EL SEMINARIO
MAYOR DE MEDELLÍN: FARO Y TESTIGO DE LA RENOVACIÓN PROPUESTO POR MONS. TULIO BOTERO SALAZAR.
Carlos Angel Arboleda Mora.
Revista Seminario Mayor de Medellín. ISSN 1657-8600. Pp.28-30
Así como la torre Eiffel es testigo de la modernización, la puerta de Brandeburgo de la libertad, la plaza de San Pedro de la universalidad de la iglesia, las pirámides de Egipto de la grandeza de un imperio… el edificio del Seminario Mayor de Medellín es el símbolo y el testigo de la renovación de la iglesia en las movidas aguas de la década de 1960. Era un momento de cambios en todos los órdenes que exigían transformaciones profundas. La iglesia no podía quedar por fuera de esas búsquedas. Ya lo decía Monseñor Tulio Botero Salazar, arzobispo que dirigió la Arquidiócesis a lo largo de este período pues fue el pastor de ella desde 1958 hasta 1979, “ Es preciso montar a la iglesia en jet, cuando anda a buey en muchas cuestiones”.(Bronx 1983, 13)
Cuando se pensó en construír un nuevo edificio para el Seminario Mayor se navegaba en aguas de cambios profundos en la sociedad: era el momento del boom económico en Europa después de la segunda guerra mundial, surgían anhelos de cambio social por el influjo del socialismo y el marxismo, las filosofías existencialistas propiciaban una mentalidad más libre e individualista, se notaba la crisis de la colonialidad de las potencias europeas, se iniciaban los movimientos liberacionistas en los países del tercer mundo, la descristianización de las masas, todo ello expresado en los movimientos políticos y guerrilleros, la génesis de las teologías de la liberación, las revueltas estudiantiles, los cambios culturales y artísticos Los países latinoamericanos comenzaron a darse cuenta de su situación de pobreza explicada por unos como subdesarrollo y por otros como dominación.
Al mismo tiempo, aparecían gérmenes de cambio en la iglesia católica europea con raíces en los años 30 y 40 del siglo XX: movimientos de reforma litúrgica, la “nouvelle theologie”, los sacerdotes obreros, la revisión de vida (ver, juzgar, actuar) como método de análisis y compromiso social, las misiones populares. Las espiritualidades de Charles de Foucauld (Hermanitos de Jesús) y de Antonio Chevrier (sacerdotes del Prado) que buscaban vivir un sacerdocio existencial, superando la mera perspectiva funcional del ministerio sacerdotal, se afincaron en Latinoamérica.
Todo esto llevó a que el papa Juan XXIII convocara el Concilio Vaticano II el 25 de Enero de 1959 para que entraran nuevos aires en la Iglesia, lo que se llamó el “aggiornamento”. Este Concilio, realizado entre 1962 y 1965, realmente fue benéfico pues se repensó la inserción de la iglesia en el mundo, la evangelización de nuevas realidades, se reconoció la libertad religiosa, se abrieron las puertas al ecumenismo y el diálogo interreligioso, se adaptó la disciplina eclesiástica a las nuevas necesidades, se renovó el ministerio episcopal y sacerdotal, se reconoció el valor y la autonomía de las realidades temporales, comenzó a hablarse un nuevo lenguaje teológico….. Sin embargo, tal vez el Concilio fue muy europeo y había que hacer su recepción para América Latina y se convocó la segunda Conferencia del
Celam en 1968, que ya tuvo en cuenta la situación de pobreza, la injusticia, la religiosidad popular, la poca formación, etc, de este continente.
Monseñor Tulio Botero Salazar vivió estas realidades y trató de responder a ellas con una mentalidad abierta. Se puede decir que tuvo una conversión pues pasó de ser un obispo de corte tradicional a un obispo de corte progresista. Algunos dicen que esta conversión se debió a las predicaciones que el padre Ricardo Lombardi (creador del «Movimiento por un Mundo Mejor») hizo en Medellín y otros que la Gran Misión de 1961 lo cambió. Fue uno de los firmantes del Pacto de las catacumbas en que algunos obispos se comprometían a vivir realmente la pobreza y la opción por los pobres. (Pikaza y Antunes 2015, 20-25)
Uno de los frentes de trabajo fue la formación de los laicos y de los sacerdotes. La idea de la construcción del nuevo edificio del seminario mayor no fue simplemente por razones de espacio o de localización, detrás iba una nueva manera de entender la formación sacerdotal y una comprensión eclesiológica que ya se veía llegar. Por una parte, Botero Salazar quería un estilo de formación en “libertad y responsabilidad “ a lo que respondían muy bien los nuevos planos del edificio: celdas individuales, espacios abiertos, lugares específicos para las diversas actividades, es decir, apertura a un nuevo tipo de vida y de sacerdote. Pero no fue solamente cosa de edificio material. Se necesitaban profesores bien formados en universidades prestigiosas, buena biblioteca, contacto con Europa que estaba a la vanguardia teológica, reconocimiento de los títulos académicos tanto en lo civil como en lo canónico. La idea de un nuevo edificio estaba enmarcada en una visión mucho más amplia de formación. En esta línea, se pusieron en marcha varios proyectos:
1. Escogencia de colaboradores ejecutivos. Se nombró a Monseñor Eugenio Restrepo Uribe como rector del seminario mayor, hombre de fuerte espiritualidad, conocedor de las élites de la ciudad, gerente eficiente y honrado de los recursos económicos. Las funciones asignadas fueron: construír un edificio moderno para el Seminario, mejorar el clima de convivencia dentro del mismo y actualizar las normas y estructuras a los tiempos modernos. Lógicamente bien asesorado por arquitectos y sacerdotes.
2. Envió a los alumnos más aventajados a estudiar en Europa: En 1967 se enviaron los alumnos del Seminario a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, y en el Seminario Mayor se constituyó el Centro de Estudios teológicos unido al centro del mismo nombre en la UPB con el padre Fabio Moreno Narváez como director.1 Este centro aprovechó como profesores a los sacerdotes que iban llegando de Europa: Alberto Ramírez, David Kapkin, Ignacio Alvarez, Gustavo Gómez, Mario Acosta, Alfonso López Serna, Emilio Betancur, David Arango, Joaquín Gaviria, Fabio Moreno, exonerándoles de otros trabajos ministeriales para que se dedicaran sólo a “investigación, docencia y orientación científica de los estudiantes”.2 Se aprovechó también a profesores que venían de
1 AAM. Carta de Botero Salazar del 26 de Abril de 1967.
2 AAM. Tulio Botero Salazar. Decreto 25 de Octubre de 1967.
comunidades religiosas como los padres Gustavo Vallejo, Adalberto Cardona, Fernando Velásquez, Octavio Tobón. Fue un hecho sin precedentes en Medellín el tener un centro de tal calidad que ni las universidades públicas tenían profesores con tan altas calificaciones. Y esa política de enviar sacerdotes a formarse en el exterior la continuó hasta su renuncia en 1979. Muchos sacerdotes y muchos de los alumnos que no continuaron en la vida sacerdotal fueron profesores de la Universidad de Antioquia o de la Universidad Nacional y otras ( P.ej. P. Gonzalo Restrepo, Dr. Gonzalo Soto, P. Fernando Madrid, P. David Kapkin, Dr. Luis Javier Ortiz, Dr. Raúl López…) .(Arboleda 2018, 134)
3. Inicio de un Instituto de estudios superiores de teología en la UPB que luego desembocaría en la creación de la Facultad de teología que está cumpliendo 50 años:
“La introducción de los estudios de teología en la Universidad Pontificia Bolivariana fue una tarea emprendida por el sacerdote redentorista español Antonio Hortelano, profesor de teología moral en España y en el Instituto alfonsiano de Roma. Fruto de su labor fue la creación de la Facultad de Teología de la que fue primer decano el sacerdote de la Arquidiócesis Fabio Moreno Narváez”. (Ramírez 2013, 17)
4. Pionero de la cooperación internacional católica.(Pérez 2022) Para La gran misión de 1961 trajo a Fernand Boulard, J. L. Lebret y Enrique María Huelin, expertos en sociología religiosa, economía solidaria y misionología, además de cerca de 250 sacerdotes extranjeros Luego aprovechó el CICOP (Programa Católico de Cooperación Interamericana) y las agencias de ayuda (Caritas Internationalis, la Fundación Konrad Adenauer ) como fuente de recursos y capital humano para la pastoral.
5. Incentivar la pastoral de conjunto lo que suponía un conocimiento científico de la realidad de la Arquidiócesis.Para ello, creó el SEPAM. Sus funcioneseran coordinar la Acción Católica Arquidiocesana, Cáritas Arquidiocesana y el Secretariado Arquidiocesano de Cursillos de Cristiandad, asesorar al Obispo en la planeación y la evaluación de la acción pastoral. (Arquidiócesis de Medellín, 1961, p.8).
Los alumnos formados en este nuevo ambiente pudieron gozar de excelente preparación académica, asistencia espiritual de verdaderos testigos de la fe y usar herramientas pastorales eficaces. El Seminario Mayor de Medellín se convirtió en faro y testigo de la renovación eclesial de la Arquidiócesis de Medellín. Todo lo anterior tuvo sus logros y resultados magníficos en la vida de la Iglesia local, hasta el punto que se decía que era la época en la que “ La Arquidiócesis de Medellín iluminaba la ciudad”.
Referencias.
AAM (Archivo Arquidiócesis de Medellín) Carta de Botero Salazar del 26 de Abril de 1967.
AAM. Tulio Botero Salazar. Decreto 25 de Octubre de 1967.
Arboleda, Carlos. “Tulio Botero Salazar Arzobispo de Medellín”. En Obispos de la patria grande. Compilado por Ana Bidegaín, 131-146 , Bogotá: Celam.
Bronx, Humberto. Historia de Medellín en el siglo XX. Suplemento del año 1969 a 1983. Medellín: Granamérica, 1983.
Pérez Salazar, J. O. “Modernidad religiosa, acción cultural pastoral y cooperación internacional católica en Medellín, 1959-1969” Revista Colombiana de Sociología, 45 (2022): 45-68
Pikaza, Xabier y José Antunesda Silva, eds., El Pacto de las Catacumbas. La misión de los pobres en la Iglesia (España: EVD , 2015).
Ramírez, Alberto La tradición histórica de nuestra facultad: los nombres inolvidables de dos maestros. Cuestiones Teológicas 94 (2013): 15-21.