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ENTREVISTA A DANIEL FERREIRA

Pintura: Guillermo Vélez Artista del pincel

Por: María Alejandra Cortés Molina. Estudiante, Comunicación Social y Periodismo. Universidad del Quindío. Contacto: alejandra-cortes@live.com

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Daniel Ferreira, escritor y bloguero colombiano, quien actualmente tiene un proyecto literario denominado Pentalogía de Colombia, del cual se han publicado cuatro novelas, a saber, La balada de los bandoleros baladíes, Viaje al interior de una gota de sangre y La rebelión de los oficios inútiles, y El año del sol negro.

Aprovechando la visita de Daniel Ferreira, quien estuvo en Quimbaya, Quindío compartiendo la conferencia: “Lo sutil y lo evidente en el relato de la violencia”, en la Fundación Carteros de la Noche, se tuvo la posibilidad de hacerle la siguiente entrevista.

Maria Alejandra: ¿Cuáles son las motivaciones de Daniel Ferreira para escribir?

Daniel Ferreira: Yo empecé a escribir ficción pasada la adolescencia, escribía diarios personales, no me había aventurado a escribir sobre un tema específico de la imaginación, sino que todo estaba atravesado por las andanzas, las vivencias, la vida subjetiva. Cuando empecé a elaborar el primer borrador de una novela que era de ficción, muchos de estos primeros ejercicios de escritura sobre la realidad, la vida y el lugar del que yo era -San Vicente de Chucuri, Santander, empezaron a volcarse hacia esa ficción.

Entonces, desde muy temprano, desde mis primeros textos, ya iba insertándose una visión personal de la realidad del país dentro de una obra que pretendía ser imaginaria y estética. Lo que yo he querido hacer es un puente, una exploración entre las tensiones de la realidad, indagar cómo trabaja la literatura con la realidad porque yo hago una literatura realista con una vocación de examinar un poco la vida social de este país a lo largo del siglo pasado. Entonces la motivación personal es encontrar un lenguaje, dominarlo (si es que eso es posible, porque yo creo que los escritores somos dominados por el lenguaje) y tratar de hacer una obra coherente con algunas ideas estéticas y políticas que he ido afianzando a través de mi vida.

M.A: En varias entrevistas te han preguntado por el tema de la violencia en tus novelas, ahora bien ¿el tema central de la propuesta narrativa es la violencia?

D.F: Yo no creería que la novela se categoriza dentro de la violencia como una etiqueta, sobre todo porque al examinar los conflictos dramáticos de los personajes, digamos que cualquier lector puede darse cuenta que la violencia es solo un elemento más de la vida de éstos personajes. Enfrento personajes a situaciones dramáticas, las más dramáticas que me vengan a la imaginación, muchas de esas están atravesadas por episodios de violencia, pero es solo un aspecto más de un drama humano expresado en términos estéticos, entonces siento que no es el tema central la violencia. Sin embargo, las historias que he ido publicando sí ocurren en momentos de barbarie

extrema que coindicen con la barbarie que ha vivido este país, pero la vida son muchas cosas, no solo la barbarie monótona que nos atraviesa. Espero que un lector que se aproxime a esas obras encuentre también algunas obser- vaciones sobre la vida que son más interesantes que la manera como nos damos muerte o nos agredimos.

M.A: La historia de Colombia se ha escrito con sangre, ¿qué piensas de esta afirmación y qué planteas en tu propuesta literaria, siguiendo esta misma idea?

D.F: Colombia no se inventó la barbarie, ni la guerra que tiene, por todos lados hay violencia porque por todos lados hay desigualdad social, pobreza, ignorancia, por todos lados hay mercados de armas. Europa en estos momentos vive en un miedo colectivo por los atentados de los últimos meses y los últimos años, pero que están motivados por las invasiones que han liderado sus gober- nantes; entonces no es una situación solo doméstica, pero el destino histórico del país sí ha sido un destino convulso, marcado por el dolor de muchas generaciones que no han visto un momento de pacificación, digamos que una historia que no ha permitido desarrollar una vida social un poco más esperanzadora para las generaciones que hemos vivido en este lugar que se llama Colombia. En- tonces no sé si la literatura tenga que reflejar exactamente la realidad, creo que la mía está vinculada con ese reflejo y sería un poco absurdo eludir lo que nos avergüenza, y lo que nos avergüenza está relacionado con la partici- pación de todos en este proyecto de país. Si el proyecto se ha hundido, es porque todos hemos participado para que esto se hunda, pero también yo soy un ciudadano optimista y creo en el futuro y creo que la imaginación nunca para, creo que hay un umbral de esperanza en estos momentos que se habla de paz, creo en el proceso de paz y creo que el arte también va a reflejar todos esos cambios sociales.

M.A: ¿Cómo percibes la figura de la mujer en la historia de la violencia en Colombia? ¿Anita Larrota, uno de los personajes principales del libro de La Rebelión de los Oficios Inútiles, ejemplifica esa visión?

D.F: La guerra en Colombia es una guerra masculinizada, la han hecho los hombres, pero la han sufrido las mujeres. Claro está que no solo ha sido en la guerra, el sistema económico del mundo ha explotado a las mujeres en muchos ámbitos, empezando por el familiar, hasta la explotación industrial. Entonces en la historia de Colom- bia hemos tenido casos de muchas mujeres que fueron las primeras que se opusieron al poder y a la explotación. Está el caso de Manuela Beltrán, Policarpa, pero está también el caso de Ana Larrota, que es un personaje de ficción, pero que proviene de una señora de la realidad, fue una líder cívica que lideró un movimiento de toma de tierras en la región del Magdalena Medio. Estos personajes emblemáticos a mí siempre me han llamado la atención y quería construir un personaje femenino encabezando un movimiento social. Anita es uno de los personajes que me ha sido más difícil edificar porque construir la subjetivad de una mujer, las ideas, el cuerpo, modelar un ser básicamente a partir de intuiciones, es complejo.

M.A: ¿Crees que es posible una relación entre periodismo y literatura como fuente de reconstrucción de la memo- ria histórica o, por el contrario, consideras que hay una responsabilidad compartida socialmente y que la gran prensa ha sido cómplice de este olvido?

D.F: El periodismo y la literatura tienen vasos comuni- cantes. La literatura se puede nutrir de la forma como el periodismo trata de documentar lo que se puede saber de la realidad en un momento dado; pero creo que el periodismo tiene limitaciones para expresar esa totalidad. En cambio la literatura tiene más licencias para explotar la subjetividad, para expandir los hechos que han ocurrido en determinado momento. Pienso que el periodismo y la literatura pueden sumar en la construcción de la memoria, en lo que pueden documentar sobre el pasado; pues para que nazca el gran arte, se necesita esa memoria, pero ella es apenas un punto de partida. Frente al periodismo, hay periodistas que han dado la vida por hacer un oficio éticamente, pero hay una historia oficial de los dueños de la prensa que sí se acerca al olvido, porque son los dueños de la prensa los que se han negado, los que han participado y han silenciado episodios, los que han tenido miedo y los que han censurado a periodistas que han arriesgado el pellejo por decir lo que está pasando en ese país. Entonces yo pienso que no se pude decir que el periodismo es cómplice del olvido, sería injusto decirlo, sería negar a los periodistas que cubrieron la guerra del narcotráfico, los que cubrieron la guerra paramilitar y el horror de Colombia y de muchos líderes periodistas comunitarios que son los que han ido cubriendo las notas en las provincias y a quienes están matando constantemente por tratar de decir lo que creen que es la verdad.

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