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Capítulo 11:Informe de Actividades #1 ~Sieglinde~.......................................................Pp

CAPÍTULO 11 %

INFORME DE ACTIVIDADES #1 ~SIEGLINDE~

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Tras dieciocho años de servicio militar, quién habría dicho que me casaría algún día. Fui forzada a tomar esta fatídica decisión hace un par de meses.

❄❄❄

Luego de que terminara la prolongada guerra, pasé el tiempo siendo perseguida por el trabajo hasta que un día mi superior me llamó.

Albert Von Hertling, el hombre que también era mi tío y el hermano menor de mi madre, me esperaba con una expresión misteriosa.

A pesar de que fue él quien pidió que viniera, parecía indeciso. Conforme cavilaba que podría querer de mí, dijo algo inesperado.

Me preguntó que si había considerado el matrimonio.

Quedé anonadada ante esas palabras. Después de todo, el matrimonio significaba la jubilación para las mujeres en la milicia.

La mayoría de las mujeres militares en mi país se retiraban a mediados de sus veinte, gran parte de ellas habiendo encontrado a sus parejas en poco tiempo y dejando el ejército.

Cuando cuestioné su motivo, me contestó que deseaba que conociera la felicidad de las mujeres. No obstante, insistí en que me diera más detalles y logré con éxito que me contara todo.

Murmuró que la razón fue que sus dos hijas estaban enamoradas de mí.

Mis primas Hildegart y Anna-María eran apegadas emocionalmente a mí desde que eran niñas. Hildegart ya tenía veintiún años. Una edad que superaba la apropiada para contraer matrimonio en la alta sociedad. Anna-María todavía tenía quince años; pero, al parecer insistía en casarse conmigo.

Portando el rostro de un padre viejo, mi superior hizo una reverencia. Suplicándome que contrajera matrimonio y viviera una vida pacífica, que siguiera el camino al que sus hijas parecían haberse rendido.

Francamente, nunca me gustó mucho el ejército. Si me preguntaras porqué seguía en servicio, diría porque me agradaba estar en movimiento y que toda mi familia estaba en la milicia. Un motivo simple.

Ya que no poseía ninguna fijación a este trabajo, no había motivos para no aceptar cuando mi tío agachó su cabeza frente a mí.

En caso de que no pudiera encontrar a un esposo, dijo que tenía asegurada una plaza como profesora en una academia militar.

Tras la reunión de ese día, pensé que sería reintegrada en una academia militar ya que no encontraría esposo.

Cuando envíe una carta a mi familia solicitando que buscaran candidatos adecuados, recibí una respuesta entusiasta de que debería asistir al baile del palacio esta temporada. Creí que seguían rencorosos por haber rechazado una entrevista matrimonial en el pasado y rápidamente perdí cualquier esperanza de recibir apoyo por parte de mi familia.

En cambio, me entregaron un vestido con volantes a mi medida. Sin embargo, cuando lo imaginé puesto en mí, sentí un escalofrío.

Cuando vi esa ropa de señorita, me di cuenta de algo. No tengo la capacidad para convertirme en la Señora de una Casa.

Alguien dijo en una ocasión que una esposa debería ser sumisa y obediente. Una dama ideal se entregaría por completo en ayudar a su marido, bebería té con otras damas y tendría como pasatiempo bordar y apreciar el arte. Invertiría tiempo y dinero embelleciéndose a sí misma, mientras mantenía perfectamente las relaciones sociales en la alta sociedad.

Sin embargo, al haberme criado entre puros hermanos, no me contengo al momento de señalar fallas y tampoco tengo facilidad de palabra. Bordar y apreciar el arte es un mundo desconocido para mí, ya que nunca los hice. No tenía el ánimo de ir a un baile elegante.

Jamás se me ocurrió que sería capaz de ejecutar tal imposible hazaña conocida como el matrimonio.

Luego, la noche del baile llegó.

Rechacé el vestido de color azul mar profundo que mamá eligió para mí y usé mi uniforme militar. Rumores sobre que buscaba casarme ya se habían esparcido en la alta sociedad y puesto que sería molesto si alguien se hiciera la idea equivocada de que sería una esposa sumisa si utilizaba un vestido, me armé hasta cierto punto. Además, porté las condecoraciones y medallas que nunca antes había usado. Esto con el fin de amenazara cualquiera que tuviera alguna relación con los militares.

No tengo la confianza de que las personas no se enfurezcan o me envidien. Tampoco puedo garantizar que nadie tenga deseos de sentirse orgulloso por dominarme. Por lo menos, creí que la gente no se me acercaría debido a mis condecoraciones.

Los hombres son criaturas orgullosas. Para ellos es una desgracia ponerse de rodillas ante alguien con más condecoraciones que ellos mismos.

Rara vez me arreglaba el cabello; pero, ya que asistía a un baile luego de mucho tiempo, corté mi cabello y peiné mi flequillo de costado.

Estaba perfecta y ningún hombre se atrevería a cortejarme. No obstante… a final de cuentas, fallé miserablemente.

Fui rodeada por muchas personas en el instante en que puse un pie en el salón. La mayoría eran mujeres pidiendo mi mano en matrimonio.

Aunque, en realidad todo eso fue culpa mía.

Estaba rodeada y no sabía qué hacer. Quería huir de la realidad, así que desvié mi mirada de las señoritas y, por coincidencia, hice contacto visual con alguien un poco más lejos.

Esa persona tenía una apariencia etérea.

Bajo la luz del candelabro, su cabello blanco resplandecía con un hermoso plateado y sus ojos de un azul cristalino eran como zafiros. Su largo cabello había sido trenzado. Era como la ilustración del “hada de la nieve de la felicidad” que vi en un cuento de hadas.

Cuando mi prima tiró de mi ropa, bajé la mirada por un momento. Cuando volví a ver ese lugar, esa persona ya se había ido.

Pensé que había visto una ilusión.

No obstante, no se trató de un sueño.

El hada de las nieves por algún motivo se acercó a mí e incluso me propuso matrimonio.

Las señoritas que me rodeaban gritaban que era “Yukiotoko”.

Mi mente en blanco no pudo procesar el significado. Viendo más detenidamente al pretendiente que poseía una apariencia de fantasía, noté que era un hombre. Estaba vistiendo apropiadamente el atuendo de noche de este país para los caballeros; sin embargo, debido a la atmósfera no me había dado cuenta antes.

Era un Conde de otro país.

Y su nombre era Ritzhard Salonen Revontulet.

Para escapar de esta desafortunada conmoción, opté por usar a Ritzhard.

❄❄❄

Después de entrar a una habitación privada, Ritzhard se comportó realmente dócil. También tenía curiosidad sobre el motivo de su apodo “Yeti”; pero, ya que su apariencia no iba acorde a ese nombre, terminé clavando la mirada en él.

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