6 archangel ¦s legion nailini singh

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Staff Moderadoras Deydra & Yessy

Traductoras Amy Roose Deydra Eaton Sofía Belikov Snowsmily Jesu Geisse. Eni Zöe.. Blaire Grey Marie.Ang Jess16

Christicki MelMarkham Michelle ♡ Zafiro Jasiel Alighieri aa.tesares Liillyana Vane Ryan katyandrea *~ Vero ~*

Gaz Holt Cynthia Delaney florbarbero Val_17 ElyCasdel DissHerzig Vanessa VR Majo_Smile ♥ Mery St.Clair

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Correctoras CarolHerondale Cami G. Alaska Young Pau!! Vanessa VR CrisCras Gaz Holt NnancyC Alessa Masllentyle Niki βelle ❤ Val_17

Aimetz *Andreina F* Daniela Agrafojo Victoria Mel Markham Maarlopez SammyD Amélie. ElyCasdel LIZZY’ Key Jasiel Alighieri

Revisión Final Marie.Ang

Diseño Yessy

Mire★ Marie.Ang Verito Gabbita AriannysG Karool Shaw Helen1 gabihhbelieber Sofía Belikov Paltonika AriGabbana Melii


Índice Capítulo 1

Capítulo 24

Capítulo 2

Capítulo 25

Capítulo 3

Capítulo 26

Capítulo 4

Capítulo 27

Capítulo 5

Capítulo 28

Capítulo 6

Capítulo 29

Capítulo 7

Capítulo 30

Capítulo 8

Capítulo 31

Capítulo 9

Capítulo 32

Capítulo 10

Capítulo 33

Capítulo 11

Capítulo 34

Capítulo 12

Capítulo 35

Capítulo 13

Capítulo 36

Capítulo 14

Capítulo 37

Capítulo 15

Capítulo 38

Capítulo 16

Capítulo 39

Capítulo 17

Capítulo 40

Capítulo 18

Capítulo 41

Capítulo 19

Capítulo 42

Capítulo 20

Capítulo 43

Capítulo 21

Capítulo 44

Capítulo 22

Capítulo 45

Capítulo 23

Epílogo

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Sinopsis Ángeles están cayendo del cielo en Nueva York, abatidos por una viciosa y desconocida fuerza. Imposiblemente, vampiros están muriendo de enfermedades. La cazadora del gremio, Elena Deveraux, y el arcángel Rafael deben descubrir el origen de la ola de muerte antes de que envuelva su ciudad y a su gente, dejando a Nueva York en ruinas, y a la Torre de Rafael asediada por arcángeles enemigos. Sin embargo, incluso mientras luchan desesperadamente por salvar la ciudad, una fuerza incluso más oscura se mueve agitadamente, sus gélidos ojos fijos en Nueva York… y en Rafael. Con ríos de color carmesí y pesadillas de carne fresca, el mundo nunca volverá a ser lo mismo... Gremio de Cazadores, #6

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1 Traducido por Amy Roose & Deydra Eaton Corregido por CarolHerondale

Elena miraba a los patos picotearse el uno al otro en el estanque de Central Park y pensó en la última vez que estuvo allí. Se había sentado en el mismo banco a reflexionar cómo los patos no podían ser pacíficos, mientras que su mente luchaba para encontrar una solución al lío en el que se había metido; un desastre en el que se vio rastreando a un arcángel loco para otro letal inmortal. Brillante oro blanco cubrió su visión cuando levantó los ojos al cielo, con un eco de aquel día fatal. —Hola, Arcángel. Rafael plegó sus alas con sus ojos en los patos. —¿Por qué los encuentras tan fascinantes? —En realidad, solo me gusta este lugar. —Sus alas se encontraban aplastadas incómodamente contra el asiento para humanos y vampiros, así que se puso de pie—. Aunque creo que tienes que patrocinar un nuevo banco. —Señaló a un hermoso lugar a través del camino; estaba debajo de la sombra de las delicadas hojas de un árbol de cerezo en flor durante el verano. En este momento, con el beso de invierno en el aire, el árbol era puro hueso, completamente en contra los árboles de hoja perenne. —Así será —dijo Rafael, con una arrogancia que le daban ganas de tirarlo a la cama—. ¿Te das cuenta que eres capaz de patrocinar muchos de esos bancos? Elena parpadeó como siempre lo hacía cuando recordaba que rodaba en él. No en comparación con los inmortales mayores, por supuesto, y muy por debajo de la liga de Rafael, pero su fortuna personal era más que respetable cuando se trataba de un inmortal naciente. Ganado en la cacería, en la que se rompió la espalda, que la hizo sangrar hasta que su garganta se llenara con el oscuro líquido de hierro, y trajo a Rafael a su vida, el dinero actualmente acumulaba cantidades ridículas de interés en su cuenta del Gremio. —Mierda —silbó—. Tengo que empezar a pensar como una chica rica. —Me divertiría mucho ver esta transformación. Estrechando los ojos, dijo—: Sólo espera. Antes de que te des cuenta, seré otra de esos ángeles acomodados.

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Él rió, su amante peligroso que llevaba el poder como una segunda piel y poseía un rostro de una violenta belleza masculina, que la sorprendía de nuevo cada vez que se daba cuenta de que le pertenecía a ella. Pelo oscuro como la medianoche y ojos de un doloroso azul que no encuentras en ninguna otra parte de este mundo, Rafael era un hombre de pura sangre con el poder para que nadie jamás lo confundiera con algo menos de lo que era: un arcángel que tenía la capacidad de apagar una vida con la facilidad con que ella podría aplastar una hormiga. Las alas que se arqueaban sobre sus hombros sólo profundizaban el sentido de la tentación peligrosa. Sus plumas eran blancas, pero con filamentos finos de oro puro que capturaban la vista y la luz. Alas sin defectos, excepto por la asombrosa "cicatriz" de plumas doradas dónde le había disparado una vez. Hace unos meses, sus primarias, también empezaron a tornarse doradsa, solamente por el proceso para que continuaran hasta un amarillo-dorado y a un blanco metálico brillante. Ahora, el sol quedaba atrapado en esas primarias mientras reía, encendiendo una ilusión de fuego blanco. —Me temo —dijo él, después de que su risa se desvaneciera—, que tengo algunas noticias que podrían lamentablemente llevar tu atención en otra dirección. Se puso en guardia por su tono e ignoró a la gente en la distancia, cuya boca quedaba abierta ante la vista de la diversión de Rafael, el Arcángel de Nueva York que no se conoce por la risa. —¿Qué es? —Tengo dos piezas de…. información interesante. El estómago de Elena dio un vuelco. —¿Lijuan? —Según el jefe de espías de Rafael, la vieja arcángel loca estaba creando renacidos otra vez, aunque sólo en pequeñas cantidades. Lijuan lo llamaba dar "vida", pero sus siervos, que caminan muertos, eran pesadillas, una plaga sobre el mundo, y lo peor de todo era que muchos de ellos lo sabían, sus ojos gritando por ayuda aun cuando sus cuerpos se arrastraban a seguir las órdenes de su ama. Luego estaban los extraños cuerpos disecados que encontraron cerca de su fortaleza que nadie pudo resolver. La opinión general fue que eran intentos fallidos de crear a un renacido, pero si eso era una buena o mala noticia, era una incógnita. —Ella no está… Rafael negó, antes de que pudiera terminar su pregunta, la seda negra de su cabello rico y oscuro. —Mi madre —dijo él—. Nos ha invitado a un baile. Elena sacó una hoja de una de las suaves vainas del antebrazo que había sido un regalo de Rafael. —Perdóname mientras me apuñalo a mí misma en los ojos, y me destripo al tiempo que sigo en ello. —La última vez que Elena asistió a un baile inmortal, terminó bañándose en sangre de renacidos, mientras Beijing se quemaba a su alrededor. Y, oh sí, no nos olvidemos de chocó con la tierra después de ser arrancada del cielo.

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—Me temo que no puedo permitir eso —dijo Rafael, en lo que ella pensaba era su voz de “Arcángel”, formal y despiadada—. ¿Quién me mantendría entretenido en el baile? Puede que de lo contrario, seré conducido a arrancarme mis propios ojos y creo que eres muy aficionada a ellos. —Gracioso. —Suspirando, apoyó la cabeza en la fuerza de su brazo musculoso, su piel desnuda de los cueros marrones de combate que le dijeron que venía de una sesión de entrenamiento, probablemente con Illium—. ¿Por qué Caliane va a tener un baile? Él extendió las alas sobre las suyas en un susurrado sonido que era una intimidad familiar. —Su ciudad y gente ha despertado completamente, y desea saludar formalmente a los otros poderes en el mundo. —Hizo una pausa—. Mi madre puede haber sido muchas cosas, pero algo que nunca fue, es ser descortés; como Antigua, es consciente de su responsabilidad de tomar parte en gobernar el mundo, incluso si es a distancia. La madre de Rafael no era una mujer que se podría poner fácilmente en cualquier tipo de categoría. La Antigua había dejado a su hijo roto y ensangrentado en un campo abandonado hace un eón, pero también se levantó peligrosamente temprano de un sueño de siglos para salvar la vida de ese mismo hijo. —¿Cuándo es el baile? —En menos de dos semanas. —Me aseguraré de que mis joyas estén brillantes y mis uñas hechas. Los labios de Rafael se curvaron de nuevo mientras ella deslizaba el cuchillo y le tendía las manos para mostrar las cortas uñas sin brillo de cazadora. El dorso de la mano izquierda se encontraba herido por una pelea con un vampiro desobediente que recuperó para el Gremio unas pocas horas antes, y sus palmas, cuando dio la vuelta a sus manos, provaban tener una gran cantidad de callos. Incluso su reciente cuerpo inmortalno podía borrar esos callos, no cuando trabajaba constantemente con armas. —No creo que una manicura los sacará. —Si alguna vez me tocas con manos suaves, sabré que un impostor anda en tu piel. Algunas mujeres podrían haber tomado sus palabras como un insulto, pero hicieron que Elena quisiera iniciar un beso muy caliente y público. —Entonces —dijo, con la promesa a sí misma de que complacería esa necesidad particular tan pronto como estuvieran solos—. ¿Cuál es la otra noticia? —Tal vez debería tomar tus armas primero. Elena intentó pensar en qué podría ser peor que asistir a un baile con los ángeles y vampiros más poderosos y crueles en el mundo, y salió con—: ¿Mi padre quiere cenar con nosotros?

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—No, no es Jeffrey. —El repentino ángulo brutal de su mandíbula hacía la opinión de su padre clara—. Vamos, no podemos hablar de esto donde puedan oírnos. —Alejándose brevemente, sus alas se deslizaron fuera de ella y dijo—: ¿Quieres intentar un despegue vertical? Elena pensó en el número de testigos, y enfrentó ese hecho en contra del esfuerzo físico que se necesitaría para que consiguiera despegar. Esa lucha apretando los dientes demostraría debilidad de una manera que se reflejaría no sólo en ella, sino que también sobre Rafael, y un arcángel nunca podía ser visto como débil, por el bien de los mortales e inmortales. Con toda probabilidad, habría tomado una decisión diferente hace unos meses, estuvo luchando tanto para conservar su sentido de sí misma en el nuevo mundo que fue empujada. Ahora que entendía mucho más el intrincado balance de poder en el mundo, entendía también, que si bien de vez en cuando Rafael le podría frustrar con su actitud protectora, él no tenía deseos de cortarle sus alas. —No, no aquí. —Entrando en sus brazos, dobló hacia atrás las alas, y él los llevó sin esfuerzo en el aire con un agarre de acero rodeando su cintura, su corazón fuerte y constante. El choque de las olas y la sal del mar, la lluvia limpia y brillante,que era la escencia menta de Rafael y que permanecía con ella en cada aliento, hacía que le doliera el cuerpo. Siempre, le provocaba dolor. Cambiando ligeramente en su abrazo, ella apretó los labios en su garganta, y sintió que su pulso se aceleraba. —¿Quieres bailar conmigo sobre Manhattan? Se quedó sin aliento ante el murmullo sensual, la idea de sus cuerpos y alas entrelazadas en carne viva en un acto sexual, hacía correr pura adrenalina en su sangre. —No todavía. No creo ser tan valiente. —Rafael podría poseer la capacidad arcangélical para protegerlos de toda la vista, pero ella aún sería capaz de ver la ciudad a sus pies—. Me gustaría bailar contigo sobre el mar. —Le encantaba sentir el poder absoluto de él mientras se desplomaban desde alturas letales para golpear el agua—. ¿Esta noche? —Me seduces. —Facilitando su agarre por encima de la capa de nubes, reclamó su boca para un beso oscuramente apasionado que hizo que sus pechos se apretaran, su cuerpo ansioso de la promesa salvaje de la noche—. ¿Lista? —preguntó él cuando sus labios se separaron, su cuerpo duro contra el suyo. Ante su asentimiento, le quitó el brazo alrededor de su cintura y ella cayó a través de las nubes… para desplegar sus alas, el regocijo del vuelo de ninguna manera disminuía por el hecho de que había tenido un año para acostumbrarse a lo maravilloso que era. ¿Es urgente? Preguntó. ¿Lo que tenemos que discutir? No es tan urgente para que no podamos volar.

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Mirando hacia arriba, lo vio volar más y más alto con una facilidad pasmosa, hasta que fue un punto lejano en el cielo… entonces, sintió que su corazón se detenía mientras se dejaba caer, una flecha elegante de blanco y oro que pasó junto a ella, acelerando hasta que pudo ver a la gente gritando en el parque de abajo. Un segundo antes de lo que hubiera sido el impacto terminal para un mortal, Rafael extendió sus alas y se disparó hacia arriba. Asustas a todo el mundo. Su propio pulso estaba en su boca y la sangre le hervía en sus orejas. Los humanos necesitan estar aterrorizado de vez en cuando. Les impide cruzar las líneas que no se deben cruzar. ¿Alguna vez pensaste que los arcángeles deberían ser desafiados? Contrapuso. ¿Qué deberían preocuparse de todo el tema de la arrogancia? Cualquiera puede desafiarme. Cuando ejecutó un giro hacia el Hudson, Elena lo siguió, las ráfagas del río ondulando los mechones de pelo que se le habían escapado de su trenza. ¿Cómo puede la gente desafiarte si están tan asustados de ti? No te detuvo a ti. Bueno, él la tenía allí, pero… Siempre he tenido una pizca loca en mí. Volando ala con ala con él, pasó rozando el agua, siguiendo el río hacia el norte, antes de dar vuelta para dirigirse a su casa en el Enclave del Ángel. Situado a lo largo de los acantilados en el lado opuesto del río Hudson de Manhattan, era un magnífico edificio que ofrecía vistas panorámicas de la ciudad, pero para Elena, era simplemente hogar. Montgomery preparó algo especial para ti. No rompas su corazón. Elena sonrió ante la idea del mayordomo con el corazón roto. Sabes que Montgomery y yo tenemos una historia de amor. Apoyándose sobre sus pies en el siempre verde césped que terminaba en una empinada caída en el Hudson, observó el aterrizaje de Rafael, la increíble envergadura de sus alas. —Una tormenta —murmuro él, sus ojos posados en las nubes que comenzaban a desencadenarse sobre Manhattan—. Surgió rápidamente. Tan rápido que él no había notado nada mientras estaban en el aire. —¿No es otro Antiguo despertándose, verdad? —preguntó ella y se le erizaron los vellitos de los brazos al recordar la última vez que la ciudad sufrió de las inclemencias del tiempo. —No —dijo Rafael para su alivio—. Sería algo extraordinario que dos se levantaran en el lapso de un año, esto no es nada probable, pero es el primer azote del invierno. Sin embargo, vamos a ver para

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asegurarnos. No podemos olvidar que la Cascada está en plena vigencia. —Sí, y no es exactamente el tipo de cosa de flores y mariposas. — La Cascada, de acuerdo con todo lo que fueron capaces de descubrir, era una confluencia de tiempo y ciertos eventos críticos que conducían a una oleada de poder en la Cátedra. Todos los arcángeles podrían crecer en fuerza, algunos podrían ser tocados por la locura, pero ninguno seguiría siendo el mismo. Tampoco el mundo, porque los arcángeles eran parte de su propia estructura. —¿La segunda cosa que quieres discutir tiene que ver con la Cascada? —No. —Esos ojos de azul sin fin encontraron los suyos—. Michaela ha solicitado autorización para permanecer por un periodo prolongado en mi territorio. La mandíbula de Elena cayó. —Oh, demonios no. —La arcángel hembra había dejado en claro que consideraba a Elena algo insignificante, un insecto a ser pisoteado debajo de su bota de diseño—. ¿Qué le hace pensar que la querría en mi ciudad? —No creo que Michaela pensara en ti en absoluto. —Palabras brutales de su arcángel, pero Elena sabía que la ira no se dirigía a ella. —Michaela —continuó él, su tono tan frío como un corte de bisturí en la garganta—, habría tenido una mejor oportunidad de recibir mi ayuda si no hubiera insultado a mi consorte en la petición. —El hecho de que considerando su petición.

discutemos

esto

significa

que

estás

—Ella desea refugio porque está embarazada. La conmoción ancló a Elena en su lugar. De repente tuvo sentido, el por qué la mujer que muchos consideraban la más bella en el mundo, no había sido vista en los medios de comunicación durante al menos dos meses, cuando siempre le gustaba ese tipo de atención. —¿Qué hay del padre de su hijo? —preguntó al fin—. ¿Asumo que es Dahariel? — Ante el asentimiento de Rafael, dijo—: Él es un ángel poderoso por méritos propios, segundo a un arcángel. —Michaela pudo haber dormido con Dahariel, pero ella no confía en que no la apuñale por la espalda mientras es vulnerable. Elena no podía imaginar tal situación. Sabía que Rafael lucharía hasta la muerte para protegerla siempre y cuando decidieron intentar tener un niño. —¿Lo será? ¿Vulnerable? —Michaela no era un arcángel simplemente de nombre, tenía un poder cegador que lo acompañaba. —Sí. —Los ojos de Rafael siguieron un escuadrón de ángeles que venían a aterrizar en la Torre, sus cuerpos inclinados para cortar a través del creciente viento—. El embarazo puede ser difícil para los arcángeles. El poder de Michaela se mantendrá, pero su defensa puede

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llegar a ser errática. Es por eso que es tan necesario un consorte durante este tiempo. —Ella no puede tener al mío —dijo Elena, muy consciente de que Michaela era lo suficientemente astuta para usar su condición para avanzar en su objetivo de ganar a Rafael como un amante—. ¿No consideraría Dahariel un insulto si ella elige tu protección? —No. Él todavía no es su consorte. Por mucho que le desagradara Michaela, Elena no podía dejar de pensar en la angustia que una vez presenció en el rostro de la otra mujer, el inexplicable dolor de una madre que había perdido un hijo. — Podemos decir que no, ¿verdad? Rafael tomó su mejilla, rozando el pulgar sobre su pómulo. —Tu corazón es demasiado suave, Cazadora del Gremio. Puedo y diré que no si es lo que se necesita. —Sus ojos brillaban incandescentes, las llamas de un azul relampagueante—. No he olvidado que ha tratado de hacerte daño más de una vez. El instinto urgió a Elena a presionarlo a decidir exactamente eso; nada bueno podría venir de tener a Michaela cerca. Sin embargo, esto no era sólo sobre una arcángel hembra y sus maquinaciones, sino del inocente que llevaba en su vientre. —Nunca me perdonaría si le decimos que no y luego pierde al niño en un ataque. —Si la situación fuera al revés, sabes que ella te dejaría en la calle para morir de hambre. —Yo no soy Michaela. —Era una línea en la arena, una que no cruzaría. —No, tú eres mucho más de lo que ella alguna vez será. —Dejó caer la mano con un solo beso duro, sus ojos regresando a la tormenta que se avecinaba—. Consideraré su petición… y consideraré las reglas que debo otorgar. —Definitivamente no la quiero en la casa de al lado. —Había una diferencia entre mostrar compasión por una mujer vulnerable, y la estupidez—. Si... Algo suave se estrelló en el suelo delante de ellos. Sorprendida, Elena bajó la mirada para ver a una paloma ensangrentada. —Pobre. —Por lo que pudo ver cuando se agachó, su cuello se rompió en una violenta muerte repentina—. Debió sufrir daños en sus alas en el aire, siendo incapaz de mantenerse en vuelo. —Creo que no es así de simple —dijo Rafael, mientras ella pensaba que deberían enterrar al pájaro muerto en los bosques que bordeaban la casa a cada lado. Alzando la vista, siguió la mirada de Rafael para ver cientos de pequeñas salpicaduras en el Hudson, el aire por encima oscuro con una nube arremolinándose que se volvió gruesa y negra. Otro pájaro aterrizó

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en el borde del acantilado, sus alas elevandose sin fuerzas, antes de que caer en las rocas y hacia el agua. —Esta tormenta —dijo Rafael suavemente, justo después de que un tercer pájaro golpeara el suelo a los pies de Elena, su diminuto cuerpo roto, plumas enmarañadas de un rojo apagado por el impacto de la caída—, no es tan común, después de todo.

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2 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Cami G.

Elena permaneció de pie al interior de su casa, observando el mundo a través de las puertas corredizas de vidrio de la biblioteca. A ese mundo que se volvió loco. Los pájaros continuaban cayendo del cielo, creando una “nube” hecha con miles y miles de sus pequeños cuerpos. Los instintos de Elena la urgían a hacer algo, a detener la terrible lluvia, pero no había nada que pudiera hacer. El río se había vaciado rápidamente debido a los pájaros que se movían a través de él, y Elena esperaba que la mayoría de la gente atrapada bajo el borde de la inmensa nube que ahora abarcaba parte de Manhattan hubiesen sido lo suficientemente inteligentes como para refugiarse, o entrar en los subterráneos para escapar del bombardeo. —¿Alguna vez has escuchado de algo como esto? —preguntó al arcángel junto a ella. —No. Yo… —Las palabras se perdieron mientras abría las puertas—. Quédate aquí. —¿A dónde…? —La pregunta se atascó en su garganta cuando se dio cuenta de que las alas que caían y se estrellaban contra el Hudson eran repentinamente más grandes que las de los pájaros muertos. Ángeles estaban cayendo desde el cielo. Aunque la urgencia de seguir a Rafael mientras éste se dirigía hacia el agua llena de alas rotas hacía un redoble en su cráneo, Elena se forzó a sí misma a usar el cerebro. Los pájaros caían a una velocidad similar a la de una bola rápida, añadido con afilados picos que podrían destrozar alas si golpeaban en el ángulo equivocado, y ella no era lo suficientemente poderosa como para sobrevivir a esos golpes en el aire, o lo suficientemente ágil como para evadirlas. Solo sería una carga allí afuera. Pero podría ser de ayuda aquí. —¡Montgomery! —gritó, saliendo de la biblioteca rápidamente. El mayordomo corrió al centro de la casa justo cuando llegaba a ella. —¿Cazadora del Gremio? —Iba vestido con su usual e impecable traje negro, pero sus azulados ojos contenían la misma incredulidad que congelaba la sangre de Elena. —Necesitamos montar una enfermería —dijo—. Rafael está más cerca de este lado del río y probablemente traerá a los caídos aquí. —

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Miró alrededor del núcleo de la casa; era amplio por donde se mirase, pero las alas angelicales ocupaban espacio, y no tenían ni idea de cuántos heridos llegarían—. Comenzáremos aquí, pero también podríamos armar algo en el patio. Tendrá que ser lo suficientemente fuerte como para bloquear a los pájaros. —Comenzaré a hacerlo. —El mayordomo desapareció sorprendentemente rápido, en un silencioso recordatorio que decía que debajo de su identidad y su suntuoso acento británico, Montgomery era tan mortal como cualquier vampiro que alguna vez hubiese cazado. Su móvil vibró cuando se disponía a dirigirse al acantilado. Si pudiera ayudar a arrastrar a los heridos dentro, Rafael podría centrarse en el rescate. Mirando la pantalla mientras corría hacia la puerta, vio que era su mejor amiga. —¿Sara? —Ellie, tenemos ángeles golpeando las calles. —Escuchó el sobresalto en su voz, pero debajo de este oyó la acerada fuerza que hizo a Sara la cabeza de un gremio formado por algunos de los más letales hombres y mujeres del país—. Nuestra gente está prestando asistencia como pueden, pero tengo reportes de ángeles colgando de gárgolas en rascacielos, estancados en torres de iglesias. Elena soltó una temblorosa respiración ante la horrorosa imagen. —Llama a la Torre. —Recitó de un tirón el número que le daba a Sara el acceso directo a Aodhan—. Si está fuera de acción —Querido Dios—, alguien más estará ahí para cubrirlo. Colgando sin más palabras, a sabiendas de que Sara entendería, Elena corrió a través del césped cubierto de ensangrentados pájaros, sus ojos empañándose con el olvido de la muerte. Sin embargo, los pequeños cadáveres se encontraban lo suficientemente apartados como para distinguir que la casa y la tierra estaban bajo la misma zona afectada. El miedo sabía a metal en su lengua; esperaba que las muertes hubiesen sido causadas por el impacto, y no por la razón por la que caían, porque, a diferencia de los pájaros, los ángeles podían sobrevivir con innumerables huesos rotos. —¡Lo tengo! —le gritó a Rafael cuando él se acercó, un ángel en sus brazos. —No está respirando, su espalda está rota, y su corazón se ha detenido. —Poniendo al lábil ángel musculoso en el punto más alto del acantilado, Rafael se alejó, pero su mente permaneció conectada a la suya. Dile a Montgomery que tome medidas médicas; el macho es demasiado joven como para sobrevivir, de otra manera. Lo haré. Tirando de uno de los afortunadamente brazos sanos del ángel encima de su hombro, e ignorando la convencional enseñanza sobre espaldas rotas porque este no era un mortal, apretó los dientes y se levantó. El destrozado cuerpo de la víctima se encontraba empapado debido a su caída; sus alas eran peso muerto. Podría deberse a que nació como cazadora, pero siempre había sido más fuerte que la mayoría de los humanos. Su creciente inmortalidad solo cimentó esa

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fuerza. Aún así, estuvo feliz de ver a Montgomery correr para tomar el peso del ángel por el otro lado, ninguno de los dos encogiéndose de dolor cuando dos pájaros golpearon sus espaldas lo suficientemente duro como para lastimarlos. —Medidas médicas —se las arregló para soltar mientras atravesaban la distancia hasta la casa tan rápido como era posible; no había sabido hasta ahora que existían medidas médicas —al menos del tipo normal— que pudieran ser aplicada a los ángeles. Más del personal de la casa, y un número de ángeles inafectados de otras partes de la Enclave, corrieron o volaron junto a ellos mientras llevaban al lastimado ángel a través de las puertas que daban directamente con el núcleo. El espacio que un par de minutos antes había estado brillante y cubierto de madera, una elegante estatua apoyada contra la pared, ahora era un hospital temporal. Un joven vampiro que Montgomery había tomado como su aprendiz acomodaba grandes colchonetas que debían haber salido del almacén, y un delgado ángel —Sivya— quien generalmente se encargaba de las cocinas, se encontraba abriendo una gran bolsa de cuero negro que lucía como un viejo kit médico. Tan pronto como pusieron al ángel en una colchoneta, Sivya enterró una aguja de gran calibre directamente en su corazón y hundió el émbolo. Elena tenía miles de preguntas, pero no era momento para hacerlas. Cuando vio alas color plateado azul elevarse en el aire después de dejar a otra víctima, sintió una intensa sensación de alivio… mezclado con horror cuando se dio cuenta de cuántos cuerpos alados flotaban en las turbias aguas del Hudson. Otro pájaro la golpeó mientras corrían, el pico cortando una línea en su rostro, pero se lo quitó y siguió avanzando. En su segundo viaje, escuchó una tos y vio al primer ángel que habían rescatado arqueándose hacia un lado. Su ala izquierda y sus piernas estaban destrozadas, pero al menos vivía. Dejando su actual carga en las manos de Sivya, corrió fuera con Montgomery a su lado. Se sintió como una eternidad, pero más tarde descubriría que el actual infierno por el que pasaban se conocería como la Caída, que duró escasos cinco minutos. Entonces, los pájaros dejaron de caer de los cielos… y también los ángeles. ***

Cuatro horas más tarde y finalmente supieron el número real de caídos. Ochocientos ochenta y siete ángeles habían caído en la ciudad en un terrorífico período que nadie, nunca, olvidaría. Ochocientos dos de los caídos eran parte de la fuerza defensiva compuesta por dos mil poderosos ángeles ubicada en la Torre, los restantes ochenta y cinco compuestos por ángeles que no eran guerreros sino que visitaban la

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ciudad, y dos mensajeros que tuvieron la mala suerte de llegar justo cuando las cosas se pusieron feas. —Todos los heridos —le dijo Aodhan a Rafael mientras los tres se encontraban de pie junto al enrejado balcón fuera de la oficina de Rafael en la Torre, el cielo sobre ellos pintado con la ardiente paleta de un doloroso e imponente ocaso—, han sido rescatados. Rafael, con sus alas y ropas manchadas de sangre, miró fijamente al ángel hecho de fracturadas piezas de luz. Cada hebra del cabello de Aodhan parecía cubierta con pedazos de diamantes; sus alas eran tan brillantes que lastimaban los ojos mortales bajo la luz solar; sus irises se desmenuzaban hasta las pupilas en astillas de un cristalino azul y verde. —¿Estás seguro? —Sí. He comprobado a los caídos en la lista que mantenemos de todos los ángeles en la Torre y a los residentes del área. —Aodhan movió sus alas, la luz destellaba en una parte de los filamentos de sus plumas—. Illium ha dado cuenta sobre todos los visitantes, y no hemos tenido reportes de la red del Gremio sobre ángeles no recuperados. —¿A cuántos perdimos? —Elena no quería preguntar eso; sus manos se hicieron puños. Los ángeles podrían ser inmortales a los ojos humanos, pero podían ser asesinados… entre más jóvenes eran, más fácil. Un corazón destruido o una columna rota era tan significativa como heridas internas o una decapitación: ninguna de ellas mataría a Rafael, pero infringiría el mismo ultraje físico a un ángel recién adulto, y el resultado sería letal. El rostro de Rafael no mostraba ninguna emoción mientras esperaba la respuesta de Aodhan. —Cinco —respondió el ángel—. Fue el trauma secundario lo que causó sus muertes, no el incidente. —Dímelo —ordenó Rafael. La voz de Aodhan era calmada, pero sus palabras violentas. —Un empalamiento en una torre donde tanto el corazón como la columna fueron destrozados casi simultáneamente… —¿Quién? —Stavre. Se encontraba en su primera asignación. A los escasos ciento cincuenta años. Con la mandíbula apretada ante la injusticia, Elena se obligó a escuchar mientras Aodhan completaba la lectura, su tono vacío de emoción, pero sabía que las palabras que decía debían cortar como navajas. Primero, nombró a los caídos, luego dijo—: Dos murieron como resultado de una decapitación combinada con un gran daño al corazón cuando cayeron en el tráfico justo al frente de vehículos que no pudieron detenerse a tiempo; otra fue decapitada después de golpear la

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filosa esquina de un edificio, su cuerpo fue destrozado en múltiples lugares debido al impacto que recibió al golpear la calle; y perdimos al último cuando cayó en el sistema de gases de escape de un tejado. — Una pausa—. Los humanos hicieron todo lo que pudieron, pero la velocidad de su caída en las cuchillas decían que no había esperanza de que sobreviviera. Su cuerpo fue cortado en trozos. Cinco de casi tres mil ángeles dentro y alrededor de la ciudad al mismo tiempo. No sonaba tan mal… hasta que te dabas cuenta de que los ángeles no se reproducían como los humanos lo hacían. Solo un único y preciado niño podría nacer en el espacio de una década. Un siglo podría pasar sin ningún nacimiento. La pérdida de cinco ángeles al inicio de sus vidas era una tragedia horrible. —Deben escoltar sus cuerpos a casa. —En ese momento, Rafael lucía como el Arcángel de Nueva York, un líder glacialmente furioso ante la pérdida de su gente—. Contacta a Nimra —dijo, nombrando a un ángel que Elena sabía tenía poder dentro del territorio—. Ella entenderá lo que debe hacer. Y su presencia, se dio cuenta Elena, sería una señal de respeto y honor de un arcángel a sus soldados caídos. —Sire. —Aodhan inclinó la cabeza, las nubes de lluvia que habían empezado a moverse a través de la puesta de sol sin hacer nada para aligerar el deslumbrante brillo de su cabello. —¿Los heridos? —preguntó Rafael. —Estamos llevándolos a los centros de atención en la Torre. El traslado estará completo a medianoche. Rafael, con sus alas brillando en un silencioso testimonio de su ira, siguió observando la ciudad que se había vuelto siniestramente silenciosa. Sin bocinas sonando, frenos chillando, nadie luchando; los eventos del día tan horribles como para eliminar los pequeños problemas de la vida. —¿Cuál es el estado? —preguntó después de varios minutos. —Trescientos catorce ángeles requirieron intervención médica de emergencia como resultado de heridas de riesgo mortal —respondió Aodhan—, y estarán fuera de servicio por meses. El resto tiene huesos rotos, y la mayoría necesitará de al menos cuatro semanas para recuperarse. Pese a las explicaciones, Elena no entendía muy bien de qué iba la droga que habían utilizado ese día, excepto que el análogo más cercano en los humanos era la adrenalina, aunque los dos no fuesen iguales. De acuerdo a Montgomery, la droga era una opción desesperada, porque aunque aceleraba el proceso de auto-recuperación en un ángel herido gravemente —cuando el cuerpo de ese ángel podría simplemente dejar de funcionar—, tenía un efecto secundario muy malo: extendía el tiempo de recuperación normal por meses. Después de ver la droga revivir un ángel que estaba casi

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decapitado, la cabeza sujeta a su cuerpo por la resplandeciente humedad de su columna, y su espalda baja arrancada, dejando así un sangrante hueco, Elena no tuvo ningún problema con la droga. —Los curanderos de la Torre fueron capaces de hablar con un grupo de los heridos que recuperaron la conciencia —añadió Aodhan, el mundo tornándose al ocaso a medida que las nubes triunfaban en ocultar los últimos rayos de sol—. Todos dijeron que sintieron una repentina sensación de mareo, seguido de la pérdida de la conciencia antes de que pudieran aterrizar. Mirando a Aodhan cuando Rafael no respondió, Elena habló con sus ojos. A diferencia de con Illium, su relación con este miembro del grupo de los Siete de Rafael era nueva aún, pero él era uno de los ángeles más empáticos que alguna vez había conocido. Ahora, Aodhan le dio un pequeño asentimiento y desapareció dentro de la Torre. —¿Estás trastocando otro de mis hombres, Elena? —dijo Rafael en el silencio. Elena se acercó a su lado, las alas de ambos tocándose. Un instante después, las nubes de lluvia soltaron su depósito de agua en una inesperada inundación. Lo que, pensó Elena, limpiaría la sangre en las calles y edificios, pero nunca borraría el trauma de ese día. —No creo que nadie en esta tierra sea capaz de trastocar a tus hombres. — Los Siete eran tan leales a Rafael como los cazadores al Gremio. —Pero —dijo, parpadeando para alejar la lluvia de sus ojos mientras el ala de Rafael se envolvía alrededor de ella de forma protectora—, tengo ciertos derechos como tu consorte, incluyendo el derecho de oponerme a esto, sea lo que sea. Su brazo se deslizó alrededor de la cintura de Elena y Rafael la atrajo hacia su cuerpo, las oscuras hebras del color de la medianoche luciendo incluso más oscuras por la lluvia. —Lo siento, Rafael —susurró, extendiendo los dedos de una mano sobre su corazón, necesitando sentir la vida en él como custodia contra la horrible sensación que tomó lugar—. Sé que un arcángel no puede ser visto afligido, pero sé que sufres por la gente que perdiste. —Su propia garganta se encontraba apretada, sus ojos ardiendo. —Estaban bajo mi protección —dijo, y eso fue todo lo que necesitó decir. Elena no trató de consolarlo con palabras. Simplemente permaneció junto a él mientras la lluvia caía sobre ellos, tan fría y penetrante como la muerte que se extendió amenazadoramente en su ciudad. Un relámpago destelló en la distancia, las turbulentas nubes moviéndose a través del cielo. Como a la defensiva, una cálida luz comenzó a inundar las ventanas de todos los rascacielos a la vista, pero no había nada inquietante o “diferente” en esa salvaje y oscura tormenta. Era una simple y hermosa demostración del poder de la naturaleza.

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—¿Alguna vez has volado a través de algo como esto? —preguntó, protegida del feroz viento por el refugio que su musculoso cuerpo y alas le daban. —Sí. —Rafael miró más allá del chaparrón, hacia las luces en las ventanas refractadas por la pesada lluvia que caía—. Fue en una isla que ahora es llamada Pacífico, el cielo un furioso trueno, el relámpago una violenta danza. Mis amigos y yo hicimos el esquivarlos un juego. Elena quiso sonreír ante la imagen, pero las heridas del día se sentían demasiado crudas como para permitirlo. —¿Un juego de críos inmortales? —Probablemente. —Parpadeando, Rafael se alejó de la lluvia—. Vamos, debemos revisar a los heridos. Se detuvieron en su habitación de la Torre el tiempo suficiente como para secarse y cambiarse, antes de dirigirse a la enfermería. No fue ninguna diferencia, ya que ella ya había visto el daño —era tan malo en ese momento como lo fue la primera vez. Un ángel con alas como las de un gorrión había perdido la mayoría de sus órganos internos, su pecho una inmensa cavidad, pero de cuatrocientos, él había sobrevivido al daño y ahora dormía en un coma inducido que le ayudaría a sanar. Junto a él se encontraba la víctima casi decapitada, sus signos vitales titilando. Arrodillándose junto al joven ángel, Rafael puso la mano sobre la horripilante herida. Solo Elena se encontraba lo suficientemente cerca como para ver la débil luz azul que indicaba que Rafael estaba sanándolo. No podría curar todo el daño, pero podría darle al lastimado hombre una oportunidad más para luchar. Dos camas más allá yacía un ángel que había perdido ambas piernas y tenía la mayoría de los huesos de su cuerpo rotos, incluyendo su maltratado rostro. Pero tanto si era como por suerte o por el destino, su cerebro aún seguía dentro de su cráneo, el corazón en su pecho, su columna dañada pero no fatalmente —Izak no habría sobrevivido de otra forma, no siento tan joven como lo era. —¡Lo siento! ¡Lo siento! Acabo de salir del Refugio. Yo… —Tragó saliva—. ¡No se suponía que tenía que decirte eso! Por favor, no se lo digas a Rafael. Ira y preocupación hicieron de un nudo su garganta ante el recuerdo de su primer encuentro. Había estado colgando del tejado sobre el pequeño balcón de su antiguo apartamento, con sus dorados rizos y grandes ojos, como si tratara de conseguir un vistazo de un auténtico cazador. Ver a alguien tan joven e inocente acostado, destrozado y silencioso, su cuerpo una masa de magullones y carne rasgada… Elena quería matar a alguien, hacer que alguien pagase por ese horror, pero ahora mismo, sabían tan poco de esto como el origen de esa pesadilla, de su invisible enemigo.

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3 Traducido por Snowsmily & Sofía Belikov Corregido por Alaska Young

Era bien pasada la medianoche cuando Rafael y su consorte llegaron a su cama. Él no necesitaba descansar como Elena, pero ella dormía mejor si se encontraba a su lado. Cuando despertaba y se encontraba a sí misma sola, y Elena casi siempre despertaba en medio de la noche si Rafael no se hallaba allí, iba a buscarlo. La primera vez que sucedió, Rafael pensó que se había despertado por la pesadilla que hacía eco del horror que puso fin a su infancia, pero sólo le dijo que lo extrañaba. Simples, pero poderosas palabras. Así que ahora dormía con ella, al menos por algunas horas de la noche. Sin embargo, esa noche ninguno de los dos se sentía listo para rendirse al sueño. —Lijuan —dijo al final, su cabeza apoyada en el hombro de Rafael—. ¿Piensas en lo mismo? —Se me había ocurrido la posibilidad. —La Arcángel de China se convirtió rápidamente en la Arcángel de la Muerte, sus habilidades tocadas por la putrefacción de un final que terminaba sin piedad o dignidad, por todo eso, se llamaba a sí misma una dadora de vida eterna. La versión de Lijuan sobre la vida era un horroroso cascarón que se alimentaba de carne humana. —¿Pero? —Elena se cargó sobre su codo así podía mirarlo, las casi blancas hebras de su cabello rozando su piel como miles de fugaces caricias. Rafael extendió los dedos en la calidez de su espalda baja, moviéndolos a lo largo del delicado arco de la espina dorsal. Su resistente cazadora aún era vulnerable de innumerables formas; bien podría haber sido uno de los caídos de hoy, ya que eran los más jóvenes quienes se llevaron la mayor parte del daño, y Elena era la más joven de la ciudad. —Jason —dijo, aplastando el pensamiento antes de que pudiera provocar algún daño—, me contactó con un reporte hace una hora. — Su jefe de espías se encontraba actualmente al otro lado del mundo, pero se enteró dentro de segundos de los mortíferos eventos en Nueva York—. Como siempre, tiene formas de reunir información inexistente para el resto de nosotros.

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El fino borde de plata alrededor de las irises de Elena brilló en la oscuridad de su habitación, un silencioso indicador de la creciente inmortalidad, aún a pesar de que esa inmortalidad no estaba del todo establecida. —¿Qué dijo? —Que sabe que Lijuan se encontraba en su propio territorio durante todo el período de la Caída. —Considerando la certidumbre en el tono de su jefe de espías, añadió—: Tengo la fuerte sospecha de que Jason podría haber logrado lo imposible, siguiéndole el rastro a Lijuan hasta su guarida más íntima. Elena respiró profundamente, y Rafael vio que entendió el peligro. Si Jason era descubierto, no saldría vivo; Lijuan sabía demasiado bien cuán leales le eran los Siete. Pero, pensó Rafael, su espía no correría riesgos innecesarios, no ahora, cuando Jason sabía que su pérdida sería una herida fatal en el corazón de la princesa que esperaba su regreso. —Si no fue Lijuan —Oscura realización opacó sus ojos—, entonces… —Sí. La Cascada está avanzado aparentemente con la rapidez de un… —Se detuvo ante el toque mental de Aodhan. ¿Algún problema?, preguntó al ángel que, junto a Illium, actualmente se encargaba de la Torre de operaciones. Sire.

La Arcángel Caliane me ha informado que desea hablar con usted,

La contactaré desde la casa. Regresando su atención a Elena, tocó la curva de su ala, donde las plumas de medianoche cambiaban al índigo. —Podríamos estar a punto de conseguir respuestas —dijo, contándole sobre la llamada de Caliane. Como la única Antigua que se hallaba despierta y en el mundo, su madre sabía muchas cosas que de otra manera se hubieran perdido en las páginas de la historia. —Permaneceré fuera de vista —dijo Elena cuando llegaron a la pantalla en su estudio, su piel brillando contra la bata de seda color cerúleo que le dio en el aniversario de su cumpleaños mortal. La irritación hirvió a fuego lento en su sangre. —Elena, eres mi consorte. —Sabes cómo se pone —fue su impasible respuesta mientras que otros habrían temblado ante el borde en su tono—. Sabes que hablará más si no se está sintiendo insultada por mi presencia. —Inclinándose contra la pared junto a una enmarcada pieza de arte, le lanzó un beso. Discutiremos esto más tarde, dijo Rafael e hizo la llamada. La mayor parte del tiempo, su madre continuaba aborreciendo la tecnología, pero comenzaba a aceptar la utilidad de ciertos aspectos del mundo moderno. No lo habría esperado de otra forma; Caliane podría preferir lo que llamaba las costumbres más “civilizadas” de los pasados siglos, pero era una Antigua, y nadie vivía demasiado quedándose estancado en el pasado.

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Llamas gemelas de azul en la pantalla, el cabello de su madre un rio de negro, su rostro la misma forma que moldeaba el suyo. —Madre —dijo, su corazón aún sin estar del todo acostumbrado al hecho de que ella respirase una vez más, lo que debería desear, ya que podría volar a su lado, sentir el toque de las manos que lo mecieron en su infancia… y lo dejaron roto en un sangrante campo lejos de la civilización. —Rafael, he oído de los eventos en tu ciudad. —Sus dedos se elevaron hasta la pantalla en un familiar gesto de amor—. ¿Tu gente? A ningún otro arcángel le habría confiado la verdad, pero aún con todo lo que hizo, su madre nunca respaldaría a alguien más para hacerle daño a su hijo. —Lo lamentamos —dijo silenciosamente y vio el dolor en los ojos de su madre. Era de Caliane de quien había aprendido cómo debía reinar un arcángel. Incluso cuando su locura distorsionó la verdad sobre quién era, nunca olvidó que ella era la arcángel cuyas personas miraban con amor en sus ojos. Él no era Caliane, sino que inspiraba miedo tan a menudo como no lo hacía, pero al igual que aquellos que le pertenecían a Caliane, sus propios hombres y mujeres sabían que Rafael lucharía implacablemente para protegerlos. —Cinco comenzaron su trayecto a casa esta noche. —Rafael dirigió el vuelo sobre las oscuras aguas hasta que Manhattan era una silueta en la distancia; Elena a un lado y Nimra en el otro. Cada ángel en la ciudad que podía volar, aunque sólo los suficientes como para mantener al escuadrón seguro, fueron parte del silencioso desfile, y cada uno sostuvo un farol que protegía la vela dentro, iluminando el camino a casa. Entonces, merodearon por el lugar mientras Nimra y el escuadrón que puso bajo su mando se alejaban en la noche sin estrellas, los caídos llevados en ataúdes cubiertos de flores que alcanzarían el Refugio en veinticuatro horas. Habría sido más rápido enviar los cuerpos a casa en un jet, pero eran criaturas del viento y el cielo, y sería el cielo el camino por el que regresarían a casa. —Lo lamentamos contigo —dijo Caliane, una sola lágrima rodando por su rostro—. Enviaré un escuadrón al Refugio para actuar como una guardia de honor para aquellos que han sido llevados a casa. —Te lo agradezco, madre, pero en estos tiempos de inquietud, creo que deberías mantener a tu gente cerca. —Caliane era la enemiga más poderosa de Lijuan, y sólo tenía dos escuadrones alados, desde que la gente de Amanat se había marchado cuando se encontraba en su Sueño. Con una alterada expresión que traicionó su aguda inteligencia política, su madre se reclinó en su asiento, su vestido de un vibrante color turquesa que enmarcaba una deslumbrante belleza, hasta que apenas podía creer la edad que tenía.

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—Sé que quieres preguntarme si vi algo en la anterior Cascada — dijo—, pero debo decirte que no hubo una Caída en mi tiempo. —Una repentina sombra cruzó su expresión, y Rafael supo que su madre pensaba en la locura que creyó la había tocado durante esa Cascada—. Sin embargo, hubieron otros eventos extraños. Rafael esperó mientras su madre pensaba. Sabía que la demora no era por algún juego de poder, ni por hacerse la arrogante. Caliane era simplemente demasiado vieja, y sus recuerdos se hallaban muy ocultos en las esquinas de su mente. —Una vez —murmuró en el silencio—, una ciudad entera de ángeles se volvieron los unos contra los otros por un simple minuto. Los vientos cambiaron, los cuchillos fueron lanzados, luego todos parecieron despertar y ninguno sabía el por qué actuaron así. —Frunció el ceño—. Hubo algunos que creyeron que el caos debió haber sido provocado por el uso de una nueva habilidad arcangelical, pero este evento nunca se repitió. Era tentador creer que la Caída había sido otra gran aberración pero… —No puedo estar satisfecho, no considerando los cambios ocurridos en la Cátedra. —La que reparte la muerte. —Las alas de Caliane brillaron con un repentino y letal resplandor—. Quien se llama a sí misma una Antigua, crees que tiene una mano en esto. —No parece ser el modo de trabajar de Lijuan. —La mente de Rafael se llenó con imágenes de otra época cuando su madre había brillado… durante una ejecución que rompió su espíritu y quebrantó a su familia—. Pero —añadió, cerrando la puerta a los recuerdos de la violenta muerte de su padre—, apenas hemos comenzado la cacería de respuestas. —No permitirás que esto te aleje de mis tierras. —Era una orden. Él infundió su respuesta con acero inoxidable. —Tomaré esa decisión cuando sea el momento. —Su madre tenía una forma de olvidar que él era un arcángel con un territorio en su poder. Los labios de Caliane se curvaron, la música en su voz recordándole las canciones que ella le cantaba cuando era un niño, canciones que habían contenido el Refugio en la esclavitud. —Siempre fuiste un niño terco. El único modo en que tu padre podía conseguir que dejaras ir la ira, cuando eras un infante, era al tomarte en sus brazos y llevarte a volar. Oh, cómo amabas volar con Nadiel. —Amor y una agobiante tristeza en cada palabra—. Siempre regresabas riendo, tu cabello salvaje y tus mejillas rojas, mi hermoso chico. Rafael puso sus dedos en la pantalla como ella hizo, su corazón doliendo por la pérdida que marcó a su madre. No sabía si alguna vez podría perdonar sus crímenes, ni siquiera sabía si era verdaderamente sincera o si este era un breve momento de calma, pero sabía que la

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amaba. —Espero —dijo mientras sus dedos tocaron el final de la pantalla—, que no cuentes tales historias cuando tengamos compañía. Su risa era una canción, sus ojos iridiscentes. —Te prometo que serás un bebé sólo a mis ojos, siempre mi hijo. —Risa consumiéndose en la tristeza una vez más, dijo—: Lo siento, Rafael. Perder a cualquiera de nuestra gente es una profunda tristeza. Girándose a Elena una vez que la llamada terminó, la encontró removiendo una lágrima con sus nudillos, su fuerte cazadora cuyo caparazón no era tan fuerte para aquellos quienes la conocían. — Hbeebti. —La tomó en sus brazos, la seda de su bata deslizándose sobre su piel. —Ella te ama tanto. —El susurro de Elena fue duro, áspero—. Está ahí, en cada respiración suya, cada palabra. No puedo imaginar qué le haría enterarse que te hirió durante su demencia. Rafael entendía que su madre no se encontraba en su sano juicio cuando lo envió en picada hacia la tierra, sus alas destruídas, pero alguna parte de él todavía era ese chico herido, que se tumbaba sangrando en la hierba bañada de rocío, mientras los pies de ella danzaban sobre las verdes hojas manchadas con rojo viscoso. —No puedo olvidar. —Lo sé —dijo Elena, ese doloroso entendimiento los ataba a un nivel que nadie jamás comprendería—. Lo sé. —Su madre la había amado también, pero el recuerdo más duradero de Elena de Marguerite era de su zapato de tacón alto yaciendo de lado en el diseño de azulejos en blanco y negro. Extraño, como el recuerdo de ese zapato hacía que su piel se enfriara, que sus pulmones lucharan por aire. Pero era como era. Algunos recuerdos cavaban más profundo, se mantenían más fuertes. —¿Qué sucede ahora? —Esta ciudad, mi Torre, no puede ser vista como débil. —Por supuesto. —Cualquier otra cosa podría ser tomada como una invitación a una conquista segura por otros en la Cátedra—. Tenemos que convencerlos de que la Caída causó mucho menos daño de lo que en realidad hizo. —Casi la mitad de la fuerza defensora de la Torre cayó por el predecible futuro: un impactante déficit. —Sí. —Rafael buscó entre ellos para tirar del cinturón de su bata, deslizando sus manos dentro—. Como parte de eso —le dijo a su temblor receptivo—, mi consorte debería ser vista dándose gusto en su extraño fetiche de cazar vampiros. —Ja-ja. —Deshaciendo los botones de la camisa que se había puesto para la llamada, ella presionó un beso en los firmes músculos de su pecho—. Le diré a Sara que no me elimine de la alineación. — Perseguir vampiros delincuentes difícilmente parecía importante en el despertar de la tragedia que había ocurrido en la ciudad, pero si

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ayudaba a crear la ilusión de una Manthattan ilesa tras el horror que tomó lugar en unos pocos minutos, entonces eso era lo que haría. Sabía que la raza de ángeles en general quedaba fascinada con ella, el primer ángel Convertido en el recuerdo viviente y uno que continuaba cazando. De acuerdo a lo que escuchó de Illium, había tanto ángeles apegados a nuevas declaraciones sobre ella como humanos y vampiros. Así que, ¿por qué no usar la mala fama para beneficio de la ciudad? Las manos de Rafael removieron su bata para dejarla desnuda, su piel encendiéndose bajo su toque. —Necesitas descansar —argumentó con poco entusiasmo, una dolorosa necesidad dentro de ella de probar la vida en su forma más primitiva—. Llevaste tu nueva habilidad hacia el límite en la clínica. Labios en los suyos, su boca demandando todo lo que ella tenía. —Hay —dijo, apoyándola contra la pared—, otras formas de revitalizar el ego. Elena gimió mientras la elevaba, cerrando las piernas alrededor de su cintura para dejarla íntimamente expuesta. Él estuvo duro y demandante esa noche, su arcángel, su furia ante el ataque a su ciudad se extendía en su sangre, pero ella no era ningún pájaro frágil. Devolviendo beso por beso apasionado, tomó los violentos empujes de su polla y exigió más, hasta que no hubo más pensamientos, sólo la más hermosa tormenta de sensaciones. *** Rafael sólo pensó sostener a Elena cerca mientras dormía en la gruesa alfombra frente a la chimenea del estudio, sus cuerpos y alas entrelazados, pero debió haber estado más cansado de lo que había comprendido, porque al mismo tiempo, se dio cuenta de que no se hallaba despierto. En su lugar, se encontró a sí mismo en el campo olvidado donde Caliane lo abandonó hace más de mil años atrás, cuando fue un niño en los comienzos de su existencia. Un niño que pensó en asesinar a su madre antes de se convirtiera en un monstruo incluso más grande que el que había dispuesto la muerte de dos florecientes ciudades, los adultos ahogados, los niños destrozados de formas que incluso Keir, el sanador más grande, no pudo reparar. Ningún inmortal iría a las antiguas ruinas de esas ciudades incluso ahora. Había un silencio demasiado perforador, creado del dolor de las miles de almas, tal silencio que Rafael jamás olvidaría, el dolor de un viento gélido. Hoy, cuando permanecía cubierto en un silencio pesado con el eco de los recuerdos, veía sangre en el césped, el líquido carmesí que goteó de él mientras yacía destrozado en la tierra debajo de un cristalino cielo tan azul que dolía. Sin embargo, su rostro no se

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encontraba en el césped como lo estuvo entonces, sus alas rasgadas y pesadas en su cuerpo, partes suyas desaparecidas. No, estaba parado y era un hombre, un arcángel, no ese asustado y determinado niño afligido. Flexionando las manos como en la preparación para la batalla, dio un paso hacia adelante… y caminó en un muro de susurros. Cientos de voces, cada una rasposa y de alguna manera sin uso, las palabras se entrelazaban incompresibles. Venían de cada lado, sin embargo, cuando ascendió hacia ese cielo de apabullante claridad, no vio nada más que los torcidos cuerpos de los árboles que rodeaban el campo, centinelas de la edad que permanecían a través de la eternidad. Y todavía las voces susurraban y murmuraban, empujándolo en olas que subían y bajaban, hasta que al final, escuchó una sola voz fuerte deslizándose a través del caos. Los otros susurros se desvanecieron, pero no se disiparon por completo mientras que una única voz le preguntaba—: ¿Quién eres? Sus pies tocaron el suelo una vez más, el húmedo rocío en la punta de sus alas, sintió un rugido surgiendo de la ira. —¿Quién eres tú para hacerle preguntas a un arcángel? Los murmullos se elevaron de nuevo, el volumen alzándose hacia un estruendoso crescendo. Arcángel. Arcángel. ¡Arcángel!

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4 Traducido por Jesu Geisse. Corregido por Pau!!

—Arcángel. —Elena agarró el hombro de Rafael, su piel extrañamente fría bajo sus dedos—. Es hora de levantarse. Él siempre despertaba al primer toque, pero hoy tuvo que llamarlo por segunda vez antes de que sus pestañas se levantaran, el implacable azul de sus ojos ensombrecidos por una oscuridad que silenciaba su vívido color. —Es de día —fue lo primero que dijo, su mirada en los rayos de luz que entraban por las ventanas del estudio. —Dormías profundamente, así que pensé en darte un par de minutos. —Era el único regalo que le podía dar, proteger a un arcángel era imposible—. Es casi el amanecer. —Viendo a este magnífico y letal hombre que era suyo ponerse de pie, se levantó y se puso la bata—. Tenías una mirada de enojo en tu cara al final. ¿Mal sueño? —No tan malo como extraño. —No volvió a hablar hasta que ambos se ducharon y comenzaron a vestirse, su habitación bañada por el sol del amanecer que entraba por el tragaluz y las puertas del balcón abiertas—. Soñé con el campo donde luché con Caliane. Atando su trenza, ella se ocupó de comprobar la ballesta, aunque no vio nada en el arma, cada onza de su ser se concentraba en Rafael. Rara vez hablaba sobre ese día agonizante, y no lo había empujado, por toda la cosa de ¿"el tiempo cura todas las heridas"? Era un montón de mierda. —¿Estaba tu madre en el sueño? —No. —Caminando hacia el balcón con el torso desnudo, extendió sus alas como si se sumergiera en los rayos del sol, los filamentos de oro escondidos en el blanco chispeaban con un fuego tan brillante, que Elena se encontró rozando con los dedos la vivida seda. —¿Qué ves, Elena? —Hay una especie de fuego en tus plumas ahora. —Casi esperaba capturar un pedazo de penetrante llama blanca en la mano—. Es increíblemente hermoso. Rafael miró sus alas, se encogió de hombros. —Mientras trabajen. —Plegando las alas, giró para recoger uno de los cuchillos de Elena y deslizarlo en una funda en su brazo izquierdo—. El sueño no era... cómo debería haber sido —dijo, mientras hacía un arreglo menor a uno de los tirantes de la envoltura—. Por supuesto, ayer no fue un día

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común y corriente. No es inexplicable que estuviera teniendo sueños violentos. —Podría ser así de simple. —Elena extendió su antebrazo derecho, la funda en su lugar, para que él pudiera deslizar otro cuchillo—. Pero he visto demasiadas cosas raras desde la primera vez que me llamaste para cumplir tus órdenes como para tomar algo por sentado. —Fuiste abismal al cumplir mis órdenes. —Era un recuerdo fresco—. Pensé que eras la criatura más fascinante que había conocido en la vida. —No lo hiciste. —Lo señaló con un cuchillo antes de ponerlo en una funda sobre su muslo atado sobre los delgados pantalones de cuero negro, ropa diseñada para reducir la resistencia al aire—. Pensabas que era una molestia de la que tendrías que deshacerte por el costado de un edificio con el fin de enseñarme modales. —Así como era, él hizo que cerrara la mano sobre un cuchillo, su sangre goteando y tiñendo el techo, un ser tan terrorífico en el que no había visto nada de humanidad—. Fuiste una especie de bastardo, si estamos siendo brutalmente honestos. Sus labios se curvaron y él recogió la larga hoja delgada que llevaba oculta a lo largo de su espalda en una funda incorporada en su camiseta negra de manga larga, la tela lo suficientemente resistenta como para tomar las demandas de la vida de una cazadora. —Tú —dijo, deslizando el cuchillo en su lugar cuando se dio vuelta—, eres la única persona que me diría eso a la cara. —Recuérdame contarte alguna vez sobre cómo decidí que debería tener Gran Idiota tatuado en la frente. —Delante a él, una vez más, alisó las manos sobre sus preciosos hombros—. ¿Y qué dice de mí que el que creyera que tú eras fascinante y más sexy que el pecado, incluso después de que hicieras que me cortara a mí misma? —Que eres una guerrera que sabía que finalmente había encontrado a su pareja. Elena bufó. —Dice que soy una idiota que no sabe cuándo ser sumisa y servil, y salvar mi culo, eso es lo que dice. Su sonrisa se profundizó hasta que sus mejillas se arrugaron, Rafael curvó una mano alrededor de su nuca, usando los dedos de su otra mano para acariciar el arco superior sensible de su ala con trazos largos y firmes. —Si hubieras sido sumisa y servil —murmuró y sus rodillas amenazaron con derretirse —, nunca te habría convocado para seguir mis órdenes. Su beso amenazó con terminar lo que sus caricias habían empezado. Lamiendo su lengua contra la de él, su pecho se aplastó contra los duros músculos de su pecho, Elena no quería nada más que quedarse en este minuto robado, y olvidarse del mundo exterior, pero no podían ignorar la horrible realidad que los esperaba.

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—He estado lejos de la Torre durante más de seis horas —dijo Rafael cuando se separaron, su expresión cambió de una manera que le recordó que no era simplemente su amante, no era simplemente el hombre que llevaba su anillo en su dedo. No, él era un Arcángel, responsable de las vidas de millones, mortales e inmortales por igual. —Termina de vestirte. —Liberándolo, se dirigió hacia la puerta—. Te traeré un poco de comida. Tienes que repostar después de toda la curación que hiciste. Cuando regresó, la transformación estaba completa, el Arcángel de Nueva York tenía una poderosa mirada sombría junto a ella mientras comían de pie en el balcón. Él había decidido usar una simple camisa negra y pantalones, el corte impecable, en vez de el equipo de combate de cuero que elegía frecuentemente. Todo parte de la ilusión, se dio cuenta, un elegante "jódete" a quien osó atacar su ciudad y dañar a su pueblo. Elena lo vio cortar el penetrante frío del viento sólo minutos más tarde, el sol matutino desataba el fuego blanco de los filamentos alterados en sus alas, y sintió que el corazón se le apretó en lo profundo, con miedo. Nunca había esperado encontrarlo, y enamorarse tan profunda, violenta y locamente —a veces, el regocijo en lo profundo de su alma en sus enredos apasionados la aterraban, el temor de perderlo como perdió a sus hermanas, a su madre, era un sigiloso intruso en su mente. Después de ayer, ese intruso había forzado su camino a la vanguardia de su conciencia. Con las uñas clavándosele en las manos, regresó a la habitación para tomar su teléfono. Actualmente no tenía ninguna asignación activa, pero podría usar algo de tiempo enseñando una clase en la Academia del Gremio —no tan visible como una cacería, pero perfecto en su total normalidad. Sin embargo, como parte de su contribución al "jódete" de Rafael, se detuvo en la azotea de una tienda de café creada por un humano lo suficientemente astuto como para darse cuenta de que a los ángeles también les gustaba el café. Se echó a reír por su broma de camarera, al escuchar cámaras de teléfonos hacer clic en silencio mientras los empresarios del edificio tomaban ventaja de su proximidad para actualizar sus páginas de redes sociales. Toma eso y fúmalo, pensó al desconocido enemigo que causó tal carnicería y pérdida. Tal vez has conseguido matar a cinco de nosotros, pero no has estado ni cerca de romper esta ciudad. Con la ira de una roca en la garganta al pensar en los restos, incluso ahora en su camino hacia el Refugio, se marchó con un vistoso barrido que los incitó a tomar más fotos, con el café en la mano. El entrenador de la Academia del Gremio estaba más que feliz de que tomara la clase avanzada de ballesta, el personal solía ajustar el horario para así tomar ventaja de cazadores activos que tenían un tiempo de inactividad.

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Lección completada, caminaba hasta el tejado en preparación para el despegue hacia la Sede Central del Gremio cuando sonó su teléfono. —Eve —dijo con una sonrisa—, estaba pensando que teníamos que hablar. —Para gran disgusto e ira de Jeffrey, el maldito hipócrita, la media hermana menor de Elena también era una cazadora nata. —¿E-Ellie, puedes v-venir ahora? —Sollozos en la generalmente entusiasta voz de Eve. Su sonrisa se desvaneció, y dijo—: ¿Estás en la escuela? —Tanto Evelyn como su hermana mayor Amethyst, se hospedaban en una escuela privada en el norte desde los sangrientos eventos de la pasada primavera. Fue el resultado de que las habilidades de cazadora de Eve hubieran salido a luz, llevándolas a transferirse a una escuela privada cerca de la Academia del Gremio. Amethyst había decidido ir con ella. Eve inhaló. —S-Sí. Estoy escondida. —Voy en camino. Su hermana debe haber estado vigilando a Elena desde su escondite, porque corrió alrededor del imponente edificio de ladrillo rojo cuando Elena aterrizó en el bien cuidado césped. Eve había cumplido once años una semana atrás, pero parecía mucho mas joven hoy, su cara manchada, sus sollozos profundos silenciosos y desgarradores. —Cariño. —dijo Elena, saludando con la mano a un profesor que apareció en las escaleras. El hombre mayor vestido de traje frunció el ceño, pero regresó a través de las pesadas puertas de madera talladas con una especie de cresta. Encontrándose con el cuerpo de traje uniformado de Eve en sus brazos, Elena apretó los dientes y logro un despegue vertical por pura fuerza de voluntad. De acuerdo con todos los hechos conocidos del desarrollo angelical, ella no debería haber sido capaz de hacer esa maniobra, su cuerpo no tenía la musculatura necesaria, pero la idea de estar indefensa en la tierra era insostenible, así que aprendió a levantarse. No era elegante y dolía, pero podía hacerlo. Atrapó la emoción de la escuela por la ventana cuando pasaron. Bien. Nadie se burlaría de Eve por sus lágrimas, los estudiantes estarían más interesados en su historia del vuelo. —Está bien —dijo cuando Eve se dio cuenta que sus pies ya no se encontraban en el suelo, aferrándose más a ella—. Te tengo. Tomó unas cuantas inspiraciones antes de que su hermana estirara el cuello para ver alrededor de las alas de Elena, su cabello volando por el viento. Para cuando aterrizaron en el Enclave, su rostro era alegre, sus mejillas felizmente irritadas por el viento. —Si vas a hacer novillos —dijo Elena, aliviada por al ver el espíritu resistente de Eve saliendo a la superficie —, hazlo con estilo.

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Eso trajo una sonrisa a sus brillantes ojos, el gris en el iris de Eve era un sello que Jeffrey había puesto en ambas. —¿Podemos hacer eso otra vez? —Después de comer algo. Vamos. —Pasando la casa, segura de que Montgomery no la decepcionaría, la llevó al invernadero. —Oooh. —Eve tocó con los dedos los pétalos de una salvaje margarita dentro del recinto climatizado—. ¿Tú la hiciste crecer? —Sip. Deberías ver esta. Fue solo tres minutos después que Montgomery demostró que podía confiar en él una vez más. —Chocolate caliente y pastel para su invitada, Cazadora del Gremio —dijo, dejando la bandeja que llevaba sobre la pequeña mesa de hierro forjado que Elena había situado en un rincón acogedor la primera vez que Sara vino a verla. —Gracias —dijo, consciente de Eve, parada educadamente a su lado, con las manos cruzadas delante de ella—. No creo que hayas conocido a mi hermana menor, Evelyn. —De sus tres hermanas, sólo Beth había ido al Enclave del Ángel y estaba tan asustada que no habló nada en todo el tiempo—. Eve, este es Montgomery. Una elegante reverencia. —Señorita Evelyn. Con los ojos muy abiertos, Eve extendió la mano. —Hola. Elena nunca había visto a Montgomery sacudiendo la mano de nadie. Esperando que se escandalizara por la idea, pero en su lugar se encontró encantada por la solemnidad con la que aceptó la mano de Eve. —Si necesita algo más —dijo, después de que terminaron las formalidades—, estaré en la casa. Contoneándose hasta una de las sillas en la mesa después de que la puerta se cerrara detrás de Montgomery, Eve se inclinó cerca para susurrar—: ¿Era un mayordomo? —El mejor que jamás conocerás. —Recogiendo la hermosa tetera pequeña, Elena vertió chocolate caliente en delicadas tazas que nunca antes había visto, los bordes arabescos y la superficie de porcelana blanca pintados con pequeñas flores de color rosa. Perfecto para una chica joven. —Vaya. Tenemos un ama de casa, pero no conozco a nadie que tenga un mayordomo. Elena sonrió, pensando en su propia reacción la primera vez que vio a Montgomery, y puso un pastelito en el plato de Eve, el glaseado de remolinos amarillos decorado con violetas cristalizadas. —Ahora —dijo, una vez que su hermana había terminado el dulce—, dime lo que te hizo llorar. —Nunca habría sido tan directa con Beth, pero Eve era dura, a pesar de que fuese una niña.

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Dejando caer la cara, su hermana empujó una migaja alrededor del plato. —Me siento tonta ahora. No debí llamarte, sé que debes estar triste y ocupada debido a la Caída. —Aplastó la migaja, mirándola como si fuera la cosa más importante del planeta—. Estaba asustada de que hubieras caído, y Amy también lo estaba. Gracias por devolverme el mensaje. —No necesitas agradecerme. —Elena se inclinó para meter las profundas hebras negras del pelo de Eve detrás de las orejas—. ¿Recuerdas lo que dije? Siempre estaré aquí para ti. —El amargo enojo entre ella y Jeffrey podría haberla mantenido como extraña con sus medias hermanas durante la mayor parte de sus vidas, pero eso fue un error que Elena jamás cometería de nuevo—. Fue agradable recibir tu mensaje ayer, y me alegro de que hoy me hayas llamado. Respirando entrecortadamente, Eve levantó la vista, sus ojos enormes y húmedos. —Sé que no debería haberlo hecho, pero esta mañana le dije a padre acerca de cómo gané en un ejercicio en la Academia. El estómago de Elena se revolvió. Sabía lo que venía, pero escuchó de todos modos, porque Eve lo necesitaba para liberar el veneno antes de que la pudriera, como lo hizo en Elena y en Jeffrey, hasta revistió un agujero irregular a través de la fuerte relación que tenían. —Está siempre tan orgulloso cuando me va bien en la escuela — continuó Eve—, pensé que estaría orgulloso de esto, también... aunque sé que odia a los cazadores. —Sus labios temblaron, tragó saliva—. Pensé que si podía hacerlo feliz, entonces tal vez también sería bueno contigo, salvo que e-él me dijo que me fuera de su vista. —Oh, Eve. —Su pecho dolía por ver a su hermana herida, se levantó y rodeó la mesa para arrodillarse junto a la silla de Eve. Sollozando realmente ahora, Eve echó los brazos alrededor de Elena, el rostro mojado contra su cuello. No dijo nada, simplemente acarició la espalda de su hermana, la dejó llorar todo el dolor que sentía. Era mejor de esta manera. Cuando era niña, Elena se había tragado su propio dolor una y otra vez hasta que se convertió en un nudo dentro de ella que no estaba segura si algo lo podría desenredar. Algunas heridas fueron infligidas cuando era demasiado joven, con cicatrices muy profundas. Tomó tiempo, pero Eve finalmente terminó de llorar. Secando las mejillas de su hermana con una servilleta que humedeció con el agua de la pequeña tetera que Montgomery dejó sobre la mesa, Elena besó ambas mejillas. —Jeffrey te hizo daño, y no tiene derecho a hacer eso, no importa si es tu padre. —Incluso mientras hablaba, sabía que tenia que andar con cuidado, asegurarse de que sus cicatrices no pintaran la imagen que Eve tenía de Jeffrey.

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Porque a pesar de el bastardo en el que se había convertido en lo que a Elena se refería, al parecer ha sido uno bueno aunque distante padre para Eve y Amy. No el mismo hombre que había arrojado a Elena al aire cuando era una niña y bailaba con su primera esposa bajo la lluvia, esa parte de él fue enterrada en la misma tumba que Marguerite, pero sin embargo, era un padre en el que Eve y Amy podían confiar. Elena nunca haría nada para dañar ese vínculo, no cuando sabía lo que era para un niño ser distanciado del hombre que estaba destinado a protegerla en su estado más inocente y vulnerable. —La verdad es que —dijo suavemente, sus alas extendidas en el suelo del invernadero mientras seguía arrodillada junto a la silla de Eve—, Jeffrey no es racional sobre este tipo de cosas. No tengo ningún deseo de albergar una abominación bajo mi techo. Palabras que Jeffrey le arrojó al final, una fea pelea que había destruido los últimos frágiles hilos que los unían. —¿Pero por que? —Eve apretó los puños, su mandíbula sobresalía cuando hizo la pregunta que Elena nunca ha sido capaz de responder— . Si yo soy una cazadora nata, y tú eres una cazadora nata, ¿no significa eso que padre debería ser un cazador nato, también?

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5 Traducido por Eni Corregido por Pau!!

—No —dijo Elena, respondiendo la pregunta cómo pudo—, significa que alguien en su familia lo era, y él lo lleva en los genes. —Un hecho que había ocultado de Elena conscientemente hasta que la aparición de la habilidad de Eve lanzó una granada sobre ese secreto en particular—. Pero la habilidad no está activa en él, como en mí o en ti. ¿Entiendes? Un asentimiento reflexivo y unas líneas de expresión arruinaban la piel cremosa que Eve había heredado de la segunda esposa de Jeffrey, Gwendolyn. —Como si estuviera dormido y nosotras despiertas. —Sí. —Elena se puso de pie, extendiendo las alas en un ligero estiramiento que hacía que las primarias de oro blanco rozara una maceta de crisantemos en flor—. Pienso que es una buena manera de decirlo. —Sin embargo, su padre no podía seguir estando dormido, continuando su obstinada y dañina ceguera. Elena no le permitiría lastimar a Eve como la lastimó a ella. —Él nunca podría entender, ¿cierto, Ellie? —dijo Eve con su habitual franqueza natural unos minutos después, mientras se preparaban para partir—. Es por eso que siempre esta tan enojado contigo. Elena apretó la mano de su hermana, sus callos encontrándose con los que apenas comenzaban a formarse en las palmas suaves de Eve. —Jeffrey y yo —dijo—, tenemos otros problemas. Slater Patalis fue arrastrado a su casa en los suburbios debido a Elena. Hasta ese horrible y cruel día hace toda una vida, ellos habían sido una familia de seis. Jeffrey, Marguerite, y sus cuatro niñas. Mirabelle, con su sangre caliente y afecto salvaje. Ariel, incluso malhumorada, mandona y protectora. Elena, quien quería hacer todo lo que sus hermanas mayores hacían, y Beth, demasiado joven para ahora verdaderamente recordar que habían estado juntos antes que Slater Patalis caminara a través de la puerta de la cocina. Donde el vampiro asesino había masacrado a Ari y a Belle en un reino de sangre horripilante, torturando a su madre una y otra vez… torturando a la mujer que era, y siempre sería el más grande amor de Jeffrey. Beth no estaba en casa, pero Elena sí. Y aunque todo eso había sido su culpa, ella fue la única sobreviviente.

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—Él te ama —dijo Elena, mientras los recuerdos la magullaban desde adentro, esperanzada en no estar a punto de mentirle a su hermana—. Podría tomarle tiempo, pero él aceptará tu caza. Llevando a Eve de regreso a la escuela y asumiendo la responsabilidad de su ausencia, Elena voló directamente al elegante edificio de ladrillo rojizo que Jeffrey usaba como oficina privada, solo para encontrarla cerrada, su asistente no estaba por ninguna parte como evidencia. Calculando que su padre la llamaría pronto, Elena no se molestó en deslizar una nota bajo la puerta y se dirigió hacia la Sede Central del Gremio. Una vez más, su teléfono sonó antes que llegara allí. Respondiendo en el aire, encontró a Sara en el otro lado de la línea. —Ellie, sé que probablemente no puedes tomar esto con lo que pasó ayer, pero… —En realidad estoy yendo a verte, quería preguntarte si tenías una caza para mí. —Bien, porque tenemos un serio problema. —Tomando un suspiro audible, ella dijo—: Uno de nuestros cazadores se ha descarriado. Podríamos estar hablando de asesinato si no lo detenemos. Elena aterrizó en una azotea cercana, de repente tenía en pulso en la boca, las palmas de sus manos sudorosas, las palabras de Sara habiendo desbloqueado una bóveda oculta: Bill James había sido un cazador famoso, el mentor de Elena… y un asesino en serie. Uno muy bueno en ocultar su locura de modo que ninguno de sus amigos se dio cuenta de lo que pasaba hasta el primer niño muerto apareció. — ¿Quién? —preguntó Elena, con la garganta irritada. —Darrell Vance. —Aliviada de que no se tratara de un amigo, Elena levantó una mano temblorosa hacia su cara. Tal vez no era justo o no tenía el derecho de sentirse de esa manera, pero ya había ejecutado a un amigo, nunca olvidaría la mirada de traición en los ojos de Bill mientras moría en sus brazos, la sangre caliente en su piel. —Ellie. —Confusión en su voz—. ¿Por qué, Ellie? La voz de Sara interrumpió un recuerdo que todavía la despertaba algunas noches, con la boca seca y las palabras “lo siento” en los labios. —Darrell tuvo que ir a una caza seriamente difícil —le dijo Sara— . El vampiro cambió de opinión después de ser convertido, regresó a la familia mortal que había dejado, solo para encontrar que su esposa se volvió a casar y otro hombre estaba ahora criando a su hijo. Elena había visto antes ese guión. —Mató al esposo. —No, eso habría sido malo, pero… —Cuando Sara tuvo que hacer una pausa como si estuviera rodeando a sí misma por lo que se avecinaba, el temor comenzó a subir por la columna vertebral de Elena—. Rasgó la garganta del marido, luego ató a su hijo y a su esposa, los envolvió en sus brazos, y se prendió fuego. Oh, Jesús.

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—Darrell los encontró mientras todavía ardían, intentó apagar las llamas, pero sabes cómo arden los vampiros. Es como si estuvieran empapados en gasolina. Elena una vez fue testigo de un vampiro ardiendo como resultado de un crimen de odio. Había sido horrible, el olor de la carne quemada amenazaba con hacerla vomitar mientras trataba frenéticamente de extinguir las llamas. ¿Pero encontrar a una mujer y un niño en la mezcla? Su estómago se retorció. —¿Darrell ha desaparecido del radar? —Sí. La forma en que esto sucedió no fue su culpa, siguió la pista en tiempo record, pero su cabeza probablemente es un caos, y no puede ver eso. Así las cosas, atacó a un vampiro inocente y lo puso en un hospital hace dos noches; un par de golpes más y hubiera causado un daño fatal a su corazón. Me enteré hace media hora cuando el vampiro despertó. Los vampiros podían ser fuertes, pero hay un promedio de ellos que no están entrenados y no tienen oportunidad al enfrentarse a un miembro del Gremio. —¿Te has comunicado con el Asesino? —preguntó Elena, refiriéndose al cazador a menudo anónimo cuyo trabajo era cazar a aquellos del Gremio que se salían de control. —Ella tuvo una herida grave en una situación reciente, está fuera de servicio. A este lo tenemos que manejar sin ella, Ransom está a la cabeza; él tiene los escasos detalles que poseemos hasta ahora, y sé que quiere que seas su respaldo. —Un reconocimiento tácito del vínculo que se había formado entre ellos el día que Bill murió—. Debido a que encontró algo que probablemente necesita ser referido a la Torre, así que, vas a hacer una doble labor. ***

Rafael le echo una mirada al canal de noticias mortal transmitiéndose en una de las paredes de su oficina en la Torre y sonrió. No fue una sonrisa de diversión, sino de orgullo. Su consorte había hecho exactamente lo que le pidió, los medios de comunicación perplejos por la aparente indiferencia con la que ella compró una taza de café esa mañana. Los expertos que denominaban la Caída del día anterior como un desastre catastrófico estaban ahora comenzando a cuestionar su juicio. Cada vez más a menudo, escuchaba que lo denominaban un accidente de algún tipo que “afortunadamente no causó daños duraderos”. —Elena ciertamente sabe cómo dejar una impresión —dijo Dmitri al otro lado del teléfono, después de haber estado viendo las mismas noticias. El segundo de Rafael y su consorte nunca han estado de acuerdo. Para Dmitri, Elena era una grieta letal en la armadura de Rafael, pero hoy escuchó una seria admiración en el tono del vampiro. —Si podemos

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seguir manipulando a los medios de comunicación —dijo, poniendo la pantalla en silencio—, y mantener un dominio absoluto sobre cualquier noticia que sale de la Torre, podemos convencer al enemigo que los cinco que perdimos representaban el único daño real. —Esos cinco estarían a medio camino de casa a esta hora, cruzando el palmo azul verdoso de un mar mercurial. —Reconocer algunas lesiones graves, o permitir que la información se filtre. —Dmitri habló con la inteligencia glacial que lo hacía un maestro estratega—. Me encargaré de las imágenes que ya están por allí de los ángeles que cayeron en el tráfico o fueron de algún modo heridos públicamente, y le explicaré a los curanderos. Illium es muy bueno susurrando las palabras adecuadas en los oídos correctos. Rafael envió la instrucción al ángel con alas azules mientras seguía hablando con Dmitri, sus ojos en el acero brillante y la metrópolis de cristal que era Manhattan. —Necesitamos traer silenciosamente tropas desde las zonas periféricas. —Ningún enemigo que quería ser tomado en serio en el mundo inmortal lanzaría un ataque a cualquier objetivo, excepto a la Torre—en el juego de los arcángeles, para conquistar se tenía que atacar la base de poder del otro. —Necesito que ayudes a Aodhan a organizar ese cambio. — Aodhan todavía era nuevo en el territorio, habiendo sido previamente la mano derecha de Galen en el Refugio—. Tengo a Illium enfocado en crear nuevos escuadrones de trabajo. —Con tantas bajas de ángeles, los escuadrones actuales se habían vuelto desequilibrados en áreas críticas. —Sire, ¿desea que regrese a la ciudad? —No —dijo Rafael, consciente de que la esposa de Dmitri aún estaba recuperando su fuerza después de su transformación de un mortal a vampiro—. Por el momento, tu ausencia constante sirve para mi propósito. —Todo el mundo sabía que Dmitri era el más viejo de los Siete de Rafael, el que Rafael consideraba un amigo—. Cuando la guerra se desate, te querré a mi lado, pero ahora no es el momento. No todavía. ***

Elena aterrizó en frente de una casa antigua de dos pisos ubicada en medio de una calle abandonada veinte minutos después de la llamada de Sara y se quedó mirando. Rodeado de hierba alta y cubierto de hiedra en un lado, el edificio en frente de ella podía haberse destacado como la prototípica casa embrujada; en realidad, toda la calle había escapado a cualquier intento de modernización. Incluso las farolas eran de hierro forjado, las estructuras oxidadas, los vidrios

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agrietados hechos astillas en el pavimento, ni una sola señal eléctrica o cable de teléfono a la vista. Eso era bastante sorprendente en una ciudad llena de ángeles y vampiros, a pesar de que no todos acogieron el cambio. Si, aunque este lugar pertenecía a un inmortal o casi inmortal, lo había dejado caer en un notable deterioro. Los mayores a quienes les gustaba mantener las cosas de la manera en que fueron en el pasado, se enorgullecían manteniendo los detalles históricos y la belleza de sus propiedades. Parecía que nadie había tocado esta casa por décadas. La pintura, que podría haber sido una vez blanca, estaba despegada y ennegrecida por el polvo de las calles de la ciudad, las ventanas rotas, los aleros colgaban con telarañas espesas y pegajosas, las cortinas en pedazos podridos por lo que podía ver desde su posición en la calle. La madera estaba retorcida, fuera de forma, hasta la casa no podía ser de ninguna manera a prueba de la intemperie y un gran árbol extraño había caído en una parte del techo, hundiendo un lado de la casa. —¿Qué demonios es este lugar? —le dijo a Ransom cuando apareció desde el otro lado del porche. Con sus vívidos ojos verdes contra una piel color oro cobrizo, levantó una ceja. —¿Hablas de este inmueble multimillonario? —¿En serio? —¿Cuándo fue la última vez que un terrerno estuvo a la venta en Manhattan? —preguntó, encogiendo sus anchos hombros abrazados por el cuero negro magullado de su chaqueta de motociclista, sus piernas envueltas en viejos vaqueros azules sobre unas resistentes botas desgastadas. —Toda esta calle es una parcela. Los constructores tienen jodidos orgasmos públicos soñando con meter sus garras en él. Elena silbó. —Alguien está sentado en una mina de oro. —Lo estaba. Ahora está muerto. El corazón golpeteaba contra sus costillas, enfocó su atención en la casa podrida de al lado. —No… —No, no era Darrell, pero alguien en la Torre va a estar interesado. —Los pómulos prominentes de Ransom cortaban contra su piel, cuando dijo—: Necesitamos limpiar esto rápido y continuar con la caza. Estando de acuerdo, ella caminó con cautela por los escalones de la entrada, ya que no confiaba en que no colapsarían y caería de culo. —¿Cómo entramos? —La puerta de entrada estaba llena de tablas, los clavos oxidados y la madera pintada con grafitis obscenos. Inclinando su cabeza hacia la izquierda, la cola negra brillante de su cabello atado en la nuca de su cuello con una tira de cuero crudo, Ransom la condujo alrededor de la casa. —¿Tus amigos ángeles están

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bien? ¿Ese joven rubio que te sigue a todas partes como un gran perro faldero? Con dolores punzaron en su estómago, su mente se rebeló contra las imágenes brutales de las piernas arrancadas de Izak, su piel desollada. —Él está mal herido. —Mierda. Es sólo un niño. La garganta de Elena se le hacía nudos cuando pensaba en el otro joven soldado que no había sobrevivido, cuya familia ahora esperaba en vigilia por el regreso del cuerpo. —¿El ángel que rescataste del frente de la camioneta? —dijo, obligándose a no ceder ante su ira inútil—. Tomará tiempo, pero ella se va a recuperar. Ransom dejó escapar un sonido irregular. —No creía que lo fuera a lograr. Ella estaba… —Sacudió la cabeza—. Tuve que recoger su brazo de debajo de las llantas, Ellie. —Señalándole que tuviera cuidado con una tabla rota, dijo—: ¿Lo que encontré hoy? Se va a agregar al montón de mierda. Joder. La ciudad no necesita más problemas. —¿Rastreaste a Darrell hasta aquí? —Darrell no se volvió loco justo después del lío con la madre y el niño —fue la sorprendente respuesta—. Él vino, tuvo asesoramiento, dijo todas las cosas adecuadas, y fue asignado a un trabajo fácil de rescate para que él se aliviara un poco. Leyendo entre líneas, Elena se dio cuenta que el consejero había sabido que algo estaba mal y le pidió a Darrell mantenerse dentro de su alcance. —El vampiro que era dueño de este lugar era su objetivo asignado. —Ransom sacó sus armas de la funda que llevaba bajo su chaqueta, la acción fue extremadamente silenciosa—. Me imaginé que podríamos utilizarlo como punto de partida, ya que Darrell envió un reporte para decir que estaba tras la pista de ese tipo. Elena tenía sus cuchillas en las manos cuando doblaron en la esquina. La mitad de la pared del fondo se había ido, dejando una entrada enorme llena de residuos de las calles, hojas muertas, agujas hipodérmicas desechadas, y otras cosas en las cuales no quería pensar profundamente. Tratando de evitar que sus alas se arrastraran en la mierda, dio un paso hacia dentro… y una rata tan grande como un maldito gato se escurrió sobre su bota. Reprimiendo un grito instintivo, le echó un vistazo a Ransom, quien visiblemente no sonreía. —¿No podrías haberme avisado? —Eres una valiente cazadora que se desnuda con un maldito arcángel, tiene un lanzallamas en miniatura, el cual, por cierto, deberías dejarme en tu testamento, y una ballesta, todo con fácil acceso. —Sus mejillas arrugadas y ojos brillantes—. Las ratas tiemblan ante tu presencia.

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—Ahora recuerdo por qué eres sólo casi un amigo. —Oh, Ellie, me lastimas. —Hizo una pausa—. ¿Te detuviste y conseguiste las máscaras? —Sí. —Metiendo la mano en el bolsillo lateral de sus pantalones, le pasó una máscara plegable. Como ella, él era un cazador nato, su sentido del olfato era agudo. —Gracias. —Se la puso sobre su boca y nariz, apretando la banda elástica—. El olor es peor arriba. Debido a que apestaba allí abajo, un repugnante miasma de excrementos, comida podrida, y orina; Elena no perdió tiempo siguiendo su dirección. Sacando un par de guantes de látex del otro bolsillo cuando Ransom hizo lo mismo, ella asintió y bordearon lo que parecía ser un cuerpo momificado de un gato salvaje, y salieron de la cocina. Más allá del pasillo el camino era tan estrecho que Elena tuvo que inclinarse ligeramente hacia la derecha para evitar raspar su ala sobre la espesa mancha marrón que tenía la pared, ahora todo el aire le entraba a través de su boca… porque su cerebro había identificado el mayor componente del hedor pútrido como el de un cadáver en descomposición.

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6 Traducido por Zöe.. Corregido por Vanessa VR

Al detenerse al pie de la estrecha escalera que se extendía a lo largo de la pared, Ransom murmuró—: Continúa hacia la izquierda y espera hasta que llegue a la parte superior, entonces sube. Las escaleras crujieron bajo su peso, nuevamente bajo Elena, pero se mantuvieron. Armas afuera, Ransom la condujo por el pasillo de arriba, y dentro de una habitación tan acre con muerte, que su estómago se habría revuelto si no se hubiera preparado contra el reflejo nauseabundo. La segunda bofetada fue de humedad, algo sobre la forma en la que la habitación estaba construida actuaba para encerrar el poco calor que había… y acelerar el proceso de descomposición. Identificaron inmediatamente el colchón sucio debajo de las ventanas tapiadas como la fuente del olor a putrefacción, Elena cruzó, confiando que Ransom le cuidaría la espalda. El cuerpo estaba hinchado con los gases de la muerte, con la piel de un color verde enfermizo, pero la cabeza permanecía unida al cuello, y el pecho cubierto por la camisa estaba intacto, a juzgar por la vista superficial. Eso significaba que su corazón probablemente seguía dentro del cuerpo. Arrodillándose, Elena parpadeo rápidamente para secar sus ojos que amenazaban con aguarse por las fuertes oleadas de hedor, ignoró los gusanos y separó los labios del cadáver. Caninos afilados y de un blanco brillante. —No es un bebé vampiro —dijo a través de los dientes apretados—, así que esto no es una Conversión mal hecha. —Mira la garganta. Alas crujían contra Dios sabe que en el piso sucio, tomó la delgada linterna que mantenía oculta junto al cuchillo en su muslo izquierdo, y apuntó la luz al cuello de la víctima. —Infiernos. —Gruesas pústulas llenas de fluido sangriento cubrían la garganta del hombre, todo el camino hasta el cuello abierto de su camisa… y hacía abajo. —El olor me está afectando, Ellie —dijo Ransom, justo cuando su propio estómago comenzaba a agitarse. —A mí también.

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Ambos se arrancaron las máscaras, para tomar profundas bocanadas del fresco aire de invierno en el instante en que llegaron a la calle. Lo siguieron los guantes, la piel de Elena picaba por respirar. Cuando Ransom sacó un par de botellas de agua del cuerpo de su motocicleta negra, arrojándole una, la tomó asintiendo con agradecimiento. —No se supone que los vampiros se enfermen —dijo él, después de vaciar la mitad de la botella. Salpicando un poco de agua en una mano, Elena limpió su rostro, sabiendo que tomaría varias duchas sacar ese asqueroso olor de su nariz. —No, no se supone que lo hagan. —Corta sus cabezas, ellos mueren —continuó Ransom—. Préndelos fuego, o arranca sus corazones, y mueren a menos que sean fuertes y demasiado viejos. Pero tan pronto como son Convertidos, no se enferman. Una cosa es segura, Darrell definitivamente no tuvo nada que ver con esto. Elena estaba de acuerdo. —Voy a tener que consultar con la Torre. —Unos de los ángeles o vampiros más experimentados; tal vez había un extraño virus vampiro que afectaba a una minoría de ellos y simplemente no lo sabía—. Quienquiera que sea probablemente te pedirá que firmes un acuerdo de confidencialidad en sangre. Ransom fingió molestarse mientras ella llamaba a Aodhan. —Creo que esto es serio —le dijo al ángel, luego de describir la situación—. Ransom y yo necesitamos seguir con nuestra cacería, ¿podrías disponer de alguien para que vigile el cuerpo hasta que pueda ser llevado a la morgue? Aodhan le pidió que le diera cinco minutos pero fueron casi quince después que él escoltó personalmente a otro ángel al lugar. Uno descalzo, de un metro setenta y esbelto como un niño, los ojos inclinados hacia arriba del inesperado ángel eran marrón suave, sus exuberantes labios en un rostro salvado de ser casi femeninamente bello por el sentido de pura masculinidad que se aferraba a Keir. Su frustración por la espera se disolvió en profundo afecto, se inclinó hacia el beso que Keir le dio en la mejilla. —Debiste haber dejado el Refugio tan pronto esto sucedió. —Esto. La Caída. Una maldad terrible reducida a dos simples palabras. —Rafael tenía un jet preparado para mí, así no estaría cansado cuando llegara —le dijo, con ojos dolorosamente sabios—. Fue extraño volar en las entrañas de una criatura de metal cuando tengo mis propias alas, pero tenía razón. Cuando Aodhan fue inesperadamente solicitado en la Torre un segundo después, Elena permaneció en la casa para vigilar la espalda de Keir, mientras Ransom continuaba rodeándola, buscando cualquier señal de que Darrell hubiera llegado tan lejos. Con los músculos del estómago apretados contra el nocivo hedor, Elena guió a Keir hacia el

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cadáver, donde el sanador lo examinó en silencio, sin decir una palabra hasta que estuvieron de vuelta en la calle desierta. —Una verdadera infección. —Con oscura preocupación en la exuberancia de sus ojos marrones—. Debo hacerle una autopsia al cuerpo bajo mejores luces, ver si puedo determinar con precisión cómo la infección se introdujo en su cuerpo. —Ransom y yo estuvimos hablando antes de que llegaras, y pensamos que tal vez la víctima bebió de la persona equivocada. Su expresión se volvió más oscura, incluso más seria. —Los cuerpos de nuestros parientes de sangre —dijo Keir—, están hechos para filtrar nuestras impurezas sanguíneas, es por eso que un vampiro puede alimentarse de cualquier donante, incluso del más enfermo. — Mechones de sedoso cabello negro cayeron sobre su piel oscura mientras miraba al suelo, perdido en sus pensamientos—. Si ese mecanismo fallara… Con un repentino esplendor azul, Illium aterrizó frente a ella. Habiéndolo contactado mientras Keir examinaba el cuerpo, trajo una bolsa para cuerpos para transportar a la víctima hacia los laboratorios de investigación debajo de la Torre, un pequeño contenedor de riesgos biológicos para ella, y también mejores máscaras y guantes de repuesto, y no discutió cuando lo hizo utilizar el equipo de seguridad. —Esta casa necesita ser quemada completamente —dijo él, cuando regreso con el cuerpo, su expresión era más dura de lo que la mayoría de la gente nunca había visto—. No podemos correr el riesgo de que la causa de la infección se encuentre ahí dentro. Sintiendo que Keir estaba ansioso por examinar el cuerpo, y consciente de que Rafael debería necesitar a Illium, le dijo al ángel de alas azules que se ocuparía de la situación y llamó a Ransom tan pronto como despegaron. —Voy a recorrer la casa por última vez. — Después de lo cual, tuvo una idea sobre cómo destruirla—. Necesito terminar esto —Detener la enfermedad aquí si es que ya no se hubiera propagado—, así que si quieres… —No, está bien —interrumpió—. Iré contigo. Trail está tan muerto que está en rigor, no creo que Darrell haya llegado tan lejos. El informe de antecedentes debería llegar pronto, así que tendremos una mejor idea de otros lugares que tal vez frecuente; puede que también tratemos de averiguar qué pasó aquí, mientras tanto. Con los guantes y la máscara recién puestos, recorrieron todo el lugar una vez más, buscando cualquier cosa que pudiera darles una pista. —¿Por qué dijiste que esta pista era un tiro seguro? —preguntó, colocando las agujas hipodérmicas que había visto antes dentro del contenedor de riesgos biológicos. —El vampiro no huía. Simplemente le daba nostalgia de vez en cuando, su ángel le daría tres o cuatro días, entonces enviaría a un cazador a recogerlo. —La tranquila lástima en su voz resonaba con la

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misma emoción dentro de Elena—. Los registros dicen que nunca se resistió, siempre fue educado y se disculpaba, y estaba lleno de historias sobre sus planes de renovar la casa. Era una imagen conmovedora, de un hombre inocente que no merecía la muerte. Al igual que no lo habían merecido los cinco ángeles que el escuadrón de Nimra llevó a casa en ataúdes cubiertos de flores. Brasas de ira quemaban lenta y oscuramente en su interior, no contestó y los dos terminaron el resto del recorrido en silencio. —Tengo que concordar con el niño bonito, la casa necesita ser quemada —dijo Ransom, una vez que estuvieron de nuevo en frente de la villa en ruinas. —¿Estás llamando a Illium niño bonito? —Resopló Elena, contenta de concentrarse en algo más que la pesada nube de muerte que colgaba sobre la ciudad—. ¿Te has mirado en el espejo últimamente? —Tengo cicatrices, como cualquier hombre respetable. —Chico duro. —Mirando la casa donde un vampiro había muerto, en lo que esperaba hubiera sido una muerte rápida, se puso las manos en las caderas—. ¿Crees que Sara estaría enojada si simplemente la incendiáramos y dijéramos “oops“ cuando el departamento de bomberos llegara? —No creo que te haya perdonado por todo el incidente de “ser perseguida por un vampiro en Manhattan”. —Se frotó la barbilla—. Sin embargo, Arson inventaría una buena historia para cubrirla. Es justo el tipo de lugar que un pirómano incendiaría. Una hora después y gracias a la conexión de Sara con cada agencia de la ciudad, la casa sufrió un incendio provocado, controlado por el departamento de bomberos. Si tan sólo, pensó Elena, pudieran disipar tan rápidamente la amenaza que suponía una enfermedad que había diezmado las células de un casi inmortal. *** Habiendo volado hasta la Torre a dejar el contenedor de riesgos biológicos, Elena tomó la oportunidad de escabullirse en la suite privada de Rafael y ella, para tomar una ducha y cambiarse. Ransom había ido a hacer lo mismo, no sólo iban a ciegas con los antecedentes aún perdidos, sino que ninguno sería muy bueno escapando de un compañero cazador con el hedor aferrado a sus ropas y piel. —Mejor usa una campana. —Fue el breve comentario de Random. Había terminado de fregar y limpiar su cabello y cuerpo varias veces cuando su teléfono sonó, con el nombre de Jeffrey en la pantalla. Tomando un conjunto limpio de la ropa que mantenía en la Torre, dejó

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que la llamada se fuera al correo, sin intención de discutir esto por teléfono. Una vez vestida, con su cabello trenzado y las armas en su lugar, se contactó con Ransom. —¿Me necesitas en este momento? —No, quiero revisar algo por mi cuenta. Imaginándose que necesitaba conectarse con uno de sus contactos callejeros, gente cautelosa que sólo confiaba en Ransom, aceptó encontrarse con él en una dirección del Upper East Side en una hora, caminando hacia el balcón, voló en el frío aire viniendo de la lluvia. Habló con Rafael mientras estaba en la ducha, así que sabía que él estaba regresando a la Torre por el agua, Aodhan junto a él y dos escuadrones integrados a sus espaldas, habiendo completado un ejercicio crítico. Preparación, pensó Elena, por una no provocada y ya fea guerra. Palabras que también aplicaban para su relación con Jeffrey. La mujer que abrió la puerta a la oficina de piedra rojiza tenía una lustrosa piel caoba, su cabello cortado brillantemente corto y su cuerpo encerrado en un pulcro traje de falda de un color verde joya. Nada parecido a la morena adicta a los vampiros que fue la última asistente de Jeffrey, su piel pálida por demasiadas donaciones en un corto período de tiempo. —¿Tiene una cita? —preguntó la nueva asistente, con su garganta moviéndose mientras tragaba. —No. Dígale al Sr. Deveraux que lo esperaré en el jardín trasero. —Mientras se dirigía a la pequeña caja verde a través de una ruta de acceso restringida, su mente se llenó de imágenes de otra piedra rojiza, otra puerta. Sara y Deacon cambiaron el diseño y el tamaño de su casa para que Elena se sintiera bienvenida, y aun así su propio padre no hizo absolutamente nada para asegurarse de lo mismo. No es que Elena estuviera sorprendida, solamente furiosa consigo misma por seguir permitiendo que la hiriera. Jeffrey apareció en la puerta trasera mientras ella llegaba. — Elieanora. Tengo una reunión en cinco minutos. —Impaciencia cortante, en ojos de un pálido gris. Ubicados en un rostro aristocrático y escondidos detrás de gafas enmarcadas en oro fino, su cabello blanco puro peinado a la perfección, su traje gris piedra asentado fácilmente sobre sus hombros. Sin duda, su padre era un hombre apuesto, la clase de hombre confiado irresistible para las mujeres jóvenes e ingenuas, que creían que podían penetrar su frío exterior. No había tenido ningún problema encontrando otra amante para reemplazar a la que había sido brutalmente asesinada durante una cacería, que, alteró la vida de Elena para siempre. Tal vez ya lo había hecho, ya había reemplazado a la mujer que no lucía parecida a la belleza elegante que era la actual esposa de Jeffrey. No, la pobre mujer era una pálida imitación de

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Marguerite… un símbolo vivo del dolor que su padre nunca reconoció en voz alta después de esos brutales primeros días. En su lugar, echó a Marguerite de su hogar, en lo que Elena ahora entendía fue una ira fría. Su esposa lo había traicionado el día que envolvió ese lazo alrededor de su cuello, y Jeffrey todavía estaba muy enojado con ella por eso. Elena pudo haberle perdonado esa ira, pero lo que no podía perdonar era que también hubiera arrojado a una de las hijas de Marguerite a la basura. —Sabes por qué estoy aquí —dijo, luchando por mantener la calma, para no rebajarse al nivel de una adolescente gritona. —No tienes autoridad para sacar a Eve de la escuela. —Detente. No voy a hacer este baile contigo hoy. —Continuó hablando a pesar del frío de sus ojos—. La razón por la que fui hacia Eve fue porque estaba escondida en un rincón llorando. Piel blanca sobre hueso, un tic en su mandíbula. —Sabes por qué —dijo, implacable en su amor por una hermana que todavía era inocente—. Ella es tú bebé, ¿y le dijiste que saliera de tu vista? —Elena no intentó esconder su disgusto—. No vas a hacer eso, Jeffrey, no a ella. ¡Ella cree que sostienes la jodida luna! —Cuida el lenguaje —espetó, con las manos todavía en los bolsillos del pantalón de su traje—. Y mi hija no es de tu incumbencia. —Ella es mi hermana, bastardo. Misma sangre, ¿recuerdas? —Su voz vibraba con rabia vieja que amenazaba con sabotear la intención de mantenerse racional, no dio marcha atrás—. Tú nos hiciste, y sabes qué, ya ni siquiera me importa. —Era una mentira que esperaba que se hiciera verdad—. Pero a Eve, sí le importa. Así que, haz que te crezcan un par y sé un hombre. —¡Elieanora! —Caminando por la hierba, la agarró por los hombros y la sacudió lo suficientemente fuerte para hacer que sus dientes crujieran—. Todavía soy tu padre y no me hablarás de esa manera. Marguerite te educó mejor que eso. Era la primera vez en casi una década que lo escuchaba decir el nombre de su madre y por un instante, ambos se congelaron, antes de que la furia se encendiera en su sangre. —¡No te atrevas a meterla en esto! Tú elegiste dejar de ser mi padre hace mucho tiempo. Con los dedos clavados en sus hombros, él escupió sus próximas palabras. —Siempre seré tu padre… y le pido a Dios que no lo fuera. Retrocediendo ante el vicioso golpe emocional, finalmente recordó su entrenamiento de cazadora y se apartó, con su ala golpeando fuerte contra el cuerpo de él mientras se retorcía. —Sí, yo también. —¿Cómo podía hacer esto todo el tiempo? ¿Lastimarla tan profundamente?—. Pero tú y yo, no importamos. Historia vieja. El padre que amó había muerto con su madre, la cáscara que quedaba de éste extraño capaz de apuntar una patada al suave corazón

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de un niño. —Sólo piensa en si quieres tener esta misma conversación con Eve dentro de diez años. No debió haberlo hecho, no habiendo ya forzado sus alas una vez hoy, pero hizo un despegue vertical, ignorando las palabras que Jeffrey decía mientras estiraba un brazo hacia ella. Y cuando las lágrimas corrían por su rostro, se dijo a sí misma que era por el dolor de sus músculos. No era una mentira total, su cuerpo gritaba por el abuso. Dos minutos después, un tendón se rompió con un chasquido audible, y se dio cuenta que ahora no solo era inútil para Ransom, sino que, en su furia irreflexiva, podría haber cometido un error fatal.

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7 Traducido por Blaire Grey Corregido por CrisCras

Apenas pudo llegar a la Torre, sus rodillas golpearon con fuerza el hormigón de la terraza fuera de la suite que había dejado solo veinticinco minutos antes. Cuando una pequeña pluma azul aleteó sobre la dura superficie mientras ella se apoyaba sobre sus palmas en un intento de luchar contra el dolor del impacto, supo que no estaba sola. Illium aterrizó a su lado un instante después, sus manos fueron a los hombros de Elena y su ala se deslizó a través de la suya. —Ellie, estás herida. Ella le restó importancia, capaz de sentir el agarre de Jeffrey en sus brazos. —¿Cuánto tiempo me has estado siguiendo? —Sólo un minuto... parecía que no ibas a ser capaz de hacer el aterrizaje. —Bueno, lo hice, así que vete —dijo—. Vete. ¡Vete! Un instante después de que las palabras salieran, levantó la cabeza para disculparse, pero Illium ya bajaba por el balcón. Odiándose a sí misma por permitir a Jeffrey herirla hasta haber herido ella a uno de sus amigos más cercanos, se arrastró a la sala de estar de la suite, colapsando de bruces al instante que se ocultó tras las ventanas, la alfombra contra su mejilla, y la ballesta clavándose en su cadera. Agachándose, se las arregló para sacarla, junto con el lanzallamas en miniatura, colocado a la izquierda de su cuerpo. Un susurro no mucho después, le dijo que Illium no estaba ofendido, simplemente había ido por un armamento más fuerte. — Cazadora del Gremio. —Palabras mortales y frías del Arcángel de Nueva York—. Has herido tus alas. Sus dedos se clavaron en la alfombra, y ella admitió su error—: Hice dos difíciles despegues verticales hoy. —Quédate quieta. Voy a tratar de reparar el daño. —Estaré bien —dijo a través del grito de la agonía—. Los otros... —Estarán en cama durante semanas o meses, a pesar de lo que haga. Tu estupidez, sin embargo, puedo ser capaz de enmendarla de inmediato. Azotada por su tono, empezó a moverse. —¡No te pedí ayuda!

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—No, al contrario, hiciste todo lo posible para que yo tuviera que hacer frente a una consorte muerta cuando estás destinada a ayudar a proteger la ciudad, todo por demostrar tu fuerza. Apretando la mandíbula contra la ira reprimida en su interior, ella no dijo una palabra, y un calor que derretía los huesos invadió los músculos de su ala un segundo más tarde, saliendo poco a poco de ella hasta alcanzar sus rodillas, como si la capacidad de Rafael hubiera sentido las fracturas de sus rótulas. El dolor comenzó a aplacarse casi de inmediato, y se dio cuenta de que él se había vuelto mucho más fuerte de lo que lo era incluso un mes atrás... pero no alteraba el hecho de que, en marcado contraste con las violentas capacidades física que manifestaba el resto de la Cátedra, el nuevo poder de Rafael era uno pacífico. Irónicamente, su capacidad de curar podría terminar siendo una debilidad mortal. —Habrá una guerra. —Predijo semanas antes mientras observaban la medianoche llegar a su ciudad, los vientos de la noche metiéndose como codiciosos dedos por su pelo—. Es inevitable durante una Cascada; por todo lo que sabemos, uno o más de la Cátedra o alcanzará la locura o ganará un poder que eclipsará las habilidades de los demás, él o ella tratará de apoderarse del mundo. No puedo permitir estancarme, tener solo la fuerza que ha estado siempre a mi disposición. —Tu poder anula el de Lijuan —le había señalado—. Y ella es la mayor amenaza. —Un poder anulado no será suficiente para ganar, y, mientras que ella puede ser la mayor amenaza, no es la única. —En su mirada la frialdad de un hombre que había mantenido su territorio desde hace medio milenio—. Neha crea fuego y hielo, Astaad se rumorea que controla el mar, y Favashi mantiene el susurro del viento en la palma de su mano. Para que la Cátedra permanezca en equilibro, no puedo quedar estancado en el lugar. Ahora, la culpa que roía desde esa conversación, combinado con su impotente rabia hacia Jeffrey, creaba un lío cáustico en sus entrañas, corrosivo y perjudicial. Rafael nunca la culpó, pero fue Elena quien lo hizo un poco mortal, un poco más débil, exactamente como le advertió Lijuan una vez. —Te desgarraste un tendón. —El hielo en su voz no se había descongelado—. Haz eso otra vez y te dejaré sanar por ti misma. Tal vez entonces desarrolles algo de respeto por tu cuerpo. —Estaba enfadada y actué sin pensar —dijo, dándole una verdad, incluso mientras escondía lo más nociva que continuaba carcomiéndola—. Sé que fue infantil y peligroso, no tienes que decírmelo.

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—¿Jeffrey? —dijo Rafael, permitiéndole sentarse, cosa que hizo sin una punzada de dolor. —Lastimó a Eve. —Rafael la conocía lo suficiente como para entender lo que eso significaba. Los cromados ojos azules la miraron con renovada furia. —¿Está bien? —Sí. —Bien. —Retorciendo la trenza en su puño con esa única palabra, Rafael tiró de su cabeza hacia atrás y tomó su boca en un beso que era pasión al rojo vivo y la fresca pincelada de la ira de un arcángel. Si no lo quisieras, dijo en su mente, su mano cerrándose posesivamente sobre el pecho de ella, cortaría a este hombre de tu vida como el miembro enfermo que es. No estoy segura de sí lo quiero o lo odio, confesó mientras él la hacía descender hasta la alfombra una vez más, pero Beth, Amy y Eve, lo necesitan. Con un jadeo, su espalda se arqueó; Rafael había quemado los lazos que sujetaban su camiseta, dejando sus pechos al aire. Su boca tomó la carne sensible un instante después, sus dientes rozando el pezón. Con un siseo, le clavó las uñas en los hombros y trató de darse la vuelta con sus piernas, deseando tener ventaja... pero su amante era un arcángel, y él no quería moverse. Mordió más profundo, hasta rozar el borde del dolor. Cuando decidiste continuar volando, ¿pensaste en el hecho de que podría haberte sacado de la calle? Liberando su pecho con esa pregunta furiosa, devoró su boca, y al mismo tiempo, le abrió la bragueta de los pantalones que se había cambiado media hora antes. Sus dedos rozaron la piel húmeda, sus bragas quién diablos sabía dónde. —Lo siento —dijo entre dientes mientras él frotaba su pulgar con deliberada fuerza contra su clítoris, sabiendo que la enviaría al límite... sólo para relajar la presión justo cuando su cuerpo flotaba al borde del insoportable placer. —Joder. —Con su pecho agitado, ella miró fijamente la cara masculina que contenía más que un toque de crueldad en ese instante—. Eso fue infame. —Me siento cruel, Cazadora del Gremio. —La tocó de nuevo, metiendo dos dedos en su interior y usando su pulgar para jugar con su clítoris mientras inclinaba la cabeza hacia su pecho descubierto, una vez más, sus dientes marcando su suave piel. Muy perverso. Su cuerpo temblaba mientras él le negaba el orgasmo por segunda vez, Elena gruñó y pasó las uñas por su espalda, rasgando la fina tela negra de su camisa. Sangre perfumó el aire, la cabeza de Rafael se inclinó para revelar sus ojos incandescentes, sus alas brillando sobre ella. Estrellando su boca contra la de ella, rasgó sus pantalones y ella sintió la contundente dureza de su polla presionando

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contra ella... pero sin empujar, claramente todavía en un estado de ánimos infernal. ¡Hazlo! Mordiendo su labio inferior con la fuerza suficiente para romper la piel, cerró las piernas alrededor de sus caderas y tiró la suya hacia arriba. Un solo duro centímetro, y luego empujó todo profundamente, estirando la apretada carne con su grosor. Elena se vino sin previo aviso, su cuerpo apretándose a su alrededor tan posesivamente que él rompió el beso para sujetar sus manos en puños a ambos lados de su cabeza. Negándose a perder la conexión todavía mientras su cuerpo se convulsionaba en un orgasmo casi doloroso, ella agarró su cara, e inició otro beso que era todo lengua, calor y furia. Su polla se deslizó sobre sus sensibilizados músculos mientras sacaba toda su longitud, sólo para golpear de nuevo tan fuerte que lo sintió en la garganta. Entonces, él se vino en su interior, la íntima humedad empujándola al borde de un placer tan vicioso, que la rompió en pedazos. ***

—Todavía llevas todos tus cuchillos. —Debí haberlos usado —murmuró Elena desde su posición, atrapada bajo el cuerpo de Rafael, su polla aún dentro de ella y su caliente aliento contra su cuello—. Bastardo. —Me sacaste sangre, por lo que creo que estamos a mano. Con los brazos envueltos alrededor de su cuello, lo besó en la sien. —Siento haberte asustado. —No era un acto propio de un arcángel el admitir un miedo, pero él era suyo, y le había hecho daño sin querer, así que dependía de ella enmendar su error. Sus alas se desplazaron, pero él no separó sus cuerpos. —No conocía el miedo hasta ti, Elena. Usa el poder sabiamente. Su desnuda admisión fue un golpe en el corazón. —Bien —dijo en un intento de hacerlo sonreír—, si consigo estar bien jodida... Elevándose sobre sus codos, su cabello un desastre turbulento y su labio inferior ya sanado, él la inmovilizó con una mirada que besaba con más que un toque de arrogancia masculina. —¿Acaso no te he satisfecho? Dios, era sexy. Quería arrancarle la ropa y volverlo loco cuando llevaba esa mirada en su rostro. —Dado que eché abajo con mis gritos el invernadero la otra noche —dijo, con los dedos retorciéndose al recordar como la había tomado desde atrás, con sus manos apoyadas en la mesa de trabajo—. Creo que sabes exactamente lo bien que has estado satisfaciéndome. —Gimió cuando él se retiró de su cuerpo, sus

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tejidos deliciosamente hinchados—. Aunque el sexo con rabia tiene algo a su favor. Una curva leve en sus labios por fin, su cabeza bajando para presionar un beso sobre el mordisco que le hizo en el pecho, la marca todavía roja. —Sí. —Se levantó, se puso sus pantalones y la puso de pie—. Tal vez llegue a ser mi forma favorita de resolver nuestras diferencias. —No si le haces esto a toda mi ropa —dijo ella, dándose cuenta de que los sonidos de rasgados habían sido de verdad—. Maldita sea. Acabo de cambiarme. —Pánico repentino, una mirada hacia su reloj—. Todavía tengo quince minutos para encontrarme con Ransom. — Corriendo por el dormitorio, se quitó las armas y se deshizo de la ropa, y después de una rápida carrera al baño para lavar algunos de los calientes fluidos personales, se volvió vestir. Unos locos tres minutos después, y Rafael, llevando una camisa blanca idéntica a la que ella había destrozado, deslizó su cuchillo más largo por su espalda de nuevo. —La caza podría durar hasta tarde — dijo ella—. Así que no envíes a los escuadrones en mi búsqueda. —A no ser que hayas olvidado tu previo compromiso —dijo Rafael mientras ella acomodaba rápidamente su cabello—, o estés tratando de evitarlo. Le vino en un rápido recuerdo—en un grueso papel estampado, una amable invitación a la cual le había llevado horas redactar una respuesta elegante y formal, pero con un delicado dibujo de un caprichoso lémur en una esquina. —¿Ellos no cancelaron? —Elijah se ofreció a hacerlo, pero les dije que nos gustaría que él y Hannah estén en nuestra mesa. —Plegando sus alas fuertemente a la espalda, caminó hacia el balcón, el aire de invierno en una ráfaga fría mientras continuaba—: Creo que es hora de que empecemos a hacer algunas verdaderas amistades en la Cátedra. Otras alianzas ya se están formando y pueden ser destructivas en la guerra por venir. Frotando sus brazos desnudos, ella trató de recordar si había dejado vainas largas de repuesto en la Torre. Sin embargo, no eran solo el viento y la capa de gruesas nubes lo que elevaba el vello de sus brazos. —Estás pensando en Neha y Lijuan. —Las dos poderosas arcángeles eran vecinas y siempre tuvieron una cordial relación. —Podría ser una unión letal. Elena pensó en Manhattan bajo el asedio de una lluvia de fuego y hielo, mientras los renacidos se alimentaban de la carne mortal en una sangrienta plaga por la ciudad, y sintió su garganta inflamada. —Jason dijo que estaba seguro de que Neha no había sido acogida por Lijuan. —Neha también tiene una gemela en su territorio que aún puede llevar su ejército contra Neha —señaló Rafael—. Y ella me culpa por la muerte de su hija. —Un recordatorio de que no importaba que Neha hubiera aceptado a Jason en su territorio en un reciente pasado, ciertas

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heridas continuaban supurando—. Lijuan, por su parte, se ha mostrado muy educada acerca de mantener tanto a sus renacidos como a sus fuerzas alejados de la frontera común. Puesto de esa forma, Elena podía ver la alianza formándose delante de sus ojos. —Elijah y tú... ya son amigos. —Más o menos. Siempre me ha ofrecido su apoyo en los asuntos de la Cátedra. —Advirtiendo el paso de un escuadrón liderado por Illium, que se veía cada centímetro del luchador sangriento que a menudo olvidaba que era, Rafael disparó un rayo de energía al azar. Elena contuvo el aliento mientras Illium dio una sola orden y el escuadrón se separó para evitar el rayo... el cual Illium desvió con la espada que había sacado de su espalda. Se estrelló contra la Torre sin causar daños, e Illium saludó con una sonrisa antes de seguir adelante. —Eso no fue fuego de ángel. —El fuego de ángel, asesino de un arcángel, podía romper el cemento. —No, fue un débil golpe destinado a probar el estado de alerta del escuadrón. —Con los ojos fijos en la ciudad, Rafael volvió a su anterior tema de conversación—. Si Elijah y yo creamos una verdadera amistad, una alianza que se sostendrá en los combates por venir, entonces no solo debo invitarlo a mi territorio, sino confiar en él a un nivel que va más allá. —¿Vas a decirle todos los efectos de la Caída? —Abierta sorpresa en el tono de voz de su consorte. —No. —No confiaba lo suficiente en ninguno de los de la Cátedra como para compartir la comprometida situación de sus defensas—. Elijah pudo haber ofrecido la rama de olivo de la amistad, pero también ha mantenido su territorio más tiempo del que yo he sido un arcángel. Es tan despiadado como cualquiera de nosotros. —¿Cómo de malo es? —preguntó Elena en voz baja—. Ahora que has tenido la oportunidad de evaluar a todos los heridos. —Hemos comenzado el proceso de transferencia de hombres y mujeres en las zonas periféricas para reforzar nuestra fuerza defensiva, pero el personal de la Torre es elegido por una razón. Son lo mejor, cada uno probado y elegido por Galen. —Además, su maestro de armas decretó de forma no negociable que cada luchador regresará al Refugio una vez cada dos años para un entrenamiento intensivo. —Las áreas de fuera de la periferia... ¿no serán vulnerables? — Comprobando la pistola que llevaba en la funda interior del muslo, después de haber intercambiado una de sus cuchillas por la pieza elegante, Elena la deslizó de vuelta, las finas líneas de preocupación en su rostro en la luz tormentosa—. Puesto que estamos tomando a su gente. Era exactamente el tipo de pregunta que una consorte estaba destinada a hacer, una que desafiaba sin juzgar. Él sabía que Elena a menudo pensaba que no conocía las "reglas" de ser inmortal, pero el

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conocimiento de la autoridad y ceremonia era inútil sin el corazón para amar a su gente y el coraje para decir lo que pensaba. —Es considerado cobarde ir arrebatando poco a poco un territorio, y ningún arcángel desea esa mancha en su honor. —Bueno —dijo cuándo una gota golpeó su mejilla, el cielo conteniendo el diluvio por ahora—. Supongo que esa es una buena noticia. —En cierto sentido. Pero no hay vergüenza en ser inteligente respecto a tu invasión. —Los inmortales valoraban la inteligencia tanto como la fuerza—. ¿Para preparar a una ciudad de un ataque ingeniando un evento como la Caída? Sería considerada una buena estrategia en consecuencias. —El vampiro enfermo. —Ojos de un gris invernal se encontraron con los de él, el borde de plata desvaneciéndose en esta luz—. No puede ser una coincidencia. —No sabremos nada con certeza hasta que Keir complete sus pruebas, pero le he dicho a todos los ángeles de alto rango y vampiros que reporten cualquier comportamiento aberrante o preocupante. No existe tal enfermedad que pueda ser permitida para ganar posición en cualquier territorio. —Miró las nubes una vez más—. Completa tu tarea para el Gremio, Elena. Permanece visible mientras lo haces. Nuestro objetivo sigue siendo el mismo: no dar a nuestros enemigos cualquier indicio de que la ciudad ha sido gravemente herida. —En lo que a mí respecta —dijo Elena entre dientes—, si la Caída fue un ataque planeado, no fue inteligente sino cobarde. Asesinato a distancia. Palabras que él esperaba de una guerrera. Un beso fugaz, las rugosas yemas de los dedos de ella sobre su mejilla. —No llegaré tarde. La observó marcharse entre la medianoche y el amanecer, sus alas diferenciándose de cualquier otra, y sabía que maldeciría su propio honor y tomaría venganza contra el mundo si alguien se atrevía a poner un dedo sobre ella.

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8 Traducido por Marie.Ang Corregido por Gaz Holt

Ransom sentado en su motocicleta miraba un mapa plegable con cinta adhesiva cuando ella aterrizó a su lado con solo cuatro minutos de retraso. Su chaqueta negra de cuero abierta revelaba una camiseta verde oscura combinada con unos pantalones de cuero y las pesadas botas negras que había usado antes, y con unas gafas de sol de espejo que escondían sus vívidos ojos verdes, lucía como un anuncio para la empresa de motos, demasiado bonito para en realidad ser peligroso. Excepto, por supuesto, por las armas atadas a sus muslos, las cuchillas y cartuchos adicionales que llevaba escondidos bajo su chaqueta. —¿Algo de tus fuentes? —preguntó. —Sip —dijo él, sin apartar la vista del viejo mapa que se negaba a abandonar, a pesar de que, como cada cazador, tenía un teléfono inteligente dado por el Gremio con completa capacidad GPS—. Pero al menos ahora sabemos que Darell no se arrastra alrededor del metro. No estando de humor para bromear con él hoy sobre su infame mapa, ella miró alrededor y se forzó a regresar la sonrisa amable del vampiro que pasaba por la acera, su bastón y sombrero tan impecables como el traje que encerraba su forma corta y de piernas arqueadas. Polvo de cobre y canela, con un toque subyacente de roble quemado. Complejo, interesante y único. —Siempre quise preguntar algo —dijo en un intento deliberado de dejar de pensar en la naturaleza repulsiva del ataque contra la ciudad— y después de los comentarios de Rafael sobre “ablandar” una ciudad, tenía pocas dudas de que eso era lo que exactamente había sido—. ¿Hueles las mismas cosas que yo? Ransom hizo una mueca cuando describió lo que había captado del vampiro que pasaba. —Sí, excepto que no digo mierda como “canela con un toque de roble quemado”. Digo “amigo hueles como a árbol electrificado con un lado de rosquilla glaseada”. Ahogándose en una risa inesperada, apoyó el brazo en su hombro y miró el mapa, mientras dos niñeras que empujaban cochecitos se detenían para tomar fotos a escondidas de ellos al otro lado de la tranquila calle. —Entonces, ¿a quién vamos a ver? —Un soplo de cítricos, fuerte y limpio—. Lindo champú.

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—Limones, sabelotodo. Mi abuela dice que es la mejor forma de deshacerse de malos olores. La abuela de Darrell, por otro lado, posee ese edificio de ahí —Dio un asentimiento hacia la derecha—, y si Darrell es cercano a alguien, es probable que sea a su abuela. —No me di cuenta que lo conocías. —No lo hago, en realidad. Estuvimos en una cacería juntos hace tres años. —Plegando el mapa, se lo dio para que lo metiera en la mochila que llevaba—. No dijo mucho, pero me enteré que su abuela prácticamente lo crió, una línea rápida de búsqueda me dio esta dirección de ella. —¿Todavía no tenemos el informe de antecedentes? —Con una caza en este tiempo crítico, necesitaban la información ayer. Si Vivek se hubiera hecho cargo… pero no. —Aparentemente —Una mandíbula apretada que le dijo que estaba a punto de dar malas noticias—, había algún tipo de colapso computacional. El Gremio está trabajando manualmente para armar el reporte. Con la frustración produciéndose en sus vísceras, dio un paso atrás para que él pudiera girar la moto, manteniendo los ojos abiertos por cualquier movimiento desde detrás de las ventanas con cortinas de la antigua casa real que era su destino. Completada con elegantes cornisas marcadas por ninguna mota de la ciudad de piedra, el lugar entero estaba pintado de un blanco reluciente. —La Sra. Flaherty está indispuesta —les dijo una criada cuando alcanzaron la puerta. —Se trata de su nieto, Darrell. —Ransom mostró a la mujer de pelo blanco su licencia del Gremio—. Creo que a ella le gustaría saber. Un indicio de lo que parecía verdadera preocupación en su rostro antes de que les señalara una habitación en el pasillo. —Por favor, esperen en la sala. Con las alas entrando por las puertas , Elena caminó hasta estar frente a una ventana que daba a la calle, mientras Ransom merodeó alrededor de la habitación después de dejar su mochila en una silla tapizada en color rojo vino con remolinos de oro, los brazos y respaldo tallados en madera color miel. Oyeron el silencioso zumbido de lo que podría haber sido un elevador varios minutos después, entonces la criada entró con la Sra. Flaherty en silla de ruedas. La abuela de Darrell llevaba un turbante melocotón en la cabeza, su cuerpo delgado debajo de un elegante caftan de suave violeta, su fina piel apergaminada color moca. Sin embargo, la mano que extendió para apretar la de la criada pareció fuerte, sus ojos marrones aletas y claros. Un rostro, pensó Elena, que contenía tanto la fuerza y carácter como la belleza. No el de una mujer que se hubiera quebrado bajo la inquietante noticia del estado mental de su nieto—sino lo sabía ya.

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Podría ser que Darrell hubiera vuelto a casa para esconderse, tratar de poner en orden su cabeza. Sería el mejor resultado posible. Cruzando las manos en su regazo después de que la criada se fuera, la Sra. Flaherty miró directamente a Elena. —¿Está muerto mi nieto? —Por lo que sabemos, está vivo —dijo a la vez, ya que si la Sra. Flaherty no conocía el paradero de Darrell, cualquier otra respuesta sería un tormento. La más pequeña caída de sus hombros antes de que la anciana mujer tomara control de la situación. —Dejen de amenazar y siéntensen. —No habló de nuevo hasta que ambos obedecieron—. Entonces, si no está muerto, debe estar en problemas. ¿Qué tan malo es? —No ha cruzado la línea todavía. —Ransom aparentemente había llegado a la misma conclusión que Elena sobre la abuela de Darrell: ella podría parecer débil, pero esta señora no les agradecería por ser cautelosos—. Necesitamos capturarlo antes de que haga algo que el Gremio no pueda arreglar. —Puso a un vampiro inocente en el hospital —explicó Elena, cuando la Sra. Flaherty se volvió a ella—. La paliza fue despiadada. —Por suerte para él, escogió a un vampiro que acababa de salir de su Contrato, con sueños de cruzar el mundo y sin tiempo para molestarse por una maleta oficial. —Ransom se inclinó hacia adelante, con los brazos apoyados en los muslos—. La Directora del Gremio lo convenció de aceptar un pago en lugar de presentar cargos, lo que significa que el Gremio no tiene que suspender oficialmente la licencia de Darrell, pero lastima a alguien más y está acabado. —Ese no es mi niño. —El cuerpo de la Sra. Flaherty vibraba con clara indignación—. Darrell hace su trabajo. No abusa de aquellos que caza. —¿Las cosas que vemos en el curso del trabajo? —Elena sostuvo los agudos ojos de la dama de edad avanzada—. Puede causar grietas que no se curan sin intervención, y Darrell caminó recientemente en una pesadilla. Los dedos de la Sra. Flaherty temblaron en la manta de su regazo, pero su voz no se quebró cuando habló—: No he visto o escuchado de él en una semana, y siempre me llama cada dos días, especialmente desde que he tenido este maldito frío que parece no puedo dejar de sacudirme. —Tomó una profunda respiración, pero hizo caso omiso de su preocupación para apuntar un dedo a Ransom—. Encuentra a mi hijo antes de que trate de hacer daño. No lo dejes caer… estás en su Gremio. Siempre dijo que ustedes eran como familia. ***

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—Somos una familia —murmuró Ransom una vez que volvieron a la motocicleta, ninguno de ellos pensando que la Sra. Flaherty mintiera—. ¿Por qué no solo el idiota entró cuando se dio cuenta que estaba perdido? Sabe que nadie hubiera parpadeado si necesitaba más asesoramiento, o, demonios, si quería estar borracho cada día por una semana. Nos habríamos hecho cargo de él, llevarlo a casa desde el maldito bar. —Está en un mal lugar, sin pensar con claridad. —Elena se negaba a fallar en traer a Darrell a casa. Tal vez no podía detener una guerra arcangelical, o hacer de su padre un ser humano decente, pero esta era una fractura que podía y repararía—. Ya que no tenemos detalles, ¿qué tal si empezamos por tratar con las guaridas usuales del Gremio? —Eso es lo que… —Agarrando el teléfono al sonar, le dio un pulgar hacia arriba—. Sara está hablando con sus amigos, nos envió una lista de sus otros lugares de reunión conocidos. Uno de sus amigos ya vió el apartamento, lo encontró vacío. —Deslizando sus gafas de sol, le envió por correo electrónico la lista a su teléfono—. Toma la parte superior, yo tomaré la parte inferior, veamos si podemos coger un rastro. Si crees que lo tienes, llámame. Con la cabeza jodida como la tiene, podría olvidar que somos familia. —Llámame, también. —Escaneando su mitad de la lista después de obtener su asentimiento, Elena notó una armería, una tienda reabastecedora de ropa que atendía a los cazadores y policías, un apartamento que aparentemente ocupaba una profesional discreta, y la Librería Pública de Nueva York—. Debe gustarle leer. —De alguna manera, ese pequeño e inesperado hecho lo hizo más humano, más real. —Sí. Siempre tenía un libro en su bolsillo trasero. —Sacando el casco, Ransom se montó en la moto, chasqueó la pata con la bota, giró la llave, y puso en marcha el motor. La máquina rugió a la vida con un ronroneo—. Andando. Te llevaré a un edificio que puedas usar como plataforma de lanzamiento. —No, gracias. Tendré que extender mis alas para mantenerlas fuera de la calle y lo siguiente que sabré es que seré cortada por algún taxista de mal humor. —Elena no iba a coquetear con ser regañada de nuevo. Sin mencionar que luego tendría que tratar con un extremadamente cabreado arcángel. Con una sonrisa con el poder del diablo, Ransom aceleró la moto. —Vamos, Ellie. Apuesto a que paramos el tráfico. —Ser visible en el hacer. Tenía la sensación de que Rafael no consideró esto cuando había dicho esas palabras. Sin duda era una mala, mala idea, pero demonios

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si no conseguiría una cantidad estúpida de cobertura, tal vez dar a la ciudad algo por lo que sonreír. —Deberían hacer motocicletas para ángeles. Fue una patada en las tripas, esa astilla de recuerdo. Las palabras habían sido dichas por el joven ángel cuyo cortejo fúnebre llegaría hasta el Refugio después del oscuro descenso, su declaración dirigida a un amigo cuando los dos estaban sentados con las piernas colgando de un balcón de la Torre, a la izquierda de donde se encontraba Elena. Ella sonrió en ese momento, pero ahora las palabras incitaron una nueva ola de enojada tristeza. Esto es por ti, pensó y pasó la pierna sobre la zumbante máquina. Sin embargo, no se sentó—eso dejaría sus alas tocando la calle. En su lugar, colocó las manos en los hombros de Ransom y se paró en los apoyos. Tuvo que extender las alas un poco para evitar enredarlas en la moto, pero no fue tan malo que había temido. —Vas a tener que lidiar con una considerable resistencia. —Mi dulce niña come resistencia para el desayuno. —Entonces se pusieron en marcha, el viento golpeándole el rostro y las alas cuando Ransom ejecutó un giro y rugió por la calle ante los ojos asombrados de todos los que pasaron. Riendo, Elena echó la cabeza hacia atrás y disfrutó el paseo como ese joven soldado lo hubiera hecho, solamente si hubiera tenido la oportunidad. Con Ransom habían causado una impresión sin duda alguna para el momento en que él llevó la moto a una parada suave en la silenciosa calle detrás de un viejo edificio. —¿Esta? —preguntó, señalando la escalera externa de incendios que iba hasta el techo. —Sip. —Saltando de la moto, comprobó sus alas—. Todavía en una pieza. —Te lo dije. Golpeando su puño con el de ella, se fue por la calle. Creo que es la primera vez que un ángel ha montado una motocicleta. Sonriendo ante el beso del viento y la lluvia en el interior de su mente mientras subía por la escalera de incendios, dijo—: Apuesto a que eso consigue bajar las bragas de nuestros aspirantes a invasores un montón.1 Una… imagen interesante, sino como una distracción del estado de nuestras defensas, fue lo que inspiró. Si, sin embargo, no supiera que Ransom está tan enamorado de otra, ahora tendría que matarlo. Sin tocar a mis amigos, ¿recuerdas? No tendría que tocarlo para matarlo. 1Quiere

decir que los invasores sobrereaccionarán ante la provocación, pero también es un juego de palabras intraducible que se refiere a su ropa interior.

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Muy gracioso. Habiendo llegado a la azotea, extendió sus alas, barrió el borde del edificio y voló en dirección a la tienda de armas mientras Rafael regresaba al negocio de la Torre. Se debatió por dirigirse a la profesional primero, siendo los hombres hombres, pero de acuerdo a la inteligencia de Sara, Darrell no había visitado a la mujer en más de dos meses. La tienda de armas, sin embargo, era una a la que iba cada vez que estaba en la ciudad. El propietario, con barba y una seria panza cervecera, estuvo feliz de cooperar una vez que ella le aseguró que, de alguna manera, no se había ganado la ira de la Torre. —¿Darrell? Él es un buen cliente, buen tipo, también, pero no lo he visto por, déjeme ver… una semana ya. — Una risa—. Realmente se abasteció la última vez. Cuando Elena escuchó lo que Darrell había comprado, su cabeza casi explotó. Tiene un arsenal, le envió un mensaje a Ransom y consiguió #%*&! como respuesta, luego una llamada. —Un campo de tiro interior era una pérdida de tiempo. Literalmente. —El tono de Ransom era tenso—. Explotó una cañería de agua hace cinco días, pero el dueño dice que Darrell vino cada día antes del daño, era un experto tirador con varias armas de fuego. —Mierda. —Si Darrell había avanzado de los puños a las armas tan rápido, podrían estar hablando de masacre. —Voy a ir a revisar la casa de su madre. No son cercanos, pero si él estaba enojado, podría haber llegado ahí. La siguiente parada de Elena, la tienda de reabastecimiento, la hizo contra un ex policía que le dio una mirada inapropiada y dijo que no chismeaba sobre sus clientes. Demasiado jodidamente preocupada para aguantar mierda, Elena puso las cartas sobre la mesa, sin endulzar. —Darrell está en problemas. El tipo de problemas en donde podría agarrar un arma —Sin mencionar el maldito rifle de asalto que había comprado—, y ponerlo en su cabeza o en la de alguien más. —¿Y qué? —Los ojos planos del policía—. ¿A la Torre le importa? ¿Ese era su problema? —Al Gremio le importa. —Puso de golpe su licencia. —Escuché que todavía estabas cazando —dijo, después de examinar el distintivo—, pero supongo que pensaba que era mentira. —Sí, bueno, no lo es. —Apartó la licencia—. Ahora, ¿Darrell? —Lo vi hace tres días. —¿Qué compró? —No, no fue aquí. Lo vi en la esquina de un bar a un par de cuadras con una pelirroja estacada. Con las piernas hasta los oídos. — Un encogimiento de hombros—. Pensé que el hombre disfrutaba de su tiempo libre, y quién era yo para molestarlo.

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El apartamento de la profesional, también, se dio cuenta Elena, se encontraba a solo dos cuadras más. La gente señaló y susurró en el instante que salió de la tienda, esta parte de la ocupada ciudad, pero nadie la asedió. Todo lo que le había tomado para conseguir su espacio fue disparar una flecha de ballesta en la bota de un idiota que quería volverse cercano y personal. Vivió, a pesar de su lloriqueo, y ahora tenía un representante. Exactamente como le gustaba. —Ransom —dijo, con el celular en su oído mientras caminaba, como cualquier otro neoyorkino en la calle—, la profesional. ¿Pelirroja de piernas largas? —Rodeando a un hombre de negocios absorto en su tableta miniatura, escuchó un estruendo y se giró para encontrarlo mirándola con la boca abierta, su caro dispositivo en el suelo. —Turista —resopló una ejecutiva de traje negro que pasaba, su cabello rubio en una elegante melena y una taza de café para llevar en la mano. El mordaz comentario hizo sonreír a Elena, entonces avanzaron para pasar al otro. —Espera —dijo Ransom—. Estaba buscando su foto… sí, es ella. Pecho doble D, también. —Debería haber sabido que te darías cuenta. —Tendría que estar muerto para no notar eso. Tengo un pequeño dato sobre un bar en… —Puedo ver tu moto. —Colgando, alzó la cabeza—. ¿El personal del bar sabe algo? —Lo vieron hace tres días, eso es todo. Cruzando la calle sin una palabra, se dirigieron al edificio de apartamentos de la profesional en menos de un minuto. Su portero, con los ojos desorbitados por las armas sobresaliendo de sus cuerpos, no se resistió a sus preguntas, divulgando que la mujer no había dejado su apartamento por cuarenta y ocho horas y contando. —Y Honey, nunca se pierde su club de lectura. Eso fue anoche. Los ojos de Elena encontraron los de Ransom ante la conclusión del portero, el sabor acre del miedo en su lengua. Existía una muy buena probabilidad de que Honey Smith ya no fuera capaz de leer un libro, capaz de hacer cualquier cosa, con su cuerpo descomponiéndose yaciendo irreparablemente en su departamento. Elena estaba tan harta de llegar demasiado tarde.

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9 Traducido por Marie.Ang Corregido por NnancyC

Habiendo tomado las escaleras a la azotea, Elena bajó, con la intención de mirar por las ventanas del apartamento, sólo para encontrar las persianas cerradas. Volvió para reunirse a un Ransom armado hasta los dientes en frente de una de las puertas que se alineaban al ático decorado con estilo y poca luz. Con su propia arma fuera de la funda, se movió en silencio al otro lado de la puerta lo suficientemente amplia que sus alas no serían un obstáculo en una pelea. —No huelo descomposición. —Fue un simple susurro. Elena tampoco, pero ¿y si su presa fue inteligente y cambió la temperatura dentro? —Aire acondicionado. —Articuló y vio que los labios de Ransom se aplanaban en una línea fina. —¿Preguntar o entrar? —Entrar tan pronto como tengamos un detalle. —Ransom alejó el arma—. No podemos correr el riesgo de que él tenga una pistola en su cabeza si aún no está muerta, y está allí con ella. Haciéndole un gesto para que se mantuviera fuera de la vista, se puso las gafas de sol y golpeó la puerta. —Hola, cariño. —Fue lo suficientemente fuerte que la residente, si seguía viva, se preocuparía por los vecinos—. Abre. ¡Tenemos una cita y pagué por adelantado! Al oír sonidos susurrados desde el interior del departamento, Elena frunció el ceño a Ransom para que se alejara de la puerta en caso de que Darrell disparara a través de ella. Cuando se quedó dónde estaba, apretó los dientes y se preparó para empujarlo fuera del camino en el instante que captara algo que sonara vagamente como un arma. Excepto que la siguiente cosa que escuchó fue la puerta siendo desbloqueada y abierta, la cadena de seguridad saltó hasta detenerse. —Cállate, idiota borracho —siseó una mujer claramente irritada—. Estás en el apartamento equivocado. —¿Eres Honey Smith? Hice la cita a través de tu sitio web. —No estoy tomando nuevas reservas. —La frustración sin ocultar—. Debes haber cometido un error. —Tengo un jodido número de confirmación. —Muéstrame.

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—Aquí. —Bajando la mano a un bolsillo, Ransom golpeó con algún tipo de herramienta metálica y la cadena de seguridad desapareció. La pelirroja gritó cuando entraron, armas afuera… para encontrase de frente al extremo equivocado de una Glock semiautomática sostenida por un hombre alto y delgado en vaqueros que colgaban bajo en sus caderas y una barba de al menos tres días en su rostro. —Honey. —La mujer vestida con una bata de satén negro se deslizó tras él ante la breve orden. Ransom fue el primero en bajar el arma. —Mierda. Te creíamos jodidamente perdido, hombre. Darrell no bajó el arma ni una pulgada hasta que Elena deslizó la suya de regreso en su funda. —El Gremio —le dijo a Honey, en un esfuerzo para reducir la tensión—, pagará por los daños. La otra mujer rodó los bonitos ojos avellana como un rostro de Botticelli. —Les enviaré una factura. Ahora cierra la maldita puerta y entra antes de que me hagas echarte a patadas de mi departamento. Voy a hacer café. —Ellie se enteró de las armas —le dijo Ransom a Darrell después de que la pelirroja desapareciera por el pasillo—. Teníamos miedo que estuvieras planeando hacer una masacre. —Pensé en ello. —Una declaración monótona, su piel varios tonos más clara que la de su abuela, ojos de un gris oscuro—. Fue cuando empecé a elaborar las mejores posiciones para un francotirador que guardé todas las armas excepto está en mi caja fuerte de armas, cambié la combinación sin mirar para no poder abrirla sin un soplete, y vine aquí. —Sea cual sea tu excusa —dijo Elena, un tono duro porque Darrell necesitaba que fuera dura—, debiste haberte registrado con el Gremio, y con tu abuela. Fue esa declaración final que consiguió su atención, sus torturados ojos. —Sabía que ella sería capaz de decir que me metí en problemas, y está tan enferma. No quería preocuparla. Elena le lanzó su teléfono, incapaz de olvidar las manos temblorosas de la Sra. Flaherty. —Hazlo ahora. El olor del café se filtró en el aire justo cuando terminó la llamada, y Honey regresó a la entrada. —¿Todos planean venir a visitar, o sólo estar por ahí luciendo rudos? Elena sonrió, decidiendo que le gustaba la otra mujer, justo cuando Ransom cruzó los brazos alto en su pecho. —Siempre luzco rudo. —Excepto por el cabello, ¿cierto? —dijo Darrell, con un brillo en los ojos.

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Ransom le mostró el dedo y de pronto ya no hubo más tensión. Media hora y una taza de café más tarde, Darrell se entregó al Gremio, listo para someterse a una evaluación psicológica y a cooperar efectivamente con el consejero. Fue una pequeña victoria para los chicos buenos, pero Elena la tomaría. Ahora tenía que volar a casa y hacer lo mejor para ayudar a Rafael a forjar una alianza que podía significar la seguridad de cientos de miles, la escala de muerte que podría resultar de una guerra arcangelical incomprensible. ***

Después de un día que había involucrado innumerables movimientos estratégicos sutiles mientras dejaba su ciudad lista para defenderse contra un ataque de un enemigo desconocido, Rafael se paró junto a su consorte en el patio de su casa, viendo a Elijah y a Hannah aterrizar. La otra pareja había decidido permanecer en un lugar desconocido a una hora de vuelo desde el Enclave, a pesar de que notificarían a Rafael en el instante que cruzaran por su territorio. —Es como un cortejo, ¿no es así? —murmuró Elena, su elegante vestido de seda verde azulada un beso fresco de primavera en los brazos del invierno—. Ambos siendo tan bien educados y formales. Entiendo la alusión, hbeebti, pero tal vez puedas encontrar otro término. Rozó su ala con la de ella, complacido al ver que ella parecía no llevar ningún dolor residual. No tengo ningún deseo de cortejar a Elijah. La diversión en un rostro que mostraba sólo el toque más leve de inmortalidad, la transición demasiado lenta para protegerla de los peligros en el horizonte. Sin embargo, Elena no era de los que se sientan en la seguridad. No, su cazadora lucharía junto a él, pase lo que pase. Esa era quien era, como él era un arcángel que combatiría a muerte para proteger a los suyos. —Elijah —dijo, una vez que la pareja de visita plegó las alas—, mi consorte y yo te damos la bienvenida. —Estamos contentos de estar aquí, Rafael. —La mirada de Elijah encontró la suya antes de volver a reconocer a Elena con una reverencia formal de su cabeza, su perfil aristocrático la inspiración de innumerables escultores a lo largo de los milenios de su existencia, su cabello dorado contra piel de un oro pálido. Rafael hizo las presentaciones, y no se sorprendió cuando Elena saludó a Elijah con calidez y elegancia, pese a sus reservas sobre “no saber qué tenedor usar”, como ella lo había expresado. Entonces, antes de que pudiera advertirle que el protocolo entre dos consortes dictaba que debía llamar a Hannah por su título de Consorte hasta invitarla de lo contrario, ella sonrió y dijo—: Estoy tan feliz de conocerte por fin, Hannah.

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La consorte de Elijah sonrió y le tendió las manos en vez de tomar el insulto, sus exuberantes rizos negros sostenidos con peinetas de joyas, el ébano de su piel brillando en el rojo anaranjado del atardecer. Las nubes de tormenta habían pasado con un solo aguacero y el aire sabía a ozono, limpio y fresco, borrando cualquier rastro final de la sangre que empapó la tierra en donde se encontraban… pero la huella perduraba. Nadie podría olvidar el día que los ángeles cayeron. —Lo mismo digo, Elena. —La respuesta de Hannah fue hecha en una voz clara y musical, las manos de las dos mujeres tocándose—. Vine al Refugio especialmente para verte, sabes, pero Rafael era implacablemente protector y no confió en mí en lo absoluto. Él tenía razón; si hubiera visto tus alas de cerca, te habría perseguido hasta que accedieras a sentarte para mí. Con un rostro iluminado, Elena condujo a la mujer más baja en dirección a la casa, el vestido de un bronce intenso, rozando contra su dueña. —Tenía tan poca gracia como un pajarito cuando desperté y me irritaba eso —confesó—. Habría sido un sujeto terrible. Rafael no escuchó la respuesta de Hannah, las dos mujeres se habían alejado una pequeña distancia, pero sus risas mezcladas flotaban en el aire. —No estoy tan seguro de que hemos hecho lo correcto al reunir a las dos únicas consortes en la Cátedra —le dijo a Elijah mientras seguían la estela de las mujeres. —Ah, pero ¿podríamos haberlas detenido? Intercambiando una mirada con el otro arcángel que no habría sido entendido por ningún otro en la Cátedra, dirigió al otro hombre por la puerta principal, la cena tendría lugar en la extensa zona de estar formal/comedor fuera del pasillo. El techo alto, el piso de madera rara pulida a mano, y las ventanas arqueadas que empapaban la habitación con la luz del sol o de la luna, dependiendo de la hora del día, era una habitación destinada a impresionar. Elena le había dado un vistazo, en los días después que se mudó, y dijo—: Vamos a comer en la mesa junto a las ventanas de la biblioteca, donde pueda hablar con Su Arcangelidad sin necesitar un megáfono. ¿Trajiste tu megáfono, Cazadora del Gremio?, preguntó, consciente de Montgomery y su personal limpiando, después llevando en silencio el champán y canapés. Una mirada con los ojos entrecerrados sobre sus hombros. ¿Dónde exactamente lo pondría en este vestido? No pude ni siquiera encontrar una manera de usar bragas sin arruinar la línea de las curvas. La sangre de Rafael se calentó cuando Hannah dijo—: Elijah, mira. —Su voz potente con asombro. Agarrando la mano de su consorte, la mujer de cabello oscuro lo tiró hacia la gloriosa pintura del Refugio que dominaba el otro extremo de la habitación. Corría por toda la pared y era un estudio en doloroso

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azul y penetrante blanco sobre roca gris, excepto por las alas de los ángeles volando sobre la ciudad, cada una pintada con intrincado detalle. —Este es Dahariel. —Hannah rozó los dedos con reverencia sobre las alas diseñadas como las de un águila, y Rafael supo que su admiración no era por el ángel nombrado, sino por el artista que lo había capturado en el lienzo—. Y, oh, este es Galen con tres de los pequeños de Jessamy. —Este es el trabajo de Colibrí. —No, es de Aodhan —dijo Hannah en respuesta al murmullo de Elijah. Con el ceño fruncido, Elijah se acercó más a la obra. —¿Dónde está la firma? —Nadie firma su trabajo de la manera usual. —Hannah le frunció el ceño a su consorte—. Tenemos que encontrar la pista en la imagen. ¿No estás usando bragas estando otro hombre en la habitación? Rafael pasó la mano por la espalda de Elena y sobre sus curvas más bajas, buscando las líneas y encontrando nada más que firme carne femenina. Realmente no las estás usando. Los hombros de Elena temblaron, profundizando los pliegues en sus mejillas. Oh, Dios mío, ¡estás escandalizado! Sus ojos lagrimearon por el esfuerzo de combatir la risa, presionó las manos en su pecho y miró al suelo. ¿Debería decirte que encontré una manera de llevar un cuchillo? En una funda en el muslo. Por supuesto que sí. Qué importan las bragas siempre y cuando tengas tu acero. ¡Basta! Sus hombros temblaron más fuerte, la horquilla de diamantes que anclaba el nudo a su nuca capturando la luz a la vez que su tacto lo quemaba a través del fresco blanco de su camisa formal. Estoy tratando de ser elegante, grácil y consorteable. Acunando su nuca, le apretó. Nuestros invitados están a punto de darse vuelta. Negándose a mirar a Rafael por temor a que cualquier contacto visual la provocaría, Elena caminó con la otra pareja en el área del salón del gran espacio abierto. —Esta es una habitación preciosa. —Hannah tomó asiento en un elegante sofá de oro, como había aprendido Elena que era llamada la pieza de mobiliario, sus alas fluyendo con gracia alrededor del respaldo. Las plumas de la otra mujer eran de un crema profundo y lujoso con rubores de melocotón en las primarias y parecía tan exuberantemente suave que Elena tuvo la tentación de cometer suicidio social, y darle un toque.

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—Las pequeñas mesas de ahí —dijo Hannah mientras Elena luchaba contra el impulso incivilizado y muy poco consorteable—, ¿quién fue el diseñador? —Voy a tener que confesar y admitir ignorancia. —Elena mostró las palmas vacías desde el sofá de enfrente—. Me temo que conseguiría una D en ese aspecto de la vida de consorte. —Si vas a conseguir una D en cosas así, entonces me temo que debo confesar que conseguiría una F en formación defensiva. —Con ojos chispeantes, un susurro conspiratorio—. Elijah ha recurrido a enseñarme cómo apuñalar a las personas en los ojos con mis pinceles. —Esa es una idea excelente si siempre tienes pinceles a mano. — Elena se tocó el labio inferior con un dedo, su mente en las otras herramientas del oficio de Hannah—. He visto a Aodhan con un raspador de pintura… podrías cortar la yugular de alguien con eso. —Sabía que tu consorte era una mujer inteligente, Rafael. — Elijah tomó asiento junto a su propia consorte y, a pesar de su leve sonrisa, Elena no pudo dejar de estar alerta al poder letal que latía de su misma piel. Le hizo darse cuenta de lo que sus amigos deben ver cuando miran a Rafael, y por qué otras cazadoras mujeres, bruscas y duras, han brindado por ella por tener “pelotas de acero” por irse a la cama con él. Elena puso la mano encima de la de él, sobre el fino terciopelo del sofá cuando se sentó junto a ella, sus alas superpuestas. Me alegro que estemos haciendo esto, incluso teniendo en cuenta las circunstancias. Mientras una alianza política había sido su meta principal y fundamental, Elena también sabía que no podía rechazar las cálidas propuestas de una mujer que no solo entendía las presiones de ser consorte, sino que cuya amistad podía llevarla a través de los milenios por venir. Porque un día, si sobrevivían a los próximos conflictos, cogería el teléfono para llamar a Sara, sólo para recordar que su mejor amiga ya no estaba más allí, su luz brillante habiéndose desvanecido en el buenas noches final. Sara la llamaba una tonta por preocuparse tanto por un tiempo que podría ser décadas en el futuro, pero el corazón de Elena se rompía ante la idea de no tener la calidez y el amor de Sara en su vida. —Elena —comenzó Hannah. —Ellie —dijo, tragando el nudo de dolor en su pecho y recordando su promesa a Sara de que le daría a Hannah una oportunidad real, en lugar de mantenerla a un brazo de distancia por lealtad a ella—. Todos mis amigos me llaman Ellie. —Ellie. Me siento honrada a tener el derecho. La conversación continuó fluyendo sin esfuerzo a través de las horas que siguieron. Consciente de la preferencia de Hannah a permanecer fuera de la política angelical, Elena estuvo dispuesta a

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reprimir su propia hambre de sentarse en el próximo diálogo entre Rafael y Elijah y conducir a la otra mujer a su solar para una discusión tranquila. Hannah, sin embargo, declinó la invitación cuando la hizo después de la cena. —En un momento tan oscuro —dijo, con voz suave pero ojos firmes—, una consorte debe permanecer junto a su arcángel. La conversación pasó a asuntos de más peso casi de inmediato, y, excepto por un momento conmovedor de silencio deliberado cuando Rafael recibió el recado de Galen que decía que los caídos estaban en casa, la atención se centró en las consecuencias de la Cascada. —He oído —dijo Elijah, cuando el reloj marcó más de medianoche—, que has adquirido la habilidad de rechazar el poder de Lijuan. El aire parecía no moverse, el silencio llenó la habitación; era la primera vez que alguno de los dos hombres habían llegado siquiera a mencionar sus nuevas habilidades.

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10 Traducido por Jess16 Corregido por Alessa Masllentyle

Confía, Rafael. Elena encontró los ojos de tonalidad azul prusiano, excepto que ningún pigmento alguna vez podría ser tan intenso, tan puro. Esto tiene que comenzar en algún sitio. —Sí. —Ninguna indicación en el tono de Rafael del paso trascendental denotado por esa sola palabra—. Puedo causarle dolor y un cierto nivel de daño, aunque si puedo entregar la verdadera muerte sigue siendo una pregunta. —Yo, también, he adquirido una nueva habilidad intrigante —dijo Elijah, enviando a su consorte una mirada tan abiertamente afectuosa que Elena se encontró viendo al hombre detrás del poder por primera vez—. Es uno que causó inicialmente a Hannah cierta consternación. —De otro modo conocido como terror puro. —El tono de Hannah era seco—. ¿Cuál —le dijo a Elena—, sería tu reacción si una mañana soleada, estás caminando, dichosamente ignorante en el invernadero del que me contaste, y descubres que una familia de pumas se instaló durante la noche? —Hannah asintió ante la mirada de ojos abiertos de Elena—. Sí, eso es exactamente lo que encontré en mi estudio. Rafael miró a Elijah. —¿Puedes hablar con los animales? —No sé nada de hablar, pero ciertamente puedo hacer que gatos grandes y pequeños atienden mis órdenes. Mi primer orden, por supuesto, fue que desalojaran el estudio de mi consorte y dejaran de gruñirle. —La suave risa de Hannah llenó el aire antes de añadir—: También puedo mandar a las aves de presa. Ahora son centinelas en mi territorio. ¿Grandes gatos y aves de presa? Elena sabía que Sudamérica tenía mucho de aquello, gracias a los extensos santuarios patrocinados por Elijah, un punto que otra vez demostraba que las nuevas capacidades de los arcángeles tenían sus raíces en quien cada miembro de la Cátedra era como un individuo. Esto es un ejército en sí mismo. Sí. —Ninguno de nosotros, claro está —dijo Rafael en voz alta—, está indefenso ante un ataque. Pero —Sus ojos se clavaron en la dorada mirada marrón de Elijah—, seríamos más fuertes juntos.

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La respuesta de Elijah fue solemne. —Tu amistad es una a la que doy la bienvenida. No tengo ningún deseo de vivir en un mundo invadido por las monstruosidades de Lijuan. —O —susurró Hannah, su mano deslizándose en la de Elijah—, en uno donde los ángeles caen del cielo. ***

La otra pareja no se marchó hasta el amanecer, la información compartida mientras la ciudad dormía y Montgomery se deslizaba discretamente dentro y fuera con vino, luego el café, y finalmente, zumo de naranja, yendo mucho más allá de lo que una o la otra pareja había esperado, el nacimiento de una confianza que tenía a Elijah diciéndoles lo que descubrió sobre Titus. —Parece que ha ganado poder sobre la tierra, mi hombre dice que Titus ahora puede causar temblores de tierra. Si su capacidad continúa desarrollándose en la misma línea, es posible que un día, pronto sea capaz de colapsar el suelo bajo los pies de un ejército invasor. Por su parte, Rafael compartió información de Jason sobre la dominación de Astaad sobre el mar, y, posiblemente, otros cuerpos de agua. —También hay rumores de que Favashi puede controlar los vientos —añadió—, aunque no tengo confirmación. Michaela y Charisemnon siguen siendo un misterio. —Yo también he sido incapaz de descubrir lo que han ganado — dijo Elijah, la piel tensa sobre los huesos de su cara y mandíbula apretada—. Pero sabiendo lo que sé de los apetitos de Charisemnon y la crueldad de Michaela, no puede ser nada bueno. Rafael no podía hacer nada más que estar de acuerdo, su disgusto por Charisemnon labrado profundamente. El otro arcángel tomaba chicas apenas florecidas en su cama, teniendo de alguna manera convencido a su pueblo de que tal era un honor para las niñas elegidas. En cuanto a Michaela, estaba mortalmente seguro de que ella fue la que incitó a Uram cuando se trató de tomar la fatídica decisión que convirtió al otro hombre en un monstruo empapado de sangre, su efecto el de la araña que se alimenta de su compañero. —Compartiré cualquier cosa más que aprenda de los demás sí tú haces lo mismo —dijo Elijah, cuando caminaban hacia el césped, ofreciendo su brazo para sellar el pacto. Rafael aceptó la oferta, su mano cerrándose sobre la parte superior del antebrazo de Elijah y el del otro hombre sobre el suyo, suyo el broche de guerreros. —Está hecho. —Esto podría haber sido mi primer concierto oficial como tu consorte en nuestra casa. —Elena ocultó un bostezo detrás de una

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palma abierta mientras veían a Elijah y Hannah volar alto en el cielo—. Pero yo lo llamo un éxito sin precedentes. —La cooperación de Elijah me causa preocupación. —Deslizando un brazo alrededor de su cintura, la atrajo hacia su pecho—. Los arcángeles no comparten tan fácilmente. —¿Fácilmente? —Con la boca abierta, Elena le tomó el rostro entre sus manos—. Le tomó a los dos seis horas para llegar al punto. Era como ver a un par de tigres que orbitan entre sí, decidiendo si ser amigos o morder. —En primer lugar un cortejo, ¿ahora tigres? —Pasó la mano por su espalda, y cuando ella bostezó una vez más, la llevó a la casa, su ala rozando la parte inferior de su brazo—. Debes descansar. Hannah puede ser capaz de manejar una noche sin dormir, pero tú eres un bebé en términos inmortales. —No debería estar tan cansada —murmuró—. Pasé todas las noches en vela en la Academia del Gremio, por amor de Dios, y luego hacía mis exámenes al día siguiente. Extendiendo su mano en la curva de seda de su cadera, se inclinó para besar su boca fruncida. —Te estás convirtiendo en inmortal, Elena. Ni una sola célula en tu cuerpo alguna vez realmente descansa. Una pausa, sus pies deteniéndose sobre la hierba. —¿No te ha molestado alguna vez? Sorprendido por la penetrante vulnerabilidad de la pregunta, le inclinó la barbilla para que pudiera ver sus ojos. —¿Que mi consorte necesite dormir? Elena se dio cuenta de que no había entendido la pregunta. —Sí —dijo—. Y el hecho de que todavía lo hará por mucho tiempo. —Como humana, fue más fuerte que la mayoría; le hacía su debilidad como un inmortal aún más difícil de aceptar—. En este momento, Hannah, con su falta de habilidades ofensivas, podría conmigo en una pelea, simplemente manteniéndose hasta que yo esté demasiado cansada y débil para seguir adelante. Rafael levantó una ceja. —No, no podría, porque si llegaras a una lucha a muerte, rebanarías su cabeza en los primeros diez segundos, cortarías su corazón en los siguientes veinte, y luego quemarías su cuerpo para asegurarte que nunca se levantará otra vez. Parpadeando ante la respuesta a sangre fría, se quedó mirando. —¿De verdad crees que soy capaz de eso? —Si Hannah resultara una amenaza para mí o los otros que tú amas, sí. —Una débil sonrisa, su beso una marcación notoriamente sexual, sus dedos empujando en su pelo enviaba alfileres diseminándose hacia la hierba, su cuerpo todo cantos duros y calor contra el de ella—. Tu amor es una cosa feroz, Elena, una cosa con garras y dientes cuando se trata de proteger aquello que demandas.

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Él tenía razón; se encargaría de esa Lijuan loca de remate ella misma si eso significaba salvar la vida de la gente que amaba. —¿Eso te molesta? ¿Que esté tan sedienta de sangre? Riendo, se agachó y la hizo girar en sus brazos con una fuerza fácil que la hacía sentirse como una belleza sureña criada gentilmente sacada de un drama de época. —Responderé eso en el piso de arriba. Después de ver tu vaina de cuchillo. Oh, Dios, sonaba como si estuviera ronroneando. —El sueño está sobrevalorado —susurró ella, envolviendo ls brazos alrededor de su cuello y besando la deliciosa pendiente—. Prefiero desnudar a mi hombre. En el instante en que estuvieron detrás de las puertas cerradas de su dormitorio, la lanzó sobre la cama y la despojó de su vestido y calzado, dejándola vestida sólo con el delgado cuchillo atado a su muslo. Cuando ella se agachó para deshacerse de él, negó y, sosteniendo su mirada, se despojó de sus ropas formales para revelar un cuerpo que la hizo gemir antes de que él se pusiera encima de ella. Un beso en su cadera, su lengua revoloteó para saborearle la piel; sus dedos trazando la correa de la vaina; sus alas desplegándose; el exótico sabor erótico del polvo de ángel en los labios de ella; el aliento de Elena encerrado en su garganta. Entonces, su boca fue una caliente humedad en su ombligo. —Rafael. —Su nombre salió en una caricia mientras ella enredaba las manos en la seda de la medianoche de su cabello para mantenerlo con ella, su amor por él algo grande en su interior. Le besó la cadera otra vez, lamiendo el hueso en un movimiento ligero que la hizo temblar. Un muy masculino Rafael sonrió contra su piel. Cuando se movió a lo largo de ella, estaba lista para recibir su beso… pero nunca estaba realmente lista para el beso de Rafael. Él hizo arder, el placer una caliente ráfaga líquida que brillaba sobre su piel en el vaivén de las olas. —Podría besarte por siempre —murmuró ella contra sus labios, chupando el inferior, jugando con el superior, el peso de su cuerpo una presión deliciosa—. Me encanta como te sientes en mi contra. —Dices esas cosas, Elena. Me harás tu esclavo. —Las alas se extendieron más amplias sobre ella, le acunó la cara y se inclinó en el beso, profundizándolo hasta que sus lenguas se enredaron en una dulce y caliente batalla, la respiración de Elena perdida. Jadeando aire suficiente para continuar, acarició sus manos contra el músculo tenso de él, y volvió al beso. ¿Más? Era una pregunta íntima entre amantes. —Sí —susurró—. Más. Con un brazo fijado por encima de su cabeza, le dio lo que quería, sin dejar de besarla mientras acariciaba el arco superior altamente sensible de su ala con la mano libre. Ella se estremeció, deslizando sus

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propias manos a su nuca, luego hacia abajo, sus dedos rozando sus alas. Le encantó cuando Elena besó su camino por los arcos interiores donde sus alas surgían de su espalda, y a ella le gustó saber eso sobre él, sobre su amante. —Deja de hacer eso, hbeebti —dijo, sus labios partiéndose en un húmedo beso sonoro. Sonrió, sus pezones a ras contra la dura pared de su pecho. —Te gusta. —Demasiado. Y hoy, deseo complacer a mi consorte. — Presionando el pulgar hacia abajo en su mandíbula para separar sus labios, la besó de nuevo, el polvo de ángel brillando en el aire. —Mmm. —Se frotó contra él—. ¿Hiciste un cambio a tu mezcla especial? —El polvo de ángel, le había dicho, era normalmente rico y exquisito, pero no sexual. Elena no sólo había probado la mezcla de Rafael, y era siempre “oh tan sexual”, hoy, también llevaba un bocado peligroso. Besos por su garganta. —No me gustaría que mi consorte sufriera por el aburrimiento. —¡Oh! —Le tomó algo de tiempo a sus neuronas ordenarse después de que le tomó uno de sus pezones en su boca, haciéndolo rodar con la lengua como si fuera una baya regordeta, luego tornar su atención al otro. El pecho le subía y bajaba cuando él levantó la cabeza para lamer un beso justo debajo de sus pechos, se las arregló para decir—: Aburrimiento, sí, eso es exactamente lo que siento en estos momentos. Sus ojos brillaron. —Así que, mi consorte me desafía. Muy bien. Temblando, porque su voz... era piel sobre sus sentidos, a través de sus pezones apretados y húmedos, a lo largo de sus labios, lo miró hundir la cabeza y colocar un beso mojado sobre su ombligo. Le sopló sobre la humedad, dando paso a un temblor renovado. —Ahora — ronroneó—, es mi turno de ser intoxicado. Su columna vertebral se curvó en la cama ante el primer toque de su boca en su carne más privada. Como conocía a su amante, él la conocía. Cada pequeña curva cargada nerviosamente. Ahora, levantándole los muslos por sobre la amplitud de sus hombros, ahuecó sus nalgas en las manos y la besó con una intimidad que robó sus sentidos, haciéndola sentir deliciosa, decadente, hermosa. Las manos enterradas en su cabello, ella se aferró a él mientras su cuerpo se estremecía una y otra vez, el orgasmo un exquisito paseo lento. La lamió hasta el final, acariciando con las manos sus muslos para cambiar sus piernas a los costados de su cuerpo, sus dedos demorándose en la correa que sujetaba el cuchillo en el muslo. —Mi guerrera. —Otro beso en su ombligo antes de que se levantara sobre ella de nuevo, su excitación empujando en su humedad hinchada por el placer.

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Se agarró a sus brazos, los músculos y los tendones flexionándose bajo su tacto mientras él encerraba una mano sobre su cadera y la otra apoyada en su ala —un placer añadido— y metió la polla dentro de ella. Gimiendo en la tormenta erótica de sensación y necesitándolo incluso más cerca, lo atrajo hacia su boca. Él vino, deslizando la mano por su cuerpo para moldear un pecho mientras entraba y salía de ella en un ritmo profundo y perezoso que decía que no tenía otro lugar donde más estar, su atención sola y absolutamente de ella. Su cuerpo despertó a una nueva vida bajo el enfoque implacable de su arcángel para apretarlo en sensuales pulsos. Rompiendo el beso para así poder observarlo encontrar su propio placer, ella le acarició con los dedos la línea de su garganta, por encima de sus hombros, y la elevación del arco de su ala izquierda. Se estremeció y empujó con fuerza cuando sus dedos se cerraron sobre ese arco. —Elena. El placer de Rafael, su beso, la elevó una segunda vez... y no fue hasta que ambos se movieron otra vez que Rafael bajo y deshizo la correa de su vaina de cuchillo, poniendo esta y el cuchillo sobre la mesita de noche. —Hermosa como esta vaina es —dijo él, tocando el cuero—, prefiero más la que sostiene mi cuchilla. Elena lo golpeó con el puño en su hombro, la risa burbujeando en sus venas y su cuerpo sin huesos. —Estoy feliz de saber que gané el cuero que finalmente funciona. —Siempre. —Labios curvándose en una sonrisa que hizo que su cuerpo se apretara en torno a la “cuchilla” todavía en el interior de su cuerpo, él inclinó la cabeza a sus labios. Y cierto es que, hoja y vaina una vez más demostraron su ajuste perfecto. ***

Dejando a Elena felizmente exhausta y dormida en su cama, Rafael voló pero no a la Torre, sino hacia la casa que perteneció a Jeffrey Deveraux y su familia. Un solo expertamente cronometrado estallido de fuego del ángel y podría eliminar al macho mortal de la faz del planeta, dejando a su esposa e hijos sanos y salvos. O simplemente podría descender y meter la mano a través de la caja torácica de Jeffrey para arrancarle el arrugado e inútil corazón. Sería intensamente más satisfactorio que derramar la sangre del otro hombre desde la distancia. Excepto que, tomar cualquier acción rompería la fe de Elena en él, sin hacer nada para sellar la herida que Jeffrey había desgarrado en su alma. Seguiría abriendose en momentos inesperados, como lo hizo esta mañana. Le llevó hasta la última gota de su considerable control no responder con ira cuando se dio cuenta de la importancia de la

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pregunta de Elena, y que era lo mismo que ella le había preguntado de manera más sutil, en los últimos meses. La ira habría golpeado y confundido, pero su consorte no reconoció el temor de que la llevaba a hacer esas preguntas, un temor que podría ser encapsulado en siete sencillas palabras que formaban una frase viciosa: ¿Este defecto hará que tú me rechaces? Lo que Jeffrey había hecho, tenía marcada a Elena en un nivel más allá de la conciencia. Ella sabía que se sostenía el corazón de Rafael, lo sabía, y sin embargo, una parte cautelosa y herida de ella se preocupaba de que cambiaría de opinión un día, encontrándola ya no más digna de amar. Rafael. Fue un murmullo medio drogado con el sueño. ¿Por qué estás gruñendo en mi cabeza? Los dientes apretados, tomó la decisión deliberada de alejarse de la casa Deveraux y dirigirse a la Torre, no seguro de poder mantener su determinación de no matar a Jeffrey si veía al padre de Elena. Mis disculpas, hbeebti. No me di cuenta que podías sentirlo. Está bien. Duerme, dijo, y ya que no podía soportar la idea de su dolor: Cuando sueñas, sabes que eres amado. Por supuesto que lo soy. Soy tuya. El murmullo somnoliento fue suficiente para calmar su rabia, diciéndole que a pesar de los temores que la perseguían, Elena comprendía la verdad de lo que era para él tan profundamente dentro de ella, que lo recordaba, incluso cargada de sueño. No más gruñidos en tu cabeza, prometió, pero ya se había ido, perdida en un sueño. Sire, dijo otra voz, un instante después. ¿Sí, Aodhan? Augustus alcanzará el punto de encuentro en una hora. Gracias. Ya había conocido a Nazarach y Andreas, dos de sus comandantes angelicales a cargo de dirigir una sección particular de su territorio. Augustus sería el tercero. Paso a paso tranquilo, se estaba asegurando de que cada uno de sus comandantes sabía preparar a sus regiones para una larga ausencia en el futuro cercano. Los necesitaría en Nueva York cuando la guerra gritara, una guerra que había sido inevitable desde el instante en que Lijuan creó al primer renacido Si a sus perversiones de vida se les permitía correr libremente, infectarían el mundo, convirtiéndolo en un osario antes de que se convirtiera en un monumento a la muerte hecha carne. ***

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Siete horas más tarde, después de cinco horas de sueño profundo, seguido por la enseñanza de una hora en la Academia y algún vuelo de alta visibilidad en torno a los edificios de oficinas, Elena aterrizó en la Torre para que encontrar a Rafael aún no volvía de una reunión con uno de sus comandantes. Aodhan, sin embargo, estaba en la oficina desde donde Dmitri ejecutaba las operaciones de la Torre antes de que saliera de la ciudad con su esposa. Al verla, el ángel le tendió un pincel, el mango envuelto en un pedazo de papel. Lo aceptó, desconcertada. —Gracias, pero ¿por qué? —El Sire me pidió asegurarme de que lo recibieras. Arrancando el papel, Elena encontró siete sencillas palabras escritas en el mango de madera delgada: Cada consorte tiene sus propias armas únicas. Dios, pensó, todo su rostro una sonrisa, su Arcángel hizo serios movimientos. Feliz, con el corazón profundamente feliz, guardó el delgado pincel cuidadosamente en un bolsillo lateral con cremallera de sus cargos ajustados, en los que estaría a salvo de no de caerse. Viendo la mirada burlona de Aodhan, se dio cuenta que no había tenido una conversación real con él desde que fue trasladado a la Torre, este ángel que era hermoso en la más inhumana de las formas. Fracturas de luz, eso era Aodhan. Sus ojos astillados hacia el exterior de una pupila de obsidiana en fragmentos de cristalino azul verdoso, su piel de alabastro acariciada con oro, su cabello tan pálido como para ser incoloro... y sin embargo, tan brillante que era como si cada hebra hubiera sido cubierta en diamantes triturados. La ilusión de la luz hacía eco de sus alas, hasta en la luz del sol, él resplandecía más allá de la capacidad humana de soportar, su belleza una cuchilla dolorosa. Aunque Illium tenía alas de color azul, y Veneno los ojos de una víbora, era Aodhan el más “otro” de los Siete de Rafael. También era el más remoto, sus cicatrices invisibles dejándolo reacio a cualquier contacto físico. Elena no podía imaginar una vida carente de tacto, pero Aodhan había vivido un eón divorciado del simple y necesario sentido de conexión. Tuvo que ser algo más allá de lo vicioso que le tenía marcado con una cicatriz de una manera tan violenta, pero que era la historia de Aodhan y él no había optado por decirle a ella. —¿Te está gustando Nueva York? —preguntó. Saliendo al balcón con ella, se acercó al borde para mirar la ciudad a sus pies. —Todavía no estoy seguro. —Alas relucientes bajo el sol, parecía estar viendo los flujos de taxis amarillos de abajo—. Nunca antes he experimentado un lugar como este. El dominio del Sire no era así la última vez que estuve aquí.

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Elena no se había dado cuenta de que Aodhan estuvo alguna vez antes en la Torre, pero por supuesto que tenía sentido, dado que él estaba cerca de los quinientos años. —Ciertamente es único. —Le encantaba el caos energético de la ciudad, pero sabía que no era para todo el mundo; aunque desde que Aodhan hubiera solicitado la transferencia después de siglos en la fortaleza de Rafael en el Refugio, algo en Nueva York resonaba con él. —La mayoría de la gente todavía no sabe que estás aquí. —Le había sorprendido cuando la llegada de Aodhan no hizo el chapoteo que esperaba. Entonces, descubrió que él nunca voló a una altura en la que podía ser visto por ojos mortales. Aquellos que vislumbraron la luz desatándose en él durante las raras ocasiones cuando se dejó caer por debajo de la capa de nubes supusieron que era un truco de la luz, o un impresionante resplandor del cuerpo de metal de un avión que pasaba. —Illium disfruta bailando con el mundo. Yo prefiero observarlo. —¿No quieres explorar la ciudad, volar por encima de las calles? —Podía entender por qué no querría aterrizar en donde podría ser accidentalmente tocado, pero eso no quería decir que no podía ver Nueva York de cerca. Aodhan le dirigió una mirada escrutadora, esos ojos de vidrio roto que refractaba su cara en un millón de fragmentos. —Tienes razón, Consorte. Debería ser visto en la ciudad, sobre todo en este momento… Hay quienes se han olvidado de mí poder ya que elijo no mostrarlo. Elena no tenía ninguna duda de que Aodhan era tan letal como el resto de los Siete. —No pensaba en la política de esta. Estoy más preocupada por ti. —Por lo que sabía, de los inmortales en Nueva York, era cercano a Illium solomente… pero allí, también, mantenía una distancia dolorosa. —Incluso cuando éramos jóvenes, Aodhan era serio donde yo estaba lleno de picardía, pero tenía la risa en su alma y suficiente maldad para ser mi verdadero amigo en todas las cosas. Lo echo de menos.

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11 Traducido por Christicki Corregido por Niki

—Nadie —dijo ahora, con tristeza profunda en las palabras de Illium resonando en su mente—, puede ir por la vida solo. —Ni siquiera una mujer que, cuando era niña, vió los zapatos de tacón alto de su madre en el azulejo del pasillo, y se comprometió a no volver a dar a nadie tanto poder sobre su corazón. Sara por sí sola había logrado romper eso, y después de años de confianza. Entonces vino un arcángel tan fascinante como peligroso al igual que los salvajes vientos por encima de un mar de tormenta oscura. —No sólo duele el que evites lazos eludibles. —Trató de hacerle ver la verdad que le tomó casi dos décadas de entender, este ángel tan inquietante en su soledad—. También pierdes la dolorosa alegría que viene con lanzar tu corazón de par en par y rapidamente. Una pausa, y luego las palabras que fueron como piedras lanzadas en el reflejo tranquilo de un lago ininterrumpido. —¿No tienes miedo? —Aterrorizada —admitió ella, pensando en la punzada violenta de la vulnerabilidad que la había golpeado esa misma mañana—. Pero ¿sabes qué? A la mierda el miedo. No voy a permitir que se robe mi vida, y tú tampoco deberías. —No, ella no entendía el infierno que había dado forma a Aodhan, pero cruzó su propio infierno, tenía conocimiento de primera mano de la jaula que tal horror podría crear—. Vuela duro y rápido, Aodhan. Nunca se sabe lo que vas a ver. ¿Y qué es lo peor que podría pasar? La respuesta de Aodhan fue tranquila y sangrienta. —Podría chocar con la tierra, mis alas rotas y mi cuerpo quedarían como una pulpa carnosa. —Pero imagínate lo que experimentarías en el ínterin… y te preguntarías si la soledad segura es todo lo que deseas conocer. Dejando el solemne ángel en sus pensamientos cuando no respondió, ella enderezó los hombros y se dirigió hacia el interior de la Torre, a la primera de las plantas estrictamente vigiladas que tenían a los ángeles heridos. La mayoría permanecía en la curación en coma que Keir había inducido, sus cuerpos destrozados en pedazos, pero los rostros de aquellos que permanecían conscientes se iluminaron al instante en que apareció a la vista.

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Llamándola "Consorte", le pidieron noticias de lo que sucedía en la ciudad y con sus escuadrones, y se disculparon por no poder levantarse de sus camas. Era la primera vez que había tenido contacto personal real con muchos de los combatientes que defendían la Torre, y la hacía sentir humilde el que vieran su visita como un honor, porque era “consorte de su soberano”. Agradecida por el tranquilo susurro de Keir que de manera tan concisa explicó una respuesta que había estado tratando de entender, Elena se instaló. Mientras hablaba a los heridos en las horas que siguieron, empezó a comprender otro aspecto de sus responsabilidades a la hora de su posición al lado de Rafael. Ella era, sin duda, el ángel más débil de la habitación en términos de poder, pero no era quién los hombres y mujeres alrededor de ella veían, no era lo que necesitaban de ella. —Respira con calma —murmuró Keir cuando ella salió al corredor después de ver las heridas brutales hechas a un ángel de ojos oscuros que le había mostrado con orgullo la espada que le fueo dada por el propio Galen —un signo de respeto del maestro de armas por sus habilidades. El ala izquierda del ángel no era más que tendón aferrándose a los huesos, con la cara hecha pulpa a un lado, el brazo cortado en el hombro. Con las manos en las rodillas, aspiraba bocanadas de aire y, cuando pudo hablar otra vez, dijo—: ¿Va a sanar? —Sí, a pesar de que significará meses de dolor para él. —Le puso una mano suave en el pelo, un toque sanador—. En las horas pasadas, ¿has llegado a entender por qué ellos te responden como lo hacen? Con un nudo de emoción en la garganta, Elena se levantó en toda su estatura, superando a Keir por varios centímetros. —Yo soy su conducto a Rafael. —No había entendido hasta ese instante en que las tropas generales de combate tenían el mismo temor de Rafael como muchos mortales. Incluso entre la raza angélica, un arcángel era un ser para ser temido y respetado. Dmitri, Aodhan, Galen, Illium, todos los Siete, sólo estaban un peldaño por debajo de la Cátedra por lo que las tropas les concernía. Los combatientes irían a cualquiera de ellos sin vacilar cuando se tratara de cuestiones que tuvieran que ver con las defensas de la Torre, pero nunca pensaban en molestarles con cualquier otra cosa. —Estoy destinada a ser la que mira por debajo de la superficie formal y estructurada y a los individuos bajo ella. —La que mantenía el dedo en el pulso vivo de la Torre, hacegurarse de que las personas eran felices. —Te sientes como una tonta porque te ha llevado hasta ahora el comprender esto. —¿Alguien no podría haberme dado una pista? —No es que hubiera sabido qué hacer, no ahora, pero al menos lo hubiera intentado—. ¡Han pasado meses!

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El ceño de Keir era un reproche silencioso. —Nadie espera que tomes estas responsabilidades durante años, si no décadas, todavía. Eres una joven consorte; se entiende que tienes mucho que aprender… pero el trauma de los últimos días ha alterado esa línea de tiempo. — Sombras pesadas en los bellos huesos de tu rostro, su tono conteniendo una inquietante tristeza. —No sé cómo hacer esto. —Era una confesión arrancada de su alma—. No hace mucho, le dije a Aodhan que tomara riesgos, pero Dios, Keir, creo que estoy en mi límite. No estoy segura de que mi corazón sea lo suficientemente grande como para abarcar miles de personas. — Algunos de los que inevitablemente morirían en batalla. El dolor de la pérdida no sería uno lejano ni manejable si sabía sus nombres, sus sueños, sus esperanzas. Cada muerte sería una patada directamente a su corazón maltratado—. He perdido a mucha gente ya. —Coraje, Elena. —Pasó los dedos por su mejilla, y la condujo de nuevo a la enfermería—. De eso sé que tienes una cantidad insolente. Tomó todo su coraje para visitar a la única persona en la enfermería que había evitado hasta el último momento posible. —Izzy. —El joven ángel rubio, sus rizos fueron afeitados para revelar una fractura de cráneo, estaba enamorado dulcemente de ella. Incluso tan mal herido que no podía creer que se encontrara despierto y consciente, su brutalizado rostro brilló cuando ella se sentó junto a su cama. Era imposible hacer otra cosa que sonreír de nuevo, él era tan adorable en su devoción. —Pensé que me olvidaste. —Palabras tímidas, sus mejillas se tornaron rosa cuando coqueteó con él en un esfuerzo por quitarse de la cabeza el dolor insoportable de sus heridas. —Nuestros cuerpos son capaces de curar las heridas más terribles —había dicho Keir—, pero el costo es el dolor. Ningún medicamento para entumecer el dolor va a trabajar en los cuerpos angelicales, aunque hemos tratado de encontrar tal cosa durante siglos y siglos. Yo, también, sólo puedo suavizar el dolor, no eliminarlo, y mientras los niños y los que tienen más de trescientos o cuatrocientos ir a la inconsciencia por una larga duración, los adultos más jóvenes se despiertan constantemente y por lo tanto, también están muy a menudo conscientes. Quince minutos más tarde, tuvo cuidado de no causar ningún daño accidental a Izak aún más cuando le dio un beso al solo parche ininterrumpido de su rostro. —Descansa y sana. Vendré pronto otra vez. —Tal vez tenía miedo de lo que se le pedía, pero si Izak podía sonreír a través de su agonía, ella estaría muy bien para encontrar el coraje para ser lo que necesitaba ser. —Cuando creen su guardia —dijo abruptamente cuando se volvió para irse—, ¿al menos me considerará? —Ojos enormes llenos de súplica—. Sé que soy joven y no me importa tener lo menos…

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—Espera. —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Sabes que no tengo guardaespaldas. —Le tomó más de una pelea desoladora con Rafael para tallar esa regla en piedra, y Elena no tenía ninguna intención de alterar ese hecho. —No, no guardias. Un Guardia. En esta ocasión, Elena escuchó la G mayúscula. —Al igual que los Siete de Rafael —continuó Izak, doliente esperanza en su expresión—. Tú eres una consorte. La consorte de Elijah tiene un Guardia. Elena no sabía qué iba a hacer con un Guardia, pero decir que no a este frágil y roto muchacho esperanzado estaba fuera de la cuestión. —Considérate el primer miembro. Su sonrisa iluminó toda la habitación. *** Era bien entrada la noche cuando salió de la enfermería y subió varios pisos para encontrar a Rafael cómodamente instalado en una sesión de estrategia con sus Siete, aquellos que no se encontraban físicamente en la ciudad llamando en transmisiones visuales. Ella podría haber entrado, tomado asiento, y escuchado, pero necesitaba despejar la cabeza después de la intensa tensión emocional del pasado día. Buscando su teléfono celular, le envió un mensaje a su mejor amiga. ¿La nena está dormido? Roncando como una campeona. ¿Quieres venir a tomar café? ¿No te interrumpiré a ti y a tu conejito amoroso? Mi conejito amoroso me ha abandonado para ir a su taller. Está haciendo un arma ingeniosa súper especial para otra mujer. Lo bueno es que te amo o tendría que matarte. Una sonrisa rompió a través de la tristeza y la ira en su interior, y envió un mensaje al teléfono de Rafael en lugar de interrumpir sus pensamientos, y luego voló donde Sara. La última vez que estuvo en el techo, este había sido un sitio de construcción, pero hoy, su mejor amiga la saludaba con la mano desde la superficie ahora plana, con dos tazas humeantes y un monitor de bebé en la mesa de madera de café maltrecha frente a un sofá en iguales condiciones. —Genial —dijo Elena, percatándose de las ahora jardineras vacías establecidas en los rincones, la pared alrededor del techo lo suficientemente alta para que Zoe pueda jugar aquí sin ningún riesgo de caerse.

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—Vas a tener que ayudarme a escoger algunas plantas en el verano. —Sara le tendió una taza de café y, cuando Elena la tomó con un suspiro, dio unas palmaditas en el sofá junto a ella—. No es un mobiliario adecuado aún, por lo que tus alas estarán un poco aplastadas. —En realidad es tan suave, que no está mal. —Hundiéndose, Elena apoyó las botas sobre la mesa de café, teniendo cuidado de no sacudir el monitor—. ¿Cómo está Darrell? —En mal estado. —Sara sacó sus piernas para sentarse con ellas cruzadas, las manos ahuecando su taza, su piel de un marrón rico y suave en contra de la cerámica blanca—. Pero creo que estará bien. Tú y Ransom llegaron a él a tiempo. Se sentaron en un cómodo silencio durante varios minutos con sus ojos sobre las estrellas encima, el cielo con la claridad aguda de la más fría de las noches. Cuando hablaron, serpenteaban de tema en tema, su amistad bastante mayor que podían saltar de su preocupación por las hostilidades de los arcángeles hacia una discusión sobre el flequillo de Sara para reventar en carcajadas cuando ambas murmuraron—: Hombres —al mismo tiempo. Entonces Sara, después de haberse hecho un ovillo contra el brazo del sofá, atizó el muslo de Elena con un pie revestido de calcetín. —Basta. Sorprendida por la explosión de ira inexplicable, Elena la miró. — ¿Qué? —Deja de pensar en lo que va a pasar cuando yo me haya ido. — Fue una flecha al corazón—. ¿Has pensado en el hecho de que tal vez voy a tener que verte morir a ti? —Me estoy convirtiendo en inmor… Su amiga resopló. —¿Y desde cuándo el mundo de los inmortales es un lugar afable en el que todos danzan al unísono mientras se toman de la mano? ¿No estábamos conversando hace poco sobre una guerra, genio? Con la boca abierta, Elena parpadeó y se dio cuenta de que Sara tenía razón. Su vida no era menos peligrosa ahora de lo que fue durante su tiempo como una cazadora. De hecho, se podría argumentar que nadaba en aguas mucho más mortales como consorte de Rafael. — Bueno, maldita sea. —Exactamente. Así que no quiero ver esa mirada en tus ojos de nuevo. —Sara chasqueó la taza con la de Elena—. ¿Sabes lo que he aprendido de mi niña? Hay que disfrutar el ahora. Este se habrá ido muy pronto, y no se sabe cómo será la próxima hora, mucho menos lo que mañana traerá. Elena decidió que debería grabar aquellas palabras en su cerebro, diciéndoselas a Rafael dos horas más tarde mientras se ponían piel a piel en su dormitorio del Enclave. Él vino a ella con una mirada severa

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en sus ojos y con proyectos de batalla en su mente, su toque tan suave, las lágrimas mojando sus mejillas. —Ese fue un muy maravilloso momento —susurró después. —Sí. —Un murmullo masculino profundo. Su cabeza en el pecho de Rafael, sumergida en su calor, sabiendo que erana afortunado de tener esas horas juntos, posiblemente sólo gracias a su confianza en sus Siete. Palabras que vinieron de Jason con la confirmación de que los otros miembros de la Cátedra se encontraban actualmente en sus territorios, lo que le dio a Nueva York un respiro. —He visitado a los heridos —dijo ella, sabiendo que la tregua era una temporal. Al igual que Rafael, no creía en las coincidencias, sobre todo una coincidencia que llevaba muerte a los ángeles y vampiros por igual—. Me las arreglé para hablar con todo el mundo que estaba consciente. —Lo sé. —Su mano apuño el cabello de ella—. Actuaste como una consorte debe, a pesar del costo. Estoy orgulloso de ti, hbeebti. El simple reconocimiento apretó su pecho, corrió su pie sobre la espinilla de Rafael. —También me parece que he adquirido un Guardia. —Ah, ¿sí? ¿A quién has elegido? —Izzy —dijo, y le dijo lo que había sucedido. Rafael se rió. —Yo, por supuesto, tendré que tirar al niño en la formación con los hombres más duros de mi servicio tan pronto como se haya recuperado. Podría lamentar ser voluntario. —Yo en realidad no espero que él haga por mí lo que los Siete hacen por ti. —¿Abollarás su orgullo? Elena suspiró, teniendo la sensación de hundimiento de que terminó de forma inadvertida con un Guardia real. —¿Cómo iba a decirle que no a alguien tan adorable? —Levantó la cabeza para fruncir el ceño a su amante—. Habría sido como dar patadas a un cachorro y luego pisar fuerte su corazón. Rafael dobló un brazo detrás de su cabeza, flexionando sus bíceps. —Él no es tan bebé como crees. —¿No? —Inclinándose, rozó con sus dientes el músculo firme. Los dedos de Rafael se curvaron sobre su pecho desnudo a cambio, ninguno de los dos con prisa. —Izak ha estado en entrenamiento con Galen desde que era más joven que Sam. ¿Galen con bebés? —Imposible—dijo, incluso cuando recordó a Hannah señalando lo contrario en el cuadro de abajo—. Galen comiendo bebés puedo entenderlo, pero ¿entrenarlos?

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Entretenimiento abierto. —Creo que echas de menos a nuestro maestro de armas. —Ja, ja. Eso le consiguió un beso largo y peresoso, sus lenguas lamiéndose una contra la otra, y su muslo empujando posesivamente entre los de Elena. —Cuando Galen cortejaba primero a Jessamy —dijo Rafael con un roce de su dedo pulgar sobre el pezón cuando sus labios se abrieron—, comenzó a enseñar habilidades de vuelo a los más pequeños. Con el tiempo, se ha convertido en una tradición, Galen siempre es el que da la instrucción de vuelo básico para los bebés, y algunos, como Izak, nunca dejan de entrenar con él. La idea de Galen con sus alas semejantes a un aguilucho norteño, liderando un escuadrón de bebés —no todos de los cuales podían volar exactamente recto— tenía a Elena sacudiendo la cabeza. —Lo siento, tengo que ver para creer esto. Es como si me acabaran de decir que el cielo se vuelve púrpura todos los miércoles. Con risas sensuales a su alrededor, el humor de Rafael ya no era negro. —Para su edad, Izak es excepcional. En comparación con los combatientes mayores, tiene mucho que aprender, parte de la razón por la que Galen organizó una colocación en la Torre. —Así, podría estudiar con más hombres experimentados. —Fue similar a lo que hacía el Gremio, emparejando un cazador novato con uno experimentado durante el primer año después de la graduación. Rafael asintió. —Izak puede ser relativamente débil en la actualidad, pero va a crecer contigo y también lo hará el vínculo entre los dos. —Sus ojos se cerraron cuando ella extendió la mano para acariciar la parte más sensible de su ala derecha, su carne húmeda frotando contra la del duro músculo de su muslo—. Aodhan era un mozalbete, Illium aún más joven, cuando los acepté para convertirse en mis Siete. Ella se estaba inclinando para volver a besarlo cuando sus ojos se abrieron de golpe, la lánguida relajación borrada por el enfoque de mirada fría en un solo latido. —Keir está de camino a vernos. Elena pensó en el vampiro en descomposición que encontró en esa casa ahora reducida a cenizas, los ángeles heridos en la enfermería, los cinco llevados al Refugio en féretros cubiertos de flores, y sabía que la noticia no podría ser nada bueno.

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12 Traducido por Christicki Corregido por βelle ❤

Mirando hacia el espejismo brillante de Manhattan desde el balcón un par de minutos más tarde, vio una oscura sombra de alas sobre el Hudson. —¿Illium está proporcionando escolta? —Incluso con azul salvaje y la plata brillante perdida en la noche, el ángel tenía un estilo distintivo de vuelo. —He ordenado que nadie vuele solo por la noche, o si se dirijen a una zona aislada. —Una mirada dura—. Eso se aplica a mi consorte, también. Dejaste la Torre esta noche antes de que pudiéramos hablar. —No voy a discutir sobre eso. —Tirando del cinturón de la bata, dijo—: Debo ponerme ropa adecuada. —Eso valdrá. —Rafael, vestido con pantalones vaqueros y una camiseta blanca, le pasó los nudillos por el lado de su cara—. Keir es uno de los pocos hombres a los que les permitiré ver a mi consorte desnuda de su armadura. Porque, pensó Elena, el sanador ha visto todas las partes de su cuerpo roto y la había ayudado a volver. —En cuanto a tu Campanilla, su corazón ya es tuyo. Sus dedos apretaron el cinturón. —Rafael, él no está realmente… no de esa manera, ¿verdad? —No podía soportar la idea de lastimar a Illium. —Creo —dijo Rafael, mientras el viento de la noche traía consigo la promesa susurrante de nieve—, que Illium necesita sanarse y tú eres segura. Elena se frotó la cara. —Espero que eso sea todo. —De todos modos, se puso unos vaqueros y una simple camisa de cuadros verdes y blancos, Rafael le abotonó las ranuras para sus alas antes de caminar para abrir las puertas de la biblioteca y dirigirse hacia el césped. Los dos ángeles aterrizaron tranquilamente un minuto después. El rostro de Keir era solemne, su rostro mostraba una tensión que Elena nunca había visto antes, ni siquiera cuando salió de la enfermería antes esa noche. Con las tripas torcidas, tomó su brazo y lo condujo dentro hacia el fuego y la mesa junto a las ventanas con café y té, así como una bandeja de fruta, frutos secos y un rico queso cremoso. Había galletas dejadas cuidadosamente en una bandeja diferente, junto con una barra de pan fina con sabor a hierbas.

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Gracias a Dios por Montgomery. Empujando a Keir en un sillón frente a las llamas crepitantes, vertió el té que le gustaba al sanador, mientras Illium le pasaba un plato. —Tienes que comer—dijo, cuando rechazó la comida. Drenado de expresión, ojos desprovistos de su calor natural, no respondió. Elena no estaba preparada para admitir la derrota. Cogiéndole el plato a Illium después de dejar el té sobre la mesita junto al sanador, asintió al ángel de alas azules para que fuera a hablar con Rafael, mientras ella se sentaba en el sillón frente Keir. Poniendo un pedazo de queso en una galleta, se lo tendió. —Por favor, Keir. Mirándola, tomó el bocado—. Así que, el paciente se ocupa del sanador. —El paciente sabe que si se pone a sí misma en peligro de nuevo, va a necesitarte, así que es en beneficio propio. Un rayo de luz llenó su expresión. —¿Y si no cómo? —Este curandero me dijo una vez que yo tenía la voluntad inquebrantable de una mula. —Había sido un cumplido, ante el deleite de Keir por su progreso. Con sus hermosos labios ligeramente curvados, al fin se comió la galleta, y tomó la siguiente. Se las arregló para que se las comiera junto con un poco de pan, y un melocotón cortado en pedazos. —Hiciste esto por mí una vez, ¿recuerdas? Cuando estaba aburrida y de mal humor después de que me dijeran que tenía que quedarme en la cama. —Fue después del baile de Lijuan—. Estúpidos bailes. Deberían estar prohibidos. Se rió suavemente, comiéndose el melocotón cuarto a cuarto, mientras Illium se encontraba en el escritorio junto con Rafael, hablando en voz baja acerca de las bajas en su línea defensiva. La luz del fuego se reflejaba en el oro blanco de las plumas de Rafael, y como estaba justo al lado de Illium, los filamentos de plata en las alas de Campanilla también capturaban la luz, la diferencia en efecto era cristalina. —Fuego blanco. —La expresión cautivada de Keir la trajo de vuelta—. Extraordinario. Era, pensó Elena preguntándose, una resonancia al fuego cambiante que daba a las alas de Rafael una sensación de movimiento a pesar de que estaba quieto. Recostándose en su silla, Keir dijo—: Nunca he visto tal efecto en los otros de la Cátedra. Elena se obligó a apartar la mirada de Rafael, con sus sentidos en alerta.

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—¿Sabes algo de lo que está pasando con las habilidades de Michaela? Keir negó. —No confía en mí, aunque sabe que nunca rompería mis votos de sanador. También es cierto que siempre he favorecido a Rafael. —Dejando a un lado su taza de té, mientras la miraba con sus viejos ojos sabios—. Así como estoy a favor de la consorte que lo ha traído de vuelta desde el borde cruel de la inmortalidad. Elena apartó el plato en el que había cortado el melocotón, y se inclinó hacia adelante después de un rápido vistazo para asegurarse de que Rafael estaba absorto en su conversación con Illium. —Lijuan advirtió a Rafael de que le hago un poco mortal. —Lo haces. —Tranquila equanimidad—. Y te preocupa haberlo debilitado. También lo haces. Elena se estremeció. —Elena. —Sacudiendo la cabeza, Keir esperó hasta que lo mirara de nuevo—. Incluso un arcángel necesita una fuente de debilidad. El poder absoluto es una corrupción. Por eso, Lijuan es el ejemplo perfecto. Un susurro de alas mientras Illium y Rafael caminaban para unirse a ellos antes de que pudiera señalar que, si bien esto último podía ser cierto, Rafael necesitaba toda su fuerza para vencer a Lijuan y su calaña. Rafael no perdió tiempo ni palabras. —¿Qué descubriste, Keir? —La enfermedad que mató al vampiro, es similar a la viruela. Elena contuvo el aliento mientras Illium se apoyaba en su sillón, con los ojos de oro líquido en la luz del fuego y su ala caliente contra la suya. —¿La enfermedad que ha matado tantas veces a decenas de miles de mortales? —Sí. —Keir levantó una mano cuando volvieron a hablar—. No es idéntica. Tiene un efecto más virulento en los órganos internos, convirtiéndolos en líquido, sin embargo, no parece ser tan infecciosa. Se requiere algo más que una mota o dos de sangre para transferirse. Unas gotas, tal vez incluso una pequeña alimentación, aunque no puedo estar seguro sobre ese último punto. Rafael sacudió la cabeza. —No volarías a nosotros cuando estás tan claramente agotado si no tuvieras una buena noticia. —Me conoces hace demasiado tiempo. —El sanador respiró hondo—. Mis pruebas muestran que la enfermedad tiene un período de incubación de seis horas. Después de eso, parece progresar a una velocidad viciosa. La víctima está demasiado debilitada para ir en busca de ayuda en el momento en que entiende que está enferma. Tan terrible como es para él, es bueno en el esquema más amplio de las cosas.

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—Así que hay una posibilidad muy alta de que no haya tenido la oportunidad de infectar a otros. Keir asintió ante las palabras de Illium. —La mala noticia es que la viruela muestra todos los indicios de estar diseñada para atacar a los vampiros. —Girándose hacia Rafael, dijo—: Tenías razón. Detecto una inteligencia detrás de la enfermedad. No es algo natural. —Primero mis ángeles caen del cielo, y ahora esto. —La expresión de Rafael era brutal—. Ya no hay ninguna duda de que la ciudad está siendo atacada. Illium dijo algo en un idioma que Elena no entendió, pero su última palabra fue cortante e identificable y la misma que estaba en la punta de la lengua de ella. —Cobardes. —Estoy de acuerdo —dijo Rafael, su voz de hielo—. Nos hemos centrado en Lijuan porque es un enemigo conocido, pero no tenemos que vendar nuestros ojos. Todos asintieron. —Esa cobardía elimina a Titus —continuó Rafael—. Es un guerrero en el sentido más antiguo y a menos que haya indicios de que ha sido tocado por la locura —con una mirada a Keir, el sanador sacudió la cabeza—, entonces no se rebajaría a estratagemas que patinan tan cerca de la línea de lo que está permitido en una guerra. —Astaad —dijo Keir en voz baja—, a pesar de sus formas ocasionalmente secretas, cree absolutamente en el honor, y creo que este tipo de acciones podrían mancharlo. Sigue sintiendo una profunda vergüenza por sus actos violentos hacia su concubina durante el despertar de tu madre, aunque todos sabemos que no estaba en su sano juicio en el momento. —Neha está demasiado ocupado manteniendo a raya a su hermana gemela para preocuparse por nosotros. —Preocupada por lo que el Arcángel de la India haría en su continua pena por la ejecución de su hija, Elena había leído cada uno de los informes de Jason a medida que iban llegando—.¿Elíjah es bastante hipócrita para ofrecer la amistad con una mano y apuñalarnos en la espalda con la otra? —Eli tiene un corazón noble y la inclinación de no causar daño a ustedes y a los suyos —dijo Keir a Rafael, y luego miró a Elena. Obviamente notando su sorpresa, el curandero sonrió—. Es el más raro de los arcángeles, no mostró signos de poder violento como un joven o como un hombre joven. Por la forma en que Rafael miraba al sanador, no conocía esta historia en particular, tampoco. —No vas a parar ahora, Keir. Riendo, el curador dijo—: Eli era un general experimentado y leal en el ejército de otro arcángel el día de una gran batalla… —Keir paró,

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meneando la cabeza—. Les contaré la historia otro día. Es demasiado larga e interesante para acortar de manera tan precipitada Fascinada, Elena esperó a que continuara. —Eli —dijo Keir en el silencio—, acababa de derrotar al último de los enemigos y levantó su espada para declarar la victoria cuando sucedió: un ascenso repentino y total, que lo envió gritando a los cielos. Fue extraordinario, como todas las ascensiones son extraordinarias, pero lo que es más importante es que cuando regresó del cielo a la tierra, ya no era un general, sino uno de la Cátedra. Rafael dijo lo que estaba pensando Elena. —Era general de Caliane. —Sí, a no ser que lo traiciones primero, no te traicionará. Hubiera cazado a tu madre lo casi no hubiera desaparecido en el Sueño, pero sin placer en ello, ya que nunca ha abandonado los votos que tomó para no causarle daño a ella ni a ninguno de su sangre. —Caliane nunca lo mencionó. —¿Le preguntaste? —Una pregunta suspicaz—. Sabes su edad. Es muy posible que no haya asimilado que ahora eres compañero de Eli, porque era un arcángel antes de que nacieras, y para sus ojos... —Soy un niño todavía. —Rafael se pasó la mano por el pelo—. Me gustaría que hubieses compartido el pasado de Elíjah conmigo antes. Hubiera hecho ciertas negociaciones mucho menos tensas. Keir se levantó para servirse una taza de té. —Eres el hijo de tu madre, Rafael. Hasta que no juzgaras y decidieras aceptar la amistad de Eli por ti mismo, no hubiera servido de nada. —No hay —dijo Illium en la pausa reflexiva que siguió—, mucha diferencia entre la muerte y la enfermedad. Lijuan sigue siendo el principal candidato. Rafael se quedó mirando las llamas. —No para la Caída —dijo finalmente—. No puedo creer que un acto como este a gran escala no necesitara una mano cercana, y Jason confirmó que estaba en su propio territorio en ese momento, ocupándose de sus renacidos. La viruela vampírica, sin embargo, podría haberla simplemente enviado con un portador de la enfermedad. —Incluso podría ser un mortal. —Keir retomó su asiento, con intención de expresarse—. Mis dones me han dicho que la enfermedad se transmite a través de la sangre, y un donante sería la mejor opción para infectar a muchos. —Frunció el ceño y negó—. Sin embargo, si es así, deberíamos tener más cuerpos. El vampiro muerto habría estado dos días por lo menos. —Si las víctimas mueren a tal velocidad —dijo Illium en voz baja—, podrían estar encerrados pudriéndose en sus hogares.

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Era una imagen horrible, y Elena se alegró por la distracción cuando Montgomery apareció en la puerta, sus ojos enviándole un mensaje silencioso. —Cazadora del Gremio —dijo cuando ella se disculpó para caminar hacia él—. Hay una llamada urgente para usted de la Directora del Gremio. Tomando el teléfono portátil de la casa, dijo—: Gracias. Diez segundos de ese llamado, y sus tripas se revolvieron. Debido a que Ransom acababa de encontrar esos otros cuerpos, e Illium tenía razón: estaban encerrados dentro de su casa, pudriéndose lentamente por una enfermedad maliciosa que había terminado con su oportunidad de inmortalidad. *** Los cuatro aterrizaron en una casa destartalada en una parte sucia del Bronx en una hora. Después de haber estado esperando afuera, Ransom les condujo al interior del edificio con nada más que un movimiento de cabeza, sus pómulos cortando contra su piel por la manera que apretaba la mandíbula. Olió la razón de su rígido autocontrol en cuanto entró en la casa, el aire pútrido con la enfermedad pesaba con una calidez que le dijo que la calefacción estuvo encendida durante un tiempo. —¿Cuántos? —preguntó Rafael, sus alas talladas con un brillo letal. —Cinco, y han estado muertos un par de días por lo menos. — Ransom fue hacia la izquierda, en dirección a lo que fue probablemente un dormitorio, mientras que Keir e Illium iban hacia el otro lado de la casa—. Apagué la calefacción y abrí las ventanas para liberar lo peor del olor. ¿Por qué es siempre Ransom el que se presenta con estos cuerpos? Al escuchar la suposición mortal en el tono de Rafael, Elena miró a los ojos del hombre que era su amante… pero quien sabía no veía a los otros mortales de la misma manera que ella lo hacía. No te hagas ideas. Ransom se crió en las calles y todavía tiene todos sus antiguos contactos. La gente que habla con él, que le dice cosas, nunca querrá hablar con nadie de la Torre, o incluso la mayoría de los otros cazadores en el Gremio. —¿Quién descubrió los cuerpos? —preguntó Rafael en voz alta. La respuesta de Ransom fue inmediata. —Yo. Dieron un aviso sobre el olor, avisé cuando lo reconocí. Está mintiendo.

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Está protegiendo a alguien. Era lo que hacía Ransom cuando se trataba de la gente de la calle, que eran tan familiares para él como sus compañeros cazadores. No puedo permitir que la noticia se extienda, Elena. Sería incitar el pánico. De cualquier forma, si Ransom no habla voy a tener que coger la información de su mente. Se le apretó el estómago, con la mano apretada en la hoja que llevaba en la palma cuando entraron en la casa. Es mi amigo. Confío en Ransom para mantener la boca cerrada. El mar, limpio y brillante, el viento una ráfaga helada. Pero no confío en los que él confía. ¿Y si te pido que lo dejes? No lo haré.

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13 Traducido por MelMarkham & Michelle ♡ Corregido por Val_17

Saltando ante la brusquedad de la respuesta de Rafael, al darse cuenta de que ella no servía para proteger a alguien que le importaba profundamente, detuvo a Ransom en la puerta de la habitación. — Necesitas decirme la verdad —dijo, cada palabra como una navaja en la garganta—. ¿Quién encontró los cuerpos? Una sacudida de cabeza, su mandíbula rígida. —Si te lo digo, haré de esa persona un objetivo. —Tomaré solo este recuerdo y no le haré daño al testigo. —Rafael se paró junto a Elena—. Él o ella vivirá y no recordará nada de esta noche. Los ojos de Ransom se deslizaron hacia Elena y en ellos, ella vio la dura conclusión de que si no respondía a la pregunta, Rafael tomaría la información de todos modos. —Lo siento —susurró ella, lista para la ira. Pero Ransom se encogió de hombros. —Es un arcángel, Ellie. Solo somos ratas para él. Sabía que no había querido decir nada con eso, de hecho, trataba de consolarla, pero las palabras de Ransom le permitieron comprobar el poco poder que tenía en esta relación. Rafael podía contradecirla en muchas maneras, pero se había acostumbrado a que la escuchara, a ser capaz de discutir sus puntos. Nunca esperó oír algo negativo de plano, sin espacio para la negociación. —¿No tocarás sus otros recuerdos? —le preguntó Ransom a Rafael, mientras que aún estaba conmocionada por la fuerza de la cruel bofetada emocional. —Cuestionar la palabra de un arcángel es una buena forma de terminar muerto. ¡Rafael! Basta. Furiosa, encontró los ojos verdes de Ransom. —Él no quiere nada más que este recuerdo en particular. —No me conviertas en una mentirosa, habló en su mente al mismo tiempo. Una pausa peligrosa. ¿También cuestionas mi palabra, Elena? Ransom tiene razón. Somos ratas para ti. No eres parte de ese grupo. Eres mi consorte.

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Ransom habló antes de que ella pudiera responder y fue para bien, ya que lo que quería decir probablemente alimentaría el horrible fuego que ardía entre ella y Rafael. —Cici vive calle abajo —dijo—. Vino a ver con su amigo el último episodio de Hunter’s Prey como lo hace cada semana, y cuando nadie contestó, usó la llave que le dieron hace un tiempo cuando necesitaba esconderse de su violento ex. Sabía que algo estaba mal tan pronto como sintió el olor, pero creyó que quizás el gato había sacado una rata muerta o algo mientras no había nadie. Pasando una mano por su cabello, lo desordenó, se quitó el lazo de cuero crudo para ponerlo de nuevo en orden. —Es una chica que trabaja duro, se ha topado con asaltantes armados con cuchillos y salido triunfadora, pero la encontré acurrucada en una bola llorando cuando llegué. —Una mirada a Rafael—. Janvier está con ella. Íbamos juntos cuando recibí la llamada. Eso explica la moto roja desconocida en frente, estacionada junto a la negra de Ransom. En cuanto a cómo Ransom conocía al vampiro que tenía la confianza del personal superior de la Torre, Janvier tenía algún tipo de relación —nadie entendía bien esto— con una de sus compañeros cazadores. —¿Qué casa? —Es un apartamento. Te mostraré. Quedándose atrás después de que Rafael se fuera con Ransom, Elena se obligó a dar una vuelta por la casa, mientras que Keir se centraba en las víctimas e Illium montaba guardia afuera para asegurarse de que nadie decidiera sentir curiosidad. Tres hombres y dos mujeres yacían muertos. Cinco vidas más apagadas. Dos parejas, juzgando por las fotos que podía ver en la habitación. Una pareja estaba en la cama, abrazados como si la enfermedad se hubiera vuelto demasiado como para soportarlo. La mitad del hombre de la otra pareja estaba desplomada sobre el sofá, su novia en el suelo, y para Elena, parecía como si la chica hubiera tenido un espasmo y no pudo regresar. La segunda chica yacía en la habitación pequeña en la parte de atrás, la hermosura menuda era evidente en las fotos escondidas bajo de los bordes de su vanidad borrados por la viruela. La habitación de esta víctima podría haber sido la más pequeña de la casa, pero estaba bien cuidada e individualizada por los carteles de Broadway enmarcados en las paredes y las máscaras brillantes colgadas alrededor del mismo espejo que sostenía las fotos. Una bailarina, Elena se dio cuenta, al ver los trajes en el armario sin puertas. Reconoció uno de ellos de un espectáculo de Broadway que cerró hace seis meses, después de una carrera respetable. Dado que la vampiro muerta vivía en esta parte de la ciudad, debió haber sido una bailarina de respaldo y aún no una principal...

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probablemente había abrazado la casi inmortalidad del vampirismo con el fin de tener más tiempo para dedicarse a su sueño del escenario. Elena entendió por qué alguien firmaría por cien años de esclavitud en el respaldo de ese deseo abrumador; los sueños podrían ser una fuerza dominante. Belle había sido bailarina. De piernas largas y con miles de sueños en sus ojos cuando practicaba en el patio trasero. Se rió cuando Elena trató de imitarla, pero fue la risa afectuosa de una hermana mayor y muchas veces, había dejado su propia práctica para enseñar a Elena cómo hacer los movimientos. —Al igual que esto, Ellie. Tienes que convertirte en la música, convertirte en el aire. Con la tristeza que pesa sobre sus hombros, Elena susurró—: Lo siento. —Antes de salir de la pequeña habitación luminosa, su color y extravagancia una lámina dolorosa para su cuerpo pequeño podrido que yacía acurrucado en la cama. A medida que pasó por la casa con más cuidado, observó otro cartel, esta vez de una superproducción de Hollywood que tenía una nota adhesiva arriba proclamando ¡Los extras gobiernan! Luego, estaba el remarcado guion televisivo en una mesita de noche, una partitura musical en otra, al lado de un violín de madera brillante tan hermoso que Elena no se atrevió a tocarlo. —Eran artistas —dijo a Keir, observando mientras examinaba el cuerpo de la niña en la sala de estar—. Bailarines, actores, músicos. Se debieron haber unido para alquilar este lugar para que pudieran ahorrar en costos. —Eso la sorprendió—. Siempre pensé que después de cien años de servicio a un ángel, los vampiros salían con al menos algunos ahorros. —No todo ángel es generoso. —Keir mantuvo sus ojos en el cuerpo, sus manos suaves y respetuosas cuando abrió la camisa de la chica para comprobar la progresión de la enfermedad—. Es una regla no escrita de que los parientes de sangre que terminan sus contratos se deben dar suficiente dinero a la salida para comenzar una nueva vida, pero esa suma está abierta a la interpretación. Cerró los lados de la camisa, tomando dos botones para que no se abrieran. —Entonces —dijo, desplazándose para mirar al hombre—, existen los vampiros que salen de sus Contratos tan acostumbrados a que les digan qué hacer, que no tienen idea de cómo administrar su dinero y se les termina yendo como agua entre los dedos. —El músico —dijo Elena—, creo que él gastó su dinero en su violín; el actor en clases de teatro, por los folletos que encontré en su habitación; así que estos cinco, al menos, estaban trabajando para algo. —Había una sensación vibrante de promesa en cada habitación de la casa, el tipo de energía que decía que los cinco se encontraban en la misma longitud de onda—. Parece tan injusto. Ellos eran los buenos, los que hicieron sus cien años, y ¿esta es su recompensa?

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—La vida es rara vez justa, Elena. —La voz de Keir contuvo el eco de miles de años de existencia—. Pero esto, por lo menos... no, no debería haber ocurrido. Al no encontrar nada en la sala de estar que pudiera proporcionar una idea de cómo los cinco compañeros aparentemente fueron infectados simultáneamente —un hecho que parecía negar su teoría de donantes de sangre— Elena siguió adelante. Ransom volvió mientras ella estaba en la cocina. —Rafael es un escalofriante hijo de puta —fue su saludo. La mano de Elena se apretó alrededor del borde de la puerta de la nevera, el aire frío se filtraba en su ropa rozando su piel. —¿Cici? —Durmiendo como un bebé. Y sí, tu escalofriante novio regresó a la Torre para hacer frente a otra cosa. —Líneas de tensión alrededor de su boca, él dejó escapar un suspiro áspero—. Una parte de mí se alegra de que Cici no será perseguida por este horror, no se despierte gimiendo y gritando noche tras noche, pero tomamos un pedazo de su vida, Ellie. —Prefiero morir como Elena que vivir como una sombra. Le había dicho eso a Rafael una vez, y él mantuvo su palabra, no se metió con sus recuerdos. Tal vez por eso se volvió complaciente, olvidando que lo haría a los demás sin pestañear. Incluso a la gente que era más su familia de lo que Jeffrey jamás sería. —Lo siento —dijo de nuevo, el borde de la puerta cavando en la palma de su mano. Ransom chocó su hombro. —No es tu culpa. Hubiera tenido que informar de esto a la Torre si estabas o no con Rafael. La única diferencia es que yo también habría sido aniquilado, y nunca se sabe, así que gracias por cubrir mi espalda. —Se inclinó y comenzó a mover las cosas en la nevera—. Oye… —Absoluta inmovilidad—. ¿viste esto? Alertada por su respuesta, empujó la puerta de par y se agachó a su lado. —Sangre. —Botellas de ella, escondidas en la parte trasera del segundo estante. La mayoría de los vampiros prefieren la vena, pero la sangre embotellada era como la comida rápida, cada ciudad de vampiros tenía algunas a poca distancia—. ¿Proveedor? Si se trataba de uno de los principales servicios de sangre de vampiros, esto podría volverse nuclear muy, muy rápido. Aquellos servicios no hacían exámenes de enfermedad, porque los vampiros no se supone que se enferman. En su lugar, tomaban los donantes de los bancos humanos rechazados, pagándoles lo suficiente que, para algunos, la donación de la “sangre de alimentos” era una fuente constante de ingresos. Y con Nueva York, una ciudad de la Torre, con una población fuerte de vampiros, la demanda era alta. Hubiera sido un juego de niños para el portador de esta viruela mortal caer en la línea de los donantes.

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—Blood-for-Less2 —leyó Ransom—. Es un grupo nuevo en el Barrio Vampiro. Conocido como Soho durante el día, la zona no era exactamente una parte barata para alquiler en la ciudad, lo que significaba que, pensó Elena, el negocio tenía que ser por lo menos un éxito moderado. —Cafetería de sangre de pacotilla pero con una creciente base de seguidores —siguió Ransom, cerrando la puerta de la nevera—. La sangre de menor calidad, de acuerdo a mis contactos vampiros. —¿Cómo puede ser de menor calidad que la sangre enferma? —El rumor es que ellos toman anémicos, las personas que sobre donan, podrían incluso estar aguando la sangre un poco, pero es barato. Hay un mercado para eso. La sangre es suficiente para un aperitivo, no una comida. Y puesto que este es el lema de Blood-forLess, nadie se siente engañado. Elena se acercó para abrir la tapa del compartimiento de basura. Ninguna botella. Entonces, vio una caja de plástico blanco con un lado marcado Reciclaje con lapiz púrpura brillante que borró cualquier distancia que podría haber logrado mantener de las víctimas. —Aquí vamos —dijo a través de su garganta seca—. Una botella grande. —Había un pastel a medio comer en la nevera. —Sí. —Los restos de la palabra Felicidades aún eran legibles, la formación de hielo blanco sobre cobertura de chocolate—. Una celebración, con pastel y una botella compartida de sangre para hacer el brindis. —Dios, le molestaba que estas personas hubieran muerto en lo que un arcángel ya hinchado con poder podía ganar más. —Puedo llegar a mis contactos. —Líneas de estrés se agrupaban a ambos lados de la boca de Ransom mientras hablaba—. Averiguar si hay otras operaciones económicas como Blood-for-Less, si esa información va a ayudar con lo que sea que está pasando. Elena pudo saborear su frustración, pero no estaba dispuesta a arriesgar su mente o sus recuerdos. —Sí —dijo, y el destello en respuesta de enojo brilló en su rostro como un cuchillo; tenía la sensación de que una pared que subía entre ella y alguien que ha sido parte de su vida desde el primer día en que entró a la Academia—. Iré a ver a Blood-for-Less. Menos de un minuto más tarde, dijo—: Tengo que salir volando — a Illium, después de haber agarrado la dirección de Ransom antes de irse, su expresión tensa—. Quiero que te quedes aquí, para mantener vigilado a Keir. —No hay arcángel en su sano juicio que tendría como objetivo a un sanador, pero no había ninguna garantía de que se trataba de alguien cuerdo. Y, ¿qué mejor manera de paralizar a Nueva 2

Sangre por Menos, en español

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York que eliminar a la única persona que tenía algún control real sobre la enfermedad? —No puedes volar sola por la noche —le recordó Illium—. Es una prohibición general. —Mierda. —Se había olvidado de la precaución y no era una que sería inteligente desobedecer, dada la situación actual—. ¿Quién…? — Se interrumpió cuando la motocicleta de color rojo brillante, que había desaparecido en el momento en que estuvo dentro, ronroneó hasta detenerse en frente de la casa una vez más. El hombre alto que se bajó después de quitarse el casco, tenía ojos de color verde oscuro y el pelo castaño, su cara conteniendo una sensualidad inherente y perezosa reforzada por todos sus movimientos. Sería un error, sin embargo, confiar en la primera impresión porque mientras Janvier no era uno de los Siete, trabajaba directamente con ellos. Nadie tenía el respeto de los hombres así de peligrosos sin ser mortales por sí mismos. —Regresé según tu orden, querido Campanilla —dijo ahora el vampiro, la cadencia de su voz invocando imágenes de pantanos oscuros y misteriosos. La orden de Illium fue al grano. —Asegúrate que nadie llegue a Keir. Aodhan está colocando respaldo aéreo, alguien debería estar aquí en diez minutos. —Cuando Janvier hizo un saludo, su chaqueta de motocicleta se movió revelando el reluciente tope negro de un arma real. Illium se volvió hacia Elena. —¿Te elevo? —Sí. Sus manos alrededor de la cintura de Elena, las de ella sobre sus hombros, Illium despegó. Aunque él era rápido y podía maniobrar como nadie más que conociera, no tenía tanta fuerza bruta como Rafael, el ascenso tardó más de lo que hacía cuando era su consorte el que la sujetaba. Ojos dorados miraban los suyos mientras se elevaban hacia el cielo iluminado por las estrellas, las pestañas gruesas negras con punta de color azul en un eco natural de su cabello. —Pareces enojada, Ellie. Oh, lo estaba. No importaba que entendiera que estaba siendo irracional. Los humanos no podían permitirse ciertos conocimientos para el bien de los mortales e inmortales por igual. Y si alguien filtraba la noticia de esta enfermedad, no sólo sería incitar el pánico, podría dar a los enemigos de Rafael el signo de debilidad por el que sin duda esperaban. Independientemente de todo esto, se encontraba enojada con Rafael por ser tanto un arcángel. Eso, también, era de ninguna manera lógico o racional, simplemente una señal de que había perdido de vista la verdad de él porque se convirtió en alguien más para ella. Era una sorpresa que sacudía los huesos por ser tan bruscamente recordada, que el hombre que era su amante era el único hombre para ella. Para el resto del mundo él era—debe ser— el Arcángel letal, peligroso, y a veces cruel de Nueva York.

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Nada de eso era algo que podía compartir con Illium, esta batalla era muy privada, por lo que lo único que dijo fue—: Ha sido una noche muy dura. Su expresión le dijo que él sabía que no era todo, pero la soltó sin más palabras, tan pronto como ganaron la altitud correcta, y volaron en silencio a la pequeña bodega que funcionaba como la base actual de operaciones de Blood-for-Less... y el corazón de la infección.

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14 Traducido por Snowsmily Corregido por Aimetz

Como era de esperar, la cafetería de sangre estaba abierta, la puerta brillaba con una tenue luz que sería muy oscura para la mayoría de los humanos, pero perfecta para esta clientela. Mientras el almacén se ubicaba técnicamente en el Barrio Vampiro, se encontraba en las afueras, sin otros asuntos vampíricos por ahí. Como resultado, el lugar estaba generalmente desierto, desprovisto de peatones. En el interior, el almacén estaba dividido en dos lados utilizando cortinas de color negro oscuro en exuberante terciopelo, una lado actuando como la tienda y oficina, mientras el otro se encontraba equipado con tres conjuntos de inesperadamente encantadores asientos dispuestos con sofás color vino tinto acentuados con alfombras negras. Incluso existía arte en las paredes, las fotografías en blanco y negro cuidadosamente escogidas para añadirlas al ambiente oscuramente sensual. Era la clase de lugar que podría tentar a un grupo de amigos a detenerse, tomar una copa de sangre juntos… tal vez comprar otra más costosa, porque cuando Elena recogió un menú de una mesa cercana barnizada en negro brillante, vio que Blood-for-Less también ofrecía un servicio de calidad hecho a la medida; sabrosa sangre sazonada o especiada de muchas maneras diferentes, pero a un precio que no rompería el presupuesto; mientras cada servicio era relativamente pequeño. Suficientemente atractivo en relación al precio para una pareja en una cita, por ejemplo, podrían comprar varios sabores para compartir, y lo suficiente elegante que se sentiría como una ocasión especial. Negocio inteligente. —Bienvenida… —La hermosa mujer hispana que salió de la oficina acabó con su charla al instante en que los vio—. Consorte. — Pliegues de encaje blanco en su garganta y puños, combinados con un ajustado chaleco hecho a la medida y pantalones de color negro, agachó su torso en una profunda reverencia—. ¿En qué puedo servirle? —Su mirada se movió rápidamente hacía la puerta que Illuim estaba cerrando en lo que se levantaba de nuevo, el miedo trepando a sus ojos con una rapidez que le dijo a Elena que este primor de vampiresa no sería amable con ella—. Le aseguro que he completado mis cien años. Tengo mis documentos de baja…

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Elena elevó una mano para aliviar el pánico de la mujer. —No estoy aquí para llevarte, pero necesito que respondas algunas preguntas. ¿Cuánta cantidad de sangre tienes en el depósito? Parpadeando, la vampira se recompuso con loable velocidad. — Acabo de comenzar el negocio hace tres meses, así que pende de un hilo. Mi deposito actual es de doscientas botellas. Un golpe en algún lugar más allá de las cortinas de terciopelo tenía a la dueña mirando sobre su hombro, antes de que volviera su mirada de un tirón a Elena, transpiración brillaba sobre su piel. —Esa es la entrada de los donantes. Consigo suficientes entradas para mantener la tienda relativamente estable, pero todavía no he construido una red fuerte de donantes regulares. Puede ponerse difícil algunas veces… la semana pasada estaba por debajo de las veinte botellas antes de que un grupo de estudiantes universitarios se detuviera. —La explicación salió con un tono demasiado rápido, como si estuviera intentando contener la sospecha de malas noticias ahogando el aire con palabras. —Necesito ver la sangre —dijo Elena, odiando el hecho que ahora inspiraba demasiado miedo en una vampiresa trabajadora y legal. Un asentimiento errático. —Por supuesto. —La baja y curvilínea mujer la condujo dentro de la oficina y hacia tres grandes refrigeradores—. ¿Hay... hay algún problema con mi sangre? —Sus dedos temblaban mientras tironeaba del encaje de sus puños. —No puedo decirte todavía. Si pudieras salir, quédate con Illium. Abriendo el refrigerador más cercano una vez que la vampiresa se fue, Elena recogió la primera botella, desenroscándola y olfateándole. Hierro helado, una pizca de enfermedad que había olido antes.

enfermedad…

pero

era

una

—Cáncer —murmuró y enroscó la tapa de nuevo. Le tomó varias horas ir a través de todo el almacén, y para el momento en que estaba a medio camino, tenía tres que coincidían con la putrefacta sustancia que asociaba con la viruela vampírica. Un ángel enviado anteriormente para el servicio de mensajería le llevó la sangre infectada a Keir cuando fue descubierto, el sanador habiendo regresado a los laboratorios debajo de la Torre. Ningún otro desencadenó sus sentidos. Independientemente, ninguna de la sangre en este almacén podría ser permitida puesta en circulación. Cuando le informó a la dueña, la vampira —quien, Elena aprendió, se llamaba Marcia Blue—, casi rompió a llorar. —Invertí toda mi paga en este negocio —dijo, rodeando su cuerpo con los brazos—. No puedo permitirme reconstruir mi tienda desde cero. —¿Tienes un seguro?

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La mujer meneó la cabeza. —Los de calidad eran muy costosos, dados mi locación y clientela. —Temblando, mordisqueó su labio inferior y tragó en un claro esfuerzo por contener las lágrimas—. Obtuve ganancias por primera vez la semana pasada. Elena pensó en la dolorosa injusticia de lo mucho que había sucedido en los últimos tres días, culminando en los sueños destrozados de esta vampiresa quien había dedicado su tiempo, cumplido sus cien y tomó una decisión. —Invertiré en ti por un porcentaje de las futuras ganancias —dijo, sabiendo que no podía simplemente darle a Marcia el dinero. Tan cruel como podría parecer, eso haría a la Torre verse demasiado generosa, la asociación entre ello y Elena automáticamente. Y la Torre no podía permitirse ser nada menos que despiadada… al igual que Rafael no podía permitirse dejarle a su humanidad alterar el equilibrio de poder que mantenía a la ciudad estable. Los ojos de Marcia se ampliaron. —¿Usted? —Sí, necesito comenzar a invertir mi dinero y me gusta tu idea. Pero —añadió cuando Marcia hubiera hablado—, ¿entiendes que tendré que revisar tu plan de negocios a largo plazo para asegurar de que es una buena inversión? —Eso parecía la clase de cosa que un inversor diría. —Por supuesto. —Una sonrisa temblorosa, Marcia tenía el corazón en los ojos—. Se lo enviaré a la Torre de inmediato. —Haciendo una referencia de nuevo, la otra mujer levantó la mirada, lágrimas rodaban por sus mejillas—. No se arrepentirá, lo juro. Incómoda, Elena llevó la conversación devuelta a la búsqueda. — Mientras tanto, te adelantaremos un poco de sangre limpia, y comenzarás las operaciones de nuevo mañana a tu horario normal. Acepta donantes como lo usual pero no vendas nada de su sangre. Vende solo la sangre que recibas de nosotros. ¿Entendido? Un rápido asentimiento. Apunto de continuar. Elena tuvo una idea. —¿Colocaste una señal explicando el cierre de hoy? —Si el transportador había regresado durando ese momento o se volvía sospechoso, él o ella podría no regresar. Fue Illium quien respondió—: En el frente y en la puerta de donantes. Solo señaló: Emergencia Familiar, regrese mañana. Ya que los vampiros con frecuencia consideraban a los otros vampiros con quienes sirvieron, familia, esa era una excusa que nadie cuestionaría. —¿Tienes vigilancia? —le preguntó a Marcia. —No. No había dinero para eso. Un rápida mirada a Illium, y asintió de vuelta, y sabía que las cámaras estarían en el lugar antes de que las puertas se abrieran al día

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siguiente. —Necesito que mantengas un registro estricto de quien dona qué sangre —le dijo a Marcia—. Etiqueta y sella todo. La vampiresa asintió, sus ojos astutos. —Alguien está vendiendo sangre contaminada, y la contaminada es peligrosa. —Continuando antes de que Elena pudiera interrumpirla, dijo—: No diré una palabra de esto, y me aseguraré de que nada de la sangre donada deje el café. —Eso espero —dijo Elena suavemente—. Cualquier otra cosa, te costaría. Sudor apareció sobre el rostro de la vampiresa una vez más, un suave brillo. —Yo no miento, Consorte. Su estómago se apretó ante el renovado miedo palpitando en los ojos de la mujer. Elena le dijo a la vampira que les dejara las llaves y regresarían al día siguiente una hora antes de lo que generalmente abría. —Solo la asusté apropósito —le dijo a Illium. El acto había sido instintivo, el reconocimiento de lo que hizo, espantándola. Illium se encogió de hombros. —El miedo la mantendrá con vida. —Tal vez, pero no me quiero convertir en eso, convertirme en alguien que controla a los otros a través del miedo. —La enfermaba pensar que estaba siendo corrupta con el poder ahora a su disposición—. ¿Qué tal si en cien años, me miro en el espejo y veo a Michaela? —Cruel, caprichosa y repúgnante. —¿Crees que permitiríamos eso? —Sus labios curvándose, palmeó con el dedo su nariz—. Rafael sería el primero en advertirte que estás en peligro de perderte. Elena no se encontraba tan segura. El hombre que poseía su corazón no veía nada malo con actos que profundamente la molestaban. Ella era la humana en la relación. Rafael había dicho más de una vez que ella lo trajo de vuelta del abismo de la edad y el poder, ¿qué le pasaría al equilibrio entre ellos si sobreviviera a la guerra solo para quebrarse debajo de la implacable presión de una inmoralidad matizada por el poder de ser la consorte de un arcángel? Frotando una mano empuñada sobre su corazón, dijo—: ¿Puedo preguntarte algo? —Ellie. —Sus dedos rozando ligeramente la parte posterior de su ala, con cuidado de evitar las zonas sensibles, pero sin embargo con intimidad—. ¿Cuándo hemos sido tan formales? Pregunta. —¿Por qué nunca has tenido resentimiento contra mí? —Era una pregunta para la cual necesitó una respuesta desde el día en que aprendió sobre su pasado—. ¿Contra Rafael? Illium fue castigado con la pérdida de su propia amante mortal siglos atrás, después de que rompió el tabú más grande de su raza y le contó los secretos angelicales al oído. Borrando los recuerdos de la mujer del ángel de alas azules y todo lo que él le había dicho. Rafael

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también despojó a Illium de sus plumas, condenado a tierra hasta que sus heridas sanaron. Incluso cuando pudo volar otra vez, no acabó; tuvo que mantener su distancia, eventualmente observar a su primer amor enamorarse de alguien más, vivir su vida sin él. Ojos dorados se ensombrecieron con vieja melancolía, Illium retiró un pequeño colgante de metal del bolsillo de sus vaqueros, la superficie desgastada por los siglos de acariciarlo. —¿Cuándo te contó Rafael nuestros secretos? —dijo, sin tener que explicarle que su amante le había dado el dije. Su corazón dolió con la tristeza que ordinariamente ocultaba debajo de una impresionante alegría de vivir. —Mientras caíamos — susurró—. Rafael me lo contó mientras caíamos. —Todo dentro de su rebeldía contra la agonía ligada al fragmento de tiempo, no de la carne, por su cuerpo destrozado fue más allá de eso, sino al alma, porque Rafael estaba muriendo con ella. —En la noche que creyó que sería tu muerte y la de él. —Alejando el pendiente, Illium meneó la cabeza, los mechones negros con puntas azules besando ambos lados de su rostro—. No tuve tal excusa. Mi amante era joven y testaruda, y molesta porque le ocultaba secretos. No pude luchar con su indiferencia… así que le dije. Una triste y arrepentida sonrisa que hablaba de la juventud enamorada que atravesó. —Estoy seguro de que otros ángeles le han dicho a sus amantes mortales a través de los siglos, los secretos yéndose a la tumba con esos hombres y mujeres, pero le dije a una chica que no pudo mantener su silencio, que comenzó a susurrarle pistas a otros en su pueblo. Esta vez fue Elena quien tocó su ala, la seda de color azul plateado, una pieza viviente de arte debajo de las puntas de sus dedos. —Lo siento tanto. —Ningún ángel puede permitir romperse con tal facilidad — continuó Illium—, y sin embargo la amaba con todo mi ser, también la conocía hasta el alma, sabía que no tendría la voluntad para conservar los secretos. Rafael tuvo razón en castigarme. Cuando extendió sus alas y elevó su brazo, ella fue, abrazándolo con el abrazo de un amigo, que abrazaba en retorno, su agarre tan feroz que sabía que luchaba para no quebrarse bajo el diluvio de recuerdos. —El Sire —dijo Illium, su pecho elevándose contra ella en una larga y abrupta respiración—, fue herido por lo que tuvo que hacer. Pude verlo, sentirlo, y es la vergüenza más grande de mi vida el que lo condujera hasta el punto donde no tuvo otra opción. De todo lo que dijo, eso fue lo menos esperado, pero Illium no había terminado. —Si tan solo —dijo—, hubiera acudido a él tan pronto como me di cuenta de mi error en decirle, habría rápidamente borrado sus recuerdos de secretos angelicales, me habría advertido de no cometer los mismos errores de nuevo, y habría sido libre de amarla.

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Pero no lo hice y no pudo ayudarme una vez que otros se enteraron de mi pecado. El corazón de Elena se retorció cuando entendió al final. Despiadado podría ser, pero Rafael protegía a los estaban bajo su responsabilidad. Para él, no solo ser incapaz de hacerlo, sino de hecho ser obligado a causar dolor en su lugar, habría costado un terrible precio. Especialmente cuando fue Illium, hijo de un ángel que ambos tenían el respeto de Rafael y su amor; El Colibrí, alguien quien trató con amabilidad desgarradora. —Cualquier precio que pagué —dijo Illium en el silencio—, él lo pagó dos veces. Herida por la pérdida que definió al ángel de alas azules hasta este día, y las circunstancias que lo condujeron a ello, Elena se reclinó, levantó la mano para tocar su rostro y se encontró a sí misma dudando. —Ten cuidado con Illium, Elena. Es vulnerable a la humanidad que llevas dentro. El eco de la voz de Dmitri, pecado, seducción y violencia, la expresión del vampiro inesperadamente seria mientras le advertía sobre Illium no mucho después de que regresara a Nueva York. —Todo está bien, Ellie. —Una sonrisa ladeada, el calor del cuerpo de Illium presionando contra el suyo—. Eres del Sire y me arrancaría mis propias alas antes de traicionar esa confianza. Dejando caer su mano, retrocedió, poniendo más distancia entre ellos. —No quiero causarte dolor —dijo, cariño combinado con preocupación. Su preocupación no era solo por como él reaccionaba a ella, sino también por el hecho de que continuaba lamentándose por una mujer quien se había convertido en polvo siglos atrás, habiendo olvidado que alguna vez fue amada con tanto fervor. Cuando Elena había sido humana, algunas veces se preguntó como las parejas mortal-inmortal manejaban el envejecimiento de uno, el otro parecía tan joven como el día en que se conocieron. Ni una sola vez había considerado que si el amor era verdadero, el dolor tendría fin para el que era abandonado. —Ya tienes demasiado dolor dentro de ti. —La única cosa que dolerá es si le permites a mis errores dañar nuestra amistad. —Una lenta sonrisa que pintó sobre la tristeza, ojos dorados acuosos iluminados con picardía—. ¿Debería contarte sobre mis amantes así no sentirás pena por mí? Ella levantó la cabeza. —¿En plural? —No querría darle a nadie la idea equivocada. —Tirando juguetonamente de su trenza, se dirigió a la puerta—. La camioneta de equipo de sangre ha llegado. El equipo vampírico, enguantado y enmascarado, hizo un rápido trabajo en limpiar los refrigeradores. Cerrándolos después, Elena consiguió un asentimiento de Illium y dirigió sus alas hacía la Torre.

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Independientemente de su ira personal con Rafael, eran y siempre serían una unidad cuando se trataba de proteger a su ciudad, y quería informarle sobre la situación en Blood-for-Less, además de descubrir por qué él dejó el sitio de las cinco muertes vampíricas tan precipitadamente. La columna llena de luz de la Torre un frío fuego frente a ella, buscó para asegurarse de que él estuviera adentro. ¿Rafael? La respuesta llegó inmediatamente, pero sostuvo la ligera lejanía que denotaba una cierta cantidad de distancia. Hay una situación, Elena. Michaela está aquí.

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15 Traducido por Snowsmily Corregido por *Andreina F*

Rafael no apartó su mirada de Michaela mientras le indicaba a Illium llevar a Elena hacía la Casa Gable, el lugar que la arcángel femenina había tomado en poco tiempo. Dejó la casa de enfermedad tan pronto como uno de sus exploradores más avanzados la había visto volando hacia el territorio, e hizo el vuelo largo para escoltarla, un gesto que ella vió como una bienvenida, pero que él había hecho para asegurarse de que no trajese ningún ejército. No lo hacía, su escolta consistía en un único escuadrón de ángeles y un vampiro, el vampiro tomando un ascenso con los ángeles a través de un ligero transportador creado para ese propósito. Teniendo a Michaela angustiada, o temerosa de un ataque inminente, él esperaba tener esta discusión, pero vestía un traje verde de cuerpo entero que abrazaba sus curvas, se movía con abundante sensualidad, sus acciones destinadas a recordarle que era considerada la mujer más deseable en el mundo. Rafael preferiría dormir en un hoyo de veneno de serpientes a dormir con Michaela. Sin embargo, le permitió tiempo para descansar y comer algo después de su viaje, ya que no quería herir al bebé en su útero. —Me alegra que tuvieras el juicio para no irrumpir en mi casa —dijo en ese momento. Una sonrisa insinuante. —Es un inconveniente no utilizar mi propio lugar, pero sé que estás protegiendo a tu pequeña mortal, y Riker tiene un gusto por ella. Habría sido imposible impedirle atravesar el bosque para llegar a ella si hubiéramos sido vecinos. Riker, pensó Rafael, no tocaría a Elena. La última vez que se había acercado a ella, Rafael simplemente le arrancó el corazón y lo dejó retorciéndose en la tierra. En caso de que la mascota vampiro de Michaela hubiera olvidado la lección, estaría feliz de enseñársela de nuevo, esta vez, con una conclusión permanente. —No traigas a Riker a mi territorio de nuevo, a menos que lo quieras muerto. —Oh, Rafael, no quise hacerte enojar. —Casi ronroneando, se movió como para colocar la mano en su pecho. Él agarró su muñeca antes de que pudiera, sus huesos esbeltos debajo de su agarre y, llevada por el instinto que le dijo que cada palabra era una dulce mentira, activó su habilidad de sanación.

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Reconocimiento se derramó en él, de la fuerza física de Michaela, de la enfermiza mancha ácido verde que llevaba dentro como resultado del día en que Uram había roto su costilla para jugar con su corazón ensangrentado… del vacío en su vientre. Liberándola con la fuerza suficiente para que tropezara hacia atrás, dijo—: No cruces más líneas de las que has atravesado entrando en mis tierras sin invitación. No soy tuyo para tocarme. —Solo una terca, inteligente y peligrosa mujer lo tenía. La exuberante piel morena se tensó sobre el filo de sus mejillas, rechazo inminente hacia una mujer que solía ser adorada por el sexo masculino. —Pensaba defender mi caso en persona. —Moviendo su cabeza hacía un lado, los deslumbrantes rizos negros de su cabello brillaban con reflejos de bronce, colocó sus palmas planas contra la protuberancia cóncava de su abdomen—. Creía que tú, de toda la Cátedra, mostraría amabilidad hacía una mujer embarazada. —Su tono alterado, se volvió más ronco, su sonrisa naciente, llena de dolor en su aparente ternura—. Tú cuidaste de las guarderías de los ángeles cuando eras un hombre joven. Siempre he respetado eso de ti, Rafael, tu disposición para proteger nuestros más preciados tesoros. Rafael se preguntaba si Michaela estaba tan acostumbrada a manipular a los hombres que sencillamente no entendía que él no podía ser moldeado a sus requisitos con dulces palabras reforzadas con un trasfondo de sexo. —Ya no soy un hombre joven —dijo, viendo sus ojos estrecharse al continuo hielo en su tono—, y tú has venido peligrosamente a una infracción grave de las normas de hospitalidad. Dejando caer las manos, se giró en un dramático movimiento de brillante bronce, sus alas arqueándose elegantemente sobre su espalda. —Estás siendo cruel. —Con un verde vívido, sus ojos estaban húmedos cuando se giró para enfrentarlo una vez más—. ¿Te pido refugio y quieres andar con formalidades? ¡Sabes que perdí un niño! No puedo perder otro. Por un momento, casi le creyó, pensó que tal vez ella había abortado el embrión y “olvidado” el hecho en su agonía… pero entonces se traicionó a sí misma, sus labios curvándose en la más mínima fracción ante su duda. La felina petulancia de su respuesta a sus preguntas finales, le dijo que no tenía necesidad de ser amable. — Suficiente de la farsa, Michaela. —¿Farsa? ¡Te burlas de mí! —Un delgado anillo de verde acido pulsó alrededor de la más rica tonalidad de sus irises, una irrefutable señal física de la influencia de Uram—. Soy vulnerable, tú eres fuerte. ¡Pido tu ayuda! ¿Dónde está la farsa? Permitiéndole a su propio poder desplegarse, sintió sus alas comenzando a brillar. —No tienes ningún bebé. Silencio, su conmoción transformándose rápidamente en furia. — ¡Una acusación de deliberada deshonestidad! ¡Incitas una guerra!

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Luces doradas llenaban las amplias ventanas con mainel de la encantadora casa donde Illium le indicó a Elena que debía aterrizar. —Hermosa cazadora, te he extrañado. Siseó un suspiro, cuchillas cayendo en ambas manos cuando reconoció al vampiro rubio quien convertió una sencilla declaración en una amenaza, los huesos de su rostro refinados con una belleza fantasmal que hacía evidente que se encontraba más allá de los cien años de edad. La última vez que había visto a Riker, había sido clavado a la pared de la casa junto a la suya, una pata desgarrada de una silla atravesaba su garganta y sangre goteaba de su sien. Hoy, el guardia favorito de Michaela desnudaba sus dientes hacía ella en una salvaje sonrisa que no era nada natural, nada sensata, luego agitaba sus brazos hacía la puerta principal en una bienvenida socarrona. —Mi señora arrancó la piel de mi espalda y la convirtió en un bolso. Pelos erizándose en su nuca con los recuerdos de la manera en que hizo la confesión con la misma espeluznante e inalterable sonrisa, Elena tensó su agarre en las cuchillas. —Veo que has sanado. Un lascivo recorrido de su lengua por su labio superior. —He estado esperando un largo tiempo para estar a solas contigo. —Sus ojos se movieron rápidamente sobre su cabeza justo cuando escuchó el helado susurro perteneciente a Illium desenfundando la espada que siempre cargaba a lo largo de su columna vertebral, el arma escondida por un encanto que hablaba del poder creciente de Illium. —Ve —murmuró, luego elevó la voz—. Cuidaré del perro rabioso de Michaela, lo sacaré de su miseria si resulta problemático. Los ojos de Riker brillaron con rojo intenso, sus dientes destellaron, pero mantuvo la distancia cuando pasó a su lado y a través de la puerta principal. Rafael, ¿qué tan malo es? Michaela no está embarazada, probablemente nunca lo ha estado. No puedo creer que utilizara el recuerdo de su propio hijo muerto en una estrategia. Asqueada por la crueldad de semejante acto, siguió el sonido de una voz elevada hacia el gran, pero de alguna manera ordinario, núcleo central de la casa. Rafael de pie en el centro, Michaela a unos pocos metros de él. La piel exquisita de la arcángel femenino, el color del café combinado con leche y espolvoreado con dorado, estaba sonrojada, como si resultase de una apasionada discusión; su cuerpo, el epítome

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de la perfección humana, en el traje de cuerpo entero verde esmeralda que acariciaba cada curva y valle. Rafael respondió a cualquier cosa que Michaela recién le había dicho mientras Elena daba el primer paso hacia él. —No es una mentira que puedes esperar mantener, así que a menos que de verdad desees una guerra, date por vencida y vete. Disparándole a Elena una mirada afilada, Michaela dijo—: Mira, tu mascota ha llegado. —Las palabras empalagosas—. ¿Ya ha aprendido a sentarse y rogar órdenes? Elena hizo su tono tan dulce como si jugara a arrojar un cuchillo sobre sus dedos. —No, pero mi puntería es incluso mejor ahora. — Podría haber sido insignificante, pero disfrutó ver la furia en la expresión de Michaela ante el recuerdo de que Elena una vez le enterró un chuchillo en su globo ocular. —No. —Fue una suave advertencia de Rafael mientras Michaela elevaba su mano, las puntas de sus dedos chispeando con verde intenso. Una bola de fuego de ángel se formó en la palma de Rafael. —No sé por qué estás tan entretenido con la criatura. —Michaela cerró sus dedos—. Pero te sugiero que le enseñes modales. Enfureciéndose, sin embargo, Elena se dio cuenta de que Michaela quería una excusa para lastimarla, y mantuvo su silencio mientras Rafael hablaba de una forma que podría haber extraído sangre. —Juzgo que le será difícil a tu escuadrón hacer el viaje de regreso de inmediato, así que puedes quedarte como una invitada hasta la media noche. Cualquier tiempo más, lo consideraré un acto de violación. Pinceladas de rojo intenso atravesaron los pómulos de Michaela, la señal de intensidad emocional sólo sirviendo para resaltar su increíble belleza. —Un día —ronroneó—, un día entenderás lo que rechazaste esta noche, y rogaras por mis favores. ¿Puedo apuñalarla? Sólo si está aquí después de la media noche. ***

Ninguno de ellos habló de nuevo hasta que aterrizaron en el césped de su propio hogar. En el poco tiempo que Elena estuvo en la Casa Gable, la noche había comenzado a darle forma al día, y a través del río, Manhattan se hallaba envuelto en un suave gris arremolinado, las luces en los rascacielos silenciadas. —Quiero que mantengas un ojo discreto en Michaela y su gente —le ordenó Rafael a Illium, el ángel de alas azules había regresado

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volando con ellos—. Ya casi ha amanecido, así que puedes ir solo, pero comprueba con Aodhan cada diez minutos. —Sire. —Illium partió con apenas el sonido de un crujido, el azul plateado de sus alas tragado por el gris mientras ascendía sobre la capa nubosa. Elena se paseó a través del césped, sus alas rozando la hierba bañada por el rocío. —¿Fui solo yo o la Diosa Perra estaba “rara” esta noche? Tenía esta extraña brusquedad en sus movimientos. —La mancha de Uram. Elena tragó ante el pensamiento del antiguo amante de Michaela, el arcángel demente quien había dejado un rastro de cuerpos ensangrentados y mutilados en su despertar… incluyendo a la amante de Jeffrey, esa deplorable copia pálida de Marguerite. Extremidades desgarradas empujadas en bocas gritando, costillas rotas para revelar brillantes intestinos, cuerpos colgados y cubiertos de sangre, Uram había realizado atrocidades que Elena ni siquiera hubiera imaginado posibles. —Uram arrancó su corazón —dijo, recordando el horror ante la herida abierta—, dejó esa brillante bola de fuego roja en su pecho. Contacto directo. —La única otra persona en tener tal contacto íntimo con Uram, y que sobrevivió, era Sorrow, e innegablemente resultó alterada en un nivel fundamental. La joven mujer ya no era humana, pero tampoco era una vampiresa: habría muerto hambrienta sin sangre como habría muerto de hambre sin comida. Luego se encontraba el aspirante a agresor, dos veces su talla, cuyo cuello fue apuñalado en una fuga autodefensiva. Ahora entrenaba para aprender cómo manejar concienzudamente su fuerza y velocidad, Elena sabía que Sorrow también se hallaba bajo vigilancia constante por señales de la misma locura homicida como la de su “señor de sangre”, el término que una vez le escuchó utilizar a Dmitri. Le enfurecía que la valiente joven mujer no pudiera escapar de Uram, pero Sorrow no era el problema en ese instante. —¿Y qué si Michaela se niega a irse? —Entonces la obligaré. Culpa retorció sus huesudas manos. Si Michaela había ganado un poder ofensivo en la Cascada, cualquier batalla sería traidoramente desigual para Rafael. —Me despejaría la noche, Elena. —Rafael se giró en dirección a la casa. Con un nudo en el estómago, su ira temprana con él desapareció debajo del escalofriante recordatorio de que podría haberlo asesinado, se quedó en silencio.

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Cerrando la puerta de la habitación detrás de ellos, Rafael atravesó la habitación para abrir la puerta del balcón, dejando entrar el frío aire de la mañana. —Ven aquí, Cazadora del Gremio. —¿Qué sucede? —Me gustaría saber —Su tono como las cuchillas de una sierra—, por qué mi consorte está ocultando secretos que la hacen perderse en sí misma. Se retorció, pasándolo para detenerse en el borde del balcón. — Estoy enojada contigo, por lo que sucedió con Ransom. —Podrías estar enojada, pero entiendes la decisión. —Una respuesta tan despiadada como la manera en que lidió con Cici—. Esto no es lo que me estás ocultando. —No es nada. —Ahora, ¿me mientes? —Fría, mortal, cada palabra afilada tan brillante como una espada de acero. Moviéndose rápidamente para enfrentarlo, empuñó sus manos. — Deja de tratar de intimidarme, soy tu consorte. —No creo que tengas la capacidad para ser intimidada —llegó la respuesta glacial, pero sus ojos, eran violentas llamas azules—. ¿Qué estás ocultando, Elena? Incesante y acostumbrado a obtener respuestas a sus preguntas, no lo dejaría pasar, lo sabía, pero la idea de decirle la verdad era como una roca en su intestino. —Déjalo —dijo, con la mandíbula apretada—. Sólo te pido que lo olvides. —¿Cuándo dibuja sombras debajo de tus ojos y te hace tragar tus palabras? —Dio una zancada para agarrar su mandíbula—. No. Te estás lastimando y sabré por qué. —Pero no lo hice y no pudo ayudarme una vez que otros se enteraron de mi pecado. Las palabras de Illium vertieron agua helada en el calor de su respuesta auto protectora. No podía hacerle lo mismo a Rafael, no podía hacerlo inútil al enfrentar su dolor. Tomando un aliento tembloroso, colocó una mano empuñada en su pecho y supo que era momento de dejar de ocultarle el daño que había hecho. ***

A punto de decirle a Elena que no abandonaría el balcón hasta que le dijera la verdad, Rafael fue silenciado por el ligero peso de su puño contra su pecho. —En el Refugio —comenzó—, escuché lo que dijeron: que eras el joven más poderoso que alguien haya visto alguna vez. —Su voz se

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encontraba llena de sentimiento, sus gestos sombríos—. Te volviste en uno de la Cátedra al final de tu primer milenio, eso te hace extraordinario. Y ahora… Entonces lo vio, la tortura que estuvo infringiéndose a sí misma, y tuvo que obstinadamente controlar su ira porque ella hiciera esto, porque ella misma se hiriera de una manera tan insidiosa. Liberó el agarre en su barbilla, así no la heriría inadvertidamente, terminó la declaración que ella había comenzado, sin molestarse en ocultar su furia. —Ahora los otros está ganando poderes despiadados, mientras que yo parezco haber ganado sólo una habilidad negativa. Terca como siempre, su consorte sostuvo su mirada. —Es cierto y es a causa de mí. —Dolor visceral—. ¡Soy tú asesina, nadie más!

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16 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Daniela Agrafojo

Elena podía empujarlo hasta el borde más rápido que cualquier otra persona, pero Rafael luchó contra su creciente ira para decir lo que ella había olvidado. —Mi habilidad es la única que ha tenido un impacto en Lijuan. —La Arcángel de China lució estupefacta cuando se las arregló para causarle daño físico. —Sí, pero ambos sabemos que no será suficiente. —Su piel palideció por la forma en la que se abrazaba a sí misma, con todos los músculos y tendones tensos, Elena dejó caer las manos a los costados— . No contra los renacidos de Lijuan y no contra la habilidad de crear fuego y hielo de Neha, sólo por nombrar a dos de los otros. Tú mismo lo dijiste. Nunca quiso que tomara sus palabras como una acusación. Y más allá de eso, nunca esperó que Elena, atrevida y honesta, tuviera tantos pensamientos dañinos en su interior… pero debería haberlo sabido. Su cazadora, después de todo, llevó la horrible pérdida de su familia en su interior por casi dos décadas, ocultándolo incluso de su mejor amiga. —Yo —dijo, exasperado con ella incluso cuando quería revivir a Slater Patalis, así podría matarlo de forma tortuosa él mismo—, no hago de un hábito ocultar acusaciones detrás de las palabras que le digo a mi consorte. —Con eso podría haber creído que una parte de él tenía ira cubriendo de rojo su visión—. Y no toleraré que ocultes tus pensamientos de mí de esa forma. Hubo un destello en los ojos de su consorte. —Te lo dije… no me hables como a algún soldado que estés disciplinando. —Rompería cada hueso del cuerpo de cualquier soldado que se atreviera a mentirme. —Elena nunca se contuvo a su alrededor, incluso cuando habría sido la opción más inteligente, y Rafael no tenía intención de permitir que eso cambiara. Vio la violencia en esos ojos plateados. —Estás haciéndome desear ir por un cuchillo. Arqueó una ceja, a sabiendas de que lo leería como una burla. Siseando, Elena pasó las manos a través de su cabello y, jalándolo hacia abajo, presionó los labios contra los suyos en lugar de deslizar el frío acero a través de su carne.

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Rafael tomó el beso, demandando más, demandando todo. Incluso molesta y al borde, ella le pertenecía, siempre lo haría. Envolviendo los brazos a su alrededor mientras sus lenguas se mezclaban, sus cuerpos presionados en una furiosa e íntima batalla, le dijo: Asegura tus alas, y la alzó en el aire, extendiendo su glamour para cubrirla, hasta que fueron invisibles para el mundo. ***

Con un peso en el pecho, Elena rompió el beso para ver que Rafael los llevaba a través del río hacia Manhattan. —Suéltame. Tengo mis propias jodidas alas. —Se sentía molesta con él por la forma en la que le había hablado. —Aún no. —La besó otra vez, sosteniendo su cabello por la trenza para sujetarla mientras empujaba la boca hacia la suya. Podría haber escapado si realmente lo quisiera, su entrenamiento como cazadora además de haber estado a cargo de Galen le habían enseñado bastante, pero quería pelear con él. Así que mordió su labio inferior, y cuando Rafael respondió profundizando el beso, sus brazos apretados como una barra de metal a su alrededor, su lengua lamiendo su paladar, tuvo que pelear con la instintiva respuesta de su cuerpo, sintiendo el lugar entre sus muslos humedecerse. Alejando la cabeza, bajó la mirada… y vio que los había llevado más alto, por encima de Manhattan, a una altitud que apenas podría alcanzar sola. Sus ojos se ampliaron. —No. —Lo miró—. Te dije que no iba a bailar contigo sobre… — Las palabras terminaron con un grito cuando Rafael los volteó hacia la ciudad… y cerró sus alas. —¡Rafael! —El aire se oía como un rugido en sus oídos mientras caían en picada como una bala desde el cielo—. ¡Voy a matarte si sobrevivimos a esto! Su risa era oscura, peligrosa y sexy, y resonó en la noche cuando extendió las alas para llevarlos a través del estrecho espacio entre dos rascacielos, los cielos a primeras horas del día casi vacíos. “Casi” era la palabra clave. —¡A casa, ahora! —ordenó, pero Rafael volvió a alzarlos hacia el cielo, su cuerpo duro, sus músculos flexionados contra ella de una forma que hacía que sus pechos crecieran, todo su cuerpo sintiéndose caliente. Enseñando los dientes, Elena se aferró a su cabello de nuevo y lo forzó a encontrar su mirada. —A casa, o nunca, nunca más vamos a tener sexo de nuevo. Le dio una arrogante sonrisa mientras la movía, así su rígida polla se presionaba contra su húmeda zona, la ropa entre ellos sin funcionar de barrera, no con tal calor. —¿Podrías resistirte a mí?

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—Presióname y lo descubrirás. —Entrecerró los ojos cuando se movieron a través de las nubes y más arriba. Más arriba. Y luego—: ¡Maldita sea! —Su cabello salió disparado hacia atrás mientras bajaba la mirada hacia los rascacielos acercándose a una violenta velocidad… y sintió la adrenalina en su interior elevarse, el peligroso placer como una droga. Cuando Elena demandó otro beso, la respuesta de Rafael fue caliente y dura. Pero rompió la conexión demasiado pronto. —Sostente. Elena creía que había visto cómo volaba Rafael. No era así. Echándole un vistazo al costado de un rascacielos, los bajó en una espiral que hizo que apretara los dientes para contener un grito de euforia. Sólo cuando estuvieron a unos cuantos centímetros del pavimento, Rafael volvió a extender las alas y los elevó de nuevo, deslizándolos a través de un espacio tan estrecho que sus alas tocaron los bordes de los edificios a sus lados, los madrugadores en su interior sin tener idea de que el Arcángel de Nueva York estaba dándole a su consorte un vuelo de locos. No era nada en comparación a la forma que giró alrededor de la Torre, tan rápido que pensó que chocarían contra un vidrio más de una vez, luego se disparó hacia el cielo en un estallido de increíble velocidad. —¡Rafael, cuidado con el avión! —Iban a colisionar directamente con un jet regional. La sonrisa de Rafael era letal. Pasando más allá de la nariz del avión, apenas a unos centímetros de separación, descendió lentamente, como una pluma, hasta que sus pies tocaron una de las alas de metal, cubierta de una ligera capa de lluvia. —Cuidado. Se sintió insegura por un momento, hasta que sus botas se hallaban plantadas firmemente, y dijo—: Lo tengo. Soltándola, voló hasta la otra ala, así el avión no se desbalancearía. Los más jóvenes hacen esto a veces, lo llaman surf de avión. Elena se rió, con los brazos extendidos para mantenerse balanceada contra el descomunal viento que atrapaba sus alas. Leí un reporte en el periódico una vez, pero pensé que alguien había bebido demasiadas margaritas en el vuelo. No está permitido, pero siempre hago la vista gorda. —¡Vaya! —Casi se cayó cuando el avión se movió, y Rafael estuvo allí, sus brazos envueltos a su alrededor mientras los alzaba antes de que fuera tragada por los motores. Fuerte y protector contra ella, era su todo y, de repente, tuvo suficiente del juego. Besando su garganta, susurró—: No más. No respondió, pero en menos de un minuto de impresionante rapidez, se hallaban en su cuarto. Le sacó la ropa mientras la besaba, y luego Elena sacó las de Rafael hasta que no había barreras para su toque, el calor de sus cuerpos contra el del otro. Hablando con

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silenciosos susurros y hambrientas caricias, el lenguaje que los amantes que conocían cada punto débil del otro, se movieron juntos con cruda intimidad. Manteniéndose en su interior hacia el final, su dureza estirando su carne, Rafael sostuvo su mirada. —La eternidad no significaría nada sin ti. No hay poder en este mundo por el que cambiaría a mi Elena. Con el corazón ardiendo ante la penetrante ternura en sus palabras, tocó con dedos temblorosos sus labios, y esperó que su elección no lo arruinara, no a este hombre que amaría hasta que no pudiera respirar. *** Con la sangre donada que venía de Blood-for-Less comprobada a cada hora, habían dado con el donante contaminado a las tres de la mañana siguiente. Saliendo de la cama, Elena estaba vestida y entrando al café quince minutos después, con Rafael a su lado. Él no había dormido, ya que tuvo que escoltar a una enojada pero obediente Michaela fuera del territorio, para luego regresar a hablar con Galen y Veneno a través de un enlace visual con el Refugio. Aterrizando en la parte trasera de Blood-for-Less para así no alarmar a los clientes, encontraron a Marcia en las sombras. Cuando la mujer no pudo hablar ante la vista de Rafael, su miedo tan potente que Elena vio la expresión de Rafael alterarse con una sutil ira, dio paso al interrogatorio. Probablemente nunca ha estado cerca de un arcángel. Dale un descanso. No es la señorita Blue el blanco de mi ira. Mis ángeles están entrenados para ser brutales si es necesario para mantener a sus vampiros bajo control, pero los registros de esta están limpios. Elena no se percató de que Rafael había revisado el expediente de Marcia. ¿Piensas que fue abusada? Dada la violencia y la crueldad que ha visto en el mundo inmortal, no pensaba que los vampiros tuvieran algún derecho. Dañar una herramienta útil hasta que es demasiado frágil como para funcionar es un desperdicio, fue la fría y práctica respuesta. Parece que podría necesitar recordarles a ciertos ángeles ese hecho. Sintiendo que Marcia fallaba en su intento de hacer que las palabras salieran a través de su terror, Elena le hizo señas a Rafael para que desapareciera en las sombras y vio cómo alzaba una ceja antes de obedecer. Tengo una teoría: si no puede verte, puede pretender que no estás aquí. Pareció funcionar.

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—Sólo hemos tenido otros dos donantes desde el donante contaminado, y la Torre está comprobando sus sangres ahora —dijo Marcia en respuesta a su pregunta, los ojos de la vampiro moviéndose escrupulosamente hacia las sombras que envolvían a Rafael. —¿Las imágenes de vigilancia? Probando su inteligencia y preparación, Marcia le extendió la fotografía de una delgada y joven mujer con fibroso cabello castaño. — Ella tiene la sangre que ha sido marcada como contaminada por el personal de la Torre. —La imagen se sacudió cuando sus dedos comenzaron a temblar. Elena la tomó antes de que cayera al suelo. —¿Estás segura? Escondiendo inmediatamente las manos en su espalda, Marcia asintió. —Marqué la hora de cada donación e imprimí una fotografía instantánea de la cámara de seguridad tan pronto como se fue. —¿Algo más que necesitemos saber? Marcia tragó, pero dijo las palabras. —Me encuentro con donadores enfermos todo el tiempo, a menudo necesitan dinero, y la sangre es sangre. Por lo general. —El sudor brilló en su frente—. Pero ella lucía medio muerta, más enferma que la última vez que la vi. Era posible que el portador no fuese un verdadero portador, simplemente alguien que podía soportar los efectos de la infección por un poco más de tiempo. —¿Puedes precisar la hora de donación anterior? —Realmente lo siento, Consorte. —Los dientes de Marcia comenzaron a temblar—. Per-permitimos donaciones anónimas así que todo lo que puedo decirle es que fue den-den-dentro de la ul-ul-última semana. Elena envió a la vampiro dentro del café antes de que tuviera un ataque al corazón inducido por el miedo, y luego se volvió hacia Rafael. —Espero que asustes al jodido que le hizo esto, o lo encontraré y le cortaré personalmente las bolas después de golpearlo hasta hacerlo sangrar. —Un castigo excelente. Me aseguraré de que se lleve a cabo. Entregándole las instantáneas a Rafael sin sentirse arrepentida ante lo que dijo, puso a un lado su creciente ira, y después de comprobar que el lugar era seguro, se dirigió a la puerta. Era un carnaval de olores, lo que no era inesperado dado el número de vampiros que sin duda se encontraban alrededor del edificio; el auténtico problema era que el donante contaminado era humano y Elena era un sabueso que se llevaba mejor con los vampiros. Por otro lado, había sentido la presencia de la enfermedad en la sangre extraída, así que tal vez la química del transportador de sangre se alteró lo suficiente para resaltar ante la nariz de Elena.

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Marcia ciertamente es una herramienta valiosa, dijo Rafael en su mente. Envió la fotografía por correo a la Torre tan pronto como la alarma sonó y Aodhan está haciendo un seguimiento. Sin embargo, Ransom Winterwolf podría tener los mejores contactos cuando se trata de humanos y vampiros que frecuentan esta zona. Elena dejó de hacer lo que hacía para encontrar el doloroso azul de sus ojos, extraordinariamente puros, extraordinariamente letales. Si meto a Ransom en esto, dijo, manteniendo la conversación a nivel mental para evitar llamar la atención del equipo de vigilancia, y termina con información que no puedes permitir que posea un mortal, borrarás sus recuerdos. Conoces nuestras leyes, Elena. Exactamente. Pensó en el castigo de Illium y supo que no podía pedirle un favor así a Ransom. Rafael ya había superado los límites de lo que se podía esperar que hiciera cuando permitió que Sara entrara al Refugio. Si Elena quería proteger a sus amigos, tenía que ser la única que pusiera los límites… aunque eso significara que dejaran de ser parte de su vida. Era mejor una dolorosa ruptura que verlos ser tratados como marionetas por los inmortales. Por conocer esas leyes es que no meteré a Ransom en esto. ¿Dejarás que mueran vampiros inocentes? Eso no es justo. Dio un paso adelante, así se hallaban justo frente al otro, sin retroceder. La vida de Ransom vale tanto como la vida de cualquier vampiro, y no voy a involucrarme en robarle parte de ella. Algunos de los vampiros que podrían morir pueden ser sus amigos. Imágenes de salvaje viento y oscuro océano aparecieron en su mente. ¿Crees que protegería su propia vida por el costo de las suyas? Conocía a Ransom, sabía cuán leal era, cómo preferiría morir por los otros, porque estaba cortada con la misma tijera. No sabrías de sus contactos si no fuera por mí, así que esta decisión es mía. Y no lo meteré en esto. Elena, mi ciudad está bajo ataque. El tono de Rafael era duro, su rostro tan frío que hizo que quisiera empujarlo hasta que la máscara se derrumbara. No puedo permitir que protejas a un amigo por el costo de perder mi territorio. ¿Es una amenaza? Consciente de que su temperamento se encendía fácilmente, trató de controlarse. ¿Me harás traicionar a un amigo? Era algo que nunca había esperado. ¿Qué si fuera uno de tus Siete? No lo es. Es un simple mortal.

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17 Traducido por Zafiro Corregido por Victoria

La fría respuesta fue una bofetada emocional, otro recordatorio de que a la hora de la verdad, los mortales seguían siendo desechables para Rafael. Bien, dijo, consciente de que algo precioso estaba a punto de romperse entre ellos, una fractura que nunca podría ser reparada. Haz lo que quieras, pero tienes que saber que nunca confiaré en ti otra vez de la misma manera. Un débil resplandor, sus alas de fuego blanco en la oscuridad. ¿Chantaje emocional? No. Nada de ira ahora, simplemente una ascendente sensación de incipiente pérdida que hacía que le doliera el pecho, apretó la mandíbula con tanta fuerza que el dolor se disparó a sus sienes. Estoy luchando para conservar mi sentido del honor, de la lealtad. Si no puedo confiar en que no abuses de la información que te doy sobre mis amigos, ¿cómo puedes pedirme que te diga algo? Nuestra conversación no ha terminado. Arrastrando a su consorte corporalmente alrededor cuando se volvió de regreso a la estación de donantes, Rafael extendió su glamour para cubrirla. ¿Qué más hay que decir? Una dureza en sus ojos que no había visto desde el comienzo de su noviazgo. Un simple mortal, ¿ no es ese tu juicio final? Nadie podía empujarlo hasta el borde más rápido que Elena, golpeando a través de siglos de inflexible control. Permití a Sara en el Refugio. Había sido un acto que iba en contra de sus leyes más profundas, permitido solo porque tomó toda la responsabilidad por el silencio de Sara. Los otros creen que borré sus recuerdos. Sólo por ti dejé su mente intacta. ¿Se supone que eso me hará agradecida para siempre? Un rojo rubor coloreo sus pómulos, el anillo de plata alrededor de su iris brillando contra el gris pálido. El amor no funciona así. ¿Sin embargo, te permite dar la espalda después de lanzarme esas palabras? Un recuerdo de la pregunta que le hizo que lo envió a la caza Jeffrey, un recordatorio del veneno que continuaba actuando sobre ella, años después de haber sido introducido en su vida.

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Se dio cuenta de que no podía permitir que se quedara ciega a esa tóxica influencia. No soy tu padre, Elena. Su respiración era rápida y superficial, sacudió la cabeza. Jeffrey no tiene nada que ver con esto. Tiene todo que ver con esto, contrarresto Rafael, metiendo las manos en su cabello suelto cuando ella levantó las manos para agarrar sus brazos, como si pudiera apartarlo. No pasaremos la eternidad contigo esperando lo peor de mí. Un visible estremecimiento, pero su terca y furiosa consorte se negaba a dar marcha atrás. Eso no es lo que estoy haciendo. Su cuerpo temblaba por la fuerza de sus emociones, dijo, te conozco, y sé cómo ves a los humanos: como luciérnagas que viven y mueren en un instante, que no valen nada. ¡Me enamoré de un mortal! Hasta el punto en que ella era su eternidad. ¿Te cuestionas eso también? Sus ojos se ensancharon ante la enfurecida pregunta. —No — susurró en voz alta, antes de regresar a voz mental. Tu amor es la única constante en mi vida, pero estoy tan asustada de lo que la inmortalidad demandará de nosotros, lo que robará. No puede tomar nada que no demos. Entonces debes escucharme. La terquedad de nuevo, su expresión la de la guerrera que era, la que lucharía hasta la muerte para proteger a los que se habían ganado su lealtad. Mis amigos, son mi familia. Necesito ser capaz de protegerlos —si tomas eso de mí, bien puedes también cortar mi corazón. Había pasado una eternidad desde que vió a los mortales como ella lo hacía, desde que había formado una amistad con un simple granjero que ha llegado a ser un hombre en el que confía no solo con su vida, sino con la de Elena. He olvidado, al parecer, que yo, también, una vez tuve un amigo humano que deseaba proteger. Había fallado, la vida de Dmitri hecha pedazos, y el fracaso marcó a Rafael, también, lo cambió en formas que nunca se pueden deshacer. Entonces entiendes. El cabello de Elena brillaba blanco en la intensa luz que iluminaba la puerta de los donantes. No es seguro para mis amigos ser atraídos más profundo en el mundo inmortal. No, a menos que confíes en ellos para guardar… No. Nuestras leyes existen por una razón. Y no fue simplemente porque los ángeles pensaban en los humanos bajo su atención. Jugar los juegos inmortales rompería a los mortales en un santiamén. El silencio de su consorte, seguido por una simple y resuelta declaración. Entonces no puede estar aquí. Él no puede estar aquí, acordó Rafael, su mente reproduciendo el recuerdo del día en que encontró a Dmitri agarrando un cuchillo

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ensangrentado, su pecho una ruina, el otro hombre habiendo intentado forjar su corazón en un intento de unirse a su asesinada familia. Rafael nunca olvidaría el dolor de Dmitri y el horror que le precedió... y no tendría a Elena llevando esos recuerdos para toda la eternidad. No te obligaré a arrastrar a tus amigos a nuestro mundo. ***

Emocionalmente sacudida como resultado de una discusión que sabía que había trazado una brillante línea en la arena de la vida que estaba construyendo con su arcángel, su relación saliendo de ello más fuerte y no fatalmente dañada, Elena volvió a la tarea de desenredar las complicadas tinieblas de olores alrededor de la puerta de donantes. Aun así enfocada, no podía olvidar lo que Rafael dijo: No vamos a pasar la eternidad contigo esperando lo peor de mí. Argumentó en contra de su percepción, pero ahora se encontraba considerando si era cierto. ¿La había marcado su padre tan gravemente cuando niña? No, era mucho más complicado que eso. —El mayor abuso de confianza —se encontró diciendo en voz baja, después de haberse alejado de la zona vigilada— fue el de mi madre. Sus ojos le dijeron que sabía lo que quería decir. Entendiendo la agonía que la había destrozado mientras permanecía muda al lado de la tumba de Marguerite, la pequeña mano de Beth estrechada entre las suyas. Jeffrey estuvo detrás de ellas, con las manos sobre sus hombros, su cuerpo su roca, fuerte y allí. —Estaba tan enojada con él por no detenerla. —Atrapando una sospechosa concentración de olores, se agachó en cuclillas, sus alas sobre el frío asfalto—. Después del funeral, lo ataqué, gritándole que era su culpa, cuando yo sabía que no lo era. —Su madre no sobrevivió a Slater Patalis y lo que le hizo a sus dos bebés mayores, sin importar si su cuerpo había logrado salir con vida. —Eras una niña. Elena sacudió la cabeza ante la respuesta de Rafael. —Tenía la edad suficiente para saber mejor, pero ¿sabes qué? Jeffrey nunca, ni una vez, argumentó en contra de mis irracionales acusaciones. Porque se culpaba a sí mismo, también. No había pensado en esos primeros días tras el suicidio de su madre desde hace años, solo en lo que vino después, cuando el corazón roto de Jeffrey se convertió en una fría rabia que le hizo borrar a Marguerite de la casa y de sus vidas. —Cada vez que creo que entiendo lo que somos, Jeffrey y yo, descubro otra faceta y de repente no es tan sim… Putrefacción, el miasma de la muerte, un matiz de carne quemada.

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—Hay algo aquí. —Sus sentidos zumbaban—. Es débil, me resulta difícil hincarle el diente a pesar de que puedo sentir cada una de las notas —Feo, fétido, antinatural—. Posiblemente porque es de un ser humano. —¿Puedes seguirlo? —Sí, creo que sí. —Vigilaré desde arriba. —Caminando una corta distancia para no perturbar los olores, despegó y se perdió detrás de un velo de glamour. Tomó meticulosa paciencia tirar de un tenue hilo entre las docenas que cubrían la zona. Blood-for-Less podría estar en la periferia del Barrio Vampiro, pero al parecer tenía un montón de negocios —a diferencia de su anterior visita, Elena había oído el pesado murmullo de voces desde el interior, lo que indicaba que Marcia tenía casa llena esta noche. Cuanto más profundo se metía en el Barrio, más frecuentado se volvía, la sección central una de las favoritas entre los jóvenes vampiros a la moda —y suburbanos que querían caminar por el lado salvaje sin entrar en las partes más peligrosas de la ciudad. Modelos de largas piernas, mortales e inmortales, eran tan comunes, una parte del paisaje así como vampiros hábilmente vestidos al acecho, todo el mundo congregándose en torno a los clubes que abrían sus puertas al caer la noche. Nadie se atrevía a ponerse en su camino. Manteniendo sus alas firmemente plegadas a su espalda, se aseguró de que sus cuchillas estaban a la vista mientras rastreaba. No es que tuviera miedo de ser abordada por un vampiro obsesionado por la moda, pensó con un resoplido interior. Por otra parte, los tacones de aguja eran jodidamente armas letales por lo que a ella se refería. Diez minutos más de meticuloso seguimiento y pasaría de la zona central y del Mercado de Carne. La mayoría de las guías turísticas les decían a los visitantes "extremar las precauciones" en esta parte del Barrio. Porque aunque los vampiros en esta área estaban tan elegantemente vestidos y tan corteses, eran mayores, con apetitos más oscuros. El Club Masque, más adelante, tenía un cartel en la parte superior de la fila mortal que decía: Carne Fresca. Y siguen los jóvenes, núbiles y estúpidos alineados. Rafael, dijo después de otra cuadra, las tiendas de aquí cerradas por la noche y vacías de tráfico excepto para una pareja que cruzó la calle cuando la vieron y un traficante de drogas que de repente tuvo un asunto urgente en otro lugar. Tengo que ir por este pasadizo. No era completamente un callejón, pero de acuerdo a lo que podía ver con su aguda visión nocturna, era lo suficientemente cerca a los de las personas sin hogar. Te tengo en la mira.

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Apretando sus alas a la espalda tan fuerte como pudo, se abrió paso a través de los castillos de cartón que albergaban los restos y desechos de la ciudad. No eran exclusivamente humanos. Los vampiros podían descender a esta sombra de vida al igual que sus homólogos mortales —todo lo que necesitaban era una adicción a algo. Ciertos emprendedores chupasangres habían creado las drogas recreativas que funcionaban en los de su especie, aunque al parecer el efecto no duraba el tiempo suficiente para molestia de la mayoría. La más en boga era "dulce" alimento, donde un donante humano se drogaría con ciertas drogas para luego permitir al vampiro alimentarse. La biología vampírica pronto neutralizaba las drogas, pero no lo suficientemente rápido para totalmente negar el placer —y el sexo, por supuesto, también a menudo en el mismo menú. Todo por un precio. Luego estaba el juego, y los más tristes casos en los que un individuo, vampiro o humano, perdía la lucha con los demonios personales que nadie más podía ver. —Cazadora. —El ronco susurro vino de un marchito anciano escondido en el interior de una caja de cartón modelada en un hogar, las "cortinas" abiertas para revelar sus enrojecidos ojos y el papel marrón embolsando una botella en sus manos. Sorprendida de que se hubiera enfocado en lo que la marcaba como del Gremio, en lugar de en sus alas, Elena hizo una pausa, una sensación de malestar en el estómago, mientras sus ojos se adaptaban lo suficiente como para distinguir las cicatrices de cuchillo en sus manos. Ningún cazador nunca fue abandonado por sus hermanos... pero algunos eligieron caminar en la oscuridad y no regresar jamás. —Cazador —respondió, devolviendo el mismo respeto que él le había ofrecido—. El Gremio está siempre abierto para ti. —Todos los cazadores pagaban un porcentaje de sus ingresos al Gremio, una de las razones por las que podría proporcionar cuidado a un cazador que viviese física o mentalmente incapacitado—. Puedo hacer la llamada. —Me gusta estar aquí. Elena no tenía forma de saber a lo que había sobrevivido, las razones de sus decisiones, por lo que no hizo ningún juicio. —¿Estás aquí siempre? Un asentimiento. —Le pediré a una de las patrullas del Gremio que venga con un poco de alimento. —Lo impulsarían a mejores barrios para dormir, también, cuando la nieve comenzara a caer—. Puedo pedirles además que traigan una fuerte y básica carpa para ti. —Nada que lo convertiría en un blanco para los ladrones—. ¿Está bien? Una larga pausa, sus ojos parecieron juzgarla antes de decir—: Siempre y cuando traigan suficiente para dos. —Su mirada fue a otra caja de cartón a unos pocos metros más y a lo largo del estrecho

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pasillo—. Tenemos que cuidarnos las espaldas unos a otros. Es lo que hacemos. Elena asintió. —Mantente a salvo. —Caza bien. Continuando por la oscuridad del pasaje hasta que la escupió al otro extremo, Elena se encontró en un estacionamiento cerrado detrás de un restaurante asiático; había alcanzado el borde del Barrio Chino. Una sola farola amarilla rociaba la zona con un brillo anémico, creando charcos de sombra tan espesa como líquido, los contenedores de basura verdes oscuros una silenciosa amenaza. —Cálmate, Ellie. Siguiendo el sospechoso olor a una parte rota de la valla, se las arregló para pasar por el eslabón de la cadena sin que se enganchen sus plumas. El olor era más limpio ahora, ya no abrumado por el de vampiros, esta zona, con sus baratos y sabrosos restaurantes un refugio mortal, aunque conocía a un par de ángeles que eran clientes habituales. Los restaurantes se encontraban cerrados por la noche, todos a excepción de un lugar de fideos de veinticuatro horas donde un trabajador empujaba un trapeador alrededor mientras bailaba con la música en sus auriculares. Un desaliñado perro callejero la acompañó por una manzana antes de ser seducido por un contenedor de basura desbordándose, a pesar de que vio el cadáver en descomposición de más de un pájaro muerto en los rincones y grietas. Nadie se había molestado en limpiar aquí como lo hicieron en la zona del restaurante, e incluso los gatos y perros asilvestrados sabían mantenerse alejados de esa carne supurante. Cuando miró a su alrededor y vio los andamios, se dio cuenta de la razón de la falta de cuidado —nadie residía actualmente o hacía negocios en esta calle, y por el aspecto de las cosas, ningún trabajador de la construcción había estado por unos cuantos días, tampoco. Permiso o problemas de dinero, probablemente. Un repentino fin al olor, estaba un segundo, se iba al siguiente. Retrocediendo, notó que el individuo al que rastreaba había subido los escalones de uno de los andamios de la construcción. Parece que nuestro portador está invadiendo ilegalmente. No hay seguridad, por lo que no será difícil. ¿Ella está presente dentro? A menos que haya una entrada trasera. Espera. Una pausa antes de Rafael dijera: La puerta trasera es inaccesible. Entonces, está dentro. Encontré un reciente rastro de olor, con uno más viejo debajo, así que mi opinión es que salió a vender su sangre y vino directamente de vuelta.

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Un repentino viento fue el único signo de que Rafael aterrizó en la calle. Ten cuidado con los escalones, dijo ella, después de haber regresado a la puerta. Parece que el objetivo pasó a través de esa ventana. Empujando el cristal faltante, estaría a su alcance si alguien subiera parte del andamiaje. Necesitaremos tus músculos viriles para entrar. Si eso no está por debajo de Su Arcangelidad. Su beso la tomó por sorpresa, su mente luchando para entender el hecho de que estaba siendo deliciosamente tomada por un hombre que no podía ver. Liberándola antes de que hubiera conseguido su cabeza en ello, empezó a sacar las tablas que negaban la entrada a la puerta principal, haciéndolo con una facilidad que daba la impresión de que las tablas solo yacían posadas allí. Treinta segundos después, la puerta se encontraba abierta.

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18 Traducido por Zafiro Corregido por Mel Markham

Estrecho, pero podemos entrar si sesgamos nuestros cuerpos. Entraré primero. Soy la cazadora, le recordó Elena. Debo ir primero. Por supuesto que puedes ir primero. Cuando esté muerto. Frunciendo el ceño a esa declaración pronunciada en un tono sumamente razonable que la había engañado haciéndole creer que iba a estar de acuerdo, sacó su ballesta. Vamos. Discutiremos sobre tus tendencias autocráticas más tarde. Lo espero con interés. Ya que él dejó caer el glamour al entrar, sus alas llenaron su visión hasta que salieron a un área más abierta de lo que parecía ser una residencia privada, aunque bien podría haber sido un negocio/hogar combinado, la planta baja sin paredes interiores suficiente como para que funcionara como una tienda de venta al por menor. Arriba, dijo, el rastro de olor un faro pulsante. ¿No quieres despejar este piso? Hay solo muertos aquí abajo. Más de unos cuantos días, a partir de la degradación del olor de la enfermedad. Los cuerpos no se habían podrido, probablemente porque la casa estaba tan fría como una nevera, pero sin duda era la misma viruela vampírica. ¿Sus primeras víctimas? Tal vez sus sujetos de prueba. Probablemente vampiros drogadictos desesperados por un dulce alimento —no necesitaría mucho para seducir a uno si ella se veía muy drogada. La comida perfecta. Una vez más, Rafael se adelantó y, a pesar de que trataron de ser silenciosos, las escaleras eran viejas, crujían y gemían sin importar qué. Sin embargo, ninguna señal de que su objetivo hubiera oído algo, incluso cuando Elena casi cae a través de una debilitada tabla y Rafael tiró de ella hacia la seguridad. De hecho, no existía ningún signo de vida en absoluto. ¿Estás segura de que está aquí?

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Sí. Su aroma es rico y fresco. Lo miró a los ojos. No puedo decir si está muerta o simplemente enferma, pero el olor de la enfermedad es muy fuerte para mis sentidos, especialmente teniendo en cuenta su mortalidad. Rafael dio un paso hacia delante para mirar el interior del umbral que le indicó, mientras ella dio vuelta rápidamente en dirección contraria para ver la otra habitación, asegurándose de que estaba vacía. Su expresión cuando se volvió para mirarlo le dijo todo lo que necesitaba saber. —Maldición. —Entrando en la habitación, se detuvo junto a una cama vieja que parecía haber sido olvidada cuando la casa fue desocupada. En ella yacía su presa, con los ojos abiertos y sin ver, las partes expuestas de su pastosa piel burbujeaban con pequeñas llagas que se hacían eco de las más virulentas en los cuerpos de las otras víctimas. —El portador sólo puede durar un corto tiempo —dijo Rafael, mirando la escena con un ojo clínico—. Ineficiente. —Si estamos en lo correcto y esto es un ataque contra la ciudad por uno de la Cátedra… —…Entonces podría ser que él o ella no tiene la fuerza suficiente para inmunizar a los portadores. —Asintió Rafael—. Todas las habilidades nacidas de la Cascada parecen ser limitadas en términos de fuerza por el momento. Elena escudriñó el cuerpo, pero no encontró ninguna señal de que la mujer fuese una drogadicta que pudiera por si misma haber sido de alguna manera infectada, tal vez por otro individuo que era el verdadero transportista. Tendrían que esperar hasta la autopsia para obtener una respuesta definitiva. Segura de que Rafael ya contactó a Keir, tomó un buen vistazo alrededor de la habitación. —Nada. —Contuvo las ganas de patear una pared enmohecida, el moho una mejora en el gigante papel tapiz floral—. No hay absolutamente nada aquí que nos diga quién era ni de dónde venía. —Poco sorprendente. Su arcángel no querría que se delate a sí misma. Elena tuvo que estar de acuerdo con la tácita conclusión de Rafael de que la mujer debió ser voluntaria para la tarea, ya que, a pesar de que lucía lamentable ahora, una muñeca rota, había llevado y difundido la muerte, bombeando veneno de su cuerpo cada vez que vendió su sangre. Los vampiros muertos que Elena había percibido abajo hicieron indiscutible que la mujer sabía exactamente qué era lo que estaba vendiendo. ***

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Mediodía, y Keir confirmó que la enfermedad en el cuerpo de la chica era idéntica a la encontrada en las otras víctimas. —Pero la tuvo por mucho más tiempo —dijo el curador, sus viejos ojos cansados en ese bello rostro que podría haber sido el de un muchacho al borde de la edad adulta—. Al menos dos semanas, lo que la hace ya sea la primera víctima o la portadora. Elena mantuvo su oído atento por cualquier otro informe de vampiros muertos en circunstancias misteriosas. Nada. No por los cuatro días que siguieron a su descubrimiento de la chica, se estaba volviendo cada vez más cierto que había sido la única portadora. Finalmente, en el quinto día, limpiaron Blood-for-Less para su renovado uso de donantes de sangre, con la continuación de controles aleatorios sólo para estar seguros. —¿Hay alguna forma de que podamos zafarnos de este baile? —le dijo a Rafael en la víspera de su viaje a Amanat, ambos en la cama después de un inesperado jugueteo amoroso que había fluido desde una sesión de entrenamiento donde pudieron sacar la tensión que los tuvo bajo su dominio como una garra durante días, mientras esperaban lo que pudiera pasar... sólo el ritmo normal de la vida descendía sobre la ciudad. No era la paz, esto era Nueva York, pero ciertamente no era una guerra. —Sé que no quieres dejar la ciudad. —Tampoco ella quería, una picazón en la nuca le decía, esta extraña calma aparte, que la Caída y la enfermedad sólo fueron el comienzo. —No asistir —dijo Rafael, su cálida y fuerte ala bajo su cuerpo, su voz exquisitamente familiar en la oscuridad sin luna—, sería visto como un signo de desconfianza a Illium, Aodhan, y los escuadrones que custodian la Torre. Confortada por el ritmo constante de su corazón, dibujó diseños tranquilos en el musculoso calor de su pecho. —¿Eso importaría si la ciudad es atacada por renacidos con bocas espumeantes mientras estamos comiendo bombones en Amanat? —Tienes una manera tan vívida de decir las cosas, hbeebti. —Sus dedos acariciando los sensibles bordes interiores de sus alas, un acto ausente que la hacía profundamente feliz de una manera que no comprendía conscientemente—. Pero ninguna horda descenderá sobre la ciudad durante el transcurso del baile. Extendiendo sus alas en una petición silenciosa, suspiró mientras las acariciaba hacia afuera. —Suenas confiado. —El que está detrás de estos ataques es sin duda de la Cátedra. Ningún otro ángel podría haber adquirido tales habilidades, incluso en la Cascada. Elena asintió, después de haber visto la investigación de Jessamy de los resultados de la última Cascada. Cualquier información estaba fragmentada, en el mejor de los casos, pero la historiadora pudo

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confirmar tentativamente los recuerdos de Caliane de que eran sólo los arcángeles quienes fueron básicamente alterados. —Entiendo tu punto —dijo ella—. Sea quien sea, está atrapado en la misma trampa. Rafael movió su cabello a un lado para masajear su nuca, su otra mano doblada detrás de la cabeza. —Él o ella debe asistir al baile o no sólo será un insulto para el único Antiguo despierto en el mundo, sino una señal de que el arcángel en cuestión no se fía de aquellos a quienes, de otra forma, hubiera dejado a cargo. Luego está el otro factor. —Espera, no me lo digas. —Los huesos se derretían como resultado de la forma en que la tocaba, aceleró su cerebro y forcejeó levantándose sobre el codo para poder ver su expresión mientras probaba su comprensión de cómo veían los arcángeles el mundo—. Sería considerado de extremadamente mala educación —dijo en los gélidos tonos de algunos de los viejos ángeles más severos—, atacar una ciudad, mientras su arcángel estaba en un baile dado por un Antiguo. Por lo qué, en realidad, podrían también haber sido educados por mortales, si van a actuar de esa manera. —Absurdo, ¿no es así? —Risas en el embriagador azul, su mano un posesivo peso en su espalda—. Sin embargo, esas reglas de hospitalidad son parte de lo que mantiene el mundo estable. Cualquier arcángel tan maleducado como para dar un paso fuera de ellas de una manera tan inefable se encontraría condenado al ostracismo. La eternidad es mucho tiempo para estar sin amigos. —Dicho así —dijo Elena, inclinándose para robarle un beso sólo porque podía—, no es absurdo, sino totalmente racional. Cómo alguien alguna vez tendría una fiesta, con la certeza de que los arcángeles siempre están tratando de apuñalarse unos a otros. Una sonrisa curvando su boca, su arcángel asintió. —Incluso Lijuan no podría soportar tal rechazo. Puede ser capaz de forzar la obediencia por la fuerza bruta, pero perdería el respeto que es tanto su alma como su poder. —Dedos ociosamente acariciando las curvas inferiores de su cuerpo—. ¿Puedes adivinar la verdadera ironía de esta particular situación? Arrugando el rostro, estaba a punto de decir que no cuando lo comprendió. Riéndose tan fuerte que tuvo que esperar hasta que pudo recuperar el aliento suficiente para dar forma a las palabras, dijo—: Lijuan no está invitada —No después de tratar de asesinar a Caliane y a su hijo—. Pero es tan apegada a las viejas costumbres, que los demás saben que la tendrán sobre sus culos si rompen las reglas. —Exactamente. —Me pregunto si hay un manual de Etiqueta Angelical, algún… —Interrumpiéndose, tocó sus dedos en la sien derecha de Rafael. —¿Qué es? —Incisiva inteligencia en su mirada.

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—Espera. —Encendió las lámparas que bañaron la mitad superior de la cama en una luz suave. Inclinándose hacia abajo, se acercó a la cara de Rafael, frotó su pulgar sobre el lugar, su cabello rozándose contra los dedos—. Hay algo en tu piel. —Incapaz de dejarlo pasar, salió de la cama para coger una toalla facial húmeda. Rafael estaba en la puerta del baño cuando ella se apartó del fregadero. Pidiéndole que se inclinara para poder limpiar la pequeña mancha, intentó dos veces, la segunda vez con un poco de jabón en la tela en caso de que de alguna manera hubiera sido tocado por la punta de un rotulador negro permanente... salvo que incluso cuando el pensamiento cruzó por su mente, sabía que lo habría notado antes. La mancha no había estado allí antes, y ahora… —No está saliendo. —Su voz sonó incluso, a pesar de la horrible sensación en la boca del estómago. Desplazándose en el cuarto de baño, Rafael examinó su rostro en el espejo. Elena se acercó a él, queriendo creer que había sido un truco de la luz. No lo era. Tan diminuta, la mancha podría pasar desapercibida para la mayoría, pero no debería estar allí. —Tal vez es una picadura de insecto —comenzó, tratando de no pensar en vampiros muertos y enfermedades. —No, sanamos muy rápido para que una picadura tenga un impacto. —Con expresión sombría, se volvió hacia ella—. ¿Puedes verla ahora? —No, se ha ido. —Aplastante alivio—. ¿Qué hiciste? —Todavía está ahí —dijo, y el alivio se cortó—. La he ocultado utilizando el toque más básico de glamour. —Me gustaría que Keir aún estuviera aquí. —El curandero tuvo que regresar al Refugio para hacer frente a otros asuntos, y se reuniría con ellos de nuevo en Amanat—. ¿Qué pasa si...? —No podía decirlo, ni siquiera podía imaginarlo, su horror demasiado violento. —¿Qué pasa si es el presagio de la enfermedad? —dijo Rafael por ella—. Si es así, Keir sería incapaz de hacer nada, por lo que el decirle es un punto discutible. Soy un arcángel, Elena. Podemos volvernos locos con la edad y el tiempo, o debido a la toxina, pero no nos enfermamos. Sus contundentes palabras la obligaron a enfrentarse al frío y duro hecho de que un arcángel enfermo era un desgarro en el tejido del mundo. Eso no significaba que estaba a punto de darse por vencida. — Jessamy —dijo—. Nunca te traicionaría, podemos pedirle que busque en los archivos, a ver si ha habido otros casos similares en la historia de los ángeles. —No hay nada que decirle aún —respondió Rafael con imposible calma—. No es más que un único punto oscuro, si es el signo de una enfermedad creada por un nuevo poder arcangelical, mi cuerpo debe ser capaz de luchar contra ella.

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—Por supuesto, tu habilidad curativa. —Se volvió para ir a arrojar un poco de agua en su cara en un esfuerzo de calmar su acelerado corazón, sus manos temblando, pero Rafael la atrajo a sus brazos y contra su pecho, sus alas encerrándola en una prisión de seda. —Está bien, hbeebti. —Su latido fuerte y constante bajo su mejilla mientras hablaba, sus brazos músculos de acero—. No tengo ninguna intención de dejarte hacer frente a la inmortalidad sola. —Si esto es la muerte, Cazadora del Gremio, entonces te veré en el otro lado. Se lo había dicho mientras se moría en sus brazos. Ahora, ella susurró—: Dondequiera que vayas, te seguiré. —Había perdido a demasiadas personas que amaba, sobrevivido muchas muertes—. No puedo seguir adelante. No puedo. —Como si hubiera girado la llave de una pesadilla, oyó el sonido que la había perseguido desde el día en que Slater Patalis entró en su hogar de la niñez. Goteo. Goteo. Goteo. Había tanta sangre, sus pies resbalándose en ella enviándola al suelo con fuerza para causar moretones. —Vamos, Elena. —La voz de Rafael sostenía una delicadeza que le dijo que vio su terror, que lo entendía—. ¿Crees que soy tan débil? Tal creencia es un golpe a mi ego en verdad. Elena trató de sonreír, de no permitir que el miedo la consumiera, pero rugió dentro, nacido de una infancia donde todo el mundo que amaba fue apartado de ella. Jeffrey y Beth podrían haber sobrevivido a la masacre, pero estaban perdidos para Elena del mismo modo. No podía perder a Rafael, también. No podía. Los pensamientos de pánico corrieron en círculo dentro de su mente hasta que eran todo lo que ella era. Entonces el mar azotado por la lluvia estaba allí, cortando a través de las oscuras nubes del recuerdo. Alcanzando a Rafael con el cuerpo y la mente, se ahogó en la enorme y poderosa fuerza de vida del arcángel que era el único hombre al que alguna vez amaría. ***

Sosteniendo a Elena cuando finalmente cayó en un exhausto sueño, su fuerte consorte tenía una herida abierta en su alma que se desgarró con viciosa fuerza esta noche, Rafael la vigilaba, un centinela de pie contra la oscuridad. Y aunque no estaba cansado, se dio cuenta de que dormía cuando comenzó a soñar.

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En ese campo olvidado donde su sangre había sido brillantes rubíes esparcidos en el césped, el rojo líquido cristalizándose en talladas piedras preciosas que fascinaban a los pájaros que eran sus inseparables compañeros mientras el sol se movía a través del cielo y las estaciones cambiaban desde la primavera hasta el verano. Las flores crecieron a su alrededor, sobre él, el césped sombreando su cara, y todavía estaba allí, esperando sanar lo suficiente para poder llegar al Refugio. Arcángel. Arcángel. Arcángel. Las voces a su alrededor continuaban repitiendo esa sola palabra hasta que dijo—: ¡Silencio! —En un tono que nadie excepto Elena nunca había desobedecido. Las voces se acallaron. Elevándose por encima del campo una vez más, su cuerpo intacto y del adulto que ahora era, ese astillado y asustado muchacho hace mucho ido, dio una segunda orden. —Muéstranse.

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19 Traducido por Jasiel Alighieri Corregido por Maarlopez

En respuesta vino en un mar de murmullos, las verdaderas palabras inaudibles. —Rafael. Fue inesperada, esa voz femenina. Y fue una muy familiar, la conocería incluso en la muerte, el ala que rozó su propio guerrero negro y vivo índigo besado con el azul medianoche y la sombra inquietante del cielo justo antes del amanecer. Cuando se volvió hacia el sonido de su voz, vio que el cuerpo de Elena era translúcido junto al suyo, sus colores eran como agua corriendo. Rubíes de la muerte rodeaban su cuello, las piedras preciosas cereza oscuro creadas de su sangre endurecida. Eso estaba mal. Elena nunca usaría tales cosas. —¿Qué dem… —Alcanzando su collar, se lo quitó con un estremecimiento, la sangre cayendo de sus gemas sin hacer ruido en la verde, verde hierba—. ¿Dónde estamos? —El campo en el que luché contra a mi madre. —Él tomó su mano, y era cálida, con vida, aunque permaneció hecha de vidrio. —Es hermoso. Mirando a través de sus ojos como el sol del amanecer tocaba sobre la hierba verde, bañando los árboles en un resplandor dorado y resaltando las flores que vio brotar y luego florecer, vio la verdad de sus palabras, pero para él seguía siendo —siempre seguiría siendo— un lugar de dolor, muerte y pérdida. —Mi madre se alejó, sus pies aplastando las flores, mientras los insectos lamían mi sangre. —Las pequeñas criaturas murieron, su sangre demasiado rica. Entonces llegaron las aves, curiosas acerca de este ser alado en el suelo—. Los pájaros se posaban conmigo durante horas, me trajeron bayas como si yo fuera un novato caído del nido. — Había olvidado eso bajo el peso del horror—. No pude comer por muchos días, mi mandíbula y los huesos faciales estaban astillados. —Este es un lugar muy triste. —Una sola lágrima rodando por la mejilla de su consorte—. Debes despertar ahora. Sus pestañas se levantaron para ver el tragaluz encima de su cama, el cielo sin luna iluminado de estrellas, pero eso no era lo que

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quería delante de él. Se volvió y enjugó las lágrimas que marcaron la piel de oro de Elena mientras ella yacía con los ojos abiertos a su lado, y él pensó que debía estar sorprendido de que un ángel tan joven hubiera logrado invadir el sueño de un arcángel, pero esta era su cazadora, quien nunca había hecho lo que debía. —Estabas en mi sueño. Ella extendió sus alas de modo que lo cubría, con la mano en su hombro. Como si lo protegería. —Fue triste, terrible y bello lo que vi en ti allí. —Era como ese día en que peleé con mi madre. Triste, terrible… y hermoso. Ella me cantaba en el cielo, ¿te lo dije? Una sacudida de la cabeza de su consorte, su pelo de seda salvaje bajo su mano. —Su voz es un don y un arma, un sonido tan puro que puede romper un corazón o curarlo. —Había visto ángeles caer de rodillas, abrumados por la maravilla de la canción de Caliane, sus ojos brillando húmedos—. Ese día, cantó una canción que solía cantar para mí en la infancia y quería olvidar la razón por la que la había seguido. Por ese fragmento inquietante de tiempo, no vió el monstruo en el que Caliane se había convertido, sino a la madre que alejó con besos dus dolores de infancia. —El cielo se fracturó con asombro… entonces se fracturó con el poder. —Fue una batalla desigual desde el principio, el niño no-totalmente-crecido en contra de una Antigua. Elena presionó los labios en sus bíceps, su cuerpoxd un cálido beso contra los suyos. —Los susurros en tu sueño, ¿los escuchabas mientras luchaste con tu madre? —No, yo estaba solo con Caliane. —Después, simplemente solo. —Me pregunto, ¿quiénes son? No le recordó que había sido sólo un sueño, habría sido una mentira cuando sintió la extrañeza en su sangre. —Duerme, Elena. Tenemos un largo camino por delante. Ella no habló, pero sabía que tampoco durmió, no hasta que el amanecer tocó el horizonte. Y comprendió que ella siguió con el miedo escalofriante que había visto en sus ojos mientras estaba de pie en el baño tratando de limpiar una mancha de suciedad que no podía ser borrada. Era un miedo triste y terrible que se veía en ella… y hermoso, que decía quién era él para ella. *** El primer pensamiento en la mente de Elena cuando despertó fue de la mancha en la cien de Rafael, un miedo sordo en su corazón. Empujando esa fea sensación a un pequeño rincón donde no

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amenazaba con paralizarla, se concentró en hacer una lista mental de los puntos fuertes de Rafael. Había ejecutado a un arcángel milenios más viejo y Creado un ángel, por el amor de Cristo, la enfermedad no conseguiría lo mejor de él. —¡Claro que sí! —murmuró para sí misma mientras se sentaba en la lujosa cabina del jet privado de Rafael, usando su silenciosa conclusión como un escudo contra la impotencia que la había llevado de nuevo a los diez años, asustada, ensangrentada y a solas con un monstruo. —¿Has dicho algo, hbeebti? Fue una pregunta gentil, él fue cuidadoso con ella toda la mañana y, dada la forma en que se había asustado la noche anterior, no podía quejarse exactamente, pero ya era hora de dejarle saber a su arcángel que ya remendó las heridas. —Cada vez que subo a esta cosa —dijo—, me acuerdo de cuán asquerosamente rico eres. —Rafael podría haber completado el viaje volando por su cuenta y sin problemas, pero su capacidad de vuelo aún era lamentable—. Es como volar en una mini Torre. Una mirada divertida, ni rastro de esa tristeza que sentió en él cuando flotaban sobre el campo donde había yacido roto y ensangrentado. —¿Quieres traerme eso? —Él señaló con la cabeza la carpeta que tenía delante, la que mantenía el estado financiero de Marcia Blue y plan de negocios. Entregándoselo porque no tenía idea de lo que la mitad de esa carpeta significaba, y no estaba demasiado orgullosa de admitirlo, dijo— : Yo también estoy en el camino a convertirme en inmensamente rica. —Con un corazón tan suave como el tuyo —abrió el archivo—, va a ser un reto para mí asegurarme que no terminas sin un centavo. Elena se retorció en su deliciosamente confortable asiento. —Está bien, está bien, me sentí mal por ella. Por lo menos, pregunté información del negocio, eso debería darme un poco de crédito. —Hmm. Dejándole los documentos, enganchó su teléfono en la red de comunicaciones de alta tecnología del jet e hizo una videollamada a Sam, el divertido niño dulce que se había convertido en su amigo y guía, cuando estuvo en el Refugio. Le habló de sus recientes aventuras, le hizo prometer tener un cargo en su Guardia para él hasta que fuese "más grande", y le mostró el regalo que secretamente iba haciendo para su madre. —Sam —dijo al final—, ¿Galen realmente te enseña habilidades de vuelo? —Uh-huh. —Cabeceó fuerte—. Él es estricto, pero no de una manera mala. Nos gusta. —Sonriendo, procedió a contarle la historia de su última lección con el maestro de armas de Rafael, en la que Galen había terminado riéndose de las payasadas de su escuadrón bebé.

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Para el momento en que la llamada terminó, Elena estaba consciente de que sólo había vislumbrado un aspecto limitado de la personalidad de Galen. —Tu maestro de armas parece tener un corazón de verdad —le dijo a Rafael—. ¿Quién lo hubiera sabido? —Jessamy. —Te concedo ese punto. —Iniciando sesión para revisar sus emails mientras Rafael continuaba leyendo todo el archivo, vio uno de Sara pidiéndole su opinión sobre un arma antigua que Sara estaba pensando en conseguirle a Deacon como regalo de aniversario. Acababa de terminar de dispararle a su mejor amiga una respuesta cuando un nuevo correo electrónico le vino a la bandeja de entrada. Era de Aodhan, la línea de asunto hizo a los dedos de Elena apretarse temblorosamente alrededor del teléfono y a su mente chocar con esos dos meses del pasado. *** Elena tragó saliva, el papel arrugándose en su mano el único sonido mientras se ponía de pie delante del ascensor que la llevaría a los Sótanos, la zona protegida por la Sede Central del Gremio. Ella tomó ventaja de la casa de seguridad bajo tierra cuando había degollado a Dmitri durante la caza que cambió para siempre el curso de su vida, sin embargo, en su defensa, él provocó la acción. Fue Vivek, el cazador que dirigía las Sótanos, quien le dio un arma destinada a herir a un ángel lo suficiente como para dar a un mortal la oportunidad de correr, de escapar. Esa arma había hecho más, la sangre de Rafael acumulándose en los trozos de vidrio roto que habían sido la pared exterior de su apartamento. —Hazlo, Ellie —ordenó, sabiendo que el viaje a través de los recuerdos no era más que la demora en su máxima expresión. Extendiendo la mano, hundió el botón para llamar al ascensor y, cuando se abrieron las puertas, pidió introducir el código especial en el panel táctil auxiliar oculto, de forma que la jaula descendería en lugar de subir a la Sede Central del Gremio. Ese código cambiaba a diario y puesto que había contactado directamente a Vivek para conseguirlo, él la estaba esperando. —Voy a patear tu trasero hoy —predijo él, en referencia a su continua batalla en Scrabble. Siempre jugaban un partido o dos en cualquier momento que Elena estaba en la ciudad por más de veinticuatro horas. Ahora que ella se asentó en Nueva York, se aseguraba de venir por lo menos una vez a la semana, porque Vivek no vendría a ella. Él era capaz de ello, su silla de ruedas era tecnológica, pero para los cazadores natos como ella, a Vivek resultaba difícil estar fuera cuando no podía ejercer sus habilidades de

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caza. El bombardeo constante de olores vampíricos arañaba sus sentidos en bruto, dejándolo sangrando por dentro. Al salir del ascensor en la negra zona bajo el edificio, navegó sin encender la pequeña linterna que tenía en uno de los bolsillos de sus pantalones. Le tomó algún tiempo encontrar un camino viable después de que regresara a la ciudad con las alas, pero ahora se trasladaba a través de la oscuridad con confianza, evitando fácilmente los fuertes pilares que eran los cimientos del edificio. Llegar a la puerta de metal llena de cicatrices y graffitis, significaba desalentar a cualquier intruso que llegara tan lejos, se codificó a sí misma usando otro teclado oculto, luego puso el ojo en el escáner de retina. La puerta se abrió segundos después, invitándola a una cabina de metal sólido donde fue escaneada de tres maneras distintas en una nueva capa de seguridad, señalando sus armas. —De esa manera —Vivek le había dicho, la primera vez que lo visitó después del ascenso—, si te vuelves una chica mala, puedo mandarte gases, y adiós, Malvada Elena. —Es curioso —le dijo en el momento, pensando mucho en la confianza que ponían en Vivek aquí abajo, todos ellos mortalmente seguros que la confianza nunca se rompería. Él podría ser en ocasiones mezquino, pero Vivek no era más que fiel al Gremio. Cuando las puertas se abrieron para liberarla de la cabina de acero, sabía que no fue una acción automática; Vivek personalmente despejaba todo el tráfico entrante y saliente. —Ohayo, Vivek —le dijo al aire. —Gozaimasu3 Elena. —Una pausa—. ¿En serio? Eso fue tan fácil que incluso Ransom lo hubiera logrado. —Voy a decirle que dijiste eso. —Esperó pacientemente mientras fue escaneada por segunda vez, sin saber qué otros trucos tenía bajo la manga; ella no le diría que estaba equivocado por haber tenido cañoneras automáticas incorporadas en las paredes. —Oye, creo que podría tener que hacer una doble comprobación de tu identidad. —La voz de Vivek salió fuerte y sonora a través de los altavoces—. Usualmente comenzarias a quejarte acerca de cuánto tiempo dura el scanner al segundo después que estás entrando. Dedos apretándose en el pedazo de papel que había aplastado más allá de toda esperanza de reparación, rodó sus ojos. —La próxima vez que te quejes sobre quejarse, te voy a recordar esta pequeña conversación. Una risa a la altura del pecho, un sonido inesperado cuando se trataba de un cazador a menudo de mal humor, antes de que las puertas se abrieran frente a ella. Se dirigió directamente al núcleo reforzado desde donde Vivek tenía su corte, su mano de acero controlando todos 3

Ohayo gozaimasu es Buenos días, en japonés

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los aspectos de los Sótanos. Eso, sin embargo, era sólo un aspecto, el verdadero trabajo era mantener vigilancia sobre cualquier cosa y todo lo que pudiera afectar al Gremio o a sus cazadores. Hoy, él sonaba en su santuario interior sin hacerla saltar a través de cualquier aro adicional. —Estás de buen ánimo —dijo ella, cuando entró y le vio una sonrisa de oreja a oreja. —Acabo de tener sucio, sucio cibersexo con una morena caliente de Italia. Un aplauso para las relaciones íntimos internacionales. —Exceso de información. —Agarrando una silla, la giró para sentarse con los brazos apoyados a lo largo del respaldo. Frente a ella estaba la gran pantalla montada en la pared, donde solian jugar Scrabble, por debajo de un banco elegante de computadoras, sólo un juego de los muchos que llena el núcleo. —Tengo problemas para conseguir una silla construida para apoyar alas —se quejó Vivek—, y siempre haces eso. —Si alguna vez te deshaces de esa silla, nunca te lo perdonaré. Fingiendo pensar en ello, trajo a colación un juego. —Espero que tengas pañuelos, porque tengo la intención de hacerte llorar como un bebé. Él estaba en un buen humor, pensó de nuevo. Vivek a menudo era sarcástico, a veces malhumorado, más de un par de veces brusco, pero, ¿verdaderamente feliz? Era una cosa poco común. No quería cambiar el tono de esta conversación, quería dejarlo tan feliz como lo había encontrado. —¿Quieres hacer la primera jugada? —preguntó él, después de que el ordenador asignara sus letras. Sacudiendo la cabeza y sabiendo que el retraso sólo hacía esto más difícil, extendió la mano para ponerla sobre la que yacía en el brazo de su silla de ruedas, aunque era consciente de que no podía sentir el contacto. Sin embargo, él lo vio, la curiosidad viva en esos ojos de color marrón oscuro. —¿Qué te pasa, Ellie? —Tengo una pregunta para ti. —Desplazando la mano de la suya, la utilizó para agarrar su respaldo de la silla—. Es una pregunta que podría molestarte. Si es así, lo siento, pero sé que sólo lo pregunto porque te amo. Su sonrisa se desvaneció, volvió la silla para mirarla. Cuando no dijo nada, sólo esperó, pensó en simplemente mostrarle el papel arrugado en la otra mano, pero eso sería un acto de cobardía, no digno de su amistad. —Si fueras un Candidato viable —dijo en un silencio con el suave zumbido de los ordenadores de Vivek—, ¿te gustaría convertirte en un vampiro? Parpadeo rápido, se giró de nuevo al juego. —Tu turno. Elena se movió en piloto automático, de alguna manera terminó con una puntuación de tres palabras. Normalmente, Vivek le hubiera fruncido

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el ceño y prometido represalias, hoy, hizo una palabra de tres letras que no habría desafiado un niño de siete años de edad. A cambio, ella agregó cuatro letras al tablero para crear deliberadamente una palabra inexistente, y esperó que Vivek la desafiara. No lo hizo. Cinco jugadas más tarde, él dijo—: Nunca me habrías hecho esa pregunta a menos que ya supieras que era un Candidato viable.

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20 Traducido por aa.tesares Corregido por SammyD

Elena dio un brusco asentimiento. —¿Cómo conseguiste mi sangre para hacer la prueba? —Vivek suministró su propia respuesta antes de que ella pudiera hacerlo—. Físico del Gremio, ¿verdad? —Echándole un vistazo, giró la silla otra vez—. ¿Crees que necesito ser arreglado? Oyó la amargura, sabía que tenía que enfrentarlo directamente si iban a seguir adelante como amigos. —Creo que eres profundamente infeliz. —Este no era momento para tirar sus golpes—. Has construido una vida extraordinaria. —Agitó la mano para abarcar la habitación y todo lo que resultaba de sus habilidades con las máquinas que lo habitaban, dijo—: Demonios, eres la razón por la que la mitad de nosotros estamos vivos. Creo que eres genial, talentoso, y magnífico, también, ya que estamos en ello. Mandíbula apretada, tendones rígidos. —No hay necesidad de exagerar. —No miento a mis amigos. —Vivek era una belleza clásica, los huesos de su cara limpia y nítida contra la piel de color marrón que sería tibia si fue tocado por el sol con más frecuencia. Era cierto que estaba demasiado delgado, pero sus hombros eran anchos, sus piernas largas. —Gana un poco de músculo, algo de peso, y tendrás mujeres comiendo de tu mano. —Hizo una pausa—. Si no las asustas con tu actitud. Un ceño fruncido, luego entrecerró los ojos. —¿Estás tratando de molestarme? —Siempre eres más divertido cuando te molestas. —Dejando escapar un suspiro, atrapó los ojos con los suyos—. Pedí que se hicieran pruebas porque, tan increíble cómo eres, yo sé que aquí —Dio un puñetazo contra su corazón—, duele. Soy cazadora nata. Sé exactamente lo que se siente al tratar de enjaular ese instinto. —Lo había intentado tanto la primera vez que se dio cuenta de lo mucho que su padre odiaba cualquier cosa relacionada con la caza—. Se siente como ser desgarrado a pedazos desde dentro hacia fuera. ¿El hecho de que hayas logrado mantener la cordura? Te hace más fuerte de lo que yo jamás podré ser. Vivek resopló. —Le desgarraste la garganta a un vampiro en plena luz del día, disparaste a un arcángel, y viviste para contarlo. No creo que tengas nada de qué preocuparte. —Sus ojos cayeron—. ¿Qué es eso en tu mano?

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—La confirmación de tu Candidatura. —Suavizó la pieza de papel destrozado y lo puso en un escáner. Dos segundos más tarde, apareció en una de las pantallas—. Debido a la cantidad de daño a la columna vertebral y por cuánto tiempo has tenido la lesión, va a tomar años para que puedas volver a usar por completo tu cuerpo. —No le mentiría, no pretendería que sería de algún modo una transición sin esfuerzo—. Esa señal a la derecha significa que has sido autorizado para proceder a la siguiente etapa. Si decides que quieres ser Convertido, el proceso puede comenzar en doce horas. Vivek lanzó un suspiro tembloroso. —Jesús, Ellie. —Tragando, hizo algo utilizando los controles complejos en su silla para cambiar la forma de la pantalla principal, el juego de Scrabble minimizado en un rincón—. Me tomó mucho tiempo para llegar a un acuerdo con el hecho de que nunca volvería a caminar, correr, follar —Una irónica sonrisa—, cazar. Elena no dijo nada, sabiendo que él necesitaba que escuchara ahora. —Una vez que lo hice, me juré no mirar hacia atrás, sólo hacia adelante. —Esta vez, su sonrisa era burlona—. No consigo soportarlo todo el tiempo. Me has visto virilmente melancólico, no molesto, suficientes veces para saberlo. Pero —añadió—: Trato de ser consciente de cualquier espiral descendente, y he encontrado maneras de disfrutar de mi vida fuera del trabajo. Caso en cuestión: la morena caliente. Sólo porque no puedo follar no quiere decir que no entiendo el placer. —V, eso nunca pasó por mi mente —dijo con sinceridad—. Especialmente después de que entré a tu habitación de la Academia para preguntar si podía pedir prestado un lápiz y encontré a Neve Pelletier gritando en un orgasmo. Una sonrisa deslumbrante. —Uno de mis momentos de mayor orgullo. —Moviendo su silla y sin previo aviso, rodó a otro banco de computadoras e hizo una llamada antes de volver—. Lo siento, vi algo venir en lo que Sara podría estar interesada. —¿Tienes ojos en la parte posterior de tu cabeza? —Exacto. —Contemplando con un parpadeo una vez más la confirmación de Candidatura, dijo—: Si me convierto en un vampiro, no puedo estar en el Gremio. —Por supuesto que puedes. —Elena ya había pensado en esto—. No vas a ser capaz de hacer lo que haces ahora, lealtades divididas y todo eso, pero eres cazador nato. Somos raros y cada uno de nosotros es necesitado. —No he tenido ningún entrenamiento... —Vas a tener todo el tiempo del mundo para la formación —le recordó—. Los vampiros son casi inmortales. —¿Quién va a cuidar de todo esto? —Su mirada abarcó toda la habitación—. Tú misma lo dijiste. Nadie más puede hacer lo que hago.

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—No —admitió Elena—. ¿Pero tú crees que alguien en el Gremio va a envidiarte por tomar la decisión de llevar tu vida en otra dirección? —Ese no es el punto. Esa información que le acabo de pasar a Sara significa que ella conoce la situación que podría ser hostil y que debe ser asignado a un equipo. Si no estoy aquí, esa información no es recogida y la gente muere. Haciendo una mueca, Elena confesó la verdad. —Recibí la confirmación de que podrías ser un Candidato hace unas semanas. La razón por la que te lo estoy diciendo ahora es porque Sara tenía que encontrar la manera de cubrir tu ausencia, si decidías aceptar la propuesta. —¿Ah, sí? —Un destello peligroso en sus ojos. —Se dio cuenta de que necesitaría seis personas capacitadas para hacer lo que haces por tu cuenta. El brillo se convirtió en una sonrisa de suficiencia. —Te dije que era indispensable. —Sí, sí. De todos modos, esperábamos que si decidías aceptar la candidatura, entrenaras a tus reemplazos antes de irte. Vivek se quedó en silencio por un largo tiempo, con los ojos en el formulario. —Cien años de esclavitud para tener el uso de mi cuerpo. — Fue un susurro—. Cien años a merced de algún inmortal al azar que podría decidir tratarme como un perro. —Los ángeles no son estúpidos. Estás altamente dotado, nadie va a querer ponerte en ningún tipo de posición de baja categoría. —Sin embargo, no voy a ser capaz de cazar de inmediato, ¿o sí? — Un ceño—. ¿Voy a ser incluso un cazador después de que sea Convertido? —No tengo ni idea. —Elena no iba a mentirle acerca de nada—. Por lo que se sabe, ninguno de los cazadores nato ha sido convertido, excepto yo, y, bueno, soy un caso un poco especial. —Así que, podría ganar la utilización de mis extremidades, pero perder mis habilidades de caza y el Gremio. —Sí, el riesgo es muy grande. —Sólo Vivek podía decidir si valía o no la pena—. Te puedo decir una cosa: no estarás bajo el mando de un ángel al azar, estarás atado a la Torre, directamente bajo el mando de cualquiera de los Siete que esté a cargo en ese momento. —¿Tirando de las cuerdas para mí? —¿Qué creías? ¿Que dejaría que mis amigos se ahorcaran? —Lo miró hasta que tuvo la decencia de parecer avergonzado—. Rafael entiende la lealtad, así como cualquiera de nosotros. Lo mismo ocurre con los Siete. El hecho de que estoy cuidando la mía propia no es exactamente una noticia de última hora. —Estirando sus alas, las

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reubicó—. Pero no me estoy haciendo la desinteresada aquí, así que no me des un halo. —Los amigos —dijo Vivek lentamente—, son Especialmente para un inmortal en un lugar de poder.

importantes.

—Sabía que la morena caliente te había dejado con algunas neuronas. —Si yo hago esto y salgo con mis habilidades de caza intactas, entonces, ¿qué? —Los ángeles aman a los cazadores —dijo Elena—. Utilizarán tus habilidades, aunque no necesariamente siempre como lo haría el Gremio. —Un hecho contundente—. Vas a tener que guardar secretos al Gremio, y tu deber estará primero en la Torre, pero tengo una promesa de Rafael que puedes permanecer en las listas del Gremio. Vivek apagó la pantalla. —Has pensado en todo. —No, V, no lo he hecho. No puedo. Sólo tú puedes hacer eso. —Era él quien estaría dando un paso a lo desconocido, en lo que podría llegar a ser cien años de infierno, independientemente de sus promesas—. Yo sólo quería que tuvieras toda la información que te podía dar. —Vamos a terminar este juego —dijo al fin. Elena señaló al tablero. —Has hecho “gato” mientras yo hacía “cigoto”. El juego esta tan terminado que es prehistórico. Vivek rió, sus mejillas arrugadas con hoyuelos masculinos que eran un espectáculo inusual, con los ojos brillantes. Y sabía que, cualquiera que fuera su elección, su amistad sobreviviría. *** Rafael vio a Elena mirar a su cien, al despegar hacia las nubes minutos después de aterrizar en Japón, su intención de cabalgar los vientos para el segmento final del viaje a la ciudad antigua. —No ha habido ningún cambio —le dijo, volando tan cerca que podían hablar. —Bien. —Ella tomó largas bocanadas de aire frío del invierno, los bosques montañosos de esta parte de Kagoshima extendiéndose por debajo de ellos—. Siempre me olvido de lo indómito que es esto —dijo, sus alas un toque dramático de color contra el verde oscuro cuando se dejó caer por debajo de la capa de nubes. Volando más cerca de los bosques gigantes, rozó las copas de los árboles con una gracia que hubiera sido inesperada en alguien tan joven en términos angelicales si no hubiera sido una cazadora, su cuerpo y mente acostumbrados al trabajo físico pesado. Su vuelo sobresaltó una manada de caballos salvajes, que se fueron galopando en la niebla que se cernía sobre los bosques a partir de una tormenta reciente. ¿Has visto?

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Precipitándose hacia abajo para unirse a ella, dijo: Cuando era un niño que crecía en Amanat, a mis amigos y a mí nos gustaba correr con los caballos que permanecían en la ciudad en ese momento. Risa en el aire, con el pelo en llamas en la luz del sol de la montaña. ¿Siempre ganabas? No, es por eso que era tan divertido. Fue la primera vez en un eón que recordaba esa memoria, enterrada, ya que había estado bajo siglos de poder y política. Mira las copas de los árboles, le dijo a Elena, vislumbrando movimiento. Nuestros curiosos amigos están de vuelta. Cuidadosa de mantener su altura, Elena miró hacia abajo. Supo el instante en que vio a los monos que siempre surgían en algún lugar a lo largo de su trayectoria de vuelo a Amanat. Sin ocultar su alegría, parecía la chica que nunca tuvo la oportunidad de ser, ungida con la sangre de sus hermanas a una edad en que debería haber sido una plaga de sí misma para sus hermanas. Hay más a la izquierda, dijo, su voz mental en un susurro. Están apuntando hacia nosotros. Quedándose en su altitud actual mientras ella se atrevía a ir un poco más cerca, sus primarias en oro blanco capturando la luz, se mantuvo atento a las amenazas. Un día antes del baile, era probable que hubiera cualquier número de personas peligrosas ya en la ciudad y los alrededores. Y todos sabían que Elena era el corazón de Rafael. *** El extraño escudo de energía que normalmente protegid a Amanat no se evidenciaba hoy, volaron directamente a través de la tierra aterrizar en el borde de la misma. Asentando sus alas, Elena siguió el azul salvaje de los ojos de su arcángel a un vampiro que bordeaba la muralla defensiva que rodeaba la antigua ciudad. Las credenciales de Elena del Gremio siempre habían llevado la leyenda Licencia para cazar vampiros y Otros parecidos. Las licencias históricas enmarcadas en la biblioteca del Gremio, amarillentas y en ruinas, todas decían lo mismo, pero lo curioso era que, aparte del raro evento de Elena al cazar a Uram, los hombres y mujeres del Gremio no cazaban nada excepto, vampiros. Siempre se había imaginado que la etiqueta "Otros parecidos" era para cubrirlos en caso de que tuvieran que ir detrás de un ser humano en el curso de un caso del Gremio, siendo satisfacido con ese entendimiento. Hoy, sin embargo, mientras observaba a Naasir trotando encima de la pared con una extraña gracia líquida que le hacía parecer sin huesos, tenía la sensación de que no sabía tanto como pensaba. —¿Qué

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—dijo a Rafael—, es él? —Independientemente de haber visitado Amanat más de una vez a estas alturas, había tenido muy poco contacto directo con Naasir. Rafael le dio una mirada claramente divertida. —Naasir es uno de mis Siete. —Rafael. —¿Qué crees que es? —Un tigre en la caza, así es como clasifiqué su olor la primera vez que lo conocí, y no he cambiado de opinión —dijo, mientras Naasir bajaba la pared con una facilidad que lo hizo parecer que caminaba sobre una superficie plana—. Su voz puede ser culta, pero hay algo intensamente salvaje en él. Es diferente a lo que siento con Veneno... o más profundo, no lo sé. —Creo —dijo Rafael ante su gruñido de frustración—, que dejaré a Naasir como un misterio para ti a resolver. No me gustaría que la inmortalidad se volviera aburrida para mi consorte. Elena soltó un gruñido, pero se sintió intrigada por el reto. El vampiro los alcanzó al instante siguiente, inclinando la cabeza en una ligera reverencia. —Sire. —Ojos de plata metálica pura frente a la piel de un rico y poderoso marrón se reunieron con Elena—. Consorte. —El recibimiento tan formal como de libro, pero como siempre, tenía la sensación de que en cualquier otra situación, él la vería como presa. Asintiendo a cambio y resistiendo la tentación de ir por un arma, se dio cuenta de que el vampiro se había cortado el pelo. Llegaba a la parte inferior de su nuca la última vez que lo vió. Ahora sólo la rozaba, las ondas irregulares alrededor de su rostro inmóvil tan agitadas y tan vívidamente plateadas. Era difícil de describir ese color plata, no era nada como el gris de la edad. No, era el verdadero plata, brillante y metálico, hasta que estuvo segura de que si tomaba mechones del cabello de Naasir y los tejía en una pulsera, parecería como si fuese hecha del metal precioso. Sin embargo, cuando el viento levantó su cabello lejos de las líneas exóticas de la cara, vio que era suave, cada hebra exquisitamente fina. Luego se establecieron en su lugar, y así lo hizo el efecto metálico. Un tigre con ojos de plata. Uno que había visto con la cabeza inclinada sobre el cuello de un ángel claramente en medio de la felicidad sexual, con la mano empuñada en su pelo y los colmillos mojados con su sangre. Hasta ese momento, no se había dado cuenta de que los ángeles permitían que vampiros se alimentaran de ellos, pero entonces, Naasir no era ningún vampiro ordinario... si es que él era un vampiro en absoluto.

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21 Traducido por Liillyana Corregido por Amélie.

—No, Naasir —dijo Rafael, como si el otro hombre hubiera hablado—. No puedes hacer una comida de Elena. —Es una lástima —Vino con una respuesta inexpresiva—. Nunca he comido la carne de un ángel joven. Con los ojos entrecerrados, Elena miró de uno a otro—. Muy gracioso. La mirada de Naasir se detuvo en ella—. No me di cuenta que había una broma involucrada. De acuerdo, eso le puso los pelos de punta en la parte posterior de su cuello. Era una broma, ¿verdad? ¿Él realmente no come ángeles? Rafael extendió sus alas. Normalmente no, no. Prefiere un juego más salvaje. Decidiendo que definitivamente se vengaría de su demasiado entretenido consorte, caminó frente a ambos; la presencia de Rafael junto a Naasir era la única razón por la que podría aceptar la amenaza de ojos plateados a su espalda. Mientras caminaba, Elena se dio cuenta de los cambios desde su última visita. Amanat había estado despertando en grados lentos, pero ahora estaba literalmente en plena floración a pesar del frío. Recordando la sensación templada en la ciudad por última vez, decidió que el escudo debía ayudar a mantener una temperatura constantemente agradable en el interior. Flores caían de macetas y jardineras de las ventanas, rojos brillantes y exuberantes rosas junto a inesperados azules y amarillos impresionantes, los pétalos suaves y las flores que iban desde diminutos capullos a rosas del tamaño de platos. Su perfume era un rico tapiz que encantaba sus sentidos, quedándose en el aire, los colores vibrantes contra el gris de la piedra de los edificios. Una mujer que pasaba vestida con un vestido de gasa en una dulce sombra de melocotón —bonito pero no dudaba que frío sin el escudo― bajo sus ojos en el instante que ella vislumbró a Elena. ¿Por qué cada vez que venimos aquí, ella dijo, incómoda con la respuesta, todo el mundo me trata como. . . ¿Realeza? Porque lo eres.

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Sus hombros se tensaron. Una cosa era saber que era consorte de un arcángel, otra ser tratada como un poder, cuando sabía muy bien que muchos de los que inclinaban la cabeza hacia ella tenían mucho más poder en sus dedos meñiques que lo que ella tenía en todo su cuerpo de “ángel bebé”. A Caliane no le gusto. Esto hizo que la plenitud de respeto formal fuera aún más inquietante. De hecho, añadió Elena, girando a la derecha para seguir un sendero desierto cuando Naasir indicó que la Antigua esperaba en esa dirección, ella probablemente estaría encantada si Naasir se entregara a sus instintos carnívoros. Mi madre es un arcángel de edad. Sean cuales sean sus opiniones de nuestra relación, ella nunca sacaría los trapos sucios de la familia en público. ¿Te he dicho lo mucho que odio todas esas estúpidas reglas de cortesía? Pensativa, alcanzo el final de la ruta... y el aliento salió precipitadamente de ella: En frente, un pequeño estanque alimentado por una cascada tan elegante que su sonido era una delicada música. Las flores crecían descontroladamente alrededor del agua, el área una alfombra de campanillas silvestres que le recordaban a Illium. Sólo un único banco de piedra perturbaba el azul verdoso de la alfombra natural, y sobre él se sentaba un arcángel de impresionante belleza, su cabello tan negro como la noche y sus alas un barrido de blanco puro. Los zafiros triturados de sus ojos parecían llenos de una dolorosa tristeza cuando se volvió para ver quién perturbaba su paz, pero la alegría deslumbrante que iluminó su rostro al ver a Rafael pronto eclipsó lo que había pasado antes. —Mi hijo. —Levantándose, se acercó a él a través de las campanillas, sus alas arrastrándose a lo largo de la hierba... y aunque dio un paso en las flores, ellas surgieron de nuevo intactas. Fue una muestra potente de poder, tanto más que Elena estaba segura de que Caliane era inconsciente de este, toda su atención en Rafael. Cuando se inclinó para besarlo en la mejilla, Elena vio los ojos de Caliane con un brillo húmedo. —Ven. —Lo tomó del brazo. —Te voy a enseñar cómo mi ciudad ha crecido desde la última vez que nos vimos. —Madre. —Un momento de silencio—. No saludas a mi consorte. —Cazadora del Gremio. Elena sintió la necesidad de revisar si había escarcha en el aire, ya que el saludo fue tan helado. Pensé que habías dicho que nunca fue grosera, murmuró en el plano mental, incluso cuando hizo una reverencia de cortesía de las tutorías de habilidades de Illium. Al parecer, tú eres un caso especial. Reprimiendo una sonrisa por la fría respuesta, Elena se puso a caminar al lado de Naasir cuando Caliane llevó a Rafael adelante. Tendría que decirle a Sara sobre esto —su mejor amiga encontraría los "problemas de suegra" más allá de lo histérico. Como

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una mujer que nunca imaginó que confiaría en cualquier hombre lo suficiente para atar su vida a la de él, y mucho menos conocer y tratar con su madre, Elena lo encontró catártico el compartir la rareza de esta parte de su vida con Sara. —Consorte —dijo Naasir, con esa voz suave que ella tenía la sensación que podría convertirse en un gruñido letal sin previo aviso—. Hay algo que el Sire me ha pedido mostrarle. No podía leerlo. En lo absoluto. Realmente era como hablarle a una gran bestia depredadora que aún no decidía si se la comería. Picazón en la palma, se rindió y arrastró un cuchillo, pasándolo sin entusiasmo a través de sus dedos como una maldita manta de seguridad. —¿Qué es? —Por este camino. —Señaló a un camino estrecho a la izquierda. Rafael, voy a ir a lugares desconocidos con este vampiro que no es un vampiro. Él ha prometido no morder sin previo aviso. Imaginando la venganza infernal que iba a tomar contra Rafael por tomarle el pelo tan despiadadamente, siguió al macho de ojos plateados quien continuó haciendo que sus sentidos picaran y la parte más primitiva de su cerebro se preparara para el vuelo. —¿Puedo hacer una pregunta? Ninguna respuesta, ninguna reacción. Decidiendo que no significaba un no, siguió adelante. —¿Quién te Convirtió? —Veneno, con su velocidad de reptil y los ojos de una víbora, fue Convertido por la Reina de las Serpientes y Venenos; también podía ser la situación de Naasir, que llevara la marca de quien lo Convirtió... si hubiera sido Convertido, y no fuera una criatura totalmente desconocida. —Hace mucho tiempo un ángel pensó que me poseía —fue su enigmática respuesta, el plateado de sus ojos era casi líquido—. Le arranqué la garganta. Después de eso, me comí su hígado y su corazón. Los órganos internos restantes no eran tan sabrosos, así que se los di a sus otras criaturas. La mano de Elena se apretó en el mango del cuchillo, consciente de que Naasir llevaba brillantes cuchillos de sus mismas vainas atadas en los brazos. —No creo que un vampiro que mató a un ángel se le permitiría vivir. Una lenta sonrisa salvaje. —No he dicho que lo maté. Cada pelo de su cuerpo se puso de punta, el mismo instinto que probablemente les había salvado a sus antepasados de los tigres de dientes de sable diciéndole que ¡corriera de una puta vez! ¡Rápido! Salvo que ellos llegaron a un templo antiguo que aún no era reparado, partes de él se desplomaron y eran cubiertos con enredaderas salpicadas de flores en forma de pequeñas estrellas de color azul y

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blanco. El misterioso vampiro-quizá-no-vampiro la llevó por las escaleras. Sus siguientes palabras fueron pragmáticas y tan civilizadas, que apenas podía creer que era el mismo hombre que habló acerca de comer el hígado y el corazón de un ángel. —Hice este descubrimiento hace varias horas —dijo—. Como es en el borde de la ciudad, fácil para la policía, decidí esperar para actuar hasta la llegada del Sire. Un ángel salió en susurro de las sombras sobre los talones de sus palabras, sus alas blancas con un beso de delicado verde en las primarias, a partir de lo que Elena pudo ver, y sus propias ropas similares a las de Elena —excepto que los pantalones de esta mujer eran de algún tipo de fuerte tela marrón en lugar de cuero, y su blusa blanca una cosa suelta en lugar de los estilos que Elena prefería. Aún no era lo suficientemente experta en la lucha con alas para arriesgar enredarse a sí misma o sus armas con ropa frúfrú. —Consorte —dijo la otra mujer—. Soy Isabel. La compañera de Naasir, se dio cuenta Elena, situada aquí para darle al vampiro un apoyo alado. —Elena —dijo, y le tendió su mano, la otra mujer habiendo estado lejos de Amanat durante las visitas anteriores de Elena. Isabel se la estrechó con una sonrisa, sus ojos de un extraordinario color marrón oscuro, su pelo negro recogido en un elegante moño en la nuca de su cuello, y su piel un oro rojizo que le recordó a Elena las pinturas que había visto de las diosas egipcias. — Me he asegurado de que nada fuera alterado —le dijo Isabel—. Los que se aventuraron en este camino tomó un poco de persuasión para que buscaran otros placeres. Un cambio leve en los vientos que viajaron por el templo, la blusa de Isabel pegada a su cuerpo durante un breve segundo cuando los sentidos de Elena se pusieron a alta velocidad. El olor de decaimiento, putrefacción... y debajo de ello, de enfermedad. No necesitando de Isabel o Naasir para mostrarle el camino, Elena entró en el edificio dañado, el techo de una filigrana que creaba delicados patrones de luz y sombra bajo sus pies. En cualquier otro momento, se hubiera demorado, tomado fotografías de los efectos para compartir con Eve, su media hermana más joven completamente fascinada por la ciudad perdida viniendo a la vida en una tierra lejos de su patria original. Hoy, sin embargo, siguió el rastro de olor en una línea casi recta a través del templo. La mujer estaba sentada con la espalda contra una de las columnas de madera tallada, con una mano acunando una cesta de flores muertas, la canasta estaba colocada de una manera que hizo que Elena pensara que la víctima se había puesto hacia abajo a sí misma, su cuerpo demasiado cansado para ir a algún lugar más lejos. Llevaba un vestido de seda de color rojo profundo que halagaba

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su feminidad sin ser sexual, el tejido vibrante contra la rica crema de su piel devastada. Había un olor que era inconfundible pero débil, la corriente fría en la ciudad manteniendo conservada a la víctima después de que hubiera muerto. Ciñéndose su estómago contra la oleada de compasión e ira, Elena se agachó, extendiendo sus alas en la suavidad del hielo del suelo de piedra. Una sola mirada fue suficiente para confirmar que el inusualmente número pequeño de llagas que marcó a la mujer, eran visualmente idénticos a los de los cuerpos de las víctimas de Nueva York. Sin otras otras lesiones evidentes, pero podría ser engañoso. La tristeza la inundó cuando se puso de pie, la víctima parecía una muñeca rota desechada por una niña descuidada. Elena esperaba que estuviera ahora en paz, esta mujer encantadora que se había pasado mil años durmiendo, sólo para morir antes de que alguna vez hubiera explorado el nuevo mundo en el que despertó. Dejándola dormir en contra de la piedra, Elena salió a la luz del sol, donde Isabel esperaba con Naasir. —¿Cuánto tiempo estuvo perdida? —preguntó, dando unos pocos pasos para poder extender las alas, necesitando sumergirse en la luz del sol después de la fría tristeza dentro de un templo claramente construido para ser un lugar de hermosa serenidad. —Ocho horas a lo sumo. —El tono de Isabel fue directo pero mantenía la misma tristeza pesada que se había filtrado en los huesos de Elena—. Amanat es una ciudad pequeña, muy unida —continuó el ángel—. Y ella compartió una casa con dos primos, quienes dieron la alarma cuando no llegó a casa para la cena. —¿Estaba sana antes de esto? —Su cuerpo se estaba tomando más tiempo para adaptarse a estar fuera del sueño que la mayoría. —Isabel caminó para unirse a Elena en la luz del sol—. Como resultado, a pesar de que era mortal y no reacia a compartir su energía vital con los parientes de sangre, no había alimentado a nadie en muchos días. Este último comentario dejó claro que Isabel y Naasir permanecían al tanto de los descubrimientos que habían hecho sobre la enfermedad. —Puesto que no han tenido ningún otro infectado —un rápido vistazo a Isabel para confirmar—, probablemente significa que el enemigo pretendía usarla como un portador. Excepto que ella estaba demasiado débil para manejar el virus. La mandíbula de Isabel se puso firme, sus ojos una piedra dura. —Si hubiera sido más fuerte, puede que no hubiera entendido que estaba enferma hasta que fuese demasiado tarde, y así fuese infectando aquellos que alimentaba de buena fe. Triste como la situación era, realmente pareció confirmar su teoría que la enfermedad sólo podría ser pasada por transferencia de

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sangre, y como Keir había declarado, una cierta cantidad de ella. De lo contrario, el arcángel detrás de esto no se molestaría con un método tan lento de infección —uno que significaba que él o ella tenía que entrar en contacto con el ser humano elegido como el portador. Por supuesto, un arcángel podría limpiar la mente, así que no era un riesgo muy grande en el gran esquema de las cosas, más un inconveniente. —¿La gente de Amanat va más allá de los muros de la ciudad en cualquier momento? El asentimiento de Isabel fue inmediato. —Caliane les ha animado a explorar su nuevo mundo, pero casi siempre van en grupo y vuelven juntos. Kahla, a pesar de su relativa debilidad, era la más intrépida — puedo imaginarla muy bien yendo por su cuenta. Kahla. Tener un nombre, un vistazo a su espíritu, lo hacía peor. —El tiempo —dijo Naasir, hablando por primera vez desde que Elena salió del templo—, no puede ser una coincidencia. —No. —Dándose la vuelta, encontró la mirada de ambos—. Nadie puede saber de esto. —El arcángel detrás de esto tenía que creer que él o ella habían fracasado en el intento de infiltrarse en la ciudad—. También tenemos que mantener a la gente de Caliane dentro de las muros, por el momento. —De la cobardía astuta de los ataques, Elena no creía que la persona detrás de esto tendría el valor para secuestrar e infectar a una de las personas de Caliane en un escenario tan público. —Nadie se marchará. Elena no empujó al vampiro por una explicación de cómo él pretendía lograr esto—Naasir podría hacer que sus instintos se erizasen una alerta de auto-protección, pero era uno de los Siete por una razón. Si había una cosa que Elena sabía de los hombres de mayor confianza de Rafael, era que ellos conseguían hacer el trabajo. —Y yo —dijo Isabel—, examinaré silenciosamente a cualquiera que haya estado fuera de los muros dentro de los últimos tres días, en caso de que nuestro enemigo haya tocado a más de uno. —Una mirada hacia atrás al templo—. Hay un volcán no muy lejos. Puedo llevar a Kahla a su descanso final, cuando caiga la noche. Tocada por la dulzura en la voz de Isabel, Elena sin embargo, negó. —Keir necesitará que examinar el cuerpo. —Con el ceño fruncido, ella consideró la logística de la misma—. Él tendrá que esperar hasta después del baile para no despertar sospechas, pero estoy adivinando que el escudo va a subir tan pronto como los huéspedes estén todos dentro. —Isabel asintió a su mirada interrogadora—. Lo que significa que la temperatura se elevara. —Y Kahla empezaría a pudrirse. —Amanat no tiene ninguna instalación de refrigeración adecuada —le dijo Isabel—. Pero hay un pueblo de pescadores a dos horas al este. Tendré una unidad local de sus camiones refrigerados en el bosque donde esatrá oculta de la vista y fuera del alcance del oído.

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Allí en el frío, pensó Elena, Kahla se sentaría sola mientras la ciudad bailaba. ***

—Lo siento, madre —dijo Rafael, mientras Caliane caminaba con él a través de su ciudad, su gente ofreciéndole tímidas sonrisas, sus ojos empapados de amor cuando aterrizaban en Caliane—. Naasir me habló de la pérdida de uno de los tuyos. —Kahla era una dulce niña, vivaz como un pequeño pájaro, también inquisitiva como uno —El dolor profundo y verdadero, seguido de un latigazo de furia—. Es cobardía tomar una vida inocente de tal manera, sin proclamar al honor de un combate abierto. Su madre, Rafael pensó, nunca creería que acababa de hacer eco de las palabras de la cazadora que era consorte de Rafael. — Descubriremos al perpetrador y daremos a conocer su cobardía. —Una cosa era infectar a un voluntario de sus propias tierras, otra el intentar utilizar a una criada que no sabía nada de la batalla. La expresión de Caliane se suavizó cuando inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. —Sí, lo harás, mi hermoso niño. Una vez más, caminaron en silencio durante varios minutos. —En la última Cascada —dijo, sabiendo que ella era un ser vivo lo suficientemente mayor como para saber la respuesta, y alguien que nunca lo traicionaría con otro—. ¿Sabes de un arcángel que escuchara susurros en sus sueños? Era una cosa extraña de preguntar, pero su madre simplemente se quedó pensativa y podía sentirla pasando las páginas de su larga existencia. —No —dijo al fin, deteniéndose junto a una pared completamente cubierta con flores de color rosa intenso, su expresión buscando cuando se volvió a él—. ¿Y tú? Oyó la preocupación que ella no podía ocultar... y lo supo. —Mi padre escuchaba susurros, ¿no es cierto? El dolor más oscuro y más viejo que el que causaba la pérdida de Kahla, una tristeza que hizo doler sus huesos. —Mi amado Nadiel habría estado tan orgulloso de ver en quién te has convertido. Él siempre decía que tú eras lo mejor de nosotros dos. —Evadiendo su pregunta, ella le había dado la respuesta. Su padre había oído voces en su locura y ahora Rafael las oía, también.

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22 Traducido por Liillyana Corregido por Daniela Agrafojo

Veinticuatro horas después de dejar el templo, Elena se encontró en la posición surrealista de prepararse para ir a un baile de gala, mientras un camión refrigerado paraba no muy lejos de la ciudad, oculto de los ojos de los ángeles que pronto estarían volando para entrar a Amanat. Un gran número ya se encontraba allí, convirtiendo la ciudad en una ráfaga de entusiasmo, la mayoría de los residentes inconscientes de la muerte de Kahla. Caliane había tomado la decisión de retrasar el anuncio hasta después del baile —por mi pueblo, que ha trabajado tan duro por esta noche— la muerte explicada como una trágica caída que rompió el cuello de Kahla. La joven aún sería enviada al corazón de un volcán, pero como parte de un servicio funerario completo que le diera a sus amigos y familiares la oportunidad de decir adiós. —¿Las personas no van a cuestionar el volcán? —preguntó ahora Elena, Rafael habiendo recibido enseguida la información de Naasir sobre el funeral. Él negó. —No, la gente de Amanat nunca ha enterrado a sus muertos, por lo que será visto como un apropiado adiós. —Caliane —dijo, apretando el cinturón de su túnica—, ¿se encuentra bien? —Rafael había pasado tiempo con su madre esa mañana, mientras Elena exploraba Amanat en compañía de Isabel. —Está de luto. —Sin camisa, se puso de pie ante las puertas abiertas del balcón de su suite en el tercer piso, con vistas al bullicio de la ciudad a sus pies—. Mi madre siempre ha atesorado a la gente de Amanat. Elena no podía discutir con eso, no cuando sabía que Caliane llevó a su pueblo al Sueño con ella, que los valoraba profundamente. Y ellos, a su vez, la adoraban abiertamente y con un cariño tan sincero, que les daba un sentido poco común de inocencia y a la ciudad una inesperada calidez. —Kahla es la primera que ha perdido desde el Despertar. —Sus manos se cerraron sobre las de ella cuando lo rodeó desde atrás, con la mejilla apoyada sobre la seda viviente de una de sus alas y las palmas sobre su ondulado abdomen—. Si pudiera cancelar este baile, lo haría, pero es demasiado tarde.

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Elena pensó en el dolor que había vislumbrado en el rostro de Caliane. —¿Cómo es que no vio a nadie menor o prescindible, dado el largo tiempo que ha vivido? —De todos los arcángeles que Elena conocía, incluyendo a Rafael, era Caliane la que parecía más unida a su pueblo, mortales e inmortales. —Le hice la misma pregunta una vez cuando era niño — respondió Rafael—. Fue después de haber estado en los territorios de otros dos arcángeles en un corto período de tiempo, ninguno de ellos trataba a su gente como siempre había visto hacerlo a mi madre. Ella me dijo que hubo un tiempo en el que también se encontraba completamente alejada del mundo. Fue su amor por mi padre, lo que comenzó el cambio… y mi nacimiento lo que lo completó. —Ecos del tiempo, de los recuerdos de los albores de su vida—. Al convertirse en madre, se encontró con una capacidad de amar que trascendía el cambio generado por el tiempo y el poder. Elena pensó en la vida que Caliane había vivido, trató de imaginar el peso de tantos años: Ver pasar eones, luego enamorarse y dar a luz a un hijo, sólo para ver a su compañero consumirse en una locura que la forzó a ejecutarlo. Y más tarde, ser consumida ella misma por la locura, dañando al niño que era el último preciado recuerdo de su compañero, permanecer en el Sueño durante más de mil años, y despertar para encontrar a su hijo hecho un hombre de poder increíble… que le había dado alas a un mortal. —Si eso nos pasa —susurró, incapaz de tolerar la idea de una vida tan larga y tan llena de tragedia—, sí nos sentimos perdernos en el tiempo, no quiero recurrir al Sueño. Quiero decir adiós cuando siga siendo yo y tú seas todavía tú. —Un final limpio en lugar de una desintegración gradual. Rafael giró y tomó su rostro, sus ojos incandescentes. —Caliane y Nadiel nunca se perdieron el uno al otro, Elena. Mis padres se amaron incluso en la locura. —Y así lo haría él también, pensó Rafael. Las manos de Elena cayeron a la cinturilla de su pantalón, enganchando el dedo ligeramente en el interior. —Juntos —dijo ella, y él sabía que estaba recordando lo que le había dicho acerca de la admisión involuntaria de Caliane cuando se trataba de los susurros que plagaban sus sueños, las palabras de su cazadora, un recordatorio de la promesa que se habían hecho el uno al otro. —Sí caemos, caemos juntos. Ella miró su rostro, negando y apretando la mandíbula. —Si te atreves a ir delante de mí, voy a perseguirte en el más allá. —Ser perseguido por mi corazón no es una amenaza. — Empujando la cabeza de ella hacia atrás, reclamó sus labios. Sólo había querido un beso, necesitando saborear la ardiente vida de ella, pero segundos después se encontraban en la cama, su traje cayó en la alfombra dejando su cuerpo de piel dorada abierto a sus caricias. Mientras la pasión era un choque de sensaciones en su sangre,

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la tomo en las sábanas, sus extremidades enredadas y su piel caliente, forjando otro recuerdo que permanecería por toda la eternidad. ***

Sintiendo su cuerpo deliciosamente usado, Elena fijó las correas del precioso vestido largo hasta los tobillos que mágicamente había aparecido en el equipaje que uno de los empleados de Rafael llevó a Amanat desde el jet. Había renunciado a tratar de averiguar cuándo o cómo aparecía ropa formal en su armario —o en su maleta, para el caso— todo lo que sabía era que un sastre venía cada par de meses, le tomaba medidas, y las cosas aparecían cuando las necesitaba. Estaba bien con eso. El vestido de hoy era espuma de mar alrededor de sus tobillos, el color un evocador azul cielo, los pequeños botones que sujetaban los tirantes diseñados para abrazar su cuerpo con aspecto de diamantes, y el encaje azul cielo acentuaba uno de los lados de manera inersperada y sorprendente. No llevaba sus cosas de trabajo como las vainas en el antebrazo, pero ató la vaina enjoyada en la parte superior del brazo y un juego de cuchillos que Rafael le dio antes del último baile al que asistieron. Sobrevivió a la matanza, y el cuchillo, dulce y mortal, se veía bellamente decorativo en sus bíceps. Deslizó un segundo cuchillo en una funda en su muslo, su vestido creado con una ranura discreta que le daba un rápido acceso —el sastre sabía a quién vestía, eso estaba claro. En el cabello se puso un prendedor de fantasía, deslizó un cuchillo que le dieron como un regalo de la princesa de Jason, el jefe de espías que se encontraba al otro lado de la llamada que Rafael había recibido cuando se abotonaba su camisa formal de color negro. —¿Qué dijo? —preguntó cuando finalizó la llamada. Teniendo a la vista a su consorte con sus mejores galas, Rafael se acercó para pasar su dedo a través de la curva de su cuerpo, la forma en que ella arqueó el cuello con un estremecimiento como respuesta lo tentaba a acercarse y presionar los labios contra su garganta. —Pareces una cortesana mimada. —La daga enjoyada en su brazo sólo aumentaba el efecto. Ella pasó las manos sobre la tela fresaca de su camisa. —Bien — sus dedos ahuecaron los últimos botones—, lo mejor para engañar a la gente. Sería un individuo estúpido de verdad quien omitía el brillo agudo y perspicaz en los ojos de Elena, la fluida gracia de cazadora en su caminar. —Jason —dijo, respondiendo su pregunta—, no ha escuchado ni siquiera un susurro de otras muertes vampíricas como las de Nueva York, y ningún incidente con mortales como en Amanat.

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—Hmm. —Uniendo sus manos, lo llevó al balcón que daba hacia la plaza adoquinada que sería el centro del baile, iluminada con anticuadas lámparas de pie hechas de hierro y adornada con flores naturales de la ciudad—. ¿Son todos los bailes inmortales al aire libre? —En su mayor parte… un salón de baile lo suficientemente grande como para manejar cómodamente tantas alas sería una estructura impersonal. —Como un estadio. —Hizo una mueca—. Entiendo por qué los ángeles preferirían un escenario al aire libre. Es mucho más bonito de esta manera. La alfombra sobre los adoquines debe haberles tomado a los tejedores una vida humana completarla. Rafael asintió, haciendo una nota mental para llevarla a visitar a los maestros tejedores en el Refugio durante su próxima visita. Elena apreciaría mucho sus habilidades y su arte. —¿Ves cómo los edificios se construyen en un patrón escalonado alrededor de la plaza? —Deslizó una mano alrededor de su cintura, señalando los diseños con la otra— . Es porque cada azotea tiene una vista ininterrumpida de las festividades. El rostro de Elena brillaba mientras tomaba una de las zonas de asientos informales que habían aparecido en los tejados, cada una a la luz de las velas. —¡Fue construido así a propósito! —Sí. Si alguna vez tenemos un baile en Manhattan —dijo, riendo cuando ella pretendió apuñalarse en el ojo—, tendremos que ser creativos. No estaba pensando en bailes angelicales cuando construí mi ciudad. —Gracias a Dios o hubiera tenido que divorciarme de ti. — Apoyada contra él, sus alas se deslizaron íntimamente contra las del otro, miró la oscuridad debajo de la chispa y el dorado—. Sí Jason está en lo correcto y Amanat es el único otro objetivo aparte de Nueva York, entonces se reduce la lista de posibles enemigos a uno. —Sí, Lijuan parece la candidata perfecta, el que Jason no esté muerto aún confirma que no dejó su fortaleza el mes pasado. Elena frunció el ceño. —No es que dude de él, pero ella no tiene ninguna otra forma corpórea. —Tuve la misma pregunta, pero tu arcángel favorita aparentemente ha sido vista bastante asistiendo a celebraciones lanzadas en su honor en su territorio. —Vio un pequeño pájaro venir a disfrutar de una de las grandes flores que había por el lado de la casa, sus alas con un toque de rojo y verde—. Lijuan fue a un festival de invierno durante todo el tiempo que Kahla estuvo perdida. —Maldita sea, lo que nos lleva de vuelta al punto de partida. —No del todo, porque ahora sabemos que Lijuan no es la distribuye la enfermedad. —Sin embargo, su instinto le decía que ella tenía una mano en eso—. Los demás, incluso Neha, que tenían una razón legítima para excusarse de la reunión, estarán aquí esta noche.

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Su consorte sonrió mientras el ave saltaba sobre una pequeña mesa a un lado de la terraza. —Veré si puedo acercarme lo suficiente para recoger un aroma —dijo ella, con los ojos en la pequeña criatura—. Tal vez, ya que ésta es una enfermedad de transmisión sanguínea, el ángel llevará alguna remisión de esta en su propia sangre y podré captarlo con mis sentidos de cazadora. Rafael no estaba en desacuerdo con su idea, pero, agarrando su barbilla con suavidad, sostuvo su mirada gris plateada. —No permitas que te separen de mí esta noche. —La situación era demasiado volátil, un riesgo mortal—. Declararía la guerra si alguien te hiciera daño, y todo el mundo inmortal lo sabe. ***

Dos horas después y el baile era extremadamente… civilizado. Elena, con sus sentidos híper alertas, estaba casi decepcionada de que todos demostraran su mejor comportamiento, incluso Michaela. La arcángel había elegido un deslumbrante vestido color carmesí, el corte acariciándola en cada curva, con sus rizos brillantes y exuberantes cayendo por su espalda y sus ojos con destellos de bronce y oro; era imposible negar su dolorosa belleza. Por supuesto, la belleza no la hacía menos perra. —Rafael —dijo, con una sonrisa sensual—. Nos separamos mal y fue mi culpa. No debes estar enojado conmigo —un puchero—, siempre hemos estado destinados a ser amigos íntimos. Significativamente ignorada por la arcángel femenino y feliz por ese hecho, Elena se concentró en atrapar el olor de Michaela. Lo único que recogió fueron las complejas notas de su perfume exuberante… luego, ahí estaba, aquella brillante salpicadura de ácido oculta profundamente. Definitivamente puedo sentir a Uram en ella. ¿Puedes determinar la profundidad de la infección? No. Su sentido de ángel emergente mejoraba; y el hecho de que pudiera recoger algo en Michaela probablemente era debido al hecho de que Uram había sido un ángel nacido a la sangre. Infectado con la toxina que convertía a los humanos en vampiros, y destinado a ser purgado periódicamente a través del proceso de Convertir, él se volvió realmente desquiciado, convirtiéndose en un monstruo más cruel que cualquier vampiro, su sed de sangre y muerte inacabable. Después de Michaela, se toparon con Elijah y Hannah, seguido por Titus, luego Favashi. Ni Elena ni Rafael tenían alguna sospecha sobre Elijah, pero ella tomó su olor, no obstante. Nada. Los otros dos arcángeles tampoco registraron algo ante los sentidos de Elena, pero

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eso podría no significar nada. Cuando Astaad, con sus ojos oscuros y barba bien recortada, se llevó la mano de Elena a la boca, recordó lo que esas manos habían hecho hace pocos meses, cuando golpeó a una de sus concubinas. Aquel acto brutal habría hecho a Elena querer cortar las manos en cuestión, pero de acuerdo a la propia experiencia de Rafael en el territorio de Astaad, mientras que el otro hombre era un gobernante severo y muchas veces cruel, adoraba a sus mujeres, mimándolas hasta niveles escandalosos. Nadie lo vió antes levantarle tanto la voz a ninguna de ellas, y la creencia general era que la aberración estaba conectada a la Cascada o a la interrupción causada por el Despertar de Caliane. Así que, aunque no era fácil, Elena intentó mantener una mente abierta con el arcángel masculino. Tan pronto como estuvieron culminadas las formalidades, Elena volvió su atención hacia el vampiro a su lado. Los ojos de la mujer eran inquietantemente oscuros, su rica piel morena y sus llamativos rasgos demostraban su ascendencia de las islas del Pacífico que eran del dominio de Astaad, su belleza tan refinada como para ser sobrenatural. Siendo una vampira antigua, su exquisitez era el resultado de siglos de sutil cambio. Sonriendo, dijo—: Soy Elena. Los ojos de la otra mujer se agrandaron. —Yo soy Mele — respondió después de un rápido vistazo hacia Astaad, que puso los instintos de Elena en alerta, excepto que Mele no miró de nuevo en dirección del arcángel. Terminaron hablando por más de media hora, descubriendo un terreno en común entre el estudio a largo plazo de Mele de los soldados vampíricos y la experiencia de Elena como una cazadora. En un punto, Elena confesó—: Me siento como una idiota. —Si he dicho alg… —No. —Elena sacudió la cabeza—. Tenía esta imagen mental de una “concubina” —le había preguntado a Rafael si era cortés usar aquel término, y él dijo que sí—, y tú la rompiste en pedazos. —La otra mujer era una erudita que hablaba idiomas que Elena no sabía que existieran hasta que Mele los mencionó. —Ah. —Una abierta sonrisa la hizo más impresionante de lo que Michaela jamás sería—. Tú, sin duda, conoces a otras personas que son las piezas ornamentales que esperabas, pero mi arcángel siempre ha valorado la inteligencia y el espíritu. Todas sus mujeres son así. Cómoda con la otra mujer, Elena susurró—: ¿Alguna vez has estado celosa de las otras? Mele se rió. —Ellas son mis hermanas de corazón. No puedo estar celosa de mí misma.

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Rafael, en caso de que estés teniendo ideas, no voy a ser tan civilizada si decides que necesitas una concubina. De hecho, es probable que me convierta en homicida. Él no levantó la vista de su conversación con Astaad cuando dijo: Es una pena, en su frío tono de "Arcangel". Ahora voy a tener que pedirle al piloto que vacíe la bodega de mis hembras elegidas. Vamos a tener que hablar de este nuevo sentido del humor tuyo. Sonriendo a pesar de su advertencia privada, continuó charlando con Mele, mientras que Rafael y Astaad sutílmente intentaban extraer los secretos del otro, mientras ninguno regalaba los suyos. Después de alejarse, Rafael puso su mano posesivamente en la espalda de Elena, su ala debajo de su brazo. —Creo que has hecho un amigo de Astaad. —¿Astaad? Me pasé todo el tiempo hablando con Mele. —Tú eres la consorte de un arcángel, y sin embargo, trataste a su concubina favorita con verdadero respeto. Muchos ángeles consideran que las concubinas no merecen su atención. Había tantos niveles en la sociedad angelical, pensó ella, tantos que no tenían sentido. —Astaad y Mele están obviamente conectados. — Existía amor allí, tal vez no un amor que Rafael o ella entendieran, pero amor no obstante—. Supongo que tienen una relación más saludable de la que Neha tuvo con su consorte. —Sin duda. —Sus ojos se centraron en alguien delante de él, sus labios curvándose en una sonrisa que fue más allá de la simple cortesía—. Tasha.

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23 Traducido por Vane Ryan Corregido por ElyCasdel

—Rafael. —El ángel frente a ellos tenía ojos rasgados de verde intenso y alas de sedoso cobre contra un cabello oscuro escarlata, su piel casi translúcida, mostrando su, de otra forma, vívido colorido para el efecto dramático. Alcanzándolo mientras Rafael se agachaba, el acto aparentemente familiar para ambos, la desconocida presionó sus labios en la mejilla de Rafael en una suave caricia. —Y esta —dijo ella, volviéndose a Elena con una sonrisa profunda—, debe ser tu consorte. Me siento honrada de conocerte. —Tasha es una amiga de hace mucho tiempo —explicó Rafael, un calor en él que no había visto con ningún otro ángel femenino—. Jugábamos en Amanat cuando éramos niños. —¿Recuerdas cuando decidimos atacar cada árbol de higo en la ciudad? —Risa musical, ojos brillantes—. Tu madre estuvo tan molesta que nos hizo plantar diez árboles de higo a cada uno. Aún puedo verte con la pala, tu cara manchada con suciedad y hojas enredadas en tu cabello. La magnífica imagen de Rafael como un niño travieso, hizo a Elena sonreír, incluso cuando sus instintos le advirtieron que tuviera cuidado. A diferencia de Michaela, quien no se esforzaba por ocultar su deseo por Rafael y su desprecio por Elena, Tasha era toda calidez y risas... mientras que sutilmente recordaba a Rafael que tenían una historia juntos que Elena no podía igualar. La profundidad de su repentino disgusto hizo a Elena detenerse, preguntándose si era justa... pero entonces, Tasha pasó sus dedos por el antebrazo de Rafael mientras arrojaba otro recuerdo compartido. Elena no jugaba juegos como esos, y en cualquier otra situación, le habría reclamado a la mujer por eso, pero había cosas mucho más importantes en juego ésta noche. Sin embargo, no lamentó ver la espalda de Tasha cuando el otro ángel fue llamado por un amigo. La cabeza de Rafael se levantó bruscamente sin advertencia un segundo más tarde. —Lijuan está aquí. Mirando hacia arriba, Elena vio nada más que la luz de las estrellas. —¿Puedes sentirla? Al parecer, mi habilidad tiene otro aspecto.

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Un instante después, en el cielo un tipo de... laminado en lo alto, similar a una ola de calor en un desierto. Entonces, un ángel con alas de implacable color gris paloma y cabello blanco puro, su vestido negro etéreo, estaba aterrizando en el centro del patio en un descenso elegante. La multitud se quedó sin aliento. La tensión arrastrándose a través del gran espacio como la sangre de Lijuan que a menudo traía con ella. Quédate conmigo, Elena. Rafael cortó entre de la masa congelada de huéspedes, su objetivo no Lijuan, sino Caliance. La cuchilla en la funda de su muslo discretamente en la mano, Elena se aseguró de tener a Lijuan en su línea de visión mientras se movían a través de la gente. ¿Tú madre tomará esto como un acto hostil? Elena no la culparía si lo hiciera. Es una posibilidad. Puede, sin embargo, que decida ir sobre la fría cortesía. Aquí está la esperanza de una victoria para la etiqueta angelical. Dos segundos más tarde y se hallaban allí. El rostro de Caliane era una máscara de furia helada, reconoció a Rafael con una mirada antes de dar un paso fuera del ahora vacío — pero por los huéspedes no invitados— centro del patio. —Tú no observas las reglas de hospitalidad. —Las palabras de Caliane eran heladas y cuando la respiración de Elena se empañó frente a ella, se dio cuenta que la caída de la temperatura no era solo metafórica. Lijuan sonrió, su cabello volando en su cara con un viento que no afectaba nada más. —Al contrario. —Levantó la mano—. Te traje un regalo. Diez guerreros con alas aterrizaron a su espalda con precisión militar, todos vestidos de gris oscuro con el símbolo rojo de Lijuan en sus pechos. Rafael se acercó a su madre. Elena. Entendiendo el mensaje, se detuvo ligeramente por detrás y a la izquierda de Caliane, mientras Rafael flanqueaba a la Antigua a su derecha. Como si hubieran estado esperando exactamente eso, un escuadrón de caza en azul medianoche de las fuerzas de Caliane aterrizó detrás de ellos. —El regalo —dijo Caliane, escarcha real empezando del dobladillo del vestido de Elena y las puntas de sus alas—. Es inadecuado y debe ser rechazado. —Sonó como una respuesta de rutina, excepto que la voz afilada de Caliane estuvo a un pelo de cortar la carne. —Es una lástima. Son una unidad bien entrenada. —Su sonrisa profunda contra la piel tan delgada que Elena pudo ver su cráneo debajo, Lijuan no rompió el contacto visual con Caliane.

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Elena se preguntaba si la madre de Rafael escuchaba los gritos que siempre oía cuando miraba dentro de esos ojos perlados, como si Lijuan mantuviera miles de almas atrapadas. —Yo —continuó Lijuan—, también traje una reparación por los daños que hice en tu ciudad durante mi visita anterior. Dos de sus hombres llevaron un cofre hacía adelante, abriéndolo para revelar un rescate de pirata en oro y joyas presionas. —Una muestra de mi buena voluntad. —El daño no se puede reparar tan fácilmente —respondió Caliane fríamente—. La ruptura es definitiva. Jadeos audibles de los huéspedes más cercanos confrontación sin inmutarse como en anticipación de violencia.

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Elena apretó su agarre sobre su hoja, sus dedos fríos pero funcionales. ¿Rafael? Mi madre acaba de decir a Lijuan que no importa cuánto tiempo vivan, no puede haber nada más que hostilidad entre ellas. No era una sorpresa, y nada explicaba el pánico que podía ver en los rostros de quienes estaban cerca. ¿No es un hecho para decirlo sin rodeos? No a menos que uno de los lados esté anticipando otra traición. Oh. Caliane, se dio cuenta, había llamado a Lijuan mentirosa frente a una multitud de los más poderosos ángeles y vampiros en el mundo. La sonrisa de Lijuan no desapareció, pero Elena vio una mancha de negro comenzando a arrastrarse alrededor de la palidez misteriosa de su iris. —Me decepciona escuchar eso. —Me decepciona tener que decirlo, pero tu bienvenida fue también una fuerte decepción. Otra ronda de sobresaltos, pero esta vez Elena atrapó el insulto enterrado en lo que parecía, al principio, una declaración incomprensible. Ella está hablando sobre el hecho de que Lijuan atacó directamente después de que se levantó de su Sueño milenario. La intensidad del mar de Rafael tocando su mente, claro, fuerte y salvaje. Es una línea en las sombra, así que no todos pueden estar de acuerdo, pero fue un acto cuestionable en el mejor de los casos. Es posible que quieras advertir a tu madre que Lijuan está loca, no va a jugar según las reglas. Lo hice esta mañana. ¿Tienes otra arma aparte de la cuchilla en tu brazo? Otro cuchillo, pero puedo tomar fácilmente una espada de los vampiros pavoneándose alrededor con ellas como declaraciones de moda. Largas espadas no eran sus armas de elección, pero Galen la

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taladró hasta que pudiera luchar con ellas en un apuro. Para futuras referencias, nunca, jamás voy a ir a un baile sin una ballesta y un lanzallamas. No creo que haya cualquier evento futuro hasta que la Cascada haya terminado. Separándo los pies una fracción más bajo la falda de su vestido, Elena se posicionó para girar la mano y agarrar la espada del tonto a su izquierda a la primera señal de problemas. Pero entonces, Lijuan desplegó sus alas en un susurrante barrido. —Te doy la bienvenida a mi territorio. Estoy segura que el rompimiento puede ser reparado. —Su despegue fue silencioso, como fue el de su escuadrón, el silencio tan espeso, que Elena sabía que fue por otra exhibición de poder. Rafael se elevó en ese mismo instante, con el escuadrón de Caliane a su espalda mientras rastreaban fuera del territorio a Lijuan. Naasir está cerca de ti, Elena. No te alejes mucho de él. Recordando sus palabras antes del baile y el reconocimiento de la preocupación detrás de la orden autocrática, dijo: No lo haré. Cuídate. El aire se calentó a su alrededor, la escarcha derritiéndose a la nada mientras Caliane se giraba, sus ojos como llamas azul líquido. Y aunque Elena supo que era superada más allá en las apuestas de energía, continúo para flanquear a Caliane cuando la madre de Rafael se movió entre la multitud con elegante gracia. Tasha cayó al otro lado de Caliane, y su mano tenía una reluciente espada, en un agarre que decía que sabía cómo usarla y usarla muy bien. Mis amantes siempre han sido guerreras. La comprensión se estrelló contra ella con la fuerza de un golpe de martillo, justo cuando la mirada de Caliane encontró la de Elena por un segundo fugaz... e inclinó su cabeza en el más mínimo gesto de reconocimiento. *** Rafael regresó después al baile, habiendo escoltado a Lijuan a la frontera marítima. El resto de la reunión estuvo libre de drama, los festejos siguieron hasta tempranas horas de la mañana. Para Elena, la celebración tenía el sentimiento de desesperación, como si los ángeles comunes y los vampiros supieran que la guerra se cernía en el horizonte y eran consientes de la lucha entre gigantes, era el más débil el que se convertía en carne de cañón. Caliane les deseó buenas noches en algún momento después de las tres de la mañana y se retiró a su cama, aceptando ser escoltada por un hombre con los mismos ojos verdes como los de Tasha. Elena y Rafael se quedaron una hora más cuando les pidió actuar como

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anfitriones en su lugar, el dolor de la pérdida de Kahla pesando claramente y en gran medida una vez más. —¿Keir? —preguntó Elena, una vez que dejaron el patio y a los juerguistas finales a su juego. —Acaba de llegar al cuerpo. Tengo a Naasir e Isabel vigilando mientras examina a Kahla. A su alrededor, Amanat no dormía, pero en su lugar se estableció dentro de una quietud romántica mientras parejas y pequeños grupos paseaban a través de su belleza ligeramente iluminada, dejándolos unos a otros solos en su mayoría. Pasando los dedos a lo largo de las esculturas que decoraban el muro a su izquierda, Elena pensó en el cuerpo que yacía tan cerca de la cuidad, la muerte que casi había envuelto a la gente de Caliane, y soltó un suspiro de alivio. —También he avisado a mi madre que reinicie el escudo de protección por el momento. Lijuan, recordó Elena, podía pasar por ese escudo, pero era impermeable ante un ángel ordinario, lo cual dejaría a Lijuan peleando sola contra Caliane y sus fuerzas. No es algo a lo que la Arcángel de China se arriesgaría. —¿Cómo es que tu madre hace eso? El escudo, quiero decir. —Alexander también podría crear una cosa así, por lo que quizás es un regalo que viene con la edad. También, es un Antiguo y ahora permanece en el Sueño. —Extendió sus alas hacia ella en señal silenciosa de que la quería más cerca. La familiar intimidad desbloqueó las preguntas revoloteando en su cabeza. —Cuéntame sobre Tasha. —Sus padres eran guerreros que servían a mi madre. Han regresado a Amanat una vez más, viste a su padre ofrecer a Caliane su brazo mientras salía esta noche. Sorprendida, Elena encontró sus ojos, el desgarrador azul intenso, incluso en las sombras suaves de la noche que aún no se convertía en mañana. —¿No los llevó con ella en el Sueño? —No. Era su tarea vigilarme debido a que mi madre desaparecería o moriría. —Sus alas brillaban a la luz de la lámpara que venía desde una ventana abierta—. Incluso en su locura creciente, pensó dejar guardianes en los que yo podría confiar. Avi y Jelena eran —son— para ella lo que mis Siete para mí, y aunque fue al Colibrí a quien elegí para dar mi confianza, eso no dice nada de mi profundo respeto por Avi y Jelena. La unión entre Rafael y Tasha, Elena se dio cuenta, era más profunda que un simple romance de amor físico. —Creciste con Tasha. —Se conectaba a la otra mujer por millones de fragmentos de tiempo. —Jugábamos en todo Amanat como criaturas salvajes. —Girando a la izquierda, la guió al campo de campanillas junto al estanque donde

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habían visto a Caliane la primera vez—. Se mantuvo como mi amiga mientras crecíamos, pero el final de la infancia nos llevó por caminos diferentes. El área frente a Elena se convertió en un país de las maravillas de brillantes plantas de noche escondidas por campanillas durante el día, un oasis plateado sin descubrir por los otros que paseaban en la cuidad, pero no podía concentrarse en la maravilla de la misma. —Sin embargo, se encontraron otra vez como adultos, ¿no es así? Fueron amantes. —Hace cientos de años. Caminando al borde del estanque, luchó contra su hábito de pretender que las cosas no importaban cuando sí lo hacían, y admitió la verdad. —Sabía que me encontraría con una de tus amantes tarde o temprano. Solo que nunca imaginé que la primera fuera tan impresionante. Rafael pensó en los siglos que vivió creciendo cada vez más alejado del mundo, el poder a su mando devorando al chico que una vez fue, y sabía que Elena no entendería las penetrantes profundidades de quién y qué ella era para él. Tasha, erudita y guerrera, era una amiga, pero vió tan sólo su superficie y pareció contenta con eso. En toda su existencia, solo Elena había roto esa superficie, sin prestar atención a los riesgos, hasta que reveló al hombre bajo el arcángel. Y sólo Elena había desafiado sus decisiones y sus puntos de vista, obligándolo a mirar al mundo de una manera que nunca antes consideró. —No hay comparación —dijo a la única mujer que había reclamado como suya—. Me conoces en maneras que nadie alguna vez lo ha hecho o lo hará de nuevo. El anillo de plata fundido al rededor de su iris, los huesos de su cara fuerte y exquisitamente única, ella abrió los labios en su nombre mientras otro mensaje tocaba su mente. Tan rápidamente, la noche a la luz de la luna ya no era un lugar de belleza pero sí un recordatorio de la oscuridad podrida que resbalaba en la periferia, esperando devastar y transgredir.

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24 Traducido por Marie.Ang Corregido por LIZZY’

—Keir ha regresado. Un cambio inmediato en la expresión de Elena, su consorte dejando de lado su discusión personal por una que afectaba a su gente. Tomándola en sus brazos, los llevó directamente a su habitación, habiéndose asegurado que Keir fuera asignado a la contigua. Cuando caminaron por el salón de Keir, fue para encontrar al sanador mirando el frío fuego con ojos sombríos. Su reporte fue mortal en su familiaridad. —La enfermedad destruye los órganos internos de la víctima. —La mandíbula de Keir tensa hasta llegar a blanco con la fuerza de sus emociones—. Al igual que con los otros, las llagas eran un efecto secundario. Es categóricamente la misma infección, y, dada la falta de nuevas víctimas y el hecho de su humanidad, concuerdo con que ella estaba destinada a ser un portador. Keir se levantó para pasear por la habitación, su ira feroz de una manera que Rafael nunca había visto antes, sus alas tan tensas en su espalda que tenía que ser doloroso. —La única buena noticia es que mientras la infección era idéntica a la que encontré en Nueva York —el otro hombre continúo—: era sensiblemente más débil a los sentidos que me hacen un sanador. Si Kahla ya no estaba comprometida, creo que ella y cualquiera de los que se alimentaron de ella, bien podrían recuperarse completamente. —Incluso Lijuan —dijo lentamente Rafael—, no puede crear renacido tras renacido sin descanso entre ellos. Hacerlo causa que su capacidad de infección disminuya. Keir dejó de caminar. —Jason ha estado pasando tiempo en lugares interesantes. Era lo que mejor hacía su jefe de espías. —Si estamos en lo cierto —dijo Elena, desde el sillón en el que se acurrucó—, y el creador de la enfermedad ya se agotó, eso quiere decir que Nueva York y Amanat están a salvo, al menos en el corto plazo. —No podemos predecir cuánto tiempo le tomará al arquitecto de la enfermedad el recargarse —murmuró Keir—, pero pienso que no será pronto. Él o ella han hecho demasiado y muy rápido. —Deteniéndose, miró la alfombra antes de levantar la cabeza—. No puedo decir esto sin

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ninguna duda, pero creo que la Caída fue causada por un intento de sembrar el cielo con una enfermedad específica de tipo angelical, ya que esta enfermedad transmitida por sangre se dirige a los vampiros. Rafael había pensado tanto, el riesgo de su gente que tenía que encontrar una forma de negar. —La energía gastada en ese intento también explicaría el por qué el fabricante de la enfermedad está cansado después de crear solo dos portadores que conocemos. —Al ver al sanador moverse ligeramente, dijo—: Descansa ahora, Keir. —No dejes que la rabia te carcoma. Keir levantó la vista. Ahora citas mis propias palabras. Eran sabias. Dijo al enojado y roto joven que había sido. —Te dejaremos en paz. La expresión del sanador permaneció tensa, pero ya no se paseaba cuando salieron por la puerta. Dejando a Elena cambiarse a su habitación, Isabel cuidando en el exterior, Rafael voló hacia su madre. Sabía que no estaría dormida, ángeles tan viejos como Caliane dormían, pero rara vez, y los dos necesitaban hablar; no solo como madre e hijo, sino como arcángeles que pronto podrían ser arrastrados a una guerra mundial. —No estoy lista para la guerra —dijo, mientras caminaban por los tranquilos corredores de su hogar, su brazo metido en el de él, su ala un cálido peso contra la suya. —Mi poder ha regresado, mi gente de nuevo es fuerte, ¿pero mi espíritu? Sólo quiere paz. —Sonrió y fue una creación de la tristeza—. He luchado tantas batallas. Ahora solamente siento la necesidad de conducir a una acorazada Amanat y esperar a que esto termine. Rafael no podía culparla por esa elección. —Debes proteger a tu gente. Ellos todavía son bebés en este nuevo mundo. Ojos tan similares a los suyos, sin embargo, con tal edad, dolor y pérdida en ellos, encontraron los suyos. —Eres el bebé de mi cuerpo, Rafael. No te abandonaré como lo hice una vez. —Acero en el azul—. Mis recursos son tuyos. No permitiré que tu ciudad caiga. —Madre. —La sostuvo contra él, sorprendido continuamente por cuan pequeña era, por como siempre ella se había alzado más grande que la vida en sus recuerdos—. No soy un niño, y si desvías tus recursos a Nueva York, sabes que Lijuan atacará y destruirá Amanat. Retrocediendo, ella tomó su brazo de nuevo y lo condujo hacia las amplias escaleras hasta el techo, su voz inquebrantable. —¿De qué sirve mi ciudad si mi hijo está muerto? Dándose cuenta que no ganaría esta batalla si hablaba como un hijo a su madre, habló como un arcángel a otro. —La victoria en Nueva York no tendrá ningún sentido si Lijuan gana un punto de apoyo más fuerte en esta parte del mundo. —La simple existencia de Amanat era un símbolo de que Lijuan no era tan todopoderosa como le hacía creer al mundo—. Y si mudas a tu gente para protegerlos —agregó—, además

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de abandonar así tu ciudad, será visto como una capitulación. —En las guerras entre inmortales, la percepción a menudo podía serlo todo—. Los que ahora podrían estar indecisos a un lado, empezarán a verla como el verdadero poder, uno que llegará a ser conocido si ella te echa de tu ciudad. Las elegantes líneas de su rostro, expuesto por la forma en que había atado su cabello en un moño suelto, Caliane se apartó para caminar por el borde del techo. —Voy a hacer mi elección, sin ser conducida a ninguna parte por esa repugnante que se estila a sí misma como un arcángel. —Esa no es la historia que ella contará, no a la persona que creerá. —Cuando solo hubo silencio de Caliane, sus plumas dibujadas con poder contra la luz de la noche, le recordó el único hecho contra el cual no podía argumentar—. No podemos saber cuánto tiempo durarán las próximas guerras, y no podemos coexistir en el mismo territorio, Madre, no por nada más allá que un corto plazo. —Era la razón por la que los miembros de la Cátedra estaban separados los unos de los otros por agua y tierra, sus poderes demasiado violentos para permitir una proximidad de largo plazo. Hubo dos excepciones conocidas a esa regla. La primera fue por el embarazo, si Michaela de verdad había estado embarazada, podía haberle ofrecido su santuario, porque la vulnerabilidad que venía con el llevar un niño habría disminuido el efecto. La segunda era el amor del tipo compartido por Caliane y Nadiel, su profundo lazo emocional de alguna manera mejorando el efecto. Michaela y Uram, por el contrario, nunca vivieron juntos, su relación amorosa conducida por cortos periodos de intensa intimidad, seguida por semanas de distancia. Y un hijo adulto no caía en ninguna excepción. —Terminaría viéndote como una amenaza, y tú me sentirías de la misma forma, nuestros instintos volviéndonos locos a la par que luchamos por la urgencia de no matar. —Era una predicción confirmada por la historia angelical—. Necesitas mantener y contener este territorio. —Puedo cruzar y destruir la fortaleza de Lijuan mientras ella se ha ido, tomar su territorio. —Su fortaleza está profunda en el corazón de su territorio, y tú fuiste al Sueño con sólo dos escuadrones. —Fuertes y hábiles hombres y mujeres, pero no obstante, un pequeño número—. Mientras vuelas a su territorio, sus comandantes enviarán escuadrones a destruir Amanat. Debes pensar en todas las permutaciones que cualquier acción te tomará. Con un susurro de alas, Caliane giró para encararlo, su expresión más suave… más sombría. —¿Cuándo dejaste de ser un niño y te convertiste en un hombre tan acostumbrado a los caminos de la política y el poder?

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—Siempre iba a terminar aquí. —El hijo de dos arcángeles, uno una Antigua, podría tener poca opción en la materia, el poder fusionado en cada célula de su cuerpo. Emoción conmovedora en sus ojos, ella extendió las alas en un estallido y, dando un paso fuera del borde del techo, hizo un silencioso descenso a las calles de abajo. —Camina conmigo por mi ciudad —le dijo cuándo siguió—, y cuéntame de tu tonta pero valiente consorte. Era la primera vez que había reconocido a Elena como su consorte sin su instigación. —Primero debes decirme tu decisión en asuntos de guerra. —Tienes razón en todo lo que dices, y no puedo permitir que mi amor por mi hijo me ciegue. —Dedos rozando su mejilla—. No falles, Rafael. He sobrevivido a mi consorte. No puedo sobrevivir a mi hijo. —Si fracaso —dijo, en vez de hacer una promesa que podría resultar falsa—, tú serás la única que permanecerá que podría derrotar a Lijuan. No puedes derogar esa responsabilidad. —¿No puedo? —Fría arrogancia—. Veo que crees que puedes tomar decisiones por otro arcángel. Se rió mientras los vientos nocturnos jugaban con el sencillo vestido blanco invernal de su madre. —Aprendí cómo ser un gobernante al verte. Una mirada maternal con el ceño fruncido. —Siempre, eras capaz de salirte con la tuya al darme esa sonrisa. —Suspirando, lo llevó a un jardín privado que sabía que había creado para sus doncellas, el aire perfumado por el alboroto de flores que caía de los balcones del templo que rodeaba el espacio—. Tu Elena, no tiene sentido de su propia mortalidad. —Es una guerrera. —Una con un corazón humano—. Como con todos los guerreros, el miedo es una herramienta que usa para su ventaja. —Tasha es una erudita y dotada guerrera, sin embargo Avi y Jelena me dijeron que no se persiguieron los unos a los otros más allá de un solo verano. Ella habría sido una perfecta consorte. —¿Tendrías a tu hijo en una cortés alianza política? Tomando asiento en un banco de piedra que sobresalía con rosas amarillas que se volvían plateadas por la luz de la luna, Caliane le dio una mirada exasperada que recordó muy bien desde rasguños de infancia. —Niño obstinado. —Suspirando de nuevo, dijo—: Ven, entonces. Cuéntame por qué te enamoraste de esta una vez mortal lo suficiente para desafiar al mundo. Me gustaría escuchar la historia de su noviazgo. Yendo a sentarse con ella bajo las rosas, apoyó los antebrazos en sus muslos y dijo—: Todo empezó con un ángel nacido a la sangre y terminó en ambrosía.

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Demasiado despierta para dormir, a pesar de la hora tardía, Elena habló con Isabel por una sesión de entrenamiento en el patio privado de la casa ocupada solo por Rafael, Elena, Keir, Naasir e Isabel. El otro ángel era buena, pero Elena también. —Creo que me he vuelto suave en esta posición. —Isabel se secó el sudor de la frente—. Galen tendrá mi cabeza cuando regrese al Refugio. —Él es un bastardo duro —agregó Elena—. Pero ya estaría muerta sin las lecciones en que me venció día a día, no puedo maldecirlo en voz alta. Isabel reprimió una risa, y las dos se separaron para tomar una ducha, con Naasir haciéndose cargo de la guardia. Consciente de que Caliane querría pasar tanto tiempo con Rafael como fuera posible, Elena no lo esperó antes de irse a la cama, su cuerpo felizmente cansado. Esperaba un noqueo total… pero era como si las visiones de pesadillas supieran que estaba sola, vulnerable. Goteo. Goteo. Goteo. Las alas de Elena seguían arrastrándose por la sangre coagulada, sin importar cuan duro intentara mantenerlas levantadas del azulejo resbaladizo, las puntas de oro blanco tornándose a un óxido barroso. — ¿Belle? Belle, ¿dónde estás? Su hermana mayor se arrastró hasta ella desde detrás del mostrador, sus dedos manchados de sangre dejando vetas más oscuras en las alas de Elena cuando intentó agarrarse. —Ellie, me duelen las piernas. —Espera, te ayudaré a levantarte. —Se deslizó en el líquido que olía tan húmedo y metálico incluso mientras hablaba, aterrizando fuerte en su espalda, sus alas aplastadas entre su cuerpo y el azulejo, en una maraña que torció fuertemente sus tendones. Apretando los dientes, se las arregló para poner las manos en sus rodillas, pero su cuerpo continuaba resbalándose hacia atrás, el suelo de la cocina de pronto en una pendiente. —No puedo alcanzarte. —Su voz era la de la niña que había sido, la niña que solía tener dos hermanas mayores que le decían qué hacer cuando no estaba segura—. ¡Belle! ¿Qué debo hacer? Pero Belle ya no podía hablar, su cabeza separada de su cuerpo, sus hermosas piernas largas en pedazos. Sollozando, Elena intentó encontrar a Ariel. Ari sabría qué hacer; Ari siempre sabía.

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Con el corazón palpitando en la boca, vislumbró los dedos delgados de su hermana detrás de la silla, y comenzó a arañar su camino hacia delante. Sabía que era Ari, porque Ari había pintado sus uñas con un tono que llamaba “nude”, el color no era su favorito, pero era uno que no la metería en problemas en la escuela. —¿Ari? —Extendió la mano para tocar la de Ari—. Belle está herida. Está realmente herida. Tenemos que ayudarla. ¿Ari? Estaba sosteniendo la mano de su hermana. Había sido arrancada de la muñeca. *** Rafael entró en la habitación al amanecer para encontrar a su consorte en la cama, su cuerpo rígido y sus manos en puños. Inmediatamente puso las manos sobre sus hombros, sacudió, sabiendo que necesitaba ser arrancada de las garras viciosas de la pesadilla. — ¡Elena, despierta! —¡Elena! Un jalón a su cabeza, pero no despertó. Tirándola hacia él con un agarre en su cabello, la besó, siguió besándola hasta que sintió sus uñas clavarse en sus brazos, su cuerpo perdiendo la horrible tensión de la pesadilla. El sollozo que escapó de ella cuando rompió el beso, lo tenía aplastándola más cerca. —Odio esto —dijo ella, después de que la tormenta hubiera pasado y se sentaron en el borde de la cama, observando el próximo amanecer. Su voz era plana, casi derrotada, a diferencia de la mujer que conocía. Sin cerrar la distancia que puso entre ellos, ya que sintió que no estaba lista, sus manos en el borde de la cama con los nudillos blancos, mantuvo los ojos en la limpia línea de su perfil. —Estás teniendo muchas menos pesadillas de las que tenías cuando nos conocimos por primera vez. Con la mandíbula apretada, miró la alfombra. —Y todavía me despierto así, demasiada aterrada. —Un pulso de ira bajo la derrota, su Elena se levantaba a través de los lugares maltratados y golpeados de su alma—. ¿Cuándo se detiene? ¿Cuándo se acaba? Juzgando que no estaba dispuesta a escuchar razón, ella podría ni siquiera escucharlo en su actual modo de auto castigo; se levantó. — No tenemos programado salir en dos horas. —No podía ser visto corriendo de vuelta a Nueva York—. Tenemos tiempo para una sesión de entrenamiento. Ella no se levantó. —Tuve una, anoche con Isabel. Esto, se dio cuenta Rafael, era incluso más serio de lo que creía. Elena nunca rechazaba una oportunidad de entrenar con él, era una de las pocas personas que la empujaban a su límite absoluto, sin

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preocuparse del riesgo asociado a causar un daño siquiera inintencionado a la consorte de un arcángel. Para él, los moretones inevitables eran aceptables si la lección la ayudaría a permanecer con vida. Recogiendo sus cuchillas favoritas, se las lanzó. Levantando las manos, ella agarró ambas. —Dije —a través de dientes apretados—, que no quiero. —Y yo digo que has estado de mala cara lo suficiente. —Se quitó la ropa formal y se puso un par de pantalones adecuados para combate. Ojos de gris plateado se entornaron con frígida indignación. — Solo soñé que tenía la mano cortada de mi hermana en mi poder. Lo siento si eso te molesta. Rafael se encogió de hombros y muy deliberadamente usó la única cosa que sabía que la enfurecería lo suficiente para atravesar la apatía. —Veré si Tasha está levantada para una sesión, entonces —dijo y alcanzó el pomo de la puerta—. Prepárate para salir en dos horas. El cuchillo se estremeció al detenerse en el marco de la puerta a unos centímetros de su rostro.

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25 Traducido por Marie.Ang Corregido por Aimetz

Sin decir una palabra, y consciente de que Elena juraba detrás de él mientras se apresuraba a ponerse ropa, salió y bajó las escaleras hacia el patio. Cuando salió un par de minutos más tarde, fue en pantalones cargo color caqui y una camiseta negra especialmente diseñada que tomaba en cuenta sus alas. Al igual que él, sus pies estaban desnudos, pero tenía cuchillos mientras que él iba desarmado. Un justo balance, dado su extrema fuerza y velocidad. Cuando hizo un gesto de “vamos” con ambas manos, Elena entrecerró los ojos y le lanzó una de esas cuchillas a la cara. Se distrajo lo suficiente por el inesperado acto que casi lo tomó con la segunda hoja mientras ella venía lento. Sonriendo, evitó el golpe con un giro que la golpeó con su ala. No pretendía hacer daño, solo distraer, pero Elena había aprendido de sus pasadas sesiones, y giró con él, yendo por su ala con la hoja en su agarre. Su consorte tenía una tendencia a cometer errores cuando se enojaba, pero no hoy, tuvo éxito en enfurecerla al punto en donde peleaba con helada furia. Evitando apenas la fuerte mordida de metal, usó sus alas para elevarse un pie por sobre la tierra para evitar una patada. —Un poco lenta, hbeebti. Ella sonrió ante la burla… y lanzó la segunda hoja directamente a su ala. Posicionado como estaba, no podía evitarla a tiempo y clavó su ala a la pared de la casa. Pero él era un arcángel, y la sacó de su cuerpo una fracción de segundo después de que entrara, su cuerpo listo para manejar el ataque secundario. —Ahora no tienes cuchillos —dijo, alegría en su sangre a medida que esquivaba sus puños y patadas. Elena no podía herirlo realmente, no todavía, pero su estilo de pelea era único, uno que creó mientras volvía a trabajar su formación de cazador y se adaptaba a las enseñanzas de Galen para tomar sus fortalezas y vulnerabilidades en cuenta. Y ya que no había sido un ángel toda su vida, no sabía que no iba a ser capaz de hacer ciertas cosas, así que solo se adelantaba y las hacía. Ese elemento sorpresa hacía cada sesión tan divertida para él como usualmente lo era para ella.

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Ahora se acercó… y de pronto, tenía dos cuchillos más dirigiéndose justo a su cuello. Bloqueándolos, usando una maniobra que había aprendido de Alexander antes que el otro arcángel empezara a verlo como una amenaza, enseñó los dientes. —Eso es hacer trampa. —¿Oh? —Una sonrisa dulce como la sacarina—. No me di cuenta que estábamos jugando justo. —Otra furia de hojas, sus cuerpos moviéndose con una velocidad y una ferocidad que atrajo una audiencia de tres, Keir, Isabel y Naasir. Todos observaban desde los balcones que rodeaban el patio y alguien aplaudió cuando Elena se las arregló para golpear fuerte su antebrazo, extrayendo sangre. Ignorando el corte, tocó la punta del cuchillo que había sacado de su ala la mejilla de ella para registrar un golpe. Se aseguró de no romper piel, porque su apasionada y bella amante no sanaría tan rápido como él lo hacía, pero ella no hizo ningún esfuerzo en esconder su furia porque conseguió estar tan cerca. Girando fuera de su alcance antes de que pudiera tomar ventaja de su proximidad, se movió para ir por su espalda. Ella lanzó los cuchillos por sobre sus hombros sin girarse. Sorprendido por la táctica inesperada, casi tuvo uno en el pecho, salvándolo solo la agilidad de una herida que le habría tomado al menos diez minutos en reparar. Girando al instante que las hojas dejaron sus manos, Elena barrió con una patada para tomar ventaja de su inestable equilibrio, pero había olvidado sus alas. Agarrando una, él la arrastró hacia sí, su hoja en su garganta. — Gané —dijo, ambos con los pechos agitados. Un pinchazo fuerte contra su corazón. —¿Quieres apostar? Sonriendo, inclinó la cabeza y la besó, medio esperando a que deslizara la hoja, ya que estaba tan enojada. Pero le devolvió el beso, caliente, salvaje y húmedo, su lengua frotando contra la suya. —Si alguna vez vuelves a burlarte de mí con Tasha —dijo en un susurro ronco cuando rompieron el beso al jadear por aire—, te castraré. Rafael hizo una mueca. —Eso tomaría al menos un día en reparar. ¿Estás segura que quieres perder mis… atributos por tanto tiempo? Un temblor de sus labios, ojos brillantes. Pudo verla luchando por contener la risa, pero era una batalla perdida y pronto estuvo doblada con las manos en las rodillas, su risa salvaje dando color en el aire. Por primera vez, te envidio, Rafael. Levantando la vista, atrapó la mirada de Keir. No todos los hombres tienen una amante que les saca sangre. La risa de Keir era tranquila, mientras se despedía con la mano, y desaparecía en su habitación. Fue Naasir quien saltó al patio con gracia salvaje. Recogiendo los cuchillos descartados, se los tendió a Elena que ahora estaba de pie y secaba las lágrimas de risa de su rostro.

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—Gracias —consiguió decir, antes de guardarlos en secreto con tal velocidad, que Rafael no pudo seguir sus movimientos o decir dónde exactamente había escondido las relucientes armas. —¿Por qué hiciste trampa? —preguntó el vampiro, con la cabeza ladeada—. ¿Con los cuchillos? —Er, estaba luchando contra un arcángel que puede aplastarme como a un insecto. Por supuesto que iba a hacer trampa, especialmente desde que teníamos una cuenta pendiente. Naasir la miró fijamente, entonces sonrió. —Entrenaremos cuando esté en Nueva York. Veinticinco minutos más tarde, se habían duchado y vestido para prepararse para el viaje a casa, y Elena aun no estaba muy segura de lo que había pasado. —¿Ahora le gusto? —preguntó, mientras comían un desayuno ligero en preparación para dirigirse por el viento. —A Naasir le gusta poca gente, pero creo que te encuentra interesante. —Hmm. —Mordió su tostada de miel—. No estoy segura si quiero ser encontrada “interesante” por una fiera criatura. Probablemente encuentra a otra carne fresca interesante, también. —¿Fiera criatura? —Deja de reír. —Frunciendo el ceño, le sirvió un vaso de jugo de naranja y lo empujó—. Lo siento por el mal genio cuando desperté. Tomó el jugo, el humor desapareciendo de los ojos de una tonalidad impresionante de un lago de la alta montaña. —¿Por qué hoy? —preguntó con suavidad—. Nunca has estado tan derrotada por los recuerdos de una pesadilla. —No lo sé. De verdad, no lo sé. —Simplemente había sentido como si la hubieran golpeado hasta ser una pulpa sanguinolenta, cada uno de sus logros borrado por el feo peso del horror—. Sólo —dejó escapar un suspiro—, me gustaría poder ser arreglada, entonces podría recordar a mis hermanas, mi madre, sin el dolor. Rafael no le ofreció banalidades, solo un sombrío pragmatismo. — Eres joven. Los recuerdos nunca desaparecerán, pero perderán su poder a causa del daño del tiempo. —Sin ánimos de ofender, pero no quiero estar gritando al despertar por los siguientes cien años. —El concepto inmortal de “tiempo”, aprendió, era muy diferente del mortal. —Eres demasiado obstinada por una posibilidad que vendrá de la existencia. —Llegando al otro lado, frotó su pulgar sobre la mejilla de ella—. Hay una razón de por qué las pesadillas son cada vez peores, y lo sabes. Sorprendida, frunció el ceño. —¿Qué razón? No es cerca el aniversario.

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—A veces, hbeebti, me sorprendes. —Dejando caer su mano, dijo una sola palabra—: Eve —y todas las piezas encajaron. Su media hermana, solo un poco mayor de lo que Elena fue cuando Slater Patalis destruyó su mundo, estaba apenas entrando en su poder como una cazadora. Como Elena lo fue ese fatídico año. — Vaya —susurró, sus dedos inmóviles sobre el mantel blanco—. ¿Cómo no vi eso? —Es demasiado cerrar una herida. —Quizás. —Tomando su jugo, terminó el vaso antes de hablar de nuevo—: Supongo que alguna parte de mi subconsciente está aterrado de que vaya a suceder de nuevo. —Sí, especialmente ya que ahora has formado un verdadero lazo con Eve. Donde antes, eran extrañas con la mitad de la misma sangre. — ¿Crees que Jeffrey esté asustado, también? —preguntó, pensando en las viciosas heridas que debe tener un hombre en el alma para aterrar a sus hijos primero, y luego a su mujer. —Su estado emocional es irrelevante. —El rostro de Rafael era brutal en su repudio—. Es gracias a él que no tuviste lo que necesitabas para sanar cuando niña. Sabía que tenía razón, pero era extraño, cómo ahora que por fin había empezado a mirar a Jeffrey a través de los ojos de un adulto y no de una niña, que le era mucho más difícil despreciarlo. —No sé si pueda perdonarlo alguna vez por lo que me hizo, pero no podría odiarlo si lo hace bien con Eve. —Excepto que estaba terriblemente asustada de que fuera una vana esperanza. *** Una media hora más tarde e iban de salida de la ciudad cuando quien no debía hacerles señas desde un tejado, sino Tasha. —Estoy tan contenta de haberte encontrado —dijo, su cabello recogido hacia atrás para mostrar la hoja que llevaba diagonal en la espalda—. Quería decir adiós. Intentando no amordazar los oh-tan-sinceros comentarios que venían a su manera en los siguientes minutos, Elena dijo—: Lo siento, pero no podemos quedarnos más tiempo, ya que parece que va a llover. —Puso su mejor ceño fruncido mientras inclinaba la cabeza para mirar las nubes. —Elena tiene razón —le dijo Rafael a Tasha—. No podemos arriesgarnos a un retraso. —Por supuesto. —Tasha fue todo elegancia y encanto cuando dijeron sus despedidas—. Espero que nos volvamos a ver.

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Eso fue muy malo de ti, Elena, dijo Rafael una vez que estuvieron en el aire. Sabes que la venida del sol pasará en solo un momento. También sé que Tasha Sra. McBragas Calientes se lamenta el no agarrarte cuando eras joven y soltero. Alterando su tono mental, dijo: Oh, Rafael, qué suerte haberte encontrado. Y me vestí como una guerrera con una espada y todo. Soltó un bufido. Suerte mi culo. ¿Sra. McBragas Calientes? Cállate. Estoy enojada. Especialmente después de ese truco que hiciste esta mañana. Entonces, sabes que soy más parcial a los cuchillos que a las espadas de todos modos. Burlarte de mí en estos momentos puede ser malo para tu salud. Para su sorpresa, él se quedó en silencio. No fue hasta que señaló el volcán a cierta distancia a su izquierda que entendió el por qué, su propia sangre pesada con turbulenta emoción. Más tarde ese mismo día, una joven mujer que no había hecho nada más que ir a dar un paseo por el bosque, sería enterrada descansando en el corazón de ese volcán. Tan pronto como se completaran los ritos, Amanat volvería a ser una vez más una ciudad cerrada, de acuerdo a lo que Rafael le dijo mientras se duchaban. Caliane acordó permanecer centinela contra la oscuridad de este lado del mundo, mientras ellos peleaban en el otro. Por mucho que Elena quería que toda su preparación fuera por nada, sabía que era una esperanza vacía. Los tambores de guerra sonaban más cerca a cada segundo. *** Volando a Manhattan después de que el jet aterrizó en un cercano aeródromo privado, Elena respiró profundamente el penetrante y frío aire de casa. Prometía nieve por un par de semanas sin ser así, pero estaba segura de que cambiaría muy pronto. —¿Sabes algo de Aodhan? —dijo, cuando Rafael llegó junto a ella. —No, la ciudad ha estado tranquila desde que… —se detuvo, sus ojos fijos en el Hudson. —¿Qué pasa? —Parecía como siempre lo hizo para ella, pero sabía que él tenía la visión penetrante de un ave de presa. —Mira. El agua empezó a chocar y espumarse incluso mientras hablaba. Arreglándoselas para flotar junto a Rafael cuando él se detuvo en la orilla del rio, Elena miró hacia la derecha… y fue entonces cuando lo vio, la ola de rojo. Rica y oscura, rodó por el rio en una extraña marea

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que hizo que los pelos se elevaran en su nuca, el olor acre del vívido hierro en el aire. —¿Eso es sangre? —Sólo hay una forma de averiguarlo. —Voló hasta el agua, flotando lo más bajo que pudo conseguir con su actual fuerza en las alas, hasta que sus dedos rozaron la mancha roja. Llevando los dedos a su nariz, él sacudió la humedad y se elevó a su lado. —Sangre —confirmó—. Pero está debilitándose. Mientras miraban, el agua se tornó rojo rosa, luego fue a rosa, a continuación a un rubor, hasta que llegó al marrón oscuro de un Hudson revuelto de nuevo, el olor inconfundible se había ido como si nunca hubiera existido. Fue ahí cuando la nieve empezó a caer, copos aireados que susurraban sobre sus alas y rostro para establecerse en la ciudad, una caricia de blancura para borrar la sangre. —Lo que acabamos de ver —se quedó mirando el agua—, debería haber sido imposible. —¿Acaso Jessamy no dijo algo sobre sangre cayendo de los cielos durante la Cascada? Este parecería caer en la misma escala. —Y los arcángeles no eran lo que deberían ser, y los cuerpos se pudrían en las calles y la sangre caía de los cielos mientras los imperios se quemaban. —Jesús, Rafael —dijo Elena, mientras las palabras de la historiadora resonaban en su mente—, esto de verdad está pasando. — Y no solo iba a ser una guerra—. Va a ser un evento que cambie la faz de nuestro mundo. —Su cerebro apenas podía comprender la magnitud de lo que se avecinaba. Los ojos de Rafael encontraron los suyos, la nieve continuando a la deriva de un cristalino cielo. —En las horas que pasé con Caliane, ella me contó más de la última Cascada. —Sombras de terrible oscuridad en el intenso e imposible azul de sus ojos. —Casi no quiero saber —susurró, todo mientras era consciente que esto era una verdad que no podía ser evitada. Su arcángel posicionó sus alas hacia la Torre, y ella hizo un barrido más amplio para seguir. —Eres consorte de un arcángel. Ya no tienes elección.

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26 Traducido por Marie.Ang Corregid por Niki

Aodhan se encontraba esperándolos en el balcón de la oficina de Rafael en la Torre. —Sire, he enviado personas a vigilar por cualquier signo de disturbios causados por el evento. El evento. Elena suponía que en realidad no había otra forma de describir un río tornarse sangre. —El pánico se ha ahogado antes de poder echar raíces. —Los ojos de Aodhan reflejaban astillas de Manhattan mientras miraba hacia el agua—. Sin embargo, miembros del público, sin duda capturaron imágenes en vivo del evento y la Torre necesitará emitir una explicación. —No. —El tono de Rafael fue autocrático, su rostro despojado de todo rastro de “humanidad”—. No hay que dar explicaciones. Solo di que es asunto de la Cátedra y si alguien insiste en obtener más información, diles que me contacten directamente. Cualquier persona lo suficientemente estúpida como para tomar esa oferta, pensó Elena, merecía que lo persiguieran. La mayoría de los mortales nunca se acercan a un arcángel por una razón, la diferencia de poder era tan vasta que creaba un abismo que no se podía cruzar de cualquier lado, excepto en la más extraordinaria de las circunstancias. Cuanto más tiempo pasaba en el mundo inmortal, más entendía que ese abismo era una red segura; cualquier otra cosa conduciría solo a la muerte de innumerables humanos. Aun así… —La gente estará asustada. —Tenía que hablar por los humanos y los vampiros comunes, porque Rafael simplemente no entendía ese tipo de impotencia. Nunca había sido débil, ni siquiera cuando niño—. Si no hacemos algo para reducir su miedo, la moral de la ciudad puede hundirse a niveles peligrosos, y ya es inestable después de la Caída. —Illium tiene la misma opinión —dijo Rafael, su piel brillando con un fino matiz de poder que nunca fue visto antes. Definía sus huesos incluso más bruscamente, sus ojos como violentas llamas eran difíciles de ver—. Él solicita tu ayuda en crear una distracción. Elena vaciló. Rafael, estás haciendo la cosa espeluznante de arcángel. La realmente espeluznante.

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Reasentando sus alas para hacer caso omiso de la nieve, él le tocó con los dedos su mandíbula cuando Aodhan desapareció en la Torre. El tacto hizo su piel hormiguear, su corazón golpear contra sus costillas, porque el poder de él era un pulso en su sangre. —Te has vuelto más fuerte —susurró, su alivio mezclado con preocupación, ya que si esto se trataba de buenas noticias, no le gustaba el repentino frío que lo alejaba de él. Este hombre, pensó, nunca se burlaría de ella en una pelea o la tomaría para bailar a través de los rascacielos. Era demasiado distante, demasiado inhumano. También era suyo y no lo entregaría a nada ni nadie. Levantando su propia mano en ese fiero voto, puso la palma contra su mejilla, el poder filtrándose en ella tan potente para robarle el aliento. —Rafael. —Es una tormenta dentro de mi piel. —Su voz hizo eco con los mismos susurros que escuchó en sus sueños compartidos. Su mente se estremeció, recordándole los gritos que escuchaba en la voz de Lijuan… pero esto, era diferente. Hizo que su piel se congelara en una forma que no tenía nada que ver con la nieve cayendo, sin embargo no existía ninguna repulsión instintiva, ni horror, ni sentido del mal. No, todo lo que sentía era poder, de un tipo que jamás había tocado, incluso después de entrar en contacto con la Cátedra. —¿La tormenta viene con el río de sangre? —Sí. La siento formarse como la marea a raudales, crecer más fuerte cuando mis dedos tocaban el agua. —Los susurros todavía ahí, la besó y sintió el hielo de su nuevo poder filtrarse en sus huesos, el frío amargamente doloroso. Pero se aferró, las manos extendidas en su pecho y su amor por él un fuego apasionado. —Ese temor que siento en ti, Elena —murmuró, los ojos de él en su boca antes de besarla de nuevo, la fría hoja de él chamuscando su carne—. ¿Crees que te causaré daño? —No. —Dura respiración desde las bandas de hielo que aplastaban su caja torácica, envolvió los brazos alrededor de su cuello y habló contra sus labios—: Estoy preocupada por ti. —No hay necesidad. —Sin ofender —dijo con una mueca—, ¡pero es difícil aceptar eso cuando tu piel está brillando y estoy a punto de convertirme en un maldito carámbano! Él se echó a reír, la briza jugando en su cabello y la nieve atrapada en sus pestañas. —Estoy digiriendo el poder, a falta de una mejor palabra. —Otro beso, este uno crudamente sexual—. ¿Eso es mejor, hbeebti? —Fue un susurro privado, su mano en el pecho de ella en el capullo creado por sus alas.

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Se estremeció, su pecho pareció hincharse para llenar su palma. —Una forma para calentar a una mujer. —El hielo de su nueva fuerza se mantuvo, pero podía sentir su polla contra su abdomen, notar a su Rafael bajo la piel llena de poder del arcángel—. Quiero llevarte a casa y encerrarnos en nuestro dormitorio hasta que ya no estés tan frío. Un apretón de su pecho, otro beso demandante antes de que él dejara caer la mano y plegara las alas. —Más tarde. Por ahora, tienes que ir y ayudar a Illium a calmar la población. Sin querer dejarlo cuando aún cuando no estaba del todo bien, pero consciente de que tenían que tener el humor de la ciudad bajo control, lo besó de nuevo antes de volar. Si tienes la repentina urgencia de levantar carne muerta, dijo desde el aire, hazme saber y así puedo venir a ayudarte a superarlo. Tienes mi promesa. Aún no segura de estar feliz por toda la situación del río de sangre/extraño influjo de poder, aterrizó en un techo no muy lejos del borde del río justo cuando la nieve dejó de caer, los rayos del sol refractando una ciudad cubierta en una fina y tan liviana como una pluma manta de blanco. La azotea tenía una línea de visión directa del río, y podía ver enjambres de personas en los muelles, gesticulando fervientemente mientras se reunían en torno a teléfonos con cámara que no tenía ninguna duda que capturaban la rareza. Plumas azules con brillantes filamentos plateados llenaron su visión un segundo más tarde, seguido por las alas de un ángel con ojos de oro abundante en sus travesuras. —Vamos, Ellie. —Le lanzó un guante de béisbol, su mano izquierda ya enguantada, una bola en su derecha—. Vamos a jugar a atrapar la pelota sobre el Hudson. Elena se le quedó mirando. —¿Ese es tu gran plan para manejar el miedo de la gente? —¿Has visto alguna vez a ángeles jugando a atrapar la pelota? — Una ceja levantada—. Exactamente. Imaginando qué demonios, lo siguió al río, donde se les unieron otros tres ángeles de la Torre, todos sonriendo y la saludaron antes de llamar a Illium para que dejara de retrasar y se preparase a que le patearan el culo. Illium espetó un insulto colorido… y luego jugaron a atrapar la pelota, estilo angelical. —¡Santo cielo! —Se zambulló y elevó mientras la pelota iba en cada dirección posible, los jugadores intentando golpear a los otros y/o evitando golpear el agua. Elena no era ni lejos tan rápida como Illium o los otros, pero se mantuvo en juego usando su cerebro para calcular ángulos, incluso haciendo un par de sorpresivas intercepciones que la pusieron en la mesa de puntos. Menos de dos minutos después de que empezaron, la gente en la orilla dejó de mirar el Hudson y empezaron a animar a su jugador favorito. Las facciones se formaron, un emprendedor grupo encontró

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una bufanda azul para saludar a Illium. La idea rápidamente tomó fuerza, y de pronto habían cinco bufandas diferentes para los cinco jugadores, un distintivo oro cazador para Elena. Tenía que ser alguien del Gremio ahí abajo, pensó con una sonrisa. Elena no fue la menos sorprendida cuando un helicóptero de los medios de comunicación apareció en el cielo, un camarógrafo unido a un arnés colgando del lado, aunque el equipo se quedó a una distancia respetuosa. Divertido cómo era hacer eso, ya que Illium dejó claro que en una pelea helicóptero versus ángel, el helicóptero saldría peor. Mucho peor. —¡Lo tengo! —Consiguiendo atrapar un lanzamiento que de otra manera hubiera golpeado el centro de la animadora multitud, ella lo lanzó alto y a la izquierda… donde fue atrapada por un ángel con ojos de un verde astillado y alas de helada luz de sol. Cuando disparó la pelota hacia Illium usando su mano izquierda, el ángel de alas azules cayó de cabeza de la fuerza del poderoso misil antes de levantar la mano con una sonrisa, la bola firmemente en sus manos. Elena y los otros tres jugadores intercambiaron miradas y silenciosamente se retiraron del juego, sus pechos agitados mientras tomaban asiento en el borde del techo más cercano, felices de ver a Aodhan e Illium mostrar sus extraordinarias habilidades en el aire. —¿Los haz visto hacer algo así antes? —dijo al ángel a su lado, un comandante de escuadrón mayor que nunca vió reír antes de hoy. —No hace dos siglos. —La solemnidad de su respuesta fue borrada por su rugido de aprobación cuando Aodhan recogió la bola cuando de verdad golpeó el agua y la disparó por encima de los hombros sin mirar, su cuerpo y alas convirtiéndolo en un diamante vivo bajo la penetrante luz del sol de invierno. Impresionante, pensó Elena, justo cuando su teléfono vibró con un mensaje entrante de Sara. Illium atrapó la pelota antes de que hubiera golpeado el techo de un auto cruzando un puente cercano, pero su cuerpo pareció estar a punto de colisionar con un autobús. Alguien gritó, pero el ángel de alas azules ejecutó un perfecto giro a través de las vigas del puente para lanzar un tiro que envió a Aodhan volando hacia atrás con la fuerza de él. Ramson está llevando apuestas sobre cuál de los dos “chicos bonitos” pierde la pelota primero. Elena sonrió y envió un mensaje de respuesta: Apuéstame como respaldo a Illium para ganar. Aodhan se porta demasiado bien para esperar los movimientos más astutos de Campanilla. Resultó que estaba equivocada. Aodhan parecía conocer los trucos de Illium al revés y al derecho. En el momento que terminó en un empate causado por el retiro de ambos jugadores a la Torre, la ciudad

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tenía una buena y verdadera impresión del hecho que había un nuevo y extraordinario ángel en medio de ellos. Las terribles noticias de un rojo sangre Hudson siendo relegadas a una noticia secundaria, la ciudad entera, diablos, el país entero, fascinado discutía sobre Aodhan y, por supuesto, del juego. Cada canal tenía un comentarista de béisbol para discutir la técnica de los ángeles, y la especulación era común sobre una posible revancha, con los periodistas con sede en Manhattan estúpidamente petulantes mientras decían—: Mire este espacio para más noticias sobre nuestros ángeles. —Diría que la estratagema de Illium fue un éxito —le dijo a Rafael más tarde esa noche, en la privacidad de la gran bañera en la suite de la Torre—. La aparición de Aodhan lo remató. —Nos sorprendió a todos. —Rafael ya no se veía como “otro” cuando lo fue después de que el río corriera rojo, pero de vez en cuando oía un toque de esos extraños susurros en su voz—. ¿Por qué estás sentada tan lejos? —preguntó él ahora, sus brazos extendidos a lo largo del borde de azulejos de la tina del tamaño de una pequeña piscina—. Te aseguro, no he sido vencido por la tentación de hacer a la muerte caminar. Flotando a través de él, apoyó las manos en sus muslos bajo la línea de agua. —El poder, ¿sigue? —Sin importarle si la asustaba, él necesitaba volverse más fuerte si iba a estar en contra de los otros. Una oscuridad en el azul cerúleo, sombras cambiando bajo el mar. —No. Me llenó a rebosar, pero se ha evaporado desde entonces. Volveré a mí mismo al amanecer. —Maldición. Él levantó una ceja. —Sí, bastante. Si tengo que esperar a otro evento extraordinario para degustar tal fuerza, es posible, como tú dices, que estemos jodidos. Especialmente, dado el otro factor. Con los ojos yendo a su sien derecha, dijo—: Muéstrame — Habiendo mantenido su silencio en Amanat por miedo a que sus enemigos escucharían lo que podría ser un signo de fatal debilidad. Rafael removió la máscara de glamour para revelar la mota, excepto que ya no era una mota. Se extendía en una fina línea sobre el hueso, siendo cerca de una pulgada. Y… —Rafael. —Su corazón tartamudeó, y tocó con el dedo su piel—. Se ha vuelto de un profundo, profundo rojo. El terror intentó exprimir el aliento de su pecho. Luchando contra ello, encontró su voz de nuevo. —No se ve inflamado o infectado, sin embargo, es más como tinta bajo tu piel. —Excepto que, a diferencia de su jefe de espías, Rafael no tenía un tatuaje facial—. ¿Sientes algo? —No hay debilidad, ninguna sensación de enfermedad. —Él pasó el dorso de su mano por su pecho, sus nudillos tocando su pezón—. No

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ha hecho ningún daño hasta el momento. —Ambas manos se deslizaron por su caja torácica hasta su cintura, la llevó sobre sus muslos, su erección frotando contra ella, el contundente acero haciendo que sus uñas se clavaran en los hombros de él. Calor fundido en su ombligo. —Dios, ¿cómo puedo estar lista para ti tan rápido? —Porque eres mía. —Con estas duras palabras de posesión, la levantó, entonces la bajó de forma que la cabeza de su polla empujaba en el resbaladizo calor de su entrada—. Fóllame, Elena. Incluso cuando lo tomó con un gemido de exquisito placer, parte de ella escarbando para pelear la creciente pasión, para pensar. Eso fue casi imposible cuando Rafael arrastró sus labios a los suyos, una mano en puño en su cabello, la otra amoldando su pecho en una caricia tanto audaz como posesiva, mientras su lengua empujaba profundo en su boca. No era la aspereza que tenía perturbado su cerebro. Rafael a menudo era rudo, y a ella le encantaba, amaba que no se contuviera, pero esto, hoy… Fue entonces cuando lo sintió, el “frío” en su beso, el hielo que penetraba su propia sangre por medio de su íntima unión física. Incluso en su demanda más sexual, Rafael siempre la hacía sentirse insoportablemente preciada. Esta noche, su tacto se sentía remoto, a falta de una mejor palabra, y cuando abrió los ojos, vio que él la miraba incluso mientras jugaba con su cuerpo. De ninguna maldita manera. Mordió con fuerza su labio inferior, y cuando sus manos se clavaron en su carne, sus alas empezando a brillar, ella lamió con su lengua la herida y pasó los labios hasta su garganta, apretándolo con sus músculos internos al mismo tiempo. El cuerpo de él se tensó, su polla latiendo en su interior. Oh sí, también sabía exactamente cuáles botones presionar. En el instante que sintió la mano de él empuñada en su cabello de nuevo preparada para tomar las riendas, agarró los tendones a lo largo de su cuello entre los dientes. Un gruñido, el brillo de sus alas intensificándose, pero la dejó al mando de su próximo beso, la lengua de Rafael a duelo con la suya mientras presionaba sus senos a su pecho, bien consciente de que él amaba la sensación de sus pezones excitados contra su carne. Flexionando las caderas, la instó a ir más rápido, más duro. Cuando se resistió, la inclinó hacia atrás sobre su brazo sin previo aviso y chupó uno de sus pezones con la boca, rodando la pequeña protuberancia tensa sobre su lengua como una suculenta baya. La puñalada de sensación fue directamente a su vientre. Tirándolo del cabello, intentó detener el erótico tormento, recuperar el control. El roce de dientes en su carne sensible.

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Se apretó alrededor del grosor de él y fue recompensada por una pródiga lamida, su boca soltando su pezón solamente para marcar el otro con el hirviente calor de su beso. Era casi imposible pensar ahora, pero necesitaba saber que este era su Rafael. Sujetando con fuerza su polla, lo sostuvo posesivamente cuando liberó su pezón al tirar hacia atrás la cabeza, su mandíbula una línea brutal. Peligroso hombre. Hermoso hombre. Su hombre. Aliviando su agarre sexual sobre él, usó los músculos internos para acariciarlo de nuevo cuando se inclinó para besar su garganta, una mano sobre su pecho, los dedos de la otra frotando el altamente sensible borde interno de su ala. Fue el punto clímax. Rafael agarró su mandíbula, atrayéndola por un beso que podría muy bien haber sido sexo, era tan salvaje, tan profundo, tan jodidamente caliente. Entonces no hubo más estrategia, no más luchar por las riendas, solo un apasionado compromiso que la tenía gritando silenciosamente mientras llegaba al orgasmo alrededor del acero caliente de su posesión, sus ojos fijos en esos de un azul desgarrador e inmaculado.

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27 Traducido por katyandrea Corregido por Key

Rafael acarició las alas secas de Elena, su compañero tenia envuelto el cuerpo en una toalla azul esponjosa, mientras permanecía de pie en el baño mirando fijamente a través del espejo. —Estuviste raro —dijo, conciso y al grano—. Al igual que en el momento en el que te encontrabas en estado Silente. A Rafael no le gustaba estar en estado Silente, ese estado de ser donde actuaba con crueldad impulsada por una fría razón inalterable por la emoción. En el pasado, y lo que él había decidido que sería su último período Silente, él, que vigiló las guarderias angelicales, amenazó a una pequeña en busca de su objetivo. —¿Te causé daño? —le preguntó, dejando caer la toalla para estrechar con la mano su nuca. —Por supuesto que no. —Un irritado ceño que para él era un beso—. Me hiciste mierda los sesos, pero hice lo mismo contigo, no me quejo. El temperamento de Elena la confirmación definitiva, la liberó. Mientras caminaba hacia el dormitorio y encontraba una bata, él siguió poniéndose un par de pantalones negros. No dormiría esta noche; había mucho que hacer, la razón por la que se encontraban en la Torre, y no en la casa, pero trabajaría desde el dormitorio hasta que ella hubiera pasado las primeras horas problemáticas del sueño. —Entro en estado Silente cuando sobrepaso un cierto nivel y tipo de poder —dijo—, pero esto se sentía como algo fuera de mí mismo. — Como si estuviera de pie en el océano más profundo, aislado del mundo. —¿Un asalto? —Curvados rizos casi blancos alrededor de su rostro donde las hebras se habían escapado del moño en la parte posterior de su cabeza, Elena cerró la corta distancia entre ellos. —¿Uno que me empapó con el poder? No. —Tenía la sensación de que fue algo mucho más peligroso—. Si es el surgimiento de mi poder, parece que tiene el potencial de cambiarme radicalmente. —Nunca va a suceder. —Un brillo obstinado en el ojo de su cazadora—. No voy a perder a mi hombre. —Lo sé. —Incluso en el extraño frío, había probado su furia, su pasión, la profundidad de su amor ardiente, y arrastró de nuevo en sus brazos, toda distancia borrada—. Ahora es el momento donde mi mujer se va a la cama. —Tenía círculos bajo los ojos por la seguillida de días

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llenos de tensión y sueño interrumpido—. Si no discutes, te enviaré en un sueño profundo con cuentos de sangre, muerte y la aniquilación de la última Cascada. —Bieenn. —Soltando las correas de la bata para revelar un cuerpo ágil y dorado, se acurrucó bajo las mantas. Él yacía de costado sobre las mismas mantas, tirando del nudo de su pelo para jugar con la seda salvaje del mismo. —¿Has oído hablar de la ciudad perdida de la Atlántida? —Por supuesto. —Sus ojos se abrieron, maravilla suave en el color gris plateado—. ¿Fue real? —Mi madre dice que la leyenda aparece de una ciudad de agua que existió milenios y milenios atrás, una ciudad de notable talento artístico creado por un arcángel que tenía habilidades como las que ahora creemos Astaad tiene, salvo que los poderes de este arcángel estaban en su apogeo en ese tiempo. La realización sombría robó la maravilla. —Fue destruido, ¿no es así? —Caliane está insegura si una parte de esta realmente yace debajo del océano, protegida por su arcángel, pero cayó víctima de las guerras de la última Cascada, al igual que muchas otras grandes civilizaciones. —Tales maravillas perdidas para siempre, Rafael. Cosas que eclipsan las creaciones de este mundo moderno, hasta que la jactancia de hoy es que los niños nunca han visto la verdadera gracia. Repitiendo el juicio de Caliane a Elena, le contó el resto, cómo las guerras envolvieron al mundo, empapando la tierra con sangre tanto mortal como inmortal. —En el momento en que llegaron a su fin, un siglo después de que comenzaron, la mitad del mundo se había ido y la civilización había retrocedido por milenios. Elena sacudió la cabeza, como si el conocimiento fuera demasiado terrible de soportar. —Esas Cascadas, no hay forma de saber cuántos han ido y venido, cuántas veces la civilización ha sido prácticamente borrada sólo para empezar de nuevo. —Sí. —Cambiando de posición, para que su cuerpo cubriera el de ella, con la mano en su cabello, le narró el preludio del brutal hecho final—. Caliane ha sobrevivido a más de una Cascada. —Eso, estaba seguro, nadie sabía—. Ella dice que no todas son iguales, y por ello los cambios aparecen en la Cátedra y por lo tanto en la Cascada, esta puede ser la más fuerte en todos sus eones de existencia. Terror sin ocultar, los brazos de su cazadora sosteniéndolo cerca. —Si la último Cascada terminó en la destrucción de la mitad del mundo… —Sí.

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*** Dado el cuento siniestro de Rafael, era un milagro que Elena durmiera profundamente como lo hacía. Cuando se despertó, sin embargo, a una calma inquietante que le decía que mas nieve había caído durante la noche, lo hizo con una necesidad ciega de escapar de la locura del mundo inmortal por un fragmento de tiempo. Sara tenía la mañana libre, tanto como una directora de Gremio jamás podría tener. Así que, Elena se encontró con su mejor amiga y Zoe en un pequeño restaurante del barrio para un desayuno tardío. El propietario y la mayoría de los asiduos conocían a Elena desde antes de su transformación, y, si bien pocas personas tomaban fotos, a nadie las molestaba. Una hora y media más tarde, se encontraban en Central Park, viendo a una Zoe riendo tratando de atrapar a las palomas. Incluso con un pequeño traje de oso polar para la nieve de color naranja, la pequeña niña se sentaba en la nieve de vez en cuando para descansar, y luego iba otra vez tras los pájaros. La respiración de Elena se congelaba en el aire mientras se reía con deleite ante las payasadas de Zoe, la temperatura congelaba lo suficiente por lo que Elena también iba vestida para el clima, llevaba una camiseta de mangas largas debajo de su traje de cuero negro de caza. Su cuerpo inmortal podría ser más resistente que uno mortal, pero estaba claro que era demasiado joven para hacer caso omiso de este tipo de frío, especialmente en vuelo, donde tuvo que hacer frente a la sensación térmica también. —¿Cómo está Vivek? —dijo Sara, después de enviar a Deacon una foto de Zoe sentada en la nieve. —Aodhan está supervisando su transformación. —Elena se había asegurado de que Vivek estuviera en manos en las que confiaba—. No lo he ido a visitar, él me pidió que no fuera. No creo que quiera que ninguno de nosotros lo vea mientras está vulnerable. —Podría haber estado paralizado, pero Vivek nunca había sido impotente, por cuanto Elena lo conocía—. Sabes cuánto a le gusta estar en control. —Lo entiendo, pero es todavía un idiota orgulloso —dijo Sara, su tono profundamente afectuoso. —Keir está monitoreando personalmente su progreso. —Sara conoció al curandero durante su visita al Refugio, sabía del profundo respeto con el que se mantenía en el mundo inmortal—. Ha pasado mucho tiempo desde la Conversión de un mortal con lesiones a largo plazo tan significativo. —¡Mami! —Zoe corrió de nuevo a ellas con esa forma salvaje que parecía que estaba a punto de caerse—. ¡Beshos! Agachándose para acurrucar a su niña en los brazos, Sara apretujó su adorable cara solicitando besos. Las dos se veían tan

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preciosas juntas que Elena tomó una foto con su propio teléfono, el abrigo morado oscuro de Sara vibrante contra el traje naranja de Zoe, la cara arrugada en sonrisas idénticas. Zoe se rió cuando Sara fingió hacerle cosquillas, luego dio a su mamá un sonoro beso en la mejilla antes de elevar sus brazos a Elena, ojos oscuros brillantes. —¡Ia Ellie! Riendo, “Ia” Ellie levantó a Zoe en sus brazos y, tras echar un abrazo, la lanzó al aire, atrapándola con un firme control sobre el vuelo. Zoe chilló felizmente, la capucha caíada para revelar magníficos rizos de color negro atados en dos perfectas coletas. —¡Zoe vuela, Ia Ellie! —Sí —dijo, totalmente obsesionada con el bebé de Sara—. Estás volando, Zoe. Cinco vuelos después, la niña fue seducida por la visión de una pluma angelical a la deriva en la nieve de un escuadrón que pasó y salió corriendo para engancharla a su colección. —Te juro —murmuró Sara—, tengo un ataque al corazón cada vez que tú y Deacon deciden tratar a mi pequeña, pequeña bebé como si fuera una maldita pelota de baloncesto. Elena sonrió. —Ella es tu pequeña… tú eres la que saltó de un edificio en persecución de un vampiro. —Dejando a en su monólogo mientras miraba por el callejón, esperando ver el cuerpo destrozado de su amiga—. Y lo pillaste, también. —Sara había calculado su salto para llevarla a un contenedor lleno de residuos de alimentos. Repugnante, pero seguro. Ahora, su mejor amiga le apuntó con un dedo. —No cuentes historias como esa al alcance del oído de Zoe. —Ríndete, Mamá Osa. Ella tiene a un ex-Asesino por padre y a una Directora de Gremio patea-culos por madre, además de una cazadora nata totalmente impresionante por tía. —Acariciando el hombro de Sara, dijo—: Los niños nunca van a estar satisfechos de estar en casa haciendo rompecabezas. —Deacon le hizo una ballesta miniatura —La mirada en el rostro de Sara era una extraña mezcla entre horrorizada y orgullosa cuando añadió—: Zoe es un tirador de primera ya. Gracias a Dios sus "pernos" tienen cabezas de esponja o todos habríamos muerto varias veces. —Sabes que vas a tener a todos los cazadores del Gremio, y si por mí fuera, a todos los ángeles y vampiros en la Torre, vigilándola. Sara se iluminó. —Esta eso… pienso que probablemente la llevarána revelarse. Tenemos que afinar nuestros astutos planes para aislarla de peligro. El tema de sus maquinaciones corrió directo de vuelta, sin aliento por la emoción. En su pequeño puño estaba una pluma de color marrón oscuro con bordes de color negro. —Ángel —dijo la niña, pasando su dedo suavemente sobre los filamentos que tomó con cuidado de no aplastarlos.

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—Bien hecho, cariño —dijo Sara, agachándose de nuevo—. ¿Quieres que la mantenga segura por ti? Sara no volvió a hablar hasta que Zoe hubo regresado a su juego, y cuando lo hizo, las palabras fueron cargadas con preocupación, su rostro solemne. —Vivek nos va a necesitar después de que se despierte. No puedo soportar la idea de que podría tener que mantener las distancias. Tampoco Elena. —Tengo una idea sobre cómo podemos asegurarnos de que tenga ese apoyo sin que él viole su juramento a Rafael y la Torre. Dos horas más tarde, rastreó a Aodhan a la cima de una de las torres masivas del puente George Washington, con las piernas colgando por el lado, sentado encima de la estructura metálica, y sus ojos sobre el tráfico de abajo. Habría sido una distracción peligrosa si hubiera sido un día soleado, pero el cielo nublado evitaba que la luz del sol se refractase encima, los conductores inconscientes de que eran observados. Pensó en cómo aterrizar de forma segura en la superficie relativamente estrecha, y lo consiguió en su segundo intento. —No está mal. —Sonriendo, no llevó la atención al hecho de que la mano de Aodhan salió disparada para agarrarla cuando parecía que podría resbalar y caer. El pensamiento automático fue sin duda, una señal de que el desagrado del ángel por el contacto no estaba tan profundamente arraigado como para superar su instinto de proteger. —Tu balance es excelente —dijo Aodhan, con una expresión pensativa—, pero necesitas fortalecer los músculos que se usan para mantener un vuelo estacionario bajo. —¿Algún ejercicio específico? —preguntó, feliz de aprender cualquier cosa que la haría más eficiente en el aire. —Sí. —La atención de regreso al tráfico pasando, añadió—: Puedo enseñarte. Curiosa por saber lo que le había cautivado, se sentó a su lado, con cuidado de asegurar que sus alas no se rozaran. —¿Buscas a alguien? Un movimiento de cabeza. —Me encuentro fascinado por el hecho de que a pesar de que el río estaba lleno de sangre hace menos de un día, parece ser lo de siempre para aquellos que llaman a esta tierra su hogar. Elena se echó a reír. —Los neoyorquinos son una raza resistente, Aodhan. —Buscando detrás, apretó su cola de caballo—. Patéanos y podríamos ir hacia abajo, pero volveremos con furia en nuestros ojos y coraje en nuestras almas. —Le encantaba la fuerza sanguinaria de su ciudad—. Ningún extraño jamás nos verá llorar. Los ojos de cristal roto se encontraron con ella, su rostro reflejado en asombrosamente hermosas astillas. —No me he olvidado de nuestra

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conversación sobre miedo y soledad —dijo, antes de cambiar su mirada hacia Manhattan—. Tú y esta ciudad me enseñan mucho en cuanto a resurgir del dolor y el miedo. Tienes razón, he lamido mis heridas lo suficiente. Aturdida por la franqueza con la que se refirió a sus cicatrices emocionales, se fue con su tripa. —Todos tenemos tiempo permitido para acurrucarse y recuperarse de la conmoción o daño. Pero si se prolonga demasiado tiempo, comienza a carcomer en ti. —Elena lo sabía por experiencia, su dolor enojado cuando se trataba de que Jeffrey hubiera dejado en ella cicatrices indelebles—. Es mejor enfrentar el dolor, neutralizar el ácido de los recuerdos. —¿Y si eso no funciona? ¿Si me caigo de nuevo? —Lo harás —dijo, porque la verdad era mucho mejor arma contra la oscuridad que cualquier falsa esperanza—. Una y otra vez. A veces, se volverá tan brutal que acurrucarse y esconderse de nuevo parecerá la mejor opción. —Pensó en la manera en que quizo hacer oídos sordos ante la consecuencia de la pesadilla en Amanat, del cuchillo estimulante, de la lucha a sangre caliente que sigió—. No te rindas, Aodhan, porque no te puedes imaginar la gloria que espera en el otro lado. Lucha por verlo; lucha para poseerlo. Sus palabras de respuesta contenían un matiz de alegría que penetraba el corazón y que nunca antes había escuchado de él. —Valió la pena el riesgo de jugar un juego con mi amigo de nuevo —dijo, los hilos diamantados de su pelo le rozaron el pómulo con el viento suave— . Hasta que lance esa pelota a Illium sobre el río, no entendía que no me había sentido con vida durante más de doscientos años. Un agradable silencio cayó entre ellos durante los próximos minutos, hasta que Aodhan dijo—: ¿Me buscabas con un propósito? —Sí. Quería preguntarte algo. —Sus ojos en su perfil, su piel, alabastro amorosamente acariciado con oro fino, impecable—. ¿Vivek te pertenece? ¿Puesto que tú lo Convertiste? Sacudiendo la cabeza, dijo—: Todos los vampiros pertenecen al arcángel del territorio donde se crea el vampiro. Los supervisores son elegidos de entre los ángeles de alto rango. Maldita sea. —¿Así que soy demasiado joven para supervisar un vampiro? —En circunstancias normales, sí, un nuevo vampiro Convertido puede ser a veces violento, difícil de controlar, y tú eres débil en términos angelicales. Vivek Kapur, sin embargo —dijo, dejando en claro que entendía por qué estaban teniendo esta discusión—, no estará con su fuerza física completa durante algún tiempo y tú tienes recursos de Rafael a tus órdenes. —¿Así que es factible?

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—Ya está hecho. —Le sostuvo la mirada—. Entiendes que serás responsable de los cien años que estará Contratado para servir, y que el servicio debe ser completado. —Lo sé. Será resentido de lo contrario. —En lo que Elena sabía, la esposa de Dmitri, Honor, era la única excepción a la regla del Contrato en el territorio de Rafael, y era una excepción que ni un solo inmortal preguntaría. Dmitri era, después de todo, el segundo leal de Rafael durante mil años y contando, habiendo derramado su propia sangre en innumerables ocasiones en defensa de su arcángel. —¿Cuáles son tus planes para el término de su Contrato? — preguntó Aodhan. —Estará con las comunicaciones de la Torre como se ha discutido, pero tan pronto como recupere el uso de sus miembros, tengo la intención de ponerlo en el entrenamiento en la Academia del Gremio. —Fue lo que Vivek había decidido en el momento que se discutieron las cosas antes de su Conversión, un hombre no tiene por qué ser físicamente fuerte para convertirse en un disparo letal. Vivek planeaba practicar sus habilidades de tiro mientras se construían sus músculos—. Mientras tanto, va a asistir a clases intensivas en la Academia para ponerse al tanto sobre las áreas de conocimiento práctico que no necesitaba en su posición anterior. —Eso no será suficiente —dijo Aodhan, al momento que vislumbró las alas de un distintivo azul plateado dirigirse hacia ellos—. Él debe ser visto estando a tu servicio. —El entrenamiento lo dejará listo para un puesto en mi Guardia. —Eso no era algo que hubiera conocido antes para ofrecerle a Vivek, pero parecía la solución perfecta. Sin embargo, Elena no tenía ninguna intención de forzar la decisión sobre su compañero cazador; ya se habían tomado demasiadas decisiones por Vivek—. Confío en él hasta el hueso y ya ha salvado vida más veces de las que puedo contar. —Bien —dijo Aodhan lentamente—. Una vez que tu intención sea conocida, será supuesto que fue Convertido para servir en tu Guardia, lo que explica el extraordinario esfuerzo realizado en su nombre. Illium llegó antes de que pudiera responder, aterrizando para tomar asiento junto a Aodhan. —¿Por qué estamos sentados en un puente presentando fotos de postal a los turistas en ese barco? — preguntó, saludando a dichos turistas, que saltaron arriba y abajo, sus chillidos arrastrados por los vientos. —Nadie nos notó hasta que hiciste deliberadamente sobrevuelo a baja altura sobre el mismo barco —señaló Aodhan.

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—Saluda a los agradables turistas, Chispita. Te prometo que no causan la peste ni tormentas de fuego. Elena se mordió el interior de su mejilla ante la mirada de Aodhan, nunca había visto a nadie agrietar su caparazón reservado. — Chispita y Campanilla, lindo.

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—Nunca —dijo Aodhan, manos obstinadamente en la viga—, jamás repitas eso. Illium parece haber olvidado que prometí separarle la lengua de la boca en caso de que lo pronunciara de nuevo en su vida inmortal. —Tienes que atraparme primero —se burló Illium… y cayó hacia atrás sobre el borde de la torre del puente. —¡Illium! —gritó Elena mientras caía hacia el tráfico pesado, con las alas enredadas. —Está jugando una broma —dijo Aodhan con calma—. Solía hacer eso a su madre todo el tiempo, hasta que un día, ella se lo hizo a él. No creo que jamás haya visto a Illium tan castigado y blanco. —No, Aodhan, está cayendo demasiado rápido. —Con el corazón en la garganta, Elena se retorció en la preparación desesperada a despegar, tratar de ayudar… excepto que era demasiado tarde: Illium estaba a punto de ser aplastado entre dos camiones—. ¡No! Alas de azul plata se abrieron a cabo a una velocidad increíble, mostrando una agilidad asombrosa. —Ellie —Una risa burlona cuando voló de vuelta arriba—, te ves como si hubieras visto un fantasma. —No voy a hablar contigo. —Sin aliento a causa del susto, habló con Aodhan en su lugar—. Voy a decirle al Colibrí que ha estado haciendo de las suyas. Los labios de Aodhan se levantaron en lo más mínimo, una leve sonrisa. —¡Oye! ¡Espera! —Illium intentó entrar en su línea de visión—. No le digas a mamá. Te prometo que… El teléfono de Elena sonó justo en el medio de la súplica de clemencia de Illium. —Sara, yo… —empezó a decir, con ganas de compartir las buenas nuevas de Vivek. Su mejor amiga interrumpió con tono marcado. —Ashwini vio un vampiro enfermo en la terminal de contenedores de Port Jersey. Cree que puede acorralarlo, pero necesitará a la Torre para tomarlo por sus manos. La sangre de Elena se convirtió en hielo. —Estamos en camino.

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28 Traducido por *~ Vero ~* Corregido por LIZZY’

Ashwini sangraba mucho de los cortes en sus brazos y los rasguños en su cara cuando Elena llegó con Aodhan e Illium. —El vampiro enfermo no me tocó —dijo, antes de que Elena pudiera preguntar—. Los cortes son de antes, la recuperación que he inmovilizado en el coche. El macho idiota tenía uñas como putos cuchillos y fui tan estúpida como para acercarme demasiado. —Señaló con la cabeza a la fila de contenedores de transporte—. Su vampiro está ahí. Me las arreglé para arrearlo en un callejón sin salida. Elena entró con Illium y Aodhan, mientras que Ash cuidaba sus espaldas, en caso de que hubiera más de un solo vampiro infectado en el área. —No lo toquen —le dijo a los otros cuando vieron al vampiro, que estaba de hecho móvil—. Una cosa es creer que no podemos ser infectados, otra es saber. El vampiro los había visto, también, y trataba de correr a través del ancho espacio, con los dedos en una posición de garra rígida y los ojos rojos. Las pústulas en su cara habían estallado, las de sus brazos infectado. —¡Alto! —le grito. No hubo respuesta, el vampiro continuaba cerrando la distancia entre ellos. Tomando su ballesta ligera de donde la tenía atado a su muslo, apuntó a la pierna izquierda del vampiro. Él ni siquiera dudó, no dejándole más remedio que disparar. El disparo fue limpio, el vampiro cayendo con un grito agudo que sonaba mal. Su intestino se revolvió ante la agonía, aunque sabía que la herida sanaría en cuestión de horas. —Keir dijo que una víctima viva podría ayudarle a comprender mejor la enfermedad. —Armaré un equipo de recuperación en trajes de riesgo biológico adecuados, luego contactaré al sanador. —Aodhan soltó en un susurro. El vampiro seguía gritando como si atizadores calientes estuvieran siendo metidos en su carne. —Esto no está bien.—El hecho de que su sufrimiento pudiera ayudar a salvar las vidas de los demás no lo hacía parecer menos como una tortura. Y esa era una línea que ella nunca debería cruzar. —Tenemos que acabar…

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—No. —Illium recuperó su espada, Relámpago, de la funda en su espalda—. Él no sufre tanto. El lugar de la lesión significa que el dolor existe, pero es sólo un pulso sin brillo una vez que se incrusta el perno. —Avanzando, puso la punta de su espada en el pecho del vampiro mientras se paraba fuera del alcance de las uñas ensangrentadas y levantadas de la criatura—. Quieto. El vampiro se congeló. Con la ballesta levantada para cubrir a Illium, Elena se acercó lo suficiente para mirar la cara del vampiro, y lo que vio hizo caer una lluvia de piedad en sus venas. —Quieres morir. —Aquellos ojos sangrientos sostenían un atisbo de conciencia verdadera, la suficiente que este vampiro entendía lo que le pasaba a pesar de que no podía detenerlo. —No puedo matar —dijo el vampiro, una lágrima rodando por su rostro, el líquido rojo. —No puedo matar. ¿No puedo matar? —¿Has intentado suicidarte? —preguntó, pero él se había ido, la locura febril arrastrándose sobre sus ojos para dejarlo arañando pedazos de su propio rostro. —No puedo ver esto. —No queriendo acabar con la vida del vampiro cuando Keir podría ser capaz de ayudarle, tomó un arma y le dio la vuelta, con la intención de noquearlo con un golpe en la cabeza. —Espera. —Illium miró al vampiro, con los ojos ardiendo en verdadero oro... y el macho enfermo dejó de retorcerse, sus manos cayendo a los lados y la paz absoluta en su expresión mientras sus pestañas se cerraban. Elena miró Illium con nuevos ojos. Él era, se dio cuenta, no sólo poderoso. Se estaba convirtiendo en una potencia. —¿Por qué me miras de esa manera, Ellie? —Deslizando lejos su espada, oscuridad en el oro—. Tienes miedo. —No de ti. Me acabo de dar cuenta que un día podrías dejar a los Siete. —Nadie tan poderoso, como sospechaba que Illium se convertiría, querría estar en servicio a otro, si es que eso era una opción—. No te puedo imaginar no siendo parte de esta ciudad, de mi vida. —Eso no va a suceder en el corto plazo. —Una sonrisa deslumbrante que borró las sombras, sus alas extendiéndose para rozar sus propias antes de que las replegara de nuevo—. Olvídate de la guerra que se avecina, la Torre caería sin mí. —Tan modesto. —La sonrisa se desvaneció cuando sus ojos se posaron en el vampiro, que dormía de manera tan pacífica y que sabía que probablemente nunca despertaría, aunque esperaba que Keir pudiera salvarlo—. ¿Qué dice sobre el arcángel detrás de esto, que tiene la capacidad de crear la enfermedad? —Sabes la respuesta a eso.

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Sí, por desgracia, lo sabía. Poder corrupto, y muchas veces la corrupción era absoluta y fea. Echando un vistazo al ángel, bello y talentoso, quien se agachó para examinar más de cerca a la víctima, sus alas una alfombra de exquisito azul y plateado sobre el hormigón, esperaba que cuando llegara el momento, cuando su poder madurara a su total capacidad, tuviera alguien con quien actuar como su ancla, como Rafael y ella lo eran el uno para el otro. No podía soportar la idea de Illium dañado. No Illium. *** El vampiro murió doce horas más tarde, sin haber despertado de su sueño. —Fue una bendición —dijo Keir, antes de abandonar la ciudad, el sanador había llegado a tiempo para examinar a la víctima mientras vivía—. La enfermedad se había comido sus órganos internos, lo que habría causado un dolor insoportable si hubiera estado consciente. Las pruebas de Keir también demostraron que el macho tenía una anomalía genética que lo hizo menos susceptibles al virus, no obstante, y como lo vieron, no inmune. En cuanto a la forma en que fue infectado, era desconocida. Sin embargo, curiosamente, él acaba de regresar al país después de un viaje de negocios a China. —Si nos equivocamos y es Lijuan—dijo Rafael a Illium mientras volaban de vuelta después de escoltar a Keir al avión—, entonces ella está ganando fuerza a un ritmo mucho más allá de la de cualquier otro en la Cátedra—. Bien podría hacerla invencible. Illium mantuvo su posición, ala con ala. —Es posible que ella simplemente podría haber facilitado la infección, ofreciendo un paso seguro a través de sus tierras a su cómplice. —No es un gran escenario, la muerte y la enfermedad actuando en concierto, pero mejor que Lijuan siendo la única titular de tan crueles “regalos”. Nieve comenzó a caer de nuevo a su alrededor, el mundo debajo espolvoreado en la inocencia y la paz, pero la ilusión no duró mucho. Temprano al día siguiente, un avión con destino a Nueva York, su punto de origen de Shanghai, realizó un aterrizaje de emergencia médica en San Francisco, el piloto humano enviando una solicitud de asistencia a la Torre a través del control de tráfico aéreo. A favor del piloto mortal, se negó a permitir que cualquier otra persona subiera en el avión, hasta la llegada del equipo de la Torre, sus acciones conteniendo la enfermedad dentro del vientre de acero de la aeronave. Todos los diecisiete vampiros a bordo resultaron estar enfermos, sus cuerpos grotescamente retorcidos, llagas en sus caras.

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Los seres humanos fueron mantenidos aislados durante cuarenta y ocho horas, liberados después de un control minucioso que no mostró signos de infección, mientras que los vampiros entraron en estricta cuarentena médica. Cinco días más tarde, empezaron a recuperarse, y de acuerdo con Keir, ahora todos tenían una inmunidad a la enfermedad. Fue la primera buena noticia que habían tenido. —Nuestro enemigo se impacientó y se extralimitó —dijo Rafael a Elena por la mañana, los dos yendo a través de diferentes rutinas de artes marciales en el césped del Enclave—. Keir ahora cree que puede tener la capacidad de crear una vacuna, a pesar de que va a tomar un tiempo considerable. —Esa es una buena noticia, al menos. —Elena terminó su kata y tomó una pequeña toalla para secarse el sudor del rostro, el sol brillaba esta mañana, aunque la nieve no se había derretido—. ¿Qué pasa con los viajes vampíricos? —Altamente restringidos. —La expresión de Rafael era la del arcángel que era, frío y decidido—. Las noticias han comenzado a propagarse de la enfermedad y la mayoría de los vampiros están voluntariamente restringiéndose a sí mismos. Cualquiera que intente desafiar la orden será tratado. —Bien. —Sabía que tenía que frustrar a los vampiros que necesitan viajar por negocios o por otros compromisos profesionales, pero no sólo sus vidas estaban en juego—. Si ese piloto vampiro no hubiera sido atropellado por un coche y reemplazado una hora antes del despegue, esto podría haber sido un desastre mucho mayor.—Yendo a pararse en frente de su arcángel mientras él terminaba sus propios ejercicios, puso las manos en el calor de su piel, su torso desnudo. —En cualquier otro momento —dijo Rafael, ojos furiosos—, hubiera lanzado un ataque preventivo para detener nuevos ataques furtivos, pero con mis fuerzas diezmadas, la única opción es intensificar nuestra posición defensiva. Simplemente no tenemos suficiente gente para proteger la ciudad y lanzar un ataque a la vez. Envolviendo los brazos alrededor de él, Elena se inclinó sobre su cuerpo, el calor de su furia mucho más agradable para ella que el extraño frío después de que el río se llenó de sangre. —Voy a ver a los ángeles heridos después del desayuno. —Se aferró con más fuerza—. Estando cerca de ti y los Siete, había empezado a tener una idea distorsionada de lo rápido que los ángeles sanaban, y no entendía lo mal que los efectos secundarios de ese fármaco podían ser. —A los hombres y las mujeres en la enfermería le estaban creciendo de nuevo sus extremidades arrancadas y órganos devastados por un centímetro literal a la vez, su dolor tan insoportable, que llevó a muchos a las lágrimas. Sus propios ojos ardían mientras dijo—: Izak sollozaba cuando llegué ayer, y estaba tan avergonzado de que lo hubiera visto de esa manera. —Un nudo en su garganta que tuvo que tragar varias veces

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para hablar—. Le dije que no hay vergüenza en reconocer el dolor, que he llorado cuando me han herido y no he sido menos fuerte por ello, pero no sé si me creyó. Rafael pasó la mano por su pelo. —Es un chico joven de espíritu aún y te adora. —Un beso en su sien—. Habla con él sobre lo que tendrá que hacer para prepararse para estar en tu Guardia. Va a darle la tranquilidad que necesita. —¿Debería decirle que está a punto de ser lanzado en el entrenamiento con Dmitri e Illium? Lo puede asustar. —Izak era un bebé en comparación con los hombres letales en los Siete. —Puede sentir miedo, pero si mi juicio de él es correcto, también le va a dar el impulso para luchar por la agonía que vendrá para poder demostrar su proclamación de la posición. La predicción de Rafael resultó ser certera. Izak se puso blanco cuando le dijo exactamente en cuán duro tendría que convertirse ahora que él era parte de su Guardia... luego tomó una respiración profunda y le dirigió una mirada inesperadamente solemne, adulta. —Gracias. Pensé que tal vez sólo habías accedido a ofrecerme el cargo porque sentiste pena por mí. —Estoy ahorrando la pena para cuando Galen llegue a hacerse cargo de tu formación. Él hizo una mueca. —Tenía la esperanza de que permanecía en él Refugio. —Así es, y serás enviado allí. —Se obligó a no mirar el rojo crudo de sus heridas, le dio un beso en la frente—. Estoy segura de que no te golpeará hasta dejarte lleno de contusiones todos los días. —Ellie, no sabía que fueras tan malvada. Dejándolo con una mueca en su rostro y una sonrisa en sus ojos, visitó a los otros, todos los cuales empezaba a conocer de manera personal. Era difícil, ver tanto dolor causado a las personas que ahora le pertenecían, pero si podían soportar el dolor insondable, ella podía soportar estar con ellos a través del viaje. Cuando terminó de hablar con el último ángel consciente, tuvo una visita informal con un escuadrón activo, después comprobó si su hermana, Beth, había cancelado su cita. No. Respirando hondo y consciente de que no existían más excusas, salió de la Torre para volar a un almacén en Brooklyn. No había estado allí en las últimas semanas, no dado a todo lo que sucedía en la ciudad... No, eso no tenía nada que ver con eso, la verdad era que estuvo evitándolo incluso antes de la Caída. Mientras aterrizaba, no entendía la razón de su resistencia cuando fue tan dolorosamente feliz de descubrir que Jeffrey no había tirado las pertenencias de su madre después de todo. Ni siquiera sabía por qué seguía manteniendo todo en el almacén cuando había mucho

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espacio en la casa para ello. Ni siquiera había tomado la preciosa colcha que su madre cosió a mano. —¿Ellie? —Fue un sonido tembloroso. Girando, Elena vio una dulce curva rubia con ojos de color turquesa translúcido, su cuerpo cubierto con un coqueto vestido rosa cereza con cinturón a la cintura. Ella había emparejado el abrigo acampanado con botas negras de caña alta que hacían juego con la boina alegre en su cabello suelto, todo el conjunto rematado con una magnífica rosa hecha a mano clavada en la parte superior izquierda de su abrigo. A su hermana pequeña siempre le gustó vestirse bien, incluso cuando eran niñas. Belle a menudo la había tratado como a una muñeca viviente, para gran deleite de Beth, adornándola con collares y encaje mientras montaban un desfile de modas para el resto de la familia. —¿Me llamas Ellie, ahora? —bromeó con una sonrisa, esos recuerdos no contaminados por la sangre y la muerte—. No dejes que te atrape Jeffrey. Es Elieanora. Bet le sacó la lengua, pero el momento fue fugaz, su rostro cayendo mientras miraba hacia la puerta del almacén. —¿Las cosas de mamá están realmente ahí? —Sí. —Jeffrey le tranfirió todo a Elena. Beth había sido tan joven cuando Marguerite murió que Elena no culpó a su padre por la decisión, las cosas tendrían poco sentido para Beth. Pero Elena conocía las historias unidas a cada atesorada cosa y esas historias también eran parte del legado de Beth. —Oye —dijo, ahuecando la cara mojada de su hermana—. No tienes que hacer esto, Bethie, no si te pone muy triste. —Quiero hacerlo. —Lágrimas calientes corriendo sobre las manos de Elena—. Quiero recordar… a-así puedo decirle al bebé. Elena se quedó inmóvil durante unos segundos. —¿Harrison? — consiguió decir por fin. Un asentimiento vergonzoso. —Sé que lo eché y lo dije en serio, también, pero lo amo, Ellie. —Las lágrimas seguían llegando—. A pesar de que no esperó a que yo también sea aceptada, antes de ser Convertido, todavía lo amo. —Tragó, retorciendo sus manos—. Creo que está arrepentido de lo que hizo, ahora que entiende que tendrá que enterrarme un día, enterrar a nuestro bebé, también. A Elena no le gustaba Harrison porque, sin importar su amor por Beth, había demostrablemente querido más la inmortalidad. No esperó a que se completaran las pruebas de Beth, las pruebas que mostraron que su hermana no era una candidata viable; Beth moriría horriblemente si intentaba convertirse en un vampiro. Elena deseaba poder alterar eso, pero no podía. Era un hecho biológico escrito en piedra. Como parece ser que Harrison empezaba a comprender.

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Aun así, Elena admitía de mala gana, no era un imbécil total, siempre había tratado a Beth como una princesa, incluso después de que ella pidió una separación. Elena casi podía creer que realmente lo sentía ahora que las consecuencias de su egoísmo comenzaban a aparecer. —¿Estás enojada? Llevando a Beth a sus brazos ante esa pregunta temblorosa, Elena besó la coronilla de su pequeña hermana, porque Beth siempre sería eso para ella, la relación de Elena con Eve independiente de la que tenía con la hermana que se tambaleó tras ella como un bebé. —No, no estoy enojada, cariño. —La apretó con fuerza, Beth metiendo su cabeza en el pecho de Elena como hacía desde la infancia—. Estoy feliz por ti. La sonrisa temblorosa de Beth era tan dulce como su corazón cuando ella se echó hacia atrás. —Voy a amar a este bebé tanto, Ellie. Nadie va a herir los sentimientos de mi hijo. En ese instante, Elena supo que Beth había sido mucho más sensible a las tensiones en la Casa Grande de lo que nunca se dió cuenta. —Vamos. —Con el corazón doliéndole, tomó la mano de su hermana y abrió el espacio de almacenamiento. Una vez dentro, cerraron la puerta, el cuarto con temperatura controlada se iluminó por una fría bombilla blanca, y comenzaron a pasar por las cajas. —Este era tuyo. —Riendo, Elena pasó a Beth un camión de bomberos maltratado—. Querías ser bombero cuando eras pequeña. —¿Yo? —Sacudiéndose de risa, Beth pasó los dedos por el juguete de madera—. ¿Puedo quedarme con él? ¿Para el bebé? —Todo aquí nos pertenece a las dos, Bethie. —Tocó a su hermana suavemente en la mejilla, incapaz de creer que el bebé de la familia iba a tener un bebé propio. —No tienes que preguntar. Pasaron más de dos horas en la habitación y no fue hasta el final que Elena sacó la colcha que su madre le había dado en su quinto cumpleaños. Sentada en una de las cajas, trató de respirar más allá de la tristeza en su corazón mientras pasaba las manos sobre el bonito y estampado algodón. —Mamá solía sentarse en su cuarto de costura trabajando en sus colchas mientras nosotras jugábamos en la esquina, diseñando ropa para tus muñecas. Beth se apretó en la misma caja, acurrucándose cerca como siempre lo había hecho. —Suzy y Janey. —Palabras suaves, sus dedos reverentes en los paneles de flores—. Esos eran los nombres de mis muñecas. —Sí. —Le sorprendió que Beth recordara, su hermana había encerrado sus muñecas permanentemente lejos en un acto de dolor infantil y rabia al día siguiente del funeral de Ari y Belle. Cuando Elena le preguntó por qué, le dijo que Suzy y Janey habían sido "malas", que ellas habían dicho que Ari y Belle no volverían nunca.

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—Mamá solía cantar para nosotras mientras cortaba las piezas — dijo Beth, tirando de la colcha a través de las rodillas de ambas—. Frère Jacques, frère Jacques, Dormez -vous? Dormez -vous? —Su voz era suave y ronca mientras cantaba la canción de cuna. —Sonnez... —Sonnez les matines —Elena continuó cuando su hermana se tambaleó—, Sonnez les… Entonces las dos estaban llorando, Beth acurrucada en los brazos de Elena, su cuerpo temblando, los ojos de Elena cegados mientras sus lágrimas caían a la colcha en una sinfonía silenciosa. Ella también sostuvo a Beth el día del funeral de Marguerite, el cuerpo de su hermana temblando en sus brazos, con los ojos vidriosos por la conmoción. —Quiero a mamá —ella seguía diciendo—, ¿Por qué papá la puso en el suelo, Ellie? No le gusta el frío. Tienes que decirle que la traiga de vuelta. Quiero a Mamá. Por favor, Ellie. Hoy, Beth no dijo nada, pero sus sollozos desconsolados le dijeron a Elena que su deseo no había cambiado. A punto de convertirse en madre, Beth quería a la suya a su lado.

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29 Traducido por Gaz Holt & *~ Vero ~* Corregido por Jasiel Alighieri

Rafael observó dormir a Elena, para nada sorprendido cuando comenzó a retorcerse inquietamente, con una fina capa de sudor sobre su piel. Había llegado a él con dolor en sus ojos, lo poco que le contó de su tiempo con Beth fue suficiente como para que no la hubiera dejado, incluso después de que se quedó dormida. Despierta, Cazadora del Gremio. Usó lo que ella llamaba su tono "Arcángel", las palabras una orden. No funcionó cuando ella yació en silencio durante un año después de que cayeron juntos el día en que Manhattan quedó a oscuras, pero hoy, abrió los ojos con un destello de color gris plateado. —Rafael —susurró, pasando los dedos por su pelo—. Te necesito. —Estoy aquí. —Cubriendo el cuerpo de ella y su piel húmeda con el suyo, le tomó un lado de la cara mientras comenzaba un tierno beso que le decía lo que era para él. Cuando se estremeció y lo rodeó con los brazos, él movió la mano hacia abajo para acariciar su pecho y la línea de su cadera. Solo era piel lo que tocaba en su torso, habiendo llegado a la cama sin su camiseta de dormir después de descubrir que uno de los botones de las alas se había caído, pero llevaba las bragas de su colección deliciosamente poco prácticas. Suave satén color melocotón con encaje blanco, este par la acunaba con exquisita perfección. Rompiendo el beso para pasar sus labios a lo largo de su garganta, él siguió acariciando desde su pecho hasta la cadera, hasta que su piel se calentó y su respiración ya no más estable. Cuando levantó la cabeza de la garganta de Elena fue para encontrar sus sensuales ojos perezosos, pero ella lo empujó en el pecho, empujándolo hasta que quedó de espaldas. Lo hizo, con las manos en sus caderas mientras ella se colocaba a horcajadas sobre él, con las alas cayendo tras de sí y sus pechos exuberantes, tentándole. — ¿Dirigirás el baile esta noche, Cazadora del Gremio? Con sombras aún en los ojos, se inclinó hacia delante y apoyando los brazos a cada lado de su cabeza, bajó para darle un beso húmedamente sexual, todo lengua y dientes. —Sí. —Después susurró— : Así que, túmbate y tómalo.

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Rafael se rió, el sonido masculino dando una caricia áspera sobre la piel de Elena. Temblando, dijo—: Deja de hacer eso. —A sabiendas de que había usado su voz para despertarla. —¿Qué deje de hacer qué? —Fue un ronroneo, un millar de hebras de exquisita piel. Gimiendo, ella besó su garganta y su pecho, las bragas pasaron de húmedas a mojadas en un latido del corazón. —No muy justo, pero… —Lamió su camino a lo largo de la delgada línea de vello de su ombligo—, esto debería equilibrar la balanza. Sin previo aviso y sin prepararle, tomó su polla en su boca. Se sacudió, y agarró un puñado de su pelo mientras un gemido le salía del pecho. Gimiendo mientras ella frotaba su carne íntima, tragó más profundo, presionando su lengua a lo largo de la parte inferior mientras lo chupaba con afecto, dándoles el placer tanto de ella como a él. El cuero cabelludo de Elena escocía cuando él tiró de este... así que lo rozó con los dientes. —Estás jugando juegos peligrosos con tu consorte —vino la advertencia áspera del magnífico hombre que era todo suyo. Chupando fuerte, pasó la boca oh-tan-lentamente sobre la larga y gruesa longitud. —¿Quieres decir que no te gusta? —preguntó lo más inocentemente que pudo. Él la volteó para tenerla de frente y sobre él tan rápido que no tuvo idea de cómo se las había arreglado para no enredar sus alas. — Ahora… —Una oscura advertencia—, es tu turno de ser buena y tomarlo. —Oh, Dios. —Con los puños apretados en las almohadas, se mordió el labio inferior a la espera de su toque y se estremeció cuando él deslizó los dedos por debajo de los lados de sus bragas. Aliento caliente, la boca en la pendiente de su espalda, su lengua saboreando su piel antes de que le quitara las bragas de su trasero y las bajara. Parando y dejándolas alrededor de sus muslos, volvió su atención a besar sus muslos internos, y las bragas atrapándola cuando intentaba abrirse más. —Rafael. Pellizcándola en el muslo en represalia por esa queja sensual, le quitó las bragas y se levantó de nuevo sobre ella, su polla rígida contra su espalda y su peso delicioso mientras se inclinaba para murmurar en su oído. Mientras hablaba, describiendo los placeres eróticos a los que le gustaría introducirla, su mano se deslizó bajo su cuerpo para apretar su pecho, tirando de su pezón. Cuando él le pidió que le dejara entrar en su mente, ella no dudó, con tal confianza entre ellos que ella sabía que él nunca tomaría ventaja. El placer inundó su cuerpo en ondas lentas, movimiento tras movimiento, como si se hubiera convertido su mente en un interruptor.

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—Puedo —dijo él contra su garganta—, hacer esto por ti en cualquier momento. —Movió el cuerpo, colocando la cabeza roma de su polla en su entrada hipersensible mientras su cremosa carne le daba la bienvenida—. Siempre que pueda tocar tu mente, puedo traerte placer... incluso en medio de una multitud. —No. Te. Atrevas. —Se las arregló para soltarlo entre jadeos mientras él empujaba con exquisita lentitud, el duro acero de su polla implacable contra su carne hinchada. Con una risa masculina, su mano continuó apretando y acariciando sus pechos, su boca, cambiando a la curva interior de sus alas. En el instante en que él lamió directamente a lo largo del borde donde sus alas salían de su espalda, ella explotó como dinamita, apretando alrededor de él hasta que él se apoderó de su cadera, la inmovilizó y comenzó a montarla, duro y profundo. Yendo contra él con su cuerpo fuera de control, ella gritó su nombre mientras el orgasmo alcanzó su punto máximo con furia, y se sintió caer con una poderosa estocada final. *** Más tarde, mientras yacían enredados en la cama, el casi blanco cabello de Elena cayendo a través de la piel de él y la cabeza en su hombro, le apretó suavemente la nuca. —¿Qué soñaste? Ella se quedó inmóvil, doblando la mano en un puño contra su pecho. —Me despertaste antes de que algo realmente sucediera. —Te estás metiendo en un mal hábito, Elena. —Su voz era dura, los ecos del placer se desvanecían rápidamente bajo una ola de ira. Levantando su pecho, su consorte se empujó el pelo fuera del camino. —No uses ese tono conmigo. —Fue un comando furioso, con los ojos enojados, vivos y hermosos—. Somos más que eso. —Si somos más que eso —dijo él, su propia ira a un borde mortal—, ¿entonces por qué sigues mintiéndome? Líneas blancas alrededor de su boca, Elena se alejó sin responder. Cuando salió y empezó a vestirse, él hizo lo mismo. A su consorte, empezaba a darse cuenta, no le iba bien en las áreas contenidas cuando estaba impulsada por la ira y la pesadilla, así que él le daría el cielo. La única cosa que no le daría era la distancia. Volaron fuera tres minutos más tarde, en dirección hacia el mar. Las olas eran altas esta noche, el cielo oscuro una vez que dejaron atrás las luces de Manhattan. Elena voló y voló y sabía que, una vez más, se empujaba mucho más allá de sus límites cuando se trataba de la fuerza física necesaria para vuelos de resistencia.

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No tenía nada que ver con la determinación y todo que ver con el hecho fisiológico. El cuerpo de Elena simplemente aún no desarrollaba la musculatura necesaria, la inmortalidad todavía crecía en sus células, pero él no detuvo su huida precipitada. Las palabras no significarían nada, no cuando ella estaba así, no, ella tenía que encontrarse cara a cara con el peligroso riesgo que tomó sin pensar en las consecuencias. Y peor aún, esta era la segunda vez que había hecho lo mismo. Una tercera podría ser letal. ¿Si cayera desde esta altura? Era dudoso que sobreviviera. Incluso si su suerte fuera buena, rompería todos los huesos de su cuerpo, sus órganos colapsarían por el impacto. Joven como era, eso la mataría, ya fuesen las lesiones reales o el ahogamiento inevitable. A diferencia de él, ella aún no podía sobrevivir sin aire. Volando por encima de ella, lo suficiente para que no se sintiera acosada, supo que el momento exacto en que se dio cuenta del peligro. Inmediatamente girando, se dirigió de regreso a casa, pero sus alas habían empezado a fallar, su cuerpo sumergiéndose en el agua en caídas irregulares antes de que se estabilizara a sí misma. Sólo para que el patrón se repitiera, su cuerpo cayendo más rápido y más cada vez. Aún así, no pidió ayuda. Con los dientes apretados, él cayó lo suficientemente cerca para ayudar, incapaz de dejar que se causara daño a sí misma, ni siquiera para darle una lección. ¿Estás pensando en dejar que tu orgullo te arrastre hasta el fondo del océano? Silencio, su ala derecha tensa, él sabía que podría colapsar en cualquier instante. Volando hasta quedar frente a ella en un arranque de velocidad que sólo otro arcángel podía igualar, se giró y voló directamente hacia Elena, agarrándola. Tuvo cuidado de asegurarse de que sus brazos se deslizaran bajo sus alas para evitar cualquier daño adicional. —Cierra tus alas. —No, déjame ir. —Con la barbilla arriba, Elena empujó sus hombros, sus alas abiertas causando un arrastre significativo. —No pedí tu ayuda. —Los tendones en tu ala derecha están a punto de irse. Al igual que la última vez. ¿Quieres paralizarte a ti misma? —Quería sacudirla— . ¡Lesiona la misma zona una y otra vez, y estarás en tierra por años! —Estoy bien. —Golpeando con las manos en puños su pecho, se retorció, casi liberándose porque él no había esperado un movimiento tan irracional. —Déjame ir o te juro por Dios voy a…

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—¿Usar una de tus dagas en mí? —preguntó, sus brazos de acero alrededor de ella—. ¿En serio, me harías sangrar, Cazadora del Gremio? Dejando los puños quietos, ella miró hacia otro lado, pero dobló sus alas al final. Su silencio áspero contra sus sentidos, él le agarró la barbilla con una mano, con la intención de tirar su cara hacia él, obligarla a reconocer su presencia. Se resistió… y entonces sintió una única gota caliente caer en la mano. —Elena. Sus lágrimas lo sorprendieron; había visto llorar a su consorte, pero nunca durante una pelea entre ellos. Tal manipulación emocional estaba más allá de ella, e incluso ahora se limpió la humedad, como para refutar su existencia. —¿Te duele? —preguntó, preocupado que se hubiera roto un tendón antes de que él la atrapara. —No, estoy bien. Su respuesta lo enfureció de nuevo. —Claramente no estás bien. —Su tono de hielo, le alzó la barbilla—. Dime... Esta vez, fue Elena quien interrumpió. —¿O qué? ¿Lo tomarás de mi mente? —¿Cuestionas mi honor ahora? ¿Es esta la confianza que tienes en mí? En lugar de verse avergonzada, respondió con furia sin enmascarar. —¡Confío en ti más que en nadie en el universo! Ese es el problema. —¿Te resulta una carga darme tu confianza? —Con los dedos apretando su barbilla, él habló a través de ira al rojo vivo—. Eres mía, Elena. Tu confianza es mi derecho. —¡Algo te está sucediendo! —Fue un grito, con las manos en puños lloviendo golpes sobre sus hombros y sus ojos fijos en la línea rojo oscuro a lo largo de su sien. —No voy a ir a ninguna parte —dijo, dándose cuenta de la forma del miedo que la acechaba en sus sueños. —¡No puedes saber eso! No sabemos lo que está pasando. —Sus dedos en su sien—. Cada vez que quitas el glamour, veo cuánto más se ha expandido, cuánto más de tu piel ha empezado a cubrir. —No estoy muriendo. —Tomó el control, consciente de mantener su rabia a quienes le habían hecho esto a ella, sembrado un grave temor de este tipo en su corazón, fuera de su voz. Marguerite Deveraux, después de todo, estuvo siempre fuera de su alcance—. Soy un arcángel. Con el pecho agitado y las mejillas rojas, ella dijo entre dientes su respuesta. —No necesito que me apacigües con arrogancia.

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—No es arrogancia. Es la realidad —señaló, sosteniendo su mirada para que lo oyera a través del rugido de su ira—. Hay muy, muy pocas cosas en esta tierra que pueden matar a un arcángel, y la enfermedad no es una de ellas. Nunca en nuestra historia un arcángel ha sucumbido a la enfermedad. —Los vampiros tampoco están destinados a morir de una enfermedad —replicó bruscamente en respuesta, pero sus dedos eran suaves mientras le tocaba la mancha en la cara otra vez—. Cada vez que veo esto, me da mucho miedo. Pensé que lo tenía bajo control, pero es como este constante puño de hielo alrededor de mi corazón. No puedo respirar, no puedo pensar. Un pensamiento y la marca desapareció, borrada con la ilusión del glamour. —¡No lo hagas! ¡No ocultes cosas de mí! —Elena se dio cuenta de lo que dijo tan pronto como las palabras salieron de su boca, sus ojos bloqueándose con esos de un color tan puro, que no tenían ningún verdadero paralelo en esta tierra. Él todavía se encontraba enojado con ella, eso estaba claro, ese azul desgarrador besado por un borde de frialdad metálica. Sin embargo, incluso en su cólera la mantuvo a salvo, cuando Elena había hecho todo lo posible para romper todos los huesos de su cuerpo con su huida temeraria. No una vez. Dos veces. —Mierda —murmuró, y cuando Rafael levantó una ceja imperiosa, añadió—: Lo siento. —Sus entrenadores del Gremio le hubieran pateado el culo si se hubiera atrevido a hacer algo tan lamentable como cadete. —No puedo creer que casi cago las cosas tan mal por segunda vez. —¿Habrá una tercera? —La pregunta chasqueó como un látigo. —No. Incluso un cazador de cabeza dura como yo aprende sus lecciones después de dos errores casi letales. —Si no lo hiciera, estaría muerta hace rato. —Gracias por la asistencia. —Estoy contento de saber que tengo un poco de uso. —Una voz tan fría, que era una maravilla que no tuviera hipotermia. —Eso no es justo. —Ella podría haber sido una idiota con el vuelo, pero eso no quería decir que él pudiera caminar sobre ella. — ¡Nunca he estado más entrelazada con nadie en toda mi vida adulta! —Y te da miedo. Se quedó sin aliento, y quería decir que no, recordarle que era una cazadora nata, el miedo nada más que una herramienta. Pero lo que dijo fue—: Sí. —Porque este miedo amenazaba con estrangular su vida—. No he estado tan asustada desde que me di cuenta que el monstruo estaba en nuestra casa.

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—¿Crees que no entiendo? —Cada músculo de su cuerpo se tensó, su voz tan rígidamente controlada, Elena sabía que Rafael luchaba brutalmente con la emoción. —¿Has olvidado lo que te dije? —No conocía el miedo hasta que te conocí, Elena. Usa el poder con sabiduría. Sacudiendo su cabeza, envolvió los brazos apretados alrededor de su cuello. —No me he olvidado. —Sus labios contra los de él, le recordó algo, también—. Te amenacé un poco cuando te pusiste todo hombre de las cavernas. Hazlo un poco aquí. —No estuve a punto de matarme cuando me puse todo “hombre de las cavernas” —dijo, su beso duro, caliente y posesivo, todo ello aderezado con ira fundida—. No te hice ver mientras hacía mi mejor esfuerzo para causarme un daño mortal.

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30 Traducido por Cynthia Delaney Corregido por SammyD

Su seriamente cabreado consorte llevó a Elena casi todo el camino a casa. Ahora que la locura del miedo unido a la ira pasaron, Elena se sentía malditamente avergonzada. No sólo eso, sino que sus alas se sentían como gelatina las cuales amenazaban con (dolorosamente) separarse de su carne. Aun así... —No puedo dejar que me lleves hasta Manhattan. Si Ransom me ve en su telescopio de alta potencia, no dejará de provocarme hasta que tenga al menos ochenta y siete años. — La verdad era que retornar a casa en los brazos de Rafael podría ser visto como un signo de posible debilidad para sus enemigos, si alguno está observando. La ojeada en respuesta de Rafael le dijo que sabía la verdadera razón de su petición. —Sin mentiras, ni medias verdades. ¿Puedes soportar algún vuelo? Elena tomó su tiempo para evaluar su cuerpo. —Sí, siempre y cuando lo mantengamos lento, como si fuéramos de paseo. —Dolería como una perra después si su arcángel decidía que ella debía sufrir por sus pecados y se rehusaba a curarla, y se lo merecía si él lo hacía, pero unos pocos minutos extra de vuelo suave no lo harían empeorar. —Prepárate para abrir tus alas. —Liberándola con cuidado, Rafael se posicionó encima de ella. Sabía que era para agarrarla si su ala se rompía. ¿Arcángel? ¿Sí, Consorte? Sep, definitivamente aún estaba supremamente molesto. Solo quería decirle algo que probablemente no digo lo suficiente, dijo, mientras volaban sobre el puente George Washington, su altitud suficientemente baja ya que podía ver a los viajeros nocturnos. Te amo. Eso nunca ha sido cuestionado. Su respuesta helada la hizo sonreír. Sí, el amor nunca había sido cuestionado, en ninguna dirección. Me pregunto si Montgomery tiene pastel en la cocina. Antes cuando era mortal, algunas veces se preguntó porque nunca había visto un arcángel con sobrepeso. Ahora sabía exactamente cuanta fuerza se necesitaba para volar, la energía que quemaban con cada aleteo. Comía cinco veces más de lo que hacía como cazadora, y apenas lograba mantener su peso a un nivel

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saludable. ¿Los cuerpos inmortales van a una velocidad metabólica más alta? Nadie lo ha comprobado nunca que yo sepa, pero el tuyo indudablemente lo hace mientras la inmortalidad crece más profundo en tus células. Eso tenía sentido, pensó, justo cuando el cielo a la distancia comenzaba a hervir negro y estruendoso. —Rafael. Aterriza en la superficie más próxima. ¡Ahora! Mirando hacia abajo, vio pasando una barcaza y tres segundos más tarde estaba bajando, Rafael aterrizando a su lado. La tripulación los miró con la boca abierta, pero no se acercó. —Tengo mi celular — dijo, habiéndolo metido dentro de su bolsillo por fuerza de la costumbre—. Puedo llamar a Aodhan... —Está hecho. —Los ojos de Rafael se mantuvieron en la oscuridad turbulenta mientras hablaba—. Todos los ángeles que están volando han recibido la instrucción de aterrizar. Con la piel picándole por el fenómeno, Elena hizo una llamada diferente. —Podría haber otro incidente —le dijo a Sara, sabiendo que como Directora del Gremio, su mejor amiga tenía acceso al sistema automático de alerta que podía enviar un mensaje a cada cazador en la región—. Diles a todos que estén atentos a... Mierda, diles que estén atentos a cualquier cosa. —Lo tengo. Colgando, Elena se puso de pie con su cuerpo alineado con el de Rafael, sus ojos hacia el cielo mientras la barcaza continuaba moviéndose a lo largo del río. La tripulación tenía sus cabezas inclinadas hacia atrás ahora, sus voces altas y palabras puestas sobre otras mientras hablaban rápidamente en un idioma desconocido. La débil esperanza de Elena de que las nubes anormales sólo se dispersaran o flotaran hacía el océano murieron rápidamente cuando el parche hirviendo se situó justo sobre la barcaza, siguiéndola mientras la embarcación atravesaba el río. Entonces la nube comenzó a caer a una gran velocidad, causando que la tripulación gritara, agachados, pero Elena y Rafael mantuvieron sus ojos en el cielo. Entonces vieron que la “nube” no era una nube en absoluto. —No están cayendo. —Eso distinguió ese fenómeno del que había comenzado los extraños eventos. Mientras miraban, cientos —miles— de pájaros aterrizaron a su alrededor, hasta que los pequeños seres alados comenzaron a cubrir completamente la barcaza, su peso combinado haciéndola hundirse aún más en el agua. Lo verdaderamente inquietante era su silencio. No piaban, no peleaban incluso estando sentados uno sobre él otro, nada… pero cada par de pequeños ojos los miraba a ellos. No a ellos. A Rafael.

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Bueno, espeluznante. Ellos están mirándote. O algo lo está. Los pájaros se elevaron en el aire en una masa de alas al instante, dispersándose tan rápido que era difícil imaginarse que estuvieron allí como una fuerza pegajosa, hasta que miró a Rafael. Su piel ardía con un poder frío, como si un gélido color celeste brillara bajo la superficie de su piel. Ven, Consorte. El corazón le palpitaba contra las costillas con el punzante hielo de su tono mental, ignoró a la aterrada tripulación para envolverse entre sus brazos para el despegue. La soltó tan pronto ganaron la altura correcta, dirigiéndose hacia la Torre en silencio. Aodhan esperaba en el balcón frente a la oficina de Rafael, sus ojos reflejando la brillante noche de Manhattan en fragmentos irregulares. —No hay víctimas o heridos —dijo el ángel—. No hay reportes de nada, excepto por los confusos mensajes provenientes de una barcaza en el Hudson. —Gracias, Aodhan. Esperando hasta que el ángel se fuera, caminó para estar al lado de Rafael en el borde del balcón sin barandilla que miraba sobre el paisaje nocturno de la ciudad. —Arcángel. —Sí. —Se volvió, y en su rostro, la marca roja pulsó. Otra vez, él estaba distante. Pero está vez, no esperó. Desplazándose para estar frente a frente con él, lo atrajo en un beso que sabía a mar y oscuridad, frío y silencio. Pesado y viejo, tan viejo, como si el silencio hubiera crecido por miles y miles de años, hasta que se convirtió en una entidad que vivía y respiraba. Temblando, se acercó más, sus pechos aplastados contra el pecho de él, la mano de Rafael un puño en su pelo. No fue hasta que rompió el apasionado beso de hielo, con su pecho vibrando con frío, que lo vio. — Tus iris. —Ese increíble, sobrenatural azul—. Son negros. —Un efecto temporal. —Rafael podía sentir la oscuridad arrastrándose a través de él, fría y empapada, con un extraño y fuerte poder. Se hundía en sus células, un intruso que el fuego angelical dentro de él intentaba eliminar. Luchó contra sus instintos, sabiendo que necesitaba poseer este poder, controlarlo. Excepto que, amenazaba con poseerlo. Incluso ahora, su sangre se sentía como si estuviera congelada, su visión del mundo filtrada a través de una capa de escalofriante lejanía, hasta que sólo Elena estaba empapada en color. Vibrante, viva y con las alas de una guerrera, ella se encendió contra un telón gris, el resto del mundo no significaba nada para él. Si él necesitaba destruir está ciudad para ganar la guerra, sería un inconveniente que más adelante podía ser remediado. Millones

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morirían, pero él era un inmortal, sabía que los otros serían reemplazados con tiempo suficiente. Y todo lo que importaba era el poder, aferrarse a él, darle forma, convertirse en él. Con los dedos en sus mejillas, el anillo de plata alrededor de los irises de Elena se convirtió en fuego líquido en la noche. —No. —Fue una tranquila y mortal palabra—. No puede tenerte. Eres mío. Y él lo sabía. Empujando a Elena detrás de él, así no se desequilibraría y caería, subió al cielo, por encima de las nubes, más allá de donde incluso Illium o Aodhan podían volar. ¡Aterricen! Fue una orden enviada a cada ángel en la región. Entonces, y sólo con la menor vacilación ante la pérdida de la profunda violencia de poder, liberó la materia oscura en una tormenta que agrietó el cielo. *** Elena luchó con la estridente urgencia de ir con Rafael, la necesidad era una cruda compulsión en su pecho mientras trataba de usar el sentido de la razón que no usó antes. No sólo eran sus alas en mal estado, habría sido derrumbada por un relámpago segundos después de despegar. Había demasiados en el aire como para evitarlos. Podía ver ángeles aterrizando donde podían por toda la ciudad, muchos habían estado en lo alto simplemente plegando las alas por lo que se desplomaron cerca del suelo en un intento por huir de los relámpagos, antes de guardar sus alas en el último minuto. Fue testigo de un par de sustos pero no heridos, la advertencia de Rafael viniendo en el momento justo, pero su arcángel ardía en el centro de una tormenta blanca y fría. —Ellie. —La mano de Illium en su nuca, Aodhan a su otro lado—. El Sire ha ganado otra habilidad. No, pensó, acaba de rechazar una, pero guardó silencio. Una hora, una eternidad después, ya no habían relámpagos en el cielo y Rafael bajó para extender una mano hacia ella. Tomándola, dio un paso más allá del borde, sus manos separándose cuando voló junto a él, partiendo a casa, aunque se encontraba completamente segura de que él la tenía a la vista todo el tiempo, listo para atraparla si su ala lesionada amenazaba con colapsar. Pero llegó a casa, donde Rafael usó su habilidad curativa para aminorar el daño. No se habría sorprendido si el recuerdo de su lesión, y como había ocurrido, reavivara su temperamento, pero envió su poder dentro de ella en silencio, la calidez tornándose en un abrazo. —Estarás bien ahora, Cazadora del Gremio. —Un beso en la parte de atrás de su cuello.

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Su piel se calentó en respuesta, se dio la vuelta en sus brazos, el brillo de la chimenea de la biblioteca cubriéndolos de un aura dorada. —Háblame, Arcángel. —Si ella tenía una tendencia a cerrarse, a pretender que las cosas no importaban, entonces Rafael tenía la costumbre de manejar todo por sí mismo. No era de extrañar, dada su condición de arcángel, pero la tenía ahora. Caminando hacia la licorera cuadrada de cristal en una mesilla, vertió un poco de líquido color ámbar en un vaso y tragó el licor de un solo golpe. El alcohol no afectaba a los ángeles como lo hacía con los humanos, y no tenía ningún efecto sobre Rafael, pero él le había dicho que le gustaba la patada del calor, el sabor. —Si esto es el surgimiento de un nuevo poder —dijo él, el fuego reflejándose en el vaso—, entonces es uno que no puedo controlar. Tomando el vaso de su mano cuándo los dedos se apretaron, amenazando con convertir el cristal en polvo, lo puso abajo. —Solo has tenido dos oportunidades para... —Me cambia —replicó, cortando sus palabras—. Lo sentiste intentando tomar el control. Tenías razón. —Sus dedos se apretaron en la repisa de la chimenea, sus alas arqueándose hacia el suelo en una oscilación de fuego blanco—. Podría asesinar a millones al agarrarlo y no parpadear. Su estómago dio un vuelco, sus ojos alzándose de la impresionante belleza de sus alas a su cara. —Deja caer el glamour. — En el instante en que lo hizo, ella juró. Caminando a su alrededor, trazó el rojo oscuro con la punta de sus dedos. —Ha crecido. —No solo eso, sino que se había curvado en un borde dentado, la línea más gruesa, más oscura—. No puede ser coincidencia, está vinculado a las fluctuaciones de poder de alguna manera. Rafael se apartó de la chimenea. —No importa, no cuando al utilizar el poder, debo permitirle borrar mi personalidad. Podría también dar la ciudad a Lijuan si el Rafael quien la gobierna está siempre en el estado Silente. Elena trató de pensar más allá de su repudio instintivo a la idea de él permanentemente en ese lugar de malévola calma donde no era más el hombre que amaba, el hombre que la amaba. —Los pájaros — dijo de pronto, algo persistente dentro ella—. La primera vez que cayeron, ¿es posible que no fuera no un evento sino dos? Los ojos de Rafael, que ya no tenían rastro de ese líquido oscuro y helado en sus profundidades, atraparon los suyos. —¿Crees que fue mala suerte que quedaran atrapados en la ola de enfermedad que derribó a los ángeles? —El cielo hervía justo como está noche —dijo, tratando de poner su instintiva compresión en palabras—. Podría ser que ellos iban a venir hacia ti y se encontraban simplemente en el lugar equivocado en

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el momento equivocado. Recuerda, Manhattan hacia el Enclave.

ellos

se

desplazaban

desde

Sus alas continuaron parpadeando con esa ilusión de fuego blanco hasta que se movió fuera del alcance de la luz del fuego. Abrió las puertas hacia el jardín. —Puede que tengas razón. —Pero no nos da ninguna respuesta, ¿verdad? De pie en la puerta, sus ojos en la nieve del fondo, dijo—: El poder... me sedujo, susurrándome tejerlo en mis propias células. — Lanzó una mirada sobre su hombro—. Antes de ti, sin duda lo habría aceptado y me habría destruido desde adentro hacia afuera. Ella lo siguió cuando salió a la extensión de blanco ininterrumpido, un copo de nieve cayendo en su mejilla, sus alas besadas por la suave y caprichosa lluvia. No era pesada, pero si lo suficiente para ser mucha, cubriendo su rastro desde la casa en un brillante velo, las inesperadas estrellas haciendo que los cristales de hielo resplandecieran. Parecía un error hablar de los horrores de la guerra y el poder en un momento tan mágico, pero no tenían elección. —Antes de ti — susurró—. Estaba encerrada en el interior de mi corazón, protegiéndolo de cualquier daño, y sin saber de la gloria que me perdía. —Entrelazó sus manos con las de él—. Tú y yo, somos una unidad. Reto a cualquier maldad en esta tierra a separarnos. Extendiendo sus alas. Rafael envolvió a su guerrera en sus brazos, y mientras cerraba las alas entorno a ambos, sabía que mientras la guerra fuera inevitable, la pérdida de su alma no lo era. El frío precio de la inmortalidad era algo que Elena nunca le permitiría pagar. —Preferiría morir como Elena que vivir como una sombra. Las palabras de su consorte de su noviazgo —aunque tal vez ella no lo llamaría así— susurraron en su mente. Rafael no tenía la intención de morir o de entregar su territorio a nadie, pero sí debería ser forzado a tomar esa decisión, preferiría ir a la última noche como Rafael, el arcángel que se enamoró de una mortal, que como Rafael el arcángel tan hinchado de poder que no entendía ninguna emoción. —Algo bueno vino está noche, sin embargo —dijo Elena, echándose hacia atrás para que sus ojos se encontraran, su cabello fuego contra el telón blanco—. La tormenta eléctrica le dará a cualquier persona a punto de atacar dudas sobre lo que has ganado en la Cascada exactamente. —Es posible, pero lo que me preocupa es por qué no tienen ya en marcha un asalto directo. —Incluso con todo lo que él y su gente hicieron para ocultar el alcance del daño hecho a la fuerza defensiva de la ciudad, sus enemigos tenían que sospechar que él o ella habían dado un golpe tremendo—. Me hace creer que esperan algo, algo con la suficiente oportunidad de cambiar fundamentalmente el balance de

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poder en cualquier guerra, que se arriesgan voluntariamente a darle a Nueva York tiempo extra para prepararse, en lugar de capitalizar el daño que ya está hecho. —Realmente necesito ese pastel ahora. Una sorprendida risa en su sangre, una inesperada luz en las sombras, el sabor de la nieve en su beso. Y él sabía que pasara lo que pasara, tenían que permanecer unidos. En la luz y en la terrible oscuridad.

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31 Traducido por Marie.Ang Corregido por Mire★

El informe de Jason al mediodía, hizo claramente mortal lo que iban a enfrentar cuando las hostilidades comenzaran. —Lijuan está consolidando abiertamente sus tropas —le dijo Rafael a Elena después de escanear el reporte. —¿Qué tan malo? —Sus números siempre han sido más grandes que los míos, una consecuencia de su edad. Elena no necesitó que Rafael lo explicara detalladamente para darse cuenta que Lijuan había sido mantenida bajo control antes, solamente porque cada miembro de la Cátedra era más o menos igual en poder; así, Lijuan arriesgaba la muerte en una pelea. Eso claramente ya no aplicaba. —¿Hay alguna posibilidad de que Nueva York no sea el objetivo? —No. —Le mostró un pedazo de papel grueso, la textura de seda irregular, como si fuera hecha a mano—. Un mensajero trajo esto justo antes de que vinieras de la enfermería. Elena no podía leer el mensaje, pero reconoció el lenguaje como un antiguo angelical que vio en uno de los libros de historia de Jessamy. —Es una declaración de guerra —supuso. —Lijuan es “civilizada” hasta el final. —Con expresión dura, miró de nuevo el informe de su jefe de espías—. Jason también confirma que no hay indicación alguna que ella haya ganado la habilidad de causar enfermedad, y el hecho de que no estuvo en las proximidades de Amanat en el tiempo de la infección de Kahla corrobora la teoría de que tiene un conspirador. —Entonces, podríamos estar por enfrentar no solo a uno, sino a dos arcángeles enemigos. —Mientras tanto, la enfermería de la Torre permanecía llena, solo tres de los combatientes heridos habiéndose recuperado lo suficiente para reincorporarse a sus escuadrones. La buena noticia, sin embargo, era que con las transferencias desde fuera de la ciudad principal, no estaban tan mal en desventaja como Lijuan podría creer. —También tendremos la ventaja de pelear en casa —señaló Rafael cuando ella compartió sus pensamientos—, mientras que sus luchadores deberán llegar volando. Le hablaré a Elijah, probar las

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fuerzas de nuestra alianza; las probabilidades cambiarían dramáticamente si nosotros y nuestra gente se mantiene unida. Dejando a Rafael hablar al otro arcángel, voló con la intención de colarse a visitar a Eve durante su descanso en la escuela. Los recientes correos electrónicos de su hermana tenían un matiz de ansiedad que no le gustó y planeaba llegar al fondo del asunto, solo porque el mundo iba a ser un infierno, no quería decir que Elena estaba a punto de abandonar a la pequeña niña que la necesitaba. Sin embargo, apenas voló una manzana cuando el latido sordo en sus sienes aumentó repentinamente en volumen y duración. — Maldición. —El palpitante dolor de cabeza era su propia culpa; no volvió a la cama la noche anterior y, a pesar de la curación de Rafael, le había dado a su cuerpo un shock con su implacable vuelo sobre el mar. Fue ahora que le decía que o descansaba o el cansancio le patearía el trasero sin advertencia. El palpitar se convirtió en un apuñalamiento. Haciendo una mueca, se dio cuenta que no le sería de ninguna utilidad a Eve si estaba distraída por una migraña. Y, si medía bien, podía alcanzar a su hermana después de la escuela y antes de que Jeffrey regresara a casa… la madre de Eve, Gwendolyn, sabía que Eve necesitaba la guía de un compañero cazador, no bloquearía a Elena de hablarle a su hija. Decisión tomada, Elena se desvió al Enclave y, despreciando la oferta de Montgomery de almuerzo, fue escaleras arriba. —Tan pronto como me levante —le aseguró, cuando el mayordomo frunció el ceño y le recordó que Keir le había ordenado que comiera de forma regular con alto contenido proteico para alimentar su creciente inmortalidad. Diez minutos más tarde, despojada de sus armas y botas, pero aún en su traje de cuero de combate, se acostó sobre la colcha por una siesta de poder que la mantendría por el resto del día. Volvió a soñar, pero este sueño era diferente del que estuvo a punto de romperla en Amanat. No había sangre. Ni muerte. Ni gritos. *** —Ahí estás. —Marguerite levantó la mirada del pastel que mezclaba en el mostrador, rayas de harina en sus mejillas de donde sin duda había empujado obstinados mechones de cabellos tan claros como el de Elena. Su padre lo llamaba “luz de sol capturada”. —Siéntate, chérie. Habla con tu mamá.

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—¿Mamá? —Incandescente esperanza en su sangre, cruzó el reluciente piso de la cocina para tomar asiento en el mostrador frente a la hermosa mariposa que era su madre—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Mi tonta Elena. —Rió Marguerite, los largos colgantes en sus orejas tintineando con la tenue y familiar música que era una parte de los tantos recuerdos de su madre—. Sabes que el cumpleaños de tu hermana es mañana. Este pastel debe estar listo esta noche. ¿Por qué no picas las cerezas negras? Recogiendo el pequeño cuchillo que era el único que le confiaría Marguerite, Elena empezó a cortar las cerezas en pedazos más pequeños, mirando de vez en cuando a su madre por un estímulo. Ella había estado aquí antes, sus dedos más pequeños, sus piernas colgando del taburete en que se balanceaba, y su hermana Belle en la mesa de la cocina detrás de ella. —Shhh, corta cosas —dijo Belle cuando Elena intentó hablarle sobre un programa de televisión—. Tengo que escribir un tomo sobre Romeo y Julieta para la tarea de inglés. —¿Puedo bailar contigo más tarde? —Solo si me traes algunas cerezas. Hoy, Marguerite y Elena se encontraban solas en la cocina, aunque el bloc y el lápiz de Belle se hallaban en la mesa, como si acabara de salir por un segundo. —Mamá, ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo, sin dejar de usar el pequeño cuchillo, aunque tenía cuchillas más largas y afiladas en las vainas de sus brazos. —Mi bonita bebé, puedes preguntarle a tu mamá lo que sea. — Sus ojos chispeantes, su sonrisa radiante—. No tan grande, Elena. Pequeños pedazos. —Sí, mamá. —Concentrándose, cortó unos más y le enseñó a su madre—. ¿Así? —Perfecto. —Una caricia de dedos amorosos en su mejilla antes de que Marguerite regresara a su mezcla—. ¿Cuál era tu pregunta? Elena siguió con la cabeza gacha, incapaz de mirar a su madre cuando hizo la pregunta que la perseguía por más de una década. — ¿Por qué? —Fue un susurro—. ¿Por qué nos dejaste a mí y a Beth? — Su labio inferior temblaba, sus ojos ardían—. Papá estaba roto. Sabes que él estaba roto. —Dame esas cerezas. —Aceptando el bolo de cristal cuando Elena se lo tendió, su visión borrosa, Marguerite las vertió en la mezcla—. Tú y tu hermana son piezas vivas de mi corazón, Elena, cortadas de mi pecho en el momento que nacieron. —Pero te fuiste. —Sacudiendo la cabeza, gritó la acusación—. ¡Nos dejaste! —También amaba a tus hermanas mayores, bébé. No podía soportar la idea de mi Ariel y mi Mirabelle solas en la oscuridad.

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Sollozando, Elena se limpió los ojos con el dorso de sus manos, su pecho herido con la fuerza de sus sollozos infantiles. —Extraño tanto a Ari y Belle. Te extraño. Dejaste a Beth y a mí solas, también, y ahora no hay nadie que le enseñe a Beth cómo ser una mamá. —Lo sé, oh, lo sé. —Caminando alrededor del mostrador, Marguerite tomó la cara llena de lágrimas de Elena en sus suaves manos espolvoreadas de harina—. Pero te he dicho, Elena, siempre fuiste la más fuerte de mis bebés. Incluso mi salvaje Belle, tenía un corazón que siempre acarreaba contusiones, pero mi Elena, mi Elena es fuerte. Como mi mamá. ¿Sabes que su nombre era Elena? —¿En serio? Una sonrisa que iluminó su rostro con tal belleza, era la mujer más linda que Elena había visto. —Sí, era suyo, ¿cómo lo dicen? —Una de esas inesperadas pero familiares pausas en su no tan fluido inglés—. Su nombre de casa. Solo sus mejores amigos lo usaban. —No sabía eso. —Sí, lo sabías. Te conté historias sobre ella durante el tiempo en que mi pequeña Beth usó mi vientre como campo de futbol. —Risa que se derretía como la miel contra la piel de Elena, dulce y un poco salvaje—. Cuentos de mi fuerte madre para mi fuerte bebé. Elena sobresacó la barbilla, su ira mezclada con una sombría felicidad al ser capaz de sentir de nuevo el tacto de su madre. —Pensé que no recordabas mucho sobre la abuela. —Recuerdo lo suficiente. —El perfume de las gardenias exuberantes y fragantes en el aire, su oscura piel sedosa y dorada, sus manos de huesos finos cuando Elena levantó la suya para sostener las mejillas de su madre. —Te dejé el día que la bestia entró a nuestra casa —susurró Marguerite—. Sabes eso. Elena pensó en las vetas de sangre en la alfombra que le contó de la lucha brutal de su madre para llegar a sus hijas, la mirada rota en sus ojos cuando entendió que sus dos primogénitas estarían en silencio para siempre, y sabía que Marguerite no decía mentiras. Ella murió ese día junto a Ari y Belle, dejando atrás una cáscara vacía. —Todavía te necesitaba —insistió Elena, ignorando la verdad porque dolía demasiado—. Habrías estado bien. —Me gustaría que fuera así, azeeztee. —Una palabra de gentil afecto de una tierra desértica bañada por el sol que Marguerite nunca conoció—. No era fuerte, no como tú, no como mi mamá. —Besando a Elena en ambas mejillas como siempre lo hacía, su madre la miró a los ojos—. Cuida de Beth. Y cuida de mi marido. Una parte de él murió conmigo. Elena sacudió la cabeza, agarrando las muñecas de su madre en un inútil esfuerzo de anclarla al mundo. —Él me odia.

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—No, Elena. Él te ama demasiado. *** Elena despertó con el eco de las palabras de su madre en la mente y las delicadas notas del perfume favorito de Marguerite en el aire. No dispuesta a perder el frágil vínculo a la mujer que le había dado a luz, se acostó boca abajo, sus alas pintadas por la temprana luz del sol de la tarde inclinándose desde el balcón y la idea de su padre amándola tan extraña como el Hudson volviéndose sangre. Oh, Jeffrey una vez la amó como lo hizo con todas sus hijas. Ella recordaba la forma en que sostuvo su mano en la fuerte calidez de la suya mientras la llevaba a ver los cuerpos de sus hermanas muertas, luchando contra los otros miembros de la familia con el fin de dar a Elena lo que necesitaba, la paz de saber que Ari y Belle estaban a salvo, que el monstruo no las hizo como él. Los ojos de Jeffrey estaban húmedos cuando levantó la vista para despedirse, su fuerte rostro luchando contra lo que ahora sabía, debió ser un dolor insoportable. No pudo ser fácil para él el enfrentar los cuerpos rotos de dos de sus hijas mayores, pero lo hizo por una hija que vivió, pagando el doloroso precio y nunca haciendo que Elena se sintiera mal por su necesidad. —No llores —había dicho Elena, enjugando las lágrimas cuando él se inclinó—. Ya no les duele. Ese papá, fuerte, amoroso y bondadoso, lo perdió hace muchos años. Tocándose la cara con las manos, imaginó que podía sentir la huella de los suaves besos de su madre, un dolor agridulce en el interior. —Te amo, mamá —susurró, y era tan cierto como su odio ante la decisión que Marguerite hizo en última instancia. Era difícil dejar el momento y los últimos vestigios del recuerdo, pero una mirada al reloj le dijo que ya habían pasado dos horas. Viendo fijamente el espejo del baño, intentó ver la sombra de los dedos de su madre, pero la huella no estaba, desvaneciéndose con el tiempo. Dolió. Respirando de forma irregular, se lavó las lágrimas que soltó en el sueño, se secó, y luego se obligó a mantener su palabra a Montgomery. Se tragó la comida, y fue a atar la correa de su ballesta cuando el teléfono sonó con un tono de banda de chicos que su media hermana había programado por sí misma. —¿Eve? Estaba a punto de ir a verte. —Soy Amy —fue la sorpresiva respuesta. Los dedos de Elena se congelaron en la correa que estaba a punto de atar en su lugar. La hija mayor de Gwendolyn no hablaba con Elena, probablemente por lealtad a su madre; a diferencia de Eve, Amy era lo

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suficiente mayor para entender que algo iba mal en la relación de sus padres, que su padre no amaba a su mamá como debería. Y sin embargo, Amy amaba a su padre, lo que la dejaba sin nadie a quien culpar. A Elena no le importaba darle a la adolescente un foco para su ira, no cuando ella entendía lo que era ser esa chica, confundida, enojada y triste al mismo tiempo. —¿Qué pasa? —Sabía que tenía que ser malo para que Amy rompiera su silencio—. ¿Le sucedió algo a Eve? —Teníamos medio día de escuela, así que vinimos a casa a almorzar. Después de comer, padre encerró a Eve en su cuarto. —Un torrente de palabras, como si Amy las hubiera estado conteniendo por demasiado tiempo—. Él dice que la enviará a un internado en Europa en unas horas. —¿Dónde está tu madre? —Gwendolyn había luchado por el derecho de Eve a permanecer en Manhattan y asistir a la Academia del Gremio. —Visitando a abuela. —La voz de Amy tembló—. No puedo comunicarme… he estado tratando y tratando. A veces la recepción no es buena donde abuela vive y está lloviendo ahí. Elena sabía exactamente lo que era sentirse impotente para proteger a un hermano, y eso la enfureció, que Jeffrey pusiera a Amy en la misma posición. —Me encargaré de esto. —Ya estaba en las puertas del balcón, la nieve brillando bajo la luz solar—. Estoy en camino. —Mis ventanas no son lo suficientemente grandes para ti. —Está bien. —Elena no tenía la intención de esconderse en la casa Deveraux; planeaba golpear de cabeza a Jeffrey. *** Abrió con un empujón las puertas francesas del estudio de su padre en menos de diez minutos, el cristal vibrando cuando las puertas se estrellaron contra las paredes a ambos lados. —¿Estás encarcelando a niños ahora? La cabeza de Jeffrey saltó de los papeles en su escritorio. Empujando hacia atrás su silla ejecutiva de cuero negro, se puso de pie, la luz del sol reflejándose en sus gafas de montura metálica. — ¡Elieanora! —¿Qué? ¿También me quieres encerrar? —Tan enojada que casi no podía ver bien, sujetó con la mano el marco de la puerta derecha—. ¿Qué está mal contigo? —Furia y súplica combinadas—. ¿De verdad quieres que ella te odie como yo? —¡La quiero viva! —gritó, su voz despojada de la sofisticación urbana que usaba tan efectivamente como un arma—. Llegó a casa con

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un ojo negro ayer. Entrenamiento de combate. ¡Entrenamiento de combate! ¡Para una niña! —¡Necesita ese entrenamiento! —gritó en respuesta Elena—. ¡Hemos tenido esta conversación! Ella enloquecerá sin una salida para sus habilidades de caza. —¡Ya he perdido a dos hijas! ¡No perderé a otra! Aturdida por la cruda declaración, las palabras de su madre aún frescas en su mente, apretó la jamba en un esfuerzo de encontrar su perdido sentido de razón. —¿Estás haciendo esto para protegerla? Quitándose las gafas, Jeffrey las dejó caer en el escritorio, encontrando su mirada con ojos sin escudo del mismo gris distintivo que la marcaba a ella y a Eve como sangre. —¿Sabes lo que sucedió cuando tenías dieciséis? —preguntó, sus manos en puños desprovistos de color—. Fuiste a la Academia en las vacaciones y regresaste a tu internado con las costillas rotas. Tres meses después, fue una clavícula dislocada, seis meses después de eso un ojo negro y una mandíbula fracturada. Elena no se había dado cuenta que el internado reportó las lesiones, mucho menos que su padre las siguió, él hizo un buen trabajo en congelar cualquier cosa que tuviera que ver con el hecho de que su hija era una cazadora nata. —Fue necesario —expresó a través de la conmoción. La única razón por la que fue capaz de asistir a esas clases intensivas de vacaciones fue porque el Gremio la ayudó, consiguiendo que un juez firmara una orden que se contrapuso con la necesidad del consentimiento de Jeffrey. Al igual que Eve, Elena se hubiera vuelto loca sin la salida a esas sesiones de práctica donde podía dar rienda suelta a su habilidad; una cazadora nata tenía que cazar, la necesidad una compulsión. Pero cuando se comunicaba con su padre, tenía a su piel de cazadora encerrada; una niña hambrienta por su aprobación, pretendía ser la dulce, normal y obediente hija que él quería que fuera. La tensa paz creada por su silencio, y el de él, había durado hasta que cumplió dieciocho y se matriculó en la Academia a tiempo completo por encima de sus objeciones. Su más amarga lucha esa noche que la dejó emocionalmente sangrando, la resultante extrañeza de una década. — Tenía que volverme más hábil que los vam… —¡Sí, porque los monstruos son tan fuertes, que podrían arrancarte la cabeza con sus manos desnudas! —Acechando alrededor del escritorio, la agarró por los brazos y la sacudió tan fuerte que sus dientes castañearon—. ¿Sabes lo que se siente ver como a una mujer consiguen arrancarle la cabeza? La sangre brotar caliente y oscura, y tenerla en tu boca, en tus ojos, en tu nariz, hasta que es la única cosa que puedes ver, ¡todo lo que puedes oler!

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32 Traducido por florbarbero Corregido por Marie.Ang

Elena no podía moverse, ni siquiera para liberarse del agarre de Jeffrey que le estaba produciendo contusiones y moretones. No entendía lo que le decía, las palabras no tenían sentido en el contexto de quién era: Jeffrey Parker Deveraux, su sangre tan azul, fue creado a partir de los cimientos de la ciudad. La historia, la familia, la tradición, esa era la manera Deveraux. La sangre y la muerte habían venido con Elena, " la abominable" hija de Jeffrey. —Yo tenía cuatro años —dijo, con su aliento calentándole la cara—. Jugando bajo el banco cubierto donde ella limpiaba sus herramientas. Estaba escuchándome hablar acerca de cómo sería un gran policía, mientras jugaba con mis camiones y ella afilaba sus cuchillas —sus ojos cayeron a las cuchillas en los antebrazos de Elena, mientras sus dedos excavaban más profundamente en su carne—, y fue entonces cuando vinieron por ella. Tres vampiros que querían venganza por haber sido devueltos a sus amos para enfrentar su castigo. Elena empezó a temblar, el corazón galopando en su pecho. Por lo que sabía, la madre de Jeffrey estaba viva y bien, y era activa en las juntas directivas de varias de las organizaciones de caridad más importantes. Además Cecilia Deveraux no era, ni había sido nunca, un cazador. —Cuando traté de ayudarla —dijo Jeffrey—, se rieron y me arrojaron a un lado como si no pesara nada. —Sus palabras eran irregulares—. La caída rompió mis piernas, y uno de mis brazos. Lo intenté, pero no pude llegar a ella. En vez de eso, tuve que mirar mientras pateaban a mi madre, la golpeaban, rompiendo todos los huesos de su cuerpo antes de que le arrancaran la cabeza. —Papá. —Era la primera vez que lo llamaba así en un eón—. Papá, lo siento. —Deslizando los brazos alrededor de su pecho, lo abrazó, sintiendo a su cuerpo como una roca helada—. Lo siento. Lo siento. Los brazos de su padre llegaron a su alrededor, aplastándola con tanta fuerza, que apenas podía respirar. Una mano ahuecó su cabeza, la otra alrededor de la parte superior de su espalda por encima de sus alas, la sostuvo cerca de su corazón, con respiración entrecortada. Cuando su cuerpo se estremeció contra el de Elena, pensó que podría estar llorando, pero ese era un pensamiento que su mente no podía aceptar.

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Su padre no lloraba. La niña en su interior estaba confusa y temblorosa, esperó hasta que su respiración se nivelara, la mano de él acariciando su cabello con una dulzura que no había esperado volver a experimentar con su padre. —Siempre seré tu padre... y le pido a Dios no serlo. Las palabras de odio ya no dolían, no cuando oyó el miedo que estuvo demasiado enojada para escuchar la primera vez. Su padre, el hombre que la abrazaba con tanta ternura, tenía miedo de ver a su hija morir con la misma muerte horrible que había sufrido su madre. Alteró la base de su relación, la dejó sin un punto de anclaje. El frágil momento llegó a su fin al instante en que ella dio un paso atrás, la pared de dolor y pérdida los dividió una vez más, aferrándose solo por un momento más. Entonces, lo hizo él. En silencio, sus palabras bloqueadas donde no podían herir, cortar ni hacer sangrar al otro. El mundo, sin embargo, siguió girando, el sonido de un helicóptero pasando por encima rompió el fragmento de tiempo entre los dos. Se separaron sin decir una palabra, su padre dirigiéndose hacia el escritorio, recogiendo sus gafas, mientras que Elena se retiró por la puerta. Yendo hacia el costado de la casa, apretó los dientes e hizo un despegue vertical en el aire frío, volando hacia la ventana de Eve. Su hermana, con la piel negro violácea alrededor de su ojo izquierdo, la esperaba, viniendo a sus brazos sin dudarlo. Elena vio la cara triste de Amy en la ventana de al lado mientras salían, con la mano pegada al cristal. Todo estará bien, quería decir Elena. La traeré de vuelta. Gwendolyn no aceptaría nada más. Todo lo que Elena tenía que hacer era apartar a Eve de Jeffrey hasta que Gwendolyn regresara. Su padre, se dio cuenta al fin, nunca sería racional cuando se trataba de cazadores y caza, heridas brutales infligidas cuando fue demasiado joven, y sus cicatrices eran demasiado viejas. Con dolor en su pecho, se concentró sólo en volar lento y constante hacia el Énclave, cuando un destello azul apareció en su visión con un brillo inesperado. —¿Ellie? ¿Quién es la hermosa doncella que llevas ahí? —Dirigió un guiño a su hermana menor—. Hola, Evenstar. Eve sacó la lengua a Illium, habiendo conocido al otro ángel en las visitas a la Torre para ver a Elena. Él se ofreció a llevarla. —Soy pesada —dijo, antes de que Elena pudiera protestar. —Eres una pluma. —Illium sostuvo el pequeño y robusto cuerpo de Eve como si no pesara nada—. Elena todavía no es lo suficientemente fuerte como para llevar a otro más que una corta distancia. Yo, en cambio, puedo hacer esto. —Con eso, se disparó hacia el cielo, haciendo que Eve emitiera un grito encantado a través del aire. Al oírlo, Elena cerró la puerta a las turbulentas preguntas en su mente, porque su primera prioridad debía ser la salud emocional de su

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hermana, y continuar en dirección al Enclave. Illium se aseguraría de que Eve llegara a casa a salvo, y la emoción de los trucos temerarios del ángel de alas azules podría ayudar a mejorar el estrés que Eve sufrió en las últimas horas. Aterrizando en la casa, encontró a Montgomery en la cocina, donde estaba discutiendo el menú de la cena con Sivya. —Lamento interrumpir —dijo, frotándose la cara con una mano—. Pero Eve se quedará con nosotros esta noche, tal vez mañana, también. ¿Podrías preparar una habitación para ella? —Por supuesto, Cazadora del Gremio. —Los ojos del vampiro buscaron los suyos—. ¿Está bien? Elena sabía que la pregunta era para ella también, pero todavía no se encontraba lista para ir allí, no estaba preparada para pensar en cómo se sentía. —Unas galletas o algún pastel no estarían mal —dijo en cambio. —Voy a hacer que la señorita Evelyn tenga todo lo que necesita. —Gracias. —Dejando al mayordomo organizar las cosas, hizo una llamada importante y volvió afuera justo a tiempo para ver aterrizar a Illium. La luz del sol en su espalda hizo que el azul de sus alas brillara, su pelo se veía salvaje por el viento y la sonrisa tan abierta como el oro de su mirada. Era una vista magnífica e infrecuente. Como lo vio tan claramente esa noche en la cafetería de sangre, por detrás de la personalidad juguetona de Illium se asentaba una terrible tristeza que proyectaba sombras sobre su alma. Al igual que detrás de la ira de su padre yacía una terrible pérdida. ¿Lo había sabido Marguerite? Sí. Ella había estado en el corazón de Jeffrey, su amante en todos los sentidos, la confianza entre ellos era absoluta. Pero Marguerite hizo luego lo que debía, dejándolo cuando él estaba lidiando con las pesadillas repetidas de su infancia... Elena se pasó una mano en puño sobre el corazón, forzando otra sonrisa mientras Eve corría, con las mejillas encendidas y el pelo tan salvaje como el de Illium. A los once años, su hermana tenía el espíritu de un niño, pero su rostro podía volverse tan solemne como el de un adulto, sin previo aviso. Como lo hacía ahora. —Gracias por venir. —Unos grandes ojos grises se detuvieron con reconocimiento—. Sabía que lo harías. —Agradécele a Amy cuando la veas —dijo Elena, inclinándose para abrazarla—. Ella me llamó. —Amy siempre cuida de mí. —Soltó el abrazo después de apretarla con fuerza. Eve dijo—: Esto va a hacer que mamá y papá peleen, ¿no es así?

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Elena quería mentir, decirle a Eve que iba a estar bien, pero su hermana era demasiado inteligente y extrañamente prudente para eso. —Sí. Creo que esto va a causar una gran pelea. —¿Podrías traer a Amy? —Eve miró Illium, no a Elena—. No sería difícil para ti llevarla. Ella es… Elena tocó el hombro de Eve para llamar su atención. —Ya la llamé. Amy quiere quedarse en casa. No ocultó su angustia. —Pero Padre va a castigarla por hablar contigo. —No, no creo que lo haga. —La mente de Jeffrey estaba en el pasado empapada de sangre lejana, no con las pequeñas infracciones actuales—. Aquí —Le entregó a Eve su teléfono—. ¿Por qué no hablas con Amy tu misma? Caminando una pequeña distancia, Eve hizo la llamada. Cuando Illium empezó a hablar, Elena sacudió la cabeza. No podía hablar de lo que iba mal. No ahora. Pero cuando levantó un brazo, se permitió apoyarse en él, para aceptar la calidez poco exigente de su amistad, sintiendo su pesada ala contra la propia. —Amy está siendo tonta. —Fue la evaluación contundente de Eve cuando regresó con ellos, con el rostro lleno de líneas de enojo—. Dice que Padre no debe estar solo, incluso después de haber sido tan malo conmigo. Lo odio. —Con los brazos cruzados y la mandíbula apretada, miró la hierba. —¡Te odio! —No digas eso. —Elena se agachó delante de su hermana mientras en su cabeza resonaban las palabras que había dicho el día en que salió de la Casa Grande, para no volver jamás—. Él podría haber cruzado una línea hoy, pero lo que sea que Jeffrey ha hecho, lo ha hecho porque te ama. —Era un amor retorcido por la tragedia, que amenazaba con convertirse en una jaula asfixiante, pero era amor, no obstante—. Creo que es demasiado tarde para mí y para él, pero no para ti. La mirada de Eve no desapareció, pero su respuesta mostró una incertidumbre que hizo clara su juventud e inocencia. —Pensé que también lo odiabas. ¿No es así? —No estoy segura de lo que siento por Jeffrey. Pero sé que lo amas. Rayando en el suelo, Eve se mordió el labio inferior. —Él es un buen padre, excepto por el Gremio. —Todo el mundo tiene puntos oscuros. —Supongo. ***

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Una media hora más tarde, Elena dejó a Eve en las capaces manos de Montgomery, sabiendo que el elegante vampiro era letal, y la protegería con su vida, al igual que el resto del personal. No habría tomado la misma decisión si Eve hubiera parecido asustada o intimidada, pero su hermana más joven se había instalado a la perfección. Después de tomar prestado el portátil de Elena, se instaló en la mesa de la cocina e inició sesión en su cuenta de la escuela para hacer la tarea, y charlaba con Sivya acerca de sus problemas en ciencias cuando Elena se fue después de recibir una orden de caza del Gremio. Podría haber pedido ser reemplazada, pero necesitaba alguna manera de liberar la tensión dentro de ella, aclarar su mente. Consultando los datos de búsqueda en su teléfono una vez más, empezó una carrera sobre los nevados acantilados, el agua brillando bajo el sol de la tarde, como si darse un baño en ella no produjera hipotermia en cuestión de segundos. La orden de caza era relativamente simple: debía encontrar a un vampiro de treinta años de edad, quien pensó que era demasiado bueno para inclinarse y someterse al ángel que era su amo. No había nada raro en eso. Seducidos por la idea de la inmortalidad y la belleza que se les otorgaba, las personas hacían fila para ser Convertidos, pero se encontraban con la realidad de que un centenar de años de servicio a los ángeles era duro de aceptar. Lo que hizo que Sidney Geisman fuera diferente era que él había escrito un folleto denunciando la "esclavitud" a la que fue "engañado", un folleto que se hizo viral entre otros vampiros jóvenes. No hace falta decir que los ángeles estaban más allá de cabreados. Elena sabía que el castigo de Sidney sería duro, un ejemplo para otros que intenten seguir su camino, pero aunque se compadeciera de él, eso no le impediría hacer su trabajo como cazadora. Debido a que Sidney no fue engañado, no de cualquier manera, aspecto o forma. Los ángeles no intentaban ocultar las consecuencias de ser Convertido, de lo que se requería de aquellos a quienes sirven. Incluso olvidando el conocimiento público general, a todos los candidatos que hubiesen superado la primera parte del proceso de selección se les daba el archivo eufemísticamente denominado "De Admisión y Orientación" y se les dijo que eran libres de salir por la puerta si los contenidos del archivo no eran de su agrado. Como consorte, Elena había visto una copia de ese archivo de primera mano: es extremadamente detallado e incluye imágenes gráficas de los castigos que podrían ser dispensados a un vampiro si él o ella dejara de complacer al ángel que lo tenía a su servicio. Justo en el centro del archivo, yacía un artículo de cuatro páginas detallando la cruel condena pública que se le dió a un vampiro, a quien Rafael había dejado en Times Square después de romper todos los huesos de su cuerpo.

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Al finalizar el artículo, estaban las siguientes palabras: La traición no será tolerada. Sidney Geisman, pensó Elena mientras aterrizaba en la azotea de un rascacielos en el sur de la Torre, parecía estar sufriendo un caso de arrepentimiento del comprador. Qué pena. No se podía devolver el regalo de la casi-inmortalidad, por lo que te tocaba pagar el precio por ello. No es que pensara que Sidney quisiera regresar ese regalo especial, incluso si fuera posible. Cínico, tal vez, pero apostaba que todos los cazadores en el Gremio dirían lo mismo. Hay demasiadas personas que querían hacer todo eso de “tener su pastel y también comerlo”. Dio un solo golpe en la puerta de cristal en el atrio de la azotea y se deslizó a un lado para estar cara a cara con un vampiro delgado vestido con una túnica de color marrón con un cuello mandarín con detalles dorados, y pantalones del mismo tono marrón. —Cazadora del Gremio —dijo, y luego dudó—. Mis humildes disculpas. Debería haber usado “Consorte”. —No, Cazadora del Gremio está bien. —Toda esta cortesía deferente hizo que su piel picara, pero era parte de estar con Rafael y ya que no tenía planes de cambiar eso, tendría que aprender a lidiar con ello—. ¿Tienes lo que necesito? —Sí. —Caminando a la mesa justo en el interior del atrio, abrió una caja negra mate para sacar una camisa pulcramente doblada—. ¿Esto servirá? Elena tomó la prenda y trató de sentir los olores atrapados dentro de la tela. Frambuesa y jengibre, con un toque de menta. Era un hermoso y refrescante aroma, pero no provenía de la camisa. —Si retrocedieras más allá de las puertas. —Por supuesto. Espero hasta que el viento barrió la frambuesa y el jengibre, volvió a respirar hondo. Un químico astringente... delicada caricia de lirios.

desinfectante,

suavizado

por

una

—Necesito la muestra secundaria —dijo—. ¿Te aseguraste de tomarlo de una ubicación diferente? —Sí, esta camisa era de su cesta de lavado, y esta camiseta es de su bolsa de deporte. La segunda prueba le devolvió la misma lectura, el desinfectante no era una mancha sino que formaba parte de la esencia de Sidney, según lo interpretaban sus capacidades de cazadora. —Gracias. —Devolviendo la camiseta, caminó por el borde de la cubierta, extendiendo sus alas antes de que pudiera comenzar a caer. Su siguiente destino era el hogar de la familia mortal de Sidney, la

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dirección formaba parte del informe de antecedentes adjunto a la orden de caza. Todos los vampiros con familiares vivos con el tiempo fueron a casa, los inteligentes realizaban una visita clandestina, pero los estúpidos se quedaban. Sidney, se vio después, no cayó en ninguno de los grupos. —No lo he visto desde que comenzó ese sucio hábito. —Fueron las palabras escupidas por la mujer de edad avanzada que abrió la puerta, sus ojos color avellana, acuosos con la edad, pero sus mejillas coloreadas y calientes—. Beber sangre es el trabajo del diablo. —Cerró la puerta en la cara de Elena. No creyendo en las palabras de la mujer, Elena rodeó la pequeña y ordenada casa, sin encontrar siquiera una pizca de olor de Sidney. — Supongo que casa no es dulce para ti, Sid —murmuró, tirándose a sí misma hacia la escalera de incendios hasta el segundo piso. Se había convertido en una experta en despegues de baja altura, en un esfuerzo para equilibrar su incapacidad para hacer despegues verticales regulares y fáciles, y después de haber hecho uno hoy, no iba a arriesgarse a otro a menos que fuera una situación de vida o muerte. Ahora, apretó los dientes y se puso en el aire antes de besar el pavimento. Una vez en el aire, hizo caso omiso de las otras direcciones en el informe para la caza y se dirigió en cambio a una sección particular de Central Park: el Teatro de Sangre.

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33 Traducido por Val_17 Corregido por Verito

Sidney era un hombre lo suficientemente orgulloso de su composición que puso su nombre en eso, alguien así no estaría satisfecho con desaparecer en la niebla, desprovisto de una audiencia. No, cada instinto de ella le decía que llegó al Teatro tan pronto como pudo. —¿Sabes lo que se siente ver como a una mujer consiguen arrancarle la cabeza? Apagando el resurgimiento del recuerdo antes de que pudiera incapacitar, voló a través del espacio verde en el centro de Manhattan. A punto de aterrizar en la sección correcta, su cerebro de repente la empujó a considerar la situación... y tal vez parte de ese empuje vino del eco de las palabras de su padre, aunque no podía pensar en eso ahora. Tan pronto como aterrizara, se volvería vulnerable de una manera que —irónicamente— nunca lo fue como un humano. Sus alas hacían que fuera difícil para ella correr a toda velocidad, esquivar los árboles era casi imposible. Un despegue vertical tampoco sería una opción viable si la caza salía mal, ya que no podía conseguir subir lo suficientemente rápido. Agregado a eso, el Teatro estaba en una sección aislada del parque, mientras que la noche aún no había caído, la oscuridad invernal comenzaba a acabar con la luz en el cielo. Sería agradable pensar que ningún vampiro o ángel en el territorio se atreverían a poner una mano sobre ella, pero siempre estaban los atípicos— y los mortales. Si un grupo de adictos sacaran su corazón o hirieran sus órganos internos lo suficiente, moriría, su inmortalidad tenue aún. Luego estaba el riesgo de los enemigos de Rafael que tenían agentes en la ciudad solo esperando que Elena fuese un objetivo. —Síp —se dijo—. Aterrizar en este momento no sería lo más inteligente que has hecho, Elieanora P. Deveraux. Sobrevolando —era sin duda cada vez mejor gracias a los ejercicios que Aodhan le enseñó— consideró sus opciones. Tendría que ser el Gremio, la Torre ya escasa. —¿Tienes a alguien que pueda respaldarme? —preguntó a Sara—. Estoy en Central Park. —Dame un segundo. —Un crujido, el teléfono en silencio, después—: Deacon está en el área con Slayer, y tiene una ballesta. ¿Por

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qué llevar una ballesta en la caminata del perro, te oigo preguntar? Porque mi amado no sabe cómo salir de casa sin estar armado hasta los dientes. Elena se echó a reír, las palabras afectuosas de Sara dándole el respiro que necesitaba de las horribles imágenes que la revelación de Jeffrey grabó en su cerebro. —Sabes que nunca rechazaría a Deacon. — El esposo de Sara podría no ser un miembro oficial del Gremio, pero todos sabían que él era uno de ellos—. Espera, ¿qué hay con Zoe? —Con mis padres, están en la ciudad y estropeándola como sólo ellos pueden. —Elena pudo oír la sonrisa de Sara—. Deacon es tuyo siempre y cuando lo necesites. —Gracias. Lo voy a llamar para arreglar un lugar de encuentro. Menos de dos minutos después, aterrizó a pocos pasos del lugar de destino junto a la alta y musculosa forma de Deacon. —Aprecio esto —dijo, después de prodigar afecto a Slayer, el enorme perro negro que era el adorado mejor amigo de Zoe. —No hay problema. —Tranquilos ojos verdes que Elena estaba segura no se perdían nada, a pesar de que su postura era relajada, Slayer apoyado contra su pierna—. ¿A dónde nos dirigimos? —Al Teatro de la Sangre. —Nada especial durante las horas del día, esa parte en particular de Central Park era transformada en un paraíso decadente del sexo para vampiros en la noche, se aconsejó a los mortales evitarlo a menos que su intención fuera convertirse en una cena bien follada. Deacon recuperó la ballesta que colgaba sobre su espalda. — Hardware tiene un buen efecto de disuasión. —En el instante en que la ballesta estaba en manos de Deacon, Slayer pasó de ser la juguetona mascota que menea la cola a una amenaza silenciosa. —Sí. —Recuperando las cuchillas más largas de sus vainas en los muslos, ella se aseguró de que los bordes brillantes se mostraran bajo sus puños—. No lo quiero para extraer la sangre, pero algunos de los más jóvenes son unos idiotas. Una leve sonrisa se posó en los labios de Deacon cuando partieron a lo largo del estrecho camino al Teatro, la nieve cubría tanto como Elena podía ver. Teniendo en cuenta, sin embargo, que no había nevado desde cerca del amanecer, la nieve aplastada era probablemente la evidencia del desenfreno de la noche anterior, no de un evento reciente. El Teatro era propenso a encontrarse vacío a esa hora del día y si tenía razón, y Sidney hizo acto de presencia allí, podría ser capaz de recoger un rastro. A pesar de la alta posibilidad de que ella y Deacon estuvieran solos en esta parte del parque, no bajó la guardia, consciente de cada susurro, cada sonido pequeño, entonces la clara falta de ello. —No hay pájaros —murmuró en voz baja.

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—Sí. —Deacon se puso espalda a espalda sin más discusión, sus alas presionadas contra el verde oscuro de la gabardina, mientras que Slayer los escudaba silencioso y peligroso frente de ellos. Las armas mantenidas con abierta agresión, doblaron a la derecha del camino de acceso principal y en otra que se desplegaba en el pequeño claro con una pendiente natural que lo convirtía en un anfiteatro en miniatura. La nuca de Elena picaba con la certeza de los ojos sobre ellos, el instinto verificado por las líneas frescas de olor en el aire, pero nadie apareció de las profundas piscinas de sombras entre los árboles. Sangre acuosa. Un montón de eso. —Ellie. —Lo huelo. —Si alguien murió en el interior del Teatro, él o ella no lo estuvo por el tiempo suficiente para que las aves carroñeras hubieran tomado conciencia de la fiesta, la zona carente de los sonidos de su alimentación. Eso o los pájaros se habían mantenido fuera a propósito, porque bajo la nieve y la sangre diluida, captó el olor a desinfectante suavizado por lirios. Mierda. —¿Deacon? —Te tengo cubierta. Cambiando de posición, caminó por la pendiente y hacia la vista espantosa que la esperaba. Sidney Geisman había perdido la cabeza. Literalmente. Yacía ensartado en una lanza de madera cruda sacada de una rama, los orbes de sus ojos de vampiro abultados y rojos; y su lengua era de un negro grotescamente hinchado que colgaba de su boca. Hacía demasiado frío para moscas, la sangrienta nieve por debajo de la cabeza golpeaba en el hielo. El resto del cuerpo del vampiro descartado a una corta distancia. Podía ver indicios de chorro arterial en los árboles cercanos, la sangre convertida en un marrón putrefacto que, no obstante, se destacaba en su visión mejorada. Lo que le interesaba más eran las múltiples lagunas en el patrón, como si esta ejecución hubiese tenido un público que fue rociado con la sangre de Sidney. Respirando a través de los dientes apretados, con el frío paradójicamente intensificando el miasma de olores para ella, se acercó lo suficiente a la cabeza para leer la nota clavada en la frente de Sidney con lo que parecía ser una lima de metal. Creativo. La nota consistía en una sola palabra escrita con sangre: ENFERMO. Oh, mierda. ¡Jodida mierda! Aún respirando por la boca, se acercó al cuerpo y comenzó a comprobar a Sidney en busca de signos visuales de la enfermedad. No pasó mucho tiempo para encontrar las llagas en sus manos. Eran

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pequeñas, apenas formadas, por lo que la infección apenas había cavado en sus células cuando lo mataron. Lo que significaba que o bien había otra portador en la ciudad o —en el mejor de los casos— Sidney fue atrapado embotellando sangre en anticipación de su fuga. ¿Rafael? Cuando oyó solo el silencio como respuesta, recordó que había mencionado que podría salir de la ciudad para encontrarse con uno de sus ángeles superiores. Sacando el teléfono del bolsillo donde lo guardaba, llamó a las operaciones de la Torre, usando la línea directa que significaba que conseguiría bien a Aodhan o a Illium. Fue Aodhan quien respondió. Como no quería decir mucho en una línea insegura, simplemente le dijo que lo necesitaba en el Teatro de la Sangre. Él no preguntó nada, diciendo que estaría allí en unos minutos. Una vez hecho esto, comenzó a caminar por la escena para ver cuántos olores útiles podía identificar. Aodhan llegó con la creciente oscuridad, sus alas brillando más que la nieve. Ella vio la comprensión inmediata en su cara cuando señaló la nota. Los vampiros en la ciudad estaban volviéndose unos contra otros —si esto continuaba, podría perderse en una indiscriminada paranoia, pintando la ciudad de rojo sangre. Pero ese no era el problema más inmediato. —¿Podría la infección haber pasado en el chorro arterial? —dijo Aodhan, lo suficientemente suave que sus palabras no viajarían a los vampiros que continuaban observando desde las sombras; esos vampiros pronto se encontrarían sin un lugar a donde ir, Aodhan habiendo instruido un escuadrón para rodear la zona. Elena volvió a mirar el color marrón oxidado que marcaba los árboles. —Depende de si lo suficiente de esta entró en la boca, así como a través de las membranas mucosas de los ojos. Bajo riesgo, ya que una gota no lo hará, pero un riesgo, no obstante; los espectadores y los verdugos estaban de pie malditamente cerca. —Más de uno probablemente tenía la boca abierta, ya que, sin duda, gritaron a Sidney y se vitorearon entre sí—. Puedo realizar un seguimiento de al menos algunas de las personas aquí en las últimas horas, pero dada la forma en que fue golpeado —señaló las feroces marcas en el cuerpo—, parece que podría haber sido el ataque de una banda. Una dureza en la expresión de Aodhan que nunca antes había visto, irises astillados inquietantemente blancos con la nieve reflejada. —Encuentra a todos los que sea posible lo más rápido que puedas. Después de haber aislado el más fuerte rastro de olor, Elena comenzó el rastreo, Deacon a su espalda. La intensidad del aroma le dijo que el vampiro en cuestión corrió desde el Teatro probablemente al amanecer, con el cuerpo y el rostro cubierto con la sangre de Sidney,

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una extraña mezcla de desinfectante y lirios entrelazados con el propio olor natural del vampiro. Lo curioso era que no corrió a la calle, sino que se adentró más profundo en Central Park. Donde lo encontró diez minutos más tarde. Cubierto de manchas de sangre seca, formando escamas el color de la suciedad, sentado y meciéndose hacia adelante y atrás a la sombra de un roble desprovisto de sus hojas, sus brazos esqueléticos contra la incongruentemente impresionante noche estrellada. —Ellos lo mataron. Lo mataron. Lo mataron. Agachándose junto al hombre, lo suficientemente lejos para que no pudiera lanzarse a su garganta, Elena dijo—: ¿Quién lo mató? —con su tono no confrontacional. —Ellos lo mataron. Lo mataron. Lo mataron. Elena intentó de nuevo, incluso arriesgándose a tocarlo, pero el vampiro estaba atrapado en algún infierno mental y personal del que no podía escapar. Deacon y ella se quedaron con él sólo hasta que fue recogido para transportarlo a la Torre. Volviendo a la sitio principal, ahora ocupado con el personal de la Torre, Elena eligió la siguiente pista más prometedora. Treinta minutos más tarde, recibió un mensaje de Illium indicando que un amigo de Sidney había confesado suministrarlo de sangre para alimentarse de su propio suministro de congelados. Él bebió una botella de Blood-for-less. Botella fechada dentro del periodo de la donante portadora original. Cinco horas después de eso, había rastreado a otros tres vampiros que vieron y/o participaron en la sangrienta ejecución de Sidney, pero que no se quedaron alrededor para experimentar las consecuencias. Uno estaba aterrorizado, uno desafiante, pero el tercero era el más problemático: empezaba a mostrar signos avanzados de la enfermedad. Saliendo del dormitorio donde el vampiro se estremecía tan fuerte que sus dientes castañeaban, su mente perdida en una niebla febril, Elena encontró los ojos de Deacon. —Deberías volver a casa. Sara estará esperando. —No arriesgaría su mente, sus recuerdos. Una mirada penetrante. —Ya sé lo que sabe Sara. —Tienes que irte antes de que sepas más —dijo, y luego usó la única cosa que sabía que iba a conseguir que se marchara—. Zoe te necesita. No te involucres en una mierda inmortal que podría sangrar en tu familia. —Si cambias de opinión, Ellie —dijo después de un largo minuto de silencio—, sólo llama. Una vez hecho esto, se puso en contacto con Illium. —Ninguno de los idiotas que he encontrado está hablando y necesitamos los nombres de las otras personas que estaban allí y podrían estar infectadas.

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¿Puedes hacer tu vudú mental? —Rafael venía de regreso, pero aun así, al menos estaría una hora fuera. —Mi vudú mental no está en absoluto tan bien desarrollado como el del Sire, pero tengo una idea mejor. Llegando al almacén custodiado donde Elena puso en cuarentena a los dos vampiros aparentemente no infectados, el infectado en otro almacén, Illium pidió a los vampiros los nombres y cuando no hubo respuesta, retiró su espada y cortó la pierna izquierda del hombre de pelo marrón. El brillo de color rojo en el acero no era lo que había estado esperando, con el corazón golpeando en su garganta, pero la táctica brutal lo entregó: el vampiro no lesionado se rompió mientras su amigo apretaba la mano sobre el muñón en un intento de restañar el bombeo de sangre. —¡Lo siento! ¡Hicimos un pacto! —Sollozando, comenzó a darles nombres, el vampiro mutilado uniéndose en cuanto ella flaqueó en su recolección. Le tomó menos de una hora localizar a los otros nueve vampiros que estaban dispersos, entre ellos —irónicamente— un número que fue admirador del trabajo de Sidney. Uno más fue descubierto acurrucado en la cama, la enfermedad devastando sus células, los otros ocho aterrorizados en sus mentes. —Necesitamos saber dónde está cada uno, pero especialmente los dos infectados, fuimos tras el asesino —dijo Elena, furiosa por la estupidez que podría haber hecho más daño que los otros ataques combinados—. El único punto brillante en esta situación es que la enfermedad necesita una transfusión sanguínea para infectar. Las entrevistas fueron rápidas —cortesía de la pierna amputada puesta en el medio de la bodega; ninguno de estos vampiros tenía la edad suficiente para curar una lesión de este tipo en nada menos que doce insoportables meses. La mayoría de los idiotas asesinos habían corrido a casa, pero dos fueron a un club. Donde alimentaron y fueron alimentados por otros vampiros. Uno de los dos era la mujer enferma. Hermosa, atractiva, y un imán inconfundible de vampiros masculinos que querían hundir sus colmillos en dulce y caliente carne. —¡Maldición! Si el club hubiera sido un lugar de alta clase como Erotique, donde el intercambio de sangre era considerado una seducción, un par a menudo pasando horas juntos, había una buena probabilidad de que podrían haber detenido rápidamente una mayor propagación. Desafortunadamente, Bezel estaba en el extremo opuesto del espectro, abasteciendo a jóvenes vampiros que eran todo sexo, sangre y más sexo, parejas múltiples la norma de ambas categorías. La primera indicación para Elena de cuan malo iba a ser esto fue cuando aterrizó en el estacionamiento del club al mismo tiempo que

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una alta y delgada vampira se tambaleaba sobre tacones de diez centímetros, sólo para colapsar en el concreto gritando que le dolía, ¡dolía!

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34 Traducido por Val_17 Corregido por Alessa Masllentyle

Nueve agotadoras horas más tarde, Rafael miró el informe que Aodhan empujó a través de la mesa y dijo—: ¿Qué tan malo? —La enfermedad finalmente había sido contenida, pero no hasta que se cortó una franja a través de un segmento particular de la población vampírica de la ciudad. —Trescientos ocho muertos o enfermos —le dijo Aodhan—. Doscientos bajo observación para el día siguiente. No era el desastre total que se había perfilado, sobre todo porque ninguno de los soldados vampiros de Rafael frecuentaba Bezel, pero teniendo en cuenta a los ángeles caídos, sumado al temor que ahora impregnaba la población de vampiros de la ciudad, era un golpe brutal al corazón de su territorio. —Continúa vigilando la situación y avísame si hay señales de que la enfermedad se ha escapado de contención. Montgomery, dijo después de que Aodhan se fuera, ¿está Elena en casa? Estuvo trabajando lado a lado con él hasta hace una hora, cuando le ordenó ir a casa, capaz de ver su cansancio después de dos noches tumultuosas. Sí, Sire. Asegúrate de que descanse. La más mínima pausa. No creo que yo pueda hacer que la Cazadora del Gremio haga algo. A pesar de saber que Nueva York se encontraba al borde de un catastrófico asalto final, casi sintió la necesidad de reírse de la tentativa respuesta del viejo vampiro. Es cierto, dijo, y con su mente tocó a Elena en una pregunta silenciosa. Cuando escuchó el silencio pacífico en respuesta, supo que dormía. ¿Su hermana? En todo el caos, él y Elena habían tenido poco tiempo para hablar, pero ella le había dicho acerca de su abuela biológica justo antes de que dejara la Torre, el continuo impacto de la revelación dejó una tensión en su expresión. Pero superando eso, estaba su preocupación por lo que esto podría significar para Eve. La señorita Evelyn está durmiendo pacíficamente. Gracias, Montgomery. Con eso, Rafael volvió a introducir un número en la pantalla grande de comunicaciones en una de las paredes de su oficina.

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El rostro de Titus apareció en ella un minuto después. —Rafael, mi segundo dice que deseas hablar conmigo —dijo el arcángel guerrero, el caoba de su piel brillaba bajo la luz de la habitación desde la que hablaba. —He oído que encontraste la misma enfermedad vampírica en tu territorio que casi derribó un avión en el mío. —No hubo manera de suprimir esa información, sus enemigos, sin duda, conscientes de que el asalto había encontrado un objetivo. Sin embargo, todavía esperaban. —Voy a confiar en ti con esta información, Rafael. —Los ojos de Titus se clavaron en los suyos—. No me traiciones. Rafael inclinó la cabeza. —Eres el único arcángel cuya palabra sé que es su fianza. Estamos unidos en la lucha contra esta plaga, y voy a compartir todo lo que sé de ella si haces lo mismo. Aparentemente apaciguado, Titus asintió. —La enfermedad en ocasiones ha amenazado con diezmar mis fuerzas terrestres. Ubicamos y eliminamos a los transportadores, pero Charisemnon se mantiene enviando más infectados sobre nuestra frontera, su único objetivo es difundir su sangre horas antes de que la enfermedad comience a mostrarse. Desde el instante en que recibió el mensaje de Jason sobre los problemas en el territorio de Titus el día anterior, Rafael tuvo sus sospechas sobre el arcángel que era vecino de este. —Así que, ¿es Charisemnon quien es el arquitecto de la enfermedad? ¿Hay alguna indicación de la mano de Lijuan en su creación? —No —dijo Titus—. Los hombres que tengo en su corte lo confirman. El poder de Charisemnon ahora está aparentemente mucho más desvanecido por el uso excesivo, pero tiene un establo de infectados de los que toma la sangre para infectar a más, continuando el ciclo, de alguna manera ha convencido a sus tropas terrestres a que mueran por la causa de la protección de su territorio. —Titus frotó su rostro en un raro gesto de fatiga—. Ahora me pregunto si él inició la Caída, porque si es así, estamos aún más vulnerables de lo que yo creía. —No tenemos pruebas, pero creemos que los indicios están ahí. Una ranura profunda se formó a cada lado de la boca de Titus. — El hecho de que te golpeara tan brutalmente a ti, mientras sólo me acosa, significa que debe de haber lanzado su suerte con Lijuan. Me gustaría estar contigo en la lucha contra ella, Rafael, pero no con Charisemnon sentado en mí frontera esperando a que yo parpadee. —La información que has compartido vale mucho. —Le dio el nombre de su enemigo secundario, Lijuan aun siendo el más peligroso—. Te digo ahora que hemos empezado a desarrollar una vacuna… tomará tiempo, pero mis sanadores dicen que se puede hacer. ¿Quieres que les envíe la información a tus propios sanadores para que puedan unirse en el trabajo?

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Titus asintió. —Tu honor es fuerte por compartir eso. Instruiré a mis sanadores para trabajar con los tuyos de cada manera. Sin perder tiempo, Rafael envió una orden mental al equipo en la Torre que trabajaba en la vacuna bajo la remota dirección de Keir, el sanador incapaz de abandonar sus funciones en el Refugio. —Debemos detener a Charisemnon y a la difundidora de muertes, Lijuan. —Frunciendo el ceño, Titus golpeó su espada ceremonial al suelo, la letalmente afilada punta pintada de oro puro—. Somos arcángeles, protectores del mundo, y ellos buscan profanarlo en su delirio de divinidad. —Un rugido que sin duda sacudió los muros de su fortaleza antes de cubrir a Rafael con sus ojos—. Espero que no caigas presa del mismo orgullo. —No tengo ningún deseo de gobernar el mundo, pero tampoco voy a permitir que cualquiera amenace mi territorio. —Guerrero a guerrero, sostuvo la mirada del otro hombre—. Te llamaré aliado, Titus, y aceptaré tu palabra y cualquier información que pase a mí como verdad, si es que vas a hacer lo mismo. —A ningún otro ángel, incluso Elijah, hablaría con tanta franqueza, pero Titus no tenía tiempo para el doble discurso y la sutileza política. Él iba, pensó Rafael de pronto, a ser alguien a quien Elena quisiera, y tenía la sensación de que la admiración sería devuelta. Ahora, Titus tomó su decisión con su habitual falta de demora. — La alianza está forjada. Cuando terminó la llamada, pensó en la vez que Titus lo había llamado un “mocoso”, y le dio una palmada en la espalda, felicitándolo por un combate bien jugado. Ahora eran aliados de pie firmes contra la misma amenaza mortal. Otro cambio, otra señal de que el mundo se alteró para siempre antes de que esto se acabara. *** Eve yacía de espaldas en el centro del núcleo central de la casa, cuando Elena bajó a las nueve de la mañana, después de haber cogido aproximadamente cuatro horas de sueño profundo y sin interrupciones. Cuerpo y mente se sentían refrescados, el estrés emocional del día anterior ya no amenazaba con arañarla. Buenos días, Arcángel, dijo, conectándose con la mente de Rafael a través del agua, el vínculo sin esfuerzo. El beso frío de la lluvia, el mar turbulento en su mente. Buenos días, hbeebti. Con el corazón cálido y una sonrisa tirando de sus labios, caminó por la alfombra de seda para mirar al cuerpo tendido de su hermana. — ¿Eve? —dijo, notando que el moretón alrededor del ojo izquierdo de la

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niña se desvanecía a un enfermizo amarillo negruzco que denotaba la curación. —Hola, Ellie. —El saludo fue entrecortado—. Lo siento, comí demasiados pasteles. —¿Engañaste a Montgomery? —No creía que el vampiro tuviera mucha experiencia con niños, especialmente niños inteligentes… y Eve era muy, muy inteligente. —No creí que él realmente me daría pastel para el desayuno si le decía que estaba triste. —Asombro en su rostro—. O que me daría más cuando le dije que todavía seguía hambrienta. No podía no comérmelo después de eso. No hubiera sido cortés después de pedírselo. Los hombros de Elena se sacudieron mientras trataba de contener la risa. —¿Es por eso que estás tendida en el suelo? ¿Porque no puedes respirar? —Ajá. —Eve palmeó su estómago—. Es una bonita vista. No dudaba que debería regresar a la Torre, averiguar si la situación de la enfermedad había deteriorado en las últimas horas, pero Elena bajó a la alfombra y le dijo—: Levántate, sólo un poco. Cuando Eve lo hizo —con un gemido— Elena deslizó el cuerpo de su hermana bajo su ala, el brazo debajo de la cabeza de Eve, y se quedaron lado a lado. El tragaluz de encima era hermoso, un brillante fragmento de luz. —¿Te duele si me acuesto en tu ala? Estoy un poco pesada. —No me duele, y no eres pesada. —Eve tenía la pequeña estructura ósea de su madre junto con una valiente fortaleza, sin duda llegaría a ser un pequeño y elegante dínamo. —Tengo una capa de grasa de perrito, eso es lo que he oído de una de las madres de mis amigos. —Expresado con ecuanimidad—. No creo que vaya a convertirme en un cisne como Amy o mamá o tú. —Un ceño feroz—. Sólo quiero ser un poco menos gorda, pero me gusta mucho el pastel. Elena sintió una oleada abrumadora de afecto. —¿Quieres oír una historia? —Está bien. —Beth y yo, teníamos dos hermanas mayores, ¿lo sabías? —No se sorprendió ante la negación de Eve, pero dolía recordar cuán bien su padre había enterrado a la bailarina de largas piernas que alguna vez bailó el vals a través del piso de la cocina, tan minuciosamente como a la seria nacida de las segundas con quien discutió de bonos y acciones en la mesa del desayuno—. Sus nombres eran Mirabelle y Ariel. —¿Murieron? —Una tranquila pregunta, Eve entrelazando sus dedos con los de Elena.

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—Sí. Ellas murieron. —Las palabras todavía eran tan difíciles de decir—. Ari quería cuidar de todos, y ella era un poco mandona. —Amy es mandona, también. Pero sé que es porque me ama. —Sí. —Elena sintió las cicatrices de la pérdida dolorosamente al pensar en el momento en que Ari le dijo que corriera escaleras abajo, sólo para abrazarla cuando su labio inferior temblaba—. Belle tenía más temperamento, pero no dejaba que nadie fuera malo conmigo. —Suena como una buena hermana. —Lo era. —Elena se concentró en los recuerdos felices, luchando contra las sombras salpicadas de sangre que amenazaban con echar a perder la alegría—. Y era una bailarina. La forma en que Belle podía moverse, era como ver el viento. —Apuesto a que estudió mucho. —Sip. —Horas y horas, decidida a llegar a ser parte de una prestigiosa compañía de ballet—. ¿Pero sabes cuál es la mejor parte? —No, ¿qué? —Belle tenía el mismo aspecto que tú cuando era más joven. — Esa misma apariencia de robustez creada por la obstinada grasita infantil—. Vi las fotos. Pero su baile no tardó en crear músculos magros, justo como el entrenamiento de caza lo va a hacer para ti. —Me gusta ir a la Academia, incluso si consigo golpes a veces. — Acariciando suavemente su mano sobre la superficie interna de las alas de Elena, expresó—: ¿Ellie? —¿Sí? —Estoy asustada. Elena atrajo a su hermana a sus brazos. —Lo sé, nena. Lo sé. *** Habiendo dejado a Eve en la cocina con la computadora portátil después de que su hermana le dijo que había enviado un correo electrónico a su maestra la noche anterior y recibió las lecciones del día para hacer en casa, Elena acababa de despegar cuando Montgomery llamó su atención desde lo alto del acantilado. —La madre de la señorita Evelyn está en las puertas —le dijo. —Ábrelas. —Elena plegó las alas, pensando que Gwendolyn debió haber conducido toda la noche después de recibir el mensaje con el que utilizó la red de cazadores de la zona para entregarlo personalmente. —¿Eve? —preguntó la otra mujer al instante en que salió del SUV negro salpicado de barro, profundas sombras de azul oscuro bajo sus ojos.

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—Haciendo sus lecciones dentro —dijo Elena—. No creí que fuera una buena idea enviarla de vuelta a la escuela hasta que regresaras. Gwendolyn se pasó una temblorosa mano por su pelo negro azabache. —Acabo de llegar de la casa. Jeffrey… —Una ruptura repentina, paredes de reserva y cortesía cerrándose de golpe, como si la otra mujer se hubiera acordado de que hablaba de su marido a su hija distanciada. —¿Te gustaría una taza de café? —preguntó Elena, ahogando la impaciencia por llegar a la Torre, el futuro bienestar de Eve podría depender de lo que Gwendolyn eligiera hacer a continuación. —No, ya he tenido demasiada cafeína. —La confesión de Gwendolyn era una fractura en la reserva—. Aprecio que estés ayudando a Eve. —Esto es serio, Gwendolyn —dijo Elena, luchando con la ética de si tenía o no el derecho de compartir la verdad sobre su abuela biológica—. Jeffrey realmente la asustó. No creo que alguna vez vaya a llegar a un acuerdo con el hecho de que ella es una cazadora nata. Los pómulos de la otra mujer empujaron blancos contra su piel. —Me aseguraré de que él no tire nada como eso nunca más. Elena tenía una fe total en el amor de Gwendolyn por sus hijas, pero entendía a su padre mucho mejor hoy de lo que antes lo había hecho. —No puedes verla todo el tiempo. —No, pero a pesar de que Jeffrey y yo tal vez no tenemos la relación que tenía con tu madre —una sombría referencia a una dolorosa conversación anterior en donde Gwendolyn había admitido que conoció a la antigua amante de Jeffrey, y que la mujer tenía un parecido desvanecido a Marguerite—, tu padre me necesita en una manera que dudo que entenderías. —Una triste sonrisa—. Él va a mantener el término de nuestro acuerdo. —¡Mamá! —Eve salió disparada por la puerta principal en ese instante, corriendo hacia Gwendolyn. Mientras los delgados brazos de la otra mujer abrazaron a su hija con fuerza, Elena esperaba que Gwendolyn tuviera razón en el juicio de Jeffrey. Porque no se quedaría a ver como él lastimaba a Eve. —Haré lo que tenga que hacer para protegerla —le dijo a Rafael más tarde ese día, fuera del almacén que era utilizado como un centro de observación. Rafael no esperaba nada menos de su consorte. —He pedido a nuestro equipo de comunicaciones monitorear el nombre de Eve, así como los planes de vuelo del jet de la familia Deveraux. Sabrás en cuestión de minutos si hay cualquier cosa que lance una señal de alerta. La cerca de alambre a la espalda de Elena fue un duro recordatorio de la sombría razón por la que estaban aquí, pero su

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sonrisa radiante arrojó eso a la sombra. —Gracias, Arcángel. —Un brillo distintivo y muy de Elena en su mirada—. Es extremadamente impresionante ser la consorte de un hombre que es señor de todo lo que examina. —Eso, Consorte —dijo, habiéndole ya contado de su discusión con Titus—, es un hecho que a Charisemnon y a Lijuan les gustaría cambiar. —Sabes, ese chico Charisemnon siempre me molestó. Ahora sé por qué. —Cruzando los brazos, se encontró con su mirada—. Le he pedido a Sara ponerme inactiva en el plantel del Gremio por ahora. Dime lo que necesitas que haga para ayudarte a preparar la ciudad para un asalto.

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35 Traducido por ElyCasdel Corregido por Gabbita

Ahuecó su mandíbula, orgulloso de la mujer que era suya, quien no se acobardaba y se mantenía a su lado, pasara lo que pasara. — Habla con los líderes de los vampiros, haz que contengan el pánico de los grupos a los que tengan acceso. No podemos permitirnos ninguna otra ejecución improvisada. Elena frunció el ceño. —¿Hablar? Me imaginé que me querrías trabajando con las tropas de tierra o algo. —Habla, no como cazadora, sino como mi consorte. —Quitando la mano de su mandíbula, puso el brazo alrededor de su cintura preparándose para el despegue—. Tu presencia hará evidente la gravedad de la situación sin necesidad de más órdenes de mi parte. —Supongo que puedo revelar algunos modales civilizados pero atemorizantes. —Un beso en la boca mientras se elevaban en el aire, el sabor de la exuberante intoxicación—. No conozco absolutamente a todos los líderes vampiros. ¿La Torre tiene una lista? —Illium irá contigo. Los conoce a todos por su nombre. —¿No sería mejor opción para hablarles? —Antes de que tuviera una consorte, sí. Ahora, tú hablas por mí. Ese anillo de plata brilló debajo de la luz del sol de invierno, su expresión de pronto solemne. —No te defraudaré. —Lo sé. Diez minutos más tarde, la vio irse por los cielos con Illium. No permitiras que resulte dañada. La protegeré con mí espada y con mi vida. Cambiando su atención de la medianoche y el amanecer de las alas de Elena y la fuerza de la promesa de Illium, recogió el teléfono. Era hora de que su segundo regresara a Nueva York. *** Rafael pasó el resto del día finalizando la transferencia de sus vampiros mayores y ángeles dentro de la ciudad, mientras Aohdan mantenía al día las operaciones de la Torre y Dmitri —conectado desde

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el jet que Rafael envió para él y Honor— trabajaba con su gente de confianza para asegurarse de que la reserva de armas estuviera al máximo. El siguiente paso sería colocar armas contra alas en un número de tejados. —Lo haremos en el período de calma después de que los últimos juerguistas se dirijan a casa y los madrugadores sigan dormidos —dijo Illium, las luces brillaban cubriendo la noche de Manhattan a sus espaldas, mientras ambos permanecían en la cúspide de la Torre—. Será mejor que las armas aparezcan durante la noche que tener curiosos mirando y difundiendo nuestros esfuerzos a la luz del día. —Concuerdo. —La ciudad de Rafael nunca dormía realmente, pero era más tranquila durante las horas del crepúsculo—. ¿Tienes la cantidad suficiente de gente para hacerlo a tiempo? —Sí. Aodhan también puede asistir ahora que Dmitri ha regresado para tomar las operaciones de la Torre. —Una firme mirada con sus ojos dorados ensombrecidos por sus densas pestañas negro azuladas—. Sire, no puedes estar aquí. Cuando Rafael levantó una ceja, Illium se mantuvo firme. — Olvida al enemigo, la moral de tus propias tropas tomará un golpe severo si eres visto asistiendo en una tarea tan “mundana”. Rafael sabía que el ángel tenía razón. —La tarea es tuya —dijo, y pasó la siguiente hora entrenando a un escuadrón especializado en maniobras nocturnas antes de irse a casa. Su consorte se encontraba en el solar, limpiando sus armas con un enfoque único que le decía que no veía los letales elementos en lo absoluto. Tomando asiento frente a ella, levantó un vaso de cristal tallado y se sirvió una copa de la licorera que guardaba para él, dándole una silenciosa invitación a su santuario. —Illium dice que cautivaste a los vampiros. —Lo que sea que haya hecho, el efecto fue inmediato, la ciudad más calmada, y los vampiros tenían mejor comportamiento. Resopló. —Illium los cautivó. Hablé de negocios, los líderes vampiros están dispuestos, y los vampiros alborotadores no lo están. Llegamos a un entendimiento. —Pestañas se levantaron, humor en el gris—. Tal vez haya canalizado lo más cortés y terrorífico de ti, para reforzar el punto en que estarías muy, muy decepcionado si fallaran en su tarea. Con labios curvados, tomó otro trago. —Estás probando ser la consorte más eficiente, Cazadora del Gremio. —No lo olvides. —Una daga le apuntó para subrayar su orden, antes de regresar a limpiar. —¿Es la revelación de tu padre lo que ocupa tu mente? Un asentimiento. —Tuve un poco de tiempo antes de que llegaras a casa, así que entré en la red de información de la Torre desde aquí. —¿La encontraste?

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—Sí, los hechos no fueron ocultados. Solo no supe buscarlos antes. —Dedos apretados en la daga, Elena encontró ojos de un azul despiadado que la miraban con una paciencia intensa que le decía que ella importaba—. Su nombre era Elizabeth Parker. —Su corazón latía con fuerza en sintonía con la conmoción que sintió con el descubrimiento—. Belle y Ari eran sus primogénitas, pero no les dio su nombre, solo a Beth y a mí. Elieanora Parker Deveraux y Elizabeth Marguerite Deveraux. Soltando y colocando la daga a un lado cuando sus dedos se volvieron torpes, puso la cara entre sus manos. —Es casi como si le tomó demasiado tiempo en confiar en la felicidad que encontró, en tener la fe suficiente para abrir un poco la puerta a su pasado. —Solo para que el horror se repitiera—. Dios, Rafael, no es de extrañar que esté malditamente jodido. —Cuéntame de ella. Era exactamente la pregunta que necesitaba escuchar. De alguna forma, tenía que encontrar una manera de llegar a un acuerdo con un fundamental cambio que se produjo en su historia de vida, la visión de su padre alterada en una forma que le dificultaba entender. Y aún así, sabiendo que Rafael no sentía simpatía por Jeffrey después de lo que su padre le había hecho, él escuchó mientras liberaba el torrente de palabras, dudas y confusión. Horas después, cuando Elena vació todo de su cabeza y pudo pensar de nuevo, Rafael la llevó a la cama y la mantuvo a salvo de las pesadillas, sus alas extendidas sobre su cuerpo en forma de una pesada y cálida seda, haciéndola sentirse más segura que con cualquier arma. *** Rafael decidió realmente descansar por el resto de la noche, la piel de se cazadora era cálida contra la propia. Habló de sí misma y, al hacerlo, vino un tipo de tranquilidad con los fantasmas de una mujer que nunca conoció, pero que lanzó una sombra sobre toda su existencia. —Elizabeth Parker —dijo tranquilamente al final—. Es parte de mí y estoy encantada de saberlo. Ahora, descansaba escondida con confianza contra él, sus alas enredadas alrededor de su cuerpo en la forma de ángeles enamorados, sus propias alas funcionando como sábana. Solo cuando estuvo seguro que cayó en un sueño profundo y que no tenía pesadillas, presionó un cálido beso en la curva de su cuello y cerró los ojos. Soñó de nuevo con ese campo olvidado, y con una mujer descalza mientras el suave aire salpicaba el césped rubí, su madre alejándose de

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él después de que cayera a la tierra, su cuerpo ensangrentado y sus huesos rotos. Excepto que… No tenía lesiones en este campo… aunque era el mismo campo y el mismo día. Nunca olvidaría la asombrosa claridad del cielo; la forma en que el rocío destellaba como si una mano descuidada hubiera derramado miles de piedras preciosas translúcidas en las hojas verdes exuberantes; los patrones distintivos de luces y sombras formados por el árbol en flor a la derecha; el pequeño insecto que se arrastraba laboriosamente por el césped, con comida en sus pinzas. Miró a ese insecto por lo que se sintieron horas mientras caminaba por el pasto. Cuando la comida resbalaba de sus pinzas, se detenía y la levantaba de nuevo, recomenzando nuevamente su viaje. Yaciendo roto en el pasto, Rafael pensó en sí mismo como un insecto, también, una insignificante pieza descartada de deshecho angelical bajo un cielo sin fin. Hoy, podía pisar a ese insecto sin pensarlo, terminar con su existencia y lucha, pero tuvo cuidado de caminar a su alrededor, la clara luz del amanecer un fresco brillo en su rostro, el suave viento añadiéndose a la sensación de que el amanecer acababa de llegar. Inclinando hacia atrás la cabeza, no vio nada en la hoja azul sobre… no, ahí estaba su madre. A pesar de que se encontraba en al lugar equivocado, su vista era la misma del fatídico día, cuando la observó desde un punto escondido ventajoso, necesitando verla libre y hermosa solo una vez más antes de intentar derribarla, terminar con su vida. Ella causó la muerte de cada adulto en dos prósperas ciudades, creando un silencio doloroso y eterno. Los sobrevivientes fueron todos niños, pequeños tan heridos en el corazón que se acurrucarían y morirían de terrible dolor, cientos y cientos de pequeñas vidas extinguidas sin siquiera tener la oportunidad de vivir. Lo sabía totalmente, entendía que necesitaba ser detenida, pero aún era la madre que una vez le cantó canciones de cuna en el Refugio mientras él permanecía en silencio escuchándola. Así que se tomó un momento para mirarla, recordando lo que fue antes de que la locura la consumiera. Elegante y fuerte, sus alas iluminadas desde atrás por el sol, voló sobre él… pero ahora una nube tapaba el sol. Eso no estaba bien. Ese día no hubo nubes, el sol un orbe ardiendo que cocía su sangre derramada hasta convertirla en duros cristales y amenazaba con hervirlo vivo desde adentro hacia afuera. Las nubes se hacían más y más oscuras, hasta que eliminaron el sol. Y su madre, se había ido. Todo lo que podía ver era una gruesa capa de uniforme gris. Debajo de sus pies, el pasto verde se puso café, el insecto una carcasa. Y el viento, soplaba frío en su rostro, pero no lo era fresco.

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Olía a viejo. No era un olor de putrefacción o muerte, simplemente una sensación de edad indescifrable, de lugares oscuros y ocultos, llenos de secretos y susurros. Respirando, continuó caminando por el campo, por alguien que lo esperara. Iba a mitad del camino a través del paisaje reseco —este lugar, tan viejo— cuando vio que el amanecer llegaba… no, esa era el ala de Elena arqueándose sobre él cuando la plegaba para revelar la luz del sol sobre su cama, el mundo fuera era confuso y sin formas grises al momento antes del verdadero amanecer. El borde de plata a su alrededor brillaba en la silenciosa oscuridad mientras se acercaba. —No pretendía despertarte. —Era hora. —Sabía que nunca debía alcanzar el fin de aquel prado sin… algo, algo que quería tener en orden para completar el viaje—. ¿Por qué me ves de esa forma? —Ocasionalmente me despierto —susurró, como si se tratara de un secreto—, y tengo este instante en donde no creo la felicidad dentro de mí, no puedo imaginar que me puedas pertenecer, pero así es. —Una sonrisa perforó el persistente gris—. Eres mío. —Tuve otro sueño —le dijo a su cazadora, que le pertenecía tanto a como él le pertenecía a ella. Elena inclinó la cabeza, escuchando mientras describía el campo olvidado y el peso de la edad, la esencia a viejo, a cosas viejas. —No había sensación de amenaza —dijo—, pero sentí como si perdiera algo indefinible si no hacía un acto del que no tenía conocimiento. Un silencio pensativo. —Podría simplemente ser una forma de tu subconsciente de trabajar a través de todo lo que ha sucedido, pero después de ese sueño compartido, tengo mis dudas. Al igual que él. —Y tú, Elena —dijo, decidiendo dejar los asuntos de lado por ahora, por las intrigas del mundo de los sueños tenían que tomar segundo lugar a la dureza de la realidad—, ¿qué soñaste? —Ni una maldita cosa. —Su alivio radiante convertido en preocupación demasiado pronto—. ¿Jason envió otro reporte anoche? —El componente renacido de las fuerzas reunidas de Lijuan parece ser sospechosamente pequeña, teniendo en cuenta el número de aldeanos que han desaparecido de las áreas cercanas a su fortaleza. Elena inhaló. —¿Crees que tal vez ya estén en camino? —O han llegado, y permanecen escondidos lejos hasta que se los necesite. —No era imposible que pudieran haber sido introducidos de contrabando en contenedores de carga. Un contenedor podría proveer una carga perfecta, y, una vez liberados, las criaturas muertas de hambre e infectadas diezmarían la población—. Jason también tiene información de que Lijuan ha “mejorado” en su diseño así que, esos renacidos no son sensibles en ninguna forma, simplemente criaturas diseñadas para matar y alimentarse.

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—Armas móviles e infectadas. Asintió, concordando con su aclaración. —Las fuerzas de Charisemnon también son fuertes, pero Titus ha intensificado la agresión en su frontera para asegurar que Charisemnon no pueda arriesgarse a secundar ningún escuadrón para Lijuan. —Esas son buenas noticias, ¿no? —dijo Elena—. Sé que Lijuan tiene más luchadores, pero no puede mover todas las fuerzas contra nosotros o corre el riesgo de dejar su territorio vulnerable. —También ha sido un arcángel por milenios, y como tal, tiene a muchísimos otros ángeles y vampiros más viejos bajo sus órdenes. — Más difíciles que matar o inhabilitar, los peleadores mayores pueden soportar mucho más que los jóvenes. —Diablos, ni siquiera pensé en ello. —Elena extendió la mano sobre su corazón, la mirada en sus ojos diciéndole que calculaba cada ángulo—. La ventaja de estar en casa es nuestra mejor arma. —Sí, y debemos usarla en cualquier forma posible. Cuando volaron dentro de la ciudad media hora después, fue para ver los techos de los edificios llenos de armamento enemigo contra luchadores con alas. —Incluso a los viejos ángeles —dijo Elena, con satisfacción en su tono—, les tomará tiempo sanar si hacemos añicos a los bastardos. Tan sanguinaria, hbeebti. Una sonrisa. —Sabes que me amas de esa manera. —Es el por qué deseo que te unas al escuadrón practicando con ballestas en aire. —Sabía que su consorte nunca se sentaría a salvo mientras su ciudad se quemaba, así que se aseguraría de que estuviera preparada. —Bien. No soy rápida volando, pero soy la mejor disparando. — Un beso tierno, un recuerdo fugaz del corto y apasionado minuto que se tomaron para ellos mismos esa mañana—. ¿Te verás con Dmitri? —Sí. Esa discusión les llevó unas dos horas. Dejando al otro hombre organizar una amplia línea de vigilancia, Rafael se encontraba a punto de irse de la Torre para ver a Nazarach —el ángel mayor habiéndose trasladado a la ciudad por la noche— cuando sintió que el viento se tornaba violento, azotándole el cabello fuera de la cara. Junto con su furia vino una escencia a años y viejo, cosas viejas. Cosas enterradas. El cielo se puso rojo mientras el río Hudson hizo una pulsante ola, los pájaros arremolinándose como una constelación sobre la Torre. Peleando contra el viento, Rafael se elevó, dirigiéndose directamente a esos pájaros, llamado por un antiguo poder que picaba su piel. Las pequeñas criaturas aladas se apartaron para dejarlo entrar, y así se convirtió en el centro de la constelación mientras el cielo ensangrentado

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bajaba en ĂŠl y la cĂĄlida lluvia eran gotas de sangre en su piel, su cara, su cabello.

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36 Traducido por DissHerzig Corregido por AriannysG

Elena levantó la vista de la azotea del edificio en donde aterrizó cuando el viento se volvió feroz, su ballesta agarrada con una mano y su corazón golpeándole contra las costillas. ¡Rafael! gritó con su mente, capaz de verlo en el centro de la furia de pájaros negros que giraban contra un cielo carmesí. No contestó, y la lluvia, era sangre que sabía al mar, al viento y a Rafael, pero debajo de eso era un viejo frío e inhumano. ¡No, no, no! ¡El frío poder no puede tenerlo! Apretando la mandíbula, ató la ballesta y corrió por encima del borde del techo, con la intención de montar en el viento hasta Rafael, pero la fuerza de este amenazó con lanzarla contra un edificio, rompiéndola en pedazos. Apretando los dientes, luchó en contra de la violencia, pero sus alas empezaban a colapsar cuando un destello azul apareció bajo ella, manteniendo la posición con una fuerza que hizo claro su creciente poder. Al darse cuenta de lo que Illium trataba de hacer, se permitió caer. Él se retorció en el último segundo para atraparla, bajando en espiral hasta la otra azotea en un descenso controlado. Tan pronto como aterrizaron, Elena levantó la mirada y vio que Rafael se quedó en el centro de la tormenta de sangre, su mente alejada de la suya. —¿Puedes llegar a él? —dijo, gritando para hacerse oír por encima del viento creciente. Su propio cabello azotándole la cara, los brazos apretados alrededor de ella, y los ojos resplandecientes de oro, Illium negó. —¡Algo me está bloqueando, bloqueando a todos nosotros! No, pensó de nuevo, esta vez no en pánico, pero con furia resuelta. Nadie iba a separarla de Rafael. Era suyo. Centrándose a través de la sangrienta lluvia que cortaba su cara y volvió carmesí al mundo, buscó solamente al arcángel que era suyo, su mente tratando de alcanzarlo, alimentada por una conexión que era la suma de ambos. Era como si un gran muro se interpusiera entre ellos, pero Elena no estaba dispuesta a darse por vencida. Escaneando, hasta que sintió que su mente se encontraba tan sangrienta como la lluvia, rompió un agujero lo suficientemente grande como para empujar su mano a través de él. ¡Rafael! ***

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Oyó la voz de Elena en su mente, cortando a través de los susurros que lo rodeaban, susurros que no eran palabras, pero que igual entendía. Esta fue una prueba, dijeron las voces, como lo fueron las otras. Pero, ¿quién se atrevería a probar a un arcángel? Esa era una pregunta para la que no tenía respuesta, pero sabía una cosa: ningún poder en el universo lo podía separar de su cazadora. Rompiendo a través de la pared gris de susurros, agarró su mano. Estoy aquí, Elena, dijo, la conexión entre ellos pura y sin obstáculos. Vuela hacia mí. El viento… No te va a detener. Nada tenía derecho a tocar a su consorte sin su permiso. Illium, le dijo al miembro de sus Siete quien la tenían a salvo, suéltala. Partiendo el viento con una hoja de agonizante poder, la vio despegar, sus alas una propagación de la medianoche y el amanecer manchado con índigo y azul crepúsculo, resplandeciente contra la sangrienta lluvia que empapaba la ciudad. Esa lluvia se dividió por ella como lo hizo el viento… como ahora lo hacían los pájaros. Hasta que el cuerpo de Elena se alineó con el suyo, sus manos sobre los hombros de él, sus alas plegándose en una silenciosa confianza, el brazo alrededor de su cintura. Ojos brillantes de color gris plateado buscando los suyos. —Estás aquí. —Sí. —El poder, frío, hermoso y peligroso, había amenazado con tragárselo, pero en su negativa a ser apartado de Elena, encontró la claridad de entender una vez más que no podía esperar controlar la viciosa fuerza de ello... pero incluso un mero gusto fue potente. Si pudiera encontrar una manera de mantener una fracción de este, ningún otro inmortal se atrevería a poner los ojos en su territorio. Los dedos de Elena se clavaron en sus hombros. —Oye, oye, tus ojos se están volviendo negros de nuevo. —Tanto poder, Elena —dijo, enterrando la cara contra su cabello mientras los fríos dedos de este se deslizaban por sus venas. Los susurros le instaron a aceptar lo que se le dio, cuando el olor de la edad, del tiempo, llenaron sus sentidos, como si este poder hubiese dormido un eón y despertó sólo para él—. Sería el arcángel más poderoso en el mundo. Temblando por el frío en ese susurro, consciente de que el corazón de Rafael ya no palpitaba, su aliento frígido, Elena tiró la cabeza hacia atrás para mirar a esos ojos inhumanos. —Serías un monstruo —le recordó—. Yo no sería nada para ti, apagarías mi vida sin pensarlo.

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—Tú lo eres todo. —El beso fue tan frío que amenazó con frenar los latidos de su propio corazón. A diferencia de él, ella no iba a sobrevivir. Rafael, mi... se las arregló para salir a través del abrasador frío, el aliento congelado en su pecho cuando él rompió el beso. Estoy muriendo, Arcángel. Le tomó toda su fuerza para obligar a que fuera más allá de los hielos en su cerebro. Un parpadeo, incandescente azul quemando hacia fuera de sus iris mientras una de sus manos se aplanada sobre su esternón. —¡NO! Un puñetazo de poder candente y violento que la hizo gritar, su espalda inclinándose y su corazón tartamudeando para regresar a la vida. De alguna manera encontró la voluntad de pensar, de tener las manos congeladas en las mejillas de Rafael, ahuecando su rostro, dijo— : Déjalo ir. —a través de sus dientes castañeando—. El poder no vale la pena el precio. Ambos brazos la jalaron más cerca, su respiración todavía frígida pero sus ojos de un increíble y asombroso azul, dijo—: Un momento, hbeebti. El cielo estalló en un ensordecedor relámpago de color azul eléctrico con un perforante fuego blanco que cortó el rojo rubí para exponer los parches del cielo como debía ser. Con la sangre se fue el frío anormal y Elena se encontró tragando aire que no se sentía como si hubiera cristales congelados en su garganta, en sus pulmones, su corazón palpitaba a un ritmo normal. Se sacudió cuando la primera gota helada le golpeó la mejilla... pero no fue sólo el agua, el aire perfumado con el limpio y fresco ozono de la lluvia cayó de un cielo de tormenta oscura, lavando las manchas de sangre. Echándose hacia atrás lo más que podía, dada la estrechez del abrazo de Rafael, bajó su cabeza con una mano en su nuca y lo besó de nuevo, esta vez, el fuerte calor de él hizo arder su cuerpo, sus pechos hinchándose contra la humedad pesada del equipo de combate. —Me alegro de que hayas vuelto, Arcángel. —Otro suave, succionante beso en los labios, cálidos y vivos, la lluvia convirtiéndose en vapor donde se tocaban. La frente de él se inclinó a la suya, su respiración áspera y el pecho agitado. —No quiero poder alguno que me haga causarte daño. — Una mano subiendo entre ellos, le frotó sobre su corazón magullado, los rizos de calor diciéndole que reparaba el daño. —Todo bien —murmuró cuando él dejó caer la mano, su piel pinchando con la necesidad de reiniciar su vínculo de una forma más primaria. —Tampoco —respondió, su cuerpo empujando duro y listo contra su abdomen—, quiero ningún poder que vuelva hielo mi polla. Oh sí, estaba de regreso, pensó con una sonrisa. —No tienes ni idea de cómo fervientemente secundo eso. —Y a pesar de que colgaban

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en medio de la helada lluvia de invierno, se tomó el tiempo para presionar su boca a la de él, para disfrutar de un beso tan sexual que bien podría haber estado en el interior su cuerpo. Sin hielo ni distancia, sólo un calor fundido entre hombre y mujer, entre un arcángel y su consorte. ***

Aterrizando en la Torre, Rafael descubrió por medio de Aodhan que la gente tenía miedo, creyendo que él fue el que hizo caer la lluvia de sangre del cielo. Eso, pensó Rafael, podía funcionar para su beneficio. Cuando se lo dijo a Elena mientras se secaban en su suite de la Torre, se detuvo con la toalla sobre sus pechos, con un brillo en sus ojos. —Debes asegurarte de que Charisemnon y Lijuan oigan de tu nuevo “poder”. —Estoy seguro de que ya han escuchado. —Seco, tomó la toalla y le pidió que se girara para poder secar lo último de la humedad en sus alas, sus plumas diseñadas para estar pulcras de ésta—. Dmitri dice que grabaciones del evento ya están en tendencia en las redes en todo el mundo. —Bien, ¿en qué pensaba? —Elena alzó las manos—. ¿Que los neoyorquinos en realidad, no lo sé, se ocultarían o algo más sensato cuando del cielo llovía jodida sangre? —Nuestra gente no es tan tímida. —Dejando caer la toalla, la acercó hacia él y le tocó con los labios un lado de su garganta. Ella se estremeció, se recostó contra él, y simplemente se puso piel contra piel por un momento robado. El recuerdo de su calor todavía se encontraba con él cuando se reunió con Nazarach minutos más tarde. El peligroso ángel de nivel medio con alas de ámbar pulido y piel de reluciente negro tenía malas noticias. —He tenido un informe confirmado de que renacidos han sido vistos en las afueras de Atlanta. Se cree que el grupo inicial fue llevado en un camión de largo recorrido, posiblemente después de ser pasado de contrabando a través de los contenedores de transporte. Rafael no esperaba este tipo de tácticas furtivas de Lijuan en la víspera de la verdadera batalla. Había creído que desataría a sus renacidos durante la batalla real, para que fueran en contra de sus soldados en tierra. Sin duda, esta fue la influencia de Charisemnon. — Lleva a tu escuadrón y acaba con la amenaza antes de que se extienda. —No podía dejar la tarea a ángeles más jóvenes y débiles, quienes no captaban el peligro. —Si Nueva York cae…

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—No podemos permitir que los renacidos infecten cualquier parte del territorio. Son demasiado virulentos. —La Torre seguía en estado crítico, pero eso no significaba que permitiría al resto de su territorio caer en ruinas. Nazarach se fue con la promesa de volver tan pronto como fuese posible. Cuando Nimra vino a Rafael con los mismos informes sobre su territorio a los pocos minutos, seguido por Andreas, Rafael había tenido suficiente. Con ira hirviendo a fuego lento bajo su piel, realizó una llamada al instante a Lijuan. La vieja arcángel evitaba las comodidades modernas, pero su gente la convenció recientemente de actualizarse. Xi, con sus ojos negros y las llamativas alas de rojo con rayas grises, respondió en cuestión de momentos. —Arcángel. —Una inclinación cortés de cabeza—. ¿En qué puedo servirle? —Tengo un mensaje para tu ama —dijo Rafael, demasiado furioso para atemperar sus palabras—. Dile que no me esperaba tal cobardía de ella. —Terminó la llamada mientras la ira enrojecía los pómulos afilados de Xi, y se sorprendió cuando la cara de Lijuan apareció en la pared de vidrio de su oficina momentos más tarde, en una demostración de su poder. —¿Te atreves a llamarme cobarde? —Rabia no oculta, con el rostro esquelético mientras su forma física se desvanecíay aparecía. Rafael le sostuvo la mirada, su propia rabia igual de potente. — ¿Qué es si no cobardía liberar a tus renacidos en los bordes de mi territorio, obligándome a esparcir mis fuerzas? —No revelaba nada por admitir eso, ya que la noticia de la lucha contra los renacidos pronto se extendería por todo el mundo—. Debes creer que tus fuerzas son débiles si de hecho utilizas estas tácticas despreciables. Negro delineaba sus iris. —Debes tener cuidado al hacer tales acusaciones. —Pídele a Xi que encienda un televisor. Estoy seguro que las imágenes estarán disponibles en cuestión de minutos. —Continuando enfrentando ese rostro inhumano con sus enormes cuencas y la boca llena de gritos silenciosos, dijo—: Tal vez debes elegir a tus aliados más sabiamente. —Ciertamente Lijuan había puesto a Charisemnon a cargo de sus fuerzas de renacidos. Sin respuesta, su cara desapareció de la vista... pero no hubo más informes de nuevas infestaciones en las horas siguientes. Eso todavía les dejaba lidiar con las criaturas ya sueltas en el territorio, y la tarea no resultó fácil para su pueblo, a pesar de la advertencia significativa de Jason para que se encontraran preparados para el diseño "mejorado" de Lijuan. Estos nuevos renacidos no arrastraban los pies, sino que corrían en un rápido paso como un cangrejo. Y no estaban tristes o rotos por haber sido atrapados en sus cuerpos muertos, eran criaturas sin sentido que sólo querían alimentarse de carne viva.

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Entonces, descubrieron que Charisemnon no se había olvidado de la ciudad portuaria de Nueva York. ***

—Jesucristo —dijo Elena, viendo a los renacidos bajando por los lados del crucero que al parecer había atracado en la tarde, poco después de que la lluvia constante hubiera disminuido gradualmente al final. Bajo guardia, ya que se detuvo en el territorio de Charisemnon hace algunas semanas, antes del comienzo de las hostilidades, estaba programado para ser registrado y procesado en la próxima media hora. Entonces uno de los trabajadores del área de embarque notó a los "invitados" empapados de sangre en la cubierta. —¿Cómo diablos la gente no sabía que tenían a esas criaturas a bordo? —Disparó una flecha de ballesta a uno particularmente rápido que llegó al muelle, sacando su corazón e inmovilizándolo por el momento. Al menos, el muelle brillaba con luz artificial, haciendo la tarea más fácil. A su lado, Illium desenvainó a Relámpago, la espada una pieza brillante de muerte. —Nadie pregunta, pero si tuviera que adivinar, diría que el personal de Charisemnon reservó una cubierta entera para su fiesta, o bien sobornado o amenazado a alguien para que les permitiera abordar en la noche, antes que los demás pasajeros. Estos renacidos no se ven lo suficientemente humanos como para pasar de otra manera. Utilizó a Relámpago para señalar otra gimiente criatura a punto de golpear el muelle, para que pudiera disparar. —El grupo inicial de renacidos era probablemente un número pequeño, manejable, mantenido vivo y saciado con la carne de las víctimas que traían a bordo al mismo tiempo. —Con el plan de darles rienda suelta sobre los restantes pasajeros, una vez que atracaran en Nueva York —terminó Elena, viendo la lógica macabra de lo que decía—. Cada persona de la que se alimentan, pero dejándola relativamente intacta, entonces se levanta para ser un arma. Illium asintió. —Supongo que su entrenador vivía hasta hace una hora, ya que les impidió arrasar hasta que el barco atracó, pero tampoco está muerto ahora o no le llegó la orden de no atacar. ¡Abajo! Dejándose caer ante la orden de Rafael, Elena se tapó los oídos cuando él arremetió contra el barco de crucero con un rayo de poder desde arriba. La enorme pieza de maquinaria simplemente se desintegró, junto con la mayoría de los que estaban dentro… Elena

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sabía que los amigos y familiares que vinieron a recibir a la nave estaban consternados, creyendo que sus seres queridos podían de alguna manera haber sobrevivido a los monstruos, pero Elena sabía que era una falsa esperanza. Los renacidos que bajaban de la nave habían tenido sus bocas enmarcadas con sangre. De ninguna manera pretenderían abandonar un buffet de humanos atrapados a menos que el buffet ahora estuviera vacío. Especialmente, teniendo en cuenta el informe que había llegado desde el territorio de Nimra, indicando que las criaturas podían oler a la presa viva a metros de distancia y conspirarían para romper cualquier impedimento para llegar a la presa, su enfoque tan absoluto que podía ser utilizado para hacer una emboscada. Hoy, sin embargo, no se trataba de arrastrar las criaturas hasta cierto punto, sino asegurarse de que no quedara ninguno en el muelle con vida. —¡Vayan! ¡Vayan! ¡Vayan! —gritó a los combatientes de tierra a su alrededor cuando el polvo se disipó para mostrar que algunos de los renacidos había logrado saltar de la nave antes de que estallara y ahora nadaban a la orilla. Rafael bajó a reunirse con ella, desenvainando espadas duales en lugar de gastar más energía en las criaturas que podrían ser asesinadas por ser decapitadas. Y así comenzó la penosa tarea de limpiar el desorden que Charisemnon dejó en su puerta. Absolutamente el peor momento de toda la operación se produjo cuando Elena se encontró cara a cara con una niña de doce años de edad en un vestido empapado, su piel expuesta con arañazos viciosos... y sus dientes manchados de sangre. Garras afuera, la chica gritó y corrió por Elena, el hambre salvaje en su cara.

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37 Traducido por Vanessa VR Corregido por Karool Shaw

Salpicando de sangre caliente el traje de combate de Elena, esa pequeña cabeza rubia rodó en el agua, la mano de Rafael ahuecando el lado de su mandíbula. —Elena. —Era una orden espetada. —Estoy bien, estoy bien. —Sólo se congeló allí por un segundo, incapaz de levantar la mano contra un niño—. Olvidé que habría niños a bordo. Diez minutos más tarde y los renacidos móviles estaban todos muertos. —¿Cuántos hay en el agua? —preguntó a Illium, que estuvo hablando con los equipos de vampiros en la embarcación en el río, sus focos recorriendo el agua. —Dos o tres docenas como máximo. El ataque del Sire incineró a la mayoría, sin embargo necesitamos asegurarnos de que a ninguno de los ahogados se les dé la oportunidad de levantarse. —Pasándose el dorso de la mano por la boca, se aproximó a los cuerpos ahogados extendidos en el muelle y comenzó a decapitarlos uno tras otro. Vaciló ante el pequeño cuerpo de otro niño, esta era un chico de apenas cuatro o cinco años. —¿Illium? —preguntó, cuando cayó de rodillas junto al cuerpo, sin saber qué respuesta sería peor —la evidencia de que el niño había estado vivo cuando Rafael hizo estallar el buque o que se había unido a los monstruos. Los ojos del ángel de alas azules eran tristes cuando se levantó y pasó la espada a través de ese cuello frágil. —Había carne atrapada entre los dientes, debajo de sus uñas. La rabia y la tristeza le ardía en las entrañas, consiguió una elevación de Rafael en el cielo y comenzó a recorrer el río para asegurarse de que ninguno de los cuerpos se movía aguas abajo. Todo lo que tomaría provocar una infección mortal era que un renacido volviera a la farsa de “vida” que era el regalo de Lijuan a su pueblo. ***

Tras el horror implacable de las últimas horas, Elena no se sentía de humor para ver impresionantes alas de cobre satinado en la oficina

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de Rafael. Necesitando lidiar con una situación de urgencia en otra parte del territorio, él había regresado a la Torre treinta minutos antes, mientras que ella se quedaba con el equipo haciendo las comprobaciones finales para estar absolutamente seguros de que la amenaza de los renacidos fue neutralizada. Cansada y sucia, quería una ducha, los brazos de su consorte, comida, y luego dormir, en ese orden. En cambio, vio a Tasha de la espada de guerrera y con falsa amabilidad ponía su mano sobre el brazo de Rafael, mientras se inclinaba cerca del hombre de Elena, que todavía se hallaba en sus pantalones de combate ensangrentados. Con el rostro levantado y ese cabello escarlata glorioso cayéndole por la espalda, la otra mujer se colgaba de cada palabra de Rafael. Elena no se dio cuenta que tenía un cuchillo en la mano hasta que el olor del mar y la lluvia se estrellaron en su mente. Quitar la sangre de la alfombra blanca es extremadamente difícil, hbeebti. Que se joda la alfombra. ¿Por qué permites que otra mujer te toque? Estaba intentando ser educado con una vieja amiga, pero claramente, este enfoque ha fracasado. Levantando la mano de Tasha de su brazo, la puso a su lado. —Me temo que no seremos capaces de acomodarte en el Enclave. No obstante, hay cuartos de huéspedes en un rascacielos cercano. —¿Ah, sí? Estoy decepcionada, Rafael. —la voz de Tasha era musical incluso en su lamento—. Realmente creo que puedo ofrecer ayuda con lo que sucede en tu territorio. —Elena podía oír una sonrisa en su voz—. Una escucha atenta, así como mi espada. Fue la última frase que tiró el interruptor del temperamento de Elena de caliente a frío. La perra sabe que estoy aquí y está tratando de provocarme. ¿Por qué? ¿Así logra mostrarse a sí misma como la más culta, la civilizada? ¿Acaso piensa que me amarás menos si pierdo los estribos y actúo como una idiota? Lo absurdo de esta idea la dejó estupefacta. ¿O que daría la vuelta y correría, incluso si me humillara? El orgullo no importaba nada cuando se trataba de su amor por Rafael — se arrastraría desnuda y ensangrentada sobre brasas para llegar a él. Ella no tiene la comprensión de lo que somos el uno para el otro. Un sólo instante de contacto abrasador con los ojos que le hacían doler el corazón. Tasha piensa como muchos inmortales lo hacen —en términos de alianzas políticas. —Tasha. —Esperó a que la otra mujer se volviera, con una mirada de sorpresa falsa en esos ojos rasgados de color verde esmeralda—. Los viejos tiempos podrían haber estado “saturados de alegría” —dijo, citando algo que Tasha estaba diciendo—, pero el tiempo ha cambiado. —Eres joven, Elena. —Si la sonrisa de Tasha hubiera tenido más azúcar en ella, requeriría venir con una etiqueta de advertencia del

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dentista—. No consigues entender los lazos que nos unen a quiénes nos hemos conocido unos a otros durante un milenio y más. Oh, estoy taaaan terrible, terriblemente herida por esa flecha de terciopelo. Riendo en su mente, el beso del mar. ¿Flecha de terciopelo? Tu uso del lenguaje es cada vez más creativos por estos días. No puedo tomar el crédito por eso. Es todo de Campanilla. Ahora quédate en silencio para que pueda concentrarme en no apuñalar a la Sra. McBragas Calientes en el corazón para sacarla de su miseria. —Podré no entender los lazos de un pasado compartido tan largo —Elena se relajó contra la jamba de la puerta—, pero comprendo el presente. Y en el presente, estás tratando de seducir a mi consorte. Eso te abarata, Tasha. Ninguna sonrisa ahora, la tensión en esa línea de mandíbula perfecta. —No tienes derecho a hacer juicios de mí. —Me diste ese derecho cuando volaste a mi ciudad e intentaste volar en los brazos de mi consorte. —Cruzó los brazos, alejando secretamente el cuchillo antes de hablar primero con Tasha—. Debes saber que lo último es un imposible. —Estás muy segura de ti misma para ser una mortal. Elena no la corrigió en todo el tema mortal. En lo que a ella se refería, no era un insulto. —Si estoy segura de una cosa, de que amo a Rafael y él me ama —dijo sencillamente, esa verdad era el fundamento de su vida. —Sí, no es que no esté allí. —Una sonrisa deslumbrante—. Lo siento si he causado alguna molestia. Me quedaré en la ciudad para ayudar en todo lo que pueda en la batalla que se avecina. —Uno de mi pueblo te acompañará hasta los cuartos de huéspedes. —dijo Rafael. —Gracias. —Saliendo con esas palabras en voz baja, la otra mujer hizo un despegue impecable en el cielo de medianoche, un ángel joven acompañándola en el vuelo. —Ella piensa que soy ridícula —expuso Elena, entornando los ojos—, y que caerás por ella muy pronto. —¿Crees lo mismo, Cazadora del Gremio? —Creo que si Tasha sigue husmeando por aquí, puede conseguir molestarme lo suficiente como para rebanar sus alas… mientras sonrío dulcemente, por supuesto. —Por supuesto. —Abrió los brazos, y ella entró en ellos sin dudar—. Mi hermosa, feroz y sanguinaria Elena —murmuró en su pelo, con una sonrisa en la voz—. Háblame de estas flechas de terciopelo. Estoy absolutamente fascinado.

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La risa burbujeó fuera de ella, se puso de puntillas para besar esa boca sonriente y sabía que, con la tormenta de sangre, Tasha y su clase no tenían armas que consiguieran llegar a cortar la conexión entre ella y su arcángel. ***

El mundo estaba envuelto en la pesada oscuridad de la madrugada, cuando Rafael se acercó a la suite de la Torre que compartía con Elena, no cansado, pero queriendo las caricias de su consorte, su beso de antes, el único contacto que habían tenido. Necesitaba más, tenía que empaparse a sí mismo en la vida y el calor de Elena, partes de él aún crudas del poder helado que trató infiltrarse en su cuerpo. Combatió el impulso que tenía que sus ángeles experimentados, no todos reportados, avisaran que creían que habían contenido la amenaza de los renacidos en sus regiones, a pesar de que harían más barridos para asegurarse. Manhattan, también se encontraba en calma, y con tres de sus Siete en la Torre, podía estar seguro que nada se deslizaría a través de las grietas en caso de alejarse durante una hora o dos. En este momento, era Aodhan quién se encontraba a cargo en el centro de operaciones, convirtida sala de guerra, con Illium como respaldo. Elena dormía de frente en el centro de la cama cuando llegó. Desnudándose, se deslizó dentro y la acercó para acurrucarse. Ella suspiró, pasó la pierna sobre él en una actitud posesiva inconsciente que hacía que su tensión se derritiera, y no se movió nuevamente. Acariciando el músculo fluido de su muslo, estaba considerando la forma más placentera de despertarla cuando hubo un golpe en la puerta en su mente. Sire. Deslizándose afuera sin perturbar a su cazadora, se puso un par de pantalones negros antes de caminar hacia el balcón de la habitación. Su jefe de espías salió de las sombras, plegando las alas medianoche apretadas contra su espalda. —No te esperaba hasta mañana. —Cerró la puerta de espejo silenciosamente detrás de él para evitar que el frío entrara, el cuerpo de Elena aún sensible a las temperaturas amargas. —Me parece que estoy ansioso de regresar a casa. —Mahiya se encuentra ahora en la Torre. —Parte del poder de Rafael provenía de sus Siete, y Charisemnon era lo suficientemente engañoso para atacar aquello que cada macho quería más con el fin de doblegarlo. En el caso de Jason, esa posición era ocupada por la princesa que había traído a casa de la tierra de Neha—. Lo hice por su

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protección, pero será más peligroso aquí muy pronto —señaló—. Te doy permiso si deseas trasladarla a un sitio más seguro. —Nuestro lugar está aquí —dijo Jason, sin dudarlo—. Mi Mahiya no desearía ser alejada del peligro mientras que sus amigos y familiares luchan. Elena, recordó Rafael, dijo exactamente lo mismo acerca de la princesa de Jason, su consorte y la otra mujer habiendo formado una amistad incipiente. —¿Qué noticias traes? —preguntó, aceptando la decisión de su jefe de espías sin cuestionar, por sus Siete conocía sus propias mentes, y se encontraba completamente seguro de que Jason dijo la verdadera opinión de Mahiya. Su jefe de espías y la princesa se habían convertido rápidamente en una unidad impenetrable. —Mientras Lijuan siempre ha sido tratada como una semidiosa por su pueblo —dijo Jason, los remolinos y curvas de su tatuaje facial apenas visible en la penumbra—, ahora ella verdaderamente se cree a sí misma un dios. Además, ha empezado a considerar a los otros en la Cátedra como menos. —¿Caliane? —Su posición de Antigua sigue siendo desconocida, pero mi instinto dice que planea ignorar a tu madre hasta que crea que su poder se ha desarrollado hasta el punto en que logre matar a Caliane con un solo movimiento. Aunque —Jason agregó—, no tengo ninguna duda de que tienes razón en la petición de tu madre, si Caliane deja vulnerable a Amanat, Lijuan atacaría a la vez y con furia viciosa. Rafael asintió. —Mi capacidad de dañar a Lijuan amenaza su delirio de divinidad. —Ese entendimiento eliminaba cualquier esperanza de una solución pacífica—. ¿Sus fuerzas ofensivas? —A punto de salir de su territorio. Si utiliza ambos medios modernos y vuelo con alas para llegar aquí, estará lista para atacar dentro de los próximos cuatro a cinco días. —Creo que es el momento de llamar a Naasir. —Su madre no necesitaría al vampiro mientras Amanat estuviera a salvo bajo su escudo, y Naasir era un luchador frenético en el suelo. Luego estaban sus talentos más sutiles, cada uno de los cuales se necesitarían con bastantes de sus combatientes alados fuera de comisión—. La pregunta es, ¿cómo puedo llamar a Galen y al escuadrón del Refugio? —Su maestro de armas sería un activo letal en combate, pero dejaría a Veneno solo para proteger la fortaleza de Rafael en el Refugio. —Con sus delirios de ser una deidad —señaló Jason—, Lijuan no siente que tiene que obedecer la regla que coloca al Refugio fuera de los límites de la guerra. No podemos arriesgarnos a que vea tu fortaleza como un objetivo débil. —Tienes razón. —Sobre todo porque Lijuan y Charisemnon podrían no ser las únicas amenazas. Cada arcángel tenía fuerzas en el Refugio, sacando a Galen y al escuadrón bien lograría hacer la fortaleza

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de Rafael un objetivo demasiado tentador para unos y otros. No sólo eso, sino que las personas que lo buscaban a él en el Refugio verían tal medida como un abandono, mientras que otros lo interpretarían como un signo de debilidad. Y la caída de la fortaleza desmoralizaría a sus tropas de la Torre, ya que muchos de ellos tenían familiares dentro de esas paredes. No, Galen, Veneno y el escuadrón deben permanecer para protegerse contra un posible ataque al Refugio. Rafael tendría acceso a la mente del guerrero Galen, y la astucia inventiva única de Veneno, a través del enlace de comunicación constante entre la Torre y la fortaleza del Refugio. Jason, Naasir, Illium, Dmitri y Aodhan, eran una fuerza formidable. Sabía que cada uno lucharía con la furia de un millar de combatientes ordinarios. Pero como le señaló a Elena, Lijuan igualmente tenía hombres y mujeres de poder a su lado. Incluso con la ayuda que Elijah prometió, las tropas de Rafael tendrían que luchar con astucia e inteligencia para equilibrar el mayor número y la fuerza del enemigo. Sin embargo, esa era una conversación que no tiene por qué tener lugar en este mismo instante. —Ve con tu princesa, Jason —le dijo a su jefe de espías—. Hablaremos del resto llegado el amanecer. Sintió la puerta abierta a su espalda incluso cuando Jason se alejó en silencio, una pieza alada de la noche, y se volvió para sostenerla en sus brazos. Una Elena de ojos soñolientos vino a su abrazo, el raso de la bata frío contra su piel. —¿Jason? Envolviéndola en sus alas para protegerla del frío, dijo—: Trajo las noticias que esperábamos. El sueño se desvaneció de su expresión mientras le contaba lo que Jason había compartido. —Sé que esto es una lucha entre inmortales —dijo—, pero quizás sería negligente no aceptar a aquellos del Gremio que quieran unirse en la defensa. Esta es una ciudad del Gremio, también, casa de nuestra sede. Rafael no tenía, en verdad, pensamientos de los cazadores, desestimando a los mortales en el campo de batalla como demasiado débiles, muy fáciles de romper. Al igual que Elena, una vez se había roto… pero antes de eso, luchó con tanto corazón, que inclusive un arcángel no podía quejarse. —Pídele a Sara que se una a nosotros en la sala de guerra mañana por la mañana, que puede difundir la noticia a sus cazadores. —Hizo una pausa—. Pregúntale a Deacon, también. —El hombre mortal era un genio con las armas, bien podría llegar con estrategias innovadoras sobre cómo podían utilizar mejor las armas a su disposición.

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—¿Podemos salir, encontrarnos con las fuerzas a medio camino de Lijuan? —preguntó Elena, pensando como la guerrera que era—. En lugar de dejar que ataque la ciudad, quiero decir. —Dmitri, Galen y yo lo consideramos seriamente, pero con nuestras fuerzas debilitadas, ya estamos en una posición comprometida. En caso de que nuestra gente caiga en la batalla sobre el mar, podríamos no ser capaces de rescatarlos a tiempo. —Significando pérdida tras pérdida—. Dentro de Manhattan, en comparación, podemos establecer un perímetro defensivo, dándonos una base segura donde lanzar nuestros ataques. —¿Qué pasa con el resto de la ciudad? —No creo que esto se trate de saquear a Nueva York o causar una carnicería. Lijuan desea exhibir su poder, para hacer eso tiene que tomar la Torre y matarme o subyugarme a su voluntad. —Copos de nieve pesados y suaves golpeando sus alas—. Adentro. Sin discutir, Elena entró y, dejando caer la bata, saltó bajo el edredón. Él se quitó los pantalones y se deslizó a su lado, pasando los nudillos desde su esternón hasta el ombligo. —Para reducir el número de posibles víctimas, ordenaré la evacuación de todos los seres humanos, excepto el personal del Gremio que desee quedarse. Sus ojos se abrieron. —¿Todos en Manhattan? ¿Cómo puede hacerse eso? —Illium ha tomado el liderazgo en la planificación y me dice que no prevée problemas. —Algunas personas no querrán irse. —No tendrán otra opción. —Ahuecándola entre las piernas sin advertencia, capturó su gemido con un beso—. Basta de hablar de la batalla. En este momento, necesito a mi consorte. La declaración cruda derritió los huesos de Elena. Cerró los dedos sobre la nuca de Rafael mientras su carne creció cálida y húmeda contra sus dedos, tiró de él hacia abajo para un beso lento y empapado, como si fueran dos personas en una primera cita... excepto por el hecho de que tenía la mano entre sus piernas, y su pulgar le frotaba el clítoris en una burla erótica y lenta. Envolviendo la pierna sobre su cadera, ella extendió los dedos por su pelo y continuó besándolo suave y dulcemente. —Ven dentro de mí —susurró, necesitando la embriagadora conexión física. Quitó la mano para moverse sobre ella, sus alas extendidas en un despliegue magnífico. —Estás mojada para mí, hbeebti. —Fue un murmullo íntimo en la oscuridad, la cabeza roma de su polla presionando contra su entrada sensible.

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—Muy mojada para ti. —Se estremeció cuando él comenzó a empujar dentro de ella, grueso, duro e insistente, sus manos extendidas en el músculo maleable de su espalda. Uno de los brazos soportando su peso junto a su cabeza, la otra posesiva sobre su pecho, Rafael moldeó su carne con confianza erótica y continuó empujando en su interior. El movimiento intenso de acero calentado a través de sus tejidos delicados la hizo gemir, arqueando la espalda. Él detuvo la presión inexorable para reclamar un beso, su lengua saboreándola profundo, antes de sostenerle la mirada y empujar el último centímetro grueso en el cierre apretado de su cuerpo. Ambos se estremecieron, asegurados juntos tan cerca como dos cuerpos podrían estar, luego su boca le tocó la garganta y los labios de ella su hombro, mientras su mano se deslizaba de su pecho para acariciarle el muslo. Era una danza lenta y tierna, sus cuerpos se mecían juntos mientras se besaban y acariciaban y murmuraban entre sí en la oscuridad. —Knhebek, Arcángel —dijo al final, el placer una onda lánguida en su sangre y la piel áspera de su amante calentando la propia. —Elena. —El gemido masculino la hizo tensarse alrededor de su pene, el pulso caliente de su semilla marcándola en una declaración primordial. Queriendo ver su placer, ella levantó las pestañas... y sintió que el aliento abandonaba sus pulmones precipitadamente, las alas de Rafael bordeadas por una bella chispa intensa de fuego blanco inolvidable.

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38 Traducido por Marie.Ang Corregido por Helen1

Al día siguiente, después de una advertencia de tres horas para permitir a la gente recoger lo que necesitaban, los ángeles se cernían sobre cada ruta principal de salida de Manhattan mientras un ejército de policías se aseguraba que los residentes salieran de una manera ordenada. Normalmente, la Torre no se metía con la fuerza civil compuesta por mortales y vampiros, pero, como con todo lo demás en este territorio, la organización caía finalmente bajo la autoridad de Rafael, y él ejerció su poder. No es que los agentes policiales fueran contrarios a lo que se les estaba pidiendo que hicieran. Uno de los policías amigo de Elena lo expresó de mejor forma—: Después de nuestra conferencia esta mañana sobre el daño planificado de Lijuan para hundir a la Torre, y ver esas jodidamente desagradables cosas renacidas arrastrarse por el puerto, no querría a mi familia en Manhattan. La siguiente tarea de los policías sería mantener el orden en los barrios de los alrededores y asegurar que nadie cruzara de regreso a Manhattan. El miedo se quedó como una mancha acre en el aire durante la evacuación, pero la visión de ángeles con rostros sombríos en el aire y de vampiros igualmente letales de guardia en las partes evacuadas de la ciudad significaba que nadie salía de la línea, especialmente después de que Illium capturó a una pareja que había pensado robar en un edificio vacío y los arrojó en las heladas aguas del Hudson. Los dejó ahí por el tiempo máximo de supervivencia, sus ojos llenos de pánico y los labios azules. —La próxima vez —fue el mensaje—, no recuperaremos a aquellos consignados al agua. No hubo más incidentes. Elena se alegró de ver que Jeffrey se mudó con su familia, incluyendo a Beth, en helicóptero el primer día. Beth, por el contrario, estaba histérica cuando llamó a Elena esa tarde. —¿Y si Harrison muere? —sollozó su hermana. Elena no mintió; no le dijo a ninguno de ellos que saldrían con vida de esto. En cambio, le aseguró a Beth que las defensas de la ciudad eran fuertes, la evacuación una precaución. Después de colgar, su hermana ligeramente más calmada, volvió al joven escuadrón

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angelical al que se unió, su tarea era ayudar en la evacuación de los más vulnerables de la ciudad. Sin ser lo suficientemente fuerte para llevar a adultos enfermos o niños mayores a los hospitales fuera de Manhattan, acarreó a los bebés arropados y niños pequeños. Los últimos, a pesar de sus enfermedades, sonrieron a través de cada vuelo, sin una pisca de miedo en sus expresiones. —¿Podemos hacerlo de nuevo? —Un niño de cuatro años pidió cuando aterrizaron, sus mejillas de un brillante rojo ya que quiso estar de frente al viento todo el tiempo, a pesar de sus intentos para protegerlo. Agachándose para abrazar su pequeño cuerpo, el puerto de la intravenosa en su mano izquierda parecía mucho más duro para su delicada piel, dijo—: Sí —una promesa, que esperaba estar viva para poder mantener—. Después de que peleemos con la gente mala, regresaré y te veré de nuevo. Entonces, se lo pasó al cuidado de la enfermera que esperaba, y regresó para llevar a otro niño; las ambulancias, tanto por tierra como por aire, estaban reservadas para aquellos que necesitaban el soporte de la maquinaria médica. La Torre, el Gremio, y los helicópteros corporativos unieron fuerzas, mientras que los cazadores llevaban de un punto al otro a los mayores, y a esos otros que requerían asistencia especial. La mayoría de los evacuados tenían amigos y familia con los que podían quedarse, y todavía otros fueron invitados por vecinos amables en los alrededores. Sin embargo, para aquellos que se encontraban sin hogar, los servicios de emergencia que actuaban con ayuda de la Torre, establecieron viviendas temporales, pero establecidas en terrenos de propiedad de esta en zonas cercanas. Lo último se hizo mucho antes de que la evacuación fuera anunciada, lo que hablaba de la precisión planificada tras la completa operación. Elena nunca había visto ninguna evacuación que procediera con tal velocidad y ausencia de problemas, pero de nuevo, esta era la evacuación de una ciudad saludable a áreas igualmente en buen estado. Sin desastres naturales que hubieran bloqueado las líneas de suministro, carreteras dañadas o golpeado la población activa. Cuarenta y ocho horas después de que comenzara, Manhattan era una ciudad fantasma. Volando sobre las calles vacías, algún que otro papel revoloteando por el pavimento y un perro solitario mirándola, Elena sintió que un escalofrío le reptaba por la columna. El corazón de su ciudad debía estar ruidoso, estridente y lleno de gente. No es que creyera que hubieran evacuado a cada mortal, era una apuesta segura que algunas almas emprendedoras consiguieron evitar la salida en masa, pero eran fantasmas escondidos, y el paisaje desolador. Incapaz de soportar pasar el desierto y silencioso Times Square, cambió de dirección para aterrizar en una de las estaciones de defensa

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aérea, las armas anti-alas preparadas y listas. No muy lejos de ella estaba Dmitri, su atención en lo que sea que le dicía a un par de vampiros que eran expertos en el uso de armas. El segundo de Rafael no lucía diferente de antes que dejara la ciudad, su oscura presencia sexual con un trasfondo de mortal violencia. Pero ahora había vuelto con una esposa cazadora, Honor, a trabajar como parte de las operaciones combinadas del equipo GremioTorre; todavía sin su fuerza al máximo, pero tampoco era un vampiro corriente recién creado, su piel pulida con un brillo dorado, sus ojos una luminosa joya verde, su belleza mortal perfeccionada tan afilada como una cuchilla. La otra cazadora se rió ante la expresión atónita de Elena cuando se encontraron por primera vez cara a cara. —Lo sé, lo sé. Fue un poco sorprendente para mí, también. —Una profunda sonrisa, Honor aún siendo Honor—. Pero oye, fuí creada por un arcángel y alimentada exclusivamente de un peligrosamente sexi vampiro de mil años. —¿Es raro? —La pregunta fue una que Elena sólo se sintió cómoda de preguntarle a Honor porque era una amiga—. ¿Beber sangre? La piel dorada de Honor se puso de un fascinante tono rosa. —Oh, um, no. —¿Oh, um, no? —Elena le tomó el pelo, encantada de ver a Honor tan feliz después del horror al que la otra mujer sobrevivió—. Dmitri claramente da buena… sangre. —Mi esposo —Una aún sonrosada pero sonriente Honor había dicho, sus palabras sosteniendo una adorable posesividad—, da sangre… fenomenal. Ahora, el esposo en cuestión terminó su conversación con los dos artilleros y se acercó. Incluso vestido con botas negras desgastadas, vaqueros del mismo negro, y una camiseta negra, su atención totalmente enfocada en las defensas de la ciudad, sin tiempo para los juegos insidiosos de aromas que usualmente le gustaba jugar, había algo sobre Dmitri que susurraba sobre sexo, del tipo sangriento y doloroso. —¿Estás libre? Elena asintió a la cortante pregunta, habiendo terminado sus deberes con el equipo asignado para asegurarse absolutamente que todos los hospitales fueran evacuados. —¿Tienes un trabajo para mí? —Dmitri nunca sería su amigo, y nunca vería en él lo que sea que Honor vio, pero cuando se trataba de proteger su ciudad, no tenían argumentos. —Los equipos del Gremio necesitan un asesor alado. —Apuntó al rascacielos—. Los dos líderes de equipo están ahí arriba.

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Demarco y Ransom levantaron la vista ante el remolino de viento generado por sus alas. —Escuché que pidieron un asesor —dijo, encontrando primero los ojos marrón claro de Demarco, ya que no quería ver la frialdad en los de Ransom. —Ellie. —El larguirucho cazador sonrió, cabello rubio agitado por el viento y largas piernas en cuclillas en frente de lo que parecía ser un esquema en tiza del perímetro defensivo—. Nuestro propio cazador ángel personal. —Moviéndose, le mostró el frente de su camiseta color avellana—. ¿Sabías que están vendiendo estas en Times Square? Gimiendo ante la sólida silueta negra de una hembra con alas portando un arma de fuego y una ballesta, el nombre Elena engalanado por encima de la figura, y las palabras Cazador Ángel debajo, se frotó los ojos. —Maldita sea, deshazte de esa monstruosidad antes de que quede ciega. Demarco simplemente sonrió cuando ella dejó caer las manos de su rostro para acercarse y agacharse entre los dos hombres. Entones, cuando no pudo evitarlo por más tiempo, se atrevió a mirar a Ransom. Su expresión tan cauta como Elena se sentía, él le dio una sonrisa torcida. —Hola. —Hola —dijo, dolorosamente aliviada de que no estuviera resentido. —¿Por qué están actuando como idiotas en una primera cita? — preguntó Demarco en abierta confusión—. ¿Dejaron a la bibliotecaria y al arcángel y frotaron sus partes íntimas? Hombre, realmente deben apestar si están evitando el contacto visual. —Demarco —gruñeron Elena y Ransom a la vez. —Y el momento incómodo termina. —Guiñó Demarco, con su habitual sonrisa relajada en el rostro—. Vamos a hablar de ángeles, ballestas y balas. Pasaron los siguientes diez minutos discutiendo un posicionamiento óptimo, después de lo cual, la atención se centró en cómo los tiradores —poseedores de ballestas y aquellos con armas especializadas anti-ángel— podían hacer el mayor daño posible con el menor esfuerzo. El consejo de Elena fue simple. —Apunta a las alas. —Era muy poco probable que algún arma pudiera matar inmortales de una edad y fuerza como aquellos del ejército de Lijuan, pero si el equipo del Gremio se mantenía hiriendo a los luchadores enemigos el tiempo suficiente, los inmortales en su lado podrían ser capaces de terminar la tarea. —Tenemos usuarios de ballestas como tú que tienen una puntería precisa —respondió Demarco, su encanto descuidado desechado para revelar la intensidad de una mirada dura—. Pueden conseguir atravesar el cuello con los pernos. Deshabilitará a los luchadores enemigos por más tiempo.

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—Tomará más tiempo conseguir un tiro. —Elena pensó en el intrincado momento que requeriría y sacudió la cabeza—. Podemos eliminar más con los golpes en las alas. —Sí, pero esos con heridas en las alas se levantarán más rápido también. Ambos miraron a Ransom. Frunciendo el ceño, el otro cazador dijo—: Tenemos aproximadamente veinticinco arqueros de precisión. Podemos integrarlos con los destinados para apuntar a las alas, así los enemigos no sabrán a quién eliminar y los tiradores tendrán tiempo de apuntar bajo la cubierta proporcionada por los demás. —Funciona para mí. —Demarco miró a Elena, y cuando asintió en acuerdo, dijo—: Está bien, posiciones. Pasaron las próximas horas asegurándose que todos los tiradores sabían dónde se suponía que estarían una vez la situación se volviera caótica. Cuando Ransom y Demarco estuvieron satisfechos con ese aspecto de las cosas, Elena rodeó una tripulación de ángeles subalternos e hizo sobrevuelos para que los cazadores pudieran practicar apuntando en movimiento, teniendo como objetivos las alas. Los hombres armados usaron cartuchos de fogueo, los usuarios de ballestas pernos romos. Cuando llamaron a un alto al ejercicio, Elena pasó un cuarto de hora discutiendo posibles mejoras con Demarco y Ransom, antes de despegar de nuevo, con intensión de dirigirse hacia Rafael. Él estaba a una altura mayor, trabajando en algo con Illium y Jason, que periódicamente cruzaba el cielo como un rayo negro. Apenas había hecho un barrido para empezar el ascenso cuando sucedió. El Hudson alteró el color en una ola. Esta vez no fue la sombra de sangre, sino un profundo y vibrante azul eléctrico con un luminoso fuego blanco. Ángeles que estaban cerca, flotaban sobre el agua, pero Elena vio a las gaviotas zambullirse y salir sin efectos nocivos, el resplandor azul brillando en sus plumas hasta drenarse. —Un desarrollo interesante —dijo Rafael, después de bajar hasta flotar a su lado—. Se rumorea que Astaad tiene cierto control sobre el mar, pero bien puede extenderse a la dominación del agua en general. —Tal vez, pero esos son tus colores. —Ese azul desgarrador, más puro que cualquier gema preciosa en esta tierra, existía solo en los ojos de su arcángel y la mujer que le dio a luz; nunca lo había visto en otra circunstancia. Hasta ahora. —El día que ascendí a la Catedra —murmuró Rafael—, los cielos llovieron con un tono similar y las aguas del mundo se volvieron como mis ojos. No te tenía en mi corazón en ese entonces; no había luz del amanecer. Elena miró la pureza de su perfil, la profunda marca roja en su sien oculta tras el glamour. —¿Podría ser una señal? ¿De mayor

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evolución? —No podía evitarlo, pero recordó la asombrosa belleza del fuego blanco en sus alas que él dijo debió haber sido una ilusión creada por un pulso de poder que encendió un resplandor. Esto parecía cierto… excepto que sus instintos insistían que lo que vió había sido real, que si se hubiera extendido y tocado sus alas en ese instante, habría capturado una llama en la punta de sus dedos. —Si esto es un signo de evolución —dijo Rafael—, no es uno que pueda sentir, como lo sentí en mi ascensión de ángel a arcángel. — Inclinando las alas, se dirigió al agua. Elena siguió tan cerca como pudo, lo suficientemente cerca para verlo pasar los dedos a través de esta. El agua, dijo, sabe al mismo poder que intentaba abrirse paso en mí. Aléjate, le ordenó, su corazón tartamudeando ante la memoria sensorial del terrible frío que llegó con la lluvia de sangre. No hay frío hoy más allá de un río de invierno, señaló, pero se despegó del agua y se elevó junto a ella. El color empezó a retirarse casi en ese mismo instante. —Independientemente de lo que esto presagia —dijo, con expresión brutalmente pragmática—, no podemos permitir que nos distraiga, no cuando la flota alada de Lijuan ha estado posicionada a menos de dos días de vuelo de tocar tierra. —Su mano se cerró sobre la de ella—. Presagios y signos no valen nada cuando estamos a punto de ir a una batalla contra un ejército de carne y sangre. Algunos misterios tendrían que seguir sin resolverse, pensó Elena, mientras el calor masculino de él le aseguraba que el agua no tenía efectos perjudiciales. Las vidas de millones estaban en juego. Porque si Lijuan derrotaba a Rafael en batalla, significaría la muerte del único ser en el mundo con una capacidad probada de causar al Arcángel de China algún daño significativo. Si no se controlaba, Elena no tenía duda que Lijuan pronto convertiría el planeta en un cementerio podrido de personas por sus renacidos. Una corte de cuerpos descompuestos para adorar a los pies de la Diosa de la Muerte.

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39 Traducido por Gaz Holt Corregido por gabihhbelieber

Los satélites de la Torre tuvo una vista clara de las fuerzas de Lijuan al día siguiente, las pesadas nubes que estuvieron bloqueando su visión disipándose bajo la penetrante luz del sol. —Imposible —dijo Jason a la vista de la masa increíble—. Ese ejército es al menos tres veces el tamaño del que salió de su región. Incluso si trajo a todos sus combatientes alados, dejando sólo a sus tropas de vampiros para defender su territorio, tiene demasiados escuadrones. Rafael siempre supo que iban a esta guerra en desventaja, pero si todos esos hombres y mujeres eran combatientes experimentados, la balanza se inclinaba tan severamente a favor de Lijuan que cada uno de sus planes tendría que ser reevaluado. —Tenemos que saber exactamente a lo que nos enfrentamos. —Se volvió hacia el viajero más rápido en sus escuadrones, algunos decían que el más rápido de todos—. Ve. Illium se marchó, llevando un pequeño dispositivo de grabación con él. Fue una simple hora después de eso que sus planes de batalla sufrieron otro golpe. —Estamos invadidos por los renacidos —dijo Elijah, sus pómulos cortando bruscamente contra la piel—. No sé cómo entró Lijuan con ellos, o incluso si lo hizo con más de una criatura… ambos sabemos que solo hubiera hecho falta uno para iniciar el proceso. —Una acusación a la infección de las criaturas—. Parece haber sido un plan puesto en marcha durante meses, los infectados sembrados por todo mi territorio y mantenidos encadenados detrás de puertas cerradas. Evidentemente, predijo que nos aliamos contra ella, para el momento en que abrió esas puertas. El Arcángel de América del Sur pasó una mano por el dorado de su cabello, sus ojos iluminados por un furioso resplandor ámbar. —Me siento avergonzado de romper mi promesa de ayudar —expresó, las palabras claramente difíciles para él formar—. Pero tengo que utilizar todas las armas a mi disposición para golpear duro y rápido antes de que los renacidos llenen cada parte de mi territorio. Ya han matado o infectado a miles, devastando pueblos enteros y municipios.

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—El riesgo es nuestro —dijo Rafael, recordando a Elijah que compartían una frontera terrestre—. No hay vergüenza que venga de tu decisión. Debes contenerlos, más que mantener tu parte del trato. — Consideró a quién tenía cerca de la frontera, si podrían proporcionar alguna ayuda. —Mi gente más fuerte está aquí, otros de servicio en áreas donde teníamos pequeñas infestaciones de renacidos, pero voy a pedir a todo individuo capaz cerca de la frontera, mortal e inmortal, que se movilice con lanzallamas y combustible para establecer las líneas de fuego. Ellos, al menos, pueden hacer limpieza de cualquier renacido que intente escapar. —Los renacidos no sobrevivían al fuego, así como a ser decapitados—. Te deseo suerte, Eli. —Y yo a ti, Rafael. Cuando Illium volvió en las horas del crepúsculo, más allá de la medianoche, las fuerzas de Lijuan se encontraban todavía al menos a doce horas de distancia, pues tenían que moverse a la velocidad de su miembro más lento, lo cual trajo una noticia peor de lo que nadie podría haber imaginado. —Tu pueblo no falló —dijo Rafael en voz baja a un Jason enfurecido, señalando a un comandante a la izquierda de Lijuan—. Ella era parte de las tropas de Uram. Dmitri identificó a tres más de la población de los arcángeles muertos, justo en la primera fila. —El territorio de Uram fue repartido después de su ejecución —indicó el vampiro—, y sus tropas divididas. Si todos los combatientes adicionales resultan ser de Uram, cuenta con más de la mitad de sus escuadrones. No debería. Aodhan fue quien contestó, una voz tranquila, pero palabras potentes. —Si Rafael pereciera, y los Siete fueran divididos, ¿no nos deberíamos juntar para tener una oportunidad de vengar su muerte? —No creí que el tipo inspirara esa clase de lealtad —dijo Elena, mirando las fotografías de la fuerza masiva que pronto llegaría a Manhattan—. Quiero decir, asesinó a cientos de su propio pueblo. —Fue un buen arcángel una vez. —Un arcángel al que Rafael llamó amigo en el pasado—. Eso es lo que sus leales soldados recuerdan, a quien buscan vengar. —Sire —dijo Galen desde la pantalla en la pared, donde él y Veneno se habían sumado a la discusión—, el enemigo nos supera en número cinco a uno. Tenemos que llevar nuestras fuerzas hacia el interior y obligar al enemigo a montar un asedio. En tanto que la Torre no caiga, Lijuan no ganará. Rafael sabía lo que debía costar a su maestro de armas dar esa recomendación, porque Galen era un guerrero que vivía por la espada. Y aunque sabía que el consejo del otro hombre era sensata, la idea de abandonar cualquier parte de su ciudad hacía que su sangre hirviera con furia.

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Fue Elena quien le dio perspectiva. —Con toda la zona evacuada —señaló—, sólo estaríamos protegiendo edificios, de todos modos. Los edificios pueden ser reconstruidos. —Aceptación sombría en sus ojos grises plateados, su cazadora, quien amaba cada pequeño rincón de su ciudad. —Vete —le dijo a Dmitri—. Haz lo que haya que hacer, recluta a las personas que necesites. —Todas las armas anti-alas tendrían que ser movidas, para empezar—. Volveré a trabajar con la colocación de las tropas. Dmitri salió con un asentimiento seco, llevando a Jason con él y pidiéndole a Illium que descansara después de su largo vuelo. Aodhan fue en una dirección diferente, habiendo asumido la tarea de asegurarse de que habría alimentos suficientes dentro de la Torre para los cazadores y los heridos, en caso de que el asedio continuara más de unos pocos días. El agua, por lo menos, no era un problema, la Torre tenía una línea secreta independiente que se puso en el momento de su construcción. Rafael se volvió hacia el último miembro de los Siete que quedaba, Galen y Veneno habían acordado ayudar a mantener el Refugio seguro. —¿Cuántos más necesitas en tu equipo? —le preguntó a Naasir. El vampiro había llegado cuarenta y ocho horas antes, se alimentó bien e iba con toda su fuerza. —El equipo está completo —fue la respuesta, y Rafael miró a los inteligentes ojos de Naasir, como solo podrían ser los de un depredador—. Janvier y su cazadora. —No le llamaría así a Ash a la cara —señaló Elena, preguntándose qué planeaba hacer Naasir. Si tuviera que adivinar, dados los miembros del equipo y sus habilidades, diría que estaba a punto de provocar sabotaje y desorden entre el campo enemigo. Una sonrisa salvaje le dijo que Nasir todavía la encontraba interesante, y luego se fue. A solas con Rafael por primera vez en horas, Elena llevó los dedos a su cara y él levantó el glamour para exponer la marca en su sien. Había crecido a un ritmo acelerado desde el río alterado de color... hasta el punto de que ahora quedaba claro que no tenía nada que ver con enfermedad —no, era un símbolo tanto salvaje como peligrosamente elegante. Creado de líneas complejas pero irregulares, se curvaba por la sien hasta la parte superior del pómulo en un extremo, y el otro fin se enrollaba sobre sí mismo. —Rafael, ya no es rojo —susurró, maravillada de la belleza primitiva de un diseño terminado que le recordaba a un dragón estilizado—. Es del color de nosotros. —Un increíble azul violento iluminado con fuego blanco abrasador, tan empapado de luz y color que parecía vivo.

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Reiniciando el glamour hasta que estuvieron en el baño de su suite, Rafael inclinó para examinar la marca en el espejo. —He visto este diseño antes —dijo, para la sorpresa de Elena—. En antiguos lugares en el Refugio, de tiempos pasados, nadie tiene ningún recuerdo de cuando se crearon los tallados. Ella se apiñó al mostrador para poder seguir mirando la marca. — ¿Alguna pista en cuanto a su significado? —No. Le pregunté a Jessamy una vez, y me dijo que buscó en los textos y no encontró ninguna mención de ellos. “Tal vez son un enigma dejado por nuestros antepasados para inspirarnos a buscar el conocimiento”, fue lo que me dijo. —Colocándose entre las piernas de Elena, fue paciente mientras le trazaba la vibrante marca viviente con la punta de sus dedos. —Es verdaderamente hermoso. Rafael levantó una ceja. —Muchos dirían que es salvaje. —Salvaje puede ser hermoso. —Eso se adaptaba a él, su arcángel, a quien vió luchar contra los renacidos con ferocidad pura, sus espadas gemelas moviéndose tan rápido que sólo quería verle—. No creo que haya ninguna duda de que estás evolucionando. Esa mirada dura y pragmática regresó a su cara. —No es lo suficientemente rápido. La marca puede estar completa, pero respecto al poder, no soy diferente de lo que era ayer. Hay que centrarse en los factores que podemos controlar. —Dio un paso atrás, el glamour alzándose—. Necesito reconfigurar las ubicaciones de los escuadrones. Tú debes despertar a los líderes del Gremio y a los equipos vampiros de tiro, y hacer lo mismo. Elena asintió. —Una cosa, Arcángel. —Lo paró con un toque en su ala—. No creo que debas ocultar la marca por la mañana. —¿Engañar al enemigo haciéndole creer que he ganado más poder del que en realidad tengo? —Y dando a nuestras propias fuerzas corazón —dijo Elena, empujada por el mismo instinto que le decía que sus alas estaban cambiando en más formas que en la apariencia superficial—. No hay nada que perder. *** Horas más tarde, con el cielo pasando de la oscuridad a gris, Rafael dejó a Aodhan en la vigilancia y se acercó a la habitación, al haber detectado una alteración en los patrones de sueño de Elena. Mantuvoo un ojo en ella desde que por fin se fue a la cama dos horas después, a sabiendas de su cansancio y del día lleno de tensión que le daba condiciones óptimas para que vinieran los horrores que acechaban sus sueños.

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Cuando llegó a la habitación, la encontró inquieta pero no aún en peligro. Colocándose a su lado, extendió las alas sobre su cuerpo en una ola de protección y murmuró palabras de amor de un arcángel a su consorte hasta que suspiró y se dejó caer en un sueño profundo y pacífico. —Que duermas bien, hbeebti —dijo suavemente, dejando un beso en su sien. Sin necesidad de descansar, Rafael tenía toda la intención de salir de la cama en los próximos momentos... pero entonces estaba soñando, sin conciencia de haber cerrado los ojos. Esta vez, no se encontraba en ese solitario campo olvidado, sino que en un lugar tan oscuro que iba más allá de negro. No podía oír nada, ver nada, sentir nada, la oscuridad presionándolo hacia abajo hasta que se sintió como si sofocaría su vida. Más juegos. Su ira se encendió, sus alas brillando para llenar la oscuridad con luz. La oscuridad se tragó el resplandor, empujando con más fuerza en su cuerpo. Furioso, soltó más poder, y dividió la negrura, sólo para revelar más negrura, un mundo de nada. A punto de atacar de nuevo, pensó de pronto que necesitaba a Elena, necesitaba la apasionante vida de ella, nacida de la brillante existencia de luciérnaga que era la de un mortal. —Rafael. —Un toque, dedos ásperos a causa del trabajo con armas se deslizaron en los suyos para rodearle la mano. —¿Cómo me has encontrado? Con el borde de plata alrededor de su iris brillando en la oscuridad, respondió—: Te oí decir mi nombre. —Frunciendo la nariz, miró a su alrededor—. No estoy segura de que me guste este nuevo hábito de sueño tuyo. Deslizando su ala sobre la de ella, le dijo—: Tengo que estar de acuerdo contigo. —Miró a su alrededor, lo que fue negro impenetrable se convirtió en un gris suave—. Tu corazón ahuyenta la oscuridad. — Elena había visto cosas terribles, bañadas en sangre, sin embargo, en ella vivía una inocencia del alma de la que no parecía darse cuenta. —No —murmuró, con el pelo volando hacia atrás en una suave brisa—. No creo que sea yo. Somos nosotros. —Bajando suavemente el ala, añadió—: El fuego blanco, Arcángel. Enciende el fuego blanco. Buscó en su interior esa salvaje llama casi incontrolable, persuadiéndola a que se quedara en su mano. Una vez se manifestó una de oro blanco radiante con bordes iridiscentes de medianoche y amanecer, hoy el oro blanco atravesado por violentos remolinos azules, la llama tan volátil como apasionadamente viva. —Nosotros —susurró, arrojando la llama hacia el gris. —Fuego salvaje —susurró Elena, como si él hubiera hablado en voz alta—. Sí, eso lo describe mucho mejor.

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El fuego salvje se arqueó hacia el gris en todas las direcciones, eliminando la niebla para dejarlos cubiertos de reflejos de sol en un agua de un pálido verde inquietante. Elena pasó los dedos por el agua, las ondas perturbando la serenidad perfecta del lugar, pero no había sensación de que la perturbación no fuese bienvenida. —Oh, me gusta estar aquí. —Pasó la mano con gracia en el agua, su alegría sin ser fingida. Eso le hizo curvar los labios, su corazón recordando lo que era ser un niño. —Estamos en el interior del océano —dijo, entendiendo que la luz del sol no lo era del todo, sino que el persistente fuego salvaje. —Nunca he estado en un lugar tan hermoso. —Maravilla en sus ojos, y sin interrumpir sus apretón de manos, Elena señaló una pequeña criatura similar a las medusas que flotaba cerca, su cuerpo de un coral translúcido... pero el fuego salvaje, se desvanecía, el agua acariciada por el gris, entonces encerrado por la oscuridad. —Entiendo —dijo, mientras su consorte entraba a sus brazos con las manos sobre sus hombros y un beso que marcaba, sacándolo del sueño y llevándolo a la calidez de su cama. Ella era fuerte y ágil debajo de él, su guerrera con corazón mortal, ojos de color gris plateado abiertos ante una luz turbia que le decía que no había dormido mucho. —El riesgo —dijo, cuando los labios de ambos se separaron—, está siendo consumido por ello. —¿La oscuridad? —Sin ti, podría algún día convertirme en otro Lijuan. —Con el ceño fruncido, Elena negó, pero la detuvo con un agarre en su mandíbula—. No, Elena. Esta verdad tengo que enfrentarla… en mí vive más poder que el que ha tenido cualquier otro ángel de mi edad. Tanto poder cambia a un hombre, y me cambió. —Bueno, eso es un punto justo, pero lo que también es cierto es que no eres el arcángel que conocí la primera vez. —La expresión de Elena era terca, y llevó las manos a su cabello, manteniéndolas con un agarre firme—. Todavía te estás convirtiendo y, a diferencia de Lijuan, no tienes miedo de tomar riesgos. Ella es una cobarde que mató al mortal que la hizo sentir. Tú me has reclamado como tuya. —Tirando de él hacia abajo, lo mordió con fuerza en el labio inferior en un reproche sensual—. Nunca te compares con ella. —Como mi consorte decrete —dijo, hablando con los labios sobre los de ella, su cuerpo acunando la prisión de seda de sus piernas—. Sé que nunca me permitirás convertirme en un tirano megalómano con delirios de divinidad. —Me alegro de que tengamos eso arreglado. —Frotando la nariz contra la de él con un abierto afecto del que sabía que no se cansaría, ni en caso de que viviera hasta los cien mil años de edad, agregó—: Donde estábamos, era un lugar de poder, ¿no es así?

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—Sí. —Ese poder saturaba el agua, la oscuridad, las criaturas vivientes que nadaban en esas aguas profundas—. No es malo, y está en sintonía conmigo, pero fuera de mi alcance. —El final amargo sellado en la revelación que tuvo en la tormenta de sangre. —Eso es una mierda. Sus labios se alzaron ante la sucinta descripción de su propia furiosa frustración. —Así es. —Besándola una vez más, se levantó para sentarse en el borde de la cama, con la mano ahuecando el lado de su cara—. Duerme. Aún es pronto y tienes que descansar. Voy a necesitar a mi cazadora más que nunca en los días por venir. Elena cerró los dedos sobre su muñeca para impedir que se fuera. —¿Qué tan malo es, Arcángel? —Era la pregunta de una consorte, y la respuesta que le dio era una que Elena sabía que no iba a dar a nadie más en la Torre, ni siquiera a sus Siete. —Mis hombres y mujeres son leales y lucharán hasta el sangriento final —dijo, sus anchos hombros sosteniendo el peso de un asombroso número de vidas—, pero me temo que estoy a punto de conducirlos a una muerte segura. Levantándose sobre sus rodillas, envolvió los brazos alrededor de él por detrás, sus rostros uno al lado del otro. —Ninguno de esos hombres y mujeres querrá alguna vez servir a Lijuan, ya lo sabes. — Apretó los labios contra su sien marcada, su comprensión nacida de las horas que pasó en la enfermería con los heridos y con los soldados sanos que venían a visitar a sus compañeros caídos—. Nuestra gente prefiere ir honorablemente a luchar contra el mal que encogerse bajo su mando. Rafael suspiró larga y profundamente, enderezando los hombros y levantando la cabeza. —Nadie —prometió—, jamás, subyugará a los que son nuestros. Nunca nos rendiremos.

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40 Traducido por Marie.Ang Corregido por Sofía Belikov

Cinco horas en el nuevo día, y el jefe de espías de Rafael regresó volando para contarle que las tropas de Lijuan habían cruzado la frontera de alerta temprana. Una sola orden y los escuadrones ofensivos de Rafael se formaron en torno a él, el perímetro defensivo listo y en posición mientras llevaba a los escuadrones por la ciudad y sobre el agua. —Mantengan esta posición —le dijo a sus comandantes cuando llegaron al lugar donde su gente podía ver al ejército que se aproximaba, pero permaneciendo dentro de una distancia de vuelo rápido y firme a su perímetro. Dejándolos flotando en una formación precisa, voló al encuentro de Lijuan a medio camino entre las dos armadas. El movimiento era uno arriesgado, dado su creciente locura, pero creía que parte de ella seguía siendo un arcángel de edad hasta el momento, y segundos después de que comenzó el vuelo, su creencia resultó cierta. Adhiriéndose a las reglas de combate establecidas en los albores de la angelidad, la Arcángel de China voló sola para encontrarlo en un espacio neutral. —Rafael. —Su pálida e insípida mirada se tornó de piedra cuando se dio cuenta de la marca en su sien—. Has estado guardando secretos. —Parece que todos lo hemos hecho en los últimos tiempos — replicó—. Debes haber trabajado por mucho tiempo y en silencio, de hecho, para ganarte la confianza de las fuerzas dispersas de Uram. — Hasta los comúnmente leales hombres y mujeres habían abandonado sus puestos asignados y territorios para engrosar sus filas. —Una diosa —dijo ella, su forma física desvaneciéndose para hacer su piel translúcida—, no piensa solo en el hoy, sino en muchos mañanas. —El misterioso cambio reveló la estructura ósea de la cara, la vista fusionándose con la pesada sensación de gritos bajo la superficie de su voz, las almas atrapadas de aquellos a los que Lijuan asesinó. —Tus hombres sólo llevan espadas y ballestas. —Armas de fuego, al menos, eran un arma familiar para la mayoría de los luchadores angelicales y no tendrían agobiados a una flota alada—. ¿Prevés una victoria fácil?

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—He estado reuniendo mis fuerzas durante diez mil años, mientras tú eres un niño. Los superamos en número, por lo que no será una batalla, sino una aniquilación. Su arrogancia, pensó Rafael, podría ser el tendón de Aquiles que le daría a su gente la victoria en esa desbalanceada guerra. —Tal es tu creencia, Lijuan. Eso no significa que sea la verdad. —Pronto lo verás, pero antes de lo inevitable, te daré una oportunidad más y te invito a rendirte —dijo en esa voz llena de horror—. No puedo dejarte a ti o a tu consorte con vida, por supuesto — La mayor civilidad cuando le habló de la ejecución de Elena—, pero trataré a tu pueblo como trataría al mío. Tus Siete son extraordinarios y me servirán bien. Sus Siete, pensó Rafael, pasarían su existencia tratando de borrar a Lijuan del planeta en vez de levantar un dedo a su servicio. —Hay una mejor manera —dijo, extendiendo la plática para darle a Naasir los últimos minutos para poner sus planes en marcha—. No tienes que iniciar una guerra. —No estoy iniciando una guerra. Estoy deteniendo una antes que empiece. —Le sonrió, sus ojos pálidos orbes con fétidas sombras escondidas dentro, como si mirar demasiado profundo sería caer en un infierno ineludible—. Nunca me has respetado como deberías. No puedo permitir que eso continúe. Lo entiendes. —Sí, lo entiendo. —Esa Lijuan era un ser de perfecta locura, tan desquiciada que se creía cuerda. Rafael reconoció los signos; los había visto primero en su padre. Pero el poderoso hombre con quien jugó una vez a atraparse sobre el Refugio nunca se convertió en la fealdad que era Lijuan. Ella era algo nuevo, una pesadilla nacida de la podredumbre en el corazón de su alma—. A su vez —dijo—, debes entender que no puedo permitirte que tomes mi Torre y mi ciudad. —Entonces, me temo que estamos en un callejón sin salida. —Su sonrisa nunca vaciló, sus dientes y mandíbula visibles a través de la piel convertida en humo—. Seremos civilizados sobre esto. No te atacaré hasta que estés con tus tropas, y tú no intentarás lo mismo. Aceptando la estipulación, dijo—: Si deseas el cese de hostilidades en cualquier momento, solo tienes que remover tus fuerzas de mi territorio. —Y si deseas rendirte, tus luchadores solo tienen que bajar sus armas. Los míos no atacarán una vez que tu gente ya no sea una amenaza; a diferencia de Charisemnon, no tengo ningún deseo de degradar. Mi objetivo solo es conquistar. —Una pausa—. No fue bien jugado de él utilizar de manera deshonrosa los renacidos que le di como regalo. Le he dicho que no toleraré ningún acto más que traiga desgracia a mi nombre. Rafael inclinó la cabeza. —Te veré en batalla, Lijuan.

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—Adiós, Rafael. Habrías sido un gran Antiguo un día, si solo hubieras aprendido a respetar a tus superiores. Volando de regreso a sus tropas a gran velocidad, Rafael se acercó a Elena. Necesitaba su tacto para borrar la fealdad que permanecía en sus huesos, la presencia de Lijuan una incorrección filtrándose en el tejido del mundo. Elena, la batalla es inminente. Estamos listos. Un beso de salvajismo indomable que no podía ser de nadie más que de su consorte. Te estoy mirando. Ordenando a sus tropas retirarse a la zona de asedio, Illium guiándolos, tomó la retaguardia con Jason y Aodhan en sus flancos. Fue un acierto, Lijuan envió una explosión en su dirección al instante que tocó el borde de Manhattan. Su poder manifestado como una lluvia de dagas negras, relucientes y mortales. El otro arcángel, sin embargo, se encontraba demasiado lejos para hacer mucho daño, el objetivo sin duda era enviar sus tropas al caos. Apartando las dagas a un lado con un mínimo uso de su poder, se volvió para ver que nadie de su pueblo había caído siquiera un centímetro de la formación. No hubo un segundo intento, Lijuan dándose cuenta obviamente que no podía hacer ningún daño real desde esa distancia, y unos minutos más tarde, sus escuadrones cruzaron la línea del perímetro defensivo. Alas llenaron el cielo en todas direcciones, cada luchador vestido en un distintivo uniforme negro para diferenciarlos del oscuro gris y rojo de las fuerzas de Lijuan. Para evitar más confusiones, cada par de alas —incluidas las de Rafael— estaban marcadas por encima y debajo con rayas de pintura azul brillante desarrollada exactamente para ese propósito. Diseñada no para obstruir o de otro modo, dañar las plumas, lo que significaba que los tiradores podían ver si un ángel era amigo o enemigo con un solo vistazo. Aquellos tiradores yacían ocultos en protegidos escondites en los tejados y en las que ahora eran plantas superiores sin ventanas en varios de los rascacielos, así como en la línea del perímetro junto a vampiros expertos en armamento anti-alas, las armas de fuego apuntadas hacia el cielo. Más vampiros se hallaban de pie en el suelo, armados con lanzallamas y espadas, su tarea intentar eliminar o al menos incapacitar a los combatientes enemigos caídos que no podían sanar y elevarse de nuevo. Un tercer grupo de vampiros merodeaba la ciudad, alertas ante cualquier amenaza de renacidos. Elevándose sobre los escuadrones, para ser visible a todos, levantó el brazo y su espada. —Esta es nuestra tierra —dijo, aumentando su voz para que así alcanzara a cada hombre y mujer, mortal e inmortal, que lucharía ese día—. No seremos intimidados, y no nos rendiremos. ¡No comenzamos esta guerra, pero la terminaremos! Un rugido sacudió el mundo, brazos y voces elevándose en solidaridad.

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Orgullo sacudió el corazón de Elena en donde se encontraba en el frontis de una azotea, ballesta cargada y ojos alerta. Protegida por un escondite que significaba que las tropas voladoras no la detectarían inmediatamente, el armazón uno que también la protegería de disparos desde arriba, tenía una perfecta línea de visión del hombre que era suyo. Debes estar orgulloso, Arcángel. Tu gente no lucha por miedo o arrogancia, sino porque es lo correcto de hacer. Una caricia del mar y de la estruendosa tormenta de él. Mantente a salvo, Cazadora del Gremio. También tú. Con el corazón en un nudo dentro de su pecho, respiró profundamente y se aclaró la mente de todo pensamiento, la conversación siendo cortada porque las tropas de Lijuan se hallaban a punto de llegar. El enemigo fue anunciado por una lluvia de dagas negras y el sonido entrecortado de disparos cuando las armas anti-alas entraron en acción. Pero calcularon correctamente —habían demasiados combatientes enemigos para que las armas alcanzaran y la primera ola de alas sin marcar aparecieron a la vista y rango dentro de treinta segundos… cuando las tropas de Rafael cayeron a tierra en un repentino y planificado descenso, dejando el cielo lleno de enemigos. El primer perno de Elena golpeó el cuello de un ángel con alas de color marrón moteado; ya posicionaba un segundo perno antes de que el ángel registrara el golpe y empezara a caer en espiral, una mano enganchada a su sangrienta garganta. Al mismo tiempo, negro y azul colisionaron en el cielo cuando dos arcángeles atacaron directamente. Sabiendo que no sería de utilidad para Rafael si no podía tranquilizarse, Elena se sacudió el miedo por él y se concentró en el enemigo, confiando que su consorte y amante no le rompería el corazón mientras ella hiciera su parte. Perno tras perno disparó, hasta que el cielo de pronto estaba vacío de alas sin marcar por el brillante azul. Elena esperó un mensaje a través de los dispositivos de comunicación que cada uno tenía escondido encima de sus oídos. Vino en segundos, la voz de Dmitri. —Las tropas de Lijuan se han retirado tras nuestro perímetro defensivo, pero hemos perdido un cuarto de las armas anti-alas. Retírense, pero no dejen sus posiciones. Elena usó la oportunidad para comprobar su suministro de pernos. Viendo que casi no le quedaban, cambió de canal para enviar una petición a los aprendices mayores del Gremio para que se apresurasen con suministros, retrocediendo a tiempo para coger un reporte actualizado desde la Torre.

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—Las tropas enemigas se han establecido en edificios fuera del alcance de nuestras armas. Tenemos un gran número de heridos, pero se están recuperando y posiblemente listos para atacar de nuevo en una hora. Descansos alternados autorizados. ***

Con Lijuan retrocediendo junto a sus tropas, Rafael tuvo tiempo de regresar a la Torre y obtener un informe de Dmitri. Su segundo coordinaba toda su fuerza, tomando las decisiones en fracciones de segundo tan necesarios en una pelea, y lo que Rafael no podía hacer siempre y cuando estuviera luchando con Lijuan. Sabía que Dmitri preferiría estar afuera en el campo, luchando como la hoja afilada que siempre había sido, pero el otro hombre era el mejor comandante que tenía. Incluso Galen difería a Dmitri cuando se trataba de asuntos de estrategia. —No hay víctimas fatales —dijo el vampiro, confirmando el juicio y fe de Rafael—. Un número de lesiones graves entre los artilleros de defensa aérea, pero los combatientes angelicales cercanos actuaron rápido para cubrir al herido, mientras que otros tiradores los arrastraron a la seguridad. —Señaló varias X negras en el mapa que yacía en una gran mesa en la sala de armas—. Aquí es donde perdimos el armamento de defensa aérea, pero esa pérdida era esperada y ya se cuenta en nuestros planes. —¿Lijuan sufrió algún daño de gravedad? Un asentimiento. —Significativo en la primera ola, cuando los tiradores enviaron cerca de medio escuadrón a tierra para que los vampiros limpiaran, pero el enemigo aprendió de esa pérdida. Cuando un luchador cae, dos más aterrizan con él para pelear contra los equipos terrestres y levantan al herido a un lugar seguro. Era más o menos lo que Rafael esperaba de su primer combate. — La verdadera prueba viene con el siguiente choque, ahora que ya no tenemos el elemento sorpresa. Con la mandíbula en una dura línea, Dmitri asintió. —Elijah llamó no hace mucho, quería hablar contigo. —Voy a enviarte dos de mis escuadrones de combate de elite — dijo el otro arcángel, cuando Rafael regresó la llamada—. Ya están a medio camino de tu Torre. —¿Los renacidos? La sonrisa de Elijah contenía furia sangrienta. —Mis animales han aprendido la caza ahora, y su sentido de la vista y olfato está más allá de cualquier cosa que los renacidos tengan la capacidad de evitar. Mientras continúe necesitando la mayor parte de mis fuerzas para

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asegurarme conseguir todas y cada una de las criaturas, las dos unidades de elite serán de mucha más utilidad para ti. —Tendré que enviar a Dmitri para un camino de vuelo limpio — indicó Rafael, su confianza en Elijah como nunca hubiera esperado tener en otro de la Cátedra—. La gente de Lijuan no ha conseguido rodearnos, así que tus escuadrones pueden entrar sin encontrar fuego enemigo. La buena noticia fue rápidamente seguida de una mala. Las imágenes satelitales mostraron varios aviones volando a baja altura sobre el océano a tal vez una hora de vuelo de la ciudad, para luego expulsar lo que parecían ser grandes contenedores de sus bodegas que flotaban en vez de hundirse. —Parece que una cuarta parte de la flota de Lijuan está despegando hacia los contenedores, probablemente para remolcarlos — dijo Dmitri, teniendo ojos en el enemigo a través de la red de cámaras de vigilancia de la ciudad, así como las cámaras especiales de espías que el equipo de Naasir puso en marcha—. Tienen que contener tropas terrestres. Rafael estuvo de acuerdo. Lo que significaba que Lijuan pronto tendría vampiros para combatir los suyos, dejando a sus ángeles libres de permanecer en el cielo en lugar de ir a ayudar a los combatientes alados caídos. Incluso con la adición de los escuadrones de Elijah, las fuerzas de Rafael seguirían en gran inferioridad numérica. Esto simplemente inclinó la balanza aún más a favor de Lijuan. Tres minutos más tarde, una de las personas de Jason dio un reporte: aviones de carga acababan de dejar el territorio de Lijuan, cargados con lanzadores de cohetes y armas de fuego, así como más fuerzas terrestres. Parecía que la “diosa” había cambiado de opinión en ciertos puntos. La gente de Rafael tenía ambos tipos de armas, pero los cohetes, decidieron, serían solamente utilizados en un último caso; sin importar qué tan bien dirigidos, el daño resultante no dejaría solo a Manhattan, sino que a toda la ciudad en ruinas. Y la verdad era que no eran particularmente de utilidad en el cielo lleno de amigos y enemigos inmersos en tal combate cuerpo a cuerpo. No a menos que no te importara asesinar a tu propia gente con el fin de destruir al enemigo. Lijuan aniquiló su propia ciudad, dijo a su consorte, después de asimilar la información, imágenes del cráter humeante que era Beijing en la vanguardia de su mente. Ella no se preocupará por la obliteración de la nuestra para ganar esta guerra. Era así como no habían armas tecnológicas a gran escala de cualquier tipo aceptables en una guerra arcangelical, ya sean tanques en la tierra o bombarderos en el aire. Era la razón del por qué los mortales que aparecían con las ideas de tales artículos de guerra abandonaron la investigación décadas atrás —no había mercado.

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Incluso los lanzacohetes y armas anti-alas eran de corto alcance, armas con línea de mira. Para que una victoria contara en el mundo inmortal, para que un arcángel mantuviera el respeto de su propia gente, tenía que ser íntimo, cara a cara. Una rara estipulación tal vez, hasta que recordabas que un arcángel no podía ser asesinado por ningún arma, sin importar lo destructiva que fuera; sólo los ángeles menores, vampiros y mortales atravesarían la mutilación y la muerte. —Sire. —Dmitri caminó a donde se encontraba de pie en frente del muro de vidrio que daba al campo de batalla—. Un hombre de Jason acaba de enviar otro reporte confirmando el número de aviones de carga dirigiéndose hacia nosotros. Rafael sabía que eran aún más malas noticias por las brutales líneas del rostro de su segundo. —¿Cuántos? —Diez. La palabra reverberó entre ellos. Con tantos combatientes terrestres y armas de corto alcance, el pueblo de Lijuan abarrotaría el suyo, viniendo desde abajo mientras que los ángeles mantendrían a los escuadrones alados ocupados. —Debo liquidar a los aviones antes o directamente después de que aterricen —dijo, sabiendo que hablaba de la muerte de cientos—. Es la única opción. —Puedes conseguir pasarla usando glamour —expuso Dmitri con la estrategia de una cabeza fría—, pero al instante que ella escuche de su destrucción, sabrá que no estás en Manhattan y dará rienda suelta a su poder en la Torre. Y si la Torre cae, la batalla terminaría a los ojos del mundo, Nueva York y ante el territorio entero de Lijuan. Rafael lucharía para recuperarlo, por supuesto, pero sabía que la pérdida de la Torre aplastaría la moral de su pueblo, porque simplemente no era un lugar, era el símbolo de su fuerza. Al ver el movimiento desde el lado enemigo en el mismo instante que su segundo, dejó la discusión por el momento y fue a tomar los cielos, la segunda ola de ataque mucho más feroz que la primera. La sangre salpicaba la nieve en todas partes que miraba, la inocencia para siempre manchada.

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41 Traducido por florbarbero & Deydra Eaton Corregido por Paltonika

El día después del duro combate, Elena yacía en su escondite luego de un breve descanso, protegida de la luminosa nieve que caía del cielo, desde un cielo disperso con nubes. Era una noche bonita, tranquila, con ocasional luz de estrellas que brillaba a través de las nubes y desprovista de sonidos de batalla, pero su corazón le retumbaba en los oídos porque Rafael salió de la ciudad hace casi veinticinco minutos. Lijuan logró herirlo en su último enfrentamiento, tenía el pecho en carne viva y quemado por un lado, pero le restó importancia a la lesión —una que provocaba en Elena querer apuñalar los ojos de la perra asesina que le hizo daño— centrándose en la manera de detener a los aviones que transportaban una carga tan mortal. Su plan, si tenía éxito, podría proporcionar un impulso muy necesario al espíritu de su maltratado pueblo, pero también podría ir espectacularmente mal. —Naasir, loco bastardo —murmuró en voz baja—. Espero como el infierno que sobrevivas. —Los aviones de carga estarían aterrizando ahora, y de alguna manera, tenían que mantener a Lijuan lo suficientemente distraída como para que Rafael pudiera regresar después de destruir los aviones. —Voy a tomar muchas vidas esta noche —le dijo Rafael en el único momento de intimidad que tuvieron en medio de los combates—. Cientos de vampiros que no han hecho nada más que ser fiel a su arcángel. Sé que lo debo hacer para proteger a mi gente, pero eso no cambia el hecho de que su sangre manchará mi alma. La sombría aceptación en los ojos de él rompió su corazón. Y sabía que incluso dos años atrás, no habría dicho lo mismo, la lejanía de más de mil años de poder violento le difícultaba tomar la vida de otros. —Que sus muertes te importen —susurró—, es tu salvación. —A diferencia de Lijuan, no veía ni a sus propios luchadores ni a los enemigos como desechables. Ahora, mientras esperaba que regresara, deseando sólo sostenerlo después de la fealdad brutal que se veía obligado a realizar, todo por una arcángel que se creía una diosa. Era más como un maldito fantasma del mal en estado puro, pensó Elena, sabiendo que si existía alguna manera en esta tierra de que pudiera matar a Lijuan, ni siquiera parpadearía antes de levantar su espada.

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—Abejas, Ellie —dijo la voz de Sara en su auricular menos de un minuto después de la llegada programada de los aviones. Su amiga se encontraba en la sala de control, encargada de la manipulación de los equipos del Gremio—. Es la cosa más extraña, hay millones de abejas entre la gente de Lijuan y por lo que podemos ver están furiosas y picando como locas. >>Y aún es más extraño, los que no se están retorciendo y golpeando a las abejas, están sonriendo como locos porque están recubiertos con mariposas. Nunca he visto tantas en un solo lugar. Ni siquiera sabía que las mariposas volaran por la noche. Sonriendo, Elena pulsó el botón de respuesta del dispositivo de comunicación. —Naasir parece tener algunos trucos bajo la manga. — Diablos, si seguía así, podría tener que correr el riesgo de ser comida y darle un beso en esa maravillosa y extraña boca la próxima vez que lo viera. —Obviamente. —Sara se desconectó. Dos minutos más tarde, Elena recibió la confirmación de que Rafael destruyó los aviones. —En alerta. —Fue la orden en su auricular siete minutos después de eso, las distracciones en curso al parecer les consiguieron ese tiempo—. Las fuerzas enemigas se preparan para lanzar una gran ofensiva. Respirando tranquila y con la frecuencia cardiaca constante, Elena mantuvo sus ojos en el cielo nocturno... por lo que vio los destellos que lo iluminaron, deslumbrando sus sentidos. Un grito enfurecido sonó del lado de la línea de Lijuan con el segundo destello, rayos de poder arcangelical superaron completamente el ancho de la Torre por varios bloques. Los vidrios se rompieron, los ladrillos cayeron, pero la Torre permaneció ilesa. ¿La vieja perra loca era sensible a la luz? Tiene mucho sentido, dada la palidez de sus ojos. Pero dado que aparecía bien a la luz del día, no era un punto muy debilitante, sólo uno que podría ser agravado con las condiciones adecuadas. Elena decidió que realmente tendría que besar a Naasir por calcular todo con su astuto cerebro de criatura tigre. Los destellos continuaron iluminando el cielo por los próximos minutos, lo que agravó los gritos de furia de Lijuan y limitó a sus propias fuerzas porque sus rayos iban tan mal dirigidos, que podrían fácilmente golpearlos. Entonces, los fuegos artificiales comenzaron. Elena no pudo evitarlo, empezó a reír. Luchaban una batalla por sus vidas y, ¿serían fuegos artificiales los que los salvaran? Su tonta risa cesó cuando una mirada a su reloj le indicó que Rafael sólo se encontraba a mitad de camino a casa en este momento. Mantuvo los ojos fijos en la pantalla brillante y de repente notó las cuchillas de la medianoche cortando a través de la tormenta de colores para golpear la Torre y los edificios circundantes. —Mierda. Lijuan ha

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descubierto una manera de adaptarse a la luz. —Tratando de detectar personas de Lijuan entre los suyos mientras las alas llenaban el aire, se encontró cegada por los fuegos artificiales—. ¡Dmitri! ¡Consigue que Naasir los apague! —Tres segundos. El último fuego artificial salió cuando el segundo golpe de Lijuan se estrelló contra la Torre, dejando un deterioro significativo y destruyendo toda una fila de ventanas. Al escanear el cielo, vio el distintivo cabello blanco de la Arcángel de China sobre el mar de alas. No existía manera de pegarle a la distancia que se encontraba. — Mierda. Con los dientes apretados, comenzó a apuntar a los ángeles enemigos a medida que los invadían, siendo su objetivo claramente aterrizar en los edificios que albergaban los sistemas de defensa aérea y los equipos de tiro. Apuntar con precisión era casi imposible por la falta de luz y la enorme cantidad de enemigos, por lo que cambió su abordaje y fue por las alas. Todo lo que tenían que hacer era aguantar hasta el regreso de Rafael. Ángel tras ángel descendían con las alas rotas y muy dañadas, pero había una ola constante de refuerzos, dándole a su vez a los ángeles heridos la posibilidad de curar y surgir de nuevo. Mientras tanto, Elena sabía que sus propias fuerzas se desgastaban por el constante bombardeo, por encima y por debajo, los vampiros en el suelo, sin duda, enzarzados en un combate violento de vampiros y ángeles heridos. Un relámpago negro astilló el cielo en el siguiente instante, llevándose un número de personas de Lijuan. El rayo no detuvo a Lijuan, pero la irritó lo suficiente como para que tratara de apuntar al origen del mismo, sólo para encontrar su camino bloqueado por una lluvia de piedras brillantes tan afiladas que amenazaban con destrozar sus alas. En seguida, un pulso de poder dorado se estrelló contra los combatientes enemigos y Lijuan, tirando a los ángeles ordinarios abajo como pinos en un juego de bolos y haciendo a Lijuan luchar para mantener su posición en el cielo. Estabilizándose, la Arcángel de China elevó el brazo para dar rienda suelta a su poder, y el relámpago negro golpeó por segunda vez. Jason, Illium y Aodhan, notó Elena, trabajaban juntos para mantener a Lijuan molesta y distraída. Funcionó, al menos por un tiempo. Entonces Lijuan decidió dejarlos a sus generales, mientras volaba por encima del combate, centrándose en la Torre. Su primera explosión voló otra fila de ventanas que bañaron de vidrios las calles, una segunda al mismo lugar haría un daño estructural grave. —Arcángel —susurró Elena, apuntando a uno de los generales enemigos—, si estás planeando hacer algo, ahora sería el momento.

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Su perno atravesó el ala derecha del ángel de alas rojas, justo mientras otro luchador golpeaba la izquierda... y una lanza de azul incandescente besada con fuego salvaje se estrelló directamente en Lijuan, o lo habría hecho, si uno de sus tropas no la hubiera interceptado colocándose delante de ella y suicidándose. Gritando un agudo grito espeluznante, Lijuan respondió con una lluvia de hojas de cuchilla negras. Rafael le comentó a Elena que el glamour era casi imposible de mantener en este nivel de combate, y ahora lo vió salir a la luz, esquivando el poder de Lijuan mientras intentaba encontrar un agujero en sus defensas. Eso fue todo lo que Elena tuvo tiempo de ver, mientras los combatientes enemigos continuaban llenando el aire, Aodhan, Illium, y Jason encerrados en combate con los generales de Lijuan. Apuntando perno tras perno, continuó disparando en absoluta concentración. Cuando sangre salpicó su rostro mientras un ángel se estrellaba al aterrizar en frente de ella, sus ojos fueron inmediatamente a las alas. —¡Es uno de los nuestros! —gritó a los alumnos en la puerta de la azotea, cubriéndolos en conjunto con otro tirador mientras arrastraban al ángel fuera del peligro. Limpiándose la sangre usando la manga, volvió a su tarea, pero era como si el enemigo se multiplicara. Todo un escuadrón voló justo al techo de Elena, sin inmutarse cuando cinco de su equipo descendieron con pernos a través de sus alas y cuellos, cada tirador en el techo cambiando su objetivo cuando comprendieron que este era un asalto completo diseñado para eliminarlos. Pero había demasiados del enemigo, el techo se vio invadido en cuestión de segundos. Levantándose de su escondite, Elena esquivó los rayos de dos enemigos y continuó disparando, apuntando a los ojos y cuellos vulnerables ahora que se encontraban tan cerca. Varios se dirigieron directo a ella, sacando las espadas, mientras sus compañeros se enfrentaban a los otros defensores en el techo. Sin más pernos, dejó caer la ballesta y, con el mismo movimiento, alcanzó las ametralladoras que ató a sus muslos. —¡Cúbranse! Su gente se dejó caer ante la advertencia y pulverizó la azotea a balazos, los cuerpos del enemigo sacudiéndose, miembros retorciéndose donde ellos caían mientras los más fuertes luchaban inmediatamente para sanar del asalto. Sangre y materia gris salpicaba el concreto, y aún seguían llegando, una ola sin fin. Fue entonces cuando se dio cuenta que era conducida al borde del edificio. Querían que cayera, que saliera disparada. —¡Mierda! —Era una trampa, una en la que se hallaban dispuestos a sacrificar a su gente para hacerla—. ¡Ransom! Un tiroteo se desató a su izquierda, el otro cazador cuidando de no golpearla mientras se hacía cargo. Con un grito de guerra, disparó una pesada lluvia por su cuenta y entonces, en vez de ir al lugar donde

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querían que fuera, corrió directamente a través del enemigo. —¡Sigan disparando! —dijo, sus propias armas abriendo fuego. Sus botas golpeaban sobre las plumas aplastadas y ensangrentadas mientras disparaba su camino más allá de los sorprendidos ángeles aún de pie, el aire lleno de balas que no podía evitar por completo. Una le rozó el brazo, otra cavó un ardiente surco en su mejilla, pero alcanzó el objetivo sin ningún daño real, pasando al lado opuesto del edificio de donde la condujeron. El enemigo se giró para seguirla en masa, lo que esperaba que significara que los otros en el techo estarían bien. —Esta es mi ciudad, bastardos. —Manipulando sus armas para que se ataran a las correas en medio del aire como resultado de horas de práctica haciendo lo mismo, se arrastró por una amplia avenida, el viento quitando bruscamente la sangre que corría por su mejilla—. Vamos a jugar a las escondidas. Mientras la batalla rugía sobre su cabeza y los edificios se estremecían al ser alcanzados por perdidas descargas de poder, la ciudad en general comenzó progresivamente a oscurecerse. Lo vio anteriormente, durante la lucha con Uram, y supo que era a causa de Rafael y Lijuan succionando el poder de la red eléctrica, baterías, cualquier cosa que pudiera suministrarles la energía que utilizaban para sobrecargar sus ataques. La oscuridad era su amiga. Mostrando los dientes, condujo a los ángeles enemigos dentro y fuera de las calles, a través de los edificios que sabía que tenían vías de acceso lo suficientemente amplias para volar, bajo el High Line y entre ciertos árboles muy separados en Central Park. Fueron rápidos, los que permanecían tras su rastro, pero no conocían Manhattan. Por supuesto, no podía seguir así para siempre. Naasir, maldito depredador inteligente, pensó mientras sus alas comenzaban a cansarse, es hora del espectáculo. Se las arregló para hacer una llamada a medio camino a través de su precipitado vuelo, y, según las instrucciones, ahora dirigía a sus perseguidores a un estrecho espacio entre dos rascacielos. Un callejón sin salida en la parte trasera de otro edificio. Alcanzando el final, giró con las alas extendidas. El líder del grupo, un lío pulposo en su ojo izquierdo donde una bala lo golpeó, sonrió... y corrió directo a la red de acero que bajó frente al veloz escuadrón. Los que se encontraban atrás trataron de alzar el vuelo para evitar la red, pero cayó de lo alto, mucho —cortesía de cierto ángel de alas azules— antes de que una red surgiera detrás de ellos. Atrapados, los enemigos trataron de aterrizar, pero sus alas se encontraban demasiado enredadas en la red y con los demás. Cayendo duro contra el asfalto, arrastraron las redes junto con ellos, redes que, observó con una mueca, cortó líneas en su carne y alas, los bordes

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raspados. —Te amo justo ahora, Naasir, pero tienes una mente muy, muy aterradora. Alzó el vuelo y se alejó antes de que el enemigo averiguara cómo escapar de la trampa. —¡Necesito llegar a la Torre! —le gritó a Illium, ya que era obvio que Lijuan le colocó una diana en la espalda, por lo que ahora era un riesgo para los equipos de tiroteo. —¡Te llevaré! —¿Qué pasa con los generales de Lijuan? —Si interrumpió ese compromiso para ayudarla, tenía que volver a ello; esos generales tenían un enorme poder. La sonrisa de Illium era satisfecha. —¡Yo y mis hermanos de armas ganamos nuestro poder! ¡Lijuan no confía en nadie con verdadero poder! ¡Sus generales son marionetas, y justo ahora, el Sire tiene toda su atención! —Siempre y cuando Lijuan esté viva, Xi seguirá ganando poder. Sin ella, su cuerpo no sería capaz de contener lo que hace. Illium le comentó eso en el Refugio, en mención a uno de los generales de Lijuan, pero no se dio cuenta que el hombre estuviera así de estrechamente vinculado a su arcángel. Pero no había más tiempo para pensar en eso, ya que ambos llegaron a la zona de batalla. Tuvieron que pasar disparando, Illium más rápido con una ballesta de lo que se percató, dada su preferencia en usar una espada. A mitad de camino, Tasha apareció de la masa de alas para flanquear su otro lado mientras los hombres y mujeres de Lijuan deliberadamente bloqueaban el trayecto de Elena hacia la Torre. Por mucho que a Elena le hubiera gustado alimentar su aversión por Tasha, la otra mujer peleaba con brillante furia en las batallas, como lo hacía ahora. Agarrando sus armas, Elena apuntó al enemigo. —¡Fuera de mi maldito camino! Sus alas se trituraron, los soldados de Lijuan se estrellaron en las calles y edificios. Illium y Tasha se reincorporaron a la lucha tan pronto como Elena aterrizó a salvo en el techo de la Torre. Frustrada por haber sido puesta a tierra, corrió hacia el interior y al “Nidal” de la Torre, un pequeño nido justo encima de la sala de guerra y conectada a ella por una escalera interior. Tenía una vista de trescientos sesenta grados, así como también las ventanas que podían ser alzadas. Dmitri se encontraba en el centro del Nidal, manejando todo desde su suprema posición ventajosa. Elena no se molestó en intercambiar cortesías con el vampiro. Habiendo agarrado municiones del alijo justo afuera, fue bruscamente al lugar en frente de una de las ventanas, abriéndola, y comenzó a pulverizar cualquier enemigo que se acercaba demasiado. No hubo muchos, los defensores se las arreglaban para mantenerlos lejos de la Torre, mientras Rafael mantenía ocupada a Lijuan arriba.

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Mientras Elena observaba, el fuego salvaje de Rafael apenas rozó un lado del rostro de Lijuan, arrancando un pedazo de su mejilla. Chillando ese terrible grito que hacía que Elena apretara los dientes, la vieja arcángel respondió con una furia de negro irregular que Rafael no pudo evitar por completo. Horrorizada, Elena miró cómo él tomaba un feo golpe en una de las alas, la fealdad del poder de Lijuan era un negro aceitoso que comenzó a arrastrarse sobre el oro blanco como lo hizo durante la batalla en Amanat, la negrura infiltrándose en sus células. No debería haberle afectado tanto, no con el fuego salvaje despierto dentro de él, su ferocidad era un antídoto para la fealdad de Lijuan. Pero se hallaba cansado, luchaba sin parar con Lijuan por Dios sabía desde hace cuánto tiempo después del viaje para destruir a los transportistas de armas, y estuvo usando el fuego salvaje contra la otra arcángel desde que comenzó la lucha. En Amanat, sólo fue capaz de crearlo por un pequeño periodo de tiempo, siendo un nuevo poder. Podía ser que se haya desarrollado mientras tanto, pero aun así, era nuevo. Con la piel temblando de frío, Elena se dio cuenta que ya no tenía más dentro de él.

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42 Traducido por florbarbero Corregido por AriGabbana

Ya moviéndose, Elena no se detuvo a cuestionarse cuál fue el instinto que la llevó a soltar su arma, dejar el Nidal, y correr para despegar desde un balcón cercano cuando Rafael caía en un espiral descendente, con las alas mutiladas por el negro. ¡Arcángel! ¡Entra, Elena! Diablos, no. Habiendo calculado instintivamente la velocidad de su descenso, se estrelló contra él, envolviendo los brazos alrededor de su torso. —Agárrate —dijo, con su brazo izquierdo comenzando a latir con dolores punzantes, aunque nada tocaba su piel—. ¡Agárrate a mí! Uno de los brazos de Rafael se sujetó a su alrededor, y el otro tiró un rayo de fuego de ángel hacia Lijuan. Ese brazo, el izquierdo, vio, estaba marcado con heridas. —¡Tienes que regresar a la Torre! —Fue su furiosa orden mientras caían más y más rápido, su "infectada" ala tenía un tono negro y era inútil—. No te puedo proteger y luchar al mismo tiempo. —¡No me estás escuchando! ¿No lo sientes, la conexión? —Sus propias alas se sentían como si fueran devoradas por el negro, el dolor insoportable—. ¡Nosotros, Rafael! ¡Nosotros! El ensueño de la palabra colgaba entre ellos cuando Lijuan riendo creó una lluvia de agujas negras letales. —¡Adecuadamente debes morir con tu mortal! Levantando una mano, Rafael desvió al negro con su propio poder, pero el escudo comenzó a ceder casi al instante, las heridas aparentemente agotando su capacidad de obtener energía a partir de fuentes externas. Elena le agarró la mandíbula, golpeando un beso en sus labios. — ¡La desquiciada de Lijuan nos llevará de todos modos, así que olvídate de protegerme y alcánzala! Una dura mirada de ojos de azul salvaje, pero aún libres de aceite negro, y luego sintió un desgarro en su interior que la hizo gritar... mientras el escudo de Rafael se volvía eléctrico con fuego salvaje. ¡Sí! Le dolía la garganta y el pecho, y miró las alas de él, notando que el negro era devorado para dejar sólo un luminoso blanco dorado.

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Otro grito escalofriante, Rafael habiendo desviado las agujas de Lijuan dirigidas hacia ella. No te alejes. Abriendo sus alas cuando él la liberó, agarró las armas de fuego de sus caderas, lamentando haber perdido la ballesta hecha a su medida, así como la falta de ametralladoras. Al final resultó que, sólo tenía que dispararle a un par de luchadores enemigos. Cortada por uno de los rayos de Rafael, que destruyó la mitad inferior de su ala derecha, Lijuan se retiró, y toda su fuerza retrocedió detrás del perímetro defensivo. Elena no voló a la Torre, sino a su equipo de tiro, temiendo lo que iba a encontrar. Pero de alguna manera, todo el grupo lo había logrado, heridos pero vivos. Caminando hacia ella, un ensangrentado pero entero Ransom dijo—: Me debes un beso grande y húmedo. —La herida en su muslo sangraba a través de la venda. Cuando frunció el ceño y le dijo que necesitaba un médico, él rodó los ojos y retiró la mano detrás de su espalda. —Su ballesta, Consorte. Ella lo besó entonces, provocando silbidos del resto del equipo. Eso, sin embargo, fue el único punto de luz en la oscuridad. Cuando la noche se convirtió en amanecer, la ciudad no tenía energía, la Torre funcionaba con generadores masivos guardados bajo tierra y giraban sólo cuando Rafael y Lijuan no estaban en el aire, quienes catalogaban sus pérdidas mientras observaban cualquier movimiento desde el campo contrario. Las noticias eran malas. —La mitad de los heridos —dijo Dmitri, después de compartir los implacables números— serán capaces de luchar de nuevo en un par de horas, pero el resto o están muertos —dio una sombría mirada— o tan gravemente heridos que se encontrarán fuera por un día al menos. —La camiseta negra arrugada y ensangrentada ya que luchó contra un escuadrón que había aterrizado en un balcón de la Torre. Se pasó una mano por el pelo—. Jason, ¿conseguiste obtener números confiables sobre las bajas de Lijuan? El jefe de los espías asintió. —El doble que las nuestras. Todos en la sala entendieron que, incluso con las impresionantes capacidades de los Siete en combate, todavía Lijuan tenía una gran ventaja, y el resto del tiempo se dedicaron a discutir qué podrían hacer para reducir sus casi imposibles probabilidades. Fue agotador, porque no había muchos más conejos que sacar de la manga. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que mientras Lijuan aún no comenzaba ninguna hostilidad en el Refugio, Galen informó que su fortaleza estaba repleta de agresión. —Al instante en que vean alguna señal de que podemos dirigirnos hacia ti —dijo el maestro de armas de Rafael—, no hay duda de que atacarán. —Un tic en su mandíbula, sacudió la cabeza—. Si Lijuan sobrevive a esta guerra, hará lo mismo con los enemigos que conoce.

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Cada hombre, mujer y niño en el Refugio entiende la amenaza que proviene de ella. Una hora después del mensaje de Galen, Jason recibió otros informes más sobre los aviones de carga que eran abastecidos con armas en el territorio de Lijuan, y esta vez, en lugar de vampiros, habría renacidos en las bodegas. —Al parecer —dijo Rafael, la rabia quemando su sangre fríamente—, la diosa ha decidido que no hay deshonra en el uso de su “siervos” para ganar esta guerra. —Sabes —dijo Illium con una sonrisa que no tenía ningún sentido del humor—, es un cumplido. Está empezando a preocuparse de que en realidad tú podrías hacerle daño y ganar. Lástima que el cumplido bien podría traer al infierno a la tierra. *** Después de haberse obligado a sí misma a tomar un par horas de descanso mientras podía, Elena seguía lidiando con la terrorífica posibilidad de un desbordamiento en Nueva York con los renacidos cuando entró en la estación de reabastecimiento para tomar una taza de café justo antes del amanecer. —Sara. Luciendo cansada, su mejor amiga compartió una foto que sus padres le enviaron de Zoe durmiendo plácidamente en algún lugar de una comuna en Nebraska. —Le ganaremos a Lijuan, Ellie, haremos lo que sea necesario. —Una promesa inquebrantable—. No voy a dejar que mi bebé crezca en un mundo dominado por un monstruo. Deacon entró justo cuando terminaban su café, y Elena se alejó para darles unos minutos de privacidad, los amplios hombros de Deacon bloqueaban a Sara de la vista cuando la tomó en sus brazos. Elena no podía imaginar lo difícil que debía ser para los dos estar tan lejos de Zoe. Por lo que sabía, su niña nunca había ido a la cama sin un beso de mamá o papá. Esperaba con todo su corazón que las palabras de Sara resultaran proféticas, que ganaran esta terrible guerra para que Zoe pudiera jugar en la nieve de nuevo, segura, feliz y con maravilla en su corazón a la sombra de las alas de un ángel. Recogiendo una pluma de un moteado negro y gris que parecía que venía de un comandante de escuadrón que conocía bien, la puso cuidadosamente en un bolsillo para guardársela a Zoe. Su objetivo era encontrar a Rafael, y tal vez robar unos segundos en sus brazos, pero cuando llegó a la sala de guerra, vio que estaba en una intensa discusión con Jason. Como no quería interrumpir y necesitaba un poco de aire fresco, se fue a las puertas del balcón.

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Empujaba la puerta a un lado cuando levantó la vista y se quedó inmóvil, su mirada atrapada por el inesperado cuadro en el exterior. Aodhan e Illium se cernían cerca de la orilla, armas en mano, ambos con heridas que mostraban que estuvieron en uno de los enfrentamientos a lo largo del perímetro. Aodhan tenía un corte en la mejilla y lo que parecía un par de rasguños de poca profundidad en sus brazos, mientras que el ala derecha del Illium tenía marcas que parecían estar hechas por una cuchilla. No una lesión incapacitante, juzgó Elena, y una que cicatrizaba ante sus ojos. Eso, sin embargo, no fue lo que capturó su atención. Fue el hecho de que se encontraban al lado del otro, con las alas superpuestas en la más mínima fracción. Aodhan nunca cometía el error de ponerse a sí mismo en una situación en la que pudiera ser tocado, lo que significaba que no se trataba de un error. Sus dedos apretaron el marco de la puerta, con el corazón pleno por este signo de sanidad, en medio del dolor y el horror. Estaba a punto de girarse para dejarlos en paz, cuando Illium se volvió hacia Aodhan. Los dos ángeles eran altos, pero Aodhan tal vez lo era un par de centímetros más, y sus ojos se encontraron con Illium por un largo momento, tranquilo antes de bajar la cabeza muy ligeramente. Illium levantó la mano, el movimiento lento, vacilante... y luego sus dedos rozaron la mejilla de Aodhan justo debajo del corte que casi había sanado. El primer rayo de la aurora besó la lágrima que rodó por el rostro de Illium, cuando acariciaba a un asombrado y dolorido Aodhan, mientras levantaba la mano para estrechar la muñeca de la mano de su amigo. Ese instante de contacto, el poder de eso, la dejó sin aliento. Entonces Illium sonrió, y dijo algo que hizo que los labios de Aodhan se curvaran, Elena pensó que podría haber sido "Bienvenido de nuevo, Chispita", y se separaron precipitándose frente a la Torre en una sinfonía de un furioso azul plateado y cegadora luz. —Rafael —susurró, sintiéndolo llegar detrás de ella—. ¿Has visto eso? —Sí. —Su mano se asentó en la nuca de ella, frotando con el pulgar sobre su pulso—. Por supuesto que sería Illium quién llegara a él —murmuró—. Ellos han sido amigos desde que Illium le habló a Aodhan sobre volar a la parte inferior del cañón, eran más jóvenes de lo que Sam es ahora, Aodhan aún más. Elena no se había dado cuenta que Illium era mayor, Aodhan siempre lucía tan solemne. —¿Se metieron en problemas? —preguntó, girando hacia su cuerpo. —Sí. Es un vuelo prohibido para los jóvenes, el suelo del cañón está lejos de la ciudad y, aunque la cuesta no es tan difícil, los ángeles jóvenes no tienen la fuerza suficiente en las alas para conseguir regresar.

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>>Cuando los encontraron —añadió, abrazándola—, todo el mundo sabía que Illium debía ser el instigador, y tomó la culpa sin pretender otra cosa —Una risa—. Nunca ha mentido, tu Campanilla, incluso cuando niño, y por eso nadie puede enojarse con él. “Yo lo hice" tiende a ser su frase más frecuente, como los niños. Elena podía imaginarlo. —¿Y Aodhan? ¿Cómo era él? —Siempre tranquilo, tímido, humilde de corazón. Pero ese día, estaba intratable, insistiendo en que la culpa no era solo de Illium, que formaron el plan en conjunto. No quiso escuchar cuando Illium le dijo que se callara, y lo siguiente que el Refugio supo fue que eran tan cercanos como dos pájaros del mismo nido, pasaban tanto tiempo en la casa del otro como en la propia. Al presionar los labios contra su pelo, dijo—: Doscientos años, Elena, es el tiempo que hemos esperado para que nuestro Aodhan regresara. Las solemnes palabras hicieron que sus ojos ardieran. Envolviendo los brazos alrededor de él, se quedó en silencio con su consorte, sus ojos en los escuadrones que patrullaban la intranquila frontera. Cada vez que vislumbró alas azul plateadas, buscó las de luz cegadora. *** Fuertes combates comenzaron de nuevo con la salida del sol. Las fuerzas de la Torre, incluidos los dos escuadrones de élite de Elijah, hicieron un daño considerable, pero no el suficiente, no con los generales de Lijuan recargados por su ama. Habiendo aprendido de sus escaramuzas anteriores, atacaron en grupo a los luchadores más poderosos en la Torre, mientras que un número abrumador de los combatientes ordinarios se unían a cualquiera que pudieran ayudar. Su táctica funcionó, derribando a cinco comandantes experimentados de Rafael, uno tras otro. De los Siete, fue Aodhan quien sufrió el peor daño. El ángel, con su belleza sobrenatural, casi fue decapitado cuando salió de su flanco desprotegido con el fin de salvar la vida de un comandante herido. Aparte de la horrible herida del cuello, una de sus alas fue cortada a la mitad, su brazo izquierdo había desaparecido. Con un aterrizaje forzoso en el tejado, se rompió varios huesos y sólo el incesante fuego de los tiradores a su alrededor mantuvieron alejados de aterrizar a los ángeles enemigos para terminar el trabajo. Sin embargo, incluso cerca de la muerte, evitó el contacto de cualquiera excepto el de Illium.

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Corriendo a la enfermería tan pronto como obligó una vez más la retirada de Lijuan, Rafael vio que el otro ángel estaba consciente. — Tengo que tocarte, Aodhan. Como tenía la garganta destrozada, Aodhan habló mente a mente. Sanaré. Ayuda a los demás. Sacudiendo la cabeza, Rafael puso la mano muy suavemente a través de la herida en el cuello, y cuando Aodhan se puso blanco y rígido, sabía que lanzaba al ángel de nuevo al infierno de donde Rafael lo sacó en sus brazos. Lo siento, dijo, y agregó una razón más a la lista de por qué tenía que matar a Lijuan. No puedo perder a uno de mis Siete. No estaba seguro de si Aodhan respiró hasta que levantó la mano, la herida del cuello cerró, aunque las otras lesiones tardarían semanas de dolorosa cicatrización. —No habría hecho esto si no te necesitara. Está bien, Sire. Los ojos astillados de Aodhan le mostraron el perdón por el indescriptible dolor causado. Póngame delante de una ventana. Puedo usar mis habilidades ofensivas, siempre que tenga una línea de visión. Después de trasladar personalmente la cama de Aodhan a la zona de ventanas y romper el cristal de modo que el otro hombre no hiciera lo por sí mismo la primera vez que usara sus habilidades, Rafael regresó al campo de batalla. Cada vez que se elevaba, Lijuan lo hacía también, así que no podía ayudar a sus propias fuerzas, y en algún momento después de la medianoche, ella anotó un golpe casi directamente a su corazón. El fuego salvaje quemó el negro aceite de su poder, pero tartamudeaba, casi agobiado. Sabiendo que no podía luchar con Lijuan y sanar al mismo tiempo, Rafael atacó con fuego de ángel y alcanzó el ala de Lijuan, mientras que Jason enviaba su rayo negro que se estrelló contra el otro arcángel. Ningún golpe fue grave y Lijuan podría haber continuado la lucha después de él, pero por alguna razón se retiró, posiblemente, porque notó que su propio poder empezaba a desvanecer. Su cabello y ojos cambiaban a negro aceitoso en batalla, pero notó que ahora volvieron a su tono habitual. Lijuan, al parecer, no era tan todopoderosa como le gustaba que la gente creyera y eso era algo que podrían utilizar. Aterrizando en un balcón de la Torre, se mantuvo en pie por pura fuerza de voluntad mientras la batalla se prolongaba dentro de su cuerpo, el veneno negro de Lijuan intentaba consumirlo, mientras que el fuego salvaje contraatacaba. No podía caer, no podía permitir que sus tropas vieran lo lesionado que estaba. Consiguiendo manejarlo en su interior, llamó la atención de Dmitri, y vio que su segundo entendía lo que estaba pasando, pero Dmitri no demostró ni un atisbo de entendimiento. —Las fuerzas de Lijuan se están retirando —dijo—. Esperamos combates intermitentes

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durante toda la noche, pero debemos descansar a nuestras tropas en grupos. Rafael habló a través de una neblina de color rojo. —Números. Caminando por lo que sus palabras no serían escuchadas, su segundo dijo—: Más de la mitad de nuestras fuerzas están muertos o muy gravemente lesionados como para recuperarse pronto. Los demás se han agotado, incluso nuestros más fuertes. Predigo que las fuerzas de Lijuan lanzarán una ofensiva total al amanecer, no tenemos nada más con que sorprenderlos y ellos lo saben. —Autorizo el uso de lanzamisiles a la llegada del amanecer—dijo Rafael, pero ambos sabían que no sería suficiente—. ¿Los aviones de carga con renacidos? —Despegaron hace dos horas —dijo Dmitri, luego bajó la voz—. Anda. Sana. Terminaremos esta discusión después. —Cuida de mi ciudad, Dmitri. —Salió de la sala de guerra con una agonía ardiente en la columna vertebral, por lo que se dirigió a la suite privada que tenía con Elena en la Torre con los dientes apretados. Colapsando en el piso de la sala, apretó la mandíbula para ahogar el grito violento que quería entrar en erupción desde su garganta. Un solo sonido y toda su flota se daría cuenta de lo cerca que estaban de perder la ciudad.

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—Elena —llegó la voz de Dmitri en su oído—, la lucha ha disminuido en intensidad. Puedes retirarte por ahora. Frunciendo el ceño, pulsó en el botón de responder. —Estoy bien, Dmitri. Saca a algunos de los demás. —Sus amigos mortales mostraban peores síntomas de agotamiento, mientras ella podría ser un bebé inmortal, era todavía un inmortal y eso tenía un impacto. —Necesitas volver a la Torre. Hielo goteó por su espalda. —Entendido. Volando directamente a la suite de la Torre que compartía con Rafael, tras distribuir su vuelo para evitar las esporádicas ráfagas de la continua lucha, entró a través de las puertas del balcón bloqueadas, usando la impresión de su palma. —¡Rafael! Empujó la puerta cerrada porque sabía que él no querría que nadie lo viera así y corrió para caer de rodillas a su lado. Por un segundo, tuvo miedo de que estuviera muerto, pero luego vio los músculos rígidos de sus brazos, sus manos en puños apretados y su columna vertebral bloqueada, y supo que luchaba una batalla contra el veneno de Lijuan. No sabiendo qué hacer, sólo le acarició con la mano el cabello una y otra vez. —Estoy aquí, mi amor. Si puedes escucharme, llega a lo que necesitas dentro de mí. No sentió nada, el cuerpo de Rafael cerrado en la lucha contra un enemigo vicioso. La sensación de desamparo era terrorífica, pero se negó a rendirse. En su lugar, siguió acariciándole el pelo, su otra mano se cerró sobre uno de sus puños, y tragó las lágrimas de rabia ante el dolor de su compañero. El tiempo pasó a pasas de caracol. Elena apenas era consciente de lo que ocurría fuera, pero sintió el estremecimiento mientras, ya sea Lijuan o uno de sus generales, logró golpear la Torre. Cuando no se repitió, supuso que fue un general y que, o bien Jason o Illium, lograron atajarlo. Un rato más tarde, quién sabe cuánto tiempo, escuchó la voz de Dmitri en su oído. —Si puedes hablar con el Sire, dile que Naasir y su equipo acaban de decapitar exitosamente a uno de los generales más fuertes de Lijuan,

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ensartando un alambre a través de dos edificios en su lado de la línea. Puede que no muera, dada su fuerza, pero está fuera de la lucha. Elena compartió la noticia con Rafael, sin saber si podía oírla. — Esos tres lunáticos se encuentran en el corazón del territorio enemigo y están haciendo daño —dijo—. Dios, apuesto que Ash tendrá algunas historias que contar después de que esto termine. —Inclinándose, presionó un beso en su sien empapada de sudor, la marca del dragón pulsando con un resplandor. Como si, pensó, esto, también, luchara contra el veneno. Otro golpe hizo a la Torre estremecerse un poco más tarde. — ¿Dmitri? —preguntó, tocando el dispositivo de comunicaciones. —Un general que derribamos ayer parece haberse recuperado. Aodhan ha logrado hacerlo retroceder y lo mantiene ocupado por el momento. Elena frunció el ceño, pensando en la lista de bajas que había visto. —¿El general con las alas blancas, de primarias amarillas? —Sí. No debería haberse recuperado después de que la espada de Illium lo cortará casi a la mitad, pero está completo. Su piel enfriándose ante lo que eso podría significar, Elena decidió mantener silencio en ese pedazo de información hasta que Rafael haya luchado esta batalla. —Vamos, Arcángel. La perra no te puede ganar; la has echado a tierra para lamer tus heridas repetidas veces. Su cuerpo relajándose.

se

estremeció

bajo

su

toque,

sus

músculos

—¿Rafael? —dijo, asustada por el repentino cambio—. ¿Arcángel? Abriendo los puños, él presionó las palmas sobre la alfombra y se giró sobre su espalda. Su rostro estaba más agudo, los huesos de su cara más prominentes. Su cuerpo, pensó, se había quemado a sí mismo, en un esfuerzo para luchar contra el veneno. —Estoy aquí — dijo, su pecho levantándose y cayendo en respiraciones ásperas, una de sus manos llegando para entrelazarse con la de ella. Llevando sus manos entrelazadas a su boca, Elena presionó un beso en la quemadura caliente de su piel. —¿Ha pasado? —preguntó, al no ver signos evidentes del veneno. —Sí, pero el fuego salvaje está casi completamente mermado. — Apretó su mano—. En ti también, Elena. Hay meros parpadeos dentro de nosotros dos ahora. —¿Qué pasa con tu capacidad para crear fuego de ángel? —Las fuentes de las que puedo sacar están ahora cada vez más lejos, podría tomarlo de los generadores, pero significaría que la Torre se apagaría por relativamente un pequeño impulso. Mi capacidad para generar poder dentro de mí mismo está siendo limitada por el hecho de

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que mi energía está siendo constantemente redirigida a sanar. —Sus ojos sostuvieron los suyos—. Lijuan se retira porque no le gusta estar lastimada, pero hay una buena probabilidad de que no seré capaz de causarle cualquier daño real en nuestro próximo combate si lucho como lo he estado haciendo. Una extraña calma descendió sobre Elena. No habían hablado sobre esto, pero siempre supo que estaba sobre la mesa. —Tienes que conseguir acercarte —dijo, incluso mientras, por debajo de la calma, el horror, arañaba su camino a través de su alma. Un asentimiento. —Si puedo conseguir acercarme lo suficiente para agarrar cualquier parte de ella, puedo soltar hasta el último parpadeo del fuego de ángel y fuego salvaje dentro de mí. Si un único fragmento llega a su corazón, no creo que siquiera Lijuan pueda sobrevivir a él. Todas esas palabras, pero hablaba sobre quemarse a sí mismo. — Voy contigo. —Presionó los dedos contra los labios de Rafael—. Tengo un poco de fuego salvaje que queda dentro de mí, dijiste… tenemos que dar nuestro mejor golpe. Su expresión era apacible, le tendió los brazos a su fuerza. Entrando en ellos, la cabeza de Elena sobre su hombro y el ala de Rafael bajo su cuerpo, se recostó en silencio con su arcángel, y no tuvo miedo de la oscuridad que aguardaba. Fuera cual fuese la muerte para ella, entraría con Rafael por su lado. Algo golpeó en la Torre momentos más tarde, reventando las ventanas de su suite y cubriéndolos con una capa de astillas. *** Una hora más tarde, y con el amanecer por lo menos a otros sesenta minutos de distancia, Rafael sabía que tenían que moverse. La Torre recibió un pesado daño estructural a pesar de sus esfuerzos deflectores. Lijuan no se había elevado, pero sus generales estaban todos recuperados y con su fuerza al máximo, mientras que sus luchadores aéreos más fuertes —Illium, Aodhan, Jason— luchaban a través de la aplastante fatiga para repeler las explosiones. Una vez más, Rafael tuvo que luchar contra sus instintos para salir ahí afuera, unirse en el esfuerzo. Si lo hiciera, perdería la poca fuerza que había recuperado, y Lijuan no tendría ningún impedimento a su próximo ataque. Como lo fue... —Naasir. —Levantó la cabeza de golpe cuando el vampiro entró corriendo en la sala de guerra, sangrando por una herida enorme en su rostro. Elena rasgó un paquete estéril de los suministros de primeros auxilios y apretó el vendaje de algodón grueso en la cara del vampiro para absorber la sangre. Sin apartarla, le dijo a Rafael lo mal herido que estaba, Naasir cayó de rodillas, Elena junto a él, pero los ojos de plata

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del vampiro se encontraban trabados en Rafael. —Lijuan está absorbiendo poder —dijo—. Todas sus lesiones están sanadas y ahora trabaja para hincharse a sí misma con energía. Al llegar el amanecer, será tan poderosa como cuando empezó la batalla. —¿Cómo? —preguntó Rafael, mientras Elena sacaba el vendaje para exponer un tajo crudo, un colgajo de piel caía sobre el pómulo de Naasir, hueso y músculo expuestos. A medida que ella agarraba los pequeños vendajes de mariposa que mantendrían la carne en su lugar mientras Naasir sanaba, el vampiro habló del horror. —Se ha convertido verdaderamente en una Arcángel de la Muerte. La vi rajar la garganta de uno de sus luchadores, hasta el punto de casi la decapitación, luego empujó su cara dentro del corte sangrante y pareció alimentarse. —Porque no podía hacerse nada más horripilante. —Elena siguió juntando la carne de Naasir, y fue sólo cuando empujó un poco al vampiro hacia delante que Rafael se dio cuenta de que la espina dorsal de Naasir casi estaba rajada en dos. El hecho de que el vampiro hubiera sido capaz de correr, mucho menos ponerse de pie, habló de su fuerza. Ahora, él dio una sonrisa salvaje, claramente divertido por las palabras de Elena. —Le toma veinte minutos por lo menos para drenar la vida de uno de su gente. El luchador que vi era una cáscara momificada cuando terminó; eso fue cuando se trasladó al siguiente voluntario, su cara una máscara de sangre. —Gruñó sin previo aviso, los ojos relampagueantes. —Lo siento. —Elena continuó trabajando en su espalda—. Necesito juntar la carne o tu columna estará expuesta al aire y eso tomará más tiempo para sanar. —No deteniéndose en su tarea a pesar del constante gruñido bajo, los dedos de Naasir en garras, dijo—: Así es como ella ha estado arreglando a sus generales. Rafael asintió, considerando por qué Lijuan no hizo esto antes. Probablemente porque, también, era un poder limitado, algo que sólo podía hacer una vez dentro de un cierto periodo. No es que importara, ya que el hecho era que no podía esperar derrotar una Lijuan con fuerza completa en el combate común, no después que lo había llevado hasta un borde gastado. Poniéndose de pie, su espalda manteniéndose unida por vendajes más grandes que trabajaban igual como los de mariposa en su cara, Naasir giró para ofrecer una mano a Elena. Ella la tomó y él la levantó. Luego, agarrándola alrededor de la cintura, la levantó y llevó su cara asustada cerca de la propia. ¿Rafael? Él no te hará daño. Elena hizo un sonido chirriante, cuando Naasir le mordió agudamente en el mentón. —He decidido que no voy a comerte —dijo, poniéndola sobre sus pies antes de dar vuelta hacia Rafael—. Las

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fuerzas de Lijuan han agobiado a las nuestras durante las horas de la noche, pero la mayoría ha descansado. Ellos pondrán en marcha una gran ofensiva con el amanecer. —Gracias, Naasir. Ve y aliméntate, nos moveremos muy pronto contra el enemigo. —No podía darse el lujo de darle a Lijuan cualquier tiempo más para saciarse a sí misma con poder. El vampiro salió con una brusca inclinación de cabeza para él, y una sonrisa y un inesperado chasquido de dientes para Elena. Viendo la expresión de su rostro, Rafael casi sonrió. Naasir, sin duda, la fascinaría y confundiría por algún tiempo por venir, pero su consorte no vería el final de este día si iban a detener a un monstruo. —Es el momento, Elena. Si tenían éxito en su acto final, las fuerzas de Lijuan todavía superarían en número a las de la Torre, pero la gente de Rafael era inteligente y pensaban por sí mismos, mientras que los de Lijuan estaban atados a ella. Si Rafael y Elena la quitaban de la ecuación, no sólo sus generales perderían su poder, toda la estructura de mando del enemigo se derrumbaría. Tenía toda la fe en que los miembros de sus Siete utilizarían esa fractura para aguantar y reclamar la victoria. —Ya no podemos esperar más. —Y no era sólo Nueva York en la apuesta, la lucha había estallado en el Refugio en la última hora, y Rafael sabía que pasara lo que pasara en su ciudad, pondría fin a la batalla en el Refugio, de una u otra manera. Un ceño fruncido, los ojos de Elena yendo a su sien. —Estás frotando la marca. Dejando caer la mano, Rafael la miró fijamente. —No me di cuenta. —¿Te duele? —La rozó delicadamente con los dedos. —No, pero pulsa. —Como un latido del corazón—. Esa pulsación ha aumentado en intensidad durante las últimas horas. —Sacudiendo la cabeza, ahuecó el rostro de Elena, un corte debajo de su ojo y a través de una de sus mejillas, sus brazos portando incontables mellas de explosión de las ventanas y escaramuzas de más temprano. Su cuerpo, también, estaba casi al límite, su capacidad de sanar lenta. —No me gusta que tus colores estén ocultos. —Ella había encontrado un tinte marrón, usándolo en su pelo y alas en una oferta por evitar que Lijuan se diera cuenta inmediatamente quién era la que volaba junto a Rafael. —Va a lavarse con un par de enjabonadas. Lo haré después de que nos encarguemos de Lijuan. —Nada menos que una total confianza en su tono, aunque ambos sabían que pronto podrían compartir su beso final—. Knhebek, Rafael. —Tú eres mi corazón. —El ámbar en el anillo que ella le dió brilló puro y hermoso, mientras tomó su boca, apasionado y con un corazón tan brillante como su guerrera.

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***

Veinte minutos más tarde, Rafael se puso de pie sobre el agrietado balcón, pero aún sosteniéndolo, fuera de la sala de guerra y encontró los ojos de Illium y Jason, Elena su lado. Los dos ángeles harían interferencia con la esperanza de que Lijuan no se diera cuenta de la intención de Rafael hasta que fuera demasiado tarde, ambos bien podrían perder sus vidas. —Sea cual sea el precio que paguemos este día —dijo—, cualquiera que sea el resultado, sé que me siento orgulloso de haber tenido su lealtad. —En el plano mental, se aseguró de que su mensaje llegara a Aodhan y Dmitri, quien incluso ahora observaba sus espaldas, y Naasir, quien luchaba en el suelo. Los otros se asegurarían que sus palabras fueran pasadas a Galen y Veneno, los dos trabados en batalla mientras la paz del Refugio era astillada con violencia—. Es un punto de gran honor en mi vida. Ambos inclinaron sus cabezas, pero fue Jason quien habló—: El honor es, y siempre será, nuestro —dijo, mientras Aodhan desviaba otra furia de golpes dirigidos a la Torre. Uno consiguió pasar, el balcón estremeciéndose. Los cuatro instintivamente ajustaron su postura para mantenerse de pie. —¿Lograste ver a Mahiya? —le preguntó Elena a su jefe de espías, y era la pregunta de una consorte. El rostro de Jason no traicionó ninguna de sus emociones cuando inclinó la cabeza, cualquier cosa que fue compartida entre él y su princesa, quien ha trabajado en la enfermería en toda la lucha, un asunto privado. Rafael esperaba que esta no fuera la última conversación que los dos alguna vez tendrían, ya que Jason había ganado su felicidad. Para que se la robaran, un simple latido después de que la encontró, sería una gran injusticia; pero como todos habían aprendido en los días anteriores, a veces el bien no prevalece, el mal triunfa. Hoy, harían una última cosa para cambiar eso, cambiar el rumbo. Los luchadores ordinarios se encontraban listos para iniciar el ataque en el instante en que ellos despegaran, forzando a las fuerzas de Lijuan a moverse antes de estar preparados. Lanzacohetes se utilizarían para eliminar a los grupos de ángeles enemigos, sus luchadores alados restantes instruidos para hacer todo en su poder para crear aquellos grupos al juntar al enemigo. Esos luchadores comprendieron que era probable que ellos, también, murieran en las explosiones. —Si tomo cinco de ellos conmigo —Uno de sus comandantes había dicho—, va a ser un sacrificio bien hecho.

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Girándose hacia Elena, su orgullo en su pueblo absoluto y la marca en su sien pulsando tan fuerte que parecía imposible que nadie más pudiera ver el movimiento, dijo—: ¿Lista, hbeebti? Elena entalló un perno dentro de su ballesta. —Vamos a ir a matar a esa perra asesina. Sacudiendo sus alas sobre su voto, Rafael, Elena, y sus hombres estaban a punto de salir volando a través del bombardeo que continuaba sacudiendo la Torre, cuando un ángel ensangrentado llegó a un aterrizaje de emergencia frente a Rafael, salpicando con su sangre la delgada capa de nieve. Una flecha de ballesta estaba incrustada en su estómago. —Azar. —Rafael se arrodilló junto al explorador avanzado, Jason junto a él, mientras que Illium despegó para ayudar a Aodhan a desviar los golpes ahora dirigidos el balcón en el que se encontraban. —¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó Jason al ángel caído— . Estabas estacionado en el borde de la ciudad. Agarrando la mano de Jason mientras Elena llamaba a los médicos, la boca de Azar burbujeó con sangre, el fluido carmesí contra su brillante piel negra en la luz apagada del tiempo antes del amanecer. —No podía llegar a través de las líneas de comunicación, Sire. Y tenías que saber. Rafael conectó con la mente del explorador para hacer la comunicación más fácil. Mientras que Rafael estaba siempre abierto a sus Siete, Azar no habría sido capaz de iniciar tal contacto, especialmente desde la distancia. ¿Qué tienes que informar? Otra fuerza de asalto, dijo el esbelto ángel, sus ojos de color verde oscuro con dolor, porque mientras los ángeles podían sanar muchas heridas, esas heridas no dolían menos. En el horizonte, quizás unos cinco minutos por detrás de mí. Me fui tan pronto como los vi, pero son tan rápidos —una evaluación peligrosa a partir de un explorador conocido por su extraordinaria velocidad— me ganaban terreno con cada aleteo. Rafael miró a la devastada ciudad a su alrededor, las paredes destruidas de la Torre y las ventanas astilladas, considerando el número de luchadores lesionados o muertos, y supo que su pueblo simplemente no podría sobrevivir contra otra fuerza fresca, sin importa cómo de enorme fueran sus corazones. ¿Números estimados? Cientos, Sire. Volaban en la formación de combate más perfecta que he visto nunca.

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44 Traducido por Majo_Smile ♥ Corregido por CarolHerondale

Entregando a Azar a los curanderos, Rafael compartió la información por la que el explorador había volado a través del fuego enemigo para entregar. —Vamos ahora y hacemos tanto daño como sea posible para darle a nuestro pueblo una oportunidad —dijo, mientras la realización formaba una capa de hielo en la expresión sombría de Dmitri, su segundo salía sobre el balcón. Illium, de vuelta con ellos, maldijo por debajo de su respiración, junto a un silencioso y estoico Jason. La expresión de Elena era un estudio de furia, y eso le dio ganas de sonreír, incluso en este momento, porque ella era una mujer que cualquier hombre estaría orgulloso de tener a su lado en la víspera de la batalla más grande de su vida. —Advierte a nuestra gente —le dijo a Dmitri—, y diles que si llega un momento cuando no haya ninguna esperanza de victoria, no me deshonran por escoger retirarse o rendirse. Con Lijuan fuera del mundo, no tendrán que servir bajo el mal. Los ojos de Dmitri mantuvieron los suyos. Lo daré a conocer, pero nunca voy a servir a nadie, excepto a ti. Lo sé, viejo amigo. Si fuera mi elección, no dejaría mi ciudad ni mi territorio a ningún otro ángel, sino a mi segundo. Vuela fuerte, Rafael. Lucha bien, Dmitri. Sus alas se sacudieron, voló de la Torre con Elena, Illium, y Jason, los cuatro yendo directamente al corazón de la operación de Lijuan, esperando tomarla desprevenida. Pernos de ballesta llenaron el aire tan pronto como estuvieron al alcance. Jason y Illium eran lo bastante rápidos como para evitarlos; Elena no lo era, pero era muy buena disparando sus propios pernos en vuelo, golpeando certeramente dos entre los ojos. Los tiradores rápidamente se volvieron cuidadosos dándole a su objetivo. Acababan de cruzar la frontera que dividía su línea de perímetro de ataque del frente enemigo, la marca pulsando caliente y urgente bajo su piel, cuando Rafael vio la ola de gris oscuro en el descolorido horizonte, la línea moviéndose para rodear el escenario de batalla por completo. ¡Cuidado!

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Girando ante la advertencia de Illium, apenas evitó el saludo de cuchillas que era el poder de Lijuan, mientras Elena, Illium, y Jason, enfrentaron a los luchadores enemigos que intentaban deshabilitar las alas de Rafael. Habiéndose materializado por encima de él, la Arcángel de China intentaba destrozarlo con su fuego venenoso. Engatusando el último fuego salvaje dentro de él hacia la superficie y arrastrando el fuego que vivía en Elena, también, bloqueó el próximo bombardeo de Lijuan con fuego de ángel común e, ignorando los pernos de la ballesta que cayeron con un ruido sordo en su hombro, voló hacia arriba, su objetivo hacer contacto físico. Excepto que ella se desmaterializó y sin aviso, su fuerza se renovó. Y cuando se re-materializó a la izquierda, se las arregló para arañarlo con un látigo de veneno negro. El dolor vicioso apuñaló su carne mientras el fuego salvaje dentro de él buscaba cauterizar la herida y bloqueó la sanación; no podía permitirse el lujo de perder lo último del mismo, de la única cosa que podría herir a Lijuan. Dejándose caer a su lado con una sonrisa de regodeo, ojos rojos virulentos, Lijuan dijo—: Te doy una última oportunidad para rendirte, Rafael. —Su rostro, una máscara esquelética—. No tengo la intención de matarte, ya no. —Se aseguró de no estar al alcance de la mano—. Vas a ser mucho, mucho más útil para mí de otras maneras. Rafael pensó en los cadáveres disecados que se encontraban en su territorio, del combatiente que Naasir vio ir a su muerte, y sabía que Lijuan buscaba alimentarse de un arcángel. —Una oferta muy generosa —dijo en voz alta, mientras su mente alcanzaba la de Dmitri. Debes asegurarte de que el resto de la Cátedra sepa que Lijuan busca alimentarse no sólo de ángeles, si no que de arcángeles. Me aseguraré de que el mensaje llegue, vinó la respuesta inmediata. Sire, la nueva fuerza de asalto ha llegado y va a pulular la Torre en cuestión de minutos si no hacemos algo para detenerlos. He autorizado el uso de cualquiera y de todas las armas a nuestra disposición. Rafael oyó el tiroteo y cohetes retumbando en los talones de esa declaración y supo que sus exhaustos y heridos vampiros, y los cazadores, disparaban al enemigo, mientras que sus ángeles, algunos con miembros rotos, todos con lesiones, llenaron el cielo. Pero había muy pocos de ellos, y demasiados de los extraños ángeles de alas grises que motorizaban el nuevo asalto de Lijuan. —¿En qué te has convertido? —le dijo a ella, incapaz de imaginarse cómo podría haber creado este nuevo ejército, silencioso y letal, sin que nadie en la Cátedra conociera la verdad. Una sonrisa terrible. —El epítome de nuestra evolución. Ese nivel de poder no podía permanecer en las manos de una pesadilla.

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La tocó con el fuego de ángel sin avisar, deseando que creyera que su intención era otra batalla ordinaria. Desviando los golpes con una lluvia de navajas negras que él contuvo por pura fuerza de voluntad, ella volvió a sonreír. —Te encadenaré en mi corte, alimentándome de ti por años. Serás el ejemplo que traerá a los otros en el Cátedra hasta sus rodillas. —Su escudo se rompió, las navajas haciendo trizas su rostro. ¡Rafael! Se entendió buscando a Elena no sólo con su mente, sino que con su mano, Jason y Illium despejando un camino para que ella pudiera llegar a su lado. Esto dolerá, hbeebti, dijo, cuando la loca arcángel levantó las manos de nuevo. Nada duele cuando estoy contigo. Exprimiendo su mano, envió una orden a todas sus tropas en las inmediaciones a salir de la zona de la explosión. Si las fuerzas de Lijuan los pensaban cobardes en retirada y dirigían su atención hacia él, Elena, Illium, y Jason, todo mejor. Tomaría tantos de ellos consigo como pudiera. Encontró la mirada fija de Lijuan antes de que ella hubiera golpeado de nuevo, y le dijo—: Aliméntate. Se congeló, su sopresa sin ocultar. —No voy a luchar si me das tu palabra de que detendrás tus tropas hasta que se ponga el sol en este día. —Todo lo que necesitaba era un punto de contacto único y podría encender la pequeña cantidad de fuego de ángel combinado con fuego salvaje que quedaba dentro de él, con la esperanza de enviar a Lijuan al infierno a donde pertenecía. Nos vemos en el otro lado, Arcángel. Una calma total descendió sobre él con las palabras de Elena, dijo—: Mi consorte también se queda. —Sabiendo que era un señuelo que Lijuan no podía resistir. Ella codiciaba las alas de Elena para la macabra colección de ángeles clavados en las paredes del espacio refrigerado que era su museo de la muerte—. Baja la vista. Los dientes de Lijuan brillaron en una sonrisa satisfecha mientras se daba cuenta cuya mano sostenía entre las suyas. —Estaré de acuerdo —dijo, con un brillo en los ojos—, si me das a tu consorte primero. Quiero romperle el cuello, hacer de ella un hermoso cadáver. Su rabia violenta, sintió el ala de Elena rozar la suya mientras volaba hacia arriba. Contacto, Rafael. Eso es todo lo que necesitas, ¿verdad? Úsame como un conducto. ¡No! quiso gritar cuando la mano de Lijuan afianzó la muñeca de Elena, al mismo tiempo que la suya propia se cerraba alrededor de su tobillo. Perdóname, Elena. Estaré esperando por ti.

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Negándose a permitir a Elena muriera a manos de Lijuan, alcanzó los parpadeos de llama dentro de sí mismo y de su consorte, listo para encenderlos a ambos, cuando algo gris oscuro se precipitó en Elena, lo suficientemente duro para romper el agarre de Lijuan. En el mismo instante, mil flechas de ballesta retumbaron en el cuerpo de Lijuan. Sus alas enredadas con las de Elena mientras caía en él, le tomó varios segundos a Rafael reducir la velocidad, y cuando levantó la vista, fue para ver a una muy sangrante Lijuan quitando perno tras perno de ángeles de alas grises, mientras que otros de los de gris contraatacaban al enemigo en un uno a uno. Rafael no perdió el tiempo preguntándose cuál inesperado aliado había enviado esa extraña fuerza. ¡Ataquen! ordenó a sus propios luchadores, y tomó la decisión de utilizar una pequeña cantidad de fuego salvaje para neutralizar el veneno que Lijuan arrojó sobre él, ya que era ahora más útil vivo para su pueblo. ¡Ninguna misericordia! Una sonrisa salvaje en su cara, Elena levantó la ballesta que nunca dejó caer, una muñeca cercada de contusiones sangrientas del agarre de Lijuan. Tenemos que jodidamente adorar a quién demonios envió a esos chicos de gris. La visión de su herida hizo que la fría rabia en él llameara en un brillo helado. Primero, dijo, impulsando a Lijuan, necesito sacar la basura. Un arcángel no podía ser asesinado por ballestas, pero con los pernos haciendo un ruido sordo en el cuerpo de Lijuan tan rápido como los sacaba, estaba distraída, sus energías canalizadas hacia la curación de sí misma. Sus huesos faciales aparecían y desaparecían así como su piel se desvanecía y volvía a aparecer, pero cuando no cambió a su forma incorpórea, se dio cuenta de que cualquier poder que ganó drenando la vida de otros, no era suficiente para permitirle la transición bajo este tipo de ataque sangriento. Envolviendo una mano alrededor de su tobillo mientras estaba distraída, le envió toda su energía restante, el poder besado con la vida que era Elena, directamente a través de su brazo y en sus huesos. Su chillido astilló el cielo, la parte inferior de su cuerpo explotando en un destello cegador de luz, su torso desmoronándose. ¿Está muerta la malvada bruja? No estoy seguro. Casi pensó que vio su transición a su otra forma en el absoluto último instante. Pero incluso si ella sobrevive a la explosión, será con lesiones extremas. Su cuerpo se ha ido. Esto llevaría meses para volver a crecer, y mientras Lijuan trató de hacerles creer que no necesitaba la carne, esta batalla mostró que lo hacía muchísimo. Incluso si pudiera alimentarse de otros para acelerar la curación, la forma en que abrió la boca cuando tiraba más cerca a Elena, le dijo a Rafael que necesitaba su forma física para alimentarse. Y él vio su

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cabeza estallar como una calabaza a menida que perno tras perno hacia un ruido sordo en ella en esa fracción de segundo mientras gritaba. Los grises eran luchadores despiadados, pero ahora mismo se encontraban en el lado de Nueva York. Y era tiempo que él y los suyos reclamaran su ciudad. La habilidad de su cuerpo para almacenar el poder agotada hasta el punto de no existencia, por lo que agarró la espada que Illium arrojó hacia él y entró en la refriega, su grito de guerra hizo eco por cada uno de sus hombres y mujeres. No supo cuánto tiempo lucharon, pero siempre fue consciente de Elena y aquellos de sus Siete quienes lucharon con él. Dmitri, teniendo a raya un nuevo intento de asalto a la Torre, su vista mucho mejor que aquellos en el grueso de la batalla, enviando actualizaciones estratégicas continuas que Rafael utilizaba para dirigir a sus hombres y mujeres, por lo que actuaban como una unidad sin problemas. No se dio cuenta cuán lejos habían empujado las fuerzas de Lijuan hasta que golpearon el Atlántico, los combates habiéndose trasladado desde Manhattan y más allá de Nueva York uando el sol se elevaba más y más alto en el cielo. Diez segundos más tarde, el instante después de que rebanó la cabeza de un general enemigo surtiendo un reguero rojo que envió al cuerpo dentro del agua desde donde su gente, sin duda, lo recuperaría, ya que era demasiado viejo para morir por decapitación, sintió el toque de la mente de Jason en la suya. Sire, están levantando la bandera de rendición. Inmediatamente elevándose por encima del resto de su fuerza, Rafael confirmó el avistamiento de Jason, y luego elevó la espada por encima de su cabeza en una línea vertical. El mensaje tomó medio minuto para llegar a través de la lucha furiosa, pero uno por uno, su pueblo contuvo sus golpes, permitiendo al enemigo retirarse. —¿Solamente los dejamos ir? —preguntó Elena, llegando a su lado—. ¿En serio? Rafael no la culpaba por su enojada incredulidad, su propia furia fría, pero no menos mortal. —Es parte de las reglas de combate. —Pero ellos nos habrían matado. —Era casi un gruñido, su cuerpo rayado de sangre y maltratado, tirante por la necesidad de perseguir y capturar a aquellos que habían lastimado a las personas que eran suyas. —Si mis fuerzas se hubieran rendido, los luchadores enemigos no los habrían tocado, con tal que no levantaran las armas contra Lijuan. —Si la misma Lijuan luego hubiera utilizado a su pueblo para sus comidas era otra cuestión, pero él no era Lijuan, para cometer una violación tan fea de las reglas de su gente. Contactando a Dmitri y Naasir, dijo: Conduzcan a las tropas sobrevivientes de vampiros hasta el muelle y encuéntrenles un barco.

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Asegúrense que tienen suficiente sangre para sobrevivir el viaje, fuera de mis aguas. Después de eso, se convertían en la responsabilidad de sus propios comandantes, y mientras Rafael no creía que Lijuan ya tuviera mucho honor, pensó que quizá sus comandantes viejos tenían lo suficiente para no abandonar a los suyos. —Sigo pensando que esto apesta. —Elena empujó una hebra de pelo fuera de su cara manchada de sudor, el color marrón tan mal, que Rafael sabía que tendría que lavarlo en la primera oportunidad—. No creo que la cosa enferma, llamándose a sí misma una arcángel, hubiera obedecido las reglas. —Ella está más allá del honor y la locura, una criatura de verdadera maldad. Un suspiro, su consorte furiosa, no obstante bajó la ballesta. —Y tú no lo eres. —Frunciendo el ceño, ella continuó observando al enemigo—. Bien, bien, vamos a ser civilizados y los dejaremos retirarse, pero maldita sea, no me gusta esto. Van a estar de vuelta tan pronto como Lijuan se haya recuperado, porque sería simplemente demasiada buena suerte si la Reina de los Zombis estuviera realmente muerta. De eso, Rafael no tenía ninguna duda. —Las reglas de enfrentamiento se pusieron en marcha hace mucho tiempo, después de guerras arcangélicas que nadie recuerda —le dijo a Elena, y fue también un recordatorio para sí mismo de por qué eran necesarias tales reglas— . Las guerras, después de todo, son entre los arcángeles, aún si son los ángeles y vampiros por debajo de nosotros quienes resultan muertos. Tal como esperaba, el general que había decapitado fue recuperado, mientras que incontables vampiros y luchadores angelicales ordinarios, flotaban sobre el agua o tendidos rotos y ensangrentados a través de la ciudad, sus vidas terminadas. —En aquellas guerras, se dice que diezmamos a través del ochenta por ciento de nuestra población. Sólo los arcángeles y los no luchadores sobrevivieron y ni una persona nunca olvidó la sangre que manchó las manos de la Cátedra en ese momento. —Está bien —susurró Elena, horror en su expresión—. Está bien, ahora lo entiendo. —El escuadrón de Jason los escoltará fuera de nuestras aguas territoriales —dijo, rozando su ala sobre la de ella—. Ahora debemos tratar con esta otra fuerza extraña, averiguar su precio por la ayuda en este día. Giraron como una unidad para hacer frente a la ciudad.

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45 Traducido por Mery St.Clair Corregido por NnancyC

Después de aterrizar en los techos tan lejos como llegaba la vista, los grises se sentaron en cuclillas como gárgolas vivientes, sus alas arqueadas cambiando radicalmente el paisaje. Los pájaros se posaban sobre los hombros y los cuerpos de la mayoría, silenciosos y vigilantes. —¿Alguna vez viste algo como esto? —le preguntó Elena a Rafael, intentando darle algo de sentido a lo que veía, pero fallando. Por lo que presenció en la batalla mientras los ángeles grises pelearon junto a ella, no había color en ellos, ojos grises, suave piel pálida, cabello gris, alas grises. Aunque eran humanoides, tenían rostros con facciones finas y huesos fuertes de inmortales. Sin embargo, sus alas no tenían plumas, en su lugar eran de una textura de cuero que le recordaba a las alas de los murciélagos. La forma de esas alas, también era similar a las criaturas nocturnas. —No —dijo Rafael después de un largo silencio, mientras las nubes plomizas pasaban por el cielo para dejar caer una cortina de nieve en la ciudad, el sol ocultándose para envolver al mundo en la oscuridad. Creaba el fondo perfecto para los extraños ángeles que se agazapaban en todo Nueva York. —Esos grises son un enigma. —Los violentos ojos azules analizaron la escena misteriosa, todo el mundo tan silencioso que parecía imposible que esta fuera una ciudad de innumerables almas—. Ven. Los ángeles grises no los detuvieron mientras volaron de regreso a través de la nieve hacia la Torre, Illium a su lado. Deteniéndose en el balcón de la Torre, Elena tomó su lugar junto a Rafael, sus ojos puestos en Manhattan. Dmitri flanqueándolo en silencio mientras que Illium actuaba como un centinela alado. Naasir, notó ella, tenía que estar controlando a los vampiros enemigos que seguían en la ciudad. Da un paso adelante conmigo, Elena. Adivinando que ese era algún tipo de protocolo angelical, lo hizo sin discutir… y uno de los grises voló hacia ellos desde un edificio cercano. Alto, de hombros anchos, sus alas moviéndose suavemente en la nieve y el cabello rozando su nuca, Elena no podría haberlo

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reconocido entre los demás. Era como si todos hubieran salido del mismo molde, uno tras otro. Aterrizando justo frente a ellos, colocó su espada horizontalmente frente a su cuerpo y cayó sobre una rodilla, con la cabeza inclinada. Elena se mordió el labio con fuerza para reprimir un grito ahogado. La marca en su nuca, dijo, los ojos fijos en las líneas negras descubiertas mientras el cabello grisáceo del hombre caía a sus costados, es un reflejo de la tuya. —Sire —dijo el guerrero desconocido en el mismo instante—, vinimos como lo pidió. La respuesta de Rafael fue acompañada por un viento helado que se extendió por la ciudad en un silencio sepulcral. —Nadie que ha luchado de un modo tan valiente debe arrodillarse. El ángel gris se puso de pie ante las palabras de Rafael. De cerca, Elena vio que sus iris no eran en realidad grises, eran tan pálidos que apenas eran distinguibles de la parte blanca, excepto por los pequeños puntos negros en sus pupilas Eso debería recordarle a Lijuan, pero no lo hacía, porque mientras los ojos de Lijuan acarreaban muerte y una maldad putrefacta, el ser que veía a través de esos ojos pálidos eran casi de un blanco grisáceo. Como si no hubiera decidido aún quien sería. —Me llamaste Sire. —El ala de Rafael era pesada contra la de ella mientras permanecían uno al lado de otro, sus cuerpos alineados bajo la nieve cayendo como un frío beso de bienvenida sobre las heridas en sus cuerpos—. Dime por qué. —Escuchamos su voz en nuestro Sueño. —Fue una declaración plana, monótona—. Oímos sólo la voz del Sire o de su consorte. —Sus ojos se clavaron en los de Elena. —Elena —dijo con la garganta seca, obligándose a recordar que esa criatura mortal era un amigo, no un enemigo—. Puedes llamarme Elena. Él la miró como si hubiera hablado en un idioma extraño. —Eres la consorte. Bien, Arcángel, creo que van más a tu velocidad que a la mía. No estoy seguro de que estos grises vayan a la velocidad de alguien más. —¿Cómo se llaman a ustedes mismos? —Nosotros —un silencio absoluto, el viento congelándose—, somos la Legión. Elena sintió su estómago caer, como si acabara de saber algo terrible. ***

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La Legión. Rafael había escuchado aquellas palabras antes, hace mucho, mucho tiempo. Ellos son, le dijo a Elena, la amenaza que se utilizaba para asustar a los niños ángeles que se portaban mal. ¿Ve a dormir o la Legión vendrá por ti? ¿Cómo el hombre del saco? Exactamente. Excepto que al parecer nuestro hombre del saco es real. —Se han ido del mundo durante un eón. —Sí. Rafael, mira sus ojos. Comienzan a tener color. Y su cabello… Haciendo lo que Elena le dijo, Rafael vio que el gris en realidad ya no era tan gris. Su pelo se oscurecía a negro y sus iris ahora poseían un borde fino de color azul, el mismo azul de los ojos de Rafael. —Ahora son mi Legión. —No era una pregunta, la marca en su rostro vibró en silencio, probándole que decía la verdad, también que la Legión esperaba sus órdenes—. Su primera tarea es asistir a mis tropas para asegurar la ciudad y arreglar los daños en la Torre. Un asentir silencioso, sus alas se plegaron con opresión militar. —Sire. —Eres su líder. Necesito un nombre para ti. Una pausa. —No soy el primer principal —expresó finalmente—, pero es lo que soy ahora. El Principal. —Correcto —dijo Rafael, aceptando lo que parecía ser un rango en vez de un nombre. Se hacía evidente que la Legión no era de ninguna manera un grupo de ángeles comunes, si es que eran ángeles, formando un escuadrón—. Dile a la Legión que deben obedecer las órdenes de Dmitri e Illium como si fueran mías o de mi consorte. —Señaló a los dos hombres—. Haré que conozcas al resto de mis Siete cuando regresen de sus tareas. —La Legión ha escuchado y entendido. —Estimo quinientos en tu escuadrón. ¿Eso es correcto? —Quinientos despertaron a la llamada urgente de nuestro Sire. Doscientos setenta y siete necesitan más tiempo. Llegarán cuando sus corazones comiencen a latir lo suficiente rápido para volar. Setecientos setenta y siete guerreros que funcionaban como una sola unidad cohesionada y aparentemente incansable, su destreza letal y capacidad de curación sin precedentes. Vio a un guerrero de la Legión ser decapitado, sólo para recuperarse en cuestión de minutos, de su cabeza creció un nuevo cuerpo mientras el viejo se desintegraba en polvo. Era un ejército al cual ningún arcángel desearía enfrentar.

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—Necesitaremos alojamiento para la Legión ―le dijo Rafael a Dmitri. —Sire. —Fue una silenciosa interrupción del Principal, y cuando Rafael asintió hacia él para que hablara, el hombre dijo—: No dormimos, excepto cuando es tiempo de dejar el mundo. —¿Comen? —preguntó Dmitri—. ¿Necesitan agua? Otra pausa, semejante a la de los otros ángeles mayores que buscaban entre sus recuerdos una respuesta perdida. —Sí —una leve sensación de sorpresa en su voz—, cuando estamos despiertos necesitamos alimento, pero podemos luchar por muchos días sin sustento o descanso. Elaboraré la logística, dijo Dmitri de mente a mente. —Aunque no necesiten un lugar para dormir —dijo en voz alta, sus palabras directamente al Principal—, deben tener un lugar donde tus hombres y mujeres puedan estar… —Frunció el ceño—. No veo a ninguna mujer. —Somos la Legión. —Fue la respuesta incomprensible. Arqueando una ceja, Dmitri continuó—: Necesitarás un lugar donde tus hombres puedan reunirse por lo menos. —Sí —dijo el Principal después de otra pausa, su mente parecía aún no liberarse de los grilletes del largo sueño—. Nosotros no… no funcionamos bien si nos aislamos del grupo tan pronto después de despertar. —Hay dos almacenes uno al lado del otro no muy lejos de la Torre —dijo Dmitri—. Los utilizamos normalmente como depósitos, pero podemos limpiarlos para alojarlos temporalmente si… —una mirada al Principal—, ¿si no les molesta un ambiente demasiado básico? No son más que grandes habitaciones con cuatro paredes y un techo. —No, eso estará bien. Rafael sabía que los depósitos sólo podrían ser una solución a corto plazo. Incluso con los miembros de la Legión entrando y saliendo, el espacio no fue diseñado para albergar más de setecientos seres alados. —Ahora que están despiertos —le dijo al Principal—, ¿cuánto tiempo planean permanecer de esta manera? —Hasta que llegue la hora del Sueño de nuevo. Bien, es el ganador del premio a las declaraciones más crípticas. Reprimiendo una sonrisa por la seca afirmación de Elena, Rafael indicó—: Vamos a construir un espacio adecuado a sus necesidades después de las reparaciones de la ciudad y la Torre. —Rafael era dueño de un gran terreno de Manhattan, mucho más grande de lo que la gente creía, y tenía sentido tener esta fuerza alrededor de la Torre—. Entre tanto, son bienvenidos a la Torre. Son mi gente ahora.

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Epílogo Traducido por Mery St. Clair Corregido por Melii

La tristeza fue el pulso de la ciudad los siguientes cinco días después de la guerra, mientras observaban ataúd tras ataúd cubierto de flores partir al Refugio y enterraban a los cazadores y vampiros que habían caído. Elena odiaba los funerales —no era difícil saber porque— pero asistió a todos y cada uno, como lo hizo cada guerrero que sobrevivió y que no estaba confinado a una cama sanando. Esto dolía. El mejor honor que podemos hacerle a los caídos es traer nuestra ciudad a la vida, hasta que los niños jueguen en los parques y los amantes caminen por las calles mientras los ángeles se elevan por los rascacielos y los familiares compartan el beso de la vida sin miedos. No debemos olvidar que murieron para protegernos. Esas fueron las palabras de un Aodhan gravemente herido en el funeral de un vampiro comandante que consideraba un amigo, y palabras que todos tomaron de corazón. En las pasadas cuarenta y ocho horas, la reconstrucción de la ciudad había avanzado sumamente, y aunque aún quedaba un largo camino para volver a la normalidad, Elena sabía que tomaría tiempo para las heridas emocionales y físicas sanaran. Ella fue afortunada, tuvo tanta jodida suerte de que todos sus amigos cercanos hubieran logrado salir con vida, aquí y en el Refugio — la pelea tuvo final en el instante que se supo la derrota de Lijuan. De los heridos, Ransom y Ashwini fueron los peores, pero ambos estaban bien. Ransom recibió una flecha de ballesta en la pierna en la batalla final y su fémur se fracturó, mientras que Ashwini terminó bastante mal con una espada atravesándole el pecho. La mujer ahora tenía el record del Gremio para la mayor herida con puntos de sutura en una sola sesión y trataba de evitar responder la pregunta que cada cazador quería saber la respuesta. Si ella y Janvier no estaban juntos, ¿entonces qué hacía jugando al enfermero (¡vaya cariño, qué sexy!) en su apartamento, hmm? La enorme curiosidad de preguntar sobre la relación entre Ash y Janvier era dura de resistir, pero la conexión entre el estoico hombre y la mujer del Gremio era una salida emocional muy necesaria, y si las bromas pasaban a conversaciones más solemnes, sería bueno también. Día a día, hora a hora, todos habían encontrado una manera de cómo lidiar. Para Elena eso significaba una visita a Eve y Beth, un largo y fuerte abrazo a Zoe, una video-llamada con Sam, y una visita mañanera

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al hospital para cumplir con su promesa al pequeño niño que quería volar. Hoy, se encontraba de pie en un edificio cruzando la Torre con su arcángel, se reunieron allí para tener una visión general de cómo iban las reparaciones; ambos trabajando con su gente hasta ahora. —A menudo —había dicho Rafael—, un arcángel debe estar por encima de aquellos a los que gobierna, pero hay momentos en los que debe estar al lado de ellos. Ahora, se giró hacia ella, su ropa polvorienta por el trabajo. — Astaad me contactó temprano. Una vez que estemos en posición de recibir invitados, ha manifestado su deseo de visitarnos. Elena no tenía argumentos contra eso, ya que el otro arcángel le hizo un enorme favor a todo el mundo. Habían pasado aproximadamente quince minutos después de que regresaron a la Torre después de la retirada de las tropas de Lijuan cuando Rafael recibió una muy educada llamada del Arcángel de las Islas de Pacifico. —Rafael —dijo—. Deseaba hacerte saber que destruí los aviones de carga que se dirigían en tu dirección. No puedo creer que Lijuan intentara que sus criaturas inmundas volaran por mi territorio. Como se imaginó, los contenedores estaban atiborrados con los últimos horribles renacidos que Lijuan mantenía ocultos de todos. — Dile que traiga a Mele consigo —dijo Elena, pensando en cómo comenzaba a disfrutar de todo ese asunto de anfitriona si seguía llegando a tener invitados como los que le gustaban—. Oh, probablemente tendrás una llamada oficial de Elijah, pero estaba hablando con Hannah y dice que han desenterrado a los pocos renacidos que aun quedaban en su territorio. —Bien. Nuestro territorio está limpio también, y creo que hablaré con Eli sobre establecer determinadas medidas para que eso no cambie. Elena asintió y disfrutó del brillante aire fresco de invierno mientras el sonido de los autos aumentaba allá abajo. Dios, se sentía como si su ciudad volviera. Puede que un poco maltrecha, pero demonios si nadie iba a mantenerla —y a las personas que la llamaban hogar— a salvo. —No puedo creer que las reparaciones en la Torre fueran tan rápidas. El sol de invierno creaba esa ilusión de fuego blanco a través de sus alas que no estaba segura de sí era una ilusión del todo, Rafael caminó hacia el borde del edificio. —Es el símbolo de mi poder. Como tal, pensó Elena, nunca podría parecer débil. —Por supuesto —agregó Rafael—, la Legión es una fuerza de trabajo extraordinario. —Sí. —Su consorte se acercó a él, con los brazos cruzados mientras ella fruncía el ceño al ver dos guerreros de la Legión dirigirse hacia el balcón de la Torre—. ¿Estás seguro de que no planean secretamente tomar la ciudad?

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—Sí, puedo sentirlo por dentro. —Acariciando sus nudillos suavemente sobre el rostro de ella, la pesada contusión que se había formado en su mandíbula durante la lucha final aun se encontraba sanando, dijo—: Tú también lo sientes, mi desconfiada consorte. Elena descruzó los brazos. —Es como una pequeña, pero constante pulsación en la parte trasera de mi mente, que toma conciencia que la Legión nos pertenece. —Los ojos plateados se giraron hacia él, enfrentándolo solemnemente—. Sé que si pienso demasiado en el Primario, aparecerá frente a mí, listo para recibir órdenes. Y dado que apenas estoy comenzando a manejar este asunto de ser consorte, no me siento lista para lidiar con este tipo de poder. Esto es tuyo. —Sí —dijo—, esto es mío. —Elena no tenía experiencia manejando una fuerza como la Legión, y más, no debería tenerla. Ya se encargaba de más responsabilidades de las que un consorte debería en tan poco tiempo de su inmortalidad—. Pero espero que me des el beneficio de tus consejos mientras aprendo a lidiar con mi nuevo ejército. Un temblor de sus labios, su ala deslizándose sobre la de él en una caricia silenciosa. —Intenta callarme. —Inclinándose hacia él, preguntó—: ¿Por qué tú, porque nosotros? Sigo intentando responder eso en mi cabeza. —Una pregunta a la cual el Primario podría darnos una respuesta —dijo Rafael mientras el líder de la Legión aterrizaba frente a ellos. Los ojos del hombre permanecían translucidos a excepción de ese anillo de color azul, un efecto extrañamente hermoso, concordó la consorte de Rafael. Sin embargo, su cabello se había vuelto totalmente negro. Su piel, también, ya no era la sombra de la muerte, si no que resplandecía doradamente con salud, y sus alas de cuero se convirtieron a un cálido dorado excepto por la parte donde surgían de su espalda. Allí estaban de un negro que hacía eco con las alas de Elena, el desteñido color en una medianoche azul, la cual luego desembocaba en un cálido dorado. La metamorfosis del resto de la Legión era lento, pero no menos fascinante. Día a día, todos se llenaban de color —y los colores eran los mismos. —Sire —dijo ahora el Principal—, nos llamas. —Sólo a ti. Los otros pueden seguir como están. Un asentimiento. —Mi consorte tiene una pregunta para ti. El Primario miró a Elena sin pestañear. —¿Por qué Rafael y yo? —preguntó, su apasionada naturaleza inherente a la intensidad de su pregunta—. ¿Por qué no Elijan y Hannah? Ellos son más viejos, han estado juntos más tiempo. —Ustedes son aeclari, y la Legión solo puede servir a aeclari.

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¿Arcángel? No conozco ese término, Elena. —Cuéntanos más sobre aeclari. —Aeclari son ustedes —dijo el Primario, como si eso tuviera perfecto sentido. ¿Crees que si le disparo, realmente pueda responder una pregunta? Rafael luchó contra una risa. Creo que se deben hacer las preguntas correctas. —Tú estás conectado al poder que intenta llenarme —dijo, su piel hormigueando con la conciencia de ello. —Somos el depósito. Intentamos pasarlo al Sire, pero el Sire no está listo aún. Era tan claro como la respuesta que podía desear, los susurros tenían sentido ahora que había visto a la Legión, entendido cuan profundamente ellos estaban vinculados el uno al otro —como si fueran un organismo con muchas partes—. ¿Qué ocurrirá cuando esté listo? ¿Desaparecerán? —No. Entonces seremos libres para quedarnos en el mundo o regresar a nuestro Sueño una vez más. Si nos quedamos, estaremos solos y separados. Rafael consideró las palabras del hombre —y el Primario era un hombre, si no es que aún no se había convertido del todo— y lo contrastó con lo que sabía de los poderes ganados por el resto de la Cátedra a causa de la Cascada. Cada uno tenía una habilidad o propensión inherente dependiendo del arcángel en cuestión. —Sólo puedes servir a un guerrero —dijo, y no era una pregunta, porque sentía que era la respuesta en sus entrañas. Rafael ha sido un guerrero de una forma u otra a lo largo de su existencia, desde un mozalbete en el ejército de Titus hace mucho tiempo, al guerrero que peleaba a su lado codo a codo con todas sus fuerzas en la pasada guerra. El Primario hizo una pausa. —Sí —respondió finalmente, con ese tono totalmente desprovisto de emoción—. Un guerrero que esté en sintonía con el poder del que nosotros estamos hechos… de la tierra, de la vida. Pero el guerrero debe ser también aeclari. —Sus ojos se posaron en Elena, dándole a Rafael el primer atisbo de a lo que este término significaba realmente—. Y debe ser el tiempo. La Cascada sucedió y Neha podía invocar fuego y hielo, dijo Elena en su mente al mismo instante. Titus mueve la tierra, Astaad el mar, mientras la espelúznate Lijuan trae a los muertos a la vida. Mientras tanto, mi increíble arcángel no está satisfecho con, no lo sé, disparar rayos o algo así, en realidad accede a la energía del planeta y llamar a un ejército de hombres del saco desde el fondo del océano. Oh, claro que puedes.

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El sarcástico comentario le hizo preguntarse como alguna vez atravesó la vida sin el ingenio y risa de la cazadora a su lado. Ya no podía imaginar una existencia tan fría y remota, la sola idea le causaba un repudio inmediato en su torrente sanguíneo. Colocando su ala contra la de ella, le dijo al Primario—: ¿Hubieron otros a través del tiempo que ganaron la habilidad de llamarte? Otra larga pausa, el Primario pasaba entre las páginas de su memoria. —Hubo guerreros que han armonizado con el poder de la tierra, de la vida, y ganado fuerza, pero tocaron sólo el borde de lo que llevamos dentro. No era el tiempo para que despertáramos. —Cuéntame tu historia —dijo, un repentino escalofrío sobre su piel, como si la respuesta fuera una parte importante de la historia de su pueblo, enterrado profunda, profundamente dentro de la parte más primitiva de su cerebro. —Fue en la guerra que deshizo nuestra civilización que la Legión se formó. Fuimos creados durante la Cascada del Terror y controlados por la primera aeclari, nuestro propósito era pelear contra la muerte que acechaba al mundo. —¿El renacido? —susurró Elena—. Eres el antídoto a su veneno. —La muerte tomó una forma diferente entonces, pero no fue menos virulenta o viciosa. Para cuando obtuvimos la victoria, el mundo fue casi destruido y nuestra casa estaba vacía y muerta. La Legión también estaba cerca de la muerte, ya que somos de la tierra, de la vida. Nuestra gente, infectada con la mortal toxina creada por el poder de un arcángel que perdió la razón, tomamos la decisión de ir al Sueño eones con la esperanza de que el veneno se desvaneciera. »Cuando despertamos, encontramos un nuevo pueblo que nació de las cenizas del viejo, y la toxina se había unido de forma permanente a la sangre de los supervivientes. —Sus ojos se detuvieron en Elena—. La locura y la muerte reinaron hasta que la desesperación de un solo individuo hizo que el mundo entendiera que las frágiles personas nuevas serían su salvación, un regalo de su mundo sanado. Rafael. Sorpresa sin ocultar en la expresión de su consorte. Creo que habla del nacimiento de la humanidad. Y de los vampiros. Era un conocimiento tan grande, que sabía que no tenía la esperanza de comprenderlo en un simple instante. — ¿Cuándo —preguntó, el frío lo sentía hasta los huesos—, es que llega el momento? —Las Cascadas van y vienen, no son de nuestra incumbencia, son parte del ciclo del mundo. Nosotros escuchamos y observamos en nuestro Sueño, pero despertamos sólo cuando el ciclo llega a su crescendo, los dones evolucionados en los arcángeles son la vida y la muerte en sí, lo suficientemente feroces para desintegrar la estructura del planeta. —Sus ojos no parpadearon cuando se reunieron con los de Rafael—. No hemos despertado desde la Cascada del Terror.

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—Oh, diablos. —Sire —dijo el Principal, ignorando la suave imprecación de Elena—, si me permite marcharme… me reincorporaría a la Legión. —Vuela libre. Mientras los observaban levantar esas alas en silencio, Rafael consideró la podrida oscuridad que casi tomó el mundo días atrás. Los renacidos de Lijuan fueron eliminados en todos los territorios afectados, pero infectó a decenas de miles de personas en el proceso. Titus, mientras tanto, continuaba luchando contra los contantes portadores de enfermedades enviados por Charisemnon. En comparación, la fuerza de Rafael seguía incrementándose día a día, hasta que supo que un día cercano, sería capaz de manejar la potencia que traía consigo la Legión. —Hemos ganado esta guerra, hbeebti, pero es sólo la primera. Me temo que esto significa que Lijuan no ha sido borrada de la existencia, ya que ella es la personificación de la muerte. —O —apuntó Elena—, uno de los otros arcángeles se le zafó un tornillo y está contra nosotros. Pero sí, apostaría mi dinero a que se trata de la Reina de la Muerte. —Lijuan no repetirá sus errores. —Rafael —el mundo— tendría que estar listo para manejar un monstruo listo para arrebatar la vida a aquellos a los que estaba destinada a proteger. —La detendremos —dijo Elena, y luego le lanzó una inesperada sonrisa—. Somos aeclari, después de todo. —Será muy interesante conocer el significado de ese término. — Aunque Rafael no tenía duda de que el significado tenía que ver con el vínculo que lo ataba a su cazadora. —¿Quiere decir que no lo sabes? —Sus ojos muy abiertos—. El Primario fue claro como el agua. —Sí, como de poco inteligente es tu consorte que no lo comprendió. Convulsionando de risa, por lo que Rafael había dicho sin sonreír, Elena sacudió la cabeza, pero no pudo discutir. Esto lo hizo sonreír, luego echó la cabeza hacia atrás y río, la acción causó que unos guerreros de la Legión se detuvieran y lo miraran con sorpresa, mientras que las tropas de la Torre sonrieron y continuaron su camino. Dios, él era tan hermoso. Y era suyo. Entrando en sus brazos porque necesitaba estar con él, incapaz de olvidar lo cerca que estuvieron de no volver a tocarse nunca más, se rieron juntos, Elena sonrió y contrajo sus alas más cerca para estar encerrada entre las de Rafael. Acunando un costado de su rostro con una mano fuerte, él sostuvo su mirada con esos ojos azules imposiblemente salvajes. —

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Puedo no entender todas las palabras del Primario, pero sé esto con todo mi corazón. La Legión no hubiera despertado si yo siguiera siendo el de antes de conocerte. Su pulgar le acarició la mejilla, su rostro cerca del de ella. —Tú nunca me has hecho, ni me harás, débil. Me haces un mejor hombre y un mejor líder de lo que sería sin ti. —Sacudió la cabeza—. Dijiste una vez que tú no podías hacer esto sin mí. Bueno, yo no puedo hacer esto sin ti, Cazadora del Gremio. Los ojos de Elena ardían por el potente poder de sus palabras, tan crudas, honestas y necesarias. No lo supo hasta que Rafale habló, pero necesitaba escuchar eso, saber que no la culpaba de los cambios en él. —¿Sabes que —confesó, mientras la nieve comenzaba a caer otra vez, suaves copos se posaron en sus pestañas— me despierto aterrada algunas noches y simplemente te observo dormir? —No, no lo sabía. —Sus mejillas se arrugaron, sus labios rozaron contra los de ella mientras inclinaba la cabeza—. Debo confiar demasiado en ti para permitirme dormir tan profundamente a tu lado. Fue entonces cuando comprendió la dolorosa vulnerabilidad que habría en ella para siempre. Mientras existiera Rafael, tenía la posibilidad de terminar lastimada o peor —y estaba bien, porque ya no tendría miedo de eso, no temía vivir una vida con el corazón abierto. Porque la otra cara de esa terrible vulnerabilidad era una emoción indescriptible que la llenaba, la hacía feliz de estar viva aquí y ahora. —Es cierto —murmuró Elena, mientras disfrutaba de la alegría de jugar con su consorte, su amante, su amigo y compañero, convirtiendo su sangre en champagne—, podría haberte cortado el pecho y sacado el corazón antes de que supieras lo que ocurría. Sus frentes se tocaba ahora, su mano aun acunando el costado del rostro de ella, su pecho una pared de calidez musculosa contra sus palmas. —¿Qué te detuvo? Bajando la voz, susurró—: Pensé que Montgomery se cabrearía por toda la sangre en las sábanas. —Montgomery nunca haría algo tan brusco como cabrearse. Se molestaría de una forma fríamente cortés, quizás. Elena sabía que ellos deberían regresar a ayudar a su gente a reconstruir su ciudad, pero levantó la mano para trazar la marca en su sien con los dedos callosos por el trabajo que todos hacían. Él se giró ligeramente hacia su toque como siempre lo hacía, su arcángel que nunca quiso nada más que a ella. —Parece que tendremos acercándose una aventura infernal. —Ciertamente, no nos aburriremos. Su beso fue una marca, sus alas se plegaron para dejarlos expuestos, y cuando envolvió un brazo alrededor de la cintura de Elena y los elevó en el cielo besado por la nieve, sus bocas aun seguían

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juntas, ella no protestó. A pesar de que podría haber sonreído y sonrojado en el beso por los fuertes silbidos y seguido por ovaciones. La Cascada estaba en todo desarrollo. El mundo se estaba convirtiendo en un insano lugar donde los ríos se convertían en sangre y los muertos caminaban, mientras que arcángeles ganaban poderes que podían modificar la estructura misma del mundo. Los monstruos aun podían liberarse de nuevo y la bruja malvada, probablemente, vendrá cacareando a la vida para unirse a los brazos de su maléfico mejor amigo. A pesar de todo eso, en este momento, con la nieve cayendo suavemente alrededor de ella y su consorte, su ciudad viva, Elena no quería estar en ningún otro lugar ni con nadie más. Y tampoco, sabía, lo quería el arcángel que la besaba sobre Manhattan, sus brazos sosteniéndola segura.

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Traducido, Corregido y DiseĂąado en: 326


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