Artillería por siempre historia, gloria y tradicion

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Sistema del Arma de Artillería

ARTILLERÍA POR SIEMPRE HISTORIA, GLORIA Y TRADICIÓN

Tcrn. (sp) Edison Macías Núñez



CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO Biblioteca del Ejército Ecuatoriano, Vol.32 Grad. Parac. Luis Castro Ayala. Comandante General del Ejército del Ecuador Grad. Gustavo Cabrera Campuzano. Presidente del Sistema del Arma de Artillería Coordinador: Crnl. EMC. Wilson Meneses Carranco Mayo. Santiago Villavicencio Silva

Artillería por siempre Tcrn. (sp) Édison Macías Núñez Edición: David Andrade Aguirre Equipo de apoyo: Capt. Daniel Perrazo Sgos. Johnner Ávila Cbos. Carlos Guamán Fotografías e ilustración: Archivo del Sistema del Arma de Artillería Museo Mariscal Sucre Archivo del Centro de Estudios Históricos del Ejército Archivo particular del Sr. Grad. Gustavo Cabrera C. Diseño: Instituto Geográfico Militar Impresión: IGM Quito, octubre de 2016.


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Sistema del Arma de Artillería

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HISTORIA, GLORIA Y TRADICIÓN

Tcrn. (sp) Edison Macías Núñez

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Presentación Grad. Gustavo Cabrera Campuzano La Artillería, en sus diferentes etapas, se ha desarrollado con un espíritu visionario velando por la seguridad y el desarrollo nacional, educados en valores y virtudes que le han hecho acreedora al respeto y consideración en la conformación del Ejército ecuatoriano. El compromiso ha sido salvaguardar la integridad nacional y estar al servicio de los intereses nacionales, fundamento que ha permitido orientar el desempeño profesional de sus integrantes. La historia de nuestra patria, nos permite recordar con reverencia y respeto, las brillantes páginas escritas con actos y acciones patrióticas y heroicas de hombres y unidades de nuestra artillería, permitiéndonos con su ejemplo, esforzarnos permanentemente en nuestro trabajo honesto y leal, para tratar de cristalizar, las más caras aspiraciones de la institución y de la patria. La artillería ha estado presente desde la época de la conquista, destacándose sus acciones más sobresalientes en la independencia y vida republicana. Es propicio, en este libro, rendir un especial homenaje por las glorias pasadas, por su trabajo fecundo y, sobre todo por sus cotidianos esfuerzos al servicio de las causas supremas de la justicia y la libertad, a quienes utilizan en el combate los poderosos efectos de alcance y destrucción de las máquinas de guerra denominadas cañones, obuses y morteros. Además, han portado con honor los colores y emblemas de la patria en los momentos más difíciles para la nación. Las salvas de los cañones han sonado, para revivir juntos el camino recorrido, el mismo que no ha sido fácil, pero ahora tenemos la dicha de admirar una artillería madura y expectante, manteniendo siempre todas nuestras nobles tradiciones y virtudes, que pretende recorrer acorde con los avances que impone la modernidad, para que siga siendo el arma de la decisión del mando. Por eso, los soldados de la noble arma de los cañones cruzados, del estruendo y del poder, herederos de las glorias del Calderón y del Cenepa, somos los llamados a mantener ese legado de honor y costumbres militares, a seguir escribiéndola con el fuego tesonero, a continuar velando por su engrandecimiento, por el bien de la patria y de los ecuatorianos.

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El sonoro rugir del cañón David Andrade Aguirre

La alquimia, esa ansiosa, quimérica y a veces perversa búsqueda del elixir de la vida eterna, ocupó los afanes de decenas de estudiosos, pensadores y aventureros, a lo largo de los años oscuros de la Edad Media. Mientras en Europa, las investigaciones alquimistas eran consideradas cercanas a la brujería, recibían un considerable impulso en dos lugares en los cuales la ciencia florecía: China y Arabia. Ignotos exploradores de lo desconocido, experimentado con sustancias comunes, descubrieron por causalidad la pólvora, la primera sustancia explosiva conocida, cuya aplicación militar, cambiaría para siempre al arte de la guerra. Tradicionalmente se atribuyen a la China imperial cuatro grandes inventos que transformarían el conocimiento, propiciarían los viajes y la difusión de la cultura: el papel, la imprenta, la primera brújula y la pólvora. 1 La sustancia explosiva fue descubierta al parecer en el siglo IX d.C., época en la cual se registra su uso en la pirotecnia, los fantásticos fuegos artificiales que constituyen otro regalo de la antigua China al mundo. Textos herméticos advierten de la peligrosidad de esa sustancia, cuya fabricación tuvo un lento desarrollo a través de las décadas. Poco a poco, se experimentó su uso militar, en armas incipientes, bombas de estruendo, cuya principal finalidad era asustar al enemigo. Más tarde, las tropas chinas utilizaron rudimentarias catapultas que permitían lanzar pólvora encendida que generaba grandes estragos en filas enemigas, acostumbradas a formaciones cerradas propias de los ataques con lanzas o espadas. El primer uso documentado de las catapultas de fuego volador (fei huo) se produce en el asedio a la ciudad de Tang en el año 904. Hacia el siglo X, los ejércitos chinos utilizaban un primitivo cañón, que permitía impulsar proyectiles mediante una explosión de pólvora negra, a distancia relativamente cortas. La bomba, llamada “pi li pao” o bomba de trueno, era un tubo de bambú hueco con una cazoleta en su base en la cual se colocaban las sustancias ignífugas. Como proyectil se usaban rocas o piezas de porcelana, mezcladas con pólvora y capas de papel, Cuando se encendía el fusible, el tubo arrojaba desde lo alto de las murallas, metralla que causaba efectos devastadores. La fragilidad del material impidió un mayor desarrollo de esta arma. 2 El primer relato documentado de la utilización de armas impulsadas por pólvora en el campo de batalla es del 28 de enero de 1132, cuando el general Han Shizhong, utilizó escalas y huôchóngs (lanzas de fuego), para capturar una ciudad de Fujian. Estos ar 1.  Miles Tanner, Harold. China: A History. Hackett Publishing, 2009.  2.  Needham, Joseph. The Gunpowder Epic. Cambridge University Press, 1987.

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tefactos, más que cañones eran armas de mano, que impulsaban proyectiles encendidos por medio de un tubo de bambú. Recién en el siglo XIII reemplazarían el bambú por el bronce con lo cual, el arma adquiriría propiamente las características de un cañón. 3 Desde China el uso de la pólvora pasó a la India y Japón. Lentamente, por la ruta de la seda, la pirotécnica y el uso militar de la sustancia explosiva arribaron a Europa. Se sabe que fue usada por los mongoles cuando atacaron a los húngaros en el siglo XIII. Los árabes, tradicionales intermediarios en el comercio de la seda y las especias, conocieron el uso de la sustancia explosiva y realizaron inmediatas innovaciones que derivaron en un uso más seguro de la pólvora y su aplicación intensiva en armas de uso militar. El manuscrito árabe Karshuni de fines del siglo XII, describe de manera precisa los procesos para la fabricación de pólvora, y además se mencionan el desarrollo de cohetes utilizados como armas para la defensa, pero fundamentalmente para infundir terror al enemigo. Existe registro del uso de estos rudimentarios cañones portátiles, que lanzaban flechas encendidas o metralla, por parte de los egipcios para contener ataques de los mongoles en la batalla de Ain Jalut en 1260. La descripción científica del proceso de fabricación de la pólvora se encuentra en manuscritos árabes y andalucís del siglo XIII. La mezcla más explosiva (74% sal de nitro, 11% azufre, 15% carbón) es prácticamente idéntica a la fórmula que se emplea en la actualidad, siete siglos más tarde y considerablemente más letal que la composición que se seguía usando en China y la India. 4

La pólvora llega a Europa

La primera mención escrita del uso de la pólvora en Europa aparece en el manuscrito De nullitate magiæ del teólogo, filósofo y protocientífico inglés Roger Bacon, sacerdote de la orden franciscana. Tras estudiar escolástica, filosofía y a Aristóteles en la Universidad de París, retorna a Oxford, en donde desarrolla gran parte de su trabajo teológico y de su investigación científica. Esta obra hermética, es decir no publicada debido a las restricciones impuestas por la iglesia, recogía buena parte de los escasos conocimientos científicos de la Europa medieval, especialmente en el campo de las matemáticas, la física y la química. En ella, de manera evidente se pueden encontrar referencias a los conocimientos de los científicos árabes que desarrollaban su trabajo en Al Andaluz (la España mora). Por iniciativa del Papa Clemente IV, Bacon, envía al Vaticano en 1267 sus obras Opus Maius y Opus Minus, en las que se registra su trabajo teológico y científico. En la primera, un amplio tratado sobre la ciencia y la filosofía, se amplía la descripción del uso de la pólvora con fines militares: “Podemos, con sal de nitro y otras sustancias, confeccionar artificialmente un fuego que se puede lanzar a grandes distancias [...] Utilizando tan sólo una pequeña cantidad de este material puede crearse mucha luz acompañada de un terrible estruendo. En él es posible destruir un pueblo o un ejército [...]”. 5 Tras la muerte del Papa, en 1268, Bacon cae en desgracia, es acusado de propagar la herejía de los infieles e incluso de hechicero. Es recluido en un convento y se le prohíbe proseguir con su trabajo. Sería liberado recién en 1278.  3.  Wang, Xueliang. Ideal versus reality: General Han Shizhong and the founding of the Southern Song. “Chinese Military Technology and Dai Viet: c. 1390-1497”. The University of Arizona. 2000.  4.  http://paginasarabes.com/  5.  http://www.historiacultural.com/

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Para esa época, a fines del siglo XIII, documentos de los países nórdicos ya mencionan el empleo de “carbón y azufre” como un arma letal en el combate naval. De igual manera, junto a los infantes y ballesteros de los ejércitos medievales se mencionan a los scopettieri italianos, portadores de armas ligeras que utilizaban pólvora para escupir fuego.

Cañones en la Europa medieval

En la sucesión de asedios que fue característica de la guerra entre las tropas musulmanas y cristianas en la actual España, versiones dan cuenta del uso de armas “que botaban fuego y producían espantoso ruido” para la defensa de posiciones en altura, derivadas de las utilizados en China, con la innovación del uso del bronce para el cañón. Durante el asedio de Sevilla en 1248, y de Niebla en 1262, se informó que los defensores almohades empleaban máquinas que eyectaban piedras y fuego, provocando ruidos atronadores. Algunos historiadores españoles consideran que en el asedio y conquista de la ciudad islámica de Niebla por parte de las tropas cristianas de Alfonso X, se utilizó por primera vez la pólvora durante una batalla en la península Ibérica. 6 Sin embargo, el uso de artillería seguiría reservada a las tropas musulmanas hasta el siglo XIV, en que aparece el uso de pequeñas piezas de artillería en el ejército castellano llamadas culebrinas. El historiador español, Juan de Mariana, describe el uso de cañones durante la conquista de Algeciras en 1342: “Los sitiados causaron gran daño a los cristianos con las balas de hierro que disparaban”. Esta es la primera vez que hallamos mención expresa del uso de pólvora y balas en la historia europea. El sacerdote jesuita de Mariana, teólogo e historiador, nos legó una inmensa obra filosófica e histórica, en la cual se recogen de manera crítica los hechos históricos de la península ibérica, desde la remota antigüedad hasta el gobierno de los reyes católicos Isabel y Fernando. 7 Para 1340, el uso del cañón ligero se había extendido por el mundo islámico. Así lo demuestran los documentos de las taifas de la región sur de España, que registran en los inventarios militares, la presencia de tales armas. En la lucha religiosa y política entre los reinos castellanos y musulmanes, no fueron extrañas las alianzas circunstanciales entre los reyes ibéricos y los emires de al-Andalus, por lo que los primeros instructores artilleros de los ejércitos cristianos seguramente fueron expertos moros. Utilizo el término coloquial moro (del latín maurus, es decir oscuro) como una denominación común para la época que perduró hasta el siglo XX. La palabra cañón proviene del italiano “cannone”, que a su vez proviene del latín “canna” que significa tubo. La forma afrancesada “cannon” se utilizó para designar un arma que arroja proyectiles impulsados por una mezcla explosiva, desde 1326 en Italia. Previamente, a esta clase de armas se les denominó con el término latino bombardum (bombarda en español), en referencia a la explosión que se producía al detonarla. Es la palabra más antigua usada para hacer alusión a un cañón, pero desde el siglo XV pasó a denominar exclusivamente a los cañones de más alto calibre. El monje alemán Berthold Schwarz crea en 1313 el primer cañón con tubo de metal que emplea la pólvora como carga explosiva para impulsar un proyectil. Estas armas, conocidas como Pots de Fer (Jarra de hierro) se fabricaron en Gante, Bélgica,  6.  Zurita, Jerónimo. Anales de la Corona de Aragón. 1580.  7.  De Mariana, Juan SJ. Historiae de rebus Hispaniae libri XXX (Toleti, typis P. Roderici, 1592)

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ciudad Estado de gran importancia en la Edad Media. Tenían forma de una botella de hierro con el cuello estrecho, que se cargaba con pólvora y disparaba una flecha metálica con guías, la cual solía estar forrada para ajustarse a la boca del cañón. En la base, el arma tenía un orificio que permitía aplicar un hierro candente para provocar el fuego que encendía la pólvora y provocaba la explosión. Este procedimiento, con muy pocas mejoras, se conservó durante cuatro siglos. Aunque algunos soberanos europeos recibieron por adquisición u obsequio la novedosa arma, la primera referencia histórica del empleo de la artillería data de la batalla de Crécy (1346). A partir de entonces la artillería empezó su andadura, convirtiéndose en un importante factor en el campo de batalla. Sin embargo, la escasez de la pólvora, las enormes dificultades para la construcción y el transporte del arma, así como su relativa efectividad no permitieron que se convierta en factor decisivo en la guerra, hasta mucho tiempo después. 8

El asedio de Constantinopla

A lo largo del siglo XIV, inventores, estudiosos y armeros, llevaron adelante una feroz competencia para mejorar esta arma letal que proporcionaba una indudable ventaja a los ejércitos, en especial a los defensores de las ciudades amuralladas sometidas a asedio. Las innovaciones se centraron en la confiabilidad, es decir, evitar que el arma estalle causando daños a los servidores de la pieza y en la potencia, a fin de incrementar su poder letal. Este último factor adquiría especial importancia para intentar destruir las fortificaciones y facilitar el asalto a las ciudades amuralladas. Esto a su vez obligó a modificaciones sustanciales en los sistemas de defensa de los asentamientos urbanos, cuya arquitectura cambió: las pesadas murallas cuadradas de la baja Edad Media se transformaron con la utilización de almenas redondeadas, muros curvos, doble sistema de murallas y fosos, diseñados para aminorar los daños de los cañones. El imperio bizantino, amenazado tanto por los turcos como por los ejércitos cristianos, empezó a hacer acopio de sus propios cañones. La primera vez que se utilizó la artillería bizantina de manera decisiva en batalla fue durante el asedio de Constantinopla por los otomanos (1396). La defensa de las murallas, basada en el uso de cañones, pólvora ardiente y fuego griego, obligó a los turcos a retirarse. Se cree que los artilleros que defendieron a la ciudad eran francos y belgas, que habían realizado su aprendizaje en las guerras regionales. 9 Los turcos otomanos, que habían heredado conocimientos de los expertos militares árabes, habían usado artillería en distintas guerras. Pero el objetivo principal seguía siendo la capital bizantina, la mítica Constantinopla. A lo largo de medio siglo lanzaron contra ella, en siete oportunidades sus tropas, apoyados por una artillería que iba evolucionado, desde las primitivas bombardas hasta los más ligeros falconetes. Las tremendas dificultades que soportaba el Imperio bizantino ante el ataque turco, fueron aliviadas en algo, gracias a la ayuda solicitada por el Papa Pio II a los monarcas europeos en 1422. Los nuevos cañones ubicados en la amurallada ciudad para su defensa provenían de las armerías europeas. 10

8.  “The World’s Earliest Cannon”. http://www.iesfranciscoasorey.com/  9.  Pertusi, Agostino. La Caduta di Costantinopoli. Fondazione Lorenzo Valla: Verona, 1976.  10.  Nicolle, David. Constantinople 1453: The end of Byzantium. Oxford: Osprey Publishing, 2000.

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En abril de 1453, el sultán Mehmed II y su ejército pusieron nuevamente sitio a Constantinopla. En el asedio utilizaron decenas de cañones fabricados por armeros húngaros, los mayores expertos artilleros de la época. Se destaca entre ellos un monstruoso cañón de casi 8 metros de largo y 20 toneladas de peso, que podía disparar una piedra de más de mil libras de peso. Esta arma, servida por dos centenas de hombres, pasó a la historia como “La Gran Bombarda Turca”. El mayor de estos medía 26 pies (7.9 m) de largo y pesaba 20 toneladas. Este cañón podía disparar una piedra de 1.200 libras y requería para su funcionamiento un contingente de 200 hombres. Su gran tamaño, unido al tremendo ruido que hacía, provocó el pánico entre los defensores de la ciudad. Así lo relata el cronista griego Kritovoulos: “...y la piedra, disparada con enorme fuerza y velocidad, golpea la muralla, la cual inmediatamente se derriba y rompe en varios fragmentos dispersos, que caen sobre los defensores matando a todo aquel que se encuentre cerca”. 11 La desesperada defensa de la ciudad, atacada brutalmente por la artillería turca, incluía la utilización de todas las manos posibles para reparar la muralla, dañada tanto por los proyectiles otomanos, como por la inefectividad de sus propios artilleros. La caída de la ciudad en manos turcas, el 29 de mayo de 1453, no sólo significó la desaparición del imperio romano de oriente, sino el fin de una era. Concluía el Medioevo para dar paso al Renacimiento.

La artillería de campaña

A lo largo de dos siglos, los cañones fueron usados principalmente como piezas fijas para someter a hierro y fuego a las ciudades amuralladas. El rey de Suecia, Gustavo Adolfo, fue el primer jefe militar que entendió el poder de la artillería como arma móvil. Ordenó a los excepcionales artesanos suecos y armeros alemanes y belgas, la fabricación de cañones ligeros de 50,8 y 101,6 mm para utilizarlos en sus campañas contra los polacos (1626) y en la guerra de los Treinta Años contra los alemanes (1629). Los sorprendentes logros de la infantería y la caballería suecas, apoyadas por una artillería que podía desplazarse con relativa celeridad, cambiaron por entero las doctrinas militares de la época. Había nacido la artillería de campaña. 12 De inmediato, otros ejércitos adoptaron esta táctica, organizando fuerzas artilleras como apoyo de batalla, con cañones ligeros que proporcionaban una cobertura a las tropas que intentaban ganar posiciones en el ataque o la defensa. En las grandes batallas del siglo XVII, la artillería se empleó como una fuerza letal, decisiva en la planificación de los grandes generales europeos. Los austríacos organizaron de inmediato una sección de artillería móvil. Poco después, los franceses aportaron una innovación, la artillería montada. Los dos, Francia y Austria, contribuyeron significativamente a la innovación de la guerra en ese siglo. Cabe destacar el aporte de Napoleón Bonaparte, artillero en su juventud, que contribuyó a un más amplio y eficaz empleo de los cañones en todas sus batallas. En la utilización de artillería en las batallas navales, fueron los ingleses los que realizaron importantes adaptaciones para un eficaz empleo de culebrinas y cañones cortos,

11.  Runciman, Steven. The Fall of Constantinople, 1453. Cambridge: Cambridge University Press, 1965.  12.  Enciclopedia Nordisk familjebok (Libro Familiar del Norte). 1899.

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estratégicamente ubicados a babor y estribor de sus naves de guerra. Con seguridad, la artillería naval fue decisiva en el predominio en los mares de la armada inglesa. 13 Recién en el siglo XIX, los procesos industriales permitirían una considerable sofisticación de los procesos de fabricación de cañones e importantes progresos en el diseño, potencia de juego y alcance de las armas. La utilización de hierro forjado en vez del bronce y el hierro forjado que habían predominado por siglos; el uso de proyectiles cilíndricos, mucho más confiables y eficaces; la utilización de sistemas de retrocarga y la constante innovación, generaron una serie de armas altamente letales, cuyo alcance volvió a cambiar la faz de la guerra. Aparece entonces el concepto de combate a distancia, en el cual, la protagonista fundamental es la artillería. Sería en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, cuando se empleó de manera intensiva y a escala enorme la artillería, gracias al perfeccionamiento del material debido a la pericia técnica americana y al mejoramiento de las técnicas de tiro, contribución de los oficiales formados en las academias militares de ese país. Los avances tácticos que surgieron de la guerra civil, pueden atribuirse sin duda al audaz empleo de la artillería. Hacia el final del siglo, la reorganización del ejército alemán y el poderío de su industria siderúrgica, produjo un enorme desarrollo técnico de la artillería, caracterizada por la construcción y empleo de cañones monstruosos, del tipo de los obuses de 420 mm y el colosal cañón “Gran Bertha”, que debía ser desplazado por vía férrea y podía hacer fuego a una distancia de 60 km. Nacían entonces los conceptos de cortina de fuego y ataque de demolición. 14

Historia de la artillería en España

Existen testimonios históricos que dan cuenta que los primeros disparos de artillería que se produjeron en Europa se escucharon en España. Ocurrió en el ataque de Mohamed IV de Granada contra las fronteras de Alicante y Orihuela en 1331. 15 Sin embargo, la piedra miliar del uso de la artillería en España hace referencia al sitio de Algeciras, en 1342, por las tropas de Alfonso XI de Castilla. La crónica de la vida del monarca, desde su minoría de edad, posiblemente escrita por Fernán Sánchez, un cortesano que también reseñó la vida de otros reyes de Castilla, describe la defensa de la ciudad por parte de las tropas musulmanas: “Los moros de la cibdat lanzaban muchos truenos contra la hueste, en que lanzaban pellas de hierro muy grandes… et otro si lanzaban con los truenos saetas muy grandes et muy gruesas…” 16 Pocos años más tarde, en 1356, se registra por primera vez el uso de un cañón en una batalla naval, en los enfrentamientos entre los reyes Pedro el Cruel de Castilla y Pedro el Ceremonioso de Aragón. Las tropas aragonesas habían llevado a bordo de una nave una bombarda, la cual fue un factor importante en la derrota delas huestes castellanas. La descripción de esta batalla consta en la crónica ordenada por Pedro el Ceremonioso, en la cual se narra su vida y la de su padre, Alfonso el Benigno. 17

13.  Historia de la artillería de campaña. url: http://www.definiciones-de.com/  14.  Ibidem  15.  Zurita, Jerónimo. Op. Cit.  16.  Crónica de Alfonso XI. Francisco Cerdá y Rico. Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha, 1787. pp. 630  17.  Bofarull de, Antonio. Crónica del rey de Aragón D. Pedro IV el Ceremonioso. Barcelona: Imprenta de Alberto Frexas, 1850.

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Sin embargo, una batalla naval en forma se produce cuando se enfrenta una escuadra de Castilla con otra inglesa en el contexto de la guerra de los 100 años. La batalla naval de La Rochelle, se produce el 22 de junio de 1372, frente a la asediada ciudad del mismo nombre que había sido tomada por los ingleses. Las naves castellanas lanzaron sobre la formación inglesa “artificios de fuego”, utilizando bombardas. Los barcos ingleses no pudieron esquivarlas, lo que provocó una gran mortandad. 800 ingleses murieron, quemados o ahogados. 18 Durante más de un siglo, prácticamente no se innovó el arte de la fabricación de cañones, los cuales seguían utilizándose como elementos de ablandamiento en los asedios a las ciudades amuralladas y como eficaz mecanismo de defensa, vertiendo metralla y fuego a los asaltantes que intentaban superar las defensas. La doble batalla de Toro (Zamora) que enfrentó a las tropas de los Reyes Católicos y las del rey Alfonso V de Portugal aliado de la princesa Juana La Beltraneja, en el marco de la guerra de sucesión castellana, aunque concluyó con resultado incierto, constituyó un valioso triunfo político de Isabel La Católica, quien afianzó su derecho sucesorio, consolidando la unión de Castilla y Aragón, elemento clave para forjar la futura España. En las dos batallas, la artillería se convirtió en elemento clave. Los reyes terminarían concediendo el nombramiento de “Maestro Mayor” de la artillería española, a Micer Domingo Zacarías. 19 Concluida la guerra por la sucesión en Castilla, los Reyes Católicos inician la gesta de reconquista de los territorios de la marca castellana, Valencia y Andalucía, en poder de las taifas musulmanas. Con la caída del reino nazarí de Granada, tras la rendición de Boabdil, en 1492, llegaría a su fin la presencia árabe en la península ibérica. La reconquista no solo trajo alivio a las agotadas cajas reales sino que permitió la consolidación de un ejército profesional, los tercios, fuerza temible que llenaría de terror a la Europa de los siglos XVI y XVII, por su tremendo arrojo, feroz disciplina y la carencia absoluta de temor. Las tropas españolas, tras asegurar los territorios continentales, conquistaron las islas Canarias, sometieron al Reino de Navarra y conquistaron Nápoles, tras derrotar a las tropas francesas de Carlos VIII, consolidando una fuerte alianza con el Vaticano y fortaleciendo su fama en la Europa Católica. La conquista de extensos territorios en el norte de Africa, demostraría la visión geopolítica de los soberanos españoles y su ambición de poder. 20

Artillería en la conquista de las Indias

Estas victorias, traerían aparejado un logro no previsto, que tuvo mucho de casual, pero que dada su trascendencia, convertiría a España en la mayor potencia de la época y uno de los mayores imperios de la historia de la humanidad: la conquista de América. Las noticias, traídas por Colón, de la existencia de vastos territorios inexplorados, con abundantes riquezas, impulsaron a los reyes a posponer su aventura africana para concentrarse en la conquista de este “Nuevo Mundo”.  18.  Cervera Pery, José: El poder naval en los reinos hispánicos: la marina de la Edad Media. Madrid, 1992.  19.  Martínez Laínez, Fernando. Fernando el Católico. Crónica de un reinado. EDAF. Madrid, 1916.  20.  Edwards, John. La España de Los Reyes Católicos, 1474-1520. Editorial Crítica, 2001.

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La épica aventura que permitió a fuerzas militares relativamente modestas, conquistar inmensos territorios, derrotando a ejércitos numerosísimos, solo puede explicarse militarmente por dos factores desconocidos entre los pueblos que habitaban “las Indias”: la artillería y la caballería. En efecto, ni la religión, ni el servicio a la corona, ni la desmesurada ambición de los soldados conquistadores pueden explicar la dimensión de lo alcanzado en México primero y luego en las naciones del sur. Cabe también en esta reflexión, el azar que es parte esencial de muchos acontecimientos históricos y el fatalismo que suelen generar los gobiernos omnipotentes en sus súbditos. Si el soberano cae, la nación entera se arrastra. Así ocurrió con los aztecas y con los incas. 21 Volviendo a nuestra temática, en los enfrentamientos con las disciplinadas y numerosas tropas indígenas, los europeos utilizaron su arsenal artillero, que les otorgó indiscutible ventaja al enfrentar formaciones cerradas y prácticamente inermes ante las bocas de fuego emplazadas estratégicamente. En sus campañas, los tercios reales utilizaban el arcabuz, antigua arma de fuego de avancarga, de uso extendido entre los ejércitos del viejo continente. A fines del siglo XVI, sería reemplazado por el mosquete, que también se cargaba por el cañón, pero tenía la ventaja de poseer un mecanismo de disparo tanto de mecha como de pedernal. Una escopeta corta, que se disparaba con chispa, el pedreñal, era poco utilizado. Aunque en los galeones españoles seguían imperando las bombardas y algunas de ellas se utilizaron también en tierra, sería la culebrina, la pieza de artillería de mayor uso por las tropas españolas. Su menor peso y maniobrabilidad, su potencia de fuego y alcance, hicieron de esta pieza un factor clave en la conquista militar de América. Los soldados ibéricos harían uso también de los falconetes, cañones de menor peso y calibre, con un cañón de casi dos metros, que podían disparar proyectiles de hasta tres libras, usados en combate a corta distancia. A este arsenal mortífero, los soldados nativos oponían lanzas, flechas, mazas, cachiporras, boleadoras, hachas y hondas. La desproporción del armamento era evidente. 22

Fundiciones y escuelas en el siglo XVI

El empleo intensivo de la artillería en las guerras de reconquista contra los moros y en las incursiones de conquista de territorios en las Indias y África, propició la innovación y perfeccionamiento de las materiales en el siglo XVI. Una de las novedades mayores fue el invento de las minas, artefactos cargados de pólvora, utilizados para demoler murallas, atribuido a Pedro Navarro. Hacia mediados del siglo, se inicia la fabricación de cañones de hierro colado y forjado. Procurando una mejor organización de sus tropas, los Reyes Católicos aprobaron en 1504 la “Ordenanza para la buena gobernación de la gente de sus guardas, artillería, y demás gente de guerra y oficiales de ella”, uno de los primeros reglamentos militares conocidos. 23 Para esa época, ya las tropas españolas mantenían la advocación de Santa Bárbara como su patrona. Casi desde el mismo nacimiento de la artillería en el medioevo, los soldados de esta arma se acogieron a la protección de esta santa, probablemente  21.  Mahn-Lot, M. Una aproximación histórica a la conquista de la América española, Barcelona, 1977.  22.  http://www.taringa.net/posts/  23.  https://dialnet.unirioja.es/

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por la mención del rayo destructor en el relato de su martirio. Ya en 1431, se documenta que las compañías de la artillería francesa mantenían el culto de Santa Bárbara. Igual lo hicieron, una década más tarde, hacia 1452, los soldados encargados de las culebrinas y los arcabuceros de Gante que se acogieron bajo su amparo. La advocación de Santa Bárbara, virgen y mártir, también era una devoción muy arraigada en los soldados españoles de artillería. Lebrija reconoce y explica en una de sus obras, de qué manera los integrantes de las diversas escuadras confiaban en la protección divina, y en especial de la santa bajo el título “De la compañía y congregación de los artilleros bajo la devoción de la gloriosa Santa Bárbara”. 24 La formación de los artilleros hasta mediados del siglo XVI no era sistemática. Muchos se formaban por su cuenta o recibían la ayuda de un veterano. En otros casos, el aprendizaje estaba regularmente asociado a los talleres en los cuales se fabricaban los cañones, como ocurría en Gante. Hacia 1550, en los dominios de España funcionaban las escuelas de artillería de Barcelona y Milán. Más adelante se fundarían las escuelas de Burgos, la cual alcanzó justa fama en Europa y la Mallorca. Por entonces, la mejor fundición de cañones y otras piezas para el servicio de los cuerpos artilleros en España, era la de Málaga, cuya fama había trascendido fronteras. La fundición creada en Burgos en 1537, rápidamente superó en calidad a las piezas trabajadas en las fundiciones de Navarra y Logroño. 25

La ciencia de la balística

Nacido como Niccolo Fontana en Brescia (1499), el matemático, ingeniero e inventor italiano Niccolo Tartaglia es considerado el iniciador de la balística. A consecuencia de heridas en la mandíbula y el paladar por un golpe de sable recibido cuando era adolescente durante el saqueo de Brescia, tuvo serias dificultades con el habla, lo que originó su apodo de Tartaglia (tartamudo), que él adoptó como apellido. Una de sus más importantes contribuciones a la ciencia matemática fue la solución algebraica de la ecuación de tercer grado, que no quiso publicar. Finalmente lo hizo cuando se presentó como aspirante al cargo de asesor de artillería del ejército español. Pasó a la historia por su tratado de balística (Nova Scientia, 1537), el primer esfuerzo científico para explicar la trayectoria de los cuerpos en caída libre. Sentó así las bases de una ciencia esencial para la artillería. Sin embargo, su obras más conocida es el “Tratado de números y medidas” (1660), un estudio enciclopédico de las matemáticas elementales. 26

Innovaciones en el siglo XVII

Durante el siglo XVII los morteros, herederos directos de las bombardas, sufrieron importantes modificaciones tanto en su forma como en los proyectiles que se usaban tanto en el sitio de las fortificaciones como en la defensa. Uno de los inventores que más aportaron a la innovación en la balística, fue el español Antonio González, reconocido como inventor de las recámaras esféricas de los cañones así como de la colocación de muñones en la culata de los morteros, lo que permitía modificar su tiro.

24.  Collado de Lebrija, Luis. “La platica manuale de artigleria”. Sevilla. 1606  25.  Vigón, Jorge. Historia de la artillería. Instituto Jerónimo Zurita. Madrid, 1947.  26.  Encyclopædia Britannica. (11th ed.). Cambridge University Press. 2011

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Los morteros eran protagonistas principales de los asedios y la herramienta más importante para los sitiadores, que dependían de la trayectoria parabólica de los proyectiles para sortear las altas murallas de los castillos y fuertes de la época, causando así enormes daños a la infraestructura y provocando destrozos a los ejércitos defensores. El masivo daño de la artillería permitía la aproximación de los infantes, que en primera instancia colocaban minas en los exteriores de las fortificaciones, creando brechas para el asalto final. Esta arma destructora utilizaba como proyectil a la bomba, una esfera hueca de hierro, de respetable tamaño, en cuyo interior se colocaba la carga de pólvora, provista de una espoleta, cuya composición permitía acelerar o retardar la explosión, según se quisiera que la bomba explote sobre los defensores, causando numerosas bajas o en el terreno, demoliendo las edificaciones. Los primeros morteros (de plancha) se montaban sobre una base de madera, sobre la cual quedaban fijos. Solo podían modificar el tiro, al ser cambiados de posición, tarea complicada dado el enorme peso de la pieza. Más adelante se colocaban sobre un afuste de bronce, que permitía una mayor fijación en el suelo, pero además posibilitaba una mayor movilidad, pues la cureña estaba provista de ejes, a los cuales se podían ajustar ruedas. Los problemas de movilización de los morteros se solucionaron cuando directamente se colocaron sobre afustes con ruedas, las cuales debían ser desmontadas al emplazar el cañón en las inmediaciones de su objetivo. 27 Los cañones de campaña no habían sufrido cambios importantes en décadas. La principal innovación, en ese siglo, provendría de un noble alemán, Philip von Mansfeld, oficial artillero del ejército sueco de Gustavo Adolfo en las guerras contra Polonia, en las cuales adquirió amplia experiencia. Combatió en la guerra de los treinta años, siendo capturado por las tropas de la Liga Católica. Tras dos años de prisión, fue liberado y se trasladó a vivir a Bruselas, en donde abrazó la fe católica y se dedicó a la fundición de cañones. Su agudo sentido de observación, su experiencia militar y el arte adquirido en los procesos de fundición, lo llevaron a proponer importantes reformas a las armas de artillería. Según cronistas de la época, el conde Mansfeld consideraba que tendría un gran efecto en la guerra, un cañón “que se moviese más y con menos pólvora alcance más”. Ese concepto lo llevó a experimentar en la fundición de Bruselas piezas más pequeñas, de sólo ciento ochenta libras, con balas de seis libras, las cuales podían transportarse con facilidad con sólo dos caballos. Como lo había anticipado, el pequeño cañón, fabricado en bronce, en 1625, tenía más alcance y era más efectivo que las antiguas piezas, por lo que rápidamente alcanzó popularidad. En honor a su inventor, a las piezas se les denominó “Mansfelds” o “mansfeltes”. Su fabricación en España no ocurriría sino hasta 1638. Estos cañones más ligeros, fueron utilizados en todas las guerras del imperio español a lo largo del siglo. Su fácil transporte, rango y potencia, los convirtieron en la pieza preferida de la artillería de campaña. 28

27.  http://remilitari.com/guias/artilleria4.htm  28.  Salas y Cortés, Ramón de. Memorial histórico de la artillería española. Madrid, 1831

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El siglo XVIII

Al iniciar el siglo, queda definida la estructura, funciones y operaciones de los reales ejércitos españoles y, por ende de su artillería. Al contrario de la infantería y la caballería, hasta entonces la artillería no tenía ninguna unidad orgánica, pues su papel se limitaba a allanar el camino a los tercios. La reforma del Ejército español impulsada por el rey Felipe V, materializó un ejército permanente, profesional, organizado, jerárquico, con una estructura regimental. Se consagró además la autonomía de los cuerpos técnicos: artillería e ingenieros. El ejército real estaba integrado por voluntarios (muchos de ellos extranjeros, italianos, valores e irlandeses, principalmente) y reclutados (por el sistema de leva o de quinta), ya que la Real Cédula de 1704, implantó el servicio militar obligatorio. La recolección de “vagos” en las ciudades y de la quinta parte de los mozos útiles de cada provincia, pronto se hizo impopular, dando orígenes a enormes abusos y corruptelas. La prestación del “servicio al rey” acabó por ser tenida como una imposición de la que había que escapar a cualquier costo, por lo que una enorme cantidad de personas, con cualquier pretexto, buscó ser excluida del sorteo. Al final del siglo, el ejército de España contaría con 100.000 efectivos. 29 Seis años más tarde, el soberano mediante cédula real, expide el “Reglamento y ordenanza para la más acertada y puntual dirección de mi Artillería”, mediante la cual se crea el Real Regimiento de Artillería, “para guardia y servicio de los trenes de artillería, así como para servir la artillería de las plazas y castillos”. El instrumento crea además el cuerpo de oficiales de artillería de España; regula la jerarquía del regimiento; establece la provisión de oficiales, reclutamiento de tropa, sueldos y la separación de ingenieros y artilleros. 30 Cuando Carlos III llega a España, lo hace rodeado cortesanos, hombres de confianza y oficiales artilleros de su corte en Nápoles. Entre ellos se destaca el conde de Gazola, militar de sólida formación, que sería nombrado teniente general de los Reales Ejércitos en 1761, cargo en el cual crearía el Real Cuerpo de Artillería (1762) y fundaría el Colegio de Artillería en Segovia (1768). La estructuración definitiva se daría mediante las Ordenanzas Generales de 1768. Todos estos cambios, las innovaciones que el arte artillero había experimentado a lo largo del siglo; los conocimientos y técnicas; las doctrinas, estrategias y tácticas; procesos de fabricación; el empleo de las fuerzas y su administración, se plasmaron en una obra fundamental, el Tratado de Artillería de Morla (1784). Este espléndido trabajo editorial, compiló todos los conocimientos que sobre las ciencias de la artillería y fortificación existían en la época. Una segunda edición apoyada por el rey de España y su ministro Godoy, incluye un estupendo atlas iconográfico de la artillería, con obras de estupendos artistas y los mejores grabadores de la corte. Una verdadera joya que permitió una mayor comprensión del arte artillero, mucho antes de la invención de la fotografía. 31  29.  Borreguero Beltrán, Cristina. Del tercio al regimiento. Real Sociedad Económica del Amigos del País. Valencia, 2001.  30.  España, Ejército. Madrid, 1710.  31.  Morla, Tomás de. Tratado de Artillería para el uso de la Academia de Caballeros Cadetes del Real Cuerpo de Artillería : dividido en tres tomos y otro de láminas… 2ª ed. corr. Segovia : [s.n.], 1816. (Imprenta de D. Josef Espinosa)

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Al concluir el siglo, en 1797, la artillería española se cubriría de gloria en la heroica defensa de Puerto Rico contra la invasión de la armada inglesa. Los cañones que defendían la isla, no solo rechazaron los sucesivos ataques de los ingleses, sino que implementaron nuevas formas de empleo de las piezas, ampliando su movilidad y sus rangos de tiro. 32

Después de la época napoleónica

El genio estratégico de Napoleón, ha sido ampliamente reconocido por los historiadores. En menor medida, se comenta respecto del uso táctico de su artillería, elemento esencial en varias de sus campañas. Sus generales utilizaron con absoluta eficacia todas las ventajas del equipamiento, el conocimiento de sus expertos y la experticia de sus artilleros. En la Europa que aún palpitaba el horror de las guerras napoleónicas, aparece un arma considerablemente innovadora, que permite por primera vez, de manera efectiva, el tiro indirecto: el obús. Este cañón posibilitaba atacar posiciones fuera del alcance de la artillería que se utilizaba hasta ese momento. Es decir, permitía superar obstáculos naturales (montañas, riscos), elementos del terreno (árboles, muros) y otros obstáculos, debido a que permite inclinaciones de 45 grados e incluso más. De esa manera el tiro parabólico se convierte en una absoluta ventaja táctica de los artilleros. Al mismo tiempo se inicia el empleo de hierro fundido y el rayado del ánima de las piezas, lo que mejora sustancialmente su precisión. Su alcance llega a los 4 kilómetros. Otra innovación importante es la aparición de proyectiles de forma cónico cilíndrica y espoleta por contacto, lo que aumenta sustancialmente su eficacia y seguridad en el empleo. 33 Hacia mediados del siglo XIX, se produce una verdadera revolución en la fabricación de armas, con las modernas técnicas de fundición. El acero cambia muchos de los aspectos de la artillería: permite hacer tubos previamente rayados para los cañones, con un sustancial incremento de su resistencia; posibilita sustituir los obsoletos armones de madera o cobre; y, especialmente, facilitó el desarrollo de las armas de retrocarga, es decir, cañones que se pueden cargar por la parte posterior. Este desarrollo y otros que se producen en la era industrial, a lo largo del siglo XIX, son ampliamente tratados por uno de los historiadores militares más prolíficos, respetado miembro de la Academia Nacional de Historia Militar, el teniente coronel Edison Macías, autor de esta obra, a quien expreso mis congratulaciones.

32.  Al pie de los cañones. La Artillería Española. Tabapress. Madrid, 1994.  33.  David Wallechinsky & Irving Wallace. «Bélica y Armas de Guerra: El Cañón». Consultado el 30 de julio de 2016.

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CAPÍTULO I LA ARTILLERÍA EN SU EVOLUCIÓN INICIAL

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Son varios los pensadores, enciclopedistas, historiadores, estudiosos del arte militar que han emitido sus propios conceptos de la artillería de todos los tiempos. Y se justifica plenamente que esta variedad de personas criteriosas e ilustres se hayan interesado en conceptuar a un valioso e importante elemento de la guerra, representado en la presencia imponente de la artillería. En el Diccionario de Cabanellas podemos encontrar variados significados, desde lo más simples a los que entrañan mayor profundidad filosófica, académica e institucional. Nos dice que “la artillería es toda arma opuesta a la portátil o manual” o “el conjunto de piezas de toda clase con la característica común de poner gran calibre y potencia de fuego.” He aquí otro concepto: “Arma Táctica que combate de manera principal, con el armamento específicamente artillero, sin prescindir del restante material y elementos que complementan su situación ofensiva y defensiva.” 1 En concepto de Almirante, la artillería “es ciencia y conjunto de conocimientos facultativos o técnicos de ciencias exactas y físicas, de artes mecánicas e industriales que directa e indirectamente concurren a la instrucción del artillero para su profesión de construir, conservar y usar todo género de armas, aparatos, máquinas y municiones de guerra”. Villamartín emite su concepto: “En la palabra artillería se encuentran dos cosas radicalmente distintas; una, esa ciencia resultado de otras muchas, enlazada con todas y que no se puede abarcar por un hombre solo; y la otra, ese cuerpo de tropas que pelea de cierto modo combinando su acción con las de las dos armas fundamentales (en su tiempo), la infantería y la caballería.” Borreguero nos dice: “Es la agrupación de hombres que utilizan en el combate los poderosos efectos de alcance y destrucción de las máquinas de guerra denominadas cañones, obuses y monteros, cuya unidad táctica es la batería y cuyo objetivo consiste en batir al enemigo a la distancia, sea en campo abierto o detrás de fortificaciones.” Y estas definiciones de diferentes autores: “El arte de construir, conservar y usar todas las armas, máquinas y municiones de guerra.” “Es el tren de cañones, morteros, obuses, pedreros y otras máquinas de guerra que tiene una plaza, un ejército o un buque.” Ahora, es importante conocer de dónde y cómo nace la artillería, cuáles fueron sus inventores, diseñadores e impulsores. De la Enciclopedia Pedagógica Cumbre se puede extraer que los orígenes de la artillería se remontan a los arietes, catapultas, balistas y otros ingenios o máquinas que se utilizaron para lanzar una o varias piedras a distancia, especialmente para quebrantar las murallas de una fortaleza. Pero la artillería no empieza en realidad, hasta que se consigue aplicar la fuerza expansiva de la pólvora a bocas de fuego o cañones para lanzar piedras. No cabe la menor duda de que las armas de fuego eran usadas en el siglo XIV, pero en antiguas historias musulmanas y crónicas españolas se pueden rastrear datos que indican que los árabes usaron bocas de fuego en el sitio de Niebla (1257), al defenderse lanzando dardos y piedras con máquinas “de fuego con truenos”. Los ingleses emplearon pequeños cañones en la batalla de Crécy (1346), y un siglo después, Carlos VIII de Francia organizó la primera sección permanente de artillería. La bombarda o lombarda, empezó a usarse en el último tercio del siglo XIV. Era un cañón rudimentario, de difícil manejo, en cuya ancha boca se colocaba el proyectil: una gran piedra redonda. Los venecianos, en 1380, poseían dos bombardas con las que  1.  Cabanellas de Torres Guillermo. Diccionario Militar Aeronáutico, Naval y Terrestre. Editores Libreros, Buenos Aires, 1961.

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disparaban balas de mármol de unas 200 libras. La artillería dio una prueba definitiva de su poderío en el sitio de Constantinopla, acaecido en 1453. El sultán turco Mohamed II logró doblegar la resistencia de la plaza utilizando 68 piezas de artillería, distribuidas en catorce baterías. El más grande de sus cañones era la bombarda Basílica, fundida por el artesano húngaro Urbanus, que era arrastrada por treinta yuntas de bueyes y disparaba un solo proyectil cada dos horas; el proyectil que era de piedra, pesaba 800 kilos y describía una parábola de dos kilómetros. Después del sultán turco, el siguiente artillero ingenioso fue Carlos VIII, rey de Francia. Este monarca desarrolló el empleo bélico del mortero, arma de cañón corto que dispara granadas a distancias reducidas. En el siglo XVI, después de los grandes descubrimientos geográficos, las principales potencias adaptaron los cañones a sus naves de guerra; los buques de línea llegaron a tener hasta cincuenta bocas de fuego, que lanzaban balas esféricas de hierro. Gustavo Adolfo, rey de Suecia, supo desarrollar nuevas técnicas balísticas y adaptar la artillería ligera a las batallas entre ejércitos en movimiento. “Hacia 1694 los holandeses inventaron el howitzer u obús, que es una pieza intermedia entre el mortero y el cañón propiamente dicho. Otro monarca, el prusiano Federico el Grande, creó la artillería montada de gran facilidad de maniobra. Napoleón, que inició su carrera militar en el cuerpo de artilleros, supo comprender y utilizar las ventajas de los cañones; en todas sus batallas empleó gran número de piezas ligeras que disparaban con rápido ritmo. 2 A finales del siglo XVI las piezas utilizadas eran culebrinas y cañones de bronce, de enorme variedad en los tipos. Solían denominarse sacres las que cargaban proyectiles de 5 a 6 libras: medias culebrinas, los de 6 a 16 libras; y culebrinas cuando las balas pasaban de ese peso. Se denominaban legítimas las de 30 o más calibres de longitud; y bastardas, las de menor calibre. Aparece también el sacabuche, que poseía un suplemento en la culata, para darle la dirección conveniente y está emparentado con las armas portátiles que usó primeramente la infantería. La evolución de la artillería sigue manteniendo un ritmo sostenido; por eso al comenzar el siglo XVII se fundieron en España dos clases de piezas con recámaras cónicas: los rebajos correspondientes al cañón; los crepantes, al medio cañón. En 1609, Felipe III ordenó que solo se fundieran cuatro clases de piezas: el cañón de batería, de 40 libras de bala, 18 calibres de longitud de ánima y 63 quintales de peso; medio cañón, de 24 libras, 19 calibres y 42 quintales; cuarto de cañón de 10 libras, 24 calibres y 23 quintales; la pieza de campaña de 5 libras, 32 calibres y 24 quintales, como reseña el Diccionario de Cabanellas. Esta clasificación estuvo vigente hasta fines del siglo XVIII, fecha en que adquiere una forma tripartita: cañón, obús y mortero. Durante el siglo XIX, se introdujeron las granadas explosivas, surgieron los cañones estriados y los de retrocarga o carga por la culata. Estas armas fueron adaptadas a los buques de guerra. Alimentados por los talleres Krupp, Skoda, Armstrong y Schneider, los cuerpos de artillería alcanzaron una perfección técnica extraordinaria. Dos años después de iniciada la Primera Guerra Mundial, en 1916, a lo largo del vasto frente de batalla había un cañón cada seis metros. Durante el sitio de Verdún se llegaron a utilizar un millón de granadas por día, y en la ofensiva aliada de 1917 se lanzaron treinta y cuatro millones de proyectiles en sólo nueve días. Hacia el final de esta guerra, apareció la artillería antitanque, que tanto auge ha alcanzado en nuestro tiempo.

2.  Enciclopedia Ilustrada Cumbre, Editorial Cumbre SA. Méjico, DF. Quinta Edición, 1965.

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Los alemanes bombardearon París con su gigantesco cañón Gran Berta (así llamado en homenaje a Berta Krupp, propietaria de la fábrica de cañones que llevaba su nombre), que tenía un alcance de 125 kilómetros. Todos los adelantos de la ciencia y de la técnica concurrieron a mejorar la fuerza artillera de los ejércitos que intervinieron en la Segunda Guerra Mundial; los rusos defendieron Stalingrado con 5.000 piezas de calibre medio y pesado, y la guerra en África fue ganada por los aliados después de “ablandar” las defensas de Rommel, con la cortina de artillería más densa que jamás se haya visto: 500 cañones por cada kilómetro del frente de batalla. En las postrimerías de la contienda, durante la invasión de Normandía, aparecieron los lanzacohetes múltiples, cuyo fuego, aunque impreciso, es de una densidad devastadora. 3 Como curiosidad histórica podría citarse que el cañón más grande que jamás se haya construido recibió el nombre de Pequeño David. Diseñado por el ejército norteamericano para demoler las defensas alemanas de la Línea Sigfrido durante la Segunda Guerra Mundial, lanzaba una granada de dos toneladas a ocho kilómetros de distancia. Técnicamente, era un mortero de sitio, y su boca tenía un diámetro inusitado: noventa centímetros. La guerra concluyó antes que el “Pequeño David” pudiera demostrar sus demoledores efectos.

De España a otras latitudes de América

Las naciones que conquistaron el continente americano provenían del Viejo Mundo; y luego de consolidar sus conquistas, imponían su cultura, idiomas, religión e inclusive sus técnicas, tácticas y estrategias de guerrear y los materiales o instrumentos bélicos con qué hacer y sostener las guerras. Así por ejemplo: España en la mayoría de la América del Sur; Portugal impuso sus condiciones en el extenso territorio de Brasil. Por lo expuesto, se hará un breve análisis de cómo España creó, perfeccionó y utilizó a la artillería y el material bélico de su ejército, considerado uno de los más poderosos de Europa. Es ya de conocimiento universal que la artillería desarrolló paulatinamente su técnica y empleo a raíz del descubrimiento y aplicación de la pólvora. España, según algunos autores, fue la abanderada de la artillería en Europa; pues antes de ese fabuloso descubrimiento, las hondas, catapultas, ballestas, arcos, etc. constituían los principales instrumentos de guerra. Situándonos en los siglos XIV y XV encontramos a un material de la incipiente artillería: las bombardas, según la Enciclopedia Salvat, “antiguas máquinas militares con cañón corto de gran calibre.” Pero se las puede describir también indicando que fueron inicialmente construidas con hierro, constaban de una parte anterior llamada caña y la posterior, recámara en donde se alojaba la pólvora; la longitud se la media en calibres, su promedio era de 12 calibres, aunque de acuerdo con el perfeccionamiento de este “cañoncito”, los calibres aumentaban. Fue de empleo aceptable para la época, tuvo vigencia en el siglo XV, al igual que las bombardetas de menor calibre, la bombarda trabuquera y el mortero o llamado también pedrero. Las bombardas, las más comunes de estas armas, se clasificaron considerando su calibre y longitud en pequeñas, medianas y grandes. Lanzaban proyectiles de piedras y de hierro.

3.  Ibid. Enciclopedia Ilustrada Cumbre.

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Con el propósito de aumentar el alcance, se fabricaron los ribadoquines, utilizados a mediados del siglo XV que podrían haber sido la base modificada de los espingardones, sacabuches, lagartijas y mosquetones, con la novedad que se los transportaba en acémilas y a través de lugares de difícil acceso. Años más tarde aparecen los falconetes, más ligeros y fáciles de transportar aunque de efectos “devastadores” para la época. Las culebrinas, diferente a las bombardas por su longitud larga y de poco calibre, fueron utilizadas especialmente en el siglo XVI, podía lanzar bolas de hierro de 16 libras de peso en adelante. Pero los morteros no se quedaban atrás, utilizaban variedad de proyectiles: bolas de piedra, de hierro, sacos llenos de guijarros y de fuego. España tuvo un nivel de importantes adelantos en la artillería, no sólo en la creación y empleo de sus incipientes cañones, sino también en la organización de sus unidades artilleras. Un interesante estudio del coronel Alberto Molina nos hace conocer algunos detalles de la artillería española, la que, en definitiva, adoptaron nuestras patriotas criollos en las luchas independentistas: “Se conoce que se designan al jefe de la artillería, mayordomo de la artillería y capitán de artillería”. La artillería de Aragón en principios del siglo XV se componía de: un maestro mayor, varios fundidores, algunos bombarderos (constructores de bombardas), uno o más polvoristas y varios maestros reales que construían escalas, máquinas y montajes; este personal formaba los cuadros de la artillería que se complementaban en campaña con el personal eventual de conductores y peones necesarios. La artillería española de la guerra de Granada contaba al principio con un capitán, un maestro mayor o guarda, varios maestros bombarderos, algunos ayudantes, un maestro polvorista, un minador, un alguacil y un escalador, lo que justifica la existencia en común de artilleros y zapadores minadores. Terminada esta guerra, aparece en la organización artillera un capitán de artillería, un artillero mayor, un contador, un mayordomo, un alguacil, cinco fundidores, dos polvoristas, dos afinadores de salitre, doce bombarderos, veinticinco tiradores, ocho carpinteros, cuatro carreteros, seis hacheros, tres herreros, cuatro canteros, cinco aserradores, un maestro de obras y un trompeta. Estos cargos, que tenían carácter eventual, fueron adquiriendo carta de naturaleza hasta que se hicieron permanentes, especialmente el de capitán que ganaba de 50.000 a 60.000 maravedíes al año. Asimismo, mediante ordenanzas se regulaba y perfeccionaba la organización de unidades militares. En 1706, se dan normas para la organización de la artillería de campaña en los cuatro ejércitos de Andalucía, Extremadura, Castilla y Galicia, además de la artillería de las plazas fronterizas, realizándose al mismo tiempo la organización del personal y oficiales, separando el personal de las tropas de artillería del que constituía el Estado Mayor del Cuerpo. Sigue luego la reforma borbónica de 1770, cuando se crea un regimiento de Real Artillería de Campaña y tres batallones de 12 compañías cada uno, situados en Aragón, Extremadura y Andalucía; cada uno de los tres batallones se formaba por una compañía de artilleros, una de minadores y ocho de fusileros, contando, además, cada batallón con diez obreros; dependiendo de la artillería una sección de pontoneros en cada uno de los tres ejércitos. Se crearon cuatro escuelas prácticas de artillería y bombas y tres escuelas teóricas, tres de matemáticas y fortificación. Se dan normas para la intervención de oficiales de artillería en la fabricación de armamento y se delimitan las funciones de artilleros e ingenieros que, sin embargo, crean confusiones que no acaban hasta que en 1781 se separan definitivamente, y el nuevo cuerpo de ingenieros empieza a cobrar vida propia.

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La artillería tenía también normas para marchar, seleccionar sus posiciones, acampar y darse su propia seguridad. La acción de escoger un área ideal para acampar, lo denomina el ejército español, castrametación o el arte de acampar. Su principal objetivo es la selección de posiciones adecuadas a las circunstancias de la guerra, y al número y calidad de las tropas, de suerte que a la seguridad de la posición se reúna todo cuanto requieren las tropas para su salubridad y subsistencia. Cuando no tenían riesgos de ser afectados por el enemigo, se situaba el parque a unos trecientos o cuatrocientos pasos al frente del centro de la primera línea, o a uno de sus costados si la conveniencia de tener próxima el agua lo exigiese así. Pero si se tenía evidencia de algún ataque se situaba detrás del centro de la segunda línea, o un poco más a la derecha o izquierda según el terreno, a fin de que no obstaculice la formación y maniobras de las tropas. De acuerdo con las normas de la castrametación española, “el equipaje o tren de artillería y el de los víveres exigen para su servicio un número considerable de hombres y de ganado, además de la tropa de artillería. La marcha es lenta y muchas veces continúa noche y día, a fin de poder reunirse al ejército, de esto resulta que los conductores y soldados están no solamente rendidos sino también con frecuencia transidos de frío, penetrados de la humedad, lo que hace muy comunes entre ellos ciertas enfermedades, y en especial las perineumonías.”

Artillería en la Real Audiencia de Quito.

Los ejércitos de Europa tuvieron a partir del siglo XVI una importante evolución. España como se dijo anteriormente, fue una gran impulsora particularmente de la artillería. Con el transcurrir del tiempo partió en tareas de conquista al Nuevo Continente y lógicamente, su ejército fue el instrumento principal de la conquista. Pero este ejército, antes de partir a tierras extrañas seguía adoptando una mejor organización, tecnificación, perfeccionamiento y empleo, por eso es importante conocer cuáles fueron los adelantos incorporados durante el siglo XVIII, es decir, antes de enfrentar la lucha por la independencia de las colonias americanas. Toda organización militar tiene como elementos principales, además de sus soldados combatientes, una estricta pirámide de jerarquización; el ejército español no podía ser la excepción. Los grados que regulaban el mando y la disciplina eran los siguientes: soldado, tambor, sargento, cadete, sargento primero, subteniente o alférez, teniente, capitán, sargento mayor (mayor), teniente coronel, coronel brigadier, mariscal de campo y teniente general. Los soldados de artillería eran sirvientes de sus piezas o cumplían funciones inherentes a su especialidad; sin embargo, eso no les impedía manejar el armamento común de los soldados infantes, que era el fusil de chispa. “El modelo usualmente utilizado por el ejército español fue el de 1777-1780, de un metro cuarenta de longitud, cuatro kilos de peso, mecanismo de disparo por chispa, producida por un pedernal, y un alcance eficaz de 200 metros, aunque el alcance máximo es mucho mayor. Este fusil, de diversos modelos, era empleado como arma básica para el combate a distancia por la infantería. Cada soldado, además, llevaba una bayoneta normalmente triangular, de unos 47 centímetros de longitud que, calada sobre el fusil, fue empleada en los combates cuerpo a cuerpo, dando así a aquel la utilidad de una pica.” Este armamento presentaba también algunas debilidades. Para el combate “el fusil lanzaba un proyectil esférico de plomo de unos 18 milímetros de calibre, aproxi-

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madamente, con muy escasa precisión. Era casi imposible acertar un blanco de reducidas proporciones aun a corta distancia. Por otra parte, debido a fallos en el sistema de disparo, aproximadamente en un diez por ciento de los casos no llegaba a producirse éste, y en caso de lluvia la proporción de fallos era aún mayor. Por ello, se impone la táctica de hacer fuego por descargas cerradas, es decir, simultáneas de todos los componentes de una determinada unidad o sección de la misma.” “La maniobra de carga del fusil se la hacía en once tiempos, que en la modalidad de carga apresurada se agrupaban en cuatro, cada uno de los cuales incluía varios de aquellos. Cuando se alcanzaba un buen nivel de entrenamiento, se podían realizar una cadencia más rápida haciendo fuego a discreción, como acostumbran a hacer las tropas que combaten en orden abierto como los cazadores…” 4 En cuanto a la artillería, estaba integrada con personal selecto y mejor preparado. Tenía inicialmente de unidad básica el regimiento, el que estaba integrado por compañías. Varias unidades de artillería fueron enviadas a América, para emplearlas especialmente en las fortificaciones. Los cañones de pequeño calibre constituían sus medios de combate. Las piezas son todas de avancarga y siempre de bronce. “El disparo se hace mediante la ignición por una mecha de un estopín que provoca la explosión de la carga de pólvora del cartucho. Es ésta del cartucho prefabricado, para bala o metralla que incluye para su disparo tanto la bala como la carga de pólvora, una innovación que en esta época se extiende a todas las artillerías facilitando la maniobra de carga de la pieza. Cada pieza necesita unos ochos servidores especializados, las pesadas, y cinco o seis, las ligeras, a los que se suma un número algo menor de servidores no especializados, por ejemplo, para el cuidado del tiro.” Las piezas tienen su clasificación, y su número “es muy variable y depende de las posibilidades de cada bando en cada momento y lugar, pero se considera que una buena proporción puede ser de dos o tres piezas cada mil hombres. Las piezas de artillería de campaña se clasifican normalmente por el peso de la bala que lanza. Así, hay piezas de cuatro, seis, ocho y doce según el peso en libras de aquellas. Las piezas de cuatro se consideran ligeras, las de ocho y doce pesadas. Las de ocho tienen un tubo de alrededor de dos metros de longitud y un calibre de alrededor de 106 milímetros. Las de cuatro tienen de ventaja la superior cadencia de tiro, pudiendo realizar tres disparos por minuto. Las demás sólo pueden realizar uno o dos disparos.” Resalta a simple vista que las piezas de artillería del siglo XVIII muestran una mayor cadencia de tiro que las de épocas anteriores. La ordenanza de 1802 establecía tres cadencias de tiro: “Fuego pausado- un disparo cada tres minutos-, fuego vivo -un disparo por minuto- y fuego a todo tirar, -hasta el máximo posible con cada pieza-. El alcance de las piezas de aquellos tipos es de varios miles de metros, pero el tiro de un mínimo de eficacia sólo se puede hacer a menos de mil metros y en caso de utilizar metrallas, el alcance se reduce a 400-600 metros. La metralla suele ser de dos tipos: el primero en que el cartucho, un cilindro de metal, contiene 42 balines de plomo, y el segundo en que el número de balines, de calibre mucho más pequeño, puede ser de 60 a 100.” 5  4.  Semprún, José y Bullón de Mendoza, Alfaro, El Ejército Realista en la independencia americana. Colecciones MAPFRE SA., Madrid, 1992.  5.  Ibidem

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La cultura bélica española y los patriotas de nuestra independencia

Cuando el 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llegó a “una tierra desconocida”, trajo en su expedición, no soldados profesionales pero sí aventureros con aspiraciones de encontrar un futuro mejor, que no se encontraban armados convenientemente, traían escasos equipos y vituallas con los que pretendían sobrevivir. Algunos caballos eran parte de la expedición. Colón había hecho toda clase de sacrificios para dotarse de uno que otro cañón, considerando que ese era su armamento mayor y la mejor garantía de seguridad y sobrevivencia. Se conoce que con el estruendo de un cañón saludó a la tierra a la que llegaba, y que además, esa era su mejor carta de presentación previo el desembarco e inicio de su arriesgada aventura en tierra de un Novo Mundi. Fueron muchos años después cuando España, involucrada en descubrimientos y conquistas, justamente para garantizar sus nuevos dominios, envió tropa regular fixa (fija), para resguardar a sus colonias americanas y neutralizar posibles rebeliones. Sin embargo, sus soldados no eran de lo mejor e igualmente recibían un trato arbitrario y deshumanizado. “La explicación de la pésima catadura moral de la mayoría de los soldados del XVIII se encuentra en las condiciones en que servían, que parecían calculadas para disuadir a los mejores hombres de que se alistaran. Cuando se construyeron cuarteles, solían carecer de las mínimas condiciones higiénicas, y los hombres dormían hacinados en inmensas cuadras, mal ventiladas, peor iluminadas y heladas en invierno y muy calurosas en verano. Los arreglos para los casados podían ser extremadamente primitivos. A veces sólo una manta colgada del techo protegía la intimidad de la familia. El rancho era de ínfima calidad y los furrieles (cabo que repartía la comida y nombraba el personal encargado del servicio de tropa), robaban cuanto les era posible de las raciones.” 6 Las limitaciones del armamento en cuanto a precisión, alcance y rapidez para cargar y realizar el disparo “exigían que los soldados se batieran alineados hombro a hombro, única manera de producir un volumen de fuego suficiente para rechazar al enemigo, mientras que el tener que cargar el fusil por la boca prohibía que adoptaran la posición cuerpo a tierra. La única forma de imbuir en el soldado una instrucción contra natura, como era la que le obligaba a recibir de pie y sin moverse los disparos del contrario, era a través de largas horas de ejercicios embrutecedores, destinados precisamente a hacer de él un autómata y a suprimir sus reacciones normales. Sargentos y cabos, vara en mano, cuidaban de que cada movimiento, de los que en última instancia podía depender la seguridad de toda la unidad, se realizara con una precisión cronométrica. 7 No obstante de las formaciones de combate que les obligaban a adoptar las circunstancias, los oficiales diseñaban encuadrarse durante las acciones de armas. “Los principios tácticos usados por los realistas consistían principalmente en el ataque frontal y en los movimientos envolventes. En cuanto a los principios estratégicos y operativos empleados, correspondían a las experiencias de las guerras de Federico II y en parte a las de Napoleón. Dieron el valor que tiene la ofensiva; apreciaron la importancia

6.  Albi Julio. La defensa de las Indias (1764-1799). Instituto de Cooperación Iberoamericana. Ediciones Cultura Hispana, 1987.  7.  Ibidem

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de la amenaza sobre las líneas de operaciones; practicaron la maniobra como el medio más eficaz para realizar sus concepciones ofensivas y defensivas.” 8 En definitiva, el armamento, equipo, sistemas de enganche, organización de milicias, tácticas y estrategias que trajeron consigo los soldados españoles, fueron también, con el tiempo, acogidos por nuestra patriotas para aplicarlos en sus luchas independentistas y así, irónicamente, pagar a los opresores “con su propia medicina.”

La artillería y los fortines de Guayaquil

Guayaquil por su ubicación geoestratégica, el flujo comercial, ser un puerto importante en las costas del Pacífico, desde donde salían importantes riquezas hacia España, fue víctima continúa de incursiones y asaltos de los piratas. Con el propósito de defenderse de esta verdadera plaga, vecinos de la ciudad, ante la desatención de las autoridades trataron de levantar murallas y abrir fosos pero sin el complemento necesario que hubiesen podido convertirse en un medio eficaz de defensa. Valiéndose de colectas públicas, los guayaquileños lograron recoger una importante cantidad de dinero con el que lograron construir el fortín de la Planchada, desde el cual se domina al río Guayas y una considerable extensión de la ciudad. Después de otros intentos de levantar nuevos fortines, se logró construir una fortaleza en el sector de Punta Gorda, con un parapeto de gruesos troncos que circundaban un terraplén en el que se emplazaron piezas de artillería, y en cuya cercanía se construyó una casa cuartel para alojar a los sirvientes de los doce cañones del fortín que controlaba la entrada de la ría. Otro terraplén protegido por obstáculos de madera y la presencia de ocho piezas de artillería fue construido con el propósito de impedir el avance de naves enemigas; pero infortunadamente, por ser una construcción defectuosa y por efecto de las continuas lluvias, se destruyó al poco tiempo, teniendo que se abandonado. La fortaleza de San Carlos, cuya construcción de acuerdo con Camilo Destruge, fue dirigida por el capitán Miguel de Olmedo, padre de José Joaquín de Olmedo, insigne patriota, poeta y político ecuatoriano. En la fortaleza referida se emplearon cuatro cañones con su respectivo personal. La fortaleza Punta de Piedra, primero constituyó un puerto de vigilancia; ubicado sobre una colina de piedra; más tarde “fue colonia penal”. En 1894, el Congreso Nacional funda oficialmente dicho fortín, asignándolo once cañones Armstrong, de fabricación inglesa. La fortaleza de Las Cruces fue construida a inicios del siglo XIX. Se la ubicó al sur de la ciudad, estuvo bien dotada de piezas de artillería, desgraciadamente, cuando ya no se evidenciaba la presencia de piratas en Guayaquil, la fortaleza fue debilitándose paulatinamente. Tiene la importancia histórica de que uno de los cañones disparados desde allí, cuando el bloqueo de Guayaquil, antes de la batalla de Tarqui, hizo impacto en la fragata peruana en la que se encontraba el comandante de la escuadra, vicealmirante Guisse, al que ocasionó la muerte, debilitando el bloqueo al que fue sometido el puerto guayaquileño. Pero la artillería en Guayaquil, no estuvo solo reforzando su defensa en los diferentes fortines o fortalezas, sino también constituyendo unidades dislocadas, conjuntamente con las de infantería y caballería, en los diferentes sectores de la ciudad.  8.  Larrea Alba, Gen. Luis. Sucre alto conductor político militar, la campaña libertadora de 1821-1822. Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana.

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Al respecto, Camilo Destruge describe las unidades acantonadas en Guayaquil, antes del movimiento independentista de 1820. “En lo militar, según el sistema establecido y la organización adoptada, a Guayaquil le correspondía nada más que un batallón de seis compañías milicianas, con un Maestre de Campo, un Sargento Mayor y seis Capitanes, nombrados por el Virrey de Lima, pues, en cuanto al régimen militar, esta plaza dependió regularmente, aunque con algunos intervalos, del departamento de artillería de aquella capital. Fue desde 1810 cuando se puso mayor cuidado en guarnecer la plaza, con motivo de la expedición del Comodoro Brown; y ese cuidado aumentó más tarde, al aparecer en nuestras aguas los buques insurgentes de Chile, que las recorrían batiendo a las naves españolas.” “Los cuerpos de milicias de Guayaquil fueron organizados en 1796, y, por lo regular, se conservaba acuartelada una unidad de tres o cuatro Compañías de a cincuenta hombres. Pero, en cuanto a estos cuerpos, como el de artillería, organizado más tarde, había que completarlos periódicamente; pues, cuando ya había en ellos cierto número de individuos algo experimentados se les enviaba a reforzar las unidades veteranas de Lima, reemplazándolas aquí con nuevos reclutas.” “En 1707 se organizó el escuadrón de Dragones de Milicias; y más tarde hacia 1819, se formó el Daule, con gente de ese cantón encomendando su formación al Comandante don Matías Tirapegui, que luego fue segundo jefe del Cuerpo, por haber sido nombrado primer jefe el Comandante Magallar. Tan desprovista se hallaba la plaza de Guayaquil, de los más indispensables elementos de guerra, que, en 1809, con motivo de la primera revolución por la independencia, ocurrida en Quito, las autoridades de este puerto tuvieron que pedir a Lima ocho cañones de campaña y sus útiles, con escobillones, palancas de dirección, tirantes, cubos, proyectiles rasos de a cuatro, metralla y todo lo demás necesario para la artillería, quinientos fusiles y fornituras para la infantería; pistolas, sables, municiones, para la caballería; todo lo indispensable para la movilización del parque. Faltaba todo, enteramente todo, en una plaza tan importante.” “Hacia fines del siglo XVIII, solía permanecer en esta ciudad una compañía de artillería, que se relevaba periódicamente, tomándola del cuerpo de esa arma existente en Lima, compuesto de gente veterana.” “A pesar de la importancia que demostró tener la artillería en Guayaquil no se le dio la debida asistencia, ni el número de personal y material requerido, fue siempre muy pobre en número la dotación de artilleros para el cuidado y servicio de las baterías, y de lo que se llamaba Sala de Armas o sea el parque militar, aparte de lo relativo al cuartel. Los principales jefes que tuvo nuestro cuerpo de artillería desde 1800 en adelante, fueron todos españoles europeos. El primero, el capitán Juan Subirat, venido de Lima con el carácter de auxiliar.” “Después de éste, el más notable fue el Comandante don Ignacio Pedraza quien falleció el 15 de noviembre de 1815. Desde el día 4, le había reemplazado, con carácter de interino, el Ayudante de la plaza don Manuel Carmona, quien continuó en el cargo hasta principios de 1817. El 22 de enero del mismo año de 1817, salió de Lima, con nombramiento de Comandante de artillería de esta provincia, el teniente coronel graduado don Enrique del Sol, quien llegó al puerto en el pailebot Abascal. Por esa época, era Capitán de Plana Mayor facultativa, don Manuel de Torres Valdivia, el cual en el mismo mes de febrero de 1817 pasó a Quito, destinado a relevar al capitán de su mismo cuerpo, don Francisco Guerrero, quien debía restituirse sin demora a Lima.”

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En la continuación del relato escribe el historiador guayaquileño: “Torres Valdivia ascendió más tarde a Teniente Coronel, regresó a Guayaquil en 1819 con nombramiento de Comandante del Cuerpo de Artillería y baterías de la plaza; ese cargo lo desempeñaba cuando estalló la Revolución del 9 de Octubre de 1820.” 9

9.  D` Amecourt (Destruge, Camilo). Historia de la Revolución de Octubre y campaña libertadora de 1820 -1822, primera parte.

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CAPÍTULO II

POR LOS CAMINOS DE LA LIBERTAD

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Prolegómenos de la Independencia Los criollos e indígenas del territorio del futuro Ecuador no adoptaron una actitud sumisa y timorata frente a las tropelías y arbitrariedades de los conquistadores españoles, por el contrario, exteriorizaron el rechazo al sojuzgamiento al que fueron sometidos. Ya el 28 de julio de 1592, cuando en la Real Audiencia de Quito se supo que se pretendía imponer un impuesto del 2% sobre artículos que comerciaban en el mercado público, el pueblo quiteño demostró su rechazo y se aprestó a la lucha. Ante esta situación el virrey del Perú envió al general Pedro de Arana con un contingente de soldados para que sometieran a los revoltosos. Pero éstos, en vez de amilanarse, se armaron de acuerdo con sus posibilidades y se prepararon para recibir al contingente peruano. Ventajosamente, los enfrentamientos armados no llegaron a darse, pero quedó para la historia que la Revolución de las Alcabalas -así se conoce a este episodio-, fue la respuesta viril del pueblo quiteño a la imposición de las autoridades españolas. Los indígenas amazónicos también respondieron con violencia a las arbitrariedades y trato inhumano del amo extranjero: las poblaciones de Sevilla de Oro, Logroño, Valladolid, Huamboya y Zamora, fueron atacadas, en 1599, por un grupo de jíbaros acaudillados por el cacique Quiruba. Igualmente, indios quichuas del Napo, en 1667, se sublevaron, atacando a los encomenderos de Archidona. Los indios mitayos de Latacunga que elaboraban pólvora se negaron a obedecer las órdenes del amo español. En 1745, la población de San Miguel fue incendiada por los indígenas secoyas. El 22 de mayo de 1756 se inicia la denominada Revolución de los Estancos, que adquiere gran intensidad cuando el 24 del mismo mes, mestizos quiteños se enfrentan con palos y piedras a los soldados españoles, pero cuando se apoderaron de un cañón, la tropa los hizo huir del escenario de los enfrentamientos. A inicios del siglo XIX, en 1803, los indígenas de Columbe y Guamote se sublevaron, basando su acción en una organización de tipo militar. Estas sublevaciones pusieron en alerta a las autoridades españolas, inclusive, dictaron normas y medidas de seguridad en las que prevalecían la presencia de piezas de artillería en sitios claves de las ciudades, con el propósito de evitar mayores contratiempos. Con fecha 1 de junio de 1803, el Barón de Carondelet impartía un instructivo de seguridad, del que se transcribirá los puntos más importantes y los que involucran la acción de la artillería: “Siempre que acaeciere alguna sedición o alarma sea de día, sea de noche, el oficial de guardia observará lo siguiente, sin ruido, toque de cajas ni confusión. 1º Hará formar su guardia debajo de la puerta principal o entrada, en columna, y doblará los centinelas de la escalera y tesorería con la orden de no dejar subir más que la tropa… 3º Apostará un sargento y seis hombres detrás de la puerta de palacio que da a la calle de la Merced para su defensa, manteniéndola cerrada; y un cabo con otros cuatro hombres en la puerta de la cochera mientras quedare abierta; la demás tropa la repartirá a las ventanas del palacio que dan a las calles del Cuartel y de la Merced, dos a cada ventana, con orden de hacer fuego contra los que suban a los techos, o quieran entrar en la calle del Cuartel. 4º Las seis piezas de artillería entrarán por la cochera, con veinte y cuatro hombres para su servicio y el Sargento Santamaría. Cuatro piezas apostarán sobre el pretil delante de la puerta principal; dos apuntadas a la plaza; una a lo largo del pretil enfilando a la calle de la Concepción para que nadie ocupe el pretil, la cuarta pieza enfilando a la calle del Colegio. Los otros dos cañones

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se colocarán en la separación de los dos patios apuntados a la calle de la Merced… 7º Los Dragones formarán en batalla debajo del pretil; cuidarán de tener la plaza desocupada… Cargarán sable en mano sobre los sediciosos que entraren en la plaza, y si están apretados regresarán debajo del pretil; entonces la artillería disparará contra los sediciosos una pieza después de otra, de modo que la mitad quede siempre cargada. 8º La tropa formada en columna detrás de la artillería y hará fuego, pero si atacan a ésta, cargará con la bayoneta y sin desunirse sobre los agresores, volviendo sin pasar del pretil a ocupar su puesto debajo de la puerta principal…” 1 Finalmente, establece la cadena de mando: “En caso de que yo faltare tomará el mando el capitán Martínez, a la falta de éste, don Juan Salvador, y faltando ambos, don Joaquín Zaldumbide.

La independencia, éxito y naufragio

Fue el doctor Eugenio Espejo el ideólogo e impulsor de la revolución, pues la difusión de sus ideas independentistas las hacía a través de escritos, agrupaciones cívicas como “La Escuela de la Concordia” y de un periódico por el mismo fundado y difundido: Primicias de la Cultura de Quito. Finalmente, el 27 de diciembre de 1795, luego de carcelazos ignominiosos, desapareció físicamente aquel adalid de la libertad pero sus ideas fueron acogidas apasionada y profundamente por patriotas quiteños decididos a luchar por la libertad de su pueblo. Sabían que la empresa que iban a emprender implicaba riesgos, decisión, cautela e inclusive una lucha sin cuartel, porque consideraban que los españoles no iban a claudicar hasta recuperar el control de la Real Audiencia de Quito. En previsión de cualquier contingencia, designaron al capitán Juan de Salinas para que elaborase el “Plan de Mutación del Gobierno” o también denominado “Plan de Defensa de Quito y sus provincias”, en el que consideraba la creación de una organización tipo militar: la Falange Fernando VII, con el cuadro de oficiales, orgánico de tropa, armamento, munición y la logística indispensable. La falange fue organizada a base de tres batallones de infantería. Curiosamente, quizás por no disponer de material, no contaba la artillería. En la Gaceta Municipal Nº 96 del 24 de mayo de 1940 se publica la lista del personal de jefes, sus funciones y el número de batallones de la flamante Falange Fernando VII. Igualmente, el Plan de la Defensa de Quito y sus provincias, establece algunos detalles importantes, como los uniformes que utilizarían las unidades militares patriotas: “De paño grana para oficiales; de paño encarnado para la tropa. El uniforme será de vueltas y colorín blanco; sombrero de ala, pequeño copón, en él irá la divisa de los grados, como también en la vuelta de esta forma: • Coronel, seis galoncitos de cinco hilos en el sombrero • Teniente coronel, cinco • Sargento mayor, cuatro • Capitán, tres • Teniente, dos” El 10 de agosto de 1809 constituyó una fecha memorable y de grata recordación histórica; los patriotas quiteños consiguieron sus objetivos: “Instaurar la Junta Soberana en la ciudad de San Francisco de Quito y cesar las funciones del antiguo gobierno.”  1.  Revista El Ejército Nacional, año 1932.

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La reacción y retaliaciones de las autoridades españolas no se hicieron esperar: los virreinatos del Perú y Nueva Granada, las gobernaciones españolas de Cuenca y Guayaquil se declararon en franca ofensiva contra las tropas inexpertas y mal armadas de los patriotas, las que fueron cediendo paulatinamente con el riesgo de que sus principales caudillos fuesen el blanco de sanguinarias represalias como efectivamente ocurrió el 2 de agosto de 1810. Mártires de la independencia como Manuel Rodríguez Quiroga, Salinas, Morales, Ascázubi, Aguilar, Arenas, Riofrío, Villalobos, Peña, Cajías, Oleas, Mideros, Larrea y muchos más, cayeron para siempre, víctimas del odio y la venganza de los soldados españoles. No obstante, la obsesión de los patriotas de seguir la lucha no tuvo límites. Caudillos como los coroneles Carlos Montúfar y Francisco García Calderón organizaron expediciones hacia Cuenca, un fortín estratégico de los españoles. En noviembre de 1811, el coronel Montúfar organiza una expedición en la que incluye “800 fusileros, 300 dragones, 300 jinetes, 100 artilleros y 1000 indios provistos de hondas”. La expedición patriota concluyó sin pena ni gloria. 2 El 1 de abril de 1812, el coronel García Calderón conjuntamente con el teniente coronel Feliciano Checa y sargento mayor Manuel Aguilar partieron con rumbo al austro. Igual que la expedición anterior, debieron regresar a Quito asediado por el general Toribio Montes y sus tropas veteranas, a las cuales, nada les impidió, salvo la heroica resistencia de los patriotas, arrinconarles en la ciudad de Quito. Allí se desarrolla un sangriento combate en el Panecillo, el 7 de noviembre de 1812. Los patriotas respondieron con el fuego de sus escasas piezas de artillería y “con piedras que hacían rodar por el cerro para embarazar la subida a las tropas del Rey; los cohetes con arpones envenenados de fierro que les lanzaban, las bombas y granadas de manos llenas de agudas puntas, el vivo fuego de sus baterías (cañones); todo se puso en actividad para rechazar los ataques de nuestros soldados (españoles). Al fin cedió el enemigo dejando el campo cubierto de cadáveres, su artillería y demás efectos de guerra…” 3 Los coroneles Carlos Montúfar, Francisco García Calderón y otros oficiales que los acompañaban, conjuntamente con sus maltrechas e incompletas tropas se retiraron hacia el norte. En Ibarra, dos principales líderes, luego de la derrota definitiva, tuvieron distintos destinos: el coronel Montúfar pudo escapar y dirigirse hacia Nueva Granada, pero el coronel García Calderón fue apresado, “juzgado” y luego fusilado, igual que sus compañeros de lucha: el francés Marcos Gouyón y Manuel Aguilar. En el parte de guerra elaborado por el coronel español Juan Sámano, pone en conocimiento la captura de armamento de los patriotas: “2 cañones de calibre de 4; 4 cañones de calibre de a 2; 3 cañones pequeños y 4 cureñas.”

La artillería y su comandante

Antes de 1820, los españoles mantenían en Guayaquil a las siguientes unidades militares: • Batallón Granaderos de Reserva. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 600 hombres • Batallón (-) de Milicias de Guayaquil . . . . . . . . . . . . . . . . . 200 hombres • Escuadrón de Caballería “Daule”. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150 hombres • Brigada de Artillería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200 hombres • Siete lanchas cañoneras con tripulación. . . . . . . . . . . . . . . . 350 hombres  2.  Borrero Alfonso María, Cuenca en Pichincha, tomo III, Cuenca, Ecuador, 1972  3.  Torrente Mariano, Historia de la Revolución Hispanoamericana, Madrid, 1830

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El Cuerpo de Artillería, en versión de Camilo Destruge, “ocupaba el edificio llamado Parque Militar, en la que ahora es la esquina intersección de las calles Clemente Ballén y Pedro Carbo…” Estaba al mando el teniente coronel Manuel Torres Valdivia, oficial español residente en la ciudad desde hace algunos años. Según narración de José Villamil, “por ser querido por su tropa y gozar de la amistad de ciudadanos guayaquileños, inclusive de León Febres Cordero, para evitar que se opusiera a los intrusos (los revolucionarios) que ingresarían a su cuartel, mediante engaños fue capturado y encerrado en lugar seguro, haciendo entender con este hecho, que el comandante de la artillería desconocía lo que un grupo de patriotas tramaban ejecutar en los próximos días.” Sin embargo, el mismo Camilo Destruge señala que documentalmente, se comprobó que conocía, y estuvo comprometido con la revolución, cuando días después, Torres Valdivia, ascendido a coronel luego del movimiento emancipador, reclama al presidente de la Junta Superior de Gobierno, José Joaquín de Olmedo, la condecoración que se hicieron acreedores quienes participaron activamente y fueron actores de la revolución. “Excmo. Señor: Elevo a manos de V.E. la solicitud del señor coronel Jefe de Estado Mayor, indica que don Manuel de Torres Valdivia, la justificación practicada a consecuencia de ellas, y resultando haber tenido gran parte en la transformación política de esta provincia, parece acreedor a la gracia que solicita. VE., en vista de los documentos, resolverá lo que tenga por conveniente…” La solicitud fue acogida favorablemente, pero antes ya había ascendido a coronel y salió en comisión a Babahoyo comandando un contingente de artillería, e igualmente recibió después la Medalla de Octubre “por servicios prestados a la revolución.” Luego de lo expuesto, el historiador Destruge concluye: “La solicitud tuvo despacho favorable, y además de lo que esto prueba, vemos como Torres Valdivia fue afecto a la independencia, y como contribuyó a la de Guayaquil, primero; luego a la del territorio de la antigua Real Audiencia de Quito, y más tarde a la de Perú. De allí que siguieran la corriente de las ideas y entraran en la Revolución americana muchos españoles que se distinguieron en ella. Torres Valdivia no fue en Guayaquil, una excepción.” Después de aclarar que el comandante de la artillería estuvo, igual que su unidad, a favor de la revolución, se describirá muy resumidamente el desarrollo de tan magno acontecimiento. En la tarde de la víspera del día histórico, los complotados se reunieron para ultimar los detalles y estar listos para dar el golpe esperado. Sin embargo el coronel Gregorio Escobedo, de acuerdo con el relato de Roca, comunicó a José Villamil que algunos civiles comprometidos no habían acudido a la cita, la noche del 8 de octubre, lo que hacía comprender que el desfile de la tropa en el malecón ordenado por el gobernador Vivero el día 7, hizo recelar a algunos comprometidos, pero se tenía la confianza de que al iniciar los acontecimientos todos acudirían a cumplir su palabra de honor. Finalmente se determinó que a las 02h00 de la madrugada se iniciarían las actividades emancipadoras. En efecto, a la hora señalada, el coronel Escobedo tomó el control del batallón Granaderos; el capitán Febres Cordero con una compañía de este batallón ingresó al Cuerpo de Artillería, sorprendió a los centinelas y oficial de guardia, (aunque en versión de Camilo Destruge, esta acción fue una pantomima acordada de antemano para no comprometer a la unidad). Hizo formar al personal y luego de arengarle, consigue su total adhesión al movimiento revolucionario. El coronel jefe de plaza, García del Berrio, fue hecho prisionero por una escolta al mando del teniente Hilario Álvarez; mientras el capitán Luis Urdaneta con un contingente de tropa y nue-

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ve civiles se dirigió al escuadrón Daule, en donde su comandante José Mallagar y un grupo de soldados que se opusieron fueron ultimados a tiros y bayonetazos. También el gobernador Pascual Vivero fue sometido a prisión, igual que el coronel José Elizalde, segundo jefe de la plaza. Para asegurar el éxito de la revolución, se tomó el control de la batería Las Cruces, armada con varias piezas de artillería. El capitán del puerto que la víspera se dirigió con sus lanchas a la Puntilla, a su regreso, luego de desembarcar, fue detenido. Una vez controlada la situación, se nombró una Junta de Gobierno integrada por José Joaquín Olmedo, presidente; Tcrn. Rafael Jimena, Francisco María Roca, vocales; y doctor Francisco Marcos, secretario. El coronel Gregorio Escobedo fue designado jefe militar de la plaza; el coronel Manuel Antonio Luzárraga, capitán de puerto y coronel Luis Urdaneta, ascendido a ese grado, presidía la Junta de Guerra. Fueron también ascendidos a teniente coronel Miguel Letamendi y León Febres Cordero.

La artillería en la División Protectora de Quito

Con el propósito de combatir y neutralizar las posibles reacciones de las autoridades españolas como aconteció en la revolución de Quito, la Junta de Gobierno en coordinación con la Junta de Guerra decidió organizar una gran unidad, con la que, inclusive, iniciaría operaciones hacia el interior de la Real Audiencia de Quito. Fue organizada tomando como base unidades de infantería, caballería y artillería, de la siguiente forma: Comando y Estado Mayor: Comandante: Crnl. Luis Urdaneta Jefe del Estado Mayor: Crnl. León Febres Cordero Unidades de combate: Batallón Libertadores Nº 1. Efectivos: sin datos Comandante: Sargento mayor: Antonio Farfán Batallón Libertadores Nº 2. Efectivos: 300 hombres Comandante: Sargento mayor Hilario Álvarez Batallón Vengador. Efectivos: 300 hombres Comandante: Tcrn. José María Peña Batallón Voluntarios de la Patria. Efectivos: sin datos Comandante: Tcrn. Ignacio de Alcázar Batallón Defensores. Efectivos: sin datos Comandante: Tcrn. Dionisio Acuña Escuadrón Daule. Efectivos: sin datos Comandante: Tcrn. Matías Tirapegui Unidades de Apoyo Cuerpo de Artillería Comandante: Crnl. Manuel de Torres Valdivia. Los integrantes de la división eran ciudadanos que se acuartelaban voluntariamente. Para asegurar el orgánico de la recientemente creada unidad, el Colegio Electoral reunido el 8 de noviembre de 1820, aprobó la primera Carta Política, dando instrucciones precisas a los aspectos relacionados con el campo militar. En el artículo 5º se daban responsabilidades al gobierno en cuanto a “proveer todos los empleos

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civiles y militares… levantar tropas y dirigirlas donde convengan”. Otros artículos se relacionaban también con el aspecto militar: el arreglo de las tropas, orden de ascensos, planes de defensa. Se estatuía igualmente la obligatoriedad del servicio militar desde los dieciséis años de edad, “cuando lo pida la seguridad y defensa del país.” El armamento en dotación era el fusil de chispa y la bayoneta. Se presentaba bastante vulnerable a la lluvia: cuando se mojaban los medios que provocaban la chispa, el arma no funcionaba. El tiempo en cargarla dependía del grado de entrenamiento del combatiente, si no lo hacía de forma rápida quedaba prácticamente como blanco inerte frente al adversario; por lo mismo, se priorizaba en la instrucción el conocimiento y manejo del arma. La dotación del equipo estaba distribuida de acuerdo con la jerarquía. El uniforme utilizado era variable en colores y modelos; no todos calzaban zapatos con polainas o botines, un gran porcentaje usaba alpargatas; El reclutamiento se lo hacía por medio del sistema de enganche. Permanecían en el cuartel durante seis años los infantes y ocho los de caballería y los dragones. En lo relacionado con la eficacia del tiro, anota el Tcrn. italiano Federico de Giorgis, que el tiro de los fusileros “era muy eficaz hasta los cien metros, bueno hasta los doscientos. Más allá de esta distancia había que apuntar arriba del blanco, o servirse del pulgar como alza, lo que quitaba al tiro exactitud. Se disparaban por término medio, dos tiros cada minuto por soldados suficientemente instruidos.” 4 El sistema logístico del ejército patriota, de acuerdo con el Tcrn. Julio H. Muñoz “poseía los siguientes servicios: de subsistencias, transportes fluviales, transportes terrestres, de armas y municiones y sanitario. Se estableció un depósito de armas y municiones en Guayaquil. Las acémilas conducían, además del parque de las tropas en campaña, fusiles y cartuchos para los voluntarios que se incorporaban en el trayecto.” 5 Las ideas tácticas que empleó el ejército patriota, habrían sido extraídas de las instrucciones que dio el Libertador al general Bermúdez en 1819: “Sí no hay obstáculos invencibles en el campo de batalla, o sí nosotros no ocupamos posiciones ventajosas, debemos observarlo constantemente al enemigo, desde muy lejos, para atacarlo en la misma formación en que venga marchando… Hará V.S., -continúa Simón Bolívar-, que las primeras compañías sean de hombres selectos para ponerlos al frente, porque las tres primeras filas deciden la victoria… Un ala sobresaliente tiene mucho adelanto para flanquear al enemigo. Este no se aleja jamás de sus cuerpos avanzados. Si V.S., observa diligentemente las tropas españolas, aconseja el Libertador, puede destruirlas sin lograr una batalla que puede ser ruinosa.” 6 Es indudable que lo más difícil que tuvo que afrontar la División Protectora de Quito, fue conseguir el material de artillería y la preparación de sus sirvientes, porque estos debieron formarse haciendo “camino al andar”. La artillería, aunque era tradicionalmente un arma de apoyo, decidía en gran parte el resultado de los combates: en la ofensiva antes del ataque de unidades de infantería y caballería, ablandaba las posiciones enemigas por más fortificadas que fuesen; en la defensa, en cambio, reforzaba el volumen de fuego de las posiciones defensivas, desarticulaba la progresión de los ataques y destruía a las tropas enemigas.  4.  Informe del Tcrn. Federico de Giorgis, Oficial de la misión Militar Italiana.  5.  Muñoz, Julio. “Doctrinas militares aplicadas en el Ecuador”.  6.  Macías Núñez, Edison. El Ejército en las guerras de la independencia, tomo 2, Centro de Estudios Históricos del Ejército, 2007.

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Rumbo a Quito

El ejército patriota, al mando del coronel Luis Urdaneta y como segundo en el mando el coronel León Febres Cordero, partió de Guayaquil hacia Quito con la predisposición de luchar denodadamente hasta conseguir la victoria final. El 9 de noviembre de 1820, en el combate de Camino Real, frente a las tropas españolas del comandante Antonio Forminaya, los soldados patriotas tuvieron su bautizo de fuego y, de paso, el primer éxito militar. En este combate, por su acción ejemplar en la contienda, sobresalió la figura del subteniente Abdón Calderón quien por méritos de guerra, igual que otros oficiales y personal de tropa, fue ascendido al inmediato grado superior. Al conocer el presidente de la Audiencia Melchor Aymerich la derrota de sus soldados dispuso al coronel Francisco González que con mil efectivos detenga y destruya a los patriotas. El 22 de noviembre, en la llanura de Huachi, provincia de Tungurahua, se produjo el sangriento combate. Como el terreno, que el mismo coronel Urdaneta había escogido, beneficiaba a la caballería española, las tropas del oficial venezolano fueron prácticamente masacradas. Este revés hizo que el coronel Urdaneta fuese reemplazado por el coronel argentino Toribio Luzuriaga. A esta derrota se sumó otra: en el combate de Verdeloma (provincia del Azuay), los patriotas sufrieron otro lamentable revés. Con el propósito de mantener el control del territorio e impedir un ataque a la ciudad, la Junta de Guerra de Guayaquil ordenó al coronel Luzuriaga que organizara partidas volantes (patrullas) para obstaculizar la libre acción del enemigo. El mencionado jefe dispuso al coronel José García, también argentino, que activara grupos armados en ciudades como Guaranda, Ambato y Latacunga, mientras él en persona se pondría al frente de una las misiones de exploración y reconocimiento. El 3 de enero de 1821, las tropas desprevenidas del coronel García fueron emboscadas en el sector de Tinazagua y destruidas casi en su totalidad; los sobrevivientes fueron capturados y luego fusilados. El mismo coronel argentino, capturado y fusilado, sufrió la decapitación y su cabeza fue enviada a Quito para ser expuesta al público quiteño, como un atroz ejemplo de las consecuencias en caso de conspirar contra las autoridades españolas. Estas derrotas seguidas hubiesen sido suficientes para minar la voluntad de lucha de los territorios recientemente emancipados, pero la ciudadanía guayaquileña, como años atrás la quiteña, acogió el reto y colaboró decididamente en la reorganización del ejército patriota. En Guayaquil, apenas en 2 meses estaban listos centenares de voluntarios que engrosaron las filas independentistas. Este es el cuadro de los nuevos combatientes: • Jefe y oficiales del Estado Mayor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 • Plana Mayor de Milicias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 • Oficiales de Artillería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 • Oficiales de Infantería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 • Oficiales de Caballería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 • Oficiales de Marina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 • Tropa de Artillería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104 • Tropa de Infantería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1034 • Dragones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 • Cívicos con sueldo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 • Marinería . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244 Total 1697 hombres 7  7.  Macías Núñez, Edison. Op. Cit.

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Con este personal no se organizaron otras unidades: se lo distribuyó criteriosamente para incrementar a las ya existentes, así: a la artillería al mando del coronel Torres Valdivia; Escuadrón Daule, comandado por José Matías Tirapegui; Batallón Libertadores, dirigido por el teniente coronel José María de la Peña; Batallón Defensores de la Patria, por el teniente coronel Dionisio de Acuña. Entre tanto el general Antonio José de Sucre redoblaba esfuerzos en organizar el Batallón Santander que integraría la expedición que debía arribar a Guayaquil para reforzar la campaña libertadora que ya había recibido varios reveses. El 6 de mayo de 1821, luego de superar innumerables problemas durante la travesía marítima, arribó a Guayaquil y luego de asegurar la protección de Colombia a Guayaquil, se puso al frente del ejército patriota, incluyendo al Batallón Santander procedente de Nueva Granada. La primera acción de armas en la que intervino el general Sucre fue en Yaguachi, el 19 de agosto de 1821, con resultado favorable para los patriotas; pero otra vez en Huachi, el 12 de septiembre del mismo año, fueron derrotados incluyendo un alto número de muertos, heridos y prisioneros, entre éstos el general José Mires. La visión estratégica de Sucre le hizo concebir la utilización de una nueva ruta hacia Quito: por la Costa. En efecto, utilizando rudimentarias embarcaciones arribó a Puerto Bolívar y de allí en forzadas marchas a pie entró en la ciudad de Cuenca, mientras la División Auxiliar del Sur, al mando del coronel Andrés Santacruz, se adentraba en el Azuay. Las dos unidades se unieron en Saraguro (Loja) en febrero de 1822. Sobre la calidad profesional de las unidades provenientes del sur, integradas por argentinos, peruanos, chilenos, alto peruanos, etc., el coronel Antonio Morales mediante informe escrito hizo conocer que “los Dragones y Granaderos son de mayor confianza, pero están incompletos.” Sobre la artillería peruana indica que tiene cuatro piezas de campaña de dos y de cuatro, escasamente dotadas y medianamente servidas; tiene 40 artilleros.” El 21 de febrero, las fuerzas republicanas entran a la ciudad de Cuenca en donde se reabastecen, completan sus unidades con soldados del austro, dan atención a los medios logísticos y se cumple algunas disposiciones emanadas por el general Sucre a través del gobernador de Cuenca, coronel Tomás Heres, entre estas: “que se dote de 2 caballos, 62 mulas y 12 cabestrillos para asegurar los cajones que contenían cureñas y munición de los cañones de la artillería de la División Auxiliar del Sur; igualmente, estos artilleros debían utilizar de uniforme: pantalón azul, chaqueta del mismo color con vuelta aurora y cuello verde. 8 El ejército del general Sucre partió de Cuenca el 12 de abril de 1822. Sus avanzadas, al mando del coronel Ibarra, mantuvieron algunas escaramuzas con soldados españoles. El 21 de abril, en la llanura de Tapi, salida norte de Riobamba, un escuadrón de caballería patriota, comandada por el teniente coronel argentino Juan Lavalle y un pelotón de dragones de Colombia, presidido por el comandante Diego Ibarra, se enfrentaron a la caballería española venciéndola totalmente. Esa acción victoriosa prácticamente les abrió a los patriotas las puertas de Quito. En su avance imparable, llegaron a Latacunga en donde supieron que tropas españolas se encontraban en posiciones defensivas en el sector de Tiopullo, por lo que el general Sucre decidió eludirlas y llegar, el 17 de mayo, a la hacienda del coronel Vicente Aguirre en el valle de los Chillos.  8.  Destruge, Camilo; obra citada.

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Abdón Calderón

Allí se presentó el general Mires que había sido capturado en el combate del segundo Huachi, y nombrado comandante de la División colombiana. Del valle de los Chillos el ejército patriota decidió marchar hacia el sur de Quito; el 22 de mayo ocupa la población de Chillogallo y al día siguiente en la noche, inicia una marcha nocturna “rumbo al Ejido de Iñaquito”, con el fin de interponerse entre Quito y Pasto y evitar que tropas españolas provenientes del norte pudieran incorporarse, como refuerzo, a las comandadas por el presidente Melchor Aymerich. El Ejército patriota al mando del general Sucre con su Comando y Estado Mayor disponía de la División de Colombia integrada por los batallones de infantería Albión, Yaguachi, Paya, Alto Magdalena; escuadrón de Dragones y escuadrón de Lanceros y de la División Auxiliar del Sur compuesta por los batallones Trujillo, Piura, Granaderos a caballo, escuadrón Cazadores y la Artillera comandada por el capitán Pedro Arcina. El ejército español al mando del mariscal Melchor Aymerich, tenía en su orgánico los batallones Constitución y Tiradores de Cádiz; Grupo de Artillería de montaña al mando del coronel José Lavalle, el Fortín del Panecillo con 9 piezas de artillería; escuadrón Dragones de la Reina Isabel, escuadrón Guardia del Presidente, escuadrón Húsares de Fernando VII y la caballería comandada por el coronel Carlos Tolrá. Aproximadamente a las 10h00 del 24 de mayo de 1822 se rompen los fuegos; los bandos combaten “sin dar ni pedir cuartel;” cualquiera de los dos contendientes podía alzarse con la victoria, pero este privilegio supremo le correspondieron a las tropas patriotas del general Antonio José de Sucre, pues los españoles no tuvieron otra alter-

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nativa que rendirse después de combatir valerosamente y dejar en el campo de batalla “400 cadáveres y la toma de 100 prisioneros, 14 piezas de artillería y 1700 fusiles…” Los soldados patriotas tuvieron que lamentar la pérdida de 200 muertos y 190 heridos entre estos el teniente Abdón Calderón Garaycoa, quien murió posteriormente, el 7 de junio, como consecuencia de las heridas recibidas en combate.

Ceremonia en el fortín del Panecillo

El teniente Manuel López, combatiente de la victoriosa batalla, ya con el grado de coronel, en un acápite de sus Memorias nos recuerda: “A las cinco de la tarde el Ejército descendió del Pichincha trayendo todos los heridos, y se situó en la Chilena, que es un cerrito bajo con algunas casas a la entrada de la ciudad, por la parte norte, donde pernotó. Al día siguiente por la mañana se presentaron los comisionados españoles… para celebrar la capitulación…Firmado y ratificado ocupamos la ciudad después del medio día” (25 de mayo). Si los españoles no hubiesen capitulado, una de sus fortalezas de defensa era el fortín del Panecillo, que se encontraba custodiado por piezas de artillería y la dotación de soldados artilleros para emplearlas en el momento oportuno. Entonces, si los soldados republicanos pretendían tomar a sangre y fuego esa posición en el Panecillo, de seguro que las bajas de las dos partes, especialmente de las tropas atacantes, en este caso los patriotas, hubiesen sido considerables. El mismo coronel López nos narra respecto a la ceremonia militar que se celebró en el fortín del histórico cerro quiteño: “El comandante Mackintosh con el batallón Albión fue destinado a ocupar el Panecillo y recibir el armamento, parque y demás elementos de guerra; y como este cuerpo no tenía bandera para enarbolarla en la fortaleza, el general en jefe me ordenó que fuese con él. Luego que llegamos al Panecillo se presentaron los oficiales y la tropa española de nacimiento que había capitulado, se formaron en la plazuela de la fortaleza, hicieron un saludo a su bandera, la bajaron, la guardaron en una caja para llevarla a España, entregaron las armas, yo icé la de Colombia, que desde entonces empezó a flamear en la capital de Atahualpa.” El 25 de mayo se celebró la capitulación entre representantes del general Sucre y el mariscal Aymerich. Para consolidar el objetivo final de la campaña libertadora, el 29 de mayo de 1822, fue suscrita en Quito una acta de ocho artículos celebrada entre representantes de la municipalidad y el Cabildo de la Santa Iglesia de la Catedral para presentar su agradecimiento al Ejército Libertador; declarar las provincias del antiguo Reino de Quito integradas a Colombia; erigir una pirámide en el campo de batalla y celebrar una misa de acción de gracias el domingo 2 de junio, entre otras cosas. El artículo 1º resaltaba el significado de la victoria: “Será entregada a los comisionados del señor General Sucre la fortaleza del Panecillo, la ciudad de Quito, y cuanto estaba bajo la dominación española al norte y sur de dicha ciudad, con todos los pertrechos de guerra y almacenes existentes.” El artículo 3º del acta hace referencia concretamente a la erección de una pirámide en donde se escenificó el combate, lugar que debía denominarse “Cima de la Libertad.” En el pedestal, frente a la ciudad, se esculpirá esta inscripción: “Los hijos del Ecuador a Simón Bolívar, el ángel de la paz y de la libertad colombiana”. Seguirá, en el mismo frente, el nombre del general Sucre, y debajo: “Quito libre, el 24 de mayo de

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1822” y continuarán los nombres de los jefes y oficiales del Estado Mayor de las divisiones unidas…

La artillería en las milicias de la Gran Colombia

Después de la batalla del Pichincha y cuando el Distrito del Sur forma la Gran Colombia, el Senado y la Cámara de Representantes, mediante decreto de fecha 1 de abril de 1826, organiza las Milicias Nacionales de la Gran Colombia, algunos de cuyos artículos especifican: Artículo Nº 1.- La milicia nacional se divide en auxiliar y cívica Artículo Nº 4.- La milicia auxiliar se compone de infantería, caballería y artillería. Artículo Nº 14.- La milicia auxiliar se formará por cantones. Para ello en cada provincia el comandante de armas se encargará de la formación y organización auxiliar, y en donde no hubiese comandante de armas, o por cualquier otro motivo, el poder ejecutivo nombrará un jefe a propósito, y todos procederán conforme la ley… Respecto de la organización de la artillería señala: “Artículo 25.- El poder ejecutivo designará los departamentos en que han de formarse compañías de milicias auxiliares de artillería, y también fijará un número en razón de fuerza necesaria para la defensa. Artículo 26.- Cada compañía se compondrá de un capitán, un primero o segundo teniente, un primero y segundo subteniente, un sargento primero, cuatro sargentos segundos, ocho cabos segundos y de ochenta a noventa soldados. Artículo 27.- En la milicia auxiliar, las compañías sueltas, los medios batallones y escuadrones tomarán el nombre de su cantón y si hubiere más de un batallón o escuadrón, se distinguirán éstos por el orden numérico…” Las unidades de infantería, caballería y artillería eran organizadas en escuadras, compañías y batallones de acuerdo con el número de alistados en cada jurisdicción. Así por ejemplo, en lo que a infantería se refiere: una escuadra tenía de 20 a 30 milicianos; una compañía estaba formada de 100 a 180 hombres, comandada por un capitán y su plana mayor (un teniente, dos subtenientes, un sargento primero, cuatro sargentos segundos, dos tambores y un corneta). Cuando se complementaba cinco compañías de 100 a 150 hombres de cada una, se organizaba un batallón, comandado por un teniente coronel en servicio pasivo. Con respecto al uniforme y al armamento determina: Artículo 102.- El uniforme de la milicia nacional (infantería, caballería y artillería), siempre que sea llamada al servicio de campaña, y fuera de él, en actos de servicio, se compondrá de casaquilla corta y pantalón azul con botón amarillo y botín o bota negra. En los oficiales y sargentos, casaca larga, y en todas abrochada por delante sin solapa; collarín derecho carmesí; la vuelta abierta por encima con la tapilla carmesí abrochada con tres botones; los forros azules y los vivos anteados y sombrero de copa alta con la escarapela nacional a la izquierda. El sombrero se usará mientras que los batallones puedan proporcionarse morriones iguales para todos los individuos, con una chapa o escudo que lleve el letrero de milicia nacional colombiana, y el nombre del departamento, que igualmente se pondrá en el botón. Artículo 103.- La caballería tendrá el mismo uniforme con la sola diferencia de que los vivos y el botón serán blancos. La artillería no tendrá más diferencia que llevar solapa abrochada con ojales largos amarillos. La infantería podrá usar en las paradas, ejercicios y revistas, pantalón blanco.

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La batalla de Tarqui

Liberado el Perú, vive una tensa situación política interna que lo predispone a la invasión del entonces Departamento Sur de Colombia. En julio de 1828 inicia el bloqueo del Golfo de Guayaquil. Las goletas Guayaquileña y Pichincha al mando del capitán Tomás Carlos Wright y comandante Taylor, respectivamente, el 31 de agosto del mismo año avistaron a la corbeta peruana Libertad, y cuando el capitán Wright pedía explicaciones del porqué bloquea el puerto de Guayaquil, recibió en respuesta nutrido fuego de sus cañones, por lo que la goleta Guayaquileña tuvo que empeñarse en combate sin la asistencia de la goleta Pichincha, que había quedado retrasada. No obstante, la Guayaquileña había dominado la situación y cuando su tripulación se aprestaba al abordaje fue impedida por un incendio inesperado al que tuvieron que combatir. La acción se desarrolló en el sector de Punta Malpelo, el 31 de agosto de 1828, con resultado favorable para la nave guayaquileña, poniendo en fuga a su contrincante que llevó consigo un considerable número de bajas. La derrota de la nave sureña provocó que el gobierno peruano ordenara al vicealmirante Guisse que intensificara el bloqueo de Guayaquil, defendido por los batallones Girardot, Ayacucho, Cauca y tres baterías de artillería. La escuadra peruana compuesta por fragatas, bergantines y lanchas cañoneras, inició el bombardeo a partir del 22 de noviembre durante tres días consecutivos. La defensa de la ciudad, especialmente la artillería estratégicamente desplazada contestó el fuego con gran determinación y precisión, a tal punto que impactó en la nave desde la que comandaba el bloqueo el vicealmirante Guisse, quien por graves heridas recibidas falleció el 24 de noviembre de 1828. Días después, al frente de un poderoso ejército el general cuencano José Domingo La Mar, presidente del Perú, luego de una larga marcha desde Lima, ingresó a la ciudad de Loja el 19 de diciembre de 1828. El ejército sureño estaba integrado por tres divisiones cuyo comandante en jefe era el general Agustín Gamarra y responsable del mando supremo el presidente José Domingo La Mar.Permanecieron en Loja hasta inicios del año siguiente. Entre tanto, el ejército colombiano ya había concentrado sus tropas en la provincia del Azuay, y el 28 de enero organizó definitivamente sus dos divisiones. En ese mismo día el general Sucre tomó el mando del ejército de Colombia, algunos de cuyos batallones habían sido organizados en Guayaquil por el general Juan José Flores, con voluntarios y medios logísticos, especialmente de la Costa. El general Sucre pretendió hasta el último momento evitar la guerra. Con esta intención presentó al presidente La Mar un documento denominado “Bases de Oña”, pero las posiciones contrapuestas de las dos partes, impidieron una solución pacífica al problema desatado por la invasión del país del sur. El 12 de febrero en la noche, veinte soldados del Yaguachi, “apoyados en dos compañías de los batallones Caracas y Cauca dispersaron dos batallones enemigos”, por lo que recibieron mediante Orden General del Ejército colombiano, el apelativo de los “Veinte bravos del Yaguachi”. Los días siguientes fueron de tensión y de apresto para los dos ejércitos contrincantes. Sucre desde su zona de reunión, inició la marcha el 26 de febrero a las 15h00, llegando a Tarqui a las 19h00. En un resumen del parte de guerra se podrá conocer lo acontecido en las acciones previas y durante el desarrollo de la batalla: “A los cuatro y

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tres cuartos de la madrugada del 27 tuvimos que hacer alto en las inmediaciones del Portete con la primera división de infantería, para esperar a la segunda y a la caballería que se habían retrasado. La división del general Plaza ocupaba las colinas y las breñas de su derecha por la dificultad del paso de la quebrada.” “Comprometido el Batallón Cedeño en esta peligrosa situación, fue necesario sacarlo y protegerlo con el pequeño Batallón Rifles constante de 300 plazas. La falta de suficiente claridad y las dificultades naturales redujeron a este cuerpo a entrar en combate sin el orden debido y a quedar solo por más de un cuarto de hora; el mal se aumentó con la llegada del destacamento del bizarro Piedrahita porque nuestros soldados sin conocerse se hicieron algunos fuegos; más, disipada la oscuridad, pudo reconocerse la posición y destinarse la compañía de Cazadores de Yaguachi por nuestra izquierda, mientras el señor general Flores penetraba por el bosque de la derecha, con el último resto de este batallón y el Caracas, y formalizaba el ataque”. 9 A las siete de la mañana “no habían peruanos sobre el campo de batalla”. Presionado por las circunstancias, el presidente Domingo La Mar tuvo que negociar la culminación de las hostilidades, hecho que se produjo el 28 de febrero en la pequeña población de Girón.

¿Desde cuándo existe nuestra artillería?

Infortunadamente, no existen documentos, o por lo menos no los hemos encontrado, que certifiquen la fecha exacta de la aparición de la artillería en nuestro Ejército. Sin embargo, se conoce que fueron unidades de infantería, caballería y artillería las que intervinieron en las luchas independentistas; no obstante, en la organización estructural de la Falange Fernando VII, posiblemente la primera organización tipo militar de los patriotas, organizada por el capitán Juan Salinas en 1809, no consta ninguna unidad de artillería; pero es fácil deducir las posibles causas: los patriotas no disponían de material de artillería, tampoco de personal de esa especialidad, tomando en cuenta que la formación de un artillero requería de más tiempo en su entrenamiento, por la preparación y el conocimiento que debía tener; por eso la artillería hasta aquel entonces, era de exclusividad del ejército español. Sin embargo, en noviembre de 1811, en la expedición que organiza el coronel Carlos Montúfar para iniciar la campaña en el austro, constan: “800 fusileros, 300 dragones, 300 jinetes de pistola y lanza, 100 artilleros.” 10 El 1 de abril de 1812, partió de Quito rumbo a Cuenca, otra expedición al mando del coronel Francisco Calderón, secundado por el teniente coronel Feliciano Checa. El 2 de septiembre de 1812, luego del combate de La Piedra entre las tropas del coronel español Juan Sámano y las del teniente coronel Checa, en el informe de los españoles se lee: “Bastó media hora para tomar esa posición… cundió el desorden de los rebeldes y abandonaron sin disparar las piezas de artillería…” El 7 de noviembre del mismo año, se desarrolla la batalla del Panecillo entre las tropas del general Toribio Montes y el ejército patriota al mando del coronel Montúfar. Según el coronel Chacón, en su obra “Las guerras de Quito por su independencia,” en el Panecillo los patriotas disponían: “Un mortero y una culebrina y gran cantidad de  9.  Borrero, Alfonso María, Cuenca en Pichincha, tomo II.  10.  Borrero Alfonso María, Cuenca en Pichincha, tomo II, Fragmento del parte de guerra elaborado por el general Antonio José De Sucre, el 12 de marzo de 1829.

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gente colecticia. Las mejores tropas fueron ubicadas en el flanco del cerro; dos cañones en San Sebastián, igual dotación a la entrada de la Magdalena; cuatro o seis cañones, emplazados en la plaza principal.” Del empleo de la artillería en esta batalla, confirma el historiador español Mariano Torrente: “Las bombas y granadas de mano llenas de agudas puntas, el vivo fuego de sus baterías, todo se puso en actividad para rechazar los ataques de nuestros soldados.” El informe del general Toribio Montes ratifica la presencia de la artillería patriota, desgraciadamente en condiciones lamentables, porque las tropas del coronel Montúfar sufrieron estrepitosa derrota: “Se han tomado dos cañones de grueso calibre, diez de a cuatro, dos de a uno, todos de bronce…” Luego de este revés, los coroneles Montúfar y Calderón conjuntamente con sus diezmadas fuerzas se desplazaron hacia el norte, en donde fueron nuevamente derrotados.Los soldados españoles entre los pertrechos capturados registran: “Dos cañones de a cuatro, cuatro cañones de a dos, tres pequeños y cuatro cureñas…” De lo brevemente expuesto se puede concluir: el personal de artilleros no tenía posiblemente en ese tiempo, la suficiente preparación; el material no se encontraba en buen estado de funcionamiento; no existían los suficientes medios de transporte, igualmente, las tropas a las que apoyaba la artillería, no tenían la suficiente disciplina y profesionalismo similar a las de los soldados españoles. En definitiva, se puede considerar que la primera vez que soldados artilleros aparecen en el ejército patriota, fue en noviembre de 1811, integrando las tropas del coronel Carlos Montúfar en su expedición hacia Cuenca; entonces, estas acciones iniciales de la artillería nos permite concluir que su aparición en las campañas de la independencia, comienza en noviembre de 1811 teniendo como contrincante a la artillería española, la que tenía preeminencia e importante protagonismo, en las diferentes acciones de armas en que intervenía, por su potencia de fuego y preparación.

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CAPÍTULO III Y NOS LLAMAMOS ECUADOR

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Desaparecidos para siempre dos de nuestros principales libertadores, el insigne militar y político Simón Bolívar y el brillante estratega general Antonio José de Sucre, el Departamento Sur de Colombia, se separó de la Gran Colombia destruyéndose el sueño integracionista del Libertador. El 13 de mayo de 1830, connotados ciudadanos y representantes del poder civil, militar y eclesiástico, se reunieron para firmar el acta de emancipación. El articulo 2do designaba al general Juan José Flores encargado “del Mando Supremo Civil y Militar por haber salvado tan gloriosamente el Sur, en las circunstancias más difíciles… conciliándose con sus talentos y virtudes el aprecio general de estos pueblos, que le son deudores de inmensos beneficios.” 1 Conforme pasaban los días, las diferente ciudades se pronunciaron a favor de la separación ya acordada. Finalmente, fue elegido Presidente del Ecuador el general Flores; designada como capital de la nueva República la ciudad de Quito y determinada la fecha, el 14 de agosto, para que se reúna en la ciudad de Riobamba el Congreso Nacional que elaboraría la primera Constitución del Ecuador. Ese primer instrumento constitucional, al referirse a la institución armada determina: Artículo 51.- “El destino de la fuerza armada es defender la independencia de la Patria, sostener sus leyes y mantener el orden público. Los individuos del Ejército y de la Armada están sujetos en sus juicios a sus peculiares ordenanzas. Artículo 52.- La milicia nacional que no se halle en servicio no estará sujeta a las leyes militares, sino a las leyes comunes y a sus jueces naturales. Se entenderá que se halla en actual servicio, cuando esté pagada por el Estado, aunque algunos sirvan gratuitamente. No será destinada sino a la defensa interior y no saldrá a campaña sino en el peligro del Estado.” 2 El presidente Flores, desde el inicio de su gobierno sufrió serias resistencias y sublevaciones, comenzando por el general Luis Urdaneta que respaldaba, en noviembre de 1830, al libertador Simón Bolívar cuando este aún no fallecía. En este gobierno se dictó, en 1831, la Ley Orgánica Militar en la que constaban como fuerza militar tres unidades de infantería, los batallones Vargas, Flores (anterior Girardot) y Quito; además de los regimientos de caballería. Curiosamente no constaba ninguna unidad de artillería, aunque luego fue incorporada esta arma cuando se evidenció la importancia de su empleo. Justamente, de las unidades existentes, el batallón Vargas se insubordinó el 10 de octubre de 1831, cuando su personal se tomó el cuartel de artillería (unidad recientemente organizada) cometió varios desafueros en la ciudad de Quito, lugar de su acantonamiento; igualmente, el batallón Flores se sublevó el 12 de agosto de 1832, sus soldados se convirtieron en delincuentes que causaron actos vandálicos, primero en Latacunga, en donde tenían su cuartel, luego en Ambato para después huir hacia el norte y alcanzar su patria de origen, Colombia; pero fueron perseguidos por los soldados de caballería del coronel Juan Ottamendi, alcanzados en las cercanías de Bahía de Caráquez y exterminados sin dilación.

1.  Revista del Ejército Nacional, Nº 50, año 1930  2.  Trabucco Federico E, Síntesis histórica de la República del Ecuador, Editorial Santo Domingo, Quito, Ecuador. 1968.

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El gobierno del general Flores afrontaba el descontento ciudadano y el embate de la oposición. En octubre de 1833, en la ciudad de Guayaquil, se rebela el coronel Pedro Mena. A renglón seguido, la noche del 19 de octubre los integrantes del “Quiteño Libre”, presididos por el coronel inglés Francisco Hall, pretendieron tomarse el palacio de Gobierno pero fueron aniquilados cuando intentaban hacerlo. Con el propósito de sofocar la insurrección de las unidades de Guayaquil lideradas por el coronel Mena, el general Flores preparó sus tropas para someter al jefe revoltoso que comandaba a los “Chiguaguas”. En esa acción de armas desarrollada el 24 de noviembre de 1833, intervino la artillería, desplazando sus cañones en Puerto Liza y los Baños con el fin de golpear a los soldados del general Flores, pero el jefe venezolano logró General Juan José Flores triunfar y hacer huir a los principales cabecillas, inclusive Vicente Rocafuerte que apoyaba el movimiento del coronel Mena tuvo que refugiarse en un buque de bandera inglesa, el Fairfield. Por esos imponderables de la política, pocos meses más tarde, se produjo una alianza sorpresiva entre Flores y Rocafuerte mediante convenio firmado el19 de julio de 1834. Pero en aquella fecha el país estaba dividido: en Quito reconocían al Dr. José Félix Valdivieso como presidente, los “Restauradores”, y en Guayaquil ratificaban su respaldo a Flores y Rocafuerte, los “Convencionales”, dos grupos político militares perfectamente definidos. El 10 de septiembre de 1834, concluido ya el período presidencial del general Flores, se convocó a una Junta Popular para elegir nuevo presidente, dignidad que favoreció al ciudadano guayaquileño Vicente Rocafuerte Bejarano, en calidad de jefe supremo de las provincias del litoral, mientras el general Flores ejercía la función de comandante en jefe del Ejército.

Batalla de Miñarica

La situación anómala de tener dos gobiernos, en Guayaquil, Vicente Rocafuerte y en Quito y las provincias del norte, José Félix Valdiviezo, hacía imposible que el Ecuador pudiera gobernarse como república soberana e independiente. Ante este evidente caos, tanto a Rocafuerte como a Valdiviezo, luego de agotar los intentos de solución pacífica, no les quedaba otra alternativa que la vía de la confrontación armada. Como esta posibilidad se presentaba como la más factible, las dos partes antagónicas se prepararon para la guerra.

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Rocafuerte, haciéndose eco de la voluntad del pueblo guayaquileño, designó al general Juan José Flores, “como más antiguo y de mayor graduación”, comandante en jefe del ejército Convencional; mientras el doctor José Félix Valdiviezo, nombró director de la guerra del ejército Restaurador al general Isidoro Barriga, de experiencia y conocimientos militares muy inferiores a los de su contrincante. El ejército Convencional estaba integrado por los batallones Volteadores Nº1, Volteadores Nº 2 y por la caballería del temido general Juan Ottamendi; el ejército Restaurador, por los batallones Restaurador, Pichincha, Guayas, Azuay; brigada de artillería y la caballería. La brigada como unidad de artillería era un término exagerado, pues su material no sobrepasaban las diez piezas ni su orgánico era mayor a ochenta artilleros. Aparentemente el potencial del ejército del general Barriga (2.000 hombres) era superior a su adversario; no obstante, abonaba en favor del general Flores, una tropa mejor preparada, disciplinada y mejores y experimentados mandos, situación de la que estaba enterado el general Barriga que hasta el último momento se resistía a romper la tregua que le exigían sus oficiales (la tregua fue firmada el 17 de enero de 1835) porque en su informe comenta: “Tuve que anticipar al jefe enemigo de haberse roto la tregua, y me vi precisado a ceder al torrente revolucionario y prepararme con semejantes elementos a combatir contra un enemigo audaz, hábil y emprendedor.” El 18 de enero de 1835, en Miñarica, cerca de Ambato, se rompen los fuegos. El dispositivo del general Barriga ubicó a la artillería detrás de los batallones Guayas y Pichincha, en apoyo directo; en el segundo escalón exageradamente distanciado del primero, los batallones Restaurador y Azuay y la caballería en el flanco derecho, dejando prolongados espacios que lo hacía vulnerable. Justamente, estos errores fueron aprovechado por un experimentado general Flores, como el mismo admite: “A medida que se iban acercando los ejércitos reconocían más y más que el flanco derecho del enemigo estaba débil y que por lo mismo nos ofrecía la victoria”, por eso ordenó al general Ottamendi romper con la caballería el flanco expuesto y al general Wright con la infantería el frente y el ala izquierda del dispositivo enemigo, por lo que, especialmente la artillería, por el peso de las piezas para replegar, quedó a expensas del violento ataque de su adversario, que al final capturó 800 fusiles, piezas de artillería, munición, banderas y otros accesorios bélicos utilizados en la batalla, además de provocar la muerte de 20 jefes, 600 del personal de tropa y centenares de prisioneros; el ejército del general Flores sufrió la muerte de 1 oficial y 48 de tropa. La victoria permitió que la Convención reunida en Ambato, designara Presidente Constitucional de la República a Vicente Rocafuerte Bejarano, quien consiguió la gobernabilidad de la nación a pesar de los intentos de desestabilización de parte de los emigrados, ex militares derrotados que se habían refugiado en el país del norte, y que luego regresaban al Ecuador conformando expediciones de tipo militar.

La Brigada de Artillería y la revolución de marzo de 1845

El Congreso reunido el 15 de enero de 1839, eligió nuevamente presidente de la República al general Juan José Flores, quien desde el principio pretendió mostrarse ponderado, tolerante y con intenciones de crear un ambiente de tranquilidad y progreso. No obstante, con el paso del tiempo, todas las intenciones de un gobernante sensato y progresista se desvanecieron totalmente, y aún más cuando dictó impuestos que golpearon la economía de las masas populares, añadiéndose el recuerdo de su

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frustrada campaña en territorio neogranadino, y del fracaso de la incorporación de Pasto a la soberanía ecuatoriana. Además sus importantes aliados pasaron a ser tenaces opositores: Vicente Rocafuerte y el general José María Urbina. En este estado de cosas, en Guayaquil se prepara clandestinamente una revuelta para defenestrarlo. La revolución que debía estallar en esa ciudad el 24 de febrero de 1845 y que la encabezaría el coronel Francisco Jado, fue descubierta y su líder sometido a prisión. Entonces los complotados en contra del general Flores, al saber que la Brigada de Artillería tenía un significativo valor militar, pretendieron por todos los medios atraerla a su causa, y lo consiguieron de una manera simple pero nada correcta: indispusieron al teniente coronel Fernando Ayarza, comandante de Brigada de Artillería, contra el general Tomás Wright que era el comandante General del Distrito. Aquella artimaña le costó el relevo del mando, al comandante Ayarza a pesar de gozar de gran ascendencia dentro de su tropa. El jefe depuesto, por lógico resentimiento, influyó en su unidad para que apoyase el movimiento rebelde. En esas condiciones, en las primeras horas de la mañana del seis de marzo, les fue fácil al general Antonio Elizalde, al coronel Juan Francisco Valverde, a los tenientes coroneles Fernando Ayarza, Manuel Merino, Guillermo Franco y Felipe Puga tomar el mando de aquella unidad. Conocedor de la situación, el general Wright dispuso que el general Vicente González, comandante del Batallón de Infantería Nº 1, prepare a la tropa para atacar a los rebeldes. Como el entusiasmo y la euforia de la población eran desbordantes; varios civiles voluntarios ingresaron al cuartel de la artillería para respaldar y ofrecer su contingente. Como era de esperarse, la Brigada de Artillería había adoptado todas las previsiones y medidas de seguridad y protección, ante la inminencia de un ataque armado. En efecto, éste se produjo el seis de marzo a partir de las 15h00. El general Wright planificó el ataque por 3 frentes. Dividió a su tropa en tres columnas, una de las cuales decidió comandarla personalmente; el general González y el coronel Díaz fueron los comandantes de las dos restantes. El ataque fue violento y denodado; sin embargo de ello las posiciones previamente fortificadas de la artillería permitieron resistir la embestida y causar significativos estragos en el adversario. Imposibilitados de tomar por asalto el cuartel de artilleros y luego de comprobar que entre los muertos y heridos (el mismo general González constaba entre estos últimos), sobrepasaban las 100 bajas, el general Wright ordenó la retirada. Al día siguiente puso a disposición del general Elizalde las unidades militares, armamento, munición, naves de guerra y más medios de combate. Como consecuencia de aquella acción de armas renunció el gobernador Manuel Espantoso; acto seguido se designó a José Joaquín Olmedo y Pablo Merino para que presidieran las reuniones en las cuales elaborarían el acta respectiva. Entre tanto, la Brigada de Artillería fue aclamada por la ciudadanía opositora al general Flores, porque estaba consciente de que su aguerrido comportamiento le provocó un golpe mortal al general venezolano. Efectivamente, los combates posteriores de los días 3 y 10 de mayo de 1845 en la hacienda La Elvira de propiedad de Flores, confirmaron el fracaso del presidente que fue defenestrado, entre otras causas, “por desconocer el principio alternativo, tan esencial en los Gobiernos Republicanos que prohíbe la perpetuidad de los altos funcio-

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narios…” Como corolario de las confrontaciones armadas se firmó el 17 de agosto de 1845, el Tratado de la Virginia y al día siguiente, un convenio adicional que se refería en términos generales al fuero militar, rentas, honores y demás canonjías que debía continuar usufructuando el general Flores al término de su gestión presidencial.

El militarismo criollo

Con la caída del general Flores concluyó el período del militarismo extranjero, llamado así porque en el gobierno floreano prevaleció la presencia de militares extranjeros, muchos de ellos veteranos de la independencia que ejercieron cargos importantes y gozaron de honores y privilegios. El 17 de julio de 1851, el general José María Urbina fue proclamado por las unidades de Guayaquil jefe supremo de la República, luego lo hizo el mismo pueblo guayaquileño y posteriormente el pueblo de Quito, hasta constituirse en Presidente de la República para el período 1852-1856. Durante su administración decretó la manumisión de los esclavos, aunque aprovechándose de este hecho organizó a los temibles escuadrones de los ¨Tauras”, soldados de color, de instinto cruel, revanchista y leales acérrimos al general Urbina; realizó obras de carácter social, ordenó la administración, impulsó la explotación y producción de productos como el caucho, la quinua y otros tradicionales; pero también sus opositores le acusaron de propiciar el retroceso de la educación entre otras acciones negativas. En el campo militar aprobó una nueva Ley Orgánica Militar, con fecha 22 de noviembre de 1855, basada en la ley del 2 de febrero de 1846. Entre los puntos principales que se relacionan con el tema de este trabajo se puede resaltar el contenido del artículo 2º: “La Fuerza Armada Nacional se compondrá de todos los ecuatorianos que se hallan alistado en el ejército y la marina, y de los que siendo aptos sean llamados por la ley al servicio de las armas”. El artículo 3º de este capítulo puntualiza “La Fuerza Armada se divide en terrestre y marítima. La terrestre en ejército permanente y en guardia nacional. El ejército permanente se compondrá de artillería, infantería y caballería.” En otros capítulos, la Ley Orgánica detalla la organización de estas armas: “La artillería se organizará por brigadas; la infantería, por batallones y columnas ligeras y la caballería por escuadrones.” La organización de los batallones presentaba evidente peculiaridad: “Las compañías de los flancos, serán de carabineros y voltadores y podrán tener dos tenientes y un subteniente, o al contrario.” Esta era la misión que le otorga a la Fuerza Armada: “Defender la independencia y libertad de la República, conservar el orden establecido, sostener la observancia de la Constitución y de las leyes, y obrar siempre bajo la dependencia de las autoridades constituidas.” En lo que respecta a las jerarquías, la ley establecía en la tropa desde soldado a sargento primero (no consideraba suboficial); en los oficiales, de subteniente o alférez en la caballería, hasta general; suprime el grado de general de división; pero sin retirar los derechos (honores y pensiones) a aquellos que se encontraban en dicho grado cuando entró en vigencia la ley. Al presidente José María Urbina lo remplaza para el período 1856 – 1860 el general Francisco Robles. En su mandato tuvo que afrontar un grave problema internacional y la incomprensión de sus propios mandantes. En efecto, el presidente peruano Ramón Castilla protestó por el Tratado Icaza – Pritcher con el cual nuestro gobierno

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había hecho concesiones de tierras baldías del Oriente ecuatoriano, lo que molestó al presidente Castilla que adujo que “las concesiones realizadas perjudicaban los derechos peruanos en la Amazonía.” Paralelamente a la presión internacional, los generales Robles y Urbina, presidente y comandante en jefe del Ejército respectivamente, sentían con más fuerza a la oposición política, que aseguraba veladamente que la “supuesta invasión peruana era una invención del urbanismo.” El 1 de octubre de 1858, el Gobierno ecuatoriano declaró al Ejército en estado de máxima emergencia, y lo subordinó al general Urbina. El 26 de octubre del mismo año, el presidente peruano dispuso el bloqueo de la costa ecuatoriana: puertos, bahías caletas e islas. El 12 de enero de 1859, el comandante de la escuadra naval peruana, contraalmirante Ignacio Mariategui, anunció que intensificaría el bloqueo. La Brigada de Artillería y el Batallón Nº 1 acantonados en Guayaquil, recibieron la orden de estar listos para entrar en acción. Igualmente el presidente Robles llamó a los ciudadanos al servicio activo de las armas, encargó la presidencia a Jerónimo Carrión y partió a Guayaquil; así mismo el presidente encargado decidió, por la emergencia, trasladar la capital ecuatoriana a Guayaquil, decisión que fue radialmente rechazado por el pueblo quiteño. Pero surgen también otros problemas internos que impiden la acción gubernamental del presidente Robles, como la instalación de un triunvirato: Gabriel García Moreno, Gerónimo Carrión y Pacífico Chiriboga. El 3 de junio de 1859 se produce el combate de Tumbuco entre las fuerzas comandadas por el general Urbina y las de García Moreno, siendo estas derrotadas. Con el propósito de reforzar el bloqueo, parten desde el Callao, el 30 de septiembre, buques de transporte navales que condujeron a las siguientes unidades del Ejército peruano: “batallones Pichincha Nº 2, Ayacucho Nº 3, Puyán Nº 5, Paucarpata Nº 8, Puno Nº 12, Siete de marzo Nº 10; Artillería de Montaña (8 cañones de a 4 y 8 de a 12), Artillería Volante, (2 piezas de a 4 y 4 de a12, además de 2 culebrinas, de a 3), baterías de Sitio y Plaza de grueso calibre, y unidades de servicio”. Como puede advertirse, para reforzar el bloqueo, el mando peruano toma en cuenta unidades de artillería de diferentes características y calibres. 3 Entre tanto, el general Guillermo Franco que ejercía el mando político – militar en la Costa, firmó con el presidente Castilla, el 25 de enero de 1860, el Tratado de Mapasingue, documento que comprometía la soberanía nacional; ventajosamente ni el mismo Congreso peruano lo aprobó, aduciendo que se lo había “contratado con una fracción revolucionaria ecuatoriana que solo representaba a las provincias de Guayas y del Azuay. La pugna de poderes entre el general Franco y García Moreno se acentuaba, éste consiguió los servicios del general Flores en lo que tuvo a su favor un jefe experto en conducción de tropas, lo que realmente le faltaba. Los dos líderes concibieron por estrategia: el general Franco mantener el control de Guayaquil y el general Flores, al frente ya de las tropas de García Moreno, conquistar objetivo tan rentable. En las dos divisiones del general Flores, se destacaba la presencia de la artillería, al mando del coronel Francisco Javier Salazar, conjuntamente con unidades de infantería y caballería. Igualmente, en el ejército del general Franco también constaba dentro de su orgánico un reparto de artillería, el que tuvo finalmente que batirse en  3.  Sánchez Bravo, Mariano, Historia Marítima del Ecuador, tomo VIII.

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inferioridad de condiciones, con sus colegas del general Flores y con la infantería y la caballería enemigas. En el sector de La Planchada, los artilleros conscientes de defender una causa justa, quemaron los últimos cartuchos y los que no pudieron replegar, cayeron al “pie de sus cañones.” Finalmente, el general Franco fue derrotado, la flota peruana abandonó el territorio marítimo que había invadido, el general Flores tomó posesión de Guayaquil y se convirtió en el brazo armado de García Moreno, quien fue elegido inicialmente presidente interino del 10 de enero al 2 de abril de 1861, y luego Presidente Constitucional del 2 de abril de 1861 al 30 de agosto de 1865.

Escuela Regimental de Artillería

La fuerza militar del gobierno de García Moreno estaba “representada por cuatro batallones de infantería, tres regimientos de caballería y un regimiento de artillería; cada batallón de infantería tenía 503 efectivos; el regimiento de caballería, 200; y el de artillería, 539 hombres. El tiempo que vivió en campaña, le hizo posiblemente a García Moreno, advertir que el personal de oficiales y tropa necesitaba incrementar su nivel profesional, por eso reabrió el instituto de formación de oficiales con el nombre de Escuela Práctica de Cadetes y dispuso la creación de un Centro de Capacitación de Artillería, porque comprobó la gran capacidad de la artillería en el campo operacional, y la enorme influencia en la decisión de los resultados. Por eso, con decreto firmado el 7 de junio de 1861, crea la escuela referida en los siguientes términos: “Art. 1.- Habrá en la capital de la República una escuela regimentaría de artillería, anexa al regimiento de esta arma; y concurrirán a ella, en clase de alumnos, los oficiales de la brigada maniobrera (operativa) y los aspirantes, cuyo número no excederá de diez y seis, a razón de ocho por cada batería. Art. 2.- Para facilitar los estudios de la anunciada escuela, los jóvenes que quieran sentar plaza de aspirantes en el expresado Cuerpo deberán reunir las cualidades siguientes: 1.- Aptitudes para el servicio militar; 2.- Saber leer y escribir; 3.- tener buena conducta; 4.- contar de doce a diez y ocho años de edad. Art. 3.- La dirección y enseñanza de la escuela estarán a cargo de un Director, que lo será el Coronel del regimiento; de un Subdirector cuyas funciones desempeñará el primer jefe de la Brigada maniobrera; de un Ayudante que lo será el del Regimiento; y de los profesores de matemáticas, dibujo y esgrima que consta en la plana mayor del cuerpo. Art. 4.- Son deberes del Director; mantener la indisciplina y la subordinación; vigilar sobre la buena conducta y aplicación de los alumnos; y hacer que desde el Subdirector hasta el último dependiente de la escuela cumplan sus respectivas obligaciones; 2.- dictar los cursos de ciencias militares expresadas en esta ley y dar lecciones orales, tanto de historia como la literatura. At. 5.- El Subdirector, subordinado al Director, cumplirá los deberes impuestos a este en el primer inicio del artículo anterior y enseñará a los alumnos las ordenanzas del ejército, el manejo del rifle, de la carabina, la espada, sable, la esgrima, la bayoneta y la secuela de los juicios militares o formación de procesos. También enseñará bajo

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la inmediata inspección del coronel, la instrucción teórica y práctica del tiro de las armas portátiles de precisión. Art. 6.- La enseñanza durará cuatro años y medio, en los cuales se dictarán nueve cursos, uno en cada semestre, contraídos a las materias siguientes: tratado elemental de artillería, gramática castellana, geografía, aritmética, álgebra, geometría rectilínea y esférica, geometría practica e industrial, geometría analítica de dos o tres dimensiones, geometría descriptiva y con aplicación al corte de madera y piedras, elementos del cálculo diferencial e integral, estática, dinámica, principios de hidrostática e hidrodinámica, elementos de química aplicada a la artillería, mecánica aplicada, geografía, traducción del francés, el inglés y el alemán, sombras y perspectiva lineal, dibujo geométrico, artillería, fortificación permanente y de campaña, elementos de literatura y esgrima. Presidente Gabriel García Moreno. Art. 7.- Los jefes y oficiales facultativos de artillería gozarán de un sobresueldo que no excederá de la mitad de la renta que disfruten. Art. 8.- Se autoriza al Poder Ejecutivo para señalar las materias que deban estudiarse en cada semestre, y para que dicte las disposiciones reglamentarias indispensables para que la presente ley tenga su debido cumplimiento. Dado en Quito en las salas de las sesiones de la Convención Nacional, a tres de junio de 1861. El Presidente de la Convención, Juan José Flores, el Secretario, Julio Castro. Palacio de Gobierno en Quito a 7 de junio de 1861. Ejecútese, Gabriel García Moreno. El Ministro del Interior Encargado del Despacho de Guerra y Marina, Rafael Carvajal.”

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CAPÍTULO IV LA ARTILLERÍA EN LA REVOLUCIÓN ALFARISTA

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La Misión Militar chilena El general Eloy Alfaro conocía de sobra las potencialidades y limitaciones de los oficiales y personal de tropa del Ejército; por lo tanto, trató de elevar el nivel profesional de sus subalternos. Con esta finalidad, el 11 de diciembre de 1899 refundó el Colegio Militar, y de inmediato concretó la contratación de una Misión Militar con Chile, pues el ejército de esa nación hermana tenia prestigio entre los países de este continente y aplicaba una tendencia doctrinaria alemana. A fines de diciembre del mismo año, llegan al Ecuador los dos primeros oficiales chilenos, el sargento mayor Luis Cabrera Negrete, del arma de caballería y diplomado de Estado Mayor, y el capitán de artillería Enrique Chandler, con el propósito de “reorganizar el Colegio Militar, crear una Academia de Guerra y la Escuela de Clases”; además de cumplir tareas de asesoramienGeneral Eloy Alfaro to en la estructuración de un orgánico que mantuviese su vigencia oficial. Para cumplir sus actividades los dos oficiales extranjeros determinaron sus tareas: el mayor Cabrera estudiaría las reformas que incorporaría en el instituto de cadetes, mientras el capitán Chandler instruía al personal de la Brigada de Artillería Bolívar. Desgraciadamente, la permanencia en el país del capitán Chandler fue por poco tiempo: una grave enfermedad le provocó que regresara a su patria en donde finalmente falleció. En su reemplazo se incorporaron el capitán Ernesto Medina y los tenientes Luis Bravo y Julio Franzani. Incrementado el número de oficiales chilenos, el ministro de Guerra, general Flavio Alfaro, solicitó se estudiaran reformas que se introducirían en la estructuración del Ejército ecuatoriano. Algunos meses después, estas fueron presentadas por el mayor Luis Cabrera, jefe de la Misión Militar chilena, como un “Proyecto de Ley Orgánica Militar”. El documento firmado por el mayor Luis Cabrera, capitanes Ernesto Medina, Luis Bravo y Julio Franzani, fue presentado al general Flavio Alfaro el 27 de junio de 1902. En uno de los párrafos de la documentación con el que envía el proyecto el mayor Cabrera, puntualiza: “Este proyecto de la Ley Orgánica Militar abarca todos los ramos en que se fundan la administración y el mando del Ejército; y, llevado a la política, revolucionará de un modo absoluto la institución militar ecuatoriana.”

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El documento consta de los siguientes títulos: I Composición del Ejército; II Jerarquía militar; III División territorial militar; IV Organización del Ejército, en tiempos de paz; V De los servicios auxiliares; VI Instrucción militar; VII Administración y mando; VIII Cuerpos de inválidos; IX Estado militar de los miembros del Ejército; X Paso del pie (estado) de paz al pie de guerra: organización de las unidades mayores y combinadas; y XI Disposiciones generales. En lo referente a la artillería, el proyecto que fue aprobado por el Congreso de 1905, lo trata en tres artículos: Art. 26 “La unidad táctica o fundamental del arma de artillería es la batería, con cuatro o seis piezas y las mulas o carros y cajas necesarias para conducir sesenta y cuatro proyectiles por pieza.” Art. 27. “La dotación de una batería es: Un capitán; Un teniente; Dos alféreces; Dos sargentos 1º; Seis sargentos 2º; Seis cabos 1º; Seis cabos 2º; Sesenta y cuatro soldados; Dos cornetas; Un armero; Un sastre; Un rastrillero, cabo 1º; Un herrador; Un carpintero; Un zapatero; Un talabartero; Un peluquero; Un soldado enfermero; Dos soldados rancheros; Un cabo 1º y tres soldados de bagajes, los cuales en guarnición tendrán a su cargo el servicio de policía de cuartel.” Art. 28. “La reunión de dos baterías forma el Grupo, cuya plana mayor es la siguiente, siempre que el grupo sea autónomo: Un jefe del grupo, sargento mayor; Un ayudante, teniente; Un cirujano segundo; Un contador segundo; Un veterinario segundo;

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Un enfermero segundo; Un amanuense de la Mayoría, sargento 2º; Un amanuense de la Contaduría, sargento 2º; Un corneta; Un sargento 2º y dos soldados de bagajes; Dos soldados ordenanzas de oficiales.” Art. 29. La reunión de dos Grupos constituye el Regimiento de Artillería, cuya Plana Mayor es la siguiente: “Un comandante, coronel o teniente coronel; Dos jefes de Grupo, sargentos mayores; Tres ayudantes, tenientes; Un abanderado, alférez; Un cirujano 1º; Un contador 1º; Un veterinario 1º; Un sargento 1º, de la banda; Enfermero 1º; Un talabartero 1º; Un carpintero 1º; Un mariscal herrador; Un sastre; Un zapatero 1 º; Un amanuense de la Mayoría, sargento 2º; Un amanuense de la Contaduría, sargento 2º; Un sargento 2º, y un cabo 1º ranchero.” 1 El proyecto de Ley Orgánica Militar considera “a la Brigada como Unidad de Combate del Ejército; y como parte constitutiva, entre otras unidades, está un Regimiento de Artillería.” El artículo 482 dictamina “que en tiempo de paz, la Unidad de Combate, si no tiene composición de guerra, podrá constar hasta de un Regimiento o Grupo de Artillería”. En el artículo 483 se determina que “la División será Unidad Operativa del Ejército, y Divisionaria.” Los uniformes para oficiales y tropa de artillería, prácticamente son similares para todas las armas, se diferencian únicamente en los colores en el cuello, franjas y vivos (amarillo para la infantería, azul para la caballería, rojo para la artillería). El uniforme de campaña contemplaba el uso de un sombrero de Jipijapa, botas de cuero negro y las demás prendas del uniforme de marcha. En las guarniciones de la Costa, se permite el uso de la tela blanca, con el modelo del mismo de campaña. Para la tropa, el uniforme de campañaserá igual al de servicio, sustituyendo el color del paño por tela de dril color kaki y sombrero de Jipijapa. El equipo consiste en mochila, morral, cantimplora y marmita. 2  1.  Proyecto de Ley Orgánica Militar, Misión Militar chilena en el Ecuador, Tipografía de la Escuela de Arte y Oficios, Quito, 1902.  2.  Reglamento de Uniformes Militares, Imprenta y Encuadernación Nacionales, Quito, 8 de enero de 1907.

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Cañón Krupp

Armamento existente

En la misma Ley Orgánica Militar, a la artillería se la clasificó como de montaña, de a caballo, de costa y de fortaleza. La batería con cuatro y seis piezas con mulas, carros y carretas para conducir 84 proyectiles por pieza. La artillería tenía en dotación el cañón Krupp de montaña, fabricado en 1850 en Prusia, por Friedrich Krupp, de 107 kg de peso, calibre 60mm.; utilizaba granadas Sharpnell de alto explosivo, su alcance efectivo era de 2.500 metros, velocidad del proyectil 300 metros por segundo; intervino en la Guerra del Pacífico y años después, en la Primera Guerra Mundial. El cañón Armstrong, diseñado por sir Williams George Armstrong, en el Reino Unido, en 1865, tipo de munición: bala sólida de acero; alcance efectivo 4000 metros, empleado especialmente en buques de guerra; fue parte del armamento mayor del buque blindado Huáscar de la Armada peruana, en la Guerra del Pacífico. El cañón Wilfort, poco utilizado en el país, por su propensión a que se trabe su sistema de disparo, fue empleado sin ningún suceso, en el combate de Torres Causana en 1904, y en versión de uno de los sobrevivientes de aquella acción de armas, “servía más para hacer salvas que para causar daño al enemigo.” El cañón Vikers Maxim, en 1910, cuando el amago de invasión por parte del Perú, Eloy Alfaro adquirió 4 cañones de este tipo, además de 8 piezas de artillería Herhart. El armamento menor existente, que lo empleaban también los artilleros, eran los fusiles Koplacher, los más antiguos, Manlicher, adaptados por el ejército italiano en

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1891, su diseñador fue el austríaco Ferdinand Ritter Von Manlicher; fusil Mauser, longitud 1.25 m., munición 7.72, sistema de disparo, cerrojo accionado manualmente; alcance efectivo 1400 m.; cargador interno fijo; alimentado con un peine de 5 cartuchos; velocidad máxima, 760 m/s; origen alemán, que lo utilizó en la Primera Guerra Mundial. Respecto a los fusiles Manlicher, el gobierno del general Leonidas Plaza Gutiérrez, celebró un contrato el 10 de septiembre de 1903 para la adquisición “de 10.000 fusiles tipo Manlicher, modelo austríaco, con sus respectivas bayonetas, cinturones, dos cartucheras para fusil y 2.000.000 de cartuchos para los mismos, que se compraron para el Ejército Nacional.”

Reglamentos para la artillería (1905) 1.- Artillería de montaña Ejercicios y evoluciones; Conductores; Servicio interno; Carguío y enfardelamiento; Acampamento; Conservación del material y atalajes; Objetivos. 2.- Artillería a caballo Ejercicios y evoluciones; Equitación; Conductores; Tiro (el de montaña modificado); Servicio interno; Carguío y enfardelamiento; Acampamento; Conservación del material y atalajes; Objetivos (el mismo de montaña). 3.- Artillería de costa Ejercicios y evoluciones; Tiro; Servicio interno; Conservación del material; Manejo y transporte de armamento pesado.”

Amago de invasión peruana en 1910

Cuando hubo indicios de que el Perú invadiría a nuestro país, el pueblo ecuatoriano se preparó patrióticamente para organizar la defensa. El general Alfaro conocía que nuestras fuerzas de mar y tierra estaban en condiciones inferiores a las del potencial agresor. Un oficial peruano, el teniente coronel Aurelio García Godos, luego de realizar un análisis de la defensa de las costas de los países de América del Sur, al referirse a las del Ecuador escribe. “En las fortificaciones de Punta de Piedra están montados 4 cañones Armstrong antiguos, calibre 6 pulgadas, que fueron comprados a Chile; además 4 cañones Krupp de 87 mm., modelo 1890, desechados primero por Chile y después por

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Ametralladora Vikers Maxim

la China; fueron posteriormente adquiridos por el gobierno del Ecuador a Alemania. En la cresta del cerro de Santa Ana se ha montado sobre base giratoria un cañón Krupp de 87 mm., hay además 6 piezas de artillería de montaña del mismo sistema, calibre 75mm., sobre ruedas. La llamada fortificación del Cerro Santa Ana, no tiene sino el nombre de tal.” Al continuar en su análisis agrega el oficial peruano: “Las piezas de artillería de las mencionadas fortificaciones fueron montadas, en 1910, por oficiales chilenos…Para impedir el paso de una escuadra naval por la isla Puná no se disponía ni dispone de materiales de artillería adecuados para el caso… Sin embargo, el mismo año (1910), se trató de fortificar Punta Española y Punta Mandinga con ineficaces y anticuados cañones Krupp de 87 mm. 3 Era tal la diferencia del potencial bélico entre el Ecuador y Perú, que otros países sudamericanos advertían plenamente la desventaja de nuestras fuerzas; a tal extremo que el doctor Víctor Eastman Cox, ministro Plenipotenciario de Chile en Quito, en una comunicación alerta al canciller chileno Edwards: “Sugiero respetuosamente a Ud., estudiar la posibilidad de que se entregue a este país (Ecuador) dos de nuestros cruceros y material de guerra para armarse. En caso contrario estudiar la posibilidad que Chile obtenga un crédito en beneficio del Ecuador. No creo yo, en ningún caso, que la guerra convenga a este país (Ecuador), pero sí creo que si el Perú ve al Ecuador armado en forma adecuada, con una flota parecida a la de él, yo escucharía más atentamente sus proposiciones directas para el arreglo de fronteras. Hoy día, el Perú sabe que no  3.  Muñoz, Julio H, “Doctrinas militares del Ecuador”, Quito, Ecuador, 1949.

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le sería difícil bloquear a Guayaquil con las fuerzas navales que tiene, Guayaquil es la llave de este país.” Quizás fue una coincidencia pero el ministro Plenipotenciario del Ecuador en Santiago, unos días antes, el 18 de febrero de 1910, había comunicado al general Alfaro: “La voluntad del gobierno de aquí (el chileno), me parece ilimitada para ayudarnos… se me ofrece elementos bélicos y creo estar en condiciones de remitir al Ecuador todo lo que se me pida.” Al día siguiente agrega: “Empiezo avisar a Ud. que en el Baquedano, buque chileno, sí habrá espacio suficiente para llevar todos los elementos bélicos que suman más de 300 toneladas”. 4 Al respecto, una nota aclaratoria de Pérez Concha hace conocer que el señor Francisco Guarderas sostiene: “Llegó a Guayaquil escoltado por el buque escuela Baquedano, el vapor Maullín con cargamento de armas y pertrechos que sin ningún disimulo fueron desembarcados en nuestro puerto principal.” A la ayuda prestada con el envío de material bélico a nuestro país, el gobierno chileno se interesaba también a través de su cancillería, de alcanzar que Argentina, Brasil y Estados se constituyesen en mediadores con el propósito de evitar el enfrentamiento armado. Es obvio que para enfrentar el conflicto que se preveía venir, el general Alfaro incrementó responsablemente el potencial bélico de sus fuerzas levantadas en armas, como asegura Roberto Andrade: “Había en los parques ecuatorianos 50.000 fusiles, 24 piezas de artillería de montaña… En Punta de Piedra situó una batería naval…” En un mensaje al Congreso Nacional, el general Alfaro ratificó el incremento de unidades militares al admitir: “Apenas se acentuaron los rumores de un conflicto con el Perú, decreté la organización de las reservas. Muy pronto quedaron organizados 246 batallones de infantería, 15 regimientos de artillería, 46 escuadrones de caballería y 3 batallones de ingenieros… Puedo asegurar que se podía presentar en línea, cerca de 50.000 soldados regularmente equipados.” Entre estas unidades se encontraban los regimientos de artillería Bolívar, Calderón y Sucre. La prioridad de defensa de la Patria, la movilización rápida y decidida de las tropas ecuatorianas, la predisposición del pueblo ecuatoriano de respaldar a su ejército, hizo que el rey de España se abstuviera de emitir el arbitraje tendiente a solucionar los límites pendientes entre los dos países litigantes, y, lo más importante, provocó que el Perú desistiera de continuar con la invasión planificada. Si años más tarde, en 1941, el gobierno del presidente Arroyo del Río y los mandos militares hubieran adoptado la postura patriótica, responsable y decidida del general Eloy Alfaro, otro hubiese sido el destino del Ecuador de aquel entonces. Pero así como el ejército del general Alfaro en 1910, tuvo la patriótica predisposición de luchar en defensa de las fronteras patrias, al año siguiente, por desgracia, se fraccionó y orientó sus simpatías hacia dos líderes militares: el general Leonidas Plaza y el “Viejo luchador”. En estas condiciones tuvieron que luchar estos dos ejércitos durante el mes de enero de 1912, en los sangrientos combates de Huigra, Naranjito y Yaguachi, con resultados catastróficos para las tropas de Alfaro que tuvieron que resignarse, inclusive, a perder sus piezas de artillería que pasaron a pertenecer al ejército victorioso de los generales Leonidas Plaza y Julio Andrade.

4.  El Comercio, 12 de junio de 1913

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El Comercio del 1 de febrero de 1912, publica el recibimiento al general Andrade y a sus victoriosos artilleros: “Las reiteradas insinuaciones de los comités patrióticos de hombres y mujeres le obligaron a llegar en la tarde de ayer, al frente del disciplinado y veterano. Regimiento de Artillería Bolívar, que combatió tan valientemente en las jornadas de Huigra y Yaguachi, sobre todo en la primera, en que la habilidad y destreza de esos artilleros infundieron el pánico entre las tropas rebeldes. A la estación de Chimbacalle salieron a recibir al general victorioso y al Regimiento de la Artillería Bolívar, el Presidente de la Republica, los ministros secretarios de Estado, autoridades civiles y militares, jefes de batallones y un inmenso público que quiso ser el primero en felicitar a los pundonorosos vencedores.” Aquellas derrotas constituyeron el preámbulo de la masacre de los líderes alfaristas, pues el 28 de enero de 1912, a partir del medio día fue asaltado el Penal García Moreno de Quito, en donde las victimas del odio y la violencia, los generales, Eloy, Flavio y Medardo Alfaro; Ulpiano Paéz y Manuel Serrano, además de Luciano Coral, fueron asesinados en primera instancia, y luego arrastrados e incinerados.

Rebelión del coronel Carlos Concha Torres

Pasaron pocos meses del cruel asesinato del general Eloy Alfaro y sus generales cuando el coronel Carlos Concha se levanta en armas contra el gobierno del general Leonidas Plaza. Las selvas de Esmeraldas se convirtieron en escenarios atípicos de la lucha sin cuartel, entre las tropas constitucionales y las revolucionarias del coronel Concha. Por ser las áreas de enfrentamientos un lugar geográfico selvático y difícil, la artillería se empleó en lugares selectivos donde podía organizar sus emplazamientos para aprovechar la potencia y el alcance de sus fuegos. Para llegar a esa decisión hubo análisis previos sobre el empleo, potencialidades y limitaciones de las piezas: “Los cañones Herhart que se ha probado, no son aptos para ir cargados a lomo: no conservan una completa estabilidad porque las cargas no quedan bien centradas, causando daño al animal que en corto tiempo quedaría imposibilitado para el servicio de transporte a lomo.” Después de combates intensos como los de El Guayabo, Atacames, Camarones, La Propicia, en los que triunfaron las fuerzas revolucionarias, especialmente porque sus rivales no estaban acostumbrados a combatir en terreno montañoso, comenzaron a equilibrarse las acciones, pues las tropas gobiernistas recibieron de refuerzos al Regimiento de Artillería Mariscal Sucre, comandado por el mayor Carlos Flores Guerra. Entonces, las previsiones defensivas de la ciudad eran mayores y mejores, como reconoce El Comercio en publicación del 24 de junio de 1914: “En el malecón de Esmeraldas se han apostado 4 cañones Skoda, 2 Herhart, 2 Wikers Maxim, 1 Krupp de montaña y dos ametralladoras que constituyen la defensa del puerto, simulando más bien artillería de una fortaleza.” Los sediciosos sintieron los efectos de la artillería en la isla El Prado, por lo que tuvieron que retirarse al ser presionados por personal de los batallones Manabí y Rocafuerte. En el combate de La Boca, la artillería contribuyó definitivamente a la derrota de los rebeldes. Un fragmento del informe del comandante del Regimiento Mariscal Sucre nos hace conocer: “A las tres de la madrugada de hoy oímos un nutrido fuego en el campamento de La Boca. Comprendimos que había sido atacado por los revolucionarios. Nos apresuramos a coadyuvar (apoyar) con el fuego de nuestros cañones la acción de los defensores. Como pocos momentos después abrieron fuego sobre la ciudad

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desde Tachina, Bambuco y Las Piedras, disparamos nuestros proyectiles con los cañones Krupp de campaña, logrando silenciar sus fuegos.” Los reveses que experimentaban los rebeldes, contrariamente a los primeros combates, iban debilitando a sus fuerzas y esta situación se evidenció aún más con la captura y reducción a prisión, en febrero de 1915, del coronel Carlos Concha Torres, líder indiscutible de los rebeldes. Además, la actitud ponderada del presidente Alfredo Baquerizo Moreno, que reemplazó al general Leonidas Plaza, y ordenó “amplias garantías a los revolucionarios que depongan las armas…”, propició el reencuentro con la paz interna y la concordia en los hogares de las familias ecuatorianas. Desgraciadamente, en ese mismo año (1915), el 2 de noviembre, fue asesinado en la ciudad de Esmeraldas el comandante del Grupo de Artillería UrCoronel Carlos Concha Torres bina, por el mayor Alberto Cobos, oficial que sufría de inesperados ataques de demencia. La víctima, el comandante Leopoldo Fernández, fue uno de los primeros alumnos del Colegio Militar, reabierto el 11 de diciembre de 1899, por el general Eloy Alfaro. Durante su época de cadete fue excelente alumno, haciéndose acreedor a premios y distinciones por la obtención de las máximas calificaciones (10/10) alcanzadas, en 1904, en las asignaturas de historia y geografía durante tres trimestres consecutivos. Egresó con el grado de subteniente de artillería, el 23 de mayo de 1906. Respecto al lamentable deceso del destacado jefe artillero, la prensa nacional hizo conocer: “En el vapor Quilpué llegaron desde Esmeraldas (a Guayaquil), los restos del comandante Leopoldo Fernández, los que serán trasladados a Quito por el teniente José Fernández, hermano del extinto. En cuanto llegó el cadáver al puerto de Guayaquil, fue acompañado por jefes militares y delegaciones de las unidades de la plaza, al cuartel del Regimiento de Artillería Sucre Nº 2. Su cadáver fue expuesto en una capilla ardiente. Hicieron los honores 3 baterías del Regimiento Sucre Nº 2, al mando del mayor Julián Pérez, tercer jefe de la unidad, los que formaron en el malecón y desfilaron en cortejo fúnebre por la avenida Nueve de Octubre.” El 5 de julio de 1918, el general Moisés Oliva, Jefe del Estado Mayor General del Ejército en informe que envía al ministro de Guerra y Marina especifica: “En la actualidad tenemos diez batallones de infantería, tres regimientos de artillería (Sucre, Bolívar y Calderón), dos batallones de zapadores y un escuadrón de caballería…” En el mismo informe incluye el general Oliva, el estado de los cuarteles de las diferentes unidades del país. Al referirse a las unidades de artillería hace conocer: “En esta plaza (Quito), el Regimiento de Artillería Bolívar Nº1, ocupa un edificio propio pero incómodo para

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esta arma. Las continuas mejoras hechas con las economías de esta unidad, han proporcionado relativa comodidad a su personal.” Al referirse a las otras instalaciones indica: “En la Segunda Zona, el Regimiento de Artillería Calderón Nº3, ocupa en Riobamba, una casa ruinosa y estrecha, de propiedad del colegio Maldonado, por la cual el Estado paga en arriendo doscientos sucres por mes.” Del Regimiento de Artillería Sucre Nº2, se conoció que ocupa un lugar “algo espacioso pero con muy pocas comodidades.”

Misión Militar italiana y el impulso a institutos militares.

“Después de la tempestad llega la calma,” y ¡qué tempestad! Los sangrientos combates en las selvas esmeraldeñas, debilitaron y desorganizaron a diferentes unidades del país. Entonces debían, una vez conseguida la paz y tranquilidad internas, conseguir el perfeccionamiento profesional. Así lo entendieron los mandos militares y el presidente ecuatoriano, Dr. José Luis Tamayo, quien dirigiría los destinos del país desde 1920. El Gobierno del Ecuador, a través del ministro de Guerra y Marina, Dr. Leonardo Sotomayor Luna, preparó el proceso de contratación de oficiales extranjeros con el propósito de impulsar la preparación profesional del Ejército ecuatoriano. El 22 de mayo de 1922 llega al país la primera Misión Militar italiana, grupo integrado por los siguientes oficiales: Gral. Alejandro Pirzio Bíroli, jefe de la misión; Tcrn. Cav. Amadeo Bracciaferri; Tcrn. Cav. Vittorio Ferlosio; Sargento mayor Federico de Georgis;

Miembros de la mision militar italiana

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Dr. José Luis Tamayo

Gral. Alejandro Pirzio Biroli

Sargento mayor Giuseppe Pipitó; Sargento mayor Enrique Pitassi Manella; Sargento mayor Alberto Inzani; Sargento mayor Vicenzo Carbone; Capitán Cav. Mario Carasi; Capitán Cav. Ettore Lodi; Capitán Cav. Giovanni Giurato; Capitán Cav. Humberto Ravazzoni; Capitán Cav. Guido de Luca; Capitán Cav. Emanuele Campagnoli; Teniente Dr. Pietro Salvestroni; y; Teniente Cav. Antíoco Piras. La primera escuela de arma creada por los oficiales europeos fue la Escuela de Ingenieros (el 16 de junio de 1922), dirigida por el mayor ingeniero italiano Alberto Inzani. Luego fueron apareciendo otras escuelas de infantería, caballería y artillería. La Escuela de Artillería fue creada el 30 de septiembre de 1922. Funcionó inicialmente con 20 alumnos; al año, mediante decreto ejecutivo de fecha 13 de abril de 1923, fue creada la Academia de Guerra del Ejército, e igualmente otras escuelas de armas y servicios y organizados cursos de capacitación para personal de oficiales y tropa. Una revista militar de la época, en pocas líneas resume la labor profesional de la misión europea realizada en el país: “El selecto grupo de profesores ha actuado, en efecto, con singular interés y con abnegación sin precedentes, en la Academia de

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Guerra, en las Escuelas de Educación Física y Radiotelegrafía, en nuestra Escuela Militar, así como también en una serie de cursos intensivos unos, y de carácter regular otros, de Ametralladoras, de Administración, de Sanidad, de Hipología, de Mariscalía y otros muchos, formando como resultado de su acción, núcleos selectos de oficiales ecuatorianos, lo mismo que de suboficiales y clases especializados ya en empleos de armas, ya en determinados servicios, elevando en forma notable la cultura profesional de nuestra Institución Armada, que hoy atiende a los calificativos que la ciencia y el arte de la guerra requieren, puede llamarse tal por la capacitación y competencia de quienes forman parte de nuestro Ejército.” La misma revista militar, para evidenciar los adelantos de las unidades de la artillería publica: “Ya no dispara a puntería directa, con retrógrados materiales rígidos: cuenta con moderno material de información elástica, con instrumentos ópticos para la puntería indirecta; puede batir blancos ocultos con tiro indirecto. A más de cañones se acuden al campo de maniobras con goniómetros, telémetros, planchetas topográficas y tablas de logaritmos.” Respecto de los adelantos técnicos mencionados por la revista, es obvio que mucho tuvo que ver la Escuela de Artillería, cuyo director técnico fue el sargento mayor Erico Pitassi Manella, nacido en Cerignola, Italia, el 31 de mayo de 1882. Egresó de subteniente de artillería en 1904; en 1910, con el grado de teniente fue instructor en el 2º Regimiento de Artillería de Montaña; en 1914 asciende a capitán y siendo sargento mayor, en 1920, fue profesor de la Escuela Central de Artillería; en 1922, integrando la misión militar de su país, viajó al Ecuador para convertirse en fundador y director de la Escuela de Artillería, además de profesor de la Academia de Guerra del Ejército prestando servicios en el Ejército italiano obtuvo las siguientes condecoraciones: medalla de bronce y de plata al Valor Militar, Cruz de Caballero de la Corona de Italia, Medalla de Guerra Ítalo- Turca, Medalla de la Guerra Ítalo- Austríaca, Cruz de Guerra y Medalla de la Unidad de Italia.

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CAPÍTULO V

EL EJÉRCITO Y UN PAÍS EN CRISIS

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Un hecho trágico

Tras la primera guerra mundial, el mundo ingresa en una crisis que generó profundas repercusiones en los países industrializados y afectó brutalmente a las naciones proveedoras de materias primas. Al iniciar los años veinte, los efectos se sentían ya en la economía ecuatoriana que dependía de la agro exportación y estaba dominada por los bancos guayaquileños asociados con los grandes productores. En el transcurso del año 1922 se suscitaron problemas laborales que preocuparon seriamente al gobierno liberal del doctor José Luis Tamayo. El 15 de octubre se instala la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE), y decide apoyar la huelga anunciada por los ferroviarios de Durán. Para evitar la paralización de los ferrocarriles se optó por la intervención de unidades del Ejército acantonadas en Guayaquil. No obstante, el 20 del mismo mes de octubre, las máquinas dejaron de circular porque los ferrocarrileros causaron daños en las rieles y en las máquinas. El 15 de noviembre el gobernador se reunió con los huelguistas, la multitud agolpada frente a la gobernación exigía se solucione de inmediato la crisis políticoeconómica que aquejaba a la ciudad; de pronto, la agresividad contenida de esa masa humana se desbordó incontenible; los piquetes de policía fueron desarmados y agredidos, iniciándose un enfrentamiento que habría de tener una alta cuota de sangre. En un fragmento del parte del general Enrique Barriga, jefe de la Tercera Zona Militar se lee: “Los huelguistas desarmaron a la escolta de la policía y con esas armas y municiones dispararon sobre los gendarmes y el escuadrón militar… me aseguran que los muertos pueden llegar a doscientos. Hubo un gran número de capturados que robaban a los transeúntes y saqueaban los almacenes…” 1 De este trágico y censurable episodio, se aprovecharon ciertos intelectuales ecuatorianos para tergiversar los hechos o aumentar desmesuradamente el número de muertos. “Las cruces sobre el agua” fue una novela inspirada en esos hechos; igualmente, Alfredo Diezcanseco sostuvo con evidente exageración que los muertos serían más de mil, número irreal que fue documentadamente refutado por el general Marcos Gándara Enríquez, en su obra “La semana trágica de Guayaquil”.

La revolución de los oficiales jóvenes

En octubre de 1924 se crea la llamada Liga Militar constituida por oficiales jóvenes del Ejército, todos ellos, inspirados en las nuevas ideas políticas e impulsados por la crisis económica y política, decidieron la transformación de la nación, pero prescindiendo de todas aquellas personas que se encontraban comprometidas con la situación imperante, sean éstos dirigentes de partidos políticos o tuvieran jerarquías económicas o militares. Los jóvenes integrantes de la Liga Militar consideraron que en su organización no debían ser admitidos oficiales de grado superior, peor aquellos politizados o proclives a participar en la política, solo por apetencias personales o con el ánimo pernicioso de sobresalir por medios vedados y no propiamente por ascendencia y capacidad profesionales. Igualmente, dejarían al margen a políticos ineficientes y conocidos conspiradores civiles; en definitiva, a todos aquellos que hubiesen tenido nexos estrechos con el sistema de gobiernos caducos e inoperantes.  1.  Fragmento del informe del general Enrique Barriga, reproducido por El Comercio, el 27 de noviembre de 1922.

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“Sin embargo, para 1925, o sea para la época del movimiento, ya los conspiradores habían captado como sus compañeros a dos generales: el Inspector General del Ejército y el Jefe del Estado Mayor General y habían participado del proyecto a varios políticos.” 2 Un grupo de oficiales jóvenes decidió, por su cuenta y riesgo, desconocer al gobierno del presidente Córdova. En efecto, los comprometidos en la revuelta iniciaron las coordinaciones, contactos y reuniones clandestinas, especialmente en las ciudades de Quito y Guayaquil. El mayor Carlos Guerrero, en la ciudad capital, y el mayor Idelfonso Mendoza Vera, en el puerto principal, encabezaron la responsabilidad de planificar y ejecutar la rebelión. El diario El Universo de fecha 10 de julio de 1925 publica respecto de los sucesos del día anterior: “A las 6 de la tarde, se difundió la alarma que hay tiroteo, difundida por la gente que corría Presidente Gonzalo Córdova a guarecerse en casas y portales, sin conocer en los primeros momentos a qué se debía el cierre de puertas que se provocó. De los cuarteles de la artillería Bolívar y el Batallón de Infantería Marañón, salieron apresuradamente fuertes contingentes de tropa que obedecían ordenes de una Junta Militar que había sido organizada, y que desconocía al gobierno constitucional presidido por el Dr. Gonzalo S Córdova. El golpe militar se había iniciado en la plaza a las 5:30 de la tarde, y se lo había fraguado desde hace tiempos, según se pudo comprobar, pues en Quito, se lo había anunciado el mismo día, también se había organizado otra Junta Militar que actuaba en coordinación con la de Guayaquil…” Piquetes de soldados al mando de oficiales, procedieron a tomar presos en Guayaquil a los principales funcionarios provinciales, a gerentes de instituciones bancarias, y fueron reducidos a prisión los jefes de las tres unidades militares acantonadas en la plaza, en sus respectivos cuarteles, pues la revolución la hacían los oficiales subalternos en grado de subteniente hasta mayor, sin contar con los jefes principales de los repartos. En la ciudad de Quito, el mayor Carlos Guerrero al mando de un grupo de soldados, interrumpió la sesión del gabinete ministerial que lo presidia, justamente, el Dr. Gonzalo S. Córdova, para hacer conocer que el Presidente de la Republica dejaba desde ese momento, de ejercer el mando constitucional. Además del presidente y los miembros que poco tiempo guardaron arresto en la casa presidencial, fueron también detenidos el gerente del Banco Comercial y Agrícola,  2.  Robalino Dávila, Luis, El 9 de julio de 1925, Editorial La Unión, Quito Ecuador

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Francisco Urbina Jado y el general Leónidas Plaza Gutiérrez. De inmediato se formaron en Quito y Guayaquil Juntas Militares que debían designar a la Junta Provisional del Gobierno que habría de dirigir los destinos del país. “La Junta Militar de Guayaquil estaba constituida así: sargento mayor Idelfonso Mendoza Vera, capitán Luis A Rivadeneira, tenientes Leonidas Salas, Luis Rodríguez y Miguel Efraín Castillo.” Entre tanto, en la capital de la Republica, la Junta Suprema de Quito fue integrada por representantes de cada una de las unidades del Ejército: mayor Juan Ignacio Pareja, quien la presidió, teniente coronel Luis Telmo Paz y Miño, mayor Carlos Guerrero, capitanes Emilio Valdivieso, Cesar Plaza, Enrique Rivadeneira, Enrique Pareja; tenientes Francisco Gallegos, Virgilio Molina, Federico Struve, secretario ad-hoc; subtenientes Ángel Bonilla y Luis Paredes. Al día siguiente, 10 de julio, redactaron una acta en cuyo considerando se establece entre otros aspectos: ratificar la cesación de funciones del presidente Gonzalo S. Córdova “por voluntad unánime del Ejercito de la Republica; acordar la designación de una Junta Provisional Militar integrada por el teniente coronel Luis Telmo Paz y Miño, como presidente; y dos vocales: sargentos mayores Juan Ignacio Pareja y Carlos A. Guerrero; teniente Federico Struve y subteniente Ángel Bonilla.” 3 Esta junta decidió entre otros puntos, nombrar una Junta de Gobierno Provisional compuesta de siete miembros, los que se encargarán de los ministerios existentes y los que se crearen posteriormente. Fueron designados para integrar esta junta los ciudadanos: Luis Napoleón Dillon, José Rafael Bustamante, generales Francisco Gómez de la torre y Moisés Oliva; los otros miembros fueron representantes de la Costa: Francisco J. Boloña, Pedro Pablo Garaicoa y Francisco Arizaga Luque. Estos connotados ciudadanos fueron investidos de amplias facultades para organizar el gobierno de la República. El general Moisés Oliva, aduciendo asuntos personales, se retiró voluntariamente de la Junta, en su remplazo ingresó el señor Modesto Larrea Jijón.

La Junta de Gobierno Provisional.

Organizada esta junta, sus miembros cumplieron las siguientes funciones: José Rafael Bustamante, ministro de Relaciones Exteriores; Modesto Larrea Jijón, ministro de Gobierno; Francisco Arizaga Luque, ministro de Instrucción Pública; general Francisco Gómez de la Torre, ministro de Guerra; Luis Napoleón Dillon, ministro de Hacienda; Pedro Pablo Garaicoa, ministro de Obras Públicas; y Francisco Boloña, ministro de Previsión Social y Trabajo. La presidencia de la junta era ejercida por cada uno de los vocales durante una semana. Integrado ya el heptavirato, hizo conocer el 17 de julio, su plan y filosofía de gobierno, en los que destacaban: “La solución a los problemas económicos y monetarios; la prioridad y difusión de la instrucción pública, preferentemente la instrucción primaria; la atinada gestión diplomática para tratar con solvencia los asuntos internacionales y los problemas limítrofes, particularmente con el Perú; una gestión social positiva que disminuya las brechas de injusticia e inequidad; una atención esmerada a las instituciones armadas en cuanto a su organización, cultura y progreso”. 4 El 20 de julio, el vocal y director temporal de la junta hizo conocer el nombramiento del señor Julio. E. Moreno, para las funciones de secretario general.”  3.  Robalino Dávila Luis, obra citada.  4.  Revista El Ejército Nacional N° 28, 1926

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Basándose en esos lineamientos generales, los ciudadanos civiles y militares, implicados en la revolución, iniciaron sus labores.”  5 La Junta de Gobierno Provisional “empezó con la fiscalización de la banca; centralizó las rentas; organizó el presupuesto; suprimió las instituciones autónomas; dictó leyes de control tributario e impuestos a la renta; fundó el ministerio de Previsión Social y el de Obras Públicas; expidió las primeras leyes laborales y creó la Caja de Pensiones Pública”.  6 Igualmente “se debe destacar que los julianos propugnaron un primer conjunto de decretos sobre Salud Pública, que proyectaron cambios de fondo sobre esa gestión. Reorganizaron el servicio sanitario, impulsaron la protección a la infancia para reducir los índices de mortalidad infantil, la creación de las ligas de Salud Pública, para lo cual aumentaron el presupuesto de salud, la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas y la implantación de la ley seca para el saneamiento de las costumbres…” 7 Por delicadeza y honestidad se emitió el 11 de agosto de 1925, un decreto que establecía que los militares que ejercían funciones públicas tendrán únicamente la asignación del sueldo correspondiente a su jerarquía. La moralización del país, el mejoramiento del nivel de vida de las clases sociales más necesitadas y el ordenamiento del sistema económico, constaban también dentro del programa de su gobierno. Consciente de la desatención del campo social, el 13 de julio de 1925 expidió el decreto que crea los ministerios de Previsión Social y Trabajo, de Agricultura, Beneficencia, Sanidad e Higiene, de Estadística y el de Migración y Colonización. La asistencia a la mujer de parte de los poderes públicos, mereció atención preferencial. Para propender al aprendizaje de las artes, oficios y otras actividades manuales por parte de la mujer, especialmente de escasos recursos, estableció en cada cantón y capital de provincia una escuela de industrias y oficios, sostenida por la respectiva municipalidad. El 26 de diciembre, con el propósito de favorecer la lactancia materna, propiciar la salud y desarrollo de los niños y disminuir la mortalidad infantil, se expidió el decreto que instruía a los directores de Sanidad, por medio de la “gota de leche”, en Quito, y de la sociedad de “Puericultura”, en Guayaquil, se establezcan proveedurías de leche esterilizada para la alimentación de los niños que no tuvieren madre o nodriza. Mediante decreto de fecha 15 de agosto, estableció en la Capital de la República la creación de una Comisión Revisora de la Enseñanza Superior, con el propósito de que estudie y evalué la Ley Orgánica de Instrucción Pública, y recomiende un nuevo sistema de organización de las universidades. Con el propósito de aniquilar a la plutocracia reinante, eliminar la influencia de bancos privados y corregir el sistema de la economía gubernamental, el 9 de octubre de 1925, la Junta de Gobierno Provisional emitió el decreto de fundación de un Banco Central en el Ecuador, aunque la creación oficial se hizo realidad en 1927, en la administración presidencial del Dr. Isidro Ayora.  5.  Legajo de oficios de la Presidencia de la República, meses de julio y agosto de 1926.  6.  Breilh Paz y Miño, Jaime y Herrera, Fanny, “El proceso Juliano” Universidad Andina Simón Bolívar, Corporación Editora Nacional, 2011.  7.  Pérez, Gustavo, “Primeros decretos a favor de la salud publica dictados por la Revolución Juliana”, Quito, abril de 2010.

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El 24 de febrero de 1926 se publica una Ley Orgánica Militar reformada, porque la que regía anteriormente estaba desactualizada y requería ciertas reformas que fortalecieran su filosofía institucional. Las intenciones sanas de los jóvenes militares les orientaron a depositar su confianza en determinados elementos civiles, aparentemente no comprometidos con la politiquería corrupta, para que sirviesen de instrumentos valiosos en la consecución de los objetivos previstos. La conformación de la Junta de Gobierno Provisional, fue la que habría de regir los destinos del país, Sin embargo, tuvo que disolverse y fue reemplazada por otra junta en la que se incluía como vocal el Dr. Isidro Ayora, quien al final se constituyó en el Presidente Constitucional del Ecuador y aprovechó las bases erigidas por las Juntas Militares, para impulsar una gestión administrativa catalogada de innovadora y progresista.

Artilleros “revolucionarios”

Parecería un subtítulo ampuloso o fuera de contexto; no obstante, interpreta el verdadero sentido de ese término novedoso, pues en la realidad, jóvenes oficiales artilleros se convirtieron en los inspiradores iniciales de un proyecto que llegó a convertirse en realidad: la Revolución Juliana de 1925, de la que se narró en breves rasgos. Lo aseverado por varios protagonistas de este movimiento, entre ellos el teniente artillero Luis Rodríguez Sandoval, no fue desmentido por nadie, pero sí corrobado por quienes también participaron en ese histórico acontecimiento. Por eso, en memoria de aquellos valientes y decididos oficiales artilleros, se revivirá el recuerdo de esa hazaña con la transcripción resumida de la narración dejada a la posterioridad, por nuestro compañero de arma, teniente Luis Rodríguez Sandoval: “El 25 de octubre de 1924, un reducido grupo de jóvenes oficiales estábamos sentados a la mesa, en el comedor del Regimiento de Artillería Bolívar, que entonces se hallaba en Quito; éramos los siguientes: tenientes Virgilio Guerrero, Cristóbal Espinosa G., José M. Erazo, Luis A. Rodríguez S., Agustín Patiño; alféreces: Carlos Abarca y Cristóbal Toledo; además, el teniente Carlos Granja Saona y el alférez Manuel Martin Icaza, ambos alumnos de la Escuela de Ingenieros, que comían en nuestro regimiento. Hablábamos de las desgracias de la Patria y de los medios para salvarla. Como soldados debíamos irnos hasta el sacrificio con tal de sacarla siquiera de los bordes de la tumba, en donde estaba caída. Ante esta idea, nuestros pechos se enardecieron y llegaron a la alta cumbre del entusiasmo; éramos jóvenes, nuestra luciente espada no se había manchado en el orín de la podredumbre política; podíamos por tanto, lanzarnos a buscar la ventura de la Patria en una atrevida empresa. Llegados a esta determinación, dije yo, ‘Hay que hacer algo serio’. ‘Cállate -me replicó el alférez Abarca-, no digas nada, te pueden oír, vamos arriba’. Inmediatamente le seguimos y nos encerramos en su habitación los tenientes José Antonio Guerrero, alumno ingeniero, S. Virgilio Guerrero, Agustín Patiño, alférez Manuel Martin Icaza y yo. Con lápiz escribió el alférez Carlos Abarca el compromiso de salvar a la Patria, al pie del cual firmamos los presentes. Al alférez Abarca, mi antiguo compañero de la Escuela Militar, le recomendé que me llamara para seguir trabajando; pues yo tenía necesidad de estar en casa de mi familia esa tarde. Al siguiente día a las 8 p.m., concurrí con los cinco ya nombrados y el teniente Samuel Jarrin y alférez Alfonso Jaramillo a la casa del teniente Patiño. El acta estaba ya escrita; entonces nos juramenta-

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mos y firmamos los allí presentes. Esta acta original la conservo en mi poder. Enseguida ingresó el teniente José Morán E., además de los compañeros primeramente nombrados. Las chispas de luz brotadas esa memorable tarde se convirtieron en inflamada hoguera. El teniente Patiño escribió a Guayaquil al mayor Mendoza, que, por su carácter y preparación, y a causa de haber sido nuestro profesor en la Escuela Militar, bien podía servirnos de guía. Crecía el número de adeptos aun en las más apartadas provincias; todo con el mayor secreto. Parece que la traición nos salió al paso, pero no fue poderosa para desbaratarnos. Alguna vez nos acometió el desaliento; mas, nos alentábamos de nuevo y nos reorganizábamos. La superioridad llegó a saber algo de lo que pasaba. Las circunstancias eran críticas. Agonizaba mayo, y el teniente Struve, refiriéndose al teniente coronel Solano de la Sala, nos descubre el pensamiento del general Oliva. No había que perder la ocasión. Comisionamos al capitán Cepeda y al capitán Enrique Rivadeneira para que tantearan el vado y se entrevistaran con el general Oliva, quien les brindó buena acogida y les ofreció su apoyo. Mas, cuando otro día se le insinuó que firmara el acta no quiso hacerlo, alegando que no era llegada todavía la hora; pero que no dudaran de él, porque estaba listo a prestar su apoyo, para lo cual era suficiente su palabra de militar. En efecto, con el apoyo del general Oliva marcharon en comisión de la Liga el subteniente Luis Sierra Paredes hasta Tulcán, y el capitán Luis Herrera a Guayaquil. A principios de junio supimos que el general Gómez de la Torre anhelaba hablar con nosotros. Si él firmaba en el acta ya tendríamos quien se ponga a la cabeza del movimiento que agitaba nuestras mentes. Nombrada una comisión, fue designado el capitán Bolívar Valdivieso para conferenciar con el general Gómez de la Torre, quien manifestó la más grande voluntad de ayudarnos, perteneciendo a nuestra Liga como un simple oficial. La víspera de venir en comisión para fiscalizar los vergonzosos hechos del Cotopaxi, el 7 de junio, los señores capitán Luis A. Rivadeneira, subtenientes Luis Sierra Paredes y yo lo juramentamos y él firmó en el acta. Teníamos pues, quien nos representara. El miércoles 17 de junio recibió el Regimiento de Artillería Bolívar la orden de trasladarse a Guayaquil, en los precisos momentos en que nos disponíamos a dar el golpe. Al recibir la noticia, nuestro primer pensamiento fue darlo de una vez; pero serenados un poco resolvimos salir de Quito tranquilamente y aun gustosos. Así despistaríamos mejor al gobierno, preocupado en esos momentos de buscar al hombre que debía ser Presidente del Senado. El 22 salimos de Quito, y por más que anhelábamos, no pudimos hablar con el general Gómez de la Torre, que regresaba de Guayaquil, pues en la Estación Urbina se cruzaron los trenes velozmente. En Guayaquil, el mayor Mendoza había trabajado activamente y con eficacia. Sabedores de que el jueves 9 de julio debía llegar de Quito el coronel Darquea, jefe de zona, el martes 7 nos reunimos para determinar el golpe que debíamos dar con la mayor disciplina y sin derramamiento de sangre. El 9 por la tarde irían las principales autoridades del puerto a recibir en Durán al Jefe de Zona. No había sino que apresarlos a la llegada del tren, y el asunto estaba concluido. Tomada esta resolución se les pasó un pliego de obligaciones a los representantes de cada unidad. Antes del movimiento, el mayor Mendoza comunicó a Quito. Teníamos preparados lanchas en la ría. Amaneció el nueve. Las horas parecían que iban pasando lenta y perezosamente, esperábamos ansiosos la señal que desde el muelle debía darnos el comandante

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Diógenes Fernández. Sencilla era la señal: ‘Se fueron’ debía decirnos; y los oficiales de guardia de las unidades contestarle: ‘Se van’. Una circunstancia inesperada cambió nuestro plan. Eran las tres de la tarde. El coronel Alejandro Solís, primer jefe del regimiento y jefe accidental de zona, salió en un auto con dirección al muelle. Iba al encuentro del coronel Darquea. Inmediatamente el capitán Rivadeneira reúne a la tropa; le arenga patrióticamente el teniente Erazo con tal feliz resultado que entusiasmada prorrumpe en estruendosos gritos de ‘¡Viva la Patria!’, ‘¡Viva el Ejercito!, ´´¡Viva el Pueblo!, Se hacen armar pabellones en el patio. En seguida, por teléfono, le digo al teniente Salas del Marañón: el negocio está listo. Al mismo tiempo se avisa al Batallón Quito. Salgo con el teniente Cristóbal Espinoza y subteniente Manuel Martin Icaza; al llegar a la esquina del Marañón, vemos con grande sorpresa que regresaba el auto del coronel Solís, y con él adentro. Icaza y yo, mientras Espinosa hablaba con el coronel volvimos las espaldas y emprendimos la carrera hacia el regimiento a notificar a los camaradas el regreso del primer jefe. El teniente Erazo estaba de guardia. El mayor Mendoza veía la conveniencia de que dejáramos salir al coronel para poder cumplir con el programa de acción. Antes, por disposición del capitán Rivadeneira, los soldados con sus armas se retiraron a las cuadras, a esperar órdenes, y quedó el regimiento en completa calma, como si nada hubiere pasado. Eran las cuatro y media de la tarde. A pesar de habernos adelantado, el comandante Baquero, el capitán Olarte y yo nos subimos a la estancia del coronel. Escribía este en máquina. El comandante Baquero, con la calma y hasta dulzura que tiene en el hablar, mi coronel, le dice: “un núcleo de oficiales del Ejército ha formulado un pliego de peticiones para dar nuevos rumbos al gobierno, porque al paso que vamos la patria se hunde en los abismos. ‘Yo no consentiré jamás tal cosa’, -replica el coronel Solís, indignado-; ‘el Ejército no es deliberante y debe estar sujeto en todo a sus dirigentes. He sido puesto como primer jefe de esta unidad, y como tal no permitiré que se atente en nada contra el gobierno’. Para qué estar con rodeos, decía yo para mis adentros. Le dije entonces: ‘mi coronel, Ud. está preso’. Lanzando a los aires una interjección me dice el coronel: ‘Vamos a ver, ¿quién está preso?, ¿usted o yo? Vamos a ver a quién obedece el Regimiento, ¿a Ud. o a mí? Capitán, haga formar el regimiento, hablaré a la tropa’. El capitán Rivadeneira manda a formar el regimiento. Entre tanto, el alférez Lauro Guerrero, que nos seguía dice: ‘el coronel va a coger la pistola’. ‘Póngase aquí, -le dije al sargento Cevallos- y no deje entrar a nadie’. La tropa está lista a escucharle al coronel. Les habla, se esfuerza en persuadirles de que deben ser fieles al gobierno, y cuando se agotaba su elocuencia, la tropa responde: ‘¡Viva la Patria!, ¡Viva el Ejército!, ¡Viva el Pueblo!, ¡Vivan los oficiales jóvenes!’ Le dejamos hablar libremente al coronel para que se convenciera de que la tropa sabía y palpaba las amarguras por las que atravesaba nuestra Patria. Con aire triunfador el teniente Erazo le dice: ‘¡Ya ve, mi coronel, que todo es inútil! La tropa está con nosotros’. ‘Antes pasarán por mi cadáver que yo consentir en sus pretensiones’, replica el coronel. ‘No nos mancharemos’, le contesto. Sube el teniente Erazo, y como oficial de servicio que era, le dice: ‘mi coronel, en nombre del Ejército y del pueblo Ud. esta arrestado’. Entonces el coronel entró al aposento que se le señala. Enseguida las comisiones de las diversas unidades que hacen la guarnición en esta plaza, llevaron a feliz remate las consignas a ellas encomendadas, con tan exce-

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lente disciplina, que es para maravillar. Sacudido el árbol cayeron solamente los frutos que debían caer, sin ruido, sin algazara, sin nada. Al amanecer supimos que en Quito había esa guarnición secundado el golpe. Lo mismo se hizo en las demás ciudades…” 8

Reformas Constitucionales

La Revolución Juliana trajo consigo importantes transformaciones que beneficiaron al país, e igualmente reformas tendientes a mejorar la vida institucional del Ejército ecuatoriano. Dictó la nueva Ley Orgánica Militar, que involucra asuntos importantes como la composición del Ejército, la jerarquía militar, la división territorial en zonas militares, la administración en tiempo de paz, las jefaturas de zona, el Consejo Superior Militar, el Estado Mayor General, Junta Calificadora de Servicios, la situación militar y ascenso para oficiales y tropa, entre otros asuntos importantes. Esta ley fue emitida en 1926, considerando que se necesitaba introducir ciertas reformas acordes con la realidad institucional: Igualmente, la distribución inteligente y justa del personal, especialmente de oficiales, en las diferentes unidades del país se hacía impostergable. Por eso, antes de que entrara en vigencia la referida ley, se hizo la distribución del personal: “Del Ejército Permanente de Guerra, de Sanidad y Asimilados en el año 1925”. De acuerdo con el reglamento de Reparticiones y Dotaciones del Ejército en tiempo de paz, y de las disposiciones de la ley de Planta, estas destinaciones entrarían en vigencia a partir de enero de 1925. En lo que respecta a la artillería, las destinaciones se las hicieron en las tres unidades existentes. “Regimiento de Artillería N°1 Bolívar Plana Mayor Coronel Víctor M. Andrade, comandante; Teniente coronel Francisco Baquero; Sargento mayor Miguel Vásquez A.; Capitán César Cueva, Ayudante Mayor; Alférez Segundo B. Ortiz, Abanderado; Sargento mayor de sanidad doctor Amílcar Aguirre, cirujano 1°; Capitán asimilado Francisco Salgado, director de banda; Teniente asimilado Enrique Granizo, habilitado. Primera Batería. Capitán Luis A. Rivadeneira; Teniente Alberto Arroyo; Teniente Virgilio Guerrero; Alférez Carlos Abarca M.; Alférez Adolfo Páez. Segunda Batería. Capitán Gilberto Coronel; Teniente Ramón Zaldumbide; Alférez Cristóbal Toledo Alférez Luis R. González; Tercera Batería.  8.  “Para la historia, Ligeros apuntes sobre los acontecimientos del 9 de julio de 1925 y la actuación del Regimiento de Artillería Bolívar N° 1”. Artículo escrito por el teniente Luis Rodríguez Sandoval, en la revista El Ejército Nacional, Quito, 1925-1926.

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Capitán Ruperto Guerrero; Teniente José M. Erazo Teniente Luis A. Rodríguez; Alférez Alejandro Montaño; Alférez Vicente A. Rivadeneira; Cuarta Batería. Teniente Aurelio L. Olarte; Teniente Cristóbal Espinoza; Teniente Francisco Urrutia Alférez Juan Egred; Alférez Gonzalo Sánchez.” Regimiento de Artillería N°2 Sucre Plana Mayor Coronel Alejandro Solís O., comandante Teniente coronel Ricardo R. Noboa; Sargento mayor Ernesto Weisson Capitán César Cueva, ayudante mayor; Alférez Segundo B. Ortiz, abanderado; Capitán Carlos Landeta ayudante mayor; Alférez Rafael Merizalde, abanderado; Sargento mayor de sanidad doctor Reinaldo Yrigoyen, cirujano 1°; Capitán asimilado Luis Moreno, director de banda; Teniente asimilado Francisco Egües, habilitado. Primera Batería. Capitán Luis A. Paredes; Teniente Humberto Terán; Teniente Samuel Jarrín; Alférez Enrique I. Cáceres; Alférez Ángel Baquero. Segunda Batería. Capitán Víctor M. Rodríguez; Teniente Floresmilo Moncayo; Teniente Gregorio Zabala; Alférez Víctor M. Balseca; Alférez Luis Paredes A.; Tercera Batería. Capitán Cesar A. Plaza; Teniente Eliecer A. Nájera; Teniente Víctor Stacey; Alférez Bolívar Gálvez; Alférez Tomás Alvear O.; Cuarta Batería. Capitán Tito M. León; Teniente José M. Pazmiño; Teniente Augusto E. Orbe; Alférez Carlos H. Rentería; Alférez Miguel Valdivieso.”

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Regimiento de Artillería N°3 Calderón Plana Mayor “Coronel Enrique Páez., comandante Teniente coronel Vicente M. Saona; Sargento mayor Benigno Andrade; Capitán Federico Gortaire, ayudante mayor; Alférez Gustavo Chiriboga, abanderado; Sargento mayor de sanidad, doctor Abelardo Alarcón, cirujano 1°; Capitán asimilado José Hidalgo, director de banda; Teniente Asimilado Segundo B. Gómez, habilitado. Primera Batería. Capitán Julio C. Samaniego; Teniente Carlos A. Ordóñez; Teniente Héctor Salgado; Alférez Luis Endara; Alférez Luis Marvit. Segunda Batería. Capitán Octaviano Marchán; Teniente Luis F. Yépez; Teniente Nicolás Pacheco; Alférez Carlos E. Mancheno; Alférez José F. Frechou.; Tercera Batería. Capitán Antonio Arellano; Teniente Víctor M. Andrade; Teniente Carlos A. Viteri; Alférez Francisco Martínez C.; Alférez Luis R. Maldonado.; Cuarta Batería. Capitán Diómedes Rodríguez; Teniente J. Gabriel Astorga; Teniente Isaac Castillo; Alférez Arturo E. Moncayo; Alférez Lauro Guerrero.

La Guerra de los cuatro días

Desde mediados de agosto de 1932, grupos de civiles de la Compactación Obrera y de la Unión Republicana empezaron a merodear los cuarteles, logrando finalmente comprometer en sus propósitos sediciosos al personal de tropa del Regimiento de Artillería Nº 1 Bolívar, unidad que prestaba sus servicios en la capital de la República. Cuando la descalificación de Neptalí Bonifaz fue sentenciada por el Congreso, la población ecuatoriana, particularmente la quiteña, tuvo reacciones diferentes. “En el ejército, la oficialidad seguía siendo liberal y estuvo de acuerdo con la descalificación; más, los sargentos y cabos de la plaza de Quito asumieron la dirección de la tropa en defensa del constitucionalismo o, mejor dicho, del bonifacismo. Los

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obreros compactados se unieron a esas fuerzas para exigir del Congreso que se rectifique su decisión.” 9 Al escuchar las explosiones y detonaciones en la madrugada del 27 de agosto de 1932, se conoció de inmediato la insubordinación de la tropa del Regimiento de Artillería Nº 1 Bolívar, por lo que el mando militar decidió evitar que tal rebelión influya y contagie el ánimo de los soldados de las otras unidades de la plaza. La confirmación que el comandante del Bolívar. Tcrn. César A. Maldonado, dirigía la insubordinación de sus subalternos, obligó a la superioridad militar a visitar otras unidades de la plaza. Para sofocar la insurrección se organizó el Comando Militar integrado así: general Ángel Isaac Chiriboga, Inspector General del Ejército; coronel Alberto C. Romero, jefe del Estado Mayor General y coronel Carlos M. Merizalde, jefe de la Primera Zona Militar. La ciudad de Latacunga fue considerada lugar de concentración de las unidades que provenían de Quito, Riobamba, Ambato y otras ciudades del sur del país, con las que se organizó la División del Ejército de Operaciones del Sur. De la “Sultana de los Andes” partieron hacia Latacunga el Batallón Nº7 Carchi y el Regimiento de Artillería Nº 2 Sucre; desde Ambato, el Batallón de Ingenieros Nº 2 Chimborazo. Entre tanto, desde el norte, el Regimiento de Artillería Nº 3 Calderón, que tenía su lugar de guarnición en Ibarra, y cuyo comandante era el Tcrn. Luis A. Rivadeneira; el Batallón Nº 3 Pichincha que se encontraba en Tulcán, comandado por el Tcrn. Miguel Ángel Tapia, además de dos columnas de voluntarios: la Eloy Alfaro y la 5 de junio, organizadas en la capital de la provincia de Carchi, se aprestaban a desplazarse hacia Quito, conformando el denominado Destacamento del Norte. En Latacunga se organizó la columna de voluntarios Vicente León, la que recibió armamento y munición de la compañía de aviación. Las unidades “anti constitucionalistas”, es decir aquellas que estaban de acuerdo con la descalificación de Neptalí Bonifaz, y que partieron hacia Quito fueron: Batallón de Infantería Nº 7 Carchi; Batallón de Ingenieros Nº 2 Chimborazo; Batallón de Ingenieros Nº 1 Montúfar; Regimiento de Artillería Nº 2 Sucre; Grupo de Caballería Yaguachi Columna Vicente León. El denominado Destacamento del Norte había iniciado la marcha hacia la capital de la República con estas unidades: Batallón Nº 3 Pichincha Regimiento de Artillería Nº 3 Calderón Columna de voluntarios 31 de enero. El comando de la División del Sur decidió avanzar hacia el objetivo aprovechando la noche del 28 de agosto y las primeras horas del día siguiente. En Quito debían enfrentarse a las tropas “Constitucionalistas” integradas por los batallones Constitución, Manabí, Regimiento Bolívar, personal de la Policía y civiles del grupo Compactación Obrera Nacional, las que habían organizado posiciones defensivas en lugares dominantes y estratégicos de la ciudad en espera de sus compañeros, convertidos en circunstanciales “enemigos”.  9.  Dobronski Ojeda Fernando y Segarra Íñiguez Guillermo, “Historia del Ecuador, el camino del sol” Tomo II, Gráficas Mediavilla.

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Los combates

Hubo un intento de parte del comando de la División del Sur de integrar una comisión para exigir la rendición incondicional de los rebeldes. Pero la artillería del Grupo Bolívar, desde sus emplazamientos ubicados en el Panecillo, desencadena el fuego de preparación, señal de que el día “D” había llegado. El reloj marcaba las 08:40 del 29 de agosto de 1932. El Regimiento de Artillería Sucre, dotado de cañones Vikers Maxim de 75mm y 65 de montaña, tuvo la misión de enfrentar a sus colegas del Bolívar. Desde sus posiciones organizadas a la altura de San Bartolo y Puengasí iniciaba el fuego de contrabatería hacia el histórico y tradicional Panecillo. Lo mismo ocurría con las unidades de infantería, ingeniería y caballería. Mientras el combate se intensificaba entre los anticonstitucionalistas y Gral. Ángel Isaac Chiriboga los “rebeldes” de Quito, el Destacamento del Norte aún no entraba en combate. Recién a las 14:30 del día 29 llegaban los elementos de exploración a Carretas y Santa Clara de San Milán. En aquel sector, el comando del destacamento imparte las disposiciones pertinentes y señala los sectores de ataque y los objetivos que deberán ser batidos. El Regimiento de Artillería Nº 3 Calderón debía concentrar el fuego en las posiciones del Sanatorio (San Juan), ocupadas con una parte del Regimiento Bolívar, fracciones de la Policía Nacional y civiles de la Compactación Obrera. El Batallón Pichincha, a partir de las 16:00, conduciría el ataque principal, igualmente, al cuartel del Sanatorio. Al llegar la noche del primer día de combate (29 de agosto), fue notoria la pérdida de posiciones importantes por parte de los rebeldes; además, se evidenciaba falta de coordinación, control y conducción del mando. A las 21:00 aproximadamente, llegaba desde Riobamba un convoy que transportaba munición para las tropas de la División del Sur, el mismo tren regresaría de inmediato a Guayaquil para transportar al escenario de los combates, a personal de los batallones de infantería Nº 2 Quito y Nº 9 Imbabura. El 30 de agosto se reiniciaban las acciones. El Batallón Pichincha en las primeras horas de la mañana recibió la orden de desalojar a las tropas adversarias que se encontraban en posiciones defensivas en el Itchimbía. “Un jefe, 15 oficiales, 3 cadetes y 140 elementos de tropa se alistaron para lanzarse al ataque, organizados en dos compañías

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de fusileros en primer escalón, una compañía en segundo escalón y la cuarta compañía constituyendo la reserva”. 10 Al grito de “¡Viva la Constitución!”, someten a los rebeldes del Batallón Manabí, policías civiles y “compactados”. El Regimiento de Artillería Calderón constituyó la unidad de apoyo de combate que tuvo el Pichincha en el ataque y control del Itchimbía. El 31 de agosto llega de Guayaquil el Batallón de Infantería Quito. En ese día los combates persistían especialmente dentro de la ciudad, donde los francotiradores apostados en azoteas, campanarios y en cualquier lugar dominante, cobraban un alto precio de sangre a sus víctimas. Las unidades de la División del Norte y del Destacamento del Sur decidieron ejecutar un ataque decisivo. Apoyados por una batería de tiro de 65/17, que ocuparía posiciones en Alpahuasi, a fin de concentrar el fuego en la Escuela Militar (Recoleta), torres de Santo Domingo y capilla de El Robo, y permitir que el batallón Carchi y personal de la Policía de Guayaquil, manteniendo como referencia la Colmena, el Panecillo y la Avenida 24 de Mayo, maniobren por el ala izquierda; continuar el hostigamiento de las posiciones rebeldes desde el norte y el este de la ciudad, para permitir que las unidades de infantería, caballería y sus refuerzos estén en condiciones de actuar en cualquier momento. El agregado de negocios de Francia, pretendiendo evitar los brutales enfrentamientos, pretendió durante el día propiciar acercamientos y acuerdos de suspensión de hostilidades, sin conseguir su objetivo. Durante las últimas horas de la tarde gran parte de la ciudad estaba controlada por los soldados atacantes, los que aprovecharon la noche para ingresar sorpresiva y violentamente en residencias donde creían estaban escondidos civiles y militares rebeldes. El 1 de septiembre, sin embargo del aparente sometimiento de las tropas rebeldes, éstas continúan predispuestas al combate. Desde San Juan, personal del Grupo de Artillería Bolívar continuaba disparando sobre emplazamientos adversarios ocupados o que habían sido ya abandonados. Aquel día era crucial para los de combatientes: los rebeldes pretendían restablecer las posiciones cedidas y reorganizar la defensa; las tropas atacantes, en cambio, consolidar el control de la situación, tomar el palacio de Gobierno y dar la “estocada” final. Las unidades de la División del Sur recibieron la misión de atacar al palacio de Gobierno, misión que fue cumplida a las 16:15 aproximadamente. Durante el día se produce un lamentable duelo de artillerías: los regimientos Bolívar y Calderón dirimían fratricida superioridad. Complementariamente, el Batallón Pichincha ataca al Bolívar, que continuaba “quemando sus últimos cartuchos” desde las posiciones del Sanatorio. A las 17:00 del 1 de septiembre, el ministro de Francia hizo conocer que entraba en vigencia un convenio de cese de hostilidades, por lo que las unidades combatientes debían suspender sus actividades bélicas. El Batallón Imbabura que debía salir de Guayaquil conjuntamente con el Batallón Quito, llegó a la capital de la República recién en la madrugada del día 2 de septiembre, se alojó de inmediato en el cuartel de la policía y se dedicó, según el parte de su comandante Tcrn. Leonidas Yela, a realizar actividades de seguridad.

10.  Fragmento del informe de Operaciones del Tcrn. Miguel Ángel Tapia, comandante del Destacamento del Norte.

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Protagonismo de los regimientos de artillería

Esta acción de armas fue un enfrentamiento censurable y criminal entre unidades de nuestro Ejército, y, desgraciadamente, involucró también a nuestros regimientos de artillería. Entre las tropas anti constitucionalistas, es decir, aquellas que se declararon de acuerdo con la descalificación de Neptalí Bonifaz, estuvieron el Regimiento Nº 2 Sucre encuadrado dentro de la llamada División de Operaciones del Sur y el Regimiento de Artillería Nº 3, como parte integrante del Destacamento del Norte; y en el otro bando, por desgracia y como circunstancial adversario el Regimiento de Artillería Nº 1 Bolívar, acantonado en la ciudad de Quito. En el informe del Jefe del Estado Mayor de la División de Operaciones del Sur, se destaca la actuación y la incidencia que tuvo la artillería en ese lamentable enfrentamiento armado: “La artillería (Regimiento Sucre), que iba a la cabeza del grueso en la marcha de acercamiento, a las 8 a.m., desde el 29 de agosto, alcanzó las inmediaciones de San Bartolo -cruce del ferrocarril-, momento en el cual la artillería enemiga (Regimiento Bolívar), emplazada en el Panecillo abrió sus fuegos contra nuestro grueso, por lo que el comando se vio precisado a impartir órdenes para el despliegue rápido y toma de posición de la propia artillería. El Regimiento Sucre, con una presteza recomendable, emplazó sus dos baterías en la forma ya dicha y abrió sus fuegos contra los emplazamientos enemigos, con resultado favorable y debido a que su material de 75m.m. por el mayor alcance, horquilló prontamente su objetivo.” “Aprovechando la suspensión de fuego de parte de la artillería enemiga y apoyándose mutuamente nuestras baterías en su propio fuego alternativamente, cambiaron de emplazamiento y, desde entonces, pudieron efectuar un tiro verdaderamente eficaz, especialmente sobre la batería enemiga del Panecillo, la que se vio obligada por este motivo, a cambiar de posición, retirándose atrás y a cubierto. Durante toda la mañana de este día, nuestra baterías del 65 y 75 se vieron obligadas a sostener un verdadero duelo de artillería, naturalmente, procurando el menor gasto posible de munición ya que nuestras reservas eran limitadas.” Los cambios de posición, la perfecta dirección del fuego, la capacidad comprobada y la serenidad de los comandos, oficiales, subalternos y sirvientes de artillería, contribuyeron a alcanzar que la artillería enemiga del Panecillo, silencie por completo sus fuegos; lo cual se consiguió cuando nuestras baterías adelantaron sus emplazamientos, hasta la distancia de 2.000 metros, desde la cual se libró uno de los duelos de artillería.” Respecto al Regimiento Calderón, también tuvo que concentrar el fuego contra una batería del Bolívar que tenía su emplazamiento en el sanatorio (San Juan); con otra batería de tiro se empleó en apoyo directo del Batallón Pichincha ayudando con sus fuegos a conquistar la loma del Itchimbía. En definitiva, el Regimiento Bolívar con posiciones en El Panecillo y en el Sanatorio, fue un medio importante para detener y desarticular el avance de las tropas que atacaban a las unidades de Quito; por esa circunstancia, tuvo que ser atacado por sus colegas, los Regimientos Sucre y Calderón; inclusive una batería de éste, concentró el fuego en el Itchimbía para que el Batallón Pichincha, que se encontraba detenido y sufriendo pérdidas humanas, pudiera ocupar el objetivo previsto. Una vez concluido los sangrientos combates, las tres unidades de artillería tuvieron distinto destino: el personal del Regimiento Bolívar se encontraba disperso, fuera de su cuartel; el Regimiento Sucre, fue alojado en la Escuela de Artes y Oficios; el

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Antiguo hospital militar, actualmente restaurado.

Regimiento Calderón, en las instalaciones del Normal Juan Montalvo; otras unidades que entraron a Quito, provenientes del norte, sur y de Guayaquil, se alojaron temporalmente en la Escuela Militar (La Recoleta, actual Ministerio de Defensa) y en otros cuarteles y colegios de la ciudad.

Creación del Regimiento de Artillería Tarqui

Con fecha 2 de septiembre de 1932, al día siguiente de finalizados los combates, el Dr. Alberto Guerrero Martínez, encargado del poder ejecutivo, decreta la organización de algunas unidades militares del país. Mediante Decreto Nº 440 del 13 de septiembre de 1932, se crea el Regimiento de Artillería Tarqui, “de conformidad con lo prescrito en los artículos 36 de la Ley Orgánica Militar y 7 de la Ley de Planta y Sueldos para el personal del Ejército permanente, y 17 del Reglamento de Reparticiones y Dotaciones del Ejército en tiempo de paz; y a propuesta del Ministerio de Guerra y Marina, previo informe del Estado Mayor General del Ejército.” En el año siguiente, el Sr. Juan de Dios Martínez Mera, en conocimiento de la solicitud del ministro de Guerra y Marina, Juan F. Orellana, emitía el decreto Nº 66 de fecha 13 de enero de 1933, que reformaba el Reglamento de Reparticiones y Dotaciones del Ejército, específicamente relacionado con el orgánico de las unidades de infantería, caballería, artillería e ingenieros. Sobre la artillería, el artículo 16 especifica: “Se compondrá de tres Regimientos, constituidos por una Plana Mayor y dos Grupos de 2 Baterías cada uno.”

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El orgánico del Regimiento de Artillería constará del siguiente personal: 1Tcrn. (Comandante), 2 mayores, 5 capitanes, 14 tenientes, 4 alféreces, 1 mayor de sanidad, 1 teniente asimilado, 1 empleado civil director de banda, 5 sargentos primeros, 24 sargentos segundos, 29 cabos primeros, 25 cabos segundos, 156 soldados; y para el transporte, 25 caballos y 60 mulas. Sobre el forraje del ganado “limitaba a 80 centavos diarios por cada caballo y 50 centavos por cada mula.”

La “Guerra de las 4 horas” y el Grupo de Artillería Calderón

Acusado de haber provocado y liderado un movimiento subversivo, el 28 de noviembre de 1936, con la intención de derrocar al ingeniero Federico Páez, presidente de la República, movimiento conocido como “de las cuatro horas”, el Grupo de Artillería Calderón fue disuelto. Presidente Juan de Dios Martínez Mera. Para que se haya tomado esta drástica decisión, el gobierno de Federico Páez lo acusó de subvertir el orden, de rebelión y haber provocado durante los enfrentamientos armados, un sinnúmero de muertos y heridos civiles y militares. El extracto del parte que presenta el coronel Enrique Rivadeneira, Comandante Superior del Ejército, al ministro de Guerra y Marina, al referirse al plan de ataque expresa: “Proceder al ataque inmediato de los insurrectos con el fin de cercarlos para impedir que el movimiento se extienda a la ciudad. Como objetivo: el cuartel del Grupo de Artillería Calderón. Consecuente con este concepto de acción ordené: al teniente coronel Guillermo Freile que inicie el ataque con el Batallón Eloy Alfaro al sector comprendido entre las calles 18 de septiembre y Vargas, debiendo converger hacia el cuartel del Grupo de Artillería Calderón, a la altura de la Plaza del Teatro Sucre. Al teniente coronel Juan Francisco Gallegos T., con el Batallón Quito, ataque en el sector comprendido entre la Avenida 18 de septiembre y las faldas del Itchimbía. Al teniente coronel Guillermo Burbano, que con una columna del Cuerpo de Policía ataque entre las calles Manabí y Mejía. Al teniente coronel J. Gabriel Astorga, ataque con los conscriptos del Batallón de Ingenieros Esmeraldas, el sector entre las calles Flores y Los Ríos; y, al mayor Carlos Mancheno, que con el Grupo de Caballería ataque por el lado sur de la Colina del Itchimbía, haciendo gravitar la acción hasta el cuartel del Grupo Calderón, una vez haya tomado contacto con el Batallón Quito. La acción se inició a las 2 y media de la tarde, o sea después de una hora de producida la sublevación; y durante todo el tiempo de su desarrollo mantuve el enlace con las diversas unidades por medio de oficiales, y yo mismo recorrí algunos sectores, con el objeto de conocer la marcha del combate.

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Por las informaciones que llegaban momento a momento, supe que en la Plazuela Marín (mercado) se encontraba apostado un fuerte núcleo rebelde que impedía el avance del Esmeraldas, por lo que decidí emplear la fracción de 10 alumnos del curso militar a órdenes del teniente Luis A. Tamayo, con la misión de rodear el mercado y obligar a desalojarlo por maniobra. A eso de las 5 de las tarde recibí el parte del señor teniente coronel don Rafael Borja, que había sido desalojado el enemigo del edificio de la Ford y también del mercado de la Plazuela de la Marín, entonces decidí concurrir personalmente al ataque definitivo. Cuando llegamos a la esquina sur del cuartel, ya los primeros elementos de nuestras tropas leales entraban al cuartel, llegando poco a poco todas las demás unidades que en movimiento sincrónico efectuaron el enIng. Federico Páez volvimiento. Esto sucedía entre las 5 y cuarto y las 5 y media. Inmediatamente de ocupado el cuartel di parte a usted, señor Ministro, del término feliz de la acción y después de reorganizar las unidades ordené al coronel Jefe de la Primera Zona Militar procediera a retirarlas a sus respectivos cuarteles, menos el Eloy Alfaro que fue destinado a permanecer en el mencionado cuartel.” Como consecuencia de este levantamiento el Grupo de Artillería Calderón fue eliminado del orgánico correspondiente, mediante decreto del 1 de diciembre de 1936, firmado por el encargado del mando supremo de la República Federico Páez: “Por cuanto en la tarde del 28 de noviembre de 1936, la tropa del Grupo de Artillería Calderón, que hacía guarnición en esta capital se insubordinó a mano armada, disuélvase la mencionada unidad con fecha 30 del expresado mes” Esta acción de armas fue conocida como la Guerra de las 4 horas, liderada por el capitán Pino y un sargento de apellido Velasco. Durante la rebelión fue victimado el comandante del Grupo Calderón y su ayudante. El levantamiento se produjo, según se supo, por las represalias recibidas por creer que estaban apoyando secretamente a los adeptos del defenestrado Velasco Ibarra, y por creer que iban a ser trasladados a las instalaciones de la ciudadela de El Pintado. Conscientes de que la eliminación de una unidad de artillería iba crear un vacío en el orgánico del Ejército, el gobierno y el mando militar decidieron mediante decreto de fecha 30 de diciembre, crear en la ciudad de Quito el Regimiento de Artillería Atahualpa, al mando del mayor Samuel Reyes y los comandantes de batería, capitanes: Tomás Alvear, Eduardo Vásconez, Manuel Hidalgo y Gustavo Chiriboga.

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El Telégrafo de la edición del 2 de abril de 1937 publica: “Hoy, con asistencia del gobierno se inauguró el Regimiento de Artillería Atahualpa. El Primer Magistrado tuvo frases con las cuales puso de manifiesto la responsabilidad del soldado y su cometido en la vida de los pueblos. Terminada la alocución del Jefe Supremo, se recorrieron todas las dependencias del cuartel.”

El urgente equipamiento

Con ocasión de haber revivido el conflicto de Leticia que involucraba a Colombia y Perú, y cuando éste sitúa tres cañoneras en Cabo Pantoja, el comandante ecuatoriano del puesto militar de Rocafuerte solicitó una sección de artillería Vikers-Maxim, ametralladoras y munición suficiente para los fusiles Manlicher de dotación individual de combate. Aunque los mandos militares ecuatorianos sabían de la necesidad de reforzar los puestos avanzados, y reconocían la grave situación reinante, hubo miembros de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores que opinaron en contrario. Así hace conocer el jefe del Estado Mayor General, coronel Nicanor Solís, en oficio reservado Nº. 31 de fecha 11 de mayo de 1934, que remite al ministro de Guerra y Marina de aquel entonces. Se consigna también las trascendentales noticias de la llegada de un regimiento brasilero a Tabatinga; que ha salido de Manaos, con la misma dirección, el Batallón Nº 26 de Infantería de la misma nacionalidad, por lo que el ministro presume que la solución del conflicto amazónico no tendrá solución pacifica… “Hoy con mayor razón que antes, deberían poner en práctica las medidas de seguridad consignadas en el capítulo III del Plan Defensivo Nacional, plan en el que precisamente consta, en el acápite segundo de la pagina treinta y tres, lo siguiente: ‘Reforzar los actuales destacamentos militares (orientales) con dos secciones de artillería Vikers-Maxim de 75mm., las que deberían actuar en la zona de Puerto Putumayo’.”, señala el informe. Al hacer tal sugerencia, el Estado Mayor General “tuvo en cuenta que: según lo aseverado por nuestro Adjunto Militar en Lima, en su ‘continuación al informe Nº.17’, de 23 de abril de 1933, las guarniciones peruanas de Güepí, Yubinete, Ramón Castilla y Caballo Cocha disponen de medias baterías (secciones) de artillería Scheneider de 75mm., Cabo Pantoja tiene 6 ametralladoras ZB. Mod. 30 y 4 Hod Madsen, pudiendo estas secciones ser alimentadas por la reserva de cuatro baterías Schneider, Oerlikon, Osaka y Boffors, respectivamente, existentes en la base de Iquitos. Nuestro material Vikers-Maxim, continúa el coronel Solís en su informe, es el más apropiado para la puntería y tiro directo para enfilar los canales de navegación de los ríos (Napo y Aguarico), y tiene apreciable dotación de cartuchos. El material Vikers-Maxim, de 75mm., es el más liviano para el transporte por elementos de la pieza desarmada, a través de la larga y penosa línea de comunicación entre Quito y Rocafuerte.” “Enviar cañones de l5 de montaña sería sacrificar un material de puntería indirecta (innecesaria en el oriente), ocasionar mayores dificultades de transporte por el peso de sus elementos y disponer de menos cantidad de municiones. No se puede por el momento pensar en el envió de cañones automáticos de 20mm., porque no tenemos, y aún en caso de tenerlos no bastarían y serían necesarios más bien para designarlos a la defensa antiaérea y cercana contra hidroaviones y lanchas.”

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“Por las razones anteriores, este Estado Mayor General estima que es justo lo pedido por el jefe del destacamento oriental, ya que la sección Skoda que posee esa guarnición es prácticamente inútil, y con esta oportunidad, este instituto solicita al Sr. Ministro el envió de un destacamento que refuerce la guarnición militar de Rocafuerte con una sección Vikers-Maxim y una compañía de ametralladoras ZB. Mod. 30 con afustes para tiro antiaéreo, y se lleven a la práctica las demás medidas aconsejadas en el Capítulo III del Plan citado; pues, se cumpla o no se cumpla con lo pedido por el Estado Mayor General, el destacamento militar ecuatoriano de Rocafuerte no debe abandonar su actual posición sino sacrificarse en su lugar de honor. El coronel jefe del E.M.G.-(f) Nicanor Solís.” En la contestación que envía el ministro de Guerra y Marina, coronel Alberto C. Romero, mediante oficio Nº. 303 del 12 de mayo de 1934, hace conocer “Al referirme a la necesidad urgente de reforzar los destacamentos orientales, debo consignar que ayer no más, en la sesión que tuve que presidir de la Comisión de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, he tenido que contener la inconcebible idea de desguarnecer totalmente los puntos, que militarmente se hallan ocupados en la Zona Oriental, alegando que no se está en condiciones de hacer una defensa eficaz, si llegan a romperse las hostilidades entre los dos países”. “Este ministerio está convencido de la imperiosa necesidad de reforzar los destacamentos orientales, por lo menos, con la sección de artillería Vikers Maxim y con un contingente de unos setenta u ochenta hombres de infantería; pero a pesar de los esfuerzos que el departamento de mi cargo hace y aun de haber obtenido del señor encargado del poder y del Consejo de Ministros, se le autorice la segunda transferencia de fondos por s/. 50.000,00 para el aumento del indicado personal, hasta hoy, no solo que no se ha podido hacer efectiva esta transferencia, sino que la primera de s/. 40.000.00, recién en estos días, la Contraloría General contesta, luego de cinco meses, que no hay fondos para atender esta transferencia; entonces, las mismas guarniciones actuales de Rocafuerte y Putumayo, están en la disyuntiva de morirse de hambre, o asaltar las existencias de víveres que estén a su alcance para poder vivir… Honor y Patria. Ministro de Guerra y Marina (f) Alb. C. Romero.”

Escuela de Artillería e Ingenieros

El encargado del mando supremo de la Republica, Ing. Federico Páez, mediante Decreto Nº 1058 del 22 de octubre de 1936, dispone se organice en la capital de la República la Escuela de Artillería e Ingenieros, con “el personal directivo y docente que se nombrará de acuerdo con el Reglamento y Plan de Estudios correspondientes, personal que no desempeñará otros servicios, mientras duren sus funciones”. El decreto establecía que la escuela funcionará inicialmente con 50 alumnos, pudiendo posteriormente incrementarse el número de acuerdo con las necesidades. El articulo 3º especifica: “El personal de alumnos será seleccionado entre oficiales de Guerra (de arma) hasta el numero de 20 contando, entre estos, los 13 oficiales alumnos del actual curso de Ingenieros; y también, por esta sola vez, entre los oficiales de Reserva egresados del último curso y los alumnos de las facultades de ciencias de las universidades de la Republica que cumplieren las disposiciones del reglamento respectivo, hasta completar el numero indicado” (50 alumnos)”.

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Alumnos de la Escuela de Artillería e Ingenieros

Respecto a los oficiales de reserva y a los alumnos de las facultades de ciencias de las universidades, el decreto consideraba el derecho a recibir un sueldo mensual de 200 sucres, con aplicación al presupuesto del Estado. Fue designado director el Tcrn. Francisco Urrutia y subdirector el capitán Carlos Abarca. Un año después, el 25 de octubre de 1937, fue designado director técnico el coronel italiano Giacomo Negroni. El 27 de octubre del mismo año fueron nombrados destacados profesores civiles al servicio de la flamante escuela. Asimismo, los primeros alumnos oficiales de artillería fueron: teniente Octavio Cevallos; subtenientes: Ambrosio Andrade, Eustorgio Revelo, Ernesto Andrade, Bolívar Rivera, Luis Merchán y Ricardo Proaño. Para asistir al curso especial de ingenieros se matricularon los capitanes: Luis Játiva, Hernán Dávila y Manuel Mejía; tenientes: Ángel Pazmiño, José Granja, Adolfo Rodas, Gonzalo Arrobo, Bolívar Zurita, Humberto Garcés, Carlos Carrillo, Francisco González, Eliecer Sáenz y Ernesto Orbe, además de los alumnos nombrados asistieron también nueve oficiales de reserva y diecinueve estudiantes universitarios en calidad de cadetes.

Inauguración de la Escuela de Artillería e Ingenieros

La inauguración del instituto superior fue ampliamente difundida por la prensa del país, “como un acontecimiento que será parte de la tecnificación de especialidades militares que elevarán la cultura profesional de los oficiales del Ejército Nacional. Diario El Universo publicó en su edición del 21 de diciembre de 1936 algunos detalles de la solemne inauguración: “Ayer en la mañana y en el magnífico local donde

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se está levantando el soberbio edificio que alojará al ya crecido número de alumnos del Colegio Militar, en La Pradera, tuvo desarrollo el programa que con entusiasmo y antelación fue preparado para la ceremonia de inauguración de la Escuela de Artillería e Ingenieros, que se ha organizado en esta capital, de conformidad con el Decreto Supremo Nº 1058, expedido el 22 de octubre del año que decurre. Honraron con su presencia el acto que revistió brillante solemnidad y manifiesto interés, el Jefe Supremo de la Republica, ingeniero Federico Pérez, el señor ministro de Defensa Nacional coronel don C. Alberto Enríquez, los señores ministros de Obras Públicas, Previsión Social y Educación Pública, altos jefes del Ministerio de Defensa, los comandantes del las unidades acantonadas en la plaza, el secretario de la Jefatura Suprema doctor Teodoro Alvarado Garaicoa, numerosos oficiales y crecido público. El señor director de la Escuela de Artillería e Ingenieros, teniente coronel don Francisco Urrutia, declaró oficialmente inaugurada la escuela, pronunciando un brillante y oportuno discurso, en el que luego de hablar de la noble misión del ejército y de la parte importantísima que cumplía desarrollar a las armas de artillería e ingenieros, hizo resaltar, con palabras justas y meditadas, la evidente preocupación del actual gobierno por impulsar el adelanto del país en todas sus actividades y de manera especial de la Institución Armada, atendiendo a dar facilidades requeridas para la mayor ilustración, educación y prácticas militares. El comandante Urrutia fue efusivamente felicitado por los señores Jefe Supremo, Ministro de Defensa y mas concurrentes. Luego se brindó una copa de champaña y se hicieron augurios de éxito al curso que, desde el día de hoy, iniciará sus actividades.”

Importante trayectoria institucional.

En un fragmento del informe de actividades que presenta el Ministerio de Defensa en 1939 se lee: “Hallándose aún en su principio la nueva orientación de la Escuela de Artillería e Ingenieros, ha sabido organizar (la Misión Militar Italiana), numerosos cursos correspondientes a numerosas necesidades.” El general Patricio Lloret, en su libro “100 años de la Ingeniería Militar en el Ecuador”, transcribe un fragmento del discurso pronunciado por el general Andrés Arrata Macías, ministro de Defensa del general Guillermo Rodríguez Lara, en los siguientes términos: “La Escuela de Artillería e Ingenieros comenzó a funcionar con dos cursos: el primero mixto integrado por cadetes y oficiales y un segundo, constituido por oficiales que en el año anterior habían iniciado un curso regimental, que eran las normas de esa época”. En otro acápite narra el general Arrata Macías, ex alumno de la escuela:”El programa era de cuatro años. En los dos primeros, los dos grupos recibían las mismas clases de matemáticas comunes como resistencia de materiales, explosivos, álgebra superior, cálculo diferencial e integral, geometría analítica plana y del espacio, trigonometría y otras materias militares y civiles que complementaban la cultura militar… Al tiempo que estudiábamos la ciencia de los puentes y la vialidad, los cadetes procurábamos mejorar el edificio que ocupábamos entonces. Para unir las villas en que vivíamos con las aulas, continúa el general Arrata Macías, que son los actuales edificios del Colegio Militar (en la Avenida Orellana), como obra práctica de ingeniería, trabajamos el relleno en el pantano, parte del cual es ahora la laguna y tendimos el puente que aún existe…” Años después, en 1949, el Ministerio de Defensa, en el informe a la nación hizo conocer los adelantos y proyectos de la Escuela de Artillería e Ingenieros: “Esta escuela ha cumplido hasta ahora su finalidad de preparar oficiales técnicos en las armas de

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Miembros de la Escuela de Artilleria

artillería e ingenieros, dotando así al Ejército de personal apto para el cumplimiento de importantes tareas; y, en particular, preparando oficiales ingenieros capacitados para la ejecución de las obras militares que la Nación debe realizar desde el tiempo de paz, tales como la construcción de caminos, carreteras.” “Anexa a la Escuela de Artillería e Ingenieros funciona desde 1941 la Escuela de Trasmisiones, fuente única de reclutamiento para proveer al Ejercito de especialistas en la rama de comunicaciones.” El ministro resalta la calidad del personal docente cuando dice: “Estas escuelas disponen de un profesorado militar y civil de reconocida idoneidad y competencia. La mayor parte del profesorado civil perteneció al personal docente de la Escuela Politécnica Nacional; los jefes y oficiales han hecho, casi todos, estudios superiores en el exterior. Los gabinetes laboratorios y talleres de esta escuela son bastante completos y permiten una enseñanza objetiva y práctica, en armonía con los progresos científicos actuales. Estas escuelas utilizan también los gabinetes del Colegio Militar, del Servicio Químico Militar y los de otras instituciones que en forma laudable colaboran y prestan ayuda a este instituto, como: los Ferrocarriles del Estado, Escuela Central Técnica, Observatorio Nacional, Instituto Geográfico, Departamento de Construcciones Militares, Departamento de la Aviación y Marina y unidades del Ejército, con lo que es posible dar a los alumnos una instrucción práctico-teórica eficiente.” A continuación el ministro anuncia otras innovaciones: “La superioridad se halla empeñada en mejorar los conocimientos de especialización técnica y táctica de los oficiales, mediante cursos de especialización. Así, este instituto se convertirá en una Escuela

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Superior Técnica, sin menoscabo del normal funcionamiento de la Escuela de Artillería e Ingenieros. En el presente año lectivo (1949), la escuela ha funcionado normalmente de acuerdo con sus planes y cumpliendo varios certámenes de carácter científico.” “Los cursos se rigen y funcionan de acuerdo con programas horarios y disposiciones dictadas por el Estado Mayor General, que regulan el desarrollo intelectual, teórico y práctico de los alumnos, alternando los estudios en el aula con prácticas cotidianas en el terreno, excursiones y viajes de instrucción con fines científicos y tácticos del arma de artillería y de ingenieros. La preocupación directiva y docente atiende por igual a la instrucción intelectual, moral y física de los estudiantes, con el empeño de conseguir una formación integral de los profesionales del Ejército… 11

11.  Informe a la nación del año 1949, presentado por el Ministro de Defensa Manuel Díaz Granados, Talleres Gráficos Nacionales, Quito, Ecuador, 1949.

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CAPÍTULO VI EN DEFENSA DE LA SOBERANÍA

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Situación de la artillería antes de 1941

Cañones antiaéreos Breda

La tormentosa vida política de la nación en las primeras décadas del siglo XX, pletórica de cambios de gobierno, insurrecciones e incluso enfrentamientos armados fratricidas, así como los escasos recursos económicos con que contaba el país, confluyeron para hacer más difícil la defensa de la soberanía nacional. La escasez de materiales y medios y las enormes dificultades operativas y de personal de las Fuerzas Armadas, se reflejaban en las serias deficiencias que afrontaban las diversas armas y servicios, en especial la artillería, en los años previos a la invasión peruana de 1941. El material de esa importante arma de apoyo era por demás insuficiente para solventar las necesidades operativas que doctrinariamente le correspondía atender. Se proyectó adquirir material de artillería en Italia, pero no se logró concretar tal adquisición. Sobre esta frustración institucional, nos hace conocer el coronel Francisco Urrutia: “Sin contar con la gestión realizada por el Comando Militar en 1941, la última intención de armar al Ecuador data de la época en que los gobiernos de Italia y Ecuador celebraron un contrato para la provisión de armas y material para cuatro brigadas en pie de guerra. Firmado el contrato y pagada las primeras cuotas, vino al país la primera entrega consistente en cañones de 65 de montaña, medios de enlace y algo de equipo y material de servicios. En 1939, por la crisis fiscal de entonces, no se pudo pagar las respectivas cuotas semestrales. Entonces surgieron en la prensa y en los corrillos oficiales, fuertes observaciones a la calidad del armamento italiano. Se criticó el costo ex-

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cesivo y otros aspectos. Se ordenó información sumaria que aún se tramita. La falta de pago de las cuotas semestrales, los ataques de la prensa y la campaña emprendida en el seno de la Legislatura de 1939, contra el armamento y la Misión Militar procedentes de Italia, dieron por resultado el resentimiento de ese gobierno, el que exigió los pagos por adelantado para enviar el material de artillería 75/18 contratado. En septiembre de 1939 estalló la guerra en Europa, Italia no envió ningún armamento.” 1 Hubo también otra situación en la discordia: los oficiales de la Misión Militar Italiana en el Ecuador, recomendaban, y hasta cierta manera se empeñaban en que se adquiera de su Patria ametralladoras livianas Breda y pesadas Fiat, en contra del criterio de algunos oficiales ecuatorianos especialistas, que preferían material más moderno y adecuado para el empleo en nuestro medio. El mismo coronel Urrutia presenta una evolución panorámica de la artillería en nuestro Ejército, durante las primeras décadas del siglo XX: “La Misión Militar chilena trajo al Ecuador un material de artillería de campaña de cureña rígida Krupp, Cal. 7,5 y 8,8 cm. En cuanto se ausentó la misión desaparecieron los caballos de los regimientos de artillería. Los armones de avantrén y retrotrén de los cañones fueron arrinconados en los cuarteles; de las planchas de acero de esos armones se hicieron carretas. En el parque militar de Guayaquil yacían hasta hace poco los restos de ese material que los jefes de entonces no quisieron utilizar.” “Se prefirió que las unidades de artillería hicieran sus prácticas con cañoncitos Krupp de montaña de 7,5 cm. sin mulos, debiendo los artilleros de tropa transportar los cañoncitos con la fuerza de sus músculos. En la campaña de Esmeraldas se echaron a perder los anteojos panorámicos de los cañones de montaña Herhart que compró la Junta Patriótica Nacional con los fondos de las erogaciones públicas en 1910. Sólo en 1922 conocimos en el Ecuador lo que era un material moderno de artillería porque la primera Misión Militar Italiana trajo cuatro cañoncitos 65/17 de montaña. En 1925, se compraron 8 cañones iguales del mismo tipo y unos pocos más vinieron en 1938.” 2 El teniente coronel Leonardo Chiriboga, es más explícito al referirse a la fallida adquisición de material de artillería: “En resumen, se trata de lo siguiente: Italia nos ofreció un nuevo modelo de artillería calibre 75, que, según las experiencias de Abisinia y los datos que se poseían, tenía óptimas condiciones. Se estimaba que ese material sería una salvación para nuestros grupos de artillería que solamente poseían el anticuado cañoncito Krupp, calibre 65 y otro todavía más viejo tipo Erhart, ambos con un alcance práctico no mayor de 4.000 metros, mientras el nuevo cañón italiano pasaba de los 9.000 y era al mismo tiempo cañón y obús.” El teniente coronel sugiere se pida explicación al señor Galo Plaza Laso sobre el porqué no se cancelaron las cuotas pendientes para que el gobierno italiano cumpla con su compromiso contractual. Más adelante, el Tcrn. Chiriboga ahonda su frustración cuando reflexiona: “Nuestra situación en El Oro habría sido algo diferente, hubiéramos tenido siquiera esos cañones para responder a las unidades de artillería peruanas, que no tuvieron rival a su frente.” Al referirse a la munición escribe: “Habiendo adquirido algunos cañoncitos antiaéreos Breda bastante buenos, teníamos tan poca munición que, según informes  1.  Urrutia Suárez, Francisco. “Apuntes para la Historia: La agresión peruana”, Editorial Ecuatoriana, Quito, Ecuador, 1968.  2.  Urrutia Suárez, Francisco. Obra citada.

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exactos del teniente coronel Adolfo Páez trasmitidos al coronel Urrutia, solamente disponíamos de munición para 4 minutos… La urgencia en adquirir estas municiones se hacía premiosa, en vista de que no disponíamos de ningún avión de guerra y de que la aviación peruana tenía completamente garantizada la impunidad de sus acciones.” A continuación revela un hecho censurable:” Según hemos sido informados, una valiosa remesa de munición antiaérea llegó de Italia hasta Panamá, desde donde fue devuelta… por falta de pago, o por razones desconocidas.” 3 Pero no solo la falta de material de artillería constituía un problema para los mandos militares, también el existente presentaba fallas técnicas que hacían dudar de su operabilidad y funcionamiento. Estas graves anomalías quedaban demostradas apenas unos días antes de la invasión peruana. Desde Rocafuerte, sede del comando del Batallón Nº 14 Oriente, con fecha 2 de junio de 1941, se envía al Jefe del IV Departamento en Quito, el informe presentado por el capitán de artillería Jorge Campuzano V., respecto a prácticas de tiro de artillería, con motivo de celebrarse las festividades del 24 de mayo: “Al efectuar el cuarto disparo a una de las piezas se rompió el tirante que comunica a la boca los movimientos de dirección, y además las gualderas del mástil en correspondencia del tubo porta eje. Como esta reparación no es posible efectuarla aquí, sería conveniente se envíe un mástil de este material para mandar a cambio del averiado. Con la otra pieza se efectuaron 5 disparos sin novedad. En lo referente a la munición me permito informar a usted, que se encuentra en mal estado, sobre todo las granadas porque en su mayor parte el explosivo de la carga interna ha exudado por la boquilla de la espoleta, cristalizándose en la superficie del proyectil, el que constituye un peligro, pues puede explotar aun por rozamientos. Por lo tanto, sería conveniente solicitar a la superioridad la autorización respectiva para destruir los proyectiles que se encuentran en mal estado y pedir su reposición.” Al final del documento consta una nota que puntualiza: “La última pieza no funcionó por estar la munición en pésimas condiciones.” Respecto a las novedades de artillería ya en el año anterior, de acuerdo con el Reglamento Orgánico de las Fuerzas Armadas, con fecha 4 de enero de 1940 y firmado por Andrés F. Córdova, encargado del Poder Ejecutivo, “El Grupo de Artillería Nº 3 Mariscal Sucre pasará a figurar como Batería Independiente Nº 4, y el Grupo de Artillería Bolívar tendrá el Nº 3.” Otra novedad de importancia militar fue la renuncia que con fecha 2 de septiembre de 1940, presentó el coronel R.A Villacís del cargo de comandante superior del Ejército. Meses después, el 2 de octubre del mismo año, se nombró al coronel Francisco Urrutia para ejercer el Comando Superior del Ejército, por lo que dejó la función de jefe del Estado Mayor General. El decreto fue firmado por el Presidente Constitucional de la República, Carlos Arroyo del Río, el ministro de Defensa Vicente Santisteban y el subsecretario de Defensa, coronel H.A. Sáenz R. Para concluir ese año, preámbulo de la tragedia nacional, se produce el licenciamiento de los conscriptos del contingente de 1920, que militaron en las diferentes unidades integrantes de las cuatro zonas militares existentes en esa fecha. En la 1 Zona Militar, con fecha 22 de enero de 1941, debía licenciarse el personal de conscriptos del Grupo Nº 1 Atahualpa; en la III Zona Militar, el 1 de enero de 1941, los conscriptos del Grupo de Artillería Nº 2 Tarqui.  3.  Chiriboga, Leonardo. “Sepultureros de la Patria”.

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Tragedia nacional

El año de 1941 constituyó un episodio trágico en la historia nacional. A pesar de las reiteradas hostilidades y provocaciones de policías y militares peruanos en la zona fronteriza, el Congreso del Ecuador dispuso la reducción del presupuesto del Ministerio de Defensa Nacional para el año 1941 “con la intención de encontrar economías que disminuyeran la acefalía del erario.” La disminución del presupuesto ahondó los problemas económicos que atravesaba la institución: se represaba las intenciones de adquirir material de guerra, equipo, medios logísticos y el incremento de unidades militares que fue recomendado con anterioridad, en 1937, por el jefe de la Misión Militar Italiana en Quito, coronel Giacomo Negroni, por lo que el documento que presentó el oficial extranjero fue conocido como el “Informe Negroni”. Los soldados que ocupaban los diferentes destacamentos fronterizos sobrevivían simplemente por el natural instinto de sobrevivir. Su labor patriótica la realizaban en condiciones deplorables, no disponían de vestuario y de calzado, los alimentos les eran escasos, las enfermedades de todo tipo no eran contrarrestadas oportunamente, las chozas y bohíos que servían de alojamiento no les garantizaban la protección contra la rigurosidad del ambiente, las comunicaciones no funcionaban, las vías de acceso eran apenas trochas o simplemente no existían; lo único que prevalecía en aquellos centinelas fronterizos era el indómito espíritu militar y la firme convicción del cumplimiento del deber. El Perú conocía de esta grave realidad que afrontaban no solo las unidades militares ecuatorianas sino el país en general. Consciente de esa gran ventaja aceleraba los preparativos de la invasión. Por eso los reconocimientos aéreos y terrestres en la zona fronteriza eran más continuos, se reforzaban a las unidades y se creaban otras; justamente, con el exclusivo propósito de invadir al Ecuador, fue organizado el Agrupamiento del Norte, una gran unidad, comandada por el general Eloy Ureta, con un estado mayor de oficiales superiores, convenientemente preparados y profesionales, con unidades de todas las armas y servicios y con la prerrogativa de ser apoyada por medios navales y aéreos. Al frente tenían los militares peruanos, unidades carentes de material bélico, de equipo, medios logísticos; de recursos humanos incompletos y mal atendidos, mal armados y equipados, sin artillería, unidades navales y ausencia total de aviones de combate. En medio de este panorama sombrío y desalentador, el 5 de julio de 1941, una patrulla ecuatoriana mientras realizaba los recorridos habituales fue agredida con armas de fuego, por lo que se iniciaron y extendieron progresivamente los combates en Huaquillas, Chacras, Balsalito, Guabillo, Carcabón y Quebrada Seca; es decir, en el frente fronterizo de la provincia de El Oro. Las unidades adelantadas fueron reforzadas con artilleros e ingenieros que se encontraban en Santa Rosa. El teniente coronel Ochoa justifica esta decisión: “Puede calificase como fallas del Comando de Seguridad el haber empleado tropas de ingenieros y de artillería, como infantería, pero hubo un motivo. La tropa del Córdova, que constaba como batallón de ingenieros, disponía solamente de esa clasificación, carecía de medios para el empleo, era una mala infantería. La Batería Sucre disponía del material de artillería, pero carecía de medios de transporte para el 65 de montaña, cuyo funcionamiento era dudoso por ser anticuado y en las condiciones no apropiadas para su empleo.”

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Croquis del teatro de operaciones

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Al término de la jornada, a las 17h00 aproximadamente, se establecieron dos bajas ecuatorianas: los soldados David Narváez Pozo y Francisco Coronel, y varios heridos. Del lado peruano las hubo también en número indeterminado. Al mediodía del 6 de julio, el Perú reinicia los ataques con masivo apoyo de fuego contra poblaciones y unidades militares ecuatorianas; inclusive, la aviación enemiga bombardeó a las poblaciones de Guabillo, Chacras y Balsalito. Al referirse a estos bombardeos, el teniente coronel Octavio Ochoa, comandante del Escalón de Seguridad de El Oro, en informe emitido el 14 de junio de 1941, al comandante de la V Zona Militar, hace conocer: “Durante el bombardeo a esta plaza (Balsalito), merece especial mención el acto del sargento Ángel Dávila, de la Batería Mariscal Sucre, quien en actitud valerosa, recibió a un avión que picaba con una violenta ráfaga de ametralladora, pudiéndose observar un desequilibrio en dicha nave, que luego emprendió regreso hacia su base.”

El zarpazo final

Parecería que los ataques peruanos de los días 5 y 6 de julio, constituyeron un medio de evaluación de la defensa de su adversario: el nivel de reacción, capacidad de los mandos, armamento empleado, unidades de apoyo de fuego, espíritu combativo y otros aspectos que se involucran en las operaciones militares. El 23 de julio a partir de las 02h00, la artillería y los morteros concentraron el fuego en los destacamentos de Alto Matapalo, Corral Viejo y Rancho Chico. El primero de estos destacamentos estuvo defendido por 1 pelotón de 23 hombres al mando del teniente Benjamín Puertas; luego de ardorosa resistencia y agobiados por la tremenda superioridad, los soldados ecuatorianos tuvieron que replegarse a la montaña. Igual sucedió con Rancho Chico; mientras que en Corral Viejo los peruanos tuvieron que emplear inclusive, el bombardeo de los aviones de combate y los fuegos de la artillería. A las 5h00 del 23 inició el ataque al puesto militar de Casitas, defendido por 43 elementos de tropas y comandado por el capitán Campo Elías Enríquez y el teniente Carlos Meneses; el parte de combate del capitán peruano Cristóbal Rubio describe lo intenso y dramático del combate: “Los ecuatorianos defendían con ardor su guarnición y no cedían. Las 09h00, cuando me di cuenta de que el enemigo estaba neutralizado ordené el avance y el combate cuerpo a cuerpo. Las tropas se trabaron en lucha a la bayoneta.” Finalmente, los defensores de Casitas tuvieron que replegar del escenario del combate. Respecto al destacamento La Bomba, los partes peruanos describen la acción: “Nuestras tropas con guapeza aniquilaron a sus enemigos, quienes se defendían con bravura dando muerte e hiriendo a muchos de nuestros heroicos combatientes. Aquí (en La Bomba), también hubo derroche de valor y heroísmo de ambos bandos. El enemigo luchó y defendió con valentía sus posiciones.” El destacamento de El Cruce estaba defendido por 27 soldados ecuatorianos al mando del teniente Jorge Chiriboga Donoso. El parte de combate peruano detalla: “Nuestros muertos y heridos fueron enviados a Tumbes. Lo mismo se hizo con los heridos ecuatorianos. En cuanto a sus muertos fueron incinerados.” 4

4.  Colección documental, Vol. VII, Lima, Perú, 1979.

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Artillería peruana que se empleó en 1941.

Los ataques a Huaquillas, Chacras y Quebrada Seca fueron de gran intensidad; se los realizaron a partir de las 05h00 del día 23 y utilizando todo el material bélico disponible, inclusive bombardeos de la aviación y la artillería. Los soldados que defendían Chacras fueron finalmente dominados, como reconocen los mandos peruanos, “gracias a la eficaz y oportuna intervención de la artillería que consumió 92 granadas explosivas de 75 y 80 granadas explosivas de 105 mm.”, ¿Y nuestra artillería? Combatiendo como infantes. En Quebrada Seca estaba el puesto de mando del Batallón Montecristi, comandado por el mayor Félix Vega Dávila. En Quebrada Seca, luego de intensos combates y bombardeos cayó abatido el capitán Galo Molina, y resultó gravemente herido el subteniente de reserva Gustavo Ledesma, quien días después falleció en un hospital de Talara, Perú. La resistencia de las posiciones ecuatorianas fue progresivamente debilitándose, por lo que tuvieron que replegar a una segunda línea, materializada por la quebrada Bejucal. Entre tanto, habían caído en combate los tenientes Carlos Díaz y Edmundo Chiriboga, además de personal de clases y soldados.

Unidad de artillería en El Oro

Se habló del Grupo de Artillería Mariscal Sucre, que en realidad fue una batería integrada por 4 oficiales y 71 elementos de tropa, pero se ofreció transformarlo en un Grupo de Artillería, ofrecimiento que nunca fue cumplido. Los informes son claros y definitivos al respecto.

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El Tcrn. Octavio Ochoa, comandante del Escalón de Seguridad escribe: “En Santa Rosa, guarnecía la Batería Sucre con material Vikers, sin munición ni ganado.” Para completar la situación calamitosa de la artillera, en un informe del coronel Luis Rodríguez se conoce: “El material de artillería que existía en Santa Rosa (cañones Vikers y cañones 65/17 de montaña), era anticuado para actuar en la selva, de alcance reducido y con escasa munición y sin el ganado suficiente para su carga y transporte, y cuando se pedía percutores para las piezas de artillería, contestaban de Quito: “Que se les había mandado a fabricar.” “La artillería antiaérea (si así cabe decir), que se hallaba en Huaquillas, se reducía a una sección de ametralladoras Breda, calibre 20 mm., con escaso número de municiones. Su alcance máximo de 2.000 metros, de modo que su acción contra los aviones enemigos resultó ineficaz.” Por todas estas limitaciones el mando militar justificó posiblemente, aunque no puede haber justificación, que los artilleros actuaron en el campo de batalla como infantes. El Ejército peruano, en cambio, daba toda la atención requerida a sus unidades de artillería, por eso tuvo el suficiente apoyo de fuego con 12 cañones (obuses) de 105 mm.; 24 cañones de 75 mm.; 20 cañones de acompañamiento de 37 mm. y 12 cañones antiaéreos de 20 mm. ¡He ahí la diferencia! En agosto del mismo año, se reformaba el Reglamento Orgánico de las Fuerzas Armadas. En lo que se relaciona a la artillería se cambia el de orgánico de los 3 Grupos de Artillería, en vez de: “54 soldados y 147 conscriptos, póngase: 49 soldados y 152 conscriptos” ¡Qué sesuda solución!

Artilleros de mar

Por esas raras contingencias de la guerra, a nuestros artilleros del Ejército, en el frente de la provincia de El Oro, les tocó combatir como infantes, pero también en el teatro marítimo tuvieron que hacerlo como tripulantes artilleros, a bordo de dos embarcaciones de nuestra Marina de Guerra. El 23 de julio, el aviso Atahualpa había arribado a Puerto Bolívar, provincia de El Oro. Estaba armado de un cañón antiaéreo Breda y dos ametralladoras Z.B. Cuando aún permanecía acoderado en el muelle fue atacado por aviones peruanos, pero éstos fueron repelidos por el fuego del cañón Breda, con el que inclusive, de acuerdo con el parte del alférez de fragata Víctor Naranjo, uno de esos aviones habría sido impactado. Al día siguiente sufrió nuevos ataques aéreos de los que salió felizmente ileso. Entre los miembros de la tripulación se encontraban, de acuerdo con la lista que consta en el libro “Forjadores Navales del Ecuador”, del comandante Mariano Sánchez, tres conscriptos artilleros del Ejército: Alberto Banchón, Cleofé Tomalá y Jaime Ayerbe, aunque es improbable que tres conscriptos hayan sido asignados sin ningún clase que responda disciplinaria u operativamente por ellos. Esta reflexión adquiere consistencia cuando en el informe del mayor Hernán Dávila Montalvo, ex comandante del Grupo de Artillería de la IV Zona Militar, consta: “Por cuanto el aviso Atahualpa tenía que ir a la provincia de El Oro, el Sr. comandante de Zona me ordenó que pusiera a órdenes del primer comandante una pieza antiaérea Breda completa, del grupo a mi mando, orden que se cumplió de inmediato el día 30 de junio, enviando al sargento Julio C. Burbano con 5 sirvientes.”, información que es más lógica y está dentro de las reglamentaciones militares.

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Igualmente, otro grupo de artilleros del Ejército fue comandado al cañonero Calderón, pues éste recibió la disposición de proteger a las motonaves que transportaban personal y abastecimientos a la frontera de la provincia de El Oro. El teniente de fragata Rafael Morán Valverde era el comandante del vetusto cañonero. Partió de Guayaquil a las 23h00 del 24 de julio de 1941. A las 08h30 del día siguiente arriba a Puerto Bolívar en donde permanece protegiendo el desembarco contra posibles incursiones aéreas. A su regreso a Guayaquil, en las cercanías del faro de Jambelí fue interceptado por buques de la Armada peruana, uno de ellos, el destructor Almirante Villar, rompió los fuegos que fue contestado por la tripulación del cañonero Calderón. En un fragmento del parte de Morán Valverde señala: “Al ver el fogonazo del primer disparo se ordena fuego, repeliendo al primer Teniente de fragata Rafael Morán Valverde momento con un nutrido fuego de artillería… La contienda fue absolutamente desigual, pues se sostuvo la acción únicamente con un cañón y dos antiaéreos de 20 mm., ya que el cañón de proa salió después del primer disparo… Se cree que el cañón antiaéreo de popa hizo varios impactos en la estructura del enemigo… Es mi obligación hacer conocer la heroicidad con que combatió la tripulación y en todo momento supo cumplir su deber.” El parte del capitán Morán Valverde es demasiado claro: “Se sostuvo la acción únicamente con un cañón (artilleros de la Fuerza Naval) y dos antiaéreos” (artilleros comandados del Ejército), pues el otro cañón no pudo continuar en la contienda, por tanto, los artilleros militares de la Breda tuvieron un excelente desempeño. El mismo capitán Morán Valverde, hizo conocer la nómina de los sirvientes de los cañones del Calderón: Uno de los protagonistas del combate de Jambelí, el cabo artillero José Luis Valverde narra: “Nuestro capitán dio la orden de fuego, empezamos a disparar sin cesar, cuando el vigía gritó: “ya le pegamos”. En ese momento vino el cabo Muñoz y me dijo que como se había dañado su pieza venía a ayudarnos a nosotros. Le dije que se pusiera de apuntador. Ante la satisfacción de haber dado blanco seguimos disparando con más emoción.” “Después de unos cuantos disparos el vigía anuncio que habíamos impactado en el buque enemigo. Durante el combate salía humo por una sola chimenea del buque peruano, pero después de los golpes recibidos, salió humo negro y espeso por tres de las chimeneas. El buque enemigo aumentó su velocidad y se alejó rápidamente. El Sgto. González dijo: Parece que hemos triunfado, debe haber bastantes heridos.”

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En Loja y en el Oriente

De acuerdo con la concepción estratégica peruana, las acciones en el frente de la provincia de Loja serían restringidas, porque el esfuerzo principal de las operaciones y la conducción estratégica se orientarían hacia el área de Zarumilla, y una acción secundaria de distracción se ejecutaría en las zonas de Macará y Zapotillo, para evitar la concurrencia de las tropas de estas jurisdicciones en apoyo de las de El Oro. El puesto ecuatoriano de Macará tenía 40 elementos de tropa, comandados por el teniente Raúl Espinoza. El 25 de julio a las 14h15 las baterías de artillería peruanas, emplazadas en las elevaciones de Pan de Azúcar abrieron fuego contra Macará; de inmediato, la artillería de la Tina continuó disparando hacia la población, permitiendo el accionar de unidades de infantería y caballería peruanas. Las tropas ecuatorianas ante la fuerte presión del enemigo tuvieron que replegar a lugares aledaños. A partir de las ocho de la noche los soldados peruanos ingresaron a Macará, algunos barrios fueron saqueados e inclusive incendiados. El 29 de julio los puestos de Cazaderos y Progreso, defendidos por carabineros ecuatorianos al mando del teniente Eliecer Nájera y subteniente Carlos Orbe, fueron atacados por elementos de infantería peruanos, siendo rechazados y causándoles algunas bajas, entre ellas la muerte del subteniente Carlos Astete. El 10 de agosto, el puesto militar de Zapotillo al mando del teniente Celso Vizuete y subteniente Adalberto Gallegos, sufrió el ataque de una compañía de infantería reforzada. Inicialmente, la artillería abrió fuego sobre el cuartel y casas aledañas; los soldados ecuatorianos se organizaron defensivamente en los alrededores del cementerio desde donde repelieron la agresión, hasta cuando tuvieron que replegarse del sector, igual que la población civil, pues los efectos de la artillería y los morteros fueron contundentes: habían casi destruido la población.

Combates en destacamentos orientales

El puesto militar de Yaupi fue atacado, el 1 de agosto, por una compañía de infantería reforzada. Estaba integrado por el comandante, subteniente Alberto Vinueza y once elementos de tropa. Al término del combate el subteniente Vinueza fue capturado al igual que cinco compañeros suyos; cayeron abatidos los soldados Juan Orellana, Tipantuña y Cisneros; mientras que los soldados Juan de la Rosa, José García y Blas Preciado lograron escapar y presentarse en el destacamento vecino de Santiago. Al día siguiente, 2 de agosto, el subteniente Hugo Ortiz previó que iba ser atacado y se preparó para enfrentar al agresor. Los tres soldados que lograron escapar de Yaupi le habían narrado pormenores de la acción de armas. A las primeras horas de la mañana los soldados peruanos se lanzaron al ataque, el comandante del destacamento, subteniente Ortiz, y sus subordinados lucharon valientemente hasta ser sometidos por una abismal superioridad numérica. Un oficial peruano comenta del combate de Santiago: “En la acción de Santiago, tuvo que lamentarse la muerte del valeroso subteniente Hugo Ortiz, cuyos restos fueron debidamente honrados por los peruanos.” 5 En otro sector del Oriente, en la confluencia de los ríos Nashiño y Curaray, se encontraba el destacamento Tarqui, comandado por el subteniente de artillería Maximiliano Rodríguez y diez elementos de tropa.  5.  Crnl. Ochoa Octavio, “Tragedia ecuatoriana de 1941”. Quito, Ecuador.

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Subteniente Hugo Ortíz Garcés.

Subteniente Manuel Alfredo Zurita

El 31 de julio, una compañía peruana se lanza contra el pequeño puesto militar ecuatoriano en procura de someterlo. El combate fue intenso, en el transcurso del mismo cayó el subteniente Rodríguez, lo reemplazó en el mando el cabo Luis Minacho, pero igualmente sucumbió minutos después, igual que otros compañeros. Los restantes elementos del destacamento fueron tomados prisioneros y llevados a Iquitos. El subteniente Rodríguez y el cabo Minacho, que comandaron el destacamento en el momento supremo, coincidentemente, eran lojanos y pertenecían al arma de artillería. Cuando ya estaba en vigencia el cese de fuego, el 11 de agosto fue atacada la unidad militar de Rocafuerte integrada por una compañía de fusileros, una sección de ametralladoras y dos cañones de 47 mm., en mal estado, al mando del mayor Carlos Escalante. Con enorme coraje, los militares ecuatorianos debieron defenderla contra fuerzas muy superiores. Concluido el combate, los militares ecuatorianos y familiares de éstos tuvieron que someterse a penoso éxodo en la selva y navegar en precarias embarcaciones por torrentosos ríos. Todos los destacamentos del sur oriente, que pertenecían al Batallón Patria, cuya sede estaba en Montalvo, parroquia a orillas del río Bobonaza, sufrían un tenebroso aislamiento y falta de comunicaciones. Destacamentos como González Suárez, Río Corrientes, Tonegrana, Huachi fueron asaltados durante el mes de agosto; algunos de sus defensores murieron en combate y otros lograron escapar a través de la selva.

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Porotillo y Panupali

Comprobando que el Perú irrespetaba abiertamente el cese de fuego; soldados ecuatorianos en la provincia de El Oro decidieron detener o desalojar al enemigo de determinados sectores abusivamente ocupados. El 11 de septiembre salió de Pasaje rumbo a Uzhcurrumi un pelotón peruano del Regimiento de Caballería Nº 5, en misión de reconocimiento. Conocedores del itinerario que utilizarían, elementos de un pelotón del Grupo Yaguachi, una pequeña fracción del Batallón Jaramijó y del Batallón de ingenieros Montúfar planificaron una emboscada. A las 11h30 aparecieron los primeros elementos de seguridad del grueso de la columna de marcha del pelotón peruano, al mando del capitán Noboa Cava. El capitán ecuatoriano Gabriel Mogrovejo, por disposición del teniente coronel Maldonado, los dejó pasar para después taponar la posible vía de escape. Cuando la columna entró en la zona de aniquilamiento, los soldados ecuatorianos abrieron fuego. En pocos minutos el pelotón de reconocimiento fue aniquilado. Tres oficiales y veintidós elementos de tropa cayeron fulminados, un prisionero y un voluntario, que lanzándose al río Jubones, logró salvarse de la masacre. Igualmente, fue capturado armamento, munición y equipo. Un pelotón del mismo Regimiento de Caballería Nº 5 del Ejército peruano se había organizado en el sector de Panupali. El capitán Moisés Oliva conjuntamente con el teniente Leonidas Plaza, subteniente Alfredo Zurita y un pelotón del Grupo de Caballería Febres Cordero fueron designados para desalojarlo. El 18 de septiembre, al medio día, los soldados ecuatorianos se trabaron en intenso combate. A partir de las 15h00 los soldados peruanos recibieron refuerzo, igual que el capitán Moisés Oliva. “En las últimas horas de la tarde el pelotón del Grupo Febres Cordero replegó a El Placer. Se capturaron dos prisioneros de guerra, una ametralladora ZB, armamento liviano e inclusive caballos.” 6

Guayaquil con protección de artillería antiaérea.

Sin embargo de conocer las limitaciones del material de artillería, la seguridad de Guayaquil contra ataques aéreos fue confiada a la artillería antiaérea de la IV Zona Militar. El mayor Hernán Dávila, ex comandante de esa unidad de artillería, nos hace conocer en su informe: “Muchos días antes del 30 de junio de 1941, los comandantes de las unidades que guarnecían la ciudad de Guayaquil, fuimos informados personalmente por el Sr. Coronel Comandante de la Zona, Don Luis A. Rodríguez ciertos movimientos sospechosos que efectuaban los peruanos en la frontera con el Ecuador, con la señal evidente de querer atacar las posiciones ecuatorianas. Con tal motivo nos ordenó tener en todo momento listas nuestras unidades para cualquier contingencia.” Como las necesidades de seguridad eran múltiples y necesitaban de las piezas de artillería, tenían que tratar de satisfacer las diversas necesidades. Cuando el aviso Atahualpa tenía que ir a la provincia de El Oro; el comandante de Zona, narra el mayor Dávila, “me ordenó que pusiera a órdenes del Comandante de tal aviso una pieza antiaérea Breda completa del grupo a mi mando, orden que se cumplió de inmediato el día 30 de junio enviando al sargento 2º Julio C. Burbano con 5 sirvientes, una pieza Breda completa, con 888 cartuchos antiaéreos, 6 fusiles, 357 cartuchos de fusil, embarcación que salió muy luego a su destino.”  6.  Gral, E.P. Felipe de la Barra, “El conflicto peruano – ecuatoriano y la victoriosa campaña de 1941 en las fronteras de Zarumilla y nororiente,” Lima, Perú, 1969.

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Al referirse a otros puestos de la artillería antiaérea, nos cuenta el mayor Dávila: “El comandante de Zona me ordenó preparar un destacamento al mando de un oficial el cual partiría a la noche con otros contingentes de otras unidades y con destino a la provincia de El Oro. Nombré al teniente Julio C. Samaniego para que comandara al destacamento. En otro párrafo del informe se lee: “En previsión de un posible ataque aéreo peruano a la ciudad de Guayaquil se me ordenó tomar posición con las baterías antiaéreas del grupo, disponiendo la defensa de la siguiente forma… Posición Nº 1 Santa Ana 2 piezas Breda Posición Nº 2 Palacio Municipal 2 piezas Breda Posición Nº 3 El Salado: 2 piezas Breda Red de Enlaces: Para todas las posiciones y el comando de Grupo.” “La defensa estaba complementada con 6 ametralladoras Fiat y una ametralladora Z.B., las cuales eran móviles, transportadas sobre vehículos prestados por civiles. Con el personal sobrante, y para el resguardo del cuartel, el teniente de comisariato José M. Sánchez.” A lo anotado debe añadirse que el 20 de julio se dispuso que al cañonero Calderón, que debía proteger motonaves que navegarían rumbo a la provincia de El Oro, se le comandara personal de artillería y dos cañones Breda. Justamente, fue este personal y sus vetustas piezas que se cubrieron de gloria el 25 de julio de 1941, en el combate naval de Jambelí.

Héroes artilleros de 1941 Teniente Maximiliano Rodríguez Loayza Nació en Célica el 14 de marzo de 1909. Fueron sus padres Dn. Modesto Rodríguez Mora y Doña Mariana de Jesús Loayza. Se matriculó en la escuela de los Hermanos Cristianos, allí culminó los estudios del ciclo escolar. Inició el primer curso de enseñanza secundaria en el Colegio Bernardo Valdiviezo. Durante la etapa colegial, hizo ostensible su inclinación de líder; demostró ser buen estudiante, le gustaba el deporte, particularmente el fútbol; se destacaba además su inclinación por la lectura sobre los protagonistas de los combates de la independencia, y la curiosidad por las actividades que realizaban los militares que guarnecían la provincia. En el colegio Bernardo Valdiviezo aprobó el ciclo básico. Subt. Maximiliano Rodríguez

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Se trasladó a Guayaquil sin más bagaje que la ilusión y el temple de un hombre en formación. Conforme trascurría el tiempo, sentía afección por todo aquello que era milicia, quizás atraído por la tradición familiar. Luego de cumplir los 17 años, en 1926 ingresó al Regimiento de la Artillería Nº 3 Calderón, que se encontraba acantonado en la ciudad de Guayaquil. Cuando ascendió a cabo fue designado apuntador de pieza, y también cumplía las funciones de instructor de nomenclatura y conocimiento del material de artillería existente en dotación. Al organizarse un curso de apuntadores, el cabo Rodríguez fue uno de sus alumnos. Después de haber aprobado el mencionado curso fue ascendido a sargento en reconocimiento a su destacada trayectoria profesional. En 1936, obtiene el ascenso al grado de sargento primero en el Regimiento de Artillería Calderón. “Un año después logra cambiar su jerarquía de elemento de tropa, cuando la superioridad lo destinó al Grupo de Artillería Atahualpa de guarnición en Quito. Es entonces que el Gobierno Nacional, mediante decreto ejecutivo Nº 14, expedido el 28 de octubre de 1937, le confiere el grado de alférez del Ejército Ecuatoriano, en el arma de artillería.” 7 El 28 de agosto de 1938, con el grado de subteniente fue trasladado al Grupo de Artillería Nº 2 Tarqui, que se encontraba en la ciudad de Cuenca. El Batallón de Infantería Patria Nº 17, fue su próximo destino. Después sería dado el pase al Batallón de Infantería Nº 14 Oriente, en el Napo. Allí permaneció hasta ser asignado comandante del puesto militar de Tarqui, que estaba ubicado en la confluencia de los ríos Nashiño y Curaray. El subteniente Rodríguez y sus compañeros de guarnición conocían de las acciones que se habían suscitado en las provincias de Loja, El Oro, y en algunos sectores de las provincias orientales. Los defensores de la pequeña guarnición militar estaban conscientes de que en cualquier momento serían atacados. Se avocaron a preparar la defensa: construían o adecuaban trincheras, intensificaban la vigilancia y observación, ponían en ejecución el plan de defensa del campamento, hacían la limpieza de los campos de tiro; en definitiva, se preparaban para el combate y el sacrificio. El 31 de julio de 1941, a las 9 de la noche, los centinelas ecuatorianos detectaron que, utilizando el río como avenida de aproximación, se acercaban decenas de canoas trasportando soldados convenientemente armados y equipados. Después de desembarcados en tierra firme, y protegiéndose en los árboles milenarios, avanzaban hacia nuestro puesto militar. La acción defensiva detuvo el avance peruano hasta cuando una cañonera le proporcionó el suficiente apoyo de fuego. Las armas de grueso calibre de la cañonera, las secciones de morteros y ametralladoras enemigas concentraron todo el potencial de fuego sobre nuestras posiciones, cuyos defensores, con una ametralladora ZB. y nueve fusiles, mantenían a raya a quienes pretendían someterlos. La única ametralladora ecuatoriana dejó de funcionar por contados segundos: su sirviente, el soldado Quezada, había sido herido en sus piernas por una ráfaga enemiga; no obstante, siguió oprimiendo el rabillo del disparador de su arma, Rodríguez conoció la novedad, y para evitar el desánimo de su tropa gritó en alta voz: ¡Unas descargas más y derrotamos a los peruanos!. Cuando el usurpador logró rodear a los heroicos defensores de Tarqui., estos fueron conminados a rendirse; entonces el subteniente Rodríguez, como viril contestación, agotó la alimentadora de  7.  Mora Ortega Jorge “Relatos y siluetas, Maximiliano Rodríguez, último héroe lojano.”

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su pistola, pero recibió de inmediato una lluvia de proyectiles que hicieron criba su cuerpo. En los estertores de la agonía dio su última orden: “¡otro a la pieza!”, orden que fue de inmediato cumplida, coincidentemente, por un coterráneo suyo: el cabo Luis A. Minacho. La soldadesca peruana, conocedora de que había caído el subteniente Rodríguez, creyó que el resto de defensores iba a aceptar la rendición incondicional. No fue así: el cabo Minacho seguía disparando los últimos cartuchos de su arma hasta caer herido de muerte. Solo así pudieron entrar los peruanos en nuestras posiciones y tomar prisioneros a los soldados que aún se encontraban con vida. Además de Rodríguez y Minacho que murieron en las posiciones, fueron heridos de muerte los soldados Cristóbal Vega y Ángel Díaz, (fallecieron después en Iquitos). En la misma ciudad se recuperó de sus heridas el soldado Quezada, que constaba en la lista de los prisioneros de guerra, igual que los cabos Flavio Mora y Ángel Boada; y el soldado Mora, quienes permanecieron en cautiverio en la ciudad de Iquitos por siete meses. El heroico sacrificio del subteniente Maximiliano Rodríguez y del Cabo Luis A. Minacho fue reconocido aún por los soldados peruanos: en el mismo escenario de combate, y previo el entierro de sus despojos mortales, les rindieron los honores militares correspondientes. Tiempo después, los dos héroes fueron ascendidos post mortem a su inmediato grado, y distinguidos con la condecoración Abdón Calderón, entregada a sus respectivos deudos.

Cabo Luis Minacho

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Cabo Luis A. Minacho Oriundo de la provincia de Loja, provenía de un hogar modesto; no tuvo la educación completa que habría deseado tener. Desde muy pequeño se vio obligado a trabajar para ayudar a la manutención de los suyos. Concluyó la primaria con ciertas interrupciones, porque tenía que dedicar algunas horas en actividades que no eran propiamente de estudio. La vida rigurosa que desde niño supo llevar, le ayudó a templar el carácter y fortalecer el espíritu. Como todo predestinado de la gloria, sentía en su interior el ardimiento cívico, respeto y veneración a los simbólicos patrios, quizás porque desde niño le atrajo la milicia. Una de sus aspiraciones quedó cumplida: ser militar, y no le importaba en qué condiciones: apenas se inició como soldado raso. Tuvo el honor de ser artillero, y así como aprendió a respetar a su Ejército, supo querer y hacer quedar bien a su querida artillería. Como era cumplidor de sus deberes y obligaciones, respetuoso con sus superiores y compañeros, fue promovido al grado de cabo de nuestro Ejército. Hasta ese entonces había prestado sus servicios en algunas unidades de artillería, sólo le faltaba hacer guarnición de Oriente. Para que cumpliese este requisito reglamentario, fue dado el pase al Batallón de Infantería Nº 14 Oriente. Permaneció inicialmente en el comando de este batallón; fue designado después para que hiciera el período de destacamento en la guarnición de Tarqui. Cuando se presentó en su nuevo destacamento comprobó que el comandante era un paisano suyo: el subteniente Maximiliano Rodríguez. La vida del cabo Luis Minacho transcurría normalmente, se adaptó pronto a ese ambiente monótono y triste; sufría las privaciones y limitaciones propias de un sector aislado y lejano, con resignación y estoicismo. La única compañía era la presencia de sus propios compañeros de destacamento. En medio de la tensión y la incertidumbre por los acontecimientos en la frontera sur, llegó el 31 de julio de 1941, fecha en que tropas peruanas, numéricamente superiores a las nuestras, atacaron a la guarnición de Tarqui. A una señal del subteniente Rodríguez nuestros soldados abren nutrido fuego, haciendo impacto en la humanidad de varios peruanos que cayeron para siempre en medio de la selva que pretendían usurpar. La respuesta de nuestros soldados detuvo por varios minutos el avance de los invasores, hasta cuando el apoyo de fuego de una cañonera peruana posibilitó la reanudación del avance hacia nuestras posiciones. De pronto el soldado Quezada, que cumplía las funciones de ametrallador, fue herido de consideración. La misma suerte corrieron otros soldados; la munición de nuestros combatientes era ya escasa; por tanto, el volumen de fuego de los defensores disminuía. Aprovechándose de esta dramática situación, los peruanos exigieron al Subt. Rodríguez y los suyos la inmediata rendición; pero como única respuesta el oficial ecuatoriano dispara su arma para caer después acribillado por las balas asesinas. Sin embargo, sintiendo que la muerte ya helaba su ser, logró ordenar: “¡otro a la pieza!”. Tuvo que ser el cabo Luis Minacho el que cumpliría la orden que provenía casi de la misma eternidad. Cuando los atacantes se dieron cuenta de que el subteniente Rodríguez había fallecido, creyeron que el resto del personal iba a rendirse, pero no contaban que allí se encontraba todavía con vida un impertérrito combatiente: el cabo Minacho. Cuando lo intiman rendición, el heroico lojano se niega a hacerlo pero agota toda la alimentadora de su ametralladora ZB, hasta caer acribillado y bañado en su propia sangre. Por su actitud heroica fue reconocido por los soldados invasores, quienes, igual que al subteniente Rodríguez, le rindieron los honores póstumos por haber muerto con honor y en cumplimiento del deber.

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Justo reconocimiento

Tnte. Edmundo Chiriboga

El presidente Carlos Arroyo del Río, por pedido del ministro de Defensa, coronel Carlos Guerrero, con fecha 1 de octubre de 1941, decretó el ascenso de los oficiales caídos en combate en 1941: Art. 1.- Por haber fallecido en las acciones libradas en la frontera, cuando la invasión peruana a nuestro territorio, y por mérito de guerra, asciéndase, con fecha 1º del actual, a su inmediato grado, dentro del arma respectiva, a los siguientes oficiales inferiores: Capitán F. Galo Molina G., Teniente César E. Chiriboga G., Subtenientes Hugo O. Ortiz G. y Maximiliano Rodríguez… Años después, el presidente Velasco Ibarra, con fecha 9 de agosto de 1944, creó tres batallones de Infantería con los nombres de mayor Galo Molina, capitán César E. Chiriboga y capitán Carlos Díaz. El artículo 2º del decreto determinaba: “Que las unidades militares que se organizaren en el futuro, llevarán los nombres de teniente Hugo Ortiz, teniente Maximiliano Rodríguez, sargento Juan M. Torres…” 8

Proyecto del Reglamento Orgánico Militar de 1942

Con las desdichadas experiencias vividas durante la campaña internacional de 1941, el mando militar pretendió introducir correctivos que reforzaran la operatividad de la institución.  8.  Registro Oficial Nº 92, del 20 de septiembre de 1944.

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El 21 de enero de 1942, el Comandante Superior del Ejército, coronel Alberto C. Romero, en comunicación que envía al ministro de Defensa, al referirse a posibles reformas en la artillería, que se tratan dentro del proyecto de Reglamento Orgánico Militar expone su criterio: “En cuanto a la creación de un nuevo Grupo de Artillería fija o costanera es indispensable, pero juzgo conveniente que sean en el grado de Mayor los Comandantes de los Grupos, talvez salta la necesidad porque ya hay en la Península de Santa Elena, dos Grupos de esta Arma, y debería crearse el cargo de Comandante de Artillería, y el de Comando Regimental, pues, en el primer caso, éste sería el consultor técnico del Comando de Brigada y el Director del Arma dentro de la misma; y, en el segundo caso, sería únicamente Jefe del Regimiento de dos Grupos Costaneros.” En el análisis del contenido del Reglamento Orgánico, transcribo literalmente los puntos de mayor importancia que se relacionan a reformas, incorporaciones, reorganizaciones u omisiones del arma de artillería: “El proyecto contempla cinco Grupos de Brigada, dos Grupo de instalación fija, un Grupo de Artillería Antiaérea y dos Baterías más de esta última; por consiguiente, se aumentan un Grupo de Brigada, dos Baterías A.A. y un Grupo de instalación fija. Las razones son las siguientes: Según la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, todas las zonas deben tener por lo menos una Brigada completa; según el Orgánico anterior, faltaba un Grupo de Brigada. Las dos Baterías A.A. que se aumentan, son indispensables; los acontecimientos de El Oro probaron que a pesar de tener material antiaéreo para la defensa de las tropas, no se supo emplearlo por falta de personal entrenado; hasta ese momento el Grupo Antiaéreo que existía, dotado con material Breda, se lo quería destinar erróneamente a la defensa de Guayaquil, mientras que las Brigadas no disponían de unidades antiaéreas para la defensa de las tropas. Los actuales Grupos Nº 1 y 2 tienen 3 Baterías pero disponen material sólo para dos; por esta razón se suprime la tercera Batería. El Grupo Nº 3 consta en el Orgánico actual como Grupo de Montaña, por lo que tiene conductores y mulares; pero, en realidad, está motorizado, por lo que se le disminuyó, en el nuevo Orgánico, los conductores y el ganado y se aumentan choferes. El Grupo Nº 4 tiene 8 piezas, está en Quito, distante de las zonas de peligro; por esto, en el Orgánico que se propone se le deja sólo con seis piezas, dándole las dos que se quitan, al Nº 3, que está en la Península de Santa Elena. A la Sección A.A., de la tercera Zona se la suprime, por cuanto se crea la Batería A.A. correspondiente a esa Brigada. Las unidades de A.A. emplean sus materiales con puntería directa. Por esto, no necesitan observadores, goniometristas, topógrafos, por esta razón, se suprimen los que actualmente existen en el Grupo A.A. Todas las unidades de Artillería, según el Orgánico vigente, tienen personal para el enlace radioeléctrico, pero resulta que este medio de trasmisión por el momento no funciona, por falta de pilas; mantenerlo resulta un desperdicio y se lo ha suprimido en el Orgánico nuevo. No es necesario que se mantenga lancha especial para los Comandantes de los Grupos de instalación fija, ya que las lanchas hacen el servicio de vigilancia dentro del sector de cada Batería…” La repartición (distribución) del material de artillería para las unidades que contempla el nuevo Orgánico, debe ser la siguiente:

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Grupo de Artillería Nº 1 Atahualpa 65/17 8 piezas Grupo de Artillería Nº 2 Tarqui 65/17 8 piezas Grupo de Artillería Bolívar 65/17 8 piezas Grupo de Artillería Mariscal Sucre 5/17 6 piezas Grupo de Artillería 5 Rumiñahui 75/13 6 piezas Grupo de Artillería A.A. (Breda) 20 mm. 8 piezas Batería de Artillería A.A. 20 mm. 4 piezas Grupo de Artillería General Villamil Krupp 12 piezas Grupo de Artillería General Salazar Krupp 8 piezas “Puede hacerse la crítica de que se forman baterías de tres piezas y grupos de dos baterías, lo que desde el punto de vista técnico de empleo del arma es injusto; pero, la disponibilidad de material obliga a esta solución orgánica.” “Con la distribución que se ha indicado, hemos ocupado todo nuestro material de artillería y se ha satisfecho las exigencias de la Ley y la preparación de reservas, mediante la existencia de unidades de conscripción.” Como una de las consecuencias indirectas de este proceso de fortalecimiento de la actividad militar, se dicta el primer curso de artillería e ingenieros, organizado en abril de 1943, para los clases del Ejército, para que conjuntamente con los oficiales que ya asistieron a estos cursos, tengan suficientes conocimientos de estas dos armas que son de vital importancia para la vida institucional. El decreto suscrito por el presidente Arroyo del Río, establece que el curso, con una duración de seis meses, funcionará anexo a la Escuela de Artillería e Ingenieros.

Nuevamente los artilleros

En 1944, el gobierno del presidente Arroyo del Río vivía un ambiente caldeado por el descontento popular y porque el pueblo no podía olvidar el cercenamiento territorial provocado por el Protocolo de Río de Janeiro; este hecho deshonroso golpeaba especialmente la conciencia de las Fuerzas Armadas, y el resentimiento contra Arroyo del Río crecía peligrosamente, en la medida en que el Presidente marginaba a los elementos militares y privilegiaba abiertamente a las unidades de carabineros. Nuevamente, así como en la Revolución Juliana de 1925, jóvenes oficiales del Ejército comenzaron a reunirse clandestinamente en unión de elementos de tropa y algunos ciudadanos civiles comprometidos. El capitán de artillería Sergio Girón, que fue uno de los más entusiastas Presidente Carlos Arroyo del Río.

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protagonistas de la rebelión escribe: “La convicción de que era preciso limpiar nuestro nombre de la vergüenza que nos causara la derrota fronteriza y la claudicación diplomática posterior, así como la de impedir que continuara la destrucción física y espiritual del Ejército, al que se pretendía suplantarlo con el Cuerpo de Carabineros, al servicio incondicional de la tiranía. Este pensamiento fue coincidente, sobre todo, en el grupo de oficiales que integramos el Curso de Artillería de 1939 – 1941, entre los que hago especial mención de los subtenientes Colón Alvarado, Antonio Rivas Hidalgo, Napoleón Zabala, Genaro Rivera y Marco Almeida Játiva y de los tenientes Luis Cabrera Sevilla, Héctor Aguilar Paredes, Agustín Mora Bowen, Julio Aguilar Parducci, Gonzalo Coba Cabezas y Marco Vinicio González.” 9 Los oficiales del Grupo de Artillería Villamil habían decidido ponerse al frente de la rebelión que se estaba madurando. Tenían el apoyo del Batallón de Infantería Carchi y del Batallón de Ingenieros Chimborazo. Estas unidades estaban dirigidas por oficiales subalternos idealistas, decididos y de honor. El domingo 28 de mayo de 1944, el Crnl. Horacio Cantos, Jefe de Zona Militar de Guayaquil y su Estado Mayor llegaron al cuartel del Grupo de Artillería Villamil, con el propósito de hacer conocer que el golpe que estaban fraguando era del conocimiento de los organismos de seguridad del Estado. Aquella visita y advertencia del Jefe de Zona hizo precipitar los acontecimientos: a las diez de la noche, el capitán Girón y otros oficiales redujeron a prisión al comandante y segundo comandante del Grupo Villamil, teniente coronel Francisco Martínez Febres Cordero y mayor Gómez, respectivamente. Una acción similar realiza el teniente Aurelio Naranjo Campana con la captura de los principales jefes del Batallón Carchi, Tcrn. Ángel Duarte y mayor Chiriboga. Con la aprehensión de los comandantes de las unidades mencionadas, éstas, comprometidas en respaldar al movimiento, ejecutaron el plan de operaciones previsto. “Como dato interesante anoto -específica Sergio Girón-, que más o menos a las 10 y 30 de la noche llegaron al cuartel el jefe del Estado Mayor y un grupo de altos oficiales, a tratar de sofocar la rebelión. Me limité a intimarles respetuosamente prisión y a desarmarlos; solo logró escapar el capitán de aviación Luis Arias Guerra que manejaba el Jeep en que llegaron dichos oficiales.” Acto seguido, para iniciar el ataque al cuartel de los carabineros salió de sus instalaciones el Grupo de Artillería Villamil, comandado por el Tnte. Oswaldo Merino Valencia quien tenía la colaboración de los tenientes Gonzalo Coba Cabezas, Julio Aguilar Parducci y Manuel Legarda. El plan de ataque, en lineamientos generales, disponía que las unidades comprometidas convergiesen a las instalaciones de los carabineros para adoptar un cerco, que constituirá el dispositivo inicial de ataque. Las fuerzas militares estaban constituidas por el Grupo de Artillería Villamil de 200 soldados, Batallón de Infantería Carchi, 200, y Batallón de Ingenieros Montufar 150 efectivos a los que debe añadirse unos 300 civiles que apoyaron con armas a la rebelión, Las fuerzas de carabineros tenían 800 efectivos en la plaza de Guayaquil y alrededor de 1000 hombres entre agentes y guardas de estanco. Un momento del desarrollo del combate nos narra el capitán Girón: “Cuando llegué con mis hombres a las inmediaciones del cuartel de carabineros, el combate había iniciado ya, porque alertados éstos se habían desplegado convenientemente y  9.  Girón, Sergio. Entrevista con la Revista Vistazo, mayo de 1966.

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recibido a nuestros primeros contingentes con nutrido fuego de fusilería y ametralladoras. Copamos todas las bocacalles comprendidas en dos manzanas a la redonda del cuartel y emplazamos una pieza de artillería de 56 mm. al mando del teniente Coba, en la esquina de Quito y Diez de Agosto; ordené que los conscriptos buscaran todas las posibilidades de abrigo que nos brindaba el sector. Instantes después se generalizaba el fuego en forma intensa. Los carabineros valerosamente conducidos por sus jefes, a quienes rindo homenaje de mi admiración y respeto, coronel Carlos M. Rosales, teniente coronel Ludgardo Proaño, comandante Víctor M. Andrade, capitanes Cifuentes y Molina y demás oficiales, no solo resistieron eficazmente nuestro ataque, sino desplegaron en guerrillas tratando de atacar nuestro cuartel… La lucha continuó con la misma intensidad durante toda la noche, hasta que a las 7 y 30 de la mañana del 29 de mayo, nos lanzamos al asalto del cuartel y reducimos a prisión a unos pocos carabineros sobrevivientes.” Días después se supo que los carabineros acantonados en Guayaquil tenían elaborado un plan de defensa e inclusive un plan de ataque a unidades militares de la plaza. A uno de los planes lo denominaban “Proyecto de organización defensiva en caso de un ataque al Regimiento de Carabineros Guayaquil Nº 2”. A este plan defensivo consta adjunto un plano del que fue cuartel de Policía, comprendido entre las calles Cuenca, Chile, Brasil y Chimborazo. 10 Después de los sangrientos combates, prácticamente quedaron exterminados los carabineros que tenían una presencia numerosa en Guayaquil y el apoyo evidente del presidente Arroyo del Río. Como consecuencia de la rebelión de mayo y el injusto derramamiento de sangre de ecuatorianos, llegó a la Presidencia de la República el Dr. Velasco Ibarra, el 10 de agosto de 1944 por mandato de la Asamblea Nacional Constituyente. Días después, el 5 de junio de 1944, el jefe supremo de la República José María Velasco Ibarra, emitió un decreto por el que “transforma el Cuerpo de Carabineros en un organismo de Policía Civil.”

Entrega del Estandarte de Guerra al Grupo de Artillería Villamil

El 12 de septiembre de 1944, la prensa nacional destaca un evento que reconoce el liderazgo de una unidad de artillería acantonada en Guayaquil: “Un acto de especial transcendencia patriótica se desarrollará hoy, a partir de las 10:30 de la mañana, en el campo de aviación militar de la Atarazana; el pueblo de Guayaquil, por intermedio de Alianza Democrática Ecuatoriana, entregará al Grupo de Artillería Nº 5 General Villamil un hermoso estandarte de guerra, como reconocimiento por la altiva actuación de esa unidad del Ejército Ecuatoriano en mayo…” “Aprovechando de que está en la ciudad el doctor Francisco Arízaga Luque, Presidente de la H. Asamblea Constituyente, el directorio de Alianza Democrática le ha encargado a él que haga la entrega del Estandarte al Grupo General Villamil.” La prensa destaca que los invitados a tan importante ceremonia serán grupos políticos, delegaciones de las entidades más representativas de la ciudad, funcionarios principales de la provincia, la guarnición de la plaza, grupos universitarios, comités cívicos y funcionarios en general.

10.  El Comercio, 7 de junio de 1944.

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Presidente Velasco Ibarra

El homenaje de grupos políticos, autoridades y la sociedad guayaquileña en general, que brindó al Grupo de Artillería Villamil, revela que esta unidad fue reconocida por tener el liderazgo militar y un protagonismo de trascendencia histórica e institucional.

Creación del Curso de Artillería Antiaérea

Durante la campaña de 1941 se determinó la insuficiencia de personal de artilleros antiaéreos, por lo que el presidente Velasco Ibarra a pedido del ministro de Defensa, coronel Carlos Mancheno Cajas decretó, el 3 de octubre de 1944, la creación de un curso de especialización de acuerdo con las siguientes disposiciones y normativas: “Art. 1º.- Créase anexo al Grupo de Artillería Mariscal Sucre en esta capital, el Curso de Artillería Antiaérea para oficiales del Arma de Artillería, el mismo que comenzará a funcionar a partir del 1º de diciembre del presente año. Art. 2º.- La duración del Curso será de dos meses, quedando al criterio del Ministerio de Defensa Nacional y de acuerdo a las necesidades del servicio, prorrogarlo por un mes más. Art. 3º.- El nombramiento de los alumnos del Curso lo efectuará el Ministerio de Defensa Nacional, a solicitud del Comando Superior. El número de alumnos será de quince oficiales. Art. 4º.- El Estado Mayor General propondrá al Ministerio de Defensa, los oficiales que deberán ser los instructores del referido Curso. Art. 5º.- El Comandante del Grupo de Artillería Mariscal Sucre ejercerá las funciones administrativas y disciplinarias del Curso…

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Art. 6º.- El Reglamento y Directiva que deberán regir en el Curso serán elaborados por el Estado Mayor General. Art. 7º.- Asígnase la cantidad de cien sucres mensuales para gastos que demande el funcionamiento normal del Curso de Artillería Antiaérea, aplicable a la partida Nº 5304 del Ministerio de Defensa Nacional. Art. 8.- Encárguese de la gestión económica del referido Curso al señor oficial pagador del Grupo de Artillería Mariscal Sucre.” Días después, el 24 de noviembre del mismo año, se otorga la estructuración orgánica al mencionado curso. Así mismo, se designó al personal directivo y administrativo, comandado por el mayor Daniel B. Williams de la Misión Militar de Estados Unidos de Norteamérica, como director técnico; el capitán Neptalí Puente, ayudante y los capitanes Guillermo Hidalgo y Oswaldo Merino como instructores. Igualmente, mediante el mismo decreto del 24 de noviembre firmado por el presidente Velasco Ibarra, se nombra a los oficiales subalternos alumnos para el Curso de Artillería Antiaérea. Pero también otra institución de artillería fue atendida paralelamente: la Escuela de Artillería e Ingenieros, instituto que oficializaba el nombramiento de los profesores de planta: mayor Ángel B. Pazmiño, de topografía y empleo del arma de ingenieros; Víctor Hugo Merino, de astronomía y geodesia; mayor Alberto Mittman, de tácticas y logística; mayor Jorge Campuzano, de empleo de artillería y materiales de artillería; capitán Carlos Quiroz, de tiro y conducción del fuego, tiro antiaéreo y antitanques; capitán Luis A. Jácome, de equitación; teniente Edmundo García, de hidráulica y guerra química; teniente César A. Córdova, de fortificación; teniente Guillermo Bixby, de dibujo; teniente Vicente Cabezas, de geometría proyectiva y descriptiva, enlaces y medios de transmisión; teniente Celso Fiallo, de cálculo; teniente Alfonso Lituma, balística interior y planas mayores; y, teniente Jorge Aguinaga, de balística exterior.”

Se decreta Día de las Fuerzas Armadas

Para reglamentar las fechas clásicas de las armas e institutos de la institución, el Presidente de la República Aurelio Mosquera Narváez, con fecha 19 de abril de 1939, decretó que las únicas fiestas que se realizarán dentro de las unidades de las Fuerzas Armadas e institutos militares de la República sean las siguientes: Fiesta del Arma. Jura de la Bandera de los contingentes de conscriptos. Navidad y Año Nuevo, en una sola fecha. Las fiestas de las armas se efectuarán en las siguientes fechas: Infantería: el 25 de mayo; Caballería: el 21 de abril; Artillería, Ingenieros y Servicio Químico: el 4 de diciembre; Aviación: el 10 de diciembre; y Colegio Militar: el 11 de diciembre. Posteriormente, el presidente José María Velasco Ibarra, mediante decreto de fecha 31 de enero de 1946 acordó: “Que se ha señalado para fechas diferentes la celebración de cada una de las armas y repartos del Ejército, Marina y Aviación. Que todas las armas cooperan con igual decisión y patriotismo en la noble tarea de preparar la defensa y mantener la soberanía nacional;

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Que por consiguiente, es lógico que todas tengan una sola fecha para la celebración de su día; y a pedido del Ministerio de Defensa Nacional. Decreta: Art. 1º.- Suprímase la celebración del día del arma; en cambio se crea el día de las Fuerzas Armadas, cuya celebración se efectuará el 25 de mayo de cada año. 11

Material de 75 mm. y el 105 M2 A2

La Misión Militar de Estados Unidos, para asistir técnicamente al Ejército ecuatoriano llegó al país en 1943, conformada por el teniente Edward Fogler y los sargentos Nicolás Provenzano y N. Manzini. Luego ese grupo de militares extranjeros se incrementó e inició sus actividades para las cuales fue contratado. Justamente, fue la misión militar estadounidense la que recomendó y agilizó la incorporación a nuestro Ejército de nuevo material de artillería. En 1951 llega al país, procedente del país del norte, el material de 75 mm., por lo que se organiza en 1952, el primer curso de artillería, con asistencia de instructores norteamericanos. En este curso se enseña la conducción de fuego utilizando el Centro Director de Tiro (CDT), y la utilización del blanco cuadriculado, técnicas modernas y novedosas para nuestro medio. Mediante un convenio con el gobierno de los Estados Unidos se adquirieron dos grupos de artillería de 105 mm. M2 A2, biflecha, auto remolcado por camiones Reo.

Obús de 105 mm. M2 A2.  11.  Registro Oficial Nº 126 del 9 de abril de 1946.

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Este material, tradicional en nuestra arma, se incorporó al resto de material de artillería en 1952. Años después, obuses del mismo calibre de 105 mm. los Otomelara, pero de procedencia italiana, incrementaron unidades de artillería en la frontera, adoptando una estructura diferente: seis piezas Otomelara por cada batería de tiro. En el período presidencial de Velasco Ibarra, hubo un incidente internacional con el Perú que generó tensión y expectativas. Éste ocurrió cuando en 1953, se declara persona no grata al embajador peruano, provocando que las relaciones con el gobierno del general Manuel Odría se resquebrajasen significativamente. El presidente Velasco Ibarra, al término de su período se ufana de haber dado importante atención al Ejército, al referirse a esta institución dijo: “Hoy es un Ejército por el cual se nos acusa de carrera armamentista... ¡Sí!, nosotros nos hemos armado para defendernos, pero no para violar territorios, no por odio a nadie… Nos armamos porque sabemos que la historia cósmica, geográfica y social es la historia de la lucha…” En esta década adviene un importante acontecimiento institucional: el 26 de junio de 1956 se reabre la Academia de Guerra del Ejército, con una particularidad: tiene profesores chilenos y un oficial estadounidense. Entre los primeros estuvo el entonces mayor Augusto Pinochet, futuro personaje de la República de Chile. Igualmente, el 29 de octubre de 1956, un grupo de oficiales, clases y soldados, luego de saltar desde un avión C- 47 de la Fuerza Aérea se constituyeron en los precursores del paracaidismo ecuatoriano.

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CAPÍTULO VII LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

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La década del 60 y la Junta Militar de Gobierno

Junta Militar de Gobierno.

Al inicio de la década de los sesenta, la inestabilidad política aparece nuevamente como verdadera cultura de la ingobernabilidad. En 1961, el presidente, el doctor José María Velasco Ibarra, es defenestrado. Su reemplazante, el doctor Carlos Julio Arosemena, desafecto a las formalidades de palacio, realiza una gestión polémica, en especial por sus confesas simpatías por gobiernos de la izquierda internacional. El pueblo ecuatoriano agobiado e inconforme y unas Fuerzas Armadas listas a intervenir en casos extremos. Un incidente protagonizado por el presidente Arosemena, durante una cena ofrecida la noche del 10 de julio de 1963, al presidente de la Empresa Grace Line, almirante Wilfried MacNie y su esposa, provocó que las Fuerzas Armadas destituyesen al presidente de los “vicios masculinos”, quien fue obligado a abordar una nave aérea que lo condujo a Panamá. El 11 de julio la Junta Militar integrada por el capitán de navío Ramón Castro Jijón, los coroneles del Ejército, Luis Cabrera Sevilla y Marcos Gándara Enríquez y el teniente coronel Guillermo Freile Posso, inicia la gestión gubernamental que se caracterizó en lo internacional por ser contraria a la revolución cubana, por su cercanía a la política norteamericana y su apertura a la inversión extranjera. Sin embargo, puertas adentro, la Junta Militar, desarrolló una política en favor de los sectores menos favorecidos de la sociedad. La Reforma Agraria, que eliminó el huasipungo, forma arcaica de explotación de los indígenas y campesinos, es posiblemente

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el mayor logro de ese gobierno en lo social. La modernización de la administración del Estado, mediante la creación de instancias de planificación, fomento de la producción y comunicación social, es también otro acierto del régimen. Sin embargo, los planes nacionales de desarrollo chocaron con la realidad de una caja fiscal deficitaria, por lo que no pudieron alcanzar ejecución plena. Las enormes dificultades financieras del país y los excesos en la represión a grupos sociales y estudiantiles que protestaban por las condiciones de vida, terminaron por precipitar la caída del gobierno militar en 1966. Asumió, por encargo de la Asamblea, el presidente provisional, Clemente Yerovi Indaburo. 1 El destacado analista y político ecuatoriano Blasco Peñaherrera, luego de puntualizar los errores cometidos por la Junta Militar en el período 1963 – 1966, reconoce: “Pero como no todo balance contiene cifras exclusivamente negativas, entre las cosas válidas y provechosas llevadas a cabo por el Gobierno Militar cabe mencionar el sistema tributario y la modernización de la administración pública, en los términos previstos en el Plan General de Desarrollo. Lamentablemente, la penuria fiscal impidió que pudieran aplicarse las políticas y programas con la necesaria prestancia, pero aun así sus logros y lineamiento dieron al Estado una fisonomía enteramente diversa.” Reconoce también el Dr. Peñaherrera, como importantes logros de la Junta Militar, el impulso dinámico al desarrollo industrial, la expedición de la Ley de Reforma Agraria y Colonización, entre otras consecuciones significativas. 2

Presencia militar en la política ecuatoriana

Durante el período 1970 – 1979, prevalecieron dos gobiernos de facto que tuvieron que ponerse al frente de la conducción del Estado por necesidades coyunturales que debían ser solucionadas de inmediato. En 1970, el doctor José María Velasco Ibarra es electo presidente constitucional por quinta vez. A pesar de las experiencias previas, el mandatario rápidamente se sintió constreñido por las normas constitucionales vigentes. Finalmente, el 22 de junio de 1972 el Dr. Velasco Ibarra asumió los poderes plenos ante la resistencia y descontento del pueblo ecuatoriano. En ese estado de cosas, un general del Ejército ecuatoriano se rebeló contra el presidente. La sublevación del general Luis Jácome Chávez había sorprendido a propios y extraños. La hacienda La Balbina constituyó el cuartel circunstancial del general y sus seguidores, hasta ser sometidos y juzgados de acuerdo con las leyes y reglamentos militares. Como propiciador principal de este insuceso aparecía el ministro de Defensa Nacional, Jorge Acosta Velasco, sobrino del presidente, cuyo comportamiento inflexible había originado divergencias con algunos militares por sus desatinadas decisiones, y por haber dado de baja a varios oficiales de la Academia de Guerra. El presidente pretendió tardíamente rectificar los errores cometidos: reemplazó a su sobrino en el Ministerio de Defensa y ofreció volver al orden constitucional. En aquel intento de convocar a elecciones se encontró con la popular figura de Asaad Bucaram, -“don Buca”-, el político más temido y con mayores opciones de llegar a la presidencia de la República, a pesar de las acusaciones de haber nacido en otro país (Libano). La tensa situación política y económica, sumada a los “riesgos” de las candidaturas que emergían para la futura campaña electoral, generaron profunda inquietud en el seno de  1.  Avilés Pino, Efrén, Historia del Ecuador  2.  Muñoz Borrero, Eduardo, El Palacio de Carondelet.

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General Guillermo Rodríguez Lara

la institución armada, que finalmente decidió intervenir, retirando la confianza al presidente y desterrándolo por última vez. El general Guillermo Rodríguez Lara fue el escogido por las Fuerzas Armadas para dirigir los destinos del país. Su período presidencial duraría desde el 15 de febrero de 1972 hasta el 10 de enero de 1976. Un importante resumen hace el historiador, general Paco Moncayo de la gestión del Gobierno Nacionalista Revolucionario, en los siguientes términos: “La presidencia del general Rodríguez Lara tuvo una posición nacionalista y antiimperialista y puso en vigencia un plan quinquenal de desarrollo, que orientó la acción del gobierno dándole alguna coherencia y consistencia. Gobernó en época de bonanza económica, lo cual le permitió iniciar las grandes obras de infraestructura que sirven hoy al pueblo ecuatoriano. Practicó una política de distribución del ingreso fiscal que favoreció el fortalecimiento de una importante clase media lastimosamente no fundamentada en el sector productivo, sino en el de los servicios y en el área gubernamental. Apoyo al desarrollo de la industria, con leyes de protección de que penosamente no fueron aprovechadas para crear una base industrial sólida sino la llamada falsa industria, dependiente de importaciones de semielaborados y sin un mercado de escala que le hubiera permitido por ser competitiva. Apoyo también al sector agrícola con leyes de fomento y recursos financieros, que muchas veces los beneficiarios trasladaron al consumo suntuario o la especulación. Profundizó la reforma agraria y se preocupó por el indigenado, para el cual creó varias opciones de crédito y proyectos de desarrollo rural. Amplió los servicios médicos estatales, cubriendo áreas rurales antes abandonadas y dedicó una cuarta parte del presupuesto a la educación.”

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Pero el general Rodríguez Lara, durante su período presidencial también afrontó la oposición de civiles y de grupos de militares que no estaban de acuerdo con su gestión. El 31 de agosto de 1975, el general Raúl González Alvear, jefe del Estado Mayor del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, encabezó una rebelión con el propósito de derrocarlo. Para concretar el intento el general González tuvo el respaldo de otros oficiales generales y superiores además de las brigadas de Pastaza de Fuerzas Especiales, el Grupo mecanizado Azuay, entre otros. El Gral. Rodríguez Lara, la misma noche del 31 de agosto, viajó a Riobamba para recabar el apoyo de la Brigada Blindada, objetivo que lo consiguió por encima de las aspiraciones de un grupo de oficiales adeptos al Gral. González Alvear. A partir de las 08h00 de la mañana del 1 de septiembre, la Fuerza Aérea se declara leal al Gral. Rodríguez y de inmediato realizó vuelos de advertencia sobre el cuartel Epiclachima. Cuando después de fatídico cruce de fuego que ocasiono al menos una decena de víctimas, los rebeldes ingresaron al palacio, sufrieron la frustración de no encontrar al general Rodríguez pues su objetivo era apresarlo y obligarlo a dimitir sus altas funciones. Por el contrario, las tropas leales al gobierno retomaron el control de la situación. Entre tanto, los principales cabecillas de la rebelión militar buscaban refugio en algunas embajadas extranjeras acreditadas en el país. Estaba claro que la dictadura militar logró sobrevivir dramáticamente, pero se encontraba ya considerablemente herida. El general Rodríguez entendió la situación y dando a entender que no quería eternizarse en el poder, luego de la ceremonia del matrimonio de una de sus hijas el 11 de enero de 1976, abandona voluntariamente el ambiente que lo había acogido por casi cuatro años.

El último gobierno militar del siglo

Tras la salida del general Rodríguez Lara, el comandante de la Marina, vicealmirante Alfredo Poveda Burbano; el comandante del Ejército, general Guillermo Durán Arcentales y el comandante de la Fuerza Aérea, general Luis Leoro Franco, conforman el Consejo Supremo de Gobierno de las Fuerzas Armadas y asumen el poder. Su compromiso principal constituyó el objetivo político de buscar “el camino de arribo al orden constitucional”. Los integrantes del Consejo de Gobierno, con el transcurrir el tiempo, estaban convencidos de que el “campo militar el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, como nunca antes fue positivo y armónico: abarcó importantes aspectos humanos y materiales, todo ello de acuerdo con las impostergables necesidades de la defensa nacional y teniendo en cuenta las disponibilidades económicas del país.” La preocupación de atender las necesidades bélicas del Ecuador se justifican plenamente: el año 1979 constituía el centenario del desenlace de la denominada guerra del Pacífico. La prensa internacional informaba respecto a que las relaciones peruano – chilenas se habrían enfriado durante 1977, y que el año siguiente empeoraron por acusaciones de espionaje que el Perú endosaba a su vecino del sur. Mientras en el ámbito internacional flotaba la desconfianza, el Consejo de Gobierno daba los pasos necesarios para implantar la institucionalidad democrática del país. El 15 de enero de 1978, se convoca a un plebiscito el que aprobaría la Constitución de la República; el 17 de julio se desarrolla la primera de las elecciones presidenciales, el 29 de abril de 1979, en la segunda vuelta, se producía una inesperada sorpresa política: el triunfo inobjetable del abogado Jaime Roldós Aguilera.

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Superando un conflicto, 1978

El 17 de enero de 1978, el subteniente de artillería Ángel Luzuriaga, comandante del destacamento Mirador, dispuso que una patrulla realice el reconocimiento habitual en el sector de responsabilidad. En ese mismo día, el soldado Shamungui con los integrantes de sus patrullas fueron emboscados, por lo que, luego de enfrentarse a los soldados peruanos, regresaron a su destacamento. Al día siguiente, el comandante de la Brigada Loja, general Fernando Espinoza, dispuso que una comisión integrada por el Tcrn. Belarmino Castro, jefe de Inteligencia de la mencionada brigada, Tcrn. Nelson Zurita, comandante del batallón de Selva Zamora, y otros oficiales de esa unidad, viajase en un helicóptero hacia el destacamento Mirador. El helicóptero fue recibido por disparos realizados por soldados peruanos siendo repelidos desde el aire. Ante esta situación el Tcrn. Belarmino Castro organiza una patrulla y el miércoles 18 de enero pernocta cerca a los bohíos del pelotón peruano; al día siguiente recibe refuerzos de Gualaquiza (5 voluntarios y 17 conscriptos). Igualmente, la peruana recibió de refuerzos de otro pelotón, que incluía morteros de 60mm. En esas condiciones comenzó el enfrentamiento armado que duró hasta las seis de la tarde. El 20 de enero se produce la entrevista entre el coronel Jorge Orbe Rengifo, jefe del Estado Mayor de la Brigada Loja, y el coronel Noé Morales, miembro del Estado Mayor de la Región Militar de Iquitos. La cancillería peruana, el 19 de enero emitió un comunicado señalando a los soldados ecuatorianos como agresores y provocadores del incidente armado; ventajosamente, nuestra cancillería contestó a las malévolas acusaciones en términos claros y terminantes. En procura de consolidar el cese de hostilidades, las dos partes acordaron realizar reuniones entre delegaciones militares del más alto nivel, las cuales se celebraron en Aguas Verdes, Huaquillas y Santa Rosa. Los jefes del Estado Mayor de los ejércitos del Ecuador y el Perú, generales Raúl Cabrera Sevilla y Pedro Ritcher Prada, respectivamente, presidieron las delegaciones, acompañados de sus respectivos directores de Inteligencia. Después de analizar varios planteamientos, las representaciones militares llegaron a un común acuerdo respecto al incidente fronterizo, acuerdo que fue aprobado por los presidentes de los dos países, vicealmirantes Alfredo Poveda Burbano del Ecuador y general Francisco Morales Bermúdez del Perú. La reunión de los dos jefes del Estado Mayor fue oportuna e importante: propiciaron se restablezca la paz y evitaron una posible guerra. El Ejército ecuatoriano, que reconoce las acciones meritorias y sobresalientes de sus miembros, organizó una ceremonia castrense para imponer la condecoración al Mérito Militar “Vencedores de Tarqui”, en el grado de Comendador, al estandarte del Batallón de Selva Nº 103 Zamora, y reconocer mediante Encomio Solemne a los oficiales y tropa que participaron en el enfrentamiento armado de defensa de la soberanía nacional. Dos oficiales, seis voluntarios y catorce conscriptos recibieron la mencionada distinción entre ellos el subteniente de artillería Ángel Luzuriaga Jaramillo. Pero también, coincidentemente, tres brillantes jefes artilleros intervinieron en acciones que impidieron que se profundice el problema: coronel Jorge Orbe Rengifo, jefe del Estado Mayor de la Brigada de Loja; general Luis Fernando Espinoza, comandante de la brigada y general Raúl Cabrera Sevilla, jefe del Estado Mayor del Ejército, que fue quien, luego de la entrevista con su par peruano, concordara la paz y tranquilidad de los dos países.

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Paquisha, Mayaicu y Machinaza, 1981

La carrera armamentista del Perú durante el régimen militar del general Juan Velasco Alvarado, ocasionó que el Congreso de los Estados Unidos, prohibiese en 1968 a su gobierno la venta de material bélico sofisticado a países latinoamericanos. Como aquella resolución impedía tácitamente el incremento del armamentismo peruano, el general Velasco Alvarado y posteriormente el general Morales Bermúdez, optaron por adquirir ingentes castidades de material bélico en Inglaterra, Francia, Argentina y particularmente en Rusia. No pocos analistas argumentaron que la escalada armamentista peruana se debía a la aproximación del “Centenario de la Guerra del Pacífico”, en el que las Fuerzas Armadas sureñas habrían pretendido reivindicar el honor nacional, gravemente golpeado un siglo atrás. Entonces, las apreciaciones estratégicas se orientaban a concebir la hipótesis de que el Perú preparaba la guerra contra Chile, evento bélico que también involucraría directa o indirectamente al Ecuador. Coincidentemente, ese año fue crucial para la paz de Ecuador y Perú: el encuentro intempestivo de patrulla de los dos países y el subsiguiente intercambio de disparos, incursiones de pescadores sureños en aguas nacionales, la violación de la aviación peruana a nuestro espacio aéreo constituían peligrosos detonantes que en cualquier momento podrían causar la temida explosión. En 1980. El Ecuador celebraba el sesquicentenario de la expedición de la Primera Constitución de la República, por lo que el gobierno ecuatoriano programó la realización de la Cita de Riobamba a la que concurrieron los presidentes de Venezuela, Ecuador, Costa Rica, Panamá y los representantes de España, Carlos Robles, y del Perú, Javier Orlandine, personajes que suscribieron la denominada Carta de Conducta la que básicamente promovía la “solución de las controversias entre los países del grupo Andino” y fortalecía la Declaración de Ayacucho, documento éste que dictaminaba “una contribución efectiva de desarme general y completo, que permita liberar los recursos para el desarrollo económico y social”, La Carta de Conducta firmada en Riobamba fue complementada con una Declaración Conjunta suscrita el 11 de septiembre en la ciudad de Quito. Con el propósito de afianzar la unión de los pueblos bolivarianos y revivir la memoria del Libertador Simón Bolívar en el sesquicentenario de su muerte, se convocó a varios presidentes latinoamericanos a la Declaración de Santa Martha, en que se ratificaba, entre otras cosas: “la solución pacífica de las controversias”. No obstante de haber firmado el Perú todos las Declaraciones, que en definitiva se orientaban a propender la paz, pocos días después, aviones y helicópteros de su Fuerzas Aérea, bombardeaban a puestos avanzados ecuatorianos en la Cordillera del Cóndor. El mando del Ejército Ecuatoriano había decidido proveer de instalaciones funcionales a los puestos avanzados de Paquisha, Mayaicu, Machinaza y Cóndor Mirador. Con este propósito se utilizaron helicópteros del Ejército en labores de transporte de diferentes materiales de construcción. El 22 de enero de 1981 un helicóptero de la Aviación del Ejército, que aterrizó en Paquisha en misión de abastecimiento y transporte de personal, fue ametrallado en tierra por un similar peruano y su piloto, teniente Víctor Hugo Valencia, fue seriamente herido. Ante tan grave situación el reclamo diplomático del Ecuador fue inmediato, pero las argucias de la hábil diplomacia peruana hacían aparecer a nuestro país como invasor de su territorio.

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Avión Mirage

Previendo cualquier desagradable contingente, las unidades de nuestra frontera fueron reforzadas de acuerdo con las disponibilidades existentes, particularmente el Comando de Selva Zamora, porque se determinó que los combates se concentrarían en la Cordillera del Cóndor. La medida fue complementada cuando el 28 de enero del mismo año, el presidente Jaime Roldós decretó medidas excepcionales para proteger la soberanía, declarando “a las Fuerzas Armadas Nacionales en campaña y dispone la movilización de todos los frentes de acción de seguridad nacional”. Como exteriorización de decisión unánime firmaron el documento el presidente de la República y todos los ministros de Estado. Entre tanto, las unidades de El Oro, Loja, Guayas y las provincias orientales permanecían expectantes ante una posible generalización del conflicto. Así mismo, la reacción y el apoyo decidido del pueblo civil a las operaciones militares fue realmente sorprendente. El 28 de enero, Paquisha sufrió un persistente ataque aéreo. Sus defensores se oponían únicamente con el fuego de fusiles y una ametralladora Browing calibre .50 pulg., pues las unidades de la Fuerza Aérea Ecuatoriana no tenían autorización para entrar en combate, para evitar la generalización de las operaciones bélicas. Al día siguiente los bombardeos se intensificaron, con el propósito de permitir que tropas peruanas aerotransportadas y otras que se encontraban en sectores aledaños tomaran por asalto el puesto de Paquisha, o como lo denominaban los mandos militares peruanos, PV. 22 (Puesto de vigilancia Nº 22).

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El 30 de enero, para “ablandar” a sus valientes adversarios, las fuerzas peruanas utilizaron aviones supersónicos Mirage y helicópteros artillados, con la finalidad de conquistar Paquisha. Los soldados ecuatorianos ante el descomunal bombardeo y ametrallamiento tuvieron que dispersarse en lugares cercanos, estrategia que impidió que las bajas de combate fuesen considerables. Sin embargo se lamentó la pérdida del aspirante a soldado Manuel de Jesús Martínez y el conscripto artillero Nicanor Quiroz Salazar, ambos justicieramente ascendidos post mórtem. 3 El mando militar ecuatoriano dispuso la conformación del Agrupamiento Cóndor comandado por el entonces teniente coronel Carlomagno Andrade. Ametralladora múltple calibre .50 pulg. Esta unidad reveló al Comando de Selva Zamora, dirigido por el teniente coronel Miguel Zaldumbide. Los bombardeos y ametrallamientos de la aviación del Ejército y la Fuerza Aérea peruano se extendieron a Mayaicu y Machinaza, inclusive cuando ya entró en vigencia el cese de fuego. En Machinaza fue impactado un helicóptero peruano obligándolo a “arborizar”, según versión de un oficial sureño, el helicóptero accidentado causó la muerte del copiloto teniente Julio Ponce Antúnez de Mayolo y heridas, algunas graves, a tres oficiales y a ocho del personal de tropa. Ante este nuevo incidente, hizo que la diplomacia y organismos internacionales intervinieran en procura de implantar la paz en la región. El 4 de marzo, la organización de Estados Americanos, OEA, luego de confirmar la aceptación del cese de fuego de las dos partes litigantes, exhortó a la desmovilización y desconcentración de las fuerzas en conflicto, con la presencia de representantes de Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos como supervisores del cese de fuego. Las resoluciones de la OEA., fueron complementadas con las reuniones militares que se realizarían alternadamente en Huaquillas y Aguas Verdes, presididas, la ecuatoriana por el vicealmirante Raúl Sorroza Encalada, y la peruana encabezada por el vicealmirante Jorge Du Bois Gervasi. El 16 de marzo cuando los países mediadores comprobaron que las condiciones eran favorables, se producía el desmontaje de los dispositivos de combate, la desconcentración y desmovilización de las tropas.

3.  Macías Núñez, Edison. El conflicto de la Cordillera del Cóndor. Editorial Pedagógica Freire, cuarta edición, Riobamba, Ecuador, 1982.

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Acción de la artillería

Al margen de las enseñanzas y experiencias que dejó en el conflicto, emergió nítido el pundonor y sacrificio de todos los valientes defensores de la Patria; lógicamente, el soldado artillero no fue la excepción: estuvo al pie de su cañón para cumplir con el compromiso de honor y dignidad. Su presencia fue rápida y oportuna en donde sus compañeros y camaradas soldados estaban sometidos al fuego de los aéreos enemigos. Del Grupo de Artillería Atahualpa comandado por el teniente coronel Fausto Páez Franco, fueron designados para el Comando de Selva Nº 21 Zamora, tres voluntarios y siete conscriptos con tres ametralladoras múltiples calibre 50 y la munición correspondiente. Los jefes de piezas cabo Enrique Guamaní Oña y soldados Henry Ronquillo y José Peña además de los siete Cabo Nelson Guamaní conscriptos sirvientes de las tres piezas estuvieron listos para ser trasladados por vía aérea a la zona amagada por la aviación peruana. El 24 de enero a las 17h00, fueron trasladados en un avión Búfalo desde Salinas, sede del Grupo de Artillería Antiaérea Atahualpa, al aeropuerto de la Toma en la provincia de Loja, desde donde, empleando camiones del Ejército, se transportaron a Zamora. El 25 de enero a las 09h00 se presentan en el puesto de Comando de Selva Nº 4. De inmediato fueron designados a tres puestos militares en la Cordillera del Cóndor: Paquisha, Mayaicu y Machinaza. Justamente, los comandantes de dos de esos tres destacamentos eran oficiales artilleros: el subteniente José Espinoza comandante de Mayaicu Alto y subteniente Guillermo Vélez de Machinaza; en Paquisha estaba al mando el teniente de infantería Luis Rojas. Uno de esos oficiales, el subteniente Vélez, años después lideró el proyecto de creación de la Unidad Escuela de Misiones de Paz Ecuador, UEMPE. y fue designado edecán del secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, cuando arribó al Ecuador para ser testigo del nacimiento de tan importante instituto. Los comandantes de los destacamentos fueron los primeros que alertaron al mando superior de la presencia de aéreos enemigos en actitud de evidente provocación. A las 11h30 del 22 de enero, el subteniente José Espinoza informa que un helicóptero peruano sobrevuela el lugar, posiblemente en misión de reconocimiento; a las 11h35, el subteniente Guillermo Vélez hace conocer que su destacamento está sin novedad; minutos antes, el teniente Luis Rojas reportó que un helicóptero rojo sobrevuela su destacamento (Paquisha), con intenciones de aterrizar y que en su interior lleva personal de tropa.

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Como la única ruta de ingreso a los referidos puestos militares ecuatorianos era la vía aérea, el capitán piloto Fernando Fiallo recibió la disposición para que su helicóptero Bell, transporte a las tres ametralladoras antiaéreas, sus jefes de pieza, sirvientes y la dotación de munición al lugar asignado. La riesgosa misión se realizaría con la pesada pieza suspendida del helicóptero, con personal y helicópteros de seguridad listos a enfrentar cualquier eventualidad. El capitán de artillería Carlos Abarca, distribuyó a los jefes de pieza y los sirvientes de cada ametralladora antiaérea múltiple. A las 15h30 del día 25 de enero, utilizando eslingas fue transportada a Machinaza la primera pieza con 12000 cartuchos calibre 50mm. y su personal de sirvientes. (soldado Henry Ronquillo, jefe de pieza y dos conscriptos abastecedores). A continuación fueron transportaTeniente Hugo Valencia. dos a Paquisha el cabo Enrique Guamaní Oña y los conscriptos Segundo Nicanor Quiroz y Luis Alberto Suárez sirvientes de la ametralladora. Tres helicópteros Gaselle lo acompañaron, uno a la vanguardia y los restantes cubriendo los dos flancos. Finalmente, a Mayaicu Alto fue trasladada la última ametralladora con 12000 cartuchos y sus sirvientes: soldado José Peña, jefe de pieza, y dos conscriptos abastecedores.En cuanto llegaron a los destacamentos, los integrantes de las ametralladoras se dedicaron a seleccionar el mejor lugar en donde organizar la posición, camuflarla convenientemente, verificar su funcionamiento; es decir, tener expedita la pieza para un posible empleo. El miércoles 28 de enero de 1981, constituyó el bautizo de fuego para esos jóvenes artilleros que se enfrentaron en situación desventajosa a helicópteros y aviones peruanos. A partir de las 07h00 aparecieron en el cielo de Paquisha cuatro helicópteros rojos, apoyados por dos aviones de combate que les daban seguridad. Entonces, se dio inicio el desigual y riesgoso enfrentamiento de la ametralladora múltiple con los helicópteros peruanos. El cabo Guamaní y su dos imberbes amunicionadores, los conscriptos Segundo Nicanor Quiroz y Luis Alberto Suárez, permanecieron impasibles en el emplazamiento de su ametralladora, ubicado en lugar estratégico del campamento para aprovechar los 360 grados de radio de acción de la pieza antiaérea. Cuando los pilotos peruanos se dieron cuenta de que el fuego de la ametralladora los ponía en serio riesgo optaron por atacarla por dos frentes, pero la maniobrabilidad de la pieza impidió que la táctica empleada surtiese efecto; por el contrario, uno de los helicópteros fue impactado y obligado a retirarse de inmediato. A partir del mediodía los aviones que protegían a los helicópteros participaron activamente bombardeando las posiciones ecuatorianas. El fuego de la ametralladora múltiple y

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los fusiles de los soldados dispersos en la selva, constituyó la heroica respuesta en el desigual enfrentamiento. Mientras los aviones y helicópteros ametrallaban y bombardeaban el campamento y sus alrededores, una compañía de selva peruana era helitransportada a una playa cercana del puesto militar de Paquisha, con la misión de tomarlo por asalto después del “ablandamiento”, pero el ataque terrestre no ocurrió en ningún momento. De ello se lamenta el teniente coronel peruano Teodoro Hidalgo Morey: “Se había previsto que a las 13:00 horas debían regresar los helicópteros (a Paquisha) para ablandamiento final antes del asalto, pero cuando se intentó cumplir esa parte del plan los helicópteros fueron recibidos con intenso fuego, al aproximarse por el valle de Comaina, por lo que debieron regresar en espera de mejores condiciones. 4 Aproximadamente a las 17:30 hoGeneral Richelieu Levoyer. ras cayó una bomba cerca de la cureña de la ametralladora múltiple, y una esquirla cercenó prácticamente el tronco del conscripto Nicanor Quiroz e hirió en la pantorrilla y el pie del conscripto Alberto Suárez. La versión del entonces soldado Iván Rodrigo Jiménez Arrobo, respecto al bombardeo a Paquisha y la acción de la ametralladora múltiple, es la siguiente: “El 22 de enero de 1981, a las 10:00 horas de la mañana aproximadamente, dan parte que fue herido el señor teniente de aviación Hugo Valencia… Ante esta situación un grupo de 20 soldados y clases, al mando de mi teniente Patricio Paredes, en un helicóptero piloteado por el señor capitán Fernando Fiallo, nos desplazamos hacia al destacamento de Paquisha… Al llegar encontramos al teniente Valencia gravemente herido y en estado de coma, por lo que lo embarcamos en el helicóptero para su inmediata evacuación… A partir del 22 de enero visitaban helicópteros peruanos a nuestras posiciones ametrallándolas de inmediato… El 28 de enero apareció una escuadrilla de helicópteros, escoltados por dos aviones combate Mirage los que nos bombardearon y ametrallaron en todas las direcciones… Un helicóptero peruano intentó estacionarse en nuestro helipuerto pero fue impedido por el fuego de nuestra ametralladora múltiple antiaérea… Ocupé una posición ubicada a unos 15 metros de la ametralladora, allí soporté y observé los estallidos que causaban las bombas enemigas que destrozaron el cuerpo del conscripto Quiroz e hirieron el pie de su compañero de tez morena… Posteriormente, una esquirla hirió mi brazo izquierdo, siendo evacuado en helicóptero a las 18:00 horas junto con los soldados Guamán, Torres, Gaona y Gordillo, también heridos.”  4.  Hidalgo Morey Teodoro. El conflicto de la Cordillera del Cóndor, Lima, Perú, 1982.

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Además de las bajas del conscripto artillero Nicanor Quiroz y del aspirante a soldado Daniel de Jesús Martínez, días antes, el mismo 22 de enero, el teniente Víctor Hugo Valencia pudo ser otra baja mortal, considerando que en un momento dado ya se lo había dado por muerto, como atestigua el sargento José Coello Jaramillo: “Fui uno de los que estuvo para recibir al herido que llegaba en helicóptero hasta el helipuerto del Batallón Zamora. Llegó en una camilla improvisada con una puerta de madera; al desembarcarlo todos creíamos que estaba muerto por las graves heridas en el cráneo. Recibí la orden que el sargento Salazar Jaime arregle el casino para velarlo, le cubra el cuerpo con una bandera del Ecuador, pero como hacía mucho viento y se levantaba la bandera, yo le puse una piedra sobre el pecho, entonces me percaté que mi teniente Valencia aún estaba vivo porque respiraba. En ese momento llegó mi mayor y me ordenó que lo llevara al hospital de Zamora, pero como no había vehículo adecuado disponible se lo llevó en la camioneta recolectora de basura.” El herido finalmente trasladado a Quito e internado en el Hospital Militar de las Fuerzas Armadas. Mientras combatían en la Cordillera del Cóndor los integrantes de las tres ametralladoras múltiples del Grupo de Artillería Atahualpa, en su área jurisdiccional, su comandante el Tcrn. Fausto Páez, el segundo comandante, los comandantes de batería y miembros de la plana mayor, capitanes Fernando Román, Jorge Costa, Galo Moscoso, Oscar Ish y todo el resto de personal de clases, soldados, conscriptos y empleados civiles, permanecían en sus posiciones listos a emplearse si se hubiese generalizado el conflicto, situación que no llegó a concretarse.

Obús de 155 mm. F3 autopropulsado

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Igualmente, todas las unidades de artillería, al igual que las otras armas y servicios del Ejército ecuatoriano, se encontraban en sus posiciones de combate, inclusive, algunas de ellas, luego de trasladarse desde sus campamentos de origen a sus posiciones en la frontera. En la provincia de El Oro, por constituir prácticamente la llave de la defensa, se organizó la división del mismo nombre, al mando del general Richelieu Levoyer y su Estado Mayor, presidido por el general Héctor Miranda con sus integrantes coroneles Humberto Gómez (D-3), Miguel Reyes Auz (D-2), Vicente Estrada (D-4) y Luis Álvarez Corrales (D-4), todos estos con sus oficiales auxiliares en el grado de teniente coronel. Para coordinar las actividades de todas las unidades de artillería que allí se encontraban, fue designado comandante de la Artillería Divisionaria el coronel Edgar Vásconez Troya. Tres brigadas de Infantería y una de Fuerzas Blindadas integraban la División El Oro, lógicamente, dentro de cada división se encontraban los respectivos grupos de artillería. En El Oro, ocupaba sus posiciones el legendario Grupo Bolívar comandado por el teniente coronel Raúl Gutiérrez del Castillo. Era parte de la Brigada de Infantería El Oro, al mando del general Edmundo Vivero, quien proclamaba y practicaba con sus unidades la modalidad de la defensa agresiva, de acuerdo con su propiciador, general Vivero, con el propósito de equilibrar la evidente superioridad en personal y medios de las fuerzas opuestas. El Grupo de Artillería Autopropulsado Teniente Rodríguez, encuadrado orgánicamente en la Brigada Blindada Galápagos, comandada por el coronel Eduardo Lituma Arízaga, realizó una exitosa marcha sin el concurso de plataformas para su mate-

Obús de 105 mm. M2 A2

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Cpto. Nicanor Quiroz héroe ecuatoriano, 1981

rial, desde las instalaciones en la ciudad de Riobamba hasta sus posiciones de combate en la provincia de El Oro. El comandante del Grupo de Artillería Autopropulsado Teniente Rodríguez, era el teniente coronel César Bonilla; segundo comandante, mayor Manuel Suárez y comandantes de batería y miembros de la plana mayor los capitanes Jorge Arroyo, Oscar Romero, Fernando Velasco. La Brigada de Infantería Pichincha, al mando del general Cristóbal Navas, al trasladarse desde Quito a sus posiciones en El Oro, lo hizo conjuntamente con sus unidades subordinadas, entre ellas el histórico Grupo de Artillería Mariscal Sucre. Desde la ciudad de Cuenca concurrió a la provincia de El Oro, el Grupo de Artillería Calderón, orgánico de la Brigada Portete, comandada por el general Nicanor Zambrano. El Grupo de Artillería Calderón estaba comandado por el teniente coronel Jaime Guzmán; segundo comandante, mayor Edison Macías Núñez, los comandantes de batería y miembros de la plana mayor, capitanes Manuel Rodríguez, José Ordóñez, Plutarco Benavides y Edgar Arias. Esta unidad de artillería, luego de realizar durante las madrugadas, diferentes cambios de posición, emplazó definitivamente sus cañones de 105 americanos en el sector de Palmales, en apoyo directo del Grupo de Caballería Febres Cordero, en cuyas filas se encontraba un gran porcentaje de conscriptos recientemente ingresados. Se dio el caso eventualmente inusual, que los artilleros del Calderón se encontraban a pocos kilómetros de la línea fronteriza y bastante adelantados de las unidades de infantería de su brigada. El Grupo de Artillería Cabo Minacho, con su sede en la ciudad de Loja, desplazó igualmente a su personal y material a las posiciones previamente seleccionadas, ante

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el hipotético caso de entrar en operaciones; igualmente, todas las subunidades orgánicas o aquellas descentralizadas o comandadas en unidades del Oriente o de la Costa, permanecían listas para emplearse si las condiciones extremas les hubiesen exigido. Antes de concluir el conflicto se dieron dos hechos lamentables: la muerte en accidente aéreo, el 24 de mayo de 1981, del presidente Jaime Roldós Aguilera y su comitiva oficial que incluía al ministro de Defensa, general Marco Aurelio Subía, las esposas de las autoridades nombradas, pilotos, personal de seguridad, edecanes y azafatas; además, coincidentemente, dejó de existir, el 18 de julio, en accidente de un helicóptero, otro actor del conflicto de la Cordillera del Cóndor: general Rafael Hoyos Rubio, comandante general del Ejército peruano, y altos mandos militares que lo acompañaban en visita a unidades acantonadas en el departamento de Piura.

Un héroe de los cañones cruzados

El futuro héroe ecuatoriano Nicanor Quiroz Salazar nació en la parroquia de la Libertad, cantón Espejo de la provincia del Carchi, el 9 de julio de 1961. Fue su padre Nicolás Quiroz Meneses, y su madre, Zoila Angélica Salazar Pulles. Inició los estudios hasta el cuarto grado de primaria en la escuela Eloy Alfaro de su parroquia. Continuó su educación en la escuela América de Ibarra, ciudad en la cual se trasladó su familia, en busca de un futuro mejor. Los escasos recursos económicos no le permitieron continuar con normalidad los estudios; sin embargo de ello se matriculó en el colegio nocturno San Antonio de Ibarra, en el que aprobó el primer curso. Las circunstancias lo obligaron a escoger un oficio que le ayudaría a sostener a su familia. En el taller del señor Hugo Rodríguez aprendió mecánica eléctrica y con el fruto de su trabajo

Destacamento Paquisha, 1981

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hizo menos calamitosa la dramática situación económica de los suyos. Como la mayoría de los jóvenes, era apasionado por los deportes y la música; practicaba el ecua vóley y el fútbol; igualmente, tocaba la guitarra y le gustaba interpretar música folclórica.” 5 Al cumplir la edad reglamentaria se presentó a realizar voluntariamente al servicio militar. Fue destinado al Grupo de Artillería Atahualpa, y cuando inició el período de especialidad fue asignado a una sección de ametralladoras múltiple de la segunda batería. Cuando el 22 de enero de 1981, el destacamento de Paquisha fue ametrallado por un helicóptero peruano, los puestos militares ecuatorianos en la Cordillera del Cóndor fueron reforzados. Entonces, tres ametralladoras múltiples calibre 50 mm. y sus respectivos sirvientes fueron enviados a Paquisha, Mayaicu y Machinaza. Al conscripto Nicanor Quiroz le correspondió prestar sus servicios, subordinado al cabo Enrique Guamán, como abastecedor de la pieza en Paquisha. En ese histórico destacamento, el 28 de enero, cuando repelía en compañía de sus compañeros a helicópteros peruanos, fue alcanzado por una esquirla que le causó la muerte instantánea, cuando aún no cumplía los veinte años de edad. Otro mártir de la agresión peruana ese infausto día 28 de enero fue el aspirante a soldado Daniel de Jesús Martínez, los dos justicieramente ascendidos post mórtem. El 24 de mayo de 1981, en imponente ceremonia realizada en el Atahualpa, se exaltó la memoria de los héroes de Paquisha. El decreto presidencial que otorga tal distinción expresa: Que los señores cabos segundos: Martínez Ordoñez Manuel de Jesús y Quiroz Salazar Segundo Nicanor, han tenido extraordinaria actuación en la acción de armas internacional liberada con el Perú en la Cordillera del Cóndor, defendiendo heroicamente nuestro.

Obús de 155 mm. M198 autorremolcado  5.  Macías Núñez, Edison, obra citada.

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Que con estoicismo y abnegación estos distinguidos miembros de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas, han puesto de relieve el valor del soldado ecuatoriano, ofrendando su vida en defensa de la integridad territorial; Que es obligación del Estado reconocer y recompensar los actos heroicos realizados por los citados miembros del Ejército; En uso de las atribuciones que le concede el artículo 78, literal h, de la Constitución Política del Ecuador; y, vista la solicitud del señor Ministro de Defensa Nacional, previa resolución del Consejo de la Condecoración Cruz de Guerra. DECRETA Art. 1º.- De conformidad con los Decretos Supremos Nº 1117 y 1119, del 28 de noviembre de 1963, publicado en los registros oficiales Nº 131 y 134, del 17 y 20 de diciembre del mismo año, respectivamente, otorgase la condecoración Cruz al Mérito de Guerra a los CBOS. Martínez Ordoñez Manuel de Jesús y Quiroz Salazar Segundo Nicanor. Art. 2.- Las condecoraciones serán entregadas a las señoras: doña Corina Ibelia Ordoñez Vda. de Martínez y doña Zoila Angélica Salazar Vda. de Quiroz, madres de los CBOS., fallecidos. Art. 3.- El señor Ministro de Defensa Nacional queda encargado de la ejecución de este Decreto. Dado en el Palacio Nacional, en Quito, a 22 de mayo de 1981., f) Jaime Roldós Aguilera.- Presidente Constitucional de la República.- El Ministro de Defensa Nacional.- f) Marco A. Subía Martínez.- General del Ejército.

Gigante que vomita fuego

Así, en cuatro palabras definió un soldado sirviente de pieza al cañón de 155 mm cuando un oficial de infantería le preguntó mientras se preparaba para realizar una lección de tiro con este material. Por necesidades técnicas y de empleo, se adquirió en Estados Unidos de Norteamérica los cañones de 155 mm auto remolcado, con lo que se conseguía mayor alcance y potencia de fuego en beneficio de las unidades apoyadas. Nuestro Ejército ya tenía cañones de 155 autopropulsados, concentrados en la Brigada de Caballería Blindada, acantonada en la ciudad de Riobamba. Obviamente, el material de 155 mm auto remolcado requería de instructores altamente capacitados para que enseñaran las técnicas de operación y empleo al personal de oficiales y voluntarios que debían operar el mencionado material. Aunque ya se encontraban en el país instructores americanos, se requería prioritariamente instructores nacionales que instruyan, especialicen y capaciten a nuestros artilleros. Entonces, motivados por esta necesidad, los mandos militares decidieron enviar a Estados Unidos a militares ecuatorianos que dominen el idioma inglés, para que se especialicen en este nuevo material. El capitán Edgar Arias y el teniente Federico Martínez fueron designados, en 1983, para que realizaran el curso operacional del material de 155 mm. auto remolcado, en el Fuerte Bragg, en la 82 División Paracaidista, en Carolina del Norte. Allí profundizaron los conocimientos en el centro director de tiro, el uso de calculadoras especiales y computadoras para la conducción de tiro. el 11 de mayo de 1983, integrando el Grupo de Artillería de 155 mm. auto remolcado intervinieron en “una operación aéreo transportada, incluyendo el salto en paracaídas desde el avión C 141 Startlifter, por lo que se les concede en forma honorífica el ala de paracaidista americano…”

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Con los conocimientos y experiencia adquiridos en Estados Unidos, los oficiales ecuatorianos a su regreso al país determinaron que nuestro material de 155 mm podía ser empleado en operaciones de ese tipo, por lo que intentaron realizar las prácticas correspondientes, pero no pudieron cumplir su objetivo porque las piezas eran demasiado pesadas para nuestros helicópteros. En 1988, había en nuestro Ejército una batería de 155 mm auto remolcada en el Grupo Bolívar de El Cambio, la batería Nº 7 en Loja y la Nº 5 en Salinas. Justamente, cuando se encontraba en esta batería, el capitán Martínez nos narra: “Aprendí a medir las presiones que producían las cargas e inicié el primer desarrollo del sistema de tablas computarizado, con la finalidad de verificar el posible uso de la batería como artillería de costa. Se procedió a realizar varias prácticas utilizando los blancos de prueba, barcos que tenía la marina para instrucción de tiro. Al primer disparo del obús a una distancia de 24 Km con 4 Km dentro del mar, hundimos el barco por el que nos mandaron a cobrar”. Una anécdota más de nuestra querida arma. Este distinguido artillero, también realiza el curso avanzado en Estados Unidos en el Fuerte Sill, y permanece luego en otros fuertes militares y unidades de artillería de 155 mm por lo que adquiere valiosos conocimientos que a su regreso los pone en práctica. Entonces se tecnifica el levantamiento topográfico con la utilización de los GPS, más livianos y funcionales, y se elabora el primer manual de empleo de la artillería (del material de 155 mm, auto remolcado). Los capitanes artilleros Glauco Bustos, Federico Martínez y Rommel Vintimilla aportaron con su empeño y conocimientos para conseguir estos importantes logros. En 1997 se nombra una comisión para adquirir la munición de 155 mm. Entre tanto el capitán Martínez y el cabo Allauca desarrollan importantes proyectos como: tablas de tiro para incrementar el alcance del nuevo material, automatización de la conducción de tiro de artillería y de morteros y el sistema de simulación de observación de artillería. Con estos proyectos se impulsa la tecnificación de este material porque “El sistema de tablas de tiro en su primera versión solo incluía los datos para una pieza; posteriormente, las siguientes versiones incluyen el diagrama de seguridad, el plano de implantación de las piezas y los datos de tiro para todas las piezas; posteriormente, en una versión más avanzada se incluyen los otros materiales como 105 mm, y morteros, en los que se trabajó con un equipo de digitadores para introducir todos los datos de las tablas de tiro… Además, el desarrollo de nuevas cargas de impulsión permitió que los proyectiles alcancen los 32 kms , convirtiéndose este éxito único en Sudamérica. Un equipo de técnicos austriacos conformado por el Ing. Matías Baumann, coronel Cristian Losert y nuestro compañero Federico Martínez realizan pruebas y prácticas de tiro con oficiales y voluntarios de la batería de 155 mm Nº 5 en el sector de Playas, alcanzado los 32 Kms sin ningún problema, además se hace la primera prueba de 155 mm autopropulsado, disparando los proyectiles del material M198 AR en los AP y desarrollando por primera vez una carga que permite alcanzar a través de ese material los 26 Kms; es decir, entre 6 y 8 Kms. más de lo que permitía su capacidad técnica. Para conseguir este logro se utilizaron cargas de presión menores de lo que podía soportar el tubo. En definitiva, nuestra artillería de 155 mm, por las innovaciones técnicas introducidas por profesionales militares ecuatorianos, con asesoramiento de técnicos extranjeros, dispone de proyectiles que alcanzan fácilmente los 32 Kms y de un centro director de tiro computarizado de fácil y sencillo manejo.

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CAPÍTULO VIII ARTILLEROS Y CAÑONES, LA VICTORIA FINAL

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En las selvas del Cenepa, 1995

Destacamento Soldado Monge.

El conflicto de 1981 no le dio los resultados apetecidos al Perú: no pudo delimitar los 78 Km en el sector de la Cordillera del Cóndor; por tanto, para el gobierno y sus Fuerzas Armadas constituía una verdadera frustración. En consecuencia, el régimen de Alberto Fujimori decidió unilateralmente “cerrar la frontera”, para lo cual planifico una serie de estrategias tramposas tendientes a provocar a su vecino. Una de las provocaciones planificadas constituyó la creación del puesto militar de Pachacutec en territorio reconocido como ecuatoriano. Descubierto el mencionado puesto militar por nuestras patrullas, motivó el reclamo correspondiente y generó las consiguientes tensiones en los dos países, tensiones que fueron neutralizadas temporalmente mediante el controvertido “pacto de caballeros” y la visita del presidente Alberto Fujimori a su homólogo ecuatoriano Rodrigo Borja. Una nueva visita del presidente Fujimori al Ecuador en 1993, cuando el gobierno de Sixto Duran Ballén, hizo posible avizorar en los dos pueblos la esperanza de una paz sincera y duradera. Sin embargo, hubo otros factores negativos que incidían, especialmente en el campo político del Perú, para que el presidente Fujimori y sus Fuerzas Armadas precipitaran los acontecimientos: los movimientos subversivos Sendero Luminoso y Túpac Amaru no daban tregua al gobierno peruano y a la fuerza pública; el Servicio de Inteligencia Nacional, que formaba parte del sistema de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, pasaba a ser controlado por un representante del presidente de la República; el presidente peruano se

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irrogaba la potestad de nombrar directamente al comandante de las fuerzas, sin respetar la antigüedad respectiva. Todos estos desafueros crearon malestar en los mandos militares y aún más cuando un Congreso Constituyente, en 1993, aprueba una nueva Constitución que determina que la Fuerza Armada “no es deliberante y su comandante en jefe, es el jefe del Sistema de Defensa Nacional, es decir el Presidente de la Republica. Varios jefes militares, policiales y personeros del gobierno fueron involucrados en el inhumano tráfico de drogas, denunciados inclusive por la prensa nacional; se firmó la Convención de Lima mediante la cual el Perú abdica sus derechos de Arica, lo que produce “La reacción del pueblo tacneño y luego la de todo el pueblo peruano”. Se desatan además, una serie de privatizaciones que herían la sensibilidad nacional. En definitiva, el descontento popular, los problemas económicos, abusos de autoridad, irrespeto a los derechos humanos, la represión policial, las acciones subversivas incontrolables, el desconcierto de los mandos militares que no podían recuperar sus prebendas y la oposición de los partidos políticos a un gobierno intolerante, fueron factores influyentes para que el presidente Fujimori encontrara el siniestro pretexto para invadir territorio ecuatoriano, y tenía que hacerlo en un terreno abrupto, cubierto y montañoso, mediante incursiones de patrullas que al ser descubiertas argumentaban encontrarse perdidas.

Inicio de los combates

Sin que mediara incidente previo, el teniente coronel peruano Manuel Lazarte, comandante del Batallón de Selva N° 25 Callao, el 12 de diciembre de 1994, amenazó al teniente coronel Cesar Aguirre, Comandante del Batallón N° 63 Gualaquiza con desalojarlo si no se retiraba de las bases que ocupaba. Nuevamente el 3 de enero de 1995, el teniente coronel Lazarte reiteró sus amenazas al comandante del Batallón Gualaquiza. El oficial ecuatoriano, un pundonoroso jefe artillero, que mantuvo injustamente un bajo perfil a pesar de rechazar con hombría las bravatas del oficial peruano y de sus ejecutorias en el comando de tropas durante el conflicto, fue uno de los primeros que defendió la postura del gobierno ecuatoriano, al rechazar las exigencias peruanas de abandonar nuestro territorio soberano. El 9 de enero de 1995 una patrulla peruana fue sorprendida cuando se dirigía a Tiwintza, sus integrantes, sin embargo, fueron entregados al comandante del puesto militar peruano Soldado Pastor. Dos días después fue interceptada otra patrulla, sus miembros fueron igualmente capturados y luego devueltos a su unidad de origen. Durante la primera quincena de enero era ya notoria la intensificación de reconocimientos aéreos peruanos que decolaban desde y hacia los destacamentos de Jiménez Banda, Soldado Pastor y Soldado Vargas. Pero antes de que acontecieran estas evidentes provocaciones, el alto mando militar ecuatoriano dispuso la conformación del Agrupamiento de Selva General Miguel Iturralde, unidad que tuvo ejemplar comportamiento en las futuras operaciones bélicas, conjuntamente con las ya existentes y con las creadas posteriormente. El 23 de enero, durante un reconocimiento aéreo, pilotos de un helicóptero ecuatoriano detectaron un helipuerto en la cabecera del rio Cenepa, construido por soldados peruanos. Ante este real peligro la decisión del mando militar ecuatoriano fue radical: desalojar a los soldados del helipuerto (denominado Base Norte), misión que fue asignada a equipos de combate del Grupo de Fuerzas Especiales N° 26, del Batallón de Selva N° 63 Gualaquiza y la Compañía de Operaciones Especiales de la Brigada Cóndor.

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El 26 de enero, en las últimas horas de la tarde, en una acción comando, ejecutada con precisión y profesionalismo, se produjo el asalto y el desalojamiento de los soldados peruanos que se habían posesionado de territorio ecuatoriano, los cuales huyeron por la selva, dejando tres muertos en el sector. La acción exitosa de los combatientes ecuatorianos desencadenó furiosos ataques aéreos y terrestres de las Fuerzas Armadas del Perú. En efecto, al día siguiente del desalojo de la Base Norte fue atacado el puesto militar de la Cueva de los Tayos y se conoció desde Tumbes la movilización de tropas y tanques a la zona fronteriza y que todas las unidades de las Fuerzas Armadas peruanas habían pasado de la “alerta amarilla” a la “”roja”. Ese mismo día, además de la Cueva de los Tayos, fueron atacados los puestos militares de Teniente Ortiz y Soldado Monge que no se encuentran en la zona de conflicto. Considerando la escalada peligrosa que tomaban las operaciones, el Secretario General de la OEA, Cesar Gaviria, decidió viajar a Quito y Lima para “buscar una salida pacífica al conflicto”. No obstante, antes de que este personaje llegara al Perú, el presidente Fujimori manifestó “que ni la OEA ni la ONU pueden intervenir como mediadores en el conflicto…” En los últimos días de enero los ataques peruanos se extendieron a otras bases ecuatorianas, en un intento por controlar el dominio de las riberas del rio Cenepa. El 1 de febrero, la aviación peruana bombardea intensamente la zona de Base Norte y proporciona apoyo aerotáctico y de aproximación a las tropas en tierra. Con el transcurrir de los días, los destacamentos ecuatorianos en Cueva de los Tayos, Base Sur, la “Y” y la Base de Tiwintza fueron impetuosamente atacados, sin conseguir la claudicación de sus defensores. Inclusive fue bombardeado el destacamento ecuatoriano Cóndor Mirador, ubicado también fuera del área de conflicto, dizque para “destruir a la artillería ecuatoriana”. En acciones que demostraron el alto profesionalismo y valor de los artilleros ecuatorianos, varios helicópteros peruanos fueron derribados cuando incursionaban en nuestro territorio; sin embargo, la pérdida de naves aéreas se agravó el 10 de febrero, cuando tres aviones supersónicos (dos Mirage y un Kfir) de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, derribaron a dos aviones Sukoi (SU-22) y a un A-37 peruanos, lo que obligó al presidente Fujimori, el día 13, a declarar unilateralmente el cese de fuego, aduciendo falsamente que había finalmente “recuperado Tiwintza y otros puestos militares en poder de los ecuatorianos”. La nueva mentira de Fujimori fue pronto desvanecida por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas a través de boletines informativos y por periodistas nacionales y extranjeros, incluyendo peruanos, que comprobaron que la tan ambicionada base se encontraba ocupada y controlada por soldados ecuatorianos. Ese día, en la base que se convertiría en legendaria, fue izada la bandera nacional por el teniente Giovanni Calles, futuro héroe de la Patria. A pesar del “cese al fuego” proclamado por el presidente Fujimori, los efectivos militares peruanos seguían incursionando en territorio ecuatoriano con apoyo aéreo masivo, sin lograr sus objetivos de capturar posiciones ecuatorianas en la zona del conflicto. Sin embargo, lograron emboscar en la zona del Maizal, a una patrulla ecuatoriana, que descansaba del fragor de la batalla, confiada en el anuncio falaz del mandatario del país del sur. Este ataque traicionero produce el mayor número de bajas en nuestras filas, incluyendo al capitán Calles, a cargo de la operación. La respuesta valiente y decidida de los soldados ecuatorianos, rápidamente hicieron retroceder al enemigo, causándole numerosas bajas.

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El desenlace final

Cuando la prensa internacional dio cuenta de la reanudación de los combates, debido a los ataques peruanos que violaron el cese al fuego, intervienen los países garantes, buscando una solución al enfrentamiento armado. Finalmente, se firma el 17 de febrero la Declaración de Paz de Itamaraty, entre los vicecancilleres de Ecuador y Perú y los representantes de los países garantes, Como este documento fue también desobedecido por las fuerzas peruanas, se reactiva la mediación internacional hasta alcanzar la firma, el 28 de febrero, de la Declaración de Montevideo con la intervención esta vez de los ministros de relaciones exteriores de los países en conflicto y los cancilleres de Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos. Hasta aquel entonces era un secreto a voces que el periodismo peruano no oficialista, sectores de los mandos Presidente Sixto Durán Ballén. medios e inclusive el pueblo que se restablecía del letargo provocado por mentiras y engaños de la parte interesada, estaban convencidos de la “victoriosa derrota”, humillación comparable a la recibida en 1879, cuando en la guerra del Pacífico, el ejército chileno derrotó al peruano. El 10 de marzo de 1998 se realiza una reunión en Brasilia, con el propósito de definir y coordinar los procedimientos tendientes a cumplir la Declaración de Itamaraty, y establecer normas que deberán regir en el desempeño de las funciones relacionadas con los miembros de la MOMEP (Misión de Observadores Militares de Ecuador y Perú). Justamente, este organismo ayudó a encontrar las condiciones favorables para la firma de la paz definitiva, luego de un largo, difícil y hasta peligroso proceso, que estuvo inclusive a punto de fracasar. Finalmente, los países garantes presentaron la propuesta definitiva que tenía el carácter de vinculante, obligatoria e inapelable y que debían aprobar los Congresos de Ecuador y Perú. El 17 de octubre de desarrolló la denominada Cumbre de Oporto, en que los países garantes aprobaron la propuesta final para la paz entre los dos países. El 23 de octubre de 1995, el Ecuador conocía la fórmula que declaraba delimitada la zona fronteriza, aclarando que “el Perú dará en propiedad privada (al Ecuador) un área de un kilómetro cuadrado en el sector denominado Tiwintza…” La legendaria base finalmente quedó en territorio peruano. El 26 de octubre de 1998, el doctor Jamil Mahuad y el Ing. Alberto Fujimori, presidentes de Ecuador y Perú, respectivamente, se “reunieron para dejar constancia formal de la conclusión definitiva de las diferencias que durante décadas han separado a los dos países.” Estuvieron presentes los representantes de los países garantes del

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Protocolo de Rio de Janeiro. Con este marco de personajes continentales, los presidentes de Ecuador y Perú, suscribieron la histórica Acta de Brasilia, cuyo texto consta de cinco puntos que han de regir el comportamiento de los dos países.

El tronar de los cañones

Si se analizara detenida y desapasionadamente, el conflicto de 1995 consagró definitivamente a la artillería ecuatoriana. Su accionar fue uno de los factores esenciales en la consecución de la victoria, como algunos jefes militares que no son artilleros, lo reconocen honestamente. Es lógico que el triunfo en cualquier conflagración bélica es el resultado de la suma de todas las potencialidades y recursos humanos y materiales que tiene disponible un ejército en combate, como también la aplicación correcta de tácticas y estrategias que harán posible la claudicación de las tropas en derrota. No obstante, de todas esas fichas de ajedrez hábilmente desplazadas por los mandos militares, algunas de ellas fueron decisivas en la consecución del triunfo. El éxito de la artillería no fue un caso fortuito, fue el resultado de una evolución sostenida, sus miembros se prepararon y tecnificaron convenientemente, mientras que el material adquirido fue moderno y funcional. En efecto, a partir de las últimas décadas del siglo pasado, hubo una corriente positiva de superación y modernización que llegó a nuestras Fuerzas Armadas. Se mejoraron e impulsaron la enseñanza e instrucción de las diferentes Escuelas de Armas y Servicios; se crearon colegios militares, como institutos subsidiarios de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, se modernizó el material bélico que reemplazó el rendimiento del material obsoleto. Justamente, para que esto ocurriese sin el egreso de ingentes cantidades de dinero, se aprovechó la coyuntura que en Nicaragua, al haber perdido las elecciones en ese país los sandinistas, se ejecutaba un plan de reducción del ejército y por consiguiente del material bélico ruso que tenían en dotación. Al respecto, el general José Gallardo, en esa época comandante general del Ejército (1991-1992), nos narra los detalles de la adquisición del material que serviría para potenciar y modernizar a nuestra artillería: “Una comisión de oficiales y clases viajó a Nicaragua a fin de escoger el material que nos convenía y los respectivos repuestos, y para informarse sobre la operación y mantenimiento de dicho material, el que fue transportado, con la mayor reserva, por nuestra Fuerza Naval. Entre este armamento, comprado a precios irrisorios, vinieron los camiones lanza cohetes BM-21, los misiles antiaéreos Igla (aguja, en ruso) y los cohetes antitanque RPG-7. La adquisición de los BM-21 tenía el propósito de que el ejército disponga de artillería con movilidad adecuada para evadir el fuego de contrabatería, y alcance suficiente para estar en condiciones de destruir los escalones de batalla que el Perú situaba en el sector de Tumbes para invadir la provincia de El Oro. Los RPG-7, se emplearían contra las columnas blindadas y mecanizadas. Los misiles Igla venían a llenar una gran necesidad de defensa antiaérea. Sin embargo, nunca nos imaginamos que este material tendría excelente empleo en escenarios de selva y montaña, como aconteció en el Alto Cenepa en 1995, donde el potente apoyo de fuego dado por los vehículos lanzacohetes, que fueron trasladados a las proximidades del destacamento Cóndor Mirador, causó muchas bajas en las fuerzas peruanas y obstaculizó eficientemente la concurrencia de sus refuerzos a los sectores de empleo. En lo que se refiere a los misiles antiaéreos Igla, estos derribaron

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algunos helicópteros peruanos. Por su parte, los helicópteros, recién reparados, proporcionaron excelente apoyo logístico y de combate, que fue decisivo para la victoria”. El entrenamiento del personal y la estructuración o reorganización de unidades de artillería con este nuevo armamento fue inmediato.

Los lanzadores múltiples BM-21

Poco tiempo antes del conflicto del Cenepa, era evidente que la artillería recibió un impulso técnico muy importante. No solo en una negociación atípica incorporó material ruso, sino que desarrolló programas revolucionarios de tiro, gracias al conocimiento, iniciativa y creatividad de sus miembros. Efectivamente, en 1992 el capitán Luis Altamirano que pertenecía al Grupo Nº 1 Bolívar, desarrolló un programa basado en 6 subrutinas, usando la calculadora comercial HP 20S. Este programa permitió la obtención de los datos de deflexión, alcance y sitio, desde la posición de tiro hasta el blanco, así como actualizarlos con base a las correcciones del observador, de igual forma contó con un procedimiento para el cálculo de barrajes, extrapolado del disponible de la plancheta MK 1. El programa fue desarrollado con ligeras modificaciones para diferentes obuses y cañones de dotación, inclusive, con la llegada del BM-21, se desarrollaron subrutinas para su empleo. Tomando como base este trabajo se desarrollaron los CDT automatizados con un equipo de trabajo presidido por el capitán Altamirano e integrado por el teniente Byron Borja e ingeniero Marco Gualsaquí. Este mismo capitán artillero, conjuntamente con la ingeniera Rosa Bolaños y personal de apoyo del Instituto Geográfico Militar, de-

Lanzador BM-21.

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sarrollaron el programa de control y coordinación de apoyo de fuegos que utilizaba un sistema cartográfico basado en micro estación, enlazado a la programación en Fox Pro. En definitiva, esta valiosa innovación permitiría manejar todo el sistema de artillería, superponiendo información gráfica sobre cartografía digital. Parecería que estos programas innovadores se adelantaban ya a la llegada de los BM-21; faltaba la organización de las unidades y la preparación del personal de sirvientes, porque hubiese sido funesto e inconcebible que, durante el conflicto de 1995, existiendo material sofisticado no hubiese personal técnico para darle correcto funcionamiento. El proceso de preparación para el empleo del nuevo material, nos hace conocer el capitán Luis Altamirano, actualmente general: “A inicios del año de 1994 arribaron al país 12 vehículos BM-21 adquiridos a Nicaragua, así como una cantidad importante de vehículos ZIL (camiones amunicionadores para el sistema de lanzadores múltiples de cohetes). Con la finalidad de asegurar el proceso de transferencia tecnológica tanto en el área de operaciones técnica como de mantenimiento, el general Manuel Suárez, oficial más antiguo del arma de artillería dispuso que la Escuela de Artillería de Campo (entonces ubicada en el Fuerte Militar Atahualpa), se encargara del proceso”. Para el efecto, el coronel Galo Moscoso, comandante del Grupo Escuela de Artillería de Campo Mariscal Sucre, organizó un equipo liderado por el capitán Luis Marcelo Altamirano para que se encargara de planificar y organizar los cursos de operación y mantenimiento del sistema de lanzadores múltiples BM-21. Para dar cumplimiento a la disposición, el capitán Altamirano tenía el apoyo de oficiales artilleros nicaragüenses. “Durante el proceso de instrucción se levantaron las notas de aula relacionadas a los procedimientos del centro director de tiro, batería de tiro y observación; se adaptó un manual de mantenimiento preventivo y de segundo y tercer escalón del material BM-21. Cabe resaltar, -nos aclara el capitán Altamirano-, que el primer curso de mantenimiento recibió parte de su capacitación en los talleres del SECAP, con materiales relacionadas a electricidad, mecánica hidráulica, lo que permitió que con la asistencia del personal nicaragüense en especial, y fundamentalmente del capitán Yuri Aquino, graduado en la ex Unión Soviética, se armara el décimo tercer vehículo de combate BM-21, mediante la selección y reparación de los componentes de 6 vehículos que vinieron en línea muerta para ser utilizados como repuestos.” Por no existir ningún reglamento de empleo táctico del material de lanzadores BM-21, el capitán Altamirano que hizo un curso de técnicas de enseñanza en Brasil, tuvo que adaptar la doctrina de empleo brasileña a nuestro material. Esto permitió, nos narra el capitán, “que el Grupo de Artillería Nº 3 cuente con un manual de empleo táctico que sirvió para la definición de sus planes de operación, como parte de la artillería divisionaria de la Tercera División de Ejército. Si se considera que el empleo táctico de este material difiere sustancialmente del material de artillería de tubo, fue necesario proponer el desarrollo del denominado curso de empleo táctico del sistema BM-21, cuya duración aproximada fue de tres meses”. En el año de 1994 se realizaron dos cursos de empleo táctico, cuyos alumnos fueron oficiales en los grados de capitán y teniente, los que tendrían ejemplar desempeño en el Cenepa. También el coronel César Aguirre, un jefe artillero que siguió de cerca el destino que se daba al material que provino de Nicaragua, nos da un enfoque respecto a este tema: “En el mismo año que llegan al país las piezas de BM-21, en el Grupo de Arti-

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llería Calderón se forman las primeras unidades con este tipo de armamento, siendo designada una a la 21-BS Cóndor, acantonada en nuestro Oriente Amazónico.” “Al BM-21 le bastaron tan solo cumplir con 16 misiones de fuego del 4 al 22 de febrero, para que pueda colocar en la zona de blancos, en un tiempo mínimo, la suficiente cantidad de munición consiguiendo cambiar prácticamente el curso de la guerra e impedir el avance de fuerzas enemigas al sector del Alto Cenepa.” Al referirse a otros armamentos nos hace conocer el coronel Aguirre: “El empleo del GRAD, inicialmente en apoyo del B.S 61 Santiago y luego en apoyo de las unidades que se emplazaron en el Alto Cenepa, creo un nuevo concepto de lo que es la artillería de campo al utilizar por primera vez este tipo de armamento en un escenario inhóspito e intransitable como es el sector de la naciente del río Cenepa. Se determinó que la artillería de 105 mm Otomelara con el apoyo de los helicópteros de transporte, estaba en condiciones de ser empleada en cualquier sitio de la zona de acción. La movilidad y el poder de fuego fueron los factores que tuvieron gran impacto psicológico en las tropas enemigas cuando eran arrolladas por las grandes masas de fuego que lanzaban desde sus posiciones convenientemente ocultas y camufladas.” A continuación relata el impacto que causó en las tropas adversarias la acción de los misiles: “Los pilotos peruanos en sus primeros ataques volaban confiados sobre el área en conflicto, despreciando la resistencia que podrían encontrar en tierra, llegando a alturas máximas de 300 metros. La defensa antiaérea de Coangos, Cóndor Mirador, Tiwintza, Base Sur, Base Norte, Base Eros, Paquisha y Mayaycu se encontraban conformadas por misiles Igla que nunca antes habían sido utilizados en un combate real, estas bases bien protegidas y organizadas con alto grado de imaginación, astucia y buen criterio por parte de oficiales y voluntarios comandantes de las secciones de misiles Igla, permitieron asestar un duro golpe psicológico a las tripulaciones, pilotos, ejército y pueblo peruano, en general, lo que obligo a las fuerzas enemigas a cambiar sus tácticas y técnicas en las operaciones aerotransportadas y de apoyo de la Fuerza Aérea Peruana.” “Las ametralladoras antiaéreas ZGU, las ametralladoras .50 y los cañones de 40 mm, se emplearon en la defensa de los destacamentos de Coangos, del B.S 61 Santiago, de Cóndor Mirador y la pista de Gualaquiza, proporcionando de esta manera protección antiaérea a las tropas que mantenían sus posiciones, elevando la moral y el poder de combate”. Concluye el coronel Aguirre asegurando: “Durante la campaña del Alto Cenepa se vio que la artillería ha sufrido una gran transformación de este proceso de modernización de las fuerzas, la reducción de su personal ante una mayor tecnificación, lo llevo a un despliegue más reducido pero más eficaz; esta evolución técnica y táctica hizo que se tuviera una concepción del empleo de la artillería en combinación con los medios aéreos y terrestres, estableciendo de esta manera un equipo de medios aéreos y terrestres, de defensa antiaérea y de apoyo a las tropas combatientes en donde la artillería constituía pieza fundamental de este sistema.”

Granada en camino

La acción devastadora y sorpresiva del BM-21 provocó en las tropas peruanas un efecto físico e impacto psicológico tremendos. Dentro de las apreciaciones de inteligencia de los mandos peruanos no se vislumbra la posibilidad de que un material pesado de la envergadura de los BM-21 pudiera emplearse con eficiencia en un lugar selvático y de difícil acceso. No obstante, cuando sintieron los efectos letales de las granadas que en sucesión terrorífica explotaban en la selva, los mandos peruanos y el

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mismo sistema de inteligencia se sintieron sorprendidos y fueron víctimas del error de sus apreciaciones; inclusive, en sus informes de inteligencia hicieron constar que los lanzadores múltiples BM-21 “Habrían sido adquiridos en Bulgaria a fines de 1994.” Otro error de la inteligencia peruana. En referencia a la excelente y contundente actuación de los BM-21 en el escenario de combate, el capitán, hoy coronel, Carlos Sánchez, que estuvo al mando de la sección de los BM-21, nos da su testimonio: “En la madrugada del 26 de enero de 1995, encontrándose el Grupo de Artillería de Lanzadores Nº 8 en su área de reunión ubicada en Casacay, previa la entrada al área de posiciones, recibí la orden de mi teniente coronel Rodrigo Zúñiga, comandante de la unidad, de trasladarme al mando de un lanzador múltiple BM-21 y un vehículo amunicionador ZIL, al sector de la Cordillera del Cóndor. Inmensa fue la responsabilidad asumida, por lo que solicité a mi teniente coronel Zúñiga, me diera la oportunidad de seleccionar al personal para el cumplimiento de esta misión. El teniente Miguel Ochoa y el teniente Henry Gordón no dudaron un instante en aceptar la sagrada misión que nos imponía el mando militar; acto seguido, al teniente Gordón le designé para que escoja al personal de voluntarios que nos acompañarían. Estos fueron los artilleros que el 26 de enero de 1995, participaron, con dirección al sector del cóndor Mirador: capitán Carlos Sánchez Freire; tenientes Miguel Ochoa y Henry Gordón; subteniente César Potosí Rivadeneira; Sgop. Pablo Espinoza; cabos primero artilleros Víctor Morán y Edgar León; Cbop. de Trp. Juan Lema; Sldo. de A. Iván Jumbo; conscriptos Gregory Quintuña, Miguel Ángel Peralta, Carlos Coraizaca y Alejandro Sigcha”.

Sirvientes del lanzador múltiple BM-21

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A continuación el capitán Sánchez nos hace conocer otros detalles: ”Salimos de Casacay pasado el mediodía. A primeras horas del siguiente día, en Plan de Milagro, nos embarcamos en un jeep y nos dirigimos a Patuca al puesto de mando de la 21 B.S. Cóndor, en donde procedí a exponer a mi general Paco Moncayo y a varios de los oficiales de su estado mayor, sobre las capacidades de los lanzadores múltiples en el escenario a ser empleado. Para el 30 de enero y con el apoyo del grupo de trabajo de los ingenieros del Ejército Ecuatoriano, al mando del capitán de ingeniería Edwin Yánez, quienes se encontraban habilitando la vía Tundaime-Cóndor, ocupamos la posición de espera con 260 cohetes, a la expectativa de nuestra primera misión de fuego. Para ese entonces se agregó mi capitán Luis Noboa, quien tenía el curso de mantenimiento de los lanzadores múltiples y dos conductores con dos vehículos de transporte pesado Nissan, quienes nos abastecerían de los cohetes, los que eran traídos desde Gualaquiza. El teniente Miguel Ochoa fue designado como observador y ocupó su posición en el destacamento de Cóndor Mirador. Su misión era conducir el tiro de artillería especialmente si recibíamos la orden de disparar sobre Soldado Pastor.” “Aproximadamente a las 20:00 horas del 3 de febrero, del destacamento de Cóndor Mirador baja el teniente Miguel Ochoa con el pedido de fuego realizado desde el puesto de mando de Patuca, que debía ejecutarse a las 05:30 horas del 4 de febrero en las siguientes coordenadas: (83235-60340) y (80280-60860). Teníamos que batir dos blancos. Los preparativos se iniciaron de inmediato y llegada la hora (04:00), emprendimos la marcha desde nuestra posición a las inmediaciones del destacamento Cóndor Mirador lugar desde donde teníamos el alcance de nuestros fuegos a los blancos enemigos. A la hora señalada (05:30), conjuntamente con el teniente Henry Gordón, tuvimos el privilegio de disparar, por primera vez en la historia de la artillería del Ecuador, 40 cohetes al primer blanco y los 21 siguientes al segundo blanco. Este fue nuestro bautizo de fuego, pero en respuesta recibimos el primer bombardeo de la aviación enemiga que pretendía destruirnos. La siguiente misión la cumplieron el 4 de febrero a las 21hoo aproximadamente, utilizando 40 cohetes, en las coordenadas (80110-60845), desde las inmediaciones del destacamento Cóndor Mirador”. “Es oportuno indicar -nos narra el capitán Sánchez-, que cuando llegamos, la aviación peruana ya se encontraba sobrevolando el sector, por lo que cumplir con la misión fue una acción extremadamente peligrosa, basta indicar que las bombas de la aviación peruana cayeron a unos 80 metros de la posición de tiro. Ventajosamente, conforme al empleo táctico del BM-21, (llegar a la posición de tiro disparar y regresar a la posición de espera) ya estábamos dirigiéndonos a nuestra posición preestablecida.” “A partir de la tercera misión de fuego, que se cumplió el 070500-FEB en la cual disparamos 40 cohetes, decidimos cambiar la posición de tiro, lejos del destacamento para evitar que fuera bombardeado nuevamente lo que podría ocasionar bajas del personal que allí se encontraba. Es necesario indicar que para esta misión de fuego, ya nos habían instalado una central de radio VCR-8000, a través de la cual recibimos las ordenes de fuego, agregándose el sargento segundo de comunicaciones Julio Chamba, y los soldados de comunicaciones Segundo Portilla y Ángel Portilla, quienes siempre estuvieron prestos con las comunicaciones y su aporte fue muy valioso”. “El teniente Miguel Ochoa que se encontraba como observador avanzado en Cóndor Mirador, tenía la misión de comunicarnos apenas se despeje el valle del Cenepa y se pueda observar el destacamento Soldado Pastor, para proceder a realizar el

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reglaje respectivo y determinar las coordenadas balísticas. Esto sucedió el 081000-FEB995. Realizamos el reglaje sobre dicho punto con cuatro tiros iniciales y dos posteriores. Por fin nos sentíamos tranquilos: sabíamos con certeza que si nos ordenaban disparar sobre el destacamento peruano lo haríamos acertadamente y es más, las correcciones que obtuvimos de aquel reglaje las utilizamos en el resto de misiones de fuego. Entre el 8 y 14 de febrero se cumplieron nueve misiones de fuego, disparándose 291 cohetes. Se suscitaron dos hechos importantes que nos subieron la moral: el primero, haber silenciado a una batería de obuses Otomelara; y, el segundo, otra pieza de BM-21 llegaba el 13 de febrero a nuestras posiciones a reforzarnos, integrado por el sargento Leónidas Mirabá; los cabos Byron Vera y Héctor Hidalgo; y los soldados Manuel Morales, Wilmer Iza y Edgar Haro. Finalmente, el capitán Sánchez nos hace conocer la feroz represalia por la desleal acción peruana del “miércoles negro”, cuando cumpliendo órdenes del general Paco Moncayo, con 158 cohetes batieron cinco puntos en los que se encontraban concentradas tropas peruanas, consiguiendo con esta acción dispersarles y causarles pánico colectivo, difícil de superar en poco tiempo. Concluyendo, la acción de la artillería mediante sus piezas y cohetes antiaéreos, coadyuvó decididamente en el éxito militar en el Cenepa.

Artillería versus poder aéreo

Un grupo de oficiales peruanos en un estudio analítico elaborado para determinar los errores que causaron la derrota de sus Fuerzas Armadas, denominan a sus helicópteros como “los patos voladores”, haciendo alusión a su manifiesta lentitud ante la acción rápida, oportuna y certera de nuestros artilleros antiaéreos que maniobraban diestramente los mortales misiles Igla, artefactos temidos por su acción efectiva y contundente. El periodista Alejo Marchessine, corresponsal de defensa en Lima, en un cuadro detalla los helicópteros y aviones de combate derribados por artilleros antiaéreos y por aviones de combate ecuatorianos. Según el mencionado corresponsal, oficiales peruanos especialmente de la Fuerza Aérea, aducen que sus aeronaves fueron derribadas por la artillería ecuatoriana, excepto el avión Cessna A-37 B que fue dado de baja por un avión Kfir ecuatoriano. Esta versión fue corroborada por el coronel Eduardo Fournier Coronado en su libro “Tiwintza con Zeta”, aunque se conoce, que aviones de combate peruanos fueron derribados por pilotos de la Fuerza Aérea Ecuatoriana. El referido corresponsal detalló que la pérdida del Perú en cuanto a aeronaves se refiere, es la siguiente: “Cuatro helicópteros, un avión Canberra MK 68, dos aviones Sukhoi Su-22, derribados por la acción de la artillería antiaérea y un avión Cessna A-37 B, destruido por un Kfir de la Fuerza Aérea Ecuatoriana.” Pero el margen de versiones distorsionadas o erradas de elementos militares sureños, los pundonorosos artilleros antiaéreos ecuatorianos, igual que sus camaradas artilleros de campo y de montaña, pusieron su importante cuota de efectividad y destrucción, hecho preponderante que incidió en el victorioso resultado final del conflicto. El corresponsal en Lima, Alejo Marchessine reseña en un cuadro, los derribos de aeronaves peruanas provocados por nuestra artillería antiaérea y aviones de la Fuerza Aérea Ecuatoriana. En este cuadro se puede apreciar detalladamente las bajas causadas.

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AERONAVES PERUANAS PERDIDAS Fecha

Hora

Lugar/ circunstancia

Tipo de aeronave

Matrícula

Causa

Tripulación

Capt. EP Luis García Rojas (F), Impacto Tnte. Augusto Gutiérrez Espinoza Misil (F), Tnte. EP Victoriano Castillo Blowpipe Velarde (F),Sol. EP Raúl de la Cruz (F), Sol. EP Gustavo Begazo (F).

29 de enero

13:55

Ataque a Base Sur

MI-8T

AE # 587

06 de febrero

06:00

Ataque a Tiwintza

Canberra MK.68

FAP # 257

SD

Capt. FAP Percy Philips Cuba (D), Capt. FAP Miguel Alegre (D).

14:30

Ataque a posiciones ecuatorianas frente a PV Coangos

MI-25 Hind D

FAP # 695

Impacto A.A. de 23mm y 37mm, Misil Blowpipe

Capt. FAP Marco Antonio Schenone O. (F), Capt. FAP Raúl Vera Collahuazo (F) Sol. FAP Erik Díaz Cabrel (F)

10 de febrero

Ataque a Tiwintza

Sukhoi Su-22

Impactos artillería A.A.

Cmdt. FA Víctor Maldonado Begazo (F).

10 de febrero

Ataque a Tiwintza

Sukhoi Su-22

Impactos artillería A.A.

Myr. FAP Enrique Caballero Orrego (D)

10 de febrero

Interceptado por Kfir en ruta a Tiwintza

Cessna A-37B

Impacto misil Shafrir

Capt. FAP Hilario Valladares (SD) Capt. FAP Gregorio Mendiola (SD).

Impacto misil

Myr. EP Gustavo Escudero Otero (F), Capt. EP Pedro Díaz Huamán (D) Tnte. EP Eduardo Gutiérrez Rondón (D), Tnte EP Pedro Pasapera Choque (SD), Sol. José Mosquera (SD), Sol EP Manuel Gonzales Durand.

07 de febrero

13 de febrero

27 de febrero

13:15

14:00

16:50

Ataque a Base Sur

Ataque a Base Sur

MI-8T

MI-17

FAP # 014

AE # 547

AE # 644

SD

Tnt. Crl. EP Francisco González Torres (F), Capt. EP Mario Abanto Delgado (F), Tnte. EP Crose Paredes Fierro (F) Tec EP Herminio Rojas Malqui (F) Sol EP Javier Montero Vilela (F), Sol. EP Carlos Tello Sifuentes (F), Cabo EP

Significado: D, desaparecido; F, fallecido; SD, Sin datos.

Cazando “patos voladores”

Para perennizar los hechos gloriosos, nada mejor que rememorar las experiencias que vivieron nuestros privilegiados artilleros de artillería. El entonces teniente de artillería Ramiro Gudiño León, derribó un helicóptero peruano. Esta es su versión del incidente: “En el último trimestre de 1994, me encontraba prestando servicios en el Batallón de Selva Nº 49 Capitán Chiriboga, acantonado en la parroquia de Montalvo, provincia de Pastaza. Los primeros días del mes de enero de 1995, mi general Paco Moncayo Gallegos, había dispuesto que me traslade a la ciudad de Cuenca con la finalidad de dar instrucción sobre el empleo de los misiles Igla a las unidades que se emplearían en el Valle del Cenepa. Luego de haber dado la instrucción al personal, el coronel Galo Fabián Moscoso, me dispone que ingrese con el personal de oficiales y voluntarios de la Batería Lanzadores BM-21, al mando del teniente Carlos Sánchez.” “En las instalaciones de Patuca, el teniente Alexander Levoyer, me dispone que ingrese al destacamento de Coangos, pues había sido bombardeado por aéreos enemi-

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ARTILLERÍA POR SIEMPRE

Misil Igla

gos, que un helicóptero estaba esperando en el helipuerto para ingresar al sector denominado Ibarra donde se encontraba el señor teniente coronel Luis Aguas Narváez, comandante del Grupo de Fuerzas Especiales Nº 26, disponiéndome que me traslade por pica hasta el destacamento Coangos. Allí el teniente Rodríguez (+) me informa de la situación, número de efectivos disponibles y los corredores aéreos que utilizaron los helicópteros peruanos para bombardear el destacamento, y la cantidad de misiles Igla que disponían, esto es seis misiles y un mecanismo de disparo que distribuí en tres sectores para tener mayor zona de disparo.” “Luego de reorganizarnos en el destacamento -narra el teniente Gudiño-, nos ubicamos en las posiciones con sectores de responsabilidad para la defensa, así como la distribución de municiones, granadas y explosivos que disponíamos. Esperábamos el ataque de los peruanos, teniendo como ventaja que nos encontrábamos en la parte alta de la elevación y que podíamos determinar e identificar todos los lugares donde existía el enfrentamiento entre nuestras tropas y los peruanos. Recibíamos el bombardeo constante de la artillería enemiga y de la aviación peruana que sobrevolaba a gran altura. El 7 de febrero aproximadamente a las 14h25, dan la alarma de sobrevuelo de aéreos enemigos (4 helicópteros) siguiendo el curso del rio Coangos. Uno de los abastecedores me entrega un misil. Apunté inmediatamente al primer helicóptero, pero al ver que me disparaban, corrí a una posición tipo herradura en la que estaba ubicada la ametralladora 0.50, desde donde pude enganchar y disparar al tercer helicóptero, de tipo MI-24; explotó en el aire a las 14h30 aproximadamente. Tras caer, sus restos siguieron explotando hasta las 18h00. Los dos primeros helicópteros dispararon sus

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rockets con dirección a Tiwintza y el cuarto regresó a su base. Posteriormente no tuvimos ingreso de aeronaves al sector, pero se intensificó el fuego de artillería enemiga.”

¡Tigre! ¡Selva!

Otro cazador de “patos voladores” fue el teniente de artillería Hernán Cáceres Moreno. Esta es su narración: “A finales de 1994 me encontraba con el pase en el Centro de Mantenimiento Oerlikon. Al haber sido parte del primer curso del misil Igla, ametralladora ZGU-1 y del antitanque RPG-7, dictado por personal nicaragüense, recibí la orden de presentarme en un sector del Oriente. Pero en aquella oportunidad no llegué a ser trasladado hasta Patuca; recién en enero de 1995, llegué a la zona. En aquel tiempo mi capitán Alexander Levoyer comandante de la batería de Artillería Antiaérea Nº 21 nos recibió a un total de 4 oficiales de artillería antiaérea. Aguardamos algunos días, hasta cuando llega el momento de emplearse. Fue un día lleno de emociones y ansiedades. En helicóptero llegué al destacamento de Coangos en un día lluvioso y nublado; como ya era tarde pernoctamos en el lugar, ahí tuve la oportunidad de encontrarme con mi teniente coronel Luis Aguas comandante del Grupo de Fuerzas Especiales Nº 26, quien conversó con nosotros y nos arengó ante la realidad crucial a la que ya nos enfrentábamos.” Más adelante, el oficial nos narra: “En la mañana siguiente a pie, con mi capitán Alexander Levoyer nos dirigimos por pica hasta el sector de Base Sur para iniciar la ocupación de las posiciones antiaéreas desde donde impediríamos el sobre vuelo de aeronaves enemigas a nuestro sector de responsabilidad. Pero no fue esa mi posición final, seguimos avanzando hacia el sector de la Y, muy cerca a Cueva de los Tayos, al llegar al punto denominado El Tobogán, a media ladera de la Y de la Cueva de los Tayos, me quedé al mando de un equipo de combate, con morteros de 81mm. El 26 de enero se iniciaron los combates cuando nuestras tropas desalojaron a los peruanos de Base Norte en donde intentaron construir un helipuerto. El día 27 de enero a las 5h00 aproximadamente, se produjo un ataque peruano en el sector de la Cueva de los Tayos; fue la primera oportunidad que tuvimos que apoyar con fuego de mortero. El 29 de enero amaneció nublado. Con el cabo Padilla (+) que formaba parte de la unidad de tiro de misileros Igla y un conscripto de apellido Alvarado, que le decíamos “Payaso”, habíamos coordinado realizar la guardia en la posición de tiro, ubicada en una plataforma que construimos a manera de altillo entre tres árboles, para desde allí dar protección antiaérea a todo el valle del Cenepa, mantener un sector de tiro despejado y así con un campo de visión adecuado poder batir aeronaves enemigas, que venían desde Jiménez Banda (destacamento peruano).” “Aproximadamente a las 13h00, desde el observatorio ubicado en Cóndor Mirador, nos alertaron que helicópteros peruanos se aproximaban a nuestro sector. Relevé el puesto de guardia inmediatamente, distribuí a mi gente en las posiciones previamente acordadas, unos con los antitanques Law, en caso de que las aeronaves se acerquen demasiado, otros con fusiles en las picas de acceso, para detener a patrullas peruanas si se aproximan y otros colgados en árboles que sobresalían en la “panza” de la loma donde nos encontrábamos, a fin de tener un mayor ángulo de visión hacia el Cenepa. Alrededor de las 13h00, se escucharon estruendos en el sector de Base Sur, seguidos de una especie de temblor: estaba siendo bombardeada esa posición. Yo me encontraba en el altillo, en la posición antiaérea; coloqué el misil en mi hombro y estuve listo, prácticamente rígido, pendiente que la aeronave enemiga se presentara en mi án-

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Misileros camuflados en la selva

gulo de tiro. Escuché el sonido inequívoco de los helicópteros peruanos y mi observador encaramado en un árbol elevado me dijo: “¡ya viene por ahí!... Pude ver el fuselaje del helicóptero que empezaba a pasar amenazante frente a mi campo de visión, respiré profundo, accioné el mecanismo de encendido del misil, manipule el mecanismo de disparo y apunté (muchas cosas vinieron a mi mente, repase los procedimientos, enfoqué mi mirada en el objetivo, debía batirlo y acabar con él). De pronto la angustia; al momento de presionar el rabillo (gatillo) del disparador, el helicóptero se oculta tras el tronco de un árbol que se encontraba frente a mi posición, desenganchándose por un momento. Desactive la fuente de alimentación, volví a encender el misil en cuestión de uno a dos segundos y disparé, el misil por su característica de poseer el seguimiento calorífico persiguió a la aeronave, mientras yo perdí la vista al helicóptero, pero a través de la espesura logré observar un perfil de fuego y luego una ensordecedora explosión: era el misil impactando y desintegrando completamente al enemigo (13h53 según pude ver en mi reloj). En ese momento lo único que se me ocurrió fue gritar ¡Tigre! ¡Selva! Las palabras que se grabaron en el curso de selva tiempo atrás. “Arrojé el tubo del misil disparado, tome otro misil, pues advertí que llegaba un segundo helicóptero, cuyo piloto al observar la destrucción de la primera aeronave, dio vuelta inmediatamente, lanzó las bombas que llevaba para aliviar peso, las que cayeron sobre tropas peruanas que se encontraban sobre la loma de enfrente. Al querer accionar el encendido del misil, se me traba la palanca, sin poder encenderlo. Aquel segundo helicóptero enemigo, corrió con suerte y se salvó.” “Nuestra gente empezó a dar gritos de alegría, nos felicitamos porque actuamos como debíamos hacerlo. Luego de esta acción ninguna aeronave enemiga se atrevió a intentar bombardear libremente en la zona”.

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¡Ecuador, mi país!

El teniente Byron Borja Carrera, fue otro artillero al que le cupo el honor de llenarse de gloria. Nació en el cantón San Isidro de la provincia del Carchi, el 4 de julio de 1966. Entró al Ejército en el año de 1984 como cadete y ahora ostenta el grado de teniente coronel de Estado Mayor. Antes de narrarnos su valiosa experiencia de combate, nos hace conocer algunos detalles técnicos de su artillería antiaérea: “Tiene como misión general accionar sobre las amenazas aéreas, desde las mayores distancias posibles para detectar, destruir o interferir los ataques de los medios aéreos enemigos en vuelo, a fin de proteger los objetivos estratégicos, operativos y tácticos. Un estudio estratégico determina los puntos u objetivos de importancia que ameritan de defensa antiaérea. Garantiza la seguridad del espacio aéreo, de la zona de acción táctica, área de retaguardia, zona de comunicaciones, puesto de comando y control, instalaciones logísticas, unidades de combate y de apoyo de combate; es decir, áreas importantes y sensibles en general.” A continuación nos traslada al teatro de operaciones en el área del Cenepa. “En el sector del conflicto, la batería de artillería antiaérea orgánica del agrupamiento Miguel Iturralde, en previsión de un ataque aéreo, desplego sus unidades de tiro en Tiwintza, Santiago y Cordillera del Cóndor. Todos los medios aéreos (helicópteros y aviones), por lo general para atacar objetivos terrestres aproximan sus medios por corredores aéreos, claramente definidos en el terreno. Por estas avenidas de aproximación aérea se deben distribuir las secciones de tiro que actúan en coordinación con el centro de operaciones de la artillería antiaérea, apoyadas con los medios de comunicación y los radares de alarma temprana”. Con una narración simple pero expresiva, pasa a transmitirnos sus experiencias: “Cuando nos bombardeaban los aviones peruanos, era casi imposible detectarlos porque volaban a gran altura. Yo disponía de un misil Igla, el cual tiene un alcance de 5 Km, pero a la velocidad que pasaban los bombarderos no podíamos detectarlos ni engancharlos con nuestro misil. El momento en que las fuerzas peruanas decidieron atacarnos con helicópteros, era el momento preciso para impedir ese ataque. Nos transformamos al conocer que íbamos a ser atacados, nos llenamos de valor y rogamos a Dios, para que las cosas salgan de la mejor manera”. Al referirse al derribo de un helicóptero peruano, nos narra entusiasmado el teniente coronel Borja: “La unidad de tiro se desplazó a una loma en Tiwintza, lista para la emboscada antiaérea. Las fuerzas enemigas decidieron atacarnos con helicópteros; tomaron como corredor aéreo el río Cenepa. Cuando ingresaron tres helicópteros enemigos, encendí el misil que tiene una fuerza de poder que dura 30 segundos. Cuando el enemigo estaba a unos 2 Km de distancia, comenzó a disparar a nuestra gente, todos mis soldados exigían de mi accionar; yo no podía defraudarlos porque estaba en juego la vida de los que estábamos en el campamento. Apunté al helicóptero artillado y disparé el misil, éste impactó al objetivo, mientras los helicópteros restantes huyeron de inmediato. Este fue un momento que marcó mi vida, un hito indescriptible. El éxito fue coronado con un grito de ¡Ecuador mi país!, que salió espontáneamente de mi garganta. Se dio parte al escalón superior, con la alegría de haber impedido que nuestros adversarios, cumplan su misión y se tomen Tiwintza. El disparo antiaéreo en el Cenepa -continúa el teniente coronel Borja-, fue como haber obtenido un doctorado en mi vida militar, todos nos entrenamos para la guerra, esta vez fue nuestra generación la que logró la victoria.”

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Posición defensiva en el destacamento Coangos.

“Honores, dispara”

El cabo de artillería Luis Honores, tampoco se quedó con las ganas de derribar un helicóptero peruano, y esa hazaña nos narra con orgullo: “Era las 08h00 del 29 de enero de 1995, cuando el comandante del destacamento teniente Hugo Ortiz, mayor Felipe Burbano, comunica al comandante de la sección antiaérea que había un ataque de helicópteros de la Fuerza Aérea Peruana. Como especialista del misil Igla, comencé a seleccionar los mejores misiles dándoles un mantenimiento adecuado, además de tener lista la sección antiaérea en la que sobresalían las ametralladoras de 0.50 mm. A las 10h00 se escuchan los sonidos de los helicópteros enemigos. En esos momentos seleccioné la posición más cómoda y estuve atento para observar en qué lugar se presentaban las naves agresoras. En el momento menos esperado apareció al costado izquierdo del destacamento, un helicóptero pequeño a unos 1.500 metros. Mi mayor Miguel Arellano, comandante de la sección, me dice: “Honores, a ese helicóptero no le dispares, hazlo al otro, al más grande.” “Seguí esperando, sorpresivamente apareció otro helicóptero elevándose a unos 1.000 metros de altura. De inmediato, de la puerta un soldado comenzó a disparar con una ametralladora a nuestro destacamento. Todo el personal comenzó a gritar: “Honores, dispara”. Eran gritos de angustia y desesperación de mis compañeros. En esos momentos como que sentí más coraje; apunté y dije ‘¡Dios mío, perdóname!’. Encendí la fuente de alimentación, apunté, enganché y disparé. Fue un blanco perfecto porque la nave enemiga comenzó a descender y luego a caer en territorio peruano.”

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Poder de destrucción de los cañones

Los mandos peruanos fueron sorprendidos por la acción contundente de la artillería ecuatoriana y aún más, cuando fue empleada con éxito desde posiciones de difícil acceso y en un medio montañoso. El conocimiento que tuvieron del terreno la mayoría de integrantes del lanzador de artillería múltiple BM-21, especialmente el capitán Carlos Sánchez, quien dos años antes, con el grado de teniente, había prestado sus servicios en la unidad de Gualaquiza, fue de vital importancia. Respecto a este oficial, es necesario recalcar que antes de decidirse el empleo de la artillería, se ofreció voluntariamente ser enviado al frente de combate, aduciendo que conocía algunas bases y destacamentos ubicados dentro de la zona del conflicto, y que estaban siendo atacados, solicitud que fue negada por el coronel Rodrigo Zúñiga, su comandante directo. Las posiciones fueron escogidas en el sector del destacamento Cóndor Mirador, porque les permitía protegerse de la observación especialmente aérea, y cuando fueron construidas o adecuadas por ingenieros militares, diferentes vías de acceso la situación para los artilleros del BM-21, mejoró ostensiblemente. Respecto al destacamento Cóndor Mirador, fue creado como consecuencia de un reconocimiento realizado en el sector del río Cenepa, el 24 de marzo de 1976, por una patrulla comandada por el teniente coronel Mario Valencia Robayo, jefe de operaciones de la Brigada Loja. En el referido reconocimiento se descubrió un destacamento peruano, en la orilla derecha del mencionado río, por lo que los miembros de la patrulla recomendaron se creara un puesto miliar en el sector, con el propósito de impedir el avance de soldados peruanos.

Ametralladora ZGU-1.

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El 24 de mayo de 1978, con la presencia del general Rodrigo Morales, delegado del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas; el coronel Edison Torres, comandante de la Brigada Loja, y representaciones de oficiales y tropa de aquella jurisdicción, fue inaugurado el destacamento Cóndor Mirador, el que años más tarde se convirtió en testigo de la eficiencia, profesionalismo y valor del artillero ecuatoriano. En 1995, no solo el BM-21 fue el material de artillería empleado en el teatro de operaciones. Otros cañones de diferentes calibres, estuvieron también presentes en la triunfal e histórica epopeya. El obús Otomelara, de fabricación Italiana de 105 mm, ubicó sus posiciones en Base Norte y Base Montúfar; igualmente, el GRAD-1, tuvo la responsabilidad de apoyo y protección al BS-61 Santiago y Coangos; la artillería antiaérea se convirtió en tenebrosa pesadilla para los pilotos peruanos, los helicópteros derribados lo confirman. Las ametralladoras antiaéreas 0.50 tuvieron las responsabilidad de dar protección a Coangos y Santiago; los cañones AA-40, a la pista de Gualaquiza, para evitar el aterrizaje de aeronaves rojas o la posibilidad de descenso de paracaidistas enemigos; la ametralladora ZGU-1, de fabricación rusa, calibre 14.5 mm, con alcance de 1.500 metros, ideal para batir aviones a baja altura, estuvo emplazada en las pistas de Santiago, Cóndor Mirador, Gualaquiza y Patuca; el misil Igla, el más temido por los pilotos rojos, de fabricación rusa, con alcance de 3.500 a 5.000 metros, por su característica de poseer cabeza de autodirección térmica, sensible al calor, le otorga un alto nivel de efectividad; fue empleado contra aeronaves subsónicas, supersónicas y preferentemente contra helicópteros de diferentes características. El Perú, pretendiendo ensombrecer la acción efectiva de nuestras unidades de artillería, denunció maliciosamente que se estaba bombardeando a poblaciones indefensas. Un boletín de informaciones del Comando Conjunto desmintió enfáticamente que nuestra Fuerza Aérea y la Aviación del Ejército hayan realizado incursiones sobre asentamientos o poblaciones civiles peruanas, en la zona del conflicto, como mal intencionadamente informó el Perú. La efectividad, el efecto devastador y psicológico de la artillería ecuatoriana en el frente de batalla durante la contienda bélica de 1995, fueron factores que colaboraron decididamente en el exitoso desenlace final. Son varios los analistas en asuntos militares que no descartan la posibilidad de que el presidente Alberto Fujimori haya decidido declarar el cese de fuego unilateral, por la continua pérdida de aeronaves peruanas en el conflicto. Un razonamiento sencillo pero contundente proporciona argumentos a esa hipótesis: La pérdida de aviones y helicópteros de combate y de transporte con sus respectivos pilotos, es mucho más difícil de reemplazar que a soldados profesionales de cualquier arma o de servicio. Entonces si esta conjetura es la correcta, la efectividad de la artillería tuvo mucho que ver en la decisión de Fujimori. Inclusive el mismo presidente peruano sufrió los efectos terroríficos de nuestra artillería, testimonio que transcribe en su informe el coronel Carlos Sánchez, tomando fragmentos del artículo “Un presidente en apresurada retirada”, escrito por el periodista Fernando Rospigliosi en la revista peruana Caretas. El periodista mencionado escribe que la apresurada huida de Fujimori “fue provocada por el acoso del fuego de la artillería, dejando atrás su pretendida intención de izar la bandera peruana en Tiwintza“. En otro párrafo se lee: “Pero el chapuzón, las sonrisas, los gestos desafiantes de Fujimori en la laguna cercana a Cueva de los Tayos terminaron pronto cuando la

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artillería ecuatoriana empezó a machacar nuevamente las posiciones peruanas.” Otra periodista, la reportera Gladis Bernal, describe las experiencias nada agradables del presidente peruano: “20 minutos después, apareció en la selva el presidente Fujimori, apoyado en dos de sus miembros de seguridad personal y casi sin fuerzas para seguir adelante… Apremiados por lo cercanos ruidos de las explosiones, las dos horas que se tarda en llegar al PV-1 se convirtieron en solo cuarenta minutos”. Es decir, la artillería logró que el jactancioso presidente peruano, que se creía un sabio estratega de la guerra, con conocimientos superiores, inclusive a sus propios generales, “ponga pies en polvorosa”, para salvar su vida. Otro personaje peruano, el congresista Samuel Reinafarje, para hacer notar las secuelas de las experiencias vividas por Fujimori durante la lluvia de granadas de artillería que recibió en torno suyo, expresa: “Él (Fujimori), cuando sale de la zona de conflicto, sale convencido y decidido a firmar la paz con Ecuador, por lo que el 28 de febrero de 1995 se procede a firmar en Montevideo la declaración de reiteración del compromiso de proceder a un inmediato y efectivo cese al fuego.” Los hechos narrados constituyen episodios históricos, pero para el presidente Fujimori serán posiblemente unas anécdotas más en su vida; porque solo al recordar su carrera desaforada en la selva ante los estruendos de las explosiones, le harán estremecer de ese temor que sintió hace algunos años atrás, pero le harán también esbozar una no fingida sonrisa, cuando recuerde que cayendo y levantándose trataba de ponerse a buen recaudo de las granadas de artillería. Tal vez un “sálvese quien pueda” se habría escuchado por más de una vez. Quizás es oportuno recalcar que la acción de la artillería castigó al invasor reiteradamente, por eso se encuadra en esta reflexión: “Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la artillería jamás”. El general Paco Moncayo, comandante del Ejército de Operaciones, reconoce el rol protagónico que le cupo desempeñar a la artillería, y es concreto cuando se refiere a sus misiones de fuego cumplidas luego de los ataques peruanos del 22 de febrero: “Esa tarde y noche tomamos una dura represalia, utilizando todas nuestras armas de apoyo de fuegos. Al día siguiente se detectó un gran movimiento de evacuación de bajas enemigas.” Además, su decisión de ordenar se coloquen ramas de laurel a uno de los BM-21, evidencia el reconocimiento que el director de la guerra exterioriza a los cañones y artilleros que intervinieron exitosamente en el campo de batalla. Quien estuvo al frente de los lanzadores múltiples BM-21, el entonces capitán Carlos Sánchez, recuerda para la historia: “Con los 158 cohetes disparados en la noche del 22 y madrugada del 23 de febrero, se revierte el curso de la guerra: en lugar de que ellos intenten conquistar Tiwintza y quiebren nuestra voluntad de lucha, nosotros fuimos los que quebramos la voluntad de lucha de Fujimori y que termine por fin con un conflicto que de haber seguido hubiera causado muchos más muertos y heridos.” El coronel Galo Moscoso López, nombrado oficial de artillería durante el conflicto, por tanto, con suficiente conocimiento de causa corrobora: “Las misiones de guerra cumplidas en la noche del 22 y madrugada del 23 de febrero, cambiaron el curso de la guerra, ya que hizo claudicar al presidente peruano en su insistencia de llegar a Tiwintza e izar la bandera bicolor.” Pero una realidad incontrastable abona a favor de la importante actuación de nuestra artillería, cuando en un documento serio y profesional, el informe final de Operaciones de la Campaña del Alto Cenepa, consta: “La artillería se empleó en forma extraordinaria y decisiva en el Alto Cenepa, su empleo cambiará nuestra doctrina en

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Héroes artilleros de la Guerra del Cenepa.

operaciones en selva; el nuevo material pese al poco tiempo en nuestro Ejército fue manejado eficientemente y cuyos resultados podríamos decir fueron factor decisivo en la finalización de las operaciones.” 1 Con sobrada y más que justa razón, los sirvientes del BM-21 “que actuaron extraordinariamente”, como los califican en el informe final de operaciones, además de otros artilleros que se emplearon al servicio de otras piezas de artillería, recibieron Encomio Solemne, como reconocimiento moral y espiritual a su patriótica ejecutoria, y por poner de manifiesto su capacidad y méritos profesionales que influyeron exitosamente en la defensa de la heredad nacional.

El linaje sagrado de la vocación artillera

En el Ejército ecuatoriano, prácticamente desde su creación hubo familias que por diferentes circunstancias, ingresaron a sus filas y en ellas terminaron su carrera militar. Por eso, esporádicamente durante acciones de armas internas (la revolución liberal, la guerra de los cuatro días, por ejemplo), se enfrentaban hermanos contra hermanos u otros miembros de familias, ubicados en bandos opuestos. En las últimas décadas del siglo pasado, la profesión militar la ejercieron miembros de varias familias de una misma generación, distribuidos en el Ejército o también en las fuerzas Naval y Aérea. Sin embargo, se ha dado un caso atípico y quizás único en nuestro Ejército y aun en las mismas Fuerzas Armadas Ecuatorianas, porque aunque en  1.  Moncayo Gallegos Paco, “Cenepa, antecedentes, el conflicto y la paz” Corporación Editora Nacional, 2011.

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nuestro país han existido familias enteras de militares, pero ninguna con la presencia de cuatro generales, de los cuales tres de ellos son artilleros de cepa. La respetable familia ambateña Cabrera Sevilla es la protagonista de este novedoso hecho profesional. Los hermanos Carlos, Luis y Raúl Cabrera Sevilla y el hijo de Luis, el actual general Gustavo Cabrera Campuzano, constituyen este caso raro y novedoso. Además de militares de honor son considerados personajes de nuestra historia nacional e institucional. El general Carlos Cabrera Sevilla, nació en Azogues, el 15 de marzo de 1911. En 1929 ingresa a la Escuela Militar de la Recoleta y egresa con el grado de subteniente de caballería, el 7 de agosto de 1931, siendo designado a prestar sus servicios en el Grupo de Caballería Yaguachi. Al año siguiente, en septiembre General Carlos Cabrera Sevilla de 1932, asciende a teniente y de inmediato fue becado a la Escuela de Equitación del Ejército chileno como alumno de aquel instituto extranjero. De regreso al Ecuador, mientras realizaba el curso de ascenso en la Escuela de Formación de Caballería, fue ascendido a capitán, el 21 de noviembre de 1936. Fue pundonoroso combatiente en las acciones de armas de Porotillo y Platanillos, durante la campaña internacional de 1941 contra el ejército peruano. Con el grado de mayor fue director de la Escuela de Caballería, ejerciendo un comando responsable y progresista. El 11 de marzo de 1949 asciende a teniente coronel; en noviembre de 1954, a coronel y finalmente, el 17 de octubre de 1957 a general de división. En su brillante trayectoria militar intervino en varias acciones de armas y desempeñó importantes funciones castrenses. Fue comandante de diferentes unidades de caballería: del Batallón Oriental Nº 15 Patria; director de la Escuela de Equitación; comandante de la Segunda Zona Militar; jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas; agregado militar a la Embajada del Ecuador en Estados Unidos; delegado permanente de nuestro país ante la Junta Interamericana de Defensa; intervino representando al Ejército y a las Fuerzas Armadas en diferentes conferencias y congresos internacionales en Chile, Argentina, Paraguay y Panamá. Fue citado en la Orden General del 2 de septiembre de 1932, por su destacada participación en la denominada guerra de los cuatro días, y condecorado por su patriótico desempeño en los combates de Porotillo y Platanillos, cuando la invasión peruana de 1941; además de obtener otras condecoraciones nacionales y de los gobiernos de Colombia, Paraguay, Chile y Argentina.

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Fue uno de los fundadores e impulsores de la Asociación de Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas, organismo que ha comprometido su esfuerzo a desarrollar la cultura militar y a defender del prestigio de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas. Se retiró de la institución militar el 1 de enero de 1961. Falleció a la edad de 73 años, el 10 de enero de 1984. El general Luis Cabrera Sevilla, nació en la ciudad de Ambato, el 2 de agosto de 1915. Inició sus estudios en el Pensionado Borja y en la Escuela Luis A. Martínez de su ciudad natal; los estudios secundarios, en el Colegio Nacional Bolívar y luego, el gran salto: la Escuela Militar, el 29 de noviembre de 1934. En esta institución recibió su primer bautizo de fuego, el 28 de noviembre de 1936, cuando un grupo de cadetes del último año, durante los combates de la denomina “guerra de las General Luis Cabrera Sevilla cuatro horas”, recibió la disposición de emplearse en aquella acción de armas, cuando un núcleo de rebeldes, de acuerdo con el informe respectivo, impedía el avance del Batallón Esmeraldas, por lo que se decidió emplear la fracción de 10 alumnos del curso militar, a órdenes del teniente Luis A. Tamayo, con la misión de rodear el mercado y obligar a desalojarlo mediante maniobra. El 30 de abril de 1937, egresó con el grado de subteniente de artillería, de la Escuela Militar que funcionaba en la Recoleta, actual complejo del Ministerio de Defensa Nacional. Su formación militar la complementó en la Escuela de Artillería e Ingeniería, en el curso de perfeccionamiento en Panamá y en la Academia de Guerra en Chile; pero, así mismo, trasmitió sus conocimientos y experiencias a través de la docencia en el Colegio Militar Eloy Alfaro, Escuela Técnica de Ingenieros, en los cursos de Aviación Militar del Ejército, entre otros. Tuvo varias distinciones honoríficas y citaciones en la Orden General, como la del 30 de diciembre de 1936 por su participación, en calidad de cadete, en el combate de las cuatro horas el 28 de noviembre de 1936; en la Orden General del 16 de marzo de 1956, por su destacada participación en la Campaña Internacional de 1941. Desempeñó funciones importantes como las de comandante de diferentes unidades de artillería; jefatura del Estado Mayor de divisiones y zonas militares; comandante de la 1º Zona Militar; agregado militar, naval y de aviación en el Perú; comandante general del Ejército; presidente del Círculo Militar; Consejero de Estado por las Fuerzas Armadas; y, la función más importante, miembro de la Junta Militar de Gobierno que asumió el poder, en circunstancias complejas para el país, en 1963.

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De izq. a der.: general Carlos Cabrera S.; general Guillermo Rodríguez L.; general Raúl Cabrera S.; general Luis Cabrera S.

Cuando ya se encontraba en servicio pasivo, fue designado embajador del Ecuador en la República de Chile. El general Raúl Cabrera Sevilla, nació también en la ciudad de Ambato, el 29 de julio de 1926. La educación primaria la realizó en el Instituto Luis A. Martínez de su ciudad natal; la secundaria, en el Colegio Nacional Bolívar de la misma ciudad. Atraído por la vocación militar ingresó al Colegio Militar Eloy Alfaro de donde egresó con el grado de subteniente de artillería. Contrajo matrimonio con doña María del Carmen Reese Holguín. Ya durante su vida militar incrementó su nivel profesional en la Escuela de Artillería, en la que realizó el curso básico; el curso avanzado lo hizo en Fort Sill y en Fort Bliss de Estados Unidos, el curso avanzado de artillería antiaérea; el curso de contrainsurgencia, en Fort Gulick de Panamá. Se graduó de oficial de Estado Mayor en la Academia de Guerra del Ejército y complementó esta especialidad en la Escuela de Comando y Estado Mayor, en Fort Leavenworth de Estados Unidos. Fue profesor del Colegio Militar Eloy Alfaro, de las escuelas de Artillería y de Perfeccionamiento de Oficiales y de la Academia de Guerra del Ejército; comandante de unidades de artillería; gerente de Fabricaciones Militares Ecuatorianas, FAME; jefe del Estado Mayor de la Comandancia General del Ejército. En esta función prestó un invalorable servicio al país: evitó se agravaran, en 1978, las relaciones entre Ecuador y Perú, que hubiesen inclusive provocado una guerra internacional de impredecibles consecuencias. En efecto, en enero de 1978, se produjeron enfrentamientos de patru-

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General Gustavo Cabrera Campuzano

llas del destacamento Mirador con fracciones de tropas peruanas, situación que fue neutralizada mediante reuniones que sostuvieron, en Huaquillas y Aguas Verdes, los jefes del Estado Mayor, del Ecuador, general Raúl Cabrera Sevilla y general Pedro Ritcher Prada del Perú. Esta importante actuación que preservó la paz del continente fue reconocida por el gobierno nacional, otorgándole la condecoración Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran Cruz. Igualmente, recibió medallas y condecoraciones de naciones americanas e inclusive de la República de Corea. Fue agregado Militar, Naval y Aéreo del Ecuador en Colombia; presidente de la Asociación de Agregados Militares, Navales y Aéreos acreditados en ese país; ejerció el Comando General del Ejército y la función de ministro de Defensa en calidad de encargado. Ya en servicio pasivo, fue designado el primer comandante del Grupo de Honor Santa Bárbara; por tanto, fundador y organizador de tan querida y prestigiosa organización militar. El general Gustavo Cabrera Campuzano, es hijo del general Luis Cabrera Sevilla y de doña María Eugenia Campuzano Renella. Nació en Quito, el 5 de abril de 1962. La educación primaria la recibió en el Pensionado Borja Nº 3 de la ciudad capital del Ecuador, los estudios de segunda enseñanza, en el Colegio Militar Eloy Alfaro. Contrajo matrimonio con Margarita Darquea Serrano con quien procreó a Daniela, Camila y Nicolás. Para complementar el nivel de su preparación profesional estudió en la Escuela Politécnica del Ejército, Pontificia Universidad Católica, Instituto de Altos Estudios Nacionales, Centro de Estudios de Personal del Ejército Brasileño, CHEAR en Francia

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y Ceseden en España. Como producto de los estudios realizados obtuvo diferentes títulos académicos de tercer nivel: licenciado en ciencias militares y administración; magister en seguridad y desarrollo; diplomado en alta gerencia; diplomado superior en comunicación social, en Brasil; diplomado superior en técnicas de la enseñanza, igualmente, en la República de Brasil. Asistió a diferentes cursos y seminarios tanto en el país como en Estados Unidos, Panamá, Brasil, Francia y España. Ejerció por varios años la docencia y la función de instructor en diferentes institutos y unidades militares del Ejército; comandante de unidades de artillería; comandante de la Primera División de Ejército Shyris; director de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro; subdirector del Instituto de Altos Estudios Nacionales; agregado militar en Francia; observador militar de las Naciones Unidas en El Salvador. Ha entregado valiosos aportes a la institución. Cuando ejerció la jefatura de Relaciones Públicas del Ejército, diseñó la estructuración y normas de la actual Dirección de Comunicación Social del Ejército; integró el equipo de trabajo que diseñó un nuevo modelo de seguridad subregional; promovió la implementación de los procesos en la planta central de la DDIE. (Dirección de Desarrollo Institucional del Ejército) Por sus servicios profesionales fue reconocido con medallas y condecoraciones, además de un Encomio Solemne por la valiosa misión cumplida como integrante del grupo de observadores militares de las Naciones Unidas en El Salvador.

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CAPÍTULO IX UNIDADES DE ARTILLERÍA

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BRIGADA DE ARTILLERÍA Nº 27 PORTETE

Descripción heráldica

En la parte superior sobresale un circulo y en él, la corona de Santa Bárbara patrona del arma de artillería, quien ilumina a sus artilleros; a sus costados se encuentra el tricolor patrio en forma de rayo, simbolizando el trueno y la centella del rugir de sus cañones; el arraigado patriotismo y respeto del artillero hacia la patria se resume en las palabras “Honor y Lealtad”. Los cañones cruzados y el misil representan el símbolo de nuestra arma con todo su poder de fuego. El laurel exterioriza la riqueza, y belleza de nuestra tierra; el olivo la paz, armonía, unión y camaradería que practican los soldados artilleros, como una norma de su filosofía de vida.. En la parte inferior se advierte el pergamino blanco y puro en el que sobresale el nombre de la brigada como cimiento indestructible del desarrollo de nuestra especialidad. El fondo lo engalana el color rojo, símbolo de energía y del fuego fulminante que despiden nuestras armas al ser disparadas, y de la sangre derramada por nuestros héroes. Las dos estrellas, son el símbolo de una unidad tipo brigada, y el nombre de Portete recuerda al espacio geográfico que es parte de la historia nacional, pues en ese escenario se desarrolló la victoriosa Batalla de Tarqui.

Reseña Histórica

Se inicia en agosto de 1996, con el nombre de Brigada de Artillería Nº 27 Tiwintza, ocupando las instalaciones del campamento militar de Cuenca. Fue progresivamente estructurándose y desarrollándose. Se requería determinar adecuadamente la dependencia en lo referente a los campos administrativos, disciplinarios y operativos de cada una de las sub unidades, consideradas bajo este comando, para que se materialice y canalice la transición de la relación de mando. En el mes de julio de 1997, aproximadamente a los 10 meses de haber iniciado su funcionamiento y luego de finalizar un ejercicio de campaña con la III División de Ejercito Tarqui, el general René Yandún, comandante de la misma, dispone al coronel Luis Montalvo, cambie el lugar de funcionamiento del puesto de mando al campamento militar en El Cambio, provincia de El Oro, sitio en el cual nuevamente se continúa el proceso de organización, pero con el nombre de Brigada de Artillería Nº 27 Bolívar. A fines del

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mes de julio de 1997, el coronel Montalvo entrega el mando de la brigada al coronel Rodrigo Zúñiga. En el mes de diciembre de 1997, se publica en la orden general Nº 230 del Comando de la Fuerza Terrestre, la creación de la Brigada de Artillería Nº 27 Bolívar, con sede en la parroquia El Cambio, cantón Machala, provincia de El Oro, la que a partir de aquella fecha constara en el orgánico de la Fuerza Terrestre con las siguientes unidades: Comando y Estado Mayor CEM-27 Portete Compañía Policía Militar CEM-27 Portete Compañía de Comunicaciones CC-27 Portete Comando de Apoyo Logístico CAL-27 Portete Batería de Localización de Blancos BLB-27 Portete Grupo de Artillería Autoremolcado GAR-79 Gral. PINTAG Grupo de Artillería Lanzadores Múltiples GALM-80 Calderón Grupo de Artillería Antiaérea G.A.AA-81 Tnte. Ledesma Fue nombrado comandante de la Brigada el coronel Octavio Romero. La Escuela de Artillería, en julio de 1998, se incorporá a la brigada. En el año 2007, dando cumplimiento al instructivo Nº 2007-01 sobre la reestructuración de las unidades de la Fuerza Terrestre y al Plan Horizonte de la III División de Ejército Tarqui, se da la orden de reubicar a la Brigada de Artillería Nº 27 Bolívar de la plaza de Machala al Fuerte Militar Calderón, en la plaza de Cuenca. En el mes de julio del 2007, se movilizo el 50% del personal orgánico con todo el material, y en el mes de

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agosto lo hizo el personal que faltaba. De esta forma se completaba el traslado de la unidad a la ciudad de Cuenca. Las unidades que fueron trasladadas a ea plaza desde el campamento de El Cambio fueron: Grupo de Artillería Antiaérea Nº 81 Teniente Ledesma y Grupo de Artillería Autoremolcado Nº 79 general Pintag; por lo tanto, la Brigada de Artillería Bolívar reemplazaba y se responsabilizaba de la jurisdicción de la desaparecida Brigada de Infantería Nº 27 Portete.

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GRUPO DE ARTILLERÍA N° 1 BOLÍVAR

Descripción heráldica

Los esmaltes rojo y negro. Son distintivos tradicionales que identifican a la artillería. Colores rojo y negro. Simbolizan el fuego que expulsan los cañones ya sea en instrucción o en combate. Es la valentía que late con fuerza en el corazón del artillero. Los cañones cruzados de color dorado. Representan el poder arrasador del fuego, son la insignia que todo artillero la lleva con orgullo y honor, y que lo identifica plenamente con su gloriosa arma. Tricolor diagonal. Representa a uno de los símbolos nacionales como sustento y consolidación del civismo y el amor patrio de todo ecuatoriano.

Reseña histórica

El 7 de agosto de 1897, pasa lista de comisario en la plaza de Quito como Brigada de Artillería Bolívar. En 1905 como Regimiento de Artillería Bolívar combatió en el Chasqui al mando del Tcrn. Moisés Oliva. En 1932, desde el 29 de agosto al 1 de septiembre se produce la acción de armas llamada la Guerra de los Cuatro Días, como consecuencia de la descalificación a la presidencia de Neptali Bonifaz. Este hecho provocó que se organicen dos grupos político-militares perfectamente definidos: los constitucionalistas que estaban a favor de Bonifaz y los que estaban por su destitución. El entonces Regimiento de Artillería N° 1, acantonado en la ciudad de Quito, fue atraído por grupos civiles de la Compactación Obrera, que apoyaban a Neptali Bonifaz, por lo que tuvieron que hacer frente a dos colegas de arma, el Regimiento de Artillería Bolívar y el Regimiento N°3 Calderón y a otras unidades de la capital, a la denominada División del Sur y al Destacamento del Norte, que provenía de Tulcán. El saldo fue de numerosos muertos y centenares de heridos. Después de la Guerra de los 4 días, mediante decreto ejecutivo, en 1935 se crea el Grupo de Artillería N° 4 Bolívar. El 1 de febrero del mismo año, en la base militar de Salinas, en la actual provincia de Santa Elena, se reúnen jefes, oficiales y soldados de diferentes unidades en especial de la Batería de Artillería N° 2 Tarqui, que salió de Pozul, y se organiza en Zaruma, con el nombre de Grupo de Artillería N°3 y con las piezas de 65/17 en dotación. En febrero de 1947, al mando del mayor Gonzalo Toledo, el grupo se embarca en un buque de transporte en Santa Elena rumbo a Puerto Bolívar, provincia de El Oro,

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a donde llega sin novedad. De allí el personal utilizando autocarril se dirige a Piedras para viajar a continuación, en vehículos civiles contratados, a la población de Zaruma, su nueva plaza. En abril del mismo año, la unidad es dotada de caballos y acémilas para el material 65/17. En mayo de 1950, después de permanecer casi tres años en Zaruma, y al haber abandonado la compañía norteamericana el campamento minero de Portovelo, por orden superior se hace cargo del control y seguridad de estas instalaciones ubicadas en el margen del río Amarillo. En el mes de mayo de 1956, la superioridad destina al Grupo Bolívar al campamento militar de El Rosario, jurisdicción del cantón Pasaje, en la Vecindad de Buena Vista, teniendo en dotación los obuses 105 mm americanos. En enero de 1957 recibe la disposición de ocupar el campamento de El Cambio, jurisdicción de Machala, quedando en Zaruma un pequeño grupo de personal para su mantenimiento. En enero de 1960 se integra el personal y todo el material de 105 mm que estaba en Guayaquil, aprovechando la ocasión para intensificar la instrucción, inclusive con prácticas continuas de tiro en diferentes polígonos naturales, seleccionados para el efecto. Siguiendo el proceso de completamiento de personal y medios, en octubre de 1960 se organiza la tercera batería de obuses, con el personal de clases del Grupo de Artillería Mariscal Sucre, del Grupo de Artillería Calderón y con el material de 105 mm. Diez años después, en 1970, y por disposición de la Comandancia General del

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Ejército, se procedió a la fusión de las tres unidades de artillería, que guarnecían en la provincia de El Oro, Grupo N° 1 Bolívar como sede, Batería de Artillería N° 2 Tnte Rodríguez, acantonada en Arenillas y la Batería Antiaérea Tarqui, que se encontraba en Tres Cerritos, cantón Pasaje. En el conflicto de la Cordillera del Cóndor en 1981, constituía parte orgánica de la Brigada de Infantería N° 1 El Oro al mando del general Edmundo Vivero. Como todas las otras unidades de frontera, ocupó sus posiciones y estuvo lista a cumplir con el deber de defender la heredad nacional. En 1993 mediante Directiva N° 93-04 para la organización de las unidades de artillería de la Fuerza Terrestre, emitida por el Departamento de Operaciones del Ejército, se crea el Agrupamiento Grupo de Artillería N° 1. En la denominada Guerra del Cenepa, el GA 1 Bolívar desplazó las piezas a sus posiciones de El Oro; durante el proceso de pacificación y en previsión de cualquier contingencia, una batería del Grupo de Artillería Jubones fue movilizada con 2 piezas a Santiago y las 4 restantes se desplazaron a Banderas; la batería se incorpora a su campamento habitual en El Cambio, en junio de 1999. En el mes de diciembre de 1997 el Grupo de Artillería N° 1 Bolívar, pasa a denominarse Grupo de Artillería N°1 Jubones y la Brigada de Artillería que tenía el nombre de Tiwintza pasa a denominarse Brigada de Artillería N° 27 Bolívar. El 26 de agosto de 1999, mediante orden general de la Comandancia General del Ejército, el Grupo de Artillería Jubones, al mando del Tcrn. Luis Villafuerte pasa al campamento de Casacay, mientras el Grupo de Artillería N° 1 Bolívar se instaló en el campamento de El Cambio. El 4 de julio del 2007, mediante oficio N° 2007-164-1-BI-3ª-Circ., recibe una copia del Plan 2007 “Horizonte” para la restructuración de las unidades operativas de la III-DE Tarqui, en la que recibe la orden que el GA 1 Jubones debe trasladarse desde Casacay a la parroquia El Cambio, retomando el nombre definitivo de G.A 1 Bolívar, quedándose acantonado con todo su personal, material y medios orgánicos, en las instalaciones de El Cambio.

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GRUPO DE ARTILLERÍA N° 5 ATAHUALPA

Descripción heráldica

El escudo consta de dos superficies circulares concéntricas: una interior y otra exterior. La superficie interior es de color negro y está limitada por una línea circular de color blanco. En el círculo interior se destaca la figura de un cañón modelo Falcon año 1700, dibujado con filos rojos y fondo blanco, que representa la razón de ser del soldado artillero y el valor de sus tradiciones. En la superficie exterior se mantiene el color rojo para expresar el poder y la decisión que la artillería mantiene en la batalla; además, se encuentran grabadas en letras color negro las palabras “Artillería Ayer, Hoy y Siempre” y en la parte inferior las siglas G.A 5 Atahualpa.

Reseña histórica

Luego de disuelto el Grupo de Artillería Calderón por los sucesos de los combates de las cuatro horas (1936), aparece como Grupo de Artillería Nº 1 Atahualpa y tiene por lugar de acantonamiento, la ciudad de Quito. Recibe su nombre en homenaje al último de los incas, el emperador Atahualpa, nacido en tierras quiteñas. Al ocurrir la invasión peruana en 1941 se traslada a la ciudad de Cuenca y permanece en ella hasta que en 1946, cambia su nominativo por el de Grupo de Artillería Calderón. En el mes de diciembre del mismo año, fue creado el Grupo de Artillería Campal Nº 5 Gral. Villamil, con sede en la ciudad de Guayaquil, pasando a conformar el orgánico de la IV Zona Militar. Su organización fue la siguiente: una batería comando y tres baterías de tiro, siendo su primer comandante el teniente coronel Adolfo Enrique Mora. Como armamento en dotación, la ametralladora Breda de 20 mm. En esas condiciones recibe la orden de trasladarse a la población de la Libertad, en la Península de Santa Elena. Luego de su participación en la revolución del 28 de mayo de 1944 en Guayaquil, el Grupo de Artillería Campal Nº 5 Gral. Villamil, fue disuelto y en base a la organización de su predecesor se crea el Grupo de Artillería Nº 5 Atahualpa, teniendo de dotación el material americano antiaéreo de 37 mm, y la ametralladora Breda de 20 mm. Recibe el nombre de Grupo de Artillería de 37 mm Atahualpa. En 1953, al mando del mayor Manuel Ángel Soto se traslada a las instalaciones de Salinas y el Batallón de Infantería Nº 14 hacia la Libertad para dar protección antiaé-

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rea a la saliente más predominante del territorio ecuatoriano, y ser parte de la defensa de nuestra costa continental. En el año de 1955, la Misión Militar de los Estados Unidos de Norte América entrega a nuestro Ejército un Grupo de Artillería A.A, constituido por los cañones de 40 mm y las ametralladoras múltiples calibre 50 mm. Todo este material era electrónico y altamente sofisticado y eficaz para esa época. Entonces, toma la siguiente denominación: Grupo de Artillería Antiaérea de 40 mm Nº 1 Atahualpa. En 1981 con ocasión del conflicto de la Cordillera del Cóndor, el grupo envió su contingente de personal, material y equipo a la zona de conflicto, allí tuvieron destacada actuación el cabo Nelson Guamaní Oña y los conscriptos José Suárez y Segundo Nicanor Quiroz Salazar, caído heroicamente en combate. Esta acción de armas evidenció la eficacia del empleo de las ametralladoras múltiples calibre 50 mm; las que pese a tener cerca de 40 años de servicio constituyeron elementos de disuasión de la aviación peruana. Como justo reconocimiento, el estandarte del G.A.A 5 fue condecorado por el Gobierno Nacional. En el año de 1990, una batería de obuses de 155 mm fue agregada a la unidad para reforzarla y mejorar su potencia de fuego. En julio del año siguiente se crea una compañía de ametralladoras 0.50 con la cual el grupo refuerza la protección antiaérea. El 22 de octubre de 1993 constituye un día histórico y de grata recordación: llegan 12 piezas de 105 mm que pertenecían al G.A 3 Calderón. En el mes de abril de 1997, se incorpora la Batería GRAP-1P proporcionando mayor potencia de fuego a la unidad. Con esta nueva organización, adquiere la denominación de Agrupamiento Batería de Artillería Nº 5 Atahualpa (G.A 5+1 BIA de tubos GRAD-1P). En el mes de junio de 1997, por disposición superior, la batería de artillería antiaérea de 35mm Oerlikon pasa a ocupar parte de las instalaciones del ABA 5 con la finalidad de proporcionar defensa antiaérea a los puntos más sensibles de la península; posteriormente, esta unidad conforma una nueva organización de defensa antiaérea denominada Comando de Defensa Aérea (COMDA). En el mismo mes y año, la Batería de Artillería Antiaérea Nº 5 Guayas, orgánica de la Brigada de Infantería Nº 5, con la misión de proporcionar protección antiaérea al complejo hidrocarburifero de la Libertad, ocupa las instalaciones de la Base Militar de Salinas, debiendo dejar el campamento que hasta la fecha ocupaba en el Batallón del Suburbio, compartiendo las instalaciones con la Compañía de Ingenieros Nº 5 (C.E 5) A raíz de un análisis realizado para la elaboración de los nuevos orgánicos de las unidades de la Fuerza Terrestre, para el periodo 2003-2007, y en vista de que las unidades de artillería debían reestructurarse de una mejor manera, se dispone la eliminación de la Batería GRAD-1P, y la creación, con fecha 14 de enero de 2004, del Grupo de Artillería Antiaérea Nº 5 Mayor Valencia. Con estas nuevas reestructuraciones en los respectivos orgánicos de las unidades acantonadas en la Base Militar de Salinas, ésta pasó a denominarse Fuerte Militar Salinas. Con el transcurso del tiempo esta unidad ha tomado diferentes nombres; en la actualidad tiene la denominación de Grupo de Artillería Nº 5 Atahualpa, dispone de material 105 mm, se encuentra acantonado en la ciudad de Salinas y forma parte orgánica de la Brigada de Infantería Motorizada Nº 5 Guayas.

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GRUPO DE ARTILLERÍA ANTIAEREA N° 5 MAYOR VALENCIA

Descripción heráldica

El escudo está representado por una ala blanca donde se encuentra impregnado el símbolo de la unidad, emblema de nuestra arma con todo su poder de fuego; el laurel representa la riqueza y belleza de nuestra tierra; el olivo exterioriza la gloria y la unidad que deben confundir a todos los camaradas artilleros para cumplir el objetivo institucional; el fondo lo engalana el color rojo, símbolo de la energía y del fuego que despiden nuestras armas al ser disparadas y de la sangre derramada por nuestros héroes para mantener incólume el suelo patrio; en la parte circular tenemos el nombre de la unidad como cimiento indestructible del desarrollo de nuestra especialidad.

Reseña histórica

Es una unidad orgánica de la Brigada de Infantería Nº 5 Guayas; se encuentra acantonada en la provincia de Santa Elena, cantón Salinas, parroquia Chipipe. En sus inicios fue creada como Batería de Artillería Antiaérea de 35 mm Oerlikon Nº 2 Cabo Quiroz, ya que en el año de 1984 en el comando del mayor de artillería Fernando Velasco, se le dio esta denominación, mientras se encontraba dando protección antiaérea a la Base de Taura. En el mes de junio de 1997, pasa a ocupar parte de las instalaciones del Agrupamiento Baterías de Artillería Nº 5 Guayas, orgánica de la 5 B.I recibiendo la disposición de ocupar las instalaciones del Fuerte Militar Salinas y dejar las instalaciones que hasta esa fecha ocupaba en el Batallón del Suburbio. Luego de entrar en vigencia los nuevos orgánicos de las unidades de la Fuerza Terrestre para el periodo 2003-2007, y en vista de que las unidades de artillería debían reestructurarse para cumplir eficientemente sus misiones, se dispone la creación del Grupo de Artillería Antiaérea N 5 Mayor Valencia, quien en cumplimiento de su deber falleció prematuramente, el 3 de diciembre de 1999. Esta batería fue organizada cuando se adquirió el moderno sistema de Artillería Antiaérea de 35 mm. Oerlikon, de fabricación Ítalo-Suiza, material que a la fecha solo dos países en América del Sur disponían: Brasil y Argentina; posteriormente, Chile dotó a su Fuerza Aérea de este material. El Ejército Ecuatoriano adquirió cuatro baterías de tiro, con sus accesorios y repuestos que comprendían: 12 radares de control de tiro Skyguard y 24 piezas bitubo;

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se adquirieron también en los Estados Unidos 15 camiones de tracción tipo AM-923 (9 de 5 Ton y 6 de 2 ½ Ton.) para el arrastre del material de cada batería. Durante el año 1980 se procedió a la recepción final en el país de las tres primeras baterías a cargo del teniente coronel Jaime Endara Clavijo, pero a mediados del mes de enero de 1981 se produce el conflicto bélico con el Perú, lo que obliga a apresurar la distribución del material a diferentes sectores del país, considerados como objetivos estratégicos: la Brigada de Infantería Nº 1 El Oro, Base Aérea de Taura y el área de despliegue de la entonces Brigada Blindada Nº 1 Galápagos, en la zona fronteriza. Al considerarse como objetivo estratégico a la Base Aérea de Taura, donde operan los escuadrones de combate más importantes de nuestra Fuerza Aérea., se toma la decisión de asignar una batería antiaérea del nuevo material para su defensa en un hipotético bombardeo enemigo. El 23 de enero de 1981, el general Germánico Paredes, director de personal del Ejército dispone que se incorpore a la Base Aérea de Taura, una batería antiaérea Oerlikon, para lo cual, en varios vuelos de las aeronaves C-130 Hércules de la Fuerza Aérea se transportó desde Quito a 1 jefe, 13 oficiales, 39 voluntarios y 8 aspirantes; con el siguiente material: 3 directores de tiro, 6 piezas A.A, 6 grupos electrógenos, 10.000 granadas HEI, y por vía terrestre el siguiente material: 1 shelter para el Director de Tiro (D.T), 1 furgoneta BW y 1 camión mula. El primer comando y la plana mayor estuvieron conformados así: comandante Crnl. Jorge Palacios Herrera; sub comandante, mayor Santiago Pascual Andrade; capitanes Carlos López Merino; Fausto López Pérez y Alex Landeta Valladares.

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GRUPO DE ARTILLERÍA N° 7 CABO MINACHO

Descripción heráldica

Cañón de 105 mm. Es el símbolo de la artillería, es su medio de combate e instrumento de empleo en los campos de batalla, constituye el mejor amigo y compañero del soldado que lleva orgulloso por insignia, los dos cañones cruzados. Círculo rojo interior. El rojo constituye la representación emblemática que identifica al artillero, es uno de los colores de la bandera nacional, relacionándolos con las tres armas más antiguas y tradicionales del Ejército: Infantería (amarillo), caballería (azul) y el rojo tradicional artillero. Doble círculo exterior. En la parte superior resalta la magnitud de la unidad y del arma: Grupo de Artillería; en la parte inferior, el nombre del héroe nacional, Cabo Minacho.

Reseña histórica

En 1942, se la ubica en Loja, Cariamanga y Pózul, con el propósito de enfrentar una posible reiniciación de las operaciones iniciadas en el año anterior: la invasión peruana, especialmente a la provincia de El Oro. En el año de 1953, ante la amenaza de una nueva invasión peruana, el Comando del Ejército ordena que la 3ra. Batería del Grupo de Artillería Mariscal Sucre, se traslade a la ciudad de Loja, en apoyo de fuegos a la IX División de Infantería Loja, entonces, toma el nombre de Batería de Artillería Nº 9 Cabo Minacho. Se ubica en las instalaciones del actual colegio Daniel Álvarez Burneo El material que disponía era de fabricación italiana, de calibre 65/17 mm. En el mismo año, la batería se traslada a su actual lugar de guarnición, en el que además se encontraban una compañía del Batallón de Infantería Nº 7 Carchi y un escuadrón del Grupo de Caballería, Cazadores de los Ríos. En 1961 se transforma en batería independiente, en el comando del mayor Luis Pazmiño Madrid. En ese mismo año las unidades antes mencionadas abandonan el campamento, quedando solo la unidad de artillería. En 1974, siendo comandante el mayor Hugo Salvador se cambia el nombre de Batería Nº 9 Cabo Minacho, por el de Grupo Mixto de Artillería Nº 7 Cabo Minacho, sin completarse la dotación de obuses que requiere una unidad de dicha magnitud. En el año de 1975, cuando ejercía el comando de la unidad el mayor Gonzalo Arellano, llegan cuatro morteros israelitas Tampella de 160 mm, para remplazar a los obuses de 65/17 mm. Este material era de buen rendimiento, pero muy pesado para

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emplearse en un medio de topografía bastante irregular como el de la provincia de Loja, por lo que luego de corta permanencia en la unidad fue reemplazado por otro más compatible con el medio geográfico: los obuses americanos de 75 mm, que se encontraban en el Grupo Bolívar, en la provincia de El Oro. En enero de 1977, durante el comando del mayor Gustavo Tamayo, llegan 18 obuses italianos de 105 mm OTO Melara; permaneciendo en la unidad los obuses de 75 mm que pasaron a la 4ta batería de tiro, por lo que toma el nombre de Grupo Mixto de Artillería. En el año de 1981 ocupa sus posiciones en el área de responsabilidad durante el conflicto con el Perú, en la Cordillera del Cóndor. En el mes de octubre de 1989, se evacuan los obuses de 75 mm al Grupo Escuela Mariscal Sucre, para ser utilizados en ceremonias especiales, mediante la realización de salvas. El 24 de enero de 1995 con motivo del conflicto bélico con el Perú, se adopta el dispositivo de defensa antiaérea para la provincia de Loja, de acuerdo con lo previsto en el plan de defensa externa, con material de artillería antiaérea: ametralladoras ZGU1 y los misiles Blowpipe. Después del conflicto con el Perú, recibe los misiles Igla, la batería de artillería antiaérea de ametralladoras Nº 7 como parte del Sistema de Defensa Antiaérea conjunto que dispone de ametralladoras ZGU-1 y de misiles Igla. En el año 1997 se conforma la Batería de Artillería Lanzadores Múltiples Nº 7 acantonada en la ciudad de Loja y en las instalaciones del Fuerte Militar Cabo Minacho.

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En el mes de julio de 1996, se forma la batería GRAD. 1P., con 4 piezas y 15 voluntarios orgánicos especialistas, con su comandante el capitán Carlos Maldonado. El 10 de mayo de 1998, llegan desde Cuenca tres piezas BM-21 (Urales), con todo su equipo y munición, un total de 960 granadas, designándose como comandante de batería al mayor Ángel González y como comandante del GA-7, al teniente coronel Baltazar Castro. Desde esa fecha y hasta mediados del año 2008, esta unidad toma el nombre de Agrupamiento Batería de Artillería Nº 7 Cabo Minacho ya que se encontraba conformada por el Grupo de Artillería Nº 7, Batería de Artillería Lanzadores Nº 7, Batería de Artillería Lanzadores Múltiples Nº 7, y la Batería de Artillería Antiaérea de Ametralladoras Nº 7. A inicios del año 2008, el comando de la Fuerza Terrestre, como parte del proceso de reestructuración de las unidades militares, impartió la disposición de que la Batería de Artillería Lanzadores Nº 7, Batería de Artillería Lanzadores Múltiples Nº 7, y la Batería de Artillería Antiaérea de Ametralladoras Nº 7, se trasladen con personal, material y medios hacia la plaza de Cuenca, donde pasarían a formar parte del Grupo Lanzadores Múltiple Nº 80 y del Grupo de Artillería Antiaérea Nº 81. Una vez cumplida la disposición retomó el nombre de Grupo de Artillería de 105 mm. Nº 7 Cabo Minacho, nombre con el cual se identifica hasta la actualidad.

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GRUPO DE ARTILLERÍA AUTOPROPULSADO N° 11 TNTE. RODRÍGUEZ

Descripción heráldica

Colores rojo y negro. Son los colores tradicionales que identifican a la artillería; representa el honor, valentía y el arrojo; la nobleza del arma encarnada en la sangre generosa de sus hijos. El fuego de sus cañones y la pólvora negra quemada, cuando sus granadas recorren el espacio en busca del blanco o de los objetivos enemigos. Armadura. Simboliza nuestro armamento en dotación de artillería de campo, blindado y a oruga. Es la fortaleza de la mente, el espíritu y el cuerpo del artillero, cuya trilogía constituye el sinónimo de su vida. Nombre de la unidad. El nombre del teniente Maximiliano Rodríguez, héroe nacional, comandante del destacamento Tarqui Viejo caído en el conflicto ecuatorianoperuano, el 31 de julio de 1941, exterioriza la memoria que el artillero guarda eternamente a sus compañeros que sacrificaron su vida en defensa de la patria. Tricolor diagonal. Representa a uno de los símbolos nacionales como sustento y consolidación del civismo y el amor patrio de todo ecuatoriano.

Reseña histórica

Durante la época de las guerras de la independencia resalta la participación de una incipiente fracción de artillería como parte de la denominada División Protectora de Quito, la que luego de sacrificada marcha de casi dos años, y con el apoyo solidario de otras unidades, consiguió la memorable victoria en el Pichincha. De igual forma el general Antonio José de Sucre, contó entre sus filas con una batería de artillería, la que por las dificultades de desplazamiento en el terreno no participó en la batalla final. Durante el siglo XIX, la artillería al calor de las batallas y campañas evolucionaba aceleradamente, al igual que las gloriosas y tradicionales unidades artilleras que ya existían. A mediados del siglo XX es cuando propiamente tiene su partida de nacimiento la unidad que todos los días se codea con la grandeza del Chimborazo. En efecto, en 1954, la tercera batería orgánica del grupo de Artillería Mariscal Sucre, que se encontraba acantonada en ese entonces en la hacienda El Pintado, en

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la ciudad de Quito, aparece con el nombre de Batería Teniente Rodríguez, dotada orgánicamente de piezas de 75 mm, el material más moderno que disponía la artillería ecuatoriana comparado con otros que estaban a punto de ser considerados obsoletos y entrar en línea muerta. En 1956 recibió la disposición de trasladarse a la ciudad de Arenillas para estar en condiciones de suplir las necesidades de apoyo de fuegos que requerían las unidades de la provincia de El Oro. En 1957, se le ordena ocupar el campamento abandonado de una compañía petrolera, que fue también las instalaciones del Batallón de Infantería N° 1 Constitución. En el año 1970, la tercera batería Tnte. Rodríguez, se traslada a El Cambio para formar parte del Grupo Mixto de Artillería, manteniendo su organización, personal y medios. La otra unidad que se incorporó al campamento de El Cambio, fue la Batería Tarqui, que ocupaba parte de las instalaciones del Batallón de Infantería Pichincha en tres Cerritos, cantón Pasaje. En 1974, mediante Orden General N° 004-001-C-974, por disposición del Comando General de la Fuerza Terrestre, se crea la Brigada Blindada N° 11 Galápagos acantonada en la ciudad de Riobamba. En el año siguiente, 1975, el 31 de julio, por disposición superior se creó el Grupo de Artillería Autopropulsado N° 11 Tnte Rodríguez, mediante ceremonia que se realizó en la Brigada Blindada N° 11 Galápagos. Su primer comandante fue el mayor Jaime Guzmán y el segundo comandante, el capitán René Gordón.

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Para formar esta unidad se seleccionó al personal de las diferentes unidades de artillería del país; posteriormente, se perfeccionarían en el material a oruga del tipo AMX, tanto en nuestro país como fuera de él; justamente, el sábado 18 de septiembre de 1976 viajó a la República de Francia un grupo de oficiales y voluntarios a especializarse en el nuevo material. El 10 de julio de 1976 el coronel Jorge Pérez Bedoya, comandante de la Brigada Blindada N° 11 Galápagos, en ceremonia especial, hizo la entrega del estandarte insignia de la unidad. En este mismo año se destacó la llegada de los obuses autopropulsados y los vehículos de acompañamiento (UCA), los que fueron desembarcados en el Puerto Marítimo de Guayaquil, desde donde se los transportó vía férrea, hasta su lugar de acantonamiento. Al año siguiente, se incrementa el sistema de observación con el material RATAC y llega a nuestro país el capitán Andrés Solana del Ejército francés, para asesorar y perfeccionar a nuestro personal en el conocimiento y empleo del material 155 mm AP. El viernes 28 de noviembre de 1977 se realizó la graduación del primer contingente de soldados, en conocimientos técnicos de conducción y mantenimiento del material AMX-13. Con ocasión del conflicto de la Cordillera del Cóndor, el 24 de enero de 1981, la unidad con todos sus efectivos y material se desplaza a la provincia de El Oro, con el fin de salvaguardar la integridad nacional. Concluida la emergencia, en abril del mismo año, se incrementa la batería antiaérea que pasa a formar parte del G.A.AP 11 como la 4ta Batería del Grupo N° 1, y luego, en 1983, como batería independiente con el denominativo de Batería Antiaérea Amazonas. El 26 de enero de 1995 como consecuencia del conflicto del Alto Cenepa se trasladó con todos sus medios y personal a la provincia de El Oro, con el fin de integrarse temporalmente a la Artillería Divisionaria y estar en condiciones de apoyar la maniobra de las unidades de la Tercera División del Ejército. Actualmente a pesar de haber sufrido un lamentable accidente, el 20 de noviembre de 2002, en el interior de sus instalaciones, como consecuencia de la repotenciación de la munición de artillería a cargo de la fábrica de municiones Santa Bárbara, continua trabajando con empeño, profesionalismo y lealtad, en cumplimiento de los deberes que impone a todos, nuestra institución y la Patria.

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GRUPO DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA N° 12 CABO QUIROZ

Descripción heráldica

Esmaltes rojo y negro. Son los colores tradicionales que identifican a la artillería del resto de armas del Ejército Ecuatoriano; el rojo sinónimo de sangre, valor y de un corazón artillero valiente y noble; el negro el humo de la pólvora quemada que impulsa a los proyectiles devastadores. El ala blanca. Representa los ideales del artillero, la iniciativa y el pensamiento que vuelan incansables, buscando nuevos y mejores horizontes. Un misil antiaéreo. Su posición de apuntar al cielo, significa que por el espacio infinito recorrerá en procura de hacer blanco a los invasores que se atrevan a violar el espacio aéreo ecuatoriano. Los cañones cruzados. La insignia tradicional del artillero que la lleva en su uniforme a todas partes y constituye su guía, su norte, el adorno más preciado de su existencia. La estrella. Constituye la guía del artillero en todos los actos de su vida profesional. Nominativo de la unidad. Lleva el nombre de Cabo Quiroz, un mancebo imberbe que hizo sentir en Paquisha, la presencia del artillero en la inmensidad de la selva, y el ejemplo de quien muere “Siempre al pie de su cañón”.

Reseña histórica

Nace a la luz institucional el 20 de abril de 1981, cuando luego de la emergencia con el Perú, se conforma la Batería de Artillería Antiaérea N° 1, acantonada en la ciudad de Riobamba, recibiendo después, por disposición superior, el nombre de Amazonas, en homenaje a nuestro gran río- mar; en estas circunstancias pasa a formar parte del Grupo de Artillería Autopropulsado N° 11, Teniente Rodríguez, como la cuarta batería de esta unidad. El 23 de abril de 1983 en el estadio de la Brigada de Caballería Blindada Nº 11, se realizó una ceremonia cívica en la que se oficializa y entrega el estandarte a la unidad que desde ese momento, pasa a constituirse en batería independiente con el nombre de Batería de Artillería Antiaérea Amazonas. El 31 de enero de 1990 por orden de la Comandancia General del Ejército, se integran a la Batería Antiaérea Amazonas, los misiles Blowpipe y ametralladoras Múltiples 0.50, que junto con el material Oerlikon pasan a conformar el Grupo de Artillería

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Antiaérea Amazonas, independiente del grupo de Artillería de campo Tnte. Rodríguez. Esta unidad sirvió de base para la agregación del material de artillería antiaéreo Oerlikon de la Brigada de Selva Nº 19 Napo, que se encontraba acantonado en Shushufindi, donde junto con las baterías Taura y Tarqui, conforman el Grupo de Artillería Antiaérea Cabo Quiroz, aprovechando la adquisición de material de esa naturaleza por parte del Ejército Ecuatoriano. En el mes de abril de 1994, la Dirección de Operaciones del Ejército ordenó la creación de nuevas unidades de esta especialidad. Además, se incluyen en la organización de la artillería antiaérea de nuestro país, el misil Igla, que da lugar a la conformación de las baterías mixtas, las que reciben la denominación de Batería de Artillería Antiaérea de Ametralladoras y Misiles, (BAA-AM), que en forma independiente o como parte de los grupos de artillería antiaérea reciben la misión de evitar la irrupción de cualquier amenaza aérea en territorio nacional. Finalizado el conflicto del Cenepa el G.A.AA 19 se reorganiza y cambia su numeración, pero en homenaje al héroe nacional Cabo Segundo Nicanor Quiroz, continúa manteniendo su nombre y la misma estructuración. Entonces fue creado oficialmente el Grupo de Artillería Antiaérea N° 12 Cabo Quiroz, orgánicamente dependiente de la 11 B.C.B, con sede inicial en Lago Agrio, después en Shushufindi y finalmente, para preservar el material de la humedad y altas temperaturas de la Amazonia ecuatoriana, la unidad se traslada al campamento de la 11 B.C.B en la ciudad de Riobamba. En el año 2.000 queda definitivamente constituido por dos baterías de material de 35 mm Oerlikon y una batería de ametralladoras ZGU-1. Infortunadamente esta unidad sufrió un descalabro tremendo cuando gran parte de su material e instalaciones fueron destruidas por la explosión de uno de sus polvorines; pero con extremado esfuerzo y empeño nuestros soldados artilleros, como si emularan al ave fénix de la mitología, se levantaron de las ruinas, reparando y reconstruyendo el material antiaéreo y las instalaciones de la unidad. En el año 2003 la B.A.A-AM N°11 Amazonas, se incorpora al G.A.AA N°12 Cabo Quiroz pasando a constituirse en la tercera batería de este grupo. En el mes de agosto del año 2007 la B.A.A-AM N°17 Pastaza, se fusiona con el G.A.AA N°12, pasando a ser la cuarta batería de esta unidad, constituida ya en parte integrante de la gloriosa artillería ecuatoriana. Finalmente, en el mes de agosto del año 2008 la B.A.AM N°15 Paquisha, se fusiona con el G.A.AA 12, pasando a ser la quinta batería de este grupo, asumiendo la importante misión de proporcionar protección antiaérea a cinco áreas sensibles de importancia estratégica, para mantener la integridad del potencial nacional del Estado. El G.A.AA 12 Cabo Quiroz ha mantenido su sede en la ciudad de Riobamba perteneciendo orgánicamente a la Brigada de Caballería Blindada N° 11 Galápagos, recibiendo de ésta las misiones de defensa interna, pero aquellas que involucran misiones de guerra externa las recibe del Comando Aéreo de Defensa (COAD). En el año 2012 el Comando General del Ejército implementa un nuevo proyecto de reorganización y reajuste de unidades dentro de las diferentes armas, por lo que en el mes de agosto de 2013, desaparece del orgánico del Ejercito el Grupo de Artillería Antiaérea N° 12 Cabo Quiroz, pues se fusiona con el G.A.AA 5 Mayor Valencia, quedando acantonada en la ciudad de Riobamba como cuarta batería de este grupo.

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GRUPO DE ARTILLERÍA N° 13 MARISCAL SUCRE

Descripción heráldica

El logotipo del Grupo de Artillería Nº 13 Mariscal Sucre, lleva el tradicional símbolo mundial de la artillería, que son dos antiguos cañones cruzados, de color dorado, que exterioriza el poder de fuego; sobre éstos, una corona real y un triángulo formado con círculos negros que representan su munición, simbolizando el poder de los reyes, el poder de decisión que tiene la artillería en combate. Estos símbolos se encuentran dentro de un círculo de color rojo, color insignia del arma de artillería y sobre otro círculo de color negro está grabado una frase ancestral: Artillería, Ayer Hoy y Siempre; en su parte superior e inferior el nombre y designación de la unidad: Grupo de Artillería Nº 13 Mariscal Sucre.

Reseña histórica

Se le conoció en 1860 cuando constaba como Brigada de Artillería Nº 2 Sucre y se empeñó en combate defendiendo la ciudad de Guayaquil desde posiciones ubicadas en El Salado. En mayo de 1883, cuando comandaba la unidad el coronel Antonio Hidalgo, se traslada desde Quito a Samborondón; el 8 de junio del mismo año, llega a Mapasingue y participa en la guerra de La Restauración. Efectivamente, en el parte que envía el Gral. José María Sarasti al gobierno Provisorio de Quito, durante la mencionada guerra contra la dictadura del general Veintemilla, consta en uno de sus párrafos: “El 17 de mayo de 1883 salieron de Yaguachi y llegaron al nuevo campamento la columna de zapadores, el escuadrón Peiger y la artillería Sucre…” En agosto de 1883 arriba a la ciudad de Guayaquil con el comando y la plana mayor junto a la primera, segunda y tercera baterías de tiro. En octubre del mismo año se incrementa la cuarta batería, cuyo comandante era el capitán José Álvarez. El general Alfaro, en sus narraciones de la campaña de 1884 menciona a la Artillería Sucre: “El 17 de noviembre de 1884, la invicta Esmeraldas tomó por sorpresa al cuartel. El 15 de noviembre zarpó de Guayaquil el vapor Santa Lucía; el 17 fondeó en Manta y de allí navegó a bahía en donde embarcó a la Artillería Sucre para desembarcarla en Esmeraldas…” En enero de 1885, aparece con la denominación de Brigada de Artillería Nº 2 en la plaza de Guayaquil, denominación que la mantiene hasta diciembre de 1894.

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Fuerte Militar “Atahualpa”, en cuyas instalaciones se encuentra el Grupo de Artillería Mariscal Sucre

El orgánico de la unidad correspondiente al mes de diciembre de 1866, de acuerdo con las listas de comisario era el siguiente: 1 coronel; 1 teniente coronel; 1 sargento mayor; 5 capitanes; 9 tenientes; 4 subtenientes; 1 cirujano; 1 capellán; 1 director de banda; 5 sargentos primeros; 33 sargentos segundos; 36 cabos primeros; 25 cabos segundos; 290 soldados; 4 cornetas y 18 músicos. 1 El 14 de agosto de 1895, en el sangriento combate de Gatazo, protagonizado por las tropas gobiernistas al mando del general José María Sarasti y las liberales comandadas por el general Eloy Alfaro, le correspondió actuar al entonces Regimiento de Artillería Mariscal Sucre. En la orden de operaciones emanada por el general Alfaro consta: “El ala derecha quedó constituida por el Batallón Daule Nº 1. En este sector, actuará también el Regimiento de Artillería Sucre, bajo las órdenes de su primer jefe sargento mayor Nicolás F. López, quien obedecerá las órdenes de los coroneles Víctor Fiallo y Emilio María Terán, jefes de la Brigada de Artillería y del Estado Mayor respectivo, en orden que se indica…” En la campaña de Esmeraldas fue protagonista de varios combates, en los que demostró la casta de unidad heroica y guerrera. En 1896 el Regimiento Mariscal Sucre al mando del mayor José Miguel Rivadeneira marcha hacia Cuenca y el 22 y 23 de agosto participa en los combates de Balsay y Cuenca, de los que salió victorioso. Tenía su sede por aquel entonces, en la ciudad de Guayaquil, su cuartel estaba ubicado en las calles Nueve de Octubre y Escobedo.

1.  Crnl. Y.M. Larenas, Revista Ejercito Nacional, año 1, Nº.6, 1922.

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G.A 13 “Mariscal Sucre”

El 19 de enero de 1906, cuando el movimiento político derrocó al gobierno del Sr. Lizardo García, tuvo destacada actuación defendiendo la Constitución de la Republica. En 1910, cuando el Perú amenazó invadir nuestro país, el Regimiento de Artillería Mariscal Sucre estaba listo para la defensa de la Patria, ventajosamente no hubo tal invasión: el Perú no se aventuró a desafiar el patriotismo y decisión de un pueblo amenazado. En noviembre de 1913, al mando del mayor Francisco Orellana, el capitán Ricardo Noboa y teniente Luis Paredes, participó en el combate del Guayabo. Una sección del regimiento, comandada por el capitán Miguel A. Pérez, actuó en la acción de Camarones, el 12 de abril de 1914. Una pieza, al mando del teniente José E. Mena apoyo las acciones de La Propicia; una fracción del mismo regimiento partió hacia Esmeraldas en donde se hizo cargo del siguiente material: una batería de Wikers-Maxims, una batería de Skoda, una sección de Ehrhardt y una sección de ametralladoras Hotchkiss M1914. Con este material protegió el desembarco de las fuerzas constitucionalistas en la isla Bambuco, el 30 de julio de 1914. El 18 de agosto del mismo año, participó en los dos combates de La Boca, acciones de armas de las que salió triunfante. Una fracción de tropa del Regimiento de Artillería Nº 2 Sucre al mando del señor capitán Miguel A. Pérez, se ocupa en desenterrar los históricos cañones del Salado y el antiguo castillo de las Cruces que tantos e importantes servicios prestaron a nues-

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tro Guayaquil colonial, en época de los piratas. Dichos cañones van a ser destinados para adornar la columna de los héroes ignotos”. 2 En enero de 1912, en los combates de Huigra, Naranjito y Yaguachi, el Regimiento de Artillería Sucre, tuvo que combatir, desgraciadamente, contra otra unidad de artillería, el Regimiento Bolívar, cuando las tropas gobiernistas al mando de los generales Leónidas Plaza Gutiérrez y Julio Andrade, se enfrentaron a las fuerzas de la costa, comandadas por los generales Pedro Montero y Flavio Alfaro. Hasta 1925, el Regimiento Sucre tenía su guarnición en Guayaquil. En septiembre del mismo año, se traslada a la ciudad de Quito, hasta cuando recibe la orden de desplazarse a Riobamba. Justamente, desde esta ciudad marcharía hacia Quito, conformando parte del Ejercito del Sur, durante la denominada Guerra de los Cuatro Días (del 29 de agosto hasta el 1 de septiembre de 1932). Los regimientos Mariscal Sucre y Calderón tuvieron que combatir contra el Regimiento de Artillería Bolívar y las demás unidades militares que se oponían a la descalificación de Bonifaz. En 1936, se denomina Grupo de Artillería de Montaña Nº 3 Mariscal Sucre y se lo encuentra acantonado en Latacunga, comandado por el teniente coronel Cristóbal Espinoza. Tenía tres baterías de tiro, un tren de combate, cien mulas y treinta caballos. En 1937 el grupo retorna a Guayaquil. Durante la campaña internacional de 1941, la 1ra batería de tiro se encontraba en Santa Rosa, a órdenes del teniente coronel Jorge Maldonado Toledo. “Desgraciadamente no combatió con su material de artillería: lo hizo como infantería, porque el material que se tenía en la frontera era anticuado, con elementos incompletos y sin suficiente munición. Tampoco se dispuso de ganado para su transporte… Las piezas Breda de 20 mm de artillería antiaérea tenían un alcance muy limitado y su dotación de municiones era muy escasa. Su empleo fue casi simbólico”. Sin embargo dos piezas de artillería antiaérea Breda con todos sus sirvientes, intervinieron en el combate naval de Jambelí, comandados en el cañonero Calderón, que debía proteger a las motonaves que transportaban refuerzos y abastecimiento a las unidades de la provincia de El Oro. 3 Una vez más, la unidad retorna a la capital. El campamento del Mariscal Sucre ubicado en la ciudadela El Pintado de la ciudad de Quito, en la década del 60 del siglo anterior, acogió fraternalmente al batallón de paracaidistas. Su labor de colaboración con la ciudadanía fue siempre reconocida, especialmente en el sur de la ciudad. Miles de jóvenes estudiantes que hicieron la premilitar recuerdan con gratitud las novedosas experiencias vividas en el cuartel de El Pintado. Para tener mayor funcionalidad, y para liberar al campo docente de las tareas administrativas y de instrucción, se creó la Escuela de Artillería Nº 13 Mariscal Sucre. La patriótica y viril presencia del Mariscal Sucre, no estuvo exenta por desgracia de rebeliones internas y asonadas. La rebelión de la Balbina del general Jácome Chávez, en marzo de 1971; la del general Raúl González Alvear, en 1975; la del general Frank Vargas Pazzos, en 1986; revivieron los dolorosos episodios de antaño. En 1991, el Grupo Escuela Nº 13 Mariscal Sucre se traslada a las instalaciones del Fuerte Militar Atahualpa, en Machachi (Aychapichu), en donde permanece hasta la actualidad. Desde allí una vez más, en 1995, marchó a la frontera y ocupó sus posiciones en la provincia de El Oro, resguardando la integridad territorial.  2.  Revista El Ejército Nacional, Nº 6, 1922.  3.  Larrea Alba, Luis. La campaña de 1941.

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GRUPO DE ARTILLERÍA LANZADORES N° 21 TIWINTZA

Reseña histórica

Durante el conflicto del Alto Cenepa en 1995, Tiwintza se convirtió en la base emblemática para los combatientes del Cenepa. Intensos y continuos ataques peruanos no pudieron doblegar la tenaz y heroica resistencia de sus defensores. Inclusive, se convirtió en la obsesión del presidente peruano por conquistarla, sin conseguirlo. Al final, la Misión de Oficiales Militares de Ecuador y Perú, MOMEP pudo comprobar que Tiwintza todo el tiempo estuvo ocupada y bajo control de tropas ecuatorianas, situación plenamente comprobada por periodistas nacionales y extranjeros, inclusive peruanos. Ante esta realidad inobjetable, los países garantes del Protocolo de Río de Janeiro, a través de sus representantes, decidieron que un kilometro cuadrado de Tiwintza fuese entregado al Ecuador en propiedad privada, bajo ciertas condiciones aceptadas por los dos gobiernos. El Grupo de Artillería Lanzadores Nº 21 Tiwintza, nace como resultado de las continuas reestructuraciones por necesidades operativas, durante la década de los años 90 del siglo pasado. Inicialmente se denominó Agrupamiento Batería de Artillería Tiwintza, tomando como unidad base a la Batería de Artillería Antiaérea Nº 21. Durante el conflicto del Cenepa, la Batería de Artillería Antiaérea Nº 21 como unidad orgánica de la Brigada de Selva Nº 21 Cóndor y como parte del Agrupamiento Táctico de Selva Miguel Iturralde, dispuso de su armamento antiaéreo para la defensa de puntos y áreas sensibles. El comando de la unidad se localiza en Patuca, con cuatro secciones antiáereas ZGU, que fueron empleadas en forma descentralizada y proporcionando defensa antiaérea, con una sección de dos piezas en el sector Cóndor Mirador, protegiendo el puesto de mando del Batallón de Selva Gualaquiza y más tarde al Agrupamiento de Selva Carlomagno Andrade; otra sección en defensa antiaérea del aeropuerto y las instalaciones en el Batallón de Selva 61 Santiago y dos secciones (4 piezas) en defensa antiaérea del puesto de mando de la Brigada de Selva 21 Cóndor, en Patuca. La sección que se encontraba en Cóndor Mirador estaba al mando del sargento Claudio Cocha y del cabo José Naranjo. Se emplearon eficientemente repeliendo los ataques de las aeronaves peruanas en dos ocasiones, los días 5 y 6 de febrero de 1995, logrando disuadir al enemigo y evitar que los bombardeos fuesen eficaces e impactaran en el blanco.

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Los doce misiles orgánicos de la B.A.A 21, llegaron poco antes del conflicto, el 15 de diciembre de 1994, los que fueron destinados a los puestos de Cóndor Mirador; Coangos; Teniente Ortiz y a Gualaquiza. Conscientes de que existían puntos y áreas sensibles sin ninguna defensa antiaérea, se solicitó al escalón superior, mayor cantidad de misiles Igla, los que fueron llegando de acuerdo con la situación imperante. Es conocido por todos los miembros de las Fuerzas Armadas, por el pueblo ecuatoriano e inclusive por países vecinos y de América en general, que la artillería antiaérea ecuatoriana causó tremendos estragos en helicópteros y aviones peruanos, acción que fue complementada por nuestra Fuerza Aérea. En efecto, el 29 de enero de 1995, en el destacamento Teniente Ortiz fue derribado un helicóptero por el cabo Luis Honores, conjuntamente con los conscriptos Luis Hugo Landy, Guimi Ajumanchi Chinguiazo y Wilson Prado Díaz. Otro helicóptero, un MI-8, fue derribado en inmediaciones de Base Sur y la Y, disparado por el teniente Hernán Cáceres conjuntamente con el cabo Germán Padilla y el conscripto Javier Zúñiga. El 7 de febrero de 1995, se derribó otro helicóptero MI-24 en el destacamento de Coangos, misil disparado por el teniente Alfonso Gudiño conjuntamente con el cabo primero Manuel Paucar, soldado Hugo Quezada y conscriptos Andrés Icaza y Máximo Gómez. El teniente Byron Borja, el 7 de febrero de 1995, que se encontraba en inmediaciones de Tiwintza, conjuntamente con el cabo Simón Reyes; soldados Marco Toledo y José Quepas, y conscripto Iván Aguasha, disparó y derribó a un helicóptero MI-8 que ingresaba a roquetear el destacamento de Base Norte. Este derribo en primera instancia no fue aceptado pero después fue confirmado por el capitán Jorge Merino y el teniente Miguel Iturralde del Grupo de Fuerzas Especiales Nº 27, los mismos que escucharon y vieron la explosión y como se desplomaba en llamas y humeando su estructura. Por ser orgánica de la brigada, a la Batería de Artillería Antiaérea Nº 21 le agregaron personal de artillería de campo, de material GRAP-1P, material BM-21 y el material 105 mm Otomelara. Con este material se tuvo que asignar y entrenar a su personal, para que puedan operar y emplearse en el Teatro de Operaciones con el material GRAD-1P, puesto que la batería de los BM-21, procedente de Cuenca y el material de 105 mm procedente de El Oro llegaron con su personal orgánico. Los estandartes de las unidades de artillería antiaérea y de campo, igual que el personal de artilleros que permitió el empleo eficiente de las diferentes piezas, fueron reconocidos por la institución y la Patria, mediante condecoraciones y galardones especiales.

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GRUPO DE ARTILLERÍA AUTOPROPULSADO Nº 79 GRAL. PINTAG

Descripción heráldica

Los símbolos heráldicos de la unidad se encuentran dentro de un escudo circular; en el centro resalta un cañón de acero negro con filos dorados; a sus costados se encuentran dos alas doradas; en la parte inferior, haciendo base al cañón, una cinta en donde está escrita la palabra valor; el círculo interior es de color rojo y el exterior de color negro, en donde sobresale con letras blancas la nominación de la unidad: Grupo de Artillería Autoremolcado Nº 79 Gral. Pintag. El cañón. Es el símbolo de la artillería, es su instrumento principal empleado con honor y lealtad por el artillero, tanto en los tiempos de paz como en los tiempos de guerra; representa al arma que desde su origen, se constituyó en sinónimo de la victoria, porque sus efectos devastadores definían los combates. Las alas. Representan la iniciativa de los artilleros quienes, en el menor tiempo posible, deben decidir su accionar en el campo de batalla. La banda plisada o cinta. Resalta en ella la palabra valor, virtud cívica que es parte de la vida del soldado de los cañones cruzados. Color rojo. Es el emblema tradicional de la artillería; es sinónimo del coraje, la decisión, el honor y del fuego que despiden los cañones en instrucción o en combate. Color negro. Es el humo de la pólvora quemada, representa el luto que se lleva en el corazón en recuerdo respetuoso del compañero caído en el campo del honor. Color plateado. Simboliza austeridad y rectitud en el comportamiento diario de los artilleros. Color dorado. Representa la riqueza espiritual, ese cúmulo de principios, valores y virtudes que constituyen la biblia del soldado de artillería.

Denominación

Adoptó el nombre en honor del general Pintag, quien combatió con tenacidad a las tropas de Huayna Capac en territorio caranqui. Después de la masacre en la laguna de Yaguarcocha, organizó guerrillas con las que incursionaba violentamente en Tumbaco, Machachi y en el Valle de los Chillos, causando serias bajas a los invasores. Cuando fue capturado se negó a ingerir alimentación alguna, situación que le provocó la muerte.

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Como Huayna Capac lo admiraba a pesar de ser su peligroso enemigo, con su piel ordenó confeccionar un tambor que lo envió al Cuzco, para que fuese utilizado en las ceremonias dedicadas a honrar al sol. Reseña histórica Ante la amenaza externa propiciada por el Perú, el mando militar decidió renovar el material de artillería, y lo hizo con la adquisición de los cañones de 155 mm los que llegaron al país en marzo de 1982. La incorporación de este material obligó a realizar una nueva organización con tres baterías de tiro. El Grupo de Artillería Nº 1 Bolívar en El Cambio, recibió una batería; otra batería se incorporó al Grupo de Artillería Nº 5 Atahualpa en Salinas, y la tercera al Grupo de Artillería Nº 3 Calderón en la ciudad de Cuenca. En 1983, se produce otro movimiento con este material: del grupo de artillería Nº 3 Calderón de Cuenca pasa al grupo de artillería Nº 7 Cabo Minacho, en la ciudad de Loja. El 20 de marzo de 1990, la cuarta batería de artillería de 155 mm se traslada de Loja al Grupo de Artillería Nº 1 Bolívar en la parroquia El Cambio para conformar un solo Grupo de Artillería. El 14 de marzo de 1994, la batería de 155 mm del grupo de artillería No.5 Atahualpa, acantonada en Salinas, se incorpora al Agrupamiento de Artillería Nº 1 Bolívar para conformar el Grupo de Artillería Autoremolcado Nº 1 Bolívar. Por disposición del Comando de la Fuerza Terrestre en el mes de agosto de 2007, el G.A.AR 79 general Pintag, se traslada desde la parroquia El Cambio hacia la ciudad de Cuenca en donde ocupa instalaciones del antiguo Batallón de Infantería Nº 9 Cayambe y conforma el Fuerte Militar de Artillería Calderón.

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GRUPO DE ARTILLERÍA LANZADORES MÚLTIPLES N° 80 CALDERÓN

Descripción heráldica

Círculo. Circunferencia que encierra el nombre del Grupo y la insignia de artillería con la cual se identifica esta hidalga unidad. Nombre. Las letras alrededor de la circunferencia resaltan el nombre de la unidad identificando al Grupo de Artillería de Lanzadores Múltiples N° 80 Calderón, en homenaje al héroe cuencano de la época de la independencia, que murió valientemente tras la Batalla del Pichincha. Colores. Los esmaltes rojo y negro representan los colores emblemáticos del arma de artillería, simbolizan el poder y el valor de los soldados que contribuyen al engrandecimiento y desarrollo de la unidad eternizando la hidalguía de una tradición de nobles soldados en defensa de su nación Cañones cruzados. Esculpidos en el centro del círculo, los cañones dorados y cruzados representan el arma de los dioses, el estruendo y resplandor de los truenos, arma noble de gran poderío y destrucción en el campo de batalla, sus efectos destructivos son temidos por el enemigo. Cohetes. Entre los cañones se encuentra un cohete, el cual representa el tipo de munición que posee en dotación la unidad. Estrella dorada. Simboliza la participación en la heroica Gesta del Cenepa, demostrando el poderío y profesionalismo de sus soldados artilleros de corazón, con la consigna de cumplir la misión. Rama de olivo. Representa la paz. Rama de laurel. Simboliza la victoria.

Reseña histórica

El 8 de septiembre de 1876, luego del derrocamiento del presidente Antonio Barrero Cortázar, el general Ignacio de Veintemilla, en el cuartel de artillería, donde se reunieron otras unidades de Quito, fue aclamado jefe Supremo de la Republica. Durante la revolución del general Alfaro en 1910, esta unidad se traslada a la ciudad de Ibarra, donde cambió su nominativo por el de Regimiento de Artillería Calderón. En la denominada Guerra de los 4 días, formando parte del Destacamento del Norte, conjuntamente con el Batallón Pichincha, después de partir desde Tulcán, participa en los combates en la ciudad de Quito. El 28 de noviembre de 1936, el personal de

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tropa se insubordina contra la oficialidad del grupo, produciéndose combates durante 4 horas. Por ese acto de indisciplina fue disuelto y en su lugar creado el Grupo de Artillería Atahualpa. En Cuenca se encontraba por esa fecha el Grupo de Artillería Tarqui, ocupando las instalaciones de la actual III División de Ejercito, dicha unidad de artillería fue movilizada a la provincia de El Oro, en el año 1941, por lo que desde la ciudad de Quito, fue trasladado el Grupo de Artillería N° 1 Atahualpa al campamento del grupo de Caballería Febres Cordero, que había sido también enviado a la frontera. Ya en la ciudad de Cuenca, por pedido de la ciudadanía azuaya, fue bautizado con el nombre de Grupo de Artillería Calderón. En octubre de 1955, se traslada a la ciudad de Guayaquil a ocupar las instalaciones del terminal ferroviario que se encontraban en el sector de El Salado, desde donde fue movilizado a la parroquia Gómez Rendón (Progreso) provincia del Guayas, a ocupar el campamento militar Velasco Ibarra, en donde por aproximadamente 10 años colabora con el desarrollo y progreso de la comunidad. En febrero de 1966 fue nuevamente desplazado a la ciudad de Cuenca, ocupando el campamento del Batallón de Infantería Cayambe, por el tiempo aproximado de 5 meses, luego se traslada a las instalaciones del Grupo de Caballería Cazadores de los Ríos, unidad, que había sido enviada a Loja. En estas instalaciones en el sector del Machangara, continúa actualmente cumpliendo su misión. Antes de su participación en el Alto Cenepa, lo hizo en los enfrentamientos militares de 1941 y 1981, desplazando personal y material a sus posiciones de empleo;

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igualmente, tuvo algunas denominaciones antes de consagrarse en 1995. Se lo llamó, en Cuenca, Grupo de Artillería Calderón, Grupo de Artillería N° 5 Calderón; adopto las numeraciones: N° 8, N° 3 Y N° 5; además, se llamó también Grupo Escuela Lanzadores Múltiples N° 80 Calderón, para finalmente quedar con la denominación actual. Tuvo actuación preponderante en el Cenepa, pues el 25 de enero sale a la provincia del Oro, a los sectores de responsabilidad. Durante el conflicto dispuso de 28 oficiales, 137 voluntarios, 137 conscriptos, 61 reservistas y 7 empleados civiles; la unidad en general contaba con un 88% de efectivos y sus 12 piezas de BM-21; de las que 2 se trasladan al sector de la Cordillera del Cóndor, con 4 oficiales, 10 voluntarios y 8 conscriptos. Por no disponer de plataformas para el transporte del material, el comando del teatro de Operaciones Terrestre realizo coordinaciones con empresas civiles, de esa manera consiguió que los almacenes Juan Eljuri proporcionarón 2 plataformas sobre las cuales fueron embarcadas las piezas. Ya en la Cordillera del Cóndor el material y el personal participan en forma decidida demostrando las verdaderas condiciones y bondades de este mortífero material y la gran capacidad profesional y patriotismo de sus soldados. Entre los objetivos batidos por el material BM-21, se encuentran: posiciones principales, vías de aproximación, helipuertos, zonas de reunión, entre otros, por lo que su participación en la guerra fue gravitante y definitiva para la victoria final.

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SISTEMA DEL ARMA DE ARTILLERÍA

GRUPO DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA N° 81 TNTE. LEDESMA

Reseña histórica

Recibe el nombre del héroe militar ecuatoriano, teniente Gustavo Ledesma Vásquez. Este joven héroe nació en Guayaquil. Ante la inminencia de la invasión peruana en 1941, se presentó voluntariamente para defender a su patria amenazada. Tenía en ese entonces el grado de subteniente de reserva. El 23 de julio de ese año, en el combate de Quebrada Seca fue herido de gravedad, trasladado por elementos del Ejército peruano a un hospital de Talara, en donde falleció días después como consecuencia de las heridas recibidas en combate. Su sacrificio ejemplar fue reconocido con el ascenso post mortem al grado de teniente. Esta unidad de artillería fue creada en 1980. Como una batería de material Oerlikon de 35 mm, fue agregada al Grupo de Artillería Nº 1 Bolívar en el campamento de El Cambio, provincia de El Oro. El material Oerlikon fue complementado con 4 ametralladoras múltiples .50, y 12 voluntarios que fueron enviados de la ciudad de Riobamba. Una nueva incorporación se produce en 1994, cuando la Batería de Artillería Antiaérea Nº 11 Amazonas, compuesta por una batería de 35 mm y 11 ametralladoras múltiples .50, llegan desde Riobamba a El Cambio para conformar definitivamente el Grupo de Artillería Antiaérea Nº 81 Teniente Ledesma, al mando del mayor de artillería Rafael Palacios. Como parte de la Brigada de Artillería Nº 27 Bolívar fue nombrada unidad elite en los años 2003, 2006 y 2007, fruto de un trabajo tesonero y responsable de sus oficiales, voluntarios y conscriptos. En junio del 2007, en cumplimiento del instructivo Nº 2007-01 sobre la reestructuración de las unidades de la Fuerza Terrestre y al Plan Horizonte de la III D.E Tarqui, el Grupo de Artillería Antiaérea Nº 81 Teniente Ledesma, se traslada en forma gradual, desde las instalaciones de El Cambio hacia el Fuerte Militar Calderón en la ciudad de Cuenca, culminando esta tarea en el mes de agosto del mismo año. En este mes, se agregan a la unidad la Batería de Artillería Antiaérea Ametralladoras múltiples No 21 Cóndor, proveniente de Gualaquiza y la Batería de Artillería Antiaérea Ametralladoras Múltiples Loja, proveniente de esa ciudad. Estas dos baterías, tienen de dotación las ametralladoras ZGU y Misiles Igla, con los que el Grupo de Artillería Antiaérea Nº 81 Teniente Ledesma, tiene el siguiente material: cañones antiaéreos de 35 mm, ametralladoras ZGU, ametralladoras .50 y misiles Igla. Desde el año 2007 hasta la actualidad, desarrolla sus actividades con tesón y profesionalismo, como parte de la Brigada de Artillería Nº 27 Portete, cumpliendo con la

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ARTILLERÍA POR SIEMPRE

Material orgánico del G.A.AA Nº 81 Tnte. Ledesma

constante preparación de sus soldados en los diferentes cursos que ofrece el Centro de Entrenamiento y Escuela de Artillería Antiaérea Conjunta, Tcrn. Octavio Icaza, así como el entrenamiento en ejercicios de tiro, ejercicios en el terreno, organizados por el Ejército y el Comando de Operaciones Aéreas y Defensa (COAD), con sus diferentes armas. Por su especialidad, forma parte del Sistema de Artillería Antiaérea Conjunta, por lo que cumple su misión en las jurisdicciones de las provincias de El Oro, Loja y Morona Santiago.

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BATERIA ESCUELA DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA TARQUI Reseña histórica

Adopta la denominación de una victoriosa acción de armas: la Batalla de Tarqui, en cuya fecha se celebra el Día del Ejército Ecuatoriano, como estímulo para quienes vestimos el sagrado uniforme del soldado, para quienes, en la simbólica jura de la bandera, se comprometen a defender con las armas y con la vida, los símbolos patrios y la sagrada heredad. En los primeros días de enero de 1981, llega al país el sofisticado material antiaéreo; el cañón Oerlikon, conjuntamente con los directores de tiro Skyguard, de procedencia suiza. Coincidentemente, se incorporan poco antes del conflicto a la dotación de nuestra artillería antiaérea y como tal, ocupan sus posiciones en la provincia de El Oro, durante los bombardeos de la Fuerza Aérea peruana, a los puestos militares ecuatorianos de Paquisha, Mayaicu y Machinaza, destacados en la Cordillera del Cóndor. Oficiales y voluntarios, con el propósito de operar ese material de alta tecnología, realizaron cursos en Suiza y en nuestro país. Entonces, la Bateria Escuela de Artillería Antiaérea Tarqui, a la que fue asignada en dotación los cañones Oerlikon de 35mm., inicia su vida institucional en enero de 1981. Concluido el conflicto de la Cordillera del Cóndor, la unidad retorna a ocupar el campamento militar de El Pintado, conjuntamente con el Grupo Escuela de Artillería Nº 13 Mariscal Sucre, al que se subordinaba administrativamente, para cumplir otras misiones de su especialidad, como las de proporcionar seguridad a la provincia de Esmeraldas, especialmente a su puerto y su refinería; fue desplazada también a la provincia de El Oro con la disposición de cumplir tareas similares. Cuando el Grupo Escuela de Artillería Mariscal Sucre sale de las instalaciones de El Pintado en 1992, para continuar con los cursos de especialización, con oficiales y voluntarios, se crea la Escuela de Artillería Antiaérea; entonces, la Bateria Escuela de Artillería Antiaérea, se independiza del Grupo de Artillería Nº 13 Mariscal Sucre y permanece en el campamento de El Pintado. Años más tarde, pasó a depender del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, en donde sigue proporcionando entrenamiento y capacitación a oficiales y voluntarios que requieren de un permanente y sostenido perfeccionamiento de su especialidad.

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BATERIA ESCUELA DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA TAURA Reseña histórica

Después del conflicto de la cordillera del Cóndor, como unidad orgánica de la Brigada de Infantería Nº 5, se crea en abril de 1981, la Bateria de Artillería Antiaérea Nº 5 Taura. Ocupa las instalaciones del ala de combate Nº 21 Taura, a fin de proporcionar protección antiaérea al área Delta. Luego de más de cuatro años de permanecer cumpliendo la misión referida, en diciembre de 1985, el Comando del Ejército dispone que la Bateria de Artillería Antiaérea Taura se traslade a Quito y ocupe el campamento del Grupo de Artillería Nº 13 Mariscal Sucre en la ciudadela de El Pintado. Pero en 1991, nuevamente fue trasladada a Guayaquil, subordinada directamente a la Brigada de Infantería Nº 5 Guayas. Luego de corta estadía, en marzo de 1994, regresa a la ciudad de Quito. Con ocasión de la Guerra del Cenepa en 1995, fue trasladada a Shushufindi para conjuntamente con la Bateria de Artillería Antiaérea, conformar el Grupo de Artillería Antiaérea Cabo Quiroz, y en esta condición orgánica comprometer su empleo en la seguridad de los campos petrolíferos de Shushufindi. Concluido el conflicto, se desintegra el Grupo de Artillería Antiaérea Nº 19 Cabo Quiroz, por lo que, como batería independiente, se traslada a Santa Cecilia. Mediante decreto ejecutivo del 26 de octubre de 1997, se dispone que una unidad de artillería antiaérea del Ejército, se agregue al ala de combate Nº 21, por lo que el Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas ordena que la batería antiaérea de 35 mm Taura ocupe las instalaciones que tuvo anteriormente en la Base Aérea de Taura. En esa situación recibe el nombre de Bateria de Artillería Antiaérea de 35 mm de la Segunda División de Ejército, pasando a depender administrativa y logísticamente de esa división y operativamente del Comando de Defensa Aérea.

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ESCUELA DE ARTILLERIA

Descripción heráldica

Blasones auxiliares. La insignia se encuentra dentro de un marco de forma rectangular, rodeada por las alas de color café de un águila y con el fondo esmalte color plata. Sobre el campo de esmalte color plata, en el cuartel central y en alto relieve, el distintivo de instructor de la Escuela de Artillería que consiste en un águila con las alas abiertas llevando una corona en su cabeza y con el nombre de Escuela de Artillería; el interior del escudo con fondo color rojo se encuentra dividido en dos: en la parte superior sobresalen los cañones cruzados y un misil, en la parte inferior un libro con una pluma rodeado de olivos por la izquierda y laureles por su derecha; en la parte superior del libro se advierte una antorcha encendida y como base del libro un banderín que termina en triángulo, con la frase “Educar Hoy, Para Vencer Mañana”.Divisas. En la parte inferior unido en su parte central, al final del escudo en un banderín plisado se encuentra la palabra Instructor, en fondo rojo con los filos de color negro, los tradicionales símbolos que identifican a la gloriosa artillería. Esmalte o colores. La insignia heráldica de esmalte rojo es el distintivo del arma y del fuego que accionan sus cañones. El esmalte oro. Simboliza la riqueza mental y espiritual del artillero, la nobleza, la caballerosidad, el amor, el compañerismo y la constancia que ha de tener en la consecución de sus objetivos. El esmalte negro. Representa a la tristeza y el respeto que se tiene a los héroes caídos en combate. El esmalte verde. Simboliza a nuestro oriente ecuatoriano, escenario glorioso, donde se empleó exitosamente nuestro personal y material de artillería. El esmalte blanco. Representa el sacrificio, la paz, entrega y lealtad de los soldados ecuatorianos que entregaron su vida por la Patria. El esmalte azul. Simboliza la inmensidad del espíritu artillero y del espacio azul, defendido por los soldados de los cañones cruzados, con decisión, honor y heroísmo.

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Reseña histórica

En la Convención Nacional, reunida en la ciudad de Quito, el día 7 de junio de 1861, actuando como presidente de esta convención el general Juan José Flores y como secretario el Sr. Julio Castro, se solicita la creación de la Escuela de Artillería al Presidente de la República de ese entonces, Dr. Gabriel García Moreno, quien pone el ejecútese el mismo día 7 de junio, cuyo texto publicado en el periódico oficial El Nacional de Quito (1861) es el siguiente: “La Convención Nacional del Ecuador, considerando: que es indispensable formar oficiales facultativos en el arma de Artillería, decreta: Art. 1., habrá en la Capital de la República una Escuela Regimentaría de Artillería, anexa al regimiento de esta arma, y concurrirán a ella en clase de alumnos, los oficiales de la brigada maniobrera y los aspirantes, cuyo número no excedan de diez y seis, a razón de ocho por cada batería”. A fines de 1899, llega a nuestro país la Misión Militar chilena al mando del mayor Luis Cabrera, para prestar asesoramiento en la creación de las 4 escuelas de armas del Ejército: artillería, infantería, ingeniería y caballería. En el año de 1900, siendo presidente el general Eloy Alfaro, fue creada la Escuela de Clases y Oficiales Subalternos Artilleros, quienes irían a engrosar las filas de los repartos militares de artillería. En el año de 1922, siendo presidente de la República el Dr. José Luis Tamayo, llega al país la Misión Militar italiana, dando inicio a una nueva etapa en la modernización de nuestro Ejército, dotándolo de material para las unidades de artillería, donde se impartía instrucción y conocimiento del cañón 65/17 mm italiano, con sus instrumentos ópticos para la puntería, estudio de la balística interna y externa, hasta el año de 1956 en el que se reemplazó por el material de 105 mm americano, evidenciando así,

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la modernización de los cursos y un palpable adelanto en la evolución de la artillería ecuatoriana. Por iniciativa de esta misión se crea la Escuela de Oficiales Ingenieros, que da origen a la que hoy es la Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE. El 22 de octubre de 1936, en el gobierno del Ing. Federico Páez, por iniciativa y recomendación de su ministro de Defensa, general Alberto Enríquez Gallo, se crea la Escuela de Artilleros e Ingenieros, entregando anualmente promociones de oficiales artilleros titulados en 4 años de profundos estudios, formándolos en verdaderos profesionales que al llegar a los altos mandos militares se convirtieron en los conductores de los destinos de la institución armada y del país. En 1941, el Perú militarmente bien preparado, invade nuestro territorio obligándonos a reestructurar de acuerdo con las circunstancias, la mayoría de unidades de nuestro orgánico estructural, razón por la que momentáneamente se disuelve la Escuela de Artillería. En 1944, la Misión Militar estadounidense restaura la Escuela de Artillería e Ingenieros, la que se agrega al Grupo de Instrucción Nº 3 Mariscal Sucre, funcionando con el nombre de Escuela Técnica de Ingenieros. El 28 de febrero de 1950, mediante decreto ejecutivo 352 se oficializa la creación de la Escuela de Artillería dando por concluida la existencia de la Escuela de Artilleros e Ingenieros. Este nuevo instituto recibe el apoyo y asesoramiento técnico y logístico de la Misión Militar americana, organizando el primer curso básico de artillería con el sistema de observación avanzada y el centro director de tiro, utilizando las experiencias que el Ejército de los EE.UU. obtuvo en la Segunda Guerra Mundial. Este es el decreto textual de creación: Núm. 475 - REGISTRO OFICIAL - MARZO 27 – 1950 - Nº 352 Galo Plaza Presidente Constitucional de la República, Considerando: Que en el Reglamento Orgánico de Formaciones de tiempo de Paz para el Ejército, en vigencia, consta la Escuela de Artillería y Grupo de Instrucción Nº 3 “Mariscal Sucre”; Que es deber de los poderes públicos propender al mejoramientoprofesional de los miembros de las Fuerzas Armadas. A pedido del Ministerio de Defensa Nacional, Decreta: Art. 1º - Créase la Escuela de Artillería, la misma que funcionará en Quito adscrita al Grupo de Instrucción antes nombrado. Art. 2º - Quedan derogadas todas las anteriores disposiciones que se opongan al presente decreto. Art. 3º Encárguese de su ejecución el señor Ministro de Defensa Nacional. Dado en el Palacio Nacional, en Quito, a 28 de febrero de 1950. f.) Galo Plaza El Ministro de Defensa Nacional f.) M. Díaz Granados Es copia – El Subsecretario de Defensa Nacional f.) General C. A. Pinto D.

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En 1956, la Escuela de Artillería pasa oficialmente a formar parte orgánica del GA-13 Mariscal Sucre en el campamento de El Pintado, en donde nació y creció este prestigioso instituto. En 1979, por disposición del Comando General del Ejercito y con motivo de la adquisición del material de 35 mm Oerlikon fue creada la Escuela de Artillería Antiaérea, también bajo la dirección de la Escuela de Artillería Mariscal Sucre. Cuando el G.A13, en 1991, pasa a ocupar las nuevas instalaciones en el Fuerte Militar Atahualpa, la Escuela de Artillería se divide en: Escuela de Artillería Antiaérea que permanece en la ciudad de Quito, y Escuela de Artillería anexa al Grupo de Artillería Nº 13, en Machachi. En 1995, la artillería cumplió eficientemente las misiones encomendadas en el teatro de operaciones sur, sorprendiendo al enemigo y rompiendo esquemas en las nuevas formas de empleo, especialmente por haber actuado en un terreno selvático y de difícil acceso. Luego del conflicto, en 1996, la Escuela de Artillería se traslada a la ciudad de Cuenca y pasa a conformar parte del Grupo de Lanzadores Múltiples Nº 80 Calderón. En el año de 1999, la escuela se traslada a la parroquia El Cambio, cantón Machala, y pasa a depender administrativamente de la Brigada de Artillería Nº 27 Bolívar, perteneciendo orgánicamente al Comando de Institutos y Escuelas Militares (CIEM), a partir del mes de enero de 2001. En agosto de 2004, ocupando las instalaciones del mismo campamento militar se independiza jerárquicamente de la Brigada de Artillería Nº 27 Bolívar y pasa a depender del Comando de Educación y Doctrina del Ejército.

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ESCUELA DE ARTILLERIA E INGENIEROS El encargado del mando supremo de la Republica, Ing. Federico Páez, mediante Decreto Nº 1058 del 22 de octubre de 1936, dispone se organice en la capital de la República la Escuela de Artillería e Ingenieros, con “el personal directivo y docente que se nombrará de acuerdo con el reglamento y plan de estudios correspondientes, personal que no desempeñará otros servicios, mientras duren sus funciones. El decreto establecía que la escuela funcionará inicialmente con 50 alumnos, pudiendo posteriormente incrementarse el número de acuerdo con las necesidades. El articulo 3º especifica: “El personal de alumnos será seleccionado entre oficiales de guerra hasta el número de 20, contando entre estos, los 13 oficiales alumnos del actual curso de ingenieros; y también, por esta sola vez, entre los oficiales de reserva egresados del último curso y los alumnos de las facultades de ciencias de las universidades de la República que cumplieren las disposiciones del reglamento respectivo, hasta completar el número indicado”. Respecto a los oficiales de reserva y a los alumnos de las facultades de ciencias de las universidades, el decreto consideraba el derecho a recibir un sueldo mensual de 200 sucres, con aplicación al presupuesto del Estado. Fue designado director el Tcrn. Francisco Urrutia y subdirector el capitán Carlos Abarca. Un año después, el 25 de octubre de 1937, fue designado director técnico el coronel italiano Giacomo Negroni. El decreto fue firmado por el presidente Federico Páez, el ministro de defensa, coronel Gil Alberto Enríquez y el ministro de hacienda F.A Wither N. El 27 de octubre del mismo año fueron nombrados destacados profesores civiles al servicio de la flamante escuela. Asimismo, los primeros alumnos oficiales de artillería fueron: teniente Octavio Cevallos; subtenientes: Ambrosio Andrade, Eustorgio Revelo, Ernesto Andrade, Bolívar Rivera, Luis Merchán y Ricardo Proaño. Para asistir al curso especial de ingenieros se matricularon los capitanes: Luis Játiva, Hernán Dávila y Manuel Mejía; tenientes: Ángel Pazmiño, José Granja, Adolfo Rodas, Gonzalo Arrobo, Bolívar Zurita, Humberto Garcés, Carlos Carrillo, Francisco González, Eliecer Sáenz y Ernesto Orbe, además de los alumnos nombrados asistieron también nueve oficiales de reserva y diecinueve estudiantes universitarios en calidad de cadetes.

Inauguración de la Escuela de Artillería e Ingenieros

La inauguración del instituto superior fue ampliamente difundida por la prensa del país, “como un acontecimiento que será parte de la tecnificación de especialidades militares que elevarán la cultura profesional de los oficiales del Ejército Nacional. Diario El Universo publicó en su edición del 21 de diciembre de 1936 algunos detalles de la solemne inauguración: “Ayer en la mañana y en el magnífico local donde se está levantando el soberbio edificio que alojará al ya crecido número de alumnos del Colegio Militar, en La Pradera, tuvo desarrollo el programa que con entusiasmo y antelación fue preparado para la ceremonia de inauguración de la Escuela de Artillería e Ingenieros, que se ha organizado en esta capital, de conformidad con el Decreto Supremo Nº 1058, expedido el 22 de octubre del año que decurre.” “Honraron con su presencia el acto que revistió brillante solemnidad y manifiesto interés, el Jefe Supremo de la Republica, ingeniero Federico Pérez, el señor Ministro

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de Defensa Nacional coronel don C. Alberto Enríquez, los señores Ministros de Obras Públicas, Previsión Social y Educación Pública, altos jefes del Ministerio de Defensa, los comandantes de las unidades acantonadas en la plaza, el secretario de la Jefatura Suprema doctor Teodoro Alvarado Garaicoa, numerosos oficiales y crecido público.” “El señor director de la Escuela de Artillería e Ingenieros, teniente coronel don Francisco Urrutia, declaró oficialmente inaugurada la escuela, pronunciando un brillante y oportuno discurso, en el que luego de hablar de la noble misión del ejército y de la parte importantísima que cumplía desarrollar a las armas de artillería e ingenieros, hizo resaltar, con palabras justas y meditadas, la evidente preocupación del actual gobierno por impulsar el adelanto del país en todas sus actividades y de manera especial de la institución armada, atendiendo a dar facilidades requeridas para la mayor ilustración, educación y prácticas militares. El comandante Urrutia fue efusivamente felicitado por los señores Jefe Supremo, Ministro de Defensa y más concurrentes. Luego se brindó una copa de champaña y se hicieron augurios de éxito al curso que, desde el día de hoy, iniciará sus actividades.”

Importante trayectoria institucional.

En un fragmento del informe de actividades que presenta el Ministerio de Defensa en 1939 se lee: “Hallándose aún en su principio la nueva orientación de la Escuela de Artillería e Ingenieros, ha sabido organizar (la Misión Militar Italiana), numerosos cursos correspondientes a numerosas necesidades.” El general Patricio Lloret, en su libro 100 años de la ingeniería militar en el Ecuador, transcribe un fragmento del discurso pronunciado por el general Andrés Arrata Macías, ministro de Defensa del general Guillermo Rodríguez Lara, en los siguientes términos: “La Escuela de Artillería e Ingenieros comenzó a funcionar con dos cursos: el primero mixto integrado por cadetes y oficiales y un segundo, constituido por oficiales que en el año anterior habían iniciado un curso regimental, que eran las normas de esa época”. En otro acápite narra el general Arrata Macías, ex alumno de la escuela: “El programa era de cuatro años. En los dos primeros, los dos grupos recibían las mismas clases de matemáticas comunes como resistencia de materiales, explosivos, álgebra superior, cálculo diferencial e integral, geometría analítica plana y del espacio, trigonometría y otras materias militares y civiles que complementaban la cultura militar… Al tiempo que estudiábamos la ciencia de los puentes y la vialidad, los cadetes procurábamos mejorar el edificio que ocupábamos entonces. Para unir las villas en que vivíamos con las aulas, continúa el general Arrata Macías, que son los actuales edificios del Colegio Militar (en la Avenida Orellana), como obra práctica de ingeniería, trabajamos el relleno en el pantano, parte del cual es ahora la laguna y tendimos el puente que aún existe…” Años después, en 1949, el Ministerio de Defensa, en el informe a la nación hizo conocer los adelantos y proyectos de la Escuela de Artillería e Ingenieros: “Esta escuela ha cumplido hasta ahora su finalidad de preparar oficiales técnicos en las armas de artillería e ingenieros, dotando así al Ejército de personal apto para el cumplimiento de importantes tareas; y , en particular, preparando para oficiales ingenieros capacitados para la ejecución de las obras militares que la Nación debe realizar desde el tiempo de paz, tales como la construcción de caminos, carreteras.”

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“Anexa a la Escuela de Artillería e Ingenieros funciona desde 1941 la Escuela de Trasmisiones, fuente única de reclutamiento para proveer al Ejercito de especialistas en la rama de comunicaciones”. El ministro resalta la calidad del personal docente cuando dice: “Estas escuelas disponen de un profesorado militar y civil de reconocida idoneidad y competencia. La mayor parte del profesorado civil perteneció al personal docente de la segunda Politécnica Nacional; los jefes y oficiales han hecho, casi todos, estudios superiores en el exterior. Los gabinetes laboratorios y talleres de esta escuela son bastante completos y permiten una enseñanza objetiva y práctica, en armonía con los progresos científicos actuales. Estas escuelas utilizan también los gabinetes del Colegio Militar, del Servicio Químico Militar y los de otras instituciones que en forma laudable colaboran y prestan ayuda a este instituto, como: los Ferrocarriles del Estado, Escuela Central Técnica, Observatorio Nacional, Instituto Geográfico, Departamento de Construcciones Militares, Departamento de la Aviación y Marina y unidades del Ejército, con lo que es posible dar a los alumnos una instrucción practico-teórica eficiente.” A continuación el ministro anuncia otras innovaciones: “La superioridad se halla empeñada en mejorar los conocimientos de especialización técnica y táctica de los oficiales, mediante cursos de especialización. Así, este instituto se convertirá en una Escuela Superior Técnica, sin menoscabo del normal funcionamiento de la Escuela de Artillería e Ingenieros. En el presente año lectivo (1949), la escuela ha funcionado normalmente de acuerdo con sus planes esta Escuela varios certámenes de carácter científico.” “Los cursos se rigen y funcionan de acuerdo con programas horarios y disposiciones dictadas por el Estado Mayor General, que regulan el desarrollo intelectual, teórico y práctico de los alumnos, alternando los estudios en el aula con prácticas cotidianas en el terreno, excursiones y viajes de instrucción con fines científicos y tácticos del arma de artillería y de ingenieros. La preocupación directiva y docente atiende por igual a la instrucción intelectual, moral y física de los estudiantes, con el empeño de conseguir una formación integral de los profesionales del Ejército… 1

1.  Informe a la nación del año 1949, presentado por el Ministro de Defensa Manuel Díaz Granados, Talleres Gráficos Nacionales, Quito, Ecuador, 1949.

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GRUPO DE HONOR DE ARTILLERÍA SANTA BÁRBARA Una de las fortalezas de los artilleros, entre otras, es la práctica de la caballerosidad y la camaradería, virtudes que son tradicionales y reconocidas inclusive, a nivel mundial. El artillero ecuatoriano no podía estar al margen de éstas rigurosas prácticas que lo han dado el honor de ser conocido como artillero caballero. Para que esta tradición perdure en el tiempo y el espacio, y con el propósito de mantener y estrechar los vínculos de amistad, camaradería y compañerismo, se hizo realidad la iniciativa de crear una organización que agrupara a los oficiales artilleros en servicio pasivo. Para impulsar esta iniciativa se consideró que existía ya la Asociación de Oficiales de Artillería, cuyo estatuto fue firmado por el presidente Rodrigo Borja Cevallos y el ministro de Bienestar Social Antonio Gallardo, el 15 de enero de 1992. El Grupo de Artillería Mariscal Sucre, acogió a oficiales en servicio pasivo que residían en la ciudad de Quito, para organizar sesiones en las que se iba dando forma al futuro organismo. Finalmente, en la asamblea general extraordinaria del 23 de noviembre de 1989, se resolvió la creación del Grupo de Honor de Artillería Santa Bárbara. La creación oficial se lo hizo mediante acuerdo 001, publicado en la Orden General Nº 001 el 27 de noviembre de 1989, firmado por el general Alexis Tamayo Villalva, presidente de la Asociación de Oficiales del Arma de Artillería y por el coronel René Gordón Estrella, secretario de la mencionada asociación.

El general Alexis Tamayo entrega el estandarte del Grupo de Honor Santa Bárbara al general Raúl Cabrera Sevilla

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En la misma asamblea extraordinaria se eligió mediante votación al comando del grupo, cuyos miembros fueron los siguientes oficiales en servicio pasivo: Gral. Raúl Cabrera Sevilla Comandante Crnl. Héctor Chiriboga Jefe de la Plana Mayor Crnl. René Zumárraga P-3 Crnl. Luis Dueñas Núñez P-2 Crnl. Waldo Santamaría P-1 Crnl. Alfonso Calderón P-4 Tcrn. Edison Macías Núñez Ayudante Mayo. Edgar Florencio Santos Auxiliar del Oficial P-3 Tnte. Lenin Torres Abanderado El 4 de diciembre, el general Raúl Cabrera inicia las actividades del grupo, mediante un emotivo discurso con ocasión de la ceremonia cívica desarrollada por las festividades de la artillería, discurso en que resaltó la importancia para los artilleros de la creación del Grupo de Honor Santa Bárbara. A continuación impuso, conjuntamente con su estado mayor, las insignias a los cadetes de la especialidad de artillería. Como el grupo no tenía local propio, tuvo que sesionar inicialmente en una oficina del edificio de la Defensa Civil, por gentil invitación de su director, el coronel Emilio Suárez Rueda. La siguiente tarea fue la mas difícil: ubicar a los oficiales artilleros en servicio pasivo residentes en todo el país, para ubicarlos en las diferentes baterías del grupo. Esta ardua tarea fue encargada al coronel Waldo Santamaría y al oficial ayudante, teniente coronel Edison Macías. Ubicados todos los oficiales se los organizó en siete baterías con sus respectivos comandantes: General Antonio Rivas Hidalgo, Batería Mariscal Sucre. General Eduardo Contreras, Batería Bolívar. General Miguel Arellano, Batería Calderón. General Julio de la Torre, Batería Tnte. Rodríguez. General Alejandro Solís, Batería Cabo Quiroz General Fernando Espinoza, Batería Amazonas. Coronel Colón Alvarado, Batería Atahualpa. Un prestigioso jefe artillero, general Jorge Félix Mena, que ejercía la función de ministro de Defensa, constituyo una valiosa ayuda para sus camaradas artilleros.

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Este es el acuerdo con el que se creó el Grupo de Honor Santa Bárbara:

Creación del Grupo de Honor

Orden General No. 001

Lunes 27 de noviembre de 1989

Acuerdo No. 001 Grab. Alexis Tamayo Villalba Presidente de la Asociación de Oficiales del Arma de Artillería Considerando: 1. Que el artículo 20 de los Estatutos de la Asamblea dispone la creación de un Grupo de Honor de Artillería; 2. Que en la Asamblea General Extraordinaria del 23 de noviembre de 1989, los socios se pronunciaron por mayoría de votos y resolvieron la creación de esta unidad, con el nombre de Santa Bárbara; En uso de las atribuciones que le conceden el artículo 25, literal d, del Estatuto; Acuerda: Crear el Grupo de Honor de Artillería con el nombre de “Santa Bárbara” Disponer que el directorio de la Asociación elabore el reglamento interno donde constarán su organización, deberes y atribuciones. Del cumplimiento del presente acuerdo encárguese al Directorio de la Asociación y al Comandante del Grupo de Honor “Santa Bárbara”. Dado en Quito a los veinte y siete días del mes de noviembre de mil novecientos ochenta y nueve. Dado en la Asociación de Oficiales del Arma de Artillería, en Quito, a los veinte y siete días del mes de noviembre de 1989. f.) Grab. Alexis Tamayo Villalba Presidente de la Asociación de Oficiales del Arma de Artillería f.) Crnel. de E.M. René Gordón E. Secretario de la Asociación de Oficiales del Arma de Artillería

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Con el transcurrir del tiempo, el grupo fue consolidándose y cumpliendo las diversas funciones para las que fue creado; todos sus comandantes y los miembros de la plana mayor participaron activamente para darle una filosofía compatible con las peculiaridades innatas del artillero; justamente, para exaltar estas virtudes, se solicitó a un conocido poeta artillero, para que creara la letra del himno.

Himno del Grupo de Honor de Artillería Santa Bárbara Letra: Tcrn. Edison Macías Núñez

Coro Cual falange de viejos titanes En el tiempo han escrito sus nombres Pues, por ser artilleros son hombres Que han honrado al obús y al cañón

Estrofas I Los queridos y adustos cuarteles Respetaron su estirpe bravía, Y admiraron la gloria y hombría en su vida que hoy es tradición; pues han sido y aún son los soldados Que la Patria reclama y exige, porque en ellos por siempre se erige el valor en su noble expresión.

II Son el rojo y el negro artilleros el emblema de toda su vida; el cañón es la insignia prendida en las fibras de su corazón; Santa Bárbara es guía y patrona, El honor es augusta bandera, los clarines, la marcha guerrera, su existencia coraje y tesón.

III En la vida y la muerte hermanados, dando ejemplo en la paz y en la guerra, y en unión con el trueno que aterra son el coro de un himno triunfal; y después si la guerra les reta a exponer con valor la existencia, estos viejos de eterna presencia han de hartarse de gloria inmortal.

Igualmente, el Grupo de Honor de Artillería Santa Bárbara, resume sus emblemas y tradiciones en el escudo y el banderín diseñados gracias a la inspiración y sentido de creación de los artilleros. Todas las actividades del grupo se han orientado siempre a la asistencia solidaria del compañero en desgracia, en mantener latente las costumbres y tradiciones, en exaltar el significado y la filosofía de lo que es y representa el artillero, de revivir episodios gloriosos de nuestra arma, estar en contacto permanente con nuestros compañeros en servicio activo, mediante visitas a unidades de artillería en las diferentes ciudades del país; en definitiva, hacer que los soldados de los cañones cruzados, perpetúen su amistad, compañerismo y el orgullo de ser y sentirse artilleros.

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CAPÍTULO X TRADICIONES ARTILLERAS

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Santa Bárbara, nuestra patrona

Santa Bárbara.

Santa Bárbara nació en Nicomedia. Su padre se llamaba Dióscoro, partidario acérrimo del paganismo y de obstinada devoción a los falsos dioses, rayaba en el delirio y la necedad. Dióscoro, a pesar de su frialdad de sentimientos, amaba apasionadamente a su bella hija, a tal punto que la idolatraba como a una de sus falsas divinidades. A medida que nuestra futura patrona crecía, iba cultivando sabiduría y una gama de virtudes y cualidades. Se pasaba meditando en los principios espirituales del hombre y en la naturaleza apóstata y mundana de su padre. Todas estas circunstancias le hicierón comprender lo ridículo que era adorar falsas divinidades que vivían entronizadas en corazones obscuros y paganos. Basada en su firme convicción de fe, desafiaba inclusive la cólera insana de su progenitor. Dióscoro, ambicioso como era, tenía distintas perspectivas en cuanto a su inocente hija: la ofreció en enlace matrimonial, acorde a sus conveniencias sociales y económicas, y con la seguridad que la convertiría en una de las principales señoras de la región.

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Bárbara, con la rectitud y dignidad que la caracterizaba, rechazó este ofrecimiento por ser impositivo y arbitrario; sin embargo, tenía la leve esperanza de que su padre posteriormente desistiera del empeño de atarla a un hombre que no tenía cabida en su corazón. Cierta ocasión que Bárbara descubre infinidad de ídolos en la casa de su padre, explota de indignación y se pregunta: “¿Qué hacen estos ridículos muñecos en este lugar? Ante esta interrogación, Dióscoro se siente herido en la intimidad de su egoísmo y tomando un látigo castiga con crueldad a su propia hija; luego, ya agonizante, en presencia del emperador Marciano la delata como criminal y cristiana. Marciano al contemplar a la bella joven martirizada por su padre, trata por todos los medios de hacerla renunciar a su religión; sin embargo no pudo quebrantar la voluntad y perseverancia de la bella joven, por lo que el tirano no tuvo otra alternativa que ordenar que la decapitaran. Ante esta decisión criminal e impía, Dióscoro pide al Juez que le conceda la gracia de ser él quien sacrifique a su hija, acto de suprema crueldad y barbarie que se cumplió en una colina, un cuatro de diciembre. Ese mismo día, después de consumarse el monstruoso delito, y mientras la concurrencia que había presenciado tan horrendo sacrificio, descendía de esa ya sacrílega colina, el cielo que minutos antes había estado radiante y luminoso, se tornó hosco y oscuro, y aparecieron tenebrosas nubes que hicieron precipitar una imprevista tempestad. El sordo ruido de los truenos se expandió por el espacio y un rayo como cargado de anatema, fulminó al monstruoso e inhumano padre. Los restos mortales de Bárbara, en versión de monseñor Luis E. Cadena, fueron llevados primeramente a Constantinopla por orden del emperador León y después depositados en una iglesia consagrada a esta mártir. Allí permanecieron hasta el año 991, en que el emperador Basilio se los entregó a los venecianos quienes los conservan hasta la actualidad; gran parte de ellos en la iglesia de los padres de la Compañía de Jesús, en la ciudad de Venecia. Sobre el porqué Santa Bárbara es nuestra patrona, tenemos algunas versiones: unos han opinado que se debe al hecho que en un aniversario de su inmolación, el 4 de diciembre de 1489, con brillante y heroica intervención de los artilleros, fue conquistada la ciudad española de Baza, hasta esa fecha invencible; otros se fundan en un antiguo dibujo alemán en que aparecen los españoles conquistando una playa africana en medio de una tempestad de truenos y rayos, invocando antes de la batalla, a Santa Bárbara Bendita. Sin embargo, sea cual fuere el auténtico origen de su patronazgo, por convencimiento y por fe, los artilleros hemos proclamado desde siempre, sus buenos y protectores oficios, hemos honrado su memoria y ofrecido clamoroso culto a sus virtudes.

La Orden Militar de Santa Bárbara.

Un artillero prestigioso, el general Alexis Tamayo Villalba, nos ilustra sobre el origen, significación y las connotaciones sobre esta hermandad artillera: “En la Edad Media, luego de las Cruzadas, es cuando comenzaron a extenderse por toda Europa las órdenes militares; con distinciones, reglas y códigos propios, amalgamando lo religioso con lo militar y cuya misión estaba ligada a la obra santa de redimir la conciencia cristiana y reconquistar la Tierra Santa…”

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“La Orden Militar de Santa Bárbara, tuvo su origen en España por los años 1500, con la fundación de la Cofradía de Santa Bárbara de los Artilleros, en célebre invocación a su patrona.” “Considerando que los miembros del arma de artillería del Ejército Ecuatoriano, se identifican con los artilleros del mundo, el 4 de diciembre de 1986 y bajo estrictas condiciones de mandato, la universal Orden Militar de Santa Bárbara, resuelve: recoger, estructurar e incorporar a su organización a tan distinguida hermandad. Dispone así mismo, recompensar todos los años, con fecha 4 de diciembre, a miembros ilustres que se hayan distinguido por su lealtad acrisolada, y por los méritos contraídos en el fortalecimiento del arma de artillería y en defensa de la Patria.” “Son distintivos de esta orden, los esmaltes gules (rojo) y sable (negro), los cañones cruzados, Santa Bárbara Bendita y la inscripción: “Artillería, Ayer, Hoy y Siempre”, divisa que con hidalguía ha distinguido e iluminado la trayectoria de esta ancestral organización. Para premiar servicios nobles, la Orden Militar de Santa Bárbara, ha instituido dos galardones en las siguientes categorías: la Honorable Orden de Santa Bárbara y la Antigua Orden de Santa Bárbara.

Bautizo de subtenientes y soldados recién graduados.

El bautizo, se lo realiza en la primera unidad de su destino. Por no ser un “bautizo oficial”, prácticamente no está reglamentado; depende más de la iniciativa de los oficiales y voluntarios, para someter a episodios jocosos a sus jóvenes compañeros “reclutas”. Un aspecto que sí se mantiene marcada diferencia es aquel que se practica en las diferentes armas; en la artillería por ejemplo, desde el inicio el tratamiento al subteniente o al soldado es caballeroso y afable, con la intención de influir en ellos, desde el principio, la adopción del tradicional respeto y cortesía, virtudes que le han dado el calificativo de “Artillero, caballero”. El bautizo oficial, aunque ya bastante restringido, se lo realiza en solemne ceremonia, la que coincide con la fecha clásica de la artillería, y en la que se consagra a los artilleros “moros” a la tutela de Santa Bárbara Bendita y al respeto y servicio de los cañones. En esta ceremonia los subtenientes visten de smoking y sus compañeros soldados de uniforme 4 A. En términos generales, con pequeñas variaciones, el programa incluye los siguientes números: • Bienvenida del comandante de la unidad y su señora esposa al personal militar, familiares y madrinas de los bautizados e invitados especiales. • Entrada de los “moros” con sus respectivas madrinas o padrinos para el bautizo. • Mini historial del futuro caballero. • Ofrecimiento del acto a cargo del comandante de la unidad. • Bautizo por parte del comandante de la unidad. Con el sable sobre el hombro del bautizado, en posición de rodillas, pronuncia las palabras “Yo te armo como caballero oficial” o “Yo te armo como caballero artillero.” • Brindis a cargo de los caballeros artilleros. • Baile del vals con sus respectivas madrinas o padrinos. • Baile general en honor de los nuevos caballeros artilleros.

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SISTEMA DEL ARMA DE ARTILLERÍA

Bautizo artillero

Concurso de tiro Rayo Rojo

Se lo practica en el mes de diciembre de cada año, con todas las armas de artillería de campo. La competencia se la realiza en el terreno con la finalidad de evaluar la rapidez, puntería, escuela de pieza y otras habilidades con un mínimo de error del artillero, comprobando su efectividad y la eficiencia y bondad del material. El tiro de artillería se lo ejecuta como parte de las festividades del 4 de diciembre en el polígono de tiro de Engabao, Playas de Villamil. Al evento asisten en calidad de concursantes los integrantes de las diferentes unidades de artillería, con su respectivo material de dotación. Como árbitro de la competencia actúa la Escuela de Artillería, cuyos miembros califican los diferentes pasos que involucran los procesos de tiro, estableciendo al vencedor del concurso. El ganador de la competencia se hace acreedor a un trofeo en cada especialidad, dentro de la artillería de campo, es decir de tubos y cañones

Vísperas de artillería

El 3 de diciembre, se realiza la víspera de las festividades con una procesión en homenaje de Santa Bárbara, patrona del arma; termina con un festival artístico y la quema de un castillo de fuegos pirotécnicos.

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ARTILLERÍA POR SIEMPRE

Es una ceremonia que prepara el ánimo para el próximo festejo. Cada unidad de artillería se esfuerza para que la ceremonia derroche alegría, entusiasmo, exteriorización de amor a su arma, y, lo más importante, unión, respecto y compañerismo, virtudes tan propias y exclusivas del soldado artillero.

Trago siete cargas

El artillero rinde siempre homenaje a su inseparable compañero: el cañón y su infaltable munición. Por este motivo, en reuniones sociales, en ceremonias especiales como: onomásticos, cumpleaños, despedidas, bienvenidas, ascensos, etcétera, trae a su recuerdo al incomparable amigo, justamente, en esos momentos de sano esparcimiento. Y qué mejor que recordar en los continuos brindis, las siete cargas que se utiliza en la munición, escanciando las copas con un contenido de siete diferentes licores: whisky, vino, ron, cerveza, brandy, vodka y trago puro.

Viernes artillero

Es otro medio eficaz para mantener la armonía, el respeto y la camaradería entre el personal de oficiales y voluntarios de las unidades de artillería. Este evento deportivo social se lo ejecuta preferentemente el último viernes de cada mes; consiste en la organización de campeonatos relámpagos de diferentes disciplinas deportivas, sin dejar al margen los clásicos encuentros de ecuavóley y las emocionantes partidas de cuarenta, disciplinas que tradicionalmente se practican en los cuarteles de artillería. Un almuerzo de camaradería compartido por oficiales, voluntarios y conscriptos, y el homenaje a quienes durante ese mes celebraron su onomástico o cumpleaños, ponen el sello de la camaradería artillera.

Madre símbolo

Partiendo de la premisa que una madre es mujer única en el mundo, podemos concluir que la madre artillera no es la excepción; es más, todas, absolutamente todas, merecen el distintivo de ser madres símbolos; no obstante, para cumplir con la costumbre que se ha convertido ya en tradición, se nombra a la Madre Símbolo de la Artillería, como parte de la programación de las festividades de los soldados de los cañones cruzados. Una cinta de color rojo, con la inscripción correspondiente, un arreglo floral que se entrega a la madre elegida y la exaltación con bellos términos literarios, constituyen el testimonio de este privilegio especial.

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La última salva

La tradición de la última salva prevalece desde la antigüedad, cuando los guerreros ejecutaban el último disparo de sus cañones y armamentos utilizados en los combates, después de ganar las batallas o si morían sus compañeros en la acción. En la actualidad se recrea esta ceremonia cuando los oficiales y voluntarios artilleros salen con la disponibilidad, y dejan de pertenecer a la noble arma. El artillero que se despide de sus cuarteles, realiza el último disparo de artillería con el cañón lagarto o el obús M2A2 de 105 mm, como representación del artillero que luego de permanecer por muchos años en la condición de servicio activo, pasa a otra etapa de su vida; y, justamente, para llevar la insignia de su querida arma en el corazón y el recuerdo imperecedero en la mente, se despide de sus cañones honrándolos hasta el fin de su carrera militar, y en su homenaje dispara la última salva como artillero de honor, digno y caballero. Como sirvientes de pieza actúan el personal de artilleros que le correspondió salir durante ese período, pues es condición institucional que la ceremonia se realice el 4 de diciembre de cada año. Previamente, quienes se acogen al retiro militar entregan solemnemente el uniforme al comandante de la unidad, y luego, ubicándose detrás de la pieza y guardando las medidas de seguridad respectivas, acciona el tira fuego para que el cañón dispare una salva realizada con munición de fogueo cuidadosa y previamente preparada. Mientras se realiza el emotivo evento, como fondo se escuchará la grabación del sentido poema “La última salva”, del Tcrn. artillero Edison Macías Núñez, interpretado por el declamador profesional Guillermo Jácome.

La última salva

Tcrn. (sp.) Edison Macías Núñez Deja llenarme la mente con vivencias del pasado; pues la vida del soldado tiene cosas que trascienden y recuerdos que perduran. ¡Qué tiempos los que pasaron! tiempos de gratos recuerdos, años de viejos cañones y de nobles artilleros. Cómo apartar de la mente esos cuarteles vetustos que retaban a los siglos y guardaban tantas glorias; cómo olvidar a esos viejos y queridos artilleros que enseñaban con paciencia los pasos del desmontaje, también la Escuela de Piezas, la entrada en posición, apuntar la pieza base,

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y después… por fin llegaba el tiro de artillería: la pieza que ya dispara, granada que va en camino llevando en su vientre negro una carga de ilusiones de ansiedades reprimidas y de retos sin respuesta… ¡Qué tiempos los que pasaron! tiempos de gratos recuerdos, años de viejos cañones y de nobles artilleros. Cuanto tiempo conviviendo con carruajes y cañones; respirando el mismo ambiente bajo un mismo techo austero; comulgando a cada instante con la gloria y la alegría de sentirse un artillero; proyectándose en la aurora el perfil de centinela; y escuchando en la trompeta inefables añoranzas en mil ecos musicales; y mirar flamear al viento nuestro emblema rojo y negro; y pedir de nuestra Virgen Santa Bárbara Bendita, que nos brinde sus afectos y su gracia protectora. ¡Qué tiempos los que pasaron! tiempos de gratos recuerdos, años de viejos cañones y de nobles artilleros. Ahora quienes ya llegamos al final de la jornada, nos asfixia la agonía de la triste despedida; despedirse de una vida que se queda en los cañones es morirse lentamente y ser reo de la angustia; nuestros ojos ya no tienen las lágrimas de otros días, pero tienen la nostalgia de la pronto despedida.

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Compañero y buen amigo, muy pronto dispararemos por última vez la salva que ha de sellar para siempre nuestro destino artillero; por eso con pulso firme la pólvora ya prepara, y pásame el tirafuego para mi último disparo; pero cuidado, soldado, que humedezcas tus pupilas con rocío de emociones; ese derecho es tan solo de estos viejos artilleros; tú, quédate bien tranquilo, haz honor a tus cañones, llena el vacío dejado, toma la posta inconclusa y proyéctate a la gloria; entonces quienes partimos, desde el umbral de ultratumba, seguiremos escuchando el estruendo victorioso de un cañón de artillería.

Inspiración con sello artillero

El soldado de los cañones cruzados es idealista, romántico y soñador; se identifica por el amor y respeto a su arma, pero también con la impredecible inspiración que describe sus anhelos, sueños y aspiraciones. Justamente, para hacer conocer su creatividad musical y literaria, en 1989, por iniciativa del entonces teniente coronel Fausto Páez, comandante del Grupo de Artillería Mariscal Sucre, se grabó un disco LP., con poemas y canciones creados por elementos y familiares de nuestra noble arma, exceptuando al Sr. Enrique Mendoza, calificado compositor y arreglista musical; y al Sr. Guillermo Jácome, prestigioso declamador ecuatoriano. Por lo demás, artilleros de cepa como el entonces mayor Aquiles Jimbo, teniente coronel Edison Macías Núñez y el sargento Gonzalo Cuadrado, demostraron sus cualidades poéticas creando expresivas piezas literarias, musicalizadas por Enrique Mendoza e interpretadas por el dúo de los mayores Aquiles Jimbo y Luis Montalvo, y el integrado por los sargentos Obando y Robalino; por el cabo Luis Macas, mayor Luis Montalvo y las señoras “artilleras” Guadalupe Sánchez de Rodríguez y Myriam de Ramos. En esta oportunidad, aflora nuevamente la inspiración de nuestros artilleros, para ofrecernos en sus creaciones literarias, el amor y entrega a su querida arma, y la expresión efusiva de ese sentimiento noble y solidario que prevalece en el ser hermano.

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A mi compañera

Coronel Aquiles Jimbo

Oye vieja, hoy que la soledad nos acompaña, ven junto a mi, recuéstate en mi pecho como en aquellos tiempos ya lejanos; yo subteniente y tu recién graduada, recuerdas, recuerdas que dijiste muy despacio, que tú también me amabas; deja que mi recuerdo se una al tuyo, y recorramos juntos lo vivido: las noches, las mañanas, las semanas, las guardias, la campaña, los pases sin esperar, coger los trapos, las ollas y hasta el perro, y viajar al nuevo hogar del artillero, oye vieja querida, cuánto te amo, tú has sido mi timón, mi maestra, mi amiga, mi secretaria, y hasta mi comandante, y eres más grande aún que habiéndome regalado de tu carne hermosos retoños adorables, bregas ferviente aun sin lamentarte; mírame, corazón, no estoy llorando tengo en mi pecho sí las intenciones, pero, porqué llorar, somos dichosos, tú lo ves, amigos, el cuartel, la patria toda, nuestros hijos, la casa, qué carambas, mujer, tomemos unas copas, y brindemos por la suprema luz que nos dio vida, por el futuro grande y duradero, y por el feliz vivir del artillero

Artillero, amigo y compañero

Tcrn. (sp) Edison Macías Núñez ¿Que será padre querido, ese estruendo que estremece que subyuga, que ensordece y que llena de temor? no es volcán, tampoco es trueno, ni es el mar embravecido ni el telúrico gemido de un maléfico temblor.

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II Lo que escuchas hijo mío, es la tierna melodía del cañón de artillería que saluda al porvenir; es el himno de los dioses, son clarines del guerrero, la oración del artillero y razón de su existir. III Tú no entiendes de esas cosas, es mejor que yo te cuente todo aquello que uno siente con orgullo y emoción, porque quien lleva la insignia del cañón entrecruzado es ejemplo de soldado, de amor patrio y convicción. IV En sus venas corre sangre con el fuego de volcanes; tiene ancestro de titanes, que enaltecen al valor, en su emblema negro y rojo, se eterniza la hidalguía de una casta en rebeldía, contra el dolor y el temor. V Su alma es noble y es cristiana, pues desde una blanca ermita Santa Bárbara bendita le extendió su bendición; de ella acoge los consejos, de valor le inflama ella cuando el rayo y la centella son eructos del cañón. VI Es así quien placentero, con la pólvora convive, y con mística recibe el bautizo del honor; es así quien de repente se convierte en un bohemio y recibe como premio la diadema del amor.

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VII Pero siempre el artillero tiene un noble sentimiento, es sensible al sufrimiento que se aviva en el dolor, cuando un viejo compañero entre nobles corazones, dice adiós a los cañones, que le dieron fe y honor. VIII Cuando ve que inexorables se le alejan las fronteras y las musas postrimeras se convierten en ficción; cuando triste y pensativo al clarear el nuevo día, ha escuchado en lejanía, el estruendo de un cañón. IX Cuando ve ya con nostalgia que en el múrice del fuego se marchita y pierde luego, la lozana mocedad; cuando siente que las fuerzas ya le están abandonando y también le van negando defender nuestra heredad. X Donde están los dioses y héroes, muchos de ellos han partido, pues la vida han extinguido a los pies de su cañón; ya se fueron de este mundo recibiendo en homenaje el utópico hospedaje en la célica mansión. XI Cuánto vale el artillero, su lealtad es admirable, su existencia es inefable y no tiene parangón; todo el mundo grita en coro: artillero, caballero, leal amigo y compañero del soldado y del cañón.

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A los hombres del cañón

Sgto. Gonzalo Cuadrado

I Cuando comienza la guerra corren a la posición, el enemigo se aterra de los hombres del cañón, los bravos de artillería no descansan hasta el fin pensando en la victoria y en el sonar del clarín. II Una voz grita adelante, en la línea de combate, es la voz del comandante a su unidad que va triunfante, artillero, compañero del fusil y del cañón, serás siempre buen guerrero, cuerpo, sangre y corazón, los bravos de artillería no descansan hasta el fin, pensando en la victoria y en el sonar del clarín.

Canción del artillero Artilleros siempre fieles a la patria se preparan diariamente con fervor para ir al combate decididos a triunfar con lealtad y con honor II Tus obuses apoyando la maniobra Reforzados por cohetes destructores Los misiles garantizan la victoria Derribando aeronaves sin temor III Desde Tarqui hasta el Cenepa constituyes el arma de poder y decisión, tus soldados siempre altivos y valientes son ejemplo de amor patrio y convicción; tu emblema rojo y negro representa el fuego y el humo del combate, la sangre derramada por valientes que ofrendaron la vida en su misión. IV Artillero tu misión eterna y noble engrandece a la patria y su historia, del Ejército serás hoy y siempre su baluarte de heroísmo y dignidad.

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Autor desconocido


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General y artillero

Tcrn.(sp) Edison Macías Núñez

I En formación impecable la tropa espera impasible; no usa petos ni morriones ni lanzas hiriendo al viento; los soldados ahora visten uniforme de campaña que tiñó de clorofila la Cordillera del Cóndor. El eco de la trompeta rasga el ambiente festivo, y la bandera flamea orgullosa y soberana; estrellas de plata y oro se reflejan en los rayos de los templos del dios Febo; el solemne y grato ambiente insinúa incertidumbre, mas, de pronto un gran estruendo en mil ecos se fracciona, y en las salvas los cañones exclaman con fuerte acento: ¡General de generales, Bienvenido, General¡ II La ceremonia castrense se inicia solemnemente, el centro del homenaje es un soldado ascendido; los años inexorables no agobiaron su figura: el porte gallardo y sobrio, el pecho erguido, y la frente siempre mirando al cielo, la mirada circunspecta apantalla en un instante el presente y el futuro; águila hartada de cielos, cóndor con sed de infinito, que lleva en el raudo vuelo el mensaje de la gloria, mientras escucha de nuevo el estruendoso lenguaje

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de un cañón de artillería: ¡General de generales, Bienvenido, General¡ III El feliz homenajeado se muestra adusto un momento; los clarines y cañones le respetan su silencio; ¡Ah¡ parece que medita... o tal vez recordaría la niñez que aletargaba el regazo cariñoso de su madre venerable; o los juegos infantiles que inocentes discurrían en rondallas de ilusiones y en caracolas de ensueños; y quizás retrotraería los recuerdos inefables del púber que vio encerrados tantos sueños juveniles en las aulas de un colegio que forjó su alma castrense; o tal vez cuando alcanzaba una estrella bien plateada que pesaba un mundo entero, y brillaba en las presillas anunciando con orgullo el inicio de un soldado; mas, de pronto reacciona porque ha escuchado de nuevo las salvas de los cañones que repiten con euforia en su clásico lenguaje: ¡General de tres estrellas, Adelante, General¡. IV Llega el momento supremo: La patria lo reconoce con la entrega de otra estrella más brillante y más pesada. entonces, calladamente, el austero y fiel soldado improvisa una plegaria que ha plagiado el mismo Cielo;

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después su fría mirada se convierte en llama ardiente cuando mira de soslayo a su esposa tierna y buena: compañía en la vigilia, incentivo en la derrota, el balsámico consuelo de fatigas de campaña, la ternura en la grandeza del amor de hombre y soldado. Lo sensible del espíritu de mujer, madre y esposa no resiste la alegría que la vida le ha ofrecido: una lágrima furtiva acaricia la mejilla, es la lágrima del alma que interpreta el sentimiento de mujer agradecida: ¡General de nuestra casa, Dios te guíe, General¡ El ambiente se silencia, los cañones ya callaron; los soldados se retiran a seguir en la jornada; muchos de ellos conocieron al General ascendido, hoy lo admiran en el triunfo porque siempre lo admiraron: en la vida cotidiana, en el aula y el terreno en escuelas y cuarteles, en jornadas de trabajo, y en los días memorables de instrucción y de campaña. Los cañones se callaron, pero el alma del soldado sigue alerta todavía y en un éxtasis sublime grita al mundo su mensaje: ¡General del artillero, Simplemente, General ¡

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Estirpe de soldado

Canción del G.A 80 Calderón

I Somos soldados cumpliendo nuestro anhelo que con orgullo defendemos nuestro suelo, nuestra voz es el himno del triunfo de incansables metas por cumplir. II Sentimos dentro la estirpe de la gloria impondremos el reto mañana nuestra fe será el manto que cubra la ambición de una estrella a alcanzar III Hoy la patria se llena de euforia y se siente el vigor militar va marchando camino a la historia un valeroso grupo militar IV Forjaremos la dignidad de un pueblo enalteciendo su hazaña y su esmero que en el cielo del mundo retumbe que el Cenepa es emblema del Ecuador que en el cielo del mundo retumbe que el Cenepa es emblema de Ecuador

Brindis y coplas de un artillero

Tcrn. (sp) Edison Macías Núñez

Artillero tu turno ha llegado de elevar en un brindis tu copa, pues los dioses con fe han preparado este whisky en honor de tu boca ¡Salud¡ Que esta copa rebose hidalguía y refleje respeto sincero; por el arma de la artillería y el honor del soldado artillero ¡Salud¡ Sin jamás olvidar los cañones ni eludir nuestros diarios deberes; hoy brindemos por los corazones y el cariño de nuestras mujeres. ¡Salud¡

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Exclamemos ¡salud¡ compañeros, y vaciemos la copa de vino; por la dicha de ser artilleros por vivir bajo un mismo destino ¡salud¡ Artillero, en esta tierra son tres cosas tus placeres: los honores de la guerra, el cañón y las mujeres. Cuántas veces Dios presiente que su reino está señero, porque sabe, porque siente que allí falta un artillero. En el mundo hoy se comenta que hay soldados verdaderos: es que al fin se han dado cuenta lo que son los artilleros. Los honores y la fama tienen solo un heredero, y hasta el cielo ya proclama que ese es don del artillero. Hasta el trueno se silencia y el relámpago es austero cuando se hace reverencia al cañón y al artillero Artillero, los dioses y reyes se diputan tu leal compañía; es por eso que dictan sus leyes que te rindan honor, pleitesía. Napoleón Bonaparte hoy quisiera conformar sus bravías legiones, con la cepa y el alma guerrera de quien hace tronar los cañones. Es posible quizás que primero se hunda el mar en ignotas regiones, que antes pueda el soldado artillero existir sin sus nobles cañones.

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ARTILLERÍA POR SIEMPRE

Índice Presentación 3 Estudio introductorio 5 Capítulo I La artillería en su evolución inicial 17 Capítulo II Por los caminos de la libertad 29 Capítulo III Y nos llamamos Ecuador 45 Capítulo IV La artillería en la Revolución Alfarista 55 Capítulo V El Ejército y un país en crisis 69 Capítulo VI En defensa de la soberanía 95 Capítulo VII La segunda mitad del Siglo XX 123 Capítulo VIII Artilleros y cañones 143 Capítulo IX Unidades de Artillería 171 Capítulo X Tradiciones artilleras 217

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