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El Sagaz Teniente Alférez
José Cavalheiro Leite Carlos B. Delfante El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgo una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro.
Martin Luther King
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Introducción El objetivo de esta obra busca narrar, además de los acontecimientos ocurridos durante las cruentas batallas de la Guerra del Paraguay, la vida periférica del soldado José Cavalheiro Leite, cuando se ambiciona sacar a la luz de la Historia hechos imaginarios sobre el varias veces condecorado “Teniente Alférez” cuando éste se encontraba a servicio de las tropas del Batallón de Caballería de la Guardia Nacional Brasileña. Por consiguiente, la obra se convierte en un florilegio narrativo y verídico, que fue asentado sobre datos y documentos sobrevenidos en un lapso de tiempo en el cual solía ser un factor común las guerras y los conflictos armados internacionales por casi toda América del Sur; muchas veces ocurridos nada más que para defender políticas particulares y/o alianzas estratégicas entre los caudillos regionales que defendían diferentes banderas e intereses del momento. El período principal del relato donde se desenvuelve la aventura del verídico protagonista, ocurre por los diversos campos fronterizos de los países de Uruguay, Argentina y Brasil durante parte de la segunda mitad del siglo XIX cuando aún Brasil era Imperio. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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La misión de llevar adelante la copelación de esta antología, no es más que un homenaje dedicado al bisnieto del protagonista, mi duraznense amigo, Julio Mario Reyes Cavalheiro, así como la intención de rescatar la memoria de aquellos millares de anónimos que se vieron ceñidos a los deseos del Emperador y los caciques que gobernaban los países durante “La Tríplice Alianza”, y un deferente respeto por todos aquellos cientos de miles que perdieron la vida en tan sanguinaria contienda, sin mismo comprender por qué entregaban su alma en cada batalla.
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Santana do Livramento en la Historia Al dar apertura al relato, se hace primordial y conveniente iniciarlo con una reseña circunstancial de los antecedentes de la región y, obrando de esta manera, es posible encontrar registrado en los anales de la Historia que, hasta el siglo XVI, la franja territorial fronteriza entre los países de Uruguay, Argentina y Brasil era poblada únicamente por indios pámpidos Charrúas y Guenoas. Ha de resaltarse que posteriormente a la invasión española, algunas familias indígenas de la Banda Oriental se
desplazaron
hacia
zonas
meridionales
de
la
Mesopotamia argentina y quizás zonas costeras del río Paraná medio. Aunque los Charrúas fueron, junto con los Chanaes, los Guenoas y los Yaros, los primeros habitantes históricamente conocidos de las tierras del actual territorio del Uruguay. Por consiguiente, los Charrúas también habitaron el centro-este de la provincia de Entre Ríos, el sureste de la provincia de Corrientes y la campaña riograndense, más conocida como las “pampas” de Río Grande del Sur. Asimismo,
otra
parcialidad
de
los
Charrúas
(los
Martidanes) vivía en Entre Ríos, Argentina, tribu de la que se conoce muy poco. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Además de los
Charrúas
propiamente dichos,
pertenecían al mismo grupo étnico los Minuanes y los Guenoas quienes formaban un mismo grupo también denominado Guinuanes.
Igualmente, los Bohanes son considerados por algunos estudiosos como relacionados a los Yaros de origen Káingang (tribu del norte de Rio Grande del Sur), y por otros como integrantes del grupo Charrúa. Por otro lado, los Chaná-timbú-beguá, muy parecidos a los Charrúas, eran posiblemente, el producto de reiterados mestizajes y aculturaciones entre pámpidos y lánguidos. De forma equivalente, en las costas paranaenses de la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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provincia de Santa Fe habitaban los Calchines quienes también son considerados de filiación Charrúa. Pero entre los siglos XVII y XVIII, este mismo territorio fue una parte integrante del área de influencia de las Misiones Jesuíticas denominada “El Tapé”, cuya eclesiástica autoridad se superponía la del Cabildo de Montevideo. De tal forma que hasta el año 1801, el espacio territorial en donde se ubica la señalada ciudad, era parte integrante del Virreinato del Río de la Plata y, con más exactitud, de la Banda Oriental. Pero es justamente en ese año que, tras la finalización de la llamada “Guerra de las Naranjas”, comienzan a producirse por allí diversas incursiones de los crueles “bandeirantes”, -las invasiones portuguesas en los territorios reclamados por España y realizadas por una especie de piratas de tierra. Empero, no demoró mucho para que estas irrupciones fuesen rechazadas por la población gaucha original. Solamente a partir del año de 1820, es que el referido emplazamiento pasa definitivamente a ser parte integrante del imperio de Brasil, época en que las tropas del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, invaden y ocupan todo el actual territorio uruguayo. Para tal, raudamente, y para sentar sus precedentes jurisdiccionales en la localidad, usando el sistema de sesmarías, el brasileño El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Marqués de Alegrete manda establecer allí un puesto militar brasileño cuya fecha de fundación corresponde al día 30 de julio de 1823. Dicho lugar, incluyendo en él su avanzada castrense, pronto pasó a ser el centro en donde se concentraban los ganados vacunos y equinos “cuatrereados” durante las incursiones brasileñas realizadas a los campos de las provincias argentinas de Corrientes y Entre Ríos. Una vez regimentados, tales ganados eran, desde este lugar, posteriormente derivados hacia la llamada “Ruta del ganado”; razón por la cual tal puesto fue proyectado como siendo un cuartel de avanzada brasileña al iniciarse la Guerra del Brasil (1825), ya que en ese mismo año las tropas argentino-orientales obligaron a que los brasileños abandonasen el sitio. En 1828 y al concluir la guerra precitada, se restaura otra vez la presencia brasileña en el referido territorio, tal cual fue posteriormente fue ratificado en 1852 cuando el entonces llamado Gobierno de la defensa de Montevideo le cedió al Brasil todos los territorios ubicados entre los ríos Ibicuy y Cuareim. No en tanto, solamente al concluirse la llamada Guerra Grande, es restaurada en definitivo esta cesión al Brasil por parte de Uruguay. Tras esto, y con la normal evolución de los hechos, en 1857 la población residente en ese paraje termina siendo El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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separada jurídicamente del municipio de Alegrete, cuando finalmente la región pasa a ser transformada en un nuevo municipio brasilero. Cabe destacar que Santana do Livramento (o en español, Santa Ana del Libramiento) es una ciudad que se halla emplazada al sudoeste del estado de Río Grande del Sur, Brasil, y que hoy se encuentra totalmente conurbada con la ciudad de Rivera, Uruguay. Con el pasar del tiempo, la materialización del límite geográfico pasó a ser una avenida, lo cual permite una fuerte relación entre ambas ciudades; y en particular, los habitantes de la zona desarrollan su actividad en una u otra indistintamente. Vale destacar que el actual municipio de Santana do Livramento abarca una comarca de 6.950 km² situada a una altitud de 208 msnm situados en la región riograndense llamada de Campanha do Sul (Campaña del Sur), y sus habitantes se dedican tradicionalmente a la explotación y beneficio de la ganadería vacuna. Con cuchillas, fértiles tierras de pasturas y praderas, se ve beneficiada por un clima subtropical templado con las cuatro estaciones bien evidentes.
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El origen nativo de la región Al realizar un análisis más profundo sobre el territorio en el cual el Alférez Cavalheiro Leite pasó la mayor parte de su vida, cabe destacar que inicialmente, las tierras en que se encuentra situado el municipio de Santana do Livramento, eran tierras de nadie, de muy difícil acceso y muy poco pobladas. Consta que al inicio, como ya fue mencionado, hasta la llegada los conquistadores españoles y por mucho tiempo después, por ellas vagaban solamente los indios Minuanos y Charrúas que pertenecían al gran grupo “Guaicurú do Sul”. Cabe destacar que por aquellos tiempos los indios tenían un comportamiento semis-sedentario y, antes de la introducción del ganado, vivían sobre las márgenes de los ríos, desde la Laguna Mirín y la vertiente del Rio Negro (Hum), hasta el interior del Uruguay. Pero cuando sucedió la llegada de João de Magalhães a dicha región, es que los indios minuanos se aproximaron más de Rio Grande do Sul y fueron acomodándose en las inmediaciones de la “sierra do Caverá”, y pasaron a dominar los campos de Jaráu y Quaraí.
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Los Minuanes (o Minuanos) estaban en la costa argentina del río Uruguay al norte de la desembocadura del Río Negro. Y los actuales departamentos uruguayos de Río Negro y Durazno eran ocupados por los Yaros. Los Bohanes se hallaban en los departamentos de Paysandú y Salto, aunque sin embargo, algunos mapas jesuíticos los ubican en Entre Ríos, por lo que es posible que algunas de sus parcialidades hayan cruzado el río Uruguay. Los Guenoas estaban en la zona de los departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro Largo extendiéndose también por el río Ibicuy, al sur del Brasil. Posteriormente a la fundación de Montevideo, los Charrúas se desplazaron hacia el norte absorbiendo a Yaros, Bohanes, Guenoas, Chanas y Minuanes quedando El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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prácticamente confundidos con ellos, por lo que usualmente se les ha designado a todos estos grupos genéricamente como Charrúas. Consta que la mujer Charrúa nativa terminó por relacionarse -tal vez a la fuerza-, con los hombres europeos y dio así origen a los primeros mestizos, que en general, adoptaron una cultura intermedia y fueron conocidos como “gauchos”, en el caso de los hombres, o “chinas”, en el caso de las mujeres. Estas últimas continuaron viviendo en las tolderías Charrúas, y a su vez, se siguieron mezclando con los colonizadores blancos así como también con los Guaraníes, complejizando aún más el proceso de mestizaje. En su relato, el Dr. Saldanha nos cuenta un poco sobre ellos, y dice que estos casi no tenían narinas y las manzanas del
rostro eran tan entumecidas como
generalmente los indios lo son. Eran en su mayor parte corpulentos y bien estructurados físicamente; sin embargo, en las mujeres nativas predominaba la media estatura y contaban con las facciones congruentes a la de los indios americanos. En cuanto a sus costumbres, relata que los indios usaban los cabellos sueltos y erizados, los cuales no crecían mucho. Tenían las espaldas cubiertas con caípis hasta la altura de los tobillos, esto es, unas mantas de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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cuero descarnado, sobado y usadas con la parte de los pelos para dentro, que a su vez eran presas con una tira de cuero por encima de los hombros y por delante del pescuezo. Se dice que estos caípis originaron el poncho del gaucho como atuendo campero. Ellos también se envolvían desde la cintura hasta las rodillas con vuelta y media de paño de algodón, y originándose de él el futuro chiripá que los gauchos posteriormente adoptaron como vestimenta. Esas eran las vestimentas que ellos confeccionaban con pieles de venados o de vitelas sobadas, descarnadas e unidas unas a las otras. Posteriormente, las pintaban por la parte carnal, con listas largas y diagonales rojizas y cenicientas, colores estos retirados de la tierra ocre de hierro encontrada en las orillas del rio Cacequí. Sus casas eran armadas, muy raras veces junto a las matas y, temporariamente, sobre colinas descubiertas. Estas eran confeccionadas con un tipo de paja de rigidez semejante a tablas. La cubrían con algunos cueros de res para tapar apenas tres de sus lados y la cobertura, donde apropiadamente usaban las esteras tejidas para dejar resbalar y correr el agua de las lluvias. La entrada era todo un lado y, alcatifas o tapetes hechos con pedazos de cuero, se extendían por todo el piso. Dentro de estas chozas no se acomodaban más que cinco indios, y allí se alimentaban y El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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cocinaban y las mantenían más limpias que el propio cuerpo, el que nunca veía agua, sino cuando les llovía por encima.
Con una alimentación de escasa variedad debido a su propia pereza, pues ellos tenían que ir al campo a carnear reses o animales y luego traer sus trozos al pie de las tolderías; esta carne, que generalmente era de ciervos (venado), era poco o mal asada para su consumo. Su bebida era el mate siempre y cuanto no les faltase yerba, así como también les gustaba mascar tabaco de fumo, cuja masca la conservaban presa entre el labio superior y los dientes, o tirándolo de la boca y poniéndolo atrás de la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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oreja al realizar una pausa hasta tornar a masticarlo. Pocos eran los que lo fumaban dentro de hojarascas o usaban un cachimbo. No en tanto, casi todos eran llegados a ingerir un tipo de aguardiente y la bebían entre amigos, hasta embriagarse. También puede decirse que los Minuanos vivían libres de una forma propia entre los portugueses y los españoles. Para la caza usaban las boleadoras, tradición que posteriormente también fue incorporada por el gaucho en las lides camperas. Y sobre su idioma, observadores decían que era agradable y veloz en el lenguaje, muy diferente a la de dos indios Tapes y bien semejante y tal vez idéntica a la de los indios de América Septentrional, en cuja semejanza se parecían hasta en las facciones. Como los Minuanos vivían más en los campos de Rio Grande do Sul, de dice que estos prestaron su nombre al viento fuerte que viene del sudoeste, frio y cortante, que sopla en los estados del sur brasileño después de las lluvias de inverno. Sin embargo, la etimología muestra que estos eran indios de origen patagónico, así como los Charrúas y los Guenoas, pero con los cuales ellos nunca se sobreponían en un mismo territorio. No en tanto, a partir de 1730, los Minuanos se aliaron a los Charrúas, originando un mismo grupo con la misma alcurnia y, en las guerras surgidas en la región, lucharon El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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con los portugueses contra los españoles. Tanto es así, que hoy todavía existen toldos minuanos en la región de Arroyo Grande.
En paralelo, e inicialmente, la otra tribu, los Charrúas, vivía en la margen septentrional del Plata, desde la desembocadura del rio San Salvador hasta el océano Atlántico, extendiéndose hasta unas 30 leguas (198km) en dirección al interior. Eran indios de estatura regular, tronco robusto, miembros musculosos e de una piel de color casi negra; tenían la cabeza grande, la nariz achatada, los ojos pequeños y de una mirada muy El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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penetrante, además, de ser muy hábiles caballeros, una práctica que adquirieron con la llegada de los caballos al territorio de la Banda Oriental. Además, estos poseían un amor instintivo a su libertad salvaje, libertad ésta que jamás quisieron cambiar por el beneficio que les ofrecía la civilización presentada por los colonizadores. Estas tribus no obedecían a gobierno de especie alguna y se dice que los Charrúas se diferenciaban de los Minuanos por andar desnudos, aunque tenían los mismos hábitos alimentares y comían la carne más cruda de que asada. Además, no profesaban una religión determinada y eran supersticiosos al extremo. Como arma, usaban masas (una especie de purrete), flechas a las que le confeccionaban la punta con huesos y, boleadoras, las cuales manejaban con una extrema destreza. En las extremidades de los diversos ríos del interior del municipio de Santana do Livramento se han encontrado muchas armas y otros objetos fabricados por estos indios, prueba irrefutable de la presencia de estos por el suelo santanense y brasileño. Ese mismo territorio que fue testigo silencioso de operaciones multitudinarias de millares de vaqueros indígenas liderados por capitanes españoles o portugueses y millares de caballos, durante años y años, siempre recorriendo leguas e vadeando los ríos de la región, desde El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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el rio Uruguay hasta los ríos Tacuarembó, Ibicuy, Ibirapuitã...
No en tanto, estos indios, con un extremado perfil de bravura indómita, persiguieron y fueron perseguidos; hostilizaron y fueron hostilizados; y quienes de inicio fueron valor y ataque, años después fueron exhibición y olvido. Y a los poco fueron siendo expulsos y abandonaron sus habitaciones a la ruina como prueba cabal del exterminio, pero mismo así, podemos decir que nos dejaron su lengua dominante tupi-guaraní como memoria. Como por ejemplo: tacuarembó - tacuara; batoví - seno de mujer; itacuatiá - piedra; caraguatá - nombre de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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planta; butiá - fruto silvestre; cuñapirú - mujer flaca; uruguay - río de los pájaros; abaeté - hombre fuerte; biboca - morada humilde; jacú - ave silvestre; maní cacahuate; quaraí - rio de las garzas; chácara - plantación... También se cuenta que existió un descendiente del indio Sepe en Masoller. No hace mucho que un grupo de investigadores ganó un concurso del Ministerio de Educación del Uruguay con el proyecto “Por las huellas de Sepe”, al investigar la vida del último Cacique Charrúa Sepe en Masoller (Departamento de Rivera). Son ellos Yamandú Cruz, Rodrigo Spaenuolo y Sergio Borfain, y son estos quienes nos cuentan: La investigación tuvo un carácter histórico, y comenzó en Montevideo, continuando posteriormente por Paysandú, Tacuarembó, Artigas y Rivera. Al finalizar las pesquisas en el territorio uruguayo, estos investigadores apuntaron que el referido Cacique vivió varios años en la región donde dejó profundas pegadas en departamento de Rivera. Estos peritos visitaron Masoller, por donde el Cacique estuvo, y allí entrevistaron a mucha gente que quedó interesada con la historia. Sospechan que Sepe, estuvo allí antes de matar al Coronel Bernabé Rivera y después huir para tierras brasileñas, donde se juntó y luchó al lado de la tropa de los Farrapos (1835-1845). El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Sobre Sepe, los investigadores dijeron que el último Cacique Charrúa, al fallecer entre los años de 1864/1866, fue lo que les posibilitó conocer los testimonios de aquellos que sabían algo sobre su vida. Como por ejemplo, que se salvó en la batalla de “Salsipuedes” (una emboscada realizada en un afluente del Rio Negro el 1104-1831, y la que fue considerada como el masacre de los Charrúas, atribuido a Fructuoso y su sobrino Bernabé Rivera, en el local que fue denominado como “Cueva del Tigre”).
Se dice que finalmente Sepe regresó al Uruguay después de terminada la Grande Guerra de 1845, para El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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luego instalarse en los campos de Tacuarembó hasta el final de sus días. Los datos levantados les permitió a los investigadores hablar de un ser del que ya se conocía su modus vivendi, se sabía que tenía hijos, una tribu que estaba diezmada, pero mismo así le restaban algunos integrantes. Por las informaciones recogidas en el lugar, dan cuentan de que estos, después de alimentarse con la raíz de una planta contaminada por la varicela, murieron, permaneciendo vivos solamente Sepe, sus dos hijos, y sus dos fieles perros, los que, al fallecer su dueño, se acostaron en su sepulcro y allí murieron de tristeza. Igualmente, se supone que su fallecimiento posterior fue a causa del envenenamiento de una bebida en una pulpería. Pero tal vez el motivo real se deba a que, durante su existencia, a Sepe le gustaba contar de cómo había dado muerte a Bernabé Rivera, y ese fuera el pábulo para que se ganase muchos enemigos en la región. Fuente: Diário El Norte – Nota del autor: “O Sepé das Missões morreu em 1756 lanceado por um dragão português e o governador de Montevidéu, D. José Joaquim Viana, que lhe deu um tiro fatal na face”.
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Los conflictos en la región fronteriza después de 1850 Con el pasar de los años, toda esta región se fue poblando poco a poco con todo tipo gente, siendo que unos vinieron nombrados desde Portugal, otros de España, y un sinnúmero desde Brasil, Argentina y el propio Uruguay, pero no pocos fueron los que surgieron como descendientes directos del cruzamiento de las razas, estirpes y raleas que allí dejaron su rastro cuando pasaron o huyeron de las guerras y conflictos, hechos que cautivaron también a los oportunistas, contrabandistas, salteadores, forajidos o delincuentes huidos por los más diversos motivos, tanto desde las capitales y ciudades rioplatenses y riograndenses o hasta del más allá. Tanto es así, que viejos documentos nos muestran que un ejército compuesto por 16.200 soldados separados en cuatro divisiones, con 6.500 de infantería, 8.900 de caballería, 800 artilleros y 26 cañones, incluyendo mercenarios europeos bajo el comando de Luis Alves de Lima e Silva, entonces Conde de Caxias, cruzó finalmente la frontera entre Rio Grande do Sul y Uruguay el día 4 de septiembre de 1851.
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Mapa con el movimiento del Ejército Brasileño y de las fuerzas rebeldes argentinas durante la intervención en el Uruguay, antes de la invasión de Argentina.
La información da cuenta que cerca de otros 4.000 soldados permanecieron en Brasil para proteger su frontera, y juntamente con otros 17.000 hombres que permanecieron desparramados por el territorio nacional, formaban un impresionante efectivo total del ejército brasileño que lo hacía superior a 37.000 hombres. Dentro de esa estrategia y en defensa de los intereses políticos del momento, el ejército brasileño entró en el territorio uruguayo dividido en tres grupos: la 4ª División bajo el comando del Coronel Davi Canabarro que partió de Quaraí y protegió el flanco derecho del grupo principal El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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(la 1ª y 2ª divisiones con 12.000 hombres) bajo comando del propio Duque de Caxias que había salido de Santana do Livramento. Un tercer grupo, la 3ª División liderada por el General de Brigada José Fernandes Leite de Castro, partió desde Jaguarão y protegió el flanco izquierdo de las fuerzas de Caxias. Poco después la 4ª División de Canabarro se unió a las tropas de Caxias no más allá de la ciudad uruguaya de San Fructuoso, y la 3ª División de Fernandes se juntó a la fuerza principal poco antes de llegar a Montevideo. En ese entonces, hay que destacar que José era apenas un niño en inicio de edad escolar que poco o nada sabía de beligerancias y contiendas, pero muy pronto se dejó embriagar por el encanto al ver pasar por su comarca aquella gigantesca procesión de soldados, carromatos, y aquel sinfín de enceres que siempre dan el debido soporte a una tropa a camino de la guerra. Particularmente, a sus ojos, el inmenso acantonamiento de las huestes que estacionaron en aquella plaza, los briosos caballos de las milicias,
los
deslumbrantes
cañones
de
bronce
relucientemente ordenados y adecuados para su uso, el esplendor de los uniformes azules, las resplandecientes espadas y la estupenda figura de su Comandante-jefe del Ejército del Sur, el Duque de Caxias con toda sus colección
de medallas presas al pecho, crearon de inmediato en José El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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aquel utópico deseo y la ilusión de quizás llegar a ser un día uno de ellos. Y al observar el comportamiento de José, podemos decir sin ambages que todo lo que sabemos sobre un niño desde el punto de vista psíquico, no contradice la idea que los adultos podemos forjar. En todo caso, todo cuanto sabemos sobre el niño demuestra que el niño de edad temprana y el pre escolar perciben los objetos como un retazo de la realidad en su muy compleja concreta coherencia. Hoy se sabe que la percepción inicial de objetos aislados que atribuimos al niño por el experimento con el dibujo corresponde, en realidad, a una etapa más tardía del desarrollo del niño; y todo lo que sabemos sobre el desarrollo del pensamiento en el niño de temprana edad es una demostración de que si se continúa con ese tipo de experimento llegaríamos, como por arte de magia, a conclusiones falsas, es decir, a un proceso inverso del desarrollo del pensamiento del niño. Estudios han demostrado que el niño al principio piensa en bloques íntegros y coherentes. Este momento se denomina sincretismo. El sincretismo es una peculiaridad del pensamiento infantil que le permite pensar en bloques íntegros sin disociar, ni separar un objeto de otro. El carácter sincrético del pensamiento infantil, es decir, el pensamiento en situaciones íntegras, por partes enteras El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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ligadas entre sí, está tan firme que perdura todavía en el escolar en la esfera del pensamiento verbal y es una forma reorganizadora del pensamiento en el niño de edad pre escolar. Diría que en los dos ejemplos tomados de Piaget, se manifiesta claramente la incapacidad del niño para separar un objeto aislado y denominarlo. Como por ejemplo, si se le pregunta al niño: ¿qué calienta el sol?, y el niño responde: Porque es amarillo, está muy alto y se mantiene arriba. Tenemos que para un niño de esa edad el “explicar” significa presentar una serie de hechos y propiedades,
impresiones
y
observaciones
que
se
relacionan directamente con una impresión, una imagen. Por consiguiente, el niño ve que el sol se mantiene en lo alto y no cae, que es amarillo y caliente, que en torno a él hay nubes, es decir, todo cuanto ve forma un conjunto, no sabe separar unas cosas de otras. Empero, en el niño de más edad, el sincretismo produce confusión, es decir, la uni6n de todo con todo, que sólo se une en la impresión externa. Y esto queda en el lenguaje del niño de edad escolar, pues el niño se rige por tales integridades sincréticas. En otros estudios, Blonski califica con acierto esa propiedad de coherencia incoherente del pensamiento.
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Por tanto, se comprende que sea “incoherente” ya que el niño piensa y dice que el sol no cae porque es caliente. Pero mucho de lo que dice parece incoherente. Al mismo tiempo es cierto cuando se dice que es una “coherencia” ya que el niño suele unir aquello que nosotros, los adultos, solemos diferenciar. El hecho de que el sol sea amarillo y no se caiga, se funde para el niño en una sola impresión que para nosotros está diferenciada. El sincretismo, por lo tanto, es una conexión incoherente del pensamiento, o sea, la supremacía dela conexión subjetiva, de la conexión que es fruto de una impresión directa sobre la coherencia objetiva. De aquí resulta la incoherencia objetiva y la coherencia general subjetiva. Por ello, el niño, en su percepción, relaciona todo con todo. Pero desde el punto de vista objetivo, esto significa que para el niño, la conexión de sus impresiones, es la conexión de los objetos, es decir, percibe la conexión de sus impresiones como si fuera la conexión de los objetos. Por ello, conocemos aproximadamente lo que sucede en el cerebro del niño desde el punto de vista fisiológico. Pero si intentamos sintetizar las diversas formas del desarrollo de las funciones psíquicas superiores descritas anteriormente, veremos fácilmente que es inherente a todas ellas un rasgo psicológico general al que hasta ahora El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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nos hemos referido, pero que constituye su característica diferencial con respecto a todos los restantes procesos psíquicos. Todos estos procesos, son procesos de dominio de nuestras propias reacciones con ayuda de diversos medios. Y a veces la tarea planteada ante nosotros es la de analizar en qué consiste el proceso de dominio de las reacciones propias y cómo se desarrolla éste en el niño. No en tanto, lo que más caracteriza el dominio de la conducta propia es la elección, y no en vano la vieja psicología, al estudiar los procesos de la voluntad, veía en la elección la esencia misma del acto volitivo. Y a lo largo de este sucinto análisis podemos encontrarnos con los fenómenos electivos, ya que en los experimentos de la atención, por ejemplo, hemos podido estudiar la reacción electiva, tal como está determinada por la estructura de los estímulos externos. En la reacción electiva con la memorización mnemotécnica de la instrucción dada, procuramos seguir el curso de esta forma compleja de la conducta, en condiciones en que se determina previamente que a ciertos estímulos, corresponden ciertas reacciones. Es bien sabido que el principio de ordenación, es decir, la adjudicación a la cantidad de una cierta estructura que nos permite abarcar a ojo determinados conjuntos, sigue siendo hasta la fecha el principio fundamental de la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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psicología de las operaciones de conjuntos. Siendo así, resulta mucho más fácil percatarse de la ausencia de un soldado en la compañía, que darse cuenta de la ausencia de un hombre en una muchedumbre desorganizada. O si oímos una canción o un poema y se omite en ellos un compás o una sílaba, aunque no conozcamos esos compases
ni
esas
sílabas,
nos
daremos
cuenta,
directamente por el oído, que hay un fallo. El niño actúa del mismo modo. Toma el montón desorganizado de objetos, los coloca en fila como si fueran una compañía de soldados y se da cuenta inmediatamente de que falta uno. Los niños comprenden el sentido utilitario de la ordenación y esto se manifiesta, por ejemplo en lo siguiente: los que están acostumbrados a construir con cubitos empiezan a comprobar muy pronto los resultados del reparto, ya que forman con ellos diversos objetos, por ejemplo, un modelo de carrito. Todos los niños construyen el mismo modelo y cada uno de ellos ve si los cubitos han sido suficientes para hacerlo, mientras comprueban los resultados de la división con toda sencillez. Apartándonos del breve análisis sugestivo de nuestro protagonista, y dando continuidad a los hechos sucedidos en aquella época, mientras este movimiento belicoso se llevaba a cabo en la frontera y en el interior del Uruguay, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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las tropas de los generales Urquiza y Eugenio Garzón comenzaron a cercar el ejército del general Manuel Oribe en las orillas próximas a Montevideo. Las tropas bajo el comando del caudillo argentino Urquiza y del general uruguayo Garzón eran, en aquel momento, de cerca de 15.000 hombres, en cuanto que el ejército de Oribe era de alrededor de 8.500 personas. No en tanto, después de descubrir que los brasileños también se le aproximaban y, acreditando no restarle otra alternativa, el día 19 de octubre el general Oribe pidió para que sus tropas se rindiesen sin dar lucha. Al mismo tiempo, debe ser resaltado que la escuadra brasileña, ya con sus navíos dispuestos a lo largo del Rio de la Plata y sus afluentes, buscaba impedir que el ejército vencido de Oribe pudiese escaparse para la vecina Argentina. En todo caso, vale destacar lo que algunos historiadores suelen afirmar, al decir que en aquel momento “faltó honor” al final del encontronazo, ya que el general Urquiza simplemente sugirió a su lugarteniente Grenfell para que éste ordenase la muerte de todos os prisioneros de guerra, pero el hombre se recusó a maltratarlos. Empero, sabemos que después de los acuerdos realizados
entre
ambos
interesados,
los
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
soldados
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argentinos del ejército de Oribe fueron incorporados al ejército de Urquiza y los uruguayos, al de Garzón. Mismo así, durante el desenvolvimiento de tales arreglos en las cercanías de la capital, el ejército brasileño consiguió cruzar el territorio uruguayo con seguridad y después de derrotar las tropas de Oribe, los que atacaron sus flancos en varios combates. Y una vez derrotado y sin ninguna posibilidad de continuar la guerra, finalmente el general Oribe se retiró para su estancia localizada en el Paso del Molino (un barrio al noroeste de Montevideo). Posteriormente, el día 21 de noviembre de 1851, en Montevideo, los representantes de Brasil, Uruguay, Entre Ríos y Corrientes (provincias argentinas), decidieron firmar un tratado de alianza teniendo como objetivo principal: “libertar el pueblo argentino de la opresión que soportaba
bajo
el
dominio
tiránico
del
entonces
Gobernador-dictador Rosas”. Luego después surgió un periodo de diez años sin que registrasen grandes beligerancias en el territorio uruguayo, permitiendo que los arrasados pueblos del interior volviesen a la vida normal, y atrajesen para sí a nuevos pobladores, estancieros y comerciantes para engrosar el número de ciudadanos en las villas, aldeas y caseríos. Pero al margen de estos pacatos acontecimientos, también se sucedió todo tipo de extrapolaciones sobre los El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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derechos de unos y las herencias de otros, muchas veces sucedidos por la propia idiosincrasia de los habitantes y muchas más por causa de los colores de las divisas que los vecinos insistían en defender. En ese entonces era común que las milicias particulares de los caudillos locales viviesen realizando escaramuzas en busca de provechos propios, y para limpiar los desentendimientos pasados. Por otro lado, las tropas del gobierno del momento poco caso hacían para combatir el abigeato y el contrabando en la frontera con Brasil. Pero como ya lo mencionamos anteriormente, del otro lado de la frontera, José Cavalheiro Leite, no era más que un jovencito intrépido que al dar sus primeros pasos de niñez, ya se sentía animoso por querer extornar de una vez todo su valor juvenil, embaucado que estaba por las muchas historias de refriegas, luchas, guerras y batallas que se sucedían desde su infancia. Con todo ese escenario en su entorno, no es muy difícil imaginar el tamaño de la enajenación de su pensamiento, su sueño de conquistar algún día glorias y laureles tal cual un Aquiles o un Napoleón de los pampas.
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La invasión brasileña de 1864 Algunos años se pasaron desde la última intervención de las tropas del emperador en suelo uruguayo, para que los brasileños residentes en el Estado Oriental comenzaran a quejarse contra las violencias que sufrían por parte de las autoridades uruguayas. Y sin alcanzar resultado con el intento de otros arbitrajes, finalmente el gobierno imperial dirigió insistentes reclamaciones al entonces presidente Aguirre. Pero al convencerse de que nada conseguiría con el uso de las vías diplomáticas, resolvió mandar para el Plata a un representante especial, el consejero José Antonio Saraiva y, al mismo tiempo, mandó aumentar la escuadra naval allí estacionada, y reforzar también los cuerpos de infantería que guarnecían las fronteras del país, fecha en la cual se estima que nuestro personaje haya ingresado en las huestes del imperio. En razón de los hechos, el plenipotenciario brasileño, ulteriormente a su intento de querer llevar adelante algunas negociaciones frustradas, presentó un ultimato al gobierno oriental marcándole un plazo improrrogable para que atendiese a las reclamaciones del gobierno imperial y, desde ese instante, la administración imperialista tuvo que
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reconocer que la situación, por estas bandas, tocaba un máximo extremo de gravedad. A su vez, los dirigentes del partido “blanco”, que desde el desastre del general Oribe no hacían nada por disimular sus antipatías y su odio contra el Brasil, pasaron a influenciar negativamente sobre los rumbos que se siguieron. Fue así que el presidente Aguirre, confiando en los acuerdos clandestinos que mantenía su partido con el déspota de Paraguay, Solano López, le devolvió la nota al ministro brasileño Saraiva. Encrespado con tan indigna actitud, el consejero Saraiva afirmó al insurrecto gobierno uruguayo y a todo el cuerpo diplomático que, ante esa sublevada situación, el gobierno imperial se veía forzado a lanzar mano de recursos extremos contra la nación vecina. Este fue el hecho que consintió que en el año 1863 Brasil realizase una nueva intervención militar, pero esta vez sublimada en querer ayudar a poner un fin a la guerra civil uruguaya que se deflagró cuando se depuso al entonces presidente Atanasio Aguirre, del Partido Blanco, y al empozar a su rival colorado, Venancio Flores… En realidad, más tarde veremos que los intereses enaltecidos en aquel momento no coadunaban con lo que por tras pretendía el emperador Don Pedro II.
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En todo caso, tal conflagración quedó conocida también como “Guerra contra Aguirre” o Guerra del Uruguay, un nombre coetáneo con los hechos y que los historiadores convinieron dar a esta intervención armada efectuada por el Imperio de Brasil, la cual se produjo entre 1864 y 1865 en el marco de una guerra civil que fue emprendida entre los partidarios blancos y colorados, y también denominada “Cruzada Libertadora de 1863”, en que la balanza del conflicto terminó pendiendo en favor de los partidarios colorados. Cabe destacar que la intervención se dio en algunas zonas del actual territorio uruguayo y al sur de Brasil, la cual tuvo como resultado el estabelecimiento de un gobierno dictatorial conducido por el caudillo colorado Venancio Flores y el ulterior desenlace de la trágica “Guerra de la Tríplice Alianza” que abordaremos a posterior. Mientras tanto, en el citado periodo, la agitación política había vuelto a dominar los campos del Uruguay, y reflejándose de forma negativa junto a los estancieros brasileños en la frontera de la entonces Provincia do Rio Grande do Sul, quienes pasaron a tener sus propiedades invadidas y su ganado robado durante las operaciones popularmente conocidas como “californias”.
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Recapitulando, es por ello que se dice que los ciudadanos brasileños establecidos en la Banda Oriental, estimados en 40 mil personas, pasaron a ser albo de persecuciones y violencia contra personas y propiedades, y por ello el gobierno imperial brasileño intentó intervenir diplomáticamente junto al presidente uruguayo Atanasio Cruz Aguirre, del Partido Blanco y del que se decía ser un claro protegido del dictador de Paraguay Solano López. Pero la aspiración soberana no logró éxito. De igual modo, en aquel momento el gobierno uruguayo ambicionaba anular el “Tratado de Límites de 1852”, posición que tuvo que abandonar delante de la disposición brasileña de ocupar militarmente la parte del territorio situado entre Quaraí y Arapey, y este conflicto se terminó por inscribir en la historia brasileña como siendo en defensa de los intereses del Imperio de Brasil en aquella región, y delante del rompimiento de las relaciones diplomáticas sucedido entre Argentina y Uruguay en aquel mismo año. Fue así que una “División Auxiliadora”, integrada por un efectivo de cuatro mil hombres bajo el comando del brigadier Francisco Félix Pereira Pinto, terminó por transponer finalmente la frontera en marzo de 1864, alcanzando la localidad de Bella Unión en junio, donde estableció su cuartel. Al mismo tiempo, el Almirante El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Tamandaré y las fuerzas brasileñas en la frontera, recibieron órdenes de proceder ante las represalias y adoptasen las medidas convenientes para proteger los intereses de los brasileños en la región. Así mismo, quedó registrado que otra frente de invasión al Uruguay fue iniciada el 16 de octubre, por un efectivo de 6.000 hombres bajo el comando del Mariscal João Propício Mena Barreto. Este efectivo marchó sobre la ciudad de Melo, y a su vez dividido en dos divisiones de Infantería. Haciendo un paréntesis obligatorio en esta historia, se hace necesario destacar que en 1851, cuando irrumpió la Guerra contra Oribe y Rosas, los caudillos platinos que desafiaban los intereses brasileños en la región, João Niederauer, con apenas 23 años, se presentó como voluntario, siendo nombrado Alférez del 1º Cuerpo de Caballería de la Guardia Nacional del Distrito de Santa María. Al retornar de la campaña, ostentaba la Medalla de Plata con cinta verde, por sus servicios relevantes, y luego fue promovido a Capitán. Pero el 21 de septiembre de 1852, se casó con la prima María Catharina, en la iglesia que existía donde hoy se encuentra el monumento levantado en su homenaje, en la Avenida Rio Branco, próximo a la Plaza Saldanha Marinho. Pero puco duró su El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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permanencia en casa, pues ya en marzo de 1854, apenas tres meses después del nacimiento da primogénita, Delfina, el ya Capitán Niederauer era llamado a integrar con
su
“Escuadrón
de
la
Guardia
Nacional
Santamariense”, la División Imperial Auxiliadora, enviada al Uruguay a pedido del Gobierno de aquel país, para pacificarlo. Al retornar a Santa María, en 1855, ya era uno de los ciudadanos más influentes de su comunidad, que en aquella época se esforzaba por conseguir su emancipación política de la ciudad de Cachoeira do Sul. El Capitán Niederauer volvió al servicio en campaña en los años de 1857 y 1858, sirviendo en el 4º Cuerpo de Caballería de la Guardia Nacional, que integraba el Ejército de Observación estacionado en Ibicuy, y encargado de vigilar las fronteras con los países del Plata, donde por entonces era constante la agitación políticomilitar. Probablemente por ese motivo, dejó de participar de la Cámara Municipal de Concejales que se instaló en la nueva Villa de Santa María da Boca do Monte, en 17 de mayo de 1858. Y el 30 de mayo de 1860, con apenas 33 años, fue promovido a Teniente-Coronel del 41º Cuerpo de Caballería de la Guardia Nacional, acantonado en Santa María. El 7 de septiembre del mismo año, fue electo para la 2ª Cámara de Concejales de Santa María con la tercera mayor votación, para un mandato de 4 años. Durante su El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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mandato, ejerció por largos períodos el cargo de Presidente de la Cámara, que en la época también era el Jefe del Poder Ejecutivo Municipal. En las elecciones siguientes, el 7 de septiembre de 1864, fue el edil más votado, pero dejó de asumir el puesto por tener que seguir nuevamente para la guerra, en más una intervención brasilera al Uruguay, en medio a los desmandes de la administración de Aguirre. Sin saberlo, dejaba por última vez su casa, su familia y la tierra adoptiva. En cuanto María Catharina estaba grávida de su última hija, Adelaide, que ele no llegaría a conocer. Consta que en la Campaña contra Aguirre, Niederauer comandó el 7º Cuerpo Provisorio de Caballería, formado entonces por los voluntarios santamarienses y de todas las otras regiones por donde su orgulloso batallón pasaba. Y fue justamente en ese peregrinar, que José vislumbró la oportunidad de sumarse como uno más en las vistosas huestes de este Teniente-Coronel, cuya superación personal tanto lo hipnotizara al pasar por su ciudad, aunque debe ser preponderado que, los motivos que lo llevaron a tomar tal decisión, se deben a un carácter más intrínseco de lo que se pueda pensar, ya que en aquellos tiempos,
las
circunstancias
proporcionaban
poca
oportunidad de progreso para quien quisiese descollar en la vida. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Al partir la tropa, José Cavalheiro Leite con sus escasos veinte años ya era un Alférez del 7º Cuerpo Provisorio de Caballería del Ejercito Imperial, dispuesto a hacer valer sus sueños de ascenso a una vida mejor y quien sabe, si los dioses, los Zoroastros, Cristos, Budas y Mahomés se lo permitían. Y así, el 2 de enero de 1865, en su primer baño de muerte, esa tropa participó de la conquista de Paysandú y del cerco a Montevideo, que capituló el 21 de febrero del mismo año. Dando continuidad a la historia, una vez alcanzado el objetivo inicial, la invasión del Uruguay, las tropas brasileñas avanzaron sobre Paysandú, sitiada desde hacía un mes, en cuanto las fuerzas brasileñas iban de a poco concentrándose en sus inmediaciones. Mientras tanto, con el apoyo de la Armada Imperial, las fuerzas uruguayas bajo el comando de Venancio Flores sitiaron la villa de Salto en el Rio Uruguay, la cual vino a capitular sin resistencia, el día 28 de noviembre de ese mismo año. Finalmente, a las 9 horas de la mañana del 31 de diciembre de 1864, las tropas brasileñas (con las del Brigadier Antonio de Sampaio y las de Carlos Resin, yuxtapuestas), contando con el apoyo naval de la escuadra brasileña bajo el comando de Tamandaré, lanzaron el ataque final a la ciudad de Paysandú.
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Registros históricos dan cuenta que las tropas brasileñas atacaron frontalmente y por el flanco derecho, y las del general Flores por el izquierdo. Empero, la resistencia de Paysandú fue denodada y pertinaz, habiendo durado todo el día y entrado noche adentro. Pero en la mañana del 1º de enero de 1865, la población capituló, siendo su comandante Leandro Gomes hecho prisionero, y viniendo a ser muerto por sus compatriotas, en contradicción a las normas de conducta de guerra.
La iglesia de Paysandú. 3 de enero de 1865. Archivo General de La Nación - Uruguay.
Luego de conquistada la ciudad de Paysandú, las tropas imperiales brasileñas recibieron órdenes de marchar sobre la capital, Montevideo. Fue cuando, exasperado, el presidente Atanasio Aguirre quemó públicamente los tratados firmados con Brasil, y ordenó el ataque y
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conquista de la ciudad brasileña de Jaguarão, la cual se llevó a cabo entre los días 27 y 28 de enero, con una fuerza de mil y quinientos uruguayos. Dicho ataque fue repelido por los brasileños. Justamente en ese momento llega a los oídos del emperador en Rio de Janeiro, la noticia de la insólita y hostil actitud tomada por el dictador de Paraguay, quien andaba queriendo entrar en la disputa por la región. Sólo entonces los hombres del imperio se percibieron de la audacia temeraria de Solano López, quien pretendía aliarse con sus vecinos, y ahora se aventuraba a querer trabar conflicto con el imperio. A la par de los hechos ocurridos a fines de enero, Atanasio Aguirre, en una maniobra política, hizo arrastrar una bandera de Brasil por las calles de Montevideo, afirmando haber sido la misma que fuera conquistada en la ciudad de Jaguarão; pero esta tentativa de nada le sirvió, ya que las tropas brasileñas, pasando por Colonia do Sacramento, le impusieron sitio a la capital el día 02 de febrero. Definitivamente, el 15 de ese mes Aguirre fue depuesto,
constituyéndose
entonces
un
Gobierno
Provisorio que sería dirigido por el general Venancio Flores. Después de su pose, éste declaró nulos los actos contra Brasil, desagravió la bandera brasileña izándola en El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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el Fuerte de San José y saludándola con una salva de 21 tiros, respondida, al mismo tiempo, por la Corveta Bahiana, con la bandera uruguaya izada en su mástil grande. Finalmente, el 20 de febrero de 1865 se firma la “Convención de Paz” contando con la presencia del Vizconde de Rio Branco y del nuevo Presidente del Senado uruguayo, Tomás Villalba. Por ella, se acordó que todas las propiedades confiscadas a los súbditos brasileños en Uruguay, les eran devueltas. En secuencia, el gobernante de Paraguay, Francisco Solano López, y como ya fue mencionado, pretendiendo ser el defensor de los intereses del partido Blanco en el Uruguay en medio a este conflicto, terminó por precipitar la eclosión de la “Guerra de la Tríplice Alianza”.
Luis Osorio Mariscal del Ejército del Imperio de Brasil, héroe de la Guerra Cisplatina, de la Guerra del Plata, de la Guerra del Paraguay y de la Guerra de la Independencia de Brasil (1822/1824).
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En reciproca a esa nueva actitud beligerante, y una vez asumido el poder gubernativo, Flores auxiliaría a Brasil en el embate que se prenunciaba contra el Paraguay. Sintetizando, la Batalla de Paysandú ocurrió el 2 de enero de 1865, y fue comandada en tierra por el general brasileño Mena Barreto y por el propio Venancio Flores, teniendo el apoyo por el mar de la escuadra del almirante Tamandaré, mientras la topa brasileña de tierra contaba con la presencia de un avispado y perspicaz Alférez de nombre José Cavalheiro Leite entre sus hileras.
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TRATADO DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA PARAGUAY (1° de mayo de 1865)
Art. 1. La República Oriental del Uruguay, Su Majestad el Emperador del Brasil, y la República Argentina contraen alianza ofensiva y defensiva en la guerra provocada por el gobierno del Paraguay. Art. 2. Los aliados concurrirán con todos los medios de que puedan disponer, por tierra o por los ríos, según fuese necesario. Art. 3. Debiendo las hostilidades comenzar en el territorio de la República Argentina o en la parte colindante del territorio paraguayo, el mando en jefe y la dirección de los ejércitos aliados quedan a cargo del presidente de la República Argentina y general en jefe de su ejército, brigadier don Bartolomé Mitre. Las fuerzas navales de los aliados estarán a las inmediatas órdenes del Vice Almirante Vizconde de Tamandaré, comandante en jefe de la escuadra de S.M. el Emperador del Brasil. Las fuerzas terrestres de S.M. el Emperador del Brasil formarán un ejército a las órdenes de su general en jefe, el brigadier don Manuel Luis Osorio. A pesar de que las altas partes contratantes están conformes en no cambiar el teatro de las operaciones de guerra, con todo, a fin de conservar los El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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derechos soberanos de las tres naciones, ellas convienen desde ahora en observar el principio de la reciprocidad respecto al mando en jefe, para el caso de que esas operaciones tuviesen que pasar al territorio oriental o brasileño. Art. 4. El orden interior y la economía de las tropas quedan a cargo exclusivamente de sus jefes respectivos. El sueldo, provisiones, municiones de guerra, armas, vestuarios, equipo y medios de transporte de las tropas aliadas serán por cuenta de los respectivos Estados. Art. 5. Las altas partes contratantes se facilitarán mutuamente los auxilios que tengan y los que necesiten, en la forma que se acuerde. Art. 6. Los aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas sino de común acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual gobierno del Paraguay, así como a no tratar separadamente, ni firmar ningún tratado de paz, tregua, armisticio, cualquiera que ponga fin o suspenda la guerra, sino por perfecta conformidad de todos. Art. 7. No siendo la guerra contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno, los aliados podrán admitir en una legión paraguaya a todos los ciudadanos de esa nación que quisieran concurrir al derrocamiento de
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dicho gobierno, y les proporcionarán los elementos que necesiten, en la forma y condiciones que se convenga. Art. 8. Los Aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo podrá elegir el gobierno y las instituciones que le convengan, no incorporándose ni pidiendo el protectorado de ninguno de los aliados, como resultado de la guerra. Art. 9. La independencia, soberanía e integridad territorial
de
la
República,
serán
garantizadas
colectivamente, de conformidad con el artículo precedente, por las altas partes contratantes, por el término de cinco años. Art. 10. Queda convenido entre las altas partes contratantes
que
las
exenciones,
privilegios
o
concesiones que obtengan del gobierno del Paraguay serán comunes a todas ellas, gratuitamente si fuesen gratuitas, y con la misma compensación si fuesen condicionales. Art. 11. Derrocado que sea el gobierno del Paraguay, los aliados procederán a hacer los arreglos necesarios con las autoridades constituidas, para asegurar la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, de manera que los reglamentos o leyes de aquella República no El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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obsten, impidan o graven el tránsito y navegación directa de los buques mercantes o de guerra de los Estados Aliados, que se dirijan a sus respectivos territorios o dominios que no pertenezcan al Paraguay, y tomarán las garantías convenientes para la efectividad de dichos arreglos, bajo la base de que esos reglamentos de política fluvial, bien sean para los dichos dos ríos o también para el Uruguay, se dictarán de común acuerdo entre los aliados y cualesquiera otros estados ribereños que, dentro del término que se convenga por los aliados, acepten la invitación que se les haga. Art. 12. Los aliados se reservan concertar las medidas más convenientes a fin de garantizar la paz con la República del Paraguay después del derrocamiento del actual gobierno. Art. 13. Los aliados nombrarán oportunamente los plenipotenciarios que han de celebrar los arreglos, convenciones o tratados a que hubiese lugar, con el gobierno que se establezca en el Paraguay. Art. 14. Los aliados exigirán de aquel gobierno el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos, sin El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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expresa declaración de guerra, y por los daños y perjuicios causados subsiguientemente en violación de los principios que gobiernan las leyes de la guerra. La República Oriental del Uruguay exigirá también una indemnización proporcionada a los daños y perjuicios que le ha causado el gobierno del Paraguay por la guerra a que la ha forzado a entrar, en defensa de su seguridad amenazada por aquel gobierno. Art. 15. En una convención especial se determinará el modo y forma para la liquidación y pago de la deuda procedente de las causas antedichas. Art. l6. A fin de evitar discusiones y guerras que las cuestiones de límites envuelven, queda establecido que los aliados exigirán del gobierno del Paraguay que celebre tratados definitivos de límites con los respectivos gobiernos bajo las siguientes bases: La República Argentina quedará dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay, hasta encontrar los límites del Imperio del Brasil, siendo éstos, en la ribera derecha del Río Paraguay, la Bahía Negra. El Imperio del Brasil quedará dividido de la República del Paraguay, en la parte del Paraná, por el primer río después del Salto de las Siete Caídas que, según el reciente mapa de Mouchez, es el Igurey, y desde la boca del Igurey y su curso superior hasta llegar El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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a su nacimiento. En la parte de la ribera izquierda del Paraguay, por el Río Apa, desde su embocadura hasta su nacimiento. En el interior, desde la cumbre de la sierra
de
Mbaracayú,
las
vertientes
del
Este
perteneciendo al Brasil y las del Oeste al Paraguay, y tirando líneas, tan rectas como se pueda, de dicha sierra al nacimiento del Apa y del Igurey. Art. 17. Los aliados se garanten recíprocamente el fiel cumplimiento de los acuerdos, arreglos y tratados que hayan de celebrarse con el gobierno que se establecerá en el Paraguay, en virtud de lo convenido en este tratado de alianza, el que permanecerá siempre en plena fuerza y vigor, al efecto de que estas estipulaciones serán respetadas por la República del Paraguay. A fin de obtener este resultado, ellas convienen en que, en caso de que una de las altas partes contratantes no pudiese obtener del
gobierno del Paraguay el
cumplimiento de lo acordado, o de que este gobierno intentase anular las estipulaciones ajustadas con los aliados, las otras emplearán activamente sus esfuerzos para que sean respetadas. Si esos esfuerzos fuesen inútiles, los aliados concurrirán con todos sus medios, a fin de hacer efectiva la ejecución de lo estipulado. Art. 18. Este tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se haya obtenido. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Art. 19. Las estipulaciones de este tratado que no requieran autorización legislativa para su ratificación, empezarán a tener efecto tan pronto como sean aprobadas por los gobiernos respectivos, y las otras desde el cambio de las ratificaciones, que tendrá lugar dentro del término de cuarenta días desde la fecha de dicho tratado, o antes si fuese posible. En testimonio de lo cual los abajo firmados, plenipotenciarios de S.E. el Presidente de la República Argentina, de S.M. el Emperador del Brasil y de S.E. el Gobernador Provisorio de la República Oriental, en virtud de nuestros plenos poderes, firmamos este tratado y le hacemos poner nuestros sellos en la Ciudad de Buenos Aires, el 1º de Mayo del año de Nuestro Señor de 1865. Carlos de Castro – F. Octaviano de Almeida Rosa – Rufino de Elizalde.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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La Batalla del Riachuelo en 11/6/1865 Cabe decir que se muy pronto se vieron frustradas las esperanzas de José y de los demás bravos caballeros de Niederauer de poder volver para casa, pues una nueva y más sangrienta guerra se diseñaba en los charcos del Paraguay. El apresamiento del vapor brasileño Marqués de Olinda y la invasión de los territorios del estado brasilero de Mato Grosso y de la provincia argentina de Corrientes por parte de las fuerzas paraguayas, culminaron con el ya descripto tratado de la Tríplice Alianza y la consecuente declaración de guerra al Paraguay. Por aquel tempo, José Cavalheiro Leite ya era un joven veinteañero ambicioso que no hacía mucho había recibido su bautismo de sangre de guerra, pero que aun así continuaba lleno de bríos al contar con la energía propia de un lozano y con la suficiente disposición para defender los dominios del imperio brasileño, que en ese momento se veía bajo la amenazadora sombra beligerante de un vecino tirano. Por lo tanto, no titubeó cuando fue llamado a continuar integrando el batallón de caballería del emperador y colocarse bajo las órdenes de su capitán. Mientras tanto, en otro ámbito periférico de la guerra que se avecinaba a grandes pasos, el déspota de López El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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había decidido emprender la invasión a Rio Grande do Sul, casi al mismo tiempo en que intenta realizar un golpe de fuerza contra la escuadra brasileña que se encontraba anclada en el rio Paraná. Y desde Candelaria, manda destacar una división de doce mil hombres para arremeter contra la frontera brasileña, lo que permite que al cabo de alguna resistencia, el día 18 de junio lograse que la ciudad de São Borja cayese en poder de los paraguayos. No obstante, días antes, más exactamente el día 11 de junio de 1865, acabara de ser realizada la primera batalla naval entre las fuerzas brasileñas y del Paraguay, la cual posteriormente quedó conocida como “Batalla del Riachuelo”. En la mañana de aquel día, los navíos enemigos bajaron hasta el Riachuelo, muy cerca de donde se hallaba fondeada la escuadra de Brasil. Por entonces, las fuerzas paraguayas de tierra ya habían, durante la noche anterior, levantado sus baterías en las barrancas del rio, desde donde debían cooperar con sus fuerzas navales. Estas, descendiendo el rio, pasaron por la escuadra brasileña sin que casi se efectuaran hostilidades, pero cuando los barcos llegaron junto a sus baterías mascaradas, rompieron fuego con una violencia descomunal, antes mismo de que la escuadra brasileña intentase rechazar los navíos rio arriba.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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La táctica de los paraguayos era sin dudas arrojada, pero se dice que si no tuviese existido la bravura de los brasileños, ella habría producido, tal vez, el desastre más asombroso de toda la historia militar de América. Por consiguiente, ha quedado registrado que en aquel encuentro, además de las seis formidables baterías fluctuantes que poseían, los enemigos también pusieron en acción
ocho
vapores
y
numerosas
chalanas
(embarcaciones de fundo plano propias para la navegación fluvial), y grandes canoas de guerra. Ante el inesperado ataque y, frente a la sorpresa de las maniobras de estratagema de ambas partes, se juntó luego el desorden y la confusión producida por el extraño vocerío que se sobresalía en el ambiente y por los ímpetus de locura con que los fanáticos paraguayos investían contra las embarcaciones enemigas. Aquella batalla duró diez horas.
El Amazonas en la Batalla del Riachuelo El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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A la postre, del lado brasileño, armado de un coraje de inflexión épica durante la contienda, el Almirante Barroso maniobró rápidamente y chocó su navío, el “Amazonas”, contra las embarcaciones paraguayas logrando poner a pique a tres de ellas. Al actuar de una forma decisoria, quedaba de vez asegurada la victoria de las armas brasileñas en esta cruzada, y con lo que se escribió una de las páginas más gloriosas da la historia naval del imperio. En uno de los tantos libros que ya han sido escritos sobre las glorias de la marina de guerra brasileña, aparece registrado el siguiente preámbulo referente al Almirante Barroso: “Desde el primer momento, un ardor aquileano (de Aquiles, célebre héroe griego) inflama el pecho del viejo guerrero. Sus ojos dardean relámpagos a través de la nube de su larga barba blanca agitada por el viento; la lanza que sólo él puede manejar como el héroe de Homero, es la proa del Amazonas, y Gustavito es su Automedonte. Una vez envuelto en la pelea, él renuncia al mando a la distancia, más allá de las bordas del Amazonas; en un nuevo señal de la capitana (navío jefe), grita… ¡QUE CADA UNO CUMPLA SU DEBER! El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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…y pasa a comandar por su ejemplo, y por la presencia de su bulto en el pasadizo del navío; él siente que la unidad táctica que obedece a su voz inmediata, es lo bastante para exterminar toda a escuadra enemiga...”.
Escenas de la Batalla de Riachuelo
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El cerco a Uruguaiana en 17/8/1865 El resultado alcanzado en la rotunda victoria de Riachuelo, consintió a los aliados que fuese aniquilado casi que completamente el poder naval de los paraguayos. A partir de esa fecha, los cuatro vapores que ellos pudieron salvar y que muy pronto se recogieron al fuerte de Humaitá, se limitarían de allí en adelante a realizar asaltos y abordajes sobre algunos navíos desgarrados de la escuadra brasileña. Como derivación de la derrota, el dictador López tuvo que volcar todas sus esperanzas hacia el ejército que por esa fecha marchaba sobre el territorio de Rio Grande do Sul. Algunos ensayistas llegan a afirmar que al pretender invadir el imperio por aquella provincia, en donde López presentaría su ejército como si este fuese una cruzada por la
emancipación
de
los
esclavos
del
Brasil
y,
simultáneamente, permitirse marchar para el Estado Oriental a fin de realizar con los “blancos” lo mismo que los brasileños habían hecho con los “colorados” en un momento
reciente,
parecieron
ser
los
cálculos
trascendentales que dominaron el espíritu del dictador. Y si así o no, parecería que para alcanzar tales cómputos, éste determinó a sus generales que la división paraguaya El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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se separase en dos columnas, y que estas siguiesen rumbos paralelos por ambas márgenes del rio Uruguay. Pero no queriendo atropellar los sucesos de la Historia, se torna necesario retroceder en el tiempo, haciéndose ineludible destacar que en inicio de siglo XIX había, a 30 quilómetros de la actual ciudad de Uruguaiana, una localidad llamada Santana Velha, paraje donde funcionaba un puesto fiscal, un acampamento militar y en donde sólo existían algunos ranchos con moradores. El lugar quedaba situado justamente en el punto donde las tropas
y
los
comerciantes
de
aquella
época
se
acostumbraron a franquear el río Uruguay. No obstante, consta en registros que en el año de 1840 este poblado fue destruido totalmente por una violenta inundación. Además, cabe inclusive destacar que la provincia de Río Grande, en la época que ocurrió el referido desbordamiento (final de la primera mitad del siglo XIX), se encontraba en plena insurrección dentro de lo que fue denominado como “Revolución Farroupilha”. Por tanto, las fuerzas farrapas tenían una hacendosa presencia en la parte suroeste de la entonces jurisdicción imperial, concibiendo esta ciudad como un punto estratégico también para ellos, pues desde allí sus milicias podían atravesar la frontera para Argentina o Uruguay cuando les fuese necesario. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Fue entonces que el día 24 de febrero de 1843, probablemente después de evaluar criteriosamente la situación geográfica y estratégica que representaba el local donde sería emplazada la futura ciudad de Uruguaiana, los principales dirigentes farrapos fundaron, junto al “Capão do Tigre”, una capilla curada con el nombre de “Capela do Uruguai”. Sin embargo, todo indica que la cimentación de la capilla ya habría sido decidida un año antes por la Asamblea Constituyente de la Revolución, que fue realizada en la ciudad de Alegrete por los mismos regentes de las tropas farrapas. También cabe subrayar que esta villa fue la primera y única localidad constituida durante el régimen de gobernanza farroupilha, y es por ello que sus moradores la llamaban de “hija predilecta de los farrapos”. De igual modo, queda sobrentendido que esta localidad pronto fue poblada por simpatizantes y sectarios del propio movimiento farroupilha, durante y después de la conflagración contra las fuerzas del emperador. Pero con la finalización de la Guerra por la independencia de la provincia -en 1845-, el entonces gobierno provincial, bajo las órdenes del emperador, reconoció la excelente situación geográfica del local y trató de “refundar” la ciudad de Uruguaiana en 1846, otorgándole ahora sí su nombre definitivo y elevándola a El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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condición de villa por medio de legislación provincial. Y como si estuviese precaviéndose de futuros problemas, la administración provincial instaló también un puesto fiscal y de milicias, un acuartelamiento más que necesario para poder controlar el movimiento de cargas y personas en la frontera. No en tanto, la emancipación de la nueva ciudad ocurrió en 29 de mayo de 1846 cuando esta se desvinculó definitivamente del municipio de Alegrete, jurisdicción a la cual pertenecía anteriormente. Y se cuenta que cerca de la data de su emancipación, algunos viajantes de la época relataban haber encontrado en el local no una ciudad brasileña, y sí una con un perfil hispano-francés en sus relaciones de vida y comercio, aspectos apoyados en aquel tiempo mucho más en Buenos Aires y Montevideo, de que Porto Alegre. Pero el hecho de emanciparse y desenvolverse, permite que del otro lado de la costa del río Uruguay también se emancipe la comuna de Paso de Los Libres, municipio localizado en la provincia de Corrientes, Argentina. Entre tanto, como Uruguaiana es una ciudad enclavada entre suelo argentino y uruguayo en plena región de lo fuera la Banda Oriental, no fue tan fácil establecer las fronteras de Brasil, y tampoco mantener la ciudad sobre eterna paz. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Retomando nuevamente el punto de la Historia justo en el momento en que se sucedía el movimiento estratégico que venía siendo realizado por las tropas paraguayas luego después de finalizada la batalla del Riachuelo, debe destacarse que esta inclinación atrajo la atención convergente de los aliados. De tal forma que, dos meses después de la antedicha batalla naval, la columna paraguaya que entonces marchaba a lo largo de la margen derecha del río Uruguay, fue desbaratada en Jataí por las fuerzas de los generales Flores y Paunero, de tal suerte que el propio comandante paraguayo, Mayor Duarte, cayó en poder de los aliados el día 17 de agosto de 1865. Empero, suerte contraria ocurrió en el lado de la margen izquierda del río, cuando finalmente la ciudad de Uruguiana acabó por ser invadida el día 5 de agosto de 1865 por las tropas paraguayas que actuaban bajo el caudillaje del Teniente-coronel Antonio de la Cruz Estigarribia, que se desplazó raudamente por dicha margen sin encontrar resistencia. Tal acto marcó el comienzo de la denominada “Guerra del Paraguay”, que convirtió a la ciudad de Uruguaiana en eje y palco de una de las batallas más importantes del conflicto. Y al convertirse la propia en un teatro de guerra, en él culminó la rendición de las huestes paraguayas el 18 de setiembre, a continuación de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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totalizarse 44 días de cerco a la villa. Pero posteriormente nos detendremos a analizar mejor tal contingencia. Registros muestran que en la época, la ciudad contaba con cerca de 2.500 habitantes que, después de la invasión y rendición de los paraguayos, encontró la mayoría de las residencias y los demás estabelecimientos del paraje destruidos, no en tanto, a los pocos, la ciudad de fue recuperando. Historiadores destacan que en 1900, ésta ya poseía cerca de 23.194 habitantes. Cuantificando los hechos, simultáneamente al ataque naval de Riachuelo, una fuerza de 13.000 paraguayos atravesaba la provincia argentina das Misiones. Y una vez alcanzando el río Uruguay, esta se dividió en 2 columnas que rumbearon para el sur, marchando por ambas márgenes do río. El Teniente-coronel Antonio de la Cruz Estigarribia, comandante general de la expedición beligerante, lideró cerca de 7.500 hombres en la margen este, y el Mayor Pedro Duarte comandó 5.500 hombres en la margen oeste. Como de inicio los paraguayos encontraron poca resistencia por parte de los argentinos en la margen oeste, y de los brasileños en la margen este, el tirano López acreditó que si consiguiese controlar el territorio de Río Grande do Sul e invadir el Uruguay, los esclavos brasileños irían sublevarse, y que los recién expulsos El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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revoltosos “blancos” uruguayos volverían a levantarse en armas uniéndose a la fuerza paraguaya.
Cabo brasileño que pertenecía al 1° Batallón de Voluntarios da Patria, infantería pesada, 1865.
Conjuntamente a este afanoso pensamiento, algunos emisarios paraguayos intentaban incitar la sedición entre las tropas irregulares que habían sido instituidas durante los últimos años por el caudillo Urquiza en la provincia de Entre Ríos. Pero no nos podemos olvidar de que Urquiza, quien una vez finalizado el sitio a Montevideo había recibido el comando de la vanguardia aliada, tomó la decisión de retornar a su provincia para restaurar allí el orden. Pero una vez arribado en su jurisdicción, desertó de cumplir con El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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el adeudo y retornó a su rancho, buscando aumentar aún más su fortuna vendiendo caballos para las fuerzas aliadas, y las tropas irregulares que entonces merodeaban por sus llanuras desertaron para sus estancias y ranchos. En todo caso, dando continuación al relato, en suelo brasileño, buscando cumplir fielmente las órdenes de López, el Coronel Estigarribia atravesó el río Uruguay y se dio bien, ocupando sucesivamente, de junio a agosto, las poblaciones de São Borja, Itaquí y posteriormente Uruguaiana. Mientras como lo mencionamos, lo contrario sucedía en la margen opuesta, cuando los contactos del Mayor Duarte con su superior fueron interrumpidos por causas ocasionales: el asedio de dos embarcaciones de la armada brasileña que eran comandadas por el Teniente Floriano Peixoto, y por el propio pantano que los separaban. Por tanto, y como lo mencionamos antes, cabe agregar que pretendiendo aprovechar la inmejorable congruencia de factores que se le presentaban justo adonde estaban acantonas sus tropas paraguayas, es que el presidente uruguayo Flores decidió atacar el contingente de menor fuerzas bélicas. Tal enfrentamiento sucedió el día 17 de agosto, en la batalla de Jataí, una localidad situada en la margen derecha del río Uruguay, justo cuando la columna
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bajo las órdenes del Mayor Pedro Duarte pretendía llegar a las orillas de dicho río. Pero en cuanto esto ocurría, por la margen izquierda, el coronel Estigarribia, partiendo de la villa de São Borja, hizo avanzar sus fuerzas sobre Uruguaiana, al considerar que allí sería un excelente punto estratégico para las futuras acciones de los ejércitos paraguayos, y en donde al llegar, se fortificó con cerca de nueve mil hombres, esperando por más refuerzos. Solamente el día 16 de julio, el ejército brasileño logró llegar en definitiva a esta parte de la frontera de Río Grande do Sul y luego se predispuso a realizar el cercó a la Uruguaiana ya tomada por los paraguayos. Y en cuanto los aliados iniciaron el cerco a la plaza, la tropa fue recibiendo asistencia y refuerzos, y se enviaron por lo menos tres intimaciones de rendición a Estigarribia. En tiempo, se hace imperioso destacar que el día 21 de julio de 1865, Manuel Luis Osorio, primero y único Barón, Vizconde y Marqués do Herval, resulta promovido al puesto de Mariscal-de-campo y hace notificar su presencia para participar de la retomada de la ciudad. A la par y por esas fechas, en la sede imperial de Rio de Janeiro, la ocupación de la Villa de Uruguaiana por las fuerzas paraguayas, comenzó a producir un verdadero pánico, a tal punto que el propio emperador Don Pedro II, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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acompañado de su yerno (el Conde D'Eu, que se había casado con la princesa Isabel el año anterior) partió para Río Grande, donde una vez venido, su presencia incitó el entusiasmo de toda la población y de la propia tropa. Al cabo de un mes de cerco, el coronel Estigarríbia, ya exhausto, finalmente se rindió (aquel día los aliados aprisionaron también a más de seis mil soldados). Y el 18 de septiembre, ante la presencia del emperador Don Pedro II, del Conde D'Eu y de varios oficiales-generales, entre ellos el propio Osorio y Caxias, sobreviene la rendición de Uruguaiana.
Rendición de Uruguaiana (1865), por Víctor Meirelles.
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Fatos sobre Estigarribia y la Liberación de Uruguaiana Resulta que el General Barón de Porto Alegre, por causa de sus sufrimientos físicos de carácter crónico, había solicitado, y obtuviera, la reforma militar el día 7 de julio de 1856, instante puntual en el que pasó a dedicarse a la carrera política. Pero después que el dictador del Paraguay Solano López le declaró guerra al Brasil e invadió los territorios de Mato Grosso el 26 de diciembre de 1864 y de Rio Grande do Sul el 10 de junio de 1865, el Barón de Porto Alegre se colocó nuevamente a disposición del gobierno imperial. Y así, por medio del decreto firmado el 21 de julio de 1865, este resulta nombrado comandante en jefe del ejército en operaciones en Rio Grande do Sul. Cabe mencionar que a inicios del mes de octubre del referido año, las tropas paraguayas de ocupación que estaban estacionadas en Corrientes (Argentina), recibieron de López la orden para retornar a sus bases en Humaitá. En ese ínterin, las tropas aliadas ya estaban reuniéndose bajo el comando de Mitre en el acantonamiento de la villa de Concordia, en la provincia argentina de Entre Ríos en la margen derecha del río Uruguay, y ya contaban con el
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Mariscal de campo Manuel Luis Osorio al frente de las tropas brasileñas. Inmediatamente, parte de este contingente fue dislocado para la ciudad de Uruguaiana, donde se buscó reforzar el cerco que estaba siendo realizado por el ejército brasileño en Rio Grande do Sul, y que estaba siendo comandado por el Teniente-general Manuel Marques de Sousa, Conde de Porto Alegre. Y entre la tropa brasileña que allí fue enviada, se encontraba el Alférez José Cavalheiro Leite.
S.M. el Emperador S.A. el Sr. Duque de Saxe en traje de campaña. Copiados de las fotografía enviadas de Porto Alegre. Henrique Fleiuss, Semana Illustrada, 10/09/1865
Sin mediar demoras, el día 11 de septiembre, Don Pedro II también arriba al local del cerco junto con su El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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comitiva, donde se incluían el Conde D’Eu, Duque de Saxe, y el ministro del Ejército, Ferraz. Allí lo aguardaban también los presidentes: el argentino Bartolomé Mitre y el uruguayo Venancio Flores, además de diversos líderes militares, como el Almirante Tamandaré y el Duque de Caxias. En ese momento, las fuerzas aliadas del cerco ya contaban con 17.346 combatientes, siendo 12.393 brasileños, 3.802 argentinos y 1.220 uruguayos, además de contar con 54 cañones de desiguales calibres. Y vale decir que como fiel genízaro entre el grupo de esa inmensa soldadesca brasileña, ya se encontraba a puestos el Alférez José Cavalheiro Leite a modo de miembro integrante del Batallón de Caballería del Imperio, que al llegar pasó a actuar bajo las órdenes del Teniente-general Manuel Marques de Sousa. Perspicaz, este lugarteniente se mantenía desde su puesto, atento al desarrollo de los acontecimientos. Estaba inquieto, quería acción, ansiaba por el ataque final que demoraba en ocurrir. Al final de cuentas ya se pasaban ocho meses desde la última batalla en que hizo martillar con frenesí el gatillo de su arma. Se consigna que quien lo reparase en esos momentos cruciales, estaría capacitado a afirmar que este muchacho sentía el deseo imperioso de atacar. Ya que dos por tres se
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le veía echar los hombros hacia adelante, y su nuca se hinchaba, haciendo resaltar la musculatura. Pero sus súplicas siempre eran en vano, y siempre acababa dejando caer los hombros. No en tanto, nunca se le vio encoger de hombros ni menear la cabeza en gesto de desaprobación. Por esos días estaba demasiado tenso como para permitirse ligerezas de ese tipo. A veces algún mechón de pelo se escapaba por los lados de su bonete, se erizaba, quedaba colgando y se balanceaba acariciándole la frente o la nuca, movido por alguna corriente de aire. Parecía hasta que estaba congelado en su puesto, y el hecho de mantener esa posición por horas, tenía que ser por fuerza doloroso. Pero el Alférez no se importaba con él, Quería luchar, quería dar rienda suelta a sus bríos contenidos. Quería derrotar de una vez al enemigo y libertar de vez a sus vecinos oprimidos. No obstante, el destino lo contrarió, pues al llegar el General Vizconde de Porto Alegre para asumir la jefatura de la comandancia del Ejército brasileño, es que la rendición de la plaza comenzó a delinearse a mediados de septiembre, cuando a la sazón Estigarribia buscó entrar en acuerdo con los generales de la fuerza aliada escrutando el entendimiento sobre las condiciones por él exigidas para la rendición.
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Pero al sonar el clarín en la mañana del día 18 de septiembre, el lozano José y todo el resto de las tropas aliadas tomaron posición frente a las trincheras de los sitiados; el nuevo comandante así lo había determinado previamente antes del envío de la última intimación a Estigarríbia, y en la cual se leía: “La prolongación del rigoroso sitio en que se hallan las fuerzas bajo el comando de V. S., deberá por cierto haberlo convencido de que sentimientos meramente humanitarios retienen los ejércitos aliados en operación en esta provincia ante el punto del territorio que V. S. ocupa. Estos sentimientos que nos animan y que siempre nos dominaran, cualquiera que sea el resultado de la guerra, me obligan a ponderar a V. S. que semejante posición y estado de cosas debe tener un paradero, y, en nombre del emperador y de los jefes aliados, anuncio a V. S. que dentro del plazo de dos horas, nuestras operaciones van comenzar. Toda la proposición que V. S. realice, que no sea la de rendirse a las fuerzas de su comando sin condiciones, no será acepta, visto que V. S. repelió las más honrosas que le fueron ofrecidas y enviadas por las fuerzas aliadas. Cualquiera que sea, pues, su resolución, debe V. S. esperar de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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nuestra generosidad el tratamiento consentáneo con las reglas admitidas por las naciones civilizadas. Dios guarde a V. S. Acampamento junto a los muros de Uruguaiana, 18 de septiembre de 1865. Barón de Porto Alegre, Teniente-general – Al Snr. Coronel Antonio Estigarríbia, comandante en jefe de la división paraguaya en operaciones sobre el río Uruguay, sitiada en Uruguaiana”. Estigarríbia
todavía
intentó
colocar
algunas
condiciones para la rendición, que fueron luego asentidas, excepto las que solicitaban que los oficiales saliesen de la plaza con las armas y que pudiesen volver al territorio paraguayo en cuanto durase la campaña. Al día siguiente, cuando la tropa formó en posición de sentido para escuchar la divulgación del “Orden del día”, nuestro protagonista se mostraba tenso mientras un aire insolente y pendenciero estaba dibujado en su rostro con una puntillosa acritud, aun así, con los sentimientos aun embotados, creyó observar también en los otros soldados un estado de aturdimiento semejante, no importando cuáles fueran los temperamentos personales y políticos de cada uno. Mirando hacia el frente junto con todo el
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ejército brasileño y demás aliados, tomaron conocimiento de dos proclamaciones: “¡Soldados! El territorio de ésta provincia se encuentra libre gracias a la simple actitud de las fuerzas brasileñas y aliadas. Los enemigos ya se rindieron; pero no está terminada nuestra tarea. La honra y la dignidad nacional no fueron del todo vengadas; partes de la provincia de Mato Grosso y del territorio de la República Argentina jasen todavía en poder de nuestro enemigo. Avante, pues, que la Divina Providencia y la Justicia de la causa
que
defendemos,
coronaran
nuestros
esfuerzos. Don Pedro II, Emperador Constitucional y Defensor perpetuo de Brasil. Ângelo Muniz da Silva Ferraz.” Basta decir que a José, las palabras disertadas le llegaban claras a sus oídos, y pudo percibir que estas soflamas que estaban siendo narradas, a veces con voz entrecortada, a veces con exaltación, producían en todos ellos una visible perturbación emocional y un extremo entusiasmo que hasta lograba arrancar lágrimas de algunos de sus compañeros, en cuanto otros dejaban escapar leves susurros o dibujaban una sonrisa en sus labios. No en tanto, la necesidad imperiosa de guardar compostura, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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hacía que sus caras recuperasen pronto su expresión normal sin mostrar cualquier amago de impaciencia.
Imágenes del cerco a Uruguiana y formación de la tropa aliada
Claro que no se puede decir que todos ellos tenían la amplia experiencia que se adquiere junto a los campos de batalla, ese hábito que surge tras sobrevivir mes a mes con la barbarie, y por fin lo hace a uno acostumbrase a la situación y observa con indiferencia lo que se proclama; que
todo
lo
observa
con
el
mismo
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
estado
de
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embrutecimiento con que se percibe el barullo que provoca un disparo y la muerte que le sucede. Pero en ese entonces, él mal sabía lo que el futuro le deparaba. Un nuevo toque de clarín sacó al joven José de ese circunstancial devaneo por el cual su mente vagaba, y luego escuchó con atención redoblada la voz del comandante que pronunciaba la también famosa “ORDEM DO DIA NÚMERO 13”: “¡Soldados del imperio brasileño en operaciones en esta provincia!” “¡Guerreros del ejército aliado en Rio Grande do Sul!” “¡Compañeros en la vindita de la honra nacional de las tres potencias Sul-Americanas!” “La división paraguaya en operaciones sobre el río Uruguay, la guarnición de Uruguaiana ante vuestra presencia depuso las armas sin haber disparado un tiro”. ¡Al frente de vuestras armas, ante el bulto augusto de
SU
MAJESTAD
EL
EMPERADOR;
en
presencia del Exmo. Snr. Ministro de guerra, de los augustos príncipes y de la corte, vistes desfilar ayer, desarmados, a las 4 horas de la tarde, siete regimientos de infantería y un cuerpo de caballería del ejército paraguayo! El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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“Vuestros fusiles y vuestras lanzas estaban descansados; vuestros cañones no anunciaban un combate de sangre, cuando los himnos de la Tríplice Alianza proclamaban la
espléndida
victoria de la civilización contra el vandalismo”. “¡Soldados de la libertad!” “En nombre del emperador, el general en jefe del ejército imperial vos saluda, y vos conjura que respetéis la desgracia del enemigo vencido”. “El general en jefe agradece la dedicación de cada uno de vosotros, así como el entusiasmo de todos; y esperando poder una vez más se orgullecer de haberse hallado a vuestra frente. Barón de Porto Alegre.” Durante el descorrer de los meses siguientes, las tropas aliadas, con Mitre como su comandante en jefe, continuaban a luchar y libertaban los últimos reductos paraguayos en territorio argentino, las ciudades de Corrientes y de San Cosme, en la confluencia de los ríos Paraná e Paraguay, casi a fines del año 1865. Lo que permite afirmar que al fin del mismo año, la ofensiva de combate ya era liderada por las tropas de la Tríplice Alianza. Sus ejércitos ya contaban con más de 50 mil hombres y se preparaban para invadir el Paraguay. Empero, al iniciarse el nuevo año, el joven Alférez José El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Cavalheiro
Leite
fue
sorprendido
por
un
nuevo
asentamiento. Resulta que durante el caluroso día 19 de enero de 1866, el Comando de la Guerra que entonces se hallaba acomodado en el cuartel general de Tuyutí, buscando cumplir las órdenes del “Comandante en Jefe de todas las fuerzas Brasileñas en operaciones contra el Gobierno del Paraguay”, le informa a nuestro Alférez a través de la “Orden del día Nº 31”, que fue designado para incorporarse nuevamente al 7º Cuerpo Provisorio de Caballería de la Guardia Nacional del 1º Cuerpo del Ejército Brasileño. Del mismo modo, en la referida orden también se comunicaba que la 3ª Brigada estaría compuesta por el 6º y 7º cuerpo provisorio, y comandado por el Coronel João Niederauer Sobrinho. Tal disposición está firmada por el Coronel João de Souza da Fonseca Costa, Jefe del Estado Mayor. (Véase en los anexos, en las páginas 165 e 173 de dicha Orden del Día). Vale destacar que João Niederauer había sido promovido a Coronel y nombrado Comandante Superior de la Guardia Nacional de Santa María da Boca do Monte y São Martinho, en substitución al Coronel José Alves Valença, que falleciera en el combate llevado a cabo en Corrientes.
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No en tanto, José no demostró sorpresa con la designación recibida, posiblemente por no saber o no entender muy bien lo que lo aguadaba en un futuro próximo. Pero en su subconsciente, se auto juzgaba estar preparado para lo que fuese, ya que durante su formación letrada había alcanzado a leer las leyendas de algunos supervivientes que a su momento lograron narrar por escrito
sus
experiencias.
Estas
hablaban
del
embrutecimiento del ser humano, en el que las funciones de la vida quedan reducidas a su mínima expresión, mientras el comportamiento se vuelve indiferente y desaparecen los escrúpulos, cuando se convive de cerca con los gases y el humo de los incendios provocados durante las batallas y los cuerpos inertes estirados por los campos de combate se convierten en hechos cotidianos. Su conciencia no paraba de aturdirlo con este tipo de reflexiones, pues José también estaba a la par de que los criminales, en
sus
escasos
relatos,
acostumbraban
presentar la muerte como siendo su entorno de cada día, y se pintaban a ellos mismos como si estuviesen reducidos a unas pocas funciones embrutecidas o embriagadas en su falta de escrúpulo y su indiferencia, sumergiéndose en su embotamiento. Sin embargo, pasada la euforia del momento siguiente a la liberación de la villa de Uruguiana, durante los meses El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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siguientes a José todo le pareció monótono y con mínimas variaciones. Le bastaba con ver cómo el verde se hacía semana a semana más intenso, con ver la llanura del río unas veces enturbiada por el calor, otras velada por cortinas de lluvia primaveral y otras coronada por nubes de tormenta, u oler las hierbas del monte cuando el sol las calentaba, y la tierra y la hojas mustias del año anterior cuando llovía. En realidad, no necesitaba ni buscaba más variedad en la lejanía del horizonte. Sólo la ociosidad del momento lo incomodaba. ¿Hasta cuándo tendré que esperar?, se preguntaba ansioso. Pero mal sabia él lo que le esperaba el mañana.
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La 1ª Batalla de Tuyutí - 24/5/1866 A esta altura de los acontecimientos, y en virtud de los últimos eventos y reveces, el tirano López ya estaba convencido de que necesitaba replegarse lo antes posible a la defensiva y, por lo tanto, ordenara la retirada general pasando a concentrar en las fronteras todas las fuerzas de que podía disponer. Él cree que por el momento le bastaba con levantar fortificaciones en todos los puntos posibles de los ríos Paraná y Paraguay, y que se encontraban expuestos al ataque y a la invasión de las tropas aliadas, y entonces de dedica a cuidar principalmente de las regiones de Itapurá, Itapirú y Humaitá. No en tanto, por todas partes, ya sea en las propias repúblicas del Plata y hasta en las lejanas del Pacífico, las voces de los provincianos se elevaban clamando por la paz. Empero, todo ese vocerío no pasó de un sordo murmullo que no impidió que los comandantes aliados continuasen a mantenerse fieles a la alianza que habían realizado. Y ante la consternación de quienes sólo veían la guerra desde lejos, los caudillos resuelven emprender una inmediata ofensiva contra las fuerzas de Paraguay.
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A partir de tal determinación, las mesnadas aliadas pasan a incorporarse al norte de la provincia de Corrientes, y buscan como tratar de invadir el territorio enemigo y atacar de vez el bien defendido fuerte de Humaitá, local donde el dictador ya se encuentra personalmente dirigiendo a sus ejércitos. Vale decir que a los historiadores de renombre les gusta afirmar que ese periodo fue uno de los momentos más solemnes de toda la campaña: “los enemigos, uno delante del otro, aparentando aprehensión, hesitan en querer partir para el ataque”. Resulta que durante algunos meses, ambos bandos permanecieron vacilantes, en la inactividad, y solamente en abril de 1866, los aliados, al juzgarse ya estar suficientemente preparados, decidieron tomar la iniciativa de la guerra. Y en cuanto la escuadra brasileña busca atacar el fuerte de Itapirú, el Mariscal Osorio, con las dos divisiones a su cargo, transponía el Paso de la Patria y desembarcaba en territorio enemigo en la mañana del día 16 de abril. Al percibir la extrema audacia con que actuaban los soldados aliados, los combatientes paraguayos pasaron a levantarse de todos los lados y buscaron embestir furiosamente contra las fuerzas invasoras. Empero, este El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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fue
un
intento
inútil,
pues
el
desespero
y
la
desorganización con que luchaban los soldados de López, permitió a los aliados el éxito de rechazarlos para el norte, causándoles pérdidas enormes, al mismo tiempo en que la escuadra de Brasil se apoderaba del fuerte de Itapirú. Durante las semanas siguientes no sobraba tiempo alguno para el descanso. Los lapsos en que no acontecían batallas, eran dedicados exclusivamente a la movilización de las tropas en busca de sojuzgar el territorio del objetivo siguiente. El viento les soplaba a favor, pensaron los comandantes aliados, de tal forma que el 2 de mayo se da el combate de Estero Bellaco, y el 24 de mayo se registra la más notable batalla de toda la campaña, la “Batalla de Tuyutí”. Se ha encontrado que en los registros historiográficos del ejército brasileño, la revelación de que durante el desarrollo de dicha contienda, el total de las fuerzas aliadas tuvieron 650 muertos y 2.600 heridos; mientras que los paraguayos registraron la suma de 4.000 muertos y 370 heridos. No en tanto, y mismo ante la gran victoria alcanzada en Tuyutí, la situación del futuro entorno de la guerra también llenaba de preocupación la mente de los comandantes aliados, al ofrecerse nuevas dudas en vanguardia a los embarazos que estos iban adquiriendo El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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durante el andamiento de la conflagración. Sabían que al norte y al oeste, tenían por delante las líneas del fuerte de Rojas, unas temerosas fortificaciones que servían de ante paro al formidable refugio del no menos protegido fuerte Humaitá, donde el dictador paraguayo se encontraba presente para encender el ánimo de sus aclimatadas y adiestradas legiones. No obstante, llegó el momento en que el intranquilo Mariscal de campo Osorio comienza a insistir de forma vehemente con el general en jefe de los aliados (Bartolomé Mitre), para que se avance con las columnas inmediatamente y no se dé más tregua al enemigo, pero Mitre lo impugnó, al hallar mejor conservar las posiciones ya conquistadas hasta que les llegasen nuevos refuerzos expedicionarios. Pero tampoco se puede decirse aquí, que ese fue un periodo
de
inactividad
total,
pues
estos
mismos
impedimentos no estorbaron para que se levantasen trincheras en frente a las líneas de Rojas, mientras que para diversos otros puntos se expedían algunas tropas avanzadas y algunos piquetes de reconocimiento. A la par de lo antedicho, el general Mitre, que formalmente se opusiera a la marcha del ejército aliado hacia el norte, instaba impetuoso con el Almirante Tamandaré para que éste atacase de una vez el fuerte de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Humaitá por el río. Empero, el Almirante igualmente se negó, pues pensó que no debía de hacerlo por considerar que ese acto era una locura que podría sacrificar la causa que todos ellos estaban defendiendo. Mientras tanto, otras contrariedades se sumaron durante el trascurso de las desavenencias del comando, pues el enemigo no cesaba de molestar a los invasores, tanto por río como por tierra. Y yuxtapuesto, el clima inhóspito de la región también iba causando daños enormes a los aliados. Sin embargo, mismo que la elocuencia nos permita insistir en afirmar que ese era un periodo de ocio y apatía para la tropa, muy pronto llegó el día en qué, molesto por tener que enfrentar aquella inacción de lucha tan prolongada, el Mariscal Osorio finalmente se desentendió de vez con o general Mitre, y el 15 de julio de 1866 pasó en definitivo el comando de su ejército para el general Polidoro y se retiró de vuelta al Brasil. Con todo, así que asumió el comando de las tropas brasileñas, el general Polidoro cuidó urgentemente de salir de aquella situación de holganza e inactividad que tanto perturbaba a él y a la soldadesca. En aquella misma noche, el general Xavier de Sousa, con la 4ª División de Infantería, gestiona atacar una nueva trinchera que los
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paraguayos estaban levantando y, no obstante a la fuerte resistencia encontrada, consigue tomarla del enemigo.
Oficial de la caballería brasileña (izq.) y soldado paraguayo aprisionado (der.), entre 1865 y 1868. Las vestimentas de los militares paraguayos eran precarias y prácticamente todos andaban descalzos.
Pero resulta que durante el transcurso de los tres días siguientes, como si ellas fuesen atizadas por el diablo, las huestes enemigas, todavía que bajo un fuego continuo, no descansaron de su furor de exterminio y, en cierto momento, todo indicaba que el ejército paraguayo estaba reculando de a poco, pero reiteradamente los aliados fueron siendo barrados una y otra vez, ahora delante de Curupaytí. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Solamente a fines del mes de agosto (un mes y medio después), ocurre la bienvenida llegada del Barón de Porto Alegre al local, trayendo consigo los pertinentes socorros y ayudas que tan ansiosamente se esperaba. Una vez que advirtieron estar con las tropas reforzadas y ya subyugada la porfiada obstinación del general Mitre, es que el consejo de generales resuelve avanzar sobre el fuerte de Humaitá, momento en que se combina la realización de operaciones simultaneas por parte de la escuadra (todavía comandada por Tamandaré) y de las fuerzas de tierra. Sin embargo, antes de lograr el objetivo, entendían que era necesario atacar Curupaytí, un fuerte bien guarnecido que estaba localizado al sur del de Humaitá, la formidable plaza de guerra que se había convertido en el albo principal de los aliados. Solamente el día 1º de setiembre de 1866, el general Porto Alegre, con cerca de nueve mil hombres pertenecientes a diversas milicias de los ejércitos aliados, finalmente logra embarcarse en navíos de la escuadra, siguiendo río arriba con destino a Curupaytí. Sin embargo, antes de lograr alcanzar aquellas fortificaciones, las fuerzas aliadas se ven retenidas frente al bien defendido fuerte de Curuzú. Entonces los comandantes deciden enfrentar la cuestión sin pestañear, y ordenan que allí se desembarque a la tropa, y se pase a El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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trabar en tierra combates que, posteriormente, permitieron ser catalogados como desesperados e iracundos, en cuanto la escuadra del Almirante pasaba a bombardear el referido fuerte.
El 26º Batallón de Voluntarios da Patria proveniente de Ceará, en acción durante la guerra, entre 1867 e 1868
En paralelo a las pugnas guerreras que estaban ocurriendo durante los meses siguientes a la manumisión de la Villa de Uruguaiana, nos permite decir que todas las circunstancias venideras sirvieron para ir calando hondo en el ánimo de José, y cada vez más podía ser apreciado cómo todo el hábitat por donde al muchacho le tocaba estar, con sus muertos, sus mutilados, sus heridos junto con su consecuente sequito de almas agonizantes, sumado a los fogonazos de cañón, los tiros de las arma de fuego, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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las bayonetas, los puñales y las espadas que silbando por encima de las cabezas como si fuesen pájaros de mal agüero, iban de a poco y cada vez más ahondando su entorpecimiento psíquico e inmaterial, dejándolo como si estuviese petrificado en él. Al mismo tiempo, la situación me permite apuntar que el alma de aquel barbilampiño adolescente que había iniciado con fervor juvenil sus pasos en las huestes imperiales, de pronto y a fuerza de golpes y porrazos, había madurado y la situación lo había convertido en un santiamén en un soldado rudo, sin sentimientos de vergüenza o culpabilidad dentro del cuerpo de un hombre aun siendo un muchacho. Y por entonces, cuando le llamaba la atención ese aturdimiento que tomaba cuenta de si, especialmente el hecho de no afectarle solo las muertes y las víctimas, sino también los vivos, los supervivientes y el propio comportamiento de los otros soldados, es que le surgían preguntas como: ¿Cómo debía interpretar su generación, o la de los nacidos más tarde, la información que ellos recibían sobre los horrores acontecidos en los campos de batalla? No creo que sea necesario responder aquí los cuestionamientos morales y éticos que zumbaban dentro de la mente de José, pero sí vale la pena rescatar un contundente relato oficial donde se narran casi en detalle El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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los sucesos ocurridos durante la cruenta batalla de Tuyutí, y que nos ha de servir de ensayo para comprender un poco mejor las incertidumbres del propio José, así como las muchos otros combatientes jóvenes que unieron filas en el hecho: El Dispositivo Aliado En la mañana del 24 de mayo de 1866, en el campo aliado, la línea de batalla se encontraba dispuesta de la siguiente forma: Avanzada: Batallones “Libertad” e “Independencia”. Ala Derecha: 1º Cuerpo Argentino con toda su caballería montada, excepto el Batallón “San Martín”, y teniendo el Regimiento de Artillería Ligera de Vedia, en posición. Centro: Una Batería del 1º Regimiento de Artillería Ligera Brasileña (25 piezas rayadas), y los Batallones orientales “Florida” y “24 de Abril”, a las órdenes de León de Palleja. Ala izquierda: 2º Batallón de Infantería brasileña. Batería Oriental (6 piezas). Y otros tres batallones brasileños. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Reserva: Una Brigada de la División Victorino (Brasil) El asalto sobre la Izquierda Aliada Desde las tempranas horas de ese día, se escucharon movimientos en la línea enemiga, pero que no fueron debidamente interpretados. Igualmente se sabía que por su ala derecha, entre el pajonal del estero, los paraguayos disponían de 4 Batallones y 2 Regimientos de Caballería. A las 10 horas, un cohete tipo Congrève que cayó sobre el Batallón “Florida”, fue la señal de ataque. La columna enemiga avanzó sin disparar, a la bayoneta o con sable en mano la caballería, sobre las líneas avanzadas aliadas. Los Batallones “Independencia” y “Libertad” fueron tomados por sorpresa y no tuvieron tiempo de formar, siendo deshechos por los paraguayos. Por su vez, el “Libertad” perdió a su Comandante, D. H. Castro y una bandera. Los hombres retrocedieron sobre las fuerzas del Centro Aliado. Inmediatamente, las Baterías Oriental y Brasileña comenzaron a disparar metralla y bala, derribando a cuantos paraguayos les era posible en pajonales y bañados. La caballería enemiga, repelida por la izquierda, se lanzó contra el Centro, pero la Batería allí dispuesta era El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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impenetrable. Los paraguayos llegaron, sin embargo, a 50 metros de la boca de nuestros cañones, provocando bajas entre los servidores. Tras retirarse, la columna paraguaya se rehízo en el monte de sus primeras bajas, penetrando por fuera de los Batallones Brasileños e ingresando al campo aliado. Atacada por la Artillería de la Segunda Línea, retrocedió, siendo asaltada en ese momento por las tropas del “Florida” y el “24 de Abril”, enviadas especialmente por Flores a reforzar el flanco, tras el rechazo del asalto al Centro. Los paraguayos fueron perseguidos por los aliados, que les capturaron 5 obuses de a 16. El asalto a la Derecha Al mismo tiempo, dos fuertes columnas enemigas asaltaban el Centro y el ala Derecha. La fuerza enemiga comprendía 7 Batallones y 2 o 3 Regimientos de Caballería que estuvo a punto de envolver al Cuerpo Argentino, asaltándolo por la espalda antes que pudiese formarse en cuadro. La caballería paraguaya fue totalmente aniquilada por la Artillería de Vedia y el fuego de fusilería. Luego de tres horas de sangrientos combates, los paraguayos se retiraron dejando el campo cubierto de muertos.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Soldados uruguayos atrincherados durante la batalla de Tuyutí.
Asalto al Centro El Centro aliado fue atacado por otra columna de 4 Batallones, una Batería de Cohetes y 2 o 3 Regimientos de Caballería. Aquellos hombres avanzaron ciegamente contra los cañones y las armas de la Brigada brasileña “Victorino”, las tropas orientales y otros dos Batallones brasileños, además de los restos reagrupados de tropas del “Libertad” y del “Independencia”. El resultado fue una carnicería: el campo quedó sembrado de cadáveres de hombres y animales, quedando los paraguayos clavados a 200m de la línea aliada, después de establecer tres asaltos infructuosos. Tras el rechazo del peligro enemigo en el flanco izquierdo, el General Flores ordenó a León de Palleja asaltar el centro paraguayo, cosa que realizaron el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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“Florida” y el “24 de Abril”, recién regresados del flanco izquierdo. Los orientales arrollaron al enemigo hasta el bañado, capturando una bandera, pero sufriendo fuego graneado de una batería paraguaya de 20 o 30 piezas durante 2 horas, debiendo retirarse de Palleja sin poder explotar el éxito. A las 14:30 horas todo había terminado, aunque la columna
paraguaya
retirada
al
monte
continuó
intercambiando fuegos con los aliados durante varias horas. Palleja anotó en su Diario que la Batalla de Tuyutí debió ser la batalla decisiva de la guerra, pero que “faltó orden” para la debida explotación del éxito. Contemplando la carnicería del enfrentamiento y el shock del ataque, esto es, al menos, dudoso que se consiguiera. Las pérdidas Cuando los combates cesaron a las 15:30 horas y se hizo el recuento de bajas, León de Palleja estimó que los paraguayos habían tenido 7.000 muertos, 500 heridos y habían perdido 2.000 caballos, 5 piezas de artillería y varias banderas. Los Aliados habrían sufrido 400 muertos, 800 heridos (entre ellos el General Sampayo, el Coronel Rivero, los El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Comandantes Pagola, Marcelino Castro, Galván, Meneses y Cavalcante). Al día siguiente, -siempre según las anotaciones de León Palleja-, se reveló que las pérdidas orientales fueron éstas: Batallones “Florida” y “24 de Abril”: 17 muertos y 40 heridos. Batallones “Libertad” e “Independencia”: Comandante Castro y dos oficiales muertos. Las bajas debieron ser cerca de 200, puesto que luego de Tuyutí los dos Batallones se fundieron en uno solo, llamado de “Voluntarios Independientes”, a cargo del Mayor Evia. Parte de estas bajas fueron a causa de “fuego amistoso” (propio), ya que la metralla de las baterías aliadas alcanzó por igual a amigos y enemigos en el Ala izquierda. Escuadrón de Artillería: Teniente Aguilar (herido de muerte) y 10 heridos. Esto indicaría alrededor de 300 bajas orientales. Existen, sin embargo, fuertes controversias en cuanto a la cantidad de hombres que cayeron ese día. Según Eduardo Acevedo, que reproduce el “Boletín del Ejército Aliado”, las bajas realmente fueron estas: Paraguayos: 4.200 muertos y 350 heridos Brasileños: 413 muertos y 2.090 heridos El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Argentinos: 126 muertos y 480 heridos Orientales: 133 muertos y 163 heridos (esto coincide con lo anotado por Palleja) Total de bajas Aliadas: 672 muertos y 2.733 heridos (3.405) No en tanto, un corresponsal de guerra, quizás exagerando, al emitir su resumen casi duplicó las cifras totales: Paraguayos:
5.993
muertos,
210
heridos
prisioneros, 1.672 heridos retirados por sus camaradas (7.875 en total) Brasileños: 3.572 bajas Argentinos: 800 bajas Orientales: 253 bajas (vuelve a coincidir bien) Total de bajas Aliadas: 4.625 hombres Esto significaría decir que en Tuyutí -la Batalla más sangrienta de la Guerra del Paraguay- las bajas fueron de 12.500 hombres, sobre 50.000 que combatieron ese día (25%). Palleja ha sugerido también que los soldados paraguayos avanzaron ebrios, pues es un hecho que se había distribuido bebida entre ellos, antes del combate. Y esto se repetiría luego en las cargas suicidas de otras batallas.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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También se dice que sus oficiales les ordenaron apoderarse de los cañones, en el falso supuesto de que las tropas aliadas huirían frente a un asalto decidido. Asimismo se afirma que entes de que se diese inicio al combate, los jefes paraguayos, Generales Resquín y Barrios y Coronel Díaz, fueron convencidos por Solano López de que ésta sería la batalla decisiva de la guerra. Pero no lo fue, y como lo muestra el detalle de la pintura de Hequet, el nombre “Tuyutí” (que significa barro blanco o “barro bayo” en guaraní) bien debería ser cambiado por el de “barro ensangrentado”... Esta fue la mayor batalla campal de la guerra, envolviendo 56.000 combatientes: 24.000 paraguayos y 32.000 aliados (21.000 brasileños, 9.700 argentinos y 1.300 uruguayos). Los combates se iniciaron por la mañana y al final de la tarde, los paraguayos tendrían perdido, entre muertos y heridos, 13.000 soldados, e los aliados, cerca de 4000.
Batalla de Tuyutí: detalle del cuadro de Cándido López El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El Vencedor de Curuzú También ha sido un consenso entre los historiadores, destacar que Tuyutí era un local sumamente insalubre que provocaba las más diversas enfermedades en las tropas, ya sea debido a los cadáveres insepultos o enterrados en vallas que de por sí contaminaban el agua para beber, o por la falta de remedios en los hospitales de campaña, o hasta mismo por causa de la insuficiencia en la nutrición de los soldados, factores que sólo hacían rarefacer la moral de las tropas que muchas veces recibían sus sueldos con varios meses de atraso. Richard Francis Burton llega a relatar con acuidad la región inhóspita que las tropas aliadas tenían que suplantar para atacar el Paraguay, resaltando que la región es una “tierra de nadie” [...] la laguna es, en verdad, un pozo o una pequeña charca que se llena con las inundaciones y que retiene el agua gracias a un lecho de argila dura. “El bañado” es un campo de profunda lama pegajosa y agua estancada, un tanto más mojado que uno “pantano” o un cenagal. El “Estero” [...] es una corriente que fluye perezosamente a través de un pantanal. “[...] los brasileños instalaron allí una batería de 8 cañones, en óptimas condiciones para destruir “Guardia Carracha”, también conocida como Fuerte Itapirú” El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Sirviéndonos de las fuentes visuales para intentar componer una narrativa aunque más no fuese mental de la contienda, José se resentía por la ausencia casi que completa de temas que no fuesen los referentes a la cólera, a la higiene precaria, a la alimentación y a las dificultades de toda orden que asolaban a los beligerantes. Bravuras que se comprueban no apenas en el calor de las batallas, pero, principalmente, por la resignación y la privación a que los soldados estaban siendo sometidos en sus inhóspitos campamentos.
Acampamento argentino e hospital brasileiro, foto de Bate y Cia W.
Claro que los humanos no podemos aspirar a comprender lo que en sí es incomprensible, ni tenemos el derecho a comparar lo que en sí es incomparable, ni a realizar cualquier pregunta, porque es sabido que el que El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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pregunta, aunque no ponga en duda el horror, si lo hace objeto de comunicación en lugar de asumirlo como algo ante lo cual sólo se puede enmudecer, el sujeto termina siendo presa del espanto, la vergüenza y la culpabilidad. Por lo tanto, no hay lugar a dudas de que José se pasaba el tiempo cavilando que, en realidad, hay cosas en las que el ser humano no debe nunca mezclarse, así como tampoco debe negarse a hacerlas a menos que le cueste la vida. Por consiguiente, las acciones bélicas llevadas a cabo en tierras paraguayas meses después de la rendición de Uruguaiana, bajo muy precarias condiciones humanas, continuaban perpetrándose, y en ese entonces el comando general convino que las fuerzas terrestres brasileñas quedarían constituidas por dos Cuerpos de Ejército: El primero, a la orden de Osorio y, el segundo, a la del Vizconde de Porto Alegre, aunque solamente en 15 de mayo de 1866, éste último tuvo autorizada su licencia para apartarse de la Cámara de Diputados y permanecer en el comando y así entrar en tierras paraguayas. Y es ahí que su obra surte singular efecto con la tomada de Curuzú, el 3 de septiembre de 1866, cuando las lideró. Quedó registrado que al clarear el día, el Vizconde mandó formar la infantería en peso, a la retaguarda y a la izquierda de la batería de 6 bocas de fuego del regimiento provisorio, aprovechándose de las ondulaciones del El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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terreno, y cubriéndose de modo conveniente la frente y la izquierda por los tiradores que lo apoyaban por este flanco del río y por la derecha con cerca de 3.500 hombres de caballería, que se encontraban a pie, y de 200 de la brigada ligera (montada). Dada la señal de fuego este fue realizado con verdadero entusiasmo por los artilleros, pero siendo enérgicamente respondido por los cañones de los enemigos paraguayos, a pesar de las bajas que ellos sufrían por parte del cañoneo de la escuadra brasileña. Luego fue ordenado el asalto: “en pocos minutos las fuerzas brasileñas, cubiertas por una lluvia de hierro y chumbo que no les embargaba el paso, vencieron el foso y escalaron el repecho, donde la lucha se torna casi personal con los artilleros e infantes enemigos”. Ese día, la victoria fue alcanzada exclusivamente por los brasileños.
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Los resultados de Boquerón y Sauce Después de la escabechina ocurrida en la célebre batalla del 24 de mayo, el tirano López buscó reorganizar su ejército lo antes posible y en julio de 1866 decide deflagrar casi que consecutivamente, las batallas de Iatayti-Corá el día 11, la de Boquerón el día 16 y la de Sauce, el día 18. Para el tirano, en su mente arbitraria, no había tiempo a perder. En realidad, estas eran sólo pequeñas escaramuzas que más se caracterizaban por ser disputas de trincheras y de defensa de fortificaciones, de lo que se convendría llamar de una verdadera querella por conquista de posiciones enemigas. Sin embargo, mismo siendo abreviados altercados, y según nos lo resalta el historiador Doratioto: “en tres días, en las batallas de Boquerón y Sauce, los aliados tuvieron bajas que llegaron casi a 5.000 hombres puestos fuera de combate, mientras que los paraguayos tuvieron tan sólo 2.500”. Pero a pesar de que las pérdidas humanas resultasen pesadas para los dos lados, en ese entonces no hubo un gran avanzo territorial por parte del ejército guaraní, y las fuerzas aliadas tuvieron que permanecer en Tuyutí por un
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largo tiempo, siendo severamente castigadas por el cóleramorbus. Aun
así,
consta
que
Tuyutí
fue
el
mayor
acantonamiento de tropas aliadas levantado en territorio paraguayo. Tenía hasta comercios establecidos para atender a los militares, y que según nos cuenta Ricardo Salles: “fue durante el día-a-día de los acantonamientos, que los soldados consumían la mayor parte del tiempo de guerra”. Igualmente, relata que: [...] el terreno era alagadizo, cubierto por matas densas y desconocido, en cuanto el clima era húmedo, llegando a ser muy caliente durante el verano y muyo frio en el inverno”. Situación no muy distinta según afirma el relato de Benjamín Constant, quien atestigua: “además de ser un territorio cubierto de matos, de bañados, y de pantanos inmensos, tenemos las epidemias, las aguas pésimas, el calor excesivo que quema, que asfixia en el verano, y el frio que congela durante el inverno... No hay aquí medio término”. Consecuentemente, se puede agregar conforme nos destaca el combatiente Dionísio Cerqueira al respecto de la mala calidad de las comidas con que se alimentaba a la tropa, al dejar bien claro que los soldados hacían versos para ironizar la manducatoria que era servida a los batallones: El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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“Osorio nos daba churrasco... Y Polidoro harina... El Marqués nos daba jabá... Y Su Alteza, sardinas”. En un otro pasaje de su libro, Cerqueira también destaca que, para que el campamento pudiese ser considerado
adecuado,
este
debería
tener,
obligatoriamente, tres condiciones esenciales: Una casa para el Sr. Marqués; Un naranjal para el Sr. General Osorio; Un bañado para la artillería. Ciertamente que, para poder encarar de una forma más leve la dureza de la vida en campaña, los soldados buscaban divertirse haciendo versos y así satirizaban las condiciones extremamente precarias a la que ellos fueron sometidos. Cabe aclarar que Dionísio Cerqueira asentó plaza a los diecisiete años cuando recién se iniciaron las hostilidades en el sur de Brasil. Participó de los cinco años de la contienda y, cuarenta años después, escribió sus reminiscencias. Comenzó actuando como soldado y volvió como teniente de infantería. Fuera de los relatos épicos que este autor cita a lo largo de su texto, su libro trae muchas curiosidades sobre la campaña militar de la Guerra
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del Paraguay. Su prosa no deja de ser un relato precioso, pues el autor fue testigo ocular de los acontecimientos.
En el pasatiempo de esta lucha de trincheras que una hora toman los paraguayos, y en la hora siguiente los aliados, quedó determinada la victoria paraguaya, pero los aliados mudaron su mira para la fortaleza de Curupaytí.
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La retirada de Curupaytí - 22/9/1866 Las tremendas y fatigosas luchas que se establecieron en los campos de Curuzú, Iatayti-Corá, Boquerón y Sauce fueron a tal punto, desmedidas, que los historiográficos se permiten afirmar que los contextos de la querella le hizo posible a los aliados antever las sorpresas que aun los aguardaban en el río Paraguay. Pero recapitulando un poco, cuando las fuerzas aliadas aún estaban en los alrededores Curuzú, en cierto momento, en medio al progreso del combate, del tronar de los cañones y del chasquear de la fusilería, se escuchó un estampido. Era la explosión de un torpedo que, en pocos minutos, puso a pique a uno de los vasos de guerra brasileño. Era el encorazado Rio de Janeiro, cuja tripulación fue casi toda sacrificada. Tremenda catástrofe, no en tanto, no disminuyó el vigor de la investida, y en pocas horas el fuerte terminó siendo tomado de asalto por los aliados, a pesar de los prodigios de heroísmo con que él fue defendido hasta el último instante por parte de la topa guaraní. Por consiguiente, aprovechando la buena mano que le proporcionaba la ocasión y una vez justipreciando sentirse ya los señores del fuerte de Curuzú, el general Porto El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Alegre trató de avanzar lo más rápido posible sobre Curupaytí, esperando apenas por la llegada de algunas tropas de refuerzo que deberían venir del campamento general. No en tanto, mientras aún eran perceptibles las señales de jolgorio y los festejos entre las tropas que conmemoraban la victoria alcanzada con tanto sacrificio, sucede que en paralelo, entre los líderes aliados sobrevienen divergencias tales, que casi llegan a comprometer la suerte de la Tríplice Alianza y el propio éxito de la campaña hasta aquí llevada con tanta abnegación y coraje. Resulta que el general Mitre, el hasta entonces comandante en jefe argentino que aún continuaba parado en Tuyutí, toma por decisión personal recibir a un emisario del dictador paraguayo Solano López, que había requerido una conferencia con los generales aliados. En desaprobación a la realización de tal parlamento, el general Polidoro, entonces comandante de las fuerzas brasileñas, se recusa terminantemente a entrar en negociaciones con el dictador, e insiste impetuosamente por la avanzada inmediata sobre los fuertes de Curupaytí y Rojas. Entre tanto, el general Flores (comandante uruguayo) se une a la intención de Mitre, y resuelven por sí tratar con el jefe enemigo. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Conforme
rememora
el
historiador
George
Thompson, en el momento del encuentro, las escoltas hicieron un alto, y solamente los dos presidentes avanzaron, los que después de cumplimentarse, apearon y dejaron los caballos con sus ordenanzas, y comenzaron la conferencia, manteniéndose los ayudantes de ambos a una distancia apropiada de ser llamados para una eventualidad. Pasados algunos minutos, Mitre mandó convidar a Flores y Polidoro para que cumplimentasen a López y a asistir a la conferencia. El comandante brasileño respondió que, estando allí el general en jefe, su presencia era desnecesaria.
La entrevista de Iatayti-Corá el 12 de septiembre de 1866 - Álbum de la Guerra del Paraguay, nº 4, 15 de marzo de 1893.
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No en tanto Flores siguió, y fue presentado a López, quien lo acusó de haber sido el propio el causador de la guerra, al procurar por la intervención brasileña en Montevideo, a lo que Flores le respondió que así lo hizo, para preservar la independencia da Banda Oriental. La discusión no quedó zanjada, pues Mitre se apoyaba en el tratado de la Tríplice Alianza mientras que López no aceptaba los términos que estaban previstos en las cláusulas del referido acuerdo. En cuanto esto ocurría, las naciones vecinas –Perú, Bolivia y Chile– protestaban para que la paz se consumase de una vez en el territorio guaraní, principalmente en recurrencia de la matanza que ocurría en aquel país. Por otro lado, en la gobernación Argentina fue considerada una salida posible, ya que la guerra era impopular. Con tales ocurrencias en contrario a lo que había sido pactado, el emperador pasó a desconfiar de la diplomacia del líder argentino quien podría estar negociando la paz en desacuerdo al tratado de la Tríplice Alianza. Como ya fue dicho, lo antes relatado ocurrió luego después de la victoria de Curuzú, y el ayuntamiento se llevó a cabo en la célebre conferencia de Yataity-Corá, y mismo que en ella no se haya firmado la paz, el entretiempo de demora proporcionó al dictador paraguayo
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un período más que suficiente para fortificar la posición que ocupaba en Curupaytí. Además, vale destacar que por esa época una lluvia torrencial tomaba cuenta de la región, lo que terminó postergando el ataque que fuera marcado para el día 17, y el cual terminó ocurriendo solamente el día 22, cuando los aliados, comandados por Mitre, fueron entonces repelidos. En efecto, al celebrarse la conferencia en la cual no tomó parte el general brasileño, el desarrollo de los hechos permitió que el dictador tuviese un relámpago de esperanza al vislumbrar una fractura en la unidad aliada, y por ello pretendió entrar en acuerdo sólo con los dos generales, pero al darse cuenta de la estratagema del dictador, Flores protestó y Mitre terminó imponiendo a López que este renunciase al poder y se retirase lo cuanto antes del Paraguay, como una condición absoluta para que se firmara paz, y en acuerdo con los términos firmados en el pliego de la Tríplice Alianza. Finalmente, al quedar burlada la tentativa del tirano, los jefes aliados deliberaron que tenían que atacar sin más demora el fuerte de Curupaytí, resultando de tal consideración que Mitre iría ser quien comandaría el ataque personalmente, lo que, como ya fue dicho, ocurrió en verdad el 22 de setiembre de 1866.
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Sin embargo, esta fortaleza era considerada por los aliados como inexpugnable, no sólo por causa de los grandes recursos de combate de que disponía, como también por las líneas de trinchera que era necesario destruir para lograr llegar hasta ella. Por consiguiente, el día del ataque, al cabo de largas horas de fuego, el general Mitre mandó tocar la retirada, teniendo como corolario a esta altura de la batalla, una suma de elevadas pérdidas en las huestes aliadas que llegaron a la cifra de 4.000 hombres, entre muertos y heridos. Por otro lado, y ante la retirada de los invasores, los paraguayos
ya se
consideraban victoriosos.
Soldados paraguayos en Curupaytí tirando desde una trinchera contra las tropas aliadas.
Posteriormente, por causa de los pifies resultados del ataque, un gran desánimo pasó a tomar cuenta de la tropa que componía los ejércitos aliados, y otra vez vuelven a El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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agravarse las divergencias y los descontentamientos entre los jefes. Fue entonces que el general Flores decide abandonar su puesto y se retira para el Uruguay, mientras que el Almirante Tamandaré también se exonera del comando de la escuadra brasileña por causa de sus divergencias junto a Mitre. En ese momento la situación se torna sumamente embarazosa para el comando de la alianza. El
propio
general
Porto
Alegre,
en
una
correspondencia escrita tres días después del malogrado ataque de Curupaytí, y enviada a un amigo, -el coronel Tristão de Araújo Nóbrega-, realiza una detallada descripción de la situación, así como de las alteraciones que él indicó y de los acontecimientos que se siguieron: “Luego después de la tomada de esta posición, pedí un auxilio de cuatro mil hombres de infantería, para poder proseguir de acuerdo con la escuadra en la ejecución del plano que en junta de guerra habíamos combinado, tomando Curupaytí y atacando Humaitá, que estaba mal guarnecida de tropas”... “...No siendo desgraciadamente satisfecho aquel mi pedido, sólo el 12 de este mes es que el general Mitre aquí llegó con su ejército argentino trayendo junto una fuerza de ocho a nueve mil hombres, y al El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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día siguiente una brigada de 2.000 hombres de infantería, que el Sr. General Polidoro me mandara. Como los argentinos no vinieron prontos para realizar luego el ataque, tanta demora, como yo previera, dio lugar a que el enemigo diese un gran desenvolvimiento a su atrincheramiento de Curupaytí, acumulando allí más de 50 bocas de fuego, siendo una gran parte de grueso calibre, 68 e 32, y concentrando en aquel punto la mayor parte de la fuerza de su ejército”... “...la presencia de medios de resistencia tan poderosos, como eran aquellos a que me refiero, entendí que ya no podía tener lugar el premeditado ataque debiendo
conforme
lo
sufrir
una
habíamos
combinado,
modificación
en
sus
disposiciones, esto es, que en vez de ser simultáneo, el ataque de Curupaytí y el de las líneas de atrincheramiento enemigo sobre el Tuyutí, donde está el 1º cuerpo del ejército, convenía que el ataque de aquel punto precediese al de las mencionadas líneas, para que el general Polidoro pudiese venir con su ejército, que dista de aquí a menos de dos leguas, y atacar pela retaguarda las fortificaciones de Curupaytí, al paso que nosotros le haríamos el ataque por la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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frente, y entonces ellos serían forzados a abandonar la posición, teniendo dos expedientes a tomar: concentrar sus fuerzas en Humaitá, lo que no me parece probable que hiciesen, porque tendrían allí la suerte de las que comandaba Estigarribia
en
Uruguaiana,
o
retirarse
procurando pasar el Tebicuarí, operación ésta que,
con
los
disponemos por
poderosos
recursos
de
que
agua, podríamos malograr,
embarcando aquí y haciendo desembarcar más arriba de aquel río una fuerza tal que los imposibilitase de intentar cualquier resistencia en Asunción o de llegar primero que nosotros a Villa Rica”. Claro está que la mudanza sugerida por general Porto Alegre no fue acepta por los otros generales en jefe, y el plano inicial para ejecutar el ataque fue mantenido. Pero en la misma correspondencia, puede observarse otra expectación que el general escribió: “…Prosiguiendo el ataque hacia la segunda línea de la fortificación, que consistía en sobrepasar un foso, conteniendo un gran terraplén erizado de artillería, teniendo a su frente un bañado muy atollado y sobre el cual se habían establecido abatíes (árboles derrumbadas), imposible fue El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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realizar el asalto, ya que a las mejores tropas del mundo le sería también imposible llevar a efecto”…
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El Manuscrito de Cándido López Campamento del 29º Cuerpo del Ejército Brasilero en Guiuzú, 20 de septiembre de 1866. “El Vizconde Porto Alegre, jefe del 29º Cuerpo del Ejército Brasileño, tuvo la gloria de conquistar esta posesión el día 3 de septiembre de 1866, donde derramaron copiosa sangre sus valientes batallones
de
Voluntarios
de
la
Patria.
Inmediatamente se ocupó de hacer abrir un foso a trescientos metros (al norte) apoyando su costado izquierdo en el bosque de la barranca del río, y su flanco derecho en la laguna; colocó en posición su artillería y parte de la que había sido tomada al enemigo y quedó de este modo resguardado de algún ataque que pudieran traerle los paraguayos por el lado de Curupaytí. “Dentro de ese recinto acampó su ejército y en un grupo
de
ranchos
que
abandonaron
los
paraguayos en su fuga rodeado de altos curupayes, estableció su Estado Mayor. Aún se conservaba en uno de estos altos árboles una tosca y frágil escalera donde el enemigo colocaba un vigía para que
observase
la
escuadra
cuando
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
esta
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evolucionaba del otro lado de la isla. Al pie de la muralla que da frente al río, estaban sepultados los oficiales que sucumbieron gloriosamente en la lucha. Unas humildes cruces señalaban este enterratorio que era mirado con veneración y respeto por sus camaradas cuidando de no profanarlas con sus patas. Un grupo de soldados vestidos de zuavos llamaban la atención con sus vistosos uniformes, únicos en el ejército. “Claro que el río no podía presentar, a la vez, un aspecto más animado y pintoresco; gran cantidad de buques se movían en distintas direcciones, allí estaba fondeada la numerosa Escuadra brasileña, también los pocos buques argentinos y sus transportes fletados. “A tal imagen debe agregarse la gran cantidad de embarcaciones
de
comercio,
de
variadas
dimensiones y formas. Del otro lado de la isla de Curuzú se vela una línea interminable de mástiles con banderas de distintas naciones, siendo las más italianas. “El patriota almirante don José Muratore que me honraba con su amistad y cariño, fue el que me proporcionó los útiles para hacer estos bocetos, y este fue el último que trazó mi mano derecha dos El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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días antes de ser destrozada por la metralla enemiga, y dio la casualidad que a este paraje llegué cuando me retiré herido del combate, donde me encontré con el Dr. Lucilo del Castillo quien con toda solicitud puso hilas y vendas a mi herida. “En el asalto de Curuzú, las fuerzas brasileñas tuvieron 11 oficiales muertos y 40 heridos. Eran dos compañías de negros Bazanos que servían a bordo. Dicen que era la guardia del almirante de la escuadra. Muy raras veces estos se veían en tierra. Un capitán de estas compañías de nombre Marcelino Díaz, tomó participación en el ataque de Curuzú como agregado al batallón 8º de Voluntarios de la Patria de Río de Janeiro y este tuvo la gloria de arrear la bandera paraguaya que allí flameaba”.
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Revista Súper interesante, año 13, nº 9, septiembre de 1999. pg. 32-41. Brasil
“Los trabajos de Cándido López (1840-1902), fueron comprados por el Estado argentino y se encuentran actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes y en el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Museo Histórico Nacional, ambos en Buenos Aires. Ciertamente la documentación pictórica de Cándido López es la mayor encontrada sobre la contienda. Favoreció su a representación verosímil de los cuadros de López su conocimiento y actuación como fotógrafo, y debido a la participación directa del artista en la campaña”.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El Reflejo de una Situación Alarmante En cuanto los aliados sufrían consecutivos reveses tanto en el campo de batalla como en el artejo de las estrategias, Solano López buscaba incendiar de alguna manera los ánimos de sus tropas y aprovechaba el tiempo que le concedían los aliados para aumentar lo máximo posible sus obras de defensa. Además, es conveniente apuntar que al cruento escenario de la guerra también se le acumulaban otros pormenores inherentes a esta, ya que en las dos repúblicas platinas (Uruguay y Argentina), las condiciones de la política interna de esos países eran muy precarias y sus sucesos dificultaban la acción ilimitada de los respectivos gobiernos. Envueltos en disputas política, los líderes aliados cayeron rendidos en torno de Curupaytí y, luego enseguida, Mitre se retira del teatro de operaciones para buscar ahogar una insurrección interna que amenazaba la estabilidad en Argentina. Flores también vuelve a su país por causa de una presión internacional promovida por los Estados Unidos, pues ese país tenía simpatías con Paraguay. Por derivado, el soberano brasileño anteveía que, probablemente de ese momento en adelante y frente tales El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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circunstancias gobernativas que acontecían en los países vecinos, Brasil tendría que sustentar solo todo el peso de la campaña ante Paraguay. Por lo tanto, negándose a aceptar tremendo compromiso, el gobierno imperial, alarmado por el incorrecto curso que tomaban los eventos, tomó nuevas y enérgicas medidas. Entre ellas, ordena que el Mariscal Luis Alves de Lima y Silva, también conocido como el Marqués de Caxias, asuma lo cuanto antes el comando general de tropa, (ver anexos, orden del día Nº 1, del 18 de noviembre de 1866). Al le ser concedida la comandancia general de las fuerzas brasileñas al Marqués de Caxias, este se vio obligado a partir luego para el teatro de guerra, llegando al cuartel de Tuyutí en mediados de noviembre de 1866. En otras de las medidas tomadas por el emperador, se destaca que para substituir al Marqués de Tamandaré en el comando de la escuadra, se nombre en aquel momento al Vice-almirante Joaquim José Inácio, el Vizconde de Inhaúma. Vale la pena destacar que a la par de estos hechos, las condiciones de los ejércitos aliados se estaban volviendo penosas, ya que más allá de las inmensas dificultades que las tropas tenían que vencer durante el desarrollo de una ofensiva, cuyo éxito se tornaba cada vez más gravoso por causa de la morosidad de las operaciones, se le sumaba la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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peste que labraba los campamentos con una intensidad asustadora, y otras consecuencias de orden moral. En todo caso, vale destacar que mismo soportando las dificultades para lograr subyugar al enemigo, de las inclemencias del tiempo y de la exigua calidad de salubridad que poseían en los campamentos al final de más de seis meses en los cuales las tropas permanecieron estacionadas en Tuyutí, el Marqués de Caxias, a quien Mitre le pasara de vez el comando general, emite sucesivas “Órdenes del Día” para organizar la fuerza sobre su comando y se reestructura y prepara para avanzar (ver en los anexos parte de las referidas órdenes).
Imágenes del campamento Aliado en Tuyutí
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Durante el transcurso de ese periodo de inactividad belicosa, más exactamente en principios de julio de 1867, el general Osorio, un gran amigo de Caxias, es nuevamente incorporado a los ejércitos aliados y, con su división compuesta de siete mil hombres, permitió que el efectivo total disponible subiese para cuarenta mil soldados. Por consiguiente, una vez vencidos los enormes obstáculos existentes hasta ese momento, el ejército finalmente se puso en marcha hacia el fuerte de Humaitá, no antes de fortificarse en Tuiucué, un local bien en frente a la temerosa plaza de guerra. En ese ínterin, el general Mitre vuelve de Buenos Aires y reasume el comando de las fuerzas aliadas, y consta que se sorprendió por encontrándolas en mejores condiciones que antes de su partida. No en tanto, durante todo el tiempo en que la capacidad de Caxias era requerida para lograr poner a las huestes aliadas en condiciones mínimas de hacer una avanzada segura sobre el fuerte de Humaitá, en la provincia de Mato Grosso, los paraguayos sufrían grandes reveses y eran expulsos de cuasi todos los puntos que ellos ocupaban en aquella provincia.
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Mariscal Luís Alves de Lima e Silva Marques y Duque de Caxias.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Efemérides de la 2ª Batalla de Tuyutí En la madrugada del día 3 de noviembre de 1867, el Vizconde de Porto Alegre ya se encontraba preparando el uniforme para el acostumbrado paseo a caballo que realizaba por el camino que une Tuyutí a Tuiu-Cué. Era el día de la llegada del convoy de mantenimientos, aunque de esta vez vendría desfalcado de dos fuertes batallones. Empero, cuando ya estaba pronto para salir con su estado mayor, el general escuchó tiros. Rápido, no hizo más que volver la batería del 2º Cuerpo, y se colocó frente a los soldados del batallón de Voluntarios da Patria, expidiendo de allí las órdenes pertinentes. El acantonamiento se mantuvo en silencio mientras estaban siendo invadidos y asediados por los mejores hombres de las tropas paraguayas que, en el momento, divididos en tres columnas, 8.000 paraguayos buscaban llegar al reducto central. La sangrienta lucha que allí se desarrolló fue contada con detalles por el coronel Cunha Júnior, que también fue sorprendido por el ataque: “¡En el momento de la reyerta, la relación era de 1 para 20! Por entre el humo que se desprende de las armas, los paraguayos reconocen al general El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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brasileño, lo que no era difícil, porque él no abandona su uniforme; pero le apuntan las espingardas, y, por dos veces, le matan los caballos. Así, por dos veces se halló el bravo Porto Alegre a pie, pero siempre combatiendo –La infantería no era un arma conocida para él, pero mismo así dejaba que su homérica figura fuese vista por los bravos soldados brasileños”. – ¡Cayó el general! – dijeron ellos, más sorprendidos que eufóricos. “El grito de furor que soltaron nuestros bravos soldados todavía debe impresionar aquellas regiones tan célebres en la siempre memorable Guerra del Paraguay. Y como si fuesen impelidos por un resorte, todos nuestros oficiales y soldados se agruparon y cercaron el general, dispuestos a vender caro la vida en su defesa. El enemigo creyó que la victoria se inclinaba para su lado, y, viendo caer al general, supuso haberlo muerto”. “En un arranque desesperado, los paraguayos se esforzaron para romper las línea, o antes a nuestra muralla, para apoderarse de su cadáver. El grande poder de Dios, que se manifiesta en los lances más supremos, inflamando de valor y de patriotismo a nuestros bravos, les detuvo el ímpetu y mudó la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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perspectiva del cuadro. Rápido, el general cabalgó otro animal en substitución del aquel que el enemigo le matara. Se encendió el entusiasmo en nuestras filas. El enemigo, o admirado ante tanta audacia, o para recomponer sus hileras, se recogió. Porto Alegre mandó entonces cargar la bayoneta”. “Obedeciendo a la bravura, nuestros soldados se arrojaron como leones. Toda la línea enemiga cedió –como cede el arco cuando sobre su centro se actúa. En sus extremidades, con las sirtes (peligros) de un dilema, querían prender un puñado de héroes que le disputaron la victoria”. El fuego de la batalla cesó luego después del mediodía
y
los
batallones
brasileños,
lamentablemente reducidos a menos de la mitad, volvieron victoriosos a su campamento. El general Porto Alegre, a los 63 años, realizaba así su última batalla ya que al inicio del año siguiente volvió al Brasil. Él no fue herido en esa batalla, pero en aquel momento le fueron contados 47 agujeros de proyectiles de infantería en su uniforme, y dos de sus caballos estaban acribillados de balas. Aún más, en dicho relato, el coronel Cunha Júnior afirma que: “La jornada del 3 de noviembre de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
127
1867 fue una de las más importantes en las que se hiriera durante la siempre memorable campaña del Paraguay. Fue la única, tal vez, en que combatimos con notable inferioridad numérica. Estoy convencido que si el astuto plano de López tuviese vengado, no es lícito aventurarse a pensar de qué modo tendría mudado la fase de la guerra”. Puede decirse que el final de esta batalla dejó una marca de sangre que asusta a América Latina hasta los días de hoy. La victoria fue de los aliados y el número de muertes no es preciso, variando de fuente para fuente. Y a pesar de los pesares, todas las pesquisas muestran que la Batalla de Tuyutí fue el túmulo del ejército paraguayo. Sus bajas estimadas fueron de aproximadamente seis mil hombres, entre la artillería del frente y los generales. Capturados, heridos y mutilados llegaron a seis mil soldados. Algunas de sus unidades fueron aniquiladas por completo, como el 40° Batallón de Infantería. Ya entre los soldados de la Tríplice Alianza, las bajas estimadas (muertos + heridos) pasaban de la casa de los cuatro mil combatientes. Sólo en el ejército de Brasil se estima entre 719 e 736 muertos, además de 2.292 heridos. Entre los que murieron se encontraba el general Antonio de Sampaio. En el ejército Argentino, las bajas fueron de
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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126 muertos y 480 heridos. En las de Uruguay, 133 muertos y 299 heridos.
Según el relato del brasileño Dionísio Cerqueira: “…los Batallones avanzaban; la Artillería rugía rápida, a revolver; era un continuo tronar. Parecía una tempestad. Cornetas tocaban a la carga; lanzas se enrizaban, se cruzaban las bayonetas rasgando los cuerpos sanos de los héroes; espadas blandidas a dos manos, como los montantes en los pares de Carlos Magno, abrían cráneos, cortaban brazos, decepaban cabezas”.
Mismo delante de este panorama de destrucción, y hasta el final de la guerra, los aliados continuaban a poseer una fuerza de combate con cierta significancia, al contrario de López que, a partir de ese día, nunca más tuvo fuerzas para armar tropas de aquella magnitud y de dar inicio a nuevos combates, tamaño fue el número de muertes de los paraguayos. A partir de esta fecha, las tropas aliadas consiguieron asentarse en territorio paraguayo con más firmeza. No obstante, ya sin condiciones para revidar, ni por tierra ni El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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por vías marítimas, Solano López resistió entre la fortaleza de Curupaytí y la de Humaitá, local donde se encontraba atrincherado, y continuaba a presentar armas. Mismo con las bajas y el fin de una grande parte de su ejército, la esperanza de Solano todavía era, seguir desgastando al máximo las fuerzas enemigas.
Batalla de Tuyutí (1866); Detalle del óleo de Diógenes Hequet; "Historia del Ejército".
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El singular informe del Marqués de Caxias Como fue anticipado, la situación en aquel momento era compleja, imprecisa y enmarañada no solamente a los escasos resultados que los aliados conquistaban con sangre y sudor, sino más bien debido a los intereses que poseían cada uno de los integrantes de la alianza y, principalmente, los subyacentes anhelos imperiales sobre los territorios de la cuenca del Plata. Por lo tanto, creo conveniente transcribir una carta particular y en privado, que el Marqués de Caxias redactó directamente para el emperador
brasileño,
donde
se
nos
hace
posible
comprender que empeños y voluntades movía a cada parte de los aliados: “DESPACHO PRIVADO DEL MARQUES DE CAXIAS, MARISCAL DE EJÉRCITO EN LA GUERRA CONTRA EL
GOBIERNO
DEL
PARAGUAY,
A
S.M.
EMPERADOR DEL BRASIL DON PEDRO II” Cuartel General en Marcha en Tuyucué, 18 de Noviembre de 1867 Majestad:
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
EL
131
Después de besar respetuosamente la mano Imperial de V.M., paso a cumplir con su augusta orden de informar a V.M. por vía privada, de la situación e incidentes más culminantes de los ejércitos imperiales, y de manera precisa que V.M. me ha encargado. No obstante el esfuerzo destinado en formar la conciencia de las tropas, de que el lamentable acontecimiento de Tuyutí fue favorable para nuestras armas, por tener el pequeño resto de nuestras fuerzas en aquel campo restablecido la posesión de las posiciones perdidas en manos del enemigo, durante el combate, tales han sido sus efectos, como ya tuve la honra de informar a V.M., que es moralmente imposible sofocar la profunda conmoción que ese deplorable acontecimiento produjo y aún está produciendo en nuestras trepas. Los gloriosos e importantes acontecimientos que por su parte coronaron nuestras armas en Vanguardia y nos dieron la ocasión de realizar la ejecución de nuestro gran pensamiento, de nuestra gran operación militar y nuestro gran paso estratégico de sitiar completamente al enemigo por agua y tierra, como el más eficaz, el más poderoso y el único medio de vencerlo, haciéndole rendirse El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
132
por falta de víveres, por falta de municiones y por falta de todo recurso de que se provea con su comunicación con el resto del país, ha servido, no hay duda, de un admirable y prodigioso estímulo para nuestras fuerzas. Después de cortar la línea telegráfica en su curso desde Villa del Pilar, después de tener cortada la comunicación terrestre del enemigo, sobre la parte oriental del río Paraguay, y llegar hasta la margen izquierda de este río y establecido en un punto de la fuerte batería, de nuestros mejores cañones, como tengo oficial y particularmente informado de todo eso a V.M., era natural que hubiese un gran y universal regocijo en todo el Ejército, en que participamos, al más alto grado, sus jefes, porque creíamos, ciertamente, que no más de cuatro o seis, y cuando mucho, ocho o diez días, serían únicamente necesarios
para
que
López
se
rindiese
incondicionalmente con todo su ejército. El contraste de Tuyutí fue adormecido por esta inesperada y felicísima perspectiva; pero me es pesaroso tener que informar a V.M. que si grande fue la esperanza, el ánimo y la satisfacción de los ejércitos imperiales del que tengo la gran honra de ser su comandante en jefe y en grado aún mucho El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
133
mayor
fue
su
creciente
desilusión
y
su
desmoralizador desaliento, cuando se vio por hechos
prácticos
de
lamentables
efectos
y
consecuencias, que el enemigo no solo conserva su vigor, después de tantos días de cerrado sitio, sino que, burlando nuestras esperanzas y nuestros medios, abrió un camino grande y largo de comunicación por la parte del Chaco, que se encuentra protegido y fuera del alcance de nuestras armas. Un estratega europeo, un militar cualquiera que conozca el arte de la guerra, opinará, sin duda, que enviemos nuestras fuerzas al Chaco para que nos apoderemos de esa nueva vía de comunicación del enemigo; pero aquel que estuviese en el teatro de la guerra, aquel
que estudiase
y sintiese las
operaciones y los acontecimientos existentes en ella, estoy persuadido que dirá lo que digo: que esa operación es de todo punto de vista imposible, apoyado en los siguientes fundamentos. Todos los encuentros, todos los asaltos, todos los combates existentes desde Coimbra y Tuyutí, muestran
y
demuestran,
de
una
manera
incontestable, que los soldados paraguayos están caracterizados por una bravura, por un arrojo, por El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
134
una intrepidez y por una valentía que raya a la ferocidad, sin ejemplo en la historia del mundo. Cuando
esos
soldados
eran
reclutas,
esas
cualidades ya las tenían y se habían adiestrado de una manera sorprendente. Hoy esos soldados reúnen a esas cualidades la pericia militar adquirida en los combates; su disciplina proverbial de morir antes que rendirse y morir antes de caer prisioneros, porque tienen esa orden de su jefe, había aumentado por la moral adquirida, es necesario decirlo, porque es la verdad, en las victorias, lo que viene a formar un conjunto que constituye
esos
soldados
en
un
soldado
extraordinario, invencible, sobrehumano. López tiene también el don sobrenatural de magnetizar a los soldados, infundiéndoles un espíritu que no se puede explicar suficientemente con las palabras: el caso es que se vuelven extraordinarios,
lejos
de
temer
el
peligro,
enfrentando con un arrojo sorprendente, lejos de economizar su vida, parece que buscan con frenético
interés
y
ocasión
de
sacrificarla
heroicamente y venderla por otra vida o por muchas vidas de sus enemigos. Todo eso hace que, ante los soldados paraguayos, no sean garantía la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
135
ventaja numérica, la ventaja de elementos y las ventajas de posición: todo es fácil y accesible para ellos. A estas circunstancias que son de inestimable importancia, se une un fenómeno verdaderamente sorprendente. El número de los soldados de López es incalculable, todo cálculo a este respecto es falible, porque todos los cálculos han fallado. López tiene un gran número de fuerzas en su cuadrilátero de Paso Pucú; tiene fuerzas fuera de esas posiciones; tiene fuerzas en el interior de la República; tiene fuerzas en el Alto Paraguay; tiene fuerzas estacionadas en varios campamentos como Asunción, Cerro León y otros, y tiene fuerzas en el Chaco: y todas esas fuerzas son una misma en su valor, en su entusiasmo y su disciplina y moral; y todas esas fuerzas no son de soldados sin armas, ni de armas sin soldados, sino de fuerzas tanto al N. como al S.; aquí y en todas partes, ayer y hoy ya se han experimentado. Esas fuerzas tampoco son de hombres desnudos y hambrientos, sino de hombres, no obstante, mal vestidos, robustos, de soldados que sean de nueve palmos o de cinco, todos son uno. Vuestra Majestad, tiene a bien encargarme muy especialmente
del
empleo
del
oro,
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
para,
136
acompañado al sitio, solucionar la campaña del Paraguay, que viene haciéndose demasiado larga y cargada de sacrificios y aparentemente imposible por la acción de las armas, pero el oro, Majestad, es recurso ineficaz contra el fanatismo patrio de los paraguayos desde que están bajo el mirar fascinante y el espíritu magnetizador de López. Y es preciso convencerse, pues será crasa necedad mantener todavía lo contrario, que: los soldados, o simples ciudadanos, mujeres y niños, el Paraguay todo cuanto es él y López, son una misma cosa, una sola cosa, un solo ser moral e indisoluble; lo que viene a dar como resultado que la idea proclamada de que !a guerra es contra López y no contra el pueblo paraguayo, no solo es asaz quimérica, sino que, comprendiendo ese pueblo de que López es el medio real de su existencia, se comprenda también que es imposible que López pueda vivir sin el pueblo paraguayo, y a éste sea imposible vivir sin López, y es aquí Majestad, un escollo insuperable, un escollo que por sí mismo quiebra y repele el verbo de la guerra al Paraguay, en la causa y en los fines. Y es aquí lo que muestra la lógica de que es imposible de vencer a López, y que es imposible el triunfo de la guerra contra el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
137
Paraguay; porque resulta insostenible de que se hace contra López, y que en vez de ser una guerra que apunte hacia la meta de legítimas aspiraciones, sea una guerra determinada y terminante de destrucción, de aniquilamiento. Esto muestra, incuestionablemente, que si no tuviéramos doscientos mil hombres para continuar la guerra al Paraguay, habríamos en caso de triunfo, conseguido reducir a cenizas la población paraguaya entera; y esto no es exagerado, porque estoy en posesión de datos irrefutables que anticipadamente prueban que, si acabásemos de matar a los hombres, tendríamos que combatir con las mujeres, que remplazarán a éstos con igual valor, con el mismo ardor marcial y con el ímpetu y la constancia que inspiran el ejemplo de los parientes queridos y nutre la sed de venganza. ¿Y sería admisible un posible triunfo sobre un pueblo de esa naturaleza? ¿Podemos, acaso, contar con elementos
para
conseguirlo,
y
si
aún
lo
consiguiésemos, cómo lo habríamos conseguido? ¿Y, después qué habríamos conseguido? Cómo habríamos conseguido, fácil es saber, tomando por exacto o infalible antecedente del tiempo que tenemos empleado en esa guerra, los El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
138
inmensos
recursos
y
elementos
estérilmente
empleados en ella; los muchos millares de hombres también estérilmente sacrificados en ella; en una palabra, los incalculables e inmensos sacrificios de todo género que ella nos cuesta; y si todo eso no haya dado por resultado más que nuestra abatida situación, cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos precisaremos para terminar !a guerra, esto es, para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el feto del vientre de la mujer y matarlo no como un feto, aunque como un adalid. Y lo que tendríamos conseguido, también es difícil decir: sería sacrificar un número diez veces mayor de hombres de lo que son los paraguayos; sería sacrificar un número diez o veinte veces mayor de mujeres y niños de lo que son los niños y mujeres paraguayas; sería sacrificar un número cien mil veces mayor de toda clase de recursos de lo que son los recursos paraguayos; sería conquistar no un pueblo,
pero un vasto
cementerio en que
sepultaríamos en la nada toda la población y recursos paraguayos y cien veces más la población y recursos brasileños. ¿Y qué seríamos sobre un vasto cementerio? Seríamos los sepultureros que El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
139
tendrían que enterrar las cenizas de nuestras víctimas, que responder a Dios y al mundo de sus clamores; y más que esto, desaparecida la población paraguaya, desaparecida la nación paraguaya
y
desaparecida
en
proporción
equivalente la población brasileña, ¿quién sería, sino, única y exclusivamente el Brasil, el responsable delante de las naciones extranjeras de los inmensos daños causados con esta guerra y a sus súbditos? Y exhausto de recursos y de población el Brasil, cómo responder a estas deudas sino con sus vastos territorios: ¿Qué harían las naciones extranjeras, aún con el mejor derecho de lo que hicieron las naciones bárbaras sobre el Imperio Romano? Qué derecho y qué práctica internacional alegaría en su apoyo el Brasil cuando se encontrase sepultando sobre una fosa de una nación soberana y de sí mismo, haría mucho menos que el Imperio Romano, que delante de los bárbaros se encontró como un cuerpo helado y frío, el Brasil ante las poderosas naciones extranjeras se encontrará como una planicie con entrañas de oro y diamantes. No habría una sola nación europea, como no habría una sola nación americana, que no se aliste y forme El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
140
en las filas de esa revolución reparadora, y es para no dudar que nuestros aliados de hoy, el Estado Oriental y la República Argentina, que no se han sacrificado tanto como pretendíamos y habíamos deseado, reunirían sus restos, formando un cuerpo unido y compacto, poniéndose al frente de esa desesperada expedición sobre el Brasil, reclamando también, no solo los territorios de que se les ha despojado, sino hasta los mismos gastos y todos los daños y perjuicios causados por la guerra. Pero, como en el cuadro que dejo trazado y se destacan dos acontecimientos inesperados, y de los menos esperados y no premeditados efectos de la guerra; y que, por tanto, lejos de tomar parte, contradice extremada y abiertamente el risueño repertorio de felices resultados que esperábamos de ella, basados en la gran facilidad de triunfar sobre el Paraguay, que no encontraríamos resistencia alguna que nos detuviese en nuestra marcha triunfal un solo minuto y que como César sobre Farnaces en el Asia, diríamos a V. Majestad lo que él dijo al Senado Romano “Vini, vidi vici”, cúmpleme informar a V. Majestad, como me propuse, lo que es en sí nuestra situación y nuestros elementos actuales para la guerra, suponiendo que El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
141
ya tengo transmitido a V. Majestad de una parte muy importante que es el conocimiento del enemigo contra quien combatimos,
y ojala
hubiésemos tenido de él siquiera una remotísima idea, en lugar del cúmulo de falsas y erróneas apreciaciones que se han hecho de él. Tengo dicho a V. Majestad que la operación de pasar fuerzas al Chaco para apoderarnos de la nueva vía de comunicaciones del enemigo, y desde todo punto de vista, imposible, ya por lo que dejo expuesto a V. Majestad, relativo al enemigo y también porque, comprendiendo el enemigo la importancia vital de esa vía, pondrá todos los medios de que es capaz para conservarla a cualquier costo; pondrá todos los medios para colocarla a cubierto de cualquier riesgo, y para eso cuenta con todos los elementos que podrá necesitar y, cuenta, además, con el conocimiento del terreno de que nosotros carecemos absolutamente, pues siendo un terreno jamás transitado y, a su vez, apenas
sabido
pero
no
conocido,
nuestros
baqueanos se encuentran totalmente inhabilitados para suministrar la menor noción de él y aunque ese esencialísimo e indispensable conocimiento lo
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
142
tuviéremos, ¿cómo hacer el pasaje de nuestras fuerzas? No tenemos embarcaciones para eso y las embarcaciones tendrían que ser acorazados; el río es caudaloso y las márgenes occidentales son sólo bañados, terreno falso, carrizados y enraizados montes y el pasaje de nuestras fuerzas, ¿podríamos efectuarlas sorprendiendo o burlando la vigilancia del
enemigo,
impunemente?
Imposible:
el
enemigo, en su radio de actividad, reúne una vigilancia superior a toda idea, y estoy en la verdad que ninguno de nuestros movimientos, sean ellos ejecutados de día o de noche, escapan a su observación, lo que circunscriptamente haría sumamente peligrosa una expedición rodeada de tan serias desventajas; y aún en el caso de que pudiésemos efectuarla, ¿qué fuerzas dispondríamos para ello? No solamente correríamos un eminente peligro de que sucediese lo de Tuyucué, un contraste de mayores proporciones y de más fatales consecuencias que lo de Tuyutí, por la simple razón de que nuestras posiciones quedarían sumamente debilitadas por la falta de hombres; y entonces no solo se perdería Tuyucué, sino que también se perderían las fuerzas enviadas al Chaco, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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que quedarían aisladas, cortadas y a merced del enemigo, sujetas a toda clase de penurias y calamidades; en una palabra, se perdería todo; hay que además tener en cuenta una circunstancia de enorme peso, en nuestra consideración, que es la cualidad de nuestras tropas. Perdida la esperanza de que el enemigo se rindiese sin condiciones después de haber cerrado el sitio hasta la margen izquierda del río Paraguay y después de conocer la nueva vía de comunicación abierta y usada por el enemigo, no se oculta a la vista ni del más miope de nuestros soldados que: después de una campaña de tres años, plena de toda clase de privaciones y penurias, cribada de contrastes, en que todas las risueñas esperanzas se cambiaron por amargas y profundas decepciones; y cuando se confiaba estar al tan esperado final de ella, se abre una nueva campaña cuyo fin se pierde detrás de los horizontes de las borrascas que la amenazan. Esta idea que es hija de la realidad engendrada en los hechos, que es firme e ineludible, no cree V. Majestad, procediendo con buen raciocinio, ¿que sería más que suficiente para atemorizar, para alejar, para asustar y espantar también a los soldados ejemplares de Napoleón I, y El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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que les haría caer las armas de las manos si es que no se pronunciaran en abierta conspiración? Ciertamente que sí, porque no hay razón y menos derecho alguno para poner a tan dura prueba al hombre, y tanto más a un buen súbdito en una guerra, no de defensa, que puede ser con justicia indefinida, pero en una guerra de agresión, en una guerra de mera ofensa, cuyo final está sujeta al agresor y por cuya razón cae sobre él la responsabilidad
del
tiempo
y
de
los
acontecimientos. Y si esto aún debería de ocurrir con los soldados que tengan cubierto el mundo en sus armas y que guiados por un gran Capitán marchaban de victoria en victoria, juzgue V. Majestad lo que debe pasar con nuestras tropas. Nuestras tropas virtualmente opuestas a la milicia y a la carrera militar, encara a los sufrimientos, disciplina y peligros que le son inherentes; nuestras tropas, que el amor a los gozos de familia es superior y dominante a todo otro sufrimiento es que hoy se encuentran a millares de leguas de esos gozos y mucho más aún distantes todavía de la esperanza de volver a ellos; nuestras tropas que sin antecedentes, sin predisposición y sin hábitos militares, sí tendrán que arrojarse .de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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frente a una campaña de más sacrificios, de más sangrientas
y formidables batallas,
y todas
funestas, de cuántas en la América y en Europa presenta la historia contemporánea; nuestras tropas que abandonan por la acción de la fuerza sus queridos lares y se lanzan a remotos climas, y un clima que por sí solo es bastante para combatirlas y consumirlas, como ha sucedido; nuestras tropas que antes de ser soldados han sido diseminadas o destrozadas por las armas enemigas o la peste; nuestras tropas, que se componen de reservas de niños y ancianos; que han venido a impregnarse de la desmoralización de los que con la muerte han conducido su carrera y que debajo del constante azote del enemigo, no consiguen respirar más que el pestilente aire de la desesperación; nuestras tropas, mezcladas con tantos extranjeros, muchos sin patria, como los franceses, ingleses, austriacos, suizos, prusianos, italianos, norteamericanos, etc. y otros trayendo su patria como los argentinos y orientales, sin aspiración legítima alguna en favor de la causa del Imperio, y generalmente todos ellos, corrompidos y por demás antipáticos a los súbditos brasileños, y viceversa; nuestras tropas que no han tenido en su frente más que ruinas, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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montones de cadáveres y crudas derrotas en que inspirarse y que, al final se encuentran reducidas ya materialmente a una quinta parte de lo que fueron y moralmente a una quincuagésima parte. ¿Cree, V. Majestad, por ventura que con ellas puede continuarse la campaña del Paraguay, que podrá triunfar sobre el Paraguay, o cree, como creo yo, que no serán capaces de sostenerse en nuestras posiciones fortificadas en caso de que el enemigo nos haga un ataque? Pues, en la verdad, si nuestras mejores tropas y nuestras enteramente excelentes fortificaciones de Tuyutí, que no sirvieron sino de juguete a unas pocas fuerzas paraguayas, porque realmente
las
deshicieron,
apoderándoselas,
incendiároslas e hicieron de ellas cuanto quisieron, causándonos inmensos e irreparables males y pérdidas, ¿qué no habrá de esperar de un ejército vencedor sobre nuestras tropas y dentro de posiciones muy inferiores a las de Tuyutí? Algo más, Majestad: la alianza con el General Flores y el General Mitre, suponía el concurso de fuerzas argentinas y orientales, y en buena hora ellas servirían moralmente o tendrían por objetivo hacer segura y tranquila la consumación de los fines de V. Majestad sobre el Paraguay, y El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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materialmente aniquilar y destruir el elemento militar argentino y oriental, para cuando las armas imperiales
triunfantes
sobre
el
Paraguay
convergiesen sobre la República Argentina y la Oriental, éstas se encontrasen sin hombres, sin soldados, sin nada que pudiese oponerse a los deseos de V. Majestad, anexándolas al Imperio con toda facilidad; servirán como era consecuente de carne de cañón, de pasto para los combates; las fuerzas argentinas y orientales estaban siempre en la vanguardia, sufrían la peor parte y por último se acabaron volviéndose apenas un pequeño resto, y resto pernicioso. De los orientales ya no tienen metido en el ejército de V. Majestad un solo hombre; y de los argentinos, si bien han venido algunos, han venido con el espíritu de revuelta y anarquía, de un espíritu claramente manifiesto de oposición a la guerra, de hostilidad a la causa imperial y de simpatía a la del enemigo. Así es, pues, si para llegar a los fines de V. Majestad desearía de dejarse de cuantos argentinos y orientales viniesen al campo de la guerra para resguardar con su vida a los súbditos de V. Majestad, hoy se presenta una alternativa funesta de dos caras: si vienen, vienen a El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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infiltrar su desmoralizado espíritu, su espíritu de oposición y si no vienen, las fuerzas brasileñas tendrán que sufrir inmediatamente los efectos de las armas, como ya ha ocurrido en muchos encuentros, desde Tuyutí y después de Tuyutí. Ya en las pocas fuerzas argentinas que existen, hubo en estos días un comienzo de motín que fue sofocado, pero creo que el fuego no se extinguió y precisamente no nació en esas fuerzas sino que vino de la República Argentina y allí tiene su foco; lo que me hace temer que de un momento a otro, reviente una sublevación que será de todos modos funesta, porque dará lugar a un combate entre las tropas argentinas y brasileñas; el éxito de nuestra parte se hace dudoso, porque, en buena hora, nuestras fuerzas serán superiores en número a las argentinas, éstas, con el arrojo que caracterizan a las conspiraciones, con las ventajas de poder tomar las mejores posiciones de apoyo y con el amparo que en todo caso podrá encontrar el enemigo, esto es, si no .fuese su eficaz protección, nuestras fuerzas se encontrarían envueltas en una difícil y sumamente crítica situación. Mis serios temores en ese sentido me han hecho concebir la idea de colocar en la vanguardia a este El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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resto de fuerzas argentinas para que, si el enemigo nos ataca, perezcan ellas como por acaso entre dos fuegos, como hemos hecho en muchas ocasiones anteriores; y en caso de conspiración, queden nuestras fuerzas aseguradas en sus posiciones y asegurada también su retaguardia; no obstante, por otra parte, estas fuerzas rebeldes que están contagiadas
ya de la idea práctica de la
conspiración que pulula en todas partes de la República Argentina contra la causa imperial sobre el Paraguay, porque el misterio retiró sus vendas y las consecuencias ya comienzan a sentirse y temerse, ¿qué harán en la vanguardia? Nada más natural que conjeturar, sino que se pondrán de acuerdo con el enemigo, franqueándole sus posiciones en caso de un ataque a nosotros, incorporándose y operando conjuntamente sobre el ejército brasileño; o se pasen simplemente al enemigo debajo del expreso pacto que garantice sus vidas y sus actos pasados. Ya ve V. Majestad que la alianza con el General Mitre y el General Flores hoy ya no existe en cuanto a las condiciones en las propuestas; y que si de alguna forma algo se cumplió por la desaparición de más de veinte mil argentinos y más El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
150
de ocho mil orientales, hoy que estos ya no vienen al campo de guerra y van aumentando los peligros que nos cercan, parece de extrema conveniencia que
los
ejércitos
de
V.
Majestad
queden
estrictamente reducidos a sus súbditos brasileños; pero si esto se hizo así, no tendremos, por lo que dejo expuesto a V. Majestad, ni como sostener la campaña, ni la guerra contra el Paraguay y corremos el peligro de que a un golpe del enemigo desaparezcan de sobre la tierra los ejércitos de V. Majestad, y entonces, ¿qué será del Imperio? V. Majestad debe pensarlo muy bien. No se oculta, a primera vista, que mis precedentes observaciones resultan como corolarios en relación directa de la frustración de la operación ejecutada con el fin de sitiar completamente al enemigo y hacerle
por
medio
incondicionalmente.
del
hambre,
rendirse
hay
otras
Pero
consideraciones no menos serias que parten de esa misma operación y que me permito exponerlas a las ilustradas vistas de V. Majestad. En justa apreciación del poder extraordinario, moral y materialmente hablando, del enemigo, probado en los muchos contrastes que activa y pasivamente han sufrido nuestros ejércitos, es que El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
151
lo hemos reducido a la posible formación compacta y abandonando la idea de seguir adelante, por la propia seguridad, empleamos todos los medios de estricta defensa en que se han agotado todos los medios y la inteligencia de los numerosos ingenieros enviados por Vuestra Majestad. Vuestra Majestad tuvo la bondad de hacerme conocer cuan triste y aflictiva era nuestra situación de manera general. Que la alianza había dejado de existir de hecho, mientras era manifiesta, sostenida y vigorosa la oposición del pueblo de las Repúblicas Argentina y Oriental a ella; y que, para calmarla o disfrazarla, ha sido necesario usar del único medio, de prometerle la cesación de la guerra y una próxima paz honrosa; pero que, siendo esa contradicción a los vastos fines del Imperio, Vuestra Majestad apenas utilizaba esa embriaguez embargadora de esos pueblos para activar la guerra, ya que acreditaba que el enemigo al fin tendría que rendirse y con su rendición todo se habría
alcanzado.
Que
los
cofres
estaban
exhaustos; que la deuda era inmensa y ya comprometía la tranquilidad del Imperio; que las Cámaras
habían
resistido
abiertamente
a
aumentarlas, y que el gobierno pueda contraer El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
152
nuevos empréstitos; y negándose también a admitir más emisiones de título de crédito nacional; que por ese lado se hacía casi imposible la continuación de la guerra por más tiempo. Que sintiendo los contrastes de la guerra y sus desastrosos
efectos,
que
habían
mudado
diametralmente su apariencia de fácil y breve a la de penosa e imposible, los gobiernos extranjeros que habían consentido en inducir públicamente a sus ciudadanos en sus mismas plazas, calles y puertos, hoy ellos negaban y también protestaban contra esos actos; y que los mismos extranjeros, que por ambición de oro, fácilmente abdicaban de su nacionalidad y de sus derechos y engañados venían de todas partes a ingresar en los ejércitos imperiales, hoy ya no había medios posibles para seducirlos, y que por tanto nuestros ejércitos se encontrarían en el futuro privado de ese valioso contingente. Que en cuanto a nuestros súbditos, desde las Cámaras generales de los gobiernos de Provincias y hasta la última choza en los montes, sostenían, una vigorosa oposición a la guerra, todo envío de contingentes a ella. Que V. Majestad, sobreponiéndose
también
al
derecho
constitucional, había allanado todas las garantías El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
153
que éste proporcionaba al pueblo brasileño, y había ordenado la aprehensión capciosa y coercitiva de hombres, reclutando por este medio, a padres de familia, a ancianos y a toda clase de trabajadores y artistas y hasta niños, para encarcelarlos y mandarlos a nuestros ejércitos; pero que en Pernambuco, en Bahía y en casi todas las provincias del Imperio ocurrieron sublevaciones armadas, destrucción de cárceles y manifiestas conspiraciones contra esos medios violentos y anticonstitucionales, con marcada tendencia de una abierta oposición a la guerra, y que amenazando muy seriamente la unidad del Imperio, había Vuestra Majestad, para aquietar el espíritu público, hacer lo que hizo con la República Argentina y Oriental: prometido la paz próxima y algo más, que ya no marcharía un solo brasileño a la guerra. Que, por estas razones y otras no menos capitales que dejo de mencionar, con lo relativo a algunas repúblicas sudamericanas, los últimos sucesos de México con el Emperador Maximiliano y los Estados Unidos del Norte, V. Majestad había tenido por bien comunicarme su indeclinable resolución, en consideración a mi responsabilidad, de salir de nuestro plan de defensa; pero que sin El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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abandonarlo, active mis operaciones hasta llegar al rio Paraguay y cerrar allí el sitio al enemigo por agua y por tierra para alcanzar el deseado objetivo de hacerlo rendirse sin condiciones. Esa operación se efectuó en lo que a nosotros nos toca y mi responsabilidad, séame permitido decir respetuosamente a V. Majestad, está a salvo. Pero esta operación, además de lo ya dispuesto, nos tiene colocado fatalmente en una nueva y peligrosísima situación. Nuestros ejércitos han disminuido y disminuyen considerablemente por los contrastes bélicos, por las pestes, entre las cuales se destaca el cólera. Que en todos los cuerpos de nuestros ejércitos y Armada, y en nuestros hospitales hasta lo que tenemos en Corrientes, hace diaria y espantosa mortandad. Nuestros recursos de boca también se han tornado tan difíciles y escasos que mantienen a nuestros ejércitos en una mala e insuficiente alimentación. Las deserciones son continuas, considerables y no habrá cómo contenerlas. Y en este estado que hemos salido de nuestro plan de defensa y extendido hasta llegar a lo imposible nuestra línea; habiendo la misma escasez de hombres y la naturaleza del terreno, nos vimos en El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
155
la necesidad de fraccionar nuestro poder militar en siete contingentes: la 1ª - que es la División acorazada que quedó en Humaitá y Curupaytí; la 2ª - División no acorazada, que está acantonada desde abajo de Curupaytí hasta Itapirú; la 3ª - los esclavos, restos de la División del Ejército que se salvó el 3 de noviembre próximo pasado en Tuyutí; la 4ª - División que está sobre mis inmediatas órdenes en este lugar de Tuyucué; la 5ª - División que se ocupa del transporte de ganados, víveres y municiones de Tuyutí a este punto; la 6ª División de Vanguardia situada entre este punto y el de Tayí, y que también se ocupa de transportes de municiones de boca y de guerra a Tayí y la 7ª División de Tayí. Estas fracciones se encuentran aisladas y apenas protegidas entre sí, y muchas de ellas hasta en difícil y costosa comunicación. Circunstancia que presenta al enemigo y facilidad de hacer con cualquiera de ellas o lo que hizo con la mejor fortificada que era la de Tuyutí. Por mi parte, debo francamente manifestar a V. Majestad que mis temores crecen de momento a momento, como de momento a momento decae nuestra situación y se alienta al del enemigo, de que éste, repentinamente El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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dé un asalto a las posiciones que ocupo con la 4ª División de nuestros ejércitos; y si tal sucede, no es posible responder del resultado, pues ya tengo visto y experimentado que los soldados de López no sólo son invencibles, sino que son irresistibles. Si fuesen destruidas, que el cielo no permita, nuestras posiciones de Tuyucué, habríamos perdido el punto céntrico o centro de gravedad, el corazón de toda nuestra línea: sería perdida infaliblemente la 6ª División que quedaría cortada y sin apoyo alguno; quedaría perdida y perdida por rendición, la 7ª División de Tayí y las demás Divisiones, excepto la acorazada que se encuentra imposibilitada de subir o descender, entre Humaitá y Curupaytí sería obligada a abandonar sus posiciones; y los demás de este aciago porvenir, V. Majestad puede medir. Los peligros que cercan la situación del Ejército y Armada de Vuestra Majestad en el Paraguay, no es posible narrarlos detalladamente sin caer, quien lo haga, en la sospecha de que se encuentra dominado de un gran miedo, que está atemorizado y acobardado, pero confío que V. Majestad, haciendo justicia a mis antecedentes y mis sentimientos, no encontrará en esta exposición sino rasgos de lealtad
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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y probidad, de amor a la suerte del Imperio de Vuestra Majestad. Debo aún agregar sobre este punto dos palabras más, por lo que me atrevo a llamar no menos seriamente la atención de V. Majestad. Hace algún tiempo que estoy haciendo notar ciertos incidentes desagradables y sensibles en nuestros ejércitos, que inspiraban recelos de que el enemigo tuviese en ellos alguna parte. Ese género de incidentes han sido advertidos más frecuentes y más graves desde que pisamos Tuyucué. Más frecuentes y más graves aún desde que nuestra 7ª División se encuentra en Tayí; y mucho más frecuente y más grave aún a medida que avanzamos. Es un hecho que, habiendo más líneas nuestras de fortificaciones, haya más cuerpos avanzados de grandes retenes y sus detalles, en vigilante observación del enemigo, que se han establecido uniformemente en todas las fricciones de nuestro ejército, cuadruplicados cordones de puestos, también de observaciones y vigilancia; pues Majestad, a través de todos estos medios, ni dejan de haber los que pasan al enemigo, ni dejan de existir desertores por todas las partes y lo que es El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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más, han ocurrido robos de ganado en cantidad considerable, han habido incendios en el interior de nuestros campamentos que revelan el punto casi infalible que, en el interior de nuestros cuerpos, el enemigo tiene considerable número de cómplices que conspiran constante y secretamente contra nuestra causa y en su favor, lo que nos hace temer mucho prudentemente que de un momento a otro haya acontecimientos funestos y desgraciados, cuya extensión no puede calcularse, o que reviente una rebelión en favor del enemigo, que estará siempre activo en protegerla, y cuyos resultados, serán fatales y funestos. Vuestra Majestad, no dudo, habrá de ver que veo a través de esa situación: de que nuestros ejércitos, en cuanto a su organización, que es, en general, la combinación de elementos constitutivos de los mismos ejércitos, basada en los intereses militares, políticos y económicos del país; y que tuvieron por objeto especial: garantizar la seguridad interna y externa del país, desarmando a sus enemigos; sostener y defender las instituciones patrias; desagraviar el honor nacional y mantener los derechos del Estado en sus relaciones con las otras potencias, han dejado de existir. Como han dejado El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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de existir como el medio poderoso y único de sustentar la guerra contra el Paraguay y de llegar a los fines del Gobierno Imperial en ella. No solo es pesaroso decírselo, sino un cuerpo que contiene las flagrantes infracciones del derecho público interno del Imperio; un cuerpo, que lejos de salvar el honor y sustentar sus intereses y la deshonra y el poder en inminente peligro; y es un cuerpo que lejos de prometer la consecución de los fines de la guerra, compromete la vitalidad del Imperio y engrandece al enemigo, enalteciendo su fama que ya tiene subido a un grado eminentísimo y que, sin más accidentes que el hecho de su resistencia por tanto tiempo, es bastante para que ante el mundo, ante la historia, ante nosotros mismos y para sí mismo, aprecie una gran victoria ganada en cada hora, en cada minuto, en cada instante, es victoria, Majestad, sobre nosotros, sobre el Imperio, sobre la Alianza y sobre nuestros recursos. Extrañará tal vez a V. Majestad, que en mis apreciaciones y en mis datos, se hayan guiado independientemente de nuestra Armada; pero si lo tengo hecho es porque ella no influyó de manera
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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alguna para mejorar nuestra situación y antes, lo contrario, para empeorarla; pero pasaré a ella. La escuadra ha jugado y juega aún importante su papel de bloquear los ríos Paraná y Paraguay en sus desembocaduras y privar de toda comunicación al enemigo, también con las naciones neutrales; pero la Escuadra, no obstante en combinación inmediata con el Ejército, jamás adelantó una pulgada en las operaciones de la guerra. La división acorazada de la Escuadra pasó Curupaytí para operar conjuntamente con el Ejército sobre Humaitá; pero quedando en su pasaje de Curupaytí, inutilizada para afrontar las fortificaciones de Humaitá, tuvo que detenerse, escondiéndose de los fuegos de Curupaytí como de Humaitá. El primer efecto fue frustrar el plan de ataque sobre el enemigo; el segundo, se deterioraron nuestros mejores navíos acorazados; el tercero, que quedan sin acción y bloqueada, y el cuarto, dar lugar al enemigo que haga en todo punto inexpugnables las fortificaciones de Humaitá; pues lo mismo que éstas no hubiesen absolutamente existido, no hubiesen tenido un solo cañón, un solo torpedo, una sola corriente, en cuatro meses ya había con su actividad proverbial, más que sobrado y suficiente El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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tiempo para crear fortificaciones, para establecer todo género de obstáculos y hasta para cerrar de paredes de hierro el río. La División acorazada, pues, nuestra Escuadra, queda inutilizada, queda impotente no solo para ascender afrontando los peligros de Curupaytí, que si antes se afrontaron con gran daño para nosotros, hoy no podrá hacerse sino con inminente peligro de perderse ante ella nuestra División acorazada. Esto sería sin duda, el mejor de los resultados en perspectiva, pues aún temo, y temo seriamente, que López, que todo puede con sus soldados, haga abordarla y la tome como prisionera; y entonces todo y todo estará perdido, y hasta no vería distante el peligro de ser bombardeada la Capital del Imperio. Entonces todos nuestros planes sobre las Repúblicas Argentina y Oriental, y las demás repúblicas sobre el Amazonas, quedarán frustrados y frustrados para siempre. Ante este cuadro, diseñado con el pincel de la verdad y la tinta de una saludable razón, como dirigido por los purísimos sentimientos de amor a V. Majestad y al Imperio, ¿qué camino nos toca seguir, cuál paso nos cumple dar? Yo no veo otro. Majestad Imperial, que el de hacer la paz, y hacerla El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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cuanto antes, con López. Con la paz tendremos equilibrado en su manifestación moral nuestra causa, con la paz tendremos a salvo los “i” estos de nuestros ejércitos y nuestra Armada; con la paz tendremos a salvo el Imperio; con la paz tendremos conservada nuestra actitud “d”; un mejor tiempo para llevar adelante y con los otros medios a las pretensiones
imperiales
sobre
las
repúblicas
americanas, con la paz conservaremos nuestra ascendencia sobre las Repúblicas Argentina y Oriental, por razón de los compromisos que el General Mitre y el General Flores han contraído con el gobierno de V. Majestad y por razón también de la aumentada deuda de estos pueblos con el Imperio. Un punto de fácil solución que me resta aún mencionar a V. Majestad, y esto es lo que se refiere a nuestros aliados. Cuando al General Flores se le había retirado ex-abrupto del campo de la guerra y no concurrido con un solo hombre, claro es que no tiene derecho a gestión alguna sobre los actos de V. Majestad en la solución de la cuestión; debiendo considerarse por todos los acatamientos, como un miembro pasivo de las deliberaciones de V. Majestad. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Y en cuanto al General Mitre, después de su obstinado
empeño
en
hacer
prevalecer
su
personalidad de acuerdo con el tratado del 1º de Mayo, está convencido que sin pueblo y sin soldados debe no solamente someterse a cuanto V. Majestad haga por bien disponer, sino más aún, de ser las armas imperiales a las que debe concurrir buscando el único amparo que debe buscar. El General Mitre está resignado plenamente y sin reservas a mis órdenes; él hace todo cuanto le indico, como ha estado muy de acuerdo conmigo, en todo, hasta a que los cadáveres coléricos sean lanzados desde la escuadra, como de Itapirú a las aguas del Paraná, para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente las de Corrientes, Entre ríos, y Santa Fe, que le son opuestas; pero convencido de nuestra situación y aunque con la paz queden nulas sus aspiraciones de virreinato, comprende también que es razonable e imperioso abandonarlas, y que la paz es el único medio salvador de nuestra peligrosa situación. El General Mitre está también convencido que deben exterminarse los restos de fuerzas argentinas que aún le sobran, pues que de ellas no divisa sino peligros
para
su
persona.
Pero
él
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
espera,
164
finalmente, que por medio de la paz tendrá satisfecho el clamor del pueblo argentino y de sus tropas y que así habrá podido terminar pacífica y honrosamente su presidencia y que conservando la ascendencia de su partido, podrá continuar trabajando en favor de la idea que hoy quedará postergada y podrá con el tiempo, pudiendo hacer valer su influencia oficial para la elección del nuevo presidente, preparar el país y las cosas, con el poderoso auxilio de V. Majestad, a los mismos objetivos de la Alianza, que esta vez no se puede realizar. Si así no fuese y la guerra consumiere el tiempo bastante cono que le resta de su período presidencial, si es que no fuese depuesto por la revolución que sigue triunfante y tomando mayores proporciones
en
las
provincias
del
Norte,
seguramente, que su abatido partido caerá por tierra,
el
partido
nacional
se
encontrará
preponderante y en los trabajos electorales que ya habrían comenzado, saldría sin duda triunfante la candidatura de un Corifeo de ese partido, que el General Mitre teme mucho que sea el General Urquiza; y el General Urquiza, Majestad, en buena hora había procedido favoreciendo con eficacia los fines de V. Majestad en la guerra al Estado El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
165
Oriental apoyando la conducta del General Mitre en cuanto a la Alianza, y cooperando aunque disimuladamente pero poderosamente en la guerra actual contra el Paraguay y el General Mitre y ya creemos que el General Urquiza tendrá necesidad de buscar garantías de su posición en el mismo partido nacional; y si la República Argentina en general así como el Estado Oriental, les son antipáticas a la Alianza de la guerra al Paraguay, a ese partido nacional le es odiosa; en cuanto al General Urquiza que cuando ha necesitado del Brasil le sirve bien y cuando no, le huele mal, no ofrece vacilación al juicio que a él en la presidencia de la República Argentina, le importará la rescisión de la Alianza, la denuncia contra ella, que será nada menos que la Alianza con el Paraguay y la guerra contra el Brasil, que es para temer que no sea simplemente la de la triple alianza de las Repúblicas del Paraguay, Argentina y Uruguay sino de toda la América, inclusive la del Norte, pues todas estas repúblicas, más que las causas pendientes que han tenido con el Imperio, no les faltarán pretextos que alegar; y así como el Gobierno del Brasil en la guerra con el Estado Oriental rechazó la mediación del gobierno El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
166
paraguayo; rechazó el arbitraje de las naciones neutrales
y
rechazó
todos
los
medios
de
conciliación, porque la guerra le prometía un triunfo fácil y seguro, la alianza americana estará en el mismo derecho, autorizada, por esos notorios antecedentes, para lanzarse a la guerra sin previa declaración, sin manifestación de motivos y de una manera
intransigente
y
de
irrefrenable
arbitrariedad, apoyada por el buen argumento de la seguridad y la facilidad del triunfo; seguridad y facilidad infalibles, pues que el Imperio se encontraría entonces absolutamente incapacidad para enfrentar por un solo día esa guerra, que traerá por resultado la desaparición del Imperio cuyos territorios serán recuperados por las repúblicas limítrofes que fueron sus propietarias primitivas; otras fracciones serán conquistadas y otras serán, con su población, constituidas en varias naciones independientes
que
abrazarán
el
gobierno
democrático y que hoy mismo aspiran muchas provincias del Imperio y es natural en todas las asociaciones políticas del mundo. A la sombra de esa guerra, nada puede librarnos de que aquella inmensa esclavitud del Brasil del grito de su divina y humanamente legítima libertad; y tenga lugar una El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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guerra interna, como en Haití, de negros contra blancos, que siempre tiene amenazado al Brasil, y desaparezca de él la escasísima y diminuta parte blanca que hay. Todas esas consideraciones y otras que aún omito, por dejarla a la ilustrada interpretación de V. Majestad, me hacen insistir en la idea de la paz. A la paz con López, la paz, Imperial Majestad, es el único medio salvador lo que nos resta. López es invencible, López puede todo; y sin la paz, Majestad, todo estará perdido, y antes de presenciar ese cataclismo funesto, estando yo al frente de los ejércitos imperiales, suplico a V. Majestad la especialísima gracia de otorgarme mi dimisión del honroso puesto que V. Majestad me tiene confiado. Entiendo cumplidos mis altos deberes, de Mariscal y Comandante en Jefe de los Ejércitos de V. Majestad, de leal súbdito de V. Majestad, de las calificadas dignidades que me ligan a la casa imperial, y de mi lealtad de ciudadano, ruego a V. Majestad, quiera dignarse recibir en buena hora mi exposición privada. Hago sinceros votos por la augusta vida de V. Majestad, por la excelente salud de la familia El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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imperial, y el acierto del Gobierno Imperial de V. Majestad. Beso la Imperial Mano de V. Majestad. El Marqués de Caxias
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
169
Una evaluación del “Jus in bello” o derecho en la guerra Una vez que hemos logrado apreciar el contenido de los privativos secretos del estado imperial, para la comprensión en mejor grado de la profundidad descrita en sus parágrafos, hay que destacar asimismo, la necesidad de percibir, bajo la óptica de la ética y la moral, que el proceder militar de estas conductas, nada más es que un conjunto de prácticas y discursos que sirven para orientar a las fuerzas armadas y a todos sus integrantes -en todos los tiempos-, para que ellos actúen conforme dentro de los valores y normas determinadas, y para mostrar al conjunto de la ciudadanía cuáles son esos valores de referencia. No en tanto, también hay que sopesar que la conducta militar se apoya, para empezar, en una contradicción, la cual dice que: “La profesión militar es la única cuya función fundamental es inmoral. Y la ética militar es una paradoja que trata de establecer una relación entre los dos conceptos antitéticos de la moralidad y del asesinato”. En realidad, se sabe que la humanidad ha estado ocupada en organizar guerras a lo largo de los últimos 5.000 años, y durante todo este tiempo también ha intentado, a bien de la verdad con muy poco éxito, crear El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
170
regímenes capaces de impedir la guerra o de limitar los efectos destructivos que ella genera en su entorno. Pues es justamente ahí que la ética militar tradicional, y especialmente la teoría que trata de la guerra justa, se ocupa sobre las cuestiones relativas a las justificaciones dadas para el uso de la fuerza (jus ad bellum o “derecho a la guerra”), y de qué cosas pueden justificarse en el contexto del uso de esta fuerza (jus in bello o “derecho en la guerra”), y finalmente las preguntas relativas a la reconstrucción después de la guerra (jus post bellum). Por otro lado, una visión alternativa realiza una llamada de atención sobre el papel que los militares en la construcción progresiva de la paz, como un estado (aunque este sea incompleto) de justicia social de carácter multifacético
(económico,
legal,
política,
cultural,
religiosos, simbólico, etc.) que debe siempre condicionar la resolución de los conflictos por vías que no sean necesariamente las violentas. Que yo me recuerde, desde siempre, varias corrientes se han posicionado de forma diferente ante la justificación de la existencia o no de los ejércitos. Y al ser así, tenemos que los llamados “utilitaristas” consideran que es preciso justificar la existencia de los ejércitos en un mundo imperfecto dónde hace falta defenderse y asegurar la seguridad frente a los enemigos exteriores, de la misma El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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forma que ellos consideran que la policía es necesaria para protegerse de los crímenes dentro de un Estado. Pero desde un otro ángulo de expectación, los “pacifistas
radicales”
igualmente
niegan
cualquier
justificación a la existencia de los ejércitos. Para ellos, la guerra es siempre un mal moral, o al menos tan solo justificable en algunos casos, como por ejemplo para los pacifistas nucleares. No en tanto, otro tipo de pacifismo menos idealista, considera que, sobre todo, el dilema se establece no entre la guerra y la paz sino entre, de un lado, una concepción del mundo según la cual el sentido de la política es el conflicto en sí mismo y, por otro lado, la convicción de que ningún poder puede justificarse si su objetivo principal no es el respeto de la dignidad humana y el desarrollo de las condiciones que permitan maximizar el bienestar y el desarrollo de las potencialidades humanas. Así, frente a la opción realista consistente en comprender el mundo y actuar en consecuencia, como si el ser humano fuera violento por su propia naturaleza, lo cual nunca ha sido demostrado, la alternativa de esta “utopía realista” y nada más que para parafrasear las palabras de Kant, “es de actuar como si la paz existiera, participando así en su fundación”.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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En todo caso cabe preguntarse si la naturaleza, la realidad y la gravedad de la amenaza a la seguridad del estado o de las personas ¿justifican el hecho de ser el primero en usar la fuerza militar en un conflicto por iniciativa propia? Y en caso de que existan amenazas interiores, ¿hay riesgo de genocidio u otros tipos de masacre, de limpieza étnica o de violaciones graves del derecho
internacional
humanitario,
efectivos
o
inminentes? Es dudoso decirlo, pero entre los motivos llamados de “legítimos” los más argumentados son la autodefensa; la defensa de otros; la resistencia frente a una agresión, la protección de inocentes frente a regímenes agresivos y brutales; y el castigo de errores graves aún no sancionados o reparados. Claro que cualquier Estado puede recurrir a la guerra sólo si ya ha agotado todas las alternativas no violentas o pacíficas plausibles de resolución del conflicto en cuestión, especialmente con base a la negociación diplomática. Empero, la proporcionalidad de los medios utilizados, es no usar medios más allá de los necesarios para conseguir el objetivo, ya que la violencia en el conflicto debe ser proporcional al objetivo buscado. Cualquier estado que quiera iniciar una guerra, debe comparar El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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primero los bienes que serán obtenidos por todas las partes (su propio ejército, el ejército contrario y terceras partes) con la suma de los males que afectarán también a todos, especialmente a las víctimas. Al apreciar las consecuencias que genera una guerra, un Estado no debe iniciar una agresión si este considera que no tiene posibilidades de obtener el éxito. La probabilidad de éxito debe ser siempre mayor que los daños y perjuicios ocasionados. El objetivo en sí, sería impedir cualquier violencia gratuita y el fin último de que la intervención armada debe ser el restablecimiento de la paz. Dicho esto, cabe destacar que el derecho internacional no incluye este requisito, pues este es favorable al punto de vista de los estados más poderosos en detrimento de los menos poderosos. Empero, en la actualidad ya existen reglas morales internacionales para reglamentar la autoridad legítima y la declaración oficial pública. Tanto es así, que un documento de las Naciones Unidas habla de un mandato del Consejo de Seguridad. La autoridad legítima “apropiada”, según los defensores de la teoría de la guerra justa, debe especificarse en la constitución del país involucrado, y puede ser a menudo el propio poder ejecutivo, independientemente de su carácter democrático o no. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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No obstante, el consejero Davenport, un especialista en el tema, afirma que los militares, a lo largo de la historia, han creído que tenían más experiencia que los ciudadanos a los que prestaban servicio, y teniendo como corolario resultados nefastos. Para este experto de la ética militar, la decisión de iniciar una guerra no puede corresponder solamente a los gobiernos sino a los responsables de nombrar y destituir los gobiernos, es decir, por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos, el pueblo y sus representantes. Podría decirse que la función y la misión de los militares, según la visión tradicional, es la de hacer la guerra. Sin embargo, Richard T. DeGeorge afirma que esto es verdad tan sólo en parte, ya que la función más adecuada, para él, sería la de asegurar la paz, y por consiguiente, sólo participar en misiones defensivas. En este sentido, desde su óptica, toda guerra de agresión estaría moralmente injustificada. Esta visión fundamenta el concepto de disuasión. Asimismo, un ejército más poderoso o igual, disuade a otro más pequeño de emprender cualquier acto de agresión. Este punto puede ayudar a legitimar en sí misma la existencia de los ejércitos, si bien eso no impide que esta disuasión se acompañe de un intento de reducción de efectivos de los ejércitos así como de su influencia (iniciar El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
175
procesos de desarme proporcional en la medida de lo posible). Por consiguiente, el “derecho en la guerra” tiene por objetivo, en tiempo de guerra, de aliviar la condición de los militares heridos y de los prisioneros, de la población civil y de sus bienes. También lleva en sí la esperanza, contradictoria por naturaleza, de preservar lo que queda de moral universal en un estado de cosas que se sitúa fuera de las normas morales. Cabe destacar que el jus in bello ha sido creado hace más de 150 años y ha estado en una constante evolución. Las Convenciones de Ginebra de 1949 son su núcleo fundamental. Para que sea posible obtener una mejor comprensión de todo el escenario del periodo en cuestión abordado en esta obra, se hace necesario presentar algunos principios de conducta practicados durante la guerra: “Inmunidad de los no combatientes: la mayoría de los expertos están de acuerdo sobre el valor inviolable de este principio en el que se establece que está totalmente prohibido matar civiles, si no es como medio de autodefensa y sólo cuando es realmente necesario. Sin embargo las diferencias aparecen cuando se habla de no combatientes
muertos
como
daños
colaterales,
un
eufemismo utilizado para ocultar la falta de interés por las El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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pérdidas de civiles o incluso a veces los ataques premeditados sobre objetivos civiles”. Es oportuno destacar que el “derecho en la guerra” aparece, para algunos, relacionado a la consciencia y a las valoraciones individuales sobre la guerra o sobre una guerra en concreto. La implicación individual e incluso colectiva y lo que comportan, merecen un papel más importante en la organización de un acto bélico, del que les otorga la máquina de mando militar. Gal, un otro estudioso del asunto, considera que la complejidad y la ambigüedad que acompañan al carácter justo de ciertas guerras, a la legitimidad del uso de la fuerza y a las normas de este uso, hacen de la implicación crítica una modalidad preferible de comportamiento militar, en lugar de la obediencia irreflexiva. En la misma línea de pensamiento, el mismo Davenport afirma que los militares profesionales (que se diferencian, según este, de los asesinos a sueldo, por la primacía de su obediencia a unos valores morales) no pueden justificar la práctica de acciones destructivas contra enemigos civiles solamente porque estas acciones pueden beneficiar a sus propios intereses o incluso los de los ciudadanos de su país. No se puede descartar que el soldado está obligado, según el derecho militar, a “promover la seguridad y el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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bien de la humanidad” y ésta obligación pasa por delante de las obligaciones con el Estado particular que lo contrata o en un sentido más amplio, los ciudadanos de ese Estado, que
representan
un
fragmento
particular
de
esta
humanidad. Sin embargo, para DeGeorge, el acto de obedecer, implica en cumplir las órdenes recibidas por un superior, teniendo en cuenta al mismo tiempo el propio criterio moral. De esta forma no existe una obligación moral de cumplir una orden que comporte un acto inmoral, como matar inocentes. Al mismo tiempo, los superiores tienen la obligación de no dictar órdenes que sean ilegítimas a causa de su inmoralidad. Finalmente, piensa este, que no se debe dictar una orden y al mismo tiempo pretender no responsabilizarse de cómo ésta orden se lleva a cabo, sobre todo respecto del tipo de armas usadas y el número de víctimas y de daños quizás innecesarios, que comporta la acción en ambos bandos. A su vez, Wakin y Kempf describen y se cuestionan sobre las formas de protesta moral a disposición de los oficiales del ejército norteamericano ante una demanda de ejecución de una orden contraria a su consciencia moral (como matar prisioneros o civiles, envenenar pozos, incendiar edificios civiles, etc.) en el marco del respeto a los valores democráticos y a la cohesión del ejército. Estos El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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autores explican algunas alternativas posibles a la ejecución de órdenes inmorales, como la dimisión, el rechazo de su ejecución, la petición de traslado como acto de protesta, y la demanda de intervención de una autoridad de rango superior a la que transmitió la orden. Los autores critican el hecho de que el ejército americano, a diferencia de los ejércitos británico y francés, no haya elaborado aun una doctrina de objeción moral a las órdenes moral o éticamente inaceptables. Por supeditado, tenemos que la “objeción de conciencia” es un nivel más elevado de crítica sobre el carácter justo o injusto de las guerras. Si la tolerancia oficial al respecto de la objeción de consciencia generalizada está consolidada en la mayoría de estados occidentales, en comparación, los objetores de consciencia selectiva (los que se oponen a implicarse en ciertas guerras porque consideran que éstas son injustas) no sólo no son aceptados como objetores, sino que pueden, en ciertos países, ser juzgados por desobediencia. Un ejemplo reciente y paradigmático de objeción de consciencia selectiva, es el que constituyen los reservistas del ejército israelí, que han objetado a los diferentes conflictos en que este país ha participado, o en el ejército alemán, en el que el Tribunal de Justicia Federal ha reconocido en 2005 el derecho a la objeción de conciencia El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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selectiva a un comandante que había rechazado ejecutar misiones de apoyo logístico a las fuerzas americanas implicadas en Irak. Por otro lado, la ausencia de consciencia moral entre los soldados siempre va acompañada de seguidismo. Y por seguidismo en la esfera militar, se entiende la ausencia de un juicio propio a respecto de las órdenes dadas por los superiores y que son contrarias a la moral de los propios ejecutantes, tanto sea por miedo a ensuciar su currículum o de perder su cargo. Claro que ya se pasaron casi 150 años desde el fin de la Guerra del Paraguay, y por consiguiente, se hace necesario exponer que estas inclinaciones éticas recién estaban en pañales, lo que no justifica para nada el comportamiento de aquellos comandantes, del propio imperio y del emperador, y de todos aquellos oficiales y soldados que debían cumplir ciegamente las órdenes que recibían bajo pena de ser castigados hasta con la propia vida. En realidad, ese era el dilema que atormentaba la mente de José, nuestro protagonista, en los momentos cruciales de la batalla, pues en realidad para él no existían pruebas suficientes para poder acusar o defender a quienes así procedían. En su subconsciente, merodeaba aquella incertidumbre en la cual conjeturaba que una buena El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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defensa habría podido negar de manera convincente tales hechos, sin alterar en todo o en parte lo sustancial de las acusaciones. A su vez, entendía que las declaraciones de testigos nunca fueron, por diversos motivos, lo bastante precisas, y ni podrían serlo; al final y al cabo, siempre había un comandante, oficiales, compañías de soldados, y hasta el envolvimiento de otras milicias y toda una jerarquía de tareas y disciplinas de la cual los testigos solo verían en parte, y por lo tanto no podrían conocer al completo. A bien de la verdad, José no tenía una única queja, al final de cuenta el lamento desde hacía mucho ya no hacía más parte de su lenguaje. Lo único que buscaba al fin de cada día, de cada combate, de cada escaramuza, y de cada reyerta, mismo concibiéndose mudo y pasmado con lo que sucedía, era tener ropa con que abrigarse, comida suficiente para mantener las fuerzas y un lugar seco en donde descansar y recuperar las energías para el próximo encontronazo con el enemigo, este cada vez más audaz, intrépido y fanático.
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La carnicería de la guerra Para la fecha del 15 de agosto de 1867, finalmente los encorazados imperiales logran atravesar la fortaleza de Curupaytí. Y en la visión histórica de Thompson, este destaca que [...] el Almirante Ignácio enarboló las banderas de la Tríplice Alianza, y con diez acorazados, pasó como perico por su casa por la batería de Curupaytí [...]. El pasaje tenía como resultado llevar a los paraguayos a comprehender que, contra los acorazados, nada podían hacer con su artillería de pequeño calibre. Pero al mismo tiempo, López anunciaba a su ejército que fuera él quien permitiera que la escuadra pasase por Curupaytí, para que sus tripulaciones se muriesen luego de inanición, pues la escuadra no podría recibir mantenimientos donde ella se encontraba –entre Curupaytí y Humaitá-, y que en breve estos irían necesitar retornar y descender el río pasando otra vez por Curupaytí, cuando entonces los paraguayos la hundirían. La estrategia aliada era aislar Humaitá cortando las comunicaciones entre la fortaleza y la capital, dando condiciones para que la escuadra imperial controlase los ríos y dispusiese de ambientes logísticos satisfactorios para que las tropas avanzasen. Delante de tal posibilidad, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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el ejército aliado cerró el cerco para encorralar a los paraguayos en Humaitá y abrir camino con la escuadra acorazada, atacando la fortaleza por agua y tierra. En su obra, Thompson comenta que “[...] Cinco acorazados abrieron fuego a la vista de la iglesia de Humaitá, y la bombardearon durante meses, pues ella era la única cosa que podían ver en Humaitá desde el rio.
Vista que la escuadra brasileña tenia de la fortaleza. Colección de Cristian Favier Dubois
La fortaleza era temida por los aliados y eso mucho los detuvo, o por lo menos atrasó el avance de la marina imperial hasta Asunción. “[...] Fue necesario más de un año (agosto de 1868) hasta que Humaitá fuese finalmente ocupada”. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Como esta era la única edificación que podía ser desde vista desde el río, dicha iglesia fue bombardeada constantemente, como así lo demuestra una toma fotográfica de su interior. Pero una vez ocupada la mitológica fortaleza, algunos curiosos personajes de la tropa fueron a conferir los estragos producidos y preocupados en asomar su imagen en la retrato. Aunque al analizarlo por otro ángulo, también es posible razonar que la fotografía de la iglesia de Humaitá fuese igualmente utilizada a posterior como forma de probar el tremendo poderío armado brasileño y, aún más, insinuar a los vecinos sudamericanos para que ellos no intentasen querer desafiar el imperio, pues los resultados estaban bien demostrados delante de sus ojos. A la par, da para especular de como este documento visual podría ser utilizado, entre las tantas opciones posibles que se me ocurren, inclusive para mostrar a los aliados argentinos y uruguayos que no dudasen de la fuerza de la monarquía. En fin, la representación pictográfica de la caída de la mítica fortaleza, no es más que una prueba cabal de lo que podría llegar a acontecer para aquellos que intentasen confrontar al imperio en sus intrínsecos intereses, conforme lo testifica la correspondencia anteriormente examinada. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Iglesia de Humaitá destruida por el bombardeo. Albumina, 1868. Colección M&MC.
Interior de la iglesia de Humaitá. Albumina - 1868.
Otro pormenor que cabe indicar, es que antes de que la secreta correspondencia de Caxias fuese enviada al emperador, según lo describen los historiadores, en agosto de 1867, los aliados lograron rechazar al enemigo hasta
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Pilar y a seguir se fortificaron en Tayí, no sin antes tener que vencer increíbles embarazos. Consta que fuera lo ya dicho, en aquel momento la escuadra debía operar simultáneamente con las fuerzas de tierra. La maniobra definía que ésta debería subir el río con os diez encorazados. El Almirante Joaquim Inácio, su nuevo adalid, no obstante la resistencia desesperada que encontró, consiguió pasar por Curupaytí, aunque tuvo de fijar anclas luego río arriba, quedando bloqueado por las fortificaciones de aquel puesto y las de Curuzú, que los brasileños ya habían abandonado. Por consiguiente, en esa ocasión el campamento de Tuyutí, -donde se encontraba el general Porto Alegre-, sufrió un ataque sorpresa, pero felizmente sin dejar otras consecuencias que la pérdida de 800 hombres, entre muertos y heridos. Hago este paréntesis, porque el comentario del historiador Paulo Victorino menciona: Ha de observarse la gran mortandad en las guerras de antiguamente. En cuanto, por ejemplo, el Brasil perdió 500 hombres en la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra del Paraguay, cualquier batalla originaba bajas en torno de 4.000 soldados. Sin embargo, al describir este ataque, Rocha Pombo narra que “no hubo otras consecuencias, más allá de la pérdida de 800 El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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hombres”. Como si ese número fuese cosa de nada… Pero al fin con el pasaje de Humaitá desobstruido el 18 de febrero de 1868, el camino fluvial para Asunción estaba definitivamente abierto. Sin embargo, por esa fecha la ciudad ya fuera evacuada por los habitantes que, no entando, todavía permanecían en las proximidades tan luego supieron que los acorazados brasileños subían el río Paraguay. Finalmente la escuadra termina por aportar en la capital paraguaya cuatro días después de haber cruzado Humaitá, no sin antes bombardear el palacio de Solano López, y así lo registra el coronel Centurión: “El 5 de enero de 1869, los brasileños entraron en Asunción, aquella ciudad solitaria y silenciosa por cuyas calles solo cruzaban hambrientas ratas [...] fue ocupada y saqueada por los brasileños de una manera bárbara. Los vencedores “entraron a saco”… (apud Cuarterolo). En verdad, la ciudad fuera realmente saqueada por los soldados brasileros, aunque analizando la foto, no es posible afirmar tal evento. El río Paraguay corre detrás del palacio y se puede observar el vacío de la heredad debido a las ventanas abiertas y a la edificación en ruinas. Y por allí se observa que el mismo quedó bien averiado por la escuadra, aunque no hay evidencias de las bombas que El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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podrían haber alcanzado la construcción arquitectónica, haciendo creer que estas cayeron del otro lado, de frente para el río Paraguay.
Palácio de López bombardeado. 1870. Coleção M&MC.
Una vez en la ciudad, allí se instala el nuevo gobierno provisorio al mando de los ejércitos aliados. Con todo, el embate no cesa y López resiste a los avanzos aliados que de a poco van diezmando el pueblo guaraní. Por lo tanto, se torna imperativa una reflexión que trate de esa tenaz resistencia que el líder guaraní impone a los aliados y también a su población, que tan denodadamente resistió a las peores condiciones. El hambre era la principal de ellas y, analizando algunos otros retratos de la época, se pueden ver cuerpos esqueléticos que expresan con veracidad la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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situación de inanición a la que fueron impelidos a vivir, sobre todo en los actos finales de la campaña, más precisamente en 1869-1870. Por aquel entonces Solano López esperaba el auxilio del exterior para poner fin al conflicto. Una de las hipótesis, sería la de que los Estados Unidos interviniesen a favor del Paraguay debido a la simpatía que estos nutrían por el país guaraní. Hay registros que muestran que hasta lo intentaron, pero sin éxito. No en tanto, otra de las hipótesis soñadas por el tirano, era de que los vecinos de América del Sur también se levantasen contra el imperio, hecho que hasta llegó a ocurrir con Bolivia y que pronto fue sofocado por el imperio. Una tercera, y la más probable de todas, es que en la Argentina se produjese un levantamiento “antimitrista” – por parte de un grupo que mantenía correspondencia secreta con López– que depusiese al líder presidente de la Argentina, Mitre. En verdad, esto hasta que sucedió durante los momentos más arduos del conflicto con Paraguay e hizo con que Mitre tuviese que apartase de la campaña para retornar a Buenos Aires con el propósito de contener y asfixiar los insurrectos. Pero igual suerte no tuvo Venancio Flores, que fue asesinado el 19 de febrero de 1868 en las calles de Montevideo.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Algunas de estas presunciones o una parcela de cada una, aliada a la inflexibilidad del emperador brasilero, explican en todo o en partes el interés por el prolongamiento del conflicto hasta la captura de Solano López. Fuera el aparte de los comentarios políticos que se sucedían en paralelo a la guerra, después de las escaramuzas entre los beligerantes, que del lado aliado se dividían entre el reconocimiento del terreno y el desplazamiento de las tropas, mientras que por el lado paraguayo con López fortificándose atrás de trincheras y en la busca incesante de la mejor manera de defender sus posiciones, llega finalmente el fatídico mes de diciembre con sus luchas encarnizadas entre las que mencionamos la de Itororó, el día 6, Avaí el día 11 y Lomas Valentinas entre los días 21 a 27. No obstante, la de Itororó quedase marcada por la tomada y retomada de un puente de tres metros de largo, conforme lo destaca el historiador Ricardo Salles: “…durante el auge del combate, los aliados retrocedieron bajo intenso fuego enemigo, para enseguida, Caxias, lanzarse en un avance suicida sobre el puente para levantar la moral de sus tropas. El acto fue de un alto riesgo y osadía de Caxias que caso fuese muerto, la guerra podría El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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haber tomado rumbos diferentes. Las bajas otra vez fueron pesadas de ambos los lados y Caxias se resentía de la falta de disciplina y espíritu de combate de sus tropas y de sus comandantes, pues estos habrían reculado evitando el confronto con el enemigo”. Pero durante la Batalla de Avaí, nuevamente las tropas brasileras cedieron delante del enemigo y comenzaron a desbandar. En este encuentro, Osorio fue herido y posteriormente obligado a parar de comandar sus tropas, en cuanto Caxias nuevamente tuvo de interferir para evitar la debandada brasilera. Decepcionado con ciertas actitudes vergonzosas de sus tropas, Caxias relata en su diario que muchos oficiales fueron perdidos por la indisciplina. Cabe aquí mencionar que el 7º Cuerpo Provisorio de Caballería, comandado por el teniente coronel Manoel Cipriano de Morais, estaba ligado a la 3ª Brigada de Caballería, bajo las órdenes del coronel Niederauer y por su vez incorporado a la División de Andrade Neves, y así permaneció hasta la toma de Asunción, actuando siempre en la vanguardia del ejército de Caxias. Este
mismo
coronel
santamamriense
que
mencionamos al inicio de nuestro relato, además de contar con el reconocimiento y la admiración de sus superiores, por quien fue muchas veces oficialmente elogiado, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
191
contaba además con la estima y respeto de sus comandados, que casi
lo endiosaban. Documentos
muestran que Niederauer fue agraciado con las más importantes condecoraciones del imperio: La Orden Rosa, por bravura en el campo de batalla, después de la Batalla de Tuyuti; y por la Imperial Orden do Cruzeiro do Sul, también por bravura, en 2 de abril de 1868. Empero, después de participar al frente de sus ejercitados caballeros en 14 combates y 2 batallas, resulta que el Coronel Niederauer fue mortalmente herido por un traicionero lanzazo cuando coordinaba la remoción de los muertos y heridos, después de la Batalla de Avaí, en la cual una vez más se cubría de gloria, el día 11 de diciembre de 1868. Vendría a fallecer dos días después, en el Hospital de Villeta, y allí cerca sepultado. Sus restos mortales nunca fueron identificados. Sin embargo, con referencia a la indocilidad de la tropa y sus oficiales, la citación realizada por Doratioto va en dirección opuesta a lo que indica la pintura histórica que fuera realizada por Pedro Américo, y que enaltece exactamente ese ejército que tanto ataría decepcionando a Caxias. Otro historiador, Vladimir Machado, defiende la tese de que Pedro Américo lanzaba mano de fotografías para la consecución de sus obras y, particularmente, la de la Batalla de Avaí. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Dando secuencia al curso de los hechos, y como ya fue citado anteriormente, por fines de julio de 1868 se logra evacuar la tan famosa plaza de guerra de Humaitá y sus últimos defensores atravesaron el río y se refugiaron en la mata fronteriza, donde, algunos días después, muchos acabaron por rendirse. En ese entonces la escuadra ya domina el río hasta la capital enemiga, pero los comandantes creen ser imprudente ocuparla, por lo menos mientras López estuviese fortalecido en Tebiquarí, donde había levantado poderosas fortificaciones en una grande extensión del río. Además, la ciudad de Asunción representaba ser una presa inútil, porque ya había sido abandonada y estaba casi que desierta. Mientras tanto, López, como jefe de las legiones desmanteladas, ahora obligaba a su pueblo a seguirlo, en verdadera debandada, por las florestas y montañas del interior. Pero lo que aún no fue mencionado, es que en los finitos días de agosto de 1868, los aliados avanzaron sobre Tebiquarí y fueron de a poco rechazando a los paraguayos belicosos. En ese entonces López se ve obligado a levantar el campamento de San Fernando. Pero al seguir sus pasos y llegando a ese punto del mapa, los aliados se deparan de vez con un espectáculo horroroso que hasta llega a repugnar nuestra imaginación. A los ojos de la fuerza aliada, y posteriormente del mundo todo, se desvendan los El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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vestigios de la ferocidad de un bárbaro: el campo abandonado se hallaba cubierto de cadáveres.
Consta que bajo el pretexto de que se estaría gestando una conspiración contra su poder, el tirano López ordenara sin piedad el sacrificio de 400 hombres, entre los que se encantaban algunos de los más notables que otrora ya lo habían servido con lealtad y dedicación. Entre los muertos estaban, por ejemplo: Carrera, el ex ministro de extranjeros en el Estado Oriental y que se refugiara en Paraguay cuando Flores entrara en Montevideo; también estaba el obispo de Asunción, el cónsul portugués, el hermano del dictador, Benigno López, su cuñado Barrios, y hasta la vieja madre del coronel Martínez. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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López ordenara esas ejecuciones en la víspera de su partida de San Francisco. Pero igual carnicería continuó durante la marcha de retirada. Testigos irrecusables narraron los horrores que presenciaron y afirman que, siempre que el tirano se retiraba, vencido, de un campo de batalla, hacía punir y martirizar a todos los prisioneros, “economizando a penas a aquellos que prefería llevar consigo para continuar el martirio”. Se cuenta que de igual modo, también los oficiales y soldados que perdían un combate eran, inexorablemente, sacrificados, por más fieles que estos hubiesen sido a la causa de aquella sacrílega tiranía. “Cuando las primeras noticias de tales carnicerías llegaron a Europa -dice Thomas Fix-, nadie creyó en ellas: parecían espantosas, absolutamente contrarias al concepto hasta entonces formado acerca del carácter heroico de un hombre que resistía, solo, a la lucha contra tres naciones”.
Familia paraguaya. Álbum de retratos y vistas referentes al Paraguay. FBN El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Buscando elucidar el maltrato Según el relato, hemos tenido la oportunidad de justipreciar hasta aquí el sobrentendido comportamiento de los soldados, oficiales y comandantes en todo su nivel jerárquico. Por lo tanto, cabe decir que al observarlo desde el punto de vista ético y moral que circunscribía la tropa en esta guerra, queda supeditada la ocasión en que es permisible destacar otro enfoque antes de abordar los perecederos días que se sucedieron y los brutales acontecimientos que allí ocurrieron. Consecuentemente, ya que también es posible analizar ese mismo comportamiento dentro de la óptica de la psiquiatría, porque sólo por medio de esta especialidad es que se puede establecer y determinar a través de cualquier estudio morfológico de la personalidad, que cualquier individuo “Maltratador” puede a veces llorar como un bebé al mirar cómo sufre el bueno de la película, y a continuación destruir sin piedad los sentimientos de su Víctima. Empero, también se dice que cualquier Maltratador puede llorar como un bebé frente a su confesor religioso -y mostrarse seriamente arrepentido- y, a continuación regresar a su trabajo o a su casa y volver a maltratar a su El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Víctima habitual o a otra nueva. Y hasta que, cualquier Maltratador puede llorar como un bebé ante el fiscal que le acusa y, tras ser absuelto, volver a maltratar sin piedad a la misma o a otra Víctima. Pues bien, al ser tomando como criterio básico la frecuencia de las acciones de un individuo cualquiera, es que se pueden diferenciarse tres tipos generales de Maltratador Psíquico: el Maltratador Sistemático, el Maltratador Cíclico y el maltratador Circunstancial. Diversos estudios de la psiquis del ser humano muestran que sólo los dos primeros tipos representan lo que realmente constituye un Maltratador. Y solamente el último tipo representa a cualquier persona, entidad, grupo, asociación, etc., que en un momento dado maltrata, pero que no tiene por qué tratarse realmente de un Maltratador. Para explicar mejor este punto nebuloso, varios compendios nos muestran lo siguiente: El Maltratador Sistemático - Es aquel individuo que mantiene su conducta maltratadora con la Víctima en forma continua, sin intervalos, y normalmente sin dar muestras de arrepentimiento, lo que implica un perfil psicológico enfermo o patológico, claramente clasificable como “grave”. Su conducta responde principalmente a sus propias características mentales, pero mucho menos a El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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circunstancias socio-ambientales situadas en el presente. El Maltratador Cíclico - Es aquel sujeto que mantiene su conducta maltratadora con la Víctima por ciclos, períodos o temporadas, tras los cuales sí suele ser capaz de dar contundentes muestras de arrepentimiento, lo que implica en un perfil psicológico enfermo o patológico de menor gravedad, dado que a veces muestra un margen de racionalidad. Su conducta también responde principalmente
a
sus
propias
características
mentales, y en menor medida a circunstancias socio-ambientales situadas en el presente. El Maltratador Circunstancial - Es aquel que mantiene su conducta maltratadora con la Víctima sólo bajo una determinada circunstancia, ámbito o contexto específico, tras el cual no sólo es capaz de dar muestras de arrepentimiento, sino que además es capaz de abandonar definitivamente su conducta por voluntad propia o por imperativo casual (desaparición de la circunstancia que lo ha favorecido). Ello implica un perfil psicológico no necesariamente enfermo o patológico, y que sus acciones
responden
principalmente
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
a
las
198
circunstancias socio ambientales presentes, y no tanto a sus características mentales. Pero de descubrirse éstas últimas, ya no se tratará de un Maltratador Circunstancial, sino de un Maltratador Cíclico o Sistemático. Por lo tanto, se puede afirmar que tanto el Maltratador Sistemático como el Maltratador Cíclico actúan motivados por una estructura psicológica que, a diferencia con la del Maltratador Circunstancial, les impulsa a buscar, esperar y/o favorecer ellos mismos las circunstancias apropiadas para ejercer su Maltrato. Estos sujetos tienen una necesidad interna, subjetiva y/o personal de provocar sufrimiento, y son conscientes de ello, pero -salvo durante las pausas del Maltratador Cíclico- ello no les importa en absoluto, les da igual, y no suelen dar muestras de arrepentimiento a menos que lo consideren conveniente para alcanzar sus fines o aquello que les motiva a ejercer el Maltrato. En la psiquiatría, se entiende que la estructura mental de estos tipos de Maltratadores, es lo que les otorga una particular percepción de la realidad que les obliga a actuar como si el fin siempre ira a justificar los medios empleados, a pesar de que ellos sepan que no siempre debe ser así. Actúan como si pensaran que la realidad es otra o, incluso, como si pensaran que determinadas El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
199
realidades directamente no existieran o carecieran de total importancia. En definitiva, actúan como si las razones y los sentimientos de los demás no le importaran en absoluto. Tal actitud, en parte es una simulación, dado que saben y son perfectamente capaces de comprender lo que hacen, pero, por otra parte, implica un defecto emocional muy grave que les impide percibir adecuadamente el aspecto emocional de la vida, permaneciendo siempre en un nivel muy elemental, superficial o primario. Pueden hasta sentir placer y dolor, reír y llorar, pero, en cuanto a sentimientos o emociones más profundas, ello será siempre pobre, frío y efímero (de corta duración) y estará siempre referido a sí mismos, enfocado de manera egocéntrica y egoísta. Siendo así, tanto el Maltratador Sistemático como el Maltratador Cíclico serían el equivalente a una persona con las aptitudes intelectuales reducidas, pero a nivel de los sentimientos, es decir, una persona con un reducida Inteligencia Emocional. Así como las personas con Síndrome de Down, estos suelen presentar una emotividad exacerbada que está en contraste con sus carencias intelectuales, y estos tipos de Maltratador
suelen
presentar
una
inteligencia
aparentemente superior a la media, en contraste a sus El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
200
graves carencias emocionales, en parte debido a que, precisamente, una mayor frialdad emocional -lo que socialmente se conoce como “actuar en frío” -siempre permite un mejor desempeño de la inteligencia (de lo “racional”, no de lo “razonable”), independientemente del verdadero C.I. En otras palabras, un Maltratador con un C.I. mediocre siempre aparentará mayor inteligencia gracias a su frialdad y demás defectos emocionales. Por otra parte, el Maltratador Circunstancial siempre actúa motivado principalmente por el contexto, es decir, por
presiones
de
Terceros
o
por
influencias
socioculturales, sin que sea necesariamente poseedor de una estructura mental enferma. No busca, espera y/o favorece la circunstancia apropiada. Al finalizar la misma, puede suponerse que ya no necesitará una Víctima (aunque debería determinarse claramente la verdadera causa de su Maltrato). Por
lo
tanto,
la
existencia
del
Maltratador
Circunstancial puede explicarse (pero no justificarse) en que todo ser humano tiene un límite frente a las múltiples presiones
impuestas
por
su
entorno
personal,
independientemente de sus propias frustraciones o defectos personales. Por ejemplo: “…es el caso de aquellos soldados o militares que, motivados por el contexto de una guerra, por El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
201
presiones de sus superiores o, incluso, por la ausencia de valores morales, en un momento dado llegan a maltratar a prisioneros o a personas inocentes. Pero muy diferente es el caso de los soldados o militares que maltratan de manera cíclica o sistemática amparándose en su posición superior de poder”. Adicionalmente, debe desmitificarse la idea de que un Maltratador es una persona desagradable y que actúa en forma desagradable todo el tiempo y en todo contexto. Por el contrario, hasta podría decirse que un Maltratador suele ser una persona muy agradable y simpática de cara a las personas ajenas a su relación con la Víctima. De la misma manera que cualquier otra clase de persona, ningún Maltratador Psíquico lo es todo el tiempo. Además, todo Maltratador tendrá el control de la situación, siempre y cuando permita que las tensiones que provoca no sobrepasen el límite de lo tolerable por su Víctima. Aún el Maltratador más violento y desagradable, es capaz de tener comportamientos sanos y/o normales, incluso, dentro de su relación con la Víctima, por lo que debe comprenderse que ello es justamente de lo que se vale para confundir, no parecer tan indeseable y así retener a la misma.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
202
No en tanto, las características del “Maltratador Antisocial” según el manual de clasificación de trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (D.S.M.-IV) son: Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde la edad de 15 años, como lo indican tres (o más) de los siguientes ítems: - fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, como lo indica el perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención. - deshonestidad,
indicada
por
mentir
repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener un beneficio personal o por placer. - impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. - irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones. - despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás. - irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad
de
mantener
un
trabajo
con
constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
203
- falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros. Pero cuando un determinado sujeto tiene al menos 18 años, existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de la edad de 15 años. - el comportamiento antisocial no aparece exclusivamente
en
el
transcurso
de
una
esquizofrenia o en un episodio maníaco. - aunque este tipo de persona comparte un perfil muy próximo del más popularmente conocido como “psicópata”, les diferencia un mayor nivel de gravedad de éste, así como un historial delictivo no necesariamente presente en el mismo. Se ha hecho costumbre que oigamos decir que en las unidades de combate que cuentan con una historia y tradición de acometimiento aproximado, que la matanza en combates “cuerpo-a-cuerpo” inspira un miedo y un terror especial en el enemigo, al estos capitalizar la aversión
natural
al
“odio”
manifestado
en
su
determinación, un deseo de querer encajarse dentro de una agresión interpersonal de corto alcance.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
204
En tiempos recientes, por ejemplo, tenemos que los batallones de Gurkhas británicos, históricamente han sido particularmente muy efectivos en esta arte (como puede ser visto en el terror que los argentinos tuvieron de ellos durante la Guerra de las islas Falklands o Malvinas), pero cualquier unidad que colocase una dosis de fe en la bayoneta, lograría percibir un poco de ese miedo natural con que un enemigo responde a la posibilidad de enfrentar un oponente determinado a llegar hasta cierta “distancia y espetar”. Lo que estas unidades (o por lo menos sus líderes) deben entender, es que el verdadero “espetar” casi nunca acontece; pero una profunda repugnancia humana a la amenaza de tal actividad, cuando confrontada con una pose superior, representada por una voluntad, o por lo menos una reputación de participación de matanza de corto alcance, tiene un efecto devastador sobre la moral del enemigo. Esta profunda repugnancia a ser muerto con hierro frio puede ser observado cuando soldados rebeldes hindúes, durante el Motín dos Sipaios “imploraron por la bala”, pidiendo para ser ejecutados con un tiro de fusil, en vez de la bayoneta. La
combinación
de
proximidad con incerteza
(especialmente por la noche), nos ayuda a explicar porque El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
205
los ataques por el flanco o la retaguardia siempre destruyen la voluntad del enemigo en querer luchar. La suposición de que el enemigo está muy próximo, es lo que eleva el nivel de incertidumbre. Esta aproximación, y la incertidumbre, se combinan y conspiran con la falta de vigilancia mutua en la oscuridad, de tal forma a echar abajo y destruir a voluntad del enemigo en querer luchar. Durante los combates, el valor de capacitación de la distancia psicológica puede ser observado en el hecho de que las tasas de bajas crecen significativamente después que las fuerzas enemigas vuelven sus espaldas y comienzan a huir. Tanto Clausewitz como du Picq, dos versados estudioso del asunto, hablan detalladamente sobre el hecho de que la mayor parte de las bajas en las batallas de la historia, fueron infligidas sobre el lado perdedor durante la persecución que se siguió a la victoria. Siguiendo esta misma línea, el propio du Picq apunta con el ejemplo sobre Alexandre el Grande, cujas fuerzas, durante todos sus años de guerra, perdieron menos de 700 hombres “bajo la espada”. Estos sufrieron tan pocas bajas por que nunca perdieron una batalla y, por lo tanto, solamente tuvieron que sufrir las reducidas bajas infligidas por
los
combatientes
reluctantes
en
el
combate
aproximado y nunca tuvieron que sufrir las bajas de por si El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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significativas, asociadas al ser perseguidos por un enemigo victorioso. Así mismo, la matanza durante la persecución también ha sido conducida por unidades de caballería, bigas o de tanques, y estas de por sí tienen su propia forma de distancia psicológica, que capacita su actividad de matar. En combate, un buen caballero se torna uno junto a su montaría y se transforma en una notable especie. No es más un hombre, y sí al contrario, una “pseudoespecie”, con tres metros de altura, cuatro patas y pesando media tonelada, semejante a un centauro, que no tiene hesitación en liquidar con los seres inferiores que están siendo perseguidos y que voltearan sus espaldas. Y agrega un dato importante, mencionando: “Estudios realizados por psiquiatras del Cuerpo Médico con los casos de fatiga de combate en el Teatro Europeo... descubrieron que el miedo de matar, al contrario del miedo de ser muerto, era la causa más común de las fallas en combate de los soldados”. De tal forma que, habiendo sido establecida una fundación específica para estudiar el entendimiento del dilema que el soldado en combate enfrenta, debemos mirar
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para la naturaleza de las respuestas del soldado combatiente individual y a su medio ambiente. Se dice que en el mundo animal, cuando dos criaturas de una misma especie entran en conflicto, su combate casi nunca es hasta la muerte. Cascabeles usan sus presas ponzoñosas en otras criaturas, pero estas luchan por constricción entre sí; peces del tipo pirañas muerden todo lo que se mueve, pero luchan unos con los otros con los piparotes de sus caudas; y animales con galladas y cuernos intentan perforar y extirpar otras especies con esas armas naturales, y enfrentan a otros de la misma especie en combates de cabezada, relativamente inofensivos. Contra la propia especie de una criatura, las opciones preferenciales de la naturaleza son de “posar” antes y durante un combate simulado, “someterse” y tornándose inofensivo o exponiéndose a un golpe mortal, o hasta “fingir” de ser un agresor. Por lo tanto, la opción de “lucha” casi nunca es usada, asegurando
así la
sobrevivencia de la especie. Es ampliamente asumido que solamente el hombre no tiene tal resistencia a matar. ¿Pero será que la tiene? El General de la 2ª Guerra Mundial, S.L.A. Marshall, un veterano e Historiador Oficial del Teatro europeo durante la 2ª Guerra Mundial, fue el primero en llamar la atención del mundo sobre el hecho de que solamente 15 a 20 por El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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ciento de los fusileros en combate dispararían sus armas contra un enemigo expuesto. Vale destacar que Marshall fue la primera persona en la historia a conducir entrevistas sistemáticas con soldados individuales, inmediatamente después del combate y, a pesar de sus procedimientos metodológicos haber sido recientemente rexaminados, su concepto básico, de una mayoría de soldados dejando de perseguir de forma activa la opción de “lucha”, sobrevive a un examen más detallado.
Foto de Bate y Cia W. Acampamento argentino e hospital brasileiro.
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Los últimos capítulos de una gran tragedia Una vez que había sido levantado el acuartelamiento general guaraní de San Fernando (Tebiquarí), López partió de inmediato en busca de una mejor posición de defensa entre Angostura y Villeta, a cerca de quince quilómetros de Asunción. A su vez, los aliados, a vistas claras ya avanzaban tanto por tierra como por el río, pero mientras seguían los pasos del tirano, por el camino, iban encontrando enormes dificultades. Cabe destacar que al inicio de la operación, los aliados intentaron realizar una maniobra divisionista por el noroeste, fingiendo con la estratagema amenazar la capital enemiga. El dictador, no en tanto, no se preocupó en defenderla (ya está prácticamente vacía) y cuida apenas de mostrarse fuerte delante de los ejércitos aliados. Sin embargo, el propio Marqués de Caxias se pone al frente de cerca de 10.000 hombres, atraviesa el río Paraguay, sube el torrente por la margen derecha, atraviesa nuevamente para el lado izquierdo y entonces, ataca al enemigo por la retaguardia. Por toda aquella redondez la lucha fue fiera durante muchos días, quedando reducida al fin a un único y vasto campo de batalla formado por Villeta, Angostura, Piquicirí El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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e Itororó. La condición victoriosa de los aliados finalmente obliga a López a huir para Lomas Valentina.
Imágenes de la masacre final
Esa nueva posición estaba ligada a Angostura y a otros puntos donde las guarniciones paraguayas todavía resistían. Pero estamos ya en 27 de diciembre de 1868, y al romper la aurora, el general en jefe (Caxias) ordenó el ataque directo a Lomas Valentina y el enemigo no se resiste por mucho tiempo. Entonces López huye para Cerro León. Tres días después, Angostura capitulaba. En ese entonces se pensó que el tirano había recibido el golpe de muerte y los aliados marcharon sobre Asunción entrando en la capital el día 1º de enero de 1869. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Comprobado lo contrario, los comandos aliados entendieron que ahora era necesario hacer una nueva suspensión de armas para lograr localizar la ruta de fuga del dictador vencido, errante en las montañas, y arrastrando consigo toda una población, fiel y obediente hasta el martirio y la muerte. Empero, en el transcurso de los entretantos, el Marqués de Caxias y el Vizconde de Inhaúma caen gravemente enfermos y son obligados a abandonar el campo de batalla. Y la historia cuenta que Inhaúma tuvo su estado de salud tan agravado, que vino a fallecer poco después de llegar a Rio de Janeiro. “¿Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas, cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar esta guerra, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de cada mujer?”, se preguntaba el Marqués de Caxias, Mariscal del ejército brasileño, en aquella trascendente carta que le dirigió al emperador Pedro II, antes de tener que resignar su cargo a manos del Conde D’Eu. Por consiguiente, antes de continuar se debía zanjar la crisis interna que acometía el gobierno de Don Pedro II en Brasil, y también la del presidente argentino Bartolomé Mitre, ya que para estos la guerra debía prolongarse hasta el final, y el final era la masacre. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Conde D´Eu pasando en revista a las tropas brasileñas en campo abierto, 1869
Percibiendo los acontecimientos, en la mañana del 16 de agosto, el mariscal Francisco Solano López ordenó organizar una resistencia en Acosta Ñú para permitir su retirada hacia Cerro Corá, para cuando las derrotas paraguayas ya se sucedían una tras otra. También se dice que en aquel momento el general Bernardino Caballero fue el encargado de armar y vestir a un batallón de tres mil quinientos niños para apostarlos, junto con quinientos veteranos, en el paraje de Ñú Guassú, frente a un ejército brasileño de veinte mil hombres, alineados
junto
con
mercenarios
provenientes
del
Uruguay, Argentina y otros países más. Pero pese a las reiteradas cargas de los soldados brasileños desde los cuatro flancos y a la debilidad lógica de la heroica resistencia paraguaya, la batalla de Acosta El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Ñú demoró toda una tarde en resolverse, mismo cuando las madres de los niños comenzaron a bajar del monte para sumarse a la batalla y defendiéndose con las armas de sus hijos caídos. Y así, con los últimos vestigios de sol cayendo sobre los campos, el Conde D’Eu no titubeó al ordenar el incendio de la pradera, con heridos y prisioneros incluidos, antes de continuar la marcha. Esta derrota paraguaya encerró el ciclo de las encarnizadas batallas de tan funesta guerra. Los pasos siguientes se concentraron en la mera cazada a López, que abandonó Ascurra y, seguido por menos de trescientos hombres, se embreñó en las matas, marchando siempre para el norte.
Prisionero paraguayo en enero de 1868. Excursión al Paraguay, FBN.
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Coronel Joca Tavares (tercero sentado, de la izquierda para la derecha) y sus auxiliares inmediatos, incluyendo José Francisco Lacerda, más conocido como “Chico Diabo” (tercero en pie, de la izquierda para la derecha)
Dos destacamentos fueron enviados en persecución del tirano paraguayo, y el día 1° de marzo de 1870, las tropas del general José Antônio Correia da Câmara, el Vizconde de Pelotas, lograron sorprender el último acantonamiento paraguayo, en Cerro Corá, donde Solano López terminó siendo herido a lanza por el cabo Chico Diabo (Chico Diablo) y después baleado, junto a las barrancas del arroyo Aquidabaniguí luego a continuación de recusarse en aceptar la rendición. Registros dan cuenta que posteriormente al hecho de Cerro Corá, las tropas brasileñas se pusieron eufóricas, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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pasando
a
asesinar
civiles,
poniendo
fuego
en
campamentos y matando a heridos y enfermos que se encontraban escondidos en los ranchos. Seguramente no era ese el deseo del emperador Don Pedro II, quien prefería tener López preso que muerto. No en tanto, en Rio de Janeiro, la muerte del déspota de López fue muy bien recibida y el emperador pronto recuperó la popularidad que había quedado abalada pela dispendiosa guerra. Con la muerte de Solano López en Cerro Corá, la guerra había terminado definitivamente y la batalla de Acosta Ñú pasó a formar parte de la historia olvidada del continente. Sin embargo, el vergonzoso papel de los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay en defensa de los intereses comerciales británicos aun tardaría mucho en apagarse. Al igual que el fuego que consumía de a poco los restos de la masacre en el Cerro Gloria.
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Tristes detalles de Acosta-Ñú - 16 de agosto de 1869 En la referida batalla, 3.500 niños paraguayos enfrentan a 20.000 hombres del ejército aliado, hecho que se tiene como un acto de heroísmo sin igual en la historia contemporánea. Y por la masacre producida, actualmente en Paraguay se conmemora la triste data de recordación, como el “Día del niño”. Relatos puntuales de varios historiadores dan cuentan que luego de la derrota sufrida por sus tropas en el combate de Piribebuy, Solano López sintiendo amenazada su retaguardia por las fuerzas que avanzaban por Altos y Piribebuy al mando de los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimarães, resolvió retirarse dividiendo sus tropas en dos divisiones, una de vanguardia, que confió al general Resquín, y otra de retaguardia, a las órdenes del general Bernardino Caballero. A las cinco de la tarde del 13 de agosto se puso en marcha con rumbo a Caraguatay, donde llegó a las ocho de la noche del día siguiente. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce a dicho pueblo, dejando allí 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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El movimiento de la columna paraguaya
de
retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así, pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo, en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de las huestes de la alianza. Recién el 15 de agosto entró el Conde D’Eu en Caacupé, donde se enteró de la retirada total de las fuerzas paraguayas. Esta noticia -por razones ocultas- lo dejó anonadado y sumido en el desaliento. Pero ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por una picada que conducía a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos. El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí desprendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, y allí llegando esta fue detenida por el coronel Hermosa. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Solamente a las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, comandado por el general José Luis Mena Barreto, quien acababa de remplazar al general Osorio. Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, intercambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. A lo lejos se escuchaba la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.
Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados en los dos flancos por El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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regimientos de caballería, se cuenta que lucharon con extraordinario heroísmo. El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. Y registró: “Nuestros fusiles a lo Minié llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”. Mientras tanto, el general Caballero impidió con habilidad que sus fuerzas fueran rodeadas y por fin consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. Entonces, el Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya, ordenando una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida. La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Nuevamente se produjo una nueva carga y de nuevo esta fue repelida por Caballero. La carnicería fue tamaña, que el cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Fue el momento que el ejército imperial optó entonces buscar un vado, para intentar evitar que fracasasen en otro ataque frontal.
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Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Piribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde ya inclinaba. Pero de pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia. Era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, quien obligó a que se dividiesen las escasas fuerzas de Caballero para este tener que atender dos acometidas simultáneas. Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes mal montados. Y tal escenario lo registra en sus notas Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando para que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”……. “El Conde D´Eu, un sádico en el comando de la guerra, después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres”. Su orden era matar: “hasta el feto del vientre de la mujer”. “Mandó hacer un cerco frente al hospital de Peribebuy,
manteniendo
en
su
interior
los
enfermos – en su mayoría jóvenes y niños – y lo incendió. El hospital en llamas quedó cercado por las tropas brasileras que, cumpliendo las órdenes de ese loco príncipe, empujaban a punta de bayoneta adentro de las llamas los enfermos que milagrosamente intentaban salir de la fogata. No se conoce en la historia de América del Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese”. (Chiavenatto: “A guerra do Paragauai”) Casi simultáneamente, Caballero, formando un cuadro con sus tropas, se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en tras de sí a los pocos que habían escapado de la matanza.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Crímenes y punciones durante la Guerra (1864-1870). Se me hace que otro punto importante, es poder evaluar por medio de las informaciones registradas, las condiciones sobre las cuales tuvieron que conducirse y operar todos los integrantes de la tropa a lo largo de estos casi seis años de guerra. Siendo así, la concentración de una inmensa masa de combatientes y no combatientes en los acampamentos militares, por supuesto exigió la necesidad de garantir el orden y la disciplina, ya que as deserciones, los actos de cobardía y de insubordinación, los homicidios, las peleas, los robos, los atentados contra la propiedad, las violaciones y otros delitos, estaban lejos de ser raros. Muy por el contrario, eran bastante frecuentes y constan en una profusa documentación. Por lo tanto, el siguiente relato de María Teresa Garritano, que es parte de su tesis de doctorado, se propone a analizar el funcionamiento de la Junta de Justicia Militar en un acampamento del Ejército brasilero que vivía bajo indispensables
reglas
disciplinares,
muchas
veces
quebradas, y sus estudios han privilegiado fuentes como memoria de combatientes (oficiales y plazas) y las órdenes del día, en archivos públicos y particulares. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Entonces tenemos que, a lo largo de casi cinco años de sucesivos acampamentos en que se instaló el ejército brasileiro, generalmente próximo a los ocupados por los aliados argentinos y uruguayos, fueron el hábitat de millares de hombres y mujeres de distintas clases sociales y profesionales, que fueron igualados por las privaciones, por los padecimientos de la guerra, y obligados a acostumbrase con la vida áspera y ruda de campaña. Por otro lado, en cierto momento de su obra, Taunay destaca que: “En los ejércitos de la época, era un hábito común que las familias de los soldados, niños, amancebadas o legítimas esposas, además de comerciantes y aventureros civiles, acompañasen las tropas que marchaban para la guerra.” Se trataba de simples acantonamientos, barracas y muchas veces cuchitriles cubiertos de capín, en donde las tropas pasaban días, meses y hasta años, algunas veces teniendo como abrigo solamente capotes y sombreros. Vivian bajo indispensables reglas disciplinares, muchas veces quebradas, donde se desenvolvía una vida compleja y variada. Estos eran acampamentos casi siempre apartados de las ciudades, montados en terrenos abiertos o rodeados de vegetación frondosa y mata cerrada, próxima, cuando era posible, a cursos de agua, desenvolviéndose allí una El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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cotidiana instrucción militar, organizando desafinadas bandas, encuentros junto al fuego, o entreteniéndose con juegos de azar, largas conversaciones íntimas, las bebidas, los amores confesados o no, con los soldados con sus mujeres, casados o no, movidos entre toques de clarín y señales de alerta, envueltos por discusiones políticas, literarias y artísticas, con los sueños de gloria de jóvenes oficiales, que se aborrecían con el paso lento del desplegar de la guerra, y hasta a algunos con horror de las batallas. La vida de un acampamento militar era regida por la “Órdenes del Día (enviados a través del cuaderno de orden; véase algunas de ellas en los anexos), de escalas y toques de corneta, que recordaban funciones, transmitían órdenes, convocaban al trabajo, a los ejercicios y al descanso, y anunciaban la esperada hora del magro, sin embargo indispensable rancho (comida). Pero el incumplimiento de esas órdenes, fue lo que acarreó a lo largo de cinco años de guerra, penalidades de varios tipos como: algunos días de guardia en el frente, anotaciones en los archivos de fe de oficio del adherido, prisión en la propia barraca, castigos con espada de plancha, expulsión, exoneración, etc. Vale destacar que los jefes militares necesitaban contar, a cualquier hora y en cualquier situación, con un grupo de soldados disciplinados y en condiciones de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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guerrear, bajo un régimen férreo, estando conscientes de las graves sanciones de aplicación inmediata, a la que estarían sujetos, en caso de incumplimiento de sus reglamentos. Esto de debía porque actuando delante de un enemigo, ellos estarían colocando en risco la propia vida y la de sus compañeros. Por lo tanto, se tornó imperioso que tuviesen total control sobre sus ejércitos. La cuestión que se coloca al historiador, que tiene por objetivo la reconstitución de los crímenes y penalidades, es la de analizar los problemas que habían sido generados por la concentración de grandes masas de combatientes, y la de comprehender porqué había tantos casos de transgresiones tanto por parte de un simple soldado cuanto de oficiales, y porqué la justicia tan bien delineada a través de decretos y leyes, no llegaba de forma total a los campos de batalla, cuestiones esas que todavía no fueron exploradas debidamente por la historiografía oficial. Lo que la autora de este estudio desea apuntar, es que las tres fuerzas armadas que actuaron en la Guerra del Paraguay, sean cuales sean: ejército de línea, guardias nacionales y voluntarios de la patria, tenían orígenes, en su mayor parte, en elementos no dotados del espíritu militar, sin disciplina y orden, oriundos de una estructura social no muy consciente con normas y reglas y, por tanto, teniendo
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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grandes dificultades en adaptarse al cotidiano del régimen militar. Sobre ese respecto, el General Caxias había escrito refiriéndose a los años anteriores a la guerra, que: “por un conjunto de circunstancias deplorables, nuestro Ejército contaba siempre en sus filas con una grande mayoría de hombres que la sociedad repudiaba por sus pésimas cualidades”. Al ser analizadas las Memorias de Combatientes (oficiales superiores y plazas), Libros de Entradas y Salidas de los Hospitales
y Enfermarías
de los
acampamentos, Prensa de la Época, Ordenes del Día, Informes de los Presidentes de Provincia, Discursos, Partes, Narrativas de propio puño, Correspondencias particulares y oficiales, los propios objetivos de la pesquisa, es que la autora de este documento ha encontrado valiosos documentos, testimonios de la época, que deja abierta la posibilidad de ser estudiada las diversas actividades ejecutadas dentro de un acampamento militar, en especial la violación de leyes que el desespero del hambre y de las enfermedades provocaba, poniendo en riesgo la disciplina militar. El conflicto que entonces comenzaba en 1864, multiplicaría los problemas, pues sería prolongado y se desenvolvería en un terreno inhóspito. También porque la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
227
composición humana del Ejército y la Marina: veteranos, prisioneros
(según
Fragoso),
extranjeros,
presos,
voluntarios, involuntarios (de acuerdo con Rodrigues), y guardas nacionales apartados de sus ocupaciones y lares, no era la más apropiada y a su vez, la que tornaba más difícil todavía obedecer las severas normas disciplinares y los estrictos principios jerárquicos que condicionaban toda la vida personal y profesional de un soldado. Además, se sabe que en todo el territorio nacional había el reclutamiento de presos, que permanecían en las prisiones hasta que fuesen conducidos, encadenados a los cuarteles. Las autoridades policiales igualmente reclutaban a todos los individuos considerados peligrosos, quienes enfrentaban también los castigos corporales que aun existían en el ejército brasilero. Empero,
muchos
voluntarios
también
fueron
reclutados contra su voluntad, y esclavos libertos seguían para la guerra acreditando en una nueva vida. Muchos hombres lucharon, pegaron en armas, entusiasmados por las promesas del gobierno Imperial, las gratificaciones, los sueldos vitalicios y las tierras prometidas. Estas eran las principales razones que llevaron a estos hombres a los campos de batalla, además del sentimiento patriótico de dar la vida por la nación. Por otro lado, también sería
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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necesario contener la arbitrariedad y la crueldad frecuentes de aquellos que poseían el comando. El 28 de abril de 1869, en propio Taunay describió un panorama general de la situación de los presos en los campos de batalla, diciendo: “en Humaitá existían 230 presos, de los cuales 90 habían respondido a un Consejo de Investigación, 46 al de Guerra, 9 sentenciados a muerte esperaban el resultado de un último apelo, uno fue expulso del Ejército porque no podía ser suelto por la necesidad da restitución de cierta suma, y al final 92 estaban a espera de procesos que o se habían
extraviados,
o
nunca
habían
sido
instaurados. Entre esos últimos se dio el mayor número de solturas; con todo, aquellos que permanecían sin proceso, mismo estando acusados de crímenes graves como muertes, herimientos, etc., fueron entregues a la guardia del Ejército para que se procurase alguna información en los Cuerpos,
como
medio
de
regularizar
el
andamiento de los papeles de acusación. Entre tanto, las disoluciones de muchos batallones, y las frecuentes transferencias de soldados de uno para otro cuerpo, tornaron imposible tal resultado. Debido a esto, los acusados fueron sueltos, por el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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principio básico de que no puede haber pena para aquel cuya culpabilidad no puede ser probada”. Dionísio
Cerqueira
también
nos
recuerda
detalladamente el caso de dos soldados brasileños que fueron castigados hasta la muerte aparente, por causa del asalto a un oficial argentino para robarlo, crimen para el cual estaba prevista la pena capital en su 18º artículo de guerra, y que no fueron llevados a juzgamiento por la Justicia Militar. El propio Cerqueira justificó que los Generales
comandantes
del
Cuerpo
del
Ejército,
impedidos de aplicar la pena de muerte, que era una prerrogativa
del
emperador,
preferían
la
punición
inmediata en lugar de dejar la cuestión a cargo de un tribunal que se arrastraba en largas discusiones, alegando que la demora en la aplicación de la justicia enflaquecería los principios de autoridad, disciplina y respeto mutuo entre superiores e inferiores. Pero ponderaba que el castigo era excesivo, y en este caso específico, 1500 planchadas, ya que las puniciones con golpes de espada de plancha, sin punta ni borde según el código, indicaba no se podía castigar con más de 50 pancadas de espada y por eso la ley estaba siendo violada. (Cerqueira, 1929:59). Sin embargo, “el mismo General en Jefe que punía con extrema severidad, en otras ocasiones era benévolo para los soldados, a quien les perdonaba muchas faltas, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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pues cuando se dirigía al lugar en donde se encontraban los presos, la Guardia, así llamada, causaba alegría en los detenidos, pues el General mandaba soltar luego los de culpas leves, y los otros luego después de un ligero castigo o sin él”, (citación de Magalhães, 1978:122). Los crímenes sin solución eran frecuentes en los campos de batalla, y asesinatos y robos difícilmente eran solucionados debido a la propia dinámica de un acampamento militar. Para ejemplificar, cito aquí lo que Cerqueira nos dice: “El joven e ilustre capitán João Dias Cardoso de Mello fue traicioneramente asesinado por un aliado, a la noche, en su rancho en Tuyutí. El amigo Bormann me contó el horroroso crimen con detalles de erizar”. Cerqueira cita también otro caso: “de un oficial muerto, este, por accidente, en que, un soldado dejó caer el arma al bajarse de su puesto, hiriendo mortalmente el oficial”. Pero en ambos casos, Cerqueira no revela las puniciones y ni si hubo juzgamiento. También cabe destacar que había bastante indulgencia por parte del emperador Don Pedro II que interfería, por ejemplo, mandando soltar a 51 presos el 28 de abril de1869 en el campamento de Humaitá, y otros 12 más de Asunción, todos los que, sin haber posibilidad de le ser instaurado proceso penal, no tenían culpa formada, lo que para el emperador representaba que, “los crímenes eran de El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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poca importancia y el tiempo de prisión era castigo suficiente, pues algunos se encontraban detenidos desde el 26 de enero, 25 de agosto y 15 de septiembre de 1867”. (Fuente de Taunay, 1958:29). Por tanto, no pocas veces la decisión imperial substituía los tribunales militares y la posibilidad de revisión de las sentencias. Es importante agregar que la Historia de la Justicia Militar en Brasil, se inició con la llegada de la Familia Real al Brasil, en 1808, cuando la ciudad de Rio de Janeiro pasó a ser sede de la Corona Portuguesa. “La situación
del
país,
de
simple
colonia,
se
altera
profundamente, y por consecuencia directa de esas mudanzas
se
hace
necesaria
la
más
completa
reorganización del País”, (citación de Vianna, 1967:13). Por lo tanto, al año siguiente de ser iniciada la guerra, fueron creadas provisoriamente dos Juntas de Justicia Militar, una en la provincia de São Pedro do Rio Grande do Sul, y otra en la de Mato Grosso, cuando se estableció por primera vez una Justicia Militar especial para actuar fuera del territorio brasilero. En principio, estas Juntas desempeñarían el papel de instancias máximas de esa justicia especial, funcionando en lugar determinado por el gobierno, en cuanto los Consejos de Guerra actuarían como primera instancia. Cada una de ellas debería ser presidida por el presidente El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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de la provincia en cuestión e integrada por más seis miembros.
Pero
a
pesar
de
eses
órganos
ser
estructuralmente diferentes de la Justicia Militar que actuaba regularmente en territorio brasilero desde 1808, su funcionamiento debería ser determinado por los mismos códigos que regían la actuación de los Consejos de Guerra y del Consejo Supremo Militar y de Justicia del territorio brasileño. Sin embargo, debe ser destacado que algunas dificultades y escrupulosidades envolvían el pleno funcionamiento de la justicia durante la guerra, como: el dislocamiento de los acusados al local del juzgamiento, las disoluciones de batallones, las decisiones del Comandante en Jefe y las formalidades jurídicas que regían el proceso como en el caso de no haber en el Código Militar punición para algunos tipos de crímenes. En una carta de Inocêncio Velozo Pederneiras al Almirante Vizconde de Tamandaré, datada en 03 de diciembre de 1876, seguidamente después de terminada la guerra, pero que traduce la continuidad de las dificultades encontradas en penalizar algunos casos, y critica el sistema militar de juzgamiento de faltosos, al hacer referencia al “caso de su ayudante de órdenes que cometió indisciplina y desobediencia a las órdenes, teniendo que
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responder al código criminal ordinario”. (AM, libro IX, doc.838, p.46). “Diferentes transgresiones de oficiales y plazas eran penitenciadas con la pena capital, por ahorcamiento o fusilamiento, entre ellas la deserción en tiempo de guerra, la cobardía delante del enemigo, atacar centinelas, dormir o se emborrachar cuando estuviese de guardia en tiempo de guerra, encabezar motín o traición, hurtar o dejar hurtar material bélico (inclusive caballos), desobedecer las órdenes superiores usando armas o amenazar y herir a traición o matar un camarada”. (Fuente Doratioto, 2002: 282). Pero al encontrarse presionados por las disímiles condiciones reinantes en los acampamentos militares, los soldados huían, una actitud que bien podría ser justificada delante del hambre y del miedo de la muerte que las epidemias provocaban a los millares. Empero, en los diarios del Ejército es posible observarse los constantes mapas demostrativos por armas, de las deserciones, prisiones y presentaciones de desertores, lo que demuestra la
alta
frecuencia
con
que
ocurrían,
adquiriendo
proporciones alarmantes según lo describe Taunay.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Era común ver soldados cansados y debilitados, muchos con los pies exulcerados y sangrando, debido a las largas caminatas a las que eran obligados a cumplir por orientación de los oficiales de espada en puño, para transportar los heridos. Pero estos contestaban las autoridades aumentando la indisciplina entre ellos e influenciando en la desorganización jerárquica, situación que llegó al auge cuando se concretó el abandono de los colegas que habían sido atacados de cólera-morbo. De acuerdo con la narrativa de Taunay, memoria bastante usada pela historiografía de la guerra, expone el caso: “Se multiplicaron durante toda la tarde los casos epidémicos a punto de se tornar imposible imaginar cómo podríamos avanzar. Nuevo arreglo imaginado por el comandante, para las parihuelas, llevó al desespero y descontentamiento de los soldados, que en él percibían un aumento de carga y de fatiga. Llegamos a presentir que entre ellos se generaba la idea general de un “sálvese quien pueda”. Metiéndonos en el mato, digieran, “al menos algunos de nosotros llegaran a Nioac; en todo o caso dejaremos de ser esclavos de moribundos, por la mayor parte desvariados”. (Taunay, 1952:111).
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Pero inclusive había casos de oficiales que eran responsabilizados por los soldados que abandonaban sus puestos provocando la desmoralización de sus batallones: “...el Teniente-coronel Bento Martins de Menezes, en el más completo abandono de sus deberes, se recoja preso a esta villa, para responder al Consejo de investigación, después al de guerra, a fin de justificar su procedimiento en
una
desagradable emergencia, por ocasión de las deserciones realizadas en masa, y sin que encontraran el menor obstáculo...” (Orden del Día Nº24, p.131. 13 de octubre de 1865). No obstante, hay que resaltar que para incentivar el alistamiento, el 31 de mayo de 1865, el emperador “concedió amnistía a todos los soldados de la tropa de línea y de la Guarda Nacional, que desertaron una o dos veces y que se presentaren dentro de dos meses”; (Becker, 1968:46). Por lo tanto, se puede afirmar que, no en tanto las deserciones fuesen sangrías constantes en todo el contingente de soldados, el Gobierno Imperial sancionaba decretos perdonando los faltosos, pero estaba lejos de evitar las fugas, expresando la dificultad del Estado en movilizar los ciudadanos para la guerra, en ausencia de instrumentos que garantiesen su permanencia en las hileras de los contingentes militares. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Ya al final de la guerra, en julio de 1869, el Conde D´Eu, ya nombrado comandante jefe de todas las fuerzas brasileñas, remitía al Ministro de Guerra dos peticiones de soldados apelando a Don Pedro II de la pena de muerte a que habían sido juzgados por crimen de deserción y condenados en Consejo de Guerra, con definitivo juzgamiento de la Junta de Justicia Militar. Esta cuestión era idéntica a muchas otras ya presentadas a consideración del gobierno imperial, derivada de los trámites legales a que estaban sujetos los desertores, pero en otros casos era suficiente el castigo corporal de 50 planchazos de espada… “Ponderaba Su Alteza la injusticia de tales casos y alertaba sobre el riesgo de haber penalidades diferentes para el mismo crimen. (Afirmación de Taunay, 1958:93). Al llegar a Campinas, la Columna Expedicionaria enviada a Mato Grosso, fue víctima de la viruela sufriendo 159 deserciones, principalmente de plazas del Cuerpo Policial de São Paulo y de la Compañía de Caballería de la Guarnición de São Paulo, (según Souza, 1971:49). En Uberaba desertaron 96 soldados, de los cuales 20 eran mineiros (Minas Gerais) y otros 13 fallecieron. Para evitar nuevas
deserciones,
otros
25
soldados
mineiros
convocados para la guerra, fueron colocados en régimen de prisión, pero mismo así huyeron para el campo. Se reafirmaba de este modo, el dictado muy citado por la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
237
historiografía ante la perspectiva de tener que ir a la guerra: “Dios es grande, pero la mateo es aún mayor”. (Taunay, 1948:133). En cierto momento, el Brigadero Soares de Andréa oficializó documento al General Osorio, participándolo de que: “la deserción de 34 plazas del 1º y 2º Cuerpos de la Guardia Nacional, procurando justificativa de que el hecho fue la voluntad de ellos volver a sus lares y porque tenían mal tratamiento en los acampamentos, sufriendo por falta de barracas y enfermedades constantes”. El General respondió cobrando providencias de prisión tanto de los plazas como de los oficiales de servicio en el día de la fuga por un periodo de 3 días, porque “si ellos estuviesen vigilantes,
los
plazas
no
llevarían
armamento
y
arreamiento del cuartel”. (Memorias de Osorio, 1915:47). Cuanto a las causas de las fugas bajo la visión del mismo General, el deber de la Guarda Nacional en destacamento, es estar donde el gobierno manda. Y coloca también en su oficio, que las deserciones tenían su mayor origen en la costumbre y en las más doctrinas de muchos oficiales, quienes cometen la imprudencia de lamentarse a la vista de los soldados, deseando que algunos de ellos deserten, para volver todos a sus casas. En un oficio del Teniente-Coronel Antonio José da Rocha Junior, Comandante del 12º Cuerpo de Caballería El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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de la Guarda Nacional, datado en 12 de febrero de 1866 y expedido en el campamento en marcha en el Paço do Umbu, documento encontrado en el Archivo Histórico de Rio Grande do Sul y que contiene una “relación nominal de los plazas de aquel Cuerpo, que desertaron desde el 2 de julio de 1865 hasta el 31 de enero de 1866”, se aprecia que dicha relación se compone de 104 nombres, de los cuales 55 son de origen alemana.” (Becker, 1968:179). El historiador
percibe,
en
ese
documento
raro,
la
preocupación en colocar la grafía cierta de cada nombre, lo que es poco común ver en otros documentos, los que sólo relataban el número de desertores sin especificar sus nombres. En todo el Ejército Aliado desde los primeros momentos de la guerra, se produjeron escenas de cobardía y miedo delante del enemigo. Así consta en el auto de investigación, firmado por Melcíades Augusto de Azevedo Pedra, Auditor de Guerra del Ejército, que procedió a la inquisición de testigos e interrogatorios, referentes al abordaje que sufrió la cañonera “Parnaíba” en el combate naval del 11 de junio de 1865, y del cual resultó la culpabilidad de falta de cumplimiento de órdenes y cobardía de algunos oficiales. El Consejo de Investigación absolvió al comandante y oficiales por falta de pruebas el 2 de septiembre de 1867. (AM, Libro IX. Doc.769 e 770, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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p.2-3). Por tanto, dos años después de ocurrido, lo que demuestra la morosidad de los procesos y la dificultad de interrogar a los testigos. Hubo hasta el caso de un teniente que tenía la habilidad de eclipsarse en los días de combate…, “jamás había tomado parte en acción de guerra alguna. Le daban náuseas y fiebre el tronar de los cañones y el crepitar de la fusilaría, le causaban vértigo el relucir de las bayonetas y el crujir de las lanzas;” (relato de Cerqueira, 1929:158). Además, algunos comandantes eran demasiado prudentes, y tenían miedo de provocar al enemigo, lo que “a los ojos de la soldadesca era señal de cobardía”… “Una vez vi agachado atrás de una casa de termitas, a un teniente, escondiéndose de la línea de fuego”, y comentando esas situaciones, Cerqueira cita a Fernando Machado que dice: “Miedo, todos, más o menos, tenían, pero quien tiene bríos no se lo muestra a nadie;” (Cerqueira, 1929:111). En la creencia sobre lo citado en las órdenes del día, la cobardía frente al enemigo provocaba más allá de prisión, demisión y citación en la fe de oficio de los combatientes, que en aquella época era una deshonra, ya que ellos quedaban marcados para el resto de la vida: El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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“Determina, su S. Exc., que sea preso por espacio de quince días y demitido del puesto que ejercía, el Sr. Teniente del 12º Cuerpo Provisorio de Caballería: Arnaldo José de Oliveira, por haberse comportado con cobardía en la cualidad de comandante del piquete, que, en el día 1º del corriente, hizo la descubierta en el acampamento de las fuerzas destacadas en el Chaco”. (AE, Orden del Día nº189, p.13). Tanto en Itororó como en Avaí, el General Caxias llegó a relatar al Ministro de la Guerra, Muritiba, que asistió a “muchos actos vergonzosos, y a veces fue necesario que yo abandonase mi posición de General en Jefe para conducir el fuego y la carga de batallones enteros, y los Cuerpos de Caballería, que mismo así, ni todos llegaron a las fileras enemigas”. Y agregó que muchos soldados brasileños perdieron la vida en recurrencia de la “indisciplina y la tibieza de los Cuerpos que comandaban”, (citación de Doratioto, 2002:366). …Fue necesario que Caxias, al pasar por la tropa que se resistía a combatir, dio voz “de firme” y se arrojó sobre aquella posición; (agrega Cerqueira en otro trecho, 1929:274). A su vez, al ser aplicada en casi todas las civilizaciones a lo largo de la historia de la Humanidad, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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tanto en tiempo de paz como de guerra, la pena de muerte fue instalada en la Guerra del Paraguay por la Justicia Militar, pero Don Pedro II era contrario a ella y terminó por conmutar entre octubre de 1867 y julio de 1870, 30 de las 35 condenaciones a muerte, tanto para oficiales como para soldados. Se piensa que las seguidas conmutaciones de las penas de muerte, reducirían la eficacia de un instrumento con que el General Caxias esperaba contar para imponer la disciplina de la tropa en situaciones se combate, y hasta llegó a reclamar sobre ellos con el Ministro de Guerra sobre esas resoluciones concedidas por Don Pedro II a militares que recibieron condenaciones por parte del Consejo de Guerra y de la Junta Militar de Justicia, (comentario de Doratioto, 2002:369). Por otro lado, el mismo Taunay describe una vez más, un caso ocurrido el 1º de noviembre de 1865, cuando estaba en la Villa de las Dolores de Rio Verde, vulgarmente llamada de Abóboras, por ocasión del asesinato del capitán de la policía Alexandre Magno de Jesús, muerto por un furriel, posiblemente por cuestiones de mujer. “... el asesino, empozado, fue condenado a muerte, consiguiendo, entre tanto, escapar en mayo de 1867, por lo tanto 2 años después del crimen cometido” (Taunay, 1927:29). El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Pero, en algunos casos la pena no era perdonada, y en este aspecto, las Órdenes del Día son prodigiosas en informaciones, y también en los aspectos de expulsiones, dispensas y sentencias ejecutadas: “Que, habiendo sido condenado a pena de muerte por sentencia del consejo de guerra, y confirmación de la junta de justicia militar, como incurso en la 2ª parte del art. 1º de los de guerra del reglamento de 1763, el reo Pedro Antonio José Dias, soldado do 52º cuerpo de voluntarios, por el crimen de insubordinación y tentativa de muerte en la persona del teniente del mismo cuerpo, Joaquim Monteiro da Rosa Lima, comandante del piquete de las líneas avanzadas de la cual hacía parte, y habiendo S. M. el Emperador, juzgado que el mismo reo no era digno de su Imperial Clemencia, fue esa sentencia ejecutada en el acampamento del 2º cuerpo del ejército en Tuyutí, el 6 del corriente, con todas las formalidades de la ley”. (AHE, Orden del Día nº200,18 de mayo de 1868, p.226). “Soldado José Pedro Alves Barbosa, por haber asesinado a una mujer de nombre Delfina María da Conceição. Condenado por el consejo de guerra a pena de muerte, como incurso en la 2ª El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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parte del artículo 8º de los de guerra de 1763. La junta de justicia militar, en 16 de septiembre, confirmó la sentencia del consejo de guerra pero juzgó al reo incurso en el artículo 192 del código criminal grado máximo. Determinó igualmente la misma junta, que la sobredicha sentencia se ejecutase,
guardándose
las
formalidades
relativas al recurso de gracia. Se mandó cumplir en 24 también del corriente.” (AHE, Orden del Día nº 250, 14 de septiembre de 1868). Dos otros casos de pena de muerte fueron registrados por Cerqueira, y que lo hicieron “sentirse horrorizado”: …“en São Fernando, en Tebiquary y en Caraguatay, en las Cordilleras. El primero, fue aplicado a un soldado de artillería, que osó sacar la espada contra el General Osorio, que ya era el ídolo del Ejército; fue muerto y “vergastado”, que era la muerte a través de azotes con una vara fina. El segundo, un soldado fue golpeado hasta morir por haber matado a un viejo paraguayo para robar un carnerito que este criaba”. Empero, Cerqueira no registró si hubo investigaciones sobre esos crímenes, mientras afirma que los comandantes mandaban realizar esas ejecuciones para ejemplo, a lo que agrega, que no fueron buenos ejemplos, porque “luego lo imitaron otros comandantes, los que excedieron muchas veces el límite El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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reglamentar del
castigo corporal”,
(comentario
de
Cerqueira, 1929:61). En las obras analizadas, fue muy común el uso de términos
como
“irregularidades
en
servicio”,
no
especificándose exactamente cual falta fuera cometida por los soldados, aunque sufrieron, además de la prisión en la barraca, el asentamiento de esa nota en su fe de oficio. (Taunay, 11958:24). No en tanto, Dionísio Cerqueira, en su esfuerzo por fijar una memoria sobre la guerra, de la cual hizo parte, nos ha dejado un rico relato de informaciones sobre las irregularidades cometidas por los soldados, no en tanto, en algunos casos no especifica la pena: “... dos de mis camaradas subyugaban a dos soldados de artillería, que andaban haciendo pillajes y fueron agarrados en flagrante robando las imágenes de un oratorio. Mandé que los llevasen ante Felinto, que les dio una buena lección”. El propio Cerqueira cuenta sobre las prisiones que él sufrió durante los años que permaneció en los campos de batalla: la primera por haber demorado a volver para el acampamento
deteniéndose
a
conversar
con
los
compañeros, y fue recogido a guardia de frente; la segunda, por haber mandado atacar durante las avanzadas a una fuerza paraguaya. La tercera, ya como capitán, en 1872, en la Escuela Militar, cuando a frente de la 1º El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Compañía de alumnos, haber errado de propósito una maniobra y desobedecido con escándalo el superior del día. Pero reitera que todas las tres quedaron sin efecto inmediatamente y sin citaciones en su fe de oficio. (Cerqueira, 1928:50). Para corroborar los registros de Dionísio Cerqueira, el alférez Francisco Pereira da Silva Barbosa, también registra los crímenes y los castigos a que estaban sujetos los combatientes en la Guerra del Paraguay. Preso diversas veces, él registra en su Diario de Campaña, en tono bastante irónico y crítico, por causa de las prisiones y sus consecuencias; la primera vez, porque llevó para la formación de parada a un soldado sin el uniforme completo, y hallando injusta la orden de prisión no se presentó, lo que resultó en una segunda orden de prisión, acarreando “más algunos días de guardia en la frente. La tercera y cuarta vez, fue preso por responder con altivez al Mayor Fiscal y con aspereza al Comandante de la Compañía, y en varias otras veces por faltar al toque de alarma de las 4 de la mañana;” (Silva, 2000:04), y otros delitos menores que resultaron en prisiones en las barracas y anulaciones por parte del Consejo de Investigación. Por otro lado, el triste vicio de la embriaguez, o la incompetencia para realizar determinadas funciones,
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
246
acarreaba exoneración y dispensa del servicio del ejército. (AHE, Orden del Día nº184, 26 de janeiro de 1868, p.77). Un caso de expulsión fue relatado por Rodrigues da Silva, cuando algunos oficiales de la Caballería de la Guarda
Nacional
se
apartaron
en
demasía
del
acampamento, posiblemente intentando escaparse, pero fueron reconducidos y expulsos, como indignos de pertenecer al Ejército Brasilero en operación en el Paraguay. A pesar de haber existido el Consejo de Investigación, el Comandante en Jefe, Conde D’Eu, no admitió las justificativas. (Rodrigues da Silva, 1924:85). El propio Rodrigues da Silva, en la calidad de 1º Cadete y 2º Sargento del 4º Regimiento de Caballería ligera, reclamaba que el reglamento era implacable, y por ocasión de la marcha para Paysandú, perdió una pistola y “no fue preso por milagro”, pero que la pérdida de esa pieza del armamento, fácilmente desprendida de la cintura al galope de caballo, consta en su fe de oficio. El extravío de cualquier pieza del uniforme por parte de los combatientes del Ejército, además del descuento de la quinta parte del sueldo, también era castigado con pancadas de espada de plancha. “No se llevaba en cuenta el imprevisto de la falta, y ni mismo si el soldado tenía conducta ejemplar.” (Rodrigues da Silva, 1924:128). El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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En otro documento datado en 04 de junio de 1865 en el acampamento en marcha del Cuerpo de Guarnición de Minas en la ciudad de Piumhy, teniendo como autor del oficio a Francisco de Souza Mascarenhas y enviado para el comandante de la Brigada Mineira, Coronel José Antônio da Fonseca Galvão, se informa que se han infringido castigos corporales en dos soldados a saber: soldado de la 1ª Compañía, Joaquim Alves de Brito y a otro soldado de la 2ª Compañía, José Manoel Pereira, por ambos haberse embriagado y faltado con respeto en le presencia de oficiales y plazas. “Habiendo sido sentenciados el primero a cuarenta pancadas de plancha y el segundo a treinta cuyos castigos se hicieron en la Fazenda de Ponte de Pedra el día veintinueve del mes pasado con las formalidades de estelo (sic), teniendo el primero sufrido 30 y el 2° 20 pancadas de espada de plancha en virtud del Médico ayudante, haber declarado que
los
mismos no podían
ser
castigados conforme adherirán en el referido consejo”. (Fuente FBN/RJ – AM/CMB, 34A, 05, 005 n° 004, 04/06/1865). Las formalidades que se trataban en documento oficial entre los comandos, son pruebas de medios lícitos y adoptados a los ojos de la sociedad imperial de los años El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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ochocientos. Como en la anterior, no existe la negación de la práctica establecida con toda competencia que el oficial encargado conduce, a no ser de lo que fue declarado en el consejo que el médico ayudante mencionó. Pero vemos que la coerción ejercida no inhibió la insubordinación o indujo al miedo antes de practicarla, pero si al miedo, las dudas, los deseos, el desánimo que ellos sentían y que condujeron para las prácticas indisciplinares. Los nombres de los acusados son de extrema importancia, pues son los principales participantes del período de guerra y no serán apenas recordados como plazas, soldados, marineros o voluntarios, aun mismo que en estado de humillación, en procesos, o en las sentencias, estos serán recordados por sus nombres y no como un mero coadyuvante de la Guerra del Paraguay.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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La presencia femenina durante la Guerra Como la historia del mundo es, en larga medida, una historia de guerras, eso se debe a que en su mayoría, los países nascieron luego después de conquistas, guerras civiles o de luchas por la independencia. Y esos enfrentamientos no son más que una opción de un grupo contra el otro, y tan antiguo cuanto la propia historia, y tan universal cuanto la humanidad. Sin embargo, es importante agregar otros factores componentes
al
tema
aquí
en
cuestión,
ya
que
innegablemente, la guerra es una actividad de la cual las mujeres, con algunas excepciones insignificantes, siempre y en todos los lugares han quedado excluidas de las citaciones que merecen, y nunca figurando como atores principales. Cuando se habla sobre las guerras ocurridas en los siglos pasados, luego la gente se imagina a hombres marchando a pie o a caballo, y siempre en situación de combate. Por tanto, se acostumbró señalar que, en la teoría, la guerra era invariablemente un universo de hombres,
armas,
caballos,
hambre,
enfermedades,
padecimientos, muertes, etc. Pero en la práctica, ha quedado corroborado que las mujeres tuvieron siempre un papel preponderante en las guerras. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
250
Por consiguiente, en esta Grande Guerra, las mujeres, tanto las brasileñas como las de los países aliados o las paraguayas, formaron un segmento bastante significativo en la retaguardia del ejército, pero nunca pasivo. Por cierto, no es de extrañarse que de él hiciesen parte madres, esposas legítimas o no, enfermeras, prisioneras, esclavas, fugitivas, y otra clase de etc., que siempre actuaban en las más diversas frentes de trabajo y enfrentando, junto con los hombres, todo lo que el sacrificio que una guerra pueda proporcionar. Pero
mismo
existiendo
escasez
de
fuentes
informativas y un número poco significativo de estudios que traten sobre la historia social de la Guerra del Paraguay, esto no dificulta los trabajos sobre el tema, pues al ser cotejado lo dicho por los memorialistas con las pesquisas más recientes, es posible avanzar en los relatos de la historia de las mujeres en esta guerra. No en tanto, al manosear el tema en cuestión, nunca recordamos que ellas, muchas veces con hijos a cuestas, acompañaban sus maridos soldados y, como no había un abastecimiento regular para las tropas, entonces ellas tenían que resignarse a trabajar alimentando, socorriendo, plantando, luchando, o hasta mismo comercializando géneros de primera necesidad.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Empero, aunque parezca, la vida no les era fácil, pues vivían ocupadas por demás en mantener todo aquel aparato de guerra. De hecho, la actuación femenina, siempre en la retaguardia, no aparece como un elemento que poseyó cierta importancia en las batallas. El registro de la presencia femenina y los destaques que a ellas podrían ser dados, se convierten en una raridad, pues sólo a los hombres les cabían los papeles principales. Pero no hay duda que las mujeres allí, fueron héroes viriles. Escribir sobre este tema es un verdadero trabajo de rastreo, porque la escasez de vestigios acerca del pasado de las mujeres, producidos por ellas propias, se constituye en uno de los grandes problemas enfrentados por los historiadores. E en eso no se puede dejar de lado que en la historiografía brasilera, los hombres en el poder escribían sobre hombres transformados en “héroes”, siendo las mujeres, cuando mencionadas, meros detalles que en nada contribuyen para la comprensión del episodio, o mismo, del proceso histórico. Pero cuando las mujeres simples de ese pueblo nómade, seguidoras del ejército, como las andariegas, vivarachas, prostitutas, pervertidas “corrompidas sin nombre ni familia”, que movidas por los más diversos motivos: económicos, afectivos, comerciales, entre otros, acompañaban a los hombres creando modos de vida y El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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sobrevivencia en la retaguardia de las tropas, si lograron salir del anonimato tornándose visibles, fue porque demostraron algún acto de heroísmo y coraje. Mismo así, ellas sólo tuvieron derecho al primero nombre, siendo la etnia de afinidad somática recordada con singular preconcepto, lo que invariablemente las remitía a grupos sociales de origen humilde. Cuanto a las vivarachas, puede decirse que eran mujeres que acompañaban el ejército para vender víveres, bebidas y otros objetos de necesidad; aunque muchas de ellas eran también prostitutas. Pero con todo el prejuicio y ojeriza existente, fueron muy pocas veces notadas, aunque igualmente sufrían como los hombres a la marcha extenuante, el sol, el frio, el hambre, y las lluvias que alagaban los campos, así como de las enfermedades, las pestes, y a los acampamentos sin las mínimas condiciones de higiene y las muertes. Cabe destacar que una fuente preciosa de información sobre el cotidiano de cualquier guerra, son los diarios, crónicas y memorias, entre otros documentos, que fueron escritos por los propios combatientes, plazas u oficiales. Y de ellos, apoyado en los relatos de los Generales José Luiz Rodrigues da Silva y Dionísio Cerqueira, que con afición registraron la presencia femenina y el comercio de las vivarachas, se sabe que: “el acampamento del comercio El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
253
era el boulevard, nuestro famoso club..., y ese pueblo infeliz dio pruebas repetidas de caridad y altruismo, en medio de las agruras de su infortunio..., esas mujeres que seguían el ejército, no tenían miedo de cosa alguna..., desgarraban sus ropas en ataduras y allí permanecían hasta el fin de la refriega, atendiendo a todos con solicitud cariñosa”.
Autoría desc. (1867): La calle del comercio. Biblioteca Nacional, RJ.
Al darse inicio a la marcha en el año de 1865 para la frontera con la Banda Oriental del Uruguay, en el Arroyo Negro, con dirección a las operaciones de campaña, el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
254
Coronel Cândido José Sanches da Silva Brandão da explicaciones en un oficio encaminado al General Osorio, al hacer referencia a la orden expresa del Comandante de la 1ª División para liberar a los soldados Thomas Pedro Antônio y Joaquim Felício de Souza, presos por llevaren mujeres consideradas prostitutas junto al regimiento. Y aun comenta el Coronel Brandão, que algunas mujeres que los acompañan, son casadas con plazas del Regimiento, siendo dada orden para no llevaren sus mujeres para la marcha. A seguir, parte de sus argumentos para la prisión de dichos soldados: “En Pirahy, siendo ellas vistas, mandé prender a dichos soldados y repetí la orden, y estos plazas siempre desobedientes tuvieron hasta este ponto las traído, al paso que allí una de ellas, de carácter muy bajo, dio causa a pelea entre los soldados José da Silva Soares y Joaquim Felício de Souza, ambos se hirieron, fueron tratados en el hospital; en fin, son “chinas” de pésimo comportamiento,
muy
prejudiciales
a
la
disciplina y dando causa a falta ya en las formaciones [...] y que tengo prohibido la estada de semejantes mujeres, ahora, me parece que este Comando de alguna forma pierde su fuerza moral cuando por el recalcitrante procedimiento El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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de estos soldados las ven en pleno gozo de su libidinoso
deseo”.
(Fuente
IHGB/RJ
–
ACP/CGO, 11/01/1865). La preocupación del alto oficial con la disciplina, queda bien clara en su observación al comandante del Ejército en aquel momento, el Barón de Herbal, por el relajamiento de los soldados penitenciados, pues la pérdida del control para la formación de los batallones sería a su ver un agravante para nuevas insubordinaciones. Pero este control no era determinantemente riguroso debido a mandos e desmandes, o por la simple aceptación por parte de algunos oficiales. Sin tratar de la cualidad pre conceptuosa del oficial para cualificar a las mujeres que acompañaban
a
los
dos
soldados
presos
por la
desobediencia, se tornó corriente la presencia de grupos femeninos y familias siguiendo al Ejército para el territorio paraguayo. En otra correspondencia del comando del 4° Regimiento de Caballería Ligera al mismo Coronel Cândido José Sanches da Silva Brandão, se confirman sus preocupaciones cuanto a la liberación de mujeres para acompañar a las tropas, actitud hasta entonces permitida por el Comandante de la 1ª División, General Osorio, y transmitida por el Brigadero José Luiz Mena Barreto. Osorio, como comandante del Ejército Imperial en aquella El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
256
primera fase de la guerra, solicita que cesen los castigos a los soldados por llevar mujeres, y que admitiesen a estas en los cuerpos. En la misma correspondencia hay otras observaciones que dicen a respecto de la salud de los cuerpos militares que están siendo devastados por la sífilis causada por las compañeras. “…Así espero que Sª Exª Brigadero Comandante de la División se digne resolver si debo consentir en el Regimiento tantas mujeres, cuantas fueren aquellas que declaren acompañaren los plazas del mismo [...]. Notándose que las casadas y con hijos allá quedarán en Jaguarão sujetándose al trabajo para alimentarse, a excepción de una con avanzada edad y enfermiza con tres hijos menores, que no pudiendo sujetarse al trabajo, procuró el Regimiento para que sus hijos no sufriesen
hambre,
y
yo admití
sobre mi
responsabilidad, ministrándole alimento de mi bolsillo, teniendo declarado a ella y al viejo soldado que la acompaña que se procedía a la promesa formal en atención a sus inocentes hijos”. (Fuente IHGB/RJ – ACP/CGO, pasta 7725, 11/01/1865). Siendo una práctica común de los gauchos el de llevar a sus familias para las refriegas desde la época de las El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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luchas platinas anteriores a la Guerra del Paraguay, al inicio de la campaña esto fue acepto por parte del alto comando. Pero la presencia marcante de ellas fue objeto de discriminadas evaluaciones sobre su participación por parte de oficiales contrarios a la presencia de mujeres, y aun las de algunas con hijos en los acampamentos junto con las tropas. Empero, muchas no tenían ni cómo sobrevivir sin que sus compañeros las alimentasen a ellas y sus hijos, restando acompañar para sobrevivir a costa de las sobras del Ejército. En un informe confidencial encaminado al Consejero Francisco Otaviano, datado en 15 de julio de 1865 en Buenos Aires, en el que consta minuciosamente datos cuantitativos de las tropas, enfermos, informaciones de transportes, enfermarías, médicos y armamentos; el observador enviado por el consejero del Imperio, Sr. João Carlos Pereira Pinto, comunica que el Ejército Imperial bajo el comando del General Osorio acampado próximo a Concordia, en la República Argentina, contaba el día 10 de julio del mismo año, con un total de 16.186 de las tres armas,
inclusive
oficiales
y
enfermos:
“...además,
acompañan el mismo Ejército, 278 mujeres y 122 menores hijos de estas”.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
258
La constatación en este informe del entonces Ministro de los Negocios de la Guerra sobre la presencia de mujeres e incluyendo familias que acompañaban al Ejército, es uno de los pocos documentos oficiales que mencionan con fidelidad la presencia femenina con su familia para el teatro de guerra. (Fuente FBN/RJ – AM/CMB, 34A, 03, 004 n° 053, 15/07/1865). A su vez, el Capitán Pedro Werlangv relata que algunas mujeres eran utilizadas como baqueanas y para cargar material de artillería: “…y como baqueanas o guías les
servían
las
mujeres
que
habían
permanecido
remanecientes en aquella zona... Todas las mujeres que acompañaban nuestro ejército, tenían que cargar munición de artillería; nuestra caballería iba a pie, pues ya nos habíamos librados de los caballos”. En la “Retirada de la Laguna”, una narrativa romanceada sobre cierta expedición brasilera en la frontera entre Mato Grosso y Paraguay, el autor, Alfredo Taunay, expone las agruras vividas por los diversos segmentos femeninos, quienes fueron discriminados y sin derechos a remedios, cuidados o abrigo en caso de enfermedad. En dicha expedición, que no suportó ni dos meses de lucha debido a la falta de abastecimiento y la virulencia de la cólera, cupo a las mujeres el papel de coadyuvantes anónimo. “…Eran setenta y una mujeres, El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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todas a pie, excepto dos, montadas en bestias; cargaban casi todos los niños de pecho o poco más viejas. Por heroína pasaba una y todas la apuntaban, cuando un soldado paraguayo al intentar arrancarle un hijo, tomó una espada que estaba largada en el suelo, y en un salto matara el asaltante”. El autor encierra el relato diciendo que, no obstante esa madre hubiese adquirido el status de heroína por su bravura, su nombre no fue registrado en lugar alguno. A su vez, Dionísio Cerqueira explicó también el aumento poblacional que ocurría en los acampamentos: “Eses hijos del regimiento se creaban fuertes y libremente, crecían en los acampamentos, bien avispados y vestidos de soldaditos, con un gorro viejo en la cabeza, y siempre comiendo la magra ración, repartiéndose con las madres, los panes, y aunque con un comportamiento brutal algunas veces, pero casi siempre amorosos y buenos”. Pero al contrario de Cerqueira, otro memorialista de nombre André Rebouçasvi, redactó un minucioso diario en el que abordó la presencia femenina con ironía: “Nada de más cómico de que el embarque de esa pobre Bohemia femenina…”. El General-de-brigada Joaquim Silvério de Azevedo Pimentelvi, en sus escritos menciona a dos mujeres que lo impresionaron: la gaucha Florisbela y la pernambucana El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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María Francisca da Conceição, apellidada de María Curupaiti. Y sobre Florisbela, sobre quien no se conoce el nombre completo ni la familia, cuenta que se envolvía en luchas y auxiliaba en los hospitales de sangre, al paso que María Curupaiti, esposa de un cabo-de-escuadra, luchaba al lado de los hombres siempre vestida de soldado. Su marido murió en el asalto a Curuzú, pero ella continuó combatiendo hasta ser herida y llevada a un hospital donde al fin se descubrió que era una mujer. Da ahí en adelante, pasó a ser llamada de María Curupaiti, y respetada por todos los colegas de farda. Al inicio de la guerra con el Paraguay, los periódicos brasileños que funcionaron como instrumento para incentivar el sentimiento de nacionalidad y el entusiasmo patriótico de la población, transmitían a muchos joven brasileros el amor por la patria y la voluntad de “servir al Brasil”. El caso más conocido de alistamiento de los Voluntarios de la Patria fue bastante registrado pela imprenta de la época y por Taunay, quien atribuyó a una mujer un papel significativo en la guerra. A pesar de parecer irónico y pre conceptuoso, constató que hubo hasta mujeres soldadas, como la Sargenta Jovita, y cuenta que: “Llegaron los retratos do Viegas, mi antiguo inspector, y de la interesante Jovita, la que me pareció muy cómica en sus trajes de primera Sargenta…”. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
261
Jovita Alves Feitosa, de tan sólo diecisiete años, era una joven piauiense (estado de Piauí) procedente de una familia simple, que vestida orgullosamente de hombre, se cortó los cabellos y se presentó incógnita, al Ejército. Pero no demoró mucho en ser descubierta, viró noticia, y su historia alcanzó los periódicos, siendo retratada por el Diario Liga y Progreso, en 1865. No se conoce toda la trayectoria de Jovita después del alistamiento, ni las circunstancias de su muerte en 1867. Según una versión que circula entre los memorialistas, ella se tendría suicidado, inconformada con el olvido a que fue relegada, a pesar del recibimiento de homenajes y regalos cuando retornaba de los combates. Otra versión conocida es la que afirma que ella tendría embarcado para el Paraguay en el vapor Jaguaribe, y muerto durante la batalla de Acosta-Ñú. Sin embargo, vale decir que las raras mujeres que fueron vistas y mencionadas por los memorialistas, con derecho a nombres y sobrenombres, se destacaban individualmente por ser casadas con hombres que pertenecían a la elite imperial, como, por ejemplo; Ludovina
Portocarrero,
quien
era
casada
con
el
comandante del Distrito Militar del Bajo Paraguay, en Corumbá, a las márgenes del río Paraguay. Doña Ludovina ganó destaque por su participación en el grupo de resistencia a la invasión del fuerte por parte de las El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
262
tropas paraguayas en 1864. Cuando cerca de setenta mujeres, casi todas esposas de militares, fabricaron 3.500 balas de fusil al adaptar los cartuchos de menor calibre con pedazos de sus ropas. No en tanto, otras dos mujeres simples del pueblo, Aninha Gangalha y María Fusil, también tuvieron sus nombres registrados, cuando se aprovecharon de la oscuridad de la noche, y descendieron hasta el río en busca de agua para os defensores del fuerte. Una otra señora respetable, con derecho a nombres y sobrenombres en las citaciones, fue Rafaela Senhorinha María da Conceição Barbosa, más conocida como Doña Senhorinha. Era una moradora de la frontera internacional en litigio, y con sus límites todavía removibles, perdidos en una naturaleza primitiva, cuando entonces se luchaba por la tierra y enfrentando todos los tipos de adversidades impuestas por una situación pionera. Le tocó vivir en un contexto de opresión generado por propia la guerra y en eterna lucha por la sobrevivencia. Fue casada, en primeras nupcias, con Gabriel Francisco Lopes, un desbravador de las estepas, que fundó en la cabecera del Río Apa, una pose de tierra, y que acabó siendo asesinado por dos esclavos. Pero en 1849, Doña Senhorinha, sus hijos, esclavos y más algunas personas fueron llevados por tropas paraguayas para el interior de aquel país. Fueron rescatados por interferencia del El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
263
Vizconde de Rio Branco, cuando entonces ella se casa nuevamente con José Francisco Lopes, el famoso Guia Lopes da Laguna, eternizado por Taunay en “La Retirada de la Laguna”. Pero la eclosión del confronto bélico con el Paraguay, representó para Doña Senhorinha una nueva prisión, en 1864, ahora juntamente con sus hijos y esclavos, y al lado de centenas de otros moradores de la frontera, y que por consiguiente se encontraban mucho más expuestos a las agruras de la guerra. Nuevamente son internados como prisioneros en el interior del Paraguay, aunque ahora por un tiempo y sufrimiento mucho mayor. Fueron rescatados por el Ejército Brasilero bajo el comando del Brigadero Câmara, en el Distrito de Concepción, en 1869, enfermos, desnutridos, sin comida, ropas y zapatos. Entre todas las mujeres registradas por la Historia en esta guerra, la más conocida es la de la enfermera voluntaria, Ana Justina Ferreira Nery, por entonces viuda de un hombre de proyección en la época, el capitán-defragata Isidoro Antônio Néri, y acompañó y cuidó de los tres hijos combatientes hasta el Paraguay. En la época que residió en Corrientes, Humaitá y Asunción, trató de enfermos y heridos en hospitales y sufrió la pérdida de un hijo y un sobrino. Por su actuación, quedó conocida como la “madre de los brasileños” y recibió una corona de oro El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
264
de un grupo de señoras donde se leía “a la heroína de la caridad, las bahianas agradecidas”. Pero todo hace posible pensar que, si ellas no tuviesen esposos vistos como héroes, jamás serían conocidas. Por tanto, la mujer que, esporádicamente es recordada en los relatos de esta guerra, es una esposa corajosa, fiel y abnegada. Po lo tanto, la temática femenina en la Guerra del Paraguay fue abordada por la historiografía tradicional, por los memorialistas, artistas, viajantes extranjeros y también
por
los
historiadores
contemporáneos,
produciendo una historia permeada de lagunas y silencios, tornando precario el reconocimiento de las mujeres que vivieron este cotidiano y en él tuvieron un papel, pero que, casi siempre, no aparecieron en los registros oficiales. Lo que vemos, es que a lo largo del siglo XX, la Guerra del Paraguay fue abordada por los memorialistas e historiadores bajo algunas premisas específicas, siendo que el discurso histórico, con fuertes connotaciones memorialistas, y deja que pensar si él ha sido construido por los intelectuales, y estuvo atado a grupos que disputaban
y
se
repartían
el
poder,
dándoles,
principalmente, legitimidad. Pero la historia, por más distante que esté, siempre tiene por objetivo provocar reflexiones sobre el mundo actual. Y sería un error pesquisar los hechos pasados, dar El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
265
luz a una época, interpretar hechos que tengan significado algo, leer en las entrelineas, en fin, dar voces al pasado, y eso nada significa o contribuye para las personas de la época presente. Pero como la historia ha sido siempre contada del punto de vista del dominador, que era el hombre blanco, fueron raras las mujeres que constaron en los textos oficiales. Por tanto, no es mi objetivo crear nuevas menciones o insinuaciones sobre nuestro personaje, ni agregar ideas de lo que le sucedió, y simplemente permitir imaginar, por falta de documentos que lo comprueben, que parte de todo esto debe haber tocado a José de alguna manera, sea en los castigos y rapapolvos a que eran expuestos los integrantes de las huestes brasileñas, así como los entreveros con polleras que diesen algún tipo de calor a su barraca.
Mujeres y niños paraguayos venidas de San Pedro. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
266
A modo de balance Se puede afirmar que antes de la guerra, la población del Paraguay contaba con 1.300.000 habitantes; pero al terminar la misma en 1870, quedaban tan solamente 200.000 habitantes, de los cuales sólo 28.000 eran hombres, y en su gran mayoría niños, ancianos y extranjeros. Además, el Ejército paraguayo, que entonces contaba con 100.000 hombres en 1864, sólo tenía 500 en 1870, incluyendo niños de 11 años y viejos de 75. Pero se sabe que no todos ellos murieron en combate, o de hambre y enfermedades: otros muchos fueron esclavizados por las tropas Aliadas o forzados a combatir contra su propia Bandera, bajo pena de muerte. ¿Y los países de la Triple Alianza? - Informaciones dan cuenta que Brasil perdió 168.000 hombres, Argentina 25.000, Uruguay 3.000 muertos. Números que no incluyen a los que murieron por causa de la epidemia de cólera que barrió la región del Plata en 1867, proveniente de los campamentos brasileños. Los historiadores detallan que, en valores de la época, se gastaron 70 millones de libras en la guerra.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
267
¿Quién ganó? - Sin lugar a dudas, Brasil. Obtuvo tranquilidad
interna
ahogando
los
movimientos
secesionistas en sangre; destrozó a la única potencia mediterránea que podía hacer peligrar sus inversiones económicas y su desarrollo industrial; obtuvo buena parte de los 154.000 km2 que le arrebataron al Paraguay, además de las consabidas reparaciones de guerra (900 millones) y la libre navegación del río Paraná. ¿Qué pasó después de la Guerra? - Como estaba previsto, los Aliados impusieron a los vencidos (¡vae victis!) un gobierno manejable, destruyeron a casi todas sus industrias, le demolieron las fortificaciones e les impusieron indemnizaciones de guerra. Terminada la guerra, Inglaterra concedió un préstamo al
nuevo
gobierno
liberal
de
200.000
libras.
Posteriormente su refinanciación llevó la deuda a 3.200.000 libras. Aún en 1908, Paraguay debía 7.500.000 libras... Consta que en 1883, el entonces presidente uruguayo Máximo Santos, firmó un Tratado de Paz, Amistad y Reconocimiento de Deuda con la República del Paraguay; y renunció a cobrar los gastos de guerra del Estado y devolvió todos los trofeos de guerra paraguayos. Sus palabras merecen ser mencionadas aquí:
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
268
“La admiración y respeto a los vencidos en los campos de batalla donde lucharon confundiendo la buena fe en la defensa de un tirano con la del territorio de la patria, se impone como un instinto de nobleza de carácter y como un deber de hidalguía. Los trofeos arrancados de la mano de los héroes moribundos cuyos semblantes reflejaban en vez de rencor y odio al hermano vencedor, la conciencia del sentimiento del deber impuesto por
la
fatalidad,
esos
trofeos
no
tienen
colocación posible en nuestros museos y deben ser devueltos al noble pueblo que los sostuvo con gloria inmarcesible aún en la hora suprema de la agonía”. Posteriormente, el General Máximo Tajes llevó los trofeos a Asunción, donde el pueblo paraguayo vitoreaba al Uruguay mientras sus Pabellones cubrían de flores a nuestros hombres, y viejos veteranos paraguayos caían de rodillas, llorando y saludando sus banderas recuperadas. Tajes entonces expresó: “¡Nobleza grande la de este pueblo que perdonó nuestras ofensas, al entender que también
nosotros
volvíamos
humillados
disculpas!”
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
a
pedirle
269
La Argentina recién devolvió sus trofeos de guerra durante el Gobierno de Perón, a mediados del Siglo XX, mientras que Brasil, no los devolvió jamás.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
270
Epílogo Posiblemente se especule que nuestro sagaz personaje se haya quedado de a pie en esta historia, quien sabe perdido en medio al fragor de algún combate, que haya sucumbido ante alguna lanza guaraní, que el cólera lo hubiese consumido en diarreicas convulsiones, que la inanición le agotase el cuerpo y hasta que tal vez tuviese desertado encaramándose con alguna china solitaria colgada en la montura y cabalgado rumbo a lo desconocido. Para ciertos, hasta que es posible que hubiese enloquecido después de ver y participar de tanta barbarie junta en un solo lugar. Nunca se sabe. En verdad, no fue así. La repetición consecutiva de tantos hechos y vicisitudes obligó a que dejáramos en suspenso relatos ingénitos sobre nuestro protagonista, ya que este no pudo más que dejarse envolver por las brutales efemérides que se refrendaron en los postreros años de la guerra, como si ellas fuesen cascadas, despeñaderos o abismos insondables ante los cuales el alma humana se deja llevar de la mano cuando ya no se vislumbra una solución coherente, y cuando el espíritu se enferma con todo lo que entrevé.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
271
Ya lo fue sentenciado antes, cuando disertamos sobre el carácter inicial de José, de quien en su niñez se podría hasta afirmar -que igual a cualquier niño- era dócil y cariñoso, al mismo tiempo que de pronto se volvía terco. Pero en realidad, eso más se debía al ir cambiando de a poco su personalidad. Hoy, esos cambios son interpretados como las llamadas “crisis de la edad”, relacionadas la mayoría de ellas con los cambios que sufre el cuerpo. Para entenderlas y saber cómo tratarlas, hoy en día los terapeutas indican que hay que saber primero lo que se entiende por crisis. Ya que se define como crisis una situación de cambios debidos a la evolución y al desarrollo psicofisiológico de la persona. Es por tanto un estado temporal con cierta desorganización y caracterizado por la dificultad del menor para abordar las situaciones nuevas. En aquella época poco se sabía de todo esto, pero estas crisis de la edad son y siempre han sido necesarias, ya que de otra forma el niño no podría evolucionar, desarrollarse, crecer y madurar. Por lo tanto, son positivas, pero hay que saber actuar ante ellas de manera correcta. Ciertos pedagogos afirman que desdramatizar la situación y tener paciencia, son buenas herramientas para los padres, que no deben olvidar que el niño es el primero que se siente en disconfort con él mismo. Y esto se debe a que el desarrollo de cualquier persona no es regular. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
272
En algunos momentos cambia de forma lenta y gradual, pero en determinados periodos se producen “saltos” que son los que llamamos crisis. En estos periodos el comportamiento cambia, ya que cambian sus hábitos y cualidades físicas y psíquicas. Parece que el mundo se amplia y sus formas de actuar, relacionarse y resolver problemas ya no le son útiles, así que busca nuevas
maneras.
Pero
no
es
un
proceso
fácil,
principalmente cuando a posterior la persona tiene que actuar bajo la presión emotiva a la cual José fue expuesto, yuxtapuesto
a
todos
aquellos
terribles
escenarios
indiscutibles, como lo fue la Guerra del Paraguay. El paso de la infancia a la juventud no es fácil para nadie, ni para los padres como tampoco para los niños. Si en la pubertad el cambio de comportamiento y carácter del niño está más provocado por cambios fisiológicos, en la adolescencia son los cambios psicológicos y afectivos los que provocan la “crisis”. Hoy está más explícito para un lego, que esa es una etapa cargada de contradicciones, en la que los amigos y compañeros cobran más importancia, por lo que el adolescente debe crear su propia personalidad, lo que supone un distanciamiento de los padres, no sólo en sus opiniones, como también en su forma de vestir y hablar.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
273
Del mismo modo, es sabido que la adolescencia se caracteriza por la rebeldía, el inconformismo y las crisis de identidad, lo que hace multiplicar los conflictos. Siempre ha sido así, aunque antiguamente esas constantes discusiones
eran
realizadas
con
el
propio
yo,
principalmente por razones de respeto hacia los mayores, en cuanto que hoy día, la evolución de la sumisión y el sometimiento ha hecho que los hijos no suelan obedecer, contestando mal, encerrándose en su habitación y le hacen más caso de los amigos que de los adultos. Sin embargo, José ya no era un niño, ni un joven o un adolecente. Mismo con sus veintipocos años, era un hombre maduro que vivía un momento de confusión e incertidumbre que ni él mismo entendía; de hecho, los frecuentes sentimientos de culpa y arrepentimiento sobre las situaciones en las que se comportara en contrario a lo que le gustaba, lo habían forzado a hacerlo sin gestionar. Por otro lado, pensaba que tal vez él seguía viviendo de sueños y presentes inmediatos, cautivo involuntario del “carpe diem”. No habiendo sido encontrados los registros de su fe de oficio, es imposible afirmar si José fue herido en algún combate o escaramuza, si padeció de alguna enfermedad, si estuvo internado en algún incierto hospital de campaña, si se entretuvo con alguna pollera bajo la sombra de su El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
274
barraca, o si sufrió amonestaciones y tuvo que cumplir pena tanto en barraca como en la Guardia de frente, o recibió algún que otro golpe de espada en el lomo. Todo lleva a creer que sí, pues a lo largo de tanto tiempo y bajo las condiciones reinantes, José participó de alguna forma de tales arengas que aquí han sido relatadas. Al final de cuentas, era uno más en aquella inmensa aglomeración de gentes. Pero la guerra llegó a su fin y en su mente ponderaba que algunos de esos infortunios ocurrían en momentos en que se sentía terriblemente solo, o con sus fantasmas particulares, rodeado de amigos con los que cada vez tenía menos cosas en común, y cada día más lejano del resto de un mundo en el que pensaba que ya no se encajaba. Pero, ¿qué se le va a hacer?, se cuestionaba ya de vuelta a sus pagos, mientras que de tiempo en tiempo descubría que estaba obcecado en tener familia y en valorar demasiado las propiedades o el reconocimiento ajeno, mientras que en otras no hacía más sentido participar de muchas de las actividades que lo fuesen a dejar anclado en un mismo lugar. Al final de cuentas, necesitaba considerar que de muy joven había partido como Alférez del 7º Comando Provisorio de Caballería de la Guardia Nacional, y seis años más tarde estaba volviendo a su terruño como El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
275
Teniente Alférez de Caballería de la Guardia Nacional, lo que en perspectiva significaba disfrutar de una posición más noble en la sociedad, mejores proventos, la oportunidad de construir un lar, formar una familia, y aún más, el derecho de exhibirse ante su coterráneos con todas sus condecoraciones colgadas en su solapa. Hasta recordaba con un ligero sonriso en los labios, cuando en la “Orden del Día” Nº 21 del 12 de junio de 1869, salió publicado en la página 234, su ascenso a Teniente del 7º Comando Provisorio de Caballería. Y mucho más feliz se sintió cuando su nombre apareció publicado en la página 93 de la lista de oficiales honorarios con el puesto de Teniente Alférez el 31 de julio de 1872. ¿Qué más?, pensó José, luego después de llegar y al recordar que en 1869 también recibiera la “Medalla de Recompensa a la Bravura Militar”, la que fuera instituida por Don Pedro II por medio del Decreto 4131 del 28 de marzo de 1868, y comunicada por intermedio del “Orden del Día” emitido por la Repartición del Ayudante General de la Secretaria de Estado de los Asuntos de Guerra, evento que fue registrado con el número 683 el día 20 de julio de 1969. Peri si en aquel día se le había atiborrado el pecho de orgullo, que decir cuando el 28 de marzo de 1971 recibió la “Medalla por la Rendición de Uruguaiana”, de acuerdo El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
276
con el Decreto 3515 del 20 septiembre de 1865 y comunicado por la Repartición del Ayudante General de la Secretaria de Estado de los Asuntos de Guerra, cuando era ya Teniente de Caballería de la Guardia Nacional. Además, también tenía la Medalla recibida del Estado Oriental de Uruguay, por las manos de Manuel Lucas de Souza, quien lo condecorara por “Mérito Militar” según lo atestaba el documento de “Forma Pública” que tenía entre manos, y con dos sellos del Imperio de Brasil de 200 contos de reis cada uno. Sin embargo, en otros instantes de soledad, José recapacitaba que ya llevaba varios años rodando de aquí para allá que ni guijarro en el lecho de un río, sin hacer ascos a nada en caso de necesidad, y le afligía pensar que ya estaba llegando a una edad en que la gran mayoría ya tiene casa, esposa, y un par de mocosos con los quien compartir sus días. No en tanto, a fin de sortear esos instantes
de
melancolía,
concluía
que
se
había
acostumbrado a viajar desde muy joven, y desde entonces le había sido imposible concebir una vida diferente a la que llevaba desde su regreso. En todo caso, sirve destacar y no se puede negar, que en ocasiones, a José le asaltaban las dudas, inmensas dudas sobre esa corta vida ya repleta de honores y sacrificios, de muertes y desgracias, de ceremonias y El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
277
expiaciones, y se planteaba si aún tenía sentido lo que estaba haciendo en un cuartel de frontera. En esas se le fue el tiempo y los años posteriores a su retorno. Por veces hasta se olvidaba un poco de los disgustos, de las batallas, de los pestilentes bañados, del cólera mórbus, del hambre, de las inclemencias de los campamentos, de las terribles tormentas, de los calores abrazantes y, principalmente, de los muertos, de los heridos y de los que agonizaban entre gritos porque ya no había remedios para sus males. En otros, hasta ponía en tela de juicio todo ello, y se cuestionaba exaltado si es qué aun valía la pena continuar en el ejército. Pero elevadas ansias incontenidas le decían que no, que no debía pedir su baja, si en verdad quería casarse un día con aquella bella doncella por la cual últimamente su corazón no paraba más de palpitar alocadamente. No podía dejar de recapacitar que difícilmente encontraría un empleo u ocupación capaz de proporcionarle una vida holgada para ellos y los hijos que tanto soñaba tener un día. Y así, finalmente por los alrededores de 1873 José se casó con Leonidia y de su matrimonio nacieron 4 hijos: Fidelis en 1875, Eugraça en 1879, Natalia en 1881, y como si fuese una gracia de Dios, el 30 de diciembre de 1888 nacía la pequeña Ana Cecilia. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
278
Después de la muerte de José, su hija más joven, Ana Cecilia, pasó a recibir la pensión de combatiente a la que tenía derecho por ser hija y en falta también de la madre, y la que le fue otorgada el 20 de noviembre de 1953.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
279
ANEXOS
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
280
Histórico sobre el “Regimiento de Caballería”:
Normalmente, la tropa de Caballería, al inicio de las operaciones de guerra, era empleada al frente de los demás integrantes de la Fuerza Terrestre, para efectuar la búsqueda de informaciones sobre el enemigo y sobre la región donde se realizarían las operaciones. Igualmente, participa de acciones ofensivas y defensivas, aplicando sus características básicas: movilidad, potencia de fuego, acción de choque, protección y sistema de comunicaciones amplio y flexible. Sus elementos pueden ser blindados, mecanizados o de guardas. También participa del ceremonial con escoltas mecanizadas y a caballo. La Caballería brasileña tiene su origen ligada a la organización del Regimiento de Dragones Auxiliares, en Pernambuco, al término de la guerra contra los holandeses, y era remunerada por hombres abastados, como João Fernández Vieira. Más tarde, en la época del gobierno del Marqués de Pombal, se creó, en Rio de Janeiro, el El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
281
Regimiento de Dragones, que visaba garantir la autoridad y el cumplimento de las leyes, permaneciendo en condiciones de acorrer, en tiempo de guerra, donde fuese necesario. En el sur de Brasil, durante las luchas en torno de la Colonia del Sacramento, el general Silva Pais organizó el Regimiento de Dragones de Rio Grande para guarnecer las fronteras, en fase del fracasado “Tratado de Límites” de 1750 (Madrid). Durante el II Reinado, la Caballera tuvo activa participación en los conflictos sulinos. En 1851/52, el 2º Regimiento de Caballería, con Osorio a su frente, integró las tropas que invadieron Uruguay, culminando con su participación en la Batalla de Monte Caseros, en la cual fue derrotado Juan Manuel Rosas, dictador argentino. Durante la Guerra de la Tríplice Alianza, Brasil empeñó seis divisiones de Caballearía (DC), distinguiéndose a frente de ellas, la figura legendaria del Mariscal Osorio, el futuro Marqués de Herval. Después de las reformas de 1908/15 y por causa de la influencia de la Misión Francesa (1921), la Caballería brasileña fue albo de profundas modificaciones, que se intensificaron a partir de la década de 1960, con el “Acuerdo Militar Brasil-Estados Unidos”. Ese acuerdo le posibilitó a la Caballería brasileña dotar sus regimientos El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
282
con los más modernos materiales blindados de América del Sur de aquella época.
Hoy, existen dos regimientos de Caballería de Guarda (Porto Alegre e Brasilia) y el Regimiento Escuela de Caballería (Rio de Janeiro); brigadas de Caballería Mecanizada y Blindada; regimientos de Caballería Mecanizada en las divisiones del ejército, y regimientos de carros de combate en las brigadas de Infantería Blindada. En las últimas décadas, la Fuerza adquirió nuevos carros de combate, los blindados M60 A3 TTS, norteamericano,
y
el
Leopard
1A1,
alemán,
de
procedencia belga, dando seguimiento a la modernización de la Caballería brasileña.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
283
No obstante la creciente complejidad del campo de batalla moderno, donde el imperio de la más alta tecnología dinamiza la integración de los sistemas operacionales del campo de batalla, las Fuerzas Blindadas todavía permanecen siendo un factor decisivo durante el combate, gracias a las características cada vez más perfeccionadas
de
movilidad,
potencia
de
fuego,
protección blindada y comunicaciones amplias y flexibles. Por otro lado, la modernización, el desenvolvimiento de una doctrina basada en su empleo eficaz, el adiestramiento duro y realístico de esas fuerzas, es lo que constituye motivo de constante preocupación y elevada prioridad para todos los ejércitos del mundo.
El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
284
¿Qué significaba ser un integrante del Batallón de Caballería?
SER DE CAVALARIA – é mais do que um privilégio. É principalmente, uma pesada responsabilidade. Quem não
souber
medir
a
verdadeira
extensão
desta
responsabilidade, para trás! Só assim não virá a ser um pigmeu entre gigantes! SER DE CAVALARIA - é ser diferente com espontaneidade e sem arrogância, com discrição e lealdade. SER DE CAVALARIA – é perseguir um ideal que não se ofusca. Pela glória, o cavalariano peleja, se supera e se sacrifica até chegar, pelo menos, à vizinhança do infinito. Pela tradição ele se molda, se robustece, age e reage, sob a inspiração da perpetuidade, que é o fundamento existencial da Arma. SER DE CAVALARIA – é ser da astúcia, enamorado; da bravura, amante; da audácia, apaixonado. SER DE CAVALARIA – é fazer da renúncia um credo e da resignação um apostolado. A renúncia é a El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
285
inesgotável fonte de energia que mantém acesa a chama interior do cavalariano. A resignação retempera sua alma, para transmudar espinhos em flores e para vencer o vírus do desestímulo. SER DE CAVALARIA – é amar com exaltação o cavalo, num misto sentimento de amizade e de reconhecimento. Reconhecimento pela sua capacidade de pagar com afeto, o afeto que lhe é dedicado. Reconhecimento pela
sua cooperação nas glórias
imorredouras da Arma. SER DE CAVALARIA – é prestigiar os blindados e sentir que neles também pulsa um coração cavalariano. A eles
caberá
nos
conduzir
na
guerra
moderna,
impulsionado pela chama imortal que arde em nossas entranhas. SER DE CAVALARIA – é, ao mesmo tempo, ser monarca e ser escravo. Monarca dos espaços livres e profundos, de ínvias e ásperas veredas. Escravo penoso do tributo, só comparável à beleza de suas missões clássicas antes, durante e depois da batalha. SER DE CAVALARIA – é, antes de mais nada e apesar de tudo, nascer, viver e morrer SEMPRE DE CAVALARIA! De “Carta a um Cadete” – de Luís Felipe Azambuja, Cel. Cav. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
286
La función de un Alférez La denominación de “Alférez” corresponde a un puesto o graduación militar existente en las fuerzas armadas de algunos países. Normalmente, es concerniente a un puesto de las categorías de oficial subalterno o de cadete-oficial alumno. Originalmente, el alférez era el encargado del transporte de la bandera o estandarte de un ejército, unidad militar, orden de caballería u otra institución militar, civil o religiosa. Posteriormente, se transformó en un puesto militar en el cual ya no era necesariamente inherente el ejercicio de la función de porta bandera. No en tanto, en diversas fuerzas
armadas
de
muchos
países,
se
continúa
manteniendo la tradición de utilizar a los alféreces más nuevos de cada unidad, para ser designados con la función de porta banderas. En la caballería de los ejércitos de algunos países, el puesto correspondiente al alférez, es designado al “corneta” de la unidad. Esta designación se refiere a la corneta, un tipo de bandera triangular usada en el pasado por las unidades de caballería y aun hoy usada como bandera de señales por la marina. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
287
A pesar de que en el pasado, haya existido en casi todas las fuerzas armadas del mundo, posteriormente, el puesto de alférez fue extinto en muchas de ellas, y siendo substituido por el de segundo teniente o subteniente. Del mismo modo, puede decirse que el puesto de “alférez” existe en diversos países de lengua portuguesa y en su variante de “alférez” en diversos países de lengua española. Existen dos teorías para el origen de la palabra “alférez”. La primera es de que esta palabra deriva de la lengua árabe, donde “a” es articulo definido y el “fere” significa caballero (educado, especializado, de saber y gentil), o caballero (el hombre que monta un caballo y que se sabe comportar en sociedad). La otra teoría es de que esta palabra deriva del termino latino “aquilifer”, nombre con el que se designaba al soldado que transportaba a águila (la insignia de las legiones romanas). En
países
de
lenguas
eslavas,
los
puestos
correspondientes a los de alférez, se designan por termos que se refieren a un porta bandera o porta estandarte. Es el caso de los términos “
о щик [praporshchik]” en
ruso, y “chorąży” en polaco. En otras lenguas, los puestos equivalentes a alférez son designados por términos que, etimológicamente, designan directamente un tipo de bandera usada por la El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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infantería y que, por extensión, pasaron también a designar a su porta bandera. Son los casos de los términos “Fähnrich” en alemán, “enseigne” en francés y “ensign” en inglés.
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Las Honras Cabe mencionar los reconocimientos honorarios recibidos por el Teniente Alférez José Cavalheiro Leite, referentes a sus méritos durante el desempeño militar:
Medalla por la Rendición de Uruguaiana. Fue creada por medio del Decreto 3515 del 20 septiembre de 1865, para los civiles y militares, inclusive aliados, que participaron de la rendición de Uruguaiana el día 18 septiembre de 1865, a los aliados en la presencia de Don Pedro II. Era circular. En su anverso, entre dos ramos, uno de café (izquierda) y otro de fumo (derecha), consta la inscripción – “Uruguaiana”. En su reverso, al centro de una corona de laurel, la data – 18 de septiembre de 1865. La cinta era de tres listas, siendo la central verde y las laterales de azul celeste. El metal era oro para los miembros de la Familia Real, Ministro Real, Ministro de Guerra y Generales. Plata para los oficiales, civiles de la Secretaria de Guerra, magistrados y personas de distinción, y de zinc-antimonio para los plazas y civiles no encuadrados en la categoría anterior. Las de oro y plata eran para ser usadas del lado derecho del pecho, caso excepcional. Las de zinc-antimonio eran para ser usadas del lado izquierdo del pecho, como era normal y con pasado normal. Consta en registros que existe dos acuñaciones. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Medalla de recompensa a la bravura militar. Fue creada por Don Pedro II por medio del Decreto 4131 del 28 de marzo de 1868, y era destinada para los que de ella se tornaron dignos por su bravura en cualquier acción de guerra durante la Campaña del Paraguay. Era oval, de bronce y debía ser usada del lado izquierdo del pecho. Ella pendía de una cinta con tres listas, la central escarlata y las extremas verdes. También poseía tantos pasadores cuantos fuesen las concesiones otorgadas por las acciones en que se practicó acto de bravura. Las acciones figuraban por data, o por el nombre histórico que tomó la acción. En su anverso: Un conjunto de trofeos circundados por la legenda – “Exército em operações contra o Governo do Paraguai”. En su reverso: La inscripción central “Recompensa à Bravura Militar”, circundada por la inscripción: “Decreto de 28 de marzo de 1868”. Posteriormente, ella fue extendida a la Marina por medio del Decreto 4143 del 5 abril de1868.
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Retrato de época de José Cavalheiro Leite luciendo su uniforme de gala y las condecoraciones recibidas por el emperador Don Pedro II en reconocimiento de sus actos de bravura durante las batallas en la Guerra de Paraguay
Modelo de uniformes utilizados por los Integrantes de Caçadores a Pé - 1866 a 1870: a) Alferes, Uniforme de meia marcha; b) Coronel, pequeno uniforme; c) Soldado, idem; d) Soldado, idem. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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Documentación comprobatoria Carta fundamentada que permanece en manos de familiares y hacen referencia a la entrega de la “Condecoración por la Rendición de Uruguiana”, y con la firma del titular al pie del documento.
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Modelo de la medalla de la toma de Uruguaiana
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Carta documental entregue a José Cavalheiro Leite, y referente
a
la
entrega
de
la
condecoración
por
“Recompensa a la bravura militar”, creada por Don Pedro II por medio del Decreto 4131 del 28 de marzo de 1868.
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Documento de “Pública Forma” donde es descrita en minucias la participación del personaje por diversa acciones en territorio brasileño, con sello del imperio al pie de la misma.
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Foto de la época adulta de los hijos de José Cavalheiro Leite, captada em una reunión familiar realizada en Santana do Livramento
Sentados de la izquierda para la derecha: Ana Cecilia Cavalheiro (1888-1978); Eugraça Cavalheiro; Fidelis Cavalheiro (1875-1950); Nathalia Cavalheiro (1885-1975)
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Documento emitido el 22 de diciembre de 1977, que otorga el derecho de “Pensionista del Ejército de la República Federativa de Brasil” para Ana Cecilia Cavalheiro Leite, hija de José Cavalheiro Leite y Leonidia Cavalheiro Leite, entonces residente en la ciudad de Santana do Livramento, Rio Grande do Sul, Brasil.
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Informe del origen del nombre: Cavalheiro Es necesario advertir que no existe una disposición plena al respecto, pero entre las pesquisas realizadas, fueron encontrados muchos indicios de que el apellido Cavalheiro puede ser de origen judío, tal vez proveniente de las comunidades judías de España y/o Portugal. Cuando los romanos conquistaron la nación judía en el año 70 Ac., gran parte de la población judía fue enviada al exilio a lo largo de todos los territorios del Imperio Romano. Y así fue como muchos judíos llegaron a la Península Ibérica. Pero los 750.000 judíos que vivían en España en el año 1492, casi que todos ellos fueron expulsados del país por Real Decreto de los reyes Fernando e Isabel. No en tanto, los judíos de Portugal fueron expulsados varios años después, y a los judíos que se convertían al catolicismo se les prometía el indulto a la expulsión. Pero a pesar de que algunos se convirtieron por su propia voluntad, la mayoría de estos nuevos cristianos fueron denominados CONVERSOS o MARRANOS (un término despectivo que significa cerdo en español), o ANUSIM (que significa “forzados” en hebreo) y CRIPTOJUDÍOS,
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cuando
continuaban
secretamente
practicando
los
preceptos de la religión judía. Una minuciosa investigación halló que el apellido Cavalheiro es citado, en relación a los judíos y criptojudíos, en al menos una de las referencias bibliográficas investigadas, sean estas documentales o electrónicas.
Dicionário Sefaradi de Sobrenomes (Diccionario Sefardí de Apellidos), G. Faiguenboim, P. Valadares, A.R. Campagnano, Rio de Janeiro, 2004.
Vale destacar que el “Diccionario Sefardí de Apellidos”, es una obra bilingüe (portugués/inglés) que incluye los apellidos de cristianos nuevos; conversos,
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criptojudíos (marranos) italianos, bereberes, y su historia en España, Portugal e Italia. El referido estudio contiene más de 16.000 apellidos presentados en 12.000 entradas, con cientos de fotografías excepcionales, escudos de familias, y todo tipo de ilustraciones. Asimismo, contiene un sumario de 72 páginas de la historia sefardí, antes y después de la expulsión de España y Portugal, así como 40 páginas de un ensayo lingüístico acerca de los apellidos sefardíes, incluida una interesante lista de los 250 apellidos sefardíes más frecuentes. El diccionario abarca un período de 600 años, desde el siglo XIV hasta el siglo XX, y el área que cubre incluye a España, Portugal, Francia, Italia, Holanda, Inglaterra, Alemania, Los Balcanes, Europa Central y Oriental, el antiguo Imperio Otomano, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Irak, Yemen, Siria, Líbano, Israel, América del Norte, América Central y el Caribe, América del Sur, y demás. Otro dato que no se puede descartar, es que alrededor del siglo XII comenzó a generalizarse el uso de apellidos en la Península Ibérica, muchos de los cuales estaban relacionados con la tierra o eran descriptivos. En España, en donde la influencia árabe-judía era significativa, estos nuevos apellidos conservaron su estructura original, de tal El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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manera que muchos de los apellidos judíos derivaban del hebreo. Otros estaban directamente relacionados a localidades geográficas y fueron adoptados debido al forzoso deambular provocado por el exilio, las persecuciones y las oportunidades negadas. Había también apellidos que surgieron como consecuencia de la conversión, al aceptar la familia el apellido de su protector cristiano. En muchos casos, los judíos portugueses portaban nombres de origen puramente ibérico/cristiano. Muchos de ellos fueron cambiando en el transcurso de la migración de un país a otro. En otros casos, adoptaron “alias” o nombres completamente nuevos por temor a la Inquisición. Por otro lado, y consultando otras fuentes, la historia y heráldica del apellido Cavaleiro aparece en el “Armorial Lusitano” de Antonio Sergio, así pues, los Cavaleiro son o bien de origen portugués o con ramas en Portugal. También hay que tener en cuenta, es que los nobles portugueses estaban enlazados con la nobleza castellanoleonesa y gallega, además de que Portugal estuvo en tiempos unido a España, razón por la cual no se puede descartar de cara al estudio del apellido Cavaleiro, ya que dicho apellido figura en la lista de apellidos de Gabinete Heráldico por lo que su historia completa y escudo o
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escudos heráldicos pueden ser conocidos en su página web: http://www.heraldico.com En esa página web se recogen algunos datos interesantes y útiles para el estudio de la historia y de la heráldica del apellido Cavaleiro. Pero lo más importante es la información bibliográfica en la que se recogen datos de los Cavaleiro. Se sabe que los Cavaleiro tienen o tuvieron radicación, entre otros lugares, en Portugal.
Genealogía y heráldica. Árbol genealógico de su familia Cavaleiro con heráldica e historia.
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Escudo, origen e historia del apellido Cavaleiro
Pergamino con el escudo del apellido Cavaleiro y su origen e historia
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Mapa de la región del conflicto con sus principales batallas. Reproducido de la obra de Cuarterolo, que lo extrajo del libro de George Thompson, 1870.
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Fuentes de Consulta BEVERINA Juan - La Guerra del Paraguay (1865-1870), Círculo Militar, 1973 CÁRCANO Ramón José - Guerra del Paraguay, Domingo Viau y Cía., 1941 CASTAGNINO L. - Guerra del Paraguay. La Tripe Alianza contra los países del Plata CHIAVENATTO Julio José. - Genocidio Americano: A Guerra do Paraguai.-Sao Paulo ROSA José María. - La Guerra del Paraguay y las Montoneras argentinas. DE MARCO Miguel Ángel - La Guerra del Paraguay, Emecé, 2007 DONATO, Hernâni. - Dicionário das batalhas brasileiras. 2a ed., IBRASA, 1996 Foros del Uruguay Militaria -Diversas informaciones FURTADO, Joaci Pereira. - A Guerra do Paraguai (18641870). Gabinete Heráldico de España -Pesquisas sobre nombres. GARMENDÍA José Ignacio - Recuerdos de la guerra del Paraguay, Peuser, 1890 IBGE Divisão Territorial do Brasil e Limites Territoriais Instit. Brasilero de Geografia y Estatística. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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La Gazeta Federal: www.lagazeta.com.ar LAVARDA Marcus Túlio Borowiski - Iconografia da Guerra do Paraguai. MUÑOZ, Javier Romero - La Guerra Grande: The War of the Triple Alliance, 1865-1870. PEDROSA, J. F. Maya. - A Catástrofe dos Erros. Rio de Janeiro: Bibl. do Exército, 2004, Portal del Ejercito Brasilero - Ordens do Dia... POMBO, Rocha Wikipédia - Diversas consultas y extracción de datos varios de sitios públicos. Historiar.net - História e Genealogia - Livros antigos pesquisáveis. BELTRÂO, Romeu - Cronologia Histórica de Santa Maria - volumen 1. GARRITANO, Maria Teresa - Crimes e punições na Guerra do Paraguai (1864-1870).
Gran parte de las imágenes aquí expuestas, proceden del libro de recopilación de Miguel Ángel Cuarterolo “Soldados de la Memoria, Imágenes y hombres de la Guerra del Paraguay”, Planeta, Buenos Aires. El resto de las fotografías, así como las pinturas de Cándido López y otros más, han sido extraídos de sitios públicos de Internet. El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
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BIOGRAFÍA DEL AUTOR Nombre: Carlos Guillermo Basáñez Delfante País de origen: República Oriental del Uruguay Fecha de nacimiento: 10 de Febrero de 1949 Ciudad: Montevideo Nivel educacional: Cursó primer nivel escolar y secundario en el Instituto Sagrado Corazón. Efectuó preparatorio de Notariado en el Instituto Nocturno de Montevideo y dio inicio a estudios universitarios en la Facultad de Derecho en Uruguay. Participó de diversos cursos técnicos y seminarios en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos. Experiencia profesional: Trabajó durante 26 años en Pepsico & Cia, donde se retiró como Vicepresidente de Ventas y Distribución, y posteriormente, 15 años en su propia empresa. Realizó para Pepsico consultoría de mercadeo y planificación en los mercados de México, Canadá, República Checa y Polonia. Residencia: Desde 1971, está radicado en Brasil, donde vivió en las ciudades de Río de Janeiro, Recife y São Paulo. Actualmente mantiene residencia fija en Porto Alegre (Brasil) y ocasionalmente permanece algunos meses al año en Buenos Aires (Rep. Argentina) y en Montevideo (Uruguay). Retórica Literaria: Elaboró el “Manual Básico de Operaciones” en 4 volúmenes en 1983, el “Manual de Entrenamiento para Vendedores” en 1984, confeccionó el “Guía Práctico para Gerentes” en 3 volúmenes en el año 1989. Concibió el “Guía Sistematizado para Administración Gerencial” en 1997 y “El Arte de Vender con Éxito” en 2006. Obras concebidas en portugués y para uso interno de la empresa y sus asociados. Obras en Español: Principios Básicos del Arte de Vender – 2007 Poemas del Pensamiento – 2007 Cuentos del Cotidiano – 2007 La Tía Cora y otros Cuentos – 2008 El Sagaz Teniente Alférez José Cavallheiro Leite
312 Anécdotas de la Vida – 2008 La Vida Como Ella Es – 2008 Flashes Mundanos – 2008 Nimiedades Insólitas – 2009 Crónicas del Blog – 2009 Corazones en Conflicto – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. II – 2009 Con un Poco de Humor - 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. III – 2009 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IV – 2009 Humor… una expresión de regocijo - 2010 Risa… Un Remedio Infalible – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. V – 2010 Fobias Entre Delirios – 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VI – 2010 Aguardando el Doctor Garrido – 2010 El Velorio de Nicanor – 2010 La Verdadera Historia de Pulgarcito - 2010 Misterios en Piedras Verdes - 2010 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VII – 2010 Una Flor Blanca en el Cardal - 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. VIII – 2011 ¿Es Posible Ejercer un Buen Liderazgo? - 2011 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. IX – 2011 Los Cuentos de Neiva, la Peluquera - 2012 El Viaje Hacia el Real de San Felipe - 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. X – 2012 Logogrifos en el vagón del The Ghan - 2012 Taexplicado!!! Crónicas y Polémicas Vol. XI – 2012 El Sagaz Teniente Alférez José Cavalheiro Leite - 2012 El Maldito Tesoro de la Fragata - 2013 Carretas del Espectro - 2013
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313 Representación en la red:
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