E
l título de la primera pieza documental de María José Cuevas hace referencia a la película homónima de 1975 que, bajo la dirección de Miguel M. Delgado y con Sasha Montenegro y Jorge Rivero como protagonistas, adaptó cinematográficamente la puesta teatral Las Ficheras (1971), de Víctor Manuel «El Güero» Castro, pero que tuvo que cambiar su nombre debido a la censura de la época. Sin embargo, Bellas de Noche, el documental de la hija menor del pintor mexicano José Luis Cuevas, es un homenaje a cinco mujeres que, como vedettes durante las décadas de los '70 y '80, fueron símbolos sexuales emblemáticos de la vida nocturna en distintos cabarets de la Ciudad de México y de la producción cinematográfica nacional del llamado «cine de ficheras» –inaugurado precisamente con el filme setentero de M. Delgado que se mantuvo por veintiséis semanas en la cartelera. Wanda Seux, Lyn May, Olga Breeskin, Rossy Mendoza y Princesa Yamal son las integrantes del quinteto femenino que, sin pudor alguno –faltaba más–, brevemente testifican ante la cámara sus logros alcanzados cuatro décadas atrás, pero sobre todo, dan fe de la fama como un cruel espejismo, de los inexorables estragos del paso del tiempo y del olvido del público que éste trajo consigo. Con una labor de filmación que se extendió durante siete años y reuniendo casi doscientas horas de material –además de la relación casi familiar que logró construir con sus protagonistas–, María José Cuevas logra en tan sólo noventa y tres minutos presentar un sensible retrato de cinco mujeres que, tras haber estado en los cuernos de la Luna con los personajes que crearon para enfrentarse a la titánica labor que representaba su trabajo frente a las cámaras o sobre los escenarios al estar expuestas al más difícil de los públicos, ahora viven olvidadas por una sociedad que, practicando el culto a la juventud y la belleza, jamás les ha perdonado el pecado de envejecer.
Bellas de Noche le da voz a cinco vedettes multifacéticas que, aunque ahora son ignoradas por la industria del entretenimiento, en su momento representaron un grito en contra de la represión moralina que satanizó la belleza como parte de un espectáculo, que se pronunció en contra de ejercer con libertad su sexualidad y también en contra del uso de su cuerpo como instrumento de trabajo –para los que creen que Gloria Trevi fue transgresora, échenle un ojo al video de Wanda Seux en un programa de televisión y presten atención a su interacción con el público masculino–, y que ahora finalmente nos dejan espiar su aspecto menos conocido, el de las mujeres detrás de los reflectores. Las historias personales de este explosivo quinteto –entre las que podemos encontrar matrimonios fallidos, fallecimientos de parejas, injustos encarcelamientos, diagnósticos de violentas enfermedades, adicciones a las drogas, radicales transformaciones religiosas y un larguísimo etcétera– se muestran sin amarillismo ni juicios mo-rales condenatorios, pero sí con una gran carga melancólica aunque también desde una perspectiva de vida en plenitud; y de esta manera va adquiriendo forma un potente discurso de dignidad, felicidad, fortaleza y reinvención femenina. Se trata de una carta de amor escrita con un elegante lenguaje cinematográfico –la fotografía de la misma directora junto con la de Mark Powell y la curaduría musical en la que no podía faltar La Sonora Santanera– que reivindica no sólo a estas mujeres que sobre los escenarios o frente a las cámaras ofrecieron su lozana belleza al México de finales del siglo pasado, sino también a todas aquellas mujeres que, por su edad y apariencia actual, sobreviven el día a día en una cruel sociedad que las castiga con la indiferencia, el rechazo e inclusive el desprecio que provoca el permanente culto a la juventud y la belleza de las nuevas generaciones.
C
on el respaldo de Michel Franco y Gabriel Ripstein como coproductores a través de Lucía Films, el director venezolano Lorenzo Vigas presentó su opera prima en la última edición del Festival de Cine de Venecia, llevándose a casa el León de Oro a la Mejor Película además de tener una positiva recepción en la sección Horizontes Latinos en San Sebastián. El director debutante desarrolla el guión a partir de una historia escrita junto con Guillermo Arriaga y crea un debut contundente sobre un improbable romance entre Armando, un solitario hombre de mediana edad que fabrica prótesis dentales que contrata jovencitos para que satisfagan sus peculiares deseos sexuales que consisten en permanecer semidesnudos mientras él se masturba –no le interesa el contacto físico; no quiere tocar ni ser tocado–, y Elder, un adolescente líder de una banda de delincuentes en las convulsas calles de Caracas. En su primer encuentro el adolescente le agrede violentamente y se lleva su dinero; pero Armando vuelve a buscar a Elder y éste vuelve a llevarse el dinero a base de amenazas. Los días transcurren y el rito continúa, la relación que en un principio surgió por dinero y la búsqueda de placer se va transformando en una relación de amistad y protección –aunque nunca pierda la gran carga de tensión sexual reprimida– en la que Armando realmente se preocupa por el bienestar del atractivo chico... hasta llegar a algo más. No obstante, al margen de esta atípica historia de romance imposible, se gestan las historias personales de Armando y Elder. El primero acostumbra a espiar a un hombre mayor; le sigue a casa, a su trabajo, a los lugares que frecuenta de manera social, y pronto se
nos es revelado el secreto que los une. Mientras tanto, Elder vive envuelto en la violencia de las pandillas mientras sueña con poder comprarse su propio automóvil. Vigas propone una cinta con una estética sobria despojada de artificios que es sustentada por un guión que apenas hace uno de los diálogos verdaderamente necesarios para dar forma a este elegante, nervioso e improbable romance. Las interpretaciones del ya consagrado actor chileno Alfredo Castro y del asombroso debutante Luis Silva dotan a la propuesta del venezolano de un aura naturalista que otorga una completa verosimilitud a la trama y cercanía con sus protagonistas. Al examinar Desde Allá es inevitable hacer la conexión con La Virgen de los Sicarios, esa magistral adaptación de la novela autobiográfica de Fernando Vallejo en la que Barbet Schroeder retrató con bríos otra igualmente poderosa relación homosexual en un entorno regido por la violencia y la marcada división de clases en otra convulsa ciudad latinoamericana (Medellín, Colombia) y se convirtió en un clásico contemporáneo del cine hispano. Drama, romance y crimen envuelven también a Armando y Elder, pero a diferencia de la película de Schroeder, Vigas opta por recorrer derroteros más sutiles y sugerentes que dotan al filme de una dimensión emocional sobre estos dos personajes particularmente aislados de una manera completamente distinta. Desde allá es un trabajo desgarrador que sin concesiones nos habla del ¿amor?, la dependencia emocional, la homofobia heredada de la sociedad, la diferencia de clases, el dinero, el poder y la violencia como pocas veces se hace en el cine latinoamericano. Un gran debut al que habrá que cazar en la cartelera... si es que algún día nos llega.
E
stamos ante la primera ficción escrita y dirigida por el cineasta Federico Cecchetti pero no es el primer acercamiento a la cultura y tradición del México indígena. El director nacido en la Ciudad de México ya había presentado hace algunos años Raíces, un brevísimo documental centrado en un grupo de mujeres que sanan a través de plantas y métodos tradicionales de su comunidad, y Tres cantos, otro cortometraje documental –aunque ya no tan breve como el anterior– que registra tres ceremonias wixárika en Jalisco. Ahora con El sueño del Mara'akame –la decimoprimera película ganadora del Programa de Óperas Primas para egresados del CUEC– se aproxima nuevamente a la cultura y tradiciones de los wixárika –o huicholes– desde una perspectiva antropológica, un relato sensible sobre las relaciones entre padres e hijos. El protagonista de la historia es Nieri (Luciano Bautista Maxa), un adolescente huichol que anhela tocar, junto con sus amigos, en un concierto en la Ciudad de México; sin embargo, estos sueños se ven constantemente truncados por su padre (Antonio Parra Haka Temai), quien perseverante busca la manera en la que su hijo logre conectarse con su lado espiritual para convertirse, al igual que él, en el próximo Mara'akme de la comunidad. Cecchetti, maravillado por el mágico mundo de los huicholes desde años
atrás luego de su primer encuentro al ser invitado por el mismo Mara'akame Antonio Parra para registrar algunas ceremonias de la comunidad, se acerca a través de su opera prima con un profundo respeto hacia las tradiciones milenarias del pueblo wixárika y a su muy particular cosmovisión que les brinda una manera única de comprender el mundo. Tomando como ejemplo otras importantes propuestas cinematográficas que han colocado su lente sobre esta ancestral cultura –como el reciente extraordinario documental Eco de la Montaña, de Nicolás Echevarría–, Cecchetti no se centra en las amenazas que ha padecido y continúa padeciendo la comunidad en medio de la batalla –misteriosamente silenciada en los medios masivos– entre la industria minera extranjera y la región indígena sagrada Wirikuta, sino que toma ésto como un elemento de apoyo en la narración para dotar de una fuerza mayor a la historia central que habla tanto de los choques generacionales, como de la tradición y su inevitable enfrentamiento con la modernidad –y que al final terminarán en una, también inevitable, hibridación–, e incluso se sumerge en el análisis de la otredad a través de la relación paterno-filial entre Nieri y su padre; además, presenta como nudo principal la encrucijada a la que se enfrenta el adolescente: abandonar el legado cultural de su estirpe para perseguir su sueño adolescente de tocar
con la banda 'Peligro Sierreño' en la gran capital y convertirse en una suerte de 'rockstar', o sumergirse en un viaje iniciático para descubrirse o no poseedor de «el don» que lo guiará a través de los sueños hacia el venado azul que le permitirá acceder a su despertar espiritual y convertirse, al igual que su padre, en el próximo Mara'akame –chamán cantador y sanador– que perpetuará las ancestrales costumbres wixárikas. Confeccionado con honestidad y respeto, y sin caer en clichés, estereotipos o demagogias al momento de retratar al indígena, El Sueño del Mara'akame es un relato con un poderoso discurso sobre la importancia y la riqueza de las culturas indígenas, y que hace uso de un lenguaje cinematográfico un tanto experimental en el que las imágenes –con un gran trabajo del cinefotógrafo Iván Hernández– poco a poco van dejando su inicial tono y estilo realista –aprovechando al máximo las hermosas locaciones del México profundo– para comenzar a presentarse bajo una narrativa onírica y surreal –ojo a la secuencia reveladora en el metro de la Ciudad de México–, terminando por brindarnos una experiencia sensorial sobrecogedora que pocas veces ofrece el cine nacional.
E
stamos ante un filme crudo e inquietante que exhibe los tejes y manejes de las cárceles en México. Los autogobiernos que mantienen el orden de los internos y el grado de descomposición de las autoridades en todos los niveles, que lamentablemente afectan el rumbo de los centros de readaptación en nuestro país. El escenario es la prisión de Santa Martha Acatitla, donde existió un grupo de reos que gustaban del deporte y que, gracias a su dedicación, formaron un equipo fuerte de futbol americano llamado “Los Perros”, los cuales lograron números victorias, motivo por el cual fueron apoyados durante el mandato de López Portillo, incitados a ganar a cambio de obtener su libertad. La historia se centra en un joven desubicado y rebelde, ‘Zambrano’, un ladrón de autos, que entenderá la diferencia entre los pequeños delitos que él cometía y las ligas mayores en las que jugará; esto lo llevará a obtener la madurez que tiene que demostrar para ser parte del gran equipo. "Los Perros" mantenían el control de la cárcel, y fue tanto su poder que se convirtieron en "La 4a Compañía", un escuadrón que tenía mayor autoridad que los propios custodios, controlaban los vicios y privilegios de la cárcel en provecho de los dueños de sus vidas, las autoridades. En la cárcel hay códigos de convivencia que el que se arriesga a no los cumplirlos, está firmando su muerte;
esto es lo que nos retrata la historia, por una parte el nivel de corrupción con el que se opera ahí dentro, y por otra parte, la forma de convivencia bajo de los códigos de conducta dictados por los líderes internos. A pesar de que eran muy buenos en su deporte, las autoridades tenían planes de enriquecimiento ilícito a sus costillas. La corrupción en los sistemas penitenciarios no son la novedad en nuestros días y, por supuesto, no lo eran en los años 60, ya que este grupo de reclusos, eran obligados a seguir cometiendo delitos, ellos tenían que salir en las noches a perpetrar atracos. Todo esto bajo el mandato de ‘El Negro Durazo’. Y es que a estas alturas del partido, es más que sabido qué clase de corrupción imperaba ya en esa época, pero la forma como la retratan en el filme la hace parecer inconcebible. A lo largo de la cinta podemos ver encabezados de periódicos y grabaciones reales de las noticias deportivas que generaban “Los Perros”, lo cual revela una labor de preparación e investigación bien documentada, por lo tanto nos brindan una mezcla de realidad y ficción en la que es difícil delimitar dónde termina una y comienza la otra. Bajo la dirección de Amir Galván Cervera y Mitzi Vanessa Arreola también responsable del guión- y las actuaciones de un gran elenco conformado por Adrián Ladrón, Her-
nán Mendoza, Andoni Gracia, Gabino Rodríguez, Juan Carlos Flores, Carlos Valencia, Manuel Ojeda, Guillermo Ríos, Darío T. Pie, Erando González, José Sefami, Waldo Facco y Jorge Roldán -algunos de ellos se prepararon para sus roles con los mismos reos del lugar y algunos de estos participaron como extras-, La 4a Compañía representa de una manera bastante certera la vida en prisión, sumergiéndonos en la violenta e intensa historia de "Los Perros" y las autoridades mexicanas. *La película La 4a Compañía, se llevó tres premios en la pasada edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara: Premio a Mejor Actor (Adrián Ladrón), Premio Especial del Jurado al Largometraje Iberoamericano de Ficción y la recomendación para ser considerada para los Golden Globe Awards.
U
na intrépida comedia mexicana que podría ser el retrato del 'anti-machismo' con la dirección de Roberto Sneider y las actuaciones de Gael García Bernal (Eligio) y Verónica Echegui (Susana). Después de sus reconocidas películas Dos crímenes (1995) y Arráncame la vida (2008), y como productor de Frida (2002) con Salma Hayek, el director Roberto Sneider nos presenta su más reciente filme, el cual es la adaptación de la novela Ciudades Desiertas de José Agustín. La historia nos relata la vida amorosa de Eligio y Susana, en la cual los ingredientes clave son la comunicación en pareja, el deseo carnal y el grado de amor que pueden desarrollar por el otro. Eligio -actor- es un hombre divertido, con mucha gracia y carisma que fácilmente conquista a las mujeres; por su parte, Susana -aspirante a escritora-, es muy guapa, inteligente, un tanto frágil y reservada. Ellos forman una pareja muy bonita, aparentemente, hasta que detonan un sinfín de situaciones que les hacen vivir cosas quizá imperdonables en una relación, pero que con el paso del tiempo, se vuelven entendibles. La infidelidad es una predominante característica de Eligio; por su facilidad para envolver a las mujeres, le es imposible negarse a las caricias y muestras de afecto que ellas le brindan, así
como el llevar su vida llena de amigos, fiesta y mujeres le hace sentirse cómodo y muy feliz. Por otro lado, Susana no lo es tanto, pues se siente cansada e incomprendida, y eso la lleva a tomar malas decisiones, que hacen una complicada relación en pareja. Así se desarrolla esta historia llena de anécdotas, de aventuras amorosas, de chistes y sarcasmos muy mexicanos donde Eligio se da cuenta que los límites que él creía aceptables, los sobrepasa de manera abismal; se da cuenta de todo lo que es capaz de hacer por conservar a su esposa, al amor de su vida, muy en contra de lo que marca su cultura y tradiciones, entiende que las frases machistas no le aplican, -las típicas "no estoy para rogar" o "mujeres hay muchas"- no serían la solución a su problema, sino por lo contrario, le ayudarían a perderla más. Me estás matando, Susana es una película muy divertida en la que la comicidad es la herramienta perfecta para llevarnos hacia el entendimiento del eterno conflicto de la vida en pareja, en el cual muchos se verán reflejados y donde nos podemos cuestionar el significado de un verdadero “macho”, de un hombre que lucha contra todo por amor y no el típico que lo puede perder, por orgullo o por sentirse ofendido, y que se queda sin actuar, sin hacer nada para sanar lo que rompió y lo que considera valioso en su vida.
E
l segundo largometraje de Jonás Cuarón fue estrenado en México durante la campaña de Donald Trump como aspirante a la presidencia de Estados Unidos. Este particular contexto –cuyo resultado ahora conocemos y padecemos– le brindó a la película una mayor relevancia que la que hubiera tenido de haber sido producida un par de años antes. Con Desierto, Cuarón decide entrar de lleno al cine de género luego de su experimental ópera prima de ambiciones formales en la que presentaba un drama veraniego adolescente narrado mediante la sucesión de fotografías fijas: Año Uña (2009). Ahora, el thriller que propone Cuarón nos coloca junto a un joven y deportado padre de familia llamado Moisés (Gael García Bernal) que viaja en el interior de una camioneta llena de migrantes mexicanos que buscan cruzar el desierto fronterizo en pos de una vida mejor; pero más allá de los traicioneros coyotes, los agentes de migración, la peligrosa fauna de la zona, o el implacable clima, su mayor reto será sobrevivir al mortal ataque de Sam (Jeffrey Dean Morgan), un vigilante fronterizo estadounidense que, con la ayuda de su rifle y de su feroz perro Tracker (rastreador), está decidido a impedir la invasión de su territorio. Con un guión firmado por él mismo mucho antes de desarrollar el argumento para Gravity (2013) –película dirigida por su padre Alfonso Cuarón, quien resultó consagrado de manera contundente en el cine hollywoodense luego de esta impresionante odisea espacial a la que el tiempo está colo-
cando en el merecido lugar histórico que mereció desde un principio–, el joven mexicano extrañamente evade la declaración de una postura política ante el tema de la migración. Desierto es un thriller preocupado únicamente por narrar una historia de supervivencia en ambiente inhóspito como lo es el desierto que diariamente atraviesan cientos de indocumentados de toda Latinoamérica; se trata, entonces, de una empresa con un subtexto político poco ambicioso, y que a pesar de lograr salir avante de manera decorosa al mantener un buen ritmo durante los 88 minutos del metraje, es incapaz de escapar por completo de los lugares comunes o de las alegorías que rayan en lo absurdo: un héroe llamado Moisés guiando a su pueblo –los inmigrantes mexicanos– a través de un peligroso desierto con la Tierra Prometida como destino; o la materialización del xenófobo tío Sam en la figura del desquiciado villano que, luego de asesinar al primer grupo de «bad hombres», les da una irónica recepción: "Bienvenidos a la Tierra de los Libres". Desierto termina por ser un thriller de acción que apenas posee la eficacia suficiente para mantener al público atento a la pantalla. Se trata de una película a la que difícilmente podríamos catalogar como socialmente comprometida como sí lo eran la estupenda ficción La Jaula de Oro (2013), de Diego Quemada Diez o el documental Llévate mis amores (2014), de Arturo González Villaseñor; es, por el contrario, un filme que recurre a lo difícil y peligroso que resulta el camino de los migrantes pero no para sensibilizar al pú-
blico sobre esta problemática social ni para lanzar un mensaje político en contra de las leyes migratorias yanquis, sino para desarrollar en esos parajes una historia supervivencia protagonizada por personajes maniqueos carentes del menor matiz dramático –y mucho menos psicológico– y en la que resuenan mensajes que, a estas alturas del partido, resultan peligrosamente moralinos: ¿Por qué los primeros en ser abatidos por el francotirador son aquellos que arrastran conductas moralmente cuestionables como el coyote que abandona a su suerte a un reducido grupo de indocumentados –en el que inclusive se encuentra su jovensísimo e inexperto colega pollero encarnado por Diego Cataño– o aquel hombre que, momentos antes, intentaba sobrepasarse sexualmente con una de las mujeres migrantes? La única respuesta es un pensamiento moral que nos transporta directamente a la Edad Media. En resumen, tenemos un solvente ejercicio de estilo en el que su artífice deja ver que ha puesto atención a las habilidades narrativas de su padre, pero también se expone su aún inexperta condición como cineasta y su falta de compromiso social. Desierto es un producto banal y oportunista que sacrifica su gran oportunidad de ser un testimonio socialmente relevante y que solamente ofrece un vertiginoso y muy simplón juego de héroes muy, muy buenos contra villanos muy, muy malos con el único propósito de conquistar la taquilla masiva, algo que, hasta cierto punto, le funcionó.
L
uego de su sorprendente debut cinematográfico con el imprescindible documental El lugar más pequeño (2011) –centrado en un pueblo salvadoreño que renace de las cenizas luego de ser arrasado por la Guerra Civil–, la documentalista mexico-salvadoreña Tatiana Huezo presenta un nuevo retrato social, pero en esta ocasión se adentra en la violenta realidad mexicana a través de la historia de dos mujeres que se han enfrentado a la ineptitud de las autoridades que han provocado que la impunidad gobierne a lo largo y ancho del país. Miriam Carbajal es una mujer encarcelada injustamente tras ser acusada de tráfico de personas. Fue utilizada como chivo expiatorio para purgar una condena que le correspondía al verdadero culpable que, evidentemente y para no perder la mexicanísima costumbre legal, sigue en libertad. Adela Alvarado, por otra parte, es una mujer payaso en un circo ambulante y que ha pasado más de diez años buscando a su hija desaparecida. Ante la exasperante ineptitud de las autoridades que no han movido un solo dedo para dar con el paradero de la chica, Adela ha iniciado la única investigación real para dar encontrar a su hija, quien presumiblemente fue víctima de la trata de blancas. Frente a la aberrante situación de inseguridad e impunidad que cubre todo el país, y ante las descarnadas historias particulares de estas dos mujeres, Tatiana Huezo opta por una propuesta formal que contrasta con la tempestad en la que viven atrapadas
sus protagonistas. La cineasta no sólo nos regala un audaz ejercicio narrativo en el que entreteje los viajes personales de Miriam y Adela, sino que además utiliza las hermosas postales capturadas por la prodigiosa lente de Ernesto Pardo para brindarnos estimulantes y reveladoras secuencias cargadas de metáforas, un fenómeno por demás inusual en nuestro cine, especialmente dentro del género documental. De esta manera acompañamos a Miriam tras su salida de un penal tamaulipeco gobernado por el narcotráfico y en su recorrido de miles de kilómetros para regresar a su casa en Tulum; por otro lado, también viajamos con Adela, acompañándola en sus espectáculos circenses que le han servido como un refugio ante la terrorífica adversidad, y que ha encontrado en su perpetuo deambular un poco de protección ante las amenazas de muerte que ha recibido tan sólo por demandar justicia. Tempestad es un trabajo profundamente doloroso que, aunque se ciñe a las normas más elementales del cine documental para reflejar la sordidez de la realidad nacional, escapa siempre del alarmismo y la morbosidad, logrando por el contrario dar forma a una pieza visual de gran valor estético gracias a una sensibilidad y talento cinematográfico apabullante, una virtuosa manufactura y una enorme belleza lírica. Cine mexicano esencial de una talentosa cineasta a la que vale la pena seguirle la pista y estar atentos a sus prometedora incursión en el cine de ficción.