F E L I X C A N T O N I I B A R R A M.D.
SI NO ESTÁ DISFRUTÁNDOLO... ¿PARA QUÉ VIVE EN PAREJA? Cuidando la Relación de Pareja. El Divorcio sin Divorcio. Convivencia insípida y desgaste de energías. La sexualidad de la Pareja estable. El Amor Adulto. Una ética no autoritaria para la Pareja y la Familia del s. XXI.
Bogotá, 2003
INDICE Introducción. ¿Cómo se forma el Mundo Interior? PRELUDIO: Cuidando la relación de pareja. PRIMERA PARTE Enamorarse, desenamorarse, vivir bajo el mismo techo sin amor. Cap.I Cap.II Cap.III Cap.IV Cap.V Cap.VI
Enamoramiento. Idealización. Ilusión. (“¿Qué es eso de „estar enamorado‟? ¿Será que yo estoy enamorado?”). Desilusión. Mentira. Falsedad. (“Mienta, maestro, mienta... que la duda queda...”) Manipulación. Máscaras. (“¡Uf... éste ya se puso digno... y con esa mala cara me quiere impresionar...!”) Difusión de la Identidad. Soledad. Vacío. (“...Soy lo que no soy y no soy lo que soy”. “Es que a mí nadie me quiere...”) Enfriamiento. (“No... hoy no... me duele la cabeza...”) Divorcio sin divorcio. (“Y yo... ¿qué hago aquí viviendo con éste?”).
SEGUNDA PARTE La sexualidad de la pareja estable. Cap.VII Cap.VIII Cap.IX Cap.X Cap.XI Cap.XII Cap.XIII
Madurez psicológica y sexual. (“¡A mí no me vengan con ese cuento de la “madurez sexual!”). Diferencias entre varones y mujeres. Machismo (“...Es que yo, por ser varón, soy superior a las mujeres, ¿sí ve?...”). Cómo es una relación amorosa madura y armónica. (“¡Qué lindo es amarnos de verdad!”). Embarazos no deseados. Anticonceptivos. Aborto. (“¡Gulp! ¡Estoy embarazada! ¡Y yo no quiero! Es que es de Lucas, mi tinieblo”). Masturbación. (“A falta de pan... buenas son tortas”). Impotencia. Frigidez. (“Ramón, hace tiempo que no se te para...”. “Y tú qué, si ya ni lubricas...”). Juegos sexuales. Conductas sexuales no convencionales. Rasgos caracterológicos perversos. Perversiones. (“Ahora, aunque ella no quiera, le pongo unas esposas, le saco la ropa, y le doy rejo...”).
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TERCERA PARTE Temas habituales de conflicto en la pareja Cap.XIV Cap.XV Cap.XVI Cap.XVII Cap.XVIII Cap.XIX Cap.XX Cap.XXI Cap.XXII Cap.XXIII Cap.XXIV
Infidelidad. (“Mejor me consigo otra vieja, y ya”). Celos. (“Y tú... ¿Con quién hablabas por teléfono susurrando?”). Afectividad. (“Hogar, dulce hogar”). Agresividad y Violencia. Violencia Intrafamiliar. (“Vea, mejor cállese, o le pongo un puño...”). Adicciones sin droga. (“A ver... soy rica y famosa... Mi marido me importa un comino”). Alcoholismo y Drogadicción en pareja. (“Un traguito más, a ver si te pones caliente”). ¿Hijos-problema o padres-problema? (“Doctor, ¡Qué mal pagan los hijos...!” “Señora, ¿tiene una cuenta de cobro?”) Distribución de tareas domésticas. (“Lo que es yo, ni amarrado lavo un plato”). Hogar y Economía. ("Tu" dinero y "mi" dinero... o "nuestro" dinero?). Parientes y Amistades. (“Que tu madre ni se atreva a venir en Navidades... que me voy para la finca”). Pareja y Tercera Edad. (“¡Que rico ser viejitos y seguir juntos! ¿No te parece mi amor?”).
CUARTA PARTE. Una mirada psicoanalítica a algunos de los factores psicosociales de las relaciones de pareja. Cap. XXV. Cap. XXVI.
Factores que contribuyen al Clima o Ambiente Conyugal. (“¡No, no, no, no...! ¡El ambiente en casa de los Pérez es tan espeso que se podría cortar en bloques y empacarlo...!”). Develando los entretelones del manejo del poder en la pareja. (“Vamos a ver quién manda aquí”).
QUINTA PARTE El amor... ¿es posible?
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Cap.XXVII Cap.XXVIII Cap.XXIX
Amor... ¿Qué es? Amor de Pareja (“Amarte es sumergirme en mi mundo interior, y encontrar allí tu imagen...”). Mirada Interior. Amor. Libertad. (“El nombre secreto del amor: libertad. Mi tesoro más preciado: tu libertad”). Confidencialidad. (“Eres mi mejor confidente en este planeta...”).
SEXTA PARTE Formulando una ética humanista de la relación de pareja Cap.XXX Cap.XXXI Cap.XXXII Cap.XXXIII
Del Psicoanálisis a la Ética: un sendero posible. (“¡Yo ni loco me trago eso de la ética!”). Ética natural o humanista y Ética autoritaria o patriarcal. (“Toda esa vaina de la moral es cosa de curas”). Educación Moral y Ética de Pareja. (“¿Si me valoro... tengo valores?” ). Libre albedrío y Psicoanálisis. (“Y yo... ¿en realidad soy libre?”).
APÉNDICE: "La orgía con el espejo y la danza de los consuegros". (Comprensiones teóricas, situaciones clínicas y contribuciones técnicas a la psicoterapia psicoanalítica de parejas). (Texto dirigido a Profesionales que hacen o intentan hacer Psicoterapia de parejas). REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
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AGRADECIMIENTOS. Comienzo por expresar mi gratitud y reconocimiento a mis padres, una pareja amorosa, apasionada y conflictiva. De ellos recibí los genes y los estímulos psicológicos –los Padres Internos- que alumbraron en mí la aguda sensibilidad y la inquieta vocación para indagar con precisión sobre lo afectivo, lo instintivo y lo espiritual. Con la guía de la Ciencia –especialmente de la Medicina y el Psicoanálisis- mis Padres Internos me condujeron en la búsqueda –profesional y personal- del conocimiento del Mundo Interior, de las Relaciones Humanas y del Desarrollo del Espíritu. A las damas que habitaron mi corazón y mi vida, por el amor, las experiencias, las comprensiones, los goces y los sufrimientos que compartí con ellas a lo largo de mi vida. A mis hijos, por el amor que me dieron y el que despertaron en mí. A mis amigos y amigas. A la memoria del señor G.I. Gurdjieff y a los grupos de Lima y de Bogotá, que alimentaron el área consciente de mi Mundo Interior e iluminaron mi pensar y mi vivir. Mi agradecimiento a Dios por todas estas amorosas existencias. Quiero poner de manifiesto mi reconocimiento a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, Perú y a la Escuela de Graduados de la misma Universidad, donde me formé como médico y como psiquiatra bajo la dirección de mi primer maestro, Carlos Alberto Seguín. Al Centro para el Desarrollo del Psicoanálisis en el Perú, donde adquirí mi formación como psicoterapeuta psicoanalítico bajo la dirección de Saúl Peña Kolenkauski. A Arturo Lizarazo Bohórquez (q.e.p.d.) y Guillermo Ballesteros, mis maestros colombianos, mi gratitud y reconocimiento. Igualmente, a los autores que menciono en la Bibliografía, de los que tomé parte de las ideas y comprensiones que figuran en este libro. A los pacientes y parejas que, al confiarme su Mundo Interior y su Vínculo, aportaron la mayor parte de los conocimientos y experiencia de que dispongo. De ellos digo con D.W. Winnicott que "pagaron por enseñarme". Y finalmente, a Colombia, tierra generosa y acogedora que me ha recibido y adoptado como uno de sus hijos, mi reconocimiento, gratitud y homenaje.
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INTRODUCCION En 1992, Ediciones Gamma publicó mi segundo libro sobre parejas, “Viva en Pareja y... ¡disfrútelo!” Me había tomado unos diez años en escribirlo, y su punto de partida fueron tanto mi primer libro sobre parejas, editado en el Perú en 1982, “El diálogo con Parejas en conflicto”, como una serie de Trabajos Científicos que, a modo de Ponencias había venido sustentando en Congresos y Reuniones Clínicas de mi especialidad desde mi graduación como Médico en 1966 y como Psiquiatra en 1969. Hoy presento al público éste, mi tercer libro sobre parejas. “Si no está disfrutándolo... ¿para qué vive en Pareja?” no sólo contiene una actualización y una consolidación de mis conocimientos teóricos y de mi experiencia técnica y clínica con parejas sino que, para mí, representa una continuación del esfuerzo realizado a través de los anteriores libros, de mis iniciativas de trabajo con la Comunidad y de mis Seminarios Talleres Vivenciales de Formación. Dicho esfuerzo consiste en procurar que la Psicoterapia Psicoanalítica, especialmente la Psicoterapia Psicoanalítica de Parejas, salgan de su habitualmente reducido ámbito -la consulta privada, accesible sólo a una minoría- y ponerlas a disposición de las grandes mayorías que no suelen disponer de suficiente información ni de recursos para obtener un tratamiento psicoterapéutico con el fin de reconocer y solucionar sus problemas conyugales. A través de este libro, deseo también llegar a mis colegas de profesión, Psiquiatras, Psicólogos, Psicoterapeutas y Psicoanalistas ofreciéndoles Tanto mis particulares conceptos y comprensiones sobre el funcionamiento y las disfunciones de las parejas cuanto, a modo de Apéndice, una contribución al conocimiento psicoterapéutico. Con el nombre de "La orgía con el espejo y la danza de los consuegros", esta contribución contiene comprensiones teóricas, descripción de situaciones clínicas y algunos aportes personales a las técnicas de psicoterapia psicoanalítica de parejas. *** No intento (ni se puede) hacer psicoterapia a través de las páginas de un libro. Los propósitos de éste se relacionan con la Promoción de la Salud Emocional, Prevención de los problemas psicosociales (que agobian a Colombia y al planeta entero), y suministrar un material Educativo que sustente los dos propósitos anteriores. Sin embargo, muchas de las comprensiones y herramientas emocionales e instintivas que el lector reciba de este libro resultarán terapéuticas para su vida y para su relación de pareja. Quiero aclarar que me dirijo no sólo a las parejas establecidas y con una larga historia de conflictos.
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Considero que beneficiará igualmente a aquellas parejas en formación, las de novios, los compromisos y matrimonios recientes y aún los no tan recientes, que todavía no han caído en las garras de la desavenencia pero en los que probablemente se encuentran ya las semillas de futuros problemas que aún no se han manifestado abiertamente. A los jóvenes lectores, algunos de los tópicos que se tratan en este libro les parecerán extraños, debido a que la evolución de su relación no ha llegado todavía a las etapas correspondientes. Si el lector interviene a tiempo desarrollando su comprensión de sí y de la relación, tales etapas llegarán, pero no cargadas de conflictos y desastres, sino con la posibilidad de manejarlas más adecuadamente. Otra razón por la que pudieran parecerles extraños a los jóvenes lectores algunos de los temas tratados, es que la juventud de hoy muchas veces vive por un tiempo sus encuentros amorosos más en forma de situaciones sexuales fugaces, que del establecimiento de relaciones de pareja consideradas formalmente noviazgo. Pero tarde o temprano el noviazgo aparece y se estabiliza... y con él, si no hay una adecuada preparación y comprensión, los problemas y conflictos de pareja. La lectura del libro por parejas de novios y parejas conyugales recién formadas, así como por parejas de larga duración, facilitará una toma de conciencia, una reflexión de ambos acerca de la situación que actualmente viven y, de acuerdo a lo que vayan descubriendo en el libro, a hacer pronósticos y aplicar soluciones acertadas y anticipadas para lo negativo que podría contener el futuro... y así evitarlo. Cumpliendo con sus propósitos preventivos y educativos, un aspecto central del conocimiento que intenta ofrecer este libro, se refiere a la comprensión de que la armonía y muchas veces la felicidad conyugal, dependen de la madurez emocional y de la armonía y equilibro que cada persona haya podido alcanzar en su mundo interior. A su vez la madurez y la armonía dependen de lo que la persona haya recibido de sus padres, de ambos y no sólo de la madre, en las etapas del bebé y del niño, específicamente en términos de contacto afectivo y físico durante la crianza y la educación. La madurez emocional de la madre y el padre les permitirá estar conscientes de la necesidad de liberar al bebé y al niño de las tensiones y frustraciones que ellos, como miembros de una pareja pudieran estar padeciendo. Eso sólo puede obtenerse a través de un estrecho contacto de cada uno consigo mismo y a través de una valiente y decidida comprensión y solución de las vicisitudes y problemas de la relación de pareja en la que viven. Por otro lado, lo que el bebé y el niño reciban durante su crianza y educación, depende no sólo de la madurez emocional y de la buena relación de pareja de sus padres, sino también de la calidad y clase de información de la que ellos dispongan acerca de sus situaciones y problemas. Suministrar esa información es una parte importante del propósito de este libro.
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Quiero invocar la comprensión del lector en cuanto al hecho de que, desde luego, este libro no pretende cubrir completamente todas las vicisitudes y situaciones conflictivas de una pareja. Es un esfuerzo por abarcar aquellas que más frecuentemente me ha sido posible ver y tratar en mi experiencia de ya casi cuatro décadas como psicoterapeuta psicoanalítico de parejas. Para cumplir con los objetivos preventivos, educativos e informativos inicialmente mencionados, luego de esta Introducción de carácter general, el lector encontrará una breve aproximación a las circunstancias de la aparición, desarrollo y consolidación del mundo interno de cada persona, bajo el título de “Cómo se forma el Mundo Interior”. Luego, habrá una síntesis en la que expongo las líneas principales de mi pensamiento y comprensiones acerca del funcionamiento de la pareja bajo el título “Cuidando la relación de pareja”. Ya adentrándonos en el libro en sí, está mi intento de describir, en la Primera Parte, las vicisitudes emocionales e instintivas más frecuentes, desde el inicio de una relación de pareja hasta sus fases más avanzadas, incluyendo manifestaciones como la mentira, la falsedad, la manipulación, el miedo, la soledad, el vacío, el enfriamiento sexual y afectivo, la acusación recíproca, etc. Estas son manifestaciones que en el futuro podrían ser causa de graves desavenencias. En la Segunda Parte encontraremos una exposición de las principales características, dificultades y carencias del aspecto sexual de la vida en pareja. En la Tercera Parte del libro, analizo las causas y manifestaciones de los principales problemas que suelen enfrentar las parejas en conflicto, especialmente los derivados de un manejo inadecuado de la infidelidad, los celos, la afectividad, la agresión, los hijos, la economía, etc. La Cuarta Parte analiza ciertos elementos psicosociales que contribuyen a la dicha o a la desdicha de las parejas, especialmente el funcionamiento del Clima o Ambiente Conyugal y algunos factores poco conocidos de la “lucha por el poder” en las relaciones de pareja. La Quinta Parte es un intento de descripción y comprensión de lo que podría ser una relación de amor, armónica, estable, gozosa y creativa. Esta descripción y comprensión científica, humanista y espiritual de la relación de amor, se hace indispensable en una cultura en la que el simple hecho de hablar de amor, resulta casi "ridículo" y hasta "vergonzoso", al punto que incluso su existencia ha sido cuestionada y muchas veces reemplazada por experiencias sexuales intrascendentes. En la Sexta Parte me permito elaborar otra de las finalidades que tuve al escribir este libro: en una sociedad caracterizada por la confusión ética y la actitud prevalente de negar y rechazar los valores, es frecuente encontrarse con actitudes culpabilizadoras con las que ciertas autoridades intentan, desde luego sin conseguirlo, ponerle freno a la crisis moral, especialmente a la crisis moral de la pareja y la familia.
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Culpabilizar no resuelve nada; por el contrario, agrava las transgresiones. El conocimiento hace innecesaria la culpabilización, contribuyendo a que las personas encuentren su propio camino hacia el bien y la verdad, a través de la creación de sus propias pautas éticas, en diálogo de cada uno consigo mismo, para comportarse en pareja y en familia. Quiero dejar constancia de la contribución técnica que implica este libro, en términos del énfasis realizado por subrayar el lado emocional e instintivo de la comprensión de estos problemas, el consejo emocional, constantemente ofrecido, a diferencia de muchos otros intentos que enfatizan el lado de la simple información intelectual o peor, el lado represivo o punitivo del enfoque. Finalizando, una palabra a los colegas de profesión que me leen: hago un número de afirmaciones en este libro y asumo la responsabilidad por cada concepto o comprensión que enuncio, pero no todas son ideas originales mías. Mucho de lo afirmado aquí me ha sido enseñado por los autores que menciono en la Bibliografía. Como este libro va dirigido al público general no especializado, he querido aligerarlo de las siempre engorrosas citas bibliográficas detalladas. En el texto, cuando la contribución no es mía, he mencionado al autor del que he obtenido las ideas centrales del párrafo. *** Para proporcionar una comprensión general e inicial del origen y funcionamiento del mundo interior, su madurez emocional y la estructura caracterológica que lo conforma, empecemos por analizar cómo se forma el Mundo Interior, es decir, la mente de las personas.
*** ¿CÓMO SE FORMA EL MUNDO INTERIOR? AUTOESTIMA, EMPATIA, DESVALORIZACION Y MANIPULACION COMO PATRONES BASICOS DE RELACION DE LA PERSONA CONSIGO MISMA Y CON “LOS OTROS”. ALGUNOS EVENTOS INDIVIDUALES PERTINENTES A LA COMPRENSIÓN DE LOS PROBLEMAS DE PAREJA.
Para estudiar los mecanismos perturbados y perturbadores que afectan más gravemente a las parejas colocándolas en una situación de conflicto, se hace necesario empezar por una breve revisión del desarrollo primario del mundo interno, partiendo de la experiencia del bebé y del niño con su madre y con su padre. La mente o mundo interior de cada persona se forma a través de un proceso en el que el factor principal es la relación emocional y afectiva que establecen la madre y el padre primero con el bebé y luego con el niño. Estas relaciones emocionales entre padres e hijos, incluyendo las que se establecen entre los padres como miembros de una pareja, constituyen la atmósfera emocional en el seno de la cual se desarrolla la mente del pequeño. Las relaciones psicológicas y emocionales que se establezcan entre padres e hijos serán beneficiosas o no para la formación de la mente del infante según:
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1.- la salud emocional -es decir, bienestar y armonía interior- que los padres tengan como individuos, lo que les permite ofrecerle o no a la criatura cierta clase de amor; 2.- el grado de satisfacción y disfrute que los padres alcancen como pareja -bienestar y armonía conyugal-, que aporta energías suficientes al amor que los padres ofrecen; 3.- cuando existe, el bienestar y armonía conyugal se extiende al grupo familiar bienestar y armonía familiar-, y 4.- el nivel de información sobre la crianza de bebés, la guía de adolescentes que los padres consigan.
educación de niños y la
Si la atmósfera emocional que rodea al bebé y al niño durante su formación es armónica, plena de amor, reconocimiento, respeto, aceptación y legitimación, tendrá lugar un desarrollo del mundo interior caracterizado por la coherencia, la fortaleza y la integración. Puede decirse que la mente adquiere una "forma", de la que depende el "nivel de maduración". En el caso contrario, el mundo interior se verá afectado por la incoherencia, la debilidad y la poca integración. En este caso puede decirse que la mente "se deforma". En el lenguaje psicoanalítico, la "forma" (o la "deformidad") de la mente se denomina "estructura de la mente", la que da lugar a la “estructura del carácter” y al grado de “madurez emocional” de cada persona. (En el proceso de la formación de la mente intervienen también una serie de elementos relacionados la genética, con la anatomía y el funcionamiento del cerebro, así como con los eventos bioquímicos y hormonales del organismo, pero el análisis de esos elementos sobrepasa el propósito de este libro). Durante la etapa del bebé, las características principales del amor de la madre y del padre -o quienes les reemplacen, desde una abuela, una hermana mayor, hasta una madre comunitaria- hacia el hijo son: 1."te doy amor mediante contacto afectivo, físico y verbal. Este amor es incondicional, es decir, no espero, ni menos exijo que tú a tu vez me quieras"; 2.- "puedo 'ponerme en tu lugar' y así comprender empáticamente lo que tú sientes y lo que tú necesitas"; 3.- "te reconozco como alguien valioso, te siento un legítimo ser humano, y me siento orgullosa (orgulloso) de tí"; 4.- "estoy dispuesta (dispuesto) a contenerte, es decir, a recibir tu agresión sin reaccionar adversamente"; 5.- "a veces experimento frustración y rabia. Estoy dispuesta (dispuesto) a reconocerlo, y a no descargarlas contra ti".
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Durante la etapa del niño, estas características amorosas continúan presentes y se aglutinan en forma de protección. A ella se suman una sexta característica, el ofrecimiento de límites (con amorosa firmeza) y una séptima, el aporte de estímulos (completamente diferentes al soborno y al chantaje). Veamos ahora en qué consiste y cómo se desarrolla la forma (o estructura) de la mente. Dicha estructura tiene dos componentes fundamentales: 1.- la imagen mental que el bebé y el niño van desarrollando de sí mismo, imagen que en estas etapas depende de cómo le hacen percibirse y sentirse sus padres. Esta imagen constituye la estructura denominada Sí-Mismo. 2.- la imagen de los padres internos, que se adquiere al "poner dentro" de la mente, múltiples imágenes de los padres externos, reales. Esta imagen constituye la estructura denominada Objetos Internos. Los Objetos Internos hacen por el adulto desde dentro de la mente, lo que los padres externos en su momento hicieron por él desde fuera cuando fue un infante. Si mis padres me amaron, yo me amaré: tendré autoestima. Si todo marcha bien, se establecen en la mente del bebé y se consolidan en la del niño las imágenes de unos padres internos "positivos fuertes" o integrados, y la imagen de sí mismo se desarrolla sólida y cohesiva, bien provista de autoestima, condición que hace que la persona se quiera a sí misma, se respete y guste de sí, incluyendo su ser hombre o su ser mujer (identidad sexual). Cuando todo marchó bien, la persona se relaciona con los demás usando la Identificación Empática, capacidad de "ponerme en el lugar del otro, en los zapatos del otro". Con ello la persona busca que el otro en lo posible "se sienta bien" y "se sienta bueno". Si todo no marcha tan bien, y hay interferencias debidas a perturbaciones en el bienestar, la armonía y/o la información de los padres, se producen CUATRO consecuencias que afectan la estructura y el funcionamiento de la mente: Escisión o División del mundo interno, Devastación de la Autoestima, Difusión de la Identidad y Difusión de la Identidad Sexual. Veámoslas: Primera consecuencia. División Interior o Escisión. Rasgos Fronterizos del Carácter. Se produce una división en la mente del infante, que queda emocionalmente como "partido en dos" por dentro. Esta división afecta principalmente a la imagen de los padres internos, -Objeto Interno- que ya no es una sola imagen positiva e integrada, sino dos imágenes, separadas y antagónicas, los padres internos "positivos débiles" y los padres internos "negativos poderosos":
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- la parte "buena" del Objeto Interno, es decir, la imagen de los padres internos "positivos débiles", es frágil. Dentro de la mente se muestran temerosos, endebles, inconsistentes, lo que les impide ofrecerle amor y cuidado a la imagen que la persona tiene de sí misma. En síntesis, la parte "buena" del Objeto Interno dividido: parte "mala",
o está demasiado debilitada para contrarrestar la acción devastadora de la
- o es transformada en el Objeto Idealizado, del que se espera toda clase de hipertróficas y utópicas experiencia de plenitud. Por otro lado, - la imagen de los padres internos "negativos poderosos" (parte "mala" del Objeto Interno dividido) se hace predominante, intensa, dura y exigente. Así, en el mundo interior, los padres internos "negativos poderosos": * frustran, niegan atención y afecto, no dan satisfacción, no alzan, no calman, no contienen ni hacen sentirse cuidado (y sí abandonado) al bebé y al niño. * efectúan exigencias exageradas de "bondad" extrema e incluso de "perfección" imposibles de cumplir, lo que hace que la persona se sienta "mal" (malestar psíquico) y se sienta "mala" (sentimientos de culpa). Además, la parte "mala" del Objeto Interno dividido se vuelve cada vez más temible dentro de la mente del pequeño, hasta hacerse un Objeto Persecutorio del que se espera toda clase de agresiones, violencia, venganza y destrucción. Esta división o escisión de la mente da lugar a rasgos fronterizos del carácter, que se denominan así porque están "cerca de la frontera" con una perturbación psiquiátrica, pero no son perturbaciones psiquiátricas, sino rasgos caracterológicos (maneras de ser) alterados, que se manifiestan así: - una brecha entre lo que la persona es por dentro y lo que muestra por fuera: dice una cosa y hace la opuesta, siente algo y expresa algo diferente y aún antagónico con lo que siente, etc. -
la persona es frecuentemente simuladora y falsa.
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presenta severas contradicciones e incapacidad para darse cuenta de ellas.
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la persona tiene la tendencia a relacionarse con los demás a través de la Identificación Proyectiva, mecanismo que usa los mismos recursos mentales que la Identificación Empática, pero con la finalidad opuesta: la persona tiene gran habilidad para
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captar las "debilidades" de los demás y con ello, mediante ciertas actitudes, manipularlos controladoramente, haciéndolos sentirse "mal" y "malos", culpables. Toda esta situación interior se complica con la división de la Imagen del Sí-Mismo en una parte "buena" que se experimenta a sí misma como débil, atacada y aterrorizada, pero al mismo tiempo rabiosa y rebelde, y una parte "mala" sentida como rígida, dura, violentamente agresiva, sádica y omnipotente. Segunda consecuencia. Devastación de la Autoestima. Rasgos Narcisistas del Carácter. Los predominantes padres internos "negativos poderosos" no aman a la imagen del sí mismo, mientras que los padres internos "positivos" están demasiado débiles para hacerlo. Entonces la persona no se siente amada ni respetada por sí misma, ni gusta de sí. Este estado interior se denomina "devastación de la autoestima" o desvalorización: la persona no se siente valiosa, querida, ni merecedora de ser querida, lo que representa una profunda herida o golpe en el ser interior. De estas personas se dice que "tienen herido el amor propio". Todo lo herido, lo golpeado, se hincha. Como defensa contra el sufrimiento de la herida causada por la desvalorización, contra el profundo dolor de la ausencia o debilidad de la autoestima, a la persona "se le infla el ego (es decir, se le infla el Sí-Mismo)", estado interior que, usualmente mezclado con rasgos fronterizos, incluyendo la división del Sí-Mismo, da lugar a los siguientes rasgos caracterológicos (maneras de ser) alterados: - la persona tiene actitudes grandiosas y exhibicionistas. Se muestra "sobrado", altanero, despectivo, aburrido de todo y autosuficiente. Tiende a hablar mucho y elogiosamente de sí mismo y de sus "grandes logros y proezas", especialmente en lo económico, lo social, lo político (su "gran" poder) y lo sexual. - adquiere dominio sobre los demás, a quienes hacen sentirse "mal" y "malos" mediante la manipulación controladora. Esto se acentúa notablemente si la persona narcisista tiene alguna autoridad, destacada inteligencia, fama o dinero. - muchas veces "se sale con la suya" aún dañando a los demás. Se permite hacer "lo que se le viene en gana", a pesar de lo cual continúa sintiéndose "bueno y justo" porque les atribuye "a los demás", todo lo "malo" que pueda tener y sucederle. De ese modo, vive eludiendo asumir su responsabilidad por su propia vida. - carece de remordimientos y no se siente culpable ni responsable por el daño que causa: la división interior les permite "no ver" las propias contradicciones. - exige "obediencia incondicional", admiración, elogio, homenaje y adulación, para obtener de fuera la estima que le falta interiormente. No necesita ser amado, y es incapaz de amar.
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- cuando la hinchazón del Sí-Mismo es a predominio de la parte "buena" pero débil, atacada y aterrorizada, el resultado puede ser un perfil caracterológico de apocamiento, sumisión y falsedad en el que el sufrimiento, y la exhibición de sufrimiento, son las armas centrales para manipular. - cuando tal hinchazón es a predominio de la parte "mala", violenta, sádica y omnipotente, la persona puede verse inclinada interiormente a la psicopatía. Tercera consecuencia. Difusión de la Identidad. En su conocida obra “La Divina Comedia, el poeta Dante Aleghieri afirma que “...el infierno está empedrado de buenas intenciones". La mayoría de la gente está llena de “buenas intenciones”. Pero, a pesar de ello, hay mucha, demasiada gente que no es feliz. Eso sucede tanto viviendo a solas como haciéndolo en pareja. Y es la propia estructura mental, y más concretamente la propia Identidad, lo que muchas veces interfiere con las buenas intenciones, y transforma la propia vida y la de las personas cercanas... en un casi literal infierno. El proceso de adquirir y tener Identidad, se basa en la posibilidad de adquirir y tener un mundo interior integrado, lo que implica estar lo más libre que sea posible de la división o Escisión. Como ya se vio, ello depende de la armonía y buena relación entre: - la imagen psicológica que uno tiene de sí mismo, y - la imagen interna de los padres. En la medida en que la persona tiene Identidad, es más (o menos) identi - co, es decir, es más (o menos) el mismo hacia adentro que hacia afuera. Entonces, la persona -cada vez más- se dice a sí misma y a los demás, su verdad sin ambages: no necesita falsear ni negar lo que siente, piensa y desea ni ante sí misma, ni ante los demás. La persona con Identidad integrada puede decir lo que piensa, hacer lo que siente, pedir y dar lo que desea sin falsedades, sin engañar ni fingir. Su conducta corresponde a lo que ella es por dentro: muy rara vez dice una cosa y hace otra, y tiende a no hacer cosas contradictorias entre sí, cosa que sí les sucede todo el tiempo a las personas con dificultades en su Identidad. Además, la persona desarrolla la aptitud de mirar dentro de sí misma -mirada interior- y reconocer la propia contribución a las dificultades, desechando las acusaciones y el "echarle la culpa de todo" a los demás.
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Me doy cuenta que esta aptitud es casi una acrobacia en un mundo como el presente, pero sin ella, la vida en pareja se vuelve imposible, o por lo menos infernal. También, sobre la base de una adecuada autoestima, y a una también adecuada capacidad de discernimiento, no "se echa a sí mismo la culpa de todo". El discernimiento resulta de que los padres internos, ante un error o adversidad, no se deshacen en acusaciones y regaños contra el Sí-Mismo, sino que eligen el diálogo, -diálogo interior- que promueve la comprensión y la capacidad de ver la realidad (externa e interna) tal cual es. Desde ciertos puntos de vista, esto se denomina autenticidad. El discernimiento es, como resulta evidente, el cimiento de la mirada interior, fundamento a su vez del comportamiento ético y de apoyo a los propios Valores. La persona con Identidad integrada discierne también cuándo es conveniente callar algo ó abstenerse de una conducta: puede postergar. No actúa amparándose en el "¡ahhh, es que yo soy demasiado franco!" Se permite fácil, vivaz y libremente pensar, imaginar y soñar. Es y se siente el mismo en diferentes situaciones, con diferentes personas y a lo largo de la historia de su vida. Tiene un buen contacto consigo mismo en el sentido de tener una adecuada conciencia de sí. Es consciente de ser el protagonista de la situaciones que vive, y difícilmente se permite alegar "no me di cuenta". Tiene la capacidad de aceptar una observación de buena gana, y aprender de ella. No admite ser programado ni manipulado por las demás personas, ni por las situaciones. Es activo agente de la propia creatividad: en forma deliberada por un lado se permite expresar su opinión con claridad, firmeza y convicción; por otro lado imagina, dispone y ejecuta acciones que influyen en la realidad de su entorno familiar, institucional, y aún social. Esto es lo que en realidad significa trascender. La persona con una Identidad bien integrada experimenta "la chispa de la vida": se siente vivaz, llena de iniciativa, "con las pilas puestas", "echada para adelante"; siente que la vida es interesante y que vale vivirla.
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Se podría comparar el mundo interno de la persona integrada con algo fuerte y consistente, que al funcionar como una sola pieza le permite penetrar, atravesar barreras y obstáculos y llegar a su objetivo sin romperse. En comparación, el mundo interno de la persona no suficientemente integrada, está afectado por la Difusión de la Identidad, en el que el propio interior es como algo endeble, deleznable, agrietado y poroso, que al funcionar como trozos separados e inconsistentes, no llega a nada, y es fácilmente penetrado y atravesado. La persona con una Identidad no bien integrada, si es cuestionada, se enfurece y ataca, haciendo toda clase de acusaciones a su cuestionador. El concepto y la actitud que la persona tiene de alguien, varía de acuerdo a la conducta visible de ese alguien. No se siente la misma persona con relación a sí mismo cuando cambia la situación: "es" uno en una situación y otro diferente en otra. No se reconoce como el mismo ser a lo largo de los años. Tiene una extraña impresión de "haber sido otro" antes. La persona no adecuadamente integrada es fácilmente influenciable por los demás, y no influye a nadie como no sea manipulando. Aparecen en ella los sentimientos internos de intrascendencia, así como el malhumor crónico, la frustración y el sentimiento de inutilidad ó, como lo llama Otto Kernberg, la futilidad, cercana al "ahhh, ¡a mí qué me importa!". Esta actitud da fácil paso a retirar, negar y esconder los afectos y los deseos en la relación de pareja. También es el origen de la negación de los Valores, y de la trasgresión. Según Winnicott, las personas con una distorsión en su Identidad se "liberan" de sus experiencias instintivas "teniéndolas", es decir, actuándolas, lo que da origen a la impulsividad. La impulsividad es uno de los prerrequisitos para la pelea conyugal descontrolada y también para la trasgresión de los acuerdos, los pactos y los Valores en que una relación se cimenta. Hay falsedad inconsciente, e intentos de impresionar a los demás, a los que pone en el papel de un falso espejo en el que se refleja una falsa y forzada "trascendencia". La persona sin una Identidad bien integrada sucumbe al acatamiento o sumisión, que es el estado opuesto a la creatividad. En el acatamiento, la esperanza, y hasta el sufrimiento, han quedado apagados y corren el riesgo de desaparecer. La persona afectada por el acatamiento ni siquiera es capaz de sufrir: está sumergida en la apatía, la anomia, el apagamiento y la inercia. La persona vive como "englobada", "elevada", aturdida y "como en las nubes". Carece de contacto consigo misma y su conciencia de sí es endeble ó ausente.
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Se deja manipular e influir fácilmente, sin que medien el discernimiento, la reflexión y menos la propia iniciativa, de la que carece, excepto para permanecer pasivo a los influjos de otros, o de su propia fantasía descontrolada. Estas personas carecen de ideas, opiniones e iniciativas propias. Se engañan a sí mismas, y tienden a confundir fantasía con realidad: imaginan o desean algo, y asumen que es así. Según esto, el individuo no está viviendo en realidad. Al parecer, apenas está "ganado tiempo". Al parecer, nadie sabe para qué. Como complemento a lo anterior, quiero permitirme exponer una formulación de las manifestaciones esenciales de la Identidad. Esta formulación incluye un cuadro comparativo de lo que ocurre en las personas, varones y mujeres, cuando tienen la Identidad más o menos integrada y cuando la Identidad está muy poco integrada y predomina la Difusión de la Identidad. Frente a este cuadro, es necesario tener en cuenta que ninguna persona concreta es únicamente lo uno o lo otro, sino combinaciones en diferentes porcentajes en cada individuo de ambas columnas de situaciones. Cuarta Consecuencia: Difusión de la Identidad Sexual. La Identidad Sexual es un aspecto de la Identidad en general, y corresponde a una armonía, un sentimiento tanto consciente como inconsciente de acuerdo que la persona experimenta (o no), entre lo que es sexualmente por fuera, física y genéticamente, y lo que es sexualmente en su mundo interno, psíquico, adquirido en experiencias con los padres en la infancia. Tiene una Identidad Sexual adecuada, integrada, el varón que se siente satisfecho, feliz de serlo, y la mujer que se siente apta, contenta como tal, y que goza con serlo. Los seres humanos tenemos una parte importante perteneciente al sexo opuesto a nuestro sexo manifiesto.
de
nuestra
estructura interior
La Identidad Sexual permite que mi lado femenino de varón interiormente bien integrado, se exprese de un modo que refuerza mi verdadera masculinidad, lejana del machismo: como varón puedo entonces ser tierno, vulnerable a la persona amada, no temer el expresar mis sentimientos y mis deseos y desplegar mi creatividad. La mujer que goza de esta condición permite igualmente que su lado masculino se exprese de modo favorable a su Identidad femenina total: la mujer se permite entonces ser firme y enérgica. Puede usar su autoridad y poner límites, pero sin dureza ni violencia actitudinal. Se siente capaz de usar y usa su inteligencia abstracta y espacial, puede controlar adecuadamente la expresión de sus sentimientos cuando esta expresión es innecesaria o perjudicial.
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Cuando la Identidad Sexual no está adecuadamente desarrollada, el lado del mundo interior del sexo opuesto al manifiesto no se desenvuelve en forma integrada con el resto de la identidad, sino que anda un poco por su cuenta -cuando no interfiriendo las funciones naturales de la persona-. Esta interferencia puede ir desde situaciones como aburrimiento, futilidad, desamor y desapasionamiento en la relación de pareja, desconcierto y dudas sobre las propias identidad y preferencias sexuales, promiscuidad, hasta descontento y rabia consciente contra el propio sexo manifiesto, homosexualidad latente y, en el extremo, homosexualidad manifiesta. La adquisición de Identidad Sexual, así como las perturbaciones que pudieran surgir, tienen su inicio en la experiencia del bebé, se afianzan durante la niñez y se consolidan durante la adolescencia. La etapa del bebé se caracteriza en el sentido de la Identidad Sexual, por las sutiles diferencias con que la madre, cuando es razonablemente saludable desde el punto de vista emocional, trata a su bebé varón y a la nena, diferencias que son el punto de partida o para una sólida construcción de la identidad sexual, o para una marcada endeblez o "difusión" de la misma. Cuando la madre es emocionalmente sana, durante la intensa intimidad corporal que implica el cuidado y la higiene del bebé, además de la actitud de cariño y afecto, mitad en serio, mitad en broma, ella actúa seductoramente con su hijo varón, acariciándole juguetonamente la zona genital mientras le atiende. Y, al contrario, la actitud de la madre emocionalmente sana con su bebé niña es igual de cariñosa y afectiva, pero acompañada por un sutil ignorar y dejar de lado lo más posible las caricias juguetonas (y por supuesto, mucho más las seductoras) sobre la zona genital de la nena. Esto determina que el bebé se sienta amado, aceptado, respetado, y, especialmente, reconocido por mamá: él ó ella son lo que son sexualmente: hombre o mujer. Y mamá lo sabe. Y lo acepta. Cuando la actitud de la madre se modifica por distorsiones y deficiencias en su madurez emocional (y también muchas veces como consecuencia de serias desavenencias conyugales), ella puede erotizar a la niña o rechazar con asco y/o miedo al niño mientras les atiende. O a la inversa, el jugueteo sutil con el pene del varoncito puede transformarse en una excitada ó disimulada seducción. Y, en el caso de la nena, su genital puede producir en la madre asco, angustia, curiosidad excesiva o franco y abierto rechazo. Cuando no están presentes la erotización ni el rechazo, pero no hay suficiente contacto afectivo y físico, o está presente una actitud manifiesta de ignorar la condición sexual de bebé, éste experimenta tal insuficiencia como que la madre lo rechaza por su ser varón ó por su ser mujer, y sobrevienen también trastornos de la Identidad Sexual.
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Estas situaciones ocasionan una "difusión" en la Identidad Sexual, es decir, una situación en la que la persona, a un nivel inconsciente, emocional, en el ámbito de su Identidad total y de su mundo interno, no sabe bien si es hombre o mujer, y no se acepta como tal, aunque la anatomía y la fisiología, factores externos, parezcan ser suficientemente elocuentes y definidos. Al llegar a la etapa del Complejo de Edipo, el niño varón ama y desea a la madre y rivaliza con el padre (la niña, a la inversa). El niño, la niña que posean en su mundo interior unos padres (Objetos Internos) integrados, suficiente autoestima y un sentimiento de aceptación de sí en lo que se refiere a la propia identidad sexual, tiene una gran ventaja en esta etapa: puede identificarse con el padre del propio sexo y "ser como él o ella", renunciando a la madre o al padre según el caso, dejándoselo como "un regalo" al padre con el que se identificó. Cuando eso no sucede, la Difusión de la Identidad Sexual iniciada en la etapa del bebé, se agrava. En estos casos estaremos frente a los orígenes de las confusiones y trastornos de la sexualidad. *** Como complemento a lo anterior, y antes de entrar en el “Preludio...”, quiero permitirme exponer una formulación de las manifestaciones esenciales de la Identidad Sexual, y de la Difusión de la Identidad Sexual . Esta formulación parte de la comprensión de que, tanto en los varones como en las mujeres, existen dos PROCESOS que los seres humanos vivenciamos como EXPERIENCIAS INTERNAS y que emergen del funcionamiento del Mundo Interior. Tales procesos son “Lo femenino” y “lo masculino”, y, desde luego, ambos procesos incluyen componentes conscientes e in conscientes. Para llevar adelante esta formulación revisaremos las cualidades y funciones de “Lo femenino” frente a “Lo Masculino”. Esta formulación se basa en las FUNCIONES “naturales”, es decir, al margen de la influencia cultural, de los Procesos denominados “lo femenino” y “lo masculino”. Estos, en otro lenguaje, son los elementos femenino y masculino “separados” descritos por D.W. Winnicott. *** Lo femenino es lo humano orientado hacia adentro, hacia la Realidad Psíquica Interna ó Mundo Interno. Representa el volverse uno con el objeto. Ser el objeto (por Identificación con el pecho materno).
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Maneja la Receptividad. Si recibe el estímulo de Lo Masculino, hay creación. Si no lo recibe, se vuelve pasivo. Es la base del Crear. Es Excitante y Deseable (deseado) y constituye la Matriz Creadora o Generadora Excita y desencadena el DESEO que Lo Masculino tiene... de incitar la creatividad Recibe, desde Lo Masculino, la ENERGÍA que pone en actividad el proceso creador. Sin el estímulo de la energía masculina de la propia persona... la Matriz Creadora se limita a la producción PASIVA de pensamientos e ideas NO PROPIAS, estimuladas por energías que se filtran en la persona y que provienen del Masculino de OTRAS PERSONAS. *** Lo masculino es lo humano Orientado hacia fuera, hacia la Realidad Externa. Representa el Hacer... en busca del objeto (accionar por Impulso Instintivo para conseguir el pecho materno). Maneja la Acometividad. Si funciona, es el asiento de la Voluntad. Si no funciona, inactividad e inercia. Su función es Estimular la Creación. Es Excitable y Deseador Produce el Estímulo que motiva la creatividad de la Matriz Creadora. Desencadenado, Lo Masculino DESEA que la Generación Mental comience y proceda Emite y dirige hacia Lo Femenino, cierta ENERGÍA inherente a Lo Masculino. Esta energía pone en actividad el proceso creador Con el estímulo de la energía masculina DE LA PROPIA PERSONA, esta logra que la propia Matriz Creadora trabaje en forma ACTIVA en la generación de pensamientos e ideas PROPIAS Y ORIGINALES. *** A continuación, veremos lo que ocurre en las personas, varones y mujeres, cuando los elementos femenino y masculino están más (+) ó menos (–) disociados o escindidos, o más (+) ó menos (–) integrados en el mundo interior de cada quien.
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Es necesario tener en cuenta frente a esta comprensión, que ninguna persona concreta es únicamente lo uno o lo otro, sino combinaciones en diferentes porcentajes en cada individuo de ambas clases de situaciones. *** 1. Cuando femenino y masculino interiores están + ó – disociados o escindidos. Se presenta una lucha por el poder entre lo femenino y lo masculino en el mundo interior. 1.1 En el caso del varón: lo femenino interno luchará a muerte por prevalecer. Tratará de persuadir al Ser interior del varón, de que es mujer. Le obligará a desear a un varón. Le hará sentir un profundo descontento (inconsciente) por su condición de varón. Como la persona total no es homosexual, no buscará un varón, pero sufrirá de una “falta de sentido” de su sexualidad heterosexual: Pérdida de deseos masculinos intensos, aburrimiento conyugal, cultivo de la “novedad”, frigidez masculina, impotencia. Fantasías homosexuales aterradoras. Defensa: la caricatura de la masculinidad:
machismo.
El machista, “deseador insatisfecho”, es lo opuesto al “varón tierno”. Áspero, rudo, “seco”, violento, desprecia lo doméstico y el cuidado del bebé, se cree invulnerable, niega sus sentimientos. 1.2 En el caso de la mujer: habrá una acentuación caricaturesca de la feminidad:
mujer con seductividad histérica.
La mujer deviene en la seductora histérica, “la deseada inalcanzable”. Es lo opuesto a la mujer armónica, contenta de ser mujer. Su masculino interno no integrado la obliga a desear una mujer. Como no es homosexual, no busca una mujer, pero con el varón experimentará falta de deseos femeninos intensos, aburrimiento conyugal, frigidez. Fantasías homosexuales perturbadoras. Débil, temerosa, “se pierde”, es violenta. 1.3 Resumen: Tendremos varones con anhelos masculinos debilitados y con anhelos femeninos imposibles de reconocer y aceptar. Y mujeres con anhelos femeninos debilitados y con anhelos masculinos imposibles de reconocer y aceptar. Rechazo a la propia Realidad Interior. Vida erótica insatisfactoria, desapasionada y sin significado ni sentido. *** 2. Cuando femenino y masculino están + ó – Integrados.
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Habrá una armonía interior: Ausencia de lucha por el poder entre lo femenino y lo masculino en el mundo interior. 2.1 En el caso del varón: lo femenino interno no tratará de persuadirle de nada: habrá una cómoda convivencia y contento con su ser varón. Sin feminizarse, el varón podrá gratificar las necesidades femeninas de su femenino interno desarrollando posiciones interiores y actividades externas de mujer: “varón tierno”. Características femeninas del “varón tierno”: ternura, sensibilidad, es capaz de cocinar, decorar, cuida del bebé, es aceptablemente vanidoso. Apacible, vulnerable a la amada, expresa sus sentimientos. Sexualmente, el “varón tierno”, conservando intacta su virilidad, acepta sin angustia, de buen grado y con deseos de realizarlos, sus anhelos pasivos. Y NO desea realizarlos CON UN VARÓN sino CON LA PARTE MASCULINA DE LA MUJER. 2.2 En el caso de la mujer: La parte masculina integrada de la mujer obtendrá en la sexualidad con el varón tierno, satisfacción armoniosa de sus anhelos masculinos, paralela a la de sus anhelos femeninos: mujer emocionalmente madura, armoniosa e integrada Características masculinas de la mujer armoniosa: es firme, enérgica, tiene autoridad, pone límites. Usa la inteligencia abstracta y espacial, controla emociones desmedidas. 2.3 Resumen: Tendremos mujeres y varones con predominio no violento sino apacible de la sexualidad correspondiente a su sexo físico manifiesto y aceptación también apacible de la sexualidad correspondiente al sexo opuesto. Su aceptación de la Realidad Interior se traduce en Intensa y significativa vida erótica coincidente con su sexo físico manifiesto y aceptación de sus anhelos correspondientes al sexo opuesto, con integración de lo activo y lo pasivo, de lo deseador y lo deseado. *** En Resumen, la Identidad Sexual es un aspecto de la Identidad de cuya integración depende la armonía y buena relación entre: - lo femenino interno que existe en varones y mujeres y - lo masculino interno que existe en varones y mujeres Los seres humanos tenemos una predisposición a la bisexualidad. Esta consiste en que en el mundo interior de varones y mujeres existen elementos masculinos y femeninos. La integración o no de estos elementos es UNO DE LOS FACTORES que determinan LAS ACTITUDES BÁSICAS HACIA LA REALIDAD EXTERNA Y HACIA el propio Mundo Interior.
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¿De qué actitudes básicas se trata? De que en la vida de la persona predomine la Creatividad, es decir, la “Apercepción Creadora” (sensación y convicción de que vale la pena vivir), lo que determina que la Identidad esté Integrada. Cuando esto no ocurre así, tenemos el Acatamiento, es decir, la Futilidad (sensación y convicción de que no vale la pena vivir), lo que determina que la Identidad esté no Integrada. Este es el SÍNDROME DE DIFUSIÓN DE LA IDENTIDAD. *** Dentro de la Creatividad de la Identidad Integrada, la Identidad Sexual Integrada permite un proceso de Sexualidad más funcional. Si la Identidad Sexual no está suficientemente integrada, la Sexualidad será más disfuncional. Así, lo femenino y lo masculino, son procesos que, si se integran el uno con el otro, determinan que la persona TENGA UNA IDENTIDAD MÁS INTEGRADA, y que por ello FUNCIONE MÁS CREATIVAMENTE y TENGA UN GRADO MAYOR DE INTEGRACIÓN DE LA IDENTIDAD SEXUAL que si no se integran. ***
PRELUDIO: CUIDANDO LA RELACIÓN DE PAREJA. “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Evangelio de Mateo 7:1)
Es mi deseo que, al llegar a estas páginas, el lector, la lectora se aproximen al descubrimiento de que, para alcanzar una vida en pareja buena y agradable, de calidad, es necesario “CUIDAR” la relación, para lo cual es indispensable, antes que nada, “mirarme interiormente y cuestionarme a mí mismo”, buscando primero precisar en qué forma y hasta qué punto la dificultad, cualquier dificultad por la que mi relación de pareja está sufriendo... se debe por lo menos parcialmente a mi propia contribución, a algo que yo mismo hice, dije, dejé de hacer o dejé de decir. Tengo la convicción que ésta es la única iniciativa idónea hacia la superación del más grave y frecuente problema de la pareja (y de la familia) contemporánea: acusar, juzgar, descalificar y condenar al otro. La vida conyugal suele ser un permanente “echarle la culpa al otro”. Insinuándolo, diciéndolo, gritándolo o, peor, pensándolo y acariciando con rencoroso placer semejantes pensamientos.
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Quiero que el lector sepa que me doy cuenta que sus acusaciones (de viva voz o sólo con el pensamiento) al otro miembro de la pareja, los juicios a los que se le somete de modo explícito, voceándolos o, de nuevo, sólo con el pensamiento (“pensar mal del otro”), el sospechar del otro, descalificarlo y condenarlo (explícitamente o in péctore), se hacen siempre con la mejor de las intenciones... pero con el peor de los resultados. Mitad en broma, mitad en serio suelo ironizar en mis Seminarios Talleres, que ésta es una región del planeta habitada por 44 millones de “Jueces de la República”. ¿Porqué digo semejante cosa? Porque por motivos que todavía no he terminado de delimitar, casi cada persona se siente autorizada (vaya usted a saber por quién) a juzgar a los demás y a acusar y condenar a los demás por todas las dificultades por las que atraviesa en la vida. Especialmente a los más cercanos. Y, claro, quien resulta ser la persona más cercana es la propia pareja. He diseñado este libro para que, dado el primer paso de mirarse y cuestionarse a sí mismo, el lector, la lectora, puedan hacer un intento de comprender, primero dentro de su mente, qué es lo que está sucediendo con él mismo (ella misma), dentro de sí, para luego, en un segundo paso, intentar promover un diálogo reflexivo con el otro miembro de la pareja con ayuda de la lectura conjunta del libro. En este diálogo, cada uno habrá de intentar cuestionar, reconocer y manifestar cómo percibe y cómo comprende la propia contribución, la propia responsabilidad en los problemas de ambos. Espero que quede claro que la intención no es que cada miembro de la pareja se acuse a sí mismo, ni que se arroje al vórtice de una orgía de sentimientos de culpa, de sentirse “mal” y de sentirse “malo” (“mala”), sino que sustituya la acusación contra el otro, por la mirada interior, el cuestionamiento y el autodescubrimiento, amable pero firme, de cada uno hacia sí mismo. La idea es promover en cada miembro de la pareja, un criterio u opinión cada vez más objetivo y más real sobre la PARTE, la CONTRIBUCIÓN que le corresponde a sí mismo y no al otro, en la CAUSA y en la RESPONSABILIDAD de los problemas de ambos. Eso permitiría SUSTITUIR LA ACUSACION RECIPROCA POR UN INTERCAMBIO DE CRITERIOS (NO DE CRITICAS). También permitiría dar paso a que cada miembro de la pareja MODIFIQUE un poquito SU PROPIO CRITERIO E INTENTE COORDINARLO un poquito también CON EL CRITERIO DEL OTRO. Cuando este proceso haya dado sus frutos, cada uno de los miembros de la pareja, podrá reconocer, en el diálogo con el otro, cómo comprende lo que hizo o dejó de hacer para causar y/o contribuir a la desavenencia.
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Si se ha establecido el cuestionamiento de cada miembro de la pareja hacia sí mismo y el diálogo creativo entre ambos, puede pensarse en otro paso que la pareja daría en busca de su armonía y equilibrio: los miembros de la pareja pueden, basados en la comprensión y el diálogo, PLANEAR ESTRATEGIAS para acceder a una solución conjunta, COORDINADA del problema que los agobia. La estrategia central de una pareja para avanzar hacia la armonía y la estabilidad será la iniciativa de cada uno de sus miembros para establecerse activamente en la actitud que denomino “cuidar la relación”. Esta actitud implica una deliberada y consciente decisión de cada persona por darle a la relación y al otro miembro de la pareja, lo mejor de sí. Por desgracia, es posible comprobar en un número incalculable de parejas, la existencia de una actitud, paralela al “sentirse autorizado como juez del otro”. Se trata del “sentirse autorizado a ser negativo con el otro. Efectivamente, solemos reservar lo mejor de nuestros buenos modales, nuestra cortesía, nuestra actitud positiva, sonrisas, expresiones de optimismo y esperanza y hasta nuestro mejor arreglo personal, para cuando estamos en situaciones de encuentro con miembros de la familia extensa (parientes como primos, tíos, etc.) o más aún con desconocidos en situaciones sociales, de trabajo, de esparcimiento... Mientras, con nuestra esposa o esposo, (y con los hijos) nos sentimos proclives y autorizados, con motivo o sin él, a mostrar y descargar nuestro mal humor, intolerancia, frustración, rabia, desaliño, modales descuidados, etc. Con ellos nos sentimos autorizados a “hacer cara fea”, a abstenernos de sonreír, a ir por la casa desarreglados, arrastrando los pies, bostezando descaradamente y negándole a los demás el afecto, las respuestas a las preguntas y comentarios... la lista es interminable. ¿Puede haber actitudes MÁS OPUESTAS a la de “cuidar la relación”? “Cuidar la relación” implica no sólo el reconocimiento, ya revisado líneas arriba, de que el origen de la mayor parte de las dificultades reside en acciones u omisiones propias y no del otro miembro de la pareja. Implica también el atreverse a NO sentirse autorizado a ser negativo, y a buscar la mejor manera de mostrarse positivo, agradable, respetuoso, tolerante, afectuoso, bien presentado y observando las buenas maneras y el lenguaje decoroso con la persona (las personas, esto incluye a los hijos) con quien (quienes) compartimos la vida, evitando hacerle(s) el blanco de nuestra negatividad. Estoy refiriéndome a no descargar la negatividad, la rabia, los reclamos, etc. sobre la pareja y los hijos. “Descargar” es una forma de “atacar”, de “manifestarle con violencia verbal, actitudinal y hasta física” a la otra persona, los cargos y reclamos que se le tienen, para amedrentarla y
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obligarla a que haga o deje de hacer como nos da la gana”. Otra vez el narcisismo y el “salirse con la suya”. Pero “no descargar” NO IMPLICA CALLAR NI DISIMULAR. No. Cuando hay motivos, es necesario: expresar (lo contrario de descargar), con “cuidado por el otro”, comunicar, hablando, diciendo lo que necesita decir, con CLARIDAD y SIN VIOLENCIA, con una FIRME DELICADEZA y manifestaciones de AFECTO... ... los elementos que nos frustran del otro, y que desearíamos que cambiaran. Y como con toda seguridad el otro tiene igualmente sus quejas y reclamos, SE HARÁ NECESARIO TAMBIÉN ESCUCHARLE. Esta actitud puede dar inicio a un sistema de diálogo permanente que les permita COORDINAR y, hasta cierto punto realizar una planeación estratégica de cómo LOS DOS quieren que se desarrolle la vida en conjunto. Entre los elementos estratégicos a planear estará la pregunta que la pareja se haga acerca de “si necesitará alguna clase de ayuda profesional”, ya sea en forma de unas pocas consultas psicoterapéuticas, que en muchos casos son suficientes, o si tal vez la pareja necesita una psicoterapia. Muchos de los capítulos del libro contienen guías e indicaciones precisas sobre cuándo se hace necesaria la ayuda profesional. Y aquí, un comentario que, además de considerarlo útil para los lectores, explica porqué, si mi segundo libro se llamó “Viva en Pareja y... ¡disfrútelo!”, mi tercer libro lleva un título no sólo desafiante, sino aparentemente opuesto al del segundo. El motivo de semejante evolución se relaciona con mi convicción de que si Ustedes, miembros de la pareja en conflicto, ya han realizado muchos de los esfuerzos necesarios para no sentirse autorizados a ser juez, se han abstenido de acusar, descalificar y condenar a su cónyuge, han pasado largas semanas y meses esforzándose en hablarle el uno al otro, en decirle en vez de descargarle sus posiciones, han intentado armar una COORDINACIÓN para llevar a cabo una planeación estratégica de sus vidas y por último han buscado ayuda psicoterapéutica... y NADA de eso parece dar resultado, y los enfrentamientos, el silencio, la soledad y la desdicha persisten... se hace necesario que vayan pensando en una solución más radical que, aunque dolorosa, puede ser la única salida. Efectivamente, si, luego de mucho intentarlo, ven que no es posible COORDINAR un acuerdo, les toca decidir si empiezan a contemplar una separación, como cuestión
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previa a ir en busca de la satisfacción de sus deseos y necesidades con alguna otra persona cuyos sentimientos y preferencias sean más compatibles con los de cada uno. Porque nada positivo se consigue si uno, o los dos, sin separarse previamente, y en forma disimulada o manifiesta salen en busca de esa “alguna otra persona”. Una conducta así es, sin ninguna duda, fuente tal vez de algunos placeres y consuelos momentáneos, pero a la larga resulta siendo el origen de más pesares y sufrimientos, especialmente si una (o ambas) “otra persona” empieza a sentirse dolida de que Usted perpetúe interminablemente la relación anterior (que ya en realidad NO ES UNA RELACIÓN), pero que ahí está, perturbándolo todo. O si esa “otra persona” empieza a exigirle a Usted que se defina. Les puedo asegurar que sólo la SEPARACIÓN puede dotarles de alguna posibilidad real de rehacer LUEGO su vida con otra persona. Y... ¿los hijos? No dude, lector, lectora, que sus hijos estarán mucho mejor, si ya no reciben las cotidianas lesiones emocionales graves que recibían, causadas por la interminable desavenencia de sus padres. Estarán mucho mejor con uno ustedes ciertos días, y con el otro otros días, absorbiendo como elementos para la construcción de su mundo interior, por lo menos algunos alimentos de paz y sosiego, en lugar del cotidiano “alimento” (envenenamiento diría yo) de agresiones, malos tratos, actitudes despreciativas, enfrentamientos, silencios, distancias, angustia y dolor que recibían cuando Ustedes los padres en conflicto vivían, ambos, “con ellos” bajo el mismo techo. Y cada uno de Ustedes, por su cuenta, comprobará más pronto que tarde que había protagonizado, en algunos casos largos años, una convivencia al menos insípida, que le sometía a un inaudito desgaste de energías. En este punto necesitan Ustedes tomar conciencia, darse cuenta que... la mayoría de la gente no está dispuesta ni a llegar a un acuerdo, a una COORDINACIÓN, ni a SALIRSE de la situación que le hace sufrir. Hay en muchas parejas algo así como una ADICCIÓN a la situación de vivir bajo un constante drenaje y carencia de energías, y al mismo tiempo sufrir. En su libro “El Darse Cuenta”, el Psicoterapeuta Gestáltico norteamericano John O. Stevens, nos dice... “La gente suele estar atrapada en su propia red y exigir a las demás personas, algo que ella misma no está dispuesta a conceder”. “Solemos ser como niños pequeños y carenciales, exigiendo, demandando, queriendo sólo recibir y muy poco dispuestos a dar, ni a terminar con la situación que nos agobia”. Stevens concluye: “Una confrontación honesta pone en peligro el statu quo, y con frecuencia es dolorosa y molesta, pero la alternativa es la disputa interminable con su calvario crónico de quejas, acusaciones y manipulaciones destructivas e insatisfactorias” para los dos, y para los hijos. Así pues... lector, lectora, Usted decide... ***
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Por todo lo anterior, tanto para parejas jóvenes como para parejas ya establecidas, me permito recomendar que la lectura de este libro se realice de ser posible, en pareja, leyendo uno en voz alta, escuchado el otro y viceversa. Este ejercicio puede contribuir considerablemente a calmar la ansiedad que algunas comprensiones logradas a través de la lectura pueden despertar inicialmente. Precisamente, las ansiedades mencionadas pueden determinar muchas veces que el lector se diga a sí mismo, "esto a mí no me toca" o "qué problemas tan graves los que tienen otros". Será conveniente cuando esto ocurra así, que el lector se permita primero cuestionarse y luego releer una y otra vez el texto "que no le toca". Como psicoterapeuta puedo decirle al lector que en ya casi cuatro décadas de experiencia profesional, me he encontrado repetidamente con la asombrosa tendencia que tenemos los seres humanos de ponernos una venda en los ojos y tapones en los oídos... y no ver ni oír lo que necesitamos ver y oír. Con la mejor de las intenciones, los miembros de una pareja en conflicto esperan que el tiempo acuda en su auxilio. Y... no. El tiempo no cura los problemas; por el contrario, los agrava. De allí la necesidad de enfrentar con valor y entereza la comprensión de cómo funciona actualmente la relación, para poder adelantarse al futuro y evitar los problemas que éste alberga cuando es tratado como algo sin importancia. Esta es una época en la que muchísimas personas andan solas por el mundo, a la vez anhelando y temiendo una relación. El temor se basa en la evidente comprobación de que el sufrimiento conyugal es casi la regla y la armonía la excepción. Esto incluye no sólo a las personas solas, sino a muchas que ya tienen una relación de pareja pero temen formalizarla y establecerla. También afecta a los miembros de parejas en las cuales se pueden percibir más bien dos individuos "desconocidos" el uno para el otro y para cada uno de los cuales existe un mundo, una vida que le corresponde pero que no comparte con el otro. ¿Cómo salvar esta situación? La única posibilidad que existe está en el conocimiento y la comprensión, los que pueden adquirirse de diversas formas, siempre y cuando se tenga el deseo de ellos. Yo sugiero dos formas: una es la lectura de este libro y otra, la asesoría profesional que puede obtenerse de especialistas calificados existentes. Como dije arriba, este libro, intenta ser una guía para que el lector desarrolle cierto conocimiento y comprensión de sí mismo y de su relación de pareja y decida, a través de la reflexión, si con este autoconocimiento y autocomprensión le basta o si necesita otra clase de ayuda. Lamentablemente, la cultura no sólo contribuye a desinformar, sino también, lo que es más grave, a deformar la información que recibe el ciudadano a través de, por ejemplo, la avalancha de telenovelas que auspician y agravan la desarmonía interior y la inmadurez emocional ofreciéndole al público como patrones de identificación, personajes histéricos, confusos y contradictorios, con graves problemas sexuales, inclinación a la violencia, a salirse con la suya a cualquier precio y casi siempre por encima de los demás y a las transgresiones de la ética.
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En esta cultura hay una sobrecarga de instrucciones intelectuales relacionadas con la fisiología y una casi total ausencia de instrucciones y comprensiones de contenido emocional e instintivo relacionadas con lo psicológico y afectivo, tanto para la maternidad, la lactancia, la educación sexual de los niños, la guía a los adolescentes, como para la comprensión de los problemas conyugales y familiares. Cuando una madre pregunta por su maternidad, se le muestra un esquema de los músculos que intervienen en el parto; cuando pregunta por la lactancia, se le endilga una erudita explicación sobre la prolactina; cuando un niño pregunta sobre la sexualidad, se le da una charla sobre flores y animalitos. Con la esperanza de que no suceda lo mismo con las parejas, tanto con las que aún no tienen conflictos, como con las que ya están en ellos, me he propuesto a través de este libro ofrecer una descripción y comprensión de las situaciones y problemas conyugales, en términos fundamentalmente afectivos e instintivos. Aproxímese pues el lector y recuerde la importancia de la mirada interior, del abstenerse de juzgar, acusar y condenar, del cuestionarse a sí mismo y de la lectura en conjunto.
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PRIMERA PARTE Enamorarse, desenamorarse, vivir bajo el mismo techo sin amor.
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CAPITULO I Enamoramiento. Idealización. Ilusión. (“¿Qué es eso de „estar enamorado‟? ¿Será que yo estoy enamorado?”) Es una creencia extendida que, ¡¡por supuesto!! lo que cada uno siente por su pareja, especialmente al principio de la relación, no es un simple enamoramiento sino el comienzo feliz y maravilloso del amor. De hecho si se le hace la pregunta, mucha gente está dispuesta a afirmar que "siente amor" mientras que, desde el punto de vista psicológico, apenas "está enamorada". Uno de los objetivos centrales de este libro, es lograr precisiones que permitan comprender y diferenciar ambas situaciones. Para ello, empezaré por hacerme a mí mismo preguntas (a veces bastante desconcertantes) como:
¿Qué es el amor? ¿Qué es amar? ¿Y qué es enamorarse? ¿Cómo saber si estoy enamorado? ¿Cómo saber si amo a esta persona? ¿Cómo se diferencia el enamorarse de una simple atracción sexual? ¿Hay amores enfermizos?
La gente suele estar perpleja cuando se hace estas preguntas, pero la mayoría de la gente no se hace estas preguntas. Y si alguien se las hace, reaccionan usualmente con un “déjese de filosofías baratas maestro. Limítese a vivir”. Y estas preguntas no son filosofía barata. Pueden prevenir que Ud. se introduzca en alguna clase de insondable infierno, o que, si ya se metió, se quede interminablemente en él, “aguantando” sin intentar resolver la situación ni marcharse. Mucha gente confunde "estar enamorado de alguien" con "amar a alguien". *** Llamemos "enamoramiento inicial" al delicioso proceso natural, por cierto creativo y deseable, que aparece al comienzo de una relación de pareja. Un hombre y una mujer se encuentran. Si se sienten atraídos, significa que se ha producido una reacción afectiva e instintiva, que compromete la piel, el sistema nervioso y la química del cuerpo en forma más o menos automática: un "me gustas" que puede o no ser recíproco.
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A veces sucede que sólo uno se enamora y el otro no. Sólo uno desea la relación y el otro no, con el consiguiente sufrimiento del primero y la frecuente indiferencia del segundo. Si ambos se enamoran, tenemos el "enamoramiento inicial", natural, sano y deseable. Lo que ocurre es que cada uno despierta en el otro una reacción hormonal, ciertos cambios neurofisiológicos y bioquímicos y una manifestación psicológica de sentimientos e impulsos instintivos de atracción entre ellos. Se encuentran, conversan, tal vez se tomen de las manos, y si todo va bien, algunos gozosos e intensos sentimientos empiezan a producirse en cada uno de ellos, incluyendo desde luego entusiastas sentimientos e impulsos sexuales. Podríamos decir que empiezan a "sonar las campanitas", a "hacerse un nudo el pecho" y a "sentir mariposas en la barriga". También suele aludirse a la "sintonía" o a la "electricidad" entre ellos. Estos sentimientos, mezclados con los correspondientes a la sexualidad, constituyen lo que se conoce como la "flecha de Cupido en el corazón". *** Desde luego es necesario aclarar que en un primer momento, estos sentimientos no son muy diferentes a lo que las personas experimentan cuando simplemente se sienten atraídas sexualmente por alguien. ¿Cuál es la diferencia? Repito, al principio casi no se pueden ver diferencias: ambos estados se parecen mucho. Pero si transcurre el tiempo, especialmente después de unas cuantas relaciones sexuales, el apasionado interés de la simple atracción sexual se extingue, mientras que el interés del "enamoramiento inicial" persiste y tiende a evolucionar. También puede ocurrir que la atracción sexual vaya acompañada de intensos sentimientos de ternura sexual, en cuyo caso una o las dos personas involucradas pueden sentir la necesidad de prolongar la relación a través de un aferramiento obsesivo, muy similar al del enamoramiento transferencial que analizaremos a continuación. *** Como se ve, el enamoramiento es un proceso afectivo y físico que, apareciendo al principio de la relación entre un hombre y una mujer, es de hecho creativo y muy deseable. El enamoramiento es una buena semilla si con el tiempo y la experiencia, se desarrolla y da lugar al amor. Pues la buena semilla sólo ofrece buenos frutos si se siembra y cultiva dando lugar al árbol, porque es éste el que da frutos, ricos y alimenticios. La semilla por sí sola, sin germinar, no sirve para mucho. El principal fruto que da el amor es el crecimiento emocional, la maduración del mundo interior del que ama como persona. En la Cuarta Parte de este libro explicaré, desde el punto de vista psicológico, qué es "amar a alguien".
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Volviendo al enamoramiento, si el proceso que aparece al inicio de la relación no se cultiva, germina, crece y se transforma en amor, no dará su fruto psicológico en los miembros de la pareja. Dará seguramente otros frutos, que, siendo frutos no del amor, son muchas veces desdichados: los frutos físicos llamados hijos, que cuando no surgen del amor, están, como sus padres, destinados casi seguramente a la infelicidad. Revisemos ahora en qué direcciones puede evolucionar el enamoramiento. Hay dos caminos. Como vimos, un camino de evolución es el "amor", cuya comprensión llevaremos a cabo en la Cuarta Parte de este libro. El otro camino de evolución es el autodestructivo "enamoramiento transferencial" o “aferramiento” que empezaremos a analizar a continuación. En el lenguaje técnico de las ciencias psicoterapéuticas se denomina Transferencia a una situación en la que una persona adulta REPITE CON alguien ACTUAL, por ejemplo con el otro miembro de la pareja, experiencias que tuvo en la infancia. Esa persona actual REPRESENTA en el inconsciente de la referida persona adulta al padre, a la madre, a alguien importante del pasado y en ocasiones a una parte de sí mismo. ¿Porqué la representa? Porque la persona adulta, sin proponérselo ni saberlo, es decir, inconscientemente, ha transferido (ha”puesto”) en su pareja a su padre, a su madre, a alguien importante de su pasado y en ocasiones a una parte de sí mismo. Por ejemplo, uno está en Transferencia con su abogado cuando en medio de un juicio lo ve como un papá que tiene la posibilidad de ayudar, proteger y cuidar, como cuando uno era niño. También se está en Transferencia con un amigo cuando se le siente inconscientemente como el hermano mayor; si este hermano mayor en la infancia no era confiable, se sentirá una inmotivada desconfianza hacia el amigo. Un tercer ejemplo es el de la persona que en el trabajo inconscientemente ve a la jefe como a su madre, que era amenazante en la infancia; ésta será sentida amenazante aunque en realidad no lo sea. Una persona estará en Transferencia de sí mismo, por ejemplo, con su propio hijo, cuando coloca en éste las expectativas que tenía para sí mismo de joven y no las pudo realizar. Puede que se dedique a obligar al hijo a seguir ese camino, aún contra la voluntad y la vocación del joven. Generalmente, la relación del paciente con su médico (en cualquier especialidad), implica expectativas transferenciales del paciente hacia el doctor, del que espera preocupación, protección y cuidado como los de un padre o una madre.
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Por último, la relación transferencial es el eje mismo de la situación de psicoterapia psicoanalítica, ya que el factor curativo esencial de dicha psicoterapia, es la toma de conciencia y la resolución de la Transferencia del analizado hacia el psicoterapeuta: el analizado avanza hacia su salud emocional a medida que va tomando conciencia de que "pone" en el terapeuta, figuras como su padre, su madre o aspectos de él mismo. A medida que avanza el proceso, el analizado va logrando poco a poco "sacar" esas figuras del terapeuta y percibir a éste tal como es, sin "ponerle" nada. Al final, el analizado incorpora al terapeuta en su mente como una función que le permite dialogar interiormente consigo mismo. Este diálogo conmigo mismo en mi mundo interior se denomina discernimiento. Cuando no se desarrolla el amor, adulto, maduro y armonioso... cierta clase de Transferencia perturbadora se instala en la relación de pareja; en ese caso tendremos la transformación del "enamoramiento inicial" en el conflictivo y destructivo "enamoramiento transferencial". ¿Porqué conflictivo y destructivo? Veamos. *** El "enamoramiento transferencial" es el resultado de que cada uno de los miembros de la pareja "pone" en el otro una EXPECTATIVA EXAGERADA, IDEALIZADA, acerca de lo que desearía obtener en la relación. Como vimos antes, inconscientemente, cada uno ha "puesto" en el otro a su padre, a su madre o una imagen idealizada de sí mismo que, según la propia expectativa exagerada, proporcionará o más bien deberá proporcionar, una satisfacción fantástica y maravillosa de las necesidades de cada uno. Este fenómeno se denomina idealización y es completamente normal durante el "enamoramiento inicial". A partir de éste, si las cosas marchan adecuadamente, más adelante será indispensable que ambos miembros de la pareja reduzcan paulatinamente sus expectativas, "aterrizando" así en la realidad de lo que cada uno es y puede ser para el otro. De dicho modo, esta clase de idealización irá extinguiéndose progresivamente, dejando paso a una percepción más realística del uno por el otro. En la relación de amor adulto y maduro, hay un cierto nivel de Transferencia y de idealización normal, deseables y saludables. En tal caso, la Transferencia de cada uno estará atenuada, libre de exigencias exageradas; cada uno será capaz de poner en el otro no una imagen de padre, madre o de sí mismo cargadas de demandas perentorias y sentimientos de culpa, sino imágenes plenas de valores e ideales, lo opuesto a las idealizaciones. Esta clase de Transferencia se basa en el amor, respeto, aprecio y cuidado de cada uno por los valores y los ideales del otro, de modo que dichos valores e ideales lleguen a ser COMPARTIDOS y COORDINADOS. Esta forma de Transferencia, llamada idealización superior por Otto Kernberg, psicoanalista norteamericano, será estudiada detenidamente en la Cuarta y la Quinta Partes de este libro.
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Volviendo a la idealización que caracteriza el "enamoramiento transferencial", ¿qué pasa si esta idealización se perpetúa en vez de extinguirse? La idealización que se perpetúa da paso a un conjunto de pensamientos, sentimientos, fantasías, recuerdos, deseos e impulsos creados en la mente como producto del imaginario concepto de "cómo me haría feliz a mí mismo si yo fuera tú", "lo que deberías hacer tú para hacerme feliz a mí según mi idea" y finalmente, "los maravillosos y fantásticos padres que hubiera querido tener, para vivir una imaginaria y absolutamente dichosa infancia". Así, al producirse el "enamoramiento transferencial", cada miembro de la pareja ha "puesto" en el otro algo que le permite representarse a sí mismo en una situación ideal y maravillosa, atendido por el sí mismo ideal, maravilloso y/o por esos padres ideales igualmente maravillosos, que tienen el deber de complacerme pero que al fin y al cabo sólo están en la fantasía. Ojo aquí: con el solo deberías y con la alusión a deberes, ya se instaló en la relación una exigencia en términos de “tú debes...” o peor, “tú me debes...” Así, hasta pensar en suministrarle al otro algo que necesita o desea, lo que naturalmente tendría que ser placentero, ya se ha transformado en un impuesto y exigido deber. El problema es que todo este asunto rebasa el pensamiento, la fantasía y la idealización y conlleva unas exigencias reales, explícitas e impositivas de que el otro miembro de la pareja sea permanentemente ideal, maravilloso y cumpla puntualmente mis exigencias y demandas. Esto suele ser también recíproco. En síntesis, este proceso consiste en que inadvertidamente cada miembro de la pareja "pone" sus idealizaciones en el otro: éste es el primer paso para transformar el "enamoramiento inicial" en "enamoramiento transferencial". Sucede que sin darse cuenta, cada uno se "enamora" de su propia fantasía idealizada puesta en el otro. No se enamora "del otro" tal como es, como ser real y como persona. La idealización del "enamoramiento inicial", que era bastante engrandecedora pero comprensiva y cariñosa, se deforma e intenta imponer "al otro" que se transforme en algo fantástico e imaginario, grandioso y absolutamente incomparable. Esta exigencia se materializa inicialmente sólo como una impaciente expectativa, pero a medida que pasa el tiempo se vuelve tremendamente exigente e impositiva. La situación puede llegar al extremo de que, para ciertas personas que tienen un "ideal de persona", ninguna persona REAL puede satisfacerle y llenarle. Esto puede llevarlo a quedarse en soledad, en medio de amargas quejas contra "el Destino" o contra “Dios”, sin percatarse que el origen de su soledad yace en el fondo de sí mismo(a). *** La Transferencia es la sustancia misma del potencial terapéutico de la Psicoterapia Psicoanalítica. El paciente o analizado, por causa de la Transferencia, se instala en una clase especial de regresión a la infancia que le permite vivenciar a su Terapeuta como a un padre
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y/o a una madre con quienes VUELVE A EXPERIMENTAR las situaciones que en su infancia determinaron los vacíos, carencias y conflictos que, ya adulto, están tras la específica desdicha, pérdida o disminución de su calidad de vida afectiva e instintiva (o, en los casos más favorables, el reconocimiento de un desconocimiento de sí) que le llevaron a consultar y solicitar Psicoterapia Psicoanalítica. Es de suponerse que el Psicoterapeuta, debidamente formado y calificado, es apto personal y profesionalmente para, en trabajo de equipo con el analizado, proporcionarle a este último las experiencias y comprensiones que le permitan REPARARSE interiormente, madurar emocionalmente, modificar la estructura de su carácter y acceder a una mayor armonía interior, y así mejorar su calidad de vida y tener una existencia un poco más dichosa que la previa. El Psicoterapeuta, en equipo con el analizado, puede hacer esto... PORQUE la regresión transferencial del paciente o analizado le transforma en alguien que internamente ocupa una posición psíquica muy similar a la de un bebé o un niño que está en formación con sus padres: “cera blanda en las manos de un artesano”. Un adulto es cera dura, como una vela. Un analizado “se ablanda” lo suficiente como para que, repito, en equipo con el Psicoterapeuta, pueda alcanzar las modificaciones estructurales y la maduración emocional que necesita. Pero... ¿qué pasa con la trasferencia presente en el enamoramiento transferencial? Pasa que AMBOS cónyuges se vuelven “cera blanda” en las manos del otro. Y, afectados AMBOS por vacíos, carencias y conflictos no son capaces (ni desean) hacer que el otro miembro de la pareja madure y se armonice interiormente. Todo lo contrario. Inconscientemente, cada miembro de una pareja con enamoramiento transferencial se esfuerza por MANIPULAR al otro para que se adapte lo más pasiva y sumisamente que sea posible... a las exigencias de la idealización. El lamentable resultado es que, si la pareja no madura como tal, y no encuentran una vía para apartarse el uno del otro y separarse... en unos años, cada uno habrá MODIFICADO DESFAVORABLEMENTE al otro de un modo difícil de creer. Es en este sentido que afirmo que cada uno remueve, reactiva y saca a la luz "lo peor", la parte más desarmónica e inmadura del otro, haciendo que el otro la desarrolle y la actúe en la relación. De tal manera que en poco tiempo, la problemática psicológica, la inmadurez emocional y la desarmonía interior de cada miembro de la pareja HABRÁN EMPEORADO considerablemente y las dificultades de cada uno RESPECTO AL OTRO serán significativamente mayores y más destructivas y autodestructivas que las que cada uno presenta por fuera del ámbito conyugal.
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Al extremo que, en las primeras sesiones de un proceso psicoterapéutico de pareja, puedo observar casi siempre que, en presencia el uno del otro, cada uno es una persona sumamente negativa, acusadora, descalificadora, malencarada y profundamente desdichada, agresiva y reclamante, mientras que, cuando los entrevisto a solas, cada uno es, definitivamente, una “mejor persona”. *** Volviendo a la idealización del "enamoramiento transferencial", imaginemos a Germán y a Sandra: para que el proceso anteriormente descrito ocurra, tiene que haber en la mente de Germán "algo" que funciona inadecuadamente (y que es más frecuente de lo que creemos), que determina que él no vea a Sandra como una "persona total" a la que quiere "toda ella tal como es" y "por lo que ella es", sino que, lo que (inconscientemente) le interesa de Sandra es "la parte de ella" que le va a permitir a Germán "colocarle" su idealización. Estaríamos frente a una situación en la que Germán ve en Sandra no a la "persona" que ella es, sino a una "cosa" con una particularidad, un rasgo de carácter, que va a permitirle a él, "ponerle" a ella su idealización. Esta particularidad, esta dificultad caracterológica de Sandra: 1.- le permite a ella emitir (inconscientemente) señales que le hacen creer a él, que ella va a cumplir con las exigencias idealizadas y, 2.-
hace susceptible a Sandra para recibir pasivamente lo que Germán le "pone".
De Sandra hacia Germán el proceso es exactamente el mismo. Así, cada uno ha idealizado al otro. Cada uno se enamora entonces no del otro, de lo que ella o él es, sino de "algo" propio "puesto" en ella (él). En otras palabras, cada uno se ha enamorado (transferencialmente) de sí mismo puesto en el otro: una forma encubierta, disfrazada, de narcisismo. También puede suceder que cada uno se enamore de uno de los propios padres puesto (transferencialmente) en el otro, situación que analizaré más adelante. Entonces, cada uno empieza a percibir (casi diría alucinar) al otro, como la persona maravillosa, increíble, deslumbrante que tanto ha buscado y que al fin ha hallado, después de larga y difícil búsqueda (también se idealizan las dificultades de la búsqueda). De tal modo que Germán se asoma a la ventana y aunque haya una tormenta con lluvia torrencial, para él el paisaje luce brillante, colorido y despejado; su corazón salta alborozado con toda clase de deliciosas expectativas. Sandra a su vez imagina que al fin encontró a su "príncipe azul", el maravilloso "caballero andante" que ha estado esperando siempre ("siempre" suele ser una palabra muy apreciada por los enamorados).
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En algunos casos, no en la mayoría, por una especial madurez afectiva y una elevada comprensión, ambos miembros de la pareja atenúan poco a poco las expectativas idealizadas del uno en el otro. Consiguen "aterrizar" sus expectativas y se vuelven capaces de reducir sus exigencias. Ambos toman conciencia de una mayor necesidad de DAR, atenuando sus demandas, exigencias y afán de RECIBIR, estableciendo así un equilibrio. En estos casos puede esperarse una evolución favorable hacia el amor, situación que, repito, describiré y analizaré en la Cuarta Parte de este libro. Existen muchas parejas cuya evolución es un tanto diferente a la descrita hasta ahora: se trata de parejas cuya unión no comienza con un "enamoramiento inicial", sino con una iniciativa de unión por necesidad, por interés económico, por simple deseo sexual, porque las dificultades caracterológicas del uno resultan "convenientes" para las del otro o por resuelta e inevitable imposición familiar. Estas parejas comienzan su relación en una situación que pudiéramos llamar más bien desidealización; un estado de neutralidad afectiva y sexual, quizá con un cierto "bienestar" inicial, pero con una pronta y desastrosa caída en un "enamoramiento transferencial", que no comienza con la perturbadora aunque gozosa idealización, sino que va de la neutralidad y relativo "bienestar" inicial a las dolorosas vicisitudes, exigencias, demanda y quejas características del "enamoramiento transferencial" que continuaremos discutiendo. *** CAPITULO II Desilusión. Mentira. Falsedad. (“Mienta, maestro, mienta... que la duda queda...”) La persona maravillosa y perfecta que cada uno imaginó o creyó haber encontrado en el otro al principio de la relación... mastica su asado y aunque lo haga cuidadosamente se oyen ruidos... necesita ir al baño y aunque sea discreta se perciben olores... y hasta ruidos... y de pronto, un día, esa encantadora y sonriente persona, después de unos días o semanas de relación, puede empezar a hacer mala cara porque su pareja llegó tarde o a regañar agriamente porque olvidó algo que el otro necesitaba, etc. Empieza a aparecer la desilusión (des-ilusión): empieza a derrumbarse la ilusión-alucinación inicial y la realidad amenaza con mostrarse. El desencanto ha empezado. Hacerle frente a esta situación no es fácil y ambos, inconscientemente, se deslizan hacia el disimulo. Ambos empiezan a "actuar", a mostrarse marcada y deliberadamente agradables uno al otro. En vez de un franco y decisivo diálogo sobre lo que ocurre, prefieren la vía fácil del encubrimiento de lo que sienten y piensan. La vía del encubrimiento da lugar a la mentira.
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Mentir es la cosa más cómoda del mundo en una relación de pareja. Cuando alguien miente a su pareja, está tendiendo una cortina, levantando una pared, construyendo un refugio blindado. Cuando alguien miente está tendiendo una cortina que disimula la verdad, la cual (imagina la persona) podría mostrar al otro su debilidad, dolor y vergüenza. Todo esto da miedo. Se miente por miedo. Cuando alguien miente está levantando una pared que lo separa de la mirada y del contacto, tanto de su pareja como de los otros miembros de su familia, alejándolos, porque imagina que de ese modo evita la dolorosa experiencia de ser visto y sentido como realmente es. Nuevamente el miedo. Cuando alguien miente está construyendo un refugio blindado, que le protege de la violencia que atribuye que el otro miembro de la pareja pudiera sentir y hasta hacerle si le viera tal cual es, con sus verdaderas intenciones y sentimientos. Una vez más el miedo. No hablo solamente de "decir" una mentira. No. Hay sonrisas y hasta caricias que son una mentira, especialmente si ya ha pasado un buen tiempo de relación en la pareja. También es mentira la ausencia de la verdad. Y la verdad a medias. En las parejas con un largo tiempo de "enamoramiento transferencial", sus miembros rara vez, son receptores de confidencias, especialmente si se refieren a aspectos de la intimidad. La secretaria, el socio o el amigo suelen saber más del caballero que su propia esposa. El peluquero o algunas de las amigas suelen saber más de la señora que el esposo. Ser confidentes el uno con el otro es, para muchas parejas, imposible y aún inimaginable. Mentir y negar las confidencias determina que el otro miembro de la pareja no lo vea a uno tal cual es. La relación de pareja, además de sus fines de amor, sexo, hijos y grupo familiar, podría ser un poderoso medio para que cada uno de sus miembros se desarrolle como persona, madure emocionalmente, se vuelva más consciente de sí mismo, de quién es realmente por dentro, cómo y por qué es así, qué está haciendo con su vida, para qué existe: en suma, qué significa como ser humano. Mirarse por dentro es conocerse a uno mismo y crecer interiormente, lo que hace a cada uno más consciente de su compromiso como ser humano. Y... ¿quién mas adecuado que el otro miembro de la pareja, el ser humano que cada uno más cerca tiene, para ayudar a mirarse por dentro? Es que crecer emocionalmente produce angustia. Inconscientemente la gente no quiere crecer. Existen inmensos temores a la responsabilidad, a ser adultos, a ser libres. Esos
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temores empujan a muchas personas a permanecer siendo unos niñitos "llevados" por "fuerzas incontrolables" que suelen atribuirse cómodamente al “Destino”, a “Dios” o a la maldad de "los demás". Unos niñitos intrascendentes, pero que intentan por todos los medios salirse siempre con la suya, por lo general a costas del otro, saboteando así su desarrollo interior, estableciendo distancias y transformando la relación de pareja en una sorda guerra por el poder, en la que el arma principal es la mentira consciente o inconsciente. Una guerra de camuflajes, de velados disimulos, máscaras, engaños y disfraces. Transcurre el tiempo y la mentira se hace una manera de vivir, un rasgo de carácter: ya no se puede modificar. Entonces ha aparecido la falsedad. La falsedad es un intento organizado y caracterológico, aunque poco exitoso, de protegerse de experiencias frustrantes y dolorosas. Es capaz de engañar no sólo a las otras personas sino a uno mismo, llegando a crear la convicción de que "los demás tal vez son falsos, yo no". La falsedad permite ocultarse, quedar bien, impresionar bien e impedir que los demás "piensen mal". Impide definitivamente que los demás (especialmente el otro miembro de la pareja) lo vea a uno tal cual es, consolidando así lo logrado por muchas mentiras. Obviamente, su funcionamiento es inconsciente en la mayoría de los casos. Quiero aclarar que no uso las ideas de "mentira" y "falsedad" como descalificaciones éticas, sino como conceptos psicológicos que aluden a maneras inconscientes de funcionar que mucha gente pudiera tener sin darse -demasiada- cuenta. La falsedad comienza desde la más tierna infancia, con el bebé que desarrolla un exceso de apetito en un intento por tratar de retener a una mamá a la que siente retraída, preocupada, distante y no muy amorosa; una mamá que sin darse cuenta le genera al bebé, miedo a ser abandonado: el bebé reacciona con un "falso apetito". También puede establecerse el estreñimiento como recurso de reaseguramiento: para calmar su miedo y tratar de llamar la atención de la madre, el pequeño retiene su deposición. Más adelante se producirán actitudes amorosas no verdaderamente sentidas ("me gustas mucho mamita") dicho por un niño con miedo y no con un sentimiento estético y afectivo de la belleza de su madre. Tenemos entonces que si la falsedad se basa en la presencia del miedo, la veracidad en cambio se basa en la ausencia de miedo. La veracidad representa la capacidad de percibir la realidad tal cual es, de verse uno a sí mismo -internamente-, también tal cual es y expresarlo así. Se basa en la seguridad del bebé y del niño de que su mamá no necesita ser manipulada para que le ame y le cuide. Con esta seguridad, el individuo se desarrolla y ya adulto no
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necesitará usar actitudes amorosas no verdaderamente sentidas, argucias ni triquiñuelas para lograr sus objetivos sentimentales. De este modo un adulto con madurez emocional podrá manejarse con una tranquila y firme expresión de sus verdaderos sentimientos e impulsos, controlados sólo por la razón y la realidad. La veracidad goza de una conciencia reflexiva, objetiva. Percibe las cosas tal cual son. Su ética es la ética de la libertad y del respeto por convicción. Su funcionamiento se basa en hechos reales, externos e internos. Un ejemplo de conciencia reflexiva sería el de una pareja que concibe un bebé por una decisión pensada y no por descuido o como resultado de una secreta intención de uno de los miembros de la pareja para retener y/o manipular al otro. La falsedad hace necesaria una conciencia moralizante, producto de la intervención de pautas externas represivas; se caracteriza por el acatamiento inauténtico de las reglas morales, la tradición, la ley, los usos y costumbres, el temor a la pérdida de la reputación, etc. Su ética se basa en la inoculación de sentimientos de culpa, en el temor al castigo y en la necesidad de mantener una "buena imagen". Su funcionamiento se establece alrededor de prejuicios, de cosas que no son reales ni externa ni internamente: basta con que tengan "buen aspecto" y sean aceptables. Siguiendo el ejemplo anterior, tendríamos el caso de una pareja que concibe un bebé como resultado de una secreta intención de uno de los miembros de la pareja para retener al otro por temor a quedar solo (sola), para guardar una buena "apariencia social" y/o evitar un divorcio mal visto. En la Quinta Parte de este libro, "Hacia una Ética de la relación de pareja", haré un análisis más extenso y profundo tanto de la ética de libertad como de la ética represiva y de las apariencias. *** CAPITULO III Manipulación. Máscaras. (“¡Uf... éste ya se puso digno... y con esa mala cara me quiere impresionar...!”) Sigamos entonces con el “enamoramiento transferencial”. Veíamos que la idealización conduce a la falsedad. El siguiente paso en el establecimiento de esta desdichada forma de relación de pareja es la manipulación, proceso en el que inconscientemente cada miembro de la pareja tratará de "empujar", de "hacer sentir", "hacer pensar", "hacer reaccionar" al otro miembro de la pareja para hacerle sentirse “mal” (malestar psíquico) y “malo” (culpable). De este modo, obliga al otro (sin que ninguno de los dos se dé cuenta) a hacer una serie de cosas (conductas) que espera y exige de acuerdo con sus expectativas idealizadas. Una de las bases de la manipulación se halla en la percepción que, sin darse cuenta, cada uno tenga de los sentimientos de culpa del otro miembro de la pareja: estimulando los sentimientos de culpa del otro, cada uno puede fácilmente "hacer que el otro reaccione".
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La manipulación se asentaría entonces en una mezcla de idealización y acertadas percepciones inconscientes de lo que pasa dentro del otro. Por ejemplo, aunque no pueda admitirlo, después de un día agotador en el trabajo, él espera que al llegar a casa ella le acaricie y lo mime un poco. Y espera que ella lo haga espontáneamente, sin tener que pedírselo. En el fondo es como si, sin darse cuenta, pensara: ¿”cómo no va a saber ella, tan maravillosa, lo que yo necesito?" (ésta es la expectativa idealizada). Bien, pasan los minutos y ella no hace nada de lo que él esperaba; al contrario, empieza a relatar el malestar que sintió durante todo el día porque tuvo dificultades en el hogar o porque los niños se pelearon todo el tiempo, etc. En esas condiciones y de un modo totalmente automático e inconsciente, él reacciona: se enfada, se “pone digno” y hace "mala cara". Pasan más minutos, sigue sin cumplirse la expectativa idealizada; el enfado y la "mala cara" van en aumento. Claro, él no se da cuenta (porque todo el proceso es inconsciente) que si ella no entendió la necesidad de él, puede deberse en parte a que el día anterior tenían cita para ir al cine, él lo olvidó y llegó tarde. Desde luego la "dignidad" de ella le impedirá hacérselo ver en el momento; ella calla e inconscientemente queda a la espera de su "desquite": cuando al día siguiente él llega con su necesidad y su expectativa, la oportunidad del desquite inconsciente aparece para ella. Aquí, ella ha tenido una percepción aguda pero inconsciente, de que él se siente culpable de su olvido del día anterior. Tampoco es consciente de que su actitud de frustrarlo es una "venganza". Por su parte él se niega a reconocer que la indiferencia de ella es consecuencia del resentimiento por el olvido de él. El enfado de él va en aumento aunque, como todo esto es inconsciente, ni ella ni él saben a ciencia cierta qué es lo que ocurre. Ante la evidente "mala cara" de él, ella en vez de "adivinarlo", le pregunta "¿qué te pasa cariño?". El piensa cada vez con más enfado "¡¿cómo, no lo sabes?!" y responde fingiendo serenidad pero siempre con "mala cara": "nada, nada, estoy cansado, sírveme un tinto". Y continúa con la "mala cara". En vez de decirle qué le pasa y qué necesita realmente de ella, intenta empujarla, manipularla con sus gestos y actitudes (la "mala cara" es una de ellas), a complacer su expectativa idealizada. El objetivo de la "mala cara" es llevar a cabo la manipulación: promover sentimientos, pensamientos y reacciones en el otro. A través de este recurso, él apela a que ella "debería" sentirse culpable de no adivinarlo. La manipulación de él tiene escaso efecto en este caso; la de ella es más eficaz en lo referente a provocar una reacción en él. En este caso ella fue más perspicaz que él.
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Detrás de la "mala cara", él empieza a pensar acusaciones sin expresarlas. Piensa contra ella: "¡cómo es posible que esta mujer no me mime un poco...! !seguro que no me quiere tanto como dice...! ¡sólo le interesa lo que es para ella...!". Y así sucesivamente. Exteriormente lo que ella ve es que él se limita a refunfuñar un poco y si llega a preguntarle qué le pasa, él responderá áspero, fingiendo que el asunto carece de importancia: "¡nooo, nada...!". A continuación podrá sobrevenir la pelea con cualquier pretexto o el resentimiento con distancia y silencio. ¿Por qué él no le dice francamente lo que necesita? Obviamente lo que él "necesita" es ser adivinado. Es posible que tema ser rechazado o aún ridiculizado si expresa su real necesidad de afecto. O peor aún, que ella acceda exteriormente a su pedido, pero que en su fuero interno la opinión que espera que ella tenga de él, quede mermada. Él teme arriesgar su imagen, la imagen que quiere que ella tenga de él: "el macho poderoso, el autosuficiente príncipe, el caballero que nada necesita". Por ello, en lugar de expresarse, de decir qué le pasa y qué necesita, trata de hacerla sentirse mal con su "mala cara"; como ya se dijo, la "mala cara" es un intento de hacerla reaccionar de acuerdo con sus expectativas idealizadas: "si me quiere debe adivinarme, no enfadarse por mis errores; a pesar de todo debe ser cariñosa conmigo... sin que yo tenga necesidad de decirle nada". Porque si él le dice lo que necesita, se rompería la "magia" de la idealización: "¡no adivinó!" (y la mujer ideal o el hombre ideal deben ser adivinos de las necesidades del otro, según su pareja idealizadora). Este es otro ejemplo de los “deberes exigidos” que empezamos a analizar páginas atrás. Esta situación se repite muchas veces y la dificultad que está formándose no pasa desapercibida para ellos. Ambos se dan cuenta que algo anda mal y ambos se ponen en guardia. Esto los aleja aún más. La manipulación no da entonces el resultado esperado sino que, muchas veces, se obtiene el opuesto. Así, la idealización va cediendo más y más campo a la desilusión. Las cosas serían muy diferentes si dialogaran al respecto, pero... ni él ni ella están dispuestos. Y es que ni siquiera notan el intento inconsciente de manipulación. Sin embargo no se sienten felices y esto sí lo notan ambos. Poco a poco ella nota además que él no la acepta como es, sino que espera (sin decirlo) ciertas cosas de ella. Y así, -sin saberlo- en lugar de ser espontánea hacia él, empieza a "actuar", a "pretender" en un falso e inconsciente intento de complacerlo en su idealización. Idealización que ella no conoce como tampoco conoce la propia... ya que tal vez, si la conociera, podría deducir vagamente que él también la tiene. Por su lado, él también empieza a "actuar" inconscientemente, para intentar satisfacer la idealización que ella tiene de él.
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Así, sin percatarse de ello, ambos miembros de la pareja se encuentran "actuando" De este modo resulta que cada uno está en mayor o menor grado emparejado con una persona que, sin ser consciente de lo que hace, "actúa", inventando comportamientos que no son propios. Manipulado sin saberlo por el otro, cada cual a su vez ignora que está manipulando. Cada uno ha desarrollado la capacidad inconsciente de fingir a través de toda clase de actitudes, miradas, gestos, mímica, modulación de la voz, palabras y frases que no son naturalmente suyas. Inconscientemente, cada uno ha "inventado" actitudes para intentar complacer al otro; se trata de un esfuerzo para llenar las expectativas, requisitos y estándares fabricados por cada uno para exigírselos al otro a través de la idealización. Inesperadamente, cada miembro de la pareja podrá preguntarse "¿dónde está ella?", "¿dónde está él?". Porque para cada uno, para lo que hay de real en cada uno, el otro ha desaparecido. Al frente, cada uno tiene solo un invento de su propia imaginación. El otro no es más que una pálida sombra inventada por la idealización de cada uno; sombra que rara vez comunica lo que siente, piensa o desea y que con frecuencia dice mentiras de todos los tamaños: " a mí...? nada; me siento de lo más bien"; "hola mi amor, te llamo porque tengo un asunto de trabajo..."; "yo también te quiero". *** Al comienzo de la situación anterior cada uno veía (y "amaba") no al otro sino a algo propio "puesto en el otro". Luego, cada uno se encontrará frente, no al otro, ni algo propio "puesto en el otro", sino a "algo" que el otro "inventó" y que ahora exhibe: lo que el otro exhibe es algo así como una cáscara que le cubre, una coraza que le defiende de la mirada de su pareja, en suma, una máscara. Por supuesto, en diferentes situaciones de la vida, todos en mayor o menor grado usan una máscara; pero durante el "enamoramiento transferencial", hay una tendencia a emplearla exageradamente. Es como una fachada que disimula ante el otro lo que cada miembro de la pareja es en realidad, en un esforzado pero falso intento inconsciente de complacer las expectativas idealizadas de la pareja. Así, de pronto, lo único que él podrá ver de ella, será la máscara de ella; y ella la de él. Cada uno queda oculto tras su máscara. Se ha cumplido así el desarrollo de la mentira y la falsedad: cada uno está completamente oculto ante el otro y la pareja deja de ser un instrumento para el crecimiento interior de sus miembros y pasa a transformarse poco a poco en algo muy parecido a un infierno.
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Para hacer esto más claro aún, presentaré un fragmento de una sesión de psicoterapia de pareja: se trata de Ramón y Alicia, ambos profesionales, de 35 años, casados desde hace 10 años, sin hijos. Consultan por indicación del ginecólogo, por una severa y complicada desavenencia que los pone al borde del divorcio, pero cuyos detalles omitiré, para exponer sólo los hechos que atañen al contenido de este capítulo. Desde las primeras sesiones admiten sentirse el uno ante el otro como unos "grandes desconocidos", poseedores de una moderada intimidad sexual, pero con una patética ausencia de intimidad psicológica. Esta ausencia de intimidad psicológica, es decir, ausencia de confidencialidad, determina que ninguno tenga ni el más leve indicio de las motivaciones, expectativas, deseos, ideales ni significados del otro miembro de la pareja. Descubren que "desde siempre", cada uno se reprime y contribuye a reprimir al otro en la relación; así, al principio del matrimonio, ella solía llorar a ratos sin saber muy bien por qué. El le comentaba "...no hay por qué llorar", y ella seguía haciéndolo. El, angustiado, preguntaba "pero por qué lloras". Ella callaba. El la abrazaba hasta que dejara de llorar. Cuando ella paraba, él inmediatamente volvía a la carga con preguntas: "pero por qué llorabas". Siempre la respuesta era "no sé". Efectivamente Alicia no tenía una idea clara, aunque sospechaba la razón: echaba de menos el hogar de sus padres y su libertad de soltera; también intervenían ciertos desarreglos hormonales que la deprimían. Pero ante él, la única respuesta era "no sé". Y él insistía: "bueno, pero en todo caso no tienes por qué llorar". Con ésto acababa el incidente y no se volvía a hablar de él hasta cuando volvía a suceder, transcurriendo de un modo parecido. Agobiada por las preguntas de él y por las afirmaciones categóricas de "no hay motivo para llorar", empieza a ocultarse para hacerlo, lo que la frustra grandemente, porque sentía que llorar delante de él la consolaba en parte. Él por su lado, ante la aparente "desaparición" del problema, no vuelve a hablar más del asunto, tal vez por temor a que se reinicie. Ignora completamente que ella ahora llora a hurtadillas; ante él, luce "siempre" una cara sonriente y optimista: en el sentido que se ha analizado en este capítulo, se ha puesto una máscara. Y él, otra: la máscara de él pretende mostrar que el asunto al parecer no le importa ni le atañe. ¡Todo disfrazado con una aparente paz y concordia conyugal! Pero el problema no tarda en aparecer por otros lados; la situación conyugal se complica y, con el pasar de los años, se colocan más máscaras. La total desavenencia se impone hasta que me son remitidos por el ginecólogo de ella. Después de recapitular lo anterior, ella afirma en la sesión: "él me ha mutilado". Yo le muestro que, en un sentido figurado, ella pudiera sentirlo así, pero que ella contribuyó a su propia "mutilación" al ocultarse para llorar, en lugar de hablar con él y decirle, si no con certeza, al menos sus sospechas de cuáles eran los motivos que tenía para llorar.
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Seguimos explorando y descubrimos que a partir del ocultamiento del llanto, ella empieza a ocultarle a él cada vez más áreas de su vida emocional y a desinteresarse por las de él. El a su vez, mantiene la posición de "acá no pasa nada" y así se cierra el círculo vicioso que desembocó en la desavenencia y los puso al borde del divorcio. Paradójicamente la desavenencia tenía como tema central en esta pareja, la acusación recíproca de que "el otro se ha „enconchado‟ y tiene su vida emocional aparte de la relación conyugal". Es inevitable discernir que cada uno de ellos manipuló y provocó el "enconchamiento" del otro: las actitudes de manipulación determinaron en ambos, el establecimiento de una máscara. ¿A qué conducen la manipulación y la máscara? Veamos. *** CAPITULO IV Difusión de la Identidad. Soledad. Vacío. (“...Soy lo que no soy y no soy lo que soy” “Es que a mí nadie me quiere...”) Cada uno de los miembros de la pareja ha "desaparecido" para el otro detrás de su máscara. Cada uno se encuentra no frente a otro ser humano real y natural, sino frente a una máscara, un invento, algo irreal y artificial. Cada uno se encuentra frente a alguien que ES LO QUE NO ES y NO ES LO QUE ES. Esto no es un juego de palabras. Si él la manipula y ella actúa de acuerdo con esa manipulación poniendo su máscara frente a él... ella está siendo lo que no es: "ES LO QUE NO ES". Al mismo tiempo, ella no está siendo ni mostrándose ante él como ella es en realidad, espontánea y naturalmente: "NO ES LO QUE ES". Otro tanto le ocurre a él frente a la manipulación de ella: él será lo que no es y no será lo que es. La frase "ES LO QUE NO ES y NO ES LO QUE ES" describe a una persona falsa, pero no en un sentido de descalificación ética, como se aclaró páginas atrás, sino en el sentido de una falsedad psicológica. Cada uno "actúa" falsamente como resultado de la manipulación del otro.
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Cuando se produce la falsedad, ambos miembros de la pareja han obtenido una pobre victoria narcisista: cada uno ha controlado al otro y lo ha forzado a tener una conducta acorde con las expectativas idealizadas que tenía, pero una conducta falsa. Cada uno se encuentra no frente a una persona real, sino frente a una cáscara vacía, una máscara. La persona real ya "no está allí". Ha desaparecido. ¿Qué puede alguien sentir frente a una persona que "no está allí", frente al ser amado (idealizado) que ha desaparecido? Decepción... aunque sólo en parte, porque en el fondo de su inconsciente, cada uno de los miembros de la pareja SABE que está frente al resultado de su propia manipulación. Lo que se siente frente a alguien que "no está allí", es SOLEDAD. Porque en realidad, desde un punto de vista psicológico, en la situación de "enamoramiento transferencial" cada uno está solo. Ella no está allí. El no está allí. Con su manipulación, cada uno ha sacado al otro del cuadro. Ha puesto en su lugar una invención. La máscara. Una cáscara vacía. Y como cada uno ya no puede ser espontáneamente lo que es y como es y se ve obligado a "actuar", a pretender... un sentimiento de VACIO toma lugar en ambos. Cada uno queda "vaciado", en un sentido psicológico, porque su mente ha sido vertida, volcada a la máscara, a la falsedad. El verdadero ser de ambos queda sin nada o casi sin nada. Tenemos así a los miembros de la pareja sumidos en la soledad y el vacío. Es necesario aclarar en este punto que la soledad y el vacío no son únicamente el resultado de la manipulación en la relación de pareja. No toda persona reacciona con falsedad ante la manipulación. Para reaccionar de ese modo, es necesario que haya en el fondo de la persona una tendencia a la falsedad, tendencia que se organiza en la estructura del carácter como resultado de carencias y lesiones afectivas sufridas durante la infancia y la adolescencia: una lesión en la autoestima. ¿En qué consisten la tendencia a la falsedad y la lesión de la autoestima? Consisten en un estado mental causado por experiencias de la infancia y la adolescencia en las que, por escasez o falta de diálogo y de contacto afectivo y físico con los padres, la persona se sintió sola e incorporó en su mente ese estado de soledad.
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La imagen que en este caso la persona tiene de sus padres dentro de sí, es una imagen silenciosa y distante, la imagen de unos padres interiores que no acompañan, que no proporcionan afecto dentro del propio ser. El afecto por uno mismo dentro del propio ser se denomina AUTOESTIMA. La imagen silenciosa, distante y no acompañadora de los padres dentro del propio ser, niega la autoestima y como consecuencia, uno no se siente acompañado dentro de sí mismo. Eso causa que la persona se sienta sola por dentro, origen de los sentimientos de soledad que afectan al individuo aunque se encuentre en la mejor de las compañías. La soledad interior conduce a maniobras de autoprotección del ser interior. Casi la totalidad de la energía emocional se vuelca hacia dichas maniobras, dejando espacios vacíos y desenergizados en el mundo interno, en la mente de la persona. Esto último determina el sentimiento de vacío interior. El sentimiento de vacío se manifiesta como una impresión de futilidad, desasosiego, hastío, aburrimiento, falta de interés en los eventos diarios y en las propias actividades. Sobreviene la pérdida de la capacidad de sobreponerse a la soledad. El vacío también se manifiesta en la ausencia del sentido de pertenencia, ausencia que consiste en sentir a los demás distantes e inaccesibles, que no pertenecen a uno, ni uno a ellos. Algunas personas combaten el vacío huyendo hacia variadas formas de consumismo (ésto se verá más adelante en el Capítulo XVIII sobre las "Adicciones sin Droga"). Otras personas se dejan llevar por el vacío y adquieren una actitud "mecánica", desafectivizada e indiferente, con visos de irrealidad. Con estas dificultades en la estructura del carácter, la gente llega a la etapa de la vida en que forma pareja: para contrarrestar la soledad y el vacío interiores, aparece la idealización, con las consecuencias ya vistas: la falsedad, la manipulación y la máscara. Paradójicamente, éstas en lugar de contrarrestar la soledad y el vacío, las aumentan. La soledad y el vacío en la relación de pareja serán así, consecuencias de una preexistente lesión en la autoestima y tendencia a la falsedad interior en cada miembro de la misma, lo que llevará a cada uno a intentar manipular al otro, con lo que se da inicio a la secuencia ya vista que conduce a la soledad y el vacío. Lo grave del asunto es que el vacío de uno incrementa el del otro en la pareja y esto desemboca en un cuadro impresionante, no sólo de vacío, sino también de aburrimiento y odio. Todo lo descrito y analizado hasta aquí puede abarcar un período de meses o años; en ese intervalo, si el "enamoramiento transferencial" persiste, la pareja puede haber establecido una vida en común. Ninguno de los dos tiene la menor idea de qué está pasando, pero se ven afectados por una vaga incomodidad, una inmotivada tensión. Esto genera confusión. Cada miembro de la
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pareja puede pensar: "¿cómo es posible que me sienta mal con una persona tan maravillosa como ella (él)?". Sentimientos contradictorios empiezan a danzar en la mente de ambos, generalmente más en la de uno que en la del otro. Ninguno puede manifestarse tal como es ni tal como se siente; ninguno puede siquiera intentar satisfacer las expectativas idealizadas del otro, ya que no las conoce... Esto lleva a sordos y profundos sentimientos de frustración, originados en la ausencia de satisfacción de las expectativas que cada uno puso en el otro. Luego, un sentimiento de rabia contenida empieza a aparecer como producto de la frustración. Este sentimiento de rabia contenida frente al enamoramiento, que por cierto todavía sienten, termina de confundirlos: "¿¡Cómo es posible que pueda sentir rabia hacia ella (él)!?". La rabia contenida va acompañada de intensa cólera inconsciente; estos sentimientos rara vez se hacen conscientes al principio y sólo se manifiestan como incomodidad y tensión. No es frecuente que al principio de una relación aparezcan peleas serias ni discusiones violentas. Lo que la pareja experimenta es una rabia sutil, una cólera que se oculta, cotidiana y corrosiva, algo que atenaza el corazón sin que ninguno entienda qué pasa. Esta sutil clase de cólera, de rabia, poco a poco, gota a gota, empieza a destilar IRRITABILIDAD, una sensación crónica de "no me hables, no me toques". Ambos pueden sentir la irritabilidad, no sólo en presencia del otro miembro de la pareja, sino también en otros momentos. De modo que cualquier pequeña frustración habitual en la calle, con un amigo, en el trabajo... puede determinar un estallido de violencia, estallido que representa un fallido esfuerzo de la rabia contenida y de la irritabilidad (otro sentimiento contenido) por manifestarse. Esta clase de reacciones suelen no pasar a más y son olvidadas a los pocos minutos. Pero en el inconsciente, mezcladas con la irritabilidad que proviene de otras fuentes, como las dificultades económicas, el carácter del jefe, el último discurso político, la inseguridad en las calles, van cebando poquito a poquito una especie de bomba de tiempo. Puede que nunca llegue a estallar, pero envenena toda la existencia. A veces estalla y toma la forma de infarto, cáncer, alcoholismo, úlcera péptica, "histerismo", drogadicción, violencia callejera, insurgencia social, desviaciones sexuales... El estallido tiene estos y otros nombres. Volviendo a la pareja y su "enamoramiento transferencial", estando ya presentes la frustración de la idealización, la manipulación, la máscara, la soledad, el vacío y la irritabilidad acompañada de rabia contenida, sobrevienen las alteraciones de la sexualidad y de la vida afectiva. ***
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CAPITULO V Enfriamiento. (“No... hoy no... me duele la cabeza...”) El descontento, la insatisfacción y el malhumor van en aumento con el paso de los meses (y los años). La frustración se ha apoderado de la pareja y pueden verse en toda su magnitud los efectos destructivos del "enamoramiento transferencial". Desde luego, frente a amistades y parientes... como si nada ocurriera, sigue el juego de "la pareja ideal". En la intimidad, puede que intenten hacer el mismo disimulo que ante "la gente" o puede suceder que uno o ambos den rienda suelta a su malhumor, a su frialdad y a su aspereza. Sin embargo, no son éstas las más claras expresiones de la frustración. La rabia contenida y la irritabilidad, tienen su principal manifestación en las áreas de la sexualidad y el afecto. Todas las relaciones afectivas se ven perturbadas, contenidas. Y no sólo en el momento de las relaciones sexuales, sino en TODA la relación, lo que incluye cosas simples como la elección inconsciente de consentir al otro o no hacerlo, de cogerse o no las manos mientras ven televisión, etc. Y de repente... la experiencia súbita, que sorprende y sobrecoge... de pronto, tomarle la mano ya no importa mucho. Luego ocurrirá que él la ve saliendo desnuda de la ducha... y no siente nada. De pronto, las "campanitas" dejaron de sonar. Y uno o ambos miembros de la pareja empiezan a preguntarse "¿qué pasó...?" "Ya no eres como antes", es un comentario dolorosamente frecuente en esta etapa. "Qué pasa, ¿ya no me quieres?". "¡Por supuesto que sí te quiero!". "Entonces, ¿qué pasa?". "No lo sé...". Cuando un diálogo como éste se produce, se hace posible un reacercamiento momentáneo; las cosas se diluyen por un tiempo... pero vuelven a aparecer. Faltó la conversación esclarecedora, a la que se teme porque podría hacer estallar la bomba de otra manera, la manera aterrorizadora: la separación, el divorcio son sombras terroríficas
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(pero inconsciente o secretamente acariciadas con morbosa dulzura) en esta etapa de la relación. Los deseos sexuales específicos empiezan a disminuir. Las ocasiones eróticas se hacen cada vez más distantes y esporádicas. Porque lo que hace la diferencia entre la sexualidad humana y la de cualquier otro ser vivo, es que la excitación sexual natural en hombres y mujeres no brota solamente del funcionamiento hormonal y la excitación instintiva. No. En cualquier otro ser vivo (y no somos caballos ni abejas), la excitación sexual emerge del funcionamiento químico, hormonal y del instinto. La novedad puede ser un estimulante poderoso, pero si la pareja lleva varios años de relación, la novedad estará ausente por mas "trucos" "renovadores" que se sugieran. ¿Qué es lo que puede estimular entonces el interés sexual sano, adulto y perdurable en una pareja que lleva años de relación? En el Capítulo VII sobre "Factores que determinan la Madurez Psicológica y Sexual", expondré ampliamente los 10 factores que considero sustentan ese interés sano y adulto, capaz de durar. Por el momento, podemos contar con tres factores que los sintetizan: 1.- La ternura y la gratitud. 2.- La pasión. 3.- La fantasía compartida. El primer factor implica una actitud física afectuosa y una predisposición psíquica a sentir ternura afectiva y sensual el uno por el otro, todo ello unido a un profundo sentimiento de gratitud por el hecho de estar juntos. Obviamente este primer factor estará perturbado en la medida que exista rabia contenida, cólera e irritabilidad: el odio y la ira bloquean los sentimientos afectuosos y de gratitud. El segundo factor tiene que ver con la capacidad de la pareja de utilizar, no sólo la ternura para expresarse amor, sino también usar cierto grado de agresión canalizada: es la pasión, manifestación fuerte, intensa, penetrante y cargada de acometividad que caracteriza a la excitación sexual que, como en un juego, muchas veces se muestra a través de palmadas, pellizcos, arremetidas, mordiscos suaves (y aún los no tan suaves), gritos y, en algunos casos hasta ciertas palabras fuertes que, intercambiadas durante la excitación y el orgasmo, son un vehículo eficaz para la pasión y que en otras circunstancias pudieran ser expresión de odio, rabia, cólera, etc. Analizaré exhaustivamente este factor en el Capítulo IX, a propósito de los juegos sexuales adultos. Algunas de estas manifestaciones no sólo son naturales y saludables, sino deseables e indispensables para la sexualidad adulta, como se verá en el mencionado Capítulo IX.
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Pero... si uno o ambos miembros de la pareja temen su propia agresión, por miedo a volverse violentos o destructivos (a causa de la rabia contenida, la cólera y la irritabilidad acumuladas), inconscientemente preferirán "controlarse" y desarrollarán una falsa y exagerada "suavidad", un freno a la pasión. El tercer factor se relaciona con la confidencialidad (Cuarta Parte de este libro). En lo que atañe a la sexualidad, la confidencialidad consiste en el desarrollo progresivo de la capacidad de los miembros de la pareja para contarse uno al otro, los más secretos rincones de su imaginación sexual y eventualmente ponerlos en práctica en forma de juegos sexuales antes de o durante el coito. Este tercer factor se presenta conjuntamente con la pasión. Corresponde a una recíproca actitud de "haz conmigo lo que quieras", que invita a unos recíprocos, sutiles y algo sadomasoquistas juegos sexuales adultos que preceden o acompañan al coito. En condiciones naturales nunca lo sustituyen. Si uno de los miembros de la pareja desconfía del otro o teme al otro, este factor de confidencialidad no podrá desplegarse y la relación sexual quedará estéril de fantasías compartidas. Muchas personas podrán excitarse sexualmente en ausencia de ternura, gratitud, pasión y fantasías. ¿Cuándo? Cuando se utilizan medios artificiales de excitación sexual como: La reiterada, repetida situación de "novedad", que conduce a la promiscuidad. El auxilio de la pornografía. El uso del fantaseo sexual solitario e incomunicado durante el coito con la pareja. Desde luego, esta no es la excitación sexual natural y saludable, y por cierto, en nada se relaciona con el amor. He tenido pacientes que para tener relaciones sexuales con la esposa necesitaban poner un video porno durante el coito, porque la sola presencia física, la feminidad, la disposición de ánimo no eran suficientes para provocar una erección. Una paciente tenía que leer una novela porno durante el coito, con el mismo fin. Desde luego, se trata de casos extremos. Es más frecuente encontrar parejas en las que uno de sus miembros o ambos, utilizan de modo aislado y sin compartirlo con el otro, esa especie de "video interior" de los seres humanos, el fantaseo. El fantaseo es radicalmente diferente a la fantasía compartida: mediante él, se puede sostener una relación sexual en la que hay presencia física, pero no hay presencia psicológica, emocional.
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Con el recurso del fantaseo, un miembro de la pareja podría estar diciéndose y haciendo algo como esto: "mi cuerpo está allí teniendo un acto sexual, pero yo, mi mente, no está allí, sino en otra situación y con otra persona, imaginando una escena, trayendo un recuerdo, evocando una película... en fin, algo diferente de lo que estoy viviendo en realidad". Como puede verse, se produce una separación dentro de la persona, entre lo que hace el cuerpo por un lado y lo que hace la mente por otro. Esta separación interior es el preámbulo de numerosas separaciones y divorcios externos. El funcionamiento mentalmente separado, permite la excitación sexual en ausencia de la ternura, la pasión y la fantasía compartida, pero se trata de una excitación que, como vimos antes, poco o nada tiene que ver con el amor. Esta excitación no calma ni colma el vacío y la soledad; por el contrario conduce al progresivo enfriamiento sexual, al alejamiento, a las relaciones sexuales cada vez más esporádicas y frías y finalmente, a la impotencia y a la frigidez, problemas que analizaré extensamente en el Capítulo XII. *** CAPITULO VI Divorcio sin divorcio. (“Y yo... ¿qué hago aquí viviendo con éste?”) Pasan más años... y los miembros de las parejas que no han recurrido al divorcio ni a la separación, continúan su vida bajo el mismo techo, pero la situación generada a partir del "enamoramiento transferencial" se ha perpetuado y se ha hecho más y más conflictiva. Los problemas se han acumulado y son mucho más complejos que al comienzo. Al permanecer viviendo juntos, se soportan con dificultad; sienten velados sentimientos de odio y rechazo el uno por el otro, en una situación de sufrimiento disimulado, falsedad y frialdad recíproca, que yo denomino el "divorcio sin divorcio". La lucha por el poder se ha hecho agónicamente cotidiana. Los miembros de la pareja son como niños pequeños, buscando permanentemente salirse con la suya; llenos de egoísmo y orgullo, sobrellevan su vida lamentándose explícita o calladamente, murmurando, regañando, negando el afecto y aparentando indiferencia, manipulando cada uno al otro para obligarlo a ceder y a dar afecto, negándose desde luego cada uno a darlo y culpando abierta o solapadamente al otro por toda la aflicción, el sufrimiento, el vacío, la soledad y la ausencia de significado que ambos viven. Cada uno pretende demostrar que es el otro el que hace que "la vida no valga la pena". Ninguno de los miembros de una pareja en situación de "divorcio sin divorcio" cae en cuenta para nada de la propia contribución y responsabilidad en los sufrimientos del conjunto.
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Cada uno se halla convencido de la maldad, desamor y falsedad del otro miembro de la pareja, sin ver las suyas propias. Es el caso que personas que individualmente y por su cuenta se desenvuelven en forma adulta y saludable, cuando se hallan dentro de la relación de pareja funcionan casi como si hubieran enloquecido: dentro de la pareja, la capacidad de cada uno para percibir la realidad y discernir lo que es propio de lo que es del otro, se vuelve casi nula. *** Como de todos modos cada uno se aferra desesperadamente al otro, las posibilidades de modificación promovida por ellos mismos están prácticamente ausentes. Es por ello que se hace indispensable la psicoterapia psicoanalítica de pareja. El Aferramiento determina una situación de coagulada inmovilidad: la relación se vuelve una especie de pegote o amalgama en la que cada uno de los miembros de la pareja ha perdido su individualidad, ya que a causa de que atribuye toda la "maldad" al otro, llega un momento en que le resulta imposible distinguir qué es propio y qué es del otro. Esto tiene una inesperada y desesperante consecuencia. Los seres humanos tenemos en nuestro cerebro y en nuestra mente, huellas de actitudes y tendencias que caracterizan a los reptiles. Una de ellas es la tendencia a dominar, oprimir y hasta dañar sádicamente a nuestros semejantes. Felizmente tenemos también en el cerebro y en la mente actitudes y tendencias de amoroso cuidado y de lógica reflexión que pueden atenuar las tendencias "reptilianas". Una de las maneras como las tendencias amorosas y lógicas controlan a las tendencias de sádico dominio, opresión y daño entre los miembros de una pareja, es lo que yo llamo la "actitud de chantaje saludable en la pareja". Esta actitud cumple con un noble propósito, ya que postula aproximadamente una situación de "sólo si contienes tus tendencias reptilianas conmigo, seguimos. Si tus tendencias reptilianas te desbordan y eres sádicamente dominante, opresivo(a) y dañino(a) conmigo, te dejo." Esto ayuda a que los miembros de la pareja controlen sus tendencias primitivas y se impongan el amor y el respeto en la relación. Pero si la relación está coagulada y amalgamada por el aferramiento, el "chantaje saludable" se vuelve imposible y cada miembro de la pareja se siente en condiciones para "hacer lo que se le venga en gana" con el otro, absolutamente seguro de que, a causa del aferramiento, el otro aguantará lo que sea y seguirá en la relación. Una situación parecida afectará a muchas de aquellas parejas que se sienten unidas por un vínculo absolutamente indisoluble.
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Es el caso de mucha gente que confunde una relación de amor con una de aferramiento: estas personas aseveran enfáticamente estar "enamoradas" mientras que, desde el punto de vista psicológico están nada menos que "aferradas". ¿Cómo se distingue lo uno de lo otro? Por los resultados. El "enamoramiento" tanto como el amor son situaciones en las que la presencia del otro es requerida y necesitada, pero son gozosas, plenas de significado y textura. El aferramiento se caracteriza por ser una situación en que, igualmente, la presencia del otro es requerida y necesitada, pero está plagada de sufrimiento, acusaciones, contradicciones y frustración. *** Ya hemos analizado las "acusaciones mentales" o "cargos internos", que al principio permanecen como pensamientos adversos al otro miembro de la pareja sin llegar a expresarse. Con el tiempo se expresan y son la base para peleas, conflictos y enfrentamientos de toda índole. La acusación recíproca, sazonada con quejas, reclamos e indirectas, deriva en lo que mucha gente llama "la cantaleta", forma de ataque a veces mutuo, que agobia demasiados hogares. Ninguno se cuestiona a sí mismo; cada uno acusa al otro y cada vez con mayor énfasis y convicción. Llenos de rencor y resentimiento (ahora ya conscientes), cada uno coloca coléricamente en el otro, toda la responsabilidad del conflicto, atribuyéndole incluso las propias dificultades. Esta situación se agrava porque, como se verá en el Capítulo VII, el cónyuge representa al padre o a la madre, que en la infancia realizaba dolorosas críticas, acusaciones y prohibiciones al niño y a la niña. De ahí que cuando una crítica viene del cónyuge, es sentida con una especial sensibilidad y la reacción a ella es mayor que cuando viene de otra persona. Por el motivo anterior y por momentos, uno siente al otro como atractivo, misterioso o fascinante, para que a los pocos minutos el sentimiento se invierta y el otro sea visto como un verdadero monstruo, un demonio o un ser despreciable e inútil al que se debe sólo por obligación. *** La relación se convierte en algo muy desdichado. Ambos miembros de la pareja pueden llegar a sentir que su vida se ha estropeado.
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Con el tiempo, la desdicha aumenta y puede ocurrir que la pareja empiece a disfrutar sórdidamente, casi diría tenebrosamente, de sus emociones, sentimientos e impulsos negativos, una forma de sadomasoquismo emocional paralítico y autodestructivo. Es frecuente encontrar en parejas con esta situación, una actitud de "de eso no se vuelve a hablar más", destructiva actitud que deshace cualquier posibilidad de reparar mediante el diálogo, situaciones que dañaron a la pareja. Cierto número de parejas llega a una situación que denomino "masoquismo a dúo", caracterizada por el sórdido y mutuo disfrute de la autocompasión. Ese turbio masoquismo se refleja por cierto en la preferencia del público por relatos, telenovelas y cine de retorcido y truculento libreto romanticoide, lleno de sufrimientos, falsedad y violencia. *** La evolución ulterior del "enamoramiento transferencial" y del "divorcio sin divorcio" puede tomar dos direcciones, ambas muy enfermas y que a veces coexisten en una pareja. Una de las direcciones enfermizas es la evolución hacia la violencia, que se caracteriza por abierta murmuración, acusaciones coléricas, quejas, ataques verbales, frecuentes "indirectazos", furia, peleas graves y aún violencia física. La otra dirección enfermiza es la evolución hacia la indiferencia, con un progresivo distanciamiento, silencio, pérdida progresivamente grave del interés afectivo y sexual y por fin huida hacia el aislamiento, con o sin deserción manifiesta, es decir con o sin separación o divorcio explícitos. Cuando no hay deserción manifiesta, esta clase de relación puede durar años o aún toda la vida. Las presiones sociales, las tradiciones, usos y costumbres, la ley, los patrones morales establecidos, el temor a la soledad y/o a la pérdida de la reputación, contribuyen desde afuera a mantener y perpetuar esta situación. También contribuye el insano aferramiento: una de las fuerzas más importantes que determina que esta situación se mantenga y perpetúe, proviene de adentro de las personas. Dicha situación les permite algunas clases de "ganancias" inconscientes, entre otras: 1. Satisfacer un profundo masoquismo que se agazapa en el fondo del mundo interior. 2. Vivir sin cuestionarse, teniendo todo el tiempo un "chivo expiatorio" (el otro miembro de la pareja), a quien culpar de todos los inconvenientes y sufrimientos. 3. Tener una existencia superficial, vana, apegada a la búsqueda compulsiva de bienestar material, éxito financiero, figuración social, poder político o institucional, etc.,
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situaciones que se analizarán en el Capítulo XVIII correspondiente a las "Adicciones sin Droga". 4. También permite (y hasta hace sentirse "justificada"), la búsqueda compulsiva de aventuras sexuales promiscuas, mecánicas, desafectivizadas y despoetizadas, eventual y pasajeramente idealizadas, sin ternura, responsabilidad ni trascendencia alguna. En suma, esta situación tiende a mantenerse y perpetuarse sin que se busque ponerle remedio, porque permite el transcurrir de la existencia satisfaciendo necesidades inconscientes distorsionadas y asumiendo no un "vivir" sino un "durar", evadiendo cuestiones fundamentales, como la casi siempre dolorosa búsqueda del significado de la propia existencia. *** Muchas parejas viven así y los problemas entre ellos llegan a ser de tal magnitud y complejidad, que la relación se ve afectada por el silencio, el aislamiento total y finalmente, una especie de muerte psicológica, la muerte de la relación. Los miembros de una pareja así, pueden habitar bajo un mismo techo toda su vida, con una relación muerta. Yo llamo "necrofílicas" a estas parejas. La necrofilia es un grave síntoma psiquiátrico en el que un paciente muy perturbado busca intimidad con un cadáver. Desde el punto de vista psicológico, los miembros de una pareja así, están muertos el uno para el otro, pero se perpetúan "juntos", odiándose, rechazándose, pero desde luego reasegurando que mantienen una apariencia tan "buena" como les sea posible ante "la gente". Un “homenaje” devastador y suicida a la falsedad y al narcisismo. ***
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SEGUNDA PARTE LA SEXUALIDAD DE PAREJA
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CAPITULO VII Madurez psicológica y sexual. (“¡A mí no me vengan con ese cuento de la “madurez sexual!”) ¿Cuáles son los PRERREQUISITOS para que un individuo pueda disponer de una madurez psicológica y amorosa así como de una sexualidad adulta, sana y armónica? Tenemos primero unos PRERREQUISITOS ANATOMICOS Y FISIOLOGICOS: 1. Integridad anatómica y fisiológica del sistema nervioso central es decir, cerebro, tronco encefálico y médula espinal. 2. Salud física del aparato sensorial (órganos de los sentidos), que son los elementos a través de los cuales la sensualidad entra a ser parte del mundo interior. 3. Buen estado funcional del sistema endocrino. 4. Integridad anatómica y salud física de los órganos genitales (a través de los cuales se expresa directamente la sexualidad). 5. Hasta cierto punto, las enfermedades físicas y las lesiones de la anatomía corporal pueden interferir con una sexualidad adulta sana y armónica. 6. Los déficit de atracción estética pueden interferir con la salud emocional y con la sexualidad, sólo si NO existen suficiente integración, aceptación de sí y armonía del mundo interior y si la madurez emocional no es suficiente. A continuación, mencionaré unos PRERREQUISITOS PSICOLOGICOS: 1. Adecuado funcionamiento de la libido (capacidad instintiva de excitación sexual). 2. Apertura psicológica para el apasionamiento, que depende de la capacidad de tolerar, canalizar y elaborar la propia agresión y que permite la acometividad e intensidad de las conductas sexuales. 3. Capacidad de experimentar ternura y gratitud. 4. Posibilidad de transformar los elementos sexuales infantiles del carácter, en fantasías sexuales, base de los juegos sexuales adultos. 5. Adecuada excitabilidad (sensualidad) de la piel, las mucosas y las masas musculares. La presencia de los cinco prerrequisitos psicológicos mencionados, determina que la persona esté en condiciones para afrontar los conflictos, situaciones y etapas infantiles que analizaré a continuación, y cuya superación dará lugar a la MADUREZ PSICOSEXUAL Y AMOROSA DEL CARACTER. La cultura, la educación y la ética vigentes, aportan algunos elementos a la madurez psicosexual y aún a la madurez a secas. Tales elementos, especialmente el último, serán analizados en la Quinta Parte de este libro. Ofreceré ahora una comprensión de los conflictos, situaciones y etapas infantiles que vividas, atravesadas y superadas por el individuo, se transforman en los FACTORES cuya presencia
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permite lograr la madurez psicosexual, la madurez amorosa en particular y la madurez a secas en general. Debemos a Otto Kernberg, psicoanalista norteamericano y a Donald W. Winnicott, psicoanalista británico, una parte de la sistematización que sigue y que aquí ha sido ampliada y modificada por el autor. Para que una persona se enamore, ame, se excite y se apasione sexualmente de un modo duradero con una sola y la misma pareja, se requiere que estén presentes los siguientes FACTORES: 1.- Cuando la persona fue bebé, su madre hubo de desarrollar con él una relación armónica, de atención dedicada, amorosa y de profuso contacto físico y afectivo. Esta situación de contacto deberá ocurrir luego con el padre. Todo ello deja en el bebé algo que el futuro adulto conservará: una marcada capacidad de gozar del contacto físico en la piel, en la boca, en los genitales y en los músculos, áreas abundantemente estimuladas por la madre psíquicamente sana durante las atenciones alimenticias, higiénicas y afectuosas con que cuida a su bebé, si posee la mencionada actitud amorosa y dedicada. A partir de la sensualidad adquirida por el bebé en el contacto con su madre y luego con el padre, aquél desarrollará procesos de estimulación autoerótica (succión del pulgar, masturbación del bebé y del niño por ejemplo) y luego de juegos eróticos infantiles. Ambos procesos son no sólo saludables, sino indispensables para la maduración psicosexual del individuo. 2.- De la misma relación madre-bebé emanará la capacidad del futuro adulto de concebir mental y físicamente a la pareja como una persona y no como una cosa u objeto. Esto incluye la posibilidad de representarse y visualizar interiormente al ser amado con sus aspectos positivos y negativos, respetando sus aspiraciones, deseos, ideales y valores, especialmente aquellos que son diferentes a los propios, asumiéndolo y amándolo como alguien TOTAL, y en muchos aspectos DIFERENTE. Aquí reside la diferencia fundamental entre el amor y el "enamoramiento transferencial": en éste, la persona se "enamora" de la o las PARTES de la pareja que resultan "aptas" para "colocar" en ellas expectativas idealizadas, que luego darán lugar a la manipulación, como se vio en los Capítulos II y III. 3.- Una buena dotación de gratitud y afecto del bebé hacia la madre, contribuirá al futuro desarrollo de la gratitud y ternura del adulto hacia la persona que ama. Los factores de gratitud y ternura son, como se vio en el Capítulo V, elementos indispensables en el establecimiento de la excitación sexual adulta. 4.- La pasión es el resultado de la elaboración y descarga adulta de la agresión. La forma sana de descargar agresión, es el apasionamiento sexual. Para que la pasión sea posible, se requiere que el bebé desarrolle la capacidad de superar el temor a la propia agresividad, cosa que sólo puede lograrse si la ternura y la gratitud superan al odio, la envidia y la voracidad. Si la madre frustra demasiado al bebé, estos factores negativos predominarán sobre los positivos: el bebé se verá inundado de cólera y desarrollará un intenso temor a los efectos de tal cólera, que se transforma en violencia interna contenida. De ese modo, cuando ya adulto intente apasionarse, no lo logrará, pues temerá inconscientemente violentarse y dañar a su pareja. Cuando la pasión es sana y adulta, se expresa directamente en la elaboración de fantasías sexuales que, compartidas, dan lugar a
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los juegos sexuales adultos. También se expresa durante el coito mismo.
en la intensidad de la excitación sexual
5.- Los cuatro anteriores factores, la capacidad de gozar el contacto físico, de concebir a los seres humanos como personas y no como cosas, como un TODO y no como PARTES, la gratitud, el afecto y la pérdida del temor a la propia agresión, determinan cuatro efectos en el carácter: a.desarrollan una imagen suficientemente integrada y consistente;
mental
de
sí
mismo
b.- desarrollan igualmente una imagen mental de los propios padres también integrada y consistente, unos PADRES INTERNOS que dialogan, protegen y aman desde dentro de la mente; c.como consecuencia del amor de los padres internos, se desarrolla la AUTOESTIMA, amor, respeto, gusto y cuidado de uno por sí mismo, sentimiento que determina que el individuo se sienta ante sí mismo, MERECEDOR de vivir, de ganarse la vida, disfrutarla y AMAR A ALGUIEN con quien compartir el disfrute, incluyendo la SEXUALIDAD y d.- como consecuencia de la disposición de los padres a cuidarle, a velar por sus necesidades casi “adivinándoselas” y a complacerle dentro de lo posible, se desarrolla la EMPATÍA, aptitud y capacidad de “ponerse en los zapatos” del otro para conocer, comprender y buscar satisfacer sus necesidades y deseos. 6.- Traspasada la etapa del bebé, llegamos a la etapa del niño, en la que se presenta una situación de apego, una especie de "enamoramiento" infantil del niño hacia su madre y de la niña hacia su padre. En esta etapa, una relación adecuadamente amorosa del infante con sus padres, permitirá a aquél una buena identificación sexual con el padre del propio sexo y una renuncia a los fines posesivos (sexualidad infantil) que el niño tuviera hacia el padre del sexo opuesto. Así, la niña se identificará con su madre y renunciará a los fines sexuales infantiles con su padre, en favor de la madre. El niño se identificará con su padre y renunciará a los fines sexuales infantiles con su madre, en favor del padre. Hay que aclarar que la renuncia aludida nunca es completa, lo cual determina que hombres y mujeres adultos, al elegir pareja, habitualmente se acerquen a personas que de alguna manera recuerdan a los padres. Esto hace parte del "enamoramiento transferencial" analizado en el Capítulo I; es necesario decir que aún en las más adultas y adecuadas relaciones de pareja, existen rasgos de "enamoramiento transferencial" y por lo tanto, de existencia, de aceptación y de amor del uno hacia aspectos del otro que evocan al padre o a la madre. José María Gabriel y Galán, poeta español del Siglo XIX, escribió el siguiente epigrama: “Quise ser como mi padre era y elegí una mujer como mi madre entre las hijas de esta hidalga tierra”
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La renuncia alcanzada consolidará una adecuada identidad sexual en la que el individuo se siente satisfecho con su ser hombre y con su ser mujer, requisito para poder amar un individuo adulto del sexo opuesto, excitarse sexualmente y durar en la relación. Para que esto se haga posible, es necesario que el niño y luego el adolescente atraviesen por una etapa de masturbación, conducta que será estudiada en el Capítulo XI y que proporciona al futuro adulto un indispensable entrenamiento para el ejercicio de la futura sexualidad adulta. De la misma manera, resulta indispensable atravesar por la gozosa (y lamentablemente muchas veces conflictiva y reprimida) experiencia de las caricias adolescentes. 7.- Lo estudiado en el numeral 6, determinará también que el niño, la niña y los adolescentes vivan con plenitud y alegría el hecho fisiológico de que los genitales son más placenteros que el resto del cuerpo, incluso que la boca y el ano, ya que dan lugar a la experiencia del ORGASMO. Vivir con plenitud y alegría la "primacía genital" orgásmica, es posible sólo si el niño y la niña han logrado renunciar a sus expectativas sexuales respecto a los padres, renuncia con la cual cancela y supera el temor a ser dañado en sus genitales, si los usa, por un padre o una madre celosos. 8.- Es necesario además que la experiencia de goce sensual en la piel y en la boca lograda en la etapa del bebé, se integre con la "primacía genital", de modo que el intenso placer sensual que el bebé sintió en su piel, boca, ano y genitales con ocasión de las atenciones maternas, se concentre en éstos, desde luego sin anular la importancia del placer sensual en los otros órganos. Esta comprensión desemboca en la alborozada experiencia de comprobar que el aspecto, la cálida temperatura, la suave humedad, el olor natural y el tacto de los genitales y la piel no sólo NO son repugnantes ni vergonzosos, SINO ALTAMENTE excitantes y satisfactorios. 9.- La renuncia a los padres como objetivos sexuales permite al niño y a la niña desarrollar en grado apreciable la ternura desexualizada y la gratitud hacia los padres. Estos sentimientos, condensados hacia papá y mamá, permiten al individuo adulto abrirse a la experiencia de que la ternura y la gratitud pueden sexualizarse adecuada e intensamente hacia la persona adulta que ama. Esta experiencia, conectada con la pasión y la fantasía compartida, permiten experimentar excitación sexual a largo plazo hacia la misma persona, que se transforma en un depositario o depositaria de los sentimientos más profundos que la persona tuvo en la infancia hacia los padres, al mismo tiempo que consciente o inconscientemente sabe que el ser amado adulto no es papá ni mamá. La ternura y la gratitud se conectan en la persona emocionalmente adulta, con la preocupación saludable adulta y sus consecuencias: la dedicación, el cuidado y el compromiso. La preocupación y sus consecuencias son el resultado de una elaboración adecuada del odio, elemento constitutivo natural del mundo interior de todo ser humano: el bebé y el niño se sienten culpables de odiar a la madre a la que también aman. Como resultado de ello desarrollan una saludable preocupación por las imaginarias consecuencias destructivas del odio, desarrollando también el cuidado por la madre (que en el adulto será el cuidado por el cónyuge y los hijos), una dedicación a ella para cumplir con el propósito de cuidarla y un compromiso para que el cuidado sea perdurable.
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10.- Finalmente, el desarrollo de una relación de confianza del niño y la niña con sus padres, promovida por la seguridad que el infante adquiere a raíz de la renuncia antes descrita y por el afianzamiento del diálogo en el seno de la familia, abre paso a la confidencialidad (que se estudiará en el Capítulo XXVII) y, como consecuencia de ella, a la capacidad de compartir fantasías sexuales. Sólo si existe la capacidad de compartir las fantasías sexuales en el seno amoroso del diálogo, le es posible a la pareja alcanzar unos juegos sexuales adultos capaces de dar marco a la pasión. Si en las etapas del bebé y el niño, vividas y superadas estas situaciones, llegan a establecerse y funcionar adecuadamente la mayoría (ojalá todos) los factores analizados, la persona adulta podrá disponer de una vida sexual saludable, amorosa y apasionada, capaz de reportarle la satisfacción de sus necesidades instintivas eróticas y agresivas, así como de las necesidades emocionales de afecto, contacto y creatividad, en el seno de una relación de pareja y de familia estable y duradera. En este punto, quisiera incluir una comprensión que debo al psicoanalista norteamericano Otto Kernberg y que se relaciona con el factor 6. Él afirma que el matrimonio adulto es, en el inconsciente, un triunfo sobre el tabú del incesto, que permite al varón identificado con el padre, unirse con la mujer que representa a la madre y a la inversa en el caso de la mujer. Kernberg afirma que eso es un triunfo, una superación inmensamente gratificante, pero que a la vez encierra un peligro para la continuidad de la pareja. ¿Cómo? Al estar cada uno unido con alguien que parcialmente representa al padre o a la madre que amaron y desearon en la infancia, y en ausencia de cierta conciencia y aceptación de la naturaleza de esta situación, ambos pueden sentir en su inconsciente la reactivación de los temores y rivalidades infantiles, lo que pudiera ocasionar suficiente culpa y ansiedad como para que uno, o ambos, huyan de la relación como autocastigo por haber consumado lo que en la fantasía representa un incesto. Una huída así es muchas veces la explicación de separaciones y divorcios "inexplicables". Antes de terminar el capítulo me gustaría referirme a un concepto que he tomado del sexólogo colombiano Alvaro Acuña: se trata del fenómeno del "halo" o “aura”. Para evitar, por ahora y en este libro, las connotaciones metafísicas de este término, prefiero denominar al referido fenómeno, "presencia erótica" e incluso simplemente "presencia". Sus características han sido aquí redefinidas y sistematizadas. Efectivamente, el fenómeno del "halo" o "presencia" está conformado por una sensación que cada persona "transmite" y "hace sentir", automática e inconscientemente como atracción, indiferencia o repulsión, instintiva y generalmente inconsciente, provocada en quienes están cerca. Esto tiene relación con la integración y desarrollo que la persona haya obtenido de: 1. sus sentimientos conscientes e inconscientes;
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la imagen de sí mismo y su autoestima; el propio carácter o modo de ser y reaccionar; sus orientaciones sexuales y agresivas peculiares; la química molecular y la física electrostática y electrodinámica (vibraciones) de su piel y mucosas (tacto y olor).
Las personas reaccionan de modos y maneras muy diferentes a la "presencia" o "halo" de cada uno. Es evidente que la ventura o desventura de las relaciones de pareja dependerá en gran medida del modo y la adecuación con que funcione la referida "presencia" y, con la clase de persona que sin proponérselo atraiga. Aquí un comentario para un futuro libro sobre “la elección de pareja”: el lector puede imaginar las ventajas que adquiriría con relación al futuro de su relación de pareja, si tiene en cuenta para su elección, los elementos y comprensiones que la ciencia, las humanidades y algunas disciplinas espirituales, ponen a su disposición. Antes de entrar en el siguiente capítulo, quisiera sugerir al lector una reflexión y un cuestionamiento a sí mismo, sobre la manera y medida en que los factores estudiados están presentes en su ser interior y la forma en que cree que pueden colaborarle o interferirle en su propia vida sexual. *** CAPITULO VIII Diferencias entre varones y mujeres. Machismo. (“...Es que yo, por ser varón, soy superior a las mujeres...”) Es amplia la gama de diferencias que caracterizan el desenvolvimiento sentimental, sexual y las actitudes psicológicas en general, de hombres y mujeres. Empecemos por las diferencias (reales e imaginarias) que constituyen la base del machismo. El machismo es un prejuicio (un mito) aceptado por la mayoría de la gente, hombres y mujeres, que afirma conviccionalmente la "superioridad" del hombre respecto a la mujer. En la antigüedad, la mayor fortaleza muscular del varón era muy apreciada por la dureza de las condiciones de vida: la guerra, en la que el arma más contundente era la manejada con más fuerza física, afirmaba esta superioridad del varón; otro tanto sucedía en actividades como la caza mayor, indispensable para la provisión de proteínas. Por lo anterior, "feminidad" es una categoría que se equiparó a "debilidad" y ésta, por extensión, a "inferioridad".
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Pero... ¿por qué subsiste este prejuicio de superioridad en nuestro tiempo, si la fuerza física de por sí no resulta ya indispensable para la guerra y la supervivencia? La situación en nuestro tiempo se ha hecho más sutil: el machista ya no apoya su prejuicio tanto en la fuerza física como en la inteligencia. A este respecto también ha sido común la convicción de la mayor inteligencia del hombre frente a la mujer. ¿Son los hombres más inteligentes que las mujeres? Sabemos que existen diferencias de funcionamiento neurofisiológico entre el cerebro del hombre y el de la mujer: el cerebro del varón tiene un funcionamiento que favorece la lógica racional, las matemáticas y las abstracciones espacio-temporales, mientras que el de la mujer tiene especial aptitud para el funcionamiento intuitivo, el manejo de la creatividad y de la afectividad, y un más alto rendimiento que el del varón en la lectura y escritura, es decir, las bases para la transmisión de la cultura. Lo anterior muestra que existen diferencias cualitativas en el funcionamiento, pero el rendimiento cuantitativo de la inteligencia en conjunto (o Inteligencia Integral, suma de la Inteligencia Racional usualmente medida mediante un “coeficiente intelectual”, más la “Inteligencia Emocional”) es estadísticamente similar en hombres y mujeres, siendo conveniente añadir que por lo visto ambas cualidades de inteligencia se complementan y en la mayoría de las ocasiones, el funcionamiento y reacción adecuada frente a las situaciones difíciles se hace prácticamente imposible, sin la presencia de esta complementariedad. ¿De qué depende entonces la tenaz persistencia de este prejuicio? La explicación yace en el fondo de nuestras experiencias durante la primera infancia. Todo bebé, hombre o mujer, depende para su bienestar y supervivencia, especialmente durante los primeros meses de vida, de una madre que le proporciona las atenciones que necesita. Entre otras cosas, generalmente es por machismo que el padre asume poco o nada la atención de sus bebés. Antes de continuar, unas preguntas: ¿Ha notado usted la diferencia en la forma como una mamá atiende a su bebé varón y a su nena? ¿Se ha dado cuenta cómo la mamá bromea afectuosamente y juguetea con el genital del bebé varón mientras le atiende? ¿Ha podido usted advertir que por otro lado la mamá parece ignorar la existencia del genital de la nena, limitándose a lo correspondiente a la higiene?
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El hecho es que al proporcionar la necesaria atención a su bebé, la madre trata de un modo diferente a su pequeño hijo varón que a la pequeña niña. Deseo aclarar en este punto, que debemos al psicoanalista norteamericano Otto Kernberg, una parte importante de las comprensiones que vienen a continuación. Cuando la madre es emocionalmente sana, durante la intensa intimidad corporal que implica el cuidado y la higiene del bebé, mitad en serio, mitad en broma, ella actúa seductoramente con su hijo varón, acariciándole juguetonamente la zona genital mientras le atiende. En oposición a lo anterior, la actitud de la madre emocionalmente sana con su bebé niña es de un sutil ignorar y dejar de lado lo más posible las caricias juguetonas (y por supuesto, mucho más las seductoras) sobre la zona genital de la nena. Esto en gran parte es facilitado en ambos casos porque el niño tiene su genital visible y hacia afuera mientras que la niña lo tiene oculto y hacia adentro. Cuando la actitud de la madre se modifica por distorsiones y deficiencias en su salud emocional, ella puede erotizar a la niña y/o rechazar al niño mientras les atiende; en ese caso estamos frente a uno de los orígenes de la homosexualidad. Pero cuando la madre tiene la actitud natural, de buena salud emocional, ello determina una profunda intensificación de la sexualidad en su relación con el bebé varón y posteriormente, no sólo frustración sino principalmente una honda herida en el ánimo del niño varón cuando éste intenta tomar la iniciativa de esos juegos sensuales y, la madre, por supuesto, lo frustra. De lo anterior concluimos que en el caso del niño varón, al lado del amor natural que siente por su madre, se desarrolla también un profundo odio hacia ella y un sentimiento muy hondo de que la madre es la reticente poseedora de todos los placeres, mientras él se siente abandonado, frustrado y herido en su amor propio. Esto se relaciona también con el hecho de que durante el amamantamiento la madre lo tenía todo (el seno o el tetero llenos de leche y la potestad de satisfacer o frustrar), mientras que él no tenía nada, sólo un estómago ferozmente vacío y un hambre voraz. La bebé mujer también se ve afectada por la situación descrita anteriormente, pero su odio y envidia se aplacan considerablemente cuando, a medida que pasa el tiempo, descubre que ella también es mujer y algún día será madre. La actitud de la madre de ignorar la sexualidad de la niña es uno de los motores más poderosos para que ésta se desprenda anímicamente de la madre y se "enamore" del padre con la esperanza de que él sí va a corresponder a sus necesidades de excitabilidad sexual, cosa que si el padre es psíquicamente sano, desde luego no ocurre: él, muy afectuoso y tierno, maneja dicha ternura desexualizándola, es decir colocando afectuosamente cierta distancia erótica sin perder la cercanía del afecto, la ternura y el contacto físico estrecho pero desexualizado.
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En el caso de la niña, tal "enamoramiento" ocurre con una sexualidad mucho más oculta y sutil por parte de ella hacia el padre, que la que se puede hallar del niño hacia la madre. De modo que la niña empieza su vida con una inhibición de la genitalidad ocasionada por la distancia erótica del padre, quien nunca mantendrá con ella la estrecha intimidad corporal desarrollada con la madre durante la necesaria atención. El niño en cambio no tiene que pasar por esta modificación de su orientación sexual, ni por este desprendimiento anímico que la niña debió tener hacia su madre. De modo que es más fácil para él aferrarse a la madre. Esto tendrá como consecuencia que en el futuro, inconscientemente, de adulto tratará a las mujeres como si fueran su madre: en el fondo, nunca dejará de ser un poco niño en su relación con la mujer. La niña en cambio, por la identificación con su madre y por el hecho de que ella misma se hará madre, tenderá hacia una actitud más adulta y maternal en su relación con el hombre. Todo lo anterior determina que el hombre comience su vida sexual con una "libertad genital", especialmente hacia las mujeres que no le recuerdan inconscientemente a su madre y con una inhibición en su capacidad de darle ternura a la mujer, especialmente a las que pudieran recordarle a su madre, por temor de que la ternura se sexualice y aparezcan los temores inconscientes al incesto. Esto determina la tendencia del varón a sexualizar muchos vínculos con mujeres a las que no considera valiosas, mientras que con la que sí considera valiosa se casa, pero tiende a desexualizar el vínculo. En oposición, la mujer comienza su vida sexual con una "inhibición genital", pero con una gran propensión a experimentar afecto y ternura hacia el padre que inicialmente está distante, con la esperanza de enamorarse a la vez tierna y sexualmente de él y que él le corresponda. Esto determina también en la mujer, temores y conflictos relacionados con el incesto, pero en ella, el temor al incesto es más leve que en el varón, porque de niña nunca tuvo con el padre la intimidad corporal que tuvo el niño con su madre. Es por esto que PARA EL HOMBRE, establecerse en una relación de pareja adulta es algo gradual, progresivo y a veces temible: con mucha frecuencia tendrá fantasías y aún iniciativas de escapar de tal relación para evitar los sentimientos incestuosos. Mientras tanto, PARA LA MUJER es todo lo contrario: anhela la relación de pareja y la estabilidad de la misma, porque satisface su necesidad de intimidad afectiva y sexual simultáneas, además de que el temor al incesto es de menor intensidad en ella. Como se ve, lo anterior explica parte de la división que suele ocurrir en los varones entre la ternura y la sexualidad: es un modo de intentar amar tiernamente y sin sexualidad a unas mujeres, A LAS QUE CONSIDERA VALIOSAS y CON LAS QUE SE CASA y amar sólo sexualmente y sin ternura a otras, A LAS QUE NO CONSIDERA VALIOSAS y A LAS QUE TIENDE A UTILIZAR COMO AMANTES.
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Ambos, hombre y mujer, disfrutan desde luego tanto de la ternura como de la sexualidad. Pero para muchas mujeres, ésta no es tan importante ni tan necesaria como la ternura, mientras que para muchos hombres la ternura es más bien secundaria (incluyendo las necesidades de ternura que la compañera pudiera tener), privilegiando en cambio la satisfacción de la sexualidad, abandonándose muchas veces al sueño, o marchándose después del acto sexual, mientras la mujer yace inquieta y frustrada porque, si bien recibió algo para ella muy importante, sexo, no recibió lo que le es indispensable: la ternura. Alguien sintetizó lo anterior en una comprensión un poco caricaturesca, pero que tiene mucho de cierto: "la mujer sostiene relaciones sexuales para obtener ternura, mientras que el hombre ofrece ternura para sostener relaciones sexuales". Obviamente es una exageración, pero algo hay de eso. En las últimas décadas, un sector de los varones ha conseguido tomar conciencia de las destructivas consecuencias del machismo y ha empezado a asumir una actitud que incluye el sentimiento de no superioridad (ni de inferioridad) acerca de la mujer, la comprensión y aceptación de las necesidades de ternura (tanto las propias como las de su compañera y sus hijos), una actitud de renuncia a la “pose” de, a veces violenta, a veces sutil autosuficiencia, superioridad y arrogancia del varón machista. Esta generación de varones, por cierto muy apreciada por las damas, se denomina “el varón tierno”. Es casi innecesario decir que ser tierno está muy lejos de implicar en el varón actitudes de debilidad, afeminamiento ni homosexualidad. Otra consecuencia de la división entre sexualidad y ternura en el hombre, es que muchos de ellos pueden sostener una relación sexual por muchos años sin que haya un mayor compromiso emocional, mientras que, para muchas mujeres, especialmente para las que poseen más salud emocional, es virtualmente imposible sostener una relación sexual placentera y permanente si no está tiernamente enamorada. Para las mujeres, esta condición del varón es un impresionante y misterioso jeroglífico. Suelen preguntarle al hombre infiel del que saben que todavía las ama profundamente: "¿cómo puedes ir a la cama con otra si realmente me quieres a mí?". Por otro lado, el varón ya adolescente y adulto, con base en la erotización temprana que experimentó con su madre, desarrolla unos potenciales de hipertrofia sexual que le colocan en la situación de "el deseador", mientras que la mujer, apoyada por la cultura y por su tendencia a necesitar las experiencias de amor, ternura y sexualidad simultáneamente, se transforma en "la deseada inalcanzable" a la que el hombre tiene que "conquistar" para obtener su satisfacción sexual, mientras que la mujer, generalmente, podría esperar a enamorarse para satisfacer esa necesidad. Lo anterior nos muestra la verdadera situación psicológica del hombre respecto a la mujer durante la "conquista", e incluso durante el noviazgo: él es el que tiene generalmente la necesidad y la mujer la que regula la satisfacción o no de esa necesidad.
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Por otro lado, es cierto que lo anterior se invierte cuando la pareja se ha establecido y ha pasado un tiempo: como la mujer obtuvo ya la satisfacción de su anhelo de intimidad sexual y afectiva simultáneas, muchas veces se vuelve "la deseadora", mientras que con frecuencia es ahora el hombre el que se hace de rogar, se vuelve esquivo y hasta rechaza la sexualidad con la esposa, buscándola por fuera de la relación. ¿Es esto una venganza inconsciente? ¿Es quizá el resultado de que ahora el varón se siente en intimidad con alguien que representa a la madre prohibida sexualmente? ¿Es el resultado final de la desvalorización del varón frente a la mujer? Son inquietudes que le dejo al lector. Es evidente que la cultura refuerza las actitudes y tendencias que hombres y mujeres traen desde la infancia: culturalmente se cercenan las actitudes emotivas y emocionales de los niños ("los niños no lloran") mientras que en las niñas tales actitudes son auspiciadas y elogiadas. Esto hace "duros" a los varones y "débiles" a las mujeres: difícil concebir algo más irracional. Mirando en conjunto todo lo anterior, podemos entender que ésto determine que los hombres se sientan, de un modo inconsciente, profundamente desvalorizados frente a la mujer: una profunda herida en el amor propio (herida narcisista) se desarrolla en el varón respecto a la mujer. Como vimos en al principio de este libro, todo lo herido, lo golpeado, se hincha. Esta hinchazón del ser interior del varón para intentar compensar su sentimiento de desvalorización frente a la mujer, se denomina machismo: una reacción narcisista en la cual el varón pierde de vista su sentimiento de imaginaria inferioridad y, para negarlo o compensarlo, desarrolla un cuadro narcisista en el que con toda convicción se siente enorme, grandioso y exhibicionistamente mayor, más fuerte, inteligente y valioso que la mujer. Esta es la típica actitud del hombre machista. Hay un factor más que afianza el machismo y es el que podríamos denominar "la sexualidad de burdel". Esta forma de sexualidad se refiere a que el varón, por lo descrito anteriormente, desarrolla necesidades sexuales prematuras y, a diferencia de ellas, puede separar sexualidad de ternura y amor; muchos varones inician su vida sexual y la mantienen así durante años, con mujeres para ellos desvalorizadas, como prostitutas y "mujeres de programa", que consienten tener relaciones sexuales sin que el hombre las ame ni se comprometa con ellas. Inconscientemente, el hombre desarrolla un odio y rechazo contra la que él percibe como la "mujer decente" que es la que se niega a complacerlo. Entonces busca satisfacer su necesidad narcisista manteniendo relaciones sexuales con varias y no siempre las mismas mujeres. Sin embargo, es común que será con aquella considerada "mujer decente" a la que inconscientemente odia, con la que más tarde podrá contraer matrimonio. Es cierto que ésto ha cambiado considerablemente en los últimos años. El papel del hombre y de la mujer frente a la conquista ha variado. Es así como en la actualidad es común ver que sean las mujeres, jóvenes y/o adultas, las que tomen la iniciativa frente al hombre. El papel activo en la "conquista" ya no es exclusivamente masculino y no está circunscrito a "cierta
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clase de mujeres", sino que forma parte de la evolución cultural en las relaciones interpersonales. Pero ante la decisión de formar una relación de pareja estable, las costumbres y la tradición determinan que sea el varón el que tome la iniciativa y haga la elección. ¿Qué sucede una vez que el hombre ha hecho tal elección? Es frecuente ver que la sexualidad matrimonial, al breve tiempo de vida en común, se vuelve rutinaria, despoetizada y desapasionada y el hombre se vuelca otra vez hacia "las mujeres de programa" en quienes deposita su deseo y su pasión. La esposa deja de ser amante y se va transformando paulatinamente en sólo la "madre de los hijos" y/o la "ama de casa". Muchas veces se observa que si la "ama de casa" toma la iniciativa sexual o le expresa una fantasía sexual al esposo, éste, mental o explícitamente puede descalificarla y considerarla como "puta": “¿¡A dooónde habrás aprendido eso... so tal por cual!?” Aquí tenemos ya al varón conviviendo con una "madre", a la que desvaloriza, desexualiza y desprecia sexualmente. Por otro lado, es a la que puede oprimir económicamente y hacia la que siente amplia superioridad por ser el "jefe de la familia", prejuicio poderosamente apoyado por la cultura y muchas veces por la misma mujer. Una variante de esto se produce cuando aparentemente, quien "lleva los pantalones" es la mujer. En este caso, el "macho" es ella y él, basándose en el mecanismo de falsedad descrito en la Primera Parte de este libro, desarrolla una doble actitud bien conocida: se vuelve sumiso con la esposa, pero en la calle se transforma en un promiscuo Don Juan, unas veces oculto y atemorizado, otras veces desafiante y exhibicionista. Otra situación que intensifica y agrava el machismo proviene de algo que experimenta el varón ya dentro de una situación de pareja estable. Veamos. Hemos comprendido que desde bebé, el varón experimenta una hipertrofia de su sexualidad al ser estimulado inadvertidamente por su madre, la cual después lo frustra; vimos también que luego en la adolescencia y al comienzo de la juventud, se produce una segunda frustración a la sexualidad del varón cuando es rechazado sexualmente por las mujeres "decentes" y "valiosas", lo que lo hace sentirse obligado a desarrollar una "sexualidad de burdel". Con estos dos elementos agazapados en su ser interior, el hombre llega a la situación de pareja estable en la cual, desde el comienzo, muchas veces intenta enseñarle a su mujer la forma en que aprendió a dar y recibir placer durante su soltería. A menos que exista en la mujer una profunda madurez afectiva y un intenso amor por el compañero, ella rechazará consciente o inconscientemente estas conductas tachándolas de "inmorales", y/o de "perversiones", con lo cual el varón ahonda su desvalorización, ahora agravada por la descalificación moral que sufre por parte de su compañera.
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Se agravan el odio, el rechazo, la envidia y la desvalorización (herida al amor propio): todo esto hace que la reacción grandiosa y exhibicionista de machismo se multiplique aún más. La mujer puede aceptar el estado de cosas descrito acá y hacerse cómplice de la situación aprovechándose de ella para sus propios fines. La mujer machista, reacciona a través de una doble y contradictoria actitud, por un lado cólera y rechazo inconscientes a la situación en que la coloca el varón y por otro lado, una externa y falsa sumisión ante dicha situación. En este punto, un breve comentario sobre el "feminismo". Esta posición de ciertas mujeres es muchas veces origen de organizaciones de protección a la mujer que, en una sociedad machista y de violencia intrafamiliar como ésta, son muchas veces indispensables. El problema es que las feministas no siempre se limitan a esta noble labor; en muchos casos, a diferencia de la mujer "machista" descrita, la "feminista" reacciona inadecuadamente a la "pose" de superioridad del varón desechándola y ridiculizándola, colocándose ella en la "pose" de superioridad. *** Pasaré ahora a señalar otros mitos a los que las diferencias entre hombres y mujeres han dado lugar. El primero de ellos se vincula al mito de la virginidad. Según este mito, la mujer que sostiene su primera relación con un determinado hombre debe estar "completa", (es decir, con el himen intacto), como una garantía para el temeroso inconsciente del varón, de que la referida mujer no es la madre. ¿Cómo? La madre debió perder su virginidad en el coito en el que lo procreó, y con mayor razón, en el parto del que nació. Si la mujer está "virgen", no es la madre. De este modo, la "virgen" está libre de la sospecha de haber sido penetrada por otro varón (que representa al padre). Contrario a lo anterior, la mujer no exige "virginidad" de su hombre, ya que ella, como se vio antes, tiende más bien a "realizarse" con una persona que le recuerde al padre. Otro motivo inconsciente que determina que el hombre machista prefiera a la mujer "virgen" se relaciona con una desvalorización inconsciente de la propia aptitud y potencia sexual: si la mujer es virgen no puede exigirle ningún desempeño sexual especial al varón, porque no puede comparar. De ese modo, queda “protegida” (por la desinformación de la mujer) la endeble autoestima del varón machista. De "dientes para fuera" esta situación ha cambiado culturalmente en los últimos años, pero en su fuero interno el temeroso varón machista continúa anhelando que “su pareja para toda la vida", llegue virgen a la primera relación con él. Lo anterior sería poco menos que gracioso, si no fuera trágico, ya que muchos machistas se ufanan de la cantidad de "vírgenes" que han "desflorado" y que según ellos quedan "quemadas" o "usadas", es decir descartadas para la posibilidad de hacer con ellas un "matrimonio decente".
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Lo más trágico de todo esto, es que no falta el machista que ante la novia que cede a sus intensas demandas sexuales, reacciona igualmente descartándola por "quemada", aunque la novia se haya entregado como consecuencia de una fervorosa propuesta de matrimonio. Y lo peor de todo es que, desprevenidas, las mujeres suelen "comerse el cuento" y entregarse. Veamos ahora otra diferencia entre varones y mujeres, que al igual que la anterior sería hilarante si no fuera desastrosa. Se trata de la diferencia según la cual el varón promedio de esta cultura es considerado "hombre macho" en la medida en que es violento e infiel, mientras que las mujeres cumplen con el rol asignado por la cultura, sólo si son las histéricas, infantiles y pasivas víctimas de sus hombres. Esta desastrosa situación proviene de una distorsionada lectura de la diferencia anatómica natural, real entre hombres y mujeres. Tal diferencia se relaciona con el hecho de que la actitud natural del hombre, correspondiente a la disposición anatómica de su genital hacia afuera, es una actitud de acometividad externa, una actitud de explícita penetratividad, mientras la actitud natural de la mujer, correspondiente a la disposición anatómica de su genital hacia dentro, es una actitud de recogimiento interior, una actitud de recóndita receptividad. Todo lo anterior nada tiene que ver con la iniciativa, la inteligencia, la creatividad, la capacidad para ganarse la vida y otras características humanas en las que hombres y mujeres son natural y realmente similares, incluyendo la pasividad que puede ser una característica tanto de ellos como de ellas. Pero la lectura distorsionada de la diferencia real y natural estudiada, hace que se confundan acometividad y penetratividad con violencia e infidelidad. De igual modo se confunden recogimiento interior y receptividad con histeria, infantilismo y actitud de víctima. Esto se grafica muy bien en el Capítulo XIII, referente a las "Perversiones Sexuales y Rasgos Caracterológicos Perversos", a propósito de los tres ejemplos que doy de dichos rasgos: la actitud perversa es "activa" por parte del varón y "pasiva" por parte de la mujer. Hay otra diferencia más a la que quisiera referirme y que es una más de las consecuencias del mito del machismo. Se trata del mito de la "performance", prejuicio ampliamente reforzado por la cultura. Veamos. Como resultado de los prejuicios culturales vigentes, pesa sobre el varón una exagerada expectativa, incluso de él mismo, acerca de su potencia sexual. Preocupado por tal expectativa, en muchos casos asiste como un "testigo" a su propia experiencia sexual, "vigilando" ansioso con cuánta potencia se desempeña, lo que frecuentemente desemboca en la impotencia ya que la erección sólo es posible en un estado de relajación mental, como se verá en el capítulo sobre las relaciones sexuales adultas sanas. Los prejuicios sociales que pesan sobre la mujer, son opuestos: para considerarla "decente", muchas veces el varón machista espera de ella que no tenga deseos, ni manifieste en lo posible su sexualidad, excepto bajo condiciones muy limitadas y controladas. De ese modo, se
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espera que la mujer se desempeñe más como una "colaboradora" en la obtención del placer del hombre, desdeñando y dejando de lado sus propios deseos y necesidades sexuales. Creo que después de todo lo anterior, es apenas obvio, que si el lector ha podido detectar en sí mismo alguno de los mitos o prejuicios descritos en este capítulo, hará bien en promover una situación de honda reflexión, intentando comprender el origen y las consecuencias de dichas actitudes. Si tal reflexión no fuera suficiente para enfrentar y desalojar el prejuicio, será conveniente la realización de una consulta con un especialista. Pasaré ahora a considerar las relaciones sexuales adultas, sanas y adecuadas. *** CAPITULO IX Cómo es una relación amorosa madura y armónica. (“¡Qué lindo es amarnos de verdad!” ) En una relación sexual adulta, ambos miembros de la pareja buscan la satisfacción del otro con un interés al menos equivalente a la búsqueda de la propia satisfacción. Es más, en una relación así, el placer del otro motiva y desencadena en el más alto grado el propio placer. Podría decirse que esta situación constituye una forma superior de "altruismo egoísta": "tu placer ES mi placer". Muchas parejas se quejan de monotonía, de rutina en sus relaciones sexuales y aún en otros aspectos de la relación, mientras que, por otro lado, cada uno se encuentra más o menos lleno de fantasías, de pensamientos y de imaginaciones acerca de lo que "le gustaría hacer" y lo que "le gustaría que le hicieran". Es claro que la mayor parte de las veces los miembros de la pareja callan todo esto. Voy a permitirme sugerir en este punto a los miembros de la pareja establecer poco a poco la más decidida confidencialidad, actitud psicológica de "tratar de decirlo todo... o casi todo". Esta actitud será analizada a lo largo de todo el libro. Hay que tener en cuenta que la confidencialidad funda todo el éxito que se logre en los intentos para aplicar los elementos que vamos a ver a continuación. Una RELACION SEXUAL ADULTA tiene las siguientes etapas: 1.2.3.4.5.6.7.-
Los preámbulos, asiento del deseo. Los juegos sexuales precoitales, asiento de la excitación. Conductas sexuales no convencionales El coito y los acercamientos al punto pre-orgasmo. El orgasmo La resolución postcoital En los varones, el período refractario hasta la posible nueva excitación.
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Veamos estas etapas una por una. *** 1.- Los Preámbulos son sentimientos, pensamientos, imágenes y conductas que empiezan a tener lugar en presencia del deseo sexual. Una persona con un adecuado desarrollo de su sexualidad experimentará el inicio de los preámbulos desde varias horas antes de la realización del acto sexual en sí, bajo dos clases de situaciones: a.- externas: la persona puede expresar su deseo en forma de actitudes delicadamente seductoras, iniciativas que se sabe propiciarán el romanticismo, una invitación, un pequeño obsequio, un detalle, adecuación del ambiente físico donde se realizará el acto sexual, adquisición de objetos que usarán ambos miembros de la pareja en la realización de los juegos precoitales o del coito en sí, palabras y caricias que en esta etapa no son aún abiertamente eróticas... y todo lo que la imaginación de cada uno sugiera. b.- internas: la persona encontrará una excelente manera de prepararse mental y físicamente para el acto sexual mediante la iniciativa, generalmente automática, de imaginar los detalles y circunstancias de cómo se llevará a cabo el encuentro erótico, incluyendo detalles acerca de todo lo que le agradaría hacer, sentir y hacer sentir durante el mismo. Algunas personas llaman a esta actividad erótica mental, "hacer cerebro" y “hacer huevito”. 2.- Los juegos sexuales precoitales son conductas que vienen a ser el asiento y también el punto de partida de la excitación sexual. Su origen, como se verá en el Capítulo XIII, son los "elementos sexuales infantiles del carácter", resultado de leves detenciones no perturbadas ni perturbadoras en el proceso de maduración psicosexual, detenciones que cuando son más graves dan lugar a severa psicopatología, como "rasgos caracterológicos perversos" y aún a "cuadros clínicos de perversión sexual". Los "elementos sexuales infantiles del carácter" son la base para el establecimiento de los juegos sexuales adultos, conductas que aderezan, realzan y dotan de variedad sólo limitada por la imaginación, a los goces sexuales. ¿Por qué es esto así? Porque esos juegos sexuales preliminares activan, actúan y realizan profundas fantasías sexuales primitivas con los padres; esas fantasías en el inconsciente, DAN a la experiencia sexual toda su intensidad y plenitud. Para que estos Juegos sean saludables, armónicos y creativos, deben cumplir con DOS REQUISITOS FUNDAMENTALES: 1.- que su realización sea algo admisible, aceptable y agradable para ambos miembros de la pareja, es decir, que su realización no sea algo impuesto al otro por uno de los dos, no sea algo desagradable ni antiestético para uno o para ambos, ni vaya contra las pautas éticas de uno de los dos o de ambos. Un análisis de dichas pautas éticas será hecho en la Quinta Parte de este libro.
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2.- que su realización sea opcional, es decir, no indispensable: si el juego sexual en cuestión se ha hecho indispensable, imprescindible o compulsivo para uno o para ambos y la excitación no puede ser provocada sin él, ya no se trata de un simple juego sexual, sino que pudiera ser compatible con una perversión sexual, situación que ya requeriría de ayuda profesional para su manejo. Si se cumplen estos dos requisitos, la variedad de los juegos sexuales precoitales es prácticamente infinita: para cada pareja, las únicas limitaciones serán las de su imaginación, su fantasía erótica y su ética. Pocas personas están conscientes del aporte que, para el desenvolvimiento y el futuro de la pareja, representa hacer confidencias sobre las fantasías sexuales y realizarlas en la medida de las posibilidades y de la ética personal de cada miembro de la pareja. Efectivamente, este logro determina en cada uno, un marcado incremento de la ternura y la gratitud, acompañado de una saludable preocupación y cuidado por el otro, ya que poco a poco, cada uno se va transformando para el otro en alguien único e imprescindible: para cada uno, el otro es prácticamente la única persona que existe, que se ha vuelto apta para compartir esas fantasías y conductas en una relación de pareja estable, enmarcada en el amor. El deseo sexual sin fantasías compartidas es apasionado al principio de casi toda relación, pero con un poco de tiempo que transcurra, en muchos casos se extingue. En cambio, compartir y realizar fantasías sexuales en pareja, asegura la pasión y la excitación del uno por el otro a largo plazo, lo cual a su vez garantiza la estabilidad y permanencia de la relación de pareja (y con ella, la estabilidad familiar), por DESEO DE CONTINUAR y no por OBLIGACION. Voy a mencionar ahora algunos ejemplos de juegos sexuales precoitales y su posible comprensión en relación con la sexualidad infantil. Prácticamente todas las conductas descritas a continuación representan formas en las que, dentro de una conducta sexual adulta, son saludablemente satisfechas ciertas fantasías y anhelos sexuales que cada persona tuvo en la infancia. Una parte de tales ejemplos podrían ser conocidos para los lectores, ya que son conductas corrientes y habituales. Otros juegos sexuales resultarán extraños, sorprendentes y aún chocantes: son una ilustración de hasta dónde puede llegar la fantasía erótica de algunas personas que he conocido a través de ya casi cuatro décadas de experiencia clínica como psicoterapeuta de parejas. Quiero enfatizar que no estoy recomendando la realización de las conductas que describo. Las planteo como un inventario más o menos amplio de fantasías y escenas sexuales utilizadas por diferentes parejas para excitarse, inventario en partes del cual el lector pudiera verse identificado. El objetivo principal de esta parte del capítulo es lograr que las parejas que hacen uso de fantasías y escenas eróticas como éstas o similares, puedan apaciguar sus
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sentimientos de culpa y preocupación por su salud emocional: si estas conductas llenan los dos requisitos postulados antes, se trata de conductas en todo caso peculiares, pero completamente dentro de los límites de lo normal. Para comenzar por lo más simple, muchas parejas hallan estimulante compartir actividades como bailar, hacer deporte juntos u otro tipo de distracciones en conjunto antes del momento sexual. Algunas parejas encuentran un puente muy grato entre el preámbulo y los juegos sexuales, compartiendo juntos algún filme erótico, caricias íntimas en el vehículo en el que se dirigen al lugar del encuentro, un sauna, un baño turco, un jacuzzi... "Travesuras" extremas con significado erótico como salir a cenar enfundados en sendos abrigos... completamente desnudos debajo de ellos, son más bien infrecuentes. Muy cerca del momento de la realización del acto sexual, muchas parejas hallan intensa satisfacción de incrementar el arreglo personal, mediante baños perfumados, peinados, maquillaje, alguna joya sencilla, alguna ropa especial... especialmente ropa íntima de incitante diseño erótico. Para otras parejas, tal ropa interior encuentra un especial atractivo en conjunción con elementos decorativos del ambiente, flores, iluminación especial, cortinas, cuadros, alfombras, sábanas, cojines, sedas, incienso, perfume ambiental de diversas clases, calefacción o chimenea en tierra fría, ventilador o acondicionador de aire en tierra caliente, etc. Algunas parejas encuentran grato compartir durante los juegos sexuales precoitales, música, un video o una lectura erótica, algo de licor, algo de tabaco, frutas, perfumes... insisto, con el sólo límite de la imaginación. La desnudez total o parcial, gratifica necesidades inconscientemente exhibicionistas y voyeristas características de la sexualidad infantil. Mientras se llega poco a poco al grado de desnudez deseado, es el momento para todas las caricias imaginables. El exhibicionismo y el voyerismo infantiles obtienen una encantadora satisfacción en el bañarse juntos, lo que satisface anhelos de tocarse íntimamente uno a otro y superar juguetonamente las inhibiciones que pudiesen existir. Satisfacciones en la misma línea que la anterior pueden obtenerse del masaje, realizado en todo el cuerpo o en determinadas zonas que resulten agradables y selectivas para cada pareja. En algunos casos, personas que disfrutaban especialmente de este recurso, recurrieron a obtener conocimientos especializados de masoterapia, para sí misma o para su pareja. Una satisfacción similar es posible con los juegos eróticos delante del espejo. A este fin, algunas parejas encontraron conveniente conseguir uno de cuerpo entero. Ciertas parejas hallan especial satisfacción en compartir, si disponen para ello de un pequeño patio privado, a cubierto de miradas indiscretas, de eróticos baños de sol desnudos. Y aún... de ¡baños de luna!
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Las caricias sexuales orales (“sexo oral”) al pene o a la vulva, a los senos o a las tetillas con la lengua, los labios y aún con los dientes, son practicadas por un elevado número de parejas y corresponden a deseos infantiles de succionar y/o comer partes del cuerpo de los padres. Otro tanto representan los besos, caricias y mordiscos corporales, acciones para las que cada miembro de la pareja localiza las zonas más sensibles de la piel y/o las masas musculares del otro miembro de la pareja. También pueden ser consideradas las caricias que un miembro de la pareja le hace al otro con determinadas partes de su cuerpo, como caricias con los senos o el pene en las regiones de la piel preferidas por cada uno. La masturbación recíproca o la de uno frente al otro satisface necesidades igualmente exhibicionistas y voyeristas infantiles, además de expectativas autoeróticas igualmente infantiles. Algunas parejas encuentran en ésta, una manera alternativa de llegar o de hacer llegar al orgasmo. No son pocas las parejas que disfrutan de hacer intervenir en sus juegos sexuales algún instrumento del tipo “ayuda sexual”, como un vibrador (llamados también consoladores, “juguetes eróticos” o “dildos”) de caucho, de plástico, de metal y... ¡hasta de vidrio muy resistente!. Es evidente en estos casos, la satisfacción, por cierto adecuada, de anhelos infantiles fetichistas. Algunas parejas encuentran satisfacción al sadismo infantil, mediante palmadas y golpes leves cuya intensidad esté regulada por cada pareja que los disfruta, con arreglo a los dos requisitos enumerados arriba, siempre y cuando no produzcan daños corporales. De entre estas parejas, algunas, no muchas, encontraron especial e intensa excitación usando prendas íntimas de cuero con taches de metal, acariciándose y jugando durante la excitación con diversos instrumentos, poniendo especial cuidado en no hacer ni hacerse daño. Algunas de estas parejas acudieron con agrado a amarrarse uno a otro. Este es un juego sexual que, al igual que los anteriores debe ser usado con sumo cuidado, ya que si el apasionamiento se desborda pudiera inflingirse un daño corporal. Según Otto Kernberg, la transformación en excitación sexual de cierto grado no intenso de dolor físico, así como la inmovilización y las arremetidas apasionadas, son LA FORMA adulta como la agresión puede ser neutralizada y descargada. Así, las relaciones sexuales se transforman en el escenario por excelencia donde la agresión se descarga en forma de un saludable y adulto sustento a la pasión. Esta descarga saludable de agresión a través de la pasión, por un lado promueve acciones levemente agresivas durante el acto sexual y por otro lado, promueve y educa a la pareja en el cuidado y la preocupación del uno por el otro, al hacerse necesario atenuar la agresión y ponerla al servicio del amor. El uso de esta forma de descarga atenuada y neutralizada de agresión, hace innecesaria la transformación de ésta en violencia. Para ciertas parejas, las caricias y estimulaciones anales son altamente excitantes y deseables. Si ambos miembros de la pareja acuerdan realizarlas, será conveniente que
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adopten las necesarias precauciones higiénicas, así como una actitud especialmente cuidadosa, para prevenir lesiones. Las precauciones higiénicas para el sexo anal son fundamentales. Es necesaria al menos una ablución o lavado, si no el baño de cuerpo completo, antes y después de esta forma de hacer el amor. También es necesario observar un orden en las caricias: el dedo, la boca o el juguete erótico que haya tomado contacto con el ano de ella o de él, NO DEBE tocar el genital femenino ni el meato urinario (punta del pene) del varón sin antes ser cuidadosamente lavado con jabón. Por ello, si la pareja desea algún tipo de amor anal, es preferible dedicarse al mismo como última actividad. Y después de ella... ¡al baño! Si la pareja desea la penetración vaginal como última actividad, la que lleva por fin al orgasmo, después de actividades anales... ¡hay que pasar por el baño! Fantasías anales y fetichistas pueden estar tras el juego sexual utilizado por algunas parejas, de untarse uno a otro, con las sustancias que la imaginación del uno conciba y la del otro acepte y goce: talco, perfumes, jabón, cremas, hielo, aceites, alcohol, mermelada, miel de abejas, mantequilla, licor... son algunas. Las partes del carácter que no han sido cobijadas por una adecuada identidad sexual y que presentan leves o moderados anhelos homosexuales inconscientes, en ciertas parejas resultaron gratificadas por juegos sexuales en los que ella hizo el papel de "él" y él de "ella", hasta donde resultaba aceptable y grato para ambos. 3.- Conductas sexuales no convencionales. Las situaciones sexuales en que participan más de dos personas se encuentran psicológicamente ubicadas más cerca de las perversiones que de los juegos sexuales adultos, sin llegar a poder calificarse de “perversiones”. (Para calificar de “perversión” una conducta sexual se requiere que dicha conducta incluya:
Que uno de los participantes o un tercero sean obligados contra su voluntad a llevar a cabo la conducta. Violencia física y/o moral de uno de los participantes contra el otro o contra un tercero. Ocasionar alguna clase de daño físico importante.)
Las conductas sexuales no convencionales gratifican profundas necesidades inconscientes, relacionadas a conflictos de la niñez con los padres, especialmente los deseos sexuales infantiles por el padre del sexo opuesto y la rivalidad sexual con el padre del propio sexo. En las situaciones de tres, cada miembro de la pareja "pone" en el tercer participante, su propia parte infantil que se sintió excluida de las apasionantes actividades nocturnas de los padres, actividades que los niños sienten como misteriosas y fascinantes; aunque no sepan exactamente en qué consisten, suplen esta falta de información con grandes dosis de imaginación, albergando un intenso aunque siempre frustrado anhelo de ser incluido(a) en ellas. Obviamente, en las situaciones de tres es donde los dos requisitos planteados anteriormente, (que su realización sea algo admisible, aceptable, agradable y con el consenso de ambos miembros de la pareja y que su realización sea opcional, es decir, no indispensable) necesitan cumplirse con el mayor cuidado.
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Si ambos partícipes las aceptan, las desean y las disfrutan, serán “conductas sexuales no convencionales”. Para muchas personas “convencionales” esta situación resulta inaceptable. Las parejas “no convencionales” que llevan a cabo consensualmente prácticas como las descritas, obtienen de ellas intensa gratificación, y por ello no tienen porqué dudar de su cordura ni sentirse culpables. Es cierto que las descalificaciones de los “convencionales” menudearán... pero eso es inevitable. Cuando uno de los dos miembros de una pareja desea la realización de ciertas conductas como las descritas en este capítulo, y el otro no, resulta conveniente establecer un diálogo en el que, con toda la paciencia del caso, el miembro deseoso de la pareja explore cuáles son las razones y motivos que el otro tiene para el rechazo, con un cuidadoso respeto por la ética y la estética del renuente. Será conveniente que en caso de que el sentimiento de rechazo persista, ambos hagan un esfuerzo por ceder y traten de ubicarse en un punto más o menos intermedio entre los deseos del uno y las reticencias del otro. Es necesario tener presente que ha de evitarse en estas (como en todas las situaciones de pareja) la realización de actividades como resultado del dominio del uno y la sumisión del otro. Sólo la COORDINACIÓN puede dar frutos de disfrute real y armonía para ambos En caso que el diálogo y los intentos de coordinar no sean suficientes para resolver la situación, especialmente si el miembro renuente considera que la aspiración sexual del deseoso es anormal, será conveniente que la pareja consulte un terapeuta sexual y en algunos casos de mayor dificultad, un psicoterapeuta. Ocasiones habrá en que el drama tenga su desenlace en una separación o divorcio. En estos casos, la intervención del psicoterapeuta y aún del psiquiatra es absolutamente indispensable. *** 4.- El Coito. Para muchos, todo el acto sexual se circunscribe a el coito. Lo más importante de esta fase será, según lo que hemos visto anteriormente, llegar a ella con la máxima excitación que provean los preámbulos y los juegos sexuales, de modo que si para Usted las cosas “empiezan y terminan” en esta fase... es poco lo que se puede hacer para mejorar su vida sexual. Creo que es necesaria en este punto una breve mención al asunto de las "posiciones": siguiendo la misma línea que para los preámbulos y los juegos sexuales, en cuanto a "posiciones sexuales" es admisible todo lo que sea grato a ambos y no cause daño. Para un inventario descriptivo de las "posiciones sexuales", me permito remitir al lector a textos como "El Kamasutra" y "El Anangarranga", textos sagrados de tradición oriental que al lado de textos de tradición occidental al estilo de "El Goce del Amor" ("The Joy of Sex") escrito por el norteamericano Alex Comfort, , proporcionarán la orientación necesaria, si hiciere falta. Obviamente, no es necesario recurrir a todas las posiciones, especialmente porque algunas requieren habilidades de gimnasta, contorsionista y aún de equilibrista. No. Cada pareja elegirá las que les resulten más gratas: serán las más frecuentes.
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Un factor muy importante para la obtención de un acto sexual pleno y gozoso se relaciona con la rapidez, intensidad y duración con que los miembros de la pareja alcancen respectivamente la erección y la lubricación. Los estímulos eróticos provocados por los preámbulos, los juegos sexuales, la fantasía compartida, los sentimientos de apasionamiento, todo amalgamado por los sentimientos de ternura y gratitud recíprocos, suelen provocar como reacción la erección masculina y la lubricación femenina acompañadas de una agradable sensación de creciente excitación. Para mucha gente no resulta evidente que la reacción que estoy describiendo es una reacción completamente automática, una reacción que no se puede "ordenar a voluntad" sin pagar el precio del fracaso. La corteza cerebral, el intelecto, la razón y la voluntad no tienen nada que hacer en la provocación de la excitación sexual, aunque sí pueden interferir con ella y mucho: el temor a "quedar mal" y a las críticas del otro miembro de la pareja, la tensión, el sentimiento de necesidad urgente y ansiosa de experimentar la excitación pueden dar al traste con ella. En este punto es importante destacar que no sólo la razón y el intelecto pueden interferir provocando tensión en lugar de permitir la relajación necesaria: en muchas circunstancias, por problemas neuróticos o caracterológicos, la excitación sexual está interferida por pensamientos y creencias inconscientes de que representan algo prohibido o "malo", que la transforman en "peligrosa". Tales pensamientos y creencias inconscientes se relacionan con uno o varios de los factores estudiados en el Capítulo VII. Para lograr la excitación y sus manifestaciones físicas, erección y lubricación, es necesario que cada persona se entregue relajadamente a la actividad de imaginar, dar y recibir estímulos: la mejor sugerencia que se le puede dar a alguien para el logro de la plena satisfacción sexual es "dejarse llevar". Sin embargo, creo conveniente anotar que la erección y la lubricación no siempre se presentan y eso es natural. Lo que sí resulta perturbador y amerita intervención profesional es que nunca se presenten o lo hagan muy de vez en cuando. En este punto es conveniente señalar que si la pareja está agobiada por las preocupaciones, angustias y prevenciones características del "enamoramiento transferencial" y del "divorcio sin divorcio", la necesaria relajación y entrega a la excitación estarán interferidas. La situación puede llegar al extremo de que uno de los miembros de la pareja o aún ambos, asistan a su relación sexual casi como "testigos" o "espectadores" de la misma, asediados por suspicacias, temores y ansiosos apremios a sí mismos para mejorar la "performance", lo que debido a los mitos sociales machistas del "culto a la potencia", afectará obviamente más a los varones que a las mujeres. Es claro que a partir de lo anterior pueden entenderse muchos cuadros de frigidez e impotencia, situaciones que se analizarán en el Capítulo XII. Ahora quiero referirme a la marcha del proceso a la vez mental y fisiológico del acto sexual.
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Luego de la erección y la lubricación, la penetración reiterada en forma de introducciones y arremetidas cada vez más apasionadas, intensas y veloces, provoca una creciente reacción emocional, instintiva y corporal que aproxima progresivamente y de modo creciente a cada miembro de la pareja a su orgasmo. Estudios sexológicos de sólida base científica ubican en los varones, una secuencia en la intensidad de la excitación que permite deducir que se producen una serie de momentos durante el coito en los que se encuentra al borde del orgasmo, cerca del así llamado “punto de no retorno”. En estos momentos, el varón puede "dejarse ir" y alcanzar el orgasmo. O puede, haciendo uso de su “darse cuenta” y su voluntad, atenuar el ritmo de las arremetidas y penetraciones, haciéndolas más lentas, apaciguar las fantasías excitantes, y recurrir a técnicas respiratorias (respiración de relajación) descritas en los libros de Tantra Yoga como “La Senda del Éxtasis” de Margó Anand. Usando estos recursos, el varón puede disminuir un poco la intensidad de la experiencia y alargarla en el tiempo, sin perder la excitación. El uso del “darse cuenta” y la voluntad en este punto del acto sexual no contradice sino que complementa la descrita actitud de "dejarse llevar" para alcanzar una saludable excitación sexual: se trata de una situación en la que confluyen la pasión, la relajada calma que favorece la excitación y el amoroso “darse cuenta” que sostiene el interés por el goce de la pareja. Como puede verse, este “darse cuenta” se diferencia del ansioso "alerta" de la persona que asiste a su propia relación sexual como un temeroso y desesperado "testigo"; igualmente se diferencia del exagerado "dejarse llevar" de quien, "elevado" y casi en estado de sopor o indiferencia, sostiene una intrascendente y egoísta relación sexual. Volviendo a los momentos del coito en que el varón se halla al borde de alcanzar su orgasmo y a la posibilidad de postergar éste por unos instantes, tal conocimiento permite diseñar una estrategia para prolongar la excitación y la duración del acto sexual y adecuar así dicha duración a las necesidades que la mujer tiene de suficiente tiempo y estimulación vaginal para llegar, al menos, a un orgasmo. Y es que la mayoría de las mujeres, lo sepan o no, son multiorgásmicas. Mucho de la posibilidad de llevar a cabo y actualizar dicha (dichosa) potencialidad, depende de la coordinación y comunicación que los miembros de la pareja lleven a cabo, lo que permitiría que el varón utilice las sugerencias mencionadas arriba para postergar el momento de su orgasmo y eyaculación, mientras la mujer continúa su camino de excitación creciente alcanzando de ese modo, uno tras otro, los múltiples orgasmos que su naturaleza le posibilita. Es casi innecesario mencionar aquí que la profundidad e intensidad de la relación de amor entre los miembros de la pareja, así como la estabilidad de ésta, son factores decisivos para que sus miembros alcancen en conjunto estas cimas de placer físico, afecto, ternura, goce emocional, comunicación y acceso en pareja a experiencias más trascendentales como las relacionadas con la espiritualidad.
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La eyaculación pone irremediablemente fin a la erección masculina natural, la cual, como se verá más adelante, tarda en volverse posible otra vez. Esta condición impide que se actualice en el varón, una potencialidad de la que también dispone naturalmente, aunque suene un poco disparatado para muchos lectores: los orgasmos masculinos múltiples. Efectivamente, el varón, atraído y motivado por la búsqueda de postergar su propio orgasmo y eyaculación para brindarle a su compañera el goce y la plenitud de sus orgasmos múltiples, empezará a encontrar la posibilidad de obtener sus propios orgasmos múltiples sin eyacular, ya que su organismo encontrará el camino tanto psicológico como fisiológico, mejor con alguna orientación de alguien con conocimientos de las disciplinas tántricas, para separar estas dos funciones. La realidad es que son dos funciones que de hecho funcionan por separado pero a la inversa: la eyaculación sin orgasmo es, en muchos varones, una alteración clínica comúnmente ignorada, que con frecuencia pasa desapercibida por muchos miembros del sexo masculino que la padecen y que es más común de lo que se piensa. En el Capítulo XII haré un análisis más detallado de esta condición clínica. *** Contrario a la creencia extendida, la "sexualidad de burdel" es un pésimo entrenamiento para la sexualidad del varón: en la situación de prostíbulo el cliente es, explícita o implícitamente, apremiado para que eyacule lo antes posible, perdiéndose así la hermosa posibilidad de aprender a retener el orgasmo hasta que la compañera tenga el (los) suyo (s). Volviendo a los estudios sexológicos mencionados antes, ya hemos empezado a ver cómo describen en muchas, tal vez la inmensa mayoría de las mujeres, una secuencia diferente y más afortunada que la del varón, secuencia en la cual la mujer, estimulada continuamente por el varón puede alcanzar en forma consecutiva varios orgasmos, en el mismo intervalo que el varón alcanza el único suyo. Una de las razones que explican la desdicha sexual y muchas veces el deterioro de una relación de pareja, es que inconscientemente, y llevado por sentimientos de hostilidad encubierta, el varón puede "apresurar" su excitación y su orgasmo con el simple recurso, repito, de ignorar inconscientemente en ese instante, la existencia de los momentos preorgásmicos (previos al “punto de no retorno”) descritos antes y caer en la eyaculación precoz. De modo parecido se explica la dolorosa situación en la que el varón, en pleno acto sexual, pierde la excitación y la erección, frustrando totalmente la experiencia y dando los primeros pasos hacia la impotencia. La mujer se halla complementariamente en una situación similar: llevada por la hostilidad inconsciente, puede sin proponérselo "desaparecer" su excitación y su orgasmo, frustrándose, frustrando al hombre y abriéndose camino a sí misma hacia la frigidez.
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En estas condiciones la mujer puede sentir pereza, rabia, una situación de acceder a disgusto, tensando la mandíbula, apretando los dientes y constriñendo la vulva con un sentimiento de motivada o inmotivada venganza, de necesidad de dañar, de "fregar al otro", y "tirarse la relación". *** Cuando las cosas marchan bien, en los momentos cercanos al orgasmo y cuando ambos partícipes se sienten listos para alcanzarlo, (ella el final de sus múltiples y él, el último de los suyos que incluye la eyaculación), es deseable para muchas parejas que los movimientos sexuales se intensifiquen considerablemente, así como su ritmo y velocidad, tomando las características de las jadeantes, sudorosas, reiteradas y gimientes arremetidas que preceden al orgasmo. La inversa de la respiración de relajación sugerida páginas atrás, es decir, un jadeo de ritmo rápido y creciente intensidad, ayuda mucho a este propósito. Muchas veces, las parejas encuentran un recurso que los acerca al clímax en el proferir gritos y aún palabras fuertes que en ocasiones distintas podrían constituir una ofensa. *** Otras razones que permiten comprender el infortunio sexual se relacionan con ciertos mitos que analizo a continuación. Por ejemplo, aquello del "orgasmo simultáneo" muchas veces viene a ser poco más que un mito: unas cuantas parejas pueden alcanzarlo eventualmente, pero para la mayoría de la gente en una situación de relación sexual adulta y saludable, basta con que AMBOS logren su(s) orgasmo(s), aunque esto ocurra en diferentes momentos del coito. Otro mito que hay que esclarecer y descartar es el de que el único orgasmo "normal", es el logrado por el contacto del pene con la vagina: en caso de que uno de los dos miembros de la pareja llegue al orgasmo antes que el otro y ya no pueda o no desee, por falta de erección o lubricación, continuar estimulando con su genital al que no ha llegado al orgasmo, es perfectamente natural, válido y saludable, completar la satisfacción de la pareja mediante estimulaciones manuales, digitales, orales, etc. Un mito más que es importante descartar es que "el único orgasmo adulto y saludable para la mujer es el orgasmo vaginal", que algunas de ellas alcanzan y otras no. Las que no lo alcanzan no tienen por qué considerarse extrañas ni inmaduras, ya que en todo caso su clítoris será un órgano que, adecuadamente estimulado por el compañero sexual, proporcionará un orgasmo pleno con todas las características y descargas placenteras del orgasmo vaginal. Con la adición de que muchas veces, el acceso libre y tranquilo de la mujer a su orgasmo clitorídeo, sin culpabilizaciones ni desvalorizaciones por parte del varón, abre las puertas al ulterior orgasmo vaginal. Como se ve, la dicha conyugal y la plenitud sexual dependen en gran medida del estado afectivo y anímico de los miembros de la pareja, el uno hacia el otro: un compañero sexual
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lleno de hostilidad, odio o rencor inconscientes se negará a colaborar con su pareja, llenándose de toda clase de pretextos conscientes e inconscientes para ello. Otras circunstancias que determinan el mismo efecto son la ignorancia y los prejuicios. Será pues necesario que el compañero sexual esté libre en lo posible de pensamientos y sentimientos negativos hacia la pareja y libre también de la ignorancia y los prejuicios, para estar interesado y disfrutar de las caricias con las cuales complementar y llevar a su feliz final el acto sexual del otro miembro de la pareja. Es corriente encontrarse con la opinión de que la insatisfacción sexual es CAUSA de desavenencias conyugales. No es así. O, en todo caso, no es absolutamente así. Como hemos podido ver en lo que va de este capítulo, la insatisfacción sexual es, o CONSECUENCIA de la desavenencia, llamada también "divorcio sin divorcio", o ambas condiciones coexisten con el desastre de la relación, y se retroalimentan destructivamente la una a la otra. *** 5.- El orgasmo es el punto culminante del acto sexual. Se dice del orgasmo que es el máximo placer posible para un ser humano. Y es así, pero no es sólo eso. Se trata no sólo de un placer intensísimo, sino de una EXPERIENCIA HUMANA UNICA, de características inéditas y de reverberaciones imposibles de obtener de ninguna otra experiencia. Efectivamente, en ninguna otra situación humana es posible realizar la experiencia de fusionarse, confundirse y perder los límites de forma placentera con otro ser humano; en ninguna otra experiencia humana le es dado a una persona trascender los límites de sí mismo para lograr la profunda compenetración mental y física que implica la mencionada fusión. Como se ve, al margen de la inmensa descarga de tensión psíquica y física, al margen del placer y más allá de éste, el orgasmo se ubica como la más enriquecedora y creativa experiencia concebible para un ser humano adulto. Algunos autores han intentado describir esta experiencia en palabras. Yo no me creo capaz de hacerlo y sólo diré que se trata de una experiencia absolutamente indescriptible, cuya comprensión es accesible sólo a quien la ha vivido, especialmente si ello ha ocurrido en el marco de una relación de amor. Estoy consciente de la cercanía y el parecido de la experiencia orgásmica con otras experiencias de inmenso regocijo y plenitud, cercanos a la beatitud, como las proporcionadas en ciertos casos por la oración y el éxtasis místico.
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También podemos mencionar aquí, como experiencias humanas similares al orgasmo, el éxtasis estético de la compenetración artística, el éxtasis correspondiente a logros creativos en los terrenos del conocimiento filosófico, la ciencia, la tecnología, la economía y el deporte. No dudo por un instante de las mencionadas cercanía y parecido, pero es mi posición que, para alcanzar estos éxtasis, no es necesario (como a veces se afirma) renunciar a la experiencia sexual y a la del orgasmo. *** La resolución postcoital es la situación que la pareja vive después de su orgasmo. Desde el punto de vista fisiológico, el orgasmo está constituido por una serie de contracciones musculares de gran intensidad, tanto en la pelvis como en la totalidad del cuerpo. Después del orgasmo se produce una intensa relajación de dichos músculos, acompañada de una dilatación de los vasos sanguíneos, que previamente se congestionaron de modo considerable durante el coito. Como consecuencia de lo anterior, la situación postcoital se caracteriza por una gran relajación emocional basada no sólo en la descarga instintiva y placentera sino también en la relajación muscular y vascular. Esta es la situación privilegiada para que la pareja intercambie toda clase de caricias y ternuras, declaraciones amorosas y comentarios, comprensiones y confidencias acerca de la relación, mientras van cayendo paulatinamente en el sueño o preparándose para otra actividad. Lo anterior es absolutamente indispensable para complementar un acto sexual sano y adulto: será un grave inconveniente que uno de los miembros de la pareja se duerma prematuramente, o se marche, mientras que el otro se queda aguardando ansiosa y frustradamente ser consentido y consentir. *** 7.- La fase refractaria es un período después de la eyaculación durante el cual al varón le resulta prácticamente imposible obtener una nueva excitación sexual. Esta fase puede durar desde unos pocos segundos en la adolescencia hasta varias horas y aún unos pocos días en la edad adulta y en la Tercera edad. En una gran cantidad de mujeres, psíquicamente sanas y adultas, el período refractario prácticamente no existe, lo que les permite el orgasmo múltiple que se describió antes. Creo que será útil aclarar que, a pesar de todo lo descrito, breves fases de apatía sexual son completamente normales; requerirán ayuda profesional sólo si se hacen demasiado largas y/o demasiado frecuentes. Para finalizar, intentaré deshacer un mito más: el mito del "desgaste".
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Contra lo que afirma mucha gente, aún algunos con "autoridad científica" y desde luego una serie de "escuelas filosóficas orientalistas", durante la relación sexual no hay nada que se gaste ni se pierda en el organismo. Un aforismo médico indica que "la función hace al órgano". Nada más cierto: la verdad es que cuanto más frecuente y más intensa sea la vida sexual, más aptitud, más energía y más deseos habrá. Es más, se hace necesario reconocer el "aura" de plenitud y regocijo de quienes hacen frecuente y placenteramente el amor y el notable afianzamiento de la masculinidad de él y de la feminidad de ella como consecuencia. Aquí habría que añadir un comentario sobre la fatiga que agobia a tantas personas: a menos que sea realmente extrema, es decir, que haya causado un lumbago o un caer dormido extenuado, la FATIGA NO ES MOTIVO PARA EVITAR LAS RELACIONES SEXUALES. Es más, afirmo que el mejor procedimiento para aliviar una fatiga normal son las relaciones sexuales, después de las cuales el descanso será mucho más reparador que sin ellas. Lejos de ser un factor de desgaste de energías, la sexualidad es más bien una especie de acumulador de energía positiva, saludable. La verdad es que lo único que se desgasta y se descarga física y psíquicamente haciendo el amor, son las tensiones indeseables y las energías negativas como las correspondientes a la pesadumbre, el aburrimiento y el rencor. La verdad es también que, como ya dije anteriormente, las relaciones sexuales enriquecen, poetizan y sazonan la vida de los seres humanos, estimulando y desarrollando la creatividad y el amor, y abriéndoles camino a experiencias y posibilidades que trascienden lo humano cotidiano y proyectan la existencia más allá de los límites de lo imanente, es decir, a la espiritualidad. *** CAPITULO X Embarazos no deseados. Anticonceptivos. Aborto. (“¡Gulp! ¡Estoy embarazada! ¡Y yo no quiero! Es que es de Lucas, mi tinieblo...”) En mi opinión, producido el embarazo, es el cuerpo de la mujer quien lo alberga físicamente, pero el fenómeno psicológico del embarazo incluye al varón, tanto si es miembro de una pareja estable, como si es sólo el atribulado o indiferente padre de una criatura que procreó en el marco de una relación eventual. Para prevenir tal situación no basta con recomendar el uso de los medios anticonceptivos éticos, conocidos por los médicos y por el público en general. Tampoco basta con pronunciarse sobre la inaceptabilidad ética del aborto. No.
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Se hace necesario ante todo que la persona que aún no hace parte de una pareja estable y que va a llegar a una relación sexual, se cuestione sobre el significado de la misma: ¿Es esta relación algo que realmente deseo? ¿Tiene que ver esta relación con el amor? ¿Pienso acceder con esta persona a una relación de pareja estable o es sólo una "aventura" intrascendente? Estos cuestionamientos pudieran servirle a mucha gente responsable como un punto de partida para lograr que la relación sexual que desean tener, disponga de una base más sólida que el simple deseo sexual, el capricho, el afán de experiencias que "rellenen" un vacío, la venganza o la presión contra unos padres o un cónyuge sentidos como incomprensivos... en fin, caben aquí innumerables motivaciones inauténticas que pueden sustentar una relación sexual fuera de la situación de pareja estable. Una de las interferencias más serias que una persona puede tener en su vida, es la de llegar a la situación de un embarazo no deseado, especialmente si aún no hace parte de una pareja estable. Del mismo modo, opino que una pareja está en todo su derecho de planificar el tamaño de su familia, usando para ello los medios éticos de los que se dispone: un embarazo no deseado es tan perturbador para la pareja que lo vive, como para la persona que, sin pareja estable, llega a una situación de embarazo. La presencia de un embarazo no deseado es desde luego mucho más problemática si tiene lugar en una situación en la que aún no hay pareja o se realiza por fuera de la pareja. Para la pareja estable que no desea por el momento procrear, obviamente que el embarazo debe ser evitado, no sólo porque resulta una interferencia dañina en la vida de los padres, sino porque -y esto es lo principal-, la criatura que nazca de un embarazo no deseado tendrá, por los motivos expuestos al comienzo de este libro, serias dificultades caracterológicas ya que difícilmente podrá contar con el afecto espontáneo de los padres. Por ello, será necesario que tanto las parejas eventuales, como las estables, realicen una cuidadosa planificación mediante procedimientos anticonceptivos éticos cuando no estén dispuestas a concebir. Aquí comento que, cuando menciono “anticonceptivos éticos”, me refiero a la “ética médica” e incluso a la “ética humanista” (ver la Parte Quinta de este libro), y no a la “moral católica” para la cual todo medio anticonceptivo (excepto el ineficiente método del ritmo) es inmoral, posición fundamentalista que, desde luego, no comparto. Hagamos entonces una breve revisión de estos procedimientos anticonceptivos éticos, un comentario sobre la efectividad de cada uno y sus efectos colaterales indeseables. El más conocido es el preservativo o condón, una especie de funda de caucho delgadísimo que se coloca en el pene e impide el paso del semen a la vagina. Este procedimiento ofrece además del efecto anticonceptivo, una muy deseable protección para las personas cuyas relaciones no son estables: evitan contagios venéreos, incluyendo el del SIDA.
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La principal dificultad física del condón, es que si se rompe, tanto su protección anticonceptiva como antiinfecciosa queda dañada. Presenta además una dificultad que, creo, tiene que ver más con el machismo y con las inhibiciones sexuales que con hechos físicos: muchos varones y aún ciertas mujeres, se quejan de que "disminuye la sensibilidad". Es posible que lo haga en el caso de personas que están "asistiendo" como "espectadores" o "testigos" a su propio acto sexual, interferidas en su normal excitación sexual (como vimos en el Capítulo IX) y para las que la mínima interferencia adicional, como el condón, sabotea definitivamente la excitación, pudiendo llegar a la impotencia y la frigidez. Pero si la persona está adecuadamente excitada y ha desarrollado de un modo creativo los preámbulos y los juegos sexuales precoitales adultos, el condón será una interferencia de importancia desdeñable, si se la compara con sus beneficios. Otro medio anticonceptivo que brinda muy buen margen de seguridad es el dispositivo intrauterino, pequeño artefacto de plástico o metal que, colocado por un ginecólogo hábil y competente, constituye un medio eficaz y que, en la mayoría de las mujeres no ocasiona demasiadas molestias: en algunas, puede determinar un aumento, a veces doloroso, del flujo menstrual. En cuanto a su colocación misma, la mayoría de las veces es algo molesta, pero poco dolorosa. Algunas mujeres simplemente no lo toleran: desarrollan un rechazo que puede ser psicológico, o físico, o peor, una combinación de ambos. El dispositivo no es para ellas y no vale la pena “tratar”. Un tercer método es el del ritmo; consiste en evitar las relaciones sexuales durante los días que anteceden y siguen a la ovulación, estando desde luego ausentes todos los demás métodos y medios anticonceptivos. ¿Cómo se determina la fecha de ovulación? Se requiere lápiz y papel. La mujer anota el día en que comienza un período menstrual y luego, aproximadamente un mes después anota el día en que comienza el siguiente período y así (si en el intervalo no ha quedado embarazada), a la vuelta de unos tres o cuatro períodos, ha determinado en promedio, cuánto dura su "ciclo menstrual": el día de ovulación, se calcula, está ubicado en la mitad. Es decir, si el "ciclo" dura unos 28 días, la ovulación es el día 14 del referido "ciclo" y habrá que evitar las relaciones sexuales desde unos, digamos, 5 días antes, hasta unos, digamos, 5 días después. Obviamente, es un método muy poco seguro. Se calcula que unas 30 mujeres de cada 100 que usan este medio, conciben. Es una buena idea, para evitar al máximo las probabilidades de un embarazo no deseado, que la pareja utilice una inteligente combinación de los tres medios descritos anteriormente: sin descartar el uso de lápiz y papel, con una cuidadosa vigilancia, la pareja determina cuáles son los días fértiles de la mujer que usa un dispositivo intrauterino y en los cinco días anteriores y los cinco siguientes a la fecha de ovulación, el varón usa adicionalmente el condón. Este procedimiento triple es altamente recomendable, por su muy elevado rango de seguridad.
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Otro medio anticonceptivo, son las "píldoras", recurso farmacológico que, administrado por un ginecólogo competente y con las modernas "microdosificaciones", puede ser útil. Sus dificultades son que puede producir, aunque no hay pruebas contundentes, determinadas afecciones a la salud física y mental de la mujer que usa este medio. Además, presenta un cierto margen de inseguridad. Y, como si fuera poco, la mera omisión de una sola toma, invalida el efecto anticonceptivo. Su funcionamiento se basa en la administración de ciertas hormonas que afectan el “ciclo menstrual” causando una inhibición bioquímica de la ovulación, la que al no producirse evita la posibilidad de embarazo. Una variante de la píldora son las mismas hormonas contenidas por éstas pero administradas a través de una inyección hipodérmica o un dispositivo implantado bajo la piel: su ventaja es que la mujer no corre el riesgo de omitir tomar su dosis diaria, ya que el efecto dura algunos meses o aún años. El ginecólogo que las aplica dirá cuántos. Está disponible, pero aún en estudio la "píldora para varones", que hipotéticamente inhibe la producción de espermatozoides. Habrá que esperar a que la investigación médica nos informe sobre sus alcances y limitaciones. Hablando de medios para ser usados por el varón, está la vasectomía, procedimiento que requiere una pequeña cirugía en la que se interrumpe el conducto que transporta los espermatozoides desde el testículo hasta la uretra. Es un medio totalmente inocuo desde el punto de vista físico. A menos que se practique una segunda intervención que deshaga la primera, es irreversible. El problema principal es que impone en la mente del varón una aterrorizadora sombra: la sombra del "corte", la temida "mutilación" que puede arruinarle la virilidad y la potencia sexual. Por sus desastrosas consecuencias psíquicas, sería aconsejable que quien desee someterse a esta operación, obtenga ayuda psicológica y/o psicoterapéutica para prevenir sus posibles consecuencias negativas. Tan inocuo como el medio anterior es la ligadura de trompas, intervención quirúrgica que interrumpe el paso del óvulo desde el ovario hacia el útero. Para la mujer, debido principalmente a su errónea educación en la sumisión, sólo excepcionalmente representa lo mismo que para el varón: la mujer no suele sentirla como una "mutilación" sexual, aunque sí pudiera ser sentida como una mutilación de la maternidad. Muchas mujeres pueden encontrar absolutamente inaceptable este procedimiento por una fantasía de quedar "vaciadas" e "inservibles". Por ello, sus consecuencias psicológicas pueden llegar a ser tan indeseables como en el caso de la vasectomía. El procedimiento tiene además el inconveniente de que requiere una intervención quirúrgica complicada e irreversible a menos que se practique una segunda y más arriesgada intervención para deshacer la previa. Un medio adicional, más simple, es el uso de "espermaticidas", sustancias que se introducen en la vagina en forma de una tableta o una crema aplicada con una cánula
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momentos antes de la relación, y que elimina los espermatozoides. Su eficacia no es del todo confiable. Con más valor histórico que práctico menciono el pesario o diafragma que las abuelas usaban, un artefacto de caucho que ubicaban en el fondo de la vagina, cubriendo el cuello del útero. También haré mención de las duchas vaginales con sustancias ligeramente ácidas usadas después del coito, y las esponjillas impregnadas también en sustancias ligeramente ácidas que las abuelas aplicaban al fondo de la vagina con la no siempre cumplida esperanza de destruir los espermatozoides llegados allí después de coito. Después de esta revisión, me referiré al Aborto. El Aborto NO es un medio anticonceptivo ético. Está indicado UNICAMENTE: cuando de él depende la vida de la madre, por comprobadas y graves malformaciones congénitas del feto o cuando el embarazo es el resultado de una violación. Fuera de estos excepcionales casos, es siempre contrario a la ética médica y a la ética a secas. Aparte de las inevitables consideraciones éticas, debo informar al lector que en ya casi cuatro décadas como psicoterapeuta de parejas, he tenido oportunidad de atender docenas y docenas de parejas que han recurrido a este medio para evitar un embarazo no deseado. Las consecuencias psicológicas del procedimiento son devastadoras. Efectivamente, he podido comprobar que los sentimientos de culpa inconscientes que aparecen como consecuencia de abortos no éticos, son gravísimos y sus efectos se extienden por años y décadas, en forma de esterilidad originada en la mente, abortos espontáneos de nuevos embarazos ahora sí deseados, sufrimientos neuróticos de diversa clase, cuadros de impotencia y frigidez, desavenencias y rupturas matrimoniales "inexplicables" y así sucesivamente; todas estas situaciones se entienden al análisis como un autocastigo que la pareja se aplica aún años después del aborto. Por ello, me permito desaconsejar enfáticamente el aborto interrumpir un embarazo no deseado.
provocado
para
¿Qué hacer entonces? En primer lugar, nuevamente propongo el diálogo entre los miembros de la pareja eventual en busca de una solución. Desde luego, el matrimonio no deseado por ambos miembros de la pareja está totalmente descartado, por sus desastrosas consecuencias psicológicas, no sólo para la pareja, sino para la criatura.
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Si el matrimonio no es posible, sugiero a la mujer embarazada que, sea cual sea su edad, asuma con valentía y entereza su estado y el hecho incontrovertible de que lo que alberga en su vientre es un ser humano y no un tumor extirpable. Una mujer sola, ojalá con la ayuda de su familia de origen, puede hacer frente a la maternidad y sus consecuencias: la principal de tales consecuencias será la preservación de una vida humana de valor absolutamente incalculable. En cuanto a la pareja establecida que concibe sin desearlo, con base en el mismo argumento expuesto, sugiero un cambio de planes de vida y la iniciativa de afrontar y continuar el embarazo con entereza y esperanza. Es posible que el nuevo bebé venga a complementar una unión que, hasta entonces, en muchos casos era más bien un vínculo egoísta que una auténtica relación de amor. Refiriéndome ahora a la pareja o a la madre solitaria que ya llegó al aborto, la primera e inmediata medida sería tomar las precauciones suficientes para evitar un nuevo embarazo no deseado. Tales precauciones, asumidas con seriedad y responsabilidad, desde ya proporcionarán a la pareja o a la persona solitaria, cierto sentimiento de estar reparando el aborto que tuvo: al menos no se repetirá. La lectura de esta sección puede ayudar a la pareja o a la persona que tuvo un aborto, a tomar conciencia de que, si su estructura psicológica es mas o menos armoniosa, seguramente va a sentirse agobiada por cierta cantidad de sentimientos de culpa inconscientes. El concepto de "sentimientos de culpa inconscientes" puede resultar vago o misterioso para mucha gente, y será ampliamente revisado en la Parte Quinta de este libro. Por el momento diré que se trata de cierta energía o fuerza mental destructiva que puede ser entendida en términos populares como una "energía negativa" que llena la mente sin que la pareja o la persona se dé cuenta. La pareja o la persona, consciente o inconscientemente "se siente mal" y "se siente mala". El "sentirse mal" es percibido por la pareja o la persona como un malestar, angustia o dolor psíquico inexplicable, que muchas veces la pareja o la persona ni siquiera relaciona con el aborto. El "sentirse mala" "empuja" inconscientemente a la pareja o a la persona, desde dentro de la mente, a buscar castigo: sólo el castigo alivia el dolor psíquico causado por los "sentimientos de culpa inconscientes". El mencionado castigo llega a ser obtenido, sin saber cómo ni cuándo, por los miembros de la pareja o por la persona que se siente inconscientemente culpable: sin darse cuenta, adoptan actitudes y hacen cosas que inadvertidamente pueden lesionar la relación, el organismo se encuentra de pronto asediado por una enfermedad psicosomática, la pareja se ve acosada inexplicablemente por la frigidez, la impotencia o la desavenencia, la pareja se separa también "inexplicablemente" o, pasado un tiempo del aborto, la pareja o la persona desea procrear y la iniciativa se ve interferida por una esterilidad causada por la mente. Los sentimientos de culpa inconscientes afectan más gravemente a la mujer que al hombre: éste se siente culpable de un daño hecho a otros, el bebé y la mujer. Ella se siente culpable, además del daño a otros, de un daño hecho a sí misma. Además, en el fondo y a la larga, ella llega a sentirse culpable por los dos: el varón tiende a negar sus sentimientos de culpa,
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transformándolos muchas veces en actitudes, no siempre auténticas, de "apoyo" a lo que la mujer "desee" hacer. ¿Cómo puede enfrentar esta situación una pareja o una persona que ya tuvieron un aborto? La toma de conciencia debe ser promovida contra viento y marea, y el primer paso ya se dio al efectuar la lectura cuidadosa, ojalá en pareja, de este texto. Luego, será necesario el diálogo, en el que se promueva la comprensión de que los sucesos infortunados que están presentándose, han sido ocasionados por una necesidad inconsciente de castigo que busca apaciguar los sentimientos de culpa. Tal comprensión puede contribuir a una disminución de la ansiedad. Si la toma de conciencia en el diálogo de la pareja no parece ser suficiente, será necesaria la realización de consultas profesionales especializadas, y en muchos casos será necesaria la psicoterapia. De hecho, creo que toda pareja y toda persona solitaria que haya tenido un aborto, debería tener acceso a esta clase de tratamiento. Además de ello, la pareja que se ve apremiada por la culpa, haría bien en desarrollar el afecto y el contacto, afectivo, físico y sexual, que permita a cada uno reparar en el otro miembro de la pareja los sufrimientos y las heridas psíquicas experimentadas. Si la culpa, el malestar o el "sentirse malos" obstruye el afecto y el contacto, la psicoterapia estará doblemente indicada. Quizá la reparación más efectiva será que la persona solitaria encuentre pareja estable, con la cual proporcionarse la oportunidad de un nuevo embarazo, ahora sí deseado. La misma sugerencia, el nuevo embarazo, cabe para la pareja que abortó. He usado varias veces el concepto "reparar" en esta y en otras secciones. Reparar significa hacer algo, a otro o a uno mismo, que permita algo así como la curación de una herida psíquica, (y el aborto ocasiona una muy grave herida psíquica) mediante actitudes que aportan a un proceso de recuperación y restauración de lo herido, especialmente de la autoestima y el autorrespeto perdidos. En otro lenguaje, mediante la renuncia a castigarse y a castigar, reparar es el primer paso para perdonarse y perdonar. En síntesis, creo que la mejor de todas las posibilidades para la persona o pareja que tuvo un aborto, es la de continuar la vida con altura y optimismo, comprendiendo su situación mediante la reflexión, el diálogo y la ayuda profesional, evitando flagelarse con sentimientos de culpa, buscando repararse y reparar por los sufrimientos causados y padecidos, permitiéndose así mirar al futuro con alegría y esperanza. Una última palabra, dedicada a las parejas o personas que, luego de leer esto, se dicen a sí mismas: "ahh... yo lo hice, y no me sentí mal, ni mala". Tal situación es posible, pero no indica salud emocional ni mucho menos, sino todo lo contrario. La persona o pareja que reacciona "fresca" ante su aborto, padece de alteraciones psicológicas serias, que ameritan atención profesional. ***
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CAPITULO XI Masturbación. (“A falta de pan... buenas son tortas”) Comencemos por diferenciar el concepto de masturbación del de autoerotismo. El autoerotismo, clásico concepto psicoanalítico, alude a la creativa repetición que el bebé y el niño hacen por sí mismos y en su propio cuerpo, de las caricias y atenciones de la madre, modificándolas y adaptándolas a las propias necesidades instintivas. Mucha gente está convencida que el autoerotismo debe desalentarse en el bebé y el niño. Nada más desacertado. Por el contrario, los infantes requieren de esta forma de autoestimulación para conseguir el máximo desarrollo de lo que en el futuro será la sensualidad, factor indispensable para la sexualidad adulta y para el desarrollo integral de la estructura del carácter en general. Sólo cuando el autoerotismo se hace compulsivo y constante, será necesaria la ayuda profesional. En ningún caso, será conveniente que la madre o el padre intenten manejar este problema por su cuenta mediante prohibiciones, regaños o castigos. Vayamos ahora sí a la masturbación. Desde un punto de vista científico, la masturbación es considerada perturbada y perturbadora en ciertos casos específicos. Veamos cuáles. En primer lugar se trata de masturbación perturbada y perturbadora cuando la persona, teniendo acceso a una relación normal, agradable y adulta, PREFIERE la masturbación. Del mismo modo se considera perturbada la masturbación cuando va acompañada de fantasías perversas o más grave aún, de actos sexualmente perversos como sadismo, masoquismo, fetichismo, etc. También se considera perturbada la masturbación cuando la exageración de la frecuencia la haga físicamente dañina por la fatiga y humanamente perturbadora porque se transforma en una actividad que no deja tiempo ni energía para nada más, como es el caso de la masturbación compulsiva con cinco, diez, quince o más actos masturbatorios por día. En todos estos casos, resulta inexcusable recurrir a la ayuda profesional psicológica, psicoterapéutica o psiquiátrica. ¿Cuándo la masturbación es saludable? La del adolescente debe ser mencionada primero. Es completamente normal y saludable, anímica y físicamente enriquecedora, ya que favorece en el adolescente y en el preadolescente el desarrollo del contacto personal consigo mismo, la capacidad de sentirse a sí mismo física y psíquicamente, al tiempo que facilita por otro lado el conocimiento del propio
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cuerpo, sus sensaciones, preferencias y posibilidades. Tal conocimiento es indispensable para aprender a alcanzar un orgasmo pleno en la futura relación amorosa adulta. La masturbación permite también la toma de conciencia y el desarrollo de las peculiares fantasías, pensamientos y deseos que caracterizan la sexualidad adulta de cada individuo en particular; todas éstas manifestaciones son normales, deseables y diferentes para cada ser humano. Para el adulto solitario (el que por las limitaciones de madurez y armonía de su mundo interior - o estructura del carácter - ), no es capaz de una relación sexual adulta sana o el que por separación, divorcio o viudez ha quedado temporalmente sin pareja), la masturbación es igualmente normal, saludable y enriquecedora. La descarga instintiva no es una "necesidad viciosa", sino la expresión de la improrrogable necesidad de mantener el equilibrio del organismo ú “homeostasis psicofisiológica”. La masturbación del adulto solitario permite esta descarga instintiva y el consiguiente equilibrio psicofisiológico y energético. De ningún modo es un “desperdicio” ni “desgaste” de energía. Demasiados adultos por ahora solitarios, vienen de lacerantes y destructivas experiencias conyugales ahora terminadas. En estos casos, la Psicoterapia, el Psicoanálisis y la Psiquiatría son formas de ayuda indispensables para recuperarse de la depresión y el dolor de la pérdida y así volver a encarar la vida con entereza y esperanza. En el caso de estos adultos solitarios en recuperación, la masturbación es también una forma válida de buscar y obtener una reparación autoerótica de las heridas psíquicas recibidas, y un posible modo de descubrir el erotismo, adquirir conocimiento del propio cuerpo y las de las emociones sexuales que quizá estuvieron ausentes en la fracasada experiencia de pareja. No es menos importante el hecho de que la persona solitaria que se masturba, se apoye en esta experiencia para mantener viva su sexualidad, su fantasía y su muy respetable esperanza de encontrar alguien más con quien rehacer su vida. Por último, la masturbación en pareja utilizada en los juegos sexuales adultos y para complementar el acto sexual ó el goce del miembro de la pareja que no alcanzó el orgasmo durante el coito, es una conducta perfectamente válida y creativa, que permite vehiculizar y satisfacer fantasías sexuales, dotando de equilibrio sexual a la pareja. Quisiera en este punto refutar una opinión lamentablemente muy común: el Psicoanálisis NO afirma de ningún modo que el ser humano pueda hacer con su cuerpo "lo que a él (ella) le dé la gana". El Psicoanálisis ayuda a desarrollar la conciencia de sí, la responsabilidad personal, la responsabilidad social y la capacidad de amar, pero también la de insertarse con criterio adulto en el mundo de los valores éticos. Estoy totalmente de acuerdo en que la experiencia más creativa y necesaria para que un ser humano despliegue y desarrolle sus capacidades de amar y gozar fecunda, sensata y
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felizmente, es la relación de pareja estable, basada tanto en la reflexión adulta como principalmente en el amor. Sin caer en absurdas permisividades, debemos crear conciencia que existen casos específicos en los que hacer precisiones científicas como las expresadas en este capítulo, contribuye a tranquilizar el ánimo y a aliviar de inútiles y dañinos sentimientos de culpa a las personas que hallándose en situaciones de preadolescencia, adolescencia y/o soledad, se masturban. Lo mismo hay que decir de las personas que recurren a esta opción para completar con plenitud y felicidad el orgasmo de la pareja que no llegó a tiempo. *** CAPITULO XII Impotencia. Frigidez. (“Ramón, hace tiempo que no se te para...”. “Y tú qué, si ya ni lubricas...”) Vimos en la Primera Parte, en el Capítulo V, lo que sucede con la pareja cuando después de un tiempo de relación bajo el influjo destructivo del "enamoramiento transferencial", llega a una etapa de enfriamiento afectivo y sexual. Los deseos sexuales empiezan a disminuir y las ocasiones eróticas a distanciarse porque están ausentes la ternura, la gratitud, la pasión y la fantasía compartida (factores analizados en los Capítulos VII y VIII). Hay presencia física, pero no presencia emocional ni erótica. En este punto, hacen su aparición los problemas específicos de la sexualidad: 1.2.3.4.-
La impotencia y la frigidez. Las perversiones sexuales. La infidelidad. La promiscuidad adictiva.
En este capítulo vamos a tratar de comprender la impotencia y la frigidez, analizándolas en relación a los 10 factores que determinan la madurez psicosexual (Capítulo VII); en el próximo capítulo, revisaremos lo pertinente a las perversiones sexuales, sus formas atenuadas y los juegos sexuales adultos, y en el Capítulo XIV veremos la infidelidad. La promiscuidad adictiva será estudiada como parte del Capítulo XVIII, referente a "Las adicciones sin droga". Revisemos pues, la impotencia y la frigidez. Ambos fenómenos pueden ser estudiados en conjunto, ya que, son la manifestación del mismo problema en el hombre y en la mujer respectivamente: una interferencia psicológica que desbarata la excitación sexual en diferentes etapas del proceso. Qué interferencia es ésta?
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Se trata de una fuerza que proviene del funcionamiento perturbado de uno o varios de los 10 factores mencionados en el Capítulo VII. Esta fuerza perturbadora reduce o imposibilita la erección masculina, retrasa, acelera o impide el orgasmo, bloquea la lubricación femenina, sabotea el estado de excitación y lo transforma en miedo o en indiferencia, produce recuerdos, pensamientos o fantasías inconvenientes en el momento en que la persona necesita más su relajada concentración... y así sucesivamente. Si revisamos la lista de los 10 factores mencionada, encontraremos que tanto la impotencia como la frigidez pueden tener su origen en dos etapas diferentes: a.- En la etapa del bebé tienen su punto de partida dificultades sexuales que obedecen a una incapacidad para alcanzar la excitación sexual por falta de desencadenamiento de ésta, especialmente por una falla en la relación primaria entre la madre y el bebé, el cual no aprende a gozar ni a excitarse con el contacto físico y afectivo, matriz de la sensualidad. Las dificultades mencionadas se originan también en un deficiente aprendizaje del bebé para controlar el temor a su propia agresividad. Esto determinará que el adulto se inhiba, es decir, desarrolle impotencia o frigidez, por temor a dañar a su pareja con su apasionada excitación. b.- En la etapa del niño, una ausente o insuficiente renuncia a los deseos sexuales infantiles por el padre del sexo opuesto, genera problemas de identidad sexual y, una distorsión en la adquisición de la "primacía genital", dificultad en centrar el placer en los genitales, por el temor a recibir un daño en los mismos: la pareja del adulto que de niño no hizo suficiente renuncia a su madre, representa a ésta y la impotencia significaría un horror inconsciente a relacionarse sexualmente con alguien que representa a la madre y un miedo inconsciente a que el padre celoso pueda dañarle el pene. El esposo de la mujer adulta que de niña igualmente no hizo suficiente renuncia a su padre, representa a éste. Y la frigidez significaría espanto inconsciente a relacionarse con alguien que representa al padre incestuoso, y un temor inconsciente a los celos vengativos de la madre, que en la fantasía de la niña puede atacarle sus genitales, si es que no los ha atacado ya. Tanto en el caso de la impotencia como en el de la frigidez, hay un factor adicional que debemos considerar, además de los 10 factores vistos en el Capítulo VII. Se trata del factor relacionado con la expectativa de la pareja durante el embarazo, de tener niño o niña. Así, si desean una niña y nace niño, la madre y el padre pudieran tratar al niño como niña; el bebé, a medida que crece, intentará complacer a sus padres, siendo "como una niña". Si esto no lo conduce a la homosexualidad, por lo menos lo conducirá a tratar de tener relaciones sexuales y orgasmo como una mujer, lo que es imposible pues se trata de un "deseo" de origen mental, mientras que la anatomía y fisiología responderán a tal "deseo" con un "no hay con qué". Y como no puede tratar de tener relaciones sexuales y orgasmo como hombre, porque frustraría a papá y a mamá en el inconsciente, lo resuelve anormalmente, NO TENIENDO ORGASMO (situación que revisaré más adelante) ó NO TENIENDO ERECCION: la IMPOTENCIA.
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Si los padres desean niño y nace niña, la tratarán como si fuera niño, instalándose a la inversa las situaciones que describí anteriormente para el niño: si no hay homosexualidad femenina, al menos se desarrollará la FRIGIDEZ. La mayor parte de las veces estos factores influyen de un modo inconsciente en el desenvolvimiento amoroso y sexual de las personas. Así, por ejemplo, hay personas que atribuyen a la casualidad o a la mala suerte el no haber hallado pareja estable, cuando en realidad lo que han venido haciendo inconscientemente es alejar o ignorar a las personas con las que podrían establecer dicha relación. Muchas de estas personas sólo se acercan y determinan a quienes podrían ocasionarle problemas y de hecho se los ocasionan. En síntesis, las inhibiciones y los temores adquiridos en la etapa del bebé y en la infancia, determinan la dicha o la desdicha de hombres y mujeres en sus relaciones de pareja. Es necesario aclarar que tanto la impotencia como la frigidez presentan diferentes grados en su manifestación, desde los más leves hasta los más graves. Así, el varón podrá estar afectado por una leve eyaculación precoz ó en el otro extremo, por una falta absoluta de erección en todas sus experiencias sexuales. En el caso de la mujer los grados oscilan desde una leve disminución del deseo sexual, hasta la indiferencia y aún, el rechazo y el repudio. A propósito de la diferencia en la manifestación de estas inhibiciones en hombres y mujeres, es necesario aclarar que en mi experiencia como psicoterapeuta de parejas he podido ubicar entre los varones un equivalente a la frigidez femenina: se trata de una atenuación y a veces ausencia de orgasmo. Como habitualmente el final de la relación coincide con una eyaculación, este fenómeno no es detectado sino con ayuda profesional. Los hombres que presentan esta forma de "frigidez masculina" rara vez están conscientes de lo que les ocurre. Como consecuencia de esta situación, tanto por la frustración como por los problemas de carácter implícitos, puede presentarse una exacerbación de impulsos y deseos hacia las perversiones, promiscuidad e infidelidad, problemas que se analizarán más adelante. Lo descrito hasta aquí viene a cuestionar la creencia universalmente extendida de que los problemas sexuales de los hombres se reducen a la falta de deseo, la eyaculación precoz y la falta de erección; mientras que en las mujeres se diferencia entre falta de deseo, falla en la excitación, falta de lubricación y falta de orgasmo. Pero como se ve, los hombres también pueden tener una inhibición específica del orgasmo. Qué puede hacer una persona que, como resultado de esta lectura, detecta en sí mismo alguna de las dificultades descritas? En primer lugar, debe asegurarse de leer cuidadosa, repetida y conjuntamente con su pareja los capítulos de este libro, para ubicar en él las comprensiones que pudieran ayudarle en su caso (especialmente los Capítulos VII y IX). Muchas veces, la implementación de la fantasía compartida (Capítulo IX) en diálogo entre los miembros de la pareja, haciendo uso cuidadoso de lo discutido sobre los juegos sexuales adultos, puede dar sorprendentes y gratos
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resultados, especialmente si se complementa la experiencia con la lectura en conjunto de la Quinta Parte del libro, referente a la ética de la relación de pareja. Si el esfuerzo anterior no da resultados satisfactorios, será necesaria la ayuda profesional. A este efecto, el lector y su pareja pueden disponer de la Terapia Sexual, indicada en los casos leves de impotencia y frigidez que no se basan en problemas de desarmonía interior (o perturbaciones en la estructura del carácter). Si esta Terapia no da resultado, o el lector estima que sí padece de problemas en la armonía interior (estructura de su carácter), es decir, problemas en su manera de ser, de reaccionar y de vivir, estará indicada una Psicoterapia Psicoanalítica, individual y/o de pareja, que garantice las suficientes modificaciones estructurales para permitir una maduración del carácter. Un comentario final sobre las modernas drogas que combaten las causas bioquímicas de la impotencia masculina. Me refiero a los medicamentos del tipo del Viagra, Eroxim Fast y Cialis. Su uso es completamente inocuo y habitualmente eficaz, siempre y cuando se sigan las indicaciones e instrucciones del médico, ya que cada medicamento tiene muy diferentes y peculiares maneras de ser eficaces. Aún los varones ya no jóvenes, que no padecen de una impotencia declarada, sino que rememoran con añoranza la fortaleza y la duración de las erecciones de la juventud, estos medicamentos resultan excelentes para reproducir con la mujer amada, aquella que desencadena excitación amorosa y sexual, las situaciones de vigorosa capacidad para complacerla, ya que como hemos revisado antes, la dama más o menos armoniosa interiormente, es casi siempre multiorgásmica. Si el varón es detallista y está anhelante de impulsar y consolidar su relación de pareja a través de una sexualidad renovada, hará bien en dejar de lado prejuicios machistas (“¡qué va... yo no necesito ayuda de nadie ni de nada!”) y acceder con humildad y valentía al empleo de éstos medicamentos para enriquecer su experiencia sexual y la de su pareja. *** CAPITULO XIII Juegos sexuales. Conductas sexuales no convencionales. Rasgos caracterológicos perversos. Perversiones. (“Ahora, aunque ella no quiera, le pongo unas esposas, le saco la ropa, y le doy rejo...”) En la Primera Parte del libro aclaré que la palabra “falsedad” es utilizada por las Ciencias Psicológicas no en el sentido de una descalificación ética, sino en el de una descripción de una manera de ser (o una manera de funcionar de la mente) de algunas personas. Ahora aclararé, iniciando este Capítulo, que la palabra “perversión” no es tampoco una alusión a “una exageración de la maldad” ni ninguna descalificación ética, del mismo modo que la palabra “perverso” no es un insulto, sino un Diagnóstico Clínico.
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La palabreja es fea, pero es conveniente respetar la tradición de las Ciencias Psicológicas a las que pertenece. ¿Cuál es EN REALIDAD el sentido de esta palabra? Alude a que la persona que padece esta condición, “desvía”, es decir “vierte” (per – vierte, vierte desviándolos) sus impulsos sexuales, en personas u objetos que no son los naturales. Tal situación clínica (como todas las demás) no ocurre por casualidad, y este Capítulo nos permitirá visualizar algunos de los motivos por los que estas personas llegan, en la edad adulta, a tan peculiares y dolorosas conductas. Podemos contar entre las perversiones, llamadas también desviaciones sexuales o "cuadros clínicos de perversión sexual", fenómenos como el sadismo, el masoquismo, el voyerismo, el exhibicionismo y el fetichismo. En estos cuadros clínicos, el comportamiento desviado se expresa mental y corporalmente, constituyendo el eje de una estructura del carácter – o manera de ser - definidamente patológica. Debemos diferenciar lo anterior, de los "rasgos caracterológicos perversos", para lo cual es conveniente discernir primero qué es un "rasgo caracterológico anormal". Una persona tiene rasgos caracterológicos anormales, o mas bien una anormalidad del carácter, cuando se pueden detectar alteraciones severas en su manera de ser, de reaccionar, de vivir, de tomar los eventos, que le perturban en su relación consigo mismo y en su relación con los demás. Los "rasgos caracterológicos perversos", pueden ser parte de cualquier tipo de carácter, incluso de caracteres con una desarmonía interior leve. Los "rasgos caracterológicos perversos" dan origen a claras conductas anormales en el marco de la Pareja, como por ejemplo el "sadismo emocional" en el que la agresión y el placer sádico no se da a nivel físico, corporal, sino a nivel de actitudes, por ejemplo la crueldad afectiva. El “sadismo emocional”, así como su complemento, el “masoquismo emocional” son las bases psicológicas del fenómeno psicosocial que, con los nombres de “lucha por el poder” y “dominación de la mujer”, se da en las parejas machistas. Esto se analizará en la Cuarta Parte de este libro. Hay que diferenciar también las dos entidades precedentes, los "cuadros clínicos de perversión sexual", y los "rasgos caracterológicos perversos", de una tercera entidad que se denomina "elementos sexuales infantiles del carácter", que no se manifiestan ni como perversiones ni como rasgos perversos, sino como la saludable base de los "juegos sexuales adultos" y de las “conductas sexuales no convencionales” (Capítulo IX), juegos y conductas que son la materia prima para el establecimiento de la pasión, de las fantasías compartidas y de la sexualidad adulta armónica y plena. Reúno las tres entidades aludidas en este Capítulo, para enfatizar el hecho de que las tres poseen un origen común: una DETENCION EN EL DESARROLLO PSICOSEXUAL: 1. Dicha detención en el caso de las perversiones es muy primitiva y grave, alterando la totalidad de la estructura del carácter.
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2. En el caso de los rasgos perversos se trata de una detención no tan primitiva y moderadamente grave, que principalmente produce alteraciones en la actitud de la persona. Tales alteraciones contribuyen a distorsionar los vínculos. 3. En el caso de los elementos sexuales infantiles, se trata de una detención muy leve, que no causa desarmonía interior, pero que es la base para "la sal y la pimienta" de la sexualidad adulta. Es necesario aclarar que esta leve detención del desarrollo psicosexual puede considerarse normal, ya que todos los seres humanos la tenemos inevitablemente y es la consecuencia evidente de que ni nuestra madre ni nuestro padre pudieron ejercer sus funciones de un modo "perfecto": las pequeñas fallas en la atención, en el afecto y en el contacto que pudieran haber existido, determinan esta leve detención, cuyas consecuencias son los muy favorables aderezos e incitaciones que deposita en la vida sexual adulta. Cuando los elementos sexuales infantiles no se actualizan en forma de juegos sexuales adultos, se "derraman" por decirlo así, en toda la sexualidad, transformándola en una sexualidad posesiva, exigente, frustrada, celosa, llena de rivalidades, celos e interferencias. En cambio, cuando dichos elementos sexuales infantiles encuentran su realización en los juegos sexuales adultos y en las conductas sexuales no convencionales, la sexualidad se hace armónica, ecuánime, apasionada, intensa, fluida, emocionante, dulce, suave, sin celos ni interferencias. Veamos ahora cómo se originan los "cuadros clínicos de perversión sexual". Mirando nuestra lista de 10 factores para el desarrollo psicológico y sexual del ser humano que determinan la normalidad o anormalidad de la vida amorosa y sexual, señalaré las siguientes situaciones que pueden originar perversiones. 1.- Las perversiones sexuales tienen su origen en dificultades y distorsiones en la relación madre-bebé, especialmente en la ausencia o debilidad del goce sensual de la relación, lo cual determina una severa y primitiva inhibición del desarrollo psicológico, sensual y sexual. 2.- Lo anterior se presenta conjuntamente con otro trastorno de dicha relación: por un exagerado predominio de la frustración en el bebé, futuro adulto perverso, se exacerban el odio, la envidia y la voracidad, todo lo cual hace que inconscientemente el bebé sienta un intenso temor a la propia agresión. 3.- Un tercer trastorno se une a los dos anteriores y consiste en una actitud de exagerada y distorsionada intimidad corporal, podría decirse hasta sexualmente seductora, de la madre y/o el padre hacia el pequeño bebé, niño o niña. Esta anormal situación suele presentarse en conjunto con la primera: coexisten la debilidad o ausencia de goce sensual sano (desexualizado) de la relación, con
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actitudes sexualmente seductoras: el padre y/o la madre se acercarían sólo para seducir, no para brindar caricias y contacto sanos, es decir, desexualizados. 4.- El cuarto factor estaría constituido por una actitud de rechazo explícita o inconsciente de los padres hacia el sexo y hacia los genitales del bebé, niño o niña. Las perversiones serían entonces una combinación de déficit en el aprendizaje del goce sensual con inhibición en el desarrollo psicosexual, intenso temor a la propia agresión y actitudes seductoras y/o de rechazo sexual por parte de los padres. Con esta carga de problemas en el carácter el bebé, futuro perverso (o bebé con futuros rasgos caracterológicos perversos), llega a la etapa de niño. 5.- En esta etapa, se le hace difícil y a veces imposible al infante, la renuncia a sus fines sexuales infantiles con el padre del sexo opuesto y también con el padre del propio sexo: se obstruyen la adquisición de "primacía genital" y la ternura desexualizada. Todo lo anterior, determina que la alborozada integración de "primacía genital" con sensualidad se desbarate: el adulto perverso (o con rasgos perversos), lejos de sentir que los genitales son hermosos y excitantes, experimenta un inconsciente horror hacia ellos. Bajo estas cinco condiciones, el goce sexual del perverso estará considerablemente obstruido, pero dicho goce sigue siendo imprescindible. Para lograr su goce sexual, el perverso desarrolla una "técnica" para esquivar sus inhibiciones, denominada "técnica de la intimidad" por Masud Khan, psicoanalista británico de origen paquistaní. Yo prefiero llamar "intimidad corporal distorsionada", a esta situación, totalmente opuesta a la saludable, adulta y excitante "intimidad natural". La "intimidad corporal distorsionada" es una actitud que permite al perverso aproximarse, mediante una exacerbación y deformación de la intimidad, a la anhelada y esquiva satisfacción sexual. El perverso se encuentra, por sus inhibiciones y distorsiones inconscientes, afectado por una imposibilidad casi total para aproximarse a la intimidad sexual armónica y adulta: el perverso, excitado, se encuentra ubicado a una considerable "distancia emocional" de la persona que lo atrae, viéndose a sí mismo casi como un "espectador", un "testigo" de su propia sexualidad y no como el "protagonista" de la misma. La "distancia emocional" que afecta al perverso es parecida, pero mucho mas grave que la que sufren el varón impotente y la mujer frígida. La perversión es un intento anormal de acortar la distancia, pero no mediante cuidadosos y amorosos "pasos" como en el caso del no perverso, sino mediante un descuidado y muchas veces agresivo "salto", que lleva al perverso mucho más allá de la intimidad natural. Veamos algunos ejemplos. Un hombre desarrolla una impotencia porque las mujeres representan para él una madre frustradora y agresiva a la que teme, rechaza, y distancia, pero a la cual desea llegar. Durante una embriaguez "descubre" que, causándole un daño físico a la mujer, recupera la erección y
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el goce. A partir de ese momento desarrolla el síntoma de golpear físicamente a las mujeres para conseguir su placer. No conseguía llegar a la intimidad natural, al ser interior afectivo de las mujeres, pero "descubre" que, infligiéndole una herida corporal llega, no al referido ser interior pero sí a algo que lo representa: él llega al sangrante y dañado "interior" corporal de la compañera sexual. Otro ejemplo. Consideremos una mujer con una severa frigidez en su relación con los hombres, originada en una pobre relación infantil con su madre y, en una actitud no de contacto, sino abiertamente seductora del padre hacia la niña en la infancia. Ya casada, "descubre" que si se relaciona homosexualmente con otra mujer, le es posible excitarse y alcanzar el orgasmo porque la relación homosexual viene a "rellenar" el vacío que le dejó la pobre relación temprana con su madre. Al mismo tiempo, la excitada y equívoca situación con la pareja homosexual le permite apasionarse y sentir que "ahora sí" puede enamorarse. Igualmente, al prescindir de los hombres, establece una venganza inconsciente contra el padre seductor. Esta comprensión se afianza cuando la mujer abandona a su esposo para vivir con su amante lesbiana. Un ejemplo más. Un adolescente desarrolla un cuadro de temeroso rechazo sexual hacia las mujeres y hacia los hombres: su drama es que no puede ser ni heterosexual ni homosexual. En una ocasión en un prostíbulo "descubre" que una prostituta desnuda pero con pantymedias puestas consigue excitarle. Desde ese momento desarrolla el fetiche de que si toca con sus manos la pantymedia colocada en el cuerpo de la mujer, puede tener una relación sexual: la prenda femenina viene a representar un elemento que cancela el temor y el rechazo que le ocasiona la mujer, representante de la madre. Al cancelar el temor, se vuelve capaz de sostener relaciones sexuales, pero se ha hecho dependiente de un fetiche, el cual por otro lado "aleja" a la mujer, cuya piel no toca directamente. Paradójicamente, "alejar" a la mujer, le permite "acercarse" perversamente a ella. Otro elemento perverso de este caso se muestra en el hecho de que el muchacho necesitaba recortar con una tijerita, la abertura de la pantymedia que le proporcionaba acceso a los genitales. Este acto simboliza la agresión sádica contra la mujer, desplazada a la pantymedia. A partir de estos ejemplos podemos entender algunas características psicopatológicas presentes en las perversiones. El perverso presenta una idealización del instinto y al mismo tiempo una relación muy tenue, psicológicamente "distanciada" con la persona con la que "escenifica" la situación sexual perversa. El perverso se niega a ver a su pareja como una persona; la manipula para hacerla objeto de una explotación y la induce u obliga a ser su cómplice. El "descubrimiento" de "en qué" o "para qué" necesita un cómplice, marca el inicio de la perversión y equivale al "salto" descrito antes.
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En estas personas hay una extremada incapacidad de amar, miedo ó pánico a la entrega emocional, que es reemplazada por una exagerada, distorsionada e idealizada intimidad corporal con la que el perverso obtiene su orgasmo. En el primer ejemplo vimos a un hombre con un cuadro de sadismo al que no le basta la intimidad del contacto piel con piel para lograr la excitación, sino que necesita forzar la intimidad corporal de su pareja, rompiéndole la piel para "llegar dentro" de ella: la relación es tenue pero deformada e idealizadamente apasionada, con brutal descarga de violencia. En el segundo ejemplo, la mujer incapaz de desear ni amar a su esposo, obtiene su "realización" sexual a través de una intimidad corporal desviada de lo que es natural, hacia una situación de lesbianismo. En el tercer ejemplo el adolescente no puede relacionarse con hombres ni mujeres sino con un objeto, la pantymedia, a través del cual "desaparece" a la persona que copula con él y la manipula explotadoramente obligándola a usar la prenda que le excita. Un goce desviado adicional es el disfrute que el muchacho obtiene observando los temores de la mujer, mientras ella soporta la proximidad de la tijera en sus genitales. En los tres casos la pareja sexual es utilizada como una cosa y negada como persona; el perverso no busca satisfacer las necesidades del otro sino que usa la relación sexual únicamente como un instrumento que le satisface a él mismo, mientras que en la relación sexual de una pareja adulta ambos buscan la satisfacción del otro, por lo menos con la misma intensidad que la propia. Después de este breve análisis de lo que sucede con las personas que padecen de un "cuadro clínico de perversión sexual", podemos mirar ahora la situación de las personas con "rasgos caracterológicos perversos". En estos casos la perversión no se hace manifiesta a través de la "intimidad corporal distorsionada" ó "técnica de la intimidad", sino a través de actitudes que, como se vio antes, contribuyen a perturbar y dañar vínculos interpersonales, especialmente el vínculo de pareja. Así, un problema inconsciente que en un perverso sexual voyerista se manifestaría como espiar el acto sexual o la desnudez de personas ajenas, en alguien con actitudes caracterológicas perversas se manifestaría como la compulsión a esculcar disimuladamente las pertenencias de su esposa. Esta, dándose cuenta del asunto, no hace nada para modificarlo. Podríamos entender esta reacción de no hacer nada, como la satisfacción de una necesidad no física sino actitudinalmente exhibicionista: a través de su no reacción, ella estaría mostrándole exhibicionistamente al esposo, sus intimidades representadas en sus pertenencias. En la misma dirección, una persona no perversa sino con rasgos caracterológicos perversos podría llegar muy tarde a su casa o no llegar, sin avisarle a su pareja, en un sádico y exitoso intento de producirle sufrimiento no físico en este caso, sino emocional. Su víctima, en este ejemplo la esposa, al no hacer nada para modificar esta situación podría estar, complementariamente al sadismo del esposo, disfrutando con su sufrimiento de un definido aunque no corporal masoquismo.
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Para poner un tercer ejemplo, un hombre podría satisfacer a la vez su fetichismo y su sadismo reteniendo y mezquinando el dinero para los gastos de la familia o dándolo en medio de regaños o hasta explosiones de ira. La esposa que tolera pasivamente esta situación podría estar satisfaciendo, al igual que en el caso anterior, su masoquismo caracterológico. Y así sucesivamente. Como puede verse en los ejemplos planteados, los rasgos caracterológicos perversos presentes en las personas que viven en pareja pueden ser complementarios, en una situación en la que cada uno satisface con el otro, y viceversa, sus necesidades caracterológicamente perversas. Los "cuadros clínicos de perversión sexual" requieren inexcusablemente de atención profesional, específicamente una Psicoterapia Psicoanalítica Individual. En cambio, precisamente por su complementariedad, los "rasgos caracterológicos perversos" diagnosticados en la pareja, pueden ser tratados en una Psicoterapia de pareja con orientación psicoanalítica. ***
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TERCERA PARTE TEMAS HABITUALES DE CONFLICTO EN LA PAREJA
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CAPITULO XIV Infidelidad. (“Mejor me consigo otra vieja, y ya”.) Desearía comenzar este capítulo proponiéndole al lector hacerse a sí mismo la siguiente pregunta:
¿Para qué existo?
Le ruego que antes de continuar la lectura, trate de responder para sí mismo esta pregunta... A continuación mi propia respuesta. Existo con el propósito de desarrollarme emocional y espiritualmente. Esto, en lo emocional, representa abandonar progresivamente posiciones y actitudes infantiles y asumiendo poco a poco, cada vez más, la adultez afectiva responsable, que en palabras de Heinz Kohut, psicoanalista norteamericano, proporciona significado, júbilo y plenitud. La única forma en que este desarrollo puede alcanzarse es mediante el conocimiento de uno mismo, que se obtiene a través de mirarse uno a sí mismo interiormente. La mirada interior es algo que puede alcanzarse de dos maneras: 1. La que puedo darme a mí mismo. 2. La que alguien cercano, si yo se lo permito y facilito, puede darme. El paradigma de la segunda manera es la relación psicoterapéutica, en la que un profesional debidamente entrenado y calificado, mira dentro de su paciente y luego le ofrece una imagen y comprensiones de lo que ve. La segunda clase de mirada interior es más eficaz que la primera, porque uno suele ser no tan buen juez de sí mismo. Ahora voy a proponer al lector que se haga a sí mismo una segunda pregunta: ¿Para
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Después de rogarle nuevamente al lector detenerse y responder para sí mismo la pregunta, ofreceré mi respuesta. Vivimos en pareja porque, además de obvias implicaciones amorosas, sexuales y familiares, ésta es la forma en que podemos compartir la vida con alguien confiable con quien practicar la mirada interior en forma RECIPROCA, y de ese modo ser ayudado (y ayudar) a crecer interiormente, conforme a la respuesta a la primera pregunta. Cuando un miembro de la pareja consigue mostrarse de modo que el otro pueda ver su ser interior y éste consigue mostrarse igualmente al primero, tenemos una función psicológica que denomino CONFIDENCIALIDAD de la pareja, y que trataré en el Capítulo XXVII, Quinta Parte del libro: cada uno llega a ser el mejor confidente que el otro tiene. Como sabemos, éste es un logro poco frecuente entre las parejas. Cuando la satisfacción de las necesidades afectivas y sexuales coexiste con la práctica de la mirada interior recíproca y la confidencialidad, la situación puede recibir el nombre de amor. La consecuencia natural del amor es fundar una familia (aunque lamentablemente muchas familias se fundan sin él), dando y obteniendo de ella la compañía significativa que permita alcanzar la madurez, sumado el conocimiento de sí mismo y el propio desarrollo interior, el del otro miembro de la pareja y el de los hijos. Ahora plantearé al lector mi tercera pregunta:
¿Por qué la pareja ha de ser monogámica? Nuevamente he de solicitar al lector que se responda a sí mismo antes de continuar. He aquí mi respuesta. La elección de una pareja monogámica es, antes que nada, la expresión de lo que en Psicoanálisis se denomina "constancia objetal", producto de una integración emocional y una madurez emocional e instintiva personal. Podría decirse que la "constancia objetal" es el máximo logro que puede alcanzar un ser humano en el cual se desarrollaron óptimamente los 10 factores que determinan la maduración psicosexual, estudiados en el Capítulo VII. La "constancia objetal" proporciona al individuo: 1. la capacidad de entrega erótica y amorosa a una sola persona, con la cual desarrollar al máximo y recíprocamente, toda la propia y personal capacidad de responsabilizarse, preocuparse y ocuparse cada uno por el crecimiento emocional y espiritual del otro y, 2. el logro del más alto desempeño posible para el ser humano, de la capacidad de goce sentimental, sensual y sexual, pleno y adulto, de ambos miembros de la pareja.
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Cuando una pareja es monogámica por estas razones, su funcionamiento es dichoso, pleno y verdadero. Y como se ve, cuanto más duradero sea, más eficientemente cumplirá con los objetivos señalados. Pero lo anterior no es posible para mucha gente que no ha alcanzado un suficiente desarrollo emocional: son personas cuyo crecimiento psicosexual ha quedado detenido en una etapa bastante temprana, no tanto como para llegar a la perversión sexual, pero sí sin la suficiente evolución como para alcanzar la sexualidad adulta. Esas personas sienten a su pareja como alguien vedado, alguien con quien los placeres están inconscientemente prohibidos (prohibición que conscientemente las personas sienten sólo como “falta de deseo”, “falta de aprecio” por su pareja) y, por ello, se ven impulsados a buscar su satisfacción "por fuera". En el corazón y en los instintos de muchos hombres y mujeres laten estos anhelos y aspiraciones. Cuando dichos anhelos y aspiraciones se consuman, la situación se denomina de "relaciones paralelas". Ciertas personas llegan a afirmar que un episodio de "relaciones paralelas" puede "infundir nuevos alientos, nuevo aire para amar a la pareja". Es posible que mucha gente pueda sentirlo así, pero ello se debe a que la pareja es sentida por el que necesita "relaciones paralelas" como alguien cuyo aliento está "viciado", como alguien que ya no da aire; y cuando ese aire es necesario, hay que ir a buscarlo "por fuera". No sorprende, ya que en este caso, como en casi todos en los que aparecen "relaciones paralelas", éstas se deben a que el que las necesita no puede hallar en su pareja lo que anhela, pero le atribuye a la pareja (y no a sí mismo) el no poder obtenerlo: no puede ver su anhelo ni su necesidad como un problema propio y le atribuye los problemas que dificultan la satisfacción del anhelo, al otro. Las aspiraciones de relaciones paralelas que muchos hombres y mujeres sienten, frecuentemente padecen y, muchas veces realizan, algunas veces con placer, muchas veces con desdicha y desventuradas consecuencias, son el resultado de una fantasía narcisista bastante común: "si me busco otra (otro), satisfaceré lo que no puedo satisfacer en mi relación de pareja". En la misma dirección se puede entender el sentimiento de muchos hombres y mujeres de que la principal motivación para un episodio de infidelidad es el hecho de estar éste "prohibido". La prohibición actúa como un "sazonador". Personas que habían roto prematuramente una relación de pareja previa para "realizar su amor" con alguien a quien tenían como amante, encontraron que, desaparecido el influjo de "lo prohibido", desaparecía igualmente el "amor". Esto se debe a una fantasía igualmente narcisista, en la que transgredir las prohibiciones representa una enorme gratificación al ego desvalorizado, una especie de "salirse con la suya" que calma necesidades narcisistas.
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¿Por qué digo que estas son fantasías narcisistas? Lo digo porque implica la convicción grandiosa que el infiel tiene (consciente o inconscientemente) que él mismo es "perfecto", y que sus sinsabores y desdichas en la relación de pareja son causados exclusivamente por el otro miembro de la misma, "el culpable de todo". El (la) infiel no puede admitir de ningún modo que los sinsabores y desdichas de la pareja se deben, al menos en parte, a él (ella) mismo (a). Así, el infiel afirma ante sí mismo que "con otra (otro)", podrá obtener la satisfacción que su pareja "le niega". No puede ver su propia contribución a que el otro miembro de la pareja no pueda satisfacer las necesidades y deseos de ambos, contribución que reside en gran parte en la propia inmadurez psicosexual. Es el caso que para prevenir descalabros sociales, la cultura, las costumbres y las regulaciones morales imponen pautas monogámicas de relación que se oponen a las mencionadas aspiraciones y anhelos de relaciones paralelas. Es evidente que estas aspiraciones y anhelos corresponden a una insuficiente madurez en la integración del carácter; no obstante es un hecho que un gran número de personas experimentan estas aspiraciones y anhelos con agobiante frecuencia y dolorosa intensidad. Esta situación se complica porque coexiste con la imposición unilateral de monogamia al otro miembro de la pareja Esta imposición es también de carácter narcisista: para mucha gente, "el otro miembro de la pareja debe ser monogámico (fiel), aunque yo no lo sea". "Ella (él) no puede ni debe sostener relaciones paralelas; yo sí puedo mientras no me descubran". Esta egoísta, falsa, intransigente y unilateral posición es más frecuente de lo que se cree en la mente y en el comportamiento de muchos hombres y mujeres. También es cierto que es algo más frecuente en los hombres, para quienes la más ínfima y remota posibilidad de infidelidad de su mujer, aunque él sea todo lo infiel que desee, desencadena un temor cercano al terror: difícilmente pudiera hallarse algo más lesivo para la identidad de un machista que concebir, así sea en la mente, la infidelidad de su mujer. La mujer, educada muchas veces en la sumisión al varón, puede en muchos casos tolerar con renuente pasividad la infidelidad del esposo. Pero, a la larga la sumisión encamina a la rebelión y a la venganza, de modo que el desquite de la mujer no se hará esperar, ya sea en forma de infidelidad por venganza ó en forma de diversas clases de desavenencia conyugal. Volviendo a las consecuencias de la exigencia unilateral de fidelidad y, a las regulaciones sociales y morales que imponen pautas monogámicas "obligatorias" de conducta, tales pautas obligan a quienes no pueden (ni quieren) ser fieles, a una doble existencia en la que las relaciones paralelas se tornan furtivas, culposas y destructivas. A lo anterior sigue que esta exigencia unilateral de fidelidad (exigencia que puede ser realizada por el otro miembro de la pareja y/o por la sociedad), hace que la mayoría de la
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gente se vea necesitada de ocultar sus pensamientos y fantasías de relaciones paralelas (tanto más su realización) al otro miembro de la pareja. La necesidad de ocultar los propios pensamientos, fantasías y conductas vinculadas a relaciones paralelas, es una de las causas que contribuyen a determinar la aparición de la falsedad y la mentira en la pareja, a veces desde el inicio de la relación. Hay que tener en cuenta que las fantasías y pensamientos, así como la realización de relaciones paralelas, no constituyen infidelidad por sí mismas. Se transforman en infidelidad a raíz de la falsedad, la mentira y el ocultamiento. Es comprensible que sea difícil de aceptar la idea de hacer confidencias a la pareja, sobre los propios pensamientos, fantasías y deseos de relaciones paralelas, debido a lo arraigado de las convicciones monogámicas vigentes en nuestra cultura, adquiridas al haber sido exteriormente impuestas por "pautas morales autoritarias", las cuales se estudiarán en los Capítulos XXIX y XXX. Pero la infidelidad es un hecho y tiene una frecuencia estadísticamente comprobable, por lo que si de todas maneras ocurre, sería preferible moderar sus daños psíquicos haciendo uso progresivo y cuidadoso de la capacidad de la pareja para la confidencia. ¿Qué daños psíquicos producen las relaciones paralelas sin confidencialidad, es decir, qué daños psicológicos produce la infidelidad? Desde el punto de vista psicológico los comportamientos y aún los pensamientos de infidelidad causan: 1.- Sentimientos de culpa conscientes e inconscientes, autodesvalorización, malestar y sufrimiento psíquico. 2.- Violencia contra el cónyuge leal que, por serlo, es considerado "moralmente superior", ya que acata la moral vigente, mientras que el trasgresor no. Una variante de esto ocurre cuando el cónyuge leal deja de serlo: la violencia se volverá bilateral y se intensificará por razones obvias. 3.- Miedo y hostilidad contra el cónyuge leal, porque eventualmente puede descubrir la infidelidad y causar serios disgustos familiares, lo que aumenta la falsedad y la mentira causando una mayor pérdida de la confidencialidad. La culpa, la agresión no neutralizada y el miedo, ocasionan un deterioro de la relación conyugal, bloquean la posibilidad del amor adulto y determinan una consecuente devastación de la sexualidad de la pareja: como se vio en los Capítulos V y VII, en los vínculos que llevan unos años, la excitación sexual proviene, no tanto del instinto ni del entusiasta funcionamiento hormonal del principio, sino principalmente de la ternura, la gratitud y la pasión vehiculizada por la libre expresión recíproca de fantasías sexuales.
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Si hay culpa, agresión no neutralizada y miedo, se anulan la ternura y la gratitud, y se bloquea la libre expresión de fantasías sexuales con la consiguiente pérdida progresiva de la pasión y la excitación sexual. Esta situación cierra un círculo vicioso: la mentira y la pérdida de la confidencialidad se agravan recíprocamente con la disminución del apasionamiento y la excitación sexual en la pareja. El círculo vicioso mina y puede acabar por destruir el vínculo conyugal. En estas condiciones, la responsabilidad es reemplazada por una malsana posición de acusación al otro, de culpar al otro por todas las desdichas de la relación de pareja. Muchas veces, tras las acusaciones hay pensamientos, impulsos y aún conductas infieles. Desaparecen las posibilidades de utilizar la relación de pareja como un vehículo para impulsar el conocimiento de sí mismo, se estanca el crecimiento emocional y ambos miembros de la pareja se aferran a una posición infantil; se perpetúa cada uno a sí mismo como un niñito emocionalmente enfermo, lleno de odio y de rencor contenidos. Desde luego una relación monogámica es altamente deseable, pero para tenerla de una manera sana y adulta tendría que tratarse de algo que se hace POR ELECCION LIBRE, algo que "le regalo a mi pareja porque le amo". Para que esto sea posible es indispensable partir del conocimiento de sí mismo: es necesario que cada miembro de la pareja prometa y se comprometa a algo que SABE QUE PUEDE CUMPLIR, y no un temeroso falso y sumiso ACATAMIENTO de una regla que se viola cada vez que el "carcelero" o la "carcelera" no está viendo. Para mucha gente será inaceptable asumir la difícil alternativa de una unión monogámica central con confidencialidad suficiente para que, si se presentan pensamientos, fantasías, deseos o conductas de relaciones paralelas, ello pueda ser cuidadosamente comunicado a la pareja, metabolizado, digerido y superado en el seno amoroso del diálogo. En este momento sería conveniente dejar constancia de un hecho psicológico sustancial: me refiero al poder de descarga emocional que tiene la palabra hablada. Efectivamente, el simple hecho de poder decir en la relación de pareja lo que cada uno está pensando, sintiendo, imaginando o deseando referente a muchos tópicos, pero principalmente al de las relaciones paralelas, representa un muy considerable alivio, una forma de descarga que puede redundar en: un significativo apaciguamiento de los deseos, y en una considerable reducción de las necesidades de consumar relaciones paralelas por la vía de los hechos. En la misma línea, sería necesario que los miembros de la pareja, haciendo uso de confidencialidad desde el inicio de la relación, logren transmitir con cuidado, progresivamente y con honestidad al otro miembro de la pareja que va a formarse, las
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inquietudes, anhelos y aspiraciones que cada uno tiene respecto a la fidelidad y a la posibilidad de fantasías, deseos y aún a la realización de relaciones paralelas transitorias. En cuanto a la situación de una relación paralela ya establecida, con mayor razón debiera instalarse una cuidadosa comunicación al respecto. O prescindir totalmente de dicha relación. En otras palabras, lo que propongo es algo como esto: “Si no se lo puedo decir a ella (a él), elijo no hacerlo”. Esto puede parecer descabellado “¿Cómo?”, dirá el lector, la lectora. “No se lo puedo decir, no, no, no no, nooo”. Pues... bien pueda, si no lo puede decir, y lo hace, vivirá Usted inmerso en la culpa y en el miedo. Así no sea nunca descubierto (a), la culpa y el miedo corroerán poco a poco la relación hasta que se acabe con cualquier pretexto diferente a la infidelidad que, en el fondo, seguiría siendo el problema principal. Si no se ha aclarado la situación de las relaciones paralelas desde el principio con el otro miembro de la pareja, se hará necesario un uso prudente, cuidadoso y progresivo de la confidencialidad para transmitir estas inquietudes a medida que se vayan presentando. Es posible que en este punto se le ocurra al lector: "¡qué buena gracia, así que basta con decirlo!". Respondo: desde luego que lo anterior no puede ni debe entenderse como un "aval científico" para que cada quien "haga lo que le venga en gana": la persona con tendencias a la infidelidad debería buscar ayuda psicoterapéutica que le permita superar esa manifestación de desarmonía en su carácter y la correspondiente inmadurez emocional implícita. Pero, con el mismo énfasis, también debería buscar esta ayuda el miembro de una pareja que prefiere ocultar su infidelidad y prescindir de la confidencialidad. La posibilidad de la confidencialidad es sólo una alternativa mientras la pareja y/o sus miembros comprenden y superan por su cuenta, o si es necesario, psicoterapéuticamente, los motivos personales y/o conyugales que existan para la presencia de fantasías o realizaciones de relaciones paralelas. La relación monogámica de pareja, obviamente, es algo altamente deseable: es el punto donde confluyen una persona con un mundo interior maduro y armonioso con otra persona de similares características, en una relación armónica y consistente, con gozosa "constancia objetal", libre de miedo y falsedad. Pero la monogamia forzada y falsa puede ocasionar y ocasiona aún más daños psicológicos y sociales que los que puede ocasionar una negativa a casarse, una separación ó un divorcio a
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tiempo. Estas alternativas estarían seriamente indicadas si las posibilidades que ofrecen la confidencialidad y/o la psicoterapia, no son aceptables para ambos miembros de la pareja. El planteamiento de la posibilidad de relaciones paralelas con confidencialidad es un intento paliativo, no curativo para la cada vez más grave enfermedad psicológica y social constituida por la infidelidad, mal cada día más frecuente en nuestra cultura. Para terminar, es necesario subrayar una vez más la necesidad del uso cauteloso, responsable y amoroso de la confidencialidad: pocas cosas puede haber más destructivas en una relación de pareja que una brusca y descuidada, o peor aún, una malintencionada confidencia, especialmente si se refiere a nuestra más profunda intimidad emocional. *** CAPITULO XV Celos. (“Y tú... ¿con quién hablabas por teléfono susurrando?”) Cuando ninguna amenaza real se cierne sobre la fidelidad ni sobre la continuidad del vínculo con la persona con la que Usted tiene una relación, y sin embargo subsiste el temor a que sea infiel o a perderla, y para "prevenir" esa imaginaria pérdida se instala la sospecha, la vigilancia, la violencia, el aprisionamiento, las iniciativas para atormentar, culpabilizar y colocar al otro miembro de la pareja en constante angustia, entonces estaremos frente a una posesividad perturbada y perturbadora. La relación de "enamoramiento transferencial" se caracteriza por la atormentadora presencia de la posesividad anormal, la que es también un componente habitual del cuadro de aferramiento descrito en la Primera Parte del libro. En la relación de pareja, la posesividad anormal se denomina Celos. Esto ocurre así en las parejas con "enamoramiento transferencial", aferramiento y "divorcio sin divorcio" porque la idealización y la falsedad infunden en la mente de ambos miembros de la pareja, una gran inestabilidad, por temor de que el otro, impulsado por la frustración en la relación, opte por la infidelidad o el abandono. Todos los seres humanos somos en alguna medida posesivos. Hay muchos casos en que la posesividad es un fenómeno completamente normal: cuando hay una amenaza real de ser abandonado, de perder a alguien con quien Usted tiene una relación, es simplemente natural reaccionar. Tal reacción adecuada incluye la preocupación por el otro y por uno mismo, así como el uso de la firmeza, la iniciativa y la determinación para propiciar el diálogo, la exploración y la
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COORDINACIÓN con la pareja acerca de lo acontecido, de la responsabilidad que cada uno tuvo en ello y de la posibilidad de perdón. Si el incidente se resuelve, es perdonado y la pareja continúa unida, será conveniente adoptar actitudes de comprensión al otro y de reconocimiento de la propia contribución a lo sucedido: la situaciones de pareja SIEMPRE son de dos y la responsabilidad no es SÓLO del “culpable”. El miembro “inocente” contribuyó de alguna manera a que suceda lo que sucedió, y hay que averiguar cómo para que la situación real no vuelva a presentarse. El origen de la posesividad anormal se remonta a la experiencia del pequeño bebé que siente su vacío, su hambre y su desprotección como una herida frente al hecho de que la madre está llena de leche y amor, además de protegida por el padre en la relación de pareja paterna. Por esto, cuanto más endeble y menos intensa y dedicada sea la relación de la madre con el bebé, más perturbada será la posesividad que se desarrolle, más voraces y devastadoras serán las ansias con las que el bebé desea apoderarse de los anhelados bienes de los que él siente que carece: la madre llena de leche y amor, el padre que la protege y, la relación apasionada e intensa que el bebé adivina entre ellos. Esta dolorosa situación se intensifica y agrava cuando el niño o la niña, ya de tres o cuatro años de edad, empiezan a experimentar una envidiosa posesividad por la madre y el padre respectivamente, así como por sus atributos. Esa intensa posesividad se desarrolla paralelamente a los apasionados sentimientos amorosos del niño hacia la madre y de la niña hacia el padre, que fueron objeto de análisis en los Capítulos VII y VIII. En esa situación, el niño varón siente a su padre como un peligroso rival que le arrebata a la madre, especialmente durante las noches, para llevar a cabo con ella misteriosas actividades de las que él se siente excluido. Lo mismo pasa entre la niña y su madre respecto al padre: la madre es vista como su rival y el padre es visto como un ser tierno y apasionadamente amado, al que la madre, según la niña, secuestra y posee. Esto determina en la mente del pequeño ser en crecimiento, un activo molde para lo que en la vida adulta serán los celos perturbados y perturbadores: un temor del varón a que su mujer sea seducida y arrebatada por otro varón, como en la infancia él sentía que su padre seducía a su madre. Del mismo modo, en la mujer, un temor a que otra mujer se apodere de su esposo o compañero, como ella sentía que su madre hacía con su padre en la infancia. Estas experiencias tienen un patrón similar aunque con características diferentes en las familias incompletas: la más frecuente será la familia en la que el padre no está y la madre cría y educa en forma solitaria a los niños. En este caso, el niño varón desarrolla en gran extremo su posesividad por la madre, a la que siente algo "suyo". Pero como de todas maneras el incesto no se consuma, el niño desarrolla el sentimiento de que la madre no lo ama y más bien lo rechaza. Este sentimiento es elaborado y desaparece
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debido al amor que la madre, a pesar de las fantasías y temores del niño, continúa prodigándole. En cambio, si la madre es realmente distante, displicente y despreocupada del niño, estas fantasías y sentimientos de no ser amado se agravan. La autoestima del niño es más gravemente lesionada y la desvalorización se acentúa. La situación, en este segundo caso, se complica aún más y el sentimiento se confirma si aparece un nuevo hombre en la vida de la mamá que acapara toda la atención de ella, quitándole al niño la poquita que aún le ofrecía. El niño desarrollará en este caso una rivalidad aún más intensa que la que pudo tener respecto a su padre. La niña vive esta situación de forma parecida hacia el padre ausente, al que sobreidealiza y añora y, al que al mismo tiempo odia profundamente, porque ella, al igual que la madre, vive la situación como un abandono. Tanto la niña como el niño sentirán al padre o madre ausente como una imagen a la vez anhelada, inalcanzable y malvada, prejuicio a menudo inoculado y alimentado por el padre o la madre decepcionado(a) y furioso(a) por el abandono de su pareja. Pero a pesar de todo, para la armonía del mundo interior del niño o la niña es preferible la presencia de un padre o madre sustituto (a), que reemplace la presencia del padre o madre ausente, ya que representa un factor estabilizador y que pone límites a la posesividad del niño y a la fantasía romántica de la niña. Como puede verse, en ambos casos, la niña y el niño llegarán a la edad adulta con el convencimiento de que una persona adulta del sexo opuesto es alguien en el fondo inalcanzable y fácilmente abandonante, lo que incrementa la propensión a la posesividad perturbada, es decir a los celos, ya que en su mente el otro miembro de la pareja puede optar fácilmente por la infidelidad o el abandono. El adulto que llega a la relación de pareja con semejante carga de conflictos muy posiblemente establecerá una relación de "enamoramiento transferencial", dada su inmadurez emocional. Debido a esto y, aunque muchas veces ello no corresponda a la realidad, se llena de temores acerca de la estabilidad de su relación. En estas condiciones el adulto intenta compensar el doloroso sentimiento de inestabilidad y temor a la pérdida, con una actitud de agresiva y voraz posesividad, rivalidad y celos, que en la mayoría de los casos son infundados. Esta posesividad puede llevar a situaciones extremas, hasta el punto de sospechar y tener celos de todas las personas cercanas al otro miembro de la pareja, de todas las actividades que él o ella realicen, de personas de su vida pasada, de sus recuerdos, etc. Esta situación se refleja de un modo patético en una parte del texto de cierto bolero que dice "tengo celos... hasta del pensamiento... que pueda recordarte a otra persona amada..."
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Para que la posesividad se haga efectiva se requiere ejercer poder sobre el otro miembro de la pareja. La lucha por el poder en la pareja lleva a cada miembro de la misma a actitudes extremas de manipulación, acusación recíproca, violencia e indiferencia. Un ejemplo extremo de esta lucha por la posesividad y el poder se refleja en una actitud que denomino "la requisa mental": “¿qué miras?, ¿qué piensas?", etc. Otra arma a la que suele recurrirse en esta guerra por el poder y por el triunfo de la posesividad, es la de provocar celos: uno o los dos miembros de la pareja intentan causarle celos al otro, para que éste se sienta inseguro y con ello refuerce su aferramiento a la pareja. En la mujer, frecuentemente, los celos se incrementan debido a que considera casi improbable que su hombre le sea fiel, convicción que le fue inoculada por el prejuicio social, en el fondo inaceptable para ella, de que es común y hasta normal que el hombre sostenga otras relaciones además de la que sostiene con su pareja. Este prejuicio social, sustentado muchas veces por madres y abuelas, impone también de paso el absurdo de que la mujer acepte y se conforme con ser simplemente un objeto destinado a atender y complacer sumisamente al esposo. Desde luego, los celos tendrán un asiento mucho más grave cuando, además de la posesividad, la persona está afectada por una lesión severa de su autoestima, por una imagen poco clara o desvalorizada de lo que la persona es, o por ciertas contradicciones y exigencias desmesuradas que los “padres internos negativos poderosos” plantean al sí mismo en el mundo interior (ver página 15). El caso de la lesión de la autoestima requiere una palabra aparte: si la persona no tiene suficiente autoestima, es decir, no se ama suficientemente, y por ello se siente desleal a sí mismo, difícilmente podrá atribuirle lealtad a su pareja, por lo cual en forma casi inevitable se deslizará hacia los celos. En este caso, el celoso siente que "no vale lo suficiente como para que su pareja le ame y le sea fiel". Por otro lado, los celos pueden ser magnificados por el temor a la soledad, a la pérdida de status social y a la escasez económica que pudiera ser la consecuencia del abandono. En toda situación de pareja hay algo de incertidumbre, ya que siempre son posibles (no probables, pero posibles) la infidelidad y el abandono. Tenemos entonces que otro elemento que agrava los celos es la incapacidad de tolerar incertidumbre. La persona con una adecuada autoestima, es muy capaz de tolerar incertidumbre. La que no tiene bien su autoestima, no. Lamentablemente, desde el punto de vista cultural hay un permanente refuerzo para toda esta variedad de sentimientos negativos en la pareja: telenovelas de baja calidad, artículos en revistas acerca de "cómo atrapar y retener al ser amado", y mensajes a través de todos los medios de masa que muestran los celos como un sentimiento perfectamente normal y deseable.
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Irónicamente, el más destructivo fantasma que se esconde en el fondo de cada ser humano, la posesividad anormal y su devastadora consecuencia, los celos, son vistos como la mejor prueba de que "hay amor": "si me cela es porque me ama". Hasta aquí una breve descripción de lo que en el lenguaje corriente se llamarían "celos perturbados", expresión de por sí redundante, porque como vimos al principio de este capítulo, hay una posesividad normal que no se denominaría "celos" sino "celo", que viene a ser el cuidado y la amorosa preocupación por aquella ó aquél que es importante para la persona, y sobre quien la infidelidad y el abandono se ciernen como peligros reales. En otras palabras, los celos, por tener un origen imaginario y no corresponder a un peligro real, son siempre perturbados y perturbadores, mientras el celo o preocupación por el ser amado frente a amenazas reales es completamente natural y deseable. Existen celos (posesividad perturbada y perturbadora frente a estímulos imaginarios), cuya gravedad excede a la de los celos estudiados y que adoptan formas compulsivas, persecutorias y paralizantes cuyo análisis corresponde no a un texto sobre relaciones de pareja sino a un tratado de Psicopatología y Psiquiatría. Por ello las formas graves de celos no se tratarán en este volumen. *** CAPITULO XVI Afectividad. (“Hogar, dulce hogar”.) La ternura y los detalles son dos elementos que nunca faltan al comienzo de una relación sentimental... pero a medida que el tiempo pasa, en ambos partícipes aparece una angustiada y aburrida tendencia a la inercia. Algo así como “Ya para qué detalles si ésta (éste) ya vive conmigo... y fastidia bastante”. Pocas personas están conscientes de que el que el otro miembro de la pareja “fastidie bastante” es una reacción inconsciente a la disminución o desaparición de los detalles y de las manifestaciones de ternura. Y el fenómeno es casi siempre recíproco. Una buena relación de pareja se caracteriza por su estabilidad, su goce y su duración. Estos elementos se basan en una armoniosa integración de los elementos físicos y psicológicos de cada miembro de la pareja con los del otro. Los elementos físicos, cuando la relación es satisfactoria, revierten en una vida sexual gozosa y apasionada, siempre y cuando se complementen con unos factores psíquicos suficientemente desarrollados en ambos miembros de la pareja. Entre los factores psíquicos se destacan fundamentalmente, como vimos en los Capítulos VII y IX, el desarrollo de facultades sensoriales y sensuales, el manejo creativo de la agresión o
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apasionamiento, y la confidencialidad o capacidad recíproca de cada miembro de la pareja de contarle sus fantasías al otro; el adecuado desarrollo de estos tres factores psíquicos, unido al de los otros 7 analizados en el Capítulo VII, conducen a dos resultantes fundamentales en la relación de la pareja: la afectividad y la preocupación. En este capítulo trataremos sobre la afectividad en la pareja; la preocupación será tratada extensamente en la Cuarta y Quinta Partes del libro. Los principales componentes de la red afectiva que se tiende entre los miembros de la pareja, están vinculados a sentimientos y actitudes conscientes e inconscientes de: -
ternura y detalles vs. aspereza respeto vs. descuido consideración vs. desconsideración egoísmo vs. altruismo culpa vs. reparación falsedad vs. confidencialidad manejo de la agresividad violencia intrafamiliar
Empecemos por los sentimientos de ternura. La ternura se conoce también como dulzura o manifestaciones de afecto y es la amorosa expresión de impulsos instintivos de naturaleza sexual cuyo fin no es el coito ni las caricias eróticas, sino la expresión manifiesta de actitudes de amor desexualizado (mirada, gestos, tono de voz, etc.) en las relaciones de pareja. Estas son expresiones exclusivamente tiernas y eventualmente, pueden ser el preámbulo de actitudes de amor sexual. El opuesto de la ternura, es la aspereza. La aspereza es una elaboración de la irritabilidad analizada en el Capítulo IV; es la transformación de la irritabilidad en conducta. También se le puede llamar dureza. Se trata de una conducta desapacible y negativa, que no llega a la rudeza pero que es sutilmente violenta; se caracteriza también por la frialdad, así como por la retención y negación del afecto. Restringir el afecto en una relación de pareja es un ataque disimulado bastante eficaz; es una manera de estrangular emocionalmente a la otra persona, ya que la necesidad de afecto es algo similar a la necesidad de aire: si faltan, sentimos ahogo. La restricción del afecto funciona pues negándolo en su mayor parte, o proporcionándolo sólo en la cantidad mínima para que el otro sobreviva. En este punto es conveniente aclarar una confusión muy frecuente en nuestra cultura. Es la confusión entre FORTALEZA y DUREZA ó ASPEREZA. De las personas ásperas o duras suele decirse que son FUERTES. No es así. La fortaleza es suave, capaz de dulzura y comprensión. La persona áspera o dura es más bien un ser DEBIL, que esconde su debilidad
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tras la máscara de la dureza o aspereza. Desde otro punto de vista la dureza es un alarido reclamando afecto. Por otro lado, de las personas dulces y suaves se dice que son débiles. No siempre. Con frecuencia son seres muy fuertes. Depende de si la dulzura y la suavidad coinciden en la persona con la comprensión y la firmeza. El respeto es una actitud afectiva en la cual cada miembro de la pareja se preocupa y se ocupa de proteger las expectativas, deseos, valores y, en general, el bienestar del otro. Ampliando una aclaración anterior, la fortaleza en una persona sería la combinación del respeto, la dulzura, la comprensión y la firmeza. El descuido consiste en un trato confianzudo, cercano a la pérdida total del afecto, el respeto y el cuidado por la otra persona. En esa situación se asume que el otro no importa mucho. Se podría resumir en un trato de "dar al otro por supuesto", tenerlo "a la mano", el "take it for granted" del idioma inglés. Unido con la aspereza, proporciona una descripción sintética de la conducta habitual de muchas parejas, lo que podría llamarse el trato cotidiano, "familiar" y rutinario que cada miembro de la pareja reserva para proporcionárselo al otro en la intimidad del hogar, mientras que, en las ocasiones sociales es sustituido por una actitud falsamente cuidadosa y dedicada. Según lo anterior, el descuido consistiría en tratarse uno a otro en la intimidad de la pareja (y en la familia) sin respetar ni cuidar los sentimientos, expectativas y valores del otro, dando por hecho que "como ya el otro está comprometido y vive con uno, tiene que soportarlo a uno". Esto es patéticamente visible durante los días de descanso, en que los miembros de la pareja "olvidan" sus modales, su aspecto y cuidado personal, y asumen una actitud de "ahhh...!, qué jartera arreglarme... pero, al diablo!, al fin y al cabo ya me conoce". No hay que confundir comodidad con desaliño; lo último es irrespeto y desamor. El descuido da un "por hecho" (for granted) a las personas, descartando las actitudes de cuidar al otro, preocuparse por él, enamorarle, consentirle y menos aún seducirle. El descuido es una lectura deformada de la intimidad. El descuido refuerza y agrava la frustración que pueda existir en la pareja por los motivos analizados en la Primera Parte de este libro. El descuido impide el conocimiento que cada uno de los miembros de la pareja necesitaría tener del otro, sin darse cuenta que el conocimiento reside en la exploración afectiva diaria, cuidadosa y reiterada del ser interior de la otra persona. El descuido viene a ser una máscara más de las que se estudiaron en el Capítulo III.
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El descuido sabotea e impide la profundización del vínculo afectivo; hay una severa inhibición de la creatividad y, entre otros efectos negativos, cada vez disminuye más la posibilidad de agradarse uno a otro con divertidas y acertadas sorpresas. Sería conveniente confrontar la abismal diferencia entre la anterior descripción de la cotidianidad de muchas parejas con años de casados... y la descripción del "acaramelado" comportamiento de muchas parejas de novios en sus primeros meses de relación. La desaparición de la sorpresa y el misterio, contribuye al deterioro del enamoramiento inicial y a la transformación de éste en "enamoramiento transferencial". Entonces ya puede el esposo verla salir desnuda de la ducha y no hay reacción alguna... mucho menos excitación. Mientras que si viera a otra mujer haciendo lo mismo, tendría una intensa aunque furtiva excitación: el descuido destruye también la atracción sexual. Desde un punto de vista inconsciente, la dulzura evoca el trato de un bebé satisfecho hacia su madre, a la que mira y sonríe lleno de gratitud y entonces ambos, bebé y madre se proporcionan mutuamente intensa ternura. La aspereza y el descuido reflejan la exigente e iracunda actitud de un niño con problemas psicológicos que siente a los demás como rivales y exige airadamente atención especial, enfureciéndose si no la recibe. Así por ejemplo, algunos hombres sienten a sus hijos como una interferencia entre él y la mujer, de manera que los hijos dejan de ser parte de un grupo que enriquece la vida; los hijos se transforman en un estorbo para la relación exclusiva que el hombre exige de la mujer: "usted debe atenderme a mí porque para eso trabajo... y, ustedes niños, vayan a molestar a otro lado". Desde el punto de vista de la relación de uno consigo mismo, la aspereza y el descuido implican una lesión en la autoestima. Si una persona no se ama, no se cuida y no se respeta a sí misma, mal podrá hacerlo con las personas que le rodean. Si la autoestima es relativamente alta y hay armonía en el ser interior, eso se va a reflejar en una notable riqueza afectiva para dar. Cuando el Señor Jesucristo dijo: "ama a tu prójimo como a ti mismo", no se limitó a dar la orden "ama a tu prójimo", sino que puso como medida para ese amor, el "como a ti mismo", es decir la autoestima. Si alguien se ama a mí mismo, puede dar amor expresado en ternura y respeto; si se odia a mí mismo sólo le quedará tratar a los que le rodean con aspereza y descuido. Hay que diferenciar el respeto por amor, del respeto por miedo. Este último es el resultado de la falsedad, y de atribuirle al otro la propia violencia y destructividad, de modo que el otro es percibido como temible y potencialmente malvado: en este caso el "respeto" sería una actitud temerosa y apaciguadora.
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La consideración se basa en la capacidad afectiva de cada uno de los miembros de la pareja de ponerse en el lugar del otro ("en los zapatos del otro", "en el pellejo del otro"), para poder de esa manera detectar lo que el otro necesita, sus expectativas, sus deseos, sus motivos, sus valores, etc. Ya vimos antes que esta capacidad se denomina empatía en el lenguaje psicológico. La empatía se manifiesta como una capacidad emocional de sentir y reconocer lo que hay en la mente y en las expectativas del otro. En ausencia de empatía hay dos posibilidades: la falsa consideración y la desconsideración. La falsa consideración es paralela al respeto por miedo; es una actitud básicamente egoísta en la que el miembro de la pareja actúa no por amor ni porque se puso en el lugar del otro, sino para que el otro tenga buena opinión de él (ella), para que no le ataque, para que no le frustre, para obtener algo a cambio, etc. La desconsideración en cambio es una actitud de "me importa un comino", muchas veces paralela a la aspereza y al descuido. La desconsideración da lugar a la manipulación, es decir, a los intentos por utilizar al otro manejándolo astutamente en procura de la satisfacción egoísta de las propias necesidades en desmedro de las del otro. La completa consideración por empatía y la ausencia total de egoísmo, son aspiraciones más bien ideales, un extremo, ya que todo ser humano tiene algo de egoísmo, que en una relación de pareja armónica será amorosamente tolerado. Pero por otro lado, puede suceder que si uno de los miembros de una pareja se pone en el lugar del otro y lo gratifica en sus necesidades y expectativas, el otro va a intentar hacer lo mismo, suscitándose así un armonioso intercambio de gratificaciones. Esto fundaría algo que podría considerarse una forma superior de "altruismo egoísta", una situación en la que el que da, espera natural y saludablemente recibir algo a cambio; es una manera adecuada y adulta de procurar al mismo tiempo la satisfacción del otro y la propia. De esa manera, ninguno de los miembros de la pareja cae en el altruismo exagerado o "sacrificio". Las personas que se "sacrifican" y aducen "no quiero nada para mí", terminan tarde o temprano pasando una exorbitante cuenta de cobro. Vemos pues que el altruismo al extremo no constituye sino una manifestación de masoquismo, por búsqueda compulsiva de frustración o una actitud manipulatoria del tipo "sacrificio", que encubre un gran (aunque sutilmente disimulado) egoísmo. El altruismo saludable y adulto consistirá entonces en una bien balanceada disposición a usar la empatía para conocer y satisfacer las necesidades del otro en una natural expectativa (no exigencia) de satisfacción recíproca.
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Según la lista de funciones afectivas expuesta al principio de este capítulo, correspondería ahora analizar la culpa y la reparación. Pero como esos temas serán el motivo central de un capítulo de la Quinta Parte de este libro, el Capítulo XXVIII, remito al lector al mismo. Otro tanto ocurre con la falsedad y la confidencialidad: la primera fue objeto del Capítulo II, y la segunda lo será de Capítulo XXVII. Sírvase el lector remitirse a ellos. Del mismo modo, el manejo de la agresividad tanto como de la violencia intrafamiliar serán objeto del capítulo siguiente. *** CAPITULO XVII Agresividad y Violencia. Violencia Intrafamiliar. (“Vea, mejor cállese, o le pongo un puño...”) El Psicoanálisis, desde su aparición en la mente y en la pluma de Sigmund Freud se ha interesado por el tema de la violencia en el grupo familiar. Es significativa la contribución del padre del Psicoanálisis a este tema, a través de sus escritos "Pegan a un niño" (1919) y "Dostoievsky y el Parricidio" (1928). La violencia, especialmente la violencia en la pareja y en la familia, tiene como trasfondo psicológico, rasgos de un trastorno de la estructura del carácter o desarmonía interior. Es incuestionable la presencia de factores biológicos (herencia, constitución, bioquímica, endocrinología, neurofisiología) y factores sociales (política, educación, cultura, religión, economía, geopolítica) en la determinación de la violencia. Pero los factores biológicos no pueden ser modificados en el presente estado de evolución de las ciencias médicas, mientras que los factores sociales sólo pueden ser objeto de modificaciones políticas, que serán registradas en su momento por la historia. Por ello en este Capítulo, fijaré mi atención únicamente en los factores psicológicos de la violencia, factores que sí pueden ser prevenidos y modificados: los rasgos de inmadurez emocional y de trastornos del carácter, los problemas y alteraciones del funcionamiento de la pareja y del grupo familiar, pueden ser objeto de técnicas de prevención psicosocial y de educación en salud emocional con orientación psicoanalítica. La Psicoterapia Psicoanalítica es una herramienta destinada al tratamiento de dichos rasgos y alteraciones: no es nuestro objetivo, excepto como fuente de ejemplos, y de comprensiones y herramientas para aquello a lo que éste libro está destinado, como se pudo ver en la Introducción: la prevención y a la educación de la comunidad. Con el objeto de prevenir los trastornos en la estructura del carácter (causa psíquica de la violencia) que se originan en alteraciones y distorsiones de la relación de los padres con sus hijos, he hecho énfasis en casi todos los capítulos de este libro sobre la importancia de la
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educación y concientización de las madres y los padres que crían y educan a sus bebés y niños, así como a quienes aún no los tienen, pero los tendrán en el futuro. Una sociedad en la que madres y padres críen y eduquen a sus bebés y niños dentro de un marco de amor, dedicación y contacto físico y afectivo, será una sociedad bastante libre de violencia, tanto en las parejas y familias, como en el ámbito social, comunitario y político. Tal sociedad se caracterizaría también porque sus miembros, al superar el narcisismo, fuente de egoísmo y violencia, desarrollarán la capacidad de responsabilizarse por los demás miembros de su comunidad. Sólo en estas condiciones, es decir, sólo en caso de que cada persona se responsabilice por los demás, creo posible una auténtica DEMOCRACIA. En la primera Parte de este libro vimos cómo el "Enamoramiento Transferencial" (Capítulo I) va dando lugar progresivamente, primero a la rabia contenida y a la irritabilidad (Capítulo IV) y luego, a la violencia, la indiferencia y el vínculo muerto y perpetuado: el "Divorcio sin Divorcio" (Capítulo VI). En este Capítulo analizaremos en detalle, los aspectos vinculados a la violencia en la pareja, diferenciando antes que nada la violencia de la agresión, ya que esta última es una manifestación psicológica completamente normal. ¿Cuándo una reacción es una agresión sana y cuándo es violencia? *** La agresión sana se caracteriza porque la intensidad y clase de la reacción agresiva corresponde a la intensidad y clase del estímulo que la provoca. Otros nombres para la agresión sana serían: energía, firmeza, iniciativa, afirmación de uno mismo, capacidad de acción para cambiar y enfrentar diversas situaciones y, finalmente cólera y acción agresiva controlada frente a provocaciones reales. Como vimos en el Capítulo IX "La Relación Sexual Adulta", la manera preferencial, por excelencia, para la neutralización y descarga de las tensiones agresivas se encuentra en el apasionamiento de las relaciones sexuales. Según esto, las tensiones agresivas del ser humano tendrían tres destinos principales:
Su transformación en agresividad adulta, saludable, del tipo de la energía, la firmeza, etc.
Su descarga neutralizada apasionamiento.
Su transformación en violencia.
en
el
acto
sexual,
como
base
del
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*** A diferencia de la agresión sana, la violencia es siempre un estado perturbado y perturbador, como también lo son sus equivalentes atenuados: rencor, ira, hostilidad, rabietas, irritabilidad, odio crónico, susceptibilidad, crítica, indirectazos, sarcasmos, mordacidad, hablar a espaldas, chismes y desaires. También son manifestaciones de violencia encubierta, la falsedad, la negación del afecto y los cargos internos o acusaciones no expresadas. Deben considerarse también manifestaciones de violencia encubierta, la tacañería, el disgusto y la negación en el suministro de provisiones materiales, de afecto y de pautas éticas naturales, como las descritas en el Capítulo XXIX. En cambio, son manifestaciones de violencia no encubierta, la violencia verbal, incluyendo los tonos de voz, las “miradas que matan” y todas las formas de violencia física y lesiones. Podemos hablar de una violencia interior y es la que ejercen los miembros de la pareja uno a otro cuando en su mente y en su corazón, sin comunicárselo al otro miembro de la pareja, acarician con dulce y destructivo deleite, pensamientos y sentimientos negativos hacia su compañero o compañera, casi disfrutando del odio hacia el otro. También forman parte de la violencia en la relación de pareja los cargos internos que, como ya vimos, son calladas acusaciones que los miembros de la pareja formulan el uno contra el otro, muchas veces sin expresarlos, encubriéndolos y disfrazándolos con una falsa mansedumbre, una dulzona sonrisa o un disimulado y colérico "aguantarse". Los cargos internos se manifiestan como frecuentes pensamientos dirigidos contra el otro miembro de la pareja diciéndose a sí mismo cosas negativas, acusatorias, derogatorias y despectivas acerca de la otra persona; imaginando situaciones de cómo sería de feliz si se separase, lo que puede pasar con los hijos si lo hace; acariciando morbosas ideas del proceso de divorcio, cómo dejaría al otro sin nada; fantasías de que el otro enferme y muera, y así sucesivamente. Algunos ejemplos contribuirán a aclarar lo anterior. Si el caballero se encuentra en una situación de cargos internos, podrá pensar con sordo rencor en un determinado momento hacia su esposa: "esta estúpida me las va a pagar...", al tiempo que ensaya una forzada sonrisa al pasar al lado de "la estúpida". La señora podrá sentir un acceso de angustia y repugnancia cuando él viene tarde, quizá de otros brazos y la acaricia culposo y conciliador... pero ella se controla, suspira, calla y soporta la caricia. Y el rencor va en aumento. Es evidente que una situación así, será punto de partida para la irritabilidad, para el enfriamiento afectivo y físico y finalmente, para la violencia manifiesta o la indiferencia.
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Faltó el diálogo y la confidencia a tiempo. El odio, la rabia y la violencia se acumularon. De allí que muchas parejas y familias tan "bien avenidas" que resultan "modelos" en los grupos sociales, de pronto "estallan" y sobreviene la crisis: el derrumbamiento del rendimiento escolar del hijo pequeño, el descubrimiento de que el hijo adolescente está fumando bazuco, la noticia de que la hija ha quedado embarazada del novio y/o la confirmación de las sospechas de que el señor ha conseguido una amante: la sociedad asiste entonces con horror e indignación a la separación, el abandono o el divorcio. Esta situación puede encontrarse no sólo en parejas y familias de larga duración sino inclusive entre novios y recién casados. Un ejemplo de esta situación puede verse en el Capítulo XXIII "Las amistades y los parientes", donde describo y analizo una grave crisis en una pareja de novios. Sucede que en esta cultura se ha vuelto casi "natural", casi "normal", que los miembros de una pareja estén llenos de violencia encubierta o manifiesta, al punto que es frecuente encontrar esposos y aún novios que se dirigen ásperamente el uno al otro, sin cuidado ni respeto, descargando desapaciblemente su violencia. Se toma como que "vivir en pareja es así". Una telenovela, una película, una "historia de la vida real", mostrarán violentos personajes que en su mayoría están "así". La salud y la armonía se han vuelto curiosas excepciones. Como veníamos viendo, lo que distingue mejor la violencia de la agresión, es que la violencia es una reacción siempre desproporcionada a la causa que la provocó. Aclaremos esto un poco más mediante unos ejemplos. Por ejemplo, si ella no le calentó la comida, y él la insulta y la golpea, se trata de violencia porque la reacción es más intensa que el estímulo que la provocó y de clase diferente: el estímulo es una omisión, tal vez agresiva, pero la respuesta es violencia verbal y física. Otro ejemplo, van ambos en el carro, y una buseta los cierra; él increpa a la esposa con dureza aduciendo que estuvo a punto de chocar porque ella lo distraía con su conversación. Esta situación es violencia, porque en este caso no hubo ninguna clase de estímulo negativo y la reacción de él se debe más a cosas que tiene guardadas que a la situación vivida en ese momento. Un último ejemplo, si él entra a casa luego del trabajo, fruncido el ceño, saluda ásperamente o no saluda y rechaza con un seco "no, estoy cansado" la iniciativa de ella de hacerle una caricia, es violencia, porque el estímulo externo es el opuesto a la reacción de él; esta última sería nuevamente un estallido desproporcionado, producto de cosas negativas que él tiene contra ella en su mente. Como vemos, la violencia no se reduce a masacres, voladuras de oleoductos o carros bomba: la violencia infiltra la textura cotidiana, habitual de nuestra existencia.
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Es necesario comprender que la violencia social empieza a gestarse y a gestar sus nefastas consecuencias, desde el seno mismo del núcleo familiar. Qué induce la violencia en la pareja? Diría que la mayor parte de las veces, la violencia es el resultado de una inmadurez en el desarrollo emocional de cada uno de los cónyuges. La inmadurez conduce a que los sentimientos de amor y respeto de uno por sí mismo (autoestima), se vean mermados. Esto hace que aparezca una intensa frustración y cólera de uno contra sí mismo, acompañados de grados variables de malestar psíquico, aburrimiento, vacío y depresión. Todo esto conduce a una sensación de tener "algo dañado" o aún "algo muerto" dentro. La violencia sería el intento de colocar ese "algo", "dentro" del otro y hacer que sea el otro el que lo padezca: el eje de la violencia es "hacérselo al otro". Hacerle al otro ¿qué? Hacerle sentir al otro el malestar, el "algo dañado" o "muerto" que uno siente dentro. Si cada persona pudiera asumir que es el único responsable de su salud emocional, quizá podría evitar contaminar la relación de pareja con sus problemas, y con esta tendencia a "hacérselo sentir al otro". Pero no. Las personas tienden a defenderse de asumir la propia responsabilidad y casi siempre andan buscando un "chivo expiatorio". Y el "chivo expiatorio" está fácilmente al alcance de cualquiera que tenga una relación de pareja y una familia: el otro miembro de la pareja y/o los hijos. Como se vio en la Primera Parte del libro, cuando uno de los miembros de la pareja recibe una frustración del otro, al que idealizó por el "enamoramiento transferencial", inmediatamente le retira la idealización y le transforma en alguien muy malo a quien le atribuye toda clase de malévolas y destructivas intenciones; por lo tanto es sentido como alguien casi satánico: "siii, es que no me puede ver tranquilo(a), parece que disfruta haciéndome sufrir... ya no es como antes". Esta situación incluye no sólo el camino de ida sino también el camino de regreso: así como el uno desidealiza y sataniza al otro, el otro hace lo mismo. Esto da lugar a violencia, con la que cada uno ataca al otro. Si el afecto y el respeto de cada uno por sí mismo están lesionados, no podrá reaccionar adecuadamente; cada uno imaginará toda clase de cosas terribles acerca del otro y contraatacará violentamente en respuesta a una violencia de éste, sin percatarse que cada uno provocó inicialmente la situación. Es necesario aclarar que este vaivén se repite una y mil veces en las interacciones de pareja y así, ésta llega a una situación en la que los dos, de forma inconsciente, estarán reaccionando y haciendo reaccionar cada uno al otro con la propia e inadvertida actitud.
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En este vaivén e interjuego de actitudes, cada uno de los miembros de la pareja contribuye a que el otro se confunda y se acentúen los problemas psicológicos que pudiera tener: se podría decir que cada uno progresivamente determina un agravamiento de los problemas de carácter que el otro traiga desde su infancia y su adolescencia. Es como si los dos miembros de la pareja fueran confundiéndose el uno con el otro; muchas veces no se puede determinar con certeza a quién corresponde y cuál es la causa ni a quién corresponde y cuál el efecto de una determinada problemática de pareja. Cada uno remueve, reactiva y saca a la luz "lo peor", la parte más desarmónica e inmadura del otro, haciendo que el otro la desarrolle y la actúe en la relación. En síntesis diría que la violencia desatada en la pareja determina que: 1.- Cada uno vea en el otro todo lo malo, lo negativo. 2.- Cada uno niegue que el otro posee algo bueno, positivo. 3.- Cada uno se atribuya a sí mismo rasgos positivos (amabilidad, bondad, no violencia, comprensión, etc.) 4.- Cada uno niegue los propios rasgos negativos (irritabilidad, suspicacia, violencia, etc.). 5.- Cada uno acuse al otro de ser "el culpable de todo". 6.- Cada uno niegue su propia responsabilidad en los conflictos. 7.- Cada uno manipule en el otro lo negativo que tenga y lo que le atribuye; cada uno le hace sentir, pensar y reaccionar al otro "confirmando" su "maldad". Como puede comprenderse, es muy poca la paz y mucha la violencia que puede esperarse de un vínculo establecido según estas pautas. Uno de los objetivos centrales de la Psicoterapia Psicoanalítica de pareja cuando predomina la violencia, es proporcionar a cada miembro de la misma una comprensión de su propia responsabilidad: lograr que cada miembro de la pareja pueda asumir y reconocer su propia contribución a los problemas y a la violencia de ambos, renunciando progresivamente a la recíproca culpabilización que caracteriza su vida. Implica también un reconocimiento de cada uno, de que muchas de las cosas violentas que el otro hace, se deben a estímulos e iniciativas conscientes e inconscientes del uno, y por ello, "sin culpa". Otro objetivo importante de la Psicoterapia Psicoanalítica de pareja en estos casos, es promover una comprensión de que las fantasías agresivas y violentas de uno hacia el otro miembro de la pareja, no tienen por qué promover sentimientos de culpa, ya que nadie puede dañar realmente a otro con sus fantasías.
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Al mismo tiempo es conveniente señalar que dichas fantasías negativas al ser sospechadas o detectadas por el otro miembro de la pareja, pueden promover comportamientos violentos de cada uno y reacciones de contraataque en el otro, y que eso sí hace daño realmente. Cada uno de los miembros de la pareja sí tendrá que asumir su responsabilidad por dicho daño. También es necesario que ambos miembros de la pareja descubran que "nadie es culpable de la salud emocional del otro", y que las actitudes de "yo no dejo a este monstruo porque se vuelve loco" carecen de sentido: si el "monstruo" insiste en sus actitudes malsanas, ella tendrá que dejarlo, salvo que descubra cómo se goza masoquistamente del infortunio que el otro le provoca. Por otra parte, será conveniente que ella en este caso, vea con claridad que muchas de las actitudes "monstruosas" del "monstruo", son sin duda promovidas por ella misma. Y viceversa. Aparte de las acciones directamente educativas y de la posibilidad de buscar Psicoterapia para la violencia que hubiere en su pareja, el lector podría realizar acciones directas de prevención y educación acerca de la violencia en su propia pareja y grupo familiar, cuestionándose si su propio ámbito está o no libre de violencia. También es posible aprender a cuestionar el autoengaño, descubriendo las motivaciones inconscientes desconocidas para uno mismo, que puedan estar detrás de conductas violentas que uno niega ante sí mismo. Por ejemplo: "sí, grité un poco pero eso no es nada", "fue apenas un golpecito", "lo hice por su bien". Así mismo, es necesario estar alerta a la aparición de posiciones grandiosas y autosuficientes que intentan "justificar" la violencia: "yo sé cuándo le pego", "a mí no me digan cómo educar a mis hijos", "tengo que castigarla para que aprenda a respetarme", "a tu mujer pégale todos los días... ella sabe por qué", y finalmente, "niegue, maestro, niegue siempre". La violencia siempre dañará los vínculos conyugales y familiares, aún cuando se ejecute con la mejor de las intenciones. En este punto vuelvo a recordar la impresionante validez del dicho "el infierno está empedrado de buenas intenciones". El lector podrá también intervenir en favor de la disminución de la violencia en la pareja, en la familia y en la sociedad, promoviendo en su ámbito social (su empresa, colegio de los hijos, club, parroquia, entidades e instituciones con las que se relaciona), una toma de conciencia acerca del problema, toma de conciencia a la que puede contribuir la lectura compartida de este Capítulo. *** CAPITULO XVIII Adicciones sin droga. (“A ver... soy rica y famosa... Mi marido me importa un comino”) ¿Es Usted, amigo lector, un adicto?
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Puede que Ud. esté convencido de que, como no consume droga y bebe moderadamente, no es un adicto. Pues créame que lamento decirle que podría estar equivocado, porque hay una cantidad de "adicciones sin droga" entre las que podría Usted estar incluído. Qué es una "adicción sin droga"? Llamo "adicciones sin droga" a un conjunto de situaciones perturbadas y perturbadoras que se presentan en un determinado número de personas, parejas y familias, situaciones entre las que se encuentran: 1.2.3.4.5.6.-
el consumismo ó adicción a los bienes materiales la adicción al dinero la búsqueda adictiva de poder político o institucional el apego compulsivo a la figuración social la adicción a las aventuras sexuales desafectivizadas ó promiscuidad. la adicción o apego a una persona en forma de aferramiento en la relación de divorcio sin divorcio
Veamos a continuación las características comunes que definen las situaciones anormales señaladas. ¿Cuándo una persona tiene una adicción? Cuando una determinada cosa o situación -droga, alcohol o alguna de las conductas enumeradas arriba- es para la persona absolutamente indispensable al extremo de no poder vivir sin ella. Cierta conducta se ha vuelto una "droga". La adicción al "brillo social" consiste en la necesidad compulsiva de aparentar ante determinados grupos considerados valiosos. Este aparentar tiene por objeto convencer a los demás de que uno es, lo que en el fondo sabe que no es. Así, estando deprimido Usted va a una fiesta en la que después de unos tragos, su "brillo" convence a los demás de su "buen ánimo". Hay un especial goce en esta "máscara social", pero lo que principalmente obtendría es usar a los otros como un "espejo" en el que se ve reflejado: si ellos "creen ver" su "alegría", para usted la depresión queda momentáneamente "maquillada". Pero al igual que los efectos de la droga química, los de la "droga social" no duran mucho y hay que repetir. Y repetir. Más y más. Interminablemente. Pregúntese cuántas de las múltiples reuniones sociales y rumbas a las que usted asiste, tienen un significado así.
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Pero donde más claramente se pone de manifiesto la "adicción sin droga" es en la situación de adicción al éxito económico, el dinero y los bienes de consumo. El lector es testigo de la casi infinita avidez de mucha gente hacia los objetos de consumo, en los que tal gente "necesita" gastar cada vez más. Las cosas materiales, el dinero, el prestigio que da tener dinero, son otras tantas "drogas" con las que la gente intenta rellenar un creciente vacío en su ánimo. Además, constituyen un inadecuado "anestésico" para profundos sentimientos inconscientes de inferioridad y de desvalorización: inconscientemente siento que valgo menos que tú... si te produzco envidia (y es conocido el dicho popular de que “la gente se muere más de envidia que de cáncer”), siento que valgo más que tú". Como en el fondo el vacío y la desvalorización inconscientes determinan envidia contra quienes aparente o realmente son más felices o tienen más, la persona procura, ostentando posesiones materiales, despertar la envidia de los demás y calmar así la suya. Según lo anterior, el creciente consumismo de estos tiempos no es una "causa" sino un "efecto": el mercado fluye hacia la demanda. Cuál es la dirección de la demanda? Creo que es algo como esto: "Se necesitan lujosos objetos y ostentosas situaciones (espléndidos viajes por ejemplo) que calmen el vacío y la depresión de quien los consume, que hagan ponerse "verdes de envidia" a los parientes y vecinos y que compensen la creciente desvalorización del ser interior". Obteniendo tales objetos y situaciones (incluyendo no sólo los bienes materiales, el brillo social y el dinero, sino también el poder y "las mujeres"), la persona siente inflarse su ego que se transforma así en "grandioso" y "superior" por la posesión de las cosas, situaciones y personas mencionadas. Y esto, aunque esté ahogándose en deudas. La posesión de una “mujer bella” (o, para el caso, de un “hombre con dinero”) muchas veces contiene escondido un deseo de provocar los deseos envidiosos de los demás. La envidia de los demás, y el deseo por lo que uno posee, suele ser un sedante para los dolores de la “herida narcisista”. Cuando la persona afecta de una "adicción sin droga" se siente forzada a permanecer físicamente en pareja y en familia, como en la época de navidad y vacaciones, se reactivan y ponen de manifiesto problemas y conflictos que durante otras épocas del año pudieron mantenerse disimulados por el trabajo, el estudio y la vida social. Sucede que la persona "adicta" se ha visto apartada de su "droga". Del mismo modo, en la época de navidad y vacaciones en que el "adicto sin droga" se siente presionado a permanecer con su pareja y familia, las relaciones conyugales se vuelven más ásperas y conflictivas que de costumbre. El caballero no puede ir al Club ni donde "las
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amistades"; la señora no puede ir donde sus amigas, porque esas actividades han sido temporalmente barridas por la consigna "vida en familia", más o menos obligatoria durante "esas fechas". Al joven se le exige cenar con sus padres en vez de ir de rumba, y la niña ve limitada sus horas con el novio por la misma razón. Todo lo anterior contribuye a avinagrar los ánimos; aumenta la propensión a la violencia, al mal humor, a la depresión, al vacío, al aburrimiento y al sentimiento de falta de significado de la existencia... en unos días que fueron precisamente programados para lo contrario. El ansia por brillo social, el consumismo compulsivo y el apego adictivo por la pareja y la familia en forma de aferramiento, son ineficaces pero socialmente prestigiosos intentos de remediar este desagradable estado de cosas. Así pues, para anestesiar o disimular el vacío, la depresión, la desvalorización y los conflictos, mucha gente recurre a las "adicciones sin droga" descritas en este Capítulo. Veamos un caso que ilustra lo descrito hasta aquí. Pedro y Ana tienen 20 años de casados; él trabaja en una próspera industria y la situación económica de la familia es bastante aceptable. Ángela, la hija mayor, ha pedido viajar a Miami por vacaciones y afirma angustiada que "todos los compañeros del colegio van" y que "ya le han preguntado dónde va a ir ella de vacaciones". Pedro no puede hacer ese gasto ya que acaba de hacer reparar las instalaciones de agua y electricidad de la casa, y todavía está pagando las cuotas del viaje que hizo la esposa el año anterior. Sin embargo, no ha comentado con su familia la situación de dificultad económica. La hija, frustrada y avergonzada ante los amigos, ha empezado a "retirarles los afectos" a sus padres. Se avecina una navidad negra. Para empeorar las cosas, Pedro y Ana presionados por la angustia y el mal humor de la hija, se alejan emocional y sexualmente el uno del otro. Cierta noche Pedro, aterrado, descubre que por primera vez en su vida no puede tener erección. Ana le aporrea aún más con algunos amargos reproches y sarcasmos, y se duerme. Pedro se desvela y decide hablar al día siguiente con la esposa y la hija para aclarar las cosas. La esposa accede pero la hija no; esta última está casi violenta por la vergüenza que, según dice, va a pasar con sus compañeros de curso que sí viajarán. Ana consigue comprender la situación. Acepta que Pedro no puede hacer ese gasto sin adquirir una deuda que los desequilibraría el próximo año. Después de un largo diálogo con Ángela, los tres convienen en que esperarán a que la situación de la familia mejore, para continuar realizando sus viajes.
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La familia se reconcilia y logran tener una sencilla pero emotiva cena de navidad. En este caso vemos un doloroso y aleccionador incidente que combina lo conyugal y lo familiar. La exigencia de la hija, que podemos considerar como una naciente adicción al brillo social, al consumismo y la ostentación, sorprende a unos padres poco acostumbrados a confiar el uno en el otro: la ausencia de confidencialidad facilita que sobrevenga la silenciosa angustia de ambos, que desemboca en una franca desavenencia con problemas sexuales. La capacidad del padre para iniciar una comunicación, seguida por una oportuna apertura de Ana, que consiguió ponerse en el lugar del esposo, abren el camino a la reconciliación y previenen que la actitud incipientemente adictiva de la adolescente, desemboque en una "adicción sin droga". Después de considerar este caso, sugiero al lector cuestionarse y reflexionar: ¿Necesita usted aparentar? ¿Necesita usted comprar y comprar, gastar y gastar? ¿Se siente llevado compulsivamente por las necesidades de tener más y más? Cuestiónese además: ¿cómo se siente al lado de su pareja y de su familia para las navidades y las vacaciones? ¿Son las navidades y las vacaciones ocasiones para el vacío, la depresión y la falta de significado de la vida? ¿Hasta qué punto las situaciones sociales que le hacen compartir más con su familia, son para usted ocasiones de mirarse por dentro, cuestionándose y reflexionando qué esta haciendo con su vida? En cuanto a la relación de pareja, no recomiendo en primer lugar "que dialogue", porque dialogar así como así, carece de mucho sentido si antes, ambos miembros de la pareja, no han hecho un esfuerzo para ponerse el uno en el lugar del otro, por captar y comprender cómo ve cada uno lo que sucede entre los dos. El diálogo también carece de mucho sentido sin una íntima decisión previa de abrirse cada uno a una actitud de verdadera confidencialidad: sentir a la pareja como un confidente y no como alguien que va a regañar o rechazar si se le muestra la verdadera intimidad afectiva. En resumen, primero cuestiónese: ¿"en qué no tengo yo la razón?"; "en primer lugar, ¿cuál será mi problema?". Y al tiempo haga un esfuerzo por ponerse en el lugar de su pareja y comprenderla: ¿"en qué tiene ella (él) la razón?". Veamos ahora las otras clases de "adicciones sin droga". Me referiré brevemente a la adicción a repetidas e intrascendentes aventuras sexuales desafectivizadas y despoetizadas, adicción llamada también promiscuidad. Su origen se
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encuentra en una incapacidad de la persona para hallar en la relación de pareja monogámica una satisfacción sentimental y sexual armónica, estable y libremente elegida. La promiscuidad se diferencia de la infidelidad en que ésta suele consistir en una sola relación por fuera de la pareja, relación que suele vincularse con alguna clase de "enamoramiento", mientras que la promiscuidad da lugar a una serie de relaciones repetidas, múltiples y afectivamente intrascendentes por fuera de la pareja. Lo que está al fondo de la promiscuidad, es la ingenua pero conviccional creencia de que la excitación reside en repetir y reiterar el factor de "novedad" en la sexualidad. Un análisis más profundo de la promiscuidad revela una situación de vacío interior muy grave, parecida a la sensación de daño o muerte interior, que se estudió a propósito de la violencia. Este vacío lleva a una situación de idealización momentánea, pero muy intensa, que hace que el promiscuo sienta fuertes y apasionados deseos sexuales por una persona hacia la que luego, en pocas horas o pocos días, pierde todo interés. Entonces el promiscuo desecha tal persona y se arroja anhelante en procura de otra, con la que el ciclo se repite. Interminable e insaciablemente. El problema central de la promiscuidad, aparte de poner en riesgo la relación de pareja y la estabilidad de la familia es que, como todas las demás adicciones, incluyendo el aferramiento, dejan como únicos resultados la soledad y el vacío. Es una conducta que carece de significado, de textura y de plenitud, que no le aporta nada a la persona, ni le permite a ésta aportar. Como todas las otras adicciones, se trata de un esfuerzo fallido por rellenar un vacío que sólo puede ser adecuadamente llenado por el contacto consigo mismo, la autoestima y la relación de pareja estable en el marco del amor. Desde otro punto de vista, la promiscuidad puede entenderse en relación a las diferencias psicológicas y sexuales entre hombres y mujeres (Capítulo VIII): sucede que en esta cultura el varón promiscuo es tenido muchas veces por un "alegre Don Juan" mientras que la mujer, con una conducta similar resulta rabiosamente descalificada como una "puta". Vale la pena decir que, desde el punto de vista psicopatológico, la conducta de promiscuidad en los varones tanto como en las mujeres, es igualmente anormal. Para terminar el Capítulo, creo conveniente una palabra sobre la "libertad sexual" o "amor libre". Es una posición que algunas personas adoptan, dejando de lado cualquier compromiso monogámico. Esta posición no puede ser vista como algo definidamente normal; en nuestra cultura resulta algo peculiar aunque bastante frecuente. Las personas que asumen esta posición eligen hacer uso deliberado de su sexualidad infantil y se niegan a crecer emocionalmente. Al abstenerse de combinar su sexualidad con la responsabilidad y el amor, se perpetúan como unos niñitos "divertidos" y que se salen con la
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suya todo el tiempo, lo cual constituye una actitud respetable como todas las cosas humanas, pero a mi modo de ver, una elección solitaria y vacía. Creo que personas con esta clase de tendencias, necesitan indiscutiblemente ayuda psicoterapéutica, ya que detrás de la inmadurez emocional y sexual que exhiben, se halla un trastorno del carácter. Finalmente, cuando las personas intentan tener "libertad sexual" al tiempo que una relación pretendidamente monogámica, tenemos la infidelidad, la promiscuidad y el así llamado "matrimonio abierto", situaciones que suelen conducir a la frustración y al vacío. *** CAPITULO XIX Alcoholismo y Drogadicción en pareja. (“Un traguito más, a ver si te pones caliente...”) En algunos casos, uno de los miembros de la pareja, o ambos, presentan una adicción al consumo de drogas o de alcohol. Para ilustrar esta situación, ofreceré algunos detalles de un caso clínico tomado de mi práctica profesional privada. Se trata de un fragmento de una sesión de Psicoterapia de pareja en la que uno de los consultantes es alcohólico. El comienza la sesión diciendo que reconoce que han llegado tarde a la sesión, y que "siempre llega tarde a todo". La esposa señala que en realidad llega tarde siempre que se trata de cosas personales, ya que en cosas del trabajo siempre es muy puntual. El comenta que ella "sólo dice cosas sin sentido" y que no hay que hacerle caso, porque "cada cosa que dice puede significar otra cosa". “Cualquier cosa”. Ella añade que ya no le cree nada, porque cuando al principio del matrimonio, le creía, sólo obtenía sufrimientos. Eso la hace vivir en la desconfianza, desvalorizando todo lo que él dice. Considera que él siempre está "elevado". Ella añade que esto la ha llevado a una progresiva disminución del afecto y a una marcada frialdad en la relación. El señala que, a más frialdad de ella, él consume más alcohol y, como consecuencia, "se eleva más" y dice cada vez más tonterías. Ambos reconocen que ahí hay un círculo vicioso porque cuanto más se embriaga y se eleva él, hay más frialdad de ella y más necesidad de alcohol por parte de él.
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Yo les señalo que es evidente que el consumo adictivo de alcohol, no es el único descontrol en la vida de él, sino que detrás de éste, hay un descontrol de su carácter en general, caracterizado porque vive "elevado" y tiende a "decir cualquier cosa". Comento que eso no es consecuencia del alcohol, porque al principio de la sesión estaba completamente sobrio y dijo algo que no correspondía: dijo "llego tarde a todo" mientras que la realidad es que llega tarde sólo a cosas personales. Añado que parte de la "elevación" consiste en "decir cualquier cosa", lo que significa que no se responsabiliza por lo que dice. Comparo la situación con la de un chico frustrado que moja su pañal para llamar la atención de la madre, consiguiendo de ella sólo regaños y castigos. El, "moja el pañal", primero hacia afuera, "diciendo tonterías" y estando todo el tiempo "elevado". Interpreto el consumo de alcohol como una incontinencia hacia adentro: se hace la pila "hacia adentro" con un incontinente consumo de alcohol. Con ello intenta no sólo rellenar su vacío y calmar sus tensiones, sino también llamar la atención de su esposa. La esposa, en vez de atenderle amorosamente como él espera, lo frustra reaccionando con frialdad y negándole el afecto, a lo cual él reacciona con mayor consumo de alcohol. Ella comenta que se esfuerza en darle afecto. Yo le digo que el afecto dado con esfuerzo es un afecto sin efecto, ya que no es espontáneo. A continuación, él comenta que "si no tiene unos cuantos tragos dentro", es capaz de no decir nada y reprimirse a veces por años; añade que ha permanecido largos años sin decirle "un montón de cosas" a su esposa. Ella añade que cuando está bien tomado, le dice cosas horribles, espantosas y que ha llegado a golpearla, lo que la tiene a ella al borde del divorcio, situación por la cual consultaron. Yo les señalo que la embriaguez tiene como efecto que él se "suelte", es decir, se vuelva incontinente y se exprese de un modo violento y descontrolado. Añado que lo que buscaremos en la Psicoterapia es que él pueda aprender a expresarse sobrio, a “decir” lo que necesita decir de un modo saludable y no como con el alcohol, con el que se expresa violenta y descontroladamente. Con este caso quiero sustentar tres puntos principales: 1.- El consumo de alcohol del esposo es el resultado de un intento de él de comunicar que tiene un descontrol en la estructura de su carácter, que él no puede manejar. Ese descontrol se "expresa" a través del consumo. Además, el consumo es "su modo" de pedir afecto y atención, lo que inconscientemente intenta reforzar mediante la "elevación" y el "hablar tonterías".
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2.- El consumo de alcohol del esposo, lejos de promover alguna clase de solución o al menos de compensación en la relación de pareja, encuentra exactamente lo contrario: la reacción de negación del afecto y la frialdad de ella lo empujan aún más al consumo. 3.- La negación del afecto y la frialdad de ella, cierran un círculo vicioso, ya que él se siente "empujado" a consumir, no sólo por sus problemas internos, sino también por la actitud de ella. Además es necesario comentar que el "esfuerzo" de la esposa por brindarle afecto fracasa, porque él se percata que es algo forzado, con lo cual la frustración y el consumo de él aumentan y con ello la frustración y la violencia de ella. En esta relación de pareja, el consumo es "utilizado" por el esposo alcohólico como un vehículo para facilitar la comunicación de sentimientos que de otra manera se le quedarían "congelados" dentro. Estamos pues frente a un problema individual de carácter e inmadurez emocional severa y también frente a un problema de relación de pareja, ambos encubiertos por una adicción. El punto de partida de toda adicción, es un inadecuado y voraz intento del individuo por calmar el insoportable malestar que le produce la sensación, (similar a la estudiada en el caso de la violencia), de tener "algo dañado" o incluso "algo muerto" dentro. Este "algo dañado o muerto" dentro de la persona, es el resultado de la agonía que experimenta el ser interior ante la falta de autoestima: la adicción sería algo así como un inadecuado intento de apaciguar, resarcir y revitalizar aquello que se siente dañado o muerto en el ser interior, así como la violencia sería el inadecuado intento de "hacérselo a otro", de "hacerle sentir a otro la sensación de daño o de muerte interior". La droga, el alcohol, infunden una aparente, momentánea y falsa vivacidad al ser interior, un transitorio bienestar por una pasajera recuperación de la autoestima en base a una acción química y no psicológica. Esta vivacidad sin embargo, es traicionera, porque el efecto químico termina por dañar a la persona y a la larga, el daño es mucho mayor que el beneficio. Los drogadictos y los alcohólicos son personas que tratan de recrear una etapa temprana de su evolución emocional, asociada a sentimientos de seguridad y felicidad. Toda la Humanidad busca esos sentimientos; las personas no dependientes a estas sustancias lo hacen a través del logro del afecto y del contacto consigo mismos y también como resultado de unas relaciones humanas sanas y creativas. Los drogadictos y los alcohólicos fracasan en ese intento porque su ser interior, carente de autoestima, no puede establecer los vínculos de afecto y contacto que necesita: la falta de amor por sí mismo imposibilita al adicto y al alcohólico para amar a otro ser humano.
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La persona con una drogadicción o con un cuadro de alcoholismo, tiene una lesión central en su mundo interior: ha incorporado la imagen de una madre que no da afecto y por lo tanto no hay autoestima. Se exacerba el odio destructivo contra la madre y esto revierte contra él mismo: el dañino y autodestructivo consumo representa también la descarga del odio destructivo contra él mismo. La lesión en la autoestima provoca gravísimos sentimientos de desvalorización. En esas condiciones, la persona apela a cualquier medio para inocularse algo de autoestima: la droga, el alcohol se utilizan como fuentes artificiales y químicas de autoestima por su efecto euforizante, generador de intenso pero transitorio bienestar. Y es que dada la escasez de autoestima, las posibilidades del drogadicto y del alcohólico de confiar en que obtienen amor de personas reales se han vuelto nulas: su único recurso se vuelve el consumo. Según esto, el esposo alcohólico de la pareja descrita, no podía de ningún modo recibir el afecto que necesitaba de la esposa, por más que ella se esforzaba en darlo. El hecho es que para él, la única fuente de amor era la botella. Su desesperanza respecto a conseguir afecto y contacto consigo mismo, y en la relación humana con su mujer, lo agobiaban con devastadores sentimientos de desvalorización. Esta se expresaba además en la descontrolada actitud de permanecer "elevado" y "hablando tonterías". ¿De dónde provenía su imposibilidad? Criado por unos parientes que habían quedado al cuidado de él, luego de la muerte de sus padres, había desarrollado una intensa expectativa de afecto hacia dichas personas, las cuales lejos de corresponderle, le aislaron y le dejaron de lado. Ya desde muy niño, él encontró consuelo a su soledad y a su sentimiento de abandono en el compulsivo consumo de comida que, a diferencia del afecto, sí podía encontrar en abundancia en la casa de los parientes. A partir de entonces, aplica en su vida lo que ha aprendido: ante la escasez de afecto, consume cosas gratificantes por la boca. De allí al alcoholismo del adulto hay un breve paso. La esposa, obviamente reforzaba el círculo vicioso con su incapacidad de usar la firmeza poniéndole un límite a los abusos del esposo. Se limitaba a ser fría y despectiva, a sufrir y a desconfiar de él. Esa reacción de la esposa, reactivaba en el inconsciente de él, recuerdos de las actitudes de los parientes de la infancia que le aislaron y le dejaron de lado. Se podría decir que este hombre, de un modo desde luego inconsciente, eligió una esposa que en vez de repararle su desvalorización y su soledad, lo abandonaba, lo que permitía que él continuara haciendo uso de la adicción que aprendió de niño: rellenarse de "cosas buenas" por la boca para compensar la falta de afecto por el distanciamiento de las personas que le rodeaban. Queda claro entonces, que este hombre no eligió una esposa, sino una especie de "cómplice" destinado a "acolitar", no intimidades corporales distorsionadas como en el caso del perverso, sino el consumo de alcohol.
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¿En qué consistía la "complicidad" de la esposa? Básicamente, ella no podía impedir el consumo del esposo, pero con su aferramiento a él continuaba ofreciéndole una ilusión de compañía en la que nada podía resolverse, perpetuándose el vínculo perturbado y perturbador en el que el consumo de él podía continuar indefinidamente. Esta es la forma en que se constituyen las parejas en las que uno de sus miembros es adicto: el adicto busca como pareja una persona que le dé motivo para continuar con su adicción y sea su cómplice incluso para agravarla. Un modo como NO DEBIERA usarse esta comprensión, sería que el adicto se sintiera "científicamente avalado" para decirse o decirle a su cónyuge... "¿Sí ves? Yo consumo, pero es por tu culpa". No. Nadie consume "por culpa de otro", sino por propia desarmonía interior, la cual es responsabilidad del que la tiene, no del cónyuge. Lo que éste hace es "reforzar" la adicción. Facilita y "empuja" el consumo del adicto, pero no lo "causa". En muchos casos, he podido observar en mi práctica clínica, un miembro de la pareja reaccionando a la adicción del otro, desarrollando a su vez alguna clase de adicción o incurriendo en infidelidad, en vínculos con amistades inconvenientes, en perversiones sexuales, etc. Resulta importante señalar que esta es una cultura en la que el alcoholismo es impulsado, por lo que algún sociólogo llamó el "estado tabernero": una buena parte de los ingresos del Gobierno provienen de los impuestos sobre bebidas alcohólicas. El alcohol está presente en casi todo tipo de acontecimiento social. Por otro lado, las drogas de todas las clases, circulan en los grupos sociales, haciendo que el acceso a ellas sea cada vez más fácil. De acuerdo a estas dos afirmaciones se puede deducir, que tanto la sociedad como el Estado, han llegado a auspiciar el consumo y la adicción. El uso de sustancias químicas para intentar manejar la desdicha, se ve pues facilitado y protegido por el Estado, y también por la sociedad misma. Este uso ofrece el efecto de un inadecuado anestésico, no sólo para los sufrimientos de la pareja y la familia, sino para los de toda la comunidad. Tal anestésico no sólo daña la salud física y mental, sino que auspicia que cada vez más la gente eluda su responsabilidad en sus propias vidas, refugiándose con facilista comodidad en un amparo químico. ***
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CAPITULO XX ¿Hijos-problema o padres-problema? (“Doctor, ¡Qué mal pagan los hijos...!” “Señora, ¿tiene una cuenta de cobro?”) En el Capítulo I, analizaba cómo es que las parejas en conflicto no dan frutos de crecimiento y plenitud humanos, pero sí, muchas veces, dan unos desdichados frutos que aparecen en el mundo como “hijos” pero que, cuando no surgen del amor sino del conflicto, están -como sus padres-, destinados casi seguramente al subdesarrollo afectivo, al sufrimiento emocional y a la infelicidad. Los conflictos de pareja que tienen los padres son una de las causas fundamentales de la aparición de problemas en el carácter de los hijos. Un ejemplo de esta dolorosa situación corresponde a una pareja de pacientes míos en la que la mujer se siente desdichada con su esposo por la actitud distante, machista y muchas veces infiel de éste. Tienen un hijo. Como no dispone de un muy saludable equilibrio en su carácter, la madre hacía dos cosas: 1.- Aferrarse al bebé y sentirlo como un angustioso consuelo a su soledad y sentimientos de abandono e ira con el marido. 2.- Y al mismo tiempo, rechazar al bebé por considerarlo el representante de su desdicha y de su infeliz relación con el marido. Esta doble actitud ocasionará una reacción de inquietud, angustia, ira y exigencias desmedidas por parte del bebé. Ya tenemos establecidos los términos del conflicto: una madre frustrada y ansiosa, un bebé exigente e iracundo y un padre distante ó ausente. La madre no tardará en sentir al bebé como una interferencia en su vida, con lo cual o se aferrará más a él o lo rechazará más intensamente. Eso aumentará considerablemente la ira, las exigencias y la frustración del bebé. Es evidente que aquí empieza un círculo vicioso que se irá ahondando a medida que pase el tiempo y en el que se verá, tarde o temprano, involucrado directa ó indirectamente el padre. Es inevitable relacionar estos eventos con lo analizado en el Capítulo VII, es decir, con los factores que determinan el desarrollo psicológico y sexual del ser humano. En otros casos no se trata siquiera de desavenencia entre los padres como esposos, sino que ambos, absortos en su trabajo productivo, abandonan de hecho a la criatura, la que reacciona con la misma ira, exigencias y frustración que en el caso que se examinó anteriormente. No entraremos en detalle de otros conflictos en ulteriores etapas del desarrollo, pero sí continuaremos con el anterior ejemplo, extendiéndolo en el tiempo a la etapa de la vida de la familia en la que el bebé se haya hecho un adolescente: esta familia tendrá que vérselas con
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un muchacho que ha transformado la ira, las exigencias y la frustración que sintió de bebé, en una actitud altanera, despectiva, autosuficiente y contradictoria, que rechaza los esfuerzos que eventualmente puedan intentar sus padres por acercarse a dialogar con él ó que reacciona a la ausencia de diálogo utilizando la desobediencia rebelde, el desafío, la prepotencia, etc. Si el problema permanece sin resolverse, el adolescente reforzará su reacción permaneciendo en grupos con otros adolescentes igualmente frustrados e iracundos; de aquí resulta fácil extender nuestras proyecciones a problemas sociales como la violencia callejera, la delincuencia y la constante provisión de carne de cañón para la guerrilla y potenciales delincuentes para el narcotráfico. También serán consecuencias de lo anterior, la drogadicción y el alcoholismo, la promiscuidad sexual y en general, la insensatez. Un adolescente como éste, además de ser una fuente de mayor infelicidad y problemas para sus padres, provee a éstos de un arma terrible en su lucha conyugal: el adolescente problema será utilizado como un recurso permanente de cada uno de los miembros de la pareja para acusar y descalificar al otro, atribuyéndole a su cónyuge toda la "culpa" por los problemas del muchacho. Veamos un ejemplo: "¡Lo que pasa con el chico es que tú has estado demasiado ocupado en tus cosas, mientras yo tenía que vérmelas con él todo el tiempo!...” “Nunca te tomas la molestia de saber cómo va en el colegio!..."; "Eso es lo que tú dices!... El muchacho está como está porque toda la vida lo has malcriado demasiado y cuando yo tenía que trabajar hasta tarde te lo llevabas a dormir a tu cama!...". Creo que para el lector será obvio que la pelea anterior está llena de argumentos más que frecuentes. Tenemos aquí un ejemplo de cómo los conflictos caracterológicos y de inmadurez emocional severa de los padres-problema determinan que el hijo sea, a su vez, un hijo-problema; a su turno, el hijo-problema acentúa la infelicidad y la frustración de sus padres, quienes pueden llegar al extremo de culparlo de su desdicha. Y esta no es una situación que pueda remediarse mediante exigencias, órdenes, regaños o castigos. Así pues, ¿qué puede hacerse? La intención de este Capítulo es promover en los lectores un cuestionamiento, acerca de si el caso de su hijo o sus hijos-problema podría estar incluido en las situaciones descritas arriba. En caso de que lleguen a esa conclusión, el siguiente paso sería intentar promover un diálogo con su cónyuge, previa lectura conjunta de este libro, especialmente de este Capítulo. Este diálogo podría dar lugar a una toma de conciencia por parte de los padres, de las verdaderas causas del problema que se observa en el hijo, con una inmediata consecuencia:
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cesarían las críticas, los regaños y las agresiones contra el muchacho. Luego, sin caer en una actitud de complacencia o de complicidad con la conducta del adolescente, ir mostrándole a éste, poco a poco, la nueva disposición de los padres a una relación más dialogante. No sería conveniente "sentar" al adolescente con los padres para que éstos "le echen un sermón" sobre lo que han aprendido en este libro. Si la pareja ha comenzado a cuestionarse, a renunciar a la recíproca acusación y a tener un mejor diálogo, ello no pasará inadvertido para el adolescente que, salvo en el caso de estar ya muy gravemente dañado en su carácter, tomará poco a poco la iniciativa de intervenir en el diálogo de sus padres. En el caso que el adolescente tenga un severo daño psiquiátrico, obviamente no tomará la iniciativa del diálogo; en ese caso será conveniente buscar ayuda profesional: posiblemente una Psicoterapia del Grupo Familiar y eventualmente una Psicoterapia individual para el muchacho y una Psicoterapia de pareja para los padres, podrán ser soluciones adecuadas y satisfactorias. Para finalizar, unas palabras sobre Prevención Psicosocial en Salud Emocional: una esposa desdichada, un esposo frustrado, no funcionarán como buenos padres, capaces de dotar a su bebé y a su niño de la satisfacción adecuada de sus necesidades y que lo transformarán emocionalmente en un adulto. Un padre que en su relación conyugal está frustrado, será incapaz de proporcionarle a su esposa la especialísima protección, cuidado y afecto casi incondicional que ella necesita durante el embarazo y los primeros meses de la crianza, privando así al bebé del ambiente satisfactorio y creativo que le permitiría su adecuado desarrollo emocional. Una madre que en su relación conyugal se siente frustrada, se verá indefensa e incapacitada para hacer frente a sus propios problemas, a la desinformación, a las exigencias del esposo y de los demás hijos, a los problemas económicos y laborales. Interiormente no estará lo suficientemente fuerte como para dedicarle a su bebé la atención y afecto que necesita. Esta es la manera como los problemas psicológicos del padre y la madre confluirán para hacer que muchos de los 10 factores necesarios para el desarrollo psicológico y sexual descritos en el Capítulo VII, no estén presentes. El bebé y el niño, futuros ciudadanos adultos, se verán privados entonces de la oportunidad de madurar emocionalmente. Hay que agregar que en los casos en que la familia se desintegra por separación o divorcio, el cónyuge que conserva a los hijos se verá en serios problemas para cumplir con las funciones psicológicas descritas, especialmente si la separación es agresiva o rechazada por uno de los miembros de la pareja. Por ello, los casos de separación requerirán urgente asesoría profesional para la crianza y educación de los hijos, tanto como para llevar adelante una separación adecuada, adulta y civilizada.
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De todos modos, es mi opinión profesional que, en el caso de una seria desavenencia conyugal, que no puede ser resuelta ni por la reflexión y el diálogo de los miembros de la pareja, ni por la intervención de un Psicoterapeuta calificado, será más beneficioso para los hijos tener unos padres separados y satisfechos, que unos padres insatisfechos, rabiosos y frustrados por una falsa unión, en la cual no podrán proporcionarle a sus niños el mínimo ambiente emocional que necesitan. Precisamente, estas falsas uniones serán uno de los temas que se debatirán en la Quinta Parte de este libro, referente a la ética de la relación de pareja. *** CAPITULO XXI Distribución de tareas domésticas. (“Lo que es yo, ni amarrado lavo un plato”) La mayoría de los varones (e incluso en la mayoría de las mujeres), padecen de la convicción machista (delirante) de que realizar las tareas del hogar o "hacer oficio", es una actividad exclusiva de las mujeres. Este prejuicio es profundamente reforzado en nuestra cultura por una educación inadecuada, llena de prejuicios, que madres y abuelas suelen inocular a las niñas y jovencitas acerca de sus "obligaciones femeninas": sumisión sexual al varón, tolerancia a sus infidelidades, dedicación en las tareas domésticas, etc. El origen de este prejuicio se halla en la prehistoria. La vida en la prehistoria de la humanidad parecería darle una base racional a ese prejuicio, ya que en aquellos tiempos, el varón se dedicaba a la caza o a la guerra por lo cual era comprensible que pasara fuera la mayor parte del tiempo, mientras que la mujer se dedicaba al cuidado de los hijos, a la preparación de los alimentos y al cuidado del hogar. De hecho, la misma palabra "hogar" tiene sus raíces lingüísticas en la palabra "fuego": la mujer, antes del descubrimiento de las técnicas para encender fuego, era la encargada de quedarse en el "hogar" a cuidar que el fuego conseguido de algún evento natural, se mantuviera encendido. Esta situación se prolongó durante siglos y a pesar de que la mujer se fue incorporando cada vez más a la actividad productiva, el cuidado de la casa seguía siendo su responsabilidad. A partir de la Revolución Industrial y más en las últimas décadas, la humanidad ha experimentado un vuelco considerable con el ingreso de la mujer al mercado de trabajo. Cada vez son más las mujeres que pasan la jornada entera dedicadas a actividades laborales remuneradas.
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En este punto es necesario diferenciar la situación de la pareja en la que la mujer no tiene un trabajo remunerado y se dedica sólo a las tareas del hogar, de la pareja en la que los dos tienen un trabajo remunerado. En el primer caso, es apenas natural que la mujer cubra la mayor parte de las tareas del hogar ya que dispone del tiempo y energía necesarios. Sin embargo, es aquí donde comienzan los problemas, porque por un lado, a causa del machismo y también de la desvalorización cultural, el varón tiende a sobrevalorar su papel de productor de dinero y a despreciar el trabajo que, en las tareas domésticas realiza la mujer, tareas que, aunque fatigantes, no producen dinero y por ello, no son valoradas por el hombre. Al lector pudiera serle familiar el "divertido" y a veces hasta agresivo comentario que hacen muchos hombres a sus esposas cuando llegan a la casa: "¿qué has hecho todo el día?... ¿cansada de qué?... ¡Cansado yo que he trabajado todo el día!... “ Esto conduce a dolorosos sentimientos de desvalorización de sí misma en la mujer y por consiguiente de aumento del odio y la agresión reprimidos. Y por si lo anterior fuera poco, la mujer ve incrementarse su odio y su violencia por la lesión adicional que significa no disponer de un dinero propio para sus gastos personales y tener que soportar la "sacada en cara" y el chantaje del varón. En el caso de las parejas en que los dos trabajan, caso cada vez más frecuente, es habitual fuente de conflictos el que los varones suelan insistir en que, regresados ambos al hogar después de la jornada de trabajo, sea la mujer la que cumpliendo con tradiciones ancestrales, realice el "oficio" del hogar, mientras el varón descansa. Como si la mujer no necesitara también descansar y como si al participar ahora ambos de las actividades productivas, no fuera lógico que ambos también participaran en las tareas del hogar. El caso de las parejas donde los dos trabajan fuera, es el caso más apropiado para considerar el asunto de la empleada doméstica, recurso que es completamente válido para mejorar las condiciones de descanso de ambos miembros de la pareja. Los prejuicios machistas analizados en el Capítulo VIII, determinan que muchas veces los varones consideren muy justificado el hacer sus exigencias a la mujer en cuanto a las tareas del hogar. Es necesario aclarar que frecuentemente, el hecho de que en muchos hogares las tareas domésticas se amontonen sobre los hombros de la mujer, es una situación de la cual son responsables tanto el hombre como la mujer, por sus prejuicios machistas, es decir, sobreprotección al varón al que siente como un hijo, sumisión por haber sido educada por una madre sumisa y aceptación pasiva de los prejuicios de la cultura. El caso es que la mujer termina por rebelarse ante la situación descrita. Esta rebelión podrá tener dos matices diferentes:
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Uno es el caso de la mujer que se rebela explícitamente, reclama sus derechos y lucha por ellos, lo cual ocasiona discusiones y peleas que contribuyen a agravar los conflictos que ya pudieran existir en la pareja, por los motivos detallados en otros Capítulos de este libro. Más grave que la anterior, es la situación generada por la rebelión no explícita sino encubierta, sumisa, falsa y aparentemente resignada de la mujer, que en el fondo no acepta (ni puede aceptar), el estado de cosas impuesto por el varón y por la cultura. En este caso, la mujer protagoniza una "rebelión hacia dentro", sometiéndose por fuera pero incrementando sentimientos conscientes e inconscientes de odio y violencia contenida contra el varón, sentimientos que de una manera sutil y soterrada van minando la relación y agravando igualmente conflictos existentes por otras razones. ¿Cómo enfrentar esta situación? Podría suceder que mi opinión al respecto provoque la ira de muchos de los varones que me leen. También es posible que muchas mujeres utilicen estas ideas para contraatacar a los varones, sintiéndose "científicamente apoyadas". Quiero expresar aquí que la única salida que veo para esta situación, es invitar a los lectores a que posterguen momentáneamente las actitudes que acabo de anticipar y reflexionen, releyendo los capítulos anteriores, de modo que puedan establecer un diálogo en el que se vuelvan capaces de discernir y de esclarecer cuáles son los verdaderos motivos inconscientes que determinan que el prejuicio machista se acentúe y se establezca cada vez con más violencia. Y por otro lado, cuáles son los verdaderos motivos por los que las mujeres o se rebelan agresivamente o se someten acumulando odio y violencia contenidos. Es necesario que el varón reflexione y comprenda que la realización de tareas del hogar, así como la expresión de sentimientos y afectos no lesionan para nada su virilidad. Es necesario que la mujer comprenda igualmente, que la existencia de prejuicios ancestrales hace que el varón se aferre a la convicción que las tareas del hogar son actividades exclusivamente femeninas, para que de esa manera puedan reducir exigencias irracionales de "igualdad" y pueda asumir que el varón que vive con ella requiere, no de presiones y rabietas para abandonar su prejuicio, sino de un diálogo creativo. El diálogo creativo puede llevar a los miembros de la pareja al establecimiento de acuerdos progresivos acerca de ésta y otras divergencias. Hay que remarcar por otro lado, que existe una tarea considerada habitualmente entre las "tareas del hogar", que compete principalmente a la mujer: es la tarea de crianza, cuidado, dedicación y preocupación por el pequeño bebé hasta alrededor de un año de vida. La naturaleza ha provisto a la mujer de recursos biológicos, instintivos y emocionales para la óptima realización de esa tarea.
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Sin embargo el varón no está excluido de ella: su contacto con el bebé puede ser muy intenso física y emocionalmente. Pero la principal participación del varón en el proceso de crianza de bebés estará más en relación con el cuidado, protección y afecto dedicados a la madre mientras ésta cuida al bebé. Puede sintetizarse lo anteriormente descrito diciendo que durante la crianza del bebé, la tarea óptima del padre es hacer de "madre de la madre". Para cumplir con esta sugerencia, el varón que ha llegado a ser padre habrá de liberar a la mujer, hasta donde le sea posible, de las restantes tareas del hogar durante esta época. Esto se refiere especialmente a la tarea de satisfacer las necesidades emocionales de los hijos mayores que, celosos por el nacimiento del nuevo hermanito o hermanita, incrementarán por esa época de una manera desmedida sus exigencias de cuidado y afecto. Otra tarea fundamental del varón durante la crianza de su pequeño hijo será la toma de conciencia de que, precisamente por la manera como el lactante embarga la atención, el amor y los cuidados de la madre, podrían aparecer en su propio ánimo intensos sentimientos de celos conscientes e inconscientes hacia el bebé. Esta toma de conciencia y el manejo ecuánime y adulto de los celos hacia el pequeño hijo que lo hace sentirse desplazado, es tal vez uno de los elementos más significativos de lo que podríamos llamar una verdadera "paternidad responsable". A medida que el pequeño crece, los equilibrios emocionales irán reestableciéndose gradualmente en el grupo familiar: el varón podrá ir recuperando paulatinamente una mayor atención, afecto y tiempo de su mujer, y los hijos mayores, de su madre. En cuanto a la educación, afecto, atención y preocupación por los hijos mayores de un año, considero que son tareas, como las demás del hogar, de responsabilidad compartida entre los miembros de la pareja. Antes de terminar este Capítulo quisiera insistir una vez más en que los argumentos expuestos deberán ser usados por los miembros de la pareja, como una herramienta de comprensión recíproca en el diálogo y no como un arsenal de armas para la lucha entre ellos. *** CAPITULO XXII Hogar y Economía. ("Tu" dinero y "mi" dinero... o "nuestro" dinero?) Un marido machista, como el descrito en el Capítulo VIII, es decir autoritario e imponente, está conviccionalmente (delirantemente) convencido de su superioridad y usa el hecho de ser quien provee el dinero en la familia para someter a la mujer a su autoridad.
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Con el propósito de lograr su objetivo, puede llegar al extremo de usar el chantaje directo para doblegar voluntades y aún exigir afectos. En casos extremos, hasta para exigir y demandar relaciones sexuales "porque yo soy el que paga aquí". En este ejemplo, el marido machista ocuparía una posición de "es mi dinero y hago lo que me da la gana con él", mientras que la atribulada esposa y los hijos tendrían que acatar una situación de "es su dinero y tenemos que someternos". En el fondo, lo que el marido del caso propuesto está haciendo, es mezquinarle a su pareja y a su familia, el amor y el respeto. Lo que hace con el dinero sólo REPRESENTA lo que en realidad hace con el afecto: mezquinar, retener, extorsionar. Una situación parecida podría verse detrás del siguiente caso: una esposa desconsiderada que gasta en cosas inútiles más de lo que el marido gana, estaría representando una actitud dispendiosa e insaciable de la esposa respecto del afecto del marido; la esposa en este caso estaría en la posición de desperdiciar, de "botar" el afecto, sin poder conservarlo y disfrutarlo dentro de ella, transformándolo en cosas externas, las cosas inútiles que compulsivamente adquiere. Las fuerzas psicológicas que se expresan a través de las actitudes hacia el dinero, pueden expresarse en las actitudes hacia todas las posesiones materiales y hasta en el arreglo personal. Así por ejemplo, el esposo que se viste y se arregla cuidadosamente para ir a trabajar, puede pasarse en su raído pijama, sin afeitarse ni bañarse todo el fin de semana, expresando a través de este descuido, la escasa importancia emocional que le merecen su esposa e hijos. Otro ejemplo en la misma dirección es el caso de una pareja en la que ella está en dieta y obliga a su esposo y aún a los hijos a someterse al mismo régimen, cocinando sólo alimentos bajos en calorías y sirviéndolos a todos por igual. Un ejemplo frecuente es el del padre de familia que, teniendo un solo vehículo, se niega rotundamente a prestarlo a su mujer o a sus hijos cuando no está usándolo en el trabajo o en distracciones del grupo familiar. ¿Qué significa todo esto? Significa que el manejo que las personas hacen del dinero y de los bienes materiales con su pareja y con su familia, da una muestra representativa de cómo están manejando los afectos. Y la cosa se refiere no sólo al amor. También el manejo del dinero y los bienes materiales puede expresar odio, envidia, rabia y otros sentimientos negativos. Así, la señora del ejemplo en que ella gasta más de lo que el marido gana, representa no sólo la expresión de un tratamiento descuidado y dispendioso del amor, sino también una manera de manifestar una envidia inconsciente porque el marido trabaja y gana dinero en su empleo mientras que ella trabaja en el hogar y no percibe remuneración económica alguna.
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Motivaciones más profundas para estas actitudes hacia el dinero, pueden ser estudiadas en el marco de una Psicoterapia de pareja. Podría llegarse a comprender que más al fondo, la actitud de la esposa del ejemplo podría representar la envidia de ella porque el marido es varón y ella tiene el prejuicio machista de que el hombre es superior a la mujer. Más al fondo aún, la actitud de la esposa podría representar una envidia de ella por el pene de él. Y así podríamos llegar a comprender que aún más atrás y más al fondo, la actitud manirrota de la mujer pudiera estar encubriendo una insaciable voracidad que ella desarrolló cuando bebé hacia su madre, voracidad que ahora repite inconscientemente con el marido. Desde otro ángulo, la actitud estudiada representaría un intento inconsciente de compensar sentimientos de desvalorización y de escasa autoestima, mediante la actitud narcisista de salirse con la suya a través del "comprar, comprar y comprar". Otra manera de ver este caso, sería entender el gasto excesivo como la realización del deseo inconsciente de la esposa de impedirle al esposo ahorrar y capitalizar, porque si esto ocurriera ella temería ser abandonada por el hombre, ahora más rico y poderoso. La misma motivación pudiera hacer que un hombre impida trabajar a su mujer, por miedo a que se independice y lo deje. El caso del marido machista que usa el dinero que gana para obtener autoridad y afecto mediante el chantaje podría analizarse, igualmente dentro de una Psicoterapia de pareja como una actitud que representa su odio inconsciente contra las mujeres, que representan a la madre que lo maltrató y le negó afecto en la infancia. Más al fondo podríamos discernir una envidia por los senos y por la maternidad, de las mujeres en general y de su compañera en particular. En otro nivel de comprensión, el marido machista estaría intentando manejar un problema de amor propio disminuido por carencias infantiles de reconocimiento y amor, con una actitud grandiosa en la que ahora "domina", mientras que antes dependía, necesitaba y "era dominado". Otra relación entre machismo y economía, puede observarse en el caso de muchos varones que tienen una confusión entre "ser hombres" y "ganar dinero" para poder "mantener su familia": estos varones son los que rechazan que la esposa trabaje y más todavía, si ella puede llegar a ganar más que él. Como si ser "suficientemente hombre" estuviera determinado por "una gruesa chequera" (que representa "un gran pene") y por poder ser el "protector económico" y no por el amor y el respeto que sea capaz de darle a la mujer y a los hijos. El rechazo consciente o inconsciente de muchos hombres a la mujer profesional e inteligente, no sólo puede entenderse como la expresión de un machismo, sino también como una necesidad del varón de esquivar a las mujeres a las que no puede oprimir económicamente. También puede presentarse el caso de la mujer profesional e inteligente que cuestiona y aún sabotea inconscientemente su acceso al mercado de trabajo, por temor a quedarse sin poder
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formar una pareja y una familia en una sociedad predominantemente machista: la mujer del caso, tendría temor a ser rechazada como esposa porque al ser económicamente productiva, tiene "su" dinero y es más difícil que acepte ser oprimida. El acceso de la mujer al mercado de trabajo puede también estar interferido por empresarios y autoridades machistas que temen tener que indemnizar y conceder permisos a la trabajadora que se hace madre. Como si no fuera cierto que, para la sociedad, la principal, más significativa y remunerativa producción de la mujer, es un hijo que ya adulto, será tanto más productivo cuanto más saludable sea. Dicha salud sólo se consigue facilitando y avalando que sea la madre quien lo atienda con amor, pero también libre de preocupaciones y apremios laborales. En este punto puede verse un elemento más de los que constituyen el prejuicio machista analizado en el Capítulo VIII: el varón machista que elude a la trabajadora mujer por la razón antedicha, tendría una inconsciente y muy profunda envidia por la maternidad. La mujer tiene tanto derecho como el varón para realizarse laboralmente, pero igual derecho tiene a realizarse a través de la maternidad. No es posible continuar permitiendo que la mujer se debata angustiada en el dilema de "si lo uno o lo otro". Otro motivo que puede apartar a las mujeres del mercado de trabajo es el temor a que, ya instalada en una carrera y dentro de una institución de trabajo, el esposo y los hijos vengan a interferir con su superación laboral o ascensos; su trabajo requiere más y más tiempo de compromiso laboral, mientras que la familia también demanda ese tiempo. Esto puede llevar a muchas mujeres a renegar de su condición de tales, ya que agrava el dilema mencionado antes, "lo uno o lo otro": el trabajo o la familia. Volviendo al caso de las parejas en las que son frecuentes las discusiones y peleas por dinero o por posesiones materiales, sería conveniente que tal pareja se dispusiera a dialogar al respecto, dejando momentáneamente de lado asperezas y rencores, esforzándose por hallar una comprensión de los verdaderos motivos por los que pelean. Por ejemplo, parte de la frigidez de la señora... pudiera ser una "venganza inconsciente" de ella contra la mezquindad y machismo de él, que le regatea a ella en el día el dinero que le da. Entonces en la noche ella, en venganza, le regatearía a él el amor y la excitación sexual que le da. Desde luego, no siempre le será posible a la pareja darse cuenta de dichos motivos; pero la intención de dialogar y el ejercicio del diálogo pueden hacer mucho por la armonía de la pareja y por allanar dificultades. Es necesario indicar una vez más que, cuando los problemas no se reducen mediante el diálogo entre los miembros de la pareja, será conveniente buscar ayuda profesional para una Psicoterapia de pareja.
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Al comienzo de este Capítulo formulaba yo una pregunta: "tu" dinero, "mi" dinero... o "nuestro" dinero? Ahora quiero referirme a lo que tal pregunta intenta mostrar. Cuando en una pareja sólo uno trabaja por remuneración, mientras que el otro trabaja exclusivamente en el hogar, hay la tendencia a que el que trabaja por remuneración considere el dinero que hay como "su" dinero, dinero que le da al otro, generosamente o como una dádiva ampulosamente exhibida. Cosa parecida ocurre cuando en la pareja los dos trabajan por remuneración: cada uno siente lo que gana como "su" dinero y en el mejor de los casos hay un "reparto" de gastos. Las dos posiciones descritas sólo pueden generar inconvenientes, porque si la pareja comparte el amor, es necesario que comparta también el dinero. Si lo anterior no es posible, será necesario cuestionar el vínculo: pudiera no tener nada que ver con el amor, pero sí con el "enamoramiento transferencial" y con el "divorcio sin divorcio". Efectivamente, un gran número de parejas viven su vida económica como si, sin haberse separado o divorciado efectivamente, hubieran hecho una no formal "separación de bienes", figura legal pertinente en los juicios de divorcio. En este punto sugiero un profundo diálogo entre los miembros de la pareja, a fin de considerar la posibilidad de lo que yo llamaría una "caja común", es decir un fondo al cual aportan ambos en la medida de sus posibilidades y del cual ambos retiren con la mayor prudencia, de acuerdo a sus necesidades y las del hogar. Quisiera ahora diferenciar dos problemas que aparentemente pueden ser uno solo: me refiero a la ESCASEZ DE DINERO. Un problema es que dicha escasez pudiera ser real, debida a un ingreso verdaderamente inferior al de las necesidades mínimas de la pareja y del hogar, problema para el que sólo puedo recomendar una profunda y cuestionadora exploración de las posibilidades reales de ganar más, así como de la posibilidad de que hayan actitudes emocionales inconscientes que sabotean la posibilidad de hacerlo. Pero el problema de escasez podría no ser tan real; la escasez podría deberse a un problema de distribución. Lo que esto quiere decir es que en muchos casos, la escasez se debe a que por consenso o por imposición, ciertos gastos de menor prioridad adquieren una prioridad mayor. Un ejemplo de esto sería el de la pareja que sostiene una onerosa acción de un club social y deportivo, pero está "colgada" desde hace meses en el alquiler o en la pensión escolar de los niños. Otro ejemplo común es la falta de dinero para el mercado, pero no para que el caballero pase agradables ratos con las "amistades" o la pareja en reuniones de "rumba y trago" varias veces al mes.
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O la señora que viaja a Miami por vacaciones, pero tiene el teléfono cortado por falta de pago desde hace varios meses. En casos similares a éstos, me permito recomendar una vez más el diálogo, en este caso con el fin de hallar una distribución del dinero más adecuada a las prioridades reales. Para terminar el Capítulo quisiera ofrecer a los lectores una sugerencia a propósito del tema: me refiero al ahorro, único sistema válido para capitalizar y así poder dejar de depender de un salario. *** CAPITULO XXIII Parientes y Amistades. (“Que tu madre ni se atreva a venir en Navidades... que me voy para la finca”). Las amistades tanto como los parientes pudieran contribuir a acentuar conflictos ya existentes dentro de la pareja y la familia. Debo aclarar que amistades y parientes no pueden causar conflictos ni desavenencias entre los miembros de la pareja, pero sí pueden reforzarlos y agravarlos. Es por ello que las acusaciones, frecuentes entre los miembros de ciertas parejas y familias, de que determinada amistad o cierto pariente está "acolitando" y aún "corrompiendo" a algún miembro de la familia, "llevándolo por el mal camino" o "destruyendo la familia con sus consejos"... son acusaciones completamente irrisorias. Lo que acabo de afirmar, requiere una explicación: desde un punto de vista psicológico, ningún adolescente, muchísimo menos un adulto, puede ser "mal encaminado" o "desencaminado" por otra persona. Mas bien se trata de que el adolescente o el adulto que, consciente o inconscientemente desea "desencaminarse" en determinada dirección, consciente o inconscientemente "elige" un compañero, un cómplice, un "protector", alguien (que puede ser un amigo o un pariente) que le "aconseje", sí, pero en la dirección que el adolescente o el adulto en el fondo desean ser "aconsejados". Para poder usar luego el "fui aconsejado" o el "me llevaron" como una coartada. Lo mismo pudiera decir de los casos en que un miembro de la pareja se queja amargamente de que determinado pariente (el personaje más frecuente es la suegra), y en ocasiones una amistad, "se mete" demasiado en los asuntos del hogar o de la misma relación de pareja, determinando que, según el que se queja, las relaciones se perturben. Esto es igualmente falso. El quejoso haría bien en cuestionarse si el "intruso", pariente o amigo, no habrá sido reclutado, convocado o inadecuadamente tolerado en forma inconsciente
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por él mismo o por el otro miembro de la pareja para provocar precisamente la situación de la que ahora se queja. Desde luego, esta situación es altamente frecuente en las parejas afectadas por el "divorcio sin divorcio": el "intruso" representa generalmente a alguien que viene a facilitar y vehiculizar la realización de fantasías, impulsos y temores que los miembros de la pareja u otro miembro de la familia, no se atreven a actualizar por sus propios medios. parejas de muy reciente formación pueden caer también víctimas de una situación como ésta. Mostraré el caso de una pareja de novios en que él, a pocos meses del matrimonio "encuentra un amigo" que "lo induce" a consumir cocaína. La novia, al enterarse, le impone como condición para continuar los planes de matrimonio, que él se separe del amigo y deje la cocaína. Con resentido énfasis y con total convicción aduce que "el amigo" del novio será la perdición de su noviazgo. Hasta aquí, la reacción de la novia parece más o menos adecuada frente a la situación que plantea el novio. Pasan las semanas y el novio no abandona el consumo de su droga ni al "amigo"... pero ella tampoco interrumpe el noviazgo. Además de eso, ella se relaciona con un grupo de excompañeras de la universidad que no tienen novio y, según ella, "inducida" por las amigas, empieza a consumir alcohol y salir de "rumba" con ellas, incluyendo amigos varones. Inmutable ante las celosas reclamaciones del novio, parece importarle poco la inminente postergación de la boda. Curiosamente, con el mismo argumento que ella empleaba para el "amigo", ahora él se queja amargamente de que "esas amigas" destruirán su relación de pareja. En ese estado de cosas, llegan a mi consulta. La situación de "acusación recíproca" alcanza niveles alarmantes, pero las acusaciones no son del uno al otro, sino que cada uno ataca apasionadamente las "amistades" del otro. Desde las primeras sesiones se hace evidente que él padece de una alteración psicológica moderada que determina que inconscientemente, le tenga pánico a la situación de responsabilidad y estabilidad que representa el matrimonio. Pronto reconoce que en realidad él y el amigo empezaron a consumir cocaína al tiempo y que más que "haber sido corrompido" por su compañero de juerga, se usaron el uno al otro para sus propios propósitos: el amigo está buscando un motivo para separarse de la esposa, a la que no oculta su consumo. La esposa ya empezó a entrevistar un abogado para separarse. Volviendo al miembro de la pareja de novios, es obvio que él utilizó la situación con un propósito similar, huir de una relación de pareja que en su caso amenazaba con consolidarse. Cuando él puede reconocer eso, la novia reconoce que ha utilizado las amistades y el alcohol para presionar al novio a dejar la cocaína.
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Avanza la Psicoterapia unas semanas más... y pronto nos encontramos con que mientras él ha dejado el "amigo" y su consumo de droga, ella ha continuado sus "rumbas" y su consumo de alcohol, argumentando desafiantemente que nadie va a decirle qué hacer con su vida. El está furioso y amenaza con reiniciar su consumo de cocaína, cosa que felizmente no hace, al conseguir yo salirle al paso con una interpretación oportuna. No obstante, nos toca recurrir a una nueva postergación de la boda y a la realización de una cuidadosa exploración de los motivos de ella. A las pocas sesiones se hace evidente que ella es adicta desde mucho tiempo atrás: es consumidora de toda clase de medicamentos con los que hace increíbles "revoltijos"; esa adicción tuvo su punto de partida en la pubertad cuando, totalmente desinformada, tiene su primera regla y al borde del colapso nervioso, trata de detenerla con los "revoltijos" de medicamentos, creyendo que se trata de alguna peligrosa y vergonzosa enfermedad. Profundizamos aún más y ella logra recordar que su padrastro la sedujo repetidamente durante su infancia, cosa que parecía no importarle a la madre, destacada profesional siempre ausente del hogar. Esa seducción produjo en el inconsciente de ella, graves sentimientos de culpa, que se manifestaron cuando tuvo su primera menstruación como la fantasía de tener una peligrosa y vergonzosa enfermedad genital. De ese modo conseguimos comprender que la novia en cuestión, en un nivel, usó como coartada la drogadicción del novio para vehiculizar sus propias necesidades adictivas: reclutó unas cuantas "amigas"- cómplices, sustituyó el "revoltijo" de medicamentos por altas dosis de alcohol y continuó el noviazgo, porque sólo de ese modo podía "conservar" su coartada. Descubrimos también en un nivel más profundo, una severa frigidez, con total desinterés sexual y afectivo, síntomas bien encubiertos por la presencia de un novio en su vida. Comprendimos la frigidez y el desinterés sexual y afectivo como una vengativa reacción contra el padrastro seductor y contra el padre prematuramente fallecido, representados ambos por el novio. Más al fondo conseguimos entender la frigidez y la frialdad como una identificación perturbada con la siempre fría, ausente y distante madre. Esta comprensión fue el inicio de una lenta pero progresiva mejoría de la frigidez y marcó un reinicio paulatino de la relación amorosa de la pareja, que había estado varias veces a punto de romper definitivamente durante el proceso. El novio también tenía su historia: criado por una tía que maltrataba verbal y físicamente al tío, desarrolló pánico inconsciente de casarse para no repetir la historia de los tíos. Más al fondo, padecía de una honda lesión en su autoestima y en la imagen de sí mismo, lo que le hacía poco claro qué o quién era él: los tíos se negaron siempre a decirle quiénes fueron sus padres e insistían en que no tratara de averiguarlo, ya que "todo el amor y todas las atenciones que necesitara, se las darían ellos".
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Ya adulto e independizado, vino a averiguar que los tíos lo habían raptado al poco tiempo de nacer; sus padres fueron unos campesinos, que habían sido asesinados años después por la guerrilla. Este hombre llega al enamoramiento y al noviazgo con una pesada carga en el inconsciente: ira violenta contra los tíos, una pobre autoestima y una dificultad para saber qué o quién es él, es decir, una lesión en la imagen de sí mismo. Esta carga, es en el fondo, la que le lleva a intentar evadir el matrimonio. Pero más al fondo, la misma carga lo empuja a construirse una coartada, el "amigo", para iniciar su consumo de cocaína, poderoso euforizante que le proporcionaría una especie de "autoestima grandiosa producida químicamente ", ya que la producida psíquicamente escaseaba. La pareja elaboró estos descubrimientos en una Psicoterapia Psicoanalítica de pareja durante un largo período. En el transcurso de la Psicoterapia por fin contrajeron matrimonio. Tiempo después, ella solicitó Psicoterapia Individual para consolidar algunos de sus logros. Actualmente tienen 5 años de casados, y dos pequeños niños. Como puede verse, la exploración psicoterapéutica mostró claramente que la intervención de las "amistades" en la vida de esta pareja, no era sino un "instrumento" que ambos habían "reclutado" para vehiculizar y cumplir con graves necesidades e impulsos inarmónicos que los agobiaban en el fondo de su ser. Veamos ahora un ejemplo proporcionado por un caso en el que, aparentemente, una suegra está a punto de desbaratar un matrimonio de varios años de duración. Se trata de una pareja con 8 años de casados y una hija de 6. Consultan por una seria desavenencia conyugal caracterizada por peleas, mal humor crónico de ambos, acusaciones y casi total frialdad. De la exploración se desprende que ella tiene una queja que no le ha confiado al esposo por temor a terminar de destruir el vínculo. Se trata de la madre de él, acaudalada señora que vive en el extranjero; poco tiempo después de iniciada la vida matrimonial, estableció la costumbre de llamar a la nuera por teléfono casi a diario, una vez que calculaba que el hijo había salido a trabajar. Las llamadas tenían el objetivo manifiesto de "enseñarle a la esposa de su hijo" cómo debía llevar a cabo ésta, las labores domésticas y la atención de su "pequeño", como le llamaba al maduro y exitoso profesional que procreó hacía entonces casi 40 años. Lo que al principio le pareció a la esposa un costumbre divertida e inocente, a los pocos meses se volvió un espantosa pesadilla, ya que el ritmo y la duración de las llamadas no disminuyó como ella esperaba, sino que a propósito del nacimiento de la niña, se hicieron diarias y hasta de dos veces al día, para "impartir instrucciones" sobre la crianza de la nieta. La esposa no se atrevió a enfrentar a la suegra, ni a decirle nada al esposo. Intentó "aguantar" para proteger la integridad de su familia. Pero poco a poco fue desarrollando una
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terrible irritabilidad, acompañada de severas jaquecas, mal humor, ataques de ira y acusaciones al esposo. Este, al principio reaccionó con sorpresa, pues la pareja constituía un excelente matrimonio. Pero al pasar el tiempo, e incrementarse las molestias afectivas de la esposa con rechazo sexual y frigidez en las escasas ocasiones eróticas que quedaban, él estalló. Primero desarrolló una úlcera péptica que al poco tiempo se acompañaba de una grave depresión, con pérdida de la iniciativa y las energías que le caracterizaban, empezando a sentir serias dificultades en el ejercicio de su profesión. El problema llegó al fondo cuando él se consiguió una amante y ella lo descubrió al poco tiempo. Llegaron al acuerdo de divorciarse: la situación no daba para más. El abogado al que consultaron me los remitió, sospechando que había algo "raro" en el caso, ya que los conocía socialmente y los admiraba como una hermosa pareja. Cuando los vi, la situación parecía muy grave. Como acostumbro anteceder la Psicoterapia de pareja con unas cuantas entrevistas en privado con cada uno de los miembros de la misma, recibí en una de las entrevistas de ella, la "confesión" que entre sollozos hizo, de las llamadas de la suegra (las que habían continuado pese a la crisis, ahora para aconsejarle a ella, qué hacer con la desavenencia). En principio, por ningún motivo quería revelarle la historia al esposo, pero accedió a hacerlo cuando le hice ver que nada perdía, pues el matrimonio en la actual situación estaba prácticamente acabado. Pudo entender que yo veía una significativa posibilidad de arreglo si le confiaba al esposo lo que ella consideraba la raíz del problema, las llamadas. Cuando en la siguiente sesión de pareja ella, con gran temor, le relató lo que pasaba con las llamadas, él montó en cólera, pero no con la esposa como ella temía, sino con la madre, amenazando con ir al país donde ella vive y "corregir la situación". Conseguimos mostrarle que la violencia no conduce a nada; llegamos al acuerdo de que él telefonearía a su madre para explicarle con cuidado y afecto que, por el momento, era conveniente que suspendiera esas llamadas, cosa que logró, encontrando que su madre creía estar solamente "cumpliendo con su deber" y que "lo hacía con la mejor intención". La pareja debió soportar el resentimiento de la suegra, aceptándolo, comprendiéndolo y esperando que no durase mucho. Pero al mismo tiempo se daban cuenta que la confrontación era inevitable en la medida que deseaban su buen funcionamiento conyugal. Desde luego yo estaba consciente de los problemas de estructura del carácter que ambos miembros de la pareja padecían, pero no intenté profundizar más la Psicoterapia, ya que al poco tiempo de los incidentes relatados habían recuperado una buena relación y, con ello, perdido la motivación terapéutica: no deseaban ir más lejos. Esta es una típica situación con la que se encuentra a menudo el Psicoterapeuta de pareja: personas que como individuos tienen marcados problemas de carácter, pero cuya relación de
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pareja funciona bastante bien y por otro lado, personas con una muy aceptable salud emocional, en cuya relación de pareja existen problemas graves. El asunto es más de acople que de salud emocional individual. En el caso expuesto, había más o menos serios problemas caracterológicos, es decir, de estructura del mundo interior en ambos miembros de la pareja, pero ésta había venido funcionando bastante bien hasta que un factor externo los afectó. La intervención del Psicoterapeuta neutralizó el factor externo perturbador y la pareja pudo volver a su buena relación conyugal, sin necesidad de modificar aspectos inarmónicos individuales. Antes de terminar el Capítulo, no puedo dejar de comentar una vez más con el lector, cuán acertado es el dicho: "el infierno está empedrado de buenas intenciones". En este caso, las "buenas intenciones" de la suegra fueron el detonante para que los problemas interiores de los protagonistas de esta situación estallaran, y los pusieran al borde de la desdicha y la desintegración familiar. *** CAPITULO XXIV Pareja y Tercera Edad. (“¡Que rico ser viejitos y seguir juntos! ¿No te parece mi amor?”). Sin importar la edad cronológica, si los miembros de la pareja y la relación de la que forman parte son psíquicamente maduros, físicamente sanos, plenos y aceptantes de su edad, los trastornos y deficiencias afectivas, sexuales, espirituales y aún físicas, que suelen identificarse como componentes inexorables de la vejez no se presentarán o lo harán de un modo muy leve,. Ahora propondré un enfoque preventivo: los achaques y deficiencias de la ancianidad pueden ser, si no evitados, significativamente atenuados. Esto requiere que desde la niñez, durante la adolescencia y hasta la madurez, la persona y la pareja se esmeren en preservar en lo posible su salud física, pero principalmente en comprender y resolver sus problemas de inmadurez emocional y de carácter. Excepto en los casos de grave enfermedad orgánica, especialmente del cerebro, si en el pasado hubo una adecuada integración interior, durante la ancianidad ésta se afianza y se amplía, dando lugar a los rasgos de comprensión y sabiduría que caracterizan a los ancianos psicológicamente sanos.
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Si por el contrario hubo trastornos caracterológicos y no mucha madurez emocional en el pasado, éstas condiciones se agravan en el anciano debido a que es más vulnerable a las influencias ambientales. Cuando el adulto obtuvo una estabilización creativa de su funcionamiento mental, en la ancianidad la estabilidad dará paso a la comprensión; en el caso contrario, se ocasionarán graves sentimientos de fracaso. El criterio central de salud emocional en el anciano será entonces el relacionado con el sentimiento de que ha vivido (y que puede aún seguir viviendo con razonable esperanza) con significado, júbilo y plenitud, al margen de sus padecimientos físicos e incluso psicológicos. La salud emocional de la pareja de la Tercera Edad, dependerá entonces de la salud emocional alcanzada por la pareja durante etapas previas, de su comprensión y su sabiduría y de los sentimientos de estabilidad y esperanza alcanzados. Otro criterio para evaluar la salud emocional de la pareja de ancianos es el sentimientos de haber logrado consumar sus ideales. La identidad y la integración de la pareja de ancianos con salud emocional continúa produciendo la autoestima necesaria para: 1.- Llevar una vida independiente y una actividad propia. 2.- Lograr el control sobre las fuerzas de la propia mente y las del ambiente que puedan resultar dañinas. 3.- Continuar teniendo una imagen de sí mismos definida e ininterrumpida. En la pareja de ancianos con deficiente salud emocional se produce un agravamiento de las contradicciones, de la acusación recíproca y de la manipulación, acentuados por la angustia causada por la disminución de las habilidades y capacidades para manipular. Se hacen inmanejables el mal humor, la ansiedad, la depresión, el sentimiento de futilidad, la desvalorización, la soledad, el vacío y la apatía. Lo anterior se mezcla con una creciente intolerancia a la frustración y a la incertidumbre, que se canaliza muchas veces a través de conductas impulsivas de naturaleza sexual o agresiva. Se incrementan la altanería, el desprecio, y la necesidad de reconocimiento o admiración, que confluyen con una severa frustración frente a la disminución del reconocimiento que cada miembro de la pareja de ancianos le brinda al otro. Estas lesiones del mundo interior, agravadas por el transcurso de la edad y las innegables insuficiencias orgánicas de esta etapa, son bases para las dificultades que se analizarán a continuación. *** Los “declives” o pérdidas principales que afectan a los ancianos se presentan en:
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1.- La sexualidad 2.- El interés en las personas y acontecimientos externos. 3.- La capacidad de aprendizaje y la memoria reciente. En los ancianos con antecedentes de buena salud emocional, estas pérdidas son tomadas con una actitud risueña y contemplativa. En cambio, en los ancianos con trastornos del carácter, son causa de grave insatisfacción y rabia. Las diferencias centrales entre el declive sano y el patológico, se presentan claramente cuando: - la vida de la persona y de la pareja ha sido sentida como exitosa y profunda. - hay razonables perspectivas de seguridad emocional, económica y social. Los declives o pérdidas físicas se denominan senectud y su importancia o gravedad dependen directamente de que haya o no un declive sano en el plano psicológico. Cuando el mencionado declive psicológico es patológico, tiende a agravar la senectud física y a potenciarla, haciendo además inevitables la desadaptación del anciano y la profundización de las desavenencias conyugales. *** En muchos ancianos se presentan deficiencias de las funciones perceptivas. Para manejarlas, el anciano tiende a ignorar una parte o mucho de los estímulos que le rodean. Disminuye considerablemente la relación visual y auditiva con la realidad externa, con lo que aumenta la necesidad de sustituirla por una relación predominantemente táctil y olfatoria; estas formas de relación sensorial son negadas o limitadas por una gran cantidad de prejuicios sociales y culturales. Debido a tales prejuicios, el anciano insatisfecho en el ámbito de la mirada y las palabras, se ve impedido de sustituir esos estímulos por señales táctiles y olfatorias que le proporcionarían placer, intimidad, contacto y relación. Ello conduce a un aumento de la necesidad de contacto táctil y olfativo, el que predominantemente puede lograrse en la relación de pareja. Si esta relación no es buena, la frustración aumenta. Lo mismo sucede con el anciano solitario, cuyo anhelo de contacto en la piel y en el olfato, puede ocasionar graves frustraciones e intentos de satisfacer esta necesidad a través de relaciones inconvenientes. El contacto afectivo y físico que proporciona el cuidado a los nietos, unido al suministrado por una adecuada relación de pareja son los mejores remedios para esta situación. *** Ya vimos en el Capítulo IX que la sexualidad adulta no se ahorra ni se desgasta y, si no se ejercita, desaparece.
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¿A qué se debe entonces la disminución que se observa en la actividad sexual de muchos ancianos? La respuesta depende una vez más, de la salud emocional con que la persona y la pareja lleguen a la ancianidad, ya que la actividad sexual del anciano disminuye sólo en relación a los siguientes factores: 1.- La angustia frente a la modificación de la apariencia física: tomarla como disminución estética, depende más de la actitud que de la esbeltez, la lozanía, la sequedad o la flaccidez; si la autoestima y la estructura del carácter son adecuadas, la apariencia física no será tomada como una limitación estética. 2.- El intento de mantener las cifras y las "performances" de la juventud conduce a una competencia del anciano consigo mismo y a una pérdida de la espontaneidad. 3.La ancianidad se convierte en un pretexto para justificar inhibiciones previas, proporcionando una "coartada" para la inhibición que indudablemente provenía de la juventud. 4.- Otro factor que disminuye la actividad sexual del anciano es la escasa preparación afectiva y física durante la juventud. 5.- Un factor adicional, es que los problemas del carácter conducen a una aceptación pasiva de los prejuicios socioculturales: "los viejos son asexuados"; si el viejo seduce o tiene sexo es un "viejo verde", etc. 6.- Entre los factores centrales para la disminución de la sexualidad del anciano, están los problemas en la relación amorosa de la pareja. 7.- Factores adicionales pueden ser ubicados en la angustia frente a pérdidas en el trabajo, productividad, intelecto, relaciones sociales, problemas económicos, insatisfacción general con la vida. 8.- Influyen también considerablemente la vergüenza y los sentimientos de culpa por tener aspiraciones y deseos sexuales "a esta edad", así como la imaginaria convicción de la propia incapacidad. 9.- En resumen, la salud emocional y la aptitud sexual previa, determinarán la capacidad sexual del anciano, como individuo y como miembro de una pareja. La disminución de las cifras hormonales en la sangre y la moderadamente mala salud física son factores menores en la disminución de la sexualidad del anciano. Así, a modo de resumen, el “declive” sexual no es inevitable. Las investigaciones disponibles muestran que el declive de la sexualidad del anciano es proporcional al que tuvo en las décadas previas: esto significa que el anciano que ve declinar su sexualidad y lo atribuye a la edad, está negándose a ver que quizá desde la juventud y con seguridad desde la madurez, este declive venía presentándose, pero no por razones físicas sino psicológicas.
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Las relaciones sexuales frecuentes y continuadas son signos de salud y vigor. Según el informe Kinsey, el 75% de los hombres y 60% de las mujeres permanecen sexualmente activos durante la sexta década. Según el informe de Nicola y Perussa, sobre una población de 60 a 80 años, encontraron que el 80% de los hombres y el 63% de las mujeres tienen vida sexual normal, con frecuencias que van desde tres veces por semana hasta una vez al mes. Otros dos investigadores, Newman y Nichols, afirman que si existe una pareja emocional y físicamente sana, la sexualidad activa puede conservarse hasta la séptima, octava y aún novena década de la vida. La revisión anterior muestra sin duda alguna que una pareja de ancianos puede conservar durante toda su vida en común, una relación afectiva y sexual plena y armoniosa, si durante la juventud y la madurez dispusieron de una aceptable salud emocional, como individuos y como pareja. Las parejas de ancianos que con el transcurso de los años han visto agravarse sus desavenencias y su "divorcio sin divorcio", requieren inexcusablemente de ayuda profesional psicoterapéutica. Por último, el anciano solitario, habrá de reflexionar consigo mismo y quizá en diálogo con una persona de confianza, los contenidos de este Capítulo y este libro, para obtener una perspectiva que le permita mirar el futuro de su vida afectiva y sexual con entereza y esperanza. ***
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PARTE CUARTA. Una mirada psicoanalĂtica a algunos de los factores psicosociales de las relaciones de pareja.
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Capítulo XXV. Factores que contribuyen al Clima o Ambiente Conyugal. (“¡No, no, no, no...! ¡El ambiente en casa de los Pérez es tan espeso que se podría cortar en bloques y empacarlo...!”). Dos personas, con frecuencia varón y mujer, vinculados o no por alguna clase de matrimonio, viven juntas en una relación de alguna duración. (Así, éste Capítulo no se referirá a vínculos esporádicos o eventuales de poca duración). Estas dos personas consideran su relación, de “amor” (a veces puede serlo) y tienen alguna (y con bastante frecuencia ninguna) clase de vida sexual en común: son una pareja conyugal. Si miramos esta situación, aparentemente intrascendente y cotidiana, con ojos de comprender, se pone de manifiesto un fenómeno que usualmente pasa desapercibido, y que es medular en el establecimiento de la calidad de vida de dichas personas. Me refiero al “Clima Conyugal”. “Clima Conyugal” o “Ambiente Psicosocial de la Pareja” es un conjunto de sensaciones y sentimientos que un desprevenido visitante, es decir, una persona que llega desde fuera, experimenta al ponerse en contacto con una pareja ya sea al entrar en la casa donde viven, o al encontrarlos juntos en otro lugar, estando o no presentes los hijos. (Si están presentes los hijos, estamos frente a un “grupo familiar”, cuyo Clima o Ambiente puede, o no, ser diferente al de la pareja). Tales sensaciones y sentimientos son inicialmente de agrado o desagrado. Es lo que la pareja o el grupo familiar le HACE SENTIR a nuestro desprevenido visitante. Si dicho visitante es preguntado por su experiencia, usualmente dirá algo vago como “mmm... no sé... es algo que está como en el aire en esa casa... tal vez en los gestos y miradas de ellos... no es claro... lo que sí me queda claro es que llegar allí me hizo sentir (a gusto) (a disgusto).” El carácter, la manera de ser, la madurez o inmadurez emocional, las actitudes conscientes e inconscientes de cada miembro individual de la pareja o de la familia, se filtran sin que las personas lo adviertan, es decir, inconscientemente, en el Campo, en la Trama de Interacciones y en el Ambiente Psicosocial, especialmente en el Ambiente Emocional del colectivo, y dan lugar al Clima Conyugal. Lo que cada cual hace, dice o calla, sumado a actitudes, miradas, gestos, expresión facial, variaciones en el tono de voz, inflexiones, cantidad de participación verbal, posición corporal, etc., son aportaciones o contribuciones “anónimas” de cada cónyuge al Clima Conyugal. Ellos tienden a no ser conscientes ni a responsabilizarse de tales contribuciones.
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De modo que el Clima Conyugal “se forma”, pero por lo general ellos están poco o nada conscientes de cómo, y casi nadie está dispuesto siquiera a imaginar, y menos a cuestionarse cómo y en qué medida su propia contribución, “anónima” aunque personal e inconsciente, concurre a formarlo. *** Según Humberto Maturana, los rasgos más destacables del modo de vida humano son el lenguaje, nuestra condición de "seres compartidores" y de "seres acariciadores”. Cuando en una cultura la necesidad de amor y de caricias físicas y psicológicas predomina, la naturaleza humana queda preservada, y se desarrolla lo mejor y más selecto de la creatividad y la inteligencia de las personas, rescatando y privilegiando sus muy humanas necesidades de amor, caricias y ternura. Desde mi punto de vista particular, llamo “Clima Conyugal armonioso” (clima democrático o de solidaridad) a aquél Ambiente de la Pareja en el que los cónyuges, afianzados en cierta madurez emocional individual y una estructura más bien armoniosa del carácter de cada uno, preservan y privilegian el afecto, el respeto, el tener presentes las necesidades del otro y no sólo las propias, la comprensión, la aceptación, la aprobación y el compartir. En esa clase de Ambiente, las personas (esposos, padres, hijos) se reúnen para desarrollar sus actividades (domésticas, recreativas afectuosas, eróticas), creativamente (EN EQUIPO) en busca del bienestar emocional tanto como de la realización plena y exitosa de las actividades mencionadas. Lo opuesto ocurre cuando los cónyuges, afectados por la inmadurez emocional, la desarmonía en la estructura del carácter y el machismo, consciente o inconscientemente hacen prevalecer la convicción de que el varón es “naturalmente” superior a la mujer, y de que no son necesarios el afecto, la aceptación, la aprobación y el compartir. En estas parejas los cónyuges hacen predominar la "lucha por la vida", la “lucha por el poder”, la posesión y acumulación de poder manejado mediante la manipulación y el control, la producción, posesión y acumulación de bienes de consumo, la defensa de un territorio (un convencimiento de que porque gana más dinero es el que “manda”, o un par de metros en su pequeño espacio de la cocina o en el estudio), un capital (manejo de los ingresos, ejercicio del poder absoluto reteniendo y mezquinando dinero o privilegios) y unas propiedades (una estufa, una pastilla de jabón, cierta silla, un computador, cierto puesto en la mesa, en el automóvil o en la cama). Entonces ha aparecido el “Clima Conyugal desarmónico” (clima autocrático-patriarcal, machista o de dominación". Esto implica que ha aparecido una grave desnaturalización de la condición humana, un desdibujamiento del linaje humano en aquello que nos es más característico.
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En las "culturas autocráticas", “patriarcales”, el adulto (varón o mujer) es abierta o encubiertamente machista (ambos, varón y mujer, están conviccionalmente seguros de la indiscutible “superioridad” del varón). En estas culturas prevalece igualmente la convicción de que cree "no necesitan de esas cosas" (“no son necesarios el afecto, la aceptación, la aprobación y el compartir”). A partir de esas dos absurdas convicciones, los miembros de la pareja son presa de una agudización o intensificación de sus aspectos reptilianos tanto como de sus rasgos narcisistas y de inmadurez emocional. Los miembros de las parejas cobijados en un Clima Conyugal de esta naturaleza, se reúnen básicamente para luchar por el poder. En mi experiencia como Psicoterapeuta he visto casos extremos y descarados de esta situación: parejas cuya única, o casi única actividad en común es PELEAR. En algunos casos, la pelea desemboca en alguna clase de reconciliación sexual... el tema de la pelea nunca se resuelve, simplemente queda encubierto por la excitación sexual. Tarde o temprano, de un modo u otro, se abre la nueva pelea. En otros casos, ni eso. Simplemente la pelea, que tampoco se resuelve, se extingue. Y hay un silencio emocional hasta la siguiente pelea. La búsqueda del bienestar emocional y la realización conjunta (en equipo) de las actividades habituales tienen poco o ningún lugar en parejas así. En tales parejas (y familias), el FUNCIONAMIENTO EN EQUIPO es poco menos que imposible. Hay que decir que ninguna pareja concreta tiene un Clima Conyugal 100% armonioso y solidario o 100% machista y de dominación. Cada pareja presenta un porcentaje de un Clima y el porcentaje complementario del otro Clima. *** Ahora volvamos un poquito atrás ¿De dónde proviene esta peculiar necesidad de afecto de la naturaleza humana? Los mamíferos superiores se caracterizan por una larga y amorosa relación materno infantil, más larga y amorosa cuanto más cerca del linaje humano se halla la especie en la escala evolutiva. Desde luego, la relación materno-infantil más larga y amorosa, (indispensable inclusive para la misma vida del bebé) es la de la especie humana. Esto se debe a que, para atravesar el canal natal con su enorme cabeza, que contiene el cerebro más complejo y desarrollado de la creación, (y que triplicará su volumen en menos de 8 meses), el bebé humano es dado a luz en una condición que en otras especies es aún fetal: no puede procurarse alimento, ni movilizarse para huir del peligro. Para sobrevivir depende del amoroso cuidado y de la casi total dedicación de su madre y su padre (o de quienes les reemplacen), lo que prolonga enormemente el período de cercanía física y amorosa con el adulto. Pero el bebé humano no es, como se afirma frecuentemente, "indefenso". No. El bebé humano es "abierto", propenso y necesitado de caricias, de amor, ternura y sensualidad.
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La naturaleza de "seres compartidores" que nos caracteriza, tiene su origen en esa enorme "apertura" del bebé y en la larga y amorosa relación materno infantil. En el otro extremo de la escala evolutiva, considerando sólo a los vertebrados, cuanto más primitiva la especie, más ausente o abreviada será la relación materno infantil. En estas especies primitivas, como en el caso de los reptiles, tienden a predominar las relaciones de dominación, de poder y sometimiento, de territorialidad. Son frecuentes las rabias asesinas, los rituales masificados y el abandono de las crías con total o casi total ausencia de relación materno infantil. Al parecer, en esta cultura nos asemejamos más a reptiles que a humanos. ¿Porqué? Dice Maturana "El amor es la conducta en la que el otro surge como 'un legítimo otro' en convivencia con uno". Pero... por otro lado... "vivimos la humanidad presente, la humanidad en general, y la humanidad colombiana en particular, donde aparece la guerra en un lugar destacado". (Humberto Maturana) Si lo que caracteriza la condición humana es el amor, y la legitimación del otro en la convivencia, se pregunta Maturana "¿Cómo así vivimos en la guerra, en la agresión, en la negación de los otros?". Y en una permanente lucha por el poder, agrego yo. Nos asemejamos más a reptiles que a humanos. En estado natural, somos seres compartidores. Pero no sólo de comida. También somos seres genéticamente adaptados para compartir el poder. Así que somos por naturaleza seres cooperadores. Y ”obediencia” NO ES COOPERACION. El “Clima Conyugal desarmónico” (clima autocrático-patriarcal machista o de dominación) imperante en las parejas de nuestra cultura hace que los individuos que las conforman no estén para nada interesados en la cooperación. En este Clima, los cónyuges juegan a la "política" en el peor de sus sentidos: "instrumentalización o MANIPULACIÓN de las relaciones de dominación y sometimiento", y exigen obediencia y sumisión uno a otro, cada uno a su manera. Los varones, mediante la imposición, la fuerza y la descalificación ética e intelectual de la mujer. Las mujeres, mediante la manipulación sutil de los sentimientos de culpa (“hacerse la víctima”), además del desprecio al varón por sus necesidades emocionales y sexuales con frecuencia más manifiestas que las de ellas y por su frecuente torpeza afectiva. Es la agotadora “lucha por el poder”.
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Dentro del “Clima Conyugal autocrático-patriarcal machista o de dominación”, cada persona tiene una “manera de ser y de actuar” que SOLO UTILIZA en la relación con su cónyuge, y que consiste en “hacer sentir” y “hacer reaccionar” al otro de un modo que “saca de él (o de ella)”, “lo peor” de cada cual. El resultado es que cada cónyuge se siente “mal” y “malo”. Es frecuente encontrar parejas en las que cada uno de sus miembros es una persona más o menos apacible y armoniosa fuera de la relación conyugal pero que, cuando entra en contacto con el otro cónyuge, cada uno “se vuelve una fiera” y genera un “Clima Conyugal” tenso y desapacible: cada cónyuge manipula inconscientemente al otro y “saca lo peor” que el otro tiene por dentro. Esto se agrava cuando uno de los dos, con frecuencia el varón machista, apoyado en su capacidad económica y a veces en su fuerza física, se erige en un jefe clima autocrático, da órdenes, y si no obtiene obediencia, insiste en ella, exige y, por fin, amparado en su poder, aplica sanciones. No se cuestiona sobre cuál puede haber sido su propia contribución a la situación negativa. Un cónyuge emocionalmente más maduro en cambio, expresa un deseo, una necesidad o una sugerencia y espera comprensión y cooperación. Si no las obtiene, se detiene, se cuestiona e indaga qué puede estar pasando, primero en sí mismo: "¿cuál puede ser o haber sido mi contribución para que no se presente la comprensión y la cooperación? Los orígenes de la democracia se sitúan en ancestrales actitudes de "convivencia entre iguales, entre seres que se respetan a sí mismos y a los demás, que gustan de lenguajear y tienen derecho a opinar y a participar en las decisiones que los afectan". (Humberto Maturana) Esto no significa que el ser humano haya de renunciar a su territorialidad, pero la territorialidad típica de la naturaleza humana es una territorialidad de grupo, de integración. Y en cuanto a la propiedad, es también un rasgo típicamente humano, siempre y cuando exista la disposición a compartir. En el “Clima Conyugal desarmónico” (clima autocrático-patriarcal machista o de dominación), una forma en que se manifiestan la territorialidad y la propiedad es a través de “las roscas” con los hijos. El esposo con uno o más de los hijos y la esposa otro tanto. La lucha entre dos “roscas” es despiadada. La lucha de “las roscas” es especialmente feroz por parte de quienes “pertenecen” a cada una de ellas para excluir a los de la otra “rosca”. La exclusión, y más, la exclusión violenta del "otro" (que deja de ser o nunca fue "un legítimo otro") de “mi” propiedad (“mi rosca”), es un rasgo prehumano. Para que sea posible el “Clima Conyugal armónico” (clima democrático o de solidaridad), es indispensable respetar al otro como legítimo en la convivencia.
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De ese modo se da la "convivencia entre iguales, entre seres que se respetan a sí mismos (AUTOESTIMA) y a los demás (EMPATIA), que tienen derecho a opinar y a participar en las decisiones que los afectan". Para que esto ocurra es indispensable que en el pasado, en la infancia de las personas, haya predominado la relación íntima, de contacto físico, de intensa e íntima aceptación y cercanía corporal, de juego y de afecto profundo entre la madre, el padre y el bebé. Esa relación materno infantil genera un espacio que permite (o distorsiona) la madurez emocional y la estructura del carácter. La prolongación de esta forma de relación materno infantil a una estructura de las relaciones sociales y organizacionales adultas caracterizadas por la legitimación, la intimidad y el amor, desemboca en el predominio del “Clima Conyugal armónico” (clima democrático o de solidaridad), y en parejas (y grupos humanos) que buscan y consiguen el bienestar emocional de sus miembros, la mejor realización posible de las actividades de la pareja y el pleno FUNCIONAMIENTO EN EQUIPO. Este es, por ahora, y en la mayoría de las parejas, una aspiración, una meta por la que es necesario trabajar, cada cual individualmente en su propio mundo interior, y la pareja como conjunto mediante el desarrollo de comprensiones y herramientas de respeto, solidaridad y cooperación, una meta opuesta a las actualmente predominantes en la estructura cultural denominada Clima Conyugal clima autocrático - patriarcal machista o de dominación. Volviendo a la infancia, la lejanía emocional materna desencadena pérdida de la autoestima, ausencia de empatía y carencia de respeto por los demás, así como aislamiento, desconfianza, miedo, cuando no serias distorsiones en la mente del pequeño. En las sociedades preindustriales existen enormes diferencias culturales en el comportamiento social de los adultos según la clase de conducta de las madres, los padres y la organización social con sus bebés, niños y adolescentes: la deprivación materna de bebés humanos (ausencia de caricias, abrazos, mimos, cuidados y ternura), así como la represión enfática de la actividad sexual de los adolescentes, da lugar a individuos adultos violentos, temerosos, que luchan ferozmente por su posición en la jerarquía, sus posesiones y su territorio (“sus roscas”), propensos a la organización autocrática, a la acumulación de bienes materiales y de poder, a los rituales masificados y a la guerra. Estos individuos adultos son propensos también a la ostentación y a la envidia por las riquezas. En estas culturas son frecuentes el robo, la esclavitud, los homicidios, el cultivo de la creencia en la inferioridad de la mujer y la creencia conviccional en uno o más seres sobrenaturales (“dioses”) muy poco amorosos, que intervienen controladora y manipulatoriamente en la vida diaria. Parece que la privación de los placeres corporales durante una, o peor, las dos épocas de formación del carácter, la infancia y la adolescencia, son características de las culturas de la violencia. Estos hallazgos son similares a los logrados por investigaciones experimentales (con
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monos bebé de laboratorio sometidos a deprivación materna, criados en jaulas aisladas de otros monos). *** En el trabajo mencionado antes, Humberto Maturana analiza la posible génesis de nuestra cultura patriarcal occidental y por ello del predominio del Clima o Ambiente Psicosocial autocrático-patriarcal, machista o de dominación en nuestra cultura, cuando los primeros cazadores en Asia de hace 15 ó 20 mil años atrás, empezaron a eliminar a los lobos. Surgió la apropiación y la exclusión del otro, consolidadas por la propiedad privada, la ganadería y la agricultura. En síntesis "el patriarcado surge de la apropiación que da lugar a la exclusión". El palo se vuelve arma, y surge la guerra: un modo de vivir muy distinto al modo de vivir humano. Aparecen las jerarquías, la dominación y el sometimiento. Todo esto parece representar no una evolución, sino una regresión de la humanidad hacia funcionamientos primitivos, en la que predomina la exclusión, el excluir y el ser excluido. Lo opuesto a la Naturaleza Humana para la que predomina la inclusión, el incluir y ser incluido. "Si queremos construir una convivencia democrática tenemos que asumir que la democracia se funda en el respeto por el otro y que el respeto se aprende en la relación materno infantil", afirma Maturana. Lo mismo podemos afirmar si deseamos construir un “Clima Conyugal armonioso” (clima democrático o de solidaridad), y grupos familiares que funcionen en equipo para la búsqueda del bienestar emocional de todos y para la óptima realización de las actividades de la pareja. En síntesis: cazar se transformó en exterminar y la humanidad con ello se transformó DE una especie de seres COMPARTIDORES y ACARICIADORES recolectores y cazadores, EN una horda (superficialmente organizada) de seres EGOÍSTAS y VIOLENTOS apropiadores y depredadores. A partir de eso, la apropiación se hace "legítima" y se vuelve un "modo de vida normal". La apropiación y la guerra, y por extensión, el Clima Psicosocial (en todos los ámbitos, incluyendo el conyugal y familiar) clima autocrático-patriarcal o de dominación, se basan en lo mismo: la negación del otro. Y la negación del otro transforma las relaciones simplemente patriarcales en "relaciones de control, de dominio y de lucha por el poder” típicas del Clima Psicosocial autocrático-patriarcal, machista o de dominación. LIDERAZGO Y CLIMA CONYUGAL.
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Desde el punto de vista del Clima Conyugal, en algunos casos de modo permanente y en otros para cada diferente situación, uno de los miembros de la pareja suele desempeñar el papel de líder manifiesto del conjunto y el otro suele ocupar el de líder latente o poco manifiesto. El Clima Conyugal está determinado en gran parte por la actitud de liderazgo de cada cónyuge. Hay varios tipos de líderes. Los de un primer tipo intentan hacerse cargo de la iniciativa en los esfuerzos para llevar a cabo las actividades de la pareja y al mismo tiempo procurar el bienestar emocional del conjunto. Por lo general se trata de líderes con una actitud Democrática. En este caso, tenemos una pareja de funcionamiento en equipo, de búsqueda de bienestar y de realización de actividades de conjunto. Luego tenemos líderes de un segundo tipo, los líderes que conducen un sabotaje sutil, escondido, de las actividades de la pareja y que generan (por lo general sin darse cuenta) una atmósfera de lucha y desacuerdo, de tensión e incomodidad emocional en el conjunto. En este caso, la pareja es de lucha por el poder, con muy escasas posibilidades de bienestar emocional. Y habrá líderes de un tercer tipo, lo líderes de la ausencia de compromiso, del “a mí qué me importa” y de la negación del afecto. Serán líderes de las “miradas vacías”, de las actitudes de “esto no es conmigo”. Las parejas en esta atmósfera son caóticas, paralíticas, bastante desdichadas y con muy poco o ningún bienestar emocional. Por lo general, los líderes del segundo y tercer tipo tienen una actitud Autocrática. CLIMA CONYUGAL DESARMÓNICO (CLIMA AUTOCRÁTICO-PATRIARCAL, MACHISTA O DE DOMINACIÓN) Y NECESIDADES EMOCIONALMENTE INMADURAS Y NARCISISTAS. A diferencia de lo que ocurre con las parejas (y familias) que gozan de un Clima Conyugal armonioso, solidario, con ambiente clima democrático, en las parejas (y familias) en las que predomina un Clima Conyugal desarmónico, machista, clima autocrático-patriarcal o de dominación son frecuentes: 1. la negación del afecto, la arrogancia, la displicencia, la autosuficiencia y la exigencia, velada o descarada, de sumisión, obediencia, homenaje y alabanza del cónyuge “dominante” al otro; 2. la manipulación controladora de lado y lado reemplazando al afecto, al respeto y a la valoración del otro; 3. la exclusión del “otro” (“las roscas”); 4. el no-reconocimiento del otro como ser humano; 5. la ausencia de empatía;
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6. la falsedad y la simulación fundadas en la división del ego; 7. la firmeza instrumental es reemplazada por la reacción taliónica ("ojo por ojo, diente por diente") a las agresiones del “otro” y, por último, 8. un total desconocimiento de que las propias actitudes y reacciones se basan en las propias inmadurez emocional, frustraciones, agresión y odio: muchas personas "justifican" sus reacciones adversas contra su pareja como lícitas, cabales y racionales reacciones debidas a la "maldad" de “el otro”. ¿POR QUÉ SE CREA EL CLIMA CONYUGAL DESARMÓNICO, CLIMA AUTOCRÁTICOPATRIARCAL, MACHISTA O DE DOMINACION? Este Clima conyugal representa un espacio psicosocial con una atmósfera emocional y una estructura social que ha sido creada inconscientemente por los propios cónyuges, debido a necesidades emocionales perturbadas, ya que este Clima permite que personas con inmadurez emocional severa y con rasgos narcisistas del carácter, puedan existir y funcionar con relativa comodidad. Para participar en una estructura "Democrática" y “Solidaria”, así como en grupos y desde luego, relaciones de pareja de atmósfera democrática, se requiere tener alta la autoestima y el ego integrado. Es decir, la persona necesita: amarse, respetarse, gustar de sí y saber cuidarse, para poder amar, respetar y compartir, tanto como para estar integrado, no dividido, como para tener "identidad", es decir, para ser casi "idéntico" "afuera" y "adentro", y de ese modo permitirse ser verdadero, auténtico y honesto consigo mismo y con los demás. En una estructura Solidaria y Democrática, las personas de ego inflado o poco integrado, se sienten perdidas, desubicadas. No están interesados en dar o recibir amor, no tienen como ser verdaderos, no pueden ser firmes, sólo pueden ser sumisos o taliónicos. Tampoco pueden cooperar ni ser solidarios. Sólo pueden "mandar" omnipotentemente a quienes se muestran débiles, “manipular” sutil o descaradamente a quienes considera sus pares y "obedecer" servilmente a quienes siente como más poderosos. Y cuando no consiguen “mandar”, “manipular” ni “obedecer” obedecer, se rebelan destructivamente. ¿CÓMO SE GENERA EL CLIMA CONYUGAL Y EL FUNCIONAMIENTO EN EQUIPO? Los orígenes de la estructura y del ambiente clima democrático o clima autocrático en una pareja (o familia), así como los mecanismos que contribuyen a generar la clase de Clima Conyugal que prevalecerá, pueden ser comprendidos así: 1. - los rasgos del carácter, la madurez o inmadurez emocional, las necesidades y los sentimientos de los miembros individuales de la pareja, y de la pareja como un conjunto, las actitudes y conductas explícitas e implícitas que constituyen contribuciones generalmente anónimas, generalmente inconscientes, (lo que quiere decir que es muy difícil precisar de
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donde o de quién provino tal estímulo o tal resultado en la atmósfera de la pareja), son los ingredientes que dan forma a la misma. 2. - la clase de pareja (y de Clima Conyugal) que se forme con los anteriores ingredientes, va a contribuir a configurar, en el inconsciente de la misma, el perfil de líder que va a emerger. 3. - como reacción inconsciente a todo lo anterior, surge o emerge situacionalmente, circunstancialmente el líder de la pareja, cuyo PODER es INFORMAL. 4. – antes que esto, la cultura machista que prevalece ha emplazado con PODER FORMAL para dirigir, al esposo, en calidad casi de jefe. 5. - cuando, como ocurre con frecuencia, el esposo - jefe se comporta como una autoridad Autocrática, de la pareja suele emerger la esposa como un líder (rara vez Clima democrático) que, si es necesario, antagonizará y conducirá el antagonismo propio y de los hijos contra el esposo - jefe. 6. – esto ocurre especialmente si la también la esposa tiene rasgos de carácter, inmadurez emocional, necesidades y sentimientos desarmónicos que ENCAJEN Y COMPLEMENTEN, como la llave a la cerradura, con los del esposo. 7. - mediante sus actitudes y conductas, la esposa en esta posición canaliza y conduce a la pareja y a los hijos al manejo, realización y satisfacción de sentimientos y necesidades desarmónicas que, a su vez, dependen de rasgos de carácter, madurez o inmadurez emocional de los miembros de la pareja, y de ella misma. Así, podemos concebir el fenómeno del liderazgo como el fruto de la interacción entre las necesidades de los miembros de la pareja y de la pareja como conjunto y las dificultades emocionales y caracterológicas de ambos. El RESULTADO de dicha interacción, es uno de los factores centrales del Clima Conyugal.
INTERACCION ENTRE LIDERAZGO, CLIMA CONYUGAL Y FUNCIONAMIENTO EN EQUIPO. 1. la actitud del líder permite extraer y hacer manifiestos en los miembros de la pareja (y de la familia), bien sea sus aspectos emocionalmente inmaduros y narcisistas o por el contrario los maduros, armónicos y ecuánimes. 2. una pareja con cierta madurez emocional y armonía caracterológica funcionará mucho mejor si los cónyuges disponen de un entrenamiento o capacitación en Liderazgo Clima democrático. A su vez, un cónyuge que dispone de dicho entrenamiento y capacitación puede llegar a dirigir una relación de pareja no tan madura ni armónica, y es capaz de promover en ésta una maduración y armonización que redundará en un mejor calidad de vida emocional para todos.
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3. una persona que tiene actitudes autocráticas se une con alguien medianamente maduro y armónico. Si puede, anula a su cónyuge. Si no puede anularlo, o se somete esperando la oportunidad de la venganza, o desde el primer día antagoniza a su pareja hasta hacer imposibles las relaciones y el funcionamiento. Se desarrollará un Clima Conyugal clima autocrático-patriarcal o de dominación bastante conflictivo. 4. dos personas con entrenamiento para líder clima democrático (que incluye algún proceso de desarrollo personal interno, como la Dinámica de Grupo con base Psicoanalítica para Parejas), pueden conformar una pareja que protagonizará un proceso de maduración y armonización, y por ello al desarrollo del Clima Conyugal clima democrático y solidario. 5. un esposo - jefe sin tal entrenamiento y con actitudes autocráticas no puede hacerlo, ni contrarrestar la acción del la esposa - líder emergente que lo antagonizará. 6. una esposa sin el mencionado entrenamiento no podrá inducir modificaciones favorables en las actitudes de su esposo - jefe clima autocrático. CLIMA CONYUGAL y TRANSFERENCIA. FUNCIONAMIENTO EN EQUIPO, RESISTENCIAS. RESISTENCIA AL CAMBIO. Una de las razones por las que los seres humanos conformamos parejas y familias, es porque en ellos, mediante la interacción emocional e instintiva, obtenemos una posibilidad de crecer, de madurar y de armonizarnos interiormente. Las personas que conforman parejas y familias no suelen ser conscientes de tal posibilidad que, no obstante, es real. Pero para mucha gente, (especialmente para aquellas personas aquejadas por rasgos de inmadurez emocional o de narcisismo así sean leves), madurar e integrarse, aún sin ser conscientes de ello, es una posibilidad que rechazan, también inconscientemente. Como resultado de tal rechazo, aparecen las Resistencias al proceso de la pareja, las que están compuestas por una serie de maniobras psicológicas, por lo general también inconscientes, que se oponen (sin que nadie se percate de ello) a los objetivos de la pareja: tanto a las actividades de la pareja conscientemente conocidas, manifiestas y explícitas del conjunto, como las tareas domésticas, las actividades recreativas, el dar y recibir afecto, planear, realizar e imaginar juntos mejoras en las actividades eróticas, trabajar, prepararse para los cambios, cambiar, estudiar, desarrollar lazos de amistad, hacer deporte, desarrollar actividades espirituales, etc., como a los objetivos no conscientes, latentes e implícitos de la pareja, como adquirir bienestar afectivo, desarrollar la autoestima, madurar emocionalmente y mejorar la integración estructural del propio mundo interno, crecer espiritualmente, etc. Según Wilhelm R. Bion, psicoanalista británico, esas Resistencias se manifiestan a través de tres clases de maniobras inconscientes cuyo objetivo (target) suele ser la destrucción del vínculo y la disolución de la pareja:
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1. - lucha y fuga: la pareja, mediante el uso de la agresión y aún de la violencia encubierta, se opone a todo intento para conducirlo a la realización de sus fines naturales y también de los objetivos propuestos. Son manifestaciones de violencia encubierta - equivalentes atenuados de violencia -: rencor, ira, hostilidad, rabietas, irritabilidad, odio crónico, susceptibilidad, crítica, indirectazos, sarcasmos, mordacidad, hablar a espaldas, chismes y desaires. También la falsedad, la negación del afecto y los cargos internos o acusaciones no expresadas. Cuando la lucha fracasa, uno de los cónyuges (a veces ambos) puede optar por la huida, que no necesariamente implica marcharse físicamente, sino que la mayoría de las veces consiste en una “ausencia emocional”: estar distraídos, “idos”, “elevados”, “no me di cuenta”, “yo no fui”, “a mí que me importa”, “esto no es conmigo”. 2. - Emparejamiento: dos miembros del grupo familiar forman una unidad aparte del resto del grupo (una rosca en la familia), comparten “secretos”, sabotean y disocian. Conscientemente o no, dislocan cualquier esfuerzo de integración que alguien del conjunto el grupo esté tratando de lograr. Llegan a parecer una “pareja de enamorados”, pero el trasfondo siempre es agresivo: vehiculizan la resistencia al cambio y la destrucción. 3. - Dependencia: el o la cónyuge se vuelve “absolutamente indispensable” y es apabullado por el aferramiento, la posesividad, las exigencias y la maniobras manipulatorias. La pareja pierde energías y poco a poco las iniciativas de armonía e integración dejan de presentarse. Si la pareja se hace consciente de estas resistencias, y acuden al diálogo o a alguna forma de ayuda psicoterapéutica, la pareja puede recuperar su paso habitual. Pero si la pareja no cae en cuenta ni toma conciencia de la situación ellas como maniobras de resistencia autodestructiva y las “ignora”, o peor, si uno o ambos caen en la trampa, pierden los papeles, se encolerizan, abandonan la posición de búsqueda de la armonía e intentan “combatir el fuego con fuego” empezando a funcionar agresiva y autocráticamente, la oportunidad de la democracia se habrá perdido. Esto también ocurrirá cuando los miembros de la pareja están perturbados por resentimientos crónicos o por una cantidad inmanejable de miedos y violencia contenida que se transforma en un irreductible “a mí que me importa” y “esto no es conmigo” Para comprender tales maniobras, es de mucha ayuda darse cuenta que éstas son, en gran parte, el resultado de la Trasferencia que los miembros de la pareja desarrollan el uno hacia el otro. Veíamos en el Capítulo I que Transferencia es el fenómeno por el cual una persona repite inconscientemente con el otro miembro de la pareja, sus maneras habituales de relacionarse y sus dificultades caracterológicas típicas. Efectivamente, la manera habitual como uno se relaciona consigo mismo y con otros, así como las dificultades que uno detecta en dichas relaciones, tienen su origen en el pasado de la persona, especialmente en la infancia y la adolescencia, en la relación pasada con los padres, hermanos y otras personas importantes durante esa etapa.
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Las mencionadas dificultades ocasionan un subdesarrollo en el crecimiento emocional de la persona, subdesarrollo que no afecta ni su intelecto ni su crecimiento físico, ni muchas veces su adaptación social y laboral. Las maneras habituales de relacionarse consigo mismo y con los demás que uno adquirió en la infancia y adolescencia, así como las consecuentes dificultades, se repiten inconscientemente en la vida actual de la persona, y se ponen de manifiesto sin que ella se dé cuenta, en la pareja. Así que, cuando en el ámbito de un Clima Conyugal clima autocrático-patriarcal o de dominación, una persona antagoniza a la otra, posiblemente está repitiendo el antagonismo que de niño tuvo contra su madre o padre, el que su padre o su madre tuvieron contra él, o el que padre y madre tuvieron el uno contra el otro. Si el miembro de la pareja, ya sea por sí mismo, o como resultado de una observación del otro miembro, hace consciente y comprende cómo y porqué repite con su cónyuge sus maneras habituales de relacionarse y las dificultades que ello le ocasiona para vivir, tendrá una experiencia emocional en cierto sentido impactante, que le llevará a ver y descubrir aspectos de sí mismo que desconocía antes. Las Resistencias analizadas antes, son una repetición de maniobras que la persona utilizaba durante la niñez y adolescencia para oponerse tanto a su propio desarrollo interior como a la autoridad - generalmente autocrática - de los padres. La experiencia emocional obtenida al hacer consciente y comprender estos aspectos del propio mundo interior y de la propia historia personal, actúa como un alimento que nutre aspectos internos, emocionales, instintivos y estructurales que estaban antes desnutridos, y por ello, subdesarrollados. Al recibir esa nutrición, la persona se da a sí misma la oportunidad de obtener un crecimiento, una maduración emocional y una renuncia a la manipulación que le permite modificar favorablemente las maneras habituales de relacionarse y atenuar considerablemente las dificultades. De este modo es posible, en ciertos casos, que los miembros de la pareja den inicio a procesos para resolver conflictos, problemas y otras dificultades que hayan sido detectados, generando aumento de la salud emocional. Como ya vimos, las maniobras que se oponen a tal crecimiento y maduración emocional tienen el carácter de resistencias contra el cambio y contra el desarrollo interior. La labor de los cónyuges que se han vuelto conscientes del peligro que eso encierra, gira en torno a comprender estas maniobras, sus manifestaciones y su origen en la Transferencia, y luego empezar un proceso de administrarlas, señalándolas y promoviendo el diálogo al respecto. Para ello, las conductas que constituyen el sendero adecuado, son: adquisición de un conocimiento teórico inicial de estos eventos, seguida por entrenamiento en adquirir habilidades para detectarlos y dialogar acerca de ellos, y
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mucha práctica en el propio ambiente conyugal y familiar. La formación básica que permite aprender a detectarlos y dialogar sobre ellos en la práctica, es la Experiencia de Dinámica de Grupo con Orientación Psicoanalítica para Parejas o para personas individuales. A través de esta Experiencia, la persona podrá también aprender habilidades para detectar y dialogar sobre estos eventos de un modo considerado y respetuoso, a veces revestido de firmeza, con lo que la pareja podrá tomar conciencia de las maniobras y lograr poco a poco renunciar a ellas. El uso de la empatía por parte de los miembros de la pareja se basa en la percepción que cada uno tiene no sólo de lo que sucede con la persona que es su pareja, sino principalmente en la percepción de los sentimientos, pensamientos y fantasías que la otra persona genera en cada uno. *** Capítulo XXVI. El machismo y el manejo del poder en la pareja. (“Ahora veremos quién manda aquí”). 1. DE LA PREHISTORIA MATERNAL, ERÓTICA Y TIERNA... A TRAVÉS DE LA HISTORIA ANDROCRÁTICA, PATRIARCAL Y MACHISTA... HACIA EL FUTURO: EL VARÓN TIERNO Y EL LIDERAZGO DE LA PAREJA. UN LARGO CAMINO HACIA LA PAREJA ARMONIOSA. Nuestra “civilización global”, se debate a punto de ahogarse en guerras, riquezas injustamente distribuidas, corrupción y desigualdad. Para comprender el origen de semejante situación, es necesario tomar como punto de partida un profundo y sentido cuestionamiento del papel que nosotros los varones, “machos” androcráticos y patriarcales, hemos tenido como encargados de conducir los destinos de la humanidad durante, digamos, los últimos seis o siete milenios. También es necesario que nos cuestionemos como protagonistas de una cultura con una definida vocación de dominación de unos hacia otros, de enriquecernos unos a costa de otros, de hacernos desbocadamente la guerra unos contra otros y con muy escasas - si alguna - manifestación de solidaridad humana. Un planeta en trance de ser arrasado por una globalización en la que la de los capitales han abandonado o minimizado la producción de bienes y servicios y se han financializado para erigir las fortunas inconmensurables de algunos ya billonarios, indiferentes y perfectamente insolidarios consorcios y personajes, mientras que en el resto de la humanidad... la clase media va siendo ahogada por el subempleo, el desempleo y la escasez y la antes llamada “clase trabajadora” carece de trabajo y se encorva bajo el peso de la pobreza y la hambruna.
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No por trillada, la frase “unos pocos ricos cada vez más ricos, y la inmensa mayoría de pobres, cada vez más pobres” tiene hoy la aterradora vigencia de un abismo de miseria, dando paso a una cultura en la que la paz se transforma en un anhelo cada vez más inalcanzable. Quisiera ofrecer mi comprensión personal de esta caótica situación. ¿Qué es, en esencia, un ser humano? Un ser humano es amor. El lenguaje y el diálogo, características esenciales de lo que constituye la Naturaleza Humana, provienen de la iniciativa recíproca - basada en el amor y en la autoestima - de la aceptación del “otro” como mi legítimo interlocutor. Dialogar implica que renuncio genuinamente a la convicción (delirante) de que “mi verdad” es “la verdad”. Sin amor, sin diálogo, sin legitimación del “otro” y sin renuncia a mi “apropiación” de “la verdad”, me deshumanizo. Es decir, pierdo mis características humanas esenciales y, utilizando partes de mi cerebro que funcionan primitivamente al modo de los reptiles, me convierto progresivamente en algo que piensa en forma muy parecida a un cocodrilo. Sigamos el “razonamiento” de un varón en el que predomina el modo de pensar primitivo, similar al de los reptiles: El “otro” tiene “una verdad” “diferente a la mía”. Luego, - siempre según yo mismo – el “otro” está equivocado. Y, como el “otro” está equivocado, “yo”, en nombre de “la verdad” (de la que me apropio y que me atribuyo) me adjudico el “derecho” de corregirlo, para lo cual tengo que dominarlo. Con tan “noble” propósito, y apoyado en mi defensa de “la” verdad, me adjudico “poder jerárquico”, lo domino, lo niego como humano para maltratarlo, deprivarlo, torturarlo y obligarlo a suscribir “mi” verdad. Así, - según yo - “corrijo el error”. Me justifico alegando que “lucho por „la‟ „verdad‟ absoluta” (dogma) (ideología), cuya propiedad y representación me atribuyo. Y si todo me falla, le elimino, también en nombre de “la” verdad. Y hasta en nombre “del amor” y “de Dios”. El asunto es que “yo”, (“¡YO!”), (“¡EGO!”), “le domino”. Superioridad narcisista, primitiva. Desigualdad autojustificada. Guerra. Y si algo, como por ejemplo una pasajera ley, protege al “otro” y no puedo dominarlo mediante el “poder jerárquico”, opto por la dominación psicológica, la de la “manipulación controladora”: te ”hago sentir”, te “hago pensar”, te “hago reaccionar”... y así te domino.
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La cultura actual es una cultura de dominación, muchas de cuyas características la hacen semejante a una horda de cocodrilos. Las religiones tuvieron y tienen un papel central en esta cuestión, y existen pruebas científicas de ello. Según datos muy confiables aportados por la Arqueología y Paleontología Contemporáneas, parece que hasta finales del Paleolítico e incluso hasta mediados del Neolítico, Dios era una “ella”, maternal, erótica y benévola, que sugería el amor, la sexualidad amorosa, la solidaridad, el diálogo, el respeto por el “otro”, y la igualdad. Lo único que esta Diosa amable prohibía eran el uso del poder de unos seres humanos contra otros, la violencia y la guerra. En cambio, prescribía y recomendaba con gran énfasis la cooperación, el diálogo de pareja, la sensualidad y el amor entre varón y mujer: una cultura de solidaridad basada en los comportamientos sociales característicos que corresponden al desarrollo de la corteza cerebral, la conciencia humana, la integración interior y la autoestima. Una de las sugerencias principales de la Diosa era que ni las mujeres usarían su sabiduría para dominar a los varones, ni estos su fuerza física para hacerlo con ellas. El acuerdo socio - cultural, apoyado por el político - religioso parecía coincidir: Ni patriarcado ni matriarcado: no a la dominación. No a las tendencias primitivas de dominación que tenemos en las profundidades reptilianas de nuestros cerebros. y sí a lo humano. Con el surgimiento de la agricultura, la Diosa benévola fue desoída, luego destronada y por fin reemplazada por un Dios varón, androcrático, patriarcal, primitivo y temible, opuesto a lo erótico y a lo maternal, pletórico de amenazas y castigos, interpretado por clérigos ferozmente jerárquicos de las más diversas denominaciones. Se pusieron al frente de las religiones, sacerdotes varones que apoyaban - y bendecían incondicionalmente el uso de la fuerza física, las armas y la eliminación del rival. ¿Porqué sucedió semejante despropósito? Una interpretación cada vez más aceptada por la ciencia, es que esa transformación (¿deformación? ¿regresión?) cultural fue útil para impulsar la apropiación androcrática: 1. de las tierras de labranza, que inició la acumulación progresiva de riquezas y poder, y 2. de los vientres de las mujeres, para proveer mano de obra abundante y barata con qué labrar las tierras,
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brazos y piernas fuertes y jóvenes a fin de nutrir ejércitos para apropiarse violentamente de las tierras y las riquezas de los vecinos y coartadas genealógicas para perpetuar la posesión y acumulación de tierras, riquezas y poblaciones conquistadas y sometidas. Simultáneamente, la metalurgia proporcionó mejores herramientas, pero también materiales cada vez mas duros y aptos para una humanidad androcrática que, encaramada en el lomo de la bestia de la tecnología amoral, fabricó armas cada vez más capaces de matar humanos y así consolidar el poder y las riquezas de las jerarquías, tanto de las sociales y económicas como de las familiares y teológicas. Yo opino que, además de lo anterior, la transformación de la cultura maternal, de cooperación, solidaridad y erotismo en una cultura patriarcal, de dominación, poder y muerte... catapultó a ciertos seres humanos, interiormente desvalorizados, heridos y con la autoestima devastada, para que tuviesen la oportunidad de inflarse narcisistamente y prevalecer, acumulando riquezas y poder, imponiéndose irracionalmente sobre los demás. Para ello, usan sus potencialidades primitivas, reptilianas que, alejándoles de toda responsabilidad y solidaridad (recursos emocionales de los que carecen), les permitieron arremeter contra todo aquél que se pusiese en su camino, destruirle, quitarle sus bienes y añadirlos a los ya acumulados. El cambio del uso de las armas por el uso de los negocios globalizados para alcanzar estos barbáricos fines... sólo muestra que el avance tecnológico ha dejado milenios atrás al avance moral de la humanidad. De ese modo, el vacío del “ser” fue rellenado por la abundancia del “tener”. También hay pruebas científicas que apoyan estas afirmaciones. Según la Arqueología y la Paleontología Contemporáneas, en las tumbas prehistóricas, paleolíticas y neolíticas, no hay armas, ni homenaje alguno a poderosos guerreros. Y sí hay abundantes celebraciones a la vida, en forma de imágenes de gente haciendo el amor, mujeres embarazadas o dando a luz. Evidentemente la Diosa, benévola, erótica y maternal, tenía su presencia. Las diferencias económicas y de jerarquía entre estas tumbas son mínimas. Y lo principal: las tumbas contienen, en su mayoría, osamentas sin huellas de lesiones por armas de guerra. Una cultura humana, cortical, solidaria. Una cultura con autoestima e integración.
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En cambio, las tumbas así llamadas “históricas”, están repletas de armas, de efigies de triunfales y sanguinarios guerreros que, arrastrando ristras de esclavos y rodeados de los cadáveres mutilados de sus “enemigos”, celebran apoteósicamente la muerte. Las diferencias económicas y de jerarquía se vuelven abismales. Cada vez más. Y las osamentas usualmente ostentan las desoladoras huellas de lesiones de guerra. Una cultura primitiva, regresionada, de dominación, jerarquía, territorialidad y eliminación del rival. Una cultura de desintegración, desvalorización interior e inflación narcisista del ego. La cooperación, la sensualidad, la ternura y el amor, características típicamente humanas, paradigmas del desarrollo de la corteza cerebral y de la conciencia, elementos indispensables para una nueva transformación de la cultura, hoy son casi exclusivamente patrimonio de la mujer. ¿Porqué es la mujer la depositaria de estas características humanas? Entre muchas otras causas, hay una biológica. Para nacer, el bebé humano, que cuenta con una cabeza de tamaño descomunal si la comparamos con el resto de las especies, y que triplicará su masa en los próximos ocho o diez meses, tiene que ser evacuado del útero gestante en un estadio de su desarrollo que, en otros mamíferos, sería todavía fetal: incapaz de locomoción, sin lenguaje y sin posibilidad alguna de cuidarse ni de conseguir su alimento por sí solo. Únicamente la ternura, el contacto físico permanente y la dedicación amorosa y empática de la mujer - madre (apoyada por una familia) hace posible que la especie humana sobreviva. La larga y completa dependencia del bebé humano hacia su madre, determina en la mujer el cultivo y el desarrollo progresivo de las características humanas que venimos analizando. Incluyendo la integración interior y la autoestima. Los varones en cambio, somos dados a abandonar rápidamente el cuidado de nuestras crías y de sus madres, para dedicarnos a “cosas más importantes” - como la guerra y la dominación - y poco aprendemos la ternura, la sensualidad y el amor. Excepto cuando la mujer - madre, con paciencia y sabiduría, nos los ha enseñado desde su regazo, o la mujer - compañera desde nuestro propio lecho de amor. Esta es una parábola válida para la paz. Al devenir consciente de sus desarrollados atributos humanos y de su Misión, la Mujer Madre - Compañera habrá de ser la conductora (educadora) que nos rescate, a nosotros los varones, y a ellas mismas, de nuestra adicción al poder patriarcal, androcrático y reptiliano con que nosotros las oprimimos machistamente y al que ellas se someten con pasiva o rebelde resignación. Ella nos llevará de la mano, maternalmente - a varones y mujeres – y también a través de su ternura – erotismo, a recuperar la confianza suficiente como para que por fin podamos dejar de lado lo primitivo - reptiliano - narcisista: la guerra, la competitividad salvaje, la lucha por el poder y el ansia por el acumular, y de ese modo adentrarnos, como ellas, al lado de ellas, FORMANDO PAREJAS ARMONIOSAS, con el poder distribuido por igual entre ambos miembros de la pareja, liderando familias en las que prevalezca el cultivo de lo humano, lo
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integrado y bien provisto de autoestima: la paz, la cooperación, la sensualidad, la ternura y el amor. Con ellas, sin dominarlas ni ser dominados por ellas, valiéndonos de una ciencia consciente, de una tecnología ética y de una espiritualidad basada en el amor y la ternura volveremos a fundar la cultura de solidaridad por la que nuestros genes y nuestros cerebros humanos claman desde que nos fue arrebatada por la cultura de dominación que nos avasalló a mediados del neolítico. *** 2. LOS ORIGENES DEL MIEDO A LA MUJER. Cada ser humano posee en su Mundo Interior un personal, inmenso y maravilloso ámbito subterráneo lleno de gemas y de vetas de metales preciosos. Una especie de caverna mágica late en el fondo de cada mujer y de cada varón. Sus nombres: Feminidad y Masculinidad. O simplemente Identidad Sexual. Mucho de la cultura, las religiones burocráticas y la educación tradicionalista y conservadora luchan a muerte contra la posibilidad de que las personas, desde su infancia y a lo largo de toda su vida, conozcan y recorran y habiten esta luminosa caverna, sin percatarse de que, sólo DESDE ELLA es posible el acceso a las más altas cumbres de la naturaleza humana y de la espiritualidad. Transcribiré algo que una muy lúcida mujer escribió en su diario personal a propósito de su Feminidad, y del miedo pánico que ella, y las mujeres como ella, desencadenan en los varones machistas, miedo más terrible cuanto más machistas sean. Alguna vez un varón no machista, un varón tierno, escribirá algo equivalente a propósito de su Masculinidad, que es LO OPUESTO AL MACHISMO. No sobra decir que, tal como el varón machista frente a la Feminidad, la mujer machista se espanta de pánico ante la Masculinidad. DIARIO INTIMO DE AMANDA. “¡Yo sé que el alma que nos habita se niega a ver la realidad! Es a través de este amor que he entendido mi altura, mi anchura y mi profundidad, mi ser tridimensional, y la belleza imponente de mi cuerpo. Y es a través de este amor que mi magia y mi adivinación se transformaron en dóciles instrumentos de mi ser. ¡Son regalos maravillosos, percibir en mí el inmenso poder de “Mi Cuerpo”, de “Mi Ser Mujer”, y de mi sabiduría y mis dones mágicos. Y nosotras, mujeres llenas de fantasías, presentimientos y deseos, antes de haber accedido a “ver”, nos engañábamos a nosotras mismas. Negábamos la pureza y la fuerza inaudita de nuestras fantasías, presentimientos y deseos ocultos, a veces ocultos hasta para nosotras mismas. ¡Pienso cuánto de arrogancia habría en esa negación!
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Conocíamos desde siempre la inconmensurable importancia que esas fantasías y deseos tienen para nosotras las mujeres. Sentíamos en nuestro vientre, en nuestras entrañas, la incalculable fuerza de nuestros más secretos anhelos. Y vacilábamos aterradas tratando de enfocar Lo Bueno y Lo Malo de nuestras fantasías, presentimientos y deseos. Esto es porque no podíamos discernir entre el ser y el aparentar... y nos desgarrábamos entre lo que realmente pensábamos y lo que pensábamos que debíamos pensar. Considerábamos con secreto pánico las “consecuencias” de expresarlas. Y considerábamos inimaginable la sola remota posibilidad de realizarlas. Fueron nuestros padres y nuestras madres quienes se encargaron de disuadirnos de esas fantasías, presentimientos y deseos, descalificándolas y castigándolas cuando nuestras primeras incursiones infantiles en la pasión les daban un susto de muerte. Y más tarde nuestros machistas maridos, que seguramente albergan parecidas fantasías y deseos, sin duda en ellos débiles y banales, más imaginación cerebral que fuerzas desatadas en sus vientres... nos reforzaron la represión. Sin darse cuenta, ellos tienen pánico de la fuerza visceral de sus esposas, y hacen lo posible para que esa fuerza no se exprese, sino que se marchite y desfallezca. Y para asegurarse de no caer en la “tentación” de estimular esa fuerza en sus esposas, suelen satisfacer “por fuera” sus débiles fantasías y deseos ocultos. ¡Se horrorizarían si nosotras les contáramos! ¡Huirían de nosotras presa de abismal miedo si comprobaran la inconmensurable fuerza de nuestro vientre cuando se desencadena, y el poder de la magia ancestral que desarrollamos a través del amor y el placer! ¡Posiblemente nos rechazarían con hipócrita espanto! Y nosotras, encerradas en nuestra cárcel de vergüenzas inducidas por nuestros padres y por nuestros machistas hombres y por nuestra “respetable sociedad”, llegamos a olvidar “eso”. El corazón mismo de nuestra Feminidad, la fuerza visceral de nuestros más secretos anhelos... se extingue poco a poco en la nada. Y nos apagamos, y nos volvemos viejas y amargadas estando aún en la flor de la vida. ¡Las infortunadas que no han “visto”, que no perciben más allá de sus narices, son dementes! Yo digo: ¡no es diferente para nosotras, las pocas que percibimos mucho más allá y “vemos” y con ello conseguimos crecer interiormente y comprender! ¡Nos llaman también dementes! ¡Locas! Las pocas que nos hemos aventurado hasta donde no muchas se atreven, hemos percibido la realidad del ser mujer. ¡Ahora “vemos”! Hablo del oscuro territorio que yace en la parte más oculta y profunda, la más poderosa y a la vez frágil, del género llamado “la mujer”.
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Somos seres humanos amorosos, empáticos, tiernos y receptivos. Pero rara vez somos del todo honestas. Hablo de ese resplandor, bien oculto, que chisporrotea dentro de nuestro vientre, que es donde el alma de una mujer reside. Yo hablo de deseos ocultos, oscuros, profundos, cercanos al éxtasis y a la náusea... deseos que nunca son mencionados en voz alta. ¡Yo hablo de ser completamente poseída! Entonces seríamos llevadas al último sótano y a la más alta cumbre de nuestra alma, donde, al mismo tiempo nos hundiríamos en los abismos insondables del placer físico y volaríamos hasta las inaccesibles cimas del esplendor espiritual, con lo que llegaríamos a ser nada más ni nada menos que nosotras mismas. ¡Porque esa es nuestra identidad última, la más profunda: habitar los abismos y las cumbres al tiempo, que es la fuente última del amor real, del inconmensurable placer y de la misteriosa espiritualidad y magia de la mujer! Realizadas en esa identidad, no tendremos nada más en nuestras almas que el absoluto amor, el agudo conocimiento de la realidad, la infinita sabiduría de nuestra destellante belleza, nuestro profundo e inacabable placer físico y nuestro inconcebible acceso a la espiritualidad, que es lo que realmente somos en lo más hondo de nuestro ser mujeres: amor, sabiduría, belleza, placer físico, magia y espiritualidad. Y después, cuando él nos toma en sus brazos... viene el ascenso a la más inimaginable gloria. Escuchad: somos mujeres cuando admitimos que nuestro ser entero ha sido diseñado para que seamos “abiertas” a todas las emociones que él pueda desencadenar en nosotras. Para amar y ser amadas, para ser sabias y bellas, para recibir y aceptar el placer físico y para desplegarnos plenas en la más luminosa espiritualidad. Mi mente de mujer, toda mi Feminidad natural asocia la belleza con el amor y el placer físico, y la más profunda espiritualidad con el ser erótica, voluptuosa, sexual. Tengo la capacidad de ver la realidad y comprender que el placer físico es una parte intrínseca de la Feminidad, y que la belleza y la espiritualidad y la magia son partes esenciales de nuestra verdadera naturaleza y constitución. ¡Yo siento un inmenso deseo y un exquisito y desbordante anhelo en medio de la pasión, que multiplica los horizontes de mi propia excitación! Yo tengo toda la voluntad de entregarme libremente a su deseo y a su amor. ¡La esencia de una mujer es una mezcla de Amor, Sensualidad, Receptividad, Magia, Adivinación y Empatía! Esta es sólo una verdad. No es una respuesta a una pregunta que, por otro lado, nunca ha sido hecha.
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¡Pensar que antes retrocedíamos espantadas y nos rehusábamos a aceptar lo que nosotras mismas sabíamos desde lo más profundo de nuestro ser! ¡Y pensar que antes de comprender, antes de “ver”, teníamos el alma enceguecida por las “tradiciones” y la falsa “moral”! Por eso, aquellas quienes aún no habéis “visto”, os sentís desconcertadas y descalificáis mi actitud cuando, tomando mi mano suavemente y hablándome con ternura, él me dice que me conoce, que conoce mi esencia, que él conoce “aquello” que la mayoría de nosotras esconde dentro de nuestra alma, encerrado bajo siete llaves en una caja oculta en el más oscuro de los rincones de nuestras profundidades, para que nunca sea visto. Él y yo nos sentamos un día en una roca a la orilla del mar. Había sal marina y aroma a algas en el aire. Las olas estallaban en millones de cristales fulgurantes heridos por los rayos de luna. El mar nos habló. Nos preguntó si no sería mejor devolvernos a ser convencionales. Él me dijo que era mi decisión, que él me seguiría donde yo quisiera ir. ¡Faltó poco para que fuese apartada de cumplir con mi destino! ¡Pero me rehusé a negarme! Y entonces... empecé a ser lo que soy, aquello para lo que la Naturaleza me preparó extremadamente bien. Le dije a él: “Ámame de la manera que me has descrito con sabias palabras, y sabrás que he descubierto que sólo cuando lo haces, siento mi belleza y mi amor. Y cuando luego, con mi cuerpo exaltado por la pasión me haces el amor por nuestro amor... sólo entonces alcanzo la verdadera felicidad, y se abre para mí el Camino a la realización plena de todos mis dones de mujer”. ¡Poséeme completamente! ¡Sólo así puedo decir sin hipocresía que te pertenezco, y que puedes hacer conmigo lo que quieras! ¡Ámame tanto tiempo como seas capaz... y tan fuerte como puedas... y al tiempo dame la inconmensurable ternura que posees! Trata mi cuerpo con toda la pasión que puedas, que yo la recibiré Y luego… más. Y más. ¡Tócame como el exquisito instrumento que soy debe ser tocado! Tañe cada una de mis delicadas cuerdas, una por una. Una y otra y otra y otra vez. Continúa tocándome, afíname como sólo tú sabes hacerlo. Afina mi cuerpo hasta tensar cada uno de mis músculos, cada tendón, cada nervio... y haz que yo suene. ¡Tócame! Soy instrumento dócil en tus manos sabias. ¡Táñeme y crea sonidos de melodía inaudita, que irán in crescendo a medida que mi éxtasis retumbe en nuestra habitación.
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Pulsa con pasión cada cuerda que liga mi alma con mi cuerpo, tócame, hazme vibrar haciendo mía tu alma y tuya la mía. Mis músculos, estirados y temblorosos, mi cuerpo empapado por el sudor de la delicia... serán la prueba innegable de que soy completamente tuya, para que siempre me hagas todo lo que desees hacerme. Los orgasmos de la mente, del cuerpo, del alma se prolongan e intensifican meticulosamente y emergen a una extremada e insoportable intensidad anegando la totalidad de mi existencia. El espejo ante nuestro lecho refleja voluptuosamente la imagen sudorosa de mi cuerpo desnudo, minuciosamente acariciado, balanceándose entre la delicada y deliciosa indefensión de mis miembros desfallecidos de placer, abiertos como las alas del águila que despega. No queda resto de suspicacia ni de temor en mí. Me embarga la confianza total en ti, en tu sabio cuidarme y amarme cuando estoy así, desnuda, expuesta, vulnerable y absolutamente abierta no sólo corporalmente sino mental y espiritualmente. Tú eres mi vínculo con mi realidad última y más profunda. Mi anhelo de gozar y tener orgasmo tras orgasmo, otro y otro y otro más hasta el inacabable infinito en tus poderosas y delicadas manos, es amparado por la infinita seguridad en ti que he alcanzado. ¡Pero no aceptes esta responsabilidad a la ligera! ¡Tienes que ser muy fuerte para asumir esta posición de poseerme de éste modo, porque soy tuya para siempre, entregada a ti para siempre, y para ello, me he vuelto débil, frágil y vulnerable. ¡Tienes una enorme responsabilidad! Porque sé muy bien que me protegerás, y cuidarás de que no sea dañada. Y vosotras, las que aún no habéis “visto”... ¿tendréis la suficiente honestidad como para reconocer en vuestra alma la existencia de vuestros deseos más oscuros y profundos? ¿O es tanta la arrogancia de vuestro discutible pseudo intelectualismo y de vuestra pseudo moral que no podéis siquiera intuir la presencia en vosotras de esta porción REAL de vuestro ser? ¿No sería mejor que renunciarais a ocultar, a disimular vuestros secretos deseos, os bajarais de vuestros tronos y en vez de pretender o imaginar... realizarais esos deseos? En algún lugar, muy adentro, en el fondo de los fondos del alma de cada mujer existen pensamientos silenciosos, ocultos, que, para los varones machistas, resultan aterradores. ¡Pero no importa cuánto tratéis de controlarlos, y cuánto traten vuestros machistas y apocados y temerosos esposos y cuánto hayan tratado vuestros padres de reprimirlos, esos presentimientos y pensamientos, y sensaciones y fantasías os acosarán siempre, continuamente, buscando haceros admitir que una parte vuestra ha estado desfalleciendo por el anhelo de realizaros como mujeres! Permaneciendo dispuesta a gozar del éxtasis supremo, mi alma y mi cuerpo están siempre abiertos a la mirada del hombre que amo y que me ama.
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Mientras con pleno consentimiento, permanezco accediendo a mis gemidos de placer, mi ser y mi éxtasis experimentan una fusión mística con él. ¡Y de esa fusión emerjo cada vez más impregnada de sabiduría, magia y espiritualidad! Sus caricias apasionadas a veces dejan estas leves marcas en todo mi cuerpo. Así, cuando me preguntéis por ellas, puedo responderos: “Las tengo porque al recibirlas fui amada hasta la adoración, y mientras las recibía me sentí más bella y más feliz y más completa que nunca antes en mi vida”. Si vosotras admitís que quisieseis ser como yo, si quisieseis aprender a “ver”, puedo deciros: “Ya lo sois, si queréis, pues sois mujeres, como yo”. Y añado: “Sabiendo que existe esta forma de vivir el amor y de experimentar la propia existencia y de tener esta oportunidad de crecer interiormente, ¿qué haréis?” Y, siendo así, ¿que necesidad tengo de pieles, joyas, dinero, engaños, mentiras, hipocresía y todo lo demás de lo que os enorgullecéis? ¡Sólo lo que una mujer da, libre y completamente, eso es de ella, y le pertenece! Si doy “todo”, “verdaderamente todo” de mí, y no retengo “nada”, si soy capaz de “someterme a cualquier cosa que mi amado desee hacerme”, entonces podré decir verdaderamente: “Mi alma es mía, y me pertenece”. Y “mi espíritu está ahora libre, luminoso, capaz de alcanzar mi Destino en la Sabiduría, el Misterio y la Magia”. *** El miedo cerval (que usualmente es inconsciente) a la fuerza de los sentimientos, de lo instintivo y de la inteligencia emocional de las mujeres (fuerza que, como nos lo dice Amanda en su “Diario”, adquiere las formas de sabiduría, magia y misterio) tiene su punto de partida en el hecho real de que el bebé varón nace de una mujer, es criado y educado principalmente por una mujer y este hecho real tiene consecuencias inevitables, positivas u negativas. Aunque la madre tiene un papel semejante respecto a la bebé mujer, ésta consigue sacudirse de buena parte de las consecuencias negativas cuando vislumbra que ella también será una mujer y podrá ser madre. Conviene anotar en este punto que el papel del padre en la etapa del bebé se relaciona más con el amor y el cuidado que consiga ofrecerle a su compañera, incluyendo el reemplazarla por ciertos períodos en la atención de la criatura, que con el cuidado directo de la misma.
Esta importantísima mujer tiene tal poder natural, real, sobre el bebé, que de ella depende literalmente si la criatura sobrevive, y si alcanza niveles aceptables de crecimiento, desarrollo y salud en los ámbitos físico, emocional e instintivo. El poder real del comportamiento y atenciones (o desatenciones) de esta mujer hacia el bebé es tal, que determina incluso si la persona adulta dispondrá o no de Identidad Sexual, y con ello de la capacidad de amar y ser amado, de desear y ser deseado sexualmente por la
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persona con la cual formará una pareja y una familia estables, aptas para el bienestar y la armonía emocional e instintiva y para alcanzar el significado, la alegría y la plenitud. La supervivencia suele estar asegurada para el bebé y el niño en las familias más o menos civilizadas y que no están devastadas por la miseria material y social. Igual sucede con la alimentación, la higiene y la salud física. Pero si la madre, (por dificultades en su propio Mundo Interior, o por interferencias en su vida de Pareja y Familia) no ama verdaderamente a su bebé y, peor aún, si predomina el desamor, dicho poder no está atemperado y ni moderado, sino que puede causar toda clase de lesiones graves en la estructura caracterológica, emocional e instintiva del hijo, quien se ve afectado entonces por rabias inenarrables, terroríficos miedos, pánico y finalmente una impotente parálisis emocional e instintiva. Estas dificultades e interferencias se traducen en un complejo de actitudes de la madre (y también del padre) que involucran: sentimientos de torpeza, tendencia a abandonar negligentemente a la criatura, escasez o ausencia de contacto afectivo físico y verbal, anulación de la empatía y anulación de la capacidad para contener las iras del bebé: la madre pierde los estribos, se descontrola y se vuelve incapaz de contenerse incluso a ella misma: se desborda y puede caer en la ira contra el bebé, la desesperación y finalmente la apatía y el sentir al bebé como una "carga" superior a sus fuerzas. La madre así interferida insiste en privilegiar la alta importancia de otros asuntos (el esposo, los otros hijos, el trabajo, la vida social, etc.), dejando para el bebé sólo una parte, muchas veces muy pequeña, de su atención y dedicación. El bebé reacciona con llanto colérico que no se calma, insomnio, exigencias a toda hora, especialmente en medio de la noche, agresión, rabietas, rechazo al alimento, "mala salud", permanente irritabilidad y furia; llora y grita hasta que finalmente entra en una especie de parálisis indiferente, impotente, casi cataléptica en la que se le ve como “elevado”, falto de interés, casi estuporoso. Parece ya no interesarle la relación con la madre ni con el padre. La madre reacciona con sorpresa y desagrado. Se angustia, se irrita y lo rechaza, generándose un círculo vicioso que aumenta el abandono y la negligencia. Estas reacciones visibles encubren otras, aún más temibles: las progresivas y crecientes alteraciones de la estructura del carácter, que se inician en esta etapa pero que se consolidan y agravan durante la niñez y la adolescencia. La alteración caracterológica central y más grave consiste en que, en esta situación, el bebé “pone” en su mente una madre interna "negativa poderosa", sentida por el bebé como dura, peligrosa, amenazante, devoradora y destructiva. Otro tanto ocurre con el padre interno. Tales padres internos son objeto de ira y odio por parte del bebé. Él desarrolla miedos inconscientes (que pueden llegar a ser inauditos) de que estas imágenes internas tomen venganza. Estos sentimientos negativos causan inenarrable dolor y miedo en el mundo interior. Para defenderse, el bebé “pone” "fuera" la ira y el odio, y se las atribuye a la madre real,
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externa, quien pasa a ser sentida por el bebé como aún más frustradora, más negadora de atención y afecto, y más abandonadora de lo que en realidad es. Estos son algunos de los eventos que conducen al establecimiento armónico o desarmónico de la Integración Interior (o Carácter), la Autoestima, la Identidad y la Identidad Sexual del bebé y el niño. (Para mayor detalle y precisión, remito al lector a la revisión de “¿CÓMO SE FORMA EL MUNDO INTERIOR?”, al comienzo de este libro, así como de mi obra anterior “Críe un bebé feliz y un niño sin traumas” publicada por Intermedio Editores).
Así pues, el miedo a la mujer y a su fuerza se relaciona con la reactivación, en la mente del varón, del miedo, la rabia y la parálisis impotente que la madre pudiera haberle ocasionado en la etapa del bebé y acentuado durante la infancia y la adolescencia. El “remedio” (peor que la enfermedad) con el que el varón intenta manejar esta situación, es el machismo, incluyendo el hacer, en términos de Amanda en su “Diario”, “lo posible para que esa fuerza no se exprese, sino que se marchite y desfallezca”. *** 3. NARCISISMO Y LUCHA POR EL PODER EN LA PAREJA. Al principio de este libro, veíamos que como defensa contra el sufrimiento de la herida causada por la desvalorización, contra el profundo dolor de la ausencia o debilidad de la autoestima, a las personas "se les infla el ego” (es decir, se les “infla” la imagen interior de sí mismo), estado interior que determina la presencia de RASGOS NARCISISTAS. Estas personas tienen también “el ego dividido”, estado interior que lleva el nombre de RASGOS FRONTERIZOS. Los RASGOS FRONTERIZOS se manifiestan como una separación, una brecha, entre lo que la persona es por dentro y lo que es por fuera. La persona piensa o siente una cosa, pero dice o hace otra. Están llenos de contradicciones. Con una parte de su mente sienten y desean una cosa, y con la otra parte, otra diferente y aún opuesta. A veces actúan con una parte, otras veces con la otra. Como si tuvieran dos personalidades. Veamos unos ejemplos: - Un padre de familia comprende que, llegando tarde a casa en la noche sin avisar, o no llegando, angustia a su familia. Pero continúa haciéndolo porque no “ve”, no puede unir, lo que comprende con una parte de su mente con lo que hace usando la otra parte; - Un empleado es sumiso y servil en su lugar de trabajo. En su medio familiar se comporta como un tirano agresivo, exigente y hasta cruel. No le es posible “ver”, ni relacionar ambas actuaciones; - Un político corrupto se apropia de suculentos ingresos por sobornos. Mientras, elabora pomposos discursos atacando la inmoralidad y la corrupción. Él tampoco “ve” la
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impresionante contradicción. La comprensión cabal de los “RASGOS NARCISISTAS”, pasa por el reconocimiento de que hay dos clases de personas con rasgos narcisistas:
Unos son narcisistas “duros”, “poderosos”. En ellos predomina lo violento, lo sádico y lo omnipotente. Se revisten de actitudes grandiosas, exhibicionistas, se sienten "sobrados", autosuficientes, se muestran altaneros, despectivos, arrogantes y aburridos de todo. Tienden a hablar mucho y elogiosamente de sí mismos, jactándose de sus "grandes logros y proezas", en lo económico, lo social, lo político y lo sexual. Prefieren exigir en lugar de pedir. Sólo se sienten bien, más o menos plenos, si reciben "obediencia incondicional", admiración, elogio, homenaje y adulación, elementos con los que intentan infructuosamente obtener de fuera la estima que les falta interiormente. Hablan mucho acerca del amor pero, en realidad, éste poco les interesa. En cambio les interesa, y mucho, asegurarse de obtener poder y conservarlo y acrecentarlo. Muchas veces "se salen con la suya" aún dañando a los demás. Se permiten hacer "lo que se les viene en gana", a pesar de lo cual continúan sintiéndose "buenos y justos", y aún "extremadamente buenos", cosa que logran porque han "colocado fuera", en otras personas, todo lo "malo" que puedan tener, culpando de sus sinsabores "a los demás", a quienes acusa de ser los "causantes" de todas sus desdichas y frustraciones. De ese modo, viven eludiendo asumir su responsabilidad por su propia vida. Carecen de remordimientos y no se sienten culpable ni responsable por el daño que causan. No “ven” las propias contradicciones. Para consolidar esta situación, adquiere recursos de dominio sobre los demás, a quienes hacen sentirse "mal" y "malos" mediante la manipulación controladora, funcionamiento que se establece usando los mismos recursos de la Identificación Empática, (“ponerse en el lugar del otro”), pero no para hacerlo sentirse “bien” y “bueno”, sino para ejercer poder, haciéndolo sentirse “mal” y “malo”, culpable. Cualquier similitud entre esta descripción y la del “billonario globalizado” hecha unas páginas atrás, es más que una coincidencia: son el mismo personaje.
Otros son narcisistas “débiles”, en quienes predomina el miedo y la desvalorización, lo que se manifiesta como un perfil caracterológico de apocamiento, sumisión y falsedad a veces servil. El sufrimiento, y la exhibición de sufrimiento, son sus armas centrales para manipular. Son personas que, por ciertas características desfavorables como una menor inteligencia, limitadas habilidades o una posición más bien baja en la jerarquía de la que son parte, no detentan el poder, y se transforman gustosamente en seguidores del “poderoso”, se le someten y, por identificación, logran vivir inmersos en la atmósfera de poder manipulatorio y controlador que rodea al “duro”. Con ello estas personas se sienten encantadas y
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protegidas. Imaginan que con servir al “poderoso” y ser sumisos a él, estarán completamente cuidadas y satisfechas. Se forma entonces una especie de complicidad (desde luego no delictiva sino caracterológica) entre narcisistas “duros”, poderosos, manipuladores y controladores, y narcisistas “débiles”, sumisos, obedientes y serviles que, desde luego, estarán al mismo tiempo cargados de solapado odio y oculto rencor hacia el poderoso. Es apenas lógico que aprovecharán cualquier desliz u oportunidad para rebelarse, hacer sentirse "mal", culpables y "malos" a los demás, especialmente al poderoso. Cuando esa coyuntura se presenta, les permite actuar agresivamente y salirse ellos mismos con la suya. El caso más frecuente es el de un narcisista varón “duro”, “poderoso” con una narcisista mujer “débil”. También se da el caso contrario, la mujer “dura” y el varón “débil”. Y por último, la pareja de dos “duros”, un permanente campo de batalla, y la de dos “débiles”, un monumento al caos. Acerquémonos ahora a algunas de las Maneras Manipulatorias que la “lucha por el poder” suele determinar en el funcionamiento de las parejas: *** Manera manipulatoria 1. Sabemos que el machismo es una forma especial de Narcisismo. Las parejas afectadas de machismo sufren de una forma de alteración de las relaciones humanas en la que la “lucha por el poder”, (que en las parejas de dos narcisistas “duros” está usualmente plagada de peleas y violencia), toma la forma de una situación de dominio descarado por parte del varón, que suele ser un narcisista “duro” complementado por una sumisión igualmente descarada de la mujer, usualmente una narcisista “débil” la que sólo contraataca descalificando al marido (muchas veces de forma solapada y silenciosa a través de dolidas y tristes miradas desaprobadoras) y tratando de inocularle culpa mostrándole sufrimiento y victimización. En otras palabras, éstas parejas aparentemente ya no hay lucha por el poder: el varón machista parece tener “todo el poder”. Pero en realidad, sometido al poder de las armas culpabilizantes y descalificadoras de la mujer machista, el varón, sin percatarse de ello, experimenta un progresivo agravamiento de la desvalorización escondida tras su “dureza” lo que, ineludiblemente, lleva a una acentuación del narcisismo y por ende, a un agravamiento de las actitudes de poder y machismo. Como además estas parejas son incapaces de intentar reparar su situación mediante un tratamiento oportuno, y están imposibilitadas de separarse saludablemente pues viven ligadas por vínculos “indisolubles”, caen en un círculo vicioso devastador, que genera cada vez mayor desdicha en ambos y en los hijos, y que suele desembocar en: una cada vez más grave desavenencia,
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la renuncia (con asombrosa frecuencia, total) a la sexualidad, al erotismo y a prácticamente todo goce de la vida, exceptuando, claro, el sórdido y por lo general inconsciente goce sadomasoquista, el cultivo descarado del “mal genio” y de los pensamientos y actitudes negativas de todos los pelajes, la neurastenia, la enfermedad emocional y/o psicosomática crónica y, finalmente la enfermedad física y la muerte. En la Manera manipulatoria que venimos revisando, el varón machista, narcisista “duro” utiliza diversas “maniobras” para ejercer poder sobre la mujer que, educada en una cultura machista, es narcisista “débil”. En la Manera manipulatoria 1, ambos miembros de la pareja están persuadidos de que, a pesar de la (casi siempre) mayor fuerza física y capacidad económica del varón, en el fondo, la mujer es anímicamente más fuerte que él. Como el varón “tiene el poder”, usa (por lo general como amenaza, algunas veces a los golpes) su mayor fuerza física, muchas veces reforzada por su dinero, para controlar, manipular y dominar a la mujer. ¿Qué se propone? Conjurar su pánico a la mayor fortaleza anímica de la mujer que, según él, si no la somete, ella podría rebelarse y “volverse un monstruo” que le domine y someta a él. De una ladina manera, muchas veces por no poner en riesgo la “estabilidad” y su propia “respetabilidad”, y/o para no hacer posible la pérdida de los beneficios económicos que obtiene de la situación, la mujer se somete y se doblega sin luchar (al menos visiblemente) como vimos antes. *** Manera manipulatoria 2. El varón emocionalmente maduro y armonioso, en el seno de una relación de pareja estable, obtiene la mayor parte de su excitación sexual desde la ternura y la gratitud hacia su mujer, a la que admira no sólo por el atractivo físico femenino y la presencia erótica que ella preserva cuidadosamente para él y para ella, sino principalmente por la inteligente y creativa promoción del diálogo inspirador para las más profundas fantasías de ambos, y por el apoyo emocional que cada uno otorga al otro. Pero si es emocionalmente inmaduro y desarmónico, el varón, funcionando desde su machismo, tiene la convicción de que la esposa es connaturalmente “inferior” a él. Por ello, siente poca o ninguna admiración por ella y pronto deja de percibir su atractivo físico y su presencia. Para el varón machista, emocionalmente inmaduro y desarmónico, la ternura y la gratitud tienen poco o nada que ver con la excitación sexual. Además el diálogo le inquieta: aunque no lo admita conscientemente, “sabe” en algún rincón de su mente, que ella maneja el lenguaje y la inteligencia verbal y emocional mejor que él. Así, teme que si dialoga, no sólo podría realizarse el miedo que alberga de que la mujer le
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domine usando su habilidad verbal. Teme también que será “descubierto” por ella en sus fantasías y sus aventuras reales o imaginarias, especialmente en las eróticas, que él oculta temeroso ante ella, y que sólo revela (eso sí, en forma exagerada) en rueda de amigos y para “jactarse” de sus “hazañas” alrededor de tales fantasías y aventuras. Por ello, su excitación sexual va alejándose más y más de la persona de su pareja. Entonces, se reactiva en él algo que ya sabe por experiencia: la “novedad” es excitante. Con ello, procede a “conquista una nueva mujer”. De ese modo, se dedica a obtener excitación sexual de la “novedad” de las experiencias, especialmente si las “nuevas” mujeres tienen cierta belleza física y juventud. ¿Cuál es el motivo por el que la “novedad” es excitante? No sólo porque los humanos somos curiosos y deseamos tener reiteradas experiencias nuevas en todos los ámbitos. La “novedad” en el ámbito de lo sexual y amoroso acarrea una renovada expectativa de que “esta vez sí”, la fantasía de “tener una experiencia extraordinaria”, habrá de cumplirse. Como eso rara vez ocurre, si alguna... al poco tiempo hay que renovar la “novedad”. La esperanza de una “experiencia extraordinaria” anida en toda alma humana, pero en el “narcisista duro” que suele ser el varón machista reviste características especiales: él anhela y exige que la mujer que llegue a su vida para darle la “experiencia extraordinaria” sea una especie de paroxismo de la idealización: bella, sensible, inteligente, anhelante de enamorarse y amar, capaz de despertar en el varón las más excelsas vivencias de enamoramiento y erotismo, con profesión, dinero y status social, ojalá muy espiritual, y al mismo tiempo abierta a complacer como propias, todas las fantasías, anhelos y exigencias eróticas del varón. Éste rara vez se cuestiona si una mujer con (al menos parte de) esos dones, fijaría su mirada y su interés en alguien tan superficial y, en el fondo, débil e interiormente desvalorizado como él suele ser, claro, casi siempre sin saberlo. Por todo esto, no es difícil deducir que estos anhelos y exigencias rara vez (si alguna) pueden ser satisfechos por una mujer, quien, al poco tiempo, empieza a mostrar sus carencias y conflictos en una o más áreas de las exigidas por él... y la desilusión del varón machista se ve una vez más activada. La mujer en cambio, así sea emocionalmente inmadura y desarmónica, obtiene suficiente excitación sexual de una relación estable, así sea en el marco de una relación conflictiva, carencial o en la que ella es objeto de sumisión. Usualmente más realista en cosas del corazón y del sexo, es menos susceptible que el varón a la “novedad”, a la búsqueda de la “experiencia extraordinaria” a la belleza física y a la juventud. Si en su relación estable además, el varón promueve la gratitud de ella con dádivas materiales, y si él es capaz de dar alguna ternura, tal relación, con todas sus carencias y conflictos es una fuente real y permanente de excitación sexual para ella. Pero aun cuando el varón no promueva gratitud, ni ofrezca ternura y fuere incluso displicente, despectivo y hasta
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violento, una tendencia inconsciente hacia el masoquismo vinculado a la sumisión, hace de la relación estable algo que continúa y se perpetúa deseable para ella. (Por ello la mujer, en casi todos los casos, está “mejor preparada” que el varón para una relación matrimonial de larga duración).
Varones y mujeres anhelan lo sexual. Pero la ideología de que lo sexual, especialmente si implica alguna conducta sexual no convencional, es “malo, sucio, pecaminoso, anormal” es una convicción que, en la mujer, se encuentra enraizada en lo mas profundo de su reprimido ser. En el varón, tal convicción suele ser (en muchos casos) “de la boca para afuera”. En lo profundo, su posición al respecto suele ser laxa. (Además, la madre y el padre de ambos se encargaron de “educarles” con semejante perspectiva).
Con esta errónea convicción, las mujeres (aparentemente) se contentan con el sexo pálido y desapasionado que el machista marido “le concede” de vez en cuando. (En realidad no se contentan. Agobiadas por la frustración sexual y amorosa, van agostándose, marchitándose interiormente, y hasta físicamente, desgarradas por la rabia y el dolor).
El varón en cambio, enarbolando la bandera de “la moralidad”, refuerza en su mujer estable esas desencaminadas e ideológicas convicciones, apuntalando los sentimientos de culpa aún hacia las mínimas fantasías que ella pudiese atreverse a tener. Apoyados por los clérigos de todos los pelajes y todas las denominaciones religiosas burocráticas habidas y por haber, los varones machistas persuaden a sus mujeres de que su papel en la vida se reduce a “la casa, los hijos, las tareas domésticas y el tener una buena reputación”. Con ello, el varón machista se libra del pánico que su mujer desarrolle sus aptitudes amatorias y eróticas y le supere. Y, por otro lado, puede presentar ante ella y ante la familia y amigos “que los están viendo”, una acartonada y enhiesta careta de “alta moralidad” en la que no tardará en enrolar a los hijos, de modo cruel y represivo con las hijas mujeres y de modo laxo y de “doble moral” con los hijos varones. Pero luego, aferrado a la laxitud de sus objeciones morales e higiénicas hacia la sexualidad, el varón va “a la calle” y busca otras mujeres (frecuentemente de menos nivel cultural, social y económico que el de él), y con ellas: satisface la necesidad de”novedad” siempre renovada, conjura su miedo a la mujer pues siempre las puede dejar atrás sin culpa ni responsabilidad y reemplazarlas por “otra novedad” y utilizando ladinamente a tales mujeres, cumple con sus anhelos sexuales más elaborados y aún perversos. ***
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Manera manipulatoria 3. Para avanzar hacia la madurez emocional, resolver carencias afectivas e instintivas y/o superar rasgos caracterológicos inconvenientes, las personas pueden usar una herramienta psicológica denominada reparación. La reparación requiere que la persona se haga consciente del origen de aquello que desea reparar. Usualmente, la REPARACIÓN puede ser formulada como la iniciativa de “darle a otro (a otros) „lo‟ que a mí no me dieron en mi infancia y adolescencia”. “Lo” que no me dieron alude por lo general a alguna forma de amor. Cuando reparo, mi autoestima aumenta, debido a que, de alguna manera “sé” o “intuyo” que estoy “haciéndole bien” a la persona que reparo. Y en ella, yo me reparo a mí mismo. Al tiempo que sucede esto, se reducen mi desvalorización y mi hinchazón narcisista, porque se atenúan la culpa y el “sentirme malo”. Y también, cuando reparo, por alguna extraña “ley universal” que no es del caso explorar aquí, el amor que doy retorna: recibo amor. Pero para una mayoría de personas, y esto ocurre con frecuencia en las parejas machistas, la reparación está reemplazada por la RESTITUCIÓN, mecanismo que puede ser formulado como la iniciativa de “hacerle a otro (a otros) „lo‟ que „me hicieron‟ a mí en mi infancia y adolescencia”. “Lo” que “me hicieron” alude por lo general a formas de frustración excesiva, desatención, desafecto, ausencia o exageración de límites, excesivos privilegios y prebendas materiales para compensar ausencias y afectos lesionados, todo lo cual me ocasionó un daño. Cuando restituyo, mi autoestima disminuye debido a que, de alguna manera “sé” o “intuyo” que estoy “haciéndole mal” a la persona que daño. Y en ella, yo me daño a mí mismo. Al tiempo que sucede esto, aumentan mi desvalorización y mi hinchazón narcisista, porque se incrementan la culpa y el “sentirme malo”. Y también, cuando restituyo, por alguna otra extraña “ley universal” que tampoco es del caso explorar aquí, el daño que hago retorna: recibo daño. En síntesis, la REPARACIÓN es un acto amoroso, que busca construir o reconstruir creativamente aspectos lesionados o carenciales del propio ser a través de beneficiar a los demás. La RESTITUCIÓN es esencialmente odio, una venganza, un acto basado en la rabia, el rencor y el ansia de desquite. El uso de la restitución en las relaciones de pareja es frecuente, y suele adoptar la forma de una constante descalificación del otro miembro de la pareja. ¿Qué efecto procura el cónyuge descalificador?
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Procura (y generalmente logra) ejercer PODER sobre la pareja. Haciéndolo sentirse mal y malo, el cónyuge descalificador ejerce sobre el otro un poder centrado en la actitud patriarcal, autocrática, ideológica, insolidaria, egoísta y altamente machista. Es el poder de la profunda debilidad interior compensada exteriormente por la “dureza”. Es el uso de la “fuerza bruta”, ya sea física, jerárquica o manipulatoria, que desconoce el diálogo y no habla para comunicar sino para manipular, exigir, dar órdenes y descalificar. Una actitud bondadosa también confiere PODER, un poder centrado en la autoridad legítima, natural, democrática y solidaria. Es el poder de la fortaleza moral, de la verdadera fortaleza que se niega a usar la “fuerza” y prefiere en todo momento el diálogo, el comunicar para pedir o para ofrecer. Y cuando es necesario, es capaz de aplicar la firmeza, el poner límites con suave firmeza, incluyendo la "actitud de chantaje saludable en la pareja" que fue analizada en el Capítulo VI, “El divorcio sin divorcio”. Pero mientras que el poder patriarcal de la descalificación no requiere esfuerzo, ni madurez ni armonía sino al contrario, es fácil alcanzarlo CUANDO la persona carece de madurez y armonía, el poder de la actitud bondadosa requiere un particular esfuerzo por cuidar del otro, por hacerlo sentirse bien y bueno, lo que requiere mucha madurez emocional, armonía del carácter, y cierta sabiduría. Un problema adicional es que en esta cultura globalizada, la actitud bondadosa es confundida con tontería, ingenuidad o falta de iniciativa para combatir, para guerrear en la “carrera de ratas” en la que se ha convertido la “competencia por la vida”. Mientras tanto, la actitud de poder patriarcal “duro” goza del prestigio de ser confundida con la audacia exitosa, la inteligencia sagaz, la proactividad, la independencia, la creatividad... etc., etc. No es sorprendente: con tales confusiones, se produce la descalificación cultural de “lo bondadoso” y el encumbramiento cultural de “lo duro”. Y de ese modo, la mayoría compuesta por “duros” desarmónicos e inmaduros... prevalece sobre la minoría armónica y madura, y encubre (al menos exteriormente) sus carencias. Para terminar, hay otras formas de restituir: por ejemplo, la confusión entre caricias y “melosería”. Descalificando como “melosería” las iniciativas de ternura y caricias del otro, el machista consigue que el otro se sienta rechazado, disminuido. “Menos”. Entonces el machista se erige a sí mismo en “más”. *** Manera manipulatoria 4. Otra forma que tanto varones como mujeres machistas usan para sojuzgar a la pareja, son los celos y acusaciones de infidelidad. Lo que se busca en este caso es similar al anterior: hacer que el acusado de infidelidad, el “sospechoso”, se sienta “menos”. Entonces, el suspicaz se siente “más”. El asunto se agrava cuando el “ofendido” (real o imaginariamente “ofendido”), que se encuentra conviccionalmente convencido de que le asiste la razón en sus acusaciones, se limita a atacar inmisericorde e interminablemente al cónyuge “sospechoso”, sin hacer nada por “recuperar su dignidad” marchándose.
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Mediante una cansona cantaleta o mediante una descarada violencia, arrecia y prolonga sus ataques, exigiéndole al otro de “confiese su falta”. Como la “confesión” no llega, el sentimiento de superioridad y poder del suspicaz (o realmente ofendido, qué más da), se vivencia cada vez “mejor” que el “sospechoso”, que, encima de “ponerle los cuernos”, miente descaradamente... según el “ofendido”. ¿Puede alguien dudar que se trata de poder más que de amor? Y así sucesivamente. *** Me doy cuenta que mas Maneras Manipulatorias son muchas más que estas cuatro. Podría decir que cada pareja en conflicto tiene algunas, y que en cada pareja, las combinaciones son múltiples e irrepetibles. Por ello, lejos de conformar una “tipología”, lo intentado en este Capítulo es dar una idea aproximada de algunas posibilidades como, a través de la “lucha por el poder”, las parejas consiguen alcanzar grados inimaginables de sufrimiento y desdicha. Si en su caso esto es así... ¿porqué vive Usted en pareja? ***
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QUINTA PARTE EL AMOR
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CAPITULO XXVII Amor... ¿Qué es? Amor de Pareja (“Amarte es sumergirme en mi mundo interior, y encontrar allí tu imagen...”). Mi concepción (concepto intelectual, emocional e instintivo) acerca de qué es el AMOR y en qué consiste una relación de AMOR, se centra en los elementos que he podido asimilar haciendo uso del Método Científico, eje central del enfoque de esta obra: la Perspectiva Científica. Pero, antes de adentrarme en esa tarea, quisiera ofrecerle al lector, a la lectora, una aproximación no sólo a la concepción (conceptual), sino a la totalidad integral de mi vivencia y experiencia del amor. Ella, sin duda, contribuye con algo más que colores y matices al establecimiento de mis comprensiones y a la determinación de las herramientas que propongo utilizar. Deseo hacer aquí la confidencia de que mi experiencia integral del amor, hoy, a fines de 2003, constituye un río caudaloso entre cuyos afluentes, vertiendo sus aguas para enriquecer el caudal, se encuentran, al lado de la Perspectiva Científica: 1.- una larga, rica, plena, y también, en algunos momentos, desasosegada experiencia personal de vida; 2.- experiencias y comprensiones provenientes del Cristianismo Esotérico de la Escuela del Señor G. I. Gurdjieff, de la que fui discípulo desde mi adolescencia hasta hace unos años, en la cual trabajé Desarrollo de la Conciencia y otros aspectos de mi mundo interior; 3.- experiencias y comprensiones originadas por mi participación, en mis tempranos 40‟s durante poco más de un lustro, en las actividades de un grupo cristiano no eclesial, con el cual profundicé mi conocimiento de la Sagrada Biblia y aprendí el sentido del Amor de Dios y de la Oración y, 4.- durante los últimos años, un intensivo trabajo sobre aspectos espirituales de mí mismo, que me ha conducido a comprensiones y experiencias interiores del amor apoyadas en la continuación de mis estudios, la meditación, la oración, el encuentro personal con el amor de Dios y con la Presencia del Señor Jesucristo. Encuentro imposible, así me extendiera a lo largo de mil páginas sólo en este tópico, explicar mediante la reflexión y la prosa mi experiencia integral del amor. Por ello, haciendo uso de mi “licencia” como autor, ofreceré a continuación un poema que, me parece, “transmite empáticamente” una imagen, así sea pálida, de dicha experiencia integral. El poema forma parte de mi poemario inédito “Romanza de Pétalos y Espinas”. Se titula “Amarnos”:
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Amarnos. Amarte es sumergirme en mi mundo interior y encontrar allí tu imagen, tu ser interior dentro de mi ser interior. Y postrarme en adoración: arrodillado, abrazar tu ser interior dentro de mí y honrarlo y cuidarlo y, con un desvanecimiento lúcido infinitamente consciente, sentir con delicia cómo mis aceros interiores se derriten y transforman en miel caliente en mi pelvis, en aroma de azaleas - el aroma de tus intimidades - en mi mente, en tiernos anhelos de dulzura en mi corazón. Para entonces en mi ser interior han aparecido: una poderosa vocación de ayudarte a que alcances el mayor desarrollo de tus posibilidades, una convicción de que mi búsqueda más grande para ti es preservar tu libertad y el delicioso descubrimiento de que eres mi más cercano confidente en este planeta. Aquí, ahora, comprendo que amarte es volverme vulnerable, infinitamente vulnerable a ti desarmado, sin armas ni herramientas para manipular y ganarte indefenso, sin corazas para impedir que me penetres abierto desnudo visceral suave como un cojín de estrellas orbitando mis anhelos, en esa parte de mi ser interior donde está mi contacto con tu ser interior. Y entonces me miro en tus ojos. Y miro tus ojos. Y veo en tus ojos tu ser interior también vulnerabledesarmadoindefensoabiertodesnudovisceralsuave como un cojín de estrellas orbitando tus anhelos... postradodesvanecidolúcidoconscientederretidoabrazando mi ser interior dentro de ti, amándome, cuidando mi desarrollo, protegiendo mi libertad, sintiéndome tu mejor confidente. Entonces...
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Sólo entonces se vuelve posible la transformación de los dos en uno: Mi debilidad apareada con tu debilidad, mi suavidad haciendo el amor con la tuya, mis anhelos danzando con los tuyos; Mi vulnerabilidad es para ti: protegida de otros por tu espada, te permite penetrarme y llegar donde quieras dentro de mí; Tu vulnerabilidad es para mí: protegida de otros por mi rayo, me permite navegar dulcemente por tu interior (bienaventurado océano de espíritu y carnalidad) hasta lo más recóndito de ti; Mis vísceras entrelazadas con las tuyas, mis desnudeces vistiendo las tuyas, y éstas las mías, mis aperturas cuidadas amorosamente por las tuyas y las tuyas por las mías. Y también para entonces nuestro amor se ha volcado al esfuerzo de los dos para lograr que yo sea yo y tú seas tú, juntos pero separados, preservando yo tu libertad y tú la mía, buscando con alegría alcanzar la difícil meta de crearnos, yo a ti, tú a mí. Nuestra parte suave, femenina y vulnerable, vuelta la una hacia la intimidad del otro, bien unidas, matrimonio de caracolas marinas inmemoriales; Nuestra parte fuerte, masculina y penetradora vuelta hacia afuera, hacia el mundo exterior... Entonces... nuestras dos lucideces, nuestras dos conciencias, nuestras dos fortalezas, nuestras armas, herramientas y corazas, transformarán esa unidad de dos en un nuevo ser - de - dos que se mueve hacia el infinito hacia el universo, hacia las Diosas y los Dioses,
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hacia la gente, hacia la vida, habitados por una inmensa, inmensa energía suave y firme amorosa y perceptiva, capaz de llegar, de trascender, depositando una impronta, troquelando, transformando, ayudando a aliviar el dolor de otros, compartiendo nuestra conciencia de nosotros mismos. Comprendiendo. Amándonos y amando. *** Volviendo ahora a mi Perspectiva Científica del amor y de la relación de amor, tal perspectiva se origina: 1.- en las comprensiones que obtuve de mi mundo interior y de mi experiencia de vida en el curso del Psicoanálisis que tuve como analizado, que abarcó casi dos décadas de mi vida, incluyendo las diferentes etapas y Psicoanalistas que marcaron los hitos del proceso. 2.- la información y las comprensiones que asimilé mientras me formaba como Médico, luego como Psiquiatra y finalmente como Psicoterapeuta Psicoanalítico. 3.- la comprensión psicoterapéutica que me es ofrecida por mi experiencia tratando un considerable número de parejas y familias durante ya casi cuatro décadas de ejercicio profesional como Psicoterapeuta Psicoanalítico de parejas y de familias. Para estructurar este Capítulo voy a tomar como punto de partida mi experiencia psicoterapéutica con las mencionadas parejas y familias. Usualmente, ellas llegan a mi Consulta afectadas por el "enamoramiento transferencial" y sus devastadoras consecuencias, estudiadas en la Primera y Segunda Partes de este libro. Partiendo de tal comprensión, discerní algunas metas, algunos objetivos terapéuticos hacia los que las parejas y familias en tratamiento parecían orientarse. Durante varios años reuní apuntes y desarrollé conceptos intentando poner en palabras esas metas y objetivos, esas direcciones y expectativas podría decir; como resultado, obtuve algunas de las comprensiones que anotaré a continuación. Así pues, mi comprensión del amor en este Capítulo, se basará en una concepción a la vez teórica y clínica, como lo es la concepción del "enamoramiento transferencial" en la Primera Parte del libro: desde este circunscrito punto de vista el amor representa el polo o el extremo
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positivo, óptimo, de una escala cuyo polo o extremo opuesto, negativo, es el "enamoramiento transferencial". La posibilidad de amar, tiene como punto de partida la capacidad del individuo que ama, para percibir y recibir a la persona a la que va a amar, como un TODO. ¿Qué significa esto? Significa que el que ama ve al ser amado como una PERSONA COMPLETA y no como LAS PARTES QUE LE INTERESAN DE UNA PERSONA, es decir, como una COSA. Se trata de concebir mental y físicamente a la pareja como un ser completo, con sus aspectos positivos y negativos, al que se le respetan sus aspiraciones, deseos, ideales y valores, asumiendo a ese ser y amándolo como alguien a quien se percibe como un TODO. Esto es lo opuesto a lo que ocurre en el "enamoramiento transferencial", donde el "enamorado" concibe a su pareja como "alguien", o más bien como “algo” (una “cosa”) hacia quien se siente atraído, porque ALGUNAS DE SUS PARTES resultan "aptas" para "colocar" en ellas expectativas vinculadas con la idealización distorsionada y egoísta. En este caso, al "enamorado" le importan poco o nada las aspiraciones, ideales o valores que esa persona pudiera tener. ¿Significa esto que en el amor no hay idealización? Desde luego que sí la hay, pero es diferente a la que caracteriza al "enamoramiento transferencial" Vimos que en el amor, cada uno concibe al otro como una persona TOTAL: "me interesas tú, toda (todo) tú, tal como eres". En cambio, en el "enamoramiento transferencial", al "enamorado" le interesan "sólo las partes de ti en las que puedo colocar mi idealización distorsionada y egoísta". Esto significa que la idealización del "enamoramiento transferencial", implica una posición egoísta del "enamorado". Lo opuesto ocurre con el amor: la posición de la persona que ama, se ubica en lo que Otto Kernberg denomina la "idealización superior". Esta consiste en una idealización atenuada respecto a la del "enamoramiento transferencial", pero humanamente más profunda. Implica respeto e identificación con los valores que la persona amada encarna, incluyendo sus valores intelectuales, estéticos, culturales y éticos, todo lo cual transforma en mi mente a la persona que amo, en un ser ÚNICO: sólo ella abarca todo lo que ella es y lo que NOS hace plenos, jubilosos y con significado. “Eres única, no hay más nadie en este planeta, sino tú”. Si todo marcha bien, la perspectiva complementaria empezará a habitar igualmente el mundo interior de ella. La "idealización superior" implica la presencia en la persona que ama, de una saludable preocupación y responsabilidad que empezó a experimentar cuando era bebé, por las imaginarias consecuencias del odio contra la madre. ¿Odio? ¿Cómo puede un bebé odiar a su madre?
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No se trata de sofisticados sentimientos de amor y odio como los del adulto. Cuando el bebé es gratificado, ama a la madre con la misma intensidad primitiva, fisiológica, con la que imagina terribles ataques agresivos de odio y destrucción cuando lo frustra. El sentimiento de afectuosa preocupación y responsabilidad por el daño que el bebé pudo imaginar que hacía a la madre con su odio y sus imaginarios ataques agresivos, se reproduce en la relación adulta de amor en forma de sentimientos de preocupación, responsabilidad y deseos de reparación a la persona amada, manifestados como cuidado por la persona, unido a un interés afectivo y efectivo por las inquietudes, necesidades, deseos y expectativas de ella. Los deseos de reparación a la persona amada incluyen la capacidad de percepción empática ("me pongo en tu lugar, siento tus sentimientos, puedo ponerme en tu pellejo"). Esta percepción empática permite captar y, desde luego, implica el anhelo de reparar las heridas emocionales del amor propio que el ser interior del otro trae desde su propia infancia, sus tristezas, frustraciones y carencias. La percepción empática del ser interior del otro funda la capacidad de FUSIONAR las propias vivencias a las del otro miembro de la pareja, conservando no obstante la propia AUTONOMIA. Esto es también la base de lo que en el futuro será la CONFIDENCIALIDAD, actitud que se basa en la capacidad de transmitir los propios pensamientos y fantasías al otro miembro de la pareja. Los deseos de reparación incluyen también una renuncia a la agresividad anormal, a la violencia primitiva que el individuo pudo haber sentido en la infancia hacia su madre y hacia su padre, y que podrían reactivarse en relación al ser amado actual en forma de irritabilidad y otras formas atenuadas de violencia. Todo lo anterior funda la aptitud para experimentar ternura, preocupación y afectuosa tolerancia hacia el ser amado, sentimientos que se analizaron en el Capítulo VII. En este punto es bueno recordar que el amor implica la capacidad de estar juntos y separados, es decir, una comprensiva tolerancia del uno al otro en los momentos en que la relación pudiera enfriarse por un rato y aún en los períodos en que, transitoriamente se atenúa el amor, y sobrevienen la depresión y el rechazo. Estos momentos y períodos, insisto, si son transitorios, son completamente normales en una relación de pareja adulta. En síntesis, y volviendo a la comparación que veníamos haciendo entre amor y "enamoramiento transferencial", veíamos que en el amor hay un involucrarse el uno hacia el otro como una persona TOTAL: "me interesas tú, toda (todo) tú tal como eres". Esto incluye la posibilidad de experimentar una tierna y comprensiva preocupación y tolerancia (opuesta a la crítica y a la acusación), por los elementos negativos del mundo
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interior del otro miembro de la pareja y, como se vio antes, una intensa vocación por reparar la herida emocional que está detrás de estos rasgos negativos. En el "enamoramiento transferencial" hay un interés en las PARTES de la persona en las que se puedan colocar expectativas idealizadas, y un rechazo a las partes de la persona que impedirían la colocación en ella de tales expectativas. Así, el "enamoramiento transferencial" es una relación PARCIAL: "amo una parte de ti" y "rechazo otras partes de ti", mientras que el amor es una relación TOTAL: "te amo toda (todo) tú". Es necesario decir que también pueden ponerse expectativas idealizadas en los hijos, con el riesgo de experimentar luego graves frustraciones al verlas desmoronarse. El punto de partida para una saludable crianza y educación sería entonces, la capacidad de percibir al bebé y al niño como seres reales, con sus necesidades, limitaciones y posibilidades, sin colocar en ellos los propios prejuicios y expectativas. *** Una de las principales características del amor adulto es la creatividad, aspecto de la relación que es la resultante de amar el todo del otro y no la parte. Para explicar esta característica quiero comenzar enunciando mi convicción de que los seres humanos somos como semillas. Las semillas tienen el propósito de ser sembradas, cultivadas, crecer y dar frutos. Nosotros, semillas humanas, tendríamos así un armónico y sensato propósito en este conflictivo e insensato planeta: crecer y transformarnos. Es decir, dar fruto. ¿Qué fruto? Naturalmente, hablo de un fruto, de un crecimiento interior, de una trasformación interior. La transformación interior es el resultado, como se vio en el Capítulo XIV, de la mirada interior: - La que cada uno se da a sí mismo, y - La que recibe de otras personas. Así pues nosotros, seres humanos, podemos crecer y dar fruto interior de dos modos: - A través de nuestra relación con nosotros mismos. - A través de nuestras relaciones de amor que incluyen las relaciones de pareja y de familia.
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En una relación de amor, un miembro de la pareja amaría al otro en la medida en que pudiese: 1.- mirar dentro del otro, ayudándole a conocerse y crecer interiormente (y lo recíproco), y 2.- captar (aún en forma intuitiva y sin darse cuenta claramente), qué clase de semilla es el otro en su mundo interno y cuáles serían sus posibilidades de crecimiento si cada uno pudiese aplicar su CREATIVIDAD, es decir su vocación y su capacidad para colaborar en la activación del crecimiento del otro. Así pues, el propósito del amor sería posibilitar y ayudar a las potencialidades de crecimiento del otro miembro de la pareja, apoyándole e impulsándole a crecer. Esto sería exactamente lo opuesto a lo que ocurre en el aferramiento que caracteriza el "divorcio sin divorcio": en éste predominan actitudes e iniciativas de cada uno para impedir que el otro crezca, e inclusive, hacerle retroceder emocionalmente para que así la relación se perpetúe, necesitando cada uno paralizar al otro, transformándolo en un niñito inmaduro y amenazado de desamparo. Amar posibilitando y desarrollando las potencialidades de crecimiento del otro miembro de la pareja, permitiría un tipo de relación en la que cada miembro sienta que: "te amo toda (todo) tú, tal como eres... y por lo que puedes llegar a ser". Pero aquí hay algo fundamental: "...por lo que puedes llegar a ser... según tú, no según mi opinión". Porque si uno de los miembros de la pareja trata de empujar al otro a un molde de crecimiento y de "poder llegar a ser", diseñado por él mismo, ya no se trataría de amor, sino de una forma encubierta, disfrazada de lindas palabras, de manipulación, idéntica a la descrita para el "enamoramiento transferencial". El amor al hijo se basaría en una intuición similar: posibilitar y ayudar las posibilidades de crecimiento de los hijos, apoyándoles e impulsándoles en su propia y personal dirección. La finalidad del grupo familiar sería así, la de ayudar en el crecimiento emocional de los hijos, y de la pareja, en sus propias y personales direcciones. Oportunamente los hijos, a su manera, serán unos magníficos impulsadores del crecimiento emocional de sus padres. Antes de terminar este Capítulo, desearía hacer una breve precisión sobre la AMISTAD, forma de amor que sin duda, contribuye a enriquecer la vida, ya que tal vínculo es capaz, muchas veces, de cumplir con los propósitos enunciados para la relación de amor, con tal que no se transforme en el instrumento manipulatorio que describí en el Capítulo XXIII sobre "Las Amistades y los Parientes". Creo que el vínculo de amor se diferencia del vínculo de amistad, sólo en una cosa: la amistad es un vínculo desexualizado, es decir, no tiene como fin ni las relaciones sexuales ni los
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componentes atenuados de éstas (el romanticismo, la ilusión, las caricias, el contacto físico, etc). Pero en cuanto a los fines de confidencialidad y creatividad, la amistad es, como el amor, un auténtico y muy deseable tesoro. *** CAPITULO XXVIII Mirada Interior. Amor. Libertad. (“El nombre secreto del amor: libertad. Mi tesoro más preciado: tu libertad”). Cuando una persona experimenta un amor adulto, armonioso y emocionalmente maduro, siente con fuerza hacia el otro miembro de la pareja: "tu libertad es mi guía". De tal modo que el principal objetivo de una persona que ama así, es “ayudarte e impulsarte a que llegues a ser lo que puedes ser... de acuerdo a ti, de acuerdo con lo que tú eres y no de acuerdo con lo que yo quiero, imagino o pienso". "Ayudarte a que llegues a ser lo que tú quieres ser...", demanda de cada uno de los miembros de la pareja hacia el otro, un respeto inédito, fuera de lo común, por la libertad del otro. Y de ambos hacia los hijos. Esta comprensión incluye otra: el desarrollo que cada uno ayuda al otro a alcanzar, podría llevar a éste a necesitar apartarse, separarse, por ser eso lo que genuinamente descubre de sí mismo (misma) y de su propio proyecto de crecimiento y de ser. En esta situación, la responsabilidad de cada uno (aunque le parta el corazón) es preservar la libertad del otro, dejarlo partir. ¡Soltar!. Nunca retener. Esto no quiere decir que una persona en una relación de pareja en la que el otro miembro desea marcharse, se quede cruzada de brazos. No. Es perfectamente legítimo que la persona luche por preservar la relación, pero no con base en presiones, amenazas ni violencia, sino con base en la comprensión, el diálogo, la COORDINACIÓN y el acuerdo de voluntades. Soltar puede resultar muy difícil y doloroso. Pero si ambos miembros de la pareja no asumen tal responsabilidad, es decir, si no asumen la amorosa preservación de la libertad del otro, esa responsabilidad es algo que ocurre sólo de la boca para afuera: una falsedad más. *** En mi libro "El Diálogo con parejas en Conflicto", afirmé que el nombre secreto del amor es libertad.
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En una relación de amor, las regulaciones culturales, las presiones sociales, el temor a la pérdida de la reputación y aún del trabajo, las tradiciones, usos y costumbres, los patrones morales establecidos y aún (felizmente ahora ya no tanto) la ley civil y eclesiástica, podrían muchas veces carecer de lugar. En la relación de amor sólo tiene lugar una ética de la libertad y de protección del crecimiento del otro miembro de la pareja, ética desde luego muy estricta. Esta ética lleva a una observación de la ley y las costumbres, y a una preservación de la continuidad y persistencia del vínculo conyugal a través de una convicción interna y no a través de presiones externas. Efectivamente, la ética de la libertad lleva por lo general a una conservación del vínculo por recíproco convencimiento y convicción internos, renovados cada día por la preocupación amorosa del uno por el otro y el deseo de conservarse el uno al otro como pareja con base en la ternura y la sexualidad, y no por artificios externos, que muchas veces se apoyan ingenuamente, en incumplibles juramentos de "para siempre". Aunque el tema de la ética de la libertad será ampliamente desarrollado en la Quinta Parte de este libro a través del estudio de la ética interna o natural, es conveniente anotar ahora, que para esta ética, "... es bueno lo que va a facilitar tu crecimiento interior... aunque otros digan otra cosa... y aunque pase lo que pase". Esta libertad y esta ética, plantean un anhelo: el anhelo de una dirección, de un "¿hacia dónde?", "¿hacia dónde crecer?". Para estas preguntas, según mi perspectiva personal, existen dos respuestas. La primera de carácter espiritual, la segunda de carácter humanista. La primera respuesta, de carácter espiritual, sería: si usted tiene fe en un Dios, la respuesta es "existir en este mundo para crecer hacia Dios, hacia una comunicación y una identificación con el ser de Dios". Esta primera respuesta incluye, desde luego, todos y cada uno de los elementos cobijados en la segunda respuesta. La segunda respuesta, de carácter humanista, sería: si usted no tiene fe en un Dios, la respuesta es "existir para crecer en dirección a la búsqueda del propio ser, de lo que cada uno es en realidad, su significado, su realización personal, su creatividad y su relación con los demás, especialmente con la pareja y la familia". Martin Heiddegger, filósofo alemán, sintetiza la correcta actitud del filósofo como un "corresponder al llamamiento-asignación del ser del ente", que él aplica como motivación de fondo para el quehacer filosófico. Yo la tomo prestada como manera de entender la motivación humanista para vivir: "corresponder al llamamiento-asignación del ser humano que soy yo, y de los otros seres humanos con quienes comparto el planeta".
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*** La mirada interior. ¿Cómo crecemos? Como vimos antes, el único cultivo, riego y abono que admite esta peculiar semilla que somos los seres humanos, es la relación de amor, porque es la única situación en que se da la mirada, la observación de sí mismo y la contemplación del otro; la mirada interior recíproca cuidadosa, tierna, cálida y firme a la vez. Cada uno será capaz de crecer sólo si es capaz de mirarse a sí mismo, y/o recibir la mirada de otro interiormente, descubriendo poco a poco qué es y cómo es. La mirada interior tiene relación con la introspección (fundamentalmente intelectual) y con el "insight" del Psicoanálisis, que es la toma de conciencia de aspectos emocionales e instintivos reprimidos o disociados del propio ser, con la ayuda de un Psicoterapeuta debidamente entrenado y calificado. Pero la mirada interior es algo diferente y algo más: La mirada interior es una contemplación presencial del sí mismo y/o del otro, una actitud de detenerse interiormente y permanecer allí, quieto, mirando, oyendo, sintiendo lo que transcurre dentro del propio ser interior, o dentro del otro. Desde un punto de vista psicológico, orar sería sostener la misma actitud, no ante sí mismo, sino ante la presencia de Dios, lo que abre la posibilidad (a través de la fe y un largo entrenamiento) de iniciar un diálogo con aquello que uno concibe que es Dios. Una relación de pareja tiene (o tendría que tener) como su OBJETIVO FUNDAMENTAL, dar y recibir ayuda recíproca en la tarea humana de la contemplación de sí: mirar el uno dentro del otro y DECIRLE CON RESPETO Y AMOROSO CUIDADO, LO QUE VE. Mirar uno el mundo interior del otro, otorgándose así auxilio el uno al otro para alcanzar el objetivo común, CRECER. Así que el objetivo primordial de una relación de amor, aparte de las naturales finalidades de ternura, compañía significativa, sexo, familia e hijos, sería el desarrollo de una
mirada interior recíproca. Toda mirada interior recíproca se desbarata completamente cuando interviene la falsedad, como se vio en las dos primeras Partes de este libro. Respecto a los hijos, la mirada interior dirigida a ellos los hará crecer, del mismo modo que la ausencia de dicha mirada interior los hará perpetuarse internamente como bebitos subdesarrollados y, por lo tanto, emocionalmente perturbados. Oportunamente, la mirada interior de los hijos hacia sus padres, si los hijos han crecido sanos, ayudará a los adultos, sus padres, a crecer aún más: ¡cuántos ejemplos de comentarios de niños y adolescentes podríamos registrar aquí, que pusieron a los padres a pensar, al descubrir cuánto y qué profundamente conocen los hijos a sus progenitores!
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Miremos ahora a nuestro alrededor y comprobemos cómo la mayoría de las parejas viven una forma de relación que he descrito como el "enamoramiento transferencial" con sus destructivos y silentes estadíos finales del "divorcio sin divorcio". En estos estadíos prevalece la falsedad y una situación en la que "yo no te permito mirar mi mundo interno, así como tú no me permites mirar el tuyo". Esta es una forma de relación en donde cada uno de los miembros de la pareja, guarda silencio o le cuenta al otro toda una serie de historietas e invenciones acerca de sí mismo, mientras que lo que realmente pasa dentro de cada uno es cuidadosamente ocultado al otro. Cada uno evita cuidadosamente ser visto como es, conocido en cómo piensa y descubierto en qué desea. El temor a ser descubierto genera angustiosas y desconcertantes incertidumbres. Si lo anterior ocurre con la pareja, lo mismo puede llegar a suceder con los hijos, en el grupo familiar. ¿Qué pasa? ¿Por qué -o para qué- ocurre esto? Parece que hay "algo" dentro de los seres humanos que determina un funcionamiento tal que la mirada interior recíproca (que eventualmente podría ayudar a crecer)... se vuelve casi imposible. Ese "algo" puede ser denominado desarmonía interior o inmadurez emocional desde el punto de vista de la Psicoterapia Psicoanalítica. El Señor G.I. Gurdjieff, mi maestro de Cristianismo Esotérico, denominaba a este “algo” “Órgano Kundartiguador”, y lo describía como “la vanidad y el orgullo”; en las disciplinas espirituales orientales como el Budismo Zen y el Taoísmo, es la “Serpiente Kundalini”; Jean Paul Sartre, filósofo francés contemporáneo lo designaba con el sencillo nombre de “Mala Fe”, mientras que para la comprensión espiritual de hoy, denominada Metafísica, es el “Orgullo Espiritual”. Cualquiera que sea su nombre, si alguien no puede abrir su mundo interior a la mirada de su pareja y tampoco a la de sus hijos (lo que haría de ellos sus confidentes), no hay relación de amor, sino "enamoramiento transferencial". *** La identidad y la responsabilidad. Según lo visto hasta aquí, una de las principales características de una relación de amor, es la ausencia de falsedad de uno hacia el otro miembro de la pareja, lo mismo que hacia los otros miembros del grupo familiar. La situación con máxima ausencia de falsedad y máxima presencia de veracidad, se denomina identidad. Tener identidad implica una buena relación con la imagen psicológica que uno tiene de sí mismo y la imagen psicológica que uno tiene de sus padres; una solidez y estabilidad de estas
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imágenes asegura no sólo la autoestima, y el adecuado concepto de sí mismo, sino que cada persona podrá decirse a sí misma la verdad sin vacilaciones. Por ello, la identidad implica la capacidad de mirar dentro de sí mismo, comprender y reconocer la propia contribución a los conflictos, asumiendo la responsabilidad y desechando la culpabilización a la pareja: ello implica dejar de lado los cargos internos y la actitud facilista de "echarle la culpa de todo al otro". El concepto de identidad ha sido manoseado y por ello, se ha tornado confuso. Por ese motivo es necesario aclarar que la identidad es una función que permite a cada persona ser lo mismo hacia afuera que hacia adentro. Eso significa que el ser interior y el exterior, corresponden: tienen los mismos contenidos y manifestaciones. Significa también que la persona “sabe” que es ella misma (a pesar de los cambios que llegan con la evolución interior) en diferentes situaciones, con diferentes personas y a lo largo de la historia de su vida. Una persona tiene identidad cuando dice lo que piensa, hace lo que siente, pide y da lo que desea: si tiene algo dentro, puede ponerlo afuera, expresarlo y manifestarlo. Desde luego la vida social requiere una cierta medida, lamentablemente necesaria, de falsedad, opuesta a la identidad: es socialmente aceptable (y aún exigible), usar máscaras. En la relación de amor caen las máscaras y cada uno puede comunicarle al otro y a los hijos, con amoroso cuidado, qué es realmente. En una relación de amor sería necesario callar solamente aquello que puede dañar a la pareja. Si hay una relación de amor, aquello que pueda dañar a la pareja, será elaborado primero por cada uno consigo mismo, si es necesario con la ayuda de un Psicoterapeuta. En todo caso, aquello podrá ser luego transmitido al otro miembro de la pareja de un modo diferente, envuelto en amoroso cuidado, liberado de violencia e irritabilidad. Quiero terminar este Capítulo afirmando que la crianza de bebés, la educación de los hijos y la guía de los adolescentes, requiere identidad y responsabilidad si los padres desean que el hijo sea una persona entera, verdadera y con salud emocional: el hijo tratado con verdad e identidad crece verdadero y se transforma en adulto, capaz a su vez de amar y de dejar de lado el "enamoramiento transferencial". *** CAPITULO XXIX Confidencialidad. (“Eres mi mejor confidente en este planeta...”).
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¿Qué es ser un confidente? Creo que no requiere definición: "tú eres mi confidente, yo el tuyo"; "confío en ti, confías en mí"; "yo te permito ver mi interior, tu me permites mirar el tuyo"; "de ese modo tu me ayudas a mirarme diciéndome lo que tu ves en mi interior"; "con cuidadoso y delicado respeto yo te diré a ti lo que veo en tu interior"; "de ese modo tu me ayudas a crecer y yo a ti". A lo largo de todo este libro, he hecho llamados a la confidencialidad entre los miembros de la pareja. A pesar de ello, lo anterior tiene una excepción: la confidencialidad abarcaría todas las cosas de cada uno que atañen a la relación, especialmente los "secretos" que atañen al otro miembro de la pareja, pero NO podría abarcar cosas que atañen a la PRIVACIDAD del individuo. Requiere un largo y profundo entrenamiento aprender a distinguir entre lo uno y lo otro, entrenamiento que cada uno podrá darse a sí mismo sólo bajo el signo del amor y el respeto por el otro miembro de la pareja. El exceso de confidencialidad es tan perjudicial como su ausencia: cuando la confidencialidad no deja espacio a la privacidad y a la individualidad, estaríamos frente a una situación de aferramiento y de pérdida de los límites individuales, como la descrita en el Capítulo VI. Es conveniente aclarar aquí algo ya visto varias veces en este libro: el amor es una renuncia PARCIAL a la libertad. No total. Los límites individuales deberán prevalecer contra los esfuerzos inadecuados de FUSIÓN psicológica de los cónyuges. Hecha la anterior salvedad, quisiera ahora preguntar al lector si no es cierto que muchas veces su socio, su secretaria, su amigo del barrio, del trabajo o del club, saben más de usted, de su intimidad afectiva, de sus conflictos y placeres, de sus expectativas y decepciones emocionales... ¿que su pareja?. Y a la lectora, si su vecina, su peluquero, su compañera de trabajo o una amiga, no saben más de usted, de sus cosas emocionales, sus placeres, sus temores, sus deseos ... ¿que su pareja?. Las "cosas de las que no se hablan", donde menos se hablan, es entre los miembros de la pareja, ¿cierto? Lo anterior es también así en la relación con los hijos dentro del grupo familiar, a pesar de que el desarrollo de ellos y la futura ayuda que puedan aportar al desarrollo de sus padres, requiere altos niveles de confidencialidad de parte y parte. Para llegar a una relación de amor habría que crear una verdadera, amable y comprensiva confidencialidad, en la que no haya lugar a la represalia, a la reacción violenta frente a una confidencia chocante.
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Naturalmente, la confidencialidad es algo que tiene que desarrollarse progresivamente, con mucha paciencia y cuidado, ya que una súbita y descuidada "confidencialidad" podría hacer estallar a muchas parejas. ¿Es éste un planteamiento idealista? Creo que en parte sí: se trata de un objetivo, una meta hacia la cual uno puede dirigirse y hacia la cual quizá no pueda llegarse en forma absoluta y perfecta. Pero puede intentarse una aproximación. El camino puede durar toda la vida. Lo importante no es llegar; tan importante como eso es moverse. *** La confidencialidad anula el "soy lo que no soy y no soy lo que soy" que se analizó en la Primera Parte de este libro. En su lugar aparece un "yo soy (ante ti) lo que soy ante mí mismo, tanto como tú eres (ante mí) lo que tú eres ante ti misma". De este modo desaparece la idealización distorsionada y egoísta del "enamoramiento transferencial" en la relación: "ya no te pongo, ni tú a mí, expectativas idealizadas". Con ello desaparecen la falsedad y la manipulación. El "divorcio sin divorcio" tiende a curarse. Estoy allí. Estás allí. Tu puedes decir ante mí “YO SOY”. Yo puedo decir ante ti “YO SOY”. Es la presencia física con presencia afectiva y con "presencia erótica", como la que describí en el Capítulo VII. Todo esto contribuye a la desaparición de la soledad, el vacío y la irritabilidad. Pero lo que principalmente desaparece es el miedo. Ya no hay temor. El matrimonio, la familia, se vuelven "el lugar de reposo" que están destinados a ser y que no son por causa del "divorcio sin divorcio". Ninguno de los miembros de la pareja es cuestionado ni cuestiona. Cada uno es. Está, y se cuestiona a sí mismo. Cada uno existe sin ser interferido. Cada uno es ayudado a ser. Al desaparecer el miedo e instalarse la presencia, aparecen los sentimientos de gratitud: "siento gratitud hacia ti por ser quien eres y por permitirme a mí ser quien soy".
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La gratitud en los seres humanos (desde la etapa del bebé), es la fuente desde donde emerge la ternura. La ternura y la gratitud son la fuente natural de la excitación sexual en los seres humanos, bases de la fantasía compartida y el apasionamiento. Los niveles de excitación y satisfacción sexual en las parejas en las que predomina el amor sobre el "enamoramiento transferencial", así como el rango de placer que pueden alcanzar, es algo difícilmente imaginable por las personas que no han conseguido alcanzar dicho grado de desarrollo interior. *** Todo esto abre la posibilidad al desarrollo del sentimiento de que la vida "vale la pena". Este sentimiento es la base de la textura o profundidad vivencial, experiencia que se traduce en la pareja y en los hijos progresivamente, como una posibilidad de ir aproximándose, a través de la recíproca comprensión que cada uno adquiere del otro, a preguntas que usualmente son evitadas, pero sin las cuales un ser humano no vive, simplemente sobrevive y dura: vive como “ganando tiempo”. Nadie sabe para qué. Estas preguntas, cuya formulación usualmente está "prohibida", son entre otras:
Y, después de todo, ¿quién soy yo? ¿Qué soy yo? ¿Para qué existo? ¿Cuál es mi propósito? ¿Qué estoy haciendo yo con mi vida?
Preguntas como estas, hechas en voz alta, uno frente al otro, son posibles sólo si hay textura y confidencialidad, y si la identidad integrada de cada uno de los miembros de la pareja y la familia, se pone en contacto con su inconsciente y hace las preguntas seriamente, absteniéndose de la frecuente actitud burlona o peor, “light” con la que suele defenderse la gente para no pensar en estos asuntos. Son preguntas cuya sola formulación, en términos de Heinz Kohut, conduce al significado, el júbilo y la plenitud. ¡Cuánto más el hallazgo de respuestas! ***
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QUINTA PARTE HACIA UNA ETICA DE LA RELACION DE PAREJA
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CAPITULO XXX Del Psicoanálisis a la Ética: un sendero posible. (“¡Yo ni loco me trago eso de la ética!”). No hay norma ética mayor que la contenida en la frase del Señor Jesucristo "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Esta norma es de inmensa sabiduría y profundo reconocimiento y amor por la naturaleza humana: el mandamiento "ama a tu prójimo" cobra fuerza de ley sólo si se cumple el requisito del "como a ti mismo". Efectivamente, creo que el Señor Jesucristo sabía muy bien que sólo en la medida en que alguien se ame a sí mismo puede, en esa medida, amar natural y espontáneamente a su prójimo. Porque el que se detesta a sí mismo, detesta a su prójimo; el que se desvaloriza a sí mismo, desvaloriza a su prójimo. Vemos pues que esta sublime norma ética dista mucho de ser un mandato absoluto. Su contenido humanista, y de amor y respeto por la humanidad es inmenso: el que cumple con el prerrequisito de amarse a sí mismo, obviamente puede amar a los demás y así cumplir con esta norma, sin duda la más importante de la civilización occidental, que lamentablemente rara vez se cumple. ¿Por qué es raro que se cumpla? Creo que la razón está detrás de un problema cada vez más extendido en nuestra civilización, la pérdida de la autoestima: como se vio arriba, el que no se ama a sí mismo difícilmente puede cumplir el mandamiento de amar a su prójimo. Deduzco de lo anterior que el cumplimiento de la principal norma ética de toda la Biblia, requiere que se cumpla el prerrequisito del "como a ti mismo". El propósito de este Capítulo es el establecimiento de una correlación entre la ética, los valores, la conducta ética y el "amor por sí mismo" o autoestima. Pero antes de seguir adelante quisiera puntualizar algunas definiciones útiles como guía en esta parte del libro. Un diccionario de mediano alcance define la ética como la "disciplina filosófica que tiene por objeto los juicios de valor aplicados a distinguir entre el bien y el mal". El mismo diccionario define la moral como la "doctrina de la conducta y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia".
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La Ética sería la “teoría”, y la Moral la “práctica”. En éste y en el siguiente Capítulo ensayaré una distinción entre una ética interna o natural y una ética externa o autoritaria. Defino la ética interna o natural como el conjunto de normas de vida y comportamiento que el individuo concibe e incorpora con base en su maduración emocional, su autoestima y un adecuado concepto de sí mismo, adquirido durante su crecimiento, si éste estuvo enmarcado por el amor y el respeto de sus padres. Tales normas naturales se basan en hechos reales, físicos, psíquicos y espirituales de la naturaleza humana. Defino la ética externa o autoritaria como el conjunto de normas de vida o comportamientos que se desarrollan dentro de una cultura, impulsadas por autoridades denominadas "moralistas". Estas normas pueden tener a veces relación con hechos de la naturaleza humana (grandes éticas culturales de la Historia), pero muchas veces son el resultado del pánico del "moralista" frente al temor del desbocamiento o desenfreno de su propia impulsividad erótica o destructiva. El diccionario define el libre albedrío como la "potestad de obrar por reflexión y elección". La reflexión sobre el libre albedrío se amplía en el Capítulo final de este libro; sin negar su posibilidad, se hace necesario cuestionarlo e intentar describir sus alcances y limitaciones, de acuerdo con una comprensión más profunda que la habitual, del funcionamiento de la mente. Esta comprensión más profunda comienza por el estudio de los sentimientos inconscientes de culpa. *** Como resultado de fallas en el desarrollo del mundo interior por distorsión de algunos de los 10 factores para el desarrollo psicológico y sexual (Capítulo VII), principalmente fallas relacionadas con las actitudes de la madre y el padre durante la crianza y la educación del bebé y del niño, la persona incorpora en su mente, no una imagen inconsciente de unos padres amorosos, comprensivos y protectores (padres internos "positivos fuertes"), sino una imagen igualmente inconsciente de unos padres restrictivos, acusadores y potencialmente peligrosos (padres internos "negativos poderosos"). Los padres internos "negativos poderosos" que habitan en el inconsciente, además de las restricciones y acusaciones que esgrimen, imponen exigencias exageradas, imposibles de cumplir por parte de la persona.
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La imagen de estos padres internos "negativos" produce en la mente inconsciente, los así llamados sentimientos de culpa, que determinan en el individuo un "me siento mal" (malestar psíquico) y un "me siento malo" (remordimiento de conciencia). Veamos unos ejemplos: Una mujer de 34 años, casada desde hace 12, "se siente mala" (y desde luego también "se siente mal") por haber tenido fantasías de besar a un amigo del marido. Aunque sabe que ni de riesgo lo haría en realidad, siente que "es algo muy malo" haber tenido esos pensamientos y fantasías. Otro ejemplo, un hombre de 36 años, casado desde hace 8, "se siente malo" porque según él "no cumple con su hogar como debiera"; dice angustiarse y deprimirse mucho cuando trabaja más de la cuenta. Asegura que no debiera deprimirse ni angustiarse porque eso hace que su paternidad y su vida conyugal sean "imperfectas". Se da cuenta que su ritmo de trabajo es realmente indispensable pero "se siente malo" por no dedicar más tiempo a la esposa y a los hijos. Profundizando el análisis, recuerda que en la infancia tuvo por varios años, una niñera que le exigía un comportamiento en busca de "la perfección de Dios", aspiración que ella tenía para sí misma originada en el grupo religioso fundamentalista al que pertenecía. Los padres, distantes y ocupados, no se enteraron del asunto. Un tercer ejemplo, una mujer de 25 años, casada desde hace 2, va en comisión de trabajo a otro país. Durante un descanso, baila con un conocido eventual. Él se le insinúa, pero ella se niega a llegar a más. De regreso a su país, se ve agobiada por una serie de molestias físicas, como dolor de cabeza y de espalda, palpitaciones, sudores, insomnio, etc. Consulta a su médico, el cual me la remite por no encontrar nada físico que fundamente los síntomas. Exploro, y descubrimos que "se siente mala" por el incidente del baile. Luego descubre que lo que le sucede con su salud física es un "castigo físico" que se aplica porque "se siente mala". En el primer caso, la mujer se siente culpable por fantasías y pensamientos de infidelidad. En el segundo, el hombre se siente culpable de "no ser perfecto" en su conducta familiar. En el tercero, la mujer se siente culpable de una fantasía inconsciente de infidelidad, que no se consumó. La culpa se ubica en una conducta normal, el baile, sentido por ella como una infracción por las fantasías inconscientes que lo acompañaron. Los tres casos son ejemplos de infracciones imaginarias a las restricciones, órdenes y exigencias exageradas de los padres internos "negativos", ya que la fantasía, consciente o inconsciente, no es en modo alguno una infracción y menos aún el "no ser perfecto". Es necesario que toda persona se permita a sí misma aceptar TODO lo que se le venga a la mente, sin restricción alguna. No hay nada de "malo" en ello. Ciertamente, existen algunas fantasías que perturban, es decir, son perturbadas y perturbadoras, pero no "malas". Requieren Psicoterapia, no regaño ni castigo.
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En el tercer caso hay una conducta normal, el baile, que es percibida por la mujer como una infracción, frente a la cual los padres internos "negativos" reaccionan con una intensidad que los transforma más bien en padres internos "vengativos". Esta situación pudiera deberse a un pánico inconsciente de la mujer, a verse desbordada por sus impulsos y caer en una conducta realmente contraria a su ética ("caer en la tentación"). Ella, como mucha gente, "resuelve su pánico" y "evita la tentación", reprimiendo o "matando" la fantasía en su mente, con lo cual su libertad interior (libertad para sentir, pensar, imaginar y decidir), indispensable para la salud emocional, queda cortada. Es como si la persona temiera no poder establecer un límite a su fantasía, eligiendo y decidiendo libremente cuándo darle paso en forma de conducta y cuándo decirse a sí misma "no". Otra falla de la libertad interior. En los tres casos podemos discernir la presencia de severos conflictos psicológicos determinados por las restricciones, órdenes y exigencias exageradas que los padres internos "negativos poderosos" imponen dentro de su inconsciente. Los sentimientos de culpa inconscientes son pues el resultado de: - infracciones mínimas o imaginarias de la persona a las restricciones que los padres internos "negativos", imponen dentro de la mente. - acusaciones que los padres internos "negativos" hacen a la persona dentro de su inconsciente, como resultado de las antedichas infracciones mínimas o imaginarias. - castigos psicológicos o amenazas de castigo, que pueden somatizarse, por las mismas infracciones mínimas o imaginarias. Como resultado de esto, la persona "se siente mal" y también "se siente mala". Todo ello incrementa la lesión en la autoestima y la desvalorización. Esto hace cada vez más difícil, a veces imposible, que la persona pueda tener conductas de respeto, aprecio o amor por sus semejantes: no se puede amar a otros, cuando uno mismo se odia o se desprecia; la consecuencia es que aparecen más bien conductas de irrespeto, agresión y violencia contra los demás. Para intentar controlar los funestos resultados de este estado de cosas, la cultura desarrolla las pautas morales externas, que componen la ética externa o autoritaria: es la forma en que la cultura intenta obligar a "portarse bien" al individuo que "se siente malo" y tiene la tendencia a "hacer cosas malas" en relación con la autoridad, la rivalidad, la sexualidad, la propiedad, etc. Mediante pautas éticas obligatorias, costumbres, tradiciones y leyes represivas, la cultura intenta reforzar los padres internos "negativos poderosos", restrictivos, acusatorios y amenazantes dentro de la mente. El incumplimiento de dichas pautas provocará un desastroso aumento de los sentimientos de culpa, con lo que, además de no resolver nada, la situación se agrava porque la persona se sentirá impulsada aún más fuertemente a cometer infracciones y transgresiones, ya sea en forma desafiante o solapada. Algo así como que la persona se dijera a sí misma: ya que de
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todos modos voy a sentirme "mal" y "malo", al menos que sea por algo real. (Más adelante ampliaré esta comprensión). Y sobrevienen las infracciones y transgresiones. Esto cierra un círculo vicioso que se encuentra detrás de la inaudita y rampante crisis de valores que atenaza a nuestra sociedad. Para intentar controlar los agobiantes sentimientos de culpa, ciertas personas optan por someterse a las exigencias exageradas de los padres internos "negativos" desarrollando la represión y, como consecuencia, adoptando rígidas actitudes en las que suscriben inflexiblemente los códigos de la ética externa autoritaria. Estas personas desarrollan en forma perturbada y perturbadora, exagerada e inflexible, un externo y falso "sentido del deber" (diferente del equilibrado y realístico sentido del deber adulto). Todo esto implica un progresivo empobrecimiento de los aspectos interiores sanos del ser, especialmente aquellos aspectos vinculados con la sexualidad y las relaciones de amor. Otras personas, anegadas por las exigencias exageradas de los padres internos "negativos" y por los sentimientos de culpa, viven una singular confusión y severas contradicciones con su ética interna natural: son personas que "no saben qué hacer", "no disciernen lo malo de lo bueno". Frente a la ética externa autoritaria, estas personas desarrollan un acomodamiento astuto y ladino denominado doble moral: se permiten hacer lo "malo" si la autoridad no está mirando. Cuando la autoridad mira, se fuerzan a sí mismos a hacer lo "bueno". La doble moral de los padres resulta una fatal y eficiente escuela para el desarrollo de la doble moral de los hijos. Las personas confundidas y en estado de contradicción con su ética pueden desarrollar otro acomodamiento en el que dividen rígidamente el mundo, las personas y las cosas, en "totalmente buenas" y "totalmente malas". *** Como se observa en lo que va de este libro, la única manera auténtica y creativa en que puede cumplirse el precepto bíblico de "amar al prójimo", sería una modificación en los hábitos y actitudes con que madres y padres crían y educan a sus bebés y niños. Esta situación permitiría a bebés y niños incorporar en sus mentes unos padres internos "positivos", es decir, capaces de otorgar amor, comprensión y protección al individuo dentro de su mente. Cuando la madre y el padre han criado y educado a su bebé y a su niño en un marco de amor y respeto, la imagen de padres que habita el inconsciente es "positiva". Estos padres internos "positivos" no realizan exigencias exageradas, no hacen restricciones irracionales, ni amenazan con castigos; más bien brindan protección, comprensión, compañía y afecto
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interiores, haciendo que la persona "se sienta bien" y "se sienta buena" como resultado de una bien desarrollada autoestima. Desde luego que los padres internos "positivos" dialogan con la persona, en su mente, acerca de las pautas culturales vigentes, las normas de conducta y los hechos reales que la sustentan. Eso permite a la persona un discernimiento tranquilo y ecuánime entre lo bueno y lo malo. Cuando la relación entre los padres, el bebé y el niño es adecuada, enmarcada en el respeto y en el amor, el hijo incorpora la autoridad de sus padres en su propia mente, formándose de ese modo, una entidad psicológica que regula el propio comportamiento de un modo acertado y eficaz, socialmente confiable y además de eso tranquilo y ecuánime para la persona. Del mismo modo resulta claro que los padres internos "positivos" también realizan reproches dentro de la mente del individuo. Esto sucede cuando éste falla en el cumplimiento de las normas naturales. Tales reproches son adecuados y razonables; provocan en el individuo una preocupación sana frente a los propios errores y fallas en el comportamiento, especialmente cuando lesionan a los seres amados y/o trasgreden las pautas de la ética interna o natural. En estas condiciones la persona, como resultado de su preocupación, se siente impulsada a responsabilizarse por el daño que hizo y, a reparar sus consecuencias. Esto es lo contrario a lamentarse inútilmente "sintiéndose malo", a castigarse a sí mismo "sintiéndose mal" y a transformar los sentimientos de culpa inconscientes en toda clase de dolorosos síntomas físicos y psíquicos. *** CAPITULO XXXI Ética natural o humanista y Ética autoritaria o patriarcal. (“Toda esa vaina de la moral es cosa de curas”). Los seres humanos disponemos de una ética natural basada en valores naturales que provienen de la conformación biológica y del esquema instintivo: - La vida y el amor son "buenos". - La autodestrucción, la destrucción o el daño a otros, son "malos". En otras palabras, estas cosas las sabe el ser humano “porque sí”. Esto sucede también con los valores naturales que provienen de la crianza: la madre incorporada como gratificante y dadora de contacto físico y afectivo, es "buena"; la frustradora y distante es "mala".
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Desde luego, aquí "bueno" y "malo" no constituyen conceptos sofisticadamente lógicos e intelectuales, de los que el bebé aún carece. Constituyen más bien reacciones del bebé frente a la presencia y el contacto afectivo y físico de la madre y el padre: la placidez, el contacto consigo mismo y con mamá, un amoroso cambio de pañales, alimentarse hasta estar satisfecho, quedarse dormido, son "buenos". La inquietud, la ira, el hambre insatisfecha, la ausencia de la madre, los pañales húmedos y pegajosos, son "malos". Si predominan las experiencias "buenas", el bebé desarrolla los valores naturales de bondad, amor, contacto, etc. Cuando predominan las experiencias "malas", dichos valores no se desarrollan. En cambio sí lo hacen las actitudes represivas, confusas y contradictorias. Si predominan las experiencias "buenas", el bebé y el niño incorporan unos padres internos "positivos", mientras que si predominan las experiencias "malas" se incorporarán unos padres internos "negativos". El funcionamiento de estos dos tipos de padres en la mente, se estudió en el Capítulo anterior. Quiero anotar aquí un hecho clínico: personas que han pasado por una Psicoterapia Psicoanalítica en la que recobran su equilibrio y su discernimiento, se sorprenden a sí mismas aceptando y siguiendo muchas de las normas éticas vigentes... pero no por sentimientos de culpa, ni porque los están viendo, sino por una libre y adulta elección y convicción internas. Los fines de la ética interna o natural coinciden con los de las grandes éticas culturales construidas sin duda sobre valores basados en hechos de la naturaleza humana, y no en ideologías inventadas por los "moralistas". Entre los hechos de la naturaleza humana hemos de considerar no sólo las necesidades biológicas y psicológicas; también tienen una marcada importancia, los ideales que alberga el ser humano, determinados a partir de los valores naturales primitivos, el bien, el amor, el contacto, etc. Vemos que, según la ética natural, las normas o valores deberían basarse en hechos biológicos, psicológicos, espirituales y sociales. El ser humano va más allá de los esquemas impuestos por la ética autoritaria, los cuestiona y se cuestiona. Muchas veces, aterrado ante la posibilidad del desboque de su instintividad, el "moralista" (y todos los seres humanos tenemos en mayor o menos medida un "moralista" dentro), salta por encima de los hechos e instituye para otros (y aún para sí mismo) normas ideológicas frecuentemente exageradas, decretadas a priori.
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Estas normas ideológicas se agrupan en una ética autoritaria externa e impositiva, que se establece al margen y/o por encima de las necesidades humanas. Con base en la suscripción de esas normas a principios filosóficos y/o religiosos, la cultura pretende obligar en forma arbitraria a cada individuo a obedecer esa ética. La ética externa o autoritaria, arbitraria, frena el normal desenvolvimiento de la conducta: hace "malos" muchos comportamientos, funciones y actitudes naturales, necesarios para la vida, el amor, el disfrute y la plenitud. La reacción de la persona y de la sociedad ante ese freno, es en muchos casos, la rigidez paralizante o la explosión en conductas no éticas o francamente antisociales. *** CAPITULO XXXII Educación Moral y Ética de Pareja. (“¿Si me valoro... tengo valores?” ). Es claro que en esta cultura, la ética, los valores y la moral, desde hace ya mucho tiempo, se han transformado en palabras huecas. Otro tanto ha sucedido con el honor, la lealtad, el servir, la dignidad, la sabiduría, la comprensión, la bondad y el amor. En cambio, palabras como dinero, poder, arrogancia, amoralidad, corrupción, impunidad, "aprovecharse", facilismo e imagen han cobrado una creciente, inflada y avasalladora importancia. Uno de los propósitos de este Capítulo es ofrecer comprensiones acerca de los factores psicológicos y psicosociales que están detrás de tal situación, y herramientas para que los lectores empiecen a recuperar los Valores tanto a nivel personal, como a nivel de su relación de pareja y de familia. Para ello, se hace necesaria una permanente y rigurosa toma de conciencia, y un honesto cuestionamiento de sí mismo por parte de cada persona, que son el primer paso para comprender y modificar el presente estado de cosas. Tradicionalmente se analizan los Valores en vista de los factores culturales de la desorganización de la sociedad. Mi enfoque incluye tal análisis, pero se funda en la comprensión de cómo los factores emocionales e instintivos, desde dentro de cada individuo, contribuyen a determinar la crisis de la cultura y por lo tanto, la Crisis de los Valores. Ya hemos adelantado ciertas comprensiones sobre el origen psicoafectivo de esta Crisis, en la cultura y en mí mismo: ciertos errores y fallas en la crianza y la educación de bebés y niños, dan lugar a perturbaciones emocionales y caracterológicas; las personas adultas con rasgos - así sean leves - de estas alteraciones, casi siempre sin conciencia de ello, tienen
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afectada en mayor o menor grado la autoestima y desarrollan tendencias hacia la desvalorización de sí y de los otros, la división interior, la hinchazón narcisista del ego y finalmente hacia la trasgresión ética. La persona con autoestima, se siente interiormente “bastante bien” y “más o menos buena”. Si trasgrede, tiene mucho que perder en términos de su autoestima. Y esa íntima convicción de querer continuar sintiéndose “más o menos buena”, es la delicada motivación interior que la conduce a observar los lineamientos de su ética interior. Sus valores están galvanizados por la valorización interior del sí mismo debida a una cabal autoestima: Me quiero, me respeto y gusto de mí... y quiero que eso siga así. La persona con la autoestima lesionada, y plagada de sentimientos de culpa, es decir, de “sentirse malo”, es afectada por un oscuro sistema de pensamiento que suena más o menos así: “si de todos modos me voy a sentir malo, haga lo que haga, mejor hago algo que considero malo pero placentero o un buen negocio poco o nada ético, y así, sigo siendo malo, pero al menos complacido, y de repente hasta con dinero” Esta persona, desvalorizada, tiene sus valores debilitados, y trasgrede porque no tiene nada que perder. El primer paso para iniciar estas comprensiones consiste en darlo dentro de mi mismo: se requiere empezar el análisis de la crisis de los valores utilizando la mirada interior. Así, mi primera tarea para realizar una adecuada comprensión del por qué la Crisis de los Valores, la amoralidad y la corrupción, será echar una mirada cuestionadora dentro de mí: ¿Cómo está mi propia ética? ¿Qué valores suscribo? ¿Qué diferencias existen entre los valores que suscribo en público y los que suscribo en privado? ¿Cómo explico - para mí mismo -, esas diferencias? ¿Hasta qué punto discierno si mis conductas están motivadas por un indebido interés personal o por mi respeto a una Escala de Valores? ¿Suele corresponder mi comportamiento cotidiano a los valores que suscribo? ¿En qué casos sí y en qué casos no? Este Capítulo es el instrumento idóneo para dar inicio en los lectores a la comprensión de sí, al desarrollo de la toma de conciencia, el cuestionamiento de sí y de la propia escala de Valores descubriendo cómo usar la mirada interior con eficacia pero sin angustia ni culpabilidad. Esta toma de conciencia debe luchar contra el principio más o menos vigente en esta cultura de que "de eso no se habla". Ni siquiera conmigo mismo. Existen tendencias potenciales hacia el bien y hacia en mal en todo ser humano. ¿Qué actualiza la una o la otra? Veamos. ***
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Una crianza y una educación caracterizadas por el respeto y el amor, desarrollarán los rasgos y capacidades de ética natural que existen potencialmente en el bebé y el niño, lo que desembocará en: 1.2.3.4.-
Tener un sentimiento moral (concepto del "bien" y del "mal"). Experimentar preocupación saludable y responsabilidad. Fijarse un ideal y unos valores. Creer en algo (confiar).
Según Donald Winnicott, la así llamada Educación Moral, extrajo lo que había de bueno en el interior del individuo-niño, y lo puso "fuera", basándose en las ideas de la "naturaleza malvada del hombre", el "pecado original" y la existencia real e indiscutible de la destructividad y el odio en el corazón del ser humano. Winnicott afirma que, luego de extraer y poner "fuera" lo "bueno" del niño, la Educación Moral estableció un esquema artificial para inyectarle desde fuera lo que antes le quitó: el bien. De este modo, la Educación Moral no reconoce que en el hombre exista naturalmente el "bien". Dice Winnicott: "si la criatura y el niño son cuidados de manera estable y digna de confianza, va creciendo en ellos una creencia en la estabilidad, a la que cabe sumarle la percepción infantil del padre, la madre, la abuela. La idea de la bondad y de un Dios Padre o Dios personal, estable, bueno y justo, es aceptada de forma natural por un niño que haya empezado la vida de este modo". Continúa Winnicott diciendo: "al niño que no vive experiencias suficientemente buenas durante las primeras fases, no se le puede inculcar la idea de un Dios Personal a modo de sustitución del cuidado infantil". Así pues, la Educación Moral no constituye un sustituto del amor, ni del cuidado afectivo y físico de la madre, del padre o de quien los reemplace en los primeros meses. La función de los padres es amar y comprender. La función de la Educación Moral es aprobar o censurar. Evidentemente es necesario que los padres actúen TAMBIEN como educadores morales. Pero ello será eficaz sólo si predomina largamente su función de amar y comprender, sobre las funciones de aprobar y censurar. Es obvio que en esta cultura, la mayor parte de la Educación Moral al bebé y al niño, es decir, la mayor parte de la aprobación o censura recaen sobre la relación que el bebé y el niño establecen con su propio cuerpo, especialmente si ello tiene que ver, siquiera remotamente, con la sexualidad. Cuando la función de aprobar o censurar se inscribe como un contenido del marco de amor y comprensión, se constituye la ética interna o natural, y la "creencia" en "algo", que pone
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límites pero no destruye y que insinúa el "comportamiento correcto" sin imponerlo por la fuerza. Ese "algo" son los padres internos "positivos". La óptima Educación Moral consistirá entonces no en impartirle al bebé y al niño normas y prohibiciones arbitrarias respecto a su propio cuerpo y a la sexualidad infantil, sino en permitirle que se descubra, tome contacto consigo mismo y se sienta a sí mismo: es necesario que los padres renuncien a "enseñarle" al bebé y al niño lo que debe y no debe hacer con su propio cuerpo y su sexualidad, sino posibilitarle que aprenda de sí mismo. Los embates distorsionadores de una sociedad y una cultura enfermas nada podrán hacer para dañar la estructura del carácter de un niño educado así: una Educación Moral en el marco de una RELACION DE AMOR Y RESPETO. Esta educación origina en el niño las bases para que en él se inserte, de un modo natural, un código moral igualmente natural, tanto en lo que se refiere a su propio cuerpo y su sexualidad, como a la propiedad, la agresión, la jerarquía, etc. Posibilitará también que el futuro adulto pueda cuestionar los códigos morales autoritarios, impuestos y antinaturales que predominan en su cultura. Llegado a la relación de pareja adulta, será capaz de desarrollar una ética interna natural, que rija de un modo adulto, adecuado y armónico sus comportamientos conyugales. *** La ética natural en la relación de pareja, tiene necesariamente que asentarse en el diálogo y la confidencialidad. En tal situación ambos miembros de la pareja podrán mostrar uno al otro sus valores y evaluar las coincidencias y diferencias en los mismos, especialmente en cuanto a lo que ellos desean para sí mismos, a la estabilidad de la relación, a las relaciones paralelas, a las fantasías y juegos sexuales, y así sucesivamente. Este diálogo también tendría que incluir una evaluación del modo como cada miembro de la pareja se inserta en el mundo de los valores sociales, culturales e ideológicos. Para el lector será evidente entonces la magna importancia de que ese diálogo (que habrá de durar toda la vida de la pareja), tenga su inicio lo antes posible en la relación, ojalá durante o hacia el final del "enamoramiento inicial". Uno de los puntos más difíciles de compartir en un diálogo como el propuesto, es la manera como la idealización del "enamoramiento inicial" se va transformando en la "idealización superior" (Capítulo I), cuyo contenido principal es el respeto, el aprecio y el cuidado cargado de preocupación y responsabilidad, que los valores de cada uno merezcan para el otro. Desde luego, esta "idealización superior" cumple su máximo propósito cuando en el marco de una relación, ambos comparten el ideal de una vida en conjunto, una vida que implique la cercanía y la comprensión en el plano de lo sexual y en el plano de la ternura desexualizada.
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Según Otto Kernberg, en una relación así "se produce una afirmación de los valores personales y se establece una sensación de trascendencia y plenitud que resuelve el aislamiento del individuo y cambia la relación total con su medio cultural, social e histórico". La tolerancia y la comprensión de los valores del uno por el otro incluye necesariamente una comprensión de la existencia de períodos de separación y acercamiento, de desilusión y rabia, de intenso amor una veces y de odio y frialdad en otras. En toda pareja existen rasgos de "enamoramiento transferencial": uno de los elementos que vincula el mundo de los valores de cada miembro de la pareja, entre sí, es la resolución, ojalá en amoroso diálogo, de los remanentes de sentimientos incestuosos y narcisistas que puedan existir en cada uno de ellos. ¿Por qué es esto tan importante? Porque basada en el "enamoramiento transferencial", es decir, en la fantasía de que el otro miembro de la pareja "es" uno de los padres infantilmente deseado, la unión de la pareja puede ser amenazada precisamente por esa fantasía, si no se la resuelve oportunamente: lo que atrajo a los miembros de la pareja (el recuerdo inconsciente del padre o la madre) podría separarlos. Por otro lado, si cada uno de los miembros de la pareja representa para el otro, un padre o una madre, el miembro de la pareja puede ser visto como alguien "moralmente autorizado" para criticar y descalificar éticamente, ya que representa la "autoridad". Tal situación es temible por sus posibilidades destructivas para la relación. Una de las tareas principales de la pareja es la de rebelarse contra las inhibiciones que sabotean la plenitud y el placer sentimental y sexual, inhibiciones que provienen de las restricciones, acusaciones y amenazas de los padres internos "negativos" que cada uno tiene, y que eventualmente podría "colocar" en el otro miembro de la pareja, transformándolo en el representante de las prohibiciones para la expresión libre de los sentimientos y la sexualidad. En este punto es conveniente decir que, según todo lo visto en los Capítulos XXVIII, XXIX y éste, el sometimiento a lo convencional y a las pautas de la ética autoritaria, puede dañar gravemente la relación real de la pareja. Por lo anterior, la mejor manera de darle a la relación de pareja la oportunidad de hacerse permanente, es la creación dentro de ella, de su propia moral sexual y sentimental, diagramada, planificada, COORDINADA y esclarecida en el seno amoroso del diálogo y la confidencialidad. Como he dicho anteriormente, las conductas de una pareja adulta y responsable, armónica, jubilosa y plena, deberán regirse por los dos requisitos que describí en el Capítulo IX, sobre la relación sexual adulta, específicamente a propósito de los juegos sexuales precoitales.
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En el seno amoroso del diálogo y con la respetuosa consideración de los dos requisitos señalados, la pareja establece su propio código moral y se obliga, con un grado de obligación que trasciende todas las maniobras y las manipulaciones, a CUMPLIRLO por encima de todo. Lo anterior es especialmente importante si consideramos que estamos insertos en una cultura en donde la sombra de la "pecaminosidad" distorsiona y descalifica la mayor parte de las posibilidades humanas y creativas de la vida sentimental y sexual. *** CAPITULO XXXIII Libre albedrío y Psicoanálisis. (“Y yo... ¿en realidad soy libre?”). Yo trabajo señalándole a mis pacientes y, progresivamente a la comunidad, la que yo pueda discernir que es "su verdad interior" y en qué consiste la tarea de entrelazar tal verdad interior con un definido “bien interior”. Todo esto de modo tal que pacientes y miembros de la comunidad, se instalen en un proceso de maduración emocional y armonización de sus mundos internos. Este es un logro que sólo puedo alcanzar en la medida en que, como persona y como Psicoterapeuta, haya conocido y continúe conociendo también mi propia verdad y mi propio bien interiores. A éste propósito he requerido no sólo entrenamiento sino un largo, consistente y constante Psicoanálisis y cuestionamiento de mí mismo, que empezó durante mi formación como Psicoterapeuta, y que continúa y continuará durante toda mi vida, enriquecido paralelamente con estudios, comprensiones y experiencias de carácter espiritual. Este proceso de Psicoanálisis “continuado” y formación espiritual del Psicoterapeuta, cuyo éxito o fracaso se reflejará... - en el significado, júbilo y plenitud de mi propia vida, - en la mejoría de mis pacientes y - en mis aportes a la toma de conciencia por parte de la comunidad... ... implica una progresiva transformación interior, una progresiva adecuación de los padres internos y un creciente asentamiento de la autoestima, la autonomía y la capacidad de pensar, reflexionar y elegir. Este es el camino para que Psicoterapeutas, pacientes y también la comunidad, se liberen de la ética autoritaria e ingresen progresivamente en una ética natural, que es también la ética de la libertad, basada no en la imposición de normas autoritarias e inventadas, sino en la búsqueda y encuentro de normas connaturales a nosotros mismos, a los demás y a la cultura vigente.
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Una ética natural que sea la realización de las aspiraciones primarias del instinto de vida (Eros): la bondad, el contacto, el amor, la vida... tan contrarias a las aspiraciones del instinto de muerte, que tantas veces se realizan en los intentos pseudomorales por coartar la vida y el amor. En el Capítulo XXVIII, cité una definición de diccionario del libre albedrío: "potestad de obrar por reflexión y elección". Con base en lo discutido en los tres Capítulos anteriores y en éste, pregunto: obrar por reflexión y elección... ¿hasta qué punto es posible si la persona está limitada, cercada y distorsionada por una problemática interior que ella misma desconoce? Es posible que la persona muchas veces crea, o más bien imagine haber elegido libremente algún comportamiento, cuando en realidad dicho comportamiento es la resultante de un conflicto u otra fuerza inconsciente que “empuja” a la persona en direcciones para ella inesperadas y hasta indeseables: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Pablo Apóstol, Carta a los Romanos, 7:19) y “El corazón tiene razones que la razón desconoce” (René Descartes). La Psicoterapia Psicoanalítica no es, ni mucho menos, una excusa para actuar impunemente diciendo "no pude evitarlo". La Psicoterapia Psicoanalítica es, deberá ser, un punto de partida para el propio y permanente cuestionamiento interior al que aludí antes, cuestionamiento que me permita todo el tiempo, todas las veces, interrogarme a mí mismo y ejercer el discernimiento, basado en una duda metódica (no obsesiva) acerca de la clase de motivación consciente e inconsciente que me condujo a tal o cual comportamiento. Sólo un cuestionamiento así puede llevarme a mirar dentro de mí y a adquirir, si no la "potestad", al menos la posibilidad (si no siempre, la mayor parte de las veces), de obrar por reflexión y elección. Es necesario transformar la creencia de que "tengo", "ya", la capacidad de discernir y de elegir libre y voluntariamente un comportamiento... en una realística comprensión de que "puedo", "muchas veces" (si me cuestiono con tiempo, paciencia, humildad y valentía) alcanzar a discernir y elegir. Lo más libremente posible, lo más voluntariamente posible, de acuerdo con mis posibilidades y limitaciones, y en vista del momento en el que me hallo en mi inacabable e incansable búsqueda de desarrollo interior. ***
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APÉNDICE "La orgía con el espejo y la danza de los consuegros". (Comprensiones teóricas, situaciones clínicas y contribuciones técnicas a la psicoterapia psicoanalítica de parejas). (Texto dirigido a Profesionales que hacen o intentan hacer Psicoterapia de parejas).
Introducción. Escribiendo "La Orgía con el espejo y la Danza de los consuegros", me encuentro haciendo un esfuerzo por alcanzar tres objetivos centrales: 1.- aumentar la comprensión teórica y clínica acerca de algunos de los mecanismos psicopatológicos que, en mi experiencia, afectan con más gravedad a las parejas, colocándolas en situaciones de conflicto; 2.- examinar las peculiares Transferencia y Contratransferencia que se dan en Psicoterapia Psicoanalítica de Parejas, así como su manejo clínico y técnico, y 3.- exponer ciertos recursos técnicos, parte de ellos originales míos que, como Psicoterapeuta con Orientación Psicoanalítica, uso con mis pacientes en sesiones de Psicoterapia de Pareja. Me motivó a preparar este breve estudio el hecho de que en mi práctica clínica de la Psicoterapia Psicoanalítica, observo cada vez con mayor frecuencia parejas: cuyos miembros como individuos padecen de rasgos de neurosis sintomáticas, de neurosis del carácter o cuadros individuales narcisistas y fronterizos poco graves del Carácter, pero cuya interacción conyugal ha transformado la relación de pareja en una situación mucho más perturbada que la correspondiente a la perturbación individual: se ha desarrollado una relación estructural diádica gravemente narcisista, fronteriza y aún psicótica. En esta situación, las posibilidades reparatorias (reparación empática) que toda pareja alberga en lo más hondo de su mundo interior, son abandonadas y reemplazadas por un casi compulsivo sistema de restitución manipuladora y venganza transferencial que perturban aún más el vínculo. Clínicamente es posible percibir que cada uno de los miembros de la pareja así afectada, progresivamente determina un agravamiento de los problemas caracterológicos (maneras de ser) que el otro miembro de la pareja trae desde su infancia y su adolescencia. Y viceversa. Se producen, en cierta medida: a.- una primera transformación inconveniente, la de la estructura del carácter individual de los miembros de la pareja y, por otro lado,
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b.- una segunda transformación inconveniente, la del campo, la trama de interacciones, el ambiente y el conjunto de la situación de la pareja como estructura diádica. Debido a estas dos transformaciones, en la pareja se presenta una condición en la que cada uno remueve, reactiva y saca a la luz lo "peor" -lo "peor" en un sentido clínico, no éticolo más perturbado del otro, haciendo que cada uno lo desarrolle y lo actúe en la relación, lo cual da lugar a un desastroso vaivén que determina un agravamiento clínico progresivo de la situación conyugal. Estas transformaciones inconvenientes (que producen múltiples alteraciones en el funcionamiento emocional e instintivo de los cónyuges, tanto en lo erótico como en lo tanático), tienen su punto de partida en la interacción y el intercambio (mediante la Identificación Proyectiva recíproca), de lesiones estructurales internas casi siempre bastante similares, presentes en ambos miembros de la pareja. En unos casos, dichas lesiones afectan predominantemente las imágenes internas del SíMismo; en otros casos las lesiones principales afectan a la imagen de los Objetos Internos. En ambas ocasiones, están dañadas las funciones mentales que permiten soñar, pensar pensamientos, discernir y crear soluciones adultas, reales, para los conflictos. La orgía con el espejo. Cuando la dificultad predominante afecta a la imagen interna del Sí-Mismo, se produce una Proyección e Identificación Proyectiva de partes de esta imagen de cada miembro de la pareja, en el otro. Cada miembro de la pareja desaparece en cierto sentido como persona para el otro. Cada uno queda como a solas consigo mismo en presencia de "un otro" que ya no es una persona, sino cierta clase de espejo que lo refleja, y con quien cada uno protagoniza una solitaria "orgía consigo mismo" en una situación de transferencia (en términos de Kohut) idealizadora y/o especular, recíproca. La danza de los consuegros. Cuando la dificultad predominante afecta a la imagen de los Objetos Internos, especialmente la imagen de los padres internos, se produce una Proyección e Identificación Proyectiva de partes de esta imagen de cada uno de los miembros de la pareja, en el otro. Como en el caso anterior, cada miembro de la pareja desaparece en cierto sentido como persona para el otro. Cada uno queda emocionalmente a solas consigo mismo en presencia de "un otro" que ya no es una persona, sino cierta clase de receptáculo sin identidad propia, que alberga la imagen de los padres. Cuando esto ocurre unilateralmente, el cónyuge proyectante queda atrapado por una situación de transferencia anaclítica con el otro miembro de la pareja: el cónyuge proyectante se siente viviendo la experiencia conyugal con uno de sus padres -o con ambos-, y no con su pareja real.
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Cuando esto les ocurre a ambos, los padres internos de cada uno protagonizan con los padres internos del otro una "danza de consuegros" en la que los miembros de la pareja están, para los efectos psicológicos, ausentes. Cuando los padres internos han adquirido el matiz de "persecutorios", son proyectados como tales. En esa situación, el cónyuge que recibe la proyección se transforma en "el perseguidor", mientras que el proyectante deviene en "la víctima". Como es conocido, la mayoría de las veces esto les ocurre a ambos, lo que da como resultado la "acusación recíproca". Me ha sido posible comprobar que, en la mayoría de los casos, la entrevista psicoterapéutica por separado con cada uno de los miembros de la pareja, muestra en funcionamiento una estructura caracterológica mucho menos perturbada que la que pude percibir durante las entrevistas de pareja, de modo que puedo afirmar que, en esos casos, el funcionamiento transformado del carácter tiende a limitarse a las situaciones en las que los miembros de la pareja están el uno en presencia física del otro. Esta disfunción se presenta también, aunque atenuada, cuando uno de los miembros de la pareja evoca en su mundo interior la imagen del otro. Así pues, si la situación donde se pone de manifiesto la perturbación más grave es aquella en la que están físicamente presentes ambos miembros de la pareja, es entonces la Psicoterapia de Pareja el encuadre de elección para el tratamiento de tales problemas, y por ello, tanto las comprensiones clínicas, como las herramientas técnicas que contribuyan al desarrollo de dicho encuadre, deberán ser investigadas e incrementadas por los especialistas. *** Algunos mecanismos de defensa que perturban la relación de pareja. La comprensión de estas defensas se basa en el conocimiento de cómo afectan la relación de pareja, mecanismos como la Escisión, la Proyección, la Identificación, la Identificación Proyectiva, el Agravamiento Recíproco de la problemática, la Transferencia Recíproca y la Idealización y la Desidealización. a) Escisión: La Escisión o División Interior afecta la construcción de la mente del bebé, dando inicio, como se vio, a un proceso de desestructuración que se afianza y se agrava durante las etapas del niño y del adolescente. La Escisión y sus consecuencias son la pauta para la posterior división de ciertas funciones mentales que inciden decisivamente en la problemática de la pareja: la ternura puede quedar escindida de la sexualidad y tendremos un adulto incapaz de amar, comprometerse ni establecerse en una relación de pareja adulta, (la que se ancla en la presencia simultánea de ternura y pasión). En cambio, la persona se entrega a la búsqueda
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compulsiva de múltiples experiencias sexuales intrascendentes en las que busca -sin encontrarlos jamás- el amor y la ternura. la agresión saludable es transformada por el adulto ecuánime en apasionamiento. Si la agresión saludable está escindida de la sexualidad, ésta deviene en una actividad monótona, fría y desapasionada. la función observante del Yo puede estar escindida del Discurso Verbal, y ambos, del discernimiento de la acción -Discurso de la Conducta-. Esta Escisión está en la base del descontrol verbal y la impulsividad que caracterizan las peleas de la mayoría de las parejas en conflicto. otra Escisión frecuente está ejemplificada en el caso Nº 1. Es la correspondiente a la Difusión de la Identidad Sexual, en el que la parte femenina y la masculina del Sí-Mismo se dividen, y funcionan por separado. b) Proyección e Identificación: Con las Divisiones Interiores analizadas, el bebé avanza cronológicamente, pero su maduración emocional e instintiva se ve perturbada. Pronto aprende a "deshacerse de", "poniendo fuera", "en el otro" (primariamente en la madre) las partes del Sí-Mismo y de los Objetos Internos que le atormentan. Este "poner fuera" es la Proyección. Así, el bebé pone en la madre externa el Objeto Persecutorio, atribuyendo entonces a la madre no sólo ser frustradora e indiferente, sino "malvada", "sádica" e "intencionalmente dañina", es decir, "persecutoria", lo que incrementa el dolor, la angustia y la frustración del bebé. También ocurre que cuando la madre externa lo gratifica, le "pone" el Objeto Idealizado, exigiendo así de ella la total, perfecta e ininterrumpida plenitud y satisfacción. Hasta que ella, inevitablemente le frustra otra vez, con lo que el bebé le retira la Proyección idealizadora y le "pone", ahora exacerbada, la persecutoria. El bebé también aprende a "poner dentro" de su mente, elementos de fuera. Si pone dentro de sí una imagen de la madre con la que, en base de un predominio de experiencias afectivas positivas construye un Objeto Interno Integrado, tendremos una Identificación saludable, que auspicia el desarrollo emocional e instintivo. Pero si la madre externa le reprende, le acosa y le acusa, el bebé y el niño se identifican con ello y tales elementos negativos incorporados, pasan a engrosar tanto la parte "mala" del SíMismo dividido, como la parte "mala y poderosa" del Objeto Interno. Con eso, las condiciones internas de desvalorización, Escisión y culpa, se agravan.
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En el Caso Clínico Nº 1 veremos una pareja en la que ambos miembros presentan un cuadro de Difusión de la Identidad Sexual. Los aspectos femenino y masculino de cada uno están severamente escindidos. En este caso él, sin poder usar su Sí-Mismo masculino para relacionarse con ella, lo "pone" (proyecta) en ella. Y ella hace lo mismo con su Sí-Mismo femenino. Como resultado, él se identifica con el Sí-Mismo femenino que ella le proyectó, y se feminiza. Y ella se identifica con el Sí-Mismo masculino que él le proyectó, y se masculiniza. c) Identificación Proyectiva. Esta función, basada en la Escisión, la Proyección y la Identificación, es el sustento básico de las perturbaciones en la relación de una pareja en conflicto. Se trata de una forma muy primitiva de Proyección que, en síntesis, persigue dos efectos: 1. Descarga de elementos psicológicos inconscientes que producen tensiones interiores y que la mente no puede elaborar por medios naturales como conductas, palabras, sueños, fantasías o sublimación. 2. Al retener un control manipulatoriamente empático con la porción del propio ser proyectada, el proyectante consigue "hacer sentir, hacer pensar, hacer reaccionar" a la persona receptora de la proyección, de acuerdo a las expectativas inconscientes de manipulación controladora del proyectante. En el Caso Nº 2, veremos una pareja en la que cada uno de sus miembros proyecta una parte de su Objeto Interno en el otro y lo manipula en el otro "haciéndolo reaccionar" con el comportamiento que le permite al proyectante "salirse con la suya" en cierto modo muy perturbador para la relación. Ella elige un esposo en el que puede poner y manipular aspectos de la Imagen Interna de su padre, persona con actitudes distantes y frustradoras. Manipulado, el esposo acentúa su propia distancia emocional y empieza a no responder a los requerimientos sexuales de ella. Esta ausencia de respuesta le sirve a ella para intentar calmar sus ansiedades incestuosas inconscientes. Frustrada por la (sin embargo buscada) respuesta fría de él, procura ahora, con violencia, una separación. El reacciona asediándola con pasiva, voraz y pegajosa posesividad, y es ella ahora quien lo rechaza. De este modo, ella ha conseguido manipular al padre-esposo para que, en un primer momento actúe como el padre, transformándose en la mente de ella en el padre frustrador. Entonces, lo manipula para que él empiece a asediarla: ya tiene al padre distante manipulado y vuelto de algún modo, asediador, voraz y posesivo.
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Ahora ella puede vengarse del padre siendo ella la que, distante, lo rechaza. Y más al fondo, concreta un intento de restituir su relación infantil con el padre: ahora su padre es quien la busca y ella quien lo frustra a él. El tuvo una madre que lo abandonó dos veces durante su infancia. Elige una mujer que, por ciertas actitudes seductoras superficiales, parece ser bastante erótica. La rechaza con fría distancia y de ese modo le pone la madre abandonadora: ella trata de imponer la separación violenta. Entonces él se aferra a ella con lo que intenta, usando a la esposa manipulada, restituir la situación infantil: la mamá-esposa quiere irse, pero ahora él tiene el control, y la asedia con su posesiva voracidad, impidiéndole marcharse. Por otro lado, consigue reconocer que frustrando con su frío rechazo a la esposa, alcanzaba cierta venganza contra su madre. d) Agravamiento Recíproco de la problemática. Con la carga de funciones distorsionadas vistas hasta ahora, la gente se encuentra y forma parejas. No es extraño que la presencia de rasgos fronterizos y/o narcisistas en los miembros individuales de la pareja, así como el uso recíproco de recursos psicológicos alterados, determinen que la pareja funcione como una unidad profundamente perturbada por manifestaciones fronterizas y/o narcisistas graves. Efectivamente, cada uno involucra al otro en su mundo de Objetos Internos escindidos y SíMismos inflados y/o divididos. Se produce un destructivo interjuego -una Orgía y una Danza- de Proyecciones, Identificaciones e Identificaciones Proyectivas recíprocas en que cada uno contribuye a que el otro se confunda, se angustie, sufra, distorsione sus percepciones y sus reacciones y se acentúen y agraven las manifestaciones perturbadas individuales traídas por cada uno de su pasado. Progresiva e inexorablemente cada uno, sin proponérselo, agrava la problemática del otro, y también que la identidad ya perturbada de cada uno, se altera aún más por un aumento de la confusión. Efectivamente, cada uno confunde su propia identidad, con la del otro miembro de la pareja, porque la identidad de cada uno ha quedado parcialmente fusionada con la del otro. Podría decirse que al cabo de cierto tiempo, ninguno de los dos sabe a ciencia cierta quién o qué es cada uno. Así, lo que pudiese haber sido una dichosa unión, una comunión, se transforma en una desdichada fusión, una confusión.
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La pareja deja de ser una relación de dos individuos, cargada de potenciales recursos reparatorios, para desbarrancarse por una pendiente de pérdida de la individualidad en la que hay una lucha larvada por el poder, una búsqueda de venganzas y una lucha por establecer restituciones cada vez más perturbadas. Cada uno remueve y reactiva, saca a la luz "lo peor", la parte más perturbada del otro, la agranda, la agrava y la manipula controladoramente para que el otro la actúe en la relación. Así, aunque los miembros individuales de una pareja en conflicto estén más o menos libres de problemática psicológica grave, la pareja como conjunto involuciona hacia perturbaciones cada vez más graves. Por ello no es extraño tampoco que tal agravamiento conduzca a la situación típica de las parejas en conflicto, que suelen presenta las características de lo que en los tiempos actuales ha sido denominado violencia intrafamiliar: predominan equivalentes atenuados o encubiertos de violencia: rencor, ira, hostilidad, rabietas, irritabilidad, odio crónico, susceptibilidad, crítica, indirectazos, sarcasmos, mordacidad, hablar a espaldas, chismes y desaires. también como manifestaciones de violencia encubierta, son frecuentes la falsedad, la negación del afecto y los cargos internos o acusaciones no expresadas. Igualmente la tacañería, el disgusto y la negación en el suministro de provisiones materiales, de afecto y de pautas éticas naturales. en casos extremos predominan las manifestaciones de violencia no encubierta, la violencia verbal, incluyendo los tonos de voz, y todas las formas de violencia física y lesiones. podemos hablar de una violencia interior y es la que ejercen los miembros de la pareja uno contra otro cuando en su mente y en su corazón, sin comunicárselo al otro miembro de la pareja, acarician con dulce y destructivo deleite, pensamientos y sentimientos negativos hacia su compañero o compañera, casi disfrutando del odio hacia el otro. también forman parte de la violencia interior en la relación de pareja los cargos internos: son calladas acusaciones que los miembros de la pareja formulan el uno contra el otro, muchas veces sin expresarlos, encubriéndolos y disfrazándolos con una falsa mansedumbre, una dulzona sonrisa o un disimulado y colérico "aguantarse". los cargos internos se manifiestan como frecuentes pensamientos dirigidos contra el otro miembro de la pareja diciéndose a sí mismo cosas negativas, acusatorias, derogatorias y despectivas acerca de la otra persona; imaginando situaciones de cómo sería de feliz si se separase, lo que puede pasar con los hijos si lo hace; acariciando morbosas ideas del proceso de divorcio, cómo
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dejaría al otro sin nada; fantasías de que el otro enferme y muera, y así sucesivamente. dado que los miembros de la pareja, así sea pasivamente, reaccionan y contraatacan, todas estas situaciones, poco a poco y progresivamente, terminan tomando como indefenso blanco a los hijos, lo que completa la configuración de la violencia intrafamiliar. Los hijos, en la etapa del bebé y del niño poco pueden contraatacar. Su embozada reacción es la devastación de la autoestima y la distorsión progresiva de la estructura del carácter. El desastroso contraataque suele sobrevenir en la etapa del adolescente. En síntesis, en el ámbito de las parejas en conflicto: 1. cada uno ve en el otro todo lo malo, lo negativo. 2. cada uno niega que el otro posea algo bueno, positivo. 3. cada uno se atribuye a sí mismo rasgos positivos (amabilidad, bondad, no violencia, comprensión, etc.) 4. cada uno niegue los propios rasgos negativos (irritabilidad, suspicacia, violencia, etc.). 5. cada uno acusa al otro de ser "el culpable de todo". 6. cada uno niega su propia responsabilidad en los conflictos. 7. cada uno manipula en el otro lo negativo que tenga y lo que le ha atribuido y "puesto"; cada uno le hace sentir, pensar y reaccionar al otro, confirmando" su "maldad". Este es el punto central de la así llamada "lucha por el poder" en la pareja. La lucha por el poder merece comentario aparte. Cada uno de los miembros de la pareja busca prevalecer sobre el otro. Y el instrumento más usado es la manipulación de la victimización. ¿Cómo? Cada uno busca vencer al otro en una serie de aspectos pero, más que eso, cada uno busca persuadirse, persuadir al otro y persuadir a los testigos -hijos, amigos, vecinos, Terapeuta- de que es la víctima. ¿Porqué? Porque la "víctima", el agredido, el "débil" también es, al menos en esta cultura, "el bueno". Entonces, el otro, el "victimario", el agresor, el "fuerte", también es "el malo". No importa que muchísimas veces, el "victimario" no haya hecho sino reaccionar y responder de modo más o menos inocente -sin querer queriendo- a las incitaciones con las que la "víctima" le manipuló para que la agreda.
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La "víctima" proclama entonces por calles y plazas "su superioridad moral". El otro, el "victimario", es "moralmente inferior". Queda social y familiarmente -y muchas veces judicialmente- descalificado. Sufre el repudio, el rechazo, el ostracismo del grupo de amigos, de los hijos, de los vecinos, hasta de los jueces. ¿Puede haber una victoria -neurótica- más completa? El único que no cae -no debiera caer- en este luctuoso sainete, es el Terapeuta. ¿Estará preparado? e) Transferencia Recíproca. ¿Qué es Transferencia? Veamos. Es una situación en la que una persona adulta repite con alguien actual, experiencias que tuvo en la infancia. Esa persona actual representa en el inconsciente al padre, a la madre, a alguien importante del pasado y en ocasiones a una parte de sí mismo. Así pues, la manera habitual como uno se relaciona consigo mismo y con otros, tanto como las dificultades que uno detecta en dichas relaciones, tienen su origen en el pasado de la persona, especialmente en la infancia y la adolescencia, en la relación pasada con los padres, hermanos, otras personas importantes durante esa etapa y, muchas veces, con uno mismo. Las mencionadas dificultades ocasionan un subdesarrollo en el crecimiento emocional de la persona, subdesarrollo que no afecta ni su intelecto ni su crecimiento físico, ni muchas veces su adaptación social y laboral. Las maneras habituales de relacionarse consigo mismo y con los demás que uno adquirió en la infancia y adolescencia, así como las consecuentes dificultades, se repiten inconscientemente en la vida actual de la persona. El fenómeno por el cual una persona repite inconscientemente sus maneras habituales de relacionarse -y sus dificultades- con las personas de su vida adulta, se denomina Transferencia. Tal fenómeno se pone de manifiesto en las relaciones adultas sin que la persona se dé cuenta, más cuanto más intenso sea el vínculo emocional existente. En mi opinión, es por ello que la Transferencia -en su versión recíproca- tiende a ser muy intensa en la relación de la pareja. f) Idealización y Desidealización.
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La "Transferencia Recíproca" da lugar al "enamoramiento transferencial", que es el resultado de que cada uno de los miembros de la pareja "pone" en el otro una expectativa exagerada, idealizada, acerca de lo que desearía obtener en la relación. Inconscientemente, cada uno ha "puesto" en el otro un padre, una madre o una imagen idealizada de sí mismo, que según la propia expectativa exagerada proporcionará o más bien deberá proporcionar, una satisfacción fantástica y maravillosa de las necesidades de cada uno. Este fenómeno se denomina Idealización y es completamente natural durante el enamoramiento inicial a partir del que, si las cosas marchan bien, será indispensable más adelante que ambos miembros de la pareja reduzcan paulatinamente sus expectativas, "aterrizando" así en la realidad de lo que cada uno es y puede ser para el otro. Entonces esta clase de idealización irá extinguiéndose progresivamente, dejando paso a una percepción más realística del uno por el otro. En la relación de amor adulto y maduro, hay un cierto nivel de Transferencia y de Idealización natural, deseables y saludables. En este caso, la Transferencia de cada uno estará atenuada, libre de exigencias exageradas; cada uno será capaz de poner en el otro no una imagen de padre, madre o de sí mismo cargadas de demandas perentorias y sentimientos de culpa, sino imágenes plenas de valores e ideales, lo opuesto a las idealizaciones. Esta Transferencia se basa en el amor, respeto, aprecio y cuidado de cada uno por los valores y los ideales del otro, de modo que dichos valores e ideales lleguen a ser compartidos. Esta forma de Transferencia, ha sido denominada Idealización Superior por Otto Kernberg. Volviendo a la Idealización a secas (que caracteriza el "enamoramiento transferencial"), ¿qué pasa si esta idealización se perpetúa en vez de extinguirse? La idealización que se perpetúa da paso a un conjunto de pensamientos, sentimientos, fantasías, distorsiones del recuerdo, deseos e impulsos creados en la mente como producto del imaginario concepto de "cómo me haría feliz a mí mismo, a mí misma, si yo fuera tú", "lo que deberías hacer tú para hacerme feliz a mí según mi idea" y finalmente, "los maravillosos y fantásticos padres que hubiera querido tener, para vivir una imaginaria y absolutamente dichosa infancia". Así, al producirse el "enamoramiento transferencial", cada miembro de la pareja ha "puesto" en el otro algo que le permite representarse a sí mismo en una situación ideal y maravillosa, atendido por el sí mismo ideal, maravilloso y/o por esos padres ideales igualmente maravillosos, pero que al fin y al cabo sólo existen en la fantasía. El problema es que todo este asunto rebasa cada vez más la fantasía y la idealización.
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Poco a poco lleva a cada miembro de la pareja a unas exigencias explícitas e impositivas de que el otro miembro de la pareja sea permanentemente ideal y maravilloso. Esto es también recíproco. En síntesis, este proceso consiste en que inadvertidamente cada miembro de la pareja "pone" sus idealizaciones en el otro: ésto es el primer paso para transformar el enamoramiento inicial en "enamoramiento transferencial". Sucede que sin darse cuenta, cada uno se "enamora" de su propia fantasía idealizada puesta en el otro. No se enamora "del otro" tal como es, como ser real y como persona. La Idealización del "enamoramiento inicial" es bastante engrandecedora pero comprensiva y cariñosa. La Idealización del “enamoramiento transferencial” es deforme. Consciente o inconscientemente intenta imponer "al otro" que se transforme en algo fantástico e imaginario, grandioso y absolutamente incomparable, algo que el otro no es ni podría ser. Esta exigencia se materializa inicialmente sólo como una impaciente expectativa, pero a medida que pasa el tiempo se vuelca en exigencias e imposiciones. La situación puede llegar al extremo de que, para ciertas personas que tienen cierto "ideal de persona" tal vez extravagante o “perfecto”, ninguna persona real puede satisfacerle y llenarle. Esto puede llevarlo a quedarse en soledad, en medio de amargas quejas del jaez de "el Destino está contra mí", “Dios es cruel y no me oye”, “es que me han embrujado”, sin percatarse que el origen de su soledad yace en el fondo de sí mismo, de sí misma y de ningún modo en entidades míticas, místicas o mágicas. Volviendo a la idealización del "enamoramiento transferencial": para que el proceso anteriormente descrito ocurra, tiene que haber en la mente del idealizador "algo" que funciona inadecuadamente (y que es más frecuente de lo que creemos), que determina que el idealizador no vea a su pareja como una "persona total" a la que quiere "toda ella tal como es" y "por lo que ella es", sino que, lo que le interesa inconscientemente de su pareja es "la parte de ella" que le va a permitir al idealizador "ponerle" su Idealización. Y viceversa. Estaríamos frente a una situación en la que el idealizador ve en su pareja no la "persona" que ella es, sino a una "cosa" con una particularidad, un rasgo de carácter que va a permitirle al idealizador, "ponerle" a su pareja su Idealización. Esta particularidad, es una dificultad en el “modo de ser y reaccionar” (o rasgo de carácter) de la pareja idealizada que: 1.- le permite a la pareja idealizada emitir señales que le hacen creer al idealizador que la pareja va a cumplir con las exigencias idealizadas y,
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2.hace susceptible a la pareja idealizada para recibir pasivamente lo que el idealizador le "pone". Y viceversa. Y así, cada uno ha idealizado al otro. Cada uno se enamora entonces no del otro, de lo que ella o él es, sino de "algo" propio "puesto" en ella (él). En otras palabras, cada uno se ha enamorado (transferencialmente) de sí mismo puesto en el otro: una forma encubierta, disfrazada, de narcisismo. También puede suceder que cada uno se enamore de uno de los propios padres puesto (transferencialmente) en el otro. Entonces, cada uno empieza a percibir (casi diría alucinar) al otro, como la persona maravillosa, increíble, deslumbrante que tanto ha buscado y que al fin ha hallado, después de larga y difícil búsqueda (también se idealizan las dificultades de la búsqueda). De tal modo que el idealizador se asoma a la ventana y aunque haya una tormenta con lluvia torrencial, para él el paisaje luce brillante, colorido y despejado; su corazón salta alborozado con toda clase de deliciosas expectativas. La pareja idealizada, a su vez idealizadora, imagina que al fin encontró a su "príncipe azul", el maravilloso "caballero andante" que ha estado esperando siempre ("siempre" suele ser una palabra muy apreciada por los enamorados). Luego, llega la debacle: cuando uno de los miembros de la pareja no es capaz de cumplir con las exigencias idealizadas del otro, sobreviene la Desidealización, situación que corresponde a la descrita como el Agravamiento Recíproco de la problemática: el otro es satanizado y visto como "el malo del paseo", el que no merece amor ni consideración de ninguna clase. En algunos casos, no en la mayoría, por una especial madurez afectiva y una elevada comprensión, ambos miembros de la pareja atenúan poco a poco las expectativas idealizadas del uno en el otro. Consiguen "aterrizar" sus expectativas y se vuelven capaces de reducir sus exigencias. Ambos toman conciencia de una mayor necesidad de dar, atenuando sus demandas, exigencias y afán de recibir, estableciendo así un equilibrio. En estos casos puede esperarse una evolución favorable hacia la situación de amor adulto y ecuánime. ***
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Algunos recursos técnicos para manejar situaciones clínicas en Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja. La meta de fondo de la Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja es el análisis y la resolución de la Transferencia Recíproca de los miembros de la pareja. Eso permitirá la reintroyección del Objeto Persecutorio que cada miembro de la pareja proyecta y moviliza dentro del otro mediante la Identificación Proyectiva. Lo anterior es la manera psicoanalítica de describir el proceso de recuperación de la propia responsabilidad y la sustitución de la acusación recíproca por el desarrollo de la capacidad de cada miembro de la pareja para: 1. percibirse a sí mismo en la propia dimensión real, incluyendo un intenso y extenso comprenderse y aceptarse a sí mismo; 2. percibir, comprender y aceptar al otro miembro de la pareja como un ser humano real y total, 3. abandonar la Manipulación Controladora como instrumento central de la relación, y sustituirla por la Identificación Empática Recíproca, y 4. conocer y comprender las propias dificultades caracterológicas, reconociendo la propia contribución al sufrimiento de ambos.
aceptando
y
El instrumento regio para la resolución de la Transferencia Recíproca es el análisis y resolución de la Transferencia de los miembros de la pareja como individuos, y de la pareja como díada estructural,
con el Terapeuta.
Esta es la base misma de la Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja: cada miembro de la pareja, ya sea por sí mismo, o como resultado de una observación del otro miembro de la pareja -o del Terapeuta- hace consciente y comprende cómo y porqué repite con su cónyuge -y con el Terapeuta- sus maneras habituales de relacionarse y las dificultades que ello le ocasiona para vivir en pareja. Hacer consciente la repetición proporciona una experiencia emocional en cierto sentido impactante, que lleva a la persona a ver y descubrir aspectos de sí mismo, de sí misma que desconocía antes. Esa experiencia emocional obtenida, al hacer consciente y comprensible un aspecto de sí mismo, actúa como un "alimento emocional" que nutre aspectos interiores que estaban antes subdesarrollados.
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Al recibir esa nutrición, cada persona y la pareja como unidad se dan a sí mismos la oportunidad de obtener un crecimiento, una maduración emocional que le permite modificar favorablemente las maneras habituales de relacionarse y atenuar considerablemente las dificultades. En el caso de la Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja, la modificación favorable en pos de la que trabajamos es que la pareja pueda reemplazar: la Transferencia Recíproca por una Alianza de Trabajo, el "Acting out" por la reflexión y la comprensión, y la envidiosa Reacción Terapéutica Negativa por la genuina alegría ante los logros del otro miembro de la pareja, del Terapeuta como quien intenta ayudarles, de la pareja y del grupo familiar como unidad, y finalmente, ante los propios logros no narcisistas. La Transferencia en Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja es doble. Tenemos: por un lado la Transferencia Recíproca, que se da entre los miembros de la pareja, y por otro lado, la que se da de cada miembro de la pareja -y de la pareja como unidad diádica estructural- hacia el Terapeuta. El manejo clínico y técnico de estas Trasferencias requiere no sólo de información y conocimientos, sino principalmente una profunda Formación de la sensibilidad del Terapeuta, Formación que incluya Seminarios Teóricos, Técnicos y Clínicos, Supervisión consistente y de suficiente duración, si es posible, el análisis personal del Terapeuta y, cuanto más experiencia clínica, mejor. ¿Porqué menciono todos estos requisitos? Porque la Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja presenta como una de sus características centrales, su muy peculiar y complicada situación contratransferencial. Efectivamente, la Contratransferencia movilizada en el Terapeuta en esta forma de Psicoterapia es de mayor intensidad y potencial conflictógeno que la que se da en las demás formas, porque: * "el Paciente" es una pareja, y ese hecho reactiva y moviliza en el inconsciente del Terapeuta, aspectos -especialmente aquellos que permanecen sin resolución- de los propios Objetos Internos, incluyendo sus padres, la relación de pareja entre ellos, las anteriores relaciones de pareja del Terapeuta y su actual relación de pareja. * el Terapeuta, además de lo anterior, necesitará manejar la movilización contratransferencial de aspectos de su Sí-Mismo, como por ejemplo, la propia bisexualidad (el "Objeto-Paciente" es un hombre y una mujer, y moviliza ambos aspectos de la bisexualidad del Terapeuta). También se hará necesario para el Terapeuta el manejo de las
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propias reacciones narcisistas, muchas veces movilizadas por los esfuerzos de uno (o ambos) miembros de la pareja para reclutar al Terapeuta como aliado contra el otro miembro. De no ser hecha consciente, reconocida y elaborada por el Terapeuta, esta movilización contratransferencial pudiera resultar perturbadora. La misma movilización, hecha consciente, puede ser un eficaz instrumento para la Identificación Empática del Terapeuta. Al lado de presencia humana y afectiva del Terapeuta, y de su aptitud para crear señalamientos, confrontaciones, interpretaciones y reconstrucciones, la Identificación Empática del Terapeuta, fruto de un adecuado manejo de su Contratransferencia, es un recurso indispensable para: 1. percibir el verdadero y profundo trasfondo de la situación presentada por la pareja en Terapia, 2. comprenderla creativamente, 3. aguzar el discernimiento como para construir una intervención que ayude y permita: a. el crecimiento interior de los miembros de la pareja y el esclarecimiento y fortalecimiento del vínculo cuando tal logro es posible, o, b. en caso contrario, favorecer el descubrimiento de verdades las verdades de un vínculo sin bases - que aproxime la relación a una disolución civilizada y digna para la pareja y para los hijos. En procura de estas metas, aplico dos clases de recursos técnicos: ciertas posiciones intrapsíquicas mías, y determinadas herramientas estratégicas para realizar intervenciones psicoterapéuticas. a). Posiciones Intrapsíquicas: I. Identificación Empática. Después de hacer conciencia de cómo esta pareja me moviliza y de mis tendencias manipulatorias para controlarlos, empiezo a quedar libre interiormente para poner en práctica lo mejor de mi capacidad de Identificación Empática: intento "ponerme en su lugar", es decir "en sus zapatos". Esa iniciativa me permite muchas veces captar:
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a. contenidos conscientes que los miembros de la pareja -o la pareja constituida resistencialmente en frente común contra su propio desarrollo-, no expresan. b. contenidos inconscientes de cada uno de los miembros de la pareja, -o de la pareja como unidad-, que ni ellos mismos conocen por estar reprimidos o disociados. c. contenidos inconscientes de los que cada miembro de la pareja no sólo no se da cuenta, sino que, al no tolerarlos en su propio mundo interior, los pone fuera, los "pone" en el otro miembro de la pareja o en mí, e intenta manipularlos controladoramente allí. Los instrumentos para captar y discernir conscientemente estas tres clases de contenidos son el cuidadoso registro del material verbal y actudinal de la pareja y mío, así como el calmado y alerta contacto conmigo mismo, que me permite una conciencia lúcida más o menos continua para estar presente lo más que me sea posible en mis reacciones emocionales, instintivas y corporales tanto como a mis fantasías, temores y deseos durante la sesión. No está de más insistir de nuevo en que ninguno de estos movimientos interiores relacionados a la Identificación Empática son posibles hasta que mi Contratransferencia haya sido reconocida, y eventualmente analizada y resuelta por mí. II. Neutralidad Técnica. Como consecuencia del análisis de la Contratransferencia, aparece en el Terapeuta la capacidad de no tomar partido, de permanecer neutral evitando "llevar el agua al molino" de uno de los miembros de la pareja en detrimento de la posición del otro. Para alcanzar esta capacidad, tengo que comenzar por reconocer que no la tengo. De modo espontáneo e inadvertido por mí, no soy neutral. Así, con esa conciencia puedo, con esfuerzo, humildad, valentía y mucha constancia, aspirar a desarrollar mi neutralidad, cosa que no haré si creo, presumida y autosuficientemente, que ya la tengo. Las dificultades en alcanzar la neutralidad se visualizan con claridad mediante un ejemplo tomado de un incidente psicoterapéutico en una sesión en la que el Terapeuta tiene un problema de Escisión no reconocida. Una parte de su Sí-Mismo escindido se identifica con un miembro de la pareja y la otra parte con el otro miembro. En el mejor de los casos, el Terapeuta terminará la sesión agotado, sin tener muy claro si ha conseguido mantener así sea parcialmente la neutralidad. En el peor de los casos terminará con un triunfo -pírrica victoria- de una parte del su SíMismo sobre la otra, y un triunfo de la identificación con uno de los miembros de la pareja y contra el otro: el Terapeuta habrá tomado partido quebrando la neutralidad y consumando un
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pacto contratransferencial con uno de los miembros de la pareja en contra de los intereses afectivos y la realidad existencial del otro. Por ejemplo, se habrá establecido una acusación -por lo general solapada e implícita- del Terapeuta y uno de los miembros de la pareja, contra el otro. b). Algunas herramientas psicoterapéuticas.
estratégicas
para
realizar
intervenciones
I. Silencio Instrumental. Como en toda Psicoterapia científica, en Psicoterapia Psicoanalítica comenzamos por el escuchar empático, que nos permite hacer acopio de información -datos de historia-, así como de los elementos centrales de la constelación emocional e instintiva de la pareja y de sus miembros individuales. El escuchar empático también nos facilita captar, mediante la intuición y la empatía, los contenidos más profundos de las personas que tenemos delante. Sólo puedo escuchar en la medida en que guardo silencio. Pero el Silencio Instrumental es también una espera alerta, escuchando sensiblemente, recibiendo impresiones y esperando la oportunidad ("timing") -que la pareja siempre dade intervenir. Entonces, y sólo entonces, me permito abrir mi boca: cuando tengo algo significativo que decir, algo que dicho, no resulte una tontería, algo inútil o aún algo dañino, sino algo que les ayude de veras: algo terapéutico. II. Balanceo. Este es un recurso mediante el que, evitando cuidadosamente las actitudes acusatorias, el Terapeuta realiza un señalamiento a ambos miembros de la pareja en el que es alcanzada una comprensión más o menos simultánea acerca de la contribución proporcional de cada uno a la problemática de la pareja. Que no tiene que ser una proporción de 50% - 50%, sino alguna proporción. Se denomina Balanceo porque busca equilibrar las cargas. Uno de los miembros de la pareja acusa ferozmente al otro. Con suave firmeza le digo: "¿Se ha preguntado Ud. cuál podría ser su contribución a esta situación?" O, si ya puedo detectar cuál es tal contribución, le comento "Me da la impresión que Humberto no está consciente de que su contribución a la situación que describe es..."
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Procuro no sonar acusatorio y me cercioro de que los miembros de la pareja no se sientan regañados. Pero intervengo sin vacilación. En esta clase de intervención, el Terapeuta se asegura que los miembros de la pareja han hecho consciente y han comprendido que, muchas veces, aquello de lo que uno acusa al otro, ha sido provocado o movilizado -manipulado mediante Identificación Proyectiva- por el acusador. Cuando el acusado reacciona al estímulo movilizador y, por ejemplo, ataca, el acusador instala la queja y acusa. Otros contenidos importantes del Balanceo son la posibilidad de mostrarles a ambos, con cierto ligero humor pero sin sarcasmo, cuánto se parecen en el fondo uno a otro, en la medida en que cada uno usa similares recursos a los que usa el otro, para movilizar en el otro las reacciones de las que luego se lamenta y la forma como aquello de lo que el acusador se queja y señala en el otro, muchas veces reside en el acusador mismo. Esta es una herramienta poderosa en el empeño del Terapeuta de ayudar a cada miembro de la pareja a rescatar su propia responsabilidad y comprender su contribución al sufrimiento de ambos, dando pequeños pasos a renunciar a las acusaciones e impulsando el uso cada vez más frecuente y profundo de la mirada interior. III. Descripción de actitudes. Los contenidos no verbales de la comunicación cobran una especial importancia en la Psicoterapia cuando "el Paciente" es más de un individuo. Entre tres o más personas, los gestos, miradas, mímica, manoteos, tonos de voz, inflexiones, etc., menudean y sobreabundan, especialmente cuando alguien quiere comunicar algo, pero muchísimo más cuando alguien interviene para descomunicar, desinformar y/o manipular. Entonces empiezo por describir el gesto preguntándole a la persona si se dio cuenta "de cómo cerró los puños y frunció el ceño” mientras le decía a su esposa “... pero mi corazón...” El potencial de esta forma de intervención para resolver aspectos de la Escisión y empezar a poner juntas las cosas dentro de la mente, es formidable. IV. Señalamiento cruzado. Este recurso es también invalorable -y, obviamente, sólo es posible- cuando "el Paciente" es más de uno. Consiste en hacer un comentario explícitamente dirigido a uno de los miembros de la pareja, pero implícitamente tratando de hacerle caer en cuanta de algo al otro miembro de la pareja. Así, después del silencio que sigue a una interpretación, puedo preguntarle a ella qué le parece la expresión de él. Con tal intervención busco que él tome conciencia de su expresión.
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Una intervención así es extremadamente útil cuando, a pesar de que considero que es tiempo de hacerla ("on timing"), intuyo que él no está de humor -o sin suficiente apertura de conciencia- como para recibirla directamente. V. Confrontación. Es el señalamiento de la conexión inconsciente que existe entre dos hechos conscientes. Debido a la Escisión, las personas -y los miembros de una pareja también- pueden estar conscientes de dos hechos, cada uno situado en una parte de la División interior, sin posibilidad de ponerlos juntos. Así, por ejemplo, puedo estar consciente de que anoche llegué tarde sin avisarte. Cuando esta mañana me alcanzas el tinto con un gesto de aspereza, me doy cuenta de tu aspereza, pero no la relaciono con mi llegada tarde. Mas bien si estoy en plan de "acusación", o si mi narcisismo me hace creerme "el dueño", "el perfecto", me lamentaré para mí mismo -o te reclamaré ácidamente- por tu aspereza, añadiendo con mucho desparpajo que “seguramente es un reflejo de tu desamor”. Si una Confrontación me señala la conexión entre los dos hechos, y yo estoy dispuesto a recibirla y utilizarla, habré dado un doble paso, uno hacia resolver un poco mi Escisión y otro hacia la reintroyección del Objeto Persecutorio que previamente te proyecté. Ahora, seré capaz de ver mi contradicción y también de asumir, al menos en parte, mi contribución a que esta mañana hayas sido áspera conmigo. Habré dado un paso también hacia el rescate de la posibilidad de reparación, y hacia la renuncia a la restitución y la venganza. Cuando la Confrontación se realiza a través del Balanceo, es decir, cuando puedo mostrarle a ambos miembros de la pareja la conexión inconsciente entre dos hechos conscientes, ojalá relacionados, el efecto terapéutico se acrecienta considerablemente. En el ejemplo anterior, si el Terapeuta, al tiempo que me muestra la conexión entre mi llegada tarde y tu gesto áspero de la mañana, te muestra la conexión entre mi llegada tarde y la aspereza con la que tú te has despedido de mí en los últimos días, el efecto benéfico total de la intervención no se suma, sino que se multiplica. "Ahhh, -me podrán replicar- qué fue primero, ¿el huevo o la gallina? ¿Quién comenzó? La respuesta es que en Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja no importa. La guerra está declarada. Quién disparó primero, es irrelevante ahora. El hecho es que ahora ambos disparan, y no estamos para organizar una cacería de brujas para "mandar a la hoguera al culpable".
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No. No buscamos un culpable. La pareja en Psicoterapia sí, por ello la permanente acusación recíproca. Lo que buscamos como Psicoterapeutas Psicoanalíticamente Orientados es que ambos miembros de la pareja reintroyecten el Objeto Persecutorio proyectado, y reasuman -o asuman por primera vez- su propia responsabilidad en los sufrimientos de ambos. VI. Interpretación. Esta es la clásica intervención de los analistas. Le es ofrecida a la persona -a la pareja- una toma de conciencia de algo que hasta ahora era inconsciente. Esta toma de conciencia abarca tanto resistencias como elementos resistidos o disociados, especialmente contenidos relacionados a reacciones transferenciales. Es necesario intentar referir la Interpretación tanto como sea posible, al origen de lo interpretado en experiencias del pasado, tanto de la infancia como de la adolescencia. En los dos Casos presentados al final, hay una serie de ejemplos de Interpretación. VII. Firmeza Instrumental. Los miembros de la pareja cada uno por su cuenta, y la pareja como una díada, protagonizan toda clase de intentos manipulatorios hacia el Terapeuta. Este, sin dejar de lado su presencia afectiva y su calidez empática, deberá reconocer y desalentar con firmeza esas maniobras, especialmente si van acompañadas de acciones que ponen en peligro el encuadre y la continuidad del proceso psicoterapéutico. La firmeza instrumental es el adecuado punto intermedio entre: la servil sumisión del Terapeuta temeroso ("muerda más, bebé, muerda fuerte que soy una madre sacrificada") y la agresión taliónica del Terapeuta violento ("como me muerdas, te muerdo yo a tí"). La firmeza instrumental es el recurso para impedir que las cosas se salgan de control y la agresión pueda llegar a mayores. Hay que poner límites, con afecto, empatía y respeto, pero con firmeza, reacción que de ningún modo es adversa al proceso, sino que sirve para proteger al Terapeuta y a la relación, que podría destruirse si las agresiones extremas son pasiva o masoquistamente toleradas. No se trata de "poner la otra mejilla", conducta quizá adecuada para dioses o para santos, pero no para Psicoterapeutas de pareja. VIII. Manejo del "usted destaca sólo lo malo que tenemos, no ve nuestras cosas buenas".
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Muchas veces, la pareja tiene razón. El hecho es que estamos trabajando clínicamente, es decir, tratando de solucionar lo alterado, lo inconveniente, y por ello generalmente tenemos que referirnos a "lo negativo". Pero eso no nos impide que, de cuando en cuando, señalaremos logros y también aspectos positivos de la relación, sin temor de caer en actitudes seductoras, y sin caer en ellas. Volviendo a la queja, con frecuencia ella se debe a una ausencia de calidez, empatía, respeto y presencia afectiva del Terapeuta, cuyas intervenciones y actitud general pueden ser "demasiado profesionales", es decir, rígidas, desafectivizadas y carentes de calidez y empatía. Después de todo, esas personas están aquí, en mi Consulta, porque están sufriendo. Merecen que use con ellos no sólo mi bisturí, que puede ser muy acertado e indispensable, pero no deja de ser una fría arma -bueno, bueno, digamos una herramienta- que, así sea con la muy noble intención de aliviar y sanar, corta y hace doler. Ellos merecen también mi mano amiga, mi corazón abierto para escucharles y conmoverme, una mirada cálida, un poco de suave humor de vez en cuando y un manojo de esperanza en mis manos cuando les recibo. Finalmente, cuando la queja se reitera, es posible que estemos ante una resistencia. Aquí entra en vigencia nuevamente el Silencio Instrumental y tal vez un poco de "Educación para la Psicoterapia Psicoanalítica": puedo explicar, con paciencia y calidez, que Psicoterapia es cirugía del alma, que duele, como no, como duele siempre que hay que curar algo. Pero que, al fin y al cabo, si han sido admitidos en una Psicoterapia de esta naturaleza, es porque existen cosas rescatables entre ellos. Lo anterior se vuelve especialmente real para la pareja al explicarles que, cuando como Psicoterapeuta psicoanalítico detecto que una persona tiene muy pocas posibilidades de resolver psicoterapéuticamente sus dificultades y que, desde mi percepción, no hay nada que yo pueda hacer por ella, la envío donde el Psicofarmacólogo para que le formule algo que alivie sus síntomas sin entrar a intentar modificar rasgos de carácter. Entonces insisto: "si han sido admitidos en una Psicoterapia de esta naturaleza, es porque existen cosas rescatables en ustedes". IX. Manejo del "por mientras". Mientras la Psicoterapia Psicoanalítica alcanza los niveles de profundidad, energía y comprensión en los que puede promover modificaciones caracterológicas y relacionales de fondo, es necesario tomar ciertas medidas para preservar el vínculo de pareja y el encuadre psicoterapéutico.
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Así, acostumbro a proponer la instrucción -a modo de consigna- de que "por mientras", los miembros de la pareja no pueden usar fuera de la sesión, y menos para pelear, elementos visualizados dentro de la situación de sesión. Soy firme en esto. Y si percibo que no hay cumplimiento de esta importante instrucción, planteo, no como una amenaza, sino como una advertencia, en la forma más delicada de que soy capaz, que si dicha situación continúa presentándose, me veré obligado a suspender la Psicoterapia de Pareja y sugerir tratamientos individuales con otros Terapeutas. Esto último es definitivo, porque una de las resistencias más agudas y perturbadoras en esta forma de terapia, es el deseo inconsciente -a veces consciente y deliberado- de uno de los miembros de la pareja -y muchas veces de ambos- de excluir al otro miembro, y quedarse conmigo sólo para él o ella. X. Separación Terapéutica. Muchas veces, y por doloroso que sea, llego a la conclusión de que se me hace necesario usando toda la Firmeza Instrumental y toda la presencia afectiva y empática de la que soy capaz- indicar una Separación Terapéutica para preservar lo que queda indemne de un vínculo que ya ha sido demasiado vapuleado por los miembros de la pareja. Cuando percibo que el remanente indemne es cada vez más endeble y vulnerable, y visualizo cercana una separación definitiva e irreversible que en el fondo los miembros de la pareja no desean, ni yo, recurro a esta estrategia. Las instrucciones son claras, detalladas y definitivas: por cierto tiempo -que luego fijamos por consenso la pareja y yo- vivirán separados, y se encontrarán sólo en las sesiones. En otras palabras, una separación terapéutica es transitoria pero absoluta. Obtengo de la pareja un consenso de que cualquier modificación a esta consigna será posible, sí, pero sólo después de su discusión y acuerdo dentro de las sesiones. Este recurso no sólo preserva las porciones indemnes de la relación, impidiendo que continúen haciéndose daño uno a otro y al vínculo. También es útil para promover un instante de paz en la tormenta de modo que cada miembro de la pareja pueda: mirarse a sí mismo -mirada interior- un poco más claramente y, haciendo uso de lo que ya ha descubierto de sí en lo que va del proceso terapéutico, analizar y comprender la propia contribución a las dificultades de ambos. En otras palabras, intentar escudriñar su mundo interno libre -por un valioso instante- de las presiones y acusaciones del otro; encontrarse cada uno con la imagen interna que tiene del otro miembro de la pareja y verle, con más claridad de la que es posible durante el fragor de la pelea o mientras tirita con el hielo del silencio recíproco.
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reevaluar el vínculo sin la interferencia de permanentes ataques externos, recibidos y dados. La Separación Terapéutica es un artificio, un instrumento quirúrgico más en la dificilísima "cirugía del alma" que es la Psicoterapia. Su virtud central, además de preservar lo que queda del vínculo, es permitirles a los miembros de la pareja encontrarse "cara a cara" con su realidad y con la realidad de su vínculo. XI. Reiteración. Es un recurso auxiliar mediante el que, en ciertos casos donde es necesario hacer mucho énfasis, puedo mostrar la comprensión de una situación desde varios ángulos diferentes. En el Caso Nº 2 podemos encontrar un ejemplo bastante claro del uso de este recurso. *** Comentario final. La Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja es un procedimiento que va en pos de tres objetivos primordiales: 1.- la resolución de la Transferencia Recíproca -en gran medida mediante la resolución de la Transferencia con el Terapeuta-, 2.- la reintroyección del Objeto Persecutorio proyectado previamente en el otro, por cada miembro de la pareja, y 3.- la disminución o anulación de la Escisión entre el Yo Observante y los Discursos Verbal y de la Conducta. Estos objetivos encuentran su principal tropiezo en las dificultades no tanto de los miembros individuales de la pareja, que, como tales, suelen tener una problemática mucho menos grave que la de la pareja. Son las dificultades de la pareja, unidad diádica bastante perturbada, las que impiden la introyección de las comprensiones y la reintroyección del Objeto Persecutorio. ¿Cómo así? Reintroyectar un Objeto Persecutorio implica volver a aceptar en el propio mundo interior algo que ya había sido desalojado y puesto en el otro miembro de la pareja. Algo que había sido desalojado de allí porque dolía mucho, y amenazaba de destrucción a un Sí-Mismo frágil: el Objeto Persecutorio suele ser el nombre técnico de una imagen interna de madre o padre muy dolorosamente frustradores, acusatorios, agresivos y muchas veces destructivos.
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Para neutralizar esta imagen y anestesiar el dolor que causa en el mundo interior, uno de los miembros de la pareja o ambos, “la ponen fuera” y desarrollan entonces una "actitud omnipotente": “¡yo puedo contra esa imagen, vea, la he echado fuera de mí!”. La misma actitud omnipotente se vuelve contra las posibilidades de reintroyectar y comprender: cada miembro de la pareja teme hasta el pánico volver a recibirla en su interior y que continúe haciéndole daño a su pobrecito Sí-Mismo tan débil, frágil y vulnerable, que se ama poquito o nada, se respeta menos y no gusta de sí. Entonces el miembro de la pareja rechaza omnipotentemente la reintroyección y todo lo que al parecer le esté llevando a recaer en el anterior tipo de sufrimiento. Especialmente rechaza las interpretaciones verbales que le muestran su realidad psíquica interna. La paradoja es que sólo si el miembro de la pareja reduce su omnipotencia y reintroyecta la imagen materna o paterna interna dañina que antes proyectó, esta imagen puede ser elaborada y reparada dentro de sí, rescatando su autoestima, lo que resta fragilidad y fortalece su Sí-Mismo, poniendo fin así tanto al sufrimiento interior como a la desavenencia conyugal derivada de ponerla en su pareja. La buena noticia es que si la presencia afectiva y empática del Terapeuta genera una corriente de afecto y confianza en la pareja, con reducción de la omnipotencia y rescate de la autoestima, las interpretaciones pueden empezar a desgastar la Escisión, especialmente la que se da entre el Yo Observante y el Discurso Verbal. Entonces, las interpretaciones -elementos verbales- pueden tener un efecto cada vez más sustancial, la Escisión continúa desgastándose y a los miembros de la pareja se les hace posible recibir interpretaciones que les ayuden a reparar, y así sucesivamente. Y es así como paulatinamente empiezan a ser alcanzados los tres objetivos mencionados arriba. Se desarrolla el Yo Observante en cada miembro de la pareja. La reintroyección -y elaboración reparatoria- del Objeto Persecutorio reintroyectado se acentúa. La "mirada exterior acusatoria" empieza a ser sustituida por la "mirada interior". Los miembros de la pareja, poco a poco se ven más a sí mismos y a la propia contribución al sufrimiento de ambos, cada vez con mayor claridad. Este logro da paso a una posterior resolución de la Escisión entre el Yo Observante y el Discurso de la Conducta. Eso permite a los miembros de la pareja administrarse mejor. Ambos pierden en impulsividad destructiva, y ganan en espontaneidad, en capacidad y deseos de "cuidar del otro", “cuidar la relación” ("tender care") y "protegerlo" en vez de
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"vigilarlo", "acusarlo", "atacarlo", "ganárselas todas", "usarlo para vengarme", "usarlo para que admire mi grandiosidad", "para que me envidie" o "me tema". En síntesis, la comprensión y resolución de las Transferencias, facilita una resolución de las Escisiones que separaban al Yo Observante -si lo había- del Discurso Verbal y del Discurso de la Conducta de la pareja. Entonces, se localiza un Yo Observante cada vez más estable cerca del Discurso Verbal de la pareja. Este Yo Observante, paulatinamente protagoniza una estabilización de su acercamiento al Discurso de la Conducta de la Pareja. El Yo Observante que crece y se desarrolla en la pareja, es el resultado de reparar en el mundo interno el Objeto Persecutorio reintroyectado. ¿Cómo se realiza dicha reparación? Las acciones interiores necesarias para reparar -en el lenguaje coloquial, perdonar- a la madre o padre internos, se enriquecen al asimilar identificatoriamente al Terapeuta como alguien que, desde dentro, sin acusar ni juzgar, reemplaza progresivamente los aspectos más negativos del Objeto Interno Persecutorio, frustrador, exigente y culpabilizante. Se desarrolla a partir de eso un Objeto Interno Observante – construido: en parte, con los aspectos más positivos de la madre y el padre de cada uno, en parte, con lo mejor que cada miembro de la pareja sea capaz de poner en el otro miembro, en parte, con la imagen introyectada del Terapeuta- que, en su mundo interno dialoga, comprende, apoya el discernimiento y la libertad interior y desalienta la acusación, el "no me di cuenta" y el "salirme con la mía". Esta es mi manera de comprender, en el marco de la Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja, el concepto de Internalización Transmutadora de Heinz Kohut: mediante la intervención psicoterapéutica, se desarrolla en la pareja un elemento interno que reemplaza la acusación por la mirada interior, y la pelea descontrolada, infantil, que disfraza una pataleta recíproca, por el diálogo empático y comprensivo entre adultos. El diálogo adulto incluye la pelea adulta, que es nada más ni nada menos que una confrontación enérgica en la que cada miembro de la pareja sustenta con firmeza los puntos en los que discrepa con el otro, pero sin odio ni violencia y con la vocación deliberada y profunda de:
renunciar a salirse cada uno con la suya, ganarlas todas y vencer al otro y
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lograr acuerdos de consenso que satisfagan, así sea parcialmente, las expectativas y anhelos de ambos.
A continuación, otras Escisiones pueden quedar resueltas: la de la ternura y la sexualidad es una de las más significativas. También la de la agresión saludable -apasionamiento- y la sexualidad. Y se integran la confianza, el Discurso del Pensamiento y el Discurso Verbal, lo que da acceso a la confidencialidad entre los miembros de la pareja. Entonces, la vida en común puede empezar a tener un proyecto que suene cada vez menos a soledad y a dolor, y cada vez más a la dichosa armonía que es, en últimas, lo único que hace que vivir en pareja sea algo disfrutable. Algo posible. *** Miremos ahora dos casos clínicos que ilustran mucho de lo afirmado hasta aquí. CASO Nº 1. 'LA ORGIA CON EL ESPEJO' A través de esta situación clínica mostraré una pareja en la que ambos miembros tienen serias dificultades con su imagen de sí mismos y con su identidad sexual. Describiré cómo intentan manejar entre ellos estas dificultades mediante proyección, identificación e Identificación Proyectiva recíprocas usando partes del Sí-Mismo. Finalmente haré una síntesis de la técnica que usé para implementar analíticamente material onírico de cada miembro de la pareja mediante el recurso de Balanceo, y la técnica para detectar, interpretar y empezar a resolver la Transferencia entre ellos y con el Terapeuta. Es una pareja de profesionales universitarios de clase media, con cinco años de matrimonio y dos hijos. Están en Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja desde hace dos años. El motivo de la consulta fue la aparición, un par de años antes de la iniciación de la Psicoterapia, de un intenso y creciente cuadro de frigidez en Carla, acompañado de rechazo sexual hacia José, ante lo cual él reacciona con frustración y agresión. Hay recíproca desvalorización y peleas en las que se hacen mutuas acusaciones. El cuadro se inicia aproximadamente por la época en que se reúnen después de una separación, la que había sido motivada por el descontento de Carla ante vicisitudes de la relación de 'pareja abierta' que, a instancias de José, tenían.
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Ambos tuvieron amantes durante este período, aunque la situación disgustaba a Carla. Hace tres años José se enamoró de su amante y Carla exigió la separación. Al cabo de unos meses José rompió con la amante y se unieron nuevamente, ocasión en la que empieza la frigidez, según Carla por venganza e ira celosa contra José. Llegan a la Psicoterapia en estado de mutua acusación, rechazo sexual de ella e intensa ira de él. Durante la primera etapa del tratamiento, José aparece como un varón ligeramente afeminado, de maneras suaves y voz aflautada. Carla, si bien no se veía ahombrada, se vestía de un modo exageramente conservador, con unas feas gafas, sin maquillaje, y con gestos y actitudes decididos, haciendo alarde de su aventajada inteligencia e incluso de su fuerza física. En estos dos años se ha producido una mejoría sustancial en el desenvolvimiento de ambos: él luce ahora bastante masculino, y ella ha acentuado su feminidad. También han mejorado las relaciones sexuales y hay una significativa atenuación de las peleas. En las semanas anteriores a la sesión que comentaré, ha habido un ligero recrudecimiento de la frigidez de Carla, con la correspondiente reacción agresiva de José, aunque ambas situaciones se dan en una escala bastante menor a la previa. En las sesiones de los últimos tres o cuatro meses hemos venido abriendo paso a una significativa comprensión del problema de la difusión de la Identidad Sexual y de la homosexualidad latente de ambos: hemos explorado profundos temores homosexuales de José y francas fantasías y deseos homosexuales de Carla, quien además se ha hecho consciente de intensas fantasías y deseos de ser hombre, tener un pene, cortarse y desaparecerse los senos, etc. En la exposición del caso dejaré de lado el material que no se refiera al análisis del problema de Identidad Sexual y a los intentos de la pareja por manejarlos mediante Identificación Proyectiva recíproca de partes escindidas del Sí-Mismo afectado por la Difusión de la Identidad Sexual. La sesión comienza con un sueño de José, del que transcribo un fragmento: “...Hay un niño. Siento ganas de orinarlo. El niño levanta su pipí y me orina. Siento rabia y me muerdo el pene. Saco un pedazo, lo mastico. Miro mi pene y está más pequeño. Me saco la bola de carne de la boca y se la restriego al niño en la cara...” Carla interrumpe y declara que tiene un fuerte dolor de encías: “como si hubiera mordido toda la noche”, comenta. Le interpreto que “habría que explorar si lo que ha mordido mientras dormía es su „pene fantasma‟ (ésta es una expresión usual de Carla en la Psicoterapia), para achicarlo o desaparecerlo y así poder ser mujer, o ha mordido sus senos para destruirlos y aproximarse a ser hombre.
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Algo paralelo a lo que intentó José con su pene en su sueño”. Hasta aquí mi interpretación. Después de varios comentarios de la pareja elaborando esta comprensión, añado que “ambos usan sus dientes y la devoración en la fantasía, para intentar manejar su problema de Identidad Sexual y como una reacción de cada uno a las propias fantasías y las de su pareja, de pertenecer al otro sexo: José desea que Carla sea hombre para cumplir sus deseos homosexuales y la induce a „ser‟ hombre; Carla desea feminizar a José (desde ya, lo eligió femenino y ahora no lo soporta masculino) y lo induce a morder su propio pene para lograrlo”. Carla reacciona a esta interpretación contando su propio sueño de anoche, del que transcribo algunos fragmentos: “...estamos en una fiesta, me veo junto a una niña joven, bonita. Ella espera a una muchacha que le gusta mucho, y que a mí me llama también la atención, pero no quiero nada sexual con ella. Sólo deseo la presencia y el afecto. Luego aparezco en un grupo con tres mujeres más, y José. „Nosotras‟ teníamos que unirnos por un lazo y descolgarnos. „Las‟ amarro...” Interrumpo para señalar el lapsus que se reitera: ha llamado 'nosotras' al grupo conformado por ella, las tres mujeres y José, como si los cinco personajes fueran mujeres. Y la siguiente frase, referida al mismo grupo, se inicia con “las amarro...”, con el mismo significado. Carla comenta: “como si también José fuera mujer...” El sueño finaliza en que sólo José es amarrado y descolgado. Pido asociaciones. Carla relaciona a las cuatro mujeres con que tiene tres hermanas. Y a José en el sueño, con José Luis, su único hermano. José asocia con la molestia que le produce el reiterado deseo de Carla de feminizarlo, ahora colocándolo en un grupo de mujeres como una mujer más. Le interpreto a Carla que esa actitud es el equivalente de “morder el pene de José, no el tuyo, para que él se vuelva mujer y tú hombre”. Añado que “lo anterior, así como la imagen onírica de José amarrado y descolgado, simbolizan a José mutilado, castrado en tu fantasía”. Carla opina que su fantasía es morder su propio „pene fantasma‟, es decir, el de ella, y también el de él, sus propios senos y sus genitales y todo lo que sea sexual en los dos, como con deseos de que ambos sean neutros y poder amarse sin sexo y sin culpa sexual. Asocia que así, José podría jugar con todas las mujeres que quisiera, sin que ella, Carla, se sienta amenazada de que él se involucre sexualmente.
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Mientras asocia se mordisquea el pulgar. Se lo señalo y ella sorprendida comenta: “sí, siento muchas ganas de morder”. Hay un silencio, y ella comenta: “la primera parte del sueño es homosexual”. Les digo que “es igual que con José, amor sin sexo. Una profunda relación de amor sin sexo con José en la realidad, y con la amiga en el sueño. Ella ríe y dice: “en el fondo, no tengo sexo. Me pesa el sexo”. Pregunto a José cómo siente esto. José reconoce que está angustiado y bloqueado. Le señalo que el material de Carla remueve sus temores de castración y su homosexualidad latente. José imagina entonces un coito de tres con Carla y su amiga. Y vengarse de Carla porque preferirla a la amiga, relegando a Carla. Comento: “Tu venganza, ¿sería quitarle la pareja homosexual a Carla?”. José responde: “No me molesta pensar a Carla con otra mujer, me excita. ¿Será que proyecto mis deseos homosexuales en ella?”. Carla responde: “O tus deseos de tener relaciones sexuales con otras mujeres, sin culpa, y sin que me ponga brava”. José dice que no, y que de veras le atrae la idea de Carla con otras mujeres. Expreso que la multiplicidad de relaciones que José auspiciaba con el 'matrimonio abierto' no representaba sólo un deseo heterosexual hipertrofiado, sino también una manera de encubrir su homosexualidad, que ahora podemos ver proyectada en ella. Ambos aceptan la interpretación. José, después de un largo silencio, comenta: “yo sé que trato de escapar a mi responsabilidad culpando a Carla de mi desdicha. Pero es que no me saco de la cabeza que si no quiere relaciones sexuales conmigo, es „frígido‟ conmigo...” Interrumpo para señalar el lapsus: “¿‟Frígido‟ Carla?” Ambos ríen nerviosos y admiten que sus respectivas dificultades caracterológicas y de Identidad Sexual se complementan muy claramente, como puede verse en la sesión. Hago una síntesis y señalo que Carla feminiza a José ('nosotras' y 'las amarro'), mientras que José masculiniza a Carla ('frígido‟). Ellos relacionan mi síntesis con lo mucho que cada uno hace sufrir al otro.
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Interpreto que las partes de cada uno que, por tener distorsionada la propia Identidad Sexual, presentan una inclinación homosexualidad latente, son las partes que sufren y hacen sufrir: 'La parte femenina de José sufre porque Carla es mujer y no hombre. La parte masculina de Carla sufre porque José es hombre y no mujer. Con esta base, José se esfuerza por masculinizar a Carla, reforzando las partes homosexuales de ella; Carla se esfuerza en feminizar a José reforzando las partes homosexuales de él‟. 'José se aferra a Carla, que internamente anhela ser hombre y rechaza su ser mujer. Carla se aferra a José pero no desea relaciones sexuales con él porque no es mujer sino hombre'. 'En el fondo, con su perturbación de la Identidad Sexual, cada uno le proporciona al otro lo que inconscientemente necesita: Carla le da a José un hombre con el que éste satisface su homosexualidad; José le da a Carla una mujer con la que ésta satisface igualmente su homosexualidad‟. „Pero como los papeles que cada uno se esfuerza por hacer representar al otro, son culpablemente desempeñados, sobreviene la frustración, las peleas y la desvalorización recíproca‟. „Pero se aferran el uno al otro: lo que cada uno necesita del otro es su parte alterada‟. Finalmente les digo: 'si conseguimos elaborar y resolver estas fantasías de pertenecer cada uno al sexo opuesto, y así tener una pareja del propio sexo, es posible que cada uno pueda llegar a estar realmente con el otro, con lo que el otro realmente es'. Hacia el final de la sesión, un incidente de Transferencia con el Terapeuta viene a hacer más comprensible lo anterior: Carla asocia: 'tuve miedo de llegar aquí hoy'. Y explica: 'miedo de que al llegar acá nos digas "esto por ahora no funciona, mejor vuelven a separarse hasta que cada uno tenga posibilidades más sólidas. O peor: "miren, no hay nada que hacer, hasta aquí llega la terapia".'. José sonríe y dice 'yo también vine con una fantasía pero diferente, estaba deseando que tú, con una varita mágica solucionaras nuestra situación, así, en un minuto'. Carla añade: „a mí me dio risa, el otro día hablábamos con José y decíamos: ¿no te parece que Félix ha tenido problemas con su esposa en estos días? Vemos, en resumen, que la pareja plantea tres situaciones transferenciales: 1. Es el Terapeuta, no ellos, quien los quiere separar y/o abandonar. 2. El Terapeuta 'sabe' entre comillas, que ellos no tienen un problema de estructura psicológica, sino algo que se puede resolver con magia, sólo que se niega a hacerles el favor. 3. Es el Terapeuta, no ellos, quien tiene problemas.
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Le interpreto a Carla que está poniendo en mí a su madre, lo que la hace experimentar un temor de que yo haga que José la abandone, y que yo también la abandone como su madre a ella, durante sus doce primeros años con su sequedad y distancia, y a los doce años muriéndose. Le interpreto a José que también está poniendo en mí la fantasía que los arregle con una varita mágica, como él esperaba y deseaba arreglar mágicamente a sus padres en la infancia, para que no pelearan y fueran cariñosos con él. Y que ambos temen que yo los abandone, o que los engañe haciendo terapia científica para un problema mágico que ellos tienen, y que sólo puede ser arreglado con magia. Temen también haber dañado mi relación de pareja así como en la infancia temieron ser los autores del daño a la relación que había separado a los padres de ambos. Finalizo interpretando que cada uno pone en mí algo suyo, y que la pareja como unidad pone en mí algo suyo (el daño en la relación) no sólo para descargar tensiones que aún no pueden elaborar, y para maniobrar intentando movilizar en mí alguna clase de reacción inadecuada, como por ejemplo tratar de convencerlos que están equivocados, en lugar de interpretarlos, como lo hice. Con esto termina la sesión. COMENTARIO. El niño del sueño de José representa a Carla. El incidente de ganas de orinar al niño y ser efectivamente orinado por éste, grafica la recíproca proyección: cada uno pone en el otro (orina al otro con) la parte más alterada de su carácter. Pero no se trata de mera proyección sino de la forma más primitiva de ésta: la Identificación Proyectiva: José, orinado-manipulado, siente rabia y se muerde el pene. La rabia y la autodevoración feminizante son la reacción al estímulo-orina manipulatorio de ella. Del mismo modo, José pone en Carla su parte hombre-homosexual (que se aglutina con la parte homosexual de Carla) y la manipula en ella para obtener una relación homosexual con ella en la fantasía. Como resultado, ella refuerza sus fantasías homosexuales y se masculiniza, mordiendo y destrozando 'toda la noche' sus pechos y fantaseando tener un pene. Carla pone en José su parte mujer-homosexual (que se mezcla con la parte homosexual de José), y la manipula en él para obtener una relación homosexual con él en la fantasía.
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También como resultado, él refuerza su homosexualidad y se feminiza, autodevorando y destruyendo su pene. Haciendo énfasis en el aporte técnico, deseo mostrar cómo desde la primera interpretación uso el Balanceo, señalando que 'ambos' usan los dientes y la devoración en la fantasía para intentar manejar los problemas de Identidad Sexual. Luego, les digo que 'ambos' manipulan cada uno al otro, para intentar transformarlo en alguien del propio sexo y cumplir así sus deseos homosexuales inconscientes. A continuación, trabajando con Carla, la interrumpo e introduzco a José en el diálogo: 'cómo siente esto'. En el análisis de los lapsus, dos de ella y uno de él, señalo que 'ambos' lapsus significan un intento de transformar al otro, para 'hacerlo ser' o 'hacerlo sentir' del sexo opuesto. La interpretación final, antes del episodio de la Transferencia conmigo, grafica una vez más el uso del Balanceo. Además, muestra el recurso de la Reiteración: les balanceo la interpretación de la distorsión de la Identidad Sexual y el uso de la Identificación Proyectiva por cuatro veces, desde diferente ángulo cada vez: 1. La parte homosexual de cada uno sufre porque el otro no es del propio sexo: ella lo feminiza, él la masculiniza. 2. Se aferran el uno al otro, por el anhelo del otro de pertenecer al sexo opuesto. 3. Cada uno proporciona simbólicamente al otro lo que más necesita: una pareja del propio sexo. 4. Si elaboramos y resolvemos estas fantasías, cada uno podría estar realmente con el otro, con lo que el otro es. Los recursos de Balanceo y Reiteración combinados, mejoran las posibilidades de insight de cada miembro de la pareja respecto a la propia Identificación Proyectiva. ¿Cómo actúa la Identificación Proyectiva en este caso? Él pone en ella la parte de su Sí-Mismo que quiere ser mujer. Ella pone en él la parte de su Sí-Mismo que quiere ser hombre. Cada uno manipula dicha parte alterada en el otro y, parte en la fantasía del uno, parte en la realidad del otro que reacciona a la manipulación adoptando actitudes y funcionamientos del sexo opuesto al manifiesto, cada uno transforma al otro en una parte de sí mismo. Carla se vuelve en parte un hombre como José, y con ese hombre está José.
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José se vuelve en parte una mujer como Carla, y con esa mujer está Carla. De ese modo, cada uno llega a estar consigo mismo: José con un hombre como él, y Carla con una mujer como ella. Ellos, como individuos, desaparecen el uno para el otro; cada uno se queda, en una relación fantasmagórica, en una orgía consigo mismo puesto en el otro. Esto es lo que denomino “la Orgía con el Espejo”. Cada uno viene a reflejar al otro y a darle a cada uno una paralítica y narcisista relación consigo mismo como reflejado en un espejo: el otro. Cada uno representa para el otro un espejo en el que se contempla intentando inútilmente rescatar su identidad y su autoestima mientras protagoniza la mencionada paralítica y narcisista orgía consigo mismo. *** CASO Nº 2. 'LA DANZA DE LOS CONSUEGROS' A través de esta situación clínica ilustraré la Transferencia entre los miembros de una pareja, la presencia de los Objetos Internos en el mundo interior de cada uno de ellos y la manipulación controladora recíproca -mediante la Identificación Proyectiva- de los Objetos Internos del uno puestos en el otro. Mostraré igualmente el uso de los recursos técnicos de Interpretación, Balanceo y Separación Terapéutica. Por último ofreceré comprensiones sobre el funcionamiento y el manejo psicoterapéutico de la Transferencia de la pareja con el Terapeuta y la aplicación de este manejo para reforzar la compresión de la Transferencia entre ellos. Se trata de una pareja de profesionales jóvenes, con cuatro años de matrimonio, sin hijos. Tienen ocho meses de Psicoterapia Psicoanalítica de Pareja y se hallan en Separación Terapéutica propuesta por mí desde hace tres meses. Consultaron por las airadas exigencias que la esposa hacía para una separación definitiva, a causa de las actitudes distantes del esposo, a las que ella venía reaccionando con explosivas rabietas infantiles. Relatan que durante casi todo el matrimonio, ella había tomado siempre la iniciativa sexual, ante lo que él reaccionaba casi siempre con pasiva indiferencia y hasta con rechazo. Progresivamente ella fue renunciando a su iniciativa y desarrollando un severo cuadro de frigidez, la que se ponía de manifiesto cada vez que en su árida monotonía, aparecía un frío y desapasionado acto sexual esporádico.
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Ante la Separación Terapéutica, él ha reaccionado con pasiva y sumisa aunque voraz posesividad, asediándola solapadamente. Ella se dedica a evitarlo. En la Psicoterapia de Pareja, ellos y yo observamos las claras e intensas maniobras de recíproca Identificación Proyectiva con las que cada uno intenta -y muchas veces consiguehacer reaccionar al otro. Cada uno estimula al otro a pensar, a reaccionar y a actuar de acuerdo a las propias expectativas inconscientes. Cuando el otro reacciona, cada uno siente que se confirma que el otro es 'el culpable de todo' lo desdichado de su propia vida. Veamos cómo. Después de dos meses de Separación Terapéutica suscriben un pacto: deciden ensayar pasar juntos los fines de semana. Como maniobra posesiva, Javier empieza a acudir al apartamento de Gabriela ciertos días de la semana, cosa que claramente está fuera del pacto, pero que ella no rechaza del todo, sino que acepta a regañadientes. En la sesión que comento -es jueves- traen un incidente del lunes en la noche. Han comido juntos y Gabriela va a bañarse, después de lo cual, vestida sólo con una cortísima bata transparente que deja entreabierta, se recuesta a leer en el dormitorio, según ella esperando que Javier se marche. El lee un rato en la sala y luego entra al dormitorio, enciende el televisor y trata de iniciar una de sus aburridas conversaciones en las que la acosa vorazmente con series de preguntas hechas a presión acerca de las dificultades de la pareja, y que sólo ella debe responder. Ella lo hace con monosílabos. El insiste. Ella se contiene de estallar, pero continúa indiferente. El se recuesta a su lado y, como sin ganas, le acaricia la cabeza. Ella no responde a la caricia y lo mira despectivamente, con hostilidad. El reacciona enfadado. “Tú nunca me haces caso, ya veo que prefieres que me vaya, pues me voy”. Ella se encoge de hombros y le despide fríamente. Al día siguiente pelean amargamente por teléfono, haciéndose cargos recíprocos. No se hablan por dos días y vienen furiosos a la sesión. Después de relatar el incidente, Javier comenta que hace esa clase de presiones Gabriela porque teme que ella se le vaya definitivamente.
en
Les interpreto que la pareja trae un conflicto que se repite habitualmente:
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Primero, Gabriela estimula sexualmente a Javier: se baña y luego se recuesta semidesnuda en la cama. Conscientemente espera que él se marche, pero inconscientemente quería hacerlo reaccionar eróticamente. Javier, efectivamente, se excita y se acerca, pero sin erotismo. Charla y acaricia a Gabriela sin ternura. Exhibe su habitual posesividad voraz, pasiva y pegajosa. Esta posesividad estimula el rechazo y la cólera de Gabriela, la que a su turno estimula la posesividad y la voracidad de Javier. Como si cada uno tuviera una percepción certera, casi consciente, de la debilidad principal del otro, y una aguda capacidad de movilizar en el otro dicha debilidad, haciéndolo sentirse „mal‟ e intentando hacer que se sienta „malo‟. “El malo del paseo”. Hasta aquí la interpretación. La pareja guarda largo silencio. Se miran y sonríen el uno al otro, como dos niños, a la vez traviesos y ansiosos. Expresan que es terrible descubrir esos jueguitos tan destructivos. Con angustia, se preguntan qué los llevará a semejante situación. Y también intentan aproximarse a comprender el origen de actitudes tan opuestas a sus propósitos. Les ayudo mediante una reconstrucción: 'Todo esto comenzó desde que con inconsciente precisión, cada uno eligió como pareja al otro porque se adaptaba para la realización de ciertos fines conflictivos específicos: cada uno necesitaba actuar con el otro y apaciguar dentro de sí mismo, problemas que ambos traían de la infancia. '... Javier fue abandonado dos veces por su madre. Incorporó en su ser interior una madre abandonadora. Inconscientemente deseaba adquirir dominio y maestría sobre esa situación traumática dentro de él. Para ello, elige una esposa a la que evita y a la que abandona sexualmente, para hacerle vivir a ella, lo que en la infancia su madre le hizo vivir a él: sentir abandono. Como consecuencia de esto, ella se vuelve evitativa, esquiva, parece abandonarlo todo el tiempo. Entonces él intenta hacerse con el control: 'mi madre me abandonó, pero mi mujer no lo hará; esta vez ser yo el que controle la situación, no mi mamá. Pero para controlarla, primero tengo que provocarla'. 'Gabriela tuvo unos padres invasivos y agresivos, aislados emocionalmente, negadores de afecto. Como sintió especialmente la lejanía del padre, consigue un esposo lejano, pero al que, según ella, sí podrá atraer, logrando, siempre según ella, consumar con él sus impulsos incestuosos.
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Obviamente, no lo logra. El esposo permanece alejado, frío y hostil como su padre. El recurso de exigir la separación es una manera de manipularlo para que su padre-esposo reaccione y se vuelva posesivo, cosa que esta vez sí consigue: él, con su voraz posesividad deserotizada, se dedica a asediarla. Con eso Gabriela intenta también lograr el control: 'no pude lograr afecto de mis padres, especialmente el de mi padre; estimularé a mi marido para que se aferre a mí. Esta vez seré yo quien controle la situación, no mis padres. Pero, para controlar a Javier, primero tengo que provocarlo'. Hasta aquí la reconstrucción. La pareja guarda nuevamente un largo silencio Comentan luego que la situación, vista así, les parece absolutamente asombrosa. El añade que nunca conoció a su padre, y relata detalles de las circunstancias en que su madre lo abandonó, primero a los cinco años. Luego volvió con él a los ocho años y a los doce lo abandonó por segunda vez. Está profundamente conmovido. Se refiere al sufrimiento intenso que le causa el recuerdo, pero también a la dolorosa comprobación de cómo esta situación se repite en su matrimonio al extremo de hacerlo peligrar. Ella describe a continuación la violenta agresividad y permanente infidelidad de su padre. Detalla la actitud de víctima que la madre adoptaba todo el tiempo, y cómo indoctrinaba a la pequeña hija diciéndole una y otra vez: “hija, los hombres son todos una m...' Subraya la distancia afectiva de ambos padres hacia ella durante toda su infancia y hasta ahora. Comenta que es duro ver cómo estas situaciones, ahora desde dentro de ellos, los determinan a ambos tan ferozmente. Esta es la situación que denomino “la Danza de los Consuegros”. Les interpreto: “es como si desde el interior de cada uno, las imágenes -los fantasmas- de los padres de cada uno fueran puestos en el otro, intentando así cada uno manipular al otro para que se comporte como su padre, su madre o ambos, y viceversa. Como si ustedes dos, Gabriela y Javier, hubiesen desaparecido psíquicamente, y estuviesen presentes sólo el padre y la madre de cada uno en una danza autodestructiva y generadora de conflictos: al desaparecer ustedes psíquicamente, quedan sólo los consuegros.
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La única manera de exorcizar y hacer desaparecer esos fantasmas, y que ustedes reaparezcan, es tomar conciencia y comprender el significado de lo que está ocurriendo. Los fantasmas prosperan en la oscuridad. La luz de la toma de conciencia y la comprensión los hace huir. Todo fantasma desaparece con la luz'. Después de varios comentarios de la pareja, sustentando e ilustrando con más recuerdos infantiles las interpretaciones recibidas, la sesión finaliza. Unas cuantas sesiones después pudimos observar el ángulo de Transferencia con el Terapeuta que esta situación analítica había ocasionado. En efecto, a las dos semanas de la sesión descrita, él comienza abandonar la terapia por escasez de recursos económicos.
planteando que deben
Ella se pliega pasivamente a esta posición. De este modo, Javier revive con el Terapeuta, pero invertida, -ahora él es el activo- la situación de abandono que soportó pasivamente: ahora es él quien abandona. El intenta hacerme sentir bruscamente dejado de lado. Y ella repite conmigo la actitud que tenía hacia su padre: cuando su madre lo atacaba, ella se plegaba pasivamente a la madre, alejándose del padre. Ahora es el Terapeuta quien, representando al padre, soportará el pasivo alejamiento de Gabriela. Obviamente consciente de la maniobra, me abstengo de reaccionar al abandono: o hago reproches ni intento retenerlos, indoctrinarlos o convencerlos. En lugar de ello, reitero la interpretación que hice para la relación entre ellos, esta vez referida a mí. La interpretación desde este ángulo de mira, es que intentan hacer sentir y hacer reaccionar al Terapeuta como cada uno lo intenta -y en ese caso lo logra- con el otro. Esta intervención puso de manifiesto la intención inconsciente de la pareja de repetir su conflicto, esta vez con el Terapeuta. Eso contribuyó a psicoterapéutico.
solucionar
la
crisis,
favoreciendo
la
continuidad
del
proceso
COMENTARIO.
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Se visualiza la Identificación Proyectiva y la Transferencia que se ha establecido entre ellos: cada uno pone su Objeto Interno en el otro y lo manipula allí para hacerlo sentir y hacerlo reaccionar. El mismo movimiento aparece en relación a mí. Con ello cada uno intenta por un lado, descargar mediante la inoculación, contenidos mentales que no puede elaborar verbal u oníricamente (elementos Beta de Bion) y por otro lado, intenta (y entre ellos lo consiguen) hacer sentir, hacer pensar y hacer reaccionar al otro. Y al Terapeuta. Intentan montar una 'escena' en la que procuran, no reparar sino restituir -de un modo perturbado y perturbador-, la situación infantil que los agobió: una situación de conflicto que estuvo a punto de destruir la relación entre ellos, y también la situación psicoterapéutica. La técnica que empleé abarca primero la interpretación de la Identificación Proyectiva, y luego la de los orígenes infantiles de la misma a través del recurso del Balanceo: muestro a cada miembro de la pareja cómo aporta elementos de conflicto, traídos de la propia infancia, a la situación de pareja. Antes de la terapia cada uno atribuía iracundamente sólo al otro el aporte de estos elementos, sin la posibilidad de percibir la propia contribución. La interpretación genética proporciona a la pareja una comprensión de cómo cada uno busca, en su relación con el otro, adquirir dominio, maestría y control sobre heridas narcisistas, objetos internos agresores, culpógenos y frustradores y situaciones interiores dolorosas incorporadas perturbadoramente durante la infancia. Avanzamos un paso en la tarea de que cada uno de ellos asuma la responsabilidad por su personal contribución al conflicto y que cada uno crezca interiormente en el proceso de renuncia a la acusación reiterativa e iracunda contra el otro. La Separación Terapéutica en la que se encuentran, busca proteger lo que queda saludable y operativo del vínculo, mientras la Terapia analítica, a través de la interpretación y la presencia afectiva del Terapeuta propicia un reemplazo, de los intentos restitutivos perturbados, por una saludable reparación de los Objetos Internos „Malos y Poderosos‟ y del Sí-Mismo herido y narcisistamente hinchado de cada uno. Lo anterior dará como resultado una mejoría del vínculo y una resolución de la Transferencia entre ellos, con abandono de la recíproca Identificación Proyectiva y una apertura para mirarse más objetivamente cada uno a sí mismo, al otro y al futuro de la pareja. *** REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. Ackerman, Nathan W.: - Diagnóstico y Tratamiento de las Relaciones Familiares.
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