Violencia de género y dependencia emocional
Cuatro mujeres muertas a manos de sus parejas en la última semana. Cuatro víctimas que pasan a engrosar una escalofriante estadística que se mantiene año tras año y para la que parece no haber solución. Existe una ley de violencia de género, se toman medidas para proteger a las víctimas y medidas que condenan al agresor… Órdenes de alejamiento, ayudas económicas, pisos de acogida… Y la estadística sigue aumentando. ¿Qué está fallando? ¿Qué estamos haciendo mal? En algunos casos no existían denuncias previas. ¿Quiere esto decir que no había historia de maltrato? ¿Qué fue “un arrebato” del momento? Lo dudo… En otros casos sí había denuncias y, a pesar de ello, la relación de pareja continuaba… ¿Por qué? Se contemplan diversos factores que llevan a las víctimas a continuar una relación de pareja con sus agresores: • Dependencia económica de la mujer respecto al hombre. Para lo cual se crean ayudas económicas que posibiliten una autonomía de la víctima. Se fomenta, incluso, su formación para posibilitar su inserción en el mercado laboral. • Ausencia de apoyo social para la víctima. Cuando ésta carece de apoyo familiar, cuando siente vergüenza de contar lo que está sucediendo entre las paredes de su casa o cuando, aún contándolo, no encuentra el apoyo necesario, la relación de pareja (y de maltrato) se mantiene en el tiempo. Por este motivo, se crean mecanismos de intervención psicosocial que ofrecen a la victima poder dejar su “hogar”, vivir en un piso de acogida con otras mujeres, a salvo de nuevas agresiones. • Otros factores diversos, como puede ser que la víctima tema perder su puesto de trabajo si lo tuviera. Para ello, se contemplan medidas que ofrecen ayudas económicas temporales en caso de excedencia o, si fuera posible, el traslado del puesto de trabajo a otra localidad. Pero existe un factor fundamental que subyace en todas las relaciones de maltrato. Hablamos de “DEPENDENCIA EMOCIONAL”. Dependencia emocional que se da en la mujer (víctima) por diferentes motivos (en los que no profundizaremos ahora). Es esta dependencia emocional la que impide en muchos casos a la mujer abandonar a su pareja, a pesar de las agresiones y vejaciones que esté sufriendo. Dependencia emocional que, en otros casos, lleva a la víctima a “perdonar” al agresor cuando éste muestra arrepentimiento tras una brutal paliza. Dependencia emocional que da lugar a retirada de denuncias por parte de la víctima. Dependencia emocional que lleva, incluso, a quebrantar órdenes de alejamiento impuestas por el Juez, dándose frecuentemente la situación en la que la víctima consiente en volver junto al agresor, su pareja, desobedeciendo una medida judicial. Pero también existe dependencia emocional en muchos agresores: hombres que sienten miedo, pánico ante la posibilidad de perder a su pareja y quedarse solos y esto les lleva a tratar de someter a su pareja mediante amenazas, insultos, chantaje emocional y agresiones físicas, tratando de controlar así la relación y a la pareja. Dependencia emocional que, en muchos casos, despierta el “monstruo” de los celos y les lleva a querer ejercer el control más absoluto sobre la pareja. Dependencia emocional que se confunde con “amor” y que transforma la relación en un infierno.
Dependencia emocional que, en definitiva, supone un profundo sufrimiento personal para quien la sufre, que da lugar a relaciones tóxicas y que promueven conductas que contradicen el más puro instinto de supervivencia. Por este motivo, se considera fundamental intervenir ya desde la escuela, educando a niñas y niños no sólo en igualdad (que también). Fomentando relaciones de pareja sanas desde edades tempranas como medida de prevención de la violencia de género. Porque medidas a posteriori suponen un parche en la herida y lo que se debe buscar es que no haya heridas.