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Editorial
from Es Tiempo
ES TIEMPO
Amenudo, cuando se nos debe recordar que “Es tiempo”, significa que debemos cambiar nuestro estado de ánimo desde donde ha permanecido hacia donde debe ir. Si estuviéramos realmente listos para hacer algo, no sería necesario mencionar el tiempo de forma alguna—ya que las cosas fluirían sin problemas de una a otra.
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Pero en esta Semana de Oración, se nos recuerda que “Es tiempo” de ser más proactivos en algunas cosas en las que evidentemente no hemos pensado lo suficiente. Si realmente hubiéramos estado pensando en ellas, el mundo podría ser un lugar muy diferente.
Dios ha bendecido a su pueblo con el inmenso privilegio de escuchar, tener capacidad, vivir y proclamar el último mensaje de misericordia que será dado a un planeta caído:
“Los últimos rayos de luz misericordiosa, el último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha hecho por ellos.”1
A lo largo de los años, hemos sido bendecidos con varios medios y maneras de llevar a cabo esta tarea. ¿Hemos apreciado debidamente los recursos que nos han sido confiados? Se ha observado: “El movimiento misionero está muy lejos del espíritu misionero.”2
Ahora vemos que las cosas se están volviendo más difíciles, y “la obra que la iglesia no ha hecho en tiempo de paz y prosperidad, tendrá que hacerla durante una terrible crisis, en las circunstancias más desalentadoras y prohibitivas.”3
Sí, es tiempo de que ocurran muchas cosas de nuestra parte—cuanto antes mejor. Estamos a las puertas de la eternidad. ¿En qué plataforma nos colocaremos? ¿De qué lado hablaremos? Es tiempo de que el Espíritu de Cristo sea derramado sin medida sobre un pueblo hambriento y sediento de recibirlo y de compartirlo con un mundo que perece.
“En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos que oraban, y ellos testificaron sobre su fuente a todos, dondequiera que fueran.
“El espíritu misionero se derramó en cantidades ilimitadas, y los discípulos testificaron de un Salvador crucificado y resucitado, y convencieron al mundo del pecado, de la justicia y del juicio por venir. Hicieron lo que su Señor resucitado les había ordenado y comenzaron a publicar el evangelio en Jerusalén, en el mismo lugar donde existía el más profundo prejuicio y donde prevalecían las ideas más confusas respecto a Aquel que había sido crucificado como malhechor. Tres mil recibieron el mensaje y se convirtieron. No se dejaron intimidar por la persecución, el encarcelamiento y la muerte; sino que continuaron hablando con toda audacia las palabras de la verdad, presentando ante los judíos la obra, la misión y el ministerio de Cristo, su crucifixión, resurrección y ascensión; y los creyentes eran añadidos diariamente al Señor, tanto hombres como mujeres.”4 ¿Estamos dispuestos a prestar atención al reloj profético que nos dice claramente que es tiempo de orar y actuar en armonía con nuestras oraciones—o intentamos en vano sofocar y silenciar la alarma bajo una almohada, mientras dormimos? La elección es nuestra—y la decisión es ahora. ¿Estamos dispuestos a ser vaciados del egoísmo y llenados con el Espíritu Santo?
“Es privilegio de todo cristiano no solo esperar sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo…
“Mis hermanos y hermanas, rogad por el Espíritu Santo. Dios respalda toda promesa que ha hecho.”5
“Debemos orar para que Dios abra las fuentes de las aguas de vida. Y nosotros mismos debemos recibirlas. Oremos con corazón contrito y con el mayor fervor para que ahora, en el tiempo de la lluvia tardía, los aguaceros de la gracia caigan sobre nosotros. Cada vez que asistamos a una reunión, deben ascender nuestras plegarias para que en ese mismo momento Dios imparta calor y humedad a nuestras almas. Al buscar a Dios para que nos conceda el Espíritu Santo, él producirá en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una consciente dependencia de Dios con respecto a la lluvia tardía que trae perfección. Si oramos con fe por esa bendición, la recibiremos tal como Dios lo ha prometido.”6 ¡Que nuestros corazones sean enternecidos sublimemente con la efusión de amor de nuestro maravilloso Salvador durante esta Semana de Oración y que sean generosamente energizados con su maravilloso poder creativo para redimir el tiempo! Amén. ‰
Referencias:
1 Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 342. 2 The Review and Herald, 12 de octubre, 1886. 3 Testimonios para la Iglesia, tomo 5, pág. 438. 4 The Review and Herald, 6 de noviembre, 1894. 5 Testimonios para la Iglesia, tomo 8, págs. 29, 30. 6 Testimonios para los Ministros, pág. 509.