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Kutsua / La Huella
from BIHOTZEZ Nº 69
Muchas personas siguen sin hogar, también en verano
La plataforma Beste Bi, Plataforma por la inclusión residencial y a favor de las personas sin hogar (de la que Cáritas Bizkaia forma parte desde sus inicios) realizó una marcha por Bilbao el pasado 26 de abril para recordar la situación de estas personas.
Se fue el invierno, pero estar sin hogar no es una cuestión de épocas, ni de estaciones. En Euskadi más de 2.000 personas no tienen hogar; y de ellas, casi 300 duermen en la calle.
No es una cuestión de invierno, es un trayecto largo, penoso y doloroso que puede durar varios años. Estas personas, como todas las personas tienen necesidades todos los días del año aunque solamente causen interés en las épocas invernales. La declaración universal de los derechos humanos (DUDH) dice que “…toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”.
Dignidad y derechos… los 365 días del año
Desde Beste Bi aprovecharon también para recordar ese día especialmente a todas aquellas personas sin hogar que habían fallecido este invierno en Bizkaia. Ninguna de ellas en la soledad de la calle, pero sí en hospitales, recursos y dispositivos varios, pisos compartidos… Vidas difíciles truncadas antes de tiempo por la soledad, la exclusión, la tristeza, el desamparo…
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Caritas Bizkaiako Etxerik Gabeko Pertsonen Arloak ere bere “Aste Nagusia” izan zuen, ekintza askorekin. Horrela, eta besteak beste, egun batean Carlos Gutiérrez Jiménezek hartu zuen parte, eta egin dituen maratoietan hobetzeko esperientziak azaldu zituen, indar, konstantzia eta ausardiaren eredu izanik. Beste egun batean, Valentín Moro magoak egin zien bisita.
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Este curso nuestra Diócesis, en el marco del V Plan de Evangelización, ha hecho especial hincapié en la integración de la dimensión socio-caritativa en el núcleo de la evangelización y de la vida de las comunidades.
Este aspecto del compromiso con la caridad y la justicia es un elemento nuclear en la evangelización. La opción por las personas más débiles y vulnerables es una manera de concretar aquello que el Evangelio nos dice: “los pobres nos evangelizan”.
Desde esta clave se ha ofertado el “Itinerario para una espiritualidad de la ternura”, como un espacio de apoyo, un alimento, una herramienta de lectura creyente de nuestra vivencia de la realidad en contextos de exclusión social, en clave de encuentro y de contemplación de la riqueza evangélica que supone. Esta propuesta se estructura como itinerario “Fueron, pues vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día” (Juan 1, 38-39). Tres acciones vertebran esta trayectoria:
“Fueron”, es el momento de ver la realidad y decidir acercarse a ella, el momento del compromiso, de la decisión. Supone salir de la propia casa, de la mentalidad amueblada, de los esquemas previos, de los prejuicios, salir y fiarse de que lo que viene es bueno. Es el momento de decidirse a entrar desde la coherencia del Evangelio.
“Vieron”, es el momento del asombro, de la mirada contemplativa, del darse, dejarse impregnar, tocar, mirar, dejarse envolver por las alegrías, pero también por las tristezas, los encuentros, los desencuentros… Es el momento de la afectación, de la imposibilidad de permanecer indiferente ante el sufrimiento, es el momento de la compasión, la compasión que restituye la dignidad.
“Se quedaron”, es el momento de la determinación de quedarse, de tomar postura, de permitir que la realidad y la experiencia de lo vi-
Gure diozesiak gizarte eta karitate dimentsioak ebanjelizazioaren eta komunitateen bizitzaren nukleoan integratzea azpimarratu du.
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vido me aporte y me enriquezca, de descubrir luz, de constatar que algo me empuja a permanecer, a una mayor implicación, a no poder marcharme, a descubrir a Dios…
Durante este curso nueve grupos y más de 150 personas han “transitado” por alguna de las etapas que el Itinerario para una espiritualidad de la ternura ofrece: Invitación, Riesgo, Gratuidad, Dolor, Ternura, Amistad, Fracaso, Frustración, Fiesta, Debilidad y Enamoramiento.
A través del fragmento de una película y un hecho de vida nos acercamos a la experiencia descubriendo gestos, palabras, actitudes… en los que se concreta y refleja. Con un texto evangélico damos un paso más tratando de entrar en la “lógica” que ha guiado la vida de Jesús, la lógica que nace del amor, la lógica de la entrega y el compromiso. Tras un tiempo de reflexión y oración personal se hace una puesta en común que permite compartir y contrastar. Los encuentros finalizan destacando lo que nos llevamos y surgen palabras como: agradecimiento, necesidad de valorar lo que tenemos, atención a los pequeños gestos, perseverancia, la persona es lo fundamental, implicación, voluntariado, confianza…
Y así, volvemos a nuestros lugares de compromiso con más fuerza para seguir en esta apasionante aventura compartida de permanecer junto a quienes menos tienen apostando por la construcción de un mundo justo y fraterno.
Ética de la intervención social
Este ha sido el título de la acción formativa realizada desde la Delegación de Anuncio y Catequesis y Pastoral de Profesionales en colaboración con Cáritas Bizkaia: cuatro sesiones dirigidas a profesionales de la intervención social de recursos especializados de Cáritas.
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Prestakuntza honetan moral eta etikaren arteko aldea aurkitu dugu; etika deontologikoen eta teleologikoak; mundu profesionalean aplikatutako etikaren mundura hurbildu gara, irizpide etiko handi eta abstraktuak profesionalen eremu zehatzean aplikatzeko saiakera gisa. Erantzukizunean gelditu ginen, gure eguneroko eginkizun profesionalean sartzeko irizpide gisa ulertuta, eta horrek irizpide etikoen artean beharrezko eztabaida modulatzen lagunduko digu, esaterako, benefizentzia, autonomia eta justizia.
A lo largo de esta formación hemos descubierto la diferencia entre moral y ética; éticas teleológicas de éticas deontológicas; nos hemos asomado al mundo de la ética aplicada al mundo profesional como ese intento de aplicar los grandes y abstractos principios éticos al ámbito concreto de las profesiones.
Nos detuvimos en la responsabilidad entendida como ese principio que hemos de incorporar en nuestro hacer profesional cotidiano y que nos ha de ayudar a modular el necesario diálogo entre los diferentes principios éticos como beneficencia, autonomía y justicia. Definimos qué es un dilema moral, cuál es el papel de la virtud de la prudencia en un proceso de deliberación ética.
Descubrimos algunas de las metodologías deliberativas que están a nuestro alcance para afrontar situaciones donde queriendo salvar varios principios éticos en juego (situación dilemática) descubrimos una imposibilidad tal que nos obliga a identificarlos, jerarquizarlos y en último término a tomar decisiones encaminadas a lograr el mayor bien posible para la persona que acompañamos.
Dimos un paso más e identificamos aquellos principios éticos relevantes y significativos para nuestro ámbito profesional concreto de la intervención social. Aparecían principios tales como: acompañamiento, autonomía, respeto, incondicionalidad, humildad, testimonio, flexibilidad, confidenciali-
dad, escucha, justicia. Todos ellos para su aplicación en la tarea necesitan que cada profesional los traduzca a normas y acciones concretas que los encarnen y así nos sean útiles en la orientación del ejercicio profesional. Solamente si formulamos normas y acciones para cada principio, lograremos la aplicabilidad de los mismos, si no fuese así, corremos el riesgo de que la ética profesional se quede en papel mojado.
Este ejercicio, claro está, exige por parte de cada profesional y del equipo de trabajo un esfuerzo en ser rigurosos y sistemáticos incorporando en nuestras reuniones de trabajo un espacio para abordar de modo consciente y por tanto explícito la dimensión ética de cada decisión que tomamos. No ser conscientes de lo que se juega en cada proceso de acompañamiento y en las decisiones pequeñas, medianas o grandes que a través del mismo tomamos, no nos exime de la responsabilidad que como profesionales hemos asumido frente a las personas destinatarias de nuestra acción, frente a la entidad en la que trabajamos, frente a la profesión y en último término ante el conjunto de la ciudadanía.
Podríamos pensar que para ser éticos en nuestra práctica profesional bastaría con no vulnerar el código deontológico de nuestra profesión. Siendo verdad que los códigos deontológicos de los que nos dotamos cada profesión son un instrumento valioso tanto para los propios profesionales, en tanto en cuanto formulan principios y normas de obligado cumplimiento que de algún modo orientan nuestro hacer profesional y de otra parte protegen a la persona destinataria de posibles malas prácticas, negligencias, o abusos.
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No es menos verdad que un código deontológico es una carta de mínimos consensuados por un colectivo profesional. Y que por eso mismo tiene una limitación intrínseca que le inhabilita para iluminar muchas de las situaciones altamente complejas que se nos presentan cada día en la intervención social.
Y es aquí donde detectamos la necesidad de ir un paso más allá de nuestros códigos deontológicos y caminar hacia la elaboración de una ética profesional personal. En la última sesión estuvimos ensayando dos métodos, el deontológico y el teleológico, dos maneras de llegar a formular nuestra ética profesional personal.
Egia da lanbide bakoitzak hartzen dituen kode deontologikoak tresna baliotsuak direla profesionalentzat, bete beharreko irizpideak eta arauak formulatzen dituztelako gure eginkizun profesionala nolabait bideratzeko, eta bestalde pertsona hartzaileak babesten ditu praktika txarretatik, arduragabekeriatik edo abusuetatik. Egia da, halaber, kode deontologikoa profesional taldeak adostutako minimoen gutuna dela. Eta horrexegatik dauka mugaketa intrintsekoa, eta horrek ezgaitu egiten du Eskuhartze sozialean egunero aurkezten zaizkigun egoera oso konplexuak argiztatzeko.
Creo cada vez más necesarios espacios de formación en ética. Espacios que nos ayuden a dotarnos de herramientas para afrontar la complejidad que supone acompañar a personas cada día más fragilizadas.
No podemos esperar que cumpliendo con los mínimos recogidos en el código deontológico de nuestra profesión, o respetando escrupulosamente los protocolos de actuación de mi recurso o entidad, logremos responder a las necesidades de la ciudadanía de la mejor forma posible. Lograremos en el mejor de los casos una vida profesional cómoda pero no necesariamente ética.
Si nuestro hacer profesional se apoya solamente en lo normativo (código deontológico, protocolos de actuación, reglamento de régimen interno, convenios con la administración pública, etc.) Puede que nos quedemos tranquilos. Incluso que nadie nos pueda poner en un aprieto diciéndonos que no hemos actuado bien.
Pero en nuestro foro interno nos daremos cuenta que por no poner en marcha un proceso personal y colectivo de deliberación, o por no tener elaborada nuestra ética profesional personal, habremos dejado de hacer el bien que el otro necesitaba. ¡O peor aún! Habremos hecho un mal de consecuencias muchas veces irreversibles al tratarse de personas ya de partida muy rotas.
No estoy dando por supuesto que conocemos y respetamos nuestro código deontológico, más bien los datos me dicen lo contrario, que somos muchas y muchos los que o no conocemos el conjunto de normas que nos hemos dado o que conociéndolas no las tenemos en cuenta en nuestra práctica profesional cotidiana. Sería muy deseable que al menos estuviéramos todas las profesiones en ese suelo ético que nos hemos auto impuesto.
La razón de ser última (el bien interno) de nuestra profesión es servir a la ciudadanía y especialmente a esa parte de la ciudadanía cuya existencia ha sido fragilizada de forma máxima por las dinámicas sociales de injusticia. Esto exige, de cada una de nosotras como profesionales, que aspiremos a la excelencia profesional. Entendiendo por excelencia profesional la suma de la competencia técnica y ética. No nos engañemos, sin la competencia ética seremos tecnócratas de lo social pero no buenos profesionales.
Para quienes además nos decimos creyentes la competencia ética nos viene exigida más aún si cabe por la fe que profesamos. Obsérvese lo sospechosamente parecidas que son profesión y profesar (Mt 5, 41) “y al que te obligue a andar una milla vete con él dos”.
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Roberto Vidal Failde.
Educador social. Miembro de la Comisión deontológica del GHEECEESPV. Miembro de la Delegación de anuncio y catequesis (Pastoral de Profesionales)