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From the Bishop
By: Bishop Francis I. Malone
WE NOW ENTER into that time of year filled with Church and family traditions. By the time you are reading this article, Thanksgiving with all of its traditions, even those that were modified due to the pandemic, are behind us. Which leaves us having begun the season of Advent, anticipating the commemoration of the birthday of the Savior.
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Christmastime has always been my personal favorite time of year. Even from my childhood, no family celebration exhibited more joy than Christmas. I grew up with our family embracing the Christmas time in its fullness – not celebrating too early – and not removing the visible signs of Christmas until the Feast of the Epiphany and the end of the Christmas season. I can even recall the sadness I felt one December 26 when I was walking in our neighborhood and a family had already discarded their Christmas tree.
Most families I know have their own traditions. And while it may seem strange in our commercialized world today, there were no signs of Christmas in the Malone family until December 24th – absolutely nothing. The weeks preceding Christmas were filled with reminders that we were in the Advent time – a series of four Sundays in which we were reminded of the coming of Christ and preparing our hearts and souls for when He came. Once Advent arrived, our annual tradition was marked with cleaning the house, washing the windows, and making the house presentable for when Christmas arrived. There was “glee” in our house on the morning of the 24th of December, when (and only then) signs of Christmas appeared: our white Christmas tree and the lights and tinsel that decorated it, the string of lights stapled in the frames of our front windows, and the wreath on the front door welcoming visitors to our home. There was the “smells” of Christmas, especially the Christmas foods that we would enjoy on Christmas day. Special attention was given to the mantel over our fireplace where the crèche was reverently displayed – even with all the other decorations in the house, the little statues depicting the birth of the Savior had center stage. And when all was said and done, the sound of the vacuum cleaner finishing off the last details of cleaning and readying.
I remember that it was early to bed on the 24th – a night we did not complain about going to bed, and the nervous energy of anticipating Christmas morn. Magically, sometime between those early hours when we made our way to bed and the very early hours of Christmas morning, our house was filled with presents and toys and music and lights. And even though our artificial tree and our decorations were used and reused every year, the sight of them appearing on the 24th was as if we were seeing them for the first time – what joy!!!
Now, those are all the visible signs of the season that celebrate the beginning of our salvation, but it was the custom of making a good confession before Christmas arrived, and without question, attending Mass on Christmas day that made everything perfect.
As your bishop, and this being my first Christmas as a bishop, what I want for you and for your family is a “perfect” Christmas in the spiritual preparation we undertake to prepare to celebrate the birth of the Savior, as if we were celebrating it for the first time. As the days approach for His arrival once again, may your Christmas in this year of great troubles and concerns be filled with joy – and peace – and the awareness that Jesus is always with us, even and especially now.
ENTRAMOS YA EN una temporada del año llena de tradiciones en familia y en la Iglesia. Para cuando estén leyendo este artículo, el Día de Acción de Gracias y todas sus tradiciones, aun aquellas que se tuvieron que modificar por la pandemia, quedaron atrás. Lo que nos lleva al comienzo de la temporada de Adviento, en anticipación de la conmemoración del nacimiento del Salvador.
El tiempo de Navidad siempre ha sido para mí el del año. Desde mi niñez, ninguna otra celebración me daba más alegría que la Navidad. Crecí con mi familia celebrando el tiempo de Navidad al máximo – no celebrábamos anticipadamente – ni tampoco quitábamos las señales de la Navidad hasta la Fiesta de la Epifanía y el final de la Temporada Navideña. Todavía me puedo acordar de la tristeza que sentía el 26 de Diciembre cuando caminaba en nuestro vecindario y veía que algunas familias ya habían sacado a la basura sus árboles de Navidad.
La mayoría de las familias que conozco tienen sus propias tradiciones de Navidad. Y aunque parezca extraño en este mundo tan comercializado, no había señales de la Navidad en la casa de la familia Malone hasta el 24 de diciembre – absolutamente nada. Las semanas anteriores a la Navidad estaban llenas de señales que estábamos en la temporada de Adviento – una serie de cuatro Semanas en las que se nos recuerda de la venida de Cristo, y prepara nuestros corazones y nuestras almas para cuando Él llegue. Una vez que llegaba el Adviento, nuestra tradición anual era dedicarnos a limpiar bien la casa, lavar ventanas, poner la casa presentable para cuando llegara la Navidad. Pero llegaba la mañana del 24 de diciembre y había “regocijo” en nuestra casa, ya que ese día (y solamente hasta ese día) las señales de la Navidad comenzaban a aparecer: nuestro árbol de navidad blanco se adornaba con las luces y la escarcha… las guías de luces que colgaban grapadas a los cuadros de las ventanas del frente, la corona de adviento en la puerta de enfrente que daba la bienvenida a los invitados a nuestro hogar. Llegaban los “olores” de la Navidad, especialmente las comidas que disfrutaríamos el día de la Navidad. Se le daba atención especial al mantel que estaba sobre la chimenea donde el nacimiento se mostraba reverentemente – combinando con todas las otras decoraciones en la casa, las pequeñas imágenes representaban el nacimiento del Salvador eran centro de todo. Y cuando se terminaba de decorar todo, llegaba el sonido de la aspiradora que recogía los últimos detalles de limpieza para ahora si estar bien y preparados.
Recuerdo que nos íbamos temprano a dormir el 24 – por cierto esa noche no nos quejábamos de ir temprano a dormir con la energía y los nervios en anticipación por la mañana de la Navidad. Como magia, entre las horas de la noche y las de la madrugada de la Navidad, nuestra casa se llenaba con regalos, juguetes, música y luces. Y aunque nuestro árbol y las decoraciones se usaban año tras año – el ver todo aparecer el día 24 era como si los viéramos una vez más por primera vez – ¡que gozo!
Estas, son todas las señales visibles de la temporada en que celebramos el comienzo de nuestra salvación, pero era la buena costumbre también de hacer una buena confesión antes que llegara la Navidad, y sin hacer preguntas, íbamos todos a Misa el día de Navidad, lo que hacía que todo lo demás fuera perfecto.
Como su obispo, y siendo esta mi primera Navidad como obispo, lo que deseo para ustedes y sus familias es una Navidad “perfecta” en la preparación espiritual que toma prepararse para celebrar el Nacimiento del Salvador, como si la estuviéramos celebrando por primera vez. Al acercarse los días para Su llegada una vez más – que su Navidad este año en el que hemos tenido tantos problemas y preocupaciones, sea llana de gozo – y paz – y haciendo conciencia de que Jesús esta siempre con nosotros – aun y con mayor razón ahora.