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BUENAS NOCHES
Dar fruto
En un libro 1 del arzobispo de Milán, Mario Delpini, he leído una historia, que os quiero comentar. Dice así:
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«Cuando nació el pequeño Juan Pablo, el padre, para festejar el acontecimiento, plantó en el huerto sobre la colina un albaricoquero; planta modesta, pero prometedora.
Creció el árbol: sin exigir particulares atenciones, sin pretensiones. Bastaba podar en el momento justo, un poco de abono alguna vez… Y en su estación el albaricoquero se vistió de flores y bajo el sol de junio maduró sus frutos.
Creció también Juan Pablo: él sí, cuidado, amado, aconsejado. Creció sin esfuerzo y sin prisas, como esperando la vida. Cada propuesta le interesaba y a la vez le dejaba perplejo: «Veremos…». «Todavía es pronto…». «No digo que no, pero».
Hacía ya muchas estaciones que el árbol de la colina ofrecía generosos frutos dulcísimos y todavía Juan Pablo pasaba sus días esperando la vida, solo un poco más aburrido, un poco más inútil, un poco más viejo.
Casi una adivinanza: ¿Cuál es la diferencia entre Juan Pablo y el árbol? Ambos crecen sin hacer nada: pero el árbol da fruto por necesidad natural; no tiene que querer, ni elegir, ni esperar.
Juan Pablo, o sea todos los hombres, no dan fruto por fuerza, sólo por opción».
Esta es mi lectura de la historia de Juan Pablo: Ni las personas, ni las Asociaciones dan fruto por fuerza, sino por opción. Más aún, los Antiguos Alumnos se asocian, es decir, se organizan, para dar fruto.
Pero importa mucho saber que nunca un albaricoquero dará naranjas, ni melones. Por eso quienes lideran las Asociaciones deben tener muy claro los frutos que nuestras Asociaciones, por opción, deben producir.