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Staff Dey Turner
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Nana Maddox
Índice
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Equipo de las sombras
Capítulo 24
Capítulo 1
Capítulo 25
Capítulo 2
Capítulo 26
Capítulo 3
Capítulo 27
Capítulo 4
Capítulo 28
Capítulo 5
Capítulo 29
Capítulo 6
Capítulo 30
Capítulo 7
Capítulo 31
Capítulo 8
Capítulo 32
Capítulo 9
Capítulo 33
Capítulo 10
Capítulo 34
Capítulo 11
Capítulo 35
Capítulo 12
Capítulo 36
Capítulo 13
Capítulo 37
Capítulo 14
Capítulo 38
Capítulo 15
Capítulo 39
Capítulo 16
Capítulo 40
Capítulo 17
Capítulo 41
Capítulo 18
Capítulo 42
Comida
Capítulo 43
Capítulo 19
Capítulo 44
Capítulo 20
Epílogo
Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23
Sinopsis A raíz de una guerra brutal, el arcángel Rafael y su cazadora consorte, Elena, están tratando con las mareas cambiantes de la política entre la traición de arcángeles y los habitantes de una ciudad maltratada, pero no rota. Lo último que la ciudad necesita es más muerte, especialmente una misteriosa muerte que lleva la firma de un loco arcángel enemigo que no puede y no debe caminar por las calles. Esta caza debe realizarse con sigilo y sin alertar a su gente. Debe ser manejado por los que pueden convertirse en las mismas sombras...
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Ash es una rastreadora dotada y una mujer maldecida con la capacidad de detectar los secretos de cualquiera que llegue a tocar. Pero hay un hombre que ella conoce muy bien, sin ni siquiera haber tenido un solo instante de contacto con su piel: Janvier, el vampiro Cajún peligrosamente sexy que la ha fascinado y enfurecido por años. Ahora, a medida que siguen la pista de un asesino despiadado, su juego del gato y el ratón de coqueteo y provocación se ha convertido en uno profundo del corazón. Y esta vez, es el oscuro y terrible secreto de Ash el que amenaza con destruirlos a ambos. Guild Hunter, #7
EQUIPO DE LAS SOMBRAS Traducido por Dey Kastély Corregido por Melii
Ashwini se desplazó por el hueco de la escalera con pasos rápidos, cuidando no hacer ruido. Teniendo en cuenta el diseño de las escaleras, un tipo de espiral cuadrado completo con un hueco en el centro que iba desde la parte superior del edificio de setenta y tres pisos hasta el sótano, los ecos rebotarían en las paredes en un escándalo tremendo. Era poco probable que alguien oyera el ruido con la batalla angélica sucediendo en los cielos de Nueva York mientras abajo los vampiros peleaban contra el azote de los renacidos, pero hacerse la arrogante era una buena manera de terminar muerto. Era por eso que Janvier había cortado la energía de esta parte del edificio, y el por qué Naasir instaló una tanda de pequeñas explosiones para distraer al enemigo.
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Con una gota de sudor rodando por su espalda, se pegó a la pared cuando una puerta se abrió en una planta superior. —No hay luz. —La voz irritada de un hombre retumbó, magnificada por la terrible acústica para lo que se suponía ser un edificio de oficinas, aunque uno diseñado por un arquitecto conocido por su trabajo “vanguardista”—. El ataque más reciente de Rafael debió haber dañado el edificio. —No. —Una voz femenina esta vez—. Tiene gente en este lado de la línea. Bloquea las puertas de la parte principal del piso a ambos lados. Le avisaré a nuestra gente que haga lo mismo por todo el edificio. Los labios de Ashwini se curvaron. No necesitaba entrar al edificio en sí para cumplir lo que vino a hacer. No en este edificio en particular. Continuó subiendo tan pronto los guardias enemigos se fueron, y se encontró considerando el nombre de Naasir para su pequeño equipo: guerreros de las sombras. Era por mucho una descripción más apta que “espía” o incluso “soldado”. Juntos, el trabajo de Ashwini, Janvier y Naasir era molestar, desconcertar y agravar las fuerzas enemigas en el corazón del campamento hostil. Para un equipo de tres personas, pensó que habían hecho un trabajo jodidamente bueno. Esto sería la cereza del pastel. Llegando al piso directamente por debajo del techo, se quitó la pequeña mochila y sacó los cargadores. Diez segundos, eso era todo lo que necesitaba para colocar y armar el dispositivo. La explosión resultante podría no colapsar el techo, pero debía hacer el daño suficiente para sacar de su juego a la fuerza invasora. —Listo —
murmuró al micrófono del dispositivo de comunicaciones elegante que llevaba enganchado en su oreja derecha. —Sal, cher1. —Una voz tan lánguida como la de un brumoso día de verano, si no notabas el acero por debajo—. Tu presencia ha sido detectada. —En movimiento. —Con la mochila puesta, apenas había cubierto dos tramos cuando botas retumbaron a cierta distancia por debajo, entremezcladas con bramidos y gritos de guerra. Hora del plan B. Se quitó la mochila y sacó la cuerda de rapel. Una vez anclada al riel del hueco de la escalera, podría usarlo para deslizarse más allá y por debajo de cualquier perseguidor antes de que supieran que se había ido. Los guantes de cuero que añadió a su atuendo no eran una declaración de moda, sino una medida de prevención justo para esta contingencia. De lo contrario, sus palmas estarían destrozadas al final.
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Trabando el pesado mosquetón directamente a la barandilla después de probar que el metal aguantaría, al menos lo suficiente para poder llegar debajo de sus perseguidores, arrojó la cuerda al centro del hueco del edificio. Se desenrollo rápido y en silencio, el roce metálico del mosquetón moviéndose contra la barandilla ocultándose por el ruido de los guerreros hostiles dirigiéndose a ella. Dejando vacía la mochila, fue a balancearse... y se dio cuenta que podía sentir una corriente de aire caliente en la nuca. Se dio la vuelta, agachándose, pero fue demasiado lenta. El hombre que había entrado en silencio por la puerta a su espalda se estrelló contra ella. El mosquetón resonó contra el riel en un fuerte golpe esta vez, clavándose en la parte baja de su espalda mientras su atacante empujaba el brazo hacia su garganta. Colmillos brillaron en su rostro. —Es tan agradable cuando el almuerzo tiene los modales de presentarse en la puerta. Habiendo utilizado su pausa autocomplaciente para colocar un cuchillo en cada palma de las fundas escondidas bajo su chaqueta, se impulsó hacia arriba por su intestino. Su posición atrapada hizo imposible un corte profundo, pero llamó su atención, sangre en su hoja. Él rugió de rabia, golpeándola en el estómago y retrocediendo. Era todo lo que necesitaba. Respirando más allá de la agonía de su golpe, cortó de nuevo. Conectó con fuerza y lo suficientemente exacto para perforar un pulmón. Podría haber acabado con un mortal, pero su oponente no era mortal. Con un sonido de ira, sus ojos parecieron brillar en la oscuridad. —Perra. —Cuando se giró, no fue con su puño.
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Querida, en francés.
Ashwini era hábil en combate cuerpo a cuerpo, pero se encontraba en un espacio reducido, en la oscuridad con un vampiro que claramente no era neófito en el arte. Y él tenía lo que parecía un sable. Alzó sus cuchillos para parar el golpe, pero fue demasiado pesado, un golpe demasiado exacto, el impacto brutal. Sus cuchillas cayeron al suelo mientras le hacía un corte en la palma y el lado inferior de su antebrazo derecho con la punta de la hoja, luego esa hoja fue un fuego helado en su pecho. El aroma a hierro, húmedo y oscuro, llenó sus fosas nasales, su respiración sólo jadeos superficiales. El vampiro se echó a reír. Consciente de que ahora no podría salir de esto, no con el pesado clamor de botas enemigas sólo un piso por debajo y el vampiro espadachín enfrente de ella, se las arregló para que su mano derecha funcionara lo suficientemente bien para agarrar el arma de la funda en su muslo. Convertirse en un prisionero de guerra no era una opción; nunca más dejaría que nadie la encerrara. Por supuesto, era poco probable que eso fuera un problema ya que a Lijuan le gustaba comer personas, los restos que quedaban después de que la Arcángel de China se alimentaba se reducían a cenizas.
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—Lo siento, cher —le susurró al hombre al otro extremo del dispositivo de comunicación, el hombre que le enseñó a jugar mucho después del final de su absurda infancia, y disparó. El sonido fuerte y contundente de su arma escupiendo fuego llenó el hueco de la escalera, las balas pasando a través de su atacante vampiro para rebotar en las paredes. Gruñendo por el impacto, el vampiro retrocedió tambaleándose. Sólo para recuperarse y gritarle obscenidades; en los destellos de la pistola, lo vio alzar su sable para un golpe mortal. Esa espada cayó al suelo antes de siquiera la alcanzara, sangre rociando su rostro en un borbotón caliente. Dejó de disparar... y escuchó el ruido sordo y mojado de su cabeza rebotando por las escaleras, supo que fue cortada por una fluida hoja de acero que no era una espada o un cuchillo, sino algo intermedio, tan afilada como una guadaña y aún más letal. —Nada de disculpas entre nosotros, preciosa —dijo Janvier y, alzándola en sus brazos, subió corriendo por las escaleras. No valía la pena protestar. Tan mal herida como se encontraba, ella sólo los retrasaría si insistía en moverse por sus propios medios. En su lugar, acercó su mano izquierda ensangrentada alrededor de su costado por el arma que sabía él llevaba en una funda en su cintura. Tomó un segundo conseguir un agarre, su cálido aliento en su cuello, y los músculos abultándose y flexionándose contra ella mientras subía por los escalones. Tratando de no pensar en el hecho de que su pecho se hallaba prácticamente cortado por la mitad, se incorporó y apuntó con ambas
armas, la de él y la suya, por encima de sus hombros. —Tus oídos recibirán una paliza. —Sobreviviré. Apretó el gatillo de ambas pistolas. Sus perseguidores cayeron bajo el bombardeo, pero sabía que no duraría mucho. No solo pronto se quedaría sin balas, y eso contando los dos cargadores de repuesto que tenía con ella, tenía que sacar el corazón o el cerebro de un vampiro para matar con un arma. E incluso entonces, eso dependía de la edad y fuerza del vampiro en cuestión. Una vez, Ashwini había vaciado un cargador entero en el cerebro de un vampiro psicótico sólo para que se abalanzara sobre ella. Janvier se sacudió en ese instante, pero no detuvo su impulso. Cuando le tocó el hombro, sintió la calidez resbaladiza de sangre fresca. Se le revolvió el estómago. —Te ha dado una bala. —No te detengas —ordenó—. Mantenlos distraídos.
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Con el olor de su sangre encendiendo sus instintos más profundos y primarios, ella hizo lo que le pidió, derribando a un vampiro que estuvo a punto de saltar hacia ellos. Tres balas en el cerebro, su puntería exacta gracias a la entrecortada visión inquietante que captó en la fracción de segundo de un destello, y él se quedó en el suelo, dándoles a sus compañeros una pausa. Su arma hizo clic en el disparo final, quedando vacía. Sin embargo, cuando trató de utilizar ese momento de respiro para colocar un cargador nuevo, casi se le cayó la pistola. —Me estoy mareando —dijo, la lengua gruesa en su boca—. Déjame. Vete. Él podía salir de la misma manera en la que sin duda había entrado; escalando el lado del edificio. Janvier podía trepar hasta la pared más perpendicular sin problema, sus movimientos tan hermosos como si fueran otros, un recordatorio de que no era humano. —Puedes beber mi sangre. —Las palabras salieron mal articuladas, pero logró otro disparo cuando un estruendo traicionó a un vampiro enemigo que había asomado la cabeza. Les compró unos segundos más—. Por fuerza. —Me encantaría. —Con el pulso golpeteando contra ella mientras su rostro se hundía en su cuello, las armas colgando inertes de sus dedos, él dijo—: Pero preferiría que estuvieras chupando mi pene en el momento. Trató de gruñir en respuesta, pero las palabras no saldrían. —No te vayas, Ash. No te vayas, carajo. —Las palabras duras e implacables mientras se detenía al final del rellano, el mismo lugar donde ella colocó los cargadores.
—Estoy aquí —se las arregló para murmurar, dándole palmaditas en la mejilla con una mano ensangrentada. Era tan pecaminosamente guapo, era Janvier, con sus ojos verdes y cabello castaño oscuro que se tornaba cobrizo bajo el sol de verano. Deseó haberlo besado de verdad, deseó haberlo arrastrado a la cama y mordido ese trasero apretado suyo. —Podemos rectificar eso más tarde —dijo y cambió su agarre para sostener todo su cuerpo contra él, un brazo alrededor de su cintura—. Brazos alrededor de mi cuello. Vamos, preciosa. No me falles ahora. Sus extremidades se sentían tan pesadas, sangre goteando sobre su piel para empapar la cintura de sus pantalones, pero se las arregló para entrelazar los brazos alrededor de su cuello. —¿Ventana? —No, mi ruta de entrada habrá sido conectada a estas alturas. Vamos hacia abajo. —Usando una cuerda que debió anclar a la barandilla cuando llegó, se balanceó por un costado y se deslizó a una velocidad impresionante. Gritos y alaridos venían de arriba, pero todo en lo que Ashwini podía pensar era en que no llevaba guante.
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Él hizo que se detuvieran con violencia cuando llegaron a un piso más abajo, lejos de sus perseguidores, pero no fuera de peligro. Fue perfectamente calculado: escuchó la cuerda deslizarse un segundo más tarde, habiendo sido cortada desde arriba. Janvier ya se encontraba corriendo por las escaleras, Ashwini una vez más acunada contra su pecho. Corrieron rápidamente más allá del primero piso y abajo hacia la cochera. Un vampiro con cabello plateado metálico y ojos del mismo sorprendente tono contra la piel de un marrón rico y acariciable los esperaba, la puerta abierta. Cerrándola de un empujón detrás de ellos, Naasir destrozó el mecanismo de apertura doblando parte de ello con fuerza bruta. —¡Corran! ¡Me encargaré de cualquier persecución! Un pequeño estampido reverberó a través del edificio en ese instante, polvo cayendo sobre su cara del concreto del techo de la cochera. —Lo hicimos —intentó susurrar, pero su garganta no funcionaría... y los latidos de su corazón marchaban lentamente. Como si su cuerpo ya no tuviera sangre que bombear. —¡Ashwini! La voz de Janvier fue lo último que escuchó antes de que las luces se apagaran.
1 Traducido por Dey Kastély Corregido por Melii Un aliento fétido en la nuca. Un escalofrío en los huesos. Un susurro frío en la oscuridad. Existen cosas que no deberían existir, no deberían caminar, no deberían respirar, no deberían ser nombradas. Existen esas pesadillas que, una vez dada forma, nunca pueden ser puestas de nuevo en el paisaje onírico. —Pergamino de lo Antiguo Desconocido, Biblioteca de El Refugio.
11 Se había producido una guerra. Arcángel contra arcángel. Escuadrones de ángeles en el aire y tropas de vampiros por tierra. Él lo dijo cuando regresó. El ser que ya no recordaba su nombre, que ya no sabía si vivía o se encontraba atrapado en un purgatorio sin fin, escuchó los combates. Pero no le importaba. Esa guerra existía en otro mundo, no en la pequeña oscuridad que era el suyo. Aquí, luchó su propia guerra, gritando ante el débil sonido de arrastre que anunciaba los pasos del monstruo aproximándose. Pero incluso mientras gritaba con la garganta rota y en carne viva, supo que no producía ningún sonido, su pecho dolía por la falta de aire. El pánico envolvió su mano cruel en su garganta y ahora presionaba, presionaba. —No, no, no —lloriqueó la criatura atrapada dentro de su cráneo, la boca permaneciendo cerrada en ese grito silencioso. Una parte de quien fue una vez, entendió que su mente estaba rota y nunca se recuperaría. Esa parte era un pequeño núcleo escondido en una parte distante de su psique. El resto fue arañado con horror y miedo... y tristeza. Lágrimas rodaron por su rostro, atrapado en su garganta asolada, pero la inquietante sensación de desesperación pronto fue aplastada bajo el asfixiante peso del miedo al desnudo.
Entonces, luz golpeó los ojos que debían ser los suyos en una ceguera agonizante y su pulso se congeló. El monstruo estaba aquí.
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2 Traducido por Josmary Corregido por AriannysG
Tres semanas después de perder la mayor parte de la sangre en su cuerpo, Ashwini consideraba pintar una de las paredes de su sala de estar de color rosa con lunares morados cuando su teléfono empezó a zumbar. Tomándolo de la mesa de centro de madera que restauró el año anterior, respondió para encontrar a Sara del otro lado de la línea.
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La directora del Gremio tenía un trabajo para ella. —Algo raro está ocurriendo en el Barrio Vampírico —dijo—. Los perros y gatos están desapareciendo. El primer informe fue después de la batalla, pero podría haber estado ocurriendo durante más tiempo con los perros callejeros de los que nadie está pendiente. —Suena un susurro débil, páginas siendo volteadas—. Un cuerpo canino finalmente apareció en una alcantarilla y los informes indican que fue disecado. "Como una momia", según el veterinario que me llamó. Quiero que le eches un vistazo. —¿Quieres que investigue a un perro momificado? —Ashwini amaba los animales, tendría su propio gran cachorro baboso si no viviera en un apartamento en Manhattan, pero esta difícilmente era su área de especialización—. No soy egiptóloga. Tampoco me gustan las alcantarillas. —El perro ya no está en la alcantarilla, así que estás a salvo — dijo Sara sin perder el ritmo—. Podría ser que tengamos un vampiro loco alimentándose de animales domésticos. Solo echa un vistazo. Estrechando la mirada, Ashwini observó La Torre del Arcángel elevándose por encima de las nubes, a través del vidrio reforzado de la pared de la sala frente a la que consideraba pintar más temprano, el color naranja del atardecer rozando alas angelicales en tonos de castaño y siena en su línea de visión. Fue Ellie quien le dijo acerca de este edificio, la otra cazadora tuvo un apartamento en un edificio similar al lado antes de que se enamorara del hombre escalofriante y peligroso que controlaba América del Norte desde esa Torre. —En serio, Sara —dijo, siguiendo la errática trayectoria de vuelo de un ángel que parecía estar probando un ala que fue herida—, ¿no pudiste encontrar nada menos peligroso? ¿Cómo enviarme a encontrar la aguja de tejer perdida de una señora mayor?
La directora del Gremio rió, completamente imperturbable. —Oye, ahora tienes el récord del Gremio para la mayor cantidad de puntos de sutura en una sola sesión, disfruta del tiempo libre. —Quiero una caza real después de esto. —Frunció el ceño, pero su mano se empuñó mientras silenciosamente instó al ángel desconocido que trataba de hacer un aterrizaje en un tejado adyacente a La Torre—. O me voy a cazar a Janvier por principios. —El maldito vampiro fue amable con ella durante semanas, desde que se cortó durante la batalla para defender a Nueva York de las fuerzas invasoras enviadas por la arcángel Lijuan. El ángel que acababa de hacer un aterrizaje bueno, pero inestable en una azotea lejana, no tenía dudas fue herido en la misma batalla. —Excelente —dijo Sara, como si Ashwini le acabara de decir que los unicornios no solo existían, sino que actualmente concedían deseos en Central Park—. Avísame cuando, así puedo comprar entradas. Ahora ve a ver a la momia canina. —Grrr. —Colgó después de hacer el sonido de gruñido que había imitado de Naasir durante el tiempo que Janvier, Naasir y ella trabajaron como equipo detrás de las líneas enemigas.
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Al entrar en su habitación, empujó las cortinas de un amarillo profundo a través de las puertas corredizas que conducían a su pequeño balcón. Ese balcón fue lo que hizo que Ellie le recomendara este apartamento cuando lo vio de camino al mercado; Ashwini le dijo a Ellie una vez lo mucho que le gustaba la forma en que el balcón de Ellie ofrecía una sensación de libertad, aun en lo alto de un rascacielos. El color de las cortinas era vibrante contra las paredes blancas almidonadas que Ashwini dejó intactas, y un vivo contraste con el rosa fucsia de las almohadas tiradas en su cama. Las sábanas eran color crema con finas rayas rosadas, la alfombra de oro pálido. Una escultura espiral de cristal azul cerúleo se encontraba en un alto taburete negro de madera en una esquina; encontró la escultura en la acera en Greenwich Village, después de que el dueño anterior lo tirara sólo porque la base estaba agrietada. Ellos pierden si no podían ver la belleza en la fractura, la cicatriz. La habitación podría tener demasiado color para muchos, pero después de la elegancia refinada del lugar en el que había pasado cinco meses de su décimo quinto año de vida, no podía soportar la sencillez o el minimalismo. La textura, el color, la historia, era lo que quería a su alrededor, porque ella recogía trozos que otros desecharon y les daba una nueva vida. Una vez, ella también fue considerada demasiado rota para ser útil. Sus dedos rozaron la cicatriz que dividía diagonalmente su pecho mientras se quitaba su camiseta gris, la marca un recordatorio de que casi fue cortada fatalmente. Abrió la puerta de su armario para revelar
el alto espejo montado en el otro lado, el cual capturó la línea limpia que declaraba la habilidad del vampiro que utilizó la espada. Ya no se encontraba en carne viva y rojiza, y finalmente se desvanecía en un color miel pálido que era la sombra de las otras cicatrices pequeñas en su piel. Los recuerdos, no obstante, nunca se desvanecerían. No te vayas, Ash. No te vayas, carajo. La voz de Janvier fue lo último que Ashwini escuchó antes de desmayarse, y lo primero después de que despertó. —Es de mala educación gruñirle al amable doctor, Ashblade. En realidad, estuvo demasiado débil para gruñir, pero había dejado claro su disgusto por el marco institucional. Así que Janvier la llevó a su casa, la metió en su propia cama, y le hizo sopa. ¡Desde cero! ¿Quién hacía eso? Nadie más hizo eso por ella y no sabía cómo manejar el extraño sentimiento que ese recuerdo le despertaba. Así que simplemente le cerró la puerta, como hizo durante las dos semanas desde que lo echó, y se centró en la cicatriz.
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Al principio, se preocupó de que la herida hubiera causado daño muscular que limitaría su rango de movimiento. Una visita al médico principal del Gremio la semana anterior, sumada a su creciente movilidad, borraron esa preocupación. Ya que planeaba mantener su ritmo de recuperación, tomó la botella de aceite especial que Saki le dio. —Frótalo dos veces al día después de que los puntos se disuelvan —dijo la cazadora veterana—. Ayudará con la curación de tejidos profundos. Dado el impresionante récord de lesiones de Saki, Ashwini no iba a discutir. Frotó el aceite de olor dulce, entretejió su cabello en una trenza floja, luego se quitó los pantalones de yoga y se puso vaqueros adecuados para el invierno, botas de caza, un jersey de angora de un naranja vibrante sobre una camiseta fina de manga larga diseñada para retener el calor corporal, y una chaqueta de cuero negro con forro térmico que le llegaba a la cadera. Encontró sus guantes metidos en los bolsillos de la chaqueta, por lo que se salvó de tener que buscarlos. Decidió dejarse los aretes de aro que llevaba puestos, si el pobre perro muerto lograra levantarse y atacarla, merecía arrancarlos de sus orejas, y comenzó a guardar sus armas. Cuchillos debajo de sus brazos, así como uno en su bota izquierda, además de un arma en una pistolera oculta y otra en una funda de muslo visible. Agarrando su credencial del Gremio, la guardó en un bolsillo de fácil acceso. La mayoría de los policías locales sabían de los cazadores que vivían en la zona, pero siempre estaban los novatos. Les pondría fácil el confirmar su identidad, ya que apestaría morir a tiros por un pez gordo de gatillo fácil, sobre todo después de haber sobrevivido a una guerra inmortal,
Una vez hecho eso, consideró su ballesta. Aunque la adoraba, casi tanto como el lanzagranadas portátil almacenado en un depósito de armas en la sede del Gremio, parecía un poco extrema para una visita a un veterinario. —Dios, Sara —murmuró recordando su asignación tan segura que era una broma—. Estoy casi segura de que me estás jodiendo. Sin embargo, incluso eso era mejor que sentarse de brazos cruzados o destruir su apartamento con opciones de decoración inducidas por el aburrimiento. Antes de que hiciera girar el dial para bloquear las armas a salvo escondiéndolas en la parte posterior de su armario, se puso el brazalete negro brillante que Janvier le envió por correo un año antes. Sacúdelo para revelar el alambre en el interior, y estarás sosteniendo un garrote letalmente eficaz. El maldito hombre la conocía demasiado bien. Razón por la cual ella no podía entender su comportamiento después de su lesión. Ambos tenían un entendimiento, se irritaban y desafiaban el uno al otro y sí, coqueteaban, pero el resto… la bondad, la ternura, eso cruzaba una línea.
16
La acunó contra su pecho cuando ella tuvo problemas para sentarse, le dio de comer cucharada por cucharada. Se había sentido cálido y seguro, aterrador e indignante. Debido a que era la única cosa que no podía tener, y ahora él había destrozado su equilibrio duramente ganado mostrándole lo que se perdía. Ocultando airadamente unos cuantos cuchillos más en su cuerpo, por si acaso, se dirigió a la puerta principal y la abrió de golpe. —Ahí estás, preciosa —dijo el vampiro de doscientos cuarenta y siete años de edad en su puerta, su cabello del rico tono como el del café de achicoria que una vez le hizo, y su piel de color oro bruñido. Ella le enseñó los dientes de una manera que no podía siquiera tomarse como una sonrisa. —Pensé que te dije que te alejaras. —La última vez que él "pasó cerca de aquí", le trajo helado de chocolate y menta. Su favorito. Tomó el helado y le cerró la puerta en la cara en un esfuerzo de darle una lección. Él se rió, el sonido salvaje y descarado penetrando el endeble escudo de la puerta para hundirse en sus huesos, haciéndole doler el alma. —Sí me alejé —señaló en esa voz acentuada con la cadencia única de su patria, sus hombros moviéndose debajo de su chaqueta de cuero de un color bronce suave, mientras cruzaba sus brazos—. Durante toda una semana. —¿En qué mundo alejarse significa que envíes repartidores de comida para llevar a la puerta de mi casa? Sus ojos del matiz de un musgo de pantano, luz del sol sobre sombra, la escanearon de la cabeza a los pies. —¿De qué otra me aseguraría de que no caíste colapsando en el baño porque eres demasiado terca para pedir ayuda?
—No me he tropezado en ningún momento en el último par de semanas. —Y a pesar de las predicciones sombrías de su padre en la infancia, ella tenía amigos. Honor había venido cada par de días, alternando con Ransom, Demarco, y Elena. Naasir llenó su congelador con carne antes de partir hacia Japón cuarenta y ocho horas después de la batalla. —La proteína te ayudará a sanar. —Fue su concisa instrucción—. Cómela. Algunos otros cazadores pasado por ahí para comparar cicatrices de batalla después de que escaparan del confinamiento del hospital. Saki se quedó por dos noches, absorbiendo a Ashwini con sus padres en Oregon. La pareja de ancianos le hizo una vez Ashwini un gran favor, y aunque estuvo demasiado dañada entonces para confiar en ellos lo suficiente como para forjar un vínculo emocional, nunca olvidaría su generosidad. Como no podía olvidar la forma en que Janvier la sostuvo en su regazo en el viejo sillón junto a la ventana, con la mano acariciándole el cabello mientras la nieve caía sobre la ciudad. Fue un momento en el que habría querido vivir para siempre. Pero no podía.
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—Fuera de mi camino —dijo, su odio ante el destino algo frío y desgarrante dentro de ella que nunca fue capaz de domar a pesar de su decisión de vivir la vida al límite—. Me dirijo a un trabajo. Sin más gracia perezosa, su expresión era ahora sombría. —No estás totalmente recuperada. Saliendo y cerrando la puerta, avanzó por el pasillo. —El doctor me dio un certificado de buena salud. —Incluso si no lo hubiera hecho, Ashwini conocía su cuerpo. Estuvo en condición de cazadora antes de la lesión y comenzó a ejercitarse tanto como podía en el instante en que no hubo ningún peligro de que la herida se abriera. —Ash. —Janvier puso la mano en su espalda baja. —Nada de tocar. —Apretando los dientes contra el impacto de él, extendió la mano para pulsar el botón para llamar al ascensor. Janvier usó su cuerpo para bloquearla. —Voy contigo. Su mente volvió a la última vez que dijo algo similar, a la primera misión en la que trabajaron juntos. En ese entonces, eran enemigos que se declararon una tregua temporal, y el problema fue un desastre en Atlanta. Ahora, él se hallaba abiertamente unido a La Torre, lo cual técnicamente los puso en el mismo lado. Trabajaron como un dúo bien afinado en Atlanta, volviendo a caer en el mismo ritmo impecable durante la batalla. Como si siempre hubieran estado destinados a ser un par. Y eso simplemente apestaba.
—Bien. —Negándose a enfrentar el terrible dolor que acechaba bajo su ira, entró en el ascensor cuando se abrió para que saliera una de sus vecinas. Janvier esperó hasta después de que la otra mujer estuviera lejos para decir—: Me da mala espina cuando cooperas. —Los ojos entrecerrados. —Entonces, no vengas. —No te desharás de mí tan fácilmente, cher. —Extendiendo una mano para bloquear la puerta que estaba cerrándose, entró. La primera vez que la llamó cher, fue un coqueteo malvado. De alguna manera, el término se convirtió en algo más en los años siguientes, un cariño reservado para ella. Nunca lo escuchó usarlo con alguien más. Hoy, se quedó de pie demasiado cerca mientras bajaban, su aroma una sexy y enfurecida mordida contra sus sentidos. Una gran parte de ella quería jalarlo hacia su boca. Sabía muy bien que segundos después de que lo hiciera, la estrellaría contra la pared, con las piernas envueltas alrededor de su cintura mientras golpeaba su polla dentro de ella, sus manos y bocas voraces tocando, poseyendo, saboreando. La química entre Janvier y ella nunca fue cuestionada.
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Cuando salió del ascensor en frente de ella, no podía dejar de admirar su peligro elegante. Sus músculos, erigidos largos y delgados, como los de un corredor o un nadador, se movían con una gracia sensual que engañaba a la gente para que pensara que no era una amenaza. Ashwini sabía que no era así. Poco menos de un año antes, enviaron tres cabezas decapitadas a La Torre para indicar el final de una orden de ejecución. Esas cabezas pertenecían a los vampiros que habían cortado a Ashwini después arrinconarla en grupo. Ella mató a dos de los cobardes, hirió a los otros, y esos otros fueron los que Janvier entregó. Por supuesto, nunca reclamó la autoría del acto; casi todo el mundo pensaba que los vampiros fueron ejecutados por un ángel. Ashwini sabía la verdad sólo porque Sara se enteró por Dmitri, la mano derecha del arcángel Rafael y el vampiro más poderoso del país. Con una ceja levantada, la directora del Gremio había repetido la respuesta de Dmitri al darse cuenta de que el Gremio estaba enviando un equipo para capturar a los vampiros renegados. —No hay necesidad. El Cajún se ocupó de eso. Los imbéciles muertos tocaron a su cazadora. Fue entonces cuando Ashwani comenzó a tratar de poner distancia entre ellos, comenzó a tratar de cortar la conexión a la que no podía permitírsele crecer. Janvier lo convirtió en una tarea imposible. La rastreó en los rincones más remotos del mundo, enojándola hasta el
punto en que una vez lo ató y vació una olla grande de miel sobre su cabeza, antes de pretender dejarlo para los insectos. Él se rió con deleite y se liberó cortando la soga con una cuchilla oculta, luego la persiguió a través de los árboles, amenazando con hacerla lamer cada gota de la materia pegajosa dulce de su cuerpo. La interacción la hizo sentir más viva de lo que estuvo en todas las semanas desde que decidió alejarse de él. Y fue egoísta, continuó jugando con él sin decirle que su coqueteo nunca podría ser algo permanente. Sus deseos no importaban. Tampoco los de él. No existía otra opción.
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3 Traducido por Marie.Ang Corregido por Fany Stgo.
Montado en el rojo vivo de su motocicleta, estacionado ilegalmente frente al edificio de ella y bañado por los dorados rayos de un denso color naranja que irrumpían del cielo invernal, Janvier levantó el casco que dejó enganchado en el manillar y se lo ofreció. —¿Te das cuenta que esto es Manhattan? —preguntó con una mirada mordaz al tránsito peatonal, no muy segura de que fuera una buena idea estar así de cerca de él. El hecho era que, Ashwini no confiaba en sí alrededor de Janvier. Ya no. No cuando la parte enojada de ella quería robar tiempo con él de cualquier forma que pudiera.
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Ahogando la voz que decía que sería mucho más divertido montarlo a él y no a la moto, se cruzó de brazos. —¿También dejaste la llave en el contacto? Él se encogió de hombros, con labios curvados pero ojos duros, vigilante. —Esta moto no necesita una llave, mi khoobsurat2 Ash. Sube y te mostraré los lujos electrónicos de mi querida. Su uso de la lengua que ella aprendió en la rodilla de su abuela no la sorprendió; él había cumplido su Contrato de cien años en la corte de Neha, después de todo. —Chaque hibou aime son bébé3 —dijo en respuesta, habiendo descubierto el peculiar diccionario en línea mientras intentaba descubrir algo que él le dijo. Una sonrisa pecaminosa en él que iluminó sus ojos provocó que su estómago diera un salto mortal. —Me niego a ser etiquetado como un búho, no he comido ningún ratón últimamente. Pero amo esta bestia. Ven, déjame darte un paseo. Aceptando el casco a pesar de sus dudas, se lo puso, frunció el ceño cuando él permaneció con la cabeza descubierta. —El vampirismo no protege contra el síndrome de no-cerebro. —Le golpeó con los nudillos suavemente la nuca—. Es mejor que tengas otro casco. —Sólo compruebo si aún te preocupas. —Sacó un segundo casco de donde aparentemente lo dejó enganchado en alguna parte de la moto fuera de su línea de visión. El hombre realmente quería que le robaran sus cosas. Entonces de nuevo, pensó, sus ojos aterrizando en el 2 3
Hermosa, en hindú Cada búho ama a su bebé, en francés cajún.
pequeño par de alas negras en la pintura rojo brillante del panel lateral, sería un ladrón estúpido el que tomara la propiedad marcada como perteneciente a la Torre. —A los adictos no les importa —dijo ella, apuntando al emblema—. Su cableado está demasiado enredado. —Ese es el por qué le pedí al portero que mantuviera un ojo en ella. —Le guiñó el ojo por haber sacudido su cadena así de larga, sus pestañas gruesas y ligeramente curvadas en los extremos—. ¿Dónde quieres ir? Hoy no soy más que tu fiel corcel. Balanceándose tras él, puso una mano enguantada en su hombro y le dijo la dirección de la clínica veterinaria. Él olía incluso más delicioso de cerca, la peligrosa mordida de él recubierto con un matiz terroso que hacía eco de su personalidad: Janvier podía quitarse lo sofisticado, de eso no tenía duda, pero su piel real estaba llena de ásperos bordes sexys. La motocicleta volvió a la vida con un rugido gutural que vibró entre sus piernas. Tomando aire con fuerza, se sujetó de la cintura de él cuando le alcanzó para acariciarla en el muslo. —Manos y ojos al frente. Riéndose, él regresó las manos a donde deberían estar después de ponerse los guantes. —Agárrate.
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Ashwini controló su posición con los muslos cuando él se deslizó en el pesado tráfico, manteniendo sólo la mano en su hombro para equilibrarse. Su chaqueta de cuero gastado no hizo nada para aislarla de la intimidad de sentir su cuerpo moviéndose, músculo, tendón y hueso cambiando bajo su toque mientras maniobraba la moto a través del mar de autos. Cuando un ángel se deslizó sobre los vehículos, el azul distintivo de sus alas causando que lo automovilistas redujeran la velocidad ante una maravilla que nunca se desvanecía, Janvier levantó una mano en casual reconocimiento. En vez de regresar el saludo, Illium señaló la acera y Janvier inmediatamente sacó la moto del flujo de tránsito, a otro lugar de estacionamiento ilegal frente a una boca de incendios. Illium aterrizó en la acera casi en el mismo instante, plegando las alas en un susurro de sonido. Ojos dorados con cabello negro como la tinta untada en azul y una impecable estructura ósea, era uno de los ángeles más asombrosamente hermosos que Ashwini vio en su vida. Sin embargo, él no le hacía nada, bien podría haber sido una escultura de mármol creada por un maestro. Sólo era Janvier quien penetró el cuidado acero de sus defensas, sintiéndose como en casa. Como lo hizo en su sofá hace dos semanas y media, su brazo envuelto alrededor de ella mientras se extendían para ver una vieja película blanco y negro. Cuando ella empezó a quedarse dormida, su cuerpo aún sin toda su fuerza, la arropó con un beso en la frente que podía sentir incluso ahora.
—Ash —dijo Illium, un distintivo brillo en el oro—. Pensé con certeza que estaría organizando el funeral de Janvier cuando dijo que planeaba quedarse en tu guarida. Incluso llamé a una funeraria. Subió la visera de su casco. —Guarda el número. Podría ser de utilidad uno de estos días. —Cómo sigues hiriéndome. —Janvier se golpeó en el corazón dramáticamente con una mano antes de levantar el visor de su casco—. ¿Por qué sacaste, dulce Campanilla? ¿No puedes ver que estoy actuando como el chofer de mi Ashblade? Illium se metió una mano en el cabello, empujando hacia atrás las hebras demasiado largas que caían en su rostro. —Dame una de tus espadas —exigió—. Necesito cortar esto antes de que me deje ciego. —Lo haces aquí y habrá una estampida para conseguir los deshechos —señaló Janvier—. Por no mencionar la angustia que tal barbarie causará en los tiernos corazones de todos aquellos que adoran tu fina norma.
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Illium murmuró algo ofensivo sobre Cajunes que deberían ser arrojados de edificios que no hizo nada por atenuar la diversión de Janvier. Su cabello también le rozaba la nuca, pero él estaba cómodo con ese largo, y a Ashwini le gustaba. Demasiado. Pasar sus dedos a través de la pesada seda era un profundo placer al que se había entregado sólo en raras ocasiones, demasiado consciente de que podía convertirse en una adicción. —Hay una situación que necesito que resuelvas —dijo Illium después de volver a apartarse el pelo—. Los detalles han sido enviados a tu teléfono. Ashwini encontró la mirada del ángel. —¿Me conecto los auriculares? —Los cazadores habían peleado junto a los inmortales en la batalla para mantener su ciudad, lo que volvería hacer si la situación lo ameritaba, pero cuando se trataba de la existencia del día a día, involucrarse en los negocios de la Torre podía ser peligroso para la salud de un mortal—. O puedo saltar al metro —ofreció, sacando la mano del hombro de Janvier. —No —dijo él, al mismo tiempo que Illium pronunció la palabra—. Ahí, cher —añadió Janvier—. No romperías nuestros corazones, ¿cierto? —¿Cuál es la situación? —le preguntó a Illium, tratando de ignorar la forma en que la voz de Janvier se envolvió a su alrededor, tan sensual y voluptuosa como el caramelo. A pesar del hecho que él fue Convertido hace más de dos siglos, no perdió ni sus raíces pantanosas ni la musicalidad de su discurso, aunque el ritmo de sus palabras se alteró con el tiempo. —El ganado de un vampiro está acusándole de maltrato. Ashwini se estremeció ante el término despectivo, usado para describir a los humanos que voluntariamente actuaban como fuente de alimento vivo de un vampiro en particular, pero no podía llamarle la
atención a Illium por usarlo. Esas personas escogieron ser “mantenidas” por los vampiros, escogieron ser vistos como ganado, acariciados y mimados a pesar de lo que podrían ser. —No me di cuenta que el ganado tenía algún derecho. Janvier fue el que respondió, sus ojos en la pantalla del teléfono cuando se desplazó a través de la información que le fue remitida. —No todos los vampiros disfrutan seducir su comida nueva cada noche, o confiar en los bancos de sangre. Es malo para la población vampírica que tales arreglos se vuelvan abusivos. Illium se cruzó de brazos, la limpia línea de su mandíbula quedando en un duro rasgo. —Si se corre la voz, los mortales podrían volverse desconfiados. —Podrías pensar que sí, ¿no? —dijo Ashwini, recordando a los cientos de miles de personas que solicitaban ser Convertidos cada año, a pesar de ser testigos de incontables ejemplos de la brutalidad y la violencia que podría ser su suerte. Porque la casi inmortalidad venía con un precio: cien años de servicio a los ángeles, después de la cual la eternidad esperaba. Si sobrevivías al periodo del Contrato con la mente intacta.
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—Siempre habrá idiotas autodestructivos en el mundo. —Apretó el hombro de Janvier en un final tácito. Él era un vampiro no a causa de una lujuria por la vida eterna, sino porque se enamoró de otro vampiro como un “joven inexperto”. Sus propias palabras. Ella se enamoró del hombre mortal que había sido, porque sabía que de esta forma, ella y Janvier eran lo mismo: cuando amaban, amaban desesperadamente, aferrándose incluso cuando amenazaba con destruirlos. —¿Es urgente? —Janvier se inclinó ante su toque—. Ash se dirige hacia la misma parte general de la ciudad, así que podemos lidiar con su tarea y pasar a esto. —Es un rumor de relativo bajo nivel en la actualidad —dijo Illium—. Una hora o dos no harán la diferencia. —Extendiendo las alas en toda su amplitud, para el deleite de los adolescentes que se reunieron en el pórtico del edificio tras él, se preparó para el vuelo—. Casi lo olvidaba… hay que hacer una celebración en poco más de un mes. Ashwini parpadeó. —¿No es un baile angelical? —Por lo que sabía, Elena tenía una aversión confesa a los eventos “terriblemente formales”. Escuchó murmurar que prefería enterrarse un tenedor en el ojo. Ashwini no podía ver a su compañera cazadora cambiar de idea en las consecuencias de una guerra. Incluso si se encontraba enganchada de un arcángel aterrador. La risa de Illium iluminó sus ojos y envió a una mujer en la acera en un averiado desmayo a los brazos gruesos de un policía cercano. —
Ellie ha amenazado con disparar a cualquiera que siquiera sugiera semejante farsa. —Gracias a Dios —dijo Ashwini con un estremecimiento—. Pensé por un segundo que perdió la cabeza y que teníamos que organizar una intervención. —Esto será una “fiesta de barrio”, en términos de Ellie, abierta a todos los ciudadanos de la ciudad. Se celebrará en las calles y en los tejados alrededor de la Torre. —Esa es realmente una gran idea. —Mientras que las multitudes no era cosa de Ashwini, no le importaría terminar en uno de los tejados con un grupo de amigos. Todos y cada uno de ellos lloraron en las secuelas de la guerra, por los combatientes, mortales e inmortales, que perdieron sus vidas. Ahora era momento de levantar un trago por los compañeros caídos, y recuperar plenamente su ciudad de las sombras de la guerra, así como le daban un dedo gigante a los que buscaron paralizarla. Janvier aceleró la moto en ese instante. —Reportaré una vez que haya comprobado el informe de abusos. —Estaré en la Torre. —Illium despegó en un poderoso golpe azul de azul salvaje acentuado con plateado.
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4 Traducido por Zafiro Corregido por Laurita PI
Preguntándose si Cajun atraparía a su cazadora de ojos oscuros en esta ocasión, Illium montó los vientos invernales directamente al balcón de la oficina de Dmitri. La nieve fue barrida, una tarea normalmente asignada a los más jóvenes en la filas de tropas, vampiro o ángel. En este momento, con tantos jóvenes heridos, era realizado por quien tuviera diez minutos libres y no le importara un poco de trabajo manual.
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Por el cabello húmedo de Dmitri, que se hallaba de pie detrás de su escritorio, vestido con una simple camiseta negra y pantalones cargo negros, Illium tenía la sensación de que él lo limpió. No muchos de quienes eran lugartenientes de un arcángel harían tal tarea, pero este era el motivo de por qué Dmitri era tan confiable para los hombres de Rafael —a pesar de su poder, era y siempre fue, uno de ellos. Levantando la mirada del mapa que mostraba la posición actual de las fuerzas de Lijuan en China, para observar la entrada de Illium, Dmitri dijo—: ¿Lo encontraste? —Trace lo hizo. —Illium le pidió al delgado vampiro seguir el rastro porque la mayoría de los vampiros fuera de la Torre no tenían idea de que él era un hombre de Rafael—. Se llama Umber. —Puso un pequeño frasco de una sustancia marrón rojiza en el escritorio de Dmitri, pero mientras que el color se hacía eco del pigmento por el que fue nombrado, la textura era inusual. El contenido brillaba como pequeños fragmentos de vidrio —o caramelo duro aplastado. Dmitri lo levantó, inclinándolo a la luz. Era, Illium vio, extrañamente hermoso, a pesar de que la luz reveló que los cristales tenían un matiz amarillo pálido. —¿Masticable? Asintió ante la pregunta de Dmitri. —Ese parece ser el método preferido de ingestión con los usuarios que Trace fue capaz de identificar. El proveedor está tomando extremo cuidado para mantener esto bajo tierra y disponible sólo para una selecta clientela. —La exclusividad hace que sea más valioso. —Dmitri bajó el frasco—. ¿Efectos?
—Apetito sexual alto y adictivo con un solo golpe. —Trace reportó haber visto a la mujer a quien sedujo para obtener la muestra temblando de placer carnal después de que se comió una astilla, sus manos acunando sus pechos y sus ojos entrecerrados—. Los efectos a largo plazo son desconocidos, Trace pudo confirmar que la droga sólo salió a las calles hace dos días. Tuvimos suerte de conseguirla. —No. No tuvimos suerte; estábamos preparados. —Dmitri comenzó a crear una red de informantes en toda la ciudad durante el período previo a la batalla, y eran esos informantes quienes reportaron un creciente entusiasmo en la población de vampiros ricos. Todo ello relacionado con una nueva droga misteriosa. Muchos de estos nuevos informantes eran humanos y varios eran donantes de sangre, específicamente donantes genéticamente bendecidos que entraban en contacto con los más antiguos y más poderosos vampiros de manera regular. El truco era que ninguno de los informantes sabía que servían a la Torre. Un conjunto de donantes exclusivos, por ejemplo, informaba a la mujer que dirigía el mejor club de vampiros de la ciudad, a cambio del prestigio de estar en su círculo íntimo. La idea de la red sutil pero poderosa provino de Rafael.
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—Elena —dijo el arcángel—, me hizo comprender que no estamos utilizando plenamente todos nuestros activos. Habían estado de pie en el tejado de la Torre en ese momento, el viento una bestia salvaje. Cuando Rafael se volvió hacia Dmitri, mechones de cabello negro medianoche habían azotado su rostro. —Los mortales ven cosas que nosotros no, prestan atención a lo que nosotros de otra manera podríamos desestimar. —Encarando al viento de nuevo, Rafael continuó—: Necesitamos esa información, pero no arrastraré a los amigos de Elena demasiado profundamente en el mundo inmortal. —Un instante de intenso contacto visual—. Eso sólo puede terminar mal para ellos. Dmitri sabía que Rafael ya no hablaba de los amigos de Elena, sino sobre el horror de su propio pasado. —No te culpo, señor. Nunca lo he hecho. —Culpaba al perverso ángel que los torturó a ambos—. Sin ti, hubiera desprendido mi corazón y habría estado muerto en una lejana tumba hace un eón. —Me culpo, Dmitri, y no quisiera que Elena sienta lo mismo. Establece la red usando como base a mortales que han elegido libremente permanecer en los límites del mundo inmortal. —Rafael. —Cuando el arcángel se giró para mirarlo con esos ojos que ardían con poder, Dmitri extendió su brazo—. El pasado es pasado, y si alguna vez hubo una deuda entre nosotros, fue saldada el día que convertiste a Honor. —Aquellos vampiros convertidos por un arcángel eran más fuertes desde el primer día, más difíciles de herir o matar—. Eres mi señor, pero siempre primero serás mi amigo.
La mano de Rafael se cerró sobre su antebrazo, la suya sobre el del arcángel. —Espero oír las mismas palabras dentro de mil años. —Lo harás. —Tanto Dmitri como Rafael estuvieron a punto de perderse por el insidioso frío de la eternidad, pero eso ya no era una amenaza. Hoy en día, era Illium quien preocupaba a Dmitri. La mayoría de las personas, mortales e inmortales, veían el encanto y un intenso entusiasmo por la vida cuando observaban el ángel de alas azules. Dmitri veía el creciente poder y una oscuridad en aumento. Todo lo que mantenía la oscuridad a raya era la estrecha conexión de Illium con Elena y Rafael, y con los Siete. Pero llegaría un momento en que Illium se volviera demasiado poderoso para permanecer en la ciudad. Entonces, ¿quién lo mantendría... humano? —¿Cuánto tiempo dura el efecto del Umber? —preguntó Dmitri, haciendo una nota mental para hablar con Rafael sobre el descenso lento y casi imperceptible de Illium en el abismo helado que casi los consumió a ambos. A diferencia de los otros en los Siete, Illium no podía ser destinado a volver al Refugio para ayudar a Galen y Veneno; en particular, la distancia indiscutible de Elena y Aodhan, aceleraría los estragos del tipo de poder al comando de Illium.
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—Más largo que el efecto de una alimentación de miel —dijo el ángel de alas azules en respuesta a su pregunta. Dmitri frunció el ceño. El metabolismo de un vampiro difería del de un mortal, es decir, las drogas normales, no importa cuán fuertes, se metabolizaban demasiado rápido para valer la pena el costo o la molestia. Una alimentación de miel, extrayendo la sangre directamente de la vena de un mortal drogadicto que acababa de inyectarse, inhalar, o ingerir de otra manera su veneno de elección, proveía un viaje que podría durar hasta diez minutos. —¿Cuánto mejor? —Una hora por medio gramo de Umber. Dmitri se quedó inmóvil. —Una hora. —Ninguna otra droga conocida en el planeta tenía un efecto tan intenso en la población de vampiros—. No es sorprendente, pues, que se haya vuelto tan codiciada tan rápidamente. —Trace ha sido capaz de identificar diez usuarios hasta ahora, todos lirios dorados. Dmitri conocía el tipo: bonito pero inútil. Los más viejos y adinerados vampiros que existían sólo para descubrir nuevas indulgencias, nuevos pecados. Cualquier cosa para romper el tedio. Dmitri una vez, durante el peor momento de su dolor, se unió a ellos, sólo para descubrir que no podía pasar los días sin hacer nada. Era una insulsa y vacía existencia e incluso tan autodestructivo como él fue, no podía hundirse en ella. —Son probablemente los únicos que pueden permitirse la droga.
—No son todos buenos momentos. —Illium empujó su pelo hacia atrás con una impaciente mano—. Durante el éxtasis, un porcentaje de los adictos se ven afectados por el impulso de comer con voracidad. Al menos uno de los lirios está actualmente atravesando una feroz desintoxicación porque se niega a tocar la cosa de nuevo. Dmitri levantó una ceja. —No mucho los preocupa en su búsqueda de sensaciones. —Entumecidos dentro de siglos de complacer todos sus caprichos, los lirios necesitan aferrarse a lo nuevo, lo brillante, manteniendo una lastimosa desesperación. —Este lirio es parte de una pareja estable —le dijo Illium—. Se alimentaba de su pareja durante el efecto y no fue gentil, el cuello de ella se encontraba en carne viva para el final, su médula espinal expuesta. Unos pocos minutos más y podría haberla cortado, matándola. Dmitri entendió la profundidad del horror del macho. Tales conexiones profundamente leales eran raras entre los inmortales, y mucho menos en el mundo de los lirios, y debían protegerse. Dmitri acabaría consigo mismo antes de poner un dedo en Honor con violencia. —Deja esto abajo —dijo, tocando el vial—. Hazlo analizar por todos. Illium tomó el frasco.
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—Dile a Trace que se puede reportar directamente a mí —añadió Dmitri—. Quiero que te centres en los hombres y las mujeres que los sanadores hayan dado de alta. —Un considerable porcentaje de las fuerzas de la Torre cayeron, pero suficientes combatientes heridos ahora caminaban por sus propios medios, necesitaba que Illium se hiciera cargo de su entrenamiento físico. Tomaría un diestro trabajo para que vuelvan a toda su fuerza en un corto período de tiempo. —Habla con Galen, lleguen a un régimen viable. —El maestro de armas no podía salir del Refugio, sobre todo después de las recientes tensiones allí, pero eso no quería decir que no se encontrara disponible para el resto de los Siete—. Ya ha enviado su primera serie de órdenes, tiene gente en movimiento. Illium hizo una profunda reverencia, añadiendo una elegante floritura con una mano. —Sí, Supremo Señor Oscuro. Con los labios temblando, Dmitri esperaba con cada célula de su cuerpo que Illium encontrara su camino a través de las aplastantes presiones de la inmortalidad y el poder, que no perdiera la alegría de vivir que fue parte de él desde que era un novato. Dmitri una vez fue testigo de un pequeño bebé ángel de alas azules cayendo con fuerza a la tierra después de enredar sus alas, su trayectoria de vuelo antes de la caída era la de un abejorro borracho. A pesar de correr a toda velocidad, Dmitri se encontraba demasiado lejos para atraparlo. Cuando llegó al lugar del accidente, esperaba encontrar a un sollozante niño herido. Lastimado y con un ala arrugada, Illium se encontraba de pie, con los brazos magullados y raspados impulsándose
hacia arriba y las manos en puños, la cara radiante. —¡Volé tan lejos! ¿Lo viste? Dmitri nunca olvidó ese primer encuentro con un niño que le recordó el espíritu indomable de su propio hijo. La vida de Illium no siempre fue sin dolor, y eso dejó cicatrices, pero nada de ello era tan peligroso como el poder reuniéndose ahora dentro de él. Sin embargo, la cuestión no era crítica. No del todo aún. —Vete, Campanilla —dijo, una imagen del pequeño niño que llevó a la casa de su desesperada madre ese día ocupó el centro de sus pensamientos—. El Supremo Señor Oscuro necesita hablar con un cierto jefe de espías. Caminando de espalda hacia la puerta, Illium dijo—: ¿Jason está de regreso en el país? —Regresó de China ayer por la noche. —Desde el territorio de la arcángel loca que se creía una diosa—. Se las arregló para conseguir pasar la frontera y atravesar toda su profunda fortaleza. —Dmitri no tenía ni idea de cómo, pero esa era la razón por la que Jason era el jefe de espías de Rafael y Dmitri era su espada y su segundo.
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Un susurro de alas anunció la presencia de Jason en la puerta del balcón. Era el momento de examinar el corazón del territorio enemigo. *** Ashwini y Janvier llegaron a la clínica veterinaria en un tiempo relativamente corto gracias a la habilidad de Janvier de zigzaguear entre el tráfico, el azul del cielo todavía ribeteado con nubes de color naranja y rosa bañaban todo en una indulgente luz. Sin embargo, nada podría suavizar el impacto de ver el cuerpo que los esperaba en la destartalada pero limpia clínica del barrio chino. Sara tenía razón. Esta pequeña, indefensa víctima animal necesitaba la atención de un cazador en lugar de la del veterinario. El cocker spaniel no sólo se encontraba arrugado y sin sangre, su garganta fue devastada como por una bestia salvaje. —Dejando a un lado la pérdida de sangre —dijo la veterinaria—, ¿es posible que estas heridas pudieran haber sido hechas por otro animal más grande? La mujer alta y mestiza, con rasgos angulosos, imponentes, empujó las gafas más arriba en su nariz y alejó la mirada de Janvier. — El agua sucia en el desagüe donde fue encontrado hizo un buen trabajo al ensuciar la herida, y estoy bastante segura de que las ratas han estado también en este dulce chico. —Tocó con la mano la cabeza demacrada del perro—. No se sabe cuánto tiempo estuvo allí. Podrían ser días, podrían ser semanas. Incluso si fuera un perro feroz...
—Sí, ningún animal succionaría hasta la última gota de sangre en su cuerpo. —Con un escalofrío en los huesos, Ashwini comprobó los dientes del cocker spaniel, la piel del perro retraída fuertemente exponía la línea de las encías; el esmalte se hallaba manchado y agrietado. Incluso si hubiera mordido a su atacante, la evidencia ya estaba demasiado contaminada para ser de alguna utilidad forense—. ¿Quién lo encontró? —Un hombre sin hogar que pasa el rato alrededor de la zona. Pobrecito, tenía el corazón destrozado por eso. —Una repentina rigidez del cuerpo de la veterinaria, sus ojos brillando detrás de los claros cristales de sus gafas—. Es inofensivo, estoy segura de que no tuvo nada que ver con esto. —No estoy pensando en arrestarlo. —Lo qué Ashwini miraba no era un crimen mortal. Sin embargo, tenía todas las características de la participación inmortal, investigó también sobre el tema de la momificación natural, por si acaso fuera una posibilidad—. ¿Puedes hacer la autopsia del cuerpo?
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—Se llama necropsia cuando es un animal, y seguro. Si alguien paga por ello. —Su mirada pasó de Ashwini a Janvier y de vuelta—. Como pueden ver —ondeó la mano alrededor del consultorio en mal estado, la pintura descascarándose de las paredes y el suelo de linóleo gastado—, no cobro exactamente mucho a mis clientes, así que necesito el dinero de aquellos quienes pueden permitírselo. —El Gremio lo cubrirá. Busca cualquier cosa extraña, más allá de lo obvio. —Tendrá que ser mañana. Le prometí a mi hija que estaría en casa para la cena esta noche. —La veterinaria se quitó las gafas para pellizcar el puente de la nariz entre el índice y el pulgar—. Con la batalla y todo, necesita a su mamá. La garganta de Ashwini se apretó; sabía todo sobre necesitar a su mamá. Tosiendo ligeramente en un esfuerzo por eliminar la obstrucción, dijo—: Llámame cuando hayas terminado. —En realidad, no esperaba que la veterinaria encontrara algo significativo, pero era mejor comprobar y asegurarse que perderse un hecho crucial—. ¿Entiendes que esto es confidencial? —No me voy a meter en un problema con la Torre o el Gremio por ser indiscreta. Al salir de la clínica unos minutos más tarde, Ashwini miró a Janvier. —¿Alguna vez un animal se ha infectado con el vampirismo? —No es una enfermedad, cariño. —Sabes lo que quiero decir. —Por lo que sé —dijo, pasándole un casco—, ningún animal jamás se ha convertido en vampiro, pero soy relativamente joven en términos inmortales. ¿Quieres que lo compruebe con Dmitri?
—Sí, supongo que si alguien sabe, sería él. Sus muslos se marcaban contra la mezclilla de sus vaqueros mientras se sentaba a horcajadas sobre la moto, Janvier tomó su propio casco. —El cuerpo —dijo, sosteniendo su mirada—, me recuerda a la atrocidad que presenciamos durante la batalla. Un escalofrío la recorrió. —A mí también. Ashwini, Janvier y Naasir habían visto a Lijuan enterrar su cara en el cuello de uno de sus soldados, con la boca abierta y los dientes brillando. Cuando levantó la cara, la mitad inferior era una macabra máscara roja, e hinchada con poder, sus heridas se curaron, mientras que el soldado yacía como una muerta cáscara a sus pies, un sacrificio voluntario. —Pero —destacó Ashwini—, incluso si Lijuan se ha resucitado a sí misma de alguna manera desde la batalla —aunque no podía imaginar cómo, cuando Rafael redujo a la perra loca a escombros—, no puedo ver a una arcángel que cree a sí misma una diosa alimentándose de animales. Creo que preferiría morir de hambre. Janvier se puso su casco. —El perro tampoco fue desecado lo suficiente para que esto sea Lijuan.
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—Tienes razón. —Las cáscaras vacías que evidenciaron las alimentaciones de Lijuan eran muy frágiles, Nasir partió una en incontables fragmentos cuando trató de llevársela como prueba. Al final, tuvieron que dejar las cáscaras donde cayeron, después Ashwini tomó varias fotografías con su teléfono. Cuando Janvier y Naasir volvieron al lugar tras la derrota de Lijuan, fue para descubrir que los renacidos escaparon en una estampida, aplastando los restos a polvo. —¿Cuál es la probabilidad de que Lijuan esté totalmente muerta? —Poniéndose su casco, se subió a la moto detrás Janvier. —Baja —dijo sobre el estruendo ronco del motor de la moto—. Los arcángeles no mueren fácilmente, y Lijuan es la más antigua de la Cátedra, si no incluimos a la madre de Rafael. No era la noticia que Ashwini quería oír. Porque ¿quién coño sabía lo que un arcángel medio muerto podía hacer incluso después de que su cuerpo fue aniquilado?
5 Traducido por Val_17 Corregido por Helena Blake
Elena estiró los hombros mientras se sentaba en la azotea del edificio entregado a la Legión, sus piernas colgando por el borde y sus alas descansando contra la dura superficie de hormigón. Su posición le daba una vista directa de la Torre, las ventanas resplandecientes con la gloria reflejada de lo que prometía ser una deslumbrante puesta de sol. Junto a ella estaba agazapado el Primario, la gárgola distintiva de la Legión en una pose de descanso. Las alas se arqueaban altas y un brazo se apoyaba en su rodilla, vestía lo que había sido un monótono negro, pero ahora tenía polvo, al igual que su pelo oscuro. Ya no era "humano" en ningún sentido, pero ya no conseguía erizar los pelos de su nuca.
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La mayor parte del tiempo. —Estás cansada. Elena se estiró para arreglar su cola de caballo, su pelo húmedo por la ducha rápida que tomó, de lo contrario estaría tan cubierta de polvo y arena como el Primario. —Día ocupado. —Había transportado materiales para facilitar la reparación de una de las periféricas de gran altura que fue dañada durante la batalla—. ¿Cómo van las modificaciones de este edificio? —No se construyó para residentes con alas. El misterioso hombre elevado-de-las-profundidades se estaba poniendo verboso con ella, pensó secamente. —Sí, hay un montón de trabajo por hacer. —Los balcones con barandas tenían que ser añadidos, paredes internas derribadas, ventanas convertidas en puertas —lo que era seguro y cómodo para los mortales y vampiros era molesto y sofocante para los seres alados. La reforma llevaría tiempo, pero una evaluación técnica por un equipo de especialistas demostró que sería aún más rápido y eficiente modificar un edificio existente a las necesidades de la Legión que construir uno nuevo desde los cimientos. —¿Tu gente está manejándolo todo bien por ahora? —Una cosa que el Primario les dijo era que mientras la Legión no necesitara dormir, sus hombres no lo harían bien separados unos de otros poco después de su levantamiento.
—Sí. Nos reunimos en la azotea. Elena sabía eso. La primera noche que había mirado al otro lado de la Torre en la medianoche y visto sus formas agazapadas, los vellos de su nuca se habían levantado. Se preguntó si la Legión tenía alguna idea de cuán serios podían ser otros a veces. —Si la nieve es demasiado fría, podemos organizar… —El techo es aceptable. —¿Extrañas el mar? Una larga pausa, la respuesta vacilante, como si le hubiera hecho una pregunta que no consideró hasta ese instante. —Sí… había paz… y era maravilloso… más que los ojos mortales o inmortales… jamás han visto. Elena no pudo hacer nada más que asentir; tuvo una visión del dominio de la Legión, y era de una belleza inquietante en la eterna oscuridad. —También tuve otra casa, una vez —le dijo, señalando más allá de la Torre—. Un apartamento en ese edificio con el techo dentado. La respuesta del Primario pareció no tener lógica, pero casi podía ver cómo trabajó su camino hasta ella. —No eres mortal y aun así lo eres.
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—Supongo que eso me describe bastante bien. —Inclinando su cara al viento acariciante, inhaló los innumerables olores de su ciudad. Una ciudad hecha de espíritu y garra y puro empecinamiento. Al igual que su gente. Y luego el fresco beso de la lluvia, el choque del mar que había en su mente, las magníficas alas de Rafael durante el vuelo mientras despegaba desde el balcón de la Torre donde él estuvo hablando con Dmitri y Jason. El aliento en su garganta ante el poder y la habilidad de su vuelo, Elena no se movió. Cinco segundos más tarde, se estacionó a unos metros de ella, haciendo que la maniobra pareciera sin esfuerzo cuando Elena sabía por experiencia que sostener un vuelo estacionario tomaba un brutal control muscular. Vestido con pieles de combate sin mangas similares a las del Primario, aunque las suyas eran de un color marrón oscuro, parecía el líder de la Legión. —Mi segundo desea hablar contigo. —Un rayo del atardecer golpeó el violento azul pólvora del complejo y la extraordinaria marca que corría desde su sien derecha hasta la parte superior del pómulo. Un dragón estilizado, eso era lo que la mente de Elena dijo de la marca la primera vez que lo vio como un conjunto, pero la verdad era difícil de describir con claridad. El impacto era visceral, como si las líneas irregulares mantuvieron un poder imposible. —Señor. —El Primario despegó en silencio. Elena se estremeció. —No puedo acostumbrarme al hecho de que sus alas no suenen. —La Legión tenía alas más comparables a las de
los murciélagos que de la especie ángel, fuertes y palmeadas y aterradoramente silenciosas. —Están construidos para el sigilo —respondió Rafael, el tono demoledor de sus ojos enfocados solo en ella, el azul tan puro que casi dolía. ¿De vuelta a casa, hbeebti? Todo en ella resonó ante el increíble poder de esa pregunta, de la base que había por debajo. Casa era una verdad para ambos ahora. — Sí, a menos que la situación de las drogas que mencionaste signifique que tenemos que quedarnos en la Torre. —No le gustaba el sonido de esas cosas Umber. —Dmitri tiene el asunto en sus manos, e Illium tomará el turno de la noche en la Torre, con Aodhan para compañía. —Hubo un destello de risa en sus ojos, su arcángel que ya no era el ser glacial e inhumano quien la hizo acercar su mano a una espada, la sangre goteando caliente y roja en el techo de la Torre—. Naasir va a llegar esta víspera. Elena frunció el ceño. Rafael seguía negándose a contarle la verdad sobre Naasir, el vampiro que no se parecía a ningún otro que ella hubiera conocido jamás. —La venganza será mía —amenazó—. Dormiría con un ojo abierto si fuera tú.
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El viento codicioso empujó hebras de la obsidiana de seda que era su pelo contra su mejilla. —Te recuerdo tu propia conclusión de que nuestro mayordomo no estaría impresionado por las sábanas ensangrentadas. Sus solemnes palabras la sorprendieron en una sonrisa. —Me sorprende que Naasir fuera capaz de volver aquí tan pronto. —El vampiro regresó a Amanat, el territorio controlado por la madre de Rafael, Caliane, hacía poco más de dos semanas y media—. ¿No lo necesitamos para mantener un ojo a través del agua en el territorio de Lijuan? —Jason entró y salió, pero el jefe de espías no siempre podía estar en un solo lugar. —Veneno ha tomado el lugar de Naasir temporalmente. —Esta vez, la diversión que curvó los labios de Rafael era sutil—. Mi madre llamó para preguntar qué más tengo en mi casa de fieras. Elena resopló, sin ninguna duda del tono mordaz de Caliane. — ¿Puedes culparla? Primero le enviaste una criatura de tigre que come a la gente que no le gusta, y luego un vampiro con los ojos y los colmillos de una víbora. —levantó un dedo—. Ah, y no nos olvidemos del mortal que mantienes como mascota. —Mi madre no te considera mi mascota, Elena. Ella es muy amable con las mascotas. —¡Oh, auch!
Desvaneciéndose la diversión, Rafael cerró la distancia entre ellos para ahuecar su mandíbula. —Estuviste en la enfermería después de bañarte. —Sí. —Se había convertido en un hábito pasarse por ahí un par de veces al día. Y si continuaba aterrorizándole construir lazos con tantos hombres y mujeres que podrían morir en las batallas por venir, cada muerte cortando otro pedazo de su corazón, ella iba a tomar un día, una amistad, a la vez. —El estado de ánimo es optimista —dijo Rafael después de envolver sus brazos alrededor de su cuello—, sobre todo porque Galen ha dado la orden de que nadie remotamente ambulatorio esté levantado y activo u otra cosa. —Sus labios se curvaron—. Lo escuché maldecir por lo menos en ocho idiomas diferentes, amenazado de muerte y otras formas más creativas de venganza por una serie de ángeles y vampiros muy sudados. —Todos ellos habían sido heridos ya sea en la Caída o en la lucha contra Lijuan—. Mi cosa favorita tenía que ver con la mermelada, las arañas, una cuerda sexual, y una tina gigante. —Entonces también está mi armamento principal en el Refugio.
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—Como si algo de eso perturbara a Galen. Probablemente se comería las arañas y rasgaría las cuerdas con sus propias manos. —El ángel, construido como un tanque, era una fuerza de la naturaleza—. Pero debajo de las quejas, todo lo que vi fue alivio. Los que están arriba son felices de estar trabajando tan duro, tratados como los guerreros que son, y los que aún no son móviles tienen una fuente de diversión y una meta. Rafael deslizó sus brazos alrededor de su cintura y la bajó de su posición cuando se giró en un ángulo imposible, su ala arqueándose a través de su visión antes de que los llevara a un vuelo vertical. —Así que, esta noche —dijo él, su aliento un beso en sus labios—, nuestra gente está a salvo, la ciudad está bajo vigilancia, y puedo pasar la noche con mi consorte. Robando un beso del arcángel que era su propia droga personal y muy privada, Elena dijo—: Ahora—, y él la liberó. Ella extendió sus alas, se arrastró en la brisa fría, su alegría por volar era un ser vivo dentro de ella. El cielo era un brillante espectáculo de color escarlata y naranja ahora, la expansión de nieve en Central Park ardiendo y los rascacielos relucían como piedras preciosas. En contraste con el color salvaje del cielo, el aire era cristalino, escarchado por el frío. Sus pulmones se expandieron en puro placer físico. Luego miró a la izquierda y sintió que su frente se arrugaba. Rafael se había sumergido más bajo que ella, y el fuego blanco que se volvió cada vez más evidente para sus llamas bañadas por el atardecer sobre sus plumas. Estás en llamas otra vez, y no me digas que es una ilusión.
Enderezándose, Rafael se disparó hacia arriba, luego se extendió de vuelta a su lado. No tiene ningún sentido racional que mis alas se conviertan en llamas, ¿qué uso hay para un arcángel que no puede volar? ¿Tiene alguna dificultad en este momento? No. Una breve pausa. De hecho, estoy cortando el viento con más facilidad de lo normal. Dado que las destrezas habituales de Rafael eran fenomenales, eso era un serio activo. El borde de tu ala está totalmente envuelto en fuego blanco hasta el final de tus cubiertas secundarias, le dijo. Acércate y ve por debajo de mí para que pueda tocar tu ala. Elena mejoraba en su vuelo con cada día que pasaba, pero ese tipo de maniobra estaba actualmente más allá de ella. Rafael se movió a la posición que ella había solicitado, parte de su ala bajo su mano. Estirándose, tocó con sus dedos el fuego blanco. Puedo sentir tus plumas bajo el fuego. Sedosas y fuertes como siempre estuvieron. Pero la llama se está extendiendo sobre mis dedos. Es fría al tacto y se siente como tú. Por imposible que fuera explicarlo, podía sentir la lluvia y el viento contra sus dedos, sentir el mar rompiendo. Rafael subió para volar a su lado. Una vez más tenemos compañía.
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Maldita sea. Me gustaría que usaran campanas o algo. No había notado a los luchadores de la Legión que venían hacia ellos, ambos vestidos con cueros negros básicos de combate, sin mangas. Cuando le echó un vistazo a uno a su izquierda, lo encontró mirándola fijamente. Cabello negro y piel dorada, tenía ojos pálidos rodeados con un azul puro que igualaban a los de Rafael, sus alas de un golpeado dorado donde más grandes debían ser las plumas de vuelo de un ángel. En cambio, donde las alas del luchador de la Legión surgían de su espalda, la textura de cuero era de un negro idéntico al de las alas de Elena, el color sangrando a un azul medianoche que se fusionaba con el dorado. Era el mismo color exacto que tenía el Primario, en la Legión todos se acuñaban en el mismo grupo, pero ella sabía que este no era el Primario. Mientras que el líder de la Legión desprendía una sensación de tremenda edad, de memoria infinita, este luchador parecía extrañamente joven ante los sentidos de Elena. Como si acabara de ser formado antes de sus largos eones de Sueño en las profundidades. Levantando su mano, saludó, solo para ver lo que él haría. Solo el Primario había hablado con Elena y Rafael hasta el momento. La interacción que tuvieron con él en la azotea ese día era aún más rara. — ¡Hola! —gritó en conjunto con su saludo. El luchador de la Legión ladeó la cabeza, como un pájaro curioso y se balanceó más cerca. Luego levantó la mano e imitó el movimiento de Elena. Encantada, ella se rió y le devolvió el saludo. Sus labios se movían, como si estuviera tratando de encontrar la manera de reír o
sonreír. Aunque abandonó el intento poco después, se quedó a su lado al otro lado de Hudson. ¿Quieres que les ordene detener la escolta? Elena sacudió la cabeza ante la pregunta de Rafael. Parece que les gusta hacerlo por alguna razón y es bastante inofensivo. La escolta a casa, ya sea al Enclave o a la Torre, había comenzado tranquilamente, poco después de que las reparaciones iniciales post batalla estuvieran completas, y ahora era un ritual. A menos que planees volar conmigo en una danza… ¿Estás aceptando desnudarte sobre Manhattan? No en este siglo. Su piel se calentó incluso ante la idea de ello, aunque no todo ese calor era mortificación, voló hacia el río. El luchador de la Legión cayó con ella y pasó rozando el agua ondulante a su lado, con una expresión de asombro en su rostro. Creo que él está tratando de averiguar por qué me gustaría hacer esto. No creo que la Legión entienda la alegría. Rafael voló para unirse a ella antes de que los dos se elevaran de nuevo casi verticalmente para llegar a la cima del acantilado donde más allá se encontraba su casa. Los músculos de Elena se tensaron por el ascenso pero estaba eufórica por completarlo sin flaquear.
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—¡Sí! —Bombeó su brazo arriba y abajo mientras se unía a Rafael en el césped. El luchador de la Legión aterrizó a su lado, mientras que su compañero bajó junto a Rafael. Mirando a su arcángel, dijo—: ¿Cómo estuvo mi forma? —Era una pregunta seria. —Estás inclinándote ligeramente a la izquierda. —Tuve esa sensación. No puedo conseguir el equilibrio correcto. —Con el ceño fruncido, acomodó sus alas y miró al luchador de la Legión al que había saludado con la mano—. ¿Algún consejo? —Estás acostumbrada a llevar una ballesta al lado derecho de tu cuerpo, y te ladeas para equilibrarte incluso cuando no la tienes atada. Elena miró fijamente. ¿Acabo de imaginar eso o él habló? Él habló. Rafael cambió su atención al luchador. —Tu visión es aguda. —Dándose la vuelta hacia Elena cuando el luchador inclinó la cabeza hacia él, de la forma en que la Legión hacía con Rafael, dijo—: No necesitas arreglar la inclinación. Aprendes a ser consciente de ello y de cómo afecta tu equilibrio cuando no tienes la ballesta. Elena asintió, agradeció al luchador de la Legión, y luego dijo—: ¿Quieren venir a dar un paseo? —para él y su compañero—. Me dirijo al invernadero. Cazadora del Gremio, ¿qué estás haciendo? Tratando de humanizarlos, por así decirlo. Ella no pudo evitar estar perturbada por una fuerza que pertenecía tan profundamente a
ella y Rafael que el conocimiento era un zumbido en sus huesos. ¿No necesitarías algunos consejos si te hubieran enterrado en el fondo del océano durante milenios? —Le diré a Montgomery que te envie algunos refrigerios. Cuando Elena se giró sobre sus talones para caminar hacia el invernadero, ambos luchadores de la Legión fueron con ella. Ja, le dijo a Rafael, apuesto a que pensaste que no aceptarían mi invitación. Ganarías esa apuesta. Soplándole un beso sobre el hombro, se dirigió hacia el invernadero. Por lo general se quitaba la mayor parte de sus armas una vez dentro del refugio cálido y húmedo, aunque las mantenía dentro de un acceso fácil, pero hoy no desató ni un solo cuchillo. Una cosa era tratar de llegar a conocerlos, otra confiar ciegamente en una fuerza milenaria que surgió de la nada, zumbido en los huesos o no. Era híper-consciente de los luchadores parados en silencio a cada lado de la puerta mientras comprobaba sus plantas. Cuando Montgomery, vestido como de costumbre en un elegante traje negro, camisa blanca, llegó con una bandeja de café y pequeñas cosas deliciosas, dijo—: ¿Te he dicho lo mucho que te amo, Montgomery? —Hoy no, mi señora.
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Elena se estremeció interiormente. El mayordomo se había acostumbrado a llamarla “Cazadora del Gremio”, y entonces la batalla sucedió y él se había revertió. —¿Qué trajiste? —preguntó, sabiendo que Montgomery ya habría notado su error. —Bollos recién hechos por Sivya, muffins de arándanos y frutas. —Vertiendo el café en una taza para ella y añadiéndole dos terrones de azúcar, lo puso en su banco—. ¿Les gustaría a los caballeros una bebida? Elena miró a los luchadores, levantó la taza en una pregunta silenciosa. Uno de ellos habló finalmente. —No necesitamos combustible. —Entonces te dejaré trabajar, Cazadora del Gremio. Imaginando que sus dos huéspedes podrían haber agotado sus límites cuando se trataba de nuevas experiencias, regresó a sus plantas… y se dio cuenta de que ellos habían cerrado la distancia hasta ella en un silencio mortal.
6 Traducido por Jasiel Odair Corregido por pauloka
Con la piel ardiendo, esperó a ver lo que harían. Nada. Sus ojos se posaron en las macetas de terracota vacías que había alineado en la parte posterior de su banco. Inspirada, le dio una a cada luchador, curiosa por ver su respuesta. —¿Podrían llenarlos con tierra para mí? La bolsa está por allí.
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Se trasladaron a la bolsa como uno solo y comenzaron a sacar la rica tierra para macetas usando las manos. Estuvo a punto de decirles que lo dejaran, se puso los guantes, pero se dio cuenta de que no marcaría ninguna diferencia. Cuando se lo preguntó, el Primario dijo que la Legión era "de la tierra, de la vida." Ahora, mientras hundían sus manos en el suelo, vio un alivio inesperado en los hombros de dos hombres, sus pestañas parpadenado y sus pechos expandiéndose. Rafael. ¿Necesitas un rescate? No. Al ver que su luchador había llenado su maceta, dijo—: ¿Por qué no transfieres una de estas plantas? —señaló la bandeja plana, poco profunda en donde había traído varias plantas diferentes a la vida. Mientras observaba, él quitó una con cuidado, la colocó en la maceta después de cavar un agujero, luego palmeó suavemente la tierra a su alrededor. Creo que necesitamos crear jardines en el edificio de la Legión. Parte del techo, alguno de los balcones más grandes, las áreas bajo una claraboya, todo eso funcionará. La respuesta de Rafael fue inmediata. Son de la tierra, deben ser alimentados por ella de alguna manera mientras están activos. Es por eso que están tan a menudo en Central Park. Eso es lo que pienso, dijo ella, al ver al segundo luchador unirse al primero y, después de una mirada pidiendo su permiso, acercarse a la bandeja de plantas. ¿Eres capaz de asumir la tarea de organizar los jardines?
Sí. Sería un proyecto fascinante, y tal vez uno en el que pudiera incluir a algunos de los heridos que aún no estaban listos para tareas completas. —Está hecho. Tomando las plantas con cuidado los luchadores las pusieron frente a ella, y dijo—: ¿Quieren hacer más? Una hora después regresó a la casa, después de haber dejado a los dos hombres en el invernadero, después de asegurarles que podían quedarse todo el tiempo que quisieran. Había visto el movimiento a través del cristal desde el exterior, las siluetas de sus manos tocando las hojas de los helechos colgantes. Dirigiéndose arriba, cambió de dirección, entonces siguió a Rafael hasta su estudio. Después de haber estado tan cerca de no volver a sentir su toque, no negaba la necesidad de estar cerca de su arcángel. La vida era impredecible, podrían no tener una noche tranquila juntos durante una semana o un mes si las cosas se iban a la mierda de nuevo. —La cena estará en un tiempo —dijo, deslizando sus brazos alrededor de su cintura—. He decidido seducirte cómo aperitivo.
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El sabor erótico y exótico de polvo de ángel en sus labios, en su piel, la respuesta silenciosa de Rafael la hizo temblar. Él estaba acercando su cabeza a la de ella cuando un timbre interrumpió el silencio. Venía de la gran pantalla de video integrada en la pared a la izquierda de Elena. Muy pocas personas tenían el código directo, sin incluir a su madre y toda la legión. —Es Titus —dijo Rafael después de mirar el identificador de llamadas entrantes. Elena sacudió frenéticamente el brillo incriminatorio del polvo de ángel de sus labios y su cara, y luego trató de borrar las arrugas de la parte inferior de su camiseta, mientras su cuerpo continuaba palpitando con calor sexual. —¿Y bien? Frotando el pulgar por el costado de su boca, Rafael la alimentó con el sabor de su mezcla. —Debemos permanecer en las sombras. Elena gimió pero cerró las cortinas para bloquear lo último de la puesta de sol, dejando el estudio bajo una suave penumbra. —Está bien, vamos. No siempre se quedaba a su lado cuando contestaba llamadas de ese tipo, no tenía el tipo de poder para participar a ese nivel político y, francamente, no quería. Su prioridad era hacer lo que era necesario para apoyar a Rafael. Sin embargo, Titus podría estar respondiendo al mensaje que le envió en su papel como consorte de Rafael. —Titus —dijo Rafael cuando el otro arcángel apareció en pantalla. Titus se encontraba vestido como el guerrero que era, su coraza resplandeciente de oro contra su piel. Elena sabía que era poco
probable que la armadura fuera de oro real, sino más bien un material más duro recubierto de una fina capa del metal precioso. Debido a que Titus no jugaba al guerrero; él era un guerrero de verdad. Construido de la misma manera que Galen, sus características eran rudas y talladas, su presencia contundente. —Rafael. —Los ojos de ónix impenetrables se trasladaron a Elena, su tono más tranquilo de lo que hubiera esperado de un hombre de su tamaño y fuerza, atrapando su atención—. Consorte. —Encantada de hablar con usted —dijo Elena, agradecida por las instrucciones que Jessamy le dió para interactuar con un arcángel que era un aliado, pero aún no un amigo. Lo último que quería hacer era meter la pata, cuando las alianzas que hicieran ahora podrían ayudar a salvar el mundo durante la guerra por venir. Era una certeza que el Arcángel de China iba a levantarse de su sueño regenerativo de mal humor. —Le doy las gracias por su invitación —dijo Titus en respuesta a sus palabras—. Me uniré a ustedes durante sus celebraciones.
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Bueno, mierda. Elena extendió la invitación segura de que Titus no aceptaría. Lo hizo más en la línea de fomentar la buena voluntad. Los otros arcángeles que invitó ya habían enviado sus pesares, incluyendo Hannah y Elías, a quienes Elena hubiera estado feliz de ver, pero al igual que Elena y Rafael, la otra pareja necesitaba estar con su gente en este momento. En cuanto a Favashi y Astaad, ambos programaron visitas privadas después de la fiesta. Sabiendo cómo se sentía Neha hacia Rafael, pero también consciente de que no invitarla sería visto como un insulto, Elena envió a la Reina de las Serpientes y de los Venenos, una invitación personal. La respuesta fue fríamente cortés, pero escrita a mano por la misma Neha, que Elena adivinó tenía que ser mejor que el silencio. Michaela se encontraba permanentemente fuera de cualquier lista de invitados que Elena hiciera, así como el colega de Lijuan, Charisemnon. —Espero poder conocerlo en verdad —le dijo a Titus, desenterrando más de las lecciones de Jessamy. La historiadora y bibliotecaria de la raza angelical tuvo la paciencia de un santo, incluso cuando su pupila fingió colapsar y morir a causa de la soporífera complejidad del protocolo angelical. —También estaré contento de verte, Titus —dijo Rafael, su ala deslizándose sobre la de ella—. ¿Has contenido la situación con Charisemnon? Esa situación era la razón por la que Elena esperaba que Titus permaneciera en su territorio. Él compartía una frontera terrestre con Charisemnon y los dos arcángeles nunca tuvieron una relación cordial. Su constante ir y venir se había convertido totalmente en agresión
cuando Charisemnon se puso del lado de Lijuan durante las hostilidades; no sólo Charisemnon utilizó su nueva habilidad para crear la enfermedad para atacar Nueva York, sino que empezó a enviar portadores de la enfermedad a la frontera con las tierras de Titus. —He enfermo.
tenido
informes
confirmando
que
Charisemnon
está
—¿Su mente? —Rafael vió a sus propios padres volverse locos con la edad, pero Charisemnon era joven en términos inmortales. —No. Está enfermo físicamente. Mis espías me dicen que está postrado en la cama, con el cuerpo cubierto de llagas. —Los Arcángeles no se enferman. —Un hecho inmutable a lo largo de la historia angelical. —Parece que Charisemnon está cambiando las reglas. —Titus puso las manos en su cintura, su bíceps abultándose—. He hablado con mi sanador y Keir sobre la posible causa, creen que sobrecargó su capacidad y eso se volvió en su contra. Rafael consideró eso. —Si eliminamos a Lijuan de la imagen, Charisemnon parecía tener el don más fuerte instigado por la Cascada.
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El otro arcángel había derribado a cientos de ángeles de Rafael en un ataque cobarde, dejando cinco muertos y muchos tan brutalmente heridos, que no eran más que torsos sangrantes. Llevaría meses de dolor insoportable para que el más joven se recuperara, el crimen de La Caída que Rafael nunca olvidaría. La venganza de los inmortales era a menudo un proceso largo y mortal, y Rafael aprendió el valor de la paciencia hace mucho tiempo. —Sí. —La expresión de Titus se transformó en un placer sombrío—. El tonto pestilente actuó muy rápido, demasiado arrogante. Ahora paga el precio. —Hay otra posibilidad. Titus frunció el ceño ante las palabras de Elena, pero dejó en claro que tenía su atención. Rafael sabía que no era el enfoque habitual del arcángel africano hacia las mujeres que se apareaban, casaban, o se vinculaban de otra forma a un hombre poderoso. No era misoginia, Titus tenía un fuerte contingente de mujeres en su ejército, incluyendo la madre de Galen, Tanae. Era que, en la mente de Titus, había dos tipos de mujeres: las guerreras, y todas las demás. Estas últimas estaban para ser mimadas, protegidas y consentidas, pero no se tomaban en serio. Rafael sabía que le tomó un tiempo a Titus aceptar que Elena no encajaba en la segunda categoría. A pesar de eso, ella era joven en términos angelicales y no habría tenido el poder para mantener la atención de un arcángel de la edad de Titus, si él no hubiera oído hablar de su valentía y lealtad durante la
batalla final contra Lijuan, cuando su cazadora elegió morir con él, si eso significaba salvar a su pueblo. —Ella es una verdadera consorte —le dijo el otro arcángel a Rafael cuando hablaron no mucho después de que las tropas de Rafael obligaran a Lijuan a retirarse—. Eres un hombre bendecido. Una verdad absoluta. —Lijuan —dijo Elena ahora—, era —una pausa—, es conocida por compartir el poder con las personas cercanas a ella. Vimos eso con sus generales durante la batalla. Ellos podían aguantar más tiempo, sanaban más rápido que nuestros hombres y mujeres, pero el impulso sólo duraba el tiempo que ella estaba en juego. —¿Pero compartir el poder con uno de la Cátedra? —El ceño de Titus era profundo, con los brazos cruzados sobre el pecho—. No es posible. Rafael no se enconttrba tan seguro. —Charisemnon no debería haber sido capaz de causar La Caída —le recordó a Titus—. No debería haber sido capaz de afectar negativamente a la mayor y más poderosa parte de mi pueblo.
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—Sí. —Con el ceño aún más fruncido, Titus hizo un gesto duro—. Voy a pensar en esto. Pero como están las cosas, Charisemnon ha retirado sus tropas de vuelta a sus propias fronteras, y mi ejército es más fuerte que el suyo, ya que él sacrificó a tantos de sus soldados usándolos como portadores de la enfermedad. —Una sonrisa peligrosa—. Quizá sea el momento de provocar un temblor en la tierra o dos, para recordarle que no necesito a Lijuan para evolucionar en mi capacidad. —Estaría feliz de ver a Charisemnon desaparecer en una caverna sin fondo. La risa de Titus resonó a través de los altavoces, el sonido fuerte y abierto. —Todavía no soy tan fuerte, pero pronto. —Sin dejar de sonreír, dijo—: ¿Has oído hablar de la más reciente apropiación de territorio de Michaela? —He recibido su mensaje hace un par de horas —dijo Rafael, y sintió la inmediata respuesta negativa de Elena, aunque su rostro no mostró nada. No hay motivo de alarma, Cazadora del Gremio. Michaela simplemente está babeando por las tierras de Lijuan. En voz alta, dijo—: Tengo la intención de hacer caso omiso de su demanda de una reunión a la Cátedra para parcelar la tierra. —Era demasiado pronto para declarar a Lijuan muerta, sobre todo cuando todos los indicios apuntaban a la conclusión opuesta. —Igual que yo. —Desplegando los brazos, Titus miró directamente a Elena—. Tengo curiosidad por experimentar una "fiesta en la calle". No he oído hablar de las de ese tipo. Cazadora del Gremio, tienes la palabra.
—Va a ser muy diferente de un baile angelical —advirtió con una brusquedad que Rafael sabía que Titus agradecería—. Estoy segura de que dondequiera que Lijuan esté, va a jadear de horror. Los dientes de Titus brillaron blancos contra su piel. —¡Eso no es disuasivo! Estaré allí a menos que el bastardo junto a mi frontera logre arrastrarse fuera de su lecho de enfermo. Rafael. Consorte. —El arcángel africano colgó. La cazadora de Rafael se inclinó hacia delante apagando la pantalla antes de dar la vuelta para mirarlo. —Me dijiste que la invitación era una formalidad. —Podrás disfrutar de Titus, hbeebti. Es probable que te pida entrenar con él como signo de respeto por tu honor. —Al ver que empezaba a parecer interesada, añadió—: Tendría que rechazar en tu nombre, por supuesto, ya que Titus no tiene sutileza y te trataría como un guerrero angelical de sangre, arrancándote la cabeza y las extremidades en el proceso.
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La boca de Elena se cerró después de haber caído abierta en la primera parte. —Puede que tengas razón. —Pasando sus manos por el cabello que liberó de su agarre, el tono semejante al fuego blanco que vió en sus alas, suspiró—. No es que no me guste Titus. Está bien por lo que he visto de él, pero sólo quiero celebrar nuestra supervivencia y la victoria con nuestra ciudad, y nuestros amigos, no insistir en tratar de ser la anfitriona. —Entonces puedo poner tu mente en reposo. —Cerró su mano sobre el arco de su ala, acariciándola. Temblando, ella puso la mano en su pecho, las alas cayendo. Rafael repitió la caricia íntima. Las terminaciones nerviosas en la parte de las alas de un ángel eran muy sensibles, y la sensibilidad de Elena creció durante los meses anteriores, hasta que podía tenerla en la cama, con sus extremidades sueltas y los parpados caídos, con sólo tocarla así. Mataría rápidamente a cualquiera que se atreviera a tocarla allí. —Titus no tiene tiempo para la formalidad —le dijo cuándo se apoyó en él—. Será el invitado arcángel más fácil de llevar, especialmente ahora que la ciudad estará celebrando una fiesta. Ronroneando bajo su tacto, le tomó un minuto y medio responder. —¿A Titus le gustan las fiestas? Rafael se echó a reír. —Sí. Tomará placer en la energía de nuestra ciudad y en seducir a cinco o diez mujeres muy dispuestas en el proceso. Las pestañas de Elena se elevaron, las pupilas enormemente dilatadas contra el gris de sus iris, el borde de plata anunciaba su creciente inmortalidad en la penumbra. —¿No tiene un harén de concubinas?
—No. —Aunque mujeres vivían en casa de Titus, no eran sus amantes, sino aquellas a las que dio un refugio seguro—. Titus no tiene enlaces largos. Echa a perder a la mujer que está con en él, y luego todas sus amantes parecen sentir solo afecto por él. —Rafael lo vio de primera mano cuando era un mozalbete a medio crecer en el ejército de Titus, después de haberse quedado porque sabía que podía aprender más del arcángel cuando se trataba de las habilidades de un guerrero, de lo que podía aprender de cualquier otro ángel viviente. También aprendió mucho sobre el honor en el ejército de Titus. — En todos los años que lo he conocido, nunca he oído a una mujer a la que ha llevado a su cama menospreciar a Titus. —Y porque sabía que divertiría a su cazadora, añadió—: La mayoría sólo suspiran ante el sonido de su nombre y pierden su tren de pensamiento. La risa de Elena era ronca, su ala cálida y fuerte bajo su toque. Ningún ángel tenía alas como Elena, la medianoche evocaba que sus plumas desembocaran en el más profundo índigo sombreando en azul y el color brillante del amanecer, sus elecciones primarias de oro blanco. —El hombre claramente tiene lo suyo. —Gimiendo en la parte posterior de su garganta cuando él aumentó la presión de sus caricias, ella acarició la curva de su cuello—. Se siente tan bien. ¿Puedes hacerlo toda la noche?
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—Si haces que valga la pena. —Deteniendo a regañadientes el toque que le daba tanto placer como a ella, con su cuerpo duro por la excitación, la sacó de la habitación—. Montgomery pronto estará buscándonos para cenar. No debemos escandalizarle. —Creo que Montgomery es imperturbable a estas alturas. Rafael llamó estudio. El vampiro del estudio. Es una la guerra y el caos. los acantilados.
la atención del mayordomo mientras salían del apareció en el pasillo cuando Rafael abrió la puerta noche tranquila, Montgomery. Un regalo después de Quizás deberías invitar a Sivya a dar un paseo por
Los ojos de Montgomery reflejaron angustia alarmada. Señor, se lo aseguro, nosotros no… Soy un arcángel, Montgomery. Conozco a los que son míos. Comenzó a subir las escaleras con Elena. Tener a dos de mis personas de confianza convirtiéndose en uno, no es algo para desdeñar. La comprensión de la profundidad de la lealtad de Montgomery, hacía su aprobación aún más clara. Tienes mi aprobación para cortejarla, en caso de necesitarla. Deteniéndose, vislumbró la esperanza nerviosa en la expresión de Montgomery. Era extraño ver al distinguido mayordomo así, pero el amor tenía una forma de hacerlos mortales a todos ellos. Inclinándose profundamente, Montgomery dijo—: Señor.
—¿Qué fue eso? —preguntó Elena en el instante en que estuvieron detrás de las puertas cerradas de su dormitorio—. Sabía que estabais hablando. Viéndola quitarse sus armas, dijo—: ¿Por qué estás tan armada en nuestra propia casa? —Se había puesto una camiseta de cuello redondo color azul cielo y pantalones negros suaves que abrazaba su figura, sus pies descalzos. Sin embargo, se las arregló de alguna manera para guardar por lo menos tres cuchillos. —Eh. —Se quedó mirando el cuchillo que sacó de una funda de tobillo—. Hábito, supongo. —Colocando las armas cuidadosamente en un cajón junto a la cama, dijo—: ¿Y? —Montgomery está cortejando a Sivya. —¡No! ¿En serio? —Debes fingir no darte cuenta —le advirtió—. Estarían horrorizados de pensar que han sido tan negligentes en sus deberes como para hacerte consciente de su vida personal. Elena frunció los labios, las cejas fruncidas, y comenzó a tirar de su camiseta. —Pero te has dado cuenta. —El sonido salió ligeramente amortiguado.
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—Soy su señor. Estoy destinado a notar y asegurarme de que no sacrifican su alegría en la creencia errónea de que encontraría su acoplamiento descortés. —Le tomó los pechos después de que ella tirara la camiseta sobre el respaldo de una silla, su necesidad de reclamarla palpitaba en su sangre. Había llegado en una fracción de segundo a la comprensión, con ambos en el campo de batalla en un intento final para derrotar el mal de Lijuan, de que nunca más sostendría a Elena en sus brazos. El recuerdo era todavía crudo. —Como mi consorte —dijo, inclinando la cabeza para presionar sus labios en la curva de su hombro—, tu trabajo es notar cuando están emparejados, a fin de asegurar que sus deberes no los separan más de lo necesario. Tenía las manos en su pelo, sus labios cálidos y húmedos contra la línea de su mandíbula. —Es extraño pensar en Montgomery y acoplamiento en la misma frase. —Soltó un pequeño jadeo cuando él tiró de un pezón fuertemente en su boca—. Estoy convencida de que duerme en su traje. —Basta de hablar de los demás, hbeebti. Es hora de nuestro propio acoplamiento. —Cada hora de paz era un tesoro. La guerra hervía negra y violenta en el horizonte, y cuando llegara, se tragaría el mundo.
7 Traducido por Mary Corregido por Marie.Ang
El cielo era una mancha gris con solo el más leve matiz de naranja para el momento en que Ashwini y Janvier llegaron a su siguiente destino, localizado en el vecindario Soho —aunque la zona llevaba ese nombre sólo hasta la puesta del sol. Entonces, se convertía en el Barrio Vampírico. Eso era cuando las tiendas a la moda y cafeterías cursis cerraban sus puertas, para ser reemplazadas por cafeterías de sangre y clubes de vampiro, llenos de lo cruel y lo bello. Hmm…
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Quitándose el casco, luego de que Janvier aparcara en la calle de una mansión independiente de dos niveles en el borde del Barrio, dijo—: El perro, podría ser un vampiro que perdió el control. Él se quitó su casco y la caoba sedosa de su cabello salió disparado. No pudo resistirse; se acercó y pasó las uñas ligeramente desde la cima hasta la parte posterior de su cuero cabelludo, las hebras frías y la textura exquisita. Inclinando la espalda contra su pecho, él hizo un profundo sonido en su garganta. Se quedó sin aliento, sus pechos hinchándose contra su sujetador. Quería envolver los brazos alrededor de sus hombros, enterrar la cara en la cálida línea de su garganta, y lamerlo. Apretando los puños tan fuerte que las uñas se le enterraron en las palmas, se bajó de la moto y enganchó el casco sobre un manillar. Haciendo lo mismo con el suyo, Janvier también se bajó de la maquina con una gracia perezosa que siempre llamaba su atención —y la de cualquier otra mujer en la vecindad. —Podría ser —dijo, como si su conversación nunca hubiese sido interrumpida por una caricia que ella se no tenía permitido hacer—. Sabes que algunos vampiros no lo hacen bien después de trescientos años o así. Con la recordada sensación de él ardiendo contra su palma, Ashwini desabrochó su chaqueta para darle a sus manos algo que hacer. —¿Qué le haría beber sangre de animal a un vampiro? Janvier se recostó contra la moto después de desabrochar su propia chaqueta para revelar la delgada camiseta debajo. Sin embargo,
no estaba usando las espadas gemelas que eran sus armas preferidas. Presionada contra él en la moto, no sintió nada más que Janvier, ni rastro de la funda entrecruzada que normalmente usaba en su espalda, sobre la camiseta. Aunque no utilizó las espadas durante la misión en Atlanta, se había acostumbrado a verlas en él desde que vino a New York. — ¿Dónde dejaste tus cuchillos kukris? —preguntó antes de que él pudiera responder sobre la sangre de animal. Él se frotó la nuca, un rubor en sus pómulos. —La funda se rompió esta mañana. Ashwini se mordió el interior de la mejilla, en un esfuerzo para combatir su sonrisa. Le dijo que reemplazara el cuero gastado después de ver el estado de este cuando se estuvo quedando en su casa. Mientras las vainas eran de metal, para prevenir que las cuchillas afiladísimas cortaran a través de ella, la funda construida alrededor tenía que ser suave y lo suficientemente flexible para no limitar su rango movimiento. —Eso es tan malo.
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Disparándole una mirada de abierta sospecha ante la insulsa respuesta, se encogió de hombros. —La llevaré a un artesano especialista una semana para hacerle un reemplazo, una vez que le envié la funda vieja. No tengo ninguna esperanza de ponerme en el horario de Deacon por lo menos durante un año. En ese instante, lucía tanto malhumorado como irritado consigo mismo. Sabiendo cuan desnuda se sentía sin sus armas favoritas, no pudo guardar el secreto por más tiempo. —O —dijo—, podrías usar la funda que Deacon dejó caer en mi apartamento ayer. Janvier se enderezó. —¿Para mí? Cruzando los brazos contra el impacto de la feroz delicia en su voz, asintió. —Él usó tu vieja funda para hacer un plano para la nueva cuando saliste a conseguirme pastel ese día. —Lo envió a una pastelería específica y distante por solo esa razón—. Las vainas deberían deslizarse bien en ella. —Deacon no se cometía errores. —¿Poro cómo? Deacon agenda con años de antelación. —Siempre tiene tiempo para cazadores. —El marido de Sara fue una vez un cazador. La sonrisa de Janvier fue lenta, profunda y tan dolorosamente real, que atrapó su corazón y se negó a dejarlo ir. —No soy un cazador. Pero eres mío. Reprimiendo las palabras que nunca podría decir, no si se preocupaba por él en alguna forma, frunció el ceño. —No hagas un gran asunto de esto o la arrojaré al Hudson. Con las mejillas arrugadas y la luz del sol en el pantano verde de sus ojos cegadores, él sacudió su cabeza. —No puedo evitarlo, cher.
Ashwini rompió el contacto visual; no podía resistirse a él cuando sonreía de esa forma. —Me estabas diciendo sobre lo que le pasa a los vampiros que beben sangre animal. —La sangre de los animales es demasiado débil para proveer alimento —dijo, su cálida y líquida voz que se filtró en cada centímetro de su cuerpo—. Recuerdo escuchar de un vampiro que se alimentó de animales por dos meses después haberse perdido en las montañas. Moitié fou Billy, lo llamaban. Pero, ya que se encontraba demasiado débil, no era peligroso. Ashwini había cogido lo suficiente de francés cajún de estar alrededor de Janvier para saber que acaba de indicar que el vampiro se volvió medio loco. —Entonces, nuestro hipotéticamente bebedor de sangre animal podría estar ya fuera de combate. Un asentimiento. —Pero existe la desecación… es innatural, a menos que el cachorro muriera en un entorno que produciría ese resultado.
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El teléfono de Ashwini pitó en ese instante. Mirando a la pantalla, vio una nota del veterinario. —La Dra. Shamar decidió darle otra revisada al perro antes de irse por la noche, descubrió que tiene un chip incorporado debajo de su piel. Es una especie de cosa que los dueños ponen en gatos y perros para que puedan ser identificados si el control de animales los recoge. —La doctora no lo descubrió durante el examen inicial porque el chip se deslizó entre dos costillas. ››Fue capaz de escanearlo, buscar al perro en el sistema. Al parecer, se perdió un par de días después del final de la batalla. —La Dra. Shamar también agregó una nota que decía que no les había notificado a los propietarios y no lo haría hasta que le recomendaran lo contrario. Después de agradecerle a la otra mujer, Ashwini miró a Janvier—. ¿Es eso suficiente tiempo para la momificación natural, incluso en un ambiente óptimo? Janvier extendió sus manos. —Tendremos que preguntarle a un científico. —Honor podría conocer a alguno. —Su mejor amiga era una experta en lenguajes antiguos e historia, y poseía un amplio rango de contactos—. La llamaré mañana. —Apartando su teléfono, se abrazó a sí misma contra un repentino y escalofriante viento que sabía a nieve—. Es posible que Lijuan compartiera su habilidad para succionar la vida de las personas con alguien más. Janvier cerró la distancia entre ellos, su cuerpo caliente una caricia. —Era su as bajo la manga. No puedes imaginártela dando eso, ¿o sí, cher? —No. —Fue Naasir quien les dijo que la Arcángel de China podía compartir fuerza con sus generales, pero no era una transferencia permanente. Tan pronto como Lijuan estuvo fuera de la ecuación, los generales se desplomaron.
Con las manos en las caderas, consideró otra posibilidad. —Las creaciones de Lijuan tienden a ser infecciosas. —La arcángel contaba con horribles renacidos que fueron una plaga—. A menos que… — Ashwini frunció el ceño—, no estuviera creando cuando se alimentaba. Los sacrificios terminaban en conchas, así que supongo que estamos de vuelta al punto de partida. Janvier se desplazó para tomar la peor parte de una ráfaga fresca de viento. —Sin embargo, le reportaré nuestras teorías a Rafael. Debe ser alertado de la posibilidad de que Lijuan puede haber dejado una mancha persistente en la ciudad. Ashwini alzó ambas cejas. —En Atlanta, dijiste que nunca lo habías conocido, ¿y ahora lo tuteas? —No lo conocía en ese entonces —dijo, esa furtiva y seductora luz solar aun en sus ojos—. Lo vampiros de mi edad no suelen tener contacto personal con el arcángel a quien le damos nuestra lealtad. —La mayoría de los vampiros de tu edad no son tan fuertes como tú. —O tan inteligentes, tan duros. Habiendo pasado mucho tiempo desde que cumplió los términos de su Contrato, Janvier no tenía que servirle a nadie. Él escogió hacer eso—. Eres un activo.
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—Y el Sire… —Janvier ahuecó su mejilla—, trata bien a sus activos. Sin querer entendedor su mensaje implícito, ella rompió el contacto para concentrarse en un auto en la distancia, sus luces de freno brillantes rubíes en la luz gris del crepúsculo. —Haré algo de investigación en los Archivos del Gremio, ver si puedo encontrar casos similares. Janvier empezó a caminar hacia la mansión que era su objetivo, su expresión diciéndole que veía demasiado. —Te dejaré saber si Dmitri tiene algo. —Metal crujió mientras empujaba la verja de hierro forjado decorativa que se encontraba al inicio de un corto camino hacia la casa—. Vamos a ver a la salud de este ganado, primero. Ashwini miró la casa a medida que entraban, aprovechando la distracción de la necesidad que era un bajo tirón desgarrador en su vientre. El edificio parecía nuevo; las paredes brillaban con un negro elegante, pero la puerta se hallaba pintada del mismo color naranja rojizo brillante como la verja, así como las molduras. —Bonito lugar. — Si tienes un millón o diez por ahí. —¿Quieres uno? —dijo el vampiro a su lado—. Puedo comprarlo, permitirte vivir sin pagar alquiler en las instalaciones. —¿Sí? —dijo ella, siguiendo el juego porque solo tuviera tanto autocontrol cuando se trataba de Janvier, y no iba a utilizarlo para manejar su coqueteo… no quería terminarlo—. ¿Con que condiciones? —Tendría una llave, por supuesto. Para asegurarme de que mantienes mi propiedad en buenas condiciones. —Su mirada inocente probablemente significó la caída de al menos cien vírgenes en su vida.
—Que propietario tan preocupado. ¿También repararías la fontanería? —Si mi dejas poner mi tubería en tu rueda dentada. —Pura picardía en su sonrisa ante el gemido de ella, él ignoró la aldaba en forma de un león gruñendo por el golpe seco de nudillos directamente contra la brillante pintura. Quería tanto besarlo que el deseo era una bestia feroz en su interior. La sonrisa se desvaneció a medida que sus pupilas se dilataban, Janvier fue a inclinar su cuerpo hacia ella cuando la puerta se abrió para traerla frente a frente con la última persona que hubiera esperado ver aquí. —¿Arvi? —Miraba incrédula al hombre alto con rasgos aguileños, cabello negro con plata espolvoreada, y piel exactamente del tono como el suyo propio. Su hermano la miraba. —¿Qué estás haciendo aquí? —Está conmigo. —Ningún encanto en la expresión de Janvier ahora, solo una fría y mortal intensidad que nunca fue dirigida a Ashwini—. No eres uno del ganado. Arvi se estremeció. —Ciertamente no. Fui llamado aquí para proveer asistencia médica.
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—No era consciente que hacías domicilios —dijo Ashwini, su cerebro corriendo en automático. —Era un favor para un amigo. —La clavó con la cercana oscuridad de sus ojos—. Te esperaré para la cena la próxima semana. Ashwini se le quedó mirando mientras caminaba junto a ella y por la calzada ante esa orden. No lo vió por dos meses, pero aunque el plateado en su cabello podría ser un toque más evidente, su rostro permanecía sin arrugas. Arvan Taj era un hombre que envejecía con apuesta elegancia. ¿Y su sonrisa? Podía devastar; sabía eso a pesar de haberla visto una sola vez cuando tenía nueve. —Él es, ¿no? —preguntó Janvier, voz gruesa y expresión oscura— . El tipo cuya foto llevas en tu teléfono, el que te hirió. Se dio cuenta que él se tenía la idea equivocada, pero la puerta se llenó con otro cuerpo antes de que pudiera corregirlo. Los impresionantes ojos verde azulados de la rubia se encontraban rodeados con preocupación hasta que se posaron en Janvier. —¡Janni! —Saltó a sus brazos. Capturándola, se rio entre dientes, la áspera emoción que Ashwini acababa de oír en su voz ya no se hallaba en evidencia cuando dijo —: Petite Marie May. Cruzando sus brazos, Ashwini se inclinó contra la pared mientras la sonriente chica trataba de besar a Janvier en la boca. Él lo desvió tan bien como lo hacía con todo lo demás, tomando el beso en mejilla antes de bajarla. —¿Qué estás haciendo aquí, Marie? —preguntó con lo que Ashwini reconoció como genuina curiosidad—. La última vez que te vi,
estabas cerca de convertirte en una estrella de la pantalla grande, ¿non4? Marie sonrió ampliamente, su expresión tan seria, que daba miedo. —Vivo con Giorgio. —Acarició con las manos su vestido de encaje color crema hasta los tobillos, el corpiño modesto y las mangas largas—. Le sirvo. —¿Cuándo pasó esto? —Una pregunta suave—. A penas te quitaste las coletas. Los rizos de Marie rebotaron cuando golpeó a Janvier juguetonamente en el pecho, claramente sin darse cuenta de lo enojado que se puso. —¡Janni! Tendré diecinueve el próximo mes. —Un antiguo anillo de amatista brillaba en su dedo índice—. Giorgio y yo nos conocimos en los estudios… él es un productor, sabes. —Ya veo. ¿Planea compartir tu talento con el mundo? —No aun. —Marie hizo una mueca—. Dice que soy demasiado joven para el pozo de pirañas y debería tener veintiuno, al menos, antes de que comience. Sin embargo, me metió en la clase magistral de actuación más increíble… —Una palmada de sus manos, la sonrisa de vuelta en grandes destellos—, ¡así estaré lista cuando llegue el momento!
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Sin estar segura de qué pensar de Giorgio, Ashwini mantuvo su silencio mientras Janvier susurraba en el odio de Marie, las ricas hebras marrones de su cabello deslizándose para tocar las doradas del de ella. La vista debió haber puesto celosa a Ashwini. No lo hizo. Porque la capacidad de Janvier por la lealtad era implacable y ella tenía su promesa tácita... aunque que se le hacía más difícil el regresarla, a pesar de su deseo de atesorarlo cerca. Una sonrisa que se iba a una desvanecida acuarela de la que fue antes, Marie se mordió el labio inferior, su boca un perfecto arco rosa, y miró por encima del hombro. —No debería decirlo. —Fue un susurro. —Marie. —Janvier tocó con los dedos la cremosa piel de su mejilla, una engatusadora sonrisa en su cara—. Es una denuncia. Sabes que debo investigar. Marie miró sobre su hombro de nuevo, entonces hizo un gesto para que se acera después de dar una mirada cautelosa en Ashwini. — No somos todos, sólo Brooke. —Su nariz se arrugó—. Ella ha estado con Giorgio más tiempo y se puso loca porque pensó Giorgio nos prestaba más atención a mí y a Leisel que a ella, así que empezó a decirle a la gente que él la lastimaba. Tomando aire, Marie continuó—: ¡Hoy incluso se cortó así misma! Ahora que Giorgio ha sido tan bueno con ella con el doctor y todo, ella lo siente, pero el rumor ya ha empezado. —La pisada de un pequeño pie bajo el encaje del vestido—. Es tan injusto. 4
No, en francés.
—Necesitaré hablar con Brooke. —Voy por ella. —Toda la furia se filtró fuera de ella tan rápido como se construyó—. No estés enojado con ella, ¿bien? —Sus ojos suplicaban a Janvier. —Está loca por Giorgio. Ella piensa... —¿Qué, bébé? —Janvier metió su cabello detrás de la oreja de ella, su voz amable. Marie se derritió Era bueno en eso, pensó Ashwini, en hacer que las mujeres confiaran en él. La cosa divertida era, que nunca intentó sus tácticas en ella, excepto a modo de juego, ambos plenamente conscientes de sus motivos y deseos. Muy a diferencia a los inocentes Marie May. —Brooke cree que está envejeciendo —susurró la chica, resistiendo las lágrimas. —Incluso a pesar que Giorgio la ama, no cree en él. Ahí estaba, una inmutable razón de por qué una relación entre un mortal y un inmortal nunca podía funcionar a largo plazo. Los mortales inevitablemente se desvanecen, y aun cuando el amor sobreviviera, dejaría al inmortal roto cuando su amante muriera. Sobre todo, pensó, sus ojos demorándose en Janvier, cuando el inmortal era el tipo de hombre que sabía cómo ser leal.
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—Silencio. —Janvier dobló sus piernas para ponerse a la altura de Marie—. Seré amable. —Llevó a la chica a sus brazos—. Sabes que no hago daño a las mujeres. Un espasmódico asentimiento, la garganta de Marie moviéndose mientras se apartaba. —Iré a encontrar a Brooke. —¿Son solo ustedes tres quienes sirven como familia de sangre de Giorgio? Sacudiendo su cabeza, Marie dijo—: Penelope y Laura, también. —Tráelas a todas, ¿podrías, Marie? —Lo haré. Puedes esperar en la sala. —Llevándolos al salón, la chica se fue en una oleada de dulce perfume floral. Ashwini y Janvier se quedaron de pie allí en silencio, la tensión de un hilo firme que las ataba el uno al otro. La decoración cara pero fría —paredes y sofás blancos, llenos de cojines negros, la pintura en la pared un lienzo goteado de rojo oscuro— sólo intensificaron la cosa silenciosa e íntima que latía entre ellos. Como si se hubieran convertido en amantes hace mucho tiempo atrás.
8 Traducido por Erly Obsess Corregido por Amélie.
Cuando Marie regresó, lo hizo con otras cuatro personas: una magnífica mujer negra con piel tan fresca y suave como la de Marie, quien Ashwini reconoció como Leisel, dos morenas de piernas largas que probablemente eran Penélope y Laura, y una hermosa mujer de pelo castaño rojizo de casi treinta años con un pequeño vendaje en la pálida piel de su mejilla derecha. Brooke, a menos que se equivoque.
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Todas las mujeres estaban vestidas con un estilo que Ashwini denominó “moda vampiresa”. El vestido de Leisel era de seda pesada color aguamaria rodeado de encaje del mismo color, la exuberante tela y el estilo sencillo lanzó la rica tonalidad de su piel en realce. Una pulsera fina rodeaba su muñeca, su costo probablemente igual a la paga de Ashwini en una cacería difícil. Una de las morenas llevaba ajustados pantalones negros con un top rojo cereza, las colas metidas en su cintura y las mangas cortadas para exponer el delicado dorado de su piel. Alrededor de su cuello yacçia una gargantilla de oro intrincada con un pequeño candado en la parte delantera. Su compañera morena llevaba un traje idéntico, excepto que su top era verde esmeralda y su gargantilla de plata. Un par perfecto. Lindo. O nauseabundo. Brooke, por su parte, llevaba un vestido a medida que abrazaba sus curvas, la tela de un melocotón pálido rayado con líneas verticales frambuesa. El vestido no tenía encaje, pero había enfundado sus manos en guantes finos que concordaban exactamente con el melocotón del vestido, el pelo torcido en un moño anclado por peinetas enjoyadas. —¡Ah, necesitamos bebidas para nuestros invitados! —Las palabras vinieron del vampiro que había seguido a las mujeres dentro de la habitación. Contra el azul marino de su entallada chaqueta de terciopelo, su piel brillaba de un blanco tan real como la caída del encaje en su cuello y muñecas, con los ojos de un color topacio brillante y gruesas ondas doradas de su cabello brillando por la luz arrojada desde el candelabro de cristal. Giorgio era una viva publicidad de la belleza que podía venir con el vampirismo. Eso hizo a Ashwini pensar en cómo Janvier se vería en otros quinientos años. Ella nunca pensó que él sería tan brillante, incómodamente perfecto, ya que como las de Dmitri, sus asperezas eran
internas y parte de lo que lo convertía en Janvier. Ella jamás querría que perdiera el corazón del muchacho nacido en los pantanos que una vez fue. Ese pensamiento la llenó de melancolía, porque no importa qué, ella estaría muerta ya hace mucho tiempo antes de que él llegue a la edad de Giorgio, lo que estimaba serían alrededor de seis o setecientos años. —Janvier. —Giorgio extendió ambas manos, el encaje dejando al descubierto lo que parecía ser un brazalete de identidad con diamantes en una muñeca, un reloj de platino por la otra. Otro diamante guiño en su oreja izquierda—. Ha pasado mucho tiempo, mon ami5. Janvier era encantador y su tendencia era nunca hacer enemigos, por lo que Ashwini se sorprendió cuando no regresó el gesto, y en su lugar dijo: —Las bebidas no son necesarias, Giorgio. Simplemente necesito hablar con Brooke y tus otras mujeres. A Solas. Su sonrisa no se apagó ni una fracción, Giorgio puso su brazo alrededor de Brooke. —Por supuesto. —Besando su mejilla ilesa, y dándole una posesiva caricia con su mano sobre su pecho, él salió de la habitación.
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—Ash —dijo Janvier —. ¿Podrías esperar con Marie y las demás mientras hablo con Brooke? —No hay problema. *** En el instante en que estaba solo con Brooke, Janvier se centró en el gran vendaje estilo mariposa en su mejilla derecha. —Te han herido. —Lo hice yo misma —Brooke respondió sin vacilar, el calor bajo la pálida crema de su piel—, fue una tontería en un momento de rabia. Siento mucho haberte traído hasta aquí para nada. —Torciendo sus manos delante de ella, se encogió de hombros hacia adentro—. Giorgio es un maestro maravilloso y me avergüenzo de mis acciones. Acercándose, Janvier bajó su tono a la misma dulzura que usó en Marie. —Nadie va a hacerte daño. —En lo que se refiere a Janvier, el abuso hacia las mujeres era un crimen imperdonable—. Tienes mi protección. Di la verdad. Los ojos de Brooke brillaban mojados, le temblaba el labio inferior. Levantando las manos, las colocó sobre el pecho de Janvier. — Lo hago —dijo con voz áspera—. Desde el fondo de mi corazón, lo hago. Si hay un castigo por perder el tiempo de la Torre, lo recibiré. —Respiró
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Mi amigo, en francés.
temblorosa, su sonrisa agrietada—. Mi Giorgio es inocente de todo, excepto amarme aun cuando soy una tonta—. Una lágrima golpeo la mano de Janvier donde él ahuecó la mejilla de Brooke, su otra mejilla sosteniendo un mojado rastro. No podría haber aparecido más trágicamente romántica si lo hubiera intentado. Janvier habló con Brooke durante otros diez minutos, pero la mayor del rebaño de Giorgio se mantuvo firme en sus afirmaciones. Soltándola, habló con Marie, Leisel, Laura, y Penélope una a la vez. Todas respaldaron la declaración de Brooke de que ella se lastimó a sí misma y que Giorgio no maltrataba a sus mujeres. Las cinco se tomaron de las manos cuando se reunieron de nuevo, unánimes en su declaración de que Giorgio era un buen y justo "maestro". —No somos prisioneras, Janni —dijo Marie, con los ojos brillantes e ingenuos y fervientes a la mirada de Ashwini—. Cualquiera de nosotras es libre de hacer lo que desee. Laura se está yendo en unos pocos días, ¿no es así?
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La morena asintió, su sonrisa conmovedora. —Voy a extrañar a Giorgio y al resto de mi familia de sangre desesperadamente, pero estoy nostálgica. El maestro me compró un boleto de primera clase a casa hacia Nebraska, y él dice que va a pagar uno de regreso si alguna vez cambio de opinión. —Estoy pensando en unirme a ella. —Penélope apretó la mano de su amiga, sus uñas decoradas con esmalte de oro con una pequeña constelación de Diamantes en las esquinas superiores izquierda—. Al menos para una visita. —Un dulce, afectuoso beso en la mejilla de Laura—. Giorgio sabe lo unidas que somos. Se ofreció a pagar para que pueda ir a visitarla. —Él nos atesora. —Las palabras fueron de Brooke pero el sentimiento fue claramente compartido por las cinco mujeres. La fatua devoción en sus rostros hizo que se le pusiera la piel de gallina a Ashwini. —Brooke y las demás —le dijo a Janvier cuando salieron de la casa cinco minutos más tarde—. Son tan drogadictas como los que se inyectan cocaína. —No todos los vampiros pueden dar placer con su mordedura, pero la emoción de tener colmillos en la yugular o la carótida era subidón suficiente para muchos—. Añade el tipo de belleza de Giorgio, y ellas confunden la dependencia por el amor. Es como que él tiene su propio culto en miniatura. Janvier a horcajadas sobre la moto, le pasó un casco. —Vamos a montar. Necesito sacar la enfermiza devoción de todo eso fuera de mi cabeza. Iniciando el rugido gutural del motor una vez que ella estaba encima, él los llevó a través de Greenwich Village a Chelsea Piers, luego
abrazó el borde de Manhattan hasta que llegaron al puente George Washington. Impulsado en la oscuridad del invierno, se dirigía a los acantilados del Ángel Enclave, su moto obviamente era lo suficientemente conocida para que ninguno de los guardias angelicales lo detuviera. Cuando frenó, estaba a unos simples metros de un acantilado cubierto de nieve que daba al río que acababan de cruzar. Ashwini no podía ver ninguna casa, sólo altísimos árboles a ambos lados de este estrecho claro, así que o esta tierra estaba sin reclamar o, más probablemente, era la propiedad de un ángel. Quitándose el casco cuando Janvier lo hizo, se balanceó fuera de la moto, colocó el casco en el suelo, y se acercó al borde del acantilado. Las luces de Manhattan brillaron en el otro lado del agua que se movía soñolienta y deprimente en la noche. Dibujando bocanadas de penetrante aire frío, trató de quitarse de encima la sensación de hormigueo que había sentido en el interior de la elegante casa de Giorgio. Nueva como la casa era, no había captado nada de las paredes, ni detectado susurros de horror. Su respuesta obtenida fue únicamente, como Janvier lo había puesto, "la devoción enfermiza de todo eso."
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Después de haber permanecido en la moto, Janvier dijo. —La casa de Giorgio tiene poco atractivo. Ashwini frunció el ceño, se movió sobre sus talones para que pudiera ver su rostro. —Lo dices como que la relación rebaño—maestro no es por completo una mala idea. —No siempre se trata sobre explotación. —Se inclinó hacia delante en el manillar, su chaqueta de cuero desabrochada y el cabello hecho un lío sexy—. Conozco a vampiros que han tenido el mismo rebaño durante décadas. Ellos realmente tratan a los hombres y mujeres como familia, son más leales a ellos que a otros vampiros, lloran la perdida de cada uno. Algunos de los monumentos más inquietantes que he visto en los cementerios de Nueva Orleans son para miembros de la familia de sangre. —Podría ser que solo se trate de mantener a la comida feliz. —La comida no es tan difícil de encontrar, cher. —Un claro encogimiento de hombros—. El vampirismo da a los antiguos una sorprendente belleza física y muchos de ellos también son ricos y poderosos. Los mortales se sienten atraídos por ellos como moscas y, sin embargo, es el más antiguo de mi especie el que más a menudo tiene un rebaño. —A diferencia de Giorgio, la mayoría no lo ve como una relación sexual o tratar a los de su familia de sangre como trofeos, la apariencia física de su rebaño no es importante. Amistad, afecto, respeto, esas son las claves. Una vez le pregunté a un amigo de seiscientos años de edad, por qué mantuvo a su rebaño, y me dijo que estaba cansado de la
constante ronda de seducción sin sentido, sólo quería la intimidad y la comodidad de la familia a su alrededor. Sentándose de regreso, él jugó con una navaja que debió de haber deslizado fuera de su bota. —Debes recordar que muchos de los míos nacieron en un momento en el que estar en una familia era vivir en una sola casa, varias generaciones una encima de las otras, los recién nacidos compartían habitaciones con sus abuelos, y los guerreros sentados lado a lado con sus hermanos menores, primos y huérfanos. Eso es lo que tratan de recrear, para los antiguos a menudo encuentran a la soledad el peor dolor de todos. Sus palabras detuvieron a Ashwini; ella nunca consideró las cosas desde ese ángulo y eso creó una especie de sentimiento desgarrador. —Yo crecí así. —Se encontró diciendo cuando la mayor parte del tiempo, ella hizo su mejor esfuerzo para no pensar en el pasado—. Mis abuelos paternos vivían con nosotros, al igual que una tía antes de que se casara, y otro que se divorció. —La casa Taj nunca fue tranquila. La expresión de Janvier era decidida. —Así que entiendes. —¿La necesidad de crear una familia? Sí. —¿No era eso lo que hizo con el Gremio, cuando se rompió en demasiados pedazos como para unirlos de nuevo?—. Pero eso no es lo que vimos hoy.
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—No. —Él se quedó mirando hacia el agua—. Giorgio trata a sus mujeres como bonitas muñecas. Su propiedad, para vestir, para enjoyar. Marie May tenía tanto fuego cuando la conocí, pero el fuego ahora está todo centrado en Giorgio. Pronto se va a olvidar de sus sueños. —Y cuando ella se ponga demasiado vieja para él, va a empujarla para que se vaya como lo está haciendo con Laura y Penélope. —Oui. Lo que ven como bondad es simplemente la manera como Giorgio crea espacio para nuevos juguetes. Su visión se volvió roja con el pensamiento del bastardo presumido que, estaba claro, no tardaría en empujar a la pobre, enferma de amor Brooke a la acera, y cruzó los brazos. —¿Puedes sacar a las jóvenes? —No. —dijo con la mandíbula apretada—. Ellas son mayores de edad y la Torre no puede interferir en los asuntos domésticos sin causa. —Ese hecho claramente no le caía nada bien, pasó la pierna fuera de la moto y se acercó a ella—. Voy a llamar a Marie mañana y reiterar que ella y las demás pueden venir a mí en cualquier momento, pero no puedo hacer nada acerca de su esclavitud mental y emocional cuando van hacia ella con los ojos bien abiertos. —Cinco minutos a solas con Brooke —dijo Ashwini—, y sabría a ciencia cierta si estaba diciendo la verdad. —Los ecos de la memoria eran los más fuertes en los antiguos como el ángel Nazarach, pero con un poco más de esfuerzo, Ashwini podía recogerlos a partir de los
menores de cuatrocientos años. Esta última limitación era por qué ella podría seguir trabajando como cazadora, ya que era extremamente raro que el Gremio sea contratado para cazar a un vampiro más viejo. Los ángeles por lo general se hacían cargo de cualquier problema de ese nivel ellos mismos. Por desgracia, la limitación no fue escrita en piedra. Janvier era opaco para ella, siempre fue así, pero por lo general, cuanto más conocía a alguien, más posibilidades había para conectar con ellos sin importar la edad. Y de vez en cuando, incluso un joven extranjero podía hacer saltar sus sentidos, arrastrarla debajo. Eso era por lo que ella era tan cuidadosa con el contacto físico. Janvier pasó sus nudillos por la línea de su columna vertebral. — Si tú encuentras oscuridad en la esclava de sangre de Giorgio, eso va a vivir en ti para siempre. No, no voy a permitir eso. —¿Desde cuándo tienes el derecho de "permitirme" algo? —dijo ella, dándole la espalda. Él agarró una de sus muñecas, su agarre suave pero irrompible. —¿Quién era él? Su respuesta fue instintiva, su mente huyendo de la agonía de todo. —No es asunto tuyo.
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La llevó hacia él, Janvier sujetó su muñeca contra su pecho, su corazón latió constante y fuerte bajo la delgada barrera de la camiseta, su cuerpo era tan cálido que quería echarse en el como un gato antes de un incendio. —Estamos más allá de eso, y lo sabes. Es por eso que has estado huyendo tanto de mí. —Me parece recordar que te acechaba. —dijo ella, sus traidores dedos curvándose en su calor. Él la tiró más cerca, y mantuvo su voz cuando habló—: Veo tanto dolor en tus ojos, tanta pérdida. —Con la respiración superficial y los hombros rígidos, susurró—: ¿Lo amabas tanto? En ese instante, sabía que podía dar un golpe que sería un martillazo a la extraña, desconocida y preciosa cosa que había entre ellos, la conexión que se había formado el primer día que se encontraron cara a cara. Él le había sonreído mientras ella preparaba una ballesta, luego le soplo un beso y se trasladó con esa rápida gracia que llegó a asociar siempre y sólo con él. Casi sonrió a su vez antes de recordar que estaba allí para llevarlo a hacerle frente a un ángel muy furioso. Ese ángel retiró la orden de caza setenta y dos horas más tarde, después de que Janvier fuese agradable. Ella entró en la residencia del ángel para encontrarle riendo con Janvier, mientras que el maldito Cajun que la había llevado a un pantano, antes de escapar con una astucia que de mala gana admiraba, se encontraba tendido en un sillón de un verde fuerte, sus largas piernas echadas. Era la primera vez que la llamó cher, preguntándole cuando podrían jugar de nuevo.
¿Et quand en va rejouer, cher?6 —Tengo fotos de mi familia en mi teléfono. —susurró, incapaz de destruir su relación con una mentira que alteraría para siempre la honestidad en su corazón—. Acababas de ver a Arvi ese día... mi hermano. Janvier libero una áspera respiración, un estremecimiento onduló a través de su cuerpo. —Es por lo menos veinte años mayor que tú. —Diecinueve —dijo—. Yo era un bebé tardío no planeado. —Un error, un pesar—. En muchos sentidos, él era mi padre. Es por eso que me habla así, asume que voy a hacer lo que él dice. —¿Tus padres? —¿No habías hackeado ya una base de datos y buscado todo? — Fue estúpido evitar la pregunta, pero lo estuvo haciendo durante tanto tiempo que era costumbre. Su pulgar se movía sobre su piel, Janvier esperó hasta que lo miró a los ojos al decir: —Eso hubiera sido en contra de las reglas. Ashwini no podía fingir que no sabía las reglas. —Mi madre y mi padre murieron cuando yo tenía nueve años. —¿Un accidente?
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—Sí. Ahí fue cuando perdimos a nuestra hermana, Tanu, también. —Las palabras eran una mentira envuelta en una devastadora verdad pero este secreto no podía compartirlo. No hoy. No hasta que ya no tenga elección—. Después de que se fueron, Arvi dio un paso adelante, se hizo cargo de todo. —El amor no causo las tantas sombras que veo en ti, mi feroz Ashblade.
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¿Y cuándo vamos a jugar de nuevo, querida? en francés.
9 Traducido por Marie.Ang Corregido por Laurita PI
Incapaz de soportar la emoción desnuda en sus ojos, porque era un espejo sus propios ojos, usó su entrenamiento del Gremio para romper su agarre. El hecho de que hubiera esperado hasta ahora era otra señal de peligro, otra advertencia. —No encajaba —dijo, y era todo lo que podía decir en ese momento sin quebrarse por completo. Avanzando hasta el mismo borde del acantilado y la nieve crujiendo bajo sus botas, regresó la conversación a lo que podía manejar. —Mi hermano es neurocirujano. —Uno de los más venerados en la profesión—. El Dr. Arvan Taj no hace visitas a domicilio, no para cualquier persona. Y definitivamente, no trata al rebaño.
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—Giorgio fue una vez un médico de renombre. —Las botas de Janvier quebraron la capa de hielo sobre la nieve cuando vino para unírsele—. Fue responsable de un número de avances significativos en su tiempo y sigue siendo respetado en los círculos médicos. Quizás es porque sólo ha sido en las pasadas cuatro décadas que escogió abandonar su vocación por la búsqueda de un placer egoísta que no le importa a quién lastima. Captando algo inesperado en su tono, frunció el ceño. —Él te llamó mon ami. ¿Fueron amigos? —No, pero hubo un tiempo en que esa dirección me habría hecho sentir orgulloso. —Empujando una mano por su cabello, dijo—: Pasé un mes en su château en los Alpes hace mucho tiempo. Tenía un salón que ofrecía a un número selecto de las mejores mentes del mundo y me encontré en él cuando estaba encargado de entregar una carta importante. —Con ojos distantes, sacudió la cabeza—. Por alguna razón, me invitó a quedarme, aunque era un ignorante mensajero con apenas medio siglo de vampirismo tras de sí. —Siempre has sido inteligente. —Era una llama en él, el deseo de agarrar la vida con ambas manos, absorber conocimiento en mil fragmentos diferentes. —Estoy feliz de saber que piensas así, cher, tu mente me sedujo hace tiempo. —La débil insinuación de una sonrisa se hallaba en sus labios, Janvier, un hombre que nunca se volvía sombrío por mucho tiempo—. Pero me encontraba fuera de lugar ahí, los otros eran científicos expertos en fuego y artistas, filósofos y exploradores. —Un
suspiro, su garganta formando un arco cuando levantó la mirada al cielo nocturno nublándose—. Puede ser que esos grandes hombres y mujeres decidieran que necesitaban una audiencia. No importa… bebí el conocimiento que compartieron como si fuera lluvia y mi alma una llanura sedienta. Era una imagen que tironeaba su alma, la hacía querer encerrarse en un cuarto con él por días, semanas, meses, así podía escuchar los caminos que viajó, los lugares en los que estuvo, la gente que conoció. El tiempo se iba entre sus puños, y había tantas cosas que aún no conocía de él. —Entonces, ¿Giorgio tiene un rebaño? —preguntó a través del dolor de la necesidad. —Sí, y siempre ha tenido un ojo para la belleza núbil, pero tal es el caso de muchos hombres, mortales o inmortales, ¿non? Ashwini asintió, pensando en el septuagenario que vivía en su edificio, su compañía una sexy pelirroja de unos treinta años.
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—Pero, en aquel entonces —continuó Janvier—, Giorgio trataba a la mayor de su rebaño con amor y respecto, incluso después de que su juventud se desvaneciera; durante mi estancia en el château, conocí a una que se encontraba en su sexta década. Para ella, Giorgio era familia, y el sentimiento era recíproco. Ashwini no podía hacerse a la idea de que el vampiro acabara abandonando lo que una vez fue un hombre diferente, un miedo repentino le quitó la respiración. —No permitas que la inmortalidad te haga eso —susurró—. No le permitas que te robe tu alma. Ojos verde musgo sostuvieron los suyos. —Es, como me dicen otros, mucho más fácil permanecer como humano si divides tu corazón en dos y le das una parte a otro para que lo guarde. Dámelo, quería decir. Lo protegeré con mi vida… y te daré el mío a cambio. Cruzándose de brazos contra el impulso que básicamente le causaría a él un dolor tan terrible que dejaría cicatrices permanentes, rompió la intimidad ardiente del contacto visual para mirar hacia el resplandor de Manhattan. —Supongo que Arvi podría hacerle un favor a un amigo. Él y Giorgio, probablemente, se conocieron en una gala de caridad o algún otro asunto de etiqueta. Su hermano se encontraba a gusto en tales eventos, la perfecta cita urbana. Porque, a pesar de que Arvi era un hombre nacido para ser la cabeza de una familia, la responsabilidad se asentaba sobre sus hombros como si hubiera sido hecha para que lo usara, nunca se casó. Hace una década, Ashwini pensó que eso estaba a punto de cambiar, pero la talentosa cirujana a quien Arvi inevitablemente amó apasionadamente, pasó a convertirse en la esposa de otro hombre. Desde entonces, Arvi jugó en el campo. No le quedaba, pero entendía por qué lo hizo.
—Nunca mencionaste antes a tu hermano. —Javier acarició los mechones del cabello de ella entre la punta de sus dedos. Los pequeños tirones en su cabellera llegaron a lo profundo de su ser, Ashwini levantó la vista al limpio viento para ver a un escuadrón de ángeles pasando sobre ellos en un camino de vuelo bajo. Sumergieron las alas como una unidad mientras pasaban, y supo que Janvier había sido visto. Él levantó su mano libre en un reconocimiento justo mientras una ráfaga de viento le apartó el cabello de la cara. Ese rostro nunca podría ser llamado hermoso. Poseía demasiados bordes rudos. Pero, ¿sexy? Sí, Janvier era sexy en cada forma que un hombre podía serlo. La curva de sus labios, la oscura sombra de barba en su mandíbula que decía que no se preocupaba por ser bonito, el brillo de pecaminoso conocimiento en sus ojos, la forma perezosa en que se movía, se añadía a un paquete que tendría a una mujer ejerciendo una increíble fuerza de voluntad para repudiarlo. La fuerza de voluntad de Ashwini se hallaba al mínimo todo el tiempo.
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Como si hubiera sentido eso, Janvier deslizó las manos por su espalda para enganchar un pulgar en el bolsillo trasero de ella. Empujaba sus límites y era lo que siempre hacía. Si alguna vez dejaba de coquetearle, una parte de ella moriría. —¿Tienes que reportarte con Illium en persona? —preguntó, ignorando su pregunta implícita sobre su hermano, incapaz de ir ahí, de hablar sobre la agonía que la dividía y unía con Arvi; no podía olvidar su traición, y Arvi no podía perdonar lo que vio como ella. —Puedo llamar para comunicar la información. —La mirada de Janvier era aguda, pero sus palabras fáciles—. ¿Tú? —Haré lo mismo. Separándose a extremos opuestos del acantilado, llamó a Sara mientras él contactaba a Illium. Ashwini actualizó a la Directora del Gremio con los detalles, luego dijo—: Mis instintos gritan que el perro es un presagio de lo peor por venir. —La sensación no tenía nada que ver con sus habilidades más inusuales; era puro instinto de cazadora—. Voy a mantener un ojo en el área, trabajar con mis contactos para ver si puedo agarrar algo suelto. —No voy a ponerte como cazadora activa en al menos dos semanas más —respondió Sara—, así que tómate el tiempo y mantenme informada. Sin heroísmos. —Era una orden—. Maldita sea, no tengo la intención de observar a los sepultureros poner a otro de mi gente en la tierra. Hubo tantos funerales después de la batalla que resonaron en el aire, en los tejados, y por las calles de Manhattan. Cazadores, vampiros, ángeles… la ola de muerte fue indiscriminada, el dolor que dejó a su paso una pesada sombra que coloreó la orden de Sara de esta noche. — Tomo nota —dijo Ashwini a la otra mujer antes de colgar.
Luego, se dio la vuelta, miró al hombre que caminaba hacia ella, su cabello al viento y su sonrisa una invitación, y supo que estaba a diez segundos de hacer lo que podría ser el peor error de la vida de ambos. *** Janvier quería a Ashwini. La quería desde su primer encuentro en la exuberante humedad verde de un pantano de cipreses, su piel perlada por el sudor y las libélulas zumbando en el aire. Tomó todo en él no intentar seducirla entonces y ahí, el deseo de lamer la sal unida a su olor mientras conducía su polla dentro de su cuerpo en un deseo violento y repentino. El hecho de que ella tuviera una ballesta apuntando a su intestino no apagó su lujuria, sólo la acentuó, pero la lujuria sólo fue al principio. Cada vez que se enredaban, aprendía un poco más sobre su Ashblade, hasta que tener su cuerpo ya no sería suficiente. Janvier quería a toda la mujer hábil, complicada y con dones frente a él. Incluyendo su confianza.
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Hoy, los ricos ojos marrones que vio reír, enfurecerse, divertirse, se encontraban tristes y frágiles. Un pequeño empujón y sabía que le permitiría seducirla, le permitiría usar su cuerpo para hacerla olvidar el dolor que vivía en ella, esa cosa enorme demasiado terrible para que un mortal la poseyera. Podía besarla, saborearla en un intento por calmar su intensa necesidad, incluso meter su polla tan profundo que ella gritaría. Y cuando terminara, habría destruido la cosa más hermosa que encontró, que sintió, en toda la eternidad. —Es una gran noche para un paseo largo —dijo antes de que ella pudiera hablar—. No hay viento fuerte, y puedo manejar cualquier nieve que caiga. ¿Vienes? Una pausa expectante, aquellos misteriosos ojos enfocados en su rostro. Sus nervios se tensaron; Janvier no sabía si tenía la fuerza para negarse si le hacía una oferta diferente, incluso al saber que sería un error devastador. Era su talón de Aquiles, su locura personal y luminosa. —Sí —dijo al final—. Vamos. Agarrando el casco que trajo especialmente para ella y que nunca le prestó a nadie más, se lo puso con sus propias manos, cerrando la visera para la niebla para protegerle el rostro. Luego, se subió el cierre de la chaqueta tras una mirada a Ash para asegurarse que la suya se encontraba segura, se puso su propio casco y se sentó a horcajadas en la motocicleta. Ella dudó por un segundo antes de ir tras de él, larga, elegante y la más compleja criatura fascinante que conoció. Sin interrumpir el silencio que cayó entre ambos, condujo por el estrecho camino de acceso del acantilado con cuidado; podría tener una racha temeraria, pero a pesar de su valor y determinación, Ash era
mortal. Si destrozaba la moto, ella podía morir. Sus intestinos se tensaron, su columna se bloqueó. Sólo unas décadas más. Entonces, será el tiempo de que un nuevo cazador te persiga. Ella le dijo eso la primera vez que le pidió ayuda. Habían ido al territorio de Nazarach, sobrevivido al sádico ángel, compartido una promesa decadente de un beso en una plataforma de un tren antes de que lo dejara, su salvaje tormenta de viento de una amante. Porque ella era mucho más que su amante, incluso si nunca estuvieron piel a piel. La idea de estar con otra mujer después de conocerla simplemente se encontraba fuera de cuestión. No la dejaría, no podía dejarla, morir. No a la tempestuosa tormenta que era ella. La luz se iría del mundo si se iba.
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El único impedimento de convertirla en casi inmortal era la propia resistencia de Ash ante la idea. Rafael se encontraba al tanto de Ash desde mucho antes de la fatídica reunión que Janvier tuvo con ella en ese pantano; el arcángel estaría más que feliz de tener a una mujer con sus habilidades en la Torre. De alguna manera, Janvier tenía que hacer que Ash viera que vivir cientos, quizás miles de años no sería la pesadilla que imaginaba. Una vez fuera del Enclave, giró la moto en dirección a las montañas de Adirondacks. El viento nocturno silbaba junto a ellos y otros vehículos los sobrepasaban por la izquierda, ya que mantuvo la velocidad baja, la nieve en los costados del camino brillaba en la luz de sus faros cuando pasaron por las áreas más pobladas, los árboles limpias siluetas contra la noche. Encendiendo el micrófono y el sistema de altavoz incorporado en su casco con una inclinación de su cabeza, dijo—: Hay algo sobre ir por un paseo con una hermosa mujer envuelta a mi alrededor. Le tomó un par de segundos descubrir el sistema en su extremo. —¿Desde cuándo una mano en tu hombro es “envuelta a tu alrededor”? La vieja tristeza y el intenso dolor que sintió en ella desde el instante que se encontró cara a cara con su hermano aún se encontraban ahí, pero podía oír a su Ash alzarse a través de ello. —Ah, quizás simplemente estoy entregándome a una fantasía. Tonto macho el que soy. Un resoplido sonó detrás de él… pero luego deslizó los brazos alrededor de su cuerpo, presionando el pecho sobre su espalda, la fuerza de su abrazo haciéndolo sentirse poseído, apropiado. El contacto alivió la antigua y potente necesidad de su interior, lo suficiente que su pecho ya no dolía, el aire llenaba sus pulmones otra vez. —Así que, pido y recibo. Estás de un humor generoso.
—No te pongas demasiado engreído, cuddlebunny7. Su sonrisa fue brillante. —¿Qué es un cuddlebunny? —preguntó, genuinamente curioso. —Tú, en este momento. Sexy, ¿non? Le encantó que se burlara de él. —Oui, si hace que te acurruques tan cerca. Su risa fue ronca, y era todo lo que necesitaba escuchar. *** Montaron por horas, tomando un descanso de vez en cuando para estirar las piernas o admirar el paisaje, o para que Ashwini consiguiera un poco de café caliente. —A este ritmo, voy a tener una sobredosis de cafeína —señaló la segunda vez que Janvier hizo una rápida parada en un restaurante, la nieve que había empezado a caer suave y agradable, sin ser un reto para las habilidades de Janvier en el manejo de la moto. —Búrlate de mí, cher. No quiero que te congeles. —Una sonrisa maliciosa—. Me gusta tu sangre caliente. —Deja de pensar en mi sangre.
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—Ahora pides lo imposible de tu cuddlebunny. Con cada kilómetro que pasaba, con cada palabra juguetona, Ashwini sentía más y más que la tensión causada por el inesperado encuentro con Arvi se diluía… y cada vez más su corazón caía en las manos del hombre que vio su quiebre y le dio la risa para sanarla. ¿Qué iba a hacer con esto, con ellos? Ya no parecía tan sencillo como guardar un secreto, el mantener la distancia. Porque, como lo demostraba su posición actual, lo último probaba un fracaso espectacular, y lo anterior parecía una traición de todo lo que se habían convertido el uno al otro. —Naasir tiene razón —dijo cuando Janvier detuvo la moto en una gasolinera de camino a Manhattan, el aire limpio de nieve una vez más. Sacándose el casco, Janvier la miró por encima del hombro. — ¿Sobre qué? —Sobre las personas haciendo las cosas demasiado complicadas para… —Un fuerte zumbido interrumpió sus palabras—. Espera —dijo, su corazón golpeando contra sus costillas porque la decisión sobre qué decirle a Janvier podría haber sido hecha para ella. Sin embargo, la llamada tardía no era de Banli House. —Es Sara. —Ashwini sintió que su sangre se enfrió; la Directora del Gremio no la llamaría un cuarto pasadas las once a menos que fuera un problema serio—. Sara, ¿qué pasa? 7
Se refiere a alguien que sirve para acurrucarse.
—Los policías me contactaron. Han encontrado un cuerpo que etiquetaron como asunto del Gremio. Por la descripción, está en la misma condición que el perro. Ashwini se armó de valor para malas noticias, pero las palabras de Sara le quitaron el aliento. —Maldición. —Poniendo la mano en el hombro de Janvier, cerró los ojos por un segundo antes de abrirlos—. Me encargaré de esto. —No estás en condiciones de caza, Ash. Sabes eso. Janvier le palmeó el muslo y le hizo una seña para que cubriera el teléfono, de modo que pudieran hablar. —Un segundo, Sara. —No puedo escucharla claramente —dijo Janvier tan pronto como bloqueó el receptor—, pero, ¿dice que un cuerpo se conecta al perro? — Ante el asentimiento de ella, su rostro se puso sombrío—. La ciudad no necesita esto justo ahora, tan pronto después de la batalla. Apenas empieza a sanar. —¿Estás ofreciendo asistencia de la Torre? —No hay forma que la Torre no esté involucrada —señaló—. El Gremio tendría que reportar esto a Dmitri tarde o temprano. Bien podrían haber trabajado juntos desde el principio.
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Ashwini no podía discutir con él, esto no era un caso normal del Gremio. —Tengo asistencia de la Torre —le dijo a Sara. Molesta como se sentía por tener que pelear para hacer su trabajo, también sabía que la Directora del Gremio tenía razón; no se encontraba en condiciones físicas para manejar esto por su cuenta. Sería estúpido no tener respaldo por si las cosas se ponían feas. —¿Janvier? —preguntó Sara. —Sí. —Transmitió lo que dijo sobre el estado sicológico de la ciudad. —Tiene un punto. —El sonido débil de un tamborileo vino a través de la conexión, Sara probablemente daba golpecitos con su pluma contra el escritorio—. ¿Asumo que Janvier le pasará los detalles a Dmitri? —Sí. —Bien. Contactaré a Dmitri en la mañana, prepararemos nuestro plan de acción, pero por ahora, trabaja bajo el supuesto de que la investigación necesita mantenerse fuera del radar. —Entonces, ¿el caso es mío? —Llamaré a los policías para que mantengan la escena hasta que llegues.
10 Traducido por Josmary Corregido por Daniela Agrafojo
Ashwini y Janvier regresaron a Manhattan en la mitad del tiempo que debería haber tomado. Fue el viaje más emocionante de su vida, la moto moviéndose tan suave como una corriente de agua. Pura seda, acero y velocidad. Esa emoción fue reemplazada por una dura rabia al instante en que llegaron a la escena.
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La víctima fue encontrada en un contenedor de basura detrás de un restaurante que oficialmente estaba ubicado en Little Italy. Pero que realmente se situaba contra el extremo más alejado del Barrio Vampírico. Una calle por encima de esta, los clubes eran cuestionables en el mejor de los casos, fatales en el peor. La última vez que estuvo en la zona —persiguiendo a un vampiro que había violado su Contrato y decidió esconderse en la parte más oscura de la ciudad—, entró en uno de esos clubes y vio a una drogadicta eufórica, desmayada en el regazo de un vampiro bien cuidado y elegante, con un toque de rojo en sus ojos. Tenía el mini vestido de lentejuelas de la drogadicta fuera de sus hombros, su mano moldeaba su pecho desnudo mientras bebía de su cuello. Otro vampiro tenía sus colmillos enterrados en la cara interna de su muslo. Ashwini sabía que perdía su tiempo, pero hizo que se detuvieran, luego esperó hasta que la mujer estuviera consciente. Momento en el que la drogadicta llamó a Ash “puta que necesitaba ser follada”. Luego extendió sus piernas lascivamente revelando que no llevaba bragas, y empujó a uno de los vampiros entre sus muslos, diciéndole que se alimentara. Sus ojos rodaron hacia atrás un instante después, gritos orgásmicos arrancados de su garganta. Una semana más tarde, Ashwini vio la cara de la misma mujer en un boletín del Gremio. La habían encontrado desangrada, colmillos marcados por todo su cuerpo. Entristecida, pero no sorprendida, Ashwini le contó al cazador que llevaba el caso de los vampiros que vió con la víctima. Resultó que los dos se encontraban en San Francisco para ese momento, la drogadicta murió a manos de otro de sus clientes. Esa solo era la punta del iceberg.
Ciertas partes del Barrio Vampírico eran un mercado de carne para la sangre, para el sexo, para el dolor. No todos en lo más cutre. Dos de los clubes más peligrosos del Barrio también eran los más sofisticados y exclusivos, que atendían a una muy selecta clientela. Viejos, viejos vampiros a los que ya no les gustaba nada vainilla. El Gremio hizo todo lo posible para mantener un ojo en las cosas, pero los cazadores no eran los hermanos mayores de nadie, y si la carne se acercaba y quería ser comida, no era asunto de nadie más que de los adultos involucrados. Los menores de edad eran otra historia. La piel de Ashwini se erizó cuando recordó el informe que fue parte del archivo que le dieron cuando entró en la Academia a los dieciséis años, el Gremio tenía una política de asegurarse de que todos sus estudiantes fueran plenamente conscientes del mundo en el que se estarían moviendo en caso de que completaran su formación.
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Los estudiantes más jóvenes recibían datos censurados, lo que sus mentes podían manejar en el momento, cada vez más completos a medida que crecían. A los participantes de más edad, por el contrario, les mostraban hechos crudos y duros desde el primer momento. En un caso que nunca olvidó, el vampiro en cuestión fue enviado a una prisión especial para casi inmortales y condenado a que le desollaran la piel una vez cada catorce días, sin anestesia, la herramienta podía ser un látigo o un bisturí. Al parecer, tenía que elegir qué herramienta se utilizaría cada vez. Si eso no era lo suficientemente aterrador, una vez al mes, los carceleros le cortaban la lengua y los genitales, un castigo específico por el hecho de que se aprovechó de niños. El tempo estaba calculado precisamente, suficiente para que todo volviera a crecer, dada su edad, y para que tuviera dos días de perfecto estado de salud. Cuarenta y ocho horas para temer lo que está por venir, le dijo Janvier una vez, mientras discutían el castigo en el reino de los inmortales y casi-inmortales. Es un hombre estúpido aquel que busca romper una ley cuando la pena esta en las manos de Dmitri. La libertad condicional ni siquiera era una posibilidad hasta que el vampiro hubiera servido cien años. En lo que se refería a Ashwini, era un castigo malditamente perfecto. El vampiro había follado y chupando a un niño de trece años de edad y una niña de doce años de edad, que habían crecido en su hogar, hijos de los sirvientes. En lugar de proteger a los inocentes que cuidaron de él, usó su confianza y la de sus padres para abusarlos sistemáticamente. Incluso preparó a sus víctimas hasta el punto en que ellos creían que el abuso era una parte normal de la vida. Los dos niños fueron dañados en un nivel muy profundo, Ashwini sabía que el pronóstico para su futura salud psicológica era sombrío en
el mejor de los casos. Oyó rumores de que era una de las raras veces que Rafael se implicó personalmente en la vida de los mortales, eso fue mucho antes de que Elena se convirtiera en su consorte. Según los rumores, le hizo algo a las mentes de los niños que les permitió sanar. Ashwini siempre esperó que el rumor fuera cierto, que los niños lo hubieran logrado, que tuvieran una vida segura y feliz viviendo como adultos… y que ningún otro monstruo hubiera invadido su existencia. Como el que se aprovechó de esta víctima. La hembra —que ya no estaba en un contenedor de basura, sino que fue colocada en una lona en la nieve recién caída junto a ella, un mantel blanco la protegía de la exposición— no era una niña. Eso fue evidente cuando Ashwini y Janvier levantaron el borde del mantel para mirar por debajo con la ayuda de la linterna de alta potencia que le prestó uno de los dos policías que respondieron al informe del hallazgo del cuerpo. —Supe que era un caso para el Gremio tan pronto como lo vi — dijo la oficial más vieja del dúo, con el pelo gris atado en un moño en la parte posterior de la cabeza—. Con las cosas que he visto en este trabajo, se podría pensar que sería inmune a sorprenderme. Sin embargo, nunca antes encontré algo como esto.
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La víctima, su pelo como paja despojado de color, no se hallaba totalmente momificada. Se veía lo suficiente como para que Ashwini pudiera decir que su cara tenía la estructura ósea de un adulto y sus pechos se habían desarrollado más allá de la adolescencia. Su altura parecía estar cerca de un metro con sesenta centímetros, y después de haber retrocedido la piel alrededor de la boca vio que su dentadura era clara y daba testimonio de su humanidad. No había colmillos, ni siquiera los de un bebé. Las marcas en su cuerpo eran innumerables. La luz reflejaba el blanco brillante de las cicatrices antiguas, sumidas en el dulce púrpura-verdoso de los moretones nuevos, sumados al lío que era su garganta. Alguien le hizo daño a esta mujer durante un largo período de tiempo. Con la ira palpitando en sus entrañas, Ashwini sabía que cualquier examen ulterior tendría que esperar a la fría claridad de la morgue del Gremio. —¿Por qué la movieron? —preguntó a la oficial de policía. Su compañero, un joven musculoso que se veía pálido por las nauseas, estaba de guardia en la entrada del callejón que servía de conducto a la parte posterior de las empresas a lo largo de este tramo. —No fui yo, señora. —Una sutil inclinación de cabeza—. El dueño del restaurante, él la tenía antes de que llegáramos aquí. Su nombre es Tony Rocco.
Echando un vistazo detrás del policía uniformado, Ashwini se fijó en el hombre bajo y de apariencia sólida que se encontraba de pie con ojos enrojecidos en la puerta trasera del restaurante. Ella se levantó, dándoles a los técnicos de escenas del crimen el visto bueno para procesar la escena. Ninguno era del Gremio, pero habían trabajado con y para ellos antes y podía confiar en que no filtrarían nada a los medios de comunicación. —Gracias por venir tan tarde, chicos —dijo antes de caminar hacia Tony Rocco. Janvier se quedó atrás, hablando en voz baja con los técnicos. —Señor —dijo al llegar el dueño del restaurante—. Mi nombre es Ash. Estoy con el Gremio. Él no pidió ver su identificación, sólo sacudió la cabeza, su pelo grueso del mismo negro profundo que su bigote bien peinado, su piel pálida por la conmoción. —No podía dejarla allí, como si fuera basura. Sé que no debo tocar si encuentro algo así, pero no pude evitarlo. —Su labio inferior tembló, su voz ronca—. Ella es la niñita de alguien. Al menos, pensó Ashwini, la víctima tuvo esto, un momento de atención, de humanidad después del horror.
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—Entiendo, señor Rocco —dijo, manteniendo su voz suave—. Pero, ¿puedes decirme cómo la encontró? ¿Había basura encima de ella? En lugar de contestar, se volvió en la puerta para gritar—: ¡Coby! Un adolescente larguirucho con la misma estructura facial de Tony, pero con varios centímetros más de altura y con la piel varios tonos más oscura, apareció detrás del hombre mayor. —¿Sí, Pa? —Muéstrale las fotos a la dama. El adolescente sacó su teléfono, tocó la pantalla para abrir sus archivos de fotos, y luego se lo entregó a Ashwini. —Veo programas de crímenes... pero nunca esperé ver algo así en vivo. —Su nuez de Adán se balanceó—. Hice que Pa esperara un minuto para sacarla. Le ayudé, a pesar de que sabía que no debíamos hacerlo. Agarrando la mano de su padre como debió haberlo hecho cuando era un niño más pequeño, Coby parpadeó rápidamente, añadiendo—: Simplemente la tiraron. No sabía que la gente realmente hacía eso. Pensé que solo hacían esas cosas en la televisión. —Su voz temblaba. Ashwini conocía mucha gente mala en su línea de trabajo, mortales e inmortales. Algunos eran completamente estúpidos y violentos, otros malos y crueles, un porcentaje era egoísta y narcisista. Después conocía a gente como Coby y su padre y se renovaba su fe en el mundo.
—Gracias. —Reenviándose las fotos desde el teléfono del chico y eliminando las copias para que Coby no tuviera que hacerlo él mismo, dijo—: ¿Usualmente sacan la basura alrededor de la hora en la que fue encontrada? Tony Rocco asintió después de poner su brazo alrededor de su hijo y abrazar al adolescente a su lado. —Sí. Limpiamos para la mañana siguiente y… —Lo hacemos alrededor de las once —dijo Coby cuando su padre se interrumpió, la voz del hombre mayor tragada por el dolor. —¿Alguien más utiliza este basurero? —Gente de la calle bucea en el contenedor de basura de vez en cuando —dijo Coby—, pero tratamos de darles las sobras para que no tenga que hacerlo. —Otro trago irregular, pero el chico no paró—. Ahora esta tan frío que ya no vienen por la noche. Así que sobre todo nosotros y el lugar al lado, sólo que estaba cerrado hoy. El padre de Coby señaló con un dedo tembloroso hacia las bolsas negras de basura en el suelo al lado del contenedor. —¿Quién hace eso? —poniendo su mano en un puño, golpeó contra su corazón—. ¿Simplemente tirar a un ser humano a la basura?
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Ashwini no tenía respuesta para él. —¿Salieron aquí afuera en otro momento del día? —Lo hice —dijo Coby—. Hago la limpieza después de la hora pico del almuerzo. Quizá a las dos y media, tres a más tardar. —Se frotó las manos sobre sus brazos cubiertos por un suéter—. No se encontraba en el contenedor de basura y no vi a nadie merodeando por ahí. Ashwini hizo una nota mental para comprobar si había cámaras de vigilancia en cualquier lugar cercano, los policías ya verificaron que el restaurante no poseía. No tenía muchas esperanzas; la zona no era lo suficientemente rica como para que las cámaras fueran un complemento automático, pero tampoco la criminalidad era lo suficientemente alta como para que la vigilancia fuera un requisito previo para el seguro. Aquí, los vecinos se cuidaban unos a otros, pero la mayoría de los lugares se habían cerrado al menos una hora antes, y aunque este restaurante se hallaba en el límite del Barrio Vampírico, no estaba en una ruta peatonal llena de fiesteros, por lo que dudaba que fuera capaz de localizar cualquier testigo ocular. Todo esto contribuía a concluir que la persona que eligió este contenedor conocía bien la zona; él o ella era o un local o vivía cerca. Por desgracia eso la dejó con una enorme piscina de sospechosos. Mirando los ojos oscuros de Coby, luego los de Tony, ella dijo—: ¿Alguno de ustedes recuerda si había otras huellas en la nieve cuando salieron esta noche? —No, había nieve fresca, impresas sólo con las patas de un gato —respondió Coby—. Lo recuerdo, porque me quedé en la puerta y pensé
en cómo sería hacer una decoración impresionante para un pastel, diminutas huellas en glaseado blanco, tal vez con un gato sentado en el borde. —Él comenzó a sonreír, pero se desvaneció un latido más tarde— . Eso fue antes de... Su padre levantó la mano para acariciar la cara de su niño. —No, no dejes que nadie robe tus sueños, especialmente algún pedazo de escoria que hirió a una mujer de esa manera. —Tirando hacia abajo la cara de su hijo con las manos apretadas en sus mejillas, Tony dijo—: Iremos hornear ese pastel y lo compartiremos con nuestros invitados mañana, celebraremos la vida de esa mujer, y le daremos algo mejor que la fealdad de su muerte. Esperando hasta que su hijo asintiera en respuesta a sus palabras de empatía, Rocco miró Ashwini. —Si ella no tiene familia, vamos a ocuparnos de su funeral, asegúrese de que sea bien tratada. —Gracias —dijo ella, consciente que sería un sacrificio monetario para la que parecía ser una pequeña empresa familiar—. Me pondré en contacto con usted una vez que sepamos sus circunstancias y los detalles de cuándo liberará sus restos el patólogo. —Sería como cenizas, el estado del cuerpo de la mujer era demasiado explosivo para arriesgarlo aún más a la exposición.
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Tony asintió y llevó a su hijo lejos. —Voy a dejar la puerta abierta —dijo sobre su hombro—. Si alguien necesita café, puede entrar. La policía más vieja y su pareja aceptaron la oferta, ambos habían estado allí por más de una hora. Sacudiendo la cabeza cuando la policía se detuvo en la puerta para comprobar si Ashwini quería un poco, se acercó a Janvier y le mostró las fotos que Coby había tomado. —Fue abandonada en algún momento entre las dos y media de la tarde y las once de la noche, cuando el muchacho la descubrió. Podemos reducir más la brecha si verificamos cuándo nevó en esta área después de las dos y media. Janvier le devolvió su teléfono, su ira era una película de hielo sobre el verde de sus ojos. —Antes de hacer cualquier otra cosa —dijo, con la voz rígida y controlada—, hay que asegurarse de que las noticias sobre el estado del cuerpo no se extiendan. Ella se merece algo mejor, pero esto podría afectar todo un territorio. Ashwini normalmente no tenía tiempo para la política, pero esta situación política en particular podría ser potencialmente mortal: los arcángeles vigilaban Nueva York en busca de signos frescos de debilidad. Es más, como Janvier había señalado antes, la ciudad apenas comenzaba a recuperarse de sus pérdidas. Una patada más podía abrir las heridas de nuevo. —La oficial me dijo que no avisó por radio ningún detalle, sólo el hecho de que habían encontrado a una mujer fallecida. —Ashwini tenía
respeto por la oficial, por haber pensado rápido y contactado al Gremio usando su teléfono en lugar del radio—. Con esta ubicación, cualquiera que escuchara asumiría que era una fuente de alimento que servía a los clubes de los alrededores. Los medios de comunicación no responderían a nada que consideraran "rutina" como la muerte de una fuente de alimento. Las fuentes de alimento —hombres y mujeres— eran parte del mundo gris. La luz no penetraba ese mundo y era uno en el que a las personas "normales" no les gustaba pensar. Una vez perdida, la gente en el mundo gris era olvidada, lo que era a la vez triste y feo por parte de la sociedad. Sin embargo, esta vez la actitud insensible trabajaría en su beneficio. —Eso nos deja con el dueño del restaurante y su hijo —dijo Janvier, los ojos fijos en la puerta abierta por la que la oficial había salido un par de minutos antes, con dos tazas humeantes de café. Ambos oficiales de la patrulla se encontraban ahora en la entrada al callejón—. El muchacho tenía las fotos. Ashwini frunció el ceño. Sí, había borrado las imágenes, pero Coby tuvo tiempo de sobra para enviárselas por correo electrónico a sí mismo, o a otra persona.
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—Voy a hablar con ellos —dijo ella, casi segura de que el adolescente no era del tipo que aprovechaba la fama de la atrocidad. —No. —Despojada de cualquier atisbo de encanto, la expresión de Janvier expuso la voluntad implacable en el núcleo de su naturaleza—. Vamos a hablar con el niño y su padre juntos. —Son buenas personas. —Ashwini se cruzó de brazos—. No necesitan ser aterrorizados como pago por ser lo suficientemente honestos de sacar el cuerpo cuando podrían haber dejado que sanidad lo recogiera. —Donde Coby y su padre vieron a una persona, muchos otros hubieran visto basura. Janvier tocó su mandíbula con sus dedos, un fresco, ligero roce que terminó antes de que ella pudiera protestar. —El miedo es lo que mantiene a los mortales vivos en un mundo de depredadores. —No mencionó que él era uno de los depredadores. Ashwini siempre lo supo, siempre veía sus complejas capas, ¿por su encanto? Eso era real, también. —Voy a ser la que hable. —Tomándose un minuto para hablar con los técnicos de la escena del crimen y asegurarse de que la víctima sería transportada a la morgue del Gremio lo más rápido posible, se dirigió hacia el restaurante. —No la quieres allá en el frío —dijo Janvier, deteniéndola en la puerta.
Ashwini no negó su impulso irracional pero visceral. Nadie debería tener que estar en la fría oscuridad después de haber sido torturado tan brutalmente. —Vamos —dijo, obligando a sus ojos a no mirar el delgado cuerpo que apenas hacía una ondulación debajo del mantel que era su mortaja—, hagámoslo.
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11 Traducido por Vani Corregido por Val_17
Dentro del restaurante, padre e hijo limpiaban, el olor de la cocción en el aire. —¿Quieres una taza de café? —preguntó Coby. —No, gracias —dijo Ashwini al adolescente de ojos tristes y extendió la mano en tácita simpatía, para cerrar su mano en la de él sobre el mostrador. Vio que Janvier comenzó a moverse hacia ella, le lanzó una mirada que decía que retrocediera. Su expresión se volvió plana, hombros tensos, pero no interrumpió, aunque su mirada permaneció cerrada en su rostro.
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Coby era demasiado joven para que sintiera algo por casualidad. Habría sido diferente si hubiera sido un amigo o familiar. Esa dolorosa peculiaridad era porque conoció cosas cuando era una niña que ninguna chica debería conocer, como el hecho de que su tía divorciada recogía hombres extraños en los bares todos los viernes y que su abuelo lloró la muerte de la chica inadecuada con la cual no le habían permitido casarse. Esta noche, conscientemente enfocó su habilidad como sólo lo hacía en circunstancias especiales, y todo de Coby se estrelló contra ella: dolor desnudo y angustia, el amor por una chica y su familia, el horror y la lástima que sintió al ver el cuerpo, preocupación por su padre… tantos pedazos del alma de un adolescente. A Ashwini no le gustaba ahogarse en la vida de otro, tenía miedo de que un día se iría cuesta abajo y no encontraría la salida. Pero no quería que Coby estuviera herido, no quería que Janvier convirtiera en un monstruo al chico y su padre. Así que ignoró el miedo, encontró lo que necesitaba en relación a ambos, recuerdos del chico de su padre que eran suficientes como para reforzar su instinto sobre el hombre. Rompiendo el contacto, dijo—: Gracias por lo que hiciste hoy. Con los ojos brillantes, el adolescente apartó la mirada, mientras su padre dejaba que las lágrimas cayeran. —Por favor, no menciones los detalles de lo que viste a nadie. —No quiero volver a poner esa pesadilla en la cabeza de nadie más —dijo Tony al asentimiento desigual de su hijo.
Janvier mantuvo su silencio hasta que estuvieron fuera y lo suficientemente lejos de los oficiales de patrulla para que no fueran escuchados. Cuando habló, su voz vibraba con furia. —Te abriste paso en la cabeza del chico. —Sí, lo hice. —Fue una violación, pero le dijo a su conciencia que había salvado a Coby de una violación mucho peor. Si la Torre siquiera pensaba que él o su padre pudieron difundir cualquier información, el castigo sería glacialmente frío y oscuramente aterrador. —He sobrevivido a cosas mucho peores que los recuerdos de un niño agradable y su padre. —Un ángel una vez había agarrado su muñeca, en un esfuerzo para llevarla cerca así él podría “saborearla”. Empujó un pesado cuchillo de caza en su ojo, porque realmente no había manera de escapar de un ángel viejo excepto con sorpresa, velocidad e inteligencia. Se había salvado por los pelos, y con tanto miedo que vomitó al instante en que llegó a un escondite. —Es posible que hayas vivido más de doscientos años —le dijo a Janvier—, pero no creo que sepas la profundidad de la crueldad y el horror del que algunos inmortales son capaces.
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Con la mandíbula tensa, Janvier levantó las manos como si fuera a agarrar sus brazos, pero los dejó caer a mitad de camino. —Me enfureces. —No le importaba. Él la vió en agonía después de tener contacto inevitable con un viejo inmortal y retorcido, nunca en público, por supuesto, nunca donde alguien pudiera ver la debilidad. Janvier simplemente estuvo allí y sabía lo suficiente como para recoger las señales de dolor que ella era tan buena en ocultar. Así que había diseñado su salida, llevándola a una habitación donde podría colapsar, con las manos aferradas a su estómago. Él jamás se sintió tan impotente como cuando tuvo que verla sufrir sin poder hacer ni una maldita cosa al respecto. Ahora, ella plantó sus pies en una postura combativa, con las manos en sus caderas. —Sí, bueno, tú también. Los dos se quedaron en silencio cuando la furgoneta de la morgue entró, el cuerpo cargado en ella con puertas cuidadosamente cerradas. Los técnicos de la escena del crimen siguieron trabajando, pero era obvio que no estaban consiguiendo mucho. Sin embargo, esa no era la prioridad de Janvier ahora. —Tomaste un riesgo peligroso. —Es un chico. No había terror en él, sólo tristeza. Janvier sabía que ella no le dió la razón, pero lo tomó de todos modos, extendiendo la mano para agarrar el lado de su cuello, movió su cuerpo cerca del suyo. —No lo sabías cuando lo tocaste. —Estaba tan enojado con ella por ponerse en esa posición—. No sabías lo que correría por su cabeza, sorcière.
—Te lo dije… —sus ojos ardían en él, llenos de un millón de secretos—, las brujas fueron quemadas en la hoguera. Solo soy una mujer. Una mujer que veía a través del velo puesto entre las personas y el mundo, quién podía despojar las mentiras para revelar el corazón de las tinieblas que vivían dentro de los mortales e inmortales… y para quien los inmortales eran el enemigo de su cordura. Él pasó su pulgar sobre su pulso, pero ella ya no estaba allí, habiendo huido de su agarre con astucia de cazador. Caminando hacia los técnicos, se agachó para hablar con ellos, con la esperanza de encontrar algo con claridad, aunque tenía que saber que la probabilidad era baja. Los delincuentes podrían ser estúpidos, pero Janvier no creía que esta fuera una de esas veces. Había algo muy frío en tirar a un ser humano a la basura. Se necesitaba un alma de hielo para hacer eso y marcharse, y alguien que carecía de sentimientos cubriría sus pistas con la misma frialdad calculada.
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Una vez más, pensó en Lijuan y cómo el Arcángel de China se alimentaba de sus tropas. Naasir pasó enfrentamientos brutales para informar a Rafael sobre la capacidad del arcángel enemigo para regenerar mediante la fuerza de la vida de los demás, terminó con la espalda casi en rodajas. Aún tras las líneas enemigas, Ashwini y Janvier habían trabajado para frenar las fuerzas hostiles de cualquier manera posible. —¿Ella es tuya? La pregunta de Naasir, ojos plateados brillando contra el rico marrón de su piel. —Tócala y descúbrelo. —Mejor te das prisa, Cajun. Janvier iba tan rápido como podía, pero temía que no fuera lo suficientemente rápido. Ashwini era una cazadora; la peligrosidad era una parte estándar de los contratos de cazador por una razón. Y si — cuando— la guerra llegara a la ciudad de nuevo, ella lucharía contra el enemigo justo a su lado. El corte diagonal a través de su torso en las últimas horas de esta batalla casi perforó su corazón y otros órganos internos. La muerte que podría habérsela llevado hizo que golpeara al vampiro que la había atacado antes de que pudiera moverse. Desafío furioso quemó bajo su piel. Vió a todos los que alguna vez amó morir de vejez. Habían querido irse, después de haber vivido vidas felices y contentas, y él no intentó obligarlos a quedarse, para solicitar una oportunidad de vampirismo y una vida casi inmortal. Pero era demasiado egoísta para entender eso cuando se trataba de Ashwini; él no vería a su estrella apagarse. No a ella.
12 Traducido por Zafiro Corregido por Miry GPE
Dmitri movió su alfil en el tablero de ajedrez a la vacilante luz de la vela que ardía en un soporte a su izquierda. Lo puso en una posición privilegiada para capturar al rey de Aodhan. Illium se inclinaba hacia atrás, apoyado en sus manos, con las alas extendidas sobre la alfombra. —Parece que te tiene, Chispita. —Tengo que matarte. Más tarde —murmuró Aodhan, mirando el tablero.
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Los tres se hallaban sentados en el nido en la parte superior de la Torre. Fue el puesto de observación de Dmitri durante la batalla, las ventanas envolventes ofrecían visibilidad de trescientos sesenta grados. Nueva York brillaba debajo de ellos en todas las direcciones, la Torre plantada en un campo de estrellas. Eso le recordó a Dmitri la brillante tranquilidad de una diminuta casa de campo en una pequeña granja hace mucho tiempo, antes de que Illium o Aodhan hubieran nacido. Las noches eran tan despejadas por encima de su antigua casa, que se quedaba despierto pasada la hora en que un agricultor debía estar dormido, simplemente para ver las estrellas con su esposa. El recuerdo de la sonrisa de Ingrede, su beso bajo la luz de las estrellas, ya no le hizo sangrar el corazón. Debido a que su corazón volvió a él. Ella cambió y él también, pero eran quienes necesitaban ser el uno para el otro. A Honor le encantaba el nido, a menudo lo acompañaba cuando tenía que cuidar de la Torre por la noche. Sin embargo, esta noche ella trabajaba en un intrigante documento histórico en su apartamento, diciéndole entre risas que se divirtiera con los "chicos". Los "chicos" eran los dos ángeles letales con él, uno despatarrado a su izquierda, el otro con el ceño fruncido por la concentración frente a él. El nido no tenía muebles, los tres se sentaban en el suelo. No es que fuera austero ahora que ya no era una sala de guerra. El suelo se encontraba cubierto por una fina alfombra persa que Dmitri sacó de su almacén personal, la encontró hace cien años, en un mercado a lo largo de la antigua Ruta de la Seda. Fue tejida a mano por
un talentoso artesano, con colores rojo rubí, amarillo oro y toques de azul medianoche. Sobre ella se hallaban cojines multicolores largos y planos, los cuales Montgomery suministró de la bodega donde almacenaba tantas cosas, Dmitri no tenía ni idea del inventario. Ese era estrictamente dominio de Montgomery, excepto cuando el mayordomo se ofendía por cómo trataba otro inmortal alguna inestimable obra de arte y decidía "reubicarla" a su propio cuidado. Afortunadamente, Dmitri sólo tuvo que manejar eso una vez. Le tomó tres horas en el almacén desenterrar la estatua de diez centímetros de altura de una Diosa de las artes eróticas. La pieza era lo bastante exquisita como para impulsar a Dmitri ofrecer comprarla al vampiro que la poseía, pero el hombre no quiso desprenderse de su tesoro hasta hace una década. Momento en el que Dmitri colocó la estatua en la sala de estar privada de Montgomery en la casa del Enclave.
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Muy a menudo, el mayordomo exhibía sus artículos robados en la casa de Rafael, y el arcángel se aseguraba de que cada pieza fuera reunida silenciosamente con su dueño. Muchos hombres —ángeles, vampiros o humanos— despedirían a un sirviente con tal pecadillo, pero Montgomery era tan leal a Rafael como cualquiera de los Siete, y el señor comprendía el valor de esa lealtad. —Un error no hace a un hombre valer menos —le dijo Rafael una vez a Dmitri—. De otro modo yo hubiera sido descartado hace mucho tiempo. Ahora, Illium comía de los dátiles azucarados que Montgomery suministró, parte de las golosinas de una gran variedad de alimentos que tentaría cualquier apetito. Extendiendo la mano, Dmitri tomó una sola uva, disfrutando del fresco y dulce sabor e imaginándose alimentando a Honor con sus propios labios. —¿Dátil? —dijo Illium con un brillo en sus ojos. Dmitri ignoró el cuenco de madera pintado que el ángel extendió. —Voy a ayudar a Aodhan a matarte, después de torturarte haciéndote beber champán mientras escuchas a Mozart. —El ángel de alas azules odiaba ambas. Illium sonrió, sin miedo de la ira de Dmitri y Aodhan combinadas. —No me digas que aún tienes el corazón roto por Favashi —dijo, nombrando a la Arcángel que tenía vastas plantaciones de dátiles en sus tierras—. No te creo, admito que ni siquiera había un brillo en los ojos de mi madre durante tu enlace con la encantadora Arcángel de Persia, pero desde entonces los he visto juntos, y nunca la miraste de la forma en que miras a Honor. —Illium tiene razón en esto, Dmitri. Honor es tu corazón. —Los cristalinos ojos de Aodhan refractaban la cara de Dmitri en innumerables fragmentos, los finos surcos alrededor de la boca del
ángel eran el único signo del dolor que aún sentía mientras sus heridas sanaban. La herida en el cuello cerró primero, su cuerpo inmortal concentró sus esfuerzos en la amenaza más peligrosa. Continuó con su ala dañada, pero mientras Aodhan podía volar cortas distancias, y fue animado a hacerlo por los curanderos a fin de fortalecer el débil músculo nuevo, pasarían varias semanas más antes que pudiera volver al estado de pleno vuelo. Sus huesos rotos se curaron, pero su brazo izquierdo, tomándose como la lesión más pequeña en términos inmortales, sólo se había regenerado parcialmente hasta su codo para esta etapa. Actualmente lo cubría con una manga blanca perfectamente fijada, en deferencia al hecho de que el frío a veces podría retardar la curación al desviar los recursos del organismo para generar calor. Demostraba el poder en las venas de Aodhan el que sanara a tal velocidad. La mayoría de los ángeles de su edad aún seguirían guardando cama, la recuperación de ellos se contaba en meses, no semanas. Sin embargo, la mejor noticia no tenía nada que ver con la salud física de Aodhan. No, tenía que ver con una lenta pero profunda curación del alma.
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La voz de Illium irrumpió en la evaluación de Dmitri sobre el ángel herido. —Creo que nuestro respetado segundo está evadiendo. ¿Por qué el recuerdo de la mano de acero en un guante de terciopelo que es Favashi, te hace rechinar los dientes? —No es el recuerdo de Favashi lo que me irrita. —Dmitri frunció el ceño—. Es el recuerdo de mi propia estupidez. —El Arcángel femenino casi lo manipuló para convertirse en su arma personal. Dmitri no tenía ningún problema en ser la espada de la persona que amaba —era letal y había honor en proteger lo que era precioso para el corazón y el alma. Tenía un problema con ser utilizado por un insensato. —Me tomó mucho tiempo ver a través de sus maquinaciones. —Comió otra uva—. Al menos Michaela muestra su propio interés y narcisismo abiertamente, mientras Favashi pretende ser bondadosa y agradable cuando tiene el alma de una cobra. Aodhan meneó la cabeza. —Ella no hizo nada que un arcángel masculino no haría a efectos de obtener a un fuerte inmortal para su corte. Es un error tuyo compararla con Michaela. Dmitri sabía que Aodhan tenía razón; las políticas inmortales no permitían nada sino la crueldad para sobrevivir. En verdad, Favashi y Michaela tenían poco en común más allá de su género. Sin embargo, la idea de la manipulación a los fuertes inmortales en servicio continuaba irritándolo. —Todos servimos a Rafael por nuestra propia voluntad. Uno pensaría que la lección sería clara. Con el cabello resplandeciendo al igual que el brillo de un diamante, incluso en la tenue luz, Aodhan dijo—: Olvidas, Dmitri.
Rafael todavía es considerado joven. Somos un experimento, la mayoría de los antiguos esperan que tú en particular, te levantes y rebeles cualquier día. Aodhan siempre fue más cercano a Illium, Dmitri tenía más de quinientos años cuando nació Aodhan. Así que no comprendió, hasta ahora, lo mucho que extrañó al ángel. Aodhan siempre veía el mundo a través de una lente incisiva, algo que era visible en su obra. —A veces —dijo Dmitri—, creo que nunca entenderé a la clase angelical. —Mil años estuvo al lado de Rafael, con pequeñas desviaciones en el camino, y la gente todavía se negaba a creer que su relación no sólo era la relación de un arcángel y su segundo, sino una amistad. —No estás solo —dijo Aodhan—. Creo que algunos de los antiguos se han vuelto muy cerrados de mente, tan resguardados dentro de su círculo de amigos con ideas afines, que ya no crecen. Son como las mariposas que Lijuan mantenía fijadas en sus paredes. En contraste, Rafael vivía en el centro de una de las ciudades más vibrantes del mundo, sus Siete viajaban a continentes de forma regular, y, críticamente, tanto Dmitri como su señor se enamoraron de mujeres extraordinarias, a quienes la clase angelical no entendía realmente.
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Un antiguo ángel le dijo a Dmitri—: Tu esposa es hermosa. —Con una mirada de asombro en su rostro—. ¿Pero por qué te casaste con ella? ¿No habría servido mejor como concubina? La única razón por la que Dmitri no terminó en ese justo momento con la vida del otro hombre, fue la verdadera confusión en la pregunta. El ángel no tenía ninguna comprensión del amor, y eso era una tragedia tan terrible, que Dmitri no podía ofrecer ningún castigo más severo. El amor lo atacó salvajemente una vez, pero también le dio las mayores alegrías de su vida. El recuerdo de los dulces rostros de sus hijos podría ser doloroso más allá de lo soportable, pero ningún mal jamás robaría la tierna alegría que era el eco sensorial de sostenerlos en sus brazos, de la risa de Misha y la sonrisa gorjeante de Caterina. Y entonces llegó Honor, trayendo con ella una luz incandescente. —Creo que tienes razón acerca de los retrógrados antiguos —dijo al ángel frente a él—. Así que, Chispita, ¿tienes intención de mover o de reconocer la derrota? Aodhan era, en muchos sentidos, el más ecuánime de todos los Siete. Así que cuando levantó la mirada con ojos brillantes y el poder chisporroteando en la punta de sus dedos, fue una visión inesperada. Especialmente teniendo en cuenta la alegre provocación. Entonces el ángel sonrió lentamente y movió una sola pieza en el tablero. —Jaque. Y mate. Dmitri miró con incredulidad. —No —dijo, tratando de averiguar el cómo Aodhan salió de lo imposible.
—Ya, ya —dijo una nueva voz—. Me puedes vencer y sentirte mejor acerca de tus habilidades. Los tres alzaron la vista y murmuraron varias imprecaciones, la de Illium la bienvenida más creativa. Naasir le enseñó los dientes en respuesta, los ojos plateados reflejando la luz de las velas. —¿Cómo diablos entraste a la ciudad sin alertar a cualquiera de los centinelas? —Dmitri puso a todo el equipo de seguridad, así como a la población guerrera en general, en alerta máxima. Esta vez, también alertó al Gremio para estar al acecho, su respeto por sus habilidades creció en el curso de la batalla. Era todo parte de un juego que Naasir jugó con los otros Siete durante siglos. De niño, cuando por primera vez fue llevado a la fortaleza de Rafael, tendía a yacer al acecho debajo del escritorio de Dmitri o saltar desde lo alto de las estanterías de la biblioteca de la fortaleza, riendo como un loco cuando era encontrado —o cuando capturaba a su "presa".
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Naasir era diminuto entonces, tan pequeño como Misha era cuando murió. Cuatro en términos humanos, pero había vivido tres décadas para entonces. Aun así, era un niño. Uno salvaje, pero un niño no obstante, y el juego era una de las pocas cosas que hacía que se encontraba libre de la rabia dentro de su pequeño cuerpo. Así que Dmitri lo dejó jugar, Rafael concordó con su decisión. En tanto Naasir crecía de bebé a niño, encontraba divertido colarse en lugares donde no debía estar, en una ocasión memorable, decidió infiltrarse en el comedor de Lijuan. Al parecer, se sentó a la cabeza de la mesa pretendiendo alimentarse de un gato vivo cuando el Arcángel de China lo descubrió. Lijuan, relativamente normal en ese entonces, encontró el incidente divertido, y Naasir escapó con vida. Fue una de las pocas veces que Dmitri le dio una buena reprimenda, llegando a retumbar en su cabeza que Lijuan y los otros en la Cátedra eran peligrosos. Nunca olvidaría lo que le dijo Naasir cuando Dmitri le gritó que no tenía intención de enterrar a otro niño, y que Naasir necesitaba tener cuidado con su vida. —¿Soy una persona, Dmitri? ¿Te sentirás triste si muero? Aunque se volvió duro y cruel, la inocente pregunta lo afectó. —Sí —le dijo, tan honesto en su respuesta como Naasir fue en su pregunta—. Eres una persona. Eres Naasir. Perderé un pedazo de mí si mueres, y es un pedazo que nunca volverá. Naasir lo miró fijamente durante un largo tiempo antes de ir a abrazarlo. —Está bien, Dmitri. Lo siento. Antes no sabía que era una persona. Como resultado del hecho que Naasir creció bajo el cuidado de Dmitri, su relación era diferente a la relación que tenía con los otros Siete. Naasir aún obedecía cada orden suya, aún le hacía preguntas que un hijo puede hacer a un padre. Dmitri a menudo pensaba que la
astilla de humanidad que permanecía en él hasta que encontró a Honor, sobrevivió gracias al pequeño y salvaje niño con ojos plateados que se le abalanzaba al verlo cuando regresaba al Refugio después de una ausencia. De la misma manera en que Misha corría a él después de sus viajes al mercado. Se le rompió el corazón en pedazos cada vez que Naasir hizo lo mismo, pero Dmitri lo tomó en sus brazos sin falta, incapaz de herir el espíritu del salvaje niño, quien no sabía que Dmitri estaba destinado a permanecer sin corazón, sin esperanza. Ese muchacho nunca perdió el deleite por su juego favorito. En estos días, a Naasir le gustaba colarse en las ciudades y territorios. No sólo por la afición a ser el mejor explorador en las fuerzas de Rafael, sino que las habilidades de Naasir eran una excelente prueba de las defensas de una ciudad. El hecho de que le divertía era una ventaja.
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Sentándose sobre la alfombra en un movimiento tan elegante como el de un gato, el vampiro que no era del todo vampiro, cogió un plato grande que contenía un pollo entero. —La centinela en el edificio con las luces azules casi me atrapó —dijo, arrancando una pierna después de olfatear la carne y hacer una mueca—. Ella es buena. —¿Tenemos agujeros en nuestras defensas? Si es así, tienen que ser cubiertos inmediatamente. —Sólo si el explorador es alguien mejor que yo. Dmitri se relajó. Las habilidades de Naasir en infiltración encubierta eran incomparables, parte de la razón por la que dirigió el pequeño equipo de saboteadores durante la batalla. —Acabo de recibir un mensaje de Janvier. —Llegó mientras hablaba con Aodhan sobre la incapacidad de la clase angelical de comprender ciertas verdades—. Viene hacia acá. —Las noticias, indicó el vampiro, eran malas. —¿Su cazadora está con el Cajun? —No esta noche. Después de acabar con la pierna, Naasir trituró el hueso de una manera que hizo que, tanto Illium como Dmitri, hicieran una mueca de dolor. —Un día —dijo Illium—, conseguirás que un fragmento de hueso se atore en tu garganta. Naasir se encogió de hombros y arrancó la otra pierna. —Vamos a jugar ajedrez. —La última vez que jugamos ajedrez —respondió Illium secamente—, tiraste las piezas por una ventana del Refugio y cayeron al desfiladero. —Soy mejor en eso ahora —gruñó Naasir, pero no por enojo, simplemente enfatizando sus palabras—. Caliane trata de civilizarme.
Aceptado el pedazo de carne que Naasir le tendió, como un león compartiendo con su manada, Illium dijo—: ¿Cómo progresa eso? Naasir también dio un poco de carne a Aodhan. Él nunca hizo eso con Dmitri, ya que, en su mente, Dmitri era otro depredador que sería insultado por la oferta. Dmitri se preguntó si Illium y Aodhan se daban cuenta que Naasir los veía como cachorros más jóvenes, los cuales tenían que ser alimentados por el depredador mayor. Era lo mismo con Veneno. Sin embargo, con Jason o Galen no. Jason, como Dmitri, era adulto mientras Naasir era niño. Galen no era mucho mayor que Naasir en términos angelicales, pero ellos dos nunca se conocieron de niños. —Le dije a Caliane que tratar de civilizarme es como tratar de civilizar a un gato salvaje —dijo Naasir con un encogimiento de hombros—. Pretendemos que nos gusta la gente hasta que tenemos hambre y queremos carne fresca. —Miró alrededor, con un brillo en sus ojos—. Honestamente, me gustan todos ustedes. No he pensado en comerlos por al menos dos siglos. Aodhan miró al vampiro. —Me siento aliviado —dijo en un tono tan serio como el de Naasir.
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—¿En verdad, Chispita? —Naasir se quitó del camino con impredecible velocidad, antes de que el alfil muy bien dirigido de Aodhan lo golpeara justo en el centro de la frente, la risa del vampiro era tan salvaje y alegre como cuando era un niño el cual conseguía asustar a Dmitri agarrando su pierna debajo del escritorio. Dmitri rescataba al alfil cuando Janvier apareció en la puerta. Naasir lo arrastró a un abrazo de palmadas en la espalda, el vampiro más joven devolvió el abrazo con el mismo entusiasmo. Cuando se separaron, Naasir olfateó a Janvier. —Hueles a nuestra cazadora. ¿Dónde se encuentra? —Descansando. —La sonrisa de Janvier se desvaneció—. Tengo malas noticias.
13 Traducido por Val_17 Corregido por Anakaren
Ashwini sabía que debería quedarse en casa, dormir, pero su cuerpo no dolía, aunque su corazón estaba en agonía. Después de darle a Janvier la funda que hizo para él, esperó hasta que se fuera para al fin salir de su edificio de apartamentos otra vez, habiendo decidido pedir prestado el auto del primo de su portero como hizo un par de veces antes. Pensó que el dinero bien podría ir a una joven pareja criando una familia como a un lugar de alquiler. —Gracias —dijo ella cuando el rubio fornido le entregó las llaves—. Planeaba saltar al metro hacia tu lugar, pero Nic me dijo que ya estabas en camino.
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—Necesitaba el paseo y no era como si estuviera dormido. — Bostezando, el chico de veintitantos años se estiró, haciendo sonar sus huesos uno tras otro—. De todos modos, mejor vuelvo a casa antes de que mi esposa decida divorciarse de mí por haberla dejado sola con el bebé. —Una risa afable—. Sus pulmones provienen de su mamá, no hay duda al respecto. Ashwini frunció el ceño cuando él se dio la vuelta para dirigirse a la estación de metro más cercana. —Ven conmigo —dijo—. Te pasaré a dejar de camino. Se rascó la cabeza. —¿Segura? Pagaste por ello limpiamente, más de lo que es justo. —No me va a sacar de mi camino —mintió—. La compañía sería agradable. —En ese caso, no diré que no. Él era buena compañía. Tolerante y entontado con su esposa y el bebé. Escucharlo parlotear sobre los dos la distrajo por el tiempo que lo llevaba a su edificio de apartamentos. Una vez allí, lo vio detenerse delante del pórtico para saludar a la silueta de una mujer en una ventana del tercer piso, sus brazos meciendo un bebé. Ashwini se sentó allí por otro minuto y ni siquiera sabía por qué hasta que vio la silueta cambiar, madre e hijo unidos por una forma masculina fornida y los brazos los envolvieron a ambos. Arrancando los ojos de una escena que nunca sería parte de su propia vida, se fue.
Era una estupidez hacer esto, lo sabía. Una vez que estuvo fuera de Manhattan, la conducción tomaría ochenta minutos o más hasta allá, lo mismo de regreso, y planeaba despertarse temprano para asistir a la autopsia. Pero una noche sin dormir no la mataría, y sus entrañas pulsaban con el implacable tirón que sentía sólo durante los peores episodios, cuando ni la medicación ni la terapia lucharían contra los monstruos. Curiosamente, la voz de Ashwini, leyendo un fragmento de la literatura clásica, había demostrado la mejor panacea cuando las cosas empezaron a ir cuesta abajo… lo cual sucedía cada vez con más frecuencia. Llegó a su destino poco menos de una hora y media más tarde, fue recibida por una enfermera familiar, su pelo rojo peinado en un estilo sencillo. Todo el personal superior sabía que Ashwini tenía permiso para visitar en cualquier momento. La cara de Carl dejó claro que sus instintos no la defraudaron. — ¿Qué tan malo es? —preguntó. —El extremo más grave de la escala. —¿Alguien no autorizado entró en la habitación? Sacudiendo la cabeza, Carl dijo—: Lo comprobé dos veces. Los episodios simplemente están empeorando, Ash.
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Era un hecho que se había admitido hace tres meses. —¿Le has dicho a Arvi? —A diferencia de ella, él se negaba a enfrentar la verdad que hasta un ciego podía ver. —Sí. Él está aquí, pero sabes que tu voz es lo único que parece ayudar. —Tristes ojos azules contra la palidez de su piel pecosa, extendió sus manos, con las palmas hacia fuera—. Te habría llamado, pero era tan tarde y con tu lesión… —Está bien, Carl. —Dejando al enfermero en su puesto, caminó por la gruesa alfombra gris del pasillo hacia la habitación de la esquina, en las paredes a su alrededor colgaban elegantes piezas de arte, y la ventana arqueada al final alcanzando el piso. Permitía que la luz del sol entrara durante el día mientras mostraba el laberinto de setos que formaba parte de los extensos jardines. Esta noche revelaba sólo estigia oscuridad. El libro esperaba por ella en la mesita del pasillo al lado de la puerta cerrada, la insonorización tan buena que no podía oír nada más allá de ella. Arvi se sentaba en una silla junto a la mesa. Con la cabeza en sus manos, los hombros caídos y el blanco de su camisa de negocios se extendía por toda la amplitud de ellos. Siempre parecía tan grande para ella, más grande que la vida. Sin embargo, sólo era un hombre, un hombre que estaba sufriendo. Se acercó para tocarlo, pero cerró la mano en un puño antes de que pudiera hacer contacto.
Girándose, tomó el libro… y la mano de Arvi se cerró sobre su muñeca, el cuero de la chaqueta aislándola del contacto piel a piel que podría haberla sumido en la vida de su hermano y sus secretos en contra de su voluntad. Con el pecho pesado con un millar de cosas no dichas, se movió para mirarlo. Cuando sus hombros temblaron, un sonido áspero escapó de su garganta, se dio la vuelta por completo y sostuvo su cabeza contra el estómago mientras él lloraba. Sus propias lágrimas estaban encerradas en su interior, anudadas con el miedo, la ira y la pérdida. Pero sostuvo a Arvi mientras lloraba, su fuerte y determinado hermano mayor que no podía arreglar esta cosa que lo había cambiado todo. El pasado. El presente. El futuro. Janvier. Él podría haber sido su futuro en otro mundo, en otra época, cuando las lágrimas ásperas de Arvi no contuvieran pura angustia y los nudos no estuvieran formados por una terrible e inevitable verdad. Porque Ashwini nunca se permitiría ser la única al otro lado de la puerta cerrada. Sin importar qué.
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*** Rafael bajó las largas escaleras después de la medianoche, su ciudad envuelta en una aterciopelada oscuridad sin luna mientras su consorte yacía pacíficamente en su cama. Ella estuvo durmiendo con la mano sobre su corazón hasta que se fue. Aunque Elena se fue a la cama cansada pero feliz y él no esperaba que las pesadillas la encontraran, no le gustaba dejarla en las horas del crepúsculo. Sin embargo, Dmitri hizo contacto directo, y su segundo no interrumpía a Rafael en tales momentos por trivialidades. Una mujer ha muerto, le dijo Dmitri, y su cuerpo tiene indicios de la mano de Lijuan. Janvier está en camino al Enclave para darte un informe. Furia helada llenó a Rafael ante el pensamiento del arcángel que buscó hacer daño a su gente en su ansia de poder. No quería ninguna mancha de ella en su territorio. Con ese pensamiento en lo alto de su mente, se dio la vuelta en la parte inferior de las escaleras y se dirigió a la biblioteca. El hombre que estaba frente a las puertas correderas de cristal que daban al Hudson, y más allá, al millón de puntos de luz que era Manhattan, se sostenía como un luchador, su postura ligera. Llevaba una camiseta blanca y sobre ella, una funda que cruzaba su espalda. Esa funda no era la marrón desgastada que Rafael había notado
anteriormente; el cuero flexible de esta era de color dorado, las cuchillas tenían un distintivo. Esas cuchillas hubieran sido letales en combate. Rafael era muy consciente de que Janvier, junto con Naasir y Ashwini, hizo mucho más detrás de las líneas enemigas de lo que era conocido incluso entre sus propias tropas. Los tres tenían una manera de hacer que todo pareciera un juego, que no debía tomarse en serio. Cierto número de sus acciones durante la batalla podría haber parecido tonto para los demás, pero él vió el cálculo estratégico detrás de ello: distraer, molestar, o frustrar al enemigo en un momento crítico podría ser tan mortal como un golpe de clivaje con una espada. Girándose al instante en que Rafael entró en la habitación, Janvier puso las manos detrás de su espalda, su postura alterando a esa de un soldado con su vasallo. —Señor. —Janvier. El otro hombre no perdió el tiempo, dándole un informe fresco y limpio del descubrimiento de la noche. —Aunque el estado final del cuerpo de la víctima alude a Lijuan —añadió—, las cicatrices y moretones señalan un abuso a largo plazo.
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—Como es, todos sabemos que Lijuan ya no puede regenerarse. Incluso si ella lo hubiera hecho, difícilmente estaría interesada en rondar las calles, atacando a mascotas y mujeres, pero tampoco puedo ver a Lijuan compartiendo este poder especial. Rafael presenció a Lijuan volar en mil fragmentos y, a pesar de sus intentos de convencer al mundo de que era una diosa, estaba seguro de que necesitaba su cuerpo físico. Él lesionó ese cuerpo múltiples veces durante la batalla y la única razón por la que fue capaz de borrar tan rápidamente las heridas era porque se había alimentado de la fuerza vital de sus soldados. Y para eso, necesitaba su boca. Incluso un arcángel no podía regenerar la boca sin primero regenerar el cerebro y todos los sistemas del cuerpo que mantenían ese cerebro vivo. Lijuan no estaba muerta, de eso no tenía ninguna duda, pero tampoco era una diosa. Le tomaría un tiempo considerable reparar su forma física, sobre todo teniendo en cuenta que él la borró usando una combinación de pólvora y fuego de ángel. El primero era un nuevo regalo nacido en Cascada, y demostró tener un efecto debilitante en Lijuan. Rafael no se lo mencionó a nadie más que Elena y Dmitri, pero creía que la pólvora había causado daños que le tomaría mucho tiempo rectificar a Lijuan. —Tienes razón en que ella no comparte esta habilidad —le dijo a Janvier—. Está demasiado acostumbrada a controlar a su gente a través de la correa para repartir el poder, y es demasiado codiciosa. ¿Dijiste que esta víctima no era una cáscara vacía como lo presenciaste en la batalla?
—No, todavía tenía un sentido de la humanidad y de la carne, lo suficiente para que pudiéramos identificarla inmediatamente como mujer. Considerando que las víctimas de Lijuan fueron tan encogidas sobre sí mismas, determinar el género fue imposible a partir de una exploración visual de las fotografías de alta resolución que Janvier tomó. El equipo de las sombras tuvo tres reportados de los que no fueron capaces de hacer la determinación en la escena —excepto, por supuesto, para esos que presenciaron personalmente el ser consumidos. —¿Marcas de colmillos? —Un vampiro podría concebiblemente drenar a una víctima de toda su sangre, dando un período de tiempo lo suficientemente largo. —Sí, pero no en el sitio fatal de la herida en la garganta. No había demasiado daño para determinar qué causó esa lesión, al igual que el perro, ella parecía mordida.
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Eso no excluía a los vampiros; podría ser uno de los fabricados que cedió a la sed de sangre, desgarrando y arrancando y mordiendo la carne durante su alimentación. —¿Puede ser contenida la situación? — Rafael tenía que ser implacable; un mortal perdió su vida y merecía justicia, pero esa justicia no podía suceder en un escenario público. No esta vez. —Estoy seguro de que Ash y yo podemos tratar con esto en silencio, con la ayuda del Gremio y la Torre si es necesario. Se puede confiar en que los dos testigos, los oficiales que respondieron, y los técnicos de la escena del crimen mantengan su silencio. Antes de Elena, Rafael habría estado cien por ciento seguro de eliminar los recuerdos de las personas involucradas, pero ahora que vió a los mortales a través de sus ojos, comprendió que esas personas eran sus amigos y colegas y ella los protegería —porque los recuerdos eran lo que hacía a una persona. Preferiría morir como Elena que vivir como una sombra. El eco de lo que ella le dijo poco después de su primer encuentro, a la par con sus palabras apasionadas antes de la batalla, lo hicieron nada menos que implacable cuando se trataba de su ciudad, pero lo hizo considerar otras opciones antes de tomar esta medida en particular. —Tendré a Dmitri poniendo una vigilancia en todas sus comunicaciones como contingencia. —La avaricia podía hundir sus ganchos en la persona más inesperada, y esta información tenía valor para los medios de comunicación—. ¿Esperas descubrir más información esta noche? —Non. La hora tardía significa que tendremos que explorar otras vías mañana. —El ritmo lánguido en la voz de Janvier desmentía el borde duro en sus ojos—. Incluso las huellas de la víctima no se pueden
utilizar para buscar su identidad hasta que el patólogo rehidrate las yemas de sus dedos. —Cuida de ella, Janvier —dijo Rafael—. No dejaré que los mortales en mi territorio sean cazados. —Las vidas humanas podrían ser un parpadeo fugaz de luciérnaga en comparación con el periodo interminable de un ángel, pero Rafael ahora sabía que su luz podía quemar tan brillante, tenía la fuerza para vencer al hielo de la misma eternidad. —Señor. Caminando hacia una pequeña mesa de madera de cerezo en la que se encontraba un decantador de cristal y seis vasos, Rafael derramó dos medidas del líquido ámbar cuidadosamente envejecido en el decantador. Le entregó uno de los vasos a Janvier y dijo—: Tus cuchillas son de la tierra de Neha. —El Cajun, también llamado Janvier, ahora era una de sus personas de confianza, pero no tenían entre ellos la relación que Rafael tenía con sus Siete.
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Eso era de esperarse. Janvier aún no pasaba su tercer siglo — incluso Veneno, el más joven de los Siete, tenía más de cien años sobre el vampiro con el pantano en su voz. Sin embargo, Rafael vio en Janvier lo mismo que vió en Veneno, en Aodhan, en Illium, y en el resto de sus Siete: el Cajun tenía el honor tan profundamente entretejido en sus huesos que tomaría un cataclismo para romperlo. Dmitri no lo había perdido incluso durante los peores años de su existencia. —Sí. —Janvier tomó el vaso, su postura relajándose ahora que el informe terminó—. Neha me las obsequió cuando dejé su corte, dijo que tenía la sensación de que estaría metiéndome en problemas y que disfrutaba demasiado de mi ingenio para oír que perdió la cabeza porque no tenía las armas adecuadas. —Alcanzando su espalda, el vampiro retiró una cuchilla curvada distintiva en un movimiento suave, se la tendió por el mango primero a Rafael. Él la tomó, probó el peso y el levante. Era más pesada de lo que parecía cuando Janvier la utilizó. Ese peso, junto con el borde rapado, explicaba cómo el Cajun era capaz de rebanar cabezas de un solo golpe. Sin embargo, el arma curiosamente parecía decorativa a primera vista, el mango de hueso tallado incrustado con pequeñas piedras preciosas que brillaban con gracia, atrayendo la mirada lejos de la muerte afilada de la hoja en sí. —Neha te favoreció. —Más de lo que Rafael se dio cuenta, porque reconoció la fabricación detrás de las cuchillas de Janvier ahora que había manejado una—. Esas fueron creadas por el propio Rhys, si no me equivoco. —El general de confianza de Neha, un hombre que fue fabricante de armas en su juventud, y hasta la fecha realizaba cuchillas de renombre por su fuerza y manipulación. Se decía que sólo creaba un nuevo conjunto una vez cada década.
Janvier tomó la cuchilla de nuevo, la deslizó en la funda especialmente diseñada. —Rhys es responsable en gran parte de mi habilidad en el kukri. —Y, como Veneno, mantienes esos vínculos. —El miembro más joven de sus Siete fue creado por la misma Reina de los Venenos—. Él se las arregla para hacerse bienvenido en sus tierras, incluso cuando Neha tiene un resentimiento contra mí. —Tal vez es por eso que ella ha sabido referirse a nosotros como Encanto y Astucia. —Una débil sonrisa—. Nunca he averiguado cual de nosotros es cual. Hablaron durante varios minutos antes de que Rafael caminara con el vampiro a la puerta principal. —Señor. —Janvier se detuvo en el umbral después de encogerse de hombros en la chaqueta de cuero que dejó con Montgomery, el reluciente rojo de su motocicleta visible detrás de él—. Ash… su Creación… sigue…
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—Ella está borrada. —Pasaron cierto número de años, hasta que sus habilidades vinieron por primera vez a la atención de la Torre, su sangre secretamente obtenida y probada para la compatibilidad con el proceso que llevaba al vampirismo—. Pero, Janvier —él sostuvo los ojos del otro hombre—, ella no ha mostrado ninguna inclinación para aceptar la oferta silenciosa que se le hizo. Janvier apretó la mandíbula, apartó la vista antes de enfrentar a Rafael una vez más, un vacío sombrío en su mirada. —Esa es la cosa… no creo que nada pueda convencerla para elegir una vida entre los inmortales.
14 Traducido por Sofía Belikov Corregido por Sandry
Janvier recogió a Ashwini a las ocho esa mañana. —No dormiste bien —dijo, su mirada en los oscuros círculos bajo sus ojos. —No es la primera noche que no lo hago. Estoy bien. —Incapaz de resistirse a la urgencia de tocarlo, puso una mano en su hombro y se subió a la moto. Cálido y fuerte, con su esencia sencilla y familiar, hacía que las heridas en su interior dolieran menos, sus músculos menos tensos. —Revisé los registros de la nevada —dijo—. La última fue en Manhattan, antes de que el cuerpo fuera encontrado cerca de las diez de la noche, pero hubo ráfagas previas.
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—Lo que todavía nos una ventana abierta para el cuerpo. — Consideró la información mientras se ponía el casco que le pasó—. No creo que sucediera a la luz del día. —No, habría habido un alto riesgo de ser visto. —Oscurece aproximadamente a las seis, pero las tiendas en esa área están abiertas y ocupadas hasta las ocho, los restaurantes durante más tiempo. Incluso con el local junto al de Rocco estando cerrado a esa hora, apostaría a que el cuerpo fue dejado allí cerca de las diez. —Estoy de acuerdo. —Pasó una mano por su muslo. Ella no protestó; había algo más tierno que sexy en ese toque, y se le hizo un nudo en la garganta. —La autopsia va a comenzar pronto — se las arregló para decir, antes de poner una mano en su hombro de nuevo—. Vamos. —No le queda ninguna gota de sangre en el cuerpo —confirmó el patólogo después de treinta minutos examinando el cuerpo—, pero si fue un vampiro, es el comedor más desastroso que he visto. Revisaré las secciones de su garganta, pero no tengo demasiada esperanza de encontrar heridas profundas que confirmen el uso de colmillos. —¿Qué hay de sus otras heridas? —preguntó Janvier, haciendo eco a los pensamientos de Ashwini. —Abuso a largo plazo. —El patólogo señaló una serie de cicatrices en los pechos de la víctima—. Tienen al menos tres meses, aunque me aventuraría a decir que fueron hechas incluso antes. Y estoy seguro de que notaron las marcas de colmillos en otras partes de su cuerpo.
Quien sea que se haya alimentado de ella, no se molestó en sellar las heridas, excepto por las que hizo en las venas y arterias principales, e incluso así, él o ella hizo lo mínimo para tratar de detener el sangrado. La mejor amiga de Ashwini fue secuestrada y mantenida cautiva por un grupo de vampiros depredadores durante dos largos meses. Honor sobrevivió, pero fue maltratada. Ashwini nunca olvidaría las heridas en el cuerpo de su amiga cuando la encontraron, la desesperanza en los verdes ojos medianoche de Honor. Un poco más de tiempo, y habría perdido a su amiga para siempre. La mujer en la mesa de metal frente a ella no fue encontrada a tiempo, los monstruos hiriéndola horriblemente antes de matarla. Haré justicia por ti, prometió en silencio, antes de mirar al patólogo de nuevo. —¿Ha sido capaz de confirmar cuándo murió? —Es mejor suponer en esta etapa, pero por las señales de descomposición en el pañuelo que tenía, diría que ha pasado una semana. —¿Alguna marca distintiva en su cuerpo? —Hay un tatuaje en su tobillo izquierdo que parece como un delfín con los colores del arcoíris. Eso tiene que ser inusual.
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Usando su teléfono, Ashwini tomó una captura de la imagen con el patólogo enseñando la piel. Se arrugó por sí sola tan pronto como la soltó, y la vista fue tan triste como molesta. Nadie tenía el derecho de tratar a otro ser como si no tuviera valor. —Esto es por tu propio beneficio. —Pero, Arvi… —Sin discusiones. Esta… cosa en tu interior nunca te permitirá ser normal. Los doctores cambiarán eso. Apartando el recuerdo de la traición más grande de su vida, observó con cuidado mientras el patólogo giraba el deplorable cascarón de cuerpo para revisar la parte trasera de la víctima. —No hay otros tatuajes o cicatrices distintivas —dijo el doctor después de ponerla en posición supina una vez más—. Pero hay algo más que deberían saber. Ashwini frunció el ceño mientras el hombre cogía una mano. — Esa muñeca no estaba rota cuando fue cargada para ser transportada. —Exacto. —El patólogo cogió el otro brazo de la víctima—. Lamento tener que hacer esto, pero necesitan ver lo malo que es. —Con un silencioso murmullo que Ashwini no pudo comprender, pero que pareció estar dirigido a la mujer en la mesa de autopsias, el patólogo rompió el cúbito como si fuera madera a la deriva. Janvier siseó. —¿Todos sus huesos están así de débiles? —Haré escáneres para confirmarlo, pero sí. Están porosos hasta el punto que rompí su muñeca mientras hacía el examen inicial. — Bajando el brazo de la víctima suavemente, dijo—: Sus dientes están
rotos, y su piel es tan delicada como el papel. Ya vieron con la facilidad que se rompió el hueso. Pena e ira se mezclaron en el interior de Ashwini. —¿Algo más? — dijo, luchando por mantener su voz estable. —Todavía no. Ya luego te entregaré los resultados de los análisis de sangre y alguna otra evidencia forense. —Sus huellas digitales podrían acelerar significativamente su identificación —dijo Janvier, muecas blancas en las esquinas de su boca. —Empezaré con ellas justo ahora. Agradeciéndolo al patólogo, Ashwini salió de la morgue al frío y vacío pasillo. Era extraño; cada vez que iba a la morgue, estaba así de silenciosa y aun así, nunca dejaba de molestarle, a pesar del hecho de que, para su habilidad, ese lugar era casi pacífico. La muerte tenía sus secretos.
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Dando largas zancadas por el silencio, no habló sobre lo que el patólogo les mostró; no había nada que decir, la ira de Janvier se sentía tan ardiente como la suya. —He enviado la imagen del tatuaje a la computadora del Gremio, pidiéndoles que formaran una búsqueda en todas las posibles bases de datos. Harán lo mismo tan pronto como los resultados de las huellas digitales estén listos, cooperando con el equipo de la Torre. —¿Qué hay del rostro? —Janvier se cerró la chaqueta mientras salían hacia la ligera nieve que comenzaba a caer—. La Torre tiene acceso a un artista que puede reconstruirlo. Cerrándose su propia chaqueta y levantando el cuello, dijo—: ¿Puede él o ella hacerlo sin el cráneo? No quiero arrancar lo que le queda de piel a la víctima. —Al menos debería tener permitido esa dignidad. —Preguntaré —dijo Janvier, sin cuestionar su irracional elección—. Podría ser posible con escáneres de alta resolución y rayos X. Cuando fue a entregarle el casco, sacudió la cabeza. —Voy a caminar hasta la Academia del Gremio, para ver si puedo conseguir alguna información de ayuda de los otros cazadores. —Sus hermanos podrían haber visto u oído algo de ayuda sin notar su significado—. También me pasaré por algunos de los locales en el área cerca del restaurante, para ver si alguno tiene algún material de seguridad o estuvo por allí anoche. —Puedo ir contigo. —No, creo que es mejor si lo hago sola. Incluso un indicio del interés de la Torre y las personas comenzarán a ponerse nerviosas —por no mencionar que tu presencia atraerá preguntas. —Ashwini, por otra parte, podría excusarse diciendo que estaba haciéndole un favor a un
amigo policía para mitigar el aburrimiento de estar de baja. Guardando el casco, Janvier se subió a su moto. —¿Cuándo me contarás acerca tu hermano, cher? —preguntó en una voz tan oscura y misteriosa como las tranquilas aguas de la tierra que llamaba hogar. Los pensamientos de Ashwini se llenaron con el terrible secreto que había cargado durante tanto tiempo. Tenía que saberlo, se le hizo claro durante su viaje… pero no tenía el coraje para enfrentar el dolor en esa fría mañana mientras el fosfeno de la muerte permanecía en sus retinas. —Hoy no —susurró. *** Observando a Ash alejarse a través del velo de nieve cayendo, alta, ágil y sola, Janvier luchó contra la urgencia de apresarla y demandar su confianza. No ganaría nada con ello. Estaba profundamente dañada y, como cualquier animal herido, opondría pelea en un intento de protegerse. No sólo eso, al intentar forzarla, perdería la fe que ya tenía en él.
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Y su Ashblade ofrecía esa fe con la cautela de alguien que fue traicionada una vez. Encendiendo el motor, se obligó a marcharse. Él podría haber nacido en el tiempo en que un hombre protegía a su mujer del mundo, pero llegó a una era donde el mundo cambió, y, a pesar de algunos vampiros de su generación, no se apegaba a la nostalgia de lo que alguna vez fue, prefiriendo en su lugar aferrarse al nuevo mundo sin olvidar nunca su pasado. Ash moriría antes de ser encerrada. Incluso si la jaula estaba hecha con amor y una devota necesidad de protegerla de cualquier daño. Con esa horrible imagen en la mente, atravesó las calles con un increíble enfoque, llevando la moto directamente a la cochera subterránea de la Torre. Sabía que se había saltado al menos cinco niveles de seguridad en el momento en que se detuvo —una seguridad que la mayoría de las personas ni siquiera tenía la oportunidad de sentir. Caminando hasta el ascensor más adelante, no se sorprendió cuando Naasir cayó del techo hasta pararse junto a él, habiendo tenido sus sentidos abiertos para el vampiro. Con los pies desnudos bajo sus vaqueros y el incongruentemente suave y oscuro suéter con cuello en V que vestía sobre una camisa de un pálido azul con los bordes hacia afuera, dijo—: ¿No trajiste a nuestra cazadora? Naasir tenía un encanto salvaje que atraía a las mujeres hacia él
—fueran mortales, vampiras o ángeles. Janvier vió a más de una experimentada inmortal haciendo el ridículo por él. Pero a pesar de la forma en que a menudo al vampiro le gustaba molestar a Janvier, su interés en Ash no era romántico o sexual, la posesividad que demostraba siendo más comparable con la que exhibía con Rafael y los Siete. —Está en la Academia del Gremio. —Intentando olvidar el antiguo dolor que avistó en los ojos de Ash antes de que se alejara, tocó la textura del suéter de Naasir—. ¿Está hecho de cachemira? —¿Y? —Un gruñido—. Hace frío aquí afuera. No me gusta el frío, y la chica de la tienda dijo que esto me mantendría abrigado. Janvier se sintió momentáneamente divertido por sus pensamientos ante la idea de Naasir comprando en una de las exclusivas tiendas que vendían ese tipo de ropa; tiendas que estaban abiertas a todas horas para proveer a una clientela inmortal. Tenía la corazonada de que el vampiro había entrado a la primera tienda de ropa que vio cuando el frío comenzó. —¿La mujer de la tienda también te dijo que zapatos podrían ayudar?
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—Me los pondré cuando salga. —Naasir levantó un brazo para frotar la manga contra un costado de su rostro, mostrando abiertamente su placer al tocar la textura—. ¿Por qué está Ash en la Academia? Debería estar aquí. Es una de nosotros. —No está de acuerdo con eso. —La inmortalidad no le atraía como a muchos otros, y Janvier no podía culparla—. Ya sabes lo que puede hacer, imagínala viviendo en un mundo de inmortales. Naasir se tomó su tiempo para pensar en sus palabras. —No sé cómo solucionar esto —dijo al final, sus ojos de plata en Janvier—. Esto es malo, Cajún. No quiero ver morir a Ash. Un dolor abrasador llenó su estómago ante la idea. —Yo tampoco tengo una respuesta. —Las mismas cosas que hacían de Ash quien era, eran las mismas que hacían la inmortalidad una mala elección para ella. Janvier sabía que tenía la fuerza para tratar con los retos, pero no sabía con certeza cómo convencerla de ello. Naasir estrechó los ojos mientras las puertas del ascensor se abrían, y caminó hacia las escaleras. Cuando Janvier llegó al piso de la Torre donde se encontraba la oficina de Dmitri —muy, pero muy por encima de la ciudad— fue para ver a Naasir entrando por la puerta al otro lado. El rostro del vampiro se encontraba lleno de energía, su cabello cayendo sobre su rostro, pero ni siquiera le faltaba el aire. —Estúpida subida —gruñó el otro hombre—. No corriste. —Sí, debería haberlo hecho. —Tenía demasiada energía en el cuerpo, demasiadas ganas confinadas—. Correré contigo más tarde. Caminaron juntos hasta la oficina de Dmitri. La mano derecha de Rafael y el líder de los Siete, se hallaba de pie junto a la enorme pared de cristal detrás de su escritorio, que daba a una vista de Manhattan,
su mano ahuecando la mejilla de su esposa. Vestida con un par de vaqueros negros que hacían juego con una chaqueta del mismo color y a la medida sobre una camiseta del color de las frambuesas frescas, Honor St. Nicholas se reía con su esposo. Sus ojos eran de un intenso verde que le recordaba a Janvier a una jungla a oscuras que había atravesado una vez como mensajero, su cabello de un suave ébano. La mejor amiga de Ashwini pasó de la transformación al vampirismo con una belleza luminosa que le llevaba cientos de años conseguir a la mayoría de los vampiros. Sin embargo, su apariencia física no era lo que la hacía hermosa para Janvier. Era la forma en que miraba a Dmitri. Nadie en el mundo podría dudar de su lealtad al vampiro letal, su corazón siempre en mano para él. Oyendo a Janvier y Naasir en la puerta, miró en su dirección. — ¡Oh, mírate! —Había puro deleite en su expresión. Janvier miró a Naasir mientras bajaba la cabeza, con las manos en los bolsillos de los vaqueros. ¿Se estaba sonrojando? Imposible. Naasir no se sonrojaba. Pero el vampiro se quedó quieto mientras Honor cerraba la distancia entre ellos para pasar las manos por sus hombros. —Te queda bien —dijo con abierta afección.
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Naasir se sacó las manos de los bolsillos en respuesta y puso los brazos alrededor de Honor. Luego la abrazó, frotando su mejilla contra su cabello, sus ojos cerrados. Era raro ver al vampiro tan silenciosamente contento. Janvier sabía que Naasir se estaba quedando en la habitación de Honor y Dmitri en la Torre —no le gustaba vivir solo, evitando siempre su propio cuarto. También se quedó con la pareja los dos días que estuvo en la ciudad después de la batalla final. Estaba claro que se había apegado a Honor durante su tiempo juntos. La cazadora le devolvió el abrazo con la misma calidez, sin temer que estuviera siendo sujetada por un depredador aunque lo supiera. No, se dio cuenta Janvier, se equivocaba. A pesar del hecho de que los brazos de Naasir se encontraban envueltos alrededor de la parte superior del cuerpo de Honor, eran los suyos los que estaban alrededor de su cintura; era Honor quien lo abrazaba. Naasir cedió sutilmente el control del abrazo. Janvier miró a Dmitri, viendo una intensidad de emoción en su rostro que hizo que su propio corazón se apretara. Nunca había pensado realmente sobre el hecho de que Dmitri tenía más de mil años; el hombre se veía tan en casa en ese último tiempo. Sin embargo, ese día, sintió el dolor de los recuerdos dentro de Dmitri, el peso de una historia que dejó cicatrices en su alma, y pensó en Ash de nuevo, en el don que podía llevarla al pasado de un extraño. Junto a él, Honor retrocedió y, levantándose de puntillas, quitó el cabello de Naasir de su cara. —Tengo que irme. Voy a impartir una clase en la Academia del Gremio. —Tirándolo hacia abajo, lo besó en la mejilla—. No sabía que ya te habías comprado ropa, así que te compré
algunas cosas por la mañana. He puesto las bolsas en tu habitación. El sonido que escapó del pecho de Naasir se hallaba tan cerca de un ronroneo que Janvier no estuvo seguro de si se lo había imaginado. Dándole a Janvier una cálida sonrisa y a Dmitri una mirada más que tierna, Honor se marchó. El extraño, hermoso e inesperado momento terminó con su partida. Dmitri les hizo señas para que salieran con él al balcón, la luz de la caída de nieve habiendo pasado para dejar a la ciudad brillando bajo un cristalino sol de invierno. —Contarme sobre la autopsia. —Se encontró un tatuaje que podría ayudarnos a descubrir la identidad de la víctima en caso de que el análisis de las huellas dactilares falle —dijo Janvier, luego compartió los detalles de la debilidad en los huesos y la piel—. Sin embargo, el patólogo también confirmó la presencia de mordidas de colmillos además del abuso a largos términos que sospechábamos. —Así que, aunque los huesos hacen eco a lo que Lijuan les hacía a sus sacrificios, el abuso nos señala otra dirección.
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—Sí, Lijuan se comía a las personas de una vez —dijo Naasir, habiéndose inclinado en el mismísimo borde de la plataforma con barandillas, sus pies desnudos en la delgada capa de nieve que había caído en la superficie. Miraba la ciudad debajo con una fascinación desenfrenada. Nadie que no lo conociera esperaría tal comportamiento. Janvier vió al vampiro actuar perfectamente “normal”, incluso parecer sofisticado, culto, y arrogante, como se podría esperar de un hombre de su edad y fuerza, pero eso era todo —un acto. —Es como ponerse otra piel —le dijo Naasir cortantemente después de su primera reunión hacer ciento veinticinco años o así—. La piel no es mía y duele hasta que me la quito. Naasir sólo utilizaba esas pieles alrededor de las personas que no le agradaban o de las que todavía no tenía una opinión. Lo último podría llevarle un instante o un año. Janvier nunca tuvieron que tratar con el vampiro más que con su propia piel —conoció a Naasir en un bar de vampiros sin nombre en Bolivia. Para acortar la historia, después de haber roto un montón de muebles y dado unos cuantos golpes, acabaron como amigos que entendían el salvajismo en el otro. —Me agradas, Cajún. —Un destello de brillantes colmillos—. ¿A dónde irás desde aquí? —Tengo que entregar una propuesta de “serías mi único concubino” de un ángel a un vampiro. —¿Vas a preguntarle a un vampiro ser el concubino en nombre de otro? ¿Por qué? —Porque soy un estúpido imbécil que perdió una apuesta, pero este
Cajún no falta a su palabra. Así que haré de casamentera. Sólo tengo que encontrar al hijo de puta primero en el maldito bosque; se está lamiendo las heridas después de una pelea de amantes. Los ojos de Naasir se habían iluminado y Janvier terminó con un compañero en su cacería. Localizó al vampiro, Janvier entregó el mensaje —para la silenciosa risa de Naasir— y luego escoltado al feliz hombre de regreso a su ángel. No fue la primera vez que terminaron jugando o trabajando juntos; fue a través de Naasir que Janvier llegó a ver a Rafael no simplemente como un arcángel, sino como un hombre del cual estar orgulloso de dar su lealtad. En ese momento, se acercó hasta donde el vampiro se hallaba arrodillado, pero en lugar de mirar al tráfico debajo, giró la cabeza en la dirección de la Academia del Gremio. —Seguiré trabajando con Ash, investigando todo lo que podamos de la víctima y aprovechando cualquier pista que pueda llevarnos hasta su asesino. Dmitri se removió hasta detenerse al otro lado de Naasir. — También necesito que mantengas un ojo en la comunidad vampírica en el suelo. Con Illium ocupado entrenando, no tiene tanto tiempo para moverse por allí. —¿Necesito buscar algún problema en específico?
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—Si oyes cualquier cosa sobre una droga llamada Umber, pásame la información inmediatamente. —El vampiro le dio un resumen de la droga antes de añadir—: En términos generales, los Convertidos están conscientes de que la Torre está ocupada con una cantidad de otros asuntos en el presente. Los ojos de Dmitri siguieron a un luchador de la Legión aterrizando en el techo del rascacielos que estaba siendo modificado para su uso. —Reparaciones, la Legión, la situación política arcangélica. Están reuniendo personal y llamando la atención. Y ya conoces a nuestra especie. Sí. Los vampiros eran depredadores, el hambre de sangre corriendo justo por debajo de la superficie de su piel. Janvier aprendió a controlarla hacía mucho tiempo, al igual que Dmitri, pero eso no significaba que no estuviera allí. Ser un vampiro no era una opción estética; afectaba las células del cuerpo por sí sola, alterando permanentemente su química interna. La sed de sangre, si tenía rienda suelta, podía convertir a un vampiro en una máquina asesina codiciosa.
15 Traducido por Mary Corregido por *Andreina F*
—He hecho un punto el estar presente en la comunidad vampiro desde mi regreso —dijo Janvier, entendiendo la preocupación de Dmitri. Nueva York, en particular, Manhattan, tenía una pesada población vampírica. Un brote de la sed de sangre podría pintar la ciudad de carmesí negro, frágiles cuerpos mortales yaciendo en las calles como juguetes—. Era lo suficientemente simple deslizarse de vuelta dentro de la comunidad, ya que conocí a un número de personas en visitas previas a la cuidad. Los labios de Dmitri se curvaron. —La habilidad de encantar a tus enemigos y hacer amigos a donde sea que vayas siempre ha sido tu regalo, January.
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Naasir resopló a la literal traslación del nombre de Janvier. Era inusual, que le fue dado por una chica de dieciséis quien se enamoró de su bebé, un bebé que nació durante el primer minuto de una muy lejana noche de enero. El tiempo y la fecha eran hechos que su madre conocía sólo porque justo antes de que empujara su hijo al mundo, escuchó el cielo explotar con fuegos artificiales mientras los mortales e inmortales ricos que vivían en el asentamiento cercano celebraban el año nuevo. Esa dulce, romántica chica lo amó hasta el día que murió como una delgada, arrugada mujer que vivió una vida gloriosa. —Mi Janvier. Mi regalo de año. —Cálidas, suaves manos en sus mejillas, una brillante sonrisa que no se desvaneció un ápice en todas las décadas de su vida—. Estoy tan orgullosa de ti. Calentado por el precioso recuerdo, le sonrió a Dmitri. —Al menos las personas no corren gritando cuando me ven llegando. —Los otros vampiros eran simplemente demasiado viejos para ocultar completamente la profundidad de su poder letal. —¿Crees que podría saltar al suelo desde aquí? —preguntó Naasir conversacionalmente. —No —respondió Dmitri—. Tendría que recogerte con una pala. Naasir frunció el ceño, y bajó la mirada hacia la distante calle de la cuidad. —Lástima.
Algunas veces, incluso Janvier no sabía si Naasir bromeaba o si hacía preguntas serias. —Si no me necesitas para manejar nada más inmediatamente, voy a visitar al herido. —Cayó en el hábito de conseguir la actualización del estado de los hombres y mujeres caídos en el mundo exterior, el tipo de cosas que harían reír o gemir—. Golpearé los clubs de vampiros esta noche —agregó él—, para tener una idea de las cosas. Si las búsquedas en la computadora sobre el tatuaje y las huellas dactilares llegaran con las manos vacías, los clubes también serían un buen punto de partida a la hora de rastrear la identidad del suyo y el de la victima de Ash. Tan pronto como su nombre se formó en su mente, fue como si los últimos minutos no existieron. Se hallaba de vuelta en la nevada calle fuera de la morgue, viendo a la mujer por la que esperó dos vidas para encontrarla caminar lejos de él. ***
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Reflexionando sobre la cepa que vio en el rostro de Janvier antes de que Cajún se fuera, Dmitri se volvió hacia el vampiro que se quedó. Naasir era único, el único de su tipo en la historia conocida. Era también peligroso por herirse a sí mismo ciertas veces, con un pequeño sentido de preservación como alguien de cuatro años. —Si rompes tu cráneo por lanzarte —señaló—, no tendrás cena con Elena y Rafael esta noche. Naasir sacudió su cabeza, los ojos brillando. —¿Cena? —Sí, has sido invitado al Enclave. A Elena le gustaría recibirte de vuelta en la cuidad. Naasir se deslizó una fracción lejos del borde. —Quiero ir a la cena —dijo decisivamente—. ¿Proporcionarán carne? —Montgomery se asegurará de que te alimentes. —Se encontraba severamente tentado de aparecer en la cena él mismo, sólo para ver la reacción de Elena a los inusuales hábitos de comer de Naasir—. Dime sobre Amanat. —La ciudad perdida que subió a la superficie después de un eón fue el hogar de la Antigua Caliane, la madre de Rafael y un poder asombroso. —Dos veces a la semana —dijo Naasir—, Caliane baja el escudo que protege la ciudad así sus personas pueden salir. Lo hacen en pequeños rebaños, asustados y aferrándose el uno al otro. —No existía juicio en las palabras—. Puede tomar meses para que puedan superar el miedo sembrado por la pérdida de uno de los suyos. Dmitri no se sorprendió. Caliane era fuerte, pero las personas que fueron con ella a su largo sueño eran amables, seres cultivados sin capacidad real para protegerse a sí mismos. —¿Territorio de Lijuan?
—Fui capaz de infiltrarme sin ser detectado después de que Jason me dio la información avanzada. Dmitri ya había recibido los reportes de Jason, pero el jefe de espías se enfocó en los políticos, así como sobre cualquier noticia del paradero de Lijuan, mientras que Naasir se dirigió a prestar atención a la población. —Su gente es presa de una especie de choque aturdido —dijo el vampiro—, pero no hay desesperación, no al nivel que deben estar. Están esperando, y erigiendo santuarios, donde se arrodillan y rezan por la pronta recuperación de Lijuan. —Maldita sea. —Dmitri esperaba que Rafael hubiera logrado matarla a pesar de lo contrario de las propias creencias de Rafael. Matar a un arcángel, dijo Rafael, siempre ha sido una tarea difícil. Matar a un Anciano podría ser imposible, y mientras que Lijuan no es una Anciana, está lo suficientemente cerca a eso, por lo que creo que tomará un evento extraordinario para eliminarla. —He pensado en múltiples métodos para matarla —dijo Naasir—. Desafortunadamente, sigue regenerándose, incluso en mi imaginación.
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Ese era el quid de la cuestión. Si nada podía erradicar la amenaza de Lijuan, el infierno estallaría en la tierra. —Comparte tus ideas con el padre. —Naasir no pensaba como el resto de ellos, llegó con maniobras sorprendentes antes. —¿Necesito llevar un regalo para Elena? ¿Es lo que debo hacer? Dmitri luchó con la urgencia de decirle que sí. La idea de Naasir de un regalo tendía a ser al menos interesante. —Haz lo que sientas natural. Ni el padre ni la consorte esperan que seamos algo más que quién y qué somos. —Ese hecho fue el núcleo del porqué sirvió a Rafael; no tenía necesidad de fingir. —Llevaré un regalo —dijo Naasir después de un minuto—. Es lo que Jessamy me enseñó a hacer cuando me invitan a cenas especiales en alguna casa. Dmitri se preguntó si a Honor le importaría si cambiaba sus planes y se invitaba a ambos a la cena en el Enclave. *** —¡Está viva! Ashwini señaló su dedo a Demarco. —No he disparado a nadie esta semana. El cazador incontenible saltó sobre una mesa en el comedor de la Academia para agarrar sus hombros y apretarlos, con el rayado rubiocastaño de su cabello, más en el lado marrón en este momento, dada la
luz del sol de invierno. Era su forma de darle un abrazo, la mayoría de los cazadores que eran sus amigos cercanos sabían que tenía problemas con demasiado contacto físico. Inclinándose hacia delante, lo abrazó. Era parte de su familia y entendía el valor de esa lealtad y afecto de una manera que nadie que no perdió una familia podía. Todo salió mal hace mucho tiempo, y ahora no existía manera de arreglar la familia en la que nació. Pero lo que podía hacer era esto; podía aferrarse a la familia que había creado. —¿Estás enseñando hoy? —preguntó cuando se apartó. Demarco movió su dedo a uno de sus pendientes, la caída de los círculos de bronce haciendo una pequeño silbido metálico del sonido. — Sólo haciendo una lección de estrategia de uno a uno con un viejo estudiante. —La llevó de vuelta a donde estuvo sentado con una copa de café y un chip de chocolate de panecillo de plátano medio demolido, los dos desviándose hacia el mostrador para que pudieran recoger una magdalena y un batido de chocolate para ella. Se acababan de sentar cuando Honor entró. —Pensé que vi tu nombre en la pizarra —dijo Demarco—. ¿No se supone que estés en clases?
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—La pospuse por quince minutos para darle a los estudiantes tiempo de cambiarse y recuperar el aliento después de una sesión de combate que corrió horas extras. —Se deslizó en la silla junto a Ashwini, codeando el hombro de Ash con el suyo a modo de saludo antes de robar una pieza de chocolate del plato de Demarco—. Uhmm. —Suspiró, sus ojos cerrados—. No importa cuán vieja me haga, nunca voy a perder el gusto por el chocolate. —¿Pensé que Dmitri daba buena sangre? —Sonrió Demarco. —Voy a matar a Ellie —dijo Honor, con sus mejillas calientes. —No culpes a Ellie. —Ashwini le dio a su amiga un pedazo de chocolate de su propio panecillo—. Comienzas a tartamudear cada vez que uno de nosotros pregunta sobre el beber sangre. —Honor era la primera cazadora que todos ellos conocieron que se convirtió en vampir y, siendo familia, eran entrometidos como el infierno sobre la experiencia. —Entonces —agregó Demarco—, ves este increíble tono de rojo y parece que pierdes la habilidad para formar palabras. —Cállate. Riendo, Ashwini tomó un sorbo de su leche. Se sentía feliz de ver a su amiga tan viva y vibrante. Dmitri podría ser un pequeño bastardo, pero trajo a Honor de vuelta del mundo sombrío en el que existió después del infierno de su cautiverio, y por ello, el vampiro tenía una amiga en Ashwini. —¿Mencionó Dmitri el caso en que estoy trabajando? —le preguntó a su amiga, sintiendo su retirada antes de mencionar los
detalles. La última vez que quiso hacerlo estuvo arrastrando a Honor de vuelta al horror al que sobrevivió. —Sí. —La piel de Honor se tensaba sobre sus huesos, su voz vibró de emoción retenida cuando dijo—: Espero que Rafael fría al demonio bastardo después de que lo captures. Demarco se inclinó hacia delante, y bajó su voz. —¿Cuál es el caso? Tranquilizada por la ira de Honor, viendo que su amiga no se hallaba en un mal estado mental, Ashwini le dijo. Sabía que no le hablaría de ello a nadie más a menos que ella le dijera que lo hiciera. — ¿Alguno de ustedes ha escuchado algo que podría ayudar? —Desearía que lo hubiese —dijo Honor, su furia era un repiqueteo bajo su piel—. Pero realmente no he estado en las calles desde que regresé, mayormente enseñando en la Torre, ayudando a Dmitri a lidiar con la Legión. Ahora y entonces, en la primaria me hablan en un idioma antiguo que he estudiado, pero nunca esperaba oír. Es fascinante.
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Ashwini se estremeció ante la idea de que el ejército alado había aparecido de la nada. La mayoría de la gente asumía que los combatientes surgieron a partir de un compuesto secreto que pertenecía a Rafael. Ash sabía que eso era incorrecto, muy, muy incorrecto. Incluso desde una distancia, ellos despedían un sentido tal de edad que era una aplastante presión contra sus sentidos. Algunas veces se sentía como si todo el océano yacía encima de ella, el peso de ello a la misma vez amplia y extrañamente liberador. La última vez que despertó sin aliento de ese sueño en particular, se fue a su pequeño balcón para ver a un luchador de la Legión sentado en la barandilla. Él la miró, y voló fuera, con sus alas de murciélago silenciosas en el cielo cubierto de noche. Demarco dio unos golpecitos a la mesa con su dedo, el sonido tirándola de regreso fuera de la memoria del encuentro irreal. —Ranson decía algo sobre sus amigos de las calles teniendo noticas de un ambiente raro en los clubes. Deberías hablarle. —Esperaba que estuviera aquí. —Como un formador de niños de las calles, Ranson tenía contactos a los que el resto de nosotros no podía acceder, y como su pierna actualmente enyesada significaba que no podía cazar activamente, fue relegado como un instructor de la Academia. Demarco apartó la vista, mirando a través de los marcos de las ventanas en la nieve que empezaba a caer, los copos de nieve más gordos y más pesados que cuando Ashwini entró. —Se tomó el día libre. Ashwini atrapó los ojos de Honor. Girándose a Demarco, dijeron— : Derrámalo. —Al unisonó.
—Mierda. —Pasó una mano a través de su cabello—. No puedo. Me matará. Lo sabrán está noche. Lo intentaron mejor. —Habla o muere —dijeron con aspecto amenazador, pero él cruzó sus brazos y entrecerró sus ojos. Ashwini conocía esa mirada. No iba a ceder—. Bien —murmuró—. Pero será mejor que tengas una maldita buena excusa para no decírnoslo. —Confíen en mí. —Sonriendo, descruzó sus brazos, toda abierta calidez, pero mientras sentía el afecto de un amigo en él, su sonrisa no hizo nada para ella como una mujer. No como la sonrisa de cierto vampiro. —Hablando de secretos —Demarco arrastró las palabras—, tú y el Cajún… Ashwini golpeó una cuchilla en la mesa delante del otro cazador, y la dejó temblando en una posición vertical. —Obsérvala, Dem… —Rió Honor—, o puede que termines como comida para perros. El otro cazador alzó sus manos. —Era una pregunta inocente.
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—Como sea —dijo Ashwini mordazmente—, si te enteras de algo que podría ser útil, transmítelo. —Pensó que Ellie ya tenía la información a través de Rafael. —Lo haré. —Demarco miró su reloj—. Me tengo que ir. Tengo que recoger a un vampiro que decidió saltar su Contrato. Ashwini y Honor lo miraron. —¿Y te encontrabas aquí comiendo panecillos? —preguntó Honor en un tono estupefacto—. No es la camioneta un poco más, no lo sé, ¿importante? —Genio, reservé un boleto de autobús. Lo juro por Dios —dijo Demarco, abrochando los botones de su chaqueta de pana marrón pálido con parches de cuero de color marrón oscuro en los codos—. Bajo el nombre de Bill Smith. Ashwini rodó sus ojos. —Supongo que es mejor que John Smith. —No, ese es su nombre real. Además, ya que era lo suficientemente bueno para proporcionar una identificación con foto cuando reservó, ya sé que es mi objetivo. —Tomó una profunda bufanda de lana azul y la envolvió alrededor de su cuello dos veces—. Sé lo que estás pensando, que me está lanzando fuera de la escena, pero hice mi búsqueda. Bill Smith es un contador que va por el libro. —¿Entonces por qué está intentando saltarse su Contrato? —Sólo los imbéciles, los ilusos, y el arrogante tratarían de engañar a los ángeles. Especialmente cuando los castigos resultantes eran conocidos por ser despiadados. Ashwini habría sentido lástima por los vampiros que trajo de nuevo a ser castigados, excepto que nadie tenía que elegir el vampirismo. Sin embargo, una vez que has tomado esa negociación, era tu responsabilidad mantenerlo.
Después de todo, no existía vuelta atrás cuando se trataba de la casi inmortalidad concedida a cambio de los cien años de servicio contratado. —Bill Smith cree que encontró una escapatoria —respondió Demarco con una rodada de sus propios ojos—. Eso es en acuerdo con la carta certificada que le dejó a su ángel. Y puede haber una mujer involucrada. ¿No es eso siempre? —Una mirada desconsolada—. Nosotros los pobres hombres no nos paramos ante la oportunidad. — Con los guantes puestos, se fue con una rápida risa a modo de saludo, prometiendo mandarles mensajes si de hecho recogía a Bill Smith en la estación de autobuses. Junto con Honor, Ashwini dijo—: Además de Dmitri propiciando buena sangre, ¿cómo están yendo las cosas? —Ellas hablaron después de que Honor retornó a la ciudad, pero su amiga continuaba ajustándose a su nueva vida. —Es un poco extraño, darme cuenta de que ya no soy humana. Lo olvido todo el tiempo y entonces algo me lo recuerda y voy a través de la sorpresa de todo ello de nuevo. —Coló un sabor del chocolate con leche de Ashwini—. Pero nadie me trata diferente, en el Gremio, me refiero. Me sentía preocupada sobre eso, ¿sabes?
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—Idiota. —La única manera de que un cazador perdiera su derecho a la lealtad de sus hermanos era si los traicionaba—. ¿No te das cuenta de que ahora serás una cazadora por la eternidad? La sonrisa de Honor volvió sus ojos de una sombra de joyas increíble que era impresionante, su inmortalidad inconfundible en ese instante. —Estoy feliz, Ash. Más feliz de lo que he estado alguna vez. Dmitri... —Una sacudida de su cabeza—. No tengo palabras. —No las necesitas. —Ashwini percibió la conexión de alma profunda entre Honor y Dmitri la primera vez que los vio juntos. Como si dos mitades rotas de un todo se acercaron el uno al otro, y en el proceso se curaron las fracturas del otro. Algunas veces, pensaba que Janvier podía hacer lo mismo para ella, si sólo la dejara entrar. Honor cerró su mano sobre la de Ashwini de donde reposaba sobre la mesa, las dos eran amigas por suficiente tiempo que la otra mujer no se sentía amenazada por sus habilidades. Ashwini, por su parte, no tenía problemas para lidiar con el toque de Honor. Incluso con el horror que sufrió, Honor era Honor, sin feas sorpresas, sólo una vieja, vieja alma. Las pesadillas que la atormentaron a raíz de su secuestro se habían ido, vencidas por un espíritu feroz que eligió el amor sobre la oscuridad. —Es una cosa maravillosa, Ash… y puedes tenerlo con Janvier. Te adora. —Lo sé. —Fue un rasposo sonido, la necesidad dentro de ella un inmenso vacío.
Ella lo adoraba tambiĂŠn. Y debido a que lo hacĂa, tenĂa que encontrar una forma de decirle la verdad.
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16 Traducido por Erly Obsess Corregido por MariaE.
De pie sobre el techo del rascacielos de la Legión, habiendo pasado la nieve, Elena miró a la arquitecta honoraria ingeniera estructural que tenía la tarea de realizar las especificaciones de la Legión. —¿Puedes hacer algo con el techo así podamos insertar un tragaluz? Torciendo sus labios, la impresionante vampiro con piel de color ébano llamada Maeve echó un vistazo a la superficie plana. —Podría, pero si tienes intención de maximizar la luz natural, yo digo que quitemos todo el techo y lo sustituyamos por el vidrio. —¿Podemos hacer eso? —La adrenalina se disparó a través de Elena—. Estructuralmente, quiero decir.
—No veo por qué no —El acento de Maeve era tan del Manhattan 109 moderno, su ropa tan atrevida como el caleidoscopio de color que era el estructurado y asimétrico abrigo hasta los tobillos que llevaba, nadie que no la conociera hubiera adivinado que ella nació en otro continente hace más de quinientos años. La mujer, con sus altos pómulos y el corto cultivo de rizos apretados, había usado los años para convertirse en multicalificada y era considerada una de las mejores en su línea de trabajo. —Lo único es —continuó Maeve—, que tengo que establecer el peso de tolerancia, la Legión podría no ser capaz de reunirse sobre ello en grandes grupos. Elena miró al Primario, de pie en silencio a su derecha. — ¿Preferencia? —Cristal —El borde azul alrededor de su iris pareció quemarse a la luz helada de invierno—. Si somos capaces de reunirnos en un lugar de tierra, no necesitaríamos el techo. —Entonces —dijo Elena—, podemos hacer todo el penthouse una caja de cristal. —Con ventanas de piso a techo diseñadas para ser abiertas para que la Legión pueda volar dentro y fuera, aunque tendrían que encontrar la manera de conservar el calor en el invierno para las plantas. —No. Maeve parpadeó por la intervención del Primario. —¿No? —¿Puedes hacer el jardín más profundo?
—¿Te refieres a fusionar dos o más pisos? Un asentimiento cortante. —Sí —dijo la otra mujer lentamente—. Pero creo que lo que mejor va a funcionar es si no sacamos el piso entero entre los dos niveles, en cambio, podemos recortarlo en partes —Ella hizo un boceto en su tableta con un stylus8—. Mira, ¿como este? El boceto mostraba un ahuecado interior con alfeizares saliendo de las paredes de lo que parecía ser una formación al azar sobre tres pisos, pero Elena se dio cuenta rápidamente de que la colocación de esos alfeizares significaría que la luz sería maximizada, la creación de varias zonas de jardines, así como sitios de aterrizaje para la Legión. — Brillante. El Primario tocó el boceto. —Sí. ¿Puede todo el edificio ser así? Maeve dejó escapar un suspiro, sus manos apretando la tableta. —Guau. Bueno, voy a tener que hacer más investigaciones sobre los aspectos estructurales del edificio para responder a esa pregunta —Ella estaba haciendo notas frenéticas mientras hablaba—. Tres pisos superiores, aunque, eso es definitivo.
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Elena se encontraba maravillosamente sorprendida por la idea de un rascacielos convertido en un gigante invernadero, en su interior un árbol bifurcado por el cual un ser alado podía tejer todo el camino hasta el techo. Cruzó los dedos para que Maeve sea capaz de llegar a una solución. —Bien podríamos empezar en los tres pisos superiores, entonces —dijo ella, después de una mirada al Primario para ver si estaba de acuerdo—. Maeve, sé sobre plantas, pero el edificio va a ser tu responsabilidad. —Estoy en ello. Dejando a la otra mujer para hablar con su equipo, Elena llevo al Primario a un almacén de suministros de jardinería, donde organizó la entrega de macetas, tierra, luces independientes, y otros artículos. Su siguiente parada fue en un invernadero comercial. Dos horas más tarde, habían entregado suficientes plantas y suministros para que pusiera a la Legión a trabajar. Se necesitaría tiempo para que estén completadas las modificaciones a los pisos superiores; en el ínterin, decidió transformar toda la primera planta en un lugar donde las plantas podrían prosperar y la Legión podía descansar. Elena comprendió la necesidad de un refugio, un lugar seguro. Con el consentimiento y consejo de Maeve, los luchadores alados ya habían derribado las paredes que no eran resistentes, abriendo el
8 Lápices capacitivos para Tablet.
espacio. También arrancaron la alfombra y limpiaron el piso, así que fue fácil. Todo ello desde las seis de la mañana. Además ayudó con las cosas de instalación para que este piso tenga el calor y la humedad adecuada, luego de que les mostró a los luchadores de la Legión cómo manejar las plantas más delicadas, comenzó a sentir a su propio cuerpo relajarse. Su placer en la tierra era transcendental, la inquietante paz de eso envolviéndose en sus alas... hasta que su piel ondulaba con un escalofrío, su corazón golpeando en sus costillas. Podía oírlos, el eco de los susurros que juntos eran precipitados, abrumadores dentro de su cráneo, como una ola estrellándose en el interior de una cueva. —Para —dijo sin aliento. Silencio. El Primario se encontraba delante de ella segundos después. — ¿La consorte no desea unirse a nuestra conversación? Fue entonces cuando Elena entendió que las voces eran una invitación. —Uno a la vez —dijo, no muy segura de lo que hacía pero sintiendo una sensación extraña de... vulnerabilidad a su alrededor—. Quiero conocerlos uno a la vez. Una susurrante consternación.
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—Somos uno —dijo el Primario—. Somos la Legión. —Esto —dijo ella, rozando sus manos sobre el árbol de mandarina en miniatura frente a ella—, es uno. El sistema de raíces, el tronco, las ramas, las hojas, todos ellos actúan juntos con un solo objetivo. Sin embargo, ninguna de las hojas es exactamente la misma. Ustedes pueden ser uno sin ser copias idénticas. Susurros apagados, la Legión tratando de estar tranquilos para su beneficio. El Primario miró alrededor de la habitación. Volviendo la mirada hacia Elena, dijo—: Vamos a considerar la idea de ser uno sin serlo. *** Elena se encontraba bastante segura de que la Legión continuó su susurrante discusión mucho después de que ella se fue en la tarde. Fue espeluznante estar en una silenciosa habitación cuando sabía que un acalorado debate estaba pasando entre sus habitantes. Al haberse duchado y cambiado en la Torre, se mantuvo bajo los rayos de la puesta de sol, más que lista para ir a casa, estar con Rafael y sus amigos. Sólo estuvo en el aire unos segundos cuando recibió un mensaje de Demarco. Me debes cincuenta dólares. Bill pacientemente en la cola de su autobús.
Smith
estaba
esperando
No lo podía creer; cuando se encontraron en la cafetería favorita de los dos al amanecer, y él había compartido su plan para atrapar al vampiro, ella le dijo que se estaba volviendo loco. —Muestra lo que sé — murmuró y le envió una respuesta antes de deslizar su teléfono lejos en un bolsillo cerrado. ¿Arcángel? dijo, sin saber si ella podría llegar a él. Él tomó un escuadrón especializado sobre el mar para practicar maniobras. Ahora, más que nunca, las defensas de la torre tenían que ser sólidas. Nueva York no podía parecer una presa herida a las fuerzas hostiles que veían. Por otro lado, su gente estaba cansada. Por eso Dmitri tenía ejercicios escalonados para que cada luchador tenga más días de descanso de lo habitual mediante turnos de rotación. Estaré en casa pronto, hbeebti. Naasir ha dicho que se comportará si llega primero. Bueno, él ha prometido no comerme, así que eso es algo. Illium cayó en vuelo con ella mientras la risa de Rafael persistía en su mente, cuando su escolta de la Legión voló lo suficientemente alto de lo que era discreto. Pescando sus alas ligeramente para que pudiera hablar con el ángel de alas azules a su lado, los filamentos de plata en sus plumas capturando la luz mortecina, dijo—: ¿Vienes a cenar, también? Era extraño. Ella inicialmente invitó a Naasir, Janvier, y Ash. El 112 pequeño equipo se había convertido en una unidad apretado durante los combates y sabía que Naasir aún no tuvieron la oportunidad de ponerse al día con Ash. Los tres aceptaron la invitación, pero lo raro era que, de repente todos los miembros de los Siete que se encontraban en las inmediaciones tuvieron la noche libre para unirse a ellos. Los dorados ojos de Illium brillaban bajo el azul negrizco de sus pestañas. —Oh, sí, definitivamente vendré a cenar. Elena no era una idiota. —¿Qué estas esperando que Naasir haga? Illium se zambulló hacia el agua a una velocidad impresionante, subió en un ángulo empinado. —La palabra es —dijo—, Naasir está trayéndote un regalo. Eso no sonaba siniestro... hasta que considero de quien estaban hablando. Illium se disparó al sol antes de que pudiera preguntarle sobre las tendencias de Naasir sobre dar regalos. Elena mantiene el perezoso vuelo hacia casa. Montgomery le había prometido un pastel con doble de chocolate y caramelo, y, cualquiera que sea el regalo de Naasir, no podía compararse al pastel con doble de chocolate y caramelo del mayordomo. Montgomery lo hizo por sí mismo de la nada, guardó la receta como un dragón con su tesoro.
Cuando su teléfono sonó, ella respondió con una sonrisa. — Estaba esperando saber de ti —le dijo a su hermana menor, Eva—. ¿Cómo fue el examen? —No fue tan difícil como mis amigos y yo pensamos que sería — dijo Eva, su voz entusiasta, y las dos cayeron en una conversación fácil. Aterrizando en el césped cubierto de nieve de su casa y el Enclave de Rafael no mucho tiempo después de que ella y Eva se dijeron adiós, observó a Illium descender rápido y cuidadoso. Aodhan cayó del cielo a un ritmo más lento, la luz de la tarde fracturando sobre él en chispas deslumbrantes. —¿Cómo se siente el ala? —preguntó, habiendo notado la corrección de último minuto que hizo para impedir su caída hacia los lados. —Debilidad significativa, pero debo seguir ejercitándolo en esta etapa del proceso de curación. —Estiró ambas alas en toda su amplitud, y las dobló de nuevo.
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Nunca, pensó, podría acostumbrarse a la imposibilidad de Aodhan, a las plumas y el pelo que parecían cubiertos con diamantes triturados que se refractan con la luz en fragmentos sin fin. —Sólo asegúrate de no presionarlo demasiado —Los cazadores y el personal de la torre, ambos se irritaban al ser castigados. Aodhan no había mencionado el dolor, pero sabía que tenía que ser malo. La inmortal capacidad de sobrevivir brutales heridas vino a un agonizante precio. —No te preocupes, Ellie —Illium chocó un puño suavemente con la mandíbula de Aodhan, su piel de caliente oro contra el tocado sol de alabastro de Aodhan—. Eche a Keir sobre él hace dos días cuando se negó a escuchar a la razón. No has visto un aterrizaje brusco hasta que has visto a Keir hacerlo —Una mueca de dolor—. Pobre Chispita. Aodhan hizo algo que ella no llego a captar, y de repente, Illium estaba en el suelo, de espaldas en la nieve. La mirada de asombro en su rostro era casi tan buena como la cuidadosamente en blanco de Aodhan. —¿Entramos, Elena? —¿Qué hay de ayudarme primero? —Illium frunció el ceño y levantó una mano—. Ahora mi espalda esta toda mojada. Aodhan lo levantó con el brazo sano. —Pobre Campanilla. Los labios de Elena se torcieron. Estaba empezando a quedar claro el por qué Aodhan e Illium se habían hecho amigos. Aodhan podría ser tranquilo, pero podía defenderse contra el ángel de alas azules, que sigue siendo la única persona que Aodhan podía soportar que lo tocara. Elena no sabía que traumatizó a Aodhan a esa profundidad visceral, pero sabía de la batalla silenciosa que él luchaba cada día. —Tus sus cicatrices existen, pero es tu valentía la que te define.
Le dijo eso a él la semana pasada, recibió una penetrante mirada a cambio de la atormentada fractura de su mirada. —Tengo miedo, a cada instante, de que la oscuridad me lleve abajo de nuevo. —Pero sigues adelante, Aodhan. Cualquier tonto puede saltar inadvertidamente al peligro, tú sabes exactamente el riesgo que estas tomando, y sin embargo aquí estás. Frente a ella, le apartó la nieve de las plumas a Illium y dijo—: La próxima vez que me llames chispita, te arrojo al rio Hudson. —Puedo nadar. —Vamos —dijo Elena con una sonrisa—, Montgomery estará esperando. Los tres sólo habían acabado de dar los primeros pasos hacia la casa cuando se produjo una oleada de viento. Jason y Mahiya aterrizaron a la derecha de Illium un segundo después. Las alas negras del jefe de espías eran dramáticas contra el blanco de la nieve, su tatuaje facial vívido incluso en la gris luz, pero eran las espectaculares alas de Mahiya las que llamaban la atención. Verde gema y azul salvaje con pinceladas de negro, el patrón era similar al spray de un pavo real.
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—Elena —dijo Mahiya con la suave sonrisa que mantenía un resplandor interior—. Gracias por invitarnos a cenar con tan poca antelación. Me temo que no pudimos resistir la tentación. —Estoy empezando a preocuparme por la idea de Naasir sobre un regalo. Jason agitó. —Él le trajo una vez a un ángel un cubo de pirañas y le dijo al ángel que metiera la mano en el interior para que pudiera recuperar su regalo. —Pero no le gustaba el ángel —Illium repuso—, lo que debería ser seguro. No sé por qué el ángel en cuestión se quejó a todos acerca de ello, sólo perdió algunos dedos. —Al menos no hay ningún lugar para que Naasir encuentre un jabalí vivo aquí —Eso vino de Aodhan, Illium asintiendo sabiamente a su lado—. En su defensa, él dijo que traería carne al fuego. —Caramba, no traten de tranquilizarme todos a la vez — Dirigiéndolos dentro, ella descubrió que Montgomery había establecido una mesa en el comedor formal. Elena y Rafael normalmente no utilizaban este sitio para nada excepto en las reuniones con los arcángeles u otras personas de alto rango, era tan distinguido. Sin embargo, tomó un aire diferente con tantos de los Siete presentes. Ellos tendidos sobre el elegante mobiliario, cavando en la comida de Montgomery, hablaron con la facilidad de los hombres que se conocían unos a otros por siglos. Esa sensación sólo se intensificó cuando Dmitri condujo su reluciente Ferrari a la puerta principal, Honor en el asiento del pasajero. Rafael volvió a casa casi en el mismo instante, y el zumbido de
la conversación y la risa crecio para llenar la casa. Quince minutos en ello y Illium había engatusado a una ruborizada Mahiya para bailar con él en el centro de la habitación, mientras Aodhan y Dmitri jugaron un ajuste de cuentas de ajedrez usando un set sin precio tallado a mano colocado en una mesa de madera antigua. Honor, por su parte, acercó a examinar la magnífica pintura del Refugio en la pared del fondo, y Jason se mantuvo hablando con Rafael mientras observaban a Dmitri y a Aodhan intentar pensar más que el otro. Los únicos que faltaban eran las personas que había invitado originalmente. —¿Alguien le preguntó a Naasir si necesitaba un aventón? —Ella no estaba preocupada por Janvier y Ash, ya que ambos eran locales, y estaban en un caso, los escalofriantes detalles que Rafael compartió con ella. Maldita Lijuan. Elena desdeaba que la loca arcángel por muriera y permaneciera muerta. —Naasir dijo que venía con Janvier y su cazadora —Illium giró a Mahiya de nuevo con esas palabras, el naranja con bordes dorados de la túnica hasta la pantorrilla que llevaba sobre los leggings de algodón negro quemando en un ondulante círculo.
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El ronroneo gutural de un potente motor sonó en ese momento, y Elena se volvió hacia los grandes ventanales pasando por alto el camino para ver a una reluciente pantera negra de un coche merodeando hasta pararse junto al Ferrari de Dmitri. —Guau. Mientras miraba, la puerta del lado del conductor se elevó al mismo tiempo que la puerta del pasajero. Ash salió de un lado, Janvier del otro... y fue entonces cuando se dio cuenta que Naasir estaba agachado en la parte superior del coche.
17 Traducido por MaJo Villa Corregido por Kora
Ashwini salió del increíble coche en el que Janvier llegó después de llamarla para ofrecerle un paseo. Todavía luchando con lo que tenía que decirle, debería haber dicho que no, pero lo extrañaba. Además, tenían que hablar. Las huellas dactilares eran un fiasco, al igual que su intento de localizar testigos y/o cintas de vigilancia. También habló con un profesor en el que Honor dijo que se podía confiar. Su especialidad era la momificación.
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El hombre de cabello blanco leyó el informe de la autopsia provisional y luego observó las fotografías del ataque durante un tiempo considerable antes de decir de manera concluyente—: No es natural. No solo el daño celular severo es incompatible con esto y con el proceso ordinario de la momificación, sino que también la apariencia del cadáver es errónea en el contexto de su edad probable, aún más los huesos frágiles y los dientes. Janvier también estuvo ocupado. Había pasado el tiempo poniéndose en contacto con la comunidad de vampiros “de día”, y al captar una vibra nerviosa pensó que tenía que ver más con las consecuencias de la batalla que con sus víctimas. —Vamos a disfrutar de esta cena —dijo después de que los dos intercambiaran información—. Los clubes no alcanzarán el ritmo normal hasta alrededor de las once, y en este momento no puedo pensar en ninguna otra forma de avanzar. Ashwini tampoco podía. Ahora pasaba su mano por encima de la pintura del coche, el negro sosteniendo un tenue brillo que hizo que el coche pareciera una sombra viviente. —No me puedo creer que lo hayas tenido todo este tiempo. Le dijo que estuvo estacionado en Louisiana, que contrató un camión especial para dejarlo en Nueva York. —Nadie —dijo—, lo ha conducido a excepción de mí. Ashwini podía entender su aire codicioso. Esta era una máquina sensual.
—¿Cuánto costó? —Jamás había pensado en Janvier como alguien rico, pero tenía que serlo. Era muy, muy inteligente, y los vampiros listos siempre acababan siendo ricos. —Cher, no te preocupes. —Una voz cansina y perezosa la lamió toda como un beso de cuerpo entero—. Puedo mantenerte en el estilo de vida del que tengo la intención que llegues a acostumbrarte. —Menudos sueños tienes, querido. —Le dio unas palmaditas en su mejilla, a su sonrisa, antes de llegar al interior del coche al reposapiés, donde había guardado el regalo que Naasir le compró a Elena. No podía esperar para ver la mirada en el rostro de su compañera cazadora—. Aquí —dijo, intentando mantener su cuerpo orientado hacia las ventanillas mientras se lo pasaba al vampiro. Las manos de él tocaron las suyas a la vez que cogía el regalo, pero su habilidad solo reaccionó con un desconcertado encogimiento de hombros. No sabía qué pensar de Naasir, quien se estaba portando bien con ella. La falta de reacción le permitió ser amiga de él sin preocupaciones. Mirándolo, sacudió su cabeza.
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A pesar de que estuvo subido encima del coche, el maniático, la pesada seda plateada de su cabello había caído de nuevo alrededor de su rostro, cortado en hebras rectas onduladas que le quedaban bien, y lucía mucho más civilizado de lo que ella se esperaba. Se vistió con sus pantalones negros y una camisa negra, un abrigo negro hasta los tobillos, la austera sombra de su cabello y sus ojos con un enfoque avispado. Janvier, por el contrario, usaba unos vaqueros y un suéter delgado de color avena por debajo de su chaqueta de cuero maltrecha. Podía ver el borde de una camiseta blanca por debajo del suéter. Alrededor de su cuello llevaba una bufanda de color borgoña tejida con lana de angora. Ella se la había enviado después de la operación en Atlanta, y no era la primera vez que la veía alrededor de su cuello. Si él usaba una bufanda, era esta. Así como ella usaba los pendientes de zafiro que él le dio. Justo contra su piel. —Mejor ve primero —le dijo Janvier a Naasir—. Montgomery está abriendo la puerta. Acunando su regalo protectoramente en sus brazos, Naasir se acercó a la puerta. —Hola, Montgomery. —Señor, es un placer tenerlo aquí. —El acento engolado del mayordomo sostuvo un afecto auténtico. —Prometo no arañar los muebles. —Eso sería más que bienvenido —respondió Montgomery, sin abandonar su tono de mayordomo—. Señor, Cazadora del Gremio.
Asintiendo a modo de saludo, Ashwini entró para encontrarse a Elena y a Rafael dirigiéndose hacia ellos. Continuaba teniendo problemas para comprender cómo Elena podía confiarse a sí misma a alguien así de mortal y despiadado. Con los ojos de un azul terriblemente puro y cabello de un negro más oscuro que la medianoche, el Arcángel de Nueva York no era de ninguna manera humano. El poder que emanaba de él era como una tormenta violenta. Con un toque en la parte baja de su espalda, la mano de Janvier la ancló al presente cuando ella debería haber sido absorbida por el torbellino que eran los más de mil años de vida de Rafael. Su habilidad se estiró hacia él como un niño con miedo al fuego pero queriendo tocarlo, todo al mismo tiempo. Dando una respiración profunda que fue irregular en su interior, no le dijo a Janvier que rompiera el contacto, el calor de su cuerpo un talismán contra su mente fuera de control. En frente de ellos, Naasir inclinó su cabeza. —Padre, Consorte. ***
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Elena suspiró de alivio en silencio cuando se dio cuenta de que Naasir sostenía nada menos peligroso que una planta en una maceta, la cual se encontraba envuelta en bastante papel de aluminio. —Naasir, es bueno verte —dijo, tocando la mente de Rafael con la suya al mismo tiempo. Los otros estarán decepcionados. Creo que se esperaban algo escandaloso. —Esto es para ti. —Naasir le entregó la planta—. Agradezco la amable invitación a tu casa. Los cabellos se levantaron en la parte posterior de su cuello ante el civismo prístino de las palabras, la esencia del tigre cazador contradiciendo al vampiro sofisticado que se encontraba de pie delante de ella. —Gracias —se las arregló para decir, preguntándose si de alguna forma lo habría ofendido. El instinto le dijo que Naasir solo era educado con las personas que no le agradaban. —Si Jessamy pregunta, dile que seguí las reglas. —Una sonrisa salvaje. Oh. —Lo haré. —Bajando la mirada, se enfocó en la planta que tenía en sus manos. Era inusual, el corazón rojo de las vainas abiertas alineado con lo que parecían ser púas diminutas. Intrigada, tocó con un dedo cuidadoso lo rojo… y este trató de comérselo. Naasir se rió cuando ella saltó, pero no era una sonrisa malvada. Acercándose a su lado, dijo—: Me llevó horas y horas encontrar una en
tu ciudad. —Con orgullo en cada palabra, recorrió con su dedo otra vaina abierta. Cuando la flor le chasqueó sus dientes, él hizo lo mismo en respuesta. —Solo come cosas pequeñas. Elena se encontraba más que fascinada. —¿Como insectos? Sus ojos se iluminaron con evidente interés. Naasir asintió. —Si la colocas en un invernadero, se comerá a todos los insectos que molesten a tus otras plantas. Elena no estaba segura de si tenía algún insecto en su invernadero. Rafael, ¿dónde podemos conseguir comida para esta planta? Antes nunca tuvieron un invitado carnívoro en el invernadero. Es tu regalo, mi cazadora. Muchísimas gracias. Pero se quedó fascinada por la planta tan única como el vampiro que se la dió. —¿Deberíamos ir ahora a colocarla en el invernadero, para que así esté caliente? Naasir asintió. —Es como yo; no disfruta del frío.
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Sin embargo, Elena primero la llevó hacia adentro mostrársela a los demás. El regalo fue un éxito.
para
Más tarde al salir, pasando por delante de un inalterado Montgomery, Elena no se molestó en colocarse su abrigo. Afuera hacía mucho frío, pero el invernadero no se encontraba muy lejos. Naasir merodeaba junto a ella, sus fosas nasales dilatadas ante las frías esencias del aire gélido de la noche. —Caliane está sola —dijo él sin previo aviso. Elena casi tropezó. Enderezándose a sí misma, continuó a lo largo del camino iluminado por lámparas hacia el invernadero. Las lámparas de cultivo de adentro daban un brillo acogedor. —¿Sola? Las hebras de plata del cabello de Naasir se movieron como mercurio líquido cuando asintió. —Cuando antes vivía en el mundo, Rafael estaba cerca de ella. Ahora se encuentra lejos suyo, al otro lado del océano, y el rato que pasó con él en el baile no alivió su necesidad. Si había una cosa sobre Caliane de la que Elena nunca dudó era el amor antiguo hacia su hijo. —¿En estos momentos puede dejar su territorio? —Amanat estaba a un paso de la tierra de Lijuan, en términos angélicos.
—Puede que sea el mejor momento. Las personas de Lijuan están buscando en el interior. Han alzado sus defensas y se encuentran atrincherados detrás de ellas. —Hablaré con Rafael. —La idea de tener a su Antigua suegra de visita no le hacía exactamente querer saltar de alegría, pero Caliane parecía estar descongelándose con respecto a ella durante su última reunión, así que tal vez esto no sería tan malo. Tal vez—. Gracias por decírmelo. Naasir presionó su nariz contra el cristal del invernadero antes de seguirla al interior. Colocó la planta carnívora lejos de las otras, sin estar segura de si decidiría cambiar sus dietas, y se dio la vuelta para encontrarse al vampiro de pie en el pasillo con un ceño de preocupación en su rostro. —¿Estás segura que tendrás suficientes insectos? —Sí. Me encargaré de ello, lo prometo. —Una planta era una planta, inclusive si esta tenía una dieta ligeramente diferente—. Me gustan las plantas. —Y las plantas la querían… más y más estos días. Se las arregló para devolverle la vida a un delicado helecho bebé después de que este colapsara en flácidas hebras marrones como consecuencia de su abandono durante la batalla.
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Por otra parte, la recuperación de la planta probablemente fue un golpe de suerte. Esta se encontraba sana, feliz y verde a la derecha, al lado de un pensamiento jovial que había atraído a Naasir. El vampiro tocó con sus dedos los suaves pétalos púrpuras de la flor, acariciándola como si le gustara la textura aterciopelada. —Aquí —dijo, mostrándole otra planta—. Puedes comértela. — Desprendiendo una flor, se la dio. La mordió con cuidado y la masticó. —No entiendo por qué las personas comen plantas —fue su sucinta respuesta, pero se terminó de comer la flor al tiempo que se dirigían de regreso—. ¿Entrenaremos? —He estado entusiasmada por eso. —Rápido y poco ortodoxo, sería un oponente excelente del cual aprender—. Aunque creo que tendremos que tener reglas básicas. Frunció el ceño. —Dijiste que hacer trampas estaba bien. —Lo está… para mí. Rafael es un arcángel. Tú eres un vampiro con siglos de antigüedad. —Elena no se encontraba segura de la edad exacta de Naasir, pero tenía la sensación de que tendría que estar alrededor de los seiscientos o setecientos años—. No soy tan fuerte como tú. —Rafael le dijo que fuera franca con Naasir.
Él es muy inteligente, pero se frustra ante demasiada perspicacia. Eso no significa que no sea capaz de comprenderlo, pero se molesta con la gente que fuerza tales agudezas en él. Esta noche, Naasir la miraba con unos ojos plateados que sostenían tal salvajismo que sus sentidos le seguían diciendo que él no era nada conocido, nada entendido. —Podría romper tu cuello sin esfuerzo —dijo, como simplemente declarara un hecho—. Al sire no le gustaría eso.
si
—Ni tampoco a mí. —Su seca respuesta le hizo sonreír, sus colmillos destellando—. Propongo que hagamos un par de rondas de práctica para que así puedas medir tu fuerza contra la mía. —A Elena le gustaba combatir con los más fuertes que ella; era la única manera de mejorar. Sus enemigos seguramente no tendrían cuidado con ella porque fuera significativamente más débil que el ángel adulto promedio. Pero tenía que ser lista respecto a esto. Era inútil ser demasiado orgullosa y terminar muerta porque Naasir no se diera cuenta de que no se encontraba lidiando con un ángel guerrero de su misma edad. —¿Qué tal mañana?
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—Le preguntaré a Janvier si él y su cazadora necesitan ayuda con su caza. Elena sintió que su cuerpo se tensaba de nuevo ante el horror de lo que le habían estado haciendo a la víctima de la Pequeña Italia, ante la idea de que Lijuan podría de alguna manera haber dejado una mancha en su ciudad. —Realmente deseo que la bruja malvada tomara una zambullida directa al infierno. —¿Rafael te contó que una vez traté de morderla? —No. —Con sus ojos abiertos de par en par, se dio la vuelta para enfrentarlo—. ¿Qué sucedió? —Era un niño. Ella se rió porque pensó que yo estaba bromeando. —Se encogió de hombros—. No lo estaba. Quería matarla porque olía como a carne en mal estado. Mal. —En ese caso —dijo Elena—, pronto seremos mejores amigos. Naasir envolvió su brazo alrededor de su cuello, sus dientes muy afilados cerca de su oreja mientras decía—: Tú hueles bien, Ellie. —Una pequeña mordida, juguetona en vez de seria—. ¿Crees que Janvier huele a su cazadora? Elena sonrió ante el susurro y decidió dejar de lado los pensamientos de Lijuan y de la muerte que la arcángel demente dejó a su paso. Esta noche era sobre la lealtad, la amistad y sobre los lazos que los unían a todos entre ellos, ángeles, vampiros y mortales. —Espero que sí.
*** Janvier observaba a Ashwini encaramada en el brazo de la silla donde Honor había tomado asiento, las largas, largas piernas de Ash revestidas en vaqueros negros y sus ojos brillantes al tiempo que escuchaba algo que Mahiya se encontraba diciéndoles a ambas. Su cazadora parecía de buen humor a pesar de su falta de éxito en sacar a la luz alguna pista, pero él sintió la tensión gritando en su interior cuando habían entrado por primera vez a la casa. Otros podrían haber identificado su respuesta como miedo ante la proximidad de un arcángel, pero él pensaba diferente. Era la historia que Rafael llevaba en sus huesos. A los mil quinientos años, súmale o réstale una década o dos, Rafael era joven en comparación con los otros arcángeles. Lijuan se rumoreaba que tenía diez mil años de antigüedad, mientras que nadie conocía la verdadera edad de Caliane; Janvier había escuchado suposiciones que iban de los doscientos a los quinientos mil años y al doble de eso. No podía imaginarse vivir tanto. Eso le hacía entender mejor por qué los ángeles más viejos elegían Dormir durante millones de años y por qué algunos vampiros se disponían en un pacífico sueño de buenas noches. —La observas como un hombre mira a solo una mujer en su vida, 122 sea mortal o inmortal. Janvier encontró la mirada del arcángel, el poder en esta pasmoso. —Jamás ha habido, ni nunca habrá, nadie como ella. —Tales dones no aparecen con frecuencia —dijo Rafael, su atención en Ash—. En toda mi vida, he conocido a otros tres como ella: mortales que necesitaban tiempo más allá de la duración de la vida humana para permitir que sus dones crecieran hasta su máximo potencial. —¿Viven? —preguntó Janvier, sabiendo los gustos de los ángeles para asegurarse de que los únicos y los talentosos sobrevivieran eternamente. Janvier una vez fue enviado a una misión para localizar a un compositor solitario que residía en un castillo en lo profundo de las Montañas del Cáucaso. El encargo había surgido durante sus años como agente libre y llevaba el sello de Astaad, Favashi y de forma inesperada el de Titus. Los tres arcángeles amaban los trabajos del compositor con tanta pasión que le ofreció Convertirlo sin la necesidad de un Contrato de cien años. Todo lo que tendría que hacer era continuar creando sus sinfonías, llenar al mundo con música. Una oferta remarcable, aunque el compositor la rechazó.
—Mi música —dijo, sus ojos sosteniendo una chispa que Janvier solo vió en los talentosos y en los locos— es preciosa porque es tocada con mi mortalidad. Al convertirme en un hombre con vida eterna ya no sería capaz de crear eso que les da tanta alegría a los arcángeles. Me convertiría en una sombra, muerto por dentro incluso si viviera por siempre. Así que no se sorprendió cuando Rafael dijo—: Dos se han ido, habiendo escogido una existencia mortal a pesar de todas las tentaciones puestas a sus pies. Uno reside en el territorio de Nimra, en una parte tranquila de los pantanos. Janvier se dio cuenta de que sabía exactamente a quién se refería Rafael. —Silvan. —De quinientos años de edad, el vampiro tenía un nivel de poder que a menudo eludía el de aquellos que le doblaban la edad. A pesar de eso, prefería una vida de soledad sobre cualquier posición más lucrativa e influyente—. Aquellos de mi familia que viven por la zona dicen que él puede caminar en sueños. —Tendrás que preguntárselo a Silvan, si deseas la verdad. —Tal vez lo haré la próxima vez que compartamos café de chicoria en el muelle fuera de su casa.
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Los labios de Rafael se curvaron. —Es cierto entonces, Cajun. ¿Conoces a todo el mundo? —Ese es mi trabajo. —Ser al que nadie teme y al que todos dan la bienvenida. Una tarea que una vez fue de Illium. Pero Campanilla era ahora una deidad, alguien a quien ninguna cantidad de encanto podía ocultar. —Eres muy bueno en lo que haces. —Las palabras de un arcángel a uno de sus hombres—. En cuanto a tu cazadora, creo que sabes que las probabilidades no están a tu favor. Aquellos nacidos con sentidos más profundos a menudo rechazan la oportunidad de la inmortalidad por razones que no podemos entender. Desafortunadamente, Janvier entendía las razones de Ashwini demasiado bien. Se hizo más fuerte en los pasados doce meses, sus reacciones más intensas. Ya vivía en el borde de lo “normal”. Ella temía que debido a lo que se convirtió tuviera que aceptar la inmortalidad. Janvier sabía que entonces sería igual de extraordinaria que como lo era ahora, pero ella no lo veía de esa forma. —El patólogo nos llamó antes —dijo, cambiando de tema para evitar que su mente diera vueltas en círculos—. Ha completado su análisis de tejido profundo, o tanto como le fue posible dado el estado de los restos. Dice que la víctima muestra signos conclusivos de ser un donante a largo plazo. Si un vampiro era cuidadoso, incluso un donante permanente no llevaría cicatrices. En caso de que Janvier alguna vez probara la sangre
de Ash, lamería sobre la herida para asegurarse que sanara limpiamente, a no ser que deseara que llevara su marca. Su respiración se detuvo ante la idea de eso, su abdomen contrayéndose. Tenerla no solo ofreciéndole su vena sino también consintiendo llevar la señal de su posesión era un sueño tan grande que sabía que nunca podría hacerse realidad. Sin embargo, no todos los vampiros eran cuidadosos con su donante. Esto conducía a la formación de tejido cicatrizado debajo de la piel en los sitios más utilizados. Eso no solo era malo para el donante sino que, con el tiempo, al vampiro se le hacía más difícil alimentarse. Los lugares donde había mayores marcas de colmillos en la víctima de la Pequeña Italia cicatrizaron tan profundamente que el patólogo había notado que era posible que se hubiera convertido en una inservible como donante. Esa podría ser la razón de que hubiera sido asesinada y tirada como si fuera basura, pero eso aún no explicaba la desecación. —Ash y yo —le dijo a Rafael— nos dirigiremos a los clubes de los Distritos después de la cena para ver si podemos precisar la identidad de la víctima. —Aunque no había garantía de que ella hubiera frecuentado los clubes, era un buen punto de partida, dado el número de vampiros que conocían por primera vez a sus donantes a largo plazo en los Distritos—. Eso también me dará la oportunidad de contactar con esos Creados que prefieren las horas nocturnas. en contacto regular con Dmitri. —Una orden—. Si 124 Lijuan—Mantente dejó una mancha en nuestra ciudad, no quiero que ninguno de vosotros sea víctima de ello. Ash entonces levantó su mirada, la oscuridad misteriosa de sus ojos yendo directamente hacia Janvier. Su risa se desvaneció, pero la conexión entre ellos… continuó latiendo sin cesar. —No —dijo Janvier—. No tomaré ningún riesgo innecesario.
18 Traducido por Marie.Ang Corregido por Vane hearts
A Elena le tomó media hora en la cena darse cuenta de que algunas de las copas de vino en la mesa tenían sangre roja, como en realidad sangre roja, y que la brocheta que Naasir picoteaba a su lado se encontraba hecha de trozos de carne sazonada pero cruda. Podía vivir con eso. Tan salvaje como era, había algo tanto inocente como tremendamente encantador en Naasir. En realidad era como un tigre salvaje; podría morder su mano, pero sólo si ella lo amenazaba. Al menos ahora que decidió no convertirla en comida.
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En ese instante, empujó su plato hacia Ash, quien se hallaba sentada al otro lado de él. Elena observó, preguntándose lo que haría la otra cazadora. Sin pestañear, Ash alzó la mano y tomó un trozo de carne cocinada que Naasir había ignorado, a favor de los cubos crudos. Naasir sonrió y continuó comiendo. Ash claramente conocía mejor al vampiro que Elena. No era de sorprender, dado que el equipo de las tres “sombras” había pasado días tras líneas enemigas con solamente el otro de compañía. —Dame una pista —dijo ella cuando Naasir la miró. —¿Para qué? —Mordió un pedazo de carne, masticando con deleite. —Para lo que eres —dijo, su curiosidad tan aguda ahora como lo fue al primer instante que reconoció que no era un vampiro normal en ningún sentido. Tenía problemas al pensar en él como un vampiro del todo; él podría beber sangre pero, como su dieta lo mostraba, difícilmente era suficiente para nutrirlo. Naasir sonrió y tomó un sorbo del rico líquido rojo en su vaso de vino. —Puedes hacerme siete preguntas. Atrapando una sonrisa de Ash al otro lado de él, Elena consideró lo mucho que el la hacía pensar en un gato grande, uno divertido, en estos momentos, y decidió maniatarlo. —¿Responderás? —Sí. No iba a car en eso. —¿Responderás con la verdad? Naasir le mostró sus dietes afilados. —Te daré al menos dos respuestas sinceras.
Elena decidió que era mejor que nada. —¿Eres el único en tu especie? —preguntó, consciente de que no sólo Ash, sino que también los otros alrededor de ellos escuchaban. —Sí. Examinó sus extraordinarios ojos, su astuta media sonrisa, la postura de su cuerpo; y no tenía absolutamente ninguna idea de si mentía o no. Maldición. —¿Naciste o fuiste Convertido? —Ambos. Moviendo sus hombros para enfrentarlo a la vez que Illium se sacudió con una risa al otro lado de la mesa, dijo—: ¿Eres parte de la familia del tigre? —Su esencia era tan salvaje que casi podía saborear la jungla, casi podía ver los largos pastos donde un predador a rayas podría esconderse. Naasir se inclinó tan cerca que su nariz rozó la de ella. —No —dijo con un chasquido juguetón de sus dientes. Elena quería estrangularlo. Era imposible evaluar su expresión, separar la verdad de la mentira, pero no iba a rendirse. —¿Eres un vampiro? Él bebió profundamente de la sangre de su vaso, el oscuro rubí de ello formando un remolino con secretos. —No. que podría tener muchas ganas de morderte —murmuró 126 ella—.—Creo Fuerte. Naasir gruñó, pero sus ojos reían. —¿Suficiente? —No. Me quedan tres preguntas. —Disparando una mirada de muerte a Dmitri cuando le preguntó si necesitaba ayuda, toda falsa amabilidad, regresó su atención a Naasir—. ¿De verdad comes personas? —Sólo si no me gustan, o si estoy muy hambriento. —Una solemne declaración. Recordando lo que él una vez le dijo sobre el ángel que lo Convirtió, aunque no se encontraba segura de que hubiera sido Convertido de una forma común, también como lo que le dijo sobre Lijuan oliendo a albóndigas, se imaginó que era verdad. —¿Tienes garras? —Todos los vampiros podían extender sus uñas, algunos más que otros. Era parte de lo que les permitía escalar tan bien. Pero durante la batalla, cuando vendó las heridas de Naasir, creyó divisar una habilidad más peligrosa en su visión periférica—. No me refiero a las garras normales de un vampiro. Garras reales. Bajando el vaso, Naasir extendió su mano entre ellos. Sus dedos era largos y fuertes, su piel de un exuberante y rico color marrón con un tono más bajo que el dorado… y donde su uñas habían estado, de repente vio garras extremadamente curvadas como podrían aparecer en
las patas de un tigre. Desaparecieron un segundo más tarde, y ella casi podía imaginar que fue una ilusión. —Verdad —susurró ella, tomando su mano para examinar sus uñas cuando a él no pareció importarle. Casi le preguntó a dónde habían ido sus garras, ya que no existía rastro de ellas, pero no quería perder una pregunta. —Haz esto, Ellie —dijo Ash desde el otro lado, estirándose para rascar juguetonamente la parte posterior del cuello de Naasir, su cabello rozando la piel de ella. Él ronroneó en la parte posterior de su garganta, cerrando los ojos. Elena copió la acción de Ash en la mano de él, consiguiendo otro ronroneo antes de que levantara las hermosas y de verdad plateadas pestañas para decir—: Última pregunta. —¿Cambias de forma? —Sus palabras hicieron que Illium estallara en un ataque de risa, pero Elena no se desalentaría. Las leyendas comenzaron en alguna parte. ¿Por qué no con Naasir? —Por supuesto —respondió él, entonces giró su cuerpo a la derecha y curvó el brazo sobre su pecho—. Ves, he cambiado de forma.
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Haciendo un movimiento de estrangulamiento con sus manos que hizo que él apartara la cabeza hacia atrás y riera en abierta alegría, Elena sintió el limpio beso del mar, de la lluvia en su mente. Veo que tú y Naasir se harán amigos. ¿Qué te dije sobre este nuevo sentido del humor tuyo? Tomó un bocado de su cena, la que había ignorado mientras interrogaba a Naasir. Estaba hablando solamente con la verdad. Naasir en este momento juega con tu cabello. Probablemente quiere arrancármelo y usarlo como un trofeo. Cierto. Elena levantó la mirada, con los ojos entrecerrados ante el muy divertido arcángel al otro lado de la mesa. También me las voy a arreglar contigo por esto. Jalones en su cuero cabelludo en ese mismo instante, como si Naasir estuviera enrollando los mechones en su dedo, y luego los dejara ir. Se giró, con la intención de decirle que lo dejara, pero entonces vio su rostro. Se veía… absorto. Como un gato con una bola de estambre. No le importaba si él decía que no a la pregunta del tigre, había algo claramente felino en él. Especialmente, ya que aparentemente persuadió a Ash que rascara su nuca de nuevo mientras él jugaba con el cabello de Elena, sus ojos con pesados párpados en éxtasis.
Iba a desenterrar la verdad de él, incluso si le tomaba el resto de la eternidad. *** Janvier vio a Ash pasar las uñas afectuosamente sobre el cuello de Naasir y recordó la primera vez que ella hizo eso. Habían pasado treinta minutos después de conocer a Naasir. Donde él era poco amigable y distante con la mayoría de las personas nuevas, Naasir ya decidió que le gustaba “la cazadora de Janvier”, habiendo mantenido el rastro de sus interacciones en los años. Como resultado, fue su propio normal. En vez de estar asustada por el comportamiento de Naasir, Ash lo aceptó desde el comienzo, sin hacer esfuerzo por evitar el contacto físico que al otro macho le gustaba hacer. —Él es diferente —le dijo con un perplejo encogimiento de hombros cuando Janvier le preguntó por ello— . Es difícil de explicar, pero lo que siento por él no es nada que me disturbe. No estoy segura de entender la mayoría de ello.
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Unos minutos después de eso, mientras los tres se agacharon en un túnel de acceso escondido del que averiguaron previo a la batalla, ella estiró la mano y con gesto ausente le rascó la parte posterior del cuello a Naasir. Janvier, habiendo visto con anterioridad cuan feroz podía reaccionar Naasir ante el contacto indeseado y estuvo listo para luchar por su vida, pero el otro hombre había inclinado su cabeza por más. La expresión de asombro de Ash cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se desvaneció en afecto desconcertante, y Janvier se dio cuenta que ella reaccionó ante una necesidad tácita en el otro macho. Su amistad con Naasir era tan abierta como libre de sombras como la relación de Janvier con ella no lo era. Demasiadas mentiras sin decir entre ellos, pero decirlas no arreglaría nada. Ash sabía que él la amaba, siempre la amaría. Lo que ella quisiera, se lo daría… excepto su inmortalidad. Esperó más de doscientos años por ella. ¿Cómo podía pedirle que simplemente la dejara ir?
COMIDA Traducido por Sofía Belikov Corregido por Adriana Tate
Sus ojos estaban inundados con terror. Levantando una mano, el que esperaba acarició su mejilla mientras su garganta trabajaba, el grito consumido por el acre miasma de su miedo. —No esta noche. —Un carraspeo, su garganta en ruinas—. Ya he comido. —El hambre lo invadía a menudo, pero el que esperaba había aprendido a disciplinar esa insaciable necesidad, porque sin la disciplina, se habría convertido en un esclavo de esas urgencias más que en un maestro de ellas.
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Así que presionó su boca contra la de ella en un beso que la hizo temblar, sus labios rotos y parecidos al papel contra los suyos. Los de ella, que eran suaves alguna vez, ya no lo eran. Una lástima. Soltando su mandíbula, el que esperaba sonrió e inhaló una última bocanada llena de terror antes de quitar la tentación de su vista. —Pronto —prometió mientras el bosque oscurecía su rostro—. Pronto.
19 Traducido por Vane hearts Corregido por Adriana Tate
Janvier se encontraba apoyado contra la pared junto a la ventana, terminando lo último de sangre en la copa de vino cuando Ash lo encontró alrededor de las diez y media esa noche. Vestida con esos pantalones vaqueros negros elegantes, combinados con botas rojas hasta los tobillos que tenían tacones con púas, con la camisa de color negro de manga larga metida en sus pantalones vaqueros y abierta por la garganta, lo suficiente como para mostrar un indicio de piel, se veía sexy y peligrosa y suya.
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Los pendientes en sus orejas eran una cascada de aros creados con diminutas cuentas de color naranja, amarillo y rojo, el cinturón alrededor de sus caderas tenía una simple hebilla cuadrada de plata brillante. Y el cabello, ese glorioso cabello, era una cascada cayendo por su espalda. Él quería envolver su mano en él, arquear su garganta y hundir sus colmillos en ella. Marcarla. —Deberíamos irnos —dijo ella, tomando un bocado de pastel de chocolate de su plato. Janvier puso su posesiva hambre en absoluto control y robó un poco de glaseado con su dedo. —¿Más noticias de los equipos informáticos? —No. No pudieron identificarla a través de su tatuaje o por reportes de personas desaparecidas. —Metió su tenedor en el pastel con una fuerza innecesaria—. No es de sorprenderse. Con lo que sabemos de los signos de alimentación de su cuerpo, probablemente vivía con su asesino. —Vamos a encontrarla, querida. —Sí, lo haremos. —Una declaración absoluta, mientras terminaba con el pastel. Él no pudo evitarlo. Inclinándose, cogió una miga aferrándose a su labio inferior y se lo llevó a la boca. Chupándose el dedo, dijo—: Mmm, dulce. Su cuerpo se puso rígido por el contacto, y entonces se movió con sacudidas inusuales para colocar el tenedor y el plato en una mesa auxiliar. —Vámonos.
No era la respuesta que esperaba, pero tampoco era la suave y coqueta respuesta que empezó a encontrar cada vez más insatisfactoria. Le encantaba jugar con Ash, pero no cuando usaba ese juego para mantenerlo a distancia. Esto era por lo menos una señal de que violó la armadura que usaba para mantenerlo a raya. —¿Algún club en particular que desees visitar primero? — preguntó, después de entrar en el auto y poner en marcha el motor. —Yo digo que empecemos en el extremo inferior y vayamos subiendo. No tenemos forma de saber si era lo suficientemente bonita para ser invitada a los clubes exclusivos. —La belleza daba de qué hablar en los clubes, en especial si la alimentación junto con el sexo se hallaban involucrados—. Pero si iba habitualmente a uno de esos lugares, o solo a Erotique, el club de élite en la ciudad y situado fuera del barrio, su desaparición habría creado más disturbio. —No he escuchado ningún rumor de tal desaparición —confirmó Janvier. —¿Tu contacto tuvo algo de éxito en la reconstrucción de su rostro?
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—Sí, recibí la imagen durante la cena. No tiene vida para él, así que tendremos que ser prudentes en cómo lo utilizamos. —Janvier tamborileó un dedo en el volante, las calles se hallaban oscuras a su alrededor—. Ella tenía que estar en una relación uno a uno. —¿Por qué? —Viste en Giorgio’s cómo el ganado se aferraba el uno al otro. Si la víctima era parte de un grupo, sus compañeros de caza habrían reportado su desaparición incluso si su vampiro no lo hizo. —A menos que les haya dicho que ella lo iba a dejar, y la secuestró después de permitir que ella —y ellos—, creyeran que la dejó ir. Sabes cuántas veces eso sucede en las relaciones abusivas de mortales. ¿Alguna razón por la que debería ser diferente para los inmortales? Con el rostro sombrío, Janvier dijo—: No. Soltando un suspiro ante la deprimente fealdad de ello, pasó una mano por su cabello, dejándolo suelto por esta noche. Sin embargo, ya que no quería que nadie pasara los dedos a través de él en los clubes, era espeluznante cómo mucha gente pensaba que eso estaba bien, agarró su cabello en su espalda y comenzó a trenzarlo con fuerza a su cráneo. —La situación con Giorgio me está molestando. No crees que nuestra víctima pudo haber sido parte de su harén, ¿verdad? Janvier sacudió la cabeza. —Me aseguré de revisarlo, todo su ganado está contabilizado, incluso los expulsados fuera del nido después de hacerse demasiado viejos. —Desagrado coloreó su tono—. El uso de Giorgio hacia las mujeres al parecer no llega a un asesinato.
—Maldita sea, él es buen sospechoso. —Ató la trenza y consideró la posibilidad de intercambiar sus botas rojas de tacón por las botas de cazadora que dejó en el auto. Decidió seguir con los tacones, ya que pronto iban a mezclarse en los clubes. —Y tú, querida… ¿sentiste algún recuerdo perturbador haciendo eco en su casa? —No, pero es nueva. La única vez que tuve una reacción abrumadora a un lugar más que a una persona, me encontraba en casa de Nazarach. —Un escalofrío la recorrió—. Si he tenido pistas de vez en cuando con las casas más antiguas, pero nada como los gritos en sus paredes. Janvier pasó los nudillos por su mejilla, la caricia ahuyentó el escalofrío y envolvió otro conjunto de cadenas alrededor de su corazón. —Incluso con la Torre —dijo, más allá del nudo en su garganta—. No entiendo nada. Podría ser debido a que se ha modernizado continuamente. —O tal vez —dijo Janvier—, la razón es que está llena de tantas almas diferentes, en lugar de una que domina a todos a encogerse en obediencia.
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Ashwini pudo ver que, Rafael era despiadado, pero reunió hombres y mujeres fuertes en torno a él. Ellie, por su parte, nunca se retractó ante nadie en su vida, y Dmitri no era exactamente débil. Luego estaba Janvier. Tenía la capacidad de cambiar su temperamento de calma a ira, pero también era su propio jefe. Ella sabía que si alguna vez se desmoronaba por ello, Janvier se alejaría de la Torre en lugar de ir en contra de sus principios. —En cuanto a Giorgio —dijo Janvier—, no estoy convencido que no está dañando a su ganado. —Sus manos se apretaron en el volante antes de que pareciera consciente de aflojar su agarre—. Tengo gente vigilando la situación, hubo algo demasiado enfermizo en todo ello. —Como una esposa maltratada que ha sido cautivada por el perdón y el olvido. —El estómago de Ashwini se revolvió. Sabía muy bien lo que era querer creer en las promesas de alguien que amaba—. Lo llamo: La fase de luna de miel. Antes del próximo golpe. Janvier le lanzó una peligrosa y fulminante mirada antes de volver la vista hacia la carretera. —Nadie te hará daño. Oyó la ira de protección y, debajo de ella, una especie de conmoción aturdida. —Nunca nadie me ha golpeado —aclaró—. Excepto, por supuesto, durante mi trabajo como cazadora. —Entonces, todo era justo. Los hombros rígidos de Janvier no se relajaron. —¿Crees que no te conozco lo suficiente como para ver a través de eso? De repente, no existía espacio entre ellos, la intimidad era tan cegadora como cuando él le quitó la miga del labio. —No hablo de esto.
—Trataba de ni siquiera pensar en ello, aunque ver a Arvi el día anterior, hizo que el dolor regresara. No, Ashwini, se dijo, sé brutalmente honesta. La razón por la que no puedes encontrar una manera de decirle todo a Janvier, es que te destruiría si te mirara con lástima. El auto devoraba la carretera, una pieza elegante en la noche. —Cuando era niño —dijo Janvier en el silencio que se convirtió demasiado pesado, demasiado oscuro—, solía trabajar para un hombre que atrapaba cangrejos y se los suministraba a los demás. Era una manera de ganar un poco de dinero para mi familia, ayudar a mi madre a mantener a mis hermanitas. Ashwini se giró en su asiento, obligada por la vena íntima de los recuerdos, el afecto y la tristeza en su tono. —¿Cuántas hermanas tenías? —La sorprendió darse cuenta que no sabía esto de él cuando habían hablado tantas veces, confiado en el otro tan profundamente.
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—Dos. —Una sonrisa ensanchó sus mejillas—. Amelie llegó a tiempo con un trueno un día lluvioso, Jöelle un año después en las horas de la medianoche, ambas chillonas, con el rostro enrojecido y diminutas. —Al llegar a la franja del Barrio del vampiro, condujo alrededor del pequeño estacionamiento detrás una cafetería de sangre, después de primero desbloquear la puerta pulsando un código en el teclado en la entrada. Aparcó, apagó el motor y se giró hacia ella, con un brazo apoyado en el volante. —Mi padre murió en un accidente de tala de árboles cuando Amelie y Jöelle solo tenían dos y tres años, respectivamente, por lo que éramos solo los cuatro hasta que mi madre se casó de nuevo siete años más tarde. Significando: Se convirtió, efectivamente, en la cabeza de su hogar durante esos siete años. —¿Qué edad tenías cuando empezaste a trabajar? —Las fechas no estaban fijadas con claridad en ese entonces, ¿entiendes, dulzura? Pero era lo suficientemente mayor. Siete u ocho. —¿Tan joven? —No era nada inusual, no entonces. —Se encogió de hombros—. El hombre con el que trabajaba, solía golpearme si no me movía lo suficientemente rápido; me daba una patada al menos una vez al día. Nunca he olvidado la sensación de impotencia que experimenté como un niño atrapado en una posición de no poder contra un oponente más grande y fuerte. Con la sangre caliente y los puños cerrados, Ashwini tuvo que recordarse que no fue ese pequeño e indefenso niño durante un largo tiempo. —Uno pensaría que aprendí mi lección —continuó—. Pero ambos sabemos que más tarde tomé la decisión de entrar en otra situación en
la que no tenía el poder, fuera de lo que entonces pensé que era amor. —Sonrió, ante la insensatez de ello—. Era tan inmaduro, tan inexperto en los caminos del mundo, y Shamiya era sensual, hermosa, y me contó increíbles cuentos de tierras mucho más allá de los pantanos. Sacudió la cabeza. —Era una combinación mortal cuando se trataba del joven inquieto que era entonces, el hambre de aventura, un deseo en mi alma, especialmente cuando me decía esas palabras dulces. No entendía que me encontraba en pleno proceso de enamoramiento, y que ella simplemente jugaba. Ashwini podía verlo, ver el joven que fue, con hambre de experimentar la vida y de demostrar su valor. —¿Te ayudó a convertirte en candidato? —Una persona no puede simplemente pedir ser un vampiro; él o ella tenían que ser elegidos. —Sí. Me llevó a la corte de Neha, donde era la favorita. —Se echó a reír—. Nunca he estado tan enfermo como estuve en ese viaje. Las aguas del pantano nunca se estrellaban y rodaban como lo hacen las del océano, como si trataran de lanzar un insecto de su lomo.
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La idea del largo viaje, las cosas que debió haber visto, hizo que miles de preguntas se formaran en su lengua, pero se sentía aún más fascinada por esta profunda visión en su camino hacia el vampirismo. —Shamiya debió haber sentido algo por ti para meterse en todos esos problemas —dijo, incapaz de imaginar cómo cualquier mujer pudiera ser tan descuidada como para tirar la lealtad de un hombre como Janvier—. Incluso como la favorita, todavía tenía que solicitárselo a Neha. —Y la reina de los Venenos era un arcángel, tan despiadada y tan mortal como Rafael. —Sintió lo que siente un niño con un juguete nuevo —dijo las palabras sin rencor—. Era lo suficientemente diferente en mi falta de sofisticación que era nuevo y brillante, y divertido para un período. Yo, por otro lado, creía en las garras de una gran pasión. —Sonriendo para sí mismo, sus ojos bailaron—. Y así como un tonto, dejé el quimbombó por sangre. —No hubo recriminaciones en su mirada, nada más que un humor cariñoso dirigido al joven que una vez fue. Ashwini le preguntó una vez si todavía amaba a Shamiya. Su respuesta resonó profundamente en su interior. Una pregunta tonta, querida. Sabes que el amor no puede sobrevivir cuando no hay luz. Esta noche, vio que no solo siguió adelante hace muchas vidas atrás, él no guardaba rencor. —¿La has visto otra vez? —preguntó, curiosa—. A Shamiya, quiero decir. —Sí, muchas veces. Es tan incapaz y tan vanidosa como siempre fue, mientras que yo ya no soy tan inmaduro e impresionable. La superé en la infancia de mi contrato. —Sus ojos fijos en los de ella—. Pero antes de que me convirtiera en el hombre que soy hoy en día, era ese chico a merced de un bruto, y ese joven poco sofisticado y
abandonado en la corte de la Reina de los Venenos. No soy ajeno a estar bajo el control de los demás. Ashwini sabía que al igual que el niño, ese joven idealista se había ido. Janvier sobrevivió a tanto en su infancia y a la traición de la mujer que lo engañó hacia el vampirismo, emergió de ello como un hombre fuerte e inteligente que nunca volvería a ser impotente. Salvo que… esa era exactamente la posición en que lo pondría una vez que se lo contara todo. Y no decirle ya no era una opción. —¿Tus hermanas? —dijo, eligiendo centrarse en lo bueno y no en lo oscuro; habría tiempo de sobra para lo segundo—. ¿Continuaste apoyándolas después de convertirte en vampiro? —La respuesta no fue realmente un misterio para ella. Sabía quién era. —Era mi tarea como su hermano mayor —dijo simplemente, permitiendo a Ashwini volver a la conversación hacia su familia—. A pesar de que Amelie y Jöelle se casaron jóvenes con hombres orgullosos que no aceptarían mi ayuda —y eso, también, es cierto—, para mi madre era capaz de hacer un buen negocio. —¿Su marido no protestó?
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—Sí, por supuesto. —Se rió—. Pero hay una diferencia entre un hijo que desea facilitar la vida de su madre y un hermano mayor que quiere lo mismo para su hermanas casadas, ¿no? Mi padrastro sabía que no tenía ninguna posibilidad, y era un hombre bueno, entendió que yo fui el jefe de la familia mucho antes de que entrara en el panorama. Nunca fuimos padre e hijo, pero fuimos buenos amigos. —No me di cuenta que los vampiros podían obtener ingresos desde el principio de su contrato. —Siempre creyó que era más un caso de servidumbre. —Depende del ángel, pero la lealtad y la voluntad de aprender y trabajar duro más allá del simple cumplimiento al pie de la letra del contrato, generalmente son recompensados. —El ritmo de su voz, tenía un acento Cajún más fuerte ahora, algunas de sus palabras no eran del todo en Español—. Para un joven de los pantanos, esas recompensas eran asombrosas. Era capaz de conseguirle a mi madre cualquier cosa que necesitaba, ayudar a mis sobrinas y sobrinos con su educación. Ashwini sabía que deberían salir, comenzar a caminar hacia los clubes, pero quería saber mucho más, podía escucharlo hablar por siempre. —Amelie y Jöelle —dijo, robando otro minuto—. ¿Fueron felices en sus matrimonios? Le dio esa maravillosa y profunda sonrisa estira-mejillas de nuevo. —Mis hermanas se hicieron mujeres fuertes que construyeron sus hogares con manos de hierro, sus maridos eran bastante dominados y se encontraban encantados al respecto. —Amor sin ocultar, sus ojos cálidos con el recuerdo—. Crearon un legado de hijos, nietos y bisnietos.
—Pero incluso cuando fueron asombrosas mujeres mayores que vivieron esas vidas, querida —dijo con una estela de orgullo en cada palabra—, actuaban como mis hermanitas cuando las visitaba. —Su sonrisa se desvaneció en ternura conmovedora, la pena atenuada por el tiempo—. Se metían contra mi pecho y se quejaban conmigo de todo y de nada, mientras las sostenía como lo hacía desde que eran bebés con caras sucias y un centenar de besos para su hermano. —“Janvier” me decían, “Ese Arnaud, es un sucio perezoso. Se sienta todo el día, mientras que su padre lo lleva y lo trae. ¿Y supiste lo que Colette hizo? Puso un hechizo en esa bonita muchacha con la que dije que deberías casarte”. —Su voz cargada de emoción—. No importaba cuando llegara, siempre tenían lugar en su mesa para mí, y un centenar de historias que contar. Ashwini casi podía verlo: él, eternamente joven y fuerte, sosteniendo a sus frágiles hermanas mortales en actitud protectora en su abrazo. Hasta que un día, no hubo más quejas, no hubo más historias. Extendiendo la mano, lo consoló de la misma manera que lo hizo con ella tantas veces, sus nudillos rozando su mejilla en un toque que decía que no se encontraba solo. Él tomó su mano, presionó sus labios contra sus nudillos antes de liberarla.
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—¿Te mantienes en contacto con alguno de sus descendientes? — le preguntó, su nombre escrito profundamente en su corazón, nunca se borraría. Se echó a reír, y el sonido era grande y cálido y hermoso. — Querida, sería perseguido y me darían como alimento a un cocodrilo si me pierdo un solo evento familiar. Sus descendientes son tan feroces como lo fueron mis hermanas, e igual de gloriosos. Te llevaré a la siguiente fais do-do9, o diré que iremos y esa será la excusa que necesitan para una fiesta. Entonces verás lo que una familia salvaje, que yo llamo mía, puede hacer. Ashwini conoció algunos vampiros que se mantenían en contacto con los descendientes de sus familias de origen, pero nunca conoció a uno que hablara de su familia con tal afecto. Para la mayoría, la pérdida de la vieja familia parecía pesar más que el placer de la nueva. O se convertían en demasiados inhumanos como para encontrar felicidad en las conexiones familiares. —Estoy lista para un buen fais do-do. Mientras no les hayas contado historias sobre mí. —Confía en mí, dulzura, ya eres la favorita. Mi familia piensa que necesito a alguien que me ponga en mi lugar. Era tan tentador quedarse aquí, para hablar y reír y coquetear, aislados del mundo y de la realidad, pero esta noche su tiempo no les Fiestas originadas en la Segunda Guerra Mundial realizadas por un grupo étnico llamados Cajún (personas descendientes de franceses que viven en Estados Unidos). 9
pertenecía. Le pertenecía a una mujer cuya vida fue robada con despiadada crueldad. Salieron sin ninguna necesidad de discutir el tema. —¿Tu auto de lujo estará a salvo aquí? —Era una obra de arte de máquina—. ¿No quieres ponerlo en uno de los estacionamientos más grandes con seguridad? —Elena posee un interés en la cafetería de sangre por allá —dijo, para su sorpresa—. Creó este estacionamiento para cualquier persona del Gremio o de la Torre que necesite usarlo en esta parte de la ciudad, tiene la más alta seguridad. ¿Tu Gremio no te lo ha dicho? Ashwini se estremeció. —La nota debe estar en mi correo en el Gremio. No lo he revisado durante un tiempo. —Las palabras nunca fueron sus amigas—. Soy disléxica. Conseguí ayuda tarde, y aunque puedo leer bien si me lo propongo, no es la cosa más relajante para mí de lo que es para los demás. Janvier cerró la puerta detrás de ellos y comenzaron a caminar en dirección a los clubes. —Yo no aprendí a leer hasta que estuve en la corte de Neha. —Debió haber sido difícil.
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—Sí, pero hay un erudito en la corte de Neha que es muy paciente. Tantas piezas de él que estaba viendo esta noche, y sabía por qué. Él tomó el primer paso, el primer riesgo, siendo el valiente. Ashwini no tenía la certeza si tenía la valentía de seguirlo, para tomar los pasos que guiarían a una confesión que, una vez hecha, lo cambiaría todo. Pero tampoco quería menospreciar su confianza por retener la suya. Si era peligroso o no, bueno o malo, estaban más allá de eso. —Mi familia —comenzó ella—, es muy académica.
20 Traducido por vals <3 Corregido por Dafne M
—Mi padre era un profesor de filosofía; mi madre, de literatura, con énfasis de particular en textos del sur de Asia —dijo ella, el corazón doliéndole—. Sabes que mi hermano es un neurocirujano. —No importaba el dolor entre ellos, Aswini estaba orgullosa de los logros de Arvi. Él podría haber permitido que la agonía lo aplastara, pero en su lugar, él la había usado como un impulso para convertirse en el mejor en su campo. Ella solo deseaba que él hubiese escogido alguna especialidad en lugar de esa relacionada con el cerebro. Arvi utilizó su propia habilidad como un látigo con el que flagelarse, siempre en busca de una respuesta, buscando "arreglarlo", y volviendo con las manos vacías. —Una tía es una asistente legal —continuó—, la otra una 138 estratega política. Mis primos continúan con los estudios, desde ingenieros a psicólogos hasta investigadores biomédicos. —Brillar radiante, ese era el lema no oficial de la familia. Incluso el rebelde en el grupo, la sonriente oveja negra que todo el mundo amaba y en quien Ashwini quería convertirse al crecer, fue un brillante erudito de las lenguas. Tanu había intercedido por Ashwini más de una vez, pero su hermana fue mucho mayor, con su propia vida. Lejos en la universidad cuando los problemas de Ashwini escribiendo sus primeras palabras comenzaron aparentemente, Tanu no estuvo ahí para mitigar la caía en casa. —Mis padres estaban impacientes conmigo, pensaban que era vaga, que no me esforzaba lo suficiente. —Como una niña confusa quien no podía entender por qué estaba siendo castigada —teniendo prohibido ir a las lesiones de baile que sanaban cada herida dentro suyo— ella se quedaría despierta tratando de aprender a leer las letras que estaban todas confusas en su cabeza. —Ellos eran personas estudiadas. —El ceño de Janvier era profundo—. ¿No deberían de haberlo sabido? —Es gracioso como realmente las personas inteligentes tienen los más inusuales huecos en su percepción del mundo. —Para la madre de Ashwini, esta supremamente inteligente mujer quién estaba alrededor de las letras todos los días, leer era tal alegría, tan hermoso escape, que
fue incapaz de envolver su mente alrededor del hecho de que eso era una lucha para su hija. —Era orgullo, también. —Al ver una señal intermitente que indicaba que parte del barrio fue inundado por la lluvia, Ashwini y Janvier tomaron un pequeño desvío—. La idea de pedir ayuda, de hacerme ver diferente…. —El orgullo ha llevado a menudo a acciones insensatas. —Sí. —Era muy orgullosa, también, y lo sabía—. De cualquier manera, fracasaba desesperadamente en la escuela antes de que una profesora se diera cuenta de qué estaba mal y me consiguiese ayuda. — Desenterrando una sonrisa, le dijo—: Sin embargo, todavía me gustan los libros. Escucho una tonelada de audiolibros. —¿Qué si soy tu narrador personal? —Janvier cerró sus manos alrededor de las de ella—. Mi voz no es tan mala. Su voz era puro sexo y miel fundida. Ashwini no estaba segura si comprendería una palabra de la historia si él le leyera. —Pareciera que después de todo hemos terminado en lo exclusivo. —Rompiendo el inusual agarre de manos, asintió hacia el club que se encontraba delante.
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El desvío los envió hacia el extremo opuesto del Barrio de la cafetería de sangre. —Deberíamos empezar por aquí. El Club Masque era la definición de exclusivo… y de peligroso. Estaba en el centro del Mercado de la Carne, un grupo de clubs que atendían el oscuro apetito de los sofisticados vampiros de clase alta. El Club Masque era el causante de la mortal cola que se hacía en dirección al club. Decía Carne Fresca. Ashwini podía ver al menos cincuenta piezas de aspirantes a “carne” en la línea. La mayoría serían rechazados. Los gorilas permitían entrar sólo a los espectacularmente bellos o los que estaban de la mano de uno de los VIP de allí dentro. Los aspirantes eran uniformemente jóvenes y brillantes y preciosos, su carne estaba en exhibición a pesar del frío, los varones incluidos. Olvídense de las faldas diminutas y tops sujetadores: un varón modelo de unos labios sensuales y pómulos graves se mecía en unos pantalones cortos y tenía brillo en todo el cuerpo además de botas de motorista. La vista la hacía querer estremecerse. —Me siento como si estuviese vestida para una tormenta de nieve en comparación. Janvier torció sus labios ante el espectáculo. —La sangre fría es tan poco apetitosa. —Ignorando la fila, y los ojos que veían en su dirección de más de un aspirante, caminó directo hacia los gorilas. Ashwini sabía que el encanto de Janvier podía ser letal, pero ella no esperaba que el portero le abriera la puerta a primera vista.
—Guau —dijo mientras caminaban dentro de los pasillos pintados de negro e iluminados con luces azuladas que creaban profundas piscinas de sombras, el sonido de la música ensordecedora vibrando a través de las tablas del suelo—. ¿Eres un VIP? —¿VIP? —Vampiro muy importante. —Mais oui, ma belle.10 —Parpadeó, se volteó a la derecha y dijo—: Dámelo, dulzura. Dándose cuenta de que estaban donde guardaban los abrigos, y si, un lugar así de exclusivo tendría un lugar para guardar abrigos, ella le dio a la chica detrás del mostrador su abrigo, mientras Janvier se quitaba su chaqueta, habiendo dejado su sweater y bufanda en el auto. Ella no llevaba ninguna arma visible, por la cortesía de estar en la casa de Ellie, aunque estaba segura de que a Ellie no le habría importado, pero eso significaba que no habría preguntas extrañas. No que la chica que guardaba los abrigos —toda palabras susurradas y labios húmedos— incluso notara a Ashwini excepto como una molestia en su intento por seducir a un divertido Janvier.
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—¿Estás tan acostumbrado a hacia ti, que lo tomas con calma? movieron de vuelta al corredor, desabotonar un par de botones extras al ambiente.
que las mujeres solo se lancen —murmuró después de que se usando la oportunidad para en su blusa para adaptarse mejor
Janvier, quién de alguna manera se las arreglaba para hacer que una simple camisa blanca luciera increíblemente sexy, con su cabello de “apenas acabo de salir de la cama” despeinado, se encogió de hombros. —Es una carga, cher, pero una que llevo. —Sus ojos se demoraron en la piel revelada en su cuello, su voz áspera cuando hablo de nuevo—. Estás vestida como una invitación. —Janvier, estoy usando más ropa que todas las “carnes frescas” juntas. Inclinándose cerca de su oído, su aliento cálido, el deslizó un brazo alrededor de su cintura, su manos colocándose posesivamente en su cadera. —Hace a los hombres querer desvestirte, ser el único en ver que hay dentro. —Tiró de la cadena que sostenía el pendiente, sus nudillos rozando a través de su esternón—. Está puesto justo entre tus pechos —dijo en un gemido ronco antes de meterlo de nuevo dentro de la blusa—. No quiero a ningún otro hombre pensando en eso excepto yo. Sus pezones estaban de repente dolorosamente pesados, sus bragas húmedas. Los instintos fundamentales le dijeron que se moviera 10
Por supuesto, mi hermosa, en francés.
de su agarre si tenía alguna esperanza de salvar sus escudos. No lo hizo. Era muy tarde para eso. Era además la decisión correcta para asegurar la justicia a sus víctimas. Porque esto era un club de vampiros y Janvier era una mercancía conocida. También lo era ella, pero no siempre de la mejor manera. Fue vista arrastrando a un vampiro de vuelta a casa con su ángel. Fue hace tres años, pero los vampiros tienden a recordar bastantes cosas como esas. Apoyando su brazo sobre el hombro de Janvier, el codo doblado, fue hacia la pista de baile. Se bañó en una luz pulsante varios con tonos demasiado oscuros para ser realmente cómodos para los ojos mortales, pero perfecto para los vampiros viejos. La vista era de otro modo relativamente ordinario. Tensas y tonificadas mujeres y hermosos hombres bailaban ágil y sensualmente en un esfuerzo de atraer la atención de los aparentemente aburridos pero físicamente impresionantes vampiros que ocasionalmente sacrificaban uno de la manada. Ella golpeó el pie con aire ausente al ritmo. Bailar estuvo en su sangre tanto como podía recordar, pero no lo hizo en ningún otro lugar que no fuera su apartamento por un largo tiempo. Eso no cambiaría en este club. Porque mientras que la pista de baile era lo suficientemente normal, lo que estaba por encima de ella no lo era.
era básicamente un gran balcón envolvente que 141 daba aEllaentresuelo pista de baile. Mesas y asientos estaban dispuestos en grupos íntimos en ese nivel, las escaleras hasta el entresuelo custodiadas por guardias que, de nuevo, sólo dejaban pasar a los elegidos. En términos de clubes, no era nada del otro mundo.
Sin embargo, inmediatamente debajo del entrepiso lo que parecían cables de acero en cada una de las cuatro esquinas, era una hoja de vidrio transparente. Las paredes de vidrio tenían alrededor de medio metro de altura y surgían desde la gran lámina plana en los cuatro lados, creando una caja poco profunda y sin tapa. En la caja de vidrio había un show en vivo. Ahora mismo, por lo que ella podía decir, dos hombres vampiros vestidos en encaje y cuero, sus camisas espumas de color blanco y sus pantalones de cuero negro tan apretados que parecía pintados, se alimentaban de un extendido mortal que estaba o desnudo o que llevaba un tanga. Entonces los dos vampiros tiraron al mortal hacia el vidrio de en frente y ella no tuvo que adivinar más. Podía ver cada centímetro de su cuerpo, incluyendo el rojo turgente de su erección. Uno de los vampiros, de pelo liso y rubio, se acostó de lado junto al donante, levantándole la su cabeza por el cabello para darle un beso largo y profundo. Cuando soltó al hombre sin aliento del beso, era una
vampiresa mujer de pelo negro la que había entrado en la caja. Ella se hizo cargo del beso, mientras que el otro vampiro masculino observaba. Las palabras habladas hicieron sonreír a la mujer, sus envenenadas uñas rojas en la garganta del donante. Entonces el vampiro rubio pasó los largos y blancos dedos hacia abajo por la espalda del hombre… y lo empujó hacia abajo sobre su erecta polla mientras el vampiro masculino hundía sus colmillos en el muslo del donante. La mujer fue por la garganta al mismo instante. El donante gritó, gotas de sangre salpicando el vidrio, pero Ashwini no vio temor en su cara, solo un desnudo éxtasis sexual. Ella miró lejos antes de que terminara viéndole chorrear semen sobre el vidrio. No que estuviese segura del que el show terminara ahí. La desnudez no era necesaria para alimentarse, así que el donante había probablemente sido voluntario para el sexo público, o dolor, o ambos. No era su idea de pasar un buen rato, pero no estaba juzgando mientras todo fuera consensual. —Bueno —murmuró a Janvier, levantando su mano para jugar con el cabello en su nuca—, ¿Vienes mucho por aquí? —No parecía su estilo, pero tal vez él tenía un fetiche que ella no conocía.
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Él corrió su mano hacia arriba y abajo por su cadera. —Solo así puedo mantener mis contactos. —Sus labios rozaron su oído cuando él le habló, la música demasiado alta como para permitirles comunicarse de otra forma—. Para mí, alimentarme de un compañero es una cosa privada. Como lo es follar. —Él le mordisqueó la oreja con los dientes afilados, el contacto enviando una sacudida de calor directamente entre sus piernas—. No es para una exhibición, sino para ser saboreado en una inmensa intimidad. Su cuerpo estaba tan anhelante, que difícilmente resistía la urgencia de empujarlo hacia una esquina oscura y montarlo hasta el olvido. —Voy al baño. —Era el mejor lugar para encontrar mortales entre bailarines o donantes, especialmente si quería una verdadera conversación. La mano de Janvier se deslizó hacia abajo lo suficiente como para que estuviese oficialmente —y bastante posesivamente— ahuecando su trasero. —Me aseguraré de que los gorilas te dejen subir si nos separamos. Nadie debería molestarte, pero si alguien lo hace, siéntete libre de mutilarlo o mutilarla. —No necesito tu permiso para mutilarlos —dijo ella, y luego se inclinó para morderlo en la barbilla. Él se sobresaltó, su mano apretándola convulsivamente.
—Listo. —El corazón palpitante, su respiración poco profunda—. Ahora nadie te molestará a ti, tampoco, al menos que ellos quieran ser mutilados Caminando lejos de la vista de su creciente y calientemente sexy sonrisa, ella sintió su piel sonrojarse. Lo que empezó como una excavación alegre en su creciente posesividad, la había traicionó. Enojada consigo misma por su inhabilidad para utilizar sus armas hasta que le hubiese dicho todo , le gruñó a un vampiro quien intento hacer un movimiento con ella. Sus ojos brillaban, pero ella ya había sacado una hoja y la tenía en la entrepierna. —No soy una donante. Se puso erecto entre un latido y otro. —Lo sé. No me alimentaría sin permiso, señorita. Por favor, hiérame. Por favor. —Oh, por amor a Cristo. —Aparentemente logró encontrar al único vampiro en este lugar quien quería ser la presa más que el depredador—. Ya que lo pediste tan dulcemente —dijo y pasó la hoja por su muslo, cuidadosa de no hacer nada más que un pinchazo. Sus ojos rodaron hacia atrás en su cabeza.
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Dejándolo estremeciéndose en éxtasis, abrió la puerta del baño. Era lujoso y clásico como esperaba. Enfrente de ella estaba una larga área con espejos en cada pared y asientos curvados de felpa roja. Varias mujeres se encontraban sentadas en los sillones rojos sin respaldo, retocando su maquillaje, hablando con amigos, o, en un caso, esnifando coca. Aparentemente ser carne fresca no era lo suficiente, esta quería ser un subidón de carne fresca. Yendo a través de la segunda puerta, a la sección con los verdaderos baños, entró en uno, tiró de la cadena después de una pausa razonable antes de salir y lavarse las manos, todo para mantener la ficción de que no era más que otro mortal en una noche con su amante vampiro. —Maldición —murmuró, regresando al aérea con asientos y haciendo un show de buscar entre sus bolsillos al lado de una gloriosa y exuberante morena quien estaba arreglando su cabello. —¿Perdiste tu identificación? —preguntó la morena con tal dulzura que hizo a Ashwini querer envolverla en brazos y sacarla de ahí lo antes posible. —No, olvide mi labial. Su nueva amiga abrió su brillante bolsito dorado y sacó uno. —Puedes usar el mío. Solo límpialo con un pañuelo de papel y usa el dedo. —Una mirada evaluadora—. Creo que el color te servirá.
—Oh, gracias. —Tomó asiento al lado de la chica… y notó la marca de mordisco en su cuello. Dos pequeños círculos, junto con un muy bien desarrollado moretón—. Ya donaste esta noche —dijo ella con una sonrisa, mientras tomaba un pañuelo del dispensador. —Oh, estoy con Rupert —suspiró la mujer, sus ojos color avellana soñadores—. Es tan lindo conmigo. Mira. —Ella meneó un dedo, atrayendo su atención hacia una larga roca en su dedo índice. Bueno, al menos ella tenía protección. —Eso es un anillo. — Ashwini tomó su mano, examinando la joya—. Él realmente tiene que estar interesando en ti. —Lo está. —Una sonrisa brillante—. Justo como el vampiro que vino contigo está interesado en ti. —La morena movió la mano frente a su cara—. Dios, háblame de ese lindo. Ashiwini no pensaba que Janvier fuera lindo —era demasiado sexy para ser lindo— pero siguió con eso. —Sí, él no está mal —dijo con una sonrisa insinuante a toda clase de cosas. La otra mujer chilló. —Oh, eso es tan caliente. Rupert y yo no hemos, tú sabes, porque él es de la vieja escuela, pero estoy esperando que esta noche…
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Ashwini decidió que podría gustarle este vampiro llamado Rupert. —Eso es lindo —le dijo—. Que le importes lo suficiente como para esperar. —Él realmente lo es. Colocándose un poco de labial con su dedo, lo tapo de nuevo y se lo devolvió. —Gracias. —De nada. —¿Ustedes vienen regularmente aquí? —Venimos una o dos veces a la semana —dijo la chica, guardando sus cosas en el bolsito—. ¿Querías reunirte? Podemos intercambiar números. Soy Lacey, por cierto. —Ash. —Ella anotó el número porque los contactos eran contactos, y porque le agradaba la dulce morena. —Te llamaré si volvemos por acá, pero estaba preguntándome si conocidas a otra donante. —Oh, ¿quién? Ashwini decidió no mostrar la imagen que se envió a su propio teléfono desde el de Janvier durante el viaje. Era obvio que no era de una persona viva y esta investigación era todo acerca de la sutileza.
—Estoy preguntando por un amigo que es un vampiro. Ellos tuvieron la cosa de una noche, tú sabes. La cara de Lacey cayó en unas líneas de desaprobación que habría hecho una profesora del siglo dieciocho. —Tantas chicas hacen eso, pero yo soy una chica de relaciones. Sin entregarme a mí misma por todos lados. Incluso le dije a Rupert la primera vez que nos conocimos, que si estaba detrás de un rápido sexo alimenticio, podía encontrar otra chica. —Aparecieron unos hoyuelos en sus mejillas—. Pero Rupert es un caballero. Ashwini escondió una sonrisa. Se estaba volviendo claro que Lacey y Rupert eran una pareja perfecta. —Bueno —dijo, esperando que esos dos pudiesen lograrlo—, mi amigo nunca supo su nombre, pero ella tenía un tatuaje como este en su tobillo. Mostró a Lacey la foto del tatuaje, después de haber tenido a los técnicos del gremio trabajando con ella por lo que ahora parecía ser una imagen que había descargado de Internet. Más fácil que tratar de explicar por qué su "amigo" tendría una foto del tatuaje de la chica, pero no su rostro—. ¿Lo has visto antes? Lacey frunció el ceño y sacudió su cabeza. —Pero deberías preguntarle a Flynn. Conoce a todos, lo juro —
145 levantándose, le dijo—: ven, te lo presentaré.
—Gracias. —Siguió a la morena por las puertas, manteniendo un ojo abierto por Janvier. Su Cajún no estaba en el primer piso. Cuando subió las escaleras con Lacey, lo vio tendido en uno de los conjuntos de sofás en el entresuelo, hablando con una vampiresa con kilómetros de pelo rojo y la piel como la crema, su cuerpo vertido en un vestido de noche negro con un hondo escote. Posado en el centro de sus impresionantes pechos había un diamante que brillaba aún en la suave luz de allí. Pero eso no fue lo que llamó la atención de Ashwini. Era el hecho de que la pelirroja tenía los labios en el oído de Janvier, su mano acariciando su muslo, y el brazo de él rodeando los hombros de ella.
21 Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por AriannysG
—Ahí está. ¡Flynn! —le gritó Lacey a un hombre negro de mandíbula cuadrada que inmediatamente se dirigió hacia ellos. Vestido con vaqueros y una camisa blanca por fuera, las mangas enrolladas para mostrar sus fuertes antebrazos, su única prenda decorativa era un pesado reloj, no encajaba en el ambiente hedonista de Masque excepto por el hecho de que tenía el aspecto de una estrella de cine o un modelo. Lacey y él se abrazaron como mejores amigos. —Esta es mi amiga Ash —dijo Lacey cuando se separaron, su rostro sincero—. Está con ese vampiro súper lindo que está sentado con Adele.
el cuello cosquilleando al sentir los ojos de Janvier a pesar de 146 que seCon encontraba de espaldas a él, Ashwini no pudo evitar el abrazo de Flynn. La mejilla del hombre tocó la de ella mientras la sostenía con fuerza y el contacto hizo que se avivara su capacidad, como lo hacía sin avisar, a veces incluso con personas muy jóvenes. Pero el golpe resultante no era nada que no pudiera manejar. Vívido y fuerte y con un toque de oscuridad, Flynn era más peligroso que Lacey, pero eso era una cuestión de grados. Un cachorro sería más peligroso que Lacey. —Ash está buscando un donante que se enganchó con un amigo suyo —dijo Lacey apretando los labios—. ¿Conoces a una chica con un tatuaje como este? Ash, muéstrale la foto. Flynn miró la foto por casi medio minuto, un pequeño ceño entre sus cejas. —Estoy seguro de que la he visto, pero no aquí. Es más discreta. —Le devolvió el teléfono a Ashwini—. Creo que solía ir a Hinge, pero eso fue hace tiempo. No he estado ahí por un año. —Por supuesto que no. —Lacey enganchó su brazo al de él, sus hoyuelos asomándose—. Como si Ko te dejara ir ahí. —Sus ojos se ampliaron al segundo siguiente, enfocados detrás del hombro de Ashwini. No necesitaba girarse para saber que Janvier se encontraba detrás de ella. —Cher —deslizó un brazo alrededor de su cintura—, preséntame a tus hermosos amigos.
Lacey se rió, ruborizándose graciosamente, mientras que el apretón de manos de Flynn era amistoso. —Ah, Rupert —dijo Janvier cuando Lacey le dijo el nombre del vampiro—. Es un buen hombre. Trata de no tomar ventaja de él. —Oh, nunca lo haría. —Los hoyuelos de Lacey aparecieron de nuevo, haciéndola parecer adorable—. ¿También conoces a Ko? —¿Benita Ko? Flynn asintió. —Sí, conozco a Benita. Dile que Janvier le manda saludos. — Apretó la cadera de Ash—. Me siento inquieto esta noche, cariño. Vamos afuera, busquemos otro bar. Ashwini se depidió de Lacey y Flynn, ambos le dieron un pulgar arriba cuando Janvier miró momentáneamente a otro lado. —No dijiste que Ko era una buena mujer —dijo, una vez que se encontraban afuera, con la ropa de invierno puesta. —Ko es una sádica —murmuró Janvier—. Pero a juzgar por cómo se atoró el aliento de Flynn cuando apliqué demasiada presión en su mano, lo suficiente como para causar un poco de dolor, parece que es un masoquista. Por lo tanto, son una pareja perfecta.
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Ashwini se dio cuenta de que él hablaba de sadismo en el contexto sexual, más que en relación a la personalidad de Ko. O tal vez se refería a ambos, ya que claramente no juzgaba ese estilo de vida en sí. —¿También es una sádica fuera del dormitorio? —Sí, puede ser terrible. —Un encogimiento de hombros—. Pero tiene un donante a la vez y los trata bien. ¿Cuánto tiempo dijo el chico que estuvo con ella? —Un año, dio a entender. —Entonces es poco probable que sea la que buscamos, pero investigaré un poco, para ver si sus gustos se han alterado. —¿Por qué los inmortales se fijan en el sexo y el dolor? Es triste que no parezcan ver todo lo demás que tiene que ofrecer la vida. —Mi pequeña Ash, tu visión está sesgada. Ves el hecho de que frecuenten esos lugares porque ahí es a donde los llevan sus trabajos. —¿Vampiros en los suburbios? —Con minivans y cercas blancas. —Flynn —dijo, retomando de nuevo la conversación—, pensaba que nuestra víctima podría haber ido a Hinge en alguna etapa del pasado. —Adele, quien mantiene un ojo sobre todo en el establecimiento, certifica que la chica no era una clienta habitual, así que será el Hinge. —Pareces amistoso con ella —dijo Ashwini antes de poder detenerse. Resultaba que mientras la ingenua Marie May no había
puesto en marcha sus celos, la hermosa y experimentada Adele había vuelto el dial de un rojo ardiente. —Lo soy. Ella es una criatura exuberante y sensual —dijo Janvier, sus labios curvándose como si hablara desde su propia íntima y personal experiencia. —Si te gusta lo pretencioso y obvio. —Dios, necesitaba engrapar su boca. Su expresión era de abierto deleite. —Te lo dije, me gusta lo único y peligroso. Dándose cuenta de que él la provocaba a propósito, lo empujó con el codo. Él puso sus dedos en la nuca de ella, tomándola suavemente cuando no lo alejó. —Tu cuerpo estuvo zumbando con la música todo el tiempo que estuvimos en el club. ¿Deberíamos bailar esta noche? —Veamos qué descubrimos primero. —Bailar con Janvier no sería como bailar sola o con algún otro hombre. Bailar con Janvier sería un preludio del sexo. La tocaría y acariciaría, susurrando cosas en su oído mientras coqueteaba con su mente y su cuerpo. Con su determinación ya en terreno cada vez más inestable, Ashwini no tenía confianza en su capacidad de resistirse a él. Unió sus dedos con los de ella. Cajún obstinado. Sin embargo,
148 esta vez no lo apartó. Cuando le envió una sonrisa satisfecha, ella le dio una mirada oscura. —No seas tan engreído.
Llevando la mano a su boca, él presionó un beso en sus nudillos, tocando su piel con los labios porque había olvidado sus guantes esta noche. —¿Bailabas cuando eras niña? —Ante su asentimiento, dijo—: ¿Qué clase de bailarina eras? —De ballet. Se detuvo en la carretera. —¡Dime la verdad! Ella cedió a su risa, se veía tan cómicamente aturdido. —Es la verdad. Mi madre me llevó a mi primera clase cuando tenía tres años de edad. Creo que estaba destinada a darme una actividad extracurricular para poner en mis aplicaciones de universidad más adelante, pero yo lo adoraba. Janvier sacudió la cabeza, desprendiendo varios copos de nieve errantes que habían caído del cielo. —No puedo imaginarte como una pequeña hada en un tutú, pero sí como una bailarina de piernas largas. —Tenía toda la intención de volverme una bailarina profesional. —Elevándome por el aire, libre y sin cadenas—. Pero… —Se encogió de hombros. Los ojos de él se volvieron solemnes. —Una bailarina profesional no siempre puede bailar sola y debe tener mucho contacto cercano con su compañero.
—Sí. —Tensó sus dedos, decidiendo que tal vez, posiblemente, podía acostumbrarse a sostenerse de las manos. Si era Janvier. Solo él—. Pero no rompió mi corazón —le dijo con total honestidad—. Para el momento en que acepté que el contacto constante exacerbaría mi habilidad, supe que no podría ser una bailarina profesional por otras razones. ¿Sabes cuánta basura toman de los coreógrafos y los directores antes de que se vuelvan lo suficientemente famosos para tener berrinches y hacer lo que ellos quieran? —No habrías tenido un berrinche. —El tono de Janvier era terriblemente serio, se veía la risa en sus ojos—. Solo le dispararías a la persona que te estuviera irritando. —Estuve tentada de hacer exactamente eso durante mis años finales antes de ser profesional —admitió—. Luego me di cuenta de que no quería la fama. Solo quería bailar, y podía hacer eso por mi cuenta. —¿En dónde bailas? —Janvier la llevó los pocos pasos que faltaban a la caverna artificial que era el Hinge. —Eso es para que yo lo sepa. —No estaba lista para que él fuera su audiencia. No tenía escudos cuando bailaba, se encontraba desnuda de una manera en la que no estaría si se quitara todas las prendas de ropa de su cuerpo. —¡Janvier! ¿Viniste para buscar miseria, mi amigo?
Buscando en la declaración que no podía comprender, ella se 149 encontró frente a una sólida pared de hombre con el cabello enroscado apretadamente sobre su cráneo, su piel color moca picada por cicatrices de acné y sus ojos gris-verdosos atraparon su atención y la habrían mantenido si Janvier no hubiera estado en su vida. Este era un hombre que nunca se querría para compañía femenina. —Nunca busco problemas, Louis. —Janvier sonrió y, extendiendo su mano, intercambió un par de palmadas en la espalda con el gorila. Ashwini lo vió hacer lo mismo con otro hombre una vez, durante la operación en Atlanta. Así que vio la diferencia. Con Callan, fue por apariencia. Esta vez era genuina, afecto brotando de los dos. —Esta es Ash. —Janvier se estiró y tomó su mano cuando ambos hombres se separaron. —¿Tú Ash? —Sonriendo ampliamente, Louis la habría abrazado si Janvier no se hubiera deslizado en medio y ella no hubiera dado un paso atrás. En lugar de sentirse insultado, el otro hombre se rió y dijo algo más en un dialecto que compartía con Janvier. Ashwini captó el tono, sabiendo que estaba enervando a Janvier sobre estar celoso. —Creo que te estás adelantando, Louis —dijo ella—. Aún no he decidido si quedarme con él o arrojarlo a los cocodrilos. Louis golpeó una mano en su pecho. —Janvier, mi amigo, estoy enamorado. Como veo que no llevas tus cuchillos hoy, creo que puedo tomarte.
—No soy el peligroso —Janvier arrastró las palabras, su brazo alrededor de su cintura—. ¿Qué puedes decirnos sobre el Hinge? —Es un mercado de carne, pero más seguro que el Masque. —Su expresión dejó claro que eso no era mucho—. Puedo recomendarles un club con mejor música. —No estamos aquí para bailar —le dijo Janvier a su amigo—. Buscamos a una chica con un tatuaje en el tobillo. ¿Cher? Sacando su teléfono, ella lo sostuvo hacia Louis. —Sí —dijo él después de un par de segundos—, creo que podría haberla visto aquí. Recuerdo el tatuaje porque los pies son la primera cosa que veo cuando la gente viene por las escaleras. No conozco su nombre ni recuerdo mucho más acerca de ella, pero uno de los habituales podría. —¿Puedes señalar los regulares? —Seguro. —Louis miró su reloj—. Tomaré un descanso en diez minutos. Me uniré a ustedes. No había guardarropa en el interior del Hingre, por lo que se despojaron de sus abrigos y los pusieron sobre un taburete de la barra abierta, mientras ordenaban bebidas. Ashwini no tenía intención de consumir el suyo, pero con la acelerada capacidad de Janvier de procesar el alcohol, eso sería bastante fácil de cubrir. Su teléfono vibró en su bolsillo mientras el barman colocaba los
150 tragos frente a ellos con un destello coqueto de sus colmillos dirigido a
ella. Sacando el teléfono de su bolsillo, leyó el mensaje y tuvo que ahogar un grito de deleite. Cuando levantó la mirada, fue para ver a Janvier mirando su propio teléfono, una sonrisa en su rostro. — ¿Ransom? —Ella sabía que los dos hombres eran amigos, a menudo iban a cabalgar juntos. —Sí. —La sonrisa de Janvier se amplió mientras escribía una respuesta—. Finalmente lo hizo, le pidió a la bibliotecaria que se casara con él. —¡Y ella dijo que sí! —Ashwini le envió un mensaje de felicitaciones. Los ojos de Janvier se demoraron en ella después de que hubiera devuelto el teléfono a su bolsillo. —¿Qué hay de ti? —murmuró, inclinándose para poder escucharse por encima de la música, su mano en su espalda baja y su calor corporal una caricia lánguida sobre su piel—. ¿Alguna vez dirás sí? Aferrándose a su control con las uñas, llevó deliberadamente su mezcla de vodka a sus labios, forzando distancia entre ellos. —Veo dos mujeres que podrían ser donantes. —El vaso estaba frío contra su palma, pero no hizo nada para enfriar el calor de su cuerpo—. Débil moretón de mordida en una. Janvier enrolló un brazo alrededor de ella cuando fue a moverse en su camino hacia la mujer. Presionó un beso en su pómulo antes de
que pudiera evadirlo. Apretando los dientes contra el anhelo de arrastrarlo con ella, tomar su deliciosa boca con la suya propia, en su lugar movió sus labios a su oreja… y mordió lo suficientemente fuerte su lóbulo para dejar una marca. Él siseó. —¿Te das cuenta de que muchos vampiros consideran el dolor un juego previo? —Su cálido aliento contra ella, los músculos en sus brazos flexionándose para mantenerla cerca. —Tú no. —Deslizándose fuera de su agarre, se acercó para entablar una conversación con los objetivos. La conversación resultó ser un fracaso, aunque parecía que Janvier estaba teniendo cierto éxito con el barman. Louis se unió a los dos hombres no mucho después, y ella decidió regresar. El hombro de un vampiro la chocó en el camino, su mano deslizándose sobre la de ella. No debería haber sido nada, el contacto fue tan fugaz… pero desató una avalancha de pesadillas que inundó sus sentidos, amenazando con derrumbarla. Gritos, tenía gritos dentro de él. Con las piernas temblorosas y el estómago amenazando con revolverse, extendió un brazo para aferrarse al bar, pero en lugar del duro y frío borde de piedra, sintió un cálido y tenso cuerpo.
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Deslizando su brazo alrededor de ella con una gracia perezosa que desmentía la tensión de su cuerpo, Janvier la acarició con la nariz. —Te tengo —murmuró—. Pretende que no puedes tener suficiente de mí, cher. Ella quería darle una réplica rápida, hacerlo ligero, pero su corazón estaba latiendo demasiado fuerte y sus nervios temblaban. Rodeando la cintura de Janvier con su brazo, se sostuvo a su sólida fuerza, metiendo su cabeza contra su cuello. Su respiración se convirtió en ráfagas desiguales, su mano apretando su camiseta mientras él murmuraba cosas que no podía oír a través del rugido en sus oídos, pero que ella sabía que parecería como si estuvieran cayendo en una demostración pública de afecto. Asquerosa, pero normal. Su visión se aclaró eventualmente hasta el punto en que pudo ver a Louis observándolos, una sonrisa retorciéndose en su rostro. El otro hombre se encontraba a varios metros de distancia, donde Janvier debía haber estado antes de interceptarla. Tragando, tomó una respiración profunda y la esencia de Janvier llenó sus pulmones: primaria, terrenal y masculina. Con su pecho estremeciéndose, frotó su nariz contra el cuello de él en un momento de debilidad antes de levantar la cabeza. —Merci.11 Apartó un mechón de su cabello que se había escapado de su trenza para curvarse alrededor de su rostro. —Sin agradecimientos entre nosotros, Ashwini. Sin balance.
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Gracias, en francés.
Las cosas que él decía. Las cosas que significaba. Aflojando el agarre de su camiseta de algodón, ella deslizó su mano en su cabello, haló su cabeza y lo besó suave y dulcemente y con cada onza de desgarradora emoción dentro de ella. Duró un fugaz fragmento de tiempo y cambió el mundo.
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22 Traducido por Jane Corregido por Sofía Belikov
Janvier fue quien tembló esta vez, su brazo afirmándose para abrazarla con fuerza. —¿Por qué ese vampiro? —preguntó con voz ronca. —Ha hecho cosas horribles. —Se le erizaron los vellos de los brazos ante el recuerdo—. No puedo decir si sucedió en el presente o es un eco de su pasado, pero tenemos que comprobarlo. —Su nombre es Khalil, y sé que tiene apetitos más oscuros. —Un borde duro en su tono—. Voy a poner una vigilancia discreta sobre él. Por ahora, parece estar ocupado con una rubia apenas en su femineidad, por lo que podríamos ir y a hablar con Louis.
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Ambos cerraron la distancia con el gorila. —Lamento la espera. —La sonrisa despreocupada de Janvier invitó al otro hombre a reír, y así lo hizo. —Hay cosas que tienen prioridad. Especialmente cuando la prioridad es tan hermosa. —Me agradas, Louis. —Ashwini trató de mantener su tono juguetón, a pesar de que se sentía a carne viva en el interior. —Si alguna vez decides dejar a esta rata buena para nada, ya sabes dónde encontrarme. —Louis deslizó sus ojos un poco a la derecha—. Azúcar morena en ese mini-mono verde con lentejuelas, gemelas rubias de fantasía, y el afeitado tipo fuerte con un hilo de vida. Son donantes regulares aquí. Difícil cuarteto. Hay una alta probabilidad de que se hayan cruzado con tu chica. Ashwini observó disimuladamente al grupo, y los atrapó dándole una codiciosa evaluación a Janvier. Sorprendente. Bien podría no estar vestido de cuero, encaje o terciopelo, ni tener la belleza afinada de los vampiros más antiguos, pero Janvier era un metro noventa de sexo puro. Y ni siquiera trataba de proyectarlo en ese instante; su atractivo sexual era innato, creado por su confianza, la fuerza ágil de su cuerpo, y la sonrisa perezosa que decía que conocía cada pecado y que había inventado algunos nuevos. —Janvier —dijo ella, alejándose de él, la pérdida de contacto dolorosa—, estamos a punto de tener una pelea. Me iré con Louis. Una ceja levantada. —¿Será una batalla apasionada?
—Podría abofetearte, pero creo que me conformaré con llamarte bastardo engañador después de que Louis me cuente la noticia de tus maneras de coquetear. Suspirando, Janvier dijo—: ¿Los cuatro? —Piensan que eres delicioso. —Trató de no encontrar su entusiasta expresión menos adorable, y fracasó—. Soy el impedimento. —¿Me recatarás en quince? —Ya veremos. Louis dijo amablemente algo en ese momento, y ella se lanzó contra Janvier. —¡No puedo creer que hicieras eso! —Lo empujó por el pecho, el músculo caliente debajo flexionándose bajo su toque— . ¡Mentiroso pedazo de vampiro baboso! ¡Te odio! —Bébé. —Janvier extendió los brazos, su voz dulce—. No fue nada, sólo una probadita de… —¡Se acabó! —Insertó un enfurecido grito dramático en lugar de lanzar una copa en su rostro—. ¡Hemos terminado! ¡Ve a probar a alguien más, bastardo!
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*** Janvier observó a Ashwini alejarse, sus caderas moviéndose provocativamente debajo del ajuste perfecto de sus vaqueros. —Cuida de ella —dijo en voz baja a su amigo—. Es mi eternidad, Louis. —Como señalaste, puede cuidar de sí misma —respondió el otro hombre—, pero voy a cuidarla en caso de que lo necesite. —Agarrando la chaqueta de Ash después de que Janvier deslizara sus ojos sobre ella, Louis la siguió. Girándose hacia el bar, Janvier encontró al camarero dándole una mirada comprensiva. —Mujeres —dijo el hombre más joven con un encogimiento de hombros—. Sin embargo, era bastante hermosa. Del tipo peligroso. Sí, su Ashblade era peligrosa. La mujer de cabello oscuro que se acercó a él, su cuerpo vestido con un traje verde brillante que terminaba justo por debajo de su trasero, era un gatito maullando en comparación. Fingiendo no verla, bebió su bebida. Era un whisky de malta, uno bueno, con un rico sabor y textura. No tenía ninguna comparación con el salvajismo embriagador del sabor de su cazadora. El beso de antes lo hizo tambalear, esclavizándolo. No se sentía sorprendido por la respuesta: su cuerpo sabía desde hacía mucho
tiempo que Ash le pertenecía y siempre lo haría. Sólo tenía que convencerla de reclamarlo, marcarlo. ¿Un beso público? Diablos, sí, tomaría eso como un primer paso. —Hola. Tomándose su tiempo para responder al suave saludo, se encontró mirando a un par de ladeados ojos marrones maquillados con brillante kohl verde y negro, sus pómulos afilados debajo de la piel de color marrón brillante y su cabello una capa de ébano. —Hola. — Mantuvo su tono deliberadamente calmado, leyéndola como lo haría con un libro abierto: la gatita, al parecer, quería jugar con un lobo. Hundiendo los dientes en su mullido labio inferior, el brillo que llevaba humedeciéndose, ella deslizó una mano por sus bíceps. —Vi a tu novia irse. Cuando él no se la quitó de encima, se acercó lo suficiente para que sus pechos se apretaran contra su cuerpo, sus dedos curvándose alrededor de su brazo al mismo tiempo. —No te trata bien. —Es apasionada. —Una mujer que amaba y luchaba con el corazón y alma, sin restricciones y con honesta furia. —Puedo ser apasionada. —Una invitación ronca—. Y tengo amigos. Moviéndose para encarar al grupo hacia el que ella asintió, los tres se acomodaban en una zona de estar íntima, encontró sonrisas seductoras apuntando en su dirección. —¿Son serviciales tus amigos? —Se echó hacia atrás, con los codos apoyados en la barra.
155 otros
—Oh, sí. —La gatita rozó sus dedos sobre el pulso en su cuello—. Mucho. Janvier encontró divertidos los intentos de manipulación; claramente no tenía idea de exactamente cuán grande era el lobo al que se había acercado. —No me gustan los reclamados. —No estamos con nadie. —Un tirón de pelo, dos manos que se aferraban ahora a uno de sus bíceps—. Nos gusta nuestra libertad. Traducción: les gustaba la adrenalina de los colmillos en sus venas, pero en realidad no querían entrar en una relación con un casi inmortal. Permitiendo que sus labios se curvaran en una sonrisa ligeramente depredadora que hizo el aliento de la mujer detenerse y sus pupilas dilatarse, se enderezó y, con la copa en una mano, la acompañó hacia sus amigos. Habían dejado un lugar para él entre las gemelas de fantasía de Louis. Debió tomar la invitación, pero no lo hizo. No quería que nadie lo tocara, hombre o mujer. El engaño que estaba interpretando no alteraba la verdad de su naturaleza, Janvier se había entregado a Ash y eso era todo. Haciéndose de rogar, quedó tendido en un sillón frente a las gemelas, el donante masculino a su derecha. La del mono verde se
encaramó en el brazo de su asiento, muslos sedosos al alcance sin esfuerzo. No tocó, no agarró, pero su actitud fría parecía darle al cuarteto aún más ganas de agradarle. En poco tiempo, todo el grupo se agrupaba en torno a él, sin aliento y emocionados y listos para ir con él a una de las cabinas privadas en la parte posterior. —A menos que quieras comer aquí —dijo la rubia de la izquierda en un tono sensual—. Eso también estaría bien. —Sólo que no permiten la desnudez en la planta principal — añadió la otra rubia, su palma sobre su pecho, por encima del escote de corte bajo de un corpiño de encaje blanco incongruentemente inocente—. Nos gustaría complacerte en todos los sentidos. La pálida piel blanca del hombre se llenó de un rubor cuando Janvier lo miró. —Si eso es lo que quieres. Un guiño inmediato. —Todo lo que quieras.
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Dejando a un lado su copa, Janvier se obligó a poner su mano en el muslo exhibido, aunque tenía ganas de decirle al grupo que dejaran la vida que llevaban. No era el estilo de vida beber-y-follar lo que le preocupaba, era el hecho de que un vampiro fuerte podría incapacitar a los cuatro en cuestión de segundos. Janvier podía hacerlo antes de que un grito escapara de una garganta. No creía que lo comprendieran, creyéndose a salvo en un grupo. Era una ignorancia que tenía que rectificar antes de irse, especialmente teniendo en cuenta el número de vampiros que notó en la sala, cuyas tendencias hacían eco a las de Khalil. El mercado de carne de Louis se volvía más mortal con cada minuto que pasaba, el zumbido de la sed de sangre debajo de la superficie preocupante. —Sí. —Ronca seducción de la chica a su lado—. Estamos listas para ser tus juguetes. ¿Debo pedir al camarero un reservado? —Creo que nadie te ha enseñado el valor de la paciencia —dijo en un profundo ronroneo que hizo que las rubias se retorcieran y que el macho se pusiera erecto bajo sus pantalones ajustados—. ¿Nadie ha pasado horas con ustedes? ¿Tomando un sorbo a la vez, extrayendo el placer hasta que sea parte locura, parte dolor? —No —susurraron las rubias. —Nosotros… podríamos ir a un hotel si quieres. —Ruborizándose, la chica del mono verde puso su mano sobre la suya y frotó suavemente con el pulgar la parte de atrás de sus nudillos. Janvier luchó contra el impulso violento de retirarla —no quería ser conocido como disponible. No estaba disponible, no lo estuvo desde el día en que conoció a Ash, y quería que todo el mundo lo supiera. Pero también era leal a la Torre y Rafael, y este delito ponía en peligro la estabilidad de la ciudad. Además, sabía que su cazadora no descansaría hasta que le dieran a su víctima la dignidad de un nombre.
Así que continuó con el juego, dirigiendo la conversación hacia la víctima sin alertar a los cuatro donantes de su intención. Les hizo creer que ella lo había alimentado la última vez que estuvo en este club, que no podía recordar su nombre, dio a entender que estuvieron demasiado involucrados en otras cosas para molestarse con el intercambio de dicha información mundana. Fue el hombre quien dijo—: Creo que te refieres a Felicity. —Se arrodilló al lado de la butaca de Janvier y puso su mano sobre su rodilla—. Me encontraba con ella cuando consiguió su tatuaje un par de años atrás. Yo también tengo uno. ¿Ves? —Flexionó un músculo para mostrarlo. —Es un trabajo excelente. —Janvier examinó el dragón azulverde, para placer del chico. El macho no volvió a su asiento después, en su lugar, se inclinó contra la pierna de Janvier como una mascota cariñosa. Algunos vampiros viejos trataban a los donantes exactamente así. Giorgio, pensó Janvier, probablemente disfrutaría de tener a sus mujeres rindiendo homenaje a sus pies. Desafortunadamente para este grupo, Janvier nunca se había sentido cómodo con tanta sumisión, no encontraba placer en los débiles, aunque no tenía nada en contra de ellos.
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Las personas eran quiénes eran, algunas fuertes, algunas no. Así que pasó los dedos sobre el hombro del muchacho, con cuidado para evitar la piel visible por su camisa. Podría haber rechazado al chico y a sus amigas duramente, pero Janvier no veía el punto en ello; él no pateaba gatitos o perritos, ¿por qué iba a hacer lo mismo con estas criaturas inofensivas? A pesar de que sí le preocupaba la cantidad de mortales que vió en los clubes caer en ese tipo de personalidad. Podría ser un hecho que tendría que discutir con Dmitri, si los vampiros que se enganchaban con esos hombres y mujeres sumisos cuidaban de ellos, eso era algo, pero si abusaban de ellos… Por otra parte, la Torre no interfería en los asuntos de los adultos a menos que rompieran las reglas. E, inocente o no, este grupo y otros como ellos elegían la emoción de los clubes. Como si el ganado eligiera dar libremente de su sangre. Sin embargo, nadie elegía ser asesinado y tirado como un pedazo de basura. —¿Felicity? —dijo mientras el macho curvaba su mano alrededor de la pantorrilla de Janvier, cerrando los ojos—. Un bonito nombre para una chica bonita. —Supongo. —Una de las rubias torció los labios—. Pero no sabía cómo divertirse. —¡Su apellido era Johnson! —La otra rubia añadió con una sonrisa orgullosa—. Acabo de recordarlo.
—Felicity Johnson. Merci. —Oh, pero ella ya no dona —dijo la del mono verde a la vez, los celos una daga punzante en sus ojos. Ella y la primera rubia, pensó, podrían llegar a desarrollar garras. Si sobrevivían. —Sí —añadió el hombre—, desde que se enganchó con su novio rico. —No la hemos visto en meses. —El muslo bajo la mano de Janvier se flexionó, y la chica se volvió hacia él—. Como que no creía lo del novio rico, pero si no fuera así, ¿por qué iba a dejar ir de discotecas, si no era cierto? —Mmh. —Janvier no traicionó su reacción ante la que podría ser su primera pista sólida—. ¿Quién era este hombre? —dijo, arrastrando las palabras—. Podría conocerlo. Los cuatro se quedaron en blanco. Resultó que ninguno de ellos conocía al novio, y Felicity fue tan reservada con él que no tenían ningún detalle sobre este más allá del hecho de que era un vampiro rico. Lo que era decepcionante, pero el nombre de Felicity era más de lo que había obtenido cuando él y Ash entraron en ese bar.
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Pareciendo relajarse en el sillón, dejó que la conversación se descarrilara, preguntándose si Ash planeaba dejarlo liberarse solo. Podría, pero se sentiría exactamente como abusar de criaturas pequeñas y vulnerables que le entregaron su confianza. Decidiendo aprovechar el tiempo para darle a esos cuatro una lección de seguridad, dijo—: Todos son hermosos. —Sus palabras los hicieron sonreír, tratando de acercarse aún más—. Sería una vergüenza hacerles daño. No todos los vampiros son conscientes de que algunos tesoros deben ser manejados con cuidado. —Nunca nos vamos con nadie sin consultar con los demás —dijo una de las rubias, arrodillándose frente a él, con la barbilla apoyada en sus rodillas, las manos en el muslo de Janvier. —Y —añadió la otra rubia—, Louis nos da una señal si el vampiro es uno de los malos. Eran más inteligentes de lo que había supuesto. —Bien. —Dejó a un lado su vaso en una mesa auxiliar—. Pero tienen que recordar una cosa más. —¿Qué? —dijeron los cuatro a la vez. Tenía sus manos alrededor de la garganta de las rubias tan rápido que los otros dos se congelaron. —Los de mi tipo —susurró, liberando sus gargantas con un roce suave de su pulgar sobre cada esbelta columna—, no son humanos. Con el pecho agitado, una de las rubias se le quedó mirando, el terror en sus ojos. —Te moviste tan rápido. Ni siquiera te vi.
—Podría tenerlos paralizados en dos latidos del corazón, dejándolos indefensos frente a mí. —Se sintió feliz al ver a las rubias tragar y volver a su sofá—. Podría violarlas si quisiera, compartirlas con mis amigos, luego tirarlas desnudas e indefensas a la calle, a merced de cualquiera que quisiera utilizarlas. Confíen en mí, hay una serie de vampiros en la habitación en este instante capaces de hacer exactamente eso. Temblando, la chica que llevaba el mono se le quedó mirando, su tartamudez pulsando en su cuello. —No, no te creo. —¿Alguna vez han alimentado a Khalil? —Ante sus asentimientos, dijo—: En una ocasión, rasgó la caja torácica de una mujer para alimentarse directamente de su corazón. —El verdadero horror de ello era que la mujer fue una de su harem, que se ofreció a complacer a su amo en todo lo que quisiera—. Estaba consciente en ese momento. La oí gritar y gritar y gritar. —Oh, Dios. —Las lágrimas humedecieron los ojos de las rubias, y la chica del mono verde se alejó sutilmente. —Así que —dijo—, tienen que tener mucho, mucho cuidado. Oui? Asintieron inmediatamente.
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—Hay sed de sangre en el aire —continuó, siendo capaz de ver a Khalil alimentarse de una mujer a tres metros de distancia, y viendo al vampiro metiendo una mano en su blusa para aplastar con saña su pecho—. Avisen a sus amigos que incluso los vampiros confiables pueden convertirse en un riesgo. Dmitri tenía que ser informado sobre esto; mientras más tiempo pasaba allí, más le decían sus instintos que la sangre hervía bajo la superficie. Todavía no era crítica, pero sería cuestión de días si no se manejaba con brutal decisión. Un susurro a sus pies. —Nunca he conocido a un vampiro como tú —dijo el chico con el corazón en sus ojos cuando levantó la vista de su posición acurrucada contra la pierna de Janvier—. Si estás buscando un donante a largo plazo… Janvier vislumbró a Ash entrar de nuevo en el bar. —Te mereces un amante que te aprecie —dijo al muchacho, siendo tan gentil como era capaz de ser—. Me temo que estoy bastante apegado a la cazadora a punto de acercarse a nosotros. Los cuatro parecían ciervos atrapados por las luces cuando Ash se centró en ellos. —¡Ni siquiera pudiste durar cinco minutos! —gritó cuando llegó a él. Sus ojos se dirigieron a la chica que llevaba el mono, su sonrisa afilada como una navaja—. ¿Quieres que separe la cabeza de tu cuerpo, cariño? —¿N-no? —Entonces te sugiero que te alejes de mi hombre.
La chica del mono saltó y así lo hicieron los otros, mientras Janvier se deleitaba con la reclamación. Era puro drama, pero era agradable escuchar las palabras de todos modos. —Bébé —dijo, usando deliberadamente el término una vez más, ya que no se ajustaba totalmente a su cazadora, pero la divertía—. Solo tomábamos una copa juntos. —Sí —dijo el hombre, mirando a Ash con temor—. Puedes sentarte con nosotros. Ash señaló con el dedo al chico, entonces a las rubias, y luego a la del mono. —Aléjense. Ahora. El grupo se levantó. —Eres magnífica —susurró Janvier. —Creo que mis nuevos amigos se irán a casa tan felices contigo como conmigo. —¿Y ahora qué? —murmuró cuando se puso de pie para colocarle las manos en las caderas, sus brazos todavía beligerantemente cruzados. —Te seduciré para que me perdones.
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23 Traducido por Jessy. Corregido por Dafne M
Janvier estaba muriendo por el sabor, el tacto de Ash, pero como le dijo, para él la intimidad no era un deporte para espectadores. Así que la acarició, pero no dijo las calientes y eróticas palabras que quería susurrarle. En su lugar, comenzó a nombrar todos los licores en el bar, usando su voz más sexy. —Detén eso —dijo ella, con los labios firmemente apretados como si luchara valientemente para no reír. Quería que riera con él durante el sexo, quería que jugara con él. —¿Crees que has sido seducida lo suficiente? —¿Descubriste su nombre?
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—Felicity Johnson. —Entonces, he sido seducida lo suficiente. La nieve comenzaba a caer en serio cuando salieron a la calle otra vez, pero no había viento, el mundo una serena lámina de blanco. Antes de cualquier otra cosa, hizo una llamada, mientras Ash pretendía revisar el escaparate del sex shop al su lado. Su propósito era contactar con un vampiro entrenado en combate de la Torre que él sabía patrocinaba un club de baile cercano. Emaya no perdió ni un segundo cuando él le pidió mantener un ojo en Khalil. Janvier hubiera preferido hacerlo por sí mismo, pero Khalil ya lo vió en el club, y sería inmediatamente sospechoso si vislumbraba a Janvier o Ash otra vez. Khalil además conocía a Janvier como un individuo, mientras que era poco probable que se topara con Emaya —o notarla si lo hacía. La escultural Emaya se parecía más a Ash que a las creaturas regordetas con gracia y sumisas que Khalil prefería. —¿Estás sola? —le preguntó él. —No. Mateo está conmigo. —Bien. —Si Khalil estaba detrás del asesinato, obviamente se había vuelto incluso aún más sádico al pasar los años, pero Emaya y Mateo tenían la fuerza para acabar con él si se volvía violento—. Permanezcan juntos, mantenlo en la mira sin alertarlo, y contáctame con un reporte completo una vez que él regrese a su casa.
Si Khalil era el asesino, era demasiado inteligente para elegir a una víctima que pudiera ser fácilmente conectada a él, así que todas las mujeres que llevó a casa anoche estaban a salvo —de la muerte, al menos. La tortura permanecía entre las opciones, pero Khalil tenía una manera de encontrar victimas para eso, aunque esos voluntarios no siempre sabían el alcance de lo que les esperaba. Con esa verdad sombría al frente de su mente, Janvier dijo—: Quiero saber a quién le habla, qué hace, todo lo que parezca extraño en su comportamiento. —Entendido. —Incluso ante una única señal de problemas, llámame o a la Torre. —Lo haremos, pero todo mi equipo de combate está afuera desahogándose esta noche, así que tenemos mucho respaldo cerca si lo necesitamos. Relajándose, Janvier esperó hasta que la otra pareja llegara en caso de que Khalil saliera en el entretanto. Cubrió el retraso molestando a Ash sobre su aparente interés en los juguetes eróticos en exhibición. Ella se rió y, con su teléfono, tomó fotos de varios artículos, antes de enviar un par de mensajes.
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No reconociendo a Mateo o Emaya cuando llegaron, envió un mensaje a través de la Torre alertando a Dmitri de la situación actual. También tomó nota de que la sed de sangre parecía estar en ascenso, pero que no parecía crítico en ese momento. Puede ser un residuo del trauma de la batalla. Creo que los líderes vampiros deberían ser contactados mañana para que puedan aplacar los ánimos. La sed de sangre aún no era peligrosa, pero dale unos días más y podría convertirse en una carnicería. Janvier una vez había entrado a una ciudad que estaba destinada a ser una parada de descanso solo para que los guías turísticos encontraran cada parte del pequeño establecimiento pegajoso con rojo óxido, y los dos vampiros residentes alimentándose como glotones del cálido cadáver desnudo de la mujer que fue la amante de uno. Había ejecutado a ambos en el lugar. Era la única manera de contener la masacre. La repuesta de Dmitri iluminó su teléfono. He recibido el mismo reporte de otras dos personas de alto nivel en el área, tenemos vampiros de la Torre dispersos por los clubes manteniendo un ojo en la temperatura hasta que pueda hablar con los líderes. Satisfecho con que el problema estuviera siendo manejado, Janvier dijo—: Podemos irnos ahora, cariño. —Gracias a Dios. —Ash guardó su teléfono con un gemido—. Son contados los consoladores que brillan en la oscuridad que puedo mirar con los ojos muy abiertos de interés. Riéndose, paso su trenza entre los dedos. —No creo que debamos ir a más clubes esta noche; tenemos el nombre de Felicity, y cualquier
otra pregunta podría despertar sospecha y preocupación. —Tenían que equilibrar las necesidades de la investigación asegurándose que se mantenía bajo el radar. —Estoy de acuerdo. —No me arranques la cabeza, cher, pero ¿te duele? —Tocó con su mano su pecho para indicar su cicatriz, incapaz de olvidar lo mucho que había sangrado en sus brazos, lo cerca que estuvo de perderla. Era una pesadilla que lo despertaba, empapado en sudor y jadeando por aire, más de una vez. —Estoy bien. Hoy ha sido todo sobre hacer preguntas, sin esfuerzo físico real. Janvier la observó cuidadosamente esta noche, sin ver indicaciones de dolor de su herida, así que aceptó sus palabras, y se movieron en los delicados copos que caían desde el cielo. —Me encanta la nieve —dijo Ash con un suspiro—. Mala para el seguimiento cuando cae, pero es tan indulgente en el mundo, tan pacífica.
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Vio pequeños puntos recopilarse en sus pestañas, sabía que se volvería incluso más hermosa para él al pasar los años. Alcanzando los guantes que deslizó en sus bolsillos de su abrigo antes de salir a recogerla para la cena, dijo—: Ponte estos. —Eran de su tamaño, los que compró porque ella estaba muy a menudo sin guantes. Inclinando la cabeza, lo inmovilizó con sus ojos negros que veían demasiado. —Me he dado cuenta de algo sobre ti, Janvier. Esperó a escuchar lo que ella tenía que decir. —¿Es algo malo? —No podía cambiar su naturaleza elemental, no podía deshacer esa parte de él. —No. —Con una propagación cálida en lo profundo, Ashwini aceptó los guantes, estirándolos sobre sus congelados dedos. Era raro ser atendida, ser valorada de alguna manera, pero ahora que había conquistado su inicial confusión y miedo ante su ternura, se sentía como un regalo—. La mayoría de los cazadores pueden cuidar de sí mismos. —Así como también la mayoría de los vampiros de mi fuerza — dijo él con la confianza que lo hacía tan atractivo—. Eso no significa que no estaré encantado si mostraras cuidado por esta piel de Cajún. Ashwini pensó en la manera en que la miró después del beso en el bar, asimilando la débil medio sonrisa que no coincidía con las sombras en sus ojos, y supo que todo iba mal. Intentando protegerlo, lo había rechazado. —¿Janvier? —¿Si? —Estoy guardándote un secreto, algo grande, horrible y malo. — Ahí, estaba afuera.
Él se detuvo en las sombras de un club privado, con una expresión sombría. —¿No me dirás este secreto? —No puedo. —La hacía enojar tanto, demasiado asustada de cómo cambiaría todo entre ellos, la cobardía cerrando su garganta—. Pero tienes derecho a saber, y una vez que lo averigües, me odiarás por permitir que la relación fuera tan lejos. —Ashwini, soy tuyo. —Absoluta incredulidad mezclada con humor—. Odiarte es imposible. Su corazón ya frágil amenazaba con destruirse. —No sabes lo que te estoy escondiendo. —No necesito saber, y ninguno de nosotros ha estado alguna vez en control de esto entre nosotros. Tenía su propia voluntad terca e implacable. —Empujó una mano en su cabello y comenzó a caminar otra vez, sus siguientes palabras tan enojadas que el calor de ellas parecieron derretir la nieve—. La única manera en la que moriría sería si me repudiaras. Deteniéndose nuevamente, los dos ahora en la periferia del Barrio, la enfrentó. —¿Es eso lo que quieres hacer? —Su tono era crudo, sus puños cerrados—. ¿Decirme que no me quieres?
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—Eres un idiota. —Lo acercó hacia ella agarrando los lados abiertos de su chaqueta, lo besó con furia frustrada—. Estoy intentando protegerte. —Lo liberó, alejándose al avanzar. Él la alcanzó, sus ojos brillantes con temperamento y pasión. — Bueno, no lo hagas. Soy un vampiro grande. Puedo manejar cualquier secreto que tengas por tanto tiempo como seas mía. —Maldito seas. —Ella deslizo su mano izquierda en su derecha—. Te arrepentirás de esto. Él envolvió sus dedos alrededor de los suyos, el agarre descaradamente posesivo. —¡Nunca me arrepentiré de ti! Ashwini tampoco se arrepentiría. Y lo supo. No más secretos, no más tiempo robado. Tenía que decirle, mostrarle, todo. Obligando a su mente a salir de del pesado peso de lo que estaba por venir, dijo—: Le envié una nota a Ransom con el nombre de Felicity en caso de que sus contactos callejeros supiera algo. También le proporcioné su nombre al informático en servicio para que pudiese merodear las bases de datos. Vivek fue un llanero solitario por mucho tiempo en el cargo, disponible veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Lo sabría todo, o eso parecía, pero era único en su especie. —¿Cómo está Vivek? —le preguntó a Janvier—. ¿Lo has visto? —El cazador del gremio había elegido el vampirismo no para la vida eterna, sino porque —con el tiempo— le devolvería el uso a su paralizado cuerpo.
—No. —Aún con expresión oscura, Janvier siguió hablando—. Pidió privacidad durante su transformación, y Elena se ha asegurado de eso. No creo que ella lo haya visto tampoco. Ella podía entender porque Vivek no quería que sus amigos lo vieran mientras estaba débil e indefenso; paralizado o no, siempre fue una fuerza a tener en cuenta. —Supongo que solo quería saber que alguien lo vigile atentamente. No sé de ningún humano que haya sido convertido después de sufrir ese tipo de lesiones desbastadoras y a largo plazo. —El mismo Keir está monitoreando su progreso. Ashwini conoció a Keir tras la batalla. Ella fue suturada por doctores humanos, pero el sanador angelical pasó inesperadamente por su departamento dos días después que hizo que Janvier se fuera. Con los ojos de un cálido marrón situados en un delicado y hermoso rostro, su cabello negro liso y su cuerpo esbelto como el de un niño, Keir parecía indeciblemente joven y aun así había sabiduría en su mirada que le dijo que era un alma vieja y noble en su paz. —Ya es hora de que viniera a verte —le dijo con una pequeña inclinación de su cabeza. Desconcertada, ella lo invitó a entrar, ofreciéndole una taza de té de hierbas en vez de café.
fue una sonrisa y las palabras: —Sí, por supuesto 165 que esoSuesrespuesta lo que querría.
Lo más incomprensible fue que ella no tocó a Keir ni una sola vez, y sin embargo, supo que disfrutaría el té, al igual que supo que estaba agotado por el trabajo que estuvo haciendo con los heridos en la Torre. Así que ella le ofreció un lugar donde descansar y, para su sorpresa, él aceptó, cerrando los ojos y dormitando tranquilamente en su viejo sillón favorito. Fue extraño ver las angelicales alas de color dorado cubriendo sus muebles, tener a alguien de esa edad y poder en su espacio de vida. —Keir —le dijo a Janvier, ambos casi llegando al auto—. Él es tan viejo. —El tipo de edad que ella siempre temió—. Pero no me hace sentir incómoda. En todo caso, hace parecer todo pacifico, es tan amable y centrado. Sabía que Keir tenía profundidades increíbles en él, capas intrincadas de dolor y vivencias que componen cualquier vida, pero no había crueldad, ninguno de los horrores que ella asociaba con la inmortalidad. Janvier parpadeó un pequeño copo de nieve que intento aferrarse obstinadamente a sus pestañas. —El erudito que me enseñó a leer — dijo después de que hubieran entrado al estacionamiento y estuvieran dentro del auto—, dijo que hizo lo mismo por Keir cuando él era un niño. Ella me dijo que él fue el niño más inteligente que conoció alguna vez, una vieja, vieja alma renacida en un cuerpo nuevo.
—Sí. Lijuan se jactó de haber evolucionado al siguiente plano de la existencia, pero creo que Keir es uno de los que ha logrado eso. —El sanador era algo mejor que este mundo, con una luz luminosa en su interior. La mirada que le regreso Janvier era dura. —No discutiré contigo sobre ese punto. Con los guantes fuera y la chaqueta desabrochada en el calor del auto, Ashwini contempló el paisaje ligeramente nevado mientras salían del Barrio. La ciudad brillaba a través del blanco y se sentía como si viajaran al interior de un globo de nieve, como el que Arvi le dió cuando tenía siete años. Ella rompió accidentalmente el preciado presente la mañana del día en que la llevo al lugar donde ellos intentaron “arreglarla”; y Arvi, él se quedó mirando los fragmentos con la expresión más extraña en su rostro. En ese momento, ella pensó que estaba enojado. Ahora, se preguntaba si, solo por un instante, se dió cuenta que lo que estaba haciendo también podría hacer añicos irremediablemente a la hermana que adoraba. —¿Ashwini?
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—¿Quieres ir a dar una vuelta? —le pregunto al vampiro con los ojos verde musgos que habían marcado su alma hace mucho tiempo y cuyo corazón estaba a punto de romper como una vez hubo roto ese globo de nieve—. Tengo que mostrarte algo. *** Siguiendo las instrucciones de Ash, Janvier dejó la ciudad y la nieve cayendo atrás. Los neumáticos en su auto estaban diseñados para las condiciones del invierno, así que el viaje fue suave a pesar de las ocasionales zonas de hielo. Había conducido por aproximadamente una hora en las carreteras de noche en su mayoría vacías cuando ella la dirigió por una calle lateral, sin haber hablado mucho durante la totalidad del viaje. La calle estaba bien mantenida, aunque no muy brillantemente iluminada. Janvier todavía no tenía la visión sobrenatural que venía con los siglos de vampirismo, así que bajó la velocidad en torno a las esquinas, en caso de que la persona en el otro lado fuera un idiota que pensara que él o ella sí podía ver en la oscuridad. Como esperaba, pasaron solo otros dos vehículos durante los próximos veinte minutos. —Da la vuelta donde puedas ver junto a ese pequeño letrero en la izquierda. Los faros del auto reflejándose discretamente sobre el tablero color negro crema, se encontró yendo por lo que parecía ser una
interminable calle privada, los desnudos robles de invierno bordeando ambos lados. —Cher —dijo él, odiando el dolor en su silencio—. Puedo ver grandes puertas. —Tengo el código de acceso —le dijo el código cuando llegaron a las puertas, y las marcó desde el lado del conductor. Luces aparecieron en la distancia más de cinco minutos más tarde, una desgarbada casa de ladrillo que le recordaba a una mansión georgiana tomando forma contra un fondo de árboles que eran negras siluetas en la noche. El viaje parecía terminar en un barrido circular, con lo que podría haber sido una fuente en el centro, aunque era difícil decirlo desde esa distancia. —Estaciona aquí. Sin discutir la solicitud de Ash, detuvo el auto a cierta distancia de la casa y apagó tanto los faros como el motor. —¿Qué es este lugar? Ash salió. Siguiéndola, la encontró al frente del auto…donde ella extendió el brazo por su mano y la sostuvo con fuerza. —Se llama Banli House —susurró—. No tienen un sitio web o cualquier otra presencia en línea. Es uno de esos lugares que son tan exclusivos, que tienez que conocer a alguien para entrar.
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Los tendones de Janvier se tensaron, los huesos de la mandíbula moliéndose el uno contra el otro. —Mi hermano era un médico joven en ese entonces —dijo ella—. Pero nuestra familia era rica, establecida. Uno de los amigos de mis padres debe haber recomendado este lugar cuando…cuando las cosas iban mal. —Su aliento empañó el aire y luego inhaló profundamente—. Los ricos normalmente envían a sus hijos e hijas adictos a las drogas aquí para recobrar la sobriedad, pero Banli House es una facilidad médica y psiquiátrica plenamente acreditada capaz de manejar mucho peores vergüenzas. Su mano estaba apretando la suya tan fuerte que si hubiera sido humano, le habría dejado moretones. Janvier quería poner cientos de malditos moretones en el hombre responsable por el eco de horror en su voz. —Arvi te envió a este lugar. —Cuando tenía quince años. Me trajo aquí él mismo, me dijo que los doctores me ayudarían. —Una mancha de humedad en su mejilla rompió el corazón de Janvier—. Quería tanto ser normal para él. —Sus ojos encontraron los suyos, grandes y oscuros—. Era mi hermano mayor y, sin importar que, siempre me cuidó. —Su voz quebrándose, ella parpadeó rápidamente—. Lo peor es, que él de verdad creía que estaba haciendo eso esta vez también. —Cher. —Se dio la vuelta para envolver su otra mano a su alrededor, la sostuvo contra él, su indomable Ash que luchó contra vampiros y ángeles cientos de años más viejos que ella y nunca se desmoronó.
—Me drogaron —dijo ella, las palabras un rugido—. Para que mejorara, eso es lo que decían. Había más, otros tipos de terapia. Me ataban cuando me resistía, y luego me llenaban completamente de drogas otra vez. Tomando una profunda y temblorosa respiración, se alejó pero no rompió el apretón de manos, con sus ojos en Banli House. Su pesadilla, pensó, a ser vencida. Y ella lo haría con los hombros firmes y la cabeza en alto. Estaba malditamente maravillado por ella. —Tanta gente me tocó y no pude hacer nada para detenerlo. Celadores, doctores, enfermeras. Suficiente que comencé a sintonizarme con ellos. —Se limpió apresuradamente las lágrimas que se le habían escapado, mirando impávidamente al recinto en la distancia—. A veces estaban siendo agradables, intentando calmarme durante un ataque de pánico después de haber sido atada, pero solo lo hacía peor, al menos tres de mi equipo de cuidado habían trabajado con los enfermos mentales criminales y tenían horribles cosas dentro de sus cabezas. Sus dedos se flexionaron, apretando su mano otra vez.
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—Estaba ahogándome en sus vidas y me estaba volviendo loca, pero tenía que fingir que la terapia estaba funcionando, que estaba mejorando. Incluso cuando dormía, no podía dejarme ir tan profundamente; tenía que estar lo suficientemente despierta para luchar contra las pesadillas. Estuve ahí por cinco meses.
24 Traducido por ElyCasdel Corregido por Nana Maddox
Janvier pensó en cuán tensa se encontraba ella en la casa de Nazarach, su energía contenida duramente dentro de su piel, y no podía imaginar cómo sobrevivió el infierno de tener su mente violada una y otra vez. —¿Las paredes eran… —No —dijo ella, anticipando su pregunta—. Banli House es demasiado joven para convertirse en una entidad viviente ante mis sentidos. Es seguro por el momento, y si hubiera podido elegir a mis cuidadores, habría elegido a los que tuvieran mentes calladas y ordinarias, tal vez habría estado bien.
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Janvier vio que ella no creía sus propias palabras; su Ash no estaba destinada a ser atrapada y enjaulada. Como un pájaro con las alas cortadas, se enfermaría y moriría. —¿Cómo saliste? —preguntó él entre la rabia que inundaba sus sentidos. —Los convencí de que me había estabilizado lo suficiente que comenzaron a dejarme salir a los campos. —Pequeñas líneas salieron por las esquinas de sus ojos, su expresión dudosa—. Hasta este día, no sé cómo lo hice. Fue como si me pusiera una piel distinta como Naasir dice que hace, debajo de esa piel, me encontraba a un paso de la fragmentación total. —Fuiste dura incluso entonces. Una rápida sonrisa inesperada. —Sí, lo fui. —La sonrisa se desvaneció demasiado pronto, sus ojos cayeron hacia Banli House de nuevo—. Quería correr el primer día que vi la libertad, pero luché contra ello. Sabía que me observaban. —Deteniéndose, levantó sus manos unidas, frotó su mejilla contra el dorso de la mano de él. Fue un golpe directo al corazón. —Entonces, hice lo que ellos esperaban que hiciera —dijo ella luego de bajar de nuevo sus manos—. Me di baños de sol y leí libros como un adicto en desintoxicación. Después de un tiempo, el personal dejó de prestarme tanta atención. Luego, una noche, después de la revisión final de camas, abrí una ventana que deje abierta, y corrí. Janvier apretó la mandíbula, su cuerpo entero temblando por la tormenta dentro de él. —¿Dónde estaba tu hermano durante el tiempo
que estuviste en este lugar? —preguntó, inseguro de si podría ser civil con aquel hombre otra vez. —No lo culpes, Janvier —dijo ella, para sorpresa de él—. No puedo perdonarlo, pero sé por qué lo hizo. —Ninguna razón puede disculpar tal abandono. —Él moriría por sus hermanas, lucharía con dragones por ellas—. Un hermano debe proteger. —Esa es la cuestión. —Un doloroso susurro—. En su mente, eso era exactamente lo que hacía. —Ella inclinó su cabeza en el hombro de él—. No fue hasta que estuve aquí que entendí por qué él no podía manejar estar cerca de mí una vez que comencé a saber cosas que no debería, una vez corrí hacia él a los once años, asustada de las cosas feas que destellaban en la mente de un profesor que resultó ser acosador de menores. El dolor en su voz mientras hablaba del rechazo de su hermano era viejo, aceptado hace mucho. —En eso último, Arvi no me decepcionó. Hizo investigar al profesor, y el hombre terminó tras las rejas. —Un apretón de la mano de Janvier—. No es una mala persona, mi hermano. Solo… creo que mejor te muestro por qué Arvi es como es… Por qué soy como soy. —Sus ojos fueron a la facilidad en la distancia—. Tenemos que entrar.
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*** Banli House se estiró completamente frente a Ashwini mientras se acercaban, una bestia hinchada con ojos brillantes. No, pensó ella, forzando los músculos de su mandíbula a relajarse, consciente de que veía a través de la mirada de la chica asustada y confundida que una vez fue. Banli House no era una bestia; más bien, era un lugar oculto creado por los ricos para botar sus problemas donde el mundo no pudiera verlos. Janvier detuvo el auto lentamente en el camino circular, cerca del camino que guiaba a la entrada. Había materas a cada lado, un pequeño y bien cuidado pino en cada una, y el vitral sobre la puerta brillaba por la luz trasera. —Parece tan cálida y atrayente, ¿no? —dijo ella a través del ahogo de miedo y viejo pánico. Nunca fue sencillo, caminar por esas puertas. Pero si no lo hacía cada vez, el miedo ganaría, la poseería. Janvier abrazó con su brazo el respaldo del asiento. —Este lugar te lastima. No necesitamos estar aquí. —No. Es importante. —Entonces estoy contigo.
Ashwini pasó sus ojos sobre él; no llevaba cuchillos o armas visibles, pero ella sabía que se encontraba armado. —Mantén tus ojos en tus armas. Sin cuestionar su instrucción, Janvier asintió ligeramente. La puerta delantera de Banli House se abrió mientras salían del auto y ella vio que Carl se hallaba en servicio de nuevo esta noche. Corte pulcro de cabello, dientes blancos y rectos, y piel cremosa, sus facciones simétricas.El enfermero era tan atractivo como cualquier otro miembro del personal. Ashwini siempre encontró eso extraño. ¿Qué pensaban los dueños? ¿Que la gente rica no quería botar sus vergüenzas en un lugar donde estas vergüenzas pudieran estar en contacto con los que no son tan atractivos? —Ash —dijo la enfermera cuando llegaron a él—. Es bueno verte otra vez tan pronto. —¿Está despierta? —Ashwini sabía la respuesta incluso mientras realizaba la pregunta; la mujer a la que venía a ver siempre fue un búho nocturno… y tiempo de “reloj” tenía poco significado para ella ahora. Se despertaba y dormía a sus propios ritmos internos. Carl asintió, sus ojos deslizándose sobre Janvier. —¿Debería poner a tu invitado en la lista de permitidos?
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—Temporalmente. —No había garantía de que Janvier era “seguro” en ese contexto hasta que Ashwini le explicara todo personalmente. Llevándolos por el pasillo, Carl se detuvo delante de la puerta de la familiar suite de la esquina. Esa suite era encantadora, completa con una sala privada y una recámara que tenía una vista directa a los campos. También estaba acolchada y desprovista de cualquier cosa que pudiera ser utilizada como un arma. Los viejos muebles se hallaban atornillados al piso de madera a través del acolchado, las sábanas reemplazadas por finas cobijas que no podían ser demolidas y convertidas en sogas, las flores frescas desplegadas en bases de plástico que no podían ser destrozadas y usadas como cortadores de muñecas. Cuando Carl abrió la puerta luego de su amable toque, recibió un—: Adelante —Desde el otro lado, las modificaciones no eran aparentes inmediatamente. Una de las numerosas razones del porqué la Banli House era tan costosa. —Tus botas —le recordó Carl. Ella se giró hacia Janvier, habiendo olvidado la rutina en el despertar del sentimiento de pérdida que muy seguido la sobrepasaba aquí. —Tienes que quitártelos. —Una fuerte pisada podría dañar el acolchado. Janvier pasó su mano por el cabello de ella, en la manera singularmente tierna que le llegaba al corazón a ella, antes de inclinarse
a desatar sus botas mientras ella desabrochaba sus tacones. Los pusieron a la derecha de la puerta. Luego Ashwini miró en sus ojos verde pantano una vez más, absorbiendo la manera en la que él se sentía sobre ella en ese instante antes de que todo cambiara… y lo guió dentro. Carl no vino con ellos, pero ella sabía que permanecería cerca en caso de que se necesitara que administrara un sedante. Ashwini podía decir que no sería necesario un sedante esa noche a primera vista de la mujer que se sentaba al lado de la ventana, una sonrisa serena en su rostro. Viendo a Ashwini se giró y estiró la mano, sus facciones eran una versión femenina de las de Arvi, el marrón-negro de su cabello grueso y brillante, con solo unas raras hebras de plateado. —Ashi —dijo, usando el apodo de su infancia que Ashwini ya no escuchaba de nadie más. —Hola, Tanu. —Ashwini se sentó en la silla frente a su hermana mayor. Los ojos oscuros de Tanu fueron detrás de ella. —¿Quién es este? —Janvier. —Lo miró arriba abajo antes de regresar la mirada a la hermana que fue arrancada de su vida cuando Ashwini tenía apenas nueve años—. El es mío. —Bueno —dijo Tanu a Janvier con la amabilidad de acerbo que
172 tan a menudo ponía a los hombres en sus talones antes de enamorarse perdidamente de ella—, pareces bien nutrido, así que, ¿asumo que tienes trabajo? —Incluso paga más que el whisky. La respuesta con palabras arrastradas de Janvier tuvo los labios de Tanu estirados hacia arriba en las esquinas. —Cuidaría de este, hermanita. —La última palabra era en el lenguaje que crecieron hablando con sus abuelos—. Es apto para robar tu virtud y salir por la ventana al amanecer. Ashwini se encontró sorprendida de escucharse reír —Tal vez sea yo quien robe su virtud. —No estoy segura de que le quede nada a tu Janvier. —Los ojos de Tanu bailaron y en ese instante era la efervescente belleza que una vez rechazó tres propuestas de totales extraños durante el curso de una boda familiar. Janvier jaló la trenza de Ashwini. —No me advertiste que estaría afrontando tan tremendo escrutinio, cher. Tanu no se rió, líneas verticales profundas se formaron entre sus cejas en su lugar. —¿Dónde está Arvi? Le dije que no trabaje muy tarde, pero ¿ese maldito gemelo mío alguna vez escucha? Ashwini sintió a Janvier tensarse detrás de ella mientras entendía la verdadera escala de la tragedia. —Ya conoces a Arvi —dijo—. Te
apuesto que solo dio un “vistazo” a una operación pendiente mientras se iba, y terminó pasando horas proyectándola. Probablemente esté de camino ahora. —Una suposición que tenía posibilidad de ser verdad… porque su hermano mayor pasaba más tiempo en Banli House que en su propia casa. Arvi perdió la mitad de sí mismo cuando perdió a Tanu, sangraría por la herida hasta el día de su muerte. —Ese es Arvi para ti. —Suspirando, su hermana se frotó las sienes—. Dios, este dolor de cabeza. Ashwini no ofreció obtener medicamentos. El régimen de drogas de su hermana era finamente calibrado para asegurarse de que no se convirtiera en una adicta o se pusiera catatónica. Ashwini odiaba que Tanu tuviera que tomarlos, pero sin las drogas, su hermana se pondría maniaca, propensa a auto lastimarse y a tener las ilusiones de las pesadillas que la dejaban gritando. El fin de la medicación era darle tantos minutos de claridad como fuera posible durante sus horas despierta. Banli House se encontraba creada para la clase alta, después de todo, y se tomaba las responsabilidades en serio. Si Ashwini no hubiera estado sepultada aquí cuando adolescente, tal vez incluso habría lo encontrado reconfortante y con un ambiente cuidado.
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Janvier se movió de detrás de la silla de Ashwini. —Tal vez pueda ayudar —dijo y, agachándose frente a la silla de Tanu, presionó sus dedos en sus propias sienes en un patrón inusual—. Intenta esto. Copiando los movimientos, Tanu suspiró. —¿Dónde aprendiste esto? —De mi ma-mere… mi abuela. A veces lo moderno no siempre es lo mejor, ¿oui? —Oui. —Tanu se rió y palmeó su mejilla, sin indicación de tensión en su rostro al contacto—. Sí, definitivamente eres problemas. Bellos problemas. —Sus ojos encontraron los de Ashwini—. Deberías encadenarlo. —Probablemente tiene la llave de las cadenas bajo su lengua. La mirada vivaz de Tanu miró fijamente a los ojos de Ashwini, su cabeza girando hacia la ventana que se dirigía a la noche. —Puedo escucharlas. —Tanu. —Ashwini tocó a su hermana en la rodilla. Pero Tanushree Taj no estaba escuchando, ya no era siquiera consciente de ella o Janvier, perdida en la cacofonía de voces fantasmas que la seguían día y noche. Frotando sus nudillos sobre el pesado dolor en el pecho, Ashwini puso su mano en el hombro de Janvier y dijo—: Deberíamos irnos. Puede quedarse así por horas, a veces días. —Ashwini regreso una vez de una búsqueda para encontrar a su hermana atada a un tubo de
alimentación porque estuvo en un estado casi catatónico dos días antes. Arvi se encontraba sentado al lado de Tanu, su voz ronca de intentar hablarle para regresarla al mundo. —Por favor, Tanu. No sé cómo hacer esto sin ti. Por favor, Tanu. Por favor. Tenía la garganta gruesa con la cruda fuerza del recuerdo, no estaba lista para la intensa y dolorosa ternura que vio en los ojos de Janvier cuando se giró hacia ella, pero no había lástima. Ni horror. La miró como siempre lo hacía cuando se sentía protector, y la idea le hizo querer caer en sus brazos y pedirle que nunca la dejará ir. Dejándolo abrazarla una vez que se puso de pie, ella dejó a Tanu con un suave adiós. —Se ha ido —le dijo a Carl mientras ella y Janvier ponían sus zapatos de regreso en sus pies—. Por favor cuídala. —Las voces podían dejar a Tanu en agonía, hasta la sedación, que era la única forma de darle paz. —Siempre lo hago. El enfermero caminó con ellos hacia la puerta delantera—. Tu hermana cada vez se va más y más. Fuiste afortunada esta noche.
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—¿Crees poder llamarme cuando esté lúcida? Me gustaría poder pasar más tiempo con ella. —Antes de que ya no haya más tiempo—. Pero solo si Arvi no está aquí. —Sin importar cuánta fuera su necesidad de ver a Tanu, Ashwini no le robaría tiempo a Arvi con su gemela. Los dos nunca la hicieron sentir nada más que incluida cuando niña, pero nada podía alterar el hecho de que eran hermanos diecinueve años antes de que ella viniera a escena. A diferencia de algunos gemelos hombre/mujer, Arvi y Tanu nunca se habían separado, a pesar de vivir sus propias vibrantes vidas individuales. Tanu fue a una universidad distinta a la de Arvi, su vida social era un torbellino activo. Arvi, por el contrario, se enterró a sí mismo en la escuela de medicina, sus novias a largo plazo, donde los novios de Tanu cambiaban con la luna. De todos modos, cuando los dos volvieron a casa para las vacaciones, era obvio que se habían mantenido en constante contacto. Hacían comentarios de los pequeños incidentes en la vida del otro, reían sobre bromas secretas, bromeaban con el otro sin piedad por sus vidas amorosas. La única vez que Ashwini vió a Arvi reír en los últimos dieciocho años y medio fue un día hace cinco años cuando llegó a visitar a Tanu y la encontró coherente y siendo ella misma. Su hermana estuvo el doble de risueña, la cabeza de Arvi cayó atrás de gozo mientras se sentaba en el suelo con la espalda a la ventana. Cuando Ashwini se iba a retirar, Arvi le dijo que entrara, afecto profundo en su voz. Ashwini entró, todo el dolor que los separaba enterrado bajo la maravilla de los instantes eternos en los que todo era como debería. Su hermano la había sostenido a su lado con su brazo alrededor de su
cuello, y por una sola hora mágica, los tres fueron como antes, Ashwini callada y feliz solo de estar en la habitación con sus hermanos mayores mientras discutían y hablaban y se reían del mundo. —Por supuesto, seré feliz de llamarte. —La voz de Carl cortó el desgarrador eco del recuerdo—. Le pediré a la enfermera del turno de día que haga lo mismo. —Él abrió la puerta delantera—. Hasta la próxima. Yéndose con asentimiento, inhaló el crujiente aire de la noche en tragos profundos. Se sintió como si el agarre estrangulado alrededor de su garganta se liberara al fin, sus pulmones expandiéndose con gratitud. Ella odiaba Banli House tanto como amaba a Tanu. — Vámonos de aquí. Janvier no los llevó de regreso directamente a Manhattan, sino al mirador Enclave al que la había llevado en la moto. Dejando el carro, los dos caminaron a la orilla de los acantilados y se sentaron a pesar de la nieve, sus piernas colgando al lado y el Hudson fluyendo suave y profundo debajo de ellos. El cielo de Manhattan brillaba en la distancia, la Torre una lanza de luz. El brillo de esta atrapado en las alas de los ángeles que volaban de aquí para allá, convirtiendo el vidrio de los rascacielos cercanos en deslumbrantes espejos. vez que voy a Banli House —dijo Ashwini—, 175 sacarla,—Cada llevarla a un mejor lugar. Pero no hay nada mejor.
quiero
Incluso Arvi aceptó eso. Tanu tenía cuidados las 24 horas del día en Banli House y amigos entre los otros residentes a largo plazo. Nunca fue maltratada, el personal era escrupuloso en seguir las reglas de no hacer contacto físico con ella a menos que ella lo iniciara o fuera absolutamente necesario. Cuando era así, solo un pequeño grupo de personas estaba autorizado para tocarla, todos individuos cuyas mentes no lastimarían a Tanu. Si nadie de la lista se encontraba disponible, Banli House llamaba a Ashwini o a Arvi. Y cuando Tanu se encontraba lúcida y era ella misma, el personal se aseguraba de que tuviera acceso a lo que sea que quisiera, ya fuera la libertad de caminar por los pasillos en los bosques detrás de Banli House, comer algo en particular, o pintar horas alejada en una gran cabaña. Una vez, sorprendió a Arvi al aparecer para llevarlo a almorzar. Pero eso fue hace mucho tiempo. Tanu ya no dejaba los campos, no confiaba en sí misma para permanecer coherente y racional por mucho tiempo. Las voces eran demasiado fuertes. Janvier sostuvo su mirada. —Tu hermana parece en paz. —A veces casi lo creo, pero… —Sacudiendo la cabeza, dijo—: Tengo que comenzar desde el principio.
Janvier se giró a los lados, poniendo una de sus piernas detrás de ella, su rodilla doblada para que ella se pudiera reclinar contra él, y su mano cálida en la nuca de ella. —Aquí estoy.
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25 Traducido por MaJo Villa Corregido por Amélie.
—Casi todo el mundo —empieza Ashwini, sacando fuerzas de su apoyo incondicional—, piensa que mis padres y Tanu murieron en ese accidente automovilístico cuando tenía nueve años. La verdad es que, solo mi madre y mi padre murieron en el impacto. Tanu fue herida de gravedad pero sobrevivió. —¿Esa es la causa de las heridas en su mente? —No. —Así de terrible como hubiera sido eso, no habría roto lo que quedaba de su familia en fragmentos—. Antes de contarte acerca de Tanu, tengo que contarte sobre mi madre.
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La pena pulsaba en su corazón ante el recuerdo de sus padres; con el tiempo se había atenuado, pero jamás la dejaría. Porque aunque hubieran cometido errores, una hija incapaz de entender que era tan diferente de cualquier cosa que ellos conocían, su madre y su padre la habían amado, amaron a todos sus hijos. —Ya sabes que mi madre fue una profesora de literatura, lo que no te dije es que era como yo, capaz de ver el interior de las personas con solo tocarlas. Colocando una mano sobre el muslo de Janvier, el músculo caliente y tenso debajo de su mano, se afianzó a sí misma. —Tanu también lo era. Nunca nadie en nuestra familia lo reconoció, aunque algunas veces bromeaban sobre la forma en la que ambas ocasionalmente sabíamos cosas que no debíamos. Siempre hubo un matiz de miedo debajo de la superficie que en ese momento no entendí. —Espera. —Janvier pasó su pulgar por encima de su nuca, con el ceño fruncido en su rostro—. ¿Ambas, tu hermana y tú, estuvieron al mismo tiempo en ese lugar? Ashwini sacudió la cabeza. —Fue trasladada a un centro satelital cuando me mudé. Porque crecí pensando que estaba muerta, se decidió que mi encuentro cara a cara con ella sería una conmoción demasiado grande. —Todo el mundo ya había pensado en su inestabilidad. —Pero la cosa era que, un par de personas que regularmente interactuaban conmigo, que me tocaban, también la tocaron a ella. Pensé que estaba volviéndome loca cuando empecé a recibir destellos de ella como si todavía se encontrara viva. —Por un tiempo, esto la convenció de tomar la medicación que la hacía sentir tan confusa y pérdida.
A diferencia de Tanu, ella no necesitaba las drogas. La medicación simplemente había empeorado las cosas. —Entonces —continuó—, me di cuenta de que solo recibía los destellos cerca de ciertas personas y comenzó a tomar un terrible tipo de sentido. Una vez que fue liberada de la Casa de Banli confrontó a Arvi, dejando en claro que conocía la verdad. —Eventualmente Arvi me contó que Tanu tuvo un brote psicótico un mes después del accidente automovilístico, pasando meses bajo retención psiquiátrica. Dijo que las voces jamás la dejarían en paz. Ashwini no podía imaginar el dolor de Arvi mientras veía a su gemela fuerte y brillante, desintegrarse en frente de sus ojos. Porque el brote psicótico no podía haber sido la primera señal, y Arvi y Tanu eran demasiado cercanas para que Arvi no lo hubiera sabido. Ashwini apostaría su vida al hecho de que Arvi trató desesperadamente de conseguirle ayuda a Tanu, que peleó por salvarla. Pero Tanu ya se encontraba perdida. —Tan pronto como tuvo movilidad después del accidente, mi hermana aparentemente entró en el baño del hospital y trató de cortarse las muñecas.
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Janvier muerde una palabra fuerte. Puede que aun nunca perdone a Arvan Taj por lo que le hizo a Ash, pero podría entender mejor las cicatrices del corazón del hombre que había conducido a la terrible decisión de institucionalizar a una adolescente que simplemente era un poco diferente. Debe haber creído que la historia estaba a punto de repetirse. —Arvi mudó temporalmente a Tanu hacia Banli después de su intento de suicidio. —Ash miró por encima del agua, pero él podía decir que ella no veía más allá del horizonte—. Pensó que sería un mejor ambiente que una sala de hospital, pero la estancia temporaria se mantuvo extendiéndose. Cada vez que pensaron que mejoraba, le daban ataques de gritos por días o intentaba hacerse daño a sí misma. —No entiendo por qué el hecho de que vivía te fue ocultado. Tu dolor debió haber sido devastador. —Rota o entera, Tanu era la Hermana de Ash, claramente era amada por su cazadora. —Tanu no quería que la viera de esa forma —dijo Ash, su voz áspera—. Directamente después de su primer brote psicótico, le dijo a Arvi que si alguna vez era institucionalizada, me deberían decir que estaba muerta. —Respirando con bocanadas difíciles, agarra su muslo con más fuerza—. Y con el accidente automovilístico… Arvi solo dijo que había muerto por complicaciones inesperadas. Una mentira, vio Janvier, que un niño con el corazón roto no habría tenido razón para no creer. —Ni Tanu ni Arvi han dicho algo así —continuó Ash con esa voz destrozada por el dolor—, pero creo que querían darme un borrón y cuenta nueva, sin ideas preconcebidas sobre mi futuro… porque la
habilidad de Tanu era más fuerte que lo que fue la de mi madre, y mi madre también comenzaba a mostrar signos de la enfermedad mental en los meses antes del accidente. —Agonía en cada palabra—. Estaba destinada a ser la persona que lo hiciera… y me convertí en la más fuerte de todos nosotros. Anonadado, Janvier vio que estuvo equivocado, que hasta ese instante, no tenía idea de la raíz del miedo de Ash sobre la inmortalidad. —Crees que mientras más mayor te vuelvas, mayor será la posibilidad de convertirte en lo que ella es. —Y la locura de un vampiro podría durar por un eón. —Es una certeza con nuestra historia. El brote psicótico inicial de Tanu ocurrió a los veintiochos años y solo estoy a seis meses lejos de tener la misma edad. —Un largo suspiro—. Es por eso que siempre he animado a los otros cazadores a que me vean como un poco chiflada, un poco loca. —Su sonrisa era débil—. No es que no lo sea, pero me imaginé que sería más fácil esconder los primeros signos de degeneración. Negándose a escuchar, Janvier tira de ella contra su pecho, su chaqueta abierta. Se acercó, balanceando sus piernas para que yazcan a lo largo del borde del acantilado, su cabeza en su hombro y uno de sus brazos alrededor de él mientras se enfrentaban al horizonte de la ciudad.
mujeres en una familia no es igual a un patrón inevitable 179 —dijo,—Dos su corazón rasgándose ante la idea de perder a su Ashblade en la enfermedad insidiosa que había consumido a su hermana—. Te dices a ti misma que tu habilidad es más fuerte que la de tu hermana, y todavía no estás mostrando síntomas a pesar de estar cerca de la edad que ella tenía cuando sufrió su primer brote psicótico. Ash le dio un beso en su pecho, quemándolo a través de la tela de su camiseta. —Puedo sentir a la oscuridad lamiéndome, susurrando cosas feas y viciosas justo afuera de mi oído. Está viniendo. —No. No aceptaré esto. —Más de doscientos años esperó por ella, y ahora ¿le estaba diciendo que la perdería en un instante? No. —Busqué en los registros médicos de mi abuela materna. La sangre de Janvier se convirtió en hielo. —Nunca la conocí —dijo Ash—. Mi mamá me contó que murió cuando mi madre tenía veintiuno. Lo que no me dijo es que mi abuela pasó quince años en un centro psiquiátrico. Sacudió su cabeza en muda negación, pero Ash no había terminado. —Fue mucho más difícil rastrear a mi bisabuela, pero finalmente encontré a una de sus amigas de su infancia. —Una respiración entrecortada, su cuerpo rígido contra él, y supo que estaba luchando contra la misma rabia y dolor, y gritando el sentimiento de pérdida que él tenía en sus entrañas—. Me dijo que mi bisabuela se ahorcó cuando
tenía cuarenta, después de que “los fantasmas no la dejaran en paz”, al igual que lo habían hecho con su madre. Él sabía lo que estaba tratando de decirle, no quería entenderlo. —Janvier lo siento. Antes debería habernos detenido… —No digas eso. No vuelvas a decir eso. —La aplastó contra él—. Siempre has estado destinada a ser mía. —Sus ojos ardían, su pecho tan doloroso que se sentía como si su corazón hubiera reventado—. Ya sea por un año o por un siglo, no disminuye quien y lo que somos estando juntos. Ash no luchó contra su agarre, el beso que presionó en el pulso en su cuello una ternura agonizante. —Soy tuya —Sus dedos temblaban al tiempo que los curvaba alrededor del lado de su cuello—. Solo tuya por siempre. Por un largo tiempo no pudo hablar, y cuando lo hizo, tenía que ver su rostro. Liberándola para que así pudiera sentarse bien, dijo—: No más paredes, no más distancia. —Quería sacudirla por esconderle esto por tanto tiempo, por protegerlo a costa de la vida que podrían haber tenido juntos—. Y nunca ninguna disculpa. No entre nosotros.
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La tormenta feroz, hermosa y salvaje de su amor tomó su rostro en sus manos, su propia cara fuerte y orgullosa y tan endemoniadamente vibrante era imposible de imaginarla desvaneciéndose en una pesadilla crepuscular. —Nada de paredes, nada de distancia —Potencia bruta en cada palabra—. Janvier estás en mi alma. Quería decir lo mismo en respuesta pero su garganta estaba demasiada cargada, llena con la ira en su interior. Ash no lo dejaría mirar hacia otro lado, no le permitiría ocultar su furia. —También quiero una promesa. —Cualquier cosa. —Habría dividido sus venas por ella, si eso era lo que quería. —Si vamos a hacer esto, lo haremos a la potencia máxima. —La oscuridad en sus ojos lo atrapó, lo sostuvo—. Vivimos por el ahora, no en el duelo por el mañana que todavía no ha llegado, y no permitiremos que la rabia nos ahogue. Mandíbulas crujiendo, la desafió a mirar por encima del agua, pero si el Hudson tenía una respuesta para él, se encontraba sumida en la oscuridad sedosa. —Janvier. —Sus dedos ondeándose a través de su cabello, los brazos de su Ashblade alrededor de su cuello—. Quiero jugar contigo así como siempre lo hemos hecho. Sin reglas, sin vuelta atrás. No me trates como alguien roto. No hagas eso. ¿Cómo podía negársele? Jamás fue capaz de negarle nada. — Potencia máxima. —le prometió, y fue la promesa más difícil que jamás hizo, la ira en su interior queriendo tomar el control de su piel—. Te
mostraré cosas que te harán reír de alegría, gritar de pasión, llorar por el puro placer de hacerlo. Ash sonrió sorprendida por la felicidad de las palabras que le dijo por primera vez en la plataforma del tren donde compartieron su primer beso y fue un rayo de luz perforando la opresiva oscuridad. En ese instante, se dio cuenta de algo más crítico: su Ash jamás se permitiría a sí misma ser encarcelada dentro de su propia mente. Era una cazadora, una mujer que bailaba con el peligro en cada trabajo. Cuando sintiera a las sombras comenzando a apoderarse de ella, saldría a cazar un día y no regresaría a casa, dejándolo con los recuerdos de una amante hermosa que murió haciendo lo que amaba. Sin angustia, como la que ella y su hermano sufrieron mientras miraban el deterioro de Tanu. Sin pérdida persistente ni agonizante. Solo un corte limpio y afilado. Lo que no se dió cuenta era que iría con ella, haciéndose un corte limpio y afilado a sí mismo. Ya había vivido más de doscientos años, y lo mejor de ellos, lo mejor de ellos, eran los cuatro desde que entró en su vida.
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¿La idea de regresar a una existencia en donde ella no estaría más? No podría hacerlo. Jamás quizo ser un vampiro para vivir para siempre. Lo hizo por lo que una vez creyó que era amor, a pesar de que llegó a comprender que era una falsa promesa. Esto, esto era amor. Del tipo que siempre cambiaba a un hombre. Si sobrevivía a Ash, no sería por más tiempo el Janvier que ella conocía, sería un hombre sin un corazón, enterrado junto al suyo. Con el tiempo, se convertiría en los inmortales que tanto despreciaba, aquellos para quienes la vida no tiene ningún sentido, y quienes realizan cualquier crueldad en un esfuerzo por sentir de nuevo. No, sin importar la esperanza de vida de Ashwini, también sería la suya. *** Ashwini sabía que a pesar de la promesa que le había exigido, Janvier no subiría a su departamento esa noche. Tenía demasiado honor para aprovecharse de su estado emocional, pero lo necesitaba, quería vivir con avidez cada instante que tuvieran juntos ahora que se pudo abrir para él, sincerado y sin secretos. —Caminaré contigo hasta arriba —dijo después de estacionar su auto en el lugar ilegal en frente de su edificio. Tomando sus llaves una vez que pasaron las puertas, se las lanzó al portero, luego le entregó una propina generosa. —¿Puedes colocar el auto en una de las plazas del estacionamiento subterráneo que alguien
no esté usando? —Como no tenía un auto, ella no pagaba para guardar un lugar. —Sin problemas. —Hizo un guiño Nic—. La señora Beachum está en Los Hamptons. —Gracias elevadores.
Nic.
—Sin
mirar
a
Janvier,
caminó
hacia
los
—Ash… —No quiero desperdiciar más tiempo —Miró en el interior de la cruda intensidad de sus ojos, permitiéndole que la viera: nervios moviéndose, piel caliente, músculos tensos, era un nudo de deseo, de necesidad y de ignorancia—. Quiero vivir, besarte, jugar contigo, amarte. Cerró sus ojos, se estremeció. —Soy demasiado egoísta cuando se trata de ti, cher, para tratar de convencerte de lo contrario. Ashwini se puso de puntillas y llevó sus labios por el borde de su mandíbula sin afeitar. —Bien —susurró, su cuerpo tarareando ante la proximidad del suyo. ***
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Entrando al departamento de Ash después de un paseo demasiado rápido por el elevador que no le dió a su cabeza dando vueltas y a su pulso atronador ningún tiempo para recomponerse, Janvier se tomó su tiempo para quitarse su chaqueta y lanzarla en la parte de atrás de uno de sus sofás. Ella hizo la misma cosa antes de inclinarse para bajarse las cremalleras y salirse de sus botines. Él se agachó para sacarse sus propias botas, luego miró mientras ella caminaba hacia la pared de cristal que daba a la ciudad. Esta noche su corazón se sentía herido, pero no preferiría estar en otro lugar que aquí, con ella, con su amor. Haciendo nada más que amarla, viviendo una vida en un instante. Cuando su teléfono sonó, casi no miró hacia el mensaje, pero Ash se dio la vuelta y en su rostro vio el recordatorio de que sin importar qué, la víctima tenía una solicitud previa en su atención. —Khalil —le dijo después de escanear los detalles—, parece haberse asentado por una noche de libertinaje público en Masque. Emaya y Mateo no pudieron entrar, pero un vampiro de la Torre llamado Trace ya se encontraba adentro cuando Khalil entró, y reportó que mientras Khalil se hallaba complaciendo sus apetitos en la plataforma de vidrio, él había reservado una “sala de juegos” más íntima por la noche. —¿Masque tiene protocolos de seguridad para proteger a los clientes en las salas de juegos?
—La seguridad de Adele supervisa todas las habitaciones a través de una transmisión en vivo. —Encuentra su mirada—. Este monstruo parece estar bloqueado por la noche, y no hemos escuchado nada en respuesta de los equipos informáticos rastreando la identidad de la víctima. Creo, cher, la noche es nuestra. Extiende su mano. Más allá de ella, la nieve que cae borra los bordes duros de Nueva York, haciendo de la Torre a la distancia un rayo manchado de luz y a los otros edificios unas sombras luminosas. Era el perfecto fondo para la silueta de su belleza, su fuerza resistente de situaciones imposibles en su rostro. Cuando la alcanzó, lo dirigió hacia la privacidad de su habitación, el mundo más allá bloqueado al instante en el que cerró las cortinas sobre las puertas del balcón. Soñó con este momento por un eón, y ahora que se encontraba aquí, se sentía como un chico inexperto con su primera mujer. —¿Estás segura? —No podría soportar que se arrepintiera de esto. Sus ojos lo traspasaron, se adueñaron de él. —Oh, sí. —Una mano moviéndose para acariciar su nuca—. Tócame.
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Entonces lo golpeó. Estaba tan segura de sí misma, manejando su coqueteo con facilidad y devolviéndole tan bien como podía, que nunca antes había pensado en lo que su capacidad le exigía sexualmente. —Cher. —Sus dedos temblaban al tiempo que tomaba su rostro. Sus labios enarcándose, cerró sus propias manos sobre sus muñecas. —Cariño no te preocupes. —Un dejo de burla en su voz, aunque sus pupilas se habían expandido para convertir a sus ojos en piscinas de tinieblas en las que él podría caer para siempre—. Nunca podría haber sido capaz de soportar tocar lo suficiente a alguien para desnudarme con ellos, pero no significa que soy inocente. —No sé qué hacer —dijo, perdido, agitado y esclavizado. —Si tratas de convencerme de que eres virgen —entrecerró sus ojos—, voy a sacar mi ballesta.
26 Traducido por Vane hearts Corregido por Elizabeth Duran
Acariciando sus pulgares sobre sus pómulos, negó. ―Eres tú. Las manos de ella se apretaron en sus muñecas, y luego deslizó una mano hacia atrás para ahuecar su nuca y bajar su cabeza. Sus manos cayeron a su cintura. Fue ella la que lo besó, explorándolo, convenciéndolo.
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Ha sido seducido muchas veces en su larga vida. En todos los casos, ha sabido exactamente lo que pasaba, permitió la seducción como parte de un juego en el que ambas partes han sido bien satisfechas. Esto… no tenía el control en esto, era su instrumento para hacer lo que quisiera. Temblando, se hundió en el beso, en la sensación de su mano acariciando su nuca, su boca jugando con la suya. Labios separando los suyos en un sonido suave y húmedo, encontró su mirada, dejó salir una pequeña sonrisa maliciosa, y lo besó de nuevo, su alta y delgada y hermosa amante. La apretó tan cerca que no había ni una respiración entre ellos, la sensación de su cuerpo presionando contra el suyo hizo que el beso se fundiera. Ash jadeó ante la dura evidencia de su hambre, su mano libre deslizándose bajo el borde de su camiseta para tocar la piel de su cintura. Gimió, queriendo rogar por más. ―Podría acostumbrarme a tenerte haciendo exactamente lo que quiero. ―Sus pestañas se levantaron, moviendo los labios contra los suyos, el aire entre ellos hirviendo. Encontró el equilibrio en su dulce burla. ―Ten piedad, querida. No soy más que un hombre y tú eres… tú. ―Un pensamiento nauseabundo lo golpeó de la nada, casi haciéndolo caer de rodillas―. ¿Soy el único? ¿Es que por qué…? ―He conocido a otros que no puedo leer ―dijo antes de que pudiera completar la pregunta―. Un pequeño porcentaje de la población. ―Cada palabra marcada por un beso, como si le gustara su sabor Le gustaba ser probado, ser disfrutado, seducido de un modo que no sabía que podía ser seducido.
―Incluso besé a algunos, por curiosidad y porque todo el mundo necesita ser tocado. Incluso yo. ―Otro beso, un mordisco en su labio inferior―. Pero cuando tu conciencia crece con cada toque, es difícil tratar al sexo como una simple liberación física. La posesividad en el corazón de su naturaleza escuchó la declaración oculta en sus palabras, se agarró a ello con manos codiciosas. Pero entonces lo besaba de nuevo, y sus pensamientos se astillaron. Cambiando su agarre para envolver una mano alrededor de la parte posterior de su cuello, su otra mano en la parte baja de su espalda, cedió a la pasión que siempre estuvo al rojo vivo entre ellos. Su respiración era agitada, los latidos de su corazón irregulares al momento en que ella besó su camino a lo largo de su mandíbula y su garganta. Empuñó su mano en su cabello mientras lo lamía, ella hizo un pequeño ruido con la parte posterior de la garganta, y lo hizo de nuevo. Su cuerpo se sacudió, sus caderas con ganas de moler su rígida polla en contra de ella. Apretando su nuca, ella repitió su acción, entonces sopló el lugar. Temblores sacudieron su cuerpo. Alzó la cabeza de ella, sus bocas reuniéndose en una desnudez de necesidad que cerró sus garras alrededor de su corazón y tiró.
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―Vamos a ir lento ―susurró Ash cuando se separaron para respirar―. Quiero hacer cada traviesa, sucia cosa que nunca he hecho. ―La sonrisa malvada se encontraba de vuelta―. De alguna manera, creo que sabes algunos pecados que me puedas enseñar. Su polla se sentía como si fuera a romperse, pero me encontraba acostumbrado a la frustración. Estar con cualquier otra mujer después de conocerla hubiera sido una traición, no importa que hubieran sido adversarios en el momento. Un hombre sabía cuando encontró a su mujer. ―He estado esperando años para jugar al profesor contigo. Roncas risas femeninas, sus dedos posesivos sobre él. Le dio el beso que exigió, acariciando su mano hacia abajo para ahuecar su culo al mismo tiempo. Gimiendo en el beso, se frotó contra él. Al no ser estúpido, mantuvo su agarre donde estaba, apretando y dando forma a la carne tensa que quería morder. También quiso morder la vena en su cuello, en el hueco de su codo, en su muñeca, en su muslo, por una razón muy diferente: tenía hambre de beber de su amante mientras suspiraba su orgasmo. No todos los vampiros podían dar placer con su mordida, pero Janvier fue capaz de hacerlo desde el día en que se despertó por primera vez como un casi inmortal.--Quiero hacerte llegar ―dijo en contra de su húmeda boca, hinchada por los besos―. Quiero empujar mis dedos dentro de ti. ―Pecho agitado, bocas enredadas―. Bombear duro y profundo, tu almizcle decadente en el aire y tus pechos al descubierto para que pueda agarrar y moldearlos como estoy haciendo con tu culo.
―Dios. ―Se mordió el labio inferior―. Amo como hablas. Dándole beso por beso, el perdió sus palabras, se estremeció cuando ella pasó sus dientes sobre su cuello. Un instante después, se arriesgó y, sumergiendo la cabeza, raspó sus propios dientes por su piel. La mano de ella se cerró sobre su nuca. ―Janvier. ―Desnudos y sudorosos, dulzura. ¿Recuerdas? ―Eso fue cuando le dijo que se alimentaría de ella, y el recordatorio era demasiado para ambos. Sus colmillos dolían, su pene era de piedra, cada célula de su cuerpo muerto de hambre por probar a la mujer en sus brazos. Alimentarse de un donante humano nunca ha sido automáticamente una cosa sexual para él; con ella, no podría ser nada más. Con los ojos soñolientos, Ash raspó sus uñas sobre la piel de su espalda baja. ―Te doy permiso. Se quedó inmóvil, la criatura sedienta de sangre en su interior atrapado entre lanzarse a la oportunidad y el miedo que imaginó con sus palabras. ―No es bueno jugar con un hombre desesperado.
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Una risa íntima, pecaminosa. ―Sólo una probada ―susurró, labios curvados y cuerpo caliente contra su propio cuerpo mientras se ponía de puntillas para ajustarse a sí misma contra su tensa erección―. Sólo lo suficiente para volverte loco. ―Va a ser una tortura ―acusó, luchando para no empujarla al suelo o la pared y empujar su polla en el apretado, húmedo agarre de su cuerpo―. Jodidamente no puedo esperar. Bajando su cabeza a su sonrisa embriagadora, su pulso latía tan fuerte que era un rugido en sus oídos, lamió sobre el punto donde su propio pulso se aceleró bajo su piel. No se apresuraría en esto, no devoraría. Tenía que probarla de a poco, como la rara cosecha que era, una cosecha que era de su propia reserva privada. Una mano se extendió en su culo, la otra se enredó en su cabello, la abrazó y chupó el lugar en su cuello, lo que hizo que sus colmillos pincharan su labio inferior, el ansia casi insoportable. Ash hizo un sonido muy femenino y se onduló en su contra. Su boca se hizo agua, su cerebro amenazando con un cortocircuito. Pellizcándola, pero no lo suficiente como para romper la piel, le preguntó de nuevo para asegurarse de que estaba con él. ―¿Sí? ―salió un gruñido, el hambre latiendo en sus venas. ―Sí. Hundió sus colmillos en su carne, la sintió sacudirse contra suyo, pero no hubo siseo de dolor, solo su pulso disparado fuera de control. Incluso los vampiros que no podían dar placer con su mordida tenían la capacidad de aliviar el dolor de la entrada. A algunos, por supuesto, les gustaba que sea doloroso, y algunos donantes disfrutaban el filo de dolor. Janvier no iba a herir a su Ashblade; inyectó placer en forma de
droga que su cuerpo producía de forma natural antes de que se alimentara. No mucho, sólo un toque. Quería que sea adicta a él, no a su mordida. Luego se hizo imposible pensar. Su sabor subió a su cabeza, la salvaje sed de sangre dentro de él estremeciéndose en un placer tan intenso, que lo amenazó con enviarlo a sus rodillas. Quería estirarse desnudo encima de ella en una cama enorme y cómoda, para beber por más de una hora, degustando y besando a su amante mientras acariciaba con su polla lentamente dentro y fuera. Quería beber y beber. Rompiendo el contacto antes de que la codicia robara su mente, haciéndolo un glotón, lamió las marcas, asegurándose de que se curaran sólo lo suficientemente lento para que otros supieran que era suya. Excitado de nuevo por el pensamiento, lamió una vez más, sus venas calientes y pesadas, su cabeza zumbando. ―Eres una droga. Sus nalgas se apretaron bajo su control, su aliento áspero. ―Jesús, eres potente.
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Al darse cuenta de que la llevó al borde del orgasmo, lamió las marcas de nuevo. ―Debería dejar que sufras como yo voy a sufrir. ―A pesar de su amenaza, movió sus cuerpos para que su muslo esté en medio de ella. Instándola a montar su muslo y maldiciendo a la ropa de ambos, hundió sus colmillos una vez más. Se aseguró de que no le doliera, pero no inyectó el compuesto para dar placer. Su espalda se arqueó en una doble ola de sensación, su grito rompiendo la plata en el aire. Retrayendo sus colmillos antes de que pudiera tomar más de lo que ofreció, lamió una y otra vez la herida mientras la mecía contra su muslo. Sus uñas se clavaron en su nuca, lo que dejó a la cosa salvaje en él con sus dientes al descubierto con placer hasta los huesos. La bestia sedienta de sangre era retenida por sus garras, pero eso está bien. Podría ser paciente ahora que ella se encontraba en sus brazos. Podría fingir ser racional por un tiempo más. Se quedó sin fuerza mientras las últimas oleadas de éxtasis la dejaron seca, Ash giró la cabeza a su cuello… y besó su propio pulso, sus brazos envueltos a su alrededor. Si no se hubiera ya dado a sí mismo, lo habría hecho en ese instante. Manteniéndola cerca, se ahogó en su esencia, en su calor, en ella. ***
Ashwini pensó en el sexo antes, a veces tendía a dominar la mente en momentos en que no tenía ninguno pensamiento, especialmente cuando un cierto Cajún “sexo andante” se mantenía coqueteando contigo. Pero la única cosa que nunca había considerado realmente era cómo se sentiría ser sostenida… sostenida con una devoción feroz que podía sentirla en sus huesos. ―No me sueltes ―susurró, con la voz quebrada―. No me sueltes. ―No lo haré. ―Caminando hacia atrás y llevándola en un alarde de fuerza tranquila, los hizo caer sobre la cama. Y entonces él apretó su abrazo, metió uno de sus muslos entre los suyos, y cerró su cuerpo alrededor del suyo. Metiendo la cabeza debajo de su barbilla, olfateó la esencia de él, su calor, y sintió que las cosas se encontraban en su complemento y descanso y sabía que nunca volvería a ser la misma. ―No creo ser tan dura después de todo, Janvier. No sé si puedo ir más lejos. ―Podía manejar el sexo, pero la forma en que la abrazó, destruyó eso, amenazando con hacerla romper la promesa que le pidió. La mano de Janvier se curvó sobre su nuca. ―Podría sostenerte por toda la eternidad.
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Cerrando los ojos ante ese voto agridulce, Ashwini sólo yació envuelta en él, y cuando llegó el sueño, entró en ello más caliente y más segura de lo que nunca ha estado. Sin embargo, la oscuridad rondaba en los bordes de su mente, mostrándole cosas que no quería saber, que no quería ver. Un vampiro con la piel de un tono más oscuro que sus propios y brillantes ojos negros, su barba de chivo negro rasurada se emparejaba con el pelo trenzado apretado en su cráneo, utilizaba un látigo en la blanca, blanca piel de una mujer que gritaba, verdugones se levantan sobre sus pechos y su estómago. Dos golpes rompieron la piel, sacando gruesas gotas de sangre. Sin embargo, cuando el vampiro usó el mango del látigo para violarla, el grito de la mujer era el de un orgasmo. Párpados pesados como consecuencia, le rogó para que la libere de sus cadenas. Él se rio, le dio lo que quería… y se arrastró para humillarse a sus pies, rogándole para darle placer. ―Maestro, por favor. Riendo de nuevo, puso su bota en el hombro y la empujó al suelo, donde cambió su pie a la garganta y la sujetó mientras besaba a una chica de piel dorada con pechos jóvenes maduros e inocencia en sus ojos. No podría haber tenido más de dieciséis años y usaba sólo su piel y una fina cadena de oro alrededor de sus caderas. Cerrando su mano alrededor de su garganta, el hombre con ojos negros comenzó a apretar. El rostro de la chica se puso de color rosa, luego rojo, con los ojos inyectados en sangre. Cuando rasguñó su brazo en un pánico final, él sonrió y le dio un beso y siguió apretando. Demasiado pronto, estaba
floja en sus brazos, y utilizó su agarre en su garganta para tirarla sobre la cama con sábanas negras en el centro de la habitación. Quitando el pie de la mujer en el suelo, la hizo bajar su cremallera, luego ella usó su boca con una viciosa falta de atención antes de que la pateara en las costillas. Se acurrucó en una bola, con los ojos húmedos y llenos de adoración, pero la ignoró a favor de la débil, sin vida chica en la cama. Cubriéndola con su cuerpo, comenzó a alimentarse, su garganta moviéndose en largos, profundos tragos… y sus caderas de una manera que dijo que no sólo se alimentaba. ―¡No! ―Despertándose de un grito, Ashwini agarró el teléfono de Janvier donde lo dejó en la mesita de noche―. Llama a Trace ―le dijo a Janvier, que despertó cuando ella lo hizo―. Averigua lo qué Khalil le hizo a la chica. Janvier no la cuestionó, solo hizo la llamada. ―Adele ya había entrado en la habitación después de que la seguridad la alertara ―dijo una vez que la conversación terminó, sus rasgos sombríos―. La chica está viva. Apenas. Trace dice que tiene veinte y es una habitual en Masque, muy popular debido a la ilusión que da al parecer más joven.
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Con su corazón golpeando y la piel húmeda, Ashwini, no obstante, no se separó del lado de Janvier, su brazo alrededor y el suyo alrededor de él. ―¿Sabía que estaba a punto de ser estrangulada casi hasta la muerte y luego utilizada sexualmente cuando entró en esa habitación con Khalil? ―La ha utilizado de manera similar antes. ―Janvier puso su teléfono de vuelta, sus movimientos espasmódicos, su voz áspera―. No tengo ninguna discusión con adultos que optan por jugar en los bordes de la sexualidad, pero en tiempos pasados, cuando las costumbres eran diferentes, Khalil tenía como objetivo a verdaderas inocentes. Ashwini escuchó un enfadado chirrido que rara vez escuchó en el tono de Janvier. ―Conocías a alguien que él lastimó. ―Una chica del pantano, tal vez de catorce años y asombrada por el vampiro rico que mostró interés en ella. Seis meses después de que se escapara de casa para estar con él, el pedazo de mierda la devolvió, sus ojos huecos, adicta al opio, y rota en el interior. ―Su voz temblaba―. Un año después se ahogó a sí misma, su padre me dijo que Khalil dijo que era basura, válida para un poco de diversión, pero no para quedársela. ―Bastardo. ―Estrechando sus ojos, se centró en lo que Janvier recordaba―. ¿Usó la palabra 'basura' en concreto? ―O algo muy similar. ―Janvier se envolvió completamente alrededor de ella de nuevo―. Pero no pondría toda mi fe en ello, querida. Hay demasiados vampiros viejos que ven a los humanos como
desechables… Pero Khalil tiene la crueldad de hacer lo que le hizo a Felicity, y la riqueza y la experiencia para ocultar sus perversiones mortales. Me aseguraré de que esté constantemente bajo vigilancia. ―Ni siquiera podrías necesitar espías ―murmuró Ashwini―. Me parece que tiene una vigilancia de alimentación en su vida, gracias a un simple contacto de piel. ―Golpeó la cabeza contra su esternón―. No me importan los sueños sobre sexo, pero, ¿por qué no puedo tener sueños sexuales que no hagan helar mi sangre y que mi mamo anhele un arma? Amasando la parte posterior de su cuello, Janvier se movió ligeramente hasta que se hallaba encima de ella. Su beso era húmedo, su peso corporal delicioso, y su piel tan caliente que su propia sangre se encendió. ―Yo no soy un sueño sexual, pero ¿quizás este pobre Cajún funcionará como un sustituto? Ashwini fingió considerarlo. ―Funcionaría aún mejor si te sacas la camiseta. Janvier cumplió. Sentándose a horcadas sobre ella, dijo―: Yo diría lo mismo. ―Era un desafío.
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No a punto de romper su racha ni una sola vez por rechazar uno de sus atrevimientos, Ashwini logró quitarse su camisa. La dejó vestida con un sujetador de media copa con lunares negros con un poco de amarillo detallando a lo largo de los bordes. Cuando él frunció el ceño y pasó suavemente su dedo sobre su cicatriz, dijo―: No me duele y el vampiro que hizo esto está muerto. El ceño de Janvier se convirtió en una sonrisa brutalmente satisfecha. ―¿Escuchaste cómo su cabeza rebotó por las escaleras? Tun, plaf, tun, plaf. Riéndose de una conversación que sólo los dos podrían tener en la cama, alcanzó su espalda y desabrochó el sujetador. No se encontraba muy segura de cómo terminó fuera de ella. Lo único que recordaba era a Janvier bajando hacia ella, y luego se besaban y tocaban y susurraban y llevándose entre sí a la locura. Él palmeó sus pechos con una posesividad contundente, de a poco y succionando. Pasó las uñas por su espalda y chupó una marca en su garganta que le hizo oscilar su pene contra la unión de sus muslos y llamarla bruja. La risa se convirtió en un gemido cuando él hizo algo muy malo que involucraba sus colmillos y su pezón, ella mordió su bíceps. Tomó represalias soplando un aliento frío sobre su pezón húmedo por el beso, burlándose hasta que Ash volcó sus posiciones e hizo lo mismo, la sal y la masculinidad de él su nuevo postre favorito. Los vaqueros de los dos se quedaron.
Pero ambos sudaban y estaban satisfechos para el momento en que se durmieron de nuevo. Esta vez, descansรณ en un calor apacible, las visiones derrotadas por una noche al menos.
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27 Traducido por *~ Vero ~* Corregido por Kora
Ashwini se despertó por la mañana con el canto de los pájaros enredada en un hombre. Supo quién era enseguida; solo existía un hombre con el que estuvo enredada. Alejándose cautelosamente de su lado, miró a la cara de Janvier y se lo encontró observándola. —Hola —dijo ella, la posesividad en sus venas convertida en calor fundido. —Tu teléfono sonó —dijo él, con los ojos soñolientos y su brazo alrededor de su cintura—. Eso es probablemente lo que te despertó. Alcanzando el teléfono, se giró en su abrazo de modo que la sostenía por la espalda, el pecho de él apretado contra su espalda. de parte 192 Felicity—Es Johnson.
del equipo informático del Gremio. Acerca de
—¿Mmm? El sonido bajo retumbante la hizo sonreír antes de tener que volver a la fealdad de lo que le habían hecho a su víctima. —Han podido seguirle la pista hasta hace unos doce meses a través de una serie de puestos de trabajo de salario bajo, pero no hay rastro de ella después de eso. Sin declaración de impuestos, sin pagos de seguros, sin salario por desempleo. —Pásame mi teléfono. —Vago. Está en tu lado de la cama. Él le mordió el hombro. —No te burles del caimán. Riendo, ella se retorció para conseguir el teléfono... y él succionó la punta de su pecho dentro de su boca. Ella se quedó sin aliento y cayó hacia atrás. —Tramposo. Con una sonrisa orgullosa, su mano se deslizó hacia arriba de su caja torácica. —Siempre. Tomndo el teléfono, hizo una llamada.
Su cabello estaba revuelto, sus ojos todavía un poco soñolientos, su voz lánguida. Y era suyo. Él lo sabía todo y eligió ser suyo. Era un regalo al que tenía que aferrarse a con cada gramo de determinación en su alma. —¿El personal de la Torre se topó con el mismo obstáculo? —le preguntó ella después de colgar. —Oui. —Puso su brazo alrededor de ella de nuevo—. Parece que tenemos que resolver esto a la antigua usanza. Ella fue a contestarle cuando su teléfono sonó de nuevo. Esta vez, todo lo que oyó le hizo fruncir el ceño, despertándole del todo. —Tengo que salir para tratar con una cuestión de la Torre —dijo después de colgar—. Te llamaré después de que esté hecho. —Un beso fuerte, su mano acariciando su cuerpo de nuevo. Ver la puerta que cerrándose detrás de él unos dos minutos después hizo que cosas desconocidas se apretaran en su interior. Nunca pensó en sí misma como una mujer que necesitara a nadie, pero tal vez eso fue simplemente porque nunca tuvieron a alguien quien la necesitara a cambio. Ya lo echaba de menos.
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Un golpe en la puerta mientras iba a la ducha la hizo abrirla sin mirar por la mirilla. Podía sentir a Janvier en el otro lado. Sin decir nada, él tomó su cara y la besó como si le quisiera absorber la vida, una de sus manos en su pelo, la otra acariciando su cuerpo. Envolvió sus propios brazos alrededor del cuello de él y se apretó contra su cálida fuerza. La camiseta ancha que se había puesto no era ningún impedimento para sus caricias. *** —Está bien —dijo él cuando se le ocurrió parar por aire, su pecho agitado—. Realmente tengo que irme ahora, cher. —Janvier besó a Ash de nuevo a pesar de sus palabras, encontrando casi imposible separarse de ella. Se sentía como si estuviera dejando la mitad de su corazón atrás. —Podemos hacer esto —dijo Ash, sus manos acariciando sus hombros—. Los adolescentes lo hacen todo el tiempo, ¿no? —Correcto —dijo él, aunque sabía tan bien como ella que lo que pasaba entre ellos era demasiado intenso para ser algo tan manejable como la lujuria hormonal. Incluso sin límite de tiempo, siempre fueron una pareja desde el momento en que se encontraron, más veces vistos juntos que en la situación contraria—. Tengo que volver al Club Masque. La frente de Ashwini se frunció. —¿Por qué?
—No lo sé. El informe llegó por Trace. Era demasiado confuso para entender mucho, salvo el nombre del club. —Se obligó a liberarla— . Haz lo que puedas acerca de Felicity. Te llamaré una vez que sepa lo que pasa en Masque. —Esta vez, se obligó a trotar hacia la salida de emergencia y hacia las escaleras. Esperar el ascensor fue lo que necesitó lo mejor de su autocontrol la primera vez. —¡Cuidado con Khalil! —gritó Ash a su espalda. —¡Lo haré! —gritó como respuesta. Sin embargo, cuando llegó a Masque después de una parada en la Torre para recoger sus kukris descubrió que no era Khalil la amenaza. Trace estaba fuera del club, un paño empapado en sangre sostenido contra su garganta por Adele. Gotas escarlata salpicaban la nieve a pesar de los esfuerzos de la dueña del club para contener el flujo de sangre.
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—Estoy bien —dijo el delgado hombre cuando Janvier lo alcanzó, su voz todavía un poco ahogada por la sangre—. La situación está en el interior. Un vampiro llamado Rupert con una total sed de sangre más fuerte de lo que debería ser. —Tosiendo sangre en la nieve, Trace hizo un gesto a Adele y a su paño para que se alejase. Las marcas de garras en su garganta decían que estuvo a punto de tener su columna vertebral seccionada, pero Trace era lo bastante mayor, así que sobreviviría. —¿Has llamado a la Torre? Trace sacudió la cabeza, sus ojos de color verde oscuro pintados con dolor pero convincentes. —Es solo un vampiro, y sabía que tú y Naasir podríais encargaros de ello, ya que logramos atraparlo dentro. Naasir está en camino. Fue una buena decisión por parte de Trace, con los recursos de la Torre tan tensos. —¿Víctimas o rehenes? —El club estaba prácticamente vacío —dijo Adele, tomndo una botella de sangre de una mujer hispana con curvas que había corrido por la calle con una caja llena de ellas, su traje de pantalones negros elegantes y chaleco de terciopelo azul sobre una camisa de encaje blanco dejando claro que era una habitual en el barrio. —Trace, bebe. Mientras el vampiro bebía en un esfuerzo por acelerar su curación, Adele continuó hablando, la crema normalmente impecable que era su piel manchada. —Las únicas personas adentro eran las que estaban en las habitaciones privadas, y se quedaron encerrados automáticamente dentro de esas habitaciones cuando activé la alarma por problemas en el piso.
—Eso no es bueno. —Janvier desenvainó sus kukris, las láminas curvadas una extensión de su cuerpo. —No. —Adele le dio a Trace otra botella de sangre—. Hay mortales atrapados en esas habitaciones, y sabes lo rápido que la sed de sangre se puede propagar. Khalil tenía una mirada en sus ojos que no me gustó la noche anterior, por eso estaba arriba mirando los monitores yo misma, con Trace como compañía. Rupert. El nombre finalmente penetró. Merde. —Su mujer —dijo Janvier—. ¿Una bonita y gordita morena? — Buscó su nombre en su memoria—. Lacey. —Muerta —respondió Trace, limpiándose la boca con el dorso de la mano—. Él la hizo pedazos delante de nosotros. Lo hizo bajo las sábanas. Parecía como si la estuviera lamiendo. Debió haber puesto su mano sobre su boca para detener sus gritos.
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—No estábamos prestándole atención. —La angustia de Adele era evidente. La dueña del club tenía extrañamente un corazón blando para llevar un lugar como este—. Quiero decir, era Rupert. Lo peor que hizo fue quedarse en las habitaciones de Masque cuando sabía que estaban monitoreadas. Un poco de exhibicionismo, eso era lo suyo. Nunca lastimaba a sus mujeres; y a esta, él la adoraba. Era su primera noche siendo íntimos. Trace desenroscó la tapa de una tercera botella. —Ella no tenía ninguna posibilidad, y él estaba malditamente saliendo por la puerta antes de Adele pudiera iniciar el bloqueo. —Un seguido de palabras duras—. Pensé que podía manejarlo, pero es más rápido y más fuerte de lo que debería ser. De ninguna manera Rupert debería haber sido capaz de agarrarme, y mucho menos de tirar de mí desde el entresuelo a la primera planta. Janvier una vez vió a un vampiro con la sed de sangre hacer un salto imposible a través de un cañón, casi como si estuviera volando. Sin embargo, un gran porcentaje entró en esclavitud de la sangre después de su primer asesinato, en un estado como de embotamiento causado por su alimentación glotona que les hizo fáciles de cazar. No sonaba como si Rupert fuera uno de los últimos. —¿Puedo entrar en el club sin pasar por el pasillo? —Sería más vulnerable allí, el estrecho espacio negándole ventajas a sus cuchillas. Naasir saltó desde el techo en ese instante, al parecer después de haber corrido a la ubicación a lo largo del "pequeño circuito de coches", como él lo llamaba. —Hay un tragaluz —le dijo a Janvier, empujando el pelo fuera de sus ojos. Adele se agitó.
—Es vidrio reforzado. No serás capaz de romperlo. Agarrando sus armas preferidas, Janvier encontró los ojos de Naasir, le asintió y luego fueron subiendo, el otro vampiro en cabeza. Cuando llegaron a la claraboya cubierta de nieve, Naasir levantó las manos y la golpeó fuerte con sus garras. Las grietas se extendieron desde el punto de contacto. Janvier utilizó la culata de un kukri para profundizar las grietas y luego los dos dieron marcha atrás… y corrieron para saltar sobre la claraboya, la cual cayó en una lluvia de vidrio cuyas esquirlas les cortaron a los dos. Rodando a una posición erguida, Janvier vio a Naasir ya acorralado, el una vez urbano Rupert sobre él como una bestia voraz, su rostro una máscara de sangre. Naasir debería haber sido capaz de hacerle frente sin problema, excepto que parecía que Rupert lo había golpeado en medio de la caída, haciendo que el vampiro cayera sobre un gran trozo de cristal que le ensartó efectivamente al suelo. Todo eso pasó por la mente de Janvier en una fracción de segundo. En posición mientras se levantaba, lanzó una de sus cuchillas con el movimiento de rotación plano que aprendió durante su estancia en la corte de Neha. El kukri, letalmente afilado y perfectamente equilibrado, giró como una de las estrellas ninja de Ash, llegando a una parada temblorosa en la pared detrás de Rupert.
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Cuya cabeza cayó de su cuerpo un segundo después. La hoja la rebanó limpiamente. Gruñendo, Naasir se quitó de encima el cuerpo, que estaba chorreando sangre encima suyo. —¿Por qué hiciste eso? —gruñó, quitándose el fragmento de vidrio con una mirada de irritación en su rostro—. Me encontraba a punto de romper su cuello. —De nada —dijo Janvier, sacando su cuchilla de la pared. La limpió en sus pantalones vaqueros, pero no la puso de nuevo en la vaina. Como Adele dijo, la sed de sangre podía propagarse con rapidez mortal—. ¿Estás malherido? —Por lo que sabía, el vidrio atravesó a Naasir, pero no penetró en ninguno de los órganos vitales. Debía haber sido el impacto de la lesión repentina lo que le impidió reaccionar tan rápido como de costumbre. Naasir gruñó en respuesta. —Mi nueva camiseta de Honor está desgarrada y ensangrentada. Asumiendo que eso significaba que el otro vampiro estaba bien, Janvier corrió a la sala de control de Adele con Naasir a su espalda y examinó las salas privadas. Dos de los vampiros caminaban de un lado a otro en un patrón errático, pero Khalil parecía en control, su mujer ilesa. Golpeando el botón que abría todas las puertas, Janvier miró a Naasir.
—Ve a asustarlos sobre la sed de sangre. Y pon a Trace a seguir manteniendo un ojo sobre Khalil si sus heridas se lo permiten. Si no puede, ¿podrías hacerlo tú? Naasir le dedicó una sonrisa salvaje y un guiño. —No me importaría comerme el hígado de Khalil. Espero que me dé una excusa. Sabiendo que incluso Khalil no se metería con el vampiro de ojos plateados, Janvier se volvió hacia Rupert. —Maldita sea, ¿qué coño te pasó? —El coleccionista de arte culto fue un buen hombre, como Janvier dijo la noche anterior, pero cuando examinó el cuerpo vio que Rupert llevaba un collar de intestinos, la carne fresca y sangrienta. Presionando su puño contra su boca para controlar el vómito que subía por su garganta, Janvier se obligó a caminar hasta la sala privada hacia las sábanas empapadas de sangre que había vislumbrado en la sala de vigilancia. Al principio, no pudo ver a Lacey. Fue el reflejo de la luz en el anillo en su dedo lo que lo alertó sobre el hecho de que ella estaba en el suelo, al otro lado de la cama, con la mano extendida siendo la única parte de ella que él podía ver.
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Cuando se acercó, deseó no haberlo hecho. La dulce mujer sonriente que se sonrojó ante él mientras que con orgullo se llamaba a sí misma propiedad de Rupert fue destripada. Por el estado de la cara de Rupert, parecía que la sed de sangre del vampiro le hizo rasgar su estómago con sus colmillos. Luego utilizó sus manos para sacar las cuerdas de sus intestinos. Su mandíbula estaba rota, la lengua arrancada. No tenía ningún sentido. Ninguno. Hasta que Janvier pisó algo que se sentía resbaladizo debajo de su bota. Con el ceño fruncido, se agachó y encontró una bolsa de plástico pequeña. No había nada dentro, pero sabía lo que las pruebas revelarían. —Umber. *** Ashwini se reunió con Ransom en la Academia de Cazadores media hora después de que Janvier saliera del apartamento. Su compañero cazador respondió a su mensaje acerca de un encuentro antes de lo que esperaba, y ahora los dos estaban sentados en la fila más baja de las gradas que daban al campo de entrenamiento al aire libre. La pierna de Ransom, su escayola cubierta de firmas, la suya incluida, se alzaba sobre un pedazo de madera que había encontrado para asegurar que la escayola fuera protegida de la nieve, sus muletas al lado de él.
El campo de entrenamiento frente a ellos era un desastre de nieve sucia y hielo picado de la sesión de la mañana que ya se había impartido. El Gremio nunca limpiaba este patio. Nunca puso cubiertas para protegerlo del viento o la lluvia. Las sesiones se daban sin importar el clima. —Recuerdo que Bracken pateó mi culo un invierno mientras el granizo caía sobre mi cabeza y mi cara. —Ella hizo una mueca ante el recuerdo—. Maldita sea, eso dolió. —Eso no es nada —dijo Ransom—. Un año, tuvimos una tormenta de categoría tres con la lluvia, vientos huracanados y escombros volando, y él hizo que mi grupo viniera aquí y completara la sesión. —Por favor. Una vez tuve que luchar contra Bracken en una inundación. El agua me llegaba a los muslos. Ransom resopló. —Amiga, hubo una vez que gatos cayeron del cielo, con las garras fuera.
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Se miraron el uno al otro y se echaron a reír. Era un ritual entre todos los cazadores que se habían graduado en la Academia en los últimos veinte años: el intento de superar a los demás con historias de la formación de Bracken. Las sesiones al aire libre eran obligatorias para todos los aprendices, pero todo el tema del clima estaba reservado para los de último año, porque los vampiros eran más duros, más resistentes a la intemperie. —Un cazador que se funde a la vista de un poco de nieve… — comenzó Ashwini. —… es un cazador que pronto estará yaciendo en una agradable y tranquila tumba —terminó Ransom, y luego, en una imitación histérica del entrenador de la Academia, agregó—: ¿Es eso lo que quieres, princesa? ¿Lo es? No lo creo. Ahora, ¡muévete! Se rieron de nuevo. —Si él viniera aquí ahora —dijo Ransom— y me dijera que estoy castigado y que tengo que hacer un centenar de vueltas alrededor del patio en mis muletas, yo diría "sí, señor" y empezaría a moverme. —Yo también —admitió Ashwini—. Creo que es una de las pocas personas en el planeta que realmente me da miedo. —Solo los idiotas no tienen miedo de Bracken. —Saki parece manejarlo bien. —Están teniendo relaciones sexuales de forma regular. Una opción no disponible para nosotros. —Ransom bebió un poco del café que había llevado en un termo—. Así que, Felicity Johnson.
—¿Has podido averiguar algo acerca de ella? Sabemos que era una chica de clubes que desapareció después de salir con un hombre rico. Ransom cogió una rosquilla de la caja de cuatro que había logrado colar sin que la vieran los otros cazadores que habían estado aquí temprano para preparar las sesiones que iban a impartir. La mordió, la masticó y se la tragó antes de contestar. —Esa parte es correcta —dijo—. Algunas de las chicas que conozco que trabajan allí dijeron que Felicity fue una de ellas durante un par de meses, hace alrededor de un año. Eso encajaba con cuando ella se salió fuera del cuadro en términos de más trabajos vainilla. —¿Proxeneta? —No, pero las chicas decían que era vulnerable a la atención de los hombres, que algo en ella le hacía ansiar su aprobación. —Tomando otro sorbo de su café, continuó—. Evitó a los proxenetas porque no iba a entrar en esa vida a largo plazo. Se bajó rápidamente una vez se dio cuenta de que podría salir herida permanentemente si no tenía cuidado. Se dice que trabajó como mujer de la limpieza, y que se quedaba con solo pocos centavos a veces, pero no volvió a las calles.
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—Sabía que si se metía en ello demasiado profundo —dijo Ashwini, empezando a ver más de su víctima— estaría atrapada para siempre. Un guiño de Ransom. —Las niñas trabajadoras tienen una vida muy dura, y se nota. No hay manera de deslizarse en una nueva y mejor vida si la vieja está estampada en tu cara y cuerpo. La cosa es que ninguna de las mujeres con las que hablé tenía nada malo que decir sobre Felicity. Ella se salió, pero nunca olvidó a sus amigas. Ayudó pagándole la guardería a una de las mujeres dos o tres veces, y cuando se enganchó con su amante rico, le prestó a otra mujer un poco de dinero para que pudiera pagar por un billete de avión fuera de la ciudad por una emergencia familiar. Una buena persona. Un ser leal, también. —¿Cuándo fue la última vez que alguna de ellas tuvo contacto con ella?
28 Traducido por Fany Stgo. Corregido por Elizabeth Duran
―Hace siete meses. Ella les dijo que iría con su amante a Europa, así que no se preocuparon por eso. Las otras mujeres estuvieron felices por ella, pensaron que lo había logrado, obtenido la vida que siempre quiso. ―Terminó su dona y su café al mismo tiempo--. Estuvieron sorprendidas cuando se alejó, pensaron que tal vez su tipo rico la mantenía a raya, y volvería a poner en contacto cuando las cosas se tranquilizaran un poco. Pero Felicity, pensó Ashwini, probablemente se encontraba en una situación desesperada en ese momento.
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―¿Hablarían las mujeres conmigo? ―le preguntó a Ransom, consciente de lo protector que era con sus amigos en las calles. ―Sí. Ellas quieren encontrar a quien le hizo daño, espero que atrapes al hijo de puta. ―Sacando su teléfono, les envió sus nombres y números de contacto, le dijo que las mujeres esperaban su llamada―. Sé que no tengo que pedirlo, pero ten cuidado con ellas. ―Lo haré. ―Miró al campo de entrenamiento, la nieve arrugada brillando al sol―. Janvier trabaja esto conmigo. ¿Puedo llevarlo? ―No hay problema. Lo aclaré con las mujeres ―La Torre no va a tener ningún interés en ellos aparte del caso y, como he dicho, realmente les gustaba Felicity. Suficiente, pensó Ashwini, como para asomarse. Eso le decía mucho sobre su víctima. ―Así que ―dijo, después de unos minutos de silencio cómodo―, ¿cómo es que estás tan temprano? Pensé que saldrías con Nyree a celebrar. Espero que mi solicitud no les haya dado problemas. ―Nop. Vi tu mensaje después de nuestra celebración. Es bastante fácil hacer las llamadas mientras Nyree recupera el aliento. ―Un resplandor en el verde de sus ojos, su hermoso rostro feliz―. Dos de las bibliotecarias en su trabajo se enfermaron con gripe así que fue a cubrirlas. Se supone que diera una clase esta tarde, pero cambié con la sesión en la mañana de Demarco, así que podía ir tan pronto Nyree saliera de su turno.
―Más vale que invites a la boda. ―¿Bromeas? ―Ransom sonrió―. Planeo hacer una gran fiesta. Mierda, me caso. ―Negó, como un perro sacudiéndose el agua―. Y quiero hacerlo. Muy consciente de su historial de citas, Ashwini apretó su hombro. ―Estoy feliz por ti, Ramson. *** Se encontró con Janvier una hora después, en el pequeño almacén que albergaba el café de sangre en que Ellie tenía interés. Sangre por Menos, se encontraba cerrado por hoy, pero había un empleado fuera manipulando a los donadores para que vendieran su sangre. El fornido macho vampiro —que lucía más como un maestro de escuela que alguien que debería estar en el Barrio— los condujo a zona de estar principal, y les prometió enviar tres mujeres cuando llegaran.
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Ashwini eligió esa ubicación porque no pondrían a las mujeres en una incómoda posición si las veían. No hay nada de extraño en una chica que trabaja, conseguir un poco de dinero extra vendiendo sangre. Sin embargo, en este momento, la atención de Ashwini se hallaba sobre Janvier. Profundos surcos marcaban las esquinas de sus labios, sus ojos sin brillo. Rozando sus dedos por su mandíbula a la tenue luz dentro de la cafetería de sangre, dijo―: ¿Qué es? ¿Qué pasa? ―Fue entonces cuando se dio cuenta de que él se duchó, cambió de ropa. Sus cuchillas permanecían expuestas sobre su espalda, sobre una camiseta negra normal, su chaqueta y bufanda descartas sobre la parte posterior de un sofá rojo vino. ―Siéntate conmigo. Una vez estuvieron sentados, él tomó una de sus manos entre las suyas y le dijo el horror que ocurrió esa mañana en Masque. ―¿Lacey? ―La conmoción la congeló, no podía creer que la mujer dulce y amigable, que estaba perdidamente enamorada de su amante, estuviera muerta, asesinada a manos de su amante. ―¿Estás seguro? ―Lo siento, querida. Me gustaría decirte que no sufrió, pero sería una mentira. Todavía teniendo que procesar el horror de eso, se concentró en él, presionando un beso en su sien, y pasando la mano por su espalda. ―Siento que hayas tenido que ver eso. Inclinándose hacia adelante, con los hombros tensos, dejó escapar un suspiro. ―Esta droga está apareciendo más y más como un veneno destinado a tener este efecto.
Ashwini escuchó más de lo que Janvier dijo. Sabía lo protector que era con las mujeres, sabía que una parte de él repetiría la interacción de anoche, tratando de averiguar cómo pudo haber prevenido esto. ―Rupert era una buena persona hasta que tomó la droga ―le recordó, pensando en cómo encontró agradable al vampiro que Lacey describió en su relación―. Él tomó la elección de tomar la droga, nadie más. Ni siquiera Rafael pudo haberlo detenido a menos que estuviera en la habitación en el momento en que Rupert comió el Umber. Janvier colocó su mano sobre su muslo. ―Gracias ―dijo después de un minuto―. Necesitaba escuchar esto. Envolvió su mano alrededor su brazo, su cabeza en su hombro. Lacey murió en una horrible agonía, pero como una mujer que amó, Ashwini supo que el peor dolor fue el de la traición de Rupert. Su corazón tuvo que romperse antes que su cuerpo. ―Janvier, ella era tan inofensiva. Se movió para envolver un brazo a su alrededor, presionando sus labios en su cabello. ―A veces, me olvido que no soy humano. Pero no hoy.
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Ashwini no se encontraba dispuesta a dejar pasar eso. Levantando su cabeza para inmovilizarlo con su mirada, sostuvo la cruda honestidad en sus ojos. ―La humanidad es lo que hacemos. ―Ha visto demasiado horror realizado por los mortales como para creer que estuvieran libres de la macha del mal―. Estás triste por Lacey. Por Rupert también. Y te encuentras enojado por las vidas perdidas. ―Dos llamas felices se apagaron porque alguien decidió crear un veneno seductor―. Eso es humanidad y vive en ti. Su garganta se movió, con los ojos enrojecidos. ―Quédate en mis brazos ―dijo al fin―. Necesito sostenerte. Se deslizó en su abrazo silenciosamente, y así fue como se sentaron hasta que oyeron voces desde el fondo de la cafetería. Separándose a regañadientes, ambos se hallaban a tiempo para el momento en que Aaliyah, Carys y Sina llegaron juntas. Era obvio que Carys, una rubia descarada con ojos fríos azules y unas cuantas pecas en el puente de su nariz, era la líder. Aaliyha, de piel oscura y la altura de una modelo con huesos delicados, habló en un suave tono cargado de dolor. En cambio, Sina, con su cabello verde esmeralda recortado en un franja inclinada sobre sus ojos rasgados, marchando su ancho rostro, piel pálida, sonrió con facilidad, pero esta no llegó a sus ojos. ―Por favor ―dijo Janvier, luego de que el empleado de la cafetería les mostró el camino―, tomen asiento.
Las mujeres dudaron, pero luego se sentaron juntas en el sofá en frente de ellos. Cuando el empleado entró con una bandeja de jugo de naranja y galletas, las tres mujeres levantaron las cejas. Ashwini se levantó y le agradeció al joven vampiro, e hizo una petición en su oído. La pequeña botella de sangre apareció momentos después. Esta vez, Sina sonrió como si estuviera evaluando. ―La mayoría de la gente no se da cuenta que soy vampira. ―Soy una cazadora. ―Incluso entonces, le tomó un minuto darse cuenta —los colmillos de Sina era lo más pequeños que ha visto, lo suficientemente pequeños como para confundirlos por caninos de humanos. ―Los colmillos funcionan bien, en caso de que te lo preguntes ―dijo la vampira de exuberantes curvas, abriendo la botella para tomar un sorbo, mientras las demás tomaban sus jugos y abrían sus tapas―. Solo una cosa de genética rara. Ashwini no hizo la otra pregunta de la que quería respuesta, pero vio la comprensión de la misma en los ojos de Janvier, supo que lo discutirían luego. Por ahora, les enseñó a las mujeres la imagen facial creada por el contacto de Janvier. ―¿Es está su amiga?
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―Nunca se vio tan plana, siempre movía sus manos mientras hablaba. Solía volverme loca. ―Su voz dura en un esfuerzo por ocultar el temblor bajo ella, Carys alejó la foto―. Su cabello era dorado oscuro, no rubio blanco, pero sí, esa es Felicity. Grandes ojos color verde azulado y todo. Tan pronto fue posible la confirmación de la identidad de la víctima, Ashwini les pidió a las mujeres que compartieran todos los detalles que compartieron con Ramson. ―¿Recuerdan exactamente cuándo comenzó a hablar sobre su nuevo novio? Sina frunció el ceño. --Hace ocho meses. ―Suenas bastante segura ―dijo Ashwini. ―Me lo dijo el día de mi cumpleaños, es por eso. Salimos a tomar una copa, las cuatro, y ella se hallaban llena de noticias. ¿Recuerdan? Las otras dos mujeres respaldaron su recuerdo. Fue Aaliyah quien habló luego―: Semanas luego de eso, Felicity se encontraba muy feliz porque su chico le dijo que la llevaría a Europa, le compraría cosas en Paris, Milán, Roma. Le encantaba eso de las revistas de moda. Carys frotó el cuello de piel sintética de su abrigo que le llegaba a los muslos como si fuera una piedra de preocupación. ―Las chicas suelen gastar mucho dinero en trapos, pero ella dijo que le gustaba ver esas cosas.
―¿Alguna idea de cuándo se suponía que viajara a Europa? ―Ashwini se inclinó hacia al frente, sus antebrazos apoyados en sus muslos. Las tres negaron. ―Solo dijo que sería pronto. ―Sina metió sus labios, mordiéndolo con sus dientes―. Esa fue la última vez que la vi… alrededor de siete meses. ¿Ayuda eso? ―Comprobaremos los registros de las aerolíneas. ―Ahswini apostaría todos sus ingresos del año entero a que Felicity nunca salió del país, la promesa de Europa como un señuelo diseñado para colocar un rastro falso. ―¿Saben donde vivía su amiga antes de que conociera a su amante? ―Janvier empujó las galletas hacia Aaliyah, recibiendo una pequeña sonrisa de regreso. ―Sí. ―Carys les dijo la dirección, en una parte no muy buena de la ciudad. ―¿Y Felicity nunca mencionó el nombre de su amante? ¿Dónde vivía? ¿Algo? ―preguntó Ashwini, queriendo estar segura―. Inclusive el color de su cabello.
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Carys y Sina negaron, pero Aaliyah de repente se sentó con la espalda recta. ―Una vez nos dijo que se mudaría a una casa agradable en un buen Barrio lleno de perras ricas, y que nos invitaría para tomar café y comer pastel, y tendríamos que vestir sombreros y decir “oh, sí, querida” y “Pasa a despedirte”. ―Parpadeando rápido, susurró―: Nos reímos tanto. Era un tenue vínculo, pero se hallaba vinculado con un Barrio. ―¿Recuerdas alguna otra cosa? ―No… pero le pregunté porque no nos presentaba a su adinero, ya sabes. ―¡Aaliya! ―La boca de Sina se abrió―. Nunca nos dijiste eso. ―No quería hacer ver mal a Felicity, porque su hombre parecía ser un imbécil de primera clase. ―Secando sus lágrimas, utilizando la manga de su abrigo negro, dijo―: El idiota le dijo que si daba una pista de que tenían una relación antes de que la llevara a Europa para un cambio de imagen, así podría “encajar en su estilo de vida”, el trato se cancelaba. Felicity quería eso demasiado, no quería traer la mala suerte al decírnoslo. Una pausa después, Aaliyah añadió―: Era raro… Felicity nunca tuvo un chulo, pero, recordando eso, este chico, se le metió en la cabeza como uno de ellos, haciéndola creer todo ese numerito de “papito”.
Que él era omnipotente, Ashwini pensó, sus adentros hirviendo, que si él tenía que ser cruel era porque Felicity lo había decepcionado. Bastardo. ―¿No te dimos mucha información, cierto? ―preguntó Carys, directamente y a la cara. ―Nos dieron otro punto en la línea de tiempo. ―Ashwini no irrespetaba a las mujeres endulzando la realidad―. Cada paso nos lleva más cerca a descubrir que le sucedió. ―¿Quieres… ―Sina respiró hondo, sus pechos amenazaron con salirse del top que llevaba puesto debajo de su chaqueta rosada―. ¿Nos prometes que nos dirás lo que descubras? ―Lo prometo. ―No tenemos mucho. ―Carys apretó su mandíbula, hombros tensos―. Pero queremos asegurarnos de que tenga una tumba, un entierro apropiado. No tenía familia, creció en hogares de acogida luego de que sus abuelos se fueran enredados en una inundación que hubo cuando era pequeña.
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Ashwini no se sorprendió de que su asesino se concentrara en una presa herida, en una mujer hambrienta por amor y una vida estable que estuvo dispuesta a dejar de ser ella misma para lograrlo. ―El hombre cuyo hijo descubrió el cuerpo también quiere ayudar ―les dijo a las mujeres mientras sacaba su teléfono―. Es un buen hombre. Tal vez puedan hablarle para organizar el funeral de Felicity una vez que sus cenizas sean liberadas. Cinco minutos después, las mujeres se fueron con el número de contacto de Tony Rocco, y Ashwini se encontraba de regreso en el auto de Janvier, después de haber tomado el metro por llegar a Sangre por Menos. Mientras se iba, preguntó lo que quería antes―: ¿Cómo un vampiro puede ser forzado a trabajar en las calles? ¿Es parte de su Contrato? ―Nunca antes consideró eso como una posibilidad. ―No ―dijo Janvier―. Algunas cosas están prohibidas bajo Contrato, por la orden en curso de la Cátedra, incluyendo vender tu cuerpo. El castigo no vale la pena. Por supuesto, eso no significa que no un sinnúmero de maneras en las que el Contratado puede ser usado o abusado. Ashwini pensó en lo que vio en la corte de Nazarach, de las dos mujeres arrodilladas, una a cada lado del ángel, sus rostros blancos y músculos temblorosos bajo los vestidos de alta costura para la noche. ―¿A veces te preguntas… sobre Simone y Monique? ―Non. Ambas hicieron sus camas, como Sina pudo haber hecho. —Se detuvo detrás de un auto negro reluciente con chófer que trataba de estacionar en un pequeño espacio paralelo―. Ella tiene alrededor de unos ciento cincuenta.
―Eso significa que recibirá un pago cuando termine su Contrato. ―Lo que se decía era, que inclusive cuando a un vampiro se le pagara solo la cantidad mínima obligatoria, era lo suficiente para mantener a una persona por un año. Deslizándose alrededor del auto de la ciudad, Janvier dijo―: Los vampiros no son inmunes a las malas decisiones o la mala suerte. ―Su voz contenía oscuros recuerdos de la carnicería que presenció esta mañana, de la mala decisión que acabó con dos vidas―. También existe la posibilidad de que ella elija esta vida —para alguien, incluso cien años es demasiada vida y se aburren. Puede ser una carrera para ella entrar a autos con hombres desconocidos, para utilizar su cuerpo y tomar control. Cada vez que Ashwini pensaba que entendía a las personas, aprendía algo nuevo que le decía que ni siquiera sus habilidades pueden predecirlo todo. ―El bastardo calculador engañó a Felicity con lo del viaje a Europa. ―Esa es mi opinión. Él debió saber qué les diría a sus amigas, alardear un poco.
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―Se encontraba tan emocionada de encontrarse tan cerca de sus sueños. ―En su mente, Felicity se formaba completamente, una mujer vulnerable que era leal, e impulsada por la esperanza de un mejor futuro―. Luego la tomó y la lastimó. ―No, no murió hasta hace poco. ―Las palabras de Janvier salieron con esfuerzo―. La mantuvo por meses. ―Cuando encontremos a ese hijo de puta, yo personalmente aplastaré sus bolas en el suelo antes de rebanarlo en tiras. ―Querida, creo que tendrás que ponerte en fila. ―Dio una sonrisa sombría―. Pero tal vez comparta. *** Dmitri se situó en el centro de Masque y consideró el informe anterior de Janvier. El Cajun estuvo en La Torre durante los escasos quince minutos para ducharse y cambiarse antes de que saliera a encontrar a su cazador, pero fue lo suficiente. ―La situación de sed de sangre no era una urgencia anoche ―dijo, su voz más fuerte de lo que Dmitri usualmente escuchaba―, pero esta mañana todo cambió. Dmitri estuvo de acuerdo con la evaluación del otro hombre. Vio una grabación de vigilancia de Adele, ver el carmesí tiñendo el iris de los vampiros atrapados en las habitaciones privadas. También sintió la
fea energía en el aire cuando deliberadamente caminó a lo largo de la cuadra hasta el club: una mezcla viciosa de miedo y emoción. Las rápidas acciones que Trace, Janvier, y Naasir tomaron al lidiar con Rupert esa mañana añadió un poco de profundidad a ese miedo, pero la emoción violenta de sed de sangre era espesa en el aire y cada segundo más espesa. La lucha contra Lijuan desató la agresión de un gran número de Convertidos, y ahora querían rendirse ante esos impulsos en lugar de enfrentarse a las secuelas de la guerra. ―Dmitri. ―El largo cabello rojo de Adele rozó su trasero mientras caminaba hacia él, sus sofisticados rasgos y vestido no reflejaban la terrenalita pragmática en el corazón de su naturaleza―. ¿Qué planeas hacer con esto? Sonrió a medias; siempre le gustó Adele. ―Adele, te vi moverte como una guerrera. ―Su cabello trenzado alrededor de su cráneo, su arma elegida, un martillo de guerra, que aniquiló el renacer en su sector―. ¿Por qué diriges este antro de perdición en vez de ser parte de La Torre? Adele resopló. ―Dmitri, te olvidas. Te conozco desde hace cinco años ―pecado, sexo, dolor, los disfrutas todos.
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Disfrutar, pensó Dmitri, no era la palabra correcto. Él se ahogaba en la sensación de un esfuerzo inútil por olvidad la perdida que destrozó su corazón, y lo dejó muerto por dentro. Pero Adele no conocía su pasado, no tenía derecho a ello. ―Quiero que te pongas en contacto con cada líder vampiro del Barrio. ―Los que se encontraban afuera hacían su trabajo, los vampiros confiaban en ellos―. Diles que serán capaces de estar en La Torre a las seis en punto. ―Era un riesgo hacerlos reunirse más tarde en el día, pero se hallaba haciendo una llamada de juicio, que la noticia de la convocatoria tendría un efecto escalofriante y permanente sobre la sed de sangre creciente―. Llegar tarde es muy desalentador. Adele levantó una ceja. ―¿Planeas asustarlos Dmitri? Dmitri sabía que podía ser despiadado; era una ventaja. Sin embargo en esta situación, se requería algo más fuerte. ―Adele, la audiencia no está conmigo. Rafael solicitó su presencia. ―Habló con Rafael anoche, cuando los informes llegaron por primea vez, recibió el visto bueno para tomar esta acción en caso de ser necesario ―porque el arcángel que era su amigo daba un profundo miedo en los mortales e inmortales. ―Parece ―ronroneó Dmitri a una rápidamente pálida Adele―, que los Convertidos necesitan recordar que La Torre nunca deja de observar.
Adele tragó saliva audiblemente. ―¿Quién morirá esta noche? ―preguntó en un susurro. ―Todos los que han olvidado que ellos nos son los depredadores en la ciudad.
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29 Traducido por Jane Corregido por Laura Delilah
El edificio de apartamentos de Felicity, ennegrecido por la grava y el smog de la ciudad, tenía el aspecto oprimido de una mujer que una vez fue hermosa, pero hacía tiempo que se entregó a la marcha del tiempo. Ni siquiera se molestaba en arreglarlo: las cubiertas de las ventanas estaban ausentes o colgaban de una manera desequilibrada, y al menos un tercio de los cristales sucios tenían grietas en ellos. Dos habían cedido a la fuerza de gravedad y desaparecido totalmente, los agujeros cubiertos con plástico negro.
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Un inquilino en el tercer piso hizo un esfuerzo—Ashwini veía un verdor contra la ventana, lo que parecía como zarcillos curvados de un exuberante helecho. El intento de belleza sólo traía a la vista la decrepitud del resto del edificio. Esa falta de atención era visible en el interior también. Los grafitis llenaban las paredes justo dentro de la puerta de entrada, y las marcas de desgaste en el suelo de linóleo se habían desgastado hasta el concreto. —Entiendo por qué quería irse. —El plomizo empapado en el hormigón y el vidrio y la madera del edificio eran lo suficientemente poderosos como para rozar sus sentidos, pero debajo, muy por debajo, casi podía vislumbrar unas pequeñas, semillas de esperanza. Felicity plantó una de esas semillas, les dió esperanza a sus vecinos cuando logró irse. Al ver esto, sintiendo la fragilidad que yacía debajo de la superficie endurecida, hizo a la crueldad de lo que se le hizo a la joven, aún peor. El monstruo que la mató no sólo robó su vida, hizo una burla de su espíritu. —La persona responsable de la tortura y muerte de Felicity merece cada círculo del infierno. —Nos aseguraremos de que él—o ella—termine asándose durante mucho, mucho tiempo. —Janvier asintió a la izquierda, a una señal que, a juzgar por la riqueza de la tinta, fue desfigurada recientemente por un marcador azul que le decía a la lector “¡Vete a la mierda!”. Sería divertido si no fuera tan triste. Por debajo de la blasfemia se encontraba la palabra Oficina mal escrita y una flecha apuntando hacia el pasillo. —No tengo muchas esperanzas de que realmente haya alguien en la oficina —dijo Janvier—, pero el mundo está lleno de sorpresas. —La mayoría de ellas sangrientas, desagradables y mortales. — Caminando con él por el pasillo estrecho, Ashwini subió las escaleras
poco iluminadas a un sótano. Delante de ella había una puerta cerrada enlucida con volantes de publicidad, promociones vecinales por personas que luchaban para crear un sentido de comunidad en este lugar sin esperanza, y pequeños carteles pidiendo ayuda en la búsqueda de mascotas perdidas. Levantando su mano, llamó a la puerta con los nudillos. Para su asombro, se abrió casi de inmediato para revelar a un tipo grande, con barba y la piel tan pálida que estaba claro que tomar sol no era su pasatiempo favorito. —¿Sí? —Él frunció el ceño antes de que Ashwini pudiera identificarse y habló de nuevo—. Eres una cazadora. ¿Qué estúpido vampiro está escondiéndose aquí? Perceptivo, pensó. Él en realidad podría ser de alguna ayuda. — Ningún vampiro —dijo ella—, pero tenemos preguntas sobre un antiguo inquilino.
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El hombre, que parecía estar en sus tempranos treinta años, se rascó la barriga, el tamaño de la misma haciendo alusión a un amor por la cerveza y comida rápida. —Correcto. Adelante. —Apartándose de la puerta, les señaló con la mano en una oficina que sostenía un televisor mostrando una repetición de un programa de crimen, un sofá hundido con tapicería de dril de algodón, un escritorio enterrado bajo papel, y varias sillas desvencijadas. Apagó la televisión y dijo—: ¿Quieren sentarse? Insegura de que las sillas se sostuvieran, Ashwini sacudió la cabeza. —¿Eres el supervisor? —preguntó ella para asegurarse de que— por lo que sabía, podría ser el propietario. Levantando la mano, se rascó la mandíbula esta vez, los rizos negros rizados de su barba rasparon su piel. —Ah, sí, he tenido el trabajo por diez años —dijo—. Mi nombre es Seth. Soy estudiante en mi segundo doctorado, así que este trabajo es genial, sobre todo porque viene con una sala de trabajo atrás. —Él hizo una mueca—. Hago lo que puedo, arreglo lo que puedo, pero los propietarios no me dan mucho dinero, así que tengo que ignorar las cosas—como el interminable graffiti. —Frotándose las manos por la cara, dejó escapar un suspiro—. Pero no han venido aquí para escucharme gemir. ¿Quién es el inquilino? —Felicity Johnson. Su cara animada se congeló, luego se arrugó notablemente. —Ay, maldita sea, algo le pasó, ¿no? Sabía que nunca dejaría a Taffy así. —Me temo que fue asesinada. —Ashwini lo miró por algún signo de posible culpa mientras entregaba la noticia, vio sólo dolor. —¿Quién haría eso? —Una pregunta desconcertada—. Ella no era una amenaza para nadie.
—La recuerdas —dijo Janvier, apoyado contra la puerta que había cerrado. —Sí, era dulce. Muy agradable. —Su rostro cetrino se volvió aún más pálido y con su cuerpo previamente estable balanceándose una fracción, se sentó detrás de su escritorio—. ¿Están seguros de que es ella? —Todavía no hemos sido capaces de analizar ADN o encontrar una coincidencia de huellas digitales —dijo Ashwini lo más suavemente que pudo antes de presenciar su reacción—, pero sí, creemos que es ella. —Era demasiado esperar que la habitación de Felicity permaneciera deshabitada, pero si Seth había mantenido su solicitud de arrendamiento, las huellas dactilares podrían ser una posibilidad. —La mayoría de los inquilinos en un lugar como este —dijo el supervisor, mirando fijamente a su escritorio desbordante—, se vuelven tan duros, tan enojados con la vida que lo que quieren es alguien a quien culpar—soy un objetivo fácil. Pero Felicity no lo es... No era así. — Una sonrisa temblorosa—. Cuando arreglé su puerta después de que amenazara con caerse de sus bisagras, ella me horneó panecillos. Nunca tuve panecillos recién horneados antes.
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Otro vistazo de quien Felicity fue, otra punzada de furia por la persona que había acabado con la vida de una mujer con estrellas en los ojos. —¿Quién es Taffy? —Oh, Taffy... era su gato. Decidiendo correr el riesgo, Ashwini giró una de las sillas y se sentó con los brazos a lo largo de la parte posterior. —¿Hace cuánto tiempo Felicity se fue? —Bueno, hace aproximadamente ocho meses empezó a irse por un día o dos. Me pidió que cuidara del Taffy, así es como lo sé. Eso encajaba con la cuenta de Sina de cuando Felicity conoció a su misterioso novio rico. —Sigue. —Entonces comenzó a alejarse durante más tiempo y más tiempo. —Tragó saliva, su voz era ronca—. Imaginé que había renunciado a su contrato de arrendamiento, pero no lo hizo, iba y venía hasta hace unos seis meses. Un mes más, estamos más cerca de un mes más, Ashwini pensó con una feroz ola de júbilo, pero no interrumpió al desolado hombre. —El último par de veces que la vi, quizá dos semanas —dijo Seth, sus ojos tristes—, no parecía tan bien. Mira, la cosa con Felicity, no importaba lo malo que fuera, no importaba cuan baja de fondos ella se encontrara —se interrumpió, comenzó de nuevo—. Fui tolerante con ella. Le di un poco de tiempo extra para conseguir el alquiler; sabía que estaría agradecida. Él sacudió la cabeza. —De todos modos, siempre estaba feliz, ¿saben? Como un conejo o algo así. Toda llena de vida. —Sus hombros
empezaron a temblar, repentinas lágrimas rodaron por su rostro. Sus sollozos eran fuertes, crudos, y reales, una presa que había estallado sin previo aviso. Janvier se pasó la mano por el pelo antes de que ella pudiera llegar al hombre angustiado, luego se trasladó junto a ella para apretar el hombro de Seth. Volvió a su posición anterior sólo cuando el otro hombre comenzó a calmarse. —Lo siento —el supervisor jadeó, levantando la parte inferior de su camiseta para secarse la cara—. Mantuve la esperanza de que ella estuviera viviendo la gran vida en un yate en el Mediterráneo o algo así, pero sabía, sabía que no dejaría a Taffy. Un maullido resonó en ese momento. Un pequeño gato gris se deslizó por el hueco de la puerta detrás de la mesa sobre sus talones. El rostro de Seth se arrugó de nuevo al ver al gato, pero se recompuso con un suspiro tembloroso. —Ven aquí, Taffy —dijo, y el gato saltó a su regazo. —Ella es tan dulce como Felicity. Nunca fui un chico de gatos, pero luego de que Felicity no regresó... —Sus hombros cayeron, acarició al animal ronroneando. —Lo siento. —Las palabras eran insuficientes, pero eran todo lo que tenía hasta que localizaran a la persona que hirió a Felicity.
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—Quiero ayudar —dijo Seth, limpiando con el dorso de la mano sus ojos y levantando la cabeza—. Felicity, nunca la vi triste, ¿sabes? Pero esas dos últimas veces, era como si... se desvaneciera. Como si alguien estuviera robando su espíritu. —Una vena palpitó en su sien—. Le pregunté si su novio la golpeaba, pero dijo que sólo dió demasiada sangre. —Entonces —dijo Ashwini, pensando en lo que había compartido—, en realidad no vivió aquí los últimos meses, pero ¿nunca se llevó a Taffy? —No, dijo que a su chico no le gustaban los gatos. Le dije que ningún hombre valía la pena renunciar a Taffy, pero sólo se rió. —Él acarició al gato de nuevo, la acción repetitiva alivió la tensión en su cuerpo—. No podía entender por qué mantuvo el apartamento, desperdiciando su dinero. Sabía que yo me encargaría de Taffy si realmente lo necesitaba... Espero que ella lo supiera. —Creo que lo hacía. —Para Ashwini, las acciones de Felicity decían que la otra mujer se había sentido a salvo aquí, y tuvieron bastantes dudas acerca de su nueva vida para aferrarse a esa seguridad tanto como pudo—. ¿Puedes recordar la fecha exacta de la última vez que la viste? —No, pero puedo encontrarla. —Abriendo un gran diario negro garabateado con tantas anotaciones, Ashwini no sabía cómo entendía el sentido de este, dio marcha atrás hasta que encontró la nota de su visita—. No, fue destrozado —dijo cuando Ashwini le preguntó sobre el contrato de arrendamiento—. ¿Quieren mirar sus cosas en su lugar?
El corazón de Ashwini golpeteó. —¿Los mantuviste? —Las pertenencias de Felicity podrían proporcionar una fuente casi infalible de ADN y/o huellas dactilares. —El dueño vendió la mayor parte para pagar el alquiler atrasado después de que ella no regresara —dijo Seth—, pero entré con antelación y recogí las cosas que sabía que significaban algo para ella. El resto de ello era mobiliario que recibió de Goodwill, poca ropa y libros. —Sería útil si pudiéramos llevarnos las cosas de Felicity. Levantándose ante la respuesta de Ashwini, Seth recuperó las pertenencias de la mujer asesinada de la trastienda. —Las escondí allí en caso de que el propietario descubriera que guardé sus cosas. —Su rostro se arrugó de nuevo—. Mantuve la esperanza de que volviera. Colocó la caja lastimosamente pequeña en la mesa delante de Ashwini, luego se sentó y frotó la cabeza de Taffy con los dedos cuando el gato volvió a su regazo. —Después de que hayan terminado... ¿podría quizá tener la imagen en el cuadro rojo? Es de nosotros después de que salimos a un juego de pelota una vez con algunos otros amigos.
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Fue entonces cuando comprendió la nota de angustia por debajo de su tristeza. Era amor. Felicity fue amada profundamente y nunca lo supo... o tal vez lo hizo, pero fue incapaz de corresponder por razones propias. La gente no siempre ama a quienes deberían, o a los que eran buenos para ellos. —Me aseguraré de que te sean devueltos —dijo ella. —Su funeral. . . —¿Conoces a Sina, Carys, y Aaliyah? Un guiño desigual. —Voy a hablar con ellos, ocuparme de Felicity. Tantas vidas, Ashwini pensó, Felicity había tocado tantas vidas. Incapaz de dejar a Seth sentado a solas con el gato en sus brazos y lágrimas en los ojos, ella dijo—: ¿Tienes familia en la ciudad? ¿Amigos? —Sí. —Una ronca respuesta—. Pero necesito estar solo ahora. Tengo que tratar de entenderlo. Ashwini no tenía el corazón para decirle que no podría haber ninguna comprensión de esto. Dejándolo con su dolor, no dijo nada hasta que guardaron la caja de pertenencias de Felicity en el auto. Su primera parada fue el laboratorio forense del Gremio, donde un técnico superior revisó la caja y se apoderó de una foto de marco negro diciendo que tenía una buena superficie para huellas. Tenía una foto de Felicity de pie en una azotea, con los brazos levantados y pies separados mientras miraba hacia la Torre. Una foto clásica de turista—y Felicity, se veía tan joven y llena de esperanza. El técnico forense también tomó un pequeño cepillo para el pelo con un mango de madera tallada. —Puedo ver varios cabellos que
podríamos ser capaces de utilizar para el ADN... sí, el folículo concuerda —dijo el hombre con gafas, mientras meticulosamente recogía las hebras. Mientras tanto, la mujer de pocas palabras quien se hizo cargo de las huellas dactilares levantaba varias del marco de la imagen. Varias eran demasiado grandes, para ser las de Felicity, probablemente las de Seth. Pero las más pequeñas correspondían con el cuerpo que habían encontrado. Para confirmar, el técnico también imprimió una tarjeta de identificación de una cadena de comida rápida que tenía el nombre y el rostro de Felicity en el. —Sin duda, concuerda —dijo ella. El ADN pondría el sello final sobre la identificación, pero ya no había ninguna duda en la mente de Ashwini que Felicity Johnson fue su víctima. Tomando el resto de las pertenencias de Felicity, se volvió hacia Janvier. —Vamos a ir a un lugar bonito a ver esto. —Parecía un insulto a las esperanzas de Felicity hacerlo en tales entornos clínicos. —Conozco un lugar —dijo Janvier, y se dirigieron de nuevo a su auto.
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Mirando la ciudad que pasaba, la nieve convirtiéndose en hielo y suciedad en lugares, prístina en otros, ella mantuvo su silencio. No había necesidad de hablar. Vió la misma tristeza sombría que vivía en su corazón en el rostro de Janvier. Cuando él se detuvo en un estacionamiento cerca de Chelsea Market, pensó que significaba que irían a una tienda de té en el interior, pero él la condujo a través de High Line. Las elevadas vías del tren originalmente se utilizaban por los trenes de mercancías, el área se habían convertido en un espacio verde. Los días de verano y las noches lo veían llenos de neoyorquinos para tomar un poco de sol, dar un paseo, o simplemente pasar el rato. Y no era popular sólo con los mortales y vampiros. A los ángeles le gustaba pasar, a menudo se sentaban en las barandas especialmente reforzadas, sus alas cayendo sobre los lados. Ashwini una vez vió a dos de ellos comiendo helado y mirando el flujo de taxis amarillos abajo mientras que un curioso niño de unos siete años se apoyó en la barandilla junto a ellos y les hizo un millón de preguntas. Pastos largos y flores silvestres, arrastrando vides establecidas en los enrejados, piezas innovadoras de esculturas entre el verdor, el estado de ánimo de High Line cambiaba a capricho de los jardineros y curadores, por lo que era un lugar renovado una y otra vez y otra vez. Luego estaban los pájaros y las mariposas, su canto y color llenaban el aire en los días soleados de verano. El sol de hoy no podía desterrar la nieve fría sobre los asientos de madera donde a la gente le gustaba descansar en un clima más cálido, pero seguía siendo un bonito lugar rodeado por el corazón palpitante de
la ciudad. Los jardineros permitían a las plantas y árboles crecer libremente en invierno, por lo que en lugar de las líneas estériles de un parque bien cuidado, aquí había hierbas agitándose que habían vencido a la nieve con valor y resistencia, ramas de árboles desnudos duras contra el cielo. Janvier puso la caja de pertenencias de Felicity en un pequeño bloque de madera libre de nieve, y luego se acercó a un árbol estéril de invierno en el centro del jardín. —Ven aquí, cher. Mira esto. Uniéndose a Janvier debajo de este, contuvo el aliento. Una nueva escultura delicada y secreta fue añadida al árbol. Diminutas hadas de bronce se sentaban en las ramas, se asomaban de un pequeño agujero en el tronco, se paraban de puntillas para abalanzarse sobre los amigos sentados, ajenos. Cada una era exquisita en sus detalles, sus características únicas. —¿Sabías que estaban aquí? —preguntó ella, con el corazón dolorido por la belleza efímera de las piezas, porque los visitantes que vislumbraban el secreto no serían capaces de resistir; se llevarían un hada o dos casa como un tesoro.
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—Es uno de Aodhan —le dijo Janvier—. Lo puso aquí hace tres noches con la ayuda de Illium. Dice que son chispas de pequeñas risas atrapadas en bronce, con la intención de viajar a donde las sorpresas los lleven. —Recogiendo un hada que estaba sentada con la barbilla en sus manos, su rostro expresivo con placer por el mundo ante ella, se la dio a Ashwini. —Para cuando Felicity sea puesta a descansar. Creo que se adapta a una mujer que nunca estaba triste. Ashwini le dio un beso en la mejilla ante una ola de emoción cruda y metió la pequeña criatura cuidadosamente en su bolsillo, asegurándose de que la cara de la hada saliera para que pudiera continuar observando el mundo. Entonces, haciendo a un lado la nieve de un par de los asientos, se sentaron uno frente al otro, el bloque de madera entre ellos. Aunque los edificios altos los miraban, Ashwini no se sentía encerrada. El ruido del tráfico, las bocinas de los autos, y las conversaciones fragmentadas que flotaban desde la calle, sumado al roce del aire, a la sombra de alas de ángel en la nieve cuando un escuadrón pasó por encima, todo hablaba de libertad. Este era un buen lugar para entrar en el pasado de Felicity, para ver quién fue antes de que un monstruo decidiera tratarla como desechable. Ashwini levantó la tapa de la caja.
30 Traducido por Jessy. Corregido por Sofía Belikov
La caja de Felicity contenía una cantidad increíblemente pequeña de cosas para toda una vida. Una bonita cadena de oro con un medallón en forma de corazón se situaba dentro de una caja de madera decorativa con un forro de terciopelo azul. Al abrir el medallón, Ashwini vio las imágenes de un hombre y una mujer que parecían estar en sus cincuenta o a principios de los sesenta. —Probablemente sus abuelos.
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Había tres fotos más. Una de Seth con Felicity, ambos riendo y agitando dedos de espuma en el aire con una mano, las otras cerradas alrededor de perros calientes chorreando debido a todos los acompañamientos. Felicity lucía radiante ante la cámara, con Seth junto a ella. —Lo sabía —dijo Ashwini, pasando un pulgar sobre el rojo del marco para quitar una mota de polvo—. Cualquiera podría notar lo que sentía por ella. Janvier cogió la segunda fotografía, su marco de un rosa brillante —En esta también hay personas que la querían. —La dio vuelta para mostrar una imagen de Felicity con Carys, Sina, y Aaliyah, las cuatro mujeres riendo mientras alzaban unos tragos muy coloridos en un bar. Felicity llevaba un vestido blanco que se adaptaba a su cuerpo y tenía un pañuelo de seda de un amarillo intenso alrededor de su cuello, con mariposas moradas en la tela. Se veía joven, bonita y feliz. La última fotografía era de la misma pareja de ancianos en el medallón. Ashwini trazó el tractor en el fondo, asimiló la interminable tierra removida, captó el destello de una pala en la esquina del marco, y las líneas del sol que marcaban el rostro de las dos personas que sonreían y aparecían fuera de la imagen. —Era una chica de campo. Los ojos de Janvier se convirtieron en esquirlas de malaquita, duros y fríos. —Una que vino a la ciudad para mejorar su vida, encontrar un hombre que le ofreciera la seguridad que anhelaba. —Y en su lugar encontró un depredador. —Era una historia bastante común: los depredadores eran a menudo tanto humanos como inmortales, pero eso no significaba que todas y cada una de las víctimas no merecieran justicia. Con la determinación firme, Ashwini regresó a los contenidos de la caja. Una pequeña figura de un gato persiguiendo una pelota con
astillas en una esquina, una tetera blanca con bonitas flores azules, y la pluma de una cadena de hotel se situaban en la parte superior de una caja de zapatos llena de talonarios y papeles. Poniendo la caja de zapatos a un lado por el momento, Ashwini y Janvier siguieron con el resto. No era demasiado. Eran más adornos baratos que habían significado algo para Felicity, pero que estuvo demasiado avergonzada de llevar a su nuevo “hogar”. Dado lo que sabía Ashwini de la naturaleza de Felicity hasta ese momento, estaba segura que la vergüenza fue fomentada en ella por otro. La mujer que había lucido alegre, llena de esperanza y tan animosa como un conejito, la mujer que tuvieron toda la intención de invitar a sus amigas de trabajo a tomar té en su casa en el Barrio Vampírico, no habría sentido vergüenza por sí misma sin presión exterior. —Eso es todo —dijo Janvier después de quitar dos libros de la caja. No había anotaciones en las páginas, ni trozos de papel escondidos dentro. —La caja de zapatos —dijo, con la esperanza de que Felicity les hubiera dejado un hilo que tirar, una pista que seguir.
tenía una lista de compras adecuada. —Ashwini le mostró a 217 Janvier—Nocómo Felicity escribió un recordatorio para comprar leche alrededor de una receta que arrancó de una revista—. Pero era compulsiva en lo que respectaba a sus finanzas. —Esos documentos eran atados cuidadosamente con goma elástica. —Cuando eres pobre —dijo Janvier—. Nunca olvidas el valor del dinero, ¿non? Ashwini pasó el dedo bajo la liga —Nunca fui pobre, salvo por el tiempo que estuve por mi cuenta. —Siempre recordaría el día que escapó de Banli House, huyendo del terror con un par de pantuflas endebles que no se encontraban fabricadas para la grava y el asfalto. Las plantas de sus pies lucían ensangrentados pedazos de piel, con pequeñas piedras incrustadas en su carne. El dolor no importó. Había encontrado la solitaria oscuridad de la carretera, le hizo gestos a un camión para que se detuviera, y tomó su vida en sus manos cuando subió a la cabina. Era mejor, pensó en su estado de pánico y enfado, morir en libertad en las manos de un camionero maniático que terminar loca en la prisión de Banli. Sin embargo, el conductor no se hallaba demente. Sólo era un hombre solitario que quería conversar, y que no vió ninguna razón para no darle un aventón a la casa de su abuela fuera del estado. Por supuesto, Ashwini no tenía una abuela fuera del estado, pero fue una historia tan buena como cualquier otra.
—Por tu cuenta a los quince años, cher —dijo suavemente—. Creo que entiendes el significado de la pobreza.
Janvier
Ashwini pensó en cómo había rogado por entrar a un trabajo para lavar platos en la cafetería donde el camionero la dejó, y con los salarios pagaba las comidas. Había dormido dolorosamente en los bosques cercanos, trasladándose después de tres vacíos días, con miedo de no haberse alejado lo suficiente. Para entonces, ya sabía todo de los conductores que frecuentaban la cafetería, usando deliberadamente su habilidad para distinguir a los buenos de los malos por primera vez en su vida. Y los buenos la llevaron lo suficientemente lejos como para finalmente sentirse segura. —Lo divertido de todo eso es que —dijo, con los ojos en la caja de zapatos—. Corrí en la dirección opuesta a Felicity. —¿A un área rural? Ashwini asintió —Vió un documental, sabía que las grandes plantaciones de frutas siempre necesitaban recogedores de frutas. — Programó su escape para el verano, consciente de que nunca lo lograría en invierno sin el equipo adecuado—. Me presenté, trabajé duro, y viví en un granero o dos para guardar dinero para el invierno. Me metía después de que todo el mundo se iba a casa, salía a hurtadillas antes de que los agricultores despertaran. a contarme cómo llegaste al Gremio? —preguntó Janvier, 218 su voz—¿Vas de una música oscura que seducía, la convencía y hacía sentir viva. Ashwini dejó que la música se hundiera en sus huesos mientras abría la puerta hacia el pasado. —Llevaba tres meses en mi nueva vida y de trabajo cuando Saki me encontró dormida en el granero de sus padres. Era la mujer más dura que he conocido. —Toda fortaleza y paciencia perfeccionada—. Pero en vez de echarme, se sentó en un fardo de heno y me preguntó por qué pensaba que esa existencia era mejor que en mi casa. Janvier la observaba con una tranquila intensidad. —Le contaste la verdad. —Sí. —Hasta ese día no supo por qué, pero esa conversación cambió el curso de su vida—. Me habló sobre el gremio, dijo que mi independencia y resistencia me posicionarían en un buen lugar. La elección fue fácil; era la primera vez en su vida que alguien le dijo que podía tener éxito en algo sin tener que alterar su propia naturaleza. —Sonaba demasiado bueno para ser vedad, y estaba segura que me rechazarían, pero no lo hicieron. —Su fachada desafiante se había agrietado con la aceptación, y la dejó expuesta a los agudos ojos de Saki. Fue entonces cuando la otra mujer le enseñó su primera regla del Gremio: Tus compañeros cazadores siempre te apoyarán. Nunca utilizaremos lo que sabemos sobre ti en tu contra.
—Tenía miedo de volver a Nueva York para asistir a la Academia, con miedo de que Arvi me enviara de regreso a Banli House. Pero… también extrañaba a mi hermano. —El amor nunca era simple; podía odiar a Arvi y amarlo al mismo tiempo. Una vez, había intentado convencerse de que no sentía nada, pero la mentira fue demasiado grande para cargarla—. El psicólogo del Gremio fue el que se aseguró de que no fuera entregada otra vez. Así que fui a casa, e hice todo a mi alcance para ser una adolecente normal. —¿Y tu hermano? —preguntó Janvier en voz baja—. ¿Lo viste a tu regreso? La mente de Ashwini volvió a ese instante tantos años atrás cuando Arvi entró de golpe en la sala de conferencias de la sede del Gremio. Nunca olvidó la mirada salvaje en sus ojos, su pelo revuelto y su mandíbula ensombrecida con una barba gruesa. Se detuvo a medio camino hacia ella, con el pecho subiendo y bajando. —Estás a salvo. Viva.
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El agonizante alivio en esas palabras viviría con Ashwini para siempre. —Sí —le susurró, su mano apretando el respaldar de la silla mientras lo miraba a través del abismo entre ellos. Había querido correr hacia sus brazos, como también quiso golpearlo y gritarle, los impulsos igualmente de poderosos chocando para congelar sus pies en el suelo—. Habría muerto en ese lugar. Arvi se estremeció. —Intentaba salvarte. —Lo sé. —Gracias a Saki, también sabía que había llenado un reporte de persona desaparecida por ella y contratado incontables investigadores privados en un esfuerzo por encontrarla. No sólo eso, sino que estuvo hablándole a cada conductor de autobús y tren que pudo encontrar, con la esperanza de que alguien pudiera recordarla—. Gracias por buscarme. —Fue su miedo, y el saber que él… Que él no la dió por perdida… lo que la hicieron querer llorar a pesar de la confusión e ira en su interior. La expresión de Arvi fue escueta. —Nunca hubo ninguna pregunta. Esa fue la única vez que ambos hablaron de lo que él hizo al ponerla en Banli House. —Sí —le dijo a Janvier—. Vi a Arvi. —Con la garganta apretada, tragó—. Me buscó —dijo con simpleza, incapaz de enfrentar el enredado nudo de emociones incitados por los recuerdos—. Pero no se interpuso en mi camino cuando se trató del Gremio, no intentó reafirmar la tutela. A salvo de la amenaza de internamiento, Ashwini había estrechado su enfoque a los estudios del Gremio, decidida a olvidar la otra parte de su existencia. Al haber aprendido la verdad acerca de Tanu y su madre para ese entonces —después de enfrentarse a Arvi un mes después de su regreso— vió su “don” como una maldición que había destruido su familia y no quería ser parte de ello. —Tenía
diecinueve años antes de aceptar quién era, lo que tenía en mi interior. —Fue viendo a Tanu detrás de una puerta cerrada un día que lo hizo; prometió que nunca estaría tan atrapada… y se dio cuenta que se encarceló a sí misma. La sonrisa de Janvier era débil, su ojos oscuros. —Tantos años en una historia tan corta. Un día, me contarás el resto de ella. Ashwini se encogió de hombros —Tuve más suerte que un millón de personas. —¿Y los depredadores? —preguntó Janvier, con un tono tranquilo, pero los hombros tensos—. Debiste haber sido una chica hermosa, alta y de piernas largas. —Más como flaca y sucia. —No que tales cosas detuvieran a los monstruos—. Tuve un par de sustos, irónicamente no de los extraños a los que estaba tan atenta, sino de dos de los trabajadores del campo que llegó a conocer durante el verano. Un hombre la acorraló en una secadora en desusó que pensaba utilizar para dormir, mientras que otro la agarró en los campos cuando cometió un error y fue la última en irse. —Pero ya me habían acorralado antes —le dijo al vampiro, que tenía muerte en sus ojos en ese momento—. Todavía tenía esa fuerza salvaje en mí, junto con los cuchillos quecompré con mis primeros sueldos.
La expresión de Janvier no se suavizó. —¿No quisieron causarte 220 problemas después de que los heriste? —Pudieron haberlo hecho, pero me subí a un tren de carga hasta otra granja la misma noche en ambos casos. Sabía que no podía ganar contra ellos. —El desamparo la molestó, pero sus instintos de supervivencia le ganaron al orgullo. —Siento muchas ganas de visitar esas zonas. —No es necesario. Volví cuando era una cazadora completamente formada. Ninguno de los dos volverá a molestar a otra chica de nuevo. —Ante la ceja levantada de Janvier, dijo—: No están muertos, sólo… fuera de servicio en ciertas funciones corporales.
—Bien. —Una lenta y peligrosa sonrisa, antes de Janvier inclinara la cabeza sobre los papeles otra vez—. Las hojas de balance se detuvieron hace siete meses, así que no hizo uno para el último mes que Seth la vio viva. —Puede que finalmente se hubiera dependiente del bastardo que la mató.
vuelto
completamente
Estrechando los ojos, Janvier le pasó el resguardo de un ticket que se había atascado en el interior de los documentos financieros. — Opera. Nada de lo que Felicity pudiera permitirse y la actuación fue en ese último mes. Ashwini lo tomó, con los ojos en el código de barra. —Hay una buena posibilidad de que podamos rastrear esto.
Asintiendo, Janvier volvió a los documentos financieros mientras que ella escudriñaba las otros pedazos de papel. —Sus ingresos bajaron durante las últimas cinco semanas de llevar el registro —dijo Janvier unos minutos después—. Por lo que veo, es cuando dejó de hacer sus trabajos de limpieza. Ashwini le dio la vuelta a un talón de ticket para una película de casa de arte. Sin código de barras. No había manera de perseguir un solo patrón de hacía seis meses y medio. Poniéndolo a un lado, dijo—: El viejo rico la convenció para que lo dejara, pero fue generoso en sus términos. —Pagando por cosas, pero no dándole independencia financiera—. Parece como algo que un abusador haría. —Controlarla bajo una capa de devoción. —Los músculos de la mandíbula de Janvier se movieron—. Ya ha hecho esto antes. Fue demasiado sueva al operar. —Sí. —La comprensión de que Felicity no hubiera sido la primera, de otras víctimas perdidas y olvidadas, la enfureció—. Opera, películas de casa de arte, el recibo de un vestido de diseñador… —Frunció el ceño, y miró el total—. Cinco mil dólares, pagados en efectivo. —Debía haber sido un apoyo, destinado a atraer a Felicity más profundamente en la tela de araña. Cinco mil era el cambio para un vampiro viejo y rico. —O bien es un vampiro viejo que se siente incómodo con otros 221 métodos de pago —dijo Janvier—. O uno joven presumiendo. —Iría por el viejo con lo bien orquestado que está todo esto, lo paciente, pero, ¿por qué limitarlo a vampiros? —Levantó una ceja—. Los ángeles pueden ser incluso más retorcidos. —Nazarach le enseñó eso—. Puede ser que un ángel este detrás de todo esto y que el vampiro que la mordió simplemente sea quien hacía el trabajo sucio. —Haré una investigación discreta, para ver si algún ángel es conocido por gustos que pudieran haberse transformado en este tipo de fealdad. —Abriendo una cuenta bancaria todavía en su sobre, como si hubiera llegado después de la última visita de Felicity a su departamento, se detuvo—. Compró algo en una tienda que es inusualmente de lujo para una mujer con tan pocos ingresos como Felicity. Llegó al máximo de su tarjeta de crédito… y esa tarjeta fue pagada en su totalidad unas semanas más tarde. Ashwini le echó vistazo al cargo, vio la referencia, y miró la cartelera pegada en la pared de un edificio una cuadra abajo. —El reloj de un hombre —dijo ella, la sangre un rugido en sus oídos—. Le compró un regalo al bastardo. Janvier siguió su mirada. —Es frío, calculador. Los bancos pueden ser peores que los policías, así que se aseguró de que no vinieran a indagar.
—Pero una tienda como esa —dijo en la oleada de rabia—, tendrá vigilancia. —Tal vez, sólo tal vez, el monstruo estuvo con Felicity cuando compró el regalo.
222
31 Traducido por Marie.Ang Corregido por Lizzy Avett’
Cuatro horas después de su visita al Barrio, Dmitri terminó su llamada con el segundo de Astaad—quien tenía el mal gusto de estar durmiendo con Michaela, pero de otro modo estaba cuerdo—y subió al techo. Él y Rafael necesitaban discutir la próxima reunión con los líderes vampíricos. Tal como había predicho, la sed de sangre empezó a enfriarse en el instante que la orden recorrió la comunidad vampírica. Siete de los líderes ya lo habían contactado, el temblor en sus voces apenas oculto. —Por favor, dígale al sir que me he encargado del problema. —Fue el mensaje de cada uno, aunque las palabras exactas pudieron haber diferido.
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Fue demasiado poco y demasiado tarde. Lo que Rafael necesitaba Dmitri era saber los nombres de los peores infractores, los que tuvieron el coraje de faltar a la disciplina a través de sus propias acciones o carencia de ellas. No le tomó mucho a Dmitri reunir esa información, no con los informes recientemente presentados por Trace y Janvier, así como la contribución de Illium sobre el Convertido que ejercía la mayor autoridad sobre los otros. Dmitri también tuvo una larga e interesante conversación con Adele que clarificó ciertos asuntos. Ella podría rehusarse a unirse oficialmente a la Torre, pero las lealtades de Adele eran incuestionables—y ella sabía también como él que ese castigo no podía ser evitado una vez que el crimen hubiera sido cometido. Mientras que Rafael no era caprichoso o brutal sin una causa, también era despiadado a la hora de mantener el orden en su territorio. La sed de sangre era igual a la carnicería. Nunca sería aceptable. Sin embargo, cuando Dmitri salió al recinto acristalado que albergaba el ascensor, se sorprendió de encontrar a Naasir y a Elena al otro lado. Usaban la superficie plana del techo como campo de entrenamiento e iban contra el otro sin tabúes. No, pensó después de una segunda mirada, eso no era cierto. Naasir no se movía ni de cerca a su velocidad habitual. No era porque estuviera herido esa mañana—la herida lucía mal, pero era relativamente menor comparado con la edad y fuerza de Naasir. No, era porque los dos aun evaluaban la fuerza del otro.
—Ella lo llamó una criatura tigresa. Dmitri se giró hacia el arcángel que vino tras él. Rafael no usaba los ascensores, así que tuvo que haber usado las escaleras. Eso, también, era altamente inusual. Dmitri supuso que no quería volar, interrumpiendo la sesión de práctica al exterior. —Bueno, ella se dirige en la dirección correcta. —La Conversión de Naasir era algo único y terrible—. Él en realidad le dijo varias verdades en la cena. Con los labios curvados, Rafael mantuvo su mirada en Elena y Naasir. Ahora intensificaron el ritmo, los cuchillos de Elena cortando más rápido mientras Naasir se movía con una gracia veloz que era fascinante de observar. Veneno también era rápido, pero más sinuoso, con la velocidad sorprendente e irregular de una víbora. Los golpes de Naasir eran fluidos, felinos y extrañamente sigilosos para ser tan fiero. —Ella se está conteniendo, eso es algo. —Elena una vez le había cortado la garganta a Dmitri en una concurrida calle de Manhattan, por lo que la cazadora era muy hábil, pero iba en contra de un vampiro muy peligroso de más de seiscientos años sin ningún lugar al que correr; ella ni siquiera podía despegar lo suficientemente rápido para evitar a Naasir—. ¿Le has advertido a Naasir que ella aún no es completamente inmortal? —El otro hombre no la heriría fatalmente a propósito, pero podría no darse cuenta de lo que hacía sin una advertencia previa.
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—Sí. —La sonrisa de Rafael se profundizó—. Incluso con tener que restringirse, se está riendo. Sabes lo que eso significa. —Lo está disfrutando. —Existía un número extremadamente limitado de personas que podía poner esa mirada en el rostro de Naasir, especialmente en una sesión de lucha—. Es porque ella es tan impredecible como él. Sin reglas, sólo hacer lo que se necesita. —Eso compensaba el hecho de que Elena no era lo suficientemente fuerte para tomar sus golpes con toda su fuerza. —Sus sesiones con Janvier han perfeccionado ese aspecto en sus habilidades en combates cuerpo a cuerpo. —Bien. —Dmitri fue el que le recomendó a Elena entrenar con Janvier. El Cajún era un maldito luchador callejero y Elena necesitaba cada habilidad que pudiera aprender; a un considerable número de personas le gustaría verla morir. Ella era, después de todo, una viva manifestación del corazón de Rafael. Siguiendo observando la sesión al exterior, deslizó sus manos en los bolsillos de sus pantalones negros. —Trace se puso en contacto antes. —El elegante vampiro con su gusto por la poesía y el arte había sanado lo suficiente para encargarse de la vigilancia en Khalil un par de horas atrás, sólo para transferirla a Emaya y Mateo hace cuarenta y cinco minutos—. Encontró al distribuidor del Umber, desafortunadamente, parece que la cabeza del hombre fue separada del cuerpo anoche.
››Trace cree que su proveedor no le gustó el hecho de que él no pudiera mantener la boca cerrada, y estoy de acuerdo con él. —Quien fuera que se encontraba detrás de esto no quería ser famoso o que su nombre fuera conocido por la Torre—. El traficante en sí era escoria de bajo nivel que fue, con toda probabilidad, escogido por sus contactos entre los aburridos y los ricos. No espero que Trace encuentre algo que conecte al comerciante con su proveedor. La expresión de Rafael cambió al implacable enfoque que lo hizo un miembro de la Cátedra. —No es coincidencia que esta droga haya hecho su aparición ahora. —Sí. El débil temor que todavía puede venir. —EL choque en los cielos sobre Nueva York fue solo la primera batalla—. Pero, el malestar general se restringe generalmente a los buscadores de placer cobardes que se escabullen en escondites en lugar de luchar. —Dmitri estuvo feliz de no tener que lidiar con su inutilidad patética durante las hostilidades—. Lamento lo de Rupert. Peleó con valentía. Debió haber tomado el Umber en un momento de estupidez. —¿Es su muerte y retorno enfriando el ardor por la droga?
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—En la superficie, pero para algunos, el incidente ha prestado un glamour mortal. —La ruleta rusa jugaba con una sustancia cristalina, la asesina sed de sangre solo una muestra a distancia—. Si no cortamos la fuente, tendremos más incidentes. Los ojos de Rafael rastrearon a Elena cuando se las arregló para golpear con fuerza a Naasir en el muslo, pero consiguiendo torcer su ala en el proceso. —Un error —murmuró—. Ella no hará eso de nuevo. Observaron a los dos por otro minuto antes de regresar a su conversación. —Hay una posibilidad de que esta droga sea otra jugada de Charisemnon o de un miembro diferente de la Cátedra que busca debilitar la ciudad. —El intenso negro del cabello de Rafael brilló con un color negro azulado en la luz que entraba por el cristal—. He hablado con Keir y me dice que una droga con tal efecto virulento en el Convertido casi sería imposible de fabricar usando elementos químicos conocidos. Dmitri estuvo de acuerdo, sobre todo porque sus propios laboratorios tenían dificultades en analizar el compuesto. —Las últimas pruebas dicen que tiene una base orgánica en vez de una fabricada, pero eso no nos acerca mucho a descomponerla. —¿Jason? —Está corriendo la voz entre sus operativos—tendrá un reporte para nosotros esta noche desde las otras cortes. Hasta el momento, el Umber parecer ser un problema localizado. —Cruzándose de brazos, Dmitri encontró el azul violento de la mirada de Rafael—. De los líderes vampíricos, Severin y Anais son los peores infractores. Ambos se han
alimentado violentamente en público en las pasadas dos semanas. —No está vetado en sí, pero es una estúpida decisión en la actualidad. Los dos tenían que haber sabido que sus acciones animarían e incitarían a otros. —Parece que Anais y Severin desean ser mis invitados. Vamos a acomodarlos después de la reunión —dijo Rafael, su tono frío como el hielo—. Los tres tendremos una discusión en privado después de que aclare este asunto de la Cátedra. —¿Michaela en verdad sigue insistiendo que el territorio de Lijuan debe ser tomado y repartido? —Sí, y ahora Charisemnon amenaza con declararle la guerra. Nadie los toma en serio, pero es una molestia que necesita ser tratada. —¿El refugio? —Destinado a ser territorio neutral, el hogar de la especie angelical y el santuario de sus jóvenes había sufrido esporádicas luchas durante la ofensiva de Lijuan. Galen y Veneno estuvieron forzados a permanecer en el Refugio para defender la fortaleza de Rafael ahí contra el ataque. —A salvo —respondió Rafael—. Michaela no cometerá el mismo error que Lijuan. Ella es mucho más inteligente y astuta, así como Lijuan era arrogante. Dmitri entendió la diferencia. Una se basó en el poder, la otra en
226 la manipulación y tocar las corrientes correctas. —En muchos sentidos, Michaela es el animal políticamente perfecto. El tipo vicioso y manipulador que vendería a su propia madre para ganar puntos. —Hay una razón por la que eres mi segundo, Dmitri. —Estuve hablando con Dahariel antes—no puedo imaginar por qué un hombre tan inteligente como él se desliza en la cama con ella. —¿Le dijiste que, como la araña que se come a su compañero, ella tiene el hábito de ser la última mujer que sus hombre tocan? Dmitri sintió que sus labios se alzaban en las comisuras. —Puedo haberle recordado al Arcángel de Bizancio, muerto hace mucho, y al más reciente fallecido Uram. —Señaló más allá de la ventana, en donde Naasir hizo retroceder a Elena hasta el borde del techo—. Quizás deberías intervenir. —Una caída incontrolada podía aplastarla en la Torre. —No, no lo creo. Elena golpeó con fuerza las piernas de Naasir al segundo siguiente y regresó a la parte principal del techo. Respiraba con fuerza, Naasir gruñía. Se dio la vuelta y se puso de pie, la agarró con ira aparentemente incontrolada. Elena cayó y quedó en el suelo con la mano de Naasir en la garganta un segundo después. Ella le dio una palmada a la superficie dura y fría y Naasir la liberó, extendiendo la mano para ayudarla a levantarse. De Naasir, eso
era un cumplido—significaba que encontró a su oponente lo suficientemente digno para quedarse. De otro modo, simplemente se hubiera alejado. —Naasir no querrá irse. —El otro hombre podía trabajar separado de los otros Siete, pero su naturaleza se rebelaba contra el aislamiento a largo plazo de su familia—. Veneno no es lo suficientemente fuerte para tomar su lugar en Amanat permanentemente y necesitamos a los otros aquí. —Eso significaba que de todos los Siete, Naasir era el único que estaría por su cuenta—y ya fue así durante diez meses. —Naasir podría no desear ir —dijo Rafael—, pero lo hará. —Una absoluta confianza del Arcángel en uno de sus hombres—. Él entiende la necesidad. —¿Tiene un amante al menos? —Naasir no le iba bien con el contacto físico, especialmente cuando se separaba de Rafael y los otros Siete, y su compañero en Amanat, mientras letal, era un asceta que no se entregaba a los placeres de la carne. Tranquila diversión regresó al Arcángel de Nueva York en el hombre que fue el amigo de Dmitri durante mil años. —Él es una criatura salvaje en una ciudad elegante y civilizada. ¿Qué opinas de sus posibilidades?
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—Se inunda en mujeres que están fascinadas con él. —No es de extrañar que Caliane intentara civilizarlo—. Tu madre debe temer que seducirá a una de sus doncellas a alejarse dentro del peligro. —La he calmado en ese punto. Naasir puede saborear como refrigerio lo dulce y encantador, pero cuando escoja a una compañera, ella será una criatura feroz con garras que lo harán sangrar y un corazón tan salvaje como el suyo. Riendo porque Rafael tenía razón, Dmitri observó mientras, afuera, Naasir tomaba dos cuchillos de Elena y fingía no saber qué hacer con ellos, así Elena le mostraría cómo. —Ten cuidado, Rafael — dijo, consciente de que la lealtad de Naasir era tan inquebrantable como la suya—. La criatura tigresa está coqueteando con tu consorte. —Por supuesto que lo hace. Ella, también, es una criatura feroz con un corazón salvaje. —Rafael empujó la puerta, su mano volando para atrapar el cuchillo que Elena lanzó en su dirección.
32 Traducido por Mire Corregido por Miry GPE
Janvier podía decir que Ashwini quería hacer un agujero en la pared cuando el hombre oficioso, en la taquilla de la ópera, les dijo que las entradas fueron compradas en la puerta, pagadas en efectivo. Después de descubrir que la joyería donde se compró el reloj borró su material de vigilancia, y que la tienda de diseñador que vendió el vestido de cinco mil dólares no tenía constancia de quién lo compró, eso fue la gota que rebasó el vaso. —Maldita sea, no puede terminar así —dijo ella, cada músculo en su cuerpo se tensó lo suficiente para romperse—. ¡Este malvado monstruo no se saldrá con la suya!
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Acunando su cara, él solo la sostuvo, tocándola. Al principio, ella casi se estremeció contra él, lista para alejarse... pero no lo hizo. Deslizó sus manos hacia abajo para abrazarla cuando ella se apoyó en él, la sostuvo cerca, ella, a su vez, envolvió sus brazos alrededor de él. Se quedaron en silencio, sin preocuparse de las personas que pasaban junto a ellos por la acera. Su corazón dolió. Las cosas que ella le dijo, el futuro que predijo, amenazaba con aplastarlo. A toda marcha, se recordó. Así era como siempre habían vivido, vivirían, hasta la última chispa de la llama que era la inteligente y vívida mente de Ashblade. —Vamos a dar un paseo —dijo ella cuando se alejó después de un inesperado beso en su garganta—. Aclaremos nuestras cabezas, tratemos de pensar en otros caminos para explorar. —Entonces, para su deleite, se acercó y fijó la bufanda que se encontraba a punto de deslizarse de un lado de su cuello. Ella frunció el ceño ante la sonrisa que se desplegó en sus mejillas. —No trates de tomarme de las manos. Así que, por supuesto lo hizo. No por molestarla, sino porque se sentía bien tener su palma deslizándose contra la suya... especialmente cuando ella curvó sus dedos alrededor de los suyos con un tirón de sus labios. Se sentía como volver a casa.
Caminaron alrededor de los empresarios y turistas, la ocasional madre con un cochecito, los buscadores de clientes para los restaurantes tratando de decirles que entraran para una comida, los dueños de los puestos al lado de la carretera gritándoles sobre la “genuina imitación” de relojes de oro y la “imitación de diseñador” de bolsos. Era ruidoso y caótico y era Nueva York. —No estaba seguro de que me gustaría esta ciudad —le dijo a ella—. Sin embargo, el loco espíritu de esta, tiene una manera de meterse bajo la piel de un hombre. —Sin embargo, extrañas el pantano, ¿no? —Ricos y oscuros, sus ojos vieron su corazón, y era su derecho—. Esa vieja cabaña donde te rastreé una vez… —¿Te refieres al lugar en el que me amenazaste con enterrarme en un hoyo del pantano, y luego cubrirme con hormigas rojas?
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Ashwini le enseñó sus dientes al vampiro burlón, quien era la única persona que alguna vez totalmente “la tuvo”. Esa vez en el pantano, él respondió a la puerta con los pies descalzos y vistiendo pantalones vaqueros parcialmente abotonados, su cuerpo perezosamente relajado mientras se apoyaba contra el marco de la puerta de la casa rodeada de agua por casi todas partes. Los árboles cipreses medio sumergidos en esa agua, eran exuberantes en follaje y pesados con musgo español en la humedad espesa, el paisaje sobrenatural en su belleza. Un musgo verde brillante diferente, creció por los lados de la cabaña, convirtiéndola en parte del pantano, y a la derecha podía ver una hamaca colgada entre dos árboles sumergidos con la altura suficiente para hacer que valiera la pena. En cualquier otro momento, se habría subido a esa hamaca y dejado escapar un suspiro, feliz de pasar la tarde viendo el agua del pantano moverse lenta y sinuosa como una mujer intentando seducir. Sin embargo, en ese momento, estuvo muy tentada de dispararle a Janvier en las entrañas. —Me hiciste vagar por el pantano por semanas —murmuró ella ahora—. Entonces, justo cuando te tuve, fuiste agradable con el ángel que cabreaste. —Tampoco era la primera vez que él hacía eso—. Sabías cuán furiosa me puso… ¿por qué seguías haciéndolo? Levantando sus manos entrelazadas, él le dio un beso en sus nudillos. —Te cortejaba. —Solo alguien con un sentido del humor retorcido consideraría eso un cortejo. —Resultó que ella era una de esas personas, pero maldita sea si no se divertía cuando no quería matarlo—. Iba a preguntar si ese lugar es tuyo. —Sí. Está cerca de donde crecí. —Ella lo vio dirigir un solo vistazo a un ladrón callejero que los estuvo mirando, y de repente, el adolescente de cabello rizado con piel manchada decidió que tenía que
estar al otro lado de la carretera—. Es un lugar sencillo, tranquilo. No hay prisa allí, ¿non? —Sí. —Podía imaginarse relajándose en la hamaca con él, sintiendo todas las preocupaciones del mundo alejándose—. Vayamos allí... cuando esto termine. Después que Felicity pueda descansar. Observa la sombra de su tierra natal sosteniendo la de ella, su acento evocando la exuberante, húmeda y atormentada bienvenida de eso mientras él dijo—: Después de que Felicity pueda descansar. Siguieron caminando, yendo a ninguna parte en particular, el aire frío en sus pulmones y la brillante luz del sol en un cielo azul de invierno. Cuando el teléfono de Ashwini vibró, lo sacó con su mano libre. —El Gremio confirmó que todas sus cuentas han sido cerradas, y nuestros contactos en la banca dicen que parece que ella misma lo hizo. —Su asesino la convenció de eso —dijo Janvier con absoluta confianza—. Le dijo que cuidaría de ella, que si lo amaba, hiciera lo que le pedía. Ashwini casi podía oír al bastardo convenciendo a Felicity a hacer precisamente eso. Excepto... —Ella mantuvo su apartamento tanto como pudo, no renunció a su gato —dijo ella lentamente—. Apuesto a que creó una cuenta en otro lugar.
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—O —dijo Janvier—, dejó dinero con alguien en quien confiaba. —No. —Ashwini negó—. Él la había alejado de sus amigos para ese tiempo. Iré con los ciber-genios del Gremio para buscar por todas las posibles instituciones bancarias. Envió el mensaje, pero no tenía la esperanza de que encontrarían algo que los conduciría al asesino de Felicity —a pesar de sus intentos de mantener su independencia, estaba claro que la joven mujer fue casi totalmente dependiente de su “amante” hasta el fin. Con toda probabilidad, estuvo encarcelada poco después de ser vista por última vez, sin darle oportunidad de acceder a cualquier dinero que había logrado esconder. —Silenciosamente voy a localizar y hablar con los sirvientes que trabajan en las casas de los ángeles y vampiros que pueden ser capaces de tal crueldad —dijo Janvier, la caoba acariciable de su pelo elevándose con la brisa—. A menudo, ellos son conscientes de más de lo que sus amos saben. Esa era una buena idea. —Yo podría ser capaz de ayudar con eso. Generalmente entro en contacto con los vampiros más jóvenes, y muchos de ellos se encuentran en el nivel siervo. —Haremos una lista, comenzar a circular. —Estuvo en silencio por un minuto—. Cher, algo que dijo Aaliyah me carcome. —¿Sobre que el vampiro le ordenó a Felicity no decir nada acerca de que eran una pareja hasta que ella tuviera su “transformación”? — Eso estuvo persistiendo en ella, una aguda púa en sus entrañas.
—Sí, exactamente. No creo que ella incluso fuera parte de su ganado oficial, que mantuvo eso como un encanto —si ella era lo suficientemente buena, lo complacía lo suficiente, se convertiría en una de las elegidas. —Un tono de castigo en cada palabra—. Mientras tanto, él debió disponer el reunirse con ella fuera de sus lugares de costumbre, donde habría pocas posibilidades que lo vieran con ella. Cuanto más aprendía Ashwini sobre el hombre que torturó y asesinó a Felicity después de sofocar su espíritu, más lo odiaba. —Eso pone a todos nuestros sospechosos de vuelta en la piscina. —Y aun así permaneció la pregunta de cómo él causaba lesiones fatales tan inquietantemente similares a los resultados de la alimentación de Lijuan—. Pero el punto de vista de los sirvientes todavía merece seguimiento —y uno pudo notar signos de una mujer que él o ella nunca vio. Janvier se pasó una mano por su pelo. —Me gustaría que no tengamos que ir sigilosos por esta investigación. Alguien tenía que haberla visto con ese bastardo, ¡si tan solo pudiéramos preguntar!
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Incluso mientras soltaba las palabras, sus ojos se detuvieron en un sonriente niño que acababa de arrastrar a su madre a un escaparate, luego fueron a un grupo de mujeres agrupadas en torno a una mesa de café cercana, sus cabezas inclinadas en una risa de secreto. —Pero para hacerle justicia a Felicity, tendríamos que rasgar para abrir las heridas de una ciudad que apenas ha dejado de sangrar. Ashwini no tenía respuestas, dividida entre las mismas fuerzas compitiendo. *** Ocho horas después, mantener los detalles de la muerte de Felicity en secreto ya no era un problema. *** Tras separarse de Janvier más temprano para llevar a cabo su plan de hablar con quienes atendían las casas del poderoso, rico y cruel, Ashwini corrió hacia la sección de cuidados intensivos del hospital para averiguar que él la golpeó allí. —¿Dónde está ella? —Eso salió en un jadeo, su corazón bombeando; recibió la llamada mientras se hallaba en la sede del Gremio, dándole a Sara un informe de la situación, decidió correr en lugar de tratar de negociar el tráfico pesado en un taxi.
—En una habitación al final del pasillo. —La chaqueta de Janvier se hallaba abierta sobre su camiseta negra, su bufanda no estaba—. Por aquí. Se puso a caminar con él. —¿Has hablado con ella? Una sacudida de cabeza. —Los médicos se encuentran con ella. Creo que reaccionará mejor a una mujer, en cualquier caso. Dolorosamente consciente de lo que Janvier no dijo, la tortura que la mujer pudo sufrir a manos de un hombre, Ashwini encontró la mirada del ángel que hacía guardia junto a la puerta cerrada al final del pasillo, las alas azul plateado se presionaban contra la pared. —¿La trajiste aquí? —Sí —dijo Illium, sus ojos dorados más fríos de lo que ella los vio nunca—. Salió corriendo de Central Park, desnuda y gritando, se desplomó en la calle. —Jesús. ¿Hipotermia?
—Ashwini
pensó
en
el
intenso
frío,
el
hielo—.
—Un indicio de congelación… la recogí casi tan pronto fue descubierta.
232
Lo que significaba que fue dejada en algún lugar cercano, abandonada lo suficientemente cerca del tráfico para conseguir por sí misma ayuda y atención. No, pensó Ashwini, no por su bien, sino porque el sádico monstruo detrás de esto quería que fuera noticia de primera plana. Eran las ocho ahora, por lo que la víctima salió corriendo durante la hora más concurrida, cuando la gente salía del trabajo o salía a cenar. —Las pistas llevaron de regreso a otra entrada de calle —dijo Janvier, respondiendo a la pregunta que ella estuvo a punto de hacer. —Por supuesto que lo hicieron —murmuró—. ¿Las cámaras de seguridad? —Alerté a los equipos de la Torre y del Gremio para que fueran por cualquier fuente que pudieran encontrar —dijo Janvier—. Hasta ahora, nada. Ashwini rodeó su estómago. —¿Qué tan malo es? Illium separó sus labios para responder cuando la puerta se abrió desde el interior, un vampiro alto y delgado, con el pelo castaño claro, y rasgos aristocráticos en un rostro de piel pálida salió. Llevaba un uniforme verde, sostenía un gráfico en una mano. —Ella ha perdido más de la mitad de la sangre en su cuerpo —dijo, pasando una mano por su cabello, dejándolo de punta en sus extremos—. Sin embargo, eso no explica su apariencia. Nunca he visto algo así y he sido un médico por vidas. Ashwini podía sentir la edad del vampiro presionando contra su piel, sabía que debía tener por lo menos setecientos años. —¿Hay algo que nos pueda decir?
—Nada útil. Otro doctor salió entonces, una mujer mortal, su pelo era una capa plateada intensa contra el marrón oscuro de su piel. —La pobre chica. —Presionando el puente de su nariz entre el pulgar y el índice, encontró cada una de sus profundas miradas a la vez—. Uno de ustedes puede entrar, pero tuvimos que sedarla para conseguir que dejara de gritar, así que no estoy segura cuánto sentido obtendrán de ella. Janvier e Illium permanecieron afuera mientras Ashwini entraba. Cerró la puerta detrás de ella con un chasquido tranquilo y armándose de valor para lo que pudiera ver, se enfrentó a la cama. Colocaron a la víctima en una habitación privada con una extensa vista del campo de estrellas caídas que era la cubierta nocturna de la ciudad. Sin embargo, la mujer en la cama no se encontraba inquieta con el paisaje. Yacía plana sobre su espalda, mirando hacia el techo con ojos marrones apagados que se hallaban marcadamente inclinados. Junto con los pómulos puntiagudos que ahora empujaban dolorosamente contra su piel, esos ojos que le daban una felina clase de belleza una vez, impresionante y sensual. Su único defecto, para aquellos que lo verían de esa forma, era la marca de nacimiento que cubría el lado izquierdo de su cara y parte de su cuello, el color oscuro como vino de oporto.
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Una vez más, el asesino eligió a una mujer que bien pudo ser vulnerable, un objetivo herido por el mundo hasta que estuvo dispuesta a pasar por alto las señales de peligro con la esperanza del amor y seguridad. Su rostro se encogió sobre sí mismo, la mayor parte de su piel de un blanco parecido al papel, que parecía curtido desde la distancia; Ashwini se encontraba segura que era una ilusión, que resultaría tan delgada y frágil como la de Felicity. Las uñas de la mujer estaban agrietadas y rotas, su cuerpo demacrado, y su pelo negro tan delgado, se sentía como si un toque lo convertiría en polvo. Una venda le cubría la garganta, la carne de abajo sin duda desgarrada y arrancada. Cuando Ashwini levantó suavemente la sábana, vio los moretones y marcas de mordeduras en cada centímetro de piel expuesta por la fina bata de hospital. Sin embargo, eso era donde el parecido con Felicity terminaba. Donde Felicity fue una cáscara momificada, esta mujer todavía tenía algo de sangre en su cuerpo, un poco de carne en sus huesos. Como si hubiera escapado antes de que el proceso se completara. Ashwini estaba segura que fue puesta en libertad a propósito. Volviendo a colocar la sábana, con cuidado de no empujar las líneas intravenosas que goteaban dentro de la mujer, dijo—: Soy Ash. Mi trabajo consiste en averiguar quién hizo esto. Ayúdame. No hubo respuesta.
Sin querer rendirse, agarró una silla de la esquina y se sentó junto a la cama. Entonces, empezó a hablar de Felicity, sobre lo que encontraron hasta el momento. —Esto —dijo al final—, lo que el bastardo te ha hecho, lo que le hizo a Felicity, no está bien y tiene que ser detenido. Nada. Ashwini ni siquiera se hallaba segura de que la víctima parpadeara durante todo el tiempo que estuvo hablando. Aceptando que quizás la mujer simplemente no podía responder, que se encontraba rota en un nivel muy profundo, Ashwini se puso de pie y dejó la silla donde estaba. Sin embargo, cuando iba a salir de la habitación, algo la hizo volver atrás. No hubo cambio, ni siquiera un susurro, y, sin embargo... Regresó a la cama, se quedó mirando la mano que yacía tan frágil y esquelética a centímetros de ella. No fue visible cuando volvió a colocar la sábana. —Háblame —susurró Ashwini, pero la mujer siguió mirando hacia el techo. Sin embargo su mano, se encontraba en frente de Ashwini como una invitación.
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Garganta trabajando y piel caliente, flexionó y extendió su propia mano. Sus instintos gritaban que tenía permiso, que la mujer atrapada en esa cáscara de cuerpo le gritaba en una frecuencia que nadie más podía oír. Aún así, vaciló. Esto no sería como con el viejo y sabio Keir, o con la joven adolescente llorosa que descubrió el cuerpo de Felicity. Quien hubiera sido esta mujer una vez, llevaría el horror en sus venas ahora. Ashwini nunca habló de Honor, nunca lo haría, pero después del secuestro de Honor, hubo tantos gritos en su cuerpo que el ruido fue ensordecedor, un terror aullador que inundó a Ashwini. Vomitó más de una vez por la fuerza con que la golpeaba, pero se sentó con Honor en el hospital noche tras noche a pesar de todo, su mano apretada con fuerza con la de su mejor amiga. Honor sobrevivió a esa vil oscuridad, necesitó de Ashwini ser lo suficientemente fuerte como para luchar contra sus ecos, estar a su lado. Como esta mujer lo hacía ahora. —Estoy aquí —dijo Ashwini... y tocó la punta de los dedos de la parte posterior de la mano de la víctima.
33 Traducido por Jasiel Odair Corregido por Daniela Agrafojo
El contacto fue un golpe directo al estómago por un puño de hierro frío, que la dejó sin aliento. Luego vino la náusea, atada a un pánico abrumador y un pavor que le daba ganas de acurrucarse como una pelota en la esquina y mecerse hasta el olvido. Rompiendo el contacto, apoyó las manos sobre la cama y aspiró tragos desesperados de aire. —Cher. Había sentido entrar a Janvier, no se asustó ante su tono preocupado. —No sé cómo hacer esto. —Su voz salió como vidrio roto, áspera e irregular—. No sé cómo superar su terror.
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Moviéndose tan cerca que el calor de su cuerpo lamió su piel, Janvier tomó una de sus manos y la llevó a su boca de esa forma que se había vuelto tan rápidamente familiar. El beso fue suave, una seducción perezosa, y no tenía nada que ver con el horror que había consumido a su víctima. El suave placer hizo que las náuseas retrocedieran, calmando su frecuencia cardíaca. Levantando las manos entrelazadas, ella frotó su mejilla contra el dorso de la mano de él. —¿Y si me quedo? —preguntó él—. ¿El toque te anclará? —No lo sé. —Este era territorio desconocido—. Toda mi vida, he tratado de minimizar esto, lo que puedo hacer. Muy rara vez, siento cosas buenas, pero la mayoría de las veces, es crueldad y maldad. Así que no miro, no quiero mirar. —No es nada de lo que avergonzarse. Nadie puede vivir la vida sumido en el horror. ¿Cómo hacía eso? ¿Verla tan fácilmente? —A veces pienso que me convertí en una cazadora para poder aliviar mi pena —susurró—. Que elegí hacer frente a un peligro físico, porque no puedo hacer frente a esto. —Sin embargo —dijo Janvier—, he escuchado a otros cazadores decir que salvaste sus vidas al advertirlos de tomar más armas o respaldos adicionales cuando Inteligencia sugirió que no había necesidad. —Eso es diferente. Sé cosas de vez en cuando.
—¿Y no hay pesadillas? ¿No pagas ningún precio por este conocimiento? Ashwini no pudo sostenerle la mirada. Porque había habido sueños antes de cada una de sus advertencias a sus compañeros de caza, sueños que la dejaban empapada en sudor, su corazón latiendo tan duro y rápido que le causaba dolor físico. —Quédate —dijo ella, su confianza en él tan profunda, que era una parte de su alma—. Si… si parece que podría comenzar a gritar, llévame lejos. —Era su temor secreto, que la locura pudiera aspirarla incluso antes de que supiera que estaba allí. —¿Alguna vez te he dejado? ¿Hmm? —mostró una lenta sonrisa que le hizo doler el corazón—. Incluso cuando querías que me perdiera. ¿O se trataba de un pantano infestado de sanguijuelas? —No, estoy bastante segura de que era un pozo lleno de estiércol de elefante fresco. —Ah, debemos aclararlo. —Otro beso a sus nudillos. Concentrada en la traviesa interacción, ella apretó los dedos sobre los suyos y luego alargó la otra mano y la cerró con infinito cuidado sobre la parte expuesta del brazo de la víctima.
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Una vez más, el impacto la empujó como un puño de hielo en el cerebro. Cada segundo del terror y el dolor que la víctima había sufrido, todo centrado en esta fuerza agonizante y embrutecedora. Sintiendo su mano sujetar la mano de Janvier mientras la otra permanecía suavemente en el brazo de la víctima, Ashwini trató de ver a través del grito, pero ya era demasiado viscoso, demasiado ruidoso. Una gota de sudor se formó en su frente, comenzando a rodar hacia abajo. Su estómago amenazó con revolverse. Reprimiendo las ganas con pura fuerza de voluntad, se estremeció y pensó en Janvier, en la caza a través del pantano que la dejó pegajosa y de mal humor y mordida por lo que se sintió como un millar de mosquitos, olvidando los otros insectos. La memoria visceral despejó un camino a través de la rabia de la emoción gritando, una cinta delgada de un camino que era de musgo verde. No detuvo el pánico, el horror, pero las emociones formaron un muro curvo de fealdad terrible a ambos lados de la carretera, listo para sofocarla otra vez si flaqueaba su voluntad. Respirando superficialmente, Ashwini pisó el camino, siguió… y entonces se encontró cayendo en una espiral trepidante, el mal aullándole, burlándose de ella. Ashwini sacó uno de sus cuchillos. Nadie iba a encarcelarla nunca más. Cortando en pedazos la oscuridad que aullaba, salió y… — Oh. La mujer que yacía tan inmóvil en la cama del hospital no era como ahora, sino como debía haber sido: una cara impresionante con
su singular belleza, de mediana estatura y curvas, con sedoso cabello negro hasta la cintura. —Hola —dijo Ashwini—. He estado buscándote. —No tenemos mucho tiempo. Me voy. —No. —Ashwini extendió la mano, tomando la de ella—. Lo lograrás. La sonrisa de la mujer era tanto triste como decidida, sus hombros firmes. —No, no quiero quedarme, no quiero esa vida. No soy lo que me hizo. Pensando en la concha sobre la cama, con los huesos tan frágiles como un pájaro, su corazón un aleteo bajo su toque, y sus ojos huecos, Ashwini entendió que esta mujer nunca volvería a vivir, incluso si su cuerpo sobrevivía. —¿Estás segura? —Sí. —Los dedos de la víctima se volvieron más delgados… No, se estaban desvaneciendo—. No hay suficiente tiempo. —Dime su nombre. —Ashwini luchó para aferrarse a ella por otro latido—. Del que te hirió.
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—No me acuerdo. —Sin angustia, como si hubiera viajado más allá de eso—. Eso ya se ha ido. Sé mi nombre. Lilli Ying. Tengo una madre, un padre. Por favor, diles que no sufrí. Era mentira, pero una mentira que Ashwini diría como si fuera verdad. —Lo prometo. ¿Puedes decirme algo acerca de la persona que te hizo daño? —El primer monstruo quería causarnos dolor. Eso le daba placer sexual. —Un destello de miedo atravesó la paz, pero fue borrado rápidamente—. Pero entonces… entonces vino el otro, y fue peor. —Sus rasgos se desvanecieron, su voz un susurro lejano—. El otro tenía alas. Y drenó la vida de mí. —¡Espera, no te vayas! —Ashwini sentía como si estuviera tratando de aferrarse a una brizna de aire, una serpentina de niebla—. Necesito un sendero a seguir para encontrar a los monstruos. Algo. ¡Cualquier cosa! El eco de la víctima inclinó la cabeza, la miró un poco, sin comprender. Pero luego dijo—: Olía como cacahuates, donde me mantenían. Extraño. Me hizo querer panecillos de mantequilla de maní. Cacahuates. Como un lugar grande que olía a cacahuetes. —El aire se disipó, las palabras eran menos que una memoria del pensamiento—. Me tengo que ir. —¿A dónde? —preguntó Ashwini, la única pregunta que la perseguía después de todos los gritos que había tocado en el mundo, todo el dolor que había presenciado—. ¿Es un buen lugar? Su única respuesta fue un pitido penetrante que hizo añicos el mundo en un millón de afilados y brillantes fragmentos.
*** Janvier tomó fácilmente el peso de Ashwini cuando ella se tambaleó hacia atrás desde la cama. Las alarmas sonaron a su alrededor, el monitor del corazón mostrando una línea plana. Pero la mujer en la cama… tenía una sonrisa en su rostro, un último movimiento muscular que hizo un instante antes de que las alarmas chirriaran en pánico agudo. Sosteniendo a Ash mientras los médicos se apresuraban a entrar, la oyó susurrar—: No, déjenla ir —con una voz tan ronca, que sólo él la oyó, porque su aliento besó su mandíbula mientras lo decía—. Quiere irse. Janvier dio la orden en voz más alta y, cuando los médicos dudaron, dijo—: Asumo toda la responsabilidad. Denle la paz que ella quiere. Fue el médico mortal quién puso la mano sobre el médico vampiro. —Tiene razón. Sufrió demasiados traumas. Sólo prolongaríamos su dolor si nos las arreglamos para resucitarla. Con los hombros caídos, el médico vampiro se acercó y apretó varios botones.
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Las alarmas se quedaron en silencio, el único sonido que Janvier podía oír era la respiración superficial de Ash. Luchando por levantar las pestañas y fallando, su Ashblade abrió los labios, volvió a hablar. — Dijo que olía a c… —Su cuerpo se convirtió en un peso muerto, su mente lastimada perdiendo la batalla contra la conciencia. Envolviendo un brazo alrededor de su cintura, la puso en posición vertical para que nadie se diera cuenta de su condición. En el pasillo, no pidió que Illium la llevara. El ángel de alas azules era un hombre en el que Janvier confiaría su espalda en cualquier momento, pero también era un ángel de cientos de años de antigüedad, con recuerdos que Janvier no podía esperar conocer y que podrían causarle más dolor a Ash, incluso en su estado inconsciente. —¿Puedes asegurarte de que el cuerpo de la víctima tenga un examen completo y una autopsia? —le preguntó al otro hombre, en su lugar—. Llévala a la morgue del Gremio y al patólogo que examinó a Felicity. —Me aseguraré de que se haga. —Los ojos dorados examinaron el cuerpo laxo de Ash, el brillo del sudor en su piel—. ¿Necesita un paseo? Sacudiendo la cabeza, Janvier dijo—: Dile a Dmitri estoy fuera de la red hasta que vuelva a ponerme en contacto. Un breve asentimiento. Treinta segundos más tarde, Janvier tenía a Ash en el ascensor. Presionando el botón de la cochera subterránea, dijo—: Casi llegamos, cher. —Por alguna razón desconocida, había tomado el auto para sus entrevistas cuando la moto hubiera sido más fácil, decisión
que él consideraría más tarde—. No es que me queje de tenerte pegada a mí. —Ja, ja. —Su voz sonaba débil y drogada, las palabras mal articuladas—. Tu mano… —La aplastaste en pedazos —dijo en su sien, manteniendo un rígido agarre sobre sus emociones—. Ahora vas a tener que besarla, centímetro a centímetro. Sin hacer un sonido, su cuerpo perdió toda la tensión de nuevo. Balanceándola en sus brazos, salió del ascensor y se dirigió directamente a su auto. Nunca la vió así, y lo odiaba. Ella no estaba destinada a ser tan silenciosa, tan exánime. Ash era vida y malicia y salvajismo. Encendiendo el motor después de colocarse el cinturón de seguridad, condujo no a su amplio apartamento de la Torre, sino al hogar de ella. Estaría más cómoda en su nido, y, a decir verdad, a él le gustaba, también. La Torre no tenía la esencia del hogar para él. No tenía el olor de ella.
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En su edificio, aparcó en el mismo espacio que su portero había usado la noche anterior. Le llevó dos minutos llevarla hasta el ascensor y entrar en su apartamento después de sacarle la llave que sabía que ella llevaba en el bolsillo izquierdo de sus vaqueros. Acostándola en la cama, le quitó las botas y la chaqueta, le quitó las armas. —No es la forma en la que quiero desnudarte —dijo, llenando el silencio que era como garras de metal alrededor de su corazón. No, nunca sobreviviría a perderla. Su piel estaba un poco caliente cuando la comprobó, pero su respiración era estable. Janvier no se encontraba dispuesto a arriesgar nada; llamó al Gremio y un médico estuvo en la puerta en siete minutos. Quitándose la chaqueta de motociclista y dejando caer su casco en la alfombra, el hombre corpulento la revisó. —Sus signos vitales están dentro de los niveles de seguridad. —Miró a Janvier de forma penetrante después de hacer ese pronunciamiento—. Sara me envió porque he tratado a Ash antes. Sé lo que puede hacer. Si eso es lo que causó esto, tendremos que vigilarla y ver qué pasa. —Yo lo haré. El médico no discutió con Janvier, simplemente le mostró qué hacer para revisar sus signos vitales, y luego dijo—: No estoy lejos. —Le dio su línea directa—. Llámeme al instante que piense que está en peligro. Quitándose las botas luego de que se fuera el otro hombre, Janvier se sacó la chaqueta y desenfundó la pistolera, también se desabrochó el cinturón para asegurarse que la hebilla no la tocara. Un instante después, se encontraba acurrucado a su alrededor. Ashwini
era tan vívida que se olvidaba de lo frágil que era como mortal, no podía dejar de notar que a pesar del músculo tonificado que la hacía tan bella y peligrosa en movimiento, sus miembros eran delgados, sus huesos demasiado rompibles bajo su fuerza vampírica. Y su mente… Deslizando un brazo bajo su cabeza y negándose a ahondar en un futuro que aún no estaba escrito en piedra, deshizo la trenza con la otra mano para que ella se sintiera más cómoda, murmurándole en el lenguaje que había hablado como un muchacho, flaco, salvaje, y a menudo hambriento. —La primera vez que te vi, tenías una ballesta señalándome y una mirada verdaderamente cabreada en tu cara. El recuerdo era uno de sus favoritos: ella tuvieron una mancha de aceite en la mejilla, su blusa verde oliva manchada de tierra, y sus botas de combate plantadas a treinta centímetros de distancia, pantalones negros ocultando sus largas, largas piernas. Había querido envolver la mano alrededor de su cola de caballo y tirar hacia atrás su cabeza hasta que su garganta se arqueara para un beso de sangre que habría enviado placer erótico corriendo a través de sus cuerpos.
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—Nunca había sentido tanta lujuria —dijo, pasando la mano por su brazo hasta unir sus dedos con los de ella—. Podría haberte devorado, incluso si tuviera que pagar con heridas de ballesta. —Se rió entre dientes—. Imagínate si me hubieras permitido seducirte entonces, cher. Ningún movimiento, la temperatura de su piel lo suficientemente fría y pegajosa para hacer que una bola de miedo se alojara en sus entrañas. —No te vayas. —Fue una súplica dura, su corazón y su alma a sus pies—. Por favor, no te vayas. No es nuestro tiempo. Todavía no. No tan pronto.
34 Traducido por Daniela Agrafojo Corregido por Paltonika
Dmitri estaba informando a Rafael sobre la segunda víctima cuando Elena apareció en la puerta de su oficina de la Torre. Hola, hbeebti. Hola, Arcángel. Se inclinó contra el marco de la puerta y él observo mientras ella y su segundo reconocían a los demás con una mirada. Los dos habían llegado a un entendimiento de que ambos tenían los mejores intereses en la ciudad, y el arcángel, de corazón. No es que eso detuviera el afilar de sus cuchillos entre sí.
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Sin embargo, hoy, Dmitri tenía asuntos más críticos en su plato. —Una distracción no funcionará esta vez —dijo el vampiro—. Demasiadas personas vieron a la víctima, incluso con la rapidez con que Illium la recogió, y mientras los medios de comunicación no sepan cómo presionar a la Torre, las cabezas parlantes estarán especulando en todos los canales. —Detenlos. —Rafael no permitiría que nadie sembrara miedo en su ciudad. Ni el enemigo ni sus propios ciudadanos. —Eso no curará el problema —respondió Dmitri, demostrando por qué era el segundo de Rafael. Cuando muchos hubieran saltado ante su mandato, Dmitri tenía la confianza y la inteligencia para discutir sus decisiones cuando era necesario—. Los rumores seguirán circulando bajo la superficie, empeorando el daño. —¿Sugerencias? —Ejem. —¿Tienes alguna idea, consorte? —le preguntó Rafael a la cazadora quien se encontraba de pie con los brazos cruzados y las alas lejos del suelo, gracias al entrenamiento de Galen, por supuesto, Elena diría que su maestro de armas habría vencido su hábito, pero el resultado final era que tenía la postura de un guerrero. Sus labios se crisparon ante su título formal. —Me hallaba a punto de sugerir que dijéramos la verdad. La expresión de Dmitri era distintivamente sardónica. —La Torre no comparte sus preocupaciones.
Rodando los ojos, Elena se paseó dentro de la habitación para detenerse con las manos en las caderas al lado de Rafael. —No estaba sugiriendo que comenzáramos a hacer una transmisión diaria de La Torre. Pero, ¿qué hay de malo en señalar que nuestros enemigos están tratando de utilizar técnicas clandestinas para alterar la ciudad? Rafael había cambiado con el tiempo. A diferencia de muchos de los ángeles de más edad, no veía por debajo de la nariz el mundo moderno, creyendo que lo antiguo era mejor. Su Torre se encontraba completamente integrada con tecnología actual, con Illium a cargo de asegurar que continuara sin interrupción. El ángel de alas azules se sentía fascinado con el ingenio, tanto mortal como inmortal, y tenía el tipo de mente ágil que podía procesar rápidamente los nuevos conceptos. Así que Rafael no se encontraba atascado en la “edad de piedra”, como Illium escuchó murmurar de otros ciertos vampiros y ángeles. Sin embargo, había creído que los mortales se encontraban más seguros en su ignorancia de los sangrientos detalles del mundo inmortal. No se perdió la ironía del hecho de que se encontraba en la misma habitación con dos antiguos mortales, uno su corazón, el otro su amigo más cercano. Tampoco era pura verdad que los mortales no podían jugar en su mundo.
de Dmitri con Rafael le había costado su querida 242 familia,Laelamistad vampiro pasó un millón de años en el purgatorio. Elena se había roto la espalda cuando Rafael la introdujo en un problema inmortal, su cuerpo ensangrentado, destrozado como el de una muñeca en sus brazos. Sin el beso de la inmortalidad, la luz de la cazadora se habría extinguido ese violento día sobre Manhattan cuando él peleó con Uram. —Los humanos —dijo—, no pueden acostumbrarse a exigir una respuesta de La Torre y conseguirla. Los ojos de Elena, el gris rodeado por un luminoso borde de plata que susurraba su creciente inmortalidad, permanecían abiertos, sin sombras, cuando encontraron los de él. —Lo sé. Ambos estuvieron negociando sus puntos de vista, el corazón mortal de ella contra la mente inmortal de él, desde el día que se conocieron, pero ya no era una batalla campal. —Entonces, ¿por qué sugieres una respuesta? —preguntó, consciente de que la habilidad de su consorte de comprender a las personas de esta ciudad era a menudo mejor que la suya. —Porque puede funcionar si lo hacemos bien. —Ella golpeteó su pie, su frente arrugándose en un ceño—. Digo que Dmitri llame a un par de reporteros que estuvieran alrededor durante la batalla, aquellos que arriesgaron sus vidas para cubrirla, y quienes, de paso, hicieron que La Torre se viera malditamente bien.
Dmitri asintió lentamente. —Tendré una tranquila conversación con ellos, llevándolos al círculo interior, formando la historia como lo deseemos. —No sé si la manipulación sea necesaria —contraatacó Elena—. La ciudad está de nuestro lado. Dales una señal de que La Torre sabe eso, es todo. Las personas solo quieren sentirse incluidas, sentirse como si tuvieran que jugar una parte. —Inténtalo —le dijo Rafael a Dmitri—. La Cascada traerá muchas más decisiones de este tipo en nuestro camino, por lo que debemos comenzar a establecer lo que funciona. Una hora después, la noticia de que la mujer torturada que fue encontrada en Central Park fue víctima de un cobarde intento de sus enemigos para alterar la recuperación de la ciudad, golpeó las redes. Mientras que nadie de La Torre apareció para confirmar los reportes, la Legión hizo un sobrevuelo impresionante a través de toda la ciudad esa noche, acompañada de dos escuadrones completos dirigidos por Illium.
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Media hora después de eso, el segundo de Rafael le dijo que el humor en los medios de comunicación pasó de miedo a orgullosa indignación. —Nadie tiene las agallas para enfrentarnos —dijo Dmitri, leyendo un comentario en un artículo—. Eso encapsula la dirección de la conversación. —Alejando su teléfono, se acercó a Rafael al borde de un alto balcón de La Torre—. Elena tenía razón. —Allí, Dmitri, no te derretiste al admitir eso. Su segundo se rió y el sonido era uno que comenzaba a sonar nuevamente familiar después de mil años de silencio. No solo era su ciudad la que se encontraba sanando, pensó Rafael, sus ojos atrapando la luz refractada que traicionaba la presencia de Aodhan en el cielo; sus personas lo hacían, también. Y todo eso había comenzado con un único, vulnerable mortal que no aceptó que ser un arcángel fuera siempre tener la razón.
35 Traducido por Nikky & Vani Corregido por Mary
Janvier no durmió durante las diez horas en las que Ash estuvo fuera, inmóvil y tan consumido por su mente que su vida era una sombra silenciosa. Finalmente se movió mientras la ciudad despertaba, los rascacielos envueltos en niebla y cubiertos con una ligera capa de nieve que él vió caer una hora antes a través de las puertas corredizas de su habitación. Estirándose contra él, hizo un sonido en la parte posterior de su garganta. Imaginó que fue su nombre, sabía que se estaba engañando a sí mismo. Pero entonces se giró para acariciar su garganta. —Sabía que eras tú, cher. —Una tranquila y adormilada declaración.
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Janvier quería sonreír, molestarla con deleite acerca de su nombre siendo la primera palabra en sus labios, pero no pudo detener el temblor convulsivo que sacudió su cuerpo, entrelazando sus brazos a su alrededor. —Shh. —Contoneándose hasta que puedo conseguir ambos brazos alrededor de su cuello, Ash lo retuvo en un doloroso agarre que aún no era lo suficientemente apretado para él—. Lo siento —dijo, frotando su mejilla contra la áspera suya—. No sabía que iba a suceder. No podía hablar, la mano que lo estranguló durante las últimas diez insoportables horas lentamente empezó a soltarse de su severo agarre. Ash continuó murmurando disculpas, presionando suaves e inesperados besos a lo largo de su sien y mandíbula. —Mujhe maaf kardo na, cher. La privada e íntima mezcla de idioma, que rompió a través del helado miedo, alivió el estrangulamiento, su respiración ya no afiladas rocas en sus pulmones. Moviéndose para prepararse a sí mismo a una batalla, metió la mano en su cabello. —¿Que te dije sobre las disculpas? Nunca olvidaría esas diez horas interminables, pero tampoco iba a olvidar su deslumbrante sonrisa pecaminosa mientras dijo—: No voy a dormir ahora. Alegría desnuda en su sangre, la levantó por encima de él, su cabello suelto creando una cortina de seda negra alrededor de sus rostros mientras se bebían mutuamente. —No estaba buscándote.
—¿Estás pensando en devolverme? —Nunca. La palabra empatía era mejor que cualquier declaración de flores de amor. Descendiendo, apoyó su cabeza sobre su corazón, sin disputar su derecho al pasar sus dedos por su cabello. —No puedo recordar qué dije en el hospital. ¿Te conté sobre los maníes? —Intentaste decir algo, pero no completaste tu oración. —Maldición. —Se alzó de golpe en una posición sentada—. Lilli me di... —una pausa, su voz entrecortada y sus tensos puños pálidos mientras dijo—: Ese era su nombre. Lilli Ying. —No lo olvidare. —No podía apartar la agonía de su regalo, pero él podría ayudarla a llevar los nombres de los perdidos—. ¿Qué dijo Lilli? —Que podía oler maníes durante su cautiverio y que el lugar donde estuvo detenida era uno grande. Sofocando su necesidad de seguir abrazándola, Janvier agarró su teléfono. —Tendré a los equipos informáticos en la creación de una lista de posibles ubicaciones.
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—Bien. —Empujó sus dedos por su pelo, quitándolo de su rostro—. Actualizaré a Sara, luego me ducharé. La vio balanceándose fuera de la cama, sacudiéndose en sus pies. Estuvo a su lado con la velocidad vampírica, pero le tendió la mano. — Dame un segundo. Estirándose cuidadosamente, dijo—: Estoy un poco mareada, pero me he sentido así antes. Un montón de líquidos, un poco de proteína, y estaré bien. —Sombras oscurecieron su expresión—. Es Felicity quien necesita nuestra ayuda. Lilli se ha ido, pero no creo que Felicity lo esté. —Se froto un puño sobre su corazón, sus ojos charcos de sombra que veían otro reino—. Tenemos que hacerle justicia, darle paz. *** Le tomo a Janvier algunos minutos ducharse y cambiarse de ropa limpia después de que llegaran a su apartamento de La Torre. Sin embargo, decidida a esperarlo ya que no había habido ninguna palabra de los equipos informáticos, Ashwini asimiló la impresionante vista de la ciudad a través del alcance de las ventanas de suelo al techo de su sala. Asombro se desplegó en ella cuando capturó un vistazo de un ángel deslizándose a centímetros de las ventanas, sus alas extendidas
en toda su amplitud. Esas alas eran tan brillantes como para hacerle daño a sus ojos, espolvoreando polvo de diamante en cada filamento. Aodhan. No importa cuanta oscuridad vio en el mundo inmortal, no había duda del esplendor del vuelo angelical, la belleza física de los ángeles era menos interesante para ella que su habilidad y gracia en el aire. Aodhan dobló fuera de vista en el mismo instante en que Janvier salió de su dormitorio, cabello húmedo y mandíbula afeitada. Ambos teléfonos vibraron en ese momento, los equipos informáticos habían compilado una lista preliminar. Tomando una botella de sangre de la nevera, Janvier la llevó hasta el piso dedicado a la tecnología de La Torre. —¿Por qué estas bebiendo sangre económica? —preguntó con una risa después de ver la etiqueta: Sangre más económica. Le lanzó una mirada amenazadora. —Sabes por qué. —¿Adulando a la consorte del jefe? —Ashwini puso su rostro en líneas de fingida decepción—. Pensé mejor de ti.
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—Muy graciosa. Estoy siendo servicial. —Ceñudo, bebió la mitad de la botella—. Ninguno de nosotros quiere arriesgarse a que el primer negocio de Elena se vaya a pique. Y de todos modos —dijo un poco a la defensiva—, esta es una botella de su línea Premium. —Correcto. —Encantada con la idea de todos estos duros vampiros de La Torre lanzando su peso detrás de una principiante cafetería de sangre, se levantó de puntillas y presionó sus labios contra su mandíbula. Su arrasadora sonrisa fue su recompensa... y si encendió la vela de culpa dentro de ella, la apagó con la misma rapidez. A toda velocidad. Esa fue la promesa que se habían hecho, y era una promesa que ella mantendría. Vivir el día a día, por él, y no siempre anticipando el horrible deterioro que aguardaba en su futuro. Entraron en el centro de tecnología segundos más tarde. Los técnicos del Gremio ya estaban conectados, los dos equipos habiendo trabajado juntos para crear la lista de ubicaciones. Illium y Dmitri estaban en una mesa de vidrio grande en el centro y les hizo señas. — He hablado con la directora del Gremio —dijo Dmitri cuando llegaron a la mesa—. Está armando equipos que ayudaran a los nuestros en la limpieza de las posibles ubicaciones. —Tenemos diez hasta ahora. —Illium señaló las X en el mapa sobre la mesa—. Seis de ellas son periféricas, ya sea porque el olor se habría desvanecido hace mucho tiempo o debido a su distancia de la ciudad. Lugares como teatros de cine cerrados y antiguas fábricas. —Si tienes razón sobre el autor siendo arrogante y engreído —dijo Janvier a Ashwini—, y creo que es así, entonces él querría un lugar que pudiera controlar. Su castillo.
—Algo apropiado para su riqueza y su imagen de sí mismo. — Ashwini no podía verlo estando satisfecho con un viejo teatro rancio y una fábrica menos, habría mejorado su interior—. ¿Algún indicio de que uno de los seis fue renovado en cualquier momento en los últimos cinco años? —preguntó ella, sabiendo que tenían que lanzar una amplia red, era imposible saber cuánto tiempo el bastardo estuvo haciendo esto. Incluso cinco años podrían ser una ventana demasiado pequeña, pero tenían que comenzar en alguna parte. Illium les dijo a los expertos en informática para ver que podrían desenterrar al respecto, luego se trasladaron a las cuatro propiedades restantes. —Este de aquí —dijo, señalando a una X en Harlem, sus alas abrazadas con fuerza a su espalda en una sorprendente caída de color—, era un restaurante que cerró sus puertas hace tres meses. —Su truco —continuó Dmitri—, era darle a todos los clientes un bote miniatura de mantequilla de maní hecha a mano gratis. Ashwini recordaba el lugar, había ido una vez con Demarco. La comida era terrible. Incluso la mantequilla de maní no pudo salvarla. — Tres meses es una ventana demasiado pequeña a menos que el abuso comenzara en otro lugar.
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—¿Qué pasa con estos dos? —Janvier presionó sus dedos en X idénticas no lejos del puerto donde Rafael había condenado y hundido un barco lleno de renacidos de Lijuan. —Almacenes con el mismo dueño. —Los ojos dorados de Illium brillaron—. Giorgio. La piel de Ashwini cosquilleó, pero sabía que no podían apresurar la sentencia. Muchos de los inmortales mayores disfrutaron del placer que era perverso para cualquier otra persona que poseía una pizca de humanidad. Pero los pelos estaban subiendo en la parte posterior de su cuello, la imagen "perfecta" de la fachada y centro del harén lava cerebros de Giorgio. El hombre era un maestro de la manipulación. Suficiente para embaucar mujeres vulnerables quienes querían creer en la esperanza. —Los almacenes están en uso activo —agregó Dmitri—, pero las búsquedas en la computadora pescaron un interesante hecho, están constantemente solo utilizando la mitad de su capacidad. Ashwini se cruzó de brazos. —¿Así que uno podría estar vacío? —O uno está en pleno uso, el segundo sólo utilizado lo suficiente para encubrir otros movimientos de entrada y salida —señaló Janvier—. El espacio extra se podría haber hecho en una grotesca "sala de juegos". Hizo un tipo feo de sentido. ¿Por qué arriesgarse ocultando a las mujeres en una zona residencial cuando el distrito de almacenes y puerto tenía suficiente ruido constante para encubrir cualquier grito durante el día? En cuanto a la noche, aparte de la escasa guardia de
seguridad, el área estaría abandonada. Giorgio podría haber rediseñado el interior o parte de él a sus estándares antes de trasladar a sus prisioneras. Una presión perfecta dentro, relativamente a corta distancia de su residencia en el Barrio Vampiro. —¿Importa nueces o elementos que tengan el olor? —preguntó Janvier, la tensión en sus hombros diciéndole que sus instintos gritaban exactamente las mismas cosas que los suyos. —Sí. —Dmitri sacó una lista de embarque en una libreta, entregándosela—. No es el único que importa dichas mercancías, pero los otros embarques se encuentran en almacenes compartidos entre múltiples empresas. —¿Y este último? —poniendo la lista de embarque sobre la mesa, Janvier golpeó la X final. —Una fábrica de tamaño medio que empaqueta maníes. Cerrada hace un año y abandonada por los propietarios. —Puso sobre la mesa de vidrio imágenes de las cuatro propiedades que Ashwini se dio cuenta demasiado tarde que no era una simple mesa en absoluto—. La fábrica también cuenta con espacio suficiente, por lo que tu asesino pudo haber creado una habitación privada dentro, y Khalil era uno de los empresarios detrás de la empresa.
siseó al nombre del sádico vampiro, pero sacudió su 248 cabeza.Janvier —Comprobemos la fábrica, pero digo que es Giorgio. Khalil es vicioso, malo a veces, pero nunca ha sido listo.
Si, pensó ella, esa era la palabra correcta. Había una brutal malicia en todo ello, una sensación de que el monstruo se estuvo riendo de sus víctimas; en ese tipo de maldad encajaba Giorgio con su brillante nueva casa, falsa cordialidad, y manada de devotos borregos. Y había algo más, algo que ella vió y olvidado, algo importante. Escuchó a Dmitri hablar de nuevo, mencionar que Trace encontró un narcotraficante muerto en la misma aérea general, un hombre que estuvo traficando Umber. Fue una coincidencia demasiado buena para ser cierta. Pero eso no fue lo que detuvo su atención, lo que ocupó su mente. Felicity le estaba susurrando. Lo que tenía que decir lo cambió todo. —¡El reloj! —Ira violenta la atravesó, hizo temblar su voz—. Janvier, cuando interrogamos a Giorgio, ¡el hijo de puta llevaba el reloj que Felicity le compró! —No lo había registrado en ese momento dentro de todo su atuendo—. Nos estaba provocando incluso entonces. La respuesta de Janvier fue una corriente de maldición con sabor Cajun que convirtió el aire azul. Las cosas se movieron a velocidad rápida después de eso. Dmitri los autorizó a utilizar toda la fuerza que fuera necesaria para traer a
Giorgio y rescatar a otros rehenes. Illium y un mezclado escuadrón angelical/Legión proporcionarían respaldo aéreo. Mientras tanto, Dmitri coordinaría con Sara para limpiar las otras posibles propiedades, por la pequeña posibilidad de que Giorgio no fuera el asesino. *** Ashwini estaba acostumbrada a trabajar sola en su mayor parte, pero no tenía ningún problema en ser parte de un equipo. Especialmente cuando el núcleo del equipo se componía por ella, Janvier, y Naasir. Ellos sabían sus ritmos, podían predecir decisiones en fracciones de segundo con una precisión casi total y hacer las correcciones necesarias en el rumbo. Ahora, los tres se dirigieron a los almacenes sospechosos mientras que otra unidad limpió la casa de Giorgio. Si él estaba allí, seguro que tenía custodia. A Ashwini no le importaba eso en este momento, ella quería que el bastardo pague, pero su primera prioridad era rescatar a cualquier otra mujer que él había atrapado. Dejando el coche a cierta distancia con el fin de mantener el sigilo —la única cosa que no querían era que Giorgio asesinara a sus víctimas en un ataque de rabia— los tres se movían a pie. —Arriba —le dijo a dos de sus hombres.
Naasir saltó sobre una azotea con una gracia salvaje 249 que eraSonriendo, magnética. Pero no tan convincente para sus ojos como el fluido salto de Janvier. Ella hizo la seña para "Ir" y se dirigieron hacia adelante. Los dos tomarían a Naasir, mientras que ella iría al suelo, y su reserva aérea caería desde las nubes a su señal. Ella tiró el casquillo de la bala el cual había escondido en su cabello después de ensuciar su cara, aseguró sus gafas de sol maltratadas y remendadas en su nariz, y se inclinó hacia delante con las manos en los bolsillos de su abrigo negro sucio. Un joven vampiro en la Torre había desenterrado la pieza hasta los tobillos de Dios sabe dónde.
En sus pies estaban las irregulares zapatillas de deporte. Odiaba estar sin sus botas, pero eran lo que más a menudo le daba los verdaderos motivos a la gente, especialmente a los cazadores y militares. Era algo que Saki le enseñó poco después de su admisión en el Gremio. Zapatos y relojes de pulsera, ahí es donde la gente mete la pata. Así que ella se inclinó con los hombros caídos, sólo otra persona de la calle en busca de un lugar para salir del frío, miserable y ni un poco intimidante. Cuando llegó al primer almacén, hizo como si fuera a ver si podía conseguir la parte posterior, y cuando eso resultó imposible, intentó abrir la puerta, murmurando tonterías en voz baja para el efecto.
La puerta fue abierta desde adentro, el vampiro musculoso en el otro lado vestido con un traje azul marino estampado, su tez tan blanca que era inquietante. —¡Cretina! —Empujó su hombro con fuerza para dejar moretones, mientras otro cuerpo se movía en las sombras detrás de él—. ¡Fuera! Parásito apestoso. Dejándose tropezar y caer a la fachada de hormigón barrida de nieve, ella le tendió su mano vestida con guantes rotos. —Lo... Lo siento. Lo siento. No sabía que estaba ocupado. La puerta se cerró de golpe. Empujándose a sus pies, las manos sobre las orejas mientras se mecía, intentó lo mismo en el siguiente almacén, esta vez más furtivamente, dando la apariencia de que tenía miedo de ser atrapada de nuevo. Sin respuesta esta vez, y no recogió ni siquiera un atisbo de sonido. Yendo con su instinto, dijo—: Primer almacén —en el diminutivo micrófono conectado al cuello de su abrigo—. Vi dos guardias vampiros, armados con pistolas y cuchillos, probablemente. —Recuperando la pistola de un bolsillo de la chaqueta, el silenciador encendido, se la llevó a una mano; las mangas del abrigo eran lo suficientemente largas para ocultar el arma—. No he oído ni visto nada que sugiera un contingente más grande, pero podría haber más en la parte posterior. La voz de Naasir llegó a través del auricular en su oreja. — 250 Escucharé. —Un minuto más tarde—. Escucho una risa masculina, movimiento, pero es pequeña. No más de dos o tres. Otra voz siguió la de Naasir. —Giorgio —dijo Dmitri—, no está en su casa o en cualquiera de sus lugares conocidos. Sus pasos están contados salvo por la llamada de Brooke. Ella se fue con él alrededor de las tres de la mañana. La sangre de Ashwini salía caliente. Había una buena posibilidad de que el hijo de puta estuviera dentro del almacén y que probablemente tuviera a Brooke con él. Ella no sólo empañó su nombre, sino sus acciones habían llamado la atención de la Torre; lo que puede haber sido suficiente para hacer que Giorgio rompa el patrón y ataque a una mujer que podría estar ligada a él. —Danos un minuto —le dijo a Dmitri e Illium, luego señaló a Janvier y Naasir. Tranquilos como fantasmas, los dos hombres susurraban a través del techo para saltar hacia abajo detrás del depósito, mientras ella acomodaba su camino de regreso a la parte delantera. Dudando y murmurando para darles suficiente tiempo para ponerse en posición, desabrochó su abrigo para exponer la fina camiseta que llevaba debajo antes de llamar a la puerta.
36 Traducido por Mire Corregido por Marie.Ang
Fue abierto por el mismo vampiro que la empujó al suelo. —¿Todavía estás aquí? —gruñó—. ¡Te dije que te largues! —Sus colmillos brillaban en la luz del sol—. ¿O quieres que me ponga sucio? Un cruel perro guardián, decidió, que haría cualquier cosa por dinero. —Me preguntaba —dijo ella, imitando los movimientos idiotas e irregulares de un drogadicto. Nadie por lo que preocuparse. Nadie importante. Nadie que sería extrañado—. ¿Tienes, como, un dólar? — Uno idiota que hizo que la mitad de su abrigo cayera de su hombro, llevando la atención a su cuerpo—. ¿Para un café?
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Sus ojos brillaban de rojo, cayendo a sus pechos. —Creo que podemos llegar a un acuerdo. Él se estaba acercando para magullar sus pechos cuando se oyó un grito desde el interior del almacén. Cuando él se giró, Ashwini le disparó directamente en la sien. Cayó al suelo con un golpe que rompía huesos, pero sin morir, sus hombros y piernas retorciéndose y espuma sangrienta reuniéndose en las comisuras de su boca. Antes de que pusiera otra bala en el punto preciso en su columna, que lo paralizaría el tiempo suficiente para acabar esto, miró en el interior para encontrar a Naasir y Janvier solo a unos metros de distancia. Al parecer, los guardias se encontraban jugando póker en una mesa cerca de la entrada. Naasir rasgó la garganta de un segundo guardia con insólito cuidado. El hombre se encontraba seriamente dañado, pero sobreviviría para enfrentar la justicia de la Torre. Janvier, por otro lado, tenía a un sudoroso vampiro de rodillas, una de sus kukris sostenida en la garganta del hombre de piel oscura. Ya que solo necesitaban a uno consciente y capaz de hablar, puso la bala en la columna del primer vampiro, luego contactó a Illium. — Tenemos esto bajo control —dijo, dando un paso sobre el cuerpo del guardia para dirigirse hacia Janvier—. Creo que tu escuadrón debería verificar el segundo almacén antes de unirse a nosotros. —Considéralo hecho. Frente a ella, Janvier arrastró a su cautivo a sus pies y alejó su cuchilla. —¿Ves a Naasir allí? Está hambriento. No corras a menos que quieras que él te persiga.
Naasir amablemente sonrió su más feroz sonrisa. El blanco de sus ojos mostrándose, el guardia asintió. Juntos, los tres y su cautivo se movieron más dentro en el almacén a través del pasillo libre en el centro, estanterías y cajas a cada lado. Bastante normal. Hasta que llegaron al centro. A la izquierda había más mercancía, incluyendo varias cajas grandes situadas a poca distancia de donde terminaba la estantería. Sin embargo, a la derecha la estantería continuaba sin interrupción, pero las mercancías se encontraban a solo unos pocos metros de profundidad. Más allá de unas cortinas transparentes flotantes, Naasir las despedazó para revelar una alfombra de felpa negra. En la alfombra se hallaba una cama con dosel con sábanas de satén arrugadas. Se hallaba equipada con correas de cuero, así como las pesadas cortinas damasco negro-sobre-negro que fueron atadas a los lados con cuerdas de oro brillante que terminaban en borlas. Dos grandes sillones tapizados en una tela rojo oscuro se encontraban cerca, en un ángulo que proporcionaría a los ocupantes una vista ininterrumpida de la cama. Uno de esos sillones tenía un significativo respaldar para acomodar alas.
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Al lado de cada uno se ubicaba una maravillosa mesa redonda de madera hecha a mano grabada con diseños en oro, sus patas curvadas. Furia quemó en su sangre, Ashwini se acercó a la cama, tocó las sábanas. Frías. Pero aunque no podía verla contra el satén negro, podía oler la sangre, sentir la ligera viscosidad de ella contra sus dedos. Girando para enfrentar al guardia, dijo—: ¿Dónde están las mujeres? Cuando el hombre se negó a hablar, Janvier lo empujó de nuevo a sus rodillas y tuvo el kukri en su garganta antes de que el guardia tuviera tiempo siquiera de respirar. —Vaya —dijo Janvier, gotas de rojo oscuro empezaron a formarse en el cuello del sudoroso vampiro—. Estoy un poco tembloroso hoy. — Su sonrisa era tan fría, que habría estado sorprendida que viniera de él si no hubiera sabido lo mucho que odiaba a los hombres que lastiman a las mujeres. Ashwini sabía que las víctimas tenían que estar aquí, pero el almacén era enorme. Grueso con sombras, tenía estanterías lo suficientemente grandes para contener jaulas de tamaño humano y podría tomar considerable tiempo buscar. A juzgar por las sábanas manchadas de sangre en la cama, una mujer podría morir en el intermedio. —¿Dónde están, pedazo de mierda? —Se acercó para estrellar la boca del cañón de la pistola en la sien del guardia mientras alas de azul plateado aparecieron en su visión periférica—. Habla.
—Yo haría lo que dice. —Janvier arrastró las palabras sin quitar la cuchilla de la garganta del hombre—. Ella puede ser de gatillo fácil. —Estoy más asustado de él que de ustedes —dijo el guardia a través de su cobarde estremecimiento. Ashwini pensó que ellos podían cambiar eso, su estado actual sin misericordia, pero Naasir de repente se congeló, sus fosas nasales dilatadas. —Las tengo. —Se fue en la dirección donde ella notó las grandes cajas de madera. No, pensó y corrió. Janvier corrió a su lado, dejando al farfullante guardia a Illium. — ¡Ash! Girando la mitad sin disminuir su velocidad, cogió la palanca que Janvier pareció haber recogido de las vacías estanterías finales —y mayormente vacías— a la izquierda. Él agarró un martillo que se encontraba allí después de tirarle la palanca.
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Naasir ya usaba sus garras para arrancar los listones de una caja, su fuerza feroz. Ella fue a una segunda, mientras que Janvier tomaba una tercera. Tres de la Legión llegaron dos segundos más tarde y se unieron. Ashwini esperaba con cada aliento que Naasir se equivocara, que iban a encontrar nada más interesante que recuerdos cursis, pero podía oler lo que Lilli, entendiendo ahora por qué el olor tuvo una impresión tan fuerte en la mujer torturada. —Estas cajas son utilizadas para contener manís —dijo, usando la palanca para arrancar un listón. Naasir gruñó en voz alta lo suficiente para parar cada pelo diminuto en su cuerpo y, echando a un lado un listón, cogió a una mujer demacrada de la caja que él destruyó. Empujándola en los brazos de uno de la Legión, dijo—: ¡Vuela! —Cada miembro del equipo fue informado en cuanto a dónde llevar a cualquier herida que podrían encontrar. Ashwini se dio cuenta que su caja no se hallaba vacía ahora y renovó sus esfuerzos, Naasir viniendo a ayudar. Tomó otro insoportable medio segundo para quitar los listones lo suficientemente como para que pudiera ver a la mujer. Presionando sus dedos contra la garganta de la víctima, Ashwini oró por un pulso. Nada. No, espera. Allí. Un aleteo leve. —¡Está viva! —gritó al mismo tiempo que Janvier gritaba lo mismo. Naasir levantó a la mujer a la vez que la víctima que Janvier descubrió comenzó a gritar, agudo y penetrante. Ashwini corrió, adivinando que el ver a un hombre fue lo que la hizo explotar. Janvier salió fuera de la vista al mismo tiempo. El shock de reconocimiento fue instantáneo. —Está bien —le dijo a Brooke—. Estás a salvo. —El cuerpo desnudo magullado y ensangrentado, uno de sus ojos hinchados a medio cerrar y su labio
partido, la mujer de cabello castaño rojizo, no obstante, todavía se encontraba completa—. Te llevaremos a un hospital. Brooke ya se desvanecía, sus ojos vidriosos por la conmoción y el rostro pálido, pero luchó para hablar. —Giorgio... lastimó... —Vamos a atraparlo —prometió Ashwini—. Conserva tu fuerza. Ignorando las palabras, Brooke forzó a salir—: M-monstruo mmiró... Luces de sirenas en la puerta. —¡Janvier! —llamó Ashwini—. Ayúdame a llevarla a la ambulancia. —Podría haberla acarreado sobre su hombro pero eso podía agravar las lesiones internas que Brooke hubiera sufrido, y con la mujer herida habiendo perdido su batalla contra la inconciencia, no estaría traumatizada por el contacto con un hombre. Janvier levantó a Brooke en sus brazos con mayor suavidad. —La tengo, cher. Sabiendo que tendría cuidado con ella, Ashwini volvió para asegurarse de que todas las cajas fueran abiertas y no hubiera más víctimas.
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Cuando Janvier regresó, él, Ashwini, Naasir e Illium compararon notas. Brooke no era la única que se hallaba consciente. La chica que Naasir rescató primero también se las arregló para hablar. —“Monstruo” —repitió Naasir, sus ojos brillaban con tanta violencia en la semioscuridad de la bodega que Ashwini se dio cuenta de que eran en realidad relucientes... como los de un tigre—. Se mantenía diciendo “monstruo”. Pensé que se confundió, hablando sobre mí. —El segundo sillón. —Ashwini señaló—. Tenía un respaldar modificado para alas. —Un compañero angelical puede explicar la desecación —dijo Illium, le dio una sonrisa—. La aparición de nuevas habilidades entre nuestra especie no siempre se telegrafiaron previamente. —Repasemos este almacén centímetro a centímetro. —La voz de Janvier perdió su ritmo lánguido, volviéndose dura, despiadada—. Las plumas en la casa de Giorgio podrían pertenecer a los inocentes angelicales invitados, pero cualquier cosa aquí es casi seguro que le pertenece a su compañero. Sin perder tiempo, se dirigieron a un extremo del depósito para formar una línea horizontal a través del enorme espacio con otros del escuadrón. No los luchadores de la Legión, sin embargo —de acuerdo a lo que Ashwini recogió de hablar con el personal de la Torre, mientras que la Legión eran expertos en el aire, no eran muy buenos en tareas delicadas. Todavía no. Usando antorchas de alta potencia traídas por la Legión para iluminar zonas oscuras y pasillos entre las estanterías, la línea se
hallaba casi hasta el otro extremo de la bodega cuando Janvier pidió que se detuvieran. Situada a solo un par de metros a su izquierda, Ashwini lo vio agacharse y recoger algo del suelo. —Pluma —dijo, una feroz exultación en su tono—. Roja. ¿Roja? Por lo que sabía, no existían ángeles de alas rojas en la ciudad, pero no era ninguna experta. Muchos ángeles también tenían delicada marcas —y uno podría tener pequeñas plumas rojas en la curva interna de un ala, por ejemplo. —¿La reconoces? —Los colores angelicales tendían a ser muy distintivos. Nadie en Nueva York podría confundir una de Illium con una de Rafael, o una de Jason por una de Aodhan. —No. —Janvier se puso de pie, le entregó la pluma a Illium—. ¿Sabes quién es? La expresión de Illium era fría. —Hay dos opciones que tienen sentido. —El rojo —dijo Naasir, un gruñido en su voz—, es inusual entre los ángeles. —Sus ojos se encontraron con los de Illium—. Xi y Cornelius.
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La mente de Ashwini se llenó con una imagen de las alas gris con rayas rojo vivo, su piel erizándose. —¿No fue Xi… —…uno de los generales de Lijuan? —completó Illium—. Sí. Naasir volvió a hablar. —No es el más antiguo o el más fuerte, pero era favorecido debido a su inteligencia. —Cornelius —agregó Illium—, es un general de menor rango. Sus alas son una pesada crema en su mayor parte a excepción de un puñado de rojo en la parte superior de sus arcos. —¡Illium! Volviéndose hacia la puerta, Ashwini vio un delgado vampiro de pelo negro con una bufanda alrededor de su cuello caminando hacia ellos. Debió llegar a la zona después de ellos, se dio cuenta que Janvier lo presentó como Trace. Su voz era ronca cuando dijo—: Tuve una corazonada, con Giorgio siendo entrenado científicamente. Hurgué en el otro almacén. — Trace abrió su palma. En ella se hallaba una bolsa de plástico pequeña con unos pocos gránulos cristalinos de color marrón rojizo. Ashwini lo reconoció por la descripción de Janvier de la nueva droga diseñada para vampiros que fue el motivo del horrible asesinato de Lacey. —¿Es el suministro o la creación? —preguntó Illium después de tomar la bolsa.
—Creación. Hay herramientas. Nada complicado, pero lo suficiente. —Trace miró a su alrededor—. Giorgio debió separar su operación de drogas de sus juegos sádicos —absoluto disgusto en su voz—, porque el otro almacén ya tenía la configuración correcta para ello. —Ve si puedes descubrir algo más sobre los orígenes de la droga —dijo Illium, su mirada dirigiéndose a los cuatro—. Le alertaré a Rafael que parece que Cornelius o Xi de alguna manera se las arreglaron para permanecer detrás de la ciudad, o volver a ella después de que el resto de las fuerzas de Lijuan se retiró. El ángel técnicamente no podía darle a Ashwini una orden, pero esta era una con la que ella no tenía ningún argumento. Sin embargo, primero terminaron de revisar el almacén. Ashwini encontró otra pequeña pluma roja, esta con una punta de rica crema. Xi, recordó, no tenía crema en sus alas. Aun así, volvió a verificarlo con Naasir y Janvier, y recibió la misma respuesta. Eso estrechaba su objetivo a un solo ángel: Cornelius. —Ellos fueron cuidadosos —dijo Janvier, su mano tocando su espalda baja—. Debe haber recogido las plumas más grandes.
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—No. —Se quedó mirando a la pequeña pluma mientras Naasir contactaba a Illium con la información actualizada—. No tenían ninguna razón para tener cuidado… Giorgio se encontraba tan seguro de que no podría ser rastreado que utilizó un almacén bajo su propio nombre. Hay algo mal con esta pluma. —Sosteniéndola, la acunó cuidadosamente en la palma de su mano, caminó afuera hacia la luz—. ¿Lo ves? Primero Janvier examinó la pluma, luego Naasir. Incluso Trace. Nadie podía ver nada malo, y cuando la miró en sus manos, tampoco pudo. Pero tan pronto como la tomó, lo sintió de nuevo, lo incorrecto. — Entonces, hay algo malo con Cornelius —dijo, su piel hormigueando—. Muy, muy malo. Deslizando la inquietante cosa en su bolsillo, después de hurgar allí por algo que actuara como una bolsa y encontrando una arrugada funda de plástico que una vez guardó pañitos, caminó con los hombres hacia el otro almacén. Era idéntico al primero en tamaño y forma, pero la iluminación era mucho mejor, la mayor parte del espacio lleno de lo que parecía ser mercancías normales. Abrieron algunas cajas para estar seguros, y encontraron el tipo de cosas que un hombre que suministraba al mercado de lujo podía adquirir —especias exóticas, antigüedades, ricos rollos de seda. Sin embargo, el lateral derecho del almacén se seccionaba en su propia habitación con una sola ventana pequeña. Decía Oficina en la puerta, y a primera vista era lo que parecía ser. Altos archivadores, un
escritorio, facturas, un teléfono. Había incluso un pequeño lavabo detrás de los archivadores, así como una estufa de campamento. Fue bajo ese lavabo que Trace encontró una caja de plástico transparente que contenía un recipiente de acero, una jeringa sucia, una pequeña cuchara, y lo que parecía ser un montón de cristales de azúcar ordinarios junto a más bolsas con cierre. Poniendo todo en el lavabo, Trace dijo—: O el jefe que dirigía este almacén no era consciente de las actividades de su amo o era el cocinero. ››La bolsa que encontré estaba aplastada debajo del tazón, debe haberse olvidado cuando se hizo el último lote. —Sostuvo la jeringa en alto para mostrarles el residuo de color marrón en el interior antes de volver a bajarla—. Con toda honestidad, no estoy seguro de cómo o qué hacían, pero creo que debieron necesitar agua y la estufa. Las materias primas reales en ninguna parte se evidencian. Naasir olfateó el aire. —Huelo sangre. Con el ceño fruncido, Ashwini, Janvier, y Trace se esparcieron, buscando alguna evidencia que alguien haya sido retenido o lastimado aquí. —No veo nada de sangre —dijo ella—. ¿Janvier? —Nada. La respuesta de Trace fue la misma. Naasir olfateó el aire otra vez, caminando cada vez más y más
257 cerca del lavabo hasta que tuvo su nariz en el tazón. —Sangre —dijo definitivamente—. Sangre fuerte. Sangre de ángel.
—¿Hicieron una droga de la sangre de un ángel? —Ashwini se quedó mirando a la salvaje mirada plateada de Naasir.
37 Traducido por Jasiel Odair Corregido por Eli Mirced
—Sí. —Naasir olfateó de nuevo, sus ojos repasando la superficie— . Esta sangre está mal —susurró, apartándose de la taza—. Mala para beber. —Se giró hacia Ashwini—. Muéstrame de nuevo la pluma. Sacándola de su bolsillo, le quitó la funda de plástico. Naasir no la tomó, simplemente puso la mano debajo de ella y bajó la nariz a la pluma. El líquido de plata de su cabello se deslizó hacia delante rozando su piel. —Sí —dijo, levantándose en toda su estatura—. Tenías razón, la pluma huele mal, demasiado, pero es mucho más sutil. Ashwini la guardó en el bolsillo. —¿No hay duda de que es el mismo ángel?
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—Ninguna. El profundo color verde oscuro de los ojos de Trace, brilló. —Eso explica por qué Umber es tan exclusivo, incluso un ángel no puede donar sangre cada día sin consecuencias. —También —dijo Janvier—, confirma el porqué de la droga. —Un veneno. —Las características de Naasir se establecieron en líneas pensativas, su naturaleza salvaje tomando un asiento trasero—. El objetivo fue siempre matar o causar sed de sangre. —Sí. —Trace miró la pared, su mente trabajando con claridad—. O añadieron algo a la sangre o la sangre del ángel es veneno. Teniendo en cuenta lo que dijiste sobre la pluma, mi apuesta es la última. Eso dejaba la pregunta de cómo la sangre fue envenenada en primer lugar, pero si su hombre era Cornelius, bueno, él era el protegido de Lijuan, y el Arcángel de China había creado un infeccioso renacido. No es una exageración decir que uno de sus secuaces no fue "bendecido" con cortesía de sangre venenosa de su diosa. —¿Se puede rastrear el olor? —preguntó ella. —Sí —dijo Naasir—. Pero no hay rastro fresco allí afuera. La nieve ha enterrado a lo que había allí. Vamos a tener que limitar la ubicación. —Podemos comenzar en la casa de Giorgio —dijo Janvier—. Ash, Naasir y yo podemos hacer eso. Trace, ¿puedes llevar esto a La Torre — señaló tomando la droga parafernalia— y probarlo? —Tendré que ponerla en un procedimiento acelerado.
Dejando al vampiro en el almacén, una serie de la Legión en guardia sobre las propiedades, los tres fueron directamente al conjunto residencial de vampiro de Giorgio. Permitido por los guardias que Dmitri dejó en la puerta, decidieron comenzar en la parte superior y seguir abajo. La decoración de la casa era, como había notado en su primera visita, mucho más moderna que el terciopelo y encaje que Giorgio favorecía sobre sí mismo y su ganado. También era suntuosa. Trescientas sábanas de algodón egipcio, cortinas de diseño, encimeras de granito en el baño, y accesorios pulidos a la perfección. Ashwini encontró muchas pruebas de que las mujeres eran bienvenidas en el dormitorio principal, en el cual había al menos un par de bragas de encaje arrugadas. Sin tocar las bragas y descartando las medias de costura colgadas en el respaldo de una silla, Ashwini golpeó las paredes para comprobar si había compartimentos ocultos. No encontró nada, y tampoco lo hizo ninguno de los dos hombres. Naasir sacudió la cabeza cuando se encontraron de nuevo en el pasillo de la planta baja, habiéndose dividido durante la búsqueda de la mitad inferior de la casa. —Sin olor. —Giorgio tiene otras propiedades. —Digitalizó la información que llegó a través de su teléfono por parte del equipo combinado del Gremio y La Torre—. Casas de alquiler pequeñas, acciones en un hotel…
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—El perro disecado —le recordó Janvier—. Fue encontrado en el barrio, por lo que nuestro ángel puede estar cómodo en esta área. Incluso si no lo está, el barrio es el entorno de Giorgio. No puedo verlo instalando a su invitado en algún lugar que lo llevaría demasiado lejos de su camino. Ashwini frunció el ceño. —Ninguno de los lugares en esta lista están cerca del barrio. Los tres se dirigieron al establecimiento más cercano, independientemente, con Dmitri y Sara enviando equipos para despejar los otros. *** Ocho horas después de búsqueda sin resultados, Ashwini pateó el saco de boxeo en el gimnasio de la Academia del Gremio. Ella estuvo trabajando su frustración en la bolsa ya que la ubicación final posible fue despejada hace cuarenta y cinco minutos, pero no estaba teniendo mucho éxito en calmarse. No sólo tenía un ángel con maldito rojo en sus alas desaparecido en el aire, hasta el punto de que nadie que habían interrogado en el Barrio recordaba haberlo visto, pero sí Giorgio, dejando atrás su ganado desconcertado y angustiado. Todos habían parecido realmente molestos cuando Ashwini los interrogó.
Al parecer, incluso los bastardos psicópatas tenían sus fans. En cuanto a los guardias vampiros de la bodega, que eran las bestias feroces que Ashwini había etiquetado; Giorgio no había confiado en ninguno de los tres con los detalles de sus planes. Su única tarea era vigilar la repugnante cámara de tortura aunque no estuviera en uso. Cuando lo estaba, jugaban a ser perros guardianes fuera del almacén. Ninguno vió la cara del ángel —por lo menos eso dijo el único que podía hablar, el compañero de Giorgio siempre llegó cubierto con un manto negro, sombreando sus características. El guardia dijo que habían asumido que era otro vampiro, porque no había ninguna indicación de las alas bajo la capa. Eso, por supuesto, debería haber sido imposible. El guardia también admitió tomar ventaja de un cautivo y dijo que sus socios la tuvieron, también. Golpeando la bolsa con furia renovada, con las manos protegidas por los guantes de boxeo, dio una fuerte patada. La bolsa se balanceó, dejando al descubierto la forma magra del hombre que se encontraba de pie contra la pared en el otro lado. Sujetando la bolsa utilizando sus manos, su pecho subiendo y bajando, dijo—: ¿Cómo llegaste aquí? —no era ni estudiante, ni instructor, ni cazador. En este momento, eran los últimos aquí, los estudiantes se encontraban en la cena. —Soy un maestro, cher —dijo, acercándose.
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Ella levantó una ceja. —Verdad. —Él levantó las manos antes de tomar la bolsa y mantenerla firme mientras ella lanzaba un par de golpes más—. Ofrecí mis servicios para sus estudiantes de último año. —¿Estás jugando al cazador? —cada estudiante tenía que completar con éxito una "cacería" antes de graduarse—. Por lo general, uno de nosotros hace eso. —No es que no seas genial, cariño, tortuosa Ash, pero no eres un vampiro. Tenemos ciertos trucos. —Tienes más que la mayoría. —No era vampiresa, pero Janvier nunca estuvo cerca de burlarse de ella en una cacería—. ¿Cuántos te han atrapado hasta ahora? —Todos —dijo—. No estoy aquí para destruir su confianza, sólo para hacerlos trabajar duro y ganar el collar, y cada uno ha hecho eso. En ese instante, él podría haber sido cualquier cazador en la sala, a la vez orgulloso de los estudiantes y tratando de asegurarse de que salieran al mundo con las herramientas adecuadas para sobrevivir. Herramientas que las víctimas de Giorgio no habían tenido. —Hemos llegado a un punto muerto, ¿no? —dio una rápida serie de puñetazos y patadas. Con sus ojos verde musgo sombreados, Janvier sujetó la bolsa. — Sí, pero todos los vampiros y ángeles en la ciudad están alerta en la
búsqueda. Ni Giorgio ni Cornelius podrán mostrar su rostro sin ser reconocidos. Necesitarán sacarlos. Ella sabía que él tenía razón. Aunque Giorgio tenía una tienda de sangre, eso no duraría para siempre. Y si encontraban a Giorgio, encontrarían al ángel. —No me gusta esperar —dijo, aunque en este punto, no había otra opción. El genio financiero del Gremio estaba corriendo a través de las finanzas de Giorgio con su homólogo en La Torre; si el vampiro ocultó propiedades menores de sociedades ficticias, los dos las encontrarán. Todas sus cuentas también se habían marcado para enviar una alerta en caso de que intentara acceder a ellas. Ashwini sabía que no haría ningún bien a Felicity, Lilli, y las otras víctimas si ella no tenía la cabeza fría cuando la información llegara. Modulando su respiración con consciente esfuerzo, se quitó los guantes. —Tengo que ducharme —dijo ella—. Me llevarás a cenar después de dejar mis cosas en casa. —¿Entonces serás mi cena? Con la piel brillante en un recordatorio de lo potente que era, dijo—: Juega bien tus cartas y tal vez lo sea.
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Su sonrisa maliciosa la siguió hasta la ducha, quitando parte de la frustración. No todo. Nada podía hacer eso hasta que cazaran al mal detrás de la tortura y muerte de tantas vidas jóvenes esperanzadas, pero podía respirar, no podía pensar… podría recordar que ella también tenía una vida. A toda velocidad. Al salir del vestuario después de la ducha, con su petate al hombro, se encontró a Janvier charlando con Ransom. El otro cazador se encontraba en sus muletas, pero vestido con ropa de entrenamiento que probablemente significaba que había venido a levantar pesas, con el pelo recogido en una trenza apretada. Sacudiéndola, ella dijo—: Linda. —Nyree la hizo. —Una sonrisa de suficiencia. Nunca había pensado que vería a Ransom entusiasmado por una mujer. Era lindo. —Así que, ¿cuándo es la boda? —No lo hemos decidido, pero no tan lejos. Me imagino que si voy a hacer esto, lo haré. —Les dio una mirada de ella a Janvier—. Así que… El ceño de ella hizo que su sonrisa se ampliara. —¡Tengan una buena cena! —gritó cuando salían, lo suficientemente fuerte como para alertar a los demás en el gimnasio—. ¡Llámame si quieres algún consejo sobre cómo hacer las cosas sucias, sucias en la parte trasera de una motocicleta! Sus compañeros de caza abuchearon y silbaron. En vez de romperse con un rápido retroceso como hubiera hecho antes, Ashwini giró para tirar de Janvier hacia ella con un agarre sobre su chaqueta de cuero y reclamó su boca en un profundo beso mojado y
posesivo que puso a todo el gimnasio a gritar. Cuando lo soltó, él se veía como si hubiera sido golpeado en la cabeza con un bate de béisbol. Ella tomó su mano, ignoró el alboroto, y se dirigió hacia fuera. Él no habló hasta que estuvieron en su moto y ella se montó detrás, la lona colgada en su espalda. Luego él se inclinó hacia atrás, con la mano en el muslo de ella. —Merci, cher. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello, acomodándose sobre la motocicleta que le daba una altura extra. —Debería haberlo hecho hace mucho tiempo. —Lo reclamó públicamente para sí misma. —No estabas lista y este es un momento que nunca olvidaré. — Acomodándose, le colocó el casco y se puso el suyo. El tráfico era pesado, pero hicieron buen tiempo a pesar de eso, gracias a la conducción de Janvier. Hubiera sido imprudente en un hombre menos capaz. Con él, se trataba simplemente de ser emocionante y estuvieron de vuelta en su apartamento no mucho tiempo después, ambos excitados y riendo.
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Cuando Janvier la empujó contra la pared después de que entraron y la besó, su mano curvada alrededor de su cuello, ella envolvió una pierna alrededor de la suya y metió las manos en su pelo, hundiéndose en el calor y la fuerza de él. Se sentía tan bien tocar y ser tocada, pero no era simplemente eso. Se trataba de él. Su hombre. Él la había besado con una media sonrisa, media risa en su cara y se sentía como el sol en su sangre. Lamiendo y saboreándolo, como él a ella, a su vez, le mordió el labio inferior. —¿Cómo lo estoy haciendo? —Necesitas mucha práctica. —Un brillo en sus ojos—. En mí. Insisto. Ella lo mordió de nuevo antes de chupar el labio y chasquear la lengua por el castigo sensual. —No te quejes si te uso, entonces. — Volviendo al beso con una sonrisa que hacía eco de la suya, bebiendo su sabor—. Me gusta besarte, cuddlebunny. Sus hombros se estremecieron. Raspando sus colmillos ligeramente sobre sus labios, deslizó sus manos hasta ahuecar su culo. —Accedí a ser tu cuddlebunny, si cumplías con mis condiciones. Implican caricias desnudas y sangre. —Hecho. —Riendo, ella sólo bebió de su sonrisa, y luego se besaron de nuevo. Sus respiraciones se acortaron, su cuerpo más duro, más caliente. Sintiendo ardor en la piel bajo sus dedos, él se quitó la chaqueta para dejarla caer al suelo. Ashwini pasó las manos por su espalda, sobre el cuero de la pistolera—. Cuchillos —murmuró, besando la mandíbula, la garganta. Los músculos de Janvier se tensaron, sus brazos recorriendo por encima de su espalda. Deslizando los cuchillos de la funda y luego el
golpe de las dos hojas incrustadas en las paredes a ambos lados de la cabeza. Ella se rio en voz baja. —Estás fijando los agujeros. —Va a ser un placer. —Se ocupó en besar su cuello mientras ella desabrochó la correa en el pecho y empujaba la funda de sus hombros musculosos. A veces, se olvidaba de lo fuerte que era, pero era imposible hacer eso con él tan cerca, con sus músculos debajo de su piel. La funda y las demás cosas golpearon la alfombra con un ruido sordo. Chupándole el cuello, Janvier se apartó y cogió la pistola que llevaba en la funda del muslo. —¿Me dispararás si toco tu arma? —Hoy no. Con su risa masculina, sus mejillas se arrugaron maravillosamente. Incapaz de resistirse, tiró de él a su boca y le exigió otro beso. Se lo dio, pero luego lo interrumpió. —No tengo intención de recibir un disparo accidental en las joyas de la familia, cher. —No, eso sería una vergüenza. —Ella tiró de su camiseta y deslizó sus manos sobre las duras aristas de su abdomen.
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—Eso no está ayudando. —Él gimió, pero sacó la pistola de la funda. Asegurándose de que el seguro estaba puesto, la puso sobre la mesa de entrada. —Nuh-uh. —Se empujó contra él—. No aquí. En lugar de quejarse, la soltó y tomó la oportunidad para quitarse la camiseta. Para cuando llegaron a la habitación y puso la pistola en la mesilla de noche, se había despojado de sus botas y los calcetines y estaba trabajando en deshacer su cinturón, habiendo dejado un rastro de artículos desechados detrás de él mientras la seguía. Su boca se hizo agua. Dios, era sexy con el pelo todo revuelto y los labios húmedos de sus besos, su cuerpo desnudo sólo para sus ojos. Al tirar de la correa de sus bucles, la dejó caer al suelo. Se acercó, puso las manos en sus caderas, luego se deslizó hacia abajo para presionar los labios contra su ombligo, justo encima del botón que había desabrochado de los vaqueros. Él dijo palabras en su lengua nativa que no conocía, metió la mano en su pelo, y se estremeció. —No puedes hacer eso, dulce. O voy a avergonzarme a mí mismo. Levantándose lentamente, beso a beso, se encontró con su boca. Él la arrastró hacia su cuerpo, su erección empujando más exigente contra su abdomen y su cuerpo calentándose más. Pasó las manos por encima de él, amando la sensación, su olor. Olía… a Janvier. Masculino y caliente y sólo Janvier. Cuando se agachó y lo acarició a través de sus pantalones vaqueros, rompió el beso para presionar su frente a la de ella, su
respiración forzada. —Ashwini. —Un susurro ronco—. No tengo las defensas contra ti. Seducida y excitada, bajó la cremallera, queriendo sentirlo en su mano, darle placer como él a ella con todas sus caricias. —No estás usando ropa interior. —Ella usó sus dientes para tirar sobre el lóbulo de la oreja—. Debería haberlo sabido. Agarrando la parte posterior de su cuello, la besó de nuevo mientras ella cerraba los dedos alrededor del grueso calor de su erección. Su polla se sentía como el hierro, pero su piel allí, era tan delicada, tan suave. Fascinada, su propio pulso martillaba y su sangre iba tan rápido que estaba cerca de la ignición, mientras acariciaba suavemente hasta la punta, sintió la humedad allí. Su siguiente toque acarició la gota de humedad en él, volviendo su cuerpo aún más rígido. —Más fuerte. —Fue un soplo áspero contra su oído. —No quiero hacerte daño. Se rio entre dientes. —Hay una razón por la que el orgasmo se llama la petite mort. —Cerrando su mano sobre la de ella, él le mostró un ritmo tan rudo que ella nunca hubiera hecho por su cuenta. Pero ya que él lo había pedido…
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Soltó un gemido cuando ella demostró ser una alumna aventajada, cerró su mano en el pelo, la besó, profundo, voraz y crudo. Era sexo con su boca y eso revolvió sus neuronas. Sin embargo, la mano de ella sabía qué hacer, lo hizo rápido y duro hasta que él rompió el beso tirando hacia atrás su cabeza, los músculos y tendones mostrándose en un marcado relieve mientras sus caderas bombearon en el puño de sus dedos.
38 Traducido por Adriana Tate Corregido por Meliizza
Ashwini bajó la mirada, lo observó venir por ella, y era la mayor visión erótica que vió en su vida. Cuando sus músculos se relajaron, lo liberó para morder su garganta, por encima de su pulso. Él se estremeció, luego se acurró en ella, con una mano ahuecando el lado de su rostro. Sus ojos se veían perezosos, su cuerpo lánguido mientras la llevaba caminando hacia atrás. Cuando la cama golpeó la parte de atrás de sus rodillas, cayó en ella con un jadeo. —Mi mano —le murmuró al delicioso hombre encima de ella, uno que se veía como si acababa de salir de la cama y estaba listo para arrastrase de vuelta… con ella.
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Una sonrisa que era puramente masculina. —Me encargaré de ella. —Abrochándose lo suficiente para mantener sus vaqueros puestos, se movió con la velocidad vampírica, estuvo de regreso del baño en el tiempo que le tomó a ella inhalar, lo pegajoso en su mano era un erótico recuerdo de su intimidad. Usando una toalla facial mojada para limpiarlo, dejó caer la toalla cerca del lado de la cama. —No siempre soy tan… civilizado —le dijo después, levantando una de sus piernas y quitándole la bota y el calcetín—. ¿Me llevarías en tu piel? —Besando su tobillo, bajó esa pierna y tomó la otra. Ashwini, su respiración era menos que agitada, se encontró a sí misma observando la forma en que los músculos de su abdomen se flexionaban y relajaban a la vez que le quitaba su otra bota y el calcetín. Él levantó la mirada y sonriendo, se posicionó en medio de sus muslos y se apoyó con sus palmas a cada lado suyo. Bajando en un movimiento sin esfuerzo, con los bíceps tensos, giró su lengua sobre sus labios en una húmeda provocación. —Estás caliente, dulzura. —Sí. —Deberías quitarte tu chaqueta. —Ese no es el tipo de calor del que estoy hablando. —Su cuerpo se sentía como si se estuviera derritiendo desde adentro hacia afuera, como si sus huesos fueran de miel. Sin embargo, cuando él se echó hacia atrás en una posición erguida de nuevo, ella se sentó y se sacó la
chaqueta, así como también el fino suéter que se puso directamente sobre su sujetador. Janvier se movió con esa peligrosa y hermosa velocidad nuevamente, colocó las manos en su cintura antes de que pudiera alejar los mechones de cabello de su rostro. Alzándola, la dejó más arriba en la cama, así sus piernas ya no se hallaban mitad colgando de un lado. Debió haberla asustado la evidencia de su fuerza. Sin sus armas, nunca lo capturaría. Pero no tenía miedo, no de Janvier, nunca de él. Le dio la bienvenida a la vez que él se unía a ella en la cama, sus hombros bloqueaban la luz. Con sus vaqueros apenas colgando en su cintura, ella tenía bastante carne hermosa masculina para explorar con las manos, mientras él saboreaba y lamía su garganta. Apoyándose sobre un antebrazo, bajó la copa de su sujetador. Sus senos eran de un tamaño normal; nunca había ganado un concurso de camisetas mojadas. Pero Janvier gimió y bajó la cabeza para chupar no sólo su pezón sino parte de su seno dentro de su boca.
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Con la espalda arqueada, estampó la parte de atrás de su mano contra su boca para sofocar el grito mientras él chupaba. Cada caliente y mojado tirón iba directamente hacia su centro. Sus bragas se encontraban tan mojadas que podía sentir su excitación amenazando con humedecer sus vaqueros. No le importaba. Sosteniéndolo hacia ella, onduló su cuerpo hacia el suyo en un intento de frotarse contra la deliciosa fricción de su polla. Cuando él levantó la cabeza, ella le dijo—: No. Besando su pezón, cambió su atención hacia su otro seno y fue igual de bueno. Tensó los músculos de su estómago, hizo que sus muslos se apretaran a su alrededor. —Janvier. —Permíteme, ma belle sorcière. Cedió, permitiéndole que hiciera lo que quisiera, y jadeaba tan fuerte para el momento en que él levantó la cabeza de nuevo que no tuvo aliento para formar palabras. Janvier acarició con su mano sus costillas, luego extendió su mano por debajo hacia arriba para desabrochar el broche de su sujetador. Cuando eso probó ser difícil estando ella sobre su espalda, él le sonrío. —Lo reemplazaré. —Encaje y algodón rasgado y la mitad de su torso se hallaba desnudo para él. Acariciándola, desde los hombros hasta los muslos, besó su boca, su mandíbula, susurrando dulces y sucias cosas en su oído que la tenían levantando las caderas hacia él incluso antes de que él desabrochara sus vaqueros y deslizara la mano dentro de sus bragas. El impacto del contacto la habría hecho levantarse de la cama si él no hubiese estado sujetándola con su cuerpo. —Tan mojada para mí, cher. —Con la respiración tan agitada como la suya, acompañó cada palabra con un beso—. Me vuelves loco.
Su propia mente era un caos de sensación, apretó sus hombros y, sin ser capaz de resistir la tentación, bajó la mirada. La vista de su mano entre sus muslos, su musculoso antebrazo ligeramente cubierto con vello, la hizo gemir. Necesitaba que la besara, necesitaba encontrar un ancla de nuevo. Inclinó la cabeza, le dio lo que quería sin que una palabra pasara entre ellos. Cuando retiró su mano diez segundos después, ella enterró las uñas en sus hombros. —Te veré. —Bajándose de la cama con esas palabras, deteniéndose para darle un beso o tres a lo largo de su cuerpo, metió sus dedos en sus laterales y le quitó los vaqueros y sus bragas en un fuerte tirón. Dejándolos caer en el suelo, se acercó para arrodillarse entre sus muslos, agarrando sus rodillas para abrirla ampliamente. Con dedos cerrándose en las sábanas, lo observó mirándola. Sus ojos se encontraban con los párpados gruesos, las mejillas sonrojadas en el arco de sus pómulos, su respiración irregular. Y cuando recorrió con la mirada su cuerpo, fue para ver que estaba excitado, la cremallera de sus vaqueros hacía un pésimo trabajo conteniendo su longitud. —Quítate los vaqueros. —Quería verlo, también, quería que cada centímetro suyo tocara cada centímetro de ella.
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—En un minuto. —Insertando su mano de nuevo en medio de sus muslos, comenzó a acariciarla ligeramente, muy ligeramente. Una vez y otra vez y otra vez hasta que su piel se estremeció y se levantó contra él, atrapada en el borde de un placer tan intenso, que podía sentirlo construyéndose debajo de su piel como una oleada de una tormenta eléctrica. Retiró su mano. Ella amenazó con asesinarlo de maneras creativas. La sonrisa de Janvier en respuesta la aprisionó, la sedujo. Cuando la besó, lo mordió. Eso sólo hizo que su sonrisa se profundizara. Envolver sus piernas alrededor de sus caderas no tuvo efecto. Él se abrió camino bajando por su cuerpo, y luego… El grito que salió de su boca mientras que la suya se cerraba sobre su clítoris fue un ligero eco, sus pulmones se encontraban desprovistos de aire. Chupó duro, comiéndosela como si fuera un caramelo, y la oleada de la tormenta se alzó y colisionó. Su mente se fraccionó, cabalgó la punta… y él continuó besándola, dándole largas y lentas lamidas, pequeñas succiones, y rápidos giros que la hicieron cabalgar la ola durante tanto tiempo que se encontraba sin huesos cuando pasó, con los músculos temblorosos. Presionando un beso en su muslo interior, Janvier se levantó y se quitó los vaqueros finalmente. Hermoso, pensó pero no lo podía decir, su mente se hallaba demasiado nublada por la exquisita y erótica cosa que le hizo.
—Tú eres la hermosa, dulzura. Frunció el ceño, pero entonces él se acercaba y ella tenía otras cosas en qué pensar. Su cuerpo desnudo sobre el suyo, se sintió incluso mejor de lo que se imaginó, todo el calor y la fuerza y el completo peso masculino, su piel era seda debajo de sus posesivas manos. Frotándose contra ella, Janvier bajó su mano para acariciarla otra vez. Ella se estremeció, sensible pero no de una mala manera. —Sí — murmuró, antes de que él pudiera hacer la pregunta. La besó de nuevo, y esta vez ella mantuvo los ojos abiertos. Así como él también. La intimidad era cegadora. Cuando deslizó su dedo en su interior, se estremeció pero no rompió el contacto visual. Así como él tampoco… y metió otro dedo. Separando los dedos ligeramente en su interior, los curvó para acariciarla profunda y lentamente. Sintiendo la oleada de la tormenta comenzar a construirse nuevamente, acarició su mejilla. —Juntos esta vez. Girando su cabeza, él besó su palma. El corazón se le oprimió.
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Pasó sus dedos por su cabello y por su nuca mientras él removía su mano de en medio de sus piernas y se cambiaba de posición. Cuando deslizó su palma hacia abajo por el interior de su muslo izquierdo, lo dejó abrir su muslo más ampliamente, y luego él se encontraba impulsándose con su polla. Gimió ante la sensación de él empujando en su interior, la contundente cabeza de su polla era lo suficientemente amplia que definitivamente la sintió, sus músculos se estiraron en un esfuerzo de acomodarlo. Un pequeño sonido escapó de su garganta. Él se quedó inmóvil. Apretando sus piernas alrededor de sus caderas, ella se meció. — Te quiero dentro de mí. —Besando sus labios, sus mejillas, su garganta, sus manos ahuecando su rostro—. Te necesito. —Ashwini. —Los dedos de una mano enterrándose en su cadera, tomó una respiración temblorosa y empujó. Ardió pero el dolor era uno bueno. Se deslizó dentro otro centímetro, ambos contuvieron el aliento… y él comenzó a retirarse. Pero empujó de vuelta antes de que ella pudiera quejarse, yendo un centímetro más profundo. Una vez y otra vez. Para el momento en que llegó a la quinta embestida, ella se había olvidado del borde de malestar y sólo pensaba en el placer. Sus músculos se apretaron a su alrededor, lo escuchó maldecir y luego no había nada más en qué pensar. Sólo calor, sexo y el cuerpo de Janvier embistiendo dentro y fuera de ella, sus bocas voraces una con la otra y sus ojos abiertos. Le dio su alma, tomó la suya, y era como si siempre estuvo destinado a suceder.
*** Elena aterrizó en el techo de la Torre tarde esa noche, después de asistir a una compañera cazadora con una vampira quien resultó ser una ardilla corredora. La mujer bajita y escurridiza, fue rápida, zigzagueando dentro y fuera de la ciudad con la agilidad de la acróbata que aparentemente fue una vez. Elena se encontró admirándola, incluso más, después de su respuesta al ser capturada. —Nunca debí haber escuchado a Bill —murmuró la bajita corredora con disgusto—. ¡Escapatoria, mi trasero! ¡Y ahora ese lindo trasero está tostado! Preguntándose cuántos otros blancos contables de Demarco infectó con su “escapatoria” lunática, Elena buscó a Rafael. ¿Arcángel? No hubo respuesta. Frunciendo el ceño porque asumió que se encontraba en la Torre, entró y caminó hacia su oficina para encontrarla vacía. Su próxima parada fue en la oficina de Dmitri. El vampiro se encontraba vestido en vaqueros negros y una camiseta negra hoy, con el cabello desordenado, como si hubiera estado pasando su mano a través de él. No había duda de que Dmitri era un hermoso y sexy hombre. También no había duda de que le gustaba la sangre y el dolor un poco demasiado.
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Su relación con Honor no era nada de lo que alguna vez Elena hubiera pronosticado, porque el hecho de que Dmitri amara a su esposa nunca estuvo en cuestión. No veía a nadie más cuando Honor se hallaba en la habitación, sus oscuros ojos eran sólo para ella. Cualquiera que se atreviera a herir a la otra cazadora pronto se encontraría muerto, probablemente después de una significante tortura. —Ellie —dijo él, curvando un bucle de olor alrededor de sus sentidos. Piel y champán, y la promesa de pecado agonizante. Tensando los músculos contra el impacto, porque sabía condenadamente bien que lo hizo sólo para probarla, apretó los dientes hasta que la primera ola pasó—. ¿Es eso un reporte de las víctimas que encontró el equipo de Ashwini? Le dio un asentimiento, con los rasgos sombríos. —El que se llama Brooke tiene la mayoría de los huesos rotos y heridas internas, pero sin embargo las oportunidades de sobrevivir son mejores que de los que se alimentaban de Cornelius. —Es cierto, entonces, ¿ese es Cornelius? —Elena se había mantenido al tanto con la situación actual a pensar de sus otros deberes. La petición de ayuda de su amiga cazadora llegó cuarenta y cinco minutos antes; pasó el resto del día volando más ampliamente por Nueva York. Rafael le pidió que tomara el escuadrón Legión y que visitara a los líderes vampiros bien portados.
Una indicación de que su control en su gente fue notado, y un recordatorio de que la Torre nunca dejaba de vigilar. Habiendo visto sangre en acción varias veces como una cazadora, la carnicería era repugnante, Elena no tenía problema con hacer lo que pudiera asegurarle que su ciudad no descendiera en un baño de sangre. Así como se encontraban las cosas, los hombres y las mujeres que conoció hoy habían estado al borde. La noticia de la detención de Anais y Severin en la Torre, entrelazada con un miedo que hiela la sangre, de que los otros quienes tuvieron un cara a cara con un furioso y frívolo Rafael el día anterior, se propagó a través de la comunidad como pólvora. Elena les aseguró a los líderes de los vampiros que Rafael notó su atención en sus deberes y que no se encontraba en peligro de ser llamados para una reunión con un furioso arcángel. Su simple presencia, el hecho de que supiera sus nombres, fue suficiente para llevar a casa el segundo punto de Rafael, mientras simultáneamente hacía sentir a los líderes apreciados.
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Los músculos de las alas le dolían por las horas de vuelo, su cuerpo se hallaba agotado, pero había valido la pena reforzar la calma de la ciudad. Incluso el barrio estuvo libre de cualquier indicio de sed de sangre cuando pasó por ahí antes de responder al llamado de Hilda para ayudar a una angelical. Sus colegas del Gremio habían comenzado a utilizarla en incidentes específicos donde una vista aérea sería útil y le daba a Elena una manera de mantener su mano metida en el asunto, incluso cuando pasaba más tiempo en la Torre de negocios. Sin embargo, su alma de cazadora, deseaba haber podido ser capaz de ayudar a Ash y Janvier también, la fealdad de lo que habían descubierto la enfurecía. Nadie tenía el derecho de hacerle eso a otro ser vivo, de disfrutar de una manera enfermiza el terror de otro. —Mi instinto me dice que es Cornelius —le respondió Dmitri, dejando caer el informe sobre su escritorio—. Está demasiado bien arreglado, la forma en que las víctimas son demacradas, las plumas de color rojo y crema, y el hecho de que Giorgio pasó medio siglo en la corte de Lijuan al comienzo de su contrato. Eso último es algo que me acabo de enterar. —Se colocó las manos en las caderas, levantó una ceja—. Pero Janvier y el cazador están persiguiendo este rastro. ¿Qué puedo hacer por ti, estimada consorte? Sus dedos picaban por una espada. —¿Has visto a Rafael? —Ah. —Se acercó más—. Me temo que una de tus personas favoritas ha venido de visita. —Si me dices que Michaela está aquí, voy a tener que apuñalarte por ser el mensajero. —Rafael había escoltado personalmente a la otra arcángel fuera de su territorio antes de la batalla, después de que Michaela fingiera estar embarazada para ganar su simpatía o para algún otro propósito maquiavélico que aún no habían solucionado.
—Qué cosas tan sexuales dices, Ellie. —Un sonido de ronroneo, antes de que los olores a su alrededor se volvieran lo suficientemente embriagadores como para sofocar su respiración. —Dmitri, deja de hostigar a Ellie. —Habiendo entrado detrás de Elena, Honor fue a darle un golpecito a su esposo en el costado, con una mueca en su cara—. ¿Qué le estás haciendo? Envolviendo un brazo alrededor de los hombros de Honor, Dmitri la abrazó. —Manteniéndola fuerte. —Sus ojos observaban a Elena, sin pestañear como un depredador—. Su susceptibilidad al olor es una debilidad que otros aún no han aprendido a explotar, pero lo harán. Elena deseó poder estar en desacuerdo, pero, a pesar de que era un bastardo, Dmitri tenía razón. Forzando aire dentro de sus pulmones, dijo—: Escúpelo. ¿Quién está aquí? —Caliane. Su mente simplemente se negó a captar eso. Lo mismo hizo la mente de Honor, a juzgar por la forma en que su mandíbula cayó abierta. —¿Caliane? —dijeron ambas al unísono. —Sí.
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—¡Pero está a un océano de distancia! —señaló Elena con desesperación—. Ella no puede simplemente dejar su ciudad y volar hasta acá. —Elena había hablado con Rafael acerca del reporte de Naasir de la soledad de Caliane, pero él no dijo nada acerca de su madre visitándolos tan pronto—. ¿Qué pasa con el escudo que protege a su pueblo? Los generales de Lijuan están a sólo un corto vuelo de distancia. —Al parecer la madre de Rafael tiene secretos como cualquier Antiguo —dijo Dmitri, con una leve sonrisa—. He estado en contacto con Veneno, el escudo está activo, y Veneno ni siquiera sabía que se había ido hasta que lo llamé. Caliane le dijo a su pueblo que iba a ser aislada con sus doncellas durante unos días. Elena se frotó la cara. —Oh, Dios —gimió—. ¡Mi suegra ha llegado para una visita y la casa aún no está lista! ¿Está ahí? Abiertamente divertido, Dmitri dijo—: Fue divisada por un gran explorador avanzado, Rafael ha volado sobre el agua para escoltarla el resto del camino a casa. Tienes al menos una hora y he alertado a Montgomery que una habitación necesita ser acomodada. —El intoxicante olor retirándose, el vampiro compadeciéndose de ella—. Confía en tu mayordomo. Excelente consejo, incluso teniendo en cuenta la fuente. —Tengo que llegar a casa, cambiarme. —Tenía grasa y sangre encima por la captura, la acróbata la llevó a ella y a Hilda a un depósito de chatarras—. ¿Por qué no me llamaste antes?
—El señor declaró que una hora de advertencia sería suficiente. Es todo el tiempo que necesitas. ¿Según quién? Elena quería gritar. —Maldita sea, Honor, ¿qué hago con una suegra Antigua que piensa que soy un bicho? —Uno que infestó la vida del amado hijo de Caliane.
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39 Traducido por Sandry Corregido por Mire
El otro cazador hizo una mueca, levantando los hombros. —Lo siento, Ellie. No tengo ninguna experiencia en ese campo. — Mordiéndose el labio inferior, ella chasqueó los dedos—. Espera, ¿no vino Keir la noche anterior? Apuesto a que Caliane le gusta Keir. —¡Eres un genio! —Besando a la otra mujer en la mejilla, Elena salió corriendo por la puerta del balcón y se arrastró hasta el suelo de la enfermería. Keir se divirtió ante el miedo de ella, pero se comprometió a unirse a ellos para una cena tardía si Caliane no se hallaba agotada y quería compañía.
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—Ella ha venido a ver a su hijo, Elena —dijo el curador, su mano suave en su mejilla y sus ojos cálidos—. Creo que necesita entretenerse un poco. Esperando que fuera cierto, y que Caliane decidiera ignorarla en su mayor parte, Elena voló de regreso a casa, los combatientes de la Legión que cayeron con sus sombras silenciosas. La casa del Enclave se iluminó como un faro que brilla intensamente, y Montgomery —maldita sea, pero el hombre se merecía un aumento de sueldo— había creado cientos de pequeñas velas en el patio cubierto de nieve, cada una protegida de la intemperie y el viento generado por aterrizajes angelicales de vidrios de jaula. Era asombrosamente hermoso desde el aire. Aterrizando en el área circular que quedó claro para ese propósito, Elena entró para encontrar la casa agitada. Eran muy eficientes, pero todo el mundo tenía un lugar para estar, y no había tiempo que perder. Montgomery en realidad tenía un pelo fuera de lugar. —Cazadora del Gremio —dijo, con evidente alivio—. Me tomé la libertad de poner uno de sus vestidos en preparación. —Muy bien, gracias. —Elena subió las escaleras de dos en dos, mientras Montgomery le siguió el ritmo—. ¿Hay algo más de lo que deba ocuparme? —He preparado la suite azul para Lady Caliane y Sivya está asegurándose que tengamos un montón de platos para que ella elija — dijo mientras entraba en las Estancias de Rafael y comenzó a desatar sus armas.
Ballesta, cuchillos, las estrellas ninja que Ash le dio, los palos de cuchilla que fueron un regalo de Mahiya. Dejando todo en una pila en una mesa, a pesar de que por lo general se aseguró de limpiar y almacenar ordenadamente sus herramientas, empezó a desatarse y quitarse las botas. —Suena como si estuvieras al día con todo. —Frunció el ceño, tratando de pensar como una consorte—. Prepara la bañera para que esté lista y a la temperatura adecuada para cuando ella llegue. Ha tenido un largo viaje. —Por supuesto. —Y consigue algunas plantas con flores del invernadero en macetas —dijo, recordando los exuberantes jardines de Amanat—. Colócalas en su suite y en su cámara de baño. —Lo haré ahora. —¿Qué pasa con la ropa? —La cabeza de Elena se alzó—. Si llegó sola, podría no haber traído nada. —Nada de Elena le quedaría bien, Caliane es más pequeña y con más curvas.
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Montgomery se puso verde momentáneamente, pero se recompuso con una velocidad encomiable. —Me pondré en contacto con el sastre. Él debe tener una pieza adecuada que pueda alterar de forma rápida, y voy a tener que trabajar durante la noche para realizar otras. —El mayordomo cerró la puerta tras de sí. Arrancando su ropa, Elena se duchó a la velocidad de la luz, luego se deslizó en el vestido que Montgomery había elegido. Era un reguero de pólvora blanca con un brillo inquietante y dentro de lo que son los vestidos, era cómodo, siendo una columna que iniciaba en su cuello y bajaba por su cuerpo, pero se dividía en cuatro paneles superpuestos en las caderas. La superposición significaba que su modestia estaba preservada, mientras que tenía la capacidad de avanzar y de luchar. La parte de atrás se encontraba abierta para dar cabida a sus alas; a ella normalmente no le gustaba enseñar gran parte de la piel, pero servía para la parte de delante, y sinceramente, se hallaba contenta de no tener que averiguar hacia dónde iban todas las correas o los botones del ala en forma de ranura en ese momento. Un botón del cuello en un lado, de cierre discreto, y el vestido estaba terminado. Montgomery realmente se merecía un aumento. Sacándose el pelo, aterrizó en el giro que Sara le enseñó, entonces se ancló usando palos de cuchilla de Mahiya. Todavía sintiéndose desnuda y desarmada, pero sabiendo que no podía cubrirse con cuchillos, tenía que encontrar más ornamentos en lugar de eso, abrió la caja de joyería de madera situada en el tocador. Su mirada se posó en la dulce, dulce espada que Rafael le dió. La vaina y el mango incrustado con piedras preciosas parecían decorativas —y podrían cortar a través del hueso si se usaba correctamente.
Sí, su amante la conocía. —Te amo, Arcángel —dijo con una sonrisa mientras fijaba la suave vaina negra alrededor de su brazo, la hoja espumosamente brillante y elegante en contraste con el blanco del vestido. Se puso pequeños aros de diamantes en los agujeros de sus orejas, se espolvoreó maquillaje, y, decidiendo que habría que hacer, corrió a la siguiente cosa crítica en su lista —un cara a cara con Jessamy. Los ojos del esbelto ángel, de rica siena quemada, fueron enormes cuando Elena le dijo lo que iba a suceder. —Esta es una situación muy inusual, Ellie —dijo la otra mujer, dándose la vuelta rápidamente a través de sus libros—. Le vas a dar la bienvenida a una Antigua que es la madre de tu consorte, pero también es un arcángel. —Líneas estropearon su frente lisa—. Todo complica el orden normal de las cosas. —Dame algo, Jess —declaró Elena—. Es su primera visita a nuestro hogar. —Caliane había dormido durante más de mil años, volviéndose consciente hace menos de un año, durante el primer ataque abierto de Lijuan sobre Rafael. Desde entonces, la madre de Rafael se quedó en la ciudad perdida que surgió con ella, centrándose en el bienestar de su pueblo.
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Elena se pasó una mano por la cara. —Es crítico que haga una buena impresión. —No porque se preocupara por la aprobación de Caliane, sino porque Caliane era la madre de Rafael. Si su propia madre pudiera volver, si pudiera rasgar el velo de la muerte, pensó con una ola de dolor que nunca dejó de doler, Elena querría que ella y Rafael fueran amigos, como los otros. Esto último era improbable con Caliane, pero al menos las dos podrían tener una relación cordial que podría, en, oh, diez mil años más o menos, descongelarse en un gusto apacible. —Esto va a tener que servir —murmuró Jessam—. Es un relato de la bienvenida de un joven arcángel a un Antiguo. Tú no eres un arcángel, pero como consorte de Rafael, llevas su condición por la asociación en esta situación. Cinco minutos de instrucción rápida después, Elena se dirigió escaleras abajo, las zapatillas a juego con el vestido en una mano. Dejándolos en la puerta, entró en la cocina para descubrir un caos controlado. A la espera de una pausa en el movimiento, dijo—: Gracias. Sé que va a significar mucho para Rafael que le estés dando a su madre una bienvenida. Sonrisas en todas y cada cara, el estrés agotándolas. Ella también se aseguró de agradecer personalmente a Montgomery. Tal vez no sabía exactamente cómo ser una consorte, pero sabía que los miembros de un equipo funcionaban mejor con agradecimientos. Y estas personas eran parte de su equipo, ahora parte de su familia.
Entonces la lluvia, el mar rompiendo, se encontraban en su mente. Cazadora del Gremio, te doy una advertencia de cinco minutos. Una advertencia de cinco horas hubiera sido mejor. Se puso las zapatillas de noche planas y se dirigió a la nieve para encontrar que Montgomery dispuso una alfombra negra prístino para hacerla rodar en la zona de aterrizaje. Vamos a tener una discusión cuando llegues a casa acerca de tu idea del tiempo adecuado de preparación. Aunque tenía que admitir que tuvo razón con lo de hacerlo deprisa y corriendo —el ajetreo no le dio el tiempo real para estresarse. Un beso en su mente. No quería robar tu disfrute en la persecución de tu rata vampiro. ¿Qué te dije acerca de tu nuevo sentido del humor? Consciente de que Montgomery caminaba rápidamente afuera, para detenerse varios metros detrás y a a su izquierda, ella miró hacia Manhattan. Las Alas de Rafael eran como un distintivo de la silueta de ella como lo eran en color, su envergadura extraordinaria contra el cielo de la noche, su fuego blanco deslumbrante. Esa tenía que ser Caliane a su lado, más pequeña pero con el mismo exquisito control del vuelo. Un escuadrón completo voló a su espalda.
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Dmitri debió de haber organizado una escolta de bienvenida, pero la escolta volvió a caer al otro lado del Hudson, y solo Rafael y Caliane aterrizaron delante de ella. Intensos ojos azules y el pelo de medianoche, no había duda de que eran madre e hijo. —Lady Caliane —dijo Elena, dando un paso adelante con las dos manos extendidas como Jessamy decidió que sería aceptable—. Sean todos bienvenidos a nuestra casa. Una parte de ella esperaba que la Antigua, vestida con pieles curtidas de viaje marrón rojizas pero con un porte tan regio como siempre, rechazase la bienvenida. Estaba dispuesta a fingir que no le importaba, en aras de mantener la paz, pero los dedos de Caliane se cerraron sobre los suyos, el poder en sus huesos un zumbido contra la piel de Elena. —Le doy las gracias por su generosidad —respondió Caliane antes de romper el apretón de manos—. Debería haber avisado de mi viaje. —Esta es la casa de su hijo —dijo Elena, siguiendo sus instintos—. Usted es siempre bienvenida. Los ojos de Rafael encontraron con los suyos. Eres amable con mi madre, hbeebti. Creo que se siente avergonzada por su comportamiento impetuoso ahora que está aquí. Gracias por la advertencia. Sonriendo a Caliane, Elena hizo un gesto hacia la casa. —Todo el mundo está encantado de conocerla. Caliane dudó por un segundo, luego le siguió los pasos. Cuando Elena le presentó a Montgomery, la madre de Rafael era pura gracia
mientras estaba con los otros miembros del personal que hacían fila para conocerla, todos y cada uno arreglados y limpios. Mostrándole a Caliane después sus habitaciones —cruzando los dedos discretamente para que Montgomery hubiera logrado prepararle un vestido, Elena dijo—: Por favor, tómese su tiempo. Vamos a esperarla en la biblioteca. El comedor es un poco demasiado grande para la familia. —Consorte. —Los ojos de Caliane eran intensos, con una expresión indescifrable. La mano de Elena apretó el pomo de la puerta, los pelos en la parte posterior de su cuello erizándose. Su primario cerebro posterior reconoció a Caliane como una amenaza, gritó que corriera, pero por supuesto, no era una opción. —¿Señora? —Esta casa... tiene un corazón. Me alegra que mi hijo viva en una casa con un corazón.
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No estando segura de si eso era un cumplido o una simple declaración, Elena inclinó la cabeza y dejó a Caliane cuando la Antigua se dirigió al baño. No sopló un suspiro de alivio hasta que se halló en el dormitorio principal. Caminando directamente a los brazos de Rafael, le dejó envolver sus alas alrededor de ella y los dos se quedaron allí, listos para enfrentar esta extraordinaria visita, al igual que se habían enfrentado a todo lo demás: juntos. *** Ashwini soñaba con Felicity, se despertó con la cara de la joven en la vanguardia de su mente. Le frustraba más allá tener que saber que Giorgio y Cornelius seguían libres de ejercer sus perversiones. Al salir de la cama para encontrar a Janvier en el balcón con su teléfono, se puso una camiseta grande, metió los pies en unos calcetines gruesos y luego fue a abrazarlo por la espalda. Llevaba solo sus vaqueros, su cuerpo caliente en su contra a pesar del frío. Se volvió y la abrazó con un brazo alrededor de sus hombros mientras hablaba con Dmitri. —Giorgio ha sido conectado con Lijuan —dijo antes de volver a su conversación. Podía ver por la falta de una sonrisa en sus ojos que no había habido ningún otro avance. Reprimiendo las ganas de gritar al cielo, le dio un beso en el pecho, y luego se metió dentro para ducharse y vestirse. Estaba poniendo su pelo en una cola de caballo cuando oyó el estruendo de alas angelicales cerca. Mirando por las puertas del balcón, atrapó justo a tiempo la luz desgarradora de las alas de Aodhan volando hacia atrás. Janvier entró con una lona al instante siguiente. —Ropa fresca.
—¿Qué es exactamente lo que tienes con él que está jugando de mensajero para ti? —preguntó, desconcertada ante la idea de estar con un hombre que podía recurrir a ayuda angelical como si ella pudiera montar en un compañero cazador. Caminando de regreso al baño, le guiñó un ojo. —Eso es entre yo y Sparkle, mi Khoobsurat y magníficamente peligrosa Ashblade. Feliz a pesar de sus emociones crudas en el sentido de que Felicity quedó perdida, incapaz de seguir adelante, lo dejó en la ducha y se dirigió a la cocina para hacer café. —No me estoy dando por vencida —le dijo al fantasma de la mujer que fue castigada por querer solo creer en la esperanza, en un futuro en el que era querida—. Las piezas del mal de mierda caerán. Te lo prometo. Un invernal suspiro le atravesó la piel, el cual la hizo erizarse, el aliento de repente helando en el aire mientras sus pulmones luchaban para hacer frente al repentino frío insoportable... luego calidez corriendo de nuevo por ella, y sabía que por el momento, Felicity se había ido. El beso en la parte posterior de su cuello, diez minutos después fue acompañado por el aroma fresco y limpio del jabón y hombre. Frente a él, ella levantó su café, habiéndose comido ya un par de piezas de pan tostado. —¿Un sorbo?
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Él asintió y tomó un trago, absorbiendo el placer del sabor con una sensualidad que le hizo un nudo en la parte inferior del cuerpo. La química entre ellos era imposiblemente más potente esta mañana, sus cuerpos habiendo aprendido exactamente lo que podían hacer el uno al otro. Dándose un capricho acariciándolo con la mirada, cogió el borde de tensión en la línea de su mandíbula. —¿Cuándo te has alimentado por última vez? —Dejó de lado su café. —No estoy a punto de desmayarme, cher. —Una lenta sonrisa—. Puedo recoger una botella de la Torre. Ella se subió el puño de su suéter en V de cuello negro, desnudando su muñeca y la levantó para acariciar con ella los labios de él. Sus ojos se volvieron pesados, su pecho expandiéndose en una inhalación profunda. —No tienes por qué hacerlo. —Lo sé. —Acariciando los dedos por su cuello, ella se inclinó aún más cerca, el costado alineado con el suyo. Él se estremeció, cogió el otro lado de su muñeca, y le dio un beso en el pulso latiendo rápidamente. Luego pasó la lengua por fuera, contrayéndose en otra larga respiración. Su sangre parecía correr a un pequeño punto. Con los pezones frotándose contra su sujetador y la piel tensa, esperó. Cuando sus colmillos rasparon su piel, se tragó un gemido. Sus ojos se levantaron. En ellos había puro sexo y afecto relajado, posesivo, que la había atado con nudos mucho antes de admitir que era
mucho más que un trabajo para ella. —Ahora —dijo ella, con un tono ronco. Una sonrisa pecaminosa ante sus colmillos atravesó su carne. Sus pestañas cayeron, con la garganta en movimiento mientras él se alimentaba... y su sangre, se convirtió en miel. Con las piernas temblando, se movió para apoyarse en el mostrador. Él la siguió, colocando una mano en la parte baja de su espalda, acariciándola suavemente mientras continuaba alimentándose. No estaba sacando mucha sangre, se dio cuenta con la parte de su mente que no se encontraba aturdida. Tomó la mayor parte de lo que necesitaba en los dos primeros intentos, ahora se hallaba bebiendo... disfrutando. Ella también estaba disfrutando. La excitación siguió aumentando y aumentando, un puño bajo en su vientre. Era diferente al sexo, no tan íntimo... excepto que este era Janvier. Deslizando sus dedos por debajo de su camiseta para acariciar su piel, él levantó sus pestañas de nuevo, sus ojos se encontraron, y el puño explotó.
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Temblando a través de ondas, ella abrió los ojos que no se acordaba de haber cerrado para verlo lamer la herida para cerrarla. Lo hizo varias veces, hasta que no pudo ver nada más que diminutos pinchazos que se desvanecerían en un día. Satisfecho, deslizó una mano alrededor de su nuca y por la mandíbula, pasando el pulgar de la otra mano sobre el labio inferior. —Podría acostumbrarme a este desayuno. Ella mordisqueó su pulgar. —Tengo que decir, que no es una mala forma de despertar por la mañana. —Sí, le dió la vuelta, pero él tampoco estaba exactamente controlado, su erección era agresiva contra la cremallera de sus pantalones vaqueros—. Tal vez la próxima vez deberíamos hacerlo antes de levantarnos de la cama. —Yo digo que sí. —Frotándose contra ella, gimió—. Tenemos... Ambos teléfonos sonaron a la vez. El mensaje era idéntico: Una víctima ha despertado. Expresa su deseo de hablar. La excitación se apagó, se dirigieron fuera y al hospital sin más conversación. Era Brooke quien se encontraba despierta y lo suficientemente estable para hablar. El miedo era un sabor metálico en el aire alrededor de la maltratada mujer, pero cuando ella agarró la mano de Ashwini, no protestó. Con los tensos músculos del estómago contra el aluvión de dolor y pánico que hizo que las náuseas se empujaran en su garganta, se encontró con los magullados ojos marrones de Brooke. —Eres fuerte — dijo—. Bien. Los hijos de puta no se lo esperarían. La sonrisa de Brooke se convirtió en una mueca mientras sus abusados músculos faciales se intentaron estirar. —No los han encontrad.... —Tosió, pero hizo caso omiso de las virutas de hielo que le ofrecía Ashwini de la taza en la mesita de noche.
—No —contestó Ashwini, poniendo en la mesa el hielo de nuevo— . No los hemos rastreado aún, pero lo haremos. ¿Conoces algún lugar donde Giorgio podría esconderse? —Sacó su teléfono, pasó por cada una de las propiedades que ya habían limpiado. —Tú los tienes todos. —Irritada, las palabras apenas audibles—. Solo...
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40 Traducido por K0TECITA Corregido por Vane hearts
—¿Sólo? —Ashwini podía decir que Brooke estaba con un dolor intenso, pero la mujer había vetado los medicamentos para el dolor antes de esta reunión porque quería hablar, quería ayudar. Ashwini no quería dudar de su coraje. —El ganado —susurró Brooke, su mano apretando la de Ashwini—. Al ganado le dan algo.
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Ashwini frunció el ceño, se centró implacablemente en los hechos más que en el grito silencioso de terror que seguía golpeándola, haciéndole palpitar el cráneo. —¿Cómo? —preguntó—. Su patrón parece perseguir a las mujeres que tienen poco. —Incluso la joya de ganado había demostrado ser de orígenes modestos o medios desfavorecidos. La misma Brooke fue una bailarina exótica en un parte de baja renta de la ciudad antes de que Giorgio la arrancara para su adorado harén. A pesar de eso, los magos financieros que los habían comprobado, no encontraron propiedades. —El patrón es justo. —Brooke volvió a toser, aceptó los trozos de hielo en esta ocasión, su respiración rasposa—. Estamos agradecidos. —Es un depredador. —Ashwini apretó la mano de la otra mujer—. Uno que ha tenido cientos de años para perfeccionar sus habilidades. Nunca te culpes por lo que es. Un guiño inestable. —G-gracias. Necesitaba oírlo. —La otra mujer parecía estar a punto de perder el conocimiento, pero parpadeó rápidamente, se las arregló para mantenerse despierta—. Pobre ganado… pero Penélope consiguió la he-he-her… —¿La herencia? Otro guiño tenue. —Re-resultó que su tía McScrooge era rica. Le d-dejó todo hace cinco a-a-años atrás. —Un aire ruidoso salió de sus pulmones, su mano se contrajo en la de Ashwini—. Está en esp… —Con la garganta seca, no podía hablar hasta que Ashwini la había aliviado dándole más hielo en la boca—. A la tía no le gustaba Giorgio —dijo la mujer herida claramente, con los ojos tan brillantes que era obvio que estaba luchando desesperadamente para comunicar todo lo que sabía— . La casa está en un fideicomiso especial donde Pen puede utilizarla hasta que muera, pero no tiene… —Una tensa tos.
Con su mente a cien, Ashwini dijo—: No tiene ningún control sobre él, ¿no puede venderla o firmarla a través de Giorgio? —Esa tenía que ser la razón por la que no había aparecido en las búsquedas. El nombre de Penélope no estaba en la escritura. Brooke asintió. —Las mujeres n-no saben de él. —Una inhalación de dolor—. No le hagas daño. —No te preocupes. No van a ser castigados por sus crímenes. Y Brooke, gracias. Lo que acabas de contarme lo cambia todo. La sonrisa de Brooke era una sombra, sus ojos cerrándose. Dejando a la mujer durmiendo después de liberar su mano, Ashwini caminó hacia donde Janvier se quedó esperando en el pasillo del hospital… y se tambaleó, se habría caído de rodillas si Janvier no la hubiese cogido. —Un minuto —dijo ella, aferrándose a él, dejando que su calidez caliente el hielo en sus venas. —Todo el tiempo que necesites. —Con brazos de acero y la voz áspera, apretó los labios en su sien. Deseó poder permanecer en su abrazo para siempre, pero le hizo una promesa a Felicity, a Brooke, a todas las víctimas.
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Apartándose después de su precioso minuto, las náuseas y el golpeteo en su cabeza estaban en un nivel más manejable, lo besó una vez antes de volver al horror. —Penélope —dijo ella, ya marcando al equipo de datos—. Ella tiene acceso a una propiedad. —Recitando todo lo que sabía al técnico que contestó, dio de prisa la información—. Encuentren a la tía y encontrarán la casa. Apenas había colgado cuando el nombre de Carys apareció en su teléfono. —Dos chicas están desaparecidas —dijo la mujer a Ashwini—. Recibieron una llamada anoche, otra chica dijo que iban a ser ricas, tal vez incluso nombró a un hombre rico que conseguirían en una casa de barrio. Un nudo se formó en las entrañas de Ashwini con la inquietante similitud de la línea con que Felicity fue alimentada. —Es sólo durante la noche —dijo ella, tratando de no saltar a una conclusión mortal—. ¿Qué inusual? —Sí, si Bridget y Marta estaban pasando la noche, nos lo habrían dicho. Es cómo nos cuidamos los unos a los otros. —Envíame sus fotos. ¿Hay algo más que puedas pensar que podría ayudarnos a encontrarlas? Una pausa. —¿Realmente vas a ayudar? ¿Me estás hablando en serio? Perpleja, Ashwini dijo—: ¿Por qué no habría de hacerlo? No pareces ser del tipo de mujer que mentiría.
—No lo soy, pero los policías no toman en serio a prostitutas desaparecidas durante la noche. —No soy un policía. —Sí, eres un cazador. —Sonaba como un cumplido—. Ransom dijo que eran fuertes. —Un susurro chisporroteo en el fondo—. Está bien, hablé con las chicas, así como algunos de los chicos que trabajan en esa zona, y a las chicas las recogieron en un SUV negro, vidrios polarizados. Pero no era un hombre el que iba dentro. Era una mujer. Anoté la descripción, morena al final de sus veintes, buen estado. Una de las chicas notó que tenía una buena gargan… —¿Oro con lentejuelas? —Sí, ¿conoces a la perra? —Sí, conozco a la perra. —Colgando después de asegurarse de que Carys no tenía cualquier otra información útil, se giró hacia Janvier y le contó las noticias—. Penélope sabía lo que Giorgio era todo el tiempo. Me dejé encantar con su dulce acto de “todos somos leales los unos a los otros” Así que, pensó que tenía a la valiente mujer en la cama del hospital; El único crimen de Brooke fue que amó a un monstruo.
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Incluso Dmitri había puesto una luz de vigilancia sobre el ganado, más para que se sientan seguros en el hotel donde se alojaban ya que actualmente se encerraban dentro. Hubiera sido sencillo para Penélope deslizarse fuera. —Apuesto a que ella ha estado atrayendo a las mujeres para él, jugando al chofer. Es por eso que nunca nadie vio a Giorgio con Felicity. Los ojos de Janvier ardieron. No necesitaba hablar para entender la furia fría en sus huesos, Ashwini agregó la información sobre el SUV negro a lo que ya dió al equipo de datos. No era mucho, pero si Giorgio o una de las mujeres tenían un SUV negro registrado a su nombre, podría darles otra forma de rastrear al bastardo. La información de la propiedad llegó tres minutos más tarde. Resultó que la tía tenía dos propiedades, ambas amarradas en un marco legal complicado que hizo que el actual beneficio sea confuso. — Tomaremos el de Lower East Side —dijo al técnico, ella y Janvier habiendo alcanzado su motocicleta—. Está más cerca al hospital. —Nasir dice que puede manejar al de Upper West Side. —Fue la respuesta—. Illium va con él. —Diles que llamen si encuentran algo. —Colgando, compartió la dirección con Janvier, y ambos salieron. Su teléfono tenía otro mensaje en él cuando lo comprobó después de que aparcaron a una cuadra de la casa independiente de tres niveles que había pertenecido a la tía de Penélope. —El vehículo está registrado a nombre de Marie May —dijo a Janvier a medida que bajaban de la
moto—. Hay que poner al gremio en alerta. —Eso sería a la policía, al personal de las torres y a cualquier cazador en los alrededores. Janvier, habiendo colgado los cascos de ambos lados del manillar, se quedó en la calle. —No creo que eso sea necesario. Siguiendo su mirada, Ashwini lo vio. —Hijo de puta. —Un SUV negro con vidrios polarizados estaba aparcado justo enfrente de la casa. No hay manera en el infierno que sea una coincidencia. —No podemos esperar —dijo—. Él ya ha tenido a esas dos mujeres por horas. —¿Por el frente o por atrás? —preguntó Janvier, enviando una solicitud de copia de seguridad urgente. Miró el edificio. —¿Sabes escalar? ¿Puedes llegar hasta esa ventana del tercer piso y descifrar una forma de entrar? Janvier siguió su mirada hacia la ventana cerrada pero no particularmente segura. —Juego de niños. —Entras, trabaja desde ahí. Voy a entrar a través de la parte delantera. —Captó su ceño, sacudió la cabeza—. Voy a ir como que estoy siguiendo a Penélope, asegurándome de que está bien después del trauma de descubrir los crímenes de Giorgio.
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—Sigue siendo un riesgo. Ashwini sonrió. Lo mismo hizo Janvier. Luego se separaron. Caminó por la acera y por las escaleras hasta la puerta principal de la casa, mientras Janvier fue hacia la izquierda y sobre la cerca de la casa de la esquina. En el momento en que sonó el timbre de la puerta delantera, ella supuso que había que escalar el lado de la casa. Cuando nadie respondió al primer timbrazo, se inclinó sobre ella, actuando irritada para el beneficio de la cámara de vigilancia de la puerta. Mientras su estómago se revolvió, su capacidad de recoger algo tan horrible, que tuvo que empujarlo a un lado o no sería capaz de funcionar. Echando un vistazo a su reloj y a la continua falta de una respuesta desde dentro, sacó su teléfono celular y llamó a Penélope. Lo oyó sonar dentro de la casa antes de que fuera silenciado. La puerta se abrió cinco segundos después. Sin gargantilla de oro o copa de seda esta vez, pero en una túnica hasta el muslo de un azul profundo que fue ricamente bordada. —Oh, ¡hola! —dijo la morena, con los ojos brillantes y las mejillas encendidas. —Lo siento por la espera. —Una pequeña risa—. Me afeitaba las piernas. Ashwini no bajó la mirada, simplemente sonrió como si se hubiera tragado la excusa. —Quería comprobarte —dijo ella, preguntándose qué había en la oscuridad del pasillo detrás de la mujer que jugó de ayudante de un psicópata sádico—. Brooke nos dijo que
podrías estar aquí cuando no pudimos encontrarte en el hotel con los otros. La boca de Penélope se frunció ante el sonido del nombre de Brooke, pero se recuperó rápidamente. —Oh, espero no estar en problemas, quería estar en mi propia casa. —Abrió la puerta un poco más—. Puedes decirles a todos que estoy bien. ¿Y Brooke? —Sus ojos brillantes y duros—. ¿Va a estar bien? —Sí, los médicos dicen que va a tener una recuperación completa. —Ashwini palmeó el revestimiento de ladrillo—. Este es un gran lugar. —¿Lo es? Mi tía me la dejó. —Con el labio inferior temblando, Penélope se abrazó a sí misma, sus distintivas uñas vívidas doradas y con lentejuelas contra el azul oscuro de la túnica—. No puedo creer que Giorgio hizo esas cosas, haber herido a Brooke. Yo lo amaba. Ella era, Ashwini pensó, una patológicamente buena mentirosa. También ahora estaba un paso fuera de la puerta, haciendo que instintivamente a Ashwini la siguiera cuando se movió hacia atrás. Continuó sonriendo, Ashwini se inclinó hacia ella y le dijo—: Puedo hacer un agujero a través de tu intestino mientras tratas de gritar, así que no lo hagas. Penélope se congeló en medio de un respiro, con la boca abierta como la de un pez globo.
Manteniéndose cerca para bloquear la expresión en el rostro de 285 Penélope de la cámara, ella dijo—: ¿Está Giorgio dentro de esa casa? — Apuntó la pistola hacia Penélope cuando la otra mujer no respondió con la suficiente rapidez, sin misericordia con la memoria del rostro golpeado de Brooke al frente de su mente. —S-sí. —¿Quién más? Torció sus labios. —Nada más que dos putas que recogí de la calle. Ashwini apagó la seguridad. —No me mientas. No me gustas y no dudaría en poner una bala en tu bonita cara y estropearla. Su petulancia borrada, Penélope gimió. —No puedes hacer eso. —Defensa propia. ¿A quién crees que el gremio va a creer? ¿A mí o una adicta a la sangre de muertos que vendió a su hermana? —¡Brooke no es mi hermana! Es un pedazo de basura que avergonzó a nuestro maestro. —Una última oportunidad. —Ashwini empujó con el arma lo suficientemente duro que la heriría, su voz helada—. ¿Quién más está dentro de la casa? La piel de gallina en su piel, Penélope se desmoronó. —El otro maestro —susurró—. El viejo.
—¿Quién supervisa la alimentación de vigilancia? —El maestro —dijo—. Lo verás. —Comenzó a reír burlonamente. Ashwini se estiró como si quisiera abrazar a Penélope y apuñaló con dos dedos una parte particular de su garganta. Hizo que los ojos de la morena se ampliaran, un sonido de arcadas escapó antes de desplomarse. Lanzando un brazo alrededor de la mujer aturdida, renunció a cualquier intento de sigilo y empujó la puerta totalmente abierta al ver a nadie al acecho. Dejó caer a una Penélope gimiendo en el pasillo y, tirando de la correa de la elaborada túnica de la mujer, lo utilizó para amarrarla, las manos detrás de la espalda y los tobillos atados a las muñecas. Un corte con una de sus cuchillas y tenía otro pedazo de la túnica para utilizar como mordaza. —No quisiera que estés llamando a tu precioso Giorgio en el momento equivocado —murmuró. Cuando terminó, fijó a Penélope a su lado para asegurarse de que podía respirar. Toda la operación le llevó menos de un minuto y su piel se arrastró todo el tiempo, pero se imaginó que Giorgio era demasiado cobarde para venir por ella directamente. No, el bastardo polla de lápiz estaría escondido en algún lugar, listo para emboscarla como lo hizo con las mujeres que habían confiado en él.
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Haciendo caso omiso de las dagas que Penélope lanzaba con sus ojos, se deslizó el cuchillo que había utilizado para cortar la túnica y sacó su arma secundaria de una funda de tobillo. Ambas armas tendidas, dio un paso hacia la primera puerta cerrada en esta planta. *** Después de haber trepado por el lado del edificio, Janvier llegó al ventanal anticuado y mirando a través de las cortinas abiertas, confirmó que la habitación más allá estaba vacía. Podría haber roto un cristal para entrar, pero el ruido podría alertar a alguien aquí, por lo que utilizó un truco que había aprendido de un ladrón de joyas, y rompió las bisagras en su lugar, utilizando una cuchilla afilada y fuerza vampírica. Agarrando una parte de la ventana, bajó silenciosamente al suelo, luego se deslizó, sus kukris en la mano al momento en que sus pies tocaron la alfombra. Un oído abierto para Ash, examinaba la habitación para encontrarla relativamente desnuda, aunque hubo algunos pertrechos femeninos que hacían pensar lo contrario. Incluyendo una bufanda bastante amarilla púrpuras medio colgando de un cajón.
con
mariposas
Su mente recordó la foto de Felicity con sus amigos, todos con un cóctel en la mano… y Felicity con la bufanda alrededor de su cuello.
Esto tenía que ser donde ella, Lilli, y las otras víctimas había vivido antes de que Giorgio los pusiera en las cajas. El lugar en el que habían tratado de llegar a ser "lo suficientemente buenas" para mudarse a la casa de Giorgio en el barrio vampírico. Medidas drásticas contra la rabia, y tomando un rápido vistazo alrededor para asegurarse de que no faltaba nada, salió al pasillo. A la izquierda estaba lo que resultó ser un cuarto de baño cuando abrió la puerta. Ésta, también, estaba vacía. Como lo estaba la habitación de al lado. Esa habitación tenía un pequeño balcón decorativo en el lado que no se veía desde la calle, pero era tan pequeña que se podía ver que no había nadie en ella de un vistazo a través de las puertas corredizas. Eso dejó al lado derecho de la planta. Tenía dos puertas, y la primera estaba cerrada con llave. Deslizando lejos una de sus cuchillas, tomó un pequeño alambre de metal de su bolsillo, otro truquito que había aprendido de su amigo ladrón. Diez segundos después, hubo un pequeño clic que dijo que estaba listo. El sonido fue muy pequeño, pero Janvier sabía que algunos vampiros más viejos tenían una audición que era sobrenaturalmente aguda. Dejando a un lado el cable, esperó, escuchando en la puerta. Sonidos salían desde dentro, pero eran extraños, sordos.
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Empujando con mucho cuidado la puerta abierta mientras mantenía su cuerpo fuera del camino. Cuando no hubo otro sonido, empujó hasta abrirla por completo y se golpeó la espalda contra la pared del pasillo de nuevo. Más sonidos amortiguados, más fuerte ahora. Miró, vio a una mujer atada de pies y manos, algo metido en la boca y el pelo negro rizado en una maraña contra la gruesa alfombra gris. Mascara se le corría por la piel blanca pegajosa de su rostro, el terror en sus ojos. Levantó un dedo a sus labios, comprobó el resto de la habitación y no encontró ninguna evidencia de otro individuo. Miró hacia el pasillo para asegurarse de que quedó claro, luego se fue a su lado. —Voy a desatarte —dijo en voz baja—. Pero si comienzas a llorar o hacer cualquier otro tipo de ruido, puede que no sea capaz de sacarte. —Era imposible saber si Giorgio tenía guardias en este lugar y Cornelio era un ángel poderoso, incluso sin Lijuan alimentándolo con su energía—. Cabecea si entiendes. Un cabeceo frenético. Janvier sacó la mordaza primero. Resultó ser un calcetín hecho un ovillo. —Mi amiga, Marta —susurró a través de la boca seca y labios agrietados—. La morena que nos trajo hasta aquí se la llevó. —La encontraremos. —Cortando las cuerdas, la llevó a la habitación por las puertas corredizas. Demostraron estar bloqueados
por un cerrojo con llave. Tomó preciosos segundos para forzar la cerradura, pero cuando deslizó la puerta abierta, vio que su corazonada tenía razón: oxidado pero con indicios de desgaste peligroso, había un tubo grande en la pared exterior que iba todo el camino al suelo. Tenía suficientes uniones para proporcionar un agarre. Ignorando su chaqueta de cuero, se la dio a la mujer que había confirmado que su nombre era Bridget. Sus pantalones vaqueros ceñidos y sus pequeñas botas protegían sus piernas del frío, pero ella llevaba sólo un corpiño en su mitad superior. —Voy a ayudarte con la barandilla de la tubería. —Pensando en sus manos en el metal helado, se acordó que tenía los guantes de Ash en los bolsillos de la chaqueta, le dijo que se los pusiera—. Baja tan silenciosamente como sea posible. —¿Qué pasa con Marta? —preguntó ella, después de haber limpiado el dorso de sus manos en su cara. Se había untado más su maquillaje, pero sus ojos contenían más rabia que miedo. —Voy por ella. Voy a ir mejor si no tengo que preocuparme por ti también. Dando un cabeceo espasmódico, se puso los guantes. —¿Debo llamar a la policía después de que me los ponga?
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—Ya están en camino. ¿Puedes conducir una motocicleta? — Sacudió la cabeza, él dijo—: Ve por la calle y escóndete detrás de la casa de la esquina. —Se dió cuenta que estaba vacía cuando llegó—. Nuestro apoyo debe llegar en cuestión de minutos. Ella no volvió a hablar hasta que la había ayudado a salir. —Por favor, ayuda a mi amiga. —Lo haré. —Esperando el tiempo suficiente para ver que ella estaba firme en la tubería, se fue de nuevo al pasillo y rápidamente miró en las habitaciones que ya había despejado. La última puerta de la derecha era un dormitorio principal, con un diseño opulentamente masculino. Janvier olió la misma colonia que había en la casa de Giorgio, vio un pañuelo en la cama, una camisa con una caída de encaje en los puños en una silla. Sin embargo, del mismo Giorgio no había ni rastro. Empezó a bajar las escaleras hasta el segundo nivel.
41 Traducido por Miry GPE Corregido por NnancyC
Mirando a la derecha mientras bajaba por el pasillo, Ashwini encontró una amplia sala de estar. Su mirada fue inmediatamente al vaso de líquido rojo en el aparador antiguo, al lado de un decantador con lo mismo. Sangre. Ninguna otra cosa tenía la misma consistencia, una que era obvia para ella, incluso desde su posición actual. Entrando con cuidado, examinó la gran habitación. Había un sólo lugar en el que alguien podía ocultarse, y era detrás del sofá cerca de las ventanas. En vez de caminar hacia ahí, se tiró al suelo y miró debajo del sofá color crema con patas de madera curvadas. Nada.
289 mirada.Lo
confirmó cruzando la habitación y dándole una segunda
Ahora tenía que tomar una decisión. Pasar por la puerta de la sala de estar hacia la habitación del lado opuesto, o entrar en la otra desde el pasillo. Con ojos entrecerrados, miró alrededor y encontró una silla ornamentada, la cual era pesada, pero que podía llevar sin arrastrarla por el suelo. La puso debajo del picaporte de la puerta de acceso interno, bloqueándola como una ruta de salida, y luego regresó al pasillo. Cerca de la entrada, Penelope se hallaba tirada, el pelo por toda su cara mientras trataba de moverse, un pecho desnudo y un muslo expuesto. Confirmando con una mirada que la otra mujer no iría a ninguna parte, Ashwini abrió una puerta de la izquierda. Descubriendo que era un armario lleno de abrigos de terciopelo y encaje, junto con lo que parecía ser una capa negra con capucha. La cerró, despejó las otras dos habitaciones de la izquierda, manteniendo un ojo en la puerta abierta que conducía a la habitación fuera de la sala de estar. El primer cuarto de la izquierda era una especie de sala de juegos con televisión y sorprendentemente con muebles para relajarse. O Giorgio no tuvieron tiempo de actualizarlo o era para las mujeres. La otra habitación era un cuarto de baño cubierto de azulejos de lujo. Así que, probablemente, el restante aún no fue actualizado. Seguramente alguien se encontraba en la habitación que dejó para el final, se dirigió a la puerta.
A la vez, cambió sus armas por cuchillos. Harían mucho menos ruido y no alertaría a nadie más en la casa. Entonces entró rodando a la habitación, hacia un rápido ataque de un vampiro sobrenaturalmente hermoso con ondas de cabello dorado. Pero Giorgio no estaba acostumbrado a luchar por su vida. Él fue hacia donde el cuerpo de ella debería estar, en lugar de donde estaba. Se colocó en cuclillas y empujó un cuchillo en el estómago de él antes de que pudiera detener su impulso hacia adelante. Su sangre manchó su camisa blanca de escarlata. Consciente de la rapidez con la que los vampiros de su edad podrían recuperarse de una herida en sus entrañas, golpeó con un segundo cuchillo directamente en su corazón, segundos después del primero, luego se alzó para apuñalarlo con un tercero en el cuello desde el costado. Su yugular se cortó, bombeando sangre en calientes borbotones, salpicando las paredes amarillas de lo que resultó ser la cocina, pero él todavía seguía luchando, tratando de gorgotear algo que sonaba como “puta”. —Mejor puta que una pieza de mierda sádica como tú —dijo y, agarrando el cuchillo de caza de su cinturón, lo estrelló en el cerebro de él a través de la oreja izquierda, luego lo giró.
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Con una mirada de asombro en su rostro, al final Giorgio se derrumbó. Ashwini sabía que no estaba muerto, se aseguró de eso. Quería que Giorgio sufriera la justicia inmortal. Podría durar años. La hoja en su cerebro debería mantenerlo fuera de servicio por un día por lo menos, pero no correría el riesgo, con toda la rareza en este caso. Por lo que sabía, Giorgio era parte renacido y estaría volviendo a la vida tan pronto como le diera la espalda. Asaltando la cocina en lugar de utilizar sus propios cuchillos, metódicamente puso cuchillos para carne de acero al carbono a través de sus palmas, antebrazos y hombros, cuidando de no hacer contacto piel a piel. Después atravesó con un cuchillo de carnicero su muslo, cortando el hueso. Hizo lo mismo con su otro fémur. A diferencia de Giorgio, no sintió ningún placer en causarle las lesiones. Su único motivo era mantenerlo en su lugar. A excepción de los dos últimos cuchillos que encontró, hojas estrechas y afiladas para filetear. —Esto es por todas las mujeres a las que alguna vez dañaste — dijo y fijó los testículos del bastardo al piso, los cuchillos se deslizaron fácilmente a través de sus pantalones—. Espero que cuando despiertes te duela como la mierda. Juzgando que se hallaba controlado, se levantó y se volvió a dirigir al pasillo. Las sirenas que ya podía escuchar le decían que su respaldo llegaría mucho antes de que Giorgio tuviera alguna posibilidad de
levantarse. Tomando las escaleras al segundo piso, subió en silencio... para ver a Janvier bajando del tercero. Ella alzó la cabeza. En un tono bajo, él dijo—: Una chica a salvo. —Entonces se concentró en la sangre en su chaqueta. —Es de Giorgio. Pasando los dedos por la mandíbula de ella, miró por el pasillo. — Cornelius debe estar en este piso si lo encontraste aquí. —Lo está. —La fealdad nauseabunda que sintió, incluso desde el exterior, dominaba el aire de aquí, acre y vieja. Luchando contra la sensación de malestar en sus entrañas, sacó sus armas de nuevo. Los cuchillos no harían mucho bien contra un ángel, pero un cerebro lleno de plomo podría retrasarlo lo suficiente como para que Janvier lo decapitara. Marcharon por el pasillo lado a lado, despejando dos habitaciones antes de que un vuelco en el estómago de Ashwini le dijera que estaban en el correcto. Comunicándole eso a Janvier con una simple mirada, no discutió cuando asintió para que ella abriera la puerta, así él podría entrar primero. Como vampiro, él tenía más posibilidades de sobrevivir a un ángel enojado que ella. Y tenía una mejor oportunidad de mantenerlo seguro si entraba disparando detrás de él.
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Girando el picaporte, la abrió antes de dar la vuelta para entrar detrás de Janvier. Entró tan bajo y silencioso como ella en la cocina y se acercó dispuesto a defenderse de un ataque... excepto que no hubo ninguno. Sin embargo, había un ángel en la habitación. Ashwini mantuvo sus armas levantadas, sus ojos negándose a creer lo que veían. Cuando se arriesgó a dar un rápido vistazo a Janvier, vio la misma incredulidad en sus ojos. Janvier le mostró una foto de Cornelius poco después de que encontraran sus plumas. El hombre en esa imagen tenía una constitución fuerte, cabello castaño brillante tan oscuro que era casi negro, ojos de un profundo avellana verdoso y piel de un suave bronceado marrón que —cuando se combinaba con sus rasgos esculpidos— hablaba del Mediterráneo o del norte de África. Sus alas se hallaban extendidas en la imagen, un guerrero fuerte y listo para volar. De pie en frente de las ventanas... no sabía cómo llamarlo. Él pudo ser un ángel alguna vez, pero ahora sus alas eran dos trozos de cartílago petrificado y hueso, lo crema de sus plumas visible sólo en parches esporádicos, el rojo casi desaparecido. Cuando se giró para hacerles frente, vio sus mejillas hundidas, su piel completamente blanca y que su cabello marrón-polvoriento evidenciaba la misma muda de sus alas, la piel de las partes expuestas de su cráneo evocaba un oculto bronceado. Ashwini podría haber rodeado su brazo con los dedos índice y pulgar. Era como si hubiera perdido toda la grasa corporal y la masa
muscular. Pero incluso sus huesos no se encontraban del todo bien, su mandíbula sobresalía de un modo extraño y su pierna derecha parecía tener una segunda rodilla que empujaba los pantalones de fina seda roja que colgaban sobre su forma descarnada, su mitad superior desnuda para revelar una jaula de costillas que estaban aplastadas de un lado. Sus ojos eran de un azul transparente, sus dientes irregulares... y cubiertos de sangre, la misma sangre que rodeaba su boca y caía por su pecho. Sonriéndoles grotescamente, se colocó de rodillas y se inclinó como si fuera a alimentarse nuevamente de la mujer en el suelo, el cabello de ella era un charco magenta y su piel un marrón pálido. Ashwini le disparó a él en la cabeza, esperando que su cráneo no volara en pedazos. Con un ángel normal, eso no sería un riesgo, pero con este... Cornelius cayó hacia adelante, pero con la cabeza entera. Bien. Él también tenía que enfrentar a la justicia inmortal. Janvier quitó el cuerpo del ángel enemigo de encima de la mujer, mientras que Ashwini le revisaba el pulso. Tuvo que utilizar su muñeca, la garganta de la mujer era todo un lío sangriento.
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—Vamos —susurró ella, viendo en la víctima los signos más leves de daño a largo plazo: su piel era un toque más seco de lo que debería ser, el brillo de su cabello teñido desvanecido, pero no ausente. Le dio a Ashwini esperanza de que no era demasiado tarde—. Vamos. Entonces, allí estaba: un pulso, débil pero presente. Escuchando botas resonando por las escaleras, corrió hacia la puerta, y vio a Trace. —¡Trae a los paramédicos! Él asintió y desapareció por donde había venido. Los paramédicos llegaron a la habitación medio minuto después. *** Catorce horas después, con la ciudad oscura, Ashwini se apoyó contra la pared de una gran sala sin ventanas en el centro de la Torre. Janvier permanecía junto a ella, un pie en una bota contra la pared, con los brazos cruzados. Elena se encontraba al lado de Ashwini, mientras que Dmitri flanqueaba a Janvier. Naasir gruñó cuando le contaron de la captura y dijo que quería el informe de ellos. La idea de estar encerrado con “comida rancia andante” no era atractivo para el vampiro. Ashwini tampoco se sentía exactamente feliz por eso, pero tenía que pasarlo, sin importar qué. Mantenerse fuerte contra el vórtice de la energía de Rafael, era en realidad darle un contrapeso a la bilis causada
por el horror del mal de Cornelius... y el hombro de Janvier tocando el suyo era un ancla física. Rafael se hallaba en el centro frente a Cornelius —quien finalmente sanó lo suficiente para hablar, pero no para permanecer de pie durante un periodo prolongado. A un ángel de su edad no debería haberle tomado tanto tiempo para quitarse de encima una herida de bala, pero Cornelius ya no era exactamente un ángel normal. Se sentó en una silla, la cual era el único mueble en la habitación, con la cara formando la mueca de una sonrisa. Ashwini apretó los dientes contra las ganas de ir por un arma. Marta, la mujer que rescataron, estaba viva, pero el daño que se le hizo fue más allá de superficial. Sus huesos envejecieron diez años, sus órganos internos mostraban signos de lo mismo. Según los médicos, estaría bien con suplementos, no obstante, su esperanza de vida fue acortada de forma permanente. Todo para que un monstruo pudiera vivir un día más. —Cornelius —dijo Rafael, sus alas brillando de una forma que nadie quería ver, porque cuando un arcángel brillaba, gente moría—. No eres como solías ser. —Mi Diosa me dio un regalo.
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—Se alimentó de ti porque eras desechable y fuerte. —Una réplica despiadada—. Mi jefe de espías ha confirmado que Xi se retiró con las tropas, al igual que Alastair y Philomena. Sus lesiones y las muertes de otros generales de Lijuan fueron a manos de mi gente, no de Lijuan. La sonrisa de Cornelius no desapareció. —Me ofrecí para mejorar su grandeza, para formar parte de ella. —Se interrumpió por una tos agitada—. Por desgracia, no pudo completar la alimentación en medio del ataque final, no pudo tomar la plenitud de mi alma en sí misma. Eso explicaba el estado medio disecado de Cornelius. —¿Y las mujeres? —preguntó Rafael en un tono tan frío que hizo que el corazón de Ashwini se congelara. Mientras viviera, nunca entendería cómo Ellie iba a la cama con él. Más ahora que Ashwini experimentó personalmente la vulnerabilidad demoledora que venía con el sexo. Janvier le lanzó una mirada en ese instante, con sus ojos brillantes, y fue como si le hubiera leído la mente. Ella frunció el ceño. Él sonrió y cerró una mano sobre la de ella. —Podría arrancar tu cabeza de un sólo tirón —dijo en voz tan baja que le llegó sólo a ella. —Deja de leer mis pensamientos. —No le preocupaba en lo más mínimo la fuerza de él. Si hubiera querido hacerle daño, lo habría hecho hace mucho tiempo. En cambio, más de una vez se puso a sí mismo en el camino del peligro por ella. Con el ceño fruncido, Janvier dijo—: Pero hablaste en voz alta. Ella parpadeó, y se inclinó para hablarle al oído. —No, no lo hice.
Se miraron fijamente. —Hablaremos de eso más tarde —susurró finalmente y volvieron su atención al interrogatorio. Cornelius admitió usar a las mujeres para mantener su fuerza mientras esperaba el “regreso de su Diosa”, pero se negó a admitir que se alimentó de animales antes de rastrear a Giorgio. —Salva la cara —murmuró Dmitri—. Alimentarse de animales lo convierte en un animal. —¿Qué te hicieron los animales que los insultas de esa manera? La réplica murmurada de Ashwini hizo que los labios de Dmitri se curvaran. —Mis disculpas. Estás, por supuesto, en lo cierto. Él es una abominación innatural. —¿Qué hará Rafael con él? —preguntó. —Les preguntará a las víctimas sobrevivientes su voluntad y luego, se asegurará de que se lleve a cabo, en ambos, en Cornelius y Giorgio.
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—Bien. —Si fuera por ella, Ashwini le hubiera dicho a Rafael que encerrara a los bastardos en una habitación juntos, donde Cornelius podría alimentarse de Giorgio hasta que el vampiro muriera, entonces dejarlo que muera de inanición. Haría falta un largo, largo tiempo, incluso teniendo en cuenta su estado actual. Tal vez les mencionaría la idea a las víctimas con vida. —Estás sedienta de sangre, mi Ashblade. Cuando lo miró, Janvier frunció el ceño. —¿Tampoco dijiste eso en voz alta? —No. —Ella se apartó de la pared cuando Rafael se giró para irse, lo que indicaba que el interrogatorio terminó. Dejó a Cornelius en la habitación y Dmitri bloqueó la puerta tras ellos. —He hablado con Giorgio —dijo Rafael, su ala frotando la de Elena. —¿Ya? —dijo Ashwini antes de darse cuenta que interrumpió a un arcángel—. No pensé que fuera lo suficientemente poderoso para sanar tan rápido. Rafael le sostuvo la mirada, el azul de sus ojos violento. —No lo es. Pero Rafael —ella entendió, manteniendo un fuerte agarre en su habilidad para no ser absorbida por la fuerza de él— era un arcángel. No existía manera de saber cómo hizo para que Giorgio hablara, y era probablemente mejor si no lo supiera; tenía bastantes pesadillas dentro de su cráneo.
Los ojos de Rafael no se alejaron de ella, el poder que tenían era escalofriante. —Hiciste un trabajo extraordinario para contenerlo sin causar una lesión mortal. Ashwini decidió que no deliraba. Rafael definitivamente sonaba divertido. —Podría haberme entusiasmado un poco —admitió con una mueca—. Simplemente no quería correr el riesgo de que se arrastrara y escapara de la justicia para continuar con su reinado de tortura y muerte. —Un motivo digno —dijo Rafael, su expresión volviéndose fría mientras añadía—: Se merece el dolor. —Tienes que enseñarme el truco del cuchillo-a-través-del-cerebro —dijo Elena, dando a Ashwini una excusa para apartar la mirada del arcángel que la había notado. Ninguna persona en su sano juicio quería ser notada por un arcángel. Nunca. —Hay un giro al final —dijo, a escondidas curvando los dedos alrededor de los de Janvier. Él le respondió el apretón, cálido y fuerte. Y eso le hizo respirar más fácil. —En eso tienes que tener cuidado —le dijo a Ellie—. De lo contrario, dañas demasiado el cerebro para que el vampiro se recupere.
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Los ojos de la otra cazadora brillaron. —Tenemos que hablar. — Miró a su consorte—. Entonces, ¿qué tenía que decir ese cobarde viscoso? —Que no era un traidor. —Las palabras de Rafael poseían una repugnancia fría—. En realidad, no tenía verdaderas lealtades, hizo sólo lo que era bueno para Giorgio. Cornelius lo conoció en el pasado, y cuando vio a Giorgio en el Quarter, lo rastreó a su casa y le pidió asilo, convenciéndole de que sería recompensado cuando Lijuan surgiera de nuevo. —Señor —dijo Janvier—, Giorgio no siempre fue así. Era un gran médico. ¿Es la locura de la edad? La respuesta de Rafael fue absoluta. —No. Simplemente se aburrió de la eternidad y este era su entretenimiento. —La pura belleza masculina de las facciones del arcángel no hizo nada por ocultar la crueldad que lo convirtió en uno de los Diez—. Creo que aceptó a Cornelius no a causa de alguna creencia en la resurrección de Lijuan, sino porque deseaba un socio en sus perversiones. —Giorgio no debió ser capaz de salirse con la suya maltratando mujeres durante tanto tiempo —dijo Dmitri, su voz despojada de todo rastro de amabilidad. Pensando en la sorpresa de Carys ante la respuesta de Ashwini por el informe de dos profesionales perdidos, dijo—: Se necesita una mejor manera de mantenerse en contacto con los más vulnerables. —Ash tiene razón —dijo Janvier—. Hay todo un mundo gris bajo la superficie de la ciudad, y desde este grupo que los depredadores
como Giorgio escogen a sus presas. También estoy preocupado por el gran número de mortales sumisos que vi en los clubes Quarter. Dmitri frunció el ceño. —Contamos con una red en el lugar, pero su atención se centra en mantener vigilados a los inmortales, y no en los que podrían convertirse en presa. Es una brecha en la que tenemos que trabajar para conectarla. Lo que la Torre necesitaba, pensó Ashwini, era alguien como Ransom, alguien confiable en las calles y protector de sus habitantes, pero que no fuera mortal. Tenía que ser un vampiro, un hombre o una mujer que ya había tomado la decisión de vivir en el mundo inmortal. —Mañana podemos discutirlo más —dijo Rafael—. Por ahora, los depredadores están encerrados, y ustedes dos —Esa mirada llena de poder notando a Ashwini y Janvier de nuevo— se han ganado la noche libre. Disfruten de la paz mientras dure. Sin lugar a dudas era una orden. —Señor —dijo Janvier, y los dos salieron. Él ya había tomado una chaqueta de moto negra y roja para reemplazar la que le dio a la mujer que rescató, por lo que sólo había otra cosa que recordar. —Agarra algunas botellas de sangre —le dijo ella una vez que estaban en el pasillo principal—. Necesitas más de la que te puedo dar. Su sonrisa era maliciosa. —Me das bastante, dulzura. Y es muy
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Rodando los ojos, se inclinó y le dio un beso en esa bonita boca. —Gracias. —Por comprender que necesitaba una sonrisa y dársela. —El agradecimiento no es necesario —dijo y tomó su mano de nuevo—. Sólo sé mía por siempre. Quiero envejecer contigo, pensó en una oleada desgarradora de amor, ver el mundo contigo, pelear contigo, besar tu boca pecaminosa y risueña un millón de veces. Giorgio se aburrió con la eternidad, cuando Ashwini daría su alma para experimentar una sola vida mortal con el vampiro a su lado, sin el fantasma de una crisis psicológica que al final la fragmentaría en innumerables pequeñas piezas. La amargura amenazaba, pero ella tomó su decisión hace mucho tiempo, y no estaba dispuesta a permitir que un monstruo sacudiera los cimientos de su mundo. No, pensaría en su hermana, en Felicity, en Lilli. Ninguna tuvo la oportunidad de experimentar el amor de esta manera, caminar de la mano con un hombre que daría su vida por ella. Un día, una semana, un mes, un año… no importaba cuanto tiempo vivió como una persona completa, lo haría con un corazón abierto y un espíritu sin restricciones. —Te amo —le dijo ella mientras caminaban a su apartamento en la Torre, presionando los labios contra su mandíbula.
—Cher. —Él se giró para acunarle la mejilla, su mirada sorprendentemente vulnerable. Con el corazón expuesto, pasó los dedos por el cabello de él. — Sabes que lo hago. Tienes que saberlo. —Sí. —Una sonrisa magnífica y salvaje—. Pero es bueno escucharte admitirlo. Besando su boca sonriente, él murmuró sus propias palabras de amor, le dijo que era dueña de su corazón y que siempre lo sería. — Quedémonos aquí —dijo él, deslizando una mano debajo de la chaqueta y el suéter de ella—. Podemos ir a tu casa en la mañana. —Trato —le respondió justo cuando sonó su teléfono. Sosteniendo el verde musgo y luz de sol de su mirada, una mano en su nuca, metió la otra en el bolsillo. —Tengo que comprobar el identificador de llamadas. —Podría ser la Casa Banli. —Lo sé —dijo el hombre que la entendía, que la aceptaba. Su mirada ardía, se apoyó en él mientras miraba el nombre en la pantalla. No era la Casa Banli, sino que era una llamada que tenía que responder.
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—Tanu es Tanu esta noche —dijo Arvi, su voz sostenía una sonrisa—. A ella le gustaría verte.
42 Traducido por Nickie Corregido por SammyD
Elena salió a un balcón de la Torre con Rafael. Dmitri acababa de irse para atender una situación de emergencia con Sorrow, la mujer que fue capturada por un arcángel loco y transformada de maneras inexplicables. Honor estuvo entrenando a Sorrow en cómo manejarse en la oscuridad, Naasir salió con ellas, cuando Sorrow tuvo uno de sus impredecibles episodios violentos.
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Todo el mundo se hallaba físicamente bien, pero Sorrow se encontraba cerca de un colapso mental. Ya que Dmitri parecía ser el único capaz de llegar a ella, Honor le pidió ayuda. Elena nunca olvidaría cuando encontró a Sorrow, cubierta de sangre y desnuda en un viejo cobertizo, a unos metros de la cámara de los horrores donde estuvieron retenidos los restos de sus amigos. Le enfurecía que la joven continuara pagando las consecuencias de la maldad de otros; esperaba que encontrara la forma de pelear contra el veneno en su interior, y vencerlo. Los sobrevivientes de los crímenes de Giorgio y Cornelius tenían un largo camino por delante. De aquellos encontrados en las jaulas, parecía que sólo Brooke sería capaz de vivir una vida normal, y ella estaba gravemente traumatizada. Los otros tenían sus cuerpos como los de ancianos débiles y sus mentes casi destrozadas. —¿De verdad dejarás que las victimas elijan el castigo? —le preguntó al arcángel. —Es la única satisfacción que les puedo dar. —¿Y si eligen la misericordia? —Elena no lo haría, pero al fin y al cabo, le gustaba la justicia sangrienta. Rafael volteó el rostro hacía los vientos nocturnos. —Honraría su deseo, y encerraría a Giorgio y Cornelius en celdas vacías bajo tierra, así podrían vivir en misericordia hasta su muerte. —Por eso te amo, Arcángel. —Extendió sus alas, y las plegó—. Tu madre parece feliz. —Caliane se quedaba en la propiedad del Enclave desde su llegada, conforme con pasar tiempo con Rafael y hablar con Keir, aunque también se encariñó con Montgomery. —Sí. —Volteándose hacia Elena, Rafael la abrazó a su cuerpo, sus miradas fijas uno en el otro—. Me haces sentirme orgulloso de ser tuyo,
hbeebti. —El poder emanaba de cada palabra, sus emociones eran una furia—. Sé que es difícil, pero la tratas con gracia y compasión. —Es tu madre, Rafael, y te ama. —Era tan simple como eso—. Hablando de Caliane, deberíamos volar de regreso. Dijo que solo podía quedarse otro día sin poner a Amanant en riesgo y ya has tenido que estar en la Torre por horas para lidiar con Cornelius y Giorgio. Su beso provocó una tormenta dentro de ella, encendiendo su cuerpo. —Continuaremos esto cuando estemos solos. —Dicho eso, se lanzó de espaldas hacia atrás por el balcón para luego girar en el aire y elevarse. Presumido. Levantando vuelo también, saludó con la mano a su escolta de la Legión, reconociéndolo ahora. La Legión eran como gemelos idénticos, setecientas setenta y siete veces. Eran todos iguales, pero una vez que llegabas a conocerlos, cada uno era diferente. Este era un amor y no por ello el menos espeluznante, a su manera. Le devolvió el saludo y cuando ella se dirigió a su invernadero, la siguió. —Ve a pasar tiempo con tu madre, Rafael —dijo cuando el arcángel le frunció el ceño—. Caliane y yo estamos en paz —O por lo menos iniciamos el proceso—. Eso no quiere decir que queramos vernos más de lo necesario.
labios se curvaron, un mar salvaje dentro de su mente. —Te 299 veré enSus nuestra cama, Cazadora del Gremio. —Cuenta con ello, Arcángel. *** Ashwini entró en la Casa Banli para ser informada de que Tanu y Arvi se encontraban en los jardines ocultos-de-invierno-y-noche. De pie afuera, con Janvier a su lado, siguió el sonido de las voces animadas hasta encontrar a su hermana sentada en una silla de jardín de hierro forjado bajo la luz de la luna, Arvi a su lado. Tanu tenía una gruesa manta envuelta a su alrededor, mientras que Arvi llevaba su abrigo. Ambos sonreían, conversando fluidamente. —¡Ashi! —El rostro de Tanu se iluminó—. Ven, siéntate. — Sostuvo su manta abierta. Con el corazón rompiéndosele en miles de fragmentos de dolor y esperanza, Ashwini aceptó la invitación y se inclinó hacia el lado de su hermana. Arvi se levantó en ese momento y tendió su mano. —Nunca nos conocimos apropiadamente. Soy Arvan, el hermano mayor de Ashwini. —Janvier.
Los hombres se dieron la mano, luego Arvi retomó su asiento al lado de Tanu, mientras que Janvier buscó una silla de exterior de metal, le quitó la nieve y la colocó a la izquierda de Ashwini frente a su asiento. Los cuatro comenzaron a charlar bajo la luz de la luna. Carl trajo café en algún momento, y, calentados por el líquido, permanecieron afuera por un par de horas más. Tanu era vivaz e inteligente y en ocasiones brutalmente sarcástica al responder como era antes de la degeneración. Y Arvi, se rió sin parar con muchas de las réplicas de Tanu. Pero por ese único incidente cinco años atrás, Ashwini no lo vió de esa manera desde que era una niña. Le hizo darse cuenta lo mucho que su hermano se destrozó cuando Tanu se rompió en pedazos. Con un nudo en la garganta, miró sin poder hacer nada a Janvier. Él alcanzó lentamente bajo la manta para tomar su mano. Los dos estuvieron en silencio la mayor parte del tiempo, Ashwini conforme con estar sentada con el brazo de su hermana alrededor de ella mientras Tanu y Arvi hablaban, dos piezas de un todo que fueron separadas y se encontraron el uno al otro de nuevo por esta única noche mágica.
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—Es el momento —dijo Tanu con una sonrisa mientras el fuego besaba el cielo en el horizonte, el amanecer susurrando su llegada—. Estoy tan feliz de haber pasado este tiempo contigo y con tu Janvier, Ashi. —Su hermana la abrazó fuerte antes de liberarla de la manta—. Has crecido tan inteligente, salvaje y hermosa como siempre supe que lo harías. Reacia a irse, pero sabiendo que tenía que hacerlo, Ashwini se puso de pie y fue empujada a los fuertes y cálidos brazos de su hermano. —Siento no haber sido el hermano mayor que necesitabas — dijo Arvi cerca de su oído—. Pero siempre, siempre te he amado. Estoy tan orgulloso de ti por lo que te has convertido. Las lágrimas se atascaron en su garganta, lo abrazó con todas sus fuerzas. —Está bien, Arvi. Lo entiendo. Abrazó a Tanu de nuevo, queriendo hacerlo para siempre. —Te amo Tanu. A ti y a Arvi. Con el rostro desprovisto de oscuridad, Tanu besó sus mejillas. — Vive una vida extraordinaria, ¿quieres, Ashi? El destino me ha prometido que lo harás. Ashwini no podía hablar. Asintiendo bruscamente, agarró la mano de Janvier y salió del jardín. No fue hasta que estuvieron en el coche, a mitad de camino del largo viaje, que dejó que los sollozos salieran. —Cher. —Janvier se detuvo a un lado del camino, junto a un roble sin hojas por el invierno y tiró de ella por encima de la caja de cambios hacia su regazo—. Ashwini, ¿qué sucede? —Con una mano en
su cabello, la sostuvo contra él, su otro brazo enganchado alrededor de su cintura—. Por favor habla conmigo. No pudo, no por mucho tiempo. La primera oleada de rayos de sol calentó el cielo cuando susurró—: Se han ido. Janvier se quedó inmóvil a su alrededor. Cuando se movió, fue para presionar un beso en su cabello. Con la voz gruesa, dijo—: Sabías que se despedían. —Arvi empezó a morir el día en que Tanu comenzó a desaparecer. —Su hermano hizo todo lo necesario para educar a Ashwini, incluso se convirtió en un cirujano célebre, pero fue un fantasma del Arvi que una vez conoció—. Esta noche… hoy, Tanu era ella misma, verdaderamente ella, por primera vez en años, y vi a Arvi de nuevo. —Tomaron la decisión juntos. —Sí. Todo el mundo acostumbraba decir que Arvi era el alfa de los gemelos, pero siempre fueron iguales. —Y entonces, después de tantos años de cuidar a Tanu de sí misma, Arvi esperó que volviera en sí el tiempo suficiente para asegurarse de sus deseos, esperó por una decisión que no estuviera influenciada por la misteriosa enfermedad que perseguía a las mujeres de su familia.
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Tragando el nudo de dolor dentro de ella, metió la mano en su bolsillo. —Arvi me dio esto. —Lo deslizó durante el último abrazo que alguna vez recibiría de su hermano mayor. Janvier tomó el pequeño sobre, lo agitó hasta que se abrió sobre el asiento del pasajero. Cayó una llave de oro, junto con un trozo de papel doblado. —Creo que es de una caja de seguridad. Sonrió a pesar de su tristeza. —Así es Arvi, organizado hasta el final. Cuando Janvier le pasó la nota, la desdobló hasta encontrar instrucciones sobre cómo acceder a la caja. Arvi había escrito con su mano fuerte y decidida: Todo lo que necesitas para acceder a nuestra herencia se encuentra ahí. Sé que te estamos dejando sola, pero me he asegurado de que seas capaz de pagar cualquier recurso que puedas necesitar. Tanu dice que ha soñado un futuro deslumbrante para ti, y quiero creerle, pero si el destino no es tan bueno, entonces tendrás el dinero para luchar contra él. No pude encontrar la respuesta, pero otro cirujano podrá. Asegúrate de que se le haga una autopsia al cerebro de Tanu; compárala con los resultados de la de mamá, yo la mandé a hacer de forma privada después del accidente. El informe se encuentra en la caja de seguridad, junto con análisis completos de su cerebro. Las muestras de microscopia se hallan en un centro especial de almacenamiento médico, encontrarás los detalles en la caja. Asegúrate de que el patólogo siga el formato exactamente para que obtengas toda la información
requerida. Si se rehúsa una vez que tiene la causa de muerte, contrata a un patólogo privado para rehacer esa parte. Has vivido sin miedo durante tanto tiempo. Sigue haciéndolo, sigue siendo la más fuerte de nosotros. Con todo mi amor, Arvi. El dolor se estrelló contra ella de nuevo y con él un rayo de conocimiento cegador. —No te vayas conmigo, Janvier. —Se sentó derecha, miró esos hermosos ojos verde musgo que se rieron con ella alrededor del mundo—. No tomes esa decisión cuando me pase a mí. Con los brazo cerrados a su alrededor, Janvier sacudió la cabeza, movió su mandíbula de una forma que vió sólo en raras ocasiones. Perdió la discusión cada una de esas veces. —No —dijo—, no puedes pedirme eso. —Si puedo. —Agarró ambos lados de su chaqueta y trató de sacudirlo—. Piensa en Arvi, salvó tantas vidas. —Lágrimas de enojo se formaron en sus ojos. Pestañeando para eliminarlas, dijo—: Esas manos superdotadas nunca volverán a agarrar un bisturí, nunca más le darán esperanza a alguien.
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—Vivió una vida de sombra —gruño Janvier—. Tú misma lo dijiste. Fue su decisión irse hoy, ¡cuando era más feliz de lo que lo fue en décadas! —¡Arvi se dirigía a esa dirección desde el día en que Tanu fue diagnosticada por primera vez! Tú estas completamente sano. —¡No lo estaré después de ti! —Su furia llenó el auto, su voz franca—. No seré yo mismo después de ti. —Honor volvió por Dmitri —susurró Ashwini, compartiendo un secreto que no le revelaba a nadie—. Te prometo que volveré por ti. — Podría no tener el mismo rostro, el mismo nombre, pero sabría quién era él. Siempre, lo reconocería—. No importa lo que se necesite. Volveré. Sus ojos brillando húmedos, los dedos de Janvier se clavaron en sus caderas. —Me sentencias a un eón solo. ¿Cómo puedes pedirme eso? —Porque eres lo suficientemente fuerte como para soportar el dolor. —No, no lo soy Lo besó, su mano se enroscó en su cuello. —Necesitas serlo. Necesito saber que estarás aquí cuando regrese. No la miraba, sus músculos se hallaban rígidos, y sabía que perdió la batalla hoy. Pero no había terminado. La enfermedad dentro de ella podría apagar su luz, pero no lo haría con la de Janvier. ***
Catorce días más tarde y una semana después de que Felicity y Lilli fueran sepultadas, Janvier condujo a su Ashblade al interior de las montañas, donde espació las cenizas de su hermano y hermana en el viento. De acuerdo a las autopsias, Tanushree y Arvan Taj habián muerto de una falla cardíaca. Inexplicable, según el patólogo pero no algo inaudito entre gemelos. Lo que sea que los conectaba, acortaba la vida de ambos cuando solo uno se encontraba enfermo. Dos jeringas se encontraron en el bolsillo de Arvan Taj, llenas de una droga que hubiera detenido sus corazones si la aguja era insertada en el órgano, y el émbolo presionado. Ninguna de las jeringas fue destapada, mucho menos usada. Ninguno de los hermanos tenía marcas en su cuerpo. Era como si una vez que tomaron la decisión de irse, sus corazones simplemente dejaron de latir. Los encontraron en paz sobre el asiento de hierro forjado donde Ashwini y Janvier los vieron por última vez, los brazos de Arvan se hallaban alrededor de los hombros de Tanu y la cabeza de ella contra su pecho, sus ojos cerrados y el amanecer calentaba sus rostros.
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El patólogo hizo la autopsia especial solicitada para el cerebro de Tanu, pero los resultados parecían normales a primera vista. Sin embargo, cuando Ash llevó ese reporte y sus muestras de microscopia, así como también las de su madre, con un neurocirujano que fue amigo de Arvan, el doctor descubrió una anomalía dentro del lóbulo temporal. Una pequeña malformación que era idéntica en madre e hija, excepto que la de Tanu era un poco más grande. —Es algo que no he visto nunca —dijo el doctor—. Nadie podría haberse dado cuenta sin tener las dos muestras una al lado de la otra. —Frunció el ceño—. No creo que tenga algo que ver con su muerte —le dijo a Ash, inconsciente de la historia de la familia Taj, en el lado femenino—. Pero incluso si era maligno, no hubiera habido nada que pudiésemos hacer. Se halla en un lugar inoperable y no conozco ninguna droga creada para ser capar de tratar algo como esto. Ash se tomó la noticia mejor que Janvier. Fue ella la que lo contuvo y consoló. Su fuerte y hermoso amante. —Ya —susurró, dejando la segunda urna—. Siento que se van. Creo que esperaban para asegurarse que me encontraba bien —La bufanda larga de algodón blanco que llevaba alrededor del cuello, del mismo color que su túnica y leggins, alejó la tristeza de su rostro y la transformó en nítido alivio, el viento soplaba la rica seda de su cabello. Deslizando los brazos a su alrededor, se mantuvo de pie con ella en la cima de la montaña y pensó en la promesa que le pidió hacer. —Si estas en lo cierto y a veces las personas regresan, entonces volveré contigo. —No podía imaginarse que las cosas fueran de otra manera. Su alma encontraría la de ella, sin importar lo desconocido después de la muerte.
—Eres un hombre terrible y terco como una mula. —También te amo. Se rió de manera tranquila y ronca, mientras inclinaba su cabeza contra su pecho. —Me hice la promesa de que no dejaría que esta cosa en mi cabeza, te llevara a ti también. —Tengo más de doscientos años. —Le recordó—. Justamente, ya debería ser polvo en la tierra. La vida eterna por sí sola no tiene sentido para mí, sólo estoy enojado porque no podré vivirla contigo. Ella levantó la mano para acariciar su cabello, suspirando. — Tengamos esperanza en el sueño de Tanu y discutamos tu terquedad en otro momento. —Hizo una mueca de dolor cuando le dio un fuerte tirón a su cabello—. Cuando tengas un kukri en tu garganta. Él mordisqueó su labio inferior, y sonrió. —A toda velocidad durante todo el camino, cher. Los ojos de ella se calentaron. —Durante todo el camino, cariño.
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43 Traducido por Pilar. Corregido por Laurita PI
La noche anterior a la fecha programada para la fiesta de la cuadra, Titus llegó con solo tres guerreros. A Elena no necesitaban decirle que la pequeña unidad era un gesto de confianza y también una exhibición de su confianza en su propia fuerza. Plegando sus alas mientras aterrizaba sobre la terraza de la Torre, con sus guerreros detrás de él, dos hombres y una mujer, Titus se dirigió hacia Elena y Rafael. —Titus. —Rafael se adelantó hasta la mitad del camino para encontrarse con el hombre y extendió su brazo—. Bienvenido.
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Titus tomó el antebrazo de Rafael, la propia mano de Rafael se cerró sobre el suyo con el saludo de los guerreros. —Me alegra que estés aquí para recibirme, Rafael —dijo, sus palabras tronaron, lo que hizo que Elena se diera cuenta de que el arcángel normalmente modulaba su voz para no ahogar a las personas a su alrededor—. Eres un cachorro, pero uno fuerte que tendría cuidando mi espalda en cualquier batalla. —Y te cuidaría, aunque te diriges hacia una frágil vejez. La risa de Titus ante la respuesta aguda de Rafael fue enorme. — Bien dicho, joven cachorro. Bien dicho. Rompiendo el apretón de manos con una profunda sonrisa, Rafael se giró hacia Elena. —Mi consorte. Elena dio un paso hacia adelante. —Arcángel Titus —dijo, manteniéndolo formal hasta que él diera una indicación de que la informalidad era bienvenida. Su prudencia era gracias a Jessamy. Esa mañana, Elena estuvo en la Escuela de Protocolos de Remediación, ya que esta era la primera vez que recibía a un arcángel a su ciudad que no tenía consorte ni se encontraba relacionado con Rafael, pero que conocía a Rafael de niño y había, de hecho, ayudado a entrenarlo. Razones que, aparentemente, cambiaban todo. A este ritmo, pensó con un resoplido interno, tendría esta cosa del protocolo lista en, oh, otros novecientos años, más o menos. —Lo lograste rápido. Titus respondió con el suave tono que estaba acostumbrada a oír en él. —Tuve el viento a favor.
—Si usted y su gente nos siguen… —dijo ella, esperando que Rafael tuviera razón y Titus fuera lo suficientemente relajado para que pudiera dejar de lado la mierda del protocolo. Hacía doler su cabeza. Por lo menos, no tuvo que usar un vestido formal para esto—. Tenemos unas suites preparadas para ustedes. —Solo quiero un pequeño momento para lavarme, nada más — dijo Titus—. Exploraré tu ciudad. Ha pasado un siglo desde que visité estas tierras. Elena guió al grupo por la terraza y por un balcón para invitados donde Dmitri esperaba. Saludó a Titus con la familiaridad de viejos conocidos y respeto mutuo, luego guió a los escoltas a sus cuartos, mientras que Elena le mostraba a Titus el suyo. Resultaba que dado que Rafael tenía una consorte, no podía hacer ciertas tareas si ella se hallaba disponible, sin que eso se viera como un insulto. —Espero que todo sea de su agrado —le dijo a Titus. La sorprendió al tirar su cabeza hacia atrás y reír con la falta de inhibición que inducía a una sonrisa que ya esperaba de él. —Ah, debes perdonarme —dijo cuando recuperó su aliento—. Veo que este rol te sienta mal… estás destinada a las batallas, no para tales sutilezas. Elena sonrió. —Puedo llevar bien un vestido cuando así lo decido.
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—Quizás veré esto como la celebración que planeaste. —Nunca se sabe. —Se adelantó, extendió su brazo como Rafael lo hizo, diciendo—: Aún no soy tan inmortal como usted. —En el último momento, recordó la advertencia de Rafael sobre Titus tratándola como una guerrera angelical sangrienta. Titus agarró su antebrazo. Fue lo suficientemente fuerte como para sacudir sus dientes, pero no tanto como para romper algún hueso. —Lo serás —dijo—. Entonces diré que te conocí cuando aún eras un pichón. —Otra gran risa—. Como conocí a tu consorte desde que era un cachorro. Dejándolo para que se refresque, salió afuera para unirse a Rafael en el balcón. —Tenías razón —dijo—. Me gusta. Es como un cazador, solo que mucho más poderoso. —Debes confiar en tu consorte. Deslizando su ala sobre la de él, inclinó su hombro contra el de Rafael. —Desearía que lo que pasó con Cornelius y Giorgio no hubiera sucedido, que pudiéramos seguir con esta celebración sin esa fealdad. —Su corazón también dolía por Ash, aunque la otra cazadora parecía tener una serena paz en su interior cuando se trataba de la pérdida de su hermano y hermana. Había devuelto el feroz abrazo de Elena después de los funerales, murmurando—: No estés tan triste, Ellie. Tus hermanas no se hallan atrapadas en esa casa; se encuentran volando con sus propias alas.
Elena no podía explicarse como Ash sabía que los funerales trajeron recuerdos viscerales de las muertes de sus propias hermanas, o como sabía del horror que se las arrebató, pero Elena mantuvo las palabras de la otra mujer muy cerca de su corazón. Ash siempre vió más de lo que cualquiera debería, vió más allá de este mundo. Si decía que Ariel y Mirabelle ya no se encontraban aprisionadas en la casa empapada de sangre que alguna vez fue su hogar de la infancia, entonces Elena no podía hacer nada más que creerle. Rafael deslizó su brazo alrededor de su cintura. —Siento tu pena. —Solo reflexiono sobre algunas cosas —dijo, sus emociones pesadas pero no agonizantes—. Pensando en como algunas personas son tan amables y generosas, y otras lo opuesto. —No muchos hubieran atravesado su propio dolor para aliviárselo a otra persona, como Ash lo hizo con ella, y era una amabilidad que Elena nunca olvidaría—. El mundo sería un lugar mucho mejor si pudiéramos borrar a todos los Corneliuses y Giorgios de él. —He vivido lo suficiente para entender que siempre habrá fealdad en el mundo. —Rafael deslizó un mechón de cabello, que había escapado de su trenza, detrás de su oreja—. No podemos borrarla, ya que actúa como el folio para la alegría, para la bondad.
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—Supongo que no soy lo suficientemente mayor como para aceptar eso aún. —No importaba que Cornelius y Giorgio sirvieran actualmente su brutal y duradero castigo en búnkeres subterráneos distantes—. Siento tanta furia por el dolor causado, las cicatrices en los corazones de buenas personas. —Nunca pierdas esa parte de ti, Elena. —Los ojos de Rafael sostenían una pizca de fuego salvaje en sus profundidades que mostraba los cambios sucediendo en su interior—. Antes de ti, me encontraba cansado, era incapaz de ver la luz o la oscuridad. No es una existencia que alguien debería desear. Acariciando su mejilla contra su mano, ella mandó al diablo el sobresalto de su invitado en caso de que saliera y acercó a su arcángel para besarlo. —Por la vida. —Por la vida, hbeebti. *** Ashwini se sentó con sus piernas colgando por el borde de la terraza de la Torre, observando a los fiesteros en las terrazas a su alrededor y en las calles lejanas. La música venía de cada lado, fusionándose, mezclándose y convirtiéndose en una melodía vibrante y salvaje. Alas pasaban sobre su cabeza, el área era un mar de ángeles aterrizando en las azoteas y en el asfalto mientras se unían a la celebración en áreas diferentes.
Justo en ese momento, Illium voló hacia el edificio de la Legión bajo renovación, lo plateado en sus alas brillaba con la luz que emitía la Torre. Los luchadores de la Legión se encontraban, en su mayoría, sentados en posiciones agazapadas en diferentes partes de la Torre. Ashwini aún no sabía si se hallaban desconcertados por todo esto o fascinados. De repente, una cabeza masculina se encontraba sobre su regazo, cabello de plateado líquido sobre el negro de sus pantalones. —Caerás —le dijo a Naasir, acariciando su cabello como sabía que le gustaba. —No, no lo haré —dijo tranquilamente, y permaneció tumbado sobre el borde—. He venido a verte. Nunca tuve hermanos o hermanas, pero estaría enojado y triste si algo le sucediera a mi gente… como sucedió con Aodhan. —Ojos plateados sostuvieron los suyos—. Si quieres, pelearé a tu lado. La oferta, sabía, era genuina. Él le permitiría cortarlo en pedazos si sabía que eso la haría sentir mejor. Porque ahora era parte de la gente de Naasir. Como él era parte de su familia. El afecto hizo que le diera un beso en la frente. —Gracias, pero creo que estoy bien —dijo a través de su persistente dolor por la pérdida de Tanu y Arvi.
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Saber que habían querido irse no cambiaba el agujero en su corazón, no hacía menos doloroso tener que aceptar el hecho de que ya no presenciaría el ingenio mordaz de Tanu u oiría la voz de Arvi. Lo que si ayudaba era la gente a su alrededor. Como la criatura salvaje sobre su regazo y los cazadores que eran la familia que crearon. Permanecieron hombro con hombro a su lado mientras ponía a descansar a sus hermanos, hicieron cientos de pequeñas cosas para hacerlo más soportable. Y Janvier... fue su roca todo el tiempo, sólido, protector e inquebrantable. No sabía cómo seguiría funcionando, existiendo, si algo le sucediera, y en ese agonizante pensamiento, finalmente entendió su propio rechazo obstinado de quedarse después de que ella ya no estuviera aquí. Eso no significaba que planeara aceptarlo. Él tenía una eternidad salvaje, hermosa y llena de aventuras por delante y lucharía por asegurarse de que la reclamara. —Esta es una fiesta divertida —dijo Naasir en la tranquilidad perezosa entre ellos, el movimiento repetitivo de peinar la fresca plata de su cabello la había relajado tanto como a él—. Creo que Ellie debería estar a cargo de todas las fiestas inmortales. Ashwini rió ante la idea de Ellie dejándose llevar por los bailes angelicales congestionados. —Ve a divertirte —le instó, consiente que regresaría a Amanat en veinticuatro horas. Lo extrañaría, tendría que preparar una cacería en Japón para visitarlo—. Vi a la pequeña y linda ángel de cabello castaño mirándote antes. En caso de que quieras ir a calmar sus sentimientos, se encuentra por allí tratando de quemarme hasta ser ceniza con su mente.
—No —dijo Naasir decididamente—. Quiero una pareja y he decidido ir a cazarla. La pequeña ángel no olía como ella. Ashwini sintió una punzada de simpatía por todas las mujeres heridas que estaría oliendo y rechazando hasta que encontrara a su pareja. —¿Sabes que puede llevarte mucho tiempo? No puedes forzarlo. Con los ojos cerrados bajo sus continuas caricias, hizo un sonido sordo con su pecho. —Una pareja haría esto por mí. Sus labios se curvaron. —Sí. O tú puedes hacerlo por ella. Abriendo los ojos, Naasir sonrió, sus colmillos destellando con la luz. —¿Janvier te acaricia? Golpeé su nariz. Rió y, doblando una pierna por la rodilla, cerró sus ojos de nuevo, el abanico plateado de sus pestañas vívido contra el marrón de su piel, el tono de un hermoso y cálido dorado. En ese instante, casi imagino ver tenues rayas bajo su piel. Asombrada, observó… para ver su piel normal. Era lo suficientemente tocable como para tener mujeres suplicando por acariciarlo, pero de otra forma era normal para Naasir. Claramente, la teoría del “tigre” de Ellie comenzaba a afectar su subconsciente.
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—¿Dónde se encuentra Janvier? —Poniéndose al día con amigos. —Esos lazos eran importantes para ambos—. ¿Por qué has decidido repentinamente que quieres una pareja? Naasir se estiró con pereza, antes de volver a su posición anterior. —Soy lo suficientemente mayor, y quiero a alguien con quien jugar como lo haces con Janvier y como Rafael lo hace con Elena. Incluso Dmitri juega con Honor. —Esto parecía fascinarlo—. Las reglas son secretas en cada juego. Quiero tener reglas secretas con una mujer que... —Una larga pausa—. Una mujer que me conozca, que entienda lo que soy, y que quiera tener reglas secretas conmigo. Era una definición del amor muy a lo Naasir y era maravillosa. — Creo que tu pareja será una mujer afortunada. La mirada de Naasir se hallaba raramente solemne cuando levantó sus pestañas. —Soy diferente, Ash. Muy en mi interior. Nunca seré como otros hombres. —También soy diferente —susurró—. Janvier me ama exactamente como soy. —Y ella lo amaba a él, obstinada voluntad Cajun o no. ***
Elena se sentó junto a Izak donde el ángel herido yacía en una cama junto a una enorme ventana que le daba una gran vista de los fiesteros sobre la terraza a la izquierda, como también de los ángeles volando de ida y vuelta. —Te he traído algo. —Levantó el platillo que sostenía una porción de tarta—. Terciopelo rojo con glaseado de queso crema. La sonrisa de Izak era tímida. —Mis brazos… —Me tienes a mí. —Recogió un bocado de tarta, usando el tenedor que trajo, y se lo dio, consiente del hecho de que su cuerpo priorizó sanar su cabeza y su médula espinal sobre sus huesos rotos—. ¿Entonces? Tragando, dijo—: ¿Cómo sabías que era mi favorito? —Lo sé todo. También conozco a Montgomery. Rió, y era un sonido brillante, la luz volvió a sus ojos. —No deberías estar cuidándome. Estaré en tu Guardia. —¿Quién hizo esa regla? —Dándole otro pequeño bocado, dijo—: Lo oí de Hannah, quien como tú has señalado, ya tiene una Guardia y es, por lo tanto, una experta, mientras que mi Guardia se encuentra destinada a ser mi escudo en caso de ser necesario, debo asegurarme de que tengan todo lo que necesitan. En este momento, necesitas tarta. Esta vez, el joven ángel sonrió. Realmente era adorable. Sería
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como un cazador en entrenamiento hasta que creciera más. —He contrabandeado algo más para ti. —Mirando alrededor para asegurarse de que los sanadores no les prestaban atención, sacó una pequeña botella de la funda en el tobillo donde usualmente guardaba un arma. Abriéndola, deslizó una pajilla que ocultó junto a la funda del cuchillo y acercó la bebida a sus labios. —Bebe —ordenó antes de que pudiera tomar un largo trago—. Es la receta secreta de Illium y es letal. Con los ojos brillando, tomó un sorbo y dijo—: Vaya. —Sí, eso es lo que dije. Hay muchos ángeles bebiendo y volando hoy, espero que ninguno caiga en el Hudson. Izak rió. —El alcohol se esfuma muy rápido en los cuerpos angelicales. No creo que tenga ningún efecto en los ángeles tan viejos como Aodhan y Illium. —No me extraña que lo haga tan fuerte. —Alejó la bebida de Izak cuando comenzó a sonreír demasiado—. Esperemos a que se esfume de ti antes de darte el resto. —Tan joven como era, la mitad de la botella era más que suficiente para Izzy. —Janvier me dijo que Titus se encuentra aquí. Elena se acercó. —No lo oíste de mí —susurró—, pero la última vez que lo vi, Titus se encontraba de parranda en la calle, besando a una mujer diferente que se ofreciera cada cinco minutos. —Más de un
humano despertaría con un recuerdo surrealista que probablemente dirían que fue por los tragos de más—. Y… hmm, no sé si debería estar diciendo esto ante unos oídos tan sensibles… —¿Qué? —Sus ojos eran enormes—. Quiero saber. Demasiado adorable. Era ridículo. —Bueno —dijo en un tono conspirativo—, estoy bastante segura de que habrá muchos engaños subiendo alto en el cielo esta noche. —Cualquiera que tuviera un telescopio apuntando a las estrellas podría echarles un vistazo. —¿La gente está bailando? —Un pequeño puchero—. Quiero estar afuera. Con los hombros temblando, porque claramente aún sentía los efectos de la preparación de Illium, palmeó su rostro. —Tendrás varias oportunidades de seducir y ser seducido, Izzy. —¿Puedes darme más tarta?
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Le dio lo que quedaba. Al final, sus ojos comenzaban a cerrarse, y cuando se levantó, él dormía pacíficamente. Dándole un beso en la mejilla, miró la puerta para ver a Keir intercambiando una mirada íntima con un guerrero muy musculoso. La mano del ángel guerrero se curvaba sobre el lado del cuello de Keir, su cabeza inclinada hacia el cuerpo más corto y más delgado de Keir. Lo que sea que hubiera dicho hizo reír al sanador antes de que se escapara del agarre del guerrero y se dirigiera hacia la enfermería. Al ver a Elena, se acercó. —Luces desconcertada, Ellie. —Lo estoy. La última vez que te vi con alguien, en el Refugio, era una mujer. —Y, sin duda, tenía rastros de quemadura en la piel oscura de su garganta. Lo que significaba que estuvo jugueteando sólo segundos antes de que ella lo viera; Keir era demasiado grande como para que la marca no se desvaneciera. Sonriendo gentilmente, dijo—: He vivido miles de años, he aprendido que el amor no siempre usa un solo rostro. —En sus ojos brillaba una calidez—. Ah, pero si lo hará contigo, ¿no es así? —Sí. —Rafael era su corazón, siempre lo sería—. Entonces, ¿eres un jugador? —Suspiró—. Todo este tiempo, creí que eras un buen chico. Te presenté a mis amigas solteras, como esa dulce líder del escuadrón. Su risa fue suave, y le permitió a sus alas tocar las de ella. —Si pudiera encontrar lo que tienes con Rafael, dejaría de jugar. Hasta entonces, compartiré placeres con pequeños amantes, quizás hasta tu adorable líder del escuadrón. —Estirándose para colocar una manta sobre Izzy, dijo—: El chico se encuentra bien. Sin embargo, creo que está aún más enamorado de ti. —Un poco de tarta y ponche y todos me aman. —Dejándolo con un beso en la mejilla, fue a hablar con un ángel que se hallaba en cama con las piernas cortadas, pero que podía sentarse sobre las suyas. Ella
tenía una bebida en su mano y un plato de golosinas en la mesa a su lado—. Esta celebración fue una maravillosa idea, Ellie. Antes de la batalla, nadie del escuadrón, excepto Izak, la había llamado Ellie. Era un cambio bienvenido. —¿Cómo se encuentran tus piernas? —dijo, capaz de preguntárselo como podría haberlo hecho con cualquier otro cazador compañero. —Duele, pero las heridas sanan más rápido de lo esperado. —Los oscuros ojos de la mujer fueron hacia donde Rafael hablaba con otros dos luchadores heridos, uno un ángel, el otro un vampiro—. El señor es responsable de eso. Elena no asintió, no necesitaba hacerlo. La habilidad de Rafael para sanar se mantenía naciente, pero se necesitaban cuatro días, a veces una semana para la recuperación del herido. De acuerdo con Keir, lo que hacía Rafael no era sanar como lo conocía. La actual teoría de Keir era que Rafael compartía poder. Lijuan, pensó Elena, compartía la muerte. Rafael compartía la vida.
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En ese instante, sus ojos se encontraron a través de la habitación, y vio el orgullo ardiendo en su mirada, el mismo orgullo que llenaba sus venas. Por su gente, que sobrevivieron a lo inimaginable con sus espíritus intactos; por su ciudad, que permaneció fuerte ante el ataque no provocado. No había necesidad para ninguno de ellos de articular eso. Se vieron y se entendieron de una manera que pocas personas hacían, mortales o inmortales. Para ella, el amor sólo tendría un rostro, y era el de él.
44 Traducido por Anty Corregido por Jasiel Odair
Janvier localizó a Keir a tres horas de la fiesta. Usando el ojo de un sanador, se escabulló en una pequeña habitación del pasillo. Esto, lo que tenía que pedir, era una cosa privada, una cosa importante. —Janvier. —Las alas de Keir hicieron un susurro en la puerta—. Me alegra ver que todavía no estás muerto. Janvier trató de sonreír por la vieja broma, pero la urgencia de lo que tenía que pedir lo desgarraba desesperadamente como para permitir la frivolidad.
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La expresión de Keir se alteró, los ojos sabios en un rostro sin edad volviéndose serios. —¿Qué es? —No puedes hablar de ello con nadie más. —No lo haré. —Era el juramento de un curandero—. La Cátedra ni siquiera debería preguntar. Una llama al rojo vivo se encendió dentro de él, dijo—: Se trata de Ash. *** Ashwini sintió una punzada en la parte posterior de su cuello que le dijo que Janvier se encontraba cerca, incluso antes de que Honor dijera —: Aquí viene el Cajun. —Con un empujón en el hombro de su mejor amiga, las dos pasaron la última media hora hablando—. Me voy a corromper a mi deliciosamente sexy marido, deberías hacer lo mismo con Janvier. Janvier se deslizó a su lado cuando Honor se fue; su muslo presionado contra el de ella, fuerte y cálido, la ciudad se extendía a sus pies. —Pensé que fuiste a ponerte al día con tus amigos de fuera de la ciudad. —Le llevó un cóctel antes, bailó con ella en el tejado, luego se escabulló mientras charlaba con Honor. Nasir había merodeado antes de eso, como un macho buscando a su compañera.
—Hablaba con Keir. —No me di cuenta que ustedes dos eran amigos. Janvier tomó su mano, con una expresión inesperadamente seria. —Voy a decirte algo, cher, y quiero que escuches. No descartes de antemano. Prométemelo. Un temblor la sacudió por dentro, provocado por el temor de que él le dijo que acepte el vampirismo después de todo, pero su confianza en él era más fuerte que su miedo de la locura sin fin. —Lo prometo. Inclinándose hacia delante con los antebrazos apoyados en los muslos y los ojos fijos en los ángeles volando sobre la ciudad, dijo—: Sé por qué no quieres convertirte en un vampiro. Una enfermedad mental puede durar siglos para los de mi especie. El alivio llovió sobre sus sentidos. —Podría vivir milenios como una sombra rota. —Era su peor pesadilla. —Ahí está Dmitri —dijo en una aparente incongruencia—. ¿Lo ves? Echando un vistazo por encima del hombro, sonrió. —Sí, bailando con Honor. —El oscuro y peligroso vampiro susurraba cosas al oído de Honor mientras los dos se mecían en una balada lenta y sensual.
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—Keir lo conocía cuando se convirtió en un vampiro —dijo Janvier—, y ahora más de mil años más tarde, dice que cuando Dmitri cambió físicamente, en cuanto a fuerza y un refinamiento de sus características, él realmente no ha envejecido. Ashwini frunció el ceño. —El vampirismo no detiene el tiempo. —No, pero lo frena hasta arrastrarse como un insecto. Cada aspecto del envejecimiento se ralentiza, incluyendo cambios en el cerebro. —Su mano apretó la de ella—. Keir ha visto esto en los cerebros de los vampiros que han muerto en accidentes o batallas. Los tumores y frágiles vasos sanguíneos, entre otras cosas, las cuales son enfermedades mortales de centenares caídos debieron tenerse antes de abrazar la casi inmortalidad porque en el curso normal de las cosas, sin extraños poderes arcangélicos en la mezcla, los vampiros no se enferman. Ashwini quería aferrarse a la esperanza, desesperada por una vida con él, pero había un problema. —Los vampiros se vuelven locos al igual que los mortales. —Sí —acordó Janvier, su voz ardiendo—, pero no por una causa orgánica. La degeneración es psicológica, como con Giorgio. No, pensó Ashwini, tenía que ver con la ruptura de su conciencia. No tenía miedo de que eso le ocurriera a ella, no con Janvier actuando como su equilibrio, y ella actuando como el de él. —¿ Keir podría darnos cualquier tipo de cronograma?
Esos ojos verde bosque se encontraron con los suyos. —Un solo año humano podría equivaler a mil años como un vampiro. Un mes podría significar cien años o más. Todo el aire salió de sus pulmones. —¿Y luego? —susurró—. ¿Cuándo llegue el momento? ¿Sin importar que sea en cien años o mil? —Entonces nos iremos juntos —prometió tranquilo—. Cuando estés lista, le pediré a Rafael que nos borre con fuego de ángel. No vas a estar atrapada en una existencia que no deseas. El corazón de Ashwini estaba en su boca, su pulso era un rugido. —Tanu y Arvi me dieron esta oportunidad. —Sin la muerte de su hermana y las instrucciones de su hermano en la autopsia, nunca habría sabido que la aparente locura tenía una causa física. —No hay garantías, cher. —Janvier se llevó sus manos entrelazadas a la boca, presionando los labios sobre sus nudillos—. Eres única. El cambio al vampirismo podría tener una reacción adversa, como lo hace en un pequeño número, y te consumirá la locura. —Sus manos temblaban—. Podría perderte en un instante. —Su voz se quebró, le tomó largos segundos continuar—. Casi no te hablo de la opción cuando Keir explicó el riesgo. Prefiero tenerte un solo día fugaz que correr el riesgo. Sería así de egoísta.
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Era su elección, pensó Ashwini, y no importaba lo que ella decidiera, él lucharía por ir con ella, poniendo fin a su existencia casi inmortal. —No —dijo, la palabra dura—. No tomes esta decisión por mí. La decisión debe ser tuya o nunca me lo perdonaría. —Deja de leer mi mente. —Lo fulminó con la mirada. —Eres tú la que tiene el poder. —Le devolvió la mirada—. Deja de pensar en mí. —No sé cómo parar. —Con el ceño fruncido, pensó en lo sexy que era su trasero, luego lo miró fijamente. Él levantó las manos. —No tengo nada. —Bien. —Tendría que encontrar la manera de bloquearlo subconscientemente—. Me imaginaba hundiendo mis dientes en tu trasero. Sabes que ha estado en mi lista de cosas por hacer durante un tiempo. Sus mejillas se estiraron. —Estoy disponible en cualquier momento. Apoyando la cabeza en su hombro, sacudió sus piernas como una niña pequeña. —Si hacemos esto, podríamos tener todo o nada. —Ya lo tengo todo. —Le besó los nudillos de nuevo—. Si estás de acuerdo, tendrías que firmar para servir a Rafael durante cien años. No tengo ningún temor en que el padre hará otra cosa más que tratarte como el regalo que eres, él no pierde sus activos. —Había certeza
absoluta en su tono—. También está el riesgo de que la transición o bien borre tu capacidad o que sea dolorosamente más viva. Ashwini pasó la mano libre por su brazo, el olor a tierra, masculino de él en cada respiración. —Nada está garantizado. Tengo una cicatriz impresionante sobre mi pecho para probarlo. —El mundo se encontraba en un estado de cambio mientras los seres más poderosos del planeta peleaban por poder, la guerra de una promesa más que una probabilidad—. Los dos somos luchadores, cazadores. — Levantando la cabeza, besó su mandíbula, sus ojos aferrándose a los de él—. Nuestra vida nunca será de arco iris y cachorros. —No lo sé. —Sonriendo, la besó completamente en la boca—. Tuve un cachorro cuando era un niño. Echo de menos su cara babosa. Tocó su nariz con la de él. —¿Quieres un perro? —Sí. —¿Dónde vamos a tener un perro en nuestro apartamento? —Tengo una casa en el Enclave. Su boca se abrió. —¿Tienes una casa en el Enclave? —Esa era la pieza más exclusiva de bienes raíces en el país—. Los vampiros de tu edad no son tan ricos. —Le dio un codazo en el costado—. ¿Se te olvidó decirme que estabas en la mafia vampiro? —Soy el profesor. —Adoptó un rostro serio desmentido por los 316 ojos riendo—. Tengo la casa porque fue un regalo de hace cien años de un viejo ángel a quien le recuperé un objeto precioso. No es grande, pero tiene un patio y una vista de los acantilados. Todavía sorprendida por la idea de que era dueño de una casa en el Enclave, no una simple una casa, pero uno con una vista del acantilado, dijo—: ¿Por qué no vives allí? Le dirigió una mirada. —Cierto. —Una casa en el Enclave no era el tipo de lugar en el que vives solo—. ¿Está vacía? —No, pero el ángel que la arrienda se marcha a otro territorio en un mes. ¿Vas a elegir la nueva pintura y muebles conmigo? —¿Seguro que confiarás en mi juicio? Has visto mi idea de diseño de interiores. —Tu apartamento es mi lugar favorito en la ciudad. —Adorable parlanchín. —Dándose cuenta de que estaba siendo sentimental y tonta, de todos modos le dio un beso, envolviendo uno de sus brazos alrededor de su cintura, sus manos en la cara, y una sonrisa en ambas bocas. —Ejem. —La interrupción fue cortesía de Illium. El ángel de alas azules flotaba frente a ellos, con el pelo despeinado y una marca de lápiz labial rojo en la mejilla—. ¿No tienen una habitación?
—¿Y tú? —respondió Janvier con una ceja levantada. —Muchas, muchas habitaciones. —Retrocediendo, el macho angelical se dejó caer como una bala. —Creo que ha estado bebiendo su propia cerveza. —Ashwini señaló las acrobacias de Illium debajo de ellos mientras el cielo estallaba en colores, fuegos artificiales pintaban el negro terciopelo. La risa de Janvier era profunda, satisfecha. —Dulce, recuerda… —Una de tus mejores ideas, cher. Reglas secretas, pensó, mirando su perfil mientras observaba la lluvia de colores en el cielo, juego secreto. Cuando él se encontró con sus ojos, los suyos reflejaban el cielo, dijo—: A toda velocidad. La sonrisa desapareció de sus labios, cruda emoción en su voz mientras repetía el voto. —A toda velocidad.
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EPILOGO Traducido por Miry GPE Corregido por Victoria
Ash salió con una patada. Deteniéndola con una mano, Janvier empujó su pie de manera que intentaba hacerle perder el equilibrio. Sabiendo lo que él intentaba, cambió su peso y, agarrando el otro antebrazo de él, lo torció hacia bajo y a la espalda —o lo habría hecho si él no hubiera roto el agarre para girar alrededor de ella y quedar de frente... y se hallaban de regreso a donde estuvieron antes de que ella lanzara la patada. Uno frente al otro, con piernas extendidas, antebrazos arriba y sonrisas en sus rostros.
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—¿Tregua? —preguntó Janvier, con su sangre bombeando—. Me estoy poniendo algo hambriento. —Él también sabía que el cuerpo de ella tenía que doler para este momento. Su Ashblade reconstruyó su fuerza con enfoque determinado después de despertar de la transformación del vampirismo con, como ella dijo, “músculos como fideos”. Sin embargo, se llevó tiempo el que ella recuperara su resistencia. No todo el mundo tenía esta severa reacción física al proceso, pero ninguno de ellos se quejaba de los efectos secundarios. Debido a que ella también despertó con su mente alerta y activa, su personalidad no se alteró. —Tregua —dijo ella, bajando los brazos para estirarse de puntillas antes de bajar sobre su pie y subir hasta rozar la parte posterior de su cuello. Él se limitó a mirarla, asimilándola. El tiempo que pasó inconsciente durante la transición, fue el más solitario de su vida, el dolor “quita aliento” de eso aún no desaparecía. Pero no era la más poderosa emoción que lo mantuvo prisionero. Esa fue la alegría total. —Oye. —Ojos oscuros sobre él, su amante lo tomó en un lento y caliente beso que era un sello de posesión—. Me encanta la forma en que me miras. —Bueno. Tengo la intención de hacerlo por toda la eternidad. — Sosteniendo su mano en la suya, la llevó a su hogar. Como le dijo, no era grande, pero era perfecto para ellos. Con cuatro dormitorios, tenía un montón de espacio para que amigos y su familia pasaran —lo que todo el clan estaría haciendo en masa dentro de un mes— y el piso de
madera pulida de la gran sala de estar, le dio a Ash un estudio de baile incorporado. La primera vez que bailó para él, se sintió como si ella le hubiera regalado su alma. Fue un regalo que él atesoraba con feroz protección. —Mira —susurró ella, señalando la felizmente agotada forma de su nuevo tonto cachorro color chocolate—. Es adorable, pero es aún más adorable cuando intentas enseñarle a hacer trucos y él sólo quiere lamerte y amarte hasta la muerte. —No renunciaré —prometió Janvier—. Buscará algo para mí eventualmente. —Adoptaron a la desaliñada bola de pelo después que alguien lo abandonó recién nacido en la clínica veterinaria del doctor Shamar, y en este momento, soñaba sueños de perrito en la veranda, oscuro contra el blanco de la paredes. Ash y Janvier —con la ayuda de los amigos del gremio y la Torre— quitaron la vieja pintura el mes anterior y pusieron una nueva capa de blanco cremoso. Se adaptaba a la casa con sus delicadas cornisas y terraza envolvente. En el interior, su Ash se entregó a su gusto por el color, convirtiendo cada habitación en un cálido y acogedor refugio. Eran las piezas que ella restauró y salvó lo que él más amaba.
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Ella fue la que descubrió la manera de pulir el columpio doble con un armazón de hierro que encontró en una tienda de chatarra, ambos trabajaron juntos para crear los grandes cojines planos para el asiento y la parte posterior. El columpio rejuvenecido se colocó en la parte trasera de la terraza, frente a su pequeña pero impresionante vista de Manhattan. Tomando asiento en el columpio, el cachorro acurrucado debajo en su lugar favorito, ambos se desabrocharon y quitaron sus botas y calcetines. —Ayer —dijo Ash, con sus ojos brillantes—, cuando Campanilla vino, le pedí que se quitara las botas antes de que entrara y me acusó de tener una relación antinatural con nuestro piso de madera. —¿No sabe que es el más decadente ménage à trois? —Janvier golpeó con su mano sobre su corazón—. Querido y dulce piso, déjame contarte las formas en que te amo. Ashwini se rio de su seductora voz lánguida. —Ella es una divina, otra mujer. —Fue durante los dos meses inmediatamente después que despertó como un casi inmortal que ella y Janvier trabajaron en el piso. Ella estuvo dolorosamente débil, y los movimientos repetitivos necesarios para limpiar y pulir la madera actuaron como una terapia física de bajo impacto. Cuatro meses después, cada vez que miraba ese piso, ella se recordaba yaciendo en la habitación, entonces vacía, con Janvier, el beso del sol sobre sus cuerpos y sus manos entrelazadas mientras discutían sus planes para la casa... y para el futuro. No había, por
supuesto, manera de ver la malformación en el cerebro, pero seis meses después y ella no se sentía diferente de antes de ser Convertida. —La cuenta atrás ahora se encuentra congelada en ámbar —le había dijo Keir, sus manos gentiles en el rostro de ella—, o lo más cercano a eso aunque no importa. Vive sin miedo. El eco de las palabras de Arvi hizo que sus ojos quemaran, su aliento se atrapó en su pecho. El agujero en su corazón, que era el espacio donde Arvi y Tanu vivieron siempre, le dolía, pero ella honraría el regalo que le dieron. Por primera vez en su vida, ya no sabía cuándo dejaría de existir, y ese era un regalo maravilloso. —¿Cómo fue tu encuentro con Dmitri? —preguntó Janvier mientras caminaban dentro. —Bien. —Sentándose sobre el mostrador, ella dijo—: tuve la oportunidad de darle un mano a mano a ese vampiro espantoso que Carys mencionó. —Ashwini trabajaba actualmente para la Torre en el papel de enlace de las personas que vivían en el gris que fue coto de caza de Giorgio, aunque también recibió permiso para trabajar con el Gremio en su tiempo libre.
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—Sería estúpido de nuestra parte privar al Gremio de uno de sus mejores cazadores, ya que los cazadores realizan una tarea que hace nuestro trabajo más fácil —dijo Dmitri a quemarropa—. Sin embargo, Janvier y tú tendrán que trabajar también como equipo, directamente bajo mi autoridad, para dar caza a los vampiros más viejos buscados por delitos más allá del ámbito del Gremio. Ese era un trabajo en el que podría hundir sus dientes, con el mejor compañero que podía imaginar. Los ojos de ese socio se abrieron un poco más amplios cuando ella añadió—: Ellie me alcanzó cuando me iba y nos hizo una oferta. Resulta que necesita una Guardia. El miembro fundador es Izzy, con Vivek acabando de subir a bordo. Janvier le entregó una botella de sangre de la nevera. —¿A nosotros dos? —Somos una pareja. —Era una verdad irrefutable—. Ella le dijo a Rafael que planeaba robarte y él dijo que hizo una excelente elección. La sonrisa de Janvier fue lenta. —No veo ningún inconveniente, cher. Esperábamos someternos a un entrenamiento intensivo con el tiempo, y para entrar si Elena nos necesita… —Haríamos eso de todos modos. —Ellie era familia. —Exactamente. De lo contrario, nos mantendrán ocupados con cualquier número de tareas, al igual que a los Siete. —Él fue a colocarse entre sus rodillas—. Yo digo que sí. —Yo también. —Ashwini tenía la sensación de Ellie no tenía idea de qué hacer en realidad con una Guardia —sería divertido averiguarlo con ella, sosteniéndose fuerte a esa amistad por la eternidad.
—Hablando de Vivek —dijo Janvier—, ¿escuchaste que recuperó el uso de su mano derecha anoche? Después de poner la botella en el mostrador, Ash bombeó los puños en el aire... luego frunció el ceño. —Espera un minuto. Todo el mundo dijo que podría tomar más de un año el que él recuperara cualquier movimiento voluntario por debajo del cuello y, ¿ya tiene una mano completa? Los ojos de Janvier brillaron. —Algo está en marcha, pero no sé qué. —Apoyó sus palmas en la encimera a cada lado de ella después de que él también dejó su botella, dijo—: Aodhan fue responsable de Convertir a Vivek, pero hay rumores de que Keir se encontraba en la habitación en ese momento. Él debió hacer algo. —Supongo que no importa si alguna vez averiguamos qué —dijo Ashwini, aunque su curiosidad era una criatura afilada y roedora dentro de ella—. Me siento feliz por V. —Sí. —Él cogió su botella de sangre—. Tienes que beber, dulzura. Ella pasó sus uñas sobre el cuero cabelludo de él, él tembló, ella se inclinó para acariciar a su garganta. —No me gusta la sangre fría.
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Janvier enredó su mano en su cabello, deshaciendo su trenza y sosteniéndola por su cuello. —Entonces es algo bueno que soy adicto a tu mordida. —Él se sacudió ligeramente cuando ella hundió sus colmillos en él, el pulso de él se aceleró mientras su sabor —caliente, oscuro, pecaminoso— llenaba la boca de ella. A diferencia de Janvier, ella no podía dar placer con su mordida, pero eso no era problema. No cuando ellos siempre terminaban desnudos después de que ella se alimentaba de él, la conexión erótica tan poderosa, que ellos eran incapaces de luchar contra ella. Era por eso que nunca, jamás podría alimentarse de él en público. Su propio pulso era un tren de carreras, ella batalló con los pantalones de él mientras él bajaba el chándal que ella se puso para su encuentro, llevando sus bragas con él. Metió la mano entre sus muslos, metió dos dedos en ella antes de que ella pudiera empujar sus propios pantalones. Gritando, ella se aferró a sus hombros. Su cerebro se hallaba confuso, y sin equilibrio. Cayeron al suelo en una maraña de extremidades al segundo siguiente, Janvier se giró para tomar la peor parte del impacto —sin detenerse jamás en sus caricias. Tirando desesperadamente de sus pantalones de entrenamiento y ropa interior, ella se las arregló para liberar su pene y comprendió con frustración que su chándal fue capturados en sus rodillas, dejándola incapaz de sentarse a horcajadas. Janvier no le dio tiempo a sentarse para terminar la tarea; él los giró... y luego la giró. Jalándola para colocarla de rodillas, la penetró por detrás, su entrada sorprendente y ardientemente apretada debido a la forma en que sus piernas se hallaban pegadas.
Sudando, calientes... sus colmillos hundiéndose en el hombro de ella... y la explosión. *** —Realmente tenemos que conseguir un control sobre eso —dijo ella algún tiempo después, sus piernas finalmente libres de la ropa. Ella estaba encima de Janvier, lamiendo los dos senderos delgados de sangre que escaparon de su mordedura, porque ella no tuvo presente en su mente el sellar la herida antes de que él volara su cerebro. Esa herida sanaba ahora, pero le quedaría un moretón por unos días. A ella le gustaba un poco eso, y por eso seguía mordiéndole en el cuello. —¿Por qué? —Él recorrió con su mano la espalda y el trasero de ella, disfrutando de su cuerpo con una sensualidad terrenal que la hizo sentir sin huesos—. No me quejo de los rapiditos sacados de una película porno. Ella soltó una carcajada. —¿Porno? ¿En serio?
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La sonrisa lenta y perversa de él atrapó su corazón, la hizo feliz de nuevo el que tomara el salto hacia lo desconocido. —¿No lo hicimos en el piso del baño de anoche? —dijo él—. Hoy, te tuve sin pantalones en la cocina. Parece algo porno para mí. Riendo a carcajadas de nuevo, ella lo besó en la hermosa y juguetona boca. —¿Es esto normal? ¿La loca conexión sexual? —No que haya escuchado. Es nuestro pequeño regalo. —Él apretó su trasero—. Uno que espero continúe durante mucho, mucho, mucho tiempo. Sentándose en él, la camiseta que ella se puso para ejercitarse hacía todo lo posible por preservar su pudor— y fallaba espectacularmente, si el brillo en los ojos de él era un indicativo— ella empujó su cabello hacia atrás y extendió sus manos sobre su pecho. — Soy feliz, Janvier. —Una confesión susurrada—. Soy tan feliz de estar aquí, de estar contigo. La felicidad Me duele el corazón por la felicidad. Su diversión se desvaneció, su expresión desnuda por la emoción. —Tu corazón dolorido es una combinación perfecta para el mío. — Jalándola hacia abajo, acunó su cara, dijo palabras bajas y ásperas que la hacían sentir completa en partes que ni siquiera sabía que se hallaban rotas. —Cásate conmigo —susurró—. Te mostraré cosas que te harán reír de alegría, gritar de pasión y llorar por el puro placer de hacerlo. La luz de los ojos de él, eran todo su mundo. —Hecho.
FIN
Archangel’s Enigma Naasir es el más fiero del poderoso grupo de vampiros y ángeles conocidos como los Siete, su lealtad prometida al Arcángel Rafael. Cuando rumores surgen de una conspiración para asesinar al primer Arcángel de Persia, ahora perdido en el Sueño de los Antiguos, Naasir es enviado a encontrarlo. Porque solamente él posee las habilidades de rastreo requeridas-esas más comunes en animales predadores que en el hombre.
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Reclutada para acompañar a Naasir, Andromeda, una joven ángel erudita con peligrosos secretos, está fascinada por su naturaleza-a la vez juguetona y brillante, sensual y brutal. A medida que corren para encontrar al arcángel que se encuentra en el Sueño antes de que sea demasiado tarde, Naasir la forzará a cuestionar todo lo que sabe… y tentará a caminar en la magnífica y fiera oscuridad de su mundo. Pero primero deben sobrevivir a un enemigo lo suficientemente vicioso para destrozar el más grande tabú de la raza angelical y sumergir al mundo en una pesadilla de gritos…