Keynes todavía afecta

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Keynes todavía afecta Este post ha vuelto a ser editado y propuesto, además de su actualidad, como homenaje a James M. Buchanan, economista valiente y profundo fallecido desde hace un año. https://casaitaliablog.wordpress.com/2014/12/02/keynes-todavia-afecta-2/

“La orientación que habré de dar al crecimiento económico se enmarca en una política que impulse el libre mercado pero con sentido social, que realmente permita lograr desde el crecimiento económico (…) la inclusión de la sociedad dentro de esta generación de riqueza” Dicho por Peña Nieto hace unos días en reunión con los integrantes del Consejo Coordinador Empresarial.

Regresamos, o mejor permanecemos, en la equivocada convicción económica que desde muchos años, de cuando en el 1936 John Maynard Keynes, luego Lord Keynes, la expuso en su “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” nos afecta. La convicción que los funcionarios públicos, al contrario que los empresarios con intereses propios, tendrán una “visión de futuro” y mostrarán una “inteligencia colectiva”. Y el concepto del “capital social” de la economía afirmando que con estímulos a los gastos, aunque hechos en déficit presupuestario, se habría podido aumentar la inversión productiva, así incrementando el capital social y la ocupación. Esta era la “Revolución Keynesiana” carente de conceptos reales pero rica de palabras cautivadoras: la macroeconomía, el gasto agregado, el efecto multiplicador, hasta decir que la expansión del crédito lleva a cabo “el milagro [...] de convertir una piedra en pan”.


Hume y Mill se revolverían en su tumba… La solución de Keynes para el crecimiento y el desempleo era la inflación. Igual que para todos lo gobiernos que hemos tenido en el mundo después de él. Hace tiempo, hasta el fin de la segunda guerra mundial, el déficit del estado solamente surgía en los tiempos de guerra; el superávit en los tiempos de paz y esto venía invertido para repagar las deudas. El endeudamiento a largo plazo era considerado tanto económicamente imprudente como inmoral: el coste era una carga sobre futuras generaciones que no tenían ni voz ni voto en el asunto. El legado de Keynes ha sido el de romper con la antigua y tácitamente aceptada “constitución fiscal”, por la cual los políticos se comportaban con respecto al presupuesto público de una forma muy similar a como lo hacen las familias con su presupuesto. “Lo que es sabiduría en la gestión de una privada familia, difícilmente puede resultar locura en el gobierno de un grande estado” ya había dicho Adam Smith.

Sobre este asunto es instructivo releer James M. Buchanan el gran economista de la Public Choice (Teoría de la Elección Pública) que también tuvo el mérito, en su obra “El cálculo del consentimiento” del 1962 (ya pasaron cincuenta años pero el mito del estado y de la política no fue afectado), de aclarar el comportamiento de los políticos en la gestión de la finanzas publicas conforme a su propia utilidad personal en el breve término: la reelección. “Quitándonos las ‘gafas rosadas’ -según sus propias palabras- con las que percibimos a la política, podremos verla como lo que realmente es”. La obra a la cual me refiero es Democracy in deficit (Democracia en déficit: El legado político de Lord Keynes) en la cual Buchanan apunta la responsabilidad a John Maynard Keynes de haber aflojado las bridas a los políticos: animados del mensaje keynesiano y con el respaldo y la justificación intelectual de una alabada teoría “científica”, pudieron gastar a manos llenas sin ninguna necesidad de impuestos. El hecho es que a los políticos les encanta el déficit porque gastar el dinero en beneficio de sus electores les hace ganar votos, pero subir los impuestos les resta votos: y los políticos son siempre buscadores de votos. Pero la creciente evidencia histórica atinente a las consecuencias de sus ideas no puede más ser ignorada. Buchanan nos demuestra como las políticas keynesianas de deficit spending, o gasto en déficit, del 1931 hasta el 1976 hayan llegado a los EEUU a una terrible estanflación


(alto desempleo y alta inflación en el mismo tiempo), desmintiendo el asunto keynesiano. Pero Keynes, ya muerto en el 1946, no pudo ver el resultado de sus teorías. Lastima que nos dejó un montón de keynesianos... Continuamente recurrir al déficit (el objetivo principal del análisis de Buchanan) crea una especie de adicción, de un defecto estructural que ni los políticos ni los ciudadanos logran prescindir: no quieren aumentar los impuestos demasiado, medida muy impopular, y se empieza a imprimir dinero (creando el más traicionero y oscuro impuesto: la inflación). Creando un círculo vicioso: “Después de un período de money-financed deficits (dinero financiado en déficit), de crecimiento del sector público e inflación, cualquier esfuerzo por parte de las autoridades políticas o monetarias para que la economía nacional regrese dentro de un régimen de equilibrio presupuestario, para tirar las riendas al sector público y mantener la estabilidad de precios, defraudará las expectativas ya establecidas y llevara a las consecuencias predichas por los modelos keynesianos”. Aquí es que las políticas keynesianas se convierten en una profecía auto- realizable “self-fullfilling prophecy” causando, a través de su aplicación, las consecuencias que tenían la intención de evitar. En momentos en que se suspenden esas políticas, para tratar de sacar a la economía en marchas más equilibradas, se imputa a estas nuevas medidas de entrada la causa de la recesión. La política irresponsable dictada y defendida por Keynes en su tiempo es la misma que hoy de varias partes (FED, BCE, FMI) vienen actuadas: no sirve cuadrar el balance y adelante con más gastos en déficit, más emisión de moneda-papel. Todo claramente ad maiorem gloriam de los politiqueros.

Pero los políticos, en fin de cuentas, no son monstruos egoístas que cumplen engañando a nosotros. Al contrario, actúan respondiendo a los electores, y las culpas, antes que de ellos, son de nosotros los electores: la locura de ellos, los políticos, es nuestra locura, la de los electores.

Este post ha vuelto a ser editado y propuesto, además de su actualidad, como homenaje a James M. Buchanan, economista valiente y profundo fallecido desde hace un año.


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