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¿QUÉ DE LA NOCHE?
¿QUÉ DE LA NOCHE?
Por Thomas Ngunts
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“Guarda, ¿qué de la noche? Guarda, ¿qué de la noche? El guarda respondió: La mañana viene, y después la noche; preguntad si queréis, preguntad; volved, venid” (Isaías 21:11, última parte, 12). ¿Cómo se aplica este versículo a nosotros ahora?
Cuando los discípulos vieron a Cristo resucitado ascender al cielo, se les dio la preciosa seguridad: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Este es el acontecimiento que esperamos. Que esta promesa se escriba en letras grandes, para que sea leída y comprendida por todos. “La comprensión de la esperanza en la segunda venida de Cristo es la clave que abre toda la historia futura, y explica todas las lecciones del porvenir.”1
En el gran día de la preparación del Señor, ¿a qué somos llamados nosotros, a quienes Dios ha elegido, para entrar en los atrios celestiales?
Cuando se hace la consulta al vigilante, la respuesta es: “‘¡La mañana viene, y también la noche!’… Tanto la mañana como la noche van a principiar: la mañana del día eterno para los justos y la noche perpetua para los impíos.”3 Desde la caída del hombre en las tinieblas exteriores, el evangelio ha sido una luz. Densas tinieblas cubren el mundo entero, especialmente a los que no creen en el mensaje de esperanza. “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3, 4).
EL RELOJ DEL SEÑOR
Como guardianes del reloj del Señor, necesitamos contar el segundero, el minutero y la manecilla de las horas del gran reloj del Señor y dar a la trompeta un sonido certero para despertar a la gente de su sueño. Como vigilantes, es importante leer el reloj correctamente y entender en qué vigilia de la noche estamos ahora, y dar a la trompeta un sonido certero a la hora correcta para preparar al pueblo para el gran día del Señor.
En primer lugar, debemos saber cuántas vigilias existen. Durante los períodos de trabajo y las horas de vigilia, el aliento de la oración es vital para la vida espiritual y la energía a fin de caminar correctamente. “¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo” (Juan 11:9). De acuerdo con la parábola de Mateo 20:1–14, Cristo divide correctamente las doce horas de trabajo y deja una última hora de las once trabajadas para completar las horas del día. También están las horas de la noche que los judíos dividían en tres vigilias.
Observen esta bendición especial: “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles. Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos. Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa” (Lucas 12:37–39).
CONOCIENDO LA HORA
Cuando se le preguntó al centinela “¿Qué de la noche?”, dio la respuesta acertada: “La mañana viene, y después la noche”. Isaías profetizaba la caída de la antigua Babilonia y la liberación de los judíos de su cautiverio. En la profecía de Isaías, se pide al vigilante que declare lo que ve. En respuesta, describe un ejército que se aproxima. Entonces se oye una voz que declara: “Cayó, cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra” (Isaías 21:9). El vigilante confiaba en que pronto llegaría la liberación y habría una mañana gloriosa para los cautivos judíos. Al mismo tiempo, sería una noche terrible de devastación para los que se regocijaban en la calamidad de los judíos. El hecho de que el vigilante estuviera despierto para ver las señales de la destrucción que se avecinaba le permitió dar un sonido certero a la trompeta. “La mañana viene, y después la noche.” Esto encierra importantes lecciones para nosotros.
Para que la trompeta tenga un sonido preciso, debemos estar conscientes de la hora en que vivimos. Los pioneros del movimiento adventista esperaban que Cristo viniera en la primavera de 1844. Con gran anticipación, le dieron a la trompeta un sonido cierto. Velaron y esperaron, pero se desilusionaron cuando pasó el tiempo en que esperaban que viniera Cristo. Aunque decepcionados, renovaron su vigilancia. Animados por su renovado estudio de la Palabra de Dios, se convencieron de que las iglesias que negaban la pronta venida de Jesús y cerraban toda discusión sobre el tema, habían caído. El mensaje del segundo ángel, “Ha caído, ha caído Babilonia”, se aplicó apropiadamente a estas iglesias. A ese mensaje se unió el clamor de medianoche, dado en las mismas palabras de la parábola de las diez vírgenes: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”
Decenas de miles de creyentes respondieron. Dejaron sus iglesias caídas para esperar la venida de Cristo en la segunda fecha esperada. Lamentablemente, esta compañía de creyentes, aunque fiel a su vigilia, fue nuevamente decepcionada. Sin embargo, la compañía de creyentes del Adviento, aunque muy disminuida en número, retomó su vigilancia una vez más. Su estudio ulterior de la palabra de Dios reveló que el 22 de octubre de 1844, Jesús, en vez de venir a la tierra, dejó el lugar santo del santuario celestial y entró en el lugar santísimo para comenzar su obra final de expiación antes de su venida a la tierra. Esta fue la luz del mensaje del tercer ángel, el último mensaje que se daría al mundo. Al darse cuenta de esto, debían seguir dando un sonido cierto a la trompeta. Ahora estaban viviendo lo que puede considerarse la tercera y última vigilia de la noche. En caso de que alguien dudara del significado del mensaje y de la hora en que estaban viviendo, la mensajera del Señor les recordó la instrucción de Jesús.
“Jesús nos ha dejado esta palabra: ‘Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad’. Estamos esperando y velando con la mira puesta en el regreso del Maestro, que traerá el amanecer, no sea que viniendo de repente nos encuentre durmiendo.
‘El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía’.”4
En su misericordia, Dios proporciona luz para que no nos quedemos en tinieblas, sino que veamos las señales y conozcamos el tiempo en que vivimos. “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios” (1 Tesalonicenses 5:5, 6).
Siendo el actual pueblo de Dios, con la venida de Jesús más cerca que cuando creímos por primera vez, también podemos considerar que estamos en la tercera y última vigilia. Entonces, ¿significa eso que podemos disminuir nuestra vigilancia?
La mensajera del Señor explica: “Vi que las sucesivas vigilias eran cosa del pasado. Por causa de esto, ¿debería haber falta de vigilancia? ¡Oh, no! Hay ahora una mayor necesidad de velar incesantemente, porque nos queda menos tiempo que cuando se produjo la primera vigilia. Ahora el período de espera es necesariamente más corto que antes. Si esperamos con una vigilancia inquebrantable entonces, con cuánto mayor interés deberíamos velar el doble que antes durante la segunda vigilia. El transcurso de esta segunda vigilia nos ha traído a la tercera y ahora no hay excusa ninguna para disminuir nuestra vigilancia. La tercera vigilia reclama una triple dedicación.”5
En este período de prueba, ¿qué carácter debe manifestarse? “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).
“Ponernos impacientes ahora implicaría perder toda nuestra ferviente y perseverante vigilancia anterior. La larga noche de pesar nos somete a prueba, pero la mañana se posterga misericordiosamente, porque si el Maestro viniera ahora, hallaría a tantos sin preparación. La actitud de Dios de no permitir que su pueblo perezca ha sido la razón de tan larga demora. Pero la venida de la mañana para los fieles, y de la noche para los infieles, está a punto de producirse. Al esperar y velar, el pueblo de Dios debe manifestar su carácter peculiar, su separación del mundo. Mediante nuestra actitud vigilante debemos demostrar que somos verdaderamente extranjeros y peregrinos sobre la tierra. La diferencia entre los que aman al mundo y los que aman a Cristo es tan clara que resulta inconfundible. Mientras los mundanos dedican todo su entusiasmo y su ambición a obtener los tesoros terrenales, el pueblo de Dios no se conforma a este mundo, sino
que manifiesta, mediante su actitud fervorosa de vigilia y espera, que ha sido transformado; que su hogar no está en el mundo, sino que está buscando una patria mejor: la celestial.”6
UNA BENDICIÓN ESPECIAL
¿Por qué se pronuncia una bendición sobre los que se encuentran velando hasta la segunda y tercera vigilia? Según la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25, el llamado a despertar se hizo a medianoche. Ese fue el llamado para despertar al pueblo de Dios del sueño, y por fe entraron con Jesús al lugar santísimo. Aunque todos estaban dormidos, los prudentes se habían preparado para la emergencia. Durante el período de tardanza, habían mantenido sus lámparas aderezadas y encendidas y su fe fijada en la Palabra de Dios. Estos creyentes continuaron perseverando fielmente bajo el mensaje del tercer ángel, vigilando, esperando y trabajando para la venida del Señor. Juan ve a aquellos, entre esta compañía, que mueren en la fe del mensaje del tercer ángel. “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13). ¿Por qué se pronunció esta bendición especial? La respuesta está relacionada con su experiencia bajo la vigilancia final. Malaquías 3:1, 2, es una profecía del tiempo en que comenzaría el mensaje del tercer ángel: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
La llegada repentina a su templo tuvo lugar en 1844, cuando Jesús entró en el lugar santísimo del templo celestial. Desde entonces, ¿qué ha estado haciendo?
“Y se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia” (Malaquías 3:3).
En los tiempos del Antiguo Testamento, los hijos de Leví eran los que se dedicaban a servir al Señor en su templo. Hoy, todos los miembros de la iglesia están llamados a servir al Señor. Siendo el Israel espiritual, el pueblo de Dios debe llevar a todo el mundo la luz del triple mensaje angélico. Esta luz revela la verdad de la obra final de Jesús en el santuario celestial. Allí está sentado Jesús “para afinar y limpiar la plata”, para limpiar la escoria de entre su pueblo a fin de que juntos le ofrezcan una ofrenda en justicia. Esa justicia será el carácter de Cristo perfectamente reproducido en su pueblo. Zacarías habla de aquellos en Israel que soportan el proceso de refinación:
“Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios” (Zacarías 13:8, 9). ¿Dónde se encuentran los hijos de Leví? ¿Y cuál es su obra? “Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella” (Josué 3:3). Los hijos de Leví eran los que llevaban el arca del pacto en la que estaban los Diez Mandamientos. ¿Dónde se encuentra el arca del pacto? “Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el lugar santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto” (Hebreos 9:3, 4). El arca del pacto se encontraba en el segundo departamento del santuario, el lugar santísimo.
Hoy en día, los hijos de Leví son todos aquellos que, a través de la entrega de sus corazones pecadores a Jesús, y el poder de conversión del Espíritu Santo, han tenido la ley de Dios escrita en sus corazones y mentes y la están aplicando en sus vidas. Esto es lo que significa ofrecer al Señor una ofrenda en justicia.
Los que han muerto en la fe del mensaje del tercer ángel han entrado decididamente por fe con Jesús en el lugar santísimo. Han guardado el sábado fielmente en un tiempo en que el mundo ha invalidado la ley de Dios pisoteando el sábado. En consecuencia, serán especialmente bendecidos porque justo antes de que Jesús venga,
Aunque mueran antes de su venida, y no tengan que soportar el peligro que el resto de los santos vivos debe soportar, todavía serán resucitados para unirse en los últimos momentos de la vigilia final para recibir la bendición del pacto y ver la venida de Jesús. Antes de su regreso, las tumbas se abren, y “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).
¿SOMOS FALSOS O VERDADEROS CENTINELAS?
los primeros en alzar la voz para proclamarle cerca y advertir al pueblo que se preparase para su venida. Pero en vez de eso, estaban soñando tranquilamente en paz, mientras el pueblo seguía durmiendo en sus pecados. Jesús vio su iglesia, semejante a la higuera estéril, cubierta de hojas de presunción y sin embargo carente de rica fruta. Se observaban con jactancia las formas de religión, mientras que faltaba el espíritu de verdadera humildad, arrepentimiento y fe, o sea lo único que podía hacer aceptable el servicio ofrecido a Dios. En lugar de los frutos del Espíritu, lo que se notaba era orgullo, formalismo, vanagloria, egoísmo y opresión. Era aquella una iglesia apóstata que cerraba los ojos a las señales de los tiempos. Dios no la había abandonado ni había dejado de ser fiel para con ella; pero ella se alejó de él y se apartó de su amor. Como se negara a satisfacer las condiciones, tampoco las promesas divinas se cumplieron para con ella.”8 ¿Con quiénes pueden cumplirse las promesas? El Señor dice: “Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis” (Isaías 62:6). Cuando los cuatro ángeles de Apocalipsis 7 empiezan a soltar los vientos de la contienda para que soplen con toda su fuerza sobre esta tierra, nos sobreviene una calamidad tras otra. Sin embargo, los grandes hombres de la tierra dicen: “Paz, no habiendo paz” (Ezequiel 13:10).
Mientras nuestro Gran Vigilante intercede ante el trono de su Padre en favor del remanente que no fue sellado, con una voz de profunda piedad clama: “Mi sangre, Padre, mi sangre, mi sangre, mi sangre”. A semejanza de los centinelas colocados sobre los muros de Sión, ¿no debemos alzar la voz (Isaías 52:8)? O estaremos entre estos: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar” (Isaías 56:10).
UNA GRAN RESPONSABILIDAD
Al ver la espada del Señor sobre la tierra, ¿qué haremos nosotros, como vigilantes designados? “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” (Ezequiel 3:17). Ver también Ezequiel 33:2–6. ¿Cuál es la advertencia para nosotros si no le damos a la trompeta un sonido cierto? Los centinelas de la iglesia tienen especialmente una solemne responsabilidad.
“Las almas están en peligro de caer bajo la tentación, y perecerán a menos que los ministros de Dios sean fieles en su cometido. Si por alguna razón sus sentidos espirituales se entorpecen hasta que sean incapaces de discernir el peligro, y porque no dieron la amonestación el pueblo perece, Dios requerirá de sus manos la sangre de los perdidos.”9
“‘A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano’ Ezequiel 33:7, 8.
“Nunca se ha aplicado este mensaje con tanta fuerza como hoy. El mundo desprecia cada día más las exigencias de Dios. Los hombres se han envalentonado en sus transgresiones. La maldad de los habitantes de la tierra, casi ha hecho desbordar la copa de sus iniquidades.”10
Hermanos y hermanas, es un asunto serio considerar que la salvación de los demás depende de la advertencia que se haga a los impíos para que se aparten de sus caminos. ¿Por qué no dejar que la palabra del Señor que nos ha dado el profeta Isaías unifique nuestras voces y ojos en la advertencia o aclamación que debe sonar? “¡Voz de tus atalayas! Alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová vuelve a traer a Sion” (Isaías 52:8).
LA LITERATURA COMO UNA HERRAMIENTA
Colocad en los hogares de la gente revistas, folletos y libros que prediquen el Evangelio en sus diversos aspectos. No hay tiempo que perder. Que muchos se consagren voluntariamente y en forma abnegada a la obra del colportaje, y así ayuden a hacer resonar la advertencia que tanto se necesita.”11
EL LLAMADO A DESPERTARNOS
Como vigilantes de la “guardia del Señor” (2 Crónicas 23:6), ¿estamos dormidos o despiertos? “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:11–14).
“La obra está terminando rápidamente, y por todas partes la maldad aumenta. Tenemos solamente un corto tiempo para trabajar. Despertémonos del sueño espiritual, y consagremos todo lo que tenemos y somos al Señor. Su Espíritu permanecerá con los verdaderos misioneros, dotándolos de poder para el servicio.”12
Mis hermanos y hermanas, nuestro tiempo es limitado, la obra se está cerrando rápidamente y por todos lados la maldad está aumentando. ¿Qué estamos haciendo? ¿Seguimos dormidos?
“Todo el que haya recibido el Espíritu Santo lo manifestará; pues empleará todas sus facultades en el servicio más activo. Todos los que reciben en verdad a Cristo por la fe, trabajarán. Sienten una gran preocupación por las almas. Dios llama ahora a todo el que tenga un conocimiento de la verdad, a todo el que sea depositario de la sagrada verdad, a levantarse e impartir la luz del cielo a los demás.
“Despertaos, hermanos; por causa de vuestra propia alma, despertaos. Sin la gracia de Cristo no podéis hacer nada. Trabajad mientras podáis.”13
Cuando hoy se nos pregunta: “Guarda, ¿qué de la noche?”, nuestra respuesta debe ser: “Preguntad; volved, venid” y velad por el Señor; ¡la noche está a punto de terminar! ‰
Referencias
1 El Evangelismo, pág. 164. 2 Maranata, El Señor Viene, pág. 15. 3 El Conflicto de los Siglos, pág. 615. 4 Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 172. 5 Ibíd., pág. 175. 6 Ibíd., pág. 175. 7 El Conflicto de los Siglos, pág. 621. 8 Ibíd., págs. 315, 316. 9 Los Hechos de los Apóstoles, pág. 290. 10 Testimonios para la Iglesia, tomo 7, pág. 137. 11 Servicio Cristiano, pág. 183. 12 Ibíd., pág. 104. 13 Ibíd., pág. 102.