El jambato negro del páramo, Atelopus ignescens, resucitó

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Por PhD Luis A. Coloma

El Jambato negro del páramo, Atelopus ignescens, resucitó

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Lo creíamos extinto pero no, el Jambato negro del páramo reapareció.

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sapo que para el mundo de la ciencia se conoció proveniente del Ecuador. Su nombre científico ignescens deriva del Latín, el presente participio de ignēscō que significa “coger fuego, arder, llamear, encenderse, brillar”, presumiblemente por el

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color naranja-rojo del vientre. Su peculiar morfología adaptada a caminar (más que a saltar) y a nadar en ríos torrentosos,

extinto pero no, el Jambato negro del pá

las pústulas de su piel y sus colores fueron moldeados a lo largo de millones de años de evolución en los páramos y valles

reapareció. La ...

de la inmensa avenida de los volcanes en el norte de Ecuador, en las provincias de Imbabura hasta Bolívar y Chimborazo. En sus hábitats eran tan abundantes que había que tener cuidado de no pisarles. Marcos Jiménez de la Espada, un célebre científico español, que exploró el Ecuador a finales del siglo XIX, relata con minuciosidad de su abundancia y algunos aspectos de su historia natural: “Veíamos sus individuos a millares [...]cerca de los arroyos, charcas o lagunas. A orillas de la nombrada de la Mica, en el Antisana, comenzando el año de 1865, los sorprendí en la época de sus amores, y cuando los machos buscan a las hembras para ayudarlas al desove ó fecundar los huevos. Perseguíanlas [...]tan ciegos, que, luchando por conseguirlas, al alcanzarlas, rodaban en pelotones, y revueltos unos con otros”

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El jambato negro siempre vistió de luto, como presagiando su obscuro destino, la ruta de la extinción. ¿Quién de nuestros

pareció caro? Mira...

padres o abuelos oriundos de la Sierra Norte de Ecuador no recuerda con nostalgia los miles de jambatos negros que deambulaban como plaga en los días lluviosos de los páramos y valles interandinos? Un 15 de Mayo de 1985 mis progenitores observaron miles de ellos a lo largo de un kilómetro de carretera en la vía Guaranda-Ambato. Los sapos migraban a reproducirse en el río que los vió nacer. Sobra decir que fue su última travesía. Diego Lombeida (2005, Terra Incógnita) rememora a los añorados Atelopus ignescens y nos cuenta lo siguiente: “Por aquel entonces (los setentas del siglo pasado) este sapito era todavía bastante común. Cuando comenzaron a escasear durante los ochentas, la gente opinaba que desaparecieron por la visita del Papa Juan Pablo II o por el terremoto de 1987. Por otro lado, en ciertos lugares de la sierra, los campesinos creen que los jambatos no han desaparecido, sino que se han convertido en lagunas. Y es que estos sapitos andinos tenían su lugar en nuestras vidas. En la provincia de Imbabura, por ejemplo, matar un jambato era pecado. Y por algo sería. Se los usaba para curar sarnas y verrugas, y mi abuelita solía enviar a mi abuelito con la misión de cazar jambatos vivos, que luego se ponía en la frente para aliviar las jaquecas. Pero ya no se los ve más y la gente joven ni siquiera los recuerda”. Los mismos jambatos de los que nos habla Lombeida eran también utilizados de vez en cuando para curar el espanto o para llenar las ollas encantadas dedicadas a las cumpleañeras de la época. Los jóvenes más avezados los usaban para afinar la puntería con sus catas.

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El jambato negro de páramo Atelopus ignescens fue un icono del Área Nacional de Recreación El Boliche, Parque Nacional Cotopaxi, Reserva de Producción Faunística Chimborazo, Reserva Ecológica Antisana, Reserva Ecológica Cayambe Coca, Parque Nacional Llangantes, Reserva Ecológica Los Ilinizas. Estas inmensas áreas protegidas naturales del estado Ecuatoriano eran el hogar perfecto de estos sapos. Sea como sea ahí vivían aparentemente muy felices y protegidos de la devastación ambiental, socialmente aceptada, que normalmente ocurre fuera de las áreas protegidas. Precisamente estas reservas fueron su sepulcro, después de un fenómeno de declives poblacionales y extinciones súbitas de ranas y sapos ocurridos especialmente a finales de los ochentas y en los noventas. Un 30 de marzo de 1988, hace ya 28 años esta especie fue vista por última vez en los páramos al este de Cayambe. En ciudades como Quito el registro más reciente de su presencia data de 1983, en Chillogallo. Estas desapariciones catastróficas afectaron a no menos de 200 especies de anfibios en el Ecuador y a miles de especies en el mundo. Las mismas han sido atribuidas especialmente al cambio climático global, a patógenos oportunistas y otros factores que solos o en sinergia actuaron para llevarse en poco tiempo este patrimonio de la humanidad. En 1989 el mundo científico, en el Primer Congreso Mundial de Herpetología en Inglaterra, escuchó con asombro de la desaparición repentina del jambato Atelopus ignescens del Ecuador, del sapo dorado en Costa Rica Incilius periglenes, de la rana incubadora gástrica Rheobatrachus silus en Australia y de muchas otras especies. Pronto el jambato negro se convirtió en bandera de lucha de la ciencia por entender lo que estaba pasando y de encontrar las causas de la extinción. Un equipo de científicos ecuatorianos pusimos manos a la obra y aportamos con un cúmulo de información relevante sobre la desaparición de Atelopus ignescens y otras numerosas especies. Intensas búsquedas en los páramos de Antisana, Papallacta y muchos otros sitios fueron infructuosas. Su ausencia era obvia. Sin embargo, la esperanza de encontrar a esta y otras especies desaparecidas siempre estuvo latente. Por ejemplo, en el 2010 fueron incluidas en la lista de las especies más buscadas a través de una desesperada campaña mundial para encontrarlas, liderada por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza y Conservación Internacional. Los resultados fueron, en general, desalentadores. Por ejemplo, la rana incubadora gástrica no ha sido localizada en la naturaleza desde 1981 y ahora es parte del proyecto “Lázaro” que intenta resucitarla mediante técnicas de clonación, aunque todavía sin éxito. La aparición de una población relicto de Atelopus ignescens que aquí se informa, es tal vez uno de los hallazgos más importantes de este nuevo siglo no solo por la oportunidad que se abre de salvar a este especie de su inminente extinción sino por lo emblemático de esta especie, que como otras reencontradas recientemente (por ejemplo, Atelopus bomolochos, Atelopus nanay, Atelopus nepiozomus), nos plantean el reto de salvarlas, el desafío de hacer bien las cosas. Científicos del Centro Jambatu de la Fundación Otonga y Universidad Regional Amazónica IKIAM somos los artífices de este redescubrimiento, en el marco de un ambicioso proyecto con el Ministerio de Ambiente que nace con el fin de conservar la diversidad de anfibios ecuatorianos y usar sosteniblemente sus recursos genéticos. Un apasionado cura Salesiano y una familia campesina, llenos de fé, sonaron las campanas que anunciaban la presencia del Jambatiug, Caballito de Dios o Castillo en tierras que por ahora conviene mantenerlas en el anonimato y que oportunamente serán conocidas. A su llamado acudimos, incrédulos, Giovanni Onore y el autor de este artículo, luego se sumó Elicio E. Tapia. Ahí estaba el jambatito negro azabache, tal y como lo vimos en aquellos tiempos de juventud. El imaginario popular ya murmura que su aparición es un milagro del nuevo santo Juan Pablo II, prodigio que coincidentemente ocurre justo después del violento terremoto en Ecuador. Todavía no salimos del shock de su reencuentro. Estamos atentos a las reacciones y acciones más apropiadas de científicos,

conservacionistas,

comunidades

campesinas,

ciudadanos,

organizaciones

gubernamentales

y

no

gubernamentales, ecuatorianos y extranjeros. Esta es una oportunidad tal vez única e irrepetible de salvar a una especie tan querida y emblemática. Mientras aguardamos me permito soñar a futuro con el Buen Vivir: “millones de jambatos negros deambulando nuevamente en todas las áreas verdes de Cayambe, Quito, Latacunga, Ambato, páramos y valles interandinos y por supuesto en los parques nacionales y áreas protegidas, y habrá que caminar con cuidado para no pisarles.” Twittear

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15 Comentario sobre “El Jambato negro del páramo, Atelopus ignescens, resucitó”

No estaba muerto… andaba de parranda ;) El Jambato negro del páramo, Atelopus ignescens, resucitó | Live the Forest […] Increíble pero cierto! El Jambato negro del páramo de Ecuador que se pensaba estaba extinto fue recientemente encontrado! Lee más sobre esta gran historia aquí […] — 9 mayo, 2016 at 3:55 PM


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Roberto Ulloa Excelente noticia y un muy buen artículo. Estaremos atentos a más noticias sobre este extraordinario “milagro” (y conste que soy ateo). — 9 mayo, 2016 at 4:16 PM Responder

Silvia Vallejo Hidalgo Felicitaciones, estas investigaciones muy importantes demanda un esfuerzo muy grande, es un orgullo tener profesionales en el país de tan alta calidad. — 9 mayo, 2016 at 5:04 PM Responder

Ing. Alonso Peñaherrera Que gusto saber que es muy posible que esta especie que se creía casi extinta pueda tener un nuevo nacimiento si así se quiere, con este nuevo resquicio de luz para toda su especie nada más aclarar que parece que hay un ligero error numérico en los años es esta parte “Un 30 de marzo de 1988, hace ya 38 años esta especie fue vista por última vez en los páramos al este de Cayambe. En ciudades como Quito el registro más reciente de su presencia data de 1983, en Chillogallo. ” puesto de 1988 a la fecha no son 38 años sino 28 favor tomar en cuenta y felicidades por este nuevo hallazgo. — 9 mayo, 2016 at 5:45 PM Responder

CARMEN ARIAS GOMEZ Maravillosa noticia, no puedo esperar a que se concrete el poder observarlos. Mi esposo e hija estarán encantados. — 9 mayo, 2016 at 6:25 PM Responder

Carlos Erazo Vinueza No obstante, sigue en un elevado peligro de extinción, la causa sin duda es la contaminación ambiental generada por el ser humano. Por lo tanto, es preciso integrar su recuperación en el Plan de Manejo Ambiental para tomar en cuenta las medidas y recomendaciones de los especialistas para su protección y conservación. Afectuosos saludos y felicitaciones por el artículo científico. — 9 mayo, 2016 at 11:24 PM Responder

yesenia cadena Feliz por este gran hallazgo. — 10 mayo, 2016 at 1:54 AM Responder

Miguel Vázquez WOW… que increible noticia!. Me alegró la noche y me puso en mente, de inmediato, la pregunta del por qué de esta remanencia. En hora buena por la biodiversidad y que alegría por la oportunidad de que existan investigaciones al respecto que aporten a entender mejor el proceso de extinciones en masa (o no extinción). Felicitaciones Luis. — 10 mayo, 2016 at 2:20 AM


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Verónica Cano Excelente noticia. Felicitaciones!! — 10 mayo, 2016 at 2:35 AM Responder

Jorge Déleg Qué buena noticia, la naturaleza nos trae grandes sorpresas, gracias a su resiliencia. — 10 mayo, 2016 at 2:39 AM Responder

Enrique Portilla Que increíble noticia! Recuerdo de niño haberlos visto por miles en los páramos del Ángel. Y si! Mientras caminábamos había que tener mucho cuidado de no pisarlos . — 10 mayo, 2016 at 3:01 AM Responder

David Ramirez Gracias por el excelente trabajo de investigación y por darnos a los tungurahuenses y ambateños un poco de verdadera identidad. — 10 mayo, 2016 at 3:50 AM Responder

Verónica Pilca Muy interesante mi madre me contaba que estos jambatitos estaban en todos lados y que después de un terremoto que hubo hace años en Ecuador desapareció y que nunca más se los volvió a ver eso me contó mi mama soy de cayambe — 10 mayo, 2016 at 1:24 PM Responder

diego esto es muy alentador para la ciencia y para nuestro pais … vamos sigamod investigando descubriendo y redescubriendo nuevas especies …. vamos ecuador — 10 mayo, 2016 at 4:57 PM Responder

Pablo Menéndez Felicitaciones Lucho y equipo. Esta noticia debería hacernos pensar sobre la importancia de incorporar aspectos como la capacidad de resiliencia de las especies a estudios sobre las respuestas adaptativas de las especies al cambio climático, y no solo enfocarnos en sus capacidades de dispersión para perseguir su nicho, o en sus adaptaciones fenotípicas o genéticas. — 10 mayo, 2016 at 6:10 PM Responder

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