C u lt u r a B r a s ile r a
por: Alejandra Medina María Juliana Mora Viviana Ochoa
Este día comenzó como uno de tantos viernes: el último día de la semana en la universidad, el día de definir qué hacer el fin de semana y qué cosas debían hacerse para la siguiente semana. Un factor diferente a todas las semanas: Este día era el último luego de dos semanas de parciales, que para todo estudiante son las más estresantes. Con mucho frío, como un día típico en Bogotá, quedamos de encontrarnos en la estación de Alcalá a las 9:30 am. Lo que ninguna previó fue que en esa estación no paraba el Transmilenio que les servía, por lo que mientras se desplazaron hasta la estación de la 1 06, el tiempo iba corriendo y cada vez se acercaba más la hora de estar en el colegio, como lo habían prometido, a las 1 0:30. Ya en camino, decidimos llamar a Sandra Espinosa, la secretaría del colegio para decirle que llegaríamos entre 1 0:30 y 11 :00 am, pero que de antemano nos disculpábamos por llegar tarde. Un trayecto largo, donde a medida que avanzamos vemos como las calles, las personas y el paisaje van cambiando a medida que nos acercamos al Portal Tunal. Pero una vez que llegamos al Colegio Sotavento, nos empezó a invadir una especie de alegría mezclada con nerviosismo, al no saber cómo nos iban a recibir los niños. Entramos al colegio y nos recibió posteriormente Nelson Robayo, el profesor de informática, quien amablemente nos cede sus horas de clase para que nosotras desarrollemos nuestra actividad. Esto con la condición de que les dejemos a los niños tareas e investigaciones que ellos puedan desarrollar con el profesor durante la semana que nosotras no asistimos. Entramos al salón de sexto grado, el curso 601 y vimos que habían 38 niños: 1 6 niñas y 22 niños, y eran tal como los esperábamos: sonrientes, con ganas de jugar, aprender y estar con sus amigos. Nos recibieron con mucho entusiasmo y procedimos a explicarles de qué se trataba el programa y que las sesiones iban a ser cada 2 semanas. Para que los niños comenzaran con algo que les permitiera explotar su creatividad, les dijimos que dibujaran cuáles eran sus sueños (mapa de sueños), lo cual ellos relacionaron con Brasil. Por esta razón, el sueño de muchos era ser futbolistas, ir a los carnavales o bailar capoeira, pero muchos también plasmaron que querían ser cuando crecieran, para lo cual escribieron que querían ser médicos, bailarines, y aprender a actuar. Durante el desarrollo del mapa de sueños, cometimos varios errores: primero, no previmos que fueran tantos niños, así que los materiales para decorar, como escarcha, marcadores y fomi, hacían que los niños se pararan, jugaran o fueran muchas veces a preguntarnos que quién tenía algún material. Nuestro segundo error fue que entre la bolsa con materiales, había bombas sin inflar, las cuales los niños empezaron a coger, y las inflaron para jugar, y hacer ruidos que hacían
que el desorden fuera el común denominador. Este fue un momento en el que nosotras tuvimos dificultad para que estuvieran concentrados, pero finalmente lo logramos y una vez terminado el mapa de sueños, comenzamos la socialización de los sueños, en la que varios niños pasaron al frente, voluntariamente a compartir con los demás qué querían hacer. Fue muy bonito ver cómo se motivaban y muchos escribían, otros sólo dibujaban, y otros nos pedían su opinión acerca de si les estaba quedando bien. Nos gustó mucho el sueño de Karen Mateus, que dijo que quería aprender a cocinar comida brasilera para hacerle una comida muy rica a su mamá; otro sueño que nos llamó la atención fue el Angie Laverde, que dijo que quería jugar fútbol, y que lo único que necesitaba era una cancha, un balón, unos guantes y mucha inspiración. Fue algo muy interesante, porque por medio de una actividad tan sencilla, hicimos algo diferente para los niños y ellos se sintieron a gusto durante la actividad. También pudimos empezar a ver quiénes son los juiciosos y quiénes son los que les encanta jugar y es un poco más complicado tenerlos concentrados. Posteriormente, les repartimos una fotocopia con un texto donde había palabras que en español significan una cosa, pero en portugués otra, y comenzamos a desarrollar un pequeño vocabulario que los niños anotaron en sus cuadernos. Esta lectura se desarrolló en voz alta, y una cosa chistosa que pasó justo antes de empezar a leer, cuando finalmente todos estaban callados y juiciosos, fue que uno de los niños más traviesos gritó “A lo bien, ¿Quién se robó mi cuaderno, ñeroo?”, que claramente generó risas en todos y nuevamente un poco de desorden. Los niños que querían leer en voz alta lo iban haciendo, y por medio de esto vimos que estaban muy interesados en saber las palabras nuevas que iban aprendiendo y en la actividad en sí. Finalmente, concluimos la actividad, no sin antes dejarles de tarea hacer una pequeña investigación sobre las cinco regiones de Brasil, para la clase del viernes 1 6 de septiembre, y fue en ese momento cuando vimos que aquella actividad que para nosotras había durado como 5 horas, en realidad duró 1 hora y media, pero pareció mucho más largo debido a que no es fácil captar la atención de tantos niños y mantenerlos ordenados y concentrados rápidamente. Salimos renovadas, luego de dos semanas de mucho estudio, y a pesar del trayecto largo y la actividad, sentimos que los niños salieron felices de la clase y nosotras también, ya que nos gustó ver cómo un poco de nuestro tiempo hizo que la semana terminara muy bien, no sólo para los niños, sino también para nosotras. Tomamos el transporte de vuelta a nuestras casas, leyendo todos los mapas de sueños que los niños nos entregaron, y pensando cómo sería y que nuevas actividades haríamos para la segunda sesión del programa: Geografía y saludos en portugués