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El valor de los bienes patrimoniales

POLÍTICAS DE GESTIÓN DEL PATRIMONIO Y LOS MUSEOS

Generación, reforzamiento de valores simbólicos

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Uno de los principales valores intrínsecos que posee el patrimonio cultural es el de contener significados simbólicos capaces de articular determinadas colectividades. Estos contenidos simbólicos afectan a la cohesión social y a la calidad de vida de los ciudadanos que a través del sentido de pertenencia, de las celebraciones rituales, religiosas o festivas satisfacen sus necesidades, intrínsecamente humanas, de relaciones afectivas y de comunicación con sus conciudadanos.

No obstante, y pese a haber visto esta diferenciación en cuatro objetivos que podría tener la intervención pública en el patrimonio, hemos de advertir que raramente, una intervención patrimonial tiene explícita o implícitamente un único objetivo de los citados, sino que suele aplicarse criterios que permitan una combinación de todos ellos. Sin embargo dado que los objetivos finales son diversos, también los instrumentos para conseguirlos son distintos y por tanto defendemos que el esfuerzo por racionalizar con la mayor claridad posible cuáles son los objetivos perseguidos, nos permite tanto en el rol de expertos como en el de ciudadanos determinar y evaluar la eficacia y la eficiencia de las intervenciones y, por tanto, en su caso corregir la naturaleza y la forma de la intervención. Naturalmente cuanto más complejos son los objetivos, más integrales y pludisciplinares han de ser las intervenciones. Racionalizar las decisiones sobre qué bienes realizar las acciones de preservación, se convierte por tanto, en un proceso que, en entornos democráticos, debería consistir en tener la capacidad de jerarquizar los bienes patrimoniales en función del valor social de dicha preservación... Y es aquí donde la Economía, como ciencia Social presenta algunas ventajas competitivas.

¿Cómo establecer una jerarquía de bienes patrimoniales, que nos permita utilizar los recursos colectivos de la manera más eficaz posible?. Es evidente que esto sólo es posible si somos capaces de ordenar, en función de su valor, el conjunto de bienes patrimoniales que disponemos en un momento dado. La Economía, en este sentido puede aportar algunas reflexiones conceptuales y algunas herramientas instrumentales que permitan a aproximarse a este necesario dilema.

Así una primera reflexión que puede aportar es tratar de estructurar en función de qué argumentos podemos valorar los bienes patrimoniales (Rausell, P., Carrasco, S. 1999).

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El valor artístico atribuido a dicho bien patrimonial. No cabe duda que uno de los elementos que utilizamos para valorar los bienes patrimoniales tiene que ver con el valor artístico que le otorga el discurso historiográfico. Aún con sus notables disputas y polémicas, es evidente que existe cierto consenso desde el ámbito de la Historia del Arte o la crítica artística que le da más valor a unos bienes que a otros.

La singularidad. Otro elemento que nos determina el valor de un bien patrimonial es, independientemente del valor artístico, la singularidad de dicho bien. Esta singularidad puede ser entendida en sentido numérico (hay pocos bienes patrimoniales de esas características) o por otras circunstancias (como por ejemplo los errores de impresión o tipográficos en un libro de 1600).

La antigüedad. Un tercer elemento que nos permite valorar un bien patrimonial es su antigüedad. Haciendo la abstracción podemos considerar que ante bienes con las misma relevancia artística y el mismo grado de singularidad, tendemos a valorar más aquellos que son más antiguos.

El grado de conservación. Ante dos bienes similares le otorgamos más valor a aquel que esté en mejor grado de conservación.

Del valor simbólico atribuido a dicho bien patrimonial. En todos los bienes patrimoniales concurren características físicas y simbólicas. Estas últimas hacen referencia al discurso que da sentido al bien patrimonial, y este sentido puede tener una mayor o menor carga afectiva para una colectividad dada.

De las posibilidades de usos públicos/privados de dicho bien patrimonial. Un bien patrimonial nos resultará más valioso si en la propuesta de preservación se incluyen posibilidades de generar valor una vez restaurado. Este nuevo valor puede ser apropiado de forma privada (restauración de una masía del S. XVII para su utilización como establecimiento turístico rural) o de forma colectiva (preservación de una nave industrial urbana como centro social)

De estos atributos sólo unos pocos de ellos pueden traducirse en una escalas más o menos objetivables (la antigüedad, el grado de conservación y la singularidad en menor medida), mientras el resto resultan claramente de un proceso de construcción social cuyas relaciones causales, procesos y resultados corresponden a razones muy complejas.

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