Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: mรกs y mejor periodismo
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
RESUMEN EJECUTIVO
Con el interés de fomentar relaciones armoniosas entre la República Dominicana y Haití y consciente del importante papel que juegan los medios de comunicación en la creación de opinión pública, favorable o desfavorable, la Cátedra Unesco de Comunicación, Democracia y Gobernabilidad, con sede en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), puso en marcha en julio de 2011, con el apoyo de la Unión Europea, el proyecto Nuevas Miradas para la realidad dominico haitiana: más y mejor periodismo. Uno de sus componentes fue la campaña Voces contra el prejuicio, que tuvo como escenario las redes sociales Facebook y Twitter, mediante la cual se procuró llevar al debate público los prejuicios que afectan a diversas minorías. Nuevas miradas para la realidad dominico haitiana: más y mejor periodismo
brindó
financiamiento
para
realizar
reportajes
de
investigación y asesoría profesional a treinta y tres periodistas, trece haitianos y veinte dominicanos, trabajando en medios escritos, radiales, digitales
y
televisuales,
quienes
participaron
en
tres
talleres
simultáneos con el objetivo de intercambiar experiencias y compartir percepciones sobre la realidad dominico-haitiana. Los talleres para periodistas, de tres días de duración, se celebraron en Barahona y se discutieron temas relacionados con frontera e interculturalidad. Los
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participantes visitaron las comunidades fronterizas de Fond Parisien, en Haití, y Jimaní, en la República Dominicana. Al final, los periodistas pudieron esbozar el tema de sus respectivos reportajes. Los días 19 y 20 de septiembre tuvo lugar el taller Voces contra el prejuicio. Abogacía, comunicación y tecnologías para acercar pueblos, dirigido a organizaciones no gubernamentales que trabajan con migrantes haitianos o con los dominicanos de ascendencia haitiana. El objetivo fue dotarlas de las herramientas para un mejor manejo estratégico de la comunicación en beneficio del trabajo que realizan. Posteriormente, los días 30 de noviembre y 1 de diciembre se celebró en Santo
Domingo
el
Congreso
Binacional
de
Estudiantes
de
Comunicación Social, en el que participaron 38 estudiantes de las universidades dominicanas que imparten la carrera y 12 de la Universidad Estatal de Haití, para discutir sus inquietudes respecto al tema dominico-haitiano y propiciar el acercamiento cultural que les permitiera una nueva mirada mutua. Para ampliar la discusión sobre los prejuicios, y no solo el antihaitiano, el proyecto lanzó la campaña Voces contra el prejuicio, de de 24 días de duración, a través de las redes sociales Facebook y Twitter, convocando en este último a personalidades de la comunicación a participar a con mensajes con el hashtag #Vocescontraelprejuicio. Según un análisis de la totalidad de mensajes emitidos y reproducidos, 465 en total, la campaña llegó en Twitter a cerca de nueve millones de usuarios. En
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Facebook, los mensajes a favor de la tolerancia recibieron 9,134 “me gusta”, 765 comentarios, y 1,432 reproducciones. Como parte de la campaña se celebraron tres videoconferencias con periodistas y especialistas de la Psicología y el Derecho Constitucional para analizar el
papel
de
los
medios
en
la
construcción,
mantenimiento
y
reforzamiento de los prejuicios sociales, así como los prejuicios sociales más
recurrentes
(género,
raza,
orientación
sexual,
posición
socioeconómica). Finalmente, se elaboró un video con el nombre de la campaña, Voces contra el prejuicio, exhortando a unir voluntades contra la intolerancia religiosa, el racismo y los estereotipos. La producción es accesible en la página web de la Cátedra Unesco de Comunicación a través del enlace http://catunescopucmm.org. Otro componente del proyecto fueron tres ediciones especiales de la revista académica Cuadernos de Comunicación de la PUCMM, con artículos sobre la problemática alrededor de la cual giraron los contenidos del proyecto, las que se editaron en español y creole.
PALABRAS
CLAVE:
interculturalidad,
Prejuicio,
periodismo,
racismo,
discurso,
xenofobia, democracia, derechos humanos.
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antihaitianismo,
discriminación,
etnia,
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Somos siempre forasteros para nosotros mismos, almas recién llegadas e innovadoras que pueden cambiar de rumbo: como las de los demás. Por eso nuestro lema no ha de ser simplemente “nada de lo humano me resulta ajeno”, sino también “nada de lo ajeno puedo dejar de reconocerlo como humano”. Fernando Savater
El tema de los prejuicios sociales es complejo. Se resiste a la interpretación unívoca, como atestigua la inabarcable literatura que lo aborda. Vinculados al pensamiento y al comportamiento cotidianos tienen, según numerosos autores, una función instrumental, la de proteger de lo desconocido. Parten de la ultrageneralización, y así lo hace notar Heller (1972). El pensamiento cotidiano crea estereotipos, analogías y esquemas con los cuales el individuo funciona en la sociedad, que son potenciados por su entorno. Heller también afirma que en la vida cotidiana la verdad y el acierto son idénticos: “Lo que se muestra acertado, útil, lo que ofrece al hombre una base de orientación y de acción en el mundo, lo que conduce al éxito es también ‘verdadero’” (pág. 74). Si un prejuicio es funcional (v. gr., los discriminatorios de la mujer), se asumirá como verdad más allá de toda prueba contraria. De ahí deriva la dificultad de desterrar los prejuicios de las relaciones
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sociales e intergrupales: el discriminante encontrará siempre una categoría en la cual ubicar al discriminado. Lo que “sabe” sobre el otro escapa a la razón y, por tanto, plantea la filósofa húngara, protege del conflicto. En no pocas ocasiones, sus “beneficios” para el individuo van más allá: los prejuicios reparan carencias existenciales: “[…] nuestra vida, que no pudo alcanzar su objeto en su verdadera actividad específica, consigue entonces pleno ‘sentido’ en el prejuicio” (pág. 77). Desde el punto de vista ético, sin embargo, el prejuicio es “moralmente malo” y sus consecuencias afectan no solo a la víctima que lo recibe, sino también al victimario que lo produce porque cercena su autonomía al limitar su libertad de elección frente al otro. Allport (1968), cuyo libro La naturaleza del prejuicio es de obligada referencia, apela, si bien no la considera del todo clara, a la definición tomista del prejuicio según la cual este consiste en “pensar mal de otras personas sin motivo suficiente”. A seguidas explica que la frase pensar mal de otras personas incluye “sentimientos de desprecio o desagrado, de miedo y aversión, así como varias formas de conducta hostil…” (pág. 21). La segunda parte, sin motivo suficiente, remite a un juicio inmotivado porque no se fundamenta en hechos.
En su artículo La
heterofobia como enfermedad moral, Fernando Savater (1993) define esta como el “sentimiento de temor y odio ante los otros, los distintos, los extraños, los forasteros, los que irrumpen desde el exterior en nuestro círculo de identificación”. La xenofobia y su “fase terminal”, el racismo, son dos exacerbados componentes de la heterofobia; la primera 6
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alimentada de prejuicios históricos, nacionalistas y culturales, y el segundo apoyado en supuestos “antropológicos” que establecen una pretendida superioridad de un grupo étnico sobre otro. En su ensayo El prejuicio racial como actitud negativa, Francisco Morales (1996) cita a Oskamp, para quien el prejuicio es “una actitud desfavorable, intolerante, injusta o irracional hacia otro grupo de personas”. Heller y Savater parten de la filosofía para estudiar el prejuicio, Allport y Morales, de la psicología social. Ambos enfoques coinciden, sin embargo, en la irracionalidad de la conducta prejuiciada, que puede ser personal o social, porque carece de fundamento práctico que la valide. Desde cualquiera de estos dos enfoques, reservados por demás a especialistas, la dominicana es una sociedad prejuiciada (heterofóbica, en la concepción de Savater). Los prejuicios que la atraviesan afectan casi la totalidad de las relaciones sociales y se expresan de manera articulada en la narrativa cotidiana, pero también institucional. Bajo la apariencia amable de una parte mayoritaria de la población, bulle el sedicioso volcán de los prejuicios contra los diferentes. En política no hay adversarios, sino enemigos. El haitiano, nuestra imagen especular, nos envenena de selectiva xenofobia. El pobre es por definición un delincuente que merece la ejecución extrajudicial. El homosexual, un pervertido. La mujer que se apropia de su sexualidad, una puta. El que se tatúa, un drogadicto. Toda conducta considerada “impropia” reserva
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a quien la sostiene una categoría que lo estigmatiza y excluye, volviendo poroso el tejido social, socavando todo intento de cohesión y propiciando en los hechos la denegación de derechos a la persona excluida. Y aun cuando la Constitución y las leyes proclaman la igualdad de las personas, la práctica institucional refuerza las discriminaciones sociales mediante el ejercicio de una autoridad consagrada. Verbigracia, el despojo de la identidad de los dominicanos descendientes de haitianos mediante una resolución de la Junta Central Electoral. Pero los prejuicios –y particularmente sus expresiones xenófobas y racistas— no se presentan siempre a cara descubierta, sino que se enmascaran en discursos ambiguos. Cuando se trata del racismo, la constatación de estos enmascaramientos ha llevado a los estudiosos del fenómeno a clasificarlo en moderno (se separa teóricamente del racismo tradicional pero sigue albergando sentimientos negativos frente a determinados grupos, v. gr. los negros), simbólico (que se nutre de prácticas institucionales y de la reivindicación de valores) y aversivo (que combina una actitud negativa frente a determinados grupos étnicos con la reivindicación de valores igualitarios y de justicia) (Morales, pág. 19). Las clasificaciones no se agotan en estas tres; a ellas se suman, el racismo diferencialista, neorracismo blando, racismo ambivalente, racismo latente y racismo sutil, cuyo tratamiento se dispersa en la reflexión de las ciencias sociales.
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El objetivo de este informe no es, en modo alguno, desarrollar teóricamente el tema del prejuicio. Lo dicho hasta aquí persigue, simplemente, dar unas pinceladas que permitan entender hasta dónde el prejuicio, o los prejuicios, configuran la conducta personal y colectiva en menoscabo del desarrollo ético, cultural
y humanístico de la
sociedad dominicana y obstaculiza el despliegue de las potencialidades democráticas al excluir del disfrute de derechos, en diversos ámbitos y por diversos motivos, a una parte importante de la población. Un tema socialmente sensitivo El interés académico y de las organizaciones sociales por la expresión social del prejuicio, y en particular por el racismo y la xenofobia, se vincula con la inquietud por los daños, ya señalados, que este inflige a la convivencia democrática y a la cohesión social. La sociedad moderna se caracteriza por un cada vez más firme reclamo de derechos y por la consagración de estos en leyes nacionales y en convenciones internacionales de muy diversa índole tendentes a garantizar su ejercicio igualitario. Como ejemplo podemos citar el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Pacto Internacional
de
Derechos
Internacional
sobre
la
Civiles
Eliminación
y de
Políticos, todas
la las
Convención Formas
de
Discriminación Racial, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención sobre los Derechos del Niño. Cada uno de ellos, con alcance extraterritorial,
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procura preservar la garantía del ejercicio y disfrute de los derechos de la persona humana con independencia de su origen, etnia, religión, sexo, condición social, nacionalidad, prácticas culturales, preferencia sexual, etc. Paradójicamente, y esto lo señala Savater, son precisamente las sociedades de mayor desarrollo democrático donde los prejuicios contra los “diferentes” cobran dimensiones que contrastan con este desarrollo. El filósofo español lo explica de este modo: […] porque son las únicas que se atreven a conceder el estatuto de la igualdad a los diferentes; segundo, porque son las únicas en las que la heterofobia es repudiada como un escándalo o perseguida como un delito en lugar de ser tenida como una expresión elemental y casi forzosa de salud comunitaria. Problema teórico desde los últimos decenios del pasado siglo XX, la multiculturalidad, como expresión de libre coexistencia de concreciones distintas de la creación cultural humana, ha encontrado su par complementario en la interculturalidad; es decir, en la relación dinámica mediante la cual las culturas se retroalimentan, influyen y “contaminan” unas a las otras. Pero esto que ha ocupado y sigue ocupando desde el plano de la abstracción a científicos y grupos sociales, es la historia misma de la humanidad: desde siempre, impulsadas por la necesidad o la curiosidad, las personas han abandonado sus lugares de origen llevándose consigo tanto su
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capacidad adaptativa como su manera de ser, su cultura. Vale decir, su capacidad de ser influido y de influir. Sin embargo, y al influjo de las grandes oleadas migratorias de los países pobres a los ricos, incrementadas de manera notable en los últimos treinta años, se ha producido el resurgimiento en las poblaciones receptoras de conductas, extendidas en ocasiones, que desdicen la realidad del mestizaje cultural que se pondera en el discurso social. La xenofobia y el racismo penden sobre la integridad ya no solo moral de los recibidos, sino sobre su propia vida. Este fenómeno no es privativo de las sociedades ricas, que ven “amenazadas” sus conquistas por los masivos flujos migratorios provenientes de países, generalmente fronterizos y en ocasiones paupérrimos, como es el caso de la República Dominicana respecto a Haití. En aparente menor medida que en otras realidades, los prejuicios que se manifiestan en la sociedad dominicana reproducen iguales o parecidas consecuencias para la persona afectada que en los países donde las derechas extremas –para citar un grupo xenófobo y racista activo donde los haya— han recuperado el discurso de la intimidación social azuzando el peligro del “otro”: exclusión social, discriminación, bloqueo de la inserción, privación de derechos. Empero, las prácticas que en el país pueden ser catalogadas, y lo son con frecuencia, de xenófobas y racistas tienen una mayor complejidad que en las sociedades donde las diferencias sociales, culturales y
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étnicas, como evidencia factual, admiten pocas discusiones. En la República Dominicana, y en el caso específico del inmigrante haitiano, único extranjero en ser colectivamente rechazado, estas diferencias se diluyen en la propia realidad de quien las defiende: la composición étnica dominicana es 73% de mestizos, 16% de blancos y 11% de negros. Es decir, 84% de los dominicanos y dominicanas son negros o los tienen “detrás de la oreja”. Por otra parte, la población dominicana con mayor contacto espacial con los inmigrantes haitianos se encuentra en las zonas más deprimidas económicamente: provincias fronterizas y zonas cañeras y, en la zona urbana, los barrios, igualándose a los primeros en pobreza. Pese a la relevancia del tema, se conocen pocas investigaciones apoyadas en trabajo de campo y en una metodología que privilegie la ciencia sobre la ideología, que puedan arrojar luz sobre la conducta prejuiciosa dominicana frente al haitiano, pero también contra el propio negro dominicano. Casi la totalidad de la literatura consultada sobre el prejuicio antihaitiano parte de abstractos teóricos pincelados con deducciones fruto de la observación empírica. Así lo hace notar el antropólogo dominicano Carlos Hernández Soto (2005) en su ensayo Relación entre prejuicio étnico antihaitiano e interacción social en la República Dominicana1, al destacar las numerosas investigaciones
1 HERNÁNDEZ SOTO, Carlos. Relación entre prejuicio étnico antihaitiano e interacción social en la República Dominicana. Revista del CESLA [en línea] 2005, (Sin mes) : [fecha de consulta: 11 de marzo de 2013] Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=243320976014> ISSN 1641-4713
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históricas sobre el racismo en sociedad dominicana y las escasas basadas en un trabajo de campo. De unas y otras dice que o bien han partido de la hipótesis de que existe un alto grado de prejuicio racial antihaitiano, o bien han establecido un alto grado de prejuicio; pero ninguna ha medido adecuadamente el grado de dicho prejuicio ni ha establecido la distancia étnica entre dominicanos y haitianos en función de la interacción entre ambas poblaciones. A la luz de lo dicho por Hernández Soto resulta comprensible la relativa inconsistencia de los enfoques del problema que se expresan todavía hoy tanto en el ámbito académico como en los sectores sociales que luchan por erradicar los prejuicios, y la ausencia de estrategias eficaces para enfrentar el racismo –antihaitiano y antinegro— en tanto que hecho político-ideológico concreto como sus consecuencias en el sistema político.
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UN PROYECTO PARA (RE)CONOCER AL OTRO Partiendo de la premisa de que el prejuicio conspira contra la construcción democrática y consciente de la influencia en el imaginario social de los medios de comunicación, la Cátedra Unesco de Comunicación, Democracia y Gobernabilidad, con sede en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), puso en marcha en julio de 2011, con fondos de la Unión Europea, el proyecto Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo que se trazó el objetivo marco de contribuir “a la promoción de los derechos básicos y mejorar las condiciones de vida de los inmigrantes haitianos en la República Dominicana y aportar a la integración de esas comunidades en la sociedad dominicana, con el fin de reforzar la estabilidad y la cohesión social”. Uno de sus componentes fue la campaña Voces contra el prejuicio, cuyo escenario fueron las “redes sociales, espacios web y medios de comunicación y otras vías aliadas”, la cual convocó durante casi un mes a debatir y a aportar ideas para
“desmontar los múltiples
prejuicios (especialmente contra los migrantes, pero también hacia las ‘minorías’) en República Dominicana”.
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El proyecto convocó la participación de treinta y tres periodistas, trece haitianos y veinte dominicanos, trabajando en medios escritos, digitales, radiales y televisuales, a quienes se les facilitó financiamiento para la realización de los trabajos de investigación y la asesoría metodológica de especialistas en comunicación, que fungieron como orientadores y supervisores de los contenidos. Durante el proceso se celebraron tres talleres simultáneos, con el objetivo de discutir sobre las relaciones domínico-haitianas, intercambiar puntos de vista y afinar la metodología de los trabajos asumidos por cada uno de los participantes. Los talleres se celebraron los días del 19 al 22 de julio en la ciudad de Barahona para discutir sobre migración, frontera e interculturalidad. Como parte de la dinámica, los participantes visitaron las comunidades fronterizas de Fond Parisien, en Haití, y Jimaní, en la República Dominicana. La actividad incluyó el entrenamiento de los periodistas en técnicas de investigación, manejo de fuente, ética y responsabilidad, creatividad
narrativa
y
uso
adecuado
del
lenguaje
en
medios radiofónicos, digitales, televisivos y de prensa escrita. Javier Valdivia (República Dominicana) y Galia García (México) fungieron como facilitadores del taller
de prensa escrita y medios digitales. La
formación para los periodistas televisivos estuvo a cargo Hena Cuevas (Panamá) y Amelia Deschamps (República Dominicana), mientras que las facilitadoras del taller de radio fueron las comunicadoras Gabriela Warkentin (México) y Solange de la Cruz Matos (República Dominicana).
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En la sesión plenaria final, cada participante esbozó la investigación periodística de que se haría cargo, destacando entre los temas elegidos la
influencia
intercultural
de
la
migración,
desequilibrio
en
la
circulación de la riqueza en la zona fronteriza, esfuerzos institucionales por la preservación del medio ambiente, tráfico transfronterizo de personas, explotación infantil y situación laboral del inmigrante haitiano en la República Dominicana.! A través de un foro digital creado por el proyecto Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo, los seis facilitadores del taller se encargaron de dar seguimiento virtual a cada una de estas propuestas de investigación. Posteriormente, la campaña Voces contra el prejuicio procuró afianzar en un ámbito de mayor alcance las propuestas fundamentales del proyecto; a saber, la necesidad de desmontar los prejuicios sociales que afectan a las minorías sexuales, religiosas, culturales y étnicas. Teniendo como plataforma las redes sociales (Facebook y Twitter), la campaña procuró provocar la exposición de opiniones que pudieran ser comentadas y votadas por otros usuarios, fomentando al mismo tiempo la participación mediante la distribución de contenido. Como parte de la campaña se celebraron tres videoconferencias durante la cuales se analizó el papel de los medios de comunicación en la construcción, mantenimiento y reforzamiento de los prejuicios sociales y los prejuicios sociales más recurrentes (género, raza, orientación sexual, posición socioeconómica). Finalmente, se elaboró un video con el nombre de la campaña, Voces contra el prejuicio, exhortando a unir voluntades contra 16
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la intolerancia religiosa, el racismo y los estereotipos. La producción es accesible en la página web de la Cátedra Unesco de Comunicación a través del enlace http://catunescopucmm.org. Los días 19 y 20 de septiembre el proyecto realizó un encuentro taller denominado tecnologías
Voces contra el prejuicio. Abogacía, comunicación y para
acercar
pueblos,
dirigido
a
organizaciones
no
gubernamentales que trabajan con migrantes haitianos y de defensa de los derechos de los dominicanos de ascendencia haitiana, con cuyos representantes los periodistas Panky Corcino, Edith Febles y la especialista en relaciones públicas Maribel Hernández discutieron sobre la optimización de las relaciones con los medios de comunicación. Además, durante un mes se proveyó a estas organizaciones los insumos teóricos para la formulación de un plan de comunicación institucional. Conducido por el profesor mexicano Juan Carlos Lavín y la profesora cubano-dominicana Mirta Rodríguez Calderón, en el taller participaron el Movimiento de Mujeres Dominico-Haitianas (MUDHA), el Movimiento Sociocultural para los Trabajadores Haitianos (MOSCTHA), la Red Fronteriza Jano Siksé, el Servicio Jesuita de Migrantes en Jimaní, Solidaridad Fronteriza, el Centro Bonó, la Asociación Scalabriniana al Servicio de la Movilidad Humana, la entidad Reconoci.do, la Mesa de Políticas Migratorias, la Unión de Juventud Ecuménica Dominicana (UJEDO), el Centro de Formación y Acción Social y Agraria (CEFASA), la
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Coalición de Organizaciones de Migrantes, Oné Respé y el Instituto de Acción Comunitaria (IDAC). Posteriormente, los días 30 de noviembre y 1 de diciembre tuvo lugar en Santo
Domingo
el
Congreso
Binacional
de
Estudiantes
de
Comunicación Social, en el que participaron 38 estudiantes de las universidades dominicanas que imparten la carrera y 12 de la Universidad Estatal de Haití, como medio de propiciar un acercamiento cultural que fomente una percepción mutua positiva. El tema de los prejuicios surgió de manera espontánea y recurrente. Fue preocupación manifiesta de los estudiantes de ambos países contar con las herramientas que faciliten fortalecer las relaciones y contribuir con un cambio en las relaciones binacionales que propenda a una mirada mutua más integral. Como parte de las actividades del congreso, los participantes prepararon un blog, un anuncio publicitario, reportajes, reportes y revistas que sirvieron de insumo a las discusiones sobre los temas centrales y pusieron en tensión las capacidades creativas del grupo. Los periodistas Gotson Pierre, haitiano, e Itania María, dominicana, iniciaron la agenda del congreso con sendas ponencias sobre el papel clave del periodismo en la construcción de la democracia y en la calidad de las relaciones binacionales. Durante el segundo día del evento, la profesora
Jane
Regan
impartió
un
taller
sobre
periodismo
de
investigación, que puso sobre el tapete los intereses comunes de los
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estudiantes dominicanos y haitianos. La periodista Nuria Piera, interviniente en el congreso, compartió con los estudiantes su experiencia en el periodismo de investigación y ofreció pistas y recomendaciones, entre ellas la curiosidad, el afán cuestionador y la rigurosidad. Finalmente, Anabella Giracca, directora de la Cátedra UNESCO de Comunicación para el Fortalecimiento de la Diversidad Cultural, con sede en la Universidad Rafael Landívar, Guatemala, planteó la importancia de que las universidades prioricen los valores humanistas frente a la formación estrictamente académica para garantizar la criticidad y calidad propositiva de sus egresados. Abogó asimismo por el respeto de los medios a la interculturalidad y las diferencias, porque descontinúen la promoción del individualismo en detrimento de la construcción social y porque cada hecho informativo sea contextualizado de forma apropiada. Exhortó finalmente a los estudiantes a ser “grandes historiadores” de sus pueblos para que puedan tener un pensamiento crítico. Como colofón, la Cátedra UNESCO publicó tres ediciones especiales de la revista académica Cuadernos de Comunicación de la PUCMM, con artículos sobre la problemática alrededor de la cual giraron los contenidos del proyecto.
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NUEVAS MIRADAS SOBRE UN VIEJO PROBLEMA: EL RACISMO ANTIHAITIANO
Pese a su naturaleza neurálgica, las investigaciones de campo que midan el racismo dominicano están notoriamente ausentes de la bibliografía dominicana (Hernández Soto, 2005)2. Esto no obvia que en el mundo académico otros estudiosos, además de los citados por el autor, y más recientemente a partir de la visibilización social y política del “problema” haitiano, sustenten la tesis de que el racismo antihaitiano forma parte de la cultura dominicana. Hernández Soto realizó su estudio en La Colonia, Cambita Garabitos, en San Cristóbal, y con un universo de 163 personas dominicanas, la investigación arroja resultados que tienden, grosso modo, a reforzar la hipótesis del racismo, si bien el especialista utiliza el concepto de “prejuicio étnico” y no de racismo. Las conclusiones a las que arriba develan las categorizaciones que el dominicano hace del haitiano: revoltoso, mal educado, mal vecino, de malas costumbres, practicante del mal y poco confiable. La única característica positiva que le atribuye
2 Cita entre los análisis históricos del racismo los realizados por Lil Despradel (1974); Hugo Tolentino Dipp (1974); Walter Cordero (1975); Agapito Bautista Betances (1985); Carole Charles (1992); Tomás Báez Díaz (1998); Ernesto Sagás, (1998); Bernardo Vega (1993). Entre los trabajos de investigación de campo menciona algunos realizados en comunidades específicas, como el de Lourdes Hernández y Antonio Rodríguez (1991) en Jimaní; la organización One Respe (1995), en Santiago; Ninfa Patiño Sánchez (1988) en Santo Domingo, Barahona y localidades fronterizas; David Howard (1999) en Santo Domingo y Cotuí.
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es la de no rehuir el trabajo. Pero además, el grupo investigado por Hernández Soto establece diferencias netas entre un negro haitiano y un negro dominicano, indicando el 66.90% que el haitiano puede ser reconocido a simple vista. El 42% piensa que los rasgos físicos de los haitianos
son
desagradables
e
igual
proporción
que
son
poco
agradables. Para el 89% el olor corporal del haitiano es desagradable. Un 66.30% considera igualmente desagradable la manera de hablar de los haitianos, que para siete de cada diez entrevistados constituye una “jerga que solo ellos entienden”. Aunque hay un desconocimiento mayoritario respecto a la religión practicada por los haitianos, el 50.90% está convencido de que esta sirve al mal.
Hernández Soto
destaca que el 94.50% de los residentes en La Colonia al momento de la investigación nunca habían estado en Haití, que el 96,30% afirmó que no le gustaría vivir en ese país y que el 85.90% tenían la percepción de que el haitiano es un pueblo infeliz. De ahí que el autor afirme Con esta carga experiencial y estimativa a cuestas, los residentes dominicanos en La Colonia tienen, en general, una baja estima de los haitianos. Sólo en un punto los perciben positivamente: en su mayor parte (154, 94.50%) consideran que son trabajadores. Muy pocos dominicanos (8, 4.90%) perciben a los haitianos como haraganes. Con objetivos y metodología distintos a los del antropólogo dominicano, el también antropólogo estadounidense Gerald F. Murray realizó en
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2010 una investigación cualitativa en la frontera con el tema Percepciones y sentimientos étnicos y raciales dominico-haitianos: adaptaciones mutuas, ansiedades mutuas en las que identifica en la población dominicana prejuicios similares a los referidos por el primero. A saber: el haitiano como hechicero peligroso por su condición de practicante del vudú, desinterés en el aprendizaje del creole, si bien Murray no documenta que sea considerado un idioma “bárbaro”; falta de higiene personal; mañosería, etc. Coinciden con los residentes en La Colonia en concederle que es trabajador. Murray incorpora experiencias históricas –como la ocupación de 22 años en 1822 y que los dominicanos se independizaran de Haití, y no de España, como el resto del continente— que hacen que la preocupación de los dominicanos frente a los haitianos sea más marcada que a la inversa; estas experiencias, que moldean el imaginario colectivo, son reforzadas por el discurso ideológico de los libros de texto dominicanos y por la masiva inmigración haitiana, cada vez más visible, catalogada incluso en el lenguaje coloquial como “invasión”, en clara asociación con la experiencia histórica de hace dos siglos atrás.3 En su libro Azúcar, árabes, cocolos y haitianos, el historiador Orlando Inoa (1999, p.156) se refiere al recelo de los fundadores de La Trinitaria frente a los negros, que se tradujo en la exclusión del proyecto independista, pese a las posiciones contrarias de Juan Pablo Duarte, de 3 Sin embargo, Murray no vincula este sentimiento con el racismo. Para él, incluso si los haitianos fueran “fenotípicamente indistinguibles”, la preocupación de los dominicanos fuera la misma. Para el investigador, el rechazo lo provocan otros factores, como los económicos, demográficos y étnicos.
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una parte importante de la población y que tuvo consecuencias en la inmediata posindependencia. Inoa cita varios decretos emitidos por el gobierno de la naciente República declarando “la guerra a muerte” a los haitianos, secuestrándoles sus bienes a los residentes en esta parte de la isla, mandando a recoger el papel moneda y llegando a prohibir toda comunicación con ellos. Empero, desvincula el sentimiento antihaitiano de la época del color de la piel, y lo atribuye al rechazo a la administración despótica del gobierno de ocupación. Una encuesta de opinión realizada en septiembre de 2012 por Newlink Research para Telenoticias revela la extensión del prejuicio antihaitiano y hasta dónde este prejuicio “legitima” la denegación de derechos. Al ser preguntados sobre la necesidad de proteger a los haitianos del maltrato y la discriminación, el 47 % respondió negativamente4. La discusión teórica sobre si lo que expresa el dominicano frente al haitiano es racismo o prejuicio étnico no está saldada y muy posiblemente está muy lejos de serlo. Sin embargo, a estas alturas resulta irrefutable que en el discurso social y en las prácticas institucionales, el antihaitianismo se traduce en una inferiorización del haitiano, al punto de negar a sus descendientes nacidos en la República Dominicana derechos como el de la nacionalidad y la identidad, que estuvieron consagrados constitucionalmente hasta 2010 mediante el jus soli.
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Reseñada en http://www.hoy.com.do/el-pais/2012/9/17/446776/print
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
En este contexto cobra sentido la ejecución del proyecto Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo, como espacio de reflexión sobre prácticas profesionales que puedan contribuir a un mejor entendimiento entre República Dominicana y Haití y, por ende, entre sus respectivas poblaciones.
La imagen especular Como viene dicho, el proyecto se propuso provocar un debate lo más amplio posible sobre el entramado de prejuicios que dificultan el acercamiento entre dominicanos y haitianos, que pueden presumirse mutuos aunque alojen en registros ideológicos, políticos y culturales diferentes, y el papel que juegan los medios de comunicación en su pervivencia, reproducción y reforzamiento. Empero, el análisis crítico debía ser integral para llegar a conclusiones razonables, motivo por el cual en la segunda videoconferencia celebrada por la campaña Voces contra el prejuicio, se incorporó el análisis crítico de los medios no solo como
espacios
de
producción
de
sentido,
sino
también
como
estructuras empresariales que condicionan el discurso periodístico. Pero antes de abordar la reflexión y conclusiones de esta actividad, es preciso analizar la visión de los periodistas participantes en el proyecto sobre el que sería tema central de sus investigaciones. Hubiera sido particularmente productivo poder analizar el discurso narrativo de los trabajos resultantes para determinar hasta dónde están contaminados por los prejuicios antihaitianos que atraviesan a la sociedad dominicana
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
o, por el contrario, hasta dónde fueron permeados por las discusiones que en torno al tema sostuvieron en el proceso de producción de sus respectivas crónicas y reportajes. Un trabajo de este tipo podría eventualmente servir de insumo al desarrollo de proyectos similares a este. Sin embargo, y aun si la inferencia es arbitraria, contenidos narrativos pueden vislumbrarse en las propuestas hechas por los periodistas en la reunión de seguimiento del proyecto celebrada el 26 de septiembre de 2012 con el objetivo de discutir y socializar sugerencias para desmontar los prejuicios que afectan las relaciones domínicohaitianas. Lo primero que salta a la vista es la calidad eminentemente moral de la mayoría de ellas: “porque son seres humanos que tienen derecho igual que los dominicanos”; “…de que son víctimas nuestros hermanos haitianos, pues también en otros países los dominicanos padecen los mismos maltratos”; “…refiriéndonos a los haitianos como personas que son”, “Llamar a la sensibilidad de la población con trabajos ilustrativos acerca de la problemática que implica para un haitiano crecer y sostener su familia en territorio dominicano”; “Podemos mostrar que dos pueblos que viven en un mismo territorio pueden trabajar en conjunto para lograr el bienestar de ambos pueblos”, etcétera. Hasta dónde la conciencia meramente moral del prejuicio antihaitiano puede constituirse en dínamo del cambio de cultura, es discutible. A la postre, podría resultar en “buena voluntad incompetente” cuando no en una “ética indolora”, de las que habla Lipovetsky (2002). En otras 25
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propuestas es notoria, aunque posiblemente no consciente, la expresión del llamado “racismo moderno” : “no decir que son ilegales”, “…permitir 5
el ingreso al país de estudiantes que vienen a aprender español, nuestra historia, cultura y leyes”, etcétera, además de vacíos conceptuales: “… de por qué existen esas diferencias de razas sin necesidad ya que el niño no tiene la culpa”, “…del verdadero sentido que tiene compartir una misma isla con otro pueblo de
otra
raza”, que pueden
eventualmente conducir, en condiciones sociales extremas, a una percepción antagónica del conflicto entre dominicanos y haitianos por ignorar que el concepto “raza” es un constructo político-ideológico que no tiene correspondencia en la realidad objetiva. Otras propuestas se demarcan por resaltar aspectos positivos de individuos haitianos relevantes en alguna actividad profesional o social para contrarrestar la imagen menesterosa que los dominicanos tienen del haitiano: “(…) así como los medios ordenan a sus reporteros hacer biografías y reportajes sobre familias dominicanas y personajes, también se debería aplicar esto a casos diversos de haitianos, como artistas, obreros, campesinos, dirigentes y hasta políticos”; “destacar la población universitaria haitiana, los premiados y premiadas en las investiduras... etc.”; “desde el periodismo cultural se puede contribuir a desmontar las ideas negativas de la cultura haitiana mostrando las
5 Una definición simplificada del concepto “racismo moderno” es el que considera incorrecto el racismo pero solo ve a las minorías como peticionarias de derechos y no como sujetos naturales de derechos.
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riquezas de sus prácticas religiosas y su producción pictórica y artesanal”. La percepción de los periodistas de lo que debe hacerse para remediar los entuertos de la mediación prejuiciosa y racista de los medios y su propio ejercicio, es complementada en el proyecto con la de las organizaciones
no
gubernamentales
vinculadas
a
la
población
inmigrante haitiana o descendiente de ella. Si bien a primera vista el conjunto de propuestas de estas organizaciones parece corresponder a una interpretación más articulada y progresiva del problema del racismo antihaitiano, una mirada detenida revela un subyacente sentimiento de culpa: lo que se busca contrarrestar no es la mala calidad moral y social del prejuicio racista, atacándolo como expresión exacerbada de la intolerancia, sino edulcorar la mala imagen de la víctima: “Tratar de llevar el mensaje de una manera diferente con nuevos rostros, nuevos testimonios y nuevas imágenes creativas, agradables”. En términos generales, sin embargo, las organizaciones se acercan más a un enfoque dinámico del problema cuando subrayan el papel de la educación en la prevención y desmonte de los prejuicios, así como el de los intercambios culturales que propicien el conocimiento del etos de las respectivas poblaciones. De ahí propuestas como la de “desarrollar
acciones
educativas
en
torno
a
la
identificación
intercultural, ya que puede ser un punto de partida para ir desmontando el impacto perjudicial en la opinión pública, lo cual afecta de manera directa los procesos migratorios”. 27
Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
En uno y otro grupo, y a partir de sus propuestas, el
grado de
comprensión de la problemática aparece sesgado por ideologías que se enmascaran para evitar la reprobación social de una “modernidad” desprejuiciada asumiendo el discurso del llamado “racismo sutil”, distinto del racismo basado en razones biológicas (sugerencias de periodistas), o buscan presentar una imagen positiva del discriminado para que pueda ser digerida por el discriminante (sugerencias de las organizaciones no gubernamentales). Por último, la segunda videoconferencia de la campaña Voces contra el prejuicio, en la que participaron dos periodistas, Ramón Colombo y Elvira Lora, y un especialista en comunicación estratégica, José Carlos Nazario, analizó el papel de los medios de comunicación en la construcción y reproducción de los prejuicios. El carácter privado de la propiedad de los medios fue señalado por ambos periodistas como un factor condicionante, cuando no determinante, del discurso políticoideológico de la información. Colombo describe la plataforma de creación y mantenimiento de prejuicios que, según su experiencia en el área, existe en las redacciones periodísticas. En el primer peldaño del esquema que propone aparece el propietario del medio, quien tendría la empresa como trinchera desde la cual defiende sus “intereses de clase y sus compromisos con el poder político que garantiza sus privilegios”. Esto se traduce en una práctica periodística carente de gracia, imaginación y
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
arrojo, que se “confunde con la función de un mediocre notario público”. En otras palabras, Colombo afirma que los medios, por ser propiedad privada, son ajenos a los propios periodistas y a la colectividad, convirtiéndose entonces, por determinación del dueño, en espacios ambiguos, sin posiciones claras, sin compromisos asumidos frente a la realidad: “Todo lo que no responda a las sagradas premisas del establishment es materia de prejuicio, rechazo, satanización, exclusión y manipulación convenenciera”. En un segundo peldaño de la producción periodística, Colombo sitúa al director del medio. A su juicio, este se encarga de precalificar la calidad de todos los contenidos. Designa las prioridades y dispone el orden del producto informativo: distribuye los espacios y decide los tamaños de los textos. Nuevamente aquí el redactor o reportero está impedido de superar la barrera del prejuicio porque solamente acata órdenes. El ejecutivo medio (jefe de redacción o de sección informativa) se encarga de consentir o estimular los prejuicios según los patrones culturales que forman parte de su visión de la realidad. El lenguaje es el vehículo para reproducir la realidad desde una perspectiva prejuiciada: a los hombres de poder se les llama “señor” en las notas periodísticas, mientras la mujer sin estirpe figura con su solo apellido. En resumen, Colombo sostiene la tesis de que en los medios periodísticos los prejuicios están institucionalizados. Para el cierre de su intervención, pone el ejemplo de otras formas de prejuicio
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
informativo: “En las comunidades rurales las víctimas de un fenómeno son llamados ‘lugareños’. En los barrios marginados los afectados son ‘moradores’ (se utiliza el término chozas inundadas). Los que viven en las urbanizaciones de clase media son ‘habitantes’. Y los que viven las zonas de opulencia son ‘residentes’”. Lora también se refiere a las relaciones de poder en los medios de comunicación. Opina que los medios, con sus servicios informativos, construyen la realidad a partir de cánones preestablecidos por los grupos de poder de la sociedad. Además, dice, “muchos de los que laboran en los medios no pueden salir de los prejuicios porque están potencializados en producir noticias, en ser una fábrica de noticias”. La docente cree que en los espacios periodísticos ocurre una relación dicotómica (prejuiciosa), donde la dominación, el poder, siempre es de gente blanca, llegada del norte, mientras a la subordinación queda relegado lo negro, lo pobre, lo indeseable, lo procedente del sur. “Los migrantes haitianos solo salen cuando las relaciones dominicohaitianos se enfrentan en una contienda. Pero no se habla de su vida en los bateyes. Lo afrodescendiente, totalmente subordinado, no sale en los medios. Nuestra raíz africana no es publicada en los medios. La visibilidad de estos grupos minoritarios está vinculada a sucesos violentos”, concluye la profesora de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).
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José Carlos Nazario recomendó la ética profesional como principal factor de desmonte de los prejuicios de los medios de comunicación. Nazario piensa que el comunicador interesado en erradicar el prejuicio debe desaprender, abandonar las predisposiciones y asumir un pensamiento crítico. También a tono de sugerencia, el estratega de Comunicación recuerda que la “prensa tiene la capacidad de construir conceptos en la mentalidad de las personas, y estos deben hacerse con responsabilidad, sobre todo”.
No solo es racismo Como ha sido señalado antes, la campaña Voces contra el prejuicio abrió el espacio a la reflexión sobre otros tipos de prejuicios, que no solo los raciales o étnicos aunque también los incluyó. En la primera videoconferencia de la campaña, dos periodistas, Patricia García y Naivi Frías; un sociólogo, Juan Miguel Pérez, y un abogado constitucionalista, Nassef Perdomo Cordero, abordaron la
problemática desde sus
respectivas especialidades, coincidiendo en definir la dominicana como una sociedad prejuiciada e intolerante. García, especialista en derechos humanos, se refirió la construcción de los prejuicios sociales mediante la fijación de categorías (“niños pobres”, “bandas barriales”, “ilegales”, “negritos”,
etc.)
excluyentes.
Frías
abordó
los
prejuicios
antropocéntricos que reproducen la discriminación de género, tanto a través de las prácticas sociales como del lenguaje. De su parte, Pérez discurrió en torno a los procesos culturales de formación del prejuicio
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
indicando que, en el mundo social en que la persona nazca determinará su percepción de la realidad y del mundo y será esta la que gobierne sus acciones. Finalmente, Perdomo Cordero planteó la ineficacia del Derecho para controlar los prejuicios porque estos anidan en el consciente y subconsciente de las personas. Respecto al ordenamiento jurídico dominicano indicó que “no permite la discriminación, pero desprotege frente a situaciones de discriminación indirecta, dándose casos en que organismos del Estado la promueven de manera activa”, citando como ejemplo las políticas migratorias. Como
en
el
caso
del
racismo
antihaitiano,
en
la
bibliografía
especializada dominicana no abundan los estudios de campo que permitan establecer con base estadística el arraigo y frecuencia de los prejuicios sociales. Sin embargo, su existencia es comprobable en la cotidianidad social e institucional, y pueden ser “leídos” en los contenidos mediáticos. En apoyo a estas premisas y a modo de ejemplo, citaremos los identificados por la encuesta de opinión de Newlink para Telenoticias mencionada anteriormente6. Se preguntó a los encuestados su grado de acuerdo con la adopción de medidas legales que protejan a las personas homosexuales de la discriminación, y el 55.7% de ellas las desaprueba; un 60% también rechaza el uso de pírsines, aretes, tatuajes y vestimenta “rara”; un 59.6% no apoya la protección a personas de religiones minoritarias, y un 42.4% entiende innecesario proteger a las personas “de piel oscura”. Excepción en este patrón es la 6
La presentación de los resultados puede verse en http://www.youtube.com/watch?v=3wmQs4rBJxA
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
protección a la mujer, con la que un 74.8% dijo estar de acuerdo. Paradójicamente, el 60.7% del universo encuestado admite que en el país
existe
“mucha
discriminación”.
Si
bien
estos
porcentajes
cuantifican opiniones y no tienen pretensión analítica alguna, ofrecen argumentos empíricos a la tesis de que la sociedad dominicana es racista e intolerante o, nuevamente en la perspectiva de Savater, profundamente heterofóbica.
En la democracia de las redes En la República Dominicana resulta hoy ligero hablar de opinión pública sin tomar en cuenta la dinámica de las redes sociales Twitter y Facebook, plataformas usadas por ciudadanos y ciudadanas para dar seguimiento a la realidad nacional y emitir sus opiniones sobre los más diversos temas. Por la misma vía además han sido convocadas las recientes actividades de repudio a la corrupción pública, los impuestos no consensuados, el uso insostenible de los recursos naturales, y otras prácticas que afectan el presente y el futuro de colectividad local. Igualmente, la dirigencia política, las entidades del Estado, las organizaciones sin fines de lucro y hasta los mismos medios tradicionales recurren a estos espacios virtuales para difundir sus discursos y contenidos, y para mantenerse informados del sentir ciudadano.
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Según explicó recientemente a la revista de investigación La Lupa sin trabas el comunicador Isaías Ortiz, gerente de la empresa de servicios estratégicos Mediápolis, solo en Twitter, que es la más influyente de las redes, el número de usuarios residentes en el país podría superar los 400,000. La cifra alcanza mayor relevancia cuando se toma en cuenta que entre los tuiteros y tuiteras abundan los estudiantes universitarios, activistas, coordinadores de gremios, políticos, profesionales de las diferentes áreas, y personalidades emblemáticas de
la comunicación
social y la cultura dominicana. Por estas y otras características, este escenario tan diverso e influyente fue escogido por Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo como destino estratégico de la campaña Voces contra el prejuicio. Con el respaldo técnico de la empresa Ad Ventures, el proyecto se propuso generar en las redes un debate sobre los principales retos de la convivencia de los dominicanos con los inmigrantes haitianos y sus descendientes. La campaña quiso, además, hacer presencia en el mundo digital para identificar de modo interactivo los principales prejuicios sobre la temática binacional, y, de paso, mostrar las ventajas culturales y económicas resultantes del contacto de las dos poblaciones. La consecuencia de ese esfuerzo de construcción social participativa y democrática no solo fue enriquecedora y propositiva, sino que superó todas las proyecciones. Voces contra el prejuicio entró en Twitter a
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
través de la cuenta @catunescopucmm de la Cátedra Unesco de la Comunicación, Democracia y Gobernabilidad con sede en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). En mensajes de no más de 140 caracteres, la @catunescopucmm consiguió una interacción que se extendió por
24 días (del 12 de
noviembre al 5 de diciembre del 2012), con un despliegue de 465 mensajes originales emitidos por la misma Cátedra, periodistas, abogados, economistas, sociólogos, dirigentes políticos, profesores, coordinadores de organizaciones sin fines de lucro y otros actores con decenas, cientos, miles, y hasta cientos de miles de seguidores en la red. Por el amplio espectro de influencia de las figuras públicas que respaldaron la campaña, las emisiones originales de preguntas, datos, reflexiones, comentarios y propuestas de Voces contra el prejuicio lograron conseguir que sus participaciones contra los prejuicios llegaran a más de nueve millones de usuarios. Por ejemplo, el 14 de noviembre del 2012 el presentador de noticias Roberto Cavada (@rcavada) escribió: “Unamos nuestras #VocesContraelPrejuicio. NO a las diferencias establecidas por pocos para dividir a muchos”. De inmediato, los 280,982 seguidores que tenía entonces el comunicador recibieron este contenido. Y algunos, como la abogada Gloria Reyes (@GloriaReyesG),
con
1,498
contactos,
expresión.
35
reprodujeron
la
misma
Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Un día después de Cavada, la también presentadora y productora de noticias Alicia Ortega aportó a la discusión virtual la siguiente pregunta desde su cuenta @AliciaOrtegah: “¿Cómo te sentirías si no obtuvieras un trabajo por tu color de piel? ¡Une tu voz! #VocesContraelPrejuicio”. Al instante esta inquietud de Ortega pasó por el muro de lectura de 128,440 usuarios, invitados de esta forma a la reflexión nacional convocada por la Cátedra. El tuit de la directora de Noticias SIN encontró eco en una dominicana de alcance internacional, la doctora Nancy Álvarez (@dranancyalvarez), quien compartió la pregunta con sus 100,312 seguidores. Y así, con los recursos de las nuevas tecnologías de la información, miles de Voces contra el prejuicio se encontraron en torno a las ideas fundamentales
de
esta
campaña.
“La
presencia
en
República
Dominicana de haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana es un hecho. Debemos trabajar en el desmonte de prejuicios y en lograr una mejor convivencia y mayor cohesión social, para que ambos países se desarrollen en paz”. “Todas las personas merecen que se respeten sus derechos sin importar su color, origen, poder adquisitivo. (…) Es inaceptable
que
nos
discriminemos,
nos
burlemos,
abusemos,
etiquetemos o juzguemos a las personas por pertenecer a un grupo social” distinto al nuestro. En el caso de Facebook, los contenidos y eventos de Voces contra el prejuicio también alcanzaron un alto nivel de aceptación. Los mensajes
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(comentarios, datos, noticias, estudios…) colgados en el muro oficial de la campaña (www.facebook.com/catunescopucmm) recibieron en 24 días 9,134 “me gusta”, 765 comentarios, y 1,432 reproducciones, lo que permitió llevar la campaña a otras decenas de miles de personas activas en la red creada por el estadounidense Mark Zuckerberg. Lo mismo que Twitter, a través de Facebook los cibernautas adscritos al muro de la campaña pudieron dar seguimiento en tiempo real a las videoconferencias sobre prejuicios que se llevaron a cabo en la PUCMM el 14, 21 y 30 de noviembre del 2012. Algunos ejemplos de repercusión de la campaña @AliciaOrtegah Presentadora de noticias SIN @josemonegro Subdirector del diario El Día.
Tu condición social no determina tus capacidades. Di NO a los estereotipos
@GiseldaLiberato Ciudadana “amante de la justicia social y la libertad”. @rcavada Roberto Cavada, presentador estelar de Telenoticias
El prejuicio es obstáculo a las relaciones pacificas y de amistad entre los pueblos y naciones #VocesContraelPrejuicio
@vilnya Vilnya Payano,
No somos un color somos y ya #VocesContraelPrejuicio
estudiante
En el mundo somos 7,000 millones de personas diferentes, pero iguales en derechos. #VocesContraelPrejuicio
de
Nadie debe ser discrimad@ por ser pobre, la pobreza es solo una condición. Unamos nuestras #VocesContraelPrejuicio
comunicación. @MiguelPiccini guionista, escritor, periodista
El pelo afro no disminuye las habilidades profesionales de una mujer negra. #VocesContraelPrejuicio
@RosarioMedinaG Máster en Comunicación
Porque ser diferente no te hace mejor ni peor ser humano, intégrate a
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Corportativa, y docente.
#VocesContraelPrejuicio.
@MaryferLOVE Maryanne Fernández, productora y conductora de radio.
Nadie debería ser discriminado, ni x su físico, ni x su preferencia sexual, ni x su religión, ni x su color de piel. #Vocescontraelprejuicio
@catunescopucmm Coordinación de la campaña Voces contra el prejuicio. @mabeleishun Mabel Lemoniel, responsable de redes sociales de la Presidencia de la República.
El origen racial no define al ser humano. Sus actos si | #VocesContraelPrejuicio Contra la intolerancia, contra el clasismo, contra los estereotipos y contra el racismo #VocesContraelPrejuicio
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Estrategias contra el racismo y los prejuicios En lo que respecta al análisis de los medios, en la República Dominicana continúan teniendo un gran peso las teorías de la manipulación y las de la influencia, ambas vinculadas con los profusos estudios que se produjeron en América Latina de los años setenta y principios de los ochenta del pasado siglo, sobre todo tras la fundación por el chileno Fernando Reyes Matta, del Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), con sede en México, una de cuyas líneas de investigación fueron los medios de comunicación social7 bajo el prisma de la teoría de la dependencia, entonces en boga. A partir de las actividades del ILET, en el continente se asumió, en términos teóricos y prácticos, la llamada “comunicación alternativa”, de la que el “periodismo alternativo” fue consecuencia8. Teoría contemporánea de esta fue la de los medios de comunicación como escenario de la lucha de clases, sustentada por el chileno Camilo Taufic (1979) que influenció grandemente a los estudiantes de periodismo dominicanos de la época. Como señala Martín-Barbero (2002),
7
En su libro Pensar sobre los medios. Comunicación y crítica social, Armand y Michele Mattelard (1989), que enriquecieron con sus aportes la producción latinoamericana crítica con los medios del ILET, afirman: “… los usos sociales de los medios no reproducen necesariamente las lógicas que se desprenden del análisis de las estructuras de los medios. E incluso lo que presuntamente se concibe como una finalidad no alcanza necesariamente el efecto previsto. Toda hipótesis que no acepta el principio de la discontinuidad se inscribe más en la ciencia ficción que un análisis serio de lo real de los medios”. 8 Entre los exponentes más relevantes de estas teorías estuvieron los franceses Armand y Michelle Mattelard, Rafael Roncagliolo, Daniel Prieto Castillo, Luis Ramiro Beltrán, Elizabeth Fox Cardona y Jesús Martín Barbero
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Del lado latinoamericano, la Teoría de la Dependencia y la crítica del imperialismo cultural padecerán de otro reduccionismo: el que niega a la comunicación especificidad alguna en cuanto espacio de procesos y prácticas de producción simbólica y no solo de reproducción ideológica. Hoy esas miradas han sido superadas, si bien la vocación de compromiso social le sigue siendo deudora. La sociedad ha cambiado y las nuevas tecnologías han roto el monopolio del discurso público. La propiedad de los medios de comunicación ya no está en manos de un solo propietario, su accionariado es diverso y representa, por tanto, una multiplicidad
de
intereses
situaciones de tensión.
que,
en
ocasiones,
pueden
llegar
a
A esto se agrega como factor modificante el
propio desarrollo de la sociedad civil y sus reclamos democráticos. No todos los medios son igualmente permeables, pero todos lo son en algún grado. Para comprobarlo, remitámonos a la lucha social por el 4% para la educación, cuyo respaldo en la prensa fue casi unánime. Esto no significa que no se reconozca el papel que juegan los medios en la reproducción en este caso de los prejuicios preexistentes. De lo que se trata es de entender las nuevas dinámicas para poder establecer estrategias que ayuden a contrarrestar la negatividad de esos mensajes. En el mundo actual, más democrático pero también, y paradójicamente, con una acusada tendencia a la intolerancia, son muchas las voces que se levantan para combatir los prejuicios. Las ideas que se aventuran a continuación son tributarias de una parte de ellas. 40
Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Aproximaciones al combate contra los prejuicios Los periodistas 1. Hablar con propiedad. Evitar imprecisiones en la redacción de la información que conduzcan a la interpretación equivocada del contenido.
Evitar
el
uso
léxico
y
sintáctico
que
refuerce
estereotipos. Los privados por la resolución de la JCE de sus documentos de identidad no son “descendientes de haitianos”, son dominicanos desnacionalizados. Los homosexuales no son desviados, tienen una opción sexual distinta. Las muertes de pobres a manos de la policía no son “enfrentamientos”, son ejecuciones extrajudiciales. Las mujeres no son débiles, son discriminadas. 2. Evitar el lenguaje de la conmiseración. Los derechos no son dádivas,
por
lo
que
reclamar
un
trato
justo
para
los
discriminados no puede basarse en criterios morales. Se trata de derechos, y el Estado que los deniega está violando su propia legalidad. 3. La ley es para todos. Los periodistas deben conocer la ley y utilizarla para combatir las discriminaciones y los prejuicios. Deben saber identificar cuáles conductas del Estado y sus
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
instituciones transgreden cuáles leyes. Lo mismo vale para las convenciones internacionales que forman parte del llamado “bloque de la constitucionalidad” y que obligan al Estado dominicano a proteger los derechos de las minorías. 4. No victimizar. Las notas y reportajes de “interés humano” tienden a sacar los problemas de contexto. La situación social de desventaja lo que revela es la iniquidad en la distribución de la riqueza social y la falta de políticas públicas adecuadas. 5. Contribuir con el empoderamiento ciudadano. El periodista puede hacer esta contribución si sus notas reflejan los hechos en su desarrollo, no como eventos sin antecedentes y consecuentes. El llamado “background”, las referencias a fuentes, la cita de legislaciones, y la información añadida sobre las instancias a las que puede acudir un ciudadano o ciudadana afectado en sus derechos, es parte de este apoyo al empoderamiento social. 6. Presumir la inocencia. Con frecuencia, los medios anticipan la condena en los tribunales y asumen el papel de estos cuando califican a las personas en conflicto con la ley. O cuando legitiman
las
ejecuciones
extrajudiciales
calificando
de
“delincuentes” a los asesinados. La Constitución consagra la presunción de inocencia, y los periodistas deben reivindicar para todos este derecho constitucional. 7. Ser cuestionante. El periodista debe rechazar la normalización de las violaciones de los derechos y las leyes por las autoridades.
42
Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
No es natural ni normal que las mujeres sea discriminadas, que un haitiano que trabaja en la construcción gane un jornal inferior al dominicano en su misma condición. No lo es tampoco que una doméstica trabaje sin horario. 8. Tener iniciativa. El periodista debe aprovechar los espacios que le ofrece el medio para proponer trabajos que ataquen la discriminación de cualquier tipo. Debe aprender a vencer la inercia de la agenda y no justificarse en el cúmulo de servicios. Las ONG 1. Observar los medios y usar las redes. Monitorear las publicaciones de los medios de comunicación que se refieran al tema
dominico-haitiano
para
identificar
el
lenguaje
discriminatorio y conversar al respecto con los ejecutivos. Utilizar las redes sociales, especialmente Twitter y Facebook para dar a conocer a la opinión pública el trabajo que realizan las organizaciones vinculadas a los inmigrantes haitianos y a los dominicanos descendientes de haitianos (Centro Bonó). 2. Difundir
lo
que
hacen.
Compartir
socialmente
las
experiencias de las organizaciones que trabajan en el campo de
la
solidaridad
dominicanos
de
con
los
inmigrantes
ascendencia
haitianos
haitiana
Scalabriniana al Servicio de la Movilidad Humana).
43
y
los
(Asociación
Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
3. Campañas educativas. Campañas que eduquen a deconstruir prejuicios
sobre
el
inmigrante
y
la
promoción
de
la
interculturalidad (Centro Bonó). 4. Revisión de los libros de texto. La educación juega un papel fundamental en la promoción de valores, por lo que los libros de texto deben adecuarse al propósito de contribuir con una sociedad tolerante. La revisión no debe ser solo del lenguaje y el contenido, sino también iconográfica, para sustituir las imágenes discriminatorias por otras que no lo sean. (Rafael Campusano,
de
la
Unión
de
Juventud
Ecuménica
Dominicana). La sociedad civil 1. Asumir el tema de los prejuicios como una cuestión de derechos y políticas públicas. El Estado dominicano está obligado a cumplir sus propias leyes y es además compromisario de convenios internacionales que condenan la discriminación en numerosos
ámbitos.
Los
derechos
fundamentales
fueron
constitucionalizados, por lo que su denegación, en cualquiera de sus
formas,
es
inconstitucional.
discriminados deben ser protegidos por
Los
grupos
sociales
políticas públicas que
refuercen el cumplimiento de estos derechos. 2. Educar en el respeto a la diferencia y en la tolerancia. Promover una reforma curricular del sistema público y de la
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
escuela privada para que el currículo refleje la realidad social, de la que forman parte las familias monoparentales, los inmigrantes haitianos, las relaciones homosexuales y el creciente número de iglesias protestantes, por ejemplo. 3. Igual acceso a la justicia. Reclamar el cumplimiento del precepto constitucional según el cual todos somos iguales ante la ley. 4. Promover
los
intercambios
culturales.
Fomentar
el
conocimiento del “otro” mediante la celebración frecuente de intercambios culturales. 5. Reclamar el cumplimiento estricto de la ley. Esto implica la reclamación de los derechos consagrados en la Constitución, leyes y convenios internacionales que protegen a los grupos socialmente vulnerables: minorías religiosas y sexuales; a los niños, niñas y adolescentes; envejecientes, etc. 6. Propugnar un compromiso con los medios de comunicación para combatir el prejuicio. Debe hacerse el esfuerzo para lograr con los medios de comunicación, en tanto empresas, que asuman el compromiso de vigilar los contenidos discriminatorios para eliminarlos. Las propuestas hechas aquí son meramente enunciativas y no agotan la cantera de opiniones sobre cómo terminar con la reproducción social de los prejuicios, y sobre cómo los medios de comunicación y los periodistas pueden contribuir con esto. 45
Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: mรกs y mejor periodismo
ANEXOS
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Discriminación institucional: el Estado viola sus propias normas La discriminación contra los inmigrantes haitianos y contra
otros
grupos poblacionales minoritarios es una realidad arraigada en República Dominicana. Desde las mismas instituciones del Estado se cometen acciones discriminatorias de carácter racial, que por ser tan frecuentes a la vista de los ciudadanos y las ciudadanas suelen tratarse como prácticas normales. El abogado Nassef Perdomo Cordero, participante de la primera videoconferencia de la campaña Voces contra el prejuicio, hace esta descripción, destacando que los abusos prejuiciosos no ocurren por falta de protección jurídica alguna, pues, según su análisis, el país tiene en la Constitución, en las
leyes adjetivas y en los convenios
internacionales ratificados un sistema de garantías claro y avanzado, “casi impecable”. Como ejemplo principal subraya el artículo 39 de la carta magna promulgada el 26 de enero del 2010, donde se reconoce y advierte que:
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal”. En el tercero de los cinco acápites del mismo artículo la Constitución asigna al Estado la responsabilidad de promover las condiciones jurídicas y administrativas necesarias para que la igualdad sea real y efectiva, así como la tarea de adoptar las medidas que hagan falta para “combatir la discriminación, la
marginalidad, la vulnerabilidad y la
exclusión”. Además de estas previsiones, agrega Perdomo Cordero, el documento fundamental cuenta con un mecanismo de sanción importante para los organismos del Estado que vulneren el imperio de la igualdad. En el artículo 6 se indica claramente que son “nulos de pleno derecho toda ley,
decreto,
resolución,
reglamento
o
acto
contrarios
a
esta
Constitución”. A este fuerte sistema de protección se agrega la obligatoriedad del cumplimiento de los tratados internacionales suscritos por el país en esta materia, como el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos (1976), la Convención sobre la eliminación de todas las formas
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Nuevas miradas para la realidad dominico-haitiana: más y mejor periodismo
de discriminación contra la mujer (1979), y la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Por otro lado, República Dominicana participó en el 2001 de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, que fue celebrada en Durban,
Sudáfrica.
En
el
estudio
Discriminación
racial
en
el
ordenamiento jurídico dominicano, publicado en octubre del 2006 por el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes, Perdomo Cordero dice que este encuentro ha sido “un paso más en el camino hacia la eliminación del racismo y la discriminación en el mundo”. Aunque no se trate de un espacio vinculante, como los tratados internacionales, la conferencia de Durban “sí planteó la necesidad de comprobar que los Estados miembros de las Naciones Unidas están haciendo todo lo posible por cumplir con el compromiso de acabar con el racismo”, agrega el jurista especializado en temas constitucionales.
Un asunto político Si la República Dominicana cuenta con un ordenamiento jurídico garante del derecho a la igualdad y al desarrollo pleno de las personas, entonces ¿por qué minorías como los haitianos y descendientes de haitianos siguen siendo víctimas de discriminación oficial? Perdomo Cordero está seguro de que el problema es político, porque las instituciones dominicanas de forma muy clara están dejando de
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ejecutar la función de garantes de derechos que por mandato constitucional les corresponde. A modo de ejemplo cita órganos como la Suprema Corte de Justicia y la Junta Central Electoral (JCE), los cuales, según él, deliberadamente se han colocado al margen de la ley y la Constitución para ejecutar medidas prejuiciosas contra la población inmigrante haitiana y sus descendientes, exponiendo al país a las sanciones de un sistema internacional menos vulnerable a las predisposiciones. El 14 de noviembre del 2005, recuerda el abogado, la Suprema Corte de Justicia dictó una sentencia que negaba el derecho a la nacionalidad dominicana a los hijos de inmigrantes haitianos, porque para entonces la Constitución de Haití no reconocía a sus ciudadanos y ciudadanas la posibilidad de adquirir una segunda nacionalidad. En el documento Los fallos del fallo: Análisis de la sentencia de la Suprema Corte de Justicia sobre la constitucionalidad de la Ley de Migración, Perdomo Cordero y su colega Ramón Emilio Núñez plantearon que esa medida de la Suprema no solo violaba los derechos de miles de dominicanos descendientes de inmigrantes, sino que daba vigencia nacional a la constitución haitiana, en abierta contradicción con el marco jurídico local. En cuanto a la JCE, se recuerda la resolución (12-07) que la entidad emitió para suspender las actas de nacimiento y cédulas de identidad
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que hasta la fecha habían sido aprobadas con irregularidades como: uso de tintas no autorizadas; escritura posterior a la clausura del libro de registro; contenido modificado de manera ilegal; duplicidades de información; alteraciones de fechas; y nombres de progenitores no confirmados. El presidente de la JCE, Roberto Rosario, dijo a los medios de comunicación que la medida era de carácter general, y no se enfocaba en ningún segmento poblacional. Sin embargo, en los medios de comunicación comenzaron a mostrar decenas de casos de dominicanos de ascendencia haitiana afectados por la resolución, mientras los descendientes de otros grupos de extranjeros no se quejaban por el problema. El Centro Bonó estudió el tema y, con el respaldo de la Unión Europea, la cooperación británica y Christian AID conformó el movimiento de afectados Reconoci.do, desde donde mantiene una campaña
contra
lo
que
considera
un
evidente
plan
de
desnacionalización. “Ese es un caso claro de discriminación. No solamente viola la Constitución, por (la JCE) asumir facultades que no les corresponden, sino que es una acción que está muy, muy, muy directamente dirigida a un grupo humano específico e inidentificable”, sostiene con plena seguridad Perdomo Cordero, y su posición es idéntica a la de otro destacado jurista dominicano, Cristóbal Rodríguez.
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Ambos entienden que en el caso de los dominicanos de ascendencia haitiana las autoridades de la Junta Central Electoral cometieron una falta grave, claramente reñida con el orden jurídico de la República. Según estimaciones de Reconoci.do, la resolución 12-07 hoy afecta a unas 20 mil personas, la mayoría residente en zonas marginadas de Don Juan y Quisqueya, San Pedro de Macorís; Monte Plata; Guaymate, La Romana; Neyba, y la provincia Santo Domingo. El movimiento consiguió sentencias favorables en tribunales de Monte Plata, Higüey, El Seibo y San Pedro de Macorís, en las que se ordena a la JCE la entrega de documentos a los afectados. Pero la institución se niega a dar vuelta atrás a su acción. Y, como consecuencia de su actitud, el tema será llevado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Perdomo Cordero y Rodríguez creen que el Estado perderá el caso, porque no hay forma de esconder el acto discriminatorio. “Es una condena segura”, enfatiza Perdomo, confiado en que ésa y las demás acciones prejuiciosas de las instituciones dominicanas contra los haitianos y sus descendientes sólo pueden superarse a partir de la existencia de una firme voluntad política. Por eso, el invitado de Voces contra el prejuicio concluye sus aportes a la campaña con una recomendación general: “La solución, más que en los
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tribunales, está en que se haga entender a la ciudadanía dominicana que esto es inaceptable”.
Racismo
y
prejuicio
antihaitiano
en
la
República
Dominicana En República Dominicana no existe una conducta racista generalizada contra los inmigrantes haitianos ni contra sus descendientes. Pero sí se mantiene una serie de prejuicios étnicos y culturales que son la consecuencia del desconocimiento de los orígenes africanos de la mayoría de la población, y de los enfrentamientos políticos y militares que las dos naciones han protagonizado desde 1844, cuando los habitantes de la parte este de la isla decidieron constituirse en un Estado independiente del gobierno de Haití, que había cumplido veintidós años administrando por completo la isla de Santo Domingo. La especificación anterior la sostienen la investigadora Celsa Albert y los antropólogos Carlos Andújar y Carlos Hernández Soto, quienes se han dedicado por décadas a investigar y analizar esta problemática de las relaciones binacionales. Andújar explica que “el pueblo común” no tiene una visión racista contra
el
haitiano,
sino
prejuicios. El
racismo
implica
una
fundamentación teórica o intelectual, diseñada por un grupo humano
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que se considera y se presenta como superior al otro. Mientras, el prejuicio se define como un simple parecer, sin argumentos, generado de la ignorancia de la realidad que se rechaza. Fruto de las dos figuras resulta la discriminación, entendida como la exclusión del otro por el sólo hecho de ser diferente, “del negro por ser negro”. Para Hernández Soto el prejuicio que predomina en la mentalidad de los dominicanos
es
predominantemente haitiano,
sino
con
del con
tipo las
étnico,
pues
características
los aspectos sociales y
no
está
biológicas
relacionado del
culturales
grupo
que
lo
caracterizan. “Lo que existe en República Dominicana es un desconocimiento real de lo
que
son
las
raíces
culturales,
y
las raíces
étnicas.
Y
ese
desconocimiento lleva a manifestar actitudes de enajenación, que pueden llamarle a veces racismo”, dice Albert, autora de los libros Los Africanos y nuestra isla (seis ediciones), y Mujer y esclavitud en Santo Domingo (tres ediciones). Según Andújar, sí se evidencian conductas racistas antihaitianas en los medios de comunicación y en un grupo de intelectuales decimonónicos y herederos del marco de pensamiento de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Con el expresidente Joaquín Balaguer a la cabeza, dice Andújar, este grupo de pensadores abrazó el discurso “biologicista” en el que los
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haitianos son los supuestos descendientes de una raza inferior a los dominicanos y dominicanas. Esta tesis, asegura, está presente en La Isla al Revés, un libro de Balaguer que cita conceptualizaciones raciales procedentes del siglo XIX. “La obra es la que mejor refleja esa argumentación, cuando habla de la raza etíope, de la promiscuidad de la raza etíope”. El ocaso de la nación dominicana, de Manuel Núñez, es otro texto que según Andújar deja ver, de forma solapada, un sesgo racista. En cuanto a los medios informativos, el exdirector del Museo del Hombre Dominicano y del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) plantea que “la prensa manipula algunas informaciones y va sembrando y alimentando un prejuicio en la medida en que sobredimensiona el protagonismo de los haitianos en determinadas crónicas informativas”. “Que aparece un haitiano con una calavera, con un esqueleto, con un cráneo en mano. Que en una ceremonia de vudú en tal sitio apareció un niño muerto… Noticias que alimentan el morbo, pero que traducen una manipulación de tipo ideológico racial, con relación al tema haitiano”. El antropólogo afirma que en ocasiones los medios informativos cometen errores al describir hechos vinculados con la población inmigrante haitiana. Y posteriormente no rectifican esas faltas, no se desdicen, no corrigen los contenidos que pueden resultar prejuiciados y con elementos racistas. “Quiere decir que la prensa es parte del
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andamiaje ideológico y discursivo que alimenta tanto el prejuicio como el racismo en República Dominicana”, sostiene Carlos Andújar, haciendo una salvedad: el fenómeno es contradictorio, porque la mayoría de los dominicanos asume en sus relaciones con Haití y los haitianos algunos prejuicios reproducidos por los grandes medios informativos, pero, por lo general, no los traduce en acciones de carácter xenofóbico. Quienes sí parecen tener contenido racista en sus acciones frente a los haitianos, advierte Andújar, son los hacedores de opinión pública que se dedican a tomar la historia de los dos pueblos desde el punto de vista de la confrontación perpetua, y quienes alimentan el mito de que los haitianos tiene un plan para volver a ocupar la parte oriental de la isla El investigador piensa que “fueron muy mal tejidas esas historias (las batallas por la independencia dominicana) por historiadores de ambos países, que en vez de cerrar esas cicatrices alimentaron esas heridas, y prolongaron entonces un hecho histórico que, con el devenir del tiempo, no se ha superado en las relaciones dominico-haitiana”. “Hay
una
intelectualidad
que
ha
alimentado
estos
desatinos
históricos que se produjeron, pero también hay una clase política que se ha alimentado del antihaitianismo y el antidominicanismo” concluye el estudioso de los sincretismos culturales presentes en la isla de Santo Domingo y en el Caribe.
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Medición del prejuicio El prejuicio puede medirse. Y en República Dominicana se ha medido. En el 2005 Carlos Hernández Soto desarrolló una investigación en la sección La Colonia del municipio Cambita Garabitos, provincia San Cristóbal, donde comprobó que la incidencia del prejuicio étnico contra los inmigrantes haitianos es “muy alta”. Como instrumento de medición el estudio de Hernández Soto utilizó la Escala de Distancia Social de Bogardus.
Para
fijar
los
indicadores
a
los
163
dominicanos
participantes se les preguntaba si deseaban tener a un haitiano o haitiana
como:
pareja
de
matrimonio,
amigo,
vecino
o
vecina,
compañero de trabajo, familiar directo o conciudadano. También se preguntó si el habitante de Cambita Garabitos prefería ver a los haitianos dentro o fuera del territorio nacional. Los resultados arrojaron, entre otras cosas, que nadie quiso a un miembro del grupo de inmigrantes haitianos como pariente por matrimonio. Un 50.3% deseaba ver a los haitianos fuera de República Dominicana, y otro 27% los quería sólo como visitantes. Esto quiere decir que más del 77% de los participantes del levantamiento no quería compartir permanentemente el espacio geográfico dominicano con las personas haitianas: “Apenas un 0.60% los acepta como ciudadanos del
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país. Sólo el 2.5% los admite como compañeros de trabajo y el 6.1% como vecinos cerca de su casa. Llama la atención, sin embargo, que el 13.5% los aceptaría como amigos personales. Estos datos indican que el grado de prejuicio étnico de los dominicanos hacia los haitianos, medido en la escala de distancia social de Bogardus, es sumamente elevado”. Por otro lado, el estudio Relación entre prejuicio étnico antihaitiano e interacción social en la República Dominicana describe las características que los dominicanos de La Colonia atribuyen a la población haitiana. El 98.6% de los entrevistados cree que hay mucha diferencia entre un negro haitiano y un negro dominicano y estima que puede reconocer a un haitiano a simple vista. De igual forma en la comunidad bajo estudio se piensa que en general, por sus rasgos físicos, la persona haitiana es desagradable (42.9%) o poco agradable (42.9%). En el caso especifico del color de piel, la mayoría (70%) consideró que el color de los haitianos es desagradable o poco agradable. En cuanto al olor la percepción
negativa
se
exacerba,
según
el
estudio:
la
gran
mayoría (89.0%) considera que el olor de los haitianos es desagradable o poco agradable. En el levantamiento también se observó que los dominicanos bajo estudio consideran que la lengua de Haití (creole) no alcanza la
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categoría de idioma, sino de jerga, y que el vudú, que no conocen como sistema religioso, es una práctica destinada al mal (50.9%). Carlos Hernández Soto, ocho años después de dar a conocer la investigación, cree que estos y otros hallazgos de su trabajo podrían atribuirse a otras zonas de la parte este de República Dominica. Su material concluye diciendo que “el elevado grado de prejuicio étnico de los
dominicanos
hacia
los
haitianos
se manifiesta
en
que
los
dominicanos, en su mayoría, consideran a los haitianos como revoltosos, mal educados, malos vecinos, de malas costumbres, practicantes del mal y, sobre todo, poco confiables. La única característica positiva que los residentes dominicanos de la Colonia atribuyen a los haitianos es ser trabajadores.
Desmonte del prejuicio Carlos Hernández Soto aclara que el prejuicio antihaitiano no es un elemento que el dominicano lleve “en la sangre”. Por ser resultado de conflictivos hechos históricos, y de una cultura desconocedora del origen africano de la dominicanidad, el prejuicio, opina el investigador, es una construcción arraigada en la cultura nacional. Pero puede desmontarse. En ese sentido, como acción concreta de desmonte propone la motivación del trabajo y la convivencia mutua. Que las autoridades ejecuten proyectos comunes, capaces de incrementar la convivencia real
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entre los dos grupos poblacionales. “(…) Porque aquí tenemos mucha convivencia física con los haitianos, porque usted encuentra haitianos por todas partes. Pero la relación con esos haitianos no es intensa, sino que es superficial, debido a que es sobre todo un roce físico. Usted los encuentra en la calle, los oye hablar, pero usted los está viendo desde lejos, no hay una relación”. En el plano político, Carlos Andújar sugiere que todos los temas donde aparezca la relación entre dominicanos y haitianos se manejen con la delicadeza de un problema de Estado, de modo que el abordaje vaya más allá de los prejuicios que puedan tener funcionarios o dirigentes sociales. Así, todas las acciones oficiales podrían coordinarse para alcanzar mejores relaciones entre los dos pueblos, bajo el principio del respeto mutuo. También hace recomendaciones Celsa Albert, una mujer que desde el Poder Ejecutivo y desde las aulas ha contribuido con el diseño de un currículo educativo nacional que visibilice la afrodescendencia, la negritud que los dominicanos comparten con sus vecinos. Los esfuerzos que se realizan en ese sentido desde el Ministerio de Educación y desde el Ministerio de Cultura, afirma Albert, pueden reforzarse si se consigue que los medios de comunicación masiva se integren a la reeducación cultural de los dominicanos.
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La escritora está convencida de que el día que los comunicadores sean conscientes de “todo esos valores en que se arraigan el dominicano y la dominicana vamos nosotros a tener el proceso más hermoso de culturización, de identificación del pueblo con sus raíces, porque es que los medios trabajan en cualquier momento y en cualquier hora”. “Los prejuicios desaparecen cuando hay una claridad de la conciencia social, hay una claridad de la diversidad que somos a nivel planetario, cuando hay una conciencia y un respeto de que solamente hay una sola raza, que es la raza humana. Los otros son grupos raciales, no distintos sino diferentes. El hombre y la mujer, blanco, amarillo, negro o como sea, son el hombre y la mujer, con todas sus posibilidades y coeficientes de inteligencia”.
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