07 lomelí – indio borrado

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AH history present in that visage, the child the father of the mano Cormac McCarthy, Blood Meridian

© 2014, Luis Felipe Lomeli

Diseño de la colección: Guillemot-Navares Ilustración de la cubierta: © Buena Vista Images / Getty Images Latam

Reservados todos los derechos de esta edición para: © 2014, Tusquets Editores México, S.A. de C.V. Avenida Presidente Masarik núm. 111, 20. piso Colonia Polanco V Sección Deleg. Miguel Hidalgo C.P. 11560, Ciudad de México www.tusquetseditores.com

1.' edición en Andanzas: julio de 2014 3 • reimpresión en Andanzas: julio de 2016 ISBN: 978-607-421-600-4

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal). Impreso en los talleres de Litográfica Ingramex, S.A. de C.V. Centeno núm. 162, colonia Granjas Esmeralda, Ciudad de México Impreso y hecho en México - Printed and made in Mexico


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Puede olerlo. Sabe que está ahí porque puede olerlo y su aroma llena la noche, la ahoga. El Güero no podría decir a qué huele su padre pero sabe que es el olor de su padre. El único. y siente como si le dieran con un tubo en la base de la nuca y le fueran apretando los brazos con alambre, cada vez más fuerte, haciéndole saltar las venas, hundiéndose en la piel quemada por el sol luego de dos semanas de jale en la obra para recibir el primer sueldo de su vida. A los trece años. Y se 10 ganó. Aguantó la primera semana en blanco y también la segunda, porque el sábado pasado el maestro José Isabel le salió con la misma cantaleta: que estaba a prueba. Nomás para ver si el Güero se hartaba y se pintaba de colores. Pero no. Por eso este lunes le dio-la sorpresa y el Güero corrió a la azotea del edificio en construcción, con el mazo y el cincel en las manos ampolladas, para ver la ciudad que sería suya. y tomó el autobús de vuelta a casa contento, pensando en 10 que haría con el dinero como si se le hubieran borrado de repente todas las pecas de la infancia: comprarse un celular, cortarse el cabello como los grandes, o ir haciéndose del material para construir otro cuarto, ahí. 9


Ahí donde no debería estar su padre. Donde nunca está. El muy cabrón ha de haber estacionado su ecotaxi en la colonia de al lado para evitar que la racilla le hiciera maldades, en el barrio fresa de Altavista. Por eso no lo vi, piensa. Y respira. Cierra los puños sin darse cuenta. La televisión centellea en la barda de la sala como el reflejo de una lumbre. Pero no se oye. El Güero oye nada. Tal vez su hermana esté viéndola en silencio. Sin querer hacer ruido o queriendo escuchar los ruidos de su padre en la recámara. El Güero duda. No se anima a avanzar ni a asomarse entre la cortina de flores para ver si es su hermana la que está mirando la tele. Cierra más los puños. Encaja las uñas sobre las ampollas reventadas y golpea el rollito de billetes sobre la tela del pantalón. Debería entrar. Está parado a la mitad de la calle y ése no es lugar seguro: los Calcos ya están pisteando cerro arriba. Debería entrar y decirle a su padre que se regrese por donde vino. Debería entrar y decirle que esa casa ya tiene un hombre. El Güero golpea el dinero del salario. Debería entrar y decirle que ahí no es bienvenido. El Güero hace cuentas. Debería entrar y decirle a su madre usté cállese, con usted no estoy hablando, porque su madre se metería entre ambos. Decirle: Aquí ya hay un hombre. Y quedarse recio. Recibir el primero y quedarse recio. El Güero hace cuentas. Da un paso hacia la acera. El resplandor de la televisión reclama su incendio en el muro. Arden las flores de la cortina amarilla. Arde el olor de su padre en un desparramadero de dísel, de aceite carburado. El Güero da otro paso y el olor de su padre le taponea la trompa, le quema los ojos. Lo ciega. El olor de su padre arde en los muros de su casa, levanta llamaradas, prende la acera y la calle, rojo se pone el alambre recocido que ahorca 10

sus brazos. El Güero se atraganta, raspa sus uñas sobre la trinchera de estrellas que arde en cada mano. Y se atraganta, chingado. Chingada madre.

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II

Monterrey está lleno de fantasmas. Es un arbusto rastrero con fantasmas luminosos. El Güero también ha pensado que es una telaraña. E imaginó que cientos de ellas iban tejiendo su baba por el desierto, lamiéndolo por enci- ' ma del polvo, bordeando a los gigantes de las sierras para formar una ciudad que llaman La Sultana del Norte. Otra noche, también acuclillado en el parque donde estaba la antena, en una de las cimas de la Sierra Ventana, imaginó que Monterrey estaba hecho con la misma materia de los soles. Pero hoyes un arbusto de fantasmas. Luminosos. y abrió la bolsa del Resistol y se clavó en eso, en que los fantasmas iban y venían por el arbusto: luciérnagas con la voz de sus ancestros.

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III

-¿Cayó el ruco? El Fede lo mide desde el borde del parque. Sabe intuirlo. Son camaradas desde bien morrillos, tanto que no saben ni cuándo se hicieron camaradas. Por eso no llega de golpe y espera a que el Güero cabresteé para acercarse. A lo lejos" pero cerca, se oyen detonaciones: lejos para no preocuparse pero cerca para saber quiénes tiran. -Simón, ahí está el puto. Fede se acerca y el Güero rola la bolsa. Los que tiran son los Dragons y los Calcos. Así hacen: se ponen a pistear cada quien en su esquina y luego no falta el despilfarrado que levanta el fierro. Y el otro contesta. Y así se ponen a tirar bala tranquilitos, de cuando en cuando y entre cheve y cheve, cagados de risa porque están tan pedos que no se atinan ni en sueños. O nomás en sueños. La puerta del kínder donde se sientan los Calcos tiene toda la lámina agujereada. Sí: los Calcos no se sientan propiamente en una esquina, sino en las escalinatas del kínder donde cierra la calle. Pero ésa es su esquina.

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El Tony se pasó de verga, dice Fede y le dice que el Tony iba acá, echando rostro en la baica por la calle de doña Esperanza cuando wachó al Koyi en la pendeja caminando frente a la tortillería, como en su propio coto, bajo la gorra, como bien tinaco, y dice el Fede que el Tony dijo: presta pa la orquesta, no estás en tu cuadra. Y le pedaleó a la baica y lo emparejó y, ya que lo tenía al tiro, estiró la mano y le birló la gorra. Ahí te ves, puto, dice Fede que dijo y dice que ya lo andan zorreando, que se lo quieren quebrar. -Q!Iién le manda meterse con los grandes, hasta me pidió esto -dice Fede y saca picarón un Taurus tres cincuenta y siete, chiquito. Y el Güero piensa que para eso era el cotorreo, para presumirle el juguete. Así ha sido el Fede desde siempre. -¿No lo quieres calar? -Nel, qué tal si los Dragons se ponen pánter. Abajo la ciudad sigue siendo un arbusto lleno de fantasmas. Pero al Güero le ronda una frase: meterse con los grandes. Está sentado sobre el Mar de Tetisy los fantasmas brillan en el fondo. Se levanta. Se levanta sobre la banca de concreto que se yergue sobre el lomo de la sierra. Se levanta, en medio de las cornamentas de los vientos. Y pregunta: -¿Vas a ir a tu cantón? -Hoy no puedo -responde Fede. El Güero mira a los fantasmas y mira calle abajo donde está su casa, su padre. El Fede tiene el revólver entre las manos. -Yo sí.

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IV

Lina lo mira con sus ojos de gato, desde la azotea, bajo el tendedero sin ropa bamboleante. Lo mira y lo ha mirado desde antes, desde antes de unirse a las Boxercitas, desde antes de haber llegado al barrio. y mucho antes. <

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Bajas. Te armas de valor y bajas. Tienes que enfrentarlo. Es tu padre. Carninas cerro abajo y no miras a Lina que te mira desde la azotea de su casa. No escuchas 10 último que te grita Fede. No oyes los disparos. Bajas. Piensas en tu padre: a mano limpia, tiene que ser a mano limpia. Eso decidiste aunque siempre 10 has visto corno un hombre inmenso, alto, ancho. Sus brazos son capaces de derribarte de un golpe pues trabajó en Ladrillera desde que era más chico que tú: por eso es una bestia. Y es enorme. Es imposible derribarlo. Piensas: sólo ha sido imposible. Aprietas los puños y sientes el ardor de las ampollas por todos los brazos, hasta la nuca. Carninas cerro abajo sobre el concreto despostillado de la calle, ondulado para que 1).0 se resbalen los autos. Cierras los ojos. No ves. No sientes el aire. La noche huele a nada, sabe a nada. No oyes el grito de uno de los Calcos cuando una bala le roza el hombro y chilla corno puerca atorada. Los demás ríen. Pero no oyes. No miras a Lina. Nada. Sólo tu padre. Llegar y decirle que se regrese por donde vino, que no vuelva, que no vuelva nunca. Hiciste cuentas y ya sabes que la raya no alcanza,

que tu sueldo no sería suficiente para todos, pero igual te pararás .enfrente y se 10 dirás a la cara, todo 10 que quieres decirle, todo 10 que tienes que decirle. Eso: que no vuelva nunca. Tiene razón el Fede: quién le manda a Tony meterse con los grandes. Pero quién le manda meterse a 10 pendejo, nomás para robar una gorra. Si 10 haces hay que apostarlo todo, écierto? Hay que dejar en claro quién eres. Sabes que no tiene chiste darle de trancazos a los niños. Sabes que el valor está en derribar gigantes. Para que nunca más te aplasten. Para que no suceda 10 que pasó con tú hermana la Leidi cuando les dieron a vender serpientes de madera. Nunca más. Porque tú sabes de qué estás hecho, écierto? Una bala perdida .perfora un tinaco negro, a tus espaldas. No oyes. '. Comienza a chorrear el agua. Para ser un gigante hay que erifrentar gigantes, tú 10 sabes. A una cuadra está tu casa.

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110 de baba clara, corto, y algunas pecas que se resisten a marcharse. Se mira: se sabe el peor peón electricista de la ciudad y se sabe solo. Pero siente que puede derrumbar gigantes.

El Güero distingue desde antes, repara: no hay aroma. Así que abre con sigilo para no despertar a su madre ni a su hermana, la Leidi, ni mucho menos al Cabrito porque si empieza a llorar ya estuvo que se despertaron todos. Y siempre despierta echando de alaridos. El cabrón de su padre no está, no se quedó a pasar la noche. Sólo queda un poco de aroma en las paredes, evaporándose. El Güero relaja los músculos. Exhala. Apaga la televisión. La Leidi duerme abrazada al Cabrito sobre el sillón de la sala. A veces duerme allí desde que nació el niño. Falta otra recámara. El Güero se acercay los tapa con la colcha que tejió su tía Eduviges, la esposa de Absalón: cuadritos de estambre de colores. Mira los cuadritos, luego el rostro de sus hermanos. No ha pasado nada. Cuando están dormidos parece que no ha pasado nada. El Güero camina al baño y se pone violeta de genciana en las ampollas. Se mira en el espejo del botiquín: el cabe18

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Todos se durmieron sobre el Mar de Tetis -le dicen. los fantasmas al oído- antes del niño anterior al padre de tu padre, y formaron La Silla y el Topo Chico, Las Mitras y la Loma Larga. La Sierra Ventana y la Sierra Madre son ejércitos que esperan bajo la tormenta, al indio rayo.

El sol sigue-a los niños desde las seis de la mañana. Un rayito de sol calcinante que persigue a los niños y a los perros. Los acribilla. El Güero siente el primer hilo de sudor escurriéndole junto a la oreja. Va solo sobre el asiento doble del autobús y mira por la ventana. No quiere pensar en nada pero-piensa, porque justo en la esquina está Lina haciendo la parada. sube, suben sus ojos de gato por las escalinatas de lámina. Suben y miran las manos del chofer al recibir la feria. Y giran. Miran el pasillo. Y el Güero quisiera ser visto y no quisiera ser visto: Lina es mayor, en septiembre entrará a tercero de secundaria.

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-arás a verme bailar? -preguntó Lina. Lo primero que hizo el Güero al llegar a la obra fue buscar algo con qué defenderse por si se encontraba al Koyi o a otro de los Máfer a la vuelta. Sólo eso. Porque el Tony es de la banda pero se quedó como niño: ni atinó a hacer esquina cuando los pusieron a grafitear puentes, más morros, ni ha vuelto a atinar a nada.Acordes de otra melodía estarían sonando si el Fede hubiera sido el de la tontera. Pero no. Así que el Güero halló con qué defenderse y luego se puso a hacerla de topo todo el día, con el cincel y el mazo, abriendo boquetes para sacar los cables que se quedaron enmarañados o mal puestos. El «Topo Chico», le comenzó a decir la raza de la obra, el «Topo Cüerejillo», el -Topito». Y el Güero nomás quería seguir pensando en la Lina y sus ojos de gato mirándolo de cerca, pero igual andaba filoso y a cada dime le echaba su direte, su apodo revirado, preciso. A cada albañil que se le ocurrió vacilarlo lo refrenó en tres dedos. Y las carcajadas de la raza burladora: -Ya te agarró el huerco de botana. 22

Uno a uno. También a los electricistas. Cimbrándolos. Porque un topo cava, horada los cimientos para que todos caigan por su propio peso. Y cayeron. -¿Irás a verme bailar? -le preguntó Lina mientras le acomodaba, con tiento, el cuello de la playera. Al único mono que dejó con cabeza fue a José Isabel, el maestro, el de la paga, el primo de Absalón que le hizo el paro para entrar al jale. Yeso porque el Güero ya va aprendiendo a seleccionar sus enemigos, y porque a José Isabel no se le ocurrió decirle apodo alguno. -M~~,sj:ª!ia mucho que fueras. . Al Güero le ¡;den Iá; aII1poHas. Más que ningún otro día. Supone que se las machacó porque aún no puede tomar con firmeza la herramienta y los guantes de carnaza para jalar los cables le nadan en las manos. Pero el Ruta 1 .avanza jilito. Cruza el puente sobre el lecho seco del río Santa Catarina: hoy no.. . hubo bloqueo, como ayer. El Güero desarruga su boleto. Cuenta los dígitos para ver si suman veintiuno y se lo puede cambiar a Lina por un beso. Escucha los vallenatos. Sueña. ~ Al final del día todos en la obra lo nombraron como tenían que hacerlo: el Güero.

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¿Cuántos metros puede correr una gallina degollada?' El Güero sueña cuando era niño y su mamá lo mandaba con el tío Absalón al rancho, atrás del Cerro, cerca de Juárez, para que no se encontrara con su padre. Sueña que ya casi amanece y no puede dormir ni distinguir su propia mano en la negrura: sólo el cacareo, acercándose, cómo una multitud de garras y picos, arañando los tabiques bofos que el mismo Güero ayudó a apilar dos veranos antes; multitud raspando las paredes del cuarto fuera de la casa. -La tienes que matar -recuerda que le dijo su tío Absalón y que desde hacía un rato el Güero tenía el cuchillo en la mano, inmóvil. Con la mirada ida en la imagen matutina donde los niños del pueblo fueron felices a los gallineros y agarraron a una y a otra, y las llevaron cargaditas, en brazos, hasta que se colocaron en línea sobre la brecha y les dieron vuelta a las gallinas para tomarlas del cuello con una mano y sostenerlas con la otra. El Güero no quiso participar. -iEn sus marcas ... ! -gritó el niño que se veía mayor que el resto.

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No quiso participar y lo llamaron cobarde, lo amenazaron con que no volverían a jugar con él. -iListos! -gritó el niño que se veía mayor y era bueno para jinetear alazanes y garañones. No tenía por qué hacerlo, pensó el Güero, ésos no eran sus amigos y ése no era su barrio. -Mátala. ¿Cuántos metros puede correr una gallina degollada? «Tienen que correr en línea recta», había dicho otro niño riéndose y todos sabían que ésa era la regla. -Máfira:=répiti6 el tío Absalónluégo de improvisar la idea del caldo cuando le llegaron con el chisme-o Tienes que.matar.para seguir vivo, Güero. Ésa era otra cosa.' ." . A la quinta cuchillada cortó el cu~o del animal. y comieron.

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y correr.

Todos se irán por su lado hasta nuevo aviso.

Hay que saber usar la labia cuando no hay fierro ni punta. Y más cuando son tres, de los Máfer, de los grandes, los que te cercan el camino: dos al frente -de cada lado- y uno atrás por si las dudas. -¿Dónde anda el puto? -¿Cuál de todos? Hacer tiempo, checar las posibles salidas por donde el sol de Monterrey sigue acribillando a los niños. -No te hagas pendejo. El Güero trae la ropa de la obra en una bolsa del súper -por fin lo hace-, pero también pidió prestado un desarmador de cruz de la caja de herramientas de José Isabel. y lo afianza entre el plástico con la mano manchada de violeta de genciana, con la carne viva de las ampollas. -¿Wachas esto, pendejo? -pregunta el Koyi señalan-. do con las dos manos su cabeza rapada-o iEl puto sol quema de la verga! Hay que saber usar la labia, ciertamente, pero si no se te ocurre nada y ves a una camioneta granadera bajar la loma de Alfonso Reyes, y traes una bolsa con ropa en la mano, sólo es cuestión de lanzarla en el momento justo.

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Si su padre no se quedó a la noche, tampoco estará al día siguiente.

La Leidifue quien les habló primero. O ellos le habla- . ron a ella. Habían bajado a hacer un extra lavando vidrios en la esquina de Garza Sada y Alfonso Reyes nomás por diversión, porque la luz se fue llevándose las caricaturas, y la Leidi dijo: ¿Por qué no vamos al Soriana?'Y el Güero: iSincho! Pero enseguida pensando en cómo sacar una feria se fue por unos hules que había encontrado en la calle tres días antes.

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Ybaiar~n. Su madre estaba en el trabajo y el Cabrito aún no estaba ni en boceto. El Güero tenía siete años. Era la segunda vez que bajaban solos, que se atrevían a ir a la ciudad, a su ciudad, a la que veían nomás como \ luciérnagas desde el cerro. Bajaron por la Genaro Vázquez y dieron vuelta en el Antiguo Camino a Villa de Santiago, hasta la Alfonso Reyes: ahí donde de repente parecía como si todo cambiara de pronto. y se sintieron los exploradores de su propia urbe . . y la sintiéroñ suya y cada vez más suya conforme iban juntando las moneditas que les daban los conductores. 28

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Ya tenemos quince. Ya tenemos veintitrés. El Güero y la Leidi no dejaban de reírse de la cara de espanto de los automovilistas y su dedo índice haciendo no-no-no tras el parabrisas. Se hicieron camaradas de los demás morros. La Leidi pensó en comprarse una diadema con brillantes en la tienda de bisutería. y, entre los dos, regalarle a su madre un jabón de aguacate. El vato de los zancos comenzó a hacer coto con la Leidi. Y en eso fue que llegaron los rucos de las serpientes de madera.

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Lo importante de un topo -dice José Isabel- no s610 es saber cuándo empujar y cuándo jalar para que no se atasquen los cables, lo importante es encontrar la tuerza indicada para sacar todo el mugrero.

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El Güero salta de una azotea a otra. Corre por el filo de la barda que no tiene pedacera de botellas. Brinca y se cuelga del siguiente muro y sube al techo. Se detiene. Gira en derredor para ver dónde andan los Máfer pero no los ubica, sólo está la granadera aún atravesada a mitad de la avenida. No importa. El Güero camina despacio porque esa cuadra ya es territorio de los Rats: su territorio. Y allá adelante ya está el Fede presumiéndoles su Taurus a la racilla. Así es el Fede. Así ha sido siempre. Cuantimás ahora que están en secundarias diferentes y ninguno de los dos se halla sus compañeros de otros barrios. El Güero cruza tres casas más. Llega ancá doña Wendy. Pero antes de brincar al poste de luz para resbalarse, mira llegar al Deivid y a la tropa. El Fede no los ve porque está de espaldas y se encuentra muy en su papel, posando con el revólver. Así que el zape le cae de cuajo, completito, y habría tirado la pistola de no ser porque el Deivid 10 anti-

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cipó y ya le había abrazado los dedos con los suyos. Así es el Deivid, es pilas y está preparado: terminó la prepa. Los tenis del 'Güero caen sobre el concreto de la calle, piensa en que el chiste del Tony se está saliendo del redil y en que tiene que conseguir un desarmador de cruz para mañana. Piensa en Lina. En que los números del boleto no sumaron veintiuno y está bien, quién quite y a la morra rso le parecía una. niñada. -¿Dónde está el Tony? -pregunta el Deivid. -Se va a ir pal otro lado. -¿y la gorra? -Creo que se la llevó -dice Froy bajando la cabeza, como queriendo explicar que él intentó convencerlo de que la dejara. -¿y tú, pinche Güero, qué jais? ¿Por qué andas correteado? -pregunta Deivid mientras saca las balas del juguete del Fede y las analiza. -Nada, me acabo de escapar del Koyi y otros dos vatos. Deivid hace una pausa. Se embolsa las municiones. Habla: -A ver, cabrones, todos ustedes se me van a estar tranqueques y yo voy a ir a hablar con esos putos. No la queremos armar de pedo porque ya hay suficiente desvergueo GÜ~ro, vente con nosotros -dice regresándole la pistola al Fede-. Y tú, puñetas, ya no le andes poniendo balas hechizas a esta madre que te va a tronar la mano. Deivid se da la vuelta y 10 sigue la tropa, también el Güero. La racilla se queda ahí esperando nomás para botanearse al Fede. Botaneárselo sabroso: toda la tarde.

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El Güero se entretuvo haciéndole un nudo más a la bolsa del súper donde llevaba su ropa de cambio, esa mañana, para que cuando Lina recibiera el boleto no Jo encontrara mirándola, para ver si convocaba el milagro de volverse invisible. -Q!1iobo, Güero. Luego le dio pena saludarla con las manos manchadas de violeta de genciana. Ella le dio un beso en la mejilla. Se puso colorado. El Güero se pone colorado cada que Lina 10 llama. -Tócalo -le dijo ella, mientras le mostraba el tatuaje que acababa de hacerse en la espalda.

Por la noche, una luciérnaga entró a su oído y primero fue una voz: Matamos al oso y al venado, a la serpiente, matamos para proteger a nuestros hijos y darles su alimento, matamos para no caer de hambre. Y a esa voz se le fueron sumando otras voces: Matamos. Como un aleteo furioso, como un batir de alas que resurge en una marejada; cien voces, mil voces, cien mil luciérnagas llamando todas juntas: Matamos. Toda su luz y todo el eco de sus voces rezumbando en el oído: Al blasfemo y al sátrapa, al que deja de ser hombre. Matamos. Al Güero le hablan sus fantasmas.

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Cuando los Dragons y los Calcos se tiran bala tranquilitos, como ayer por la noche, es porque están de buenas: los negocios están pactados y también las áreas de distribución. Ni falta decir que trabajan para el mismo patronazo. Por eso no hay fierros largos. Pero hubo un rozón.

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-No me diga que ya perdió su ropa. Las madres se enteran de todo. Son el Ojo de Dios que todo 10 sabe en cada casa. O casi: menos mandar al carajo a su padre. -La dejé en la obra, ya está toda rota. La madre del Güero se detiene con la sartén en la mano, de espaldas a la estufa, quisiera decirle que no haga eso, que se la van a robar. El Güero piensa en el desarmador de cruz de José Isabel. La Leidi le cambia los pañales al Cabrito sobre el sillón de la sala, no habla. -Tenga, para que se desayune -le dice su madre al Güero mientras sirve huevo con aceite en un plato y 10 tapa con un par de tortillas de harina. El Güero trata de recordar la última vez que su madre le hizo el desayuno. No 10 logra. Incluso la sazón le parece extraña. Come. De vez en cuando se siente observado pero, cuando encara a su madre, ella desvía los ojos y sigue cocinando. Tal vez sea su forma de agradecerle el dinero que le dejó en el botiquín del baño.

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Lo es. La Leidi termina de cambiarle los pañales al Cabrito en silencio, hace tiempo que no le da por hablar en la casa, desde antes de quedar embarazada: a veces, sólo, le c~ntes- . ta al huerco sus barucas. El Güero mastica otro bocado y piensa en lo que le dijo' Deivid al mostrarle la subametralladora y darle el celular. Su madre cocina. Es su forma de decirle cuál es su nuevo lugar en la casa..

La policía no se mete en el barrio, hace años que no lo hace. A lo más, entra por el Antiguo Camino a Villa de Santiago y sube una cuadra por la Genaro Vázquez para doblar enseguida en la calle de la primaria y andar cuatro cuadritas muertos de miedo, dentro de la granadera, sudando como chanchos con los vidrios arriba y sin clima, con los dedos acalambrados en el gatillo de sus armas. Luego doblan en la 2 de Octubre y bajan de nuevo al Antiguo Camino a Villa de Santiago y el que va al volante pisa el acelerador a fondo], recio, no importa que tenga que frenar inmediatamente: lo importante es descargar la adrenalina, darle un beso al escapulario o a la estampita de San Judas Tadeo porque ahora no los agarraron a riscazos, no les llovieron piedras desde las azoteas ni les agujeraron la nave. Bufan. Resoplan en silencio y sólo bajarán los vidrios hasta que estén de nuevo sobre Alfonso Reyes. Eso es todo lo que la policía conoce de la Revolución \ Proletaria. ~ A veces, si hay dinero, mandan al Ejército.

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Todos los días su madre despierta y toma del botiquín dos pastillas blancas que traga con agua de la llave. Dice que los doctores afirman que padece migrañá.

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-¿Puedes brincar por las azoteas de aquí a la esquina de los Máfer? El Güero se aguanta el hambre, se la atraganta. Pero el Güero recompensa: les dio a los electricistas, a los que quisieron ponerle apodo ayer, los burritos de frijoles con huevo que hizo su madre. Hay que saber ganar. Y el Güero va con el sóquet y los cables probando a ver dónde se cortó la corriente del edificio. -¿Puedes hacerlo sin que te vean? -pregunta el Deivid en su memoria. y el Güero se siente un poco mareado, pero le echa la culpa a este sol que se escurre como agua hirviendo en la obra negra,y llena las sombras, empapa los muros y se evapora en espejismos. Hay que aguantarse. Hay que ganarse a la raza. Hay que saber ganar. -El coto es que llegues hasta la casa de allá cuando estemos con los Máfer, y si se ponen pendejos los fumigas -dice el Deivid pasándole la subametralladora-. A ver, 41

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vas a hacerlo ahorita sin el cargador. Y si te ven es muy tu pedo. Los electricistas son dos. Uno ruleteaba un taxi. Para los albañiles no hubo burritos. Ya habrá.

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El tatuaje de Lina lo hizo el Vúkaro, el mismo, el que fue grafitero y luego rotulista, el mismo, el que estuvo dos años en el tutelar por asesinato.

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La Leidi les dijo que sí, que ella y su carnal vendían las serpientes de madera. A las ocho volvemos por el varo, dijeron ellos y eran las cuatro y su madre terminaba el turno hasta las diez: ¡Sobres! Ahora ya no eran sólo exploradores de su ciudad, eran la ciudad propia y la llenarían de serpientes, porque era suya. Estaban de pie sobre el concreto hidráulico, bajo el semáforo y entre las cadenas de carros, con los brazos cuajados de reptiles, haciéndolos vibrar junto a los vidrios que guardan el aire acondicionado, sacando su lengua de madera frente a los parabrisas. Las serpientes. y los niños. Los niños fueron siempre los que les decían a sus padres: Quiero una. Y bajaba el cristal polarizado, salía el tufillo fresco del plástico nuevo para arrancar dos o tres gotas de los poros, salía también una moneda en una mano que no quería tocar ninguna otra mano, y del brazo del Güero o de la Leidi emanaba una serpiente que habría de cobrar vida entre los dedos de los niños, en el asiento trasero, atados a la seguridad de los cinturones, a las sillas especiales para infantes. y las serpientes sisearon, agitaron sus cascabeles de madera, sisearon por avenida Eugenio Garza Sada hasta el

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Santa Catarina, sisearon al oído de Alfonso Reyes, sisearon por Gómez Morín a ciento treinta kilómetros por hora, siscaron por avenida Universidad y entraron a Ciudad Universitaria, recorrieron Las Mitras y Chipinque, mordieron las piernas de Eloy Cavazos, la plaza de Guadalupe y el tcrregal de los parques de Escobedo. Las serpientes inundaran Constitución y la Fundidora, y se enroscaron junto a los pilares del metro elevado. La Leidi miraba y miraba la tienda de bisutería pero miraba más al vato de los zancos, lodo sonrisas, todo cariñoso que hasta le trajo una soda. y ahí estuvo el detalle. Eran las siete de la tarde. El Güero entregaba tres serpientes para los tres niños de una camioneta, de esas grandotas que en el vidrio trasero llevan pegada una calcomanía con el dibujo infantil de los integrantes: papá y mamá tomados de las manos, luego tres criaturas y hasta el perro con la lengua de fuera, el mismo perro chiquito y mamuco que llevaba la lengua de fuera dentro del auto. El Güero recibía la paga. La Leidi reía con el vato de los zancos. El resto de serpientes en su costal negro se quedó solo al pie del semáforo.

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El Güero alucina por el calor. Se saca los guantes de carnaza y se limpia las manos en el pantalón. Lo m~ncha de violeta de genciana. Pero las ampollas ya arden menos. Ha dormido poco desde que nació el Cabrito. El Güero alucina. El cuarto piso se llena de luciérnagas. Le dicen: Todo esto era nuestra tierra, todas las primarias de Monterrey están construidas sobre cementerios.

El Güero suma los números de su boleto. Ahora, la radio del Ruta 1 no cuenta vallenatos sino las novedades: cinco choferes de taxi, con base en San Nicolás, fueron descabezados por no pagar su cuota. El Güero piensa en su padre. En que alguna vez pensó en conducir el ecotaxi, por un momento. Y en que eso lo convertiría en un hombre. Pero su padre no hace base en San Nico. y está vivo. La suma del boleto da veintidós. Ya casi.

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XXVII

do un escenario en el patio y la directora encomendó al Güero para que se encargara del sonido. El Froy portaba un atuendo de charro. Pero cuando el Güero ajustó los volúmenes y salió a ver el jarabe, le pareció que Lina no veía al Froy sino a él, y que lo veía como si lo hubiera mirado siempre. -¿Ya te la bombeaste? -¿Q!1é? El Fede vuelve a inhalar y se queda con la bolsa. Así es él. Cuantimás cuando está de buenas. -A la Lina. -Cállate el hocico, baboso.

Inhala. Le pasa la bolsa a Fede y piensa en mañana mientras la ciudad se va llenando de luces allá abajo, abajo del parque y de la Revolución Proletaria, la Revu. Mañana, porque eso dijo Fede que dijo el Deivid, que mañana se arma el cotorreo con los Máfer porque ahora casi se tiran al Froy cuando bajó por unas caguamas para su papá y sus tíos que estaban de visita. Le tronaron todos los envases. O el Froy los dejó caer nomás de puro susto,' -Su jefe le puso una chinga, por puñetas -dice Fede y se ríe: seguro su padre ya tampoco está en casa. Se ríe el Fede y vuelve a inhalar y se queda con la bolsa. El Güero piensa en Lina, en que ahora no la vio yeso que ella le había dicho que su maestra de danza le consiguió una beca para los camiones. Piensa en que tal vez sí debería cortarse el pelo o agenciarse una camisa con el dinero que no dejó en el botiquín, pero ya hizo cuentas. Lina: la primera vez que la vio bailar ahí en la primaria, vestida ' de China Poblana y con sus trenzas tejidas con lazos de colores, enmarcando sus ojos de gato. Había"n construil

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XXVIII

hecho la raya, sorteando a la gente, brincando en las bancas, saltando de dos a dos y de tres a tres los escalones del teatro al aire libre. Eso: libre. y siguió corriendo, Quién sabe cuánto. ) -Ya ve, le dije que solito regresaba -dijo el tío AbsaIón cuando apareció de vuelta-o Tenga. Le dio un muñeco de luchador. Al Güero le pareció un luchador indio. Un indio rayo .

.A la Macroplaza fue por primera vez una mañana de~! domingo. Sobre el Antiguo Camino a Villa de Santiago es-I taban el tío Absalón y la tía Eduviges en la trocai La Leidi y su madre se fueron en cabina y el Güero, feliz, trepó a sus anchas en la caja que apestaba a gallina espolvoreada: plumas por todos lados. Y arrancaron. -Agárrese bien, huerco-le dijo el tío Absalón y le repitió cuatro veces que no asomara la cabeza porque los podían multar. Pero el Güero ni avestruz. No recuerda qué edad tenía pero sí que parado de puntitas divisaba a todo dar. Se sen,tía gran~~JY luego se sintió otra vez chiquito, bien chiqui; 'to, cuando llegaron a la Macro y al Güero le pareció qué esa explanada de concreto no se acabaría nunca. Eran inmensos el Neptuno y su fuente que echaba chorros come drenaje picado, descomunal el faro rojo del Comercio, los edificios color cemento y solita, solita solita, la parroquia amarilla en medio del prado. ¡ Al Güero le dio por correr, cómo no, por echar a correr duro. Su madre le gritó algo pero igual el Güero ya iba 50

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XXIX

-¿Entonces qué? -pregunta el Fede luego de exhalar-o ¿La calamos? A fin de que los Dragons hoy están tranqui. El Güero mira el Taurus brincar en las manos de Fede como frijol saltarín, juguete juguetón, deseoso de que ya le peguen su estrenada. Luego relojea hacia el territorio de los Dragons y los Calcos y sí: parece que hoy nomás su lechita y a la cama. -¿Q1é jais? Al Fede se le notan las ansias, su hambre de refrendo luego del sopapo del Deivid. Y abajo ronronean los fantasmas como luces. -¿Ya le pusiste balas buenas? Fede desvía la mirada pero responde rápido que Sincho, si montas un caballo. Y el Taurus relincha en su mano, gira sobre el dedo índice. Entonces el Güero hace como que voltea a otra parte, como que trata de distinguir el fuste bajo la bruma del Cerro de la Silla, para agarrar despistado al Fede y arrebatarle el revólver. -Ya vas, barrabás. 52

-Éitale, qué pedo. Yo primero. -Te chingas. El Güero se pone de pie. El revólver en la diestra: juguete para jugarse. -Por eso, pinche Güero. Si yo ni 10 he probado. -Ni pedo, compita. Fede intenta quitárselo. No 10 consigue. El Güero apunta al rostro de Fede. -¿y si te trueno nomás por andar hablando mal de Lina? El Fede se pone pálido, de instante. -Ah, verdad, puto -se ríe el Güero y desvía el cañón-. Ya te andabas cagando pa dentro... Pero no vuelvas a decir chingaderas, éokey? El Güero le pasa el arma a cambio de la bolsa de papel estraza para que uno termine de recuperar el semblante y el otro inhale para pensar bien su objetivo, sin vaguedades, con la vista fija y clavado el pensamiento. Nada de Lina ni de qué va a hacer con la raya: nomás mañana y el encuentro con los Máfer. Sólo que el Fede comienza a reírse y le contagia la risa, como cuando estaban niños. Y la risa sigue, gratuitamente, dándose cuerda sola y con 10 que haya la mano. Fede que apunta hacia la caja de luz de un poste y falla gacho, casi como si quisiera darle a la luna, puro cotorreo, luna de queso, hebra de risa desenmarañándose sola mientras pasa pistola y pasa bolsa de mano a mano -Ah, qué wey estás/ ¿Te acuerdas de Yajaira? /Hay que comprar un acordeón- y el Güero apunta al señalamiento de alto que hay al final del parque. Piensa en mañana, una parte de él sigue riendo pero la otra piensa en que nunca ha fumigado con

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una subametralladora. Piensa en qué lugares se acuclillan los Máfer casi siempre, piensa en dónde se va a acomodar en la azotea para rociarlos con ganas. Piensa en su padre. D~u~

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Campanea la lámina y dispara de nuevo.' Campanario. Dispara una vez más y la bandetola de alto es un címbalo que llama a la batalla. -iYa, cabrón, te las vas a acabar! Dispara de nuevo. Escucha las trompetas. -iCabrón! Va a disparar una vez más y reacciona, no son trompetas: son los silbidos de los Dragons y los Calcos que empiezan a tejer el aire. El Fede y el Güero se quedan inmóviles. Escuchan. , -iNo mames, pendejo, ya se despertaron estos putos! y se cagan de risa. . \ y salen corriendo con esa misma ris~ que se alime~-¡ ta sola hacia la Alfonso Reyes, la cruzan, cruzan sus seis\\ carriles, van hacia te~reno neutral: .al parque de Al~avista), donde su padre estaciona el ecotaxi para que la racilla no}! le haga maldades, al único lugar al que se puede llegar~i) uno quiere salir rápido del barrio. Llegan bofeados. Pero riendo. -¿Crees que nos hayan visto? -pregunta el Güero, se apoya contra el tronco de un árbol. -Nel. El Fede se desploma sobre una banca para recuperar el aliento, sobre el respaldo hay un grafiti borroneado porque hace un par de años ahí había unos noviecitos con los 54

que los Dragons se la pasaron bomba: a él, un láinbaquer del Tecnológico, le cortaron los testículos y se los metieron en la boca. Habían salido 'a dar el rol, a veces pasa. y los Dragons debían dejar constancia de que ahí an- . duvieron. Pero hoy no bajarían hasta acá y el parque está tranquilo, casi verde, las casas grandes con sus ~uces apagad~s. -Tú y tus pinches ganas de probar tus Juguetes -dice el Güero y se ríe. El Fede también. Luego dice: -Yeso que no compré balas buenas.

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La risa -le dice uno de los fantasmas-, la risa es lo único que nos salva.

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-A ver, pelados, équién tiene mi desarmador de cruz? El Güero está en el cuarto piso, pelando sobrantes de cable para vender el cobre, pero la V9Z de José Isabel rueda hasta arriba por las rampas de las escaleras. El Güero detiene su labor. Mira la cuchilla amacizada al mango con cinta aislante, mira las manchas del violeta de genciana que se desparramó por las palmas. Ya casi no le arden las ampollas. Mejor dicho: ya se acostumbró. A todo te acostumbras. Por la mañana su madre no se levantó para hacerle el desayuno. Fue un día normal, el Güero jugó a hacerle caras al Cabrito antes de que la Leidi le diera la teta en silencio y el noticiero relatara las últimas balaceras: dos en Apodaca, cerca del penal, y otra en Gonzalitos con bloqueo y todo. . Pero en el autobús se encontró a Lina. y ahora el Güero no evadió sus ojos de gato. y sonrió. Diomedes Díaz cantaba «Caracoles de colores». y se armó de valor para levantarse y cederle el asiento porque el de junto estaba ocupado. Gracias. 57


Caracoles de colores... -No te vi ayer. -Es que los ensayos no son diario. . Yel Güero se sintió como el güero más tonto de todos los güeros. Pero ella dijo: -¿Me extrañaste? ...porel marandan nadando, cantó Diomedes y·elauto? bús se llenó de caracoles cual arrecife, y se llenó el aire y la~ nubes, y Monterrey volvió a ser el fondo del Mar de Tetis.)

dad. Aunque sea de refilón. La verdad casi, de plano. Para responder cuando se le pregunta: -Mañana lo traigo. Me lo llevé a la casa para cambiar un enchufe y lo olvidé allá. -No te apures -responde el maestro electricista. Yel maestro 'sonríe como maestro: -Qyédatelo, es bueno que te vayas haciendo de tu herramienta.

-¿Entonces desapareció mi desarmador por arte de magia o qué chingados? El Güero sabe que la obra es sorda, que José Isabel les habla a los otros dos electricistas: al que ruleteaba el taxi y al que se graduó del Tequito. Así que espera. Recuerda cómo se libró de los Máfer y piensa que hoy tiene que respaldar al Deivid y a la raza, que tiene que correr por las azoteas y, si es necesario, fumigarlos: los Rats sí son sus amigos, ahí está el Fede y también Fray, ése sí es su barrio. Su territorio. Y aunque el Tony sea un pendejo, no puede dejar que otros cabrones le partan la madre a su banda. Uno de los electricistas dice algo que no alcanza a percibir. No importa: ya lo sabe. -iGüero! Deja la cuchilla sobre los cables y se asoma al cubo de las escaleras: -iVoy! Se descuelga de un piso a otro, cuatro pisos, hasta caer de un salto en la planta baja y mirar a José Isabel mientras piensa cómo puede sortear ésta sin perder el jale. La ver-

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XXXIII

XXXII

-iEn sus marcas... ! -gritó el niño que se veía mayor que el resto. -iListos! -y los huercos reían con las gallinas tomadas por el cogote, en hilera sobre la brecha, aventándose con los hombros o soltando patadas para destantear al competidor de al lado. El Güero a la vera, sin gallina entre las manos. -iFuera! Los huercos aprietan el pescuezo de las avesy comienzan a girarlas en el aire.

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sólo es sacar todo el mugrero que se atascó en las tripas 'de la casa, lo importante es encontrar el lugar del atasco y libe..!arlop~ra volver a meter el cablerío.

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XXXIV

Al Güero lo precede el sol. El Güero es de Monterrey y por eso lo precede el sol cuando brinca de una azotea a otra con la subametralladora terciada al pecho. El Deivid ya está en la esquina de los Máfer, llegó con Jotacé y el Bestia: el Rapero les dijo que eso podían arreglarlo solos. Mostraron las manos, alzaron las camisetas y giraron para recalcar que venían limpios. Pero igual don Eme se apresuró a bajar la cortina de hierro de su tiendita. El Güero salta la última azotea. Retiembla su pecho. Toma la subametralladora y se arrastra panza abajo hasta parapetarse tras un tinaco negro. Observa: no hay nadie sobre las otras casas. Siente alivio. Pero luego se da cuenta de que tampoco hay más respaldo, que él es el único: si los Máfer se ponen pendejos, sólo está él para detenerlos. Su pecho es una banda de guerra. - Los Máfer se ponen de pie y vuelven a acuclillarse, salvo el Koyi. Ellos sí están armados. Redoble. El Güero quita el seguro. Apunta. No tiene idea de cómo se dispara una cosa de ésas: ¿cuánta patada da?, éhacia dónde se jala? «Tira tantas balas por minuto, aguzado pinche Güero porque te puedes vaciar el cargador de volada y no tene62

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mos otro», recuerda que le dijo el Deivid pero no recuerda cuántas tantas eran esas tantas. Y sigue el redoble: son las bandas de ~erra de la Macroplaza, -¿y para qué Chingados vienen si no traen mi gorra? -Venimos a dialogar -dice el Deivid, muy seguro, muy con su lenguaje que le da los segundos necesarios para seguir enhebrando el discurso. El Güero escucha. Aprende. Escucha el redoble' de los tambores. -El Tony te ha insultado, es un huerco irrespetuoso y merece su castigo. Sudan las manos. -Tráeme a ese hijo de su pinche madre. Redoble. Todas las primarias de Monterrey fueron construidas sobre cementerios. -Te lo traigo cuando quieras, Koyi. Tocan sus bandas de guerra, esparcen sus luciérnagas: a quién le dispararás primero, Güero: ¿al Koyi?, éal Pichón?, éa Leónidas.que sigue acuclillado y en silencio, como jefe porque es el jefe?, ¿a los otros tres vatos? -Pues ya te estás tardando, puñetas. ¿Al vato que trae su playera de la Selección Nacional? ¿O a uno de los dos descamisados? El Güero cambia la mira: de Koyi a Leónidas. No puedes cerrar los ojos una vez que aprietas el gatillo -piensa (éo le dictan sus fantasmas?)-, tienes que ser preciso: eres el único. ¿O estará el resto de la raza tras la esquina? -El asunto, Leónidas, Koyi -dice Deivid con el mismo temple-, es que se nos avecina un problema mayor. Nos quieren barrer desde allá arriba.

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Una gota de sudor se atora en la ceja derecha del Güero, justo arriba del ojo con el que está apuntando. Redoble. -No busques motivos, yo lo maté porque ya no aguanta? ba SUs gritos -le dice uno de los fantasmas-s-c..., "j Los músculos tensos. Inhala. Koyi grita que ya le cagaron las pelotas y se lanza sobre Deivid. El Güero mira a Leónidas. Aguanta la respiración: el dedo sin jalado. Koyi se lanzó a puño limpio. Leónidas levanta una mano para que los demás se estén quietos y dejen que Jotacé y el Bestia detengan a Koyi. El Güero sigue a punto de jalar. -Ábrete, Koyi -ordena Leónidas-. ¿Q!1ién nos quiere barrer?

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Las serpientes surcan las tuberías de Monterrey. Nadan por los canales de desagüe. Son el siseo que se oye al abrir las llaves, a lo lejos, son las que luego estrangulan y taponean los grifos. '

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XXXVI

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El Güero oyó su nombre. Primero su nombre de pila y luego su nombre completo. ,Estaba jugando con su ludíador indio en la bodega del Oxxo donde su madre trabajaba despachando una caja. La Leidi ya iba en primero de primaria pero para él, para el Güero, no habla habido cupo . en ningún jardín de niños.' Oyó su nombre de nuevo, completo: en voz de su madre. - ¡Venga para acá! El Güero se puso de pie. Caminó h~cia la puerta. Cambió al luchador de mano y se paró de puntitas para girar la chapa. 'v\brió. Quedó encandilado por la luz dela calle, por ese sol que no puede seguir a los niños cuando juegan dentro de la bodega de una tienda. Pura luz.' El Güero se cubrió los ojos con la mano y su muñeco. -Ándele, acérquese, no sea ranchero. Caminó hacia el lugar de donde salía la voz. Cerraba los ojos. Apretaba los párpados y los volvía a abrir. Poco a poco iba distinguiendo las bases de los anaqueles: las botellas de agua en formación, la repisa de los chicles -brillan"-,.J

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tes, coloridos-, los sacos apilados de carbón de mezquite para el asador. -Salude, muestre su educación. Primero fue el aroma. Luego el Güero miró unas botas gastadas, unas botas que habrían sido cafés -recapacita el Güero- pero que en ese momento le parecieron rojas, coloradas -habrá sido por la luz, sigue pensando el Güero-~•. Luego se quitó la mano con la que asía el muñeco de enfrente de la cara y miró un par de pantalones que subían y subían hasta una hebilla metálica, refulgurante, una hebilla que echaba chispas bajo una camisa a cuadros rojos, inmensa, que cubría el horizonte. Una muralla de puro fuego con un escapulario al centro. ':::"::Ueme'ia mano. El Güero recibió un golpe en la cabeza. Oyó su nombre completo. -Dele la mano a su papá. El Güero intentó distinguir los rasgos de la cara: no pudo, no puede. Ése es el primer recuerdo que tiene de su padre. Ésani"elipnmera vez que escuchó su nombre completo.

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XXXVII

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Toda sociedad crea su propio sistema de defensa, de alerta. Algunas eligen pagar a un grupo de desconocidos. Otras prefieren ser ellas mismas, y confiar a sus hijos y a sus hermanos el bienestar del barrio. A la Revolución Proletaria la cuidan los hijos de la Revoll:iCIó;;'Prolet:aria. Así es ahora. Al inicio, los padres de la Revolución defendieron la Revolución, la Revu. Ellos la fundaron sobre el costado de un gigante, en esta ladera de la Sierra Ventana. Y ellos se plantaron frente a los hombres armados y los buldózer que querían demolerla. Después fueron los hijos. Se organizaron en brigadas según el territorio: Rats, Bóxer, Máfer, Dragons, Calcos. .Para corregir al que acometiera alguna falta, para procurar! la justicia ayudados por el consejo de madres, para res-) guardar las fronteras y asegurarse si el forastero era invasor! o visitante. Pero las amenazas continuaron, las externas, y fue preciso instaurar un sistema de alerta temprana. Para. eso están los más pequeños, los hijos tardíos de la Revo1

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lución y los hijos de los hijos. Ellos se encargan, mientras están jugando a la pelota sobre el Antiguo Camino a Villa de Santiago, de comenzar a silbar cuando advierten la llegada de sospechosos o de escuadrones enemigos. Y el silbido viaja y se repite por los niños que están jugando en las azoteas,de cuadra en cuadra, de calleen calle,para que todos se pongan a salvo y preparen la defensa. Así funciona. Así ha funcionado por años. y los distintos líderes, como el Deivid, siempre han sabido dar su palabra a los acuerdos correctos. Siempre. O hasta hace poco. Hace poco alguien abrió el grifo del dinero.

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XXXVIII

El Güero piensa, recuerda. Se detiene unas azoteas antes de llegar a.su casa. Quiere decir que no disparó porque vio al Koyi desarmado, porque lo vio clarito lanzarse a mano limpia y así no se mata. Quiere decirse que estuvo muy bien pensado, que fue por prudencia. «Tienes que matar para seguir vivo», le dijo el tío Abi salón. ' . -El incendio -le dice uno de sus fantasmas-, no te atreviste a desatar el incendio en tu propio barrio; ., El Güero mira el celular que le dio el Deivid y piensa, escucha: -Aún no.

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XXXIX

El Güero tomó barro rojo del lecho del río y lo llevó a su cuarto recién estrenado. El verano anterior habían colocado los ladrillos y al siguiente lo terminaron de enjarrar y de poner las instalaciones eléctricas. Él y su tío Absalón. Solos. Un hombreconstruye su propia casa. Lüe·g~~~~alaron y arrimaro~ el catre, un buró que ya no quería la tía Eduviges y un trozo de espejo, para acicalarse, para mirar la primera línea de barro en su rostro. \ Indio rayado. Y la segunda, la tercera sobre la nariz, la I sexta en el cuello, la décima fue la segunda en el dorso de ! la mano. Indio rayado tatuándose despacio, sintiendo a su "propio cuerpo decir dónde quiere su piel de barro, mirán.dose al espejo, con los pies en la tierra del suelo de tierra, del cuarto alumbrado por el sol en la única ventana, chiquita, cuarto oscuro. Sobre el buró, un caracol marino, de, piedra, y afuera el cacareo de las gallinas. Se"puscfunos chores. Se ató un paliacate a la cabeza. Su cuerpo era la cartografla del desierto: los ríos de ! aguas subterráneas, las azufrosas, los Matacanes helados y ! las ciénegas. 71


El Güero tomó el caracol y caminó cerro arriba, desde chico se acostumbró a andar descalzo y el caracol lo había encontrado días antes mientras jugaba a saltar lienzos sin atorarse en las púas. . ) -Todo esto fue un mar, el mar de Tetis -le dijo el tío Vi en un programa de la tele que todo esto . . estaba cubierto por las aguas. El Güero caminó cerro arriba entre las matas, lomo arriba del gigante con el cuerpo rayado y el caracoleu,. f la mano, para colocarlo atrás de la peña donde el Güero .disponía de sus objetos preciosos: un cascabel de serpiente, un cuchillo, vainas de mezquite y un cráneo de águila entre plumas y piedras de colores. Hizo una fogata. Pequeña. Cuando volvió al rancho, la tía Eduviges pensó en las\ historias del tío Absalón sobre los indios de la sierra, in- ¡ dios borrados que se tatuaban el cuerpo y decían que en! las noches de tormenta un rayo podía convertirse en un'¡ hombre! Entonces se imaginó que el Güero andaba jugando a que era el muñeco, el que siempre traía para todos lados cuando era más chico.

Absaló~-.

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XL

J. Si el Güero hubiera disparado, el primer cadáver sería Leónidas, el jefe. Luego habría caído el vato de la lima de la Selección Nacional, y uno de los descamisados. El Pichón habría alcanzado a correr. El otro descamisado le habría puesto un plomazo a Jotacé en la laringe antes de irse para atrás por la detonación de un Taurus tres cincuenta y siete. Sí: el Fede se había ido escurriendo hasta la esquina para probar su juguete. y ahora sí le atinó. El Bestia habría machacado la cabeza de Koyi contra el filo de la acera. Si el Güero hubiera disparado, por toda la Revolución Proletaria se andaría contando que los Rats despedazaron a los Máfer, que les dieron macizo, que ya había quién les hiciera frente a los Dragons y que el mero bueno había sido uno de los morros: el Güero. Pero Deivid seguiría siendo el jefe.

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XLI

Es el dibujo de una bailarina lo que muestra la calcomanía que está a un lado de la chapa. Lo sabe aunque nunca las haya visto así: las puntas de las manos se unen por encima de la cabeza y está vestida con tina tela pegada al cuerpo, como licra, pero con una falda de las que usan las quinceañeras -sólo que recortada- y está de pie sobre las puntas de sus pies. El Güero sonríe, quita la calcomanía y abre la puerta de la casa. La subametralladora la dejó en la azotea donde acordó con el Deivid. Comienzan a congregarse las primeras luciérnagas de Monterrey para volar hacia los cerros, ya es de noche pero dentro de la casa no se escucha ningún ruido: la televisión está desconectada por aquello de los altibajos de voltaje. El Güero entra. Cierra la puerta. -¿Dónde andabas, hijo? El Güero escucha la voz de su madre que vibra desde la recámara. Tiene la luz apagada y hoy no es su día libre, así que lo más seguro es la migraña. -Allá afuera, con el Fede. 74

-¿y no andan haciendo diabluras? -No, mamá -responde y pega la calcomanía en el celular que le dio Deivid, sobre la parte trasera. -Q!1é bueno. ¿Me traes un vasito con agua? El Güero se siente extraño. No sabe qué siente. Camina a la cocina y se ve a sí mismo otra vez como un niño, como hace años, llevándole a su madre un vasito con agua cada que ella tenía que ausentarse del trabajo a causa de los dolores de cabeza. Por eso no ha durado mucho en cada sitio. -Gracias. Su madre se endereza sobre la cama y da un trago en la penumbra, sin abrir l~s ojos. -¿Sabes dónde están tus hermanos?

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XLII

El Güero recibió el pago por las tres serpientes de madera. Vendió una más. Y cuando la luz cambió a verde y el Güero miró hacia la base del semáforo, se dio cuenta. Su hermana seguía platicando con el vato de los zancos, todo sonrisas. Y todo sonrisas dijo que sí, claro, que él había visto cómo uno de los malabaristas tomó una bolsa negra y luego se metió al estacionamiento dél Soriana: Para allá. Leidi puso cara de consternación. El vato la abrazó, todo sonrisas. y era cierto que un malabarista no estaba, pero también que el resto de los morros de la esquina los miraban de soslayo, como no queriendo. -Véngase para acá -le dijo a su hermana. -Si quieren yo los ayudo a encontrarlo -se ofreció el vato mientras la Leidi se separaba de él-o Yo 10 conozco, es bien rata el cabrón pero de seguro corrió a uno de los baldíos que están allá atrás.

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XLIII

, Si el Güero hubiera disparado, su madre habría confundido el temblor de la ráfaga con el de su propio infierno, con su migraña. Y tampoco habría percibido el olor a pólvora en los dedos y en el cabello de su hijo. En cualquier caso, los Rats comenzarían a preparar el ataque.

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XLN

Las serpientes surcan el drenaje de Monterrey. Nadan. Culebrean. Muerden el agua y vierten su veneno para que todos beban.

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XLV

El día en que el Güero soñó con conducir el ecotaxi, para recorrer la ciudad toda, sus .entresijos y recovecos, los atajos de cada barrio que aparece como un universo diminuto, inacabable, llevando y trayendo pasaje, ese día su padre estacionó el carro en el parque de Altavista y junto con su mamá y su hermana caminaron de vuelta a casa. y todo fue 10 mismo. Lo de siempre. Su padre. Su mamá les dijo que mejor se encerraran en el cuarto. y la Leidi se quedó sentada cantando en susurros, con la espalda contra la base de la cama, con la cabeza golpeando el colchón al ritmo que seguían sus labios. A veces, con los ojos cerrados, la Leidi levantaba una mano y estiraba alguno de sus cabellos hasta arrancarlo, uno a uno, luego en pequeños mechones. Entonces el Güero se prometió a sí mismo no volver a soñar ese tipo de estupideces.

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XLVI

Todos nos llenamos de odio -le dice un fantasma ferrocarrilero-, de ese odio que se parece a la tristeza cuando se seca. Ustedes son nuestros nietos.

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XLVII

lEl mejor momento para robar una casa es durante el . día. Sobre todo las de Más Palomas o las de Altavista que se quedan sin gente.Pero ahora el Güero trabaja en la obra y no puede darse esos lujos. Hay que arriesgar otro poco. Así es esto. y esperan, el Güero, Fede y Froy sentados sobre el pretil de la barda que divide a un barrio y a otro sobre el Antiguo Camino a Villa de Santiago. Con las patitas colgando de badajos. -Yo digo que ya. -Espérate-afirma Fede y corrige el Güero. Froy está comiéndose las uñas. Desde que le tronaron los envases de caguama anda nervioso -eso dice: que sí se los tronaron a balazos, que ya no esté chingando Fede con que se le cayeron de puritito susto-o 1El Güero lo mira de soslayo. Están sentados a los pies del gigante bajo la noche que empieza, sobre la barda que divide a la Revolución Proletaria del barrio que quiso ser como el de allá enfrente, cruzando Garza Sada y el Soriana, 81


elbarrio verde de árboles regados y zacate parejito,efl:>a:l rrio de Contry. y quiso ser como ése -dicen- el barrio \ de Más Palomas. Pero llegaron los padres de la Revu y \ se instalaron. Y los de abajo pusieron esta barda para no JI tener que verse. Y después la crecieron otro poco. Y luego otro tanto: para taparla, para que la Revolución no . ~:; extendiera. Pero no se puede contener a quien crece sobre los hombros de un gigante. El Güero mira a Froy estirándose un pellejo del meñique. No es bueno meterse a una casa con alguien así, lo sabe. Pero Deivid dijo que necesitaban varo, que necesitaban armas y balas y dividió en comisiones para que todos aportaran como es debido. Más Palomas está en calma, sin barullo. Se apagan las luces de una casa a inmediación de cuadra. Sale una pareja. Sube al auto. Se va. -Yo digo que ahí mero. Lo ideal sería esperar otro poco, por si acaso fueron nomás a la tienda. Lo ideal sería hacerlo durante el día. Lo ideal s~ría dejar a Froy haciendo esquina o dejarlo fuera: anda nervioso. Lo ideal: no darse bala con los Dragons ni con los Calcos. Eso sería lo ideal. El Güero mira a Fede. -Ahí mero. y saltan. Se dejan caer barda abajo.

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XLVIII

Hace poco las tracas comenzaron a rodar hacia los cerros, cargadas de promesas. Iban repletitas de odio, de ése que se parece, que se asemeja a la esperanza, porque actúa: y todo acto abre el horizonte. Sonaron los sistemas de alerta temprana. Se tejió una telaraña de silbidos sobre el polvo. Gigante arriba tatuado de sus trinos: bienaventurado el mensajero que lleva la nueva, luminosos sus pasos sobre las azoteas; bienaventurado el que corre para llevar la alerta y bendecidos sus labios que imitan el canto de las aves. Los ojos observaron: barrio de mil ojos. Ojos de casas y de antena. Ojos de araña y de cortina de lámina. Yobservaron que aquellas trocas que iban cerro arriba hasta la punta, con los cristales ahumados y la matrícula ausente, eran otra cosa: eran nunca vistas. y el barrio guardó silencio para escuchar el siseo de sus motores. Hace poco tiempo, cuando el Güero ya conocía el horror de su padre.

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XLIX

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Yo di la orden para envenenar los pozos -dice uno efe sus fantasmas-, para que los indios cayeran chorreando espuma por la boca. Yo maté a tus ancestros. Yo también soy tus ancestros. Güero, me llevas en el rostro.

Y caen. Froy saca las ganzúas para botar el candado de la puerta del patio: su padre es cerrajero, también sus tíos que se quedaron sin caguamas. Abre. Entran a la noche bajo la noche. Lo mejor que te puedes encontrar en una casa es dinero en efectivo, luego hay que arrear con las alhajas y los electrónicos; 10 demás son baratijas. Y aquí parece que viven estudiantes. Se dividen. El Güero y Fede hacia los cuartos. Froy hacia la cocina y el cuarto de servicio. Hurgan. Hay que hacerlo rápido porque estos negocios siempre son de prisa. Porque hoy nadie hace esquina. Porque el Güero siente que no puede dejar solo a Froy por mucho tiempo. Abren los cajones. Revuelven la ropa y los enseres.

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Fede y el Güero van guardando 10 hallado en dos fun- i das de almohada. Tumban los colchones, los cojines. En el 't librero está El reino en celo y brama con dos billetes; Monte- ~ rrey News junto a Lospuentes de Koningsberg. Tierra de nadie J que es nuestra tierra envenenada y la biografia de Vidaurri. } El Güero mira. Son las fronteras de su barrio: El camino dd Santiago y Alfonso Reyes cubriendo una repisa. Huele a gasolina. Si hay billetes en un libro ya no habrá en otro] casi siempre. Mira: El enrabiado: el pinche.Froy,caraj().,j Le silba a Fede y corre al cuarto de servicio. ' Por la mañana y la tarde sólo anduvo tras José Isabel cargándole la herramienta, como asistente de cirujano. Huele a gasolina. Froy avienta el bidón y busca en sus bolsillos.

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El Güero nunca ha usado su nombre completo. Porque ése no es su nombre. Aunque 10 anuncie su madre y 10 pronuncie su padre. Ése no es su nombre.

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Juntó el dinero de los dos y llevó a la Leidi a la tienda de bisutería. Compraron la diadema de brillantes. Luego el jabón. -Usted váyase a la casa y no diga nada. El Güero tuvo que consolarla todo el rato que duró el rodeo para no toparse con el vato de los zancos. -Vente tú también, ni modo que sepan dónde vivimos. Las serpientes ya habían cobrado vida y se esparcíqQ¡ por Monterrey. •

-¿Te gustó la calcomanía? Respingas. Sientes un carnaval de insectos haciendo su desfile por tu cuerpo, por las arterias los carros alegóricos y el bailódromo justo en el pecho. Te sudan las manos. y te pones colorado. Los viste en la televisión y son eso: los carnavales son como los matachines pero en grandote y medio en pelotas. y hacen tremenda alharaca al unísono, a la voz de Lina: -¿o ni siquiera la viste porque estás pero bien wey? y te ríes. Se ríen juntos, rodeados por todas las luciérnagas del mar de Tetis. Y ella se sienta a tu lado, cerquitas, ahí, en la banca del parque donde estaba la antena y juega a que te va a dar un zape. La esquivas. -Ni siquiera la viste, éverdad? y tú juegas a que vas a regresárselo y aprovechas que alza los brazos para hacerle cosquillas. Todas las luciérnagas alumbran. Vuelan a tu alrededor. Y te hablan. No importa que no te haya sumado veintiuno el boleto del camión ni de ida ni de vuelta. No importa que tu ropa huela a gasolina, este carnaval es tuyo. Y Lina ríe y se arre-

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molina. Quieres decirle que pegaste la calcomanía al celular. O hacerla renegar nomás tantito: Está bien cursi, mija, no mames. Y luego mostrarle el teléfono. Pero la risa es un torbellino luminoso. y ríen. Juegan. Sus ojos de gato son enormes, son dos norias que quieren abarcar los cielos. y las cosquillas comienzan a ser más suaves. y te mira. y las manos dejan hacer a las manos. y los ojos dejan hacer a los ojos. Todo luz. Los gigantes respiran. La noche es luminosa. -iGüerooooooo! Te llaman desde la esquina del parque. Es el Jotacé.

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Toda brigada que se respete consta de cuatro grupos principales. Está el contingente de los morros, los yúnior, los que están muy chicos como para pertenecer a la grande pero ya tienen ansias de aprender. Ellos son el sistema de alerta temprana. También son los encargados de los mensajes escritos, sobre las bardas, para que no se corte la comunicación con las brigadas de otros barrios (y sobre los cuadernos de la escuela ensayan sus mejores trazos y, algunos, sueñan con que toda pared de la metrópoli lleve su marca). Los mayores de este grupo reciben sus primeras asignaturas. El segundo contingente lo constituyen las morras. A veces hay división entre chicas y grandes pero por lo general son un solo grupo compacto, como las Boxercitas. Ellas son las encargadas del transporte y el resguardo, pues dificilmente son cateadas por la policía cuando hay que salir del barrio. En algunos casos, el ala femenil es también la más fiera. El tercer grupo son los sobrevivientes, los amachinados, los que dejaron la loquera para acantonarse. Son los 91


que otorgan el consejo cuando es necesario y sólo son convocados en caso de urgencia: porque la casa se respeta. y porque ellos ya irían a dar a La Grande y no al tutelar. El cuarto grupo es la brigada propiamente dicha. El Güero no sabe si ya ascendió a la brigada o si su lugar sigue siendo con los morros.

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-¿Cómo lo detuviste? -pregunta Deivid sobre la azotea de casa del Sabino, frente a una lumbre. Todos están en derredor de la fogata nomás para que haya luz y la luz invite a las luciérnagas a que se alimenten de su humo. Ahí está la plana mayor: el Deivid, el Sabino que es alto y gordo pero no tanto como el Bestia, Milo que pistea despacio y con cuidado de no salpicar el acordeón que se acurruca en su panza -y lo acaricia, con la mano libre, como a un gato, con la confianza del poder que tiene para transformar al mundo-, Jotacé sin balazo en la laringe y el Piro que está más loco que una cabra, vato pirado, vato loco siempre presto a tirar riatazos, porque sí, por el meritito gusto, por eso no lo llevaron ancá los Máfer, tampoco al Milo porque el Milo no más despierta ternura si no trae el acordeón, y el Sabino es gordo y es alto y es bueno para arrimarse, pero no se puede andar por los cerros con un sabino a cuestas. (Si el Güero hubiera disparado, estarían todos soltando lagrimones ancá doña Gloria, velando a Jotacé, despa-

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rramando ellloradero cual tormenta, cual huracán que se lleva circos del lecho del río, que ahoga elefantes, con el Milo haciéndolos llorar más duro con su acordeón que llora, juntando las lágrimas vivas con las lágrimas muertas, de tinta: cuatro en la cara del Deivid, seis sobre el Bestia más la del Koyi que ahí viene, tres en el Sabino y un chubasco negro tatuado sobre el Piro. Si el Güero hubiera disparado, doña Gloria habría tardado diecinueve horas en recuperar el cuerpo de su hijo). -Lo detuvimos entre los dos/ -Simón, el morro se puso bien pinche creisi, bien acá, como perro rabioso, machín, y que se suelta ron-ron y iórale, pinche Froy, qué chingados te pasa!, y téngale, puto, qué pedo; simón, bien acá y que 10 descuento... bueno, primero le acomodó uno el Güero: isopas! -Primero le boté el encendedor de un madrazo con la funda de la almohada donde traía los triques, téngale, y que se enchila, pero ya venía el Fede/ -Simón, y que 10 veo con los ojos bien acá, como cuando te metes tres Roche y cuanta pendejada que le robas a tu jefa con pisto, y simón, que me lanzo. - y luego que escuchamos el ruido en el porche, lverga!, pinche Froy, vámonos a la verga. -Simón, pero pérate, antes el vato me quiso dar un descontón, reátale, machín, pero que me abro acá, suíngale. Y que el Güero se 10 cimbra. Exageran. Un poco, no gran cosa. El Fede y el Güero exageran porque creen que tienen que hacerlo, porque las historias de los grandes siempre suenan mejor que las propias. Y ahora están ahí, el Güero y el Fede, por primera vez pisteando con la plana mayor. Incluso está el Rapero, que es uno de los

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sobrevivientes, casi un ruco de treinta años, y los mira y sonríen y ellos se envalentonan y le echan más salsa a sus tacos. Milo deja de un lado la cervezay se tercia el acordeón. (Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y al resto, toda la raza se habría acercado para apretar su mano durante el velorio, para estrecharla al pecho entre el lloradero y abrazarlos: al Güero por mantener con vida a los que están con vida, y a Fede por haber vengado la muerte del camarada que ya andaría wachándolos desde los cielos: Jotacé de mi guarda y de mi dulce compañía, no dejes que esos putos nos balaceen ni de noche ni de día). Milo mira el fuelle de su acordeón. y toca. Tres notas. -A ver, ésta va para los morros que ya no están tan morros -dice. La raza se ríe. Y el Güero y Fede se ríen por inercia, aunque no les haya gustado eso de que «ésta va para los morros». Suena la música. Luego hablarán de cómo conseguir más merca y de cómo ir a venderla en la pulga para agenciarse las armas, los fierros largos, fierros como los que se empezaron a escuchar en la cima del cerro, donde los Dragons y los Calcos. y mientras suena la música el Güero piensa en Lina y en que ya casi se le hace allá en el parque, por un poquito, por dos minutos más que se hubiera tardado el Jotacé. Milo toca. Y la música cambia al mundo, llama a la lluvia.

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Lina sueña. Sus pies sienten la respiración del desierto y ella está en medio del desierto, bajo el baño de la luna fresca. En las lomas a lo lejos centellean los relámpagos. Va a llover..Va a llover sobre el desierto y va a brotar la vida, eso le dice la respiración de la tierra. Retiembla: Un indio rayo aparece sobre la loma grande.

Si el Güero hubiera disparado, entonces Froy no habría sentido, así, tanta necesidad de purificarse, de prenderle fuego a la-casar echarle lumbre a todo este mugrero.

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Resultó ser más de la que esperaban. -Míralo, si no es tan pendejo -dijo uno de los rucos-. Aunque te hubiera salido más barato si hubieras traído a tu hermanita.

-Así que aquí estás, pinche huerco rata -dijo uno de los rucos que les había dado la bolsa de serpientes. -Sí. El Güero había esperado escondido tras un carro del estacionamiento. No mucho: a 10 más quince minutos. -Su hermana fue la que se llevó la bolsa -dijo el vato de los zancos, serio, crecido. -Pero aquí tengo su dinero -dijo el Güero y fue todo 10 que alcanzó a decir porque nomás sintió que se le doblaba el cuerpo, que se le iba el aire. y al primer golpe por parte de los rucos 10 correteó el segundo. Los carros pasaban como si nada por Garza Sada y por Alfonso Reyes. Sisearon. Los guardias del Soriana seguramente tenían otras cosas más importantes que hacer. Sisearon las serpientes. Ya de nada servía que el Güero hubiera dividido el dinero en dos: a ver si era chicle y pegaba darles sólo una micha. Otro golpe y la cara del Güero fue a dar contra la acera. Sangró. Una patada de pilón justo antes de jalarlo hacia el lote baldío. -Sácale la feria..

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R El ~¡ ~~ se fue para el otro lado pero ya no está en la d evu. . a I o. Froy lo sabe, sabe que sólo anda rumiand~r~~h:l~mo: qdue lo traicionaron, porque él estaba en su .e.que arse con la gorra. Lo traicronaron, piensa. Se convence.

El Güero entra a su casa, acaba de descubrir que no es bueno para el pisto, que aún no tiene adiestrada la garganta. Pero no hay nadie. Así que trastabilla hasta la regadera y abre el chorro. Sale caliente, siempre sale caliente el agua fría cuando es verano: el sol azota los tubos, les da de martillazos y las serpientes agitan sus cascabeles hasta que ebulle, hierve. Si se aguza el oído, se puede escuchar cómo revienta a borbotones. ."Oéja correr un poco y luego entra. Se moja. Se lava. Se desnuda bajo el agua y se estira por la bolsita de detergente que su madre siempre deja en el pretil de la ventana, al lado del jabón de aguacate que aún está en su caja. Talla la ropa para quitarle el olor a gasolina, en la refriega con Froy fueron a dar contra el piso poco antes de que volvieran los residentes. Talla. Las trincheras de sus manos se han ido recubriendo de piel maciza, bajo el violeta de genciana que parece no quitarse nunca. El agua sale negra. Echa más jabón a los pantalones de mezclilla porque nunca ha sabido cuál es la cantidad exacta y siempre le quedan tiesos. Va aprendiendo solo. 101

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Exprime. Vuelve a enjuagar y exprime. Cierra la llave y exprime de vuelta. Ya no está mareado. Ya no se escuchan las metrallas cerro arriba. ¿Se habrán tirado a dar? Sale desnudo y sube con la ropa por la escalerade madera. Lo reciben los vientos: la celda de Hadley que embiste contra los alisios, que hace recular a la celda de Ferrel con sus ráfagas del norte. Tiende la ropa en los cables de plástico mientras observa dónde están los soportes y los castillos para levantar la otra recámara. Siente el viento. Piensa en cómo hacerle para ver mañana a Lina y piensa en su tatuaje. Extiende el pantalón, lo ~stira un poco para quitar las arrugas. Luego se queda de pre sobre la azotea para mirar ciudad abajo. Sube el rumor de luciérnagas. Escucha.

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Y dicen: Somos Monterrey. La ciudad que arde, la Sultana. Somos los madrugadores, los que se levantan temprano . para el jale. Somos la cultura del trabajo y del esfuerzo, los ¡ que nos fuimos a robar el fuego de los gigantes flacos. So. mos los que encienden la maquinaria, el país, las fábricas que no descansan, los hornos que no se apagan. Somos los recios, los regios, los que hablan de frente, los que a golpes nos abrimos paso en el desierto. Sobre el desierto. Bajo el sol que seca la machaca. Somos el coraje. Somos los hombres porque ésta es tierra de hombres. S~mos las mujeres porque ésta es tierra de hembras, de fieras. pomos los Martínez, los Garza, los Treviño. Somos los obreros, las chimeneas, la Ciudad de las Montañas. Somos los que ahorran y construyen su futuro. Somos el concreto de todos los puentes, el acero de los edificios, el fierro esponja, el vidrio de todos los cristales, las tuberías del mundo. Somos el país dentro del país, somos los regiomontanos, los neoleoneses. Somos los que soportan huracanes y sequías. Somos el orgullo, la patria clara, los ingenieros, los que empezamos 103


desde abajo y no olvidamos nuestra tierra: nuestras botas cubiertas de tierra, nuestros rostros asoleados, nuestras manos curtidas. Somos los que no retroceden, los que no ceden a chantajes, los que dijimos «primero muertos antes de pagar un rescate», porque un imperio no se yergue a medias tintas. Somos Monterrey. Somos el engranaje y el torno. Somos la fresadora, la broca, el caldero de acero, el metal fundido, las tenazas, el ácido sulfúrico, la integral elíptica de los libros de cálculo. Somos el Tecnológico. Somos el Faro del Comercio y el Banco Mercantil. Somos los que no aceptan favores porque los favores son para jodidos. Porque aquí hay que sudar. Porque todos somos primos y los primos jalan parejo. Somos Monterrey. Somos la ciudad) que se construye a sí misma. La que derrumba edificios! para construir otros más grandes, nomás de puro gusto:' porque podemos. Porque podemos ponemos canales de agua en el desierto. Y entubamos el río. Porque podemos. Porque podemos ponemos campos de golf sobre su lecho seco. Porque podemos: un metro elevado, otro subterráneo. Somos los francos, los austeros, los dueños de la industria que asan la carne a sus empleados.'Porque podemos. Porque somos chingones, rayados, tigres y sultanes. Porque podemos. Somos Monterrey porque podemos. y ésta es tierra de gigantes.

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-¿Las balastras se fijan en el techo? -pregunta el Güero. La Leidi y el Cabrito tampoco llegaron anoche. -Sí, en el techo blanco -responde uno de los albañiles y todos sueltan la carcajada. Pero el ,Güero sigue pensando en lo mismo: en si llama o no a su madre. El problema es que ella aún no sabe que ya tiene celular. Entonces vendrían las preguntas. Mejor dicho, las afirmaciones. Así que sí, el Güero anda como en segunda y ya para cuando capta el albur es demasiado tarde. Ni modo, nomás reírse. Y seguir poniendo las lámparas con la esperanza de que hayan aparecido, de que hoy José Isabel sí le pase la raya como a todos, en sábado: ya verá cómo la divide entre la casa, los burritos de los albañiles y apoquinar para las armas.

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El Güero está casi alegre: le salió veintiuno en el boleto del camión, le pagaron, y hasta casi se le olvida lo de su h~rm~na. Mejor.aún porque en el estéreo suena eso de Los D~ablItos que dice te comería a besitos, corazón. Y el Güero mua y remira su boleto y piensa una y otra forma en cómo llegará al rato con Lina y así, como no queriendo la cosa hará como q~e se le cae el boleto para que ella lo levante; se le quede viendo a los dígitos, y sume, y entonces ella sea la que se lo dé a él y ahí sí ni para dónde hacerse: ni cómo negarle el beso a la muchacha. ¿o llegar de plano-y dárselo derecho ~ parar la trompita? O qué tal si mejor se baja ahí en el Sonana y pasa a la tienda de bisutería para comprarle u~ pres~nte. Porque qué tal que Lina piensa que llegar aSI nomas con el boleto sí es una niñada. Ella es grande. y he esperado tan~o ti~mpo/ a que llegué este momento/ siguen cantando Los Diablitos y se hace un silencio en el autob~.s: est0.J! temblando de miedo/y no séquéva apasar! pero el Guero m en cuenta porque sigue pensando en cómo será eso de dar su primer beso. y dárselo a Lina.

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Antes de que el Güero fuera con su padre para allá, quién sabe a dónde, luego de las fábricas de Apodaca, al páramo con una casa de tabique al fondo de la que sacaron las hieleras y un tambo de metal para echarle carbón y asar la carne. Antes, su padre sólo era el pinche ojete culero que se apersonaba de vez en nunca para escupirle gargajos a la leche. A todo. Ya fuera porque se quedara en casa o tuviera la puntada de llevarlos a él y a la Leidi de paseo. Pero ahí en el páramo el Güero notó que algo había cambiado: los ojos, la mirada de los hombres, de ése y de los otros que a cada rato le pedían a la Leidi que les acercara una cheve o un corte de arrachera, una tortilla de harina. La Leidi solícita y solicitada: qué bueno que te acomidas, mija. Y el Güero por allá en la tierra jugando a escarbar túneles con una varilla. Después de eso, su padre ya nomás lo dejaba a él por algún lado y se iba a dar la vuelta a solas con la Leidi.

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Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y al resto, entonces no se habría detenido ni a contar los números del boleto. Y habría visto, como todos, cuando se hizo el silencio en el autobús, al hombre que colgaba ahorcado del puente, sin manos, con una cartulina al pecho: «Para que aprendan a respetar».

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Compró un osito de peluche. Está chirris y es naranja pero fue para lo que le alcanzó sin mermar de a tiro la raya que llevaba. El Güero habría querido comprar un oso, un osote, uno de esos que apenas pudiera abarcar Lina con los brazos. O uno memorable como el «Osito dormilón» del Binomio de Oro. Pero alcanzó para ése y de todas formas el Güero va feliz caminando cerro arriba hacia la casa, luego de doblar por el Antiguo Camino a Villa de Santiago. y lo acerca a su cara y huele a peluchito nuevo. y es suave. Lo toca sólo con las puntas de los dedos para no mancharlo de violeta de genciana. Será memorable -piensa el Güero- porque se lo dará a Lina. -iAsí te quería ver, huerco del demonio! El Güero separa de su cara el oso y percibe el aroma. Mira las botas. -Un pajarito me dijo que hoy recibías tu paga, ¿qué no?

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La madre del Güero lleva ya un año en la jornada nocturna del call-center, atendiendo raza chilletas y enmuinada. Es lo que toca. Aunque los doctores digan que ese horario le va a agravar la migraña.

Corres. Carajo, estás corriendo. Vas corriendo cerro abajo y el cabrón de tu padre te persigue. Tú traes tus tenis y tu padre trae botas: ojalá se resbale. Si te alcanza te pondrá una verguiza. Cruzas la calle y brincas sobre el cofre de un auto, aplastas al peluche con la mano: prioridades son prioridades. Tu padre tendrá que rodear el carro para alcanzarte, así que subes al capote pisando el parabrisas. Desde ahí puedes brincar a un poste de luz y huir de nuevo. tPero te das cuenta: esto es puro instinto, ~ ~)Ura conducta aprendida como perro que huye de una ~iedra imaginaria.

. . \. . Entonces te detienes. Tu padre camina alrededor del auto. Lo miras. Va sonriendo pero en los ojos está la furia; en el costado izquierdo del cinturón piteado, la navaja. Debes enfrentarlo. -iBájate de ahí, hijo de tu pinche madre! y estás a punto de hacerlo, de saltarle encima desde el capote y tundir a la bestia, reventarle el hocico. Y comien-

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zas a abrir los dedos para dejar caer el osito naranja cuando distingues: a tu padre también lo traiciona el instinto, y expande la sonrisa cuando pasa la mano por el costado izquierdo del cinturón, por encima de la funda de la navaja. Carajo. -Ven para acá, Güerito. Aprietas los puños. Puedes derribar a una bestia a mano limpia. Pero no a una bestia armada. Entonces brincas al poste de luz y te agarras como puedes de las estacas. Subes hasta la punta, a donde el cablerío hace marañas por las conexiones al vuelo de electricistas y residentes. Miras al techo de la casa de alIado, y saltas, sin voltear a ver a tu padre. El osito se queda atorado entre los cables pelones. Caes sobre la azotea. Te raspas el codo y te levantas para correr de nuevo. y corres. Corres brincando de un techo a otro, de urt:t-'j, casa a otra. Corres, entre las crestas de vidrio que coronan 1 las bardas, entre tendederos y tinacos. Corres entre cube- I tas de pintura abandonadas y castillos de varillas que se I quedaron mirando al cielo por si alguna vez se construía ¡ el segundo piso. Corres para que tus poros suden todo tu ¡ "~. llanto. D casi. Porque llegas a la casa que limita con avenida Alfons~ Reyes y de ahí enseguida sólo quedan los seis carriles y la

verás, sobre el impermeabilizante cuarteado, una varilla de metro y medio. Con la punta cortada. Filosa.

colonia de Altavista, el parque donde tu padre estaciona e..1..... ecotaxi. No hay terreno neutral: la única salida franca que . tiene tu barrio te lleva hacia tu padre. ' Te detienes al borde. Te acuclillas con las palmas sobre los ojos y escucharás zumbar los autos por horas. Luego

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Le ardió la palma y tomó la segunda lanza y la arrojó para que también mellara el aire negro. y le abriera una grieta, un lecho, un río. Una herida que sangrara estrellas. y tomó la siguiente. Y la otra. Y le ardía la palma de la mano cada vez más, le dolían los músculos del brazo y del hombro. Pero las lanzas surcaban el aire, invisibles, y había que seguir hasta chorrear el amanecer de ~rreboles. , Por la mañana, el hambre le corroboro 10 que le habla dicho su tío: y bajó con el cuchillo hasta los gallineros.

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II1 111 1

El Güero tomó barro rojo del río y siguió los caminos"] trazados por sus ancestros, para pasar en soledad la prime- / ra noche de su vida: ahí donde hubo venado y hubo oso, . ahí con la cara rayada: indio tatuado. Descalzo y con los chores anduvo cerro arriba hasta la peña donde se encontraban el cráneo del águila y las plumas, donde atesoró el caracol marino y guardaba el cuchillo. y 10 primero que imaginó fue que llegaría allá y se haría un arco con el cuero que se encontró entre los trebejos del tío Absalón. Pero al ir buscando varas, todas eran más chicas o más grandes, e iba cayendo la noche de verano, sin luna, y miró el cuchillo. Entonces se arrimó un hato de varas grandes y trabajó las puntas bajo el cielo estrellado, hasta que quedaran bien afiladas. Y subió a la peña. Todo oscuro. Amacizó una vara. Tomó vuelo. y la lanzó fortísimo hacia la noche, hacia la nada. No vio dónde cayó. 114

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de su banda, de los Rats, estaba otra pinta con caligrafia

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bien rascuache. Arriba, retadora: Tony.

Si el Güero hubiera visto al hombre ahorcado en el puente, no se habría detenido en la tienda de bisutería y habría encontrado a su padre justo en la esquina de Garza Sada y Alfonso Reyes. Mejor dicho, al cruzar la avenida habría sentido que un carro se le iba encima: un ecotaxi con pasaje. Entonces habría brincado para evitar el golpe y la sorpresa le habría impedido captar de una quién era el conductor, quién enfrenaba la nave y salía con una cadena de tiempo. -Así te quería ver, hijo de tu pinche madre. Habría corrido también, pero ya sólo sin saber quién iba de pasaje, en sentido contrario al barrio y al flujo de, vehículos. .Habría andado toda la noche para menguar [~ rabia rumbo a Carretera Nacional, al campo, hasta qué cerca del amanecer enfilara el camino de regreso, cuando la ciudad gruñe como un animal que se despereza. Entonces habría pasado por el Holiday Inn de Garza Sada, a un lado del Martin's donde la raza fresilla ya se estaría". tomando su cafecito, y luego, de frente, habría wachado que sobre el muro del estacionamiento, encima de la pinta

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-,Fue u~ río de muer:os, ahí ~n la azo~ea do<nde"§ quedo dormido con la varilla cerquiras, por SI acas<)-, le hablaron sus fantasmas y las voces fueron un lamento de aguas embravecidas. Un río de muertos.

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Se dividieron en grupos y fueron a San Luisito. Pero en la pulga no se hizo la machaca. -Disculpen, morros. Si no trae el sello no se puede. y para todos la misma historia: nanais. Nada de poder vender lo pesquisado en casas ajenas, ni las pantallas ni los reproductores, tampoco los estéreos que habían sacado el Piro y el Milo de los carros de Contry. Nada. Nada sin el sello del Patrón de este lado de la ciudad. Volvieron a la Revu también en grupos. El Güero con el Fede y con el Froy, quien llegando dijo que se iba porque tenía que ayudarle a su papá con la cerrajería. Arriba a medias, en la esquina, el Deivid le daba un trago a su caguama y se le quedaba viendo al envase. A su lado estaba el Rapero también en pisteo silencioso. Hasta que el Fede: -Pinches rucos se pusieron bien acá, bien lacras, pegándole al kalimánl -Ya sé -dijo Deivid pero ni él ni el Rapero alzaron la vista. , I

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LXXIII -Nos salieron con la mamada de un sellito y no sé qué pedo -continuó el Fede hasta que sintió la mirada del Güero y guardó silencio. Deivid dio otro trago, con los ojos igual. -Lléguenle. Pero tardaron en moverse. Uno porque quería hacer la chorcha y otro porque pensaba en su hermana: cuando regresó en la mañana la encontró durmiendo abrazada al Cabrito, también su mamá dormía. Se lavó la cara y salió de vuelta para ir a la pulga. -iQ!te se descotorrién, chingado! -gritó Deivid sin encumbrar los ojos. El Rapero sí levantó la mirada, también una mano para indicarles que se fueran. El Güero dio unos pasos, sin saber a dónde ir exactamente, aún traía en la bolsa del pantalón el boleto del veintiuno y podría ir con Lina. Dio otro paso, gigante arriba. -Tú no -dijo Deivid y alzó la vista hacia el GÜero-. Tú aquí espérate que tienes que arreglar un pendiente.

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Lo importante de un topo -diceJosé Isabel- es que se vaya haciendo de su material para lo que se ofrezca, que sepa prever lo que habrá de necesitar en un futuro.

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LXXIV

-Pero no te preocupes -dijo Lina ~onriente y sacó de la bolsa de atrás del pantalón u~a na~aJa de barbero . Además les voy a decir que eres rm nOVIO.

Lina dijo que sí. y luego se quedaron en silencio frente a la puerta, sobre la calle, porque allí no había banqueta, los dos sin saber si despedirse de una vez o cambiar de tema y hablar otro rato, hablar de 10 que querían hablar desde antes dela encomien'da del Deivid. Por ejemplo: contarle de su sueño en el desierto. Por ejemplo: preguntarle si había visto que un oso naranja colgaba entre los cables de luz, encima de un poste,' Por ejemplo: la calcomanía, recordarle la fecha del baile. Po~ ejernplo.. ' El Güero metió las manos en las bolsas del pantalón. Sintió el boleto. -Hazlo -dijo uno de sus fantasmas. -Entonces yo le digo que quieren hablar con él, pero vas a tener que acompañarme -dijo Lina. Q!1é tal que te matan antes Güerito, dijo otro, qué tal que te matan y no le has dicho nada. -Sí, yo voy. Anímate, Güero. 123 122

~ttt1·ttM.


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-A huevo, dense en su puta madre, cabrones -dijo el Deivid. -Simón. Pero el Deivid se volvió a verlo como diciendo desde antes lo que iba a decir: -¿Sí entiendes lo que está pasando, Güero? ¿Sí entiendes por qué nos tenemos que dar en nuestra puta ma-

Antes de ir a su casa, el Güero volvió a la esquina. Ahí donde el Deivid seguía pisteando en silencio su caguama, pero ya sin el Rapero, nomás así, solapastroso, acuclillado contra la barda cubierta de propaganda electoral. -Q!1iobo, Güero, cómo te fue con tu novia -dijo sin voltear a verlo, como si tuviera ojos en los hombros. y el Güero que ya estaba a punto de soltarle las novedades del pendiente se quedó de a seis: épor qué chingados uno siempre es el último en enterarse de lo que es de uno? Sobre todo porque él no había dicho ni pío y ella fue la que salió con la palabrita. ¡Pero fue de rebane! Porque Lina es mayor y ni modo que quiera andar conmigo -pensó el Güero pero en vez de decir eso o de preguntar qué jais, si acaso el Deivid tenía acceso a información de privilegio o qué rollo, dijo: -Ya está. Mañana. Deivid le convidó de la caguama y, ni modo, tuvo que aceptar, darle un trago antes de ir a la casa, sentarse en la esquina para ver si igual y así va curtiendo la garganta. Arriba se oyeron dos plomazos.

dre justo ahorita? Entonces por eso las alianzas, con los Máfer y los Bóxer; por eso Lina, de pasaporte; por eso Jotacé y el Bestia habían ido por Leónidas, porque el vato tenía un camarada allá por Granja Sanguinaria, del otro lado de la ciudad donde había otro patronazo que les podría mercar fierros largos, como los que ya se oían arriba en su traqueteo. Traguito de cheve, pisteadita. -Seríamos tres contra uno -dijo el Güero. Y otro trago. Pero Deivid como que se engolosina en trago largo, para sopesar, porque luego: -No se trata de números, Güero, ponga a rodar el hámster: éde quién crees que es el sello que les pidieron en la pulga? ¿Q!1ién crees que ha armado a los putos de allá arriba? Y el Deivid le roló la caguama de vuelta, otra vez. -Ahora es cuando hay que partirles su madre, cuando se están chingando entre ellos. Los niños a la vera de la brecha con sus gallinas, listos para jugar a la muerte, en su memoria: ¿Cuántos metros puede correr una gallina degollada? Otro trago y otro trago. Muchos. El Deivid se le queda viendo al Güero y observa su semblante. -Tú ya te vas tatuar, ¿qué no? 125

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Se trata de mirar hacia adelante -le dice uno de sus1 fantasmas-, así se hacen los imperios. Primero nos traji-l mas al alemán con sus cepas, lo dejamos que construyera; las cámaras de macerado y los hornos ... y después nos lo; chingamos.""

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Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y a los Máfer y hubiera visto al ahorcado del puente, a los rucos de la pulga les habrían temblado las corvas. y habrían accedido, aun a riesgo, a vender todo lo que les llevaban: porque ese tipo de nuevas se desparraman rápido y siempre se arriesga a futuro, no frente a un huerco que ya tiene fama de asesino.

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LXXIX LXXVIII

El problema era doblar bien la tortilla de los burritos p~ra que qu~~aran macizos y no se desvalijaran por el cammo, Los frijoles y el queso norteño los había comprado ayer ,en sus idas y vueltas por otra caguama con el Deivid. Habla que cuidar todos los frentes. No había amanecido crudo y ya había dejado parte de la paga en el botiquín del baño. Sólo el pantalón seguía algo tieso por exceso de detergente pero se arreglaba solo. Además hoy vería a Lina a su énovia? Así que había que concentrarse en eso en do~lar bie~ las tortillas; no en el calor de la mañana 'que ya Iba subiendo como humo denso, no en el ruido de la televisión donde alguien decía que ahora sí iban a aplicar mano dura, con el ejército, con la marina, no en su madre que seguía dormida allá en la cama y mucho menos en la Leidi que. ya a.nda~a con los ojos mirando hacia ningún lado, en silencio, dandole la teta al Cabrito. No concentrarse en la rabia. E~ Güero no le preguntó a la Leidi dónde estuvieron: ella SIempre regresacomo ida cuando se ya a donde mismo.

-Pinche Güero te rifaste. -iCómono! Todos de agasajo. Todos sentados ahí junto a los ~ascos y los chalecos que nadie usaba salvo cuando apareclan lo.s inspectores de Obras públicas. Todos contentos en .el pnmer piso de la obra, luego de que el Güero sac~r~ elltacate para repartir: de dos en dos, para c~da ~lectnclsta Y para cada albañil, para José Isabel y para el mIsmo. Ahora sí salieron las cuentas. Tenían que salir porque sino cómo le iba a pedir permiso al maestro. -Pero lo que les dará sustancia es la salsa -dijo el electricista que había ruleteado un taxi. , . Porque el otro, el del Tequito, tema sus cualtd~~es ocultas y una de ésas era pegarle al chef. Así que salto a agenciarse chiles y tomates. y a darle. ~edó harto chilosa. , .," -iEstabas encabronado o que pedo, pnmo: -dIJO uno de los albañiles después de darle una mordida al burrito bañado en salsa y abrir los ojos grandotes. 129

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-iDe a madres! -dijo otro. -Lo ha de haber dejado su vieja. -O su viejo. -Porque eso de cocinar es de putos, équé no? - y este compa quiere le den su sustancia: ándale papito dame mi sustancia. y rieron. Enchilados y todo pero cagados de risa, abanicándose, ampliando los tragos a la soda: luengos. -Pues es que es para hombres -intentó defenderse el que había ruleteado el taxi. -¿Como los que te gustan? -Los que te dan tu sustancia, papito. y otra vez a reírse. A acabarse la soda, a preguntar si alguien llevaba un puñito de sal, si le había sobrado al chef que dijo que no, que nada, que toda la sal es acá para mi, papito, bromeó otro, y entonces ni modo.lir a la toma del la calle y dejar que sisearan las serpientes, que agitaran sus\ cascabeles en las cañerías, que mordieran, que vertieran \ su veneno al abrir el grifo y servir el agua, repartir el agua.J Todos bebieron. También el Güero que seguía riendo porque alguien aclaró que hacer burritos sí era machín, que 10 de putos era embarrarse de salsa. -No vayas a perder la afición, Güero. Tráete otros para mañana. -Ni que fuera fonda -dijo. y siguió la carrilla con que luego pondrían una fonda llamada La sustancia del Papito, hasta que José Isabel y el otro maestro dijeron que ya era hora de volver al jale. A la salida, el Güero se acercó a pedir el permiso, nervioso, aunque esperanzado de que haber llevado burritos le sirviera de algo. .

_ iEstás tonto de la cabeza o qué chingados te.pien. , J ' 1 abel-. Si tú crees que esto es un Juego, sasl -gnto ose s r o . des ir regresando por donde viniste, porque aq~l n te pue , e sí A ver Guero, damos permisos para faltar nomas porque si'.~ . d ., d 10 de una vez tú ya no eres un nmo Y ?. entlen e, entren e tienes que aceptar tus responsablhdades. Así de simple. familia . Sin trabajo un hombre no puede ~rocurar a su Pero sin territorio no hay casa poslble.

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y el Fede hizo muina porque se sintió chiqUll1o, porque sintió que el Güero se hacía grande y él se iba a quedar ahí con los yúnior. Ya haría algo al respecto, se quedó craneando.

Hubo tres Calcos muertos, 10 supo el Güero nomás llegando para enfilarse con los Bóxer. Se 10 dijo el Fede cuando 10 encontró ahí en el Antiguo Camino a Villa de Santiago, con el Froy, sólo que el Froy volvió a escabullirse pretextando la cerrajería. Entonces el Deivid tenía razón en que de una vez: écuándor, éhoy o mañana? Jotacé y Koyi habían vuelto de Granja Sanguinaria con los fierros: menos de los que hubieran querido, menos de los que hubieran podido pagar si hubieran vendido en la pulga, menos de los que eran necesarios (tal vez). Menos, pero aún así, más de los que habían tenido nunca. - y hay unos bien padrotes, bien machines -dijo el Fede mientras subían por la Genaro Vázquez hacia la Revolución Proletaria-o Ojalá nos dejen calarlos antes. -No creo. -¿Por qué? -Ni modo de avisar -oyó el Güero decir a uno de sus fantasmas- ahí vamos y no nomás traemos resorteras, cómo pues, ligas y naranjas. Pero ahí la dejó porque de todos modos tenía que abrirse, ir solo con Lina a donde los Bóxer. 133 132 , I

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-¿y como para qué nos vamos a unir con ustedes? -preguntó el Ator, el jefe de los Bóxer, medio irónico, medio burlándose. En la esquina estaban él y otros cuatro vatos, tirando rostro con sus flequillos bien peinados y sus limas beisboleras, planchaditas; se creían galanes. Y tenían a sus morras y en el barrio no se metían con nadie. Pero donde sí era otro coto era en los salones Star: ahí les daba por llegar y soltarles verbo a las más sabrosas, bailarlas cachondón, cortejarlas, hasta que saltara un caballero defensor y órale, a reventar el bailongo a riatazo limpio. Dicen que por eso les decían los Bóxer. O porque alguien, hace mucho tiempo, tuvo un perro. El Güero sintió la burla pero también sintió que ésta venía del miedo, de que Ator no era tonto y ya se las andaba semblanteando. -Porque también van a venir por ti, Ator. Lina estaba al lado del Güero, un poco atrás.

-iMe ves cara de pendejo, cabrón! ¿Me ves cara de pendejo? -dijo y alzó la playera para sacar un revólver y apuntárselo al Güero. Los otros cuatro vatos con sus flequillos crinados, decolorados en las puntas, se pusieron de pie e hicieron un semicírculo. Lina seguía a su lado, nerviosa. Pero el Güero tranquilo, mostrando las manos. Ator: -¿Sólo porque vienes con esta huerca que dice que es tu novia crees que puedes insultarme? -No. Y no es que quiera contradecirte, pero con eso sólo me puedes matar a mí y no a ellos. Ya lo sabes.

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Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y a los Máfer, si el Güero hubiera visto al ahorcado en el puente y hubieran vendido todos los electrodomésticos en la pulga, entonces Froy habría hecho entrar en razón a Tony, de a de veras, cuando decía que iba a la cerrajería pero iba a ver a su camarada, lo habría convencido de que se fuera un rato hasta que se le bajara el coraje, de que no estaba bien estar escribiendo su nombre por encima del de la banda.

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Lina tuvo que quedarse en la esquina, ése fue el trato. En la azotea de casa del Sabino, sin acordeón ni lumbre, se reunieron sólo los tres que tenían que reunirse. Acordaron que sería mañana. Y que las morras quedaban fuera. Esa noche casi no hubo balacera.

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Lo más importante de un topo -dice José Isabel- es que aprenda cómo dejar de serlo.

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Matar -le dicen sus fantasmas-o Matamos al oso y al venado, a la serpiente, matamos para proteger a nuestros hijos y darles su alimento, matamos para no caer de hambre. Matamos de cerca, con el puño limpio, con el mazo y con la lanza. Matar. Construimos arcos Y flechas para matar al águila y sentirnos parte del cielo, vestirnos con su cuerpo, tocarnos la cabeza de plumas para que el espíritu vuele y alcance a nuestros muertos, los toque. Matar. Matamos al coyote cuando se acercó a las tiendas, furtivo, subrepticio, a los que se irguieron amenazantes por encima de las lomas, a los traidores, a la liebre y al conejo que lanzamos a la luna. Matar. Matamos al adúltero, al que no respeta, al hombre que se empeña en ser niño, al que profana las llanuras con su egolatría, al avaro y al que roba, porque nada de aquí es nuestro, porque el futuro está a nuestra • espalda y a nuestra espalda vienen nuestros hijos. .,' Matar -le dicen sus fantasmas-o Matamos al blasfemo y al sátrapa, al bruto, al adorador de la estulticia y de otros dioses. 'Matamos en esta vida sublunar, en este Nuevo Mundo, para mantener el orden del Creador y la mú139

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LXXXVI sica de las esferas celestes. Matamos en nombre de la ley, en juicio público. Matamos in fraganti, con los pelos en la mano.:.Matar de angustia, de rabiá, de venganzá,pófCiüé1 vivimos. rodeados de ídolos que blanden a sus demo~i~:J por enCIma de las lomas. . .., Matar -le dicen sus fantasmas-o Matamos al prófugo y al criminal, al incivilizado, al que no entiende de razones ni de leyes y atenta contra el Estado. Matar. Matarlos morros, antes de que crezcan, en capullo y dormiditos, envenenar los pozos para que caigan todos y podamos levantar el nuevo imperio, el Nuevo León de las máquinas y de la industria, el león del progreso. Matar -le dicen sus fantasmas-o Matamos. ~~~.9trossomos tus ancestros.

-¿Ya viste 10 que te trajo tu papi? -preguntó su madre desde la cocina. Sus ojeras iban creciendo con el turno nocturno del call-center, y más, porque ayer en la madrugada el Cabrito chilló sin descanso, sin ahogo, chilló y berreó como si le sobraran otro par de pulmones, toda las horas, como si presintiera la noche, hasta que se quedó dormido luego del amanecer sobre el pecho de la Leidi, bajo la colcha a cuadros que tejió la tía Eduviges, sobre el sillón de la sala. Y ahí seguían. -No -dijo el Güero y quiso decir «ni 10 quiero ver ni me importa, ya mándalo al caraja». Pero la chingada tentación. -Ahí está al lado de la tele, en la bolsita negra. Su madre sonreía por el regalo, como esperando sorpresa. El Güero caminó hacia la mesita de la tele, la luz y el calor se iban colando entre las flores amarillas de la cortina. Abrió la bolsa, percibió el aroma. Un carrito de juguete: un Volkswagen ecotaxi. 141

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LXXXVII También un escapulario usado. .-Es el ~ue él siempre traía puesto, Güero, y ahora (Ulere que tu 10 t.engas. Cuélgatelo de una vez porque en a noche va a venir para sacarlos a dar la vuelta.

Siempre va de la tierra al cielo -dice el tío Absalón-, por eso puede escuchar a sus mensajeros, por eso el indio rayo puede oír a todos sus ancestros: porque es un guerre'.ro de luz sobre lomo de gigantes. /~ El tío Absalón mira hacia la sierra y luego hacia el niño que sigue observándolo en silencio, con el muñeco entre las manos. -Aparece casi nunca, Güero, aparece cuando se requiere una tormenta.

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LXXXVIII

-No necesitabas esto. La luz. El recorrido del trino tras el ave que procura, y alcanza la boca de su canto. Pluma de colibrí sobre los labios, nerviosa, colibrí de miel. Todos los besos de la historia en el primer beso, el único beso, piélago, Mar de Tetis bordado de corales. y soles. \ Nuncahubo tanta luz sobre el desierto. Nunca florecieron tanto los lirios en los cementerios, como cuando dos niños corren entre las lápidas bajo la sospecha inven-

El Güero se puso una cachucha al salir de casa del Vúkaro, para que el sol no acribillara el tatuaje .. Por la mañana vio a Lina en la parada del camión. Antes le dijo a su madre que iría al jale y tomó la bolsa negra y salió calle abajo, iracundo: no aceptaría ningún regalo de su padre y mucho menos eso. Pasó por donde seguía colgado el osito naranja, siguió hasta el Antiguo Camino a Villade Santiago y allá arrojó con fuerza la bolsa negra, barda arriba, hacia Más Palomas, para que 10. tuvieran quienes 10 merecen. Luego se sentó un rato en la banqueta, para serenarse, dizque. Si haces las cosas mal, te chingan; si las haces bien, también. No iría al trabajo, aunque 10 perdiera. Iría a casa del Vúkaro para tatuarse. Primero 10 primero. Y filé a la parada para encontrarse con Lina. Le dijo: -Yo tengo un boleto. Porque la ira ahuyenta la vergüenza. y Lina se volvió en una sonrisa. Y su sonrisa pudo más que la ira. Y tomó el boleto y contó los dígitos.

cible que los une. ;\ Después: En los meandros del tráfico seguía el silencio, también el tumbo lejano del aire sobre las hojas. y Lina 10 miró con sus ojos de gato, como 10 había mirado desde antes de llegar al barrio y mucho antes. -~iero que estés ahí cuando baile. A su alrededor, sobre la parada del autobús, chispeaba de centellas una guedeja de soles.

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No se endiosen plomeando al morro muerto -dice Deivid y los Rats se voltean a ver los unos- a los otros, no por lo que dijo, sino porque así han estado desde que empezó el discurso, o antes, nerviosos y wachándose: el Bestia al Rapero, el Milo al Piro, el Jotacé al Sabino, el Fede a todos y todos echándole un ojo al Güero de cuando en cuando; qué pedo con el Güero, trae toda la cara tatuada de arriba pabajo, también hacia los lados, entintada machín-, si el morro ya está chapaleando tírenlo a lión, que se muera solo y a la verga: sigan adelante dando putazos con todo. Hoy nos vamos a partir la madre y tenemos pocas balas pero con éstas nos sobran, porque somos los Rats y ahora no vamos a ir a matar en buena onda o de puro cotorreo, vamos a chingamos y nadie sale hasta que se acabe, nadie, tenemos que matar a esos hijos de puta hoy mismo, a todos los Dragons, porque si no los matamos hoy mismo ellos van a venir a reventamos el hocico y nos van a perseguir hasta quebramos de uno por uno, a todos, importándoles tres kilos de verga si les lloriquean o si son nuestras morrillas, así que es hoy mismo, cabrones, hoy

. vida a ningú n huerco enrabiado -sigue no dejamos con . lari 1 el Deivid con su discurso, el mismo que ViO ~ a;lt0bPo;l a madrugada obligatorio: un discurso antes e a ata a. y a los Ra;s les sudan las manos irrefrenabl.e~ente, 'pero siguen mirándose entre ellos: el Güero al Deivid, el Pl~O ,al Milo, el Fede al Güero, con envidia, porque. se ve ca re; con toda la cara rayada bajo la gorra, como Si fue~a uno, e los grandes, con la tinta en la frente y e.n los pómu ~~:ap;~~ dole las pecas, como si fuera de otro tl~mpo, con g de sangre salpicando el rostro porque Si no,pega el so\ p~g~ la resolana-o Así que pilas, cabrones, p~nganse pi has. Si sigue disparando, asta uno cae, el otro toma 1a fu sea Y .. 1D . .d lle ar a la cima -el Bestia al Rapero, el Guero a . ervi , ~ único que no mira a nadie es el Froy porque ya.mtu!~ Y, _ Nos espera la victoria, cabrones, la victona; que transa . . métanse lo que tengan que meterse y vámonos recio.

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Si el Güero hubiera disparado, habría tomado la bolsa negra y se habría ido a la esquina. Habría sacado el carrito eco taxi y el escapulario, guardándose el asco por el aroma. Los habría puesto sobre la banqueta y habría tomado un risco grande de ahí de la calle, con la mano donde los callos iban cubriendo las ampollas: para machacarlos, para que piedra sobre piedra hicieran trizas el recuerdo de su padre. Luego, igual, habría comprado unos cerillos, un cigarro suelto para acabar con el aroma pegado en las narices. y habría ido a casa del Vúkaro.

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Sube el calor y van subiendo. Son las cinco de la tarde a cuarenta grados. Son perros bajo eJsola cuesta de gigante, entre las calles;enparejas-y-ap;nto de morder. Sólo el --GÜero va solo por las azoteas, sin gorra, con los rayos del sol sobre el tatuaje, sobre la piel que arde. Le escurre un hilo de sudor, o de sangre, y brinca de una azotea a otra con la subametralladora terciada al pecho: le dieron un cargador extra. Se agacha para pasar bajo los tendederos y oye las primeras voces, el Güero escucha a sus fantasmas, \ ... somos los que construimos tus palacios, los que te i tienen de rodillas; somos los que te dejamos llorando en el asfalto, a punta de pistola, somos la Revolución Proletaria; somos los que encendemos la maquinaria del país, somos los emprendedores, los madrugadores, los que se levantan temprano p~~~_~jale... pasa entre tubos de salida y macetas olvidadas. Los perros suben,

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el Deivid llega a su posición con el Bestia, ·.. som~s la carne que se seca al sol, somos los tigres de la Sierra, somos los pioneros, los adelantados, los que encontraron las pozas y las ciénegas, somos los borrados... suben rodeando la cima en tres flancos , los Rats, los Máfer y los Bóxer, cada uno desde su zona y cada uno con sus armas ...somos los que hicimos germinar el desierto, los que plantaron los naranjales y los campos de trigo, somos los que quieren más de lo que hicieron sus abuelos, somos la Revolución PfQl~tar!a...

llega también el Leónidas por su lado y el Atar se retrasa un poco, llega el Fede con el Froy armados de la Taurus, ¿le pusiste balas buenas?, ...somos los echados pa'lante, somos la tormenta... llega el Güero a la última casa que acordaron, a dos de la tienda de doña Maya, llegan todos los Máfer y los Rats a donde llegan: porque de ahí en delante comenzaran los silbidos, lo saben, ...--------------_._somos la Revolución Proletaria... - -'- - - - - -.--y aullarán las sirenas en el aire.

_ y suben los amachinados, los acantonados, suben los rucos y los morros, los sobrevivientes, los yúnior, sube la brigada propia, ... somos el metal fundido y el caldero, somos el conductor de la grúa, el que acciona el torno, somos la fresadora y el engrane, somos el concreto... el Güero toma vuelo para saltar una servidumbre de paso, . ...somos el coraje, somos la fuerza y la cebada en crudo ... y salta, cae del otro lado y ahora es momento de arrastrarse para no ser visto: se van acercando al territorio de los Dragons, y las ansias van supliendo al miedo ' la rabia va supliendo al miedo, ...somos la Revolución Proletaria... -

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y silbaron. Sisearon las serpientes en los tinacos y en los tubos de desagüe. Silbaron los niños ysilbaron las balas. El Güero alcanzó lél azotea de doña Maya, pecho a techo, y se parapetó junto a un triciclo destartalado y un costal de cemento viejo, hecho piedra. Matar. Abajo alguien pegó una ráfaga contra la lámina de un anuncio de sodas, clavado en la barda, y los tres morros de los Dragons que estaban entrándole al tíner en la esquina brincaron para protegerse. Apunta. Uno no lo logró: disparo certero, único, tal vez del Deivid, le tronó las costillas y el pulmón ennegrecido. Suelo. Fuego. El Güero ajustó la subametralladora contra el ardor del sol en el rostro tatuado: Dispara, dispara sobre los que corran, dispara sobre los que intenten esconderse. Y cayó otro, fumigado, cuando corría calle arriba. Pero la caraja patada vaciladora de un arma nueva hizo que se salvara el tercero. ¿Por qué te dieron ésta, Güerito? y las balas que despostillaron muros y el concreto ondulado de la calle. Silbaron las balas, las serpientes. El tercero de los Dragons seguía corriendo calle arriba. Apúntale. ¿Cuánto puede correr una gallina degollada? Y 152

el Güero escuchó que la balacera crecía en su entorno: de cerca con los Rats, sus camaradas, con el Froy y con el Fede, con los otros vatos de la grande; más de lejos, a su izquierda, con los Máfer, y para el otro lado con los Bóxer que entraban a destiempo. Todos. La maquinaria, los hornos encendidos, las calderas, eran la turbina que ruge y las chimeneas humeantes. ¿Cuánto puede correr una gallina degollada? Apúntale. Y el Güero apuntó a la cabeza y la cabeza era la cabeza de su padre. Cascabeles. Cascabeleo de serpientes. Bandas de guerra. L()scascabeles por encimade las máquinas. -Porque el Güero dispar6y el destello atravesó la nuca, la tronó de golpe, écuánto puede correr una gallina sin cabeza?, écon un hilo de cogote sosteniendo cráneo y cara? y al Güero le ardió el rostro, y sintió que el sol le extraía la sangre, y sangraba, la piel magullada por las agujas del tatuaje. ¿y los otros? ¿Estarán en las otras esquinas, Güerito? «Tienes que matar para seguirvivo». Los fantasmas. Porque ~los Dragons comenzaron a aparecer en los techos de las casas. También los Calcos. (Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y al resto de los Máfer, los propios Calcos habrían bajado a pactar con el Deivid). El Güero oteó, el Güero relojeó para ver por dónde aparecían las cabezas, sin levantar el pecho, cubriéndose con el costal de cemento endurecido. Mátalos, matamos al oso y al venado, a la serpiente. Y salió un pelado caminando en la pendeja, con su fierro bien padrote pero sin agacharse ni nada, a cuatro casas de distancia, en la azotea. No busques los motivos, Güero, yo quería dormir y el cabrón no se callaba. Disparó. Fue un repicar de latas y un cacharrerío 153


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que sale por los aires, en la azotea del pelado que también dio de piruetas. ¿Lo mataste? ¿Cuántas balas más dura la carga? y buscar a otro. A otro de los que sobraban porque seguían apareciendo Dragons y Calcos por las azoteas. Tenía razón el Deivid, pensaste, esos cabrones nomás se estaban dando bala en buena onda. ¿o alguien dio el pitazo? Y fumigaban desde las azoteas, cuesta abajo, gigante abajo, con unos fierros grandotes que despedazaban lo que estuviera a su paso, esquinas y ventanas, porque una cosa era ir a Granja Sanguinaria por armamento y otra muy distinta era igualar el fuego que escupen esos putos, pensaste, y soltaste otra ráfaga que no le pegó a nadie, por la caraja patada. Tienes que acercarte más, Güero, agarrarlos en corto. y el tracatraca al entorno, como agua, como huracán que todo se lo come. O casi. Porque el Güero supo que desde el flanco de los Bóxer ya no se oía nada. Matar. Salieron corriendo. Un par de balas percutió contra el costal de cemento y agachaste la cabeza, sentiste el impacto cerca, el polvo pegándose a la cara, entre la sangre de los poros, bajo las líneas del tatuaje, indio rayado, indio borrado, indio bajo el sol con el rostro que arde. Entonces las granadas. Porque escuchaste las granadas cercanas, e imaginaste que el desparramadero de esquirlas se llevaba dedos y ojos, que tus camaradas quedaban aturdidos y aturdidos sentían llegar las sombras, reptando, con el siseoy la fusca para soltar el flamazo cercano, a bocaiarro, y entonces el silencio. Matar. O salir de ahí. Eres un indio rayo. y el Güero vació el cartucho sobre dos Calcos que asomaron tras un tinaco de asbesto. Lo cambió. Tiró uno y tomó el que traía en la bolsa derecha del pantalón, junto a

los cerillos y el celul.élf~con la calcomanía de bailarina. Lo puso. Respiró hondo] Sintió el ardor en los poros y sintió -"la sangre en el rostro tatuado. Sintió que lo cubría el sol y se levantó. Indio rayo. .~qüero lo precede el sol. Hay ejércitos que corren recio a la derrota.

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Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y al resto de los Máfer y hubieran vendido en la pulga, los Bóxer no se habrían abierto al mero inicio de la batalla, por la disparidad de las armas. y habrían continuado, en lugar de bajarse a su zona quitados de la pena, porque habría estado más parejo, y porque nadie traiciona a quien acaba de arrasar con otra banda.

Te levantas. Corres y sabes que te precede el sol. Brincas al poste de luz y te descuelgas y atraviesas la calle entre las balas. Oyes los tambores. Oyes respirar a los gigantes de la sierra. Te trepas al siguiente poste y subes y disparas contra el Calco que accionaba su ametralladora con las piernas abiertas, sobre la azotea. Y brincas de nuevo, para caer junto al cuerpo que sigue chapaleando. «No hay que endiosarse con los morros muertos». Tienes que seguir adelante. Hacer 10 que tienes que hacer: correr por las azoteas de las otras cuatro casas, saltar el paso de servidumbre, llegar a la azotea de allá donde está el jefe de los Dragons con su playera que muestra las siglas de un partido político. ¿Cuántas balas le quedan a esta madre? Y corres. Miras que el Milo cae sobre la calle. Miras que al Deivid 10 tienen rodeado, pero resiste. Corres. Escuchas a las bandas de guerra de la Ma~I:º. Llegas alpaso de servidumbre y saltas. Disparas sobre otra azotea donde dos Calcos caen abatidos entre cubetas. Disparas y miras cómo el Fede sale de su escondite tras un risco, miras que sale tu brodi armado de su Tauros dando balazos para sin ningún lado. Quiere ser

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héroe, Güero, éno ves que quiere ser héroe? Y no le pega ni a las moscas ni a los Dragons, no le pega a nadie. ¿No ves que quiere redimirserY te acuclillas yratagueass6bre¡ los que le disparan a tu amigo. ¿No ves que quiere redi-l mirse?: tú tienes que llegar a la otra azotea y matar al jefe.)

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I Si el Güero hubiera disparado, si hubiera fumigado a Leónidas y al resto, si hubiera visto al ahorcado del puente y luego la pinta del Tony sobre el muro, sobre el nombre de los Rats en el estacionamiento, entonces habría sabido que su campa ya no era un camarada. y habría entendido que el Froy nomás tiraba piñas con eso de la cerrajería. El Güero hubiera sido claro: dile que se vaya a la verga porque si no yo lo quiebro. y el Tony hubiera quedado rumiando su coraje, su rabia, su venganza, pero no se habría atrevido a ir con los Dragons a contarles cómo estaba el sainete. No. Nomás se habría quedado wachando todo a lo lejos, desde otra azotea, con la veintidós que consiguió sobre la huida, con la que volvió para dejar en claro que esa gorra era suya. Y habría visto cómo las bandas cercaban a los Dragons. Y las bandas les ponían una tunda. Cómo soltaban las ráfagas y las granadas a destiempo, porque los habrían tomado por sorpresa. Habría visto al Deivid, habría visto cómo salía el Fede dando de balazos en una calle vacía, sola, sin Calcos

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XCVI ni Dragons que le tiraran de vuelta, sin una bala que le quebrara la frente más allá de media tarde. r"_.~ErTóriYhabrfa Vísfo··correr a un indio rayo sobre las). ! azoteas, entre tendederos y varillas, entre cadáveres y tinacos. Habría visto también al Deivid, de nuevo, y entonces se habría animado, porque sabría que si no lo hacía en ese momento no lo habría de hacer nunca. . Si el Cüero'húbierá disparado. Si hubiera fumigado a Leónidas y al resto de los Máfer, el Güero habría llegado a la última azotea, donde el jefe de los Dragons seguiría tirando cerro abajo. Lo habría hecho sin ser visto, por atrás, se habría terciado la subametralladora a la espalda para tomar una varilla oxidada a un lado del tinaco. Y habría caminado hacia el jefe. Le habría dicho: «Morrillo». y al volverse éste, le habría dado en la mandíbula con la varilla oxidada: barda abajo, casa abajo, cerro abajo. Si el Güero hubiera disparado, habría visto cómo el Deivid y el Rapero se acercaban para rematar al Morrillo sobre el concreto ondulado de la calle. Y cómo atrás aparecía el Tony, a espaldas de Deivid, con la veintidós en la mano. Si hubiera disparado, luego de las muertes de Deivid y el Tony, el Güero habría sido el jefe de la banda, del barrio.

\ El calor permanece aunque el sol se haya ido, porque

Id cielo se ha cubierto de nubes. También la sangre en el

i rostro rayado, sucio, indio tatuado. Se agotaron los cartu'. chos. El Fede está tendido a mitad de la calle, como un héroe, con la frente abierta. Y el pecho del Deivid es una

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El Güero no llegó a la última azotea. «Hay que saber cuándo empujar», había dicho José Isabel, «hay que saber cuándo jalar para volver al momento

exacto». El Rapero anuncia la retirada como dios le da a entender. Pero todos entienden porque ya casi no hay balas y no hay modo de que la batalla torne de rumbo luego de tres hora~"~.X corren: gigante abajo, cerro abajo, corren. y atrás de ellos corren los Dragons y los Calcos soltando de alaridos, quebrando al que se encuentran a su paso, llenándolo de plo\.mº~y gritan, se felicitan: es casi una fiesta. FTGuero-corre por las azoteas hacia el único lugar al que puede correr, rumbo a la Alfonso Reyes. Sisean las serpientes. Escucha sus cascabeles y su lengua, las escamas

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que truenan contra las piedras.E imagina que puede subírl a un águila llena de plumas e irse lejos, allende el Cerro de la I Silla, entorilando los vientos, jineteándolos como alazanes, f allende el mar y su reventazón de 01..as..E.1GU'.ero. co.rre so . b.r.e. las bardas y es más ágil que sus perseguidores. Corre de una azotea a otra, saltando servidumbres y tuberías que vibran e., Corre hasta que llega a la casa que limita con avenida Alfonso Reyes. y se detiene, justo al borde, sobre el pretil de la noche que va cayendo. «Es el que él siempre traía puesto, Güero, y ahora quiere que tú lo tengas». Mira la varilla con la punta cortada, filosa, abrasada de sol durante horas. Los mensajeros de la noche son nubes colosales.

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Si el Güero hubiera disparado, después de la batalla habría ido a casa de Lina, varilla en mano, como estandarte glorioso: el guerrero que vuelve después de la victoria para compartir el júbilo y el remanso. ",] y Ileváríá su estandarte y la sangre de sus enemigos pegada al cuerpo, húmeda en la ropa, seca en el rostro con el polvo del cemento, revuelta con la tierra sobre las líneas negras del tatuaje que cubrirían las pecas de su infancia. Indio borrado. " Indio guerrero. '-Eña-liaoríibaJado de la azotea para verlo, gustosa, temerosa, casi presintiendo lo que venía. Y habría abierto la puerta poco después de que el Güero hubiera clavado la lanza sobre un bache de la calle. Para esperar el abrazo. Para esperar ser recibido como un héroe, Pero no. El terror no tiene celador ni crujía. El terror se expande. j

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Todo 10 llena: las manos niñas de Lina que tiemblan al soltar el picaporte, el pecho que se queda sin aire, las piernas tiesas, los labios que no pueden proferir un alarido pero el alarido la recorre.de pies a cabeza,huesos adentro¿ ,~ Entonces élCüero habría reconocido el espanto, d~s- I¡ \ pués de la sorpresa. Habría reconocido esa mirada ida, la que : no quiere ver 10 que tiene al frente, porque 10 que tiene al frente se ha tornado horrible. Los ojos opacos, secos aunque \ lloren, los ojos que ya no son los ojos de Lina, los ojos que ya 1\ no fueron los ojos de la Leidi. El espanto que apareció en -la mirada de su hermana, el terror que no cesó, que se fue \\ expandiendo hasta silenciarla toda, reconoció el Güero: su hermana silente, casi muda luego de regresar una mañana ) de donde su padre y apagar la música, ver la televisión sin sonido, darle la teta al Cabrito en silencio cuando vino el Cabrito. La mirada ida. La mirada ida que se repetía cada . ~ vez que iba a donde mismo. ~- ,«En la noche va a venir para sacarlos a dar la vuelta», dijo su madre. y entonces el Güero habría sabido cuál era el único

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Amarillas: cayó la noche y brotaron las luciérnagas, azules, cobrizas. En el cielo y en la tierra. En el cielo tras las nubes y los relámpagos por encima de las lomas.

hombre al que. te.Il!,~,9.~~..~~!~E·

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" abrirse a fuerza de amacizar un arma que ha estado bajo

ti sol todas las horas,perQ_resisten.Camina~jLas casas del

Un ecotaxi. Saltas. Tomas la varilla que está a tu lado, con la punta' cortada, filosa, y las trincheras de tus manos resisten el calor ~ue guarda. Saltas barda abajo. Tienes que rodar para amortIguar el golpe. Te levantas. Atraviesas la avenida AJ. fonso Reyes corriendo, entre luciérnagas, como una lanza. Corres al parque donde está tu padre. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer. En el barrio siguen los gritos de los Dragons y su fiesta, los balazos. Sabesquevend!4n por ti. . Y sí: el ecotaxi es el taxi de tu padre, igual al carrito de J~guete. Y sí: tu padre es el chofer que está aún adentro, sin pe~catarse, bajo los relámpagos de un cielo que se ha henchido en nubarrones, buscando algo en el asiento del copiloto, o atrás, en el de pasajeros, contra el respaldo que oculta el galón de gasolina y la herramienta. Conoces el taxi de tu padre. Conoces los modos de tu padre. y percibes su aroma. Dejas de correr, no te ha visto. Caminas desde la esquina del parque con la varilla en la mano que sigue un poco manchada de violeta de genciana, las ampollas han vuelto 166

harria fresa de Altavista luce~ ~~acibles, c~si todas a osc~ras \. y una que otra con la televisión encendida en la cocma: cena familiar. Las aceras con sus prados llenos de zacate, no tan recortado como el de Contry pero regadito, verde. Algunos árboles y botes de basura.~os autos estacionados que 110 se parecen alc!e tu p.adre.:.J Te arde el rostro. El Vúkaro dijo que te lo cuidaras, que no te podía dar el sol después del tatuaje. Tampoco el agua con cloro. Y ahora los nubarrones se arremolinan por encima de las lomas. Relampaguea, truena. Y los relámpagos dejan ver más que la luz flaca de los arbota.ntes que rodean al parque. Está solo. Nad~e en lasbancas~JHace un par de años estaban unos noviecitos ahí: ella linda, dicen, él un jugador de americano del Tecnológico. Los dos estaban noviando cual tórtolos cuando llegaron unos Dragons a soltar piropos nomás a ver si se prendía la mecha. Y se prendió: elláinbaquer quiso demostrar que era un hombre frente a los huercos retobados. Sólo que los huercos traían fierros y puntas. A ella la violaron, todos, de relevos. Los cortaron con la pericia de los que no saben cercenar un cuerpo. Entonces se enteró Monterrey de la existencia de los Dra.gons:pQrque dejaron Sl,l pinta en una. banca. ¡-Tu padre sigue buscando algo bajo el asiento del copiloto. Te acercas. El parque está solo con su tierra seca, tierra ajada, terregal de parque. El cielo retumba. Los arbotantes alumbran los árboles trespeleques de donde brotan luciérnagas verdes y amarillas. Miras el pavimento negro de la calle sin ondulaciones. Miras las luciérnagas cobrizas. Te acercas. El aroma de tu padre te llena las narices, betún embadurnado. Te acercas, varilla en mano. 167


Entonces él se yergue y te mira sonriente el muy hijo de puta. Conoces esa sonrisa. Conoces los modos de tu padre, el aroma de tu padre, el único. Abre la portezuela cuando estás a unos pasos y baja del taxi. -Qyiobo, huerquillo, no sabía que te diera tanto gusto verme. Lo oyes. Lo miras con su camisa roja a cuadros, como cuando eras niño en la tienda, con sus botas desgastadas y la hebilla. Te acercas. Se achicharran las luciérnagas y el cielo reverbera. Estás justo a un lado de la defensa delantera del auto. -No me da gusto -dices. -¿A poco no te gustó tu carrito? -pregunta sonriente, pero la sonrisa crece cuando se lleva la mano a la espalda, más allá del estuche de la navaja. Tienes que hacer 10 que tienes que hacer. Sabes 10 que tendrá esa mano que viene de la espalda. Te agachas y blandes la varilla. Golpeas. El p~g~. f en el pavimento. La varilla dio contra cuello y quijada, : del lado filoso. Ves a tu padre trastabillar pistola en mano. \ Hijo de puta. No ves que los Dragons van llegando al par- ¡ que: ves que él se lleva una mano al cuello y va a levantar de nuevo la fusca. Flexionas las rodillas. Afianzas los dedos sobre tu lanza. Decides. Apuntas. Saltas contra tu , padre, contra el culero de tu padre y clavas la varilla por debajo de las costillas flotantes, hacia arriba, perforas el pulmón con la punta cortada. Vete a la verga. Cambias la mano derecha para empujar con la palma, hacia adentro. Tu padre cae sobre el cofre del taxi y la pistola contra el pavimento. Te arde el rostro. El cielo es un enjambre de nubes. Sacas la varilla. Te va a cargar la verga, hijo de puta. Tu \ padre sangra. Dice algo. Dice 10 que puede decir cualquier) )

cobarde. Levantas la varilla por encima de tu cabeza. No miras a los Dragons que caminan hacia ti armas en mano. y se detienen. Tú no. Tú clavas la varilla con fuerza en el .. - ---_."". estomago, entre la camisa a cuadros. Empujas. Topas con algo que imaginas que será la columna y arremetes. Tu padre se retuerce. Víbora. Tu hermana con la mirada ida. Tu madre. Sueltas la varilla y abres la puerta del taxi. Tu padre chi'Ha. Hay que acabar 10 que empiezas. Sacas el galón de ga[solina, Lo viertes sobre tu padre que chilla como un niño. '--.-. __.. ~-"""-""

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, SielGüero hubiera disparado, después matar a su ~'padre habría quedado solo, de pie sobre el mar de Tetis, en medio de las cornamentas de los vientos. Ahí donde embiste la celda de Ferrell y recarga el torrente de Hadley luego de levantar el desierto a su paso: toda la arena y todas sus espinas. El Güero a un lado del gigante de La Sillay ¡del otro el gigante de Las Mitras, atrás el Topo Chico que de Itan chico sólo alberga un millar de casas y un enjambre de kables. Ahí: frente al ejército de la Sierra Madre como una 'montaña que ruge, que 10 observa, una marejada de piedra 'verde bajo la tormenta. Si el Güero hubiera disparado, estaría frente al fuego en medio del alarido de luciérnagas. Y escucharía todas sus voces, todos los cantos, todas las llamas del caldero y de los hornos, de las fábricas y las jorobas de concreto, escucharía el río de muertos que fluye bajo las ca-: lles asfaltadas. Y reaparece cielo arriba. Si el Güero hubiera disparado, habría quedado de pie sobre el mar de Tetis, -, con lostatu'!i~.sl1~gro~ bajo.los.nubarrones. Pero si el Güero no hubiera disparado, si no hubiera fumigado a Leónidas y a los Máfer, ni hubiera visto

al ahorcado en el puente ni la pinta del Tony en el estacionamiento, el Güero estaría ahí. Y está ahí. Clava la varilla de fierro en la columna de su padre que se retuerce como una víbora, serpiente, como una cascabel que chilla y los Dragons miran desde la esquina de la calle, armas en mano, ven que' el Güero deja clavada la lanza y abre la puerta del taxi, toma un galón y 10 va vertiendo sobre el cuerpo que grita y maldice. Y los Dragons entienden las súplicas, el vete-a-la-verga, te-va-a-cargar-la-verga-hijo-detu-puta-madre, las reconocen, huelen la gasolina, miran al Güero que termina de vaciar el galón y una luciérnaga brota de sus dedos. La pira. Echarle lumbre a todo este mugrero. El niño que chilla con una varilla en el pecho, en llamas. El hombre que 10 mira con el rostro tatuado. Retumban los nubarrones. Los Dragons observan al Güero: las líneas negras de la cara y la sangre, la piel que supura, la sangre de sus enemi.. \ gos. Indio ray .. ' .'o que los mira a los ojosyes - luz.¡Observan ----.1 (que da un paso, un paso sobre la calle y sienten que la ! tierra retumba, tiembla la ciudad toda y se cimbran los \cerros. Va a comenzar la tormenta. l .. ··tüsDragons te miran. Bajan las armas. .....

Ésta es tierra de gigantes.

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