanzaba a entender, no le daban abasto las razones. Una explosión de fondo la hizo recapacitar, el humo negro despedido se esparcía en el cielo oscuro, mientras el fuego devoraba vorazmente todo a su alrededor. Siguió adelante junto a su hijo y dentro de una humilde casa halló refugio. Se escondió en una esquina con poca luz, en la que aún podía prestar atención a ciertas cosas. Todo alrededor se observaba enrejado, así que tendría vista para las demás calles y casas. Estaba enteramente vacío. Sin embargo, no tardarían en encontrarla, y la harían como ellos, también al pequeño Cristo. No. No dejaría que le hicieran daño, no iba a dejar que esos hombres lo hirieran y lastimaran de tal forma en que lo hicieron con su marido. Todo menos eso. Cualquier cosa menos verlo o escucharlo sufrir. Cualquier cosa, inclusive…
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Luis A. Canepa Inclusive matarlo. Sintió miedo de sí misma, por siquiera considerarlo como una posibilidad. Se sintió sucia, horrenda; como si con solamente pensarlo, ya lo hubiera realizado. Era un pecado, era moralmente incorrecto, era un crimen. ¿Pero qué otra alternativa había? Si no habría quien lo cuidara en caso de sacrificarse por él, si sabía que era probable que le dieran caza, si tal vez se volvería de ellos en algún momento, ¿qué solución quedaba? Lo miró con lágrimas en los ojos, mientras él se acurrucaba entre su pecho, su respiración era cansada, activa; había visto demasiado, ya sufría demasiado. Lo amaba con su vida, nuevamente se daba cuenta de eso. Esperaba que le pudiera perdonar. —Hijo… —¿Sí mami? —respondió, con voz entrecortada, conteniendo sus lágrimas. — ¿Me das un abrazo amor? —Sí mamá. Se envolvió con ella, con el rostro en su cuello, mientras ella con las manos jugaba con su cabello, intentando calmarse. —Te quiero bebé. —También yo mami. Pasaron un momento así y, completamente decidida, inició su plan. — ¿Podrías ponerte como estabas hace rato? Quiero que duermas. Sin dudarlo, el niño se incorporó como la primera vez, entre sus piernas y trató de acomodarse lo mejor posible para dormir. La mujer pasó suavemente su mano sobre el rostro del infante, asentándose en el cuello, mientras que con la otra, tocó su cabeza, sosteniéndola. En un segundo, hizo lo prohibido. En un primer momento el niño no lo notó, no se quejó, pero conforme el aire dejaba de pasar comenzó a incomodarse; de un segundo a otro ya trataba de zafarse, mientras luchaba por soltar un grito, se hacía para adelante y atrás, de un lado a otro, cualquier cosa que lo hiciera salir de ahí. Su mamá tomaba más fuerza, procurando que todo acabase pronto, siguió luchando por contenerlo, cuando de pronto un descuido hizo que él
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tuviera la oportunidad de apartarse y huir.
Lo observó irse no muy lejos, cuando un auto frente a él frenó con agresividad. Ella seguía en la oscuridad, su pequeño estaba frente a los faros cubriéndose el rostro, agachado. Era un milagro, lo consideró así, pero tendría un costo: pagar el precio de lo que estuvo a punto de hacer, o morir. Un hombre bajó, o eso parecía su silueta, ayudó al niño a postrarse en pie y conversaron unos segundos, después pareció decirle que subiera a su coche para, segundos después bajar con lo que parecía ser una escopeta. Caminó hacia ella, con cautela, sin dejar guardia baja por cualquier cosa. — ¡Señora! ¡Sé que está ahí! ¡Hable o no dudaré en disparar! Se quedó de pie esperando respuesta y de la silueta una nueva luz apareció, una individual que apuntó directamente a donde estaba. Era la oportunidad perfecta, de engañar, de acabar con todo; nadie en su sano juicio la mataría sin razón y ella no tendría el valor de dispararse, ese momento lo era todo, la salida, el fin. Cristo estaría bien siendo acompañado, tenía esperanzas en lo que quedaba de la humanidad. Corrió a toda velocidad, gritando como loca cosas nada entendibles, a pesar del duro cansancio; de todos modos, era la última vez. Recibió el primer disparo en el cuello, dándole un dolor incesante, con un ardor penetrante y en aumento. En seguida otro, en la pierna, a pesar de que ya no avanzaba como antes no desistía, quizá siguiendo el plan o por mera reacción corporal. Cayó, después de todo, al recibir la segunda bala, encima de un charco de sangre, mientras delante de ella estaba su atacante, que ella consideraba como su salvador. Dedicó su última mirada a las luces en el carro, donde Cristo Canul Alvarado, su pequeño retoño, seguramente ya estaría descansando. Después de todo, las cosas no estarían tan mal. Dejó de respirar, dejó de sentir; el dolor poco a poco se hacía una minoría, una insignificancia. Entonces murió.
Daniela Hellig
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Tengo 17 años, nací en México DF y llevo 11 años viviendo aquí en Cancún. Comencé a escribir hace unos años con proyectos de la escuela, tiempo después me di cuenta lo increíble que es expresar ideas y sentimientos a través de las letras.
Actualmente estudio la preparatoria en el Instituto Cumbres. El movimiento literario Caracol Azul me brindó una gran oportunidad para poder mostrar mis textos y que no había podido compartir.
Cuando el corazón se detiene
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unca pensé que me tocaría a mí, entre todas esas personas tenía que tocarme a mí; siempre yo. De alguna forma u otra había pensado en la forma en la que moriría, a quiénes dejaría, lo que pasaría, quien cuidaría de mi perro, quién recogería mis libros de la escuela, quién asistiría a mi funeral, etc. Pero el simple pensamiento me daba náuseas. Cuando desperté estaba sola en un lugar desconocido con mucha luz. ¿Sola? No, sola no; junto a mí estaba un niño con una bata blanca “directo del hospital” pensé, del otro lado una anciana con un aspecto terrible y parecía que en cualquier momento moriría lo que resultó tiempo después un pensamiento irónico ya que claro todos aquí estábamos muertos y nadie muere dos veces… ¿o sí? Caminé hacia… bueno, solo caminé. No planeaba encontrar algo o a alguien pero mientras caminaba pude ver a varias personas que conocía: el repartidor de pizza, el conserje de mi edificio y no podía ser… mi profesor de física ¡¿por qué tenía que atormentarme aquí también?! ¡¿Por qué?! Aunque bueno, a su edad no me sorprendía encontrarlo en ese lugar. Cuando terminé de lamentarme y encontrar mi vida… o mi muerte mejor dicho algo miserable llegué hasta unas oficinas. “Ventanilla 1” así de simple. En cuanto me acerqué a la señorita encargada me entregó un formulario sin siquiera voltear a verme.
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Comencé a leer y responder sin más preámbulo. Nombre completo, edad, ciudad, etc. Todo normal hasta encontrarme con una pregunta que me erizó más de 3 pelos “¿Causa de muerte?” ¿Causa de muerte? O sea ¿Cómo? ¿Neta sí me morí? Pasaron alrededor de 10 minutos en donde estuve quieta y sin pensar. No había pensado en la causa de mi muerte desde que… bueno pues desde que me morí. Y la verdad no la recordaba, mentira, la recordaba perfectamente pues tan solo habían pasado unas horas. Julia Balboa Hernández, 17 años, México DF, una bala disparada por un delincuente principiante. Entregué el formulario y las palabras que siguieron fueron “Al fondo, puerta azul”. Cuando entré por la puerta azul encontré solo un escritorio vacío, una silla y al frente papel y pluma. Esperé 5, 10, 15, 20 minutos y nada pasó. El silencio me mató, o mejor dicho, maté al silencio con 3 palabras: ¿QUÉ HAGO AQUÍ? “No sé, tú dime” dijo una voz profunda, calmada que hizo que se me congelara hasta la última célula. “¿Hola?” contesté con voz nerviosa. “Julia, dime TÚ ¿qué haces aquí?” volvió a decir la voz. “Pues me morí, no puedo hacer nada” al pronunciar las últimas cuatro palabras me recorrió la espalda un sudor frío y la voz volvió a hablarme “¿Ah no?, jajaja vamos Julia dime qué vas hacer ahora, ¿qué es lo que quieres hacer?” No lo sabía, no sabía qué quería hacer. Mentira, había algo en donde siempre encontraba una respuesta. Quería correr, quería correr muy lejos, romper mi récord, correr sin un límite y sin tener un destino. Salí disparada sin siquiera pensarlo, no sabía adónde iba, solo recorría el mismo corredor que parecía interminable, a los lados había unos cuartos que revelaban su interior a través de unas enormes ventanas. Mientras corría podía ver en cada uno una parte de mi vida, una persona importante o un simple recuerdo pero no fui capaz de entrar a ninguno de estos cuartos, al contrario, corría más y más rápido hasta que vi aquel hombre parado en medio de uno de los últimos cuartos. No sabía quién era ese hombre ni porque estaba ahí, mentira, ese hombre lo había visto hace unas horas y sin duda formaba parte de mis recuerdos más recientes e importantes. Entré al cuarto sin pensarlo y me quedé quieta, parada frente a frente con aquel desconocido cuando esa voz tranquila y misteriosa interrumpió el silencio.
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Daniela Hellig “Muchos no recuerdan lo que pasó, algunos han tenido las peores muertes y creen que solo se quedaron dormidos, pero tú sí lo recuerdas todo Julia; tú lo recuerdas…” en ese momento todo se volvió oscuro, y a lo lejos se escuchaban unos gritos. Corrí para ver qué pasaba y me encontré a mí con mis amigos, estábamos saliendo de un concierto cuando de pronto un grito desgarrador captó mi atención, yo conocía esta historia, era mi muerte reproducida desde los ojos de alguien más. En la escena pude ver cómo me acercaba a una señora que estaba siendo asaltada; vi como sin pensarlo corrí hacía su atacante quien asustado y nervioso por la cantidad de gente sacó una pistola. “Detente ahí” me dijo pero no hice caso, me acerqué más a él. Pronto la gente empezó a darse cuenta que algo no estaba bien, tomé mi celular, lista para llamar a la policía. “Policía, ¿Cuál es su emergencia?” fueron las últimas palabras que escuche antes de que llegara el disparo. Directo al corazón, no había nada más que hacer. No podía creerlo, así de fácil mi vida había terminado, no podía hacer nada para cambiarlo ¿a quién suplicarle que me diera otra oportunidad? Y la verdad es que no sabía si quería otra oportunidad. Salí del cuarto y no corrí, caminé hasta encontrarme con el siguiente recuerdo. Éramos mi hermana y yo arreglándonos para mi primera vez en el antro, una noche increíble que me sacó infinitas sonrisas. En otro cuadro me encontré con mi mamá dándome la noticia de que mi abuelo se había ido para siempre, un recuerdo de mí enfrentando una realidad. Mi papá enseñándome a andar en bicicleta, él arreglando el motor del coche y yo tirada en unos arbustos, una caída dolorosa que fue necesaria para aprender algo nuevo. La primera noche de mi perrito en casa, al principio no sabía qué hacer con él pero después no sabía que hacer sin él, mi razón de llegar a casa. La primera borrachera con mi mejor amiga, aquellas decisiones de las que al principio o al día siguiente nos arrepentimos pero al final se vuelven un lazo que une a dos almas perdidas. Encontré también la viva imagen de mi mejor amigo y yo liberando a una pequeña tortuga en la playa, una vida nueva que se convertiría pronto en algo grande y listo para dejar una huella.
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Así pase los recuerdos de mi vida poco a poco y por primera vez desde que llegué a ese lugar me sentí lejos de casa, lejos de todo lo que conocía y no sé, tal vez quería regresar. ¿Regresar? No parecía una opción, no era lo que quería. No quería volver a ese lugar en donde todo había cambiado, en donde los hombros de papá ya no eran el lugar más alto del mundo, en donde el mundo, mi mundo, era capaz de derrumbarse de un segundo a otro. Me levanté porque sin darme cuenta estaba sentada en el piso con la cara entre las rodillas y volví hacer lo que mejor sé hacer. Correr. Esta vez no me detuve, solo corrí como si al llegar a la meta estuviera mi viejo mundo esperando por mí, no sé cuánto tiempo pasó y cuántos kilómetros recorrí, pero jamás llegué a la meta, jamás vi que algo me esperara al final de la línea. Cuando por fin paré, no podía más y escuchaba un latido muy fuerte; ¡mi corazón! No, mi corazón no puede ser, estoy muerta. “No es tu corazón Julia, eres tú, la misma Julia en espíritu quiere salir y ser libre, estás lista para ser la protagonista de tu propia historia” dijo de nuevo esa voz, esa maldita voz llena de dulzura y que a la vez me llenaba de duda. Caí desmayada o bueno mi cuerpo cayó y yo en espíritu me mantuve de pie. De pronto me sentí fuerte y lista para enfrentar lo que la muerte me había preparado. Di un paso pero mis pasos ya no eran pasos, me sentía diferente, me sentía libre al fin. Muchos creen que la muerte es solo un proceso donde nuestro corazón deja de latir, donde como hombres dejamos de existir. Yo nunca me había detenido a pensar en lo que encontraría al momento de enfrentarme a mi verdadero destino, dejé a muchas personas sin un gracias, sin un abrazo, sin un beso, y jamás tendré la oportunidad de regresar y dárselos pero una de las pocas verdades que encontré dentro de mí es que no me arrepiento, a veces extraño, claro: a mi mamá cocinando, a mi prefecta dándome los buenos días, a mis amigas armando planes creyendo que tienen un futuro asegurado. Pero yo, como muchos, aprendí a darme vida con la muerte, a estar acompañada de mí misma, a hacer las cosas que yo quería hacer y no hacer lo que los demás querían que hiciera. Cuando vivía podía encontrar la muerte en vida, en una clase de física, en una caída, en un engaño, pero encontrar la vida en muerte tiene una palabra, libertad.
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Daniela Hellig Hoy soy libre, he aprendido a poner mis propios límites. La muerte no llega con la vejez sino con el olvido, yo me olvidé por mucho tiempo y aquí estoy, pero tengo una nueva oportunidad de encontrarme a mí, de ver quién soy en realidad y de ver a la muerte como una amiga. Nunca pensé que me tocaría a mí pero me tocó, entre todas esas personas tenía que tocarme a mí y a nadie más; siempre yo y al mismo tiempo nunca soy yo. De alguna forma u otra había pensado en la forma en la que moriría pero jamás en cómo terminaría de existir, a quiénes dejaría y no a quién tenía que encontrar, lo que pasaría y no lo que quedara en un limbo, quién cuidaría de mi perro y no quién apreciara las mismas cosas que yo, quién recogería mis libros de la escuela y no quién se dedicara a leer mis memorias, quién asistiría a mi funeral y no quién me mantendría solo en un recuerdo, etc. Pero el simple pensamiento me daba náuseas y no valor para encarar lo que estaba escrito.
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Luis A. Mora
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Nací en Cancún, Quintana Roo, el 20 de Febrero de 1996. Actualmente estudio en el sexto semestre en el colegio Bachilleres Uno. Mi primer antecedente de cuando empecé a escribir fue en 3º de primaria, cuando escribí un pequeño cuento.
Se puede decir que lo tomé mas formal cuando entré a la preparatoria, escribiendo letras de canciones, pequeños poemas y versos. Hace más de un año, empecé a escribir ideas sobre todo tipo de historias. Actualmente escribo para la revista Caracol Azul.
El revólver del ángel (Fragmento)
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lla sabía que no había manera de escapar, no tenía opción alguna, su muerte era segura. La sensación del miedo que recorría su cuerpo era horrible. Lloraba de manera desesperada. Suplicaba por su vida. Se podía escuchar el sonido del gatillo a punto de ser presionado. Aquel individuo que le había brindado su ayuda antes ahora se encontraba apuntándole con un arma. —Perdón —dijo la chica como si estuviera arrepintiéndose de algo que hizo, antes de oír aquel disparo que le quitaría la vida... Después de un largo día de clases, y no tener tarea, un descanso estaría bien. Eso pensó Zoe Valencia, una chica de cabello lacio, color castaño, de piel algo clara y ojos color verde, cuyo desempeño en la escuela era el promedio. Ella se dirigía a tomar el transporte para regresar a su casa, aunque normalmente se quedaba a esperar a sus amigas, pero esta vez se fue apenas sonó el timbre para salir. Al llegar a su casa encontró a su madre Lucia junto a su hermana Nicole llorando. Les preguntó el motivo por el cual se encontraban así. Su madre se acercó a Zoe y le explicó de manera que entendiera que su padre había sido encontrado sin vida. Esto la dejó muy impactada ya que ella era muy apegada a él, pero esa misma mañana habían discutido. Ya habían pasado unos días desde entonces. Zoe insistía en no querer salir de su habitación, manteniéndola completamente cerrada.
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Luis A, Mora Su madre ya se había preocupado mucho por su hija. Después de varios intentos, logró convencerle de que fuera a la escuela, aunque solo aceptó para que le dejaran de molestar. La escuela en donde cursaba el quinto semestre estaba considerablemente lejos de su casa, así que regularmente tomaba transporte para llegar o cuando su padre tenía tiempo, la llevaba. Esta vez prefirió ir a pie, aunque pasaran de la una. Le importaba poco llegar tarde, ya que no pensaba entrar a ninguna clase. Como nunca se había fijado en el camino para llegar a la escuela, se terminó perdiendo. Entró a un callejón algo estrecho, dándole miedo, ya que el lugar estaba muy silencioso. —Veo que estás perdida —se escuchó cerca de donde se encontraba. Zoe se espantó al oír esa voz. No tuvo más opción que salir corriendo de ahí sin fijarse quién le había hablado ni hacia dónde se dirigía. Al darse cuenta, se encontraba en un callejón sin salida. Intentó regresar, pero cuando se dio la vuelta, termino cayendo al suelo, sorprendida al no poder creer lo que estaba viendo. Frente a ella se encontraba alguien que vestía una especie de toga, de su espalda se extendía un par de alas blancas, su cabello era de color negro, largo y le tapaba el ojo izquierdo. El único ojo que se podía ver era de color verde. Lo primero que se le vino en mente fue que era un ángel. — ¿Quién eres? —preguntó Zoe atemorizada. —Soy conocido como el "ángel vengador" y he venido porque tú lo has pedido. — ¿Yo?, ¿cómo? —preguntó la chica confundida. —Sí, tu deseo de venganza es el que me ha llamado —dijo el ángel. — ¿En serio? —exclamó Zoe con menos miedo mientras se ponía de pie—. ¿Entonces me piensas ayudar? —Sí. —¿Pero a cambio de qué? —Es sencillo, yo puedo eliminar a cualquier persona que quieras, pero debes tenerle una suficiente cantidad de rencor. Puedes hacer el uso de hasta seis disparos, pero por cada uno debes jugar a la ruleta rusa —metió su mano derecha en la toga, cerca del pecho, sacando de ahí un revólver con el
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cual apuntó a la cabeza de la chica—. ¿Aceptas? —De acuerdo, acepto el trato —dijo mientras sonreía. — ¿Cuántos disparos deseas usar? —preguntó el ángel mientras jalaba constantemente el gatillo del arma vacía. —Seis —dijo Zoe decidida. — ¿Estás consiente de tu respuesta? —interrogó el ángel sorprendido. —Sí, completamente. —Bien, entonces firmemos el contrato —Abrió el revólver e insertó una bala en el tambor del mismo. Tras cerrarlo, lo hizo girar. Apuntó de nuevo a la frente de la chica y jaló el gatillo, sin salir nada disparado. Lo hizo girar de nuevo, volviendo a apuntarle otra vez, dando el mismo resultado. Repitió ese proceso otras cuatro veces, cada uno con el mismo desenlace. —Debo admitirlo, tienes suerte —exclamó mientras quitaba el arma de la cabeza de la chica—. Con esto ya estoy a tu servicio, desde este momento ya puedes hacer uso de los disparos. Una sonrisa un poco siniestra se formó en el rostro de Zoe. Al parecer ya tenía en mente como hacer uso de cada tiro. A final de cuentas decidió entrar a sus clases. Ya había comenzado su primera clase, a la cual se dirigía a pasos lentos. —Disculpe, ¿puedo pasar? —Claro, pero que no se vuelva a repetir —dijo su profesora de matemáticas. Procedió a tomar asiento. Sacó de su mochila una libreta y una pluma y comenzó a anotar lo que estaba escrito en el pizarrón. A su lado se encontraba el ángel quien solo podía ser visto por ella, la persona con la que había hecho el trato. Por la ventana pudo observar que pasó corriendo Darío García, un chico de su mismo semestre, pero iba en otro salón. Conocía a ese chico desde la secundaria y sabía que le gustaba competir, pero de mala forma: saboteaba el trabajo de sus compañeros, metía en problemas a quien podía, y en ocasiones, modificaba los exámenes de quienes sabía que saldrían con buena calificación. Esto lo hacía porque él no podía hacer las cosas tan bien como los demás; él era su primer objetivo. Tras haber acabado la clase, Zoe salió del salón con algo de prisa con el fin de poder hablar con el ángel. —Espéranos Zoe —se escuchó atrás de ella. Miró hacia atrás para ver quien le hablaba y observó que eran Paola
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Luis A, Mora Navarro y Amelia Medina, sus amigas que conocía desde primer semestre. —Ah, hola —sorprendida, respondió con una sonrisa. —Me alegra ver que ya estás de regreso —dijo Paola. —Sí, ya nos tenías preocupadas —exclamó Amelia. —Perdón por preocuparlas, pero todavía no me siento completamente bien —contestó Zoe con una voz un tanto triste. —No te preocupes por eso, somos tus amigas. —Sí, siempre estaremos a tu lado. Zoe simplemente sonreía. Sabía que por el momento no podía hacer nada. Sin darse cuenta, ya era hora del receso. Diciendo que checaría algo en la dirección de la escuela, Zoe logró escabullirse de sus amigas. Se dirigió al único edificio de la escuela que tenía dos pisos, ya que ahí existe un "punto ciego", además de que casi nadie se queda cerca del esas aulas. Estando ya a solas, le indicó a el ángel quién sería la primera persona en recibir el disparo, en este caso Darío, quien estaba caminando junto a sus amigos. Él tomó el revólver y lo cargó con una sola bala. Dio un salto y en medio del aire dio un giro, desplegando sus alas al terminar. Empezó a dirigirse al chico a rápidamente, y sin detenerse, le disparó en la frente, girando sin detenerse en dirección de donde había salido. La sorpresa fue grande para Zoe; Darío seguía caminado a pesar de haber recibido un tiro en la cabeza. —Supongo que estás sorprendida —dijo el ángel mientras guardaba el arma—. Las balas que utilizo se conocen como "balas aleatorias", quien las recibe morirá en el transcurso del día, en cualquier momento. —Bueno, supongo que tendré que esperar. —No hay nada de qué preocuparse —dijo el ángel mientras maniobraba con el revólver en su mano—. Recuerda, solo te quedan cinco disparos. —Sí, lo sé. Prontamente la noche cayó. El timbre para retirarse de la escuela había sonado. Zoe junto con sus amigas se encaminaban a tomar transporte. A la poca distancia que les faltaba para llegar comenzaron a oír un alboroto. Curiosas de saber qué había sucedido, se acercaron a donde el ajetreo. Lo que visualizaron fue la escena de un accidente provocado por un automovilista que pasaba por ahí a alta velocidad; un estudiante se encontraba tendido en la calle, rodeado de un charco de sangre. Según las personas que vieron el percance, el chico había cruzado sin fijarse.
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Jóvenes Narradores Luis A, Mora
De seguro es una simple coincidencia, dijo en su mente Zoe. Algo temblorosa, se dirigió a observar por otro ángulo para ver el rostro del chico, descubriendo que ese joven, era Darío. Ya no había motivo para desconfiar de aquel trato ni del ángel. Días después de lo sucedido, Zoe, algo impactada, se había decidido en hacer uso del segundo tiro, pero esta vez en alguien que no era de su escuela. Como era domingo y ya había acabado con sus deberes, la chica decidió ir de compras a la plaza, teniendo un fin oculto en esa salida. Una vez estando ahí, se puso a buscar a su segundo objetivo, encontrándolo sin mucho esfuerzo. Era un estudiante universitario, David Altamirano, un conocido de su hermana, hijo de un político. Todo el tiempo se la pasaba colgándose del trabajo de los demás, quedándose con el crédito de todo. En una ocasión entró a un concurso junto a la hermana de Zoe, en el cual, el experimento que realizaron los dos, solo se le atribuyó a David, dejando mal a Nicole. Sin duda, él era "un vago bueno para nada". Actualmente trabajaba en un local de comida rápida. — ¡Zoe! —dijo una voz femenina. La chica reaccionó rápidamente y buscó quién le había gritado. Eran Paola y Amelia, quienes eran acompañadas por Nicolás Domínguez, amigo de las tres chicas. —Por fin te hallamos —exclamó Paola—. Estuvimos marcando a tu teléfono, pero nunca contestaste, así que fuimos a tu casa y le preguntamos a tu mamá donde te podríamos encontrar, ya que queríamos invitarte a comer y nos dijo que estabas en la plaza, así que llegamos aquí y te vimos. —Perdón, a mi teléfono se le acabo la batería —respondió Zoe. —No te preocupes —dijo Amelia—. ¿Entonces quieres ir a comer? —Claro. Frustrada, a Zoe no le quedó de otra que acompañarlos, teniendo que idear un plan. Estando en el área de comida, la chica observaba el entorno, buscando algo que pudiera usar, encontrando una alarma en contra de incendios, lo que le dio una idea, aprovechando que David había entrado a la recámara de refrigeración: tomó su celular y fingió usarlo, empezó a caminar hacia el botón, tropezándose "por accidente" y apretando el mismo. Las alarmas comenzaron a sonar, haciendo que la gente se movilizara. Aprovechando el
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Luis A, Mora ruido y la confusión, Zoe pidió el segundo disparo. Al igual que la anterior vez, el ángel realizó las mismas acciones, atravesando las paredes que se encontraban de por medio, cumpliendo su misión sin complicación alguna. Zoe salió de la plaza apenas regresó el ángel. —Vaya, realmente quería comer —dijo Nicolás. — ¡Tú solo piensas en comer! —exclamó Amelia. — ¡Claro que no! Zoe solo escuchaba como se peleaban los dos, ya que era algo típico. Su brazo izquierdo había terminado con una leve herida, pero no le importó, ya que logró su cometido. —Bueno, ¿Ahora qué hacemos? —interrogó Paola. — ¿Quieren ir a comer a mi casa? —dijo Zoe. — ¡Sí! —exclamaron sus tres amigos al mismo tiempo. Zoe lo único que pretendía era alejarse del lugar. Al día siguiente, como cualquier otro día de clases, la chica se levantó temprano. No terminó de bajar las escaleras cuando su hermana le habló para contarle sobre la noticia que apareció en el periódico, la cual hablaba del incidente de la plaza y de la muerte de David, el cual falleció por hipotermia, ya que nadie le aviso de lo que sucedió y por ende, se quedó encerrado por varias horas en el lugar. De algún modo, Zoe se sentía feliz por dentro. Ya era momento para salir a la escuela. Zoe se despidió de su mamá y de su hermana, quien ese día no pudo ir a la universidad porque se sentía mal. —Ya ha pasado casi una semana y apenas has hecho uso de dos disparos cuando otros ya habrían hecho uso de todos a estas alturas —sorprendido, dijo el ángel. —Prefiero ser cautelosa, además, no quiero que la diversión acabe tan pronto —exclamó alegremente Zoe. —Dime, ¿Por qué simplemente me dices a quien debo dispararle en vez de hacer tanto problema? —Si hago eso parece como una loca hablando con el aire, recuerda que solo yo puedo verte. —Estoy consciente de eso, aunque me ha tocado personas a las que no le importa eso.
Continúa....
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Miguel A. Islas
Jóvenes Narradores Nací el 26 de Septiembre de 1997 en Cancún, Quintana Roo, tengo 16 años, estudié la primaria y secundaria en el Instituto Benavente y actualmente estudio en el Colegio de Bachilleres Plantel Cancún Uno.
Comencé a escribir en el 2009 para una página de internet y después de un par de años dejé de escribir para el público y únicamente lo hice por ocio, pero hace alrededor de un mes una compañera de clases me canalizó a Caracol Azul después de leer una de mis historias.
La soledad (Fragmento)
L
a soledad no es un estado de ánimo, no es un sentimiento, no es un estado mental; es una maldición, es un estilo de vida, como si de un parásito se tratase. La soledad te envuelve en un capullo y en un frío que no deja pasar la luz de la esperanza, simplemente te aísla, te deja morir lentamente ahogándote en tu amargura. ¿Qué cómo sé todo esto? Pues verás, he vivido en carne propia lo que es morir gracias a esa maldición llamada soledad. Mi nombre no es importante, desde mi niñez no fui un chico muy social, era un chico callado y temeroso hasta de mi propia sombra, era común verme sentado en la esquina de mi aula o en la banca más lejana y distante del parque, no me importaba estar solo, estaba acostumbrado incluso a que en mi propia casa nadie me prestara ni siquiera un gramo de mísera atención, mi padre trabajaba como contador en una empresa y cuando no estaba en su oficina, estaba en su estudio encerrado la mayor parte del día, mi madre trabajaba igualmente en una empresa como ejecutiva y pasaba lo mismo que con mi padre; no tenia hermanos, lo cual me parecía bien ya que si no vivirían en el total abandono igual que yo, en fin, en la escuela no era popular, nadie me molestaba, como si yo no existiera, solamente los profesores de vez en cuando me saludaban o me miraban desde la lejanía de su escritorio hasta mi pupitre en la esquina. Solo había una persona que
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Miguel A. Islas
sabía de mi mera existencia ya fuese dentro o fuera de la escuela, era una chica que estudiaba en la misma escuela que yo y era la vecina de enfrente, no era mi amiga pero al menos no me ignoraba como mis padres o compañeros de clase; su nombre era Ana. Ana era una chica de mi edad, 16 años, de ojos color verde aceitunados, de largos cabellos dorados y de piel clara, no era la mujer más hermosa del mundo pero tampoco era un adefesio, era una linda chica, de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, ella soltaba una pequeña y casi inadvertida sonrisa, como si se alegrase de verme, ella era mi único contacto directo con el mundo real, eso hacía que no perdiera la percepción del universo en el que me encontraba, gracias a esa inadvertida sonrisa yo no me pudría en odio y rencor. Pero un día Ana se mudó a otro estado, todo el contacto con el mundo real se perdió, como si de vapor se tratara todo a mi alrededor se esfumó, vivía mi vida solamente por vivir, por miedo a morir, por miedo a que nadie me extrañara, así fue por meses, simplemente hacia mis cosas para no aburrirme, comía porque quería, no porque lo necesitara, así era con todas las demás actividades cotidianas de mi vida, hasta que una noche mientras estaba recostado mirando el techo escuché un ligero susurro cerca de mi oído, un susurro frío y lleno de melancolía, me erizó la piel y rápidamente comencé a intentar tranquilizarme diciéndome a mí mismo que era el aire o que un mosquito había pasado cerca de mi oído, pero algo en mi interior sabía que ese sonido no era normal, pero decidí por mi propio bien no darle importancia, me levanté y apagué la luz de mi habitación para dormirme, pero en cuanto el foco se apagó el susurro regresó, esta vez un poco más fuerte; encendí de nuevo la luz para ubicar de dónde venia ese extraño ruido. —Apágala —dijo una voz que no provenía de ningún lugar. Así lo hice, apague la luz y de nuevo el susurro habló. —Así, así está mejor, ¿no crees? —¿Qué quieres? ¿Quién eres? —No te asustes, solo vengo a proponerte un trato. ¿Quieres oír de qué se trata?
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—No lo sé, primero respóndeme ¿Quién eres y qué quieres? —Está bien, lo haré, responderé; no tengo nombre, pero ustedes los humanos me llaman Soledad, y realmente no quiero nada, solo hacerte un favor, ¿estás contento con esa respuesta? —No del todo, ¿por qué quieres hacerme un favor? —No lo sé, de vez en cuando me aburro de observar a la gente como tú que está sola en el mundo, y me decido por hacer sus vidas un tanto más interesantes, claro; si ellos quieren. ¿Tú quieres? —Sí, sí quiero, pero ¿de qué se trata? —¿Cambiarías si pudieras? ¿Y en qué cambiarias? —Sí cambiaria, sería más sociable, no sería un despojo humano abandonado. —Muy bien, excelente respuesta, desde ahora no estarás solo, tus padres, compañeros y maestros te prestarán atención. —¿En serio? ¡No lo puedo creer! El susurro pronto se convirtió en una sombra de mi tamaño, no tenía forma y era aún más obscura que la misma noche, la sombra rápidamente se empezó a desvanecer y justo antes de irse el susurro regresó. —Recuerda, nada es lo que parece —dijo el susurro, y desapareció junto con la sombra. Rápidamente me dormí, cuando desperté pensé que todo lo que había pasado la noche anterior había sido un extraño sueño, un sueño delirante de mi persona encajando en la sociedad como si fuera normal. De repente un estruendoso grito sonó por toda la casa. —Hijo, baja a desayunar que se te va a enfriar —gritó mi madre. Rápidamente reaccioné y recordé el extraño sueño, mi madre nunca me había llamado para desayunar, pero no me importó, mejor para mí, así no me haría el desayuno yo. Bajé y en cuanto toqué el primer escalón mi padre gritó desde la sala. —Te puedes callar, no vez que estoy viendo la tele. Yo quedé petrificado, no había hecho ningún ruido, simplemente me moví aún más sigilosamente y me senté en la mesa del comedor; un plato de huevo revuelto con tocino me esperaba junto con un jugo de naranja recién hecho, me senté y mi madre dijo:
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líquido. Rápidamente las risas cesaron y un olor a óxido inundó el pasillo, abrí los ojos y un profundo pánico invadió mi cuerpo, ante mí se postraba aquel compañero de clase tirado en el suelo sobre un charco de sangre que no paraba de brotarle de la cabeza. Rápidamente solté el extintor, mis rodillas cedieron y me hicieron caer en posición de cuclillas, una mano me tomó por el hombro y me levantó sacándome de mi letargo mental, era un profesor el cual me llevaba a la dirección para que fuera juzgado, entré a la oficina, el director me hizo una seña para que tomara asiento, me senté y el director preguntó: Voy a preguntarte algo y solo lo preguntaré una vez, ¿estás listo? —S…sí —dije con un tono tembloroso. —¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué golpeaste de manera tan brutal a tu compañero de clase? —El comenzó y yo simplemente… —No te pregunté quien empezó —me interrumpió el director—. Solo responde ¿Por qué? —Lo golpeé por que ya estaba harto. —¿De qué estabas harto? —preguntó el director mientras esbozaba una sonrisa un tanto perturbadora —. Ese muchacho jamás te hizo nada. —Exacto, nunca nadie me habla y sin avisar alguien llega de la nada y me golpea, ¿cómo carajo explica eso?, mejor pregúntese ¿Cuál fue el motivo del otro muchacho? —Lo haría pero esta de camino al hospital, lo lamento pero tendré que suspenderte hasta saber que el muchacho al que golpeaste está fuera de peligro, reza porque no se muera o quede inválido u otra cosa por el estilo —dijo el director mientras hacia un ademán con la mano indicándome que saliera de su oficina. —Rezaría, pero perdí la esperanza de que Dios me escuche y ayude hace mucho tiempo. Me levanté de la silla y camine hacia fuera de la oficina lentamente, al abrir la puerta una de las secretarias ya me esperaba. —¿Quieres que le hablemos a algunos de tus padres para que vengan por ti? — preguntó nerviosa.
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—No, no creo que les importe venir por mí. Mientras caminaba hacia la puerta de salida noté que todos los alumnos que estaban en los pasillos, en cuanto me veían pasar, se hacían a un lado como si fuera un leproso. Fuera de la escuela se respiraba un aire de tranquilidad increíblemente dulce, me dieron ganas de no regresar a casa y simplemente caminar hasta que no pudiera más, pero en cuanto tomé la dirección contraria a mi hogar alguien me sujetó por el cuello por detrás y me llevó hacia un callejón cercano a la escuela, al llegar al callejón me empujó hacia el frente y caí de rodillas hacia un charco lleno de porquería y agua sucia, me levanté y voltee sin vacilar para encarar a mi agresor, instantáneamente recibí un golpe en la cara y un golpe en el costado, esto último me hizo caer de nuevo al suelo. —Dame tu cartera —dijo mi agresor. Metí la mano a mi bolsillo y aventé la cartera cerca de sus pies, el ladrón la abrió y se desilusionó al ver el escaso efectivo que yo cargaba. —Mierda, aquí no hay nada, ¡carajo! —gritó el asaltante. Me metió una patada y corrió con el poco efectivo que tenía; me arrastré fuera del callejón y pedí auxilio a los transeúntes que pasaban por ahí, para mi sorpresa ninguno de ellos me volteaba a ver, como si de nuevo yo no existiera, me apoyé en una vieja bomba de agua y me levanté y caminé hacia mi casa, cuando llegué para mi buena suerte mis padres ya se habían marchado a trabajar, subí a mi baño y me curé las heridas, no tendría caso que fuera al hospital, porque nadie me haría caso y por lo mismo no me atenderían. Cuando terminé, bajé a la sala y todo el día me dediqué a ver la televisión, de vez en cuando me paraba a orinar o a buscar algo para comer. Casi al entrar la noche un frío lleno de miedo inundó la casa, un frío que helaba los huesos incluso del alma más sucia y despiadada del mundo, pronto sentí que no me encontraba solo, entonces un eco retumbó en todas las habitaciones de la casa. —Apaga la luz. Me levanté como si esto último fuera normal y bajé el interruptor de la luz. Pronto ante mí se formó una figura humanoide, estiré la mano para
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intentar tocarlo, pero mi mano simplemente atravesó el cuerpo de aquella extraña criatura que parecía estar formada de humo, un humo muy obscuro. —Eso no es muy cortés, muchacho —dijo la figura de humo. —Lo siento, ¿de qué estas formado? —pregunté—. ¿De humo? La silueta de humo soltó una carcajada espeluznante la cual erizó cada rincón de mi cuerpo. —No, no estoy formado de humo, es de obscuridad, ya te lo he dicho, soy la soledad, y la soledad está formada de obscuridad, la obscuridad que se encuentra en el alma de cada humano, la obscuridad en la cual todos los hombres y mujeres reflejan su más profundo miedo, su más profundo odio, por eso los humanos no pueden tocarme, simplemente estoy ahí, observando. —¿Qué haces aquí? —pregunté. —Vengo a preguntarte como te está yendo con respecto al regalo que te hice hace poco. —Me fue mal, todo fue igual, solo cambió que ahora mis padres me odian, prefería cuando no me hacían caso. —Ten cuidado con lo que deseas —dijo la silueta—. Aquel día que te hice el obsequio se me olvidó comentarte algunas otras cosas más. —Empieza ya y déjate de rodeos ¿Qué cosas no me dijiste? La figura soltó una estruendosa carcajada que hizo que las ventanas de la habitación temblaran. Continuó hablando. —Tranquilo muchacho, y recuerda a quién te estás dirigiendo, te contaré. Solo las personas de tu círculo social inmediato; tales como tus padres, maestros y alumnos de tu escuela, te prestaran atención, las demás personas seguirán ignorándote como a un perro. —¡Maldito, me engañaste! —le grité. La figura humanoide formada de obscuridad sonrió, no logré verlo pero lo sentí, sentí como sus labios formaban un asqueroso y repugnante arco enseñando algunos dientes amarillos. —Sí, tengo que admitirlo, desde el principio te engañé, pero ya es demasiado tarde para revertir lo que hice.
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Miguel A. Islas La sombra desapareció dejando un repugnante olor a podrido. La figura desapareció y me quedé solo en la oscuridad, me levanté de la cama y caminé directamente hacia la puerta pero cuando intenté tomar el pomo de la puerta mi mano no respondió instantáneamente, mi mano tardó un par de segundos más en moverse pero no le di importancia, pensé que había sido por el cansancio, tomé la perilla y la giré, crucé la habitación y salí de la casa para pasear un rato. Mientras caminaba sentí como un escalofrío me recorría el cuerpo de la cabeza a los pies. De repente un estallido de dolor se alojó en mi estómago, era como si alguien me hubiera metido una bomba y esta hubiera detonado dejando un hueco en mi cuerpo. Mis rodillas cedieron y caí al suelo, de mi nariz brotaba un pequeño hilo de sangre, intenté levantarme, pero cuando flexioné un poco el estómago una arcada acompañada de sangre emanó de mi boca, sentí como si por mi garganta hubiera pasado un líquido hirviendo. Cuando el dolor amainó un poco tuve la capacidad de levantarme y caminé hacia una fuente que se encontraba cerca. Me miré en el reflejo y este desapareció dejando en su lugar una silueta negra. —¿Te diviertes? —preguntó con un tono sarcástico el reflejo. —¡Cállate! ¿Qué me está pasando? —De nuevo de mi boca salió sangre —Tú dijiste que iba a desaparecer poco a poco. —Sí y eso estás haciendo, solamente omití que tu cuerpo se iba a desmoronar poco a poco, tu cuerpo ya no es capaz de tolerar todo ese dolor acumulado en tu interior, eso hace que tu cuerpo se pudra lenta y dolorosamente. Mejor busca un buen lugar para morir, muchacho. El reflejo se desvaneció y volvió a ser el de antes. Me levanté y caminé hacia un parque cercano y me acosté debajo de un árbol que daba suficiente sombra, de repente una ola de recuerdos inundó mi mente, haciendo que el dolor se hiciera mucho más fuerte, pero al mismo tiempo un sentimiento de nostalgia llenó mi alma de lágrimas, no estaba triste, estaba lleno de impotencia por no haber podido hacer nada nunca, de siempre ser la misma persona miserable y llena de rencor y odio contra los demás.
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Miguel A. Vázquez
Jóvenes Narradores Nací un 24 de septiembre de 1995 en Ecatepec, Estado de México. Tengo viviendo en Cancún cerca de 15 años. Estudio actualmente en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Quintana Roo Plantel Uno (CECyTE 1) en el sexto semestre.
Empecé a escribir a los 12 años de edad con poemas, pero me incliné tiempo después a los cuentos y novelas. En el mes de abril de 2014 comencé a escribir para Caracol Azul.
Luna roja (Fragmento) Capítulo XI Broken bond
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n amor es bueno, pero muchas veces puede cambiar a alguien para bien o para mal, sin importar lazos o amigos, un amor mal enfocado te cambia. Todo comenzó en tercer grado de secundaria en un concurso de videojuegos que la escuela hizo para juntar dinero, Luis conoció a una joven, quien lo conquistó al primer instante, no le di mucha importancia ya que es algo normal, sin embargo, se unió demasiado a ella que poco a poco nos fue haciendo a un lado. El colmo fue que cuando la dejó; regresó como si nada y continuamos como si no hubiera pasado, pero solo era el inicio, él continuó así con una tras otra, tras otra, hasta que se volvió distante, muchas veces tratamos de hablar con él y no quería que él cambiara y menos por un sentimiento pasajero o más bien dicho, un “amor de jóvenes”. A pesar de todo, yo lo seguía viendo como mi hermano, y trataba de ayudarlo, pero todo pasó a peor cuando casi a finales del año escolar Luis y Nidia decidieron ser novios, por un lado me sentí más cómodo al principio ya que al menos conocía a los dos y me llevaba bien con ellos, pero mis pensamientos estaban equivocados, ahora los dos se hacían cada vez más distantes y ya ni siquiera nos hablaban. Todo fue de mal en peor, hasta que llegó ese día, el día que todo acabaría.
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Miguel A. Vázquez Yo traté de que no cambiara de esa forma, sin embargo no había nada que hacer, decidí ponerle un alto a todo eso, y hablar claro con él, pero él no quería que lo molestáramos. Sin importarme eso, yo quería hablar con él y lo seguí. Harto de que yo lo siguiera tratando de hablar con él, se detuvo y molesto me dijo que lo dejara de molestar, que la amistad ya valía nada, solo quería estar con ella, su novia. Al final traté de hacerlo cambiar de parecer, pero no le gustó así que tuvimos una fuerte y pequeña discusión. Me dejé llevar, y él también, sin embargo, todo acabó. Se me hacía difícil aceptar esa realidad, pero no guardé rencor, ya que no iba a olvidar fácilmente todo lo bueno que pasamos. Al salir de la secundaria no supe nada más de él, algunos me habían dicho que le tocó estudiar en Bachilleres de Isla Mujeres, así que ya no había nada más que hacer. Todo quedó en el pasado. Capítulo XII Un nuevo comienzo Una nueva etapa de mi vida estaba a punto de comenzar, la preparatoria. Estudio en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Quintana Roo (CECyTE). El primer día por cuestiones del uniforme entré tarde. Al entrar conocí a Omar López Peralta, desde el primer día comenzamos a hablarnos, yo iba casi diario a su casa durante varias horas, cosa que era la primera vez que hacía, veíamos películas o simplemente hablábamos o hacíamos tareas. Al segundo día teníamos que elegir a nuestro jefe de grupo. Decidí postularme para el puesto junto con Joshep Castillo Gomora, al final, con la mayoría de votos me convertí en el jefe de grupo. Fue luego de eso, que conocí a Susana Chim Hernández y a Manuel Aké Oxte que al salir de clases quisieron sobornar al nuevo jefe grupo y lo llevaron a una plaza cercana de ahí para que jugáramos los cuatro. Jugamos en todos los juegos y me hice amigo de ellos. Los cuatro nos llevamos bastante bien por todo el primer año de preparatoria. Por un tiempo tuve la oportunidad de cambiarme a Bachilleres I, que había sido mi primera opción, sin embargo a pesar de todo, decidí quedarme en Cecyte con Omar, Manuel y Susana. Participé en el concurso
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de spelling bee que se hace exclusivamente para los primeros semestres en el cual quedé en cuarto lugar, mi maestra fue la profesora Geidy Cristina Cauich Pech. Capítulo XIII La tarde
Ya me había acostumbrado en ir en la mañana, pero al no pagar a tiempo, la escuela me pasó a la tarde, algo que nunca me gustó, así que fui a ver qué podía hacer para regresar, sin embargo la directora que era muy “considerada” no hizo nada. Al final decidí quedarme en la tarde y tenía que subir más mis calificaciones para que así me pasaran a la mañana. Trataba de no hacer ninguna amistad ahí para que así no fuera tan difícil irme, así que fue en cierto punto antisocial para evitar llamar la atención, pero no funcionó, ya que el primero en hablarme fue Ivan Gutiérrez Priego. Me preguntaba que por qué era tan solitario, pero no quería responderle ya que no quería tener nada que ver con él, sin embargo pasado el tiempo conocí a Katia Mata Ramos y a Gilberto con los cuales acepté juntarme, con quien más me junté en ese instante fue con Gilberto, ya que le gustaba lo mismo que a mí y me hice su amigo. Iván trataba de juntarse más conmigo pero no era tan cercano que digamos, me juntaba con él pero no lo veía más que como un compañero. Un día al estar jugando en el patio de la escuela, Iván se rompió la mano, tuvieron que enyesársela y por mala suerte fue su mano derecha, así que era casi imposible que pudiera escribir bien, decidí ayudarlo y hacía los apuntes por él para que al menos los pudiera estudiar en su casa. A pesar de que no lo veía como un amigo, lo apoyé ya que él lo necesitaba y pues nadie más lo hacía. Pero todo cambió cuando una compañera nos acusó de un robo de un celular junto con un chico del salón que se dedicaba a “el negocio” y lo peor de todo es que en ese momento Gilberto nos dio la espalda a Iván y a mí por cuestiones de miedo, después de haber confiado en él, nos traicionó, sin embargo Iván estuvo ahí y no me dio la espalda y por lo tanto yo tampoco lo hice. Al final, los profesores al conocernos bien, no creyeron que no nosotros fuéramos incluso el “profe Fraire y el profe Ermilo” nos defendieron, de tal modo que descubrieron que la que había robado el
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Miguel A. Vázquez celular era la que nos acusó, y por lo tanto fue expulsada. Fue ahí donde confié más en Iván y donde comencé a verlo como amigo, porque él sí se mantuvo ahí a pesar del problema. Capítulo XIV El Regreso Ahora después de haber regresado a la mañana conocí a nuevos amigos, tal es el caso de Iyary Lozano Heredia, que le gusta casi la misma música que yo y también los videojuegos, a Jaime José Pool Góngora y a Yovanni Zorroza Castro. Junto con Omar y ellos, hicimos bastantes trabajos en equipo y me llevo bien con ellos, a pesar de que al inicio Jaime era un poco distante, pero no soy quien para juzgarlo, en fin, todo volvió a la normalidad en tercer semestre. Decidí meterme en el equipo de básquetbol y conocí a Carlos el cual le apodan Jordan, a Erick y a Ángel. Fue un semestre bastante tranquilo. En vacaciones de verano justo antes de entrar a Cuarto, entré a un equipo de básquetbol llamado “La Rebotera” que es un equipo de primera fuerza, en el cual conocí a Alex Luna, Kike Baños, Agustín, Tomas, Dumani, Joshi y Emiliano. Un poco después de que yo entrara jugamos las finales en la cual quedamos en primer lugar, también fueron al torneo en contra de otros países en el cual no pude asistir ya que era menor de edad y era fuera del país, pero terminamos en tercer lugar representando a México En cuarto grado, Iván pudo pasarse a la mañana en el mismo salón que yo, ya que pasó de 7.7 a 9.6 de calificación solo para poderse pasar junto conmigo a la mañana. Se adaptó bastante rápido, y fue como si hubiera estudiado con nosotros desde un inicio. Un cierto día al estar platicando, me contó su vida, que según él, en su casa pasaban cosas raras, que incluso ponían nerviosa a su familia, pero que él ya estaba acostumbrado, por eso no le daba mucha importancia, también que justo antes de que él naciera, a un conocido de su familia le practicaron una limpia, porque en teoría, se ponía agresivo y todo eso, aunque, la limpia fue más seria que las comunes ya que era un caso más serio según su mamá.
Presentación de la revista número 2
Presencia en medios / Desde el café