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Por el Obispo
terminaba el verano, hacían un intento débil de regresar a ellas cuando llegaba el mes de septiembre. Teníamos la estructura de la escuela y de la Iglesia que nos recordaba una vez mas la importancia de vivir una vida sacramental, de regresar a participar en la Misa cada Domingo, y de cómo cada día debe ser marcado por la oración.
En mi vida como sacerdote y como obispo, no he visto que alguien que deja la práctica de la fe, aun por los dos meses del verano – y que ese alejamiento de la iglesia los haya hecho más felices. No he tenido nunca una conversación con alguien que deja su fe y dice, “soy mucho mas feliz ahora que antes cuando practicaba mi fe “fielmente.” Y la razón es que perdieron esa “conexión” entre ellos y el Señor y esto los deja con un sentimiento de vacío – algo que admiten si hablan con honestidad. He aprendido que nadie se ha sentido nunca más feliz cuando dejan al Señor – si no todo lo contrario: la garantía que tenemos es que, si alguien quiere encontrar la felicidad, siempre la encontrará si se compromete en actividades como ir a Misa, la Eucaristía, la Reconciliación, la oración daría, etc.
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Viendo hacia el pasado, no recuerdo ninguna vacación de verano “triste”, y estoy seguro de que estando conectado con mi vida de fe tuvo mucho que ver con eso. Mi oración para ustedes es que, en medio del verano busquen la felicidad que solo viene a su vida viviendo su vocación durante sus vacaciones. Estoy seguro de que eso es lo que el Señor quiere para ustedes, y le pido que ustedes también quieran tener esa unión con Él. Les deseo un feliz verano a todos.