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ROSALÍA BANET
Instalación a caballo entre lo bidimensional y tridimensional, creada a partir de partes corporales que retratan la historia del ser humano como una narrativa fragmentada, en alusión a la fragilidad y vulnerabilidad de este, de la sociedad y del sistema que habitamos. La obra se compone de 20 siluetas de fragmentos humanos, de diferentes formas y tamaños, realizadas en cartón y acrílico. Estas piezas se colocan en el suelo, apoyadas en la pared, formando una suerte de paisaje humano.
El ser humano es retratado como un ser finito y nos enfrenta a nuestra propia provisionalidad, idea remarcada a su vez por el material usado en su realización: cartones reutilizados, un material encontrado, cuya vida sabemos es limitada. Este trabajo surgió en los meses de confinamiento, un tiempo que facilitó una mirada interior, un replanteamiento de nuestro modo de vida y de la necesidad de repensarnos y recolocarnos en relación a la naturaleza; de crear nuevos relatos sociales que nos lleven hacia un futuro sostenible.
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Por otro lado, la necesidad de trabajar en aquellos meses de aislamiento, a pesar de la falta de materiales, me sirvió, como en el caso de esta obra, para replantearme los materiales utilizados en mi trabajo. En aquellos días no existía la posibilidad de comprarlos, así que había que buscar y pensar cada objeto o material encontrado en la casa, experimentar con ellos y ver todas sus posibilidades expresivas y su carga significativa. Este nuevo enfoque enriqueció mi práctica y evidenció cómo hemos normalizado el exceso de la sociedad de consumo, así como la cantidad de residuos que generamos.