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Cap. 5. Políticas de gestión del patrimonio y los museos

Cap. 5. Políticas de gestión del patrimonio y los museos

POLÍTICAS DE GESTIÓN DEL PATRIMONIO Y LOS MUSEOS

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El patrimonio material e inmaterial es uno de los recursos más obvios y señalados en el marco de las posibilidades que tiene un territorio para articular estrategias de desarrollo a partir de su vector cultural. Y muchos veces los museo se convierten en las herramientas más utilizadas en los procesos de valorización de dicho patrimonio. En consecuencia la gestión del patrimonio y la materialización de museos, en algunos casos, parecen convertirse en panaceas adecuadas para implementar estrategias de desarrollo alrededor de la dimensión cultural. Por estas circunstancias hemos querido dedicar un capítulo para plantear algunas reflexiones sobre las políticas culturales de gestión del ptrimonio y sobre lo efectos de los museos.

Dentro del campo de las políticas culturales, la protección del patrimonio es quizás una de los ámbitos de intervención más universales y que cuenta con un mayor corpus teórico sobre sus formas, modos y filosofías de aplicación. De hecho podríamos remontar el origen de las políticas culturales contemporánea a los intentos más menos consolidados de protección patrimonial que se dan en el entorno de la Ilustración. En este sentido. Sin embargo las reflexiones sobre los modos de gestión de los bienes patrimoniales son relativamente recientes y constituyen, sin duda, un emergente campo en el ámbito de las políticas sociales.

Desde una perspectiva económica El concepto de bien patrimonial, en el mundo contemporáneo, nos induce en un primer momento a dos tipos de ideas:

En primer lugar el bien patrimonial parece ser una «variable stock» física o simbólica con la que cuenta un sociedad y un espacio en un momento dado y que constituye el patrimonio de su memoria. Este patrimonio podemos considerar que constituye el stock de capital cultural de un territorio determinado y estará compuesto de bienes físicos (edificios, cuadros, esculturas, artefactos, ect.) y bienes simbólicos (hechos históricos, comportamientos etnológicos, gastronomía, etc.).

En segundo lugar parece existir cierta concepción de legado que nos obliga a mantener las características de dicho stock para cederlo en perfecto estado de revista a las generaciones futuras. Ambas percepciones sin embargo simplifican excesivamente la cuestión ya que ni el patrimonio es un concepto estático con características físicas o simbólicas inmutables, sino que se trata del producto de una dinámica construcción social y por otra parte no tiene mucho sentido «conservarlo» para generaciones futuras sin hacer uso y consumo de dicho patrimonio. A pesar de ello, esta primera concepción alcanza un elevado grado de consenso en las sociedades occidentales (especialmente en la Europa continental) y genera algunos problemas en la resolución de casos concretos de gestión de los bienes y servicios patrimoniales.

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