Cristina Medina VĂlchez 1
1. Primer día de clase
David subía la calle que llevaba al instituto, mirando al suelo y muy despacio, como si quisiera alargar lo máximo posible sus últimos minutos de vacaciones. El peso de la mochila lo agobiaba y el murmullo de los demás estudiantes que subían por la misma calle hacían que aumentase su mal humor. Era 15 septiembre y ya hacía un poco de frío, algo normal en aquel pueblo de montaña gallego. El cielo estaba nublado, a punto de llover. El aire traspasaba la fina camisa negra de David y le revolvía el cabello castaño oscuro. <<Parece que fue ayer cuando era 24 de junio y salíamos todos tan contentos pensando en lo que íbamos a hacer estas vacaciones… y ahora, ya estoy otra vez subiendo esta maldita calle, de camino al instituto donde volveré a ver a la misma gente pesada de todos los años, donde volveré a pasar mañanas enteras mirando por la ventana y sintiendo envidia de los gatos del tejado>> Iba pensando mientras veía que sus pasos le conducían irremediablemente hasta el edificio que había al final de la calle. Entró por la puerta del patio delantero del instituto y miró hacia la puerta del edificio. Casi toda la gente ya había entrado. Caminó hacia allí y, antes de entrar, se miró rápidamente en el cristal de la puerta. Tenía el aspecto que había procurado tener antes de salir de casa. El pelo le caía casi hasta los ojos, tenía una mirada seria y su ropa le hacía parecer un chico duro, lo suficiente como para que sus compañeros de clase no le molestasen con tonterías. Una vez comprobado esto, siguió adelante por el pasillo hasta encontrar la clase de 2º de bachillerato, en la segunda planta. Al menos, tendrían buenas vistas. Al entrar, pasó la mirada por toda la clase, que estaba llena de estudiantes andando de un lado a otro o en grupos riendo y comentando entre ellos. 2
Nadie pareció reparar en su presencia. Después miró al final de la clase, a la mesa que había al lado de la ventana donde él solía sentarse en todas las clases. Iba a sentarse allí también ese año pero, para su sorpresa, aquel sitio estaba ocupado. Había una chica sentada, mirando por la ventana.
¿Cómo no se había fijado antes en ella? Llamaba bastante la atención. Tenía el pelo largo por delante pero por detrás sólo le llegaba hasta la nuca, un corte de pelo curioso, además, era de color marrón claro con las puntas levemente teñidas de rosa. Llevaba una diadema negra y una gargantilla. Su ropa también era negra, parecía… gótica o algo así. David no había visto nunca antes a esa chica. Miró de nuevo a la clase en general y se dio cuenta de que, lo que todos estaban comentando era, seguramente, el aspecto de aquella chica nueva. Hablaban en grupos mirándola de vez en cuando, tan descaradamente, se dijo David, que si él hubiera estado en el lugar de la chica, se habría levantado y se habría ido de la clase (claro que él nunca llamaría la atención de esa manera para que todos comentaran sobre él), pero ella no parecía advertirlo, o quizás no le importaba. Parecía tan tranquila… <<Tengo que recuperar mi sitio>> Pensó David <<Si no me impongo desde el principio, me pisotearán>>. Cruzó la clase hasta llegar hasta donde estaba la chica y se plantó frente a ella. Esta vez, los demás sí parecieron verlo y muchos dejaron de hablar para quedársele mirando fijamente y ver qué iba a hacer. Pero la chica nueva no le hizo el menor caso, no movió ni un músculo, como si nadie se hubiese acercado a ella. David se quedó unos minutos allí delante, mirándola fijamente. Al final, decidió hablar. -Ese sitio es mío. Ella levantó el rostro y lo miró por primera vez. Era bastante guapa. Tenía los ojos grandes, de un color azul turquesa. David esperaba que ella se asustara, se avergonzara, o algún gesto de disculpa… pero se quedó mirándolo como si nada. -No he visto ningún cartelito de “reservado” ni nada - Se limitó a decir ella. 3
David se quedó desconcertado, no estaba acostumbrado a que le plantasen cara. -Sé que eres nueva, pero deberías saber que todos los años me siento yo ahí. -Pues este año seré yo quien se siente, me gusta este sitio. -Levántate. -No quiero. -¿Me has oído? Que te levantes - David estaba empezando a enfadarse pero, de algún modo, sabía que no podía hacer nada contra aquella chica, a este paso iba a arruinar su imagen y todos verían que él no era tan duro como parecía. Alguien agarró a David del brazo y él se volvió. Era Judith, una chica rubia, alta, con los ojos marrones y el pelo rizado, una de las pocas personas amigas de David. Parecía preocupada. -Déjala, ¿Y si te echa mal de ojo?- Le dijo al oído, tirando de él hacia atrás. -¿Qué dices? No es una bruja, Judith, se cree que con esas pintas va a dar miedo… En ese momento, una mujer de unos 30 años, morena, con el pelo corto y gafas entró en la clase. Llevaba unos pantalones vaqueros, una rebeca blanca y un maletín colgado del hombro. Cruzó por delante de la pizarra hasta la mesa del profesor y dejó el maletín encima. Después, miró a toda la clase. Algunos alumnos ya se había sentado y otros aún estaban con lo suyo. Ni David ni Judith se habían dado cuenta de que había entrado. -Silencio, por favor. Sentaos en vuestro sitio- Dijo la profesora en voz alta. Todos dejaron de hablar, David y Judith se sorprendieron y miraron hacia la profesora, que les hizo un gesto para que fueran a su sitio. David no tuvo más remedio que sentarse en el sitio que había delante de su antigua mesa, que estaba libre y Judith se colocó, muy a su pesar, en la mesa de al lado de la chica. Una vez se hubo sentado, David dedicó una mirada amenazadora a la chica de atrás, pero ella no se inmutó. Luego, volvió a mirar a la profesora. 4
-Hola, me llamo Elena y soy vuestra tutora este año. Lo primero, os vais a presentar uno por uno ¿Vale? Me decís vuestro nombre, edad, lo que os gusta hacer, lo que os gustaría estudiar… ya me entendéis ¿No? Empezad por allí. <<Parece simpática>> Pensó David. A continuación, como había dicho la profesora, todos los alumnos se fueron presentando. David conocía ya a la mayoría, casi todos eran los mismos compañeros del año anterior y aquello se le hizo algo aburrido hasta que le tocó hablar a él, que era el penúltimo. Nunca le había gustado presentarse en clase, sobre todo por aquella pregunta de “¿Qué quieres estudiar?”… porque no lo sabía, no tenía ni idea de qué quería estudiar. -Soy David Lemus Guzmán, tengo diecisiete años, me gusta hacer deporte…- En realidad, le gustaba hacer muchas cosas más, pero nadie tenía por qué saber más cosas sobre él- Y quiero estudiar derecho – Mentira, solía decir eso para evitarse la típica conversación con el profesor y para no parecer un idiota indeciso, pero no sabía qué quería y eso era algo que le preocupaba, tenía que decidirse ya. -Mmm, derecho; eso es difícil. Sacarás buenas notas ¿no?- Contestó la profesora sonriendo – Muy bien y, por último… tú, chica – Dijo señalando a la nueva. David sentía curiosidad por ver qué decía. -Me llamo Alice White Clark, me gusta leer, dibujar, hacer deporte, viajar… y algunas cosas más que no creo que sea conveniente decir. No sé lo que quiero estudiar, ni siquiera sé si voy a hacer una carrera. David se quedó sorprendido, tanto por el nombre, evidentemente extranjero, como por su sinceridad al dejar claro lo que no quiere decir y sus dudas respecto al futuro, tan parecidas a las de él. También los demás se quedaron algo desconcertados. Unos aguantaban risitas, otros hablaban en voz baja con sus compañeros y otros se quedaron en silencio. -Vaya, no eres de aquí ¿Verdad? De España, me refiero – Preguntó Elena, seguramente también sorprendida. Abrió su maletín y sacó la lista de alumnos, para comprobar el nombre.
5
-No, soy de Gran Bretaña. Me he mudado aquí este verano – Contestó Alice; a pesar de ser inglesa no tenía ningún acento. -¿Y no sabes qué quieres estudiar? Alice negó con la cabeza. -Pero tienes que decidirte, este es tu último año de instituto, luego pasarás a la universidad y… ¿De verdad no tienes nada en mente? ¿Algo que te guste? -No. -Pero… ¿Crees que podrías sacar algo? Es decir, ¿se te da bien estudiar? ¿Qué tal las notas? -De maravilla. -Entonces, no puedes dejar los estudios, no todo el mundo tiene la suerte de poder decir eso de sus notas. -Lo sé. David suspiró. <<Menos mal que no he dicho yo que no me había decidido aún, precisamente eso es lo que quiero evitar…>>. -Bueno pues, espero que consigas decidirte a lo largo de este curso – Dijo Elena, dando por terminada su conversación con Alice y dirigiéndose a todos los alumnos – Bien, ahora voy a poner el horario en la pizarra para que lo copiéis, aunque no sé si dará tiempo…
El resto del día transcurrió como todos los años el primer día de curso: profesores entrando y saliendo, presentándose y preguntando nombres, dictando listas de material… David volvía de vez en cuando la cabeza para mirar a Alice y ella siempre estaba mirando distraídamente por la ventana o leyendo un libro. Aquella chica le inquietaba. A la salida la vio de lejos, con su libro bajo el bazo, pero pronto fue engullida por el remolino de gente que se dirigía hacia la puerta, después, David se encontró con Judith y los dos caminaron juntos hasta su casa 6
conversando sobre las vacaciones de verano, las impresiones de los profesores yâ&#x20AC;Ś de la chica tan rara que se habĂa sentado en el sitio de David.
7
2. Alice
Sonó el despertador. David, sacó el brazo de las sábanas y lo buscó a tientas, apenas podía abrir los ojos. No había dormido mucho, se acostó tarde pensando en lo que había ocurrido el primer día de instituto y en cómo iba a conseguir que Alice le dejara sentarse en su sitio; no podía rendirse así tan fácilmente, todos tenían que saber que él conseguía lo que quería, pero no se le ocurrió nada.
Se vistió, desayunó y se fue al instituto, aún adormilado. Mientras caminaba por la calle seguía dándole vueltas al tema de Alice y su sitio ¿Cómo iba a recuperar su antiguo lugar? <<Los enemigos más peligrosos, a veces, son los amigos… - Empezó a pensar David – es más fácil negarle algo a un enemigo que a un amigo… quizás pueda ganarme su confianza y cuando crea que somos “amigos”, le pediré que me devuelva mi sitio…, al menos, ésa es mi debilidad… puedo hacerme el antipático con las personas con las que no tengo confianza, pero con los amigos me es imposible, espero que a Alice le ocurra lo mismo>>.
Entró en la clase dispuesto a hablar con Alice. Desde la puerta, lo primero que hizo fue mirar al fondo, buscando a la chica gótica pero en su lugar, bueno, sí que estaba Alice pero iba completamente diferente al día anterior, casi no la reconocía. Se había recogido el pelo en dos coletas altas, adornadas con pequeños lazos que le daban un aire infantil; su ropa también había cambiado, ahora llevaba un vestido rosa, cortito y adornado con volantes. Estaba sentada encima de la mesa leyendo un libro que tenía entre las manos, como de costumbre.
8
David se quedó quieto en la puerta, observándola casi sin darse cuenta. Era tan diferente al resto de los alumnos de la clase… Alguien le tocó por detrás y David se sobresaltó. Había llegado el profesor de Biología. … Por fin sonó el timbre que indicaba que había llegado la hora del recreo. David guardó sus libros y sacó el desayuno. Al mirar hacia la puerta de la clase vio que Alice ya estaba saliendo, resaltaba entre el resto de la clase. Tenía que hablar con ella para llevar a cabo su “plan”. Se dirigía a la salida cuando Judith se interpuso en su camino, tan simpática y enérgica como siempre. -Eh, David ¿Vamos a la cafetería? Dicen que la han reformado este año. -Pues… vale. Si ella hubiera sido otra persona, le habría dicho secamente que no, pero Judith era casi su única amiga, le caía muy bien y no podía hacerse el antipático con ella, así que terminó tomando un refresco mientras charlaba con Judith en la nueva cafetería de instituto. -¿Has visto cómo va hoy esa chica, Alice? Es bastante… rara ¿Verdad? – Preguntó Judith mientras miraba su vaso de Coca Cola. -Todo el mundo habla de ella, sigo pensando que sólo quiere llamar la atención. Aunque, de alguna manera, es interesante ¿No? No todos los días se ve gente así. -Es verdad – Contestó Judith riendo – Así podemos jugar a adivinar qué estilo lleva ella cada día. David rió también. -Ah, quería decirte que esta tarde voy a hacer un pastel con mi madre, si quieres venir a pasar el rato y probarlo, estupendo ¿Te animas?- Preguntó Judith. -Me gusta la idea, aunque no sé a qué hora iré, nos han mandado muchos deberes… ¿Vas a estar en tu casa toda la tarde?
9
-Sí, ven cuando quieras. Bueno, no más tarde de las 9 de la noche – Judith rió de nuevo, era tan alegre… - También podemos jugar al nuevo Zelda que me he comprado para la Wii. David asintió. Terminaron su refresco, dieron una vuelta por el patio y volvieron a clase otra vez. Cuando salieron del instituto, David caminó con Judith hasta la calle en la que tenían que tomar direcciones diferentes para ir a sus respectivas casas, Judith se despidió y se fue a paso ligero por su calle. Él se quedó en el cruce, observándola. Cuando iba a mitad de la calle, ella se volvió y agitó la mano sonriente, David lo hizo también y siguió andando al frente. Entró en una calle con el suelo de piedra flanqueada de pequeñas casitas grises, muchas de ellas cubiertas de hiedra, algo típico de aquel pueblo y el tejado de pizarra muy inclinado, para las nevadas del invierno. Poco después, las casas daban paso a un pequeño río que cruzaba por allí y el camino se convertía en un puente de madera, allí ya no había casas, por miedo al que el río se las llevase en alguna de sus crecidas. Había otro camino más corto para llegar a su casa pero a David siempre le gustaba pasar por allí, le gustaba el olor del río, la hierba, los árboles… además, las vistas eran preciosas, había un mirador más adelante desde donde se podían observar todas las montañas de alrededor. David se dirigió hacia allí y se extrañó al ver desde lejos a alguien sentado bajo un árbol que había al lado del mirador, nadie solía ir por allí. Al acercarse más, descubrió que se trataba de Alice. <<Ella otra vez, cómo no. Para una vez que consigo quitármela de la cabeza… bueno, así podré hablar con ella de una vez>> Pensó David mientras se acercaba. Se plantó delante de ella, quien levantó la vista de su libro, pero no dijo nada. Fue David quien habló primero. -Hola. -Hola. -¿Qué haces aquí? -Leer.
10
- A mí me gusta leer, pero cuando estoy aquí prefiero disfrutar de las vistas – Dijo él sentándose en la hierba al lado de Alice. -¿Qué quieres? -Mira, creo que ayer empezamos mal… sólo quiero hablar contigo un rato. Ella cerró su libro y miró a David con sus ojos de color turquesa. -Te llamabas David ¿Verdad? Él asintió. -¿A ti también te gusta este lugar? – Preguntó ella de nuevo. -Sí, siempre que vengo del instituto paso por aquí y me quedo un rato. -Yo lo descubrí anoche, estaba buscando un buen sitio para leer, porque en mi casa hay demasiado silencio, di un paseo por el pueblo y al final terminé aquí. Es perfecto. -Siempre estás leyendo. -Sí, es… una forma de alejarme de la tediosa realidad, cada vez que abro un libro, me sumerjo en él, olvido que soy de este mundo y paso como a formar parte del mundo del libro… hay tantas historias bonitas y emocionantes en los libros. A veces me dan envidia los personajes de las historias, viven aventuras emocionantes mientras yo estoy aquí, aburriéndome y lo único que puedo hacer es abrir un libro e imaginarme que soy uno de ellos. -Vaya – Es lo único que pudo decir David después de aquella explicación. -Nunca pasa nada emocionante aquí, todos los días lo mismo, el instituto, deberes, comes, duermes y otra vez a empezar… y cuando te haces adulto es peor todavía. Hubo un rato de silencio, los dos se quedaron mirando las montañas. Finalmente, David miró a Alice. -Oye, ¿No te molesta que en el instituto todos hablen y se rían de ti? Por tu estilo de ropa, me refiero. -No. Yo me pongo lo que me gusta, no lo que los demás vean normal, es aburrido llevar siempre el mismo estilo ¿No te parece? Además, seguro que 11
muchas personas no se han aburrido estos días gracias a mí, así tienen algo de lo que hablar y reírse. David miró su reloj. -Vaya, voy a tener que irme pronto, ¿A ti no te están esperando tus padres? -Mis padres no están aquí, vivo sola. -¿Eh? - Mis padres se divorciaron hace tiempo, no les importaba nada que no fuera su trabajo. Mi padre se fue a trabajar a Estados Unidos y mi madre, a Japón. Como me falta un año para cumplir los dieciocho, me han dejado vivir sola y yo he decidido venir a vivir aquí. Mi familia tiene muchas casas por todo el mundo, pero éste es el lugar más tranquilo que hay, ya que igualmente no va a pasar nada interesante en ninguna otra parte, al menos aquí puedo leer tranquila. -Wow, ¡Debe ser genial vivir sola! Puedes hacer lo que quieras, sin nadie que te regañe ni te diga lo que hay que hacer. Aunque… ¿No te sientes sola a veces? - Nunca me ha gustado estar con la gente, prefiero estar yo sola, pero ahora que lo dices… hay veces que me gustaría charlar un poco con alguien. - ¿Y dónde vives? Alice miró hacia el pueblo y señaló a las casas más altas. -En aquella casa grande. David siguió la dirección de su dedo y vio una casa muy grande de piedra gris, con algunas enredaderas. Desde allí no se podían apreciar más detalles, pero David la conocía. -¿¡Allí!? ¡Es enorme! Aún me acuerdo, cuando estábamos en sexto curso y todos decían que era una casa fantasma, nadie quería acercarse. Debe de estar bien vivir allí –Exclamó David y miró su reloj por segunda vez – Uf, yo me voy ya, o mi madre me echará la bronca. -¿Quieres venir esta tarde a ver mi casa? – Preguntó Alice mientras David se levantaba del suelo. 12
A David le sorprendió la pregunta. Alice parecía un poco distante y ahora de repente, lo invitaba a su casa. Estuvo a punto de aceptar, pero se acordó de que había quedado con Judith esa tarde. -Es que esta tarde he quedado con Judith, la chica que se sienta a tu lado. Lo siento. -No importa, ven mañana si quieres. - Vale – David se agachó y cogió su mochila del suelo, luego miró a Alice, quien cogía su libro y lo abría delicadamente, con cariño. Se notaba que disfrutaba con aquello. Luego se dio la vuelta y se fue corriendo a su casa. Sus padres no se habían enfadado demasiado, cuando David llegó a su casa estaban poniendo la mesa, sólo su madre le advirtió con un <<Haber si no nos entretenemos tanto por ahí ¿Eh?>> y se pusieron a comer. Después, llegó la parte que a David menos le gustaba, hacer los deberes. Subió a su cuarto, cogiendo de camino la mochila que había soltado en las escaleras al llegar y se puso manos a la obra. No le gustaba nada hacer aquello, pero era necesario. Lo mejor era que no le costaba mucho estudiar, para él era sólo una pequeña molestia que había que quitarse de en medio para seguir con lo suyo. Hasta ahora, había sido el mejor de su clase. Terminó pronto, pasó por el salón a avisar a sus padres de que se iba y se encaminó a casa de Judith. Al pasar por el cruce donde se despedían todos los días él y Judith, miró hacia la calle que casi siempre cogía, donde estaba el mirador, preguntándose si Alice seguiría allí. Reprimió el impulso de ir a comprobarlo. La casa de Judith era pequeña, pero tenía un jardín bastante grande donde David y ella siempre jugaban de pequeños, tenía las ventanas y la puerta de color azul y un pequeño porche que cubría la puerta de entrada. Parecía la casa de un cuento. Dentro, le esperaba Judith con un pastel de chocolate recién hecho. Estaba delicioso. Comieron juntos mientras escuchaban música en el cuarto de Judith, tan bonito como el resto de la casa. Tenía las paredes pintadas de rosa y el suelo de madera clara con una gran alfombra mullida en el centro donde siempre se sentaban frente a la televisión; la cama, de color azul, estaba repleta de peluches. 13
-¿Sabes? Mañana no voy a ir al instituto – Comentó Judith. -¿Por qué? -Porque voy al dentista – Contestó ella riendo – Me he acordado ahora que he pensado en el azúcar del pastel. -Ah, pues a mí me ha invitado Alice a su casa. -¿¡Eh!? ¿¡Alice!? – Judith se sorprendió mucho. -Sí, me la encontré cuando volvía a mi casa del instituto y estuvimos hablando. -¿Qué te dijo? -Pues, al parecer vive sola, en la “Casa Encantada” ¿Te acuerdas de esa casa? -Sí… ten cuidado. -No creerás todavía en eso ¿Verdad? -No es eso, es sólo que esa chica… es muy rara y ahora me dices que vive sola allí… da un poco de yuyu ¿No crees? -No te preocupes, además, parece una buena persona. No parecía que a Judith le hiciera mucha gracia lo que David acababa de decirle. -Bueno – Dijo Judith levantándose de repente y recogiendo los platos del pastel ya acabado de la alfombra – Voy a llevar esto a la cocina, ve encendiendo la Wii ¿Vale? -Ok. Estuvieron toda la tarde jugando, dando “espadazos” con el mando de la consola y riendo a carcajadas. Casi al anochecer, David se despidió y volvió a su casa. Fue un día divertido.
14
3. ¿No te gustaría crear tu propio mundo?
Al día siguiente, como había dicho ella, Judith no fue a clase. La relación de David con Alice había mejorado algo. Al llegar a clase, Alice había saludado a David con un <<Buenos días>>. El resto del día fue aburrido. En el recreo, Judith no estaba para charlar con él y Alice no aparecía por ninguna parte; como estaba nublado y empezaba a hacer frío, David decidió quedarse en la biblioteca leyendo algún libro. Al salir del instituto, pasó por el mirador. No había nadie allí, pero se quedó un rato mirando las montañas cubiertas de nubes en la cima y respirando el aire húmedo con olor a tierra mojada. Cerró los ojos un rato mientras sentía el viento acariciándole la cara y despeinando su pelo oscuro. Se hubiera quedado así horas y horas… pero no era la mejor idea. Después de comer, fue a casa de Alice. No había quedado con ella en ninguna hora exacta, así que esperó a las cinco. Hacía mucho tiempo que no subía aquella calle, la que llevaba a la “Casa Encantada”, como la solían llamar cuando eran pequeños. David tenía la vista fija en la casa mientras caminaba y recordaba aquellos años, cuando él tenía algunos amigos y jugaban a llamar al timbre de la casa y salir corriendo, creyendo que un fantasma vendría tras ellos. Se subió un poco la cremallera de la cazadora, al mismo tiempo que cruzaba la puerta de hierro forjado del jardín, que estaba abierta. En medio de la hierba que cubría el suelo, había una fuente de piedra con la estatua de un unicornio que le llamó la atención. A su alrededor era todo verde, casi todo el jardín estaba cubierto de enredaderas, también los pilares del porche y parte de la fachada de la gran casa gris, que se alzaba imponente ante David con sus gárgolas de piedra y cornisas talladas, que le recordaba a las típicas casas de las películas de miedo. Siguió andando hasta la puerta principal, también de madera tallada con diferentes formas que se retorcían unas sobre otras. Llamó al timbre. Unos años antes, habría salido corriendo 15
calle abajo, pero ahora iba a entrar a aquella casa lo que, de alguna manera, le resultaba emocionante. Esperó un poco y al rato, Alice abrió la puerta. Llevaba la misma ropa con la que había ido al instituto esa mañana, un vestido negro que parecía antiguo, aunque era demasiado corto para serlo; el pelo lo llevaba recogido en un moño y se había hecho tirabuzones en la parte de delante. Al ver a David, Alice sonrió. Él no recordaba haberla visto sonreír antes; así, su cara parecía más tierna. -Bienvenido – Dijo ella abriendo más la puerta y apartándose – Pasa. David entró… y se quedó maravillado. El portal de la casa era enorme; en el centro había otra fuente como la del jardín, ésta vez de cristal. Las paredes estaban revestidas de madera oscura con curiosas formas y adornos. El suelo, también de madera, era brillante, nada parecido a lo que David había imaginado. Unas escaleras de caracol se elevaban, enroscándose por las paredes de la casa, donde había colgadas lámparas repletas de pequeñas perlas de cristal que desprendían reflejos de colores. David se acercó a la fuente del unicornio de cristal y descubrió que estaba llena de pequeños peces de colores brillantes, seguramente gupis, que nadaban de un lado a otro. También se fijó en el destello de luz que parecía emitir el cuerno del unicornio, provocado por un rayo de luz que incidía desde arriba. Levantó la cabeza. El techo era altísimo, desde allí se podían ver los tres pisos de la casa, repletos de puertas, que seguramente escondían habitaciones tan bonitas como el resto de la casa. Arriba del todo, en el techo, había una vidriera de colores, con el dibujo de un dragón. - Genial – Fue todo lo que pudo decir David, despacio, muy asombrado. - ¿Te gusta mi casa? – Preguntó Alice desde la puerta, que aún estaba abierta por donde entraba un aire frío, con olor a lluvia. -Es impresionante, ¡Parece de sacada de una película! – Exclamó David volviéndose hacia ella con expresión de asombro en la cara. En ese momento, arriba se oyó un golpe, como de algo que se cae, al mismo tiempo que Alice cerraba la puerta de la calle. -¿Qué ha sido eso? – Preguntó David - ¿Hay alguien más aquí? 16
-No, estamos solos – Contestó Alice, muy tranquila. - He oído algo, allí arriba – David señaló hacia la segunda planta. - Acabo de cerrar la puerta, habrá sido el eco – Alice se acercó a él con una sonrisa divertida– O quizás tu imaginación, puede que aún creas que esta casa está encantada… y ojalá lo estuviera, así me sacaría un poco de mi aburrimiento. David no dijo nada, tuvo que admitir para sí mismo que quizás se había asustado un poco, inconscientemente. -Bueno, ¿Qué hacemos? – Preguntó Alice - ¿Quieres un poco de té? - ¿Té? – Preguntó David, no tenía costumbre de beber té y le extrañó la pregunta pero luego recordó que Alice era inglesa – Oh, vale. - Pues voy a prepararlo, espérame en la biblioteca, si quieres, es donde yo suelo tomar el té… es esa puerta de allí – Y señaló hacia una puerta grande que había a la izquierda de la entrada mientras caminaba hacia otra puerta más pequeña que había un poco más al fondo, seguramente la cocina – Ah, y deja la chaqueta en la percha. Cuando Alice desapareció por la puerta de la cocina, David colgó la cazadora en una percha de madera que había junto a la entrada y se dirigió hacia la biblioteca. Antes de poner la mano en el pomo de la puerta, volvió a oírse otro ruido arriba. Él se sobresaltó. << Seguro que Alice se ha dejado alguna ventana abierta, hoy hace viento >> Pensó y abrió la puerta. Había esperado encontrar una habitación llena de estanterías con libros, pero sólo había un pasillo oscuro. Buscó la llave de la luz y se encendieron unas lámparas de cristal en forma de mariposa azul que colgaban a ambos lados de la pared. Al final del pasillo había otra puerta grande adornada con cortinas azules. Fue hacia allí, la abrió… y volvió a sorprenderse. Tras aquella puerta había una habitación grande, muy grande, exagerada. No había un hueco de pared libre, todo eran estanterías de madera repletas de libros de todo tipo, tan altas que incluso había escaleras móviles en algunas de ellas. Del techo alto, abovedado y tallado de adornos, colgaba otra lámpara con forma de mariposa, esta vez mucho más grande que las del 17
pasillo, del mismo color azul que la alfombra que cubría todo el suelo y las cortinas que escondían un enorme ventanal, al fondo de la estancia. Bajo el ventanal había un sofá y un sillón de terciopelo color turquesa y diseño victoriano, colocados alrededor de una pequeña mesita del mismo tipo. David caminó hacia allí y descorrió las cortinas con cuidado, descubriendo el hermoso paisaje que se veía desde allí. Como la casa estaba en la parte más alta del pueblo, desde allí se podía ver todo: el pueblo debajo, el mirador que solía frecuentar David, el río, las montañas verdes al fondo… Se quedó un rato sentado en el sillón mirando el ventanal, después, descubrió una pequeña puerta entre dos estanterías y la curiosidad pudo con él. Entró y encontró una habitación no muy grande, con forma hexagonal; a la izquierda había una cama de sábanas azules, se notaba que a Alice le gustaba ese color; encima de ella colgaba una mosquitera de tela translúcida que la envolvía. Cerca de la cama, colgadas en la pared, había dos espadas cruzadas ¿Serían de verdad? A David siempre le habían gustado las espadas. Se acercó y descubrió que eran muy diferentes; una de ellas era una katana, con su hoja fina y curva y la otra era un mandoble, pesada y con la hoja ancha. Alucinante. Se quedó observándolas un momento y luego se dio la vuelta. Frente a la cama, había una estantería, pero no estaba llena de libros sino de objetos curiosos, un pequeño reloj de arena plateada de aspecto misterioso, figurillas de dragones, un suriken brillante, una botellita de cristal llena de estrellas… había también una parte dedicada a peluches y pequeñas figuras de personajes de anime… David había encontrado otro pequeño pasatiempo de Alice. Al fondo, bajo otro ventanal con las mismas vistas que el de la biblioteca, había un escritorio con un ordenador portátil encima, que desentonaba claramente con la decoración de la casa; si no hubiese sido por eso y por las figuritas manga de Alice, David habría olvidado que estaba en el siglo XXI. Oyó un golpe fuera y decidió salir, puede que a Alice le molestara que él estuviera husmeando en su cuarto; normalmente David no solía hacer eso pero estando en esa casa le daban ganas de hacer una expedición de exploración por toda ella.
18
Cerró la puerta de la habitación al mismo tiempo que Alice entraba a la biblioteca sosteniendo una bandeja plateada sobre la que descansaban dos tazas, una tetera y un azucarero. No se percató de que David estaba en la puerta de su cuarto, o si lo vio, decidió hacer la vista gorda. -¿He tardado mucho? – preguntó. - No, no. Alice dejó con cuidado la bandeja sobre la mesita que había bajo el ventanal, se sentó en el sillón y comenzó a preparar su té. David fue hacia allí y se sentó también en el sofá, como no sabía cómo preparar el té, imitó a Alice. -Esta biblioteca es enorme – Comentó David. -Es mi habitación favorita, aquí paso leyendo la mayor parte del tiempo – Dijo Alice, paseando la vista por toda la estancia, por todos sus libros. Se quedaron un rato en silencio, mirando alrededor. -Oye… - Dijo David rompiendo el silencio - ¿No has pensado nunca en escribir tu propio libro?, ¿En crear tu propio mundo? Alice, al oír eso, se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos, parecía sorprendida. David sé preguntó por qué se había sobresaltado de aquella manera. -¿He dicho algo malo? – Preguntó él preocupado. -No, no… es sólo que… tú…. Yo no creía que… ¿De verdad piensas eso?, ¿Crees que sería buena idea? ¿Tú también crees que sería posible hacer eso? – Dijo Alice nerviosa. - Eh… claro ¿No? – David estaba un poco desconcertado por la respuesta de Alice. -¡¡¡Claro que sí!!! ¡Eso es genial! ¡Gracias! Llevo mucho tiempo dándole vueltas a eso, pensando si sería posible hacerlo, pero nunca me he creído capaz. Ahora, si tú también crees que es posible hacerlo… ¡Lo voy a hacer! ¡Lo voy a conseguir! ¡Y pienso empezar mañana mismo! – Exclamó ella dando un salto del sillón, repentinamente contenta.
19
David no sabía qué decir ¿De verdad era para ponerse así? Qué personalidad más extraña tenía esa chica. Alice se volvió a sentar, terminó su té y preguntó. -¿Hacemos algo? - Vale, ¿Qué? -Mmmm… ¿Te apetece nadar? - ¿Nadar? ¿Ahora? ¿En una piscina? Alice asintió sonriendo. -Pero ¿Qué dices? – David cada vez se sentía más perdido, Alice decía unas cosas tan raras. Era muy impredecible y no sabía por donde cogerla. -¿Por qué no? – Preguntó ella, parecía una niña pequeña. -Alice, no es verano, hace frío. -Tengo piscina climatizada. -¿¡Eh!? Podrías haberlo dicho antes, ya me estaba imaginando congelado dando vueltas en el agua fría… aún así, no tengo bañador ni nada. -Da igual, yo tengo de todo – Alice se levantó y agarró a David de la mano conduciéndolo fuera de la biblioteca.
Antes de que él se diera cuenta, ya estaba nadando con Alice en una gran piscina de agua tibia y cristalina que había dentro del invernadero de la casa. Llevaba puesto un bañador que ella le había prestado (a saber de dónde lo había sacado). Los dos estuvieron jugando en el agua el resto de la tarde hasta que David se dio cuenta de que era muy tarde y estaba empezando a anochecer. -¡Ay, qué tarde! Tengo que irme ya. -¿Ya? – Preguntó Alice saliendo del agua detrás de David con cara de decepción. -¿Te parece poco? – David había cogido una toalla que había en un banco blanco y estaba secándose rápidamente. 20
Ella se quedó callada con la misma expresión mientras lo miraba desde el borde de la piscina. -¿Dónde puedo cambiarme? – Preguntó David de nuevo. -En cualquier habitación, si quieres, puedes subir al piso de arriba. Él cogió su ropa y salió andando apresuradamente por la puerta del invernadero. Lo malo era que, para llegar hasta la casa, había que cruzar un jardín exterior y hacía frío. David cruzó corriendo. En el interior de la casa reinaba un silencio casi total, los pasos de David sobre el suelo de madera resonaban por toda ella. Encontró el cuarto de baño y se cambió de ropa. Salía aún pasándose la toalla por el pelo mojado cuando volvió a oírse un ruido arriba, un ruido como si algo arañase una puerta. Él se asustó un poco, pero no quería admitirlo de nuevo, así que, con cara de fastidio, dejó la toalla colgada en el pomo de la puerta del baño y fue a subir las escaleras (Alice le había dado permiso…). Cada vez se oía más fuerte; mientras subía, le venían recuerdos a la cabeza de las historias sobre fantasmas que contaban de pequeños. <<Ridículo, a mi edad y todavía pensando en eso>> Se decía a sí mismo. La planta de arriba era redonda y estaba llena de puertas. En el centro había una parte sin suelo, rodeada por una baranda desde donde se veía el piso inferior. David no pudo pararse a contemplar, el ruido seguía sonando tras una de las puertas. Fue hacia allí y puso la mano sobre el pomo, sentía que el corazón se le aceleraba ¿Realmente estaba asustado? Molesto consigo mismo, abrió la puerta de par en par con un movimiento veloz… Antes de poder ver nada, algo saltó sobre él. Dio un traspié y cayó de espaldas al suelo, tenía los ojos cerrados porque lo que fuera, le estaba arañando la cara dolorosamente. Gritó mientras daba manotazos intentando quitárselo de encima, sin conseguirlo por culpa de la desesperación. Al fin, pudo agarrar algo peludo con la mano y lo separó de su cara, pesaba muy poco. Abrió los ojos y descubrió que lo que tenía en la mano era un gato blanco. Lo tenía agarrado del lomo, lo más alejado posible de su cara y el gato se retorcía con las uñas y los colmillos fuera y las orejas hacia atrás, preparado para volver a lanzarse al ataque.
21
-¡David! ¿Ha pasado algo? – Alice subía las escaleras rápidamente - ¿Por qué has…? ¡Aaay! ¡Un gatito! – Se detuvo un momento a observarlos y luego se acercó corriendo con agradable sorpresa. Se arrodilló al lado de David, que seguía en el suelo y fue a coger al gato, éste intentó arañarle pero pareció no importarle. -Ten cuidado, está enfadado, te va a arañar – Dijo David preocupado. -No pasa nada – Dijo ella, cogiéndolo cuidadosamente con ambas manos. Sin siquiera intentar evitar los arañazos y mordiscos, lo acunó en su regazo y poco a poco se fue calmando – ¡Si es monísimo! – Miró a David y abrió los ojos sorprendida - ¿Y a ti qué te ha pasado? - ¿Ahora te das cuenta? Este “monísimo” gatito se ha tirado a mí cuando he abierto la puerta – Miró hacia el interior de la habitación donde había una cama grande, varios muebles antiguos y una ventana abierta – Seguramente habrá entrado por la ventana, porque no parce que sea tuyo ¿No? -No… pobrecito, lo habrás asustado – Alice rió – Y verás cuando te mires al espejo. David se levantó y fue rápidamente al baño del piso de abajo. -Perfecto – Fue lo único que dijo con tono aburrido cuando se acercó al espejo. Tenía arañazos por toda la cara y uno grande que le cruzaba toda la mejilla derecha, sangraba un poco. Seguro que tenía que pasearse varias semanas por ahí con la cara hecha un asco. Alice se asomó a la puerta con el gato aún en los brazos. -¿Te desinfecto un poco la herida? A ver si encuentro el botiquín… -No hace falta, ya lo hago en mi casa, ahora sí que es tarde – Dijo él mirando su reloj y saliendo del baño – Me voy pero ya. Fue hacia la entrada, cogiendo primero su cazadora de la percha, se subió la cremallera y abrió la puerta, el aire frío de la noche entró por ella. -Pues adiós – Dijo Alice. 22
- Hasta mañana – Se despidió David cerrando la puerta tras él. El camino hasta su casa lo hizo corriendo. Cuando llegó, sus padres estaban algo disgustados, pero olvidaron su retraso al ver la cara llena de arañazos de David. Él dijo que un gato le había saltado encima cuando iba por la calle para evitar posibles críticas sobre Alice y su casa. Su madre se empeñó en curarle los arañazos a pesar de sus negativas y al final tuvo que aguantar una sesión de algodón, alcohol y escozor antes de irse a la cama.
23
4. Desengaño
Al día siguiente Alice no fue al instituto ¿Le habría pasado algo? ¿Se habría dormido? ¿Estaría cuidando al gato? David se sorprendió mientras pensaba posibles razones sobre por qué no había ido. <<¿Y a mí qué me importa? Sólo la conozco desde hace dos días ¿Desde cuándo me preocupo yo por las personas que acabo de conocer?... Aunque tengo que reconocer que ayer, después de todo, me divertí bastante con ella>> Pensó. Judith se interesó por lo que había hecho con Alice el día anterior y, cómo no, se alarmó al ver los arañazos de su cara y le hizo cientos de preguntas a David, al igual que los profesores que lo veían, era un tostón. Alice tampoco fue al instituto en toda la semana. Quizás había cogido la gripe al salir de la piscina el día que David estuvo en su casa. Fueron unos días aburridos, siempre que él miraba hacia atrás, el asiento de Alice estaba vacío. Por la tarde, para matar el aburrimiento, David y Judith quedaban para dar una vuelta por ahí, ver una película juntos, o jugar a los videojuegos en casa de Judith, eso siempre era agradable.
El sábado por la mañana, tras un tedioso rato de estudio, David cogió su móvil del escritorio y llamó a Judith para quedar y hacer algo. -¡Buenos días! – Contestó ella con su típico buen humor que siempre hacía a David sentirse mejor. - Hola, ¿Quedamos para hacer algo? -Es que dentro de un rato voy a Lugo de compras con mis padres… ¿Quieres venir? -Mmm… no, da igual, luego nos vemos esta tarde. -Como quieras, luego te llamo cuando vuelva ¿Vale? 24
-Ok, adiós. David colgó el teléfono y lo dejó encima de la cama desanimado. Miró su portátil que descansaba en una balda que había colgada sobre la cama, no tenía nada que hacer en internet. Luego paseó la mirada por la estantería llena de libros que había enfrente, se acercó, cogió uno de ellos que ya había leído y lo abrió. Entonces, se acordó de Alice. Podía ir a visitarla, aunque tampoco es que le importase mucho…
Al final terminó cruzando su jardín y llamando a la puerta de la casa de Alice. Esperó un rato pero nadie abría la puerta, se dio la vuelta y empezó a bajar los escalones del porche. Mientras bajaba, oyó abrirse la puerta. -¿David?- Dijo Alice sorprendida. Él miró hacia atrás. Allí estaba ella, mirándolo desde la puerta, vestida con uno de sus curiosos atuendos, esta vez algo más moderno. El gato blanco se asomaba entre sus piernas. -Creía que no estabas aquí – Dijo él volviendo a subir hasta la puerta. -¿Qué haces aquí? -¿Debería irme? -No, no, es que no te esperaba. - Sólo he venido porque… como hace una semana que no vienes a clase… - Miró hacia otro lado intentando parecer que no le importaba demasiado lo que estaba diciendo – Pasaba por aquí y me ha entrado curiosidad, creía que te habías ido o algo. Alice sonrió y David sintió que se sonrojaba un poco, ¿No creería que se estaba preocupando por ella? -Pasa, tengo algo que enseñarte – Alice agarró a David de la mano y lo atrajo hacia dentro, cerrando la puerta después. Luego lo guió estirando de él hasta la biblioteca y después entraron a la pequeña habitación hexagonal en la que había estado David la semana
25
anterior. El gato blanco estaba encima de la cama, mirándolos. David le dirigió una mirada asesina y el gato se limitó a bostezar perezosamente. -Éste es un pequeño dormitorio que me monté yo aquí, arriba me sentía un poco sola y me gusta estar cerca de mis libros, así que me traje aquí la cama. <<Ya conozco este sitio>> Dijo David para sí mismo. -Mira esto – Fue hasta el escritorio y le mostró algo, parecía muy contenta. David se acercó y vio que sobre el escritorio había un cuaderno con la portada de color negro, adornada en la parte de arriba con unas letras de color azul metálico con bonito diseño. Ponía: “Alice’s World”. -¿Es el libro que ibas a escribir? – Preguntó David. Alice asintió con orgullo. -No es sólo un libro, es mi mundo, mi nuevo mundo, lleno de aventuras, de cosas por descubrir ¡Será maravilloso! - ¿Por eso no has venido al instituto estos días? ¿Estabas escribiéndolo? -Claro. - Pero, no puedes hacer eso, los profesores llamarán a tus padres si faltas demasiado tiempo… -A mis padres no les importo – Una sombra de tristeza cruzó el rostro de Alice – Además, cuando termine mi mundo todo habrá acabado, desapareceré de aquí para vivir una nueva vida. -¿Qué quieres decir? – Preguntó David extrañado, no entendía lo que Alice acababa de decir ¿A dónde se iba? -Lo he encontrado, la manera de entrar – Contestó ella, nuevamente entusiasmada. -¿Dónde? – Cada vez le resultaba más difícil adivinar de qué hablaba Alice. Sin hacerle caso, ella siguió hablando. 26
-Los símbolos ¿No lo habías pensado? Tienen un poder ancestral, son muy poderosos, me puse contentísima cuando encontré la solución, sólo tenemos que averiguar el símbolo correcto para que abra… -¿¡Qué estás diciendo!? – David cortó a Alice bruscamente, quien se sobresaltó. -Tú me dijiste que era posible – Dijo ella un poco preocupada. -¿El qué? – David estaba perdiendo la paciencia. -Que podía… - Alice hizo una pausa, como si recordara algo - Oh, dios mío - Se le quebró la voz, ahora parecía estar a punto de llorar, era como si hubiese construido una torre hasta el cielo y se le hubiese derrumbado entera en un momento – El otro día… ¿te referías a…? Un simple libro, un mundo escrito, sólo eso ¿Verdad? -Alice… - David seguía sin entender nada, no se imaginaba de qué podía estar hablando ella, qué había entendido de lo que él dijo aquella vez. -Perdona entonces, cuando dijiste aquello, yo había estado pensando en la posibilidad de crear un nuevo mundo dentro de un libro y luego abrir de alguna manera un portal hacia él, llevaba mucho tiempo dándole vueltas a eso y había estado pensando en ello antes de que tu llegaras… entonces, cuando dijiste de crear un mundo… sólo pude pensar en que tú también creías que eso era posible. -No creerás eso de verdad ¿No? – David no daba crédito a lo que oía, no sabía qué decir. Si era verdad que Alice creía eso, no estaba muy cuerda. -Claro que lo creo. Y aunque fuese un malentendido, me he dado cuenta de que sí es posible hacerlo y lo voy a hacer – Alice parecía muy decidida. - Alice, eso es imposible – David se acercó a ella, le puso las manos en los hombros y la miró con seriedad – Es imposible. Ella se sacudió y le apartó a David las manos bruscamente. -Eres idiota, igual que todos – Dijo ella enfadada. David se quedó perplejo. -¿¡No te das cuenta de que la idiota estás siendo tú!?¡Actúas como una niña pequeña! 27
- ¿Qué harías si supieras cómo crear tu propio mundo y entrar en él? ¿Ni siquiera lo probarías, sólo porque crees que es imposible? ¿¡Acaso no es eso de ser idiota!? – Ella lo miraba fijamente con los ojos llorosos y llenos de rabia. David no pudo aguantarlo más, le dio la espalda a Alice y salió por la puerta a paso ligero dejando a Alice sola en su cuarto, con el rostro sombrío. -Estás como una chota – Fue lo único que dijo antes de salir de la biblioteca y dirigirse hacia la entrada para irse de allí. …
Alice tampoco fue al instituto el día después, pero al siguiente sí estaba allí, aunque no le dirigió la palabra a David, ni siquiera lo miraba, al igual que él a ella, como si no existiera el uno para el otro. David no le contó nada de lo sucedido a Judith, quería olvidarlo todo, olvidar aquella locura de una vez. Pasaron los días y todo seguía igual, incluso el día de Halloween, cuando Judith se decidió a hablar con Alice e invitarla a ella y a David a su casa a ver una película de miedo; los dos fueron, pero se ignoraron y Judith no se dio ni cuenta, para ella todo iba de maravilla. David a veces pensaba que Judith tenía el don de pasar por alto lo más obvio.
28
5. Amigos de Nuevo
Alice abrió los ojos. Se dio la vuelta en la cama y miró el reloj de bonito diseño que había en la mesita. Eran las nueve de la mañana y no había instituto, ya habían dado las vacaciones de Navidad. Hacía frío y se quedó un rato más en la cálida cama con las sábanas hasta la nariz. Desde allí se veían los copos de nieve caer lentamente por la ventana. Hacía ya días que el pueblo estaba totalmente nevado y seguramente, así sería hasta que llegara la primavera. Se levantó de la cama y fue a la cocina donde no encontró gran cosa para desayunar así que, sin siquiera cambiarse de ropa, salió con su largo camisón blanco a comprar algunos churros a la cafetería que había al final de su calle. Las miradas y cuchicheos de la gente era algo que no le importaba, al fin y al cabo, no influían en nada; cuando lo que pensara la gente se transformara en flechas asesinas, entonces empezaría a preocuparse. Después de desayunar, estuvo escribiendo un rato en su libro, añadiendo a su mundo detalles para hacerlo más hermoso, fijándose en la nieve que caía tras la ventana o en los miles de destellos que se veían en la superficie del río, efecto de la luz del sol de la mañana. No aguantó mucho rato escribiendo, desde el día en que discutió con David, cada vez que abría el libro se acordaba de aquello y las ganas de seguir escribiendo desaparecían. Al final terminó haciéndose unos largos en la piscina climatizada. Era agradable nadar en el agua tibia mientras se veía la nieve caer tras los cristales del invernadero. Unas horas después, ya al medio día, el teléfono sonó mientras Alice leía en la biblioteca, sobresaltándola. Nunca solían llamar al teléfono. -¿Quién es? – Dijo Alice al descolgar el teléfono. - ¿Alice? – Preguntó una voz de chica que le resultaba familiar. -Sí. 29
-Soy Judith. -Ah, hola ¿Qué quieres? - Verás, voy a ir con mis padres tres días a Madrid, a ver museos y eso, y como me resulta aburrido, he pensado que podéis venir e ir nosotros al parque de atracciones de Madrid, dormiremos en un hotel ¿Qué te parece? David viene también. -¿David? -Sí, nos lo pasaremos genial. Alice tardó un poco en contestar, quería ir, le encantaría ir, hacía tanto tiempo que no salía de aquel pueblo, pero iba David y eso significaba pasar esos dos días bajo una atmósfera tensa y molesta, no quería estar así todo el tiempo… -Sí, iré – Contestó sin darse cuenta, como si su boca hubiese actuado por su cuenta, luego se arrepintió. -¡Perfecto!, ven pasado mañana a mi casa sobre las siete de la mañana, trae todo lo que vayas a necesitar. -Vale, hasta entonces. -¡Adiós! Al colgar el teléfono se llevó las manos a la cara ¿Qué había hecho? Ahora tendría que aguantar la presión durante esos dos días. Si David hubiese sido otra persona, habría podido ignorarlo perfectamente, era lo que llevaba haciendo toda su vida con la gente, pero él tenía algo especial, de alguna manera, Alice no aguantaba que él la ignorase más tiempo, tenía que hacer algo. Y no pensaba quedarse sin viaje por su culpa. No paró de darle vueltas en toda la tarde, incluso tardó en conciliar el sueño cuando se acostó por la noche. Al día siguiente a las diez de la mañana, Alice estaba en el mirador que había cerca de la casa de David. Seguramente él quedaría con Judith, como todos los días y para ir a su casa siempre le gustaba pasar por allí, tarde o temprano lo encontraría.
30
No se equivocó, al cabo de un rato, vio a David desde lejos caminando tranquilamente hacia allí con las manos en los bolsillos de sus pantalones negros. Cuando la reconoció, Alice pudo notar su sorpresa a pesar de que él no solía mostrar demasiado sus emociones. Él intentó pasar de largo, pero Alice se le colocó delante, cortándole el paso con mirada desafiante. -¿Qué es lo que quieres? – Preguntó él de mala gana, mirándola con sus serios ojos oscuros. -Que dejemos ya las tonterías. David no dijo nada. -Judith te ha dicho lo del viaje ¿No? – Preguntó Alice cruzando los brazos – Yo también voy a ir y, sinceramente, no me lo pasaré bien si seguimos enfadados, me molesta la atmósfera tensa que hemos tenido estos últimos meses ¿No te parece que ya es hora de dejarlo? Y no digas que a ti no te molesta porque no me lo creo. David estaba sorprendido, no sabía qué decir. Alice era tan directa. -Bueno… yo… - Ésta vez no pudo esconder su sorpresa. Luego se puso serio y casi sonrió – Tienes razón, yo también estoy cansado. Alice le tendió la mano a David y él se la estrechó. -Siento lo que te dije aquel día – Dijo Alice. -Yo también. Nadie dijo nada sobre el supuesto mundo de Alice. Después, los dos juntos fueron a casa de Judith y todos pasaron la mañana entre risas, juegos de mesa y videoconsolas. …
Era el día del viaje a Madrid. Alice se había despertado a las 4 de la mañana cuando aún faltaban horas para el amanecer. Había estado pensando qué podía ponerse para el viaje, hacía tiempo que no salía de aquel pueblo y le hacía mucha ilusión, al final se había decidido por un vestido corto azul con una pequeña capa verde, unas botas negras, unos 31
calentadores y un gorro a juego. Luego estuvo metiendo algunas cosas en un bolso, cámara de fotos, algunos cambios de ropa, dinero… y al final tuvo que pelearse con el bolso para lograr cerrar la cremallera. También le dejó comida de sobra a Yuki, la gatita blanca que encontró David. A las siete menos cuarto ya bajaba corriendo su calle. Se le hacía difícil correr con el bolso a cuestas, pero estaba demasiado impaciente como para ir andando. El sol estaba saliendo en ese momento tras las montañas. En casa de Judith había mucho ajetreo. No tuvo ni que llamar al timbre. El coche estaba frente a la casa con el maletero abierto y los padres de Judith entraban y salían con bolsas, maletas y demás. -Ah, hola Alice – Le dijo el padre de Judith que salía de la casa con un mapa en la mano al ver a Alice en la puerta – Pasa, Judith está en el salón. Alice se dirigió allí, donde encontró a Judith sentada en el sofá con pinta de aburrimiento. Judith se alegró al verla. Estuvieron un rato hablando hasta que llegó David y sus padres terminaron de dar vueltas. Un rato después estaban todos en el coche camino a Madrid. Al principio, estuvieron charlando sobre qué iban a hacer y en qué atracciones se iban a montar, pero al cabo de un rato el cansancio pudo con ellos y acabaron durmiendo los tres. Los padres de Judith los miraban de vez en cuando y se reían. … Los días en Madrid pasaron rapidísimo. Los dos primeros días, Alice, Judith y David estuvieron en el parque de atracciones todo el día de un lado a otro, probando todas las atracciones y divirtiéndose sin parar. Alice se lo estaba pasando de maravilla, aunque a veces se sentía un poco apartada… o quizás era su imaginación; David y Judith hablaban y bromeaban con ella, la tenían en cuenta, pero… <<Están siempre tan juntos…>> Estaba pensando Alice mientras esperaba a que llegase el próximo vagón de la montaña rusa. David y Judith se habían montado en el anterior, los asientos eran de dos en dos. De algún modo, sentía algo de envidia <<Supongo que es normal, llevan juntos mucho tiempo… a mí hace apenas unos meses que me han conocido>>.
32
El tercer día estuvieron con los padres de Judith viendo un musical de La Bella y la Bestia que a todos les gustó mucho. Durmieron una noche más en el hotel Emperador, en el que habían reservado la habitación, cerca de la Gran Vía – Judith no había parado de cantar el número del bloque, planta y habitación para que no se le olvidase << ¡Cinco, cuatro, cero, nueve!>> ¡Como para quitárselo de la cabeza!- y al día siguiente, tras dar un paseo por Madrid, volvieron a Galicia. Fue un viaje genial. …
Nochevieja. Alice estaba de rodillas sobre el sofá de la biblioteca, mirando ensimismada por la ventana. Todo el pueblo estaba adornado con luces de colores que parpadeaban por todas partes alegrando la oscuridad de la noche. Quedaban apenas unos minutos para las campanadas y no había nadie en la calle. Seguramente todo el mundo estaba en su casa, pasando los últimos minutos del año con su familia cantando villancicos y todos contentos. Alice no echaba de menos eso, porque nunca había estado con su familia en Nochevieja. De pequeña, sus padres siempre habían estado de negocios y había pasado esa noche con su niñera o algún vecino. Empezó a sonar el reloj de la plaza con sus características campanadas que Alice estaba harta de escuchar. Aburrida, se desplomó en el sofá mirando la tele de plasma que había entre los libros de la estantería de enfrente. Siempre estaba apagada, y ese día no era una excepción. Seguro que en todas las cadenas ponía “¡Feliz año nuevo!” o cosas por el estilo, pero a Alice no le importaba. Miró el cuaderno negro donde estaba escribiendo “su mundo” que descansaba encima de la mesa. Pronto desaparecería de ese mundo ¿Qué importaban los años, entonces? -Feliz año nuevo, Yuki – Dijo Alice en voz baja mirando a la gata blanca que dormitaba a su lado – Quizás a ti sí que te importe eso. Yuki hizo un ruidito, como un gemido y siguió durmiendo. Al rato, Alice también se quedó dormida. <<¡¡¡DIIIIN DOOON!!!>> -¿Eh? – Alice se frotó los ojos despacio mientras se incorporaba. <<¡¡¡DIIIIN DOOON!!!>> 33
Era el timbre. Se levantó y fue a abrir la puerta, aún adormilada. Al hacerlo, el frío consiguió que se despertase del todo y vio a dos personas conocidas en la puerta. -¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!! – Gritó Judith – Voy a pasar ¿Vale? Aquí fuera me estoy congelando – Dijo mientras se colaba por la puerta. Llevaba un vestido corto de terciopelo rojo con los bordes adornados con pelo blanco a modo Papá Noel y la cabeza cubierta con una capucha del mismo estilo. La seguía David, vestido con un abrigo negro largo. Alice miró al exterior, había empezado a nevar. Cerró la puerta y se volvió hacia los visitantes, que iban cargados de bolsas, advirtió. -¿Qué hacéis aquí? ¿No deberíais estar con vuestra familia celebrando el año nuevo? – Preguntó Alice sorprendida. -Ya lo hemos celebrado, ¡ahora vamos a hacerlo contigo! – Dijo Judith alegre. -¿¡Eh!? Pero… Mientras, David se había quitado el abrigo y lo había colgado en la percha. Debajo, llevaba una camisa blanca y una corbata azul. Alice nunca lo había visto vestido tan formalmente. Judith, cogió las bolsas que David había dejado en el suelo y salió corriendo en dirección a la biblioteca. -¿A dónde va esa? – Preguntó Alice a David. -Anda, vamos – Respondió él sonriendo. Cuando entraron a la biblioteca, Judith había mudado lo que había encima de la mesa a la mesilla del teléfono que había en un rincón y en su lugar, había un mantel blanco con motivos navideños y un plato de golosinas. Judith seguía sacando cosas de las bolsas y colocándolas encima de la mesa: Copas, botellas con bebidas de colores, un plato lleno de uvas, servilletas rojas, velas… etc. Y por si fuera poco, estaba colocando espumillones de colores por todas partes. -¿¡Pero qué haces!? – Exclamó Alice sin que nadie le hiciera caso. David encendió la tele y ayudó a Judith a colocar cosas. 34
-¡Vamos, corre! - Dijo Judith invitando a Alice a que se sentara en el sofá. Alice fue hacia allí y miró la tele. Había una imagen de un reloj a punto de dar las doce. No entendía nada, ¡Si ya era año nuevo! -¡Pero si ya han dado las uvas! – Dijo Alice mientras se sentaba al lado de Judith. -¡Pero quedan las de Canarias! – Judith rió y le tendió un racimo de uvas. Enseguida empezaron a sonar las campanadas y Alice empezó a comer uvas, pero iban tan rápido que no le daba tiempo a tragar. Cuando terminaron, Judith miró a Alice. -¡Feliz año nue…! – Y al ver a Alice con la boca llena de uvas y cara de compromiso, se echó a reír. Depués se le unió David y más tarde Alice, cuando pudo. Para ella estaba siendo la mejor Navidad de su vida.
35
6. Días de lluvia
Alice caminaba hacia el instituto chapoteando con sus botas rojas sobre los cientos de charcos que había en el suelo. Era increíble cómo llovía. Levantó un poco su paraguas (Adornado con unas orejas de gato en la parte superior) y miró hacia el instituto, al final de la calle. Apenas se veía con la lluvia tan fuerte. Alice aceleró el paso, aunque ya, de poco servía. Estaba calada hasta los huesos, a pesar del paraguas, llevaba el abrigo completamente empapado. Gruesas gotas de agua caían por su flequillo. Cuando entró en su clase, unos segundos antes de que tocara el timbre, se quitó el abrigo y se escurrió el vestido, haciendo caer un chorro de agua al suelo. La profesora se llevó las manos a la cabeza. Siempre hacía lo mismo (Por eso, ya tenían la fregona preparada en un rincón). Durante la clase, Alice no dejó de mirar por la ventana. Le gustaba ver llover, no podía evitarlo a pesar de que ya aburría un poco. Levaba lloviendo una semana casi sin parar. Era abril y, aunque aún quedaba algo de nieve en algunos rincones, se notaba que el invierno estaba acabando. Al salir de clase, ante la sorpresa de todos, dejó de llover y el sol empezó a asomar entre las nubes. David, Judith y Alice caminaban juntos hacia sus respectivas casas. -¡Todos los días me entra la risa cada vez que llega Alice empapada y deja el charco de agua en el suelo! – Comentaba Judith animada – ¡Con solo ver la cara que pone la profesora…! ¿Qué haces para llegar así de mojada? - Vivo lejos del instituto – Contestó Alice encogiéndose de hombros – A mí nadie me lleva en coche. David se paró en el cruce donde Judith se separaba para ir a su casa.
36
-¿Y si aprovechamos que ha salido el sol para dar un pequeño paseo antes de volver a casa? – Propuso David mirando a Judith, quien negó con un movimiento de la cabeza. -Es que hoy tenemos mucho que estudiar, David, no me gusta que me anochezca estudiando, tengo que irme ya. Antes de que él dijera nada, se despidió sonriendo y se marchó por la calle. -Pues yo no tengo ganas de estudiar, cada vez que abro el libro empiezo a pensar que pronto tendré que elegir una carrera y empiezo a agobiarme… Comentó David mirando cómo Judith se alejaba. -¿Damos nosotros un paseo? – Preguntó Alice. Ella tampoco tenía ganas de volver a casa. -Por mí, de acuerdo. Podemos ir a los prados, seguro que están bonitos. Alice asintió. David no se había equivocado. Eran preciosos, casi toda la hierba había crecido ya y pequeñas florecillas azules asomaban entre ella. Alice se paró, abrió su mochila para sacar su cámara de fotos y sacó una foto a David, que caminaba unos metros delante de ella. Al oír el ruido de la cámara, éste se volvió y sonrió. -Eh, vamos a ver el río, tiene que estar enorme – Dijo él. Alice guardo rápidamente la cámara en su mochila, se la colgó a la espalda sin ni siquiera cerrarla y siguió a David trotando. En los prados que había cerca del pueblo, solía haber animales pastando, pero por allí pasaban las vías de un tren y los pastores no solían soltar allí sus animales por miedo a que el tren, aún de los antiguos, los atropellara. Más allá de las vías había un barranco por el que discurría un río, que por esas fechas bajaba muy lleno de agua. Alice y David se acercaron a verlo. Había un gran desnivel en el terreno, abajo había un bosque de pinos y robles. Se oía el agua, pero los árboles no dejaban ver el río. -Si pudiéramos bajar… - Dijo Alice mirando abajo. 37
-Estaría bien, pero luego no podríamos subir. Esto está muy empinado -Ya… Una gota de agua fría le cayó a Alice en la nariz y miró hacia arriba. No se habían dado cuenta y el cielo había vuelto a cubrirse de nubes. -Será mejor que nos vayamos rápido, vamos a terminar como una sopa – Dijo David dándose la vuelta. Pero antes de cruzar las vías, se detuvo – Viene el tren. El tren se veía a lo lejos, venía muy rápido. La lluvia empezó a caer más fuerte. -Mejor que crucemos ya, rápido – Dijo mirando a Alice, que asintió. Luego cruzó las vías rápidamente. Alice le imitó, subió y cruzó rápidamente. Al bajar, dio un saltito y notó que algo se caía de su mochila, que había dejado abierta antes. Miró hacia atrás. Un cuaderno negro con el título “Alices’s World” en la portada yacía sobre las vías, mojándose. El corazón le dio un vuelco. <<Oh, no>>. El tren ya estaba muy cerca, no debía arriesgarse a ir por él. <<No, no ¿Qué hago? ¿Debería cogerlo?>>. Miró rápidamente hacia atrás. David seguía caminando, no parecía haberse dado cuenta de la situación. Volvió a mirar el cuaderno; quería ir a cogerlo, pero algo le decía que no debía hacerlo. <<No me puedo quedar mirando, ¡Es mi mundo!>>. El tren estaba casi encima y, en un momento de desesperación, Alice se lanzó a las vías para recuperar su cuaderno, creyendo que le daría tiempo a salir, pero no fue así. El tiempo pareció ralentizarse. Alice agarró el cuaderno y, al levantar la cabeza, vio que tenía el tren justo delante. Intentó correr, pero estaba paralizada. <<No me da tiempo, ya está aquí>>.
38
Era irónico, siempre le había dado rabia cuando los personajes de sus libros se quedaban quietos ante el peligro sin hacer nada, y ahora ella estaba haciendo lo mismo. Lo único que pudo hacer fue apretar el cuaderno contra su pecho y cerrar los ojos tan fuerte como pudo, esperando la embestida… pero algo que no era el tren se abalanzó primero sobre ella, apartándola bruscamente del camino del tren. Alice, aún con los ojos cerrados, notó la hierba y las piedras arañar su cara, mientras rodaba por el suelo; después notó que caía al vacío. Abrió los ojos. Vio las ramas de los pinos acercarse más y más, hasta que acabó cayendo sobre ellas, en una nube de púas, crujidos y arañazos. Estuvo unos segundos suspendida sobre una rama, que pronto se partió con un crujido y Alice cayó al suelo, hincándose algunas piedras en las costillas. Por suerte, el suelo estaba cubierto de helechos y hojas secas y el golpe no fue tan fuerte. Pocos segundos más tarde, David cayó también de entre los árboles a su lado. Alice se incorporó, frotándose la frente con una mano. Con la otra, aún sujetaba su cuaderno. -Ay… David también se levantó, con una mueca de dolor y miró a Alice, luego, su expresión se volvió furiosa. -¿¡Eres tonta o qué!?¿¿¡¡Pero en qué pensabas!!?? – Gritó. Alice no sabía qué decir, parecía muy enfadado; nunca le había hablado así. -Yo… - Miró su cuaderno, avergonzada. -Ese maldito cuaderno otra vez… ¿¡Tan importante es para ti!? ¿¡No entiendes que tu vida es lo primero!? – David la miraba mientras gritaba, sus ojos oscuros estaban llenos de rabia. Alice nunca lo había visto perder los papeles de esa manera - ¡¡No importa cuán valioso sea algo, si pierdes tu vida, lo perderás todo!! ¿No puedes entender eso? -Perdona… - Dijo Alice con voz débil. El ver a David tan enfadado con ella le daba ganas de llorar. 39
El rostro de David se ensombreció y se dejó caer de rodillas al suelo, con la cabeza gacha. Alice se sentó a su lado y se dio cuenta de que una gota descendía por su mejilla, no supo si era una gota de lluvia o una lágrima. Se quedó mirándolo sin saber qué decirle, no era propio de ella quedarse sin palabras. -¿Te… pasa algo? Él tardó en contestar. -No pasa nada… - Le temblaba la voz. Sí, sí que le pasaba algo, pero Alice no dijo nada más, se sentía culpable. -Cuando te he visto en las vías… - Empezó David al rato – y el tren a punto de… - Se quedó sin habla un momento – Yo tenía una hermana pequeña… veníamos a jugar aquí en verano. Un día su pelota cayó a la vía… y ella fue a cogerla cuando pasaba el tren – Sollozó – No me dio tiempo a hacer nada… Alice sintió unas ganas tremendas de abrazar a David, de intentar consolarlo… y lo hizo. Soltó el cuaderno y lo rodeó con los brazos. Él pareció sorprenderse al principio, pero luego abrazó también a Alice, quien notó latir su corazón, agitado, como si hubiese estado corriendo. Así se quedaron los dos un rato, mojados y llenos de barro, arrodillados entre los helechos. David notó que el pequeño cuerpo de Alice tiritaba bajo sus brazos. La lluvia era fría y ya le goteaba por el cabello. Se levantó, frotándose los ojos con el dorso de la mano, intentando eliminar restos de lágrimas de sus ojos. Se sentía idiota por haber perdido el control así delante de Alice. -Pero ya no importa. Eso pasó hace mucho tiempo – Dijo David, tendiéndole la mano a Alice para ayudarla a levantarse – Vámonos. Ella le cogió la mano y se levantó, luego caminó hacia la ladera por donde habían caído. Era alta, completamente vertical y la piedra lisa. -¿Cómo subimos ahora? – Preguntó Alice. -¿No tenías ganas de bajar? Pues ya estamos abajo – Contestó David acercándose – Tú tampoco tienes aquí el móvil ¿Verdad? Vamos a tener 40
que caminar hacia arriba hasta llegar a un lugar donde el desnivel sea más bajo y podamos subir. Así lo hicieron, caminaron entre los enormes árboles y matorrales varias horas; bajo la lluvia, que no cesó en ningún momento. Hasta que llegaron, como había dicho David, a un lugar donde pudieron subir al nivel superior desde donde habían caído, pero ahora estaban muy lejos del pueblo y ya era de noche. Aún así, siguieron caminando casi a tientas. Ya estaban en el cementerio del pueblo cuando oyeron un crujido de ramas tras ellos. Los dos se volvieron rápidamente. Detrás de un árbol, un lobo los observaba con ojos luminosos. Alice y David dieron un paso hacia atrás, hasta que sus espaldas tocaron la lápida que tenían detrás. Otros dos lobos aparecieron tras el primero. -¿Qué hacemos? – Preguntó Alice en voz baja, estaba muy nerviosa y asustada – Vamos a salir corriendo. Puso una mano encima de la lápida, preparada para saltarla, pero David la sujetó del brazo. -No corras – Dijo, también en voz baja – Fíjate en los lobos, no avanzan, están esperando a ver qué hacemos. Los lobos suelen temer a los humanos. Si sales corriendo, les das a entender que eres más débil, que no eres peligrosa e intentarán atacarte. Y no pensarás que puedes correr más rápido que ellos ¿No? -Bien ¿Y qué propones que hagamos? ¿Nos quedamos así toda la noche a ver si se aburren y se van? David no dijo nada, se agachó despacio y cogió un palo grande del suelo, luego lanzó un gritó y se lanzó corriendo hacia los lobos, con los brazos en alto. Ante la sorpresa de Alice, los lobos retrocedieron y al ver que David seguía acercándose sin miedo (Aunque en realidad tenía bastante), salieron corriendo hacia el bosque, momento que aprovechó David para volverse rápidamente, soltar el palo y coger a Alice de la mano, tirando de ella. -¡Ahora! ¡Vamos!
41
Y corrieron de la mano tan rápido como podían, sin mirar atrás, sorteando las tumbas hasta que llegaron al pueblo. Se detuvieron en el cruce donde se separaban sus caminos. Alice le sonrió a David. -Ha sido emocionante, lo más emocionante que he hecho en mi vida. -¿¡Pero qué dices!? ¿Te parece emocionante todo lo que nos ha pasado? ¡Casi no lo contamos! Y no hablemos de la que me espera cuando llegue a casa… -Entonces, ¿preferirías haber estado en tu casa aburrido contando las pelusas del suelo? ¿No me digas que no te sientes bien al pensar: “Toma ya, he tenido más suerte que un tonto, podría haber muerto, pero estoy aquí y ahora tengo historias interesantes que contar”? – Alice cruzó los brazos inquisitivamente – Además, está bien hacer cosas diferentes de vez en cuando ¿No? David rió, ¡Alice decía unas cosas…! Aunque, pensándolo bien, sí que tenía algo de razón. David intentó mirar al cielo, pero la lluvia le molestaba en los ojos y se lo impidió. De nada servía ya intentar refugiarse de ella, estaban calados hasta los huesos. - Bueno, me voy, a ver qué me encuentro cuando llegue a mi casa. -Adiós – Alice se dio la vuelta y se alejó chapoteando en los charcos, parecía contenta. Cuando David llegó a su casa, la puerta estaba entornada. Entró en silencio, dejando charcos de agua por donde pasaba y al llegar a la puerta del salón encontró a sus padres con cara de preocupación y a unos cuantos vecinos sentados en el sofá. Su madre, que estaba al lado de la ventana, miró hacia la puerta y vio a David, mojado, lleno de barro y arañazos. -¡¡¡David!!! – Fue hacia él rápidamente y se paró en frente de él, tocándole la cara y mirándolo de arriba abajo. Los vecinos volvieron la cabeza hacia ellos y su padre se acercó también - ¡¡David!! ¿¡Pero qué te ha pasado!? ¿¡De dónde vienes!? ¿¡Dónde has estado!? <<A ver qué me invento yo ahora… y para colmo, los vecinos delante>> Pensó David con fastidio. -Es que… - Empezó a decir, pero se dio cuenta de algo. 42
<<Bueno, ¿Y por qué debería mentir? Tengo la manía de no decir nunca lo que he hecho en realidad… creo que debería aprender de Alice, lo dice todo y hace lo que quiere sin importarle lo que piensen los demás. Además, no he hecho nada malo…>>. Al final optó por contar lo que les había pasado, la verdad. Le costó un poco convencer a sus padres de que estaba perfectamente, que no le había pasado nada grave. Los vecinos se fueron yendo. David se duchó y después pudo por fin descansar entre las cálidas sábanas de su cama. Al día siguiente no fue a clase porque estaba muy cansado y tenía un buen resfriado, al igual que Alice.
43
7. Declaración
Cada vez hacía mejor tiempo, aunque llovía bastante. Los días se iban haciendo más largos y cada vez había más que estudiar, se acercaban los exámenes finales. David y Judith apenas tenían tiempo de dar un paseo, en cambio, a Alice no le importaban los exámenes, estaba segura de que su proyecto funcionaría y ella ya no estaría allí para cuando llegaran esas fechas. Había conseguido descubrir poco a poco el símbolo que abriría la puerta a su mundo, pero… le faltaba algo. Pasaba días enteros dando vueltas por la biblioteca intentando descubrir qué era, pero no lo conseguía.
Judith, David y Alice salían del instituto. Judith suspiró. -Hoy no tengo ganas de estudiar, ¡llevo unas semanas que no salgo para nada! Creo que hoy voy a descansar… ¿Os apetece hacer algo esta tarde? - Me apetece hacer de todo menos estudiar – Contestó David. -¿Queréis venir a mi casa a ver una película o jugar a la Wii? Es viernes – Propuso Judith. - Sí, hace tiempo que no hacemos nada de eso ¿Eh? Echo de menos las tardes muertas jugando a Zelda– Dijo David. -Podéis venir a mi casa, así estaremos solos – Dijo Alice. -Vale, me llevaré la Wii, las películas y los juegos ¡Por fin una buena tarde! – Dijo Judith contenta.
Al final, estuvieron toda la tarde jugando a la consola en la biblioteca de Alice, que siempre usaba como salón, compitiendo por ver quién mataba 44
antes a los malos. Casi siempre ganaba David, era muy bueno usando el mando como si fuese una espada. Luego estuvieron cantando con otro juego de karaoke y riéndose visitando pueblos de otros jugadores en Animal Crossing. -Bueno, ¿Cenamos? – Dijo Judith, ya bastante tarde. - ¡Es verdad!, la cena – Dijo David riendo – Si no lo dices, ni me acuerdo. -¿Voy a por una pizza al bar de la esquina? – preguntó Alice. -Vale, te acompaño –Dijo David levantándose del sofá, pero Judith lo cogió de la mano. -David… ¿Te puedes quedar conmigo? Es que quedarme sola en esta casa… tengo que admitir que me da un poco de yuyu – Judith parecía un poco avergonzada. David se quedó callado sin saber qué hacer. Alice se dio cuenta de su compromiso. -No te preocupes, está muy cerca. Vuelvo en un momento. Alice salió de la biblioteca, cogió dinero del bolsillo de un abrigo que había colgado en el perchero y salió a la calle. Fuera no había nadie, la calle estaba vacía. <<Cuando me vaya a mi mundo>> Pensó mientras caminaba <<Seguro que echaré de menos estos buenos ratos… siempre empiezas a divertirte cuando queda poco tiempo>>. Cuando llegó a la pizzería, los camareros y algunas personas se le quedaron mirando, como de costumbre, aunque esta vez Alice iba vestida más o menos normal, quizás era por eso, ya la conocían y no estaban acostumbrados a verla con ropa “normal”. Alice pidió la pizza y tuvo que esperar un rato mientras la hacían. Se preguntó qué estarían haciendo David y Judith solos. Al rato salió el camarero con la pizza y tres Coca Colas. Cuando Alice llegó a su casa, cerró despacio la puerta y entró al pasillo que llevaba a la biblioteca. La bolsa de los refrescos se le escurría de las manos y tuvo que parar delante de la puerta para sujetarla mejor. 45
-David… - Oyó que decía Judith. -¿Qué? – Le contestó David. -Hay algo que quería decirte desde hace tiempo… Alice, que iba a entrar, no pudo evitar quedarse en silencio detrás de la puerta. Sabía que no debía hacerlo, pero la curiosidad... -¿Qué es? Hubo silencio. - Le verdad es que estaba esperando que tú me lo dijeras, pero… no puedo esperar más. -¿A qué te refieres? -Me da corte decírtelo, pero... me gustas. Alice reprimió una exclamación. No se imaginaba a Judith diciéndole eso a David. Al ver que David no decía nada, Judith siguió. -Siempre has sido mi mejor amigo, pero desde hace un tiempo he empezado a verte como algo más que un amigo… ¿A ti te pasa lo mismo? -No lo sé… - David era un poco tímido a veces y se notaba que esa situación le resultaba realmente incómoda. Empezaban a arderle las mejillas. Judith se acercó a David, se sentó a su lado y luego se inclinó hacia él, despacio, cerrando los ojos hasta posar sus labios sobre los de David. Él no se apartó, cerró también los ojos y le respondió con ternura. Cuando se separaron, los dos se ruborizaron y Judith rió nerviosamente. -David… ¿Te gustaría que fuéramos… novios? Alice aguantó la respiración, ¿Qué le diría? De alguna manera, ya lo sabía. No había visto lo que acababa de pasar, pero se lo imaginaba. David dudó un momento. -Sí – Dijo finalmente.
46
Un nudo se formó en la garganta de Alice y empezó a notar que se le humedecían los ojos. Sí, David le gustaba, no había querido admitirlo pero ahora se daba cuenta; era inútil luchar contra los sentimientos. Dio media vuelta, alejándose de la biblioteca y volvió al portal sin hacer ruido. Allí, dejó la bolsa en el suelo, abrió la puerta de la calle y la volvió a cerrar, ésta vez más fuerte para que David y Judith pudieran oírla y creyeran que Alice acababa de entrar. No quería que supieran que había estado escuchando, era más fácil así. Se secó los ojos con la manga de su camiseta, cogió la bolsa y volvió a la biblioteca, esta vez sí entró. -¡Hola! Ya estoy de vuelta– Dijo sonriendo al entrar. -Hola – Respondieron David y Judith al unísono. Alice se acercó a la mesa y soltó la pizza y la bolsa de los refrescos, luego se sentó en el sillón. Judith alargó el brazo y abrió la caja de la pizza mientras Alice sacaba su Coca-Cola de la bolsa y la abría. -Mmmm ¡Qué bien huele! – Exclamó Judith. Estuvieron cenando mientras veían una película, que no les dio tiempo a acabar porque ya era muy tarde y David y Judith tenían que irse. Cuando se despidieron, ya en la puerta de la calle, y Judith dio media vuelta para irse, pareció acordarse de algo, y con una amplia sonrisa, se volvió de nuevo y miró a Alice. -¡Ah! ¿Sabes qué? – Dijo Judith contenta. Alice ya se imaginaba qué iba a decirle - ¡David y yo estamos saliendo! -¿Sí? – Dijo Alice fingiendo sorpresa. No tenía práctica en fingir, pero fue creíble. Miró a David como esperando una confirmación por su parte, éste se sonrojó, sonrió tímidamente y asintió – ¡Eso es genial! Espero que os vaya muy bien. Judith asintió complacida. -Bueno, ¡hasta pronto! – Dijo ella cogiendo a David de la mano y alejándose con él. Alice se quedó sola en la puerta con la mirada triste y perdida entre la hierba del jardín, luchando contra las lágrimas que pugnaban por salir. Era una sensación extraña; por una parte, sentía rabia, como si hubiese perdido una 47
partida, pero por otra parte se sentía algo aliviada, así sería más fácil… sabía que aunque no hubiera estado Judith allí, ella nunca le hubiera dicho nada a David, a pesar de su lanzada personalidad. Sin embargo, la rabia y la tristeza eran más fuertes que el alivio… otra vez volvía a sentir como si no encajara allí, como si no fuera lo suficientemente buena para gustarle a nadie… ni siquiera a sus padres.
48
8. Extraño encuentro
No tuvo ánimos para escribir en su cuaderno en todo el fin de semana, no quería que su pesar se colara en su mundo, esperaría a que se le pasase. En su lugar, cogió un autobús el sábado por la mañana y se fue a pasear a la ciudad más cercana. Mirando escaparates y comiendo helado, consiguió olvidarse por unas horas del tema que le molestaba, el repentino amor entre Judith y David, del que ella no había sabido nada hasta la noche anterior. La situación no fue mejor durante la semana. En el instituto, los dos pasaban el recreo cogidos de la mano o hablando entre ellos todo el rato. Alice nunca había visto a David tan cariñoso, aquella relación lo estaba cambiando de algún modo. Si antes se sentía un poco apartada, ahora esa sensación había crecido mucho más. Cuando estaban juntos, ellos intentaban prestarle atención a Alice, pero se notaba que era por educación, para que no se sintiera aislada. Finalmente, ella optó por quedarse en la biblioteca del instituto durante el recreo, así conseguía evadirse y pensar un rato sobre qué le faltaba a su mundo, algo a lo que nunca encontraba respuesta. Para Alice, estar sola nunca había sido un problema, es más, prefería apartarse de la gente, se sentía más tranquila sin nadie alrededor, pero ahora se daba cuenta de que, después de haber conocido a David y a Judith, eso había cambiado. Por primera vez sentía la soledad como algo aburrido, agobiante… y triste. Faltaba una semana para los exámenes finales, algo que a Alice le traía sin cuidado. Ese día, iba caminando sola hacia su casa después del instituto. Iba despacio, mirando al suelo, sin pensar en nada. Su mirada topó con algo reluciente que había en el suelo. Alice se detuvo y lo miró con detenimiento. Era una moneda dorada. La cogió y la sostuvo entre sus dedos, observándola. Nunca había visto una moneda así, pero le sonaba de algo, no
49
sabía de qué. Tenía un enrevesado dibujo en una cara y una estrella en la otra. Se guardó la moneda en el bolsillo, dispuesta a seguir su camino, pero se dio cuenta de que estaba parada delante de una cafetería, su cafetería preferida donde hacían los dulces más ricos de todo el pueblo. Incluso desde fuera se podía percibir el dulce olor a azúcar y café. Una sonrisita iluminó la cara de Alice. Tenía hambre y, aunque eran las dos de la tarde, eso no era ningún problema para ella. Caminó hacia la puerta y entró. Hacía tiempo que no pasaba por allí, pero dentro seguía reinando el mismo ambiente de siempre, cálido, dulce y acogedor. No había casi nadie, tan solo una pareja de jóvenes y un chico rubio de aspecto sereno que tomaba café en un rincón. Un camarero que había en la barra vio a Alice plantada en la puerta y la saludó. -¡Eh, Alice! ¡Cuánto tiempo! ¿No? Ya te echábamos de menos. Ella se acercó a la barra. -Hola – Saludó, intentando sonreír un poco – No he tenido mucho tiempo últimamente. -¿Qué vas a tomar? Alice miró al mostrador, lleno de pasteles de todo tipo. Tras pensarlo un poco señaló hacia un trozo de pastel de chocolate. -Ése, tiene muy buena pinta. -Ahora mismo, señorita – El camarero lo sacó y se lo sirvió en un pequeño plato – Aquí tienes – Luego alguien lo llamó y se marchó de prisa ¡Que aproveche! – Dijo desapareciendo por una puerta tras el mostrador. Alice puso toda su atención durante un rato en saborear el delicioso pastel hasta que recogió con la cuchara la última miga de bizcocho del plato. Sin ganas de volver todavía a su casa, apoyó la cabeza en la mano y se quedó mirando las botellas de colores que había en una estantería detrás de la barra. Se le pasó por la cabeza la idea de sacar su cuaderno y seguir completando su mundo, pero en ese momento no tenía ganas de hacerlo. Miró hacia la pareja de jóvenes que había en una mesa cercana; se estaban besando cariñosamente en ese momento, parecían disfrutarlo bastante.
50
Alice puso cara de fastidio y desvió la mirada. <<Cuando algo sale mal, parece que todas las cosas del mundo se ponen de acuerdo para que sea peor aún>> Pensó. Alguien interrumpió las “reflexiones” de Alice, un chico se sentó a su lado. -Hola, chica ¿Qué te ocurre? – Dijo él sonriendo amablemente. Alice se sobresaltó y lo miró de reojo. Era el chico rubio que estaba sentado en un rincón de la cafetería cuando entró. Llevaba una fina camisa blanca y unos pantalones del mismo color, tendría unos veinte años. La estaba mirando con unos simpáticos ojos azules. -¿Por qué debería decírtelo? – Dijo ella, sin intentar ocultar su mezcla de tristeza, soledad y mal humor. - No pareces muy contenta – Dijo el chico sin dejar de sonreír – No me gusta ver a las damas con esa cara. Puedo intentar ayudarte. Alice no dijo nada. -¿Son problemas con el amor? Suele ser bastante fastidioso a veces– Insistió él, dando en el clavo. Alice lo miró con sus grandes ojos turquesa, ese chico tenía algo raro. -No puedes hacer nada con eso – Dijo, dando a entender que él había acertado. - Tienes razón, esos problemas son complicados… las cosas no son tan fáciles como las pintan ¿Verdad? -Ni tan bonitas – Añadió ella desanimada– Aunque no importa – De repente cambió de actitud - acabo de llegar a la conclusión de que no tengo que dejarme afectar por eso, es algo inútil y puedo vivir perfectamente sin ese irracional sentimiento. El chico hizo un gesto negativo con la cabeza, aunque la sonrisa no se borró de su cara. -No te equivoques. Aunque parezca que el amor no hace más que dar quebraderos de cabeza, no es algo inútil. Créeme, sirve para algo más que 51
eso. Es algo misterioso, a veces parece bueno, otras veces malo… todo es relativo dependiendo del punto de vista en que se mire, pero aporta una chispa; las relaciones carecerían de sentido sin ello, el mundo sería insulso y aburrido – Ésta vez sí dejó de sonreír, aunque su expresión seguía siendo amable-Alice, si yo creara mi propio mundo, ni siquiera consideraría la posibilidad de excluirlo de él. Alice se sorprendió ¿La había llamado por su nombre?... ¿Su… mundo? No, era imposible que lo supiera… ¿O sí? Quizás sólo había sido un ejemplo. <<En cualquier caso, esta vez no me pasará lo mismo que aquella vez con David, cuando di por supuesto que él hablaba de eso y al final me tomó por loca. Solemos creer que las cosas que pasan por nuestra cabeza también las piensan los demás, pero no es así>>. El muchacho se miró el reloj y volvió a sonreír. -Bueno, creo que ya es hora de irme, ha sido un placer conocerte – Se levantó del taburete y se despidió inclinando la cabeza. -Adiós – Fue lo único que dijo Alice. Él se dirigió a la puerta y la abrió. Antes de salir se volvió y le guiñó un ojo a Alice, luego se marchó cerrando la puerta tras él. Alice se quedó un rato dándole vueltas a lo que había dicho aquel muchacho, luego pagó la cuenta y se fue, no sin antes despedirse del simpático camarero. En lugar de ir hacia su casa, se dirigió al mirador; allí había un buen ambiente para pensar. Casi había llegado cuando se cruzó con David. Llevaba colgada la mochila del instituto. -Hola – Saludó Alice. -Hola – Dijo David, parecía sentirse comprometido al haberla encontrado – Voy a estudiar con Judith… ¿Quieres venir? -No – Contestó Alice sin siquiera pensarlo – Tengo cosas que hacer – Le enseñó su cuaderno. David parecía molesto al verlo. 52
-Alice… ¿Todavía sigues con eso? Si te digo la verdad, me preocupas. -Sigo, y seguiré con esto. Cuando lo consiga, te lo enseñaré y te darás cuenta de que puedes confiar en mí más de lo que lo haces, te darás cuenta de que hay algo más allá de eso que los humanos llamamos “realidad”. Hasta pronto. Sin nada más que decir, Alice se alejó en dirección al mirador con aire triunfante. -Adiós – Dijo David no muy convencido, sabiendo que Alice ya no lo oía, luego, siguió su camino.
Al pasar por la solitaria plaza del pueblo, algo llamó la atención de David. Cerca del antiguo edificio de piedra gris del ayuntamiento había una pequeña carpa de tela azul. No la había visto nunca antes; seguramente la habían puesto para la feria, faltaban sólo unas semanas. Se quedó mirándola. Sabía que no debía pararse, llegaría tarde a casa de Judith, pero había algo que le hacía sentirse atraído hacia ella y sin poderlo evitar se acercó. La entrada estaba cerrada con cortinas, pero entre ellas había una pequeña abertura; el interior estaba oscuro. David no supo si fue por la gran curiosidad que sintió repentinamente o porque alguien lo había empujado dentro, pero antes de darse cuenta, ya había traspasado las cortinas y se encontraba dentro de la oscura tienda. Sólo dos velas azules sobre una pequeña mesa cubierta con una tela blanca iluminaban la estancia. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, David pudo distinguir una bola de cristal sobre la mesa y tras ella, una persona ataviada con un abrigo blanco, el gorro le cubría hasta los ojos. Parecía una vidente de esas que aparecen en las películas. -Hola – Dijo el individuo, levantando la cabeza y mirando directamente a David con unos luminosos ojos azules. Él se sobresaltó. Se había imaginado a una anciana arrugada, con largos pendientes, muchas joyas y las manos llenas de anillos, pero en su lugar había un muchacho joven y sonriente de aspecto amable. -Ho-hola – dijo David un poco cortado ¿Qué demonios estaba haciendo allí? 53
-Siéntate, por favor – Dijo el muchacho señalando un cojín que había en el suelo delante de David. En su mano llevaba un único anillo plateado con un reluciente cristal azul. Éste obedeció y se sentó con las piernas cruzadas en el cojín. -Y bien, si estás aquí será porque tienes alguna duda o preocupación que nadie te puede resolver, ¿me equivoco? - Yo… no sé – Dijo David, realmente no sabía por qué estaba allí. -No habrías entrado si no tuvieras algo que preguntarme. David pensó en disculparse y salir corriendo, pero se acordó de su conversación con Alice. Nunca había creído en esas cosas, pero por probar… -Bueno… puede que parezca una tontería pero hay algo que me preocupa. -Adelante, cuéntamelo. - Tengo una amiga… me cae muy bien y todo, pero a veces dice cosas extrañas… siempre lleva un cuaderno, dice que es su mundo, que va a conseguir abrir un portal hacia él mediante una runa y va a entrar en él… está dejando los estudios y todo sólo por eso. No es bueno que confunda la realidad con la fantasía de esa manera… ¿Sabes cómo puedo ayudarla? El chico se quedó mirando a David mientras sonreía. -¿Por qué descartas que lo que ella dice sea verdad? -¿Verdad? ¡Es imposible! Sólo hace falta un poco de sentido común para darse cuenta de que no se puede entrar en un libro, una historia escrita con tinta no puede hacerse realidad, sólo son palabras en una hoja, no hay más que eso. Somos nosotros los que le damos sentido a las frases en nuestra cabeza, ellas por sí solas no pueden… formar un mundo… todo es imposible. -Estás hablando de un simple libro, pero… ¿Qué me dices de la runa? -¿Runa? Eso es… no tiene sentido, es imposible. -Imposible. No dejas de repetir esa palabra. ¿Sabes? Hay pocas cosas imposibles en este mundo. Que nunca hayas visto algo no quiere decir que no exista. 54
<<Creo que he encontrado a otro chalado>> Dijo David para sí; estaba empezando a enfadarse, le daba la sensación de que se estaba quedando con él. -Me lo dice un tío con una bola de cristal delante, dentro de una tienda de feria que sólo sirve para engañar a la gente y quedarse con su dinero. Por cierto, ¿Cuánto me vas a cobrar por esto? El chico parecía divertirse mucho con lo que David acababa de decir. -Vaya, vaya… te doy un consejo: Antes de comprar o hacer algo, pregunta cuánto cuesta ¿Y si ahora te dijera que mis servicios cuestan un pastón? No es algo que puedas devolver– Rió – Por suerte para ti, esto es gratis; no estoy aquí por la feria, ah, y la bola… sólo es para dar el pego. - Me voy – Dijo David levantándose y apartando las cortinas. - David – Dijo el chico antes de que él saliera. David se volvió, lo había llamado por su nombre ¿Cómo…? – Confía – Le dijo. Luego, salió dejando que las cortinas se cerraran tras él. Fuera, la luz hizo que tuviera que cerrar los ojos unos segundos, luego miró hacia la tienda. Todo había sido tan raro… parecía como si hubiera estado en un sueño extraño durante su estancia en la tienda. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y se alejó corriendo de allí.
55
9.Alguien para mí
Alice terminó de dibujar una línea en la portada de su cuaderno. El enrevesado dibujo que la adornaba se iluminó, luego, una luz blanca la deslumbró. Puso su mano sobre el dibujo, de repente, se sintió ligera como una pluma; sintió que podía volar, traspasar los objetos. Ya no había barreras materiales en el mundo. Abrió el cuaderno. En sus páginas ya no había palabras, ni frases, ni tinta… sólo imágenes, imágenes que se movían… era como mirar desde una ventana hacia el agua de un lago y tras el agua… un mundo nuevo. Alargó la mano. Sus dedos rozaron el papel, pero ya no era papel. Unas suaves ondas, como las que hace el agua, distorsionaron la imagen. Retiró la mano y se fueron haciendo más tenues cada vez hasta desaparecer. Alice volvió a hacerlo, esta vez no sólo rozó la superficie con los dedos, sino que introdujo la mano entera en el papel líquido, después el brazo y notó que su cuerpo entero se sentía atraído hacia el cuaderno, como si algo tirase de ella desde el otro lado. Se sumergió. Todo a su alrededor eran manchas confusas, se sentía como si estuviera bajo el agua, pero podía respirar… no, no necesitaba respirar. Perdió la noción del tiempo mientras flotaba. Poco a poco, el medio acuoso se fue transformando el aire, las manchas se fueron definiendo hasta dibujar árboles, pájaros, nubes, un gato… y Alice notaba su cuerpo cada vez más pesado. Era como si estuviera en una burbuja, hasta que el peso de Alice la rompió y notó de repente la gravedad tirar de ella hacia abajo. El suelo, cubierto de hierba, detuvo su caída, que no fue muy suave. Alice observó a su alrededor; todo era normal, aunque tenía un cierto aire misterioso… y mágico. Era diferente. Al fijarse mejor en lo que había alrededor, descubrió que lo que antes había tomado por un gato, sentado tranquilamente a unos metros de ella, era en realidad un animal que no había visto nunca. Parecía un gato, sí, pero tenía alas, blancas y esponjosas, era de color azul y tenía también una cola de fuego… más bien parecía un 56
pokémon. Alice se levantó de la hierba y se acercó a él despacio. Cuando estaba justo delante, decidida a tocarlo… la cara del animalillo empezó a cambiar de forma, las garras y los colmillos le crecieron; los ojos, antes verdes, se volvieron de color carmesí y su tamaño se multiplicó. Ahora era más grande que Alice. Levantó su enorme garra y la movió en dirección a Alice, el golpe la tiró al suelo. Cuando dejó de rodar por la hierba, se irguió como pudo y al mirar hacia arriba, tenía a la criatura delante, preparada para saltar sobre ella. Buscó desesperadamente algo a su alrededor, un palo, una piedra, algo…pero no tenía nada con lo que protegerse. El enorme bicho se impulsó con sus fuertes patas traseras y cuando estaba en el aire… alguien se interpuso entre él y Alice. Llevaba una gran espada, con la que acabó con la criatura rápidamente, que nada más caer al suelo con gran estruendo, desapareció en una nube de polvo dorado. Al volverse, Alice advirtió que la persona de la espada era… ¿David?... No, no era David, pero se le parecía mucho, podían pasar perfectamente por hermanos. Los rasgos de su cara eran casi idénticos, sólo que David tenía el pelo más claro y sus ojos eran de color marrón oscuro, mientras que los de este chico eran verdes y brillantes. Él le tendió una mano, Alice la tomó y se levantó del suelo. -Gracias – Dijo ella. - Es un placer – Dijo él – Mi nombre es Ryuzaki. Estoy aquí para protegerte y… Ryuzaki se acercó más a Alice, la cogió por la cintura y, ante su sorpresa… la besó en los labios…
Notaba aún los húmedos labios de Ryuzaki sobre los suyos y su cabello haciéndole cosquillas en la cara. Estaba confusa. Abrió los ojos, pero tardó unos segundos en darse cuenta… -¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAH!!!!!!!! – Gritó, levantándose rápidamente y espantando a la cabra que tenía delante, luego se frotó la boca con energía. La peluda cabra blanca le había lamido la cara mientras dormía.
57
Oía risas tras ella. Miró en esa dirección y vio unos metros más allá a un anciano con una boina y un bastón, rodeado por un rebaño de cabras y ovejas; se estaba riendo a carcajadas. -¡Tranquila, muchacha! ¡Mis cabras no van a comerte! – Dijo entre risas. Luego silbó y se alejó despacio mientras sus perros guiaban al rebaño tras él. Alice se quedó unos segundos mirando al rebaño, frotándose aún los labios con el dorso de la mano. Después miró al suelo, bajo el tronco del gran olmo del mirador, donde estaba su cuaderno abierto y el bolígrafo sobre la hierba. Se había quedado dormida. Ya estaba atardeciendo, el sol se escondía al frente, tras las verdes montañas. Se dejó caer sobre la hierba y apoyó la espalda sobre el rugoso tronco del olmo, luego, se echó a reír. Después de estar un rato admirando el paisaje, Alice se dio cuenta de que ya era tarde, recogió su cuaderno de la hierba, lo metió en la mochila y se encaminó hacia su casa. Caminaba por una solitaria calle de piedra. Sus pasos sonaban por toda la calle, algo que no le hacía mucha gracia; siempre le había gustado ser silenciosa, como un gato. Se imaginó caminando en su mundo… ¿Estaría igual de sola allí? Una idea pasó por su mente. No tenía por qué ser así… tenía el poder de incluir en él lo que quisiera, era como una diosa ¿Y si creaba a alguien para ella? Era una buena idea y así, como aconsejó aquel chico, el amor no estaría excluido de su mundo pero… ¿Quién? Se acordó de su sueño, que tan desagradablemente había sido interrumpido. Si ella quisiera, Ryuzaki podría existir ¿Por qué no? De todos modos se había quedado con ganas de conocerlo. Ilusionada, echó a correr hasta su casa. Allí, Yuki la esperaba hambrienta. Después de darle de comer, Alice fue a su cuarto, se sentó en su escritorio, cogió un bolígrafo y abrió su cuaderno. Dudó un poco, luego se puso a escribir en él y después dibujó a Ryuzaki, justo como aparecía en su sueño, aunque el trabajo fue un poco complicado, ya que los sueños nunca se recuerdan con claridad. Dibujó un chico de estatura media de cabello negro, liso y un poco despeinado, unos grandes ojos verdes y unos rasgos parecidos a los de David, pero a la vez diferentes. Una vez terminado, Alice admiró su obra de arte… era bastante guapo. 58
¿Podía ser eso lo que le faltaba a su mundo? Alice cerró el cuaderno y lo sostuvo en alto, mirándolo, pero no daba la más leve señal de vida. No se desanimó, estaba segura de que lo conseguiría, solo que… le faltaba algo que no conseguía averiguar. Dejó el cuaderno suavemente en el escritorio y miró por la ventana, esa noche había una luna llena preciosa. Había sido un día algo raro, además, había avanzado un poco con su proyecto. Eso le hacía sentirse de buen humor. Se puso el pijama, luego fue a la biblioteca y paseó por delante de las enormes estanterías hasta encontrar el libro que buscaba; lo cogió y se dirigió de nuevo al dormitorio para leer un rato en la cama y luego meterse entre las sábanas a dormir.
59
10. Último ingrediente
Alice estaba aburrida. Desde que se había levantado no había hecho otra cosa más que pensar en qué le faltaba a su mundo para que se abriera el portal. Había empezado sentada en el sofá de la biblioteca mirando el cuaderno con detenimiento; al rato, empezó a dar pataditas impacientes en el suelo, más tarde ya estaba tumbada en el sofá con los pies sobre el espaldar mientras Yuki jugueteaba con su cabello, que caía casi hasta el suelo. Al final Alice había terminado rodando por el suelo con cara de fastidio, como una niña pequeña y el cuaderno abandonado entre los cojines del sofá. Se le había acabado la paciencia. Cansada de rodar, decidió ir a dar una vuelta por la ciudad, ese día se celebraba una fiesta, seguro que había buen ambiente por allí. Se levantó del suelo y se fue, no sin antes cambiarse de ropa y pasar un rato quitándose las pelusas del pelo que había conseguido en su paseo por el suelo. Como otras veces, tuvo que coger un autobús para llegar a la ciudad. Durante el trayecto se entretuvo mirando a las personas que viajaban con ella e intentando imaginar de dónde venían, a dónde iban, en qué pensaban, cuáles eran sus historias… Estuvo todo el camino sumida en sus pensamientos. <<Detrás de cada persona hay una historia diferente, una personalidad única… sería interesante conocerlas a todas, saber qué piensan o qué desean ¿Quién sabe si no hay alguien en este mismo autobús intentando crear un mundo, igual que yo? Aunque eso nunca lo sabré. Es curioso, cada persona sigue un camino diferente, pero por unos minutos nuestros caminos se cruzan, compartimos el mismo espacio durante un rato para ir a un mismo sitio, pero luego nos separamos para no volver a vernos más… o quizás sí>> El autobús se detuvo y Alice se dio cuenta de que ya habían llegado. Se bajó de autobús y se dirigió al parque, siempre le gustaba pasear por allí.
60
Ya casi era hora de comer, compró un trozo de pizza en un quiosco y se sentó en un banco a comérsela. En un banco en frente de ella había un hombre de unos cuarenta o cincuenta años, vestido con chaqueta y corbata, estaba leyendo un periódico. Al rato se levantó, dejó el periódico en una papelera y se alejó con las manos en los bolsillos. Alice advirtió que había dejado algo en el banco. Terminó el último bocado de pizza y se acercó al banco, entonces descubrió que se trataba de una cartera. La abrió por curiosidad, había bastante dinero dentro. Nunca le había llamado la atención el dinero, quizás porque sus padres eran millonarios y nunca le había dado mucho valor. Miró al hombre y fue corriendo hacia él. -¡Eh, eh! – Gritó para llamar su atención. El hombre se volvió y Alice le tendió la cartera. -Te has dejado esto en el banco. El hombre pareció sorprendido, rápidamente se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón. -Oh, ¡Es verdad! – Dijo cogiendo la cartera – ¡Muchas gracias, de verdad! Uf, menos mal ¡Gracias! -No es nada. -¿Te gusta el arte? -¿Eh? Sí… ¿Por qué? - Toma esto – Dijo el hombre abriendo la cartera y sacando un pequeño billete rojo – Soy el director de un pequeño museo que hay aquí cerca, hace apenas unos días lo abrimos por primera vez al público, quizás te interese venir. Abre a las cinco. Alice cogió el billete y lo miró. -Gracias. -Bueno, tengo mucho que preparar, espero verte por allí – Dijo agitando la mano a modo de despedida, luego dio media vuelta y se marchó. -Ya tengo algo que hacer esta tarde – Dijo Alice para ella misma mientras guardaba el billete en el bolsillo de sus vaqueros. 61
Esperó a que llegase la hora mientras paseaba por una calle llena de tiendas, aunque no encontró nada de su estilo. A las cinco menos unos minutos se dirigió al museo, la dirección estaba escrita en el billete. Era un edificio antiguo muy bonito, aunque no era demasiado grande. Había bastante gente esperando en la puerta. A las cinco abrieron unas enormes puertas de cristal y la gente empezó a entrar. Alice esperó a que entrara primero todo el gentío, cuando todo se quedó un poco más tranquilo, se dirigió a la puerta. Para entrar había que introducir el billete en unas máquinas, pulsar un botón y esperar a que una barra se levantase para poder pasar. Había siete máquinas, en todas había gente haciendo cola menos en la última de la derecha, a la que Alice se dirigió. Introdujo el billete por una ranura y pulsó el botón rojo, pero parecía estar atascado, el billete volvió a salir por la ranura. -¡Eh, tú! – Dijo alguien tras ella, sobresaltándola. Alice miró hacia atrás. Un portero alto y delgado la estaba llamando, parecía nervioso. -Esa entrada está estropeada, pasa por allí – Dijo el guarda señalando hacia la gente. Alice obedeció, tuvo que guardar cola para entrar. Una vez dentro les hicieron esperar en una sala con cómodos sillones rojos. El edificio era moderno por dentro. Al rato apareció el hombre del parque quien, al ver a Alice le guiñó un ojo. -Hola, señoras y caballeros, bienvenidos al museo de arte Galic. Yo, director del museo, os guiaré durante la visita e iré informando sobre algunas de nuestras piezas. Esperamos que disfruten de la visita. Por favor, seguidme– Dijo caminando hacia una gran puerta de madera. La gente se levantó y lo siguió. La visita transcurrió sin incidentes, el museo estaba lleno de estatuas, cuadros y joyas, todo muy bonito y diferente a los objetos de otros museos que Alice había visto antes. El director iba explicando la historia de cada objeto, era muy interesante. Finalmente, se detuvieron delante de la puerta de una última sala.
62
-Y por último, os voy a mostrar la pieza del museo de la que más orgulloso estoy, el Sentimiento Oculto. Pasad por aquí. La habitación no era muy grande pero estaba ocupada por un solo objeto, protegido tras una urna de grueso cristal que terminaba en el techo. Alice se quedó maravillada al verla, era una joya tridimensional preciosa, muy brillante, hecha de una especie de cristal azul, tenía un diseño complicado… especial. -Es realmente bonita, ¿verdad? Fue encontrada hace poco en las ruinas de una pequeña aldea, cerca de aquí. Lo más asombroso es que esa aldea fue destruida por un bombardeo durante la Guerra Civil, sin embargo, esta joya quedó intacta. Está hecha de un material muy resistente, capaz de aguantar incluso las bombas. El hecho de que esté protegida es sólo una medida antirrobo, porque no es que se pueda romper fácilmente… os lo voy a demostrar. El director sacó una llave que al parecer llevaba colgada de una cadena en su cuello y la introdujo en una cerradura que había en la base de la urna, ésta se elevó lentamente, dejando la brillante joya desprotegida. El hombre sacó un pequeño martillo plateado de su chaqueta e hizo ademán de golpear con él la joya. -No os preocupéis, veréis que no le ocurre absolutamente nada – Dijo el director y acto seguido, dejó caer el martillo sobre la pieza. Un sonido agudo resonó en la sala y justo después, la joya se resquebrajó y empezó a desmoronarse en pequeños trozos, ante la sorpresa de todos los presentes, quienes guardaron silencio, creyendo que era una broma del director, pero entendieron que no lo era al ver que éste palidecía de un modo preocupante. Poco después, el martilló cayó sonoramente al suelo y el director se desplomó, inconsciente. Algunos de los presentes se adelantaron para ayudarle, unos cuantos salieron de la sala en busca de ayuda y otros, como Alice, se limitaron a mirar, desconcertados. Pronto llegaron varios empleados del museo a controlar la situación y asistir al director. -Señores, la visita ha acabado – Dijo uno de ellos dirigiéndose a los visitantes – Lamentamos lo sucedido, aún así, esperemos que hayan disfrutado de su visita… ahora, por favor, rogamos que abandonen el museo, 63
debemos encargarnos de la situación. Seguidme, por favor – El empleado salió por la puerta, seguido por el grupo de visitantes. Alice se quedó atrás, separándose del grupo. Miró al director, quien había recuperado el conocimiento y aún seguía sentado en el suelo, pálido. Estaba apoyado en la pared. Alice sentía pena por él, parecía tan ilusionado al principio… -Me lo he cargado, me lo he cargado, es imposible, no puede ser… Repetía, pasándose un pañuelo por la cara. -Por favor, relájese – Le decían los empleados mientras le hacían aire con las manos. -Es muy extraño – Dijo Alice en voz alta. El director y los empleados la miraron. -Por favor, hemos pedido que los visitantes abandonen el museo – Le digo un empleado, pero Alice hizo caso omiso. -Ha dicho usted que este objeto resistió un bombardeo ¿No? – Preguntó ella, dirigiéndose al director. Éste asintió – Entonces es muy extraño que se rompa ahora. -Yo... tampoco me lo explico… es imposible – Dijo el hombre. - La única posible explicación que se me ocurre es que sea una falsificación – Sugirió Alice. El director, antes apoyado en la pared se irguió. -Pero, ¡eso es imposible! Yo tengo la única llave que abre la urna ¡Siempre la llevo conmigo! No… no puede ser, está hecha de cristal blindado, además, el Sentimiento está sujeto a la base mediante un mecanismo muy complejo, que sólo se puede desbloquear con la mano ¡Y sólo yo tengo la llave para acceder a él! Alice no dijo nada, se limitó a pasear alrededor de la urna abierta, estudiando las posibles maneras de burlar la seguridad. Aún quedaba sujeta a la base parte de la joya, agrietada. En la parte de atrás del pedestal se podía distinguir una pequeña puerta camuflada con una cerradura. No tenía signos de haber sido forzada. Alice miró al suelo. Lo tenía. Dos de las tablas de madera que cubrían el suelo justo bajo el pedestal parecían despegadas. 64
Alice introdujo las uñas entre las juntas y retiró una de las tablas. Además de mucho polvo, un agujero que llegaba hasta el interior de la urna, justo debajo de la pequeña puerta. Introdujo el brazo con cierta dificultad, era muy estrecho; palpó el interior del pedestal hasta encontrar el mecanismo que mantenía el objeto sujeto a la base. Se podía desbloquear perfectamente. -Creo que he encontrado algo – Anunció Alice. Los vigilantes y el director, que no le habían prestado atención en todo el rato se acercaron y pusieron cara de asombro. -¡Tenías razón! – Exclamó el director, aliviado de saber que él no había roto el verdadero tesoro – Pero una vez que ya no estaba sujeto, ¿Cómo lo sacaron de la urna? Alice suspiró y señaló al techo, la urna no tenía cubierta, las paredes lindaban con el techo. -Una vez libre el objeto, sólo habría que subir al piso de arriba, despegar las tablas del suelo, volver a agujerearlo, levantar con cuidado la plancha de falso techo que hay encima de la urna y enganchar el objeto desde arriba. Luego dejar el tesoro falso en su lugar, colocar la plancha del techo en su sitio y volver a bajar para bloquear el mecanismo. Y creo que todo habría salido bien si se hubieran acordado de pegar las tablas del suelo. -¡Asombroso! ¡Magnífico muchacha! – El director se volvió – Luis, ¿puedes ir arriba a comprobar el suelo? Luego llama a la policía, por favor. -Claro. -Pero, ¿Quién puede haberlo robado? – El director parecía preocupado de nuevo – Ayer hice lo mismo y no se rompió ¡Tenía que ser el verdadero! ¿¡Dónde estará!? - Creo que eso también lo sé. -¡¿Eh!? ¿¡Dónde!? -Mira en las máquinas de los tickets, en la entrada… hay una que supuestamente está rota. El director salió corriendo de la sala, Alice lo siguió. Ya en la entrada, el hombre se plantó delante de la máquina estropeada, abrió con una llave el 65
cajetín que tenía en la parte posterior y rebuscó dentro unos segundos. El guardia de la puerta no dejaba de mirarlo. -¡¡¡La leche!!! ¡¡¡Está aquí!!! – Gritó el director irguiéndose y sosteniendo en sus manos la joya azul - ¡¡¡No me lo puedo creer!!! – Enseguida se volvió hacia Alice – ¡¡Muchas gracias!! ¡Creo que fue un milagro encontrarme contigo esta mañana! -No es para tanto – Dijo Alice sonriendo, luego señaló al Sentimiento, como lo había llamado el director - ¿Puedo cogerlo un momento? -¡Claro que sí! Alice lo observó detenidamente, parecía tan misterioso… -¿Por qué se llama…Sentimiento Oculto? – Preguntó Alice llena de curiosidad por aquel peculiar nombre. - Según algunos antiguos escritos, el autor quiso… representar un sentimiento mediante dibujos y formas, no se sabe aún cuál representa, pero sin duda, uno agradable. Mucha gente cree que es imposible representar un sentimiento… pero yo creo que sí es posible ¿Qué piensas tú? Alice no dijo nada, la última pieza del rompecabezas terminó de encajar en su cabeza ¡Claro! El hombre le acababa de dar la pista que le faltaba: Representar un sentimiento. Sólo le faltaba eso para completar el símbolo que abría el portal de su mundo. Sonrió. -Creo que sí es posible – Dijo, devolviéndole el valioso objeto al director, luego se miró el reloj – Tengo que irme, voy a perder el autobús – Se encaminó hacia la puerta. - ¡Espera, muchacha! ¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives? ¿Cómo puedo agradecerte…? Alice se volvió. -Ya lo has hecho, muchas gracias – Le obsequió con una radiante sonrisaAh, y… yo en tu lugar mejoraría las medidas de seguridad, son un poco cutres y despediría al guardia de seguridad– Dijo, mirando al guardia, quien al oírlo salió corriendo por una de las puertas de salida ante las estupefacción del director. 66
-¡¡Eh!! – Gritó – Bah, da igual, lo tengo localizado. -¡Adiós! – Se despidió Alice antes de desaparecer por la puerta de salida. -¡¡No, espera!! El director salió también a la calle llena de gente en busca de Alice, pero ya no la vio, y nunca más la volvería a ver.
67
11. Un problema
Alice corría lo más rápido posible entre la multitud. Era verdad que iba a perder el autobús si no se daba prisa. Estuvo a punto de llevarse por delante a un niño pequeño y por poco se cae a una fuente que había en mitad de la plaza, pero al final llegó a la parada justo cuando el autobús iba a arrancar; tuvo que gritarle al conductor para que no se fuera sin ella. Una vez dentro, se sentó en uno de los asientos de atrás. No podía borrar la sonrisa de su cara, estaba tan contenta… <<Realmente parezco tonta>> Pensó, mirando a su alrededor. Nunca entendía por qué la gente estaba tan seria y silenciosa en los autobuses ¿No era divertido desplazarse a un lugar diferente? <<Pero me da igual, ¡Qué poco me queda para estar aquí! Aunque… estos últimos días están siendo interesantes, al final se me va a hacer difícil abandonar este mundo. Siempre pasa igual, empiezas a pasarlo bien cuando tienes que irte…>>. El resto del viaje estuvo pensando en qué haría una vez que pasara el portal hacia su mundo. Echaría de menos a David y a Judith… pero seguro que también conocería gente nueva e interesante, y a Ryuzaki. En cuanto se abrieron las puertas de autobús, Alice dio un brinco y salió corriendo del autobús directa a su casa. Una vez allí no le faltó tiempo para ir rápidamente a su cuarto y coger el cuaderno, que tenía guardado bajo la almohada. Se sentó en su escritorio y colocó el cuaderno cerrado sobre él. Estuvo un rato observándolo detenidamente. <<Simbolizar un sentimiento, simbolizar un sentimiento…>> Repetía Alice en su cabeza. De repente, cogió un bolígrafo plateado y comenzó a dibujar algo sobre el símbolo ya escrito sobre la portada del cuaderno. Estaba “dibujando” la palabra amor, pero sin letras, mediante una serie de líneas retorneadas que se entrelazaban con las otras líneas ya existentes, dando lugar a un dibujo 68
complicado… y muy bonito. Realmente no sabía qué estaba haciendo, sólo se dejaba llevar por su instinto. Finalmente acabó con un trazo en forma de estrella en el centro del dibujo. En cuanto terminó, el símbolo completo emitió una luz blanca, que luego se extinguió. -¡Lo tengo!, ¡Lo tengo!, ¡¡Lo tengo!! Alice se levantó del escritorio y comenzó a dar saltos de alegría, ante la asustada mirada de Yuki, que descansaba sobre la cama. Se sentía eufórica, capaz de hacer cualquier cosa. -¿Y ahora qué? ¿Debería irme ya? ¿Espero unos días?... ¿Debería… avisar a David, al menos? Aunque ya sé que no me creerá… creo que es mejor no decirle nada, al menos así no nos despediremos enfadados… Alice salió de la habitación, para dar una última vuelta por su casa antes de irse, aunque no la dejaría para siempre, en su mundo había creado otra casa igual a ésa con los mismos objetos, todo igual, incluso había creado una copia del cuaderno y la había escondido en un lugar seguro, por si había que cambiar algo, pero aún así… daba un poco de pena. Visitó todas las habitaciones, incluso aquellas en las que hacía años que no entraba, fue también al jardín y al invernadero, uno de sus lugares preferidos. Había diseñado nuevas plantas para el invernadero de su mundo, sería precioso. Cuando volvió a su cuarto, algo llamó su atención. Había dejado la puerta cerrada, sin embargo, ahora estaba abierta. Un ruido en la biblioteca la sobresaltó, era el piano… -¿Yuki? – Dijo Alice saliendo a la biblioteca y desviando la vista hacia el piano – ¡¡¡AAAH!!! Había una persona tocando el piano. Iba vestida de negro, con una capucha. Al oír a Alice se volvió para mirarla. Ella no sabía decir si era hombre o mujer, pues llevaba cubierta incluso la cara, sólo se le veían los ojos, unos ojos muy curiosos; uno era de color azul intenso y el otro, verde esmeralda, que se clavaron en ella, produciéndole un escalofrío. Iba ataviada como… ¿un ninja? -¿¡Quién narices eres!? ¿¡Qué estás haciendo en mi casa!? – Le dijo Alice una vez que se recuperó del susto.
69
- He venido a este mundo a cumplir una misión, pero no he podido evitar entretenerme un rato con esto – Respondió el extraño. Su voz era la de un hombre joven. Habló en un idioma que no era inglés ni español, pero Alice lo conocía perfectamente y pudo entenderle sin problemas… lo había inventado ella. - ¿Este… mundo? ¿¡Has salido de…!? – Preguntó Alice señalando al cuaderno, desde allí podía verlo abierto sobre la mesa de su dormitorio. -En efecto, pero ya no puedo entretenerme más, tengo una misión que cumplir– El hombre se levantó y se dirigió a la puerta. -¡Eh! ¡Espera! – Gritó Alice al ver que se dirigía a la puerta de la biblioteca - ¿Qué misión? ¡Por lo menos infórmame! ya que sales y entras a tu antojo por mi mundo y por mi casa… El hombre la miró. -Así que tú eres Alice ¿No? Te felicito, tienes a Ryuzaki loco por ti – Rió – Me ha contratado para acabar con un tal… David. No aguanta que lo prefieras a él. Alice estaba desconcertada, no sabía qué hacer. Por un lado, sintió que sus mejillas se encendían ¿Qué sabía aquel tío sobre sus sentimientos? Pero no duró mucho, pronto la sangre huyó de su rostro. Quería acabar con David. -Pero… ¿¡Estás loco!? ¡¡No puedes hacer eso!! ¡Es… mi amigo! -No es nada personal, chica, yo sólo estoy contratado por Ryuzaki así que, mejor háblalo con él. Me ofrecí a esta misión porque tenía ganas de ver este mundo, era una buena aventura, aunque… creo que será la última vez que trabajo para alguien, es mejor hacer las cosas por tu cuenta – Se encogió de hombros – Pero ya que me va a pagar y me ha salido gratis venir hasta aquí, no voy a irme sin cumplir mi misión, pobre Ryuzaki ¿No? -Pero¿¿¡¡Sabes lo que estás diciendo!!?? ¿¡Que lo hable con él!? ¡¡Lo dices como si fuera un pequeño problema sin importancia!! ¡¡¡Es la vida de mi amigo!!! – Alice, enfadada caminó hasta colocarse delante del nombre, con los brazos en jarras. Vio que el extraño llevaba una espada colgada de la cintura, pero no le hizo el menor caso. Cuando la rabia te controla, ya no te
70
importa nada. Agarró un paraguas del paragüero que tenía detrás y apuntó con él al extraño - ¡¡Pues yo te lo voy a impedir!! Él suspiró resignado y algo divertido. -¿Eso es un paraguas?- Le dijo a Alice, quien se sintió un poco ridícula, pero eso era mejor que nada ¿No? - Supongo que no puedo hacerte daño, o Ryuzaki querrá matarme a mí y no tengo muchas ganas de jaleos… - Dijo, acercándose más a Alice, quien dio varios pasos hacia atrás, aún con el paraguas en punta. El extraño esquivó un paraguazo y le quitó la peculiar arma de las manos de un rápido movimiento, extendió un brazo y agarró a Alice, ésta empezó a moverse y a soltar patadas y manotazos en todas direcciones, pero no consiguió soltarse. El hombre no era especialmente musculoso, pero tenía una fuerza increíble. La sujetó bajo el brazo, como si fuera un cachorro y caminó con ella hasta el cuarto de la cama, era humillante. Metió a Alice en el cuarto de un empujón que la hizo caer al suelo y cerró la puerta. Mientras ella daba patadas a la puerta desde en otro lado, él cogió una cuerda que llevaba colgada y ató un extremo fuertemente al pomo y el otro a una ventana para evitar que Alice pudiera abrir la puerta, luego, salió de la biblioteca como si nada hubiera pasado. Alice no sabía qué hacer. Desesperada, se lanzaba contra la puerta y le daba patadas con todas sus fuerzas, pero sólo consiguió romper el pomo y hacerse daño. Se sentó en el suelo a punto de llorar. <<No puedo rendirme y dejar a ese loco suelto por ahí… si a David le pasa algo, será culpa mía>> Miró el cuaderno, abierto sobre el escritorio << ¿Y si lo destruyo? No, ha sido mucho trabajo y no sé si de esa manera desaparecería el ninja… ¡¡Debe haber otro modo!!>> Paseó la mirada por toda la habitación hasta fijarla en las espadas que había colgadas en la pared, cerca de la cama <<¿Por qué no? Siempre he tenido ganas de usarlas…>>. Se levantó rápidamente y caminó hacia allí. Tuvo que ponerse de puntillas para poder llegar hasta ellas. Agarró el mandoble, pero en cuanto lo sacó del soporte, sus brazos no pudieron sostenerlo y cayó al suelo, rompiendo el parquet, a pesar de que Alice lo tenía agarrado por la empuñadura. Era demasiado pesado, apenas podía levantarlo. -¡Porras! ¡Cómo pesa! 71
Lo soltó y volvió a extender los brazos para coger la katana. También pesaba un poco, pero era muchísimo más ligera que el mandoble. Se la metió por el cinturón, luego, se subió al escritorio para abrir la ventana y salir por ella, no había mucha altura hasta el suelo. Saltó al jardín, era de noche y estaba oscuro, pero la luz de la luna permitía ver. Por suerte, seguía allí entre los matorrales la bicicleta que nunca utilizaba, un poco oxidada y cubierta de telarañas. La sacó de allí, se montó y empezó a pedalear hacia la casa de David tan rápido como las ruedas deshinchadas le permitían. Se veía un poco cutre, pero era más rápido que ir corriendo. <<Seguro que el tío ese es muy rápido, pero no sabe dónde está su casa, le costará un rato buscarla… así tengo algo de ventaja>> Pensó Alice, mientras pedaleaba bajo la luz de las farolas. Ya se veía la casa de David a lo lejos. Todo parecía tranquilo. Alice, jadeando, dejó tirada la bicicleta delante de la puerta del jardín. Al levantar la vista hacia la ventana del cuarto de David, ahogó una exclamación. Una sobre negra acababa de entrar por la ventana. <<Es él>> Alice notaba los rápidos latidos de su corazón. Reconocía que estaba asustada, en los libros y las películas, las cosas parecen más fáciles, sin embargo, ni siquiera se lo pensó; saltó la valla del jardín y trepó hasta subir a un gran árbol, en ese pueblo la gente acostumbraba a tener árboles grandes en sus jardines, algo que a Alice le vino de perlas esa noche. Desde allí pudo saltar al tejado y luego descolgarse hasta la ventana de David. Se coló en la habitación silenciosamente. Estaba muy oscuro, pero vislumbró la silueta del ninja levantando su espada para luego dejarla caer sobre David, que yacía plácidamente dormido en su cama. Alice pudo ver la sorpresa en los azules ojos del ninja al colisionar su katana con la de ella, provocando un fuerte ruido metálico cuando estaba a sólo unos centímetros de David. -Tú… - Dijo, claramente sorprendido. - Sí, yo. ¿Creías que me iba a quedar de brazos cruzados esperando a que te cargues a mi amigo? No te lo permitiré. Tú no puedes hacerme daño, pero nada me impide que yo te lo haga a ti – Dijo Alice decidida, sorprendiéndose a sí misma. La rabia la dominaba, se lanzó contra él con su katana en alto. No habría hecho este movimiento, dejando al descubierto su 72
cuerpo si no tuviera la certeza de que él no le atacaría, no le interesaba hacerlo. El hombre encapuchado se hizo a un lado y esquivó el golpe de Alice, ésta se dio la vuelta rápidamente y volvió de nuevo a la carga con la espada apuntando directamente a él. El ninja detuvo la estocada con el filo de su katana, también tenía unos reflejos impresionantes. Con un rápido movimiento desarmó a Alice, su espada salió volando hacia un rincón de la habitación. Ella se quedó quieta, desconcertada, con la katana del ninja rozando su cuello. De pequeña, cuando vivía en Inglaterra, iba a clases de esgrima y era de las mejores, pero nunca había visto nada igual. -Si vuelves a entrometerte, te mataré. Que Ryuzaki quiera acabar conmigo después de hacerlo es sólo una pequeña molestia que, sin duda, podré solucionar solo – Le dijo el hombre, con su penetrante mirada fija en ella y sin dejar de apuntarla con la espada. Pero Alice no hizo el menor caso, lanzó una fuerte patada a la mano del ninja que empuñaba la espada, ésta, por unos momentos quedó suspendida en el aire y luego fue a parar a la mano de Alice quien, sin pensárselo dos veces, la hundió en el vientre del desconcertado ninja. Éste, con los ojos como platos, miró hacia abajo y luego a Alice, incrédulo. Cayó de rodillas al suelo y unos segundos después se desplomó. Alice, pálida y temblorosa, se quedó mirando la escena. Caminó hacia el rincón para recuperar su espada, no sabía lo que podía pasar, pero poco después, el hombre empezó a desaparecer, como si su cuerpo perdiera consistencia, como un holograma… hasta que no quedó nada de él, sólo un charco de sangre en el suelo, que se ennegreció, transformándose en tinta y después desapareció también. Alice sabía que nunca se habría atrevido a hacer eso si no supiera lo que iba a pasar. Si alguien del mundo inventado muere en el mundo real, sólo vuelve a su mundo original; no ocurre lo mismo al revés. -¿Alice? – Dijo una voz tras ella. Alice se volvió. Era David, se había despertado.
73
12. “ven conmigo”
Él la miraba asustado, con los ojos muy abiertos, clavados la katana que llevaba en la mano. Alice se acercó a la cama. ¿Tenía que despertarse ahora? -David… Pero él se echó hacia atrás. -No te acerques, no me toques. ¿Qu- qué demonios haces aquí con eso? – Dijo señalando la espada de Alice. Ella se agachó y la dejó en el suelo. -No es lo que parece, de verdad – Dijo suplicante – Un ninja quería matarte, yo sólo… -¿Un ninja? Alice… creo que deberías ir a un médico ¿No te das cuenta de que esto ya es peligroso? Las lágrimas comenzaron a emborronar la visión de Alice. -Es verdad, ayer terminé el… - Dijo ella, con voz temblorosa – No importa, no vas a creerme de todos modos… no confías en mí ¿Verdad? -Sí, confío en ti, pero… -¡No lo haces! Te estoy diciendo que todo esto es real, pero no me crees… ¡nunca me creerás! Pero no te preocupes, esta será la última vez que me ves. Me iré para siempre, desapareceré de este mundo, siempre he sobrado en él. Realmente nadie me ha querido aquí… ni siquiera mis padres. -Alice… - Por fin os dejaré tranquilos a todos, nadie tendrá que volver a preocuparse por esta niña loca. Me voy a Iriashi, mi mundo. Y no te preocupes, cuando llegue, buscaré la copia del cuaderno y sellaré la entrada 74
a este mundo para que nadie pueda volver para hacerte daño… sin más que decir, me voy. Imaginad que nunca he existido. Adiós. Dicho esto, cogió la espada del suelo, se la colgó del cinturón y se encaminó hacia la ventana. Antes de salir, volvió a mirar a David con los ojos llorosos y luego desapareció por allí, dejando a David de pie, desconcertado y sin saber qué pensar. Ni siquiera cogió su bicicleta, tenía ganas de correr, correr lejos y no detenerse nunca. David se asomó a la ventana y la vio alejarse por la calle. Parecía tan segura de lo que estaba diciendo… Se volvió paseó la vista por su habitación, unas gotas rojas en el suelo llamaron su atención. Se agachó. Parecía… ¿Sangre? Mientras la observaba, vio con estupefacción cómo se volvía tinta y desaparecía sin dejar rastro. -¿¡Pero qué…!? Las palabras de aquel hombre raro que encontró en la plaza resonaron en su cabeza: “Que no hayas visto algo, no quiere decir que no exista”, “hay pocas cosas imposibles en este mundo”, “confía”. ¿Y si lo que Alice decía era cierto? Era una locura, pero… Se levantó y cogió una chaqueta negra del perchero, se la colocó encima del pijama y luego salió de la casa, con cuidado de no despertar a sus padres. Una vez en la calle, echó a correr como nunca lo había hecho. No sabía que era capaz de correr tan rápido. Cuando algo te importa de verdad, sacas fuerzas de donde sea. Sólo se dio cuenta de lo cansado que estaba cuando llegó a la gran casa de Alice. Golpeó la puerta llamándola, pero nadie abrió. Se veía luz dentro, tenía que estar allí. Miró hacia arriba. Alice había entrado en su casa por la ventana, ¿por qué él no? Era más fácil escalar por la fachada de esa casa. Estaba hecha de piedra antigua y tenía muchas muescas en la roca. Llegó hasta la ventana del cuarto de Alice, que estaba abierta y entró, pero la puerta que daba a la biblioteca estaba cerrada. Volvió a salir y escaló hasta otra ventana del segundo piso, no le importó romperla; total, según decía Alice, no la vería más. La habitación en la que entró le resultó familiar, allí fue donde encontró a aquella gata, Yuki, la actual mascota de Alice.
75
Mientras tanto, Alice, en la biblioteca, abrió una ventana. -Yuki - dijo, mirando a la gata, que estaba sentada sobre el piano –Puedes venir o quedarte, te dejaré abierta la ventana para que entres y salgas cuando quieras. Luego tuvo que cortar con la espada la cuerda que mantenía la puerta de su cuarto cerrada para poder llegar hasta el cuaderno. Colocó la mano derecha sobre el símbolo de la portada, cerró los ojos y pronunció en voz alta unas palabras en un idioma desconocido. Poco después, la runa comenzó a brillar y el cuaderno se abrió solo, como si un fuerte viento pasara las hojas. Alice se olvidó de todo mientras presenciaba la escena maravillada. El cuaderno quedó abierto por la página en la que había dibujado un arco precioso, Alice alargó la mano y la página pareció transformarse en líquido. Era igual que aquel sueño que tuvo un día en el mirador.
Cuando David entró en la habitación, una fuerte luz inundaba toda la estancia, sólo pudo ver la silueta de Alice desdibujándose poco a poco. -¡¡¡Alice!!! – Gritó. Ella pareció volverse, unos segundos antes de desaparecer por completo. David se abalanzó sobre ella, con los brazos abiertos, pero abrazó al aire. Cuando se dio cuenta, ya no había luz ni rastro de Alice. Frente a él, sólo estaba la ventana, el escritorio y el cuaderno abierto. Lo último que vio de ella fueron sus grandes ojos de color verde azulado, sorprendidos al verle allí.
76