La muerte

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LA MUERTE, ¿MUSA INSPIRADORA O ATERRADORA?

Autora: Rosalía Castillo


LA MUERTE, ¿MUSA INSPIRADORA O ATERRADORA?

ROSALÍA CASTILLO ARANGO


PANAMÁ

2013


CONTENIDO

INTRODUCCIÓN LA MUERTE, ¿MUSA INSPIRADORA O ATERRADORA? LA MUERTE COMO CONCEPTO LAS ACTITUDES HACIA LA MUERTE ¿INMORTALIDAD? ¿ REENCARNACIÓN? A MANERA DE CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA


INTRODUCCIÓN

A través de la historia de la humanidad, para todos los grupos, la muerte ha sido un tema de especial relevancia, quizás por ser el destino final de todos los seres vivientes en este planeta y por consiguiente, algo ineludible. Desde tiempos remotos el hombre ha tratado de luchar con este sentido y miedo de la muerte, a través de ella ha intentado obtener el don de la vida eterna, aquella obsesión que sigue vigente hasta nuestros días. De igual manera, el problema sobre la veracidad de la existencia del más allá ha suscitado el interés en todos los tiempos y guarda estrecha relación con el destino final de cada hombre en particular y de la raza humana en general. Ambas temáticas, por ende, constituyen una cuestión de gran importancia. Su representación simbólica, en nuestra cultura, ha sido ligada tradicionalmente al sexo femenino, mediante la figura de un esqueleto sosteniendo una guadaña y, desde que tenemos uso de razón, con frecuencia también la oímos mencionar con los variados epítetos de la parca, la flaca, la pelona y la huesuda. No obstante: ¿Tenemos claramente entendido qué es la muerte y qué es morir? ¿Por qué debemos morir y, cuando morimos, qué es lo que muere?


L A M U E RT E , 多 M U S A INSPIRADORA O ATERRADORA?


LA MUERTE, ¿MUSA INSPIRADORA O ATERRADORA?

Este trabajo tiene el propósito de acopiar algunas posiciones, ideas, reflexiones y puntos de vista en torno a ese proceso inevitable llamado muerte, desde una visión ecléctica, es decir, con apego al mismo término eclecticismo entendido como una suerte de doctrina capaz tanto de conciliar

como de reunir conceptos y teorías provenientes de diferentes religiones, filosofías, escuelas artísticas o campos del saber y que define también la actitud de compaginar diferentes estilos históricos. El término ecléctico significa escoger, pero con la intención de adoptar una posición intermedia entre doctrinas diferentes, rescatando y uniendo lo mejor de ellas. Debido a

eso, se ha tratado de recoger un poco las formas de definir, pensar y reflexionar sobre la muerte desde la perspectiva médica, física, psicológica, tanatológica, filosófica, religiosa e histórica.


LA MUERTE COMO CONCEPTO

Aunque no es fácil establecer una definición de muerte que pueda ser entendida y aceptada por todos, antes que otra cosa, es necesario abordar el concepto. En el lenguaje popular se le denomina, indistintamente, “irse al cielo” “pelar el bollo”, petatearse” o “estirar la pata” pero, en sentido general, se refiere al deceso de un ser vivo y “…así entendida es que nos dice Sartre (1905-1980) que la muerte es un simple hecho como el nacimiento. Cuando la muerte se considera como algo que ocurre a la existencia humana, entonces es posible apreciar varias concepciones acerca de la misma”. (García Jiménez, s/f)

Algunos especialistas la definen como un hecho contrario a la vida y en Wikipedia leemos que es: “…el fin de la vida, opuesto al nacimiento…la culminación de la vida de un organismo vivo. Se suele decir que una de las características clave de la muerte es que es definitiva, y en efecto, los científicos no han sido capaces hasta ahora de presenciar la recomposición del proceso homeostático desde un punto termodinámicamente recuperable. El tipo de muerte más importante para el ser humano es sin duda la muerte humana, sobre todo la muerte de seres queridos”.

Pero existen opiniones encontradas sobre el tema, ya que para unos, es el paso de un estado del ser a otro, donde no se acaba con la personalidad ni con la conciencia, si no que abre las puertas a una forma más elevada de vida, por ende, no es el fin de la vida, es un aspecto de ésta, un incidente natural y necesario para la evolución.


UNA TRADICIÓN QUE PERDURA EN PA N A M Á E S L A E N T R E G A D E RECORDATORIOS EN LA MISA DE DIFUNTOS


De acuerdo con las experiencias adquiridas con la práctica, en el trabajo Percepción de enfermería en torno a la muerte de pacientes en etapa terminal varias profesionales de la salud manifiestan: “…es un fenómeno natural, universal y único. Natural en el sentido de que,…se produce como consecuencia de accidentes, enfermedades y/o envejecimiento ocasionados en relación con el medio ambiente o con procesos de desgaste fisiológico. Es universal, porque mediando una u otra circunstancia, todos los hombres han muerto y morirán. Es único porque el propio concepto de muerte (término de la vida) entraña la irreversibilidad y a cada persona le acontece una sola vez”.

(Vargas Daza y otras, 2008) “Desde la religión el padre Luis Acuña plantea que el hombre está constituido a imagen y semejanza de Dios, es más somos parte de dios. La muerte es un evento natural, es la voluntad de Dios, tenemos acaso el derecho supremo de contradecir los dictados del señor. El valor de la vida humana es el fundamento de la convivencia, no se puede sujetar a consenso, porque no puede estar en manos de nadie, sino sólo de Dios (lo que Dios creó, solo Dios puede destruirlo)”. (Isla Molina, s/f) Por su parte, el filósofo alemán Martin Heidegger, quien fue el primero en considerar la vida cotidiana como un aspecto para reflexionar sobre la realidad social, afirmó que: “…morir es la posibilidad más insuperable, puesto que no puede ser evitada; la más personal, puesto que la muerte me reduce a mi puro mi mismo; la más irrelacional, puesto que me corta todas las relaciones con otra posibilidad”. (Domínguez Caballero, 1959.)


El morir es un fenómeno irreversible que afecta obviamente a todo ser vivo, pero para determinar si una persona dejó de existir, la fisiología lo hace a través del cese de la actividad cerebral y cardiaca, aunque en ocasiones una no acompaña a la otra, por ello existe un debate. Según acotaba Diego Domínguez Caballero, el punto de partida era el siguiente: “…al analizar el fenómeno de la muerte se nos presenta radicado en la región de la biología y de la fisiología como aquello que afecta a todo ser viviente: el fin de la vida. Vivir significa estar destinado a morir. Considerada en la región de lo puramente vegetativo la muerte es la aniquilación de toda actividad vital. En la región de lo sensitivo se extingue la conciencia y el apetito sensorial. Se produce la descomposición del organismo en las materias inorgánicas que de él formaban parte. El polvo vuelve al polvo. El alma o principio vital abandona el cuerpo y esto produce la muerte”. Dice un proverbio italiano: “El corazón es el primero que vive y el último que muere”. Más, en Wikipedia señalan: “Históricamente los intentos por definir el momento preciso de la muerte han sido problemáticos. Antiguamente se definía la muerte (evento) como el momento en que cesan los latidos del corazón y la respiración, pero el desarrollo de la ciencia ha permitido establecer que realmente la muerte es un proceso, el cual en un determinado momento, se torna irreversible. Hoy en día, cuando es precisa una definición del momento de la muerte, se considera que este corresponde al momento en que se produce la irreversibilidad de este proceso. Existen en medicina protocolos clínicos que permiten establecer con certeza el momento de la muerte, es decir, que se ha cumplido una condición suficiente y necesaria para la irreversibilidad del proceso de muerte”.


LAS ACTITUDES ANTE LA MUERTE


LAS ACTITUDES ANTE LA MUERTE

En la monografía titulada, Aspectos culturales y religiosos de la muerte a lo largo de la historia, la autora explica: “ Puede realizarse una distención entre " muerte clínica": La aparición de los signos de la muerte" en el examen físico, "muerte biológica": cesación de la actividad celular y una tercera categoría " muerte social" que dentro del hospital se da en el momento en que el paciente es tratado ya como un cadáver, si bien "clínica y biológica" está aún vivo. La muerte social puede definirse como el momento en el cual las propiedades sociales más importantes del paciente, comienzan a cesar de ser condiciones operativas para aquello que los tratan, y cuando el paciente es considerado muerto". (González, 1996) Tal es el interés que despierta que se ha convertido en la musa de inspiración de diversos autores/escritores de obras literarias, poéticas, musicales, antropológicas, folklóricas, sociológicas, históricas, sicológicas, filosóficas, médicas, entre otras.

Sin duda, a la hora de morirse casi todo el mundo tiene mucho miedo, no obstante, además de atemorizar y entristecer, la llegada de ese momento, ha inquietado a la mayoría de los seres humanos de todas las épocas. Si bien es parte de la vida, la primera reacción de mucha gente es ignorarla. No se sabe cuándo sucederá, porque cuando menos se piensa llega y este desconocimiento que generalmente se produce por el momento de la expiración ha hecho que la mayoría de los seres humanos le teman y no vean en ella la meta o el objetivo final de todo. Así mismo, hay especialistas que sostienen, con una envidiable convicción, que si una persona comprende verdaderamente lo que es, ya no le tendrá miedo.


Aquí, es válido recordar lo que, en su Carta a Meneceo, escribió el filósofo griego Epicuro de Samos: “…es un necio el que dice que teme la muerte, no porque haga sufrir al presentarse, si no porque hace sufrir en la espera…Así pues el más estremecedor de los males, la muerte, no es nada para nosotros, ya que mientras nosotros somos, la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, entonces nosotros no somos…Pero la gente huye a veces de la muerte como el mayor de los males y la reclama otras veces como descanso de los males de su vida”. Se considera que el solo hecho de tomar conciencia de la muerte basta para engendrar la angustia y caracterizar la existencia humana y tal como se acota en el trabajo Tanatología: “El tema de la muerte hasta hoy es visto como algo de mal gusto ni siquiera con un moribundo que

quiere despedirse se puede aceptar afrontarlo, tratan de negar y evitar el tema, supuestamente para proteger al moribundo de un tema desagradable o una palabra poderosa que con solo mencionarla llegará una calavera encapuchada con su hábito negro y guadaña en mano a tocar la puerta, sin embargo, la realidad es que no se habla del tema con los moribundos no para proteger al enfermo, sino porque al no saber cómo hacerlo les da miedo”. (Salceda García, s/f) Aunque resulta irónico, es lo único seguro en la vida y desde que estamos en el vientre de nuestra madre es lo único que nos pertenece y con lo que contamos con seguridad, porque ignoramos si mañana viviremos, aún así: “No se acepta que la muerte es un proceso que estamos viviendo todos. Día a día se mueren miles de nuestras células. A la muerte no se le quiere ni siquiera mencionar, parecería que al evitar el tema se contara con el extraño poder de evitarla. Se cree que el mencionar la palabra muerte se invoca o que trae mala suerte el hacerlo”. (Salceda García, Ob.Cit)


De todos modos, de la vida nunca vamos a salir vivos, a cada instante damos un paso hacia la muerte, de ahí lo acertado que fue el compositor colombiano Darío Gómez cuando escribió la canción Nadie es eterno en el mundo. Es bien cierto que desde que nacemos empezamos a morir, pero muchas veces nos embargan temores, angustia, ansiedad, depresión y nos llenamos de curiosidad ante la incertidumbre de desconocer cómo, cuándo y dónde será y sí ese proceso será doloroso. Eso nos puede suceder especialmente a quienes hemos padecido algún tipo de cáncer, sobre todo después que se nos comunica el diagnóstico de la enfermedad o también, cuando nos ha tocado vivir la triste experiencia de ver padecer a varios seres queridos por una prolongada y dolorosa enfermedad, antes de sucumbir. En ese sentido, es muy atinado el comentario de F. Hernández-Arellano en su artículo: El significado de la muerte: “… que la toma de conciencia de la muerte puede ser considerada como una crisis en la vida de las personas; pudiendo ser, no la muerte, sino la representación anticipada de la muerte lo que inspira terror…El miedo y terror se vive ante las circunstancias como muere el paciente más que por la muerte misma. Eso le da una visión que la antesala de la muerte es el dolor y el

sufrimiento”. (Vargas-Daza, Ob. Cit) El miedo a la muerte, es un miedo inútil, en realidad, debiéramos temer al nacimiento y no a la muerte, según puntualiza en El origen del miedo, el doctor argentino Roberto Bonomi: “Puesto que todos hemos de morir en algún momento. El ser humano iluminado es inmune a la muerte, es más tiene la capacidad de elegir el momento en el cual desea morir, y además su muerte le conducirá a la salvación de la rueda de nacimientos. La muerte puede ser nuestro paso hacia una vida mejor, mientras que el nacimiento es siempre un paso hacia los sufrimientos de esta vida”. (Bonomi, s/f) Sobre esta aprensión, el doctor Brian Weiss dice: “El hecho de que seamos almas implica que no debemos tener tanto miedo a la muerte. Y tampoco tendríamos que sufrir unos periodos de duelo tan largos como los que guardamos en nuestra sociedad, porque en realidad somos inmortales y siempre nos vamos a reencontrar con nuestros seres queridos”. (Hernández, 2009)


CEMENTERIO CHINO C I U DA D D E PA NA M Á

2/nov/ 2012 Foto: Rosalía Castillo


¿ I N M O RTA L I DA D ? ¿ R E E N C A R NA C I Ó N ?


S Ó L O M U E R E QU I E N E S O LV I DA D O “SÓLO MUERE QUIEN ES OLVIDADO No es la muerte quien mata las almas Nadie muere por ser enterrado El recuerdo y el alma no mueren Sólo muere quien es olvidado Si tu vida fue recta y valiosa Si has amado con toda tu alma Si has sembrado el camino de huellas Has escrito una historia sagrada No te importe morir algún día Ese día tu cuerpo habrá muerto Nunca muere quien supo vivir Y ha dejado en la tierra un recuerdo Si has escrito una historia de vida Si has dejado en los rostros sonrisas Si has sembrado tus campos de flores No te importe partir algún día Sólo teme la muerte si tu alma Se olvidó de vivir cada día Si ha dejado de amar y soñar Y se fue sin saber qué quería Sólo teme la muerte si llegas Hasta el fin con tus manos vacías Si no has dado de ti lo más noble Sin saber el por qué de esta vida Si tu vida ha valido la pena Quedará tu recuerdo grabado Para siempre por siempre en las mentes De los hombres a quien tú has amado No es la muerte quien mata las almas Sólo muere quien es olvidado” http://www.mis-frases.org/frases/ver/71902


¿ I N M O R TA L I D A D ? ¿REENCARNACIÓN? En este punto del trabajo, es válido cuestionar si cuando expiramos, ¿desaparecemos definitivamente o pasamos a otra vida como sostienen muchos? Según los especialistas, en el tema que nos ocupa, esta duda pertenece a nuestro época, ya que en la antigüedad se daba por sentado que la vida presente es un nivel o plano de existencia que nos prepara para el siguiente, por ello tal vez el tiempo que vivimos, haciendo caso al conocimiento antiguo, sólo sea una transición de aprendizaje y, por supuesto, evolución; de ahí lo que dice un viejo refrán: "La muerte es sólo el comienzo de un viaje aún mayor que la vida". La mayoría de las tradiciones religiosas creen en la reencarnación. En los cuentos provenientes de la tradición oral, la vida y la muerte tienen diversas interpretaciones; y una de éstas, de carácter tanto pagano como cristiano, es la creencia popular de que el alma —o espíritu— sobrevive a la muerte. Como igualmente expresara Ernesto Restrepo Tirado en Un Viaje al Darién, sobre las tradiciones de los indígenas Kunas: “…los parientes ponen sobre su sepultura algunos alimentos que reemplazan todos los dias…estos alimentos desaparecen siempre…los indios creen que es el espíritu del

muerto que viene a hacer sus cenas nocturnas”. (Restrepo Tirado, 1961) Quienes creen así señalan que los seres humanos poseemos una esencia inmortal y que después que morimos pasamos a una nueva vida. También sostienen que el nacimiento es cuando entra el alma en un cuerpo y que la muerte sobreviene al marchar el alma del cuerpo; es decir, la muerte es la separación del alma de su cuerpo físico, por lo tanto el cuerpo muere cuando el alma se ausenta.


Hay quienes aseveran que no se debe tener miedo a la muerte porque solamente es una puerta que nos

lleva a otro mundo maravilloso y que ahí vamos a estar en la presencia de Dios. Otros se consuelan creyendo que ella nos libra de los pesares de esta vida y que al fin vamos a descansar en paz. También se sostiene que, tras el juicio final, unos van a disfrutar de la felicidad en el Paraíso y otros a sufrir los tormentos entre las llamas del Infierno, como advertía Duby, en el libro Año 1000 Año 2000. La Huella de Nuestros Miedos, sobre el hombre del primer milenio “…más que a la muerte temía al juicio, al castigo del más allá y los tormentos del infierno, aunque confiaba en la eternidad”. (Duby, 1995)

Así mismo, está presente en el cuento Ñagare: “…pensó que dentro de poco su Lorenzo se quedaría en la tierra y su espíritu, a lo mejor convertido en humo, se iría con el gran espíritu; así como su padre y sus hermanos y todos los que van a buscar la muerte allá en las Fincas de los pueblos”. (Urriola Marcucci, 1961) Está claro que la palabra “morir” involucra dejar de existir, aunque ésto no puede suceder, según sostienen los físicos, porque en realidad, somos un sistema bioeléctrico perfecto en el cual todas las funciones orgánicas se basan en la energía, teniendo centrales individuales en cada célula, llamadas mitocondrias, las cuales se encargan de producirla. Si atendemos la realidad de que somos energía, al definir la muerte como la actividad de dejar de existir, se violaría el primer Principio

Fundamental de la Energía, que sostiene: “La energía ni se crea ni se destruye. Simplemente se transforma”. Tomando en cuenta lo anterior, estaríamos en condiciones casi de asegurar, que somos inmortales. Pero, aún así nos queda la inquietud por saber ¿a dónde va la energía cuando las funciones físicas de un ser viviente cesan?, es decir, ¿Se va a otro lugar después de fenecer y transformada en qué?


La razón de vivir es morir y no tenemos otra tarea diferente a ésta. Se nace para morir y se muere para nacer. La muerte es el fin de algo. La muerte libera en todos los casos. Las anteriores, son algunas de las aseveraciones que se leen en la Conferencia No 2 del libro Conocimiento de Sí Mismo Desde el Gnosticismo; donde igualmente sostienen que hay tres tipos de muerte, íntimamente relacionadas entre sí, y que no podría estudiarse una sin las otras dos. Estas tres son: la muerte del cuerpo físico, la muerte sicológica y la muerte

segunda. La última sucede cuando la Psiquis o Alma, luego de haber pasado al Abismo y entrar a los Nueve Círculos Dantescos, de donde no saldrá hasta tanto la naturaleza no desintegre todos los defectos que se crearon durante las diversas existencias; después de miles de años de sufrimiento y descomposición, queda totalmente pura, y por ende liberada del Abismo. Entonces sale la Esencia totalmente liberada a la luz del Sol, donde reiniciará una nueva evolución, empezando nuevamente desde el reino mineral. Las partes que mueren al terminar una existencia son el cuerpo físico, el cuerpo vital y la personalidad; mientras que, “la Esencia o conciencia de cada persona es inmortal, ella es lo único real y verdadero

nuestro, jamás muere, es la parte de Dios de cada uno. Los elementos sicológicos en que se halla embotellada nuestra Esencia o Conciencia retornan de existencia en existencia y en cada una de éstas se robustecen. Es importante comprender que con la muerte del cuerpo físico los defectos sicológicos no mueren, son atrapados por la envoltura seminal y trasladados al nuevo cuerpo hasta completar las 108 existencias. Si no son eliminados voluntariamente al final se desintegrarán en el Abismo cuando se complete la Muerte Segunda.” (Eor, s/f) La inmortalidad, aquella supuesta facultad o propiedad de un sujeto, para seguir existiendo indefinidamente, es decir, vivir eternamente; según sostienen las doctrinas espiritualistas se presenta en el espíritu de cada uno de nosotros, después de la muerte del cuerpo físico.


Refiriéndose a la actitud del hombre medieval, George Duby explicaba: “…se hallaba en estado de extrema debilidad ante las fuerzas de la naturaleza, vivía en un estado de precariedad material comparable al de los pueblos más pobres del África de hoy. A la mayoría, la vida le resultaba dura y dolorosa. Pero la gente esperaba que, acabado un lapso de terribles penurias, la humanidad iría hacia el paraíso o bien hacia ese mundo, liberado del mal, que debería instaurarse después de la venida del Anticristo… Nadie duda entonces de que haya otro mundo, más allá de lo visible. Se impone una evidencia: los muertos siguen viviendo en ese otro mundo”. (Duby, Ob.Cit.) Por su parte, el doctor Horacio Conte Mendoza, desde el punto de vista cristiano, sostenía lo siguiente: “…el creyente al buscar su existencia busca a Dios porque Dios es la Vida. Para el

cristiano existe desde el lado de la eternidad no solamente el mundo de las ideas que afirmaban los platónicos sino existe una persona: el Ser Absoluto, que hace al hombre partícipe de su eternidad. Esta participación del hombre con la eternidad de la Persona Divina no se realiza totalmente sino después de la muerte de tal manera que la misma muerte es, en realidad, un nacimiento: un nacimiento espiritual superior al nacimiento material, al nacimiento de la carne. Dice Agustín que si esta vida es un ir hacia la muerte la muerte es, en realidad, un ir hacia la Vida. Morir es nacer a la vida eterna”. (Domínguez Caballero, Ob.Cit.)


En fin, las creencias sobre la existencia del paraíso, el cielo, el infierno, el más allá, otra vida después de ésta, la eternidad, la reencarnación y la inmortalidad, no han sido exclusivas de la

gente de otras épocas. Se puede apreciar que aún persisten de forma generalizada, y un ejemplo lo constituye lo que sostiene el pastor y consejero Johann Christoph Arnold en el libro No Tengas Miedo. Como Superar el Temor a la Muerte: “Está claro que cuando una persona muere, la eternidad llama a su puerta…la muerte es un misterio que nadie puede explicar satisfactoriamente. Pero eso no quiere decir que debamos evitarlo. Nuestra cultura se aleja asustada de la muerte, sobre todo cuando un cuerpo ha quedado mutilado tras un accidente o se le ha practicado una autopsia…Si vivimos nuestras vidas en el amor, conoceremos la paz en el momento de nuestra muerte. Y no tendremos miedo.” (Arnold, 2007) Reiteramos que, la muerte es un tema que ha obsesionado a la humanidad desde tiempo inmemorial y que es inevitable que las cuestiones relacionadas con la vida más allá de la muerte nos resulten difíciles tanto de explicar como de aceptar y además de miedo o temor, nos produzcan dudas e incertidumbres, tal como lo cantaba El Gran Combo de Puerto Rico: “Esta vida yo la gozo aunque vengan siete más

Por si acaso eso es mentira… ¡Oye! Y si no reencarno na’, ¡ah! después de muerto no se puede gozar…”


¿Cómo podemos saber o confirmar desde un punto de vista racional si existe la vida eterna

o si de alguna forma se es inmortal? Otra opinión, al respecto, apunta hacia lo siguiente: “Algunas personas hacen uso de las supersticiones cuando escuchan el tema y tratan de tocar madera creyendo que así podrán evitarla. Cuando la realidad es que todos moriremos. Lo mejor que se puede hacer es aceptar esa realidad y saber convivir con la idea de que somos mortales...No hay ningún ser humano que tenga un cuerpo inmortal y sin embargo a nadie le gusta enfrentar esa verdad. Desde los orígenes de la humanidad algunos grupos hacían sacrificios humanos para evitar que el sol se apagara. ¡Qué paradoja! ofrecían su propia vida para evitar morir. Con tal de que la vida prevaleciera para los demás”. (Salceda García, Ob.Cit.) Sin embargo, las supersticiones alrededor de la muerte no sólo consisten en tocar madera. Aunque nadie se muere en la víspera, en el folklore mágico religioso de los panameños existe una diversidad de creencias acerca de cómo atraerla, alejarla, retrasarla o evitarla, de entre las cuales se pueden citar, a manera de ejemplos, el evitar caminar con un solo calzado o cruzar las manos sobre la cabeza para no atraer la muerte de la madre. Igualmente, mucha gente considera la felicidad como un factor clave para mantener la salud y así alargar la vida; de ahí que según un proverbio toscano: “Cada vez que uno ríe quita un clavo del ataúd”. Pese a que: “También de alegría se puede morir”, según alega un proverbio francés. Por otra parte, el filósofo Heidegger, concretamente explicó que el hombre es un ser en el

tiempo y: “…es un ser para la muerte. Somos seres mortales que nacemos, morimos y compartimos un contexto espacio-temporal. Los propios órganos y por tanto la capacidad de sentir se deteriora con el paso de los años, especialmente, al llegar a la vejez.


El propio conocimiento funciona de otra manera dependiendo del momento vital en que se encuentre una persona. Nadie puede comprender la naturaleza humana tal y como es si no asume que nuestra naturaleza es finita y por tanto corruptible, tiene principio y fin. La vida del universo tiene millones de años. La vida del ser humano, en cambio, abarca mucho menos tiempo”. En unas reflexiones sobre el tema, en su ensayo de antropología filosófica titulado De la Muerte y la Inmortalidad, el profesor Julio César Moreno Davis nos enseña: “Es incuestionable que si bien en

verdad somos EXISTENCIA, unidad inquebrantable y ontológicamente inferenciable de modos de ser, la muerte se torna un carácter constitutivo del mismo desde que nacernos. Es una posibilidad ontológica; es el destino del hombre. El hombre es, dentro de los parámetros de la cotidianidad, un ser-para la muerte o un ser-cotidiano-para-la-muerte. Desde allí se dan situaciones anímicas significantes como el temor, la ansiedad, la debilidad, la desesperación, la angustia, la náusea, la fuga, etc. Pero la muerte no es la ú1tima palabra de la persona. Una actitud acrítica, cínica o estoica -como la del poeta que dice: “Ante la muerte, sólo morirse cabe”.-que afirme una extinción radical y definitiva de la vida personal, dejando la persona humana sometida por leyes físicas y biológicas (Portman), haría inexplicables todas las excelsas expresiones del espíritu…” (Moreno Davis, 2002)


Dice otro viejo y conocido refrán que para lo único que no existe remedio es para la muerte, pero hay quienes consideran que ésta en sí es una solución porque inmediatamente se deja de sufrir, para descansar en paz. Desde épocas remotas podemos ver que muchos seres humanos, entre los que me incluyo, no queremos fallecer. Generalmente, lejos de verse

como algo natural, se ha visto como un castigo; por ejemplo, según lo escrito en la Biblia, a partir de la desobediencia de Adán y Eva se nos privó de ser inmortales. Aunque, resulta contradictorio que, cuando se sabe la noticia del fallecimiento de alguien, indistintamente la gente expresa: pasó a mejor vida, ya no está sufriendo, ahora va a descansar o ya está descansando en paz. En este punto es oportuno traer a colación las siguientes palabras: “…en esa región donde fallan las pruebas…sólo podemos llegar a la afirmación del filósofo que la muerte—aniquilación o tránsito—jamás puede ser un mal para el hombre del bien”. (Domínguez Caballero, Ob.Cit.)

Es una realidad que, “…en la mayoría de las culturas de la humanidad y en todos los tiempos, no se quiere ver a la muerte como algo natural, cuesta llegar a aceptar que forma parte de la vida misma. La ciencia trata a la muerte como un órgano enfermo no como a un ser humano que se está muriendo. Se dice comúnmente: “murió de cáncer” sin embargo la muerte es cuestión de vida, no de enfermedades, hay personas que están muy enfermas durante años y no mueren y hay gente sana que sí muere. Morimos por la sencilla razón de que estamos vivos. No morimos de cáncer, sino “con cáncer” la muerte es lo que le da sentido a la vida. Al saber que somos seres finitos, al darnos cuenta que no viviremos en nuestro cuerpo eternamente, deberíamos de disfrutar la vida más plenamente. La muerte es el pan de cada día por eso lo que hagamos o pensemos, debemos de considerar que puede ser la última vez que ocurra…” (Salceda García, Ob.Cit.)


RITUALES MORTUORIOS


R I T UA L E S M O RT U O R I O S

La representación y las actitudes del hombre (costumbres, mitos, creencias, ritos) han sido muy variadas, a través del tiempo, en los diferentes lugares del planeta. Según plantean los médicos Marisel Hartfiel en La Construcción social de la

muerte. Una mirada actual y Fernando Guzmán Mora en ¿Qué es la muerte? Artículos para pacientes. Bioética: “Es por esto que la muerte es mucho más que una cuestión médico científica y que por todas sus implicancias culturales particulares, debe ser entendida como una Construcción Social e Histórica”. Tanto su espera como su llegada, ha generado muy distintas actitudes, las cuales varían de acuerdo con los patrones culturales de los pueblos. Si bien es cierto que, desde la más remota antigüedad el hombre se ha sentido intrigado y atemorizado por la idea de morir; aún así, ha tenido que buscar una amplia variedad de respuestas y actitudes hacia ésta, las mismas que se han centrado principalmente en dos tipos de problemas: por un lado los referentes al deceso propio y, por otro, a las obligaciones o costumbres que la defunción de alguien impone a los demás.


Esta doble experiencia, lo ha obligado a practicar un sin fin de ceremonias y rituales mortuorios, en los cuales se reflejan sus creencias peculiares en torno a este hecho irreversible. Aunque, en muchos casos, las costumbres funerarias han sido particulares para cada pueblo, es una realidad que no hay sociedad humana que no someta sus difuntos a atenciones particulares; salvo en casos excepcionales, por ejemplo, cuando se dan múltiples decesos por guerras y desastres naturales. Por eso, las actitudes ante la muerte pueden ser tan variadas y diferentes como las distintas culturas. A pesar que, el ser humano, desde que tiene uso de razón, sabe que de esta nadie se escapa, difícilmente está preparado emocionalmente ya sea para afrontar su propia defunción o la de un familiar e incluso la razón de que la mayoría le tema es por considerarla tenebrosa y oscura. Aunque, compartir el dolor de un enfermo desahuciado es comprenderlo, al igual que es inevitable pensar en su sufrimiento mientras espera el desenlace; hay quienes afirman que el dolor es para quien sufre la pérdida de alguien, no para quien muere, y que, la desaparición física de un ser querido, (para muchos, aunque éste sea de otra especie, en el caso de las muy queridas mascotas) es una de las experiencias más dura, triste y dolorosa de la vida.


La misma, manifiestan los autores de Los Trabajadores del Cementerio: “…está en el centro de una de las manifestaciones más complejas de la sociedad: los ritos funerarios, reflejos de los hábitos y costumbres, de un pueblo, una época, un sector social; una forma de mostrar nuestras creencias, nuestra memoria y nuestros olvidos.” (Tuma, Lalanne y Rothkopf, 2005) Estudiar el tratamiento a los difuntos en cada cultura brinda una mejor comprensión de su visión de la muerte y de la propia naturaleza humana. De hecho, la historia de la muerte forma parte innegable de la historia social de las mentalidades y tal como afirma el español Anastasio Alemán en su tesis doctoral Actitudes Colectivas ante la Muerte en Murcia durante el Siglo XVIII : “…para llegar, o al menos intentarlo, al ideal (pues así es como ha de entenderse esta noción) de una historia social total que relacionara (no de manera ni mecánica ni lineal) los diversos planos estructurales, habrá que contribuir, previamente, a aclarar un aspecto de uno de esos planos: lo que los hombres piensan, sienten y sobre todo, hacen en torno al hecho universal, tanto en el tiempo

como en el espacio que supone la muerte”. (Alemán, 2001) El hombre prehistórico, por ejemplo, los enterraba en el piso del sitio donde vivía o los guardaba en cuevas, al abrigo de rocas e incluso los comía incorporándolos a su propia substancia y les rendía culto.


Esta actividad, conocida como endocaníbalismo, también fue parte de rituales religiosos de otros pueblos posteriores a la prehistoria, los cuales consumían el cuerpo del familiar fallecido, como expresión de fusión y reverencia, o por un anhelo de que su alma renaciera en el cuerpo del que lo engullera. Se cree que el hombre de Neardenthal, colocaba al difunto de tal manera que la cabeza descansara sobre una piedra, le colocaban flores y pintaba su cuerpo de color ocre, (mineral de hierro de

color rojo de un gran simbolismo ritual para los pueblos antiguos) con la esperanza que el calor del hogar lo reviviera. En la prehistoria, los monumentos megalíticos y los restos que en ellos aparecen, muestran la fe que tenían que la vida del hombre continuaba, de algún modo, después de la defunción. Esta contigüidad entre la vida y la muerte fue desapareciendo con el tiempo, ya que la idea misma de la muerte ha ido modificándose histórica y culturalmente, dando como resultado la construcción de “…diferentes percepciones, que modificaron a su vez los rituales funerarios, la

conducta y la actitud misma hacia los difuntos y sus recordatorios”(Tuma, Rothkopf, Lalanne, Ob. Cit) La actitud hacia la muerte tiene una fuerte impronta tabú “…expresión de una formidable creación cultural, una formación simbólica que surge en todas las sociedades, desde las conceptualizadas como más primitivas hasta las denominadas modernas… Así es que la antigüedad interponía entre ambos mundos un espacio de aguas separadoras y acostumbraba a enterrar sus muertos en las islas, trasladándolos a la otra orilla del río: de

ahí las expresiones de más allá y su correspondiente más acá” (Ob.Cit.)


Durante la época antigua, en Atenas, se ponía en la boca del cadáver una moneda para pagar la entrada de su alma al cruzar el río Estigio en su camino a Hades, región de los muertos y se dejaban ofrendas de leche miel, olivas y flores para su alma. En Esparta, Licurgo ordenó se les enterrara dentro de la ciudad, y que los funerales fueran públicos para que la gente se acostumbrara al espectáculo de la muerte y le perdiera completamente el miedo. La mayor desgracia que podría sobrevenirle a un griego era que no se le diera sepultura porque creían que su espíritu tendría que vagar entonces sin descanso para siempre. En cambio, se dejaba sin sepultar a criminales y traidores, a quienes se les había aplicado la pena de muerte.

En el continente europeo, la Edad Media fue una época recargada de gran religiosidad, lo que afectó todos los aspectos de la vida individual y social. Por otra parte, las guerras, las enfermedades, las pestes, los asesinatos, recordaban permanentemente, al hombre medieval que la muerte era inevitable. Sobre esa época, nos dice George Duby: “…nadie duda de que los muertos estén vivos. No se sabe muy bien dónde, pero viven. Su presencia se advierte en numerosas señales, y se daban mañas para procurárselas. Porque al otro lado de la barrera invisible que han traspasado, la mayoría sufre en su misteriosa morada donde el paso del tiempo tiene el mismo ritmo que aquí abajo. Están como se dice, en pena, lo que los vuelve ariscos, vengativos, malos. Los muertos asustan… se les teme hasta que se les entierra”. (Duby, 1996)


En la Edad Media el tema de la muerte, fue muy recurrente, sobre todo en los dos últimos siglos por las consabidas epidemias, guerras (la de los 100 años), hambrunas, que ocasionaban que la vida fuese muy corta. En la literatura también está presente en obras como las Coplas de Jorge Manrique y La Celestina. Como la gente vivía poco tiempo la muerte era una obsesión, pero también una triste realidad. Por eso, la cultura de la muerte, se encontraba ampliamente extendida en el Medievo y muy continuada en la Edad Moderna. La Europa renacentista muestra un cambio de mentalidad y por consiguiente, un cambio de actitud ante la muerte; ahora el hombre se siente más independiente de la religión; piensa primero en sí mismo y después en Dios; por tanto, al morir, “… el hombre desea ser recordado como un individuo ejemplar, como fue físicamente en la mejor etapa de su vida y que recuerden sus obras, sus hazañas” (Ulloa, 1994).  Hasta fecha muy reciente la muerte ha sido algo cotidiano y demasiado presente en la vida de las sociedades, aún lo es en muchas partes del mundo. La

gente tanto en la Edad Media como en la Moderna, muy consciente de ella, era temerosa por naturaleza y trataba de exorcizarla de maneras diferentes, a través de las promesas de la religión, por ejemplo.  Al llegar a este punto del trabajo, es necesario preguntar: sobre nuestro tema: ¿Qué más han dicho, reflexionado o escrito los “historiadores de la muerte”?


Como hemos podido advertir, las actitudes ante la muerte, se hallan entre los temas más importantes con que se enfrentó la historia de las mentalidades, por consiguiente, ha sido profusamente tratado por una pluralidad de profesionales. Es más, se afirma que cuando esta forma de hacer historia entró en crisis, este tema fue el único que conservó, según algunos, a causa de que al resto de los historiadores no les agradaría

ser denominados como historiadores de la muerte, porque además de que no se oiría bien, la consideraban una tarea no muy grata. El por qué la muerte ocupa un lugar especial en la Historia de las Mentalidades se debe a que da acceso al historiador a las actitudes inconscientes donde las características de la mentalidad se manifiestan en actos, más que en declaraciones. Al abordarla, se accede a la vez a la historia de las actitudes de la vida, de la estructura familiar y de todo aquello que conforma la

aventura de la vida humana. Antes que todo, es importante indicar que se atribuye al historiador Philippe Ariés, ser “…el primero en aventurarse, como un explorador, por sectores de la historia moderna aparentemente impenetrables, abriendo caminos y urgiendo a otros pioneros a adentrarse por ellos a fin de comprender mejor lo que habían sido en Europa, durante los siglos XVII y XVIII, la infancia, la vida familiar y la muerte” (Duby, 2003)


Partiendo de la historia demográfica, investigó los fenómenos intermedios entre lo biológico y lo mental (familia, muerte) y sus consecuencias culturales (la educación, el tiempo histórico, la religión popular). Este historiador nombró “muerte invertida” el afrontarla intentando ignorarla, ocultándola, nombrándola sólo en contadas ocasiones, aplazando hablar de ella hasta encontrar el momento propicio, con la absurda esperanza de nunca verla llegar y viviendo en la ilusión de su inexistencia o de que no tiene que ver con nosotros. En su recorrido por la historia de la muerte en Occidente -desde los enterramientos en las iglesias a la difusión de los cementerios, desde los ritos macabros arcaicos a la medicalización moderna-, Philippe Aries va poniendo en evidencia que no hay una lógica del morir: la resignación medieval, la desesperación contemporánea, las diferentes formas de tratar a los cadáveres demuestran que la muerte, aunque nos llega a todos, no es universal. En cada época se muere de manera diferente. Cada sociedad tiene la muerte en la que cree. Nuestra época, que ha hecho de la glorificación del cuerpo, de la salud y de los jóvenes su centro de sentido, detesta por eso mismo la muerte. Más que temerle le parece

injusta, obscena. Según Ariés, ahora la muerte viene a interrumpir el único sentido fuerte que tiene la vida moderna: la duración. Michelle Vovelle, uno de los historiadores de esta prolífica escuela que es la Historia de las Mentalidades, del mismo modo ha sido atraído por el tema de la muerte, la cual clasifica en tres niveles: la muerte física, la experiencia de la muerte y el discurso de la muerte. Para él, toda sociedad se mide hasta cierto punto por su sistema de muerte: rodeado de máscaras, tabúes, creaciones fantásticas y prácticas mágicas.


Igualmente, la muerte, sumada a los temores de la humanidad en los últimos mil años, es el tema desarrollado por el especialista en historia medieval, George Duby, en su ya citada obra, Año 1000 Año 2000. La Huella de Nuestros Miedos y en la cual, al decir del autor:

“También podemos ver con bastante claridad la evolución de las mentalidades”. (Duby, Ob.Cit.) En esta historia de la Edad Media, Duby compara esa época con la actual, y para él, a parte de la tecnología, el cambio más importante ha sido el referente al temor a la muerte; por cuanto, mientras el hombre medieval temía al juicio final, el castigo del más allá y los tormentos del infierno; el hombre actual, ante la pérdida del sentimiento religioso, ha convertido la muerte en una prueba terrible, en una caída en las tinieblas y en lo desconocido. Por otra parte, los historiadores españoles Jaume Aurell y Julia Pavón, en el libro ante la Muerte, Actitudes, Espacios y Formas en la España Medieval, mediante nueve colaboraciones analizan el fenómeno de la muerte desde una perspectiva histórica, arqueológica, antropológica, artística y espiritual, ofreciendo como resultado una vista panorámica de este fenómeno que con tanta fuerza arraigó en la mente del hombre de aquella época. Pero, antes realizan una primera visión sintética de la historiografía del siglo XX referente al estudio de la muerte en la Edad Media, desde los pioneros estudios de Johan Huizinga a los sugerentes estudios de los exponentes de la historia de las mentalidades francesa.


A MANERA DE CONCLUSIÓN


A MANERA DE CONCLUSIÓN

En síntesis, como la muerte es el destino final de todos los seres vivientes en este planeta, un proceso inevitable, desde la más remota antigüedad el hombre se ha sentido intrigado y atemorizado por la idea de morir; por consiguiente, siempre ha sido, es y será un tema

de especial relevancia en todas las culturas. Aunque nos aterrorice, no podemos evitarla, algún día hemos de morir, eso es ineludible. Siempre está latente como una sombra sobre las vidas de todos; pese a que: “Ahora vivimos más tiempo de lo que vivieron nuestros abuelos, estamos mejor alimentados, perdemos a menos recién nacidos, las vacunas nos protegen de epidemias otrora tan temidas, los hospitales dotados de alta tecnología salvan a pacientes necesitados de un nuevo riñón o de otro corazón, pero seguimos siendo mortales. Y aunque hayamos tenido tanto éxito en protegernos de las plagas que

diezmaron a generaciones anteriores, tampoco nos faltan nuestras propias plagas, desde el suicidio, el aborto, el divorcio y la adicción a las drogas, hasta el racismo, la pobreza, la violencia y el militarismo. Según ha dicho Juan Pablo II, vivimos en una cultura de la muerte.” (Arnold, Ob.Cit.)


Nadie conoce a ciencia cierta lo que le ocurre a una persona después de fallecer. De hecho, hay muchas cosas que no sabemos ni sabremos nunca, por eso los compositores han tenido diferentes inspiraciones sobre el tema, y una de las que traigo a colación es la del colombiano Darío Gómez, Nadie es eterno en el mundo:“Cuando ustedes me estén despidiendo con el último adiós de este mundo no me lloren que nadie es eterno

nadie vuelve del sueño profundo”. Son variadas las creencias acerca de lo que sucede después de la muerte, entre las que se incluyen considerar que, en cierta forma, somos seres inmortales, o que después de aquí pasamos al cielo, al infierno; a una mejor vida, especialmente aquellas personas que sufrieron dolores intensos e insoportables como consecuencia de una enfermedad. En cambio, otros creen fervientemente que, esta es la única vida, tal como canta Joe Veras, en la Bachata, Se vive una vez: “Porque se nace una vez Se vive una vez Se muere una vez Y nadie sabe cuándo es”. Si bien, aunque nos resulte difícil de entender, todos feneceremos. Sabemos que la muerte nos llegará, algún día. Ese final no se puede evitar ni cambiar y lo mejor que debemos hacer es aceptarlo.


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2013



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