Ana Maria Rodas - Colección de Poemas

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Ana Maria Rodas



Ana Maria Rodas En 1973, en plena Guerra Civil en Guatemala, la escritora Ana María Rodas (contemporánea de Alaíde Foppa) publicaría su primera compilación de poesía titulada “Poemas de la izquierda erótica”; una publicación que arremete contra las formas conservadoras y patriarcales de ejercer la política tanto por las derechas pragmáticas como las izquierdas democráticas, que anulaban, infantilizaban y menospreciando las posturas políticas de la mujer.

Ana María Rodas es una mujer con una claridad feminista que crítica a través de sus poemas la subordinación de la sexualidad y la errada lucha de clases disgregada de la lucha por la igualdad de género. El estilo corrosivo de Rodas apela por la liberación sexual y emocional; es muy clara una propuesta poética de un amor más libre e independiente, no romántico, sínico, erótico e insubordinado. 3


Lavémonos el pelo y desnudemos el cuerpo. Yo tengo y tú también hermana dos pechos y dos piernas y una vulva. No somos criaturas que subsisten con suspiros.

Ya no sonriamos ya no más falsas vírgenes.

Ni mártires que esperan en la cama el salivazo ocasional del macho.

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Subió a los infiernos y está sentada a la diestra de sí misma tiene en la mano empuñada una pluma y no sonríe ni espera la resurrección de un muerto.

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Estamos hechos de recuerdos de un pelo rubio de un pecho de cuatro cigarrillos moribundos. De rĂ­tmicos movimientos. El ron se hunde, ruidoso, en la garganta _10,000 cĂŠlulas muertas_ y el deseo ametralla en los dedos.

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Asumamos la actitud de vírgenes. Así nos quieren ellos. Forniquemos mentalmente, suave, muy suave, con la piel de algún fantasma. Sonriamos femeninas inocentes. Y a la noche clavemos el puñal y brinquemos al jardín abandonemos esto que apesta a muerte.

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Como ya recorriste la vía más ancha no tienes interés en sus peces, ni en sus pechos. Pegado a tu pedestal porque tú también tienes uno de esos mueve los hilos de tu trama y te olvidas que hasta ayer te empujaba el sentimiento.

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Domingo 12 de septiembre, 1937 a las dos de la mañana: nací. De ahí mis hábitos nocturnos y el amor a los fines de semana. Me clasificaron: nena? rosadito. Boté el rosa hace mucho tiempo y escogí el color que más me gusta, que son todos. Me acompañan tres hijas y dos perros: lo que me queda de dos matrimonios. Estudié porque no había remedio afortunadamente lo he olvidado casi todo. Tengo hígado, estómago, dos ovarios, una matriz, corazón y cerebro, más accesorios. Todo funciona en orden, por lo tanto, río, grito, insulto, lloro y hago el amor. Y después lo cuento.

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La mujer ve la luna cruzar por el rectángulo y abraza al perro antes de abrirse al sueño. Luna sobre la piel piel de sirena Sueños desportillados amaneceres blancos Se estira, lee lo que escriben sus amigos los ama tanto los ama a todos El penacho del volcán le avisa que hay viento norte A los cincuenta y tantos, dueña de una ventana de diez metros de largo su vientre está dormido Las sábanas son frescas La ciudad gime La mujer sueña. 12


Redonda, hinchada de frotarse contra el cielo rasga mi piel con su delgada luz Cae sobre mi pelo con la levedad de una sirena que no se hubiera dado cuenta que no posee piernas. Solivianta mi sangre me enciende de locura me regala una piel fosforescente y me convierte aceite hirviendo en fauna (cascos y cuernos y cabello desbocado bajo el lĂşbrico soplo de lo oscuro).

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El viejo rito me posee Varias noches sin sueño después baja el río de sangre me ahogo en ella y renazco nueva como moneda redonda como un sueño perfecta en mi dolor recordando sólo lo suficiente del pasado para construir la telaraña con la que cubro mi cama de soltera.

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De acuerdo, soy arrebatada, celosa, voluble y llena de lujuria. ¿Qué esperaban? ¿Que tuviera ojos, glándulas, cerebro, treinta y tres años y que actuara como el ciprés de un cementerio?

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Soy la gata que camina dentro de mí conmigo las leves zarpas afelpadas He bajado por el río conservando el gusto por la caza los ambiguos maullidos Cuando cierro los ojos atravieso los siglos Las arenas le dieron el color a esta piel suave que esconde una flor mojada entre las fauces el oro egipcio se ve reflejado en la pupila de esta gata que demasiadas veces recuerda su verdadera condición de fiera. La Reina de Saba habría dado la mitad de sus tierras por tener estas garras.

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Limpiaste la esperma y te metiste a la ducha. Diste el manotazo al testimonio pero no al recuerdo. Ahora yo aquí, frustrada, sin permiso para estarlo debo esperar y encender el fuego y limpiar los muebles y llenar de mantequilla el pan. Tú comprarás con sucios billetes tu capricho pasajero A mí me harta un poco todo esto en que dejo de ser humana y me transformo en trasto viejo.

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Ana Maria Rodas

Poeta, cuentista y periodista.

Carolina Mendoza Glenda Rojas DiseĂąo y diagramaciĂłn.


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