CARLOS Y EL MISTERIO DEL LAGO

Page 1


CARLOS Y EL MISTERIO DEL LAGO


Este libro está escrito expresamente para ti. Espero que te haga reflexionar. Siempre podrás contar conmigo para lo que quieras, siempre estaré ahí. Te quiere mucho tu tía Raquel.

1


Esta historia comienza en un caluroso día del mes de junio. Carlos, el protagonista, volvía de su colegio, “Colegio Europeo Aristos”, que estaba en Getafe, lugar donde él vivía... Con su metro setenta y cinco, Carlos es un chico realmente alto. Además, como le gusta mucho la natación, y la práctica regularmente, es muy musculoso. Tiene el pelo castaño y unos ojos realmente bonitos, entre verdes y azulados. Por un lado, estaba contento, porque ese día empezaban las vacaciones de verano y a él el colegio, no le gustaba

2


demasiado. Bueno, para ser exactos sí le gustaba el colegio, pero tenía el problema de que se distraía muy fácilmente y por lo tanto, estudiar y concentrarse para hacer deberes, le resultaba muy difícil. Así que, por un lado estaba contento, porque no iba a tener que estudiar durante unos meses. Pero, por otro, dejar el cole, hacía que también dejara de ver a sus amigos, Víctor y Gonzalo y, ¡eso sí que no le gustaba nada! Carlos iba pensando en todo esto, en qué haría en sus vacaciones… Cuando, ya cerca de su casa, vio a su hermana, Laura.

3


Era su única hermana, y uno de sus “deportes” favoritos, era meterse con ella a todas horas. ‐¡Enana, ven a aquí ahora mismo! – ordenó Carlos. ‐¡Déjame en paz! Estoy hablando con mis amigas. ‐¡He dicho que vengas! Porque si no, ¡te vas a enterar! Los chicos se llevaban realmente mal. Él no hacía más que meterse con Laura y ésta a su vez, demostrar con sólo 9 años, su fortísimo carácter. Finalmente, Laura salió corriendo con su amiga y su hermano se quedó mirando la escena y gritando: ‐¡Te vas a enterar, cuando llegues a casa te enteras!

4


Seguramente, ni él mismo sabía por qué se metía tanto con su hermana, era algo que hacía, “porque sí”… Cuando llegó a casa, estaba su madre, Elena, que rápidamente le fue a dar un beso. Él vivía con su madre Elena, y su actual pareja, Juan Carlos, que tenía dos hijos. Nuestro protagonista, también tenía una relación estupenda con su padre, Ángel. Sus “yayos”, los padres de Elena, Elena y Paco, sentían adoración por Carlos y él, también les quería muchísimo.

5


Le gustaba pasar tiempo con ellos y, seguramente, ese verano, como la mayoría, estaría unos días con sus yayos. Él se hacía un poco “el duro”, pero en el fondo, bueno, y no tan en el fondo, era un niño cariñoso. Y es que, ¿a quién no le gusta sentirse querido? Otra cosa, es saber demostrarlo, y más con 13 años… Raquel, es la tía materna y la madrina de nuestro “prota”. Los dos sienten adoración el uno por el otro. Raquel siempre dice que Carlos es “mi niño”. El tío Miguel y Paula, que son el marido y la hija de Raquel, también le quieren muchísimo. La pequeña, con

6


sólo 16 meses le adora y ya ha aprendido a llamarle “Tate”. ¿Es o no Carlos un chico con suerte?… Pero aún hay más. Sus primos Fernando y Mónica, los dos de edades parecidas, unos veintitantos, y con los que se lleva fenomenal. Y por último, los abuelos paternos, Luis y Carmen, que también están felices de ver como su nieto va creciendo tan sano y atlético. ¡No todo el mundo tiene esta cantidad de familia que le quiere!

7


Pero, ¡ya sabéis lo que pasa! Que a veces no se valora lo que se tiene… Esa tarde, Carlos había quedado con sus amigos del Club de Natación, para ir un rato a la piscina. Puntual acudió a su cita, y allí estaban, Leandro, Víctor y Sergio. ‐¿Qué tal tío? – pregunto Leandro ‐Bien, bien, bueno con la petarda de mi hermana molestando, pero por lo demás bien. ‐¿Cuándo te vas de “vacas”?‐ indagó Víctor.

8


‐Pues dentro de poco. Supongo que me iré unos días con mi padre a Benidorm, después a un Campamento, y luego a Santander, con mi madre, mis yayos, mis tíos y mi primita… ‐¡Y tu hermana!, ¡que se te estaba olvidando!‐ apuntó Víctor divertido. ‐¡Jo tío, que vacaciones más “guays”! Yo todavía no sé ni siquiera, si me iré unos días a la playa‐ exclamó Sergio con un poco de envidia. Y después de un rato más de “charleta”, los amigos se metieron en el agua a nadar. ¡A Carlos se le daba de

9


maravilla! Era algo que realmente le gustaba hacer y eso, se notaba. Se despidió de sus amigos y se fue a casa. Cuando vio a su hermana, se acordó “de la que le debía”. Así que nuevamente, se empezó a meter con ella. Elena, estaba ya un poco desesperada. ‐¡Por favor, deja a tu hermana! ‐Pero si no la estoy haciendo nada, ¡es que se pasa el día quejándose!… ‐Carlos ven un momento, que tenemos que hablar.

10


‐¡Jo mamá! ¡Quiero ir a mi habitación, estoy cansado! ¡Ya hablamos mañana! ‐Tiene que ser ahora. Su madre empleó un tono tan serio, que el chico obedeció. ‐A ver, ¿qué he hecho ahora?, ¡seguro que ha sido la enana esta y me echa las culpas a mí! ‐No tiene nada que ver con tu hermana, que por cierto, te he dicho mil veces que la llames por su nombre. El caso es que este año, hemos decidido que vayas a un Campamento nuevo que nos han dicho que está muy

11


bien. El único problema, es que lo hemos hecho sin mucho tiempo y el tren sale mañana mismo. ‐¿Mañana? ¡Tú no estás bien! No me he podido despedir de mis amigos, ni hacer la maleta ni nada… ¿Por qué tengo que ir? ‐Porque te lo digo yo. Y haz el favor de no gritar. Es un campamento estupendo con un enorme lago, para que puedas nadar y un montón de actividades. ‐¡Qué me da igual! , ¡que no voy!

12


‐Ya te he hecho la maleta y la decisión está tomada. Cuando vuelvas, irás unos días con tu padre y luego a Santander. El chico se fue todo indignado a su habitación, pegando un tremendo portazo. A la mañana siguiente, Carlos seguía con su mal humor. Lo cierto es que él le gustaba mucho ir a campamentos, pero no entendía que su madre le hubiera apuntado a otro y además, que tuviera que irse con tanta premura. Desayunó sin decir nada a nadie y se fue, acompañado por su madre y su hermana, a la estación.

13


Allí había un montón de chicos y chicas de su edad. La verdad es que a Carlos se le estaba empezando a pasar su mal humor, cuando vio el “ambientazo”. ‐Hola, ¿tú debes de ser Carlos?, ¿verdad? ‐Sí – respondió el niño en “bajito”. ‐Me llamo Antonio, aunque todo el mundo me llama Toño. Voy a ser el monitor del campamento. ¡Bienvenido! ‐Gracias‐ respondió tímidamente. ‐Bueno, nosotras nos vamos. Toño, por favor, cuida mucho de mi hijo, es un poco cabezoncillo, pero muy buen niño.

14


‐¡Maaaamaaaaa, por favor que no soy ningún niño!‐ respondió el “cabezoncillo”, al que se le había olvidado el “castigo” de no hablar a su madre. ‐No te preocupes Elena que, tal y como te dije por teléfono, le vamos a cuidar mucho y se lo va a pasar genial. ‐Gracias –dijo Elena algo más tranquila‐ Adiós hijo, y por favor, llama cuando llegues. Anda, ¡dame un beso! Que eres un tormento, pero, ¡qué haría yo sin mi tormento favorito!

15


‐Adiós mamá‐ respondió un poco emocionado, aunque, por supuesto, lo disimulaba a la perfección. Adiós enana. Disfruta estos días porque cuando vuelva, ¡te vas a enterar! Elena le reprendió con la mirada, mientras Toño le acompañaba su vagón y Laura se iba “despotricando” de su hermano mayor. Toño era un chico de unos 22 años, moreno, alto y atlético. Se notaba que practicaba deporte regularmente. Se le veía simpático y agradable con todos los chicos, daba cariño y confianza y eso a Carlos le gustaba mucho.

16


El grupo de chicos sería como de unos 30 aproximadamente y había otros tres monitores, aparte de Toño: Ana, Juan y Jaime. Respecto al grupo con el que se había sentado Carlos en el tren, parecían todos muy majos. Lo que pasa es que él, es un poco introvertido, así que, al principio, se mostraba bastante tímido, pero sólo al principio. ‐ ¡Chicos! ¡Prepararos, porque llegamos en 5 minutos!‐ anunció Toño. Todos cogieron sus “petates” y se dirigieron hacia la puerta.

17


Cuando bajaron del tren, vieron un paisaje realmente increíble. ¡Parecía que estaban en los Alpes! Era un hermoso valle, rodeado de verdes montañas y frondosos árboles. ‐¡Qué sitio tan bonito!, ¡es espectacular!, ¡cómo mola!… Éstas y otras expresiones, fueron las que iban comentando los chicos a medida que avanzaban y veían el fantástico paisaje. Unos potentes jeeps los recogieron en la estación, y los llevaron hasta el campamento.

18


La verdad es que era precioso. Estaba compuesto de pequeñas cabañas, perfectamente equipadas en su interior, y una más grande, con enormes ventanales que hacía las veces de comedor y salón de actos. Toño le indicó a Carlos donde estaba su cabaña. Cuando entró, vio que ya estaban sus otros dos compañeros de cuarto. ‐¡Hola somos Raúl y Saúl! ¡Seguro que no hace falta que te diga que somos hermanos!‐ dijo Raúl. ‐Sí, y para más señas, gemelos‐ añadió Saúl.

19


‐Sí, la verdad es que no hacía falta, porque los dos sois clavaditos. Yo me llamo Carlos. Los chicos estuvieron charlando un rato, mientras deshacían su equipaje. Él seguía algo tímido porque no conocía de nada a sus compañeros, pero lo cierto, es que eran tan simpáticos que le estaba costando menos de lo que creía “intimar” con ellos. Al cabo de un rato, entró Toño: ‐Chicos, vamos a salir, que os vamos a dar una vuelta por el Campamento, para enseñaros las instalaciones.

20


Los 30 salieron, vestidos cómodamente. Eso sí, Carlos, como siempre, perfectamente conjuntado. La verdad es que era un chico de lo más presumido. El Campamento estaba ubicado en un lugar paradisiaco, entre montañas y cerca de un hermoso bosque. Disponía de todo tipo de instalaciones, campo de fútbol, baloncesto, y una sala de “recreo” con juegos, consolas y una enorme mesa de billar. ‐¡Cómo mola esta mesa de billar!, ¡con lo que me gusta jugar!‐ dijo Carlos. ‐¡A nosotros también! ‐respondieron los gemelos a la vez.

21


‐¿Por qué tienes que hablar siempre al mismo tiempo que yo?‐ le dijo Raúl a Saúl, ¿o quizás fue Saúl a Raúl? Bueno, el caso es que a los dos les entró una risa que contagió a su nuevo amigo. Ya era la hora de comer. El ambiente no podía ser mejor, todos estaban muy contentos, conociéndose, hablando, haciendo planes para la semana que iba a durar el Campamento. El menú era excelente, ya que podían escoger entre un montón de platos fríos y calientes.

22


Ya en los postres, Toño salió al centro de la sala y empezó a hablar con los chicos: ‐Os vamos a entregar a cada uno un documento con todas las actividades que vamos a realizar durante esta intensa semana. ¡Esperamos que os gusten! ¡Cómo no les iban a gustar! Había un montón de actividades y cada cual más divertida: excursiones a caballo, Campeonato de Natación, paseo en canoa… Los chicos se retiraron a sus cabañas para descansar un rato.

23


Esa tarde, ya tenían la primera actividad náutica en el inmenso lago que poseía el Campamento. Carlos estaba feliz de poder practicar la natación en un sitio tan increíble como ese. Después de un rato de descanso, los chicos se prepararon para ir al lago y participar en el “Campeonato de Natación 2009”. Nuestro intrépido protagonista se metió en el agua para calentar un poco y, de repente, notó que algo le tiraba para abajo. Por mucho que lo intentó, no pudo luchar contra esa misteriosa fuerza, así que, acabó en el fondo

24


del lago, pero curiosamente, sin sensación de ahogo. De repente, apareció frente a él una luz cegadora, en forma de inmensa bola, le atrapó y al instante, y con una fuerza inusitada, le expulsó hacia la superficie. Fueron unos instantes, pero él no los olvidará jamás. Salió rápidamente del agua, algo nervioso y miró a su alrededor. Allí todo seguía igual, y parecía que nadie se había dado cuenta de nada y, desde luego, a ninguno de sus compañeros le había pasado lo que a él.

25


Se percató de que él estaba bien y de que, al menos en apariencia, no tenía ninguna secuela de aquel extraño momento que había vivido bajo el agua. Todavía asustado, pero resuelto, se volvió a meter en el agua. Estuvo un buen rato observando todo con atención y pudo comprobar que todo estaba en orden. Se calmó y empezó a nadar. Nuestro “prota” es un chico muy independiente, no obstante, en aquellos momentos, deseaba tener a alguien de confianza a su lado para contarle lo que le había

26


pasado. Pero, decidió no darle mucha importancia y seguir disfrutando de todo aquello. Esa noche y, ya en el comedor, decidió que, para “animarse”, iba a practicar una de sus aficiones favoritas, que era “tocar las narices” al primero que pillara. ¡Cómo echaba de menos a su hermana Elena para “practicar”! Pero, a falta de hermana, bueno sería cualquier “pardillo” que hubiera por ahí. Uno de los monitores, Juan, era un chico realmente joven. Se le veía inexperto, de hecho, ese era su primer campamento. Sin duda, era el “espécimen” ideal.

27


‐Saúl, Raúl, ¿por qué no gastamos una broma a Juan?, ¡se le ve tan novato! ‐Conmigo no cuentes ‐dijo Saúl‐ que era el más responsable de los dos hermanos. ‐¡Pues conmigo sí!, ¿qué se te ha ocurrido?‐ preguntó Raúl de lo más interesado. ‐Pues luego, cuando vayamos a la cabaña, le llamamos haciéndonos los asustados, diciendo que hay un enorme animal, que parece un lobo, que nos ha dado mucho miedo y…

28


‐Y cuando esté explorando la cabaña, llego yo por detrás y le pego el “susto de su vida”. ‐¡Ja, ja, ja! …¡Qué bueno!‐ rieron los dos mientras Saúl se iba, intentando no involucrarse. Así que, cuando llegaron a la cabaña empezaron con su siniestro plan. ‐ Ya puedes empezar, acabo de ver a Juan y viene hacia aquí. ‐¡Socorro!, ¡aquí hay un lobo! ¡Qué horror!‐ Carlos gritaba, como si le fuera la vida en ello.

29


‐¡Creo que me ha mordido!, ¡es enorme!, ¡Dios mío!‐ exclamó Raúl que también hacia su “papel” a la perfección. Juan llegó corriendo a la cabaña, entró y vio a los dos chicos tendidos en el suelo con cara de estar pasando el peor de sus días. ‐ ¿Estáis bien? ¿Pero, qué ha pasado? – preguntó Juan, blanco de la impresión y con la voz temblorosa. Carlos, que se estaba partiendo de risa, de repente, sintió algo raro en su interior y, sin poder controlarlo, se

30


levantó del suelo, dejó de reírse y se dirigió a Juan en voz baja y totalmente sumiso: ‐Juan, perdóname. Ha sido idea mía, te íbamos a gastar una broma, pero reconozco que era demasiado pesada. Realmente aquí no hay ningún animal. Estaba fingiendo y gritando para que vinieras. Espero que me perdones y por favor, no culpes a Raúl de esto, porque insisto en que todo ha sido idea mía. Raúl le miraba sin dar crédito. Era como si hubieran cambiado a su amigo por otra persona.

31


Juan estaba atónito, no se esperaba semejante broma, pero tampoco aquel ataque de sinceridad del chico. ‐Bueno, es muy tarde y al final no ha pasado nada. Así que olvidaré esta incidente, pero eso sí, si volvéis a hacer algo así, seréis expulsados del Campamento. Cuando Juan se había ido, Raúl que estaba muy enfadado, le preguntó a su amigo: ‐Pero tío, ¿qué te pasa? ¡Con lo bien que nos lo estábamos pasando y tú ahí, como un tonto soltando el rollo ese de “era un broma muy pesada”…!

32


‐¡No sé que me ha pasado! Yo no quería decir todo eso, era como si no fuera yo el que hablara. ‐ No, claro, sería algún espíritu que no tiene nada que hacer y ha venido aquí a gastarte una broma. ‐Bueno Raúl, vamos a dejarlo, estoy muerto de sueño. ‐Y yo también, dijo Saúl‐ que acababa de llegar. ¿Os lo habéis pasado bien con la broma al pobre Juan? ‐¡Mejor mañana te cuento!‐ dijo Raúl dándose la vuelta en su cama. La mañana siguiente amaneció soleada y con buena temperatura, así que los chicos, estuvieron encantados de

33


dar la vuelta por los alrededores que tenían prevista. Todos menos Carlos, que seguía pensando en lo acontecido ayer. Menos mal que a la hora de la comida, habían hecho su plato favorito, chipirones en su tinta. ¡Le encantaban! Por la tarde, tenían un rato libre, así que él iba a jugar con los “gemelos” al billar, uno de sus juegos favoritos. Se le daba genial, pero decidió engañar a los gemelos y decir que sólo había jugado una vez, para apostarse, “algo bueno” y, por supuesto, ganar.

34


Empezaron la partida y, de nuevo, Carlos tuvo esa extraña sensación: ‐Chicos, tengo que deciros algo. ‐Pero, ¿no puedes esperar a después de la partida?, ¿qué quién pierda invita a la merienda, y yo me he quedado sin un “pavo”? ‐ No os preocupéis, que voy a invitar yo. Es lo mínimo que puedo hacer por haber intentado engañaros. ‐¿Engañarnos? ‐ Sí, os he dicho que no sabía apenas jugar al billar, y la verdad, es que se me da muy bien, así que ganaros sería

35


sencillo para mí, ya que, además, vosotros no tenéis mucho nivel. ‐¡Me alegro de tu sinceridad! Pero tío, esto que haces es de lo más extraño. Primero, piensas en hacer alguna “maldad” y cuando vas a hacerla es como que te “arrepientes” y empiezas a explicar todo lo que ibas a hacer. O lo haces o no lo haces, ¡vamos, digo yo! ‐ No sé lo que me pasa, es como si no fuera yo… – dijo dejando el palo de billar y yéndose rápidamente de allí. Sus pasos le guiaron hasta el lago, no sabía por qué, pero sólo le apetecía estar allí.

36


Y se quedó un buen rato, pensando en todo aquello. Aunque lo cierto es que no llegó a ninguna conclusión. Al día siguiente, iban a hacer una excursión a caballo con los monitores. Se trasladaron en los Jeeps, hacia unas cuadras cercanas y allí, a cada uno le dieron un caballo para empezar su agradable paseo. Carlos olvidó sus problemas, porque el paisaje era espectacular y montar a caballo una experiencia de lo más bonita.

37


Pasearon por el bosque, cruzando un pequeño río que lo atravesaba. También cabalgaron por una inmensa explanada verde, plagada de flores de muchísimos colores. Aquello era fantástico. Al medio día, pararon para almorzar. Carlos disfrutó de su sándwich y de su bebida favorita, una refrescante Coca Cola. Tanto él, como los gemelos, estaban más animados y convencidos de que el resto de los días que durara el Campamento, se lo iban a pasar genial.

38


Por la noche, cuando llegaron a sus cabañas, estaban realmente agotados. Así que, sin mediar palabra, se fueron a dormir plácidamente. Ya era jueves, ¡cómo había pasado el tiempo de deprisa! Pero bueno, todavía tenían tres días para seguir disfrutando de todo aquello. Esa mañana se iba a disputar una nueva prueba del Campeonato de Natación. Quien la pasara, quedaría seleccionado automáticamente para las semifinales.

39


‐¡Carlos!, menos mal que te veo. Ha llamado tu madre varias veces, porque dice que no te has puesto en contacto con ella desde que estás aquí‐ le informó Toño. ‐¡Es que mi madre es una pesada!‐ respondió molesto. ‐Eso, o que tú no cumples lo que dices, porque delante de mí la dijiste que la ibas a llamar al llegar. Seguramente, si lo hubieras hecho, ella no te hubiera tenido que llamar‐ aseguró Toño. El chico estaba furioso y le iba a contestar que él no tenía porqué llamar a nadie, que su madre no le dejaba en paz… Pero, curiosamente, de su boca salió lo siguiente:

40


‐Pues es verdad Toño, si la hubiera llamado, tal y como dije, seguro que mi madre no hubiera vuelto a llamar. Pero es que soy un poco... ‐Despistado, ¿verdad? – dijo Toño intentando quitar “hierro” al asunto. ‐Sí, eso. Pero bueno, ahora mismo, antes de ir a competir al lago la llamo. ‐ Eso está muy bien. Ya sabes que “nunca es tarde si la dicha es buena”‐ dijo Toño mientras se alejaba. El chico estaba “flipando”, ¿qué le estaba pasando?

41


Se dirigió a llamar a su madre, todavía algo confuso. Estaba dispuesto a decirla lo pesada que era y que no le llamara más. ‐¡Hola mamá! ‐¡Hola Carlos!, ¿qué tal todo? ‐¡Jo mamá! Me extraña que no me eches “la bronca” por no haberte llamado como te dije. La verdad es que tienes una paciencia conmigo, tremenda. ‐ Hijo, ¿te encuentras bien? ‐Perfectamente, este sitio es genial. ¿No estará por ahí mi hermanita?, ¿verdad?

42


‐Pues no, se ha ido a casa de una amiga. Pero prefiero que no esté, porque para que le digas alguna de tus “lindezas”, mejor que no le digas nada. ‐¡Que no mamá!, ¡que no le iba a decir nada malo! Sólo quería saludarla para ver si estaba bien. Y tú, ¿qué tal estás? ‐Hijo, de verdad, me estás empezando a preocupar ¿Seguro que va todo bien? ‐Que sí mamá, ¿es que no me puedo preocupar por mi hermanita y por mi madre?

43


‐¿Has dicho por tu hermanita y por tu madre?… Bueno hijo, si tú dices que está bien, yo te creo, pero si te pasa cualquier cosa, no tienes nada más que decírmelo. Sabes que siempre estaré ahí para cuando me necesites, ¿verdad? ‐Si lo sé mamá. Gracias de corazón. Elena no pudo evitar derramar unas lágrimas. Tener una conversación con su hijo tan “sentimental” era algo muy, muy difícil y, para ella, de las mejores cosas que la podían pasar en la vida.

44


Cuando colgó el teléfono, Carlos estaba de nuevo, confuso. ‐¿Pero, qué he dicho? “gracias de corazón” que si “mi hermanita” ¿En qué estaba yo pensando? Estaba enfadado consigo mismo por haber dicho “esas cosas tan cursis” a su madre, pero por otro, y, aunque le costaba reconocerlo, el hecho de haber conseguido emocionar a su madre, le gustaba. El jueves transcurrió sin más “novedades” y con Carlos todo el día pensando en todo lo extraño que le estaba pasando desde que llegó al campamento. Aunque, bien

45


pensado, lo cierto es que, su “meloso” y extraño comportamiento empezó cuando se bañó en el lago. El viernes por la mañana había “revisión” de cabañas. ‐¡Carlos!, recoge todo porque vienen Toño y los demás monitores a revisar la cabaña. ‐Yo no pienso recoger nada, ¡odio recoger! Siempre discuto cuando mis yayos o mi madre me dicen que recoja, así que, ¡paso de hacerlo aquí! Mientras Saúl y Raúl se afanaban en recoger todo, él seguía en sus trece de no mover ni un solo dedo para recoger nada.

46


Cuando Toño entró en la cabaña, vio que la “parte” de los gemelos estaba impoluta, pero la de Carlos, desastrosa. ‐¿Qué ha pasado?, ¿por qué no has recogido? El pensamiento del chico era decir que no había recogido porque no le daba la gana, porque pasaba y… cosas similares. Pero lo cierto es que cuando abrió su boca, lo que acertó a decir fue: ‐Es que me cuesta mucho recoger, no sé por qué. Pero si me das cinco minutos más, te prometo que dejo la cabaña limpia como “los chorros del oro”, como dice mi yaya.

47


‐Vale, pero ¡que no se vuelva a repetir! Tienes que recoger cuando todos. ‐ Vale Toño, y muchas gracias por ser tan comprensivo. Los gemelos miraron atónitos a su amigo, de nuevo le había vuelto a pasar, ese extraño ataque de “arrepentimiento” y “sinceridad” Después de recoger la cabaña, y como disponía de tiempo libre, se fue a la sala de informática a jugar un rato con el ordenador, era algo que le gustaba mucho y además le relajaba.

48


‐¡Carlos!‐ dijo Raúl que acaba de entrar en la sala‐ Toño nos ha llamado, nos tiene preparada una sorpresa en el lago. ‐¡Eso suena bien! – respondió animado‐ ¡Vamos! Cuando llegaron vieron que en el lago había un montón de canoas. ‐¡Chicos!, vamos a remar en estas estupendas canoas. ‐¡Biiiiiieeeeen!‐ gritaron todos – El plan sonaba de lo más divertido. Y lo cierto es que lo fue, aunque también de lo más agotador.

49


Los tres amigos fueron en una canoa y remaron con fuerza para intentar ser los primeros. No es que estuvieran compitiendo, pero se lo estaban pasando tan bien, y era tan reconfortante ir remando mientras se veía ese espléndido paisaje... ‐¡Bien, hemos llegado los primeros! – gritó Carlos emocionado. Los gemelos se pusieron tan contentos, que empezaron a saltar y a cantar dentro de la canoa.

50


‐¡Y si somos los mejores bueno y qué! ¡Y si somos los mejores bueno y qué! Y si somos los mejores, somos los mejores, somos los mejores bueno y qué… Carlos se unió al grupo cantando la famosa canción de “los mejores” y saltando como loco, sin darse cuenta de que estaban dentro de la canoa. Y siguieron saltando hasta que la canoa se ladeó y acabaron todos en el agua, riéndose como locos y felices, como pocas veces en su vida.

51


Lo cierto es que, desde que había llegado a ese Campamento, Carlos había tenido un montón de sentimientos que nunca antes había conocido. Empezaba a pensar que no estaba tan mal “portarse bien”, el saber obedecer, expresar los sentimientos… En el fondo, desde que le daban esos “arranques” de sinceridad, lo que había conseguido era sentirse mejor con él mismo y que las personas que le rodearan le dieran siempre otra oportunidad. Iba pensando en todo esto de camino a la cabaña, cuando fue interrumpido por Raúl.

52


‐ ¿Todo bien?, tienes cara de estar preocupado… ‐ No, es que estoy pensando… ¿Te puedo hacer una pregunta? ‐ ¡Pues claro! ‐¿Te llevas bien con Saúl? No sé, a veces discutes, a veces te ríes... Pero creo que tienes una buena relación con él, ¿verdad? ‐Mira, cuando éramos más pequeños nos llevábamos fatal. Todo el día peleando, “fastidiándonos”, sin dar ni palo… Mis padres estaban desesperados, sobre todo mi

53


madre, que era la que pasaba más tiempo con nosotros. Así que estábamos todo el día castigados y de mal “rollo”. ‐¡Pero yo pensé que los gemelos os llevabais genial! ‐Pues ya ves, ¡no siempre es así!‐ respondió Saúl que acababa de entrar en la cabaña. ‐¿Y cómo conseguisteis llevaros bien? ‐¡Eh!, ¡que no nos llevamos tan bien como dices!‐ respondió Raúl divertido. ‐Lo que pasó es que yo tuve un accidente‐ añadió Raúl algo serio‐ bueno, mi madre y yo, un accidente de tráfico. Estuvimos varios días ingresados... Me di cuenta de lo

54


mucho que quería a mi hermano y mi madre, y que no tenía ningún sentido seguir haciéndonos la vida imposible. ‐Yo‐ siguió Saúl‐ sólo pensaba en que si pasara algo a mi hermano o a mi madre, nunca me lo iba a perdonar, por lo mal que me había portado con los dos. Tú piensa, ¿cómo te sentirías si le pasara algo a tu madre o a tu hermana?…. Él se quedó pensativo. ‐Venga chicos ¡a cenar!‐ gritó Juan

55


Esa noche Carlos no pudo dormir bien, no hacía más que pensar en la conversación que había tenido con los gemelos. Nunca se le había ocurrido pensar qué pasaría si a su familia le pasara algo... Realmente se metía mucho con su hermana, muchas veces discutía con su madre, pero, desde luego que no quería que pasara nada a ningún miembro de su familia. Ya era sábado. El último día de aquel fantástico campamento, ya que al siguiente, regresarían a su casa.

56


Por la mañana, tenían la gran final del Campeonato de Natación en el lago. ‐¿Estás nervioso Carlos? – preguntó Saúl a su amigo. ‐No, la verdad es que no. Y eso que no he dormido muy bien, pensando en nuestra conversación de ayer. ‐Bueno, tú ahora no pienses en nada, sólo intenta ganar y sobre todo disfrutar de la carrera. ‐Si, ¡buena idea! Ya en el lago, empezó a calentar y a concentrarse. Tenía muchas ganas de ganar esa carrera y pensaba que tenía posibilidades.

57


‐Preparados, listos… ¡ya! Carlos se tiró al agua, empezó a nadar con fuerza. Oía los gritos del público, animándole. Como pudo, miró a los dos lados y vio que, por muy poco, pero iba ganando. No podía perder ni un segundo. Aunque cansado, siguió nadando con fuerza y determinación. Ya quedaban muy pocos metros… ¡llegó! Miro a los lados y comprobó que… ¡había ganado la carrera! ‐¡Biiieeeeeen!

58


Salió del agua y los gemelos fueron rápidamente a felicitarle, también Toño, Juan y un montón de chicos y chicas. Carlos estaba feliz. La tarde la tenían libre, así que él y los gemelos se fueron a dar una vuelta por los alrededores del campamento. ‐Me va a dar pena irme‐ dijo Saúl. ‐Y a mí‐ asintió su amigo‐ Me lo he pasado muy bien, y he estado como “ordenando” mis ideas. ‐¿Así que, ya no te van a dar esos ataques de sinceridad y arrepentimiento?

59


‐No lo sé, pero creo que si me comporto bien, no me tendré porqué arrepentir de nada. ‐¿Y eso significa que no te vas a volver a meter con tu hermana?, ¿y que no vas a volver a practicar tu afición favorita de “tocar las narices”? ‐Bueno‐ respondió sonriente ‐ ¡Tampoco hay que pasarse!... La noche del sábado organizaron una gran fiesta al aire libre. Acudieron todos. Hicieron una cena especial que los chicos disfrutaron muchísimo.

60


Además, se hizo la entrega de medallas de los diferentes torneos que se habían celebrado. Carlos recibió, con mucha emoción, la suya de Natación. La verdad es que la noche fue inolvidable, llena de risas, anécdotas, alegría… Nuestro “prota” disfrutó mucho de todo aquello y pensó, que por mucho tiempo que pasara, nunca podría olvidar ese Campamento. A la mañana siguiente, pusieron rumbo a Madrid. El viaje se hizo muy corto y cuando llegaron, los tres se despidieron efusivamente. En una semana habían logrado

61


hacerse amigos de verdad. Prometieron seguir en contacto y sabían que así iba a ser, y que su amistad duraría para siempre. Cuando Carlos vio a su madre, fue corriendo hacia ella. Le dio un beso y le dijo. ‐Mamá, sólo quiero que sepas que sé que se puede vivir mejor, que se puede cambiar y que yo lo quiero intentar. Con tu ayuda. ‐Hijo, no sé qué te ha pasado, pero, bienvenido sea. Lo vamos a intentar los dos y con todas nuestras fuerzas.

62


Y así, se fueron hacia su casa, mientras Carlos cogía a su hermana y, ante la sorpresa de todos, la daba un beso, a la vez que le susurraba en el oído: ¡He vuelto enana!

FIN

63


NOTA DE AUTOR: "Queda prohibido cualquier reproducción total o parcial de este documento, sin la autorización expresa de su autora” Ana Isidoro Zapardiel Mail: mylibro@gmail.com Tel.: 629 07 58 71


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.