SUMARIO 1/Febrero/2015
Secciones fijas *EL BESTIARIO DE Mr. LINDEM (Rafael Lindem): El monstruo de Oigreachd (PAG.6-7) *LA CUEVA DEL ILUSTRADOR: Javi Hernández / Teresa del Río / Verónica Leonetti / Jordi Ponce Pérez / Ángela F.Ayensa (PAG.20-38) *EL SERIAL DE CHABI: Tambores (Chabi Angulo)(PAG.39-40) *D.T COMICS (Raúl Orte): Gantz, Hiroya Oku(PAG.48-51) *AL OTRO LADO DEL ESPEJO: El Hospital del Tórax (Emilio J. Bernal) (PAG.56-59) *EL RINCÓN DEL FRIKING (Tony Jiménez): La falsa mediocridad del rey (PAG.66-69) *POESÍA DISIDENTE: Fernando López Guisado - Poemas extraídos de su libro “Rocío para Drácula“(PAG.74-77) *EL CATAS PREGUNTA: Entrevista a Bea Magaña(PAG.80-83) *EL CINEPÁTICO DEL CIFU (Victor Cifu): 50 Sombras de Grey(PAG.88-89) *SERIAL KILLERS (Beatriz T. Sánchez): Anatoli Onoprienko, Odio a la unidad familiar (PAG.92-96)
*DANIEL DELGADO GARCÍA Fantasmas(PAG.61-62) *MIMI ALONSO - Serrando a las viejas (PAG.70-72) *MONTIEL DE ARNÁIZ - La inversión (PAG.84-85)
Artículos *EL HOBBIT - LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS, Sergio González Guindero (PAG.41-44) *ESTAMOS JODIDOS, David Hidalgo (PAG.54-55) *EDUCACIÓN MALDITA, BENDITA EDUCACIÓN Toño Diez (PAG.63-65) *CLICHÉS Y LITERATURA DE TERROR, Elvira Torres (PAG.78-79) *LOVECRAFT Y SUS AMIGOS, Víctor Ramón Beltrán (PAG.90-91) PUBLICACIÓN ANTERIOR http://revistadissident.blogspot. com.es/
Reseñas literárias *ESTEBAN DILO: Esta noche conectaremos con el infierno (PAG.16-19) *JORGE HERRERO: Pesadillas de sangre (PAG.45-47)
Relatos *FERNANDO PÉREZ BARRAL - Todo lo que quedó (PAG.5) *FRAN CHAPARRO - El náufrago (PAG.8-13)
DISSIDENT TALES © 2015 Revista digital gratuita, de publicación bimensual. Coordinado por: Carlos Rodón, Laura López. Diseño y maquetación: Dissident Tales La dirección no se hace responsable de las opiniones expresadas por los colaboradores.
EDITORIAL 1/Abril/2015
«Mamá, me dieron de comer al cerdo. No les creas si te dicen que nunca te quise, o si dicen que escapé. No es cierto. Me dieron de comer al cerdo». Tommy. (El blues de la sangre de cerdo) Clive Barker. Este párrafo tan oscuro y triste, lo es por duro, desalmado y desesperanzador. Pero me sirve como metáfora para expresar el concepto de lo que hoy quiero contaros. Hay que alimentar al «Cerdo», un cerdo que todos y cada uno de nosotros llevamos en nuestras entrañas. Para alimentarlo casi todo es válido, y según sea nuestra necesidad o necedad habremos de echar mano de éste o aquel nutriente. «El Cerdo» es ese ego que subyace en el interior del artista, si lo alimentas mal se volverá huraño y peligroso, pero cebarlo bien es aún peor, ya que corre el riesgo de crecer sin mesura hasta hipertrofiarse e hipertrofiar nuestra manera de ver el mundo y a las personas que nos rodean. :Se recomienda una dieta equilibrada y mucho ejercicio: «El Cerdo» es ese ímpetu por aparecer en todos lados. Ansia pura, que nos puede empujar como creadores a desear estar en todas las compilaciones, concursos y certámenes que lleguen a nuestros oídos. Dándonos igual las condiciones, el formato o la difusión que la obra en cuestión pueda lograr. Incluso llegando al extremo de dejar de lado la creación o la planificación de esa obra propia que llevamos rondando. Ese trabajo serio que nos colma de verdad. Este «Cerdo» es como si una lluvia poderosa e implacable decidiera que cada una de sus gotas cayese en una región distinta. Sí, habrá mojado muchos suelos pero no habrá logrado calar la tierra. :Se recomiendan paraguas y chubasqueros: Y para terminar tenemos al peor «Cerdo», el que se alimenta del fracaso o las desgracias ajenas, haciendo leña del árbol caído o hurgando en la laceración reciente. Este es el «Cerdo» más «humano» e inherente al propio ser pensante que domina el planeta. Este «Cerdo» goza revolcándose en el barro que la sangre de otros han formado en la tierra pisoteada, busca alianzas con otros miembros de la piara y desuellan sin piedad las ilusionadas y esperanzadas carnes de otros congéneres. La manifiesta alegría con que lo hacen, el desparpajo y la naturalidad reflejan su baja calidad moral y su infame bajeza. :Se recomienda dieta baja en grasas y tomar mucho el sol: «Te quise, sí. Pero se te comió un “Cerdo”» Ah, y por cierto. ¡Estamos de cumpleaños! En este número seis cerramos el primer ciclo de doce meses, 365 días, o lo que es lo mismo, un añito entero liados y disfrutando con esta vuestra revista disidente.
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a habitación reventó como una rana llena de humo. Los tablones de las fachadas salieron volando, rompiéndose en medio del aire. El cristal de las ventanas se desintegró, reducido a polvo incandescente. Los ladrillos, ennegrecidos y requemados, quedaron desperdigados por todo el claro. La cómoda, la cama, las mesillas y los armarios: aserrín, chatarra y jirones. El resto de la mañana no se escuchó ningún ruido, pero poco después del mediodía volverían a empezar. La explosión fue más violenta. Brutal. Empezó en el salón, se extendió al recibidor y ahí buscó la salida por la puerta principal, que se partió por la mitad y planeó lejos sobre el aire caliente. Después se reprodujo en la cocina. Las cañerías temblaron, agrietando las paredes; los cajones repletos de cubiertos saltaron de las guías y silbaron como fuegos artificiales, y una lluvia de tenedores y esquirlas de porcelana regó la finca. A lo largo de la tarde las estancias de la casa fueron desapareciendo una tras otra. Para cuando cayó la noche, todo lo que quedaba de la mansión eran las escalinatas de piedra y los marcos de los ventanales del pasillo, en el primer piso. Todo lo demás lo había devorado su rabia. Se encontraron de nuevo, poco después de que encendiesen las farolas de la carretera. Uno a cada lado del asfalto. Ambos con la boca abierta para decir la última palabra. Pero no se reconocieron. Ni conscientes de lo que habían hecho ni de lo que aún podían hacerse, se miraron sin comprender que aquella bestia de apariencia simiesca, velluda, de colmillos terroríficos y cuernos de carnero que tenían delante, era la persona con la que habían vivido.
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El monstruo de Oigreachd - Rafael Lindem El monstruo de Oigreachd El cielo y la tierra en Oigreachd son como sus piedras, solemnes y silenciosas. Una masa plomiza parece envolverlo todo, impidiendo el movimiento, incluso el transcurrir de los segundos. Sentado ante aquel estanque de las tierras altas, me parecía estar observando uno de esos cuadros de Albert Bierstadt, llenos de inmensidad y humedad, congelados en ese instante negro que precede a la tempestad. Los que me hablaron de aquel lugar ya me habían advertido de sus particularidades; me dijeron que allí no había sido visto jamás un pájaro volando, que la maleza del páramo no crecía de tamaño, que las nubes de tormenta jamás se disipaban ni cambiaban de forma, que jamás soplaba el aire, que los relojes se detenían... Comprobé esto último mirando el mío; una hora allí sentado y continuaban siendo las dos de la tarde. Devolví mi atención a la superficie del estanque, un inmenso óvalo de estaño, tan quieto y carente de vida como el resto del paisaje. También había oído hablar de él, del demonio que habitaba sus profundidades. Fue el padre Buchanan quien, abriendo las tapas del Magīa Compendium, me leyó el relato de Sir Aelius y el monstruo de Oigreachd: «...Y del fondo del estanque surgió la bestia más terrible de todas, y Sir Aelius supo en aquel instante que ninguna de sus habilidades como caballero podría salvarle de sus fauces hambrientas, pues la bestia tenía el poder de convertir la armadura en herrumbre, los músculos en harapos y la piel en pergamino. Nadie puede escapar del monstruo de Oigreachd, ni huyendo en el caballo más rápido, ni ocultándose en la mayor de las fortalezas; sólo al final, en nuestro propio lecho de muerte, seremos capaces de comprender el auténtico alcance de su poder». Algo llamó al fin mi atención. Desde que tomé asiento en aquel lugar mis oídos habían venido percibiendo el mismo sonido, una especie de zumbido monótono e infinito, sin altibajos, sin un principio y un final. Era como si el silbido de una brisa incipiente hubiese quedado también atrapado en aquella suerte de ciénaga temporal, empantanado en una nota condenada a perpetuarse eternamente. Pero un nuevo sonido rompió la quietud del aire en mil pedazos, un gorgoteo en la superficie del estanque. Las aguas del centro se agitaron, sumándose al nuevo universo sonoro que acababa de instaurarse. Borboteaban, primero de forma tímida, después describiendo una línea que fue acercándose a la orilla lentamente. ¡Aquella cosa era real! Me incorporé al momento, deseoso de satisfacer mi curiosidad. Pronto, vi una extraña forma negra emergiendo de las aguas; un alto bonete de plumas, distinguido con una insignia dorada que
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refulgió bajo los rayos del sol. Siguió un rostro blanco e impasible, con unos ojos de cera que miraban sin mirar, y unos labios que insuflaban aire a la boquilla de una gaita, cuyos roncones asomaron al instante como el espinazo de un cadáver contrahecho, envueltos en un constante borboteo. Ya en la superficie, su agónico lenguaje se volvió música: una melodía triste pero llena de energía. Conforme iba dejando las aguas atrás, vi que vestía una chaqueta oscura, y un tartán azulenco que le cruzaba el pecho. Siguió un kilt de color rojo, y unas medias blancas hasta las rodillas; en la de su pierna derecha tenía envainada una pequeña daga con el puño dorado. Por último, unos zapatos negros transportaron la imponente figura del tañedor tierra adentro, en mi dirección. Cuando se detuvo ante mí, sus dedos en el puntero estaban enzarzados en una melodía frenética, un jig que agarraba tu corazón y lo hacía latir el doble de rápido. Nada podía sustraerse a su ritmo; el paisaje entero cobró vida, como llevado de la mano en un baile todopoderoso. La brisa se liberó y echó a correr, las nubes negras flotaron a su aire, mezclándose, deslizándose, vomitando una suave llovizna que convirtió la faz de la laguna en un espejo estrellado. Miré mi reloj: las agujas giraban de nuevo. Todo cobró vida, y sin embargo, comprendí que todo iba a morir. Todo iba a desaparecer. Mi reloj terminaría oxidándose, las nubes se marcharían, la vegetación se secaría, la laguna terminaría convirtiéndose en un cenagal lleno de huesos. Mi propio corazón dejaría de latir en el futuro, desgastado, consumido por la música de aquel gaitero infatigable. Supe que si continuaba tocando no dejaría nada en pie, y sin embargo, mis oídos no habían conocido jamás una música como aquella, tan deliciosa, tan necesaria. Cuando dejó de tocar, el paisaje volvió a convertirse en una fotografía. Alcé la cabeza, suplicante. —No pare, por favor. Siga tocando. Sonrió. —No he parado, sigo tocando la misma melodía. ¿No la oye? Ya lo hará, esta noche, mientras duerme. O mañana, cuando todo esto le parezca sólo un sueño. —¿Seguirá tocando para mí? —Así es, para todos. —¿Cómo es posible? —Yo soy el monstruo. Dicho esto, dio media vuelta y regresó a las aguas del estanque, que acabaron devorando las plumas de su bonete, borrando todo rastro de él. ¿Todo? No. Al levantarme y dar la espalda al estanque, mientras me alejaba en el páramo, recordé las palabras que me leyó el padre Buchanan: «...sólo al final, en nuestro propio lecho de muerte, seremos capaces de comprender el auténtico alcance de su poder».
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EL NÁUFRAGO - Fran Chaparro El marinero que se encontraba en la proa del Dei Gratia dio la voz de alarma. Sobre las olas, a no demasiada distancia del casco, flotaba inerte el cuerpo de un hombre mecido por el suave vaivén del agua. Avisado el capitán, éste ordenó arriar el bote de salvamento y recuperar el cuerpo. No habían recibido por radio ningún aviso de naufragio en las proximidades; no habían visto bengalas de socorro, ni veían a simple vista otra embarcación, por lo que ignoraban si el desconocido al que se acercaban estaba vivo aún ―sobreviviente de algún desastre reciente―, o solo era el cadáver de un ahogado, quién sabe cuánto tiempo ha, vomitado por la mar. Al acercarse pudieron comprobar que se trataba de un hombre joven, casi desnudo, que se aferraba a un aro salvavidas. Inclinados sobre la borda del bote, los marineros le asieron por las axilas izándole dentro y depositándolo con cuidado en el fondo de la embarcación. No solo comprobaron que continuaba con vida sino que, en apariencia, el desdichado no presentaba el aspecto que se espera de quién lleva tiempo entre las frías aguas de aquella zona del Atlántico. Es más, quién no supiera de la situación, diría que aquel joven acababa de caer, o de arrojarse por propia voluntad, al mar. Mientras sus hombres se ocupaban de introducirlo en el bote, el capitán reparó en algo que le llamó la atención. Extrañado, recogió el objeto que aún flotaba en el agua y lo acomodó entre sus piernas. Ya lo examinaría luego, con más detenimiento, en su camarote. Lo importante ahora era el hombre al que acababan de rescatar. Una vez a bordo del Dei Gratia, fue llevado a una camareta vacía y dejado al cuidado de uno de los miembros de la tripulación. El capitán ordenó que se diera aviso del rescate al servicio de guardacostas y poner rumbo al puerto más cercano. Luego se marchó a su pieza no sin antes dejar dicho que le avisasen en cuanto aquel recuperase el sentido, si es que lo recuperaba. A las tres de la mañana, le despertaron. El desconocido había vuelto en sí. Cogió su abrigo y la gorra, y salió presuroso. Tenía muchas preguntas que hacerle. Por el pasillo se encontró con el segundo oficial Larrinaga, al que pidió que le acompañase. Cuando entraron en la camareta, el capitán se sorprendió al verle. En efecto, estaba despierto y, como pudo comprobar, aparentemente recuperado. Ni rastro del reciente trance por el que había pasado. ―¿Cómo se encuentra? ―preguntó. El joven le miró sonriente.
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―Bien, gracias ―contestó en un forzado español―. Me encuentro muy bien. Aunque me duele un poco la cabeza. ―Bueno, teniendo en cuenta lo que ha pasado, ha tenido usted mucha suerte. Dé gracias a que uno de mis hombres le avistara ―le repuso―. Mi nombre es Javier Delgado, el capitán. Me gustaría hacerle unas preguntas, si le parece. Delgado, sin esperar a que el joven respondiera, acercó a la litera una silla en la que se acomodó mientras el segundo oficial permaneció de pie junto a la puerta, atento. ―Dígame, ¿cómo se llama? El hombre pareció dudar unos instantes. Delgado captó su indecisión. ―¿Lo recuerda usted? ―Sí, sí, disculpe. Richardson. Albert Richardson ―respondió. Delgado tomaba notas de cada respuesta dada. Tendría que comprobar algunas cosas luego. Cosas que no le cuadraban. ―¿Qué sucedió, Albert? ―preguntó de nuevo―. Le encontramos agarrado a un salvavidas. Richardson intentó reprimir un leve tic nervioso que se manifestó en su ojo izquierdo. ―Tranquilícese. Si lo desea, dejaremos la conversación para más tarde ―dijo Delgado. ―No, no se preocupe. Estoy bien, de verdad. Es solo que parece que mi memoria se recupera con más lentitud que mi cuerpo ―dudó unos instantes más―. Servía en un bergantín… Delgado le interrumpió, sorprendido. ―¿Un bergantín? ―Sí. Le parecerá extraño, pero no recuerdo el nombre. Partimos del puerto de Nueva York, el cinco de noviembre. Transportábamos barriles de alcohol industrial hasta Génova. ―Continúe. ―La tripulación la formábamos siete hombres. El capitán Briggs estaba al mando. También viajaban con nosotros la esposa y la hija pequeña del capitán. A medida que avanzaba en su narración, Richardson parecía intranquilizarse. Delgado quería aprovechar la disponibilidad del joven mientras sus fuerzas se lo permitiesen. ―¿Quiere un poco de agua? ―Richardson pareció no oírle― ¿Albert? ¿Quiere un poco de…? ―Todo fue bien hasta el amanecer del día veinticuatro ―reanudó de pronto―, cuando el tiempo empeoró de repente. El joven miraba al frente. Rememoraba lo sucedido. ―¿Qué pasó, Albert? ¿Naufragaron? ―Es curioso, tampoco recuerdo cómo caí al mar. No lo recuerdo. Yo estaba en cubierta, el cielo tenía un color extraño. ―¿Qué quiere decir con extraño? ―Pues exactamente eso. No era natural. No eran los colores propios de un amanecer. Era una luz verdosa, brillante. Me recordó a las luciérnagas que veía de niño en la granja de mis padres. Delgado escuchaba con interés. Había algo raro en todo aquello. ―¿Qué pasó luego, Albert? ―El capitán Briggs ordenó poner rumbo a Gibraltar. A la altura de las Azores, el mar empezó a ponerse de un tono lechoso, blanquecino. Parecía una capa de niebla que hubiese sobre las olas, pero no era eso. Era el propio mar que había cambiado de color. Era tal y como le he acabo de decir. Como si en vez de sobre agua, navegásemos sobre un mar de leche. Y luego la niebla; tan espesa que el barco, al avanzar, la cortaba a jirones. El capitán Delgado dejó de tomar notas, para preguntar de nuevo: ―¿Y dice que eso sucedió el 24 de noviembre, en la zona de las islas Azores?
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Richardson asintió. Empezaba a sudar. ―Es raro. Eso fue hace once días y las Azores están a escasas millas de aquí. Durante estos días nosotros no hemos percibido esa climatología ―quedó pensativo unos momentos y luego, instó al joven a que continuase con su relato. ―A partir de ahí apenas recuerdo lo que pasó. La niebla impedía ver a dos metros delante de los ojos. El resto de la tripulación subió a cubierta, alertado por lo inusual, ya que el capitán temía que por la mala visibilidad chocásemos con cualquier otro barco. Ordenó hacer sonar la campana de aviso para, ya que no podíamos hacernos ver, al menos nos oyeran. De nuevo, Delgado anotó en su libreta otro dato interesante: «Campana de aviso», pero esta vez no interrumpió. ―Luego empezaron los gritos. ―¿Gritos? ¿Qué gritos? ¿Quién gritaba, Albert? ―Todos, todos gritaban. Primero oí a Lorenson , luego a Gondeschall. Los gritos procedían de babor. ―¿Tal vez un incendio? ¿Era eso de lo que avisaban, Albert? El joven miró a los ojos al capitán Delgado. ―No. No avisaban de ningún incendio. Eran gritos de miedo, de terror. Aquellos hombres gritaban que los dejasen en paz, que no se los llevaran. ―¿Llevaran? ¿Quién se los llevaba, Albert? Delgado vio cómo los ojos de Richardson comenzaban a llenarse de lágrimas. ―No lo sé. Solo se oían aquellos gritos y, a veces, el rumor de un forcejeo. Lo que más me impresionó fueron las voces de mis compañeros. Las oía alejarse del barco mientras pedían socorro, hacia mar adentro, cada vez más débiles. Hasta que dejaba de oírlas. Delgado escuchaba con suma atención. ―El segundo al mando Gilling se acercó a mí. Intentaba aparentar serenidad, pero se le veía tan nervioso y asustado como lo estaba yo. Entonces, escuchamos más voces. Reconocí al marinero Martens y al marinero Boy Lorenson que gritaba algo así como: «¿Dónde está mi hermano?». Se dirigía a alguien. También había miedo en su voz. A continuación, sonó un disparo. Por el fogonazo, quien fuese el que disparó apuntaba a algo que estaba fuera del barco, sobre el mar. Gilling, que hasta ese momento había permanecido junto a mí, se internó al fondo de la cubierta. No pude ver a dónde se dirigió. La niebla era como una pared. No lo vi más. Yo estaba muy asustado. No me avergüenza decirlo. Nada de todo aquello era natural. De pronto oí la voz de la señora Briggs que llamaba a su hija. Lloraba y preguntaba dónde estaba. Le grité, intentando que se guiase por el sonido de mi voz hasta dónde yo me encontraba. En un par de minutos, me pareció ver su silueta recortada tras la bruma pero, en un segundo…desapareció. Así, de repente. Donde antes yo comenzaba a ver a la señora Briggs, ahora solo quedaba la niebla que se retorcía en espirales que intentaban ocupar el espacio donde antes estaba ella ―Richardson se detuvo unos instantes―. De Edward Head, el cocinero, y del capitán Benjamin Briggs, no supe nada. Delgado y el joven quedaron en silencio. Tras unos momentos, el capitán retomó el interrogatorio. ―¿Cómo acabó usted en el mar, Albert? Estaba usted sujeto a un salvavidas y casi desnudo. Aún no me explico cómo no ha muerto usted congelado en estas aguas. Richardson se abrazó a sí mismo. ―Eso ya no lo recuerdo, ya se lo dije. Créame, no lo recuerdo. Y, es curioso, sigo sin recordar el nombre del barco. ¿No le parece extraño? Delgado se incorporó y devolvió la silla al rincón del que la tomó. ―Tras un suceso tan traumático como el que ha sufrido usted no es extraño, Albert. Ya lo recordará, no se preocupe. Ahora, le dejo descansar. Intente dormir.
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El capitán y su segundo, salieron. Delgado ordenó al marinero que continuaba esperando en el pasillo, que no dejara ni un momento a solas a aquel hombre. Debía vigilarle y avisarle a él ante cualquier cosa que considerase fuera de lo común. Luego se despidió del segundo oficial sin comentar nada sobre lo que habían oído y se dirigió de nuevo a su camarote. Una vez en él, se sentó ante su escritorio y repasó las notas que había tomado. Observó el aro salvavidas que reposaba apoyado sobre la pared y que algún marinero había dejado allí siguiendo sus órdenes. Leyó el nombre del barco al que pertenecía. Luego, se dispuso a investigar en internet. Todo lo que le había contado aquel hombre: los datos, los nombres, las fechas, le era vagamente familiar. Faltaban escasamente un par de horas para que amaneciese, cuando Larrinaga llamó a la puerta y le sacó de sus descubrimientos, sobresaltándole. ―¿Sí? ―Discúlpeme, capitán. ―¿Sucede algo con nuestro huésped? ―No, nada, que yo sepa ―entró al cuarto, descubriéndose―. Todo es muy raro, ¿verdad? ―No tiene usted idea de cuánto. Acérquese ―le ordenó. En el ordenador, la foto de la pintura al óleo de un barco ocupaba toda la pantalla. ―¿Sabe usted qué es? ―le preguntó el capitán, señalando la imagen. El segundo oficial respondió, dudoso. ―Por la disposición del velamen, yo diría que es un bergantín ―dijo mirando a Delgado. Éste, satisfecho con la contestación, respondió: ―Efectivamente. Es el Mary Celeste. Bergantín de treinta y un metros de eslora y doscientas ochenta y dos toneladas de peso. Siéntese, esto es muy interesante. Isaac Larrinaga tomó asiento junto a su capitán y atendió a las explicaciones. ―El Mary Celeste zarpó del puerto de Nueva York el 5 de noviembre, transportando mil setecientos barriles de alcohol industrial, rumbo a Italia. A Génova, en concreto. El segundo miró al capitán. Aquello le sonaba. ―La tripulación ―continuó Delgado― la componían un total de siete hombres, más el capitán, su esposa y su hija de dos años. Un mes más tarde, otro barco lo encontró navegando a la deriva. Todo estaba en orden, pero no había ni rastro de la tripulación. ―¿Cree usted que nuestro hombre es parte de la tripulación de ese barco? ―preguntó. ―Francamente, Isaac. Me gustaría decirle que no, pero no sé qué pensar. Todo coincide. ―¿Y cuál es el problema? El capitán Delgado formó un puente con sus dedos y apoyó la barbilla sobre ellos. ―Pues que el Mary Celeste zarpó, efectivamente, de Nueva York el cinco de noviembre. Pero de noviembre de mil ochocientos setenta y dos. ―Entonces, no hay duda de que es una casualidad ―dijo el segundo. ―Una asombrosa casualidad que no sólo se limita a esas coincidencias ―Delgado pulsó una tecla y giró la pantalla del ordenador enfrentándola al rostro de su hombre de confianza―. Eche un vistazo a la lista de nombres de la tripulación. ―Capitán Benjamin S. Briggs ―leyó, y miró asombrado al capitán. ―Continúe ―le instó éste. ―Marineros: Gottlieb Gondeschall, Boy Lorenson, Arian Martens, Volkert Lorenson. ―Siga, siga. Léalo todo. ―Cocinero: Edward W. Head. Segundo oficial: Andrew Gilling. Primer oficial…―se detuvo. Aquello no podía ser cierto. ―Siga.
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―Primer oficial…Albert C. Richardson. Delgado sonrió, aunque no estaba seguro de si era por pura satisfacción o por pura intranquilidad. Aquello, en efecto, era muy, muy extraño. ―¿Insinúa usted que el hombre que rescatamos del mar es ese mismo Albert Richardson? ―preguntó Larrinaga―. Eso es imposible. ―Estaría de acuerdo con usted, amigo mío, pero son demasiadas casualidades. Para Larrinaga, hombre práctico donde los hubiese y poco dado a fabulaciones e ideas peregrinas, no cabían posibilidades fuera de la mente racional. ―Ese hombre no es más que un loco que conocía esta historia. Ese tipo no puede ser el primer oficial del Mary Celeste ―dijo. ―Me gustaría estar de acuerdo con usted, créame. Pero no son esas todas las coincidencias. ―No le entiendo. ―En esa lista aún quedan los nombres de Sarah Elizabeth Briggs y de Sophía Matilda Briggs, la esposa y la hija del capitán. El segundo oficial se revolvió en su silla. ―¡Por el amor de Dios! Estos datos son de dominio público. Cualquiera puede acceder a ellos. Delgado obvió el comentario y continuó con su explicación. ―La última anotación en la bitácora del Mary Celeste, era del veinticinco de noviembre. A partir de ahí, nada se sabe. Fue encontrado a la deriva diez días después. Exactamente, el cinco de diciembre de mil ochocientos setenta y dos. Cinco de diciembre, es decir, hoy. ―¡Pero de hace más de ciento cuarenta años, cielo santo! ―Hay más ―dijo el capitán. ―¿Más? ―¿Sabe usted cómo se llamaba el barco que encontró al Mary Celeste aquel cinco de diciembre de mil ochocientos setenta y dos? ―el segundo oficial estaba expectante―. Dei Gratia. Como este barco, como nosotros. ¿Demasiadas casualidades, no cree? Larrinaga había palidecido. ―Además ―reflexionó Delgado―, según estos datos, después de que recuperasen el barco, continuó en servicio con nuevos dueños hasta que embarrancó y se hundió en las costas de Haití en mil ochocientos ochenta y cinco. Y allí quedó, hasta que encontraron sus restos hace unos años. ―¿Y qué cree usted que puede significar todo esto, capitán? ―Que me maten si lo sé. Delgado iba a continuar cuando la puerta del camarote se abrió con brusquedad y el marinero encargado de vigilar a Richardson asomó tras ella. ―¡Capitán! ―gritó―, ¡venga enseguida. Por mis muertos que si no lo ve usted con sus propios ojos, no lo va a creer! El capitán Delgado y el segundo Larrinaga, salieron en pos del marinero que les precedía corriendo por el pasillo en dirección a donde, un par de horas antes, habían dejado descansando a aquel misterioso hombre. Antes de llegar, ya vieron algo que les llamó la atención. Una extraña luminosidad verdosa salía desde dentro de la camareta. ―Yo no entro ahí otra vez―dijo el marinero. Lo apartaron a un lado y entraron. Pensaban que nada más podría sorprenderles. Comprobaron que se equivocaban. Una neblina espesaba el aire del cuarto y el fulgor verde emanaba de ella. Richardson aún continuaba tumbado en la cama. No parecía temer nada. A su alrededor había un grupo de marineros que los miraban. Extraños que no pertenecían a la tripulación del Dei Gratia, Delgado lo sabía bien.
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Capitán y segundo oficial no se atrevieron a dar un solo paso más. La neblina se fue haciendo más tupida, hasta que ocultó al grupo de personas de la vista de los dos hombres. El brillo verdoso se fue atenuando conforme el aire se fue aclarando de nuevo. Al final, en el camarote solo quedaron el capitán y su segundo. Un nuevo grito, esta vez desde cubierta, reclamó al capitán. Al llegar arriba, otro de los marineros señalaba a estribor. Allí, de entre el banco de repentina niebla que ocultaba también el derredor del barco, surgía un bergantín. Toda la tripulación del Dei Gratia pudo ver ―y así lo declararían más tarde ante salvamento marítimo―, a siete hombres, y a una mujer que llevaba en brazos a una niña pequeña, en la cubierta de aquel velero. Junto a ellos, también se encontraba el náufrago rescatado aquella misma tarde y que dijo llamarse Albert Richardson. El bergantín continuó navegando en completo silencio con las velas henchidas, aunque no soplaba la más mínima brisa, hasta que se perdió de nuevo entre la niebla. Tal vez para siempre, o tal vez hasta su próxima aparición. Antes de que desapareciese, el capitán Javier Delgado se apoyó en la borda esforzándose por leer el nombre que lucía en la popa del velero. A aquella distancia, a simple vista y velado por las brumas, no le fue posible. Aunque tampoco le hizo falta.
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esta noche conectaremos con el infierno - (vvaa) la web del terror Es la segunda reseña que hago a las antologías de “La web del terror”. La primera se me hizo más cómoda, quizá por la temática o por el trabajo que vertieron sus coordinadores. En esta, ese compromiso se dejó un poco de lado: los textos, en su mayoría (no todos) presentaban grandes fallas que se podían haber modificado a simple vista: comillas, sangrías, doble espacios y algunos errores al tipear. Yo tengo en mi poder el EJEMPLAR DE PRENSA como bien dicta cada página, que en forma de marca de agua azul aparece en el centro de ellas, complicando la lectura, cosa que espero que tengan en cuenta para la próxima edición. Más allá de esto, las historias tienen un gran potencial, los autores se pasaron en sus ideas, hay momentos en que uno se pregunta si ya lo ha hecho o si lo podría hacer; las redes sociales son traicioneras e incluso pueden actuar por nosotros. De ahora en más aparece cada relato con mi punto de vista, espero que lo disfrute. Cosas de niños de Tony Jiménez: Merecido ganador del concurso. Los diálogos son geniales y reales. La destreza para comentar los pequeñeces que al final condimentan todo, son las justas. Toda la historia cambia, para bien o para mal, depende el punto de vista del lector. Entre los relatos del autor, este es el que más prolijidad presente. Espero que puedan leerlo, no tiene desperdicio, pero sí moraleja. Out of range de Javier Fernández Bilbao: Relato que va de menos a más. En un futuro no muy lejano donde usaremos todo tipo de aplicación para la vida diaria, Javier no da las instrucciones para comenzar con la historia (A mi gusto se le va la mano en la extensión del inicio). Todo esto que se comenta tiene un enrosque muy útil en la historia. Mucha violencia en cada párrafo y un cierre digno del gore. Bloody Woody te sigue de Pablo Cajas Millán: Me llamó mucho la atención que esté narrado en segunda persona. Algo complicado para las comodidades que brindaba el concurso por ser libre en ese sentido. Bien hecho.
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El lado oscuro de internet tiene mucho que ver con la historia, siendo el generador de las acciones de la protagonista (Laura), nos lleva de paseo por la oscuridad virtual accediendo a sitios que no nos gustaría encontrar. Cine Snuff y mucha sangre. Demonticonos de Jose Antonio Reyero Jarch: El primer relato que se destaca por su originalidad en cuanto a producción. Se pueden apreciar: chat de Facebook, grupos de Whatsapp y emoticones de los más diabólicos. Historia simple pero entretenida. Con todo mi amor de Juan Miguel Fernández Fernández: Venganza y acoso virtual. Cosas que pasan a diario en cualquier barrio, salvo que el final sea verdadero. He leído cosas mucho mejores del autor, pero la historia cumple y se disfruta. B. P. T. de Miguel Chamizo: Mensajes y realidad, así simplificaría de la mejor manera este relato que trae con él varios detalles de situaciones diarias. Al terminar se van a quedar disfrutando de las posibilidades que le pueda pasar a uno. El gran evento de Sergio Moreno Montes: Zuckerberg formará parte de este relato y todo lo que él hizo por sus usuarios se verá afectado en pos de su creación. Una idea original y bien llevada en el tema literario, pero densa en su extensión. El coleccionista de Rain Cross: El género que usó la autora no se repite en los demás textos, no sé si es bueno o malo, pero a mí me entretuvo. Rain se caracteriza por los detalles y la prolijidad, y si se le suma un buen argumento todo queda redondo. Un buen relato. Algo para olvidar de David Carrasco Nuñez: Todo comienza con romanticismo y luego cambia por amor, amor por lo oscuro. Un buen relato que deja en claro la realidad de las cosas a las que nos podríamos enfrentar. Fácil de leer por su recurso de conversación y entretenido a mi gusto. Mantis de Antonio Márquez de Alcalá: Relato divido en cinco citas (que podrían haber sido menos a mi gusto) donde cada una de ellas te muestra la evolución del personaje y un buen manejo del autor sobre sus pensamientos. No lo pasen por alto porque este muy bueno. Amistad aceptada 2.0 de Lorena Gil Rey: Lorena nos cuenta con detalle (muchos) y buena prosa la vida de un escritor que perdió su “musa” y usa las redes sociales para comentar sus andanzas (falsas y verdaderas) literarias. Una nueva aventura lo lleva a lo que sería la mejor historia de su vida, ¿O era al revés? #Déjameseguirte de Raul P. Mas: El Sr. Garrido (me suena este apellido) desde el primer párrafo hasta el último va mutando y cambiando de la mano de Raul. Comentarios y diálogos (mucho Twitter) dignos de una segunda parte y varias acciones que te acercan a la historia para despacharte con un final a todo gusto. Un muy buen relato. Jalogüin de Daniel García Raso: “Antonio Anglés es Michael Myers”. Una idea llamativa que te deja atento hasta el final. Muchos diálogos y mucha conexión entre los personajes. Recomendado y un placer por la pulcritud de su escritura. Johny un brazo de Daniel Rodríguez Tinoco: Historia algo trillada pero bien contada, donde los mitos urbanos y lo real se pierde en las leyendas. Creepyplasta de Francis Novoa: Relato en primera persona, lleno de comentarios bastantes acertados, guiños por todas partes y pensamientos llenos de humor. ¡Quiero conocer a ese personaje! Ahora… ¿Hay un error en el título? Solicitud de amistad de Jose Martínez Moreno: Una solicitud de amistad de lo más extraña in-
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vade el relato de Jose, para abrirse camino por cada rincón del personaje en cuestión. Simple y conciso. Buen relato. Nereha999@hotmail.com de Tomás E. Mirayo: ¿Si mandamos un mail a esa dirección y le preguntamos de que va la historia? Mejor no, a ver si tiene una maldición y complicamos las cosas. ;) Un regalo para mamá de Alex Puerta Ramsay: Un paseo por todas las redes sociales para conseguir pareja o Un regalo para mamá. Comentarios atractivos y buenas formas hacen que el relato entretenga y perdure entre los mejorcitos de la antología. De cerca de M. E. Pastor: Correos, chats, foros y demás cosas en un solo relato, y me encantó. Simple y atractiva forma de decorar las páginas de la antología. Si todos los relatos fueran en este estilo “cibernético” me hubiese enamorado del libro. Bien, Pastor. Vas a morir de Pedro Pablo Picazo: Seguro que alguno de ustedes hizo clic en esas aplicaciones de Facebook que dice cuándo vas a morir y cómo, bueno, esta historia no sale de esa idea. Pedro la cuenta con sencillez sin dejar nada en el tintero. ¿Morirá? Puer aeternus de Rubén Ibáñez González: Rúben se caracteriza por su cuidado al momento de contar la historia, buena narrativa y una historia algo rebuscada pero que engancha desde el inicio. ¿Tenía que ser tan extensa? Enredado a muerte de Tomás Rubio Pérez: Algunos de sus diálogos son cien por ciento clichés, pero la historia cuaja igual. Fantasmas cibernéticos y varios párrafos por leer que yo hubiese podado un poco. Un gran final, no se lo pierdan. El remitente desconocido de David Gutiérrez Díaz: Suena el celular y te das cuenta que te añadieron a otro grupo de Whatsapp, a partir de ahí el contacto con lo que sería un acoso mortal está al alcance de vida… o de tu muerte. Scopaesthesia de Virginia S. V. Riesco: Diálogos coloquiales donde el recursos que usa Virginia cumple con el propósito, haciendo de la historia sea llevadera dentro de la simpleza de la misma. Amigos del foro de Irene Comendador: Irene usa todo su potencial para usas los cabos de su historia como escalones hasta el final. Un trabajo bien llevado y puesto en marcha con la seriedad que siempre presenta en sus escritos. Me encantó. 2050 de Javier Bocadulce Carrero: Lo onírico y lo real se mezclan para encantar al lector en una manera muy práctica de contar una historia. Un lujo de parte de Javier para llevar su historia de la mano, haciendo que lo acompañemos gustosos. Diagnóstico: descomposición de M. Ángeles Seguí Pastor: Diálogos fluidos y certeza en el nudo del cuento. Reflexivo. Su extensión se les va de las manos (a mi gusto) pero cumple con la idea. Los demonios de la globalización de Álvaro de la Riva Hengstenberg: Álvaro presenta algunos personajes un tanto odiosos. Dentro del título que nos acerca a la historia que nos va a contar, las agrupaciones demoníacas se abusaran de su poder. Buen relato. Off de Francisco Juan Collados Almodovar: El relato de destaca por dos grandes cosas una de ella es la tensión y el uso del % junto a la progresión de la historia y otra es la extensión y lo densa que se hace. Habría que recortar un poco y quedaría diez puntos. Me gusta de Jorge Asteguieta Reguero: Me gusta, me gustó. Jorge da a elegir como tomarse su historia, capaz que sin saberlo pero eso le da un gusto especial al lector. Muy bien escrito.
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ByeByeLive de Marc Sabaté Clos: Relato que a mi gusto debería estar situado en lo alto de la antología. Marc eligió buenas palabras para dar su punto de vista y encima acertado (que no es poca cosa). No daré detalles porque se merece toda la atención del lector. Un buen relato, detallista, donde la extensión se hace justa igual que su idea. El aporte de David Jasso: Primer relato que leo del autor y ya me anoto para su club de fans. Me hizo sentir parte de la asfixia de sus palabras, la trama de atrapa sin dejarte respirar un segundo. Si hubiese participado seguro estaba en el podio. Altamente recomendado.
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*Todas las imágnes cedidas con el premiso de los autores.
Javi Hernández Son veintitrés años los que Javi Hernández lleva dedicado a la producción artística en diversos formatos. Desde su paso por la Escuela de Artes visuales de Rosario su ciudad de origen en Argentina, donde adquirió los conocimientos de la herramientas fundamentales para la expresión plástico visual y una formación pedagógica solida Compaginando siempre su labor docente con la ilustración en diversos medios gráficos, periódicos, revistas, etc y una producción personal de dibujo y pintura que le ha llevado a realizar numerosas exposiciones individuales y colectivas desde Argentina, España y Suecia. A comienzos del nuevo milenio se desarrolla su actividad en España formándose primero como Técnico en dibujos animados tradicionales en Barcelona donde colaboró en la realización de series televisivas . Más tarde comienza su experiencia con diferentes compañías teatrales con quienes colabora en la realización de atrezo y escenografías. Actualmente desarrolla su actividad de ilustrador y editor publicando en los últimos tres años el álbum ilustrado Haberlas haylas y El secreto de Jacinto en su propio sello Libros de ida y vuelta además El niño el viento y el miedo y La leyenda de la ciudad sumergida sobre textos de Antón Castro para la editorial Nalvay. Web: http://javihernandez.jimdo.com/ FB: https://www.facebook.com/idayvueltalibros Página editorial: https://www.facebook.com/idayvueltalibros
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Ilustraciones para La sonrisa del le贸n, de Dissident Tales Editorial S.C, que ver谩 la luz en Abril de 2015
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Teresa del río.
23 de marzo de 1979, Valencia Me llamo Teresa Del Río y nací un 27/2/81 en un pueblecito de Cádiz, aunque me crié en Puerto de Sagunto (Valencia) donde vivo actualmente. Desde que era bien pequeña mis padres se percataron que iban a gastar más en pinceles, lápices y pintura que en muñecas, era una fanática del color. Luego ya de mayor estudié Bachillerato Artístico y de ahí pasé a la Escuela de Artes y Superior de Diseño en Castellón convirtiéndome en Ilustradora. Desde entonces he realizado todo tipo de cosas relacionadas con el mundo del arte: Decoración en tablas de surf, ilustraciones para tattoo, decoración de muebles…todo de forma independiente. También exposiciones en varios locales de mi ciudad y alrededores. Mi arte se puede considerar como Surrealista Pop o “Lowbrow”. Este estilo se considera grotesco, erótico, irónico y a veces desconcertante. En mi caso me gusta ilustrar figuras infantiles con cierto aire diabólico o seres extraños en paisajes oníricos. Mis influencias son Camile Rose García, Marion Peck, Joe Sorren, entre otros. Pinto mis sueños, sensaciones o cosas que tengo que pintar porque eso es lo que me nace en ese instante. Algunos pensaran que no tiene sentido pero en cada una de mis obras muestro partes de mí, de quien soy. “Hay personas que transforman el Sol en una simple mancha amarilla, pero hay también quien hace de una simple mancha amarilla el propio Sol” (Pablo Picasso). Email:Tesdrg@gmail.com Facebook: Teresa del rio-pop surrealismo Internet: teresadelrio.wix.com/tere
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Verónica Leonetti - Fotógrafa e ilustración. Verónica Leonetti es una ilustradora venezolana afincada en Valencia (España). Actualmente, reside en esta ciudad levantina y trabaja como ilustradora freelance. Su actividad creativa se centra principalmente en la ilustración de libros infantiles y juveniles, además de colaborar con diversas publicaciones como Arròs negre, MiNatura, El Pes Digital, piKara, Artafacta, Imagen, La Pelitrúmpeli y Branques. Su trabajo, que destaca por una técnica plástica precisa que profundiza en la sutil atmósfera mágica de los cuentos, ha sido galardonado con el segundo premio del XII Concurso de Cuentos Ilustrados de la Diputación de Badajoz (2009). Hasta la fecha ha ilustrado los libros ‘La quietud que precede’ (Diputación de Badajoz, 2009), ‘Cuentos Inhumanos’ (Ediciones Saco de huesos, 2010) y ‘Leo Circus’ (Kelonia editorial, 2014) y la portada de ‘Las tres brujas niñas’ (Ediciones Saco de huesos, 2013). Desde 2010 desarrolla, junto al escritor Rafael Lassaletta, una hermosa colección de poemas ilustrados que se recogen en su blog bajo el título ‘Los 100 escalones’ (L100e). Entre sus proyectos inmediatos se encuentra su primera incursión en el cómic junto al guionista francés Stygryt. Contacto: https://www.verónicaleonetti.com https://www.behance.net/veronicaleonetti http://www.domestika.org/es/veronicaleonetti http://www.pinterest.com/vernicaleonetti/ 1.Dieciséis. De la serie ‘Los 100 escalones’, 2011 2.Dieciocho. De la serie ‘Los 100 escalones’, 2011 3.Diecinueve. De la serie ‘Los 100 escalones’, 2011 4.Veinte. De la serie ‘Los 100 escalones’, 2011 5.Exposición de APIV ‘Yo voy soñando caminos, Homenaje a Antonio Machado’, 201
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Jordi Ponce Pérez. NOMBRE COMPLETO: Jordi Ponce Pérez (alias Jordi Pope) Hola, me llamo Jordi Ponce (alias Pope) y nací en Badalona en 1979. Soy un dibujante de cómics e ilustrador profesional y todoterreno, graduado por la Escola Joso. He colaborado con diversos fanzines y con empresas y organizaciones no gubernamentales, como Ecologistas en Acción o la Fundació vicky Bernadet, para la que ilustré el libro educativo Les cortines d’aire. Soy co-fundador del proyecto cultural La Madriguera de Historias, un espacio online en el que se invita a ilustradores, fotógrafos y escritores a trabajar por parejas escogidas al azar en torno a un tema. Todo mi trabajo es 100% artesanal, sin conservantes pero con bastantes colorantes. Mi estilo está influido por la corriente surrealista y la cultura underground. Formas de contacto: ponce_perez@hotmail.com jordipope.blogspot.com lamadrigueradehistorias.wordpress.com
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Ángela F.Ayensa. Nace en Madrid al inicio de una primavera y no se recuerda haciendo otra cosa que no sea crear e imaginar. Su padre, arquitecto y un excelente dibujante encauza su vocación y su talento. Es una artista plástica multidisciplinar que presta una especial dedicación a la ilustración desde la publicación en 2011 de LA CHULA DE DIOS “ ALGO de JAZZ, presentado en el CENTRO de ARTE CONTEMPORÁNEO de Málaga y en la PANTA RHEI de Madrid , entre otros sitios. Con una amplísima carrera artística a sus espaldas, numerosas exposiciones y su obra repartida entre varias colecciones privadas y públicas, dice no tener más curriculum que su trabajo. Para Ángela, crear, tener una idea y realizarla es un acontecimiento prodigioso que le resitúa, le direcciona y le aísla del infortunio. Cada proceso creativo que emprende lo considera como si se trasladase a vivir dentro de una burbuja rellenita de alegría. “Quien ve mi trabajo, me ve a mí. Soy una cronista de mi vida. No hay ningún misterio, ni ningún significado oculto en mi obra. Creo por necesidad, por la necesidad de decir.” www.angelafayensa.es http://angelafayensa.blogspot.com.es/ https://www.facebook.com/lachula.dedios https://www.facebook.com/angelaf.ayensa
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Tambores- Chabi Angulo Los tambores retumbaban en el valle del Ebro. El intenso calor de aquel abril caía de plano sobre la inmortal ciudad de Zaragoza. Durante la Semana Santa sus calles son reconquistadas por la más acérrima fe cristiana. Miles de creyentes, curiosos y turistas, apelotonados en sudorosas melés humanas, contemplan el paso de carrozas escoltadas por siniestros encapuchados, mientras el fervor es avivado por el aroma a incienso y el marcial sonar de tambores y trompetas. Ignorantes de lo que no muy lejos de las vías centrales de la capital estaba ocurriendo en una casa parroquial. El pasillo de paredes blancas que morían en un arcaico rodapié pétreo, con suelo de ajada madera, eran testigos de algo sobrenatural. —Padre Andrés, ¿Deberíamos llamar a las autoridades? —Hablaba el cocinero mientras aceleraba el paso. El párroco atusaba, en nervioso ademán, el poco pelo que enmarcaba su cabeza, las muchas horas sin dormir y sin aseo quedaban de manifiesto en las pronunciadas ojeras y en lo arrugado de su sotana. Pero no en el nervioso caminar que al orondo Antonio le costaba mantener. —¿Sigue el chico igual? —Apresuró el cura mientras seguía al cocinero, que ahora, cogido un buen ritmo, se veía incapaz de ralentizar para no perder el hilo del padre nuestro que en acelerado bucle se le escapaba por la boca. Los alaridos aumentaban según se iban acercando. Desde la puerta entreabierta se asomaba un hombre de estatura baja que llevaba un cuchillo grande de cocina. —Paco, por el amor de Dios, guarda ese filo. Solo está endemoniado —se quejó el padre Andrés. Entraron a la habitación y Paco obedeciendo un gesto del párroco se santiguó varias veces antes de abandonar la estancia. El aposento totalmente vaciado de enseres ofrecía un el aspecto de una celda, más teniendo en cuenta que solamente un ventanuco y un catre conformaban su decoración. Lo único que se podía apreciar bajo los inhumanos alaridos era el bullente sonido de la Semana Santa. La calle abarrotada de personas y de cofrades que en ceremonioso desfile cargaban una virgen. En el camastro una persona de raza negra atada con firmes correas intentaba por todos los medios zafarse y abalanzarse sobre los dos hombres.
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Antonio, el cocinero, no hacía sino rezar de rodillas y con las manos juntas, suplicando ayuda a Dios. El padre Andrés abrió la Biblia y comenzó a leerla en voz alta. El monstruo seguía retorciéndose y gruñendo. Anoche se encontraron al chico atrapado entre el ramaje y el barro junto al río Ebro. Un grupo pudo traerle no sin algún incidente durante el trayecto. Algunos fueron mordidos y conducidos al hospital Miguel Servet, otros con tan solo algún que otro arañazo, decidieron resguardarse en sus casas atacados de repentinas y altas fiebres. Mientras, la ciudad ajena al horror de aquel cuartucho, proseguía con los tradicionales actos de la Semana Santa. Dentro, se rezaba al omnipresente. Fuera, varios ataques aislados iniciaban la locura en las abarrotadas calles de Zaragoza. Pasó un día y la ciudad se sumió en el silencio. En la habitación Antonio tiritaba de frío en una esquina, el párroco de rodillas seguía rezando sin aparentar más cansancio que la jornada anterior. Se escuchaban golpes en la puerta. Era Paco que se había convertido en una de esas bestias. Pronto los golpes y el ruido atraerían a más muertos vivientes. El joven atado en la cama se intentaba liberar lacerando su carne. Ninguno de los dos hombres entendía lo que ocurría. Tan solo había llegado el fin de la ciudad y en unas pocas semanas el país entero sucumbiría.
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EL HOBBIT – LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS - Sergio González Guindero Año 2014 Género: Drama Familiar Interracial. Director: Peter Jackson Intérpretes: Martin Freeman, Ian McEllen, Evangeline Lilly, Orlando Bloom, Lee Pace, las cejas de Lee Pace, doce tíos más haciendo de enanos con peinados de fantasía. Terrícolas y otros Drugos, saludos de nuevo. Esta vez os pediré que hagamos un pequeño ejercicio de imaginación: Cerrad los ojos y visualizad una magdalena de chocolate, una de esas que llevan cierto tiempo ya, envejeciendo con gracia dentro de un armario de vuestra cocina. (Si sois de esos pipiolos nacidos a partir de los noventa, visualizad un muffin. El ejercicio vale igual). Es de noche, estáis repantingados en el sofá viendo la televisión, y os entra esa gusa demoníaca, que erosiona de forma persistente una de vuestras sienes con la visión, a la par remota y cercana, del bollo. En la tele echan ‘’Cadena Perpetua’’ por centésimo vigésimo quinta puñetera vez y la ob-
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servas con los ojos a media asta y el cerebro embotado por la visión. De pronto, cuando el alcaide de la prisión se acerca a la celda vacía de Tim Robbins y se nos descubre el pastel, ya no aguantas más: decides que ya es hora de atacar. Y aún a sabiendas de que te va fatal para la autoestima, aun siendo consciente de que tus triglicéridos van a tirar de convenio para denunciarte mientras los ardores te van a dar la noche de tu vida, te levantas y caminas hacia la cocina. Y abres el armario y la coges; y le quitas el envoltorio y te la comes. Y por supuesto, te sientes miserable, pero oye, aún se dejaba comer. Pue eso es exactamente lo que me ha sucedido a mí con la tercera parte de El Hobbit. Ya solo leerlo parece surrealista: La Tercera Parte. Del Hobbit. Me prometí no ir a verla. Bromeé con mis colegas acerca de ello. ¿Yo? ¡Pff! ¡Que le den a Peter Jackson! . Fui a la última sesión, el día del estreno. La firmeza de mis principios para según qué cosas, es de un patético tal, que tan solo mi falta de criterio es capaz de superarlo. Pero es que, aún así, joder, parece que lo que comenzó como alabanza en el Señor de Los anillos, se ha vuelto pura vagancia en este director con pinta de pipa de los Mojinos Escozios. Tanto que en esta última entrega, da la impresión de que lo ha dejado todo en manos de Weta Workshop y se ha largado a mascar zanahorias al monte. 22:00 pm. Cine Bosc de Vilanova y la Geltrú, Barcelona. Un colega y yo nos sentamos a ver la peli. ¡Achtung! A partir de ahora comienzo con Spoilers, repito lo que ya he dicho otras veces: Si no la has visto aún, lee esto y ahórrate los cuartos, ya la verás en DVD, si eso. Tú tranquilo, que sus creadores no pasarán hambre, aunque haya momentos en los que lo merezcan. Total, que en ‘’La Batalla…’’ se nos planta la acción justo después del ‘’Me cago en su puta madre, tres horas p’a esto’’ con el que te quedaste al finalizar ‘’la desolación de Smaug’’ un año antes; es decir, un magnífico dragón que lleva dormitando generaciones enteras bajo una montaña de riquezas sin salir al fresco hasta que le tocan las piezas más preciadas de su tesoro: ¿La Piedra del Arca? ¿El anillo Único? No: Sus Cojones. Y es que pensad cómo os sentís vosotros cuando despertáis de una siesta de baba y desencaje bucal transitorio, de tan solo un par de horas. Pues ahora imaginaos que llevaseis setenta años. O lo que sea que dure la vida de un Enano de las Montañas de Borobor, Voldemor, o como se diga (fijo que lo comentaron, o lo cantaron y todo, pero yo estaba en otra cosa. Probablemente algo relacionado con las magdalenas). Así pues, el bicho sale que se las pela hacia la húmeda, a la par que inflamabilísima Ciudad del Lago, donde un sufrido padre de familia, contrabandista y filántropo llamado Bardo - interpretado por el Drácula más chusto del cine moderno- se afana por cargarse al lagarto a golpe de flecha negra, (Por cierto que todo lo malo en la tierra Media es negro. No sé yo este Tolkien…) En Fin, un montaje que implica que su hijo colabore como parte de un arco compuesto, le ponga el culo en pompa al furibundo dragón parlante y sirva de escudo humano a su padre. Si señor. Gordos como la Piedra del Arca. Bardo dispara y acierta. Sorpresón argumental. ¿Qué iban a hacer si no? ¿Escupirle? ¿Cantarle algo?
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Nah, Se muere Smaug. Y con el, lo mejor de la película. Si no recuerdo mal el libro, Thorin Escudo de Alcornoque la palma, y ya solo falta que Bilbo regrese a su casa con algo de cash para saldar la hipoteca de Bolsón Cerrado. O sea, unas quince páginas. Pero …¡No puede ser! ¡Parece que solo han pasado diez minutos! Miro el reloj 22:11 pm: Aún faltan mas de dos horas. Me cago en Todo. Como canten, verás. A partir de aquí, todo se convierte en un Sin Dios que hace más por justificar una injustificable trilogía vendiéndola como precuela del Señor de Los anillos, que por dar coherencia a lo que está pasando en ese momento. La especie de cuarteto amoroso entre la Elfa Tauriel, el enano Fili Vanili, Légolas y las lentillas de Légolas, diré que es ridículo porque ya llevo muchos tacos escritos más arriba. Llegado a esto, mi colega y yo nos ponemos a contar ejércitos como quien cuenta los cuartos en fin de año, y preguntándonos dónde esta el quinto. Están los Elfos, liderados por las cejas del Rey del bosque y su reno Rudolph, El Enano que cabalga un gocho y da cabezazos a los orcos en una coreografía que, si yo fuese una persona de baja estatura, consideraría denigrante, y luego están los Orcos y los Trolls, y por fin los hombres, que más que un ‘’Ejército del lago Guatemala’’ los llamaría ‘’los Refugiados en Guatapeor’’. Otra genialidad otorgada por los guionistas al bueno de Bardo. Dentro de la montaña, la codicia Gollum-Style que enloquece a Thorin se desarrolla de un modo tan imbécil como se le pasa: así de de pronto, mientras se da un garbeo. El resto de Expendables de la Tierra Media: Tofu, Fili, Bobo, Bebo, Moco, Memo, Nemo, Titu, Tete, Pacor y Putor se esfuerzan por seguir leales a su rey aunque éste se retrate, como pasa en algunos países de tierras no tan medias. Y justo cuando tiene montado fuera un cirio digital de puta madre, el tío se presenta sin armadura y con esa sonrisita de Áragorn-después-de-echar-un-meo, y venga. Al Lío. Gandalf, Elrond, Galadriel y Saruman tienen sus minutillos de gloria en un arrebato a lo Hong Kong contra los Nazgûl sobre el castillo del Papa Luna y la imponente elfa repele al peor de todos con una botella de Tresor de Lancome. Venga hombre, no me jodas. ¡Oooh! ¿El malo es Sauron?¿De veras? Saruman les dice a los demás que se vayan tranquilos, que él se ocupará de Sauron. Luego mira a la cámara directamente y mueve el índice y el pulgar mientras nos guiña el ojo ¿Lo pilláis?¿Eh?¿Lo pilláis? ‘’Yo me ocuparé de Sauron’’. Brillante. Pero bueno, al menos vamos tachando malos de la lista. Les toca a Thorin y sus amigos, que han salido a repartir manteca por la pradera. Allí en lontananza el Rey Thorin divisa a Azog el Profanador. (Un Grandísimo maloso digital con un gadgetobrazo mutilado y equipado con más de veinte artilugios intercambiables, que abarcan desde el sable degollador hasta el cazo sopero), y a su amigo el cara monguer, portero de una discoteca en Dol-Guldur. De la Discoteca Negra, como no. Se cascan entre ellos y con los demás y luego con el resto. Nadie en la sala de cine sabe a ciencia cierta qué carajo pasa. De la amalgama que se desarrolla en el campo de batalla, surgen unas cabras montesas de Guerra (en fin, nadie se pregunta nada a estas alturas, total ¿p’a qué?), puestas ahí por arte de Morgul para que los enanos puedan subir a lo alto del risco y liarse a mantecaos con los grandes jefes. Pim-Pam, unos mueren, otros se redimen, este se va con este y ese con aquel y así despejo ambos lados de la ecuación. Bilbo pulula por toda la película sin pena ni gloria. Se pone y se quita el anillo y hace las mismas bromas, pone los mismos caretos, y continúa
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con los tartamudeos y chascarrillos con los que dejó La Comarca siendo un atontao. Aunque luego vuelva siendo alguien con mas mundo y más parné. Fin. Y lo más triste es que, pese a todo lo que acabo de contaros, es muy probable que acabe comprándome el deuvedé. Lo Mejor: Que es la última. Smaug. La definición es tan alta que cuando llegas a casa y te miras al espejo pareces salido de una cinta de VHS de los ochenta. Lo Peor: La falta de ganas que desprende toda la película. Las lentillas de Orlando Bloom. Orlando Bloom en general, como concepto. Resumiendo, parece que Jackson ha querido hacernos esto, al estirar el chicle:
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Pesadillas de sangre - Daniel Gutiérrez CalaveraDiablo. Sinopsis: Las pesadillas son corceles malvados que habitan en planos inferiores, donde el mal es más poderoso. Su aspecto es muy parecido al de un gran caballo, generalmente negro, con ojos brillantes y rojos, al igual que los orificios nasales. Sus crines son llamas anaranjadas y sus cascos son ascuas ardientes. Suelen ser monturas de otros seres malvados; muertos vivientes y grandes señores del mal que se encuentran, al igual que la pesadilla, en los planos más bajos. Como monturas son leales a sus jinetes, con los que no necesita comunicarse verbalmente, ya que la pesadilla detecta el estado anímico del jinete y sabe actuar consecuentemente. Opinión: Pesadillas de sangre es una antología formada por catorce relatos escritos por Daniel Gutiérrez, autor que cuenta con varios libros publicados, entre los que destacan, La profecía del templario, novela de aventuras y Best Seller en Amazon durante mucho tiempo, Sobrecarga, novela de ciencia ficción, Isla muerta, novela de zombis ambientada en Tenerife, y la novela corta de aventuras, La segunda vida de E Danny Kokran, sin olvidar su otra antología publicada, Necrosis, donde se recogen una treintena de relatos, de varios géneros. Pesadillas de sangre ya fue publicada hace unos años, en una edición que no le hacía ninguna justicia, y que ahora ha vuelto a salir al mercado en una cuidadísima edición de la mano de Dissident Tales, una joven editorial que está cuidando con mucho mimo y esmero sus publicaciones. Para esta nueva edición, se ha contado con el ilustrador Carlos Gregorio Godoy, más conocido por Calaveradiablo, que ha hecho la portada y las ilustraciones interiores, con unos resultados espectaculares, logrando que ahora por fin, esta antología tenga una edición a la altura de su calidad. Para estos catorce relatos que forman este libro, el autor, ha optado por el género del terror, pero en vez de ir al más gore y sangriento, a pesar de que hay algunos relatos con esa tónica, si no que se ha decantado por otros tipos de terror: el miedo más visceral, los anhelos más oscuros de las
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personas y sus secretos más ocultos, todo ello aderezado por algunas pinceladas de terror, logrando en su conjunto una antología de un nivel de calidad muy alto. A continuación, haré un pequeño resumen de los relatos que forman parte de la antología: -El favor: Un relato que podría estar ambientado prácticamente en cualquier conflicto bélico, y donde se cuenta hasta dónde puede llegar una amistad entre dos soldados, y lo que estarían dispuestos a hacer el uno por el otro. Una historia con fantasmas de por medio y con un final sorprendente, perfecto para abrir la antología. -La llamada: Uno de los mejores relatos del libro, donde veremos cómo al protagonista de la historia le ocurren unos sucesos relacionados con su peculiar hobby, digamos algo oscuro, y que comienza con el sonido de una llamada a su teléfono y una sorprendente visita. Una historia que mantiene en tensión en todo momento al lector, con un espectacular final. -En ocasiones: Un relato de poco más de una página donde el protagonista está realizando un crucigrama junto a sus mujer, lo que en un principio es normal, se acaba convirtiendo en todo lo contrario, con un sorprendente final, con unas pinceladas de humor que encajan muy bien con el tono de la historia. - Indómitos: Un relato de género zombi, donde se cuenta la historia de un matrimonio con dos hijas pequeñas, en un mundo devastado por la consabida plaga Z, pero narrada desde otro punto de vista, lo que hace que lo que se cuenta tenga sus toques de originalidad, ya que no suele ser habitual este punto de vista. Con un final emotivo y donde el lector descubre cual es el enfoque no tan habitual que tiene este relato. -El cuadro: El relato más corto del libro, solo tiene una página, donde se cuenta el curioso efecto que produce un cuadro a todo aquel que acude a admirarlo. -El desagüe: Uno de los relatos con la atmosfera más agobiante y opresiva, narra la angustiante historia de Corso, un hombre que inesperadamente tendrá la peor experiencia de su vida al caérsele su anillo de casado por el desagüe del lavabo. Un relato donde el lector llegará a padecer y sufrir por igual manera que el protagonista, una de las joyas de la antología. - El extraño: Historia donde se narra las aventuras de David, que recibe como herencia una gran casa, y las peripecias que correrá en ella, con la peculiar visita de un fantasma, cuya identidad se revelará al final, con giro incluido y con una sorpresa como colofón al relato. Parece una típica historia de fantasmas, pero en este caso, el autor ha sabido darle un toque algo distinto a lo normal. -Posesión: Un relato con pinceladas de humor sobre el infierno, donde se cuenta la historia de un joven demonio y lo que tiene que pasar para poder efectuar su primera posesión. Relato de esos que te dejan una sonrisilla una vez que lo terminas, uno de los más destacados, en gran parte por el enfoque que le ha dado el autor. -Z-Pet: Historia dentro del género Z, en un mundo donde lo que está de moda es tener como mascota a un animal o a una persona muerta, y donde el lector acompañará al protagonista a una tienda de mascotas, y que su peculiaridad principal son los productos que se venden en ella. Otra de las historias que contienen bastantes toques de humor, cosa que le hace apartarse de los típicos relatos de este género. -La autopsia: Relato que mezcla toques de terror con algo de humor y donde veremos lo que sucede en lo que en un principio sería una autopsia normal y corriente, pero que como se verá, acaba siendo otra cosa bien distinta y donde unas tijeras cobran especial protagonismo.
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-La inspiración: O a lo que un escritor estaría dispuesto a hacer para poder tener éxito y ser conocido dentro del mundillo literario, con fatales consecuencias finales. -El impostor: La historia de un dentista con un peculiar poder y lo que puede llegar a hacer para satisfacer su curiosidad, y las consecuencias que le pueden acarrear su afán de querer saber más, otro de los relatos destacados. -Sin ojos veo: En mi opinión, el mejor relato de toda la antología, donde la protagonista de la historia sufrirá un grave accidente de coche y cuya terrible consecuencia será la de quedarse ciega. Un relato que mantendrá al lector totalmente enganchado, gracias a la tensión y el suspense con el que el autor ha sabido dotar a la trama, con un final de esos que se graban en la memoria de los lectores. -El diente y el hada: O lo que es lo mismo, el personal punto de vista del autor sobre la leyenda o cuento del hada de los dientes, pero desde un punto de vista bastante más oscuro que la historia que se les ha contado siempre a los niños. Pesadillas de sangre es una antología donde el autor se mueve como pez en el agua manejando varios registros distintos, siempre dentro del género del terror, demostrando con los relatos aquí incluidos, su versatilidad como escritor. Logrando un resultado final de una gran calidad. En definitiva, una antología donde se demuestra que en este país tenemos a grandes escritores de relatos, y en este caso concreto, a un autor que ya ha dado sobradas muestras de su calidad como relatista, habiendo formado parte de gran cantidad de antologías, donde siempre ha dado muestras de su gran calidad. Un título muy recomendable para todos aquellos amantes de los relatos de terror y que quieran pasar grandes ratos con la lectura, y una buena manera de comenzar a leer a este autor, que está demostrando a lo largo de todos estos años, como se va haciendo un hueco en el panorama nacional, convirtiendo todo lo que publica en sinónimo de calidad. No hay que olvidarse de la gran labor que han hecho desde la editorial, Dissident Tales en la edición de este libro, habiendo logrado un producto final de gran calidad, tanto a nivel de corrección, como de maquetación, y todo esto junto a las ilustraciones de ese gran ilustrador que es Calavera diablo, entre todos han logrado que a esta antología se le haga por fin justicia. Título: Pesadillas de sangre. Autor: Daniel Gutiérrez. Ilustraciones y portada: Calaveradiablo. Editorial: Dissident Tales. 188 páginas con ilustraciones a color. Rústica con solapas.
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GANTZ - Hiroya Oku Dos jóvenes estudiantes esperan en un abarrotado andén para regresar a su casa. Un día mas en su vida rutinaria con sus problemas, sus obsesiones y sus necesidades. En ese momento un mendigo borracho cae a la vía y nadie, salvo uno de los muchachos, acude a su ayuda. Se acerca el tren y si no le sacan de allí morirán ambos. El otro joven acude en su socorro, no sin esfuerzo consiguen sacar al borracho de la vía pero el tren ya está allí y aunque intentan correr son salvajemente atropellados. Despedazados por el brutal golpe, su cerebro es consciente durante un segundo de lo que les ha sucedido. Y como si de una pesadilla se tratase aparecen en una habitación. Allí hay mas personas, todos recuerdan haber muerto en situaciones mas o menos violentas. No hay muebles, solo una bola negra: GANTZ. A partir de ese momento Su vida se convierte en una batalla. GANTZ les envía a misiones para luchar contra monstruos y como si de un juego se tratase al final de la cacería, los que sobreviven, reciben puntos y pueden volver a casa hasta que los reclama de nuevo. Sus hijos, mujeres, hermanos... sus responsabilidades les esperan y es lo que les obliga a sobrevivir una y otra vez. Solo hay una opción para sobrevivir en el juego que les han impuesto y es matar. Este es el argumento de GANTZ, un manga realizado por Hiroya Oku, que mezcla luchas al mas
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puro estilo de los videojuegos, gore y sentimientos puramente humanos. Con un preciosista y detallista dibujo, unos diseños mas que espectaculares y unos personajes muy humanos, Hiroya Oku consigue contactar con el lector dándole precisamente lo que promete: violencia sin límites, sangre, vísceras y mucha, muchísima acción. Por todos es sabido que el Manga es muy visual, las escenas con planos cinematográficos, la capacidad para aplicar el dinamismo a las escenas de acción que llenan las páginas y las expresiones faciales de sus personajes, hacen de este manga una pequeña joya. Su nivel de detalle en los fondos, en las armas y en las vísceras hacen que sea una gozada visual si tienes estómago para soportarlo. Oku no para de recordar una y otra vez que el ser humano es muy frágil y aunque dota a sus protagonistas con un traje-armadura, no deja de ser necesaria la habilidad, la sangre fría y el instinto de supervivencia.
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En este manga no puedes encariñarte con nadie porque cuanto menos lo esperes fallecen. Y aunque los hay habituales te puedes llevar mas de una sorpresa. Y no hablamos de que mueran de manera normal, las muertes (seamos sinceros) son horribles, amputaciones, destripamientos, aplastamientos, devorados... no en vano el manga ha sido censurado en muchísimos países por el alto contenido violento y el erotismo que baña sus páginas. Ha habido varias adaptaciones, videojuegos, series de anime y películas. En todos los casos el final ha sido creado para el medio ya que el manga sigue aún publicándose. En el caso de la serie de anime vemos bastante fidelidad con el manga, aunque personalmente me resultó al principio demasiado pesado. La versión que se hizo para el cine consta de dos películas y me parecen recomendables aunque se trata de una versión muy suavizada (muchísimo), pero sobre todo se puede apreciar ese aire a videojuego y su acción (mas en la segunda si cabe). Lejos de tirar cohetes sirven para pasar un rato agradable. Los que llevamos enganchados al manga desde su inicio esperamos impacientes el prometido final.
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Estamos jodidos - David Hidalgo Parece que nadie, más que nunca hoy en día, se toma en serio los actos. Al fin y al cabo estamos rodeados de ellos en nuestro día a día hasta el punto que lo vemos como algo tan normal que lo incorporamos a nuestra rutina. Quizá esté equivocado. Quizá no sean los actos los importantes, sino la problemática entre actuar y mirar hacia otro lado. No nos engañemos, la vía rápida, la sencilla, es la de apartar la mirada. A nadie le interesa meterse en un berenjenal que, a sus ojos, no le concierne. El problema de nuestra era ya no es tanto lo colectivo como lo individual: los intereses personales priman por encima del bien que podemos hacer entre todos. Y esto, en el fondo, es lo que nos oprime. ¿Que a qué me refiero con actos? Pues a la importancia de los acontecimientos, momentos, acciones que marcan cada época. Vivimos en una realidad formada por simulacros de realidades e imágenes; no hay reacciones, ni rebeldías y prácticamente no creamos polémica. Preferimos creer la mentira de que no hay problema a plantarle cara. Vamos, que estamos jodidos. Terry Eagleton, tipo interesante donde los haya, habla de la transgresión. Sí, un término que parece que estamos olvidando o que cuando hace acto de presencia, no le damos la importancia que tiene. Nos habla de transgresión y subversión. Aunque similares, son cosas diferentes: ambas son formas agresivas de destrucción, la diferencia radica en que la transgresión es la forma de intervenir y la subversión el fin último de la intervención. Se lucha, se intenta destruir una norma dentro de un determinado sistema de valores, una serie de leyes, de normas. Pero claro, todo esto queda muy hipócrita porque si luchas contra un sistema es porque lo estás negando, pero si lo niegas y para ti no existe, ¿qué es lo que estás intentando destruir? Al final, lo que se saca en claro es que incluso los actos de transgresión están contemplados por la norma: la rebeldía al fin y al cabo termina siendo la gasolina del motor para que funcione el sistema. Para que nos entendamos, es como esos cachivaches con bolas de metal de los escritorios. No sabría decir cómo se llaman, así que bolitas de escritorio me parece una buena definición. Balanceas una y ésta golpea al resto, se transmite el golpe y rebota la bolita del otro extremo. Y vuelta a empezar. El sistema son todas las bolitas, las acciones transgresoras son las de los extremos, las bolas centrales, que no se mueven, sólo observan, somos nosotros. Vamos, que estamos jodidos.
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¿Hasta qué punto es necesaria la transgresión? Yo diría que si algo debería definirnos, es el cuestionarse continuamente la norma. A esto Eagleton también tiene respuesta. Él nos habla de sociedad angelical, aquella que es gobernada por unas políticas que lo único que buscan es contentar a los ciudadanos, mantenerles tranquilos: nos dan la piruleta y nos acarician la cabeza. Ahora bien, la necesidad de la transgresión y su efectividad son cosas diferentes. Necesaria es, el que sea efectiva y nos saque del sueño angelical depende de la atención que le prestemos. Otra cuestión bien distinta es, como diría un gran maestro que no viene al caso citar aquí, los polos y los ámbitos de la transgresión. Los polos, si la transgresión es positiva o negativa, deberían ser ajenos al hecho de transgredir —aunque en la realidad no ocurre así, claro—. Los ámbitos son muchos y muy variados. Desde el ámbito político, pasando por el ideológico —no necesariamente ligado al anterior—, el social, el corporal, el artístico… incluso el ámbito del humor. Ya nadie recuerda el acto transgresor llevado a cabo por Tony Leblanc en los setenta, en el humor, al pelar una manzana en directo en televisión. El acto en sí, discutible, parece que termina siendo algo efímero: a muy pocas transgresiones se les presta atención. Vamos, que estamos jodidos. Se sabe bien poco del momento que vivimos, y lo que se sabe no se puede afirmar. Quizá es eso lo que define nuestra época, todo está tan difuso que más que nunca necesitamos cuestionarlo todo. Toda norma y toda convención. Y para ello es muy importante conocer los modelos. ¿No le damos la importancia que tienen los modelos o no se la queremos dar? Me da lo mismo el modelo al que nos refiramos, sea el modelo a transgredir o el modelo a imitar. Caemos en aquello que decía Harold Bloom de la angustia de las influencias: los modelos son fantasmas que nos persiguen y que nos marcan, pero al mismo tiempo que queremos desvincularnos de sus influencias, y esto en literatura está clarísimo. Evidentemente cada individuo tiene el suyo propio, sabe lo que quiere y no quiere ser. Ay, cuántos modelos hemos perdido por el camino y tenemos olvidados. Cuántos transgresores y subversivos serían hoy nuestros perfectos guías. El mío, no me importa reconocerlo, por encima de todos, se alza con un puño de ira pero también de ideas: Pier Paolo Pasolini. La de cosas que nos diría y la de cosas que callaría, por vergüenza, quizá, de una sociedad dormida y ciega que niega, cada vez con más tesón, que la transgresión es inútil. ¿Que qué diría? Pues que estamos jodidos.
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EL HOSPITAL DEL TÓRAX «La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma». Antoine Lavoisier. Ley de la conservación de la materia. Los muros de aquellos lugares en los que habita el sufrimiento absorben esa negatividad. Supongo que, una vez abandonados, esas energías permanecen cautivas y pueden ser percibidas. Quizás sean puras especulaciones, aunque es una manera de darle sentido a fenómenos como el que hoy nos ocupa. En nuestro país hay muchos casos de «casas encantadas»: Cortijo Jurado, la casa de las caras de Bélmez, el restaurante Viandas en Sevilla... lugares como Belchite y Ochate encajarían dentro de esos sitios que pueden haber absorbido el sufrimiento para, más tarde, reproducirlos como si de un disco de vinilo se tratara. Imagina un hospital de sangre, un psiquiátrico, una casa en la que se ha cometido un crimen luctuoso, un campo de concentración, una prisión... ¿Qué clase de energías han podido quedar ahí? ¿Qué tal un hospital de tuberculosos? Hoy hablaremos del Hospital del Tórax, en las afueras de Terrasa.
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Empezó siendo un hospital para tuberculosos donde llegaban pacientes no sólo de Cataluña, sino que también de otras muchas comunidades. La estancia de ingreso se prolongaba en torno al año, aunque muchos morían antes. El índice de suicidios era alto. El sufrimiento físico que provocaba la propia enfermedad era uno de los factores que inducía a ello. Pero no solo eso. Ya fuera por la distancia o por el miedo al contagio, muchos enfermos no recibían la visita de sus familiares. La depresión de ver cómo otras personas mueren a tu alrededor, tu propio sufrimiento y la sensación de abandono, provocaban que las ideaciones autolíticas proliferaran. Los internos subían a las plantas superiores y se dejaban caer sin más sobre el jardín trasero al que llamaron «La Jungla» (por los gritos y lamentos que allí se oían). Tan habituales eran los suicidios que, cada vez que se oía el impacto de un cuerpo contra el suelo, los demás pacientes decían: «Ya ha caído otro...» Los tratamientos fueron mejorando, acelerando así el proceso de recuperación de los afectados por tan terrible enfermedad. El hospital comenzó a albergar pacientes con otro tipo de enfermedades torácicas además de la tuberculosis. Fue entonces cuando pasó a llamarse «Hospital del Tórax». Hasta el año de su cierre (1997) fue el hospital de España con mayor índice de suicidios. En la actualidad, parte del recinto se ha remodelado y alberga el Parque Audiovisual de Cataluña, donde se han rodado películas como: Los sin nombre, Frágiles y Guija.
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Durante los años de abandono muchos han sido los visitantes que, atraídos por su aspecto lúgubre y el pasado terrible, fueron en busca de fenómenos paranormales. Y el lugar no ha cumplido con las expectativas. Todos los que por allí han investigado coinciden en que el fenómeno más característico es el fallo de los aparatos de grabación y fotografía. Dentro de estos fallos, lo más frecuente es el consumo repentino y espontáneo de las baterías. Otro fenómeno habitual es el cambio brusco de temperatura, haciéndose evidente un denso frío sobre todo en determinadas estancias de las plantas séptima y novena. Por lo que se puede extraer de las crónicas, coinciden estas plantas con las elegidas por los suicidas para precipitarse al vacío. Puertas que se abren y se cierran solas, sonidos extraños y visiones de sombras completan la amplia amalgama de fenómenos extraños que pueblan los muros del Hospital del Tórax. El cine, o más bien sus hacedores han sido testigos del misterio. Brad Anderson, director de la película El Maquinista (grabada íntegramente en el Hospital del Tórax), conoce bien el lugar por haber grabado allí con anterioridad (Sesión 9) y lo cataloga como espeluznante. Los sin nombre (Llaume Balagueró): la escena de la autopsia a la niña desaparecida fue grabada allí y según cuentan los testigos ocurrieron fenómenos extraños. Tanto fue así que los actores no consentían ir solos al baño y acudían de dos en dos. Jaume Balagueró se inspiró en una pequeña historia que le contaron y su visita anterior al Hospital del Tórax para realizar la película Frágiles.
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Una de las actrices principales de la película Ouija, Montse Mostaza, aprovechaba los descansos y las horas de comida para salir al exterior por sentir una atmósfera perturbadora dentro del recinto. El director de otra película allí grabada, La Monja, aseguró haber vivido cosas muy extrañas allí y dejó claro que no volvería. Se han registrado sucesos un tanto macabros en torno al lugar como rituales demoníacos en la capilla aledaña al hospital. Aún puede verse un pentáculo pintado en el suelo con una cruz invertida en una de sus puntas. El pentáculo simboliza al demonio mientras que la cruz invertida suele usarse para ridiculizar la figura de Cristo. En Mayo de 2003, un joven fue detenido por el robo de un feto conservado en formol. Hurto realizado el día 16 del mismo mes en el Hospital del Tórax. El propio autor del robo identificó a varios jóvenes que le habrían ayudado y declaró que actuaron cuando llegó a sus oídos que en la planta quinta del hospital había un almacén de restos humanos. Es, sin lugar a dudas un lugar digno de estudio por su diversa fenomenología y no menos por su funesto pasado. Un lugar de los más misteriosos que podemos encontrar en nuestra piel de toro, pero no el único. Nos vemos en próximos encuentros Al Otro lado del Espejo.
@EJBernl
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Fotomontaje. (Photoshop) Laura L贸pez (Aurin).
Fantasmas - Daniel Delgado García No sabía dónde me encontraba, no lograba recordar cómo había llegado, caminaba y caminaba en medio de la nada, poco a poco fui distinguiendo a lo lejos montañas, pero no eran montañas comunes, terminaban en filosos picos que harían temer hasta al más valiente, altos y gruesos en su base, la claridad de su visión me indicaba que no había ningún problema en mi visión, me encontraba rodeado por estas. Ver esas montañas a lo lejos me daba esperanza, pero de cerca no veía ni mis manos. No me intimidé ante mi situación y continué caminando, mi alivio, llegó al distinguir a lo lejos ruidos de un pueblo común, ladridos, ruido de carretas y campanas, vaya que descanso a mi cuerpo y mente, de igual manera fui distinguiendo la visión del pueblo, un pueblo cualquiera en el centro de la nada, escalofríos de emoción recorrieron mi cuerpo y apuré el paso para llegar lo más pronto posible. No podría describirles mi terror al momento de entrar en el pueblo, mis sentidos explotaron en una fiesta de emociones que me hicieron desfallecer, a pesar de los ruidos que antes me emocionaban, la visión jugó con mis sentidos y me hizo notar que era un pueblo vacío, no se encontraba nadie en él, pero mis oídos no me engañaban, sabia lo que escuchaba, mi mente no lo resistió y me desvanecí. Me levanté con desgana y decidí salir de ese lugar, todo se había calmado tanto que el silencio del lugar me permitía oír mis propios pensamientos, ninguna calle por la que me internaba daba con la salida, tenía la sensación de estar dando vueltas sin sentido. Ahora mis ojos eran los que me engañaban, me dejaron ver personajes ilusorios, que pasaban tan cerca de mi que cualquiera diría que me ignoraban, intenté hablarles pero fue inútil, cuando quise tocar a alguien, pasó lo que más yo temía, desapareció en el aire. Mi cuerpo me traicionó y corrí, corrí, corrí… lo más rápido que pude, cualquiera que me hubiese podido ver, diría que corría como si me persiguiera la misma muerte.
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El trastorno más fuerte que tuve fue que en mi desbandada al entrar en un callejón tropecé con un niño pequeño, de apenas unos cinco años diría yo. Más asustado no podría estar, pero como el niño se encontraba llorando, tomé mi valentía que ya casi no existía y levantando al pequeño pregunté que dónde se encontraban sus padres, el niño me dijo entre sollozos que no sabía, se había soltado de la mano de su madre, había caminado y de pronto se encontraba aquí. Lo tomé de la mano y le dije que yo le ayudaría a encontrar a su madre, me sentí tan reconfortado al tener a alguien a mi lado, aunque fuese un niño pequeño, la compañía hizo que la calma me invadiera, parecía como si el niño fuera quien me estuviera guiando a la salida, decidí hacer caso al instinto. De camino el niño de pronto se quedo petrificado, literalmente, no lo podía mover, ahí fue cuando mi situación tomó sentido, el pequeño me miró a los ojos y me dijo que su madre ya lo había encontrado y era hora de volver. Ahora sabía dónde me encontraba y quien era realmente, el niño me dio las gracias y desapareció lentamente con la brisa cálida que invadía el lugar, siento las penas que hice pasar a mi mujer. En ese momento supe donde me encontraba. Fin.
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Educación maldita, bendita educación – Toño Diez Pareciera que en lugar de manos tuviésemos rejas que nos mantienen presos, y que esconden tras sus dedos nuestros sueños, guardados con celo tras unos párpados cansados ya de esperar, sabiendo que lo que les espera fuera, no tiene más luz que lo que se ve dentro. Parecieran que fuesen nuestros dedos presas que atrapan cuando pueden, lo justo para juzgar lo que queda de nosotros, tras los ritos de amaestramiento a los que nos someten hasta hacernos arriar la bandera del individuo, de lo distinto, de lo informal, y con esos despojos conseguir formar lo que pudimos ser un día muy lejano, del que no nos acordamos ni en fotos. Y entonces nos sentimos un poco más nosotros mismos. Y es que al poco de nacer nos comienzan a vestir con el uniforme de lo que debemos ser, no para atender lo que somos sino lo que se espera que seamos para servirles o simplemente no molestarles. Y a ese atuendo lo disfrazan de educación, esperando que además de destrozar nuestra original esencia, les estemos eternamente agradecidos. Esto es, en definitiva, lo que consigue de nosotros este endemoniado sistema, que se ha olvidado quien lo sostiene, mientras que se empeña en recordárnoslo a nosotros. Somos carnaza. Carnaza en espera de morir bajo el cuchillo de lo estándar. Y para ello no dudamos en defender lo que nos han enseñado que es nuestro, pero que no nos pertenece, y entregamos lo más valioso, lo más inestimable que tenemos, pensando que es lo bueno. Entregamos con absoluta irresponsabilidad a nuestros propios hijos, esperando que hagan de ellos uno más. Deseando que sean sus conciencias prostituidas en alas de un sistema perverso que nos quiere para ellos. Quieren a nuestros hijos. E invaden si permiso ni tacto alguno, nuestra más íntima relación con la vida. Los queremos, los amamos, pero no dudamos en dejar que sean lavados sus cerebros, que sus manos sean marcadas con signos de la bestia, que en sus cerebros tiernos solo suenen trompetas de arcángeles inventados marcando sus pasos por siempre. Y cuando ellos digan «anda» andaremos. Y cuando digan «canta», cantaremos.
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Nuestros hijos e hijas. El bien más preciado. Todo es para ellos. Y lo hacemos con la complacencia de quien sabiendo que no está bien, permitimos que sus cuerpos y mentes sean humillados, deseados indecentemente, manipulados y manoseados por unos asquerosos dedos que dejarán, sin duda, la marca de la bestia en ellos. Maldita educación. Malditos quienes llaman de esa forma tan sublime, a algo que en realidad es la formación de ejércitos de marmotas mentales. Malditos quienes disfrazan de importante lo que es fácilmente olvidable, tan solo por machacar los sueños que estamos predestinados a tener. Malditas las personas que creyendo que forman seres humanos, no hacen sino abastecer de soldadesca sin valor a un ejército que ha de autodestruirse alabando al amo sin nombre, al bastardo de la dominación, a abominable señor oscuro. Y todo por seguir viviendo. Como si vivir fuese importante. Como si respirar una puta vez más, fuese canjeable por permitir que el sueño de un niño, la esperanza de una niña, fuese realizable. Como si un suspiro de deseo por sentir, tuviese tanto valor como un plato de lentejas. Profesores, maestras… rujen vuestras tripas vendidas al mejor postor. Que fue cuando la vocación se transformó en automático trabajo, que perdisteis el librillo que cada uno deberíais tener, para situar el noble oficio de enseñar, en manos de quien os ordena aleccionar. Que sabiéndoos a salvo en vuestros pupitres sin temor a que se os revuelvan bajo unos culos pelados por el tiempo, mientras leéis de carrerilla las ordenes de los amos, os empeñáis en olvidar las formas, los modos, y las diferencias, para hacer uniforme dentro de lo uniforme, espesas las libertades, y extrañas las diferencias. No es sano sacrificar el futuro de mentes en formación, por el vitalicio suelo de dos metros por el que os prostituís, en alas de una tranquilidad pedante y un egocentrismo patético. Podéis, debéis vuestro esfuerzo a quien os mira esperando que estéis a la altura. Los demás estamos obligados a defenderos con uñas y dientes, para garantizar vuestra seguridad, pero no olvidéis que es el equilibrio lo único que os ha de sustentar, pues no es vuestro culo el que hay que proteger, sino el trabajo de conseguir una gran sociedad a través vuestro. No deberíais confundir el pupitre que utilizáis con la poltrona que ostentáis pretendiendo que sea prioritario vuestro futuro en él. Debemos poder prescindir de vosotras y vosotros cuando no alcancéis lo esperable. ¿Cuándo ha llegado el momento en el que se ha cambiado el jardín por abonar, por un mísero invernadero de monocultivos? ¿Cuándo se ha dejado de ver futuro en niños y niñas, para advertir en ellos herramientas al servicio infame de lo que puedan llegar a llamar sociedad, y que ya no protege ni a sus hijos? Jamás, en este insano país de títeres. Donde se premia el esfuerzo de mantener limpia un aula, antes que plantearse siquiera enseñar el hermoso arte de ensuciarla; donde las manos pintadas de colores son suciedad, y cantar en clase un escándalo; donde pintar en las paredes es tenebroso; hacer música en la calle, molestar; bailar, hacer el ridículo; escribir es para los envidiosos; dibujar solo para artistas de galería y aprender los ríos de España, un acto de identidad nacional. Un país donde se escupe al hablar, porque para razonar es necesario gritar; donde un paisaje se pisa, un aire se contamina y la calle se privatiza. ¿Qué se puede esperar? Pues sencillamente nada. Hipocresía malintencionada y ego disfrazado de derechos, donde todo el mundo sale a gritar consignas en defensa de la educación, olvidando que en realidad muchos buscan únicamente seguir sentados en el mismo escritorio. Y quien en él se sienta, jamás se planteará el hecho de que es el brazo que atornilla la máquina, simplemente porque no le interesa, mientras tolerados padres y madres han de aguantar carros de soberbia da-
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ñina, entregando sus hijos e hijas en manos de gente sin escrúpulos, aleccionadores, y seguros de que siempre saldrán ganando. Yo no quiero esto. Quiero que volar sea más importante que andar. Quiero que quien se encargue de enseñar sepa antes apartarse para dejar pasar, que imponerse como si fuese el único receptor de todos los misterios de la humanidad. Quiero que se deje de aprender, para poder cultivarse en sentir. Quiero que el disfrute sea la base de una larga y aprovechada vida, pues quien hace las cosas con cariño, hace las cosas bien. Pero mucho me temo que nunca será así. Aquí no. Mucho me temo que seguiremos encerrando altas dosis de mediocridad en una noble caja de cartón, para que cuando sea grande y la hayamos quemado, podamos llamar a lo que quede, persona, sabiendo que sin la caja, la mediocridad escapa libre en busca de más cajas que incendiar. La excelencia no se aprende… ni se enseña. Pero la imperfección, la generosidad, el tropiezo… todo esto debería formar parte de la enseñanza, y reclamar el derecho a practicarlo habría de ser la prioridad de cualquier docente. Sin embargo se penaliza. Se humilla y se señala a quien se equivoca, sin que nadie se dé cuenta de que es con eso con lo que se aprende. Y que ensalzando la perfección solo se logra vulgaridad. No quiero, en definitiva, educación. Quiero enseñanza, y enseñar a aprender. Y quien no sepa, que se vaya.
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LA FALSA MEDIOCRIDAD DEL REY Stephen King es un mediocre. Stephen King no sabe escribir. Stephen King sólo hace la misma historia una y otra y otra vez. Stephen King es basura. Stephen King es lectura para imbéciles. Stephen King ejemplifica lo peor de la literatura. Stephen King no es referente para nadie. Stephen King es un estúpido. Stephen King no sirve ni para aprender a leer. Stephen King escribe basura para gente enferma. Stephen King no merece ni un solo segundo de un buen lector. Stephen King no es para intelectuales. Stephen King escribe libros para personas sin neuronas. Stephen King sólo crea malos escritores. Stephen King es un mediocre. Qué a gusto se habrá quedado el menda, estaréis pensando. Pues no, la verdad es que no. Entonces, ¿para qué suelto esta lista de tonterías sobre Stephen King en una sección que se centra en su persona y las obras que ha realizado? Bueno, ya os dije el primer día, cuando os presenté «El rincón del Friking», que no sólo íbamos a hablar bien del Rey del Terror, sino que hablaríamos de todo lo que tuviera que ver con él. Eso quiere decir que, tarde o temprano, me iba a centrar en las críticas que le llueven y creo que ese día ha llegado. Y no estamos precisamente ante un autor que tenga pocas críticas; todo lo que he soltado antes es una pequeña, muy pequeña muestra (y sigo quedándome corto) de todo lo que ha tenido que aguantar nuestro tito King desde que publicase «Carrie», su primera novela editada aunque no la primera escrita, como bien sabéis los más conocedores del mundo King. Aunque, eso no es del todo cierto, porque como escritor que siempre ha escrito (los que son considerados como auténticos escritores), King ya tuvo sus más y sus menos con la crítica cuando comenzaba, pero como siempre pasa en este mundillo, la marabunta de criticones, marujas, envidiosos, faltos de tacto, agresivos y reseñadores de mercadillo, empiezan a abundar alrededor de un autor justo cuando su nombre suena con más fuerza. Y eso le ocurrió a King con «Carrie», la novela con la que ya se le comenzó a conocer como un autor mediocre. Antes de continuar, me gustaría confesaros que no creo en la envidia entre escritores. A ver, matizo antes de que me prendáis fuego con esas antorchas que acabáis de encender. Creo en la envidia, pero en los círculos en los que me muevo me cuesta pensar que haya escritores que quieran lo que tienen otros. Diferentes son los círculos en los que se mueve King, por supuesto, pero acabamos en el mismo lugar. ¿Pensáis que J. K. Rowling envidia a King? ¿O Clive Barker? ¿E incluso su hijo, Joe
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Hill? ¡Si juegan todos en la misma liga! Lo lógico sería envidiar a quien tiene más, por eso, la única persona a la que envidio en este mundo es, efectivamente, Stephen King. Pensadlo bien; se gana la vida escribiendo literatura de terror, sus novelas se traducen a docenas de idiomas, casi todo lo que publica acaba adaptado al cine o la televisión, es un autor respetado que podría vivir de las rentas y derechos de su obra hasta que desde el otro lado lo llamen, etc, etc. En pocas palabras, hay motivos de sobra para que un escritor de terror envidie a King, ¿verdad? Al menos, para que le tenga envidia sana, porque que lo envidie no significa que le falte al respeto, y menos que cometa el mayor error de todos: llamarle escritor mediocre. Si quitamos de la ecuación la envidia (y es bastante posible que sí que exista y sea usada por los cuatro muerdeaceras que quieren lo que tiene King y se ven incapaces de conseguir la mitad de la mitad de la mitad), pocas opciones quedan para la mala baba que se gastan, ya no sólo algunos críticos, opinadores y compañeros escritores, sino también cierto sector de lectores para los que cualquier libro que lleve impresa la palabra «King» en portada es automáticamente sinónimo de bazofia o lectura mediocre. No, no vamos a dejar la palabra en todo este artículo, así que acostumbraos, porque muchos de estos criticadores profesionales de King usan esa palabra tan a la ligera que da bastante pena. Pensadlo, ¿mediocre un tipo que ha publicado más de cuarenta novelas? Y hablo de novelas, ¿eh? Que luego tenemos antologías, colaboraciones, cómics, guiones... Todo un universo King que nos lleva desde los años 70 hasta nuestros días, diseñado por un autor que, sí, tiene sus fallos, claro, pero dista bastante de ser mediocre, tanto objetiva como subjetivamente. Tranquilos, que tengo bastante en cuenta ese dicho de «Las opiniones son como los culos; todos tenemos uno». Y es cierto, pues sobre gustos no hay nada escrito. Seguro que tenéis más de un libro favorito que hay gente que no se lo ha podido terminar, y quien dice libro, dice películas, canción, programa de televisión, videojuego, cómic... Creo que sabéis por dónde voy. Es más, yo mismo considero «It (Eso)» no sólo uno de los mejores libros de King, quizás el mejor, sino una de las mejores novelas de terror de la historia y, sin embargo, conozco gente (no demasiada, por cierto) que no ha sido capaz de acabarse la historia de Pennywise porque la considera aburrida y tediosa. Los gustos, señoras y señores. Pero porque nos parezca mala una novela de King, eso no quiere decir que tenga una carrera mediocre, ¿verdad? Pues eso parecen pensar algunos de sus críticos. Afortunadamente, son pocos, así que respiremos con grandes dosis de relax de por medio, porque King seguirá vendiendo, continuará sacando libros buenos y libros malos, y sus fans le leeremos lo que haga, teniendo claro que no damos por buena cualquier cosa que escriba. En eso nos diferenciamos bastante de los odiadores profesionales de Stephen King; si un libro del Rey no nos gusta, lo decimos a las caras; sin embargo, estos personajes, tienden a descalificar toda la obra del Rey de forma automática, y si toca el día de picor de almorranas, pues los lectores también reciben. ¡Por no hablar de los que escribimos homenajeando al Rey! Como si eso fuera algo malo, y más si tenemos en cuenta que gran parte de los escritores de terror actuales están influenciados por su obra (calculad un 95% tirando por lo bajo). Supongo que criticar a King por inercia y tener otros referentes es «más mejor». Pero qué de esnobs hay en el mundo, amiguetes frikings. Hablábamos de los gustos personales. Sí, es un terreno bastante peliagudo, porque, ¿quién puede
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salir de él? Admitámoslo: nadie. Ni siquiera los odiadores profesionales de King podrían afirmar que sus críticas hacia el Rey no tienen que ver, sobre todo, con sus filias y fobias. «Es que no he conectado con ninguno de sus libros», diría alguno de esos listos. Vale, es muy respetable, pero no pongas de vuelta y media a los que sí, y mucho menos al autor. Porque si tú mismo estás admitiendo que eres tú quien no ha conectado con él (y, siendo puntillosos, deberíamos decir que con un libro en concreto), es cosa tuya, no de Stephen King. Quizás esa persona no ha elegido la novela adecuada para que King le guste, pero de ahí a despreciar la carrera del escritor de Maine, a sus lectores y a quienes intentan (intentamos) seguir sus pasos, hay un par de terrenos bastante extensos. Unos cuantos campos de fútbol, diría yo. Sin embargo, con King ya es fácil dejar los gustos a un lado y hablar objetivamente sobre su obra, al menos, en términos generales. Stephen King lleva en esto de las letras más de cuarenta años, y ni siquiera hablo de todo lo que escribió antes, sino desde que publicó «Carrie» en 1974. Cuando un autor lleva cuarenta años de carrera y más de cuarenta novelas publicadas, creo que ya se está en disposición de afirmar que de mediocre tiene poco. Y eso que no hemos contado los numerosos premios que tiene no sólo por sus trabajos, sino por su contribución a la literatura de terror... bueno, y la literatura en general. Decir sin ningún tipo de pudor que Stephen King es un escritor mediocre sólo porque una o dos de sus obras no le gusten a quien lo dice, o por alguna manía persecutoria, es bastante arriesgado y tremendamente absurdo hasta niveles difíciles de concebir. ¿Quiero decir con estas líneas que todo lo que hace King es oro puro? Ni mucho menos. «Buick 8: Un coche perverso» es, al menos para mí, una de sus peores novelas. No la suspendería, claro, pues al fin y al cabo contiene grandes ideas y es muy entretenida dentro de lo que cabe, pero estamos ante uno de esos libros que, quizás, hubieran funcionado mejor como un relato largo o una novela corta. Por no hablar de que contiene muchas buenas ideas mal aprovechadas, aunque un mensaje la mar de interesante entre sus páginas. ¿Veis? No hace falta asesinar a toda la familia de King, seguidores y alumnos incluidos, para criticar uno de los trabajos del maestro. Tampoco quiero decir con esto que no se pueda ser duro cuando toca con el Rey del Terror, pero llamarlo mediocre a estas alturas es meter bastante la pata. Yo incluso diría que a quien lo hace no le vendría mal tener un poco más abierta la mente en cuanto a literatura, especialmente para la de terror. Tampoco quiero decir con esto que haya que leerse toda la obra de King para poder apreciar de lo que es capaz. Ni por asomo. Eso sí, existen suficientes guías y reseñas sobre los trabajos del escritor como para saber cuáles son sus mejores libros y a cuáles no hay que acercarse, sobre todo si estáis empezando con él. Yo ya os di una pequeña lista en el especial de Navidad de esta sección, así que todavía estáis a tiempo de echarle un buen vistazo e ir apuntando algunos libros para vuestras próximas lecturas. Aun así, si leéis un par de obras de King que se os atragantan, mi consejo sería que lo dejarais estar, que lo intentaseis más adelante, pero que no os forcéis a que os guste el Rey del Terror. Tranquilos, nadie os va a mirar raro ni os va a insultar porque no os guste, os lo dice no sólo un friking desde los diez años, sino un escritor de terror que continuamente le homenajea en cada nueva novela de terror que saca. Lamentablemente, lo contrario sí os lo vais a encontrar. Me refiero a los odiadores de King que,
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creyéndose superiores intelectualmente y en cuanto a gustos literarios, os señalen porque como a ellos no les gusta lo que hace el escritor, parece ser que son más guays, más molones y más especiales. Son los que menos, eso sí, así que entiendo que parte de ese odio viene de sentirse tremendamente solos, sobre todo a la hora de abordar algunas de las obras más importantes de la literatura de terror de los últimos años. Por el lado de los seguidores de King, los queridos frikings, os vais a encontrar a una comunidad tremendamente volcada con el escritor, una gran hermandad donde cada miembro esboza una gran sonrisa cuando uno de los otros pronuncia una cita de King, menciona a alguno de sus personajes más celebres o expone algún capítulo famoso de una de sus más queridas novelas. Me temo que los odiadores de King se van a quedar con las ganas de tener esa sensación. Sólo les queda ver cómo la obra de King sigue creciendo, le van dando más y más premios y consigue más fans a cada nuevo libro que saca. Y eso sin hablar de la presencia de Joe Hill (Fantasmas, Cuernos), su hijo escritor más famoso, que no sólo sigue sus pasos, sino que lo hace tan bien como el propio King, e incluso muchos dicen que, en ciertos aspectos, hasta mejor. Será curioso comprobar cómo, dentro de unos años, irán surgiendo odiadores profesionales de Joe Hill dentro y fuera de la industria, personas que, amargamente, afirmarán que Hill es tan mediocre como su padre, que sólo unos tarados leerían sus novelas y que solamente unos estúpidos sin talento serían capaces de homenajearle en sus libros. Stephen King tiene libros malos, eso es indudable. Es muy respetable que alguien se lea un par de sus novelas y no consiga tragarle. Igual de bien veo que haya lectores que ni siquiera lo intenten porque los argumentos que lleva a cabo no le interesen lo más mínimo. Y, por supuesto, entiendo que se le puedan criticar sus libros cuando no gustan. ¿Acaso hay algún escritor que lo haga todo bien? Ninguno, y King no es una excepción, no el hombre que se define como un Big Mac literario (pocos autores hay tan sinceros y modestos, por cierto). Pero una cosa es todo esto, y otra muy distinta llamar mediocre a un escritor que no sólo ha demostrado mucho más que otros más reputados, sino a un escritor que es todo un referente en la literatura de terror de gran parte del siglo XX y de todo el siglo XXI. A mí no me gustan ciertos actores, pero cuando hacen grandes actuaciones o ganan premios no tengo más que callarme y punto. Los odiadores de Stephen King deberían hacer eso y dedicarse a tareas más productivas como el ganchillo. O, no sé, si son escritores, que se dediquen a escribir y dejen de dar lecciones de calidad poniendo de ejemplo a un tío que ha ganado premios por el valor de su aportación a las letras. Y si son críticos «profesionales» los que se dedican a despellejarle gratuitamente, no sé, que se vean «Ratatouille», la de Pixar, y luego se replanteen el papel del crítico en la sociedad. Porque hay que ser un poco bobo para llamar mediocre a alguien con la carrera de Stephen King, y de paso meter en el saco a sus lectores y alumnos. ¿Mediocre? Mediocres vosotros.
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Serrando a las viejas - Mimi Alonso. Dantesca, sí, una imagen dantesca. El cadáver de la mujer se esparcía por el dormitorio. Sus miembros habían sido separados del cuerpo, todavía no sabía gracias a qué herramienta, pero la carne no presentaba cortes limpios. Era como si para conseguir el desmembramiento se hubiera empleado algo dentado: inquietante. El agente Silva puso fin a su genuflexión notando un dolor punzante en las rodillas. La culpa la tuvo una mala caída casi le costó el empleo y casi su matrimonio, aunque siendo sinceros, aquella guerra ya estaba más que perdida antes del estúpido accidente. Fue durante una tarde de pesca. Un lucio tuvo el treinta y tres por ciento de culpa, la otra una piedra móvil que decidió deslizarse cuando Silva forcejeaba para sacar al animal del río, la última porción se la quedaba para él, por gustarle la pesca. Diagnóstico: rotura de menisco y ligamento cruzado, una para cada pierna; permanencia en el pueblo de sus suegros e inmovilidad hasta superar el postoperatorio. Silva conducía hacia casa evocando las tardes que observó el río desde el porche en casa de sus suegros, casi como si vigilara al único enemigo que realmente le hizo daño. Hacía años de aquello, todavía no existía el pequeño Damián, el primer nieto, con escasas semanas de vida. ¿Qué cantaban los muchachos del pueblo justo antes de Semana Santa? No conseguía recordar, pero no le gustaba. ¿Era algo que atacaba a la religión? No lo sabía, en fin, era un hombre poco supersticioso, pero le gustaba guardar una estampa de Cristo en el monedero y llevar su herencia de cruz aurea colgando al cuello. La acariciaba entonces, en un momento que su cerebro evocó la figura mutilada de la anciana. Después encendió un cigarrillo. *** Decían que el tabaco hacía más daño incluso así, antes de las comidas, por aquello de empujar la nicotina con cada mordisco: supersticiones, al fin y al cabo… ¿Cómo era aquella canción? Silva aplastó la colilla contra el cenicero de pie. Ojala conservara intacta su memoria y no le acosaran los incómodos vacíos mentales que le hacían evocar de nuevo aquella época de inmovilidad, las risas acalladas entre los árboles, las miradas huecas de los muchachos, sucios, cuando su suegra paseaba la silla de ruedas por la calle principal del pueblo. ¡Qué ironía! ¡Sin embargo ni rastro de la canción!, solo alternancias entre el olor a leña del horno y la mujer desmembrada. Nuevo aguijonazo de dolor y el estómago revuelto cuando se levantó para coger un pedazo de pan. Fue la miga, su blancura, la que le hizo pensar en grasa. Salía del muslo de la vieja. ¿Hablaba
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de viejas la canción? Una melodía lejana le golpeo como la suave brisa de los veranos transcurridos en aquel remoto lugar, como si todo fuera una suerte de puzle con las piezas desperdigadas en algún lugar de su memoria. Por supuesto que hablaba de viejas. De una en concreto a la que le ocurriría algo malo, no recordaba qué, pero le pareció estremecedor. Se echó un par de calmantes a la boca antes de desplegar sobre la mesa las fotos que tomó en la escena del crimen. Pasaba algo. Normalmente el mecanismo mental de Silva no se ponía en funcionamiento por nada. Sacó una lupa del cajón, uno de esos objetos tan pasados de moda que no osaría llevar al trabajo, pero utilizaba con asiduidad en casa. El cuerpo de la mujer sobre la cama, la mano derecha junto a la puerta, la izquierda sobre la mesa donde descansaban su dentadura y un libro. No podía ver el título en la fotografía, lo comprobó al tercer intento movido más por la curiosidad que por su investigación. Al cambiar de instantánea siguió sin verlo, sin embargo, hubo un detalle de la habitación que capturó por completo a Silva. Había un cuadro colgando sobre el cabecero de Amelia, así se llamaba la víctima; una virgen que sostenía al niño Jesús sobre el regazo, mientras portaba, en otra mano, una rama de olivo. Conocía esa imagen, la conocía extremadamente bien: era la misma que colgaba en el salón de sus ex suegros, se había hinchado a verla aquella eterna temporada, mientras su ex seguía en Madrid, haciendo como que trabajaba, mientras seguía acostándose con Mendoza. Demasiadas coincidencias, demasiadas. Debía recurrir al maldito ordenador, regalo de su hijo, que guardaba devotamente cuanto polvo podía. Llevaba años pagando una conexión de ADSL que tampoco utilizó hasta aquella noche, a regañadientes. Estaba más que cumplido en el asunto informático con el curso que le obligaron a hacer en el trabajo, como para llegar a casa y encender aquel asesino de neuronas, dejándole obrar a su antojo. El buscador impronunciable le llevó a una página web donde se contaban, en tono festivo, las costumbres y tradiciones de aquella zona trasmontina. Allí estaba. ¡Allí estaba! En la sección de Semana Santa, La aserradura de las viejas: «Durante la semana previa al jueves y viernes santo, la juventud tiene la tradición de Serrar a las viejas, y bien sabemos que esto puede parecer un tanto siniestro, les aseguramos que no es tal. Un joven es nombrado Serrador; este, junto a otros que cumplieron recientemente la mayoría de edad, visitan una semana previo viernes santo, las casas de todas aquellas mujeres que durante aquel año hayan sido abuelas por primera vez, iniciando con ellas un gracioso diálogo: —Señora xxxxxxxxxxxxxx, estamos a mitad de la cuaresma y sin probar el bacalao. Vamos a serrarla por vieja igual que se sierra en un palo. Llegado este punto el Serrador, haciéndose con una suerte de cachivache metálico, como una lata de conserva de gran tamaño, y deslizándola contra la pared de casa de su víctima, provoca un sonido similar al de una sierra. Otro de los chicos que forma el grupo añade entonces, a voz en grito: —Llorad, llorad, mis nietecitos. Mientras los demás se escapan, entre alaridos, a por la siguiente víctima. Como ven, la riqueza e imaginativa de los juegos no tiene fin, y si bien se encuentra que esta tradición tiene su origen en la Caza de brujas (clicar en el enlace inferior para llegar a la entrada de nuestro blog “brujería en el pueblo, crímenes, persecución, castigos y ajusticiamientos a las
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hijas de Satanás”), nosotros pensamos que más bien se trata del invento de alguno de nuestros traviesos abuelos, aburridos en la cercanía de la cuaresma». Esa era la canción, esa exactamente. Él ya la había escuchado antes: «…estamos a mitad de la cuaresma…». Silva regresó a las fotografías tan rápido como si el espacio que distaba entre su mesa y el ordenador, tuviera el suelo de fuego. Los miembros separados, el tronco en el centro de la habitación, sobre la cama. La cabeza, los brazos, y las piernas, formando entre charcos de sangres una figura con cinco esquinas, casi puntas. ¿Podía acaso ser una estrella? Sí, definitivamente podía ser una estrella. ¡Al fin la escena cobraba sentido! Debía continuar la investigación en aquel mismo momento. Debía coger algo de equipaje e ir tras los montes, en busca de nuevas pistas que señalaran a los asesinos culpables de aquella barbaridad. Debía acordarse de llevar calzado cómodo. Debía, debía… El bolsillo de su pantalón se puso a sonar, enérgico. —Silva —respondió con voz grave sin recordar que aquel era su teléfono personal, y habría bastado con un simple hola. —Papá… —moqueo, lloros. —¿Qué pasa? —Han matado a mamá.
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Fotomontaje digital. (Photoshop) Carlos73Rod贸n.
Fernando López Guisado
Poemas extraídos de su libro: «Rocío para Drácula»
Poltergeist Sentado en el retrete; mi cuerpo ejercitando lo innombrable, mi sueño leyendo una entrevista a otro, mi fantasía recordando un cómic. Cada sección de mí mismo a lo suyo embalsamada en su vaso canope de cabeza animal hueca que ignora a las demás, en riguroso caos dispuesto ante la repisa del lavabo entre la maquinilla, el cepillo y otros diminutivos de erosión que flotan por el baño de mi hogar —el único sitio donde estaría solo sin miedo a sentirme solo. Elementos de una entelequia abstracta como ese jabón en confuso cóctel multirracial de todas las mañanas y todas las pastillas que miden mis tropiezos de poltergeist arrojándose incógnitas y reventando desde las cañerías al tirar suave de un poema.
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Cordero asado Me gusta la chica de ojos alegres y mechones de pelo azul bajo un gorrito en el mostrador de la carnicería. Se ríe mucho con mis bromas. Se humedece un poco el labio. Me aconseja preparar pierna de cordero tan tierna tan jugosa y suave para cortejar a una invitada, demostrar en una cena íntima que soy un buen partido, hábil merecedor de la cópula tras devorar juntos como lobos ese cadáver animal en oferta, amamantado para un mostrador de carnicería. A la mañana siguiente, los huesos convivirán en la basura con una botella drenada de buen vino. Le pregunto si a ella le gusta el cordero. No contesta pero tira de su mechón azul bajo el gorrito mientras sonríe y se muerde un poco el labio.
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Volverse Drácula en la incertidumbre dentro de un ascensor por la fila de cajas en la mesa de juego sobre todo, tras cuatro horas de atasco, ante un cuadro abstracto de mudanza forzosa: un hogar despojado de mujer con alma de oficina te viste de filo hambriento. Te viste de punto de «no-retorno», de análisis que enumera la comida basura: te transforma en olvido, en intransigencia y cerrojo abierto en el poema que sujeta al lobo. Con un revólver, crearías, Drácula, arte urbano, «grafitis» en las limpias paredes de un gran almacén: carteles publicitarios con hembras ligeras de horario en el interior de los templos y prisiones del mundo que nos toca recorrer, sobre escaleras mecánicas en busca de un presente o de nosotros mismos persiguiendo el rastro de sangre de tu capa, sobre los mostradores y las novedades de la colección «primavera-verano», a pesar de que, en el exterior, llueve y nadie lo ha decidido y todos se resbalan en la soledad de la acera, cuando las farolas eligen encenderse y ser testimonio: un precio en la etiqueta.
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Alteras, Drácula, la dirección de las señales de tráfico y el Norte de las brujas, en busca de una estaca sin corazón. Engrasas el revólver del suicida arrepentido, oxidas las cadenas de las bicis, propicias el rostro, tan incierto, del futuro: proteges del polvo, con paños de hilo, el largo beso entre niñez y Muerte en los trenes fantasma del olvido.
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Clichés y literatura de terror - Elvira Torres Nos gustan los autores clásicos Siempre que me pongo a escribir echo mano de los clásicos. No soy la única, los escritores de terror se nutren de la literatura clásica hasta lo enfermizo. ¿Cuántas veces hemos leído en una historia: “Pasa, amigo, y deja parte de la felicidad que traes”? Supongo que como casi en todos los ramos, todo está inventado. Pero, quizás será por confluencia de los astros, cuando leo fantasía no me encuentro tan a menudo con citas clásicas. ¿Me habré vuelto loco? Un día cualquiera, en la vida de un personaje cualquiera, empiezan a ocurrir cosas extrañas. Entonces no falta el refuerzo de locura. O bien en el diálogo interior, él propio personaje se espeta un “Debo estar volviéndome loco...”, o siempre hay alguien que con desacertada rectitud le sugiere que ha perdido la chaveta. Ese amigo rarito Cuando la cosa ocurre, el protagonista no tiene ni idea de que está pasando. Da igual que sean los vampiros más obvios de la literatura. Él (o ella) no sabrá de qué va el tema. Menos mal que todos tenemos un amigo rarito, que se ha leído todos los libros oscurantistas habidos y por haber, y le explica el cómo, el qué y el porqué. Malas y sexys Siempre que hay una chica mala: necesita sexo, sobre todo si es joven. Supongo que debe tener que ver con la desinhibición inherente al mal, ya se sabe, si no tienes moral tampoco tienes control. Quizás sea también por qué al pasarse al lado oscuro se han liberado de las normas de la sociedad de bien. Pero sea como fuere, sexo y mala van de la mano. Aroma Zombi Si hubiese un apocalipsis zombi no saldríamos a la calle. Pero no por la amenaza de los muertos vivientes, que también, sino por la peste. Son pocos los que hablan de ella. Veo a los personajes andar por las calles infestadas, y siempre pienso que no podría dar dos pasos sin echar la pota. ¿Has sentido alguna el punzante aroma de un animal en descomposición? Pues extrapola eso a una
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media de ochenta kilos de carne y una dieta variada. Al amparo de la noche Nos gusta la oscuridad, de eso no hay duda. No nos imaginamos a las criaturas del averno manifestándose a las doce del mediodía en la Gran Vía. Quizás si viésemos a un ser maligno a plena luz del día pensaríamos “Que tío más raro...”, pero al contrario, si nos asalta por la noche nos da miedito. Los fantasmas atacan por la espalda Se levanta en mitad de la noche, no puede dormir. Toca con sus pies desnudos el suelo frio, se pone en pie y va hacía el baño. Abre el botiquín, rebusca entre las cajetillas, y encuentra una píldora para dormir, y entonces al cerrar al cerrar la puerta del botiquín, ¿Quien aparece en el espejo? Un fantasma. Obvio, se da la vuelta con premura, pero da igual, el fantasma ha desaparecido. Y es que las criaturas que aparecen en nuestras historias tienen un comportamiento demarcado. Si hay fantasmas atacarán por la espalda, los hombres lobo morirán con una bala de plata, y los demonios y maldiciones requieren objetos mágicos y hechizos. Por esa razón cuanto más pronto se destapa la trama, más se simplifica todo. El bueno es de guapo para arriba Este cliché no es solo para el terror, vale para todo tipo de historia. Aunque al principio de la historia el protagonista sea “normalito”, acabará pareciéndonos guapo. ¿Por qué? Es una especie de síndrome de Estocolmo. Establecemos una relación de empatía con él, ya que vivimos sus aventuras durante toda la historia. Así que aunque en el texto no ponga específicamente: “sonrió y las facciones armoniosas de su rostro le confirieron un aspecto de adolescente enamorado”, acabaremos imaginando al protagonista de lo más guapo. El malo es, o muy guapo, o muy feo La guapura o fealdad del malo no tiene nada que ver con nosotros. Ya que es un personaje muy específico, y base de toda la historia, vendrá siempre muy bien definido. Si es feo y pestilente, será repulsivo, y si es guapo y elegante, tendrá un punto morboso que nos atraerá. Esto se debe más cómo se siente el autor frente al mal que se desarrolla en la historia que con nosotros mismos. El amor siempre triunfa Y es que en toda buena historia de terror, siempre hay algo de sentimiento. Hay una pareja al borde la separación, que al final revela su amor mutuo. O por el contrario una pareja que unidos ante la adversidad renuevan sus sentimientos. O por último, una nueva pareja que nace, se conocen en feas circunstancias y cuando todo termina, deciden basar su relación en el sexo para no volverse locos. Es que no somos de piedra, sentimos y padecemos. Al final siempre hay un plan Todo ocurre por algo. Siempre, siempre y siempre hay un plan. Aunque a veces nos gustaría que nuestra vida fuese caos y destrucción, al final todo ocurre por algo. Si los protagonistas han sido tan listos de ir desentrañándolo a lo largo de la historia, habrá un colofón, el gran por qué. En cambio, si las cosas han ido sucediendo sin más, aparentemente sin ton ni son, al final vendrá el discursito de marras, en el que sin saber por qué nos cuentan que ha pasado en realidad.
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Entrevista a la escritora y correctora Bea Magaña Me llamo Antonio Sánchez Vázquez, pero puedes llamarme Catástrofe o Catas, para abreviar. En este nuevo número os traigo a una mujer todoterreno, que igual se marca una corrección, que escribe cientos de relatos por minuto como que te encuentra un puto cubito de hielo en tu manuscrito que echa por tierra todo el argumento de tu novela. Me refiero a Bea Magaña, una escritora de los pies a la cabeza, con alma de correctora implacable (en plan señorita Rotenmayer, o como se escriba). Me faltan dedos en los pies, y me atrevería a añadir que también de las manos, para contar los relatos que esta narradora nata ha publicado en 2014 y en este primer tercio de 2015. Podéis encontrar un relato suyo en antologías como Family Nightmares, Santa Wiik, Vampiralia o la más reciente Mascotas, y todo esto sin contar todas las balas que guarda aún en la recámara. Es correctora oficial de La Pastilla Roja Ediciones pero no solo ha corregido textos de esta editorial, y en 2013 publicó su novela romántica El chico perfecto no sabe bailar el twist, actualmente disponible en Amazon. Hoy, con ustedes, el Catas se enfrenta a su reto más complejo hasta el día de hoy, ya que va a entrevistar a Bea Magaña, su melliza.
Catas: ¡Hola, melliza! Mírala qué maja. Ejem... En primer lugar, agradecerte tu ofrecimiento a responder a mis preguntas. Para comenzar, me gustaría saber qué te gusta más: ¿corregir o escribir? Y no me vale la típica respuesta de «tanto monta, monta tanto», así que mójate. Bea: No podría darte esa respuesta, mellizo, porque no son lo mismo. Corregir es moldear algo ya creado, algo imperfecto, mientras que escribir es crear de cero. El reto está en intentar crear algo que no necesite ser moldeado por otros. Corregir es como ser tía, mientras que
escribir es ser madre. Puedes querer mucho a tus sobrinos, pero nunca serán tan especiales como tus propios hijos. Vale, parir es más doloroso, sobre todo en esas épocas en las que has perdido la fe en ti mismo y dudas de tu capacidad para maravillar y/o sorprender y piensas que no tienes nada que contar y sufres un bloqueo que te impide escribir con la naturalidad con la que respiras; sin embargo, cuando te dejas de tonterías y conectas con tu Musa y superas el asma literaria, cuando permites que la historia que tienes en la cabeza se cuente por sí misma y escribes durante horas sin acordarte de que existe un mundo más allá del cuaderno
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o de la pantalla del ordenador, parir se convierte en una experiencia de lo más satisfactoria. Disfruto corrigiendo, sí, pero cuando escribo me siento viva.
novela ese año, y lloré cuando la leí. ¡Estaba infestada de erratas! Pensando que era un fallo suyo, me ofrecí a ayudarle. En aquel tiempo yo ignoraba que, muchas veces, la culpa de esos errores es de las editoriales. Me indignó tanto que una buena historia se echara a perder por culpa de esos fallos que le corregí su segunda novela. Y sí, cometía errores, pero sus historias eran fantásticas. Merecían ser publicadas sin taras. Poco después una amiga me dejó leer la suya, y me maravilló tanto que sufrí al pensar que pudiera salir publicada con erratas, así que se la corregí. Para entonces ya tenía en marcha mi blog de Thèramon y había conocido a muchos escritores, y algunos eran fantásticos, pero sus trabajos necesitaban la ayuda de un corrector. Y así, a lo tonto, a lo tonto...
Catas: ¿Cuándo surgió en ti el gusanillo de la escritura y qué te llevó a enseñar tus textos a terceros? Bea: Empecé a escribir a los diez años. Era una niña introvertida con una enorme necesidad de comunicarme. No tenía amigos con los que hablar, así que se lo contaba todo a un cuaderno. Escribí mi primera novela a los doce años. La segunda a los catorce. La tercera a los dieciséis. A los veintiuno terminé otras tres. Escribir era como respirar, automático y necesario. ¿Gusanillo? No, en mi caso era otra cosa, era algo más. Si no escribía, me sentía morir.
Catas: Considero que para ser escritor hay que ser valiente, ya que no todo el mundo está preparado para las malas críticas y/o las constructivas. Me gustaría saber cómo las encajas tú (si es que las has tenido). Y ya de paso, como correctora de estilo que también eres, ¿te has encontrado con algún autor (no hace falta decir nombres, o sí, muajajajajaja) que no haya encajado bien tus consejos?
Siendo adolescente empecé a tener amigos por correspondencia, muchos de ellos escribían, así que era normal que habláramos de nuestros escritos y nos hiciéramos de lectores beta mutuamente. Sentir que había encontrado espíritus afines que comprendían a la perfección mi pasión, el deseo de compartir y de aprender, eso fue lo que me llevó a enseñar mis primeras novelas a otras personas.
Bea: Soy mi mayor crítica. Si un texto mío pasa mi propia criba, no me va a doler que alguien me diga que la historia no le ha gustado. He recibido una opinión negativa de mi novela en amazon, la lectora la consideró infumable, pero no me traumatizó. No se puede gustar a todo el mundo. Hasta Stephen King tiene miles de detractores. Y el resto de lectores que se han pronunciado pone mi trabajo por las nubes. Tampoco eso me hace crecer el ego. Creo que exageran. Como tú.
Catas: Muchas personas coinciden conmigo en cuanto a que la RAE debería darte un sillón para ti solita. ¿Cómo empezaste a corregir y qué es lo que más te gusta de esa peculiar tarea? Bea: No quiero un sillón junto a esa gente que quiere obligarme a eliminar la tilde de sólo y a escribir murciégalo, güisqui y balé. Se me da bien encontrar erratas, las veo a kilómetros, destacan entre las palabras bien escritas como una mula en una manada de unicornios, y me hacen daño a la vista. Me sangran los ojos cuando leo cocreta, fútin o cederrón. No encajaría bien en ese sillón.
Hasta ahora no me he encontrado con ningún autor que me haya dicho que no estaba de acuerdo con mi corrección. Tampoco me han dicho que soy una borde desagradable por decir lo que opino de sus obras, y eso que siempre temo que mi (brutal) sinceridad pueda herir la
Empecé a corregir en serio en 2011. Alguien a quien quería mucho había publicado su primera
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sensibilidad de alguien. Al contrario, siempre me dan las gracias por la opinión y por la ayuda. Catas: Aunque has demostrado que eres capaz de enfrentarte a todos los géneros, la mayoría de relatos que has publicado son de terror. ¿A qué tiene miedo Bea Magaña? Bea: Creo que no hay nada que no me dé miedo. Pero lo que más temo es no ser capaz de volver a escribir como en los viejos tiempos: de forma automática, con la misma naturalidad con la que respiro. Si no escribo, no me siento viva. Esa muerte figurada ya la he vivido, y es lo más aterrador que existe.
ni siquiera conocía el blog que organizaba ese premio. Eso, y el boca a oreja, supongo, es lo que ha hecho que se hayan vendido unos trescientos ejemplares en un año, porque yo apenas hago promoción. Catas: ¿Qué es Thèramon? Y ¿por qué ese mundo que no ha sido aún impreso en papel hace tanto ruido y genera tanta expectación por la Red? Otra obra que se menciona mucho por las redes sociales es Z. ¿Qué es Z? Bea: ¿Ruido? ¿Expectación? Jajaja, eres un exagerado, mellizo. Sólo un puñado de fieles compañeros de viaje siguen soñando con Thèramon y esperando una historia completa que está tardando demasiado en contarse. No puedo decirte qué es Thèramon, tienes que entrar en el blog y leer. Dicen que es mágico y que enamora; pero, si hay algún hechizo, no funciona cuando hablo de Thèramon, sino cuando el lector pone sus ojos en su prosa clásica, bella y musical.
Catas: Precisamente por conocer tu afición al género de terror, me sorprendió que tu primera publicación fuese una novela romántica. Ganaste con ella el premio a la Mejor Novela Romántica Juvenil Autopublicada y, aunque imagino que ha sido un éxito a nivel de público y crítica, me gustaría que fueses tú misma la que nos explicases cómo ha funcionado tu novela a todos los niveles y, sobre todo, en esa laberíntica plataforma que a muchos nos parece Amazon.
Y nadie menciona Z por las redes, exagerado, sólo yo de vez en cuando. Porque Z es mi lucha interna contra la Oscuridad del alma. Eso es Z, una metáfora disfrazada de novela de terror. Una historia de monstruos, en la que hay personas y zombis y en la que los zombis son la metáfora más que el enemigo. Z es un apodo, quizás un día te diga su verdadero título. Aunque a estas alturas ya deberías haberlo descubierto.
Bea: Me di a conocer con un blog de fantasía épica. A mis lectores les sorprendió muchísimo que me lanzara a la piscina de amazon con una novela romántica juvenil. Pero tuvo una buena acogida, y no sólo por parte de los lectores de Thèramon, que reconocieron mi estilo en un género al que no les tenía acostumbrados y dejaron sus opiniones en amazon, todas ellas muy favorables; a los lectores desconocidos les gustó mi forma de narrar, la historia que contaba y el hecho de que el texto no tuviera erratas, pues uno disfruta más la lectura cuando no le sangran los ojos. La portada llamó la atención de muchos otros que la vieron en amazon y les animó a comprarla y a leerla; también ayudó que recibiera varias reseñas muy positivas, pues los lectores de esos blogs de reseñas se animaron a buscarla. Y que ganara el premio, aunque ahí la primera sorprendida fui yo, pues
Catas: ¿Cuál de tus obras es la más cinematográfica, en tú opinión, y qué actores y actrices elegirías para interpretar a los personajes principales? Bea: El chico perfecto no sabe bailar el twist podría ser una divertida comedia romántica; Z podría ser una buena película de terror. Los lectores de Thèramon sueñan con ver ese mundo en la pantalla grande. Pero no me preguntes por actores, no tengo tele, estoy muy fuera de onda en ese tema.
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Catas: Si Bea Magaña no hubiese elegido la escritura como vía de expresión artística, ¿qué otra disciplina habría practicado?
no importa que vendas muchas porque tienes muchos amigos, las estrellas fugaces tienen un brillo limitado.
Bea: El dibujo. Bueno, ya has visto los dragones que pinté en mis paredes, ¿no? Sin embargo, aunque no se me da mal dibujar, nunca he sido capaz de crear de esa forma. Dibujo imágenes que ya existen, pero las que no existen siempre me han salido en forma de palabras. Te recuerdo que yo no elegí la escritura, es algo que me venía de serie.
En cuanto a la última pregunta, mellizo, mi nivel mejora a medida que voy escribiendo, y todavía no he cogido ritmo, pero sé que volveré a escribir como en los viejos tiempos. Cuando llegue el momento, sabrás lo que es un ritmo intenso.
Catas: Alguien como tú, que asume una serie de normas y las aplica de un modo tan estricto, ¿es posible que crea en el destino? Bea: Sí, desde luego. Y cada día ocurre algo que me confirma que estoy siguiendo el camino correcto para alcanzar el mío. Catas: Tú carrera ha dado un salto muy significativo en el pasado 2014. En el mundillo tu nombre suena con frecuencia y tus relatos y colaboraciones son muy prolíficas. ¿A qué crees que es debido? ¿Qué consejos podrías dar a la gente que comienza a abrirse paso en la literatura para alcanzar un cierto prestigio? ¿Crees que podrás mantener el nivel y ese ritmo tan intenso? Bea: Ésta es la pregunta más difícil de contestar, porque no veo ese salto que mencionas. ¿Carrera? ¡Si voy a pasito de hormiga! El año pasado me propusieron varios retos y los cumplí, cada reto supone un relato para una antología y la mitad ya se han publicado. ¿Por qué me invitaron a participar? Lo ignoro. ¿Quedaron satisfechos con mi aportación? Vaya, creo que sí. ¿Consejos para la gente que comienza a abrirse paso? No soy la más indicada. ¿Consejos para alcanzar cierto prestigio? Pasión, fe en lo que haces, deseo, autocrítica, constancia, paciencia y escribir por placer, no pensando en publicar a toda costa y de cualquier forma. Una novela con errores no te va a dejar en muy buen lugar,
Catas: ¿Qué proyectos, que se puedan desvelar, van a llevar tu firma para este 2015? Y, lo más importante, ¿para cuándo algo nuevo de Bea Magaña en solitario? Bea: ¿Proyectos? ¿Te refieres a relatos? Que pueda mencionar, uno, porque La Pastilla Roja ya hizo pública la lista de los seleccionados para la antología Devoradores de almas. Pero hay dos o tres más, de las que todavía no puedo hablar, que se están moviendo en estos momentos. En cuanto a una novela, no hay fecha. Cada vez que decido que ya no corrijo más y que me voy a poner a escribir, me surge una nueva corrección a la que no puedo negarme. Los compañeros de letras se han confabulado para que no escriba la novela del año, jajaja. Catas: Mirándome al espejo me pregunto... ¿de verdad somos mellizos? Bea: Yo no miro con los ojos, mellizo. Mi corazón dice que sí. Ha sido un placer haber tenido la ocasión de entrevistar a una persona tan entrañable e interesante como es Bea Magaña. Si queréis conocer más sobre la autora podéis seguir su perfil de Facebook o visitar su blog: http://dedragonesyzombis.blogspot.com.es/
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LA INVERSIÓN - Montiel de Arnáiz Hacía tiempo que deseaba hacerlo. Entrar con él en el viejo ascensor que solo llegaba hasta el sexto y sonreírle. Si, ofrecerle una señal inequívoca, darle a entender justo lo que querría ver. Una sonrisa, trenzarse un mechón de pelo, ofrecer la visión de un escote desbordante, la redonda perfección de sus pechos, la mirada de chica tímida con ganas de marcha. Él supo ver con claridad las señales, pues no era tonto. Sentiría algo así como que le había tocado la lotería, quien iba a pensarlo. La vecina maciza se te abre de piernas en el elevador y qué vas a hacer sino solazarla, sobre todo cuando admira esos senos, apuntándole, la sonrisa plena de carmín (que no es sino un truco de las francesas de siglos pasados para tener rostro saludable), unas pestañas larguísimas como días de asueto, esas manos de uñas afiladas deseando arañarle la espalda, apretarle la barra de acero que crece entre sus piernas. Ella lo sabía, no era solo un rato de placer, aquello iría mucho más allá. Se colocó dándole la espalda, con los brazos anclados a la reja de cierre del ascensor, dándole vista de sus hombros rectos, de sus nalgas firmes y poderosas. Él tenía el instinto, sabía qué debía hacer. Se acercó a ella y separó con dos dedos el hilo del tanga que cerraba el acceso al interior de la mujer. Estaba húmeda y pudo comprobarlo con facilidad, hurgando entre sus muslos hasta que sintió que la tensión agarrotaba el cuerpo de su vecina. Percutió un poco dentro de ella, abriendo su camino mientras con la otra mano manipulaba torpemente la cremallera de su pantalón, que apresaba un barrote de carne. Hazme tuya, rásgame las ropas, creyó escuchar y, sumiso, jaló de las telas que otrora fueran una camisa o una falda vaporosa con el vigor único que ofrece el precoito. Al fin consiguió liberar su pene y tras alguna vacilación penetró con violencia a la mujer, a la que agarró del pelo con la mano derecha mientras con la izquierda masajeaba uno de sus senos. Tras quince o veinte embestidas, el placer le vino sin aviso y se plegó sobre ella, ahíto de fuerzas y vacío de jugo seminal. La mujer le sonreía de un modo extraño mientras se vestía rápidamente con los restos de la ropa que él le había destrozado. Tras besarle en la frente, la mujer salió del ascensor y de su vida. Trece años.
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Estuvo trece años fuera de su vida. Hasta que el hombre, que se había casado seis meses antes, recibió una demanda de paternidad solicitando el abono de una pensión alimenticia a un niño que se llamaba como él y del que nunca había conocido existencia. La mujer, que acababa de cumplir cincuenta y cinco años, recordaba aun aquel polvo brutal que le echó su vecino, el guapo quinceañero del tercero B, poco antes de que ella huyera del edificio con dirección a Barcelona. Había llegado el momento de empezar a recoger los frutos de aquella inversión tan placentera que sembró trece años atrás. Tenía otros trece años de tranquilidad por delante, justo hasta que su hijo acabara la carrera. Le encantaba que sus planes salieran bien.
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Cincuenta sombras de Grey Parece mentira que sigáis leyendo mis opiniones pero por un motivo u otro los jefes de Dissident siguen queriendo mis peculiares reseñas. Después de Sharknado y Castores Zombis el listón estaba bastante alto, así que pedí permiso a los jefes para poder salir del edificio e ir al cine para ver que podía encontrar. Como mi comportamiento estos últimos meses (gracias a las pastillas) ha sido bueno, los dueños me han dejado salir durante 4 horas. Una vez llegué a la entrada del cine empecé a observar la cartelera y una película me llamó especialmente la atención «50 sombras de Grey». ¿Por qué 50? ¿Si hay sombra, también habrá claridad? ¿Quién cojones es Grey? Como tenía varias preguntas sin responder, me remangue la sudadera, me apreté bien el cinturón y entre decidido a ver esta película, demasiado decidido Para que vayáis entrando en materia aquí os dejo la sinopsis de la esperada «Cincuenta sombras de Grey». Anastasia Steele es una estudiante de Literatura que recibe el encargo de entrevistar a un joven empresario, Christian Grey. La inexperta e inocente Ana intenta olvidarle, pero pronto comprende cuánto le desea. Cuando la pareja por fin inicia una apasionada relación, Ana se sorprende por las peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los límites de sus propios y más oscuros deseos. Muchos pensarán que es todo un sacrilegio que en
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una revista como Dissident Tales aparezca una reseña de este calibre, pero amigos míos, esto es un Cinepático ¿en algún momento pensabais que ibais a encontrar un solo artículo normal? Pues no. «50 sombras de Grey» es mala si, en eso estamos de acuerdo, pero tampoco es un truño de límites insospechados, os aseguro que he visto películas mucho más malas. Un hombre, una mujer, él es un fetiche de estos que le mola pegar con el látigo, atar a las mujeres y sodomizar. Ojo siempre con el consentimiento de las mismas. Y ella es una chica sumisa algo retraída que al final como era de esperar acaba cediendo a ser sodomizada. La verdad es que la película no tiene mucho más que queréis que os diga. Había escuchado que era porno para cincuentonas y tal, pero joder no se ve absolutamente nada. Un poco de movimiento que tienes que intuir y tal, algunos azotes y poco más.
diálogo:
Tengo que reconocer que hay algún que otro momento que me hizo soltar una carcajada por ejemplo os dejo un pequeño extracto de un
Anastasia- ¿Ahora me vas hacer el amor? Grey- Yo no hago el amor, yo follo duro. En este diálogo los dos actores están con una cara pasillo que alucinas, ningún tipo de expresión. Para descojonarse como hice yo. Como podéis ver los diálogos son de un nivel dignos de Sharknado, Castores Zombis y tal. Por eso opino sobre esta película en mi Cinepático, porque al fin y al cabo «50 sombras de Grey» acaba convirtiéndose en una película casposa para ser emitida un sábado por la tarde en Telecinco o Antena3 y así poder dormir tranquilamente una buena siesta. Habrá mujeres que pensarán que esto es un prototipo de hombre y habrá hombres que pensarán que Grey es un ejemplo a seguir. Qué queréis que os diga, si realmente lo pensáis venir conmigo al frenopático porque necesitáis unas pastillas más potentes que la mías. He de reconocer que la banda sonora me ha gustado, tiene canciones que molan bastante pero vamos no creo que intentasen ningún mensaje subliminal y si lo intentaban conmigo no lo han conseguido. Bueno chicos os dejo que he comprado cuerdas, grilletes etc y me he creado una nueva habitación de juegos en el edificio Dissidente. No os podéis ni imaginar de todos los que se han apuntado a jugar, y os aseguro que no es a la PS4. Sed Felices.
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LOVECRAFT Y SUS AMIGOS - Víctor Ramón Beltrán Hablemos de un género que es, aun hoy en día, un tanto marginado. Por suerte cada vez van adquiriendo más reconocimiento los clásicos del horror sobrenatural. Para mí, que soy un gran apasionado de estos mundos, me agrada mucho que esos viejos encantadores de serpientes siderales sean puestos en sus tronos como se merecen. Quizás en España no estemos tan actualizados en el tema como en Inglaterra por ejemplo, pero pasito a pasito vamos avanzando. H. P. Lovecraft ya lo conocen en todas partes, y el puso a Providence en el mapa del mundo. Demos gracias a Dios (o a Cthulhu si lo prefieren) que nombres como Robert E. Howard, William Hope Hodgson, Nathaniel Hawthorne (de una familia digna de novelar), Algernon Blackwood o, indiscutiblemente, uno de los reyes: Edgar Allan Poe. Lovecraft definió así el género que más le gustaba tratar “Podemos juzgar un cuento sobrenatural no a través de las intenciones del autor o la pura mecánica de la trama, sino más bien a través del nivel emocional que es capaz de alcanzar en sus más pequeños elementos sobrenaturales. Si se excitan y sugieren las adecuadas sensaciones, entonces cabe admitir que su “alto efecto” lo hace merecedor de los atributos de la literatura sobrenatural, sin importar cómo se ha conseguido prosaicamente. El único comprobante de lo auténticamente sobrenatural es sencillamente el siguiente: saber si suscita o no en el lector un hondo sentimiento de espanto al contacto de unos elementos y fuerzas desconocidos”. Respecto a esto, el mundo está empezando a aceptarlo. Estamos en una época donde las series y las películas están ayudando mucho a esta labor. Siempre ha habido fanáticos del genero, desde aquellos niños que se juntaban a escuchar las leyendas que los chamanes les contaban hasta hoy en día con por ejemplo la serie Penny Dreadful, donde dioses y monstruos se entremezclan en el Londres Victoriano. American Horror history es el otro gran popularizador de este género, donde la gente ve una producción elaborada y con consistencia suficiente para atraerles a todas sus sombras. John Carpenter, David Cronnenberg, Rob Zombie o incluso los fantásticos escritores Stephen King y Clive Barker se han atrevido a traspasar sus historias al formato audiovisual. Con mayor o menor éxito van haciendo escuela. En España vamos haciendo nuestros pinitos pero cuesta mucho, ya sea por el formato, el género o las propias productoras que se niegan a distribuir algo que no saben si triunfara o no. Hace poco se estreno La herencia Valdemar, película dividida en dos partes
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sobre el universo que creo Lovecraft. La película se dividió por orden de la productora que veía que no podía comercializar un film de más de cuatro horas de una temática que a priori no llamaba mucho. Cortaron por donde no debían y un nuevo intento (patrio esta vez) de revitalizar al género se fue al traste. He de decir que lo mejor, fílmicamente hablando, que he visto relacionado con Lovecraft es En la boca del miedo de Carpenter y un mediometraje rodado al estilo años 20 (donde se sitúan la mayoría de historias del escritor) titulado La llamada de Cthulhu. Quizás una actualización de los mitos seria La cabaña del bosque de Josh Wedoon, que se separa de la marca Serie B a la que está acostumbrado a sucumbir casi todo lo sobrenatural. Dejemos el mundo del cine y centrémonos en la literatura, que para algo estáis leyendo ahora mismo. Barker, Gaiman y King son tres autores de lo sobrenatural que saben muy bien con lo que juegan, actualmente estarían en el podio. Barker ha recreado un compendio de imágenes muy macabras, dignas de ser guionizadas por su amigo Alan Moore, mientras que King se ha decantado con los años por un terror sobrenatural pero psicológico, que se te meta hasta la medula. Claro que ellos no vinieron aprendidos, King sobretodo le debe mucho a los cuentos de fantasmas de Henry James o de Washington Irving, mientras que Barker está en deuda con la novela gótica, de la cual ha sacado muchas ideas que a posteriori ha actualizado en sus novelas. Consigue crear un tono y un ambiente muy singular añadiendo el toque de atrevimiento que por la época aquellas novelas góticas no pudieron tener. Poe. Edgar Allan Poe. Puede ser el maestro de aquellos maestros del terror que tenemos ahora. Quien escribe terror y no ha leído a Poe…bueno, dudo que exista alguien así. Impuso las bases para un reconocimiento popular y a veces hasta de la crítica. La caída de la casa Usher está considerada como uno de los pilares de este tipo de literatura. En verdad, el género no luce todo lo que tendría que lucirse por culpa de su mitificación como algo oscuro y con lo que tener respeto. Autores clásicos como Charles Dickens, Gustavo Adolfo Bequer, Mary Shelly, Bram Stoker, Robert L. Stevenson…Han escrito sobre estos mundos fuera de nuestra concepción del mundo. Es algo que atrae a todo tipo de generaciones pero que cuesta acercarse sin recelo. También ha habido mucha mala literatura al respecto que también ha ayudado a destrozar la fama que otros grandes consiguieron darle. Por suerte y por desgracia el género se ha popularizado dando fama a los zombies y los vampiros, leyendas del horror de otro tiempo actualmente solo caricaturizados por quienes desconocen sus orígenes más tenebrosos. Desde aquí reivindico volver a eso, a los géneros como el horror sobrenatural, que tantos placeres y terrores a dado a lo largo del tiempo. Que no se pierda la tradición de adentrarse en lugares desconocidos y exploras dimensiones mas allá de la comprensión humana. Tantos clichés que se han ido acumulando a lo largo del tiempo…ánimo a que todos sigan la senda de aquellos que empezaron todo esto y reinventen nuevos clichés, o mejor aún, los creen de la nada.
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ANATOLI ONOPRIENKO – ODIO A LA UNIDAD FAMILIAR NOMBRE: Anatoli Onoprienko. ALIAS: La Bestia de Zhytomir. TIEMPO EN ACTIVO: verano de 1989; 24-12-1995 a 22-3-1996. NIVEL DE BRUTALIDAD: Muy fuerte. VÍCTIMAS: 52. Su caso conmocionó a la sociedad ucraniana cuando todavía estaba muy reciente el de su compatriota Andrei Chikatilo. Ambos fueron de los peores asesinos en serie de la Europa del Este, y de la historia de la criminología, aunque sus perfiles diferían totalmente. Chikatilo era un maníaco sexual que asesinaba, violaba y mutilaba niños y jóvenes, mientras que el móvil de Onoprienko fue el robo y la violencia, exterminando familias completas tras invadir sus hogares. Anatoli Yurievych Onoprienko nació el 25 de julio de 1959 en el pueblo de Laska, cerca de la ciudad de Zhytomir, en el noroeste de Ucrania, república que hasta 1990 perteneció a la Unión Soviética. Cuando contaba cuatro años su madre murió y el padre, Yuri Onoprienko, se quedó con Valentín, trece años mayor que Anatoli, pero a su hijo menor lo dejó con sus abuelos y una tía hasta que a los siete lo entregó al orfanato estatal. Anatoli siempre guardaría resentimiento hacia su padre y hermano por abandonarlo sin ser necesario. En la estricta y dura institución se crio y estudió hasta que salió once años más tarde al cumplir la mayoría de edad y se enroló en la Marina Mercante soviética. Tras viajar embarcado por los principales puertos del mundo, se instaló en la ciudad de Dneprorudnoye donde trabajó un tiempo como bombero. Sus compañeros de trabajo lo describirían como silencioso, meticuloso, con una gran memoria y muy autoritario, constando en su ficha laboral como un hombre «duro, pero justo». En 1988 conoció en el gimnasio donde ambos trabajaban en el mantenimiento a Sergei Rogozin, con
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el que empezó a robar en casas para complementar sus escasos salarios. La noche del 14 junio de 1989 a bordo de un vehículo robado, Onoprienko disparó mortalmente a un matrimonio (Alexander y Liudmila Melnik, ambos de treinta y un años) que vio al pie de su coche parado. Poco después Sergei y Anatoli se colaron en una granja pero los propietarios se despertaron. Los delincuentes no querían testigos que pudieran identificarlos así que acribillaron a balazos a toda la familia, un matrimonio y sus cinco hijos. Tras el incidente los amigos empezaron a distanciarse y a los pocos meses Onoprienko perdió todo contacto con Rogozin. Por entonces, ya en solitario otra vez, el 16 de agosto, a las afueras de Novogorovka en Zaporiyia, al sureste del país, al ir a robar otro coche se encontró dentro una familia durmiendo: Yevgeny Podolyak (35), su esposa Valentina (27), su hijo de once años y sus cuñadas Paula (25) y Lena (22). Les disparó y luego apartó el cadáver del padre contra el de la madre para conducir el coche varios kilómetros hasta una zona apartada, donde le prendió fuego con los cuerpos dentro. La Policía no relacionó los casos y él, temiendo ser encontrado y detenido, decidió aprovechar la disolución de la U.R.S.S y la apertura de fronteras tras la caída del Muro de Berlín para abandonar ilegalmente el país. Recorrió Austria, Grecia, Francia y Alemania como obrero no cualificado de la construcción pero su principal fuente de ingresos eran los robos y hurtos. En ese último país lo pillaron y, tras seis meses de prisión, fue expulsado y devuelto a Ucrania en 1994. Sus conocidos ignoraban que el nunca esclarecido trabajo que lo llevaba a viajar cada dos por tres era el robo. A sus ojos era una persona correcta e inteligente, que no fumaba ni bebía, aunque bastante frío y distante excepto con la peluquera con la que empezó a salir en diciembre de 1994, con quien siempre fue atento y cariñoso. Nada grave pasó hasta que el 24 de diciembre de 1995 entró en la apartada casa de la familia Zaichenko en el poblado de Garmarnia, en la provincia de Zhytomir. Allí mató a tiros al padre, Nicolai, un guardabosques de veintisiete años, y a su hijo Boris de tres años antes de ordenar a la aterrorizada madre, Julia, de veinticinco, darle todas sus joyas, aunque luego también le disparó. Antes de irse mató en su cuna asfixiándolo con la almohada al hijo menor, Oleg, de tres meses, y luego lo colocó sobre el pecho de la madre muerta. Después prendió fuego a la casa para borrar posibles huellas, aunque la gelidez ambiental pronto lo apagó. El parco botín consistió en las alianzas del matrimonio, un crucifijo también de oro con su cadena, dos pares de pendientes, algo de ropa de diario y una botella de champán que encontró y se bebió luego en el tren. El 2 de enero de 1996 resultó masacrada la familia Krichkovsky en Bratkovychi, un tranquilo pueblo de agricultores cercano a la frontera con Polonia, en la provincia de Lviv. Pyotr Krichkovsky (27), su esposa María (23) y sus cuñadas gemelas Lesya (19) y Miroslava (19) perecieron tiroteados y su casa quemada. En su huida, el asesino también mató a un peatón que pasaba por allí, apellidado Malinovsky (33). El 5 de enero era Nochebuena ( este desfase se debe a que la Iglesia Ortodoxa, mayoritaria en los países eslavos, sigue en su liturgia y fiestas el antiguo calendario juliano, mientras la Iglesia Católica emplea desde finales del siglo XVI el gregoriano que entonces adoptó Occidente) y se teñiría de sangre en Energordar, ciudad al este del país. A la mañana siguiente se descubrió un desolador rastro de cadáveres a las afueras, en la carretera Berdyansk-Dnieprovskaya. La policía pronto reconstruyó los hechos: Sergei Odintsov (empresario, 37) recogió a su novia Tamara Dolinin (32 años) al salir ella de su trabajo en un banco y aparcaron en un sitio tranquilo para celebrar la fiesta (en
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el coche había un par de copas y una botella de champán abierta) cuando fueron sorprendidos con sendos disparos. El asesino metió los cuerpos en el maletero y condujo el vehículo hasta que vio caminando por la cuneta a un par de amigos, Alexander Rybalko (policía, 35) y Sergei Garmash (35 años), junto a los que se detuvo como para preguntarles algo pero les disparó a quemarropa, Víctor Kasayev (alférez de Marina, 35) que se encontraba cerca acudió al oír el ruido y recibió el mismo fin. El coche continuó su rumbo y más adelante se encontró a Anatoli Savitsky (taxista, 45) junto a su auto averiado, le dispara e introduce el cuerpo en el maletero junto a los de la pareja. A varios kilómetros, mete el vehículo en la zanja inmediata al arcén y le prende fuego, justo en el momento en que se aproximaba Nadezhda Kochergina (cocinera, 45) de camino a su trabajo en una granja próxima, a la que de inmediato mata de un tiro en la cara. Nunca se habían visto sucesos semejantes y el pánico empezó a cundir. La Policía relacionó el hecho con los dos casos precedentes: la misma arma calibre 12, los mismos disparos en rostro y pecho, la falta de móvil coherente para tales matanzas… el 17 de enero sería el último para la familia Pilat: Vladimir (62), su esposa Olga (60), su hija Lesya (26), su yerno Oleg (30) y su nieto Vladimir (6) son disparados y su casa medio quemada. Cerca también dos desafortunados que pasaban en el momento más inoportuno: Galina Kondzyola (29) trabajadora de la estación, y Stephan Zakharko (55), pasajero, que se dirigían juntos a la estación de tren. El día 30 en Fastova, provincia de Kiev, aparecen muertos en su patio la enfermera de veintiocho años Svetlana Marusina, sus hijos Boris (7) y Denis (6) y a unos metros el vecino Sergei Zaghranichniy (31) junto a una pala ensangrentada. Sergei se había acercado a alguien que intentaba robar su coche, defendiéndose con la pala antes de echar a correr y recibir un tiro en la espalda. Al ruido salieron la mujer y los niños, que fueron tiroteados. El asesino se acercó y al ver que todavía respiraban, remató a palazos en la cabeza a Denis y Sergei. El 19 de febrero en su casa de Olevsk, provincia de Zhytomir, reciben un disparo Anatoli Dubchak (32), director del centro deportivo de la ciudad, y su hijo de ocho años, mientras la madre, Julia (31), es muerta a martillazos. Onoprienko confesará que entró luego en el cuarto donde la hija se había encerrado y al verla de rodillas sobre la cama rezando le exigió dinero, pero Victoria, de siete años, se negó mirándole desafiante, con lo que le destrozó también el cráneo a martillazos. El 27 del mismo mes acaba en su casa de Malina, provincia de Lviv, con la familia Bodnarchuk. Poco antes del amanecer Sergei (36) escucha ruidos y sale con un hacha recibiendo un tiro en el pecho, el asesino coge el hacha lo remata con ella y entra. Su esposa Galina (30) y su hija Valeria (9) son muertas a hachazos, la menor Tatiana (7), decapitada. Al pasar cerca de la propiedad muere también a hachazos Víctor Gudz (39), un conductor de ambulancias casado y padre de tres hijos que regresaba de su trabajo. El 22 de marzo en el pueblo de Busk, a cien kilómetros de Bratkovychi, ardía la casa de la familia Novosad. Mikhail (36), que estaba viendo la televisión, salió afuera al sentir como piedras contra la ventana y recibió un disparo a bocajarro, lo mismo que su esposa Galina (30) y su hermana Irina (26). A la hija, Liudmila (10), dormida en su habitación, le clavó un cuchillo en el abdomen. De vuelta en el recibidor vio que Mikhail todavía estaba vivo y, a pesar de sus súplicas, lo degüella con el cuchillo empapado en la sangre de su hijita. Para entonces ya hacía semanas que las noticias en periódicos y telediarios aterrorizaban a todo el país y la Policía había tenido que desplegar el mismo enorme y excepcional dispositivo de rastreo,
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vigilancia y seguimiento de miles de sospechosos utilizado antes para dar con Chikatilo. Incluso el Ejército sacó a las calles retenes de tanquetas. Buscaban sobre todo hombres solos que viajasen con frecuencia por el centro y noroeste. Así fue detenido en Lviv Yuri Mozola, de veintiséis años. Durante tres días fue sometido a interrogatorio bajo tortura por seis agentes del SBU (Servicio de Seguridad de Ucrania) y un representante del Ministerio, pero el joven defendió su inocencia a pesar de los golpes, quemaduras y descargas eléctricas hasta que falleció por una parada cardiorrespiratoria. El hecho fue duramente criticado y los siete responsables directos juzgados y condenados. Diecisiete días más tarde se detendría al verdadero culpable de las masacres. Anatoli se alojaba en el pueblo de Yavoriv (en la misma provincia de Lviv) en casa de un primo, Pyotr Onoprienko, capitán del Ejército de Tierra y padre de dos hijos, cuya esposa descubrió en su habitación varias armas ocultas. Discutieron y le echó. Anatoli se fue prometiendo a la familia que «serían castigados por Pascua». El primo le denunció por amenazas y explicó en comisaría que apenas le veían por que viajaba constantemente, sobre todo a casa de su novia en la ciudad de Zhytomir, y él, como militar, había reconocido que una de las armas vistas era del calibre 12. Aquellos datos hicieron saltar las alarmas y los agentes avisaron a sus superiores. El 16 de abril, Domingo de Pascua, Onoprienko fue detenido en el piso de su novia, Anna Kozakh, peluquera divorciada de treinta y cuatro años con dos niños. Sonaba una melodía y uno de los agentes vio que procedía de una cadena de música que constaba como una de las pertenencias desaparecidas de la casa arrasada en Busk. Pidió poder coger de un armario su documentación y abrigo pero lo que agarró fue una pistola, mas consiguieron desarmarlo y reducirlo. Anna llegó entonces del trabajo y al preguntar qué estaba ocurriendo él le dijo «¿Recuerdas lo de Bratkovychi?», ella comprendió y lloró. Acababa de regalarle un anillo de compromiso que había pertenecido a una de sus últimas víctimas. En el piso se hallarían un par de pistolas y la escopeta recortada empleada en los homicidios, así como ciento veintidós objetos y joyas robados de las casas atacadas. Su modus operandi consistía en buscar casas en las afueras de poblaciones remotas, vigilarlas y cuando apagaban las luces, golpeaba las ventanas y disparaba al cabeza de familia cuando salía al exterior, entraba y acababa con todos los residentes, saqueaba (no dudando en cortar dedos para apoderarse de las alianzas matrimoniales) y prendía fuego para borrar posibles pistas, matando también a cualquiera que se cruzara en su huida. Dijo ser solo un ladrón que acababa con todos para no dejar testigos, niños incluidos para que no terminasen en un orfanato como él, pero en varios de los casos se encontraron las fotos familiares tiradas por el suelo y rotas, indicando un odio más o menos consciente por la familia unida que a él se le negó. El 31 de mayo de 1994 en Kiev, en una de las varias estaciones de tren de la capital, un hombre permaneció inmutable ante la taquilla impidiendo a los demás viajeros adquirir un billete. Al acercarse los guardias les dijeron que llevaba así casi una hora y él, sin quitar los ojos de la taquillera, comentó que estaba tratando de hipnotizarla. En comisaría el indocumentado continuaba sin querer identificarse y como comprobaron que no estaba fichado, lo ingresaron en el Hospital Psiquiátrico Pavlov. El 16 de septiembre, tras cuatro meses de tratamiento con antipsicóticos, fue dado de alta. Casi dos años más tarde los médicos descubrirían con estupor, al leer y ver las noticias de la detención, que se trataba de Onoprienko. Ante la perspectiva de pena de muerte y reforzado por ese anterior brote esquizoide, Onoprienko
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empezó a afirmar haber sido programado por extraterrestres, seguir la orden de voces demoníacas o ser él mismo un diablo, pero los psiquiatras diagnosticaron cordura alegando que un loco pronto es capturado debido a su comportamiento errático mientras Onoprienko mató una y otra vez mostrando siempre organización y astucia. Como otros muchos asesinos seriales, acabó admitiendo que de quedar libre, continuaría matando. Los ataques en carretera fueron producto de dejarse llevar por la repentina pulsión de disparar contra quien se cruzara, que aseguró haber sentido en una única ocasión anterior, cuando con veinte años disparó mortalmente a un ciervo que vio en el lindero del bosque. La Bestia de Zhytomir, también llamado en las portadas Ciudadano O. y Terminator (por su brutal y frío proceder, sin piedad, remordimiento ni miedo), jamás mostró el menor arrepentimiento («Era muy sencillo, los veía de la misma manera en que una bestia contempla a los corderos» diría), permaneciendo impasible durante las sesiones del juicio iniciado el 23 de noviembre de 1998, bajo las lluvias de amenazas e insultos de los asistentes y los familiares de las víctimas. Motivo de las fuertes medidas de seguridad empleadas para evitar el implícito peligro de linchamiento pues el país entero clamaba por la muerte del letal asesino en serie que ostenta entre este tipo de homicidas un récord difícil de superar, el de más víctimas en menor tiempo, con 38 muertos en tres meses! El presidente Leonid Kuchma también deseaba firmar tal sentencia pero ya por entonces se abogaba por un acercamiento a la Unión Europea, que presionaba en contra de la pena de muerte. Sergei Rogozin, de treinta y seis años, fue detenido, juzgado y condenado a trece años de cárcel por su participación en el crimen de 1989; Anatoli Onoprienko fue al fin condenado a cadena perpetua el 1 de abril de 1999 e ingresó definitivamente en la prisión de Zhytomir. En marzo había concedido su última entrevista, grabada para un canal de televisión británico. Solo volvería a dejarse entrevistar en otra ocasión, para un canal ucraniano en julio de 2013. Aunque nunca quiso interactuar con los otros reclusos ni trabajadores penitenciarios, en los últimos meses empezó a quejarse de dolores y molestias en el pecho, muriendo de un infarto en su celda a las 17:15 del 27 de agosto de 2013 a los cincuenta y cuatro años. Como ningún familiar reclamó el cuerpo, fue enterrado en el cementerio de la prisión.
—A la izquierda, durante su entrevista de 1999 y a la derecha durante su última aparición ante las cámaras un mes antes de su muerte.
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