LA SEMANA SANTA DE JAÉN
Rafael Mariscal Martínez
Casa de Jaén en Córdoba 2 de marzo de 2018
Me gustaría comenzar diciéndoles que mi pretensión esta noche no es otra que exponer mis vivencias y visión particular acerca de la Semana Santa de Jaén. Digo esto porque no soy poeta, tampoco un orador grandilocuente a la usanza cofrade. Mi bagaje tan solo es, el de ser un cofrade comprometido con la Iglesia, con la imagen Titular de mí cofradía, con los demás y conmigo mismo. No voy a ensalzar la belleza de un determinado paso de palio, ni tampoco dedicar parte de mi intervención a cada una de las cofradías que procesionan en un determinado día de la Semana Santa. Pretendo simplemente desarrollar la puesta en escena de esta manifestación pública de fe que, cada año se pone de manifiesto en la calles de esta ciudad, sin olvidar las alusiones históricas y monumentales a los lugares por donde se desarrollan algunos de los cortejos procesionales. Buenas noches y bienvenidos a este acto que la casa de Jaén en Córdoba, ha tenido a bien ofrecerme. Agradezco a toda su junta directiva, en la persona de su presidente Rufino Gomera, la gentileza de haber depositado en mí su confianza; mi intención es no defraudarles. Así mismo agradezco a Antonio Mendoza su presentación; a Antonio Mata Rico, buen cofrade, su inestimable aportación documental gráfica; a Joaquín de Velasco, mi hermano en cofradías, su inestimable ayuda prestada; y a todos los que habéis querido acompañarnos, vuestra asistencia. En la Semana Santa de la provincia de Jaén, igual que en otras localidades andaluzas, junto a las representaciones más clásicas existen otras que, por su rareza y tipismo se consideran singulares en Andalucía. Es el caso de la Carrera de los santos de Lahiguera; de Las representaciones en vivo de Segura de la Sierra y Villanueva del Arzobispo, de Los rostrillos o máscaras de Alcalá la Real o de Los cantos de pasión y pregones de Baños de la Encina, Arjonilla, Villanueva de la Reina y Villacarrillo. La Biblia, en el libro del Deuteronomio, describe la tierra prometida como «una tierra de trigo y cebada, de viñedos, de higueras y granados, de olivares, de aceite y miel». Para nosotros, Jaén es la tierra cuyo aire se endulza con la esencia del oro líquido de sus campos. Es tierra de historia, tierra de conventos y de fundaciones, tierra de arte y tierra de naturaleza. Es en este tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuando todos, cofrades o no, estamos obligados, a dejarnos llevar y embriagar por todo lo que esta
ciudad, cofre donde se guarda la sagrada reliquia del Santo Rostro de Cristo, nos ofrece en los días de su incomparable Semana Santa. No es necesario profundizar para comprobar cómo hay un sustrato espiritual que cimenta esta tradición que, a lo largo de los siglos, y de padres a hijos, se transmite como savia que vivifica y alimenta esta forma de entender la fe. Es cierto que muchos se acercan a las cofradías por novedad, esnobismo o práctica mimética, pero también lo es que durarán poco en una hermandad si no saben entender que la creencia en Cristo resucitado es fundamental y primordial para ser cofrade. Lo demás, son alharacas. Me considero un cofrade de cuna. Pertenezco a las cofradías desde la infancia, y a ellas he ofrecido más del 60% de mi existencia. Las respeto, las admiro y las quiero, aunque a veces discrepe de ellas por sus controversias, sus actuaciones y, lo siento, también en ocasiones, por su falta de valores. Quisiera dedicar esta alocución, si me lo permiten, a un insigne sacerdote y cofrade, amigo de la familia, que marcó para siempre mi vida como cristiano al administrarme los sacramentos del Bautismo y de la Comunión. Me refiero a don Félix Romero Mengíbar, quien nació en Priego de Córdoba, capital del barroco cordobés, el 7 de noviembre de 1901 y falleció en Valladolid el 21 de septiembre de 1974, a la edad de 72 años. Don Félix había cursado estudios en el Seminario Conciliar de San Pelagio de Córdoba y fue nombrado sacerdote el 29 de mayo de 1926. Teólogo, canónigo de la catedral de Córdoba y académico, estuvo al frente de la diócesis jiennense de 1954 a 1970, ocupando el número 67º del Episcopologio; a partir de 1970 y hasta su fallecimiento 4 años más tarde, ocupa la cátedra como arzobispo de Valladolid. Descansan sus restos mortales a la espera de la resurrección, en la catedral de la citada localidad castellana. El Cristianismo es la religión de la Cruz, lo que explica que ésta haya ocupado un lugar preeminente dentro de la iconografía, de las devociones, y de la contemplación de la teología cristiana. El punto de partida del culto a la Cruz hemos de situarlo en la inventio Crucis a la que seguirá, en el año 335, la dedicación de las basílicas constantinianas del Santo Sepulcro y del Calvario. ¿Cuándo tuvo lugar el hallazgo de la verdadera Cruz de Cristo?
Este hallazgo se atribuye a Santa Elena, madre del emperador Constantino el Grande. Durante su peregrinación a Tierra Santa, en el 327, habría hecho derribar un Templo dedicado a Venus construido sobre el Calvario y erigir en su lugar una suntuosa basílica, encontrándose tres cruces, una de las cuales pareció ser la de Jesucristo porque, según la tradición, al ser aplicada a una enferma, sanó instantáneamente. La devoción a la verdadera Cruz tomó pronto un auge desmedido en todo el mundo cristiano, manifestándose el deseo de conseguir un trozo de la misma como reliquia. A partir del siglo V la Cruz se convierte en el símbolo oficial de la Iglesia y de la religión cristiana. A mediados del siglo VI debió llegar la reliquia a España, parece ser la que se conserva en el monasterio de Santo Toribio de Liébana. Un nuevo rito del Viernes Santo, el Camino de la Cruz, desconocido hasta entonces, empezará a practicarse en Occidente. El Typicon del Santo Sepulcro para la Semana Santa y la Semana de Pascua, es el documento que recoge la liturgia celebrada en Jerusalén durante el siglo X. El texto describe una ceremonia particularmente dramática del Camino de la Cruz. El verdadero paso hacia la contemplación de Jesucristo hombre, de su humanidad, se produce en el siglo XIII con San Francisco de Asís. El Santo vivió íntimamente unido a la humanidad de Cristo, desde su nacimiento hasta la Cruz. Así, escribió el Oficio de la Pasión del Señor que celebra, siguiendo el año litúrgico, el nacimiento, pasión y muerte, resurrección y ascensión del Señor. Junto a la contemplación y la devoción de la Pasión de Cristo se desarrollaron otras contemplaciones y devociones, en concreto, a la Sangre de Cristo, a las Cinco llagas, a las Siete palabras, a la Corona de espinas y al Vía Crucis. Pese a lo mucho que se ha escrito sobre la Pasión y a que el arte se ha encargado de fijar una iconografía, comúnmente aceptada, nunca podremos estar seguros de los avatares acaecidos a lo largo de la Vía Dolorosa, pero si podemos afirmar que lo que consideramos esencial es que la Muerte y Resurrección de Jesucristo constituye el verdadero pilar de nuestra fe en Cristo Redentor. Por consiguiente, la Semana Santa actual es el resultado de una depuración de tiempos, gustos, estilos y tendencias, cuyo papel principal -no hemos de olvidar- corresponde a varias generaciones de laicos a lo largo de los siglos.
Cada primavera, con la precisión que se viene repitiendo desde hace más de cuatro siglos se celebra en Jaén la Semana Santa. Toda la ciudad se convierte en un escenario por el que los misterios centrales de la Redención discurren ante el asombro, la admiración y la devoción de todos. La Jaén romana, de los mármoles monumentales; la árabe, de la sensualidad y la poesía; la cristiana, de iglesias ancladas como galeones de piedra; la renacentista y barroca, cuajada de retablos dorados y de silencios conventuales, son los lugares que, cada tarde, cada noche, se convierten en el foro único e irrepetible, donde se celebra la Semana Santa. Si Jaén es una ciudad acogedora en cualquier momento del año, lo es más aun cuando, estos días, sus puertas y balcones se abren generosos para vivir juntos, en la calle, la gran fiesta del color, la música, los olores y los sabores, el arte y la devoción. Toda Jaén participa de su Semana Santa. Aconsejo al visitante que llegue a Jaén intentando descifrar las claves de la Semana Santa, que se deje llevar por sus sensaciones, sintiendo cómo el ritmo de la ciudad le invita de forma sosegada y tranquila a admirar y a gozar, envolviéndolo en una experiencia que reconocerá como única. Así es esta Semana Santa, un misterio que cada año viste a Jaén de gala porque toda Jaén es la que participa de ella, como desde antiguo lo sabe hacer, con sus mejores fastos. 19 hermandades, otras en ciernes, más de una treintena de pasos y miles de nazarenos de las más diversas condiciones sociales y culturales, que manifiestan su fe acompañando a la imagen a la que ya rezaban sus abuelos, conforman esta auténtica, lujosa, sincera y distinta Semana Santa. Aunque el origen de la misma se sitúa en el siglo XVI, la conmemoración de la Pasión en la ciudad del Santo Reino tiene unos precedentes que se remontan a la época Bajomedieval, tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo, rey de Castilla y León en 1246. La expansión fundacional que inician los carmelitas descalzos en la diócesis jienense entre 1580 y 1595, bajo la protección del obispo Sarmiento de Mendoza, se completa con la institución de las cofradías penitenciales en los diversos conventos masculinos, todas con la advocación de Jesús Nazareno y Santa Elena, en referencia a la invención de la Santa Cruz. La conmemoración de la Pasión tiene en el siglo XVI un fuerte arraigo en el vecindario. Este intenso fervor se canaliza a través de las cofradías penitenciales que sacan las procesiones a la calle.
El nacimiento de las Hermandades se inicia en los años treinta de la centuria del quinientos y se prolonga hasta el primer cuarto del siglo XVIII. No obstante, existen pruebas documentales de la presencia en Jaén de la advocación de la Vera Cruz en los lustros finales del siglo XV. La cofradía va a gozar de las indulgencias concedidas por el papa Paulo III, estableciéndose en el Real Convento de San Francisco de Asís. La segunda Cofradía pasionista que se funda, a mediados del siglo XVI, concretamente en 1551, es la Antigua y Primitiva Cofradía de la Angustias y Cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo. Se erige en el Real Convento de Santa Catalina, siendo la primera en tener aprobadas las Reglas por el obispo diocesano. Otra cofradía penitencial de solera es la Transfixión y Soledad de la Madre de Dios, establecida en 1556 en el Monasterio de la Virgen Coronada de los carmelitas calzados, a extramuros de la ciudad. Por otro lado, existe documentación en el citado monasterio, de la fundación en 1580 de la Cofradía del Santo Sepulcro y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, cuyas imágenes se atribuyen al escultor toledano Sebastián de Solís, al igual que las del misterio del Calvario y la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. En las postrimerías del siglo XVI los carmelitas descalzos fundan en su convento de San José la cofradía de Santa Elena, actual de Nuestro Padre Jesús Nazareno. La última que se erige en este siglo es la de Los Esclavos del Santísimo Sacramento y Cena del Señor, en el año 1616, en el convento de la Santísima Trinidad de la Orden Trinitaria, primero que se funda en la ciudad tras la conquista castellana. A finales de la centuria del siglo XVII y principios del siglo XVIII, la Semana Santa Jienense atraviesa por una serie de altibajos, causados por un gran decaimiento político, económico y demográfico debido a las distintas epidemias y la Guerra de Sucesión, llegando a desaparecer cinco de las seis cofradías pasionistas existentes en la ciudad. La única que se mantienes es la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, incluso realizando estación de penitencia. Tras el leve resurgir del siglo XVIII, los fatídicos acontecimientos decimonónicos de la ocupación francesa y la desamortización obligarán a algunas cofradías a abandonar sus sedes canónicas y trasladarse a otros templos. Lo mismo ocurrirá durante el gobierno de la Segunda Republica y en el periodo de 1931 a 1936.
Es a partir de esta época cuando se reorganizan antiguas corporaciones y se fundan otras nuevas, como la Sagrada Cena, que lo hace en 1988, siendo la última incorporación del siglo XX. Las nacidas en el siglo XXI responden a la iniciativa e ilusión de jóvenes emprendedores comprometidos con la Iglesia. Hablamos de la Caridad, el Cautivo y el Lavatorio. Otras, regidas por unos estatutos ad experimentun, esperan incorporarse de pleno derecho a la Agrupación de cofradías y, por ende, a la Semana Santa de la ciudad. Las sublimes tallas pasionistas salidas de las gubias de insignes imagineros, custodiadas primorosamente en los templos de la ciudad, se hacen presentes en las calles como testimonio público de la fe que el pueblo profesa. Juan de Reolid, Jerónimo Quijano, Salvador Cuéllar, Sebastián de Solís, a quien se atribuye la autoría de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y su hijo Juan, destacan en el siglo XVI. La presencia en la ciudad del granadino José de Mora en el siglo XVII responde al encargo de realizar las imágenes de la Amargura y de las Angustias, cuyas efigies evidencian la calidad y belleza del trabajo de uno de los grandes artistas andaluces de la época. José de Medina, considerado el gran escultor jiennense de la centuria del setecientos, esculpe el Cristo de la Expiración el mejor Crucificado de la Semana Santa local, a juicio de los expertos, junto a la imagen anónima de N. P. J. de la Piedad, datada en el siglo XVII, procedente del antiguo convento de dominicas de Santa María de Gracia de Córdoba. El cenobio se funda el 23 de febrero de 1488 y cobijaba los restos mortales de personajes de la oligarquía cordobesa, entre ellos, los padres de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Fue desgraciadamente demolido por un lamentable acuerdo municipal de fecha 25 de febrero de 1974. Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, Jaén es testigo de la huella dejada por los imagineros valencianos Antonio Montesinos y Aurelio Ureña; por Jacinto Higueras, autor del Cristo de la Buena Muerte; el granadino Cecilio Sánchez Mesa; y los sevillanos Luis Álvarez Duarte y José Antonio Navarro Arteaga, autores de la Virgen de las Siete Palabras y del Misterio del Amor respectivamente. No podemos dejar de citar a la cordobesísima Virgen de las Lágrimas de la hermandad de los Estudiantes, popularmente conocida por la “Virgen de los Clavitos” en alusión a los clavos que porta en una de sus manos. Esta imagen de candelero, tallada y policromada en madera de pino, fue
realizada por el cordobés Juan Martínez Cerrillo en 1938 para la Hermandad del Calvario de Córdoba, que la venera bajo la advocación de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Esperanza. La cofradía sustituye la imagen por otra nueva, devolviendo la primitiva a su autor en 1945. Dos años después, es adquirida por la Hermandad de los Estudiantes para procesionarla el Lunes Santo. Finalizamos la nómina de imagineros mencionando o los también cordobeses Antonio Bernal Redondo, a quien se deben las imágenes de la hermandad de la Santa Cena y de la Virgen de la Salud de la Hermandad de la Caridad; y a Francisco Romero Zafra que talla las imágenes de la Hermandad del Cautivo en 2013. En el ámbito musical, destaca la figura del compositor y músico, don Pedro Gámez Laserna (Jódar 1907, Sevilla 1987). Dirigió don Pedro entre otras, la Banda del Regimiento de Infantería Soria 9 de Sevilla y la del Regimiento de Infantería de la Reina con sede en Córdoba. Compuso, «Saeta Cordobesa» en 1949. Su mejor obra, que junto a «Amarguras», del sevillano Manuel Font de Anta, se han convertido en las marchas oficiales de la Semana Santa de Córdoba y Sevilla respectivamente Pregones como el de la Sentencia, y el del Descendimiento entre otros y las predicas de Fray Diego de Cádiz con sus coplillas de Pasión o del Viacrucis por todo el territorio andaluz, dan origen a la “saeta llana o vieja”, preludio de la actual, antes de que esta se aflamencara. En Sevilla, Cádiz y Córdoba, en Jerez, también en Jaén y en toda Andalucía, el pueblo, a veces, recurre al cante para llegar a Dios. Y se desborda en saetas por seguirillas, por solea y por martinetes, incluso por carceleras, polos y cañas, que de todos estos géneros ha tomado a veces el compás. Sin embargo, no es el momento de indagar acerca del origen de la saeta, ni haremos hincapié en sus aspectos musicales de saetas viejas, llanas o primitivas y saetas aflamencadas, ni en sus formas literarias, ni en su métrica, ni tan siquiera en sus más genuinos interpretes. Pero sí quisiera, como colofón, y para no cansarles con tantos nombres y fechas, me permitiesen realizar, aunque de forma figurada, el recorrido procesional con la imagen del Señor de Jaén, Nuestro Padre Jesús Nazareno “El Abuelo” a modo de Vía Crucis en la Madrugada del Viernes Santo, acompañándolo con letras de saetas.
Para ello, he recurrido a distintas letras, algunas de ellas autóctonas compuestas en 1926; y otras, como las que anualmente le cantan a la salida de templo y durante el recorrido la familia de cantaores egabrenses, padre e hija, Pepe y María Gersol. La madera de olivo, no olvidemos que estamos en Jaén, le sirve a una letra por soleares de Pepe El Culata, para pensar en otra madera, la del ciprés que sirve como Cruz, donde Jesucristo entregará su vida para la redención del hombre ¡Ay que distintos maderos,/la cuna de olivo verde, /la Cruz de cipreses negros! Nos acompañan al cante Inmaculada Camacho Roldán y Manuel Gómez González, a quienes agradezco su inestimable colaboración. VÍA CRUCIS DEL SEÑOR DE JAÉN Han sido cuatro siglos de casi total identificación, de constante integración entre tu pueblo y tu cofradía. Es significativo que las Juntas de la hermandad antaño fuesen presididas, junto al hermano mayor por el párroco y por el alcalde. Más cercano en el tiempo están las diversas peregrinaciones que has padecido para encontrar tu definitiva morada, que debido a distintos circunstancias, Tú, Señor de Jaén, has tenido que padecer para asentarte de nuevo y de forma definitiva, en el extinto convento de San José que perteneció a la Orden del Carmelo descalzo, del que nunca debiste salir. Hoy sin el acompañamiento de cerca de los 10.000 nazarenos y devotos que te alumbran y te siguen en la Madrugada del Viernes Santo y de forma figurada, nos disponemos a iniciar el camino de la Vía Dolorosa del Señor de los Señores. “Terminada la burla, le quitaron la púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo. Pasaba por allí, de vuelta del campo, un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, y lo forzaron a llevar la Cruz. Luego condujeron a Jesús al Gólgota”. “JESÚS ES CONDENADO A MUERTE” Supo la madrugada de la larga vela de quienes apenas si durmieron, por cumplir lo más cerca posible de tu paso, su promesa de alumbrarte. Y, como cada año, desde antes del alba, fueron disponiéndose nazarenos y
devotos. La llegada de las bandas de música fue certero presagio de que pronto iba a sonar en el reloj la hora ritual del escalofrío compartido, cuando se abren las puertas del Santuario y Tú inicias Nazareno, tu anual andadura. Las tres de la mañana / pregona el bronce en la altura. / Tú cosechas la ternura / que en los descalzos grana. / Aura de Rosa temprana, / es por Ti la luz del día, / y a Tus pies, en sintonía, / estallan claveles rojos. / Lágrimas nublan los ojos / ante Tu soberanía. Atrás has dejado tu Camarín para junto a la mujer Verónica iniciar el sacro peregrinar. Por Cantones de Jesús, siguiendo por Merced Alta, pasas ante la puerta de la iglesia del antiguo convento de igual nombre, que en su día te cobijó. Curiosamente en este lugar, en el año 1862, se tomó la primera fotografía a tu bendita imagen. Desde aquí, seguimos gozando de la belleza incomparable del rito procesional, anclado firmemente en la secular tradición cofrade de la ciudad, para así rezar la II Estación. «JESÚS ES CARGADO CON LA CRUZ» Quisiera ser tu madero / Dios Nuestro, Padre Jesús / siguiendo el mismo sendero / Tú la gloria, yo la cruz / del Santo Dios verdadero. La contemplación reverente del Misterio nos hace caminar absortos por la legendaria plaza de la Merced, en la que podemos observar el hermoso conjunto renacentista formado por el palacio de los Quesada – Ulloa, Caballeros 24 de la ciudad, y la fuente Nueva construida a principios del XVI. Es allí donde el Verbo encarnado al llegar a la calle del poeta Almendros Aguilar, aquel que te cantara con exquisita ternura: Todas las cruces son flores / si las sabemos llevar. / Lleva con amor la tuya / que Jesús la sostendrá. Vas a caer a tierra por primera vez abrumado por el peso insoportable de la Cruz. «JESÚS CAE BAJO EL PESO DE LA CRUZ» Arco de San Lorenzo / hoy relucen más tus cales / que Nuestro Padre Jesús / pasando esta por tus calles / bajo el peso de la Cruz. Ubicado en la confluencia de la calle Almendros Aguilar y la de Madre de Dios, es el único vestigio que queda de la antigua iglesia de San
Lorenzo, erigida en el siglo XIV y demolida en el XIX por necesidades urbanísticas. Siguiendo el orden procesional de la comitiva por calle Maestra, de la Compañía y Colegio, muy pronto el escenario va a adquirir dimensiones universales, al aproximarse el cortejo penitente a la esplendida Plaza de Santa María, donde se encuentran la Catedral sede y cátedra del obispo, levantada sobre una antigua mezquita tras la conquista del lugar por Fernando III el Santo , siendo en el XVI cuando se inicia la gran obra renacentista que hoy conocemos, junto al Palacio Episcopal y a el Palacio Municipal. Esta vez, nos detendremos en el epicentro de la ciudad para rezar las tres próximas estaciones de esta Vía Dolorosa y recordar aquella que padeciste desde Tú salida de San José en el año 1835 hasta que regresaste en el 2009, tras recorrer distintos templos sagrados. Antes, a eso de las 4,45 horas, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan han iniciado su recorrido desde San José, dirigiéndose directamente a la Plaza de Santa María para encontrarse con su Hijo frente a la fachada de la Catedral. En las apacibles primeras horas del día, ya marca el reloj las 6,00 h de la mañana, mientras discurren ante su singular presencia sus hijos penitentes, Ella aguarda desde su figurado altar, flanqueado por gemelas torres, el encuentro amargo con su hijo. «JESÚS SE ENCUENTRA CON SU SANTÍSIMA MADRE Compendio de la belleza / en el armónico espacio, / es el esplendor del palacio / dosel para tu nobleza. / Al encontrarte, te reza, / amorosa y angustiada, / la azucena delicada / que de ti camina en pos. / Está de frente a su Dios / la dolorosa enlutada. Renovado el cumplimiento de la profecía del anciano Simeón, María Santísima camina acompañando a Jesús por el interior de la plaza de Santa María. Emotivo recorrido que nos hace recordar a aquellos que encargasen las imágenes sagradas de ésta cuatro veces centenaria cofradía, y cuantas veces le dirían entre sus rezos al contemplarte: Eres Virgen más bonita / que la nieve en el barranco, / que el lirio blanco en el campo, / Virgen de la Soledad.
«SIMÓN CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ» Se siente el insoportable agobio de Jesús por la plaza, no puede más. Simón de Cirene es obligado a sustentar la cruz tras el Nazareno. La luna y los luceros / están tu cuerpo alumbrando / con rezos tus nazarenos / te están a ti acompañando / alfombrando tu sendero. Tus fuerzas flaquean junto a la cancela catedralicia, pero encuentras a tu Madre entre el bullicio de aquellos curiosos que contemplan la escena. Su sollozo es, Señor, el de la Madre de Dios que sabedora de su grandeza contempla impotente cómo al hijo de sus entrañas, el Redentor del mundo, lo llevan al suplicio. Te consuela la mirada turbia de las lágrimas de la Virgen y te alivian también las manos del Cirineo. «UNA PIADOSA MUJER LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS» En la mañana procesional la plaza de Santa María marca el sendero de la carrera oficial de la cofradía, donde la ciudad fiel conmemora la impresión de su sagrado rostro en el lienzo misericordioso de la mujer Verónica. Fue que ese rostro Señor. / Y esa ternura al tallarte, / y esa expresión de dolor. / Más que milagros de arte, / fueron milagros de amor. La sangre corre por tu rostro. El sudor, el polvo y las huellas de golpes y humillaciones ocultan tu semblante. Pero exhausto prosigues tu cansino caminar. La gente abre paso en las calles y se mofa en tu presencia. Carcajadas e insultos jalonan tu paso. De forma inesperada una mujer se postra ante ti. Intentan detenerla pero se resiste y acaricia tu rostro con un lienzo que recoge y guarda en el regazo. Compungida se retira sabedora de que tu muerte no tiene remedio. Aprieta de rabia la tela, aligera el paso y se pierde por las callejas desconociendo el regalo que lleva entre los brazos. Tiene Jaén el privilegio de conservar desde el Siglo XIV el Sagrado lienzo, en ese gran relicario renacentista que es la catedral de la Asunción. En 1731 el obispo don Rodrigo Marín Rubio encarga al platero cordobés José Francisco de Valderrama la hechura de una urna de plata repujada, así como una orla de filigrana en plata y piedras preciosas para enmarcar la tabla donde se encuentra la reliquia, para así evitar los inconvenientes que se producían por la gran afluencia de fieles que competían por besar y tocar
la venerada reliquia en los dos días del año en que era expuesta: El Viernes Santo y el día de la Asunción. «CAE JESÚS POR SEGUNDA VEZ». Por Muñoz Garnica, camino a San Ildefonso, el empedrado desfigura tus pies y los brazos no pueden con el madero. Tomas aire, miras al cielo pero en él no está la respuesta. Eres muerte inmediata y la vida gira a tu alrededor. ¡Sálvate si eres rey, te gritan! Es ahora, ante la basílica de San Ildefonso, donde se conjugan armoniosamente el gótico, el renacimiento y el neoclásico para cobijar y dar culto a la patrona de la ciudad, la Virgen de La Capilla, cuando la voz de la saeta se convierte en piadoso sudario para la faz ensangrentada de Nuestro Padre Jesús, rasgando con ecos decididos el reverencial silencio del momento. El azahar y el silencio / tu cuerpo van perfumando / y de los cirios la luz / tu camino están marcando / bendito Padre Jesús. «JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALEN» «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos» Próximas a la calle Tablerón, las figuras femeninas, en el camino del dolor se presentan como antorchas encendidas. Mujeres de fidelidad y valor que no se dejan intimidar por los guardias ni escandalizar por las llagas del Buen Maestro. Están dispuestas a encontrarlo y consolarlo. Jesús está allí entre ellas. Hay quien lo pisotea mientras cae por tierra agotado. Tres mujeres y tu Madre / fueron contigo al Calvario. / Corazones de mujeres / son de tu amor, relicario. «JESUS CAE POR TERCERA VEZ» «Se entregó porque quiso; maltratado, no abrió boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda antes de ser trasquilada» (Is LI II,7). El Nazareno cae por tercera vez, en la ladera del Calvario, cuando quedan sólo cuarenta o cincuenta pasos para llegar a la cumbre. Jesús no se sostiene en pie: le faltan las fuerzas y yace agotado en tierra.
Va diciéndonos Jesús, / que ha de morir por el hombre… / haya amor entre los ricos / y haya pan para los pobres. Por las calles aledañas se presiente la angustiosa cercanía del Gólgota, y un terrible presagio de agonía flota en el ambiente, mientras despojan a Jesús de sus vestiduras. «JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS» Entre Roldan y Marín y la Plaza de la Constitución, unos desalmados se juegan entre mofas la túnica de Jesús. «Los soldados cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costuras tejida toda de una pieza de arriba abajo» [Jn 19, 23). Condenado, es desnudado, para humillarlo, reducirlo a nada. La indiferencia, el desprecio y despreocupación por la dignidad de la persona humana, se unen con la glotonería, la codicia y el propio interés; «cogieron su ropa». En el Calvario dan voces, / Magdalena quién será: / que estarán clavando a Cristo / y su Madre llorará… Acompañamos a la divina imagen del Nazareno por los alrededores de la antigua plaza Mayor, en la actualidad de la Constitución, donde se alza la esplendida portada renacentista del Palacio de los Vilches, hoy sede de una entidad bancaria. Parte del perímetro de esta plaza, fue ocupado por uno de los lienzos que formaban la antigua muralla que cerraba la ciudad, en la que se abrían diversas puertas de acceso. Por la Puerta de Efraín fue sacado Jesús de la Ciudad Santa, para ser crucificado fuera del recinto amurallado. «JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ« «Ahora crucifican al Señor, y junto a Él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Entre tanto Jesús decía: «Padre perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 13, 34). Ya han cocido a Jesús al madero. Los verdugos han ejecutado despiadadamente la sentencia. El Señor ha dejado hacer con mansedumbre infinita. Jaén reverencia el sacro misterio de la crucifixión en el interior mismo de su ser al detenerse el cortejo en la Plaza de San Francisco, principal obra
de la arquitectura civil de la ciudad. Donde la efigie en broce de Andrés de Vandelvira contempla absorto el espectáculo. Antes, el abarrotado espacio de la calle Bernabé Soriano, son ya las 10,15 horas de la mañana, ha quedado místicamente transformado por la devoción cofrade en revivido Calvario, donde Jaén llora en silencio el injusto tormento del Rey de los Judíos. Inevitablemente vuelven a hacerse presentes los sones desgarrados de las saetas que redoblan en su indescriptible dramatismo para cantar al Nazareno. Hoy la Plaza Mayor / se hace templo de Dios / porque a ti Padre Jesús, / nuestro Señor Redentor / te están clavando en la Cruz. Siguiendo el itinerario marcado por los sillares de la antigua muralla, trasladando de forma imaginaria al lugar la Puerta de los Ángeles la única que se conserva en la ciudad en su forma original, se oirá esta saeta: Que tus puertas Sinagoga /se abran de par en par / que el rey del pueblo judío / hoy por ella va a pasar / que muerto te ha «redimío». «JESÚS MUERE EN LA CRUZ» En la parte alta de la Cruz está escrita la causa de la condena: Jesús Nazareno Rey de los Judíos (Jn 19, 19). Por la calle de las Campanas, antigua del Cristo, levantada entre los límites de la actual catedral, y que debe su nombre al de las campanas existentes en la torre gótica del antiguo templo catedralicio. En el temprano medio día de la primavera jienense, la calurosa brisa acompaña al cuerpo sin vida de Jesús. No puede faltar la saeta a la cita doliente de Cristo muerto. Ve despacio costalero / que no sufra más el cuerpo / de Nuestro Padre Jesús / que sobre tus hombros muerto / con amor lo llevas tú. Ha exhalado el Señor su último aliento. Los discípulos le habían oído decir muchas veces: meus cibus est… , mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y dar cumplimiento a su obra (Jn 4, 34). Lo ha hecho hasta el fin, con paciencia, con humildad, sin reservarse nada. Obedeciendo hasta la muerte, ¡y muerte de Cruz! «JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE»
Han devuelto a las manos de la Madre el cuerpo sin vida del Hijo. Solo la devoción multisecular ha conservado la imagen de la Piedad, grabando de ese modo en la memoria del pueblo cristiano la expresión más dolorosa de aquel inefable vinculo de amor nacido en el corazón de la Madre el día de la Anunciación y madurado en la espera de su divino Hijo. Quebró en la noche el silencio / un rezo de Ave María / que en oración penitente / rezaba la cofradía ante Jesús Yacente. Nos encontramos de nuevo en la calle Carrera de Jesús, lindando con la antigua muralla de la ciudad, vía que rezuma historia e hidalguía por los cuatro costados, debido a la gran cantidad de nobles edificios, algunos ya desaparecidos y otros que aún se conservan, entre los que destaca el Convento de Santa Teresa fundado en 1615, hoy regentado por las carmelitas descalzas, en el que se guarda uno de los manuscritos del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. Dejamos atrás la Plaza de Santa María y al concluir esta decimotercera estación la procesión es ya cortejo fúnebre que acompaña a Jesús hasta el preparado sepulcro. Los cansados cuerpos penitentes regresan al templo. La plaza se siente presa de un profundo recogimiento cuando en ella aparece el entrañable simulacro de Nuestro Padre Jesús Nazareno «El Abuelo», tras el rezo vibrante de la decimo cuarta estación. Van a ser las 13, 30 horas de la tarde. En Jerusalén a estas horas, a las tres de la tarde de hace dos milenios, una cruz enarbolaba aún Tú cuerpo inerte. Ahora en postrera estación, Jaén culmina la apoteosis de la mañana grande abarrotando la puerta de tu casa en la triunfal despedida, cuando por última vez te elevas sobre las cabezas para revalidar tu señorío sobre tu noble gente, esa que bien sabe que Tú eres, ante todo, Dios de la vida. «ES SEPULTADO EL CUERPO DE JESÚS» Más de 10 horas y media ha estado la Cofradía de Nuestro Padre Jesús en la calle. De nuevo, arropado por la devota muchedumbre, vuelve el silencio mientras Cristo penetra en el abierto cancel. Lagrimas de arrepentimiento derraman nuestras almas al reconocernos culpables de un luctuoso duelo. Llanto interior que vuelve a aflorar en la última saeta que Jaén dedica al Señor en su Vía Crucis.
Porque tu cetro es la cruz, / la gracia vas dispersando / y aunque te están coronando, / enredaderas de espina, / entras en tu capilla / Jesús, a seguir reinando. Si hemos sabido mantenernos en la fe durante estos 424 años que ahora se cumplen de la existencia de la cofradía. Cojamos el testigo de nuestros antecesores y hagamos saber a las generaciones venideras, que todos los cofrades tenemos que ser ante el mundo, la señal que marque la XV estación del Vía Crucis, al dar testimonio de nuestras vidas en la suprema verdad de la Resurrección de Jesús, culminación gloriosa del Camino de la Cruz. Finalizamos esta semblanza de la Semana Santa de Jaén, así como nuestro recorrido penitencial, acompañando a Jesús Nazareno, rico en expresiones cantadas, tipismo y vivencias particulares. Muy amables, muchas gracias. Acto realizado en el Museo de la Trinidad, sala Acisclo Antonio Palomino
Córdoba, Cuaresma de 2018