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Iconografías pandémicas

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Itinerancia

Itinerancia

Las medidas de aislamiento social decretadas por los gobiernos para intentar controlar el contagio por covid-19 nos han retrotraído a imágenes fantasmales y escenas historicistas de las ciudades azotadas por epidemias siglos atrás. Los paisajes urbanos y rurales en estos últimos dos o tres años, han terminado pareciéndose demasiado a las escenografías distópicas narradas en la literatura de ciencia ficción y en el cine de tintes apocalípticos y catastrofistas. La lucha por la supervivencia al límite se ha cebado en aquellos estratos de la sociedad con las economías más precarias, en las populosas barriadas con mayor hacinamiento poblacional y peores infraestructuras de saneamiento. Los privilegios de unos y las vulnerabilidades de otros muchos se han hecho más evidentes en el acceso y posibilidades de aislamiento real. ¿Quién disfruta de una economía solvente o tiene capacidad para teletrabajar, lo que le permite quedarse en casa y continuar consumiendo? ¿Quién puede adquirir mascarillas FFP2, más costosas y que a la vez ofrecen mayor grado de protección? ¿Qué sucede con las personas ancianas que viven solas y con los niños en cuya vivienda no hay un ordenador que les permita recibir las clases telemáticamente?

En cualquier caso, el aislamiento, privilegio de unos pocos y azote de muchos, reveló la distribución desigual del territorio que habitamos. Como en las series de terror sobre invasiones y exterminios masivos, los muros invisibles que levantan las fronteras simbólicas dentro de la ciudad adquirieron un aplastante sentido de realidad. Toda la estructura de administración de la pandemia ha generado rutinas de control y vigilancia totalitarias que han calado en el imaginario popular, despertando el miedo, las fobias y el terror frente al sistema de gobernabilidad del Estado moderno, y radicalizando los viejos pánicos en torno a la alteridad. Dentro de las imágenes que han configurado este tiempo de excepción, la parafernalia de motivos higienistas se ha sobredimensionado. Campañas de vacunación, “inmunidad de rebaño”, mediciones de temperatura corporal, desinfección de espacios públicos y de sujetos mediante sustancias químicas, militarización del territorio, cordones sanitarios, control de viajeros, cuarentenas, uso de mascarillas sanitarias y equipos de protección individual, testeo y trazabilidad de contagios, interrupción de la movilidad, cierre de fronteras internacionales, carnet de vacunación, aislamiento de enfermos y personas vulnerables lejos de sus familias, reinfección, interrupción de rituales colectivos de duelo, cancelación de cualquier tipo de evento colectivo.

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La serie fotográfica Barricadas (2020) del argentino Matías Sarlo documentó los improvisados parapetos levantados a las entradas y salidas de los pueblos en zonas rurales de Argentina para impedir la movilidad de las personas y reforzar el aislamiento local. Todo tipo de estructuras sirvieron para edificar las provisionales murallas en las fronteras autodecretadas por las administraciones locales y refrendadas por el miedo de los habitantes del lugar a lo que estaba más allá de ese límite, lo que había quedado fuera. Similar estrategia de aislamiento a ultranza simbolizan los objetos de blindaje performativos del también argentino Alejandro Percivati y la diseñadora española Mercedes Jaén Ruiz. Fronteras (2020) es una escultura elaborada con clavos por Percivati a modo de máscara; mientras que Mercedes construye sus Máscaras pascuales Cv-19 (2020) como objetos encontrados y posa con ellas ante la cámara simulando las versiones del retrato renacentista de una heroína doméstica. Una armadura casera surge de una pieza de cestería reciclada, el envase de unos huevos de pascua se transforma en una careta de protección y unos guantes Marigold Extra-life completan el singular traje de protección.

Mientras tanto, las argentinas Laura Zanotti, Celeste Onaindia y Carla Camoletto recorren la ciudad de Córdoba a través de acciones performáticas que nombran Artilugio de supervivencia (2020), un dispositivo que aísla a dos personas del resto de individuos, pero que al unísono las conecta estrechamente entre ellas.

La coreógrafa y bailarina salvadoreña Tania Madrigal resume en la expresionista pieza de videodanza Espacios intrasubjetivos (2021) esos imaginarios pandémicos que atraviesan el cuerpo confinado. El enrarecimiento progresivo experimentado por el prolongado aislamiento altera la percepción propia y la de los demás, hasta metamorfosear al sujeto en un ente raro, encapsulado en sus paranoias y terrores, que se hace hermético y queda incomunicado, en cierto punto —cuando ha interiorizado y normalizado las medidas extremas del estado de excepción decretado ante la emergencia sanitaria— ya por voluntad propia.

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