Encontrándome

Page 1


Biografía de la autora

Carlota Cessa Croda estudia las Licenciaturas en Economía y Derecho en el Tecnológico de Monterrey. Nacida en Córdoba, Ver., ha sido redactora en la Gaceta Económica de la SALEC, directora de redacción en la revista Dicho & Derecho de la SALED y coordinadora general de la revista del grupo estudiantil Girl Up. En la preparatoria fue Embajadora Tec, donde encontró su propósito a inspirar a otros.


Encontrándome

Carlota Cessa Croda

C3



Primera edición: 9 de septiembre de 2021 Derechos de autor: “No se permite la reproducción, almacenamiento o transmisión total o parcial de este libro sin la autorización previa y por escrito del editor. Todos los derechos reservados.” Carlota Cessa Croda, 2021 Auto editado, 2021 ISBN: en trámite Impreso en México



Prólogo Samanta cuenta sobre el camino que recorre a través de diferentes aspectos de su vida cotidiana, en busca del fortalecimiento de su amor propio. Amistades fallidas, problemas familiares, amores sin un final feliz, entre otras situaciones, llevan a Sam a buscar soluciones en los lugares en los que menos pensaría que los fuera a encontrar. El camino que tiene por delante no es fácil, pero al final encuentra la respuesta más cerca de lo que creía.



Dedicatoria

Para mi madre y amigas que inspiraron esta obra.



“La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino sólo por la falta de significado y propósito” –

Viktor E. Frankl

“Dulce es el fruto de la adversidad, que, como el sapo feo y venenoso, lleva en la cabeza una preciosa joya” –

William Shakespeare



Capítulo 1 No sé quién soy

Hace varios días que no hablo con mis amigos. Me la he pasado en mi casa repitiendo las mismas películas una y otra vez. Ya debería de hacer mi propia versión de Orgullo y Prejuicio con eso de que ya me sé los diálogos. A veces me imagino como sería tener a un Mr. Darcy en mi vida, pero la verdad es que, en ella, yo soy Mr. Darcy. Me levanté del sofá para ir por unas papas a la cocina. Ni me había dado cuenta del hecho de no haberme levantado de él desde que me desperté. Al llegar a la cocina estaba mi hermano preparándose una ensalada de atún y la verdad me dio hasta vergüenza porque yo iba por algo de muchas calorías. –

Sam, ¿no sabes si hoy tenemos la comida familiar? – me dijo David mientras picaba jitomate – Es que quería ver si iba a jugar tenis con Pablo o le cancelaba para ir mañana.

13


¿Cómo es que mi hermano siempre tenía mil cosas para hacer? Yo sólo me la pasaba viendo series y de vez en cuando iba por un café con mis amigos. –

La neta no lo sé, - le contesté de mala gana - llevo días ignorando a mamá entonces si quieres saber pregúntale tú.

Ya me di cuenta de que lo que a ti te falta es hacer algo que te distraiga. – me dio una palmada en la espalda – Deberías venir con Pablo y conmigo a jugar o sino podemos ir a caminar o hacer ejercicio.

Ay no, qué flojera, tú sabes que a mi el deporte no se me da y la verdad he visto últimamente series muy buenas que posiblemente te van a gustar.

Pues como veas, yo mejor le voy a preguntar a mamá qué onda con la comida y sino para marcarle a Pablo. –se dio la media vuelta y se fue hacia el cuarto de mis papás.

Me quedé pensando. David era de las personas más activas que conocía. Hacía mucho ejercicio, le iba mejor que a mi en la escuela, y eso que mis calificaciones no bajaban de 90, tenía siempre plan con amigos e incluso se daba espacios para leer o pasar el tiempo con nuestro perro Toby. Yo llevaba meses de no ir a reuniones no sólo por 14


la pandemia, sino por mi falta de ganas de convivir con la gente. Una vez me pasó que había planeado mi outfit que según yo se veía increíble para una fiesta; mis papás me habían dado permiso desde varios días atrás y hasta tenía en mente con quién y sobre qué iba a platicar ahí. Me tocó ser quien pasara por mis amigas para llegar juntas, pero cuando se subieron a la camioneta, no me dijeron absolutamente nada, simplemente siguieron con un tema de conversación que se notaba que ya llevaban horas platicando y no hicieron el más mínimo esfuerzo por incluirme en la plática. Al llegar al lugar, nos separamos sin que me diera cuenta. Intenté llegar a platicar con diferentes personas que tenía en mente, pero pareciera que todas estuvieran ocupadas. No habían pasado ni dos horas de mi llegada y ya me quería ir. En eso me dieron ganas de ir al baño. Antes de entrar, se me cayó el teléfono y cuando me agaché para recogerlo, escuché las voces de mis amigas por quienes había pasado antes de llegar: –

¿Viste su color de uñas? Ni siquiera combinaba con la blusa que traía, tipo ni al caso.

Deja tú las uñas, no se quería despegar de nosotras cuando llegamos; ¿qué no capta que solo le hablamos porque no teníamos cómo llegar?

15


Bueno equis, ya que nos queramos ir le pedimos ride y ya no pasa nada. Simplemente no la busquen ahorita porque sino se nos va a volver a pegar como chicle.

Ahí entendí todo. Me fui lo más rápido que pude hacia la entrada mientras les hablaba a mis papás para que pasaran por mi. No encontraba sentido de estar más tiempo en ese lugar. Mi mente se llenaba de pensamientos cada vez más y más. Todos mis planes de la noche se habían arruinado. El lugar que sentía como refugio se había convertido en un campo de batalla en donde a la única persona que atacaban era a mi. Me sentía traicionada. Recuerdo que al llegar a mi casa entré a mi cuarto para verme en el espejo. Nunca había visto antes mi mirada sin sentido, vacía, con una decepción que se reflejaba en la postura de mi cuerpo. Desde entonces comencé a preguntarme: ¿para qué me esfuerzo tanto por gente que no me aprecia?, ¿volveré a encontrar propósitos en mis planes a futuro? Siempre me pregunto porque no puedo ser como David disfrutando de cada momento del día sin sentirme inútil. Me cuestiono casi todas mis decisiones y me cuesta mucho dejar ir aquello que me lastima. Veo como cada día me parezco menos a la niña de buenas calificaciones, que 16


hacía mil actividades extracurriculares y que se la pasaba saliendo con sus amigos, o bueno, a los que consideraba que lo eran. En cambio, ahora me siento sin salida, forzada a vivir en el mismo entorno, sin encontrar una esperanza de cambio. Siempre que veo mi serie favorita me pregunto cómo es que Meredith Grey vive tantas tragedias y de todas sale adelante. Lo único que he aplicado de lo que hace esa mujer son conocimientos de medicina, y en parte gracias a ella descubrí que era la carrera por la que me sentía apasionada. Sin embargo, por más que intente, no tengo su resiliencia. De la nada llega mi mamá a la cocina un tanto apurada, pues tenía que ir a hacer sus mandados acumulados por el viaje que había tenido la semana pasada. –

Samanta, ¿qué haces comiendo esas papas? – dijo mi mamá en tono de regaño mientras metía cosas a su bolsa – ya te dije que tienes que dejar de ver tanto la televisión porque al rato que empieces clases no vas a tener suficiente energía.

Bueno mamá, ¿qué te importa? – contesté enojada.

¿Ya ves? Uno ya no te puede decir nada porque de todo te enojas, lo que si al rato no te andes quejando que te sientes cansada y que no vas a 17


estar para la comida con tu papá, sino olvídate de ir con nosotros de vacaciones. –

¡Pero mamá, no se vale! –en mi mente sabía que esas vacaciones nunca ocurrirían con la pandemia que estábamos viviendo.

Bueno como veas, nada más que ya no te quiero ver comiendo pura porquería mientras estás con la tele.

Se fue mi mamá de la casa y me fui a acomodar nuevamente a la sala de tele, pero ahora con mis papas preparadas. Era el único lugar que encontraba tranquilidad a mis problemas y donde me podía desconectar de mis nervios por empezar la carrera de medicina. Estaba mal que no cambiara mis actitudes de flojera, pero por el momento era lo que mejor podía hacer. El único que entendía mis ganas de aislarme era mi papá. Se había dado cuenta meses atrás, cuando me tuvo que recoger de la fiesta, lo mal que la estaba pasando y como de golpe me estaba percatando que las personas que consideraba de mis mayores amistades, en realidad eran falsas conmigo. Él me dejaba estar haciendo lo que quisiera durante mi encierro en casa, y hasta a veces era quien me acompañaba mientras lloraba viendo una película. Sin él si me sentiría completamente sola. 18


El final de las vacaciones se acercaba y ahora si iba a volver, aunque fuera por una computadora, a la pesadez de la vida académica, o por lo menos yo así la veía. La verdad, intentaba ignorar ese factor, aunque todo el tiempo se la pasaba dando vueltas en mi cabeza.

19


20


Capítulo 2 Nada es para siempre

Sofía había sido mi mejor amiga desde hace tres años. Nos conocimos un 7 de agosto de 2017 en nuestra primera clase de preparatoria. Sofía se acababa de mudar a la ciudad y no conocía a nadie. Ese día me senté con mis amigas y sin querer la volteé a ver. Estaba sola dibujando en una libreta azul con estrellas plateadas un paisaje con muchos detalles, y fue así como decidí acercarme para contemplarlo más de cerca. Debo admitir que no soy buena disimulando cuando observo a alguien más, y claramente Sofía se dio cuenta de ello. –

Hola, ¿te gusta el dibujo? – me preguntó Sofía – La verdad no sé si meterle más tonalidades o si con los colores que lo estoy trabajando son suficientes, ¿tú qué opinas?

Pues a mi la verdad me agrada así como está, aunque me pregunto, ¿por qué estás dibujando esa casa junto al mar?

Es que así era mi casa cuando era chiquita y pues me trae bonitos sentimientos cada que la recuerdo.

Oh ya, ¿y ya te vas a mudar acá definitivamente? 21


Si yo creo que si o por lo menos hasta que me vaya a la universidad si me quedaré por acá. Y tú, ¿también te quedarás acá?

Si, si, siempre he vivido acá y solamente me iré de intercambio un semestre y regresaré.

Bueno pues ya tendrás a una amiga con quien convivir acá. –fue entonces que Sofía siguió con su dibujo.

A partir de ese día empezó una de las mejores amistades que llegué a tener en mi vida. Hacíamos tarea juntas, pijamadas a cada rato, viajes, incluso nos fuimos de intercambio al mismo país, casi casi como si fuéramos hermanas, y es que en realidad ya lo éramos. Teníamos el plan de irnos a estudiar a la misma ciudad y vivir juntas, pues, aunque queríamos estudiar cosas distintas, no nos veíamos en diferentes lugares. Era como si nuestra amistad fuese para siempre. Cuando llegó la pandemia, los planes diarios con Sofía dejaron de existir, así como los de nuestra vida futura. Cada una estaba en su casa viviendo su vida. Mientras yo me encerraba del mundo, ella seguía con su rutina diaria. A partir de esta diferencia, fue que comenzaron nuestros problemas.

22


Un día le marqué por video llamada porque debíamos decidir sobre algunas cosas del departamento. En eso me contesta Sofía y resultó que estaba con algunas de mis “amigas”. –

Qué onda Sam, ando un poco ocupada, pero dime qué necesitas.

No pues ves que íbamos a ponernos de acuerdo para el departamento, te hablaba para que pudiéramos platicarlo, pero creo que estás un tanto ocupada entonces si quieres luego te marco.

Ah no, no te preocupes me voy sino tantito al comedor para que me digas lo que hayas visto – contestó Sofía mientras escuchaba como las demás

niñas

detrás

del

teléfono

estaban

preguntándose si era yo o no. –

No, pero estás ocupada, lo entiendo perfecto, sino luego te marco – le contesté mientras me aguantaba mi enojo de que estaba con otras personas mientras yo me la vivía encerrada porque me cancelaba todos los planes que hacía con ella.

Ay Samanta ya vas a empezar otra vez con tus cosas, – contestó Sofía quejándose, lo bueno es que ya estaba dentro de la cocina para que nadie 23


la escuchara – no es posible que porque tú no quieras convivir con ellas porque te caen mal ya te andes poniendo de mala onda. –

A ver Sofía, ya habíamos quedado en ponernos de acuerdo hoy para tomar una decisión, no es posible que cada vez que quiero platicar seriamente contigo te sacas un plan de la nada y no llegamos a nada.

Es que Samanta te la pasas haciendo planes y planes y no disfrutas del momento, tienes que relajarte un poco.

En ese momento sentí como algo dentro de mi se quebraba, y no era por lo que me decía Sofía en ese momento, sino porque caía una gota más al vaso que llevaba meses llenándose de nuestras discusiones acumuladas. Llevaba varias semanas intentando contarle sobre cómo me sentía una extraña con mi familia, el cómo no me estaba encontrando en este mundo e incluso, las miles de preguntas que rondaban a cada rato en mi cabeza sin parar. Cada vez que intentaba abrirme y decirle mi situación, terminaba sacándome la primera excusa que pudiera para ignorarme. Estaba cansada de esperar algo de ella siempre y terminar decepcionada. No me aguanté más. Respiré profundamente y ya que me sentía lista se lo dije: 24


Sofía me vas a escuchar, llevo semanas mal, buscando ayuda en la gente en quien más creía confiar. Me la he pasado viendo lo de la universidad porque es el único plan que hasta el momento de la pandemia le veo futuro. He intentado contarte más de una vez como me siento, el cómo cada día que despierto me siento a veces muy débil para levantarme y tomar acción en mi día. Ya no puedo seguir aguantando esto. Siento que cada vez que te hablo lo único que hago es lastimarme más. Y me he dado cuenta de que es porque me aferro a ti, permito que seas un punto de decisión en mi vida, pareciendo que cualquier decisión que tenga que tomar tú seas parte siempre de ella. Pero ya no más. Si no te interesa esta amistad, lo entiendo o por lo menos pronto lo entenderé. No está bien ni para ti ni para mi seguir forzando algo que ya se quebró. Por eso solo te dejaré decir la última palabra antes de que tenga que agarrar valor y tomar una decisión de la cual no pienso dar vuelta atrás.

Se escuchó un silencio por unos segundos. La piel se me ponía chinita de los nervios, pues por primera vez no se me ocurría cual sería la respuesta que me daría Sofía del 25


otro lado del teléfono. El silencio se rompió, y fue entonces cuando tuve la respuesta: –

Sam, creo que ya lo dijiste, se quebró. Creo que solo puedo decir gracias y desearte buena suerte. Adiós.

Me colgó. Sentí como mi corazón se quebraba en mil pedazos. Acababa de perder a mi mejor amiga, mi hermana, a la persona en la que, a pesar de conocernos desde hace poco tiempo, se había convertido en una pieza clave en mi vida. Sentía como si el mundo se me cayera encima. A parte, su respuesta fue tan directa y seca que no tuve tiempo de analizarla. Lo peor de todo es que no sabía qué haría ahora. Tenía que modificar mis planes y aprender a vivir sin depender de ella.

26


Capítulo 3 Una familia no tan familia

Cuando me preguntan por mis papás no sé ni por donde empezar. Yo creo que mejor empezar por lo malo para llegar a lo bueno, así puedo decir más fácil que creo que tengo un final feliz. Mi mamá es una persona bastante especial, y por especial, me refiero a un tanto no parecida a mi y con quien suelo

chocar

casi

diario.

Resulta

que

nuestras

personalidades son bastante diferentes en ciertas cosas y bastante parecidas en otras, pero, aunque pudiéramos coincidir, lo único que nos ocurre es explotar. Hubo una vez en que acababa de salir mal en un quiz de física y como tenía bastante tarea, mi cabeza no paraba de pensar, tanto que me estaba estresando de más. En cierto modo, solo faltaba un pequeño mal comentario para que mi mente explotara en mil direcciones, azotando sobre todo lo que estuviera a mi alrededor. Fue entonces que llegué a mi casa y tomé la pésima decisión de entrar a la cocina, donde por coincidencia estaba mi mamá.

27


Ay que bueno que ya llegaste, – dijo mi mamá – necesito que me traigas mi bufanda azul del cuarto cajón al lado derecho de mi clóset, que está en la tercera pila de adelante hacia atrás; después necesito que me separes tu ropa sucia porque necesito que tengas tu ropa limpia porque no es posible el mugrero que tienes en tu cuarto; ah y también necesito que me traigas…

A ver a ver a ver espérate tantito – interrumpí enojada a mi mamá; sentía que en cualquier momento mi cabeza estaba por explotar, con eso de que ya tenía voces en ella que no paraban de hablar y todavía ella llegaba a descargar todos sus pendientes en mi – mamá tengo cosas que hacer, no puedo con todo lo que me dices y a parte acabo de llegar y tengo hambre.

¿Cómo me acabas de contestar? No es posible Samanta, siempre llegas a casa con la misma actitud, empiezas con tu humor que nadie te aguanta, ya te dije que debes empezar a pensar en las cosas buenas que tienes, a apreciarlas, porque si sigues con esa actitud créeme que nadie te va a poder aguantar nunca.

28


Me le quedé viendo. Seria. No quería decir ni una palabra más porque sabía que una vez que mi boca se abriera, de ella saldrían mil palabras sin detenerse, haciendo que se aumentara el calor de la cocina que ya era bastante con los cuatro sartenes que estaban a fuego alto preparando platillos exquisitos. Se sentía el humo de la sopa hirviendo a todo vapor, juntándose con el que sentía que salía por mi nariz. No paraba de respirar rápidamente intentando relajar mi tensión, pero ya no aguanté más, porque de la boca de mi madre salieron las palabras que más provocaban mis discusiones con ella: –

Ya hija, contéstame, si no yo no entiendo qué te pasa, siempre haces lo mismo y no aguanto tus actitudes de mala gana.

¿Mis actitudes de mala gana? – alcé la voz y desde ese momento no me pude frenar – Mamá vengo llegando de la escuela, tengo mil tareas que hacer, mil exámenes en donde me tiene que ir excelente para mantener mi promedio, tengo que estar al pendiente de todo lo que tengo que hacer y tú solo te enojas porque no puedo ayudarte en este momento. En verdad que intento estar bien contigo, pero no puedo con todo, solo te pido

29


paciencia y tú no la tienes, o sea capta que vengo llegando sólo entiéndelo. –

¿Sabes qué? Ya no hagas nada, yo lo hago, solo al rato no me vengas a pedir permiso de nada porque no te lo voy a dar. Y no me importa lo que pienses, tú bien sabes que no me gusta que me contesten.

Agarré mi mochila y me salí rápido de la cocina. A mí no me iba a andar dando sermones sobre como debía contestarle. Yo siempre me esforzaba por estar bien con ella y nada, siempre era lo mismo. Solo porque no captaba que estaba ocupada pensaba que ya la odiaba y tenía ganas de contestarle así. Por supuesto que el enojo no era con ella. Simplemente me sentía abrumada de todo lo que tenía que hacer, y cuando me saturaba de ideas, solamente hacía que explotara. Recuerdo cuando no había problemas entre nosotras. Antes, llegaba de la escuela y mi mamá me recogía llena de felicidad, comíamos todos en familia y me acompañaba mi mamá en el estudio mientras hacía mi tarea. Siempre se preocupaba porque nada me faltara, pero últimamente se enojaba por todo conmigo. A veces sentía que

la

estaba

decepcionando,

pero

no

sabía

específicamente por qué. Lo que sí sabía era que nuestra relación estaba descuidada, y ambas teníamos que hacer un esfuerzo por repararla. 30


Con mi papá, las cosas eran muy diferentes. Antes de irse de casa me dejaba siempre un post-it con alguna nota motivadora diferente cada día, la cual yo guardaba en una caja azul de metal en mi clóset. Cada vez que no les encontraba solución a mis problemas, abría la caja y me ponía a leer las notas, de tal manera que se me quitara la tristeza y siguiera esforzándome. Por las tardes, cuando llegaba alrededor de las seis, siempre me preguntaba si quería platicar un rato con él. Si tenía poca tarea, le aceptaba el favor, y nos sentábamos juntos en la terraza a ver el atardecer por un tiempo, mientras platicábamos de lo que nos había pasado en el día. En eso, estaba acostada en la sala de tele viendo mi serie, cuando escuché que tocaron la puerta. Volteé y vi a mi papá asomado viéndome con una sonrisa en la cara. –

Oye Sam, yo sé que has andado sin salir porque no quieres enfermarte, pero no sé si quieras ir por un helado en el coche sin tener que bajarte, igual para que podamos platicar.

Está bien pa, deja me pongo zapatos y vamos.

Subí por tenis a mi cuarto y fui rápido a su camioneta con mi coleta mal amarrada, mis pants viejitos de pijama

31


y mi sudadera favorita. Salimos por helado y cuando llevábamos dos minutos de camino me preguntó: –

Oye Sam y, ¿cómo has andado con mamá?, ¿has platicado con ella o ayudado con la casa o sus pendientes?

Ay no pa, la verdad he andado muy cansada estos días, como que no tengo ganas de salir la neta. Disfruto mucho estar sola viendo mi serie, a lo mejor la repito o me pongo a ver películas de la lista que me pasaron mis amigos para ver en cuarentena.

Pero ¿no quisieras salir un día con alguien a entretenerte?, ¿por qué no le hablas a Sofía y haces plan con ella?

Papá ya te había dicho que Sofía y yo ya no nos llevamos. Ya ves que te dije que no me iba a la uni por lo mismo de que ahorita no sabía ni dónde vivir o siquiera si voy a tener clases presenciales.

Bueno Sam, pero ¿has intentado ver el porqué de que te estén pasando estos cambios?

No, la verdad es que no. Simplemente no entiendo.

Estuvimos en silencio por un rato. Llegamos a los helados y pedimos lo mismo de siempre: un helado de 32


plátano con cajeta para mi papá y uno de tres chocolates para mí. Ese día los pedimos sencillos, porque la verdad sentíamos que habíamos comido mucho esa semana como para pedirlos dobles. En eso, decidí abrirme con él. –

Pa siento que no te estoy diciendo toda la verdad. Últimamente no me motivo con nada, no tengo ganas de salir, ni de convivir, y mucho menos de regresar a las clases en línea. Siento que algo me falta para estar bien conmigo misma. Me la paso sobre pensando todo y me abrumo a cada rato, y pues no me gusta en nada sentirme así. Yo sólo quiero tener ganas de vivir la vida como antes, porque ahora mismo no le encuentro sentido.

Escuchó hasta la última palabra que dije, se estacionó en donde pudo y me volteó a ver con una sonrisa en la cara tomándome de la mano. –

Sam, siempre me puedes contar lo que sea; yo voy a estar siempre para escucharte. Te voy a ayudar en todo lo que necesites mientras lo tenga a mi alcance. Mejor hija no pude tener. Estoy muy orgulloso de ti, y estos momentos de duda son normales cuando crecemos, pero si debemos atenderlos. No te me desesperes que yo te voy a 33


ayudar, sólo platícame las cosas. Es más, no le diré a mamá si no quieres. Y vas a ver que poco a poco vas a lograr mejorar tu relación con ella. Confía en mí, y llora lo que tengas que llorar, porque vales muchísimo, no por las increíbles calificaciones que sacas, sino por el gran corazón que tienes y lo lejos que sé que llegarás. Ten paciencia y recuerda que siempre va a estar papá para apoyarte. Te amo mucho. Mis lágrimas no paraban de deslizarse por mis mejillas mientras me daba un fuerte abrazo. Mi papá si se daba cuenta de cómo me sentía, y en ese momento supe que sería quien me podría ayudar con mis dudas y miedos de ahora en adelante. Sólo necesitaba confiar más en él para abrirme con los demás, y poco a poco las cosas irían mejorando para mí.

34


Capítulo 4 La Clase

Si me preguntan qué momento de mi vida fue definitivo para que pudiera tomar las riendas de ella y hacer un cambio, fue gracias a la clase de la maestra Patricia Enciso. Era un martes 1 de septiembre. Me acababa de conectar a la sesión en zoom. Me tocaba la materia de matemáticas en educación general, que no era una materia común de mi plan de estudios. Ese día, me había levantado temprano, desayunando para luego arreglarme, cosa que normalmente no hacía puesto que me gustaba quedarme en pijama acostada a tomar mis primeras clases. Por alguna razón, la maestra decidió que ese día no trabajaríamos ningún tema relacionado con su materia, sino que haría la clase un poco más dinámica para que igual pudiéramos convivir entre sus estudiantes. –

Bueno se preguntarán seguro en qué vamos a trabajar hoy. – dijo la maestra Paty – Pues nuestra clase va a girar alrededor de la pregunta, ¿cuál es mi motivo? Así que les pregunto para que levanten la mano y les de la palabra, ¿cuál es su motivo? 35


El salón se quedó callado, sin que ningún micrófono se abriera. Pareciera que nadie entendía a que se refería la pregunta. Tenía razón cuando nos dijo que la clase no tenía nada que ver con las fórmulas que estábamos estudiando. Necesitábamos contexto. ¿Mi motivo de estar en su clase?, ¿De estudiar medicina?, ¿De haber entrado a la universidad? No sabía ni que contestarle. –

Creo que no entendieron bien la pregunta, – se empezó a reír la maestra discretamente – por eso les voy a poner mi ejemplo sobre lo que yo contestaría. Un motivo es una razón, algo que te provoca tener ganas de hacer algo con tal de manifestar una emoción, en la mayoría de los casos positiva. Cuando a mi me preguntan sobre cuál es mi motivo, me pongo a pensar en mi misión en la vida, la cual es mi felicidad. Para llegar a ella tengo que hacer muchísimo esfuerzo. Levantarme todos los días para alistar la reunión en zoom, con presentación o el recurso que vaya a ocupar, dar la clase, estar al pendiente de mis hijas, preparar la clase de los otros grupos y las de los días siguientes, y así me puedo ir con mil pendientes. Y aquí se preguntarán, bueno y ¿cómo es que le dan ganas a la maestra de hacer todo eso? 36


Fácil, tengo un motivo: compartir el conocimiento que tengo con otras personas. Si bien a mis hijas no les voy a enseñar lo mismo que a ustedes. Con ellas

aplico

valores,

responsabilidades,

compromisos, entre muchas otras cosas. Con ustedes me comprometo a enseñarles lo referente a lo que marca el programa del curso para que tengan herramientas en su futuro. Pero más allá de que se aprendan fórmulas, procedimientos o teoría, lo que busco enseñarles es a ser profesionistas humanos. En muchas ocasiones sus profesores empiezan a dar un tema y se siguen con el otro sin detenerse a preguntarles a sus estudiantes cómo se sienten ese día. Puede que estemos en el mismo salón donde un estudiante está pasando por una situación difícil y como generalizamos que los estudiantes solo vienen a aprender lo que viene en el curso, no les permitimos ver más allá de sus problemas para encontrar soluciones. Fíjense que me ha pasado esto con generaciones pasadas. Llegan a la clase y les preguntas cualquier concepto y rápido se ponen a buscar en internet o sus apuntes, o ya si se lo saben de memoria te dan la respuesta correcta. Pero cuando les preguntas de sus vidas, 37


sus personalidades, sus gustos, sus disgustos, se quedan pensando como ustedes en este momento que no me supieron contestar. Y es que a veces los exprime tanto la vida académica que no se dan un espacio para pensar, ¿por qué estoy aquí?, ¿por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?, saber el motivo de tenerlos conmigo en esta clase o en cualquier otra. Probablemente todavía no sepan qué contestarme, pero les voy a dejar el resto de la clase libre y todo el día para que me manden por correo un mensaje con su motivo de vida. Cuídense mucho, y nos vemos en la próxima sesión para seguir con los temas. Y fue así como la maestra cerró la sesión abruptamente y nos dejó a todos pensando. Abrí un documento nuevo y me puse a escribir, lo primero que se me viniera a la mente. Cómo me sentía, por qué me gustaba medicina, y así varias preguntas que fui contestando. Aquello que no me había atrevido a reflexionar sobre mí misma. Y simplemente, por sí solo, encontré mi motivo: Venimos solo un rato a este mundo como para no hacer lo que realmente disfrutamos; mi motivo es ser la persona con la que más disfruto estar. 38


Capítulo 5 Una terapia para el alma

Nunca en mis 18 años de vida había ido a terapia. Para mi, la psicología la tenía definida de muy mala manera: era un área de estudio, que según yo el ser humano podía aprender de ella por sí solo sin estudiar una carrera profesional, y que solamente le ayudaba a las personas con problemas mentales severos, o dicho en las palabras de mi yo de 12 años, personas locas. Mis papás ya habían platicado sobre lo mal que me veían, sacando siempre a la conversación mis constantes discusiones con mi mamá. David intentaba hablar conmigo, sin tener éxito nunca. Y fue hasta una tarde de jueves en octubre cuando mi papá entró a mi cuarto, justo cuando terminaba mi tarea de matemáticas. –

Sam necesito que me acompañes a un lugar muy importante.

Ah si, justo acabo de terminar mi tarea, ¿a dónde quieres que te acompañe?

Tengo que ir a una plática con una persona y no quiero ir solo, de hecho, me pidió que fuera

39


acompañado y ni tu mamá ni David pueden ir. Lo bueno es que ya acabaste tu tarea, ¿no? –

Ah si, ya la acabé. Solo deja me pongo unos tenis y vamos.

Va que va.

Salió mi papá de mi cuarto y yo me quedé amarrando mis agujetas. Bajé al garaje y me subí a su camioneta. Mientras íbamos en la calle, intenté descifrar hacia qué lugar nos dirigíamos. Pasábamos por un semáforo y creía que doblaríamos hacia la plaza, pasábamos por otro pensando que nos bajaríamos en un café, luego por otro y creía que llegaríamos a su oficina. Y nada, seguía mi papá manejando sin detenerse. En eso paró para estacionarse afuera de un edificio azul. Nunca había visto este lugar. Se veía por fuera como si fueran unas oficinas, con ventanas redondas y persianas blancas. Entramos por una puerta de cristal y nos adentramos en un lobby. En el fondo, había una recepcionista sentada en un escritorio grande de madera, y se veía bastante ocupada entre que contestaba una llamada y escribía quien sabe que tanto en una computadora. –

Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles? – nos dijo colgando la llamada en la que estaba.

40


Buenas tardes, señorita. – dijo mi papá– Vengo a consulta con la Dra. Suárez. A nombre de Samanta Fernández.

¡¿A nombre de quién?! ¿A caso escuché bien? Mil ideas se me vinieron a la cabeza. ¿Y si me mandaron mis papás al doctor porque pensaban que tenía COVID?, ¿y si creían que necesitaba medicarme para salir de mi cuarto?, ¿o si me iban a mandar a trabajar para poner en práctica mis conocimientos de la escuela? Yo solita me estaba abrumando y ni siquiera sabía la verdadera razón de mi presencia en ese lugar. Mi papá sólo me había pedido que lo acompañara a una plática, pero no sabía que la plática sería de mi. –

Ah sí, Samanta – respondió la señorita mientras buscaba mi nombre en su base de datos – tienes cita ahorita a las 5. Pasa conmigo de este lado, tu papá se quedará acá afuera esperándote.

¡¿Afuera?! Me tenía la trampa perfecta y ni siquiera sabía a dónde me había llevado. Me quedé pasmada de lo que escuché y sólo lo volteé a ver. –

Créeme, Sam, es mejor de lo que piensas. – me dijo mi papá dándome una palmada en la espalda como todos los miembros de mi familia lo hacían. 41


Subí con la señorita a un elevador hasta el tercer piso, para luego seguirla por un largo pasillo de puertas blancas y paredes azul pastel. Llegamos al consultorio 302. Tocó la puerta y se escuchó un “adelante”. Con eso bastó para que me abriera la puerta y me dijera que entrara. –

No te preocupes, solo es un rato y vas a estar mucho mejor cuando salgas – me indicó la señorita que me sentara en un sofá café oscuro de dos plazas y salió por la puerta.

Comencé a observar el cuarto. Estaba lleno de figuras hindúes, algunas plantas decorativas, y en frente de mí había un sillón amarillo que se veía bastante cómodo. En eso, entró como de otro cuarto una mujer de tez clara, pelo negro oscuro amarrado en un chongo a media altura y de ojos oscuros. –

Bienvenida Samanta, hasta que por fin te conozco. – dijo la señora mientras se sentaba en el sillón amarillo – Le dije a tus papás que vinieras desde antes a platicar, pero a cada rato me lo posponían. Dime, ¿cómo estás?

Disculpe por la pregunta, pero ¿quién es usted?

42


Ah pues yo soy la Dra. Suárez, pero dime Blanca. Soy especialista en psicología. Conmigo vas a platicar sobre ti, tu vida diaria, el cómo estás.

Ah okey, no pues yo estoy bien, gracias. La verdad no sé de qué quiera platicar.

Clásico que contesten esto. Va a sonar extraño para ti, pero me gusta que cuando le pregunto a mis pacientes cómo están no se queden con un “bien, gracias”. Normalmente en la primera sesión pasa esto, pero no te preocupes te irás acostumbrando. Entonces, platícame, ¿cómo estás hoy?

¿Qué trataba de hacer conmigo esta señora? Nunca en mi vida me habían cuestionado un “estoy bien, gracias”. Y, ¿qué era eso de que me iría acostumbrando?, ¿iba a tener que ir varias veces con ella? No estaba loca. Sí necesitaba platicar con alguien, pero no como para ir con una psicóloga. –

Pues como le dije estoy bien.

Iremos de poco a poco entonces, ¿te parece Sam?, ¿sí está bien que te diga Sam? Tú háblame de tú, porque sino siento que soy una señora grande.

43


Sí, Sam está bien. Y pues sí, la verdad no sé bien a qué te refieras con ir poco a poco, pero suena bien.

Okey, pues empecemos con otro ejercicio. Me gustaría que me platicaras sobre tu familia. Cuéntame, ¿cómo te llevas con cada uno?

Pues, mi papá y yo nos llevamos bastante bien, de hecho, el me trajo hoy, sin decirme a qué venía verdad, pero siempre cuento con él cuando lo necesito. Mi hermano David es también súper bueno conmigo. Siempre estoy para él y él para mi, y aunque a veces le digo que no puedo acompañarlo a sus planes, siempre terminamos compensando el tiempo juntos haciendo otra cosa. Y pues mi mamá… – se hizo un silencio en la sala. No sabía ni qué contestar. – Es complicado ese tema.

Platícame cómo es complicado.

Lo que pasa es que, pues las dos nos parecemos mucho y al mismo tiempo somos muy diferentes. A veces quiere ella algo y yo lo contrario, o luego queremos hacer lo mismo, pero de diferente manera y chocamos siempre. Siento que no me entiende. Que está, pero en realidad no está. Le cuento mis cosas y nada le parece, como si todo lo 44


que hago está mal. Solamente me hace sentir culpable, y pues a veces sí pienso que es porque me está cuidando, pero yo también ya crecí y no sé, siento que me sofoco cuando estoy con ella. –

Entonces, ¿te cuesta mucho convivir con ella?

Pues sí, porque yo digo una cosa y la gran mayoría de las veces ella no está de acuerdo, entonces se vuelve cada vez más difícil platicarle de mi vida.

¿Y por qué crees que pasa eso?

Pues, no sé, yo creo que ella también tiene varios pendientes y pues llego siempre en momentos cuando está ocupada. A lo mejor por eso explota si le intento contar algo.

Y, de las veces en que sí está de acuerdo, ¿cómo es que vives esa situación?

Pues, eso pasa normalmente cuando llego y está leyendo un libro, o descansando, o viendo una película, no sé, haciendo algo más tranquila. Y pues nos podemos pasar horas y horas hablando de lo que sea, hasta que alguna de las dos tenga que irse a hacer otra cosa. Ahí es cuando disfruto estar con ella. Pero pues hoy en día eso casi ya no pasa, y es así como mejor la evito para no tener problemas.

45


Y has pensado que, si tu mamá siempre te anda poniendo mil pendientes, te carga de muchas cosas cuando hablas con ella en un momento en el que está ocupada, ¿tú debes permitir que todo ese peso que descarga en ti te aplaste?

Tenía razón. Me estaba aplastando y no eran mis problemas. Yo solita estaba dejando que me afectaran, que la gran mayoría de mis días se vieran impactados por un simple comentario. Mi mamá no intentaba hacerme daño, solo se desahogaba conmigo y yo dejaba que me lastimara. –

No lo había visto así, pero creo que sí, siempre permito que me afecte todo lo que me dice. Siento que de ahí viene parte de mi frustración.

Ves, tú sola identificaste una fuente de tu frustración. Cuando las personas empezamos a llenar nuestro vaso, llega un punto en el que se derrama su contenido y puede caer en otro vaso sin querer. Así funcionan algunos de los problemas con tu mamá. Estás permitiendo que algo que no es tu carga te afecte. Ella no lo hace con tal de dañarte, simplemente tú le abres la puerta a su avalancha de agua. Es momento de que empieces a trabajar en eso: escuchar un poco más, pero seleccionando qué de lo que te digan va a 46


entrar a tu mente y perjudicarla, y qué es lo que vale la pena ignorar. Lo que me dijo la psicóloga en ese momento aplicaba para todo: amigos, familiares, profesores, cualquier persona en mi entorno. Les estaba un dando peso mayor a lo que los de afuera pensaban sobre mí, antes de lo que yo consideraba que verdaderamente valía la pena. Seguí platicando con Blanca de muchas otras cosas, entre ellas el tema de Sofía. Sentí que, al hablar, sí me estaba desahogando, y ahora podía ser yo la que tuviera el poder de ver qué me seguiría pesando. Ese día, cuando regresé a mi casa, busqué a mi mamá y nos pusimos a platicar. Ambas nos dimos cuenta de que nos enganchábamos siempre en discusiones por no escuchar a la otra. Poco a poco las cosas fueron mejorando, y aunque hoy en día de repente tenemos nuestras diferencias, cada día las cosas mejoran, y todo porque elegí estar bien con ella. Hasta la fecha sigo yendo a sesiones con Blanca, con tal de seguir fortaleciendo mi persona y encontrarles solución a mis problemas a partir de lo que mi subconsciente ya sabe que tiene que hacer, pero claro, viéndolo como una elección de bien antes que un deber. 47


48


Capítulo 6 Nuevas personas, nuevas memorias

Si algo me había costado aprender era soltar a las personas que ya no les encontraba lugar en mi vida. Parecía como si el cerrar ciclos fuera algo muy complicado para mí, y que varias veces me la pasaba posponiéndolos. Fue cuando estalló lo de Sofía que elegí cambiar esta idea, comenzando a analizar cuáles eran mis verdaderas amistades y cuáles no. Fue bastante complicado en un inicio porque cada vez contaba con menos dedos a las personas a las que consideraba amigos. Pero poco a poco, y con ayuda de las sesiones con Blanca, aprendí a dejar de depender de otros y en lugar de ello, a construir con quien valiera la pena nuevas ideas, vivencias, aprendizajes, memorias, retos, etc.; aquello que disfrutaba y me hacía priorizar mi bienestar sobre cualquier otra cosa. Cuando empezaron las clases en zoom, tenía miedo de no vivir lo que los adultos me decían que sería de mí en universidad: vas a conocer mucha gente, incluso la gran mayoría de los amigos para toda la vida se hacen en esta etapa. Cada que me lo recordaban lo único que me 49


preguntaba

era

cuándo

regresaríamos

a

clases

presenciales, porque así en línea ni de chiste haría nuevos amigos. Nadie prendía sus cámaras en clases, ¿cómo querían que me hiciera amiga de una foto de perfil? Estaba en la sesión de Anatomía I y el maestro nos pidió hacer equipos de cinco personas. No conocía a nadie, por lo que a fuerza mi equipo lo harían al azar. En eso me mandaron al grupo pequeño 1, y todo el equipo tenía la cámara apagada. De la nada, un micrófono se abrió: –

Qué onda, ¿cómo están? Soy Gaby.

Hola, bien, gracias. Yo soy Santiago.

Ay hola, perdón si se escucha ruido, es que mi perro no para de ladrar. Soy Laura.

Hola, no te preocupes. Yo soy Diego.

Se hizo un silencio en la sesión. El resto del equipo se había presentado y yo ni siquiera me había atrevido a decirles un “hola”. Sin querer, se encendió mi cámara y quitándome la pena a la fuerza, abrí el micrófono. –

Hola, mi internet estaba fallando. – claramente no estaba fallando, pero sirvió para que todos prendieran su cámara – Soy Samanta. Oigan, ¿saben bien qué tenemos que hacer?

No, la neta no, jajaja – dijo Santiago. 50


Yo ando igual de perdida – dijo Gaby.

Es que, no sé si ustedes piensen lo mismo, – dijo Laura – pero siento que el profe siempre asume que ya sabemos todo y que podemos trabajar por nuestra parte y pues llevamos sólo tres clases.

Sí, yo pienso lo mismo – dijo Diego.

Ya no era la única perdida y me sentía bien de ello. Intentamos hacer la actividad como pudimos y en unos minutos que nos sobraron, comenzamos a platicar. Era la primera vez que conocía gente en zoom y me caían bien. Gaby nos platicó de sus hobbies, Santiago de cómo cortó con su ex y aún no la superaba, Diego de su familia disfuncional, Laura de sus mascotas, y yo de mis últimos meses de superación personal. Normalmente sólo estaría con otras personas trabajando sin convivir de ninguna manera. Fue agradable convivir con otros cómo yo, con sus propios problemas, pero con ganas de sentirse mejor consigo mismos. Se iba a acabar el tiempo de la sesión, cuando en eso Santiago abrió su micrófono: –

Oigan no sé qué opinen de que hagamos equipo juntos cuando coincidamos en clases, y pues si quieren

luego

hacemos

video

llamada

y

platicamos, porque la neta yo sí me quedé picado con el chisme. 51


Sí, yo si quiero – le contesté.

Nos pusimos de acuerdo, y en un espacio libre que tuvimos esa misma semana, nos conectamos para platicar. Así lo fuimos repitiendo cada semana, y sin darme cuenta, ya había hecho amistades en línea. Platicábamos de todo tipo de temas, y entre todos nos ayudábamos a resolver nuestros dilemas de vida. Quién diría que cinco extraños se podrían llevar tan bien gracias a una computadora. Poco a poco me percaté que había cerrado mis ciclos con otras personas para abrir nuevos con otras. No había sido fácil, pero lo logré en cierta manera de forma inconsciente. Lo bueno que quería en mi vida lo había traído sin pedirlo directamente. Y no sólo mejoré en el ámbito de amistades, sino que hasta mi familia me notaba con mejor humor y a cada rato me iba a hacer actividades que había dejado de hacer: cocinar, hacer ejercicio, leer, salir por un café. Aún no conozco a Gaby, Laura, Santiago y Diego en persona, pero si ellos pudieron apreciarme tal cómo era a través de una pantalla, ¿por qué yo no lo haría? Me quedo con los buenos recuerdos de mis amigos del pasado, y elijo empezar a construir nuevos lazos con otras personas en el presente y para el futuro.

52


Capítulo 7 El amor no es mi especialidad

Si de tragedias amorosas se trata, me llevaría el premio a la que más ha sufrido por amor. Y es que a mi lo de las relaciones, en verdad no se me da. Me ha tocado cada niño que termino siempre con el corazón roto. Pero bueno, mejor me voy en orden de todo lo que me ha pasado. Mi primer amor fue en segundo de secundaria. Se llamaba Luis. Era uno de mis amigos más cercanos en ese momento, y la verdad lo consideraba muy tierno. Nuestras citas eran típicas salidas de adolescentes de 14 años por un helado, al cine o platicar en la terraza de mi casa. Obviamente no iba a ser un amor que duraría por mucho, porque la verdad parecía que estábamos forzando nuestra relación para que todos los solteros de nuestra gene nos admiraran. A mediados de tercero de secundaria, Luis se mudó con su familia a otra ciudad. Fue ahí el final de mi primera relación.

53


Pasó un tiempo y conocí a César. Iba saliendo de clase de historia en primer semestre de prepa cuando chocó conmigo mientras iba corriendo por ir tarde a su clase. –

Perdón, perdón – me dijo mientras me ayudaba a levantarme del piso – no me di cuenta de que ibas saliendo, es que tengo clase y no voy a llegar, pero quieres hacer algo al rato.

Ah va, ¿a qué hora?

Saliendo de mi clase te busco, ¿te llamas…?

Samanta

Sam, perfecto, al rato te busco.

Saliendo de clases fuimos juntos por un esquite y nos quedamos platicando por horas. Seguimos hablando y saliendo por varios días, hasta que me pidió ser su novia. Me da mucha vergüenza contar que fue la típica pedida con uno oso gigante y un ramo de rosas, pero como lo subimos a Instagram, hasta la fecha mis amigos y familiares se burlan de esa terrible anécdota. Tampoco fue un romance que durara tanto. En tercer semestre de prepa, a pocos días de cumplir un año juntos, me enteré de que César llevaba meses poniéndome el cuerno con su mejor amiga. No se lo pude perdonar, pero tampoco me dolió tanto como pensaba.

54


Mi vida se estaba empezando a acomodar. Por primera vez no estaba sintiendo la necesidad de andar buscando novio o alguna relación si no creía que fuera a tener futuro. Hasta que llegaron las posadas acabando quinto semestre. Recuerdo que estaba celebrando con la gene en casa de Sofía. Habíamos organizado la última posada juntos en prepa cuando en eso Armando, uno de mis mejores amigos, se sentó conmigo junto a la fogata mientras los demás cantaban a todo pulmón del otro lado de la terraza. Tenía meses de no platicar con él, sin darnos cuenta nos habíamos distanciado. –

¿Qué onda Sam?, ¿por qué estás sentada acá?, ¿no quieres ir con los demás?

No Armando, no te preocupes. Vine a escuchar una nota de voz que me mandó mi mamá, pero ahorita ya voy para allá.

Ah pues te espero entonces, para que no te quedes sola.

No ni te preocupes, tú ve a disfrutar.

Nombre Sam, todavía queda rato para que se acabe esto, te espero. Cuéntame, ¿David sigue jugando tenis?

55


Obviamente, ya ves que es súper matado para hacer ejercicio y todavía en la escuela con sus calificaciones perfectas.

Ay si, y tú como si reprobaras. Tienes de los promedios más altos de la gene y te quejas de David.

Bueno, pero es diferente. Y tú, ¿qué onda?, ¿qué ha sido de tu vida?, ¿sigues jugando básquet?

De repente voy. La verdad ya no lo veo como algo a lo que me vaya a dedicar, simplemente me sigo esforzando por la uni. Siento que me ayuda a desconectarme un rato del mundo real y me sirve de ejercicio extra, pero no lo sé, no es como mi más grande meta.

¿Entonces? Me imagino que sigues con tu sueño de hacer crecer tu marca de tenis, ¿o ya no?

Es que no es un sueño, es un logro que ya estoy alcanzando, – me río mientras él me lo dice de una manera muy chistosa – que tú ya no creas en mí es tú problema.

A ver, o sea, ¿de cuándo acá dices que dejé de creer en ti?

Ay pues no sé, dejamos de llevarnos como antes entonces supongo que lo hiciste.

56


Ay, Armando no empieces. Mira, ya acabé de contestarle a mi mamá. Si quieres vamos con los demás y en la semana salimos para platicar.

Va, pero no me vayas a cancelar.

Cómo crees, obvio no, en la semana salimos.

Regresamos con los demás y cantamos toda la noche. Noté algo raro en Armando ese día, pero no me importó, yo sólo disfruté de la fiesta. En la semana salimos por un helado, y así varias veces las siguientes semanas, y meses, y el resto del semestre hasta que empezó pandemia. Todos los días, a las 6 de la tarde me marcaba para platicar. Me encantaba que siempre habláramos filosofando de la vida, era algo que no hacía comúnmente con nadie. Hasta que, sin darme cuenta, ya estaba enamorada. Era alguien que me apreciaba, me buscaba, me mostraba su persona tal y cómo era, y yo podía abrirme con él de todos mis problemas con toda la confianza del mundo. Pero lo que pensaba que tendría un final feliz de película de Hollywood, terminó siendo la vez que más horrible me han roto el corazón. Dejé de hablar con Armando alrededor de dos semanas, no porque nos hubiéramos peleado, simplemente porque se había ido a visitar a su familia que vivía en Estados Unidos y me dijo que estaría muy ocupado. En 57


esos días que no hablamos, no me lo podía sacar de la cabeza, y es que en verdad si me gustaba. El 22 de julio de 2020 a las 5 de la tarde me marcó de la nada, después de no haber contestado mis últimos mensajes de siete días atrás. –

Hola Sam, oye necesito decirte algo súper importante, ¿puedes hablar?

Si, andaba viendo mi serie, pero le pongo pausa. Cuéntame, ¿qué necesitas decirme?

Me empecé a poner nerviosa. No tenía idea de qué me iba a decir y por supuesto que mi mente ya estaba trabajando en mil historias fantasiosas de lo que iba a pasar. –

Lo que pasa es que voy a regresar con Daniela. Me la encontré en el parque el otro día porque resulta que también vino a ver a su familia que vive en el mismo lugar donde mis tíos. Me quedé un rato platicando con ella y pues también se va a ir a estudiar a la misma universidad que yo. La invité a salir y me di cuenta de que aún me gusta, y creo que yo a ella también. No sé que opines, ¿crees que valga la pena que lo vuelva a intentar?

58


No lo podía creer. Me enamoré de alguien que no me veía y nunca me verá de otra cosa más que de amiga. Quería llorar de la frustración, pero no podía darse cuenta Armando. Me aguanté el llanto y le contesté. –

Pues, si te hace feliz, inténtalo.

Sólo necesitaba escuchar eso de tu parte, en verdad gracias, Sam, no sé que haría sin ti. Te busco cuando regrese y perdón porque te voy a colgar que ya me tengo que ir, pero hablamos pronto.

Se acabó. Puse demasiadas expectativas a algo que no tenía futuro. Y la única que estaba lastimada era yo. Me la pasé días llorando mientras veía mi serie. Lo bueno es que mi familia pensaba que lloraba por lo que pasaba en ella entonces no se preocupaban tanto. Cuando empecé a ir con Blanca a terapia, surgió el tema. –

Bueno a ver, ya van varias sesiones que me has ido completando la historia de Armando, pero ¿te ha vuelto a hablar?

Desde esa llamada, no volví a saber nada de él.

Okey y, ¿qué has hecho al respecto para cambiar de página?

59


Pues la neta nada, cada vez que me acuerdo me da menos tristeza, pero aún así siento que me sigue afectando pensarlo.

Entonces, si te está lastimando, ¿por qué permites que tu mente siga ocupando tiempo en ello? Muchas veces como seres humanos nos la pasamos en la cabeza porque queremos ser más inteligentes, creemos que lo mejor de la vida es un gran cerebro, y al mismo tiempo podemos estar pudriéndonos del corazón y lastimando a nuestra alma. De lo que me he dado cuenta Sam, es que te estás quedando con un futuro creado por tu mente que no va a llegar, y lo que provocas es que tu corazón se sienta vacío, de ahí tu nostalgia. Una persona nunca va a ser, ni tiene porque ser, el motivo de tu felicidad, de que seas plena, de que seas tú misma. Y pasa que no todo es recíproco, y se vale. Pero al mundo no vienes a forzarte a encontrar

a alguien de

quien enamorarte

específicamente y depender todos los días. Personas van y vienen, ya lo vimos con tus amistades. Y no todo el amor es para siempre, si es mutuo y se cuida puede durar, pero en este caso no. Ya estabas distanciada de él, ya no se llevaban. Si una vez lo pudiste dejar ir, puedes hacerlo más 60


veces. No tienes que esperar a que el amor, como lo definen las historias fantasiosas, llegue, porque eso no pasa. Lo que sí puedes tener, es el amor que te tienes a ti misma, el propio. Y creo que por eso vienes conmigo, para fortalecerlo. Entonces una tarea que te voy a dejar es que dejes de invertir tanto tiempo en tu mente e inviertas más en el corazón. Nunca se me olvidarán esas palabras de Blanca: dejar de invertir tanto tiempo en la mente para invertir más en el corazón. Era un balance, la vida era un balance, esa era la respuesta que buscaba. Me costó, y mucho, poder dejar atrás a Armando. Pero las personas van y vienen, llegaron muchas en esos meses, así como se fueron otras, y no dudo que algún día llegará alguien de quien me vuelva a enamorar, pero ahora la única persona de la que me enamoro un poco más cada día es de mí misma.

61


62


Capítulo 8 El viaje final

Por fin era verano otra vez, y ahora sí tendríamos nuestro viaje familiar. Contaba los días para empezar mi maleta y a cada rato me ponía a buscar lugares diferentes por visitar. Era la cuarta vez que iba a Nueva York en mi vida, y cada que volvía a ir, encontraba algo nuevo por hacer. Sin embargo, eso no era lo único por lo que me emocionaba, sino de que sería mi último viaje familiar antes de irme a la universidad. Sí, ahora si ya me mudaría. Si me hubieran preguntado antes de la pandemia si extrañaría a mi familia, obviamente hubiera contestado que no, y más con las bastantes veces que me peleaba con mi mamá diariamente. Pero ahora, todo cambió, y Nueva York fue una buena opción para despedirme. Nos levantamos a las ocho de la mañana para irnos al aeropuerto. El vuelo salía a la una de la tarde, pero claro, como cualquier papá, el mío quería llegar desde temprano. En el avión todo estuvo bien y en cuanto aterrizamos, nos fuimos al hotel para instalarnos e irnos a pasear lo que restaba del día. Caminamos por Times Square, rodeados de las luces brillantes de las pantallas y entre mucha gente. 63


Cada 10 metros que avanzábamos, mi mamá quería foto familiar, y ahí nos veían a David y a mí pidiéndoles a extraños que nos la tomaran o recargando el teléfono en cualquier poste que pudiéramos. Estuvo a nada de pedirnos que la foto fuera con el bote de basura, pero al final, de las que tomamos, varias salieron bastante bien. El tercer día del viaje fuimos a caminar a Central Park. En uno de los anfiteatros había una orquesta tocando música clásica, así que nos sentamos en el pasto a escucharla un rato mientras comíamos unas manzanas enchiladas. Era mi música favorita. El sonido de los violines combinado con un buen pianista podía llenarme de alegría en cualquier momento del día. En eso estaban por tocar la última canción del concierto. Desde la primera nota reconocí la canción: Love Theme for Nata de Ennio Morricone de la película Cinema Paradiso. Mientras escuchaba la hermosa melodía, volteé a ver a mi familia. Estábamos juntos, completos, no necesitábamos nada más para ser felices. Nos amábamos tal y cómo éramos y formábamos una gran familia. En eso mi papá nos dijo: –

Voy a extrañar estos momentos con ustedes. Pocas veces los vivimos, y ahora que ya no vivirán con nosotros, será más difícil que los tengamos. Pero quiero agradecerles, porque me llena de 64


felicidad que podamos estar juntos, como familia, y que lo disfrutemos. –

Ay, papá me vas a hacer llorar – le dije con voz chillona y los ojos llorosos.

Tu papá tiene razón Sam. – contestó mi mamá mientras me abrazaba – Los vamos a extrañar mucho en casa, pero es su momento de volar. Seguiremos viajando en familia de vez en cuando o haremos planes cuando vengan a visitarnos, pero por lo mientras disfrutemos del momento como si fuera el último.

Bueno pues si quieren disfrutar, bajen la voz porfa que quiero poner atención y no me dejan por andar de sentimentales – interrumpió David para que nos terminara dando risa a los tres.

De regreso al hotel, íbamos cantando Sweet Caroline a todo pulmón por las calles de la ciudad. Quienes pasaban junto a nosotros reaccionaron de varias maneras: un matrimonio se nos quedó viendo como de a estos locos qué les pasa, otros empezaban a aplaudir, había quienes incluso nos seguían parte de la canción. Me sentía en familia, siendo feliz haciendo cualquier locura, pero con las personas a quienes más amaba.

65


El resto del viaje fuimos a diferentes lugares y eventos dependiendo lo que cada miembro de la familia quisiera hacer. David quería ir a museos, mi mamá de compras, mi papá se adaptaba a cualquier plan, y yo, por supuesto, iba a ocupar mi regalo de cumpleaños en el viaje: ir a un partido de pretemporada de los Yankees. Si había un deporte, que a pesar de no ser buena jugándolo me encantaba ver, era el béisbol. Claramente estuve, desde que compramos los boletos de avión, insistiéndole a mi papá que comprara boletos para un partido. Consiguió muy buenos lugares y ese día ganaron los Yankees 8 - 2 contra los Red Sox. Lo mejor no fue el partido, sino el regreso del Bronx con todos los aficionados celebrando la victoria en el metro. En una de las paradas un señor me quería robar mi gorra, pero sin importarme le quité el brazo y me bajé rápido con mi familia del vagón. Estábamos por salir hacia el aeropuerto para nuestro vuelo de regreso cuando en eso mi papá nos pidió que nos detuviéramos a medio lobby. –

Antes de que nos vayamos, necesito que me acompañen con todas las maletas a la azotea, el guardia nos va a guiar.

¿A dónde? – contestó mi mamá con una cara de a ver ahora con qué nos va a salir este loco. 66


A la azotea. No va a pasar nada, confíen en mi.

Subimos cincuenta pisos en el elevador hasta la parte más alta del edificio. En eso, el guardia abrió la puerta de salida y vimos un helicóptero gigante. –

Ahora sí, ¿ya están listos para irse al aeropuerto?, porque ya llegó nuestro transporte.

Mi papá en algún momento del viaje se le hizo buena idea contratar un helicóptero para llevarnos al aeropuerto, más que nada porque mi mamá le había dicho en visitas anteriores que su sueño era conocer Nueva York desde las alturas; pero pareciera que en ese momento a mi mamá le iba a dar un ataque de pánico porque como que voltear a ver hacia la calle no le ayudó de mucho. Se veía increíble la ciudad. Mientras íbamos en camino, me puse a pensar de lo mucho que había disfrutado el viaje, y más que nada porque lo hice con personas a quiénes amo, haciendo actividades que me gustan, y donde me permití desconectarme un rato de mi realidad. Porque si bien, lo mejor de cualquier viaje nunca será el final, sino el camino en sí.

67


68


Capítulo 9 A volar

Empezar un nuevo capítulo en tu vida no es tarea fácil. La transición de una etapa a otra se vuelve un encuentro de emociones que te vuelan la mente. Puedes estar en un momento con mucha emoción por lo que se viene en el futuro, pero al mismo tiempo con nostalgia de lo que dejas en el pasado. O bueno, así fue mi última semana antes de irme. Comencé a comprar todas las cosas que necesitaría, a empacar la mayor parte de mi ropa, así como a deshacerme de cosas viejas que ya no ocuparía. Me pasó que me encontraba con blusas que tenía años de no ponerme, pero me traían recuerdos de alguna ocasión. En una de las cajas de mi cuarto, encontré un álbum de fotos. Paré de empacar y me senté en la sala para verlo. Cada que daba la vuelta a la página, o me empezaba a reír o me salía una lágrima. No podía creer la cantidad de recuerdos que había hecho en todos estos años, y como me había olvidado de muchos de ellos. Me puse a pensar de todo lo que me faltaba por vivir, y cómo esos álbumes se seguirían multiplicando conforme pasaran los años. Estaba bien saber que en lo 69


que ya estaba escrito no acababa mi vida, pero me intrigaba saber si lo que vendría en el futuro se seguiría acomodando tal y cómo me pasó en los meses pasados. Como cada miércoles, fui a mi última sesión con Blanca. Tenía que despedirme de ella y agradecerle por lo mucho que me había sido útil su terapia, aunque también necesitaba una última descarga de pensamientos con ella. –

Blanca yo sé que en sesiones pasadas lo hemos trabajado, pero hoy si quisiera retomar lo que te había platicado del estrés que me genera pensar que ya me voy a la uni, que está padre porque empieza mi vida más independiente, pero también está lo mucho que voy a extrañar estar con mi familia y más que trabajé por estar bien con ellos.

Entiendo Sam, ahorita has de estar llena de sentimientos que van y vienen, ¿cierto?

Muy cierto, y más que de repente me da por extrañar ciclos que ya he cerrado, pero como que tantos recuerdos en tan pocos días si me han impactado.

Entiendo tu punto. ¿Te acuerdas de lo que habíamos platicado de los recuerdos?

¿Te refieres lo de apreciarlos, pero no tanto?

70


Exacto. La etapa que estás pasando ahora Sam es una etapa de recordar excesivamente tu pasado. Tal y como te ocurrió cuando decidiste cerrar muchos ciclos con otras personas, tenías tantos recuerdos en la mente donde fuiste feliz con ellas, que no te permitían dejarlas ir. Esto es porque nos aferramos a la alegría que nos produjo ese momento, y nos cuesta soltarlas porque creemos que esa misma alegría sigue presente. Pero ya no es así, son recuerdos, se vale tenerlos porque así identificas que quieres volver a buscar para tu futuro y que ya no, saber qué lecciones aprendiste y superaste para estar preparada para las que vengan en un futuro. Claramente salir de la burbuja, aunque no tan burbuja porque vaya que has vivido muchas situaciones, te genera miedo hacia lo desconocido. Arriesgar siempre es un acto que va a traer miedo antes de llevarlo a cabo. Pero una vez que lo haces, puedes decir que lo intentaste. No todo son finales felices, pero todo trae buenas lecciones. Y créeme que lo que eres atraes, y en lo que te has convertido te va a traer cosas increíbles para el futuro: lugares por conocer, personas, situaciones por vivir, de todo. Lo único que se requiere es un poco de valentía, y 71


una vez que te arriesgues, no hay vuelta atrás, e incluso te motivara a arriesgarte mil veces más en el futuro. Quédate con los recuerdos, pero arriésgate a hacer nuevos. Ahí estaba lo que necesitaba de mi sesión con Blanca: un poco de valentía. Cuando me despedí de ella pensé primero en lo mucho que la extrañaría, pero también en lo valiente que estaba siendo por seguir mi camino sin ella. Dos días antes de irme, Armando me marcó por teléfono. –

Hola Sam, ¿cómo estás? Oye me encontré a tu papá en la mañana y me dijo que ya te vas ahora sí. No sé si quieras ir por un helado, porque la verdad me quiero despedir de ti.

Hola, si por mi está bien, no sé si puedas como en una hora porque tengo que acabar mi maleta.

Si está perfecto, paso por ti y vamos.

Me arreglé rápido. Llevaba meses sin saber de él y ahora lo vería una última vez. Aunque no sabía de que hablaríamos, tenía que ser valiente, tomar en cuenta que agradecía mucho los recuerdos de todo lo que viví con él, pero al mismo tiempo saber que esa puerta, por mi bien, no la debía volver a abrir. Cuando llegó por mí, se bajó a 72


saludar a mi familia. Les avisé que íbamos por un helado y nos fuimos. La verdad fue una plática bastante tranquila. Me contó de su carrera y su familia, y viceversa. Ya cuando veníamos en el regreso me dijo: –

Sam, en verdad gracias.

¿Gracias de qué?

Por la gran persona que has sido conmigo, que a pesar de que me alejé de ti, siempre estuviste para mí, y no como piensas, sino que tuve siempre presentes todos los consejos que me diste.

Ay, Armando me vas a hacer llorar.

No ya, en serio. Gracias. Siempre contarás conmigo, donde sea que estés, pero siempre estaré ahí para ayudarte.

Y sabes que yo igual.

Si, lo sé.

Nos dimos un fuerte abrazo y me metí a mi casa. Necesitaba esa despedida para dejarlo ir. Ahora sólo faltaba mi familia. Llegamos a documentar todas mis cosas y las de mi mamá que sería quien me acompañaría. Antes de entrar a seguridad me despedí de David y mi papá. David solo me

73


dio un abrazo y me dijo “te cuidas”. De por sí el no es tan sentimental. Al abrazar a mi papá, me dijo: –

No importa cuál sea la situación, si me necesitas háblame. Y disfruta mucho, sé que lo vas a lograr.

Con lágrimas en los ojos me fui a la sala de espera. Mi mamá se quedó unos días para instalarme y aprovechamos para ir a pasear. Cuando la fui a dejar al aeropuerto para regresarse me pidió que la acompañara hasta seguridad. –

Sam, gracias. No sé si lo hice perfectamente bien, pero es momento de que vueles. Ya de reojo, te intentaré cuidar.

Las dos nos reímos y nos abrazamos. Me di cuenta de que, si lo deseas, se puede estar bien con las personas que te rodean. Me quedé viendo como se adentraba hacia su sala. Cuando la dejé de ver, me fui. ¿Y qué pasó después conmigo? Pues justo estoy en el presente, estudiando tercer semestre de medicina y ya por fin con algunas clases presenciales en la universidad. Podría decir que viviendo mi sueño. No sé que me depara en el futuro, quién llegara a mi vida y todo lo que me falta por vivir. Pero lo que sí sé, es que siempre estaré yo, y seré la versión de mí misma que más me guste ser. 74


Índice Capítulo 1 - No sé quien soy ------------------- 13 Capítulo 2 - Nada es para siempre ------------- 21 Capítulo 3 - Una familia no tan familia ------- 27 Capítulo 4 - La Clase ---------------------------- 35 Capítulo 5 - Una terapia para el alma --------- 39 Capítulo 6 - Nuevas personas, nuevas memorias ------------------------------------------------------ 49 Capítulo 7 - El amor no es mi especialidad -- 53 Capítulo 8 - El viaje final ----------------------- 63 Capítulo 9 - A volar ----------------------------- 69

75


Encontrándome se terminó de imprimir el 9 de septiembre de 2021 en Monterrey, N.L

76


77


78


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.