Ángel Caído 1

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Fernando Romรกn

EL LADO OSCURO

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Ángel Caído, I

AVENTURAS A

GELÁNI

LO GRANDE II.

FERNANDO.

ROMÁN 2


Se lo dedico a mi familia Que me animaba constantemente.

Y c贸mo no, a mis mejores amigos: Jorge, Alejandro, Guille, Felipe y Fidel. Por 煤ltimo, a Tocha mi profesora de lengua.

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4


La Cuarta Generación

C

hristopher es un niño con cara de forma redondeada, adornada con una nariz pequeña y unos ojos azul oscuro como las olas del mar. Vive en las afueras de Helsinki una ciudad de Finlandia cercana al mar

Báltico.

Esa

noche

estaban

cayendo

del cielo unos enormes copos de nieve, la etérea luz de la luna y la tenue luz de las estrellas apenas se vislumbraba tras los grandes copos de nieve.

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Cuando Christopher se fue a la cama pensó en ideas fantásticas como que las nubes son peces en el amplio mar del cielo. Cogió un viejo volumen y leyó hasta que oyó un ruido. Christopher, sobresaltado, se levantó de la cama, dejó el volumen y sin preocuparse por sus pies, fue descalzo a una salita que construyó su padre para las cosas que él clasificaba como inútiles como los libros de niños, que habían plagado la estancia. Christopher cogió un candelabro de una mesa situada a la derecha de donde ahora estaba. En la ventana resonaba la nieve al caer. Pero a él no le preocupaba demasiado eso, seguía buscando el objeto que había producido el ruido, mas todo permanecía imperturbable. Christopher, al ver todo igual que antes, decidió irse a leer pero un ruido lo frenó justo cuando estaba cerrando la puerta. Se volvió hacia atrás y se cercioró de que todo estaba igual. Pero ahora un libro estaba en el suelo. Se abrió de golpe y de él salió un pájaro que voló torpemente hacía la puerta y se escabulló pasando por encima de Christopher que se acercó al libro y lo 6


hojeó. Miró el reloj y al ver que era tarde cogió el libro y se fue a su cama a leerlo. No había nada interesante que leer, lo puso bajo la almohada, esa era una de sus extrañas costumbres y cerró los ojos… los sueños brotaron de su mente y se durmió. A la mañana siguiente, nada más abrir los ojos, saltó

como

un

resorte

hacía

la

ropa.

Se

vistió,

desayunó y salió al jardín, donde estaba situada su bicicleta. La cogió y se fue por el atajo del bosque que iba directo al colegio. Nada más llegar aparcó la bicicleta atándola a un poste de metal con una gruesa cuerda. Y se fue a su clase corriendo. Hacía frío. En su clase, él se sentaba al lado de la ventana, una ventaja; ya que las clases se pasan muy rápido mirando las nubes… mientras la nieve caía. En el patio jugaron al fútbol en un porche que habían construido para que los niños jueguen al fútbol ya que como siempre está nevando no pueden jugar al aire libre, sin un techo que los proteja de la nieve. Jugaron un partido.

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Cada uno era guardameta un día según el día que se le hubiese asignado. Ese día era lunes y le tocaba a Christopher. Empezaron bastante mal ya que, a pesar de que empezaran sacando ellos, enseguida se la quitaban al delantero y tras una jugada individual, uno de los contrarios chutó como una bestia y dio al larguero pero por suerte, para los rivales, se encontraba un centrocampista que remató y marcó el primer gol. El equipo de Christopher sacó y empezó a tocar como Dios manda, toque, toque, toque y la centra el banda, remata de cabeza el delantero centro y la para el guardameta. Córner. Christopher subió a la delantera y se metió en el área. Remató con todas sus fuerzas y… ¡gooollll! Los rivales se enfadaron tanto que tiraron nada más sacar y… Christopher no tuvo muy buena suerte ya que le dio en la cabeza y cayó al suelo. Frío. Tenía frío. Todos

le

rodearon

y

le

preguntaron:

«

¿estás

bien?» hasta que vino la profesora y le examinó. Se 8


había desmayado. Pasado un tiempo, al despertar no estaba en el colegio, sino en un extraño lugar, todo era transparente y no

había nada, estaba flotando,

no estaba respirando ni sentía ganas de hacerlo, sólo sentía miedo y confusión y luchaba por contener las lágrimas pero no pudo reprimir un chillido de verdadero terror que resonó por todo el lugar (si es que lo era). Estuvo caminando durante horas si es que había, pero frenó en seco al ver un montón de astros tremendamente transparentes. Se fijó en un grupillo repleto de ellos. Chocaron y hubo una luz cegadora. Se hizo un agujero del que salieron de nuevo los astros formando un planeta… o por lo menos algo parecido. Y en la lejanía se vislumbró la silueta de varias personas. Era extraño, parecía que habían salido del planeta que acababa de aparecer. Caminaron hacia Christopher y, con una eficaz técnica; lo desmayaron y lo alzaron. Le estaban llevando hacia el único material tangible de aquel lugar, el mini-mundo. Llevaba muchas horas sin comer pero no tenía hambre, solo tenía el deseo de desaparecer de 9


aquel lugar o retroceder en el tiempo para poder esquivar el balonazo. Sentía ganas de ir a su casa y ver a sus padres. Pero no podía librarse de aquellos hombres. Forcejeó con los hombres que lo llevaban, pero sin resultado. Sintió falta de aire y se volvió a desmayar. Al despertar se encontraba en un camastro muy incómodo, situado en un cuarto de grises paredes y transparentes ventanas. Se fijó en las ventanas, no había nada translúcido en aquel lugar. Un rato más tarde, entró un individuo con un semblante serio. —Te hemos metido en Rehitolen porque detectamos magia en tu ser. Me gustaría saber cómo se llama el niño que te dio el balonazo. —Se llama Fergus. —Ese chico no es normal, te hemos curado con magia, y, de no haberlo hecho, te podría haber matado. Además, para entrar en la transparencia se necesita magia o un golpe que te hiera profundamente, que sería muy peligroso para Rehitolen. No creo que Fergus

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tenga tanta fuerza en el pie como para herirte profundamente. —No entiendo nada —replicó Christopher. —Nosotros tampoco sabemos mucho, solo sabemos que un trío de brujas embrujó un bosque en un mundo misterioso. Al parecer es el bosque con más árboles de todo el planeta y se encuentra al norte de Finlandia. —En el libro que encontré en un lugar de mi casa que hablaba de un bosque con grandes Serpientes y tres brujas de las que mataron una. También hablaba de unos aventureros. —Tráeme ese libro —ordenó. — ¿Cómo te llamas? —preguntó Christopher. —Mi nombre es de vital importancia para ese libro, ya que en él aparece, y te lo voy a decir, pues te será útil cuando hayas leído un poco más, me llamo Glavertine ¿y tú? —Christopher. Cuando Glavertine se fue, Christopher se escapó sigilosamente del edificio de Rehitolen y sin saber 11


cómo, entró en su casa y cogió el libro, y volvió a Rehitolen y leyó con atención su libro pero no entendía por qué su nombre era tan importante. Leyó durante horas pero no encontraba nada interesante. Más tarde, se acomodó en su cama, puso el libro bajo su almohada, se cubrió con el grueso y cálido edredón y se durmió. Al día siguiente, Glavertine le llevó a su casa, con sus padres, y después, Glavertine, se volvió a Rehitolen. Fergus solía ir a recogerle pero ese día no le recogió y tuvo que ir solo en bicicleta por las frías calles de Helsinki. Fergus no fue al colegio ese día y nadie sabía por qué. Ahora tenían uno menos para jugar en el patio y tuvieron que jugar un gol regate. Ese día nevó mucho y Christopher no pudo volver a su casa en bicicleta y la tuvo que llevar a rastras por la nieve. Al llegar a su casa, merendó gachas y un vaso de leche y más tarde, para quitarse el gélido sentimiento de encima se dio un baño bien calentito. Se vistió y se fue a su cuarto a hacer 12


deberes. Esa gélida tarde fue muy larga. La usual llamada de su madre para cenar no llegaba y la noche se cernía sobre la tierra. Bajó las escaleras y miró a ver si su madre estaba en la cocina y después en el salón, pero nada, era como si se la hubiesen tragado las paredes o como si el viento se la hubiera llevado y su padre tampoco se encontraba en la casa. Christopher, ya muerto de hambre decidió preparase un bocata de jamón y queso. Al ver que no venían, cogió su libro e intentó ir a Rehitolen pero la magia no le salía. Fue al jardín a tomar una bocanada de aire. Llamaron al timbre. Christopher abrió la puerta y vio a Fergus y a sus padres. Un pálido mortecino disfrazaba sus caras. Les preparó un té caliente con el objetivo de que recuperasen su color natural de piel. — ¿Qué os ha pasado? —preguntó Christopher. —Hemos visto los ojos de la muerte —respondió su padre. — ¿Dónde? —preguntó Christopher.

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—Verás —empezó Fergus— tus padres y los míos fueron a visitar el bosque que va desde

el norte de

Finlandia, de Canadá y otros países cercanos, rodeando el círculo polar ártico. Vimos Serpientes — fue al grano, Fergus—, sus ojos eran terroríficos. La miramos y casi… no salimos de esa. Su madre llevó a Fergus hacia el coche y se dirigió a donde vivía Fergus. Su padre se había ido al supermercado y él no tenía nada que hacer, por lo que se durmió. Tardó en dormirse pero cuando lo hizo soñó que una especie de dios destruía toda la vida que se interponía en su camino mientras unos hombres lanzaban olas de oscuridad y otros luchaban. Se despertó con el rumor del crepitar de un fuego que le rodeaba. Era imposible, había utilizado la magia para protegerse de la pesadilla. Una

mujer

Christopher

de

grises

cabellos

y

ojos

negros.

se levantó e hizo ademán de coger una

pistola de balines. Disparó. La señora lanzó una onda de aire que impulsó el balín hacía Christopher que se agachó y lo esquivó. Otra mujer igual salió 14


de la nada e intentó matarle. Cuando iba a matarle, un hombre lanzó un cuchillo que hizo que las brujas se fueran. Eran Glavertine y otro de sus hombres. —Me llamo Trebo —se presentó— fui guerrero con tu tatarabuelo Remo hace mucho tiempo. —Espera, entonces soy la cuarta generación de ese tatarabuelo que fue un gran guerrero

—dijo Chris-

topher. —Él tenía una amiga llamada Luna que falleció al igual que Remo –dijo Glavertine. — ¿Y qué la pasó? —Nada murió de vieja. —Remo murió en una batallita que tuvimos con unos Nigromantes… —dijo Glavertine. — ¿Y vosotros, por qué no morís igual que todo el mundo? —Veras en la transparencia, no solo existe Rehitolen, sino que también hay otros… planetas, mundos. De donde nosotros venimos, solo se muere peleando, no hay muerte por ser viejo y por esa razón hay más peligros —mintió Glavertine, en realidad había que 15


hacer un juramento, pero prefería no decírselo todavía—. Cuando Fergus y tus padres fueron a ese bosque y vieron las Serpientes enormes con los ojos de la propia Muerte, es, digamos, que hay un vínculo entre este

planeta

y

del

que

provenimos.

Piensa

en

un

ocho, el círculo de arriba hace un vínculo con el de abajo, pues es igual: el sur de mi planeta se junta con el norte del tuyo; ese bosque también existe en mi mundo —explicó Glavertine. —Es alucinante —dijo Christopher. —Sí, pero eso no es lo importante. Hay leyendas que dicen que una familia tiene héroes cada cuatro generaciones y después de Remo vas tú —siguió explicando Trebo. —Insinúas que mi familia es esa tan especial — adivinó Chris. —No lo insinúo, sino que lo afirmo. —dijo Trebo. —Cuatro generaciones antes, es decir, con Remo hicimos muchos aliados pero también muchos enemigos: una sociedad traficante, una horda de nigromantes, un ejército normal, las brujas y un Dios que ahora 16


anda perdido en otra dimensión gracias al Maestro, nuestro

jefe,

un

mago

tele-transportador.

Tenemos

que matar a las dos brujas y a los enemigos que encontremos. —Cambiando de tema, ¿qué quieren las brujas? — preguntó Christopher. —Matar a todos los que tengan magia en este planeta —contestó Glavertine —pero en Rehitolen estás a salvo. Cuando Trebo y Glavertine se fueron Christopher estuvo un buen rato ordenando su cuarto. Al día siguiente tendría que ir al colegio y su madre

ya es-

taría cerca de su casa. Su madre llegó sobre las diez, media hora más tarde del acontecimiento con las brujas y su padre vino más o menos a la vez. Cenaron tortilla con ensalada y después todos se fueron a dormir. Todo estaba tranquilo desde la tarde. Se durmió. Al día siguiente se despertó a las siete y media por el pitido del despertador y a partir de eso el día pasó lentamente. Cada hora del colegio era eter17


na: examen de inglés a primera, ejercicios de matemáticas a segunda, más tarde, y —por fin—, recreo, que pasó rápidamente jugando al fútbol. Todo el día así. Hasta que llegó la hora de irse a casa. Chris tenía una extraña sensación. Quería llegar a casa y ver que sus padres estaban bien. Corrió todo lo rápido que pudo durante el trayecto hacia su casa. Sentía que sus piernas le flaqueaban y se cayó pero se levantó y volvió a caerse unos instantes más tardes hasta que llegó. Su corazón le dio un vuelco al ver la puerta. «Ha entrado alguien antes que yo», pensó. Entró: estaba todo desordenado y las sillas estaban tiradas. Pero lo que más miedo le dio fue encontrar a su padre en el suelo, corrió a tomarle el pulso y… ¡Estaba vivo! Había tenido suerte. Pasó a la habitación contigua, con cautela, aunque no le sirvió de nada ya que nada más entrar, salió despedido hacia el corredor. Volvió a entrar, pero esta vez escondido y espió. Vio a una bruja que sostenía el

cuerpo

herido

de

Glavertine

que

apenas

podía

abrir los ojos. La bruja le amenazaba con una daga 18


en su cuello. Christopher ladeó un poco la cabeza miró a la otra bruja: sostenía otro cuerpo como el de

Glavertine

herido.

Se

fijó

en

su

pierna

casi

inerte por un desgarrón profundo del que emanaba sangre, mucha sangre. Parecía que se iba desangrar de un momento a otro. Dejó de mirar el cuerpo del desconocido. Le daba nauseas. No sabía lo que hacer y se dejó llevar por su instinto. Se dejó ver y dio un paso para adelante. —No te muevas niño —dijo una de las brujas alzando su mano desafiante. Christopher sin saber por qué, también lo hizo y de ella brotó una magia que dio a la bruja de pleno y soltó a Glavertine, que cayó al suelo. Un niño rubio apareció de la nada firme y dispuesto. Chris todavía sentía el cosquilleo de la magia y la energía en la punta de los dedos. En cuanto al niño rubio no sabía que hacía ahí. La otra bruja quedó perpleja, la tensión era agobiante. La bruja hizo ademán de matar al desconocido, pero el niño rubio lanzó un cuchillo a la velocidad del rayo que 19


rozó a la bruja. Una advertencia. Esta se vio obligada a soltar al individuo que sostenía. A juzgar por su apariencia era un joven bastante agradable y jovial. Pero, ¿si es así por qué le habían atrapado justo a él entre las personas de ese grupo? Tal vez le

habían

atrapado

simplemente

por

pertenecer

al

grupo. ¿De dónde había salido el niño rubio? ¿Formaría parte del clan? Pronto lo descubriría. Christopher estaba muy atosigado por las infinitas preguntas que se le ocurrían, una tras otra sin dejarle un segundo en paz. Necesitaba esa información, su ser la requería. Aquellos días fueron de lo más extraños para él. En cuanto al libro antiguo que aquel día encontró en la habitación, ya había leído más de la mitad. Es más, ya se lo estaba acabando cuan largo era. Ya había aparecido Remo y otros muchos extravagantes personajes, vestían como caballeros medievales. Chris supuso que sería otro mundo que flota en la transparencia. Si ese mundo está subdesarrollado todavía estarán más o menos en la época de la Guerra Mundial o un poco más atrasada, 20


aunque con esas cosa nunca se sabía. Otros personajes como Glavertine, Tobilklo Laney y su hermano que muere, un tal Trebo y otros más de los que la inmensa mayoría acaba muerta. Una hora más tarde llegaron sus padres que fueron recibidos con un largo beso y un abrazo, más tarde cenaron. Al día siguiente sería sábado con lo cual sus padres no irían a la oficina y el lunes tampoco irían porque ya estaban de vacaciones, ¿cómo volvería a Rehitolen sin que sus padres se enterasen? No quería pensar en ello en aquel momento. En consecuencia al sueño que tenía encima, se empezaban a notar las ojeras dibujadas en sus facciones, y prefería dormir sin el presentimiento de que las gélidas miradas de las brujas le vigilaban y se cercioraban una y otra vez de matarlo. Lo pensaría al día siguiente. Cerró los ojos y se durmió. Otra vez el mismo sueño: Verdes praderas y fértiles tierras que dan fruto a varias plantas de un tamaño descomunal. Bajo la fresca sombra un banal personaje entrena con la espada. De la nada aparece un nigromante que le desafía en una pelea a muerte. 21


Lanza una especie de ola de oscuridad

en vano, ya

que el banal personaje se aparta con la rapidez de una pantera y con una sola estocada le desarma de su cayado y le mata con crueldad y se va sin más. Deja a su víctima tendida en el suelo, emanando sangre. Y al darse la vuelta, encuentra a Christopher y le mira a los ojos, pero en lugar de ver unos ojos verdes ve una barrera de hielo que demuestra sus voraces ganas de que sus ojos beban imágenes de sangre. “Soy un Dios. Muestra tu respeto ante mí”, dijo el asesino. “Sé lo que soy, un Dios”, repitió. El asesino envainó su espada y desafió la barrera de hielo que había visto en los ojos de Chris. Sin embargo, no consiguió derribar la barrera de hielo.

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«Lo más frío que te puedo dar»

A

l día siguiente, en Rehitolen, Glaver-

tine y Tobilklo (el desconocido para Christopher), se hallaban en la enfermería recuperándose de sus heridas con ayuda de Rensif que concentraba su magia y la ponía sobre la herida. Glavertine sentía la agradable calidez de la magia de Rensif, sentía como sus heridas se cerraban. Rensif ejecu-

tó el mismo hechizo con Tobilklo que en un rato pudo percibir como el dolor se iba, sentía que de sus heridas dejaba de emanar sangre y se sustituía por una sensación de calidez.

El Maestro se volvió a sentar en la silla y se puso a estudiar de nuevo las Serpientes, seres de 24


grotesco tamaño y que según la Profecía había una que sería alada. La fascinante Serpiente alada, cuyos gélidos ojos congelan hasta los sentimientos, solo sus profundos ojos azules revelan su identidad, su

cuerpo es capaz de moverse elegantemente a una

velocidad felina ondulando en cada movimiento y sus alas siempre camufladas. El libro que había alimentado la sabiduría del Maestro, quien a pesar de haber vivido durante mucho tiempo en el Bosque de las Serpientes

no

sabía

demasiadas

cosas

acerca

de

ellas. Se tele transportó a la casa de Christopher a llamarle y traerlo de vuelta a Rehitolen.

Chris se vistió nada más levantarse, desayunó a la velocidad del relámpago y se tumbó en su cama a leer.

El día anterior se había fatigado mucho y

apenas le quedaban fuerzas para pensar. Sonrió al ver al Maestro tras una nube violácea. Se había tele transportado con uno de sus poderosos hechizos. Se le congeló la sonrisa al ver que el pomo de la puerta se movía. El Maestro lo percibió y con un elegan25


te movimiento felino consiguió ocultarse. El padre de

Chris

entró

pero

sólo

encontró

a

un

fatigado

Chris tumbado en la cama. —Perdón me había parecido oír sonidos extraños. —No pasa nada —dijo Christopher. —Vas a ir a algún sitio hoy —preguntó su padre. —No pretendía, ¿por? —Vamos a ir a casa de Morla —respondió su padre. — ¿Te refieres a la tortuga? Su padre asintió. —Está bien, iré —dijo Chris. —Hoy no puedo ir a Rehitolen, mis padres están en casa y se darán cuenta —dijo Chris una vez que su padre se hubo ido. Para el Maestro fue muy fácil responder a esta pregunta. —Hay una solución —murmuró. — ¿Cuál? —pregunto Chris. — ¿Tienes algún espejo? —Mmm, sí en el armario, en la puerta.

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—Refléjate en él y junta las yemas de los dedos. Concéntrate y haz acopio de energía, ten en cuenta que vas a crear a otro tú —concluyó. —Vale —murmuró Chris. Un rato más tarde el reflejo ya sabía su misión y… ¡no solo eso sino que la estaba haciendo! Se esfumaron de allí y tras pasar una nube violácea llegaron a Rehitolen. —Habrá una reunión dentro de un rato —avisó el Maestro. Chris asintió. Fue directo a su habitación y se tumbó en la cama a descansar. Suspiró, estaba aterrado por el reflejo: no vería a sus padres en bastante tiempo y solo podría saber lo que hacían y lo que veían a través de un clon. Un rato después lo llamaron para la reunión. Bajó las escaleras y giró a la izquierda. Entró en una habitación bañada por una fresca y deliciosa luz azul. — ¿Qué es está zona? —preguntó en un susurro casi inaudible a Glavertine. 27


—Una

importante

sala

mágica

de

reuniones

respondió—. Antaño fue una biblioteca. Se sentaron en unas cómodas sillas y dejaron que la poderosa luz azulada penetrase en sus ojos. —Nos hemos reunido para conocer a Christopher, un chico de unos quince años que anda bajo la amenaza de las brujas. Fue presentando uno a uno a los hombres que allí se hallaban: Tobilklo Laney, cuyos ojos almendrados acompañaban su aceitunada tez; Gimlard un hombre extraño que poseía una lengua bífida, Rensif un elfo poderoso con el don de curar las heridas más graves. Habló también de un tal Hugo un gólem de tierra y de un hombre lagarto al que acababan de poner nombre: Yeviess, que era el único de su raza que podía hablar, aunque muy rápido. Antaño había servido como conejillo de indias para los de su tribu ya que era intrépido y sabía ejecutar las estratagemas pero se vio obligado a traicionar a su estirpe y a ver morir a sus mejores amigos por culpa de Leonardo, un anti-

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guo

enemigo

del

clan.

Gimlard

se

levantó

de

su

asiento en señal de que quería comunicar algo. —Lamentablemente, para mí claro, Yeviess y yo somos más semejantes de lo que parece. Yo albergo dos almas en mi interior desde que nací —dijo con amargura—. Y Yeviess también pero él no sabe cambiar de uno a otro y yo solo puedo con el influjo de la luna llena. — ¿Qué es un Multimórfico? —preguntó Chris. —Un mago que pertenece a una Orden de otro mundo que flota en la transparencia. También existen los Nigromantes; los Polimórficos, los Mestizos que son mezclas de razas como Yeviess o Gimlard, los Octavios, criaturas anfibias escamosas de colores violáceos; y por último los Banales como los fantasmas, espectros y los Sers, curiosos seres del desierto; los férnilos que son seres que manejan el aire y pueden volar pero no se consideran Grandes Seres como el resto al igual que otros muchos; capaz de usar la magia de los Polimórficos y la de los Nigromantes. 29


»Ahora que ya estás preparado debes saber que te… mentimos, en realidad no morimos porque pertenecemos a la Orden del Deseo Ardiente y juramos proteger a los dos Mundos, el Mundo Tangible y el tuyo, la Tierra. Y esa orden es como una llama que no se puede extinguir y por esa razón somos… inmortales y por esa razón creamos el clan. Y los demás seres son… — buscó la palabra adecuada— por naturaleza inmortales en cuanto al tiempo. —

¡¿Por

qué

no

me

lo

explicasteis

antes?!

preguntó Chris enfurruñado. —Porque no estabas preparado —replicó Glavertine con calma—, en toda la vida de Remo y Luna no les explicamos nada de Rehitolen ni de la transparencia

y

tampoco del Mundo Tangible, las cosas que les enseñamos fueron mucho más reducidas, ni siquiera les hablamos de la orden del Deseo Ardiente ni del juramento. Chris saltó de su asiento y fue corriendo a su cuarto, se deslizó

a su habitación y hundió su ros-

tro en la almohada y tras un sollozo las lágrimas 30


empezaron a resbalar por sus mejillas. Tragó saliva y siguió llorando durante horas. Cuando el sol comenzó a perderse por las montañas Yeviess le visitó y le susurró palabras consoladoras al oído. «ElMaestrodicequepuedeshacereljuramentocuandoquieras», le informó Yeviess. —No me interesa. — ¿Porqué? —preguntó rápidamente. —Estoy demasiado confuso como para asumir que seré inmortal. —Túabuelolohizo —lo apremió. — ¿Y dónde está ahora? —Probablementesehayavínculadoaotrapersona

aventuró. —Me lo pensaré. —Vale —dijo Yeviess. — ¿Todos lo habéis hecho ya? —preguntó Chris. —Sí,

hace

bastante

tiempo,

puedes

preguntar

a

Rensif, si te decides, claro —respondió. Yeviess se fue de su cuarto y suspiró. Lo pensó, volvió a suspirar y fue a hablar con Hugo. 31


Zarzai avanzó hasta una pequeña duna de K´mam, el gran desierto del Mundo Tangible. Se asomó y encontró una patrulla de férnilos dirigida por dos Mestizos, estaban por todo el desierto y por casi todo el mundo. De tres torres solo una permanecía en pie pero poco a poco se iba debilitando y ya ninguna era completamente

inexpugnable.

El

joven

Sers

estaba

atrapado mirara adonde mirase todo estaba patrullado por férnilos y Mestizos.

Nadie lo había localizado

todavía pero si lo hacían… Debía salir de ahí. Era urgente. Se asomó a otra duna y observó como la cordillera del Eisheggtesh sobresalía por encima de las nubes, solo tenía una escapatoria. La cordillera del Eisheggtesh, la gran cadena de montañas escarpadas, era como un infame dragón herido por afiladas agujas clavadas por todo el cuerpo, de pies a cabeza. Debía llegar hasta la torre de Fersakk, situada en los confines del sur. Corrió por la duna en dirección sur. Hacia los escarpados picos del Eisheggtesh. Corrió todo lo que pudo hasta que sus piernas le fla32


quearon y tropezó cuan largo era. Miró a su alrededor alerta. Se giró hacia la duna que había dejado atrás. Estaba plagada de patrullas de férnilos que lo miraban. Los férnilos parecieron escuchar una orden telepática porque todos asintieron y formaron filas de a dos. Avanzaron hasta Zarzai a paso ligero. El Sers intentó escapar pero sus piernas le fallaron. K´mam iba a formar parte de las pertenencias de los Mestizos. Zarzai se levantó con infinitos esfuerzos y desenvainó una espada de dorada empuñadura. Los férnilos se dispersaron y lo rodearon. Uno de ellos se adelantó y le plantó cara. Zarzai aceptó el desafío. El rival le miró a los ojos. El Sers le sostuvo la mirada y… tardó un poco en comprender que era una distracción porque otro férnilo le lanzo una estocada con todas sus fuerzas. Zarzai interpuso su acero entre él y la espada del rival. Hizo una finta y aguardó a que su rival lo atacase. Su contrincante le lanzó una lluvia de estocadas. Su técnica era tosca y muy agresiva, sin fintas, ni amagos, solamente su fuerza. Zarzai hizo un amago elegante y 33


luego hundió su espada en el vientre de su rival y lo tiró al suelo herido de muerte. De su vientre emanaba sangre amarilla de férnilo. Un Sers solía ser letal en su territorio. Sintió algo frío a su alrededor. Sintió la esencia de un Mestizo por detrás. Se dio la vuelta y vio un rostro de un blanco mortecino con manchas púrpuras pero que a pesar de todo se asemejaba a la piedra de la montaña. Era de Nesolia. Era una mezcla de gólem y de un muerto de Gibaín. Una espada le atravesó el hombro. La espada de Zarzai cayó al suelo produciendo un horrible ruido. El Mestizo alzó la espada con el fin de dar punto y final a esa pelea. Atravesó el cuerpo del Sers de parte a parte y Zarzai cayó al suelo. Tiritaba de ira, odio y… frío. En el desierto no hacía frío. Por alguna razón que a él se le escapaba tenía frío. Su rostro lampiño se retorcía en muecas de dolor. —Odlor-ardiente —dijo antes de desmayarse. Era el código de la Orden del Deseo Ardiente.

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Khanssash, el Mestizo que había herido a Zarzai ordenó a su patrulla que cargaran con él y lo llevasen ante el señor del Mundo Tangible: Aliizer Bugg. — ¿Por qué no le has clavado la espada en el corazón? —le reprochó Yter, su compañero. —Porque le podemos encerrar y sacarle información sobre los renegados—respondió. Yter pensó en la idea de Khanssash. Era buena. Además, no podía desobedecer a su líder. Asintió. Un férnilo llegó corriendo e informó a Khanssash de quién había caído a manos del Sers. — ¿Kuyrt? —gritó el líder al enterarse—. Sabía que alguien había caído pero… ¿Kuyrt? Era tan solo un aprendiz que… llegaría lejos, muy lejos. Esa pérdida había sido dura para los nuevos gobernantes de K´mam. Yter no se había atrevido a contarle eso a su líder. Sabía que eso bajaría la moral de Khanssash y eso no sería nada bueno en la lucha por K´mam. Pero él ya lo sabía y eso podría ahogar cualquier tipo de esperanza por conquistar K´mam.

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Yter hizo ademán de irse. No tenía ganas de ver a un Mestizo enfadado. Los Mestizos y férnilos partieron tres días más tarde, cuando el sol empezaba a declinar. Se dirigían hacia Porkes situado al norte. Tenía ganas de entrevistarse con Aliizer Bugg y sus dos mejores hombres: un mago y un Mestizo. Dos días más tarde habían llegado a Fhrirr. Cuando pasaran Fhrirr llegarían a Porkes. Fhrirr había sido el primer lugar en plantar cara a Aliizer Bugg y en consecuencia había quedado arrasada. En aquel lugar no había nada más que ceniza y no era de extrañar encontrar una res abandonada vagando por el desierto. Era tierra de nadie. Era yerma y pocos animales sobrevivían más de dos noches seguidas en aquel infierno. La mayoría de reses morían de hambre o de calor. Solo los joigebs eran capaces de vivir en esos lugares. —Un soldado ha muerto, un férnilo —informó Yter cuando el sol se posaba sobre las montañas y la luna emergía del horizonte.

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Utter, el enfermero corrió a atenderle. Su corazón no latía y sus sienes ardían. Su piel era pegajosa. —Ha

muerto

de

calor

—informó—.

Necesitan

más

frío. —Puedo hacer que corra el viento —dijo Yter. —Hazlo —ordenó Khanssash. Yter onduló el aire y pronunció unas palabras en el idioma arcano. El aire comenzó a fluir por aquellas tierras yermas. —Vale, descansemos —dijo el líder—. Ya no hay problemas con el calor. Podemos pasar la noche en Fhrirr —anunció.

El Maestro lo había percibido, en alguna parte del Mundo Tangible algo no iba bien. Alguien de la Orden del Deseo Ardiente estaba siendo utilizado y había pronunciado el código. Llamó a Hugo. Debían pensar en el Portador de Yatass. La Daga. Forjada por Zrakax, un Nigromante del Lago de las Lágrimas que ahora se había secado. En Nesolia, al sur. El Portador 37


encontraría el istmo entre los dos planetas y abriría el Portal, para derrotar a Aliizer. O al menos eso quería.

Hugo llegó un rato más tarde. Venía con Laney, Trebo, Glavertine,

Gimlard. A Hugo se le habían

caído las cuerdas vocales como a todos los gólems de arena cuando pasaban del siglo de edad. Ahora se comunicaba expandiendo información, era algo entre la telepatía y hablar. — ¿Quién va a ser el Portador? —preguntó el Maestro. —Yo voto por Yeviess o por Chris —opinó Gimlard. —No, ellos no están preparados, Chris tiene quince años y Yeviess es un hombre-lagarto, no pueden cargar con esa responsabilidad —desaprobó Glavertine. —Podría ser el Maestro—sugirió Trebo. —No, yo no —respondió el aludido. —Sí, yo no puedo porque soy un Mestizo, ¿quién será? —preguntó Gimlard. 38


«Mmmm, Rensif», dijo Hugo. —Sí, Rensif, el elfo, es buena idea —admitió el Maestro. Un rato después, Yeviess, el híbrido, irrumpió en la sala rápida y atropelladamente. —Meheenteradodeloqueestáocurriendo,

¿por

quéno-

contaísconmigo parahablardeesto? —dijo. —Rensif va a ser el Portador —anunció Tobilklo. —Yotambiénestoydeacuerdo

—dijo

Yeviess—.

Hoyes-

plenilunio. —No, no, no puede ser, hoy no —dijo Gimlard asustado—. Hoy me convierto en Serpiente. —Ah, tengo que hablar contigo Gimlard —dijo el Maestro. — ¿A solas? —preguntó. El Maestro asintió. Todos se fueron a sus respectivas habitaciones. El Maestro y Gimlard se quedaron a solas. —Hace unos días —empezó el Maestro— estuve investigando sobre las Serpientes y una leyenda dice que…

39


—buscó palabras— una Serpiente es, bueno, alada, y quería saber si eres tú. —No. —Solo era eso. Gimlard se fue a su cuarto y el Maestro quedo solo.

Khanssash no había dormido en toda la noche, lamentaba la perdida de Kuyrt. Reprimía su instinto por no matar al renegado Sers y se le ocurrió una fantástica idea. Necesitaba un ayudante y un doctor y tal vez a Utter. Paró a todo el grupo y les habló: —Cambio de idea, me voy con Yter, Cotess y Utter. Decidle a Aliizer que iré en unos días. —Vale —dijo Ash. —Dirige tú el grupo, Ash —dijo Khanssash. Khanssash se dio la vuelta y se fue directo a K´mam. Ya casi habían pasado Fhrirr cuando un joigeb se abalanzó sobre Cotess. — ¡Yter! ¡Ayúdale! —ordenó el líder.

40


Yter desenvainó su espada y corrió hacia la bestia. Una lluvia de mandobles cayó sobre el joigeb que chilló y tiró a Cotess al suelo. Lanzó una mirada asesina a Yter y se abalanzó sobre él. Khanssash se convirtió en gólem y lanzó su puño sobre el joigeb. —Maldita sea, ¡mi brazo! —chilló Yter. El joigeb cayó al suelo con un chillido agónico. Cotess posó el filo de su espada sobre el cuello del animal y le cortó la cabeza. —No hagas más eso, Cotess, no me gusta ese estilo de lucha —dijo el líder. Caminaron durante horas y horas hasta que llegó la noche. Descansaron bajo un árbol cuyas raíces sobresalían del suelo. Arrancaron hierba y la pusieron bajo las raíces para acolchar el suelo. —Mañana tendremos que caminar hasta donde murió Kuyrt. Si un joigeb no se ha comido sus restos podremos hacer lo que quiero si no… habremos hecho el viaje en vano —dijo Khanssash.

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—Pues, más vale que no sea así, estoy muy cansado. Ya casi no puedo mantener el viento —dijo Yter. Khanssash señaló el horizonte. — ¿Lo ves? — ¿Qué tengo que ver? —preguntó el férnilo. —La arena roja. Yter oteó el horizonte y efectivamente la arena roja estaba ahí. La línea que separaba la arena roja de K´mam de la gris de Fhrirr. Era como un oasis en medio de un infierno. —Al fin —gritó al cielo. La noche ya casi había pasado y la arena se divisaba a la perfección. Utter estaba muy cansado. Apenas hablaba y no comía demasiado. Hacía lo que tenía que hacer y punto. Y en esa lista no estaba apuntado comer. Yter corrió hacia K´mam gritando de alegría. Cotess lo imitó. Khanssash observaba como iban hacia la muerte. No habían visto lo que se ocultaba tras la duna. Utter se tiró contra el tronco del árbol solitario en el que habían dormido estremeciéndose

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de puro miedo. El semblante serio de Khanssash se torció en una mueca de horror.

Ash ya había llegado a Porkes y a la Torre de Porkes. Les había costado convencer a los guardias un férnilo y un humano de que venían de K´mam y de que Khanssash se había retrasado. Burbull el rey de los férnilos les había recibido en la puerta de la Torre de Porkes. Iba acompañado por un Multimórfico que había traicionado a su estirpe: Vollten. Ash examinó a Burbull y después a Vollten. Se fijó en los ojos de Vollten, una espiral de oscuridad y tinieblas que amedrentaban al más fiero de los bárbaros. Sus ojos irradiaban ira, odio y frío. Ash reprimió el odio y la ira que le inspiraban sus ojos y les siguió por la escalera de caracol. Algo en esa Torre latía como un corazón rebosante de alegría, de magia o de poder. Llegaron a la parte de arriba de la Torre que se dividía en varios pasillos como un laberinto. Entraron por el del lado derecho. El pasillo era estrecho y a Ash le costó pasar con el 43


cuerpo del renegado Sers. Vollten le quitó el cuerpo del Sers y se lo llevó a una mazmorra. Los soldados de Khanssash le acompañaron. Un rato más tarde entró en el cuarto de Aliizer Bugg. —Me he enterado que Khanssash te ha enviado como jefe del grupo, Ash

—dijo Aliizer.

Ash asintió. —He oído que habéis conquistado K´mam. Ash volvió a asentir. Hizo una elegante reverencia y se deslizó al pasillo. Se encontró con Burbull en el pasillo pero no le dio mucha importancia y siguió caminando. Bajó las escaleras de caracol atropelladamente. Quería ver a sus soldados. Salió de la Torre a un cobertizo con varias cabañas y un césped mal cuidado y muy crecido. Los soldados entrenaban la esgrima y la magia en los distintos cobertizos de la Torre de Porkes.

Gimlard avisó a Chris de que Rensif iba a ser el Portador de la Daga, y le explicó que era un arma legendaria. Christopher no tardó en comprender lo 44


importante que era esa información y tampoco tardó en asimilarlo. —

¿Y

por

qué

solo

lo

puede

coger

Rensif?

preguntó Chris. —Es el símbolo de la Orden del Deseo Ardiente — explicó—. Tiene el código escrito en la empuñadura y no solo eso, la Daga es el Deseo Ardiente y por lo tanto esta hecho por fuego azul. Fuego que quema lo de dentro y la superficie la deja intacta. El Maestro utilizará poderosos hechizos para convertir a Rensif en el Portador. — ¿Cuál es el código? —Odlor-ardiente —respondió el hombre-serpiente. Chris fue con Gimlard al cuarto de Rensif, debían avisarle del prestigioso cargo que le iban a otorgar. —Tenemos que hablar –empezó Gimlard. Rensif les sonrió. Miró a Gimlard y después se le congeló la sonrisa al ver el semblante serio del hombre—serpiente. — ¿Qué… qué ocurre? –preguntó. 45


—Vas a ser el Portador –respondió Chris. —Portador de qué. —La Daga. Vas a ser el Portador de la Daga – respondió Chris. —No puede ser… no, no puedo ser yo, solo soy un elfo que domina el arte de la magia. —Pero eres sensato y muy poderoso –dijo Gimlard. Rensif asintió. —Está bien —cedió Rensif. Yeviess irrumpió en la habitación ondulando su larga cola. —Veoqueyaselohabéisdicho.

»MañanaelMaestroejecu-

taráelhechizodetransformación.

Yter y Cotess cruzaron la frontera de Fhrirr gritando de alegría. Khanssash permaneció callado con Utter sin poder hablar. Un tornado de fuego voló hacia Cotess que se lanzó al suelo con el fin de esquivarlo. El tornado de fuego chocó contra el suelo y se esfumó. Una espiral de tinieblas se precipitó contra Cotess que intentó esquivarlo. La espiral de 46


fuego viró y formó un círculo alrededor de Cotess. El círculo se fue estrechando lentamente. El profesor chilló aterrado y se consumió entre las llamas. Le sangró la nariz. El círculo se esfumo en el aire y Cotess quedo en el suelo moribundo. Una criatura muy grande de expresión indefinida. Salió corriendo, o mejor dicho volando. Yter arrastró a

Cotess de-

jando un rastro carmesí tras de sí. Llegaron a donde Khanssash y Utter aguardaban bajó el árbol en el que habían pasado la noche. Cotess tenía el rostro yerto y pálido. —Aplicaré ungüentos sobre el cuerpo de Cotess y hechizos también. »Esto es lo más frío que te puedo dar dijo —Yter mirando el rostro yerto de Cotess. —No creo que pase la noche –opinó Utter. Khanssash miró a Cotess y negó con la cabeza. De detrás de la duna apareció algo, que desprendía un halo de energía muy fuerte. Todo se hacía negro a su paso. Era una criatura divina de un tamaño grotesco, era imposible adivinar su rostro. Era un Dios, un 47


halo de energía gigantesco que destruye todo a su paso. Cotess cerró los ojos con un soberano esfuerzo. Utter supo que era posible que no los volviese a abrir. Los labios amoratados de Cotess se torcían en muecas de dolor. Utter resopló. La cara de Cotess palideció y su corazón se paró. Khanssash se fue a dormir, se mantuvo entre el sueño y la vigilia. Yter cayó

profundamente

dormido

mientras

que

Utter

se

quedó despierto observando el rostro yerto de Cotess. Se estremeció al ver tiritar al fallecido, pero, ¿cómo iba a haber tiritado un muerto? Tiritó aun más. Después paró y se movió frenéticamente. Utter había estudiado esta clase de fenómenos relacionados, a veces, con la nigromancia. Veló por el Alma que acababa de salir del cuerpo de Cotess. Veló porque su muerte hubiese tenido algún sentido. Pasó toda la noche observando el cuerpo de Cotess, esperaba algún otro movimiento con vehemencia por su parte, pero esto no sucedió.

48


Khanssash despertó de aquel fino sueño característico suyo. Estaba contento y eso lo demostraba su sonrisa. —Vamos a hacer un zombi —fue lo primero que dijo. Le dio muchas instrucciones a Utter. Se colocaron al lado de Cotess y le metieron arena en la boca. Khanssash extrajo una cantimplora de un zurrón que colgaba de su cinto y vertió parte del líquido que guardaba en su boca. Cotess fue reaccionando poco a poco. Su carne era de color verdusco. — ¿Qué me habéis hecho? –preguntó. —Eres un zombi – dijo Khanssash.

49


3

La Oleada Zombi

T

ras muchos días de camino Khanssash, Yter,

Utter y Cotess ya del

todo recuperados avanzaron hacia el corazón de K´mam.

Cotess avanzaba lentamente y con la cabeza gacha, no bebía ni comía. Hacía tiempo que Cotess

avanzaba

de aquella forma. Khanssash ya se lo esperaba porque sabía que los zombis eran lentos y actuaban como cualquier Mestizo en la transparencia. A pesar de todo podía ser un beneficio ya que les ayudaba a ahorrar víveres y si seguían comiendo así las provisiones, les duraría toda la vuelta. Acamparon cuando la luna se alzó llena con todo su esplendor y al zombi se le acababa la energía. La noche paso rápido y se levantaron dispuestos a en-

50


contrar el cuerpo de Kuyrt. Habían conseguido mucha energía. — ¡Ahí está! ¡Ahí está! —gritó Yter con júbilo. Se había empezado a podrir y habían llegado a tiempo, si se hubiese degradado por completo ya no hubiesen podido hacer nada y su viaje habría sido en vano. Se arrodillaron en torno a Kuyrt y Yter y Utter comenzaron un ritual en el idioma arcano de los doblealma, que así eran como llaman a los Mestizos. El cadáver fue adaptando un tono de piel ligeramente verdusco. Los ojos de Kuyrt relucieron por un instante y luego volvieron a su color normal. Khanssash dejó escapar una risa malévola. Llegaron hasta Fhrirr rápidamente ya que los zombis habían encontrado dos

joigebs en los que po-

drían montar los cuatro. Las criaturas no dieron muchos problemas eran animales capaces de comer arena. Hasta que llegaron a la frontera de Fhrirr con Porkes. Estaba todo lleno de rocas en lugar de arena y, a pesar de que los joigebs tenían unas poderosas 51


mandíbulas capaces de comer de todo, no podían comer aquella roca porque en la frontera el sol pegaba muy fuerte y la roca no podía soportar tal calor, por lo tanto, se fundía. Ahí empezaron los problemas, tendrían que dar un rodeo porque las patas de los joigebs no soportaban tal calor.

Rensif ya era el Portador de Yatass. Él, Gimlard y todos los demás habían emprendido una búsqueda para conseguir un objeto del Mundo Tangible. Llegaron al hogar de Christopher en Finlandia, pero no se les ocurrió pasar a saludar, fueron discretos, abrazados por las sombras, por la oscuridad. —Me parece que esta búsqueda no va a acabar nunca —jadeó Chris. » ¿Por qué no usamos a Yatass? —preguntó. Al terminar

la

tass», pensó.

pregunta

se

estremeció,

«Maldita

Ya-

Otro estremecimiento le recorrió la

espalda. Se mordió el labio inferior con rabia. —Porque abrir la Puerta merece un sacrificio, por eso el objeto se destruiría —respondió el Maestro. 52


A Chris no se le escapó que al decir, se destruiría, Rensif oprimió con más fuerza su maravillosa Daga. Trebo oteaba cada recoveco que veía. Puso la mirada fija en un resquicio extrañamente pequeño. Metió la mano por él y al sacarla tenía un líquido pringoso. —Me parece que lo he encontrado –comentó con una sonrisa. El Maestro metió la mano y encontró la fuente del líquido pringoso. Una araña blanca de un tamaño colosal. —Servirá —dijo el Maestro con aprobación. Quitaron las hojas que había de por medio, dejando una tierra lisa y perfecta. Depositaron el líquido viscoso y a la araña en el suelo. El Maestro depositó toda su energía en la Puerta. Unos granitos de luz púrpura se fueron depositando en el aire dibujando una silueta redonda. El Maestro intentaba abrir la Puerta. Jadeó y volvió a la carga. No tenía más energía y la Puerta 53


apenas se había abierto. Cerró los ojos y volvió a jadear. Dejo que la energía de su alma fluyese por sus dedos. Se empezaba a sentir vacío. —Un poquito… más —dijo con un soberano esfuerzo. Una lágrima recorrió su mejilla. El Maestro siguió dando parte de su alma. Abrió los ojos y vio que la puerta púrpura estaba abierta. Envió a su impronta, que se había quedado flotando en el aire, la impronta entró por la Puerta y se metió en ella. Un rato más tarde salió y

desapareció. Ahora les toca-

ba a ellos. El Maestro dejo de expulsar parte de su alma. —Cruzadla vosotros —jadeó. — ¿Y tú? —preguntó Gimlard. El Maestro sollozó y pronunció unas palabras incomprensibles antes de caer al suelo. —Rensif, ayúdame a cogerle. No voy a permitir que se quede aquí. El aludido asintió con la cabeza. Poco a poco todos fueron cruzando la Puerta. Esta se cerró tras ellos. 54


Zarzai llevaba días vagando por Porkes. Las ratas habitaban por las calles y todo estaba lleno de barro y las tabernas estaban construidas con bambú. Habían puesto barras para evitar que aquel local se hundiese en el fango. Entre las tablas de bambú se colaban monedas. Zarzai no tenía dinero por lo tanto ese era su trabajo. A ese local acudían asesinos para matar a las ratas que se escondían bajo los cimientos de aquel local, para robar. Zarzai se había escabullido innumerables veces arrastrándose por el fango. El joven ladrón se tumbó en el barro y se arrastró por él. Al sumirse en el abrazo de la oscuridad distinguió una moneda de oro. Alargó la mano para cogerlo pero enseguida la madera de bambú se combó amenazando al ladrón con romperle el brazo. Zarzai sumergió su cabeza en el barro para evitar una rotura. Estuvo a punto de respirar bajo el barro pero pudo reprimirlo. Por fin pudo respirar. Cogió el oro y salió. Un asesino le esperaba con la espada desenvainada. 55


—Soy un ejecutor podría matarte, rata —le escupió. —Vete a

la mierda —dijo Zarzai.

El ejecutor le escupió y le propinó varias patadas. —Vas a morir —le dijo con una sonrisa sádica. El Sers retrocedió hasta alcanzar una piedra. La oprimió con fuerza hasta que le salió sangre. —En ese caso moriremos los dos —replicó Zarzai con tono burlón. El ejecutor lanzó un grito de guerra y se abalanzó sobre el Sers. Zarzai cayó al suelo estrepitosamente con el ejecutor encima. Zarzai le pegó una patada con la pierna que le quedaba libre. El asesino estuvo a punto de caer pero no lo hizo. El ejecutor intentó inmovilizar también la pierna que le quedaba libre. Zarzai calculó los movimientos de su rival y cuando este levantó el vientre su puño derecho quedo libre. Aferró la piedra y se la lanzó a su rival en la cabeza. Este cayó hacia atrás. Zarzai se levantó de un salto y con la palma de la mano le pegó un 56


tortazo en la oreja. El ejecutor se desplomó muerto al suelo. Zarzai se volvió hacia atrás y entró en la taberna. El tabernero se había ido cuando aquél ejecutor había matado al bárbaro. Buscó algún resquicio en las cañas de bambú donde el tabernero pudiese guardar su dinero. Zarzai vio que una baldosa del suelo estaba mal fijada, pegó puñetazos y patadas hasta que por fin la caña se desprendió, no obstante, no había nada guardado. Siguió rompiendo el suelo

y

las

paredes

hasta

encontrar

el

dinero.

Dos

oros, tres con el que había robado; cuatro platas y ocho cobres. Suficiente para esta semana. Salió de la taberna y se internó en el bosque sonriendo.

Christopher abrió los ojos por la noche. Las estrellas brillaban con fuerza y le pareció que la luna era más grande, lo comprobó y efectivamente era un pelín más grande que la luna de la tierra. Se levantó y buscó al resto del Clan. El Maestro y Glavertine no estaban. Se internó en el bosque. El viaje le había sentado mal y tenía una pequeña jaqueca. 57


Se le pasaría. Encontró

a una persona con la camisa

ensangrentada y unos pantalones holgados teñidos de rojo. —No me intentes matar no lo conseguirás –murmuró. —Acabo de venir de mi planeta no sé nada, solo conozco a los Sers, Octavios, Nigromantes y Multimórficos. —Soy un Sers –dijo la persona con orgullo. —Yo soy Christopher. — ¿Te puedo llamar Christoph? Yo me llamo Zarzai. —La gente me llama Chris. —Prefiero Christoph. Chris se encogió de hombros. —Estoy buscando a Glavertine y al Maestro. —A Uroth… quiero decir al Maestro y a Glavertine –sonrió. — ¿Uroth? —Se llama Uroth pero no le gusta, prefiere Maestro. — ¿De qué les conoces?

58


—La

Sagrada

Orden

del

Deseo

Ardiente,

Odlor—

Ardiente –dijo con ímpetu. Los dos recorrieron la espesura hasta que encontraron al Maestro o a… Uroth y a Glavertine. Se saludaron con un cálido abrazo y todos dijeron el código. —Odlor-Ardiente. Regresaron al campamento con una amplia sonrisa. Zarzai

se

presentó

y

todos

gritaron:

“Odlor-

Ardiente”.

Khanssash, Yter, Kuyrt, Cotess y Utter llegaron al castillo aquella noche. Ash ya no mandaba era simplemente Ash pero, Khanssash tampoco el indiscutible jefe era Aliizer Bugg. —Zombis, debéis crear más zombis –ordenó. Los dos asintieron. Partieron aquel mismo día. Fueron por Porkes. Pasaron por la taberna del fango. Estaba destartalada. La habían saqueado. Dos ejecutores yacían muertos en el fango. Primero reanimaron al bárbaro que según la 59


sangre llevaba más tiempo y luego al que parecía más fuerte. Luego pasaron por una aldea gobernada por Yapikatane. Entraron en una posada de un tal Vaurien. Entró Cotess con indiferencia. Metió su mano en un bolsillo de su cazadora. Avanzó unos pasos sin fijarse con quien se chocaba. — ¡Eh tú! —le espetaron algunos. Él no les prestaba atención. Fue seguro de sí mismo hasta la barra de la taberna. Acuchilló a Vaurien y luego le metió un líquido por el ojo y este se puso de pie. Había adquirido un tono verdusco, los dos zombis salieron y todo se acabo en el bar. Algunos bebieron hasta tener resaca y otros tuvieron

pesadillas

durante

varios

días.

Estuvieron

varios días recaudando zombis, sembrando el terror y la pesadilla por las ciudades. Nesolia era un caos. La gente corría por las calles y se escondía en los recovecos más oscuros del país. Solo Kaysa, una ciudad

de

Nesolia

permanecía

normal,

peligrosamente

normal.

60


En una taberna se agrupaba un grupo de asesinos. Makerace era uno de los asesinos de la taberna. — ¡Que se beba otra birra! ¡Qué se beba otra birra! –todos gritaban a su alrededor en una competición. El primero que se emborrachase o cayese dormido perdía. Cada uno debía apostar cinco oros que para ellos era un pastón. Uno de los participantes cayó al suelo mareado y empezó a decir cosas incomprensibles. Makerace sintió muchísima presión ya que un mogollón aplastante animaba a uno de sus últimos rivales. Debía ganar. Por su familia. Por su casa. Y por Iata, su mujer. Su rival eructó con violencia y cayó rendido al suelo. Los gritos de la gente habían empezado a animarle a él. Su presión bajo aliviadoramente pero empezó a

tener

una

vergüenza

bestial.

Puso

su

vaso

con

vehemencia sobre la mesa. — ¡Otra! –pidió. — ¡Ehhhh! –corearon los demás. Solo quedaba otro rival y el pastón apostado sería suyo. Frunció el ceño y bebió copa tras copa. De 61


repente la puerta se abrió. Makerace vio a Iata entrar y empezar a echarle la bronca. — ¡Makerace, qué haces! —Ganar

dinero

–dijo.

Siguió

bebiendo

hasta

el

punto de no hacer caso. »Debes saber hasta qué punto te obedezco por el hecho de que seas mi mujer. Luego hablamos. Su mujer salió de la taberna sobre la que se cernía un terrible olor a alcohol y tabaco. Siguió bebiendo.

Estaba

empezando

a

desarrollar

un

ligero

burbujeo en la barriga. Su enemigo empezó a tambalearse y Makerace sonrió. Dejó su vaso en la barra y cogió el dinero y se fue. — ¿Puedo ser tu amigo, maese Makerace? –le preguntaba la gente. —Un asesino perfecto no tiene más amigos que su sombra. —Hola Iata —le dijo a su esposa con una sonrisa. — ¿Cuánta pasta has ganado? —preguntó su esposa. —Veinticinco oros —dijo Makerace.

62


—Dios mío podríamos comprar una casa con eso, cambiar nuestra vida pordiosera por una vida de rico, podríamos ser… dioses —dijo Iata emocionada. — ¡Iata la diosa! Suena bien –bromeó Make. En inglés significa hacer y su esposa se refiere a que sabe hacer muchas cosas bien cuando le llama así. — ¡Make

el dios! –le devolvió.

—Prefiero Make el asesino perfecto. —Para mi eres un dios. —Como quieras, diosa. Empezaron a llamarse dios o diosa. Rieron durante horas.

El Clan estaba buscando refugio en R`oth. Habían acabado con la vida de varios férnilos y algún zombi. Caminaban con pesar y suponían que una oleada de zombis les iba a atacar tarde o temprano, no podían luchar a campo abierto. Habían entrado en un hostal de un piso con tres habitaciones. Buscaron a gente que los fuese a ayudar a luchar. Encontraron un mago elemental y un caballero de Kaysa. 63


—Pronto

vendrán

—dijo

Zarzai—

han

evacuado

la

frontera con K`mam. Efectivamente en una hora se empezó a divisar un gran ejército verdusco. En eso de una hora les venían zombis por los cuatro costados. —Hora de matar a la escoria no muerta —sonrió el elemental. —Rebanemos vidas —resumió Zarzai. Empezaron a sonar golpetazos en la puerta y en las paredes, el miedo se palpaba en el ambiente, un ambiente sudoroso y pegajoso. —Voy a salir —anunció el caballero de Kaysa. Abrió la puerta pero una fila de zombis lo esperaba. Intentó apartarse y retroceder pero era demasiado tarde. Había puesto un pie fuera de la casa y le habían agarrado por todas sus extremidades. Los zombis empezaron a tirar de ellas. Se le arrancó un brazo e intentó llevarse su otra mano al muñón pero no pudo soltarse. Una a una los zombis le fueron arrancando

las

extremidades.

Un

zombi

agarró

el

cuerpo del caballero y lo estrelló contra la puerta 64


que se derrumbó y el zombi entró con el cuerpo agonizante del Kaysano. Chocó la cabeza del caballero contra una pared y le dio muerte al Kaysano. Trebo lanzó

un

cuchillo

arrojadizo

que

trazó

extraños

efectos en el aire y mató al primer zombi que pasó por la puerta. Laney se lanzó con su espada corta al mogollón. —Morid sacos de mierda –gritó. —Laney, ¡sal de ahí! –avisó el elemental. El Maestro y el elemental lanzaron un hechizo de fuego que quemó a una buena parte de zombis. Zarzai, el sanguinario mató a muchísimos zombis y su ropa era prueba de ello. Divisó al tabernero de su taberna favorita. — ¡Vaurien! Ven aquí pequeño borracho —gritó. El tabernero acudió a él con infinitas precauciones. »Me vas matar zombi. —Esta vez no, asesino. —Yo no tengo amigos, zombi. — ¿Y…?

65


El sanguinario le clavó un cuchillo antes de que acabase de hablar. «Traidor», pensó. El elemental se había fatigado y había parado de utilizar hechizos. Un zombi le empezó a pegar puñetazos hasta dejarle la cara irreconocible. Le empotró contra la pared hasta matarlo. Casi al instante Chris estaba pegándole tortazos con todas sus fuerzas. Desenvainó su cuchillo y le propinó una muerte lenta y dolorosa. Rensif mataba de maravilla con Yatass.

Makerace había acudido a la batalla a pesar de lo que había bebido. Mató zombis hasta saciar su hambre de sangre. Mató a sangre fría. Sin pensar en dinero ni en nada. Sólo en sangre, rojo, rojo. Era el terror de los zombis una pesadilla de fintas y fantásticas estocadas. Un hombre serpiente comía zombis y después los escupía machacados. Los

dos

se

acercaron

hasta

llegar

al

hostal.

Chris se reunió con el hombre de su sueño. Makerace que mataba gritando: “Soy un dios”. 66


Iata mataba con un arco. Vestía unos pantalones demasiados

holgado

y,

sin

embargo,

una

camiseta

apretada. El número de zombis había descendido radicalmente.

Quedaban

cuatro.

Laney

y

todos

fueron

a

por

ellos. — Matad a tres y dejad a uno para que cuente el terror del Clan. Entonces Cotess huyó aterrorizado. —Ya sabemos quién es el que se salva –dijo Iata con una sonrisa. Kuyrt peleó con fiereza. Tuvo un error demasiado malo y mató al que le cubría las espaldas. Gruñó y apretó los dientes. Lanzó una mirada calculadora y buscó un resquicio entre los miembros de la orden. Encontró un rincón y pasó arrastrándose por debajo de las piernas de Zarzai. Trebo preparó un cuchillo arrojadizo y le persiguió con sigilo. Kuyrt miró hacia atrás para cerciorarse de que nadie le seguía. Entonces observó, no sin horror, que un humano lo seguía armado. Vio un 67


cuchillo acercándose hacia él lentamente. Cuando estuvo cerca vio que la punta desprendía veneno la única forma de matar a un zombi, a excepción de Yatass. Kuyrt mantuvo la sangre fría hasta el último instante y lo paró con su mano color verdusco. Una sangre tibia y viscosa emanó de su mano. Se llevó su otra mano al corte con el fin de detener la hemorragia. Ya había muerto una vez a manos de un Sers. Tuvo suerte porque su piel de zombi absorbía la sangre de tal forma que nunca morían desangrados.

—Lo has hecho de maravilla, dios Make –dijo Iata. —Tú también, diosa de las maravillas. Se abrazaron con cariño. Makerace hundió los dedos en el cabello de su diosa. Crispó los dedos en un mechón de pelo y lo trenzó con esmero. Se besaron. Un beso intenso y electrizante. —Ojalá la guerra se acabase ya –murmuró Iata. —No todo es tan sencillo –replicó Make.

68


—Las divinidades del cielo… ojalá quisieran una tregua eterna. Se fueron a dormir cuando ya era noche cerrada. Los demás se habían ido ya.

69


4 Una Perturbación En El Ambiente

L

as estrellas relucieron con mucha intensidad durante un instante y luego se

apagaron todas a la vez. Yapikatane

ya

había

visto

aquel

fenómeno

días

atrás y su población se había quedado sin luz. Temía por su poblado. Él había luchado contra esa monstruosidad destructora que atacaba a todo. Ya lo había demostrado años atrás y el Maestro lo había expulsado del Mundo Tangible milagrosamente sin que costase su propia vida. Pero eso no impedía que el Lado Oscuro absorbiese la energía del ambiente y lo usase para destruir el mundo paralelo que el Maestro había hecho con la energía de los dioses. El Lado Oscuro había elegido este mundo. Para expulsarlo del todo se necesitaría crear un universo entero. Esta70


ban en tiempos difíciles y les costaría superarlos. Todo el mundo rezaba en sus casas por no quedarse sin luz por la noche. Yapikatane se mordió el labio inferior y esperó a que el sol espantase a la penumbra. Un tímido rayo de sol asomó por el horizonte. La Luz poco a poco fue venciendo a la Oscuridad. Yapikatane agarró la antorcha con fuerza y contempló como la extraña oscuridad se disipaba poco a poco y daba lugar a un pegajoso calor. Días atrás la taberna de la Birra Sonriente había sido atracada y en ese saque habían tenido lugar dos asesinos. El asesino había tenido suerte. Yapikatane y él habían sido amigos de pequeños y los dos son de la misma orden, la Orden del Deseo Ardiente y no podían morir de forma natural, es decir, de viejo. Rezó a los dioses para que el Lado Oscuro se fuese pronto. Se fue a la cocina y se apoyó en una alacena. Pisó el suelo y abrió una trampilla. Envainó su espada y se la cargó al cinto. Cogió una espada corta y dos dagas.

71


Se encapuchó y salió de la cocina como una sombra. Salió a la calle y fue directo a la parte de las tabernas, dejó atrás las casas bonitas y las ropas limpias para sumergirse en una parte embarrada y sucia. Caminó como una sombra silenciosa y dando pasos cautelosos. Miró hacia una chabola. Entró. —Ya no eres el rey. No lo eres desde que la Torre de Porkes se erigió en tu pueblo, en tu ciudad —dijo Zarzai. —Para ti lo sigo siendo, soy un rey digno del trono, para ti —le espetó. —Soy un ladrón, un ejecutor, no tengo superiores. —Te

has

escapado

de

los

Mestizos,

de

Aliizer

Bugg. —Y ese tal Bugg ha sido el que te ha quitado el liderazgo. —Y ahora es el líder del mundo. —Está haciendo tratos con las brujas. ¿Era esa la información que querías? —No, era acerca del Lado Oscuro. Va a matar a todos. 72


—Si Bugg lo quiere, pero de momento no le viene bien. Tiene buenos aliados. — ¿A qué te refieres? Zarzai suspiró. —Bugg tiene poder sobre los férnilos y Mestizos porque tiene tres espíritus. Podría dar dos espíritus al Lado Oscuro para chantajearle para atacarnos. —Al Lado Oscuro le atraen las sombras –dijo Zarzai. —No podremos ganar. Pero antes de morir quiero ser como tú, tu aprendiz. —Un rey aprendiendo de un ejecutor. Yapikatane se encogió de hombros. —Acepto. Desenvaina tu espada y atácame, mátame. El rey aferró su espada con fuerza e intentó matar a Zarzai. Este desvió la estocada con un elegante movimiento. Dio una vuelta y trabó su pie entre las piernas de su contrincante, Yapikatane cayó al suelo. Rodó sobre sí mismo y tiró a Zarzai al suelo. Yapikatane se levantó e intentó matarle. Zar-

73


zai se desenvolvió bien y le pegó una patada al rey, que cayó al suelo. —No está mal. ¿Conoces a Khanssash? —Sí. —Mata a su soldado de confianza, Ash. — ¿Dónde está? —Torre de Porkes. — ¿Cómo me infiltro? —Espérale en el bosque, al lado de la taberna de la Birra Sonriente. Es el tabernero. Los que van son férnilos camuflados o Mestizos. —Fácil. Seré una sombra. —Mata a Ash.

Chris había peleado en una batalla contra zombis y dos habían huido. Había visto sangre, mucha sangre y se había mareado. Ahora todos iban a por Yapikatane. Zarzai se había ido hacía tiempo. Yapikatane era un miembro de la Orden. Ya no era el Clan. Había comenzado la matanza de Bugg. De las brujas, de los Mestizos y férnilos. Ya estaban en Porkes. Llegaron 74


a la parte embarrada. El Maestro reconoció la taberna de Zarzai al instante y entró en la chabola sin siquiera llamar. — ¿Qué has hecho con el rey? Zarzai sonrió con aspecto siniestro. —Mi aprendiz está continuando la matanza que empezamos el siglo pasado. — ¿A quién va a matar? —Ash. Hombre de confianza de Khanssash. —Glavertine vigila la taberna de la Birra Sonriente. Chris ve con él.

Salieron de allí. Se fueron a la taberna. Glavertine vio una sombra y la siguieron. La sombra agarró a un guardia de la taberna le ahogó sin dejarle hablar Glavertine se acercó. Chris y él entraron en la taberna. Se pusieron en un rincón. Todos se fueron de la taberna. Yapikatane se lanzó sobre un hombre corpulento. Ash le pegó un puñetazo y una patada. El rey cayó al suelo. 75


—Eres muy flojo. En mi entrenamiento no podía ser como tú o me pegaban y tú eres una cagarruta de alcantarilla. Yapikatane desenvainó sus dos dagas y fue a por su rival. Ash lo tiró al suelo innumerables veces. El rey utilizó su talento para las sombras y saltó. Trepó por el techo y saltó sobre Ash. Le hizo un tajo en el pecho. Ash apenas se mostraba herido. Ash dio un paso hacia adelante. Glavertine y Chris pusieron el pie y Ash cayó. Yapikatane le pegó golpes en la cara. La cara de Ash estaba destrozada y Glavertine dudaba que estuviese sufriendo, sus facciones apenas se torcían en muecas de dolor. Una oleada de recuerdos acudieron a la cabeza de Christopher, en R´oth no les habían dejado quedarse días atrás, James y Yeviess no habían ido a este mundo. Los zombis caían al suelo, muertos. El rey odiaba a Ash. Él había trabajado para Aliizer Bugg. Ash pegaba puñetazos al aire. Había perdido su orientación y con ello algunas de sus facultades. 76


Todo fue rápido. Yapikatane salió de la taberna y se escondió. Glavertine y Chris saltaron sobre Ash y le intentaron estrangular. Ash lanzó un manotazo hacia la cara de Glavertine que salió despedido hacia atrás. Chris le quitó el arma y la tiró fuera de la taberna. Ash le sacaba dos cabezas y media y un combate cuerpo a cuerpo no estaría nivelado. Christopher saltó por la puerta y salió al aire libre. A Ash no le importó y fue a por Glavertine. Yapikatane, el rey desterrado por sus enemigos saltó hacia Ash y le tiró al suelo. Agarró una espada corta y dio fin a la existencia de alguien gigantesco, Ash, le brindó una muerte rápida. —Gracias —pudo decir Yapikatane. Se sentía nauseabundo y totalmente asqueado. Lo había matado a base

de

puñetazos

y

una

espada.

Había

matado

en

otras ocasiones pero nunca había tenido objetivos y… no los había matado así. Les había matado rápidamente. Y en un combate más o menos nivelado. Nunca contra un hombretón que le saca una cabeza y media. Pero lo había conseguido, había hecho el trabajo impo77


luto no había fracasado. No había matado a nadie más, solo al objetivo.

Zarzai seguía con el resto de la Orden. Esperando a que el ejecutor le trajese la cabeza del objetivo. De que llegase asqueado y nauseabundo como las primeras veces. De que le hubiese hecho el trabajo que el boidah había ordenado. El jefe de los objetivos. Él mandaba los objetivos. El jefe del ejecutor, cada ejecutor tenía un boidah. Por fin llegó su objetivo. Una cabeza llena de cicatrices y heridas recientes. —Buen trabajo –murmuró. — ¡Solo eso! ¡Eso es mi recompensa! —Eres tú el que me debería dar dinero a mí. Te doy una enseñanza. Igual que yo tuve esa enseñanza del boidah, de una persona neutra. Que no es de ningún bando solo da objetivos a un ejecutor. Qalegar recibía mucho dinero. Ahora recibe cabezas. Las perfuma y las vende como un anti espíritus. El gana dinero así. Antes no. Yo le pagaba por la enseñanza, pero ahora no. Porque no tiene nada que enseñarme. 78


Yapikatane

no

supo

qué

responder.

Qalegar,

el

boidah se estaba haciendo rico vendiendo las cabezas de los objetivos. Mientras que él tenía recaudador de impuestos. Tenía. Ya no. Por gente como a la que acababa de matar. Y comprendió que su siguiente objetivo sería Khanssash o alguien importante para sus rivales. Hasta que Bugg se quedase sin hombres y le pudiesen matar. Era la voluntad de Qalegar. El secreto de los ejecutores rebeldes o renegados como decían los férnilos. Su objetivo múltiple. Todo estaba encadenado. Matar a alguien es poner el siguiente objetivo. Todo tenía un sentido muy enrevesado para los ejecutores y boidahs. »Nunca veras a mi boidah. Porque un boidah jamás se deja ver por un ejecutor y menos por su aprendiz. Yapikatane asintió. —Que así sea —dijo. —Así me gusta. Así me gusta —murmuró Zarzai, Carzo Zarzai. Carzo Zarzai, el ejecutor.

79


Carzo Zarzai se quedó solo en su chabola. Hacía frío. Cogió algunas prendas de ropa que había robado y recubrió la chabola con las prendas de vestir. Al entrar sintió un ambiente tórrido en comparación con el anterior. Suspiró. El equipo de Buscadores lo encontraría pronto y lo llevaría de nuevo a la prisión de la Torre

de Porkes. Carzo estaba acabado. La

parte moderna de la ciudad ya estaba registrada. Solo quedaba la parte del barro. Registrarían todas las chabolas y saquearían por diversión. Lo encontrarían. Necesitaba a Wandiel y a Kòps. Ellos eran maestros del disfraz. Lo ayudarían. Salió de la chabola y corrió todo lo rápido que pudo en el fango. Tropezó y cayó cuan largo era. Una mujer salió de la chabola más cercana y lo riñó. —Has estropeado mi invento, mira por dónde vas – le espetó. —No tengo tiempo para pelear señora —dijo antes de salir corriendo.

80


Zarzai llegó en un rato a la casa de Wandiel y Kòps. Llamó a la puerta con fuerza. — ¡Ya voy! –dijo una voz femenina. — ¿Quién va? –dijo otra voz masculina. —Soy Carzo Zarzai. Un señor de avanzada edad y una mujer de pelo blanco abrieron la puerta. — ¿A quién buscas? –preguntaron. —A Wandiel y a Kòps. —Se mudaron hace años. — ¿A dónde? —A Porkes al lado de la Torre de Bugg. — ¿Podríais ayudarme? —Claro. ¿A qué? —Ocultadme de los Buscadores. —Cinco oros. —Tres. —Cinco o nada. —Hecho. Carzo le entregó el dinero y se ocultó. Yapikatane ya no volvería a ser su aprendiz, no podía per81


mitírselo. Ahora solo se ocuparía de sí mismo, de nadie más. «Mi vida tiene un precio.» — ¿Dónde está la cámara secreta o el escondite? — ¿Eres un ejecutor que va por las sombras? ¿O no? —le dijo el hombre. Carzo asintió. Entró rápidamente en la casa sin hacer el menor ruido. «Pueden estar en cualquier lugar» Entró en la cocina y se arrastró bajo la alacena. «Es un sitio demasiado obvio» Se descubrió buscando con desesperación un escondite en el salón. Esa casa no tenía escondites. Se obligó a relajarse para no confundirse. «A veces lo que buscamos está justo delante» Alzó la vista y vio un trozo grueso de cuerda, lanzó una mirada calculadora al techo. Era bajito no como los abovedados techos de los condes y duques de Nesolia. Se impulsó hacia arriba una y otra vez in-

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tentando alcanzarlo y agarrarse. La cuerda era escurridiza y no conseguía escalarla. Un rato después se descubrió corriendo escaleras abajo.

Respiró hondo y se agazapó en un rincón os-

curo en el que casi nadie podría encontrarlo. Respiró hondo y desenvainó. Vio un destartalado mueble a su lado. Parecía hecho para alzarse sobre el barro como la taberna que había atracado, tenía cuatro grandes patas sobre las que se alzaba. Lamentó el mal estado de este porque en mejores condiciones no se hubiese rifado de ese modo. En ese rincón, algún

mago

podría

encontrarlo.

Habría

entrado

en

aquel mueble grande y se hubiese agazapado en el fondo. Le habría dado igual aunque hubiese cucarachas por doquier. Se hubiese escondido y punto. Un horroroso ruido de sangre salpicando contra una pared lo sobrecogió. Se temió lo peor. —Señor, señora —impuso su orgullo al miedo. —Shhhh —le chistó la señora.

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Se alegró al saber que la señora estaba viva… pero su semblante pálido dejaba entrever una máscara de un miedo indescriptible. —Lo van a matar –lloró. —No.

Qetniss Keyl sintió el lamido cortante de un acero helado. Un puñal le atravesó

el hombro limpia-

mente. Otra puñalada le atravesó un pulmón y este reventó envuelto en sangre. Qetniss erró en una estocada y tosió sangre. Lo estaban matando a puñaladas. Sintió que el pulmón se inundaba de sangre. Tosió con el fin de despejarlo pero se volvió a llenar enseguida. La vista se le empañó terriblemente rápido. Creyó ver una sombra matando al Buscador y luego a otro y a otro. Le estaba defendiendo. ¿Sería Carzo Zarzai? Esbozó una sonrisa, probablemente su última sonrisa. Su vista se fue haciendo más nítida. ¿Iba a morir? ¿Sería el fin del señor Keyl? ¿La última sonrisa de Qetniss Keyl sería esa? No se sabía. Empezó a respirar entrecortadamente. No había sido buena 84


idea ocultar a un ejecutor. Pero él venía a salvar su vida. Se lo debía. Zarzai onduló el aire y un Buscador salió despedido. Qetniss forzó la vista para descubrir quién era su rescatador. Pero solo consiguió que su vista se fuese haciendo todavía más nítida. Su rescatador lanzó un cuchillo arrojadizo y en un santiamén ya tenía otro preparado. Había matado a seis Buscadores, con lo cual le quedaban dos víctimas. Keyl se desmayó y Carzo lo agarró y lo alzó para llevarlo al escondite de la señora Keyl. Carzo tumbó a Qetniss sobre el destartalado mueble. No debía de ser muy cómodo pero había dos razones para no dejarlo en otro sitio, la primera era la más evidente: no había otro sitio; y la segunda razón es que si lo acomodaban en un lugar mejor tal vez, no despertase. A lo mejor se sumía en el sueño eterno. Quería ayudarle. Era un caprichito… tal vez igual que Yapikatane. Qetniss resopló y se movió en sueños. La señora Keyl

lloraba,

desesperada.

Zarzai

se

envolvió

en

sombras y fue hacia los Buscadores de Bugg. 85


Se impulsó escaleras arriba, aun sabiendo que un Buscador le estaría esperando. Sintió una perturbación en el ambiente, una perturbación oscura y tenebrosa. De repente un Buscador rodó por las escaleras e hizo que resbalara. Carzo le resquebrajó el cuello con un cuchillo. Se oyó un grito de terror y un salpicón de sangre golpeando la pared. El grito se ahogó después de oír la sangre rebotar en la pared. Un gritito de mujer salió de la habitación que acababa de abandonar. Un estremecimiento le recorrió la columna vertebral. Regresó sobre sus pasos dando por hecho que corrían peligro y ese peligro no era por el dominio de Aliizer Bugg ni por sus Buscadores, sino por la perturbación en el ambiente de la que se había percatado minutos atrás. El cuerpo de la señora Keyl yacía inerte sobre el del señor Keyl. Qetniss tosió sangre y se arrastró hacia el suelo. Lloraba y en sus facciones se denotaba un semblante triste. «El Lado Oscuro ya ha llegado»

86


Sacó Qetniss Keyl de allí y se fue de la casa envuelto en sombras y en la penumbra más absoluta que nunca. Subieron las escaleras todo lo rápido que pudieron. Zarzai intentó derrumbar la puerta pero esta no cedió. Estaba atascada. Miró a los lados y se dirigió a la cocina. Rompió la ventana y salió al exterior. Corrió con Qetniss en brazos. Llegaron a la chabola en un santiamén. Entró y habló con el resto de la Orden. El Maestro suspiró nuevamente cuando Carzo entró. —Ya ha llegado –dijo sin alzar demasiado la voz. —Todavía no ha llegado. Tenemos tiempo para robar un barco y pirarnos a las islas de Gibaín las Malditas. —Eso no me exime del deber como Archimago, debo crear

otro

mundo.

Sacrificarme

–dijo

el

Maestro.

Desvió la vista hacia Qetniss Keyl, estaba tosiendo en sueños y se movía frenéticamente. Estaba fatal – .no creo que el señor sobreviva.

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—Sobrevivirá, se lo debo. Arriesgó a su mujer por mí, arriesgó su vida, su destino. Ahora vivirá eternamente –le espetó al Maestro. —Y cómo pretendes que sobreviva en esas condiciones –le preguntó Laney. —Haciendo el Juramento de la Orden del Deseo Ardiente. — ¡ODLAR-ARDIENTE! –recitaron todos al unísono. —Lo hará cuando esté medianamente recuperado y por lo menos pueda hablar y aprenderse el Juramento: “Por la Sagrada Orden Del Deseo Ardiente Yo Qetniss Keyl me Propongo y estoy Conforme a hacer el Juramento de esta Orden”. —Estoy de acuerdo –esas palabras las fueron recitando todos hasta llegar al Maestro. —Vamos a aceptar a todos. ¿Makerace también va a hacer el Juramento? —Si –dijeron todos con solemnidad. 88


—Qué haremos cuando llegue el Lado Oscuro a nosotros. No podemos ignorarle. Es un peligro y pronto se van a celebrar los Juegos de Sacrificio. — ¿Qué es eso? –preguntó Christopher. —Son Juegos mortales. Cogen a cinco representantes de cada país. Van al Panteón y abren el estadio del Equilibrio. Allí hacen los Juegos. Se llama estadio del Equilibrio porque se dice, que los dioses necesitan sacrificios a cambio de equilibrar el Mundo Tangible. —

¿Debe

ser

necesariamente

en

el

Panteón?

preguntó Chris. —En el Panteón del Mundo Tangible, en Gibaín. Todos los que lo presencien también debían hacer el sacrificio de viajar en barco hasta Gibaín. Los piratas de la tripulación de Glasdus acechan por aquellos mares. Han descubierto su guarida en Ykler la isla de las Malditas situada más cerca de Gibaín. – Respondió Glavertine. —Este año los Juegos del Sacrificio estarán impregnados de trampas para que el grupo de cinco del 89


rey Uksuul quede finalista. He oído que las tierras del norte, principalmente Carsolia que son las tierras de Uksuul andan muy pobres –dijo Trebo. — ¿Y cuál es la recompensa a parte del Equilibrio? —Si quedan los cinco finalistas, doscientos cincuenta oros; si quedan cuatro, doscientos oros; si quedan tres, cien oros; y si quedan dos, cincuenta oros –respondió Laney. Chris evocó cuando el Maestro le mintió diciéndole que eran inmortales por haber nacido en un mundo de peligros. Y luego se excusó diciéndole que no estaba preparado. Le preguntó por qué al Maestro. Y él le respondió: —Se requiere magia para el Juramento. Queríamos asegurarnos de que la tenías. Por eso te cogí pero debía asegurarme –le respondió. Cuando el sol le cedió el puesto a la luna y el día a la oscuridad, todos se habían ido menos Carzo y Christopher. Carzo Zarzai murmuró algo incompresi-

90


ble y convirtió su semblante en una expresión indescifrable. — ¿Qué? — ¿Conoces el significado de tu nombre? –Zarzai si sabía el suyo y quería poner a prueba al muchacho. El chico se encogió de hombros. —No, señor. —Es bueno saberlo. Deberías habértelo preguntado y haberte interesado por ello. —Nunca me había formulado esa pregunta, señor. —Mi madre solía contarme historietas relacionado con eso. Cuando tenía seis años se fue a la Gran Guerra para no dejar solo a mi padre. Me dejó con Cicatrices. Me contaron el significado de mi nombre: Carzo. Y lo comparó con el de Cicatrices. »Nunca te has preguntado por qué tú o yo tenemos esos nombres tan… —buscó la palabra adecuada— privilegiados. Y por qué el Maestro se llama Maestro. Por qué hay personas con nombres privilegiados y otras con motes que no llegan a ser nombres propiamente 91


dichos, o con nombres de esclavos: Cicatrices, Maestro, Cartero… —No, señor –no se atrevía a llamarlo Carzo, o Zarzai o Carzo Zarzai. Nunca había hablado a solas con él. —Mi madre estudió los nombres cuando mi familia era rica, hasta que mis padres murieron y ahora… yo soy un donnadie y en el colegio fui el hazmerreir. Soy la… un cacho de impronta de la sombra de un gran señor –dijo lastimeramente—. Mi madre me puso este nombre, Carzo, porque mis ojos, según mi madre, eran como el cuarzo, igual de reveladores por así decirlo. Se veía la verdad reflejada en mis ojos. Un globo ocular casi perfecto. Por eso soy uno de los mejores ejecutores de Nesolia. Unos ojos semi—etéreos casi como los de los dioses. —Ahhh –dijo Chris con gesto aprobador –pero, ¿qué tiene que ver eso con el Lado Oscuro y Aliizer Bugg? —Conoces

la

expresión

de:

como

que

me

llamo…

¿Verdad? Chris asintió con la cabeza. 92


—Resulta que a veces un nombre es una debilidad y una puerta a la derrota y a veces es nuestra mejor arma. »Es un punto débil porque cuando has apostado cinco oros para que alguien mate a alguien y dice: «Lo voy a conseguir como que me llamo…» Sabes que va a ir a por todas. Entonces si el rival tiene esa información va a pretender que caigas en una trampa. Estarás motivado y entonces tu nombre habrá actuado en tu contra. Por haber jurado diciendo tú nombre. Sin embargo, si mantienes la sangre fría lograras convertir tu nombre en la vulnerabilidad del otro. ¿Entiendes? El chaval asintió y sonrió. — ¿Es ese tu propósito para vencer al rival? —A los humanos. Sólo a los humanos.

93


5

Mudanza A Las Malditas

K

Hanssash se acababa de enterar de

la pérdida del robusto Ash. Y de la llegada de Cotess y de Kuyrt. Ese Clan era terrible en las batallas y

el único nombre que le habían dado del enemigo había sido Makerace el Dios de la Guerra y la Matanza. El sucesor de Ash fue Yter. Era un férnilo que había llegado a ser la mano derecha del comandante de Porkes. Eso merecía un aplauso pero no en estos tiempos. Los Juegos del Sacrificio se acercaban y necesitaban dos de Porkes y otros tres del resto de Nesolia. Uksuul iba a ser la primera víctima del Lado Oscuro. Lo citaría en su propio reino para que resultase convincente para él y todo el gobierno que seguía al rey Uksuul. Todo su séquito y sucesores 94


del rey caerían y la línea sucesoria se borraría del mapa y así un enclenque subiría al Trono y Carsolia sería débil y la línea sucesoria consistiría en plebeyos tan enclenques como el propio rey escogido al azar. Yter sería uno de los ejecutores de la línea sucesoria,

él

iría

personalmente

a

envenenar

a

Uksuul cubriendo todas las pistas, ya que el veneno que administraría al rey no iba a ser venenoso solo atraería al Lado Oscuro de tal forma que se lo comiese a él y al resto del pueblo. Le hipnotizaría y le ordenaría que no exterminase todo Carsolia. Ese programa de guerra todavía no se lo había hecho saber a nadie. Tampoco se le había escapado que Uksuul iba a sabotear los Juegos de Sacrificio para ganar doscientos cincuenta oros. Uksuul era un experto en eso pero esta vez un espía le había oído hablarlo con el príncipe. Los árbitros estarían pendientes de que

los

combates

serían

limpios

y

vigilarían

a

Uksuul. Las brujas tampoco se le habían escapado del plan. Ellas harían el hipnotismo al dios negro. Y conquistarían Carsolia. Uksuul estaría acabado. Los 95


soldados irían con los médicos, entre ellos Utter, y los dos zombis que sobrevivieron a la batallita contra los miembros del Clan o como quiera que se llamase. Aquel grupo era una amenaza para la línea sucesoria de la que Yapikatane por supuesto no formaba parte. Era un grupo de personas banales que en cualquier momento podrían causar un golpe de estado o una guerra. Nadie estaría pendiente de ellos y ellos podrían asestar un golpe inesperado en cualquier momento. Años atrás existió una sociedad traficante que les ayudaba con las armas y batallas, pero esta se había disuelto al morir el jefe. Antes había pretendido que el ejército de zombis fuese el sucesor al gran Imperio de Leonardo. Pero acababa de descubrir que era imposible sustituir a la magnificencia del Imperio de Leonardo. Había sido un fracaso que se sumaba a la lista de actos fracasados de los gobernantes criminales que habitaban Porkes. La muerte de Ash había sido un golpe inesperado como el golpe de estado que podía producir el Clan en cualquier momento. Todo eso eran bofetadas a los gobernantes. 96


La muerte de Ash había sido una de esas bofetadas, cuál sería la siguiente. Yter no era ni la mitad de robusto de lo que era Ash. Lo peor era que el Clan empezaba a ser grande, no cuatro personas. — ¡Cicatrices! —llamó a su esclavo favorito. Un esclavo esbelto y lleno de cicatrices abrió la puerta y asomó una cabecita pequeña. — ¿Qué quería, amo? —Fuiste el tutor de un niño llamado Carzo Zarzai. ¿Verdad? —Sí, amo —respondió rápidamente. —Te gusta ser esclavo —trató de decir las preguntas como si fuesen afirmaciones para imponer respeto. Cicatrices no sabía que decir, en el fondo no le gustaba pero si decía la verdad le podrían matar a pedradas. Iba a decir algo pero pensó que si mentía a un máster, un mago con una única capacidad: leer la mente. —No —decidió decir la verdad. 97


—Pues dejas de serlo a partir de hoy. —Pero Khanssash, Bugg os castigará, a usted y a mí. —Me encargaré de que eso no pase. —Sí señor. Khanssash tenía la información del fugitivo en la palma de la mano. Cicatrices le ayudaría a convencer a Carzo Zarzai, preso 2 a matar a un hombre de la línea sucesoria. Uksuul y Carsolia irían directos a la bancarrota y a la muerte. Glasdus también era peligroso. Ykler también formaba parte del territorio que Bugg le iba a conceder. Acabarían también con los piratas de Ykler. Los Juegos de Sacrificio se acercaban. Los dos elegidos de Porkes serían el rey Yapikatane y el preso 2 o el chaval. El chaval tiene magia pero necesita someterse a demasiada presión para utilizarla. La estratagema resultaría algo evidente

para

los

demás,

porque

como

los

Juegos

se

acercaban convenía acabar con Carsolia. —Cicatrices, escribe una carta a Aliizer Bugg con el plan que te dicte. 98


—Como desees.

El barco de Carsolia hacia Gibaín ya había partido días atrás. Los soldados y un alguacil los acompañaban. El recorrido era largo y complicado debido al clima y a los piratas de Glasdus. El capitán Peshoa manejaba el barco. Una docena de esclavos remaban para hacer que el barco fuese más rápido. Peshoa había empezado a notar el hedor que desprendían sus grumetes. Un hedor de alcohol, comida caducada, pescado…

Acabarían

ahogándose

entre

malos

olores.

Uksuul iba en el navío que los acompañaba. Una barcaza de guerra rápida y eficaz. Peshoa era consciente de que ellos constaban de menos protección y de que llegar a Ykler ya era costoso pero a Gibaín la isla Maldita, era casi imposible. La niebla se los tragaría. — ¡Piratas, piratas! —gritó el vigía. Peshoa viró bruscamente y varios tripulantes cayeron al agua y fueron rescatados más tarde por el tercer navío que estaba tripulado por médicos. El 99


barco de Peshoa fue colocado en la vanguardia y el de médicos y el de rey en la retaguardia. El barco de la vanguardia disparó sus cañones quemando así el mástil enemigo. Se acercaron más pero un desagradable recibimiento con cañones les esperaba. El barco fue herido por la proa y la borda. Empezó a inundarse y con ello a hundirse. Peshoa saltó hacia la parte más hundida del barco. Intentó salir por la proa pero un esclavo muerto atascaba la salida. Subió de nuevo y escaló el suelo ya casi vertical. Llegó al ventanal cuando estaba medio barco hundido. Lo rompió y salió al exterior. Alguien le esperaba. El puñetazo con el que rompió la ventana lo prolongó y golpeó al pirata en la cara, este cayó al mar. La barcaza del rey había salido con el rabo entre las piernas y la de médicos luchaba por salvarle. Saltó y se agarró a la mano de un médico. —Gracias. Peshoa contempló hasta el final como su barco se hundía lentamente entre los cañonazos del barco de Glasdus. El barco se hundió, y con él todos sus re100


cuerdos y antiguas añoranzas para llegar a ser capitán en una de esas expediciones a las Malditas. En cuanto el barco se sumergió en las aguas se internó en el barco que le había salvado la vida. Fue a la cocina. Sus tripas rugían como dos perros peleando por un bistec. No pudo evitar que unas lágrimas cargadas de recuerdos y antiguas añoranzas resbalasen por sus mejillas. «Adiós, adiós a todo lo que constituía en mi vida de capitán»

Christopher se fue a la cama sin cenar aquella noche. Le costaría asimilar su nueva arma, hacer que los demás juren por su nombre. «Los nombres son armas, pero no por ello debo olvidar que los cuchillos también» Durmió. Esta vez las pesadillas no le dieron miedo. Sabía que las podría matar como a un muriente más. «Nunca te acuestas sin saber algo más», pensó sarcásticamente. 101


Despertó temprano. El sol todavía no se alzaba en todo su esplendor y decidió dormir más. Cerró los ojos y se recostó sobre la enorme cama. No soñó en nada. Todo blanco, sin hambre, sin frío, sin nada. Era la transparencia. Yapikatane le había caído bien y Zarzai también, pero sabía que no debía confiarse con ellos o su cabeza rodaría por el mármol de un castillo, por las escaleras de una casa del árbol o en el fango. Una luz le obligó a abrir los ojos. Miró por la ventana. Se le había olvidado cerrar las cortinas de ropa. Esta vez no había dormido en la chabola de Carzo. Estaba en la taberna de Vaurien. Le sonaba ese nombre a zombi, pero era la única taberna con habitaciones. Vaurien llevaba un tatuaje mágico en el brazo. Se llamaba zahir, el tatuaje. Significaba segunda vida. Era un zombi revivido. Un empleado se llamaba Bill el bebio. Tenía fama como asesino, pero era el mejor bebedor de cerveza, de momento. Su próximo rival como asesino sería en Gibaín contra Carzo. Bugg lo había proclamado así. Bill el bebio tenía pinta de turista. Ropas extrava102


gantes, ojos pintados de morado por debajo debido al alcohol. Movió sus extremidades a lo largo de la cama buscando calor. Pero el otro lado de la cama estaba frío. Se desperezó moviendo la cabeza frenéticamente. Levantó la liviana sábana con la que se tapaba con vehemencia. Sentía en su boca un sabor rancio parecido al del… ¡veneno! No podía ser. No podía morir. Escupió en un pañuelo de seda, (¡de seda! ¡Un pañuelo!). Se tocó el paladar con la lengua y luego volvió escupir en el pañuelo de seda. Sentía la tripa revuelta y una jaqueca terrible. Se fue a mear. El veneno le había fastidiado bastante. La meada trazó un arco antes de rebotar contra el baño. Salió del baño y se volvió a recostar en la enorme cama. Se tapó con la liviana sábana de nuevo. Volvió a mover las extremidades buscando un calor imposible de encontrar volvió a escupir. Vio una sombra en la ventana por la que se filtraba la luz del sol. Se miró las manos e hizo una prueba para saber si estaba delirando. No. No deliraba, lo había visto. Si 103


iba a morir, mataría a su asesino antes de que las puertas de la vida se le cerrasen en las narices. Se puso las calzas moteadas de gris y negro y un traje a juego. Se envolvió en sombras. Había presenciado el asesinato de Ash y había aprendido a ocultarse. Salió por la ventana sin cristal y caminó, siempre por el borde más próximo a las paredes, sobre un toldo. Escaló las paredes. Llegó hasta arriba. En cuanto tocó la azotea sintió que pisaban su mano. La otra mano resbaló por la pared desnuda. Una cara enmascarada se mostró y rió a carcajadas. Le levantó y le pegó un puñetazo en el pecho. Se quedó sin oxígeno

y cayó al suelo cuan largo era. Se sintió

desorientado. Parpadeó y respiró. Tragó saliva y se mordió el labio inferior. «Maldición» Se le había escapado pero lo encontraría. Corrió y saltó de azotea en azotea. Corrió y forzó la vista hasta ver una sombra justo debajo. «La ha cagado».

104


Saltó sobre él y los dos cayeron al toldo de abajo. —Esto por el veneno —le pegó un puñetazo rompiéndole la nariz. »Esto otro por hacerlo a traición —le dejó sin aire —.Y esto otro por intentar acabar con nosotros —le rompió la muñeca y le inmovilizó. El asesino sonrió. —Ya os he matado. — ¡Eso es mentira! ¡Todos los venenos tienen un antídoto! — ¿De verdad crees eso? ¿Alguna vez te han envenenado con veneno de áspid blanco? — ¡No, maldito! –le tiró del pelo y le hizo sufrir. —Mi vida ya ha cumplido su misión. El veneno ha sido mi vida, traficar con plantas ilegales en Nesolia. Me iban a arrestar y quería hacerle un favor a Bill el bebio. —Pues muere… ¿Para quién trabajas? —Si te lo digo… ¿me matarás? 105


—No. —Para el Ba`yagé. —Y el Ba`yagé, ¿incluye a Bugg? —No, incluye a Uksuul y al capitán Peshoa. Somos de Carsolia, estoy contra Bugg y sus Mestizos y férnilos. —Me has intentado matar. —No he fingido matarte. — ¿Qué? —Khanssash me obligó a quitaros de en medio para hacer un favor a Bill, su siguiente combate en los Juegos son contra Carzo Zarzai. Quería fingir que os envenenaba con veneno de áspid blanco. —Únete al Clan. ¿Conoces a Makerace? —Gran bebedor. —Sí. Está con nosotros. —No sé. No sé cuál es vuestra función. —Matar enemigos. Los que surjan. Matamos a Ash. —El Ba`yagé tiene la misma función. — ¿Te unes? —Carsolia entera con vosotros. 106


—Vamos a irnos a las Malditas a cazar a Glasdus y a los Juegos de Sacrificio. —Iré contigo. Volvieron juntos y contentos a la taberna de Vaurien.

La

Birra

Sonriente

había

sido

cerrada

por

Khanssash tras la muerte de Ash. Llamó a los componentes del Clan –ya no era el Clan, pero no se había atrevido a decir delante de alguien a quien no conocía demasiado bien, la Orden del Deseo Ardiente –tocó la puerta de la habitación del grupo. El Maestro abrió la puerta y dejó entrar a Chris. — ¿Quién es? —Nuevo. Le dejó entrar. Qetniss Keyl estaba como nuevo y Makerace e Iata estaban ahí. —Triple Juramento. Todos tomaron asiento a excepción de los recién incorporados a la Orden. El Maestro fue al grano. Empezó por Makerace que estaba aparentemente tranquilo. Con el pelo despeinado y ligeras ropas de 107


asesino: moteadas de negro y gris. Asentía con la cabeza cada vez que el Maestro pronunciaba las preguntas. Empezó a asentir con vehemencia como un borracho, demasiadas preguntas. El Maestro le hizo una seña para que no se pasase. Luego, empezó con Iata. Siempre con su arco y un carcaj repleto de flechas afiladas. Ella decía “sí” a todas las preguntas y en las

preguntas

más

evidentes

respondía

frases

más

complejas como “como no” o “no hace falta responder a esa pregunta”. Llevaba el pelo recogido en una coleta y llevaba pantalones holgados y una camisa ligera. Pero toda la ropa moteada de puntos grises y negros. Por fin empezó con Keyl. Él tenía manchas de sangre en la boca, señal de haber escupido sangre. Su pelo corto no necesitaba ser peinado. Él decía “sí” pero muy bajito porque la pelea contra los Buscadores le había rasgado las cuerdas vocales. Luego pasó con el nuevo. — ¿Cómo te llamas? —Jed Dews de Carsolia. 108


—Empecemos. Jed fue tímido y asentía con la cabeza. Su pelo quedaba oculto tras la máscara. Pero se la tuvo que quitar a petición del Maestro. Jed Dews fue directo y no tardó mucho. Finalmente hicieron una piña entre todos los de la Orden y el Maestro los hizo inmortales.

Todos

reían

a

carcajadas.

Las

vidas

de

Jed

Dews, Qetniss Keyl, Iata y Makerace habían dado un giro. Lo peor es que no había vuelta atrás. Al fin y al cabo era un Juramento.

El Maestro y Carzo Zarzai robaron una embarcación lo suficientemente grande como para llevar a todos hasta Gibaín. La llevaron hasta el mar y llamaron al resto. Keyl arrastró la embarcación hasta mar adentro y cuando el agua cubría su pecho, subió a la embarcación. Iata comenzó a remar y todos la imitaron al darse cuenta de que las olas los llevaban de nuevo hacia la costa. Remaron y remaron, día y noche, día y noche y así sucesivamente.

109


Al tercer día Glasdus los alcanzó. Ellos remaron frenéticamente. Si Glasdus estaba allí, ellos estaban cerca de Ykler. Remaron cuan pudieron. Y se turnaron para manejar el timón. Ahora estaba Chris al timón y le pareció un videojuego de la Tierra. Esquivó

todos

los

cañonazos

destinados

a

matarles.

Dews empezó a remar más que frenéticamente. La costa se empezaba a ver y los piratas se acercaban. Chris hizo cuan pudo y siguió virando el barco. Un pirata entró en el barco. Carzo dejó su puesto y se envolvió en sombras. Onduló el aire y el pirata salió despedido hacia atrás. Carzo Zarzai le mató y saltó al barco de Glasdus. Iata suspiró. —Asesinos locos. Carzo fue por las sombras apuñalando a los piratas uno a uno. Estos caían a la cubierta como marionetas. Parecía una serie de humor negro. Una sombra iba por un barco matando a gente que caía al suelo como fardos.

110


Apuñaló a uno más y al acabar con su vida sintió un pinchazo en el hombro. Un pirata apareció detrás de él y se rió. —Sois vos tan atrevido como para infiltraros en mi barco. Carzo corrió por la cubierta y saltó al otro barco. Glasdus estuvo a punto de cogerle pero no lo consiguió. Zarzai entró en el barco y avisó al resto del inminente ataque. Makerace y Jed Dews se levantaron dispuestos a ayudar. Christopher los siguió un poco más apartado. Iata, Tobilklo, Trebo y el Maestro se quedaron remando, mientras que Glavertine había tomado el mando del barco siguiendo las indicaciones que Qetniss Keyl le daba. Makerace mató a muchos piratas y seguidores de Glasdus a sangre fría mientras que Chris lo hacía a traición, por la espalda, y siempre envuelto en sombras; Carzo Zarzai mató a una gran suma de piratas con la elegancia de siempre, pero no pudo evitar pensar

en

Yapikatane.

Pero,

¿dónde

estaba?

Carzo

evitó a Glasdus y a su hermano M`lasus que parecía 111


concentrado en las ordenes. Buscó a Yapikatane por toda la cubierta y luego entró en las habitaciones inferiores. Una sombra lo rozó. Él se dio la vuelta y buscó con la mirada al rey de Nesolia. «Ya ha aprendido» Un acero intentó atravesarle pero Carzo estuvo listo y muy rápido y lo esquivó. — ¿Qué haces? —Eres el próximo muriente de Bill el bebio. — ¿Pero por qué…? —Ciento veinticinco oros. —Traidor —esquivó otra estocada. El rey quedó paralizado al ver que Carzo Zarzai era mejor que él y sabía esquivar estocadas. — ¡Hemos llegado! –dijo Makerace. — ¡O me matas o te mato! –gritó el ejecutor. Yapikatane huyó y salió de la embarcación. Todos se fueron dejando atrás a M’lasus y a Glasdus. Habían llegado.

112


6 El Sabotaje Del Ba’yagé.

E

L

Ba`yagé

atracó

en

la

dársena

cuando el sol desaparecía por el horizonte.

Uksuul y el capitán Peshoa se

comunicaban verbalmente.

—Ejecute el plan —le ordenó Uksuul. —Sí, señor. El sol se sumergía en el horizonte mas no había anochecido. Tenían tiempo para planearlo y para librarse de los guardias del afamado torneo. Un Mestizo alto y fornido se les presentó mientras trazaban la estratagema. Peshoa lo tiró todo al suelo y se escondió bajo la cama. ¡Bajo la cama, un lugar para principiantes, para esconderse de un tonto! No les habían dejado llevar tantas personas a los Juegos de Sacrificio, ya que Khanssash planeaba contra Carsolia. — ¿Cuántos sois? –preguntó el Mestizo. —Seis. Cinco luchadores y yo, el rey Uksuul. 113


—El rey dios Bugg, gobernador del Mundo Tangible, me ha ordenado vigilancia a todas horas. —Sólo somos seis –dijo Flup, uno de los luchadores —se puede pirar, no molestamos. El vigía lo fulminó con la mirada y un rechino de dientes sonó de su mandíbula. —He oído siete voces y exijo saber la verdad. —Flup está afónico y a veces la voz… —mintió Uksuul con un hilito de voz. Ese vigía estaba rodeado de un halo de fuerza y manipulación. —Llamaré a Vürd, el máster del castillo de Gibaín. —Adelante. —Les aconsejo que no tomen la mentira como atajo o sus luchadores drogadictos y usted no saldrán vivos de los Juegos de Sacrificio. Peshoa se encogió bajo la cama. Y después, esperó pero, ¿a qué? No lo sabía ni él. La puerta se cerró y Flup llamó a Peshoa. El aludido salió de su escondite.

114


—Qué haremos con el máster. Sabrá al instante nuestra gran conspiración. Además, ¿y Jed Dews? —Le buscaremos, Flup. Flup y el capitán se encogieron de hombros. —La

familia de los Gywe está aquí. Le robaremos

todo el oro que tienen y si la cosa se complica nos iremos, con Jed o sin Jed. Todos asintieron. —Dews era del Ba`yagé, nos visitará y nos explicará todo –predijo el capitán —. Uksuul, serás el rey dios. Te lo prometemos. Los luchadores se encogieron de hombros. —Los Gywe tienen más dinero que nosotros, contrataran un asesino. Seguramente elija entre Carzo Zarzai de Nesolia o de Bill el bebio que también es de Nesolia. Los Gywe adoran Porkes a pesar de vivir en Ykler, compartiendo tierra con Glasdus –dijo Uksuul— . Aliarnos con Glasdus sería buena idea pero aliarnos con alguna Orden Mágica nos vendría mejor. —Glasdus no es fiable —recomendó Flup.

115


—Nos aliaremos y punto. No sabemos hasta qué punto

serán

nuestros

o

nosotros

seremos

suyos,

el

Ba`yagé no sabe cuán fiables son –dijo Flup—. Tenemos tiempo hasta que llegue el máster Vürd, si llega ellos no fallarán. —Escondámonos. Vayamos a Ykler –dijo Peshoa. La puerta se abrió repentinamente. A Peshoa se le antojó esconderse tras un mueble semi pegado a la pared, un pequeño caprichito no vendría mal. Vürd agarró a un luchador y le quiso leer la verdad. El luchador se desenvolvió bien y una lluvia de estocadas rebanó al Mestizo vigía. Uksuul desenvainó y se preparó. Un charco de sangre acompañó a las rebanadas de Mestizo. Vürd intentó escapar de aquella carnicería pero la mano de Flup lo agarró. —No quieres jugar —se burló un luchador. —La muerte es un arte y el Ba`yagé lo ejecuta a la perfección —dijo Uksuul—. ¿Quieres comprobarlo? Vürd tenía una cara lívida, su semblante torcido en una mueca de terror.

116


—Yo pinto con la sangre de una muerte. Dibujo rostros aterrados o prefieres un rostro herido que recuerden a la gente la muerte de Vürd, de tu espíritu, serás un ser sin espíritu, sin derecho a vivir. Tu vida de muerte empieza hoy, ahora –dijo un luchador transmitiendo miedo al máster. A Uksuul le encantaban aquellas situaciones, sus luchadores sembrando el terror entre sus enemigos. Lo extraño era que esta vez estaban transmitiendo miedo a un máster. No debían darle ninguna oportunidad, Vürd no desaprovecharía ninguna ocasión para leerles la mente y escapar. Uksuul acercó su espada al cuello de Vürd. Peshoa se deslizó por detrás del mueble. El estadio se veía tras el cristal de la ventana. Estaba completamente desprotegido. Ni un guardia apostado en la entrada. Se cercioró de tener razón. Vio un guardia apostado en una especie de compartimento secreto. «Maldita sea, tenía que haber un guardia en el lugar con mejores vistas al estadio» 117


Se agachó, avanzó lentamente. Vürd no lo observaba. Saltó por la ventana y cayó sobre un asiento alejado. Se tumbó y se fue acercando al guardia. Lanzó una mirada acusadora al máster y siguió avanzando. Se paró en un lugar oculto con vistas al lugar del que había saltado. Vürd había quedado bajo la amenaza de Flup, si decía algo sería hombre muerto. El máster se volvió hacia atrás y salió por la puerta casi esprintando. El capitán subió por los asientos saltando. Peshoa se atascó entre dos asientos. Miró hacia atrás y no le gustó lo que vio. Una persona

hablaba

discretamente

con

el

guardia.

La

persona habló con el vigía hasta el punto de olvidarse de lo que estaban haciendo. El vigía estaba muy serio, no le gustaba. Tiró con fuerza de su puerta. Peshoa siguió caminando. Trepó por la pared desnuda. «Maldita sea», maldició por el color de la pared. Sus dedos presentaban cortes y arañazos de trepar. Entró por la ventana de la habitación. Volvió a maldecir en voz baja. — ¿Dónde estaba capitán? –preguntó Uksuul. 118


—Oculto —dijo muy serio— Vürd es hombre muerto y ustedes saben perfectamente por qué. —Acabamos de llegar y ya tenemos objetivos, eso me gusta —comentó Flup. —Debe morir antes de los Juegos de Sacrificio — dijo Uksuul—, ahora Vürd es más peligroso que Aliizer Bugg y mis planes para ser rey dios. —Está usted en lo cierto, rey Uksuul –dijo una voz desde la puerta. Todos se giraron hacia él y sonrieron. —Bienvenido Jed Dews, bienvenido al Ba`yagé. —Yo también me alegro de veros –respondió e recién llegado. — ¿Dónde has estado? —Con la Orden del Deseo Ardiente. —Estábamos pensando en aliarnos con una Orden. Buen trabajo –le dijo Uksuul. —Carzo está con ellos. Nuestro sabotaje debe incluir la supervivencia de la Orden. —Como quieras –le respondieron todos. —Pues adelante. Asesinato y sabotaje –dijo Flup. 119


—Os presentaré a la Orden. Les permitieron llevar a muchas personas. En lugar de cinco luchadores y un anfitrión –les prometió Jed. —Maese Dews —dijo un luchador— os esconderemos a los dos. Todos asintieron. —Empecemos con el complot —dijo Uksuul impacientándose. »Flup acaba con el máster, como primer paso; luego vuelve y si no ha conseguido matar a su objetivo le echaremos una mano; si ha salido victorioso, nos infiltraremos en la sala de calendarios, donde se escriben los nombres de los luchadores y de su rival. Cambiaremos los nombres y luego nos tocará luchar y ganar. Más tarde nos encargaremos de mantener con vida la línea sucesoria de Carsolia. De todas formas Si murieseis todos los Gywe se ocuparían de nuestras tierras. —Sólo veo un defecto al complot –dijo Peshoa. — ¿Cuál? —dijo Uksuul con voz pesada.

120


— ¿Cómo se supone que vamos a entrar en la sala de calendarios? —Hay un verbo que se lama “matar”, ¿lo conoces? — respondió Uksuul burlón. —Limpiemos las rebanadas del Mestizo muerto antes de que nadie las vea. Tanto luchadores, reyes, capitanes y amigos se pusieron a ocultar las rodajas del Mestizo vigía por todo el cuarto. Cuando terminaron

ya casi era la

hora de cenar. Vürd fue a avisar de que acudiesen al gran salón a cenar. Flup se quedó un rato más. Iba a ejecutar su parte antes de lo esperado. Un veneno de áspid blanco reposaba sobre un cojín rojo. Introdujo el veneno en otro frasco con algo parecido a la leche mezclada con agua. Deseaba saborear la muerte del máster. Deseaba sentir los jugos sanguinolentos deslizándose por su barbilla. Que exquisitez. También hubiese estado bien cortarle la cabeza. Que su cabeza cayese sobre el plato. Él sí que saborearía un plato sanguinolento. La forma más discreta sería envenenar su 121


comida. Y él había preferido esa forma. Los cocineros serían ahorcados o llevados al verdugo, pero su vida permanecería exacta. El único órgano invisible que quedaría tocado sería la compasión. Y a él no se le había escapado aquel detalle. Se disfrazó de camarero y bajó discretamente a cenar. Le tocó llevar la comida a varias mesas. Algunas caras le sonaban, eran de algún distrito de Carsolia. Pero… ¿dónde estaba el máster? No lo veía por ninguna parte. Paseó una vez más la mirada por las mesas más próximas y por las más lejanas pero no había ni rastro del máster. «Maldita sea» Flup volvió a la barra y pidió el encargo de una mesa

especial.

Espera,

en

las

mesas

especiales,

aparte de tener manteles de seda, ¡seda! También cenaban los atributos del torneo más importantes. Eso también incluía a reyes, anfitriones y… ¡Eso es! ¡En las mesas especiales también había másteres! Rezó y cruzó los dedos. Pero Vürd no estaba. Maldijo esta vez en voz alta pero con el farfullo de la gente no 122


se le oyó. Pidió una docena de encargos, ya que había doce mesas especiales. Fue cumpliendo encargo tras encargo pero no estaba el máster por ninguna parte. Se ocultó y se quito el disfraz. Fue a la mesa del Ba`yagé. —Objetivo no localizado. —Morirá, tarde o temprano pero Vürd caerá. La ciudad de J`khif nunca le había gustado, aquel distrito de desierto: K`mam, Fhrirr y R’oth. Y no era por los Sers. Era por la abundancia de másteres. —Veneno. —De áspid blanco mezclado con leche y agua. —Buena mezcla —le felicitó Peshoa. —Eso no importa, lo que importa es darle una muerte discreta. Sin pistas. Todos asintieron. —El r’otheño nos tiene pillados. Debe morir ya. Sino…

—dijo Uksuul.

—Ese malnacido morirá pronto, Uksuul, sólo dale tiempo –le tranquilizó Dews.

123


— ¡Tiempo –rugió Uksuul indignado –, no le puedo dar algo que no tengo! Peshoa le dio una palmadita en la espalda y le tranquilizó pronunciando unas palabras tranquilizadoras. —Claro que este complot funcionará, ya lo creo que sí –se rió el rey carsoliano. Un halo de esperanza los embadurnó a todos. El plan no podía fallar, claro que no. —Voy a entrar en la habitación del máster. Casi seguro estará dormido. Verteré el veneno por su boca y… —saboreó la muerte, tragó el sanguinolento jugo. Deseaba la muerte de aquel hombrecillo que tanta infelicidad les había causado—. Morirá pronto. La gente les había oído pero a trozos y la gran mayoría había sacado la conclusión de que estaban borrachos y otros se habían inclinado a pensar que los carsolianos estaban locos. Flup se retiró el primero, subió una escalinata que llevaba a las habitaciones de alto rango. Había varias puertas, reyes, generales… y másteres. Entró 124


por la puerta de másteres y la cerró con sumo cuidado. «Adelante». Entró en la habitación uno, luego en la dos. Hasta llegar a la quince. Vürd lloraba en sueños. Eso no le hizo retroceder. Vio a una mujer triste. Vürd se lo había contado, su posible muerte aquella noche. La mujer le había apenado. «El Ba`yagé o esta desdichada familia. Decide ya maldita sea». Miró fijamente a Vürd. Su muerte no le aterraba, pero la cara triste de la mujer… No quería ver a la mujer de Vürd andando sola por la calle, triste por ser viuda. Escribió una nota anónima a la mujer del máster: «No he matado a tu marido, hoy no. No quiero verte por las calles caminando triste. Vürd no está en tu cuarto del castillo de los Juegos. Os esconderé. A ti y a él. Me encargaré de que permanezcáis ocultos pero… siempre felices. No quiero que Vürd me moleste, ni a mí, ni a mis amigos. Si no cumple tu marido morirá. Encontrarás a tu marido en un habitáculo secreto de la isla de Ykler. Cerca de la mansión de los Gywe. Muro derecho. Cinco pies. Cava cinco pies hacia abajo. Por favor haced lo que os diga. En el plenilunio me reuniré con vosotros. Mantened esto en secreto». Anónimo.

125


Cogió a Vürd y se marchó. Sintió que su caligrafía no fuera demasiado buena. Bajó la escalinata. Salió del castillo por el estadio. Flup robó una canoa y remó durante una hora hasta llegar a Ykler. Esquivó el refugio de Glasdus y se puso al lado de la mansión de los Gywe. A los cinco pies encontró un habitáculo con cama y suficiente comida para un año. Depositó al máster en la cama y se fue de nuevo. Remó y se fue a Gibaín. Ya había cumplido. Mentiría y harían la segunda parte del complot. Al día siguiente empezarían los Juegos, por la tarde. Tenían la mañana para ejecutar la estratagema.

126


7

J

Inauguración

Ed Dews iba y venía. Nadie sabía que ha-

cía en el tiempo que no estaba. Qetniss Keyl se había inclinado a pensar que se iba

para

rezar.

Pero

nadie

creía

eso.

Christopher pensaba que se iba con otra gente. O recopilaba información. No sabía

qué día era en la tierra. No sabía nada acerca de su reflejo. Cómo iría en el colegio. En qué curso estaría. Qué tema estudiaría si estuviese allí. Chris se había acostumbrado a no saber nada de eso. Dentro de dos días sería la inauguración de los Juegos de Sacrificio. De Nesolia sólo había cuatro. Carzo Zarzai, Bill el bebio, un tal Kuyrt y Cotess. Chris lamentaba haber dejado atrás una vida sin muerte. Sin que un grupo ilegal gobernase el Mundo Tangible. Ojalá todo fuese más fácil. Sin conspiraciones. Sin

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rey dios. Sin nada de eso. Mas no todo podía ser así. Jed Dews llegó unos instantes más tarde. Chris sabía que algún día Dews se iría. Se dispersarían por el mundo. Cuando hubiese paz. Christopher había aprendido a mantener la sangre fría hasta el final. Su forma de pensar era matar o morir. El tiempo le había inculcado conocimientos o frases “ayudantes”. Solo los muertos han visto el final de la guerra. La vida es un pasajero más en un tren infinito. Esas frases lo ayudaban a decidir. —Hola —saludó. Jed le saludó con la cabeza. Christopher se fijó en la forma más triste con la que había saludado. Se iba en poco tiempo. Lo agarró por el hombro sabiendo que no tenía muchos días antes de que se fuera. —Cuando no estás, ¿dónde estás? Vio la cara de “no comprendo” típica de su nuevo amigo. —Ahhh –dijo al entenderle—. Es difícil de explicar. 128


—Dilo. —En Carsolia hay una especie de grupo tan secreto como la Orden. Se llama el Ba`yagé. El rey Uksuul está con nosotros. —Grupo legal —bromeó. —Cuando dije que Carsolia estaba con vosotros me refería al Ba`yagé. —Ba` yat –dijo intentando decir el nombre. —Es difícil de pronunciar. Si te unieses y fueses una especie de agente doble se te haría un tatuaje mágico, invisible para la vista normal. Te enseña cosas —pensó antes de hablar—. Tu magia ha empezado a florecer, el ejercicio da frutos. Recuerdas cuando le lanzaste una bola de fuego a una bruja. —Sí. —Fue instintivo. La magia hace que la curiosidad y algún poder aumenten. Tu magia es asesina. Eres una máquina para matar. No es que te guste pero son como envolverte en sombras, ocultar el ruido de tus pisadas, menos dolor —aclaró—, te sigue haciendo herida pero con menos sufrimiento. 129


Le pareció fascinante a la vez de aterrador. En Helsinki, en su casa en el colegio con Fergus… Nunca hubiese matado a nadie, ni lo habría intentado y, sin embargo, era un asesino, un ejecutor. —No… sé qué… decir… —Te entiendo… ¿Confías en mí? —Claro —dijo sin pensárselo dos veces. —El Ba`yagé está haciendo una gran conspiración. Sabotaje. A Christopher se le quedó una cara indescifrable. Sabotear el primer torneo al que iba a acudir en toda su vida. »Lo hacemos para que Carsolia y Nesolia ganen. ¿O acaso quieres que mis amigos mueran? —No, ni hablar. —Pues no lo cuentes —le espetó. Chris supo que él se iba. No hizo nada por evitarlo. Iban a matar a Aliizer Bugg o a Khanssash. No tenía ni la menor idea. Buscó a Qetniss. Le había caído muy bien. Como Makerace y Jed Dews. 130


Entró en el castillo. Subió por la escalinata para salir del comedor. Giró hacia las habitaciones de luchadores. Entró en su habitación. Todos le saludaron. Iata estaba ahí. En el castillo había encontrado a un tal Kòps. Su esposa se llamaba Wandiel. Para Iata, Wandiel era su enemiga porque Kòps le había gustado. Era un hombre fornido, alto con ojos verdes, Su cabello cobrizo destacaba sobre todos sus rasgos. Lo malo para Iata era que ella misma estaba casada con el dios Make. Un gran asesino bebedor. Al igual que Carzo. Carzo tenía la vista en la mujer de Makerace. Le daba la sensación de que un amigo estaba a punto de morir. No le gustaba esa sensación. Christopher se había fijado en eso. Y el resto no tardaría en darse cuenta. Tuang-sssss. Sonó la cuerda de un arco al tensarse y luego el recorrido de un virote por el aire. Se estrelló con la pared. Todos se lanzaron al suelo. Tuang-sssss. Otro virote apareció por la cerradura de la puerta. La habían ampliado silenciosamente. 131


«Maldición». Chris se deslizó por el suelo directo hacia la pared. Vio una espada. Era la de Carzo. A su lado estaba Yatass. Chris la cogió con cuidado y avanzó espada en mano. Tuang-sssss. Chris llegó a ver a cuatro arqueros enmascarados en la puerta. Detrás había una bruja. Supuso que un gran asesino los acompañaba. Rensif y Gimlard atacaron a la vez. Gimlard empujó la puerta. Los muy cerdos los habían encerrado. Las bisagras temblaron y desprendieron polvo. Rensif había tensado su pequeño arco en comparación con los carsolianos de los rivales. Gimlard volvió a placar la puerta. Esta no hacía más que desprender polvo. Gimlard se transformó en hombre serpiente. Se deslizó por la cerradura rota. Tuang-sssss. Se oyó el siseo de una serpiente y el tensar de un arco carsoliano. Chris se situó al lado de Rensif y pegó un puñetazo a la puerta. —Los malnacidos han puesto magia. ¡Rensif dispara por la cerradura!

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Rensif disparó. Gimlard parecía mudo y todos habían desenvainado. El gólem se había encogido. Por fin se oyó la voz de Gimlard maldiciendo. Un siseo y otra maldición. Tuang-sssss. Gimlard no pudo acabar la maldición. Christopher se había hartado y lanzó una bola de fuego

por

la

cerradura.

Luego

intentó

quemar

la

puerta. La puerta por fin cedió. Zarzai se quitó una camisola y la dejó sobre la alcoba. Carzo atacó con el torso desnudo. Chris se aseguró de tener las sombras consigo imitando a Zarzai. Salió. El cuerpo de Gimlard había caído por la rampita que había para entrar en la habitación. Pero… no le gustó lo que vio… la cabeza había caído por separado. Gimlard, el hombre

serpiente,

ayudante

del

Maestro.

No

podía

ser. Gimlard había muerto. «Ni hablar». Carzo se escondió. Chris no. Saltó en plancha a por los arqueros. Su vida estaba vacía. Gimlard, le conocía desde mucho tiempo atrás. Casi un año. Se impulsó hacia arriba y se agarró a una de las vigas. Se tumbó y avanzó por ella. Saltó sobre un 133


arquero y le clavó la espada entera en el ojo. Era una máquina de matar. Lanzó un tajo ascendente a otro arquero. Sintió como los tejidos del rival se resquebrajaban. Le agarró, dio una vuelta y dejó inmovilizados a dos arqueros a la vez. Les rajó una arteria del cuello y los dejó tirados desangrándose. Solo

quedaban

tres

en

la

pelea

y

pocas

fuerzas.

Chris sintió un pinchazo en el hombro. Pero no demasiado. Pero sobresalía por su carne. Era una ilusión, lo supo en cuanto vio que Carzo estaba detrás. Una distracción. «Ahora». Se lanzó sobre el último arquero. Tuang-sssss. Chris vio un cuchillo arrojadizo volando por la habitación. Vio que la hoja era negra. Trebo. El último arquero lo esquivó tirándose al suelo. Zarzai fue a por él y le pegó un puñetazo. Christopher le rajó la misma arteria que a los otros dos. La bruja se había esfumado. Khanssash los quería muertos. Y ya.

134


Khanssash no había querido celebrar los Juegos de Sacrificio ese año. Pero Bugg sí. Estaba furioso, él debería

ser

el

rey

dios.

Aliizer

era

irritante.

Khanssash había reclutado un ejército de carsolianos traidores y de Sers, la mayoría r’otheños. Había introducido «topos» en el torneo. La Orden y Carsolia eran peligrosos. Iría en una expedición a Carsolia a matar al príncipe. Los Gywe también deberían morir. Visitaría Gibaín en ese mismo día. La inauguración sería todo tejidos resquebrajados y cuerpos decapitados. Uksuul moriría el último. Quería ver una máscara de sufrimiento en su cara. Su esposa, sus hijos todos muriendo. La inauguración sería su día de descanso. Cicatrices mataría a todos. Aparte de esclavo era asesino a sueldo. Los arqueros que había mandado eran profesionales. Eran duros de pelar. Se imaginó una habitación con montones de muertos y charcos de sangre. Era una exquisitez para cualquier artista del asesinato. No para los ejecutores. «Me pondré las botas». Ahora mismo Aliizer debía morir. Era su próximo objetivo. Lo estropeaba todo. Salió de sus 135


aposentos y salió al patio exterior, Yter y sus soldados estaban ahí. Entre ellos Cicatrices. — ¿Objetivo? —Mataremos a Aliizer Bugg. El rey dios. En la inauguración. El será el presentador. Cortadle la cabeza. En público, que sepan quienes mandan —les dijo a sus ayudantes. La casa de los Gywe, en Ykler estaba al lado de la de Khanssash. Se habían alojado al lado de la mansión de los Gywe. Dormían al aire libre. La chimenea de la mansión daba calor. Glasdus cazaba animales por lo que no muchos se atreverían a acercarse a humanos. Khanssash había ido acumulando enemigos y objetivos a pesar de que no era ejecutor. La línea sucesoria de Carsolia, los Gywe entre ellos; el Clan o lo que fuese y Aliizer Bugg. Sabía que era difícil pero era posible. Yter, los dos zombis, las brujas y muchos ejecutores y montañeses atacarían por la noche la fortaleza de Aliizer Bugg. Después de los Juegos, Nesolia y el Mundo Tangible sería suyo. Aunque Bugg muriese los soldados, nobles, y que viven bien con 136


el reinado de Aliizer se resignarían y lucharían hasta el último aliento. Después de todo eso se encargarían del Lado Oscuro. Quedaría vedado el acceso a lugares que ocupe el Lado Oscuro. —Señor. Si cumplimos la misión, ¿nos entregará una recompensa? —Seréis soldados de alto rango. Palacios y dinero. —Ya creo que lo haremos. «Estos codiciosos» Una bruja se tele transportó a su lugar. —Hemos matado al hombre serpiente. — ¿Sólo? —Son fuertes. Un ejecutor joven mató a los cuatro arqueros con un tajo y un corte. —Con qué esas tenemos ¿Ehhhh? —Atacaremos con la artillería más pesada que tengamos. Ese ejecutor saldrá de la sombra en la que vive. Me habéis quitado a uno de en medio.

137


Christopher no quería celebrar la inauguración después de unos sucesos terribles. No se había lavado la sangre de las manos. Porque era una máquina de matar. Quería llevar una marca para recodarse lo que era. La ropa se la había cambiado. El Maestro se había puesto una túnica dorada. El dorado representaba la magia en abundancia. — ¿De verdad queréis celebrar hoy la inauguración? –dijo con la voz áspera y en un tono seco, signo de que no se había guardado las lágrimas. Nadie respondió. El silencio era sepulcral. Todos tenían la voz estrangulada. Los malditos arqueros los habían dejado secos. Gimlard había muerto y Jed Dews pertenecía a otro grupo llamado el Ba`yat o algo así. Dos bofetadas fuertes. —Anhelo

los

comentarios

de

Gimlard

—soltó

de

pronto. —Todos le queríamos —respondió el Maestro con un hilito de voz.

138


Rensif trataba de ocultar su aljaba y su arco en unos pantalones holgados o algo así. Ningún lugar era tan espacioso para guardar el arco y se disfrazó de guardia. Chris llamó a Carzo. No dudó en contarle por quién estaba Iata. Carzo sonrió y murmuró algo. Bajó corriendo las escaleras con Chris. Doblaron esquinas y corrieron. Zarzai parecía saber a dónde iba. Llamó a una puerta y vio el indudable rostro envejecido de Kòps. Wandiel salió a trompicones para verle. —Maldita sea ¿dónde te habías metido cacho memo? –dijo Kòps. —Soy un ejecutor. He estado en las sombras. —Cuántas vidas habrás arrebatado ya –murmuró Wandiel. Zarzai no respondió. — ¿Irás a la inauguración? —Sí. ¿Y tú? —Yo también. Tengo objetivos. —Aliizer Bugg.

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—En realidad mi deber es observarle y hacer que alguien se me adelante. No quiero complicaciones. —Hasta luego —dijo el matrimonio. Carzo se caló el sombrero que se había puesto para la celebración. —La vida es una cáscara sin frutos. Está vacía. No pienses en Gimlard. Estará en el Paraíso con el resto de los caídos. «Palter, Roble, Melfar, Malfor…» Hicieron de nuevo el recorrido y Chris aprovechó para asimilar los hechos. Ha matado como un verdadero aprendiz. Lo llevaba en la sangre. Yapikatane les avisó de que la ceremonia empezaba. Rensif y el resto bajaban detrás. Recogieron armas de la alcoba y bajaron la rampita de la puerta. Bajaron por la escalinata y llegaron al comedor. Salieron al exterior y montaron guardia. Khanssash y sus hombres y Jed y sus amigos estaban allí. Algunos bailaban a la luz de la luna. Makerace e Iata no estaban de humor. Kòps y Wandiel bailaban

140


con una felicidad incalculable. Chris respiraba lenta y pesadamente. «La vida está vacía». Carzo vigilaba disimuladamente a Bugg. Christopher miraba a Kòps y luego a Wandiel. Se echó a la boca un diente de ajo. Carzo le había regalado una de sus espadas. Los dos iban vestidos de negro moteados de gris. Asesinos. Eso eran los dos. Se ocultaron y esperaron. PACIENCIA. ¡PACIENCIA! LOS DOS A LA VEZ. La paciencia de un maldito ejecutor. La paciencia que se deshacía como se separa el agua del metal o la roca y la arena. Aliizer Bugg iba a empezar a hablar de un momento a otro. Chris mantuvo la sangre fría y contuvo la voz. Un gritito sonó de repente. Salieron disparados hacía el lugar del grito. Una mujer yacía muerta en el suelo despilfarrando la sangre que le quedaba. Unas letras habían quedado grabadas en el cuerpo.

«El rey dios va a ser destituido, y va a haber muertos».

141


El ejecutor moriría pronto porque seguro que ese rey dios no velará cada noche por el futuro del Mundo Tangible. La inauguración había sido trasladada al comedor.

Gaelan había sido el ejecutor que Khanssash había elegido para la inauguración. El sargento Ilem se lo había recomendado. Ilem también había acudido a presenciar la matanza del rey dios. Gaelan se deslizó por una viga del techo desprendiendo volutas de polvo.

Desenvainó un cuchillo arrojadizo. Una persona

cayó al suelo. Luego otra. De lo que no se dio cuenta fue de quién le seguía. Otra persona cayó al suelo. Ilem disfrutaba de la caída de los nobles al suelo. Gaelan se movió un poco más y volvió a disparar. —Estamos aquí… —Aliizer siguió despilfarrando palabras para la inauguración de su vida eterna. Gaelan mató a otro y se siguió desplazando. Miró hacia atrás y vio a dos asesinos más. Chilló y cayó con estrépito. 142


— ¡Maldita sea! –gritó el sargento Ilem. Carzo se ocultó con Chris. Khanssash se agachó. Gaelan emitió un quejido y resopló indignado. Khanssash le «arrestó». Al cabo de un rato volvieron a entrar y no hubo ni una molestia en toda la celebración. Gaelan no podía interrumpir más. Ilem no era capaz de involucrarse. Khanssash pospuso la matanza para otro día. Había fallado. Gaelan había fallado, el sargento Ilem había fallado. Todos habían fracasado. «Maldita Orden. Morirán»

143


8 Los Juegos De Sacrificio

I

LEM estaba decepcionado con Gaelan. El ejecutor estaba perdiendo facultades. Seguían en Gibaín. En una gran casa al borde del mar. Gaelan y él se habían peleado y se volvían

a

pelear

con

sólo

verse.

Khanssash estaba con el resto de su séquito. Ilem encontró a Gaelan entrenando en el piso de arriba. Ilem desenvainó. Gaelan cambió de arma y esperó a que Ilem le atacase. —Puedes camuflarte en las sombras, puedes parecer un borrón de sombra pero nunca serás invisible —dijo Ilem. Gaelan arqueó una ceja. Ilem embistió. El elegido de Khanssash se apartó con elegancia. Gaelan hizo una finta y atacó. El sargento lo paró con su acero 144


en el último instante. Gaelan desenfundó una cuchilla e hizo un amago de tirársela. Ilem quitó la espada y golpeó la cuchilla de Gaelan. Esta cayó. Gaelan sonrió y lanzó una estocada a Ilem. El sargento rodó por los suelos esquivando los golpes que Gaelan le propinaba. Gaelan tropezó y cayó. Ilem se levantó y se aferró a una barra metálica, trepó por ella y se asió a uno de los ganchos que pendían del techo. Hizo fuerza para mantenerse con pies y manos aferrados a unos ganchos. Gaelan lo imitó. El sargento no se movió ni hizo ningún movimiento de ataque. Gaelan poseía más fuerza y pudo avanzar. Observó el techo alto y comprobó que podía levantarse. Se levantó y caminó. Tropezó y cayó. Se aferró a los ganchitos más cercanos y siguió avanzando. Estaba al lado del sargento y no tenían manos para pegarse. —Suéltate —sonrió Gaelan. Ilem soltó los pies y quedó en la misma posición que Gaelan. Saltó. Al caer flexionó las piernas y rodó.

145


Al incorporarse, Gaelan no estaba. Se había embozado con los colores del lugar. Caminó pulcramente y buscó. Una sombra le empujó bruscamente hacia delante. Gaelan se hizo perceptible a su espalda. Ilem se puso al lado de la chimenea. El rumor de unos dedos de fuego crispándose sobre unos troncos no lo distrajo. Gaelan lo acorraló e intentó matarle con la espada. Ilem se agachó y pasó por debajo de sus piernas. «Nunca he intentado hacer eso, va él y le sale», pensó Gaelan. Se volvió y un sablazo lo recibió. Lo paró con la mano. La espada, por suerte, no le atravesó sino que le hizo un tajo. Se agachó y lanzó un cuchillo arrojadizo. Ilem cerró las piernas cuando estaba pasando por ellas. Su cara se aplastó entre las piernas del sargento. Hizo fuerza para escapar del abrazo rival. Se arrastró y escapó. Ilem le empujó. Chocó contra un ventanal. Este resistió al impacto. Otro sablazo le rozó la mano. Su mano herida no le serviría de mucho. Las preocupaciones ajaron su rostro prematuramente. Otro sablazo iba destinado 146


a él. Interpuso su acero que salió despedido hacia el ventanal. El ventanal se rompió. Ilem empujó a Gaelan que se precipitó por él. Unas barras metálicas curvadas pertenecientes al balcón en construcción le permitieron agarrarse a algo antes de precipitarse al vacío. Se aferró a una barra. Estaba oxidada y su rostro se ajó aun más. Su mano herida se cortaba mucho con la barra oxidada. Su mano se ajó todavía más que su rostro. Observó que Ilem se iba escaleras abajo a ver su cadáver flotando en el mar. Se aferró con fuerza sin importarle nada la salud de sus manos. Subió la otra mano a la barra. Destrabó su mano herida del metal oxidado. Su sangre se despilfarró sobre el vacío. Ilem estaba justo debajo. Tuang—sssss. Un virote atravesó su pie. Soltó un alarido. El arco carsoliano se volvió a cargar y disparó. Tuang—sssss. Le acertó en el otro pie. ¡Lo estaban acribillando! Ilem tenía a la milicia detrás y le había delatado. Ilem había sido ascendido a sargento superior. 147


Tenía derecho a tener un castillo y un palacio con esclavos. «Maldito retrasado». Gaelan trató de escalar. Se rajó la espalda. Y la mano se ensangrentó con rapidez. No conseguía subir con dos pies inertes y una mano herida. Se soltó. Se agarró a otro balcón rajándose la mano y recibiendo

flechazos.

Tuang-sssss.

Un

virote

venenoso

pasó próximo a su cara. Ya no quedaban balcones antes del impacto contra el mar. Un último flechazo le atravesó el pie antes de sumergirse en el mar. El agua atravesó sus labios y penetró por su boca a una velocidad vertiginosa. Su boca recibió un sabor salado. Escupió pero enseguida una ola lo volvió a sumergir. Nadó buscando un lugar en la orilla que no ocupase la milicia. Todo estaba repleto. Bugg estaba ahí. Sintió que no pertenecía a ninguna parte del mundo. Su sargento le había traicionado. La milicia le buscaba. Se camufló. Salió para coger aire y nadó hacia la orilla. Saldría pasara lo que pasase. El agua ya no 148


le cubría y apenas le alcanzaba la cintura. Salió del agua y escupió en la arena. Tuang-sssss. Le habían visto. Corrió. Un soldado le seguía. Se paró y le clavó la espada. Una sombra apareció por el horizonte. Parecía un ángel caído que iba a recogerle. Iba vestido de ejecutor. Un rebelde. Mataba como un dios. Una cresta de sangre rodeaba las cabezas que cortaba. Gaelan salió corriendo hacia la batalla. Era una locura estando herido pero no iba a dejar al asesino solo. Tuang-sssss. El asesino esquivó el flechazo. Ilem fue contra Gaelan. Él le pegó un puñetazo. Luego otro. Y otro. Quería mutilar a Ilem. Matarlo a puñetazos. ¡Crac! La nariz de Ilem se rompió. Ilem le intentó pegar un tortazo. Al instante una espada estaba en su garganta. Gaelan nunca perdería sus facultades. Ilem era escurridizo tanto para él como para todo el mundo. Se escapó. 149


Los que quedaban, que no eran pocos, se recluyeron en la casa. Gaelan y el otro ejecutor entraron. Fueron al cuarto donde se recluían todos. Entonces se produjo uno de esos momentos de una cotidianidad aterradora que se daban en pleno caos de una batallita; Gaelan los había presenciado antes y nunca podría acostumbrarse. Uno de los arqueros pasó su arma a un compañero, derrumbó la puerta y la cogió. —Disculpa —dijo al capitán que había intentado contribuir en la matanza de los ejecutores. En su voz no había sarcasmo, sino simple educación. Arrancó la puerta de los dedos agarrotados del capitán caído, volvió al hueco de la escalera y colocó la puerta en su quicio ante la mirada de los dos ejecutores. En ese momento atemporal, antes de que la realidad se les echara encima de nuevo, el ejecutor Gaelan observó a los soldados, nobles. Ellos lo miraron. Esas eran las personas que habían estado dis150


puestos a jugarse la vida para rescatar al rey dios. Hombres valientes, por muy necio que fuera alguno, pensó mirando a Ilem escudado tras un cuadro. Esos eran los hombres que le habían querido matar y a los que él había conducido a la muerte. Gaelan mató a casi todos menos a los más necios que se le escaparon, como Ilem. Al matar a esos hombres, Gaelan eliminaba a quienes probablemente más se opondrían al escape del ejecutor y su rescatador. Por debajo del borboteo y la respiración trabajosa del soldado moribundo, Gaelan oyó otro sonido. Sus oídos lo identificaron de inmediato: el cabestrante de una ballesta al cargarla. Clic, clac. Clic, clac. —Para que sepáis a quién maldecir cuando muráis —dijo una voz con siniestro regodeo desde su escondrijo—, soy el cabo… El hombre que les seguía cayó muerto al suelo. El borboteo de la sangre aumentó. Había otro asesino. Bajaron la escalera. Una chica llorando se interpuso entre ellos y la salida. 151


—Han… matado a mi… padre… ustedes… qué clase de… de monstruos sois –farfulló la chica desconsoladamente. Gaelan hizo ademan de abrazarla para consolarla. Su salvador adivinó un brillo metálico bajo el vestido de la chica. —Me llamo Chris —dijo su salvador. Agarró un cuadro y golpeó a la chica con él—. Apártate de ella. El llanto de la chica se hizo insoportable. El borboteo y la respiración trabajosa de los moribundos cesaron por un momento. El llanto de la chica se volvió inaudible y luego fue ahogada por la respiración cada vez más trabajosa de los moribundos. Se convirtió en un gruñido. Acuchilló al aire y luego fue acuchillada por su propia arma. Chris le pusó el cuadro y la cuchilla encima caballerosamente. —Yo me llamo Gaelan. Salieron de aquel valle de sangre y fueron a algún

lugar

más

tranquilo.

Todo

por

una

pelea

con

Ilem. Habría acabado en una pelea a muerte entre dos. Y no en una guerra civil contra ejecutores. 152


—Salí a cazar algo para comer –contó Chris— cuando vi a toda la milicia reunida persiguiéndote. Mi instinto me obligó a ayudarte. Soy una máquina de matar. —Para mí eres un salvador –en su voz no había sarcasmo, sino agradecimiento. Buscaron a Ilem para mutilarlo. El tiempo pareció pararse en todo lo que estuvieron buscando. La gente se tiraba horas haciendo la misma cosa repetitivamente. Ilem probablemente matar. El despilfarro de sangre de la casa todavía resonaba en la mente de Gaelan. La gente trabajaba en las cosas más cotidianas de la vida. Como si nada hubiese pasado. Aquella fase atemporal extraña ya había pasado. Iban a matar a Ilem. —Disculpa —le dijo a Gaelan con educación— los Juegos de Sacrificio… —Lo sé –dijo con pesar—. Habrá guardias apostados en todas partes. —Iré contigo otro día. Mataremos a Ilem. —Le mutilaremos –corrigió Gaelan.

153


Los dos asesinos se despidieron y cada uno se fue por su lado. Gaelan lo sabía todo. Había mentido a los soldados de Aliizer Bugg. Él también estaba involucrado en la estratagema de Khanssash. Ilem había engañado a los gobernantes criminales del mundo y sin darse cuenta él también estaba cometiendo un delito. Christopher

anduvo

deprisa.

La

leve

brisa

del

atardecer azotaba su cara y revolvía su pelo. Andando a ese ritmo llegó pronto al castillo de Gibaín. Una

torre

vigía

antaño

abandonada,

estaba

siendo

utilizada para administrar nombres.

El Maestro sería el hombre que dijese los nombres del primer combate. El resto de la Orden, luchadores y espectadores, estaría presente. Sería rápido. Los Juegos se iniciarían ese mismo día. El límite de tiempo antes del empate era del momento en que empieza el combate hasta que anocheciese o fuese la hora de comer. No era complicado.

154


Vio a Zarzai con Makerace y Rensif. Sonrió. Aliizer Bugg ya había llegado. Era la hora. Le tendió la mano al rey dios y este correspondió al saludo. El rey dios no era malo. Al principio, mataba a los que se le oponían. Luego las cosas se tranquilizaron y Bugg era un buen rey dios. —Próximo combate: Trrojz de Torrealta contra Zocat de Lactora, la isla perdida —anunció el Maestro. Torrealta tenía mejores luchadores que Lactora. Lo más probable era que Trrojz ganase a Zocat. El Maestro avistó a Chris en la lejanía. Ya venía. Trrojz y Zocat subieron a la plataforma en la que el Maestro y Bugg se habían saludado amigablemente. Cogieron armas. Trrojz calentó —cosa que lo calificaba buen deportista —mientras que Zocat lanzaba estocadas al aire calculando los sonidos que producían. Se notaba su gusto por las armas ligeras. Clic, clac. Clic, clac. El oído del Maestro identificó una ballesta, el cabestrante de una ballesta al recargar. ¡Un asesino intentaba infiltrarse! Se oyeron gritos de mujer. El 155


Maestro y Bugg se tumbaron detrás de una protuberancia de la plataforma. En esos tiempos, las cosas estaban preparadas por asesinatos y atentados en festejos.

Christopher estaba atemorizado al oír el cabestrante de una ballesta al recargar. Temía por Gaelan. Fue el primero en correr hacia la puerta, pero también el único. Los demás se habían refugiado, y si alguien más había salido ese era Carzo Zarzai. No era Gaelan. Pero la imagen helaba la sangre en las venas. Jed Dews y el resto de su grupo habían llegado después. Un compañero puso una cara extraña al ver al máster tirado en el suelo con sangre en el labio y un proyectil clavado en el costado. Para alivio de algunos la herida era superficial. Todos los compañeros de Dews y él miraron a un luchador que ponía cara de «no fastidies». — ¡Flup! –le regañaron los del Ba`yagé.

156


—Vi a su mujer –replicó Flup—. No podría verla viuda. Era terrible y no sé cómo pero han vuelto de Ykler. Chris alargó la vista. Efectivamente, una mujer estaba tendida boca abajo en el suelo mirando a su marido. —Hola –dijo el máster. La pierna del máster estaba hendida en dos —. Soy Vürd, el máster. Sé por qué sigo vivo. Mi mujer hizo retroceder a un ejecutor. Flup asintió con la cabeza. —A la horca, ¡intento de asesinato! La voz de Zarzai acalló al guardia. Todos se desplazaron al estadio. Trrojz y Zocat se colocaron en sus posiciones. —Que empiece el combate –dijo el guardia. Al instante Zocat estaba cuerpo a cuerpo contra Trrojz. Le había arrebatado sus armas. Trrojz se alargó buscando su espada. Zocat le inmovilizó incrementando más fuerza a cada movimiento. Trrojz de Torrealta reptó como una serpiente intentándose librar del abrazo de Zocat. 157


Por un momento, Trrojz sólo se fijó en el rumor del público animándole a matar a Zocat. Una patada en el costado hizo rodar a Zocat de Lactora por los suelos. Trrojz se agarró y se equipó de su espada más la de su rival. Zocat se deslizó como un felino reptando por el suelo. Trrojz no consiguió fijar a su objetivo y recibió varios golpes en la cara por la distracción de las voces del público. Un golpe de suerte a favor de Zocat le hizo conseguir de nuevo su arma. Ahora, Trrojz tendría una distracción a parte de Zocat, el fervor del público. Zocat le asestó un golpe seco en la mejilla. Trrojz volvió a encargarse de su problema principal. Una lluvia de estocadas y fintas cayó sobre Zocat que iba retrocediendo poco a poco. El atributo de Lactora paró forzadamente las ligeras y dolorosas estocadas, sabiendo que el más nimio de los fallos que cometiese conllevaba la muerte. Otra fuerte estocada cayó ligera como una gota de lluvia sobre su espada que estaba empezando a partirse. Trrojz lanzó la espada buscando un poco de suerte pero esta gota 158


de esperanza nunca existió. El público ovacionaba ahora a Trrojz por sus osados movimientos. A Trrojz le pareció ver unos ojos vidriosos en Zocat pero, por desgracia, era sólo una ilusión. El lanzamiento de su espada nunca sirvió. Zocat no tenía los ojos vidriosos, lloraba de ira. Se sentía traicionado por el público. Lanzó los mejores golpes de espada que sabía ejecutar, pero Trrojz se movía a la velocidad del relámpago. Él no podía lanzar estocadas a la velocidad del atributo de Torrealta. Sin darse cuenta estaba haciendo retroceder

a

Trrojz

hacia

donde

yacía

su

espada.

Trrojz esquivó un golpe y se apoyó contra la pared del estadio circular. Esquivó otro golpe que Zocat le proporcionaba. La espada semi rota chocó contra la pared y cayó al suelo hendida en dos partes. —Disculpad —dijo Trrojz con respeto al agarrar su espada. Sin sarcasmo, solo era caballeroso. Alzó la espada e hizo que Zocat se arrodillara. Alzó la espada todavía más alta y la dirigió hacia el pescuezo

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de Zocat. En el último momento Zocat lo esquivó y agarró su espada rota. —Discúlpeme usted a mí —se burló Zocat. Trrojz imitó a Zocat. Se apartó. Hizo una finta y descargó los mejores golpes que pudo. Una ligera llovizna cayó sobre ellos. La tierra se ennegreció hasta parecer barro o tal vez serlo. Las paredes caladas de agua se volvieron negro azabache. Zocat resbaló. Trrojz esta vez sí, le cortó la cabeza. El cuerpo de Zocat cayó al suelo causando no gran estrépito. Su cabeza se unió al estadio como una piedra más. —Trrojz de Torrealta es el vencedor –proclamó el Maestro. Velaron por el difunto Zocat e hicieron un pequeño festejo por el primer combate.

Christopher presenció el encontronazo carente de emoción. A él le gustaba matar, no presenciarlas. El festejo no había sido largo, sucedió en mesas en las que cabían una docena de personas o el doble catorce escalones debajo de la sala del trono (evidentemente 160


ocupado por Aliizer Bugg). Bugg llamó a un bufón. Chris salió del estadio y del castillo. Buscó a Gaelan. Ilem iba a ser mutilado según había dicho Gaelan. Chris «necesitaba» matar. Se internó en la espesura que separaba la costa del centro. Caminó durante horas en busca de una sombra algún clic, clac. Clic, clac o un Tuang—sssss que sus oídos pudieran identificar. Silencio. Un silencio sepulcral y siniestramente peligroso se cernía sobre la espesura. — ¡Ahhhhhhh! –unos gritos de guerra resonaron por la espesura. ¡Todo un campamento Hy`shuy se le venía encima! La tribu de Hy`shuys avanzaba imparable por la espesura. Tuang-sssss. Llevaban buenas armas. Clic, clac. Clic, clac. Un humano medio animal cayó. Era una tribu Mestiza. Otro ser irracional cayó. Un arquero estaba clavando virotes en los cuerpos Mestizos. Escaló el árbol más cercano y saltó a otro. Gaelan se giró y le saludó. 161


—He descubierto los planes de Khanssash –informó. —Soy todo oído. —Aliizer Bugg adora Nesolia. Y Khanssash también. Pretende ser rey dios. Rey. Solo rey. Sin esa ínfula de dios que se proclamaban los reyes a sí mismos. Por gobernar casi todo el Mundo Tangible, a pesar, de que haya más nobles al servicio de sí mismos que al del rey. »Hy`shuy, nobles, montañeses, férnilos y Mestizos a su servicio, es todo lo que he oído –dijo Gaelan. —Los Hy`shuy son los más débiles –dijo Chris. —Han matado al barón Hatov, primo de los Gywe – dijo Gaelan. Era su forma de decir que eran peligrosos. —Y a… —Gimlard, un hombre… —…serpiente que era mi amigo –completó Chris. —Lo siento. Christopher ladeó la cabeza. Los Hy`shuy obedecían órdenes de un mayor. Le resultó familiar y a Gaelan le recorrió un sudor frío. 162


—Ilem –murmuró. Saltaron del árbol y caminaron sigilosamente hacia el sargento. Este ladraba órdenes como un loco. El ejecutor lanzó un guijarro blanco al Hy`shuy más cercano. Otro guijarro blanco recorrió el aire directo hacia Ilem. El objetivo se apartó y se alejó del grupo. «Perfecto –pensó Chris—, justo donde queríamos» Tuang—sssss. Gaelan condujo a varios hombres a la muerte y después lanzó otros tres guijarros. Ilem se hallaba no

muy lejos del cauce de un río. Otro gui-

jarro, esta vez negro, flotó en el aire y rebotó contra Ilem que cayó sobre una roca. Chris y Gaelan agarraron dos guijarros negros y comenzaron a matar a pedradas al hombrecillo infeliz. —Muere… infeliz –dijo Gaelan con una voz curtida. Amorataron los ojos de Ilem y con una espada trazaron cicatrices con forma de equis y flechas. El fino pelo castaño de Ilem caía en cascada a sus hombros. Pronto ese pelo acabó en el suelo totalmente

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enredado.

Los

ojos

amoratados

de

Ilem

suplicaban

piedad. »Me deberías haber dado otra oportunidad. Ahora muere. Otro guijarro golpeó la cara de Ilem. A Chris le gustaba cargarse personas, pero no de ese modo. Le dio dos pedradas más y le hizo un tajo ascendente que cruzaba la yugular. Un baño de sangre inundó el cuerpo del difunto. Sus pulmones, seguramente estuviesen cargados de sangre y una vez en la Vida Eterna,

en

el

Paraíso,

sus

peores

pesadillas

serían

aquellos guijarros blancos. Los negros golpeando su cara, y el rasgar de las cotas de malla. Sobre todo, los guijarros acabando con su vida, golpeando su cara. A Chris le hubiese gustado ejecutar directamente el tajo que cruzaba la yugular de ese hombre, pero Gaelan no se lo había permitido. Gaelan había dejado claro que nadie jugaba con él, él jugaba con ellos. El final de Ilem, había sido también la venganza de Gaelan. 164


Gaelan envainó la espada y miró a Chris. —Ángel Caído, ese eres tú —dijo. —Solo Los golpes y cicatrices eran justicia y el tajo final piedad. Acabar con su vida redimiéndole de una muerte lenta.

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9 El Fin De Glasdus ter se había permitido el lujo de que

Y

otro participase en los Juegos en su lugar. Christopher había sido el elegido por Khanssash. Utter también se había permitido ese lujo. Alguien fuerte pero poco importante, Me. Mequino Gorgol. El luchador.

Me Gorgol. Yter gozaba ahora de un profundo sueño en el que soñaba: Los Juegos de Sacrificio han comenzado, la vuelta atrás es inexistente,

imposible. Los atributos de-

ben saltar a la arena. El primer combate de Trrojz contra Zocat muy empatado en el que al final la cabeza de Zocat rueda por los suelos. Yo debo salir a luchar contra Carzo Zarzai, el famoso asesino de Nesolia. Todo por un sabotaje. Lucho con calma pero con la certeza de caer de bruces y no sentirlo por-

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que he perdido la sensibilidad, porque he muerto. Me muevo a un lado y luego interpongo mi acero ante el de Zarzai. El sabotaje ha hecho que los atributos de Nesolia peleemos contra los representantes de nuestro propio país. El combate empieza con el fin de la frase del sargento Ilem, tras la muerte del Maestro. Zarzai oculta sus pisadas y su cuerpo nada más empezar el combate. Me muevo y un sablazo corta el aire al lado de mi cabeza. Respiro aliviado y trago saliva sabiendo que esa pelea lleva atados con gruesas sogas esos peligros. Yter se movió en sueños, parpadeó aturdido en sueños y volvió a cerrarlos… tal vez para siempre. Un golpe en la tripa me deja aturdido y caigo al suelo con la respiración entrecortada. Me levanto entre jadeos e interpongo mi espada parando otra perfecta estocada del rival. La arena se levanta ayudada por el viento. Respiro profundamente inhalando arena. Lanzo un cuchillo arrojadizo al ejecutor que trastabilla esquivando sus golpes. Carzo se echa a la boca un diente de ajo y una de las bolitas 167


de patatas que lleva en un pequeño cinto. Yo aprovecho para atacar. Zarzai se mueve hacia un lado.

Me

Gorgol lo observa desde las gradas. La zaga de Zarzai se debilita a cada golpe. Yo jadeo de emoción. El rostro de Zarzai se aja al ver un cuchillo arrojadizo volar por el aire. Meridano Gorgol tuerce el rostro en una mueca de horror al ver el cuero cabelludo de Carzo ensangrentado. Yo recibo con euforia el abrazo de las voces del público. La arena se vuelve a elevar por los aires y a penetrar por las narices de los rivales. Carzo tose sangre y muere ahogado por la arena y mi mano desnuda apretando su cuello. Zarzai muere. De pronto un flechazo atraviesa mi pulmón. — ¡Trampa! ¡Tramposos! –grita el dueño del virote. Siento que mis pulmones revientan y se inundan. Chillo involuntariamente y voy perdiendo la nitidez, oigo un pitido muy agudo incesablemente. Me ha desaparecido. Todo ha desaparecido. Solo veo blanco. Mi cuerpo ya no respira y he perdido completamente la 168


sensibilidad

y

entonces

voy

ascendiendo

hacia

el

cielo o… al infierno. Yter se levantó gritando y empapado de sudores fríos. Jadeó y se estiró temblando. No es justo. Siempre que Yter ganaba una pelea en sueños, siempre acababa muerto. ¿Por qué? ¿Por qué el codicioso de Khanssash era superior? No entendía por qué. — ¡Yter! —Utter le llamaba dándole bofetadas—. Despierta, dormilón. Yter saltó de la cama, se vistió y miró por el ventanal. El sargento Ilem hablaba con Khanssash. Esos miserables Ilem y Khanssash no se merecían sus puestos. Habían traicionado a Bugg y era casi seguro que una docena de hordas Hy`shuy estuviesen atacando la Casa de Bugg. Y también la Mansión Gywe. Los Gywe estaban con Bugg. Ahora mismo él era un infiltrado, él trabajaba con Aliizer. Nada de Khanssash. Se iba hoy. Utter lo acompañaría. —Adelante –dijo Yter ya dispuesto a irse. Bajaron y salieron por la puerta trasera. Se fueron. 169


Bugg había contemplado las muertes de sus soldados. Tanto tiempo de paz no podía ser tan bueno. Nolin de Gywe ladraba órdenes a los soldados y Ulaine el general supremo peleaba con fiereza. El general supremo Ulaine y Nolin de Gywe defendían a Aliizer IX de Bugg. Un Hy`shuy lanzó una flecha a la ventana. Utter e Yter vendrían. —La planta baja esta libre, han matado a todos menos a algún noble que se haya escapado –informó Nolin de Gywe. —Tu hermana, Natalye de Gywe está bajo nuestra protección –aseguró el general supremo Ulaine. El señor Gander de Gywe estaba en Ykler luchando contra Glasdus. Y Natalye, Nolin y Cesia de Gywe estaban protegidos por el general supremo Ulaine y el propio Bugg. Cesia y Natalye estaban en uno de los pasadizos del castillo. Todos los que quedaban

se

recluían en la sala del Trono. Ulaine arrebató la vida a tres hombres y cerró la puerta. 170


—Nolin ayúdame a mantener fuera a los Hy`shuy – dijo Ulaine. Aliizer IX de Bugg ejecutó un hechizo de bloqueo en la puerta. Un arco se clavó en la puerta. Dos hordas de soldados se prepararon esperando una orden del rey dios Aliizer IX de Bugg o del general supremo Ulaine o incluso del señor Nolin de Gywe. Nolin pensó en Gander de Gywe, su padre matando a Glasdus. Eso le dio fuerzas. Cuando el corazón de Glasdus hubiese dejado de latir, Gander y sus tropas les ayudarían. Otra flecha se clavó en la puerta. Se oyó un salpicón de sangre rebotando contra las paredes. Toc, toc. — ¡Abrid! –gritó alguien tras la puerta. — ¿Quién es? —Soy el barón Hatov –dijo. —Entonces está muerto –dijo Nolin de Gywe. — ¡Me van a matar! —Abrid –ordenó el rey dios –si es otro usurpador Hy`shuy matadlo, preparaos. Abrieron la puerta y dos soldados cayeron. 171


—El barón Hatov es un usurpador y no le mataron – dijo el general supremo Ulaine. — ¡Maldita sea cerrad la puerta! –dijo un soldado antes de pasar a soldado difunto. Me Gorgol era uno de los soldados. Me era fuerte pero herrero. Mató a un soldado y después se ocultó. —Cargaos a Hatov –ordenó Aliizer IX de Bugg. Hatov salió corriendo a la planta baja del castillo. Los Hy`shuy le imitaron. Un mago apareció blandiendo una espada de poder. —Tienen a Jo, la espada mágica –gritó un soldado antes de acabar masacrado por Jo. Nolin, Ulaine y Aliizer saltaron por un pasadizo secreto. Un hatajo de idiotas Hy`shuys se puso delante del hechizo de Jo. El general supremo atrajo a los soldados de los dos escuadrones y entraron en el pasadizo. Cesia y Natalye de Gywe estaban allí. Cerraron las puertas tras

de

sí.

Eran

solo

dos

veintenas

de

hombres.

Tuang—sssss. —Tardarán días en derrumbar la puerta. 172


—Tienen a Jo –dijo Nolin de Gywe. —Entonces recemos –dijo Aliizer IX de Bugg. Esperaron a que sucediese algún milagro en Gibaín.

Gander

de

Gywe

luchaba

contra

los

piratas

de

Glasdus. Yurik y Povic luchaban con él. Glasdus mató a tres hombres de una estocada. El escuadrón Acero había caído al instante pero la Horda del Nono, hecha en honor a Aliizer IX de Bugg, no. El escuadrón que manejaba el ujier del palacio de Ykler permanecía en pie. El ujier era Jastro que ahora luchaba contra Glasdus. Jastro lanzó una estocada ligera pero Glasdus lo esquivó y cortó la aorta y en un tajo ascendente la yugular. Jastro murió tosiendo sangre. Glasdus

solo

disponía

de

una

docena

de

piratas.

Glasdus era temido y Jastro acababa de entender por qué. Yurik mató a un cuarto de los soldados que quedaban. Povic a otro cuarto eso le llevaba a tener que matar a media docena de piratas y a Glasdus. La Horda del Nono había perdido a la mitad de hombres 173


que los piratas. Gander de Gywe había comprendido ya el ritmo de las peleas. Giro e inmovilización. Tajo ascendente y puñetazo. Patada en la tripa y puñetazo. Corte y defensa. Todo tenía su propia canción. Y su propio ritmo. Jadeó y mató a dos hombres. Una estocada le pasó a medio centímetro de cortarle la cabeza. Otra a un cuarto. Y no hubo otra. Povic jadeaba contento y esbozaba una sonrisa satisfactoria. Le tendió la mano. Yurik le ayudó a defenderse. Gander desenvainó de nuevo y mató a otros dos hombres. El resto, incluido Glasdus les habían acorralado. Povic, Yurik y él suspiraron. —Vosotros ganáis —se rindió el señor de Gywe. —Tirad las armas —les ordenó Glasdus. Povic y Yurik nunca se rindieron. Mataron a todos los soldados de Glasdus pero Povic cayó primero. Glasdus avanzó un poco y posó su cuchillo en la garganta de Gander de Gywe. Yurik gritó y tiró a Glasdus al suelo. Yurik era un mago profeta además de gran luchador de la Horda del Nono. Rodaron por el suelo. 174


—O le matas ahora o todos tus amigos y familiares morirán –profetizó Yurik. Glasdus estaba bocabajo. Y él tenía un cuchillo en la mano. Avanzó un paso y cortó la piel del pirata. No quiso clavar el cuchillo. —Mátalo —ordenó Yurik—.O si no voy a morir. Le tembló la mano, clavó el cuchillo en el costado y lo retorció. A Glasdus le dio una infame rabia sentir el cuchillo retorciéndose. Gander de Gywe destripó al pirata y le rajó el cuello. Glasdus esbozó una sonrisa amarga. —Morir no esta tan mal. Nunca… pensé que hoy sería mi último día. ¿Quién lo iba a decir? –dijo antes de morir. —Yurik, volvemos a Gibaín. Rescatemos a Aliizer IX de Bugg y a los Gywe. Yurik asintió. Recogieron armas y acudieron a la costa. Alquilaron una barcaza y regresaron a Gibaín. —Glasdus, el temido, el pirata ha muerto –comentó Gander de Gywe. Avanzaron lentamente por las aguas. 175


Al llegar desembarcaron y corrieron a la ciudad. Había indicios de una avanzadilla de Hy`shuys avanzando. Cruzaron el Puente Real de Oriente a toda prisa. Gander conocía con detalle todos los pasadizos secretos del castillo. Povic, uno de sus hombres de confianza había muerto a manos de los piratas, o del pirata. Sobornaron al guardia y entraron. La planta baja estaba repleta de Hy`shuys felices por su cacería. Pasaron inadvertidos gracias a la sombra de las rigurosas estatuas de mármol. Subieron las escaleras agachados y en ocasiones, fingiendo ser dos de los cientos de cadáveres. En la planta de arriba un mago manejaba la espada legendaria, Jo. Yurik le ahogó y dejo a Jo en el suelo. La vida importaba más que una espada que solo podían coger los grandes magos. Distinguió un pasadizo marcado por una gota de sangre. Que astutos los Gywe. Lamentó no haber traído tropas. Uno o dos millares de soldados poblarían la planta baja en cuanto mandasen soldados. Si es que al poderoso noble 176


que había mandado Hy’shuys se le antojaba. Abrió el pasadizo y él y Yurik entraron antes de que los Hy’shuys se enterasen de la caída del gran mago que manejaba a Jo. Cerró la puerta tras de sí. Nolin, Cesia, Natalye de Gywe y el general supremo Ulaine los saludaron. Aliizer IX ya había visto que sólo venían dos. — ¿Cómo diablos les venceremos? Los refuerzos son Khanssash y los suyos. Me temo lo peor y Khanssash no lo sabe –dijo Aliizer IX de Bugg. Gander de Gywe supo que esta vez no había escapatoria, la familia de los Gywe podía desaparecer. —Luchemos. Tenemos a Jo –dijo Nolin de Gywe. —Pero a nadie para empuñarla –replicó el general supremo Ulaine. Nolin abrió el pasadizo. Tenía la sangre de un verdadero guerrero. — ¿Quién me sigue? El general supremo Ulaine levantó la mano. Gander, su padre también. Un grupillo de cinco soldados del escuadrón del Nono le seguían. 177


—Peleemos –dijo Nolin de Gywe. Cesia, Natalye y el rey serían protegidos por los soldados del escuadrón. Un noble se les había unido. Seis personas contra tal vez millares de Hy`shuys. Era un suicidio. Uno a gran escala. — ¿Alguno es mago poderoso? —preguntó Gander. El noble que se había unido era un mago, no legendario ni mucho menos. Pero era una pequeña ayuda. Yurik les seguía. Era uno de los seis. — ¿Cómo te llamas? —preguntó Yurik al noble. —Soy Fergus. Vengo de la tierra. Fergus, Yurik, Gander, Nolin y el general supremo siempre acompañado por un soldado bajaron las escaleras cautelosamente. Un Hy’shuy fue ahogado y su cuerpo ocultado. Yurik era el más adelantado. A la señal disparó un cuchillo arrojadizo al guardia más apartado. El guardia encargado de escoltar a Ulaine parecía nervioso. Su rostro estaba cubierto por una gruesa tela. Se retiró la tela para coger un poco de aire. Meridano Gorgol. Nolin le reconoció al instante. Yurik 178


avanzó más.

Un poco más. Se puso al lado de un

guardia. —Hola —susurró. Acto seguido le mató sin darle oportunidad para engendrar al más mínimo sonido. Todos se pusieron a su altura. A eso se le podía llamar matanza: avanzar sigilosamente matando a centenares de personas. Se tiró al suelo hacia el general supremo Ulaine. Miraron la estructura del techo, con vigas de madera. Esa cámara tenía recovecos en lo alto del techo. Sin duda, estaba preparada para espías. Un espía lanzaba bolas acabadas en punta, seguramente envenenadas. Otro cuchillo arrojadizo voló hacia el espía. Se cayó sobre el recoveco aparentemente dormido, pero en realidad muerto. Los Hy`shuys les habían descubierto. Tuang-sssss. Meridano volvió a salvar a Ulaine de la mortífera flecha de un arco carsoliano. Povic era un experto en homicidios y magnicidios. Pero había muerto junto a Jastro, el ujier, contra Glasdus ahora muerto. Un Hy`shuy corrió, espada en mano, direc179


to a ellos. Nolin de Gywe también corrió hacia él. Se agachó esquivando la estocada enemiga y asestando un golpe letal en el corazón. Gander y Yurik se unieron a él. Me y Ulaine se limitaron a matar a los hombres que pasaban la zaga que Yurik, Gander y Nolin les proporcionaban. Fergus creó una barrera defensiva. Era endeble y fina pero aguantaría lo suficiente para poder matar a los espías apostados en el techo sin que ellos les matasen. Ulaine lanzó otro cuchillo al espía más próximo. Este no moría. — ¡No merecéis ni que os diga mi nombre para poder maldecirme cuando tengáis una espada clavada en el costado! ¿Me oís pequeños

usurpadores? Al Nono

ni una pero para vosotros todas –dijo Nolin de Gywe matando al último Hy`shuy de las escaleras. El general supremo vio una sombra. ¿Era Khanssash? ¿Los rescataba o venía para matarles?

180


Cesia y Natalye no aguantaban más tiempo en ese refugio. Aliizer IX de Bugg se movía nervioso. Tampoco parecía gustarle aquel lugar. Se abrió la puerta trasera del pasadizo. Yter y Utter venían para salvar al rey. —Cien montañeses con nosotros –dijo Yter sonriendo. —Gander de Gywe y su hijo están con Meridano Gorgol y con el general supremo Ulaine. Un noble mago que se hace llamar Fergus va con ellos. Matando – aclaró la señora de Gywe. —Entrad

por

la

puerta

delantera.

Asestemos

un

golpe a traición –propuso Natalye de Gywe gesticulando con las manos. El Nono aprobó la propuesta pero él no podía arriesgarse. Los Hy`shuy no eran tontos. Cesia y Natalye estarían con él. Pero… en el exterior. Nada de pasadizos y refugios. Yter y Utter salieron con los que restaban del escuadrón del Nono. Los montañeses no se andaban con chiquilladas. Habían asistido a

181


los problemas menos nimios que habían surgido en el Mundo Tangible. Yter dirigió a los soldados. Con una seña todos se movieron a paso ligero pero silencioso. Dos colocaron paja en la puerta cerrada del castillo. La prendieron usándola como combustible para quemar la puerta de madera. Corrieron hacia atrás y escucharon la agonía de los Hy`shuys que morían quemados. Apagaron el fuego y derrumbaron lo que quedaba de la puerta. Tres hombres murieron aplastados por el peso de la puerta. Los montañeses atacaron derrumbando o masacrando todo con lo que tropezaban. Todas las piedras del camino. Yter atacaba en la vanguardia con fervor. Utter se quedó en la retaguardia curando a los heridos. Tuang—sssss. Un virote se clavó en la coraza de uno de los montañeses. Nolin de Gywe y Gander de Gywe acompañaron al general supremo y a su escolta reducida a un solo hombre a seguir a Fergus que corría hacia los montañeses. El mago había generado

182


una gran protección en torno a ellos. Un hombre salió volando, literalmente, hacia atrás. Les había quedado claro que Khanssash podía ser acusado de traición. Khanssash era un usurpador. Él conocía los pasadizos y podría obligar a Aliizer Bugg a cederle el puesto. Me divisó a Khanssash en la lejanía. Escapaba hacia la entrada del pasadizo. Me avisó a Yter del peligro inminente. Los dos corrieron cruzando el Puente Real de Occidente. Khanssash no les quedaba muy lejos. Un cuchillo arrojadizo se clavó en su coraza sin llegar si quiera a hacerle un rasguño.

El también cruzaba

por el largo Puente Real de Occidente. Su pesada armadura podía ahogarle. ¿Sería esa su perdición o ganaría el puesto de rey? Ahora mismo la traición no importaba. Lo que realmente importaba era la salud del rey. Sin duda pasar de nuevo por la adaptación del Mundo Tangible al nuevo rey dios no podía significar otra cosa que muerte.

183


10 Salvación O… Perdición

os Juegos de Sacrificio no continuarían

L

hasta que hubiese un rey dios claro. Era imposible celebrarlos en aquellas condiciones. Matones de las diferentes hermandades vigilaban todos los Puentes Reales y puertos. Nadie debía irse de la isla. Cualquie-

ra podría tomar papeles en el asunto. Dos guardias estaban apostados en el Puente Real de Occidente. Christopher los tenía en frente. Los matones de las hermandades se distinguían de los guardias por los ropajes y armas. En los puertos había callejeros matones y en los Puentes Reales había guardias. Pretendían tener la ciudad perfecta, la isla perfecta. Pero nadie podía vigilar a las sombras. Nadie podía vigilarle. Sobornar a los matones era fácil. Y a los guardias había

que matarlos. Su plan era infiltrar-

se en el castillo matar a Khanssash y pirarse. Los 184


Puentes Reales estaban muy bien vigilados. Pero no vigilaban las aguas del río Klin. Daban por hecho que cualquiera que hubiese perdido el juicio intentaría pasar por el río Klin, actualmente de alto caudal,

sería

arrastrado

y

moriría

ahogado.

Pero

afortunadamente Chris lo había perdido hacía tiempo. Además, ¿cómo arrastrar a una sombra? Era un suicidio. Que los guardias cayesen “accidentalmente” era fácil. El Puente Real de Oriente estaría despejado. Él prefería lo arriesgado, aunque en cualquiera de los casos encontraría riesgos. Los férnilos los reservaban para las guerras y conflictos, aprovechando su inteligencia e instinto para sobrevivir. Escudriñó el extraño color del río Klin. Se deslizaba por debajo del Puente Real de Oriente, Resultaría una bendición para cualquier hombre que no hubiese bebido en más de dos semanas, a excepción del color. Se dejó caer al rio. Olvidándose por completo de camuflar el sonido. Total los ignorantes guardias creerían que un gran pez estaba en el río Klin e intentarían pescarlo y pescarían su muerte. Nadó hacia 185


la primera columna del Puente Real de Oriente. Se encaramó a ella para no ser arrastrado. Buceó y nadó hacia la segunda. Se encaramó a ella aferrándose con toda la fuerza que tenía. El Klin le hacía sufrir la presión del agua contra la columna. Cogió aire y volvió a bucear. El agua apestosa le hacía situarse bajo el puente. Él se encaramó a la siguiente columna. Sucedió eso sucesivamente. Hasta que llegó a la orilla. Un guardia le vio y avisó al segundo. Murieron en el acto. Chris no debía arriesgarse. Arrojó los cuerpos al río Klin. Corrió y se ocultó. Khanssash corría y tres personas le perseguían. Iban hacia una pared. ¿Pretendían atravesarla? No podía ser una cosa tan absurda. Debía de haber un pasadizo o algo así. Se quedo para verlo. Les siguió de cerca, espada en mano. Khanssash le pegó una patada a una piedra y pateó el suelo. La pared se abrió como una puerta. Distinguió la figura del Nono y de dos doncellas de prestigio encerrados en el pasadizo o tal vez no estuviesen escondidos sino refugiados… ¡Eso es! Refugiados. Corrió adelan186


tando a los tres hombres. Ellos también parecían ser de prestigio. Khanssash pretendía matar a Aliizer IX de Bugg. Una bola de fuego se formó en la mano de Chris. La magia se iba desarrollando en su interior con el paso del tiempo. La lanzó contra Khanssash. Una oreja ardió y se consumió sin más. La sangre cayó a borbotones por su cabeza. El fuego mágico se propagó según su deseo. Su otra oreja se desintegró bajo el poder del fuego. Khanssash soltó un alarido y se arrodilló involuntariamente. Aliizer le propino dos bofetadas sin importarle en absoluto los hilos de sangre que recorrían su cara, con un pañuelo se limpió la sangre de sus manos. Los tres hombres llegaron a su posición en un santiamén. Los dos empapados en sudor. Parecían a punto de desfallecer. —Soy Nolin hijo de Gander, señor de Gywe – se presentó el primero, él también se había unido en el último momento, su buena forma le había permitido alcanzarlos. 187


—Soy Yter, mano derecha de Aliizer IX de Bugg –se presentó el segundo. —Soy Meridano Gorgol, Me, el herrero y luchador de los Juegos de Sacrificio –se presentó el último. Chris lanzó otra bola de fuego al usurpador. Volvió a rugir esquivando la nueva bola de fuego. Chris comprendió que aunque él era casi invisible, el fuego no. Khanssash miraba hacia su posición fijamente. Cambió de posición situándose detrás de él. Onduló el aire y Khanssash salió despedido hacia adelante. El usurpador desenvainó y lanzó una estocada a ciegas a Me. Este la esquivó y desenvainó. Tensó sus músculos advirtiéndole del poder que poseían. Khanssash volvió a atacar. Erró y acabó pillado por los protuberantes bíceps de Gorgol. Yter y Nolin le ayudaron a sostenerlo. Este gritaba y maldecía en voz y en grito. Me apretó más los brazos. Christopher se hizo visible. —Tú. Tú serás el primero en morir –dijo Khanssash. —Me parece que vas a morir antes –bromeó Chris. 188


Chris le ató una cuerda en el pie. —A pescar –gritó. Lanzaron cuerda

a

un

a

Khanssash

barrote

del

al

río

puente

Klin. y

Ataron

la

abandonaron

a

Khanssash. El agua era profunda. Acabaría ahogado. Era lo más probable. Natalye y Cesia de Gywe salieron con el Nono. Nolin las saludó y caminó en busca de Gander. Chris se marchó en busca de Laney y Trebo para librar esa batalla. Al llegar a la taberna en la que estaban acogidos llamó a Trebo y a Laney. —La última vez que el Lado Oscuro emergió de las aguas que habita, hubo un proceso llamado, el Ciclo de la Muerte –contó Trebo—. No se completó por la mudanza interdimensional de una muchacha. —Lo profana el Lado Oscuro, eso explica la muerte de Gimlard. En Keyl hemos detectado amenazas por grandes indicios de magia –continuó Tobilklo Laney. —En cuanto todo esto acabe debemos vigilarle. Se lo hemos encomendado a Makerace, Iata, Rensif y a Carzo. 189


Salieron de la taberna y corrieron hacia el Puente Real de Occidente. Al alcanzarlo cruzaron por él. La entrada estaba infestada de cuerpos caídos. La mayoría Hy`shuys. Los montañeses lanzaban flechas y mataban. Debían de ser unos setenta o por ahí. Un soldado les saludó. Era el general supremo Ulaine, a su lado Yurik, fiel amigo de Gander Gywe. —Disculpad, ¿queda algún enemigo? –preguntó Trebo con sarcasmo. —Planta de arriba. Subieron todos. Tuang—sssss. La bala voló hacia Yurik que la esquivó con una facilidad insultante. Chris lanzó una bola de fuego. Dos brujos cayeron al suelo, muertos. Trebo lanzó cuchillas a trancas y barrancas. Chris mató a otros dos brujos. Una espada desprendía un haz de energía. — ¡Chris, no la cojas! –gritaron todos. Este no les hizo caso. Estalló en llamas todo a su alrededor. Los enemigos se desplomaron muertos sobre el suelo.

190


—Se ha ido –lloró Laney. Antes de ver que todos los cuerpos a su alrededor estaban tendidos en el suelo. Los siguientes minutos fueron eternos. Dos enemigos saltaron del techo y le intentaron matar. Laney se agachó y les mató. Yurik, Gander, Trebo y Me no podían estar muertos, y Chris no podía haberse sumado. La cantidad de energía mágica había matado a todos. Bajó a la planta baja. Una estatua se alzaba en el medio de la estancia. Reconoció sus rasgos, eran los de Christopher. Rompió toda la piedra. Un cuerpo cayó. Parecía electrificado. Su ropa rezumaba de magia. Los cuerpos de sus amigos yacían más allá. El corazón de Chris latía. El de los demás también pero a una velocidad mucho más lenta. Pidió ayuda. El Nono apareció con Nolin, Cesia y Natalye de Gywe. — ¿Qué ha pasado aquí? –exigió saber el rey. —Jo –respondió Laney atemorizado. —Esa maldita espada.

191


Alzaron a Chris recibiendo fuertes descargas. Le soltaron metiéndole en una especie de vitrina metálica grande. Los demás cuerpos fueron colocados al lado. Así los trasladaron a otro lugar. Dos montañeses se habían convertido en supervivientes. Los ayudaron y luego volvieron a su turno. Lo llevaron a la taberna. También había muertos tendidos en el suelo. Al estar cerca, Gander y el resto de gente como él, sobrevivieron como Chris, Un escudo

se

podría

haber

proyectado

protegiéndoles.

Tendieron a los heridos en la cama de la habitación. El Maestro y los demás exclamaron sorprendidos. Carzo examinó a Chris y maldijo. — ¿Qué imbécil ha llevado a Jo? —Los Hy`shuy. — ¿Khanssash, ha conseguido el trono? –preguntó Qetniss Keyl. —No –dijo Aliizer IX de Bugg. Rensif ejecutó varios hechizos. Pero era imposible, rebotaban contra el halo de brujería que desprendían los cuerpos. 192


Trebo lo animó. El elfo ejecutó el mismo hechizo. Volvió a rebotar. —Esto no debería estar pasando –murmuró el Maestro –el Lado Oscuro… Qetniss intentó con su hechizo más poderoso, pero ¿quién sería capaz de inhabilitar la energía de la esencia del mal? Nadie. Chris yacía completamente paralizado en una pose heroica, debía de tener a Jo entonces. Trebo contempló una carta en la repisa de la habitación. CURA DE ACCIDENTES: Os voy a comunicar varios hechizos: *Galán de hoja punta, contempla el sol en su hora punta. *Tremenda criatura, picadura mortal cuidado con el veneno que no te cura. El resto se había quedado borroso. Se lo enseñó a Keyl. Este pronunció los dos, la segunda hizo que Chris y los demás abriesen los ojos. Se incorporaron lentamente.

193


—Jo, es terrible pero no debemos abandonarla, es la clave. Sacrificios se requieren –murmuraban todos. — ¡Cuánta razón tienen! –dijo Nolin de Gywe. —Jo matará al Lado Oscuro, pero se requiere un sacrificio –completó Keyl. —Seré yo. Pero deseo que el mundo me recuerde –un hombre fornido y con la barba descuidada entró por la puerta. — ¡Gaelan! –saludó Chris. —Hola –saludó el ejecutor. El resto de la Orden desenvainó. Chris les calmó. Gaelan había venido a vincularse a la Orden.

Pasó un rato y Gaelan recitó las palabras para unirse a la Orden. La Orden era muy numerosa, pero algunos morirían como lo había hecho Gimlard. Laney, Chris, Trebo, el Maestro, Carzo Zarzai, Makerace, Iata, Hugo, el gólem; Qetniss Keyl, Rensif. Todos miembros de la Orden del Deseo Ardiente. — ¡ODLAR—ARDIENTE! –exclamaron al unísono. 194


Saltaron por la ventana. Un gritito los había asustado. Unas garras esqueléticas agarraron a una señora que iba por la calle. Ella gritó pero la calavera del esquelético la destruyó. —Imbécil disfrazado, deje ya sus bromas –le espetó el barón Nº I9, un superviviente. Una garra oscura y esquelética despedazó su cuerpo y se lo llevó a la boca. Corrieron. El Puente Real de Occidente les quedaba no muy lejos. El cuerpo de Khanssash seguía en el río Klin atado por cuerdas. Seguía vivo. Debía de haber empleado magia. Moriría en las próximas horas. Pero nadie se había dado cuenta de que otra sombra observaba la escena. Chris saltó. El agua

amortiguó su caída pe-

ro el Lado Oscuro acechaba la ciudad. Corrió y se arrastró por la orilla. Se envolvió en sombras. Tuang—sssss. El virote voló hacia el Lado Oscuro. Su esqueleto no se rompió. Su mano agarró el virote y lo lanzó hacia un soldado. Este murió. Otro virote más ligero voló hacia la esencia del mal. Otro sol195


dado cayó. Un valiente intentó cortarle la cabeza pero nada sucedió, solo provocó su propia muerte. Trebo salvó al resto en varias ocasiones. De momento estaban a salvo en la sala del trono pero Chris no aparecía. Por fin, su silueta se dibujó en la puerta. El general supremo Ulaine cerró la puerta tras Chris. Yter se cubrió con una mugrienta sábana. La puerta salió volando hacia ellos. Una garra oscura intentó agarrar a Laney. Este la esquivó y corrió. Subieron una escalera y entraron en otro de los muchos pasadizos del castillo. Un vagón de madera estaba atado a la puerta con dos cuerdas, Laney las cortó con su espada una vez todos estuvieron en el vagón. Este descendió. Cayeron y cayeron por la infernal rampa subidos en el vagón. Una abertura se abría ante ellos en el techo en una recta del serpenteante pasadizo. Chris alternó la mirada entre los miembros del vagón. Podía abandonar a sus amigos de lado y matar él al Lado Oscuro, cosa que no conseguiría o huir de él saltando por una ventana.

196


Así hizo, saltó y se asió al borde de la abertura. Se incorporó y caminó por el finísimo borde. Respiró hondo y caminó con una tranquilidad imperturbable. Observó como el vagón seguía su curso como una roca en un río. Saltó el último trecho de la abertura y buscó una salida. Se había metido en una habitación con un pequeño ventanuco y sin puertas. Era una habitación segura, un refugio. Escaló la pared y se metió por el ventanuco, saltó.

Khanssash renovó su burbuja mágica de aire. El Lado Oscuro le convertiría en un difunto en unos instantes. Koth, el matón del Puente Real lo observaba impasible. No sabía si le convenía salvarle. Era posible que le matase, o que le nombrase su mano derecha, pero fuese como fuere Koth no pensaba ofrecerle ayuda. Un hilillo de sangre se expandía por el río, y atravesaba el Puente del Klin. Khanssash alzó las manos señalando al Lado Oscuro. Koth miró atrás, se aproximaba. Mojó las manos y desató la soga que ataba a Khanssash. Este nadó e 197


inhaló el aire como el bien más preciado. El arma que Koth sostenía, un kantô, una cuchilla de fácil agarre con una hoja de lo más finita. El kantô pasó a la mano de Khanssash. Koth se giró imaginándose que Khanssash mataría a la esencia del mal con el kantô, pero no, un pinchazo en una pequeña parte del estómago lo alertó, pensaba que era la garra del Lado Oscuro, pero le asustó recibir otra puñalada y otra, acabó cayendo de rodillas a orillas del Klin. Cuando Khanssash ejecutó el golpe final Koth cayó al Klin y fue barrido por el agua. —Oh, Lado Oscuro, tu belleza es lo mejor de este mísero mundo –pronunció Khanssash –introduce mi alma en tu cuerpo para permitirme el lujo de ser una partícula del Lado Oscuro. Yo Khanssash paso a ser Koth en este mismo instante. Quiero ocultar mi verdadera identidad –dijo Koth (Khanssash). Los globos oculares de Koth resbalaron por sus mejillas como lágrimas, como lombrices atravesando un montón de tierra. La piel de Koth se transparen-

198


tó. Todo desapareció de la cara de Koth. Excepto la cara. Su cara se alargó y su pelo cayó. «Tú, no serás parte de mí, serás Boca de Koth. Verás sin ojos, oirás sin oídos pero tu palabra será mortal, una palabra será tan poderosa como el tridente de Zeus», oyó la voz grave del Lado Oscuro. «Llámame Karlya». La voz del Lado Oscuro resonó en su cabeza antes de desaparecer. Koth… Boca de Koth nunca pensó que el Lado Oscuro fuese una chica, Karlya. Sus poderes no eran ni mucho menos como los de Karlya, pero más poderosos que los del Archimago más poderoso del mundo. El kantô se resbaló de su mano. Fluyó por el Klin mientras Koth asimilaba los hechos. En un momento de salvación o perdición, el Lado Oscuro… Karlya le había salvado la vida, infundiendo el terror en Koth, el matón de hermandades. Boca de Koth pronunció la palabra «morir» y sintió como en su mente se proyectaban líneas y como una se convertía en un hilo y luego se fundía, le gustaba, lo malo era que él podía morir, Karlya

no. 199


Khanssash se había esfumado de la faz del Mundo Tangible, ahora era Koth… Boca de Koth, sirviente del Lado Oscuro, él era el portador del nombre de la esencia del mal, en otras palabras: Karlya. Pero, ¿había muerto? ¿Se habría escacharrado el perno que hacía que su vida fluyese? Él no

lo

creía, simplemente era otra persona. Pero con ventajas, una magia negra incalculable. Saltó y se esfumó del río Klin, el que casi podría haber sido su lecho de muerte. «Los que fastidiaron mi plan… ya pueden decir adiós» Los días siguientes, Boca de Koth era sólo Koth y con su magia había dibujado ojos, nariz, pelo y había aumentado su estatura para imponer respeto. Los Juegos de Sacrificio eran los torneos que más le habían horripilado desde la infancia. Y gracias a él se habían anulado. Agarró su kantô y se apartó de la ciudad instantáneamente, con tan sólo desearlo. Volvía a Nesolia y con él Karlya. Era hora de poner orden en la ciudad. Sin Juegos todo el mundo volvería 200


a su ciudad. El Ba`yagé a Carsolia. La Orden a Nesolia. Eso de ser Boca de Koth no le parecía nada malo. Había averiguado los nombres de sus mayores enemigos. «Perfecto»

201


11 Objetivo staba en frente de dos de los mato-

E

nes del puente levadizo, en el castillo de Gibaín. Uno agarraba una espada gancho con un dedo y la hacía dar vueltas. El otro no hacía más que bostezar y enfundar y desenfundar su daga. Observó hacia los lados para asegurarse de que

solo había dos matones. Pero nunca era fácil. Un tercero vestía una cota de malla y saltaba con nerviosismo

haciéndola sonar frenéticamente.

Christopher examinó a los tres matones que iba a tener que matar de más para completar el objetivo que Carzo le había encomendado. Avanzó. El nervioso tenía que fingir matarlo, era Jake. Los otros dos tenían que ver como Jake mataba a un ejecutor. Los otros le tendrían miedo y Jake los mataría. Jake

202


portaba las llaves del cuarto del general Tecious Hallin, el objetivo. Jake desenfundó con vehemencia. —Hay alguien. —Que va. —No nos pongas nerviosos, Jake –dijo un tercero. —No pienso salvaros el culo, cuando el borboteo de vuestra sangre fluya por el Klin —dijo Jake. Christopher saltó con su kantô en mano. El kantô se había convertido en un arma corta y buena con muy buena fama. Jake lanzó un cuchillo arrojadizo. Chris lo esquivó. Jake se lanzó a por él con el cuchillo, detuvo un golpe de Chris e imitó una escena en la que Jake le clavaba un cuchillo con una ilusión. Se dejo caer. Por desgracia cayó al foso en un fallo. —Nos has salvado el trasero, Jake –dijo alguien. Jake forzó una sonrisa y les empujó. Clavó el cuchillo en la espada gancho de su antiguo amigo. —Me hubiese gustado trabajar más tiempo contigo, una pena que nos hayamos conocido hoy –dijo Jake.

203


Agarró otro cuchillo y lo clavó en la piel del otro. En un giro hizo que la espada gancho cayese al foso. Clavó la daga en el pecho del centinela y lo dejo morir. Chris ya no oyó más. No supo si había sucumbido, tal vez hubiesen pasado diez minutos desde su caída. Vio una cuerda que cayó al foso. La agarró y la escaló. Una balsa de madera le esperaba en el foso, ¿una balsa en un foso? El rey Uksuul, Peshoa y otros dos a los que no conocía, le esperaban. —Flup, súbelo –dijo uno. —Vürd ayúdale –ordenó el capitán Peshoa. Al subir miró el puente levadizo, Jake se había ido sólo. Conoció a los dos que no conocía y saltó con ellos al puente levadizo. Corrieron por él y entraron en el castillo. Las entradas estaban adornadas con arcos apuntados y

delgadas columnas sujetaban las techumbres.

Flup y Vürd saltaron los últimos. Siguieron corrien204


do por las angostas callejuelas que formaba el castillo. Por fin, llegaron al patio de armas. Jake los esperaba. — ¿Creías que te daría el mérito de héroe a ti? Dijo Jake— sé lo que eres y lo que significa tu nombre. —Dime. —Doce platas. —Seis. —Diez. Chris le entregó las diez platas que exigía Jake. —Eres un Ángel Caído. Un demonio, una máquina de matar traída del cielo.

Un Expulsado.

—Y tú un estúpido. — ¿Qué? Chris le asestó un golpe en la mandíbula. Jake desató la furia de un titán, se le abalanzó e intentó rezagarle, y matarle. Jake salió despedido con un hechizo. Y cayó por un agujero del suelo que llevaba directamente al foso. — ¿Por qué has hecho eso? –preguntó Flup. 205


—Egoísta. Eso era Jake –soltó Chris malhumorado. Tecious Hallin. Él era su objetivo, no Jake, pero este no le caía nada bien. Uksuul avanzaba con la espalda recta y llevaba el pecho desnudo. Flup y Peshoa le seguían por detrás. Vürd avanzaba por detrás de Christopher. —He oído pasos –dijo una voz. — ¿Por dónde? –pregunto otro. —Escalera abajo. Se pudo apreciar el sonido de un grupo de soldados de guardia que bajaba. Chris se camufló y ayudó a sus amigos a esconderse. Los soldados se contaron para asegurarse de que no había ninguna baja. —Soldado X, Soldado O… Maese G —contó en voz alta. Soldado X cayó en frente de su posición y a Chris no le quedó más remedio que matarlo. Soldado O les vio y se lanzó sobre el Ba`yagé. Chris zancadilleó a Soldado O y le pegó un puñetazo con todas sus fuerzas. Uksuul salió al descubierto con sus dos amigos, 206


Peshoa y Flup, a luchar. Chris mató a Soldado O con un cuchillo arrojadizo y se lanzó sobre el que estaba contando. — ¡Por Tecious Hallin y Azaed de Gyterl! –gritó uno antes de morir. Azaed de Gyterl debía de ser otro noble importante, pero no era un objetivo, a él le dejarían en paz, por ahora. Pero Tecious debía morir, por fingir un asesinato. Su “víctima” estaría pudriéndose en prisión. Maese G observaba todo sin entender absolutamente nada. Los soldados caían como moscas. Corrió hacia la salida para llamar al Ejército. Sin embargo, la misión se la había encomendado Bugg a través de Jake. No le haría demasiado caso. El tema eran los matones, o… Khanssash, en caso de seguir vivo. Maese G salió esquivando cuchillos arrojadizos. Aún en la calle corrió hasta oírles decir algo. —A ese le dejamos. La habitación de Tecious Hallin no les quedaba lejos. Al final del pasillo había una puerta con el nombre del objetivo grabado. Chris hizo una seña pa207


ra que el Ba`yagé avanzase. Los carsolianos corrieron cautelosamente por el pulcro pasillo. Las palabras de Jake retumbaban en su cabeza. ¿Era él un Ángel Caído? Sí. Y él lo sabía, sólo que le costaba asimilarlo. El Ángel Caído avanzó con la elegancia de lo que era, un Ángel, porque era un Ángel a fin de cuentas. Llegaron a la puerta de Tecious Hallin con rapidez. Chris examinó la cerradura, había tres trampas. En la ranura para la llave, había un proyectil envenenado. En las bisagras había pinchos que se lanzaban y en el timbre, una campana pequeña, había un frasco de cristal con veneno de áspid, veneno mortal al tacto, el frasco tenía forma campaniforme por lo que se adaptaba al timbre y era bastante frágil. Rompió el frasco con un cuchillo arrojadizo. Le cortó un mechón de pelo a Flup y lo utilizó como llave, al instante se retiró de la cerradura al ver que un virote envenenado volaba hacia él. Retiró los proyectiles de las bisagras y giró el pomo de la puerta. 208


Unos pasos se oyeron tras la puerta. Un hombre corpulento y fornido fue tras ellos. ¡El guardaespaldas de Tecious! Cómo era posible que se hubiesen olvidado de él. Hallin seguía al guardaespaldas murmurando palabras. — ¿Qué queréis? –dijo el guardaespaldas con voz grave. —N… a… nada –farfulló Peshoa. El guardaespaldas descargó un puñetazo sobre Peshoa que calló anonadado. Hallin iba a sobrevivir, con un guardaespaldas así no le mataba ni una horda entera de montañeses. Tecious salió detrás del guardaespaldas. — ¿Queríais algo? —preguntó con una voz muy amable. —Fingió usted el asesinato del barón Hatov, recién fallecido, antes de repoblar el castillo por el incidente —dijo el rey Uksuul con un tono potente. —No

señor

—respondió

inocentemente

Tecious

Hallin— yo no cometí tal crimen.

209


—Tengo

informes

de

arrestarlo

por

ello

–dijo

Uksuul. —Pasen y les contaré la historia. Pasaron al cuarto de Hallin y se acomodaron para escuchar la historia. —Cuente. —El barón Hatov y yo teníamos pensado casarnos con la misma mujer. Pero Hatov no sabía que yo también quería a aquella mujer y un día intentó aniquilarme, cuando se enteró, claro está. — ¿Hatov era malvado? –interrumpió Peshoa. —No. Al ser joven no. Pero al convertirse en barón Hatov el poder le envileció. Habíamos quedado para una pelea por la mujer, pero Hatov no quería pelear por lo que lo hicimos a suertes. Le tendimos un puñado de pajas a un voluntario para ayudar. Empezamos a sacar pajas y a mí me tocó la pajita corta. Perdí. A Hatov no le gustó ganar así. Por ello me engaño para que cometiese un crimen, fingir un asesinato. Yo no creí que mi asesino se fuese a pudrir en prisión y a morir más tarde en una pelea. 210


Entonces él fingió que yo moría para quitarme de en medio. Así tendría fácil acceso hacia ella. Yo soy inocente. Chris lo había apuntado todo en un papiro como informe a Bugg. —Informaremos a Aliizer Bugg –prometió Flup. —Gracias por entenderme. Se despidieron cortésmente. Uksuul silbó llamando a un halcón mensajero. Le tendió el papiro y lo mandó al cuarto de Aliizer IX de Bugg, en el otro torreón. Tecious Hallin cerró la puerta y suspiró. El ambicioso barón Hatov le había condenado a una vida llena de preguntas por un crimen que no había cometido y lo peor era que si le arrestaban, no eran unos carceleros corrientes. Era un Gobierno criminal, con matones que hacen lo que les dé la gana, usurpadores, traidores, alguaciles aliados con otros países o legiones y a él le pretendían arrestar por un delito inexistente. Eso era la gota que colmaba el vaso. 211


Salieron de la habitación y supieron que su objetivo no era el duque Tecious sino Azaed de Gyterl el señor por el que los soldados habían velado. Azaed de Gyterl y Tecious Hallin los dos duques.

Azaed de Gyterl caminó orgulloso por los pasillos del torreón que compartía con Tecious Hallin. Maese G llamó a la puerta. Azaed esperaba verle con sus soldados, Soldado X o Soldado O, iba sólo. El barrigón de Azaed botaba al caminar a pesar de estar sujeto por un apretado cinturón marrón con hebilla de oro. Saludó a Maese G. — ¿Qué ha pasado? –dijo Azaed de Gyterl. —Ataque –respondió. —Llama al general supremo Ulaine con refuerzos – ordenó. —Como usted diga Azaed de Gyterl –se despidió Maese G. Azaed perdió de vista a Maese G cuando se acabó el pasillo. Sonrió. No sabía quiénes se habían in212


filtrado pero su espada temblaba. Indicios de magia de Ángel y un Ángel no podía bajar al Mundo Tangible a no ser que fuera un Expulsado del Cielo. ¡Era un Ángel Caído! El general supremo llegó en unos instantes. Se saludaron. Maese G acudió a su lado y el general supremo Ulaine esperaba órdenes. —Protéjanme a mí y al Nono. Mejor sólo a mí – dijo. No era ambición era que los asesinos estaban en su torreón y si quisiesen matar a Tecious ya le habrían matado. Cuatro guardias formaron una barrera. Otros dos se apostaron en la puerta. El general supremo y Maese G entraron con Gyterl.

Otros se dispersaron.

Por fin, un ejecutor con ropas negras moteadas de gris se divisó al final del pasillo. El general supremo abrió un ventanuco situado en la parte alta de la puerta. Disparó una ballesta. Sin resultado. Lo intentó de nuevo pero sin resultado. Se agacharon tras la puerta preparados para atacar.

213


Vieron como los soldados caían. Maese G le puso un mote a uno. El Dagas. Su cuerpo estaba lleno de ellas y era con lo único con lo que mataban. Gritó su nombre antes de morir. Enzerberguer. Lo olvidó porque sabía que había muerto. Le puso mote al siguiente Klin porque el color de la tez de su cara era del color de las pestilentes aguas del río. Este también murió. Tras él otro, tras él otro. Hasta caer todos. —Seguidme —dijo Azaed. Le siguieron y bajaron por una cuerda en un pasadizo. Bajaba mucho probablemente hasta el foso. Caerían sobre el puente levadizo. Un soldado intentó llegar hasta ellos pero pareció muerto. No, era la puerta la que había caído. El soldado vivía.

214


12 Yatass No Importa

J

ed Dews avanzó por el pasillo del cas-

tillo. Jake había sido su disfraz. Había conseguido sobrevivir gracias a un saliente del agujero por el que había caído. ¿Y Chris? ¿Se habría ido ya? Subió las esca-

leras a una marcha forzada. El torreón estaba despejado. Se subió en una especie de estatua ocultándose. Los refuerzos llegaban aunque sólo había cuatro brujos. Uno indicaba ser de prestigio y los otros tres sus aprendices. Uno de ellos lo miró. —Jefe, ¿ese de ahí es uno de los brujos o Nigromantes nuestros o un infiltrado? El jefe le miró con fijeza sin hacerle un apéndice de gracia. —No. Pero… tiene a Jo.

215


Yurik y Rensif salieron de detrás de la estatua. Yurik llevaba una burbuja protectora pero Jo era para asustar. Rensif desenvainó a Yatass. Una explosión de magia hizo temblar los cimientos del castillo y un ruido sordo rompió los cristales. Los cuatro magos quedaron reducidos a ceniza. Rensif envainó a Yatass y la sustituyó por un kantô. Caminaron por la estancia y subieron las escaleras.

El

rey

Uksuul

y

el

Ba`yagé

estaban

con

Chris. Comentaban acerca de que se había producido un “desborde” de magia. Jed instó a los demás a entrar en la habitación de Azaed de Gyterl. Flup derribó la puerta y todos entraron. Un pasadizo se abría ante sus pies. Jed no dudo un instante y saltó por él. Flup lo imitó. Luego Vürd. Chris, Rensif, Yurik y Uksuul se metieron los últimos. La oscuridad reinaba en aquel pasadizo tan extraño. Hacía frío y la magia era casi tangible en ese lugar. Varios candiles estaban apagados pero no se quisieron parar a encender uno. A nadie le hubiese 216


gustado entrar y ni mucho menos pararse a encender una maldita vela. Ni por asomo les hubiese gustado entrar en aquel agujero. Los ladrillos eran más que tétricos. Uksuul encabezaba el grupo con Rensif. El elfo había desenfundado a Yatass. Cuanto más avanzaban, más se notaba la falta de oxígeno. Christopher detuvo al grupo, aunque no les apeteciese era casi obligatoria. — ¿No escucháis los gritos? –dijo Chris. Efectivamente se oían gritos de puro pánico. Escucharon solo un grito. Parecía de soldado. Corrieron todo lo que pudieron. Llegaron a un descansillo un poco más iluminado. Jed Dews y Christopher desenfundaron el kantô casi al mismo tiempo. Olían el peligro. Uksuul se detuvo a encender un candil. — ¡No! –le dijeron todos. Era tarde. El candil estaba encendido. —Era una trampa. Podemos morir. ¡Por un maldito candil! –le espetó Yurik.

217


Se oyó otro grito. Uksuul se apresuro a apagar el candil. Esta vez el rey de Carsolia se puso una prenda sobre su pecho desnudo. Tenía frío. Yurik empezó a moverse. Buscaba calor. Todos le imitaron menos Rensif. El elfo apretó a Yatass. Esta envió un poderío mágico tremendo al aire que se calentó y se volvió a oír un grito… de agonía. Corrieron más que nunca. Un cuerpo

de soldado

yacía en el suelo. No era Azaed de Gyterl. Maldijeron y continuaron la búsqueda de Azaed. Cada vez había más luz mágica que natural. La silueta de un hombre insufló sus corazones de esperanza. No era un hombre sino una mujer. Era muy alta y esbelta. Unos ojos dorados brindaban con un pelo de mechones cobrizos. Por supuesto aquella esperanza se esfumó. La mujer llevaba pendientes con forma de gotas de agua. Incluso el fornido rey Uksuul se acobardó al ver a aquella mujer. Una explosión de luz y color los envolvió. Chris no dudo ni tan siquiera un instante para atacar. Un hechizo de luz lo deslumbró y le hizo errar. 218


—Soy la Señora de Todo y de Nada –dijo la horripilante mujer—. Nada me vence pero no pierde. No arrebato vidas… —…a los inocentes. Y que yo sepa ninguno de vosotros es inocente –dijo la Señora de Todo y de Nada. La Señora le empujó y Chris cayó al suelo. Vürd se puso delante de Uksuul y Flup atacó con Chris. La Señora de Todo y de Nada hizo que dos rayos de luz les atravesasen. Nadie murió. Se sintieron desorientados. Chris hizo acopio de fuerzas y lanzó bolas de fuego a diestras y siniestras. Estas rebotaron contra la pantalla de luz que la enemiga había proyectado en su derredor. Flup se lanzó contra ella. Este también cayó al suelo. Rensif apretó con todas sus fuerzas a Yatass. Una explosión de magia oscureció la luz que desprendía la Señora de Todo y de Nada. Yurik, Flup y Chris atacaron a la enemiga. Flup cayó al suelo de nuevo. —No podéis matarme –dijo la Señora—. No con un asesino protegiéndome las espaldas. 219


Cicatrices tensó un arco carsoliano y disparó. Tuang—sssss.

Esta vez Flup no se levantó. Pero se-

guía vivo. Respiraba forzosamente y el borboteo de la sangre resonaba por la estancia. Jed Dews le levantó y se escabulló del lugar. Con Flup. Se refugió en un rincón. La maldita Señora de Todo y de Nada. —Huye conmigo –le dijo una voz. Se lo repitió hasta que Jed le miró. —Soy el general supremo Ulaine, estoy con Azaed de Gyterl y con Maese G –prosiguió la voz. —Yo soy Jed Dews, estoy con Flup. Contemplaron la pelea. Uksuul y Vürd también se retiraron un rato más tarde. —He solicitado refuerzos –dijo Azaed. Efectivamente en la escalera se oían pasos. Y al cabo de un rato llegaron. Trrojz de Torrealta y unos cuantos más llegaron. Meridano Gorgol también estaba. Y para su sorpresa más atrás, estaba el Nono con dos de sus mejores hombres, Vollten y Burbull. Los contó:

220


Me, Trrojz, Vollten, Burbull y otros muchos. Pero uno vestía con túnicas negras con líneas doradas en la manga, un mago. Se presentó. —Soy Fergus. Todos fueron a pelear a excepción de Aliizer IX de Bugg, Vollten y Burbull. Burbull atendió a Flup.

Chris luchaba con Yurik. Trrojz, Me y otro que le resultaba familiar se habían unido a la pelea. Se acordó al instante y exclamó: — ¡Fergus! –sin distraerse de la lucha, se echó hacia atrás y dio varias vueltas para llegar a Cicatrices. Le rompió el arco y le inmovilizó con hábiles movimientos. La Señora de Todo y de Nada, lanzó luz cortante a Chris que salió despedido hacia atrás. Al levantarse respiró hondo y sondeó su mente en busca de un hechizo. Lo encontró al instante. Y lo ejecutó al momento. Cicatrices se desplomó muerto. La Señora de Todo y de Nada lanzó múltiples rayos

221


cortantes de luz pero, con varios hechizos la Señora desapareció en luz. La sala quedó oscura y sus “moradores”

se des-

plomaron al suelo, abatidos. Fergus habló con Christopher. —Al dejarte inconsciente con el balonazo, yo ya conocía la magia por mi tío Blas. Él me lo contaba todo. Y quise acompañarte. El viaje no salió muy bien y aparecí en las Cumbres. Fui a Kaysa y para los Juegos de Sacrificio recién anulados vine a las Malditas, a Gibaín. —Yo he estado principalmente en el casco pobre de Nesolia. Se levantaron y salieron de aquel pasadizo. Jed no había pensado ni por asomo contarle lo de Jake a Chris. El objetivo era mentira. Se lo había inventado por Hatov.

A pesar de los hechos volvieron a intentar detener a los infiltrados pero iban a por Yurik, Rensif y a por Jed Dews. Estaban en un puerto del castillo. 222


Cuatro brujos los perseguían y el resto eran soldados. De haber tenido ganzúas podrían haber llegado al barco más cercano pero no era así. —Recuerda, Yatass no es importante –recordó Yurik. Rensif asintió. Un virote de un arco medianamente bueno atravesó la mano de Yurik. De parte a parte. Un brujo resbaló y se hizo una brecha. Se la curó con su propia magia y continuó la persecución. Yurik torció el rostro en una mueca de dolor. Se lanzó al mar. A una cuerda que sujetaba un barco. Sus ropas pesaban demasiado y se hubiese ahogado de no haber esa cuerda. La sangre caía en tropel por su herida mano. Rensif aferró a Yatass y todos los soldados murieron. Los cuatro brujos, los persiguieron. Yatass se despegó de la mano del elfo y cayó. Yurik se sostenía con una mano en la cuerda a un par de metros, y Yatass estaba a su otro lado a otro par de metros. Jed intentó ayudarle pero resbaló y 223


se torció el cuello. Hizo un último esfuerzo pero otro hechizo le torció el pescuezo de nuevo. Jed Dews murió. Mientras tanto Rensif elegía, Yatass o Yurik; Yurik o Yatass. Escogió por la vida de su amigo. Los brujos se apoderaron de Yatass alzándola con hechizos. Yurik le dio la mano a Rensif que

tiró de ella

hasta llevarla hasta él. Yurik y Rensif escaparon como lo habían hecho en anteriores

ocasiones

el

resto

de

la

Orden

y

el

Ba`yagé. Al filo de la muerte. Y Jed más allá de ella. Yurik tenía razón, Yatass no importaba.

224


12 De Vuelta A Nesolia a habían planeado la vuelta a sus paí-

Y

ses. El Ba`yagé a Carsolia. La Orden del Deseo Ardiente a Kaysa en Nesolia. Wandiel y Kòps al casco pobre de Nesolia. Trrojz de

Torrealta

sería

soldado

para

Tecious

Hallin en Porkes. Me Gorgol se iría con el rey Uksuul y el Ba`yagé a Carsolia. Bill el bebio sería guardia de los Gywe que se iban a Lactora. Vürd se iría a investigar en las Cumbres. Y Chris pretendía robar un barco en el puerto para irse de vuelta a Nesolia, seguramente a Kaysa. Agarró el kantô y corrió hacia el puerto. Un guardia vigilaba los barcos con cierto desdén en sus ojos, probablemente desdén a su jefe. Chris no quería mancharse las manos de sangre, pero si tenía que herir o matar a alguien no dudaría en hacerlo. 225


La razón por la que intentaría robar de día era porque embozarse en sombras por la noche reducía su campo de visibilidad. Además, el puerto estaba muy adornado con árboles y sombras. Se acercó al guardia y simplemente conversó con él. — ¿Has visto algo, compañero? —No —dijo con un tono muy grave. —Me había parecido ver un kantô tras los arbustos. —Iré a comprobarlo, Comadreja —dijo el guardia fulminándolo con la mirada. ¿Comadreja? ¿Le había llamado Comadreja? Su cara se había grabado en su mente. Nariz grande, ojos marrones… Decidió llamarle el Napias. «Comadreja y el Napias. ¡Qué originalidad!» Lo pensó con evidente sarcasmo. Se acercó lentamente al Napias. —Aquí no hay nada —dijo el Napias. — ¿A no? —Le empujó al arbusto y le tiró el kantô a la pierna—. No hables o te mataré. 226


Se acercó al segundo barco. Negro moteado de gris. El barco perfecto. —Lo llaman el ‘Assasin’ –dijo el Napias. (Assasin es asesino en inglés). Chris sabía que una amenaza vacía era como comerse una cascara de huevo. Prefirió no soltar otra. Cogió el ‘Assasin’ y esperó a sus amigos. Al cabo de un rato el Napias dijo algo. — ¡Chist! Comadreja, ¿son esos tus amigos? Chris los identificó al instante y asintió. Faltaban tres.

Su carro ascendía por las leves rampas que rompían las llanuras de Gibaín. Eran dos personas que parecían querer rectificar algo de un pasado muy próximo al presente inmediato. El carro continuaba avanzando. Si las piedras tuviesen sentimientos, se hubiesen sentido impotentes para parar aquel carro. —Lo siento, Rensif –decía Yurik atormentado. — ¿Por qué? –dijo Rensif apenado.

227


—Yo lo sabía –dijo Yurik echándose las manos a la cabeza—. Yo sabía lo que iba a pasar, pero no le hice demasiado caso y no os lo conté. — ¿Por qué no nos lo dijiste, maldito desdichado? —Creí… —Siempre fallas en tus creencias. Jed Dews ha muerto, Yurik. Sal de ese río en el que vives, asoma la cabeza –dijo Rensif un pelín más calmado. —Creí que tú o él escaparíais con Yatass y sin mí, el Destino habría cambiado –murmuró Yurik mirando al suelo. —Sí. Pero prefiero que la vida de mi amigo perdure –dijo Rensif alzando el tono. Estaba claro que él no era un profeta como Yurik. —No sabes los sacrificios que vas a tener que hacer para que mi vida perdure –rió el profeta. —Supongo que nuestras vidas están llenas de peligros, pero Jed sigue muerto –añadió Rensif melancólico.

228


—Además, sigo sin entender el porqué de tu decisión. ¿Por qué saltaste a la cuerda? –prosiguió Rensif. —No tenía escapatoria. Con la mano herida era lo único que podía hacer. Pensé que estaría atada a un barco y… ahora entiendo el error que cometí. Perder a Yatass y a Jed Dews en una pelea… no es algo muy normal –añadió Yurik intentando que Rensif lo perdonara. Rensif cambió de tema al instante. Le había perdonado. —Ya llegamos. —Cierto. –dijo Yurik al divisar a dos ejecutores… tres ejecutores (Gaelan). Llegaron rápidamente sobrepasando las fronteras entre las llanuras y colinas y el puerto. Saludaron y montaron en una embarcación. La gente los miraba sorprendidos y Christopher fue el primero en preguntar. — ¿Y Jed Dews?

229


—Muerto. A manos de cuatro brujos –dijo Rensif gesticulando—. Yatass se perdió. Chris no se lo podía creer y su expresión no daba duda de que su rabia no cabía en sí. —La recuperaremos. Estará en el continente, Nesolia, Carsolia y las Cumbres –añadió Yurik. —Los brujos no tenían aspecto de cumbrainí, pero tampoco nesoliano o carsoliano –hizo memoria Rensif. —Y nadie nace en las Malditas –añadió Yurik. — ¡Eran lactorianos! –coincidieron los tres. —Piel

blanca

lactoriana,

atuendos

cumbrainíes

proporcionados seguramente por su maestro, ojos negro azabache… —Completamente

lactorianos,

pero

si

sirven

a

Azaed de Gyterl irán a Porkes –completó Yurik. Un hombre con aspecto leporino tenía un kantô clavado en una pierna. Preguntaron quién era y Chris dijo, el Napias. —Comadreja, puedo ir con vosotros. —Sí, a Kaysa. —O.K. 230


—Adelante El barco partió sin problemas. Sin Glasdus y sin su hermano M`lasus todo era más fácil.

Boca de Koth avanzó por las calles de Porkes con poco entusiasmo. Karlya estaba en su casa en la que construyó cuando todavía era Khanssash. En Nesolia se habían quedado los matones, un usurpador se había proclamado rey en ausencia del Nono, había grafitis en las paredes… Boca de Koth, era Koth al andar con matones, con una ilusión su cara se ocultaba y se cambiaba por la de Koth. El usurpador no era otro que Aj Leporino. En cuanto el Nono llegase, Khanssash tendría que estar muerto, Koth más vivo que nunca y Leporino moriría. ¿Si querían darlo por muerto?

No pasa nada, ni

caso. ¿Qué querían jugar sucio? Se mancharían ellos. ¿Qué quieren encerrarle en las mazmorras sin comida ni agua? Ellos serían su comida. Para él lo demás le era indiferente. Ojo por ojo, diente por diente. Así jugaría él. 231


Sobrevivir. Ese era su objetivo. Y matar a los que se interpusiesen. La invasión de Carsolia era inminente pero a él ya nada le ataba a Nesolia. Las calles siempre habían jugado sucio con él. Ahora quería venganza. Aún sabiendo que la venganza es un plato que se sirve frío.

Ya se divisaba la costa desde el barco. Muchos saltaron, entre ellos Chris, Carzo y Gaelan. Tres almas gemelas. El Napias les imitó. — ¡Ehhhh! Comadreja. Espérame. —Tranquilo, Napias –dijo Chris. —Yo estoy tranquilo –dijo el Napias—. No me llamo así pero me gusta. Carzo, Chris, Gaelan y el Napias escalaron el puerto. El duque Tecious Hallin hablaba amistosamente con el duque Azaed de Gyterl. Dos matones se peleaban. El Nono avanzando imponente hacia sus riquezas en su Trono. Eso era Nesolia. Y además se habían ganado un amigo, el Napias. «Hogar. Nesolia. Kaysa» 232


14 Cuestión De Tronos j Leporino cruzó la calle y se fue

A

al castillo con la cabeza gacha. Aliizer IX de Bugg ya había llegado. Aj se sentó sobre el Trono y esperó a que

llegase la muerte. Lo matarían en cuestión de horas pero le había resultado llevadera la idea de proclamarse rey. El Nono nunca tenía piedad, con los traficantes, usurpadores, saqueadores, herboristas con plantas ilegales, y ese tipo de cosas. El verdugo no solía ser muy majo con los presos, pero… ¡Maldita sea! Se tenía que librar. Se frotó el cuero cabelludo con todas sus fuerzas. El Nono no disponía de muchos másteres. «Maldita sea, piensa Aj Leporino» — ¡Garl! —llamó a su mayordomo. — ¿Qué quiere, señor? —Un plan para que no me maten. 233


—Lo siento, pero yo no soy el típico que tiene pájaros en la cabeza y vos lo sabéis —dijo Garl. Leporino agarró el kantô. —Ilusiones, ese es el plan. ¡Maldita sea, que los dioses se apiaden de mí! –gritó Garl. Era obvio que Garl era el mayordomo del Nono. —Gracias, Garl. Una lágrima recorrió la mejilla de Garl. El mayordomo conocía aquella media sonrisa de Aj. La horca le esperaba. —MALDITO USURPADOR —chilló Garl. —No me hagas reír —se burló Aj. — ¡POR EL NONO! —Garl cogió un kantô e intentó acuchillar a Leporino. —No me llamo el Nono. Soy Aj Leporino —rió Aj. Dos personas entraron en la cámara del Trono. Luego otras tres. Luego el Nono. — ¿Quiénes sois? —murmuró Aj. —La pregunta no es esa. —Dijo un ejecutor vestido de negro moteado de gris— ¿Quién eres tú? 234


—Yo soy Aj Leporino, el rey dios. —No. —Corrigió de nuevo el mismo ejecutor— Tú eres mi muriente. »Y yo tu ejecutor. Y para maldecir. Me llamo Chris. Leporino dejó su pecho desnudo. Garl se separó de él y se unió a todas las personas. —Si quieres nos presentamos —dijo el Nono. —Christopher, Gaelan, Carzo, Qetniss Keyl, Tobilklo Laney, Trrojz, Iata, Makerace… —Y tú ya sabes lo que eres. Un muriente. Aj Leporino miró hacia los lados intentando esquivar las miradas que se dirigían hacia él. Leporino miró a Garl y este le miró a él. En la sala del Trono sólo había una salida y no podría matar a todos esos.

Bill el bebio disfrutaba de una agradable cena con los Gywe. Era su recompensa por haber estado de guardia durante todo el día desde que habían llegado a Lactora. Allí no había conspiraciones, ni homici235


dios, ni magnicidios, ni saqueadores, ni usurpadores… En el pueblo sin nombre en el que estaban todo era paz. —Bill, ¿te gusta tu nueva vida en Lactora? –le preguntó Gander de Gywe. —Mucho, señor –respondió Bill. Gander rió. A todo el mundo le gustaba Lactora más que Kaysa o que Porkes. —Aquí no tendrás que preocuparte de asesinatos o invasiones como en Nesolia –dijo Cesia. —Nadie querría perturbar una paz tan absoluta – explicó Natalye. —Aquí, como puedes observar, los pueblos no necesitan delimitaciones entre ellos. Nadie va a luchar. No se necesitan fronteras La explicación de Nolin de Gywe resultaba convincente, mas había conocido hombres como Uksuul a los que lo único que les importa son los territorios que conquistan, sin preocuparse por los hombres a los que mata.

236


—Hace siglos, Lactora era tan solo una isla perdida gobernada por los mismos dioses. ¡Dioses! Sabes el poder que tenía Lactora –prosiguió Nolin. Bill asimiló la información. — ¡Señor! ¡Cuidado! –gritó Shirukteino, el guardia de los Gywe. Normalmente mayordomo. Shirukteino irrumpió en la sala. — ¿Qué ocurre? –preguntó Gander. —Hay Sombras en la isla. — ¿Qué? –dijo Bill. —Sombras. Ángeles Caídos esbirros de demonios – explicó Shirukteino. — ¡Ya llegan!

Chris se acercó a Aj Leporino y le clavó el kantô en el muslo. Lo retorció y lo sacó. Repitió el proceso en el estómago y luego en el corazón. Él sujeto apenas

opuso

resistencia.

Sacó

dos

sanguinolentos

tejidos del cuerpo del difunto usurpador y se lo enseñó al Nono. Aliizer ordenó a Garl que limpiase el Trono. Llamó al Napias y le adjudicó un puesto entre 237


sus soldados personales. El general supremo acudió al instante. —Me gustaría hablar con el rey dios y con el Ángel Caído —dijo. Christopher se adelantó y Aliizer IX de Bugg hizo una seña para que todos se fueran. Se sentaron en una mesa de madera los tres. »Santidad, el rey Uksuul de Carsolia pretende organizar una rebelión contra usted. Mis espías lo afirman. Y no creáis que Carsolia no tenga un buen ejército. Santidad, le ruego que haga algo. —Tengo varios amigos allí —dijo Chris—. Podría ofrecerles cosas e irlos destruyendo por dentro. —No —el Nono hizo un gesto con la mano como si tratase de apartarlo—. Los llevaremos hasta la cordillera del Eisheggtesh y los destruiremos allí. —Puedo reclutar a los que viven en la parte pobre de Nesolia, si usted me da el permiso. No creo que nadie tenga algo que perder. —Ofreció el general supremo buscando mejorar su reputación. »En el Eisheggtesh los pobres lucharan bien, ya que nacen acostumbrados al fango. El honor de morir 238


en la guerra los impulsará a combatir el miedo. No veo por qué no. —Acepto —sentenció Aliizer IX de Bugg. —Yo también —dijo Chris aun sabiendo que por mucho que él hubiese dicho que no la opinión del Nono valía el doble que la suya. —Hasta que no recibamos un ataque de las tropas de Uksuul, no atacaremos. Cuando un nesoliano muera a manos de un carsoliano, la guerra habrá empezado — ordenó Aliizer IX de Bugg. —Sí, santidad —dijo el general supremo Ulaine—. Así haré.

Shirukteino guió a los Gywe y a Bill por Lactora. Las Sombras habían recibido las dotes de un dios. Bill tropezó varias veces por las sendas que Shirukteino les ofrecía. Todavía no habían visto a ninguna Sombra, pero todo estaba por llegar. A no ser que no quisiesen destruir Lactora, y causasen daños a su paso.

239


« ¿Estarán acudiendo a la llamada del Lado Oscuro?», pensaba Bill el bebio. A pesar de haber cambiado de vida, le gustaba conservar su mote. No fueron a ningún puerto. Se refugiaron en un abrigo natural formado por un tronco y un desnivel del suelo. —Voy a explorar —dijo Shirukteino. Se fue.

Shirukteino oía el retumbar de la isla a cada pisada de la Sombra. Cada vez oía los pasos cada menos tiempo y llegó un momento que los pasos resonaron incesables. Tragó saliva y regresó a su escondite. —Están corriendo o algo así —informó. —Investiga. Sigue investigando. Observa su rumbo — Ordenó Gander de Gywe. Shirukteino se volvió a ir. Las pisadas parecían estar cada vez más lejos… Siguió el sonido. Pronto un chapuzón se escuchó. Fue a las orillas y se escondió tras un árbol grandioso, evidentemente dotado de un poder de crecimiento inmenso.

Dos Sombras go240


zaban de un baño. Sólo se veían dos caras horripilantes, esqueletos oscuros. Shirukteino miró hacia todos los lados. El Lado Oscuro no iba con ellos. Sonrió aliviado. Su cara estaba pálida. Si él medía dos metros, por una vez se sintió bajo. Escudriñó las aguas que rodeaban Lactora, estaban oscureciéndose. Las Sombras, salieron del agua un rato después. Él se agazapó tras el árbol. «Corre, Shirukteino corre, maldita sea» Estaba totalmente paralizado. Los Gywe y Bill estaban ocultos tras otro de esos árboles. Habían salido del refugio. Les hizo una seña para que volviesen al refugio, pero ellos negaron con la cabeza, no querían perder a su mayordomo. Una lágrima se deslizó por su mejilla. Nolin

desenvainó

esperando

otra

seña

de

Shi-

rukteino. Pero este no quería dar otra seña. No quería arriesgar a aquella familia. Nolin pareció desesperado y señaló a su espalda. Shirukteino hizo acopio de valor y miró. Las Sombras se acercaban. 241


Dio un paso cauteloso hacia adelante. Otro más. El árbol cayó. Shirukteino saltó hacia un lado y rodó por el suelo. Una garra rajó el suelo a su lado. Él se levantó y salió despavorido. — ¡Corred! —gritó a los Gywe. —No te vamos a dejar aquí. ¡Maldita sea Shirukteino! —gritó Nolin de Gywe. Shirukteino corrió pero una garra oscura le paralizó. — ¡No! —gritó Nolin. El mayordomo tenía el semblante lívido. —Adiós. —dijo. La Sombra le mordió la barriga. Los ojos de Shirukteino se enrojecieron y luego se ennegrecieron. Las piernas y brazos del mayordomo se oscurecieron y después la carne se despegó dejando un esqueleto. Pasó lo mismo con todas las partes de su cuerpo. Los huesos se ennegrecieron como los ojos y quedó otra Sombra.

242


Se lanzó al agua y luego salió como las otras dos. Los Gywe y Bill corrieron buscando su casa, Se aseguraron de que las Sombras cambiaban de rumbo y se protegieron. —No quería dejar atrás a Shirukteino —lloró Natalye. —Oh vamos hermana, sigue vivo —la intentó consolar Nolin. —Nunca había visto algo parecido —murmuró Bill el bebio. —No vamos a perder a nadie a partir de ahora — afirmó Gander sin mucha convicción. —Esto es la guerra. ¡Por Shirukteino! —dijo Cesia de Gywe. —Contra el Lado Oscuro y sus Sombras —completó Natalye secándose las lágrimas. « ¿En qué lío nos vamos a meter esta vez?»

243


15 «El Preludio De Una Guerra» ¿General supremo, que he de hacer en

— esta

guerra

frente

a

Carsolia?

—preguntó

Chris. —Vigila Carsolia, desde las sombras —respondió—. Tenía… tenía unos papeles por aquí de tu tatarabuelo que me dio el Maestro… a… Aquí están —dijo. Se los entregó. —Me encargaré de leerlos dentro de mucho tiempo —dijo Chris. Se los guardó en el zurrón del cinto—. Gracias de todas maneras. —Ulaine, estás seguro de lo de Carsolia —Aliizer hizo la pregunta a modo de afirmación—. Azaed de Gyterl y Tecious Hallin lo niegan. »Ah, y Chris, ¿me han dicho que intentaste matar al duque de Azaed de Gyterl, y antes habías estado vigilando a Tecious, quién te lo ordenó?

244


—Un tal Jake —respondió el Ángel Caído—. Me dijo que era orden tuya. —Azaed y Tecious son duques famosos por todo Nesolia. No hablamos de Porkes o de Kaysa, hablamos de todo Nesolia ¡dioses, si los hubieses matado! —dijo el Nono. —Santidad, le prometo que yo no me lo inventé — replicó Chris a la defensiva. El Nono asintió. —Chris te tienes que ir a Carsolia —le instó el general supremo. —Ya voy, no se impaciente. —Corra. Chris corrió a por su arma y una vez listo salió del castillo. Un carruaje le esperaba en la puerta. Sonrió; el Nono le había alquilado un carro con chofer. Subió y sentó en los asientos traseros. Un bowing-knife

reposaba sobre la tapicería de cuero.

—Lléveme a Carsolia —le pidió al chofer. —O.K.

245


El viaje fue lento y monótono, pero permaneció muy despierto. En varias ocasiones se descubrió aferrado al kantô sin coger, por instinto, el bowingknife —

del asiento. ¿De dónde es usted? —preguntó el Ángel Caído

aburrido. —De las Cumbres —respondió el chofer. —

¿Para qué este viaje? — ¿Qué? — ¿Para qué este viaje? —repitió el cum-

brainí. —Asuntos

del

trabajo

—respondió

Christop-

her. — ¿Para quién trabajas? —Para mí —respondió Chris. — ¿Quién te manda la misión? —preguntó el cumbrainí. —El Nono y el general supremo Ulaine —respondió el ejecutor serio. El chofer no volvió a hablar hasta que llegaron. —Bájese —dijo. 246


«Con el mismo gusto con el que cumpliré la misión»

El rey Uksuul se paseó por los pasillos de su castillo. Flup y Vürd lo seguían. El capitán Peshoa traía el cargamento más pesado (armas y mercancías robadas) y vendría más tarde. Pensó en su lista de objetivos de Nesolia a los que mataría en la invasión. «Tecious Hallin, Azaed de Gyterl, el Ángel Caído, la Orden y por supuesto al rey» Aj Leporino había sido un intento de conquistar el Trono mediante un usurpador, pero el Nono nunca estaba solo. Chris sólo había sido un compañero, no un amigo ni socio. No le importaba matarlo. Mataría a cualquiera para ser rey dios. Pensó de qué manera mataría al Ángel Caído. Sacar uno a uno los sanguinolentos tejidos no le gustaba, contrataría a un ejecutor. Seguramente al más famoso de Carsolia, Van Whell Sangre. Van Whell

247


Sangre le retorcería los órganos y le estrujaría los sesos, literalmente. —Majestad, ¿cuándo iniciaremos la invasión? —Dijo Vürd leyéndole los pensamientos—. Van Whell Sangre me

parece

un

buen

ejemplo

de

ejecutor—dijo

para

chinchar al rey. —A la próxima te citaré con el verdugo—amenazó Uksuul—. Sabes que no me importas. Vürd tragó saliva; Flup le miró sin comprender la estupidez del máster. Siguió a Uksuul. El rey estaba llamando a un guardia. »Llévate a Vürd a las mazmorras. Tenle sin comer en la jaula de los irracionales—así llamaba él a los moradores de la celda en la que permanecían sin comer—. Una semana. Sí, ya te avisé Vürd. Flup te debería haber matado. — ¡No puedes hacerme esto! —gritaba el máster. —Calla, ¡máster de pacotilla!—le espetó. Uksuul le sonrió burlón. «Quien ríe último ríe mejor» —Flup, infórmate de la posición de Peshoa. 248


—Sí, santidad —respondió.

Chris estaba oculto en una de las calles de Carsolia. Todo parecía tranquilo. Peligrosamente tranquilo. Aguzó el oído, pero no se oía nada. Salió de las sombras y un hombre que vestía igual que él le acalló situando su mano sobre la mano de Chris. — ¿Qué haces aquí?—le preguntó Carzo Zarzai. —El Nono y el general supremo me han contratado, ¿y tú? —Es una misión del boidah, Qalegar, ¿recuerdas? — le respondió. Christopher asintió. —No debo matar a nadie, vengo para espiar —dijo Chris. —Yo debo matar al conde Versena—dijo poniendo una cara rara al pronunciar el nombre. —Suerte—le dijo Chris. —No creo que la necesite—dijo Carzo—. Nos vemos en Kaysa.

249


Chris se limitó a asentir con la cabeza. Chris se desplazó hacia la derecha buscando una buena vista de la ciudad. El castillo estaba a unos cuantos metros de él. Corrió y se situó tras un transeúnte que pretendía entrar en el castillo. Entró tras él con cautela y se situó en la pared, envuelto en sombras. Cada vez que alguien pasaba él le seguía. Con un poco de suerte uno iría hacia los aposentos del rey Uksuul. Uno de ellos, parecía la mano derecha del rey subió las escaleras. Se situó tras él a una velocidad felina y le siguió como si fuera su sombra. Llegaron al piso superior en un santiamén. El transeúnte miró hacia atrás y Chris se tuvo que agachar. ¡Era Flup! El sujeto subía las escaleras con elegancia, sin prisas. Por fin, llegaron a los aposentos de Uksuul. Flup se sentó en una silla. Chris se quedó fuera escuchando. —Santidad, ¿cuándo iremos a Nesolia para la invasión? —preguntó Flup con firmeza. 250


—Cuando venga Vürd—dijo Uksuul —A propósito, ¿dónde está Vürd? —lo dijo aposta, el ya conocía su paradero. —Pudriéndose en las mazmorras. Era obvio que Flup lo había dicho para hacer rectificar a Uksuul. » ¿Sabes tú parte? —Flup negó con la cabeza—. Debes luchar con mis soldados y tú, eres el más apto para luchar contra el Ángel Caído, porque fuiste su amigo. No creo que vaya a matar a su viejo amigo ¿no? —Disculpa, pero usted sabe perfectamente que un Ángel Caído mata a su enemigo y punto. Usted no sabe hasta qué punto le va a mandar. Él es libre. ¿No lo entiende? — ¿Cree que he nacido ayer? —se burló el rey. —No, santidad —negó Flup. Chris ya sabía que le querían matar a manos de Flup. Y que la invasión era inminente

251


—Dentro de seis días atacaremos Porkes y luego Kaysa. La parte de los pobres no importa—dijo el rey Uksuul. Chris se fue de vuelta con su chófer. Repitió el proceso de seguir a los transeúntes del castillo para salir. «Este es el preludio de una guerra. Tengo seis días»

252


16 La Cordillera Del Eisheggtesh hris ya había llegado al castillo de Por-

C

kes. El plan se había modelado un poco con la información que había traído. En lugar de irse a K`mam para ir a la cordillera del Eisheggtesh, algunos se refugiarían en la parte pobre de Nesolia. Porque sabían que esa parte no

la conquistarían. —Ahí sólo se refugiaran algunos—decía Ulaine—. Nosotros haremos otro ejército en K`mam. Tenemos a Carzo, como dice Chris, es un Sers. —Yo iré a K`mam contigo y con el Ángel Caído más los que se unan—dijo el Nono. —El duque Azaed de Gyterl y Tecious Hallin irán con nosotros y seguramente con la Orden—dijo Chris. —Alguien debe liderar a los pobres—dijo el general supremo. —El

anterior

rey

de

Nesolia,

Yapikatane—dijo

Chris. 253


—Santidad, ¿usted qué opina? —dijo Ulaine. —Llamad a Yapikatane—dijo Aliizer IX

de Bugg.

Christopher se fue a llamar a Yapikatane por Kaysa. No estaba muy lejos. Al salir del castillo ya le divisaba. Corrió y lo llamó. —Tienes un trabajo. — ¿Cuál? —Ven. Le guió hasta le despacho del Nono. —Debes

quedarte

donde

los

Pobres…—le

contó

el

plan. —Cualquier cosa por recuperar mi dignidad. —A reclutar soldados —le instó el general supremo. Yapikatane se fue. —Una parte está hecha —dijo el general supremo. Llamaron a varios hombres a la orden de Bugg. Yter, Glavertine, y un bárbaro llamado Lengar, que al parecer tenía una espada llamada Otengar. —Lengar —le examinó el Nono—. ¿Qué tipo de magia tiene Otengar? 254


—Elemental —respondió Lengar con rapidez. El general supremo Ulaine pululaba por la habitación dubitativo. —Chris, ¿qué escuchaste? —dijo Ulaine. —En seis días será la invasión de Uksuul —repitió Chris. —Yter, liderarás cuatro equipos de pobres —dijo Ulaine, todavía dubitativo. Miró a Glavertine y se frotó la barbilla. —Tú, liderarás una de las cuatro torres de defensa del castillo —le dijo a Glavertine. Se volvió para mirar a Lengar, que sostenía a Otengar como si le fuese la vida en ello. —Tú harás una prueba a los pobres y escogerás a los más fuertes para proteger la línea sucesoria y a la nobleza. —Partiremos dentro de tres días, cuando queden tres días para la invasión —dijo el Nono. Lengar, el bárbaro; Yter, el férnilo; y Glavertine, el Multimórfico, se fueron cada uno por un ca-

255


mino. A cumplir su misión. El Nono los observó hasta que desaparecieron por los corredores. —Chris, espero que estés seguro de que van a invadirnos dentro de seis días —dijo Aliizer IX de Bugg. —El rey Uksuul lo dijo —replicó el Ángel Caído. —Ya podéis iros —suspiró Aliizer. El general supremo y el Ángel Caído desaparecieron de la estancia al instante. Christopher tenía cosas que hacer, asuntos con Carzo Zarzai, en Kaysa. Por suerte la Torre de Porkes estaba justo en la frontera de las dos ciudades. Llegaría en unas horas. Quería hablar con él. Y tampoco desaprovecharía la oportunidad de avisarle de la inminente invasión.

Van Whell Sangre recorría Porkes envuelto en sombras. Disfrutando del pensamiento asesino para matar al rey dios. Tejidos sanguinolentos deslizándose por el cuerpo del difunto rey dios. Un estremecimiento bastante satisfactorio le recorrió la espalda. «Le 256


clavaré la punta de dos cuchillas en las pupilas. Las haré girar lentamente y luego le sacaré los globos oculares. Una vez haya cegado a mi víctima, le romperé las costillas y lo heriré de muerte.» Otro satisfactorio estremecimiento le recorrió la espalda. Van Whell Sangre trepó por una pared del barrio nobiliario. El castillo se veía desde allí. Se sentó en una de las balconadas de las viviendas nobiliarias y descansó. Una doncella salió a limpiar la balconada. No le vio, él sabía cómo esconderse. La doncella volvió a entrar y a cerrar. No tenía ni idea de qué noble habitaba en aquella vivienda, le importaba lo mismo que la vida de un sirviente. Sólo servía a Uksuul por el estupendo placer de matar a Aliizer IX de Bugg. Y por una maravillosa pasta. Veinte oros. Van Whell Sangre saltó del tejado y aterrizó flexionando las piernas. Desde hacía mucho le gustaba pegarse caminatas pero, también matar. Y a eso le sacaba provecho: primero, una larga caminata para inspeccionar la ciudad y si acaso el lugar de la 257


sentencia; y después, mataba. Pero su deber, no su derecho,

era

matar.

Necesitaba

manejar

ese

arte,

pintar con la sangre, con pinceles… Se acercó a una herrería situada al final de la calle. El maestre herrero le dejó entrar. La sala tenía

una

forma

de

hemiciclo,

y

límpidos

suelos

adornaban la estancia, en la techumbre abovedada, habían hecho un minúsculo agujero para que el humo de la hoguera ascendiese hasta atravesar el agujero. Van Whell Sangre preguntó por una espada adornada con dragones y una piedra en la cruceta. Le habían respondido que era una imitación de la que su maestro guardaba en su casa. La imitación era barata y cualquier imbécil la hubiese pagado. Valía quince platas, la de verdad valdría veinte oros, su recompensa. —Valioso hantð —le sorprendió una voz. El maestro estaba a su lado sobre un hantð probablemente hecho por algún aprendiz experto. Nunca había oído hablar de esa arma en Carsolia, ni en las Malditas, sólo en una de las herrerías que probable258


mente, por su diseño, hubiese ido adquiriendo más fama que cualquier otra herrería de Nesolia, tal vez del Mundo Tangible. Van Whell Sangre salió de la herrería y se deslizó por la calle perfectamente disfrazado de borracho. Se apoyó en una pared fingiendo tambalearse. Escuchó una voz ronca. No miró. Al cabo de un rato, un matón le salió al paso para saquearle y dejarle sangrando igual que a otro drogadicto al que le oía el aliento desde su posición, tenía la dentadura mellada por la droga y unas estupendas ojeras adornaban su cara. Los párpados se le caían demasiado, como si le pesasen. Aquellos matones no sabían a quién se enfrentaban. —Eh tú —le llamaron—. ¿Qué, a qué esperas? Van Whell Sangre le sonrió forzosamente, obviamente fingiendo ser un borracho. Se había disfrazado de borracho para matar a un grupillo de matones. Y ahí estaban. —La pasta, leñe —dijo otro matón. Eran tres, cargados con porras. Le dieron una patada. 259


«Ahora empieza la fiesta» Le asestó cuatro puñetazos sin ninguna pausa y lanzó una patada al primero. ¡Crac! Sintió como las costillas se rompían. Su rival cayó al suelo. El segundo saltó con la porra y le dio una patada en la tripa. Van Whell Sangre no gritó, soltó un puñetazo a su cara. Le rompió la nariz. El jefe desenvainó una espada larga. El asesino se quitó el disfraz para que el matón supiese quién era. El rival exclamó y lanzó dos puñetazos. Van Whell Sangre lo paró y estrujó la mano del matón como si de un tomate se tratase, el jefe gritó. El asesino retrocedió para coger carrerilla y placó al matón contra la pared. Al cabo de un rato, se descubrió dando patadas y puñetazos al cuerpo de un muerto. Sonrió. El primero tenía las costillas rotas y le costaba respirar. Le torció el cuello. Repitió la acción con el siguiente. Se convulsionaba.

Gaelan le había estado observando durante toda la acción. Estaba aburrido y había buscado peleas por 260


Porkes. Esta era, sin lugar a dudas, la más interesante. Sostenía un arco en la mano. Por si acaso. Saltó a otro tejado y observó al asesino. Nadie era mejor que el Ángel Caído. Se descubrió trotando por los tejados vigilando al asesino. Su ropaje estaba más ensangrentado que el cuerpo del mismísimo muriente. Aquella vida, sin boidah o algo por el estilo, todo era mucho más monótono. Y ahora no sabía si debía matar al asesino o dejarlo con vida. Había visto los ojos de la Muerte en su cara, los movimientos de un felino y aun así, no superaba a Chris. Era extraño. Los tres días siguientes hizo lo mismo. Vigilar. El asesino de la otra noche ya no salía. Había matado a tres sobre cuatro de un grupo. Tensó el arco y pensó. « ¿Va a ser mi vida tan remotamente aburrida?» Soltó la cuerda y vio los extraños que la flecha hacía en el aire. El objetivo cayó.

261


El general supremo Ulaine, el rey dios, el Ángel Caído, Lengar, la Orden del Deseo Ardiente y los pobres que Glavertine les había ofrecido. Desde luego no eran muchos, pero realmente era lo que Ulaine había intentado, de haber sido de otra forma, hubiesen tardado meses en llegar a K´mam, y tal vez más para llegar, a la parte baja de la cordillera del Eisheggtesh. Sin embargo, siendo pocos, llegarían en dos días. No disponían de carruajes ya que en K`mam la arena impediría el movimiento del vehículo. Pasaron las fronteras de Nesolia pasado un día. Y en otro ya se divisaba la cordillera. En poco tiempo llegarían, y con ello la invasión. Las últimas noticias de Yapikatane y Glavertine era la finalización del sencillo entrenamiento. Les habían dejado Nesolia, pero no el puesto de rey dios. Protegerían al Nono hasta el último aliento. Uksuul jamás obtendría el título de rey dios… o por lo menos mientras el rey dios Aliizer IX de Bugg no hubiese sucumbido. 262


17 Invasión Lavertine, Yapikatane, Trrojz y Yurik esta-

G

ban allí, en el Casco Pobre, donde habían creado la guarnición de Ejecutacabeza. Si Carsolia

vencía

a

la

guarnición

acabados. Me entrenaba a

los

estarían

pobres. Los

pobres luchaban con porras y palos. Si les tendías una armadura, espada, vaina… se convertían en patos mareados. —No creo que esto vaya a resultar. Si pasan la guarnición Ejecutacabeza estaremos acabados. Toda la milicia estará aquí al alba. ¿Podríamos irnos a la cordillera del Eisheggtesh? —preguntó Yurik. —No pienso dejarlos abandonados a su suerte. —Es muy noble por tu parte decir eso, Yapikatane —respondió Glavertine. —Y también suena a suicidio —dijo Trrojz de Torrealta.

263


Glavertine reflexionó. Trrojz tenía toda la razón. Es como intentar matar a un ciclón. No podían con Carsolia. El rey Uksuul dominaría Nesolia, pero, mientras Aliizer IX de Bugg se mantuviese con vida, el puesto de rey dios no sería sucedido. — ¡Ya vienen! —gritó Me—. Suerte a todos. Esas

palabras

insuflaron

esperanza

en

ellos

y

también en los pobres, o al menos eso parecía. Desde la guarnición rudimentaria de Ejecutacabeza, se divisaban tres barcazas. Me Gorgol subió hasta la posición de Yapikatane, Yurik, Glavertine y Trrojz. —En caso de pérdida de todo nuestro pobre ejército iremos al Eisheggtesh —añadió Me. Justo como habían planeado, tres hombres a caballo avanzaban en la vanguardia del grupo, y la parte de la retaguardia iba en filas de a dos. —Vollten

y

Burbull,

¿están

con

nosotros?

preguntó Trrojz. —No. Otearon el horizonte pidiendo ayuda al Dios, Él era el único capaz de salvarles. Luego bajaron la 264


mirada hacia los pobres que precipitaban su mirada por la bajísima muralla para ver a los carsolianos. Esos pobres morirían con honor. Su mísera vida podía acabarse en aquel momento tan lúgubre y macabro. Me daba órdenes a sus «soldados» como un loco mientras que Yapikatane y Glavertine se ponían con los brazos en jarra para observar como se les planteaba la batalla de Ejecutacabeza. Trrojz y Yurik fueron a buscar todo tipo de armas cuchillos, espadas, dagas, espadas gancho, espadas gemelas, arcos, aljabas con flechas, un bote con veneno de áspid blanco. Glavertine se cogió un arco, una espada y varios cuchillos. Tensó el gran arco cumbrainí que había escogido y se recostó sobre la pared delante de una ventana sin cristales. Disparó. La flecha trazó su trayectoria hasta topar con carne. Ese disparo habría sido uno de sus mejores disparos si se hubiese fijado en su trayectoria en lugar de defenderse. Los quinientos pobres que estaban batallando caían como moscas y eso no hacía más que 265


insuflar miedo, que se iba convirtiendo en pánico. Aquellos hombres tan viles y crueles no les intimidarían. Una flecha atravesó la ventana y se clavó en la pared. Yapikatane se asomó y otra flecha salida de la nada se clavó en la pared. Yapikatane se escondió.

Van Whell Sangre no se había querido perder aquella batalla. Sus ansias de matar no eran nimias. Desde la pelea de los matones que se habían pasado al barrio nobiliario, sus ansias de matar no habían hecho

más

que

hincharse.

Disparaba

flechas

desde

treinta pasos de distancia embozándose en las sombras de la noche que permanecían al alba. Los quinientos soldados con los que se habían topado se habían reducido a doscientos y el proceso de reducir el ejército, continuaba. Sus flechazos habían quitado de en medio a doscientos. La guarnición de Ejecutacabeza no tardaría en caer. Trescientos pobres con armaduras y espadas 266


que apenas podían levantar no les iban a ganar, y sus superiores lo sabían, la guarnición de Ejecutacabeza no era rival para él. Van Whell Sangre saltó impulsado por su propia magia y trepó por la muralla. Un pobre le salió al paso y él, con una vuelta barrió sus pies y le tiró. El pobre cayó de bruces y para él no fue difícil matarlo. Corrió lanzando flechazos sin importarle la ausencia de sombras. Lo importante era lo importante. Matar.

Yurik se había sumido en uno de sus sueños del futuro. Todos los de esa fortaleza iban a morir. De forma heroica, pero esa parte de la trama no la descifraba: ¿quién ganaría la batalla o la guerra? — ¡Yurik! —oyó la voz de Me y el silbido de una flecha. Se movió y volvió a concentrarse en su trance. Las voces y el borboteo no le dejaban pensar. Al abrir los ojos y oír un nuevo silbido de una flecha, se refugió con los demás. 267


—Ajá —Yapikatane había conseguido aprender a cargar un arco carsoliano que encontró por el suelo. Tuang-sssss. El virote salió disparado hacia el mogollón que colapsaba la puerta principal recién abiertas. Ni siquiera se fijó en la víctima de su proyectil, se refugió. —Chist —susurró Trrojz—. No tenemos tiempo. Glavertine se aferró a su kantô. Se apreciaba el salpicar, de un tajo perfectamente ejecutado, de la sangre contra la pared principalmente de barro reforzado con piedras. Chin, una espada desenvainándose produjo un extravagante sonido y después todo se quedó en silencio. —Voy a mirar —dijo Trrojz de Torrealta. Trrojz salió al corredor, espada en mano, saltó y con un grito de guerra lanzó una estocada a su contrincante. El enemigo tenía la cara sudorosa pero sonreía y no olía mal. Su rival la esquivó y lanzó su espada hacia Trrojz sin siquiera rozar al sujeto. Le agarró del pelo y tiró hasta hacer sangrar su cuero cabelludo. 268


— ¿Quiénes sois? —dijo el asesino. —La guarnición de Ejecutacabeza. Trrojz sintió más presión en su pelo. —Chico valiente, ¿eh? Trrojz saltó a un lado desprendiéndose de su pelo. Pero una fuerza lo levantó por los aires y lo tiró hacia atrás. El asesino escupió. El dolorido Trrojz hizo un último intento de matar al ejecutor, pero otro puñetazo le hizo salir despedido hacia atrás. Un kantô voló por los aires y mató a Trrojz; que fue perdiendo la nitidez poco a poco. El ejecutor entró en el cuarto lanzando cuchillas por doquier. -Una buena defensa para mi honor perdido ¿no? Aquel pensamiento dejó casi sin aliento a Yapikatane. El asesino que acababa de entrar lanzó un virote hacia Glavertine que resbaló y esquivó el virote. —Marchaos —dijo Meridano Gorgol. —No —dijeron Glavertine y Yurik mientras Yapikatane salía escopetado. 269


Me les empujó y cerró la puerta para que huyesen. Miró a su rival, le reconoció al instante. —Van Whell —dijo—. ¿Por qué? —Sangre —añadió el sanguinario. Una cuchilla asomó por la manga de Van Whell Sangre y Me se defendió. Un kantô voló hacia Meridano, que con un grácil movimiento esquivó el arma. Aun así, la pelea no duró demasiado. La mente de Me se nubló y fue directamente a matar y Van Whell lo mató con crueldad. Tumbó la puerta y lanzó cuchillas a Yurik que quedó tendido en el suelo moribundo, a Glavertine le pasó más de lo mismo. Yapikatane corrió pero nadie le podía ayudar, todos estaban muertos. Van Whell Sangre le mató. La guarnición de Ejecutacabeza había sido abatida.

270


18 Los Abrasantes

C

HRIS despertó al lado de Makerace y de Zarzai. El rey dios dormía con Vollten, Burbull, Yter y Utter en una tienda de campaña mientras que el resto dormía al raso. Al alba (en ese momento) tenían que

atacar o esperar el ataque. Chris despertó a todos, incluido a Aliizer y a sus soldados importantes. Maese G lideraba en la retaguardia. — ¿Cómo te encuentras? —le preguntó Maese G. —Extraño. —Respondió— he matado mucho, pero nunca en una guerra. —Mata como siempre —dijo. —Así haré —Chris le dio una colleja sonriendo con sorna. Maese G se despidió con un abrazo y ocupó su puesto junto al rey dios y sus soldados de confian-

271


za. Tecious Hallin y Azaed de Gyterl reían junto al rey dios; Rensif se marchaba a investigar en las Cumbres, buscando lugares habitables. Gaelan, Carzo y Makerace eran los únicos que le comprendían excepto por ser un Ángel Caído. Unos jinetes acudían a caballo armados en la lejanía. Se lo esperaban. Arrasaban todo a su paso. No estaban lejos. Maese G incendió la punta de las flechas. —Carguen —ordenó—, preparen y… ¡lancen! Una lluvia de balas cayó sobre los jinetes y muchos cayeron. La arena de K`mam, no parecía arena, parecían llamas del infierno. «Mataré como en un homicidio.» Pensaba Chris ansioso por la llegada de los jinetes. Chris trató de mantener su mente fría. Los jinetes traían a un asesino que se embozó en sombras después de la caída de flechas. Por fin llegó. La primera fila de soldados fue arrasada en un instante, la segunda resistió y por fin, llegó el momento de Chris. El ejecutor no era 272


Van Whell Sangre, era uno menos diestro que el sanguinario asesino perfecto de Carsolia. Estocada izquierda,

estocada

derecha,

estocada

izquierda

y

vuelta. Chris ya había memorizado los pasos de su enemigo asique en uno de ellos esquivó la estocada y clavó una espada en el costado del ejecutor. Luego, Chris sentenció la pelea con una filigrana con la espada y un tajo descendente por la aorta. Carzo mataba con Iata y Makerace. El Maestro y Qetniss les ayudaban por detrás. Y ese fue el problema. Qetniss.

Boca de Koth había informado a Karlya de las personas a las que matar. En K`mam podía hacer aumentar el calor por una zona y eliminarlos con más facilidad.

Y

así

hizo.

Su

primera

víctima

fue

Qetniss

Keyl. Sus ojos resbalaron como lombrices y su pelo cayó al suelo, después el sujeto vomitó y murió. Asqueroso. El Maestro se resistió más y se podría decir que mató a Karlya, porque se tele-transportó con ella al 273


fondo del mar. Boca de Koth intentó detenerle, pero no podía detener tanto poder. No fue efusivo con nadie, ni siquiera con viejos amigos. Karlya había emergido en Lactora. Oía pasos de Sombras. Maldijo en su idioma telepático y por desgracia dos Sombras acudieron a su encuentro. Por primera vez se sintió vulnerable. Las Sombras acabaron con Karlya, con el Lado Oscuro, con la esencia del mal. Boca de Koth sintió como si una parte de él se desprendiese de su cuerpo. Volvía a ser Khanssash. El Ángel Caído fue a por él. Pelearon hasta el último aliento. Su espada desprendía oscuridad y la del Ángel Caído luz. Fue una pelea rápida. Pero las estocadas de la máquina de matar, eran irregulares, con cambios de marcha; sin embargo sus estocadas eran más pausadas. — ¿Quién eres? —preguntó Chris evocando a alguien. —Nadie. Una cabeza totalmente redonda. Sin orejas. 274


— ¡Khanssash! Atacó con furia. Destrozó cada parte de su cuerpo. Lo mató. Con su kantô y le robó un arma, que había conocido hacia poco, el hantð. Tecious Hallin se fue quedando poco a poco sin escolta y en un descuido él y Azaed de Gyterl estaban muertos. Vollten y Burbull tampoco tardaron en morir. Yter y Utter lucharon matando a cientos en la batalla que poco a poco iba alcanzando su fin. Corta, pero dura. Utter murió, en un descuido había perdido el arma. A Yter le pasó más de lo mismo. Maese G huyó hacia Chris y el resto de la Orden reunida en la retaguardia, impotentes, ¿cómo matar a un ejército de carsolianos? El rey dios encaró a Uksuul que lo superaba en envergadura. Su cabeza rodó por los suelos. El rey dios Uksuul dominaba los tres desiertos, Carsolia, aulló de alegría. Los carsolianos habían triunfado.

275


18 Investigaciones ensif

R

acababa

de

hallar

un

cadáver

de

joigeb helada. Aquel joigeb se debió de extraviar. Estaba en una caverna repleta de cadáveres de animales congelados. Entre todos aquellos había descubierto unos bastante familiares. Uno de ellos lo ha-

bía descongelado con magia: Malfor. Acababa de encontrar otro cadáver humano, era un soldado que había quedado irreconocible. Rensif sondeó la tierra y se cercioró de que no había muchos cadáveres, después se aseguró de que ninguno era humano. Se trasladó a otra parte de la gigantesca caverna. Excavó y sacó otro cadáver congelado. Era completamente irreconocible. Lo dejó a un lado y desenterró otro. Aquello era una cripta.

276


Desenterró otro cadáver fácilmente reconocible, Leonardo. Lo dejó apartado junto al otro. Sondeó en la nieve buscando otro cadáver pero no había ninguno. Cavó en otro lugar. La tierra empezó a temblar y una estalactita cayó sobre el agujero, era como si nadie quisiese desenterrar aquel cadáver. Rensif cogió uno al que no había reconocido y salió corriendo de la cripta helada. Una cripta que se derrumbaba era ir al infierno. —Maldita sea. —Sabía que había perdido su único refugio en aquel desierto helado. Corrió hasta caer rendido sobre el cadáver ya casi descongelado gracias a su magia. Al día siguiente el cadáver seguía irreconocible. Pero sin hielo. La cara se iba colocando según pasaban los días, y lo peor era que no podía acelerar el proceso. Se descubrió varias veces corriendo con el cadáver a rastras para entrar en calor, y de paso buscaba plantas y maderos para prender fuego en algún abrigo natural de las Cumbres.

277


Depositó el cadáver en una roca y volvió a correr exhalando su aliento para calentar sus manos. « ¿Era necesario pasar frío?»

278


Epílogo:

Esperanzas

staba corriendo por el gélido territorio de

E

las Cumbres cargando con el cadáver. El paso del tiempo no implicaba sed, ya que cogía nieve y la derretía en sus manos. Pero no tenía comida. Sólo un trozo de un cadáver de joigeb. Poco a poco también surgía

sed porque granizaba y el hielo tardaba en derretirse ya que a Rensif, el elfo, se le congelaban las manos con el hielo. Gritó al cielo suplicando ayuda, ayuda para encontrar otras cavernas o una cripta, desde que se derrumbó la anterior había vagado suplicando un pedazo de carne. Un abrigo en las montañas había sido lo único que el Dios le había ofrecido. Rensif no prescindiría de aquel regalo

279


No ahora. La cara del cadáver se leía cada vez más, y más. Ya tenía una idea de que podía ser Poler u otro Nigromante, pero cada día sus pensamientos se alejaban más de lo que era. Sólo le quedaba el pelo. Y el color. Esperaba y esperaba hasta el anochecer que fue cogiendo color hasta ser todo lo contrario de lo que Rensif había esperado. Una satisfacción inundaba su alma en aquel momento.

El

Maestro

vagaba

por

Lactora,

perseguido

por

Sombras, desorientado. Poco a poco las olas del mar cubrían el sonido de sus pisadas y le hacían orientarse. Se tele-transportó. Vagaba por una dimensión, un túnel mal alumbrado de color morado y con pliegues se extendía, y por otro lado una fuerza lo llevaba a otro oscuro. La Casa de la Muerte. Interpuso sus fuerzas y se internó en el túnel morado. Vio una luz y llegó a K`mam. Su regreso insuflaría esperanzas en los renegados a Uksuul, sus amigos. 280


¡Remo! ¡Ante sus ojos Remo! Rensif había encontrado a Remo, y él hizo el Juramento, era inmortal. Durmió eufórico. Al alba descongeló el cuerpo y alma de Remo, estaba dispuesto a hacerlo vivir. Pasaron días, tal vez semanas o meses… Rensif despertó de un trance de sueño, como la hibernación. Remo había cuidado de él. Remo no había muerto, eso insuflaría esperanzas en la Orden del Deseo Ardiente. Y en Nesolia. Remo no había muerto. Remo estaba vivo.

Final del primer libro.

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